La educación tiene un rol muy importante para el diario vivir de los seres humanos, nos ayuda a
generar nuevos conocimientos pero sobre todo a comprender mejor la manera correcta de
comportarnos ante una sociedad en base a principios, normas y valores.
El sistema educativo debe enfocarse en la inclusión social de los alumnos, sus fines tienen que
ser claros y precisos para alcanzar los objetivos que pretender formar en las nuevas generaciones
y así lograr un desarrollo de un ser que tenga un enfoque más humanista.
El educador del mundo de hoy, debe enfrentar los retos de una sociedad que esta cada vez
dependiendo más del uso del conocimiento y la escuela como institución social, centro
del proceso socializador del individuo, debe ser una institución productora de conocimientos en
esta labor; por lo tanto, su inserción social, su papel dentro de una sociedad cada vez más
compleja hace imprescindible para el educador realizar una mirada sociológica de su trabajo.
La sociedad funciona como un todo y como tal. Todos sus elementos o subsistemas están
interrelacionados, la educación como parte de este sistema se ve influenciada por
múltiples variables que la afectan y la estructuran de una manera particular.
Toda educación formara a los individuos para funcionar dentro de los valores acordes y
legitimadores de la filosofía política que prevalezca. Formara y seleccionara para el
trabajo partiendo de las relaciones de producción, de las características de su población y
del modelo económico que predomine.
Dentro del ámbito cognitivo, el desafío educativo se centra más en la necesidad de favorecer y
estimular la organización consciente y racional de la información fragmentaria y sesgada, que en
el incremento de datos e informaciones sobre los diferentes escenarios de la realidad natural y
social que rodea a la persona.
LÍMITE EN LA MISIÓN DE LA ESCUELA
La escuela vista como límite y como frontera permite tener una visión panóptica hacia el Estado,
la Comunidad y el Entorno, esto es, ella se constituye en el centro de producción cultural y de
transformación social, con unas reglas que son propias porque la frontera se autogobierna para
formar estado.
El proceso educativo tiene una incidencia vital en el cambio de conducta de las personas,
procurando desarrollar sus máximas potencialidades.
Las sociedades que busquen el desarrollo deben modernizar sus estructuras, sus procesos de
producir sus valores, y potenciar una educación donde prime la formación de hombres creativos,
innovadores, libres, atendiendo a todos los sectores sociales.
Asumir una actitud proactiva hacia su sistema educativo propicia a la sociedad convertir la
educación en agente de cambi o y factor de desarrollo, impulsora de una renovación de
valores, normas y patrones de comportamiento, así como innovadora de las propias estructuras
sociales (instituciones, economía, política), se convierte en dinamizadora y promotora de
cambios.
Es evidente que los cambios sociales no los origina de forma directa la educación, pero si es ella
la responsable de dotar a la sociedad de personas capacitadas para que promuevan el progreso y
prepararlas para adaptarse a la vertiginosa renovación tecnológica.
Son retos de la educación actual formar personas críticas, con conciencia de los problemas que
afectan a la sociedad y sus miembros, con entrenamiento en técnicas de discusión y debate,
capaces de criticar los propios modelos sociales en los que se les forma y de proponer modelos
sociales superiores.
EL PROCESO DE CAMBIO SOCIAL
Se puede definir el cambio social como las transformaciones de las condiciones de vida de
los grupos humanos, de su estructura y de su sistema de valores.
Casi todas las sociedades tienden a mantener el equilibrio, el orden social. Para ello desarrollan
un sistema de relaciones mediante el cual distintos grupos e individuos colaboran para mantener
la cohesión, satisfacer las necesidades y solucionar los conflictos sociales de acuerdo con
determinados cauces y normas sociales.
A pesar de todo ello, el cambio social es inevitable. Todas las sociedades se encuentran inmersas
en un proceso de transformación que puede ser más o menos acelerado y en el que influyen
distintos factores:
Cultural.
Ideológico.
Según la velocidad con que se lleven a cabo, se pueden distinguir cuatro tipos de cambios
sociales:
Derivada. Es el tipo de cambio social más lento, tanto es así que resulta prácticamente
imperceptible para los que lo sufren. Consiste en una acumulación de cambios minúsculos e
insignificantes por sí solos, pero que desembocan en resultados innovadores.
Revolución. Supone una ruptura con las instituciones y organizaciones existentes, que son
sustituidas bruscamente por otras distintas. Constituye una actuación de doble sentido:
destrucción del orden anterior y creación de otro nuevo. En política sería el cambio de un
régimen antiguo a otro nuevo. Un buen ejemplo de ello es la Revolución Francesa.
SEGÚN DIFERENTES PENSADORES, COMO INFLUYE LA EDUCACIÓN EN UN
SER SOCIAL.
Las primeras edades son fundamentales para el desarrollo de actitudes de relación interpersonal.
Es necesario desarrollar en ellos una serie de habilidades que hagan emerger las capacidades de
seguridad, autoestima y autonomía, permitiendo que se formen plenamente como personas.
Educar en valores es participar en un auténtico proceso de desarrollo y construcción personal.
Una participación que consiste en crear condiciones pedagógicas (escuela) y sociales (familia y
comunidad) para que dicha construcción se lleve a cabo de una forma óptima.
¿Pero qué papel representa la Educación Social en todo esto? Según Castillo (2013), no hay duda
de que la Educación Social aporta a la institución escolar “una nueva manera de hacer y
desarrollar las cosas, unida a una metodología y sensibilidad para interpretarlas y entenderlas”,
así como una especialización “en competencias concretas relacionadas con el seguimiento, la
proximidad, la comunicación o la mediación”, integrándose como una pieza fundamental del
engranaje educativo y no interviniendo sólo en las situaciones de conflicto, de manera puntual y
desde el ámbito no formal.
Como indica Sánchez Martínez (2008), el educador social en los centros educativos debe ser un
agente de cambio, de adaptación y de mediación, y no un agente más dentro del conflicto
educativo basado en la resistencia al cambio, en la escasa capacidad de adaptación de la
estructura organizativa habitual de las escuelas. Debe trabajar junto con el resto de profesionales
en pro del crecimiento personal y social de todos los alumnos, sabiendo combinar saberes
específicos y escolares, debe poseer una buena capacidad crítica, saber manejar los recursos
disponibles, poseer una amplia conciencia social, capacidad afectiva, empática y de adaptación.
Parcerisa (2007) precisa que “no se trata de introducir estas figuras profesionales dentro del
contexto sin más” sino que se debe de buscar un marco flexible de intervención dentro del actual
modelo de enseñanza para que los educadores no se conviertan en esos chicos “… que nos
descarguen del problema”; el problema es común y se hace necesaria una visión de conjunto. El
educador social es algo más que una figura de emergencia para resolver problemas emergentes.
Su fin no es tapar vías de agua, sino el desarrollo de la educación integral del alumnado dentro
de la comunidad. Probablemente sea la titulación universitaria que cuente con el perfil más
adecuado para realizar el tipo de intervención socioeducativa demandado en el ámbito escolar.
Petrus (2004), parafraseando a Charpak (2001), concluye que, si “el aprendizaje no es una
acumulación de información sino un proceso, personal y social, de construcción de sentidos a
partir de múltiples representaciones del saber”, no puede darse a partir de la separación entre
educación social y educación escolar. Es decir: es imprescindible la actuación del educador
social también en la educación formal y no limitar su campo a la educación no formal. Es más,
debería incluirse esta figura en todos los centros de educación primaria y no sólo en los de
secundaria, como actualmente ocurre en ciertas Comunidades Autónomas, y en muchas
ocasiones limitándose a aquéllos en los que se dan altos niveles de violencia, multiculturalidad o
fracaso escolar.
En este sentido, la consolidación de esta figura en el ámbito escolar y el desarrollo de sus
funciones están siendo muy irregulares, dependiendo de las políticas educativas de cada
administración autonómica (Castillo, Galán y Pellissa, 2012).
Ante los problemas de fracaso escolar, absentismo, violencia, hábitos de estudio inadecuados,
poca implicación de algunas familias, exclusión social y educativa, etc. muchos profesionales se
plantean un cambio en la educación que busque alternativas, nuevas soluciones a nuevas
situaciones contextuales, individuales y grupales en el proceso educativo en la línea de lo que se
pretende conseguir a través de una educación inclusiva. La intervención de otras figuras
profesionales en los centros educativos puede facilitar el proceso de transformación en las
escuelas, siendo necesarias en todas las etapas educativas desde una perspectiva
preventiva. Laorden, Prado y Royo (2006) defienden que el educador social debe entrar como
profesional en todos los centros educativos, no sólo en los de mayor conflictividad, y en todos
los niveles educativos, como la figura que ayude en los claustros en la búsqueda de estas nuevas
soluciones. Para ello, el educador social debería conocer experiencias, el currículo y la
legislación educativa, las competencias profesionales de los maestros y otros profesionales como
pedagogos, orientadores, trabajadores sociales, logopedas, psicólogos, etc. Siempre en pro de
una educación inclusiva mediante la educación integral de las personas independientemente del
contexto (formal o no formal) en que se sitúe el proceso educativo.
El educador social puede ser el agente de cambio en los centros escolares de primaria de cara a
conseguir la interconexión educativa con las familias, actuando como mediador entre el centro y
las familias y con el entorno social, como animador sociocultural, como moderador ante
situaciones conflictivas, como dinamizador de grupos (incluidas las AMPA’s), como detector de
factores de riesgo que puedan derivar en situaciones socioeducativas desfavorables.
La Educación Social debe intervenir para fortalecer a los alumnos y a las familias que participan
en el sistema educativo, desde la prevención, sin tener que esperar a que aparezcan los
problemas, por lo que se hace necesaria la inclusión de la figura del educador social en todos los
centros, y no sólo en los de mayor conflictividad social.
Extremadura ha incorporado esta figura en todos sus centros de secundaria; Castilla-La Mancha,
Andalucía y Aragón lo han hecho en aquellos centros en los que el nivel de conflictividad lo
requiere. En Cataluña, la actuación se lleva a cabo desde los Servicios Sociales Básicos, a través
de programas y proyectos coordinados con los centros. En Euskadi el educador social juega un
importante papel en el desarrollo de las comunidades de aprendizaje (Ruíz, 2013). En el caso de
Baleares, se creó la figura del Técnico de Intervención Socioeducativa como respuesta al alto
índice de absentismo, fracaso escolar y conflictividad en los centros de secundaria (Gelabert y
Muñoz, 2013).
Por otro lado, deberíamos preguntarnos qué ocurre en los centros de primaria, por qué no
aprovechar la plataforma de actuación que supone la escuela para llevar a cabo este tipo de
iniciativas preventivas, desde la óptica de la educación social y con un enfoque preventivo, y no
focalizándose sólo en aquéllos en los que hay graves problemas de convivencia, absentismo o
conflictividad, sino trabajando en estrecha colaboración con toda la comunidad educativa y
especialmente con las familias.
Fernández del Valle (2004) considera que, si bien los programas de intervención suelen abordar
la problemática familiar desde situaciones de riesgo o desamparo, es de suponer que sería
preferible aplicar programas similares pero desde un enfoque preventivo. En este sentido, los
Servicios Sociales, además de su rol de intervención en los casos donde existen necesidades
sociales al descubierto, han asumido el papel de coordinación de actuaciones en estos temas y,
por tanto, en el caso de la protección infantil, la coordinación de actuaciones con el sistema de
enseñanza o con el sistema sanitario son esenciales.
Puesto que no cabe duda de que la Educación Social se fundamenta en la intervención desde una
perspectiva preventiva de carácter primario, qué mejor que hacerlo desde la educación primaria,
donde se gestan los grandes problemas de la educación en la sociedad actual (falta de valores,
absentismo, violencia, fracaso escolar, marginación…). Es en la educación primaria donde se
puede intervenir en el propio contexto de desarrollo del niño y desde el que, a su vez, mayor
acceso se puede tener al contexto familiar y comunitario con el fin de evitar posteriores
intervenciones.
La educación es un acto o serie de actos, mediante los cuales se trata de dirigir y perfeccionar la
vida del ser juvenil. Esta educación es, pues, una influencia directa, intencional, sobre la
conducta del ser a educar. No toda influencia es educativa; las hay también antieducativas como
las que surgen de los llamados malos consejeros o malas compañías.
La educación como función intencional ha sido la más definida por los pedagogos,
considerándola como la única y principal forma de educación. Tal aseveración se puede obtener
en Jonás Cohn, cuando afirma que “la educación es influjo consciente y continuo sobre la
juventud con propósitos de formarla”. Krieck también afirma que la “la educación es todo
genero de formación que surge de la influencia espiritual”.
Para Dilthey “la educación es la actividad planeada por la cual los adultos forman la vida
anímica de los seres en desarrollo o también es la influencia que desarrolla una determinada
forma de vida, un determinado orden de las fuerzas espirituales”. Para la educación intencional
no basta, sin embargo, con la acción del educador; debe contarse también con un ambiente
escolar adecuado, con medios suficientes, con métodos pedagógicos acertados, para lo cual debe
existir una administración educativa.
El ser humano vive y se desarrolla en un mundo de cosas y personas; este mundo es una variedad
de riquezas asombrosas, como por ejemplo: las piedras, los fenómenos atmosféricos, como el sol
y la lluvia y los seres orgánicos como las plantas y los animales. Se puede decir que todos estos
elementos constituyen el mundo de la naturaleza.
También se encuentran otros objetos que son productos de la actividad del ser humano, como las
obras de arte, las máquinas, los libros, que tienen un significado peculiar y sentido propio
atribuidos a el, que es sujeto, hacedor y testigo de la historia. Entonces será función de la
educación hacer que la cultura siga viviendo a través de los siglos y de las generaciones, ya que
sin cultura no hay desarrollo ni vida posible.
Todo esto en la vida del ser humano implica e impone dominar técnicas, conocer la verdad,
sentir la belleza, amar el bien. Ello también implica concebir la educación como un momento
sociocultural que eleve al hombre y a la mujer a las más altas categorías humanas de amor,
verdad, belleza y justicia.
La cultura vista así, no podría ser por si sola, independientemente del ser humano, sino tiene que
vivir con el, hacerse persona para subsistir y desarrollarse. Es función de la educación hacer que
la cultura siga viviendo a través de los siglos, de las generaciones históricas. Las funciones de la
educación en relación con la cultura vendrían a facilitar la educación, , conservación y
reproducción de los bienes y valores acumulados por el ser humano, a través de los siglos de su
devenir histórico.
LA EDUCACIÓN COMO FUNCIÓN INDIVIDUAL Y SOCIAL.
El individuo no vive solo en el mundo, sino en relación directa con los demás. De ellos recibe
ayuda y estímulo a el a su vez influye sobre los demás, en este sentido toda educación es una
educación social. La sociedad condiciona a la educación; no cabe educaron sin influencia social,
pero a la vez la educación es necesaria para la sociedad; no hay sociedad sin una educación de
los individuos que la componen así; la educación es un proceso individual-social y por ello
personal y colectivo.
La faceta social de la educación debe impartir del hecho de que no debe hablarse de la educación
a espaldas dela sociedad, pues los anexos que la unen son muchos y muy estrechos. En este
sentido se puede decir que no hay sociedad sin educación ni educación sin sociedad. De hecho,
la educación es una función social y desarrollada en el seno de la sociedad, valiéndose de
elementos como padres, las o los docentes, los medios de comunicación, las escuelas. Excluyen
las autoeducación, la educación se realiza siempre en el medio social. Educando y educador se
encuentran en un contexto social, fuera del cual no se conciben las relaciones entre personas.
Es un hecho real, efectivo; una realidad
Como de la vida individual familiar, nacional y
realidad universal, innegable e inconfundible.
De acuerdo a esta idea mediante la educación se desarrolla una sociedad, forma y crea
una sociedad. Existen dos formas de producir el cambio social a saber a través de
la fuerza (regimenes), es decir obligando a los ciudadanos o la forma más idónea:
educándolos.
Entonces la escuela juega un papel importante en el cambio social, pero está limitada por
las directrices, lineamientos y políticas filosóficas que imperan para el momento.