XIX
Durante las décadas de 1970 y 1980, la lucha de los pueblos indígenas, a través
de sus propios movimientos sociales, fue decisiva en la recuperación de la tierra.
El Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) y otras organizaciones indígenas
tomaron como meta la recuperación de la tierra, la lengua, la cultura. Desde 1980,
se inició un proceso de conformación de grandes resguardos en la Amazonia y en
otras regiones, cuyas tierras eran consideradas baldías. En 1988, bajo el gobierno
del presidente Virgilio Barco, se creó el Predio Putumayo, con una extensión de
casi 6.000.000 de hectáreas, en beneficio de los grupos uitotos, boras, andoques,
etc., localizados en el departamento del Amazonas. Aunque no se resolvieron
todos los problemas, esta política permitió el control legal de la tierra a muchos
pueblos nativos, no obstante que el subsuelo y sus recursos fueron reservados
como propiedad de la nación.
En 1973 se firmó un nuevo concordato con la Santa Sede, que permitió restringir
las funciones de las misiones católicas; en 1975 esta colaboración tomó la
modalidad de educación contratada a término fijo, con una mayor presencia y
supervisión del Estado. A partir de entonces, la Iglesia católica cedió y entregó un
número considerable de establecimientos educativos. Igualmente desde 1960
enfrentó la competencia de otros misioneros, particularmente del Instituto
Lingüístico de Verano, que había iniciado labores en 1962, bajo el auspicio de la
División de Asuntos indígenas.
Sin duda, las nuevas herramientas legales y acciones del Estado no solucionaron
muchos de los más sensibles problemas de las comunidades indígenas, pero sí
abrieron nuevas posibilidades al reconocimiento de los pueblos indígenas y a su
inserción en diferentes ámbitos de la vida local, regional y nacional; y fueron parte
de la base legal y de la experiencia que permitió reconocer los derechos de los
pueblos indígenas en la Constitución de 1991.
MUJERES, INDÍGENAS Y NEGROS:
PARTICIPACIÓN EN LA INDEPENDENCIA DEL
PERÚ
En fecha desconocida, don José de San Martín dirigirá a las mujeres peruanas el
siguiente texto que se titula “Proclama al bello sexo peruano”. A través de esta
declamación, el general San Martín buscó, según la fuente, inflamar en el corazón
de las oyentes el fuego sagrado de la Patria. Lee la proclama y responde las
preguntas correspondientes.
“La inocente América en la lucha que sostiene contra los tiranos que la
esclavizaron durante tres siglos, necesita del influjo del bello sexo y del amor no
menos que de los robustos brazos de sus hijos. Para coronar la obra de su
emancipación, no falta sino libertar el suelo de los Incas; y aquí está ya el Ejército
que lo va a emprender, y que ha jurado conseguirlo o sepultarse entre sus ruinas.
A vosotras, ilustres peruanas, toca ahora el auxiliar nuestros esfuerzos,
empleando vuestro dulce e irresistible influjo. Matronas respetables, esposas
tiernas, castas doncellas, virtuosas hijas, estimulad a aquellos a quienes habéis
dado el ser, a vuestros esposos, a vuestros amantes, a vuestros padres, a que se
armen, no para defender el despotismo, sino para conquistar la libertad. Decidles
que abandonen ese infestado asilo de la crueldad y tiranía, y vengan a unirse a los
soldados de la Independencia. Yo estoy seguro de que a vuestra voz imperiosa
acudirán al campo del Ejército Libertador todos cuantos aman la gloria: todos los
que se sientan inflamados al oír el dulce nombre de la patria: todos aquellos cuyo
corazón se abrase en los vivos fuegos del amor.
¡Qué acreedoras seréis entonces al tributo de veneración y respeto que os
presentarán los hombres libres de todos los países! La generación presente y las
futuras, al recordar los triunfos a que debió el Perú su libertad, dirán con
emociones de gratitud y admiración: la nueva era de la América se debe, no
menos al valor de sus hijos, que a los nobles esfuerzos de las damas Peruanas y
a los sublimes sentimientos que inspiraros en sus padres, en sus hermanos, en
sus esposos e hijos. –San Martín-”
Herrera, José Hipólito. El álbum de Ayacucho: colección de los principales
documentos de la guerra de la Independencia del Perú, y de los cantos de victoria
y poesías relativas a ella. Lima: Tip. de A. Alfaro, 1862. Pp. 279-280.
Luego de la Independencia, el ejército se convertirá en uno de los pilares de la
sociedad. En términos políticos, los grupos de poder se tenían que aliar con dicha
institución (representada con distintos caudillos) para poder materializar sus
ideales políticos; sin embargo, eran muy pocos los de clase alta que actuaban
como soldados. Al contrario, una gran parte de estos ejércitos estaba constituido
por la presencia de los estratos sociales bajos. Incluso, en ellos se puede
encontrar la presencia de mujeres. Estas eran conocidas como rabonas, y no
estuvieron únicamente en la época de los caudillos, sino que comenzarán a actuar
en los años inmediatos de las guerras de la Independencia y tendrán un rol
importante en el devenir de los acontecimientos históricos.
“Nada más curioso que la partida de un ejército peruano que entra en campaña.
Mujeres y niños caminan en medio de la larga fila de soldados, la cual se
despliega confusamente en la dirección indicada por los jefes. Asnos y mulas
cargadas con los bagajes siguen a la columna o se arrojan a cada paso entre las
filas. Por lo demás nada se ha previsto. Falta todo: las provisiones, los cuidados,
hasta la paga. De este modo viven casi siempre a expensas de la región que
atraviesan y las compañeras ordinarias del soldado, conocidas con el nombre de
rabonas, reemplazan para él la administración militar. La costumbre de llevar a las
mujeres a la guerra es de origen indio. Si no se acatara esta costumbre sería
imposible retener a un solo hombre bajo las banderas. Esposas o concubinas del
soldado, las rabonas están con él en todas partes y lo siguen en sus marchas más
penosas, llevando a veces un hijo sobre los hombros y otro suspendido a sus
vestidos. Se ha visto al ejército peruano comandado por el general San Cruz
recorrer hasta veinte leguas por días, entre las montañas, sin que jamás lo
abandonaran las mujeres. Esta perseverancia es en realidad notable. La rabona
es, con todo, más bien la esclava que la mujer del soldado. Golpeada, maltratada
muy a menudo, no toca ni siquiera los alimentos que ella misma ha preparado,
mientras que su rudo compañero no tenga a bien compartirlos con ella. Por dura y
fatigosa que sea esta vida, la rabona parece hallarse a su gusto. Cuando el
soldado entra en el cuartel, ella le sigue y aún allí se encarga de los cuidados
domésticos. Si de nuevo se da la orden de partir, se pone alegremente en camino.
La marcha de un ejército peruano escoltado por esas mujeres intrépidas se
asemeja a una de esas migraciones de los antiguos pueblos indios arrojados de
su territorio por las usurpaciones de la raza blanca. No son regimientos, son
poblaciones íntegras las que un general peruano arrastra tras de sí.”
Sartiges, Eugène de. Dos viajeros franceses en el Perú Republicano. Lima:
Cultura Antártica, 1947. P. 144
Majluf, Natalia. Tipos del Perú. La Lima de Pancho Fierro. Madrid: Ediciones El
Viso; Nueva York: Hispanic Society of America, 2008. P. 93.
Fuente n°4
Dionisio Inca Yupanqui fue un indio noble educado la mayor parte de su vida en la
península ibérica. Versado a través de diversas fuentes sobre los problemas de
América y la condición del indio, fue uno de los representantes peruanos en las
Cortes de Cádiz que apelará en uno de sus discursos sobre la llamada Cuestión
Americana. Presta atención al siguiente texto y responde las preguntas.
5 de enero de 1811:
“Habiendo llamado muy particularmente toda la atención de las Cortes generales y
extraordinarias los escandalosos abusos que se observan e innumerables
vejaciones que se ejecutan con los indios, primitivos naturales de América y Asia,
y mereciendo a las Cortes aquellos dignos súbditos una singular consideración por
todas sus circunstancias, ordenan que los virreyes, presidentes de las Audiencias,
gobernadores, intendentes y demás magistrados, a quienes respectivamente
corresponda, se dediquen con particular esmero y atención a cortar de raíz tantos
abusos reprobados por la religión, la sana razón y la justicia, prohibiendo con todo
rigor que bajo ningún pretexto, por racional que parezca, persona alguna
constituida en autoridad eclesiástica civil o militar, ni otra alguna de cualquier clase
o condición que sea, aflija al indio en su persona, ni le ocasione perjuicio el más
leve en su propiedad, de lo cual deberán cuidar todos los magistrados y jefes con
la más escrupulosa vigilancia. Declaran asimismo las Cortes que merecerá todo
su desagrado y un severísimo castigo cualquiera infracción que se haga a esta
solemne declaración de la voluntad nacional, y que será castigado con todo el
rigor de las leyes el que contraviniere a esta su soberana voluntad.
Fundación Centro de estudios constitucionales 1812. Diario de sesiones de las las
Cortes generales y extraordinarias. Consultado el día 11 de septiembre del 2
Fuente n°5:
En el siguiente extracto, el viajero ingles Basil Hall relata la acción y sentir de una
negra cuando conoce al general don José de San Martín. Lea con atención:
“Al entrar yo al salón, una linda mujer de edad mediana se presentaba al general;
cuando él se adelantó para abrazarla, ella cayó a sus pies, le abrazo las rodillas y,
mirado hacia arriba, exclamó que tenía tres hijos que ofrecerle, los que esperaba
se convertirían ahora en miembros útiles de la sociedad en vez de ser esclavos
como hasta entonces”
Núñez, Estuardo (comp). Relaciones de viajeros. Lima: Comisión Nacional del
Sesquicentenario de la Independencia del Perú, 1971-1973. Vol. 1; p. 236