Fred M. Hechinger
1
En este artículo se usará el término escuela secundaria o simplemente secundaria como traducción
de junior high school.
2
Nancie Atwell, In the Middle: Writing, Reading, and Learning with Adolescents (Nueva York:
Boynton/Cook, 1987)
3
De acuerdo con el texto original y con la organización del sistema educativo norteamericano
elementary school, junior high school, senior high school, corresponden de manera aproximada a las
escuelas primaria, secundaria y preparatoria, respectivamente, del sistema educativo mexicano.
lugar de aprovechar las nuevas oportunidades para canalizarla curiosidad y la
energía de los inquietos adolescentes, los maestros acostumbrados a trabajar con
niños más dóciles pueden reaccionar al desafío de los jóvenes con frustración e ira.
4
John H. Best., ed., Benjamin Franklin on Education (Nueva York: Teachers College Press, 1962)
John Dewey describía las escuelas como el instrumento que crearía una
sociedad "más digna, amable y armoniosa". La reforma escolar, para Dewey, no
significaba una actualización o reorganización ocasional sino una dedicación al
cambio continuo, no para adecuarse a la sociedad sino para mejorarla5. Por ello no
ha de sorprender que la enseñanza secundaria haya nacido de una mezcla de
pragmatismo, idealismo y nuevas teorías del desarrollo. Fue una respuesta a
diversas presiones: a las opiniones progresistas de una nueva clase de filósofos de la
educación, a una población estudiantil cambiante originada en la inmigración, a las
necesidades de la moderna sociedad industrial. También fue una respuesta a la
opinión crítica de la élite dominante, líderes de la educación superior, sobre de la
escuela común existente.
Reclamos de cambio
El Comité de los Diez, con su mira puesta hacia la educación superior, no fue
el único en pugnar por un cambio en la estructura escolar existente. Al inicio del siglo
se había vuelto evidente que Horace Mann había sido demasiado optimista al creer
fervientemente que, cuando las escuelas fueran abiertas a todos, los niños no
desearían dedicarse nada más que al aprendizaje. La historia pronto demostró lo
erróneo de esas expectativas idealistas. Grandes cantidades de alumnos
abandonaron la primaria sin concluir los ocho años. El psicólogo E. L.Thorndike
estudió la tendencia y concluyó que "no más de la mitad de quienes entraban a la
escuela común concluían el octavo grado"7. Los años cruciales durante los cuales los
jóvenes abandonaban sus estudios eran el séptimo y octavo grados.
5
John Dewey, “The School and Society”, in John Dewey: The Middle Works, ed. Boydston. Pp. 19-20
6
Fred M. Hechinger y Grace Hechinger, Growing up in America (New York: McGraw Hill, 1975) p.119
7
Edward L. Thorndike, “Elimination of Pupilis from School”, p. 9
Técnica descubrieron el común acuerdo entre los educadores y los investigadores de
que los adolescentes, entre los doce y los dieciséis años de edad, pertenecen más a
la escuela que a la fuerza laboral. Con una mala educación esos jóvenes se volverían
víctimas de patrones explotadores. Podrían verse obligados a desempeñar labores
indeseables, no calificadas, que les cerrarían toda perspectiva de un avance futuro.
Mientras algunos de esos jóvenes, sobre todo los hijos de inmigrantes pobres,
abandonaban la escuela para aportar sus magros salarios al ingreso familiar, la
mayoría de quienes dejaban la escuela lo hacían no porque tuvieran que trabajar sino
porque la escuela les desagradaba. Los cambios propuestos por el Comité de los
Diez pudieron haber ayudado a la pequeña élite destinada a la universidad, pero no
mejoraron la educación de la gran mayoría cuyo futuro era demasiado complicado e
impredecible como para que un programa claramente delineado de educación
superior pudiera servirles.
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El plan 6-3-3 se refiere a seis años de primaria (elementary school), tres años de secundaria (junior
high school) y tres de preparatoria (senior high school o high school).
interesan en su preparación para trabajos futuros. Cinco años después, el Comité
fundamentó con más fuerza el concepto de secundaria, exhortando a los educadores
a responder a los cambios en la sociedad, a los cambios en la composición de la
matrícula en la educación secundaria, y a los avances en la comprensión del
crecimiento y el desarrollo del adolescente.
El modelo de fábrica
9
Citado en Hechinger y Hechinger, Growing up in America, p. 99
el concepto de escuela única fuera sumamente antidemocrático. Los niños eran
diferentes entre sí. La idea de la educación correcta para cada niño se opone al
esfuerzo de crear una educación están dar en la que la escuela única se ajusta a
todos. Además, los cambios económicos también exigían lo que se llegaría a conocer
como "diferenciación"; es decir, separar a los niños conforme a sus talentos y, tal vez
más importante aún, según su futuro lugar en la economía.
Sería erróneo sugerir que las nuevas secundarias estaban dedicadas a las
ideas progresistas de la niñez que expresó Dewey, pero su abandono de "la escuela
única" ayudó a liberarlas de las rígidas reglas existentes de organización y programas
de estudio. Leonard Koos, profesor de educación en Minnesota, escribió en The
junior High School, en 1927, "hoy es un axioma que la igualdad de oportunidades
educativas no puede lograrse sin una adaptación a las diferencias individuales".
Los niños con dicha herencia solían ser tratados por los maestros en forma
condescendiente o con un desdén manifiesto. Sin duda alguna, este estereotipo
desempeñó una función importante en la elaboración inicial de las trayectorias.
La advertencia de Conant
Conant predijo "muchos problemas por venir", como las presiones de los
padres para adecuar los temas de la enseñanza secundaria en función de las
necesidades impuestas por el curriculum de las preparatorias. Recomendaba que el
séptimo grado sirviera de transición entre el salón de clases autónomo de la escuela
elemental, con un solo maestro, y la división en departamentos de las secundarias y
las preparatorias.
ALAN
Los maestros a quienes realmente les gustaban los niños preferirian la
primaria; quienes tenían aspiraciones académicas a menudo se frustraban y
actuaban como maestros de preparatoria. Como sucede todavía muy pocos tenían la
preparación profesional y psicológica para comprometerse en esa tarea tan especial
de tratar con los adolescentes y para dar forma a un programa de estudios adecuado
a su edad e intereses.
Algunos de los alumnos más brillantes y atentos perciben el nivel inferior que
el sistema atribuye a la secundaria. Al final del año, uno de los alumnos de Atwell,
después de decirle que la extrañaría, añadió: "Tal vez algún día tengas la capacidad
de dar clases en preparatoria".
Como resultado, estos alumnos se retrasan cada vez más en casi todas las
actividades esenciales, hasta que abandonan la escuela o bien se ven obligados a
batallar en programas de recuperación". La Fundación concluyó que algo debía
hacerse para evitar una desviación irremediable durante esos "años críticos de su
formación". Solicitó dar claridad a los propósitos de los grados medios y "formar una
comisión encargada de crear experiencias significativas para los adolescentes".
Una vez más, los esfuerzos por reformar la manera en que aprenden los
adolescentes y los maestros enseñan dependieron de las presiones externas. Debido
al efecto que produjo el lanzamiento del Sputnik soviético, en el noveno grado de
muchas escuelas se impuso un programa de estudios menos flexible y más enfocado
al curriculum de las escuelas preparatoria, fortaleciendo sobre todo el estudio de las
matemáticas y las ciencias.
Los adolescentes son menos dóciles, desean saber por qué deben respetar al
maestro, por qué están en la escuela, y qué puede ofrecerles ésta además de la
compañía de los otros alumnos. Con su experiencia como maestra de secundaria y
su sensibilidad hacia las necesidades especiales de los adolescentes, Atwell escribió
en 1987: "Las secundarias estadounidenses presentan un panorama desolador,
revelando poca evidencia de colaboración, de participación y de entusiasmo por
adquirir el conocimiento que ansían nuestros alumnos, que ansían todos los seres
humanos". Expresó su preocupación ante "la naturaleza de la instrucción que suelen
recibir los adolescentes en las escuelas secundarias de Estados Unidos, la manera
en que el ambiente de nuestros salones, los enfoques de la enseñanza, y las
agrupaciones por habilidad no satisfacen las necesidades de los adolescentes; y
además, que eso no sea accidental. Nuestras secundarias están estructuradas para
negar o, por lo menos, retrasar la satisfacción de las necesidades físicas, intelectua-
les y sociales de nuestros alumnos".
Por otro lado, el concepto de la gran escuela, la herencia del modelo de fábrica
supuestamente eficiente con respecto a su costo, agravó el problema del carácter
anónimo del estudiante dentro de la escuela. Bajo cualquier circunstancia y a
cualquier edad, el carácter anónimo agrava los problemas potenciales de conducta:
cuando la gente está sumergida en la condición impersonal de las grandes
instituciones, suele comportarse peor. En el caso de los adolescentes, con sus
inseguridades normales y su tendencia natural a explorar y a someter a prueba las
reglas de la sociedad ser absorbido por una gran institución impersonal resulta
particularmente perjudicial. Dicha organización difiere del concepto que expresó
Dewey de la escuela como comunidad.
Al mismo tiempo, estos primeros años pueden ser el medio de acceso a éxitos
duraderos. Si son apoyados para tomar decisiones correctas y para canalizar sus
energías hacia actividades productivas, estos jóvenes se encuentran en el umbral de
lo que puede ser toda una vida de fortaleza y éxito personal.
Tal vez el correctivo básico al fracaso sea reducir el daño provocado por las
escuelas de grados intermedios grandes y con un estilo de fábrica. Ya que los
grandes edificios no pueden ser remplazados por más pequeños, la solución
sugerida por Momentos cruciales y otros informes recientes es reorganizar los
grandes edificios en unidades más pequeñas, escuelas dentro de escuelas, cada una
con no más de 120 jóvenes.
Escuela y salud
Los centros de salud relacionados con las escuelas atienden, sobre todo a los
jóvenes preparatorianos, demasiado tarde para muchos de los problemas críticos de
salud que enfrentan los adolescentes. Además, las clínicas atienden en la actualidad
a menos del 1% de ese grupo de edad. Sin embargo, la experiencia de los centros
existentes muestra que pueden mejorar sustancialmente la salud de los jóvenes y
prevenir actividades perjudiciales para la salud.
Conclusión
Hay mucho que puede lograrse si pensamos en nuestra población total como una
extensa familia vinculada por una historia de destino compartido y por consiguiente
necesitada de una fuerte ética de ayuda mutua. Sugiero que la pregunta central
sea: ¿podemos hacer las cosas mejor de lo que las estamos haciendo ahora?
Después de todo, los daños al principio de la vida son ahora tan serios que están
empezando a hundir a toda la nación. Los costos sociales y económicos de las
condiciones gravemente perjudiciales, que afectan al crecimiento y al desarrollo,
son enormes -no sólo por los efectos negativos que tienen en la vida de los
adolescentes, sino también por los efectos que tienen en toda la sociedad, en los
ricos y en los pobres de igual modo-, altos son los costos de la enfermedad e
invalidez, de la ignorancia e incompetencia, del crimen y la violencia, de la
enajenación y el odio. Son daños que no conocen fronteras. Sin duda alguna el
conocimiento, la evidencia y la experiencia actuales ponen de manifiesto que
podemos hacer las cosas mejor de lo que las estamos haciendo.10