Anda di halaman 1dari 17

VIACRUCIS DE LA COMUNIDAD

El Vía crucis es una práctica devoción centrada en lo que le sucedió a Jesús en las últimas horas de
su vida terrenal, Meditamos en esos hechos y contemplamos cómo recorre su camino al Calvario y
hacia la Resurrección. El Vía crucis consta de 14 estaciones, cada una de las cuales se fija en un
episodio de la Pasión del Señor y del significado que tiene para nosotros. Se termina con la
Resurrección. En la práctica de este ejercicio, cada estación tiene una idea central tomada del
Evangelio o de la tradición cristiana que sirve para la meditación y la contemplación uno de los
momentos importantes de la Pasión de Jesús. Después sigue un momento para meditar en silencio.
Cada estación termina con una oración que recalca el tema meditado. Según las costumbres y
tradiciones del lugar se pueden introducir exclamaciones y jaculatorias de uso popular. Mientras se va
de una estación a otra se entonan cantos adecuados.

VIACRUCIS

INTRODUCCIÓN

Lector(a) 1:
En el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. AMEN.

Lector(a) 2:
Hermanos: estamos aquí reunidos para recordar los grandes sufrimientos de la
Pasión de Jesús, todo lo que soportó para mostrarnos un camino diferente: el
camino de la felicidad. Un día Jesús dijo: «No hay amor más grande que el de dar la
vida por los amigos» (Jn 15,13).

Sufriendo y muriendo en la Cruz, Jesús nos dio la prueba más grande de su amor.
Al recorrer las estaciones del VIA CRUCIS, iremos meditando cómo nuestra vida
tiene que ver con lo que le pasó a Jesús y, al mismo tiempo, nos preguntaremos:

¿Qué hacemos para que la Sangre derramada de Cristo no se desperdicie?


¿Cuánta gente hay todavía que no conoce a Cristo y no lo ama? ¿Puedo hacer yo
algo para que mis amigos y amigas se acerquen más a Jesús que sufrió tanto para
salvarnos?

Lector(a) 3:
Señor, ayúdanos para que aprendamos a aguantar las penas y las fatigas, las
torturas de la vida diaria; que tu muerte y resurrección nos levanten para que
lleguemos a tener una vida más abundante y digna. Tú que escogiste vivir como
nosotros, que con paciencia y humildad aceptaste las penas y sufrimientos de la
cruz, ayúdanos para que aceptemos el dolor y las dificultades que nos trae cada
nuevo día y que crezcamos como personas y lleguemos a ser más semejantes a ti.

Haznos capaces de permanecer con paciencia y ánimo, y fortalece nuestra


confianza en tu ayuda. Déjanos comprender que sólo podemos alcanzar una vida
plena si morimos poco a poco a nosotros mismos y a nuestros deseos egoístas.
Pues sólo si morimos contigo, podemos resucitar contigo.

1
I ESTACIÓN

JESÚS ES CONDENADO A MUERTE

Lector(a) 1: Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.

Todos: que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lector(a) 2: Ya el profeta Isaías lo había anunciado:

Lector(a) 3:
« ¿Quién podrá creer esta noticia? No tenía gracia ni belleza para que nos fijáramos
en él. Despreciado y tenido como la basura de los hombres, hombre de dolores y
familiarizado con el sufrimiento. Ha sido tratado como culpable a causa de nuestras
rebeldías y aplastado por nuestros pecados. El soportó el castigo que nos trae la paz
y por sus llagas hemos sido sanados. Sin embargo, eran nuestras dolencias las que
él llevaba, eran nuestros dolores los que le pesaban. FUE DETENIDO Y
ENJUICIADO injustamente y herido de muerte por los crímenes de su pueblo» (Is
53,1-8).

Lector(a) 1:
Llegada la mañana todos los príncipes de los sacerdotes, los ancianos del pueblo,
tuvieron consejo contra Jesús para matarlo, y atado lo llevaron al procurador Pilato
(Mt 27, 1-2)
Esta es la primera estación hacia el calvario. Algo va a pasar. Estamos como ese
pequeño niño hambriento que se come su pan pedacito a pedacito porque teme que
se acabe demasiado pronto y vuelva a tener otra vez hambre.

Lector(a) 3:
Cuántos temas para la reflexión nos ofrecen los padecimientos soportados por Jesús
desde el Huerto de los Olivos hasta su condena a muerte: abandono de los suyos,
negación de Pedro, flagelación, corona de espinas, vejaciones y desprecios sin
medida. Y todo por amor a nosotros, por nuestra conversión y salvación. Nosotros
somos aquel pueblo por el que Cristo fue condenado a muerte. Cristo aceptó ser
NUESTRO REPRESENTANTE delante del Padre y pagar por nuestros pecados. La
condena de Pilato tenía que recaer sobre cada uno de nosotros.

(Reflexión en silencio).

Lector(a) 2: OREMOS

Señor Jesús, gracias por habernos amado tanto. Ten piedad de nosotros. Ayúdanos
a conocer nuestros pecados y limitaciones para que podamos quererte más. Danos
Señor, fuerza para imitarte sobre todo cuando tenemos que sufrir o algo nos
disgusta.

Canto.

2
II ESTACIÓN
JESUS CARGA LA CRUZ Y SE DIRIGE AL CALVARIO

Lector(a) 1: Te adoramos, Cristo, y te bendecimos,


Todos: que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lector(a) 2:
Después de la condena, le entregan a Cristo una cruz, y empieza su largo y penoso
camino hacia el Calvario, lugar donde será crucificado.
Detengámonos y pensemos: Si Jesús hizo tanto por nosotros, ¿es justo que
nosotros sigamos diciendo que estamos ocupados y no tenemos tiempo para
conocerlo más y seguirlo de verdad? ¿Por qué nos asusta tanto el sufrimiento, si
nuestro Maestro llegó a dar la vida por nosotros?

Escuchemos su Palabra:

Lector(a) 3:
«Si alguien quiere seguirme, olvídese de sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque
quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el
Evangelio, la salvará. ¿De qué sirve a las personas ganar el mundo entero, si
pierden su vida? O, ¿qué pueden dar a cambio de su vida? Porque quien siente
vergüenza de mí y de mis palabras en medio de esta gente adúltera y pecadora,
también el Hijo del Hombre se avergonzará de él…» (Mc 8, 34-38).

Lector(a) 1:
El peso de la cruz es excesivo para las débiles fuerzas de Jesús, convertido en
espectáculo de la chusma y de los indiferentes. No obstante, decide caminar hasta
al Calvario para cumplir hasta el final la voluntad del Padre: que cargando sobre sí lo
más pesado de la humanidad, nos sirvan para superar nuestras debilidades y
desalientos, o sea, nos sirva para salvarnos.

Nosotros, a la vez que contemplamos a Jesús cargado con la cruz, oímos su voz
que nos dice: «Si alguno o alguna quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo,
tome su cruz de cada día, y sígame».

¡Muchas veces miramos pero no vemos nada! Muchas veces nos da miedo cargar la
cruz, otras, somos indiferentes ante la cruz de los demás. Todos nosotros tenemos
que llevar la cruz, es decir, tenemos que cumplir con nuestras responsabilidades
para seguir a Jesús hasta el Calvario. Antes de su muerte, nos dio su Cuerpo y su
Sangre para que nosotros podamos vivir y tengamos mucho ánimo para llevar la
cruz y seguirle, paso a paso.
(Reflexión en silencio).

Lector(a) 2: OREMOS

Señor Jesús, concédenos llevar nuestra cruz con fidelidad hasta la muerte. Que
comprendamos, Señor, el valor de la cruz, de nuestras pequeñas cruces o
responsabilidades de cada día, de nuestras dolencias, de nuestra soledad, de
nuestro mal carácter. Permítenos, cada día, convertir en ofrenda amorosa nuestra
vida.(Canto)

3
III ESTACIÓN

JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ

Lector(a) 1: Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.


Todos: que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lector(a) 2:
Jesús no puede seguir adelante, cargando con la cruz por mucho rato. Ya se
acabaron sus fuerzas: la agonía en el Getsemaní, la noche pasada entre los insultos
de los jefes del pueblo, la flagelación y la coronación de espinas, lo han destruido, y
cae agotado.
Los soldados se le acercan y le pegan sin compasión. Jesús reúne todas sus
fuerzas, se levanta otra vez y sigue su camino, sin decir una palabra.
Escuchemos al profeta Isaías:

Lector(a) 3:
«He ofrecido mi espalda a los que me golpeaban, y mis mejillas a los que
arrancaban mi barba, y no oculté mi rostro a los insultos y salivazos. Endurecí mi
cara cuando me golpeaban» (Is 50,6-7).

Lector(a) 1:
Ya sabemos que Jesús dijo: Quien quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo,
tome su cruz y me siga, pues el que quiera salvar su vida la perderá: pero el que la
pierda por mi, la salvará (Mt 16,24). El peso de la cruz nos hace tomar conciencia de
las consecuencias de lo que hacemos mal o dejamos de hacer, es decir, de nuestros
pecados, de nuestras mentiras, de nuestra ingratitud, de la dureza con la que
tratamos a nuestra familia..., de todo lo que representa ese madero. Por otra parte,
Jesús, que nos invita a cargar con nuestra cruz y seguirle, nos enseña aquí que
también nosotros podemos caer, y que hemos de comprender a los que caen;
ninguno debe quedar postrado; todos y todas hemos de levantarnos con humildad y
confianza buscando su ayuda y perdón.

En las estaciones del Vía Crucis de todos los días, vemos que caen los pobres y los
que tienen hambre, como se cae Jesús. ¿Estamos presentes para ayudarles?
¿Somos solidarios con ayuda que necesitan? Hay miles de personas que morirían
por un detalle de amor, por un pequeño gesto de aprecio. Esta es una estación del
Vía Crucis donde Jesús se cae de hambre.
(Reflexión en silencio).

Lector(a) 2: OREMOS

Señor Jesús, enséñanos a aceptar el dolor. Que no nos desanimemos ante


las dificultades. Danos la fuerza para levantarnos cuando caemos en la
indiferencia y el desánimo. Tú caes, Señor, para redimirnos, para ayudarnos
a levantarnos en nuestras caídas diarias. Perdónanos, porque cuando nos
hemos propuesto ser fieles volvemos a caer en nuestros defectos de
siempre. ¡Ayúdanos a levantarnos, a estar de pie, a seguir el camino
contigo!
(Canto)

4
IV ESTACIÓN

JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE

Lector(a) 1: Te adoramos, Cristo, y te bendecimos,


Todos: que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lector(a) 2:
Ya lo había anunciado el anciano Simeón, cuando María presentó al niño Jesús al
Templo:

Lector(a) 3:
«Simeón lo bendijo, y después dijo a María, su Madre: Mira, este niño será signo de
contradicción, caída y resurrección para la gente de Israel. Será una señal que
atacarán cuando se manifieste, y a ti misma una espada te atravesará el corazón»
(Lc 2, 34-35).

Lector(a) 1:
Al ver a Jesús cargando la cruz y lleno de sangre, entre los insultos de la gente,
María siente en su corazón un profundo dolor y se acuerda de la profecía de
Simeón. María sabe que Jesús nos va a salvar. Por eso se une íntimamente,
permanece junto a su hijo en esos momentos difíciles, pero que son momentos de
salvación. Sus miradas se encuentran, la de la Madre que ve al Hijo destrozado, la
de Jesús que ve a María triste y afligida, y en cada uno de ellos el dolor se hace
mayor. Al contemplarse, mutuamente, ambos se sienten consolados y confortados
por el amor y la compasión que se comunican.

Sabemos que en la cuarta estación del Vía Crucis Jesús se encuentra con su Madre.
En la vida ordinaria ¿Sufrimos con las penas de nuestra mamá? ¿La virgen, una
madre llena de amor y de comprensión, significa algo en nuestra vida? ¿Cuándo
vemos que nuestra juventud cae la comprendemos y consolamos como María, como
Jesús?

El respeto que Jesús le tenía a su madre en qué se parece al respeto que tenemos a
nuestras mamás. Los varones, ¿Respetamos a nuestras hermanas y hermanitas
como lo haría Jesús? Las mujeres ¿Se respetan a sí mismas y entre sí? Todos
nosotros ¿Cuál es el trato que le damos a las mujeres adultas, a las ancianas y a las
niñas?
(Reflexión en silencio).

Lector(a) 2: OREMOS

María, madre de Jesús y madre nuestra, enséñanos a sufrir con Jesús por la
salvación del mundo entero. Haz Señor, que me encuentre al lado de tu Madre en
todos los momentos de mi vida. Con ella, apoyándome en su cariño maternal, tengo
la seguridad de estar siempre contigo y con las personas, hermanos y hermanas.

(Canto)

5
V ESTACIÓN
EL CIRENEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ

Lector(a) 1: Te adoramos, Cristo, y te bendecimos,


Todos: que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lector(a) 2:
Jesús ya no puede seguir con la cruz, está muy cansado. Entonces, los soldados
obligan a un hombre de Cirene para que ayude a Jesús a llevar la cruz. Es un
ejemplo para nosotros. También nosotros tenemos que ayudar a Jesús para que su
sangre no sea inútil para nuestros hermanos. Todavía hay muchos que no conocen a
Cristo; nosotros tenemos que preocuparnos por ellos y ellas, y hacer algo.
Acordémonos de las palabras de Cristo:

Lector(a) 3:
«La cosecha es abundante, pero los obreros son pocos. Rueguen, pues al dueño del
campo que envíe más trabajadores. Vayan, miren que les envío como corderos en
medio de lobos» (Lc 10, 2-3).

Lector(a) 1:
Simón de Cirene tomaba la cruz y seguía a Jesús, le ayudaba a llevar su cruz. En
los que más sufren hemos de ver a Jesús cargado con la cruz que necesita de
nuestra ayuda desinteresada. Con lo que hemos hecho durante el año, para
promover la justicia y la paz hemos sido como Simón de Cirene ayudando a Jesús.
Cada uno tiene su propia vocación. Hemos venido al mundo para algo concreto,
para realizarnos de una manera particular. ¿Sabes cuál es tu vocación? Pero hay
algo que es vocación de todos: la vocación de ser “cireneos” de los demás, la de
ayudar a todos y todas. Quienes seguimos a Jesús estamos llamados a servir a los
demás.

¿Cómo estás realizando esta vocación común?


Pidamos a Dios continuamente para que envíe más hombres y mujeres a su Iglesia,
que tengan el valor de ayudarse mutuamente, que se atrevan a predicar el mensaje
de Cristo con fe y con obras, sin miedo, convencidos de que sólo entregándose
gratuitamente colaboran con Jesús para hacer posible el Reino de Dios.
(Reflexión en silencio).

Lector(a) 2: OREMOS:

Señor Jesús, perdónanos si muchas veces no te hemos ayudado a llevar la cruz. Tal
vez por culpa nuestra muchos se echaron a perder. Se sintieron solos, sin amigos y,
hasta llegaron a pensar que tú los habías abandonado.
Ayúdanos a vivir el compromiso de ser tus amigos y amigas, de colaborar en tus
cosas de conocer lo que a ti te interesa.

(Canto)

6
VI ESTACIÓN
LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS

Lector(a) 1: Te adoramos, Cristo, y te bendecimos,


Todos: que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lector(a) 2:
Mientras Jesús trata de seguir adelante, una mujer se le acerca y le enjuga el rostro
con una toalla, quedando en ella la imagen de su cara.
Cada cristiano tiene que imitar a la Verónica, procurando transformar su misma vida
en una imagen de Cristo. Escuchemos a San Pablo:

Lector(a) 3:
«Más, ahora, desechen todo esto: cólera, ira, maldad, maledicencia y palabras
groseras, lejos de su boca. No digan mentiras unos a otros. Despójense del “hombre
viejo” con sus obras y revístanse del “hombre nuevo”, que se va renovando hasta
alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador. (Col 3,8-10).

Lector(a) 1:
Nosotros podemos repetir hoy el gesto de la Verónica en el rostro de Jesús que se
nos hace presente en tantos hermanos nuestros que comparten de diversas
maneras la pasión del Señor, quien nos recuerda: «Lo que hagan con uno de estos,
mis pequeños, conmigo lo hacen». Con respecto a los pobres, los abandonados, los
no deseados, ¿somos como la Verónica? ¿Estamos presentes para quitar sus
preocupaciones y compartir sus penas? ¿O somos parte de los orgullosos que
pasan y no pueden ver?

Lector(a) 2:
Amigos y amigas ¡Hay tantas cosas que limpiar en nuestro mundo! Jesús necesita
de mucha colaboración para limpiar lo que está podrido y empieza a apestar. Jesús
necesita de muchos y muchas jóvenes para hacer eso, mejor dicho, Jesús necesita
que todos y todas quienes creemos en Él nos ocupemos de limpiar, dediquemos
tiempo para sanear todo lo que la injusticia, la violencia, los vicios, la corrupción, le
mentira han ensuciado.

(Reflexión en silencio).

Lector(a) 3: OREMOS
Señor Jesús, graba en nuestros corazones la imagen de tu rostro. Que nunca nos
olvidemos de ti. Nosotros, Señor, te abandonamos cuando nos dejamos llevar por el
"qué dirán", por la apariencia social, cuando no nos atrevemos a defender al prójimo,
cuando nos callamos ante las bromas que ridiculizan a las personas que tratan de
acercarse a Ti. Y por tantas otras ocasiones en las que nos ha faltado carácter para
ponernos a favor de lo que es bueno. Perdón, Señor.
(Canto)

7
VII ESTACIÓN
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ

Lector(a) 1: Te adoramos, Cristo, y te bendecimos,


Todos: que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lector(a) 2:
Las numerosas caídas de Jesús por el peso de la Cruz en su camino hacia el Calvario nos
recuerdan nuestras recaídas por el peso de nuestras faltas que cada vez se nos hace más
difícil de soportar. Es necesario que tomemos en serio nuestra decisión de seguir a Jesús;
que tengamos presente que es él quien nos salva. Él murió por nosotros para que vivamos
como Él. Por Él somos hijos e hijas de Dios y eso nos hace grandes, nos hace felices;
mientras que nuestras “caídas” sólo nos hacen heridas, nos entristecen y nos volvemos
huraños y hurañas.

Lector(a) 3:
«Si han aceptado la fe, no se dejen arrastrar ya por sus pasiones como lo hacían antes,
cuando no sabían. Si es santo el que los llamó, también ustedes han de ser santos en toda
su conducta, según dice la Escritura: Serán santos, porque yo soy santo. No olviden que
han sido rescatados de la vida vacía que aprendieron de sus padres; pero no con un rescate
material de oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin mancha ni
defecto… ámense, pues, unos a otros de todo corazón, ya que han nacido esta vez, no de
semilla corruptible, sino de la palabra incorruptible del Dios que vive y permanece. Esta
palabra es el Evangelio que se les ha anunciado a ustedes». (1Pe 1,14-16.18-19.22b-
23.25).

Lector(a) 1:
Jesús cae de nuevo. Esta estación nos muestra lo frágil que es nuestra condición humana,
aun cuando tengamos el mejor espíritu y nos sostenga para no desmoralizarnos por
nuestras faltas y debilidades en nuestro caminar diario cargando nuestra cruz.
Jesús, por los suelos una vez más, pero no se siente derrotado ni abandona su propósito.
Para Él no es tan grave caer, lo peor es no levantarse. Piensa un momento en las personas
que se sienten derrotadas y sin ánimos para continuar su camino.
¿No estarán necesitando una mano que las ayude a salir de su problema, de su soledad, de
su tristeza? ¿Cuántas personas, en las grandes ciudades, duermen en la calle, viven como
animales (o peor que animales)? y entre nosotros ¿Cuántas personas piden limosna, a
cuántas nadie saluda por la calle? Necesitan de alguien y no saben a quien acudir, ni
siquiera saben cómo hacerlo. Se puede ver personas en el parque que están solos, sucios,
descuidados, que no le importan a nadie, son excluidos. Es posible que sea peor, que los
despreciemos porque son borrachos o están drogados o son ladrones; porque son del
monte o son “unos pobres diablos”. Pero es Jesús quien necesita de nuestras manos para
limpiar sus caras. ¿Pueden hacerlo o no quieren mirar?
(Reflexión en silencio).

Lector(a) 2: OREMOS
Caes, Señor, por segunda vez. El Vía Crucis nos señala tres caídas en tu camino al
Calvario. Tal vez fueran más. Caer delante de todos... ¿Cuándo aprenderemos nosotros a
no temer el quedar mal ante los demás, por un error, por una equivocación? ¿Cuándo
aprenderemos que también eso se puede convertir en ofrenda? Señor Jesús, perdónanos
por nuestras recaídas en nuestras mismas faltas. Danos la fuerza de tu Espíritu, para que
podamos resistir la tentación, la debilidad y las falsas promesas.
(Canto)

8
VIII ESTACIÓN
JESÚS HABLA A LAS PIADOSAS MUJERES

Lector(a) 1: Te adoramos, Cristo, y te bendecimos,


Todos: que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lector(a) 2:
«Le seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres, que se lamentaban y lloraban
por Él. Vuelto hacia ellas les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad más
bien por vosotras mismas y por vuestros hijos. Porque llegarán días en que se dirá:
Dichosas las que no tienen hijos, felices las que no dieron a luz ni amamantaron.
Porque, si así tratan al árbol verde ¿qué harán con el seco?» (Lc 23, 27-31).

Lector(a) 2:
Jesús dice que no lloremos por Él. Lloren más bien por ustedes mismos porque si no
se arrepienten y cambian de verdad ya verán que no da lo mismo amar que no amar.
Entonces, los resultados serán diferentes; normalmente se dice que serán
castigados, pero en realidad, nosotros solos nos castigamos. Apartarnos de Dios y
de nuestra familia es vivir aislados y amargados, es como si estuviéramos muertos.

Lector(a) 1:
Jesús, estaba agradecido de los buenos sentimientos de aquellas mujeres, y movido
por el amor que les tenía quiso orientar la nobleza de sus corazones hacia lo más
necesario y urgente: la conversión de sus vidas y de la de sus hijos.

Jesús nos enseña a descubrir la importancia de los valores para vivir felices y nos da
una lección sobre el temor de Dios. Nos enseña a analizar la causa de nuestras
lágrimas, de nuestros pesares, de nuestras preocupaciones.
Tal vez en el fondo hay orgullo, mucho amor propio, egoísmo, envidia…
Deberíamos llorar por no corresponder a tus innumerables regalos de cada día, que
nos aseguran, Señor, cuánto nos quieres.
Te lo agradecemos profundamente y reconocemos tu gran misericordia.

(Reflexión en silencio).

Lector(a) 2: OREMOS
Señor Jesús, concédenos las “lagrimas” que necesitamos para arrepentirnos
verdaderamente de nuestros pecados y un firme propósito de seguirte cada día más
cerca de ti.

9
IX ESTACIÓN
JESÚS CAE POR TERCERA VEZ

Lector(a) 1: Te adoramos, Cristo, y te bendecimos,


Todos: que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
.
Lector(a) 2:
A pesar de hacer todo el esfuerzo posible para seguir adelante, Jesús ya no aguanta
y cae por tercera vez. Así es cuando uno es débil. Así pasa con nosotros. Esto nos
recuerda que es necesario que dejemos que intervenga en nuestra vida, nos
purifique y nos dé un nuevo corazón. Escuchemos al profeta Ezequiel:

Lector(a) 3:
«Los rociaré con agua pura y quedarán purificados. Los purificaré de todas sus
impurezas y de toda su basura. Y les daré un corazón nuevo. Infundiré en ustedes
un espíritu nuevo. Quitaré de su carne el corazón de piedra, y les daré un corazón
de carne. Infundiré mi espíritu en ustedes y haré que vivan según mis preceptos y
los pongan en práctica» (Ez 36, 25-27).

Lector(a) 1: Jesús agota sus facultades físicas y psíquicas en el cumplimiento de la


voluntad del Padre para llegar a la meta. Nos enseña que hemos de seguirle con la
cruz a cuestas por muchas que sean las dificultades que nos salgan en el camino.
Tenemos que seguir con Jesús hasta llegar a la casa del Padre para recibir su
abrazo y escuchar las palabras: “Vengan, benditos de mi Padre, al Reino preparado
para ustedes…”. Esta estación nos enseña que debemos llenarnos de Jesús y beber
también el cáliz que nos toca beber.

Lector(a) 2:
Por otra parte, esta caída nos invita a recapacitar sobre el peso y la gravedad de los
pecados que rechazaron el mensaje del Evangelio. Jesús cae de nuevo para ti y
para mí. La presión es muy fuerte. La manera como Jesús ve al mundo y a las
personas contradice la visión que tienen los que lo mandaron torturar y quieren que
muera.

Pidámosle a Dios que aumente nuestra fe y cumpla en nosotros su promesa.

(Reflexión en silencio).

Lector(a) 2: OREMOS

Padre Celestial, en el nombre de Jesús, te pedimos que nos quites, de una vez para
siempre, este corazón de piedra y nos concedas un corazón de carne, que sepa
amar de verdad a Ti y a los hermanos y hermanas con quienes tratamos. Danos
valor para pedir ayuda cuando lo necesitamos. No permitas que nos quedemos
solos/as, derrotados/as; danos fuerzas para gritar que necesitamos ayuda para salir
de nuestra situación.

10
X ESTACIÓN
JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS

Lector(a) 1: Te adoramos, Cristo, y te bendecimos,


Todos: que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lector(a) 2: Llegados al lugar de la ejecución, le quitan las vestiduras a Jesús.

Lector(a) 3:
«Yo soy un gusano, y ya no un hombre; vergüenza de los hombres y basura del
pueblo. Mis huesos se han descoyuntado, mi corazón se derrite como cera. Se
reparten entre sí mis vestiduras y mi túnica se juegan a los dados» (Sal 22,7.15.19).

“Los soldados tomaron sus vestiduras y las dividieron en cuatro partes, una para
cada uno de ellos. En cuanto a la túnica, tejida de una sola pieza de arriba abajo sin
costura alguna, se dijeron: "No la rompamos, echémosla más bien a suerte, a ver a
quién le toca. (Jn 19, 23)

Lector(a) 1:
Para Jesús fue muy doloroso ser despojado de su ropa y ver en qué manos iba a
parar. Y especialmente para su Madre, allí presente, tuvo que ser muy triste esa
escena. Ella hubiera preferido guardarla como recuerdo del Hijo amado. Ojo. Porque
mientras Jesús es despojado de sus vestiduras, nosotros acumulamos cosas,
buscamos de todo corazón el dinero, los honores, los aplausos. Necesitamos dinero
y cosas, no porque no tengamos sino porque queremos más. Queremos forrarnos
de más cosas. Se ve que no hemos entendido nada del mensaje de Jesús:
Lector(a) 2:
“Aprendan de los pájaros: no siembran ni cosechan, no tienen bodegas ni graneros
y, sin embargo, Dios los alimenta. ¡Y ustedes valen mucho más que las aves!
Aprendan de los lirios del campo: no hilan ni tejen, pero yo les digo que ni Salomón,
con todo su lujo, se pudo vestir como uno de ellos. Y si Dios da tan lindo vestido a la
hierba del campo, que hoy está y mañana se echará al fuego, ¿qué no hará por
ustedes, gente de poca fe? Lc. 12, 24. 27-28)
No es posible servir a dos amos.
(Reflexión en silencio).

Lector(a) 3: OREMOS

Al ver arrancadas tus vestiduras pegadas a Ti por la sangre de tus heridas,


recordamos cómo a nosotros se arrancaba algo cuando fracasamos, cuando
perdemos a algún ser querido, cuando sufrimos alguna desgracia.
Señor, enséñanos a ofrecerte el dolor de estas separaciones que nos desgarraron;
haz que encontremos el modo de unirlas a tu pasión y así, comprendiendo el dolor
de los demás nos ocupemos en consolar a los que sufren, seamos solidarios con el
dolor de los demás. También enséñanos a aguantar con optimismo las penas, fatigas
y privaciones de la vida diaria para que a pesar de ellas logremos siempre una vida
más bonita y abundante.
Señor Jesús, ayúdanos a cambiar nuestras malas costumbres.

(Canto).

11
XI ESTACIÓN

JESÚS ES CRUCIFICADO

Lector(a) 1: Te adoramos, Cristo, y te bendecimos,


Todos: que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lector(a) 2: Empezando su predicación, Jesús había dicho:

Lector(a) 3:
«Así como Moisés levantó la serpiente de bronce en el desierto, así también es
necesario que el Hijo del Hombre sea levantado en alto, para que todo el que crea
en Él tenga la vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que le dio su Hijo único,
para que todo el que crea en Él, no se pierda, sino que tenga la vida eterna» (Jn
3,14-16).

Lector(a) 1:
Cuando llegaron al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí con los malhechores
uno a su izquierda y otro a su derecha. Mientras tanto Jesús decía: Padre,
perdónales porque no saben lo que hacen (Lc 23, 33).

Lector(a) 2:
El suplicio de la cruz, además de ser infame, propio de esclavos y criminales era
extremadamente doloroso, como apenas podemos imaginar. El espectáculo mueve
a compasión a cualquiera que lo contemple y tenga buenos sentimientos. Pero en
todos los tiempos de la humanidad siempre ha sido difícil entender la locura de la
cruz, que es necedad para el mundo y salvación para el pueblo cristiano.
¿Cuánta gente hay todavía en el mundo que no conoce este amor de Dios? Jesús
murió para asegurar que nadie se quedara sin conocerlo. Nosotros, los y las aquí
presentes ¿Debemos hacer algo para dar a conocer ese amor? O ¿acá no hace falta
porque todos y todas ya lo conocen y lo siguen?

Lector(a) 3:
Jesús es crucificado. ¡Cuántos disminuidos/as, discapacitados/as físicos y mentales,
enfermos/as y ancianos/as llenan las clínicas y los asilos! ¡Cuántos hay en nuestro
propio pueblo! Cuantos están clavados en su impotencia y muriendo como Jesús.
¿Les visitamos? ¿Compartimos con ellos su calvario? ¿Procuramos informarnos
sobre su situación? Recordemos que Jesús nos dijo: Quien quiera ser mi discípulo o
discípula, tome la cruz y sígame; y por eso con la cruz le damos de comer a quien
tiene hambre, vestimos a quien está desnudo y atendemos en nuestra casa al
mendigo y peregrino.
(Reflexión en silencio).

Lector(a) 3: OREMOS
Señor Jesús, ayúdanos a ser tus testigos en el mundo. Que todos las personas
conozcan tu amor y la causa por la que diste la vida por todos y todas, y de ese
modo, se acerquen a Ti. Queremos responder a tu amor con amor, cumplir con tu
amistad, trabajar por un futuro saludable y lleno de vida; queremos llegar a ser como
tu. Danos la gracia de trabajar juntos con ahínco por la salvación todos nuestros
hermanos y hermanas. (Canto)

12
XII ESTACIÓN

JESÚS MUERE EN LA CRUZ

Lector(a) 1: Te adoramos, Cristo, y te bendecimos,


Todos: que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lector(a) 2: Después de una penosa agonía, Jesús muere, después de los insultos y
las burlas que había recibido. Es el nuevo Cordero Pascual. En su sangre se
establece la Nueva Alianza entre Dios y su nuevo Pueblo representado por María,
Juan, unas cuantas mujeres y algunos discípulos muertos de miedo que estaban
dispersos entre la multitud. Jesús es el Nuevo Cordero de la Alianza. Este
acontecimiento es el más importante de toda la historia de la humanidad.

Lector(a) 3:
Alabemos a Cristo y démosle gracias por el gran amor que nos ha manifestado.

Lector(a) 1:
«Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado y por tu
sangre compraste para Dios, hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has
hecho de ellos para nuestro Dios un reino de sacerdotes que reina sobre la tierra.
Digno es el Cordero que ha sido degollado, de recibir el poder, la riqueza y la
sabiduría, la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza» (Ap 9,10.12).

Lector(a) 2: La contemplación de Jesús agonizante en la cruz nos hace recordar lo


que hizo y lo que dijo. En esta imagen de Jesús con los dos ladrones crucificados
nos vemos reflejados nosotros. Jesús muerto en la cruz es la máxima expresión del
amor de Dios a la humanidad. Eso fue lo que dijo y lo que demostró con sus obras y
palabras.

Lector(a) 3:
Quien no quiere que seamos libres, que busquemos el bien de todos, que la justicia
y la paz sea para todos; quien no quiere que vivamos sin consumir drogas y alcohol
o cosas superficiales; quien no quiere que nos amemos todos y todas como Dios
nos ama; ellos son los que quieren que Jesús muera.

(Reflexión en silencio).

Lector(a) 2: OREMOS
Gracias, Señor Jesús, por habernos amado tanto. Que nunca nos cansemos de
alabarte y bendecirte. Ayúdanos, Señor, a encontrar en tu Muerte y Resurrección el
camino de la salvación que pasa por nuestra solidaridad con todas las personas
aceptando la nuestra propia responsabilidad. Señor, confiamos y esperamos en tu
misericordia.

(Canto)

13
XIII ESTACIÓN

BAJAN A JESÚS DE LA CRUZ

Lector(a) 1: Te adoramos, Cristo, y te bendecimos,


Todos: que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lector(a) 2:
¿Qué más hubiera podido hacer Jesús por nosotros, y no lo hizo?
«Contemplarán al que traspasaron», dice San Juan, concluyendo el relato de la
Pasión de Cristo. Es lo que nosotros estamos tratando de hacer: contemplar,
meditar, pensar seriamente en Cristo, muerto por nosotros. Sabemos que «en
ningún otro se encuentra la salvación, ya que no se ha dado a los seres humanos
otro nombre por el cual podamos ser salvados» (Hch 4,12).

Lector(a) 3:
«Vinieron entonces los soldados y les quebraron las piernas a los que estaban
crucificados para después retirarlos. Al llegar a Jesús vieron que ya estaba muerto.
Así que no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le abrió el costado
de una lanzada y al instante salió sangre y agua […] Esto sucedió para que se
cumpla la Escritura que dice: "No le quebrarán ni un solo hueso", y en otra dice:
"Contemplarán el que traspasaron"» (Jn 19,32-37).

Lector(a) 1:
Escena conmovedora la del descendimiento de la cruz, imagen de amor y de dolor;
María, la Madre contempla, siente y llora las llegas de su Hijo martirizado. Una lanza
había atravesado el costado de Cristo, y la espada que anunciara Simeón acabó de
atravesar el alma de la María.

Lector(a) 2:
Nosotros, tenemos que reconocer que no podemos imaginar lo que sufre una madre
y un padre cuando ve a su hijo o a su hija en peligro de muerte, en peligro de echar
a perder su vida, en peligro de buscar una salida falsa que no va a terminar en nada
bueno. Cuando lleguemos a ser padres lo vamos a sentir y a comprender, pero
mientras llega ese día seamos más dóciles, esforcémonos por hacer caso. Es
terrible ver que a tu hijo o hija lo bajan de la “cruz”.

(Reflexión en silencio).

Lector(a) 2: OREMOS

Señor Jesús, reconocemos que Tú eres el único Salvador y Señor. Que nunca nos
olvidemos de Ti. Ayúdanos, Señor, a ser verdaderos discípulos tuyos: sanos/as,
alegres, libres. Ayúdanos a superar nuestras tentaciones y complejos de creernos
Súper-hombres o Súper-mujeres. Gracias porque somos tus hijos y tus hijas eso nos
basta. Gracias, Señor.

(Canto)

14
XIV ESTACIÓN
JESÚS ES SEPULTADO

Lector(a) 1: Te adoramos, Cristo, y te bendecimos,


Todos: que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lector(a) 2:
Después de haberlo bajado de la cruz, lo llevaron al sepulcro. Este es el colmo de la
encarnación: de Dios hecho ser humano hasta en la sepultura.
Escuchemos a San Pablo:

Lector(a) 3:
«Entonces denme esta alegría: pónganse de acuerdo, estén unidos en el amor, con
una misma alma y un mismo proyecto. No hagan nada por rivalidad o vanagloria.
[…] No busque nadie sus propios intereses, sino más bien preocúpese cada uno por
los demás. Tengan unos con otros las mismas disposiciones que estuvieron en
Cristo Jesús: El, siendo de condición divina, no se apegó a su igualdad con Dios,
sino que se redujo a nada, tomando la condición de servidor, y se hizo semejante a
los hombres. Y encontrándose en la condición humana, se rebajó a sí mismo
haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte en una cruz». (Fil 2,2-8).

Lector(a) 1:
Había un huerto cerca del sitio donde fue crucificado Jesús, y en él un sepulcro
nuevo, en el cual aún nadie había sido enterrado y pusieron allí a Jesús (Jn 19,
41-42).

Lector(a) 2:
Este es un ejemplo contrario a Adán y Eva que siendo seres humanos quisieron ser
iguales a Dios. Jesús, siendo Dios se hizo igual a nosotros, para salvarnos. El
silencio del sepulcro tiene mucho que enseñarnos; nos tiene que ayudar a ver a
nuestro alrededor; a ver la cara de nuestros hermanos y hermanas, muchos nos
necesitan, tienen muchas clases de hambre y de desnudez. ¡Ellos y ellas nos miran,
esperan algo de nosotros.

Lector(a) 3:
Nosotros somos personas, llenos de amor y de energía, no desperdiciemos nuestras
fuerzas en cosas sin sentido! No tenemos que descender a la tumba ahora cuando
estamos llenos de vida. No debemos permitir que nadie cave nuestra tumba.
Nosotros no nacimos para vivir en la obscuridad. Nosotros nacimos para ser felices,
para festejar nuestra amistad, para llenar de optimismo a nuestras familias y a
nuestra sociedad.
(Reflexión en silencio).

Lector(a) 3: OREMOS
Señor Jesús, enséñanos a ser más inteligentes para no ir detrás de la “apariencias”
como bobos/as. Enséñanos a ver lo que es pasajero, lo transitorio y lo frívolo para
no quedarnos atrapados en eso. Más bien, muéstranos como podemos conocer y
valorar lo que nos ayuda a crecer, lo que nos hace ser personas, ser familia, ser
comunidad. Señor, queremos vivir para resucitar.
(Canto).

15
CONCLUSION Y ORACION COMUNITARIA

Lector(a) 3:
Hermanos y hermanas, ya reflexionamos sobre los hechos de la pasión y muerte de
Jesús y sobre las causas y consecuencias de esos hechos tan dolorosos. Ahora,
sentimos el deseo de seguirlo más de cerca. Y de seguirlo más allá de la cruz, junto
con todo su pueblo.

Lector(a) 1:
Después de la Resurrección, nadie puede dudar que los sufrimientos, los esfuerzos,
las cruces y las privaciones, no terminan en la muerte y el fracaso, sino en la vida,
en la alegría de los niños y las niñas, en la ilusión de los y las jóvenes, en la
realización de los adultos y en la plenitud de los ancianos y las ancianas.

Lector(a) 2:
Por eso hermanos, terminamos esta experiencia de fe y amistad haciendo nuestra
oración comunitaria:

ORACIÓN COMUNITARIA
Lector(a) 3: Hermanos y hermanas, hemos visto cuánto, nuestro amigo Jesús,
nuestro Señor Jesucristo, hace por nosotros. Vamos a acercarnos a Él con toda
confianza para pedir perdón, para renovar nuestro pacto de amistad con Él, de
caminar con Él por el camino de la vida que nos conduce a la casa de nuestro Padre
Dios.
Él nos amó y entregó su vida por nosotros; nosotros queremos corresponderle; de
ahora en adelante, vamos a estar cerca de Él, vamos a hacerle más caso, vamos a
dejarnos conducir por su Espíritu.

A cada intención, contestamos: AQUÍ ESTAMOS, PADRE BUENO. TE PEDIMOS


QUE NOS CUIDES. QUEREMOS SER COMO JESÚS.

Lector(a) 4: Por todos nosotros que estamos aquí y por todas la personas del
mundo, para que respondamos con entusiasmo y generosidad a nuestra vocación
de vivir, y de vivir abundantemente.

Todos/todas: AQUÍ ESTAMOS, PADRE BUENO. TE PEDIMOS QUE NOS CUIDES.


QUEREMOS SER COMO JESÚS.

Lector(a) 5: Por todos y todas que no conocen a Jesús y a su Evangelio para que
también ellos y ellas lleguen pronto, por medio de nosotros, a ver la luz y sentir la
paz que da el conocer tu gran amor.

Todos/todas: AQUÍ ESTAMOS, PADRE BUENO. TE PEDIMOS QUE NOS CUIDES.


QUEREMOS SER COMO JESÚS.

Lector(a) 6: Por los cristianos y cristianas comprometidos, para que entiendan que
su vida debe estar llena del amor de Dios y enseñen a su pueblo a amar como Dios
lo ama.

Todos/todas: AQUÍ ESTAMOS, PADRE BUENO. TE PEDIMOS QUE NOS CUIDES.

16
QUEREMOS SER COMO JESÚS.

Lector(a) 7: Por el Papa, los obispos, los sacerdotes y los diáconos, para que no se
cansen nunca de predicar que Jesús dio su vida pero que definitivamente ha
resucitado, que está vivo y que camina con nosotros.

Todos/todas: AQUÍ ESTAMOS, PADRE BUENO. TE PEDIMOS QUE NOS CUIDES.


QUEREMOS SER COMO JESÚS.

ORACIÓN CONCLUSIVA

Lector(a): Padre Celestial, te damos gracias y te alabamos por el gran amor que nos
muestras siempre. Por amor nos creaste y por amor nos enviaste a tu mismo Hijo
para recatarnos de la muerte, por amor nos perdonas y por amor nos prometes una
vida digna que no tendrá fin. Ayúdanos a tener siempre una vida santa.
Bendito sea para siempre tu santo Nombre por los siglos de los siglos.
Te alabamos y te bendecimos, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, porque
eres grande y generoso con nosotros, porque eres fuerte y compasivo y porque nos
alegras con la esperanza de la resurrección. Amén.

VIVA DIOS.

17

Anda mungkin juga menyukai