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Borges habla de Cortázar,

Cortázar habla de Borges


Los dos mayores referentes de la literatura argentina del siglo XX tuvieron
diferencias en sus estilos y en sus posiciones ideológicas pero estuvieron
unidos por una admiración mutua. ¿Cómo se encontraron en el país del
desencuentro?

03 Abr 2011

Por Alina Diaconú


Para LA GACETA - Buenos Aires

En su tiempo, Borges habló de Cortázar. En su tiempo, Cortázar habló de Borges.


Pero como ambos son eternos ("como el agua y el aire", en el decir de J.L.B.) nos
referiremos a ellos, desde el título, en un tiempo presente.
Las palabras de Borges sobre Cortázar fueron dichas y escritas por él. Las de
Cortázar aparecieron en sendos reportajes.
Y como acaso ambos escritores sean los mayores referentes de nuestra literatura del
siglo XX, con sus no pocas similitudes en cuanto al ingenio y a sus preferencias por el
género así llamado "fantástico" y otras insalvables diferencias en cuanto al estilo
literario propiamente dicho y a sus posturas ideológicas, no podemos dejar de notar
ciertas curiosidades pertenecientes a sus biografías, productos del azar o del destino.
Jorge Luis Borges nació un 24 de agosto y Julio Florencio Cortázar un 26 de agosto.
Dos días separaban pues sus cumpleaños (aunque el primero haya nacido en 1899
en Buenos Aires y el segundo en 1914 en Bruselas). Ambos hombres pertenecían al
signo de Virgo, identificado por los astrólogos como el determinante de una
personalidad práctica, una mezcla de nitidez intelectual y de solidez terrestre.
Amantes del deber, de la disciplina y del trabajo; devotos de la familia, los amigos y,
siempre, de los más débiles. En sus amores, habría algo casto y puro que les es
consustancial y serían solamente los caminos secretos y sutiles los que llegarían a su
corazón. Minuciosos, críticos, a los nacidos en el signo de Virgo les enferma la
estupidez, la ignorancia y la vulgaridad. Suelen aceptar su sino, con integridad.
Mirando someramente sus datos biográficos, observamos que Borges se casó dos
veces y Cortázar también. Y algo más: ambos murieron a dos años de diferencia,
víctimas del cáncer (Cortázar en París en 1984, tras padecer de una leucemia y
Borges en Ginebra en 1986, como consecuencia de un cáncer hepático.)
Si bien Borges le llevaba quince años a Cortázar, falleció después que él, a los 86
años; mientras que el autor de Bestiario se fue de este mundo a la edad de tan sólo
69 años.

Más allá de las opiniones


En el libro Siete conversaciones con Jorge Luis Borges, de Fernando Sorrentino
(editado en 1996), Borges comentaba: "Yo me encontré con Cortázar en París, en
casa de Néstor Ibarra. El me dijo: '¿Usted se acuerda de lo que nos pasó aquella
tarde en Diagonal Norte?' No, le dije yo. Entonces él me dijo: 'Yo le llevé a usted un
manuscrito. Usted me dijo que volviera al cabo de una semana y que usted me diría lo
que pensaba del manuscrito'. Yo dirigía entonces una revista, Los Anales de Buenos
Aires, una revista ahora indebidamente olvidada, que pertenecía a la señora Sara de
Ortiz Basualdo, y él me llevó un cuento, Casa tomada; al cabo de una semana volvió.
Me pidió mi opinión, y yo le dije: En lugar de darle mi opinión, voy a decirle dos cosas:
una, que el cuento está en la imprenta, y dentro de unos días tendremos las pruebas;
y otra, que ya le he encargado las ilustraciones a mi hermana Norah".
Y sigue relatando Borges acerca de aquel segundo encuentro en la casa de su amigo
Ibarra: "En esa ocasión en París, Cortázar me dijo: 'Lo que yo quería recordarle
también es que ese fue el primer texto que yo publiqué en mi patria cuando nadie me
conocía'. Y yo me sentí muy orgulloso de haber sido el primero que publicó un texto
de Julio Cortázar. Y luego nos vimos un par de veces en la UNESCO, donde él
trabaja. El está casado -o estaba casado- con la hermana de un querido amigo mío,
Francisco Luis Bernárdez (aludía, a la eximia traductora y luego albacea de Cortázar,
Aurora Bernárdez). Bueno, como le decía -prosigue Borges- nos vimos creo que dos o
tres veces en la vida y, desde entonces, él está en París, yo estoy en Buenos Aires;
creo que profesamos credos políticos bastante distintos: pero pienso que, al fin y al
cabo, las opiniones son lo más superficial que hay en alguien; y, además, a mí los
cuentos fantásticos de Cortázar me gustan".
Ya mucho antes, en 1984, en el prólogo que Borges escribiera al libro de Cortázar
Cartas de mamá se refería a la anécdota del primer encuentro con Cortázar en la
redacción de la revista de Sara de Ortiz Basualdo y lo describe como "un muchacho
muy alto. No recuerdo su cara; la ceguera es cómplice del olvido".Y cuenta Borges
esa misma historia acerca de la publicación del notable cuento de Cortázar en esa
revista que define como "casi secreta". "Ese cuento, ahora justamente famoso, era el
que se titula Casa tomada -agrega Borges-. Esa circunstancia me honra. Muy poco sé
de las letras contemporáneas. Creo que podemos conocer el pasado, siquiera de un
modo simbólico, y que podemos imaginar el futuro, según el temor o la fe. En el
presente hay demasiadas cosas para que nos sea dado descifrarlas. El porvenir sabrá
lo que hoy no sabemos, las páginas que merecen ser releídas. Schopenhaueur
aconsejaba que, por no exponernos al azar, sólo leyéramos los libros que ya hubieran
cumplido cien años." Y manifiesta Borges: "No siempre he sido fiel a ese cauteloso
dictamen; he leído con singular agrado Las armas secretas de Julio Cortázar y sus
cuentos, como aquel que publiqué en la década del cuarenta, me han parecido
magníficos. Cartas de mamá, el primero del volumen, me ha impresionado
hondamente. Una historia fantástica, según Wells, debe admitir un solo hecho
fantástico para que la imaginación del lector la acepte fácilmente. Esta prudencia
corresponde al escéptico siglo diecinueve, no al tiempo que son las cosmogonías o el
Libro de las Mil y Una Noches. (?) En este admirable relato -escribe generosamente
Borges- no se declara, se insinúa, lo cual da más fuerza como en el Izur de Lugones.
Queda la posibilidad de que todo sea una alucinación de la culpa. Alguien que parecía
inofensivo vuelve atrozmente. Julio Cortázar ha sido condenado, o aprobado, por sus
opiniones políticas. Fuera de la ética -repite y concluye Borges- entiendo que las
opiniones de un hombre suelen ser superficiales y efímeras".

Estilos que se bifurcan


A su vez, Julio Cortázar retribuye y reconoce el talento borgeano en varias entrevistas
que otorga a distintos interlocutores en los años 70.
Al escritor y periodista uruguayo Omar Prego Gadea le dice: "En principio soy -y creo
que lo soy cada vez más- muy severo, muy riguroso frente a las palabras. Lo he
dicho, porque es una deuda que no me cansaré nunca de pagar, que eso se lo debo a
Borges. Mis lecturas de los cuentos y de los ensayos de Borges, en la época en que
publicó El jardín de senderos que se bifurcan, me mostraron un lenguaje del que yo
no tenía idea (?) Lo primero que me sorprendió fue una impresión de sequedad. Yo
me preguntaba: ¿Qué pasa aquí? Esto está admirablemente dicho, pero parecería
que más que una adición de cosas se trata de una continua sustracción. Y,
efectivamente, me di cuenta de que Borges, si podía no poner ningún adjetivo y al
mismo tiempo calificar lo que quería, lo iba a hacer. O, en todo caso, iba a poner un
adjetivo, el único, pero no iba a caer en ese tipo de enumeración que lleva fácilmente
al floripondio".
Ya en esta opinión se vuelve clara la diferencia que, desde un punto de vista formal,
habría entre los dos escritores: Cortázar, con su cálido y chispeante estilo coloquial,
Borges con su precisión incisiva y ascética.
"La gran lección de Borges -continúa Cortázar- no fue una lección temática, ni de
contenidos, ni de mecánicas. Fue una lección de escritura. La actitud de un hombre
que, frente a cada frase, ha pensado cuidadosamente, no qué adjetivo ponía, sino qué
adjetivo sacaba. Cayendo después en cierto exceso que era el de poner un único
adjetivo de tal manera que usted se caiga un poco de espaldas. Lo que a veces,
puede ser un defecto", sentencia, en un reportaje reproducido por la revista La Maga,
en 1994.
Cortázar insiste en viviseccionar la escritura de Borges en su aspecto estilístico.
También lo hace, y esta vez de una manera halagüeña, al referirse a la dupla Borges -
Bioy Casares, en una charla recogida y publicada por la profesora de Filosofía y
Letras (de origen peruano) de la Universidad de California, Sara Castro-Klaren: "Bioy
y Borges, rechazando como rechacé yo eso que los españoles llaman humor y que no
es nada más que el chiste macabro y, en general, de muy mala calidad, han sabido
meterlo en la estructura mental y lingüística del español y darle una especie de
derecho de ciudad que le quita, digamos, el fondo anglosajón y lo vuelve
perfectamente argentino y latinoamericano. En ese sentido yo encuentro una gran
afinidad de mi propio humor con el de Bioy y con el de Borges".
En cuanto al aspecto ideológico que ha puesto a Borges y Cortázar en veredas
opuestas, dividiendo las aguas también entre los lectores, sobre todo en los años de
la dictadura militar, Cortázar le confesaba a Hugo Guerrero Marthineitz en La vuelta a
Julio Cortázar en 80 preguntas: "En la actualidad, cada vez que se menciona a
Borges, inmediatamente la gente se divide en bandos perfectamente diferenciados?
en América Latina, diría yo. En otros lugares se lo conoce como escritor, pero lo que
pasa en América Latina es que en estos últimos años (se refería a los años 70)
además de su trabajo como escritor, hemos conocido los puntos de vista geopolíticos
de Borges (?) Sin embargo -admite Cortázar-, Jorge Luis Borges ha escrito algunos
de los mejores cuentos de la historia universal de la literatura. El escribió también una
Historia Universal de la Infamia".
Tras la muerte de ambos, el colador del tiempo ha agigantado hasta lo indecible la
genial figura de Borges en su propio país y en el mundo y ha colocado en un lugar de
privilegio la escritura y el mundo ficcional de Cortázar.
Quedan aquí registradas las reflexiones de ellos -algunas más generosas que otras-
como mera anécdota, pero no por ello carentes de interés.
Cuando leímos las palabras de Borges sobre Cortázar, resonaba en nuestros oídos
esa voz trémula, titubeante, con ese leve tartamudeo, que varias veces escuchamos
en su casa de la calle Maipú o en las inolvidables conferencias del teatro Coliseo.
Lo mismo nos ocurrió con Cortázar, con quien tuvimos la alegría de toparnos en París.
Le oímos esa voz potente, grave, acorde con su cuerpo de gigante, ese castellano
con un pronunciado acento francés, cuando frente al metro Odéon le dimos la mano y
le contamos que veníamos de Buenos Aires. Era esa misma voz que tantas veces
escuchamos, hechizados, en aquel famoso disco Long Play que él grabara con
algunos de sus mejores cuentos, allá por los años 60.
Es muy difícil que un escritor se expida sobre otro, con juicios de valor, en especial si
son compatriotas y contemporáneos. Sirva esta nota entonces como un imborrable
recuerdo que conservamos de ambos y, por supuesto, como nuestro humilde, pero
sentido homenaje a estos dos monstruos sagrados que asumieron el riesgo y se
animaron a hacerlo.
© LA GACETA

Alina Diaconú - Escritora argentina de origen


rumano. Sus libros más recientes son Avatar
(Ediciones B) y Ensayo General (Fundación
Internacional Jorge Luis Borges).

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