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Hesíodo y la figura de los Maestros de verdad. La palabra mágico-religiosa: una palabra eficaz.

Introducción:

El propósito de la siguiente comunicación consiste en pensar la función que Hesíodo, siendo


iniciador de la poesía didáctica, tenía en la Grecia arcaica. Privilegiado por la gracia divina era
depositario de una palabra eficaz, la palabra mágico-religiosa.

La función del poeta era doble, ya que al mismo tiempo la palabra celebraba la hazaña humana y
contaba la historia de los dioses.

Para dicho propósito me centraré en el análisis de la Teogonía de Hesíodo, ya que es un aporte


fundamental para la comprensión del tema elegido.

Desarrollo:

Hesíodo nació en Ascra y vivió sobre la segunda mitad del siglo VIII, aunque hay quienes piensan
que pudo haber vivido en la primera mitad del VII.

Para poder comprender su importancia es pertinente mencionar que es su palabra la que busca
descubrir lo primordial, la realidad originaria.

Es el poeta el que pronuncia el discurso verdadero, ya que en su condición de ser excepcional


descorre el velo (lethe), des-oculta, y entonces así llega a develar la verdad-realidad (alétheia).

Pero esto solo lo logra por “puro favor de los dioses”, ya que su palabra no es autónoma, sino que
es dada por las musas.

La significación real y profunda de la palabra del poeta, la Alétheia poética, se ve configurada en el


marco de la Musa y la Memoria.

La musa debe dar a conocer los acontecimientos del pasado; ellas todo lo saben y nosotros nada
sabemos.

Como nos dice Marcel Detienne en su libro “Los maestros de verdad en la Grecia arcaica”:

Mousa es una de esas potencias religiosas que sobrepasan al hombre en el mismo momento en
que éste siente interiormente su presencia. (Detiene, Marcel. Los maestros de verdad en la Grecia
arcaica. Madrid. Taurus. 1986. Pág. 22)

También musa significa palabra cantada, ritmada.


Mucho antes de los tiempos de Hesíodo las Musas existían en número de tres: Maleté, Mnemé y
Aoidé.

La primera es la atención, la concentración, el ejercicio mental. La segunda es la inspiración de la


poesía recitada y la improvisación; y la tercera es el poema acabado, el canto épico, es decir el
producto de la conjunción de las otras dos.

Cicerón dice que las Musas eran cuatro: Arkhe, Meleté, Aoidé y Thelxinoé.

La primera es el principio, el original, pues la palabra busca cómo descubrir lo auténtico, la


realidad primordial.

Thelxinoé es el encantamiento que produce la palabra cantada en el otro.

Para Hesíodo las Musas son nueve y son el fruto de la unión entre Zeus y Mnemosyné.

Pues nueve noches a ella se unía el prudente Zeus

lejos de los inmortales, subido a su sagrado lecho;

(…) ella dio a luz nueve hijas concordes, a quienes el canto

interesa en sus corazones, teniendo un ánimo despreocupado (…)

(Hesíodo. Teogonía. Trabajos y días. Buenos Aires. Editorial Losada. 2005. vv 56- 61)

El poeta al comienzo de la Teogonía les escribe a ellas.

Debemos recordar que Hesíodo se presenta como un joven pastor que recibe el llamado de las
Musas del monte Helicón, mientras apacienta sus ovejas, para ser consagrado poeta.

Por las musas Helicónides comencemos a cantar,

las que habitan del Helicón la montaña grande y divina

y alrededor de la fuente violácea con sus pies delicados

danzan alrededor del altar del poderosísimo Cronión.

(Hesíodo. Teogonía. Trabajos y días. Buenos Aires. Editorial Losada. 2005. vv1-4)

En la vida y obra de Hesíodo las Musas tienen un papel fundamental.

Ellas una vez a Hesíodo enseñaron sus bellos cantos,

mientras apacentaba ovejas al pie del Helicón divino.

Esto a mí en primer lugar las diosas con su discurso me dijeron,

las Musas Olímpicas, las hijas de Zeus que tiene la égida.

(Hesíodo. Teogonía. Trabajos y días. Buenos Aires. Editorial Losada. 2005. vv 22-26)

Entonces podemos decir que el poeta recibe a las Musas como un don, como un privilegio, que
retorna en la palabra cantada, en palabra ritmada.
Tomando nuevamente a Detienne podemos decir que en un primer registro Musas son las
bienhabladas hijas de Zeus, y en un segundo registro “musa” es la palabra mágico-religiosa.

La inspiración poética parece ser del orden de la posesión: en cierto sentido, las Musas poseen al
poeta y le otorgan ese don de videncia que lo ubica en el registro de un poeta vidente.
(Colombani, Cecilia. Hesíodo. Teogonía. Una Introducción crítica. Buenos Aires. Santiago Arcos
Editor. 2005.Pág. 65)

La palabra cantada es inseparable de la Memoria, ya que esta es el soporte material de la misma.


Las Musas son hijas de Mnemosyné y son ellas las que hacen que el poeta “se acuerde”.

Según las investigaciones de Vernant, podemos afirmar que la memoria divinizada de los griegos
no tenía los mismos fines que la nuestra, ya que no tiende a reconstruir el pasado según una
perspectiva temporal.

La memoria para los griegos era un privilegio de determinados grupos de hombres, y se diferencia
del poder de acordarse de los otros individuos.

En este marco la memoria es una omnisciencia de carácter adivinatorio: “lo que es, lo que será, lo
que fue”. Mediante su memoria el poeta accede a los acontecimientos que evoca, tiene el
privilegio de ponerse en contacto con el otro mundo.

La Memoria es la potencia religiosa que convierte la palabra del poeta en palabra mágico-religiosa.
Esto quiere decir que: la palabra cantada, pronunciada por un poeta dotado con un don de
videncia, es una palabra eficaz, verdadera. Cuando hablamos de palabra eficaz no nos referimos a
lago que tiene que ver con lo útil, sino a algo que está emparentado con el verbo kraino (realizar
acabadamente).

Las musas saben decir mentiras, pseudéa, cosas aparentes, pero cuando quieren dicen la verdad,
la cual es patrimonio exclusivo de los Dioses.

Pero la pregunta ahora es ¿Por qué esta palabra eficaz es una palabra cargada de poder?

Podríamos decir que es aquello que vehiculiza el acercamiento entre el mundo de los dioses y el
mundo de los hombres. Debemos considerar que estos dos planos, topoi, estas dos razas, son dos
mundos impermeables el uno con respecto al otro. Estos dos planos son heterogéneos
antológicamente, se refiere a la calidad de ser de algo. Es decir tienen distinta calidad de ser. Por
ejemplo, hay una distancia ontológica entre la inmortalidad de los dioses y la finitud de los
hombres.

A partir de esa distancia el hombre va a producir dos movimientos complementarios: un


movimiento de aproximación, el intento de acortar esta distancia dicha, y un movimiento de
asimilación, es decir de “asimilarse” a esa naturaleza divina. Ser uno mismo como Dios. Lograr un
momento de fusión con la divinidad.

La excepcionalidad del poeta-vidente es que al ser el portador privilegiado de una palabra eficaz
puede tomar contacto con el más allá y con el resto de los mortales. El poder de su palabra radica
en que puede tomar contacto con el fundamento, con aquello arkhaios, lo primero y fundante.
Olof Giggon en su libro “Los orígenes de la filosofía griega” dice que
(…) el principio, que es llamado Caos en Hesíodo, significa bien a las claras el espacio en el que
tiene lugar todo el curso de los acontecimientos. Hesíodo no se pregunta, pues, por lo más remoto
históricamente, sino por el principio de lo que existe; es la pregunta por el principio filosófico que,
desde entonces, no dejará de seguir siendo planteada por la filosofía. (Giggon, Olof. Los orígenes
de la filosofía griega. Pág 24)

La función del poeta es doble, ya que al mismo tiempo la palabra celebra la hazaña humana y
cuenta la historia de los dioses.

Marcel Detienne le atribuye al poeta como primera función la celebración de los Inmortales, lo
cual lo convierte en un funcionario de la soberanía.

El poeta al ser inspirado por las Musas accede al saber de los orígenes. Es por esta razón que
Hesíodo narra una teogonía y una cosmogonía, el largo linaje de los Sempiternos Inmortales y la
ordenación del Cosmos, en el marco del registro agonístico que la dramática divina supone.
(Colombani, Cecilia. Hesíodo. Teogonía. Una Introducción crítica. Buenos Aires. Santiago Arcos
Editor. 2005. Pág. 67)

Lo que hace Hesíodo es partir del Caos para llegar al Cosmos. Es decir cuenta el mito de aparición,
el relato de la génesis de los dioses, la aparición del mundo y del hombre, como Zeus termina de
imponer el orden en el mundo y de este modo instituye su soberanía. Con respecto a esto último
narra la Titanomaquia y la Tifonomaquia, las luchas de Zeus contra los titanes y contra Tifón.

El poeta es “funcionario de la soberanía” recitando el mito de aparición. Colaboraba directamente


en la ordenación del mundo, concepto inseparable de los mitos de soberanía, los cuales situaban
al rey divino como el instaurador del orden en el Cosmos.

En el seno de la antigua sociedad espartana, dominada totalmente por el grupo de guerreros, la


palabra poética está dedicada a la alabanza de las hazañas guerreras. En este contexto no
encontramos a Hesíodo, pero seguimos dentro de los maestros de verdad.

Esta sociedad está basada en el principio de igualdad entre todos los ciudadanos y en los
conceptos de elogio y crítica.

En este contexto el poeta ya no es un funcionario de la soberanía, sino que está al servicio de los
semejantes y de los iguales, de los que tienen en común el oficio de las armas.

La función del poeta es entonces, recordar a sus semejantes las hazañas que les valdrán una
memoria ilustre. Es decir la hazaña una vez llevada a cabo no cobra forma sino a través de la
palabra de alabanza.

Esto se relaciona con la obsesión que tenían los guerreros por los valores esenciales, Kléos y
Kudos, los dos aspectos de la gloria. Un aspecto, Kudos, se refiere a que la victoria de los guerreros
es “puro favor de los dioses”, es la gloria que ilumina al vencedor casi instantáneamente, es una
especie de gracia divina. En cambio el Kléos, es la imagen, la gloria que se va formando del
guerrero de generación en generación.

En definitiva: “El hombre vale lo que vale su logos” (Detiene, Marcel. Los maestros de verdad en la
Grecia arcaica. Madrid. Taurus. 1986. Pág. 31)
Entonces podemos decir que serán los poetas los que decidirán el valor de un guerrero, ellos son
los que concederán o negaran la memoria. Marcel Detienne nos dice que por la potencia de su
palabra el poeta puede hacer de un simple mortal el igual de un rey, le confiere el Ser por medio
de su Alabanza.

La palabra del poeta puede ser “buena” o “mala”: corresponde al Maestro de Alabanza (poeta) el
decidir que un hombre no sea ocultado tras el velo de negro de la Oscuridad o que le hagan
fracasar el Silencio y el Olvido, que su nombre brille en la luz resplandeciente o que sea
definitivamente condenado a las Tinieblas.

La palabra poética se equilibra por la tensión que se da entre los opuestos. Por un lado la Noche, el
Olvido, el Silencio; y por otro, la Luz, la Alabanza, la Memoria.

Las hazañas que se silencian mueren. (Detiene, Marcel. Los maestros de verdad en la Grecia
arcaica. Madrid. Taurus. 1986. Pág. 34)

Mediante su palabra el poeta concede al hombre Memoria, jamás deja de Ser.

El rey de justicia es otro de los maestros de verdad, es el que abre ahora el campo de la Justicia y
del orden social.

Es el hombre de palabra sensata, justa, medida y confiable, sophrosýne. Esta palabra es prudente,
y se ve sostenida en el marco de la arkhé, ya que es dicha por quien posee sabiduría. También es
autoritaria.

Con respecto a la investigación que hace Detienne sobre las similitudes que se presentan entre la
Grecia arcaica y Oriente con respecto a la experiencia ritual, el poeta celebrante y el rey de
justicia.

El rey de justicia lo que hacía era imitar (mimesis) en las fiestas rituales el combate llevado a cabo
por los dioses, cosmogonía. Mientras éste hacía esto el poeta recitaba, cantaba como la creación
se dio. Por virtud de esa palabra la realidad acontece. Es eficaz.

Igualmente Hesíodo está más cercano a los avatares de un nuevo campo mental, el de la polis que
al del poeta que en la celebración narra un poema de la creación.

Es preciso mencionar que Hesíodo anticipa una preocupación primordial de la ciudad clásica, que
es encontrar un buen conductor de la polis, que pueda sanear sus males. Un buen político es aquel
que puede “curar” a la ciudad, puede erradicar la injusticia, y de este modo devolverle la salud a la
ciudad. Hesíodo identifica la enfermedad con la injusticia y la purificación con la justicia. Entonces
aparece la figura del nuevo maestro de verdad, el Purificador. Herácles, es quien está llamado a
erradicar el mal presente en el mundo.

Conclusión:

A modo de conclusión podemos decir que Hesíodo es el último testigo del tipo de palabra
destinada a la alabanza del personaje real (Zeus), la palabra mágico-religiosa.

El don de la Musa es la palabra verdadera y el poeta es su intérprete.


Hesíodo era portador de una palabra sacralizada, una palabra theokrantos, cargada de poder real
o divino, una palabra poderosa, una palabra mágico religiosa que le era dada por las Musas.

La Memoria es el don de videncia que permite al poeta decir una palabra eficaz, formular la
palabra cantada que jamás deja de ser.

La Alétheia es la conciudadana de los dioses, la única llamada a compartir la vida de los Inmortales.
Está junto a la luz, ya que da brillo y esplendor, da lustre a todas las cosas. El poeta es capaz de
verla en un Maestro de Verdad. La Alétheia es la Verdad que se define por el No-Olvido.

El poeta trata de asimilar lo humano y lo divino, trata de ser el vínculo para acortar la distancia
entre estos dos planos impermeables. Es el medium que se conecta con el más allá y con el plano
de los hombres. Pertenece al campo mántico- adivinatorio.

Su función era doble, ya que al mismo tiempo la palabra celebraba la hazaña humana y contaba la
historia de los dioses. El poeta actúa como juez, ya que puede rescatar del olvido a aquél que
considera digno de su palabra. Es decir, si su palabra es de alabanza el héroe va a ser recordado,
de lo contrario será olvidado para siempre.

Por otro lado Hesíodo alaba a los dioses al narrar una Teogonía y una cosmogonía. La disputa de
los dioses por el poder, y el ordenamiento del cosmos como producto de esas luchas.

En la ciudad griega, en la polis deja de haber lugar para esta palabra mágico-religiosa, a medida
que este sistema de valores es condenado por el avance de la democracia clásica.

En este nuevo contexto el poeta no es más que un parásito, encargado de devolver su imagen a la
elite que le sustenta una imagen embellecida de su pasado. Ya no posee el poder que tenia en los
tiempos micénicos.

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