Anda di halaman 1dari 62

Contenido

1. ¿QUÉ IMPLICA CRECER EN TÉRMINOS ÉTICOS? ........................................................................................ 3

1.1. TRABAJANDO NUESTRA «MANERA DE SER» ANTES QUE «NUESTRA MANERA DE HACER» .......................................... 12
1.2. CAMBIO: DE ADENTRO HACIA AFUERA ............................................................................................................ 14

2. REGULACIÓN DE NUESTRA BRÚJULA MORAL ......................................................................................... 18

2.1. PRINCIPIOS, VALORES Y VIRTUDES .................................................................................................................. 21


2.1.1. Principios ....................................................................................................................................... 21
2.1.2. Valores .......................................................................................................................................... 21
2.1.3. Virtudes ......................................................................................................................................... 22
2.2. VALORES VERDADEROS FRENTE A «VALORES FALSOS»........................................................................................ 24
2.3. DETERMINACIÓN DE NUESTROS «VALORES GOBERNANTES»................................................................................ 27
2.3.1. Valores gobernantes ..................................................................................................................... 27

3. UN MODELO DE CRECIMIENTO ÉTICO DE CUATRO PILARES ................................................................... 28

3.1. RECONOCIMIENTO DE NOSOTROS MISMOS: EL VALOR DE LA IDENTIDAD ................................................................ 31


3.1.1. La singularidad del humano .......................................................................................................... 33
3.2. HACIENDO USO DE NUESTRA LIBERTAD: PERSONAS PROACTIVAS FRENTE A PERSONAS REACTIVAS ................................ 34
3.3. DETERMINACIÓN DE NOSOTROS MISMOS: ELECCIÓN DE NUESTRAS RESPUESTAS ANTE LA VIDA ................................... 38
3.4. IDENTIFICACIÓN DE NUESTRO SENTIDO DE VIDA O PROPÓSITO ............................................................................. 39
3.5. DISPOSICIÓN PARA VIVIR ÍNTEGRAMENTE: RESPONSABLES CON NUESTROS PRINCIPIOS Y VALORES ............................... 42
3.5.1. ¿Qué implica ser responsables? .................................................................................................... 42

4. CONSTRUCCIÓN DE UNA CULTURA ÉTICA EN LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA ........................................ 44

4.1. CAPITAL HUMANO, CAPITAL ORGANIZACIONAL Y CAPITAL SOCIAL ......................................................................... 44


4.1.1. Capital humano ............................................................................................................................. 45
4.1.2. ¿Qué es capital organizacional? ................................................................................................... 47
4.1.3. El trabajo de los directivos y su influencia en el éxito de la organización ..................................... 48
4.1.4. ¿Qué es capital social? .................................................................................................................. 49
4.2. LA ÉTICA, COMPONENTE PRINCIPAL DEL CAPITAL SOCIAL..................................................................................... 50
4.2.1. Relación capital social y desarrollo humano ................................................................................. 50
4.3. ¿CÓMO CONSTRUIR UN CONTEXTO ORGANIZACIONAL QUE COADYUVE A UN CRECIMIENTO ÉTICO? ............................. 51

5. EL ROL DEL DIRECTIVO EN LA CONSTRUCCIÓN DE UNA SÓLIDA CULTURA ÉTICA .................................... 53

5.1. DE UNA ÉTICA DE LAS NORMAS A UNA COMUNIDAD DE PRÁCTICAS ÉTICAS ............................................................. 53
5.2. EL ROL DE LOS DIRECTIVOS Y LOS COLABORADORES EN LA CONSTRUCCIÓN DE UNA COMUNIDAD DE PRÁCTICAS ÉTICAS .... 59
5.2.1. Los directivos y su importancia en la organización ....................................................................... 60
5.3. CONVERSIÓN EN REFERENTES AL CONSTRUIR Y FORTALECER UNA CULTURA ÉTICA .................................................... 61
1. ¿Qué implica crecer en términos
éticos?
En nuestro deseo de mejorar nuestra efectividad personal, por lo general nos
interesamos en desarrollar una serie de competencias, tales como liderazgo,
comunicación, negociación y otras asociadas con la efectividad. Sin embargo, a
menudo se descuida una competencia que es imprescindible para sostener nuestra
efectividad en el tiempo. Esta competencia es el comportamiento ético.

Ilustrémoslo:

Primer ejemplo. Supongamos que nuestro superior jerárquico es una


persona con «madera de líder» por sus condiciones para ejercer ese rol; no
obstante, pasado el tiempo, trasciende que ciertos objetivos y metas
trazados en el área en realidad no responden a los objetivos comunes del
equipo, y más bien responden a sus intereses particulares. Claro, los
maquilló muy bien para que parecieran responder a los intereses del
equipo; sin embargo, cuando sus verdaderos motivos salen a la luz, pierde
la confianza, la lealtad y el compromiso de su equipo; en suma, habrá
perdido su liderazgo. ¿Cuál es la razón de esta pérdida? Sin duda un
comportamiento falto de ética.

3
Segundo ejemplo. Imaginemos a una persona que maneje muy bien la
técnica de la comunicación, que realice presentaciones claras, objetivas,
amenas y que explique de manera sencilla hasta los conceptos más
complejos. Sin embargo, sus colaboradores, quienes lo conocen muy bien,
no confían en él, de tal manera que no creen ni un ápice de lo que dice.
¿Podríamos decir que en verdad sea un buen comunicador? Definitivamente
no. ¿Cuál es la razón? Pues no inspira confianza, no es coherente, no es
íntegro, en síntesis, adolece de un comportamiento ético.

Comportamiento ético: garantía de sostenibilidad

El comportamiento ético es fundamental para sostener nuestra efectividad en el


tiempo. Sin ética perderemos efectividad cuando nuestros clientes, internos o
externos, pierdan confianza en nosotros.

Entonces convendría preguntarnos:

¿Qué es la
ética?

¿Cómo se
¿Cómo afecta en el
manifiesta en
contexto
nuestro vivir
organizacional en
diario?
el que nos
desarrollamos?

4
Concepto de ética

La ética es el estudio de la moral, determina qué es bueno y, en función de ello,


cómo se debe actuar. En otras palabras, la ética es la teoría o la ciencia del
comportamiento moral.

La ética en el transcurso de la historia del pensamiento

La ética como tema siempre ha estado presente desde los inicios de la reflexión
filosófica. Al respecto, los grandes filósofos de la antigüedad, como Platón,
Sócrates y Aristóteles, sostienen que la virtud es la base de la felicidad, por lo cual
el desafío ético implica convertirnos en personas virtuosas.

.Aristóteles, en el inicio de su obra


, define lo esencial de
la ética: el bien. Lo relaciona con la
felicidad, objetivo común a toda
persona. Afirma que el medio para
llegar a la felicidad y, por ende, seguir
el sendero de la ética, es la virtud.

Desde esta perspectiva humanista, no


podemos reflexionar ni vivir
éticamente, si no hablamos ni vivimos
en función de virtudes, como la
manifestación práctica de nuestros
valores.

Al respecto, Juan Antonio Pérez López 1 mencionó:

1
Juan Antonio Pérez López (1934—1996), profesor de del Instituto de
Estudios Superiores de la Empresa (IESE), del que fue Director General (1978—1984).

5
En las siguientes páginas analizaremos a la ética desde esta perspectiva, la
humanista; incidiremos en la necesidad de hacer del comportamiento ético un
hábito, lo cual implica esforzarnos cada día de nuestras vidas, haciendo uso de
nuestra libertad, por vivir nuestros valores, para convertirnos en personas
virtuosas.

Crecer éticamente

¿Qué implica crecer éticamente? Todos queremos


crecer, desarrollarnos, ser mejores que ayer. Esto es
cierto en todo sentido.

Por ejemplo, cuando éramos pequeños, hablábamos,


caminábamos y nos comportábamos como
pequeñuelos, y era normal. Nuestros padres nos
celebraban.

Sin embargo ¿qué pasaría si crecemos físicamente y


seguimos comportándonos como pequeñuelos? Ya no
habría motivo de celebración, sino de preocupación.

Lo mismo podríamos decir del crecimiento o desarrollo


intelectual y emocional. ¿Por qué no esperar lo mismo
de la ética?

¿Es posible crecer éticamente?

Crecer éticamente comunica la idea de pasar de un nivel a otro, de progresar, de


madurar.

Niveles en el crecimiento ético

El primer nivel es básico, implica atender esa voz interna que nos permite
diferenciar lo correcto de lo incorrecto, lo bueno de lo malo. No es necesario
estudiar demasiado para saber lo que es correcto. Todos tenemos esa
dimensión interna, llamada conciencia, que nos ayuda al respecto.

6
En realidad son pocas, pero sustantivas, las características que nos separan de los
animales; entre esas diferencias podemos señalar al uso de nuestra libertad
(albedrio), nuestro lenguaje y nuestra conciencia.

Al respecto, sobre la conciencia, es interesante


la reflexión de J. Loew:

Esta palabra se traduce del

( ): (con) y
(conocimiento), de
Efectivamente, la conciencia nos permite modo que significa
reflexionar sobre nuestras actuaciones y sus ‘conocimiento’ o
impactos en otras personas. Por ello, a menudo ‘conocimiento con uno
mismo’.
nos preguntamos:
Podemos concluir entonces
¿Por qué respondí de esa manera? que la conciencia es la
¿Pude haberlo hecho mejor? capacidad de mirarse a sí
¿En qué aspectos tengo que mejorar? mismo y enjuiciarse, de
cuestionarse, de evaluarse
¿Qué sentido tiene mi vida?
en función de sus
principios, valores y normas
Los animales no se formulan esas preguntas, de conducta.
solo viven, sin esperar mucho de la vida.

Las propias verdades

La conciencia es una de las primeras manifestaciones de la ética. ¿Por qué? Porque


las personas viven en función de sus propias «verdades» sobre lo bueno y lo malo,
lo cual no siempre será lo correcto. Aunque ya hemos mencionado que todas las
personas tienen una idea de lo que es bueno, tenemos que señalar —con cargo a
profundizar en ello más adelante— que nuestros principios y valores serán
determinantes para que escojamos aquellas alternativas correctas no solo para
nosotros, sino también para quienes dependan de nosotros y para el bien común.

Hay personas que parecieran haber perdido su capacidad de distinguir lo bueno de


lo malo, pues en ocasiones escuchamos recriminarlas: «¿Acaso no tienes
conciencia?». Podríamos pensar que estas personas no llegan ni al primer nivel de
la ética. Está claro que sí tienen conciencia; sin embargo, esta capacidad se les ha
«adormitado» producto de la indiferencia de sus poseedores, al no «escuchar» los
dictados de su conciencia.

7
Al cuidado de la conciencia

Podríamos concluir que hay que cuidar y entrenar nuestra conciencia, lo cual
implica preservar su sensibilidad para que nos ayude a conducirnos correctamente
en el camino de la vida. Preservar su sensibilidad significa escucharla, evaluar lo
que nos “dice”, considerar sus razones. Y entrenarla implicaría ejercitarla en la
tarea constante de distinguir lo correcto de lo incorrecto, en función de principios y
valores verdaderos.

No atender los dictados de nuestra conciencia podría generarnos sentimientos


como los expresados por el , en la obra dramática de Shakespeare:
«¡Oh, cobarde conciencia, cómo me afliges!», describiendo el remordimiento que
puede provocar la conciencia humana.

El segundo nivel está vinculado con la necesidad natural de toda persona


por ser cada día mejor, de desarrollarse, de incorporar aprendizajes
positivos. ¿Quién no quiere ser una mejor persona? ¿Quién no quiere
crecer, desarrollarse y demostrarse que puede emprender grandes retos
que desafíen sus capacidades? Toda persona en su sano juicio siempre
quiere ser mejor.

¿Cómo se manifiesta la voluntad por ser una mejor persona?

Por lo general, se manifiesta en nuestras metas. ¿Quién no se ha planteado metas


como las siguientes?:

Este año sacaré mi título.


Este trimestre empezaré mi programa de idiomas.
Desde hoy, dedicaré mayor tiempo a mi pareja y a mis hijos.
El próximo mes tomaré vacaciones para disfrutarlo con mi familia.
¡Este año me caso!
Desde mañana, empezaré a leer un buen libro.
Esta semana me inscribiré en ese programa de voluntariado.

¿Qué tienen en común estas metas?

Todos estos propósitos tienen en común nuestra resolución por ser mejores
personas, por aprender, por crecer. De hecho, hay un pensamiento que lo sintetiza
muy bien:
8
«Hoy soy más que ayer pero menos que mañana».

Este segundo nivel de la ética está muy vinculado con nuestra motivación
intrínseca de asumir retos, de incorporar aprendizajes positivos, de «ser mejores
que ayer».

Relación entre los dos niveles iniciales de ética

No podemos quedarnos en estos dos niveles de la ética. ¿Por qué? En general,


porque ambos están centrados en uno mismo.

Veamos:

Primer nivel: hago el bien y escucho a mi conciencia porque quiero estar


bien conmigo mismo, quiero tener tranquilidad, no quiero estar siendo
acusado por mi conciencia, no quiero tener remordimientos.

Segundo nivel: quiero seguir creciendo, desarrollándome, porque tengo


esa necesidad intrínseca, y porque me hace sentir muy bien ser cada día
mejor.

Notemos que en los dos casos, algo está claro: el foco está en uno mismo.

Avance de nivel: responsabilidad social

¿Podríamos quedarnos allí? Es posible que algunos concluyan que sí; sin embargo,
¿dónde queda el interés por los otros, dónde queda nuestra responsabilidad social
como personas? Somos parte de una sociedad, vivimos en comunidad, también
nos debemos a otros; en consecuencia, no sería responsable vivir solo para
nosotros mismos.

En ese sentido es interesante lo que mencionó en una oportunidad el príncipe de


Asturias, don Felipe de Borbón y Grecia, quien dijo:

9
Notemos que hizo hincapié no solo en la «necesidad de llenar la vida con algo que
internamente lo satisfaga» (motivación intrínseca), sino también en la necesidad
de «ser útil a los demás» (motivación trascendente).

Tercer nivel

Cuando se plantea la necesidad de ser útil o hacer algo por los demás, es
cuando se manifiesta ese tercer nivel de la ética: el servicio a los demás.

De seguro que en más de una oportunidad nos hemos planteado esta


necesidad, no por nosotros mismos, sino por contribuir con el desarrollo de
otros, un amigo, un compañero de trabajo, un colaborador o un perfecto
extraño que necesitaba de nuestro apoyo.

¿Cuál fue el resultado?

Aparte de que la persona que recibió nuestra ayuda desinteresada vio cubierta —al
menos en parte— su necesidad, nosotros, sin proponérnoslo, también ganamos.

¿Cómo así?

El ser humano ha sido dispuesto con la necesidad de dar y recibir afecto. Cuando
da afecto en forma de interés por los demás, gana, y gana mucho.

10
¿Qué es lo que «gana»?

Gana hacerse más humano, más


sensible, más completo, porque
empiezan a desarrollarse en su
persona virtudes que de otra manera
no podrían: la generosidad, la
bondad, el bien común, la
solidaridad, etc.

Piense en alguna oportunidad en la que, sin estar obligado a hacerlo, hizo el bien a
alguien de manera totalmente desinteresada. Ahora imagine el rostro de esa
persona que recibió el bien. ¿Qué es lo que vio? Probablemente el rostro iluminado
por el agradecimiento de aquel que recibe algo de quien menos lo esperaba.
¿Cómo se sintió usted? ¿Quizá que había perdido algo al dar lo que, en realidad,
no tenía por qué dar? Difícilmente. Lo más probable es que usted se haya sentido
muy bien, tanto o más que la persona que recibió la ayuda, pues se hizo más
humano, más sensible, más solidario. En suma, una mejor persona.

El nivel más alto de la ética

Lo descrito, pues, corresponde al tercer nivel de la ética, el nivel más alto y


sublime, nivel en el que uno no solo actúa en función de sus intereses y de su
círculo íntimo, sino pensando en los intereses de las demás personas.

Al respecto, es interesante lo que comentó un pensador anónimo:

«He aprendido que un hombre solo tiene derecho a mirar a


otro hacia abajo cuando ha de ayudarle a levantarse».

¿En qué nivel estamos? Evidentemente todos necesitamos seguir creciendo, seguir
desarrollándonos en nuestro crecimiento ético. Ese es el desafío de todo ser
humano en su búsqueda de la felicidad, de la plenitud.

11
1.1. Trabajando nuestra «manera de ser» antes que «nuestra
manera de hacer»

Para seguir creciendo en términos éticos necesitamos trabajar en nuestra «manera


de ser» antes que en »nuestra manera de hacer».

En la actualidad se hace mucha incidencia en


una serie de técnicas que incrementan nuestra
efectividad personal. A muchas de esas técnicas
se les denomina competencias, algunas de las
cuales constituyen habilidades sociales.

Entre estas competencias podemos mencionar a


las siguientes:

Negociación y manejo de conflictos.


Toma de decisiones.
Orientación a resultados.
Planificación.
Pensamiento estratégico.
Pensamiento contextual.
Aprendizaje continuo.
Adaptación al cambio.
Proactividad.
Etc.

¿Son importantes esas competencias?

Por supuesto que sí; sin embargo, los esfuerzos de las personas están enfocados
solo en estas competencias y otras vinculadas, y se deja de lado competencias de
tipo moral, las que, en realidad, son el sustento de nuestra efectividad.

12
¿Cuáles son estas competencias de tipo moral?

Entre ellas podemos mencionar a


las siguientes:

Integridad.
Coherencia.
Orientación al servicio.
Construcción de confianza.
Honestidad.
Lealtad.
Solidaridad.
Responsabilidad.
Equilibrio.
Etc.

Desarrollar solo las primeras competencias equivale a concentrarnos en nuestra


«manera de hacer», que es lo mismo que la técnica.

La única manera de sostener nuestra efectividad en el tiempo es trabajar nuestra


«manera de ser», vale decir nuestro , nuestro carácter.

¿Por qué trabajar nuestra «manera de ser»?

Porque solo podremos crecer como personas e influir positivamente en otras, si


trabajamos nuestra autoridad. Sin autoridad no podremos influir efectivamente
sobre nadie. Y

¿Cómo se construye la autoridad?

Primero es necesario señalar que el poder «viene de afuera», en el sentido de que


se nos asigna poder cuando la organización nos designa como jefe o directivo. El
poder implica una serie de prerrogativas, facultades y privilegios. Significa que
automáticamente somos personas con autoridad.

La autoridad, a diferencia del poder, uno mismo tiene que velar por su
construcción, a través del servicio, del ejemplo, de la integridad, de la confianza y
de la coherencia entre el «discurso» y la actuación diaria.
13
¿Es fácil hallar personas con autoridad?

No son personas fáciles de hallar, porque la


mayoría de las personas están interesadas en
obtener éxitos facilistas, interesadas en
desarrollar sus «maneras de hacer» en vez de
«su manera de ser». En consecuencia, en
muchas oportunidades encontramos directivos
con poder pero sin autoridad, por lo que estos
recurren a la fuerza de su «investidura» para
que se haga lo que piden. En contraste, también
encontramos personas sin poder pero con
mucha autoridad, los que se convierten en los
líderes naturales del equipo.

Entonces, construir nuestra autoridad equivale a trabajar nuestra «manera de


ser», la fuente de nuestra efectividad. Sobre esta estructura calzarán muy bien
nuestras «maneras de hacer», representadas por las competencias técnicas y
demás habilidades sociales.

1.2. Cambio: de adentro hacia afuera

Todo cambio es de adentro hacia afuera. Es decir, trabajar nuestra autoridad, a


través del ejemplo, de la integridad, de la coherencia y del servicio a los demás es
generar un cambio de adentro hacia afuera. Trabajar en primer lugar las demás
competencias técnicas y habilidades sociales equivale a trabajar sobre lo accesorio,
sobre aquellas competencias que no tienen efectividad, a menos que esté
levantado sobre una estructura de autoridad.

¿Por dónde empezar el cambio?

¿Qué cambios son más consistentes? ¿Los que se generan en el interior de las
personas (cambios de hábitos, paradigmas, valores) o los que encuentran
realización en la parte externa de la persona (cambios en la manera de hablar,
escuchar e influir)?

14
Al respecto, Edwards Deming mencionó:

«Nada cambia sin transformación personal».

Alcanzar la excelencia

Crecer éticamente es trabajar en nuestra transformación personal, lo cual implica


cambiar de adentro hacia afuera.

Hemos señalado en los párrafos


anteriores que todos queremos ser
mejores personas, lo cual significa
mucho más que ser excelentes
profesionales o técnicos. Ser mejores
personas está vinculado con la
excelencia, lo cual implica la
manifestación de una serie de virtudes
que nos permitirán ser felices y
contribuir a la felicidad de los demás.

Alcanzar la excelencia exige asumir


nuestra responsabilidad por ser cada
día mejores, evitando una actitud de
autocomplacencia, tan común en
nuestros días.

De hecho, la mayoría de las personas se miran a sí mismas, y no encuentran


mucho en qué mejorar. Se debe a que no han desarrollado la capacidad —ni están
interesadas— de cuestionarse a sí mismas con el propósito de identificar brechas
de mejora personal.

Renuencia al cambio

« ¿Por qué habría que cambiar? ¡Estoy muy bien! ¡Mira hasta dónde he llegado!
Primero que cambien los demás para que yo cambie».

15
¿Quién puede entregar una hoja de vida en blanco? Todos los tenemos entre
blanco humo y gris. Hablando en términos astronómicos, todos tenemos «agujeros
negros» (debilidades, vicios, flaquezas, etc.) —conscientes o no— con los cuales
nos hemos acostumbrado a vivir. También es cierto que todos podemos ser
mejores personas de lo que supuestamente ya somos.

Asimismo, también somos renuentes a que otros nos cuestionen —incluso si tales
cuestiones llegan de personas que, sabemos, están interesados en nuestro propio
desarrollo—. Por lo general, en esta sociedad de la gratificación personal y de la
autocomplacencia, la mayoría de las personas tiene un concepto muy elevado de sí
misma, por lo que no es muy proclive a escuchar las observaciones respecto a sus
debilidades. La gente se toma a sí misma muy en serio, y con ello pierde
oportunidades valiosas de seguir creciendo como personas, pues rechaza aquello
que no le escuchar.

El poeta escocés Robert Burns manifestó un pensamiento interesante a finales del


siglo XVIII:

«¡Ah, sí nos fuera dado el poder de vernos como nos ven


los demás! De cuántos disparates y necedades nos
veríamos libres».

He allí la importancia del cuestionamiento personal o del cuestionamiento de


aquellos que están interesados en nuestro desarrollo.

Al respecto Sócrates manifestó:

«Una vida que no se evalúa no vale la pena vivirla».

Mediante tal manifestación, Sócrates comunica la idea de que la única manera de


mejorar como personas es mediante la práctica de la evaluación y el
cuestionamiento personal. Rechazar el análisis personal y el cuestionamiento de

16
otros es renunciar a la posibilidad de crecer. En ese sentido, la vida «no valdría la
pena vivirla».

Por ello, es imperativo que siempre estemos evaluándonos, no para juzgarnos de


manera extrema, sino para identificar áreas de mejora personal.

Recordemos:

«Envejecer es obligatorio, crecer es opcional».

Todos los días envejecemos, es inexorable, no lo podemos evitar; sin embargo,


crecer y desarrollarnos no lo son, dependen de que así lo decida cada uno de
nosotros, en función de nuestra libertad.

Es nuestra responsabilidad decidirnos por nuestro desarrollo personal, lo cual


implica, necesariamente, crecer en términos éticos.

¿Cómo se crece en términos éticos?

La única manera es el trabajo concienzudo por ser mejores en cada uno de las
escalas éticas, realizando lo necesario por ascender en cada una de estos niveles.

17
2. Regulación de nuestra brújula moral
¿Alguna vez hemos realizado un viaje por altamar? ¿Podríamos imaginar un viaje
de este tipo sin los instrumentos de navegación necesarios? Lo cierto es que un
viaje sin los instrumentos de navegación apropiados nos llevaría a cualquier lado
menos a buen puerto.

Los antiguos marineros lo tenían muy claro, no iniciaban alguna travesía sin los
instrumentos necesarios, entre ellos la brújula. La vida de la tripulación entera
dependía de ello. En consecuencia, estos instrumentos se constituían en su seguro
de vida, por lo que eran calibrados o regulados con el propósito de no terminar en
un destino equivocado.

¿Solo los marineros usan instrumentos de navegación para guiarse en sus largas
travesías? De ninguna manera; mucho antes que ellos, los animales ya se
«guiaban» con su «brújula interna».

Por ejemplo, las aves migratorias llegan a su destino con una precisión impecable
tras recorrer largas distancias y bajo todo tipo de condiciones climáticas. ¿Cómo lo
logran? Los científicos han descubierto que esas criaturas perciben el campo
magnético de la Tierra. Al respecto, la revista explica:

18
Al igual que las aves y los marineros, nosotros también estamos en una travesía
por «altamar», al enfrentarnos a diario a una serie de situaciones, desafíos,
elecciones y dilemas que nos ponen de cara con nuestros principios, valores y
paradigmas.

La «brújula moral»

Constantemente tenemos que tomar decisiones, algunas intrascendentes, otras de


vital importancia, estas impactan en los asuntos y dimensiones más importantes de
nuestra vida.

¿Estamos usando algún «instrumento de navegación»? ¿Tenemos una «brújula


moral» que nos ayude a llegar a nuestro destino? No contar con una herramienta
de este tipo equivaldría a un marinero que zarpa a altamar sin más que su barco y
su carga. ¿Qué diríamos de un marinero así? ¡Es un temerario! ¡No lo volveremos a
ver!, además de una serie de conclusiones que no se alejarían de la realidad. ¿Qué
hay de nosotros? ¿Qué hay de la sociedad en la que nos desarrollamos? ¿Se
necesitará de una «brújula moral»?

«Lo que el mundo necesita es una brújula —no simples llamamientos a la


democracia y a una economía de mercado—; lamentablemente no hay
ninguna disponible».

19
Lo previo es un lamento de Will Hutton, director de de Londres. No
le falta razón, el mundo ha conseguido bastante:

Comunicarse de extremo a extremo en línea o de manera virtual.


Dominar el espacio de tal manera que los viajes espaciales sean rutinarios.
Generar tanta riqueza como jamás hayamos imaginado.
Rodearnos de todo lo necesario e innecesario que nuestros deseos puedan
dictar.

Sin embargo, al mismo tiempo


de los logros previos, no somos
capaces de comunicarnos con
los miembros de nuestra casa,
vivir en paz en nuestra «aldea
global», evitar que mueran más
de 25,0000 personas todos los
días, en su mayoría niños, por
falta de alimento, alimento que
se desperdicia en otras latitudes
del planeta.

Podríamos seguir señalando otras contradicciones; sin embargo, son suficientes


para concluir que nuestro mundo no tiene una brújula que lo guíe en esta nueva
era de la globalización.

Quizás sea poco lo que nosotros podamos hacer por cambiar el mundo; sin
embargo, lo que sí podemos hacer es trabajar en nuestro círculo de influencia, y a
partir de allí empezar a generar un cambio. Por ello, es pertinente volver a
preguntarnos:

¿Tenemos una brújula moral?


Y si la tenemos, ¿está muy bien regulada? (considerando que es nuestra
guía en un mundo tan inestable y contradictorio, donde todo se relativiza).

20
2.1. Principios, valores y virtudes

¿Cuáles son los elementos que conforman nuestra «brújula moral»? En concreto
tendríamos que señalar que son nuestros principios y valores.

2.1.1. Principios

¿Qué idea comunica la palabra ? Comunica la idea de un comienzo, de un


inicio de algo. Efectivamente, los son normas básicas de conducta que
regulan la conducta humana, y se constituyen en el inicio de un proceso de
desarrollo. Al ser normas de conducta general, son universales, lo que significa que
son aceptados en casi todas las culturas.

Entre ejemplos de principios podemos señalar los siguientes:

Haz el bien y evita el mal.


Respeta la vida.
Trata a otros como te gustaría que traten a ti.
Interésate por el bienestar general.

Vivir en función de principios implica guiarnos en función de normas de conducta


que se constituyen en leyes naturales de convivencia sana y armoniosa. Vivir en
contra de estos principios implicaría hacernos daño a nosotros mismos. Es posible
que en el corto plazo «nos vaya bien»; sin embargo, cuando se haga evidente que
nuestra «brújula moral» está distorsionada, serán pocas las personas que se
relacionarán con nosotros desde una perspectiva «Ganar—ganar».

2.1.2. Valores

Nuestra «brújula moral» no está constituida solo por principios, también está
compuesta por nuestros valores.

Hemos mencionado anteriormente que los principios son normas de conducta, de


aceptación general, que marcan el inicio de un proceso de desarrollo. No nos
podemos quedar solo en los principios si es que queremos seguir creciendo y
desarrollándonos. A los principios tenemos que sumarle otros bienes: los valores.

21
Definimos como a todo aquello que uno considera valioso y que estará en
función de su formación, educación, contexto social y experiencias. Los valores son
parte constitutiva de nuestra identidad.

Cada persona tiene su propio conjunto de valores que lo distingue de otros; no


todos valoramos lo mismo. Por ejemplo, es posible que una persona valore la
puntualidad, respecto a otra que valore más la solidaridad. Incluso, si coincidimos
en algún valor, no todos lo apreciaremos en el mismo grado.

Principios valores; valores principios

Es importante mencionar que algunos principios pueden, a la vez, constituirse en


valores, y viceversa. No obstante, tal como se señaló en los párrafos precedentes,
tenemos que sumarle a los principios aquellos bienes (valores) que nos van a
ayudar a ser mejores personas. Entre ellos podemos mencionar a los siguientes:

Honestidad
Responsabilidad
Solidaridad
Trabajo
Abnegación
Perseverancia
Amistad
Amor
Humildad
Generosidad
Etc.

2.1.3. Virtudes

Tras enunciar a los valores, tenemos que pasar a las virtudes, que no es otra cosa
que la puesta en práctica de los valores, condición necesaria para convertirnos en
personas con autoridad, personas que lideren óptimamente sus propias vidas.

22
Ya miles de años atrás, Aristóteles manifestaba en :

«La excelencia ética es el resultado del hábito. Nos


volvemos justos realizando actos de justicia;
templados, realizando actos de templanza; valientes,
realizando actos de valentía».

Un valor que no se practica se convierte solo en un discurso, en palabras vacías


que no tienen algún significado que conlleven a la acción. El razonamiento de
Aristóteles instaba a ser consecuentes, a que si queremos ser justos, equilibrados,
valientes y responsables, todos los días debemos realizar actos de justicia, de
responsabilidad, de valentía y de equilibrio.

No podemos pretender ser valientes y esperar ese «gran día» en el que


demostremos nuestra valentía a todo el mundo. Es posible que ese día nunca
llegue, y si llegara y no nos hubiéramos ejercitado en este valor, sencillamente no
estaremos preparados para demostrarnos cuán valientes somos. Lo mismo
podríamos decir de los demás valores.

Simple discurso frente a plena acción

Cuántas veces hemos escuchado a amigos y


colegas decir: «Mi familia es lo más importante.
Vivo, trabajo y me sacrifico por ellos». Es
posible que nosotros también lo hayamos dicho
en más de una oportunidad. ¿Cuál es el valor
que se desprende de esta afirmación? El valor
de la familia.

Sin embargo ¿cómo actúan muchas de estas


personas? ¿Cuáles son las quejas de sus
respetivas familias (pareja, hijos y tal vez
padres también)? ¡No tiene tiempo para
nosotros! ¡No nos conversa, no se interesa en
nosotros!, entre otros reclamos. ¿Reclamos
injustificados? No necesariamente. Es muy

23
posible que muchas veces estas personas —y tal vez nosotros también— estemos
ocupando el tiempo que le corresponde a otras personas (a nuestra familia) en
nosotros mismos: llega el fin de semana y seguimos absortos en nuestros propios
intereses (mi programa de televisión, mi periódico, mis estudios, mi , mis
amigos, mi descanso, mi tiempo). ¿Y el valor de la familia? Solo es un discurso,
pues esta conducta (desinterés por la familia) se ha convertido en hábito.

Como demuestra la situación anteriormente descrita, un valor como enunciado


carece de sentido, de propósito. Si es que queremos darle significado a un valor
tenemos que, necesariamente, llevarlo a la práctica, vivir el valor, con lo cual se
convertirá en virtud. He allí el desafío: ¡convertirnos en personas virtuosas! Como
resultado seremos personas con autoridad, autoridad que emana de un
comportamiento consecuente entre el «discurso» (enunciado de valores) y el vivir
diario (manifestación de virtudes).

2.2. Valores verdaderos frente a «valores falsos»

Hemos señalado que una de las manifestaciones de la ética es el deseo natural de


ser mejores personas, de incorporar aprendizajes positivos que nos ayuden a
crecer, a desarrollarnos. No obstante, los mensajes, estímulos y fuerzas que
provienen del entorno, por lo general, no nos ayudan en ese sentido.

Es así que con el paso del tiempo vamos adquiriendo nuevos valores, los que se
suman a aquellos con los que fuimos formados. Sin embargo, también vamos
adquiriendo nuevas prácticas, modelos mentales y hábitos que tal vez no nos
ayuden a alcanzar la plenitud ni a influir positivamente en los demás. Por lo tanto,
convendría preguntarnos:

¿Cuáles son mis valores?


¿Son verdaderos?
¿Me están ayudando a ser una mejor persona?
¿Me permiten influir positivamente en los demás?

Un escudriñamiento personal (autoconocimiento) de este tipo nos ayudará a


diferenciar nuestros valores de aquellos paradigmas que no nos permiten ser
felices, que no nos ayudan a manifestar lo mejor de la naturaleza humana
(antivalores).

24
¿Cuándo un valor es verdadero?

Los criterios para determinar si un valor es verdadero son los siguientes:

Me ayuda a ser feliz, a alcanzar la plenitud.


Me permite manifestar lo mejor de la naturaleza humana; es decir, me
ayuda a convertirme en una persona más sensible, más solidaria, más
bondadosa, en suma, más humana.
Me permite influir positivamente en los demás.
Me permite alcanzar la independencia y el equilibrio.

Desde esta perspectiva,


¿cuáles podrían ser valores
verdaderos? Entre ellos
podríamos mencionar a los
siguientes:

Amor
Bondad
Generosidad
Amistad
Lealtad
Etc.

¿Existen «valores falsos»?

Conforme vamos «creciendo», y nos vinculamos estrechamente con el contexto


social, vamos incorporando hábitos, creencias, paradigmas; en suma, nuevos
«valores» que supuestamente nos ayudarán a alcanzar el éxito de acuerdo con los
cánones de la sociedad. Entre ellos, podemos mencionar a los siguientes:

Primero yo.
Segundo yo.
Tercero yo (el yo primero vinculado al egoísmo).
La gratificación inmediata.
Un espíritu de independencia muy marcado que lleva a la autosuficiencia.
Etc.

25
Sin embargo, «¿son, estos valores?», tal vez se pregunte el lector. Para uno es
muy posible que sea un ; sin embargo, ¿podríamos decir lo mismo de la
persona que vive en función de estos «valores»? Difícilmente; para esta persona
esos son sus «valores». Aprecia vivir solo para sí, y complacerse, sin pensar en los
demás.

¿Cuáles son los criterios para determinar si un «valor» es falso?

Un valor es falso, si reúne las siguientes condiciones:

No permite alcanzar la felicidad ni la plenitud.


No permite manifestar lo mejor de naturaleza humana; por el contrario,
hace que se manifieste la parte más oscura del hombre.
No permite influir positivamente en los demás, porque uno está más
centrado en uno mismo.

Entonces convendría preguntarnos nuevamente: mis valores ¿son verdaderos o


falsos?

Esta pregunta es muy pertinente, pues hoy vivimos una crisis de valores
verdaderos, en buena medida por la ausencia de una «brújula moral». Esta crisis
está marcada por un énfasis desmedido por la acumulación de cosas
(materialismo) y por la cultura del yo primero (individualismo), lo que ha
fomentado la codicia e indiferencia para con los sentimientos ajenos. Esta nueva
tendencia ha proliferado hasta el punto en que muchas personas y organizaciones
han perdido la perspectiva sobre lo más importante.

Por ejemplo, un dirigente de una cadena de televisión china afirmó:

«Solo tenemos dos máximas: una es satisfacer la


demanda y, la otra, ganar dinero».

Podríamos decir que el egoísmo —vinculado con el yo primero— y la codicia —


vinculado con el deseo desmedido por acumular cosas— actúan como un imán.

26
¿Y qué sucede cuando se acerca un imán a una brújula?

La brújula se desregula de tal manera que la aguja marca un rumbo equivocado.


De igual manera, el egoísmo es capaz de confundir nuestra «brújula moral»; es
decir, nuestro marco de referencia sobre lo correcto e incorrecto.

2.3. Determinación de nuestros «valores gobernantes»

¿Cómo determinamos lo que es realmente importante para nosotros?, ¿cómo


asegurarnos de no estar «apoyándonos en la pared equivocada»? Podremos estar
seguros de elegir lo más importante, si es que decidimos en función de nuestros
valores gobernantes.

Ya sea que estemos conscientes —o no—, nuestra vida está gobernada por
nuestros valores. Elegimos, priorizamos y decidimos en función de lo que
consideramos más importante para nosotros, de acuerdo con nuestra escala de
valores.

2.3.1. Valores gobernantes

Los valores gobernantes son el conjunto de valores que consideramos importantes


en nuestras vidas, los que constituyen nuestra brújula que orienta nuestra toma de
decisiones.

Desde esta perspectiva, toda persona debería darse un tiempo para determinar y
clarificar cuáles son sus valores gobernantes, pues en función de estos
determinará lo que realmente es importante para sí.

Asimismo, los valores gobernantes son de mucha ayuda para resolver los dilemas a
los que frecuentemente nos enfrentamos. Prescindir de esta herramienta
equivaldría al marinero que sale a navegar sin una brújula que lo oriente a través
del océano.

27
3. Un modelo de crecimiento ético de
cuatro pilares
La única manera de sostener nuestra efectividad en el tiempo es mediante el
fortalecimiento de nuestro comportamiento ético. Es decir, podemos ser excelentes
comunicadores, podemos estar orientados a resultados, incluso hasta podemos
fungir de «líderes»; sin embargo, si no somos éticos, no mantendremos nuestra
efectividad. ¿Por qué? Sencillamente porque no inspiraremos confianza, al carecer
de integridad y coherencia; lo cual necesariamente afectará a nuestra relación con
los demás.

Asimismo, al no entregar lo mejor de nosotros, no nos relacionaremos


responsablemente; lo cual también afectará a nuestra contribución a la
organización a la que pertenecemos.

28
Ética, responsabilidad personal, no organizacional

Al analizar la ética, necesariamente construyendo nuestra autoridad.


tenemos que centrarnos en la
persona. Estrictamente hablando, la Crecer éticamente implica rechazar la
ética no es responsabilidad de las idea de que nuestra conducta debe
organizaciones, aunque el contexto ser una consecuencia del entorno,
organizacional es fundamental. La una respuesta a los estímulos
ética o la falta de ética es ejercida por externos. Siempre estamos en la
las personas. Tenemos que ser éticos capacidad de decidir qué respuesta
porque queremos ser mejores, dar a los desafíos que nos presenta la
porque tenemos una responsabilidad vida, incluyendo sus dilemas éticos.
social individual ante la sociedad.
Crecer éticamente es el desafío de
Lo anterior implica la necesidad de toda persona que quiere alcanzar la
ser coherentes con cada una de las plenitud y la felicidad en su vida y
dimensiones de nuestra vida, de tal que, además, quiera contribuir con el
manera que conjuguemos el logro de estos objetivos en otras
«discurso» con nuestra actuación personas.
diaria. En ese caso estaremos

Modelo referente para crecer éticamente

¿Existe algún modelo que nos sirva de


referencia para crecer éticamente? A
continuación analizaremos uno modelo
que responde a esta pregunta, el cual
tiene cuatro columnas: identidad,
libertad, sentido de vida y
responsabilidad.

Este modelo tiene cuatro columnas, las


mismas que desarrollaremos de manera
general, examinándolas con mayor detalle
en cada uno de los acápites
correspondientes.

29
¿Por qué este modelo tendría que empezar con ? La razón es la

No podremos ser las mejores personas que queremos ser, si no partimos


de lo que somos, lo cual incluye saber con certeza quiénes somos, ser
conscientes de nuestra identidad.

¿Quién puede dudar de que seamos libres?

Todos reconocemos que esta es una de las facultades que nos separa de los
demás seres vivos. Somos los únicos con la facultad de albedrío, de elegir
libremente cómo queremos vivir; sin embargo, muchas personas viven su vida
como si no fueran libres de elegir la clase de vida que quieren vivir.

Muchas personas viven su vida sin


saber, en realidad, qué buscan, con
lo cual tendrán serias limitaciones
para decidir o escoger aquello que
es lo mejor en su caso. No tienen
en claro o no se han cuestionado
las siguientes interrogantes:

¿Tiene nuestra vida un


sentido o propósito?
¿Tenemos claridad sobre
nuestra misión personal?
¿Vivimos en conformidad con
lo que consideramos lo más
importante?

¿Desde qué perspectiva analizaremos la responsabilidad en este modelo


de crecimiento ético?

No desde la perspectiva organizacional (puntualidad laboral, cumplimiento de la


jornada de trabajo o entrega, dentro de los parámetros establecidos, del trabajo
resuelto), pues esta perspectiva queda empequeñecida desde el enfoque del
modelo de crecimiento ético (responsabilidad personal con los principios y valores
30
éticos, convivencia en conformidad con ellos, responsabilidad con la facultad de
albedrío al elegir cómo se quiere vivir.

Reflexionar sobre las cuestiones nos ayudará a mejorar como personas.

MODELO DE CRECIMIENTO ÉTICO

CRECIMIENTO ÉTICO

R
E
I S
L P
D S
I O
E E N
B
N N S
E A
T T
R B
I I I
T
D D L
A
A O I
D D
D
A
D

PERSONA

3.1. Reconocimiento de nosotros mismos: el valor de la


identidad

Si nos preguntaran ¿quiénes somos?, ¿cuál es nuestra identidad? ¿Qué


responderíamos? Lo cierto es que hoy vivimos una vida extremadamente agitada,
envueltos en un espiral de actividades; como resultado, son pocas las veces que
nos damos un tiempo para reflexionar sobre todo aquello que conforma lo que
somos.

31
Al mirar nuestra persona interior tendríamos que concordar en que nuestra
identidad está conformado por nuestros modelos mentales. Cada uno tiene formas
muy particulares de pensar y de observar el mundo, las mismas que están
condicionados por nuestra educación, formación, experiencias vividas (positivas y
negativas), todo ello configura nuestra manera de filtrar lo que acontece a nuestro
alrededor. Mal haríamos en concluir que un mismo suceso o evento será
interpretado de la misma manera por todos.

¿Valoramos todos lo mismo?

En lo absoluto, incluso en aquellos valores en los que coincidimos. Nuestros


valores también conforman nuestra identidad. Cada persona tiene una medida y
percepción diferente. Esta gama muy particular de valores también configura
nuestra identidad.

¿Qué podemos decir de nuestros afectos?

No todos tenemos los mismos afectos; aunque estos están muy relacionados con
los valores, lo cierto es que no todos amamos lo mismo ni con la misma
intensidad. Todos somos muy apegados a nuestros seres queridos; otros, aparte
de amar a personas, también aman a su trabajo, al arte, a sus aficiones, a los
animales.

Habilidades o fortalezas

Asimismo, también es cierto que toda persona tiene dones o habilidades muy
particulares que la distinguen de los demás. Podemos llamarlas fortalezas. ¿Quién
no tiene fortalezas? Todos tenemos fortalezas, el problema radica en que no se
tenga la capacidad para identificar sus propias fortalezas y las de los demás.

Debilidades

Sin embargo, así como tenemos fortalezas, también tenemos debilidades o


flaquezas que nos recuerdan que somos seres humanos, y que tenemos una lucha
constante por ser cada día mejores. Este reconocimiento de nuestras limitaciones
debería ayudarnos a no tener un concepto demasiado elevado de nosotros
mismos, porque siempre habrá aspectos en los que tengamos que mejorar.

32
3.1.1. La singularidad del humano

Considerando todo aquello que compone nuestra identidad, no es una alguna


exageración decir que los seres humanos somos singulares, que no hay otro como
nosotros, y que basta revisar nuestras huellas digitales para darnos cuenta de ello.

Piense en lo siguiente:

En el Globo Terráqueo viven cerca de 7,000


millones de personas, y ninguno es idéntico a
usted. ¿Le parece una exageración?

Piense también en lo siguiente:

Los científicos han descubierto que no existen


dos copos de nieve que sean iguales. Al
examinar sus estructuras nunca han
encontrado dos similares, a pesar de que cada
invierno caen incontables millones de copos de
nieve por toda la Tierra.

¿Somos menos valiosos que un copo de nieve?


Evidentemente que no; por ello, no es alguna
exageración decir que somos seres únicos e
irrepetibles, con una configuración muy
especial de filtros mentales, experiencias,
valores, sentimientos, fortalezas y debilidades.

33
En consecuencia tenemos que apreciarnos lo que implica saber quiénes somos. La
vida es una carrera de maratón que requiere esfuerzo, sacrificio, abnegación. La
vida nos deparará muchas alegrías, pero también derrotas, fracasos y lágrimas.

¿De dónde obtendremos los recursos para seguir adelante y hacer frente
a los desafíos de la vida?

Esos recursos están dentro de nosotros, y conforman nuestra identidad.

3.2. Haciendo uso de nuestra libertad: personas proactivas


frente a personas reactivas

¿Qué implica reconocer que somos libres?

Es oportuno responder a esta pregunta de manera directa: reconocer que somos


libres implica elegir la clase de vida que queremos vivir, la cual lleva implícita la
idea de que siempre podemos elegir qué respuesta dar ante los desafíos y
vicisitudes que nos corresponda afrontar.

Todos tenemos esa libertad; sin embargo, no todos hacemos uso de ella. No es
cierto acaso que, en muchas oportunidades, nos hemos encontrado con personas
que están convencidas de que sus vidas están determinadas, y que ellos no
pueden hacer mucho por cambiar sus circunstancias. Viven en una situación de
dependencia mental, convencidos de que no les queda otra opción que vivir la vida
que les ha «tocado vivir».

34
Sin embargo, nosotros podemos «inventar» y «reinventar» la forma en que
queremos vivir nuestra vida. Y esto es cierto, aun en las situaciones más
dramáticas.

Consideremos el caso de Viktor Frankl, psiquiatra austriaco de origen judío, quien


fue recluido en el peor campo de concentración nazi, Auschwitz. Era un hombre
que había alcanzado el éxito desde la perspectiva convencional: era médico, tenía
su clínica, estaba escribiendo su primer libro y recientemente se había casado. En
esas circunstancias, él y toda su familia (padres, hermanos y esposa) fueron
internados en diferentes campos de concentración. ¿Cómo respondió ante los
desafíos y vicisitudes de su vida?

En su obra comentó lo siguiente:

«El hombre no está totalmente condicionado y determinado;


él es quien determina si ha de entregarse a las situaciones o
hacer frente a ellas. El hombre en última instancia se
determina a sí mismo. El hombre no se limita a existir, sino
que siempre decide cuál será su existencia y lo que será al
minuto siguiente».

Las circunstancias de su vida lo pusieron a prueba en varias oportunidades


respecto a su convicción de que el hombre es libre para determinar qué hacer con
su vida, incluso ante condiciones de extrema limitación.

Relata:

«En los campos de concentración observábamos y éramos


testigos de que algunos de nuestros camaradas actuaban
como cerdos mientras que otros se comportaban como
santos. El hombre tiene dentro de sí ambas potencias; de
sus decisiones depende cuál de ellas se manifieste».

35
Pérdida de la identidad

¿A qué se refiera Viktor Frankl? Los nazis eran muy astutos, nombraban como
supervisores o capataces de barraca a un prisionero de entre ellos. ¿Qué sucedía a
continuación? Muchos judíos, con esta cuota de poder adicional, perdieron su
identidad, se olvidaron de que eran prisioneros y se convirtieron en los principales
informantes de los nazis, inspirando mayor temor que ellos. De sus informes
dependía a quién se le cargaba con mayor trabajo forzado, a quién se le enviaba a
los calabozos, a quién se le reducía o quitaba su ración de alimentos, entre otros
castigos. Su principal objetivo era sobrevivir. Estos eran los cerdos.

Los «santos»

No obstante, Viktor Frankl también quería sobrevivir, pero no a ese costo, no


perdiendo su identidad y violando sus principios y valores. ¡Quería sobrevivir
sirviendo a los demás! ¿Lo logró?

En los campos de concentración había


una enfermedad que diezmaba a los
prisioneros, la tifoidea. Cuando un
prisionero adquiría esta enfermedad
siempre había personas en la barraca
que estaban dispuestos a prestar
apoyo: el médico ofrecía sus talentos
como médico, el guía religioso ofrecía
una esperanza o una oración de
consuelo, el artista ofrecía sus dones a
través del canto y la poesía para hacer
más llevadero el dolor del enfermo.

El mismo Viktor Frankl ofreció su asistencia como médico. ¿Con qué riesgo
ayudaban estas personas? Con el riesgo de contagiarse y morir. Estos eran los
santos a los que hacía referencia Frankl.

Pensemos en lo siguiente: el escenario, el contexto era el mismo; sin embargo, las


respuestas de las personas ante esta situación dramática eran diametralmente
opuestas. Unos optaban por atender sus propios asuntos e intereses, y otros,
queriendo sobrevivir, pero sirviendo a los demás.

36
Ambos grupos de personas estaban haciendo uso de su libertad. Escogían sus
respuestas en función de sus valores y principios. “El hombre se determina a si
mismo” es la conclusión de Viktor Frankl.

Desde esta perspectiva, los condicionamientos y limitaciones que la realidad nos


plantea pueden ser comprendidos como oportunidades que van despertando
nuestra capacidad de responder libremente —poniendo en juego lo que somos—
de ser responsables con nosotros mismos, con nuestros valores.

La libertad en situaciones cotidianas

Tal vez podamos decir «lo anterior es un caso dramático, extremo»; sin embargo,
¿Cómo se manifiesta la libertad en situaciones cotidianas, vinculadas con nuestra
realidad?

Hace un tiempo me encontré


con un conocido a quien no
veía hacía mucho tiempo.

Después del saludo de rigor le


pregunté cómo estaba; me
respondió que se encontraba
mal en términos económicos,
que había sido despedido de
su trabajo, que se había
cometido una injusticia con
él, y que desde esa fecha no
se había podido recuperar.

Era una persona relativamente joven, de aspecto saludable; sin embargo, se veía
muy disminuido. Después de escucharlo, porque entendí que en ese momento era
eso lo que necesitaba, le pregunté hacía cuánto tiempo sucedió aquello. Me
respondió: «Hace cinco años». El tipo se había quedado en esa historia: había
asumido una actitud de víctima de sus circunstancias y de su suerte en la vida.

Qué diferente la actitud de otras personas, y con ello sus respuestas ante la vida.
Hace poco leía la historia de un hombre común y corriente que decidió escribir su
propia historia de la vida.

37
Él relata:

«Yo he sido pobre, o digamos de clase media


baja, provinciana. Mis padres son de una
quebrada de Huancavelica. Trabajé en Honda
del Perú por catorce años, y al cabo de ese
tiempo fui despedido. Fue un momento muy
difícil, pues yo ya no era un jovencito.
Entonces busqué a un amigo que también
había salido de Honda y le planteé la idea de
trabajar juntos. Muchas personas en la misma
situación me decían que a los cuatro o seis
meses ya habían conseguido otro trabajo. Pero
yo perseveré en mi proyecto y me arriesgué».

Hoy esa empresa que fundó en el parque industrial de Villa el Salvador ensambla,
fabrica y exporta motos y mototaxis. Un claro ejemplo de un hombre que se
determinó a sí mismo, que hizo uso de libertad para decidir qué clase de vida
quería vivir.

3.3. Determinación de nosotros mismos: elección de nuestras


respuestas ante la vida

La experiencia anterior nos muestra que siempre podemos elegir cómo vivir
nuestra vida, aun en circunstancias muy difíciles. Como señalamos anteriormente,
todos tenemos un círculo de influencia o de control, empezando por uno mismo.
Las personas libres se concentran en este círculo, en lo que pueden hacer, y no
pierden su energía, su tiempo y sus recursos en aquello que está fuera de su
alcance (círculo de preocupación o no control).

38
Sin embargo, es posible que alguna persona razone:

«De qué libertad me hablan, si en la vida me va a suceder una serie de


eventos que no he elegido, y que nunca quisiera que me sucedan».

Cierto, en nuestra vida nos va a suceder muchas cosas que, si pudiéramos tener
control sobre ellas, no las elegiríamos. Por ejemplo, en el transcurso de nuestras
vidas perderemos la juventud y la salud. También perderemos algún ser querido.
También es posible que perdamos algo valioso (el trabajo, algún bien, etc.),
incluso el suceso imprevisto podría tocar nuestra vida.

¿El que nos suceda cosas que elijamos, significa que no somos libres?
¿Que estamos supeditados a lo que ya está determinado para nosotros?

No podemos elegir lo que nos va a pasar; sin embargo, siempre podremos elegir
con qué actitud responder a la vida. Es en esa situación en la que nos jugamos
nuestra libertad. Las personas libres siempre escogen con qué actitud responder a
la vida, y esa actitud marca la diferencia.

«Lo que realmente afecta a las personas no es necesariamente lo que les


sucede, sino su actitud ante esa circunstancia, y su respuesta a la vida».

En nuestro caso, ¿cómo estamos respondiendo a la vida?

3.4. Identificación de nuestro sentido de vida o propósito

Existe un común denominador en todas las organizaciones: todos han determinado


su filosofía estratégica (misión, visión y valores). ¿Qué hay de nosotros? ¿Por qué
habríamos de hacer menos? Gestionamos algo que es extremadamente valioso:
nuestra vida y, hasta cierta etapa, la vida de nuestros seres queridos, los que
dependen de nosotros.

39
Sin embargo, muchas personas viven su vida sin tener una idea clara de su
propósito de vida, de aquello que es lo más importante en su caso, de la forma
cómo desean trascender y ser recordados cuando ya no estén.

Podría sucederles lo que le sucedió a Alicia, en el cuento


. Alicia estaba perdida en un laberinto de caminos, se encontró con el
Gato y le preguntó:



Si no tenemos claro por qué vivimos, «cualquier camino» nos dará igual, porque
no sabemos a dónde vamos. Sin esta misión personal, ¿cómo podríamos gestionar
nuestra vida?

En ese sentido razonó el profesor de psicología de la Universidad Hope, David G.


Myers:

«Una vez resuelta la cuestión de cómo ganarnos la vida y de habernos


rodeado de lo que antaño eran lujos impensables —fruta fresca todo el año,
aire acondicionado y equipos de sonido de alta calidad—, ya solo nos queda
saber por qué existimos. ¿Para qué afanarse tanto? ¿Qué sentido tiene?»

En este aspecto Viktor Frankl también nos ayuda a reflexionar. En su obra


relató que, a diferencia de muchos de sus camaradas
judíos, él se resolvió a sobrevivir. Tenía muchas razones para ello. Por ejemplo,
quería reencontrarse con sus seres queridos, añoraba volver a ver a su amada
esposa, necesitaba contar los horrores de la guerra, y tenía un libro por concluir.

40
Sin embargo, no perdía la perspectiva de sus valores, por eso no estaba dispuesto
a sobrevivir a cualquier precio. Quería sobrevivir sirviendo a sus compañeros
judíos.

Y ¿cómo ayudaba a sus compañeros? Él relata:

«Esforzarse por hallar significado en la vida de uno es la principal fuerza


motivadora en el hombre. Me atrevo a decir que nada en el mundo es
más eficaz para ayudar a uno a sobrevivir a las peores condiciones que
saber que la vida de uno tiene significado. En el campo, lo primero que
tenía que lograr cualquier esfuerzo por restaurar la fortaleza interna de
alguien, era poner ante aquella persona alguna meta futura».

Asimismo, relata acerca de dos prisioneros de campos de concentración que


habían decidido suicidarse. Pero cuando uno pensó en que su hijo, a quien amaba
mucho, lo esperaba, y el otro pensó en la serie de libros científicos que tenía que
completar, ambos optaron por vivir.

En todos estos casos se cumplió lo que dijo Frederich Nietzsche.

«Aquel que tiene un para vivir, puede enfrentar todos los ».

Lo contrario también es cierto. Cuando alguien se encuentra en una situación


extremadamente difícil, y no ve la luz «al final del túnel», es posible que se
entregue al problema y no le encuentre sentido seguir luchando por salir adelante.

Por ello, convendría preguntarnos:

¿Por qué vivimos?


¿Por qué luchamos?
¿Qué nos mueve a seguir creciendo?

41
3.5. Disposición para vivir íntegramente: responsables con
nuestros principios y valores

Hemos señalado que nuestra vida es gobernada por principios y valores éticos, los
mismos que constituyen «nuestra brújula moral». Asimismo, hemos precisado que,
a pesar de las restricciones que de alguna manera establecen ciertos parámetros a
nuestra vida, siempre podemos decidir libremente la clase de vida que queremos
vivir y escoger con qué actitud responder a las diferentes circunstancias de la vida.

3.5.1. ¿Qué implica ser responsables?

Ser responsables, en esta perspectiva, implica vivir de manera coherente con


nuestros principios y valores. Ser íntegros, de tal manera que haya
correspondencia entre nuestro «discurso» y nuestra actuación diaria. No hacer
paréntesis con respecto a nuestros valores, sencillamente para granjearnos el
favor de otros o hacernos la vida más fácil, aunque violentando nuestra conciencia.

¿Qué más implica ser responsables?

Asumir plena responsabilidad con


nuestra facultad de albedrío, de decir
libremente cómo vivir nuestras vidas. No
endosar a otros nuestra responsabilidad
de ser mejores. Esa responsabilidad es
nuestra. Nuestra vida no será mejor
cuando tengamos un mejor jefe, una
mejor pareja, mejores amigos. Nuestra
vida será mejor cuando nosotros
decidamos ser mejores. Es cierto que
otros pueden ayudar; sin embargo, la
responsabilidad es nuestra.

Ser responsables implica vernos como


protagonista de nuestra vida. Aceptar
que somos capaces de responder ante
las diferentes circunstancias, desafíos y
vicisitudes de la vida, apoyándonos en
nuestros valores y capacidades.

42
Ser responsables exige no vernos como víctimas de nuestra vida, de nuestra
suerte, de nuestras circunstancias, no concluir que lo único que queda es asumir lo
que está «determinado para nosotros». Jamás nos convenzamos de que estamos
totalmente expuestos a los factores exógenos.

Al respecto, Dwight D. Eisenhower, comandante y expresidente de los EE. UU.


dijo:

«La historia de los hombres libres nunca fue escrita por la suerte,
sino por la elección: su elección».

43
4. Construcción de una cultura ética en
la administración pública

4.1. Capital humano, capital organizacional y capital social

Hasta hace algunas décadas, cuando se hacía referencia a la palabra capital, esta
solo tenía una acepción y era de tipo económico. De hecho, en economía se
mencionaba al capital (financiero) como uno de los tres factores de producción
junto con los recursos naturales y el trabajo. No obstante, pasado el tiempo se
demostró que la fuente de toda ventaja competitiva estaba en las personas. Todo
lo demás se podía comprar o imitar; sin embargo, las competencias de las
personas eran inimitables, al menos en el corto plazo.

Theodore Schultz fue el economista, pionero en estos estudios, quien acuñó, a


mediados del siglo pasado, la frase capital humano.

44
4.1.1. Capital humano

Este capital pertenece a las personas y como tal corresponde al conjunto de


conocimientos, habilidades, experiencias, aptitudes y valores. En las
organizaciones, los trabajadores son inversionistas de su capital, por cuanto
poseen —en mayor o en menor medida— los activos anteriormente señalados.

Inversión del capital humano

Reconociendo que la fuente de toda ventaja competitiva está en las personas, hoy
en día se está produciendo en muchas organizaciones una «guerra por el talento»,
no solo en el sentido de atraer y concentrar a los trabajadores más talentosos, sino
también en retener a los que ya se encuentran en las organizaciones.

Sin embargo, de qué depende


que un trabajador, como
inversionista de su capital
humano, «invierta» sus activos
en la empresa. Pensemos en un
inversionista tradicional: ¿de qué
depende de que invierta su
capital en un país con respecto a
otro? ¿Qué criterios son los que
evalúa? ¿Acaso es fundamental
solo el criterio económico?

Sabido es que los inversionistas, antes que el criterio económico, evalúan la


seguridad jurídica que ofrece el país, así como su gobernabilidad. Podrían ser muy
rentables las inversiones en un determinado país y aun así no ser conveniente
invertir allí por su alto nivel de ingobernabilidad. ¿Qué evalúan entonces los
inversionistas? Evalúan el contexto socioeconómico. ¿Existe alguna semejanza con
los trabajadores como inversionistas?

Así como los inversionistas convencionales evalúan el contexto socioeconómico, los


trabajadores como inversionistas de su capital humano también están evaluando el
contexto para decidir si invierten sus activos (competencias) en la empresa. ¿Qué
contexto evalúan? El contexto organizacional.

45
Falta de compromiso de entrega del capital humano

No es cierto acaso que en muchas organizaciones existen trabajadores con muchos


conocimientos, habilidades y aptitudes que antes utilizaron a favor de sus
empresas y que hoy podrían seguir haciéndolos; sin embargo, parece que hubieran
decidido ya no invertir más sus competencias en la organización. Están allí pero
«no están». ¿En qué sentido? Cumplen con lo establecido en su manual de
descripción de puestos o en su contrato en lo que respecta a horarios, tareas,
funciones y demás formalidades; sin embargo, no dan nada más de lo que el
contrato no solicita. Y, ¿qué es lo que el contrato no especifica o solicita? El
contrato no solicita creatividad, innovación, lealtad, compromiso, identificación. En
consecuencia, estos trabajadores guardan estas capacidades para otros contextos.
¿Conoce trabajadores así? De seguro.

Warren Bennis y Bart Nannus en su libro el , encontraron lo


siguiente:

Menos de uno de cada cuatro trabajadores afirma que está trabajando al


máximo de su potencial.
La mitad dice que no pone en su trabajo más que el mínimo esfuerzo
necesario para mantenerlo.
La gran mayoría, un 75%, declaró que podría ser significativamente más
eficiente que lo que es actualmente.

Asimismo, John H. Fleming, Curt Coffman y James K. Harter en su artículo


, mostraron los resultados de estudios recientes:

En Estados Unidos, solo el 29% de los empleados se sienten incentivados y


comprometidos con su trabajo, según datos de una encuesta de Gallup.
El 54% de los empleados son de hecho neutrales: asisten a su trabajo y
hacen lo que se espera de ellos, pero nada más. El resto de los empleados,
casi dos de cada diez, no tiene compromiso.

Con respecto a estos trabajadores, que pudiendo dar más se abstienen de hacerlo,
¿podríamos concluir que el problema radica en ellos? Sería una conclusión un tanto
facilista. ¿No podría estar el problema en el contexto organizacional?

Los profesores Kaplan y Norton llamaron a este contexto organizacional


.
46
4.1.2. ¿Qué es capital organizacional?

Es el conjunto de recursos productivos, así como la estructura administrativa que


la organización desarrolla para coordinar estos recursos. También incluye las
comunicaciones formales e informales, la cultura, el clima, la reputación (imagen),
así como las redes formales e informales que cubren cualquier organización.

De este conjunto de activos quiero resaltar dos elementos fundamentales: la


cultura y el clima organizacional y relacionarlo con el contexto organizacional.

Imaginemos que trabajamos en


una organización cuya cultura no
fomenta el aprendizaje, el
mejoramiento continuo, la
creatividad ni el desarrollo. Por el
contrario, fomenta la
mediocridad, el temor, el
convencionalismo así como la
sanción por el error por
aprendizaje. En una cultura así,
¿verdad que sería muy difícil
hallar oportunidades para seguir
desarrollando nuestras
competencias?

Además, si a este entorno cultural le sumamos un clima laboral no adecuado por


conductas incoherentes de los directivos, así como por carencia de competencias
gerenciales y habilidades sociales de los gestores de personas, entonces queda
claro que el contexto organizacional es fundamental para que el capital humano
alcance su máxima expresión.

La ética en el contexto organizacional

Y todo lo anterior, ¿tiene relación con la ética? Sí, existe una vinculación directa.
Por ejemplo, muchas organizaciones alcanzan excelentes resultados económicos,
los mismos que no se reflejan en mejores condiciones de trabajo para sus
colaboradores. ¿Verdad? En este caso, no se respeta el principio de los beneficios
compartidos. Y, ¿no es cierto, también, que muchas empresas alcanzan sus
resultados económicos, no por mayor productividad o inversión, sino por restringir

47
beneficios que legítimamente les corresponderían a sus trabajadores? ¿Podríamos
decir que aquello es un comportamiento ético de estas empresas?

4.1.3. El trabajo de los directivos y su influencia en el éxito de la


organización

Y qué podemos decir de los directivos, ¿influyen en el contexto organizacional y,


por ende, en el desempeño de sus colaboradores? Investigaciones recientes
indican que el comportamiento de los supervisores y jefes de primera línea es, tal
vez, uno de los factores más críticos para el éxito de cualquier organización.

El rendimiento de la organización está basado en el de sus empleados, y nada es


más importante para elevar tal rendimiento que la influencia de los supervisores
directos. Y, ¿cómo influyen los supervisores en el desempeño de sus
colaboradores? Básicamente de dos maneras:

Una de ellas es a través de sus estilos de dirección, si es que estos están en


función del grado de preparación de sus colaboradores y si el contexto es
de baja o alta incertidumbre.

La segunda manera como un supervisor afecta el desempeño de sus


colaboradores es a través de su comportamiento en el sentido de si es una
persona con un comportamiento confiable, íntegro, coherente e interesado
en el desarrollo de sus colaboradores.

No es acaso cierto que, en muchas


oportunidades, los directivos solicitan de sus
colaboradores iniciativa, creatividad,
compromiso; sin embargo, son los primeros
en buscar responsables y asignar culpas
cuando los resultados no han sido favorables.

¿Afecta este tipo de comportamientos el


contexto organizacional? ¿Tiene relación
con la ética?

La respuesta es sí en ambos casos. La


vinculación con la ética se genera en la
medida en que se está afectando un conjunto
48
de elementos que configuran lo que se ha denominado capital social, concepto que
desarrollaremos en el acápite siguiente.

¿Cuál es la diferencia entre aquellas sociedades que han alcanzado desarrollo


humano frente a aquellas que solo han alcanzando o están trabajando por alcanzar
un desarrollo económico? De acuerdo con ciertas investigaciones, que datan del
año 1994, la explicación estaría en el concepto de capital social.

4.1.4. ¿Qué es capital social?

Entendemos el término capital social


«como un fenómeno subjetivo,
compuesto de valores y actitudes que
influencian cómo las personas se
relacionan entre sí. Incluye confianza,
normas de reciprocidad, actitudes y
valores que ayudan a las personas
(líderes, y colaboradores)
a trascender relaciones conflictivas y
competitivas para conformar
relaciones de cooperación y ayuda
mutua» 2.

Un capital social cohesionado promoverá, entonces, una interacción sinérgica entre


líderes, directivos y colaboradores, como resultado de la manifestación de
conductas y comportamientos que reflejen confianza, solidaridad y reciprocidad
basados en principios universales y altos valores éticos como plataforma para
alcanzar la efectividad organizacional.

Una organización con un fuerte capital social proveerá el contexto organizacional


adecuado para que el capital humano pueda convertirse en fuente de ventaja
competitiva. Y ¿cuál es su relación con la ética?

2
Entendiendo el Capital Social por Kenneth Newton (1997).

49
4.2. La ética, componente principal del capital social

Hemos señalado en el párrafo precedente que el capital social está conformado


por un conjunto de elementos tales como capacidad de asociatividad, grado de
confianza, normas de reciprocidad y actitudes que favorecen un contexto que
fomenta la cooperación, el trabajo en equipo, el interesarse por los otros, lo que
definitivamente disminuye la competencia desleal, los conflictos entre equipos y el
personalismo excesivo.

En síntesis, al escudriñar el concepto de capital social estamos haciendo referencia


a principios y valores éticos que son promovidos por los integrantes de una
comunidad u organización y que lo incorporan como parte de su cultura.

4.2.1. Relación capital social y


desarrollo humano

Estudios realizados han determinado una


correlación muy estrecha entre capital social
y desarrollo humano. Por ejemplo, los países
nórdicos son países que han alcanzado
niveles muy altos de solidaridad y confianza
entre sus miembros, de tal manera que los
índices de corrupción y delincuencia son muy
bajos, así como los costos de transacción
para formar empresas. Sin embargo, sus
parámetros no están en sus leyes o códigos
escritos sino en su cultura, en su
idiosincrasia.

50
Ejemplo peruano de capital social

Los investigadores del capital social también dan ejemplos latinoamericanos, uno
de ellos la comunidad de Villa el Salvador, en Lima (Perú).

Anteriormente era un arenal que no generaba ningún interés. No obstante,


un grupo de personas, en su gran mayoría peruanos que venían de la sierra
del Perú, lo convirtieron en un polo de desarrollo.

¿Cómo lo lograron? Con base en principios y valores éticos como el bien


común, el interés por los otros, el trabajo mancomunado, así como su
capacidad de asociatividad en función de objetivos comunes. Se creó un
ambiente de confianza donde todos se sentían impulsados a desplegar sus
mejores esfuerzos y capacidades por construir un lugar digno donde vivir.

¿Qué hay de nuestras organizaciones? ¿Existe


capital social en el interior de las mismas? ¿Se
respira confianza o incertidumbre? ¿Apatía o
interés por los otros? ¿Asociatividad o
personalismo extremo?

En cada uno de estos casos estamos hablando


de comportamientos éticos o faltos de ética.

4.3. ¿Cómo construir un contexto organizacional que coadyuve


a un crecimiento ético?

Crecer éticamente significa ser una mejor persona, incorporar aprendizajes


positivos, interesarme por los otros, asumir mi responsabilidad como parte de una
comunidad.

51
¿Cómo crecimos éticamente en nuestros primeros años de formación?

Evidentemente, el núcleo familiar cumplió un papel fundamental en nuestro


desarrollo, en nuestra concepción de lo que era bueno y lo que era malo, en la
puesta en práctica de una serie de valores verdaderos que nos ayudaron a ser
mejores personas. Sin embargo, ¿cómo los aprendimos? ¿Solo escuchando
consejos, discursos, sermones sobre aquello que debíamos de hacer y aquello que
deberíamos de evitar? Definitivamente que no. Aprendimos, por sobre todas las
cosas, observando la conducta de nuestros padres, lo que ellos hacían. Éramos
muy acuciosos y en nuestras mentes quedaban grabadas esas lecciones no
verbales cuando nuestros padres «vivían» lo que nos enseñaban.

Un artículo sobre la disciplina publicado en la revista decía en


la introducción:

«Solo puede esperarse que un niño se comporte bien si


sus padres viven de acuerdo con los valores que
enseñan».

Fue así que aprendimos valores como el trabajo, la responsabilidad, la


generosidad, la disciplina, la honestidad, el amor, entre otros.

En síntesis, aprendimos ética no solo por «discursos», sino, primordialmente, por


las excelentes prácticas éticas de nuestros padres y demás referentes familiares.
¿Por qué tendría que ser diferente en el trabajo?

Lo anterior exige que en nuestras organizaciones pasemos del discurso a la acción


y que todos asumamos nuestra responsabilidad con la construcción de un sólido
capital social, convirtiéndonos en referentes en la manifestación de conductas
virtuosas.

52
5. El rol del directivo en la construcción
de una sólida cultura ética

5.1. De una ética de las normas a una comunidad de prácticas


éticas

Alcanzar la excelencia organizacional implica mucho más que solo ser eficaces y
eficientes, es imprescindible incorporar la «ética de los fines» como un medio para
asegurarnos que todo lo que hagamos como organización esté dentro del marco
de lo correcto. Lo anterior implica desarrollar una cultura ética que impregne los
modos de ser y hacer de todo el personal de la organización, desde el más alto
directivo hasta el trabajador más modesto.

53
Es por ello que muchas organizaciones se han preocupado por diseñar sus idearios
éticos, así como su código de valores. Asimismo, han desplegado sus esfuerzos en
transmitir estas normas a todo su personal persuadiéndolos a la lectura de los
mismos, así como a su comprensión y aceptación de aquellos a través de
seminarios o talleres de ética. Sin embargo, en el propósito de construir una
cultura ética, ¿será suficiente con una ética de las normas?

La ética en la organización

Un ideario o código de ética, así como un enunciado de los valores institucionales,


siempre es una ayuda para una cabal comprensión sobre lo que se espera de un
colaborador.

Asimismo, saber con certeza cuáles son los valores institucionales nos permitirá
determinar hasta qué punto existe un alineamiento entres estos y los nuestros. No
obstante, ¿será suficiente la comprensión intelectual de estas normas para
ayudarnos a crecer éticamente en nuestras organizaciones o empresas? ¿Fue así
como aprendimos a crecer éticamente en los inicios de nuestro proceso de
formación?

La ética y su práctica en la organización

Lo cierto es que desarrollar una competencia incluye mucho más que solo
conocimientos, exige desarrollar habilidades; lo cual implica necesariamente dos
condiciones:

Ejercitarnos en el desarrollo de una buena práctica, hasta convertirlo en un


hábito.

Tener un modelo de actuación sobre cómo lo han hecho otros de manera


exitosa.

No atender estas condiciones estrechamente vinculadas con el aprendizaje


implicará no desarrollar competencias, en este caso de orden moral.

Esta concepción del aprendizaje de la ética de ninguna manera es nueva. Ya en el


siglo IV a. C., en , Aristóteles decía:

54
«La ética procede de la costumbre. De ahí que las
virtudes no se produzcan ni por naturaleza ni contra
naturaleza, sino que nuestra naturaleza pueda
recibirlas y perfeccionarlas mediante la costumbre».

«Adquirimos las virtudes después de haberlas previamente practicado. Con


ellas sucede lo que con todas las demás artes; porque las cosas que no se
pueden hacer sino después de haberlas aprendido, no las aprendemos sino
practicándolas; y así uno se hace arquitecto, construyendo; se hace músico,
componiendo música. De igual modo se hace uno justo, practicando la
justicia; sabio, cultivando la sabiduría; valiente, ejercitando el valor».

Solo la práctica consolida el aprendizaje

Cuánta razón tenía Aristóteles, solo leyendo o escuchando no aprenderemos a vivir


éticamente, es imprescindible practicar y no solo una vez sino muchas veces, hasta
que uno haya desarrollado completamente sus facultades de vivir de acuerdo con
los principios y valores verdaderos.

Sabemos que ser íntegros a nuestra «brújula moral» no es sencillo, especialmente


en estos tiempos cuando los valores se han distorsionado y todo se relativiza.
Definitivamente, es mucho más cómodo hacer «paréntesis» en la vida con
respecto a nuestros principios, amoldándose o complaciendo a los demás, que
aferrarse a ellos, aun sabiendo que en el corto plazo «perdamos». Cierto, tal vez
perdamos alguna posición o ventaja, pero habremos ganado como personas al
desarrollar virtudes como la integridad.

La virtud y la voluntad

Y ser virtuosos no es sencillo. Exige esfuerzo, sacrificio, abnegación, disciplina,


mantener una firme resolución por hacer lo correcto, todo lo cual implica fortalecer
nuestro carácter.

55
Al respeto, decía Aristóteles:

«La virtud no es innata al hombre, como lo son las pasiones, instintos o


tendencias. Si fueran propias de nuestra naturaleza, todos seríamos
virtuosos por el mero hecho de ser hombres, y esto, desde luego, no
ocurre. Pero aunque no es un don de la naturaleza, la virtud tampoco es
una ciencia, como sostenían los socráticos y Platón. No por conocer qué
es el bien o qué es la justicia somos buenos o justos. No realizamos la
templanza por el mero hecho de tener conocimiento sobre qué sea ella
[…]. La virtud implica voluntad, obrar a sabiendas, con conciencia […].
Nos acostumbramos a algo cuando repetidamente obramos de tal manera
que se convierte en un hábito de nuestra conducta. No podremos ser
justos solo conociendo qué es la justicia. Debemos ejercitarla y practicarla
hasta convertirla en un hábito de nuestro comportamiento».

La virtud está vinculada con la voluntad, con un esfuerzo consciente por hacer lo
correcto. Sin embargo, ¿existe alguna ayuda al respecto? Por supuesto que sí.
Tener un modelo de referencia es fundamental. Fue cierto en un inicio cuando
éramos niños o jóvenes y también es cierto ahora que somos adultos. Aristóteles
también reconoció la importancia de los maestros.

Él dijo:

«Las mismas causas y los mismos medios producen y destruyen toda


virtud, lo mismo que las artes, pues tocando música se hacen tanto los
buenos como los malos músicos, y de manera análoga los constructores
de casas y todo lo demás; pues construyendo bien serán buenos
constructores, y construyendo mal, malos…

56
…Si no fuera así, no habría necesidad de maestros, sino que todos serían de
nacimiento buenos y malos. Y este es el caso también de las virtudes, pues
por nuestra actuación en las transacciones con los demás hombres nos
hacemos justos e injustos. En una palabra, los modos de ser surgen de las
operaciones con los semejantes. […] El fin no radica en contemplar y
conocer todas las cosas, sino más bien en realizarlos […]. Entonces, con
respecto a la virtud no basta con conocerla, sino que hemos de procurar
tenerla y practicarla».

Los maestros y la práctica

«Si no fuera así, no habría necesidad de maestros», con estas palabras Aristóteles
resaltó la necesidad de contar con personas que se constituyan en referentes de
actuación en cada una de las comunidades donde nos desarrollamos, siendo el
ámbito laboral uno de ellos. No es que vamos a imitar a estas personas como si
fuéramos idénticos a ellos. La vida es muy compleja y las circunstancias personales
son diferentes; sin embargo, los principios y los valores verdaderos en esencia son
los mismos, así como nuestro objetivo de alcanzar la plenitud y, por ende, la
felicidad. Observar cómo estas personas han vivido en función de una ética de las
virtudes y cómo se han mantenido íntegros, firmes y leales a sus convicciones
siempre es una valiosa ayuda que sirve de estimulo e inspiración.

Siempre ha habido maestros. Desde la antigüedad, los aprendices se hacían


diestros de la mano de sus guías, tutores o mentores. El aprendiz de carpintero así
como el aprendiz de construcción y demás aprendices, de cuanto oficio existiera,
necesitaban siempre de un maestro. Aristóteles mismo fue maestro de Alejandro
Magno, quien dijo de este:

«Debo la vida al rey Filipo (su padre) pero a Aristóteles la manera de vivir
dignamente».

57
Y como aprendemos a «vivir dignamente». Aristóteles mencionó:

«Por nuestra actuación en las transacciones con los demás hombres nos
hacemos justos e injustos. En una palabra, los modos de ser surgen de las
operaciones con los semejantes».

¿Qué implican estas palabras?

Que no podremos aprender a vivir dignamente solos, sin relacionarnos con otros.
Es justamente en nuestra relación con otros como nos hacemos justos o injustos,
mejores personas o peores personas. Nadie ha llegado a ser una mejor persona
centrándose en sí mismo, aislándose, viviendo de espaldas a los demás.

En las «transacciones con los demás» se presentan innumerables oportunidades


para seguir creciendo como personas. Asimismo, en nuestras «operaciones con los
semejantes» es cuando aprendemos de aquellas personas que viven en función de
una «ética de las virtudes».

«Solo la práctica de la ética logrará su inserción en la organización.»

Queda claro entonces que desarrollar una cultura ética implica mucho más que
solo una ética de las normas, sustentado en códigos, idearios así como seminarios
sobre comportamiento ético.

Necesitamos conformar comunidades que favorezcan la manifestación de prácticas


éticas, vale decir conductas, hábitos, costumbres, valores y actitudes que estén en
conformidad con una «ética de las virtudes».

Todos tenemos que percibir y corroborar que


los valores institucionales así como los
códigos de ética institucional no son palabras
vacías que se enmarcan en cuadros que
adornan las oficinas de los directivos, sino
que efectivamente se convierten en valores
gobernantes para la organización.

58
Se debería percibir que en los procesos y en las prácticas de dirección de personas
existe una genuina voluntad por promover el crecimiento ético de las personas y
de todos aquellos que se vinculan con la organización. No solo importarán la
eficacia y la eficiencia sino también la ética.

Al respecto, son muy oportunas las palabras de Amitai Etzioni, en la :


, quien dijo:

«Las experiencias directas y los mensajes recibidos son más importantes


para la formación del carácter que las lecciones magistrales de ética y
civismo».

5.2. El rol de los directivos y los colaboradores en la


construcción de una comunidad de prácticas éticas

¿Quiénes son los responsables de convertirse en referentes dentro de las


organizaciones, en lo que respecta a construir comunidades de prácticas éticas?

Si bien es cierto que todos tenemos esta responsabilidad, los que tienen que
señalar el norte en sus respectivas organizaciones y movilizar a las personas en el
logro de objetivos trascendentes son quienes deberían estar a la vanguardia en la
manifestación de virtudes morales. Sí, son los directivos, cualquiera sea su
denominación, quienes deberían ser los abanderados en la manifestación de
valores personales e institucionales. Ellos logran los resultados deseados a través
de sus colaboradores, maximizando sus fortalezas, dotándoles de poder,
autonomía y motivándolos con el ejemplo, entre otras buenas prácticas.

59
5.2.1. Los directivos y su importancia en la organización

En ese sentido, Henry Mintzberg 3 afirmó:

«Ningún trabajo es más vital para nuestra sociedad que el de los


directivos. El directivo es el que determina si nuestras instituciones
sociales nos atienden bien o si desperdician nuestros talentos y recursos».

Cierto, los directivos no solo gestionan procesos y recursos, principalmente


gestionan personas y, como tales, se esperaría que ellos sean ejemplos en lo que
respecta a virtudes morales, porque es sobre la base de estas virtudes que
construirán su autoridad.

Asimismo, Heskett y Passer, en su libro (


), alegaron que sin importar cuál sea el tipo de negocio, «la única
manera de generar ventajas competitivas, y la consiguiente rentabilidad, es
construir un ambiente laboral que atraiga, concentre y retenga a los empleados
talentosos».

Y, ¿quién es el primer responsable de construir y mantener este ambiente de


trabajo motivador y que genere compromiso? La pregunta solo admite una
respuesta: los directivos.

Los directivos y su papel como líderes en la organización

Su responsabilidad como gestores de personas


los obliga a constituirse en ejemplo para sus
colaboradores en lo que respecta a virtudes
morales. Esto no implica que no cometerán
errores, sabemos que ello es imposible. Sin
embargo, tendrán que percibirse con claridad un
genuino interés por actuar en conformidad con lo
que dicen, manifestando integridad.

3
Harvard Business Review (Liderazgo): El trabajo del directivo, pág. 34.

60
Los colaboradores y la práctica de la ética en la organización

Y los colaboradores, ¿cuál es su rol en la construcción de una comunidad de


prácticas éticas? ¿Están exceptuados de esta responsabilidad?

En lo absoluto. Sin bien es cierto los primeros llamados serán los directivos, nadie,
en realidad, puede y debe mantenerse al margen de esta necesidad.

Cada persona debe asumir su propia responsabilidad con la necesidad de ser cada
día mejor. No somos seres que están condicionados y que necesariamente deben
de ajustarse al contexto por más que este no sea favorable. Somos libres y nos
determinamos a nosotros mismos; en consecuencia, tenemos un compromiso con
nuestro crecimiento, lo que exige que sigamos desarrollando nuestras virtudes
morales, actuando y, de ser el caso, obligándonos a actuar correctamente, en
función de nuestra brújula moral.

Todo cambio empieza con transformación personal. La persona proactiva no


esperará que los demás cambien para empezar a cambiar. Independientemente
del contexto, él se esforzará por vivir de acuerdo con sus principios y valores. No
tendrá poder, pero nunca perderá de vista el hecho de que tiene un círculo de
influencia que empieza por sí mismo, a través del cual podrá impactar
positivamente sobre el contexto.

En ese sentido, siempre cuidará de relacionarse responsablemente con los demás,


manifestando lo mejor de sí mismo, buscando el beneficio mutuo, considerando
que no trabajan en función de relaciones de corto plazo, sino más bien de largo
plazo.

5.3. Conversión en referentes al construir y fortalecer una


cultura ética

Hemos determinado la necesidad de que todos asumamos nuestra responsabilidad


con la construcción de un contexto organizacional que coadyuve a un crecimiento
ético. ¿Cuál será el resultado de este esfuerzo consciente y permanente? El
resultado solo podrá ser el fortalecimiento de nuestra autoridad y, por ende, de la
cultura ética de nuestra organización.

61
Todos tenemos la capacidad de ser autoridad

Tal vez no tengamos poder; sin embargo, tener autoridad está a nuestro alcance.

¿Cuál es la diferencia?

El poder «viene de afuera». La autoridad no viene de afuera, por el contrario


«viene de adentro» en el sentido de que uno mismo lo construye al enseñar con el
ejemplo, al ser íntegro, al actuar con coherencia, al ser generoso, al cuidar los
intereses de los demás así como el propio. Cuando los colaboradores perciben
estas cualidades y virtudes, te asignan liderazgo porque eres una persona con
autoridad. Y esta autoridad puede crecer y seguir creciendo y con ello aumentando
nuestro círculo de influencia, incrementándose nuestra capacidad de influir sobre
los demás y con ello también nuestra responsabilidad ante los demás por las
expectativas generadas en nuestro rol de líder.

Vinculación del liderazgo y la autoridad

El liderazgo y la autoridad se vinculan directamente. No puede haber liderazgo sin


autoridad. Los líderes influyen sobre los demás sobre la base de su autoridad, los
otros «influyen» sobre la base de su poder, por lo que la base de su influencia es
el temor (castigo) o la recompensa (premio).

La autoridad que tenemos ante los demás

¿Cómo saber qué tipo de influencia ejercemos sobre los


demás? He aquí algunas preguntas que nos ayudarán a
reflexionar al respecto:

¿Sus colaboradores le obedecen o lo siguen?


En relación con ellos, ¿es su poder lo que prevalece o
su autoridad por lo que es y representa?
¿En qué medida lo perciben como una persona íntegra
y coherente?
¿Es evidente ante los demás que usted está
interesado en el desarrollo de sus colaboradores?
¿Los trata a cada uno de acuerdo con su grado de
madurez y competencia?

62
Josef Pieper dijo en una oportunidad:

«Una cosa es siempre válida: cuando el poder no salvaguarda la justicia,


surge fatalmente la injusticia; y no hay desgracia más desesperada en el
mundo de los hombres que el ejercicio injusto del poder».

Cuidémonos de no hacer uso injusto de nuestro poder, al usarlo innecesariamente.


No «asfixiemos» a nuestros colaboradores quitándoles autonomía cuando lo que
corresponde es otorgársela.

Asimismo, nunca usemos nuestro poder para nuestro beneficio egoísta. Es la


manera más grotesca de perder autoridad por hacer mal uso del poder.
Construyamos nuestra autoridad y cuidémosla porque es la esencia de nuestro
liderazgo interpersonal.

63

Anda mungkin juga menyukai