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INCA GARCILASO DE LA VEGA COMENTARIOS REALES PROLOGO I ANOS DE FORMACION E L INCA GARCILASO, como Io dice él mismo en varios pasajes de su obra, nacié en el Cuzco el 12 de abril de 1539, hijo mestizo del Capitdn es- pafol de ilustre alcurnia Garcilaso de la Vega y de la Palla o Princesa incaica Chimpu Oclio. El nombre que se le impuso no fue el del padre, con ef que ha pasado a la historia y a Ia gloria, sino el de algunos de sus antepasados por la rama paterna: Gémez Sudrez de Figueroa. Su padrino de bautismo fue Francisco de Almendras, “hombre principal y rico” pero violento y tempesiuoso, que acabé ajusticiado durante la rebelién de Gonzalo Pizatta, y su padrino de confirmacién lo fue el ostentoso encomendeto o “vecino” del Cuzco Diego de Silva, a quien se atribuye la Crénica rimada de la Con- quista de la Nueva Castilla y cuyo padre fue el famoso y ornamentado Fe- liciana de Silva, el autor de libros de caballerfas citado y satirizado en el Quijote de Cervantes. El Capitén y la Palla Esta doble vertiente del nifio mestizo y la trascendencia de los afios en que le tocé venir al mundo, con Ia violenta y destructiva, pero al mismo tiempo fecunda y creadora, incorpotacién de] Imperio de los Incas a fa cultura de Occidente, a través de las armas, las creencias, los sentimientos y las normas de Espafia, fueron sin duda decisivos para su formacién es- piritual. 1x Su padre, el capitén Garcilaso de la Vega, nacido en Badajoz de Extre- madura alrededor del afio 1500, era una rama del drbol genealdgico que ya habia dado brillantes frutos en la literatura y las atmas de Castilla. Por su madre, Blanca de Sotomayor, se hallaba entroncado con el ilustre Matqués de Santillana, Ifigo Lépez de Mendoza, una de las voces Ifricas mds puras de las letras de Espafia; era sobrino de su homénimo Garcilaso el poeta toledano, tenovador con Juan Boscdn de la literatura en verso castellano; y era deudo también, aunque menos cercano, de Fernén Pérez de Guzman, del Canciller Pero Lépez de Ayala, de Gomez Manrique y del insigne Jorge Manrique, autor de Jas inmortales Coplas a la muerte de su padre. Como pot el lado paterno tenia asimismo sangre del enamorado poeta y caballero Garef Sénchez de Badajoz, quiere decir que en el Capitén que pasé al Pert se unian los nombres més valiosos de [a Edad Media y del Renacimiento en Espafia y que ef su tetofio americano no era extrafio que volvieran a lucir el refinamiento sefioril, la mesura, el gusto por la sfntesis, la integracién y [2 armonfa. En cuanto a Chimpu Qcllo, era hija de Huallpa Tiipac y de la Palla Cusi Chimpu; y, por lo tanto, nieta del Emperador Tupac Inca Yupanqui, sobtina del insigne Huayna Capac, bajo cuyo gobierno alcanzé el Imperio de fos Incas su mayor extensién geogrdfica, y prima de los dos ultimos Empetadores del Tahuantinsnyo, los medio hermanos y rivales Hudscar y Atahualpa. Afios de infencia Los azares no sélo de la Conquista (puesto que el capitén Garcilaso Iegé al Peri cuando ya se habia ganado la tierra y el gobernador don Fran- cisco Pizarro habfa quebrantado Ia impetuosa reaccidn del Inca Manco), sino de Jas guerras civiles de los conquistadores y del conflicto de estos mismos con los propésitos crecientes de centralizacién de la Corona, matcaron su huella inevitable en la formacién de los hijos mestizos. En cuanto a Gémez Sudrez, se sabe por éf mismo que la primera lengua que hablé fue ef quechua, © “runa simi”, de su madre (“Ja lengua que mamé en la leche”), y que desde sus ptimetos afios aprendié a manejar fos hilos trenzados y de colo- res de los “quipus”, que era la manera de contar de los Incas. En el hogar cuzquefio (Ia vieja casona que avin se conserva restaurada y que correspondié al capitén Garcilaso, al parecer en 1542, después del ajusticiamiento del almagrista Pedro de Ofiate en el torbellino de Jas guerras civiles), el nifto cuzquefio se sentia enttafiablemente vinculado a su madre y escuchaba con apasionada avidez los relatos de sus parientes de sangre imperial en esos afios del trégico ocaso del Incario. “De Jas grandezas y ptosperidades pasadas venfan a fas cosas presentes, Iloraban sus Reyes muertos, enajenado su Impe- x tlo y acabada su republica. Estas y otras semejantes platicas tenfan los Incas y Pallas en sus visitas, y con la memoria del bien perdido siempre acababan su conversacin en lagrimas y Manto, diciendo: Trocésenos el reinar en va- sallaje’’. A los relatos orales de ellos (“después, en edad mds crecida, me dieron larga noticia de sus leyes y gobierno”) se unfa Ia emocionada imagen de lo que él podia observar por si mismo. Todavia, hasta los doce o trece afios de su edad, se conservaban, aunque descaecidas, algunas costumbres y fiestas del Imperio: las ceremonias viriles del “huaracn”, o iniciacién mailitar de ios jévenes; las fiestas del “situa”, o de la purificacién, mientras los espectadores comlan el “sancu”, y espetaban que Ilegara la noche para ahuyentar a tos malos espfritus con las antorchas Iamadas “pancuncu”; e} alegre barbecho en los bancales de Colicampata entre los gritos de “haylli”, que es triunfo o victoria. Mas tarde fue la solemne visita a su deudo el Inca Sayri Tiipac, que entré en el Cuzco después de su concierto con el Virrey Hurtado de Mendoza y quien le dio sus manos a besar y le hizo beber, como en un rito, un poco de “chicha” de maiz. Afios despucs, y ya al salir del Cuzco, otra impresién profunda: las momias embalsamadas de los Incas que le hizo ver el licenciado Polo de Ondegardo como una sombre del poder imperial. Y en todo instante los paseos foveniles por el campo, el hallazgo de misteriosos tesoros escon- didos, las correrfas por entre Jas piedras gigantescas de la fortaleza de Sac- sayhuaman, “cuyas grendezas son increibles a quien no las ha visto, y al que las ha visto y mirado con atencién le hacen imaginar, y aun creet, que son hechas por via de encantamiento”. La vinculacién sentimental con su madre y con el mundo de su madre, tan decisiva en sus afios infantiles, no afecté sin embargo su incorporacién irreversible al mundo social y cultural que representaba su padre el Capitén. Es cierto que, como todos los conquistadores entonces, y mds los que tenian figuracién politica e importancia econémica, el capitin Garcilaso se hallaba frecnentemente ausente de su casa cuzquefia. Unas veces eran las contiendas civiles, que les Ilevaban a cabalgar constantemente, a guerrear o a escapar. En ocasiones més pacificas era ta visita de sus encomiendas, para recoger los frutos de sus tierras y vigilar el trabajo de sus indios. El pequefio mestizo vio asi c6mo su padre partia aceleradamente a Lima cuando la rebelién de Gonzalo Pizarro; cémo el desaforado Hernando Bachicao cafioneaba su casa desde la fronteriza Catedral; eémo Diego Centeno, con las tropas realistas, hacia su entrada en el Cuzco antes de su derrota de Huarina; con qué boato Gonzalo Pizarro lucia su pendén de rebeldia y Francisco de Carvajal iba y venia en su mula bermeja con su albotnoz motado que le cubria a Ja morisea: y ¢émo sélo unos meses después el Pacificador don Pedro de La Gasca ce- lebraba desde el “‘corredorcillo largo y angosto” de la casa de Gatcilaso las fiestas por la victoria sobre el mismo Gonzalo en Xaquixahuana. x1 En tales condiciones, era poco lo que se podfa esperar de 1a educacién de los nifios mestizos. El mismo Gémez Suarez iba a contar mds adelante que tuvo como ayo al siempre leal Juan de Alcobaza, que estudié las primeras letras castellanas en lo que se llamaba grdficamente el “beab&”, que pasd luego con varios sobresaltas por cinco o seis preceptores de Jatinidad, hasta que a él y a otros hijos de “vecinos” les ensefié con mds sosiego el candnigo Juan de Cuéllar, que sofiaba con ver algunos de ellos en la Universidad de Salamanca. El hijo del capitén Garcilaso iba a decir después que no alcanzd sino “una poca gramética” y que lo escaso que aprendié de ta lengua latina fue “en el mayor fuego de las guerras de mi tierra, entre atmas y caballos, pélvora y arcabuces, de que supe més que de letras”. Aaios de mocedad Si su infancia estuvo marcada esencialmente por las huellas indigenas, la mocedad de Gémez Sudrez se hallé mds influida por la impronta espaficla. El mayor reposo logrado después de! irlunfo del Pacificador sobre Gonzalo, la muerte violenta de Ios conquistadores de la tierra en el tumulto de las gueras civiles y el sofrenamiento de los encomenderos por la fuerza cre- ciente de Jas autoridades y de las normas legales de la Corona, hicieron que la vida del Cuzco, y en general del Virreinato, fueta cada vez mds una copia lejana pero firme de la vida de Espafia. Todavia nifio, Gémez Sudrez tuvo una nueva muestra de esa separacién entre dos mundos con los matrimonios casi simulténeos de sus padres. Atendiendo a sus propias conveniencias y a las tecomendaciones de las Cédulas Reales, el capitin Garcilaso de 1a Vega contrajo enlace en 1549 con la daina espafiola Luisa Martel de los Rios. La abandonada Chimpu Ocllo, ya bautizacda con el nombre cristiano de Tsabel, casé poco después —o fue casada— con el modesto y desconocido Juan del Pedroche, posiblemente mercader o tratante y no soldado. El hijo mestizo siguié viviendo en la casa paterna; y cuando de 1554 a 1556 el capitin Garcilaso fue Corregidor y Justicia Mayor del Cuzco, el mozo le sitvié de “escribiente de cartas” y pudo andar con desenfado entre los m4s prominentes encomenderos o “‘vecinos”. La tranquilidad y la hol- gura econémica le permitieron deleitarse con los halagos més pacificos de la aclimatacién de plantas y animales. Ya en 1551 se habia evadido un dia de la escucla pata ver los primeros bueyes, que roturaban el terreno en Ia explanada cercana a su casa donde se levantéd después la iglesia de San Francisco. Asi vio también las primeras vacas; recibié el primer asno, com- prado por Garcilaso para cbtener mulas de sus yeguas; aprecié las primeras aceitunas; contemplé los primeros espdrragos; repartid fas primeras uvas que su padre Je hizo Wevar de casa en casa y de las que gozé buena parte en el camino. XU Y para adiestrarse en los usos de Espajia, jugé cafias en las fiestas del Apéstol Santiago y al jurarse por Rey a Felipe II, y se le grabé para siem- pte en el recuerdo la celebracién solemne de Ja fiesta del Corpus. El viaje a Espata En mayo de 1559, al cabo de una enfermedad que le duré mas de dos afos “con largos crecientes y menguantes”, fallecié en el Cuzco el capitan Garcilaso de la Vega. En su testamento, redactado dos meses antes, no sélo proveyé al cuidado de su esposa espaficla, de sus dos hijas habidas en ella (que murieron al poco tiempo) y de una hija natural que tenia en Espaiia, sino previno a las necesidades del mozo mestizo Gémez Suarez. Con el encargo de velar por él y por su renta, a su concufiado el leonés Antonio de Quifiones, Garcilaso asigné especialmente “‘cuatro mil pesos de oro y de plata ensayada y marcada” para que el mozo fuera a estudiar a Espafia, “por- que asi es mi voluntad por el amor que le tengo, por ser como es mi hijo natural y por tal le nombro y declaro”. Unos meses después, el 20 de enero de 1560, se cumplié su propésito. Gémez Suarez salié del Cuzco, avanzé por la pampa de Anta, cruzé el rio Apurimac, atravesé los Andes, Iegd a la costa del Pacifico, pasé por el santuario tradicional de Pachacdmac, se detuvo unos dias en Lima, la ciudad de Los Reyes (cuyo hermoso trazo le agradé, pero que le decepcioné por eacontrarla hecha de barro, con calor y mosquitos, a diferencia de las casas de piedra y el clima frio pero seco del Cuzco). En el puerto de Lima, el Callao, vendié el caballo que lo habia Ievado; se embarcé rumbo a Pana- md; ctuz6 el istmo; volvié a embarcarse en Nombre de Dios, sobre el Ca- ribe; tocé en Cartagena y posiblemente después en La Habana; y luego de un viaje tempestuoso por el Atldntico arribé a jas Azores, para navegat dias més tarde y Ilegar a Lisboa. De Portugal pasé en seguida a Espafia; llegé por mar a Sevilla; al parecer fue a Extremadura a visitar a sus pa- tientes; y a poco siguid a Montilla, en las cercanias de Cérdoba, donde residia su tfo patetno el capitan Alonso de Vargas, casado con dofia Luisa Ponce de Ledn, hermana del licenciado Francisco de Argote (que iba a ser padre del poeta Luis de Géngora y Argote). Don Alonso y su esposa lo recibieron cordialmente, y su estancia en Montilla, aunque no lo pensara, iba a durarle por treinta afios. Pero lo que més le interesaba entonces era el reconocimiento oficial de los setvicios prestados por cl capitin Garcilaso en América y las mercedes que por ello y por la sangre imperial de su madre consideraba que le co- rrespondian. Para intentarlo fue a Madrid, donde acababa de establecerse la Corte y donde pasé al parecer todo el afio de 1562 y uma parte de 1563 en el empefio, que iba a resultar vano, de conseguir Ja situacién y las rentas XuI que espetaba. Cuando crefa que iba a lograrlo, el Consejo de Indias des- baraté sus pretensiones alegando que el capitén Garcilaso habla salvado al rebelde Gonzalo Pizarro al cederle su caballo en Ja batalla de Huarina. En vano el moze pretendid aclarar y justificar la actitud de su padre en aquel dia. Lope Garcia de Castro, que formaba parte del Consejo (e iba a ser Gobernador del Pert), le detuvo diciéndole —con frase que para el futuro historiador resultaba un satcasmo— que lo que estaba escrito por los his- toriadores no podia negarse. Decepcionado entonces, por un momento pretendié volver al Pert. Por esos mismos dias, cuando vivia pobremente en Madtid, habia entrado en relacién con los Padres mercedarios que solicitaban permiso para que fueran veinte religiosos a reforzar sus convertos peruanos y ofrecian “informacién acd (es decir en Madrid) con gente de alld” (es decir del Pera). Uno de los testigos fue Gémez Sudrez, quien no sélo hizo una elogiosa informacién sino demostré por primeta vez su precisa y cabal exactitud: lo que habla visto y le constaba, lo que conocia con cetteza, lo que escuchd decir “aun- que de cierto no lo sabe” y lo demas “de que no tiene noticia”. De Gémex Sudrez a Garcilaso de la Vega A mediados del afio, el 27 de junio de 1563, el mestizo cuzquefio ob- tovo el permiso para el viaje. La parte pertinente de la Cédula que favorecta a vatios solicitantes decia textualmente: “y den (permiso) para que los ofi- ciales de Sevilla dejen pasar al Peri a Gomez Suérez de Figueroa, hijo de Garcilaso de Ia Vega que sirvié en aquella tierta, dando informacion en forma”. Pero no se sabe alin por qué motivo, si porque a la postre se le denegé la licencia, si porque entre tanto zarpé la flota, si porque luego el que parti fue el propio Garcia de Castto que habia negado sus reclamos, © si decidié tentar suerte en otros campos, to cierto es que el mozo se quedé y volvié a Montilla a cobijarse en el apoyo de Alonso de Vargas. Poco tiempo después se ptoduce otro cambio muy significativo. En una partida de bautismo, tal vez por una momenténea indecisién, el Gémez Sudrez que actiia de padrino figura como “Gémez Sudrez de la Vega’’. Cinco dis mds tarde, el 22 de noviembre, aparece el mestizo como “‘Garcilaso de la Vega’; o sea el nombre ilustre de su padre el Capitan, del héroe del romance “Cercada esté Santa Fe” y de su deudo et poeta toledano que, como en el ideal renacentista, vivid sus pocos afios “‘tomando ora la espada ora Ja pluma”. Asi parecié también que iba a ocurrir con el nuevo Garcilaso, “que por otro nombre se amaba Gémez Sudrez de Figueroa en el tiempo que estuvo y residié en el Nuevo Mundo, Indias y Tierra Firme del mar Oceano’. Efec- tivamente, Ia rebelién de los moriscos en las Alpujarras de Granada, enca- xIV bezados por Aben Humeya y a la muerte violenta de éste por Aben Abd, determiné que los nobles andaluces formaran mesnadas sefioriales para que apoyaran a las fuerzas del Rey, puestas al mando del gallardo don Juan de Austria después de la renuncia del Marqués de Mondéjar. Una de esas mes- nadas fue la del Marqués de Priego, seiior de Ia villa de cardcter feudal de Montilla, y en ella intervino de modo eficaz el mestizo Garcilaso. Su ac- tuacién no fae muy prolongada; sélo durd unos meses, de marzo a diciem- bre de 1570. Pero obtuvo los cuatro despachos o “conductas” de Capitan, como su padre (dos de Felipe HI y dos de don Juan de Austria), de las que se iba a preciar toda su vida. El cambio de mundo En cambio, terminada [a guetsa y vuelto ya a Montilla, colgd Ja espada para tomar la pluma definitivamente. Esta orientacién ya invariable de su vida se debid, sin duda, a su pro- pia vocacidn, pero a ella también contribuyeron circunstancias externas, En ptimer término, y en lo mas cercano para

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