de la transición
Alberto Adrianzen M.
¿Qué posibilidades se abren en el futuro?
Deseo ser muy claro en este aspecto. El Perú no está viviendo
una transición más hacia la democracia.
Vive en verdad un momento auroral, fundacional.
Valentín Paniagua
1
Flores D’Arcais, Paolo. «El desencantamiento traicionado». En: Paolo Flores
D’Arcais, et al, eds. Modernidad y política. Izquierda, individuo y democracia. Caracas: Edit.
Nueva Sociedad, 1995.
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2
Palermo, Vicente. «Temor y temblor. El dilema entre conmover las reglas y
quebrar las colaciones». Estudios Sociales, vol. 13, n.° 1. Santa Fe: Universidad Nacional
del Litoral, 1997, pp. 9-18.
Alberto Adrianzen M. 47
3
Coronil, Fernando. «De transición en transición: Democracia y nación en
América Latina». Anuario Mariateguiano, vol. X, n.° 10. Lima: Amauta, 1998, pp. 54-63.
Sobre la idea de democracia, leer: Franco, Carlos. Acerca del modo de pensar la democracia
en América Latina. Lima: Friedrich Ebert, 1998.
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4
Este viraje se expresó no bien Ollanta Humala asumió la presidencia con la
designación como ministro de Economía y Finanzas de Miguel Castilla, quien había
sido viceministro del mismo sector durante el segundo gobierno de Alan García.
Asimismo, con el nombramiento de Julio Velarde como presidente del Banco Central
de Reserva, cargo que ya ocupaba en el gobierno de García.
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5
Falta un estudió que explique las razones del viraje a la derecha del gobierno
de Ollanta Humala, tanto en el plano interno como externo, y sus relaciones con el
empresariado.
6
Tanaka, Martín. «Sobre la coyuntura reciente». La República, Lima, 28 de mayo
del 2017.
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Para que se tenga una idea de los cambios durante este proceso
electoral es útil recordar cómo en el mes de noviembre del 2015
una encuesta de la agencia Imasen ubicaba a Keiko Fujimori en el
primer lugar con un 33.2% de intención de voto; en segundo lugar
a Pedro Pablo Kuczynski con el 15.4% de preferencias; en tercer
lugar a César Acuña con 10.9%; Verónika Mendoza lograba apenas
el 2%; y Julio Guzmán aparecía en el rubro otros. Con la salida de
Guzmán y Acuña todo cambió.
El ocho de marzo el JNE decide declarar improcedente la
inscripción de Todos por el Perú de Julio Guzmán (Resolución n°
197-2016-JNE) y excluir del proceso electoral al candidato César
Acuña de Alianza para el Progreso (Resolución n° 196-2016-JNE).
Semanas antes César Acuña había sido objeto de una campaña
mediática cuando se descubrió que en su tesis para optar el grado
de doctor ante una universidad española había varias partes
plagiadas de trabajos de otros autores. Antes había sido acusado de
otros plagios8. Por eso sus preferencias electorales bajan en el mes
de febrero. En el caso de Guzmán, el JNE señaló que su inscripción
como partido no había cumplido con las normas y procedimientos
legales, y en el caso de Acuña, por repartir dinero durante la
campaña. Lo curioso de esto es que a Acuña se le aplica un artículo
de la Ley de Organizaciones Políticas que fue modificado por
el Congreso de la República en pleno proceso electoral. Dicha
modificación entró en vigencia el 18 de enero del 2016.
7
«Encuesta de Datun: Keiko Fujimori alcanza 35% y Julio Guzmán continúa
segundo con 17%». La República, Lima, 12 de febrero del 2016.
8
El problema adicional que tuvo Acuña con estas denuncias fue su condición
de fundador y rector de la universidad privada César Vallejo.
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Cuadro n° 1
Si las elecciones fueran mañana, ¿por quién votaría usted para
presidente de la República? (mención espontánea)
Noviembre Diciembre Enero Febrero Marzo
9
En el mes de marzo de 20016, una encuesta de Ipsos Perú daba a conocer que
el antivoto de Keiko Fujimori, es decir, aquellos que decían que definitivamente no
votarían por ella, había crecido seis puntos respecto al mes anterior, alcanzando el
46%. Otro dato importante es que el antivoto de Alan García alcanzó el 69%, lo que
explica su rotundo fracaso electoral.
10
Lamentablemente el Frente Amplio a los pocos meses de las elecciones del
2016 terminó por dividirse entre el Frente Amplio, encabezado por Marco Arana, y
56 El deterioro de la democracia y el fracaso de la transición
Volver a la transición
Una primera conclusión que se puede plantear cuando analizamos
el ciclo político que va del 2001 al 2016, es decir de Alejandro
Toledo a Ollanta Humala, es la incapacidad de estos gobiernos de
dotar a la democracia de nuevas bases de legitimidad y convertir
al Estado en uno más democrático y más representativo. Es decir,
pasar de una democracia electoral a una ciudadana con derechos
para todos y todas.
Una segunda conclusión es el fracaso de los principales partidos
en este periodo. Cada fin de gobierno significó una crisis profunda,
es decir, una práctica desaparición del partido que ejerció el
gobierno. Así, en estos quince años hemos vivido la disminución
a su mínima expresión de los partidos que ganaron la presidencia
el 2001, 2006 y el 2011. Y es posible que lo mismo se repita con el
partido ganador del 2016.
Se vive, pues, una democracia que, en lugar de fortalecer los
partidos, termina por disolverlos o por convertirlos en una minoría
política, impidiendo así la construcción de una nueva mayoría
política y un sistema de partidos representativo. El resultado ha
sido la perpetuación del pacto de dominación autoritario que
construyó el régimen fujimorista; la decadencia de los partidos, con
la excepción del fujimorismo, lo que aumenta la «informalidad»
de la política; el papel protagónico de los medios de comunicación
y la influencia de los lobbies; y el deterioro constante de la
democracia, lo que se expresa en una falta de confianza y rechazo
de la ciudadanía a las instituciones del régimen. Vivimos, pues, una
democracia de baja intensidad, de escasa representatividad y con
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11
Por «orden fujimorista» debemos entender lo que se construyó luego del golpe de
Estado del cinco de abril de 1992 y que consistía en un nuevo orden económico, social y
político, y un gobierno de coalición con las Fuerzas Armadas y los grandes empresarios.
El orden fujimorista fue una manera de resolver los problemas que el proceso velasquista
y la transición de los años setenta habían dejado pendiente, en particular la naturaleza
del Estado y sus relaciones con la economía y la inclusión de millones de peruanos que
poblaron las grandes ciudades en un nuevo orden democrático al liberarlos de relaciones
precapitalistas en el campo. El nuevo orden económico, a su vez, se construyó, como
afirma Ramón Pajuelo, entre 1990 y 1992, siendo el «arquitecto» Carlos Boloña, segundo
ministro de Economía y Finanzas del gobierno de Fujimori. Esto significó la apertura de
la economía al mercado mundial, la privatización del Estado, la flexibilización laboral
y una alianza con los grandes propietarios: «Durante la gestión de Boloña, las reformas
estructurales se aplicaron en tres olas sucesivas. La primera de ellas se dio entre marzo
y abril de 1991, a través de 61 decretos supremos destinados a la liberalización de la
economía. Entre otras medidas, se redujeron los aranceles, se liberalizó el mercado
cambiario, se dio el impulso inicial a la privatización de las empresas y se liberalizó el
régimen laboral. La segunda ola de reformas se dio entre mayo y noviembre de1991,
aprobándose 171 decretos legislativos que el Ejecutivo pudo promulgar gracias una
Ley de delegación de facultades otorgada por el Congreso, a fin de legislar en tres
temas: promoción de la inversión, promoción del empleo y pacificación. La tercera y
última ola de reformas estructurales durante la gestión de Boloña se dio entre abril y
diciembre de 1992; es decir, una vez ocurrido el golpe de Estado. El gobierno dictó 745
decretos supremos a través de los cuales se profundizaron las reformas neoliberales
en los sectores comercial, financiero, público y productivo. Si el ajuste económico
(en 1990) cambió el rumbo de la economía nacional, el giro político que consolida las
reformas neoliberales fue el golpe de Estado del 5 de abril de 1992 (…). De esa manera,
el neoliberalismo terminó asociado con la imposición de un régimen dictatorial (…)».
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