“Yo no he sido” es el mantra de los niños, una frase que hacen suya
apenas descubren que cuando cometen un error serán castigados. Por
alguna extraña razón, hay quienes siguen repitiendo esa frase cuando
son adultos. Quizá ya no la repiten en voz alta pero sigue resonando en
su mente: “yo no he sido, la culpa es del otro”.
3. La culpa es mía
Estas personas asumen una actitud diametralmente opuesta: entonan
el mea culpa ante el menor desliz. El problema es que a menudo se
culpan por todo e incluso llegan a asumir responsabilidades que no son
suyas. Suelen ser duros jueces de sí mismos y a menudo van por la vida
autoflagelándose sin ninguna necesidad. Sin embargo, quizá lo más
interesante es que estas personas tampoco aprenden mucho de sus
errores ya que a menudo reconocen la culpa de manera automática, por
un sentido de culpa visceral que probablemente le inculcaron en su
infancia, pero que no implica un análisis reflexivo de su implicación y
responsabilidad en la situación.