Análisis de los cuentos Los fugitivos de Alejo Carpentier y La noche buena de Encarnación
Mendoza de Juan Bosch.
Por: Anyolina Guzmán Abreu
Alejo Carpentier y Juan Bosch son considerados grandes influyentes en la
literatura latinoamericana y escritores fundamentales del siglo XX. El
primero nace en Lausana, Suiza, en el 1904. Desde muy pequeño sus padres se mudaron a Cuba; por lo que tuvo la oportunidad de crecer cerca de un grupo desventajado, realidad que luego logra plasmar con maestría en sus obras. Carpentier además de escritor y de ejercer durante gran parte de su vida la profesión de periodista, fue musicólogo. Realizó investigaciones musicales y organizó conciertos, entre otras actividades; sin embargo, fue la actividad literaria la que lo catapultó a la fama; siendo considerado, junto a Borges, como uno de los precursores del Boom y forjador de la nueva narrativa hispanoamericana. Se implicó en la política desarrollando una lucha en oposición a la dictadura de Gerardo Machado por lo que fue encarcelado en 1927. Viajó por varios países, vivió en Venezuela y regresó a Cuba al triunfar la revolución. En 1928 abandona Cuba para establecerse en París en donde finalmente fallece, en 1980. Su legado es uno muy extenso ya que escribió novelas: Écue-Yamba-O!, El reino de este mundo, Los pasos perdidos, El acoso, El siglo de las luces; entre otras; cuentos: El sacrificio, Viaje a la semilla, Los fugitivos, etc.; ensayos como: La música en Cuba, Tientos y diferencias, Literatura y conciencia en América, La ciudad de las columnas, América Latina en su música, y más. En cuanto a la música, en París, colaboró con bastantes compositores resultando en la producción de libretos y textos de varias obras musicales. Por otro lado, Juan Bosch nace en la República Dominicana, en la provincia de la Vega, en 1909. Fue, además de escritor, político. En 1937 abandonó la República Dominicana para instalarse en Puerto Rico; en donde se unió a la lucha anti trujillista y junto a otros exiliados fundó el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) en 1939. Una vez confirmado el asesinato de Rafael Leónidas Trujillo, regresa a su país de origen en el 1961.
Bosch alcanzó la presidencia de la República en 1963, tras padecer más de
dos décadas de exilio por su oposición a la dictadura del asesinado presidente (1930- 1961). Le dieron un golpe de Estado y fue varias veces candidato a la presidencia. En su faceta literaria destacó como ensayista y cultivador del relato breve. Fallece en noviembre del 2001, en la ciudad capital. Escribió dos novelas y más de 50 novelas y cuentos. Dentro de sus obras más famosas destacan las novelas: El Oro y La Paz y, La Mañosa. Dentro de los cuentos tenemos: Cuentos Escritos en el Exilio, Los amos, Más cuentos escritos en el exilio, La mujer, Dos pesos de agua, Camino real, entre otros. La obra de Bosch no sólo es literaria, realizó grandes aportes como sociólogo e historiador en libros como: Hostos, el sembrador; Judas Iscariote, el calumniado; Dictaduras Dominicanas y Clases Sociales en la República Dominicana, etc.; además de varias conferencias.
La Noche Buena, víspera de Navidad, es una festividad especial, se podría
decir que para toda América Latina. Durante esta festividad, por tradición, las familias celebran en unidad. República Dominicana no es la excepción por lo que no es de extrañar que Juan Bosch se haya inspirado en ella para realizar el cuento La noche buena de Encarnación Mendoza.
Este cuento forma parte de la obra Cuentos Escritos en el Exilio (1962). Su
trama se desarrolla en un cañaveral; en la Colonia Adela, en una provincia no especificada de la República Dominicana; y es la historia del prófugo, Encarnación Mendoza, quien contra viento y marea, trataba de llegar a su casa porque anhelaba pasar la noche buena con su mujer y sus hijos. Llevaba seis meses huyendo por haberle quitado la vida al cabo Pomares; por lo que, escondiéndose de día y caminando de noche había logrado recorrer varias leguas. Como era buscado y reconocido por aquellos predios; intentaba a toda costa no ser visto porque sabía que nadie dudaría en delatarlo. Para cumplir su cometido, se ocultó en un cañaveral confiado de haber escogido el mejor lugar para esconderse. Un niño de nueve años (Mundito), a quien su madre había enviado a realizar unos encargos, pasaba por aquel lugar. Llevaba consigo a Azabache, un perrito que acababa de tomar “prestado” de la casa de doña Ofelia. El perro se le escapa hacia el cañaveral y el niño corre tras él; y es cuando se topa con Encarnación. Lo ve y se asusta porque cree que el hombre, que en realidad es su padre, está muerto. Este, de costado en el suelo y cubriéndose el rostro con su sombrero, se estaba haciendo el dormido para no llamar su atención. Manolito, despavorido, corre hacia la bodega gritando a todo pulmón que en la Colonia Adela había un hombre muerto. De inmediato el sargento de la policía, con sus hombres y varios curiosos, se llegó al lugar señalado por el niño. Encarnación muere en aquel lugar mientras hacía lo imposible por no ser capturado. El sargento conduce el cadáver hacia San Pedro de Macorís, después de cabalgar bajo lluvias, en un burro, desiste en su afán, y decide buscar una vivienda habitada donde dejar el cadáver. Toca a la puerta de una de las casuchas y, justo cuando abren, el cuerpo de Encarnación cae a los pies de la señora. La esposa de Mendoza lo reconoció enseguida, a pesar de que un tiro de fusil lo había desfigurado. Nina retrocede aterrorizada; para luego correr hacia el cadáver mientras gritaba a sus hijos, llena de dolor, que los habían dejado huérfanos de padre. Es cuando se escucha la voz de Manolito, diciendo que ese era el cadáver que había visto en el cañaveral. Su propio hijo fue quien lo delató, sin saber que al hombre que había puesto en evidencia, era su padre.
La necesidad de pasar un día tan especial, como lo es la Noche Buena, junto
a sus seres más preciados: su esposa y sus hijos; hizo que Encarnación Mendoza no midiera las posibles consecuencias de sus actos. Decidió arriesgar su vida por lograr materializar sus más tiernos sentimientos: como esposo y como padre.
El cuento La noche buena de Encarnación Mendoza está relatado en tercera
persona por un narrador omnisciente; este utiliza un lenguaje formal. De vez en cuando es interrumpido, por algunas que otras intervenciones directas de sus actantes, cuyo lenguaje popular, que es común en el campesino con poca o ninguna educación, pone en evidencia la posición social a la que pertenecen. Aunque la historia inicia seis meses antes, cuando Encarnación comete el asesinato, la diégesis se desarrolla en unas cuantas horas: Desde el amanecer, cuando tomó la decisión de esconderse en el cañaveral; hasta alrededor de las siete de la noche, cuando es tirado a los pies de Nina, su esposa.
Los personajes son los siguientes:
Principales: Encarnación Mendoza (que es el prófugo y protagonista de la
obra); Mundito (su hijo y propiciador de la muerte del padre); y los secundarios: La madre de Mundito, Nina (también esposa de Encarnación); Azabache (el perrito de Doña Ofelia), Doña Ofelia, el Sargento Rey, Cabo Pomares, Número Nemesio Arroyo y Número Solito Ruíz.
El cuento Los fugitivos, de Alejo Carpentier, fue escrito en el 1946. Esta
historia, narrada en ocho actos, se desarrolla en las afueras del ingenio, en el monte. Trata sobre un negro esclavo que es perseguido por haberse escapado de un ingenio. Para atraparlo, el capataz lo rastrea guiado por la jauría, que ya tenía entrenada para esos fines. Uno de los perros, Perro, se aparta del grupo siguiendo el rastro de una perra en celo. Entre el rastro del negro y el rastro de la hembra, Perro encontró al Cimarrón dormido boca abajo. Quiso atacarlo pero, además de cansado, sentía temor debido a los ladridos de una jauría que se escuchaban a la distancia y que él sabía muy bien, que no pertenecía a los perros del ingenio, cuyos ladridos ya les eran familiares. En la madrugada fueron despertados por la campana del ingenio, ambos se asustaron, pero ante la necesidad de compañía, se hicieron amigos permaneciendo juntos. Ahora, junto al Cimarrón, a Perro no le olía ni a negro ni a hembra, sino a blanco; porque en ese momento, era precisamente ese olor, el que significaba peligro. Inicialmente “echaron de menos la seguridad del condominio”: Perro, los huesos vaciados por cubos; y Cimarrón, el congrí: pero ambos después de un largo descanso sin que nada los interrumpiera, se acostumbraron a irse de cacería desde muy tempranas horas. Vivieron en una caverna hasta que Perro descubrió unos huesos que hicieron a Cimarrón moverse de allí. Juntos se dedicaron a cazar y a atracar hasta que las imprudencias del negro, provocaron que una noche fuera apresado. Al día siguiente, Perro lo vio pasar por el camino cubierto de heridas y con hierros en cuello y piernas.
Tiempo después el negro vuelve a escaparse y, una vez en el monte, se
tropieza de nuevo con Perro ya convertido en macho alfa de una manada. Este lo había logrado, después de haber librado cruentas luchas con la jauría de perros jíbaros hasta vencerlos. Pero resulta que Perro ya lo había olvidado y, cito: “Había recordado, de súbito, una vieja consigna del mayoral del ingenio, el día que un esclavo huía al monte;” por lo que saltó al cuello del negro. Finalmente, Perro se queda con la perra gris en el monte, jugueteaban felices tirando de la camisa listada de Cimarrón. Los Fugitivos es una historia relatada en tercera persona por un narrador omnisciente. Durante su desarrollo solo en dos ocasiones interviene el Cimarrón en forma directa. El lenguaje utilizado es uno culto. En cuanto al manejo del tiempo, es difícil precisarlo con exactitud. El cuento no ofrece detalles sobre cuándo se escapó por primera vez; ni el tiempo que estuvo realizando sus fechorías con Perro. Tampoco nos dice cuánto tiempo estuvo de nuevo en el ingenio, después de haber sido apresado, hasta volver a escaparse y hallar la muerte al encontrarse con Perro. Aunque entiendo que ese período fue lo suficientemente largo como para que Perro, después de todo lo que habían vivido juntos, lo olvidara; aunque, irónicamente recordó las instrucciones de los amos.
Personajes: Cimarrón (el negro fugitivo), Perro (que se separó de la jauría
siguiendo el olor de una hembra en celo y cuyo dueño era el capataz del ingenio) Secundarios: La jauría jíbara, el capataz y su jauría, la perra gris, la negra.
Ambiente. Se remonta a la época de la esclavitud.
Al comparar ambas obras vamos a encontrar ciertas similitudes y algunos
contrastes. En cuanto a las semejanzas se puede apreciar que ambas obras se desarrollan en lugares donde se cultiva la caña de azúcar. Sus protagonistas son negros. Otra similitud es que los protagonistas huían ya que eran perseguidos, uno por el mayoral del ingenio; y el otro, por el sargento, jefe de puesto del central.
En cuanto a las personalidades; los contrastes son más marcados: El Cimarrón
era un esclavo cuya persecución se debía al hecho de haberse escapado del ingenio. Era algo impulsivo, sin mucho pudor, poco honrado porque se dedicó a asaltar a los transeúntes de aquel lugar; aunque en realidad, era cuestión de supervivencia. También atacaba a las mujeres y capaz de arriesgarlo todo por placer, ya que de cuando en vez visitaba mujeres de dudosa reputación. Podría agregar, además, que era un ser insensible porque no se conmovió ante el panorama que dejó el accidente provocado por Perro. Tampoco había en su interior amor para con nadie; un desapego total. Durante el desarrollo de la historia, el narrador solo dice que estaba: “ansioso por recuperar alguna amistad.”
En cambio, Encarnación era un hombre libre, sano, que se convirtió en asesino
porque le habían ofendido y él era un hombre bueno. Dice el narrador: “nunca deseaba nada malo, y se respetaba a sí mismo”; esto significa que también respetaba a los demás. Esto se deduce cuando el narrador dice que: “…que por no ofender no bebía”. Podemos afirmar que en realidad era un hombre de buenas costumbres que amaba a su familia y se preocupaba por ella. Fue, precisamente, por ella que lo arriesgó todo, porque no podía permitir que su familia pasara esa noche tan especial, lejos de él.
Como vemos ambos escritos son extraordinarios, y encierran mensajes
profundos. Estas obras son claras denuncias a la desigualdad social y a la injusticia. Ambas muestran el dolor de los más débiles, los desventajados. Una crítica al maltrato y sobre todo al abuso de poder. Las historias son tristes por demás porque ambos protagonistas mueren bajo injustas circunstancias. Aún aquí, después de la muerte, vemos cierto contraste; y es que, mientras el esclavo muere como uno más del montón, a juzgar por los huesos y las cadenas que por allí pululan; sin que nadie se conduela ni derrame una lágrima por su pérdida; en el caso de Encarnación, era diferente. Mendoza contaba con una familia que lo amaba y lo esperaba con ansias, con esas mismas ansias que lo empujaban a continuar hacia adelante arriesgándolo todo. Anhelaba estar con Nina, su esposa. El narrador nos dice que ardía en deseos de estar con ella, y de contar cuentos a los niños; aunque había también un dejo de celos. Por otro lado, también ansiaba el calor de su hogar; y eso lo vemos cuando el narrador nos dice: “…además necesitaba ver su casucha, la luz de la lámpara iluminando la habitación donde se reunían cuando él volvía del trabajo y los muchachos lo rodeaban para que él los hiciera reír con sus ocurrencias.”
Así que, podemos ver, que mientras nadie derramó una lágrima por el Cimarrón; Encarnación, por el contrario, contaba con una familia que ante su muerte, había quedado totalmente destrozada.