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APUNTES DE DERECHO CIVIL VI.

RESPONSABILIDAD
EXTRACONTRACTUAL

PROFESORES ALEXIS MONDACA MIRANDA Y CRISTIÁN AEDO BARRENA

2015

I. PRIMERA UNIDAD: CONCEPTO Y FUNCIONES DE LA RESPONSABILIDAD


EXTRACONTRACTUAL

De la responsabilidad en general

Concepto de responsabilidad

La voz “responsabilidad” es polisémica, es decir, posee varios significados, tanto en un


lenguaje ordinario como en uno técnico. Siguiendo a Alessandri, “En Derecho Civil hay
responsabilidad cada vez que una persona debe reparar el perjuicio o daño sufrido por otra. Puede,
pues, definírsela diciendo que es la obligación que pesa sobre una persona de indemnizar el daño
sufrido por otra”. En similares términos la define el profesor Corral, “puede definirse la
responsabilidad como la necesidad efectiva, o eventual, en que se encuentra una persona de hacerse
cargo de las consecuencias gravosas de un acto que se le atribuye como propio”.

Sin embargo, la expresión responsabilidad no es inglesa, es latina pero no fue incorporada a


las lenguas romanas. Viene del latín responderé, y los romanos a su vez la tomaron del griego
spondeo, que viene del sustantivo sponsio y stipulatio romana. Esto era algo así como una promesa
unilateral, un contrato unilateral. La sponsio griega era una promesa de cualquier índole, como por
ejemplo, el contrato de esponsales que es la promesa de matrimonio. Así, siempre decía relación
con un pacto, con una suerte de equilibrio. En el pensamiento antiguo, sea cualquier cultura, nos
encontramos en general con que había que pactar con los dioses para mantener el equilibrio. Por
ejemplo, los hebreos enfatizan en el concepto de la alianza, concepto que está en todo el mundo
antiguo. De esta forma, si spondeo significa una especie de equilibro o pacto con el otro, respondeo
significa que se restaura ese equilibrio. Es así como la raíz etimológica revela el sentido de la
palabra. En conclusión, la palabra responsabilidad quiere decir restaurar un equilibro que se ha roto,
un pacto.

1
Distintos tipos de responsabilidad

La responsabilidad puede ser moral, política y jurídica.

Responsabilidad moral

También es denominada “ética”. La responsabilidad moral es aquella que deriva de los


actos libremente ejecutados. En otras palabras, surge de la violación de las prescripciones que
plantea la ley moral en orden a un adecuado ejercicio de la libertad, dado un supuesto específico.

Responsabilidad política

Esta clase de responsabilidad se relaciona con la noción de “república”, en el sentido que


tanto el gobernante como los gobernados están sujetos al derecho, es propia de las democracias. En
su virtud, los que ejercen una función pública pueden verse expuestos a consecuencias derivadas del
incumplimiento de las funciones que les competen o de las en que concurren.

Un mismo hecho puede originar tanto responsabilidad moral, política y como política.

Responsabilidad jurídica: clasificación

Siguiendo a Corral, la responsabilidad jurídica es aquella que implica la violación de


deberes jurídicos y que genera consecuencias de derecho.

Un mismo hecho puede originar tanto responsabilidad moral como política y jurídica.

La responsabilidad jurídica se clasifica en responsabilidad penal y responsabilidad civil.

La responsabilidad penal se origina en virtud de la comisión de un delito o cuasidelito


penal.

La responsabilidad civil: Concepto. Diferencias con los otros tipos de responsabilidad jurídica. La
responsabilidad extracontractual.

Concepto y clasificación

Alessandri define del siguiente modo responsabilidad civil: “la obligación que pesa sobre
una persona de indemnizar el daño sufrido por otra”.
La responsabilidad civil, a su vez, se subclasifica en responsabilidad contractual,
extracontractual, precontractual y postcontractual.

Sobre la responsabilidad contractual nos remitimos a lo señalado en el apunte de


obligaciones.

2
Responsabilidad precontractual

Es aquella producida con ocasión de la formación de un contrato. Se genera en la etapa de las


tratativas o negociaciones previas. Puede surgir responsabilidad con posterioridad a la formulación
de la oferta, pero siempre en la etapa anterior a la celebración propiamente tal del contrato.

Ramos Pazos siguiendo a Goldenberg enseña que “la responsabilidad en que puede
incurrirse en la etapa de los tratos preliminares no tiene el mismo alcance ni fundamento que la que
surge con posterioridad a la formulación de la oferta. Y por ello distingue entre la “culpa
precontractual” y la “culpa in contrahendo”. La primera dice relación con la ruptura unilateral en la
etapa de las tratativas; y la segunda, con la ruptura en la segunda etapa”. Sin perjuicio de lo anterior,
en doctrina se habla de “culpa in contrahendo” en referencia a la culpa existente con anterioridad a
la celebración de un contrato.

Puede ocurrir que en esta etapa se causen daños, ya sea porque no se ha respetado el deber
de información que impone la buena fe o porque se pone fin a las negociaciones de forma repentina,
si de lo anterior se siguiese un daño, éste deberá repararse, pero al no haberse perfeccionado
contrato alguno, no podrá hablarse de responsabilidad contractual, es evidente que el daño se ha
verificado antes de la celebración del contrato, de ahí que a esta responsabilidad se le denomina
“precontractual”.

El C.C. no contempla casos de esta especie de responsabilidad, pero se señala que en


nuestro sistema son casos de responsabilidad precontractual el establecido en el inc. final del art. 98
del Código de Comercio, en virtud del cual debe indemnizar el proponente que no da pronto aviso
de su retractación, en el caso que el destinatario acepta en forma extemporánea y el del art. 100 del
mismo código, según el cual “La retractación tempestiva impone al proponente la obligación de
indemnizar los gastos que la persona a quien fue encaminada la propuesta hubiere hecho, y los
daños y perjuicios que hubiere sufrido”.

Sin perjuicio de lo anterior, se indica que la responsabilidad precontractual encontraría


basamento en sede civil en el art. 1546, que exige que los contratos se ejecuten de buena fe,
exigencia que debe abarcar todas las etapas del iter contracual, incluida, la etapa de preparación
del contrato.

Responsabilidad postcontractual

Es aquella que se origina con posterioridad al término del contrato, la buena fe exige que
una vez extinta una relación contractual se respete el deber de reserva emanado del contrato, de
forma tal que, aquella parte que tuvo acceso a cierta información privilegiada, no debe proceder a su
divulgación, en caso contrario, y si de ello se sigue la causación de perjuicios, deberán éstos ser
indemnizados.

3
Responsabilidad legal y de Derecho común

La responsabilidad legal

Es aquella que se genera a raíz del incumplimiento de la ley. Debe indemnizarse porque la
ley señala que procede la indemnización. Un ejemplo de responsabilidad legal lo encontramos en el
art. 2125 del Código Civil, que prescribe una forma especial de reparación, en virtud de la cual la
ley otorga valor al silencio considerándolo aceptación, sin perjuicio de que además se deban resarcir
los perjuicios que correspondan.
La fuente de la obligación de indemnizar es la ley, por lo que sería un caso de
responsabilidad legal, según la norma citada “Las personas que por su profesión u oficio se
encargan de negocios ajenos, están obligadas a declarar lo más pronto posible si aceptan o no el
encargo que una persona ausente les hace; y transcurrido un término razonable, su silencio se mirará
como aceptación. Aun cuando se excusen del encargo, deberán tomar las providencias
conservativas urgentes que requiera el negocio que se les encomienda”.

Responsabilidad de Derecho común

A propósito de las obligaciones legales y de las emanadas de los cuasicontratos se ha


discutido cuál es el régimen de responsabilidad común, es decir, ante el incumplimiento de
obligaciones legales y emanadas de los cuasicontratos, ¿Se deben aplicar las normas de la
responsabilidad contractual o extracontractual?, sobre el particular, nuestra doctrina se ha dividido.

Una primera posición sostiene que las normas de derecho común están dadas por las de la
responsabilidad contractual, así opinan, Claro Solar y Alessandri.

Según Alessandri, existen dos argumentos que demuestran lo anterior:

1 La regulación de la responsabilidad contractual se encuentra en el título XII del Libro IV “Del


efecto de las obligaciones”, sin referirla el legislador a una determinada responsabilidad.

2 Se ha reglado, en forma especial, en el título XXXV del Libro IV la responsabilidad


extracontractual, lo que viene a demostrar que dicha regulación es especial, luego mal podrá ser la
responsabilidad aquiliana el derecho común en materia de responsabilidad.

En contra se sostiene que las normas de la responsabilidad extracontractual constituyen el


derecho común, así opinan, entre otros, Ducci, Rodríguez Grez y Tapia, para este último, la
responsabilidad, que produce el incumplimiento de una obligación legal, es extracontractual, ya que
la infracción por sí constituye un ilícito civil. En cuanto a las obligaciones cuasicontractuales,
agrega que se trata de obligaciones legales, en razón de estar señaladas por el legislador.

4
La Responsabilidad Civil Extracontractual

Noción

La responsabilidad civil extracontractual es aquella que proviene de los perjuicios causados


por la perpetración de un hecho ilícito, ya sea delito o cuasidelito, cometido por una persona en
perjuicio de otra, que no constituye la violación de una obligación contractual.

También se le define, en un modo más sintético, como aquella que se genera a raíz de la
comisión de un delito o cuasidelito civil, de ahí que también se le denomine responsabilidad
delictual y cuasidelictual.

El deber de reparar (de indemnizar perjuicios) surge de la trasgresión, no de una obligación


propiamente tal, como acaece en sede contractual, sino de un deber genérico de no dañar a otro
(alterum non laedere), que es un principio general de todo ordenamiento jurídico.

La denominación más común en nuestro sistema es la de responsabilidad civil


extracontractual. Como ya se dijo, por influencia de la Lex Aquilia se emplea la denominación de
responsabilidad aquiliana, En Francia se habla de responsabilidad delictual, en Italia de
responsabilidad por hecho ilícito, y en el Common Law se habla de derecho de daños.

Delito y cuasidelito civil

Delito civil es el hecho ilícito cometido con la intención de dañar, es decir, es cometido con
dolo, que produce injuria o daño a otra persona.

Cuasidelito civil es el hecho ilícito cometido sin intención de dañar, o sea, es un hecho
ilícito cometido con culpa o negligencia, que causa un daño a otra persona.

Puede apreciarse que el elemento propio y común del delito y del cuasidelito es que ambos
son hechos ilícitos y ambos comparten el daño, y por lo tanto, sin daño nunca va existirá
responsabilidad civil.

El CC se refiere al delito y al cuasidelito en el art. 1437 y 2284, según la primera norma


“Las obligaciones nacen, ya del concurso real de las voluntades de dos o más personas, como en los
contratos o convenciones; ya de un hecho voluntario de la persona que se obliga, como en la
aceptación de una herencia o legado y en todos los cuasicontratos; ya a consecuencia de un hecho
que ha inferido injuria o daño a otra persona, como en los delitos y cuasidelitos; ya por disposición
de la ley, como entre los padres y los hijos sujetos a patria potestad”. Según el art. 2.284 inc. 3º y 4º
“Si le hecho es ilícito, y cometido con intención de dañar, constituye un delito. Si el hecho es
culpable, pero cometido sin intención de dañar, constituye un cuasidelito”.

Tanto el delito como el cuasidelito son hechos ilícitos, perjudiciales (ya que causan daño) y
productivos de obligaciones que se van a diferenciar según la intención que haya tenido el autor, es
decir, si hubo dolo o culpa, o existió o no intención de dañar en el autor.

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Paralelo entre delito y cuasidelito civil

Semejanzas

1 Ambos son hechos ilícitos.


2 Ambos causan daño o perjuicio.
3 Producen las mismas consecuencias jurídicas, o sea, la obligación de indemnizar perjuicios.
4 Ambos pueden ser de acción o de omisión.

Diferencias

Según lo ya indicado, en el delito existe dolo, mientras que en el cuasidelito, culpa.

En razón de que ambos producen la misma consecuencia de derecho, la obligación de


indemnizar el daño causado, varios han postulado la inutilidad de la distinción entre delito y
cuasidelito civil, según Alessandri “La distinción entre delito y cuasidelito civil es, en realidad,
inútil. Carece de justificación teórica, porque ambos son hechos ilícitos. Carece también de interés
práctico, porque uno y otro obligan a su autor a reparar el daño causado en idéntica forma y en su
totalidad, toda vez que el monto de la indemnización se regula en atención a aquél y no a la
naturaleza del hecho que lo generó. Tanto es así que nuestro Código Civil los ha sometido a una
misma y única reglamentación y siempre los menciona conjuntamente (arts. 1437, 2314, 2318,
2319, 2325 y 2329)”.

Diferencias entre la responsabilidad contractual y extracontractual

Variadas son las diferencias entre la responsabilidad contractual y la extracontractual:

1 Capacidad, en sede contractual se es plenamente capaz a los 18 años de edad, mientras que en
sede delictual y cuasidelictual, a los 16 años.

2 Extensión de la obligación de reparar, en materia contractual, si se actúa con culpa se responde


por los daños directos previstos y cuando se actúa con dolo, se agrava la responsabilidad del deudor,
el que pasa a responder, además, de los daños imprevistos. En el último tiempo, se ha admitido la
reparación del daño moral en sede contractual.
En materia extracontractual todo perjuicio debe ser indemnizado, sea patrimonial o moral, ninguna
duda deja la norma del art. 2329, la que se refiere a “todo daño”.

3 Necesidad de la mora, en materia contractual, la mora es un requisito de procedencia de la


indemnización de perjuicios, lo que no ocurre en materia extracontractual.

4 Graduación de la culpa, en sede contractual existe una graduación de la culpa en el art. 44, se
distingue entre culpa grave, leve o levísima. En materia extracontractual no existe dicha graduación
de la culpa, veremos que se responde de culpa leve.

5 Solidaridad, las fuentes de la solidaridad son el testamento, la ley y la convención. En materia


contractual no existe la solidaridad legal, mientras que en materia extracontractual sí existe, por
cuanto así se desprende del art. 2317, inciso final.

6 Prescripción de la acción, en materia contractual el plazo es de cinco años, mientras que en


materia extracontractual, es de cuatro años contados desde la perpetración del daño.

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7 Prueba de la culpa, en materia contractual no es necesario probar la culpa del deudor, sabemos
que ésta se presume, por lo que el peso de la prueba lo asume este último debiendo probar que ha
empleado la debida diligencia que le corresponde o el caso fortuito. En materia extracontractual no
se presume la culpa respecto del autor del hecho dañoso, por lo que la carga de la prueba recae en la
víctima, la que debe probar que el hecho fue doloso o culposo, salvo que exista una presunción en
contrario.

8 Avaluación convencional de perjuicios, en sede contractual opera a través de la cláusula penal, en


sede extracontractual ello no es posible.

9 En materia delictual se concede acción popular en el caso del art. 2333.

10 En sede aquiliana, la ley regula la compensación de culpas en el art. 2330, la ley no contempla
lo anterior en sede contractual, pero la jurisprudencia sí la ha admitido.

Vigencia de la distinción entre responsabilidad contractual y extracontractual

Tradicionalmente se enseña que la responsabilidad civil se subdivide en responsabilidad


contractual y extracontractual. En el caso de la responsabilidad contractual, existiría un vínculo
jurídico preexistente de cuya violación nace la obligación de resarcir perjuicios. En el caso de la
responsabilidad extracontractual, sería el hecho ilícito, sea delito o cuasidelito, la fuente de la
obligación de indemnizar.

Dentro de las fuentes de las obligaciones contempladas en el art. 1437 se encuentran los
delitos y cuasidelitos, por tanto, la responsabilidad extracontractual es fuente de las obligaciones.
Por su parte, la responsabilidad contractual no es fuente de las obligaciones debido a que en la
especie existe una obligación previa entre las partes del contrato, y es el incumplimiento,
cumplimiento imperfecto o el retardo en el cumplimiento de una obligación nacida del contrato lo
que genera la obligación de indemnizar, la que de este modo opera como una sanción al
incumplimiento contractual.

No existen dudas de la vigencia de dicha distinción en nuestro sistema, el código las regula
en títulos separados, la responsabilidad extracontractual está tratada en el título XXXV del Libro
IV “De los delitos y cuasidelitos”, art. 2314 a 2334, la responsabilidad contractual se regula en el
mismo libro, título XII “Del efecto de las obligaciones”, art. 1545 a 1559. Además, los art. 1437 y
2284 distinguen, dentro de las fuentes de las obligaciones, a los contratos y a los delitos y
cuasidelitos.

En el Derecho comparado, se ha criticado la distinción entre responsabilidad contractual y


extracontractual, Planiol sostiene que estas responsabilidades en realidad constituyen una sola, y sus
argumentos son:

1 Ambas crean la obligación de reparar el daño causado.

2 Ambas suponen una obligación anterior, en el caso de la responsabilidad contractual, el vínculo


previo, esto es, la obligación, nace del contrato, mientras que en sede extracontractual, nace de la
ley y consiste en el deber de no dañar a otro.

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Existe, finalmente una posición ecléctica que afirma que no se presentan diferencias de
naturaleza entre la responsabilidad contractual y extracontractual, pero sí de importancia práctica.

Diferencias entre delito y cuasidelito civil y delito y cuasidelito penal

1 El daño es un requisito sine qua non de la responsabilidad civil, no así de la responsabilidad


criminal.

2 En materia criminal existe el principio de legalidad, en virtud del cual una conducta será punible
toda vez que la conducta que se sancione se encuentre expresamente tipificada en una ley anterior a
la perpetración del hecho, en cambio, en materia civil sólo importa el daño, y no si la conducta
dañosa está descrita o no en la ley.

De la diversidad de conceptos que el Derecho Civil y el Derecho Penal atribuyen al delito y


al cuasidelito se desprenden tres consecuencias:

1 Un mismo hecho puede constituir a la vez delito o cuasidelito civil y penal, lo que ocurrirá cuando
se haya dañado a otro y dicha conducta esté penado por la ley, como por ejemplo, el homicidio.

2 Un hecho puede constituir delito o cuasidelito penal sin constituir delito o cuasidelito civil, lo que
ocurrirá cuando el hecho, aunque penado por ley, no ha causado daño a la persona o propiedad de
otro. Tal es el caso del delito de conspiración.

3 Un hecho puede constituir delito o cuasidelito civil sin constituir delito o cuasidelito penal, este es
el caso más frecuente, porque el concepto de delito y cuasidelito civil es mucho más amplio que el
delito y cuasidelito penal. Puede ocurrir que una persona, por un hecho suyo, cause daño a la
persona o la propiedad de otro, pero que dicho hecho no esté penado por la ley, como sucede con la
ingratitud del donatario y la injuria atroz del alimentario.

Funciones de la responsabilidad extracontractual

La principal función de la responsabilidad extracontractual es la reparación del daño


causado a la víctima.

Además de la ya citada función reparadora, tiene la responsabilidad extracontractual otras


funciones, éstas son, la función de garantía, la función preventiva y la función punitiva.

a) Función de garantía

Esta función se relaciona con el alterun non laedere romano (nadie debe dañar a otro
injustamente). Si en forma injusta se produce un daño a otro, éste deberá ser reparado. La normativa
de la responsabilidad extracontractual nos permite saber, de antemano, qué conductas pueden
generar como consecuencia una indemnización de perjuicios, lo que nos permite elegir entre
nuestras conductas en orden a realizar aquellas que causan o no un daño a otro, en este sentido, la
responsabilidad extracontractual cumple una función de garantía de la libertad de actuar.

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b) Función preventiva

En virtud de esta función, la responsabilidad extracontractual disuade de la comisión de


atentados dañosos.

Al igual que en materia penal, la función de prevención puede ser general o especial.

Hablamos de prevención general si el efecto de disuasión procede respecto a la sociedad en


su conjunto, en efecto, se evita realizar conductas que causen perjuicios si se tiene presente la
indemnización de perjuicios a la que eventualmente se nos podrá condenar.

La prevención especial es aquella que opera respecto de la persona que ya ha sido


condenada con anterioridad al pago de una indemnización de perjuicios, de forma tal que, dicha
condena, la disuadirá en el futuro de la comisión de nuevos ilícitos civiles.

c) Función punitiva

La responsabilidad extracontractual cumple, finalmente, una función punitiva en virtud de


la cual se castiga al que en forma culpable ha provocado perjuicios a otro.

Se critica que esta función es propia de épocas remotas en las que aún no se había
consolidado la distinción entre responsabilidad civil y penal.

En el derecho anglosajón existe la figura, (tort law) desconocida en nuestro sistema, de los
daños punitivos (punitive damages), “los daños punitivos son una suma de dinero que el juez puede
ordenar pagar a la víctima más allá de la indemnización reparatoria. Aunque la imposición de estos
daños se deja a la discreción del juez, la práctica ha establecido que sólo son precedentes en casos
de ilícitos de especial malignidad o gravedad.

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UNIDAD II : HISTORIA DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL

La venganza privada

En una primera etapa, propia de las sociedades más primitivas, ante la producción de un
hecho que causase daño a un miembro de un grupo o clan determinado, los integrantes del clan al
que pertenecía el perjudicado, recurrían a la venganza privada en contra del que se indica como
causante del daño, por ello, puede decirse que imperaba un sistema de responsabilidad estricta, ya
que lo central era el hecho del daño y no la culpa o dolo existente en la perpetración del detrimento.
La indagación de la culpabilidad no es propia de esta primitiva etapa de la civilización, ya que ella
exige un mayor desarrollo que conduzca a elaboraciones intelectuales sobre el concepto de
culpabilidad; la reflexión sobre el dolo y la culpa como factores de atribución de responsabilidad.

La composición

Con posterioridad, se aprecian intentos por limitar la venganza privada, mediante la


intervención de un mediador, dándose la posibilidad de reparaciones pecuniarias1, dando inicio a lo
que se denomina sistema de la composición voluntaria, “Este sistema es modificado después,
estableciéndose por el Estado, con carácter de obligatoria, la compensación pecuniaria en caso de
daño, y la cuantía de la indemnización es fijada por la misma ley”2, de esta forma se llega al sistema
de la composición legal.

La responsabilidad extracontractual en Roma

El conocido Código de Hamurabi, siglo XVIII A.C., influyó en la Ley de las XII Tablas, al
regular ésta el talión, pero se permitía acordar composiciones.

En Roma se distinguía entre los delitos públicos y privados, es decir, entre crimina y
delicta. Los primeros afectaban a la ciudad y estaban sancionados con penas de naturaleza
propiamente penal. Los segundos, que atacaban a intereses particulares, como los daños a las
personas, a las cosas y el hurto, se sancionaban mediante penas pecuniarias a favor del afectado, de
ahí que, se confundía la responsabilidad penal con la civil, “Esta naturaleza penal de la
indemnización subsistió incluso hasta el derecho romano tardío. Posteriormente, con la excepción
del francés, fue tomada por el derecho europeo de la alta edad media, porque el juez estaba
facultado para fijar la indemnización en relación con la gravedad de la acción, con la consecuencia
de que podría traducirse en una ganancia patrimonial para la víctima”3.

Comentario especial merece la Lex aquilia, del año 286 A.C., la que en realidad no fue una
ley, sino un plebiscito, que estableció la indemnización de perjuicios en los siguientes casos: muerte
de esclavo o de ganado ajeno, daño que se causa a los bienes de otro, daño que comete el acreedor
adjunto a un acreedor por quedarse con lo percibido.

1 BARROS BOURIE, ENRIQUE, obra citada, pp. 54.55.


2 TAPIA ORLANDO, obra citada, p. 18.
3 BARROS BOURIE, ENRIQUE, obra citada, p. 55.

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El Estado nacional y la consolidación de la distinción entre responsabilidad penal y civil

Con la consolidación del estado nacional se inicia la delimitación entre la responsabilidad


civil y penal.

Importancia fundamental en esta evolución tiene Grocio en particular, y en general, la


escuela moderna del Derecho Natural, el primero afirma que el daño causado con culpa debe ser
reparado. Por su parte Jean Domat4, es el primero en distinguir nítidamente entre delito penal, hecho
ilícito producido con culpa o dolo e incumplimiento contractual.

Pothier seguirá recorriendo esta senda y establecerá la diferencia entre delito y cuasidelito,
según el daño se cause con dolo o culpa, respectivamente, “Se llama delito al hecho por el cual una
persona por dolo o malignidad, causa perjuicio o daño a otra. El cuasidelito es el hecho por el cual
una persona, sin malignidad, sino por una imprudencia que no es excusable, causa algún daño a
otro”5.

El aporte de los autores mencionados precedentemente, fue recogido por las codificaciones,
entre éstas, por el Code de 1804 y en razón del prestigio de éste, pasó a varios códigos
latinoamericanos, entre ellos, desde luego, al nuestro.

Sistemas de responsabilidad extracontractual

En atención a su fundamento, la responsabilidad delictual o cuasidelictual civil puede ser


subjetiva u objetiva. Es subjetiva la que se funda en el dolo o culpa del agente, mientras que, es
objetiva la que se funda en el riesgo, sin interesar la culpabilidad.

Sistema de responsabilidad subjetiva

Es un sistema que se centra en la culpabilidad del autor del daño, por tanto, se debe actuar
con dolo o con culpa para que proceda la obligación de resarcir perjuicios, este es el sistema
acogido en nuestro Código.

A este sistema de responsabilidad se le denomina sistema clásico. Es el sistema que


predominó en las codificaciones, según Alessandri: “como los hombres pueden actuar libre e
independientemente, cada uno debe recoger los beneficios que le proporcionen la suerte o su
actividad y soportar los daños causados por la naturaleza o el hecho ajeno. No basta que un
individuo sufra un daño en su persona o bienes para que su autor deba repararlo, es menester que
provenga de un hecho doloso o culpable; sin dolo o culpa no hay responsabilidad.”

Gran influencia han tenido en este sistema los autores de la Escuela moderna del derecho
natural, como Grocio, al señalar que deberá indemnizar los daños producidos aquel a que pueda
imputarse los perjuicios, en virtud de haber actuado con culpa o dolo.

Nuestro C.C., Código clásico, sigue en esta materia a su modelo francés y consagra un
sistema de responsabilidad subjetiva, según el art. 2329 inc. 1º “Por regla general todo daño que

4 CORRAL TALCIANI, HERNÁN, obra citada, p. 83.


5 POTHIER, ROBERT, Teoría de las obligaciones (Ameba, Buenos Aires, 1961) p. 72.

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pueda imputarse a malicia o negligencia de otra persona, debe ser reparado por ésta.” Los 2314 y
2284 también se refieren a este sistema. En efecto, según la primera norma “El que ha cometido un
delito o cuasidelito que ha inferido daño a otro es obligado a la indemnización; sin perjuicio de la
pena que le impongan las leyes por el delito o cuasidelito”, mientras que la segunda norma también
hace referencia a los delitos y cuasidelitos.

Se critica a esta teoría la dificultad que puede representar para la víctima del daño soportar
el onus probandi, y la consecuente indefensión que de ello se pudiese seguir. Lo anterior llevó a
Ripert a hablar de la “prueba diabólica”.

Sistema de responsabilidad objetiva

En virtud de este sistema, la sola ocurrencia del daño y la presencia del respectivo nexo
causal hará nacer la obligación de resarcir perjuicios, al margen de cualquier consideración basada
en la culpa. También se le denomina responsabilidad estricta.

Este sistema se opone al de responsabilidad subjetiva. Se le denomina objetiva porque


prescinde de la culpabilidad, por tanto, no requiere ni dolo ni culpa. Esta responsabilidad se centra
en la creación de un riesgo; el que causa el riesgo deberá resarcir los daños generados. La
responsabilidad objetiva exige la causación de un daño y además el nexo causal.

Explica Barros que “la responsabilidad estricta presenta una analogía con las denominadas
obligaciones de garantía del derecho contractual (como la obligación de saneamiento que el
vendedor tiene a favor del comprador en la compraventa), pues se asegura a las potenciales víctimas
que todo daño ocasionado en un cierto ámbito de riesgo deberá ser reparado por quien lo crea.”

Este sistema encuentra sus orígenes en Mataja (Alemania), Orlando (Italia) y en los juristas
franceses Joserand y Saleilles.

Factores de imputación de la responsabilidad objetiva

1 El riego provecho: el que realiza una actividad riesgosa de la que obtiene provecho, debe
indemnizar los daños causados.

2 El riesgo creado: aquel que dirige una actividad que crea riesgo en su propio interés, deberá
responder por los daños que se cause. El interés puede ser o no pecuniario.

Críticas a la responsabilidad objetiva

Planiol ha efectuado las siguientes críticas:

1 Elimina el fundamento moral de la responsabilidad al no exigir dolo o culpa.

2 Frena la iniciativa del empresario respecto al desarrollo de actividades peligrosas.

3 Aumenta la irresponsabilidad del empresario, porque éste al tener la certeza de que deberá pagar,
exista o no culpa de su parte, usualmente contratará seguros, por tanto, actuaría en forma menos
prudente, lo que se traduce en una mayor cantidad de accidentes.

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Ventajas de la responsabilidad objetiva

1 Facilita a las víctimas el pago de las indemnizaciones, al no tener que soportar el onus probandi
respecto a la culpabilidad del agente.

2 Resulta ser una responsabilidad justa, porque si un hombre libremente decide ejercer una
actividad peligrosa en su provecho, justo es que deba reparar los daños causados.

Casos de responsabilidad objetiva en nuestro sistema

Los siguientes son casos de responsabilidad objetiva en el C.C.

1 Daño causado por animal fiero del que no se reporta utilidad para la guarda o servicio de un
predio, art. 2327, no interesa la culpa o el dolo del que tiene esta clase de animales.

2 Daño causado por cosas que se arrojan o caen desde la parte superior de un edificio, art. 2328
establece un caso de responsabilidad estricta de todos los que habitan dicha parte del edificio,
debiendo indemnizar los perjuicios provocados, salvo que se prueba la culpa de un persona en
forma exclusiva, caso en el que, sólo ésta deberá responder.

Responsabilidad objetiva en leyes especiales

Son más comunes los supuestos de responsabilidad objetiva en la legislación especial:

1 Decreto Ley 2222, daños causados por derrames de hidrocarburos y sustancias nocivas.

2 Código Aeronáutico, Ley Nº 18.916, art. 143 y siguientes establece la responsabilidad estricta del
explotador de una aeronave respecto la muerte o lesiones causadas a los pasajeros en el embarque,
a bordo del avión y durante el desembarque, se limita la indemnización a 4.000 UF, es un supuesto
de responsabilidad contractual. Además se establece la responsabilidad objetiva del explotador de
una aeronave por los daños causados en la superficie a terceros, art. 155, este es un caso de
responsabilidad extracontractual.

3 Ley Nº 18.290 de Tránsito, responsabilidad del propietario y del tenedor del vehículo por los
daños que se causen con el vehículo. Es un caso de responsabilidad por el hecho ajeno, pero se
admite probar que se usó el vehículo en contra de la voluntad del dueño. Enseña la doctrina que se
trata de un caso de garantía legal de daños.

4 Daños causados por la aplicación de plaguicidas, art. 36 del DL Nº 3.557 de 1980 Ley sobre
protección agrícola, el que aplica plaguicidas responde objetivamente por los daños que ello genere.

5 Daños causados por el uso de instalaciones nucleares, Ley 18.302 sobre seguridad nuclear,
responsabilidad objetiva que pesa sobre el explotador de una planta, instalación, centro, laboratorio
o establecimiento nuclear. El art. 56 establece una excepción; no se responde si el accidente se
produce por hostilidades de conflicto armado exterior, insurrección o guerra civil.

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Actuales tendencias en materia de responsabilidad extracontractual

Actualmente pueden apreciarse las siguientes tendencias:

1 La implementación de seguros de responsabilidad civil

2 Responsabilidad objetiva u estricta

3 Sectorización de la responsabilidad

4 Expansión del daño indemnizable

5 Culpa en la organización

1 La implementación de seguros de responsabilidad civil

Es evidente que la mayor litigiosidad existente en los últimos años, ha tenido importantes
consecuencias. En efecto, ante la eventualidad, cada vez mayor, de ser condenados a pagar
indemnizaciones de perjuicios, se ha reafirmado la necesidad de contratar un seguro que se haga
cargo de pagar las futuras indemnizaciones a que pudiese ser condenado a pagar el asegurado,
piénsese, por ejemplo, en el auge que en nuestro país han experimentado en las últimas décadas las
demandas civiles por negligencias médicas.

A medida que una sociedad obtiene un mayor desarrollo, entendido para estos efectos
“mayor desarrollo” como un progreso tecnológico, los riesgos tienden a aumentar. Se entiende, en
esta materia, por riesgo “la amenaza de daño al entero patrimonio del asegurado por el evento
incierto de tener que responder civilmente por el perjuicio causado a un tercero. El siniestro se
configurará por el concreto surgimiento de una deuda cuya fuente es la responsabilidad civil6.”

El seguro de responsabilidad civil presenta las siguientes características7;

1.1 Es un seguro de daños causados por un tercero, su objetivo es lograr que el asegurado quede
indemne, no obstante las indemnizaciones de perjuicios a las que sea condenado.

1.2 Es un seguro patrimonial, lo que lo distingue de otros seguros, como el seguro de incendio, ya
que no protege una cosa específica, sino todo el patrimonio del asegurado.

2 Responsabilidad objetiva o estricta

Se entiende que es conveniente que el legislador determine ciertos ámbitos específicos de


responsabilidad estricta. Si se piensa en nuestro sistema de responsabilidad, puede apreciarse que la
mayoría de casos de responsabilidad estricta se encuentran en la legislación especial, y muchos de
ellos son una consecuencia directa de los avances tecnológicos, como los daños causados por
plaguicidas, por el uso de energía nuclear o por las aeronaves.

6CORRAL TALCIANI, HERNÁN, obra citada, p. 376.


7 CORRAL TALCIANI, HERNÁN, obra citada, p. 374.

14
3 Sectorización de la responsabilidad

En los últimos años se ha apreciado la implementación de normativas especiales aplicables


a determinados sectores se siniestralidad, los que no estaban contemplados en los respectivos
códigos civiles, tales como en materia de energía nuclear, medio ambiente, aeronavegación8, etc.

4 Expansión del daño indemnizable

Principalmente por vía jurisprudencial se ha observado un notable desarrollo de los montos


de las indemnizaciones de perjuicios otorgadas en razón de daños morales. Nada indica que dicho
proceso se revierta o a lo menos, se detenga, de ahí la necesidad de que los jueces sean en extremo
prudentes llegado el momento de establecer el quantum indemnizatorio, para no caer en los excesos
observables en otros sistemas.

En la expansión del daño indemnizable ha influido la consolidación del principio de la


reparación de todo daño y el avance en las indemnizaciones de perjuicios basadas en la lesión de los
derechos de la personalidad9, como el derecho al honor.

5 Culpa anónima o en la organización

El concepto de culpa en la organización o anónima surge a raíz de la constatación de lo


difícil que puede resultar el acreditar la culpa si el daño se ha causado con ocasión de complejos
procesos productivos, “En estos casos, la única manera razonable de construir el juicio de
culpabilidad es haciendo referencia al estándar de conducta que en tales condiciones podía
esperarse del demandado organizado como empresa. Así se puede prescindir de la acción humana
individual y radicar el ilícito en la empresa, entendida como organización10”.

El sistema de responsabilidad del C.C.

El sistema del Código Civil es el sistema subjetivo que se funda en el dolo o en la culpa, se
encuentra consagrada en los art. 2314 y 2329, según ya indicamos. Sin perjuicio de los casos de
responsabilidad objetiva establecidos en el propio C.C., según se ha señalado en los párrafos
precedentes.

En atención a la difícil carga de la prueba de la culpa o dolo del agente, se han establecidos
presunciones de culpa;

1 Responsabilidad por el hecho ajeno.

2 Responsabilidad por el hecho de las cosas.

3 Responsabilidad por el hecho propio.

8 CORRAL TALCIANI, HERNÁN, obra citada, p. 102.


9 BARROS BOURIE, ENRIQUE, obra citada, p. 60.
10 BARROS BOURIE, ENRIQUE, obra citada, p. 60.

15
UNIDAD III: ELEMENTOS DE LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL

Enunciación

Tradicionalmente, los profesores Alessandri11 y Ramos Pazos12, entre otros, sostienen que la
responsabilidad extracontractual tiene los siguientes requisitos:

1 La capacidad del autor del hecho ilícito.


2 La existencia del daño.
3 El nexo causal o relación de causalidad.
4 La imputabilidad; el dolo y la culpa.

La doctrina más moderna13, agrega los siguientes requisitos:

1 El hecho voluntario.
2 La antijuridicidad. Este requisito es de procedencia muy discutida.

Por nuestra parte, seguiremos al profesor Barros14, luego entenderemos como requisitos o
elementos de la responsabilidad extracontractual a:

1 Una acción libre de un sujeto capaz.

2 Realizada con culpa o dolo.

3 El daño.

4 Relación de causalidad entre la acción culpable y el daño.

PRIMER REQUISITO DE LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL: UNA ACCIÓN


LIBRE DE UN SUJETO CAPAZ

Es necesario que el daño se hubiese producido en virtud de una conducta libre que pueda
ser imputado a su autor. En consecuencia, dentro del hecho voluntario, debe distinguirse entre el
elemento material y el elemento subjetivo.

El elemento material

El elemento material está dado por una conducta del sujeto, es decir, se requiere de un
hecho voluntario.

11 ALESSANDRI RODRÍGUEZ, ARTURO, obra citada, p. 95.


12 RAMOS PAZOS, RENÉ, obra citada, p. 40.
13 Ver CORRAL TALCIANI, HERNÁN, obra citada, p. 105 y 106.
14 Barros BOURIE, ENRIQUE, obra citada, p. 61 y 62.

16
Esta dimensión material se puede concretar mediante un comportamiento positivo, en cuyo
estamos en presencia de una acción, o a través de un comportamiento negativo, en dicho caso
debemos hablar de una omisión.

Para ser responsable de una omisión, el agente debe encontrarse en una posición de garante,
esto es, debe existir un deber especial de actuar, cuya violación, deriva en responsabilidad por la
conducta debida que fue omitida.

El elemento subjetivo

Se requiere que la acción u omisión del agente sea el resultado de su voluntad libre, en otras
palabras, la conducta debe poder imputarse al agente, “La imputabilidad subjetiva del hecho supone
que el autor tenga algún grado mínimo de aptitud de deliberación para discernir lo que es correcto y
lo que es riesgoso. Por eso, la capacidad constituye la más básica condición subjetiva de
imputabilidad en la responsabilidad civil”15.

La conducta y su ausencia

En primer término, debe existir una conducta, esto es, una manifestación de voluntad del
agente. Dicha manifestación de voluntad consiste en un movimiento corporal que produce un
cambio en el mundo exterior o bien la abstención de un movimiento corporal que deja de producir
un resultado, que era debido y esperado. Nótese que, a diferencia de lo que ocurre con el acto en
sede penal, la manifestación de voluntad no va acompañada del resultado, siendo éste estudiado
separadamente como daño, y ello puede explicarse por la naturaleza que reviste el Derecho de
daños, debido a que lo que busca éste es, en definitiva, la reparación pecuniaria del perjuicio
patrimonial o extrapatrimonial provocado al agente y que nos servirá de referente para apreciar las
diferencias entre ambas especies de delito. En sede penal, en cambio, el elemento acto consiste en
la manifestación de voluntad acompañada del resultado.16

Según Bueres la manifestación de voluntad humana, voluntaria e involuntaria,

15 BARROS BOURIE, ENRIQUE, obra citada, p. 64.


16 Para Roberto Vásquez, en cambio, la acción está indisolublemente ligada al daño. De esta
manera, la define como conducta o comportamiento humano dañoso”. Por ello, la acción no es un
elemento autónomo para generar la obligación de resarcir, pues queda subsumido en la
antijuridicidad o en la culpabilidad. Citado por PIZARRO TORREALBA, Eduardo y PINO REYES, Octavio.
Responsabilidad extracontractual por daño ambiental. Editorial Jurídica Conosur Limitada. 1ª
Edición. Mayo 2001, página 62. Sobre el particular, BUERES, Alberto. El acto ilícito. 1ª Edición.
Buenos Aires. 1986, página 44, señala: “…es menester recordar que en la responsabilidad civil la
relación causal es un paso previo a cualquier indagación, cuando menos en la función que tiene
de imputar materialmente el daño al sujeto, pues el contacto entre el nocimiento y el proceder
humano confirmará la existencia de autoría (…) Entonces, efectuada esta operación (que es un
prius) se hará el juicio objetivo de menosprecio del acto respecto de la norma (antijuridicidad); y
luego se analizará la culpabilidad…”. Siguiendo a YZQUIERDO TOLSADA, Mariano. Sistema de
responsabilidad civil contractual y extracontractual, op. cit. página 110, señala que es un error
confundir acción con acción imputable. Este es el tratamiento clásico de varios autores franceses.
Por ejemplo, MAZEAUD y TUNC, en su Tratado teórico y práctico no contemplan como requisito de la
responsabilidad civil la conducta humana o la acción u omisión. En Chile ABELIUK, op. cit., página
201, luego d tratar la acción u omisión, inmediatamente la vincula con la culpabilidad.
Reconocemos que en nuestro libro El daño moral en la responsabilidad contractual y
extracontractual, incurrimos en el mismo error metodológico, que ahora pretendemos enmendar.

17
comprende los actos instintivos y habituales y fuera de él se encuentran solamente los actos
reflejos, estados de inconsciencia total, o los que resultan de una fuerza irresistible.17

Hernán Corral, que también denomina a este elemento acto humano, explica que
debe tratarse de un hecho voluntario, quedando excluidos los estados de transitorios de uso de
razón, como el sonambulismo, la hipnosis o la violencia física o moral.18

Estas ideas en relación con la conducta humana han sido tomadas de la dogmática
penal, particularmente de las concepciones causalista y neoclásica del delito.

Desde estas perspectivas, los autores plantean que la conducta humana puede
desplegarse mediante una acción o una omisión. Tradicionalmente esta materia ha sido abordada a
propósito de la culpa, refiriéndose los autores a la culpa por acción y por omisión. En general, es el
tratamiento de algunos autores franceses, quienes no separan la conducta de la culpabilidad.19

Como principio general, conviene reafirmar que la comisión o la omisión son materias
propias de las formas de ejecución del acto que causa daño, es decir, de la manifestación de
voluntad ligada causalmente con el perjuicio patrimonial o no patrimonial y no es adecuado tratarla
a propósito de la culpa, que se refiere al elemento volitivo de la comisión del ilícito civil.

Formas de ejecución del acto

Son tres: la comisión, la omisión y la comisión por omisión.

1. La Omisión como manifestación de voluntad

2. La Comisión como manifestación de voluntad

La acción supone una manifestación en el mundo exterior, es decir, el despliegue de


una conducta o lo que se ha denominado un actuar positivo. Es preferible denominar comisión al
hacer positivo,20 que genera una mutación en el mundo exterior, reservando el concepto de acción o
conducta como comprensivo de los tres tipos de manifestación de la voluntad.

3. La Comisión por Omisión como manifestación de voluntad

La comisión por omisión se define como aquella abstención que provoca un


resultado. Como explica Carnevalli, en la comisión por omisión el fundamento de la imputación se

17 BUERES, El acto ilícito…, op. cit., páginas 42 y 43.


18 CORRAL, Lecciones…, op. cit., páginas 112, 113 y 114
19 Así por ejemplo, puede contemplarse en la obra de MAZEAUD y TUNC, op. cit., páginas 213,

quienes dedican un apartado completo a analizar la culpa por abstención. Al respecto, indican:
“Conviene, en primer término, intentar puntualizar lo que se entiende por culpa por abstención. El
daño que alcanza a un individuo puede resultar de hecho de que haya actuado una persona (…)
Pero cabe también que el daño resulte del hecho de que una persona se haya abstenido de
actuar…”. Siguió este criterio en nuestro país ALESSANDRI, op. cit., páginas 200 y siguientes. Sin
embargo, la moderna dogmática civil en nuestro país, como iremos analizando, realiza el análisis
correctamente en la conducta.

18
halla pues, en que el sujeto, si bien no ha causado ese resultado, se considera que sí lo ha hecho, por
no haberlo evitado pudiendo, dada la posición en la que se encontraba.21 Los verdaderos delitos de
comisión por omisión están causados por quienes tienen el deber de actuar y no interrumpen la
sucesión de acontecimientos que ellos conocen cuando ya están en marcha. Si, en cambio, se
provoca un resultado determinado, el delito es propiamente de acción.

Un caso característico de comisión por omisión es del criado que se contrata para
cuidar a un ciego y al ver que éste, a quien dejó sentado en la plaza pública, se pone de pie para
cruzar la calzada de la calle próxima, no le impide hacerlo al ver que avanza silenciosamente un
vehículo a toda marcha, concibiendo entonces el propósito de dejar morir al desvalido a quien odia
por su trato altanero22.

Se encuentran, en este caso, todos los elementos de la comisión por omisión: un


precepto jurídico que coloca al agente en posición de garante y la no interrupción del proceso
causal que ya está en marcha. En cambio, si una madre da muerte a su hijo no amamantándole, no
sería un caso de comisión por omisión, puesto que la acción provoca el acontecimiento que produce
el daño. La madre da curso a los acontecimientos, no interviene cuando éstos se han iniciado ya. Lo
que interesa, entonces en la comisión por omisión, es que el agente se encuentre obligado a actuar y
no interrumpa la sucesión de acontecimientos, cuando éstos están ya en marcha.

El delito de comisión por omisión requiere, además, de la exigencia de un hacer


positivo esperado, en un precepto jurídico impuesto por la ley, por decretos administrativos, por
orden de un superior jerárquico, que constituya en garante al agente. La norma imperativa es el
precepto jurídico que establece el deber de garante y que podemos encontrarla en la ley, el contrato,
etc. 23 Sin embargo, como nuevamente explica Carnevalli, la dogmática más moderna, para
determinar los deberes cualificados de evitación de resultados, fundamentan la posición de garante
en la relación de orden material que se manifiesta entre el bien jurídico y el sujeto, apartándose de
las tesis formalistas, que plantean la posición de garante sobre la base de fuentes de obligaciones o
deberes, como los contratos, la ley, los reglamentos, etc.24

Esto nos permite plantearnos una interesante cuestión: ¿Dónde se encontrarán los
deberes de garante en la comisión por omisión tratándose de la responsabilidad civil?. Desde luego,
la pregunta tiene sentido cuando no existe un claro deber de garante impuesto por alguna norma,
pública o privada, es decir, una fuente formal.

La doctrina ha abordado el problema, preguntándose por la alternativa de si es


necesaria una norma específica que establezca el deber de garante o bien son suficientes las
cláusulas generales de la responsabilidad. La segunda posición es sustentada en el país por el
profesor Alessandri, quien sigue en esta materia a los autores franceses, debiendo recordarse que, al
igual que aquellos, la omisión es tratada a propósito de la culpa. Desde esta perspectiva, plantea que
existe culpa por omisión no sólo cuando se estaba obligado a actuar en virtud de la ley o el
reglamento, sino también cuando, debiendo actuar sin detrimento propio, no se hizo.25

Según Hernán Corral, quien estima que los deberes de garantes deben estar

21 CARNEVALLI, op. cit., página 72. Es la posición unánime de la dogmática penal chilena
22 Los ejemplos son citados por JIMÉNEZ DE ASÚA, op. cit., página 408
23 Un buen ejemplo de esta clase de normas lo constituyen la regulación de los derechos y deberes

que existen entre padres e hijos o entre cónyuges.


24 CARNEVALLI, op. cit., página 78
25 ALESSANDRI, op. cit., nº 134, página 200

19
establecidos en la ley o sancionados penalmente; éstos deben ser excepcionales, pues de lo contrario
podría importar serias restricciones a la esfera de libertad del juez. Además, piensa que extraer el
deber de garante del artículo 2314 del Código Civil es demasiado amplio y propende a la creación
de deberes a posteriori por parte del juez.26

LA CAPACIDAD DEL AUTOR DEL HECHO ILÍCITO

Concepto y regla general

Hernán Corral la define como “la aptitud de una persona para contraer la obligación de
reparar un daño”27.

La regla general en esta materia, como es tradicional, es la capacidad; todas las personas
son capaces, salvo aquellas que la ley declara incapaces, por tanto, nos centraremos en el estudio de
los incapaces.

Enunciación de incapaces

En sede extracontractual, en conformidad al art. 2319, son incapaces de delito o cuasidelito;

1 El demente.
2 El menor de siete años.
3 El mayor de siete años y menor de dieciséis que ha actuado sin discernimiento.

1 El Demente

Alessandri lo define como aquel que al tiempo de ejecutar el hecho está privado de la razón
por causas patológicas28. La doctrina, en general, se refiere a cualquier persona privada del uso de la
razón esté o no declarada en interdicción.

Es necesario hacer las siguientes salvedades respecto a este punto: En primer lugar debemos
señalar que el concepto jurídico de demencia o de demente no coincide con los conceptos técnicos
de la psiquiatría, y en segundo lugar, si se analiza la legislación más moderna, puede apreciarse que
se está dejando de lado las anacrónicas denominaciones de “demente o loco” y en su lugar, se están
empleando voces más adecuadas y correctas, como “enajenado mental”.

Discusión sobre la aplicación del art. 465 en sede extracontractual

Según el art. 465 del C.C.; “Los actos y contratos del demente, posteriores al decreto de
interdicción, serán nulos; aunque se alegue haberse ejecutado o celebrado en un intervalo lúcido. Y
por el contrario, los actos y contratos ejecutados o celebrados sin previa interdicción, serán válidos;
a menos de probarse que el que los ejecutó o celebró estaba entonces demente”. La doctrina ha
discutido si esta norma, aplicable, sin ninguna duda en sede contractual, es además, aplicable al
ámbito aquiliano.

26 CORRAL, Lecciones…, op. cit., páginas 112 y 113. Las críticas del profesor Corral se refieren a
nuestras opiniones expuestas en nuestro libro El daño moral…, op. cit., páginas 103 y 104
27 CORRAL TALCIANI, HERNÁN, obra citada, p. 106.
28 ALESSANDRI RODRÍGUEZ, ARTURO, obra citada, p. 98.

20
Algunos como Arturo Alessandri29 y René Ramos Pazos30 sostienen que el artículo no se aplica
en sede delictual, porque la propia norma alude a la celebración de actos y contratos. Esta es la
posición mayoritaria.

Otros, por su parte, como Pablo Rodríguez Grez31 sostienen que no dificultades en aplicar el
art. 465 en materia delictual, agrega que no ve la utilidad de la postura contraria y que esta norma
resulta ser beneficiosa, porque si el demente está declarado en interdicción su representante no
deberá soportar el onus probandi si existe decreto de interdicción.

Los intervalos lúcidos

Recordemos que para la psiquiatría moderna no existen los intervalos lúcidos, y


simplemente se tratarían de estados asistemáticos de la enfermedad mental. Sin embargo, la
doctrina todavía tiende a aceptarlos, por tanto si el demente en un intervalo lúcido causa daño,
habría responsabilidad.

Requisitos de la incapacidad por demencia

Los requisitos de la incapacidad por demencia son dos;

1 Debe ser actual.


2 La privación de razón debe ser total.

Debe ser actual

La incapacidad deberá existir al momento de cometerse el hecho dañoso, sin perjuicio de


que la demencia pueda tratarse de una situación permanente, o sea, se admite la posibilidad de que
la privación del juicio sea transitoria.

La privación de razón debe ser total

En relación al segundo requisito, debe estarse privado de la posibilidad de determinar su


voluntad, es decir, de ser conciente del acto y de sus consecuencias.

La situación del ebrio

El ebrio responde de todo daño causado por su delito o cuasidelito que provoca, según el
art. 2318 “El ebrio es responsable del daño causado por su delito o cuasidelito”.

El fundamento de la norma se encuentra en Pothier, quien señala que el daño que causa el
ebrio tiene su origen en la culpa del propio ebrio, quien es el causante de su estado de embriaguez.
Sin embargo, la doctrina señala que si a una persona se le obliga a la ingesta de alcohol, sería
inimputable, debiendo responder el que lo ha forzado a beber.

29 ALESSANDRI RODRÍGUEZ, ARTURO, obra citada, p. 105.


30 RAMOS PAZOS, René obra citada, p. 41.
31 RODRÍGUEZ GREZ, PABLO, Responsabilidad extracontractual, (Editorial Jurídica de Chile,

Santiago, 2004) p 189.

21
Situaciones de insconciencia no reguladas en el Código Civil

El art. 2318 también puede aplicarse respecto de otros casos que causen un daño durante
una intoxicación, nos referimos, por ejemplo, a los perjuicios provocados por un drogadicto. La
doctrina32 concluye que si la causa de la inconsciencia no se encuentra en un acto voluntario del
autor del daño, sino que proviene de un tercero que lo obliga, existe una causa de inimputabilidad.
La persona se encontraría en la misma situación que un demente o un infante, por tanto, la acción de
indemnización de perjuicios debe intentarse en contra de quien provocó la situación de
inconsciencia.

Lo dicho anteriormente resulta aplicable al sonámbulo, hipnotizado y al epiléptico.

2 El menor de siete años

Nos referimos a los infantes, los que son incapaces en razón de no tener discernimiento.

3 El mayor de siete años, pero menor de dieciséis

El menor será inimputable por incapacidad en la medida que haya obrado sin
discernimiento. Prescribe el art. 2319 inc. 2º “Queda a la prudencia del juez determinar si el menor
de dieciséis años ha cometido el delito o cuasidelito sin discernimiento; y en este caso se seguirá la
regla del inciso anterior”, es decir, si se determina que el menor obró sin discernimiento deberá
responder civilmente la persona a cuyo cargo esté, si puede imputársele negligencia.

Actualmente el discernimiento es una institución en crisis, se eliminó en materia criminal,


pero en sede civil ello no ha sucedido, al contrario, es una institución vigente.

Es juez competente para pronunciarse sobre el discernimiento aquel que conoce del juicio
de responsabilidad. En materia criminal, cuando estaba vigente el discernimiento, era juez
competente el tribunal de menores.

Responsabilidad del tercero que está a cargo del incapaz

El Art. 2319 en su inciso primero consagra la denominada responsabilidad del guardián,


“No son capaces de delito o cuasidelito los menores de siete años ni los dementes; pero serán
responsables de los daños causados por ellos las personas a cuyo cargo estén, si pudiere
imputárseles negligencia”.

Por el daño que causa un incapaz responde la persona que lo tiene bajo su cuidado;
cualquier persona que lo tenga a su cuidado, es decir; es una situación fáctica, luego habrá que
determinar, caso a caso, quien es responsable. Puede ser responsable el padre o la madre, el tutor o
curador o un tercero que tenga a cargo al incapaz.

32 Por todos, Alessandri Rodríguez, Arturo, obra citada, p. 101 y 102.

22
El fundamento de la responsabilidad del guardián es su propia negligencia, en otras
palabras, por su falta de cuidado el incapaz ha causado un daño el que, de haberse respetado el
debido deber de cuidado, no se hubiese producido.

El guardián no tiene acción para dirigirse en contra de los bienes del incapaz a modo de
reembolso, a tal conclusión se llega interpretando a contrario sensu el art. 2325, que permite pedir
el reembolso, pero respecto de aquel que es capaz de cometer delitos.

II. SEGUNDO REQUISITO DE LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL: EL


DOLO Y LA CULPA

La culpabilidad y su ausencia

Fundamental resulta ser en un sistema subjetivo, como el nuestro, el estudio de la culpa. La


culpabilidad se concreta en una conducta cometida con dolo o culpa.

En otras palabras el juicio de reproche efectuado al agente del daño debe basarse en el daño
causado con culpa o con dolo, según Barros 33 “En el derecho moderno, la culpa es un criterio
genérico de responsabilidad, que comprende el ilícito intencional (dolo) y el no intencional
(negligencia o imprudencia).”

En conformidad a lo anterior, primero estudiaremos el dolo y luego, la culpa.

El Dolo

Concepto

La definición legal del dolo la encontramos en el inciso final del Art. 44 del Código Civil, que
señala; “El dolo consiste en la intención positiva de inferir injuria a la persona o propiedad de otro”.

Materias en que recibe aplicación el dolo

En el Derecho civil, el dolo se aplica en las materias que se pasan a indicar:

1 En la formación del consentimiento, es un vicio de la voluntad, causal de nulidad relativa.

2 En la responsabilidad contractual, es un agravante de la responsabilidad del deudor, el que pasa


a responder de los daños directos imprevistos y de la pérdida de la cosa.

3 En la responsabilidad extracontractual, es un elemento de ésta.

33 BARROS BOURIE, ENRIQUE, obra citada, p. 76.

23
Clasificación del dolo

El dolo admite las siguientes clasificaciones:

1. Dolo directo y dolo eventual

En Derecho Penal se distingue entre dolo directo y dolo eventual. Dolo directo es aquel en
que se ha obrado con la clara intención de producir un daño.
El dolo eventual es aquel en que se realiza una acción sin ánimo de causar un daño, pero el
agente se representa la posibilidad de que se pueda producir un daño y acepta su eventual
causación.

La doctrina civil ha discutido si el dolo eventual hace nacer la obligación de indemnizar


perjuicios:

Alessandri opina que el dolo eventual en sede civil no hace nacer la obligación de
indemnizar, porque el autor del daño no ha querido provocarlo, o sea, aunque haya podido preverlo,
no se configura el dolo. Por tanto, para este autor, no basta la conciencia de que se pueda causar un
daño. Es menester que exista la intención de causarlo, agrega que “la intención, según el sentido
natural y obvio de esta palabra, es la determinación de la voluntad hacia un fin, el deseo de ver
realizada una determinada consecuencia”34.

En contra opina Pablo Rodríguez Grez, en su libro “La obligación como un deber de
conducta típica”, señala que el dolo, en cuanto intención positiva de inferir injuria a la persona o
propiedad de otro, se satisface siempre que el autor del daño se encuentre en situación de prever el
resultado dañoso, a lo menos como probable; y debe aceptar tal posibilidad y estar en la situación de
realizar una conducta que excluya al daño.

2. Dolo positivo y dolo negativo

El dolo positivo consiste en la ejecución de un hecho, por ejemplo; herir a otro.

El dolo negativo consiste en una omisión o abstención, por ejemplo; si una persona se está
ahogando en una playa y un tercero que esté en posición de garante, pudiendo y debiendo salvarla,
no lo hace.

Apreciación del dolo

El dolo debe apreciarse in concreto, es decir, deberá tomarse en consideraciones las


circunstancias personales del autor del daño y determinar si en realidad, en la especie, tenía la
intención de actuar provocando un daño, ello a diferencia de lo que ocurre con la culpa, la que,
según veremos, se aprecia in abstracto.

34 ALESSANDRI RODRÍGUEZ, ARTURO, obra citada, 120.

24
La seducción

Aunque para nuestros contemporáneos ojos pudiese parecer un anacronismo asociar el dolo
a la seducción, en materia civil, según la doctrina tradicional35, la seducción puede ser constitutiva
de dolo, por ejemplo; si el autor ha abusado de su autoridad, ha engañado o ha abusado de su
superioridad intelectual, social o económica, para arrancar el consentimiento de la otra persona. No
existe dolo por el hecho de yacer con la mujer, sino en virtud de las maniobras empleadas para
lograr tal fin, salvo, desde luego, que la mujer se haya entregado voluntariamente al hombre36.

Personas que responden por el dolo

Deberán responder por el dolo, y por tanto indemnizar los perjuicios, el autor del dolo, sus
cómplices y los que han obtenido provecho del dolo. En este último caso, no es necesario que se
tenga conocimiento del dolo, basta el enriquecimiento injusto originado en el dolo37.

Prueba del dolo

Debe aplicarse el ya conocido art. 1459, por lo tanto el que alega el dolo deberá soportar la
carga de la prueba, ya que el dolo no se presume, salvo los casos en que el propio legislador ha
establecido la presunción en contrario.

35Por todos, ALESSANDRI RODRÍGUEZ, ARTURO, obra citada, p. 121.


36ALESSANDRI RODRÍGUEZ, ARTURO, obra citada, p. 121.
37ALESSANDRI RODRÍGUEZ, ARTURO, obra citada, p. 124.

25
LAS TESIS DE LA CULPA

La tesis psicológica: la culpa como vulneración de la diligencia

Como explica Díez-Picazo, la corriente psicológica tiene su origen en el Derecho penal del
primer positivismo y corresponde a un concepto causalista del Derecho, en el que los elementos
objetivos quedaban radicados en la antijuridicidad, los subjetivos en la culpabilidad y la causalidad
era concebida en términos materiales, pero indica, siguiendo a Mir Puig, que dicha concepción
fracasó tratándose de la culpa inconsciente o sin representación, en la que no existe ninguna
conexión psíquica entre el autor y la lesión. Esta definición se encuentra presente cada vez que se la
define como la simple omisión de la diligencia o la falta de cuidado, sin agregar ningún elemento
normativo al concepto.

En Chile, es fiel reflejo de esta corriente la famosa definición de Abeliuk: culpa o descuido,
nos dice el autor, es: “la falta de diligencia o cuidado en el cumplimiento de una obligación o en la
ejecución de un hecho”.

Se trata de una opinión que uno puede encontrar frecuentemente en autores de la primera
mitad del siglo pasado, en cualquier sistema, cuya nota común es centrar, como elemento
fundamental de la culpa, la previsibilidad de la conducta. Desde esta perspectiva, por ejemplo, en su
clásica obra, Aguiar señala que la idea de la previsibilidad de las consecuencias es central en la idea
de la culpa. La culpa no requiere que el resultado se haya previsto, pero sí puede haberse previsto.
En este sentido, es la provocación de un resultado no previsto, pero sí previsible.

El concepto ético de la culpa: el juicio de culpa como reproche personal

En la dogmática constituye un lugar común que acompaña cualquier explicación sobre el


origen y consagración de la culpa, afirmar que esta se confunde o se traduce en un reproche moral.

Tesis normativas

Siguiendo a Luzón no hay una tesis normativa, pues con el término se quiere abarcar una
serie de concepciones de la “culpabilidad penal” y no de la culpa estricta, pero todas coinciden,
como dice el autor, en desplazar la base psicológica para hacerla recaer, indistintamente, ya en su
reprobabilidad, ya en su contrariedad a las normas del deber. Detengámonos un breve momento en
esta cuestión para que entendamos exactamente qué importa una concepción normativa.

La culpa como infracción normativa se traduce en lo que la dogmática chilena identifica,


desde Alessandri, como la culpa contra la legalidad y se configura en las hipótesis en que la ley
establece directamente el estándar de conducta.

26
Es aquella que surge del sólo incumplimiento de una norma legal o reglamentaria. Basta
con probar la violación de la norma para tener por acreditada la culpa, porque ésta consiste
precisamente en el no respeto de la norma en cuestión38.

Un supuesto común de culpa contra la legalidad está constituido por las infracciones a la
Ley de Tránsito.

Hernán Corral agrega que esta especie de culpa no implica que la responsabilidad se
transforme en objetiva, sino que existe culpa infraccional, la que debe ser probada39.

Alessandri40 señala los siguientes casos de culpa contra la legalidad;

1 Automovilista que de noche conduce con las luces apagadas.


2 Empresa ferroviaria que no establece barreras o no mantiene guardavías o señales luminosas.
3 Si el capitán de una nave no cumple las disposiciones reglamentarias tendientes a impedir
colisiones.
4 Mantener, por parte de una empresa ferroviaria, las vías en mal estado.
5 Mantener material explosivo e inflamable en una bodega sin respetar las normas legales y
reglamentarias aplicables.
6 No tocar el conductor de una locomotora el correspondiente pito en caso de venir a gran
velocidad.
7 En el choque de trenes, ya que en tal caso es evidente que los funcionarios de la empresa
respectiva no han respetado las normas aplicables, el choque de trenes es inexcusable.

Es claro que la culpa contra la legalidad puede aplicarse a esferas sociales limitadas, como
por ejemplo, la responsabilidad civil derivada de accidentes de tránsito. En efecto, en la dogmática
chilena, se considera que el análisis de la norma resulta inoficioso si se ha violado una obligación
proveniente de una norma determinada. En particular Alessandri considera que esta culpa se
configura cuando la autoridad establece claramente una prohibición, a objeto de precaver un
perjuicio o daño, de modo que la violación de la prohibición se traduce en culpa. Como explica
Corral, el deber de cuidado no está constituido solo por el deber general del neminem laedere:
“...sino que se ha explicitado en reglas, normas, reglamentos, que en forma expresa señalan cuál es
el comportamiento cuidadoso exigido. En estos casos, el solo hecho de que el agente ha
transgredido con su conducta la norma expresada da pie para considerar que ha existido culpa en
su actuación”. Para Barros, una de las formas de construcción del deber de cuidado, se encuentra en
al violación de normas (legales o reglamentarias), destinadas a regular específicamente una
actividad, a priori, peligrosa. En estos casos, según el autor, cuando el daño se produce por la
violación normativa, el acto es tenido por ilícito, que Barros equipara a la culpa.

La culpa como infracción de un estándar social: la posición normativa sustancial

Desde esta perspectiva, la culpa se traduce en un comportamiento inadecuado conforme a


un estándar social, no en un catálogo de deberes, más o menos detallados. No se trata, ciertamente
de una noción sociológica, sino al contrario, de una perspectiva puramente normativa, en la que no

38 RAMOS PAZOS, RENÉ, obra citada, p. 53.


39 CORRAL TALCIANI, HERNÁN, obra citada, p. 215.
40 ALESSANDRI RODRÍGUEZ, ARTURO, obra citada, pp. 128 a 132.

27
conducirse socialmente deriva de la armonización de las libertades, según la fórmula de Kant, en la
que el Derecho es precisamente la coexistencia de tales libertades. Existe pues el deber no solo de
hacernos soportar el riesgo de la vida conjunta, sino hacer al prójimo el bien que exigiríamos de él.
De este modo, la forma en la que nos conducimos en libertad, en la que conciliamos nuestras
libertades y nuestras conductas se determina mediante la apreciación en abstracto de la conducta, es
decir, por comparación con un estándar medio, que podemos exigirnos entre todos, el buen padre de
familia, el hombre razonable y prudente. La culpa es definida como el error de conducta que no lo
habría cometido una persona cuidadosa situada en las mismas circunstancias externas.

En cuanto a la construcción de los deberes de conducta, Díez-Picazo reconoce que se trata


de uno de los problemas fundamentales de la culpa y advierte como los tratadistas franceses,
especialmente Mazeaud y Tunc, recurren al contenido de la culpa para resolver la cuestión. Díez-
Picazo indica que para que exista negligencia, la infracción de normas de conducta tiene que ser
reconocida como creación de un riesgo no permitido y, por lo mismo, es necesario atender a si la
evitación del resultado dañoso se encuentra dentro del fin de protección de la norma, de modo que
solo las conductas que se encuentren dentro del radio de protección de la norma podrían ser
calificadas de negligencia.

Para Reglero, la culpa equivale en responsabilidad civil a la negli-gencia y se traduce en la


omisión, sin ánimo de dañar, de la diligencia exigible. Según el autor, en primer lugar la culpa
importa un juicio de previsibilidad objetiva, de acuerdo a lo que un hombre razonable debió haber
previsto. Pero además estima que la culpa supone un segundo test, de evitabilidad, en la medida que
el sujeto disponía de los medios necesarios para impedirlo y no lo hizo o que recaía sobre él un
deber de evitar un resultado, en un caso particular.

En nuestra doctrina, la consideración de la culpa contra la legalidad no es obstáculo para


estimar que el deber de cuidado se construye bien a partir de infracción de usos normativos, bien
mediante la determinación del deber de cuidado por el juez; en otros términos, la aceptación de una
concepción de la culpa normativa formal convive con otra, sustancial, que refiere el
comportamiento debido, en definitiva, a la decisión jurisdiccional. En cuanto a los usos normativos,
Barros considera que se trata de: “(...) reglas conocidas espontáneamente como expresión de un
buen comportamiento y de aquello que usualmente se tiene por debido y que se expresan en
expectativas de seguridad dentro de cada tipo de actividad (...) A veces, estas reglas están
formuladas en códigos de ética o de conducta, como los que rigen la actividad publicitaria o la de
algunos colegios profesionales. Más frecuentemente se expresan en buenas prácticas profesionales
o empresariales”, advirtiendo, en todo caso, que tales reglas no pueden ser impuestas a terceros, ni
menos al juez.

En ausencia de usos normativos e incluso, a pesar de ellas, el estándar de conducta es


construido por el juez. Algunos autores han propuesto que el estándar de conducta con el que debe
construirse el juicio de culpa, es el del buen padre de familia. Es la posición de Alessandri, quien
sostenía que para apreciar la culpa debía recurrirse al estándar del buen padre de familia, tanto
porque el artículo 44, al definir la culpa, es aplicable el ámbito contractual, como porque el artículo
2323 recurre a dicho estándar para su determinación. Aun así, no propone un único modelo para
todo tipo de situación, sino uno que puede variar según el tiempo, el lugar, la condición social, la
profesión, en fin, las circunstancias denominadas externas, frente a aquellas internas, que no deben
considerarse. Esta misma posición adopta Corral.

La graduación de la culpa

28
Sabido es que el art. 44 del C.C. gradúa la culpa en grave o lata, leve y levísima. Dicha
graduación de la culpa, es propia del ámbito contractual, no se gradúa en sede aquiliana. Ello
porque en materia contractual el vínculo de derecho que une a las partes impone un deber de
cuidado diverso según la naturaleza del contrato. El tenor del art. 1547 establece; “El deudor no es
responsable sino de la culpa lata en los contratos que por su naturaleza sólo son útiles al acreedor;
es responsable de la leve en los contratos que se hacen para beneficio recíproco de las partes; y de
la levísima, en los contratos en que el deudor es el único que reporta beneficio”.

En definitiva se ha sostenido que en sede extracontractual toda clase de culpa, incluso la


levísima, acarrea responsabilidad41.

En contra de lo anterior opina Barros, para el que la doctrina se contradice ya que, por una
parte, se señala que según el art. 44 la regla general en nuestro sistema es la culpa leve, pero al
definir el estándar de debido cuidado, se afirma que en sede extracontractual se responde de toda
culpa, incluida la levísima, fundándose para ello sólo en que la graduación de la culpa que establece
el art. 44 no es aplicable al ámbito delictual o cuasidelictual civil. Esta es la posición dominante, se
responde en el ámbito extracontractual de culpa leve. Considérese que el propio art. 44 señala que
cuando la ley se refiere a “culpa” sin precisar el grado de ésta, debe entenderse que se refiere a la
regla general en materia de culpa, esto es, a la culpa leve.

Denominaciones de la Culpa

En nuestro sistema, se habla indistintamente, de culpa, negligencia o imprudencia, se trata


de expresiones sinónimas.

Sin perjuicio de lo anterior, en doctrina se efectúan algunas precisiones;

1 Imprudencia temeraria, es aquella en la que existe una acción descuidada, como el disparo de un
arma de fuego que se está limpiando.

2 Negligencia, es la forma omisiva de la culpa; luego, la negligencia implica una abstención u


omisión.

3 Ignorancia inexcusable, se utiliza esta expresión para referirse a la culpa del profesional. También
se le denomina, precisamente, culpa del profesional. A medida que se desarrolla la responsabilidad
extracontractual, cada día serán más comunes los supuestos de culpa profesional del abogado, por
ejemplo, si en razón de su negligencia no deduce una acción dentro de los plazos de prescripción
correspondientes o no comparece a una audiencia, comparendo o alegato.

Apreciación de la Culpa

Existen dos formas apreciar la culpa:

Apreciación in concreto; se debe analizar la situación personal del sujeto y sus


circunstancias de tiempo y lugar.

41 CORRAL TACIANI, HERNÁN, obra citada, pp. 213 y 214.

29
Apreciación in abstracto, se debe efectuar una comparación con un tipo ideal o abstracto, o
sea, con el hombre medio, con el buen padre de familia. No interesan las particulares circunstancias
del agente. Esta es la posición que sigue la mayoría de la doctrina moderna y la jurisprudencia.

Para Alessandri42, el modelo ideal se refiere a un hombre prudente colocado en la misma


situación. El juez debe comparar la conducta del agente con la que habría observado un hombre
prudente de idéntica profesión u oficio colocado en el mismo lugar, tiempo y demás circunstancias.
Habría que preguntarse: ¿Qué habría hecho en su caso?, ¿Habría operado de la misma forma o
habría tomado otras precauciones? En apoyo de su posición señala el art. 44 y el art. 2323, inciso
primero parte final, en donde expresamente se hace referencia al buen padre de familia. Agrega el
autor el siguiente ejemplo; “Así, para apreciar si hay o no culpa de parte de un médico obligado a
hacer una operación urgente, se comparará su conducta con la de un médico prudente que se hallare
en idénticas circunstancias”. Hernán Corral sostiene la misma opinión 43, y en el mismo sentido
Rodríguez Grez44.

El profesor Barros45 introduce un matiz a lo anterior, en su opinión, si bien es cierto que la


culpa debe apreciarse in abstracto realizando una comparación entre la conducta del agente con la
que habría observado un hombre prudente en la misma situación, agrega “como este tipo de hombre
varía con el tiempo, el lugar, el medio social a que pertenece y la profesión u oficio que ejerce, el
juez deberá tomar en cuenta todas estas circunstancias, que algunos autores denominan externas, en
contraposición a las internas, que dicen relación con las condiciones personales del agente, como su
sexo, edad, carácter, estado de ánimo, etc., y de las cuales hay que prescindir.” Corral 46 tampoco
excluye la posibilidad de incluir en la comparación con un modelo abstracto el análisis de
circunstancias particulares del agente, pero dichas circunstancias deben ser generalizables en una
cantidad indeterminada de sujetos, en caso contrario, se corre el riesgo de caer en una apreciación in
concreto.

Situación de la doctrina española

En términos generales, los autores españoles señalan que existe acuerdo en orden a que en
materia civil extracontractual culpa significa la desviación respecto de un modelo de conducta o de
un estándar.

Sin perjuicio de lo anterior, estos modelos abstractos son criticados. Se sostiene que el buen
padre de familia es un ser ficticio e incondicionado que no vive en una época determinada, más aún,
al que no cabe situar en ningún ambiente. A lo anterior se retruca que la apreciación in concreto
implica un reproche más moral que jurídico, y otro argumento que se señala se centra en el origen
histórico del padre de familia, el que surgió en materia contractual, luego su aplicación en sede
extracontractual se trataría de una ampliación que no corresponde al origen de la figura.

La Prueba de la Culpa

Tanto el dolo como la culpa deben ser probados por el que los alega, se trata de una
aplicación de la regla general del art. 1698.

42 ALESSANDRI RODRÍGUEZ, ARTURO, obra citada, pp. 127 y 128.


43 CORRAL TALCIANI, HERNÁN, obra citada, pp. 212 y 213.
44 RODRÍGUEZ, GREZ, PABLO, obra citada, p. 183.
45 BARROS BOURIE, ENRIQUE, obra citada, p. 84-88.
46 CORRAL TALCIANI, HERNÁN, obra citada, p. 213.

30
Como se trata de un hecho, son admisibles todos los medios legales de prueba. No hay
limitaciones a la prueba testimonial, porque el art. 1709 se refiere exclusivamente a los actos o
contratos, y por tanto es una norma propia de la responsabilidad contractual.

El problema es que el onus probandi no es una carga fácil de satisfacer, de lo anterior se


deriva el peligro que la víctima no pueda obtener la reparación de los daños causados. Para paliar
esta situación, el Código Civil establece presunciones de culpa:

1 Responsabilidad por el hecho propio, art. 2329.

2 Responsabilidad por el hecho ajeno, artículos 2320 a 2322.

3 Responsabilidad por el hecho de las cosas, artículos 2323 a 2328.

Jurisprudencia sobre la culpa

Alessandri47 señala una serie de supuestos de culpa establecidos por la jurisprudencia, entre
ellos, los que a continuación se indican:

1 No impedir el tránsito de trabajadores al lado de cartuchos de salitre hirviendo sin las


correspondientes rejas de protección.

2 Conocer el mal estado de un cable y permitir que se utilice en la descarga de una lancha.

3 No instalar señales que adviertan al público del peligro que representan los hoyos abiertos de un
camino que se está reparando.

4 Mantener en su sitio un poste del alumbrado público en mal estado.

5 Hacer trabajar a un trabajador en un andamio en mal estado.

6 Entregar un arma cargada a un menor de doce años.

7 El hecho que un tranvía no toque campana o no disminuya velocidad llegando a una bocacalle.

8 Empujar a un niño para que baje de un tranvía.

9 En hacer correr de noche un tren sin luz que alumbre el camino y que permita que el propio tren
sea visible.

10 Mantener un cable conductor de corriente eléctrica sin las condiciones necesarias para evitar que
sea peligroso.

47 ALESSANDRI RODRÍGUEZ, ARTURO, obra citada, pp. 134-143.

31
TERCER REQUISITO DE LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL: LA
EXISTENCIA DEL DAÑO

De su relevancia

El daño es un requisito fundamental de la responsabilidad civil, puede ser que se cometa un


hecho con intención de dañar, pero si no se produce perjuicio alguno, no surge la responsabilidad
civil, por ello se suele afirmar que no existe responsabilidad sin daño.

Nuestro C.C. no define al daño, por lo que debemos recurrir a la doctrina, estudiaremos las
tesis vulgares y normativas.

Tesis vulgares

Para Alessandri48 el daño es “todo detrimento, perjuicio, menoscabo, dolor o molestia que
sufre un individuo en su persona, bienes, libertad, honor, afectos, creencias, etc.”

La mayoría de la doctrina, desde Alessandri, prefiere señalar que el daño afecta a un


interés.

Por su parte, José Luis Diez, siguiendo a Hiering,49 explica que interés es todo aquello que
resulta útil con tal que sea un bien para el sujeto; que satisfaga una necesidad, cause felicidad y
rechace un dolor. Teniendo presente esto último, podemos apreciar que se trata de una noción
amplia.

Tesis normativas

Se tratan de introducir un criterio normativo al concepto de daño, que lo restringe o lo limita.


Se entiende el daño como la lesión a derechos o como intereses jurídicamente tutelados. Pero, el
problema es que limita la posibilidad de reparación, ya que hay que identificar un derecho
subjetivo, lo que típica los daños y, además, el daño viene definido por la naturaleza del derecho.
Así, si el derecho es patrimonial, sólo se puede demandar por daño patrimonial, es decir, si se mata
un perro, sólo se puede exigir el precio de la cosa. Esta tesis fue sostenida por Fueyo, para quien el
daño es la lesión a un derecho subjetivo.

48ALESSANDRI RODRÍGUEZ, ARTURO, obra citada, p. 153.


49DÍEZ SCHWERTER, JOSÉ, El daño extracontractual. Jurisprudencia y doctrina (Editorial Jurídica de
Chile, Santiago, 1997) p. 25.

32
Requisitos del Daño

Para que el daño pueda ser indemnizable, debe cumplir con los siguientes requisitos;

1 Debe afectar un interés lícito.

2 Debe ser cierto.

3 Debe ser directo.

4 No debe haber sido reparado.

5 Debe ser anormal

1. El daño debe afectar un interés lícito

Es evidente que la protección que otorga el ordenamiento jurídico está dirigida a la


protección de intereses lícitos, aquello que es ilícito no es merecedor de los resguardos que
establece el Derecho. De lo anterior, se deduce, sin mayor dificultad que el daño para que sea
indemnizable, debe afectar a un interés lícito o legítimo.

Para que el interés sea legítimo o lícito no es necesario que esté establecido por el
legislador. En principio, es lícito todo interés, salvo que sea contrario a las leyes o a las buenas
costumbres50.

En relación a este requisito del daño, se ha discutido si el concubino tiene o no un interés


legítimo susceptible de protección por el derecho, piénsese, por ejemplo en la muerte del varón,
¿puede, en tal caso, la mujer solicitar la correspondiente indemnización de perjuicios? Sobre el
particular la doctrina se ha dividido.

Arturo Alessandri51 señala que no procede indemnización porque la acción de la concubina


se funda en su propia inmoralidad. El derecho no debe amparar a los inmorales, sin embargo, señala
que distinta es la situación de los hijos ilegítimos que sí podrían demandar, ya que su acción no se
funda en la inmoralidad, porque es moral que un padre satisfaga las necesidades de los hijos.

Hernán Corral52 señala que el concubinato, si bien es cierto no es reprimido por el derecho,
ello no significa que deba ser protegido ni afianzado. Las uniones de hecho no deben tener la misma
protección que la familia basada en el matrimonio. Sin perjuicio de ello, debe aceptarse la demanda
de la concubina porque se funda en una relación de afecto, pero no en un vínculo jurídico.

50 BARROS BOURIE, ENRIQUE, obra citada, p. 223.


51 ALESSANDRI RODRÍGUEZ, ARTURO, obra citada, pp. 154 y 155.
52 CORRAL TALCIANI, HERNÁN, obra citada, pp. 140 y 141.

33
Pablo Rodríguez Grez53 plantea otra visión y señala que habría que distinguir si una persona
casada se encuentra en un adulterio, en tal caso la acción de la concubina no debe aceptarse porque
es un interés ilegítimo. Por el contrario, si los concubinos son solteros, sí puede aceptarse la
demanda porque el interés sería legítimo.

Sin perjuicio de lo señalado precedentemente, se trata de una mera discusión de la doctrina,


porque los tribunales han sido pragmáticos y aceptan la indemnización al concubino. El art. 108
Código de Procesal Penal prescribe “Para los efectos de este Código, se considera víctima al
ofendido por el delito. En los delitos cuya consecuencia fuere la muerte del ofendido y en los casos
en que éste no pudiere ejercer los derechos que en este Código se le otorgan, se considerará víctima:
a) al cónyuge y a los hijos; b) a los ascendientes; c) al conviviente; d) a los hermanos, y e) al
adoptado o adoptante. Para los efectos de su intervención en el procedimiento, la enumeración
precedente constituye un orden de prelación, de manera que la intervención de una o más personas
pertenecientes a una categoría excluye a las comprendidas en las categorías siguientes”.

Otro punto que debemos analizar en relación a este requisito del daño es el relativo a las
víctimas que se encuentran en una situación ilícita, pero que han sufrido un daño.
Así, por ejemplo, el que viaja en un medio de transporte sin haber pagado el
correspondiente pasaje y sufre un daño a raíz de un accidente de tránsito o el que ha cometido un
hurto falta y es agredido por los guardias de un establecimiento determinado. En estas situaciones,
no obstante la evidente ilicitud de la conducta de la víctima, ¿es adecuado otorgarle una
indemnización por los perjuicios sufridos?

Sin perjuicio de la ilicitud de la víctima, ésta ha sufrido un daño y podrá reclamar la


correspondiente indemnización de perjuicios. Pero podrá aplicarse el art. 2330 del C.C. y disminuir
el monto de la indemnización basándose en la propia culpa de la víctima, pero sin llegar a excluir su
derecho a ser indemnizada54.

2. El daño debe ser cierto

Este requisito se desprende de ciertas formas verbales utilizadas por el legislador, por
ejemplo; la voz “inferido” que se utiliza en el art. 2314; la forma verbal “irroga” que aparece en el
art. 2315; la forma verbal “causado” del art. 2318, la que también se utiliza en el art. 2319, 2325 y
en el art. 2328, entre otros55.

Que el daño sea cierto implica que debe ser real y efectivo. No se indemniza por tanto el
daño hipotético, incierto o eventual.

Son ejemplos de daño eventual citados por la doctrina56, y por lo tanto, no indemnizables;
los ingresos que podrían haberse recibido durante el ejercicio de una carrera que recién se está
empezando a estudiar, el riesgo de adquirir cáncer por parte de aquel que ha estado expuesto a una
contaminación.

A continuación nos referiremos al daño futuro y a la pérdida de una chance, conceptos


ligados a este requisito.

53 RODRÍGUEZ, GREZ, PABLO, obra citada, pp. 263 y 264.


54 Véase BARROS BOURIE, ENRIQUE, obra citada, pp. 225 y 226.
55 RAMOS PAZOS, RENÉ, obra citada, p. 79.
56 BARROS BOURIE, ENRIQUE, obra citada, p. 238.

34
El daño futuro

No necesariamente el daño indemnizable debe ser presente, el daño puede ser futuro y
cierto, por ejemplo; la indemnización a favor de los hijos contra el homicida del padre que pagaba
una pensión alimenticia, o la indemnización por la cosecha perdida en contra de quien incendió una
plantación de trigo antes del periodo de cosecha. Por tanto, los daños futuros indemnizables serán
aquellos que sean ciertos.

El daño futuro es un daño cierto e indemnizable si necesariamente ha de realizarse, lo que,


siguiendo a Alessandri57, ocurre en los siguientes casos;

1 Si se impide la continuación de un estado de cosas ya existente, por ejemplo, se causa daño


si se mata a aquel que proporciona alimentos legales a otro.
2 Si se ha desarrollado cierta conducta que hace inevitable la producción futura del daño,
como si de destruye una plantación antes de la cosecha.

La certidumbre de la pérdida de una chance

En relación a este requisito, se plantea si debe indemnizarse doctrinaria la pérdida de una


chance, ésta es una creación de la doctrina francesa perte d’une chance. Se trata de ciertos casos en
los que en virtud, generalmente de una negligencia, se priva a una persona de una determinada
posibilidad, la que podría haberse traducido en una ganancia. La doctrina58 entiende que no se trata
de un daño hipotético y que debe indemnizarse. Este tema lo analizaremos con mayor profundidad a
propósito del daño moral.

Barros59 nos explica del modo siguiente la diferencia entre daño eventual y la pérdida de
una oportunidad; “En el caso del daño eventual, la incertidumbre afecta a la materialización misma
del daño; en la pérdida de oportunidades, se trata de daños ya ocurridos (la muerte o enfermedad de
una persona, por ejemplo), pero que no pueden ser atribuidos causalmente con certeza al hecho del
demandado, aunque sí con una conocida probabilidad”, agrega el ejemplo del mandante que pudo
obtener sentencia favorable si el abogado hubiese tramitado y no olvidado su juicio.

En definitiva, el daño debe distinguirse de una mera esperanza o expectativa, incluso en los
casos en que la privación de la esperanza, expectativa o álea obedezca a culpa o dolo de un
tercero60.

3. El daño debe directo

El daño o perjuicio debe ser una consecuencia directa y necesaria del hecho que lo provoca,
es decir, debe estar causalmente relacionado con la acción u omisión culpable del agente. Si no está
presenta dicha relación de causalidad, el daño causado no deberá ser reparado, ya que se trata de un
daño indirecto.

Volveremos sobre este requisito al analizar el nexo de causalidad.

57 ALESSANDRI RODRÍGUEZ, ARTURO, obra citada, pp. 156 y 157.


58 RAMOS PAZOS, RENÉ, obra citada, p. 79 y 80.
59 BARROS BOURIE, ENRIQUE, obra citada, p. 240.
60 ALESSANDRI RODRÍGUEZ, ARTURO, obra citada, p. 159.

35
4. El daño no debe haber sido reparado

René Ramos Pazos61 sostiene que aunque pudiera parecer una obviedad, de todas maneras
se está en presencia de un requisito del daño, basado en el principio del enriquecimiento sin causa.

Corral62 explica este requisito, siguiendo el ejemplo de De cupis; las ovejas de una persona
pisotean el campo de su vecino, es evidente la producción de un daño, pero sucede que, el
perjudicado, al mismo tiempo, se ve beneficiado ya por el efecto fertilizante causado por las mismas
ovejas. En este caso, ¿debe compensarse el daño causado con el provecho recibido?.

Tradicionalmente se ha sostenido que es procedente la compensación, de forma tal, de


reducir la indemnización que debe pagarse a la víctima. A igual conclusión se llega en la actualidad,
pero la doctrina es restrictiva en ello exigiendo que el provecho se origine en el mismo hecho ilícito
y que el lucro sea de la misma naturaleza que el daño.

5. El daño debe ser anormal

No se deben indemnizar todas aquellas molestias y daños de ínfima entidad connaturales de


la vida en sociedad, por ejemplo; los ruidos molestos que provocan la construcción de un edificio,
es decir, el daño indemnizable deberá poseer una magnitud o entidad apreciable.

En caso contrario, sería muy difícil la vida en sociedad, ya que todos, y por daños nimios,
solicitaríamos a los tribunales de justicia indemnizaciones de perjuicios, con el consiguiente
atochamiento de los juzgados y las desagradables consecuencias que de ello se derivarían para la
sociedad.

Es misión del poder judicial estar atento y desechar toda acción de indemnización que
basándose en daños de ínfima entidad, pretenda, de mala fe, convertir dichas molestias en fuentes
de riquezas para los presuntos afectados.

Sin perjuicio de la existencia de ciertos daños propios de la vida en sociedad y respecto de


los cuales no se generan juicios de responsabilidad, es misión de los tribunales de justicia el
establecer el límite de la normalidad del daño y de conductas dañosas que ameriten la
correspondiente indemnización, así, por ejemplo, vía recurso de protección se ha establecido qué
debe entenderse por normal y tolerable, y no es tolerable el ruido de gran intensidad proveniente de
las autopistas, el ruido generado por la sede de un club deportivo hasta altas horas de la madrugada.
Se rechazó una acción de protección basada en los gritos producidos por los niños en sus juegos, la
Corte de Concepción estableció que “esta Corte no puede menos que entender que en ocasiones los
niños pueden perturbar la tranquilidad a que aspiran los mayores. Siempre ha sido así y la
naturaleza, inescrutable pero sabia al fin, continuará el ciclo sucesivo de inquietudes y de paz que

61 RAMOS PAZOS, RENÉ, obra citada, p. 80.


62 CORRAL TALCIANI, HERNÁN, obra citada, pp. 144 y 145.

36
acompaña a los seres humanos en su desarrollo”, luego la Corte recuerda la famosa narración de
Oscar Wilde, “El Gigante Egoísta”63.
Considérese que de la propia acción del hombre se producen ciertos daños ligados al
necesario desarrollo de toda la sociedad, como la contaminación ambiental y acústica que va de la
mano con el crecimiento de las urbes, “Se entiende, por tanto, que la Ley Nº 19.300, de Bases
Generales del Medio Ambiente, haya exigido que el daño que produce la responsabilidad ambiental
sea “significativo”64.

Prueba del daño

Por aplicación de la regla general del art. 1698, el que alega el daño debe acreditarlo,
recurriendo para ello, a todos los medios legales de prueba.

Si el actor no satisface la carga probatoria del daño, su acción debe rechazarse y por lo
tanto, su pretensión indemnizatoria se verá frustrada, ya que, como hemos dicho con anterioridad, el
daño es un elemento fundamental de la responsabilidad civil, sin daño, no hay responsabilidad.

Clasificación del Daño

El daño puede clasificarse en:

Daño patrimonial y daño extrapatrimonial

Daño directo y daño indirecto

Daño previsible y daño imprevisible

Daño patrimonial y no patrimonial

El daño patrimonial

Daño patrimonial es aquel que consiste en una pérdida de índole pecuniaria, o sea, implica
un detrimento o disminución del patrimonio. El daño patrimonial es equivalente a lo que
tradicionalmente en doctrina se conoce como daño material.

Dentro del daño patrimonial distinguimos entre daño emergente y lucro cesante.

Daño emergente es aquella pérdida efectiva y actual que se produce en el patrimonio de la


víctima.

Lucro cesante que es aquella pérdida de una legítima utilidad que habría incrementado el
patrimonio de la victima de no mediar la ocurrencia del hecho dañoso. El lucro cesante es un daño
futuro, el que, según lo ya visto, puede ser indemnizado, respetando el requisito de la certidumbre
del daño.

63 DÍEZ SCHWERTER, José Luis, obra citada, pp. 34-36.


64 CORRAL TALCIANI, HERNÁN, obra citada, p. 147.

37
Por tratarse de un daño futuro, es difícil establecer el quantum del lucro cesante, según
Corral65, “lo indemnizable es el lucro frustrado en cuanto renta líquida, es decir, descontando los
recursos que el perjudicado hubiera debido invertir para producir la ganancia”.

La jurisprudencia ha sostenido que el art. 1556 ubicado a propósito de la responsabilidad


contractual, norma que habla de daño emergente y de lucro cesante, resulta plenamente aplicable en
materia extracontractual, ya que se trata de una regla redactada en términos amplios.

Daño no patrimonial es aquel que no afecta al ámbito patrimonial de una persona, se le


denomina daño moral.

Por su importancia y gran desarrollo, examinaremos en detalle, a continuación, el daño


moral.

Daño directo e indirecto

Daño directo es aquel, consecuencia inmediata de la acción u omisión en que ha incurrido


su autor. En relación a este daño se cumple con el requisito de la relación de causalidad, por tanto,
el daño directo es un daño indemnizable.

Daño indirecto es aquel que no es consecuencia inmediata de una acción u omisión. Como
no se cumple con el requisito del nexo causal el daño indirecto no es indemnizable.

Daño previsible y daño imprevisible

Se distingue entre daño previsible e imprevisible según si, es posible o no anticipar su


producción.

65 CORRAL TALCIANI, HERNÁN, obra citada, p. 149.

38
EL DAÑO MORAL

Concepto

En una primera concepción aparece la noción clásica de daño moral, el denominado pretium
doloris, esto es, el precio del dolor. Se entiende por daño moral aquel sufrimiento o aflicción
psicológica que lesiona el espíritu y se manifiesta en inquietudes espirituales y pesadumbres. Esta
concepción del daño moral ha sido tradicionalmente aceptada por nuestra jurisprudencia, la cual ha
centrado el daño moral en perturbaciones que afectan las psiquis del sujeto, y que se traducen en
depresiones, angustias y otras molestias a la esfera psicológica de la víctima. Así la Corte Suprema
ha sostenido que “el daño moral existe cuando se ocasiona a alguien un mal, perjuicio o aflicción en
lo relativo a sus facultades espirituales; un dolor o aflicción en sus sentimientos”66.

Esta noción de daño moral, como ya se ha establecido, es la dominante en nuestra


jurisprudencia, en ello ha contribuido el influjo de Alessandri67, el que lo define como la “molestia
o dolor que sufre una persona en su sensibilidad física o en sus sentimientos, creencias o afectos.”

La doctrina moderna ha criticado este concepto clásico de daño moral68; se ha señalado que
se trata de una noción sumamente restringida. Por tanto, se ha reformulado el concepto de daño
moral con el objetivo de incluir en él otros daños que no son identificables con el dolor como
fenómeno psíquico.
Debe entenderse como daño moral a todo daño no patrimonial que no admite apreciación
pecuniaria directa, por ejemplo; el daño a los derechos de la personalidad, el perjuicio estético, la
pérdida de una chance, etc. La profesora Carmen Domínguez Hidalgo, en su obra “El Daño Moral”,
sostiene que se debe concebir este daño en el sentido más amplio posible, por lo que debe incluir
todo daño a los intereses extrapatrimoniales.

Resarcibilidad del Daño Moral

Existen diversas razones en virtud de las cuales existe el convencimiento que el daño moral
debe ser indemnizado en materia extracontractual. Lo anterior tiene un fundamento de rango
constitucional, legal y jurisprudencial, desde luego, la doctrina está conteste en orden a la
reparación del daño moral, en conformidad al principio de la reparación integral del daño.

1 A nivel constitucional, nuestra carta fundamental, en determinados artículos, reconoce la


indemnización por daño moral, por ejemplo; el Art. 19, número 1º que consagra el derecho a la
vida, a la integridad física y la integridad psíquica. El Art. 19, número 4, que se refiere al derecho a
la honra, y el art. 19 número 7 letra i, relativo a la indemnización por error judicial “Una vez
dictado sobreseimiento definitivo o sentencia absolutoria, el que hubiere sido sometido a proceso o
condenado en cualquier instancia por resolución que la Corte Suprema declare injustificadamente

66 Revista de Derecho y Jurisprudencia, 1971, sección 4ª, p. 168.


67 ALESSANDRI RODRÍGUEZ, Arturo, obra citada, p. 164.
68 AEDO BARRENA, Cristián, Responsabilidad extracontractual (Librotecnia, Santiago, 2006), p. 432

39
errónea o arbitraria, tendrá derecho a ser indemnizado por el Estado de los perjuicios
patrimoniales y morales que haya sufrido”.

2 A nivel legal, distinguiremos entre el Código Civil y la legislación especial

Código Civil

En el Código Civil existen diversas normas que se refieren a todo daño, o sea, no
distinguen entre daños patrimoniales o extrapatrimoniales. Por tanto, se aplica el aforismo “donde el
legislador no distingue, no corresponde al intérprete distinguir”:

Art. 2314: “El que ha cometido un delito o cuasidelito que ha inferido daño a otro, es
obligado a la indemnización; sin perjuicio de la pena que le impongan las leyes por el delito o
cuasidelito”, es decir, se habla en términos generales de daño.

Art. 2329, norma que en su inciso primero prescribe: “Por regla general todo daño que
pueda imputarse a malicia o negligencia de otra persona, debe ser reparado por ésta (…)”.

Art. 2317, norma que en su parte pertinente establece que: “Si un delito o cuasidelito ha
sido cometido por dos o más personas, cada una de ellas será solidariamente responsable de todo
perjuicio procedente del mismo delito o cuasidelito (…)”.

Comentario especial merece el art. 2331: “Las imputaciones injuriosas contra el honor o el
crédito de una persona no dan derecho para demandar una indemnización pecuniaria, a menos de
probarse daño emergente o lucro cesante (…)”. Esta norma limita la reparación al daño
patrimonial, pero se trata de una regla especial, porque lo general es que la indemnización incluya
todo daño.

Legislación especial

La reparación del daño moral es la tendencia general de la legislación, clara muestra de ello
resulta ser la legislación especial, por ejemplo:

Ley Nº 19.496 sobre Protección de los Derechos de los Consumidores, consagra en su art.
3 letra e) el derecho de los consumidores a la indemnización adecuada y oportuna de todos los
daños materiales y morales.

Ley Nº 19.733 sobre las Libertades de Opinión e Información y Ejercicio del Periodismo,
dispone en el art. 40, inciso segundo que la comisión del delito de injuria o calumnia a través de un
medio de comunicación social dará derecho a indemnización por daño emergente, lucro cesante y
daño moral.

3 Jurisprudencia

La creación, en nuestro sistema, de la noción y de la reparación del daño moral, ha sido


obra de la jurisprudencia. Por lo tanto, en esta materia puede apreciarse a la jurisprudencia como
una fuente del derecho, desde luego, y como se acaba de indicar, en la actualidad en nuestra
legislación especial sobretodo se regula, en forma expresa, el daño moral. En concreto, pueden
apreciarse dos etapas en el tratamiento jurisdiccional del daño moral.

40
En una primera etapa, nuestra jurisprudencia fue contraria a la reparación del daño moral,
incluso, en sede extracontractual. Lo anterior desde la vigencia del Código Civil hasta las primeras
décadas de la centuria pasada. Así, por ejemplo, un padre demandó por la muerte de un hijo de dos
años de edad provocada por un tranvía. La empresa demandada alegó que realmente no había daño
y que el dolor o la pena no eran susceptibles de apreciación pecuniaria. El tribunal aceptó el
argumento del demandado y negó la indemnización. La Corte de Apelaciones respectiva confirmó
el fallo y denegó la indemnización.

En una segunda etapa, con el devenir del tiempo, empezó a darse una evolución
jurisprudencial favorable a la reparación del daño moral en sede extracontractual. En efecto, se
produjo otro caso similar. La primera sentencia que en nuestro país aceptó la procedencia de la
reparación del daño moral es de fecha 27 de julio de 1907, y fue pronunciada por la Corte de
Apelaciones de Santiago 69 con ocasión de un cuasidelito. Otra sentencia posterior acogió la
demanda de un padre deducida en contra de la Compañía Chilena de Electricidad por la muerte de
su hijo de ocho años de edad y condenó a pagar indemnización de perjuicios. Hoy no existe ninguna
duda sobre la procedencia de la reparación del daño moral en sede extracontractual.

Esta evolución jurisprudencial avanzó hasta aceptar la reparación del daño moral, incluso,
en sede contractual, no obstante el tenor literal del artículo 1556.

Daño moral en las personas jurídicas

De conformidad a la concepción clásica de daño moral, o sea, aquella basada en el precio


del dolor, resulta difícil justificar la procedencia del daño moral respecto de las personas jurídicas 70.
Se concluía que si el daño moral consiste en angustias, depresiones u otras perturbaciones de la
psiquis, se cierra la puerta a una eventual reparación del daño moral respecto de una persona
jurídica, ya que ésta, lógicamente, no puede experimentar dolor o sufrimiento alguno.

La doctrina moderna se ha abierto a la posibilidad de resarcir el daño moral respecto de una


persona jurídica, pero para ello ha debido recurrirse a un concepto moderno de daño moral;
concepto que se centra en la afección a intereses dignos de protección, por ejemplo, el prestigio.
Sólo con este concepto moderno de daño moral se explica científicamente su reparación.

Según Díez71 la primera vez que nuestra jurisprudencia aceptó la reparación del daño moral
en relación a una persona jurídica, fue, recién, el dos de noviembre de 1992, fallo dictado por la
Corte de Apelaciones de Concepción. En síntesis, sucedió que un banco protestó una letra de
cambio, pero en forma indebida, puesto que el deudor, que era una persona jurídica, había pagado
en forma íntegra la deuda respectiva. El protesto fue publicado, como era de esperarse, en el Boletín
Comercial, con dicha publicación se frustró un negocio que el demandante debía concluir. En virtud
de tales antecedentes se demandó y se estableció la procedencia tanto del daño material como del
daño moral. Daño material en razón de la no realización del negocio frustrado, y daño moral
considerando el descrédito y desprestigio que acarrea a toda persona, natural o jurídica, su inclusión
en el Boletín Comercial.

69 Revista de Derecho y Jurisprudencia, T. IV, sección 2ª, p. 139.


70 AEDO BARRENA, Cristián, obra citada, p. 490 y ss.
71 DÍEZ SCHWERTER, José Luis, obra citada, pp. 130-131.

41
Daño Moral de las Personas en estado vegetativo o privadas de discernimiento

En virtud del concepto clásico de daño moral, éste es por esencia un daño subjetivo, es
decir, requiere de la conciencia de su ocurrencia por parte de la víctima. Por tanto, aplicando la
noción de pretium doloris, el daño moral está necesariamente ligado a la percepción de desagrado,
esto es, a una sensación negativa en el plano de la subjetividad, por ello surgen dificultades ante la
posibilidad de reparar el daño moral de personas en estado vegetativo o privadas de discernimiento.
En este sentido, piénsese en una persona que se encuentra en un estado comatoso o en impúberes de
menos de un año de vida, cuyos padres han sido asesinados.

Considerando lo anterior, la doctrina moderna ha reaccionado y acepa el resarcimiento del


daño moral respecto de las personas que se encuentran en estado vegetativo o privadas de
discernimiento. Tanto en España como en Chile, la doctrina sostiene que puede hablarse de daño
moral, incluso, ante la falta de comprensión del propio dolor y de su origen. Este aspecto subjetivo,
en modo alguno, puede ser tomado en consideración para excluir la existencia de daño moral. La
doctrina concluye que el dolor, la angustia, la pena no son sino formas posibles en que el daño
moral puede exteriorizarse, más no hacen a su esencia72.

La Extensión del Daño Moral

La doctrina moderna ha ampliado la noción de daño moral. La noción restrictiva del daño
moral, entendiendo por tal sólo al precio del dolor, ha sido abandonada por la doctrina, pero en
nuestra jurisprudencia aún existe la concepción clásica del pretium doloris como contenido único
del daño moral.

La doctrina nacional se ha pronunciado sobre algunas categorías de daño moral


consideradas en la jurisprudencia y doctrina comparada, entre ellas estudiaremos las siguientes: el
precio del dolor, el daño corporal o fisiológico, el daño estético, la pérdida de una chance, la lesión
a los derechos de la personalidad y la pérdida de los placeres de la vida.

El precio del dolor

Es la clásica noción ya estudiada del pretium doloris, “Esta partida del daño moral deberá
ser avaluada según las circunstancias subjetivas de cada víctima. Incluso puede que no se dé, por
ejemplo, en aquellas personas que estén inconscientes o que son incapaces de comprender el daño
recibido”73.

Daño corporal o fisiológico

Es aquel daño que afecta la integridad físico-psíquica de una persona y se diferencia de lo


que en doctrina se denomina como daño moral puro, el cual recaería solamente en la esfera emotiva
o espiritual. Este daño tiene su origen en Italia. Por ejemplo, en virtud de un ilícito civil una persona
sufre una lesión a una parte de su cuerpo, y al mismo tiempo, afecciones en su esfera psicológica,
como puede suceder en un accidente de tránsito.

72 En esta parte nos basamos en los apuntes de clases del curso de responsabilidad
extracontractual del profesor Ismael Verdugo Bravo, año 2005.
73 CORRAL TALCIANI, Hernán, obra citada, p. 155.

42
El nuestro país Fabián Elorriaga de Bonis74 ha propiciado la existencia del daño corporal,
como una categoría autónoma de daño, distinto, por una parte del daño material y diverso, por la
otra, del daño moral. Se trataría de un daño extrapatrimonial de carácter personal pero
independiente del daño moral. La postura del profesor Elorriaga no ha sido compartida por nuestra
jurisprudencia la cual, en los eventuales supuestos de daño corporal, ha concluido que se trata de
daños patrimoniales y morales. Sin perjuicio de lo anterior, existe un fallo dictado por la Corte de
Apelaciones de Valparaíso en el que se aceptó la posición de Elorriaga.

El Daño Estético

Es aquel daño que dice relación con la apariencia física de un individuo. Un sujeto, en su
fuero interno, considera que su aspecto ha sufrido una modificación la cual califica, desde el punto
de vista de la estética, como negativa75.

Supuestos de daño estético es la deformidad en el rostro de un joven de catorce años el que


ha sufrido una quemadura de gran intensidad: “en este caso se dio por sentado que tales secuelas
ocasionaron un fuerte impacto psíquico y emocional a la víctima, deprimiéndola y acomplejándola
emocionalmente, lo que es natural y fácilmente comprensible en un menor adulto, de su edad, que
se ha visto incapacitado tan largo período, sometido al dolor y al abatimiento por causa de esas
quemaduras y a la depresión espiritual al observar su rostro dañado tan seriamente en su estética
facial”76 o una cicatriz que atraviese su rostro, amputaciones de extremidades, entre otras.

La jurisprudencia nacional no lo ha considerado como una especie autónoma de daño, lo


incluye dentro de la noción de daño moral.

La doctrina considera que el daño estético debería ser considerado como daño moral. Pero
en el caso de Corral, se está en presencia de un daño emocional77, mientras que para Díez78, se está
en presencia de una categoría autónoma de daño moral, diversa del daño emocional.

La pérdida de una chance

Esta categoría de daño moral encuentra su origen en Francia, como señalamos en su


momento, la pérdida de una chance consiste en la privación, merced a culpa de un tercero, de la una
posibilidad de obtener una ganancia.

A modo de ejemplo, citaremos tres casos en que habría pérdida de una chance:

Caso Nº 1: Un alumno muy destacado postula a un concurso determinado, que era remunerado, y
que para quedar seleccionado debía rendir un examen. A raíz de la imprudencia de un tercero, el

74 ELORRIAGA DE BONIS, Fabián, Configuración, consecuencias y valorización de los daños


corporales, Cuadernos Jurídicos, Universidad Adolfo Ibáñez, 1995, Nº 1, p. 4.
75 ELORRIAGA DE BONIS, Fabián, obra citada, p. 18.
76 DÍEZ SCHWERTER, José Luis, obra citada, p. 120, comentando una sentencia de la Corte de

Apelaciones de Santiago, publicada en la Revista de Derecho y Jurisprudencia, T. 48, sección 4ª


p. 186.
77 CORRAL TALCIANI, Hernán, obra citada, p. 158.
78 DÍEZ SCHWERTER, José Luis, obra citada, p. 121.

43
conductor del vehículo que lo transporta colisiona a otro automóvil, no puede rendir el examen y
por tanto no es seleccionado. ¿Dicho alumno podrá demandar al tercero que lo prive de la chance?

Caso Nº 2: Una mujer embarazada, que goza de un sistema de previsión de salud potente, acude
regularmente a los controles médicos correspondientes. En el momento del parto, los médicos se
percatan de que el niño nace con deficiencia mental, y en razón de ello la mujer demanda a los
médicos, que en virtud de su negligencia, la privaron de la chance de abortar (Es menester señalar
que se trata de un caso hipotético que en nuestro sistema no tiene cabida por la ilegalidad que recae
en el aborto, pero sí es posible que, en otros países, como en ciertos estados de Estados Unidos y en
la mayoría de los países europeos, en donde es legal dicha posibilidad de abortar).

Caso Nº 3: Al igual que el caso Nº 2, una mujer embarazada, que goza de un sistema de previsión
de salud, y que acude regularmente a los controles médicos. Esta vez ocurre que en el momento del
parto, los médicos se percatan de que si bien el niño no nace con deficiencia mental, sí nace con
deformaciones. En razón de aquello, es el propio hijo el que demanda a los médicos, puesto que, en
virtud de su negligencia, negaron a su madre la chance de abortar y lo obligaron a conllevar una
vida en dichas condiciones.

Los tribunales franceses aceptan la pérdida de una chance en un caso similar al Nº 3, en el


famoso “affaire Perruche”, lo que provocó una gran polémica. Hernán Corral79 critica lo anterior, ya
que en los casos Nº 2 y Nº 3 no se podría sostener que la vida constituya un daño al ser esta un don
de Dios.
En síntesis, no puede aceptarse la conceptualización de la vida como un daño, incluso en
escenarios complejos como el dado por las enfermedades tanto del cuerpo como de la muerte.

La lesión a los derechos de la personalidad

Se entiende que en los supuestos de afección a los derechos de la personalidad, se está en


presencia de una categoría autónoma de daño moral, por ejemplo, si se viola el derecho al honor, a
la intimidad, a la imagen.

Con esta categoría pueden ser indemnizados por daño moral las personas jurídicas y los que
se encuentran en estado vegetativo o son incapaces de sentir angustias, depresiones y otras
perturbaciones de la psiquis.

La pérdida de los placeres de la vida: préjudice d` agrument

En el derecho anglosajón se le denomina loss of amenities of life, consiste en aquel daño


referido a la privación de satisfacciones de diversa índole, pero que proporcionan placer a la
víctima. Ésta tiene un especial talento para las actividades deportivas, determinado hobby, etc., y en
virtud del ilícito civil se ve privado de la posibilidad de seguir gozando de dichos placeres.

79 CORRAL TALCIANI, Hernán, obra citada, p. 160-163.

44
Avaluación del Daño Moral

Se trata de determinar cuál es el quantum indemnizatorio, es decir, el monto de la


indemnización de perjuicios: traducir el daño moral en unidades monetarias. Se trata de una labor
de por sí compleja.

Lo primero que debemos afirmar es lo que sigue: la inexistencia en nuestro Código de


criterios objetivos para determinar el quantum, de ahí se origina este problema que es uno de los
aspectos de mayor difícil solución que nos plantea el daño moral.

A falta de un criterio establecido por el legislador, la apreciación definitiva del daño moral
queda entregada a la discrecionalidad del sentenciador. Así lo ha resuelto la jurisprudencia.

En nuestra doctrina, Carmen Domínguez sostiene que, si bien es cierto que no hay criterios
objetivos respecto del quantum, es necesario que los jueces den el fundamento de sus decisiones de
la manera más transparente posible, esto es, otorgar una difusión pública a los criterios judiciales,
ya que ello permitiría una armonización de dichos criterios. Agrega que podrían ser criterios a
aplicar las circunstancias familiares y profesionales que se presenten en la especie.

Por su parte, Ramos Pazos sostiene que la solución jurisprudencial es cómoda, agrega; “en
extremo peligrosa”. Ramos Pazos afirma que dicha solución conduce a que para casos similares se
fijen indemnizaciones muy diversas, a veces manifiestamente injustas, y propone que la fijación del
quantum del daño moral siga quedando entregada a la fijación discrecional del juez, pero debe
hacerlo con equidad y de acuerdo al mérito del proceso.

Un primer criterio se nos hace notorio en casos de precio del dolor relativo a las muertes de
parientes: la relación existente entre el demandante, víctima por repercusión, y el directamente
ofendido. En principio, a parentesco más próximo podemos decir que de ello se deriva una mayor
indemnización. Pero el asunto no es tan sencillo, ya que deberá examinarse si existía,
efectivamente, una estrecha relación, ya que el parentesco no asegura que dos parientes,
necesariamente, estén muy ligados y que, por tanto, el daño sufrido por uno tenga como
consecuencia el daño emocional del otro. No podemos descartar la posibilidad que un pariente no
sienta dolor o incluso sea feliz ante el daño experimentado por un consanguíneo, incluso si el
parentesco es muy cercano.

Sin perjuicio de lo anterior, se pueden indicar los siguientes criterios jurisdiccionales,


siguiendo a Díez80:

1 Entidad, naturaleza y gravedad del suceso o acto que constituye la causa del daño.
2 La clase de derecho o interés extrapatrimonial agredido.
3 Las consecuencias físicas, psíquicas, sociales o morales que se derivan del daño causado; su
duración y persistencia que impliquen convertirlo en un perjuicio moral futuro.

80 DÍEZ SCHWERTER, José Luis, obra citada, pp. 250-254.

45
4 La culpabilidad empleada por el ofensor en su actuar.
5 La culpabilidad empleada por la víctima.
6 Las condiciones personales de las víctimas.
7 Las facultades económicas del ofensor.
8 Las facultades económicas de la víctima.

1 Entidad, naturaleza y gravedad del suceso o acto que constituye la causa del daño.

Debe tratarse de hechos susceptibles de generar un daño moral, éste no debe poder atribuirse
de una especial sensibilidad de la víctima. Este criterio es particularmente aplicable en presencia de
lesiones corporales, en las que debe tomarse en cuenta la gravedad de dicha lesión.

2 La clase de derecho o interés extrapatrimonial agredido

Es evidente que no todo derecho o interés tiene la misma relevancia. En efecto, algunos
derechos, como la vida, la integridad física y psíquica, y la libertad tienen mayor jerarquía, por lo
tanto, su afección debe llevar a mayores indemnizaciones de perjuicios.

3 Las consecuencias físicas, psíquicas, sociales o morales que se derivan del daño causado; su
duración y persistencia que impliquen convertirlo en un perjuicio moral futuro.

Mayor indemnización deberá concederse si del hecho dañoso se han derivado consecuencias
físicas, psíquicas, sociales o morales de mayor entidad. La incapacidad resultante del ilícito civil es
otro factor a considerar, especialmente si se prolonga por extensos períodos de tiempo o si es causa
de incapacidad permanente. Piénsese en los efectos de una castración, violación, secuestros por
extensos períodos, amputación de extremidades, ceguera, etc.

4 La culpabilidad empleada por el ofensor en su actuar

En algunos fallos se ha considerado el grado y la forma de participación y si se ha obrado con


dolo o negligencia, si el ilícito es de acción o de omisión.

5 La culpabilidad empleada por la víctima

Como veremos más adelante, si existe culpa de la víctima, éste será un antecedente a
considerar en el establecimiento del quantum.

6 Las condiciones personales de las víctimas

Se han considerado circunstancias tales como la edad y la calidad de autoridad de la víctima.


En casos de injuria se ha considerado la calidad de hombre público de la víctima; el sexo en casos
de lesiones cometidas en contra de una mujer; la existencia de hijos en supuestos de lesiones al
útero.

7 Las facultades económicas del ofensor

En casos de injuria, se han considerados los recursos que tiene el autor del daño: una empresa
periodística. Una menor indemnización se ha concedido si el autor, en vez de ser una persona
jurídica con recursos, es un recluso. Es decir, se considera las reales posibilidades de proceder a
indemnizar el daño causado.

46
8 Las facultades económicas de la víctima

Se ha establecido que el simple daño moral es indemnizable, en forma especial, si el


demandante es una persona que posee pocos recursos económicos.

Es evidente que los dos últimos criterios son cuestionables, y así lo ha sido tanto en la
doctrina como en la jurisprudencia.

Alguna doctrina ha señalado que el juez debe establecer el quantum considerando el daño
sufrido y no las especiales circunstancias de fortuna o de recursos tanto del autor del daño como de
la víctima. Se ha observado también que considerar dichos criterios transforma la reparación del
daño moral en una sanción pecuniaria, en circunstancias que lo relevante debe ser la reparación del
daño efectivamente causado y no los recursos de las partes del juicio81

La dificultad en poder establecer el monto de las indemnizaciones en casos de existencia de


daño moral, ha llevado a que en el Derecho comparado se apliquen sistemas de tarificación.

La determinación del quantum no es revisable por la Corte Suprema por la vía del recurso de
casación en el fondo, es decir, queda entregada a la prudencia de los jueces del fondo.

La prueba del daño moral

Para la doctrina, por tratarse de un hecho, este deberá ser acreditado mediante todos los
medios legales de prueba, se trata de otra de las tantas aplicaciones de la norma básica del onus
probandi del art. 1698.

En razón de lo anterior, en principio, se deberá aplicar la regla general, no obstante, la


jurisprudencia en algunos fallos ha sostenido que bastan pruebas de carácter indirecto para tener por
acreditado el daño moral, por ejemplo, la ficha médica o la declaración del cirujano bastarían para
probar el sufrimiento.

En otros fallos, todavía más cuestionables, se ha estimado que ni siquiera es necesario la


aportación de probanzas indirectas, así por ejemplo, se ha fallado que sería “obvio” el sufrimiento
de la madre a raíz de la muerte de su hijo; lo mismo respecto del sufrimiento de una hermana, en
ambos casos se está en presencia de una realidad que se impone, que emana de la naturaleza del
ilícito y que, por tanto, no se debe probar el daño moral. En otros fallos, se ha concluido que se está
en presencia de una prueba imposible, sería en extremo dificultoso acreditar aspectos subjetivos o
extrapatrimoniales

La doctrina no está de acuerdo con que el daño moral no requiera prueba, porque de ello se
podrían derivar consecuencias injustas como reparar daños que nunca han existido, por ejemplo;
reparar un supuesto daño moral por la muerte de los padres a favor de una hija que no mantenía
ningún contacto con los padres, es decir, el sólo vínculo de parentesco no revela la existencia del
daño moral; éste debe ser probado. No se trata que deba probarse exactamente el monto del daño,
pero a lo menos, se debe exigir que se aporten antecedentes a partir de los cuales se pueda dar por
acreditado el daño.

81 CORRAL TALCIANI, Hernán, obra citada, p. 176.

47
Incluso en los supuestos de delitos más horribles, como homicidios y violaciones, es
necesaria la prueba del daño moral que se alega. En concreto, respecto al precio del dolor, se
presenta como medio de prueba idóneo un informe de peritos de un psiquiatra.

CUARTO REQUISITO DE LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL;


LA RELACIÓN DE CAUSALIDAD O EL NEXO CAUSAL

Concepto

En virtud de este requisito, para que surja la responsabilidad extracontractual es necesario


que exista una relación causa-efecto entre la conducta del autor y el daño. En otras palabras, es
necesario que el efecto, es decir, el daño, reconozca como causa a la acción o omisión culpable del
agente, en caso contrario, no surge la responsabilidad extracontractual.

Según la Corte Suprema82 “entre un acto ilícito y un determinado daño hay relación causal
cuando el primero engendra el segundo y éste no puede darse sin aquel, en otros términos, existe
relación de causalidad cuando el hecho doloso o culposo es la causa directa y necesaria del daño.”

La causalidad es un requisito común a la responsabilidad civil, tanto contractual como


extracontractual. Dentro del ámbito aquiliano, este requisito se exige en los sistemas objetivo y
subjetivo de responsabilidad, al igual que el daño y a diferencia de la culpa.

Es evidente la conexión de la causalidad con las exigencias más básicas de la justicia, ya


que ésta reclama que sólo seamos condenados a responder de aquellos actos que pueden imputarse a
nuestra conducta, y no por las acciones u omisiones de terceros ajenos, o más bien dicho, de
terceros respecto de los cuales no tenemos un deber de vigilancia o de cuidado.

Regulación normativa

Si bien es cierto que este requisito no está consagrado expresamente en el cuerpo de nuestro
código, una serie de normas del Código se refiere a este requisito: el Art. 2314 “…que ha inferido
daño a otro…”; el art. 2318 “El ebrio es responsable del daño causado por su delito o cuasidelito ;
y en el ámbito contractual el art. 1558 … es responsable de todos los perjuicios que fueron una
consecuencia inmediata o directa de no haberse cumplido la obligación o de haberse demorado su
cumplimiento”, entre otras normas.

En la legislación especial83, se encuentran referencias expresas a este requisito, entre ellas:

1. La Ley Nº 18.287 sobre Procedimiento ante los Juzgados de Policía Local señala en su art. 14.
inciso; 1º “El solo hecho de la contravención o infracción no determina necesariamente la
responsabilidad civil si no existe relación de causa a efecto”.

82 Corte Suprema, Revista Fallos del Mes Nº 490, 1999, p. 1867.


83 Véase CORRAL TALCIANI, HERNÁN, obra citada, p. 179.

48
2. La Ley de Tránsito Nº 18.290 señala en el art. 171; “El hecho de la mera infracción no
determina necesariamente la responsabilidad civil del infractor, si no existe relación de causa a
efecto entre la infracción y el daño producido por el accidente”.

3. La Ley Nº 19.300 sobre bases Generales del Medio Ambiente, en el art. 52, inciso segundo
prescribe; “solo habrá lugar a la indemnización, en este evento, si se acreditare relación de
causa a efecto entre la infracción y el daño producido”.

Relación entre la culpabilidad y el nexo causal

No debe confundirse entre, por una parte, el dolo y la culpa, y por la otra, la relación de
causalidad. Se trata de dos elementos distintos de la responsabilidad contractual, si bien es cierto
que, en ambos influye la previsibilidad.

En efecto, una persona podrá no ser condenada a pagar una indemnización de perjuicios en
razón de no darse el nexo causal entre su conducta y el daño, aunque hubiese actuado con dolo o
culpa, Alessandri 84 , para ilustrar esta situación nos propone los siguientes ejemplos, el que
envenena a una persona, pero ésta no alcanza a morir por el veneno, sino porque una persona, acto
seguido, le dispara “tampoco es responsable de la destrucción de la rueda hidráulica de un molino
producida a consecuencia de haberse resecado, quien cortó el agua que le daba movimiento, si de
los antecedentes del proceso resulta que esa destrucción no ha podido tener por causa la privación
del agua, pues ésta ocurrió en los meses más lluviosos del invierno, sino el mal estado en que la
rueda se encontraba”.

Finalmente, la irresponsabilidad civil de una persona puede fundarse en la no existencia de


dolo o culpa, aunque sí exista relación de causalidad entre su conducta y el resultado dañoso, ello
ocurre en todos los daños causados en forma accidental.

Complejidad de la materia

El nexo de causalidad es probablemente el requisito o elemento de la responsabilidad


extracontractual que mayor dificultad presenta en su análisis. De hecho, adelantamos que se trata de
una materia aún no completamente resuelta por la doctrina civil, de ello dan fe las variadas teorías
que intentan explicar el problema de las concausas, como veremos próximamente. En la actualidad
la doctrina todavía intenta dar una respuesta definitiva a toda la problemática que nos plantea la
causalidad. En contra85 se ha dicho que la causalidad es problemática sólo en casos excepcionales, y
ello lo demostraría la desproporción entre los variados análisis del tema hechos por la doctrina y los
casos en que ha sido un verdadero problema para los tribunales.

La dificultad no se presenta cuando ha sido una sola la causa del daño, en tal caso, es
evidente que aquel a quien puede atribuirse dicha causa será el único responsable civilmente.

Pero la realidad es mucho más compleja que el supuesto planteado en el párrafo precedente.
En efecto, lo normal será que en la producción de un determinado resultado dañoso se presenten
concausas, es decir, no una, sino todo lo contrario, varias causas presentan incidencia en la
causación del daño, de ahí se deriva el problema que debemos analizar, ¿deben responder todos los
autores de las causas o sólo algunos?, en definitiva ¿cómo determinamos qué causas han sido las
responsables de la producción del perjuicio?

84 ALESSANDRI RODRÍGUEZ, ARTURO, obra citada, p. 175.


85 BARROS BOURIE, ENRIQUE, obra citada, p. 375.

49
Es evidente que no todas las causas producen el mismo efecto, pero el análisis se complica
al observar la realidad, ya que existe una multiplicidad de causas, algunas son coexistentes y otras
se derivan unas de las otras, y si seguimos la concadenación de todas las causas que derivan las
unas de las otras, podemos llegar a considerar un elevadísimo número de causas.

Lo anterior ha sido muy bien ilustrado e ironizado por Binding, que señala el siguiente
ejemplo, siempre con el afán de explicar de que se trata de un problema muy complejo; el culpable
del adulterio (obviamente en la época de Binding el adulterio era un delito), aplicando la causalidad,
se puede concluir que es responsable, además de los adúlteros, el carpintero que hizo la cama en la
que se perpetró el hecho.

Supuestos problemáticos clásicos de Derecho penal

En el Derecho penal se ha tratado con mayor lucidez la problemática que plantea la


causalidad, de hecho, la mayor parte de las teorías que estudiaremos fueron formuladas por
penalistas y luego han pasado a aplicarse en sede civil.

En materia penal se plantean algunos casos típicos86 que representan las dificultades de la
materia en análisis:

1 Inducción a situaciones peligrosas: una dama le tiene odio a otra mujer, y aquella dama conoce
una zona en la que es frecuente la caída de rayos, y convence a su enemiga para que tome un paseo
en dicho lugar, con la esperanza que muera víctima de un rayo. La mujer acude al lugar, cae un rayo
y muere. Lo mismo si un señor le tiene antipatía a otro sujeto, y le sugiere que viaje en avión,
deseando que el avión se venga a tierra. El avión se estrella y muere el frustrado viajero.

2 Desviaciones en el curso causal, el que golpea y lesiona a otro, pero en el traslado a un recinto
médico, la ambulancia que lo transporta es colisionada por otro vehículo, como resultado de
aquello, el herido, quien sólo había sufrido una herida leve, fallece.

Teorías que intentan explicar el problema que presenta la causalidad

Dentro de las teorías que han estudiado la relación de causalidad, podemos distinguir entre
las empiristas y las normativas.

Las siguientes son teorías empiristas:

La teoría de la equivalencia de las condiciones o de la condictio sine qua non.


La teoría de la causa adecuada.
La teoría de la causa próxima
La teoría de la causa eficiente

Son teorías normativas:

La teoría de la causalidad como relevancia jurídica

86 Véase CORRAL TALCIANI, HERNÁN, obra citada, p. 182.

50
La teoría de la imputación

Teoría de la equivalencia de las condiciones

La teoría de la equivalencia de las condiciones, condictio sine qua non o part condition, fue
formulada por el filósofo John Stuart Mill. Su Filosofía fue traída al derecho por un penalista
alemán, Von Buri.

Desde un punto de vista filosófico, todas las fuerzas tienen alguna eficacia para el
nacimiento del resultado. En lo jurídico se debe entender que todas ellas son equivalentes,
indispensables, de ahí el nombre de la teoría, para la producción del daño, de forma tal que, si
alguna de ellas no hubiese ocurrido, el resultado simplemente no hubiese acaecido. Cada una de las
condiciones puede considerarse una causa del resultado final. Por tanto, todos los hechos que
generan el daño tienen la misma equivalencia, y por tanto, todos sus autores deben responder.

Esta teoría utiliza el método de la supresión mental hipotética. En esencia, consiste en una
eliminación mental de una condición, y si el resultado desaparece, debe concluirse que esa
condición es causa del resultado.

Críticas

Si bien es cierto que, se trata de una teoría utilizada por nuestros tribunales, ella es muy
criticada por la doctrina:

1 No es difícil advertir la primera crítica que se efectúa a esta teoría, ya que puede llevar a
conclusiones que van en contra de la razón y de la justicia. En el ejemplo del lesionado en virtud de
un puñetazo propinado por A y que es llevado a un recinto hospitalario en una ambulancia de dicha
institución, si el vehículo es colisionado y muere el herido transportado en la ambulancia, según
esta teoría, el que propinó el puñetazo sería responsable por la muerte del herido. Recuérdese lo
que decía Binding en relación al adulterio.

2 La eficacia del método de la supresión mental hipotética depende si se ha hecho o no un juicio


previo sobre si la causa eliminada mentalmente es o no la causa del resultado dañoso 87 , según
Roxin88, en relación a las malformaciones provocadas por un somnífero, señala que “no sirve de
nada suprimir mentalmente el consumo del somnífero y preguntar si el tal caso habría desaparecido
el resultado, pues a esa pregunta sólo se puede responder si se sabe si el somnífero es causal o no
respecto de las malformaciones, pero si eso se sabe, la pregunta está de más. En una palabra: la
fórmula de la supresión mental presupone ya lo que debe averiguarse mediante la misma”.

Teoría de la causa próxima

En virtud de las críticas efectuadas a la teoría de la equivalencia de las condiciones,


surgieron nuevas teorías que intentaron explicar el problema de la causalidad. Entre ellas, la teoría
de la causa próxima.

87 CORRAL TALCIANI, HERNÁN, obra citada, p. 185.


88 ROXIN, CLAUS, Derecho penal. Parte general, (Civitas, Madrid, 1997), Tomo I, p. 350.

51
Esta teoría se basa en el pensamiento de Francis Bacon89. Según este destacado autor, es
una tarea infinita remontarse a todas las causas en una concadenación interminable. Basta con
considerar la causa inmediata o próxima, no siendo necesario remontarse a un grado más distante.
Por tanto, será causa el hecho más próximo, aquel que es inmediato en relación a la producción del
daño. El elemento tiempo pasa a jugar un rol determinante en la causalidad.

Esta teoría también ha sido criticada, y para ello se plantea el siguiente ejemplo: hay un
enfermo en una clínica que es atendido por dos enfermeras, y resulta que una de ellas lo quiere
matar, por lo tanto, va a manipular la droga que va a ser con posterioridad inyectada con ánimo de
matarlo. La otra enfermera, de buena fe, es quien le inyecta al enfermo estos medicamentos
alterados por la primera enfermera. Según esta teoría seria culpable la enfermera diligente. No
siempre el antecedente temporal más próximo es lo determinante de un resultado90.

Teoría de la causa eficiente

Es teoría fue enunciada por Birkmyer, quien enseñaba que todas las condiciones no tienen
la misma eficacia en la producción de un resultado. Se debe considerar como causa aquella
condición que es la más activa o eficaz en la producción del resultado dañoso. Planteaba el
siguiente ejemplo; A facilita una caja de fósforos a B, y B incendia una casa con dicha caja. Si se
aplica la teoría de la condictio sine qua non, incluso A sería responsable del hecho dañoso.
Birkmyer señala que ello no es lo fundamental, sino que de todas las concausas que conllevan un
resultado, se debe analizar la más eficaz en la producción de este, y esa será la causa por la que el
autor deberá responder91.

Crítica

Se critica que es difícil el establecimiento de criterios que fijen la jerarquía, prioridad o la


eficacia de las condiciones92.

Teoría de la causa adecuada

Esta teoría fue creada por Von Kries y desarrollada por Von Bar. Según esta teoría, no todas
las condiciones que general un resultado deben considerarse como causas del mismo, puede
apreciarse el intento por superar las deficiencias de la teoría de la equivalencia de las condiciones.

Como se desprende del propio nombre de la teoría, debe considerarse como causa sólo
aquella condición capaz, por sí misma, de provocar el resultado dañoso, en otras palabras, según
esta teoría, sólo será causa aquella adecuada para la producción del daño.

En palabras de Barros93 “Según la formulación más tradicional de la doctrina de la causa


adecuada, la imputación de daños consecuentes sólo se justifica si desde la perspectiva, de un
observador experimentado, que mira retrospectivamente la cadena causal, tales daños no resultan

89 Citado por RAMOS PAZOS, RENÉ, obra citada, p. 103.


90 BUSTAMANTE ALSINA, JORGE, citado por RAMOS PAZOS, RENÉ, obra citada, p.103.
91 Véase RAMOS PAZOS, RENÉ, obra citada, pp.103 y 104.
92 CORRAL TALCIANI, HERNÁN, obra citada, pp. 187 y 188.
93 BARROS BOURIE, ENRIQUE, obra citada, p. 396.

52
inverosímiles. La adecuación se muestra en que el hecho culpable es apropiado bajo un curso
ordinario y no extravagante de los acontecimientos, para producir las consecuencias dañosas”.

Críticas

Es evidente que esta teoría intenta evitar que una multiplicidad de condiciones puedan
considerarse como causas de un resultado dañoso, ello implica un punto a su favor, pero esta teoría
tampoco se encuentra exenta de críticas94:

1 Confunde causalidad con la culpabilidad, ya que identifica la adecuación con la previsibilidad.

2 No explica en forma correcta lo que sucede en los casos en que se permiten conductas peligrosas
y en las que el resultado dañoso es previsible, ej. el intento de desviar la bala dirigida a un órgano
vital.

A continuación explicaremos las teorías normativas de la causalidad; la teoría de la


causalidad como relevancia jurídica y la teoría de la imputación.

Teoría de la causalidad como relevancia jurídica

Esta teoría intenta resolver el problema de la causalidad considerando no sólo los factores
empíricos, sino también los normativos, a diferencia de las teorías que acabamos de estudiar. En
este avance contribuyó el penalista Mezger.

Centrándose en el plano empírico, se señala que todas las condiciones concurrentes son
causas de la producción de un resultado. Pero, una vez que se llega al ámbito normativo, lo anterior
ya no puede sostenerse y se dice que sólo será causa aquella condición que sea relevante en la
producción del daño, aplicando lo establecido por la teoría de la causa adecuada.

Esta teoría es una mezcla entre la teoría de la equivalencia de las condiciones y la teoría de
la causa adecuada95.

Teoría de la imputación objetiva

Esta teoría es formulada en el ámbito del Derecho penal por Claus Roxin, y en el ámbito del
Derecho Civil se destaca el jurista alemán Karl Larenz, la teoría es profundizada en España por
Fernando Pantaleón.

En la relación de causalidad debe realizarse una investigación acerca de la existencia de una


imputación, o sea, un intento de limitar, dentro de los acontecimientos accidentales un hecho que
pueda ser considerado propio del hombre96.

94 CORRAL TALCIANI, HERNÁN, obra citada, p. 186 y 187.


95 CORRAL TALCIANI, HERNÁN, obra citada, p. 188.
96 CORRAL TALCIANI, HERNÁN, obra citada, p. 188 y 189.

53
Esta teoría exige que el hecho y sus consecuencias sean previsibles y dominables. Por tanto,
exige que el sujeto se encuentre en condiciones de prever el resultado de la acción. El sujeto debe,
además, tener el dominio del resultado y en base a ello se determina la responsabilidad.

Puede apreciarse que con esta teoría se logra resolver algunos supuestos problemáticos
típicos del Derecho penal, como el que desea que otro muera y le sugiere que viaja en avión, ya que
puede entenderse que el hecho que un avión se precipite a tierra no puede ser imputable al que sólo
desea que ello se produzca, ya que no puede conducir el curso causal de los acontecimientos a dicho
resultado, en otras palabras, el resultado dañoso no le es imputable porque no lo puede prever ni
dirigir hacia lo deseado.

Se ha establecido una serie de criterios de complementación de esta teoría, entre otros,


encontramos los siguientes97:

1 Creación de un riesgo jurídicamente relevante, se rechaza la imputación si se ha causado un daño


a raíz de un riesgo que no era objetivamente previsible. Se acude aquí al criterio de la adecuación.
Este criterio permite no condenar en el caso del herido por un puñetazo que siendo trasladado en
ambulancia fallece a raíz de un accidente de tránsito.

2 La disminución del riesgo, se niega la imputación si se ha actuado para disminuir un riesgo ya


existente, como si se intenta desviar una bala para que haga impacta en una zona no vital del
organismo.

3 La provocación, en virtud de un propio hecho del demandado se produce una conducta de un


tercero que causa un daño98, piénsese en la siguiente situación: Un policía está persiguiendo a un
delincuente y con el fin de alcanzarlo, durante la persecución, se causan daños ¿Responde
civilmente el policía por el daño causado? Según este criterio, responde el delincuente.

4 El fin de protección de la norma, según este criterio, debe analizarse si los daños están
comprendidos en la esfera de protección de la norma que los prohíbe, “no puede imputarse al
homicida el shock emocional que le produce a un tercero la noticia de la muerte de la víctima, ya
que el riesgo de estas consecuencias no está incluido en la prohibición del homicidio99”.

5 La realización del plan del autor, se mantiene la imputación si el plan del autor ha sido desviado
de su curso causal, pero de todas maneras se ha conseguido el fin propuesto, por ejemplo, si se
quiere ahogar a una persona arrojándola a un río, pero al lanzarla la persona se golpea la cabeza con
una roca o árbol y muere.

Jurisprudencia

Se ha discutido si la relación de causalidad y su determinación es un asunto de hecho o de


derecho. Nuestra Corte Suprema estima que es un asunto de hecho, pero lo anterior es criticado por
la doctrina que señala que en la causalidad también existen aspectos normativos.

97 Sobre este particular, nos guiaremos por la explicación de CORRAL TALCIANI, HERNÁN, obra
citada, p. 190.
98 BARROS BOURIE, ENRIQUE, obra citada, p. 413.
99 CORRAL TALCIANI, HERNÁN, obra citada, p. 190.

54
Los Tribunales de Justicia en más de una oportunidad, probablemente motivados por la
dificultad que implica el análisis de la relación de causalidad, han preferido no pronunciarse sobre
ella. Ya hemos dicho que si falta un elemento de la responsabilidad extracontractual, ésta
sencillamente no se origina, luego si se analiza el requisito de culpabilidad y se determina que no ha
existido ni dolo ni culpa, procede el rechazo de la acción de indemnización de perjuicios, no siendo
necesario efectuar pronunciamiento alguno sobre el nexo de causalidad, ya que, exista o no
causalidad, al proceder culpa, la demanda de todas formas debe rechazarse.

Desde luego, no queremos decir que nuestros tribunales no se pronuncien sobre la


causalidad. De hecho, sí se han referido a ella. Nuestra jurisprudencia tradicional se inclina por la
conditio sine qua non y la doctrina más moderna se inclina por la imputación objetiva.

La culpa de la víctima

Puede ocurrir que la culpa de la víctima tenga incidencia en la causación del daño. Para
analizar esta problemática, distinguiremos dos situaciones; si la culpa de la víctima es la única causa
del daño o si se trata de una concausa100.

En la primera situación, es decir, si el daño se ha producido por culpa exclusiva de la


víctima, esta opera como una circunstancia eximente de responsabilidad. Es entendible que no surja
la responsabilidad si falta uno de sus elementos; la relación de causalidad.

En la segunda situación, esto es, si la culpa de la víctima es una concausa, o sea, es una de
las varias causas que conducen a la producción del daño se debe aplicar el art. 2330 del C.C. que
establece la reducción de la indemnización si el que sufrió el daño se expuso a él imprudentemente.
Es decir, no desaparece la responsabilidad del agente, pero deberá desminuirse el quantum
indemnizatorio.

La causalidad en las omisiones

El análisis del nexo causal se dificulta en el caso de las omisiones. Ya se ha dicho que este
elemento de la responsabilidad extracontractual exige la existencia de una relación de causa a
efecto entre la conducta y el daño. También sabemos que la conducta puede concretarse en una
acción y en una omisión.

Respecto a las acciones, nos remitimos a todo lo señalado precedentemente, ya que las
teorías expuestas resultan plenamente aplicables.

La dificultad se presenta respecto a las omisiones. Hemos dicho que se es responsable por
las omisiones sólo si existe un deber de cuidado, es decir, un deber positivo de actuar, por lo tanto,
si el agente se encuentra en posición de garante, pero ello no será lo ordinario en la mayoría de los
casos.

Es por estas consideraciones que la doctrina, y en concreto Barros,101 entiende que no puede
formularse una responsabilidad general por omisiones, “En efecto, si alguien sufre un daño porque

100 CORRAL TALCIANI, Hernán, obra cita, pp. 200-206


101 BARROS BOURIE, ENRIQUE, obra citada, p. 378.

55
no recibió oportuna atención, suele ocurrir que el conjunto de los causalmente responsables es
ilimitado, porque comprendería a todos los que estuvieron en situación de prestarle ayuda. Por eso,
la relación entre la culpa y el daño es particularmente intensa en el caso de las omisiones: la
responsabilidad supone que el accidente se haya producido porque quien estaba obligado a actuar
no lo hizo”.
RESPONSABILIDAD REFLEJA: LAS PRESUNCIONES DE CULPABILIDAD

Introducción

A continuación iniciaremos el estudio de la responsabilidad refleja, también conocida como


responsabilidad indirecta o presunciones de culpa.

Esta materia está regulada en el C.C. desde el art. 2320 a 2329;

Responsabilidad por el hecho propio, art. 2329.

Responsabilidad por el hecho ajeno, art. 2320, 2321 y 2322.

Responsabilidad por el hecho de las cosas, art. 2323, 2324, 2326, 2327 y 2328. A su vez, debemos
distinguir entre los daños causados por un animal, daños causados por la ruina de un edificio y
daños causados por una cosa que cae o se arroja desde la parte superior de un edificio.

Iniciaremos nuestro estudio con la responsabilidad por el hecho ajeno.

RESPONSABILIDAD POR EL HECHO AJENO

Generalidades

Se debe criticar esta denominación, porque no se trata propiamente de una responsabilidad


por el hecho ajeno, sino de situaciones en las que hay culpa propia, ya que no se ha cumplido con el
deber de cuidado respecto de ciertas personas con las que se tiene un vínculo de derecho, es la
infracción de dicho deber la que justifica la responsabilidad. En el ámbito del Comon Law se utiliza
la expresión “responsabilidad vicaria”.

La regla general es que se responda de las propias conductas y no de las acciones u


omisiones de terceros. Por excepción se responde de los hechos ilícitos cometidos por terceros, si
éste se encuentra bajo el cuidado o dependencia de otra persona. Estas ideas son recogidas por el
inc. 1º del art. 2320, norma que dispone “Toda persona es responsable no sólo de sus propias
acciones, sino del hecho de aquellos que estuvieren a su cuidado”.

En los casos de responsabilidad por el hecho ajeno, la ley presume la culpa del tercero que
debe cuidar o vigilar a otro, luego el actor no necesita soportar la carga de la prueba del daño cuya
reparación solicita.

Fundamento de esta institución

La mal denominada responsabilidad por el hecho ajeno obedece a un doble fundamento; la


culpa in eligendo y la culpa in vigilando.

56
Culpa in eligendo, implica un descuido en la elección de un determinado sujeto, como la
del empresario por el hecho de sus dependientes, establecida en el inc. 4º segunda parte del art.
2320.

Culpa in vigilando, en ciertos casos, existe un vínculo jurídico entre dos personas, una de
las cuales debe ejercer cierta vigilancia y fiscalización en el comportamiento de la otra, por
ejemplo, el padre respecto del hijo, según el inc. 2º del art. 2320.

Lo que se busca es asegurar a la víctima la reparación del daño, porque normalmente la


persona que deberá responder por el hecho ajeno es más solvente que el que causa el daño, es
evidente que una efectiva reparación del daño causado no se produciría si el directo responsable
fuese el pupilo o un menor de edad.

Requisitos de la responsabilidad por el hecho ajeno

La responsabilidad por el hecho ajeno debe cumplir con los siguientes requisitos;

1 Debe existir un vínculo de subordinación o dependencia entre el autor del daño y el responsable.

2 Capacidad extracontractual del autor del daño y del que responde de él.

3 Comisión de un ilícito civil por parte de la persona por la que se responde.

4 Debe probarse la culpa o el dolo de aquel por quien se responde.

Alessandri añade un último requisito; debe existir un vínculo de derecho privado.

A continuación analizaremos, brevemente, estos requisitos.

1. Debe existir un vínculo de subordinación o dependencia entre el autor del daño y el responsable

Se exige la existencia de un vínculo de subordinación o dependencia entre el autor material


del daño y el responsable, en palabras de Alessandri102 “una correlación de autoridad, por una parte,
y de obediencia, por la otra; la ley establece esta responsabilidad respecto de quien tiene la otra
persona a su cuidado, es decir, bajo su dependencia. Es indiferente la razón o causa de esta
subordinación o dependencia: la ley, un contrato o una mera situación de hecho”

El vínculo se origina en la ley en el caso del padre respecto de los hijos; de un contrato en el
supuesto del empresario en relación a sus dependientes.

2. Capacidad extracontractual del autor del daño y del responsable

Esto requisito también se denomina de la doble capacidad, si el autor material del daño es
un incapaz, no procede la aplicación del art. 2320, pero ello, desde luego, no puede significar la
burla de los derechos de aquel que ha sufrido el daño, ya que ello iría en contra de las más

102 ALESSANDRI RODRÍGUEZ, ARTURO, obra citada, p. 223.

57
elementales exigencias de la justicia, luego, en tal caso corresponde aplicar la denominada
responsabilidad del guardián, establecida en nuestro código en el art. 2319, en definitiva, si el autor
del daño es un incapaz deberá responder civilmente, como señalamos en su momento, el guardián
si puede imputársele negligencia, esto es, se exige probar la culpa del guardián.

3. La comisión de un hecho ilícito civil por parte de la persona cuyo acto se responde

Es necesaria la comisión de un delito o cuasidelito civil por parte de aquel de cuyos hechos
se responde, ya sea un delito o cuasidelito.

4. Probar dolo o culpa del subordinado o dependiente

Debe probarse la culpabilidad del subordinado o dependiente, una vez que ella se ha
establecido, se aplica la presunción de culpa en contra de aquel que debe responder por el hecho
ajeno.

La prueba del dolo o culpa debe ser acreditada por la víctima.

Requisito discutido: debe existir un vínculo de Derecho privado

Así opina Alessandri103 y alguna jurisprudencia, se exige que el vínculo sea de Derecho
privado, ya que si el nexo que vincula a las partes es de derecho público no debe recibir aplicación
el art. 2320, luego los daños causados por un funcionario público que actúa en el ejercicio de sus
funciones no entran en la órbita de aplicación del art. 2320, sin perjuicio, de perseguir su
responsabilidad bajo las normas del derecho público.

La doctrina moderna no está de acuerdo con lo anterior, y sostiene que esta norma es
plenamente aplicable si el vínculo que existe entre las partes es de derecho público, en la medida
que, el funcionario causante del daño lo haya producido actuando dentro de la esfera de sus
atribuciones, posición que ha sido aceptada por la jurisprudencia. La Corte de Apelaciones de
Copiapó104 se ha pronunciado en forma afirmativa por la aplicación del art. 2320 del C.C. al Fisco.

Nuestra jurisprudencia ha establecido que no debe responder el Estado por los delitos
cometidos por funcionarios de carabineros cometidos en horas en que se encontraban de franco, no
usando ni sus uniformes ni las armas fiscales105. Además ha establecido que los actos cometidos por
un funcionario público fuera de su horario de trabajo no tienen el carácter de actos de servicio,
aunque en ellos se hubiese empleado el arma fiscal106.

La presunción por el hecho ajeno es simplemente civil

La presunción por el hecho ajeno es una presunción simplemente legal, por lo tanto, puede
desvirtuarse en conformidad al inciso final del propio art. 2320; “Pero cesará la obligación de esas

103 ALESSANDRI RODRÍGUEZ, Arturo, obra citada, p. 227 y 228.


104 Corte de Apelaciones de Copiapó, Gaceta Jurídica, Nº 226, p. 56.
105 Corte Suprema, Revista de Derecho y Jurisprudencia, T. XXXII sección 4ª, p. 11.
106 Corte Suprema, Gaceta Jurídica, Nº 199, p. 87.

58
personas si con la autoridad y el cuidado que su respectiva calidad les confiere y prescribe, no
hubieren podido impedir el hecho”. Nótese que no se exige acreditar ni fuerza mayor ni caso
fortuito, sólo que no obstante autoridad y el cuidado que su respectiva calidad les confiere y
prescribe, no hubieren podido impedir el hecho, “Pero el hecho que el daño no se realice en su
presencia, no es bastante por sí solo para relevarla de responsabilidad. La ley no se contenta con que
le haya sido difícil evitarlo, es menester que pruebe que le fue imposible, a pesar de su autoridad y
cuidado”107

Se ha establecido por nuestra jurisprudencia que la presunción de culpa constituye además


una presunción de causalidad entre la violación del deber de cuidado y el resultado dañoso
producido108.

En el caso de los amos respecto de los hechos de sus criados, según el inc. 2º del art. 2322
“Pero no responderán de lo que hayan hecho sus criados o sirvientes en el ejercicio de sus
respectivas funciones, si se probare que las han ejercido de un modo impropio que los amos no
tenían medio de prever o impedir, empleando el cuidado ordinario, y la autoridad competente. En
este caso toda la responsabilidad recaerá sobre dichos criados o sirvientes”.

Casos en que la presunción es de derecho

Sin perjuicio de lo señalado precedentemente, la presunción puede ser de derecho. Ello


ocurre en los siguientes casos:

1 Si el hecho lo realizó el subordinado por orden del principal.

2 Si el delito o cuasidelito cometido por el hijo conocidamente proviene de la mala educación o de


los hábitos viciosos que les han dejado adquirir sus padres, art. 2321, norma que utiliza la
expresión “Los padres serán siempre responsables …”.

Análisis del art. 2320

El inciso 1º del art. 2320 prescribe que toda persona es responsable no sólo de sus propias
acciones, sino del hecho de aquellos que estuvieren a su cuidado:

Según el art. 2320 inc. 2º: “Así el padre, y a falta de éste la madre, es responsable del hecho
de los hijos menores que habiten en la misma casa”. En primer lugar responde el padre, y en su
defecto la madre. Sin embargo, el actual art. 244 señala que “La patria potestad será ejercida por el
padre o la madre o ambos conjuntamente”. No se entiende la falta de armonía de las normas, si el
cuidado personal corresponde a ambos padres, lo lógico sería que el art. 2320, estableciese, del
mismo modo, “los padres”.

Pero es claro que la norma establece la responsabilidad del padre, y sólo ante la falta de
éste, la de la madre, por ello habrá que determinar en qué casos falta el padre, basándonos en los
artículos 109 y 110, ello sucede en los siguientes casos:

107 ALESSANDRI RODRÍGUEZ, Arturo, obra citada, pp. 231 y 232.


108 Corte de Apelaciones de Concepción, Revista de Derecho y Jurisprudencia, T. XXXIII, sección
1º, p. 96, citado por CORRAL TALCIANI, Hernán, obra citada, pp. 238 y 239.

59
1. Muerte del padre;
2. Demencia del padre;
3. Si se ha ausentado del territorio de la república y no se espera su pronto regreso o por ignorarse
el lugar de su residencia;
4. Si la paternidad se ha determinado judicialmente con la oposición del padre, entre otros casos.
5. Si por sentencia judicial se le ha privado de la patria potestad o que, por su mala conducta, se
halle inhabilitado para intervenir en la educación de sus hijos.

No importa la filiación del hijo, la norma se aplica tanto al hijo de filiación matrimonial
como no matrimonial, pero debe tratarse de hijos menores de edad. Además, el hijo debe habitar la
misma casa, sin perjuicio del caso del art. 2321, en que los padres responden siempre.

Art. 2320 inc. 3º: “Así el tutor o curador es responsable de la conducta del pupilo que vive bajo su
dependencia y cuidado”. La norma es más exigente con el tutor o curador, porque no exige que el
pupilo viva en la misma casa que el tutor o curador, basta que esté bajo su cuidado o dependencia.

Debe tratarse de un curador que tenga al pupilo bajo su dependencia y cuidado, esto es, un
curador general, por ello no puede tratarse de un curador de bienes.

Recuérdese que se requiere la doble capacidad, luego si el pupilo es un incapaz se aplica la


regla del art. 2319, luego el guardador no responde a menos que se pruebe su negligencia.

Art. 2320 inc. 4º primera parte: “Así los jefes de colegios y escuelas responden del hecho de los
discípulos, mientras están bajo su cuidado…”. Se discute si esta disposición se aplica o no a las
universidades y a las otras instituciones de educación superior. El profesor Ramos Pazos 109 es
partidario de dicha posibilidad.

No interesa la edad del discípulo, lo relevante es que esté bajo el cuidado del jefe de colegio
o escuela, lo que ocurre, generalmente, mientras se está en dependencias del colegio, sin perjuicio
que dicho cuidado pueda ampliarse a actividades tales como paseos o traslados en vehículos
institucionales.

La responsabilidad del jefe de colegio o escuela no se extiende a los daños que a sí mismo
pueda causarse el discípulo.

Art. 2320 inc. 4º segunda parte: responsabilidad de los empresarios respecto de sus dependientes.
La citada norma señala que son responsables: “los artesanos y empresarios del hecho de sus
aprendices o dependientes, en el mismo caso”.

El art. 2322 se refiere a los amos por el hecho de sus criados y sus sirvientes. Se responde
por los hechos cometidos mientras que el dependiente está en ejercicio de sus respectivas funciones.
El inciso segundo del art. 2322 establece el modo de desvirtuar la presunción, que es similar al
modo en que el padre o el tutor pueden desvirtuarla; si no había modo de prever o impedir el hecho,
empleando el cuidado ordinario y la autoridad competente.

La responsabilidad no cubre los daños que el aprendiz o dependiente se cause a sí mismo,


“Si estas personas se accidentan, se aplicarán reglas de la responsabilidad contractual si hay
contrato de trabajo … o las de la responsabilidad extracontractual directa (no compleja)”110

109 RAMOS PAZOS, René, obra citada, p. 66.


110 RAMOS PAZOS, René, obra citada, p. 67.

60
¿Es el Art. 2320 una norma taxativa?

En realidad no es una norma taxativa, existen otros casos, por ejemplo:

1 El adoptante responde por los hechos del adoptado;


2 Se establece la responsabilidad del naviero por los hechos de la tripulación y
3 El propietario del vehículo responde por los daños que causa el conductor.

Acción de reembolso

El tercero civilmente responsable que ha pagado una indemnización de perjuicios, en


conformidad a lo prescrito en el artículo 2325 tiene una acción de reembolso en contra del autor del
daño, y podrán dirigirse en contra de los bienes de éste, en la medida que se cumpla con los
siguientes requisitos:

1 El autor del daño lo causó sin orden del tercero civilmente responsable, en caso contrario, ya
sabemos que la presunción pasa a ser de derecho.

2 El subordinado debe tener capacidad extracontractual.

3 El autor del daño debe tener bienes para poder responder a la acción de reembolso.

RESPONSABILIDAD POR EL HECHO DE LAS COSAS

Generalidades

Esta responsabilidad se refiere al hecho de las cosas que son de propiedad de los respectivos
dueños, o bien, están al servicio de otro, en el evento de causarse un daño.

El fundamento se encuentra en la falta de vigilancia, culpa in vigilando, del propietario de


la cosa o de quien se sirve de ella, por tanto, hay una falta de vigilancia, lo que origina la presunción
de la culpa. En otras palabras, el propietario de una cosa o su guardián tiene que mantenerla en
condiciones de no causar daño, o bien, utilizarla de modo tal que no se cause el daño.

Casos de responsabilidad por el hecho de las cosas

Los supuestos en que opera esta responsabilidad son:

Responsabilidad por el hecho de los animales, art. 2326 y 2327.


Responsabilidad por la ruina de un edificio, art. 2323 y 2324.
Daño causado por una cosa que cae o se arroja de la parte superior de un edificio, art. 2328.

Estos casos, a diferencia de lo que sucede con la responsabilidad por el hecho ajeno, son
taxativos.

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Responsabilidad por el hecho de los animales

Por el daño causado por un animal puede responder el dueño o un tercero que se sirve del
animal.

En primer lugar, responde el dueño. Éste es responsable de los daños causados por el
animal aún después de que se haya soltado o extraviado, salvo que la soltura, extravío o daño no
pueda imputarse a culpa del dueño o del dependiente encargado de la guarda o servicio del animal,
art. 2326 inciso 1º.

Si se trata de un animal fiero que no reporta utilidad para la guarda o servicio de un predio,
será siempre imputable al que lo tenga, y si alegare que no le fue posible evitar el daño, no será
oído, art. 2327. Debemos señalar entonces, que se trata de una presunción de derecho. La norma
tiene un ámbito de aplicación determinado, se aplica al animal fiero, que es un animal feroz o
peligroso, que no es lo mismo que salvaje, a éstos se refiere el art. 608 al decir “los que viven libres
e independientes del hombre”.

Es un caso de responsabilidad objetiva, pero nótese que exige que el animal no reporte
ninguna utilidad, luego no sería aplicable a los felinos, por ejemplo, y otros animales fieros que
utilizan los circos.

En segundo lugar, responde el que se sirve de un animal ajeno, así lo dispone el inciso
segundo del art. 2326; “Lo que se dice del dueño se aplica a toda persona que se sirva de un animal
ajeno; salva su acción contra el dueño, si el daño ha sobrevenido por una calidad o vicio del animal,
que el dueño con mediano cuidado o prudencia debió conocer o prever, y de que no le dio
conocimiento”.

Responsabilidad por la ruina de un edificio

En este punto se deben aclarar dos conceptos. En primer término, edificio, este concepto
debe entenderse en sentido amplio, o sea, referido a cualquier construcción. Por ruina, la doctrina
señala que no se relaciona necesariamente con un edificio antiguo, sino que dice relación a la
existencia de ciertos deterioros, luego no es necesario que el edificio completo se derrumbe, la
norma se aplica a supuestos de ruina parciales.

Prescribe el art. 934 “El dueño de un edificio es responsable a terceros ( que no se hallen en
el caso del artículo 934) de los daños que ocasione su ruina, acaecida por haber omitido las
reparaciones necesarias o por haber faltado de otra manera al cuidado de un buen padre de familia.
Si el edificio perteneciere a dos o más personas proindiviso, se dividirá entre ellas la indemnización
a prorrata de sus cuotas de dominio.”

Por los daños provenientes de la ruina de un edificio responde el dueño o el constructor.

En primer lugar, responde el dueño del edificio, pero el art. 2323 efectúa una remisión al art. 934;
habla de terceros que no se hallen en el caso del art. 934, en virtud de esta norma, puede reclamar

62
indemnización, sólo el vecino que haya notificado una querella de obra ruinosa, esto se entiende
porque el legislador busca sancionar la negligencia de los vecinos que debieron haber intentado una
solución anterior al daño, y no lo hicieron. A la ley le interesa la denuncia de las obras ruinosas,
castiga a aquellos vecinos que durante un tiempo han soportado la eventual ruina de un edificio
cercano y no han notificado la querella correspondiente. Si el edificio pertenece a dos o más
personas proindiviso, se dividirá entre ellos la indemnización a prorrata de sus cuotas de dominio,
art. 2323, inciso 2º.

En segundo lugar, responde el constructor, ello si la ruina proviene de un vicio de


construcción, debiendo aplicarse la norma del art. 2003, relativa a contratos de construcción de
edificios celebrados con un empresario en los que se encarga la obra por un precio prefijado. Esta
norma debe relacionarse con la Ley General de Urbanismo y Construcción.

Daño que causa una cosa que cae o se arroja de la parte superior de un edificio

Situación regulada en el artículo 2328. En primer lugar, responden todas las personas que
habitan la misma parte del edificio. La indemnización se va a dividir entre ellas a prorrata. En
segundo lugar, si el hecho se deba a la culpa o mala intención de alguna persona, responderá ésta
exclusivamente.

Nótese que se requiere que la parte superior del edificio esté habitada y que no es un caso
de responsabilidad solidaria ya que la indemnización se divide entre los responsables a prorrata.

Acción popular

El inciso segundo del art. 2328 consagra un acción popular con el objeto de impedir la
producción de un daño, en los siguientes términos “Si hubiere alguna cosa que, de la parte superior
de un edificio o de otro paraje elevado, amenace caída y daño, podrá ser obligado a removerla el
dueño del edificio o del sitio, o su inquilino, o la persona a quien perteneciere la cosa o que se
sirviere de ella; y cualquiera del pueblo tendrá derecho para pedir la remoción”.

PRESUNCIÓN DE RESPONSABILIDAD POR EL HECHO PROPIO

Se encuentra regulada en el art. 2329 en los siguientes términos “Por regla general todo
daño que pueda imputarse a malicia o negligencia de otra persona, debe ser reparado por ésta. Son
especialmente obligados a esta reparación: 1º. El que dispara imprudentemente un arma de fuego;
2º. El que remueve las losas de una acequia o cañería en calle o camino, sin las precauciones
necesarias para que no caigan los que por allí transitan de día o de noche; 3º. El que, obligado a la
construcción o reparación de un acueducto o puente que atraviesa un camino lo tiene en estado de
causar daño a los que transitan por él”. Esta norma ha causado diversas interpretaciones en la
doctrina.

Según Alessandri111, la norma establece una presunción de culpabilidad, cuando el daño


proviene de un hecho que por su naturaleza o por las circunstancias en que se realizó es susceptible
de atribuirse a culpa o dolo. Sus argumentos son la ubicación de la norma, ésta se ubica después de
los art. 2220 a 2228 relativos a la responsabilidad por el hecho ajeno y por el hecho de las cosas.

111 ALESSANDRI RODRÍGUEZ, Arturo, obra citada, pp. 212 y ss.

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Según este autor, de otro modo, sería inexplicable la norma porque habría que concluir que se
trataría de una mera repetición del art. 2314.

Carlos Ducci112 prefiere hablar de presunción de responsabilidad en el caso de actividades


peligrosas, ya que la mayor peligrosidad requiere de una mayor diligencia.

Meza Barros113 por su parte, sostiene que el inciso primero del Art. 2329 consagra la regla
general ya establecida en el Art. 2314, pero en el inciso segundo se contemplan excepciones a esta
regla, o sea, casos en que se presume la culpa.

Corral por su parte, señala que este artículo, en su inciso 1º, manifiesta la exigencia de
una relación de causalidad, se basa en la expresión “que pueda imputarse”, y los casos enumerados
en el inciso 2º, son presunciones de causalidad 114.

La Jurisprudencia en algunos fallos señala que se repite la regla del art. 2314. En Colombia
se sigue a Alessandri115, lo que es interesante ya que sabidas son las similitudes entre los códigos de
Chile y de Colombia.

CAUSALES EXIMENTES DE RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL

Generalidades

Se trata de ciertos hechos en cuya virtud no nace el efecto de responder, aún cuando se haya
causado un daño el que, según las reglas generales, debería resarcirse. Los autores utilizan la
expresión “eximentes de responsabilidad”, la que ha sido tomada del Derecho penal. En efecto, en
el Código Penal se establece un sistema de catálogo respecto de las circunstancias que eximen de
responsabilidad penal, lo que no ocurre en materia civil, o sea, hay una omisión sensible que
debería ser reparada. Pero del principio general que nos indica que sólo deben repararse los daños
causados cuando existe dolo o culpa, se ha concluido que ante la existencia de hechos que indiquen
ausencia de dolo o culpa, no se incurre en responsabilidad extracontractual.

Enumeración de las causales eximentes de responsabilidad contractual

Alessandri 116 propone la siguiente enumeración de las causales eximentes de


responsabilidad civil:

1 El caso fortuito o fuerza mayor


2 Orden de ley o de autoridad legítima
3 La violencia, que puede ser física o moral
4 La legítima defensa
5 El estado de necesidad

112 DUCCI CLARO, Claro, Responsabilidad civil (Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1971), pp. 45 y
46.
113 MEZA BARROS, Ramón, Manual de Derecho civil: De las fuentes de las obligaciones (Editorial

Jurídica de Chile, Santiago), T. II, p. 282.


114 CORRAL TALCIANI, Hernán, obra citada, p. 229.
115 RAMOS PAZOS, René, obra citada, p. 57.
116 ALESSANDRI RODRÍGUEZ, Arturo, obra citada, p. 434.

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6 La culpa exclusiva de la víctima
7 El hecho de terceros
8 Inmunidades de que gozan ciertos individuos

1 El caso fortuito o fuerza mayor

El código lo define como el imprevisto que es imposible resistir, art. 45. De dicha norma
se desprende que, en nuestro sistema, es sinónimo caso fortuito y fuerza mayor, lo que no ocurre en
el Derecho comparado.

Requisitos del caso fortuito

El caso fortuito debe reunir los siguientes requisitos:

1 Debe tratarse de un hecho imprevisible.


2 Debe tratarse de un hecho irresistible; esto implica la imposibilidad de evitar las consecuencias
dañosas.

Jurisprudencia

En reiteradas ocasiones la jurisprudencia ha tenido la oportunidad de pronunciarse sobre el


caso fortuito117.

Caso Nº 1: A va conduciendo su vehículo por una carretera, se revienta un neumático y en virtud de


ello provocó un daño a tercero. El conductor del vehículo alega caso fortuito, pero nuestra
jurisprudencia se pronuncia en diversos sentidos, o sea, no siempre aquel hecho va a ser constitutivo
de caso fortuito. No procede el caso fortuito, por ejemplo; cuando los neumáticos se encuentran en
mal estado.

Caso Nº 2: respecto de una persona que sufre un ataque cardiaco, y en virtud de ello provoca daño a
un tercero. Nuestra jurisprudencia señala que si no existían antecedentes, se entiende que se trataría
de un caso fortuito, en caso contrario, el ataque cardiaco no exime de responsabilidad.

Caso Nº 3: el terremoto, el art. 45 señala expresamente que el terremoto constituye un caso fortuito,
pero la jurisprudencia opina lo contrario. Se ha fallado que por ser Chile un país en que son
frecuentes los movimientos sísmicos, lo temblores de mediana intensidad no son un imprevisto a
que no sea imposible resistir y no constituyen, por tanto, fuerza mayor o caso fortuito, por cuyo
motivo la construcción y el cuidado de los edificios debe llegar hasta tomar todas las medidas que la
prudencia aconseja para evitar daños a terceros con el deterioro de ellos.

Caso Nº 4: la abundancia de lluvias, en el sur ello no constituye caso fortuito, porque no cumple con
los requisitos del caso fortuito, es decir, es previsible en la zona sur de nuestro país la circunstancia
de que llueva en forma abundante. El hombre prudente debería tomar las providencias necesarias
para evitar un daño derivado de las lluvias en dicha zona.

El autor del daño no está obligado a probar el caso fortuito para eximirse de
responsabilidad, basta con probar la ausencia de culpa, esto es, que, no obstante el cuidado
empleado, de todos modos el daño se produjo.

117 ALESSANDRI RODRÍGUEZ, Arturo, obra citada, p. 436.

65
Orden de ley o de autoridad legítima

Aquel que ejecuta un acto ordenado por la ley o por la autoridad no debe reparar el daño
causado, su conducta no es culpable, porque el buen padre de familia acata las reglas, obedece a la
autoridad pública.

La jurisprudencia se ha referido al daño provocado por los receptores. Si el ejecutado se


niega a la práctica de embargos y retiros, se podría provocar un daño y procedería la
responsabilidad del receptor, ya que se ha actuado por orden de una autoridad pública.

La violencia, que puede ser física o moral

Esta causal se refiere a una persona que ha sido objeto de violencia. Según la doctrina
debemos remitirnos a las normas de la fuerza vicios del consentimiento, por tanto debe ser grave,
injusta y determinante, habrá que aplicar el art. 1456 y 1457.

La legítima defensa

Obviamente esta circunstancia ha sido tomada del Derecho penal. La doctrina civil se
refugia en el Derecho penal, por tanto, se exigen los siguientes requisitos:

Agresión ilegítima;
Falta de provocación suficiente por parte del agente; y
La proporcionalidad entre el ataque sufrido y el medio de defensa.

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UNIDAD IV: LA ACCIÓN Y JUICIO DE RESPONSABILIDAD

A. Sujetos de la acción. Legitimación activa

B. La legitimación pasiva. El demandado


C. Tribunal competente y procedimiento

1. Tribunal competente

2. Procedimiento

D. El objeto del proceso

1. La reparación

2. Principio de la reparación integral

3. Formas de reparación

4. Extensión de la reparación

5. Procedencia del pago de reajustes e intereses

6. Extinción de la responsabilidad extracontractual

6.1 Renuncia

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6.2 Transacción

6.3 Prescripción

UNIDAD V: DELIMITACIÓN DE LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL.


CÚMULO DE RESPONSABILIDAD Y CÚMULO DE INDEMNIZACIONES

A. Problemas de delimitación de la responsabilidad extracontractual

1. Discusión acerca de la dualidad o unidad de la responsabilidad contractual y extracontractual

2. Diferencias entre la responsabilidad contractual y extracontractual

3. Interconexiones entre la responsabilidad contractual y la extracontractual

B. El denominado cúmulo u opción de responsabilidad: El cúmulo de indemnizaciones

1. El cúmulo u opción de responsabilidad

2. El cúmulo de indemnizaciones

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