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En el caso educativo, la evaluación se define como la valoración de los conocimientos,

actitudes, aptitudes, rendimiento y beneficio de la estrategia educacional hacia un


educando y a los educandos en general; o bien como un proceso para determinar
sistemática y objetivamente la pertinencia, eficacia, eficiencia e impacto de las actividades
realizadas. La evaluación es un proceso continuo, integral y sistemático destinado a
determinar hasta donde son logrados los objetivos y que entrega información útil para la
toma de decisiones y/o retroalimentación del sistema; casi siempre es un proceso
subjetivo.

En la evaluación se debe plantear como finalidad el mejorar las actividades que se hallan
en marcha y de paso ayudar a la reprogramación y a la toma de decisiones futuras; la
evaluación es siempre una información para la corrección y perfeccionamiento de lo
realizado. Al ser la evaluación un proceso del todo complejo, es absolutamente necesario
poder contar con una determinada metodología al llegar al momento evaluativo; por esto
se hable de controles, pruebas, exámenes, participación, autoevaluación, cuestionarios
de opiniones, análisis de actividades cumplidas, etc.

Las tareas centrales de la evaluación son:

- Quien o que grupo debe ser evaluado.

- En qué proporción debe realizarse la evaluación: una parte de los objetivos, el núcleo de
las metas o su totalidad.

- De que manera debe ser realizada la evaluación, la metodología y los instrumentos por
qué evaluar.

La evaluación permite y cumple el papel de apoyar el proceso calidad y excelencia


educativa, por lo cual se realizan las correcciones, las retroalimentaciones
y los incrementos de los indicadores y objetivos.

Estilos de liderazgo o formas de dirigir a los recursos humanos

1. El líder autocrático: se trata de ser el jefe duro que tiene el control absoluto y total
sobre sus empleados y/o equipos. Cualquier decisión depende de su aprobación y
los trabajadores apenas tienen oportunidad de mostrar sus sugerencias. Lo peor de
este estilo de dirección es la baja motivación que genera en la plantilla y el
incremento del absentismo laboral.

2. El líder democrático: es aquel diametralmente opuesto al autocrático. A pesar de


ser el único responsable en tomar la decisión, consulta con el resto de miembros
del equipo o plantilla para escuchar sus consejos y recomendaciones. Genera un
buen ambiente laboral ya que los empleados se sienten valorados y reconocidos
dentro de la estructura de la empresa al ser tenidas en cuenta todas sus opiniones.

3. El líder burocrático: todas sus acciones están marcadas según la hoja de ruta de
la organización. Sigue al pie de la letra las reglas y nunca se sale del camino. De
esta forma se asegura que todo el grupo haga unas acciones concretas y precisas
en su trabajo. Es muy recomendable en empresas en las que exista un cierto riesgo
de seguridad laboral. No tiene mucho sentido dentro del trabajo de oficina.

4. El líder pasota o “laissez-faire”: viene de la expresión francesa “deja hacer” y


hace mención a aquel estilo de dirección de recursos humanos que deja a su
equipo actuar libremente. Es altamente recomendable y efectivo cuando los
componentes del equipo rebosan cualidades como la iniciativa propia o ya tienen
mucha experiencia en su puesto dentro de la empresa. Este perfil de liderazgo deja
de lado cualquier técnica basada en el control de sus trabajadores.

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