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5.

arquitectura
Y
urbanismo
traducción de
ENRIQUE CRILLÓ
PROBLEMAS
DE INVESTIGACION
EN SOCIOLOGIA URBANA
por
MANUEL CASTELLS
2m
siglo-xx-i edlt-ores; s.a. de c.v.
CERN) DEL AGUA 24a. HOMERO DE TEHHEHDS. 04310; MÉXICO. D. F.

siglo xxi editores, 5.a.


TuouuAN 1:21. 7° N. ogbbona. suenos AInEs. ARGENTINA

siglo xxi de españa editores, s.a.


MENÉNDEZ PIDAL a BIG. 2l030. MADRID. ESPAÑA

portada de anhelo hemández

primera edición, 1971


decimoséptimn edición, 2006
© siglo xxi editores, s.a. de c.v.
isbn 968-23-0343-5

derechos reservados conforme a la ley


impreso y hecho en méxico/printed and made in mexico
A mis padresi
Fernando y Jose na
INDICE

1. INTRODUCCION: Práctica teórica, práctica politica y problemas ur-


bano; 1

2. QUE ES LA SOCIOLOGIA URBANA 15


2.1. ¿Hay una sociología urbana? 17
2.2. Teoría e ideología en sociología urbana 45

3. EL PROCESO DE URBANIZACION: La relación histórica entre IO-


:íedad y especia '73

4. ESTUDIO DE ELEMENTOS DE LA ESTRUCTURA URBANA 129


4.1. Las teorías del sistema ecológico 135
4.2. La lógica de la implantación industrial: el caso de la región de
\ París 147
4.3. El centro urbano 167

5. LA PLANIFICACION URBANA 193


5.1. Hacia una teoría sociológica de la plani cación urbana 195
5.2. La renovación urbana en Estados Unidos 235

6. INCONCLUSION 275
1. Introducción: Práctica teórica, práctica política
y problemas urbanos
Escribir un libro no es un acto evidente. O, mejor dicho, su evi-
dencia se inscribe en una estructura social determinada y se carga,
por consiguiente, de los objetivos que un modo de organización de la
sociedad atribuye, implícitamcnte, a sus ámbitos culturales y cientí-
ficos. - -
Sin embargo, si la determinación de un producto social es com-
pleta, nunca se ejerce en' una sola dirección, puesto que toda sociedad
de clases es contradictoria, que las relaciones de poder en su interior
Varían y que, por tanto, la estructura social se transforma. Los pro-
ductos culturales y las prácticas teóricas se diversifican precisamente en
la medida, y sólo en la medida, en que expresan una pluralidad con-
tradictoria de intereses de clase y de fracciones de clase. No obstante,
esa pluralidad no escapa a la dominación sistemática, más o menos
intensa, de la clase estructuralmente privilegiada.
Un análisis teórico que pretenda situarse, a través de todas las
mediaciones inevitables del trabajo teórico,- en un horizonte social
contradictorio con respecto a la clase en el poder, debe explicitar los
caminos por los cuales busca esa inserción. Y si bien el único criterio
significativo, en última instancia, para conocer su posición de clase
son los efectos que produce, mediatamente, en la práctica social, nos
ha parecido necesario, como esfuerzo de clarificación de ese papel am-
biguo del sociólogo , el precisar algunas de las relaciones entre el
producto teórico publicado y la estructura social en que se difunde.
' ' No se trata, en absoluto, de un gesto de justificación moral (¡pobre
justificación y pobre mot-ali), sino de expresar, al mist tiempo que
algunos resultados de un trabajo teórico, las enseñanzas y errores 'quc
se deducen con respecto al mismo desde un punto de vista más general
(político, en último término) Con el fin de no olvidar la, inserción
social de investigaciones relativamente especializadas y dedesvir r
el mito tecnocrático de la ciencia dese'ncarnada. Es por tanto,
tegrante del trabajo científico el analizar dichas relaciones y'iïiieliiás
consecuencias. ¿Epistemología? ¿Política? Considerando la epistemolo-
gía como la práctica política cn el interior de una práctica teórica; y- síi
[3]
4 ¿WXGA TEORICA, PRACTICA POLITICA

en consecuencia, la tarea epistemológica es una tarea de demarcación


entre teoría e ideología y entre diversos tipos de ideología, tal activi-
dad esti presente, de forma implícita o explícita, en todo trabajo de
investigación. La diferencia es que la no explicitación equivale a inser-
tar un producto en los canales socialmente establecidos para dicha
actividad. Mientras 'que un destino diferente requiere, al mismo tiempo,
unas características distintas del producto y un esclarecimiento de las
condiciones de su producción.
A-hora bien, las relaciones que unen práctica politica y práctica
teórica son complejas en la medida en que la actividad teórica no es
reflejo puro y simple de intereses de clase. Si es cierto que no existe
ningún pensamiento sin huella de su pertenencia de clase, ello no equi-
vale a a rmar la imposibilidad de una práctica teórica relativamente
autónoma con respecto a la racionalización ideológica deintereses po-
líticos en lucha. Tal posición negaria la existencia de una ciencia, o
ciencias, puesto que todo conocimiento sería relativo ypura cuestión
subjetiva. ¿Cómo explicar entonces los descubrimientos científicos y
el progreso técnico? ¿Cómo hubiera sido posible entonces analizar, en
forma objetiva e independientede la coyuntura social, los mecanismos
del sistema capitalista? u . . ;
_ Si por práctica teórica entendemos un proceso socialmente deter-
minado de producción de conocimientos concernientes aun terreno- de
la experiencia, afirmar su relación a la estructura social, y por consi-
guiente su ición de clase, no equivale a considerados como .relati-
vo's y varia les según las perspectivas, sino que quiere decir:
1) Que la utilización de eseproducto teórico está enteramente
determinada por la sociedad. Pcia el que la física nuclear haya sido
empleada para fabricar la bomba atómica no le niega su carácter de
ciencia, que expresa el carácter contradictorio de un sistema en
que el desarrollo científico está al servicio dela destrucción y no del
progreso. , , .
2) Que, dado que un proceso teórico existe ante todo por su
producto social, toda práctica en ese terreno será acelerada o impedida
en función de los intereses de clase dominantes.¿Más aún, en ciertos
momentos, .una pseudo-ciencia (ideología teórica) será considerada
como ciencia. para legitimar esos interesese impedir su desmitifica-
ción. La diferencia de utilización social de los distintos productos y la
diversidad de la experiencia material que sirve de base tienen como
consecuencia una historia diferencial del trabajo teórico y por tanto,
una pluralidad de ciencias, en tanto que procesos de producción con
caracterís cas especí cas. Cada una ,de dichas ciencias, en cada mo-
mento de su: historia, poseerá una articulación" social determinada y
por tanto una relación propia con el sistema de ideologías-
3) Emun terreno determinado, por ejemplo las ciencias socia-
les , puede ocurrir que el desarrollo de la teoría sea incompatible
mmoan manos 5

con el mantenimiento de la ideología. Esta proposición no tiende a


realzar la importancia del trabaio teórico autónomo, sino al contrario.
En efecto, dado que el proceso politico domina el proceso de trabajo
teórico, sólo puede avanzar éste en la medida en que el primero evo-
lucione de forma tal que permita esa investigación-subversión, es decir,
que ya exista una brecha en el sistema de dominación. Lo cual tiene
varias consecuencias importantes:
a) En determinadas ocasiones, la lucha puramente ideológica
(que produce sus efectos en lo político y no en lo teórico)
puede ser decisiva para el avance posterior de la teoría.
b) Sólo una clase ascendente puede tener interés real, objeti-
vo, en el trabajo teórico en aquellos sectores clave de la
ideología legitimadora, por ejemplo las ciencias sociales .
El trabajo teórico de primera necesidad, para la clase as-
cendente y por tanto para el progreso teórico en general,
es aquel que se centra en el esclarecimiento de las estruc-
turas de poder; sin embargo, determinar cuáles son los
puntos débiles y la organización de dichas estructuras re-
quiere ya un cierto trabajo teórico que no puede partir de
la consideración directa del problema del poder (por ejem-
plo, la consideración del Estado como centro y objetivo de
los procesos politicos, sólo puede deducirse a partir de un
análisis del modo de producción, capitalista).
d) Los progresos teóricos realizados se deben, indirectamente,
a cam-bios en la estructura socio-política y son así determi-
nados en esta forma.

Resumiendo el planteamiento del problema:


La práctica teórica (producción de conocimientos) posee
una autonomía relativa con respecto a la estructura social.
Está determinada socialmente tanto en lo que respecta a su
utilización como a la articulación de su contenido (cien-
tifico) con las ideologías saciales. No hay, históricamente,
nñrgún producto puramente teórico, sino que siempre se
encuentran formaciones ideológico-teóricas, de dominante
ideológica o teórica.
La práctica política es tributaria de la práctica teórica. Sin
teoría, no hay posibilidad de línea politica justa. Sin línea
politica insta, la práctica política es inútil o' contraprodu-
cente.
La práctica teórica es tributaria de la práctica política. Sin
práctica política que ponga en cuestión Ia relación de clases
establecida, hay imposibilidad de desarrollo continuado y
armonioso de las fuerzas productivas y sobre todo, en lo
6 PRACTICA TEORIOA, PIIAGI'ICA POLITICA

referente a nuestro tema, imposibilidad de teoría desmiti-


ficadora de ideologías de las clases dominantes.
- En fin, si estas observaciones sintetizan los lazos entre po-
lítica y teoría con respecto al trabajo teórico, en modo
alguno bastan para señalar las consecuencias producidas
sobre el trabajo político. En efecto, podría pensarse que,
puesto que la política es tributaria de la teoría, todo tra-
bajo de reflexión realizado en cualquier condición ya es
política, puesto que contribuye, en último término, a escla-
recer las condiciones sociales. Nada más nefasto que este
mito clásico del intelectual pequeño burgués. Sólo es tra-
bajo teórico directamente relevante para la acción politica
aquel que, al mismo tiempo que se funda en una sólida
base científica, está ligado a lar masas en una coyuntura
concreta. Y el único criterio para decidir qué cuestiones son
importantes y cuáles no para la acción política, para decidir
qué hay que investigar, no es el juicio aislado de una escuela
académica, sino la voluntad política de la: masas expresada
organizadamente.

Quiere ello ¡decir que si la política depende de la teoría y la


teoría de la política; de las dos dependencias hay una determinante:
la de la teoría con respecto'a la política. La razón de tan importante
aserto es bien simple: si los objetivos políticos de la teoría pudieran
ser determinados por la teoría misma, ello equivaldría a afirmar: 1) La
independencia total de la teoría con respecto a su articulación en la
sociedad. 2) La existencia de objetivos teórico: equivalentes para
toda: las clarer sociales. Se vuelve así a la afirmación de una ciencia
universal y neutra. El examen concreto de la historia y la epistemo-
logía de cada ciencia basta para destruir una tal aberración ideológica.
Autonomía relativa de la teoría, determinación del ritmo y obje-
tivos del trabajo teórico por la práctica política, necesidad ineludible
de la teoría (general y aplicada a una situación concreta) para la
acción, son los puntos esenciales en la comprensión de un proceso
intelectual como el que acabamos de exponer.

La problemática trazada se complica singularmente cuando, como


ocurre con la sociología, se trata de un campo de análisis de domi-
nante ideológica, es decir, que su efecto social no es el de producir
conocimientos, sino desconocimientos legitimad'or como ciencia a
fin de organizar la racionalización de una situación social dada (el
orden establecido) y desorganizar su comprenrio n, posible camino bacia
una toma de conciencia y, por tan-to, hacia ana movilización política.
,y. PROBLEMAS URBANOS 7

.Que la sociología, tal como se define institucionalmente, y no toda


actividad sociológica, es prioritariamente una ideología, es algo poco
puesto en duda, en el fondo, incluso por sus más destacados tenores.
Las únicas protestas, interesadas y mediocres, a una tal acepción pro-
vienen de parte de empiristas obtusos que reducen la ciencia social
al recuento de objetos definidos según las categorías de la práctica
administrativa (estudios del tipo Gustos culinarios de los funciona-
rios de Obras Públicas residentes en el barrio de Carabanchel ...),
cuando, precisamente, los mejores trabajos de metodología empírica
americana (Blalock, por ejemplo) han mostrado la dependencia estre-
cha de todo intento de prueba con respecto al marco teórico y a las
características de las proposiciones en torno a las cuales se construye
la investigación. Todo lo que supera la pura estadistica social tropieza
con la situación objetiva del papel ideológico de la sociología, falsa
ciencia de lo social, subrtítutivo de la moral en la sociedad teenocrática
en que la nueva legitimidad va asociada a la empresa de racionalización
de la "objetividad científica".
Si tal es la situación, parece haber poco lugar para un trabajo
propiamente teórico (que incluye siempre la experimentación y por
tanto la prueba) entre, de un lado, la información social y, de otro,
el puro enfrentamiento ideológico. A un primer nivel, se puede acep-
tar este planteamiento (que, digamos, es estático y constata una si-
tuación sin ir más allá) y sacar unas primeras consecuencias: tanto la
sociografía (o información social), como la ideología, están entera-
mente determinadas por su inserción social y carecen de todo otro
sentido que el de su utilidad para una u otra posición de clase o
fracción de clase.
En efecto, contra lo que se cree generalmente, la Pura técnica
está mucho más determinada socialmente que la teoría, puesto que la
técnica no se justifica más que por la aplicación de los conocimientos
y que es esta aplicación la que debe conformarse por entero a las nor-
mas de la organización social.
Por tanto, el buscar datos depende enteramente de qué intea
reses se defiendan, los del Instituto de Estadística al servicio de un
gobierno dado, o los de una clase, o clases, tratando de informarse
para orientar su estrategia en la lucha cotidiana. ¿Hace falta recordar
que los datos no son neutros, sino que responden a ciertas catego-
rías y que estas categorías han sido construidas en función de ciertas
necesidades de la organización social?l Más claro aún es el caso en
que la pantalla sociológica trasluce casi sin filtro un discurso ideoló-
gico (moral, filosófico, directamente político, etc...) cuya sola reali-
dad material es la de los efectos producidos sobre los agentes sociales

Remitamos, por ejemplo, a los trabajos de Cicourel o de Biderman en los


Estados Unidos, de Bourdieu en Francia.
8 PRÁCTICA TEORICA. PRÁCTICA POLITICA

y en particular sobre su. comportamiento, en último término, político.


De ahi que el esclarecimiento del contenido de clase objetivo de esos
discursos, por encima de sus proclamas verbales, e incluso de sus in-
tenciones, es fundamental y previo a todo trabajo en el sentido de su
desarrollo y difusión.
Ahora bien, más allá de las tareas de información y propaganda
para la acción, en sociología, como en los demás campos, es necesario
progresar en el terreno propiamente teórico, de forma determinada,
pero relativamente autónoma tal como señalamos. Sin tal tarea, no
hay orientación posible de la práctica social. Por ejemplo, ¿cómo se-
ñalar qué datos son adecuados para un propósito o'cuál es el conte-
nido de clase de una ideología sin referencia a elementos teóricos au-
tónomos con respecto a apreciaciones subjetivas? Lo específico del
trabajo teórico. en sociología no es su imposibilidad, sino el hecho de
que debe ejercerse en el interior de un campo ¡de dominante ideoló-
g'ica, campo que se trata de modificar, con plena conciencia de que
dicha modificación no depende sólo del esfuerzo teórico, sino de las
condiciones sociales creadas (en es'o consiste la relatividad de la auto-
nomía teórica). Decir que la sociología es ideológica, no quiere decir
abandonar todo intento de ciencia social, sino partir de esa base,
avanzando elementos susceptibles de desarrollarse teóricamente en el
interior de ese campo'definido ideológicamente, rehusando la defini-
ción institucional de tal teoría y aportando en particular una redefi-
nición, basada en el materialismo histórico, a partir de la cual nume-
rosos productos de la sociología burguesa pueden ser reutilizado's en
un cierto sentido, a saber, como materia prima del trabajo teórico,
de forma más o menos análoga al papel jugado por la crítica de la
economía politica ricardiana en el estudio del capitalismo.
Realizar prácticamente esa tarea quiere decir afrontar, como
mínimo, los siguientes problemas: delimitar el contenido ideológico
de los pretendidos conocimientos sociológicos; mostrar cuáles son los
problemas reales a los que se alude, a través de los cuales puede ir
fundandose un análisis propiamente teórico de los problemas así alu-
didos y encubiertos.
La, primera parte de este libro intenta dar algunos pasos en esa
dirección, en lo que respecta a la llamada sociología urbana, Por
tanto, nos remitimos a dichos análisis para la delimitación del objeto
urbano en la perspectiva que hemos señalado, Esbozaremos tan sólo
la importancia social y la dimensión mixtificadora que la problematica
urbana lva adquiriendo. En efecto, cada vez más se tiene tendencia
a calificar de urbanos los problemas que antes se llamaban sociales ,
es decir, esencialmente, la carencia del sistema en lo que respecta a
la satisfacción de las necesidades colectivas, es decir, aquellos cuya
solución pam el conjunto de los miembros de la sociedad requiere una
movilización colectiva de los recursos. Este desplazamiento terminolo-
Y-ïBROBLEMAS URBANOS 9

gico no es inocente, sino que tiende a presentar como efecto de una


contradicción entre técnica y naturaleza lo que es el resultado de las
contradicciones sociales. Así, crisis de la vivienda, malas condiciones
ambientales e, incluso, ln alienación , pasan a a: ser consecuencias
desgraciadas y casi inevitables de la ciudad, forma necesaria del' pro-
greso técnico... Se trataría entonces, según esta ideología, de remediar
lo mejor posible estos males inevitables, lamentando al mísm o tiempo
la pérdida del inmovilismo medieval, cuna de nuestras virtudes an-
cestrales.
Ahora bien, una vez desbrozado teóricamente el terreno confuso
de lo urbano es necesario abordar los problemas reales, c'onnotados
y tratados en forma inadecuada. Dichos problemas son lor relativos al
proceso colectivo de reproducción de la fuerza de trabajo y a las uni-
dades ¿e consumo colectivo (aglomeraciones) en las que dicho pro-
ceso se realiza. La aglomeración residencial es al consumo lo que 1a
empresa o la rama industria-l es a la producción: ¡la unidad real' en
la que se produce el proceso. Dicha realidad no está aislada, sirio ar-
ticulada jetárquicamente a todo el conjunto, aun guardando siempre
una cierta especificidad: la que le da el ser el espacio cotidiano de una
porción de la fuerza de trabajo. -' " --'
Los problemas urbanos se convierten; sobre todo en las! socieÁ
dades capitalistas avanzadas, en uno de los ejes esenciales de la prác-
tica política, en la medida en que se consideran bajo es ta-etii- ¡ueta
algunas de las nuevas formas de la' Incha de clases, extendida mas
allá de los puntosbásicos 'que son las unidades de producción; La
disminución progresiva d_e trabajadores directamente productivos, por
un lado, y la no existencia en el frente del consumo de un aparato de
institucionalización del conflicto equivalente al construido para inte-
grar las luchas en la producción (trade-unionismo, práctica politica
social-demócrata) hacen de las crisis y reivindicaciones urbanas un
lugar estratégico de las contradicciones socialesy de surgimiento de
nuevas tendencias políticas, que se enfrentan a la existencia misma
del sistema por caminos tannuevos como inciertos. ,
En ese sentido, 'reelaborar teóricamente el panorama aludido es
una tarea con consecuencias posibles, positivas y negativas, en la com-
prensión de un nuevo y todavía confuso proceso político. Los intentos
que aquí introducimos, se organizan en torno a ese propósito, con los
limites que inmediatamente señalaremos. ' - . . . .-
El problema, y el peligro, es la inseparabilidad teórica del análi-
sis de los procesos de transformación y: de las situaciones estructurales,
y por tanto, al tener que analizar a fondo estas últimas, se'corre vel
riesgo de detenerse excesivamente en análisis-mediaciones,carentes de
sentido en sí mismos. En efecto, en muchos casos deberemos abordar
temas y problemas muy lejos de nuestro interés, ya sea como medio
de forjar instrumentos metodológicos, ya sea como desbroce prevro
¡o PRACTICA TEORICA, macrrca reunen

a un estudio de relaciones de clase y procesos de poder. Asi, la


mayor parte del trabajo presentado en ese libro es pura mediación
hacia nuevas fronteras de análisis teórico de situaciones concretas, es-
pecialmente relevantes para la práctica política. Su lectura debe ser
entendida, pues, más como experiencia de intentos y errores en una
dirección que como resultados socialmente relevantes. Valga decir que
dicha constatación es más que nada dependiente de la situación ob-
jetiva de la teoría sociológica , situación que no puede ser ignorada
sin caer en una especie de voluntarismo científico. Con respecto a esa
situación, y en función de la estrategia general indicada, cabe plan-
tearse una serie de tareas específicas en el frente teórico que hemos
delimitado.

La claridad de algunos planteamientos teóricos suele, con fre-


cuencia, transformarse en confusionismo práctico cuando se trata de
abordar concretamente un trabajo de investigación. En efecto, si desde
el punto de vista epistemológico parece indudable que el esclareci-
miento de un-campo teórico precede al análisis de una situación con-
creta (puesto que ésta sólo puede ser entendida a través de su codi-
ficadón conccptual) la aplicación mecánica de dicho principio conduce,
a la Vez,,a la parálisis de la investigación (mientras se espera la gran
teoría) sy a ,un, voluntarismo teórico, generalmente degenerado en
idealismo al querer construir .un sistema de .forma inmediata, ba-
sándose casi exclusivamente en un principio de coherencia formal.
. En la coyuntura presente de las ciencias sociales , es decir,
campo de dominante ideológica, parece casi inevitable el trabajar a
dos niveles diferentes, relacionados pero no íntegramente estructura-
dos: el nivel de la encuesta. (en sentido amplio) y el nivel de la pro-
ducción de conceptos. - -
Por encuesta entendemr Js la obtención de información concreta
sobre determinados mecanismos sociales, sobre una situación históri-
camente dada, sin que ello equivalga 'a asimilar esta tarea a la línea
de la sociología empírica existente, puesto que el tipo de información
social buscado es harto diferente. Lo que caracteriza dicha actividad
e's su carácter coyuntural y relativo, su incapacidad para establecer
leyes y, sobre todo, su dependencia con mspecto a las categorías no
controladas en que se basan los datos (por ejemplo, las categorías del
lenguaje), en los que se invierte siempre un determinado contenido
ideológico. Sin embargo, este tipo de tarea desempeña, por una parte,
un papel necesario d'e documentación para la acción, y, por otra, un
papel de estimulante de la' reflexión teórica, a través de la detección
de los problemas tal como son vividos en la existencia real y, por
tanto, de la posibilidad de su planteamiento en tanto que cuestión
teórica.
YPRQBLEMAS URBANOS 11

A potro nivel, la producción de conceptos se diferencia de la espe-


culación filosó co-ideológica tradicional en que trabaja sobre una ma-
teria prima constituida por los productos teórico-ideológicos a exis-
tentes (nunca ningún investigador piensa sobre la realid'a ", sino
sobre los análisis e informaciones sobre la realidad) y, por otro lado,
no tiene como meta la construcción de un sistema general de inter-
pretación, sino la producción de herramientas conceptuales con las
cuales pueda proccderse a un análisis experimental de procesos socia-
les que permitan comprender determinath situaciones. Este trabajo
exige un esfuerzo de delimitación, olarificaeión y desarrollo que toma
' r base la actividad intelectual, específica del objeto, ya existente.
n nuestra perspectiva, se trata tanto de la herencia de la sociología
burguesa, y en particular de la filosofía socia-l positivista y de la so-
ciología americana contemporánea, como, sobre todo, de la redefini-
ción y enriquecimiento de los elementos básicos del materialismo his-
tórico.
La coyuntura actual obliga a aceptar una cierta independencia de
ritmo entre los dos niveles. Es evidente, sin embargo, que sólo la
fusión progresiva de conceptos y observaciones a través de un proceso
de experimentación (y es ahí, esencialmente, donde se precisa forjar
nuevos instrumentos metodológicos) funda una actividad cientifica y
permite establecer leyes. Ahora bien, estas leyes no son universales
siempre, sino que expresan determinados procesos sociales y ,por tanto
su generalidad depende de la amplitud histórica del proceso detectado.
La teoría, en tanto que proceso de producción de conocimientos, es
pues el resultado (y no el punto de partida) de la fusión de conCep-
tos y observaciones a través delekperímento. El elemento determinan-
te en ese proceso es el conjunto de conceptos en torno a los que se
organiza la investigación, y por ello sólo algunas demostraciones par-
ciales pueden ser consideradas como logradas en la historia de las
ciencias sociales.
La vía de la teorización, distinta, en tanto que síntesis, de la
documentación y de la conceptualización, exige el ir realizando tenta-
tivas parciales de explicación de procesos que vayan situando los ins-
trumentos de trabajo en su óptica real, a través de errores fecundos.
La semi-teorización de observaciones o la ilustración de un esquema
teórico con eíemplos concretos forman parte de esas medias tintas
necesarias en el proceso dialéctico error-intento-nuevo error-nuevo in-
tento-primeros resultados. Es evidente, además, que un tal proceso no
puede entenderse en una perspectiva de tra-bajo individual (de una
persona o de un grupo) z y que es imposible de realizar sin una co-
' Por ello lo importante al iuzgar un libro, o una investigación, es el pro-
ducto, el resultado teórico, y no la persona, el autor, que en tanto que autor indi-
vidualizado (por su firma)y sin ser expresión de las masas, es necesariamente una
entidad pequeño-burguesa, y por tanto históricamente condenada.
12 PRÁCTICA ITEÓRICA, PRÁCI ICA POLÍTICA

municación y un relevo de diferentes unidades de trabajo coinciden-


tes con los objetivos teóricos trazados.

Sólo ahora podemos precisar los objetivos que trata de alcanzar este
libro.
En efecto, en función de las observaciones anteriores, queda claro
que no se trata ni de presentar resultados científicos de una ciencia in-
existente, ni de servir de instrumento esclarecedor de una acción política,
en la medida en que no han sido directamente suscitados a partir de una
inserción en las masas y en respuesta a sus problemas cotidianos.
Los textos reunidos" son, simplemente, tentativas, a veces contra-
dictorias, de desbloquear teóricamente algunos instrumentos de análisis
social con respecto a un terreno concreto, lo urbano , que parece
presentarse, en perspectiva, como un nudo de nuevas contradicciones
políticamente relevantes. Ese es su horizonte social y, por tanto, político.
Dado su carácter de mediaciones, si no contribuyen (aunque sea de
forma muy limitada) a esa tarea teórica, si no aclaran situaciones y pro-
cesos de manera que desvelen problemas que permitan plantearse concre-
tamente los objetivos de una teoría social militante, fundada en "el mate-
rialismo histórica, quedarán reducidos a meros ejercicios académicos.
Puesto que no se trata de fundar una teoría general de lo urbano ,
ni de explorar un aspecto concreto, sino de transmitir líneas de expe-
riencia en el trabajo indispensable de redefinición teórica y en los prime-
ros intentos de experimentación, la fórmula más exible ha sido la de
presentar textos e investigaciones centrados sobre temas y a niveles di-
versos, aunque fundados en el mismo propósito de conjunto. Incluso,
para preservar ese carácter puntual de experiencias discontinuas, la
mayor parte del libro se basa en la traducción exacta (y por tanto exte-
rior al autor) de textos publicados en diversos horizontes ( ¡oh colmo
de la alienación intelectual para un trabajador intelectual que es espa-
ñol! ). Salvo la presente introducción y las observaciones nales, el resto
de 'los textos reunidos han sido publicados o difundidos en diversos
lugares, entre 1967 y 1970. El orden de exposición trata de cubrir a1-
gunas de las principales delimitaciones teóricas de la investigación
urbana.
¿Hay una sociología urbana? (publicado en Sociologia du Tra-
vail, París, n.° 1, año 1968, pp. 72-90) y Teoria e ideología'en socio-
logía urbana ( publicado en Sociología et Sociétés, Montreal, n.° 2, año
1969. pp. 171-191') constituven, con tres años de intervalo, el plantea-
miento del problema mismo de la especificidad teórica de nuestro obieto
y una primera tentativalde respuesta provisional, tendente a abordar en
una persoectiva másclara la investigación concreta. De los análisis epis-
temológico-teóricos aquí contenidos, derivan los dos problemas de la
y, mama manos 13

realidad social que consideramos como el núcleo ofuscado por la ideología


delo urbano: la organización social del espacio y los procesos de consu-
mo colectivo. En torno a ellos se centra nuestra práctica de investigación
y en torno a ellos está construído este libro-
La relación entre sociedad y espacio se trata primero'a nivel glo-
bal, intentando esbozar un panorama del fenómeno urbano pero inser-
t'á'ndolo en una lógica social y, después, del forma interna, abordando,
aunque parcialmente, el análisis estructural del espacio. El texto sobre
el proceso de urbanización es producto de un seminario realizado en la
Facultad Latinoamericana de Ciencias Soeiales (Unesco, Santiago de
Ébíle) en 1968. v publicado en 1970 por el Centro Interdisciplinario
del Desarrollo Urbano (Santiago), bajo el título. El análisis socioló-
ígico del proceso de urbanización . La parte relativa a la estructura ur-
bana tiene un origen aún'más dispar refleio del trabaio extremadamente
incierto y fragmentario que hemos llevado a cabo, y no por azar,'en tan
importante como pantanoso terreno. La re exión teórica inicial, basada
en la critica de la tradición ecológica, es fruto un periodo de estu-
Hio 'e'n "la Universidad de Edimburgo, en setiembre de 1967, y consti-
me un texto no publicado hasta boy. La incapacidad actual en que nos
encontramos de desarrollar un esquema coherente 'sobre la estructura
capacial, conduce a un análisis aislado y por tanto necesariamente erró-
neo en su planteamiento, de dos de los elementos esenciales: la indus-
tria 'y el centro urbano. La investigación sobre la implantación indus-
Írial en la región parisina (resumen sucinto de una tesis de doctorado
presentada en la Universidad de París en mayo de 1967) es quizá el
único trabajo de este libro que llega hasta la demostración precisa de
bipótesis con respecto a un coniunto significativo de observaciones. Un
paso asi implica ciertas insuficiencias teóricas con respecto al marco
general trazado pero tiene el mérito de recordar la necesidad,- a través
de. todas las mediaciones que se quiera, de llegar a exvlicar una situación
concreta. Por el contrario. el proyecto de investigación sobre el centro
urbano (publicado en los Cahiers internationauxde saciologie, P.U.F.,
París. volumen 1, 1969. pp. 83-106) trata de precisar al máximo el
utillaie teórico. ilustrándolo con alzunas observaciones sobre una inves-
tigación posible en la región de París. Los conceptos utilizados. exce-
sivamente bistoricístas, más marcan una etapa de nuestro. trabajo que
expresan nuestra actual línea de desarrollo.
El estudio de los procesos colectivos de reproducción de la fuerza
de trabaio, centro de interés actua-l de nuestras inveStigaci'ones, se abor-
da en la última parte. designada baio el término sugestivo, pero aún
confuso, de política urbana. Por el momento, estos textos tratan de es-
tudiar operaciones de planificación, sin entrar aún en el análisis, esen-
cial, de los movimientos de contestación de los problemas urbanos, aná-
Iisís que es el objeto presente de nuestros esfuerzos (1970).
14 PRÁCTICA TEORICA, PRÁCTICA POLITICA

Hacia una teoría sociológica de la planificación urbana (publi


cado en Sociologia da Travail, París, n.° 4, año 1969, pp. 413-443) e:
el resultado de un seminario de investigación en la Universidad de Mon
treal, en 1969, en el que se trataron de sentar las bases teóricas genera-
les de la perspectiva de trabajo así trazada, a partir de la sintesis efec-
tuada recientemente de los conceptos clave del materialismo dialéctica
y del materialismo histórico, y de la consideración concreta de algunas
experiencias urbanísticas internacionales-
La renovación urbana en los Estados Unidos (publicado en Espa-
ce: et Sociétér, revue internationale, n.° 1, 1970) es un primer intento
de análisis concreto, en la perspectiva aludida, aún a un nivel menor de
teorización, basado en una encuesta sobre documentos y entrevistas,
realizada principalmente en Chicago, de 'iunio a agosto de 1969. En
este último trabajo, los problemas de lucha política se relacionan estre-
chamente con el análisis, en una nueva demostración de su ligazón indi-
soluble cada vez que se llega al nivel de observación de una coyuntura
social determinada.
En fin, los' textos reunidos son, a veces, contradictorios entre sí
y, sobre todo, manifiestan una evolución desde un cierto voluntarismo
historicista hacia una clara toma de posición epistemológica fundada
sobre el materialismo dialéctica y que trata de sentar las bases para
desarrollar análisis concretos. Hemos preferido conservarles su carácter
de experiencias evitando el maquillarlos con una coherencia reconstruida,
sin sentido dado el tipo de tarea abordada. Sólo cuando aquellas bases
a las que hemos aludido empiecen a existir podrán abandonarse las
mediaciones y emprender realmente la investigación empírica, es decir.
la comprensión de procesos históricos concretos. En ese momento, el
problema de para quién y para qué la investigación, serán el problema
clave. Hoy en día, ni siquiera se está a ese nivel, al nivel al que se
plantean los problemas de la utilidad de la fisica, por eiemplo, ya que no
están reunidas las condiciones para una autonomía relativa del producto
teórico en las ciencias sociales. Por ello mismo, la diferenciación de los
niveles de trabaío, teórico, ideológico-político, informativa-política, es
esencial para poder desbloquear una cierta esclerosis en el desarrollo de
la dialéctica materialista. Dicha diferenciación implica fuertes contra-
dicciones, a veces manifestadas a nivel personal. Pero la aceptación de
la necesidad de dichas contradicciones es relativamente fácil si, en lugar
de afirmarse en la justificación pequeño-burguesa de las posturas indivi-
duales, se reconoce y asume la definición de la actividad personal como
mero componente, escasamente controlado, de una serie de procesos, a
través de los efectos, parciales, limitados, inidentificables, producidos
a corto o largo plazo en la práctica social, es decir, en la lucha de clases.
2. Qué es la sociología urbana
2. 1. ¿Hay una sociología urbana?

I. DEMANDA SOCIAL Y CRISIS CIENTIFICA

Como es sobradamente conocido, la sociología tiene también sus


modas, generalmente suscitadas por la demanda social. La toma de
conciencia que tiene lugar en Francia en lo que concierne a los proble-
mas planteados por el crecimiento urbano acarrea una exigencia que
va en aumento- de investigaciones en este dominio. La consecuencia
de ello es un verdadero florecimiento, perceptible desde hace algún
tiempo, de la llamada sociología urbana ; efervescencia materializada,
posiblemente, menos en investigaciones acabadas y publicadas que en
proyectos de estudio. '
Llevar a cabo una evaluación sistemática de este esfuerzo nos pa-
rece no sólo prematuro, sino sinceramente fuera de nuestro alcan-
ce. Lo que vamos a hacer es tratar de re exionar e interrogarnos
sobre la pertinencia científica de'esta tendencia intelectual, engendrada
fundamentalmente por la evolución social. La cuestión parece más per-
tinente si tenemos en cuenta. que la expansión de la sociología ¡urbana
en Francia coincide con su casi desaparición en tanto que entidad
autónoma- de las investigaciones que se realizan en los países anglo-
sajones; y esto, menos por ausencia de interés por los problemas ur-
banos que por la paulatina dispersión del objeto central de la sociolo-
gía urbana, atomizado en múltiples objetos parciales, muy distintos unos
e otros.
Digamos que de manera muy general y dejando a un lado la gran
masa de estudios técnicos, económicos y urbanísticos realizados en la
práctica por los expertos en ordenación del espacio, los trabajos socio-
lógicos o para-sociológicos comprendidos bajo ol apelativo de urbanos
engloban: .
Primero, los estudios sobre el proceso global de organización,
enfocados desde un punto de vista casi exclusivamente demográfico, a
la manera de Hauser o de los estudios de la International Urban Re-
search (Berkeley), dirigida por Kingsley Davis.
[17]
18 ¿HAY UNA SOCIOLOGIA

-Segundo, las investigaciones sobre desorganización social y acul-


turaclón en la perspectiva de la Escuela de Chicago ', llevadas a cabo
según un nuevo estilo por investigadores como Leo Srole 2, Clinard ,
Killian o Ruth Glass 5, entre otros.
Finalmente, la vieja tradición de los comunity studies ha ad-
quirido un estatuto propio, ya Se trate del estudio exhaustivo de una
ciudad pequeña, ya - lo que es frecuente- del de una unidad urbana.
Los trabajos del Institute of Community Studies de Londres s repre-
sentan un planteamiento sistemático de los problemas de la sociabilidad
en un marco espacial dado, mientras que en los estudios norteal-merica
nos sobre la vida suburbana, y particularmente en los de Seeley 7, Ber-
gera y Dobriner , predomina cierta tendencia a explorar con especial
detalle la unidad espacial como tal; unos y otros deben ser tenidos en
cuenta, pese a la dudosa validez de los resultados obtenidos '°.

Proporciona un buen ejemplo la antología de los trabajos de la Escuela de


Chicago, recientemente publicada bajo la dirección de Ernest W. Burgess y Donald
Bogue: Contributions to Urban Sociology, Chicago, University of Chicago Press,
1964, 674 págs. A
i Léo Srole y otros: Mental Health in the Metropolis: the Midtown Manhat-
tan Study, Nueva York, McGraw Hill, 1962. _ .
3 Marshall B. Clinard: «A Cross-Cultural Replication of the Relations of
Urbanisrn to Criminal Behavior», American Sociological Review, núm. 25, abril
1960, págs. 253-257, y también, Slums and Community Development, The Free
Press, Nueva York, 1966, 384 págs. -
Lewis Killian y C. Gricc: «Urbanism Race and Anemia», American Iour-
nal of Sociology, vol. LXVII, mayo 1962, págs. 661-665. I
Ruth Glass: London s Newcomers, The West Indian Migrants, Cambridge
Harvard University Press, 1961.
Esencialrnente, entre los más específicamente «urbanos» de sus trabajos:
Michel Young y Peter Willmott: Family and Kindship in East London, Londres,
Routledge and Kegan Paul, 1960 (172 págs. en la edición Nel-Mentor, 1967).
Peter willmontt: Adolescent boys of East London, Londres, Routledge and Kegan
Paul, 1966, 184 págs.
7 John R. Seeley, R. Alexander Sim, E. W. Loosley: Crestwood Heights,
Nueva York, Basic Books, 1956.
' Bennet Berger: Working Class Suburb, University ofCalifornia Press, 1960.
William M. Dobriner: Class in Suburbia, Englewood Cliffs, Nueva Jersey,
1963, Prentice Hall, 166 pags.
m El esfuerzo teórico que nos parece más interesante entre los que, en
Estados Unidos, tienden a dar forma a una sociología de la comunidad, es el de
los investigadores de la Universidad de Brandeis (Massachusetts), cf. en particular
Maurice.R. Stein: «The Eclipse of Community. An interpretation of American
Studies», Princeton, 1960. «Leído en la edición Harper Row, Nueva York, 1964,
352 pagan). 'A. Vidich y J. Bensman: Small Town in Mass Society, Princeton,
1958; y sobré iodo, la obra publicada baio la dirección de Bensman, Stein y Vi-
dich: Reflections on Community Studies, Nueva York, Wiley, 1964, 359 págs.
WM 19

Por su parte, la, ciencia política ha encontrado en la comunidad


-_ residencial terreno privilegiado para el estudio de los procesos de deci-
' slón, llegando a través de ellos unas veces al análisis del poder local,
" otras a la delimitación de los sistemas de in uencia .
Un tanto al margen del dominio propiamente sociológico, la ecologia
humana ha adquirido con Leo F. Schnore y el equipo investigador
. . la Universidad de Wireomia- nuevo impulso, más rico en contenido
y más pleno de sentido de lo que parece, dado el carácter a primera
Ïista descriptivo de estos trabajos n. Pero esta cuestión plantea un pro-
blema de fondo, sobre el que hemos de volver: el del estatuto teórico
ae la ecología humana.
-> Esta breve panorámica, con la que solamente tratamos de mostrar
la dispersión teórica de los estudios urbanos en diferentes ramas, con
objetos cientificos perfectamente diferenciados, da la falsa impresión de
que tales estudios abundan enormemente, aunque se hayan hasta
Siero punto- diversificado. Ahora bien, un rápido repaso a la literatura
anglosajona más reciente nos mostraría una proporción verdaderamente
minha de artículos sobre el fenómeno urbano en las principales revis-
tas y la escasez de las investigaciones originales publicadas. Pueden en-
contrarse, en cambio, y engran número, manuales y compilaciones sobre
la-vida urbana, que se convierten, de hecho, en tratados sobre los pro-
cesos sociales generales, unos bajo la forma de una exposición sistemá-
tica de la realidad social codificada, siguiendo las categorias funciona-
listas clásicas , volviendo otros a la consideración historicista de la
evolución social 1 . La facilidad con que, evidentemente, se presenta en
ellos el paso de la sociedad urbana a la sociedad global ilustra
bastante bien, desde otro punto devista, la desaparición de la socio-
logía' urbana en tanto que objeto autónomo de investigación; la identifi-
cación de este objeto con la sociedad urbana nos lleva, por consiguiente,
a considerar a la sociedad (sin adjetivos) como su campo de estudio.
Esto es, justamente, lo que Martindale afirmaba al relacionar la dc-

Ver a este propósito la excelente nota critica de Catherine Schmidt, en:


Sociología du travail, 2/65, págs. 190-196.
" Schnore ha publicado recientemente una antología de sus mejores tra-
bajos, con el título Tbe Urban. Scene. Human Ecalogy ami Demograpby, The
Free Press, Nueva York, 1965. 374 págs. Como ejemplo de los trabajos de otros
miembros del equipo ver Karl E. Taeueber y Alma F. Taeuebcr: «White Migratlon
and Socio-Economic Differences between Cities and Suburbs», American Sacialogical
Review, 5/1964, págs. 718-729.
" En particular, Noe'l P. Gist y Sylvia F. Fava: Urban Society, Thomas
Y. Crowell 00., Nueva York, nueva edición 1964, 623 págs., y también en un es-
tilo muy «mertoníano», Alvin Boskott: The Sociology of Urban Regions, Apple-
ton Century Crafts, Nueva York, 1962; 370 págs.
. _ " Cf. la obra más.reclente en esta linea, John Sirjamaki: Tb: Saciolagy of
Cmer, Random House, .Nueva York, 1964, 342 págs.
2Q ¿HAY UNA SOCIOLOGIA

saparición de la Ciudad como unidad social autónoma con la desapa-


rición de ía sociología urbana en tanto que cuerpo teórico 5.
La crisis cientifica de la sociología urbana es un hecho, subrayado
por una de sus personalidades más notables en USA, Albert J. Reiss
Jin, en su introducción a uno de los textos más conocidos sobre la ma-
teria 6. Este hecho ha sido también señalado por Scott Greer, que
expone con brillantez lo que él considera como una verdadera crisis
intelectual ¡7. Se trata en el fondo, como el mismo Louis Wirth había
ya puesto de manifiesto, y como, más recientemente, ha señalado un
joven sociólogo inglés, Peter Mann, del problema de la existencia hí-
potética de un objeto científico. Sin embargo, los autores que acabamos
de citar, que han sabido plantear el problema, no han llegado tampoco
a ofrecer soluciones satisfactorias. Lo cual parece indicar que no se
trata de falta de imaginación sociológica, sino de dificultades reales.
El problema no es puramente académico. Saber si la ciudad es
simplemente un objeto real que debe ser reconstituido a partir de ob-
jetos de investigación propiamente científicos, o si posee una entidad
propiamente sociológica, he aqui una inevitable cuestión previa que con-
diciona toda la estrategia de la investigación. En un terreno en el'que
los métodos puramente deductivos nos parecen en el estado actual-
tan poco útiles como pretenciosos, debemos recurrir a lo efectivamente
realizado hasta el presente, en sociología urbana, prestando particular
atención a las aportaciones recientes de la investigación en Francia.
Pretendemos con esto llegar a establecer una relación adecuada entre
esas aportaciones y los problemas que tratamos de esbozar.

II. LA CIUDAD COMO VARIABLE SOCIOLOGICA

En pocas disciplinas aparece tan clara la dependencia con respecto


a una escuela teórica determinada como en la sociología urbana con res-
pecto a la Escuela de Chicago. No debe, pues, sorprendernos que las
dos perspectivas teóricas fundamentales que hasta el presente - han
dominado sobre todo esfuerzo de investigación en la materia, corres-
pondan a trabajos que tratan de desarrollar lógicamente los dos textos
pioneros de esta escuela: el de Robert Park: La ciudad: Sugemones

5' Don Martindale: «Prefatory Remarks: the Theory of the City», in 'Nlax
Weber: The City. The Free Press, Nueva York, 1958. Ver pág. 62 de la edreión
«paperlak», 1966.
" «The Sociology of Urban Life: 1946-1956», in Paul K. Hatt y Albert
I. Reiss: Cities and Society, The Free Press of Glencoe, 1957, 852 págs. Cf.
pág. 21 de la edición de 1964.
" Cf. Seen Greer: «The City in crisis», primer capítulo de su libro Tbe
Emergi g City, The Free Press of Glencoe, 1962, 232 págs.
URBANA? 21

para la Investigación del Comportanrniento humano en medio urbano


(The City; Suggestions for the Investigation of Human Behavior in
the Urban Enviroment) ¡3 y el de Ernest Burges-sz El crecimiento
de la ciudad: Introducción a un proyecto de investigación (The
Grewth fo the City: An Introduction to a Research Projet) 19. Podría-
mos resumirlos empleando dos términos: urbanismo y urbanización. Ur-
banismo en tanto que modo de vida ( as a way of life ), urbanización
como proceso organizado a partir de un modelo ( pattern ) de interac-
ción entre el hombre y el medio, he aquí en términos propiamente so-
ciológicos el objeto real de lo que ha sido, de lo que todavía es, la so-
ciología urbana.

1. La ciudad como variable independiente 20.


En el programa de investigación explícitamente propuesto por
Robert Ezra Park, pueden encontrarse prácticamente todos los proce-
sos reales a los que la sociología ha consagrado su esfuerzo de compren-
sión. Se considera objeto de estudio todo aquello que sucede en un
contexto urbano. Ahora bien, dado el constante crecimiento de la po-
blación urbana en las sociedades industriales, todas las ciencias de la
sociedad podrían estar, entonces, comprendidas en la sociología urbana.
Esta es, en cierto modo, la línea seguida por los estudios de comuni-
dades , y en particular por los primeros ensayos en esta vía (Lynd,
Warner, Hollyn'gshead, William F. W hyte, etc): análisis exhaustivo
de una sociedad local, siguiendo una tradición propiamente etnológica.
Sin embargo, un examen de los principales trabajos de la Escuela
de Chicago demuestra que su tema central no es tanto todo lo que
sucede en la ciudad , como (y no hacemos más que recordar un hecho
ya conocido) los procesos de desorganización social e inadaptación indi-
vidual, la persistencia de ciertas subculturas autónomas, desviantes o no,
y su resistencia a la integración.

Publicado en la recopilación de Park, Burgess y McDenzie: The City,


The University of Chicago Press, Chicago, 1925, págs. 1-46 de la nueva reimpresión,
The University of Chicago Press, 1967.
" Ibid., págs. 47-62.
m La mejor visión sintética del estado actual de la investigación en la
cociologia urbana americana, nos parece la de Gideon Sioberg, cf.: «Comparativo
Urban Sociology», in Merton, Broom, Cottrel] (editors), Sociology Today, vol. II,
Nueva York, 1959, págs. 334-359 de la edición Harper 1965. Este trabajo ha sido
ampliamente desarrollado por Sjoberg en su contribución a la obra colectiva pu-
blicada bajo la dirección de Hauser y Schnore: The Study 0/ Urhanizalion, John
Wiley, Nueva York, 1965, 554 págs. Estos dos artículos nos han servido de utili-
sima orientación en medio de la jungla bibliográfica ante la que nos hallábamos.
22 ¿Hay UNA SOCIOLOGIA

Podemos imaginar fácilmente el efecto que debía producir en los


observadores de la vida social la ciudad de Chicago, creciendo entre los
años 1900 y 1930 a razón de medio millón de habitantes cada diez
años, habitantes provenientes además en su mayor parte - de la in-
migración. Este excepcional ángulo de observación no solamente ha
determinado una delimitación particular de la realidad a analizar, sino
que ha impuesto - lo que es tanto o más importante- una orienta-
ción teórica específica. Es, en especial, Louis Wirth, quien ha sabido
explicitar lo que, de hecho, estaba implícito en los trabajos clásicos de
Zorbaug'h, Anderson, Tbrasher, Reckless, etc. 2 . La ciudad no es sola-
mente un ámbito de estudio, un laboratorio cómodo, para utilizar la
expresión de Park. La ciudad, traducida sociológicamente en términos
de cultura urbana (según la expresión más arriba citada: urbanism
as a Way of life ) esuna variable explicativa.
El establecimiento permanente de una colectividad humana densa
y suficientemente heterogénea, asegura la aparición de un nuevo tipo
de cultura, caracterizada por el paso de las relaciones primarias a las
secundarias, la segmentalización de los roles , el anonimato, el aisla-
miento, las relaciones instrumentales, la ausencia de control social ¡direcu
to, la diversidad y la fu acidad de los enrolamientos' sociales, el relaja-
miento de los lazos fami 'ares y la concurrencia individualista. Este con-
texto socio-cultural es el que, en definitiva, explica la aparición de
nuevas formas del comportamiento humano n. Evidentemente, hay en-
tonces que oponer esta cultura a otra forma cultural preexistente, la
cultura rural.
A pesar de la escasa consistencia de esta tesis, el carácter sobre
todo polémico de las críticas dirigidas contra ella, ha impedido poner
suficientemente en claro algunos malentendidos. En efecto, después de
haber, de hecho, demostrado la ausencia de base científica de estos
trabajos, muchos sociólogos no han llegado a especificar el alcancede
su propia reacción frente al carácter pasadi-sta o ideológico de las
obras de Wirth, o el bucólico de Redfield, lo cual se ha reflejado en
sus trabaios, que por ello adolecen de una critica profunda y primor-
dialmente teórica. Así Wilensky, después de señalar la confusión de
Wirth entre efectos de la industrialización y efectos de la urbaniza-
ción, se contenta con negar los efectos de la desorganización social en
las ciudades a través del examen de las nuevas formas de control social,

2 Cf. Louis Wirth: «Urbanism as a way of life», American Journal of So-


ciology, XLIV (julio 1938), págs. 1-24, tomado en Louis Wirth: On Cities and
Social Life, The University of Chicago Press, Chicago, 1964, págs. 60-83.
2 Cf. Robert Redfíeld: «The Folk Society», American Journal of Socio-
logy, 52 (enero 1947); Horace Miner: «The FolkUrban Continuum», American
Sociological Review, vol. 17, octubre 1952, págs. 529-537.
URBANA? 23

volviendo, en realidad, a los temas dela Escuela de Chicago y a la teoría


de la sociedad de masas 23.
Ahora bien, el punto esencial es el siguiente: Todo lo que en la
tesis de Wirt'h es cultura urbana , es, en realidad, la traducción cul-
tural de la industrialización capitalista, la emergencia de la economía
de mercado y del proceso de racionalización de la sociedad moderna.
Un autor como Stein, al analizar los trabajos de los pioneros del
estudio de comunidades (Park, Lynd, Warner) muestra cómo, de
hecho, lo que ellos han estudiado, respectivamente, son los procesos
de urbanización, industrialización y burocratización 2 en la sociedad
americana. Gist y Fava no dudan en asimilar urbanización a mo-
dernización , apareciendo enteramente claro el sentido en que lo hacen
cuando utilizan de manera equivalente el término Westernization ,
aplicado al proceso de desarrollo en las sociedades no modernas y no
urbanas 25. De manera más o menos clara, toda la sociología urbana
culturalista , confiada en su referencia al contexto urbano , se basa
en el citado principio, especiaknen-te cuando se refiere a los problemas
de desorganización social.
Deducción lógica: No ra trata, pues, solamente de una ¡zo-especi-
ficidad del objeto científica (todo lo que sucede en un marco urbano),
sino de la existencia de zm okieto científico diferente y no explícito:
el proceso de aculturacio n en la "sociedad moderna , er decir, en la
sociedad americana.
Esto es lo que configura una diferencia fundamental entre socio-
logía urbana y sociologa industrial. En efecto, una parte de la crítica
que nosotros hacemos de la sociología urbana, podría en realidad apli-
carse a toda rama sociológica especializada en términos reales y no en
términos de campo teórico. En todo caso, puede defenderse Ia comodi-
da'd de esta determinada forma de organizar la investigación en la cual
cierto género de investigadores llamados sociólogos urbanos , se han
especializado en función de un concreto urbano que debe ser des-
compuesto y recompuesto teóricamente en función de cada nuevo ob-
jetivo de la investigación. Esto no deja de plantear problemas, a los
que nos referiremos más adelante. Pero, incluso aceptado este criterio,
la mayor parte de los estudios de sociología urbana tienen un objeto
-científico, ahora, y no solamente real-- que en nada parece ser urba-
no. Se trata ale una sociología de la integración. A pesar de las aparien-
cias, no pretendemos formular ninguna acusación contra la ideologízación
(desde luego, manifiesta) de semejante sociología. La integración social

Harold L. Wilensky y Charles N. Lebeaux: «Industrialism, Urbanism and


Integration», capítulo V de su obra Industrial Society and Social Welfare, The
Free Press, Nueva York, 1958 (leído en la edición 1965, 397 págs).
¡f Se refiere al volumen IV de Yankee City Series.
5 Op. cit., págs. 270-275.
24 ¿HAY UNA SOCIOLOGIA

es un objeto de estudio perfectamente legítimo, En todo caso, conven-


gamos en que, con su estudio, no puede pretenderse haber agotado la
comprensión de la vida social urbana.
A un nivel teórico inferior, la utilización del contexto urbano como
variable independiente podría partir de las diferencias de comporta-
miento según el tipo de zona urbana estudiado. Pero los resultados ob-
tenidos en tal sentido, tenderian a mostrar la Ito-pertinencia del con-
texto en tanto que variable explicativa. Así, tomando por ejemplo el
estudio clásico de la sociabilidad según el contexto urbano, vemos cómo
Sweetser encontraba que los factores edad y sexo aparecían como
determinantes de la socia-bilidad en la unidad de vecindad z6; por su
parte, Form demostró que la intensidad de las relaciones variaba con
el estatuto social de la zona de residencia 27; mientras que Dotson
pudo atribuir el modelo de participación social a la influencia de las
clases media y alta 23. Willmott y Young han puesto de relieve
la diferencia de comportamiento de las distintas clases sociales con
respecto a las relaciones de amistad y de familia, incluso en el interior
de un mismocontexto urbano 29, mientras que Dobriner, en su notable
estudio sobre los subutbs , afirma que las características de las zonas
urbanas dependen de características sociales 3°. Pueden encontrarse re-
sultados análogos, que sería demasiado largo enumerar, en los tra-
bajos de Ross, Carton y Smircich; en Axelrod, en lo que concierne a
la participación social 31; en la investigación de Boggs sobre criminali-
dad por zonas 32, y en el muy interesante estudio comparativo de con-
textos, realizado por Elias y Scotson . Desde el momento mismo en
que se descompone el contexto urbano, incluso cuando para ello se
utilizan categorías tan generales y amplia-s como las clases sociales ,

1 Frank L. Sweetser, Jn: «A New Emphasis for Neighborhood Research»,


American Sociological Review, 7, agosto 1942, págs. 525-533.
1 Joel Smith, William H. Form, Gregory P. Stone: «local Intimacy in a
Middle-Sized City», American Journal af Sociology, 60 (nov. 1954), pág. 279.
1' Floyd Dotson: «Patterns of Voluntary Associations among Working class
Families», American Saciolagical Review, 16, octubre 195i, págs. 687-93.
2 Op. cit.
William M. Dobriner, op. cit. ,
" a) H. Laurence Ross: «Uptown and Downtown: a study of middle class
residential areas», American Sociological Review, vol. 30/2, 1965.
b), Morris Axelrod: «Urban Structure and Social Participation», American
Sociological Review, 21, febrero 1956, págs. 13-18. _
c) William R. Carton, Jr., y R. J. Smircich: «A comparison of mathematical
models for the effect of th residential propinquity on mate selection», American
Sociological Review, 1964/4, págs. 522-529.
n Sarah L. Boggs: «Urban Crime Patterns», American Sociologia! Review,
30/6, diciembre 1965.
N. Elias y J. L. Scotson: The Establisbed and the Outside". A Sociolo-
gical Inquiry into Community Problems, Franks Cass, London 1965, 200 págs.
mmm? 25

la edad o los intereses , los procesos que parecian característicos


de la ¡unidad urbana se especifican con respecto a otros factores dife-
rentes. A pesar de todo, cuando existe coincidencia de una unidad
social y de una unidad espacial, estamos en presencia de un modelo
específico de sociabilidad. Para William H, White, el morning Kaifee-
Klatsch pattern de sociabílidad, descúbierto como característico de
la clase media con residencia en Park Forest, obedece a la coinciden-
cia de una misma clase socio-económica y deciertos grupos de edad
con una determinada proximidad espacial. unida a la similitud del hábi-
tat 3 . Pueden encontrarse conclusiones paralelas para la clase media
en la investigación de Seeley en Toronto, y para la clase obrera, en el
libro de Berger.
Estas últimas precisiones nos muestran hasta qué punto resultaría
erróneo negar demasiado precipitadamente toda in uencia de las con-
diciones espaciales sobre las conductas. Pero lo que, de ahora en ade-
lante, nos parece evidente es la necesidad de incluir este espacio en
la trama de las estructuras sociales, no como variable en sí, sino como
elemento real a re-tran-scribir cada vez en términos de proceso social.

2. La ciudad como variable dependiente


El trabajo de Burgoss sobre el modelo de crecimiento urbano
según una zonificación progresiva y concéntrica, es el punto de partida
de otra perspectiva teórica que 'va más allá de la ecología urbana pro-
piamente dicha. En efecto, concebir la ciudad como producto de la
acción del complejo ecológico (sistema interdependiente del vecindario,
la población, la tecnología y la organización social) 3 equivale a anali-
zarla en tanto que producto de la dinámica social de una formación
histórico-geográfica particular.
Lo irritante de la formulación de Burgess es que presenta (im.-
plr citamente) como rasgo de orden universal lo que en realidad no es
más que un proceso social determinado. De hecho, a partir de este
análisis puede llegarse a la explicación de ciertos aspectos de la diná-
mica urbana, como lo prueban algunos estudios realizados en otros

" William H. White: The Organization Man, Simon y Schuster, Nueva


York, 1956, cf. págs. 275-287 de la edición Pelican Book, Londres 1965.
3 No creemos necesario dar mayor extensión a nuestras referencias sobre
la vía general de la ecología humana Para una visión sintética reciente, ver la
colección de artículos y de extractos publicada bajo la dirección de George A.
Theodorson: Studies in Hawai; Ecolagy, Evarston, Row Peterson, 1961.
Cf. Dennis C. McElrath: «The Social Areas of Rome», American Sociolo-
gícal Review, 27, junio 1962, págs. 389-90, como uno de los ejemplos más recientes
26 ¿HAY UNA SOCIOLOGIA

países 35, y especialmente los llevados a cabo en París por Chombart de


Lauwe 3?.
Leo F. Schnore ha estudiado recientemente la adaptación de
las ciudades latinoamericanas al modelo de Burgess. A través de
siete estudios en profundidad y de un análisis general de otros 50
casos 3°, llega a la conclusión, bastante interesante, de que existe otro
modelo urbano (con la clase superior en el centro de la ciudad y las
gentes fuera de la sociedad en la periferia), aunque, en realidad, se
trata de distinguir entre dos momentos de un mismo proceso: un pro-
ceso de industrialización rápida, en una economía de mercado por un
lado, que además, por otro imposibilita todo control social voluntario
del crecimiento urbano. En realidad las tesis de Burgess están basa-
das en otras previas e implícitas, que Quinn -el ortodoxo de los
ecólogos ha sabido ex ner muy bien: cierta heterogeneidad social,
una ciudad comercial-in ustrial, la pro iedad privada, ausencia de di-
ferencias significativas en los medios e transporte, espacio disponible
a bajo precio en la periferia de la aglomeración, libertad de implanta-
ción sometida a las reglas del mercado.
En tal perspectiva, la critica de Sjoberg 3 , que muestra --siguien-
do a Weberw la correspondencia entre los tipos urbanos preindus-
triales y los valores sociales, no hacc sino obligar a la ecología hu-
mana a situar históricamente estos procesos pretendidamente biológi-
cos. De todas formas, Walter Firey había ya mostrado con fuerza
suficiente la in uencia de los patterns culturales sobre el modo de
ocupación del suelo en el centro de Boston 4°. De forma que, el hecho
de que Kolb analice la estructuración dinámica de una ciudad como
expresión de la orientación hacia valores universalistas y centrados en
torno a la idea del éxito 4 , no significa necesariamente que trate de
plantear una inversión en la (perspectiva ecológica general, incluso si
debe reconocerse la utilidad e añadir un factor más , los valores
sociales, a la formación del espacio urbano.

3 P. H. Chombart de Lauwe, votros: Paris et l'agglomératíon parisienne,


T. I, L'espace social dans une grande cité, P.U.F., París, 1952, cf. págs. 40-53.
Leo F. Schnore: On the Spatial Structure of Cities in the Two Americas,
en Hauser y Scbnore (compiladores), op. cit., págs. 347-398.
Gldeon Sioberg: Tbe- Pre-Industrial City. Part and Present, The Free
Press, Nueva York, 1960 (353 págs. en «paperback», edición 1965).
° Walter Firey: Land Use in Central Barton, Cambridge, Harvard Uni-
versity Press, 1947. El mismo problema es tratado de manera más sociológica por
William H. Form: «The Place of Social Structure ln the Determina on of Land
Use», Social Forces, 32, mayo 1954, págs. 317-23. La línea de investigación de
Firey ha ido recientemente reanudada, aunque de forma mucho menos convin-
cente, por Sidney Wilhelm: Urban Zom'ng and Land Use Theory, The Free Press,
Nueva York, 1962, 244 págs.
William L Kolb: '«The Social Structure and Functions of Cities», en
Economic Deoelopment and Cultural Change, vol. 3. 1954/55, págs. 30-46 de
la teimpresión 1966.
URBANA? 27

Henos aquí, a Punto de incorporamos a una tendencia histori-


cista, muy europea, muy francesa: la ciudad es producto de la Historia,
reflejo de la sociedad, acción del hombre sobre el espacio para cons-
truir su morada, y una vez reconfortados por tan sonoras frases, no
hay ya inconveniente alguno en establecer estrechas relaciones entre la
sociología urbana y el devenir universal. En efecto, ¿qué puede repro-
charse a tan juiciosas proposiciones? Nada, justamente no puede aña-
dirse nada, salvo estar de acuerdo respecto al buen sentido general de
esta declaración de principio. El verdadero problema comienza después,
cuando hay que precisar el objeto de estudio, o, más exactamente,
cuando debe formularse una hipótesis. Una vez aceptado el enunciado
demasiado general de la relación entre el proceso social y el espacio
(en nuestro caso, espacio urbano), hay que especificar cuál er el carác-
ter de esta relación. ¿Es el espacio urbano una página en blanco sobre
la que la acción social se expresa sin otra mediación que los aconteci-
mientos propios a cada coyuntura? ¿Existen, por el contrario, ciertas
regularidades en este proceso dialéctico consistente en una acción social
dando forma a un contexto y recibiendo (al mismo tiempo) la influen-
cia de las formas ya constituidas? La hipótesis de la constitución pura-
mente social del espacio, equivale a afirmar que la naturaleza engendra
a la cultura, del mismo modo que las más antiguas formulaciones de
la ecologia humana vienen a ser como una determinación directa de la
cultura por la naturaleza. Ahora bien, hoy por hoy parece reconocerse
universalmente que la sociología existe, justamente, a partir de la
comprensión del mundo social, en tanto que conjunto integrado por
elementos naturales y por elementos construidos , constituyendo
una estructura no solamente índisoluble en lo real, sino analíticamente
indísociable. En la misma formulación de Robert Park. pueden ya
apreciarse ciertos elementos preventivos frente al peligro de la historia
natural de las sociedades o de una interpretación idealista del mundo:
La ciudad posee una organización moral igual que tiene una física,
y estas dos organizaciones se hallan incluidas en un proceso de interac-
ción que l as va formando (y transformando) una respecto a otra. La
estructura de la ciudad es lo que, en primer lugar. atrae nuestra aten-
ción, a causa de su dimensión y de su complejidad. Pero esta estructura
tiene su fundamento en la naturaleza humana, siendo una delas formas
de expresión de ésta. Por otra parte, esa vasta organización ha surgido
como respuesta a las necesidades de sus habitantes, pero, una vez for-
mada, se impone a éstos como un hecho bruto exterior, y los conforma,
a su vez, en función de la intención y delos intereses que le son propios,
y que, en diversas formas, manifiesta. Estructura y tradición no son,
pues, sino aspectos diferentes de un complejo cultural único, determina-
ción de lo que es característico y especifico de la ciudad 4

u Robert E. Park, op. cit., pág. 4.


28 ¿HAY UNA socromom

Por otra parte, hemos procurado aleiarnos todo lo posible de los


recam/criadores ámz aitos de la mera recolección de bee/Jos, recurso al
que tan frecuentemente se acude en. sociología urbana. Sin embargo,
nos parece que sólo apartir de cierto nivel de teorización pueden - con
ciertos indicios de seguridad - encontrarse las vias de investigación
que nos lleven a desentrañar lo que pueda haber de científico en la
masa confusa del informe de los estudios sobre lo urbano. Evidente-
mente, las dimensiones del presente estudio nos obligan a ser mucho
más modestos en nuestras intenciones. Sólo nos proponemos plantear
ciertos problemas, sin llegar, ni poder hacerlo, a aportar ninguna solu-
ción. Y qué mejor para lanzar una piedra a las tranquilas aguas, llenas
de buena conciencia, de la sociología urbana francesa, que un examen
partidista de los últimos productos de nuestras fábricas ?

III. ALGUNAS RECIENTES APORTACIONES DE LA


SOCIOLOGIA FRANCESA

El género de pregunta a la que no vamos a responder es el si-


guiente: ¿Tiene la creciente importancia que la sociología urbana alcan-
za en Francia algún sentido, aparte de la utilización de cierta abundan-
cia ( muy relativa) de los créditos a la investigación, dirigidos hacia
esos problemas? ¿Hasta qué punto pueden encontrarse en algunos de
los últimos trabajos franceses, aportaciones teóricas o elementos bási-
cos que permitan abrir nuevas vías a la investigación y al conocimiento?
¿Son - por el contrario - esas investigaciones muestras palpables de
una especie de fiasco intelectual? Fácilmente pueden apreciarse las
dificultades planteadas a la hora de ofrecer respuestas directas a tales
cuestiones. Preferimos, siguiendo un camino más omenos empírico ,
pasar revista a los estudios que más nos han interesado entre los pu-
blicados en Francia durante los dos últimos años.
Nuestra lectura es selectiva, y esto en un doble sentido: primero,
porque leemos en función del objeto de nuestra investigación. Buscamos
más el punto de amarre teórico de cada trabajo que la descripción, que
siempre resultaría demasiado esquemática dadas las dimensiones de esta
nota, de los descubrimientos llevados a cabo 43. No examinaremos rama
poco aquí ni la enorme masa de estudios urbanísticos y de descripcio-

" Nos satisfaría enormemente haber podido apreciar en nuestra lectura de


estos trabajos el espíritu y el método expuestos por Althusser en Líre le Capital,
tomo I, págs. 11-35, M. Maspéro, París, 1965. Trad. castellana, Para leer el ca
pital, Siglo XXI, México, 1969. '
URBANA? 29

nes de la estructura social urbana , ni algunas obras importantes, pero


que exceden a nuestros propósitos 45.
Para comenzar, salgamos de la ciudad. A la sombra de la ciu'dad
histórica, parece prefigurarse al margen del viejo núcleo- una
nueva civilización. Pero ¿es autónoma esta banlieue ? ¿Hay en ella
ciudades ? Para medir la atracción de París sobre su banlieue 6, el
equipo del C.E.G.S. (hoy Centrode Sociología Urbana ) llevó a cabo
una encuesta por cuestionario, comprendiendo 1.053 hogares, según una
muestra estratificada a partir de cinco variables: distancia de París, faci-
lidad de enlace con el centro, tipo de habitat, edad y categoría socio-
profesional. La realización y la explotación de esta encuesta parecen
haber rayado muy por encima de la media francesa, desde el punto de
vista técnico. B. Lamy estudia la imagen de París en función de la
zona de residencia y de la categoría socio-profesional. Se prefiere la
banlíeue como lugar de habitación, mientras que los barrios centrales
son considerados como núcleos comerciales y de ocio. El París monuu
mental no ejerce casi ninguna atracción. El centro de la aglomeración
seria, pues, puramente funcional. pese a la afirmación del autor (en
su texto mecanografiado (no publicado), de su carácter simbólico. Lamy
ha intentado mostrar, en un trabajo posterior 7, cómo la frecuen-
tación del centro se halla, de hecho, relacionada con la estratificación
social y ecológica. En este mismo sentido está orientada la investigación
de M. Imbert sobre el ocio. Mientras que los habitantes de la ban«
lieue frecuentan poco los espectáculos y los entretenimientos, dada la
escasez de establecimientos adecuados en el lugar en que viven y tenien-

Consideramos, muy especialmente, un útil de trabaío indispensable a los


estudios de los investigadores del I.A.U.R.P., algunos de los cuales han sido
publicados en los Cahiers de l'I.A.U.R.P. Lo .mismo para la encuesta de Paul
Clerc sobre los «grandes conjuntos» que constituye la primera documentación
seria sobre la cuestión. Cf..Paul Clerc: «Grands Ensembles. Banlieus nouvelles»,
Cruined: Travaux et Documents, núm. 49, P.U.F., París, 1967, 472 págs.
" Comenzando por los del pionero de la sociología urbana en Francia, Paul-
Henry Chombart de Lauwe. Hemos ya comentado anteriormente, su libro Paris,
Ermis de Sociologia, 1962-64; próximamente Io haremos respecto a su recopi-
lación de textos Des hummer et dos villes, Payot, Paris, 1965, 250 páginas.
Su «inspiración» tiene. sin embargo, una considerable presencia en las inves-
tigaciones del C.E.G.S. y en las de Henri Going, incluidas en nuestro anali-
sis. De interés quizá más indirecto para la sociología, pero de indiscutible rele-
vancia teórica. son también las obras de Pierre George: Sociologia et Géogra-
pbie, P.U.F. París. 1966, 216 págs, y, sobre todo, Jean Labasse: L Organisalion
de l'erpace, Hermann, Paris, 1966, 606 págs.
C. Cornuau, M. Imberr, B. Lamv, P. Rendu, J. Retel: L'Attmction de
París sur 5a banlíeue. Elude rocialogiqm . Colección «L evolution de la vie sociale»,
Les Editions Ouvrieres, París, 1965, 320 págs, y también: C.E.G.S.; L'atlraction
de París sur sa banlieue. Observatianr comple mentaires. París, 1964-65, 172 págs.
(multicop.).
7 Bernard Lamy: «La fréquentation du centtenville par les differentes ca-
tegories sociales», Sociologia du travail, 2/67, págs. 164-179.
JU ¿HAY UNA SOCIOLOGÍA

do en cuenta el subdesarrollo que, en tal aspecto, les rodea, la distancia


al centro no hace sino reforzar el carácter selectivo de la atracción carac-
terística de los diferentes tipos de espectáculo; cuanto más altas son
las cotas alcanzadas en la jerarquía social, menor es el efecto desilusio-
nante producido por la distancia, en el caso de la frecuentación de
ciertos espectáculos propios del centro, muy particularmente en el caso
del teatro. Pero en lo esencial, la atracción del centro parisino está
fundada en un superior equipamiento para la diversión y el entreteni-
miento. Y, como consecuencia lógica, se desea una descentralización
de dicho equipo hacia la banlieue . Se constata, pues, entre los ha-
bitantes de la banlieue , cierta indiferencia con respecto al medio
parisino y la conciencia de estar subequipados y en relativa desventaja
a causa de ciertos obstáculos de orden material (distancia; situación
familiar, ete). \

Esta autonomia potencial de loscentros de banlieue puede ser


apreciada en el minucioso informe de Cornuau y Rendu sobre las com-
pras anormales de sus habitantes, pues la proporción de estas com»
ptas realizadas en París varía en función del potencial comercial de la
comuna de residencia. En todo caso, cuando se compra en París, los
factores decisivos (que juegan en forma acumulativa) son: lugar de
trabajo en París, categoría socio-profesional (cuadros, empleados), ori-
gen parisino.
El estudio que estimamos mas sociológico es el de J. O. Retel
sobre las relaciones sociales en la aglomeración parisina. En efecto,
después de haber mostrado la importancia de las relaciones de paren-
tesco, dicho trabajo plantea la cuestión, verdaderamente fundamental,
de la estructura espacial de las relaciones sociales. Descubrimos en él,
por una parte, un modo de sociabilidad replegado sobre el espacio in-
mediato, característico de los antiguos burgos de ba.nlieue , y en
particular aquellos en que predominan los obreros. Por el contrario.
los residentes de origen parisino y - en menor medida - los habitantes
de las nuevas entidades de población de banlieue , se caracterizan por
la dispersión de las relaciones de familia y de amistad en el conjunto
de la aglomeración. Y esto, a pesar de la insatisfacción que suscitan
los largos recorridos. Lo que se desea es una mayor facilidad de comu-
nicación al interior de la aglomeración, mientras que la reivindicación
en pro de la constitución de un micro-medio social parece bastante
poco apreciada. Retel constata, pues. siguiendo su propia terminolo-
gía, que la vida social urbana, tras haber pasado por una fase de es-
tructuración territorial, va camino de hallar nuevos alientos en una es-
tructuración propiamente sociológica de los grupos sociales entre sí .
Lo cual equivale al reconocimiento de la separación entre unidad ur-
bana y vida social y, por consiguiente, a la asimilación entre el análisis
de las relaciones sociales urbanas y el de las relaciones sociales en
general.
URBANA? 31

Si las relaciones sociales se difuminan en el espacio, si la atrac-


ción del centro es más funcional que simbólica, si las frecuentaciones
en lo que respecta al ocio no responden a la existencia de un núcleo
urbano sino que se fundamentan en razones de accesibilidad, si las
compras anormales en París se realizan también según la posibilidad
cotidiana de acudir al centro, vemos desaparecer todo lo que hace que
una zona urbana sea un núcleo social, puesto que se trata, en realidad,
de una acumulación geográfica defunciones que deberían descentra-
lizarse para hacerlas más accesibles. La conclusión de los autores que
sostienen la necesidad de crear nuevos centros urbanos en la región
parisina, parece, entonces, reducirse a una mera opción personal. En
efecto, nada hay que obligue a' efectuar una nueva concentración de
funciones, salvo ciertos prejuicios contra un coníunto humano que ha
venido a ser demasiado anónimo porque está mal estructurado .
En el fondo, esta amplia investigación que aporta muchos nuevos
conocimientos, por una parte acerca de los procesos socio-ecológicos de
la región parisina y por otra sobre algunas actitudes y representado
nes con respecto a determinadas zonas de la aglomeración, nos desilu-
siona bastante ya desde el principio, cuando se niega a intentar una
explicación sociológica, al no constituir variables ad hoc y al utilizar
como variables de análisis algunos elementos que no deberían ser más
que categorías de muestreo. Sin un marco teórico específico, no pueden
ponerse en relación categorías socio-profesionales y comportamientos
espaciales. a menos que se recurra a vagas subculturas cuya existencia
no está generalmente demostrada ni establecida para el caso concreto
al que nos estamos refiriendo. '
Debemos, pues, apelar finalmente a una teoría de las necesidades
y de las aspiraciones, frustradas o satisfechas a partir de obstáculos
naturales ( como la distancia) o de barreras sociales (el nivel socio-
económico).
Para mostrar la ausencia de coordinación y el profundo particula-
rismo de los diversos equipos que trabajan en sociología urbana, intro-
duzcámonos en otro mundo, que no tiene práctióamente ninguna relación
teórica con el que acabamos de explorar. Dejémonos guiar por el Ins
tituto de Sociología Urbana a ¡través del mundo de los . hotelitos 4 .
Esta investigación se basa en el análisis semántico de 265 entrevistas
no directivas, realizadas entre habitantes de botelítos (casas unifami-

Institut de Sociologie Urbaine (Paris): L'Habítat Pavillonmzíre. Attitude


de: cítadin. C.P.U. París, 1966. Informe general (67 págs. multicop.). Anexos:
1) Estadio del desarrollo histórico del pavilion en Francia y análisis ideológico
(174 págs. + 34 págs); 2) La maestra (32 págs); 3) Análisis de las entrevista:
(174 págs). Aunque en esta primera presentación el estudio no está firmado, el
equipo estaba dirigido por» Henri Lefebvre, y sus componentes principales eranz.
Antoine Haumont, Nicole Haumont, Henri Ralmond y Marie. Geneviéve Raymond.
Él ¿HAY UNA SOCIOLOGÍA

liares rodeadas de un espacio o jardín) de 11 comunas repartidas por


toda la geografía francesa; comprende también entrevistas con cierto
número, desde luego inferior, de habitantes de inmuebles colectivos y
de copropíetarios. Se pretende en tal estudio que la muestra tenga en
cuenta cierta variedad de situaciones sociales, pero no que sea repre-
sentativa, pues el análisis estadístico carecía de sentido desde el mo-
mento en que no se quería explicar la conducta de los entrevistados,
sino captar en lo posible la ideología del hotelito . Sin embargo, en
una primera parte, fundamentada en un muy serio análisis histórico y
documental, se relaciona la evolución de los hotelítos en Francia,
con la política del Estado y de las fuerzas sociales, y también con
ciertas expresiones ideológicas extraídas de la literatura urbanística.
Situado el hotelito en este contexto histórico, pueden apreciarse fá-
cilmente las conexiones existentes entre una urbanización desordenada
y el éxito del mito del hotelito , al mismo tiempo reacción reformista
contra el colectivisrno e instrumento de toda una ideología del orden
y de la austeridad; estamos ante una forma de individualismo replegado
en la família, suscitado a su vez por una burguesía integradora y por
las consecuencias avasalladoras y obíetivamente ciertas de un hábitat co-
lectivo sin vida colectiva real. Sin embargo, así como es fácil relacionar
el desarrollo del hotelito con la evolución social en el caso de una polí-
tica manifiesta y expresa o de una profesión doctrinal, lo es menos
cuando se considera preciso extraer o deducir de la estructura social
los rasgos que conducen a una determinada dinámica social a un hecho
preciso: el apego al hotelito . Por ello y, alparecer como primer pdso
de un proyecto de estudio mucho más vasto, senos presenta y justifica
esta investigación, que aparece esencialmente como zm análisis del "Ipo-
telz'to en tanto que objeto expresivo, del espacio del "botelito Ï como
sistema simbólico, de la ideología del "botelz'to" en tanto que código
de comunicación entre el habitante y la sociedad.
Partiendo de la codificación de entrevistas, este sistema simbólico
es minuciosamente reconstituido. Aunque el método seguido pueda
no parecemos demasiado riguroso 4 , sobre todo por la ausencia de
una definición del campo semántico propio de cada término, previa, a
la definición de ésta como significante o como significado, no podemos
menos, en definitiva. que aceptar sin ambages la penetración de ciertos
análisis. Este estudio pertenece al grupo de lo que podríamos llamar
sociología clínica , más dada a la observación en profundidad que al
establecimiento de regularidades. Ahora bien, tales observaciones re-
sultan tanto más aprovechables cuanto mejor aciertan a inscribirse en
un sistema teórico. Y este sistema, en el caso presente, no está del todo
delimitado. En todo caso, vemos reconstituirse, poco a poco, una vi-

" Esta observación expresa más bien una intuición que una convicción, dada
nuestra confesada incompetencia para el análisis semántico.
URBANA? 33

sión del espacio interior del hotelito , mostrándonos un mundo ce«


rrado, pero susceptible de ser cercado o bloqueado por el investiga-
dor y, en fin, tomado , al menos en parte, en cuanto a sus significa-
dos más ocultos. El hotelito es el orden, mundo autosuficiente, de
positarío fiel -puesto que estable- de una individualidad que al
habitante no le es dado confirmar más allá de los límites de estos
claustros, construidos en forma diferente según el proyecto de socia-
bilid-ad. Pero esto no implica asimilación - - demasiado fácil - con una
ideología conservadora. De hecho, la dificultad - mostrada por el ín-
forme- de relacionar el sistema simbólico del hotelito con la ideo-
logía del hotelito depende de la dificutad de analizar ésta sin rela-
cionarla con un análisis general de las ideologías de la sociedad global.
El simple examen de ciertas alusiones corrientes, nos permite entrever
determinadas relaciones entre esta ideología del orden y de la estabi-
lidad, que es la ideología del hotelito , y el mundo voluntariamente
limitado y prudencial en el espacio interior del hotelito . Dudamos,
en cambio, que sea posible extender la misma perspectiva de estudio a
la relación entre el sistema simbólico y la práctica social. En efecto,
un sistema de signos no puede llevarnos sino a otros signos, es decir,
en nuestro caso, a otros sistemas ideológicos. Relacionar éstos con los
actores (los habitantes) exigiría, para la captación directa de esta gé-
nesis, un análisis en términos teóricos estructural de la acción social,
pues el mero análisis histórico no conseguiría más que volver a situar,
una vez más, los sistemas de signos en el contexto y el nexo no
podría ser más que unaafirmación doctrinal.
Volviendo al estudio que consideramos, tal como ha sido presen-
tado, su mérito principal radica, a nuestro juicio, en haber roto con
la tradición falsa y estúpidamente funcional en la que generalmente se
inscriben los estudios sobre la vivienda. No hay nada más que necesi-
dades. Aunque se mejore la calidad de los alojamientos colectivos, hay
ciertos espacios interiores que poseen una expresividad que satisface
pulsiones y frustraciones (Creemos descubrir aquí una referencia
implícita a una interpretación psicoanalitica, que aseguraría el paso en-
tre el sistema y la personalidad, mientras que el análisis de las estruc-
turas sociales de la ideología conectaría este mrundo con la sociedad
global). Justamente esta transcripción de los elementos de un espacio
en unidades de análisis que forman sistema y queguardan la coheren-
cia del nivel de análisis, el nivel de los signos, es lo que constituye,
desde nuestro punto de vista, una profunda innovación. El hotelito
deja de ser hecho social para convertirse en signo. Y su mundo, se
convierte en un mundo de signos. ¿Estamos, pues, ante una verdadera
semiología urbana? Quizá. Pero solamente en tanto en cuanto ciertos
elementos espaciales exigen una retranscripción específica al nivel de
los signos. Probar, entonces, la coincidencia entre un sistema cerrado
de signos y una comunidad urbana, podría ser una de las perspectivas
34 ¿HAY UNA SOCIOLOGÍA

de esta semiologia urbana introducida por el inteligente estudio del


habitat del hotelito .
En una perspectiva bastante diferente, otro equipo del I. S. U.,
bajo la dirección de Henri Lefebvre, analiza el lugar del barrio en la
ciudad 5°. Tras una vigorosa denuncia de la ideologia del barrio como
ideología integradora, Lefebvre plantea el verdadero problema
sociológico. El barrio, ¿es o no es und unidad de vida social? ¿Coín-
ciden espacio social y espacio geométrico ? ¿Se produce transferencia
de la comunidad local, en tanto que núcleo social, al nivel del barrio?
Se trata, a nuestro entender, de la formulación de una r eal pro-
blemática teórica. Desgraciadamente, las investigaciones de tal manera
abiertas no solamente adolecen de aportaciones en forma de respuesta,
sino que carecen -en cierto modo voluntariamente- de los medios
de llegar a ella, Estamos ante dos monografías geográficoahistóricas,
una sobre la evolución urbana de Argenteuil y Choisy-le-Roi, otra so-
bre una tipología de los barrios de Suresnes, Vitry y Choisy-le-Roi. En
la primera, se nos describen los trastornos urbanos causados or el ere-
cimiento rápido provocado por la industrialización, y se uscan las
vías posibles hacia una vida social local, conccbida generalmente como
participación en asociaciones. Pero esta vida es aprehendida a nivel
institucional. Puesto que los centros de decisión institucionalizados se
hallan a nivel comunal, se constata la ausencia de una verdadera vida
de barrio y se recomienda la creación de ciertos medios de intercambio
(social) en torno a los equipamientos. Su carácter estrictamente des-
criptivo y el análisis realizado a nivel de manifiesto, nos parecen moti-
vos Cclque obstaculizan cualquier posible verificación de la hipótesis ge-
nera ora.
Por otra parte, el estudio de los barrios desemboca en una tipo-
logia extraída de las formas de ocupación del melo. Pero, se afirma,
lo interesante es relacionar esta ocupación diferencial con la estrategia
de las fuerzas sociales y económicas a lo largo de la historia comunal.
Es aquí donde creemos encontrarnos ante una perogrullada bastante
corriente en la sociología urbana francesa. 'Existe la costumbre de fa-
bricar, casi en cadena, estudios en los que la evolución demo-urbana,
en términos de actividad, de ocupación del suelo y de densidad habita-
cional, es relacionada con algunos datos concernientes a la implantación
de industrias o a elecciones municipales. Ahora bien, esto no nos mues-
tra nada, pues parece haber cada vez menos personas suficientemente
desorientadas como para negar que la evolución de un espacio no es
independiente de la evolución social general ( si todavía quedan, no

5° I.S.U.: Le quartier et la ville («Quartier et ville de quartier», por Hen-


ri Lefebvre, «Ville et quartier», por M. Coornaert y C. Harlem, «Les quartiers
dans trois cb inmunes de la region parisierme», por A. Haumont), Cahiers de
l'I.A.U.R.P., vol. 7, marzo 1967, 72 págs.
mmm? 35

parece preciso tenerlos demasiado en cuenta...). La verdadera inves-


tigación comienza después. ¿De qué manera' una estructura social de-
terminada contribuye a la constitución del espacio? No basta con des-
cribir acontecimientos particulares, es preciso, previamente, construir
una teoría de la creación del espacio. Si la noción de totalidad es fe-
cunda a la hora de situar un problema y deexigir coherencia a las
a roximaciones parciales, se convierte en tautología cuando se consi-
era suficiente yuxtaponer la totalidad al acontecimiento. Esto es lo
que nos parece haber dificultado, en el trabajo que estudiamos, la con-
secución de los fines que la muy rica perspectiva planteada al principio
prometía. '
El más atrayente, quizá, de los trabajos recientes de la sociología
urbana francesa, es el estudio de Henri Coíng sobre la renoüación de
la manzana número 4 del XIII Distrito de París 5 . Admirablemente
escrito, muy in uido por el estilo de Oscar Lewis, el libro trata de
reconstruir en condiciones casi experimentales un proceso de cambio
social. ¿Qué sucede en un barrio viejo e insalubre, que forma una ver-
dadera unidad de vida sociai, cuando los bulldozars llegan, mientras
los rascacielos se adivinan sobre las primeras cimentaciones?
Partiendo de un previo estudio documental y estadístico, de la ob-
servación de varias familias, de entrevistas semi-dirigidas sobre una
muestra no representa-tiva de 60 hogares, H. Coing comienza por la
reconstitución de la comunidad del barrio: no se funda ésta en una
simple imagen, sino en ciertas caracteristicas ecológicas -y sociales:
polivalencia de actividades, estabilidad de la población, proximidad
respecto a los lugares de trabajo, importancia del comercio aldetall
basado en relaciones muy personalizadas con la clientela, y, sobre todo,
pertenencia del habitante a la clase obrera. En definitiva, esta subcul-
tura obrera, inscrita en la geografía, aparece como determinante de un
sistema de relaciones sociales tan completo como el observado. ¡ El autor
no distingue con entera claridad entre la imagen, un tanto mítica, de
la vida de este barrio (no hay que olvidar que los habitantes han sido
interrogados en pleno proceso de renovación) y las relaciones que
definen una Comunidad que parece demasiado armoniosa. No presenta
Oscar Lewis la misma imagen en Los hijos de Sánchez, y su estu-
dio de Tepoztlan es una tentativa a nuestro juicio acertada- de
diseccionar y extraer los conflictos sociales allá donde Redfield ha-
bia creído encontrar el rototipo de la comunidad integrada 52. En
cualquier caso, Coing de ine exactamente lo que es el barrio desde
el punto de vista del sociólogo, al agrupar, en un mismo complejo de

5 Henri Coing: Rénávation arbaine et cbangement social. L évolution de


la vie sociale, Les Editions Ouvrieres, París, 1966. 292 págs.
5 Oscar Lewis: «Tepoztlan Restudied. A Critique of the Folk-Urban Con-
ceptualization of Social Changes», Rural Sociology, vol. 18, 1953, págs. 121-134.
5) ¿HAY UNA SÜGIOLOGÍA

relaciones, los elementos culturales y las bases materiales, que se nos


muestran en toda su íntima dependencia. El equilibrio de este mundo
es destruido por la operación de renovación a través de la destrucción
del habitat, io cual conduce a un cambio en toda la estructura. Pero
esta destrucción podría haber sido diferente, y, en realidad, estaba ya
en curso otro proceso de disolución fundamentado en la penetración
apreciable de que estaba siendo objeto la particular subculmra estu-
diada por, parte de lo que el autor llama vida urbana , es decir, por
parte de la cultura dominante en la sociedad global. Lo que parece es-
pecífico de la renovación es la considerable aceleración que tiene lugar
en el ritmo de disgregación del mundo pre-existente. De esto se dc-
ducen en ciertos casos determinadas dificultades de adaptación. Pero
H. Coing rechaza, con razón, la interpretación sumaria y paterna-lista
subyacente a las explicaciones que identifican esas dificultades con cier-
ta resistencia al cambio. La renovación es un proceso de movilidad so-
cial. Para aquellos que son capaces de percibir todas sus posibilidades,
la movilidad es ascendente. Los incapaces de hacerlo, se encuentran re-
chazados hacia los estratos inferiores de la aglomeración urbana, allá
donde los marginales respecto al proceso de crecimiento van concentran-
dose. Esta capacidad no es entendida en términos de adaptación psicoló-
gica, sino como determinada por la estructura social. Hace falta contar
con ciertos medios económicos así como con cierta disponibilidad, de-
pendiente en definitiva del tamaño de la familia, de la edad del matri-
monio, del trabajo de la mujer, así como en menor medida de la
categoría profesional. Pero el autor señala que las diferencias de nivel
económico no acaban de explicarlo todo. .Hay que contar también con
las actitudes respecto a la nueva vida urbana. Entre el repliegue hacia
el modo de vida antiguo y la innovación dirigida , están aquellos que
logran aprehender la nueva cultura urbana, bajo la forma, generalmen-
te, de su adscripción activa a la carrera en pos del consumo, convirtién-
dose en esclavos del mantenimiento del nuevo estatuto. Aquí es donde
nos parece que una tipología descriptiva resulta insuficiente y donde
habria que intentar la aprehensión de las orientaciones hacia la moder-
nidad que dirigen, en suma, todo el proceso de movilización. Sin em-
bargo, el cuadro es completo y el problema está bien planteado. La
comunidad del barrio se disuelve en el medio urbano. Para H. Coing
se trata de un hecho inevitable. Este paso resulta fácil, puesto que el
grupo se deshace de su subculturaparticular, en este caso, de su sub-
cultura obrera. Tanto más fácil, además, puesto que la inserción de los
individuos en la sociedad global es posible gracias a la existencia de
múltiples procesos y diversos ambientes de transición. Si no se puede
continuar, se desaparece o se sigue la vía del repliegue hacia las posicio-
nes primitivas.
El único reproche serio que puede haCerse a este estudio es la
ausencia de una demostración rigurosa. No se trata solamente de que
37
URBANA?

no es cuan-tificable, ni de la ausencia de tratamiento estadístico. Incluso


un estudio sobre el terreno debe partir de unas bases teóricas defi-
nidas, establecer indicadores, aportar pruebas materiales de cada ob-
servación, enlazar lógicamente estas observaciones con las hipótesis. El
relato de Coing es muy coherente y, personalmente, nos convence.
Pero en el proceso acumulativo al que toda ciencia debe tender, esto
último no basta. Este trabajo ha establecido un sistema de hipótesis.
Es preciso verificarlas, sea estadísticamente, sea por medio de la ob-
servación sistemática. Por otra parte, permítasenos recordar el error
que consiste en oponer el carácter cualitativo de un estudio al uso
de técnicas estadísticas en el proceso de verificación.
La más importante aportación reciente a la teoría de la ciudad por
parte de la sociología de lengua francesa, es la obra de un economista
belga 53. Pese a su carácter económico, vamos ahora a referirnos a
ella, habida cuenta de su aperturahacia la sociología, pero, sobre todo,
porque el objetivo teórico que persigue nos parece ejemplar y digno
de suscitar desarrollos paralelos dentro de una óptica propiamente so-
ciológica.
Jean Remy plantea, de una vez, el problema de la especificidad
de la ciudad dentro de la teoría económica. ¿Es la ciudad simplemen-
te uno de los campos de aplicación de las teorías elaboradas para otros
elementos del sistema económico, o nos encontramos ante una unidad
económica original no reductible a ninguna otraP . Hallar respuesta a
esta pregunta es, para el autor, una cuestión previa indispensable a
toda investigación concreta, a toda constitución de instrumentos de
medición, Remy trata, fundándose en abundantes trabajos económicos
y sociológicos sobre cuestiones sociales y espaciales, de proceder a una
reflexión sistemática cuyo objeto es la determinación de algunas de
esas especificidades urbanas en el plano económico.
La unidad urbana es, en primer lugar, definida como yuxtaposición
originaria de economías de dimensión. Estas economías de dimensión
se definen como las ventajas que proporciona la concentración espacial
de funciones y Empresas, de forma que éstas no pueden nacer fuera
de tal agrupamiento. En el fondo lo esencial es más bien este agrupa-
miento y el conjunto interdependiente de elementos móviles e inmó-
viles que lo constituyen, que el espacio concreto en que se asienta, el
cual puede ser explicado históricamente, pero no en tanto que proceso
económico. Las ventajas pueden resumirse en dos palabras: Cambio, y,
sobre todo, innovación. La ciudad puede definirse, desde este punto de
vista, como unidad dc producción de conocimientos socialmenlc nuevos.
En la medida en que la información y la innovación son fundamentales
para la industria de punto en las sociedades tecnológicamente más avan-

5 Jean Remy: La Ville, pbénoméuc éranomique, Editions Vie Ouvriere,


Bruselas, 1966, 297 págs.
33 ¿HAY UNA SOCIOIDG!A

Zadas, la ciudad viene a Ser no un monstruo urbano disfuncional, sino


alemania básico del desarrollo económico. La ciudad es concebida igual-
mente como organización general del espacio, cuya naturaleza está ínti
mamente ligada a la creación de los bienes colectivos, al interior de los
cuales se valorizan los bienes individuales. La ciudad es el reino de la
elección, el campo privilegiado de los procesos de movilidad socialy
geografica. Pero estas ventajas individuales se fundamentan enel con-
junto del contexto, en la yuxtaposición de unidades productivas, de
centros de intercambio, en la diversidad funcional del espacio urbano
que permite el cambio de medio dentro de un mismo sistema de inter-
dependencia. Masque una cultura particular, lo que caracteriza a la ciu-
dad es esta flexibilidad de la organización social, asi como la. comple-
jidad del sistema.
Las observaciones que más nos interesan en este trabajo son las
que conciernen a la vida social urbana. En efecto, si la ciudad es el
mando de la elección, del intercambio, de la innovación, es preciso que
se produma en ella, al. nivel mismo del proceso de consumo, una rein-
tegración de esas fuerzas centrífugas en el» sistema de habitación. Así
por ejemplo, la segmentaiización de los roles va acompañada de un
proceso de diferenciación simbólica del espacio urbano que permite el
reconocimiento de los partenaires y, en todo caso, la posibilidad del
cambio y la constitución de medios relativamente homogéneos, si no
por el género de vida, al menos por el estrato social. Estamos ante el
paso de la función de relación del barrio a la función simbólica de la
zona urbana.
Todavía más: 1a ciudad no es un medio de desorganización social,
como a menudo se afirma, sino, bien al contrario, el medio de acultiva-
ción a la vida moderna , es decir, al proceso de cambio rápido que
caracteriza a la sociedad industrial. Lo característico del medio urbano
es justamente esta capacidad de suscitar innovaciones, integrándólas, al
mismo tiempo, en la organización social gracias a su receptividad con
respecto a los aspectos innovadores del crecimiento. En sentido inverso,
la cultura industrial contribuye a transformar el contexto urbano. Es
también un sistema estructurado en el que los hechos básicos son el
reconocimiento de la innovación y del intercambio como principales
motores y la capacidad de absorción social como contrapartida necesaria.
Así, planteando unas perspectivas teóricas tan amplias como las
expuestas, es como el problema de la sociología urbana debeser plan-
teado.

IV. EN BUSCA DEL OBJETO PERDIDO

Querríamos poner cierto orden en el conjunto de reflexiones sus-


citadas porñálas lecturas Citadas, como primer resultado provisional de
nuestra crítica. Tratamos solamente de aportar algunas aclaraciones so-
msnm? 39

bre una materia demasiado poco explorada hasta ahora para poder con-
sideramos próximos a la consecución de respuestas reales.
En primer lugar, no es posible continuar hablando de comporta-
mientos urbanos o de actitudes ciudadanas . Esto es un truco, o, en
el mejor de los casos una vaguedad. Semejante terminología presupone
una cultura urbana específica en tanto que urbana y que, por consiguien-
te, se opone necesariamente a una cultura rural. Ahora bien, se trata,
como ya hemos dicho, de una denominación equivoca aplicada a la
cultura de la civilización indias-trial. El estudio de Sjoberg sobre ciu-
dades pre-industriales muestra claramente la existencia de ciudades
- incluso de ciudades muy importantes que no presentan tales ca-
racterísticas. De igual modo, Max Weber concluye afirmando la sin-
gularidad de la institución urbana occidental, a pesar de las aglomera-
ciones urbanas existentes en otras partes del mundo. Peter Mann mues-
tra cómo las diferencias cuantificables entre la ciudad y el campo son
mucho menos importantes cuando se las compara sincrónicamente y
no, como se hace generalmente, en términos de evolución rural-urba-
na 5 . Y, por otra parte, se reconoce generalmente que los rasgos
característicos de la cultura urbana aparecen en las aglomeraciones ru-
rales; pero el hecho se atribuye a la invasión de la cultura rural por
parte de la cultura urbana... Sería absurdo negar las diferencias entre
la ciudad y el campo. Lo que nosotros sostenemos es que los rasgos
fundamentales de esta cultura urbana son consecuencia directa del pro-
ceso de industrialización y, para algunos de esos rasgos, de la industria-
lización capitalista. Es verdad, sin embargo, que la concentración de una
población numerosa, la diversidad de medios sociales y la multi-fundo
nalidad sin solución de continuidad espacial favorecen el modelo de
relaciones sociales diferente del permitido por la comunidad pueblerina
o provincial. Pero esto forma parte del paso a la civilización industrial.
Ha llegado a ser demasiado habitual el analizar las transformaciones
sociales a partir de factores. Esto es lo industrial, esto es la ciudad,
etc... En realidad, es preciso reconstruir el sistema complejo de ele-
mentos sociales, comprendiendo tanto los valores como la base ma-
terial , que se transforma y, al mismo tiempo, transforma. Tomemos
un ejemplo: La disposición del hábitat en las grandes ciudades favorece
la segmentalizacíón de los roles . Pero la urbanización rápida es con-
secuencia de la industrialización. Y la industrialización capitalista se
fundamenta en la consideración del trabajo como mercancía, lo que
supone y provoca una ruptura de las adscripciones sociales y una indi-
vidualización de la fuerZa de trabajo.
Las clases sociales se constituyen en actores durante el proceso de
industrialización. Pero ellas se organizan a partir de la existencia de

5 Peter H. Mann: An Approach to Urban Saciology, Routledge an d Ke-


gan Paul, Londres, 1965, págs. 28-69.
49 ¿HAY UKA SOCIOLOGIA

grupos sociales reaies, unos de cuyos fundamentos originarios es preci-


samente la segregación socioecológiea. Y así, sucesivamente. Con estos
ejemplos, queremos indicar solamente la imposibilidad - incluso ana-
lítica»- de aislar los efectos de la urbanización a nivel de la cultura
global de la sociedad que se persiste en llamar urbana. Hemos dicho ya
que la enorme masa de trabajos especialmente los de la Escuela de
Ghicago- centrados sobre el proceso de adaptación a la cultura urbana,
forman una vasta sociología de la integración, prolongada por una so
cíología del cambio social, que analiza el paso de la sociedad rural (o
tradicional) a la sociedad urbana (o moderna). En todo caso, aunque
rechazamos la especificidad del contexto urbano considerado en general,
reconocemos que pueden existir contextos urbanos particulares, de la
misma forma, por lo demás, que contextos particulares delimitados por
el espacio. Por ejemplo, los pueblos. Lo cual podría fundamentar la
posibilidad de una sociología de las comunidades. Volveremos sobre el
tema.
Si el marco urbano carece de especificidad en tanto que objeto
científico, Io que siempre podremos hacer es analizar la ciudad en tanto
que concreto real, siguiendo, para cada cuestión que se plantee, los pro-
cedimientos teóricos pertinentes. Pero ni siquiera esta delimitación de la
sociología urbana sobre la base de un concreto real resulta del todo clara,
como podría serlo para la sociología de la Empresa o la sociología de la
educación. De acuerdo, estudiemos la ciudad tal como es . Pero, ¿qué
debe, entonces, estudiarse? ¿La ciudad, la aglomeración, la región ur-
bana? Y ¿en qué aspectos?: ¿Las clases sociales? ¿La frecuentadón del
centrOP; ¿la satisfacción respecto a los diferentes tipos de alojamiento?;
¿la atracción simbólica de los monumentos? ; ¿la organización de los
transportes urbanOSP; ¿la contaminación del aireP; ¿la participación so-
cial en la vida de barrÍOP; ¿el voto en las elecciones municipaleSP; ¿la
movilidad residencial? ; ¿las im lantaciones industrialeSP; ¿la renova-
ción urbana? Puede verse fác' ente que semejante catálogo resulta
teóricamente disparatado. Y, sin embargo, a todo esto se le llama socio-
logía urbana . A medida que el marco espacial de la vida social va ha-
ciéndose generalmente urbano , todo se convierte en objeto de la
sociología urbana. Y ésta se transforma en sociología general.
Sea, pero son precisas aún dos cosas: Por una parte, distinguir ni-
veles de análisis; po r otra, codificar, para cada nivel, el espacio, explíci-
tar el paso de los procesar sociales al sistema ecológico.
Los niveles, primero. El estudio de una ciudad se nos presenta,
entonces, como estudio de la sociedad por medio de un conjunto
espacial particular; del mismo modo que la sociología ha sido, general-
mente, estudio de la acción social en una dimensión histórica particular,
se trata de- descubrir en- una sección vertical espacial los mismos pro
cesos que suelen extraerse de una sección temporal.
URBANA? 41

A nivel presociológico, encontramos el estudio de la historia de


éste conjunto espacial en tanto que tal. Es el terreno de la ecología hu-
mana, tanto si se consider-a la evolución como si se centra la atención
en las interdependencias coyunturales.
Después, está el análisis de la sociedad local, en tanto que sistema
social. Que se trate de una casa o de una calle, puede elaborarse un
análisis de las personas que la habitan o frecuentan, codificarlas como
actores, estudiar un sistema de interacción. Puede ocurrir también que
no exista una red de inter-conexión social entre las personas que viven
en la misma calle. El objeto real (las personas que habitan en la calle)
no puede transformarse en objeto científico (el sistema social de la
calle). Exceptuando el caso de que la calle desaparezca, y se proceda
simplemente a seguir las pistas, una por una, de las personas que en
ella habitaban, hasta reconstítuir 1a red de inter-conexión a que perte-
necen. Pero es fácil darse cuenta que el procedimiento lógico es la bús-
queda de cierto sistema de interacción, más bien que el juego que con«
siste en seguir a individuos reales.
Del mismo modo, si quisiéramos extraer un elemento del sistema
histórico de acción (por ejemplo, un movimiento social), sería absurdo
partir de una investigación sobre las clases sociales en los grandes con-
juntos residenciales. Habría que reconstituir en lo concreto el motivo
del movimiento social, previamente definido con respecto a lo que se
trata de estudiar.
Observamos que esta penetración de la sociedad urbana por
parte de la sociedad en general, que esta desaparición, de hecho, des-
pués, en tanto que objeto real, no equivale a la visión tan extendida?-
de la ciudad como proyección de la sociedad sobre el espacio. Esta
perspectiva comporta una implícita disquisición semiológica. En efecto,
si la ciudad es una proyección, la marcha de la investigación ha de ser
inversa a la habitual. No se estudia un sistema de relaciones o un pro-
ceso de acción que tiene lugar, como todo lo que sucede, en esta aglo-
meración social llamada ciudad. Se lee la ciudad. Los objetos físicos, la
ecología de la aglomeración, se convierten en signos. En tal caso, o bien
se permanece a1 nivel de la construcción semántica y se procede a la
extracción de una mera coherencia de signos, o bien se ha planteado
como hipótesis una organización social de la ciudad, considerada como
sociedad de carácter local, en cuyo caso la verificación viene dada por
la correspondencia entre la organización de los significantes y la de los
significados, o bien, finalmente, como sucede con mucha frecuencia,
se practica una especie de arqueología social: La historia ha dejado
sus huellas en estas piedras, en estas calles, en estas fábricas. La tarea
consiste en reconstítuir la sociedad primitiva así reflejada.
No hay, pues, nada que responda a la expresión lo urbano , sea
cual sea la perspectiva. Sin embargo, no querríamos por el momen-
to llevar nuestra iconoclastia respecto a la sociología urbana hasta el
42, ¿HAY UNA SOCIOLOGIA

extremo iímitc. Tanto más, cuando que, dispersamente, aqui y allá, se


han llegado a descubrir algunos débiles indicios de especificidad. Pero,
al menos, nos gustaría sugerir en qué condiciones podría definirse una
sociología como urbana desde el punto de vista de su objeto cien-
tífico.
En nuestra opinión, existiría una especificidad urbana en el caso
de una coincidencia entre unidad espacial y unidad social, sea al nivol
del sistema social, del sistema de signos o del sistema de acción.
Para aclarar esta posibilidad, comparemos la ciudad con la Empre-
sa. La empresa es un objeto real. También ella está incluída en los
procesos generales. Y sin embargo, existe una sociología en la em-
presa. ¿Por qué? En términos propiamente sociológicos, existe una so-
ciología de la organización e incluso si bien en forma menos clara-
una sociología de la institución. Es decir, porque coinciden una unidad
real -la empresa - y un sistema de status y de roles . También,
porque coinciden una unidad real y un conjunto de medios orientados
hacia un objetivo socialmente específico.
Transpongamos lo anteriormente dicho a la sociología urbana. He-
mos creído encontrar cierta especificidad cada vez que hemos podido
hablar de comunidad, es decir, cada vez que unaunidad ecológica coin-
cide con una unidad de vida social , con un sistema social, general-
mente unificado por una subcultura, sostenida ésta a su vez- por
esa especificidad espacial, La descripción de Coing concernía, efecti-
vamente, a una comunidad urbana, Pero esta fusión no es privativa de
las subculturas urbanas. Es también el elemento característico de lo que
es llamado - socialmente - un ueblo, por ejemplo, en la terminología
de Redfield. Por lo demás, calificativo pueblerinos urbanos 55
no resulta ya sorprendente. De tal forma que ya no se trata del paso
de lo rural a lo urbano, sino del proceso de destrucción de las subcul-
turas comunitarias por la cultura de masas , es decir, por la cultura
socialmente dominante. Hablando en términos de evolución social, pue-
de hacerse alusión a una separación entre unidad espacial y unidad so-
cial. Pero el estudio sociológico de este fenómeno exige que se proceda
a partir de un subconjunto particular constituído y que se analice la pe-
netración de este conjunto por parte de la sociedad global, sea por
netración cultural (tal como la describe Retel), sea por disgregación
de la base ecológica (siguiendo el trabajo citado de Going).
Partiendo siem re del punto de vista autónomo de la sociología
urbana, pero situán onos en otro nivel de análisis, podríamos hablar de
institución urbana (o, más simplemente, de ciudad) cada vez que coin-
ciden un conjunto ecológico y un sistema autónomo de acción. Por esto

5 Cf. Herbert I. Gans: The Urban Village , The Free Press of Glencoe,
1962. estudio de un barrio de obreros italianos en Boston.
URBANA?

último entendemos un sistema en el cual el proceso de producción,


fundamento de todo sistema institucional, es reintegrado en un proceso
complementario de organización. La carencia absoluta de estudios ur-
banos enfocados según esta perspectiva, convierte en difícil la imagen
que de ella podríamos hacernos. Pero, en el fondo, la definición que
Max Weber da de la ciudad prefigura esa perspectiva, pues para él,
e: la autosuficiencia político-administrativa la que define la ciudad, una
vez conseguida: la aglomeración espacial y la base económica 5 . Ahora
bien, el sistema político-administrativo er la expresión í/zstítzzcionalizada
de tm sistema de acción.
Volviendo a las ideas de Remy, la existencia en la civilización
industrial de un medio innovador y de un mecanismo complemen-
tario de reorganización social que asimila el cambio acelerado, consti-
tuye un sistema de acción, puesto que se halla en la base del proceso
de formación de esa sociedad. Si es cierto que la ciudad es la forma
espacial de ese complejo, ¿no sería, acaso, esta fusión ecológico-espa-
cial la base de lo que podríamos propiamente llamar institución ur-
bana?
El estudio de la existencia o inexistencia de estas comunidades y
de estas instituciones urbanas, de las condiciones que contribuyen a su
formación, de su conexión con otros elementos de la estructura social,
podría entonces constituir un objeto de investigación relativamente
específico.
Sin embargo, es fácil percibir lo precario de esta perspectiva. Por
una parte, estas comunidades urbanas no son sino reminiscencias en la
sociedad industrial y, al estudiadas, sería sumamente sencillo caer en
un análisis simplista del cambio social, en el que las fuerzas externas
se impondrían a los actores. Sólo el descubrimiento de nuevos sistemas
de relaciones sociales, espacialmente determinados, devolvería cierto in-
terés a esta línea de investigación. Por otra parte, resulta difícil imagi-
nar un sistema urbano de acción 57. Incluso el eiemplo más arriba
utilizado, el de Weber, muestra la particularidad histórica de some

Max Weber: Wirtscbeft mid Gerellscbafr, trad. cast. Economía y Socie»


dad, F.C.E., México, 1964, tomo II, pág. 949.
7 Al hablar del «sistema de acción» lo hacemos en el sentido en que se
hace en los trabajos del Seminario de Alain Touraine, y teniendo en cuenta
que las condiciones temáticas y de discusión del presente artículo no nos permiten
ni mucho menos desarrollar la idea en todas sus implicaciones. El hecho de
que estos conceptos no hayan cristalizado todavia en resultados concretos, no
debe llevarnos a prescindir de ellos ni a posponer la constatación de la existencia
de un nivel analítico que consideramos fundamental y que sin embargo ha sido
poco tenido en cuenta y apenas explorado: hablamos del estudio científico de los
procesos de formación y transformación de una sociedad. El interés excepcional
de la perspectiva así abierta, compensa de todas las dificultades y contradicciones
propias a las construcciones teóricas particulares.
¡ante situación. Sólo ei estudio de las ciudades nuevas podría aportar
una respuesta a esta pregunta. Una ciudad nueva, ¿es la formalización
espacial de un sistema de acción?, o ¿no es sino la expresión mediatí-
zada de un elemento del sistema de acción subyacente a 1a política de
una sociedad? Posiblemente, una última gran inVCstigación de la socio-
logía urbana sería aquella que demostrase empíricamente la imposibili-
dad de su propia autonomía científica.
Estas observaciones no son sino ejemplos aislados de una reflexión
posible sobre lo que puede quedar de científico en esta sociología que
trata de enlazar procesos sociales con elementos espaciales. Su misma
dificultad ilustra suficientemente la profundidad de la crisis señalada.
Si aún hiciese falta una nueva paradoja sociológica, no sería la menor
el constatar, después de medio siglo de existencia de la sociología ur.
bana, que un solo tema de investigación sigue inédito: su objeto.

[44]
2.2 Teoría e Ideología en Sociología Urbana

Una ciencia se define primordialmente por la existencia de un


objeto teórico que le es propio, suscitado por la necesidad social de
conocer una determinada parcela de la realidad concreta.
El objeto científico de una disciplina está constituido por el apa-
rato conceptual construído para explicar los diversos objetos reales que
dicha ciencia se propone analizar. Puede también concebirse la aplica-
ción de una ciencia a un ámbito preciso de la realidad, y entonces nos
encontramos ante un caso de especialización de la actividad teórica.
Como regla general, podemos afirmar que si una ciencia, general o
particular, no posee ni objeto teórico propio ni objeto real especifico,
carece de existencia institucional, en tanto en cuanto pueda estar so-
cialmente reconocida como productora de conocimiento.
Ahora bien, si la especificidad de una ciencia es puramente insti-
tucional, es porque, en definitiva, lo que produce no son" conocimientos,
sino desconocimientos , o conocimientos desplazados, es decir, cono-
cimientos aCerca de objetos teóricos diferentes a los que en principio
la tal ciencia afirmaba tomar en consideración. No estamos ante una
actividad teórica, sino ante una actividad ideológica. Toda ciencia mez-
cla, en proporciones que varian según las circunstancias, ideologia y
teoría. En ocasiones, y como varía hacia su legitimación, ciertas activi-
dades ideológicas son consagradas institucionalmente como ciencias.
Los conocimientos teóricos que en el caso puedan, eventualmente, produ-
cirse en este terreno, surgirán a pesar de la camisa de fuerza ideológica
socialmente estabiecida. La Sociología urbana es una ideología. Nuestro
objeto es tratar de demostrar este aserto, delimitar dicha ideología y
describir la función social que desempeña.

I. LAS DESVENTURAS DE UNA PIONERA:

DE LA ASISTENCIA SOCIAL A LA TECNOCRACIA


Recordemos rápidamente los rasgos característicos de nuestro pen
sonaje, tal como ha existido históricamente.
[451
'X'EORiA 1'} IDIÜOIDGÍA

Aunque los análisis (le ia industrialización, de Marx a Durkheim


y a Weber hayan tomado en consideración el hecho urbano y hayan
insistido cn ei papci desempeñado por las ciudades (especialmente
Weber, en Economía y Sociedad), la afirmación de una teoría socio-
lógica especificamente aplicable a la ciudad no toma fuerza hasta la
publicación de los trabajos de la llamada Escuela de Chicago, y, en
especial, los contenidos en el libro de Park, Burgess y Mc Kenzie
The City, que ve la luz en 1925 . Todo el desarrollo futuro de nuestra
disciplina viene esbozado en los tres primeros capitulos de esta obra 2.
Robert E. Park ve enla ciudad la imagen viva de la nueva socie-
dad, el laboratorio que pone a disposición del sociólogo la más com-
pleta y variada gama de nuevos fenómenos sociales y, entre éstos, es-
pecialmente, todos los relacionados con la integración y cohesión de
una formación social sometida a un ritmo de cambio fulgurante y sin
precedentes: por otra parte, esboza y prefigura el tema de la cultura
urbana que, recogido y desarrollado por Wirth, vendrá a constituir
uno de los pilares básicos de la sociología urbana, y a convertirse en
sonsonete inevitable de todo discurso sobre el cambio social.
Ernest W. Burgess llega a la conclusión de que existe una estre-
cha relación entre desarrollo económico, transformaciones sociales y
organización del espacio, al elaborar su famosa teoría del crecimiento
urbano en sucesivas zonas concéntricas; teoría que no representa, como
puede parecer a primera vista, una generalización empírica un tanto
ingenua, sino que es más bien una afirmación de la dependencia del
espacio y, por lo tanto, de la ciudad- con respecto a una deter-
minada estructura social 3. La ciudad producto de la sociedad marca
la-pauta y la orientación básica de toda la corriente historicista de la
sociología urbana en Estados Unidos, con autores como Mumford, Sio-
berg, Firey, Form, etc., corriente que ha ejercido singular fuerza atrac-
tiva sobre los sociólogos europeos en general, y sobre los franceses en
particular (Chevalier, Lefebvre) 4.

' Cf. Don Martindaie: «Prefatory Remaks: 'The Theory of the City»,
introducción a Max Weber: The Cily, New York, Free Press, 1966, págs. 9-62.
1 Robert E. Park: The City: Suggestions for the Investigation of Human
Behavior in the Urban Environment; Ernest W. Burgess: «The Growth of the
City»; R. D. Mc Kenzie: «The Ecological Approach to the Study of Human
Comunity», en Park, Burgess y Mc Kenzie: The City, Chicago, Universxty of
Chicago Press, 1967.
3 Sobre este tema, ver la discusión que lleva a cabo Schnore de la teoría
de las zonas concénrricas: Leo F. Schnore: «On the Spatial Structure of Cities
in the Two Americas», en Hauser y Schnore (compiladores): The Study of Ur-
banization, Nueva York, John Wiley, 1965, págs. 347399.
En particular, Lewis Munford: The City in History, Nueva York, Har-
court, Brace and World Inc, 1961; Gideon Sioher: The Pre-Industrial City,
Past and Parker , Nueva York, Free Press, 1960; Walter Firey: Land Ure m
Central Boston, Boston, Harvard University Press, 1947; William H. Form:
EN SOCIOLOGÍA URBANÁ

R. D. Mc Kenzie estudia la ciudad en tanto que sistema ecológico,


al tratar de establecer las condiciones de su funcionamiento orgánico,
situándose asi en una perspectiva intelectual similar y paralela a la
de Malínowski, es decir, en la perspectiva originaria del funcionalismo.
Continuador de Mc Kenzie, Hawley trabaja en la sistematización de
las bases de esta perspectiva que, superando la supeditación demasiado
estricta de la sociedad al espacio, considera a la sociedad como articu-
lación progresiva de Comunidades humanas especialmente definidass.
Duncan elaborará, posteriormente, la noción de complejo ecológico
que, de hecho, viene también a constituir una teoría de la regulación
y del cambio del sistema social de la comunidad, a partir de la intera-
ción de los cuatro elementos que la componen: medio ambiente, pobla-
ción, tecnología y organización social 5.
Sistema cultural específico, generador de los nuevos valores y
normas que caracterizan a las sociedades modernas; espacio moldeado
por las transformaciones de la estructura socio-económica; organismo
ecológico capaz de autoequilibrio, de manera que pueda dar respuesta a
las nuevas necesidades suscitadas en su interior o inducidas desde el exte-
rior. He aquí los ejes de definición teórica en torno a los cuales se
ha constituido la sociología urbana.
Lateralmente, otros análisis centran su atención sobre objetos reales
teorizados en una perspectiva que nos reenvia ineluctablemen-te a una
u otra de las tres enunciadas. Así, por ejemplo, no cabe ninguna duda
de que el análisis de la desorganización social urbana, en general, y
el de la patología personal y la marginalidad, en particular, se halla in-
tegrado en la tradición de 1a sociología urbana en la medida en que se
acepta la existencia de una cultura urbana suscitada por la heterogenei-
dad y por la concentración especialmente densa de la población que
determinan la pérdida de la solidaridad mecánica o la desintegración
de la comunidad, hechos que provocan un fuerte incremento en la
tasa de desorganización social 7.
Por otra parte, los estudios de comunidades (community rtua ies),
tan frecuentemente confundidos con la socrologia urbana, han ido pro-
gresivamente afirmando su independencia, sea invocando y hacrendo

«The Place of Social Structure in the Determination of Land Use», Social Forces,
núm. 32, mayo 1954; Henri Lefebvre: Le Droit á la ville, París, Editions An-
thropos, 1968.
5 Amos H. Hawley: Human Ecology; Nueva York, The Ronald Press
Co., 1950.
° Otis Dudley Duncan: «Human Ecology and Population Studies», en Ph.
M. Hauser y O. D. Duncan (compiladores): Contributions to Urban Sociology,
Chicago, The University of Chicago Press, 1964, págs. 541-559.
" Cf. Marshall B. Clinard: «The Relation of Urbanization and Urbanism
to Criminal Behavior», en Burgess y Bogue (compiladores): Contributions to
Urban Sacialagy, Chicago, The University of Chicago Press, 1964, págs. 541-559.
48 TEORiA re rememora

recordar sus estrechas relaciones con cierta tradición antropológica (es-


tudio de un microcosmos social considerado como un todo) 8, sea espe-
cializándose cada vez más en la consideración de los circuitos y redes
de poder e in uencia en lo que respecta a la gestión del sistema local,
mucho más asequible a la observación que la sociedad global. Es evi-
dente, en efecto, que en ambos casos la noción Central deja de ser lo
urbano , para convertirse en la comunidad , en tanto que sistema
cerrado de relaciones sociales . Además, hay quedecir que la noción
de comunidad aparece en agrupaciones humanas no de nidas espe
oialmente 1°, como la empresa industrial o las organizaciones (por
ejemplo, una profesión, o una institución social). Hay, sin embargo,
comunidades cuyas fronteras parecen coincidir con las de ciertas uni-
dades espaciales, o, más concretamente, con las de ciertas unidades
residenciales. El problema así planteado es el de la existencia de medios
urbanos socialmente específicos como los barrios o, en otras circuns-
tancias, los suburbs, a partir de cuya realidad puede concebirse un
análisis teóricamente autónomo 1 .
Institucionalmente, la sociología urbana americana ha conocido
dos auténticas Edades de Oro: 1) El período entre las dos grandes
guerras mundiales, con el estudio (dirigido por la Escuela de Chicago)
de los mecanismos de integración y desorganización sociales en las
grandes ciudades, en período de crecimiento super-acelerado. 2) El
período inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial, con
la consideración (a partir de los trabajos de la Escuela de Michigan y
prolongado también a Chicago gracias a Bogues) de los fenómenos de
difusión urbana y de constitución de regiones metropolitanas interde-
pendíentes y jerarquizadas.
En el curso de los años 60, por el contrario, constatamos una
disminución notable en la cantidad y en el ritmo de producción de
análisis y trabajos específicamente relacionados con esta disciplina. No
es que los problemas urbanos hayan perdido importancia. Bien al con-
trario, su volumen y acuidad no dejan de aumentar. Pero precisamente
por esto se produce un distanciamiento progresivo entre la sociología
y el tratamiento de los problemas urbanos. Esta a rmación debe pre-
cisarse, pues constituye un fenómeno esencial como signo del papel
social desempeñado por la sociología urbana.

' CE. J. Bensman, M. Stein y A.Vidich: Reflections an Community Studies,


Nueva York, John Wiley, 1964.
Cf., ver especialmente la excelente síntesis de Nelson W. Polsby: Com-
munity Power and Political Theory, New Haven, Yale University Press, 1963.
° Cf. Maurice R. Stein: Tbe Eclipse of Communitv. An Interpretatton of
American Studies: Nueva York, Harper and, Row, 1964.
Consultar la fructuosa discusión que sobre el tema entabla Albert J. Reiss
en «The Socrological Study of Communities», Rural Sociology, volumen 24, íu-
nio 1959.
EN SOCIOLOGIA URBANA 49

Por una parte, al convertirse las sociedades industriales casi en-


teramente en sociedades urbanas ¡2, 1a sociología urbana se convierte,
a su vez, en sociología general, sólo que aplicada al estudio de la
trama de conglomerados sociales en presencia '3. Los manuales de so-
ciologia urbana recientemente publicados son muy numerosos; de
hecho, se trata de concursos de organización social, matizados por una
elevada dosis de etnocentrismo (norteamericano), a pesar de (y, quizá,
primordialmente por esta razón) sus referencias a las sociedades tra-
dicionales ).
Por otra parte, los problemas urbanos en cuestión no son ya
problemas de integración, sino, sobre todo, problemas de gestión del
sistema, considerado en su conjunto: Organización de las interdepen-
dencias espaciales en un medio tecnológico complejo, acción del sector
público con vistas a la organización del consumo en lo que respecta
a necesidades colectivas, tentativas de control de las tensiones sociales
producidas por la materialización en el espacio de los procesos de se-
gregación étnica y social. Tales cuestiones parecen exigir las aportacio-
nes de múltiples disciplinas, en especial la de los urbanistas, por un
lado, y la de los politicólogos, por otro 4.
Hemos pasado así de la reforma social a la planificación urbana.
Del social war/cer. al tecnócrata. La ciencia política, al mismo tiempo,
pasa al primer plano, al reconocerse universalmente que la cuestión
en juego es, ante todo, una cuestión política.
¿Y en EuropaP... De hecho, la sociología urbana es, ante todo,
norteamericana. Las razones son simples: Por un lado, debe ciertamente
reconocerse Ia superioridad del aparato generador de informaciones de
las Universidades estadounidenses. en correspondencia con la domi-
nación tecnológica, económica y política de este país; pero, sobre todo,
hemos de tener en cuenta el hecho de que Ia misma existencia de algo
a lo que se llama sociología urbana, parte de una parcelación entre los
diferentes dominios intelectuales que no es sino la expresión de una
perspectiva epistemológica empirista, fundamento de la sociología ame-
ricana, pero considerablemente menos predominante en Europa (y par-
ticularmente mal enclavada en Francia).

2 Cf. Dennis Mc Eltalth: «Introductory: The New Urbanization», en


Greer, Mc Elrath; Minar y Orleans (compilador-es): The New Urbanizatian, St.
Martin s Press, 1968, págs. 3-12.
" ' Cf. Alvin Boskoff: The Sociology of Urban Regions, Nueva Appleton
Century Crofts, 1962.
" Es interesante, en este sentido, hacer constar la especificidad de los dos
meíores readings de sociología urbana recientemente publicados en los Estados
Unidos: el ya citado de S, Greer, y otros, y el editado por Schnore: Sacml
Science and the City, Nueva York, Frederick A. Praeger, 1968. Encontramos en
ellos dos rasgoa fundamentales: la interdisciplinaridad y el carácter preferente que
en ellos se otorga a los análisis políticos.
50 TEORÍA E IDEOLOGM

En todo caso, puede afirmarse que allá donde la sociología urbana


se ha desarrollado en tanto que tal, como sucede en los casos de In«
glaterra y ios países escandínavos, las líneas fundamentales de su evo-
lución coinciden con las hasta ahora esbozadas. Esto es válido también
para Francia, donde tanto el pionero de nuestra disciplina, Chombart
de Lauwe, como los componentes de su equipo han atravesado, poco
mas o menos, las mismas fases en su evolución.
Lo más característico de la sociología urbana francesa consiste en
que la demanda social, terreno privilegiado de la tecnocracia estatal,
viene formulada en nuevos términos; se habla de racionalidad técnica
y de la importancia de las Virtualidndes politicas en juego, mientras
que, al mismo tiempo, la respuesta de los sociólogos denota o un con-
siderable retraso o un adelanto excesivo, de acuerdo, aproximadamente,
con el siguiente esquema: O estancamiento en la sociología urbana
ya producida, tributaria en un cien por ciento de la Escuela de Chi»
(Yago y, por lo tanto, de la problemática de la integración, o proyec-
ción hacia la constitución de una ciencia social, lo cual equivale a re-
chazar perentoríamente las delimitaciones propuestas. De todo ello, se
deduce la alternativa actual en Francia: O manipulación pura y simple,
o enfrentamiento entre Administración y Sociología; añadamos que la
primera de estas dos actitudes es, en líneas generales, mucho más fre-
cuente que la segunda ¡5.
Pero no es nuestro propósito hacer historia de las ideas, sino si-
tuar una determinada producción intelectual en un campo teórico y en
una estructura social. Precisamente por esto hemos comenzado por
delimitar el objeto de nuestro análisis, para, una vez delimitado, poder
pasar al examen detallado de los fundamentos aparentes y reales de
dicha práctica teórica.

II. LA SOCIOLOGIA URBANA CARECE DE OBJETO


TEORICO ESPECIFICO

1. El mito de la cultura urbana


En lo esencial, puede afirmarse que el concepto básico sobre el
que se ha desarrollado la sociología urbana es el concepto de cultura
urbana (urbanísm). Se entiende por cultura urbana ¡6 un sistema es-
pecífico de normas o valores, o por lo que concierne a los actores-
de comportamientos, actitudes y opiniones. Este sistema es la expre-
sión de formas determinadas de actividad y organización sociales, cn-

" El coloquio «Urbanismo ySociología» recientemente (1968) celebrado en


Royaumont, hamproporcionado pruebas muy claras de esta diferenciación.
" Esta definición está basada en las nociones de cultura de Tylot, Parsons,
Park y Wirth.
EN SOCIOLOGIA URBANA 51

racterizadas por: Diferenciacíón muy acusada de las interacciones,


aislamiento social y personal, segmentación de los papeles desempeña-
dos, superficialidad y utilitarismo en las relaciones sociales, especiali-
zación funcional y división del trabajo, espíritu de competición, gran
movilidad, economía de mercado, predominio de las relaciones secun-
darias sobre las primarias, paso de la comunidad a la asociación, di-
misión del individuo con respecto a las organizaciones, control de la
política por asociaciones de masas, etc.
Puede fácilmente constatarse que se trata, pues, de un tipo socio-
cultural más que de una definición propiamente teórica, aún en el
caso de la rigurosa formulación de Wirth H, que sigue siendo la expre-
sión más completa y acabada de la tesis en cuestión. En el fondo, la
cultura urbana no es más que el sistema cultural correspondiente a la
llamada sociedad de masas 8. A partir de las bases citadas, se habla
de actitudes características de los urbanistas , de comportamientos
urbanos, de valores urbanos, etc. Y se encarga a la sociología urbana
el estudio de unos y otras.
Muchas de las críticas dirigidas contra esta caracterización se
basan en la constatación del alejamiento de semejante panorama con
respecto a determinados hallazgos empíricos, poniendo especia-l énfasis
en el hecho de que aquí y allá aparecen y se instauran nuevas formas
de solidaridad social, o subrayando la afirmación de que los grupos
primarios conservan siempre la fuerza cohesiva que les es propia, in-
cluso en el seno de las grandes aglomeraciones que caracterizan a las
sociedades industriales ¡9.
Ninguna de estas afirmaciones llega a incidir críticamente con la
perspectiva culturalista , lo cual parece lógico si tenemos en cuenta
que 'ésta no ha pretendido nunca ser fiel a la realidad, sino más bien
caracterizar las tendencias evolutivas más generales de la sociedad.
moderna. Es cierto, empero, que enla primera fase de la industriali-
zación, la evolución social puede ser descrita, muy a grandes rasgos,
por tales procedimientos, al nivel de las formas. Puede añadirse que,
por lo demás, ya los primeros sociólogos (Tónies, Simmel, Durkheim,
etc.) habían prestado cierta atención al estudio de estas transforma-
ciones.

" Wirth: «Urbanism as a Way of Life», American Journal o} Sociology,


vol. 4, julio 1938, págs. 1-24. Acaba de publicarse un resumen de las discusiones
sobre el tema que han tenido lugar recientemente, en las que aparecen conclu-
siones favorables a las tesis de Wirth: Stanley S. Cuterman: «In Defense of
Wirth s Urbanism as a Way of Life», American Journal of Sociology, vol. 74,
marzo 1969, págs. 492-499. Se trata, en realidad, de una perspectiva empirista,
mediante la que se trata, de manera bastante primitiva, de oponer la «realidad»
a las críticas «teóricas». _ .
" Tal como ha sido descrita por Riesmann y Wilensky.
" Por ejemplo, la investigación de Morris Axelrod sobre Detroit, o la
del Centro para el Estudio de los Grupos Sociales (CEGS, Paris), sobre las rela-
ciones sociales en la región parisina.
52 TEORIA E IDEODOGIA

Los problemas comienzan a surgir cuando admitimos que en ia


definición de esta cultura el término urbano no es, ni mucho menos,
accidental. La perspectiva es pues, en principio, fundamentalmente em-
pirista: Dado que todos esos rasgos nuevos surgen en ciudades, sus pri-
meros estudiosos sustituyen la búsqueda de sus respectivas definicio-
nes por la implantación de un adjetivo globalizante (cultura urbana ),
que, a fin de cuentas, no hace sino designar el lugar en que aquellos
nuevos fenómenos naccn y se desarrollan. Pero hay algo más. Nos
hallamos ante una teoría que, de forma más o menos implícita, deduce
la cultura urbana de las características ecológicas de las ciudades, es
decir, ante una teoría de la producción de formas sociales. Y estrecha-
mente ligada a ella, encontramos -lo cual es muy importante- toda
una teoría del cambio social: La tesis de folk-urban continuara . La
historia de la humanidad, en esta perspectiva, no es sino la historia
de la mutación de las sociedades rurales (folk) en sociedades urbanas,
mutación que exige el paso por una serie de escalones intermedios, y
que va realizándose de acuerdo con la mayor o menor intensidad del
impulso proporcionado por las paulatinas transformaciones del grupo
en cuanto a su dimensión, densidad y heterogeneidad. Quien dice ur-
banización, dice, pues, modernización; y quien dice tiempos modernos,
dice sociedad capitalista liberal.
Dos tesis, por consiguiente, resumen y fundamentan la teoria de
la cultura urbana:
1) Las sociedades modernas (o sea, las sociedades industriales
capitalistas), poseen un sistemia cultural específico 1 . Este sistema ren
presenta el punto final del proceso de desarrollo de la especie huma-

1" Robert Redfield: «The Folk Society», American Journal of Sociology,


vol. 52, enero 1947. Horace Miner, en una discusión favorable a Redfield,
critica esta noción: «The Folk-Urban Continuum», American Sociological Review,
octubre 1952, págs. 529-537. Debemos señalar la excelente puesta a unto de
Richard Dewey: «The RuraLUrban Continuum. Real but Relativer nimpor-
tant», American Iourmd of Sacioiogy, vol. 65, julio 1960.
2 Frente a esta interpretación de la cultura urbana, puede plantearse una
objeción de la mayor importancia. Puesto que las ciudades de la URSS, no capi-
talistas, presentan rasgos análogos a los de las sociedades capitalistas, ¿cómo
demos negar que estamos en presencia de un tipo de comportamiento estrec a-
mente ligado a la forma ecológica urbana? Nuestra respuesta viene planteada en
dos niveles:
Efectivamente, si se entiende por capitalismo la propiedad privada jurídica
de los medios de producción, parece claro que este carácter no basta a la hora
de fundamentar una diferenciación del sistema cultural. Pero, de hecho, nosotros
empleamos el término «capitalismo» en el sentido en que -como ha mostrado
Louis Althusser- lo emplea Marx en El Capital: Matriz particular de los
diversos sistemas a la base de una sociedad (sistemas económico, político, ideoló-
gico). En todo caso, e incluso en esta definición vulgar del capitalismo, el pa-
recido entre dos sistemas culturales vendria dado, no por la coincidencia en la
forma ecológicas-sino por el complejo social y técnico que fundamenta la hete-
rogeneidad y las concentraciones de población. Estaríamos más bien, en tal caso,
EN SOCIOLOGIA URBANA 53

na. Su instauración progresiva no tiene lugar sin dificultades. Se trata,


pues, al mismo tiempo, de definir sus contornos, de estudiar su área
de difusión y predominio, y de comprender las resistencias al cam-
bio por parte de ciertas subculturas no integradas.
2) Este sistema es producido a partir de una configuración
ecológica particular de la actividad, llamada ciudad. La sociedad rural
se convierte en sociedad urbana a causa del aumento de dimensión,
densidad y heterogeneidad que se produce en las colectividades terri-
toriales que la componen. A partir de cierto nivel de desarrollo, la
sociedad urbana produce y emite unos valores que acaban por impo-
nerse, incluso a las aglomeraciones rurales.
Lo rural y lo urbano son los polos opuestos de un continuum
en cuyo seno pueden constatarse, empíricamente, situaciones relativa-
mente diferentes y matizadas pero que, en definitiva, poseen en común
dos rasgos esenciales: Todas se sitúan en ese continuum , y todas
evolucionan de lo rural hacia lo urbano.
La primera de las tesis expuestas exige, en nuestra opinión, una
confrontación crítica fundamental: No puede tomarse como objeto
teórico de una disciplina un tipo cultural históricamente dado, salvo
si se define este tipo como forma final no sólo existente en una co-
yuntura histórica dada, sino implícito en otras situaciones, como en
estado latente. Más claramente, para que la cultura urbana se constituya
en objeto teórico autónomo, dejando así de no ser más que la cultura
propia de la sociedad capitalista liberal, es preciso asimilarla a la
modernidad, y suponer que todas las sociedades tienden a asimilarse
a ella a medida que van desarrollándose, sin tener en cuenta ciertas
diferencias secundarias, como, por ejemplo, las concernientes al sistema
económico.
Podemos ya precisar el alcance ideológico de la sociología urbana.
Más arriba hemos aludido a la preferencia otorgada al estudio de la
integración social. Nada hay que impida el analisis científico de este
fenómeno. Pero cuando una disciplina se especializa en el estudio de
la integración social, en el marco de una cultura dada (en nuestro
caso, en el de la cultura suscitada por la industrialización capitalista),
su margen de maniobra propiamente teórico deviene, inevitablemente,
bastante precario.

ante una «cultura industrial». El elemento clave en la determinación de la evo-


lución de las formas sociales, sería entonces el hecho tecnológico de la indus-
trialización. Nos vemos, pues, girando en las proximidades de las tesis sobre la
sociedad industrial de Raymond Aron.
Por otro lado, en cambio, si nos atenemos a una definición cientifica del
capitalismo, lo que podemos afirmar es que en las sociedades históricamente dadas
donde se han efectuado estudios sobre la transformación de las relaciones sociales,
la articulación del modo de producción dominante llamado capitalismo llega a dar
la producción de un determinado sistema de relaciones y, a la vez, de la de una
nueva formaecológica.
monta E lDEOLÜGiA

En cuanto al segundo cie de ia argumentación, las cosas parecen


todavía más claras. Fundamentar la producción de una forma impor-
tante de organización social en ciertas transformaciones ecológicas, nos
oírece una panorámica demasiado pobre de la teoría sociológica como
para considerar posible el planteamiento serio de la cuestión.
La tentativa de Wirtb, dirigida a mostrar específicamente la re-
lación existente entre densidad, dimensión y heterogeneidad, por una
parte, y cultura urbana, por otra, no es pese a la indiscutible calidad
intelectual del plantean1iento- -, sino 'una acumulación de hipótesis
de sentido común, sin ninguna articulación teórica interna. Es induda-
ble que la organización social y el sistema cultural dependen de algo
más que del número y la diversidad de los individuos que componen
la sociedad. No tratamos con esto de negar ni de disminuir la impor-
tancia de estos caracteres, sino de afirmar que deben integrarse en la
estructura tecno-social, fundamento organizativo de toda sociedad.
Aunque no pretendemos aquí elaborar una teoria de 1a producción de
formas sociales, creemos, en todo caso, estar en condiciones de recha-
zar de plano y deínmediato- un punto de vista tan evidentemente
simplista como el subyacente a la afirmación de la producción de la
cultura urbana por la ciudad .
Empíricamente, estudios muy diversos han puesto de manifiesto
la existencia de ciudades en el marco de sistemas culturales del todo
diferentes entre si . Constatado lo cual, resulta bastante sorprendente
pasar revista a las conclusiones de ciertos autores. Así, mientras unos
proponen, ni más ni menos, reservar el calificativo de ciudades a las
aglomeraciones de las sociedades industriales , vemos cómo otros so-
lucionan el problema... ¡asimilando urbanización, modernización y oc-
cidentalización ! 24. Si se constata que las diferencias entre el campo
y la ciudad tienden a desaparecer, y si Gotrmann muestra la interpe-
netración cada vez más acusada entre actividades y formas sociales '25, se
empezará a hablar... ¡de difusión urbana ! 2 .
Si de las características generales pasamos a los contextos urbanos,
y si buscamos una definición del comportamiento por su inserción en

n ,Cf. G. Sjoberg, op. cit.,; Robert C. Mac C. Adams: Tbe Evolution


of Urban Society, Chicago, Aldine Publishing Co., 1966; Sjoberg, «Cities in
Developing and in Industrial Societies: A Cross-Cultural Analysis», en Ph. Hauser
y L, Schnore (compiladores), op. cit., págs. 213-265.
1 Por ejemplo, Leonard RIESMANN: The Urban Process, Nueva York,
Free Press, 1964.
2 Noe'l P. Gist y Sylvia F. Fava: Urban Society, Nueva York, Thomas
Y. Crowell, 1964, pág. 272.
1 Jean Gottmann: Megalapolis, Cambridge (Mass.), MIT Press, 1961;
Gottmann y, R. A. Harper: Metropolis on the Move, Nueva York, John
Wiley, 1967?
2° Achille Ardigo: La Dífusione urbana, Roma, Ave, 1967.
EN socrorocm URBANA 55

un medio ecológico dado (por ejemplo, el barrio), constataremos que,


cada vez que se ha estudiado el problema a través del análisis multi-
variado, éste ha puesto de manifiesto el papel determinante que en la
realidad desempeñan las características sociales individuales o contex-
tuales, mientras que la contigüedad espacial no hace sino reforzar cier-
tas determinaciones propiamente sociales 27.
Lo que muchas veces llama a engaño es la coincidencia entre
ciertos comportamientos característicos y la constitución, característica
de la sociedad industrial, de grandes aglomeraciones. He aquí un caso
típico de correlación espúrea. Las transformaciones en la estructura
tecno-social, fundamento de la sociedad, conducen al mismo tiempo,
a nuevos tipos de relaciones sociales y a una nueva formade organiza-
ción espacial. Nunca llega a formularse un proceso como el que nos
ocupa en toda su coherencia teórica a partir de la relación entre ele-
mentos ubicados en la superficie de la realidad, sino más bien a través
de las relaciones que organizan esta zona superficial a partir de ele-
mentos estructurales 23.
Podríamos, pues, aceptar la apelación cultura urbana para desig-
nar lo que sucede en las ciudades. Pero, por una parte, como hemos
mostrado más arriba, la confusión no es tan inocente como parece,
ya que comporta implícitamente una ideología de la producción de
formas sociales. Y, por otra, al no constituir esa cultura urbana objeto
teórico, concepto particular, parece claro que la sociología urbana no
puede tomarla, en ningún caso, como criterio de especificación.
La cultura urbana no es un concepto. Es, hablando con propiedad,
un mito, puesto que cuenta ideológicamente - la historia de la es-
pecie humana. La sociología urbana basada en la cultura urbana es una
ideología de la modernidad, asimilada de manera etnocéntrica a la
cristalización de las formas sociales que caracterizan al capitalismo li-
beral.

2. La organización social del espacio


El estudio del proceso de urbanización ha venido girando, por
una parte, en torno a la descripción de las nuevas formas de implan-
tación de la población y las actividades, y por otra, en torno a la deli-

27 Para una excelente síntesis de resultados de investigación, Jomes M. Bes-


hers: Urban Social Structure, Glencoe (111.), Free Press, 1961. Ver también
William M. Dobriner (compilador), Tbe Suburban Community, Nueva York, Put-
nam, 1958, y J. O. Retel: <<Quelques aspects des relations socialesidans l agglo-
mération parisienne», en C. Cornuau, y otros: L'attraclion de Paris sur ra ban-
licue, París, Les Editions Ouvrieres, 1965.
2 No exponemos, por el momento, de qué elementos se trata, ya que, en
nuestra opinión, esta mes/tión nos llevaría al problema central de la teoría so-
ciológica.
56 TEORÍA E ¡promesa

irritación de ias relaciones entre estructura social y organización del


espacio. Esta perspectiva, que es la de la ecología humana y la de
los trabajos de Burgess, prolongados actualmente por Schnore , ha
llegado también a informar los estudios de la corriente del marxismo
historicista interesados en los problemas urbanos. como lo demuestran
las investigaciones de Henri Lefebvre y Alessandro Pizzorno 3°, entre
otros.
Distinguiremos entre dos aspectos diferentes de estos trabajos:
1) La consideración del espacio en tanto que objeto de análisis; 2) La
teorización de la relación entre sociedad y espacio.
El análisis sociológico del espacio plantea, en efecto, una proble-
mática que, en principio, consideramos plenamente justificada y que no
hay por qué desechar a priori . De todas formas, añadamos inmedia-
tamente que no se trata de un objeto teórico sino de un objeto real, ya
que el espacio es un elemento material y no un cuerpo conceptual. Con-
sideraremos pues este tipo de análisis como inscrito en el marco de las
tentativas llevadas a cabo para dotar a la sociología urbana de ciertas
bases, en tanto que visión especializada de uno de los aspectos de lo
re .
La afirmación de la relación sociedad-espacio no debe provocar,
en principio, ninguna objeción realmente seria y fundada. Es evidente
que el espacio, como cualquiera de los elementos materiales sobre o a
partir de los que se ejercm actividades humanas, adopta una configu-
ración particular, en consonancia con la del com lejo tecno-social que
lo comporta y circunscribe. Pero resulta que, en o concerniente a este
problema, se recurre con excesiva facilidad a una especie de teoría del
reflejo . Ahora bien, la sociedad no se refle a en el espacio, la socie-
dad no se sitúa ni puede situarse como algo externo al espacio mismo.
Se trata, pues, de mostrar la articulación entre el espacio y el resto de
los elementos materiales de la organización social, en el marco de una
coherencia conceptual, teórica, que llegue a dar cuenta de coyunturas o
procesos que necesariamente deben ser explicados. Más concretamente:
la formación de regiones metropolitanas en las sociedades industriales
no es un reflejo de la sociedad de masas sino la expresión espacial,
a nivel de formas, del proceso de centralización de la gestión y des-
centralización de la ejecución, y esto tanto desde el punto de vista de
la producción como desde el punto de vista del consumo 3 . El hecho
de que el espacio, considerado como distancia , haya llegado a ser algo

1 Sclmore: Tbe Urban Scene, Nueva York, Free Press, 1965, pág. 374.
°H. Lefebvre, op. cía,- A. Pizzorno. «Développement économique et
urbanisation», en Actas del V Congreso Mundial de Sociología, 1962.
3 Cf. J. Bollens y H. Schmandt: Metropolis, 1965, y también L. F. Schnore:
«Urban Form: The Case of the Metropolitan Community», en el libro editado
por W. Z. Hirsch: Urban Life and Form, Nueva York, Holt, Rinehart and
Winston, 1963, págs. 169-201.
EN- soeronoem cama 57

relativamente poco importante, debe ser explicado por el predominio


del medio técnico sobre el medio natural , y depende del tipo de
organización social y del tipo de progreso técnico suscitados por las
nuevas aglomeraciones. El análisis de las formas sociales (entre las que
se encuentra el espacio), exige una reconstrucción de la estructura sig-
nificativa de las relaciones entre los elementos concretos que componen
una sociedad (entre los que se encuentra el espacio). El espacio debe,
pues, ser integrado en esta estructura, con efectos específicos, y mani-
festar al mismo tiempo- en sus características, la articulación con-
creta de las distintas estructuras y niveles del conglomerado social en
el que se halla circunscrito.
Nos hallamos, por lo tanto, ante una problemática concreta, la del
desarrollo, que no emana de un cuerpo conceptual autónomo. Lo mismo
sucede cuando se habla de estratificación urbana: Nos planteamos en-
tonces el problema de la dimensión espacial de la teoría de la estratifi-
cación social, sin considerar realmente a fondo la cuestión del cambio
de instrumentos intelectuales 3 .
La consideración sociológica de la organización del espacio, en
tanto que elemento material de la existencia humana, no nos conduce a
una demarcación teórica autónoma, sino a la clarificación y explicación
de la relación entre este espacio y el resto del edificio tecno-social.

3. El sistema ecológico
Un conjunto urbano es un sistema estructurado a partir de ele-
mentos cuyas variaciones e interacciones determinan su propia cons-
titución. Desde este punto de vista, la tentativa de explicación de las
colectividades territoriales a partir del sistema ecológico, constituye el
más serio de los esfuerzos hasta ahora realizados ara fundamentar
-hasta cierto punto - una autonomía teórica, en a óptica y en la
lógica del funcionalismo 3 .
Consideremos el problema más de cerca. Abordémoslo, por ejem-
plo, según la formulación - -de las más elaboradas - de Duncan 34;
para este autor, lOs fenómenos urbanos surgen de las recíprocas rela-
ciones entre cuatro elementos básicos; Población, medio físico, orga-
nización social y tecnología. Por otra parte, las diferentes colectivida-
des están relacionadas entre sí por una serie de nexos jerárquicos, de

3 Cf. James M. Beshers, op. al, I; también O. D. Duncan y B. Duncan:


«Residentíal Distributionand Occupational Stratification», American Journal of
Sociology, vol. 60, memo 1955.
Ver, en este sentido, la excelente antología editada por George A, Theo.
dot-son: Studies in Human Ecology, Evanston (111.), Row, Peyetson and Co.,
1961, pág. 620. '
Cf., ver nota 6.
53 monta E IDEOLOGIA

manera que el conjunto está constituido por una red compleja cuyos
elementos fundamentales están relacionados entre si, tanto en el inte-
rior como en el ámbito externo de las colectividades singulares 35.
El esquema puede complicarse, sea añadiendo nuevos elementos,
como por ejemplo el elemento sim-sociológico , o la cultura 3 , sea
considerando como establecido el predominio de un elemento determi-
nado, como la tecnología, que vendría así a desempeñar el papel de
motor del sistema 37.
En cualquier caso, empero, parece claro que no estamos ante un
objeto teórico particular, sino ante una teoría general de la estructura
social. Este esquema no explica tan sólo la ciudad o la relación espa-
cial, sino que abarca al conjunto del cuerpo social, sobre todo en lo
que concierne a sus elementos estructurales y a su tendencia al cambio.
Por lo demás, es así como concian la ecología humana tanto
Mc Kenzie38 como - sobre todo Hawley , La noción central - Ia
noción de comunidad prima sobre la de comunidad territorial, espe-
cificándose (más que fundamentándose), en el espacio. La organización
del espacio constituye, para Hawley, un caso particular con respecto a
los procesos generales que constituyen y fundamentan la estructura de
una comunidad, a partir de ciertas relaciones de simbiosis y de co-
mensalismo . El hecho de que la ecología humana haya sido aplicada
sobre todo al estudio del espacio, se explica por los nexos de unión,
históricamente probados, entre la temática y la teoría de sus iniciadores
(nexos que, por lo demás, nada tienen de arbitrarios) 4°. Pero este hecho
coyuntural, no debe inducirnos a error sobre el carácter de la ecología
humana, verdadera'tentativa de teoria general de la sociedad, en estre-
cha relación con la corriente organicista del funcionalismo.
No puede, pues, hablarse, con respecto al sistema ecológico, de
especificidad de su objeto teórico, sino más bien de perspectiva particu-
lar que concierne al con-junto de la estructura social.

3 0. D. Duncan, y otros: Metropolis and Region, Baltimore, John Hop-


kins Press, 1960.
3 Gist y Fava, op. air.
7 Por ejemplo, Jack P. Gibbs y Walter 'I'. Martin: «Toward a Theoreti-
caíl Syzsgeang of Human Ecology», Paci c Sociological Review, número 2, 1959,
p gs- F - .
" R. O. Mc Kenzie: «The Scope of Human Ecology», Publications of the
American Sacialogical Society, núm. 20, 1926, págs. 141-154.
9 Amos H. Hayley, op. al; comparar, en particular los capítulos XIII y
XIV, relativos al espacio, con el XII, en el que se establece una teoría general
sobre la estructura de una comunidad. Excelente ejemplo de relación de especi -
cación a propósito de un aspecto de lo real. -
° Esta conexión se aplica, de un lado, por las divisiones administrativas
entre los diferentes objetos de investigación, y, de otro, por la in uencia de las
ciencias biológicas sobre las primeras investigaciones empíricas en ciencias sociales.
EN SOCIOLOGIA URBANA

La cultura urbana no constituye un cuerpo conceptual, sino que es


una ideología de la integración social a la sociedad moderna . La re-
lación entre sociedad y espacio no constituye un objeto teórico, sino
que es una delimitación de un aspecto de lo real. En cuanto al sistema
ecológico, se trata más bien de una tentativa particular de explicación
de la armazón del cuerpo social que de una delimitación específica del
interior de la teoría sociológica.
Ninguno de los tres temas a partir de los que la sociología urbana
ha pretendido históricamente constituirse en ciencia, presentan las ca-
racterísticas im rescindibles de la especificidad teórica. La sociología
urbana carece e objeto teórico propio.

III. LA SOCIOLOGIA URBANA CARECE DE


OBJETO REAL ESPECIFICO
La reacción espontánea de todo sociólogo que se niega a tras-
poner a su trabajo teórico las diversiones y subdivisiones de la práctica
administrativa, consiste en concebir la sociología urbana, y con ella el
conjunto de las sociologías especializadas (industrial, de la medicina,
etcétera) como aplicación del cuerpo teórico-técnico de la sociología a
un aspecto previsto de la rea-lidad.
Ahora bien, lo que caracteriza a la sociología urbana, es precisa-
mente, la ausencia de delimitación precisa de su objetivo red]. Efectiva-
mente, cuando se habla de industria se designa un cierto tipo de acti-
vidad productiva, la educación hace referencia a un conjunto de pro
cesos de aprendizaje, socialización y selección institucionalmente esta-
blecidos, etc. Pero, ¿qué es lo urbano? En su acepción corriente, lo
urbano se opone a lo rural. Según esto, todo debería ser o bien urbano,
o bien rural. Lo problemático es que nos hallamos ante una distinción
caracterizada paradóíicamente por la ausencia de criterios distintivos,
puesto que en términos de contenido social, parece aludirse especial-
mente a la distinción entre sociedad industrial y sociedad agraria, mien-
tras que en lo concerniente a las formas espaciales de la sociedad, no
podemos ni reducir su diversidad a una simple dicotomía, ni emplazar
esos diversos aspectos en un continuum . Pensemos, al respecto, en
cómo la ciudad se disuelve en la región metropolitana, o en el caso
particular del but-go (capital provincial o cabeccra de comarca), tan
distante del pueblo como de la gran ciudad 4 .
Hay una excelente discusión sobre la definición de «urbano» en
H. T.
Eldridge: «The process of Urbanization», en el libro editado por J. Spen-
gler y O. D. Duncan: Demograp/Jt'e Analysis, Nueva York, Free Press, 1956,
pág. 338. Pierre George ha mostrado la arbitrariedad de los criterios empíricos
de delimitación en su Précís de géograpbie urbaine, París, PUF, 1964, págs. 7-20;
(if.,'también: D. Popenoe: «On the Meaning of Urban in Urban Studies», en
Meadows y Mizruchi (compiladores): Urbanirrn, Urbanization and Change, Read-
ing (Mass), Addison-Wesley, 1969, págs. 64-76.
69 TEORÍA E IDEOL%ÍA

Aigunos ban tomado, recientemente, conciencia de ias dificultades


que pianrea este fundamentar lo urbano en su diferenciación con res-
pecto a lo mrai, en Ia medida en que la urbanización se generaliza en
las sociedades industriales , o sea, de hecho, en el momento en que la
ocupación del espacio mezcla funciones y actividades hasta entonces
diferenciadas, en una red de interdependencias no caracterizada esen-
cialmente por la contigüidad geográfica. Puesto que lo rural viene a
integrarse en lo urbano , es preciso fundamentar de alguna otra forma
su respectiva especificidad 2. Y es aqui donde aparece de nuevo la re-
ferencia implícita al tema de la cultura urbana.
En efecto, si se estudian, baio la misma etiqueta, las clases s0-
ciales urbanas , la burocracia urbana , la politica urbana , el ocio,
las relaciones de amistad, los transportes y sus problemas, etc., es
porque se considera que todos estos fragmentos de la vida social son
propios de un nuevo tipo de sociedad, casi de una nueva forma de
vida (urbana...), cuyos contornos ideológicos hemos tratado de esta-
blecer más arriba.
La sociología urbana sería entonces, ni más ni menos que la
sociología de la sociedad moderna , de la sociedad de masas. Pese a
la aparente simplicidad de este aserto, lo cierto es que la opción en él
implícita equivale a un desplazamiento ideológico de todo el problema,
y esto en los fundamentos mismos de la actividad del investigador, en
tanto en cuanto su punto de partida se inscribe en un campo teórico
desorganizado o, mejor, organizado en función de una racionalidad pu-
ramente ideológica. '
¿Debemos, por consiguiente, terminar identificando la sociología
urbana a la sociología sin adietivos, y limitarnos a denunciar el carácter
ideológico del término urbano ?... Sí y no. El término urbano , tal
como ba venido siendo empleado, es sin duda ideológico, aunque nos
veamos obligados a seguir utilizándolo en el lenguaje corriente. Pero
la especificación institucional de la sociología urbana corresponde a una
cierta especialización de los diferentes ámbitos de lo real, aunque se
trate de diversos ámbitos distintos y a pesar de que éstos resulten co-
mo así sucede- más oscurecidos que clarificados a partir de la pers-
pectiva unificadora de la sociología urbana.
De hecho, y a falta de la especificación de ese ámbito de la reali-
dad al que propiamente cuadra el nombre de lo urbano , la sociología
urbana ha venido tratando con preferencia dos tipos de problemas: 1)
La relación al espacio; 2) Lo que podríamos designar como el proceso
colectivo de consumo.

f Subrayamos la claridad con que el problema aparece expuesto en la intro-


ducctón de Raymond Ledrut a su última obra l Espace social de la ville, París,
Editions Anthropos, 1968, págs. 3-70.
EN SOCIOLOGÍA URBANA

Hemos visto cómo la relación espacial, es 'decir, la articulación


concreta del elemento materia-l espacio con respecto al conjunto de
la estructura socia-l, puede y debe ser objeto de análisis sociológico. El
estudio de los distintos procesos de urbanización, así como el de la
adaptación y las transformaciones de los diferentes elementos y procesos
sociales con respecto a una determinada unidad espacial, delimitan un
campo de trabaio que tanto la ecología humana como la historia social
han contribuido a desbrozar, aunque ni una ni otra hayan llegado a
configurar una sistematización teórica verdaderamente capaz de orientar
la gran masa de investigaciones concretas hasta ahora realizadas.
Por otra parte, la sociología urbana ha abordado una multitud de
problemas cuyo contenido común consiste, en el fondo, en que todos
pertenecen más omenos a la esfera del consumo colectivo, es decir, en
que tratan de procesos de consumo cuya organización y gestión no pue-
den ser más que colectivos en razón a la, naturaleza y dimensión de las
cuestiones planteadas: Vivienda, equipamiento, ocio , etc. Por lo de-
más, esta problemática concreta ha contribuido decisivamente a funda-
mentar el sesgo ideológico bajo cuya in uencia se ha constituído la
sociología urbana. Esta desempeña, en el campo del consumo, un papel
similar al que desempeña la sociología industrial en lo que se refiere
a la producción. Ahora bien, así como el ritmo de desarrollo teórico de
esta última ha sido, al menos parcialmente, respetado, e incluso estimu-
lado, como consecuencia de su reconocimiento en tanto que excelente
sistema para detectar los puntos conflictivos que irremediablemente
aparecen en todo proceso de crecimiento, las cosas son bastante diferen-
tes en el caso de la sociología urbana. al menos si tenemos en cuenta
que a partir ya de sus primeros balbuceos, ésta es concebida como un
medio de búsqueda de los mecanismos de adaptación más idóneos y
operativos de los que pueda disponerse con obieto de utilizarlos para
la conservación de un orden, de un tipo y de un nivel de consumo
predeterminados. Esta diferencia de estatuto no hace sino confirmar y
explicitar el predominio de la producción sobre el consumo colectivo,
así como la ausencia de correspondencia entre los intereses en juego
en cada uno de estos procesos.
La tradición estudiada mezcla, pues, los más diversos temas ideo-
lógicos y objetos concretos, me2colanza de la que parecen destacarse
una sociolbgía del espacio y una sociología del consumo colectivo.
La sociología urbana, como tal, carece de objeto real específico. Su uni-
dad institucional viene dada por la función ideológica que desempeña,
y no como consecuencia de un quehacer teórico propio.
62 TEORIA, E IDEOLOG II

IV. LA HERENCIA DE LA SOCIOLOGIA URBANA

1. Un nuevo campo teórico


Dos temas, perdidos en la oscura imprecisión de la sociología ur-
bana, merecen el planteamiento de un nuevo punto de partida teórico.
Todas las informaciones interesantes, todos los descubrimientos par-
ciales hasta ahora efectuados y acumulados, deben ser sistematizados
con Vistas a futuros trabajos explicativos. Los planes de investigación
así estructurados pueden contribuir a aclarar la intervención de los in-
dividuos y grupos afectados por estos problemas, en el seno de una
sociedad dada.
Sin embargo, una vez delimitados estos dos aspectos de lo real,
deberemos todavía especificar el método de análisis a partir del cual
van aquéllos a ser estudiados. El planteamiento es, en efecto, diferente,
según que nuestro objeto de estudio se centre en la producción de for-
mas sociales, en e] funcionamiento del sistema social o en la estructura
del campo semántico 3.
Si nos decidimos por el análisis del espacio, nuestro estudio puede
centrarse, sea en la consideración de las transformaciones en las relacio-
nes sociedad-espacio, y por consiguiente en la de los cambios habidos
en la configuración de éste, sea en la de la coherencia del sistema fun-
cional de una unidad espacial dada, en la perspectiva del sistema ecoló-
gico, sea en la lectura del campo semántico de una aglomeración, tal
como preconiza Claude Levi-Strauss.
Cada uno de los tres enfoques así distinguidos, delimita en formas
diferentes, desde un punto de vista teórico, un mismo objeto real. Cada
uno trae a colación cuerpos conceptuales específicos, adecuados a cada
uno de los problemas teóricos planteados en cada perspectiva.
Asi como estos tres objetos teóricos diferenciados obligan a mar-
car tres enfoques distintos, el obíeto real el espacio- es susceptible
de análisis a diferentes niveles. Nuestro trabajo puede centrarse en el
estudio de una unidad espacial, más o menos arbitraria, delimitada en
función de la demanda social subyacente a la investigación; o en el del
sistema general de interdependencias a nivel de relación espacial, en
cuyo caso, cada unidad debe ser interpretada en función de la estructura
espacial general; o, también, en el de la relación espacio-estructura so-
cial, y entonces el espacio no sería más que un elemento en el conjunto
del sistema. Es evidente que todo se relaciona y que incluso cuando
se estudia una unidad espacial aislada, ésta expresa las determinaciones
del coniunto. Pero puede darse el caso de que centremos más bien nues-
tro interés en los efectos manifiestos en esta unidad aislada que sobre

" Según la delimitación establecida por Alain Touraine, en Sociologia


de l action, París, Seuil, 1965, cap. II.
EN somomora URBANA 63

la reconstrucción de la estructura general. La distinción entre los dife-


rentes niveles de análisis es incluso fundamental, puesto que, olvidarla
equivaldría a tener que reconstruir el conjunto de las estructuras de
una formación social para emplazar y enmarcar cada investigación par-
ticular. Ahora bien, resulta evidente que lo esencial no es analizar el
conjunto sino mostrar los efectos específicos de este conjunto sobre una
práctica o una estructura determinadas. La estructura social es, en efecto,
una noción teórica que, por lo tanto, sólo adquiere su valor cuando es
capaz de dar cuenta de procesos concretos.
Si en lugar de quedarnos a nivel de estructuras (espacio) pasamos
al análisis de los actores, deberemos tomar los mismos tres enfoques
(histórico, funcionalista, semiológico) aplicándolos respectivamente a
cada uno de los tres correspondientes niveles (personalidad, grupos o
colectividades, sociedad global).
Es así como ef estudio del espacio y del procesa colectivo de con-
sumo, a estas tres niveles, con respecto a las estructuras y con respecto
a los actores, y siguiendo los tres enfoques indicadas, viene a constituir
un nuevo campo teórico. Este campo no es el de una nueva sociología
urbana, sino, simplemente, un terreno teórico bien delimitado y des-
brozado a partir de la redefinición de los problemas reales tratados y
de los descubrimientos realizados en el seno de ese campo ideológico
designado con el nombre de sociología urbana.
Nos situamos en una perspectiva particular: el análisis histórico, o
estudio de Ia producción de formas sociales. Aunque este artículo no
puede aspirar a resolver los problemas que en tal perspectiva se plans
tcan, sí creemos poder esbozar unos primeros pasos en tal dirección,
por medio de algunas proposiciones de investigación concernientes a
los dos objetos reales precitados, analizados a partir de desarrollos teó-
ricos y siguiendo los enfoques indicados. Más claramente, ¿en quécon-
sistiría una sociología de la producción del espacio?; ¿en qué una socio-
logía de la producción de formas sociales de consumo colectivo?

2. El análisis sociológico de la producción del espacio


Llamamos producción de formas espaciales al conjunto de proce-
sos que determinan la articulación concreta de elementos materiales
sobre un espacio dado. Más concretamente, a la determinación de Ia
organización, con respecto al espacio, de los individuos y grupos, de los
medios de trabaío, de las funciones, de las actividades, etc.
Este análisis es tanto más importante cuanto, acausa del progreso
técnico, menos determinante va siendo el espacio como tai. Y esto no
porque el espacio sea algo más que la expresión de una estructura so-
cial exterior y diferenciada, sino porque en las relaciones que el es-
pacio mantiene en el seno de esta estructura, con respecto a la cual
aparece a la vez como determinante y- como determinado, su peso espe-
cífico disminuye progresivamente.
64 monta E InEomom

¿Quiere esto decir que ei espacio viene a ser página en blanco en


la que se inscribe la acción de los grupos sociales? ¿Serían, pues, los
actores quienes constituirían el espacio? Las virtualidades teóricas en
juego sobrepasan la problemática del estudio del espacio. Se trata, en
realidad, de saber si el estudio de la producción de estructuras sociales
uivale al análisis de sus génesis, a partir de acciones subjetivas cris-
ta izadas en instituciones.
La respuesta a esta cuestión debe ser clara. Asimilar la producción
de formas a la génesis de éstas a partir de 1a acción, supone el reco-
nocimiento de actores-sujetos que construyen su historia en función de
valores y objetivos que les son propios, actores-sujetos cuya acción va
cristalizando, mediante un proceso de enfriamiento , en la sociedad,
a través de una serie de luchas y decon ictos entre contrarios. Esto
equivale a partir de los actores y desu combinación, y, por lo tanto,
a aceptar la existencia de esencias primarias, no deducidas de estructuras
sociales. Más concretamente, desde el momento en que los actores his-
tóricos son considerados como irreductibles a una combinación de ele-
mentos estructurales, constituyen un absoluto, en la medida en que son
colocados en la historia, afirmándose por sí mismos y constituyendo
formas sociales a través de su enfrentamiento .
El nudo central del problema teórico es el siguiente: o actores
históricos cuya acción va produciendo sociedad, o agentes soportes que,
por medio de su practica, van expresando y conformando las combina-
ciones particulares propias a la estructura social. Partimos de la base
de que la primera perspectiva es característica de la losofía de la his-
toria, y que sólo la segunda es relevante a la hora de fundamentar una
ciencia de la sociedad 4 .
Debemos, pues, analizar las transformaciones del espacio en su
calidad de especificaciones de las transformaciones de la estructura
social. Es decir, que habría que ver, con relación a la unidad espacial

Resulta escandaloso tratar tan rápidamente como aquí lo hacemos el pro-


blema central del análisis sociológico, y más si tenemos en cuenta que es un
tema actualmente muy debatido. Digamos, sin embargo, que el mismo hecho
de tener que evocarlo a la hora de abordar la problemática de la investigación en
un terreno específico, nos demuestra oÉueno se trata de ninguna cuestión esotérica,
sino de una dificultad cotidiana de t a investigación empírica. Mientras que Alain
Touraine nos parece el sociólogo que más profunda y concienzudamente lantea
y se plantea este problema, no podemos dejar de citar a Nicos Pou anrzas,
por el auténtico valor demostrado al presentar una primera elaboración teórica
anti-historicista en su magnífico libro Classes sociales et pouvoír politique de
I Etat capitalista, París, Mapero, 1968 (trad. cast. Poder politico y clases sociales
en el Estado capitalista. Siglo XXI, México, 1969).
" Resultaría del todo faiso asimilar enteramente a Tournine con la pri-
mera perspectiva, aun teniendo en cuenta que la formulación confusa e incluso
contradictoria de este problema en Sociologia de l actian puede provocar ciertos
equivocas. Nuestra critica se centra en el historicismo, por una parte, y en el
análisis liberal. por otra.
EN SOCIOLOGIA UEBANÁ 65

considerada, definida según las necesidades de la investigación, cómo


se articulan y se especifican espacialmen-te los procesos sociales funda-
mentales constitutivos de estructuras sociales. Llamaremos estructura
espacial (o sistema urbano , de acuerdo con la tradición) a la articu-
lación espacialmente especifica de los elementos fundamentales de la
estructura social.
Resultaría demasiado largo discutir aquí de qué procesos y dequé
elementos se trata, con relación al conjunto de la estructura social. Pero
si podemos dotar de un contenido preciso a ese sistema urbano 4°.
La transformación de una unidad espacial viene determinada por las
variaciones en los elementos del sistema urbano y en las relaciones que
éstos mantienen entre sí. Los elementos del sistema urbano son:
P (producción): Dimensión espacial del conjunto de actividades
productivas de bienes, servicios e informaciones (v. g.: la industria, las
oficinas, los mars media).
C (consumo): Dimensión espacial de las actividades que tienen
por objeto la apropiación social, individual y colectiva del producto
(v. g.: la vivienda, las dotaciones colectivas culturales y recreativas,
etc.).
I (intercambio): Dimensión espacial de los intercambios que
tienen lugar, sea entre P y C, sea en el seno de P o de C (v. g..: la cir-
culación, el comercio, etc.)
G (gestión): Procesos de regulación de las relaciones en P, C e I
(v.'g.: organismos de planificación urbana, instituciones municipales,
etc.).
Estos elementos no son elementos simples, sino procesos sociales,
es decir, intervenciones de agentes sociales sobre elementos materiales.
Iza combinación entre ellos no es arbitraria, sino expresión de las le-
yes estructurales de la formación social en que la unidad urbanaestá
incluida. El análisis explicativo de una situación particular no exige,
sin embargo, apelar al conjunto de la estructura social para determinar
las relaciones específicas operantes a nivel de sistema urbano. Esta
apelación a la estructura social general (en tanto que concepto) habrá
sido, empero, previamente necesaria a la hora de definir el sistema ur-
bano y de darle un contenido histórico.

Encontramos una formulación de la noción de sistema urbano, un tanto


confusa, que no coincide con la nuestra, aunque se sitúa en una perspectiva simi-
lar, en el informe de investigación (no publicado) de Alain Touraine sobre la
Création de: ville: nouvelles, Paris, Laboratorio de Sociología Industrial, 1968.
El hecho de que este informe adopte una perspectiva normativa (¿qué elementos
y quérelaciones pueden suscitar autonomia urbana?) contribuye sin duda a fun-
damentar nuestra impresión de que la formulación se desvía considerablemente
con respecto a la noción utilizada. Por esto, es por lo que proponemos aquí un
contenido diferente para dicha noción, aun estando de acuerdo en lo que respecta
a la perspectiva teórica de analisis de la estructura urbana.
65 TEORÍA E IDEOLOGIA

Para ofrecer una expresión más concreta de esta perspectiva, to-


memos por ejemplo los resultados de nuestra investigación sobre ten-
dencias de implantación industrial en la región parisina 7. Descub mos,
a partir de ella, tres tipos generales de comportamiento espada], ha-
bida cuenta de las características técnicas y económicas de las dife-
rentes empresas industriales. Resumiendo mucho, podemos afirmar que:
1) Las empresas dependientes de un mercado muy localizado se mue-
ven en el sentido del núcleo central (residencial) de la aglomeración;
2) Las empresas de producción en serie, preocupadas ante todo por
sus problemas internos de funcionamiento y rentabilidad, buscan una
implantación ventajosa con respecto a las diferentes redes de trans-
portes; 3) Las empresas técnicamente avanzadas tienden a crear nue-
vos complejos industriales, implantándose sobre espacios socialmente
valorizados, es decir, de acuerdo con la expresión espacial de la estra-
tificación del prestigio.
Esto equivale a decir que, en la región parisina, el elemento P se
descompone en tres fracciones, la pri-mera subordinada a la evolución
espacial del elemento C (residencia), la segunda subordinada a la
evolución de I (intercambio-circulación), la tercera esbozando nuevas
tendencias espaciales pero a favor de. determinaciones no espaciales, re-
lacionadas con el estado de los valores sociales dominantes.
Podríamos poner de manifiesto la correspondencia existente entre
estas relaciones y la división técnica y social del trabajo en el sistema
económico. Por eiemplo, la dependencia económica del primer tipo de
empresa se traduce en dependencia con respecto a las formas espaciales;
la racionalidad económica, considerada individualmente, aparece como
estrechamente vinculada a una optimización parcial de la situación a
través delintercambio y no a una reestructuración de la aglomeración
cuyo objeto sería un aumento de la productividad global del sistema; la
independencia técnica con respecto al espada no equivale a libertad
de 1a empresa, sino a la sumisión de ésta con respecto a una deter-
minación ideológica ligada al papel propiamente politico que desempeña
la gran empresa en el capitalismo avanzado.
Todo esto no es más que ilustración, por ejemplo, de unos de-
sarrollos posibles. En realidad, el análisis del sistema urbano de la
región parisina exigiría la identificación del estado de cada elemento
y de la evolución de sus relaciones. La red de relaciones así establecida
permitiría la elaboración de previsiones. Es cierto que este esquema
resulta complejo. ¿Podría, acaso, no serlo?
Una observación: En las sociedades idustriales, la evolución téc-
nica y social acrecienta progresivamente la importancia del elemento G

7. Cf. Él informe de investigación sobre «La mobiiité des entreprises indus-


trielles dans la region parisienne»,'Paris, Cahiers de l'Iaurp, 1968, vol. 2, 88 págs.;
asi como el articulo publicado en Sociologia dt! travail, núm. 4, 1967.
EN socroroora URBANA 67

(o si se quiere, de las intervenciones políticas) respecto a la del resto


de los elementos del sistema. Esto no quiere decir que la sociedad sea
más voluntaria , sino simplemente que la instancia dominante se
desplaza hacia la política a medida que el Estado deviene no solamente
centro, sino también motor de una formación social cuya complejidad
exige una centralización de las decisiones y la regulación constante de
los procesos.
Por consiguiente, una sociología de la producción del espacio de-
berá centrarse cada vez más en torno al eje de lo que llamamos hoy
planificación urbana. Pero sin dejar nunca, por muy importante que
sea esta creciente intervención de G, de discernir delimitar y tener en
cuenta a los otros elementos del sistema y sus interrelaciones.

3. Hacia una sociología de la planificación urbana


Analizar los procesos de consumo colectivo, equivale a enfrentar-
se con algunos de los problemas fundamentales de nuestra sociedad.
Estamos en este terreno lejos de una sistematización teórica, siquiera
fuera tan elemental como la esbozada en lo concerniente a la produc-
ción del espacio. Podemos, en todo caso, plantear los términos del
problema.
Precisemos, antes que nada, de qué problema se trata. En el pro-
ceso de apropiación social del resultado del trabajo humano, o sea,
del producto, aparecen ciertas necesidades que, por sus características
propias, sólo pueden satisfacerse de forma colectiva, dada la importancia
de los medios materiales requeridos. Nos referimos, por ejemplo, a la
vivienda, a la cultura, a las actividades que tienen por objeto el des-
arrollo físico e intelectual, a la sanidad, etc.
Siendo la distribución del producto diferencial, y efectuándose
en función a la posición de los individuos y grupos en la estructura
social, esc decir, de acuerdo con la organización de las diferentes clases
sociales, podemos afirmar que ciertos procesos de consumo presentan
caracteres de especificidad suficientes como para constituirse en objeto
de un análisis particular.
' Estudiar el problema de la vivienda no consiste en confrontar
ciertas necesidades generales con la maldad del ca itaJista, sino en
clasificar los límites estructurales de las soluciones a problema pro-
puestas y la correspondencia compleia entre la práctica de los
agentes y el lugar que ocupan en la estructura social.
Si bien la cuestión así planteada es inmensa y sobrepasa amplia-
mente el estadio actual de nuestra re exión, lo que sí podemos es

" Para un desarrollo más riguroso de este tema, del que no ofrecemos aquí
más que un esbozo, véase nuestro articulo,«Vers una théorie sociologique de la
pianification urbaine», Sacialogr e du travail, núm. 4, 1969.
¿5 TEORIA E IDEOLOGIA

aportar algunos elementos de análisis en lo que concierne al punto de


vista esencial desde el que los problemas han sido abordados en socio-
logía urbana, o sea, en lo que respecta a las acciones y organizaciones
conocidas con el nombre de planificación urbana. En efecto, encontra-
mos que se ha centrado la atención, no en el problema mismo del
consumo colectivo, sino más bien en las insuficiencias del sistema y
en las posibilidades de corregir tales insuficiencias por medio de cier-
tas intervenciones de la instancia política 49.
Si, por otra parte, recordamos la importancia creciente de la
gestión del sistema urbano en lo que concierne a la producción del
espacio, podremos afirmar que la berencz'a esencial de la sociología
urbana, del análiris histórico, concierne al estudio de la planificación
urbana.
Esbocemos algunas direcciones de investigación. La idea esencial
es que debe partirse de un análisis a nivel de estructura social, sin
dejar nunca de, al mismo tiempo, especificar los conceptos con respecto
al ámbito de la realidad (la planificación urbana) que constituye el
objeto central de la investigación.
Una sociedad históricamente dada es un entramado particular de
diversos modor de produceión 5°, entre los que uno aparece como pre-
dominante. Para nosotros modo de producción no quiere decir sistema
económico, sino forma específica de articulación de los elementos fun-
damentales de una estructura social, a saber, un sistema económico, sís-
tema político, sistema ideológico, sin que esta lista de sistemas posi-
bles sea exhaustiva.
La planificación urbana es, en general, y en los límites estructu-
rales de una sociedad dada, la intervención del sistema politico sobre
el sistema económico que tiene por objeto la superación de las situa-
ciones sin salida que en este último se producen. Esta intervención
puede concentrarse, esencialmente, sobre dos problemas: la reproduc-
ción de la fuerza de trabajo o la reproducción de los medios de pro-
ducción.
A veces, sin embargo y bajo la apariencia de una acción regula-
dora de lo económico, la planificación urbana es una intervención
directa del sistema político sobre sí mismo. El ejemplo más claro de
esto lo encontramos en la mayor parte de las operaciones de renova-
ción urbana que tienen lugar en los Estados Unidos 5 .

" Ci. Schnore y Facin (compiladores): Urban Research and Policy Planning,
Beverly Hills (California), Sage Publications, 1967.
5° CE. L. Althusser: «Contraction ct surdétermination», en el libro
Pour Marx, Paris, Maspero, 1965, págs, 87-128; Althusser y Balibar: Lire le
Capital, París, Maspero, 1968 (Trad. cast. de estas obras: Revolución teórica de
Marx, y Para leer el capital, siglo XXI, México, 1967 y 1969). Poulantzas, op. cit.,
introducción.ss- _
5' Cf. Scott Greer: Urban Renewal and American Cities, Indianápolis,
The Bobbs-Merrill Co., 1965.
EN socxonoam URBANA 69

La especi cación de esta intervención sobre un cuerpo social con-


creto puede translucirse analíticamente en una modificación: 1) del es-
tado de las relaciones en el interior del sistema urbano, 2) del sistema
propio a los actores (soportes) implicados por la intervención y 3)
de las relaciones entre estos dos sistemas.
El sistema de actores exige la elaboración de una organización
conceptual específica, capaz de expresar el estado de las relaciones so-
ciales con respecto a la cuestión concreta en juego. No es ilícito pensar
que en el caso de una operación urbanística Se hallen en juego tres sis-
temas de intereses opuestos: 1) Oposición entre la Autoridad (interés
público) y las Organizaciones (interés privado); 2) Oposición entre los
intereses de la Producción y los del Consumo; 3) Oposición entre los
intereses locales y los globales.
Las combinaciones posibles entre estas tres dicotomías podrian
designarnos los actores en presencia. Por ejemplo, la combinación Au-
toridad-Consumo-Local corresponde con bastante exactitud a las ins-
tituciones municipales, mientras que la que comprende Organización-
Producción-Global puede considerarse representativa de una gran em-
presa internacional. Las ocho combinaciones pueden, de este modo, dar
lugar a expresiones concretas significativas.
Cada combinación específica del sistema urbano y del sistema de
actores a propósito de un problema urbano que origina una inter-
vonción planificadora, desemboca en una práctica determinada, es decir,
en una decisión que depende de la combinación establecida. Esta deci-
sión afecta al sistema con virulencia mayor o menor según sus carac-
terísticas y según cual sea el estado del propio sistema.
No todas las combinaciones son, sin embargo, posibles, y de la
existencia de ciertas relaciones se infiere necesariamente la de otras.
Las relaciones entre sistema urbano y sistema de actores constituyen
la expresión específica de las relaciones entre los diversos sistemas glo-
bales de la sociedad concreta que se estudia. El estado de la estructura
social es la causa estructural, no aparente, de las relaciones entre los
dos sistemas que terminan por dotar de un contenido específico a la
operación de planificación urbana.
Al nivel de generalidad en que nos situamos parece inútil abordar
detalles suplementarios. Hemos tratado de presentar el cuerpo teórico
a partir del cual esposible abordar un análisis sociológica concreto de
la planificación urbana. Creemos que ésta es. la inversión inmediata y
accesible que puede efectuarse del conjunto de informaciones y cono-
cimientos que constituyen la herencia de la sociología urbana.
7'0 TEORIA E rememora

CONCLUSION: EL FIN DE LA SOCIOLOGIA URBANA

Una reacción fundamentalmente sana ante los análisis aquí efec-


tuados sería el asombro ante nuestra machacona insistencia en pro del
establecimiento de una especificidad. ¿No resultará un tanto retrógrada
tanta especificidad del objeto a la hora de la práctica interdisciplinaria?
En realidad, hay que desconfiar de toda falsa inocencia socioló-
gica. Ninguna relación directa entre el investigador y el objeto real de
su investigación puede darse por pre-establecida.
Toda reflexión se inscribe, de forma más o menos consciente,
en un campo teórico-ideológico ya establecido. A no ser que nos negue-
mos a plantearnos roblemas, que es la mejor manera de encontrarse
un día repitiendo i eas y hasta frases sin haber comprendido todo su
alcance. Negar la necesidad de una delimitación teórica previa a toda
investigación concreta equivale a adoptar una perspectiva empirista
estrecha, desprovista por consiguiente de todo valor científico.
Esta indetern nación del estatuto teórico de la sociología urbana
se manifiesta, en efecto, claramente en el aludido carácter interdisci-
plinario . La interdisciplinaridad, correctamente entendida, nos parece
algo absolutamente necesario; correctamente entendido quiere aquí
decir: comunicación y establecimiento de relaciones entre los resultados
obtenidos independientemente por cada disciplina con respecto a un
mismo objeto real. Pero, en general, no se trata de esto, sino de cola-
boración entre especialistas de diversas disciplinas con vistas al examen
de un problema o con ocasión de una decisión a tomar. La función cien-
tífica del sociólogo urbano en esta asamblea es tan indefinida como
claras sus funciones políticas: se trata de establecer previsiones sobre
los mecanismos de ajuste a una decisión, de regular la integración del
conjunto, de amortiguar las tensiones producidas .1 nivel de consumo
colectivo, cuando no, más claramente, de actuar como animador so-
cial , o sea, en definitiva, como agente de manipulación política.
Parece claro que sociologías no hay más que una, aplicada a di-
ferentes ámbitos o aspectos de lo real. Hemos visto cómo la sociología
urbana, en conjunto, carecía de esta especificidad de lo concreto. Hemos
considerado preciso, pues, antes de enterratl-a en tanto que campo
teórico aplicado a un terreno, delimitar los sectores a propósito de los
cuales los investigadores inscritos en esta tradición han alcanzado niveles
apreciables de conocimiento. En nuestra opinión, sólo a partir de un
trabajo semejante de delimitación, puede llegarse al análisis de los
problemas reales planteados por la sociología urbana, en el marco ge-
neral de la sociología. Hemos tratado de mostrar algunas de las vías
posibles en lo que concierne a este género de investigaciones.
No tenemos la pretensión de un certi cado de defunción de la
sociología urbana, aunque, desde un punto de vista estrictamente teó-
EN SOCIOLOGÍA URBANA

rico, las condiciones para clio parecen cumplirse. El nacimiento de una


ciencia, como el fin de una ideología, no son hechos que se consuman
por obra y gracia de ciertos individuos o instituciones, sino expresión
de una situación dada de la estructura social.
El análisis puede, sin embargo, conducimos a la constatación de
la ausencia de rigor científico de una actividad intelectual, poniéndo-
nos en camino entonces hacia la clari cación de las condiciones que con-
tribuyen a mantenerla en tanto que unidad institucional.
Cuando hablamos del fin de la sociología urbana no hacemos
sino utilizar una expresión ideológica que pretende provocar una toma
de conciencia de ciertos problemas teóricos no resueltos en lo que
concierne al análisis sociológico de los procesos de consumo.
3. El Proceso de Urbanización:

La relación histórica entre sociedad y espacio


Cuando el especialista de los problemas urbanos trata de reves-
tirse de trascendencia, hace sonar, acompañándose con el consabido
timbaleo estadístico, las trompetas apocalípticas del ritmo de la urba-
nización en el mundo. El proceso de urbanización pasa a ser el dato
fundamental de nuestra época y su comprensión la nueva vía hacia la
solución de los problemas que afligen a la Humanidad...
Es evidente que el proceso de formación de las ciudades está en
la base de los sistemas urbanos y determina su estructuración interna.
Pero la presentación de una simple tasa de aumento demográfica, de
forma giobal e indiscriminada, tan sólo conduce a fundir en un mismo
discurso ideológico la evolución de las formas de asentamiento de la
población y la difusión de un modelo de civilización a través de la
dominación política.
Los análisis clásicos en términos de proceso de urbanización están
estrechamente ligados a una perspectiva teórica evolucionista, en la
que cada formación social se va produciendo, sin ruptura, por desdo-
blamiento de los elementos de la formación social anterior. Las formas
de asentamiento humano en el espacio son el reflejo más visible de
estos cambios. Por ello, muy frecuentemente, se ha utilizado dicha evo-
lución de las formas espaciales como criterio clasificatorio de las etapas
de la historia universal . No creemos necesario insistir en el error que
representa el delimitar los tipos de sociedad según sus diferencias es-
paciales, en lugar de analizar las fuerZas técnico-sociales que fundamen-
tan su desarrollo.
El problema reside en que historia no es lo mismo que secuencia
cronológica, puesto que en el primer caso se trata del análisis de tota-
lidades concretas estructuradas y de los procesos en ellas suscitadas,
mientras que en el segundo, el inventario temporal de ciertos fenóme-
nos nada nos dice acerca de su causación.
Situar en el contexto histórico el fenómeno urbano no equivale
a explicar el proceso social que genera las ciudades, sus formas, su

Oscar Handlin y John Burohard (compiladores): The Historium and the


City, Cambridge, Mass, 1961

[75]
76 LA RELACION HISTÓRICA

estructura y sus contradicciones. Una problemática sociológica de ia


urbanización debe pues partir del análisis de la misma como proceso
social, como resultado de la interacción entre infraestructura y fuerzas
sociales. Desde esta perspectiva, mucho más analítica que descriptiva,
el estudio de la urbanización en tanto que expresión específica, al nivel
de las formas espaciales, del modo de producción en una sociedad de-
terminada, está en la base de cualquier otro estudio, aun nivel menos
profundo, de los problemas urbanos. Se trata pues de investigar el
proceso de urbanización como uno de los elementos básicos de lo que
la sociología funcionalista llamaría, ideológicamente, cambio social, y
que nosotros preferimos denominar desarrollo.
Emprender dicho análisis significa definir previamente de qué
estamos hablando al utilizar el término de urbanización. En efecto, una
de las razones fundamentales de la amalgama confusa de contenidos
en los análisis urbanísticos proviene justamente de la ambigüedad del
concepto de urbano. Dicha ambigüedad, como toda indefinición teórica,
no es casual, sino que expresa el estatuto ideológico de lo que se co-
noce con el nombre de sociología urbana .
Es pues indispensable el fastidioso trabajo de clarificación termi-
nológica a fin de delimitar el terreno estudiado y mostrar, desde el
primer momento, el doble filo a través del cual se debatirán constan-
temente las investigaciones urbanas. Nuestra primera cuestión será,
por tanto: ¿qué se entiende, a fin de cuentas, por urbanización? No
es ni mucho menos un problema escolar, en la medida en que, justa-
mente, no está resuelto a nivel de la pertinencia teórica ni de su tra-
ducción en el trabajo de investigación.

1. El fenómeno urbana.
En la maraña de sutilezas definitorias con que nos han enrique-
cido los sociólogos, pueden distinguirse2 dos conjuntos bien distintos
de acepciones del término urbanización:
a) La concentración espacial de la población a partir de unos
determinados límites de dimensión y densidad .
b) 'La difusión del sistema de valores, actitudes y comporta-
mientos que se resume bajo la denominación de cultura urbana 4.

z Hope Tindale Eldtidge ha esclarecido el problema en su artículo «The


Process of Urbanisation», in J. Spengler and O. D. Duncan (compiladores): De-
mograpbic Analysis, The Free Press, 1956, pág. 338.
D. Bogue and Ph. Hauser, en «Population Distribution, Urbanian and In-
ternal Migration, world Population Conference», 1963.
En este sentido, Boskoff, Sirjamaki, Anderson, Bergel hasta cierto punto, etc.
ENTRE SOCIEDAD Y ESPACÍO 77

La discusión de la temática relativa a la cultura urbana merece


por si sola un tratamiento especificos. Pero se puede afirmar con re-
lativa seguridad que, de hecho, lo que se entiende por tal no es sino
el sistema de comportamientos característicos de la sociedad industrial,
y, más concretamente, de la sociedad industrial capitalista. Así, un
libro de texto ampliamente difundido, como es el de Gíst y Fava, asi-
mila el significado de urbanización al término de occidentalización
(westernization) empleado por Toynbee 6.
Por otra parte, de forma casi general, se asimila urbanización e
industrialización al hacer equivalentes los dos procesos al nivel de
los indicadores utilizados para construir las dicotomías rural/urbano y
ocupación agrícola/ocupación industrial 7.
De hecho, la acepción culturalísta de urbanización se basa en
un supuesto previo: la correspondencia entre un determinado tipo de
producción, definido por la actividad industrial, un cierto sistema de
valores (el modernismo ) y una forma particular de asentamiento
espacial, la ciudad, cuya característica decisiva es la importancia de su
dimensión. Dicha correspondencia dista mucho de ser evidente: hasta
con pensar en las grandes aglomeraciones pre-industriales 3. Algunos
autores, como Leonard Riesmann 9, niegan a dichas formas de asenta-
miento el nombre de ciudad, mostrando así que se está utilizando el
vocablo urbano en un deliberado intento de confusión ideológica.
La determinación recíproca entre densidad poblacional y sistema cul-
tural es una hipótesis de investigación y no un concepto de base. Por
tanto, el elemento específico que entra en la definición es el de la
forma espacial de asentamiento de la población, con lo cual el signi-
cado se nos vuelve a plantear en los términos de la primera alternativa
señalada.
Estamos pues de acuerdo con H. T. Eldridge cuando define la
urbanización como un proceso de concentración (le la población, en dos
níveler.-'1) la multiplicación d'e lo: puntos de concentración y 2) el
aumento en la dimensión de cada una de las concentraciones °.
Exami-nernos pues el contenido del término urbano en esa perspec-
tiva. Se trata de una forma particular de organización espacial de la

5 La más completa expresión del contenido de la «cultura urbana», es el


famosísimo texto de Louis Wirth, «Urbanism as a way of life», A.].S., vol. 44,
inlio 1938. Una de las mejores criticas, que en nuestra opinión debe ser desarro-
llada, es la de Richard Dewey, «The Rural-Urban Continuum: Real but Rclative-
ley Uníporrant», A.I.S., vol. LXVI, I, julio 1960, págs. 60-67.
Noel P. Císt and Sylvia F.Fava, Urban Society, Thomas Y. Crovell, N. Y.,
1964, pág. 272.
7 Por ejemplo, Sorokín y Zimmerman.
Gideon Sjoberg: The Preindustríal City, Free Press, 1960.
° Leonard Riesmann: Tbe Urban Pracers, The Free Press, 1964.
'° Véase H. Tisdale Eldridge, artículo citado.
78 LA RELACIÓN HISTORICA

población humana caracterizada por la fuerte concentración de la misma


en un punto determinado. Las aglomeraciones de población se dividirán
pues endos categorías posibles, urbanas y rurales, según alcancen o no
una determinada dimensión. En este sentido podría llamarse urbaniza-
ción el proceso por el cual una proporción signi cativamente impor-
tante de una población humana se agrupa en el espacio formando aglo-
meraciones funcional y socialmente interrelacíouadas desde el punto
de vista interno. Dichas aglomeraciones se llaman aglomeraciones ur-
banas.
Queda claramente determinado, en esta forma, que nos referimos
a una forma ecológica específica, definida por las características de
dimensión y de densidad de la población, e implicando la tesis de que
el aumento de las posibilidades de interacción social puede originar un
sistema específico de comportamiento.
Pero ahí empiezan las dificultades: ¿a qué nivel de densidad y
de dimensión puede considerarse urbana una unidad espacial de po-
blación? ¿Cuáles son los criterios teóricos y empíricos que permiten
una tal clasificación?
Pierre George ha mostrado, con gran agilidad, las contradicciones
insolubles del empirismo estadístico en la definición del concepto de
urbano . Finalmente, el criterio generaiízado parece ser el del número
de habitantes, con correctivos variables según Ia estructura ocupacional
y las delimitaciones administrativas. El censo de los Estados Unidos
considera 2.500 habitantes como el nivel apartir del cual una aglome-
ración pasa a ser urbana, pero añade aquellas aglomeraciones incluidas
en la red de interdependencias funcionales cotidianas con respecto a
una ciudad central 1 . En cambio 'la Conferencia europea de estadística
eligió como umbral el número de 10.000 habitantes, corrigiendolo
según la estructura ocupacional '3. Los ejemplos de la diversidad de
los indicadores, y por tanto, de la arbitrariedad del sistema, podrían
multiplicarse.
De hecho, el nivel de signi cación de las dimensiones de la aglo-
meración, así como su forma ecológica, no pueden ser fijados arbitra-
riamente, y dependen de Ia formación socio-económica, históricamente
dada, en la que. tiene lugar el proceso de urbanización estudiado, La
fórmula más flexible parece ser la de clasificar los asentamientos es-
paciales (localidades) de un país, a distintos niveles, según su número
de habitantes (5.000, 10.000, 20.000, 100.000, etc.) y tratar poste-
riormente de investigar la relación entre las diversas dimensiones y el
contenido social de las aglomeraciones correspondientes a cada inter-
valo. Lo cual deja bastante malparada la distinción dicotómica entre
Pierre George: Précís de Géograpbie Urbaiae, P.U.F., París 1964, pá-
ginas 7-20. _
1 U.S. Éemur of Population, 1960. Number of Inhabitamr, United States
Sumary, Final Report, PC (1) - 1A, 1961.
" Pierre George, op. cit.
ENTRE SOCIEDAD Y ESPACIO 79

rural y urbano. Con igual criterio podría distinguirse entre urbano y


metropolitano.
Cuando hablamos de proceso de urbanización de un país nos re-
ferimos, por lo general, al proceso por el cual una proporción creciente
de su población pasa a residir en aglomeraciones de, por ejemplo, más
de 20.000 o más de 100.000 habitantes.
Sin embargo, las dificultades de conceptualización no deben im-
pedirnos el considerar la existencia de un fenómeno socialmente rele-
vante, que debe ser explicado y no sólo definido. A saber, el cambio
en la forma espacial de la organización social, sus causas y sus con-
secuencias.
¿Cuál es el estado actual y cuáles las tendencias del fenómeno
urbano en el mundo? Puesto que se trata únicamente de señalar pro-
blemas, algunos datos significativos bastarán para nuestro propósito .

TABLA 1. Porcentaje de población en área: metropolitanas,


por continentes. (1960)
Poreonuln ño miden : on aulommulolol un
Pak _ I.oon.oonm.ymn ¡amounmmh
América del Norte 27,2 % 49.7 96
América Latina 14.7 % 27.4 96
Europa (incluyendo la URSS) 12.5 % 29.6 96
Asia 6.2 % 12.3 96
Africa 2.6 96 8.1 %
Oceanía 23.6 % 43.3 %
Total del Mundo 9,6 % 19.9 %

Puente: Homer Heyt, World Urbanization, Technical Bulletin, 43, Washington


D. C. Urban Land Institute, 1962, pág. 26.

TABLA 2, Nivel de población urbana y grado de desarrollo para


alganos países seleccionados. (1950)
rnrnaalaia da Pradunto
nuhlaclún on nacional
nvhmorauionou bruto llnll lnllll
do Inma han. darlvado da naraapm Portatil]:
., a más induntns (vs. S) de ¡"amm
Paises ' ¡1 .1 !v

Inglaterra 51.9 37 773 98.5


Estados Unidos 29.5 31 1453 97,5
Holanda 32.7 32 502 98.5
Israel 43.5 36 389 93.7
Alemania Occidental 27.1 42 320 98,5

" Uno de los mejores resúmenes de los datosrecientes es el realizado por


Kingsley Davis en el número especial de Scienttftc American, «Cities», 1965,
publicado posteriormente en forma de libro.
80 LA RELACION HISTÓRICA

HI WWII m IV
Austria 32.9 29 216 98,5
Dinamarca 33,5 30 689 98,5
Argentina 37.2 27 346 86.4
Chile 28.5 23 183 80,1
Japón 25.6 25 100 97,5
Nueva Zelanda 32.8 20 856 98.5
Canadá 23.3 31 878 97.5
Francia 16.8 40 482 96.4
Polonia 16.1 47 300 92.5
Hungría 19.7 46 269 95.3
Italia 20.4 31 235 87.5
Irlanda 17.6 25 420 98.5
Noruega 19.8 30 587 98.5
Unión Sudafricana 24.0 23 264 27.6
Panamá 15.9 13 183 69.9
Colombia 17.8 16 132 ' 52.5
Egipto 19.3 11 100 19.9
Finlandia 14.2 32 348 98.5
Portugal 12.7 38 250 55.9
Grecia 12.7 21 128 74.1
Paraguay 15.2 21 84 65.8
Nicaragua 10.3 14 89 38.4
Brasil 13.2 18 112 49.4
México ' 15.1 18 121 46.8
Guatemala 10.2 20 77 29.4
Perú 10.0 11 100 47.5
Rodhesia del Sur 11.4 9 101 22.5
Corea . 14.8 10 35 37.5
Bulgaria 8.0 24 150 75.8
Thailandia 9.9 13 36 52.0
República Dominicana 8.5 20 75 42.9
Rodesia del Norte 0 13 100 22.5
India 6.6 15 47 19.3
El Salvador 8.7 8 92 39.4
Turquia 8.2 12 125 31.9
Filipinas 9.3 12 44 60.0
Indonesia 7.3 9 25 17.5
Congo 2.7 5 70 37.5
Kenya 2.2 11 100 22.5

Fuentei Escala establecida por Leonard Reissman en su obra The Urban Pro-
cess, The Free Press of Glancoe, 1964, págs. 205-206. Los datos en
19 s que se basa la escala fueron extraídOs de: U. N., Demograpbic
Yearbook, 1960; U. N. Statistics of National Income, Series H.; U. Ni
Statistical Papers, 1951; Unesco, World Illiteraey of Mid-Century, 1957.
ENTRE SOCIEDAD Y ESPACIO 81

Si bien los daros .por .países necesitan ser actualizados 14 S, la


tabla nos ofrece una suficiente base para la compa-ración internacional
y, por tanto, para el análisis del fenómeno. La relación entre las áreas
geográficas de mayor desarrollo y las de más alto nivel de urbanización
aparece tendencialmente, con la importantísima excepción de América
Latina que casi iguala a Europa en el índice de urbanización y la
supera en porcentaje de población metropolitana. Por otro lado, la
comparación sistemática realizada por Riessman, para cada país, de
los rasgos ocupados en las diferentes dimensiones, revela importantes
givergencias y autoriza a hablar, efectivamente, de varias dimensiones
istintas.
Más importante que la situación en un momento dado, para la
comprensión del fenómeno, es el ritmo de la urbanización. Dicho ritmo
se ha ido acelerando progresivamente en las últimas décadas. Es decir,
la población urbana aumenta mua/70 más deprisa que la población total
(véase gráficos números 1, 2, 3). Dícba aceleración re ba producido
fundamentalmente a partir de le revolución industrial. Según los cálcu-
los efectuados por Kingsley Davis, la población europea en aglomera-
ciones de 100.000 habitantes o más era de 1,6 % en 1.600, de 1,9 %
en 1.700, de 2,2 % en 1.800. La tasa de crecimiento calculada para
33 ciudades en el siglo XVI, 46 ciudades en el siglo XVII y 61 ciu-
dades en el siglo XVIII, fue inferior al 0,6 % anual. como media de
los tres siglos. En cambio, si en Inglaterra y País de Gales la población
urbanizada era sólo del 10% en 1801, en los albores de la industriali-
zación, dicha proporción dobló en 40 años y volvió a doblar en 60
años más.El paso de una tasa de urbanización del 10 % al 30 70 costó
79 años en Inglaterra, 66 años en los Estados Unidos, 48 años en
Alemania, 36 años en el Japón y 26 en Australia, aumentando por
tanto su ritmo en los procesos de industrialización más recientes.
La cumulatividad del fenómeno aparece claramente demostrada;
pero al mismo tiempo, conforme se va alcanzando un mayor nivel de
urbanización, la tasa de crecimiento va disminuyendo en la medida
en que se van saturando las posibilidades de abandono de las culpa-
ciones rurales, aún con independencia del propio mecanismo estadis-
tico que hace más difícil la progresión de la tasa. Sin embargo, el fe-
nómeno fundamental en la astualidad es el fortísimo crecimiento ur-
bano de lo que se llama comunmente lor países subdemrrolladas ,
consecuencia lógica de ima situación en que coinciden dos factores bá-
sicos impulsores del ritmo ¿le urbanización: un bajo nivel urbano y un
impacto brutal de la industrialización, no tanto a través de un creci-

4 "" Para los datos esenciales, véase la más reciente recopilación, Gerald
Breese (compilador): Tbe City in Newly Developing Com/rien Prentice Hall,
New Jersey 1969, 555 págs.
¿I gz LA RELACIÓN HISTÓRICA

m enio industrial autosustentado como mediante el sistema de relacio-


nes de dependencia que los une a los paises industrializados.
Entre 1950 y 1960 la evolución por regiones es significativa, como
expresión de la tenáencia señalada:

TABLA 3. Porcentaje de crecimiento (promedio anual) para las poblaciones


total, urbana y rural, para todo el mundo, por continentes y regiones, 1950-1960
Porcentaje de crecimiento (promedio anual)
¡Herencia
E Ï li emef íó _'____W_Tgn_lu Urbano Engl urbano-run!
Total mundial 1.7 2.9 3.3 1.4 -- 1.3 1.5 2.1
Africa Sub-Sahara 2.1 6.3 1.7 4.6
Africa del Norte 2.3 4.4 1.6 2.8
América del Norte 1.8 2,5 1.3 1.2
América Latina 2.7 5.3 1.7 3.6
Asia (sin China) 2.0 3.4 1.7 1.8
China 1.5 1.5 - 5.7 1.5 0.9 4.8
Noroeste de Europa 0.7 1.0 0.3 0.7
Europa Central 0.9 1.8 0.3 1.5
Europa Meridional 0.9 2.4 0.4 2.1
Oceanía 2.1 3.6 0.1 3.5
URSS 1.8 3.4 1.0 2.4

Fuente: Preparado por United Nations Population Branch, basado en las esti-
macíones de U. N. Provisional Report on World Population Prospects,
as Assesed in 1963, documento U. N., ST/SOA/ ser. E/7 (1964).

Sin embargo, la urbanización de los países subdesarrollados no se


debe so lo a la transferencia de ia población rural a la ciudad, sino que
también está fuertemente in uenciada por el elevado ritmo de crecimien-
to de la población ya urbanizada, consecuencia del brusco descenso de
la mortalidad y en particular de la mortalidad infantil. Así, mientras
que los países industrializados en sus fases de urbanización acelerada
vieron disminuir o aumentar débilmente la población rural, los paises
subdesarrollados, actualmente, experimentan al mismo tiempo un au-
mento de la población rural, aunque en menor grado que la población
urbana (cf. Tabla núm. 4).
La tendencia es pues la de una evolución hacia unos países indus-
trializados ampliamente urbanízados y hacia unos "paises subdesarrolla-
dos cuyo crecimiento demográfico vertiginoso se acompaña de una
concentración progresiva en las grandes aglomeraciones. Lo cual no sig-
nifica ni mucho menos que estén superpoblados. Por el contrario, la
débil densidad de población constituye un obstáculo a vencer, a es-
cala general de los continentes, para la explotación de los recursos
naturales y la impulsión del desarrollo. El problema se plantea insta-
ENTRE SOCIEDAD Y' ESPACIO

mente a partir de la constatación paradójica de ciudades superpobladas


con altas tasas de desempleo, junto a la deserción de tierras vírgenes
incapaces de ser aprovechadas para resolver la subsistencia de los grupos
humanos que tan unidos están, por lazos sociales, al medio rural. Esa
es la problemática concreta que debe ser transformada en problemática
científica.

2. El proceso histórico de urlvanízación.


La tendencia general del análisis de la urbanización consiste en
hacerla concomitante e incluso dependiente- de la industrialización. Si
tal análisis tiene un fundamento real, de hecho se trata de una
visión limitada y etnocéntrica del problema, aunque no fuese más que
por la consideración elemental, fuertemente recordada por los trabajos
de Sjoberg, Mumford y Adams entre otros ¡5, de que el hecho ciudad
ha precedido el hecho industria . Pero esta polémica está desplazada.
En efecto, la industria es la actividad característica del proceso de pro-
ducción que está en la 'base de la sociedad en los últimos dos siglos.
Sin embargo, el nacer depender univocnmente la ciudad de la indus»
tria, sin pasar por la especificidad de la organización social dependiente
del modo de producción, lleva a zm determinismo tecnológico inacep-
table. Lo que nos interesa de la relación establecida entre industrializa-
ción y urbanización es el principio metodológico según el cual es nece-
sario partir de la definición social y técnica de un sistema de produc-
ción para entender la génesis de sus formas espaciales, ya sean éstas la
ciudad y otra configuración concreta de la relación entre espacio y
sociedad.
Unas breves alusiones históricas nos ayudarán a mostrar dicha re-
lación: La aparición de los asentamientos sedentarios y relativamente
densos de la población humana son un episodio relativamente reciente
en la historia de nuestra especie. Las primeras ciudades de que se tiene
noticia se sitúan al final del período neolítico, hacia el año 3500 a. de
JC, en la confluencia de los ríos Tigris y Eúfrates. Hacia 3000 a. de JC
surgen las aglomeraciones suscitadas por el Imperio faraóníco y algo
más tarde, las primeras ciudades conocidas en India y China. En Amé-
rica hay aldeas mayas en 1550 a. de JC. y poblaciones incas de 750
a. de JC. 1°

" Sioberg: op. sit, y también «Cities in Developing and in Industrial


Societica: A Cross-Cultural Analysis», in Oh. Hauser and Leo F. Sehnore, (cia):
The Study of Urbanizatíoa; John Wiley, N. Y. 1965, págs. 213-265; Lewie Mum-
ford. The City in History, Nueva York, Harcourt Brace and World, 1961; Robert
C. Mc C. Adams: Tbe Evolution of Urban Society, Aldino Publishing Co., Chi-
cago 1966, 191 págs.
° Véase Sjoberg: op. cit. (1960), págs. 31-52.
¿4,4 LA RELACIÓN HISTORICA

A través de estos datos particulares, el hecho fundamental para


nuestro propósito teórico es que las primeres ciudades ban surgido alli
donde la técnica neolitica y las condiciones materiales permitieron a
los agricultores producir más de lo que ellos mismos necesitaban para
consumir. A partir del momento en que una sociedad desborda la
pura actividad de subsistencia cotidiana. se desarrolla un sistema de dis-
tribución del producto. La propia existencia de dicho sistema de pro-
ducción y de distribución supone un determinado nieei técnico y una
determinada organización social. Las ciudades son la forma de residen-
cia adoptada por aquellos miembros de la sociedad cuya permanencia
directa sobre el lugar de cultivo no era necesaria. Es decir, por aquellas
que vivían del excedente del producto de los agricultores. Concretamen-
te, las primeras ciudades son centros a la vez religiosos, administrativos
y políticos. Representan pues la forma especial de una complejidad so-
ciaI determinada por el proceso de apropiación y re-inversión del exce-
dente de trabajo. Expresan un nuevotipo de sistema social, pero que no
es diferente o sucesivo del tipo rural, sino que está estrechamente ligado
al mismo en el proceso social, es el reverso de la misma moneda en
términos del proceso de producción de las formas sociales, aunque, des-
de el punto de vista de las formas de relación social, sean dos tipos
diferentes 7.
Es de suma importancia el planteo en profundidad del origen de
la forma espacial urbana para poder discernir, en el cúmulo de indica-
dores aportados por los arqueólogos. Consideremos por ejemplo los fa-
mosos diez criterios que V. Gordon Childe señala para determinar la
existencia de una ciudad:
Existencia de especialistas no productivos a tiempo completo (ta-
les como sacerdotes, funcionarios o trabajadores de servicios); pobla-
ción de talla y densidad suficientes; existencia de un arte peculiar;
escritura y números; actividad científica; sistema tributario que concen-
tra el excedente de producción; Estado; arquitectura pública monumen-
tal; comercio a larga distancia; existencia de clases sociales la.
Los criterios parecen operativos, pero su enumeración es desorde-
nada, casi próxima a la taxonomía de la famosa enciclopedia china ci-
tada por Borges... Falta en la lista, además, la coincidencia con un
grado de desarrollo de las fuerzas productivas suficiente para que exista
ese excedente del que se habla incidentalmente. De todas formas, se
evidencia que la ciudad es el lugar geográfico donde se instala la super-
estructura politico-administrativa correspondiente a una sociedad en que
las técnicas y las condiciones materiales (medio ambiente, población)
¡Jan posibilitado la diferenciación del producto entre reproducción sim-

" Sjolzgrg, págs. 27-31.


" V. Gordon Childe: «The Urban Revolution», Town Planning Review,
21, abril 1950, págs. 4-5.
ENTRE SOCIEDAD Y ESPACIO 85

ple y ampliada de la fuerza a e trabajo, y portanto originada un sistema


de repartición que supone: 1) Existencia de clases soczales 2) Sistema
politico asegurando a la vez el funcionamiento de la estructura social y
la. dominación de la clase propietaria y sus adláteres administrativos
3) Sistema institucional de inversión de la sociedad, en particular en lo
referente a la ciencia y al arte 4) Sistema externo, en particular centra-
do en el intercambio de productos con otras comunidades sociales.
Si nos hemos extendido un tanto en el análisis de los criterios
propuestos por Gordon Childe y de las peculiaridades históricas del
origen de las ciudades, no es porque toda explicación tenga que partir
de su origen cronológico, sino porque el tipo mismo de emergencia
urbana, nos parece característico de Io que re resenta la ciudad en una
estructura social: forma espacial del proceso e consumo y organización
de una sociedad en la cual el proceso de producción alcanza un deter-
minado nivel técnico, Esto quiere decir, que incluso la forma de las
ciudades y su evolución y funciones dependerán estrechamente del tipo
de proceso social que las subyace y que la estructura urbana así crea-
da influirá en un determinado sentido en los nuevos procesos sociales
que se originen en su seno.
Las ciudades imperiales de los primeros tiempos históricos, y en
particular Roma, acumulan el carácter descrito con las funciones comen
ciales de intercambio y con los servicios adyacentes a toda gran aglome-
ración, iniciando así el proceso de especialización funcional propio de
las sociedades en que la división del trabajo progresa rápidamente.
La penetración romana en otras civilizaciones adopta espacialmente
la forma de una penetración urbana, asentamiento de funciones a la vez
comerciales y administrativas, prefigurando así los procesos de urba-
nización característicos de las penetraciones imperialistas. Lo importante
es señalar cómo la ciudad, en esta primera fase, en tanto que centro
derivado del consumo y no de la producción, viene siendo sistemática-
mente determínada por los procesos de dominación líticonadminis-tra-
tivos, así como por las funciones adyacentes a un talpgroceso de distri-
bución del producto.
Consecuencia lógica, el fin del Imperio romano en occidente su-
puso la pérdida de la base social expresada por la forma espacial ciu-
dad , puesto que sus funciones políticouadministrativas se perdieron y
que, rotos los lazos con el campo, por cesión de la dominación social
a los señores feudales, no hubo otra justificación de la existencia de
ciudades, salvo, eventualmente, el sostén de la autoridad eclesiástica o
la colonización de regiones fronterizas (por ejemplo en España o en
Prusia Oriental).
La ciudad medieval renace a partir de una nueva dinámica social
incluída todavía en la estructura social que la precedía. Es decir, con-
cretamente, la ciudad medieval nace de la unión de una fortaleza pre-
existente que habia suscitado, en torno suyo, un atisbo de aglomeración,
¿é LA RELACIÓN HISTÓRICA

de un mercado alimentado por las nuevas rutas comerciales abiertas por


las cruzadas. Sobre estas bases se organizan instituciones político-admi-
nistrativas propias de la ciudad y que le dan una consistencia interna y
una autonomíacon relación al exterior ¡9.
Pero las instituciones de la ciudad medieval y las formas concre-
tas que adoptaron, fueron la expresión de los nuevos grupos sociales
organizados en torno a un nuevo sistema de distribución del producto.
En efecto, lo característico es la creación, frente al poder de los señores
feudales y discutiendo su autoridad sobre el modo de distribución, de
una clase mercantil, que rompe el sistema vertical de distribución del
producto, establece lazos horizontales entre los productores, a través de
su papel de intermediario, rebasa la economía de subsistencia y acumula
autonomía suficiente para invertir en la producción manufacturera;
No es éste el lugar de insistir sobre las circunstancias que hicieron
posible el surgimiento de esta nueva clase ni sobre las peculiaridades
históricas del capitalismo mercantil. Lo esencial es destacar una vez más
el papel de la ciudad, papel cambiante, en tanto que expresión espacial
de una nueva forma de relaciones sociales. La ciudad medieval repre-
senta las franquicias de la burguesía mercantil en su lucha por emanci-
parse de la nobleza feudal y del poder central. Su evolución es muy di-
ferente según el tipo de lazos que se establecen entre burguesía y no-
bleza. Así, allá donde estos lazos fueron estrechos, también lo fueron
los laZOs entre la ciudad y el territorio circundante (campo dependiente
de los señores feudales) y viceversa. Del mismo modo, la contigüidad
geográfica entre las clases sociales definidas, expresó el tipo de estruc-
tura socíal y conformó el sistema de valores, en particular los patterns
de consumo y ahorro de los ciudadanos 1°.
En las ciudades en que vivió la nobleza, sellando un pacto de do-
minación con la nueva clase mercantil, ésta trató de adoptar el sistema
de valores feudal, siguió un modelo de consumo ostentatorio y el siste-
ma de estratificación intra-urbano se desarrolló considerabiemente. Por
el contrario, en aquellas ciudades en que la burguesía hubo de mante-
nerse en un mundo propio, resistiendo a las reacciones del feudalismo,
se estrecho Ia comunidad entre los ciudadanos, y el sistema de valores
dominante fue el de la nueva clase, expresado particularmente en el
espiritu de ahorro e inversión al cual conducía la lógica de su situación
en la estructura social, ya que, cortados de las fuentes de suministro,
su capacidad financiera y de producción manufacturera constituían la
única garantía de supervivencia.
9 Max Weber: Economía y Sociedad, edición del Fondo de Cultura Eco-
nómica, México, 1964, tomo II, pág. 955 y siguientes, «La ciudad de occidente».
(Publicada en inglés en volumen separado bajo el título The City, Free Press,
1958).
° Véase- en este sentido y para el conjunto del tema, el extraordinario aná-
lisis de Pizzorno, «Développement economique et urbanisation», Actes du V Con-
grés Mondiaí de Sociologia, 1962.
ENTRE SOCIEDAD Y ESPACIO

Del mismo modo podría analizarse la evolución de las ciudades y


del sistema urbano de cada región según las relaciones del triángulo
burguesía-nobleza-poder real. Así por ejemplo, el menor desarrollo de
las ciudades comerciales españolas con respecto a las alemanas o italianas
durante los siglos XVI y XVII, se explica por su papel de mera correa
de transmisión entre la Casa Real y el comercio de Indias, en contraste
con las ciudades italianas y alemanas, definidas autónomamente con
respecto al emperador o a los príncipes de las cuales eran tan sólo aliados
ocasionales.
Paradójicamente, el desarrollo del capitalismo industrial provoca
la decadencia de la ciudad burguesa, dotada de fuerte cohesión institu-
cional y organizada en torno a objetivos propios. En efecto, la difusión
de los intereses en el espacio, la constitución de inter-relaciones comer-
ciales a todos los niveles, la desaparición, en una palabra, de la fusión
entre la esfera de dominación de una determinada clase social y una
forma espacial, lleva a la difusión de la urbanización y a la desaparición
de la especificidad urbana y por tanto, del particularismo cultural y
ecológico representado por la ciudad.
El proceso de urbanización ligado a la primera Revolución indus-
trial viene determinado por su inclusión en el modo de producción ca-
pitalista, lo cual supone, concretamente:
- - La descomposición previa de la estructura social en el campo,
y la influencia creciente de población agrícola desocupada a las ciudades.
- El paso de una economía doméstica a una economía de manu-
factura, lo que significa al mismo tiempo la concentración de mano de
obra y la creación de un mercado.
Las ciudades atraen a la industria justamente por estas dos carac-
terísticas (mano de obra y mercado), y a su vez la industria atrae nueva
mano de obra y nuevos servicios. Pero el proceso inverso también es
importante allí donde hay facilidades de funcionamiento, y en particular
de materias primas y detransporte, la industria ooloniza y suscita la
urbanización. El elemento dominante, en los dos caras, er la industria.
La industria organiza el paisaje urbano. Ahora bien, la industrialización
no es un puro fenómeno tecnológico, sino que se produce en un modo
de producción determinado, el capitalismo, cuya lógica re eja. El desor-
den urbano y el absoluto imperio de la industria no es tal desorden,
sino que corresponde al libre juego del mercado, a la ausencia de control
social con relación a la empresa capitalista. La lógica del provecho y die
la eficiencia económica, conducen, por un lado, a borrar toda diferencia
esencial inter-ciudades y afundir los tipos culturales en el tipo genera-
lizado de la civilización industrial capitalista; or otro lado, a desarro-
llar la especialización funcional y la división de trabajo en el marco geo-
gráfico, y portanto, a crear una jerarquía funcional entre las aglomera-
ciones urbanas. El juego de las economías externas tiende a crear un
83 LA RELACIÓN HISTÓRICA

proceso acunmlarivo, no controlado socialmente, en las grandes aglm


menciones
Si para la burguesía industrial la ciudad no es ya sino el cuadro
de vida y no su expresión espacial, para la clase social por ella suscitada,
el proletariado, la concentración urbana es un elemento que refuerza su
visibilidad social y su capacidad de autoidentificación. En efecto, sobre
la base de su posición en las relaciones de producción, el proletariado se
constituye como clase a través de la ruptura de las solidaridades prima-
rias, de su relación reducida al nivel d'e la mercancía y desu recompo-
sición, en tanto que comunidad de negatividad social, facilitada por la
concentración urbana y la segregación socio-espacial al interior de las
ciudades. La estructura urbana expresa la estructura de clases de la so-
ciedad y, al mismo tiempo, el dinamismo urbano se hace, de forma más
o menos mediatizada, dinamismo de [ac/Ja de clases. En efecto, la dico-
tomía ciudad/campo como expresión de la apropiación del producto,
ha sido sustituida por una oposición intra-urbana, como contradicción
primaria de la que depende la secundaria ciudad/campo.
Llegado a este punto, el proceso de urbanización pasa a ser ex-
presión a la vez, del desarrollo acelerado de las fuerzas productivas y
de las relaciones burguesía/proletariado en cada circunstancia histórica,
Si hasta aquí hemos analizado, a grandes rasgos, el desarrollo his-
tórico del proceso de urbanización, nuestra intención era tan sólo de
sintetizar, dentro de una cierta coherencia teórica, hechos y secuencias
harto conocidos. En cambio, trataremos de detenernos con algo más de
atención en los problemas planteados por el proceso de urbanización
actual. Dos son sus vertientes básicas: 1) la constitución de las regio-
nes urbanas (o metrópolis) como forma espacial caracteristica de las
sociedades capitalistas altamente indastrializadas 2) La penetración ace-
lerada de las formas socio-espaciales de los países dominados ( subdesa-
rrollados ) del sistema capitalista, a partir de sn inserción en la estruc-
tura general del sistema. Otra cuestión, necesariamente suscitada por
nuestro planteamiento, y que dejaremos sin respuesta satisfactoria, es
la de en qué medidalas diferencias básicas con respecto al modo de
producción dominante en una sociedad afectan esencialmente, a nivel
comparable de desarrollo de las fuerzas productivas, las formas espacia-
les de dicha sociedad.

3. La formación de las áreas metropolitanas en las sociedades


capitalistas altamente industrializadas
El rasgo dominante de la urbanización contemporánea en los países
desarrollados en la formación y generalización de las áreas metropoli-
tanas. Con fan ambiguo término hacemos alusión a algo más que el
aumento, en dimensión y densidad, de las aglomeraciones urbanas exis-
ENTRE SOCIEDAD Y ESPACIO 89

rentes. Las de niciones más difundidas 2 , así como los criterios de de-
limitación estadística 22 no toman casi nunca en consideración este
cambio cualitativo y podría aplicarse, de hecho, a una gran ciudad
pre-metropolitana. Las razones distintivas de la nueva forma son: la
difusión de lo: actividades y funciones en el espacio y la interpenetra-
ción de dichas actividades según una dinámica independiente de la con-
tígú'id ad geográfica 3.
Si nuestro obieto fuera el de precisar el lenguaie urbanístico, habría
que partir de la distinción entre la metrópolis propiamente dicha (ori-
ginada por la expansión de la ciudad que constituye el núcleo metro-
politano), la conurbación (encuentro espacial de varias ciudades en
expansión) y la megalópolis o región urbana (conjunto de actividades
interpenetradas, difundidas en el espacio con independencia de sus nú-
cleos iniciales). Pero lo esencial es el tipo de forma espacial resultante,
la región urbana. En dicha área espacial tienen lugar todo tipo de acti-
vidades básicas, ya sean de producción (incluida la agricultura), de
consumo o de intercambio. Algunas de ella-s concentradas geográfica-
mente en uno o varios puntos (por ejemplo, las administraciones fi-
nancieras o la industria pesada). Otras funciones, difundidas en el con-
junto de la metrópoli con densidades variables (la habitación. los ser-
vicios de primera necesidad). La organización interna de la zona impli-
ca una interdependencia jerarquizada de las distintas actividades. Así,
la industria agrupa fases técnica-mente homogéneas ysepara unidades
pertenecientes a la misma entidad jurídica. EI comercio concentra la
venta de productos raros y organiza la distribución masiva del consumo
cotidiano. El sistema circulatorio dibuja los flujos determinados por la
implantación de las actividades, sirviendo de pulso de la aglomeración.
Para la determinación del proceso social subyacente a las tenden-
cias hacia la metropolitanizacíón , el dato más significativo es el de
la interpenetración no sólo de las distintas actividades en el interior de
una zona, sino también de las zonas entre sí. Duncan, en su clásico es-
tudio sobre el tema 2 , ha mostrado en qué medida las actividades fi-

Entre otros, Hans Biumenfeld: «The Modern Metropolis», in Scien-


tific, American, Cities op. cit.; F. D. Mc Kenzie: The Metropolitan Community,
N. Y., Mc Graw Hill, 1933, págs. 70-76, pág. 313; Alvin Boskoff: The Socio-
lagy ofUrban Regions, Ap leton-Century Crofts, N. Y., 1962, págs. 29-30; Achille
Ardigo: La diffurione Ur ana, Ave, Roma, 1967, pág. 112; William H. Wity-
te: «Urban Sprawl», en The Editors of Fortune, Tbe Exploding Metropolis,
Doubleday Anchor Books, N. Y., 1958, págs. 115-139, etc.
n El mejor compendio estadístico existente es el realizado por el Interna-
tional Urban Research de Berkeley: The World s Metropolitan Areas, University
of California Press, 1939.
2 No procede aquí dar una bibliografía ni siquiera selectiva sobre la
metrópolis. Remitimos al excelente compendio de I, Bollens y H. Solrnandt:
Metropolis, 1965, y en particular a su exhaustivo anexo bibliográfico.
1 O. D. Duncan et al.: Metropolis and Region, Baltimore, Johns Hop-
kins Press, 1960.
90 LA RELACION HISTÓRICA

nancieras desarrolladas en Nueva York o la producción industrial de


Detroit no podían ser entendidas en todo su significado sin analizar
sus múltiples conexiones, que de hecho desemboca en una red mundial
de operaciones y entidades. De esta forma ha quedado un tanto supe-
rada la idea de la escuela de Chicago, desarrollada específicamente por
Bogue 75, de las metrópolis como zona de in uencia de la ciudad central,
y se aproximan mucho más a la explicación del fenómeno actual análi-
sis, como los de la escuela geográfica francesa, realizados en términos de
regiones urbanas y redes urbanas 2 , o trabajos insólitos en la perspec-
tiva de la econometría regional, fuertemente impulsada por Walter
Isard 21. En el límite, tales interdependencias no son tributarias del
espacio, sino en la medida en que éste representa un elemento más a
resolver técnicamente.
Más concretamente. La influencia de Well Street depende de la
dinámica financiera internacional y las decisiones referentes a la pro-
ducción de automóviles en Detroit, de las fuerzas operantes en el
mercado. Podría decirse que dicha afirmación es válida para toda forma
espacial, en la medida en que el espacio no es sino un elemento más
de un complejo proceso. Efectivamente. Sin embargo, lo característico
de las nuevas formasestá en que las organizaciones han aumentado ex-
tremadamente sus dimensiones y potencialidades y que, desde el punto
de vista técnico, se ha hecho infinitamente má fácil la transferencia de
personas, bienes e informaciones. E1 espacio ha desaparecido, por tanto,
practicamente, como elemento de delimitación de unidades socialmente
significativas. Ira imagen de la nebulosa urbana podría pues ser una
buena expresión de las nuevas formas de asentamiento espacial 2 .
Es conocido que el mejor ejemplo del fenómeno urbano descrito
es lo que el extraordinario estudio de Jean Gottman ha consagrado
baio la denominación de Megalópolis 29, la costa nordeste de los Esta-
dos Unidos, de Boston a Washington, con una población de 38 millones
de habitantes y una estrecha red de actividades conean que forman un
todo funcionalmente ligado en su contigüidad geográfica. Pero de Rot-
terdam a Amsterdam, en la cuenca del Rhür, de Manchester a Birmin-
gham, en torno a Los Angeles, a París, a Milán, en la región sudeste
de Inglaterra, etc..., formas espaciales semeiantes se constituyen bajo

2 También Donald Bogus: The Structure of Metropolitan Community: A


Study of Domiuauce and Subdomiaance, Ann Arbor, University of Michigan Press,
1949.
2 Referencia en particular a los trabajos de Jean Labasse, de Rocheíort y
de Boudeville.
Walter Isard: Location and Space-Economy. A genera! theory relating to
industrial location, market areas, land use, trade and urban structure, John Wiley,
New York, 1956. .
1' Gutkind: Taigligbt of cities; J. Gottman y R. A. Harper: Metropolis
an the. Move, John Wiley, Nueva York, 1967.
2 Jean Gottman, en: Megalopolir, The M.I.T. Press, 1961, 810 págs.
ENTRE SOCIEDAD Y ESPACIO

la impulsión de las fuerzas técnicas y sociales en la base dei desarrollo.


Ahí reside el problema. Por encima de una descripción, sobrada-
mente conocida, del tipo de urbanización en cuestión, lo que se plantea
es mostrar a un nuevo nivel la relación entre el conjunto de la estruc-
tura social y la estructura urbana.
El progreso técnico juega manifiestamente un papel esencial en
la transformación de las formas urbanas, a la vez influyendo en el
nuevo tipo de actividades de producción y deconsumo que se desarro-
llan, y posibilitando a través del transporte y de las formas de inter-
cambio en general, la superación de la distancia geográfica. En los ini-
cios de la segunda revolución industrial, caracterizada sobre todo por
el empleo generalizado de la energía eléctrica, la utilización del tranvía
permitió la ampliación de las concentraciones urbanas de mano de obra
en torno a unidades industriales de producción cada vez más amplias.
Los transportes colectivos aseguraron la integración de las distintas
zonas y funciones de 1a metrópoli, distribuyendo los ujos internos
mediante una relación tiempo/espacio aceptable. La difusión del auto-
móvil, en particular en los Estados Unidos, permitió la dispersión ur-
bana en las grandes zonas de habitaciones individuales, extendidas en
toda el área y ligadas por cordones umbilicales (vias rápidas de circu-
lación) a las diferentes actividades (trabajo, comercio, etc...). Los
transportes cotidianos de productos de primera necesidad benefician de
la misma movilidad, y la distribución de los productos agrícolas de
zonas incluidas en la región metropolitana depende del sistema de trans-
portes por camión sin el cual ninguna gran metrópoli podría subsistir.
La concentración de las sedes de las empresas en ciertos sectores geo-
gráficos y la descentralización jerarquizada de sus centros de producción
y distribución 3°, son posibles merced a la transmisión de la información
a larga distancia por telegrafo, radio y telex. El desarrollo vertiginoso
de la navegación aérea ha sido un elemento básico en la inter-penetra-
ción de las distintas zonas metropolitanas.
Si el progreso técnico permite, por un lado, la evolución de las
formas urbanas hacia un sistema regional de interdependencias, a través
de los cambios en los medios de transporte, por otro, impulsa dicha
evolución mediante las modificaciones suscitadas por las actividades
sociales fundamentales, y en particular en el sector de la producción.
La actividad industrial aparece cada vez más liberada respecto a factores
especialmente rígidos, tal como materias primas o mercados localiza-
dos 3 , mientras que es cada vez más dependiente del medio industrial

Department of City Planning, City of Chicago: Industrial Movementr and


Expansion 1947-1957, City of Chicago, enero 1961, l '
" Ver en particular P. Sargant Florence: The logia o} the brtltrb ami
american industry. Routledge and Kegan Paul, London 1953, W. F. Lut-
trell: Factory location and industrial movement, Cambridge, 1962, y Survey
Research Centrer, University of Michigan: Industrial mobilily in Michigan. D1-
ciembre 1950.
92 LA RELACION HISTÓRICA

en si mismo, de ias cadenas de interdependencias consolidados en la


propia esfera productiva. Por consiguiente, la industria busca sobre
todo su inserción en el sistema urbano, de preferencia a la solución
de requisitos funcionales del tipo de los que determinaron la localiza-
ción en la primera fase de la industrialización 32. Al mismo tiempo,
la importancia creciente de la gestión y la dependencia de las activi-
dades de gestión, con relación al medio urbano, invierten las relaciones
entre industria y ciudad, haciendo de ender a la primera del complejo
de relaciones suscitado por la segun a . De ahí que la evolución de
las fuerzas productivas, en particular con el desarrollo creciente de la
energía nuclear y el papel motor de la electrónica y la química, favorece
un reagru ción espacial de las actividades, consolidando los vínculos
internos a medio técnico y desligandose cada vez más con respecto
a las servidumbres impuestas por el medio físico, Lo que tiene como
consecuencia el desarrollo a partir de los núcleos urbano-industriales
existentes y la concentración de la actividad en las redes de interdepen-
dencias así constituidas.
Los cambios en la industria de la construcción han permitido
también la concentración de funciones, en particular, de las funciones
de gestión e intercambio, en un espacio reducido y accesible a1 coníunto
de zonas integrantes de la metrópolis, a través de la construcción en
vertical 3 .
Asi expuesto el problema, la región metropolitana parece ser la
consecuencia mecánica de la evolución técnica. De hecho, el proceso
es más complicado, en la medida en que los cambios en las fuerzas
roductivas son en sí mismos un proceso social ligado al conjunto de
l; estructura social básica, de forma indisoluble. La dispersión urbana
y la constitución de las zonas metropolitanas expresan también ei tipo
de sociedad constituido en el capitalismo avanzado y que recibe en
general la denominación ideológica de sociedad de masas . En efecto,
la concentración monopolística del capital y la evolución técnico-social
hacia la constitución de grandes unidades productivas, fundamentan 1a
práctica de la descentralización espacial dle establecimientos industriales
ligados funcionalmente. La existencia de grandes cadenas de empresas
comerciales, con estandarización de productos y precios, facilita .la
difusión de las residencias y el abastecimiento a través de shopping-
centers comunicados por un sistema de vías rápidas.

3 Respecto a la evolución de la teoría y la práctica de la localización in-


dustrial, la mejor obra de base es Claude Ponsard: Hisíoire des zhéort'ex ésa-
namiquex spatialer, Armand Colin, París, 1958, 201 págs.
En este sentido, Jean Remy: La ville pbenomene économique, Bruselas,
1966. N
" Véase Jean Gottmann: «The Skyeraper Amid the Sprawal», en Gott-
mann y Harper, op. CÍL, págs. 123-151.
ENTRE SOCIEDAD y ESPACIO 93

Por otra parte, la uniformizacíón de una mas'a creciente de pobla-


ción en cuanto a la posición que ocupan enla producción (asalariados)
y en cuanto a su estratificación económica según el sistema dominante,
conduce a la segregación social, no en términos de clase, sino de status.
La consecuencia es la jerarquización social en términos de consumo
(tipo de residencia y de servicios), pero sin variar el carácter de la
urbanización, puesto que no hay modelo específico de clase respecto
a la ocupación del espacio.
La integración ideológica y política de la clase obrera en la mayor
parte de los países industrializados, conduce a una separación vivida
entre medio de trabajo, medio de residencia y actividades de esparci-
miento, separación que están en la base de la modificación funcional
de la metrópoli.
La regularización de ¡la familia nuclear, la importancia d e los
medios de comunicación de masa y la dominación de la ideología
individualista burguesa, cooperan a la atonización de las relaciones so-
ciales, la dÍVersificación de intereses en función dle estrategias indivi-
duales, facilitando así la residencia dispersa, ya sea en la soledad de
la vivienda individual o en el aislamiento de los apartamentos en los
grandes conjuntos colectivos de habitación.
En fin, la concentración del poder que se produce en la formación
social considerada, la constitución de una tecnocracia que vela por la
mantención de los intereses del sistema a largo plazo (dentro de una
racionalidad definida estructuralmente por los intereses de la clase do-
minante), elimina poco a poco los particularismos locales y tiende,
a través de la planificación , a tratar los problemas de funcionamiento
del sistema en unidades espaciales significativas, es decir, basadas sobre
las redes de interdependencias del sistema productivo. Lo caul estimula
la adecuación del sistema político-administrativo a la unidad espacial
que hemos denominado región metropolitana.
Por tanto, la dispersación urbana y la formación de megalópolis
no es un resultado de las fuerzas ciegas de la evolución técnica, sino
la expresión morfológica al nivel del espacio, d el tipo de estructura
social característico de las sociedades capitalistas industrializadas.
Incluso algunas disfunciones del proceso , un cierto desorden
en la realización de las nuevas formas, algunas consecuencias imprevis-
tas ( como la concentración de las minorías raciales en el corazón de
las metrópolis americanas) son consecuencia de la individualización de
Ías decisiones en el sistema liberal, o sea, de la toma de decisiones por
parte de las grandes organizaciones, encargándose los organismos de
plani cación de remediar los problemas funcionales, una Vez que las
decisiones básicas ya han sido tomadas cualesquiera que sean sus con-
secuencias sobre la vida cotidiana de los habitantes.
94 LA RELACIÓN HISTORICA

4. Urbanización y dependencia: el crecimiento de las aglomeraciones


uréumas en los países "subdesarrollados"
La importancia creciente, en la literatura sociológica, de la teoría
del proceso de urbanización refleja en gran parte la transcendencia con-
creta, es decir, política, de la evolución urbana en las áreas designadas
bajo la denominación equivoca de subdesarrolladas .
Más concretamente, si la población norteamericana y europea re-
presentaban en 1950 6,7 % y 15,7 70 respectivammte de la población
mundial, dichas proporciones pasarán a ser en el año 2000, de 5 % y
de 9,1%. Mientras que la población de Asia (sin la URSS), que en
1950 representaba 23 % de la especie humana, pasará a significar
61,8 0/6 en el año 2000. Si dicha evolución se relaciona con la estruc-
tura económico-política internacional, y concretamente, con el descenso
continuo del nivel de vida35 en aquellas áreas de mayor crecimiento
demográfico y con la movilización lítica de las masas populares de
dichas zonas, puede entenderse, a a Vez, el repentino interés de los
científicos sociales occidentales por el control de natalidad y la
preocupación por el desarollo urbano.
En efecto, si el crecimiento de la población es alto, el de la po-
blación urbana es aún mayor, como hemos señalado anteriormente.
Pero, ¿cuál es el significado social concreto? ¿Y cuáles sus modalidades
e implicaciones con respecto a la estructura social?
A primera vista, y a grandes rasgos, como dijimos, urbanización
y desarrollo económico aparecen ligados. En una investigación bien
construida, Brian J. L. Berry efectuó un análisis factorial relacionado,
para 95 países, 43 índices de desarrollo económico, básicamenterepar-
tidos en dos dimensiones, "progreso tecnológico y económico por un
lado y características demográficas por el otro. Las dos dimensiones
correlan negativamente, es decir, que a mayor nivel económico y tec-
nológico, menor es el crecimiento demográ co . Berry construye así una
escala de desarrollo en la que sitúa los distintos países sobre una sola
dimensión. A continuación, establece una relación entre dicha escala y
el indicador de urbanización (proporción de población que vive en
ciudades de más de 20.000 habitantes). El resultado es una correlación

Véase, Kuan i chen: World Population Growth and Living Standarls,


University Press, New Haven, 1960.
3 Brian J. L. Berry: «Some relations of Urbanization and Basic Patterns of
Economic Developement», trabaío presentado en Seminario de Problemas Urbanos,
Universidad de Oregón, 1962; cf. también J'. P. Gibbs y W. 'I'. Martin: «Urbani-
zation, Techndlbgy and the Division of Labor», American Sociological Review,
octubre, 1962, 667-677.
ENTRE SOCIEDAD Y ESPACIO

positiva 37 entre nivel de desarrollo económico y grado de urbani-


zación 33.
Si dicho análisis tiene el mérito de mostrar la concomitancia entre
la constitución de las regiones metropolitanas y la civilización indus-
trial, su nivel de generalidad es excesivo. El problema a explicar sigue
siendo el del ritmo creciente de urbanización de las áreas subdesarro-
lladas . Si su nivel de urbanización es bajo, su ritmo es alto, y la masa
de población urbana, en cifras absolutas, considerable. Por ejemplo, hay
aproximadamente el mismo número de personas (50 millones) habi-
tando ciudades de más de 100.000 habitantes en China que en los
USA.
En esta perspectiva, una interpretación tan frecuente como errónea
es la de considerar la urbanización como ligada mecánicamente al cre-
cimiento económico, en particular a la industrialización, juzgando en-
tonces que los países subdesarrollados se sitúan a un nivel inferior del
proceso y que por tanto su mayor ritmo actual de urbanización se ex-
plica por la etapa en que se encuentran. El crecimiento económico sería
pues una senda lineal por la que, tarde o temprano, las sociedades se
encaminan, a medida que se desarrolla en ellas el espíritu de empresa 3°.
Las estadísticas rechazan de plano dicha interpretación. La urba-
nización actual en los paises subdesarrollados no es una repetición del
proceso por el que pasaron los países industrializados. Al mismo nivel
de población urbana que tienen hoy los países subdesarrollados, el
nivel de industrialización de los países desarrollados era mucho mayor °.
La tasa de crecimiento de las ciudades indias en el siglo XX no es
muy diferente de la de las ciudades europeas en la segunda mitad del
siglo XIX, pero si fijamos una tasa aproximada de población urbana
para la India y para varios paises occidentales, la composición de la
población activa es sensiblemente diferente:

7 El autor indica la medida empleada, prueba Kolmogorov-Smirnov, pero no


el coeficiente de alineación resultante ni el nivel de significación.
3 Ver también en este sentido, J. A. Kahl: «Some Social Concomitance of
Industrialization and Urbanization: a Research Review», Human Organization,
XVIII, núm. 2, verano 1959, págs. 53-74.
W. W. Rostow: The stages of economic growth. A non communist mani-
ferlo, Cambridge, The University Press, 1960.
° Kingsley Davis y Hilda H; Golden: «Urbanization and the Develop-
ment of Preíndustrial Areas», Economic Development and Cultural Change, III,
octubre, 1934, págs. 6-26.
9) LA RELACIÓN HISTÓRICA

TABLA 4. Distribución dc la población activa y nivel de urbanización.

x urbano
Pai-l Año % en nuria. % industria % servicio: (más ¡1020.000)
Austria ' _ 1890 43 3o 27 12.0
Irlanda 1851 47 34 19 8.7
Francia 1856 53 29 19 10.7
Noruega 1890 55 22 23 13.8
Suecia 1890 62 22 16 10.8
Suiza 1888 33 45 22 13.2
Portugal 1890 65 19 16 8
Hungría 1900 59 17 24 10.8
Media países 52,1 27.3 20.6 11,0
INDIA 1951 70.6 10.7 18.7 11.9

Fuente: Bert F. Hozelitz, «The role of urbanization in economic development»,


«Some international comparisons», en Roy Turner (compilador): In-
dia : Urban Future, University of California Press, 1962, 470 págs,
págs. 157-182.

El fenómeno que señalan dichos datos es conocido en la lite-


ratura especializada bajo el término de hiperurbanización, que intenta
expresar la idea de que el nivel de urbanización supera el que podría
esperarse normalmente, dado el nivel de urbanización. La híperurbani-
zación es considerada como un obstáculo al desarrollo en la medida en
que inmoviliza recursos en inversiones improductivas encaminadas a
organizar y proveer los servicios necesarios a concentraciones humanas
no estructuradas en función de una tarea productiva 4 . Más aún, la
concentración espacial de poblaciones con bajo nivel de vida y alta tasa
de paro es juzgada amenazante, dado que favorece la fuerte implicación
política de tipo radical ... 2. De ahí la distinción entre ciudades ge-
nerativa-s o partídarias según que impulsen o no el crecimiento econó<
mico 3.
Si el fenómeno constatado es importante y debe ser tomado como
punto de partida de nuestra reflexión, analizado a través de la catego-

" Ph. N. Hauser (compilador): La Urbanización en América Latina. Se-


minario sobre la urbanización en América Latina organizado por ONU, UNESCO,
CEPAL, Santiago de Chile, julio, 1959, Unesco, París, 1961; cn lo referente a
este tema, págs. 149-151.
2 Bert F. IIoselitz: «Urbanization and Economic Growth in Asia», Eco-
nomic Davelogment and Cultural Change, vol. VI, núm. l, octubre 1957, págs. 42-54.
" Bert F. Hoselitz: Sociological Aspecls 0/ Economic Growth, Free Press,
1960.
ENTRE SOCIEDAD Y. ESPACI!) 97

ría de hiperurbanización , se hace incomprensible. En efecto, el


término mismo alude a una normalidad, que es la del proceso lineal
de desarrollo económico señalado anteriormente, y que consiste en una
extrapolación etnocéntrica de la apariencia del crecimiento económico
en los países capitalistas avanzados. N. V. Sovani ha reaccionado
brillantemente contra dicha perspectiva, mostrando, con los mismos
datos utilizados por Davis y Golden,la complejidad real dell proceso.
En efecto, en primer lugar, la correlación entre urbanización c
industrialización no es lineal. Si en lugar de calcularla, como Davis y
Golden, globalmente para todos los países, se separan éstos en dos
grupos según niveles de desarrollo, la correlación entre industrializa-
ción y urbanización sigue siendo anita para los subdesarrollados (.35),
pero disminuye fuertemente para los desarrollados (. 3 ), en 1950. Pero
si el cálculo para los desarrollados se efectúa en 1890 en lugar de 1950,
la relación vuelVe a ser fuerte (r = .8 ). Es decir, que en una estruc-
tura débilmente arbanizada, el impacto de una incipiente industrializa-
ción er mucho mayor.
Por otro lado, el concepto de hiperurbanizac-ión ha sido elaborado
por Davi comparando Asia con 4 países occidentales en su fase desarro-
llo: Estados Unidos, Francia, Alemania y Canadá. Pero si la compara-
ción se hace con Suiza o Suecia, no hay diferencias sensibles en la
relación industrialízación/urbanízación entre estos países en su fase
inicial de crecimiento y los países asiáticos hoy día. En fin, la biperur»
banizacíón sólo inmovz'líza recursos en la medida en que pueda demo:-
trarse que los capítal ex empleados en servicios páblicar hubieran podido
Ser invertido: en forma más productiva. Es conocido que el problema
de los países en cuestión es, más que la falta de capital, ya de por si
escaso, la inexistencia de una organización social capaz de reunir y
dirigir los recursos existentes hacia el desarrollo colectivo.
Incluso cuando se utiliza la categoría industria , no se está
hablando de la misma realidad según el tipo de país. Por ejemplo, la
importancia de la industria rural en la India es considerable:

TABLA 5. Urbanización y sectores productivos. India 1951.


Distribución, en porcentaje, de la población activa.
Rural Urbana
Ocupación millones 94 millones 96
Primario 71.3 .84 2.7 .15
Secundario 4.8 .06 4.4 .24
Terciario 9.1 .10 11.1 .61
Total 85.2 1.00 18.2 1.00

Fuente: Ccnsus of India, 1951. Trabajo núm. 3, 1953.

N. V. Sovani: «The Analysis of Over-Urbanization», E.D.C.Cb., itmin


1964, pág. 113.
98 LA RELACION HISTO RICA

Ese 6 % de secundario rural indica ia existencia de una industria


artesana cuyas consecuencias sociales y espaciales son bien diferentes
de las de la industria moderna.
Si el empleo industrial en las ciudades es poco numeroso, ¿cuál
es la actividad de esa población urbana que crece vertiginosamente?
En la población urbana en la India, en 1951, 25 % de la población
dependía de la industria, 20 % del comercio, 6 % del transporte,
14 % de la agricultura, y 35 % de servicios diversos", mientras que
en Alemania, en 1882, 52,8 % de la población urbana vivía de la
industria. Esa población otante, desempleada, ejército de reserva
de una industria inexistente, es 1a base del crecimiento urbano cons-
tatado. Ese es el primer dato a ex licar, el fundamental.
Pero otros datos son particularmente significativos: l.°, la con-
centración en grandes ciudades, sin integración en una red urbana, lo
cual exige el no confundir las aglomeraciones gigantes de los paises
subdesarrollados con las regiones metropolitanas de los países avanza-
dos, organismos espaciales de articulación económica 45; 2.°, la inexis-
tencia de un continuar en la jerarquía urbana; 3.°, la distancia social
y cultural entre las aglomeraciones urbanas y las regiones rurales; 4.°,
la y'uxtaposición ecológica de dos ciudades, la indígena y la occidental,
en aquellas aglomeraciones heredadas del colonialismo .
El panorama así trazado sólo se hace inteligible a través del aná-
lisis de su proceso constitutivo. La urbanización en los países subdes-
arrollados, debe ser estudiada en relación con la inVestigación del
subdesarrollo mismo. Es sobradamente conocido que el subdesarro-
llo , que así denominado parece aludir a niveles de crecimiento, no es
sino una de las caras de una misma estructura de la cual también forma
parte el desarrollo". Es decir, que no se trata de secuencias diferentes
de desarrollo, sino de la expansión de una misma estructura básica,
el modo de producción capitalista, en la que distintas formaciones
sociales cumplen funciones diferentes y poseen características peculiares
correspondientes a estas funciones y a la estructuración de las mismas
según el modo de producción dado 4'. _
En esta estructura, que desborda las fronteras políticas, hay un
eíe principal de relaciones de dominación y dependencia 49, es decir,
" Dicha confusión conduce a la paradoja frecuente de hablar de «metrópolis
prematuras» para referirse a las aglomeraciones de los paises subdesarrollados.
Pierre George: La Ville, P,U.F., París, 1950.
7 Véase Fernando H. Cardoso: Cuestiones de Sociología del Desarrollo
a'e América Latina, Editorial Universitaria, Santiago, Chile, 1968, 180 págs.
Desde el punto de vista del análisis económico, nos podemos referir al texto
clásico de Paul A. Batan: La Economía Política del Crecimiento, F.C.E., México
(1! edición inglesa, 1954).
"' Pierre Jaléle: Le pillage a n Tiers Monde, Maspe'ro, París, 1966.
° F. H. Cardoso y Enzo Faletto: Desarrollo y dependencia en América
Latina, ILPES, Santiago, minneo., 172 págs. Publicado luego por Siglo XXI,
México, 1969.
esmas SOCIEDAD Y ESPACIO 99

que si el conjunto de sociedades son interdependientes entre si, las rela-


ciones son antisimétrícas, se operan en una misma dirección. No se
trata de la visión antinatural del imperialismo responsable de todos
los males . Lo fundamental de la dependencia de los países capitalistas
subdesarrollados con respecto a los desarrollados no radica en su
infeudación políticas (que no es sino la consecuencia de la situación
estructural), sino en el reflejo de dicha dependencia en la propia
estructuración interna de las sociedades en cuestión, y, más concre-
tamente, en el funcionamiento del sistema productivo y en las rela-
ciones entre clases sociales determinadas por el mismo. 5°
Una sociedad es dependiente cuando la configuración de su es-
tructura refleja relaciones antisimétricas con respecto a otra formación
social que se encuentra en relación a la primera en situación de poder.
Por situación de poder entendemos que la estructuración de las rela-
ciones de clase en la formación social dominada refleja el tipo de
control de las instituciones de la formación social dominante por parte
de la clase en el poder en dicha formación social.
El análisis del subdesarrollo es pues, ante todo, el análisis de
la dialéctica entre dependencia y desarrolla, es decir, el estud t'o de la
penetración de una estructura social por otra, lo cual implica:
1.° La consideración de la estructura preexistente en la forma-
ción social dominada.
2.° Cuál es el tipo de formación social dominante.
3.° Cuál es la relación entre ambas, es decir, el tipo de domi-
nación ejercido.

El análisis del proceso de urbanización, en esta perspectiva, re-


presenta pues la ligazón al espacio de la dinámica social esbozada.
Más concretamente, y para referirnos al modo de producción capita-
lista, se trata de la con guración espacial resultante de la penetración
por parte del occidente capitalista, del resto de las formaciones socia-
les existentes, a diferentes niveles de desarrollo técnico, social y cul-
tural, desde civilizaciones consolidadas, como la India o China, a cul-
turas predominantemente tribales, como las del Africa subsahariana.
Los tipos de dominación ejercidos pueden resumirse bajo tres
capítulos principales, que pueden coexistir, aunque unode ello-s sea
preponderante en cada coyuntura.
1) Dominación colonial, en que los objetivos básicos son la
administración directa de la explotación intensiva de los recursos y la
afirmación de la soberanía política.

5° Nicos Poulantzas ha desarrollado de forma rigurosa la teoría de la estruc-


tura social en su reciente obra: Poder político y clases sociales en el Estado
capitalista, Maspéro, París, 1968. Ed. cast. cit.
soc; LA RELACION HISTÓRICA

2) Dominación imperiaiista-comercial, a través de los términos


del intercambio internacional, obteniendo materias primas a bajo precio
y tratando de solventar mercados para los productos manufacturados en
los paises dominantes.
3) Dominación imperialistadndustrial, mediante el proceso de
sustitución de importaciones, procediendo a la implantación de indus-
trias en los países dependientes con arreglo a una estrategia de bús
queda de beneficios por parte de los trusts internacionales.
El crecimiento de las ciudades en los países dependientes, respon-
de, en sus ritmos y en sus formas, a la articulación concreta de las
variables citadas.
Antes de sufrir la penetración de formaciones sociales exteriores,
allí donde existen ciudades, éstas ergan un papel predominante polí-
tico y administrativo 5 , de gestión del excedente productivo, básica-
mente agrícola, y de servicios para la clase dominante. La oposición
ciudad/campo, que algunos autores interpretan en un sentido simplis-
ta, como si las formas espaciales pudieran ser actores sociales 52 expresa
pues la particular relación de clases, que oscila desde variantes del
feudalismo (Japón) a las fomas burocráticas de explotación conoci-
das como despotismo asiático , pasadas por configuraciones más com-
plejas, como el sistema indio de castas. La función religiosa se une
frecuentemente a la administrativa y en muchas ocasiones suscita la
implantación. El comercio juega en cambio un papel secundario y se
desplaza más en el tiempo (ferias y mercados) que en el espacio.
Sobre esta incipiente red urbana, cuyos únicos exponentes im-
portantes en tanto que sistema, fueron las ciudades administrativas de
Japón. y Chi-na 5 se organiza el sistema de dominación, con d'os varian-
tes básicas:
1) La implantación de tipo colonial, caracterizada por una
función predominantemente administrativa y la constitución de zonas
urbanas reservadas que reproducen las ciudades de la metrópoli. Esta
variante, cuyos máximos exponentes fueron las ciudades españolas en
América, ofrece pocos cambios con respecto a las funciones desempe-
ñadas por las ciudades existentes en las civilizaciones rurales. Sin ern«
berga, se caracterizan internamente por su trazado predeterminado, y
externamente por estar más ligadas a la metrópoli que al territorio
circundante.
2) La segunda variante fundamental es el centro de negocios
directamente ligado a la metrópoli, escala en las rutas comerciales (y

5 Norton S. Ginsburg: «Urban Geography and Non-Western Areas», en


P. N. Fruserp and Leo F. Schnore, op. cit., págs. 311-347._ .
" Por ejemplo, Natham Keyfítz: «Political-Economic Aspects of Urbam-
7ation in South and Southeast Asia» en Hauser y Schnore, op. al, págs. 265-311.
5 Véanse las referencias de Ginsburg en su artícqu citados
ENTRE SOCIEDAD y ESPACIO 101

por tanto, casi siempre, un puerto) y centro comercial para el consumo


interior. Son las gatoway cities 5 , forma urbana de la economia
de trata, principio de integración subordinada de una burocracia co-
merciante local con los negociantes imperialistas y los soldados encar-
gados de su protección. El ejemplo más tipico son las ciudades del
comercio inglés en la ruta a la India, pero también las implantaciones
portuguesas en Africa y Brasil, así como las holandesas en el Sudeste
de Asia.
Conforme se desarrolla en Occidente el modo de producción ca
pitalista y aumenta su ritmo el proceso de industrialización, sus efec-
tos se van haciendo sentir en la configuración demográfica y espacial
de las sociedades dominadas. Porque aquí es necesario aclarar un
equivoco frecuente en la literatura especializada: no se trata del im-
pacto de la industria sobre la urbanización, puesto que la implantación
industrial es débil y poco relevante, sino del impacto del proceso de
industrialización, a través de la relación especifica de dependencia que
se considere. Quiere esto decir que en ocasiones habrá impacto de
la industrialización en el crecimiento urbano de un país sin que se
modifique apenas la proporción de mano de obra empleada en el se-
cundario, por ejemplo, a través del aumento de producción industrial
en la metrópoli, de una rama basada en una materia prima producida
en el país dependiente Así entendido, el término de industrialización
nos parece exccsivamente amplio y preferimos reservado para desig-
nar el crecimiento de la producción manufacturera tecnológicamente
moderna en el pais en cuestión. Pero la relación a establecer no será
entre un cambio técnico y el espacio, sino entre la configuración de
dependencia adoptada por el proceso de crecimiento industrial y su
expresión en el espacio.
Asi explicitada la estructura social en que se inscriben los datos
presentados sobre el proceso de urbanización, su significado aparece
claramente:
1) En primer lugar, el crecimiento acelerado de las ciudades
se debe a dos factores esenciales: a) el aumento en la tasa de creci-
miento vegetativo, tanto urbana como rural, y b) la migración rural-
urbana. Ya dijimos que el primer factor es sobre todo consecuencia
del descenso de la mortalidad provocado por la difusión repentina de
los adelantos médicos. En la fuerte tasa de natalidad juega también un
papel importante la estructura de edades de la población, particular-
mente ioven, por el crecimiento demográfico reciente. Pero el fenó-
meno básico, en cuanto al aumento de la población especificamente
urbana, es el de la migración. La afluencia a las ciudades es conside-
rada generalmente como resultado de un push rural ma s que de
un "pnl " urbano, es decir, mucbo más como una descomposición de

5 Pizzomo, ap. cil.


¿gg LA RELACION HISTÓRICA

¿a sociedad rural más que como una capacidad de dinamismo por parte
de ¿a sociedad urbana. El problema es por qué, en partir de esa pene-
tración de una sociedad por otra, existe migración cuando de hecho
las oportunidades de empleo urbano son muy inferiores al movimien-
to migratorio y el horizonte económico barto aventurado.
En efecto, si el nivel de renta urbana, pese a su bajísima cuan-
tía, es más alto en general que el rural, la capacidad de consumo real
en las ciudades disminuye fuertemente, en la medida en que el con-
sumo directo de productos agrícolas se hace raro y toda una serie de
nuevos gastos imprescindibles se añaden al presupuesto (sobre todo,
transporte), sin contar el consumo innecesario inducido por la econo-
mía de mercado en desarrollo.
Parece claro, pues, que ma s que un balance económico racional
por parte del individuo, se trata de una descomposición de la estruc
tura social rural en la que estaba inmerso. Se ha insistido con fre-
cuencia en el papel de los nuevos valores culturales occidentales, y en
la atracción hacia los tipos de consumo urbanos difundidos por los
medios de comunicación de masa 55. Si dichos cambios en los sistemas
de actitudes explican la reorganización de la personalidad en una
nueva situación social, no pueden ser considerados como motores del
proceso a menos de aceptar el postulado ideológico liberal del indivi-
duo como agente histórico esencial. ¿Cuál es, entonces, esa nueva si-
tuación social? Se trata de la crisis general del sistema económico de
la formación social pre-existente. Es, en efecto, impensable que a
partir de una cierta fase de penetración, continúen funcionando, por
ejemplo, dos sistemas comerciales paralelos, o que la economía de
trueque pueda desarrollarse junto a la economía de mercado. A excep-
ción de regiones geográficamente aisladas, el conjunto del sistema pro-
ductivo se reorganiza en función de los intereses de la sociedad domi-
nante. Por consiguiente, es lógico que el sistema económico interno
sea inarticulado. Pero dicha incoherencia no es sino el resultado de
una trama económica perfectamente coherente si se examina el con-
junto de la estructura social (sociedad dominada y sociedad domi-
nante).
Si la presión demográ ca sobre la tierra cultivada empeora la
situación alimenticia en las zonas rurales, incitando a la emigración,
no es sólo porque la difusión de las técnicas sanitarias haya disminuido
la mortalidad, sino ante todo, porque el sistema de tenencia de la
tierra es tal que una explotación extensiva e improductiva basta al
latifundista 5°. Y dicho sistema de tenencia de la tierra responde a la
configuración particular de las clases sociales, determinada por la re-
lación de dependencia en la sociedad considerada.
ns. 1
55 Es la tendencia representada en particular por hverett C. Hagen.'
5 Cf. Solon Barraclough. Notas sobre la tenencia de la tierra en América
Latina, ICIRA, Chile, 1968.
ENTRE 500mm» y ESPACIO 103

Si la estructura familiar se resiente y se debilita en tanto que


institución económica fundamental, se debe, por ejemplo, a la exis-
tencia de empleo esporádico en las plantaciones intensivas de un pro-
ducto agrícola estrechamente dependiente del mercado mundial. Una
vez roto el circuito de producción agrícola tradicional, no puede ser
reconstituido cuando el descenso de los precios internacionales suscita
el paro, etc... 57
Así podríamos multiplicar los ejemplos. Pero lo esencial es per-
cibir la estrecha dependencia de los procesos urbanos con respecto a
la estructura social y romper el esquema ideológico de una sociedad
dualista rural/urbana, agrícola/industrial o tradicional/moderna, que
si bien responde a una cierta realidad social en las formas de relacio-
nes sociales, y en las expresiones culturales, no es sino reflejo de una
misma estructura en que los efectos de un polo son producidos justamen-
te por el modo particular y determinado de articulación con el otro polo.
2) En segundo lugar, la urbanización dependiente provoca una
aglomeración en las más grandes ciudades, una distancia considerable
entre ellas y el resto del país y la ruptura o inexistencia de una red
urbana de interdependencias funcionales en el espacio.
En efecto, hemos visto ya que dicha inarticulación no es sino el
resultado de la lígazón básicamente exterior de los centros urbanos
iniciales. Pero aún hay otra razón fundamental:la revitalización de
las ciudades medias, su articulación en una jerarquía urbana, supon-
dría una política de desarrollo de la pequeña industria, no directa-
mente rentable en términos de relación capital/producto, pero sí te-
niendo en cuenta la creación de pues-tos de trabajo y sus repercusiones
sociales. Lo cual supone, ni más ni menos, que una plani cación
industrial, una politica de empleo y una organización regional. Incluso
cuando existe la superestructura burocrática de una tal política, es
evidente que la situación de dependencia con respecto a los flujos del
sistema productivo general impide su aplicación efectiva 58. Por otra
parte, dado que la migración a las ciudades no responde a una deman-
da de mano de obra, sino a la búsqueda de una mayor posibilidad de
supervivencia en una mayor probabilidad de interacción, lo asombroso
seria que el proceso re hiciera de forma equilibrada...
En fin, las explicaciones dadas permiten comprender la estruc-
turación interna de las grandes aglomeraciones, en nada semejantes
a las metrópolis occidentales, y en particular la yuxtaposición a 1a
población urbana de una gran masa, progresivamente creciente, de po-
blación desempleada y que no desempeña función específica en la so-
ciedad urbana, tras de haber roto sus lazos con la sociedad rural. Lo

5 Cf. Batan, op. cit.


5° Cf. Hoaselitz, opi sit. (1957).
304 LA RELACION HISTÓRICA

ideológico es denominar marginalidad lo que es de hecho, situación


(ic tensión entre dos estructuras sociales interpenetradas. Puesto que la
migración a la ciudad es producto de la descomposición de las estruc-
turas rurales, parece normal el que no sea absorbida por el sistema
productivo urbano y por consiguiente débilmente expuesto los inmi-
grantes a los procesos de integración en el sistema social. Pero ello no
implica que estos grupos estén fuera , al margen de la sociedad,
como si sociedad fuera lo mismo que las instituciones histórica-
mente dadas. Su tipo de articulación es particular, pero esa misma
forma de articularse es un rasgo característico, y no patológico; a menos
de transformarse en curandero del sistema, dicha articulación es prou
ducto de la estructura básica de la formación social considerada.
Resumiendo, el analisis de la urbanización en las formaciones so-
ciales dependientes, debe partir de la interrelación de cuatro procesos
fundamentales.
1) La historia política de la formación social a la que pertenece
la ciudad, y en particular el grado de autonomía de la clase burocrá-
tico-politica con relación a los intereses externos preponderantes.
2) El tipo de sociedad agraria en el cual se produce el proceso
de urbanización. Concretamente, las configuraciones particulares serán
diferentes según que la estructura agraria sea feudal o tribal, segu'n
que su descomposición sea más o menos intensa, a través de la mayor
a menor posibilidad de confluencia de intereses entre grupos sociales
dominantes urbanos o rurales.
3) El tipo de relación de dependencia entre formación social
dominante y dominada, y en particular la articulación concreta de los
tres tipos básicos de dependencias, colonial, comercial e industrial.
4) El impacto autónomo de la industrialización en el interior de la
sociedad dependiente. En efecto, por ejemplo, en el caso de una in-
dustria local habrá efectos propios del tipo de industria sobre el tipo
de residencia y en particular sobre el medio socio-cultural formado
por la confluencia de industria y vivienda. Es el caso de las aglome-
raciones industriales latinoamericanas dominadas por las implantacio-
nes fabríles o los yacimientos mineros. De la misma forma, puede
haber una influencia específica en el proceso de urbanización a partir
de la formación de una burguesía y un proletariado nacionales, y de
1a dinámica social inherente a sus relaciones.
Sin embargo, en la medida en que el propio proceso de indus-
trialización de la sociedad dependiente re ejará dic/9a dependencia,
habrá que considerar la matriz de relaciones comprensivas de:
-la dinámica urbana dependiente de la formación social exterior.
la dinámica urbana ligada, directa o indirectamente, al proceso
interna de industrialización.
las inflpencias externas en la urbanización a través de la den
pendencia del propio proceso interno de industrialización.
ENTRE SOCIEDAD y esmero 105

La complejidad del cuadro esbozado aconseja aclarar-lo de cierto


modo a través de un esbozo de análisis concreto. Por razones de afi»
nidad, propondremos a continuación algunas hipótesis relativas a 1a
urbanización en América Latina.

5. Desarrollo y dependencia en el proceso de


urbanización en América Latina 5

¿América Latina caso típico de hiperurbanización ? ¿Situación


intermedia entre desarrollo y subdesarrollo ? ¿Coexistencia de cre-
crtmento autosustentado y marginalización creciente de una parte
de la población? w.
El volumen de mitos sociológicos en relación con las socieda-
des latinoamericana-s es suficientemente elevado como para organizar
cautelosamente estadística-s e hipótesis 6".
En primer lugar, destacar que, si América Latina posee una sin-
gularidad teóricamente significativa, por encima de sus enormes dis-
paridades internas y de algunas semejanzas en su situación con res-
pecto a otras áreas del Tercer Mundo , es justamente a causa de
una cierta similitud de las sociedades que la componen en lo referente
a la estructuración de su situación de dependencia. En efecto, las for-
maciones sociales existentes en América Latina con anterioridad a la
penetración colonialista ibérica, fueron prácticamente destruidas físi-
camente, o en todo caro desintegradas socialmente en el período de
la conquista . Las sociedades constituidas a partir de este impacto,

5° En el presente marco se trata de trazar líneas posibles de investigación


más que de proceder a demostraciones rigurosas. Ello disminuye la importancia de
la relativa imprecisión de los datos estadísticos aportados. En efecto, la diversidad
de fuentes y de definiciones de urbanización, la nula referencia a la forma en
que los datos han sido obtenidos, hace más que problemática la validez rigurosa
del cuadro presentado. Nos parece particularmente grave que una tal depuración
de fuentes no sea emprendida cuando se trata de llegar a afirmaciones concretas
y evaluaciones precisas, en particular por parte de las instituciones internacionales.
° Un buen repertorio de tal perspectiva puede encontrarse en el documen-
tado estudio de J. Dorselaer y A. Gregory: La Urbanización en América Latina,
dos volúmenes, Feres-Crsr, Friburgo-Bogotá, 1962.
" Afortunadamente, disponemos de dos excelentes textos-compendios, el pri
mero resumiendo los principales resultados de investigación, el segundo, poniendo
a punto los datos estadísticos de base con el rigor acostumbrado en el autor:
Richard M. Morse: «Urbanization in Latin America», Latin American Reseaer
Review, Autum 1965 (consultado en la traducción castellana bajo forma de fo-
lleto, con bibliografía ampliada, University of Texas, 1968, 56 págs); Carmen A.
Mir: «The Population of Latin America», Demagrapby, 1964, vol. I, págs. 15-42.
R. M. Morse: «Some Characteristics of Latin American Urban History»,
American Historical Review, LXVII, 2, jan. 1962, págs. 317-38.
LA RELACION HISTÓRICA

naczeron y se desarrollaron bajo el signo ¿le la dependencia, expresa»


a a casi ¿le forma para, sin variantes relativas al impacto en la estruc-
tura social preexistenle, como fue el caso (le Asia. La evolución pos-
terior del conjunto y su progresiva diversificación interna, es justa-
mente el resultado de las diferentes articulaciones regionales a la me-
trópoli, asz como de la reorganización del sistema de dominación in-
termetropolitano (concretamente, desplazamiento de la supremacía
ibérica a la inglesa y, posteriormente, a la norteamericana .
El proceso de urbanización en América Latina, en tan-to que
proceso social sólo puede ser entendido a partir de esta especifica-
ción geográfico-social del cuadro general de análisis trazado anterior-
mente.
Los datos brutos referentes al problema indican un nivel ele-
vado de urbanización y un ritmo progresivamente acentuado en el
crecimiento de las ciudades (véase tabla). Considerando urbana la
población residente en ciudades de más de 5.000 habitantes, hacia
1950, la tasa de urbanización en América Latina era del 32,9 %,
mientras que la media mundial, excluida América Latina, era de
27,8%. Con una definición más estricta de lo urbano (residentes en
ciudades de más de 100.000 habitantes, la tasa urbana de A. L. casi
iguala a la europea en 1960 y la metropolitana (residentes en ciu-
dades de más de 1.000.000) la supera, según datos citados anterior-
mente. Tal como muestra el gráfico, las disparidades interiores son
considerables, y, de hecho, la situación urbana de América Central
tiene muy poco que ver, bajo este aspecto, con la de la Argentina.
La comparación entre procesos tan distintos puede ser una de las
claves para la comprensión del fenómeno.
La "explosión urbana" latinoamericana es en gran parte conse-
cuencia a'e la explosión demográfica, pero la distribución ecológica del

6 La perspectiva así trazada coincide en bastantes puntos con el excelente


trabajo teórico llevado a cabo sobre el tema por Aníbal Quijano, lo cual no es
de extrañar en la medida en que hay una fuerte inspiración común en los aná-
lisis de Cardoso, ellos mismos referidos, implícitamente, a la teoría del imperia-
lismo desarrollada por Rosa Luxemburgo. Por mi parte, creo que ei trabajo de
Quijano, el mejor orientado que conozco sobre la urbanización latinoamericana,
tropieza con dos escollos fundamentales: 1) La influencia sufrida con respecto a
la tradición culturalista norteamericana del análisis de la urbanización, que le
lleva a hablar de «valores urbanos», de «difusión urbana», etc., con atisbos de
referencia a la dicotomía ideológica sociedad tradicional/sociedad moderna; 2) La
ausencia (o casi) de inversión de la perspectiva en análisis concretos, sin mostrar
las articulaciones precisas del conjunto de variables, con respecto a una situa-
ción histórica dada. Muy probablemente, dicha insuficiencia se debe a causas ajenas
a la voluntad de Quijano. Pero, justamente, no tengo la pretensión de emitir un
juicio personal, sino de señalar la línea de trabajo posible. Es evidente que el
mismo reproche- de generalidad podria hacerse al presente texto. Hemos tratado
sin embargo de sentar hipótesis explícitas a partir de las cuales podrían efectuarse
investigaciones particulares.
ENTRE SOCIEDAD Y ESPACÏO

incremento demográfico presenta características peculiares. El ritmo de


crecimiento, elevado con respecto al total de la poálacíón, es macho
más rápida en las ciudadex que en el campo ( Véase tabla 6).
Este proceso no es sólo global a la esca'la del país, sino incluso
particular en el interior de cada Estado o provincia; es decir, las ciu-
dades concentran el crecimiento demográfico de la región circundante,
a través de la atracción del excedente de población rural .
La aceleración del proceso de urbanización te lleva a cabo, ade-
más, por regla general, acentuana o el desequilibrio en la red interna de
cada país. es decir, concentrándose en la aglomeración dominante, gene-
ralmente en la capital política, y siendo tanto más intenso cuanto mayor
es la talla de las aglomeraciones ya existentes (compárese, por ejemplo,
en la tabla número 6 el crecimiento de la capital con el crecimiento
urbano general).

TABLA 6. Tasas intercemale: de crecimiento de la población total, urbana, raral


y de la capital, en doce países latinoamericana: en el período aproximativo 1950-60.

País Perlodo Tola! Urbana Rumi (apllnl


Brasil ' 1950.60 3.1 5.2 1.6 3.2 *
Costa Ricav 1950-63 3.8 4.0 3.7
Chile 1952-60 2.5 3.7 0.5 --
Ecuador 1950-62 3.1 4.6 2.3 4.7
El Salvador 1950-61 2.8 3.3 2.4 v-
México 1950-60 3.0 4.7 1.5 4.9
Nicaragua 1950-62 3.3 4.9 2.2 --
Panamá 1950-60 2.9 4.1 2.0 5.2
Paraguay 1950-62 2.6 2.8 2.5 3.3
Perú 1940-61 2.4 3.5 ' 1.5 --
República Domin. 1950-60 3.4 5.7 2.5 7.3
Venezuela 195061 3.9 6.3 0.7 6.6

* Datos de Río, antigua capital.


Fuente: Carmen A. Miró, «The population of Latin America», Domagraphiy,
1964, vol. I, 1. Table 7.

6 Véanse los interesantes datos aportados sobre los Estados brasileños por
T. Lynn Smith, en «Why the Cities? Observations on Urbanization in Latin
America», en Ph, L. Astuto y R. A. Leal: Latin American Problems, St. John s
Univ. PICss, N. Y., 1964, págs. 17-33.
¡gg LA RELACION HISTORICA

La concentración del crecimiento en una aglomeración cobra toa'a


su importancia como característica, si se recuerda que, con excepción
¿le Colombia, y en cierta medida Brasil y Ecuador, las sociedades lati-
noamericanas se caracterizan por nn sistema urbana macrocéfalo, ente-
ramente dominado parla principal aglomeración. En 1950, en 16 países
sobre 21, la primera ciudad en dimensión era al menos 3,7 veces mayor
que la segunda y reunía una proporción decisiva de la población del
país (véase tabla número 7) .

TABLA 7. Posición en la red urbana de la principal área metropolitana,


países seleccionados. (Alrededor de 1950).

lelulón entre

"¿523516.13 ?
lo población ú

Area metropolitana Mo
ramas:
(Pomnlolo) mmopolilan
Montevideo 1954 32.7 17.0
Asunción 1950 15.4 12.9
San José 1950 19.7 105
Buenos Aires 1947 29.7 8.9
Ciudad de Guatemala 1950 10.6 8.2
La Habana 1953 21-4 7.4
México , 1950 11.5 7.2
Puerto Príncipe 1950 6-0 6.4
Tegucigalpa 1950 7-3 4.2
La Paz , 195o 11.5 4.1
San Salvador . . 1950 11.9 4.0
Managua . 1950 13.3 3.9
Ciudad Durango 1950 11.2 3.7
San Juan 1950 23.7 3.7
Ciudad de Panamá 1950 23-9 3.1
Bogotá 1951 6.2 2.0
Guayaquil 1950 8.3 1.3
Río de Janeiro 1950 5.9 1.2

Fuente: Harley L. Browning, «Recent Trends in Latin American Urbanízaiion»,


Tbe Annals, marzo 1958, págs. 11-126, tabla 3.

Para Ghíle y México, véase Morse, op. cit., pág. 17; el cuadro trazado
por Harley L. Browning es partículamente sugestivo («Recent Trends in Latin
American Urbanízatíon», The Annals, marzo 1958, págs. 111-126).
ENTRE SOCIEDAD Y ESPACIO 109

Sin embargo, el date que generalmente ha retenido la atención con


respecto a la urbanización en América Latina, es que el nivel y el ritmo
relativamente elevados del proceso de urbanización, no van acompaña-
dos de un nivel y un ritmo de industrialización uiparables. Si bien en
términos de comparación inter-países los más in ustrializados son tam-
bién los más urbanizados, dicho paralelismo no aparece entre la evolu-
ción de los dos procesos en un mismo pais, en contra de lo sucedido en
otros países a un mayor nivel de desarrollo económico (ver tabla 8):

TABLA 8. Relación entre industrialización y urbanización en


países seleccionados.

Industrie-
Paíse: Año (IMM "¡bank-ción ¡ímlón
Chile . 1920 .28 .30 H
1950 .40 .30
Cuba 1919 .23 .20
1943 .31 .18
México 1910 .11 .22
1950 .24 .17
Suecia 1910 .16 .27
1950 .30 .41
Estados Unidos 1910 .31 .31
1950 .42 .27
Unión Soviética 1928 .12 .08
P955 ,32 .31
W

Fuente: «La situación demográ ca en América Latina», CEPAL, Boletín Eca-


nómica de América Latina, vol. VI, núm. 2, octubre 1961, tabla 17.

Si para el conjunto de América Latina la población urbana (aglo-


meraciones de más de 2.000 habitantes) pasaba de 29,5 % en 1925 a
46,1 % en 1960, el porccntaie empleado en actividades manufactureras
permaneció prácticamente estable, oscilando de 13,7 % en 1925 a
13,4 % en 1960 6 .
Ahora bien, si es evidente que el proceso no se produce de la mis-
ma. forma que se produjo en los países desarrollados y que el ritmo de
la urbanización es más rápido que e'l de la industrialización, hay que re-
chazar la conclusión de una independencia o una d sparidad acentuada
entre los dos procesos, que en gran parte se debe a ur artefacto estadís-
tico: la fusión, bajo la denominación de América Latina, de formacio-

Véase Cardoso, op. CÍL, (1968), pág 74.


HO LA RELACIÓN HISTÓRICA

nos socioeconómicas muy distintas coyunturalmente. Un análisis fac-


torial realizado por Glaucio Soares, con datos de Venezuela y Brasil,
muestra una varianza común de 64 % entre urbanización e industria-
lización, aun cuando el autor deduce la no identidad analítica de
las dos variables 67.
Por otra parte, la proporción de población activa empleada en la
industria no es ni mucho menos el mejor indicador de industrialización,
puesto que oculta un fenómeno básico, a saber, la modernización del
sector manufacturero y el aumento de la productividad 8. Si de 1925 a
1960 Ia población activa empleada en el conjunto del sector manufac-
turero mantuvo una proporción estable en América Latina, de hecho
descendió del 10,2 % al 6,8 % en el sector artesanal y aumentó del
3,5 % al 7,5 % en el sector fabril.
Para apreciar la posible relación entre el aumento de la producción
industrial real y el ritmo de la urbanización, hemos ordenado 11 países
para los que se dispone de datos censales relativos al período 1950-60,
con respecto a estos dos criterios (véase tabla n.° 9).
A excepción de Panamá, cuya elevada tasa de crecimiento urbano
ajena a la industrialización puede comprenderse sin dificultad, la simi-
litud de rango entre los países con respecto a los dos indicadores, pare-
ce contradecir la afirmación según la cual habría asincronía entre los
dos procesos.
Lo que sí es cierto, y fundamental, es que el impacto de la indus-
trialización sobre las formas urbanas, no se hace a través de un aumento
del empleo industrial, en líneas generales, y que el contenido social de
esta urbanización es muy distinto al de los países industriales avanzados.
La explicación reside, como señala Aníbal Quijano 69, en que la
relación que une la urbanización latinoamericana a la industrialización
no es un vínculo tecnológico ligado a implantaciones industriales loca-
les, sino un efecto del papel que juegan dichas sociedades en el conjunto
del sistema productivo al que se encuentran integradas, y por consi-
guiente, en el carácter particular de la industria y los servicios locales
como ejerciendo una determinada función económica en un sistema
más amplio.
Las condiciones en que se efectua el crecimiento de las aglomera-
ciones urbanas, con una atracción de migrantes que excede largamente

7 G.A.D. Soares. Congruency and Incongruency Among Indicators of Eco-


nomic Development. Instituto of International Studies, Univ. of California, Ber-
keley, 1964, 19 pág. mimeo.
Celso Furtado: «Ostáculos políticos ao ctescimiento económico do Brasil»,
Revista Civilizcao Brasileira, I, 1, marzo 1965, págs. 133-141.
9 Aníbal Quijano, entre otros textos: Dependencia, Cambio Social y Ur-
banización en Latinoamérica, CEPAL, División de Estudios Sociales, noviembre
1967, 44 págs. mimeo.
ENTRE SOCIEDAD Y ESPACIO 111

TABLA 9. Escrita inter-países según su ritmo de crecimiento industrial


(producto industrial) y de crecimiento urbano.

«Itaililigrïh
induslriui ï'" "
Países uso-mo ¡amis Mi: Jim?
Brasil 1.78 1 2 5,2
Venezuela 1.70 2 1 6.3 '
Perú * 1.54 3 9 PP? 3.5
México 1.48 4 4 4.7
Nicaragua 1 .42 5 3 4.9
Costa .Rica 1.26 6 7 4.0
Chile 1.18 7 8 3.7
Ecuador 1.17 8 5 4.6
El Salvador 1.04 9 10 3.3
Paraguay 0.88 10 11 2.8
Panamá 0.78 il 6 4.1

* La única disparidad importante es la de Perú. La explicación se refiere


a la inexistencia de datos censales de 1950 a 1960. Por tanto, mientras el producto
industrial está calculado entre 195060, el crecimiento urbano lo ha sido a partir
de la comparación 1940-60, cuando es evidente que ha habido un cambio cuali-
tatívo enorme durante los años 50. No nos ha sido posible efectuar una corrección
con suficientes garantías estadisticas por falta de datos. De haberlo hecho, Perú
ocuparía probablemente el segundo lugar en la escala urbana, según hemos podido
deducir de una comparación inter-ciudades con respecto al Brasil.

las posibilidades de creación de nuevo: empleos, explican las caracte-


risticas sociales y ecológicas de la sociedad urbana en formación y en
particular ei fenómeno llamado d'e la marginalidad urbana, a cuyo sig-
nificado preciso ya hicimos alusión.
El cambio en la estructura ocupacional de América Latina Im sig-
nificado mucbo menos un proceso a e industrialización que el paso de
una parte de la población de tareas agricolas a empleos en los servia
cios 7°.
Bajo la engañosa denominación de servicios 7 se indican esencial-
mente tres capítulos de actividad: comercio, administración y, en par-

7" Ver Cardoso (1968), pág. 74.


7' Los más prospectivos de los economistas proceden actualmente a una ten
tantiva de reclasi cación de los sectores productivos. En el Centre de Recherche
d Urbanisme de París, una comisión presidida por Jean Fourastié ha efectuado sus-
tanciales progresos en este sentido. Un primer informe, firmado por J. F. Court-
haux, esboza las líneas de una revisión que se hace cada vez más urgente.
i12 LA RELACION HISTORJCA

tícular servicios varios . O ambigüedad de las ambigüedades ... Es


fácil intuir hasta qué punto el desempleo real o encubierto adopta aires
de vendedor ambulante o de trabajador intercambiable según la coyun-
tura y en particular según los standards de consumo de la clase alta.
La importancia del sector servicios en los países latinoamericanos supera
o iguala la extensión de dicho sector en los Estados Unidos y rebasa
ampliamente su extensión en Europa:
TABLA 10. Relación entre el sector terciario y secundario, 1950,
países seleccionados.

Venezuela 2.08 Malaya 2.82


Cuba . 2.00 India 2.17
Haiti . 1.56 U .S.A. 1.48
Argentina 1.51 Canada 1.31
México 1.48 Francia 1.15
Bolivia 1.40 España 1.09
Brasil 1.27 Italia 0.96
Paraguay 1 18 Alemania O. 0.85

Fuente: "R. Morse, op. cit.

Pero aún hay más. Como dice Richard Morse, "los sectores tercia-
rios latinoamericanas y estadounidenses tienen poco parecido. El pri-
mero está compuesto en gran parte por comercio pequeño y ambulante,
servicio doméstico, trabajos no especializados y transitorios y desempleo
disfrazado, Quizás el ejemplo más dramático es la división del trabajo,
frecuente entre los habitantes de favelas y barriadas que se dedican a
hurgar en los vertederos de basura, especíalizándose en la recolección de
algunos objetos y materiales (Morse, op. cit., p. 13).
Aunque el tema se presta a disgresiones moralizantes, el dato a
considerar es doble: 1) Por un lado, la no integración en actividades
productivas, y un nivel de vida correlativamente bajo de la masa de
migrantes, asi como de las generaciones de urbanización reciente. 2) Por
otro lado, la no cobertura social de las necesidades individuales,
(¡Menta del número de zonas urbanas ausentes de equipo colectivo y
constituidas ya sea por edificios deterioradas en el viejo casco urbano,
ya por chozas construidas por grupos de pobladores en la periferia de
las ciudades.
¿Marginales? 20 % de la población en Lima (1964), 16% en
Rio (1964), 30 % en Caracas (1958), 10 % en Buenos Aires, 25 %
en México (1952), etc. La mayoria de los estudios realizados sobre el
tema muestran que en ningún caso se trata de zonas de "desorganiza-
ENTRE SOCIEDAD Y ESPACIO 113

ción social y que por el contrario la cohesión interna de dichos grupos


es mayor que en el resto de la aglomeración y llega incluso a concre-
tarse en organizaciones con base local. En cambio, es frecuente que los
objetivos de dicbos grupos estructurados no coincidan con los fines
sociales institucionalizados, es decir, con los intereses en último térmi-
no de la clase dominante. Lo paradójico, entonces, es denominar mar-
ginalidad a lo que clásicamente se denomina contradicción.
El panorama de la urbanización latinoamericana se presenta pues
caracterizado a través de los rasgos descritos.- 1) población urbana que
supera la correspondiente al nivel de productividad alcanzada; 2) no
relación directa entre empleo industrial y urbanización, pero asociación
entre producción industrial y crecimiento urbano; 3) fuerte desigual-
dad en los sistemas urbanos en beneficio de la ciudad primaria ; 4) ace-
leración creciente del proceso de urbanización; 5) insuficiencia del em-
pleo y servicios para las nuevas masas urbanas y, por consiguiente, 5)
acentuación de la segregación ecológica por clases sociales y polariza-
ción del sistema de estratificación al nivel de consumo.
¿Habrá que concluir entonces, como lo hace el Seminario de las
Naciones Unidas" al carácter parasitario de la urbanización latinoame-
ricana y preconízar una política de desarrollo económico en la que la
industrialización pasará del sector de bienes de consumo al de la indus-
tria básica? En efecto, una tal industria, Centrada más sobre los recursos
naturales que sobre las aglomeraciones de compradores individuales, po-
dría favorecer el proceso de "continentalizació de la economía, reor-
ganizar la red urbana y orientar la migración rural bacia las actividades
más productivas. Dicha política sería preferible a una serie de reformas
en el seno de las ciudades ya existentes, que no conduciría sino a la
acentuación de la actual centralización disfunciona'l y despilfarradora de
recursos 7 .
Así planteada, la cuestión es excesivamente abstracta, en la me-
dida en que opone una racionalidad técnica a un proceso social. No
puede haber política de urbanización sin comprensión del significado
del proceso social que la determina. Dicho proceso social, ya lo hemos
indicado, se refiere a la forma en que la relación sociedad/espacio ex-
presa las articulaciones particulares de las sociedades latinoamericanas
con la estructura a la que pertenecen, a saber, el sistema capitalista mun-
dial en su fase avanzada.
La historia del desarrollo económico y social en América Latina,
y por tanto de su relación al espacio, es la historia de los diversos tipos
y formes de dependencia por la que, en circunstancias distintas, se fue-
ron organizando sus sociedades. El problema es que en una situación
social concreta, por ejemplo Chile en 1960, el tipo de urbanización no

7' Ph. Hauser (comp.), (1961), op. cit.


7 Hauser, op. cít., págs. 88-90.
114 LA RELACIÓN HISTÓRICA

sólo expresa la reíación básica de dependencia presente, sino supervision»


cias de otros modos de articulación así como las combinaciones particu-
lares, y sobre todo las distintas determinactones, entre formas de de-
pendencia.
Se trata de precisar, brevemente, la forma concreta en que dicho
esquema teórico organiza y explica los rasgos básicos presentados con
respecto a la urbanización en América Latina.
Las bases de la estructura urbana actual reflejan en gran parte el
tipo de dominación en el que se formaron las sociedades latinoamerica-
nas, a saber la colonización española y portuguesa. (Observación impor-
tante: no se trata tdmto de explicar el presente por el pasado como de
mostrar la organización de las distintas estructuras sociales entremez-
cladas a nivel de la experiencia en la situación actual. La alusión histó-
rica es una forma cómoda de evitar el traducir en variables analíticas
los procesos señalados. Es evidente que una auténtica investigación, y
no el presente esquema general, debería llevar a cabo dicha traducción).
Como es bien sabido, las ciudades coloniales en América Latina
cumplen dos funciones básicas: 1) la administración de los territorios
conquistados, a fin de explotar sus recursos por cuenta de la Corona y
de marcar un dominio político a través de una implantación de pobla-
ciones. 2) El comercio, con respecto al área geográfica de colonización,
pero, sobre todo, con relación a la metrópoli. Según las formas concre-
tas de la colonización una u otra función son preponderantes. En gene-
ral, las ciudades hispanas asumían básicamente el papel de gobierno,
como correspondía a la política mercantiiísta de la corona española, mien-
tras que las implantaciones portuguesas en Brasil estaban mucho más
centradas sobre ia rentabilidad del intercambio de productos y delas
explotaciones intensivas en las zonas cercanas a los puertos.
Pero tanto en un caso como en otro, resultan dos consecuencias
fundamentales, en lo referente al proceso de urbanización:
1) Las ciudades están directamente vinculadas a la metrópoli y
apenas rebasan los limites de la región circundante en cuanto a sus
comunicaciones y dependencias funcionales. Esto explica la debilidad de
la red urbana en América Latina y el tipo de implantación urbana, ale-
jada de los recursos naturales del interior del continente. J. P. Cole ha
efectuado un cálculo 7 , ponderado con respecto a los centros urbanos
de las unidades administrativas territoriales, que permite dividir el área
espacial de Sudamérica en tres coronas y comparar la distribución de
la población en ei interior de ias mismas:

7 J. P. Cole" Latin America. An economic and Social Geograpby, Londres.


1965, 468 págs. '
ENTRE SOCIEDAD Y ESPACIO 115

TABLA 11. Distribución geográfica de la población sudamericana (1950)

% del úun goo-


' ' gráfica (sobra el
corona EOSta/mtenor iotulda Sudaméllca) % do poblotlón

mInterior 25 39
Media .25 9.6
Costa-Exterior .50 86.5

Fuente: J. P. Cole, op. cit., pág. 21.

Los resultados son elocuentes: el 86,5 % de la población está con-


centrada en la corona territorial más próxima a la costa, cuando esta
corona sólo ocupa el 50 % de la super cie total.
2) En segundo lugar, las funciones urbanas de una vasta región
se concentran en el núcleo inicial de poblamiento, sentando asi las
bases de la primacía urbana descrita. La ciudad y su territorio mantienen
lazos estrechos pero totalmente antisime trieos: la ciudad consume y
gestiona lo que el campo produce.
El desplazamiento de la dependencia política con respecto a Es-
paña a la dependencia comercial con respecto a otras potencias europeas,

TABLA 12. Evolución de la población en América Latina

Año Población (millonos)

1570 10.2
80 + 1.2
1650 11.4
100 0.3
1750 11.1
50 + 7.8
1800 18.9
25 + 4.2
1825 83,1
25 + 9.9
1850 33.0
50 + .0
1900 63.0
50 + 97.0
1950 160.0

Fuente: Rosenblat y Carr-Saunders, en Angel Rosenblat: La población indígena


en América Latina, Buenos Aires, 1954.
53 LA RELACIÓN H ÏSTÓRÏCÁ
\
a

en particular Inglalerra, que se inició antes de la independencia, durante


todo el siglo XVIII, incide en la situación previa reforzando sus rasgos
sin modificar la dirección. En efecto, el aumento de la actividad comer-
cial y la extensión de funciones productivas consecutivas a la expansión
del mercado, acarrea un fuerte crecimiento de la población, hasta enton-
ces casi estacionaria (ver tabla 12) y acentúa la urbanización.
A partir de la plena inclusión delconjunto del continente en el
sistema del mercado mundial, bajo hegemonía inglesa, se inician la
explotación sistemática de los recursos del sector primario requeridos
por las nuevas economías industriales y la constitución de la red de
servicios y transportes necesarios para dichas actividades. La consecuen-
cia más aparente en el proceso de urbanización es la diversificación re-
gional que se opera en el mismo en virtud del tipo de producción. Así,
por un lado, Argentina y Uruguay, basados en un sector agropecuario
floreciente 75 y en la fusión de intereses entre la burguesía comerciante
platense y los propietarios ganaderos del interior, experimentaron un
fuerte crecimiento económico cuyo sector terciario se concentró casi
exciusivamente en la capital. Semejante fenómeno ocurrió en Chile, con
an vertiginoso auge productivo centrado en la mineria y en el sólido
edificio administrativo que re a'io ia naciente burguesía a través de la
obra de Portales". En cambia, los países del interior de Sudamérica
y los del norte del área andina, en particular el Peru, permanecieron
eari al margen de la nueva estructura económica, con una sociedad ¿lo
minada por la oligarquía terratenienle y, consiguientemente, un sistema
urbano reducido a la herencia municipal de la colonización española 77.
En América Central, por otra parte, la articulación en el sistema
imperialista tomó la forma de la economía de plantación, con las funcio-
nes urbanas reducidas a poco más que a las actividades portuarias y al
mantenimiento del orden público . Ello explica su nivel de urbaniza-
ción, muy inferior, con excepción de Cuba que se mantuvo bajo domina-
ción española hasta fines de siglo, con el consiguiente recargo de fun-
ciones administrativas.
Esta rápida delimitación de las relaciones entre desarrollo de
la estructura social y formas ecológico-demográficas, no tiene otro obje-
to que el de permitir la comprensión de cómo opera el proceso de in-
dustrialización posterior en la estructura urbana así constituida. Así,
la primera fare de la industrializaeián, que en Argentina, Cbile y Ura-
guay fue producto casi exclusivo dei capital extranjero, mientras que
en México y Brasil una incipiente burguesía local inició la aventura

7 R. Cortes Conde y E. Gallo. La lormaeión de la Argentina moderna, Paiu


dós, Buenos Aires 1967.
7 Aníbal Pinto: Chile, un caso de desarrollo frustrado.
7 Aníbal Quijano: Tendencias de cambio en la sociedad peruana, mimeo,
Universidad de Chile, 1967.
ENTRE SOCIEDAD Y ESPACIO 7

industrial, sobre la base de movimientos populistas, jugó esencialmente


un papel snoordinado con respecto al comercio exterior, y si bien con-
tribuyó a desorganizar la sociedad rural, apenas produjo un cambio de
las funciones urbanas, salvo excepciones (la de la Argentina en par-
ticular).
En cambio, a partir de la Gran Depresión, la ruptura del mecanis-
mo de abastecimiento del mercado mundial, iunto a la nueva situación
creada en las relaciones de clases, pervnite el intento de sustitución de
importaciones a través de la creación de industrias destinadas a satis-
facer el consumo local. Dadas las caracteristicas de estas industrias, con
débil composición orgánica de capital y necesidad de rentabilidad in-
mediata, su implantación depende estrechamente de la mano de obra
urbana y. sobre todo, del mercado potencial que las ciudades represen-
tan. La industrialización autónoma expresa pues el nuevo tipo de ajuste
a la estructura de dominación, y su relación al espacio se incluye en la
red urbana configurada por las anteriores formas de dependencia.
n
Por. .
otra., parte, la expansión
I
de los servicios
.
suscitada por la
mdustrrahzacron, es desproporcronadamente importan-tc, como corres-
ponde a una población activa con un considerable desempleo encubierto.
Después de la segunda guerra mundial, las inversiones extranjeras,
_v en particular norteamericanas, encuentran una salida a su excedente
de capital en el desarrollo de dicho tipo de industria: se trata de abrir
nuevos mercados 75. El proceso se acelera sobre todo en aquellos países
que disponían ya de una base, como Chile, Argentina y, en particular,
México y Brasil, y se suscita rápidamente en otros países hasta entonces
estáticos en su producción primaria, como Perú y Colombia, donde los
cambios en los últimos 15 años han sido espectaculares.
Es innegable que la aplicación del mercado de trabajo y el
aumento de la capacidad en inversiones públicas suscitadas por la indus-
trialización, elevó el nivel de vida, sobre todo en lo referente al equipo
colectivo. Pero la descomposición de la estructura agraria (originada por
la persistencia del sistema tradicional de tenencia de la tierra en las
nuevas condiciones económicas) y los limites de la industrialización se-
ñalada (dependiente de la expansión de la demanda solvente), acentúa
el desequilibrio ciudad/campo y provoca la concentración acelerada de
la población en las aglomeraciones existentes.
Efectivamente, la explicación decisiva, a un nivel superficial de
la aceleración del crecimiento urbano en América Latina, reside en la
migración rural-urbana. El Seminario de la UNESCO sobre el tema
llegó a la conclusión, tras comparar los diversos datos, que existe una
tasa de crecimiento vegetativo aproximadamente análoga para el con-
junto de la población. Por tanto, si el crecimiento de las ciudades es

7' A. Gunther Frank. Capitalism and Underdevelopment in Latin America,


1967.
¿A RELACIÓ N HISTÓRICA
21

mucbo mayor, es porque dic/Jo crecimiento se debe sólo'en un 50 9/0


al auniento natural, mientras que ei otro 50 942 tiene por causa la ini-
gración dc origen rural 79.
La emigración es un acto social y no una consecuencia mecánica
dc un desequilibrio económico. Su análisis, fundamental para la com-
prensión de la urbanización, requiere un esfuerzo de teorizacio n espe-
cífica a dic/bo nivel, esfuerzo que no podemos intentar en los límites
de este trabajo 8°. Podemos, sin embargo, si no desentrañar la lógica in-
terna del proceso, sí señalar las condiciones estructurales que tienden
a aumentar su importancia cuantitativa y quedesembocan por consiguien-
te en la elevada tasa de urbanización que tratamos de explicar.
Un primer becbo, indiscutible, es el desnivel de vida y recursos
entre ciudades y campo. Los datos presentados a este respecto por la
Secretaría de CEPAL en El Desarrollo social de América Latina en la
postguerra, 1963, no dejan lugar a dudas 3 . Y considerando el consumo
en su más amplio sentido, a nivel individual y colectivo. En efecto, el
hecho de que el balance particular de cada migrante en cuanto a sus
condiciones de vida sea a menudo poco favorable, se debe a que la
amplitud del fenómeno suscitado es tal, que las posibilidades de absor-
ción de las masas desplazadas, superan el dinamismo del sistema pro-
ductivo.
Sin embargo, el desnivel de condiciones de vida entre campo y
ciudad, no explica el traslado de población a menos de afirmar ideoló-
gicamente la existencia de un "bomo oeconomicus , guiado únicamente
a través de una racionalidad económica marginalista e individual. Hay,
pues, también y sobre todo, en la base del fenómeno de migración, la
desorganización de la sociedad rural. Dicba desorganización no proviene
de una supuesta "difusión de los valores urbanos . La hipótesis sim-
plista que hace de la penetración de la sociedad rural por los medios
de comunicación de masa un factor decisivo, olvida que la teoría de
la información parte de una cierta correspondencia entre el código del
emisor y el código del receptor con respecto a un mensaie. Quiere
esto decir que los mensajes son percibidos y seleccionados en virtud del
sistema cultural del autor, él mismo determinado por la estructura social.
Más concreta-mente, si en ciertas zonas rurales bay difusión ur-
bana , se debe a que las bases estructurales de la nueva situación ban
desorganizado los sistemas culturales tradicionales.

7 Véase, el Seminario de Naciones Unidas sobre urbanización, ya citado, así


como Aldo E. Solari: Sociología rural latinoamericana, Paidós, Buenos Aires,
1968, pág. 40.
° Una excelente perspectiva teórica, desgraciadamente sin continuidad dc
investigación, es la trazada por A. Touraine, en Ouvriers d orígine agricola,
París, Seuíl, 1961.
" Secretarí ._de la CEPAL: El Desarrollo social de América Latina en la
Postguerra, Solatgl'lachette, Buenos Aires, 1963, 164 13633., en particular cap. II;
en el mismo sentido, Solari, op. cil.
ENTRE SOCIEDAD Y ESPACIO 119

A nivel puramente infraestructura], podemos decir que el deter-


minante básico de la descomposición de la sociedad agraria es la con«
tradicción entre el aumento acelerado de la población, consecuencia de
la disminución de la mortalidad en los últimos años, y la permanencia
de las formas improductivas de tenencia de la tierra 82.
Pero la permanencia de dicbas formas es parte integrante del mis-
mo proceso social en el que participa la industrialización urbana, a través
de la fusión de intereses de las clases dominantes respectivas. No se
trata, pues, de un simple desequilibrio de niveles, sino del impacto
diferencial de la industrialización en la sociedad rural y en la urbana,
decreciendo y acrecentando, respectivamente, su capacidad productiva, al
tiempo que las flujos y la comunicación entre ambos sectores se ¡yacen
más dificiles.
La afluencia de población a los centros urbanos transforma con-
siderablemente las formas ecológicas, pero afecta tan sólo relativamente
las actividades productivas. El informe de CEPALal señala en efecto
una considerable capacidad de adaptación de la industria y comercio
artesanales en suscitar empleos no productivos, sustituyendo el aumen-
to de. la productividad técnica por el empleo de mano de obra barata y
abundante. De la misma forma, en torno a los organismos administra-
tivos se organizan verdaderos sistemas de clientela que no responden a
un aumento efectivo de las tareas sino a redes de influencia personal.
La aceleración del proceso de urbanización, lejos de incrementar
las posibilidades de desarrollo económico, acumula actividades impro-
ductivas, acentúa la segregación espacial y polariza las oposiciones de
clase.
La urbanización en América Latina no es el reflejo de un proceso
de modernización sirio la expresión, a nivel de las relaciones socio-
espaciales; de la agudización de las contradicciones sociales en el proceso
de crecimiento económico, determinado por su particular relación de
dependencia dentro del sistema capitalista mundial.

6. Modo de producción y proceso de urbanización: observaciones


acerca del fenómeno urbano en los "paises socialistas

En los análisis anteriores nos hemos referido, reiteradamente, a


la urbanización en 1a sociedad capitalista , ya sea en Ios países domi-
nantes o en los independientes. Dicha distinción, obviamente, no se
basa en una opción ideológica, sino que es consecuencia de un punto

1 Martinez Alies, op, cit.; Solari, op. cit.


" Informe CEPAL, cit., págs. 73'74.
120 LA RELACION ms'romca

de partida teórico; la afirmación de que la relación entre sociedad y


espacio (o sea, la urbanización} es función de ia organización particular
de los modos de producción coexistent'es, con uno de ellos dominantes,
en una formación socia-l concreta, así como de la estructuración interna
de cada uno de dichos modos de producción en función de la co-
yuntura 84.
Por ello, el partir de la caracterización de capitalista , especifi-
cando la coyuntura concreta de capitalismo de la que se habla, ayuda
al análisis emprendido.
Pero la inversa no es cierta. Es decir, que el cali car de socia-
lista una formación social no esclarece su relación al espacio, sino que
con frecuencia descentra los problemas concretos a través de una serie
de dicotomías ideológicas que presentan más bien el reverso del capi-
talismo que los procesos efectivos que se desarrollan en las nuevas
formas sociales.
La razón de esta disparidad de capacidad analítica de las dos cate-
gorías, es clara: mientras que la teoría del modo de producción capi-
talista ha sido elaborada, al menos parcialmente, y en particular en lo
referente a su región económica (por Marx en El Capital), la teoría
del modo de producción socialista no existe más que en estado de es-
bom", no sólo por una cierta esclerosis teórica del marxismo, sino
fundamentalmente por la no existencia histórica, de foma plena, de
un modo tal dle producción. De hecho, las formaciones sociales distintas
de las capitalistas se conocen como sociedad de transición . La teoría
de dichas sociedades tampoco existe, y la importancia del tema rebasa
ampliamente las pretensiones de este texto.
Por el momento se trata, simplemente, de mostrar cuáles son los
puntos a desarrollar por una posible investigación de la relación al es-
pacio en formaciones sociales postcapita'listas.
Una dificultad considerable es la escasa y contradictoria documen-
tación disponible, al menos en las lenguas accesibles al autor. Delimi-
taremos, pues, muy generalmente, los rasgos esenciales del proceso .

Referencia a los análisis de Louis Althusser: La Revolución teórica de


Marx, trad. cast. cit., Etienne Balibar y L. Althusser: Para leer el capital, trad.
cast. cit.; N. Poulantzas, op. cit.
5 Por ejemplo, Charles Bettelheim: La tramition vers l'économíe socialista,
París, 1967.
" En lo referente a la Unión Soviética, nos hemos basado esencialmente en:
Pierre Sorlin: La raciéié soviétique, París, A, Colin, 1964, 281 págs, con una
información estadística muy completa; P. George: L'URSS, París, PUF, 1962,
497 págs; A. D. Konstantinov, «Some conclusions about the geography of
cities and the urban population of the URSS based on the result of the 1959
census», Soviet Geogrepby, núm. 7, 1960; Henri Chambre: L'aménagement du
territoire en URSS, París 1959; B. Svetlinchnyi, «Some problems of the long-
range development of cities», Soviet Sociology. verano, 1967. Con respecto a
ENTRE SOCIEDAD y Esmem 121

En ias formaciones sociales de transición, postcapitalistas, la pro-


piedad privada de los medios de producción desaparece como elemento
estructural básico. El mercado deja de jugar un papel determinante en
el proceso de urbanización. A nivel institucional, el elemento clave de
la nueva relación aI espacio es la política estatal, la acción dei Estado
, a través del Estado, del partido en el poder. Este desplazamiento
en el elemento dominante no resuelve la cuestión de cuál es la organi-
zación de las clases sociales y de su relación al espacio (y, más concre-
tamente, de cuáles son los intereses en función de los cuales se orienta
la urbanización), puesto que la relación entre clases sociales, partido
y Estadoes función de las coyunturas históricas concretas. Peio, en
todo caso, es esta primacía total de lo politico, con independencia del
mercado, lo que caracteriza el tipo de urbanización en los países socialis-
tas . Dicha primacía ha tenido, sin embargo, consecuencias muy dis-
tintas según la línea política desarrollada por cada partido.
En la Unión Soviética ", donde en 1913 el 84,5 % de la población
era rural, aunque un principio de expansión capitalista tendía a con-
centrar un proletariado creciente en las grandes ciudades político-admi-
mstrativas, la política económica destinada a crear las bases del socia-
lismo, reposaba en la industrialización acelerada, particularmente en la
industria pesada. Lo cual quiere decir, concretamente, aumento de la
base industrial ya existente en las grandes ciudades y puesta en valor
de los recursos naturales de nuevas regiones, o sea, colonización indus-
trial. Ello representaba la creación de nuevas zonas urbanas y una tasa
general de urbanización elevada. Por otra parte, una intensa propaganda
política tiende a atraer a los campesinos a las ciudades en donde pueden
participar mucho más directamente en el proceso político y adquirir los
nuevos valores revolucionarios. Hecho fundamental: la revolución bol-
chevique es una revolución casi exclusivamente proletaria y urbana en
un pais casi totalmente rural.
Sin embargo, pese a que la política del P.C.U.S. tendía a la urba-
nización las dificultades de la primera década, la lucha sin cuartel entre
el viejo orden y el nuevo acarrean un proceso casi contrario, en equue
las masas urbanas se desplazan al campo en busca de posibilidades de
supervivencia. La desorganización total de la economía y el hambre

China, algunas referencias pueden obtenerse a través de la lectura de John W.


Lewis, «Political Aspects of Mobility in Chine Urban Development», The Ame-
rican Political Science Review, diciembre 1966, pág. 89, así como del manual un
tanto antiguo de Hughes y Luard sobre la economía china, de los reportajes polí-
ticos recientes como los de Snow o Karol. Sin embargo, la fuente esencial de
información proviene del análisis, arduo, pero fructuoso, de la coleCCión de Pekin-
Información. Semeiante problema se presenta con respecto a Cuba, puesto que el
intento más reciente de visión de conjunto (Francisco J. Garcia Vázquez: Aspec
to: del Planeamiento y dela Vivienda en Cuba, Ed. Jorge Alvarez, Buenos Aires,
1968), apenas aporta información sobre el proceso de urbanización reciente.
'7 P. Sorlin, op. eit.
¡22 LA RELAGION HISTÓRICA

consiguiente, hacen depender enteramente el crecimiento de las Cintia


des de la capacidad del campo en producir alimentos y del sistema de
transportes y distribución para abastecerlas. Por tanto, si en 1913 habia
una 15,5 % de población urbana, en 1920 la proporción había descen-
dido a 1K1 %, aumentando a 16 % en 1923 y siguiendo posteriormente
una lenta progresión (17 9/0 en 1930).
El elemento decisivo para la aceleración del crecimiento urbano,
confluyendo con la industrialización en curso, será la reestructuración
social del campo, a través del proceso de colcctivización de la agricul-
tura- de 1930 a 1933, en pleno movimiento represivo anti-kulaks , ia
proporción de urbanos pasa bruscamente de 17 a 23 0/6, y en 1938,
a 32 %.
Aunque nuevas zonas urbanas surgen al este del Volga, ligadas a
la pOlítica de industrialización dependiente del aprovechamiento de los
recursos minerales y energéticos, lo esencial del aumento urbano recae
en las grandes ciudades. Una economía que trata de sentar los funda-
mentos a través del desarrollo del equipo de base industrial, sólo con
gran dificultad puede hacer frente a las nuevas necesidades de consumo
urbano así creadas. La crisis de la vivienda reviste caracteres graves: si
en 1927-28 la población urbana no disponía, en promedio, más ue
5,9 m? por persona, en 1940, dicho espacio pasa a ser de 4,09 m. 88.
Sin embargo, los condicionantes estructurales de dicha crisis son mucho
menores en la situación anterior y, a medida que la economía progresa,
una serie de medidas efectivas son concentradas a fin de: 1) redistri-
buir la población en el conjunto del territorio y limitar el crecimiento
de los grandes centros urbanos. 2) Invertir en la construcción de vivien-
das y organizar los servicios colectivos correspondientes.
Por tanto, en una primera fase, la urbanización soviética presenta
ciertos rasgos comunes con el despegue industrial-urbano de los países
capitalistas, con la diferencia fundamental de que la población obrera
no se encuentra en desempleo 39 y de que, aunque el nivel de vida sea
extraordinariamente bajo, el organismo urbano se muestra capaz de
asimilar el ritmo de crecimiento.
Así por ejemplo, la diversificación industrial y la colonización
urbana de amplios territorios, y en particular de la Siberia occidental
y del Kazakhstan, tuvo efectivamente resultados. A partir de la post-
guerra, la política de urbanización cambia y se trata de frenar la con-
centración en las grandes ciudades. Si bien Moscú no pudo ser mante-
nido en el límite de los 5 millones de habitantes (tenía 6 millones en
1965), la expansión urbana se realizó esencialmente a través de las
ciudades medias y de los nuevos centros creados en las nuevas áreas de

" H. Chambre: «L urbanisation en URSS», en H. Carrier y Ph. Laurent:


Le Phénoméne Urbana Aubier-Monraígne, Paris, pág. 199.
'9 P. Sorlin, op. cil.
ENTRE SOCIEDAD Y ESPACIO 1

colonización (más de 600 nuevas ciudades). Así como entre 1926 y


1939, Moscú, Leningrado y Kharkov dobiaron su población, entre 1939
y 1959, las ciudades de menos de 200.000 habitantes crecieron en un
84 96, aquéllas entre 200.000 y 300.000, en un 63 %, entre 500.000
y 1.000.000, el 48 %, y Moscú, el 20 %.
En lo que se refiere a la vivienda, los programas públicos se su-
ceden a fin de construir la mayor cantidad posible de apartamentos, fue-
ra cual fuera su calidad, a veces con consecuencias negativas ( de 1959
a 1962, el 12 % de los apartamentos nuevos resultaron inhabitables). De
1954 a 1964, se construyeron 17.000.000 de apartamentos urbanos y
6.000.000 de casas rurales. La superficie promedio por persona pasó
a 7,2 m.2 en 1954 (4,09 en 1940) y a 9,09 m.z en 1961. Es de des-
tacar que dicho esfuerzo se basó no sólo en las inversiones en vivienda,
sino en una modernización de la industria de la construcción condu-
cente a la producción en serie de viviendas prefabricadas.
Es sobradamente conocido el cambio de línea política del PCUS
a partir de 1956. La mayor insistencia sobre el consumo que sobre la
producción, la descentralización económica y el reforzamiento de la in-
tegración social a través de canales distintos de los de la actividad
política, se traducen en intentos de creación urbanística. Efectivamente,
los planes de revolución urbanística de los años 20 9° habían sido sumer-
gidos por la urgencia de la construcción en serie y la supeditacíón a la
necesidad imperiosa del equipo de base. En cambio, durante los últimos
años, se han visto orecer toda una serie de iniciativas de renovación
del cuadro urbano, como, por ejemplo, la creación de la nueva ciudad
de la ciencia en Siberia o los micro-radios en la zona suburbana de
Moscú 9 .
El micro radio es un barrio de unas 15.000 personas, de edificios
de 4 ó 5 pisos, dotados de equipo escolar, servicios colectivos, centro
de esparcimiento, y protegido por un cinturón verde. Conjunto esencial-
mente residencial, está ligado por transportes colectivos a uno o varios
centros industriales. Muy semejante en su concepción y trazado a las
ciudades nuevas inglesas, con la diferencia esencial de su dependencia
voluntaria respecto a un centro productivo, el micrmradio refleia el
nuevo tipo de relación al espacio implicado por la actual línea política
soviética: integración social y consumo como valores básicos.
En relación también con la nueva orientación económica de inver-
sión masiva en la agricultura, se lanzó el proyecto de las agrocíudades ,
a través de las cuales se trataba de suprimir las diferencias entre ciudad
y campo. Sin embargo, en la medida en que dichas diferencias están
basadas en la supeditacíón económica de la agricultura a la industria,

° A. Kopp: Ville et Réaalutian, Paris, Anthropos, 1967.


" Recherches Internacionales: L'homme et la ville, núm. especial, París.
7224 LA RELACIÓN msromca

y que ei restablecimiento del equilibrio entre los dos sectores es un


proceso económico y social antes que espacial, las pocas experiencias de
agrociudadcs, pronto suspendidas, no han pasado de ser centros de
equipo coiectivo en zonas rurales, o, en el mejor de los casos, puntos
fulertes en torno a los cuales apoyar una empresa de colonización agrí-
co a.
Si hay fusión de ciudad y campo, no es a nivel de las agrocíudan
des donde se realiza, sino en la región urbana altamente industrializada,
como bien señala Pchelintsev 92. Algo semejante a lo constatado por
Gottmann en Megalópolis. ¿Quiere ello decir que hay identidad de for-
mas espaciales al mismo nivel de industrialización en una formación
social capitalista y en otra que no lo es? El problema es más complejo
y requiere algunas informaciones suplementarias antes de que tratemos
de esbozar una respuesta. _Se trata en efecto, de ver en qué forma actúa
sobre la urbanización un distinto nivel de desarrollo económico en for-
maciones sociales postcapitalistas. ,
Probablemente, los casos específicos de China y Cuba son los más
significativos a este respecto. Países subdesarrollados según criterios
analíticos y estéticos, ofrecen en cambio 'un "panorama de la urbani-
zación enteramente diferente al de países de nivel de industrialización
análogo. En efecto, su relación al espacio expresa, Como en el caso de la
Unión Soviética, una primacía total de lo político, y una ruptura con
el mecanismo infernal analizado para las países subdesarrollados, 'de la
expansión parasita ria de las grandes aglbme raciones urbanas. Pero si la
determinación de la instancia política es esencial, el contenido de esa
determinación, a saber, las caraCterísticas del proceso de urbanización,
no es el mismo, puesto que hay diferencias de línea política.
La revolución china, aunque dirigida por un partido del proleta-
riado, se apoyó enlas 'rnasas de campesinos ïpobres, y después del cam-
bio de estrategia propuesto -'p'or Mao-TseéTu'ng, adoptó la táctica militar
y política del cerco "de la ciudad por el Campo. Las Ciudades chinas, en
particular Shangai y Cantón, eran la herencia del colonialismo, la 're'si-
dencia de las 'burocracias de las distintas administraciones y de los
apéndices locales de los intereses financieros -externos,_la sede delos
cuarteles generales de los ejércitos =de Ocupadón. El proletariado indus-
trial como tal era poco numeroso. Es por tanto perfectamente explica-
ble que las bases políticas "de la República Popular, después de la to'ma
del poder en 1949, estuviesen mucho más sólidamente implantadas en
el campo, donde vivía, en 1950, el 90 % de la población 9 .
9 O. S. Pchelints ev: «Problems «of the development of the large cities»,
Soviet Saciology, otoño 1966, vol. V, n'úm. 2 . .
9 Para los datos, estadísticos elementales, Véase: Ïacques Guillerma z: La
Cbíne populqireh PUF, París, 1967; Morris. B. ,Ullman: Cilia: of Máinland Cbina:
1953-59, U. S. Bureau. orCensu's, International Population Research, Washington
D. C., agosto 1961 ; WU"YÚBHTLÏ, «The ,spdtial economy of Communíst China»,
Hoover Institution, Stanford, California, 1967.
ENTRE SOCIEDAD Y ESPACIO 125

Los primeros años de la nueva se caracterizan, sin embargo,


China
por un movimiento de urbanización relativamente importante, en la
medida en que el despegue industrial y la reorganización de los servicios
exigen una fuerza de trabajo mucho mayor (véase tabla número 13).
Sin embargo, es necesario señalar que: 1) Hay una sobre-estimación
de las estadísticas de población urbana, debido a la extensión de fron-
teras administrativas de las aglomeraciones y a la anexión de zonas
semi-rurales. 2) Que, de todas formas, el crecimiento urbano re a ebe
ante todo el crecimiento natural de la población, mucho más que a la
emigración ( inversarnente a lo que ocurre en los países capitalistas sub-
desarrollados ) 9 .

TABLA 13. La eaoz'ucíón de ia población urbana en China, 1949-57


(en miles de personas).

U R BAN A R U R A l.
Alla Toral Ilúmn Portontlo Mmm hmnu|o
1957 642.000 92.000 14,3 % 550.000 85,7 %
1956 627.000 89.150 14,2 % 538.650 85,8 %
1955 614.650 82.850 13,5 % 531.800 86,5 %
1951 563.000 66.320 11,8 % 496.680 88,2 %
1949 541.670 57.650 10,6 % 484.020 89,4 %

Fuente: Morris B. Ullman, obra citada.

Pero, sobre todo, a partir de 1957 se produce una inversión de la


relación clásica entre desarrollo económico y urbanización. Dos son
los obietivos políticos en la base de esta política espacial:
1) La prioridad dada a la agricultura y la voluntad de contar
con las propias fuerzas , según la consigna tomar la agricultura como
base y la industria como factor dominante (Mao 'I'sé-Tung) 95.
2) El movimiento Hsia-Fang, que se destina a desplazar hacia
el trabajo rural millones y millones .de trabajadores intelectuales, a
fin de frenar las desviaciones derecbistas en la aplicación de la política
llamada de las cien flores . Este intento fue, según los observadores

9 Véase Roland Pressat: «La population de Chine et son economic», Pa-


pulation, octubre 1958, págs. 569-590: L. A. Orleans: «The recent growth of
China's urban population», Geagrapbical Review, junio 1959.
5 Véase Leo A. Orleans: «China s population» en Ruth Adams (comp.):
Contemporary China, Pantheon Books, Nueva York, 1966: Comité revolucionario de
Pekín, «La vía de la industrialización socialista en China», Pekín Informa, 27 oc-
tubre 1969; y, sobre los métodos de trabajo en la agricultura, Kin-Ki, «el espí-
ritu de Tatchaï orece en todas partes», China, 2/1966.
126 LA RELACION HISTORICA

extranjeros, un éxito completo, que consiguió limitar el crecimiento na-


tural de cada ciudad96 e incluso disminuir la tasa de urbanización:
en 1963, 20 millones de migrantes rurales habían vuelto al campo pro-
venientes de las ciudades 97.
Este movimiento tuvo serias repercusiones en la estructura urba-
na china, pues permitió, por ejem lo, liberar enormes superficies de
oficinas en Pekín, que fueron transibrmadas en viviendas: 260.000 m 2
en 1958 y 100.000 rn.2 en 1959 (lo cual es enorme, habida cuenta de
que entre 1949 y 1955, el total de la construcción de viviendas nuevas
en Pekín se cifró en 3.660.000 111.2)". Cuando se piensa en los despla-
zamientos de las poblaciones del centro de la ciudad para instalar en
su lugar las oficinas, en las sociedades capitalistas, las diferencias de
utilización del espacio empiezan a apreciarse claramente.
Cinco rasgos fundamentales pueden explicar esta ruralización man-
tenida de la sociedad china, comparada con la experiencia rusa 99.
1) 'La política del PCCH toma como base de la economia el
desarrollo de la agricultura, aún intentando al mismo tiempo construir
una industria de base capaz de sustentar el crecimiento económico.
2) La revolución china se desarrolló y obtuvo su implantación
popular entre las masas rurales.
3) La movilización política es considerada como un elemento
básico del sistema productivo. Y esta movilización política depende de
la integración en el proceso del conjunto de las regiones, y no de la
creación de algunos polos de desarrollo .
4) Dada la situación de enfrentamiento directo entre la revo-
lución china y otras potencias mundiales, la dis ión geográfica de la
población eliminando la existencia de puntos artes y débiles, es un
elemento básico en la estrategia de la guerra popular.

9 Véase Orleans (1966), obra citada; sobre el contenido político de la


campaña: «Los jóvenes progresan en la via de la revolucionarización», en Pekín
Informa, 10 febrero 1969.
7 John W. Lewis: «Political Aspects of Mobility in Chína s Urban Develop-
ment», The American Political Science Review. diciembre 1966.
9' Según Christopher Howe, «The Supply of urban housing in Mainland
China», The China Quarterly, enero 1968.
Como bases documentales de estas a rmaciones, citamos, entre otras:
Thomas P. Bernstein: «Leadership and Mass Mobilization in the Soviet and
Chinese collectivization Campaings of 1929-30 and 1955-56: A comparison».
The China Quarterly, julio 1967, 1-47; «El pensamiento de Mao-Tsé-Tung nos guía
en nuestra lucha por vencer la naturaleza», Pekín Informa, 4 noviembre 1969;
Pekín Informa, 10 febrero 1969; China en construcción, núms. enero 1966, di-
ciembre 1967 y junio 1968; D. H. Perkins: «Economic Growth and the Cultu-
ral Revolution», The China Quarterly, abril, 1967; G. Lagneau, «Chine en
chantier», Cabim- fmmo-cbinois, marzo, 1959. Y Mao-Tsé-Tung, Obras escogidas,
Ediciones de Pekín en lenguas extranjeras.
ENTRE SGCIEDAD Y ESPACiO 127

5) Sobre todo, y más concretamente, a partir de la Revolución


cultural, Ia negación práctica del principio de la división social del tra-
bajo tiene como consecuencia, no sólo la migración masiva de .las
masas urbanas al campo, sino un intercambio continuo de las tareas
productivas y del cuadro de vida entre las distintas categorías profe-
sionales.
La determinación total del actual proceso de urbanización en
China por lo politico, puede observarse en la evolución reciente con
respecto a la marcha de la revolución cultural. En una primera fase,
en que los guardias rojos tuvieron como principal oponente las
burocracias urbanas, hubo una afluencia masiva hacia las ciudades con-
vertidas en polos neurálgicos de la lucha desarrollada. Posteriormente,
cuando se trata de reorganizar la producción y abrir nuevas fronteras
económicas y políticas, no sólo los guardias rojos se han reintegrado
a sus zonas de origen, sino que fuertes movimientos de población están
siendo preparados y estimulados hacia regiones de colonización.
Algunas de estas características pueden observarse en el reciente
proceso político cubano. La insistencia del gobierno cubano en elimi-
nar lá preponderancia de La Habana, en desarrollar la implantación en
las zonas rurales, en extender la red de población a lo largo del terri-
torio, se explica a la vez por las bases populares del movimiento (la
Reforma Agraria fue siempre la pieza esencial), por la opción decidi-
damente agricola de la economía, por los preparativos militares para
una eventual lucha de guerrillas y por la voluntad de integrar en una
diferenciación lo más limitada posible las distintas ocupaciones.
Los casos de China y Cuba muestran claramente cómo la urbani-
zación acelerada y sin control no es una evolución necesaria determina-
da por un bajo nivel de desarrollo, e indican hasta qué punto la estructu-
ración diferente de las fuerzas productivas y las relaciones de produc-
ción conducen a una distinta organización del espacio.
Ahora bien, a nivel de las formas espaciales es evidente que no
hay diferencias básicas entre las grandes aglomeraciones urbanas sovié-
ticas y norteamericanas o inglesas, salvo aspectos internos, como los
referentes a la segregación ecológica-racial. Pero sería creer en una iden-
tidad casi mágica entre estructura social y formas urbanas si hubiése-
mos esperado otro resultado. Lo que es evidente es que el con-tenido
social del proceso de urbanización en uno y otro caso es distinto, y
que ese contenido social diferencial conduce a acentuar rasgos peculia-
res en el modo de apropiación del espacio. Estas diferencias, claramen-
te perceptibles si se comparan, por ejemplo, China y la India, son mucho
menos evidentes entre las aglomeraciones soviéticas y, por ejemplo,
suecas. Pero constataciones tan generales no pueden ser consideradas
como un resultado, sino como punto de partida de una investigación.
Las formaciones sociaies postcapitalistas expresan un contenido
social particular en su relación al espacio, esencialmente determinada
por su instancia politica. Sin embargo, en la medida en que el análisis
de las propias bases de dichas formaciones (denominadas bajo el tér-
mino ideológico de socialismo ) está únicamente esbozado, es difícil,
en el presente cuadro, ir mucho más allá de un primer planteamiento
del problema, tal como lo hemos efectuado.

Conclusión

A través del análisis de las diversas formas, históricamente dadas,


del proceso de urbanización, hemos tratado de mostrar la necesidad
de ligar estructura social y formas espaciales, para comprender dicho
fenómeno y, por tanto, ser capaces de previsión.
El propósito puede parecer elemental. Lo es, efectivamente. Pero
la inmensa mayoría de la literatura sociológica sobre el tema ignora
las más elementales reglas del rigor conceptual, de análisis metodoló-
gico. Obviamente, no se trata de un problema de desconocimiento, sino
que es consecuencia de la función ideológica desempeñada, inconscien-
temente, por buena parte de la sociología. En los balbuceos de una
ciencia es necesario delimitar problemas y niveles de análisis, marcar
tendencias de evolución de la realidad, como punto de partida para
cualquier investigación específica.
La coherencia relativa que se desprende de los análisis efectua-
dos sobre realidades histórico-sociales bien distintas, es una prueba su-
plementaria de la unidad de la teoría por encima de la diversidad em-
pírica. Sin embargo, dicho marco teórico dejaría de ser instrumento de
investigación si no mostrara su utilidad en la explicación de procesos
socio-espaciales concretos. Pero, inversamente, los resultados a obtener
por investigaciones particulares sólo serán posibles a través de la me-
diación teórica realizada.
La amplitud del marco, las dimensiones del tema, no han sido ca-
pricho individual, sino necesidad teórica en el esfuerzo de producir
un conocimiento científico relativo a la relación entre sociedad y es-
pacio.

'¡ S -

[128]
4. Estudio de elementos de la estructura urbana
Introducción

Una aglomeración es algo más que un conjunto abigarrado de


actividades, volúmenes e instalaciones unidas por una simple coinci-
dencia espacial. La coexistencia de una serie de elementos en el espacio,
su interacción con el medio geográfico y sus propias relaciones inter-
nas, determinan la formación de vínculos entre los factores básicos del
grupo humano localizado. La comprensión dela evolución y de la pro-
blemática de un conjunto urbano debe partir del análisis de su estruc-
tura. A'l hablar de estructura urbana se quiere expresar una organiza-
ción relativamente estable de los elementos básicos de una unidad ur-
bana regida por una ley determinada. Es decir, los vínculos estableci-
dos entre los factores de base de la estructura urbana no son puramen-
te coyunturales, sino que responden a la lógica de la formación social
de la que emanan. La ciudad, más que imagen de la organización social
es parte integrante de esa organización social, y, por tanto, se rige por
las leyes mismas de la formación social a la que pertenece.
La estructura urbana es pues el sistema socialmente organizado
de les elementos básicos que definen una aglomeración humana en
el espacio. Pero es preciso, al mismo tiempo, delimitar más rigurosa-
mente este significado y encarnarlo en un contenido concreto que
muestre la utilidad de situarse primero a un cierto nivel de abstración.
Una ciudad , o, más propiamente, una región urbana, es una
colectividad social multifuncional territorialmente delimitada. Sus for-
mas, históricas, geográficas, técnicas, sociales, pueden ser tan diferentes
que, de hecho, el mismo término recubre realidades sociales y ecológi-
cas profundamente distintas, tal como se ha podido entrever en el aná-
lisis del proceso de urbanización. Por ello, preferimos utilizar el término
de conjunto urbano para designar toda unidad socio-espacial multifun-
cional susceptible de consideración específica, aún partiendo de la base
de que toda colectividad territorial forma parte de una red más amplia,
articulada y jerarquizada.
Partir, para su comprensión, de la estructura de un conjunto ur-
bano, no quiere decir establecer una combinación universal a base de
leyes inmutables entre elementos pre-establecidos. Por el contrario, el
[131]
132 ESTUDIÜ me ELEMENTOS

grado diferencial de desarrollo de cada factor, sus combinaciones. la


intensidad (ie su función o de su distinción, originan una serie de tipos
urbanos que se integran, evidentemente, en momentos históricamente
determinados del desarrollo de una formación social.
Si hablamos de estructura, debemos inmediatamente determinar
cuáles son las relaciones en su base y cuáles los elementos ligados por
esas relaciones. Avancemos algunos elementos, Un conjunto urbano,
como forma social, comprende, fundamentalmente, un proceso de pro-
ducción, un proceso de consumo y un proceso de intercambio. Las re-
iaciones socio-espaciales entre estos tres procesos, determinan un cuarto
proceso de gestión o proceso político, que a su vez interviene sobre los
tres primeros. En la medida en que el conjunto urbano está indisolu-
blemente unido a otros conjuntos socio-espaciales, cada proceso posee
influios aienos al sistema. La estructura de base de un conjunto urbano
está pues determinada por la interacción de estos cuatro procesos entre
ellos y en relación con los intercambios que cada uno efectúa con el
exterior del sistema. Por otro lado, la dinámica de esta estructura es
inseparable de la dinámica social genera], sin que pueda reducirse a
ella totalmente.
Este esquema analítico de la estructura urbana nos parece superar
la mera clasificación funcional (por ejemplo la de la Carta de Atenas,
en funciones de trabajo, residencia, esparcimiento y circulación) o la
descripción simple, en términos de ocupación del suelo, como reflejo
de la estructura social. Un conjunto urbano posee una dinámica propia,
que, como hemos dicho, no existe al margen de la dinámica social ge-
neral, puesto que forma parte de ella, pero que goza de un desarrollo
relativamente específico. Esta especificidad viene dada por la combina-
ción históricamente concreta del estado de cada uno de los procesos
citados y de su relación al espacio.
¿Cuál es el significado concreto, aproximado, de una tal cons-
trucción? Proceso de producción engloba todas aquellas actividades,
especialmente expresadas, que contribuyen en forma directa a la for-
mación de bienes o a Ia gestión y organización del proceso productivo;
fundamentalmente la industria, pero también las oficinas, las institu-
ciones nancieras, etc... Ciertos sectores de la producción de materia
gris , como los centros de investigación, en la medida en que están
ligados al proceso productivo o a su gestión de forma íntima, deberán
ser progresivamente considerados en tal proceso. Ello introduce a uno
de los temas más prospectivos de la estructura urbana.
Proceso de consumo, entendido como reproducción de la fuerza de
trabajo, no puede e uivaler enteramente al.nivel urbano a su acepción
al nivel de la soci ad global, en la medida en que no son los alma-
cenes y lugares de adquisición de bienes de consumo individuales los
que especializan un tal proceso, sino el lugar de aprobación individua-
DE LA ESTRUCTURA URBANA 133

lizada del producto del trabajo, a saber, la habitación, el conjunto resi-


denci-al.
El proceso de intercambio comprende a la vez el intercambio de
bienes, servicios, personas, ideas e informaciones, todas ellas expresa-
das espacialmente de forma específica. Su expresión espacial más direc-
ta será pues las implantaciones comerciales, las salas de espectáculos,
los centros de sociabilidad (como los cafés, centros de reunión, etc.)
y, en general, los marcos urbanos del intercambio social. Por otra parte,
el sistema de circulación y transporte. En fin, los llamados centros ur-
banos juegan un papel decisivo en dicho proceso.
El proceso de gestión se especializa de dos formas diferentes; di-
rectamente, por la implantación de los edificios sede de la administra-
ción política y jurídica; indirectamente, por la intervención adminis-
trativa en la organización espacial del conjunto urbano a través de la
planificación y la regulación del funcionamiento general del sistema.
La perspectiva así trazada no hace sino señalar una vía de inves-
tigación, a la vez emaizada en la vieja tradición de la ecología humana
y exigente de análisis particulares de cada proceso de forma previa a
una comprensión de la estructura del conjunto.
Traltaremos pues, en primer lugar, de situar el alcance y los limi-
tes del análisis estructural del espacio realizado por los 'ecólogos huma-
nos para, después, de forma fragmentaria, proponer unos primeros pa-
sos en la investigación específica de cada proceso.
4.1 Las teorías del sistema ecológico1

1. La estructura del sistema ecológico

El esfuerzo de la ecología humana, a partir de los pioneros de la


escuela de Chicago, por analizar la ciudad como un sistema estructurado,
domina todavía los análisis sobre este tema, pese a sus evidentes limi-
taciones. Contrastando con las descripciones monográficas e impresio-
nistas de los geógrafos ingleses y franceses, los ecólogos urbanos ame-
ricanos han intentado sistematizar sus datos a través de la construcción
de modelos, tanto de la estructura como de la dinámica de las ciudades,
que van desde las tipologías de Burgess a los modelos matemáticos
de Isard o, más recientemente, de Berry. En este esfuerzo hay, sin duda,
un algo de etnocéntrico y un mucho de arbitrario, sobre todo a partir del
momento en que se trata de dar al esquema una validez general. Pero
lo esencial es el paso adelante que representa una teoría, implícita o
explícita, del desarrollo urbano.
La teoría de las zonas concéntricas con que Burgess intentó orga-
nizar la recogida de datos sobre la urbanización de Chicago2 se ha
convertido en el punto de partida obligado de todo estudio sobre la
estructura urbana. En términos muy simples, incluso demasiado, Bur-
gess propone un modelo de estructura urbana que implica un desarro-
llo del mismo en términos de secuencia temporal. Recordemos, para
reanalízarlas, lo esencial de sus proposiciones.

' Para una ex sición sistemática de los temas clásicos de ¡a ecología hu-
mana, véase el ex ente compendio de textos dirigido por George A. Theodor-
son: Studíer in Human Ecology, Row, Peterson and Co., Evanston, Ill., 1961,
625 págs.
1 Ernest Burgess, «The Growth of the City», in Robert Park, Ernest Bur-
gess, Roderíck Mc Kenzíe: The City, University of Chicago Press, 1925.

[135]
136 LAS TEORIAS nai,

La parte centrai de la ciudad, el más interior de los círculos conw


cémticos está constituido por ei barrio comercial y de negocios (The
Loop). La segunda zona, llamada área de transición, es el antiguo
centro urbano histórico convertido en zona de actividad por la implan-
tación de industrias, almacenes y oficinas. La tercera zona se caracte-
riza por ser la residencia de los trabajadores industriales, con deficien-
cias de equipo y de patrimonio inmobiliario, generalmente superpo-
blada. La cuarta zona es la llamada zona residencial , es decir, los
sectores de habitación edificados al margen del antiguo casco urbano
por los estratos sociales medio y superior. La quinta zona, zona de
alternantes , comprende las unidades periféricas y las lmalídades saté-
lites, no incluidas totalmente en la ciudad pero cuya vida está centrada
sobre la misma y que se encuentran ya en proceso de absorción.
Burgess deduio dicha configuración del examen del Chicago de
los años 20, pero la propuso con carácter general para las ciudades
occidentales aún aportando desviaciones con relación al tipo ideal, en
función de los accidentes históricos y geográficos. Con esta restricción,
la hipótesis de Burgess tiene mayor validez de la que su carácter, en
apariencia descriptivo y limitado en el tiempo y espacio, parece confe-
rirle. Por ello, pese a que unagran parte de las críticas dirigidas a las
tesis de Burgess se basan en la constatación de que tal ciudad no res-
ponde al modelo propuesto, de forma exacta, de hecho, variantes de esta
tipología en zonas concéntricas han sido utilizadas para definir la es-
tructura urbana de gran número de ciudades en contextos muy dife-
rentes. Para no citar más que un caso, Chombart de Lauwe, en su es-
tudio sobre el área urbana de París en 19503 encontró siete Zonas
concéntri'cas que, del interior al exterior, definió así: 1) Núcleo central
de negocios. 2) Zona de aculturación. 3) Zona residencial interior.
4) Zona residencial industrial. 5) Zona residencial mixta. 6) Zona de
habitación individual. 7) Margen. Dichas zonas reproducen parcial-
mente el esquema de Burgess, pese a la inclusión de la zona 3, resi-
dencial interior, testimonio de la permanencia de barrios residenciales
burgueses en ei corazón del casco urbano como consecuencia de la
larga historia de la capital francesa.
La relativa vigencia de la teoría de las zonas no tiene nada de
mágico. Se trata, como veremOs de inmediato, de que subyaccnte a la
mera descripción se observa un modelo de desarrollo urbano corres-
pondiente a una forma social determinada: la urbanización acelerada

J Paul H. -Chombart de Lauwe et coll., Paris e't l'agglamération parisienne,


P.U.F., París 1952.
SISTEMA ECOLÓGICO 137

de un viejo centro de habitación suscitada por un proceso de industria-


lización de forma capitalista.
Pero aún dentro de este proceso, es evidente que la variedad de
situaciones sociales conduce a una diversidad de modelos urbanos. En el
interior de la propia ecología humana, han sido propuestas otras inter
pretaciones del sistema urbano. Las más conocidas son la teoría de
los sectores y la teoría de los núcleos múltiples.
La teoria de los sectores, elaborada por Homer Hoyt combina
tres elementos en. la constitución del modelo urbano: la diferencia de
nivel social, del espacio en la ciudad, los ejes de transporte y la pro
gresiva densificación del tejido urbano desde el centro hacia la perife-
ria. De esta forma, en lugar de formar zonas concéntricas, la ciudad
se extiende, de dentro hacia afuera, de forma diversa según los ejes de
transporte y cada uno de estos cortes transversales posee el carácter
del sector central inicial del que parte la expansión. Se trata pues de
una descentralización del particularismo social de cada zona componente
del núcleo urbano inicial.
Harris y Ullman5 introdujeron posteriormente una interpretación
más flexible, la teoría de los núcleos múltiples, que considera la exis-
tencia simultánea de varios centros especializados en el seno de la
ciudad, cada uno de ellos con su zona de in uencia y su proceso de
expansión autónomo. El desarrollo de dicha multiplicidad tiene como
razones: 1) Determinadas actividades requieren condiciones espaciales
específicas. 2) Las actividades similares obtienen ventaja de su proxi-
midad espacial. 3) En cambio, ciertas actividades diferentes se moles-
tan mutuamente, por lo que tienden a separarse en su implantación.
4) Finalmente, la disparidad de recursos financieros refuerza el proce-
so de segregación.
Como es lógico, la mayoria de los estudios empíricos realizados
concluyen afirmando una combinación de las tres teorías. Sin embar-
go, en las ciudades americanas, las mejor estudiadas empíricamente,
cada uno de estos modelos parece explicar un cierto tipo de fenóme-
nos. Asi, en un importante estudio efectuado por Theodore Anderson
y Janice Egelandó, las familias mono-nucleares parecían seguir en su

4 Homer Hoyt: The Structure and Growth o] Rexidential Neigbborboodr


¡n American Cities, Washington D. C., U. S. Federal Housing Administration, 1939.
5 Ch. D. Harris y E. L. Ullmann' «The Nature of Cities», Tbe Annals,
vol. 242, noviembre 1945, págs. 7-17.
° Theodore Anderson y Janice A. Egeland: «Spatial Aspects of Social Area
Analysis», American Sociological Review, 26 junio 1961, 392398.
138 LAS TEORIAS DEI.

residencia el modelo en zonas concéntricas; en cambio, las caracteristiv


cas definidoras dei sistema de estratificación social de las zonas urbanas
consideradas (prestigio, profesión, nivel de instrucción) se distribuían
sectorialmente. Por otra parte, la teoría de los núcleos múltiples parece
ser más adecuada para analizar las grandes regiones metropolitanas. En
efecto, el proceso de especialización funcional y separación de activi-
dades, la desintegración de la estructura general desarrollada a partir
del viejo casco urbano y la reestructuración de centros múltiples en un
tejido residencial generalizado, hacen más operativo el empleo de la
formulación multi-nuclear.
Las teorías expuestas, que no son sino los ejemplos más conoci-
dos de un sinfín de interpretaciones, son variantes de un común es-
quema analítico que combina los factores de localización funcional de
las actividades industriales y administrativas con la segregación espa-
cial, consecuencia de la estratificación social, Así, las zonas concéntricas
de Burgess son el resultado de los procesos suCesivos de ocupación del
suelo, consecuencia de la industrialización, en la medida en que la ley
del mercado es e! principio básico del funcionamiento del sistema, y,
por consiguiente, de la ocupación del suelo, En efecto, la invasión del
centro de la ciudad por las actividades administrativas y las sedes de
las grandes empresas, son la consecuencia directa del dominio social
por ellas ejercido. Las zonas II y III, es decir, 1a industria ligera en
el casco urbano y las viviendas de los trabajadores en su dintorno, con
la deterioración correspondiente del marco de habitación, son producto
al mismo tiempo del mercado de trabajo y de la facilidad que supone
para la industria de la primera fase, su implantación en el medio ur-
bano. La zona IV, o residencia reorganizada de las clases superiores,
responde a la distancia social en términos de ingresos, La zona V,
dominación de los núcleos urbanos y semiurbanos adyacentes, es una
expresión espacial del proceso de concentración industrial.
Las distinciones sectoriales son perfectamente compatibles con este
modelo. Se trata, en su caso, de manifestaciones espaciales de una ri-
gidez social producto de la historia particular de la zona. Tal o tal capa
social, implantada en un sector, coloniza todo un radio en una direc-
ción, de dentro a fuera, en lugar de trasladarse globalmente fuera del
viejo casco urbano, Pero los principios subyacentes a la configuración
del sistema urbano son los mismos.
De la misma forma, Ia teoría multi-nuclear representa una trans-
posición de la dominación funcional en la ocupación del suelo, en el caso
de la región metropolitana moderna. En efecto, la primitiva teoría
de zonas está limitada históricamente a la etapa de la expansión indus-
trial de una ciudad, y, por tanto, es incapaz de explicar la constitución
SISTEMA ECOLOGICO 139

de las metrópolis y conurbaciones a partir de un núcleo urbano-industrial


ya desarrollado.
El carácter de expresión urbana del proceso de industrialización
es puesto de relieve inteligentemente por Boskoff7 que distingue entre
el tipo ortodoxo y el tipo simbólico de estructura urbana. Por
tipo ortodoxo (mayoritario en las ciudades capitalistas industrializadas)
entiende Boskoff la división en zonas correspondiente a fases de desa-
rrollo de la ciudad, el crecimiento de sectores residenciales con carac-
terísticas peculiares y la formación de núcleos comerciales e industria-
les. La configuración de cada modelo particular depende del juego
autónomo y de la interacción consiguiente entre dos factores funda-
mentales: la funcionalidad gobernada por la racionalidad económica (ba-
sada en el beneficio) v los factores de status , es decir, el sistema de
estratificación social. Pero a este tipo ortodoxo , opone el tipo sim-
bólico de estructura urbana, expresión de la persistencia de una es-
tructura social rígida, caracterizada por la dominación indiscutida de
un grupo social y la oposición de la sociedad a la primacía de los valo-
res competitivos de la industrialización capitalista v, por consiguiente,
a la dirección del conjunto urbano por la ley del mercado. Aunque
Boskoff cita como ejemplo la estructura urbana de Nueva Orleans, el
eiemplo más clásico en la literatura anglosajona es el estudio de Walter
Firey sobre la ocupación del suelo en el centro de Boston 8. La residen-
cia de las familias de clase alta en el distrito de Beacon Hill y su re-
sistencia a la invasión de grupos sociales inferiores o de actividades
económicas se basa en la defensa del status por parte de un grupo
poderoso en la historia local. La ocupación del suelo no obedece pues
a factores de rentabilidad económica, sino de dominación social directa
y de ligazón al status del grupo.
Si dicha explicación parece limitarse a algunos sectores de las ciu-
dades occídentales más antiguas, la estructura general de muchos nú-
cleos urbanos en los países capitalistas dependientes del llamado tercer
mundo refuerza el valor analítico del modelo social de explicación,
en oposición al modelo racional-funcional, a condición de considerarlos
los dos como expresiones diferentes de la estructura de base de una
sociedad.

7 Alvin Boskoff: The Sociology of Urban Regions, APP Leton Century


Crofts, Nueva York, 1962, 370 págs.
° Walter Firey: Land Use in Central Barton, Cambridge, Harvard Univer-
sity Press, 1947.
140 Las mamas DEL

En esta perspectiva, nos parecen del más aito interés los resultados
del estudio reaiizado por Schnore9 sobre la estructura de las ciudades
latinoamericanas, bajo el ángulo de la teoría de las zonas concentricas
y según los cuales, pueden distin irse dos grandes tipos de ciudades:
aquellas en que la oligarquía tra icional y las burocracias metropolita-
nas dominan ampliamente, mantienen las formas clásicas de un centro
privilegiado y una periferia de barrios pobres donde habitan los ext
cluídos ; por el contrario, allí donde una cierta industrialización capita-
lista prospera, la extensión de la aglomeración provoca el declive del
centro antiguo y la emigración hacia los nuevos barrios residenciales
periféricos sectorialmente bien separados de las aglomeraciones obreras
y de los campamentos improvisados por los migrantes.
El panorama trazado por Schnore, no sólo introduce la dimensión
histórica, sino que obliga a analizar la estructura urbana como resultado
de un proceso entre los elementos que la integran. Del mismo modo,
el célebre estudio de Sjoberg 1° sobre las ciudades pre-industriales no
se contenta con situar cada forma urbana en su contexto, sino que hace
depender cada modelo del proceso social del que forma parte. Pero no
basta con unir proceso social y estructura urbana; es necesario deter-
minar cuáies son los procesos específicos que, en tanto que procesos
urbanos, contribuyen a la formación de dicha estructura; sólo así puede
evitarse la pura yuxtaposición de sociedad y ciudad, en la que la segun-
da sería, de forma casi mágica, refleío de la primera. De hecho, las
teorías del sistema ecológico sobre la estructura urbana. son inseparables
del análisis de los procesos urbanos.

2. Los procesos del sistema ecológica.


En la concepción de la ecologia clásica, los procesos básicos con-
tribuyentes a la formación de las zonas concéntricas son, por un lado,
el de expansión-agregación, y por otro, el de invasión-sucesión
La expansión-agregación es pura y simplemente el proceso de cre-
cimiento de la unidad urbana, con la consiguiente acumulación de uni-
dades de población en un espacio y tiempo determinados. El proceso de
expansión de la unidad urbana en general, suscita profundas transfor-
maciones en su interior, es decir, modela su estructura, EI proceso cen-
tral de esta estructuración es el de invasión-sucesión, que preside las
formas y caracteres de la ocupación del espacio en cada ciudad. Como
su nombre indica, se trata del paso de un grupo social, de conjuntos de
individuos o actividades económicas de una zona de la ciudad a otra

Leo F. Schnore: «On the Spatial Structure of Cities in the Two Americas»,
en Ph. Hauserly L. Schnore, Tbe Study of Urbanization, 1965, John Wiley,
Nueva York, pïgs. 347-399.
'° Gijeon Síoberg: Tbe Preindastrial Cities, The Free Press, 1960.
SISTEMA ECOLOGICO l 41

(invasión). Si tal invasión es suficientemente importante, y no encuen-


tra una resistencia equivalente, el tipo de ocupación del espacio es sus-
tituido por otro (sucesión).
Los factores que originan la invasión han sido raramente sistema-
tizados. H. Gibbard hace referencia a ocho puntos fundamentales z
1) Cambio en la dimensión de la población local 2) Cambio en la
composición étnica de la población 3) Desarrollo de la escala de estra-
tificación social en el interior de una minoría dela población. 4) Cambios
industriales y comerciales que afectan el status económico de los grupos
sociales en la ciudad en cuestión. 5 ) Movilidad residencial incrementada
en otras áreas. 6) Afectación de zonas residenciales a la actividad ad-
ministrativa o a zonas de esparcimiento. 7) Obsolesccnoia de algunas
unidades de habitación. 8) Creación de empleos en zonas suburlranas
como consecuencia de implantaciones industriales.
Puede constatarse fácilmente que se trata de una enumeración de
indicios de cambio en la unidad urbana considerada, sin que puedan
considerarse determinantes del proceso de invasión, sino concomitantes
del mismo. El factor fundamental es pues el cambio social. En efecto,
dado que los procesos espaciales forman parte de los procesos sociales,
la invasión-sucesión no es sino la expresión ecológica de las transforma-
ciones en la estructura social y en la base tecnológica del conjunto ur-
bano considerado. Lo importante es pues conocer el contenido concreto
de la invasión en cuestión.
La imagen más llamativa de la invasión-sucesión es el cambio de
composición social de una zona, pero mayor importancia tiene para la
región urbana el cambio de afectación de actividad del espacio conside-
rado, por efemplo, la transformación de un barrio residencial en centro
de negocios o la sustitución de un mercado por un jardín. El proceso
puede ser debido a una iniciativa pública (operaciones de renovación
urbana, por ejemplo) pero en el contexto histórico estudiado por la
ecologia humana americana, ha sido producto de los desplazamientos
industriales y comerciales por un lado y de las consecuencias espaciales
de la movilidad social por otro.
Como resultado del cambio social en el espacio puede originarse
un nuevo proceso, llamado de segregación que no es sino el mismo de
la invasión-sucesión, pero considerado desde el punto de vista del con-
tenido social de la zona urbana. Consiste en la especialización de deter-
minadas zonas del espacio en cuanto a la actividad que en ellas se de-
sarrolla o desde el punto de vista de las categorías sociales o étnicas
residentes.
Así, puede hablarse de barrios obreros en oposición a barrios bur-
gueses, de zonas industriales en oposición a barrios comerciales o a

H. Gibbard, Residentíal Successian: A Study in Human Ecology, Tesis


doctoral, Universidad de Michigan, 1938.
142 Las TEORIAS DEL

distritos residenciales. En el límite, el proceso de segregación supondría


un área espacial determinada cn el interior de la ciudad para cada activi-
dad, así como una parte distinta de la misma para cada grupo social
.bien definido. De hecho, ese límite no existe, y el sistema urbano,
como el sistema social, se basa en una imbricación estrecha entre los
elementos componentes. Pero hay que destacar la importancia del pro-
ceso en tanto que tendencia. Se habla de barrio obrero, en la medida
en que el porcentaje de obreros residentes en ese barrio es superior
al de otras zonas urbanas. Lo esencial es mostrar, a través de la locali-
zación de los grupos sociales, la cohesión o dispersión de cada uno
de ellos, las consecuencias de su proximidad espacial y el resultado
ecológico de su sis:ema cultural.
A nÍVel más descriptivo, pueden distinguirse otros dos grandes
procesos del sistema ecológico: el de centralízación-deroentralízación y
el de co¡atenuación-descanse}:tración. El primero se refiere a la locali-
zación de una actividad o grupo con relación al centro de la aglomera-
ción. Los problemas surgen al intentar definir el centro (véase infra)
y el contenido a centralizar o descentralizar. Por ejemplo, el proceso
de descentralización centralizada se refiere a la instalación en diversos
sectores suburbanos de grandes almacenes que marcan una pauta estan-
darizada de consumo. Se trata pues de una descentralización espacial
pero no social.
La concentración indica la acumulación de actividad y de pobla-
ción en una zona espacial determinada con respecto al resto del conjun-
to urbano. El proceso de concentración produce pues una densidad
urbana diferencial.
En el fondo, los procesos urbanos así definidos por los clásicos
de la ecología humana, y desarrollados por autores posteriores, y en
particular por Quinn bis, no son sino la transcripción espacial de pro-
cesos sociales, lo cual supone una visión excesivamente mecanicista de
la sociedad. Por ello, los esfuerzos más recientes de la sociología urbana
americana han sido dominados por la construcción teórica en tomo al
sistema ecológico, sobre todo a partir de la formulación de Otis D.
Duncan 2.
En dicha perspectiva, se intenta descomponer el conjunto urbano
en una serie de elementos que no son ni puramente sociales ni pura-
mente espaciales, sino ambas cosas a la vez, de forma analíticamente
índisolublc. Así, sociedad y ciudad se interpenetran en un mismo pro-
ceso de desarrollo definido por la interacción de los elementos del
sistema ecológico.

bis James A. Quinn, «The Nature of Human Ecology», Social Forces, di-
ciembre 1939, págs. 161-168.
" O. D. Duncan: «Human Ecology and Population Studies», en Ph. M.
Hauser y 0. DÏ Duncan (compiladores): The Study of Population, The Uni-
versity of Chicago Press, 1959, págs. 681-684.
SISTEMA ECOLOGICO 143

Duncan define como componentes de dicho sistema, cuatro ele-


mentos: ía población, el medio amhíente (environment), ia tecnología
y la organización (social). Partiendo de un asentamiento humano, con
sus peculiares características demográficas, el punto de partida es la
relación de dicha colectividad con el medio ambiente circundante, que
comprende situación geográ ca, flor-a y fauna, topografía, recursos na-
turales y geología, todo ello modelado por la evolución histórica. La
relación entre la población y el medio ambiente se ejerce a través de la
tecnologia utilizada en el seno de la organización social de que el grupo
se ha dotado. Otros autores, añaden un quinto elemento, llamado psico-
sociológico y que, de hecho, corresponde a la cultura del grupo o
grupos sociales, puesto que comprende los valores, esencias y actitu-
des comunes.
El conjunto urbano, definido como sistema ecológico es producido
por el proceso de interacción entre estos elementos, interacción que no
se efectúa en el vacío, sino que opera a partir de una estructura ya
constituida por los procesos anteriores. Así, por ejemplo, a partir de
este aparato analítico, Gist y Fava13 pueden analizar la expansión de
las zonas suburbanas en las ciudades americanas en la época de la
postguerra. Así, si llamamos P a la población, M al medio ambiente,
T a la tecnología, O a la organización social y C a la cultura, podemos
simbolizar en una serie de expresiones la evolución urbana en este
período.
De 1930 a la guerra mundial, durante la Depresión, la construc-
ción de viviendas en los Estados Unidos fue restringida y la primacía
dada a la industria provocó la deterioracíón de los barrios de habitación
y la inexistencia de espacios verdes y erjuipo colectivo (O, C, T->M).
Por otra parte, en la postguerra, la expansión industrial y económica
iniciada por la producción bélica produjo una cierta asimilación de los
grupos de inmigrados y una elevación del nivel de vida; la mecaniza-
ción de la industria disminuyó el número de empleos poco calificados y
aumentó el nivel de instrucción necesario para la producción, con lo
que aumentó el tiempo de ocio y creó un clima favorable a la vida
hogareña y suficientes incentivos para aumentar el número de hifos
(O, C, T-> P). El cambio ocasionado en la talla y composición de
la población, relacionado con la deterioración del medio ambiente, ori-
ginó la búsqueda de un nuevo medio ambiente, las residencias suburba-
nas, generadoras de un nuevo sistema de valores y que se incluían
dentro de un nuevo tipo de organización social. Podemos pues escribir,
P, M-l -> M-2, O, C. En donde, M-l es el medio ambiente en el tiem-
po primero del proceso y M-2 el medio ambiente en el tiempo segundo
del proceso. En fin, la evolución social y el progreso técnico, hicieron
imperativo el automóvil como medio de transporte, Io cual reforzó la
" Noel P. Gist y Sylvia F. Fava: Urban Society, Thomas Y. Crowell, Nueva
York, 1964.
i 44 LAS TEORÍAS DEL

tendencia: O 4- ) T m) M-Z. Evidentemente, el proceso no se detiene


ahi y nuevos desfases tienden a provocar la puesta en marcha del me-
camsmo.
Pese a un cierto infantilismo formal, esta interpretación, del más
puro funcionalismo, representa un nivel de análisis considerablemente
más desarrollado que la teoría de las zonas o que las descripciones
hístoricistas de los geógrafos, puesto que la estructura urbana resulta
de un proceso entre los elementos básicos de la evolución del conjunto
social, y por tanto, del conjunto urbano. Todo el problema estriba
entonces en la discusión acerca de la pertinencia y adecuación de los
elementos pre-definidos.
En efecto, la organización social, por ejemplo, es considerada en
su conjunto como medio de relación con el medio. Ahora bien, si toda
sociedad debe satisfacer un cierto número de premisas para desarrollar-
se, la manera de satisfacerlas no es indiferente a la composición interna
del cuerpo social y por tanto a los principios que rigen la organización
misma, sus divisiones, sus contradicciones y negociaciones. Por otra
parte, se supone que todos los elementos que forman parte de la es-
tructura poseen cI mismo peso específico, dependiendo su influencia
de la coyuntura o del tipo de combinación. Sin embargo, nada es menos
evidente que semejante afirmación. En efecto, ¿se trata de una estruc
tura o de una estructura dominan-te?
En este sentido, una serie de autores han desarrollado la tesis de.
la dominación detal o cual factor en la constitución de la estructura
urbana. En particular, dos elementos, la tecnología y la organización
social, han sido puestos de relieve. La tesis de Gibbs y Martin sobre el
papel fundamental de la evolución tecnológica y la división del trabajo
en la constitución del proceso urbano, tiene sólidos fundamentos, a
condición de que la tecnología no sea considerada como fenómeno na-
tural, independiente, evolutivo e ineluctable 1 . Parece claro, sin em-
bargo, que, para no dar más que un ejemplo, los cambios experimen-
tados en los transportes colectivos e individuales han afectado de forma
decisiva la estructura urbana 5. Pero dichos cambios no son sino res-
puesta técnica a un problema suscitado previamente por un determi-
nado tipo de organización social de la actividad.
Por su parte, Form 6 ha insistido con particular vifor sobre la
importancia del poder social sobre la determinación de a ocupación
del suelo, y Kolb, en un texto famoso, ha mostrado hasta qué punto

l Jack P. Gibbs y Walter T. Martin: «Toward a theoretical system of


human eoology», Pacific Sociological Review, 2, 1959, págs. 29-36.
" William F. Ogburn: «Invention of local transportation and the pat-
terns of cities»; Social Forces, vol. 24, mayo 1946, págs. 373-379.
° William H. Form: «The Place of Social Structure in the Determination
of Land Use», Social Forces, 32, 1954, págs. 317-323.
SISTEMA ECOLOGICO 145

los valores de la organización social considerada influyen en los proce-


sos urbanos y por tanto en la estructura resultante 7.
La cuestión tratada remite a los fundamentos teóricos mismos del
análisis de la estructura urbana. Para superar la mera caracterización
histórica, es necesario situarse a un nivel de análisis que permita com-
prender diferentes realidades a partir de los mismos principios, siempre
especificados a cada situación concreta. La tradición de la ecologia hu-
mana lo permite, de plantearse esta posibilidad, aun con monumentales
insuficiencias teóricas, derivadas de la base ideológica organicista en
que se funda.
Pero no cabe duda de que sólo es a través de la consideración
de los procesos básicos de organización y desarrollo de la sociedad y de
su transcripción específica en cada conjunto urbano concreto, como di-
versos tipos de estructura y procesos urbanos pueden ser elaborados,
no de forma autónoma, sino comprendidos e interrelacionados en una
lógica de transformación histórica. Esta fórmula, excesivamente gene-
ral, sólo puede tener relevancia a través del análisis concreto de los
procesos urbanos. En efecto nada más arriesgado que proponer nuevos
principios de estructuración histórica a través de una mera crítica de
las construcciones existentes. Una vía más fecunda puede ser, a partir
de una delimitación sucinta de procesos sociales y procesos espaciales
y de un esquema pre-teórico de las relaciones estructurales en el con-
junto urbano, estudiar concretamente cada uno de los elementos así
definidos, observar sus tendencias de cambio y su articulación a otros
elementos en cada tipo de situación social. Sólo posteriormente cabra
integrar los diferentes procesos en un sistema organizado, a su vez tan
sólo justificable como punto de partida para nuevas investigaciones con-
cretas. Si, epistemológicamente, la definición de la estructura precede
a la de los elementos, en el estado actual de la investigación urbana,
la única forma de desbloquear el dilema entre un análisis estructural
organicista y un análisis dinámico puramente descriptivo es la realiza-
ción de análisis particulares de cada elemento, No se trata de partir de
los hechos para remontar a la teoría (ideología empirista), sino de
operar por aproximaciones sucesivas, realizando análisis de realidades par-
ciales, a través de un cierto enfoque, de modo que a la vez se pueda po-
ner a punto los elementos teóricos y obtener información sobre la organi-
zación y cambios de esos elementos en una sociedad dada. Si bien cada
análisis particular, teórico-empírico, debe aportar por si mismo el es-
clarecimiento de un mecanismo social determinado, es fundamental no
olvidar la perspectiva general trazada a nivel de cada investigación.
Sólo respetando esta condición será posible ir relacionando descubri-
mientos, teóricos y empíricos, y, por consiguiente, proponiendo leyes
explicativas de los fenómenos analizados.
William L. Kolb: «The Social Structure and Function of Cities», Eco-
nomic Development and Cataral Change, 3, 1954, págs. 3-46.
4. 2. La lógica de la implantación industrial:
El caso de la región de París

1. Introducción: el objeto de la investigación

En la sociedad capitalista desarrollada, la organización espacial de


una aglomeración urbana se estructura en torno a un elemento domi-
nante, el elemento productivo y, en particular, la industria. La lógica
impuesta al espacio por las tendencias propias a la industria determi-
nan en gran parte el conjunto urbano.
Dichas tendencias no pueden ser ajenas a los movimientos que en
el mundo de las organizaciones industriales se producen con respecto a
otros ámbitos: política de salarios, defensa de los intereses patronales,
política financiera, etc... La lógica de la implantación industrial es un
caso particular de la política de las empresas. Nuestra investigación se
centra en el estudio de los determinantes estructurales de dichas polí-
ticas de organizaciones de industriales, especificadas con relación al
espacio. La pregunta es pues: ¿cuáles son las características internas de
las empresas que, independientemente de la voluntad de sus dirigentes,
las hacen optar por una u otra políticaP, ¿cuáles son los principales tipos
de politicas relativas al espacio en el capitalismo desarrolladOP, ¿cuá-
les son los vínculos que unen tipos de empresas y tipos de implantación
industrial? La respuesta tratará de concretarse en el análisis exhaustivo
de todas las peticiones de implantación industrial realizadas en el interior
de la región de París de 1962 a 1965 (940 casos utilizables para el
análisis). Pero, antes, conviene recordar las tendencias teóricas y prác-
ticas sobre el tema, a partir de las cuales nuestras hipótesis han sido
formuladas.

1.1. Las políticas de las empresas industriales.


Una empresa es una unidad de producción sometida a los deten
minantes generales del sistema en el cual y para el cual produce. Como
tal, es un conjunto organizado de medios que permiten pasar de un
objetivo económico a una realización técnica. Las empresas realizan po-
líticas diferentes (es decir, sistemas de adaptación de los medios a los
[147]
3435 LA LOGICA Üí i LA XMPLAN'I ACION INDUSTRIAL:

fines-socialmente condicionados) según su situación en la sociedad y


la naturaleza de su actividad. Esta óptica supone el superar Ia aprecia»
ción de la política de empresa como mera búsqueda de la racionalidad
en términos de cálculo económico, para considerarla como conducta
social, dependiente por tanto de las diferentes formas de ligazón entre
la empresa y la estructura social.
La politica de una empresa se determina por el encuentro de un
actor (la empresa) y una situación. Se trata por tanto de caracterizar
la evolución de dicho actor y las transformaciones de la situación en
cuestión, a saber, la organización del espacio.
La literatura tecnocrática actual desborda de apreciaciones sobre
las transformaciones producidas en la gran empresa capitalista. Paso del
empresario individual a la gran compañía, separación de la propiedad
jurídica y de la gestión, evolución de la política intuitiva hacia la racio-
nalización de la decisión, de la búsqueda del provecho inmediato hacia
la normalización del provecho a largo plazo, a través de una situa-
ción de poder en el mercado, desempeño de una función de utilidad
social que busca a legitimar de forma nueva la empresa privada en una
sociedad en que las condiciones de producción se colectivízan. Estas
transformaciones pueden resumirse como el paso de la empresa-actividad
a la empresa-actor. En el primer caso, la empresa no se justifica más
que a través del producto material ejecutado y es sancionada socialmen-
te con Ia obtención de un beneficio inmediato; en el segundo, la em-
presa se define ante todo como unidad de crecimiento técnico y eco-
nómico, cuyas atribuciones esenciales derivan de su inserción en un
medio de producción, posibilitado por la concentración monopolistica
del capital y de la actividad económica. O sea, se pasa de una legiti-
mación fundada sobre el beneficio inmediato a un predominio del papel
político-social de la empresa, que hace de su posición de poder en el
mercado la condición social de la obtención del beneficio a largo plazo.
Entre la amprera-activídaa y la empresa-actor, la transición está re-
presentada por la empresa-organización, es decir, la empresa que, sin
ser fuente de innovación técnico-económica, supera la mera determina-
ción por la realización del producto, a través de la organización de la
producción en serie del mismo, Es esta empresa la que, mucho más
libre que la primera situación con relación al mercado y sin desempeñar
un papel social relevante, se fundará en una lógica interna específica,
a través de una racionalidad económica y funcional.
En un estudio empírico, deben encontrarse empresas en las dis»
tintas situaciones señaladas, a la vez, puesto que toda sociedad es pro-
ducto de la articulación concreta de varias estructuras históricas difeu
rentes y desfasadas.
Si estas observaciones caracterizan la empresa desde el punto de
vista de sus características internas, en términos de activtdad. es necen
EL caso nana REGIÓN DE mms ¡49

sario definir también su situación, es decir, sus formas diferenciales


de inserción en un medio ambiente. Este medio ambiente es especi
fico a cada problema considerado, en nuestro caso el espacio: se tratará
pues deprecisar una tipología de las relaciones entre empresa y espacio.
En fin, la empresa ocupa una posición en la sociedad, posición
que se resume en términos de su nivel de poder económico.
La actividad técnica de la empresa, su inserción en el espacio eco
nómico, su posición social, forman el sistema de determinantes en fun-
ción del cual pueden analizarse las políticas de implantación industrial.

1.2. La evolución de la localización industrial en el capitalismo


avanzado.
El análisis de investigaciones sobre la implantación industrial reali-
zadas en Francia, Inglaterra, Suecia, Italia y Estados Unidos nos ha
permitido extraer los rasgos fundamentales de las recientes manifesta-
ciones de dicho fenómeno en estos países. Dejando de lado la costosa
exposición de cada resultado en detalle, resumimos las tendencias esen-
ciales a partir de las cuales fundar una investigación sobre la relación
entre industria y urbanización .
En primer lugar, constatamos el desfase entre el esquema margi-
nalista de análisis económico de la lacalizaoión industrial (basado en
los desarrollos modernos de la clásica ley de Alfred Weber) y la prác-
tica observada. El cálculo utilitarista parece incluso bastante poco irn-
portante en comparación con otros factores observados en la determi-

' Entre las principales invostigaciones analizadas, podemos citar: P. S. Flo-


rence: Investment, Location and Size o/ Plant, Londres, Cambridge University
Press, 1948; W. F. Luttrell: Factory Location ami Indastrial Movement, Cam-
bridge, National Institute of Economic and Social Research, 1962; P. Fogarty:
«Quelques lecons de la politique britannique de localisation de l ndustrie», Revue
d'Economia Politïque, número especial, 1964; G. C. Cameron, y B. D. Clark:
Industrial Movement ami the Regional Problem, Edimburgo, University of Glas-
glow, 1966; J. Labasse: L'orgauiration de l'espace, París, Hermann, 1966; Examen
concret de cas de desrerremem industriel, multicopiado, París, Sodic, junio 1965;
Barnaud: Rapport sur les motivatiour determinantes dans le eboix de la localit-
satiou de: établisseme t: industriels, París, Ministére de la Construction, 196061;
J. L. Palierne: «Les mouvements industriels dans la region parisienne», Paris,
Cahiers de l'IAURP, número 1, 1964; Institute for Center-Planlaeghing, Dina»
marca, «Motivations de la localisation des établissements industriels dans la region
urbaine de Güteborg» (traducido al francés por los servicios del IAURP, ¡1965);
P, Gabert: Turín, ville industrielle, París, PUF, 1964; «Industrie e Urbanística»,
multicopiado, Universidad de Nápoles, Facultad de Ingeniería, 1.962; G. Alexan
derson: Tbe industrial structure of American cities, Estocolmo, Almquist and
Wiksell, 1956; «Industrial movements and expansion», multicopiado, Chicago, De-
partment of City Planning, 1961; M. L. Greenhut: Plan: location Í}! tbeory and
in practise; Chapell Hill, Univ. of North Carolina Press, 1956; «Industrial Mo-
bility in Michigan», University of Michigan. S.R.C., 1951.
150 LA LÓGíCA DE LA IMPLANTACIÓN INDUSTRIAL:

nación de ia impiantación. Es necesario considerar ia situación de Ia


empresa, con respecto ai problema de su localización, teniendo en
cuenta la existencia de diferentes tipos de determinantes económicos,
a saber, según la sistematización de Pierre Massé:
- Empresas de localización inducida (por el desarrollo industrial
y urbano).
- - Empresas cuya localización está ligada a los recursos naturales.
Empresas de localización libre .
Si bien el lugar de implantación debe responder a un mínimo de
condiciones funcionales, la tendencia general encontrada en los dife-
rentes estudios es la de una liberación creciente de la implantación con
relación a los determinantes geográficos, merced, en particular, al
progreso técnico. En efecto, en lo que respecta a los medios de produc-
ción, se asiste a una homogeneización del espacio desde el punto de
vista energético, puesto que el carbón es reemplazado por la electri-
cidad y que la red de distribución de energía es cada vez más densa.
Esta evolución se acentuará aún más con el desarrollo de Ia utilización
de la energia nuclear.
En lo que respecta a las materias primas, se observa también un
cambio considerable: la mayor parte de la industria trata materias pri-
mas sintéticas y productos semi-acabados, con lo cual se asiste a una
pérdida del contacto directo con los recursos naturales.
Los transportes han sido profundamente modificados por la difu-
sión, la rapidez y la capacidad crecientes de las vías de comunicación.
El avión juega un papel esencial en los contactos personales y, a veces,
en el transporte de mercancias o herramientas (por ejemplo, instru-
mentos de precisión). El telex ha aumentado las posibilidades de ges-
tión a distancia y, por tanto, de dispersión de los establecimientos de
una misma empresa.
Por otra parte, el consumo de masas tiene como consecuencia que
ya casi no hay mercados específicos irreemplazables para las grandes
empresas. Cada establecimiento se inserta en una red de distribución
que no deriva de la posición del comprador, sino de la política comer-
cial de la empresa.
Estos hechos muestran una tendencia a la homogeneización del
espacio desde eI punto de vista de las condiciones naturales requeridas
para la actividad económica. Evidentemente, esta homogeneización no
es un hecho a escala de todo un país. Existen zonas geográficamente
poco favorables a la actividad industrial y viceversa. Pero lo esencial
de ias diferencias es consecuencia de los desfases históricos, del peso
de lo existente, de los medios industriales y urbanos ya constituidos
en algunos puntos. Cada vez más, desde el punto de vis-ta estricta-
mente técnico, el espacio será indiferenciado. Es una manifestación
concreta del _ so de un medio natural a un medio técnico del que habla-
ba Georges fiiedmann. Esta transformación, que no es sino una pers-
EL caso un LA ¡moron DE PARIS 151

pectiva en la comparación inter-regional, es ya un hecho en el interior de


una metrópoli industrial, como 1a región de París, o la Megalópolis
americana. Las diferencias en recursos y facilidades de funcionamiento
entre los diversos puntos de la aglomeración son mínimas y fácilmente
resolubles mediante el desplazamiento a través de una red de comuni-
caciones cada vez más densa.
Ahora bien, esta homogeneización del espacio con respecto a las
necesidades de las empresas en recursos naturales no implica una libe-
ración espacial en sentido estricto. Nuevos determinantes específicos al
medio técnico, limitan y condicionan la política de implantación. ¿Cuá-
les son estos nuevos determinantes?
En primer lugar, las relaciones inter-empresas han adquirido una
importancia considerable, tanto para la difusión de los productos como
para los problemas propiamente técnicos. La existencia de un medio in-
dustrial diversificado es esencial tanto para las empresas subsidiarias como
para las grandes empresas que necesitan todo un conjunto de activida-
des integrado para su funcionamiento. Este es uno de los factores que
frenan la descentralización industrial. En la implantación de las indus-
trias, algunas de las condiciones que se convierten en esenciales provie-
nen de las llamadas economías de aglomeración, independientes de la
situación geográfica, puesto que se crean en cualquier punto apartir
del momento en que existe una diinensión y una diversidad de servi-
cios suficientes.
Por otra parte, la fuerza de trabaio aparece como el determinante
fundamental de la industria moderna. Desde el punto de vista cualita-
tivo, en el caso de la industria de alta tecnicidad; desde el punto de
vista cuantitativo, en lo que se refiere a la gran industria. Es el factor
al que aluden con más frecuencia las empresas parisinas para rehusar
la descentralización. Y hay que considerar todas las implicaciones de
este hecho, puesto que la fuerza de trabajo no es sólo un factor de
producción, sino que supone un medio urbano favorable, instituciones
capaces de formar y mantener al corriente una mano de obra cuya
calificación técnica e iniciativa profesional necesitan desarrollarse cada
vez más.
Este análisis nos introduce en dos temas habituales en los urbanistas
pros tivos. Por un lado, la necesidad de una fuerza de trabajo cali-
fica a, conduce a la empresa a implantarse en un medio urbano favora-
ble. Los trabajadores exigen un equipo social y cultural, escuelas, lu-
gares de reunión, un mínimo de confort material. Más aún, hay una
tendencia a. valorar los lugares agradables por su clima, su paisaje,
su medio cultural.
, Por otro lado, la importancia de la formación de la mano de obra,
en particular para las empresas de alta tecnicidad, otorga a las Univer-
sidades y centros de formación un papel extraordinario en la localiza-
ción industrial. La combinación de un cuadro espacial valorado y de
i332 LA LÓGICA DE LA IMPLANTACION INDUSTRZAL:

una actividad intelectual institucional caracteriza la transformación dc


ias zonas más modernistas (por ejemplo Grenoble y Niza, en Francia,
California, en los Estados Unidos).
Hay pues inversión de la relación ciudad-industria con respecto
a lo que fue en el principio de la industrialización. Si entonces la in-
dustria fue el elemento motor, alrededor del cual se organizaba el paisaje
urbano, hoy la industria técnicamente avanzada es tributaria de la red
social y tecnológica constituida en las grandes metrópolis.
Los elementos citados representan determinantes de funcionamien-
to de la empresa en un medio de evolución técnica acelerada. Pero si
se analizan en detalle los resultados de los estudios realizados; se en-
cuentra otro elemento de una importancia creciente para la decisión
espacial de la empresa. Se habla a menudo de los sentimientos per-
sonales del jefe de empresa, de la necesidad sentida por los cuadros
(¿por qué sólo los cuadros?...) de vivir en un espacio agradable, de
la búsqueda por parte de la empresa de una proximidad geográfica a
los centros de decisión. Todo lo cual implica que, paralelamente a la
liberación de la empresa con respecto al espacio en su realidad física,
hay una diferenciación social del espacio. La apropiación de los elemen-
tos simbólicos ligados a un cierto espacio juega un papel cada vez más
importante en la implantación de algunos tipos de empresas.
Las líneas asi trazadas son, a la vez, demasiado burdas y excesiva-
mente parciales como para permitir el bosquejo de una nueva teoría
de la implantación industrial. Hemos subrayado voluntariamente los
factores y tendencias de innovación con respecto a las teorías económicas
clásicas. Pero la objeción esencial a emitir es que hemos expuesto hechos
globales sin tener en cuenta la situación diferencial de las empresas.
Y, sin embargo, nuestra perspectiva es justamente la de mostrar la varia-
ción de los comportamientos con respecto al espacio en función de las
distintas situaciones técnicas, económicas y sociales de las empresas.
Por ejemplo, es claro que los factores puramente sociales influyen
más en las empresas técnicamente independientes de las condiciones
funcionales y de mercado, mientras que otros factores tradicionales
dominan el comportamiento de las empresas de tipo familiar. Destacar
el comportamiesto nuevo de la empresa técnicamente avanzada es tan
sólo una manera de romper la idea arraigada entre los economistas, de
una pura racionalidad económica, pero no trata de sustituir a una de-
terminación única por las condiciones materiales, con otra determinación
única por la inserción en el sistema de valores. La implantación indus-
trial así revelada es un elemento de la política de las empresas y dicha
política es distinta, y se sitúa a niveles diferentes, según sus caracterís-
ticas, condiciones ambientales y posición social.
A partir del panorama así trazado, podemos ahora abordar la
construcción deux) esquema teórico y de un plan de investigación que
posibiliten la respuesta a las preguntas formuladas.
E1.- caso on LA REGION me mms 153

2. Proposiciones y conceptos: tipos de empresas y tipos de


espacio.
El punto de partida de la investigación viene constituido por la
siguiente proposición general: la localización de una empresa industrial
depende de la relación entre, de un lado, las características técnicas,
1a inserción económico-espacial y ia situación social de la empresa,
y, de otro, las característica-s del espacio de implantación.
La línea general de análisis consiste en mostrar concretamente la
relación entre las características de las empresas y las características del
espacio, expresivas de una lógica de la implantación. Puesto que se
parte de la transición de la empresa-actividad a la empresa-actor, a
través la empresa-organización, diremos que cuanto mayor sea la ini-
ciativa técnica de una empresa, mayor será su sensibilidad a los deter-
minantes sociales generales y menor su exposición a los factores de
funcionamiento material. Inversamente, cuanto más ligada es té a1 es-
pacio económico, desde el punto de vista de su lógica interna, menor
será su autonomía en la implantación. En fin, conforme más elevado
sea su nivel en el sistema de poder económico, mayores sus determina-
ciones sociales. El comportamiento espacial de las empresas estará con-
dicionado por el juego combinado de las tres series de elementos a los
que acabamos de hacer alusión, a través de una red de interacciones
complejas.
La formulación precisa, en una serie de proposiciones, de dicha
problemática general r uiere definir antes una serie de conceptos, y,
más concretamente, de e aborar una tipología técnica, económica, social,
de las empresas y una tipología de los espacios de implantación.

1) Tipos de empresas según su actividad técnica.


Lo que hace la empresa la si-t'úa socialmente. Por tanto, un primer
elemento de definición es caracterizada en términos de su actividad pro-
ductiva. Para ello, hemos tran esto la clasificación elaborada por
Alain Touraine del sis-tema de trïgjo industrial, en tres fases, A, B, C,
aplicandola no a'l trabajo obrero, sino a las características de las em-
presas 2.
La empresa de tipo A, está centrada sobre la ejecución de un pro-
ducto. Es el producto el que explica la empresa, la calidad de ese pro-
ducto, su individualidad, es el elemento definitorio. La fase A evoca
el tra-bajo artesanal, pero, dado que tratamos de empresas industriales,
el nivel de mecanización puede ser considerable, sin por ello cambiar
la apreciación del tipo. Una empresa de mecánica especializada puede
ser una empresa A, pero también lo es una empresa, aun de dimensiones
importantes, de construcción, puesto que un edificio es un producto en
Véase: Alain Touraine, L évalution da travail courier aux usines Renault,
París, CNRS, 1955.
¡S4 LA LÓGICA DE LA IMPLANTACION INDUSTRIAL:

sí, y ia empresa centra toda su actividad en la producción de ese


producto. La relación entre la empresa y su trabajo es directa, y no
repetitiva, la tecnicidad es débil, aunque la habilidad sea grande. La
alta calificación de la mano de obra puede coexistir con un débil nivel
de iniciativa técnica: por ejemplo el taller de mecanico que ejecuta
prototipos, según planos y ba'o control directo del laboratorio de una
gran empresa. Se trata pues e las empresas más directamente someti-
das a un medio técnico exterior a ellas.
En cambio, las empresas de tipo C, se fundan sobre la investiga-
ción y la innovación como principio de actividad técnica: su posición
en el mercado depende de su capacidad de suscitar nuevos productos.
1:9 esencial para la empresa es mantener en su seno el clima de innova-
cron necesario.
Losodproblemas internos priman sobre las relaciones externas. No
es el pr ucto ei que define la empresa (puesto que una vez inventado
sale de la empresa y pasa a ser fabricado en serie), sino el medio
innovador en el que se sitúa. La empresa C es por tanto, siempre, una
empresa de elevada tecnicidad.
En la fase intermedia, fase B, la empresa no innova, pero se au-
tonomiza con respecto a la organización de la producción. Ejecuta, pero
es a partir de ella misma que se decide su plan de fabricación. Vende,
pero racionaliza la producción y la hace repetitiva. Dado que el proceso
de ejecución se automatiza, lo esencial es la organización, teniendo en
cuenta los diferentes elementos y fases ue componen la producción.
Producción en serie y racionalización implican que la empresa se cen-
tre en los problemas de organización planteados por el carácter
mecánico de la ejecución del producto. La empresa de tipo B es autó-
noma con respecto al producto perodependiente de la producción.

2) Tipos de empresa según su lazo económico al espacio.


Los diferentes determinantes que una empresa puede encontrar,
con respecto al espacio, desde el puma de vista de su actividad, propor-
cionan un criterio de tipificación en tres clases de situaciones:
Empresas dependientes del espacio desde el punto de vista de
la clientela.
Empresas dependientes del espacio desde el punto de vista de
sus condiciones de producción.
- Empresas libres en el interior de un cierto espacio, es decir,
cuya localización no afecta a su funcionamiento.
Así llamaremos tipa 1, al tipo de em resas cuya actividad requiere
una ligazón a un mercado especi co l ado en el espacio. Se trata
pues de una dependencia con respecto a una clientela localizada, ya
sea una clientela de consumidores o un medio industrial con respecto
ai cual ia empresa es accesoria. Es el grado más fuerte de dependencia
EL CASO DE LA REGIÓN DE PARIS 155

espacial, puesto que la implantación de la empresa es tributaria de


decisiones que le son exteriores.
Empresas del tipo 2 son aquellas cuyo funcionamiento depende de
medios de producción localizados espacialmente. Es el caso de empresas
ligadas a una fuente de materias primas o a una situación en la red de
distribución energética. En el caso de las grandes metrópolis industria-
les, dicha dependencia se traduce ante todo r una ligazón particular
a las comunicaciones. Se trata pues de un eterminante funcional en
la relación al espacio.
Empresas del tipo 3 son aquellas que, desde el punto de vista de
su actividad no tienen servidumbres particulares con respecto al espa-
cio regional en que se sitúan.
Esta caracterización económico-espacial no concierne ala práctica de
implantación de las empresas (que constituye la variable dependiente
y debe ser definida en términos de las características del espacio), sino
a las exigencias espaciales inherentes a su actividad productiva.

3) Tipos de empresas según su potencia económica.


Las empresas disponen de un margen de iniciativa diferente según
su poder económico, traducido, en último término, en su capacidad
financiera. Se trata de reintroducir la dimensión de estratificación social
en un sistema de empresas que hasta ahora hemos tratado únicamente
en términos de funcionamiento y de tipo de actividad.
Según su nivel de recursos financieros empleados en la operación
considerada, hablaremos de empresas grandes, medianas y pequeñas.

4) Tipos de espacio de implantación industrial.


Varias son las lógicas que se entremezclan en tm mismo espacio.
Es decir, todo espacio obedece a una multiplicación de caracteristicas
que, juntas, lo constituyen en su singularidad. Dichos sistemas de ca-
racteristicas pueden sin embargo resumirse en algunos tipos esenciales,
particularmente relevantes en lo que concierne a la implantación in-
dustrial.
El análisis de la práctica reciente de la implantación en las socie-
dades capitalistas avanzadas y, también, la observación directa del fe-
nómeno en la región de París, conducen a distinguir tres tipos de ca-
racteristicas espaciales a los cuales, según sus propios caracteres, tienden
a ser sensibles las empresas industriales: la densidad del medio urbano,
las facilidades funcionales, la valoración social.
Llamaremos espacio de tipo a. al caracterizado por una fuerte
concentración de población y actividad, o sea, por una elevada densi-
dad del medio urbano e industrial.
Llamaremos espacio de tipo B al caracterizado por un nivel
relativamente elevado de facilidades funcionales para la industria, lo
155 LA LOGICA DE LA IMPLANTACION INDUSTRIAL:

que, en una región metrópolitana moderna, se concretiza en una buena


situacmn en el sistema de comunicaciones.
Liamaremos espacio de tipo Y al caracterizado por una valo-
ración social de tipo simbólico, según el status atribuido por su relación
al sistema de estratificación social.
Es evidente que todo punto de espacio es, a la vez a, {3, Y, en
términos concretos. Pero lo es con diferentes intensidades y son estas
intensidades las que deberán tenerse en cuenta para determinar a qué ca-
racterísticas del espacio son más sensibles los distintos tipos de em-
presas.

5) La relación entre tipo: de empresas y típor de espacio:


proposiciones.

Cuanto más elevado sea el nivel técnico de una empresa (pasando


de A a C) mayor será su determinación por las características sociales
del espacio, es decir, mayor será su sensibilidad al tipo Y.
Cuanto más estrecha sea su dependencia económica espacial (más
del tipo 1 que del tipo 3) más tenderá la empresa a ligar su implan-
tación a la evolución del medio urbano e industrial constituido (espa-
cio a).
Las empresas de fabricación en serie (tipo B) y/o aquellas cen-
tradas sobre los problemas de producción en su ligazón al espacio ten-
(irán tendencia a privilegiar en su implantación la buena localización
sobre una red de comunicaciones (espacio de tipo f3 ).
Las dos primeras definiciones, relativas a los espacios a y {3
determinarán mucho más fuertemente el comportamiento de las em-
presas que la definición del espacio B, por la razón de que se trata, en
los dos casos de tendencias extremas del sistema de características de
las empresas.
En fín, cuanto mayor sea la capacidad financiera de la empresa
más fácilmente podrá seguir la lógica espacial determinada por sus ca-
racterísticas internas. Más aún, en aquellos casos en que su tipo de
implantación exija recursos considerables (por ejemplo, el espacio y)
sólo las empresas de nivel superior en términos de poder económico
podrán realizar los objetivos de implantación requeridos por su acti-
vidad productiva.
A partir de las precisiones conceptuales y de las proposiciones
establecidasmpodemos efectuar el paso a la investigaCIÓn empírica,
sabiendo qué datos necesitamos y qué preguntas plantear a (llCl'lOS
datos.
EL caso DE LA REGIÓN DE mms ¡57

3. La construcción de variables: definición empírica de los tipos


de empresas y de los tipos de espacio.
En primer lugar, la construcción de variables y la posterior obten-
ción de relaciones empíricas entre variables, correspondientes a las hipó-
tesis reóricas, exige la definición de una población.
La población objeto de estudio está constituida por 940 empresas
industriales que efectuaron una petición de creación de un nuevo esta-
blecimíento, en e! interior de la Región de París, entre 1962 y 1965,
ambos inclusive. Dichas empresas no fueron objeto de muestreo, puesto
que se trataba de un estudio exhaustivo de todos los casos. En efecto,
existe obligación legal de presentar un expediente, extremadamente
complejo en lo referente a la información técnica, económica, financiera
y geográfica de la empresa a una Comisión ministerial que autoriza o
no la implantación en la región de París. Nuestra información se basa
en un análisis de dichos expedientes generalmente confidenciales. De
los 1.500 casos de nuevas creaciones (aparte las extensiones de esta-
blecimientos ya implantados)en 940 casos obtuvimos directamente por
el expediente o posteriormente por entrevista complementaria, las in-
formaciones requeridas para nuestra construcción de variables. Una
comparación entre una muestra de los casos estudiados y de los dese-
chados por falta de información, no mostró diferencias considerables
entre las dos poblaciones.
A partir de estas informaciones, procedimos a una clasificación
de las empresas en los diferentes tipos, según los indicadores que a
continuación señalamos. La clasificación se hizo de manera individua-
lizada, cualitativa, para cada empresa, mediante el examen de su ex-
pediente y de los complementos de información, buscando la acumula-
ción de los diferentes indicadores. Un procedimiento de contraste,
con ¡tres Clasificadores clasifitando separadamente según los mismos
criterios, mostró la veracidad de los indicadores.
1) La construcción de las variables independientes: técnica y
económicowespacial.

1.1.) Indicadores de la variable técnica.


(Observación: Ia clasificación de la variable técnica según indica-
dores, es puramente cualitativa. En efecto, lo esencial no es obtener
tipos puros de empresas, sino poder asegurarse que tales empresas son
más bien C que A o que B, para así examinar su comportamiento espa-
Cial diferencial en función del peso específico de los diferentes tipos
teóricas de actividad productiva.)
Indicadores del tipo A:
- - Trabajo a la unidad o en pequeñas series.
- Carácter familiar de la empresa.
158 LA LOGICA DE LA IMPLANTACION INDUSTRIAL:

W Fuerte proporción de obreros calificados.


m Trabajo centrado en la calidad de ejecución del producto, según
descripción del proceso técnico de la empresa.
Indicadores del tipo B.-
- Fuerte mecanización, en particular, existencia de cadenas de
fabricación.
Producción en gran serie.
Fuerte porcentaje de obreros de tipo O. S. (especializados
en el trabajo parcelario en la cadena).
- Fuerte estructuración de la organización interna de la Empresa,
sistema de cronometraje desarrollado, organización científica
del trabajo , racionalización de procedimientos, etc...
Indicadores del tipo C.
- - Existencia de productos nuevos en la actividad de la empresa
(indicador esencial).
- Presencia de una oficina de investigación técnica en el seno
del establecimiento.
Porcentaje elevado de ingenieros y técnicos.
Presencia de elementos automatizados en las cadenas.
Observaciones:
a) La clasificación se ha realizado sobre los establecimientos
(unidades productivas) y nosobre la empresa (unidad jurídica), en la
medida en que la decisión de implantación conccrnía a los primeros. To-
das las implantaciones no directamente productivas (por ejemplo, sim-
ples almacenes u oficinas) no entran en nuestra población.
b) Es evidente que una empresa puede tener, vincluso en un
mismo establecimiento, las tres fases, A, B y C, (Por ejemplo, un taller
de reparación, una cadena de montaje y una o cina de investigación).
En ese caso, la clasificación es acumuldtiva (una empresa C puede tener
fases B y A, y una B, fase A, pero la inversa no es posible). Por otro
lado, se. ha buscado cuái es la definición esencial de la empresa. Por
ejemplo, una fábrica de aparatos electrodomésticos, aunque tenga una
oficina técnica, es B. Mientras que unafábrica. electrónica o de investi-
gación farmacéutica, es C.

1.2) Indicadores de la variable económico-espacial.


(Observación: dicha variable se define sobre las empresas y no
sobre el espacio; por otra parte, se funda en los determinantes de la
actividad productiva de Ia empresa, sin examinar su comportamiento
espacial, puesto que ésto equivaldría a contaminar la definición empí-
rica de dicha «ariable y de la variable dependiente, lugar de implanta-
ción escogido).
EL CASO DE LA REGION DE PARIS 159

Indicadores del tipo 1:


Clientela particular , a saber, el tener un número de clientes
muy reducido, y en la región de París (menos de 10 en ge-
neral).
Mercado localizado en un área particular de la región de París.
- Plazos de entrega muy reducidos, impiicando proximidad geo-
grá ca al cliente.
- Contactos de fabricación muy frecuentes, con la empresa prin-
cipal (es por ejemplo, el caso de talleres trabajando según ór.
denes precisas, técnicas y económicas, de una gran empresa).
Coste muy elevado del transporte de la. mercancía, implicando
proximidad inmediata al punto de entrega.
Indicadores del tipo '2
Dependencia de materias primas y aprovisionamientos locali-
zados.
- Dependencia espacial de una mano de obra poco móvil y locali-
zada en un espacio determinado.
Dependencia de medios de transporte y comunicación.
Función de distribución como aspecto esencial, que exige indi-
rectamente una localización excelente desde el punto de
vista de las comunicaciones.
Indicador de! tipo 3
Son todas aquellas empresas no clasificadas ni en 1 ni en 2, es
decir que son, comparativamente a las otras, más libres desde el
punto de vista de su actividad, en lo referente a su Implantamón en la
región de París.

1.3)
Tipología empírica de las empresas en movilidad geográfica.
Cruzando las dos características, obtenemos nueve tipos de em-
presas industriales, en los que podemos clasificar nuestra población,
de forma:
Cuadra 1
CLASIFICACION TECNICA Y ECONOMICO-ESPACIAL DE LAS EMPRESAS
WWW'H"
_ ¡mundo production local "llbro _' Illm
A (Ejecución) 284 144 103 531
.30 .15 .11 .56
B (Organización) 78 118 53 249
.08 .13 .06 .27
C (Innovación) 71' 36 53 160
.07 .04 .06 .17
Toral 423 298 209 N = 940
45 .32 23
* Los porcentajes están calculados sobre el total general (940).
160 LA LOGICA DE LA IMPLANTACIÓN INDUSTRIAL:

Estas cifras no tienen aún ningún valor demostrativo y sólo ex»


presan la descripción de nuestra población en términos de la tipología
establecida. La investigación consiste en mostrar el comportamiento es-
pacial diferencial de los nueve tipos de empresas (A-l, B-1, C-l, A-2,
Iii-SÉ, C-2, A-3, B-3, (3-3) en función de las características que los
ce men.

2) La construcción cie la variable intermedia: capacidad finan-


ciera de las empresas.
La construcción de esta variable tropezó con di cultades. En
primer lugar, es imposible determinar el capital exacto de cada em-
presa, dado el juego de interrelaciones y acuerdos no declarados. Pero,
de todas formas, tratamos no de definir su potencia económica en ge-
neral, sino la cantidad de recursos invertida en la operación de implan-
tación. El mejor indicador indirecto, ya que el dato directo no es acce-
sible, ante el rechazo de las empresas a comunicarlo, hubiera sido la
superficie de la implantación a realizar, multiplicada por el precio del
terreno. Desgraciadamente, no existía aún, en 1966, una evaluación de
los precios de los terrenos industriales en el conjunto de la región de
Paris. Nuestro indicador es pues simplemente, la importancia de las
superficies del nuevo establecimiento. Para aquellas zonas, escasas, en
que disponíamos del precio del terreno, contrastamos los dos criterios,
sin diferencias notables en la clasificación de empresas obtenidas.
Obtuvimos así, tres clases de empresas (estratificación económica):
- Pequeñas: operaciones entre 50 y 1.500 m}: 383 empresas.
- Medianas: operaciones entre 11.500 y 3.000 m.2: 296 empresas.
w- Grandes: operaciones de más de 3.000 m9: 192 empresas.
(Observación: el número de empresas no coincide totalmente con la.
tipología técnico-económica por no haber podido obtener los datos de
superficie para la totalidad de las empresas, dadas las diferentes fases
de realización del proyecto de implantación).

3) Construcción de la variable dependiente: los tipos de espacio.


Se trata de clasificar, no las empresas, sino el espacio de la región
de París, con respecto a los tres criterios, a, B, Y. definidos teóricamente.
Para ello, construimos tres escalas, a, p, y, cada una de ellas con tres
estratos, superior, medio e inferior, en las que clasificamos el conjunto
de los municipios de la región de Paris en que había solicitudes de
implantación industrial, excluyendo finalmente las implantaciones en
la ciudad misma de París (unos 40 casos) que fueron objeto de trata-
miento especíal ( la población pasa a 894 empresas).
Todo n iimicipio recibe, pues, una puntuación 1 (superior), 2
(medio) ó 3 (inferior) en cada una de las tres escalas a, {3,1 NL.
caso DE LA REGION DE PARIS ¡61

Los criterios para conistruir las escalas han sido los siguientes:
3.1.) Indicador de oc.
Densidad urbana y ligazón al centro de la aglomeración según el
índice establecido por el INSEE (Instituto Francés de Estadística) y
que combina los indicadores siguientes:
Tasa de ruralidad, dimensión del municipio, densidad de población,
tasa de crecimiento de la población, migraciones intra-regionales coti-
dianas, proporción de viviendas en edificios colectivos, existencia de un
medio de transporte frecuente, continuidad del tejido urbano.
3.2.) Indicador de B.
Clasificación cualitativa de los municipios de la región de Paris,
según su potencialidad en la red de transportes, establecida por ios
servicios técnicos del Institut d Aménagemcnt et d Urbanisme de ia
región parisiense, a partir de: la densidad de tráfico de mercancías por
tren; la densidad de circulación por carretera; número e importancia
de las carreteras y vías de tren que pasan por el municipio.
3.3.) Indicador de! .
Se ha seguido el criterio clásico de estratificación social del espa-
cio en términos de su ocupación residencial, adaptándoio a un espacio
menos valorizado como es el espacio industrial. El indicador es pues,
la producción de cuadros medios (los cuadros superiores y clases altas
siguen siendo demasiado escasos) residentes en el municipio, sobre el
total de la población activa residente. Cuanto mas elevada sea la compo-
sición profesional de la población residente, en términos de status, mayor
valoración socia-I de ese espacio puede inferirse.
(Observación: una proporción infima de dichos cuadros medios
tiene empleos directamente industriales).

4. Formalización de las proposiciones. El modelo de hipótesis.


A fin de formular de manera precisa las hipótesis empíricas, deri-
vabies de las proposiciones teóricas expuestas, trataremos de asignar
un comportamiento espacial determinado a cada uno de los 9 tipos de
empresas. Se trata de atribuir a cada uno de ellos, un valor
en las tres escalas, a, B ,ï. Es decir, de establecer un sistema de 27
predicciones coherentes entre ellas.
En primer lugar, los tipos C, cualquiera que sea su tipo económi-
co-espaciall, predominarán en el espacio Y. Es decir, C-l, C-2, C3,
tendrán 1-1.
Los tipos 1, cualquiera que sea su característica técnica, tendrán
tán comportamiento ligado al espacio a. O sea, A-l, B-l, C-l, ten-
rán at-l.
162 LA LOGICA DE LA IMPLANTACIÓN INDUSTRIAL:

Las características B y 2, favorecerán el espacio (:3. Por tanto, ten-


drán {5 , B-Z y aquellos tipos en que B y 2 se combinan con otra defi-
nición débil, A y 3. O sea: B-2, B-B, A-Z, tendrán 1.
Los tipos débilmente definidos (A-3), o intermedios (C-2, B-l)
tenderán a adoptar valores intermedios más fácilmente que los otros.
En particular: A-3, será a-Z [3-2 1-2.
En fin, una hipótesis complementaria, sugerida por las observa-
ciones empíricas en el curso de la investigación, contribuye a cerrar el
sistema. A saber, la oposición entre los espacios a y 1 , de un lado y
6, del otro. En efecto, de un lado se trata del medio urbano constituido
o en vías de nueva constitución, mientras que enel otro, se trata del
espacio funcional industrial definido en ausencia de una relación a un
medio. Concretamente, esto desemboca en la predicción fundamental
siguiente: los tipos de empresas atraídos por el espacio y, tendrán un
comportamiento inverso en el espacio y viceversa. En cambio, habrá
proximidad espacial entre los tipos sensibles a ay los tipos sesibles a y.
Así: C-l, C-2, C-3: 3; B-2, A-2, B-32'1 3; A1, B 1, C1: ( 2; C2,
C-3: a -2.
Podemos resumir el conjunto del modelo así construído en el si-
buyendo valores a, {5, y, a todos los tipos, en coherencia con el marco
guiente cuadro, que establece las predicciones empíricas necesarias, atri-
teórico.
tipo
económico 1 2 3
tipo tipos espacio
técnico a B 1 a f3 y a p y
A 1 3 2 3 1 3 2 2 2
B 1 2 2 2 1 3 3 1 3
C 1 3 1 2 2 1 2 3 1

NOTA: Los números en el cuerpo del cuadro representan los rangos


atribuidos a cada uno de los 9 tipos de empresas en las 3 escalas (tipos
de espacio), con arreglo a las hipótesis formuladas.
A partir de este modelo podemos realizar las relaciones estadísti-
cas necesarias en orden a verificar o informar las hipótesis.

5. Resultado:
El método de veri cación de las hipótesis es extremadamente sen-
cillo: Se trata de calcular, para cada tipo de empresas, su frecuencia de
implantación en cada uno de los estratos de las tres escalas a, P, Y . Es
decir, localización, en los municipios de que forman parte, de esos es-
tratos (la frecuencia siendo obviamente calculada como el número de
EL CASO DE LA REGION DE ¿mms 163

empresas de un tipo implantadas en los municipios de un estrato de la


escala sobre el total de empresas del mismo tipo). Una vez obtenidas
estas frecuencias en los primeros estratos de cada escala, se deberá en-
contrar un porcentaje significativamente más alto de empresas sensibles
a ese espacio, según las hipótesis, que deempresas de los otros tipos.
Así, en el primer estrato de la escala Y se deberá obtener una frecuen-
cia mucho más alta de las empresas de tipo C que de las restantes,
mientras que en el primer estrato de la escala a deberán ser los tipos 1
los que predominen. El razonamiento es inverso para el tercer estrato
de cada escala e indefinido para los estratos medios. En fín, una prueba
de significación avala en cada cuadro el carácter no aleatorio de las dife-
rencias porcentuales establecidas.
(Observación: ciertos ajustes técnicos, cuya exposición aquí sería
demasiado pesada, fueron necesarios. Ello explica que el efectivo de
empresas varíe ligeramente en la verificación entre cada escala. Pero
no, evidentemente, en el interior de una misma escala).
Expondremos en primer lugar la relación encontrada entre varia-
bles técnica y económica y tipos de espacio, para luego introducir la
variable intermedia de dimensión de la empresa.
1) Comportamiento por tipos de empresa con respecto a la ca-
racterística espacial t (valoración social del espacio).

CUADRO 2. Frecuencia: de implantación, por tipos de empresa, en las municipios


de los tres emma: de la errata 1.
(% calculados sobre el total de cada tipo de empresa)
Tipos de empresa
A-1 A-2 A-3 B-l B-2 B-3 C-l C-2 C-3
Tipos de espacio
x-1 .32 .23 .31 .29 .23 .17 .48 .38 .45
y.2 .39 .39 .42 .49 .36 .48 .29 .36 .39
y-3 .29 .38 .27 .22 .41 .35 .23 .26 .16
--1.00 1.00 1.00 1.00 1.00 1.00 1.00 1.00 1.00

Efectivo. total (N)


264 138 103 76 112 52 66 34 49
N = 894
Prueba X3 = 104,09, pS 001 _"
(calculada sobre el conjunto de ia distribución, 27 casillas)
67m teórico inter-tipos Y { _u_m _ _._ ____ Y
según hipótesis. (3-1, C-l, C-2 A-l, A-3, B-l B-3, A-2, 3-2
Orden observado. C-l, C-3, C-2 A-l, A-3, B-l A-2, B-2, B-3
(orden en el primer estrato de la escala Y ).
164 LA LOGICA DE LA IMFLAN'I'ACIÓN INDUSTRIAL:

Saívo interversíones ligerísimas, dentro de la misma tendencia se-


ñalada, las hipótesis son veri cadas.
2) Comportamiento por tipos de empresa con respecto a1 espacio
de tipo (buena localización en la red de comunicaciones).
CUADRO 3. Frecuencias de implantación, por tipos de empresa, en ¡os municipio:
de lo: trer estratos de la escala

(% sobre el total de cada tipo)

Tipos de empresa
A-l A-2 A-3 B] 32 B-3 C-l C-2 C-3
Tipos de empresa
g. 1 .33 .45 .38 .38 .57 .55 .21 .31 .29
B.2 .36 .36 .36 .45 .26 .29 .42 .41 .34
B-3 .31 .19 .26 .17 .16 .16 .37 .28 .37
1.00 1.00 1.00 1:00 1.00 1.00 1.00 1.00 1.00
N 264 138 103 76 112 52 so 29 33
N = 872
Prueba X2 = 60,88 (para 27 casillas), pí l.
Orden teórico según hipótesis: {3+W -¡3
3.2, 33, A 2 B-l, A-3, 02 A-l, 03, C-1
Orden observado: B-Z, B-3 A-2 B-l, A-3, A-l C-2, C-3, 01
(primer estrato de la escala [3).

3) Comportamiento por tipos de empresa con respecto al espa-


cio de tipo a (densidad del medio urbano).
CUADRO 4. Frecuencia: de implantación, por "por de emprera, en lo: municipios
de los tres estrato: de la escala a
(96 sobre el total de cada tipo)
"ripos de empresa'íu A-Z' A-3 m "is-2 33_c1 C-2 os
Tipos de espacio
a - 1 .53 .31 .30 .42 .19 .21 .47 .32 .36
a-2 .29 .35 .42 .42 .29 .33 .45 .42 .44
a.3 .18 .36 .28 .16 .52 .46 .08 .26 .20
1.oo 1.00 1.00 1.00 1.00 1.00 1.00 1.00 To?)
N = 264 103 103 76 84 38 51 31 41
N = 792
Prueba Xi = 88,50 (sobre 27 casillas), p<.001
EL caso DE LA REGIÓN nn mms 165

Orden teórico según hipótesiszat + - - 7. --


A-l, Cl, El C-3, C«2, A»3 A-2, 13-3, 13.2
Orden observado: A-l, C-l, B-l Cr}, C-2, A-2 A-3, B-3, B-2
(primer estrato de la escala a ).

4) ACCión de la variable intermedia, dimensión dela empresa.


Para observar el juego conjunto de las variables técnica, económico-
espac'ial y depotencia financiera (dimensión de la empresa) con res-
pecto a la implantación, realizamos un análisis multivariado, a cuatro
variables simultáneas, con resultados significativos (según prueba X2)
Con el fin de no hacer este texto excesivamente pesado, resumiremos
los resultados empíricos observados sin presentar los datos estadísticos,
remitiendo al lector interesado al texto original de la investigación z.
En concreto, observamos que:
En el caso de la implantación espacial de tipo a, se ve directamen-
te in uenciada, a la vez, por el hecho de ser una empresa de tipo 1 y
por el hecho de ser una empresa de pequeña dimensión. Las dos varia-
bles juegan, cada una por separado, aún en ausencia de la otra caracte-
rística. Por consiguiente, cuando coinciden, se refuerzan mutuamente.
En el caso de la implantación espacial de tipo , la dimensión de
la empresa no ejerce ninguna in uencia, ni positiva ni negativa, y la
determinación de ese comportamiento proviene pues de las dos varia-
bles, técnica y económico-espacial, ya analizadas.
En el caso de la implantación espacial de tipo (3, y este resultado
es particularmente interesante, el análisis multivariado muestra que ni
la característica gran dimensión ni la característica tecnicidad avanzada
(tipo C) bastan para efectuar este tipo de implantación. Es tan sólo
cuando las dos características se reúnen (la importancia de la ein-presa
y su carácter técnicamente innovador) cuando se produce una implanta-
ción centrada sobre la valoración social del espacio industrial.

5) Resumen de los resultados.


Tres grandes tipos de implantación industrial fueron descubiertos
en la región de París, en lo que se refiere a las tendencias recientes:
Un tipo de implantación, llamado a, que se centra sobre la
densidad del medio urbano e industrial ya existente.
- Un tipo de implantación, llamado {3, que se centra sobre una
buena localización en la red de comunicaciones.

Véase el texto original, M. CASTELLS: Lex politique: d'ímplantation de:


entrepriser indmtríelles dan: la Région de Paris, Tesis doctoral de sociología,
Facultad de letras de París-Nanterre, mayo 1967, 350 págs; y el informe de
investigación aparecido en los Cahiers de I'IAURP, París, núm. 11, 1968, 90 págs.
¡ea LA LÓGICA DE LA IMPLAN IIACIÓN INDUSTRIAL:

Un tipo de implantación, llamado A, que se centra sobre la


valoración social del espacio.
Se trata pues de tres lógicas espaciales: de mercado, funcional,
simbólica.
Cada uno de estos tipos de implantación, y por tanto de estas ló-
gicas del espacio, están determinados por las características estructura-
les de las empresas.
Las empresas pequeñas y las empresas ligadas, en su actividad, a
una clientela determinada, pliegan sus desplazamientos a la evolución,
no controlada por ellas, de la aglomeración urbana.
Las empresas de fabricación en serie y aquellas centradas sobre
medios de producción espacialmente rígidos, se orientan fundamental-
mente por una buena organización de sus comunicaciones, cualquiera
que sea su dimensión.
En fin, las empresas de alta tecnicídad y disponiendo de recursos
su cientes, suscitan un nuevo tipo de espacio industrial mediante la
ocupación de zonas con fuerte valoración simbólica social.
Dichas tendencias y dichas relaciones expresan la situación del
elemento Industria, en la estructura urbana de la región parisina, ma-
nifestando en el mismo las determinaciones sociales generales y permi-
tiendo articularlo de forma concreta a los otros elementos (resto de la
producción, consumo, intercambio, gestión) cuyo conocimiento deberá
permitir un análisis estructural del desarrollo urbano de una gran me-
trópoli.
4.3. El centro urbano

Cuando se elimina la distancia entre práctica administrativa y re-


flexión sociológica, es frecuente que ciertos términos técnicos y deter-
minados conceptos sociológicos sufran un proceso de fetichización,
unos y otros se convierten en palabras casi mágicas gracias a las cuales
los ensueños personales o las decisiones políticas se ven revestidos por
la dignidad sagrada de la Ciencia. El ejemplo más característico de este
fenómeno lo constituye, en sociología urbana, la noción de centro .
Y sin embargo, el problema es muy concreto y su proyección direc
ta sobre la práctica social se halla perfectamente delimitada. La centra-
lidad urbana y sus problemas ocupan un lugar privilegiado y primordial
en todo plan de urbanismo, en todo esfuerzo por remodelar aglomera-
ciones en crisis o por crear formas nuevas de agrupación humana en el
espacio. Es decir, que la forma de concebir el centro de una estructura
urbana, e incluso, previamente, su afirmación o su negación expresan
de por sí una determinada concepción de 1a ciudad y un modelo de
relaciones ciudad/sociedad 1. El lugar que el centro urbano ocupa en
la planificación urbana nos da un índice que caracterÍZa mejor que nin-
gún otro la ideología, la teoría y la práctica que 1a rigen.
Pero además de la concepción del centro, existe el centro mismo,
es decir, un cierto tipo de ocupación del espacio, un conjunto de acti-
vidades, de funciones y de grupos sociales localizados sobre un lugar
de características más omenos específicas. Sencillamente lo que en las
aglomeraciones urbanas recibe el nombre de centro o, en su caso, de
centros. Los urbanistas están de acuerdo cuando se trata de otorgar a
la forma y al desarrollo de estas entidades socio-espaciales, confusamen-
te comprendidas bajo el término de centro, un papel preponderante en
el control del crecimiento urbano.
¡Sólo nos falta saber de qué se habla exactamente!

Sobre esto ver el último libro de Henri LEFEBVRE. Le droit á la ville.


París, Anthropos, 1968. (Trad. cast. «El derecho a la ciudad», Barcelona, Ed. Pe-
nínsula, 1969).
[167]
168 EL CENTRO

Nos proponemos captar, delimitar y extraer, a la vez teórica y


prácticamente, toda-s las virtualidadcs que, en principio, aparecen enw
cubiertas por la noción de centro urbano, sin rechazar las acepciones
erróneas, pero partiendo de una distinción esencial entre objeto real
y objeto científico, distinción que en relación con este último nos con-
ducirá a una percepción de la distancia existente entre los diferentes
niveles de análisis sociológicos.
Tales esclarecimientos teóricos y delimitaciones de contenido no
serían, sin embargo, más que juegos intelectuales más o menos inge-
niosos si de ellos no se deducen consecuencias en algún modo útiles
para la investigación, es decir, si no se incrementa, a través de ellos,
nuestra capacidad de explotación y de predicción de los fenómenos ur-
banos. Esta constatación nos llevará, pues, a proponer partiendo
de la problemática en cuestión algunas vías de investigación, vías
por las que se aventura ya, de hecho, el trabajo de por lo menos-
un equipo de sociología urbana z. Sólo el desarrollo ulterior de estos
trabajos mostrará hasta qué punto este esfuerzo ha sido fructuoso y,
sobre todo, en qué dirección se debería orientar la investigación para
rectificar nuestros errores y abrir nuevas perspectivas.

1. La delimitación de la noción de centro urbana.


Como es frecuente en materia de sociología urbana, el término cen-
tro urbano designa a la vez un lugar geográfico y un contenido social. De
hecho la distinción entre uno y otro no es difícil pero lo cierto es que la
confusión se convierte fácilmente, por el contra-rio, en connotación, es de-
cir que, aun reconociendo la disyunción teórica, se tiende a suponer en la
práctica, que el contenido social designado por tal definición se localiza
en uno o varios puntos concretos, lo que equivale a una fijación del
contenido social de la centralidad urbana en sí, prescindiendo de toda
relación con el conjunto de la estructura.
Para el urbanista medio 3, el centro es una parte de la ciudad
delimitada espacialmente (p. ej. situada en la confluencia de un esque-
ma radial de vías de comunicación), que desempeña una función a la
vez integradora y simbólica. El centro es un espacio que debido a las
características de su ocupación, permite una coordinación de las acti-
vidades urbanas, una identificación simbólica y ordenada de estas ac-
tividades y, por consiguiente, la creación de las condiciones necesarias
1 El Grupo de Investigación Urbana (G.R.U.), del Laboratorio de Sociolo-
gía Industrial, E.P.H.E., París. Quisiera resaltar aquí que mi reflexión sobre los
problemas urbanos es indisociable de las discusiones comunes a todo el equipo,
especialmente en lo concerniente a Vito Ahtik (C.N.R.S.) y a Francoise Lentin
(C.N.R.S.).
3 Cf. p. ej , Gaston Bardet: L urbanisme, París, Presscs Universitsires de
France, 1963, y más recientemente, Francoise Choay: L urbanisme: Utopier el
réalítés. París, Seuil. 1965.
URBANO 169

a la comunicación entre los actores. La imagen clásica, en esta perspec-


tiva, es la plaza de la ciudad medieval, dominada por la catedral, y el
Ayuntamiento, lugar privilegiado donde, de manera espontánea y jerar-
quizada, se reúnen los ciudadanos, en fechas señaladas, para asistir a sus
ceremonias y celebrar sus fiestas '.
Hay algo más que una imagen de Epinal en esta visión del
centro. Este algo más , es la idea de comunidad urbana, es decir, de
un sistema especí co, jerarquizado, diferenciado e integrado de rela-
ciones sociales y de valores culturales. Si efectivamente, existe una
comunidad urbana, y si entre sociedad y espacio se constituyen - nece-
sariamente relaciones de interacción, la organización ecológica tiende
a expresar y a reformar esta integración por medio y a través de la cen-
tralización de los símbolos y de la constitución de un sistema de comu-
nicación basado sobre la participación espacial en los valores así cen-
tralizados 5.
Resulta por lo menos arriesgado establecer una conexión demasiado
estrecha entre la idea de centro comunitario y el tipo histórico corres-
pondiente a la ciudad medieval. De hecho tanto los centros que se in-
tentan desarrollar en los grandes conjuntos de habitación ara crear un
medio local , como los centros cívicos de las nuevas cin ades inglesas
y escandinavas 7, como las operaciones de renovación urbana ', se basan
en la idea de reconstituir una unidad social en torno a un foco de co-
municación suscitado por una zona central. Más aún, la ideología domi-
nante en lo que concierne a planes de urbanismo, tiende a conceder
una importancia esencial al centro, considerándolo precisamente en la
expresada perspectiva, o sea, como elemento integrador . Podríamos
resumir el denominador común de la ideología urbanística en la si-
guiente proposición: Cambiar el marco vital es cambiar las relaciones
sociales . Ahora bien, los planes de urbanismo, suscitados generalmente
por el deseo de frenar la desorganización social urbana , estén anima-
dos por un espíritu reformador y por tanto integrador °. Allí donde se
constata ruptura de las relaciones sociales o débil interiorización de los
valores dominantes, hay que crear un polo integrador, visible y adap-
tado en cuanto a sus características formales, a las unidades urbanas

CE. entre otros Lewis Munford: La cilé a travers l bistaire. París, Seuil. 1964.
5 Cf. A. J. Reiss, JL: The Sociological Study of Communities, Rural So-
ciology, vol. 24 Junio 1959.
Ver Paul Clerc: Grandes ensamble: et baulieuer nouvelles, París, Presses
Universitaires de France, I.N.E.D., 1967.
7 Ver los informes de encuesta de Cahiers de l I.A.U.R.P., vol. 7.
Cf. Peter Marris: A Report on Urban Renewal in the United States, en
L. J. Diiul (comp.): The Urban Condition, N. Y., Basic Books, 1-963, págs. 113-114.
° P. H. Chombart de Lauwe ha puesto de manifiesto esta ideología. Cf. p.
ej.: De: bomme: et de: villes, París, Payot, 1965.
"' Cf. Donald L. Foley: British Town Planning: One Ideology or Threci ,
en Britin Journal of Saciology, vol. XI, sep. 1960, págs. 211-231.
¡70 m. CENTRO

que se pretende integrar. Las principales caracteristicas ecológicas dc


taies centros serán: concentración de las actividades destinadas a fa
vorecer la comunicación, accesibilidad con respecto al conjunto de la
zona urbana de ia que asume la centralidad, y por último, aparición
de nuevos límites en el interior de los espacios centrales.
Al lado de esta concepción, estrechamente ligada a la de centro
integrador, pero netamente diferenciada desde el punto de vista teórico,
podemos situar la interpretación del centro en tanto que zona de inter-
cambio y coordinación de actividades descentralizadas. Esta perspec-
tiva es, esencialmente, la de la ecologia urbana, y la dirección de tales
analisis nada tiene de extraño en una concepción estrecha y voluntaria-
mente dirigida hacia el análisis de los procesos de división del trabajo
y de especialización funcional que caracterizan el predominio de la in-
dustria sobre el organismo urbano. Nos referimos, concretamente, al
conjunto de investigaciones y proposiciones que girando en torno de
la noción de Central Business District , han contribuido decisiva-
mente a configurar la imagen ya clasica del corazón administrativo y
comercial de las grandes aglomeraciones .
Las actividades fundamentales reunidas en un centro de este tipo
son, por un lado, las comerciales, por otro las de gestión (administrati-
va, financiera y política). Intercambio, pues, de bienes y servicios,
coordinación y dirección de actividades descentralizadas.
Se trata de un tipo de centro esencialmente funcional, y esto en
un doble aspecto. Por una parte representa la especialización del pro-
ceso de división técnica y social del trabajo, al centralizarse en él la
gestión de las actividades productivas que tienen lugar en los estable-
cimientos industriales. Por otra parte, algunos lo han definido como
especialización geográfica de cierto tipo de unidades de consumo y de
servicios, que definen ese sector económico que Labasse y Rochefort
han designado con el nombre de terciario superior . El centro de
esta parte de la ciudad en donde se han establecido servicios que se
dirigen a un gran número de consumidores o de usuarios específicos,
sin que la proximidad espacial sea, en absoluto, decisiva a la hora de pro-
ceder a la utilización de los servicios ofrecidos 'z. La implantación de
estas actividades en el centro se explica fácilmente si se considera que
es la economía de mercado la que de verdad regula el esquema espacial

" Cf. entre otros, Amos ll. llawley: Hll lll Ecology, 1950, cap, XIII;
James A. Quinn: Urban sociology, 1955, págs. 68 y siguientes; Earl S. John-
son: «The Function of the Central Business District in the Metropolitan Com-
munity» en Hatt y Reiss: Cíiíer and Society, Glencoe, The Free Press, 1957,
págs. 248-259; Gerald Breese: «The Daytirne Population of the Central Business
District», en Burgess y Bogue: Contributions lo Urban Saciology, Univursity
of Chicago Press, 1964, págs. 112-128.
" Cf. R. Ledrut: Sociologie ttrbaine, Paris, Presscs Universitaires de Fran-
ce, 1968, pág. 14Ü.
URBANO

urbano. Encontraremos, pues, en él, ciertos establecimientos a los que


la centralidad procura un beneficio lo bastante elevado como para
compensar el precio elevado del terreno y los problemas de organiza-
ción o adaptación funcional derivados de la gestión de este espacio. Las
actividades atraídas por el centro son pues las actividades de carácter
más general, tributarias a la vez de su mutua proximidad y de una
cierta equidistancia. social más que ecológica, con respecto al conjunto
del área urbana . Lo cual equivale a constatar, pero ahora en térmi-
nos de cálculo económico, que se trata del mismo tipo de actividades
identificado a través del análisis ecológico de la ocupación del suelo
en la zona central: intercambio, distribución, gestión, transmisión de
informaciones l .
Por último. no podemos pasar por alto una tercera caracterización
del centro, que ba llegado a constituir un verdadero género literario, a
mitad de camino entre la lírica y la ciencia-ficción. inspiradora de cier-
tos aficionados a la prospectiva urbana. Se trata del centro en tanto que
núcleo lúdico. concentración de lugares de entretenimiento. diversi-
ficación y ocio, asiento espacial de las luces de la ciudad . No se
trata solamente del aspecto directamente funcional de los espectáculos
y centros de diversión, sino de la sublimación del ambiente urbano pro-
piamente dicho, a través de toda una gama de Opciones posibles v la
valorización de una disponibilidad de consumo , en
el más amplio
sentido de la palabra.
Ninguna de estas tres categorías de centros, que contienen una
fuerte dosis de expresividad concreta, existen en si, sino en tanto que
resultado de un proceso social de organización del espacio urbano. Es
decir, que el centro urbano, como la ciudad, es primordialmente pro-
ducto v. por consiguiente expresión manifiesta de las formas sociales
en acción v de la estructura de su dinámica interna. Un análisis so-
ciológico deberia estudiar el centro simbólico en tanto que resultado de
un proceso mediante el cual, una determinada sociedad se organiza con
respecto a los valores expresados en el espacio; el centro punto de in-
tercambio, en tanto que expresión de un proceso de expansión de la
urbe en vías de industrialización, de la división social del trabaio, de
la especialización funcional v de la ocupación del suelo según la lev
de mercado: el centro lúdico en tanto que expresión del proceso de
formación de una sociedad que valoriza cada vez más el consumo,
con diferenciación espacial de los lugares de ocio, siguiendo la dicotomía
ciudad/campo. todo lo cual corresponde a una separación definitiva
entre habitat y trabaio así como a la organización horizontal de la
cultura, privatizada y masificada al extremo.

Cf. Hawley, op. cif. n


Harland Bartholomew: Urban Land User, Harvard Universrty Press, 1932,
págs. 78 y sig.
i 72 EL CENTRO

Con tan apresuradas caracterizaciones no nos proponemos más que


mostrar hasta qué punto existe divergencia entre la concentración de
ciertas funciones en el espacio y el papel primordial desempeñado por
una parte "de la ciudad con respecto al conjunto de la estructura urbana.
Del mismo modo que parece hoy cosa admitida que la noción de
centro urbano no implica automáticamente la de centralidad geográ-
fica en una área urbana, y que esta posición central, cuando existe, no
es sino el resultado de un proceso funcional, debería existir igualmen-
te acuerdo en el hecho de que la concentración de ciertas funciones y
su relativa equidistancia con respecto al conjunto de una aglomeración
no son más que consecuencias de un proceso específico: el proceso de
expansión urbana acelerada, consecuencia inexorable del predominio de
la ley del mercado ".
El centro urbano no puede, pues, ser considerado como una en-
tidad espacial definida de una vez parasiempre, sino como reunión
de unas funciones 0 actividades que desempeñan un papel de inter-
comunicación entre los distintos elementos de una estructura urbana.
Es decir que, propiamente, no puede hablarse de ubicar el centro
urbano aquí o allá, sino que hay que definirlo con respecto al
conjunto de la estructura urbana ¡6. Conviene, pues, establecer cla-
ramente la diferencia existente entre la noción de centro urbano
y las imágenes de ocupación del espacio que evoca. aplicándole, por
consiguiente, una definición deducída del análisis estructural del con-
junto urbano. De hecho, la noción de centro corrientemente utilizada
por los urbanistas es una noción sociológica, en tanto que expresa más
bien un contenido que una forma. Pero asistimos a un proceso de
asimilación sistemática entre la noción de contenido y la de forma,
como si cada elemento de la estructura urbana debiera tener necesaria-
mente una expresión material directa. Debemos. pues, como por lo
demás debe hacerse en todo estudio socio-urbanístico, establecer una
frontera, un punto de ruptura entre el espacio concreto y el elemento
centro de la estructura urbana. La enumeración de las formas espa-
ciales que puede adoptar la centralidad urbana plantearía así nroblemas
del todo diferentes, objeto más bien de investigación que dedebate.
En efecto, la famosa controversia sobre la desaparición del centro ,_v
por tanto de la ciudad - en las nuevas formasde urbanización ". care-
ce de sentido si no se especifican estos términos. Es cierto que la
concentración espacial de ciertas actividades de intercambio sobre un
lugar situado en simétrica relación con las distintas zonas urbanas, está
siendo substituido, aquí y allá por estructuras multinucleares o por una

" Cr. sobre esto Pierre George: Précir' de geographic urbainc, París, Pres-
ses Universitaires de France, 1964, págs. 107 y sigs.
Siguiendokmla linea clásica de investigación, sobre este asunto, el ttabnio
ya citado de BreeSe.
Como Gutkind, por citar al más brillante de los soñadores.
URBANO 3

especie de difusión urbana (cf. ínfra). Esto no supone, sin embargo,


la inexistencia de situaciones de interrelación entre los diversos elemen-
tos de la estructura urbana, sino, simplemente, que esta nueva centra-
lidad puede resultar operativa aunque adopte otras formas espaciales.
En resumen, conviene:
1) Distinguir entre el elemento centro definido con respecto a
la estructura urbana y lo que, en una aglomeración, es designado con
el nombre de centro (eventualmente, ccntros ).
2) Establecer los diferentes niveles en los que vamos a analizar
la estructura urbana deduciendo de cada uno de ellos la noción de
centro.
3) Asegurarnos de que existe la debida via de conexión entre
cada noción de centro en los diferentes niveles y su más o menos me-
diatizada expresión espacial. O, más concretamente, mostrar con res-
pecto a nuestro propio desgüace analítico de la estructura urbana,
el sentido exacto de las formas espaciales consideradas como centros
en una aglomeración.

2) Centro urbano y estructura urbana: niveles de análisis.


Una aglomeración urbana no es un amasijo indistinto de edificios,
actividades y vías cie circulación. Al ocupamos de la estructura urbana,
no adoptamos una forma particular de progresión teórica, sino que,
simplemente, tratamos de organizar el coniunto social de una zona
urbana de manera significativa y coherente, según un plan de investi-
gación determinado.
A partir del momento en que se descompone analíticamente el
conjunto urbano, es necesario especificar el nivel en que se sitúa
la progresión teórica. A cada uno de los niveles corresponderá un sen-
tido teórico propio de la noción de centro.
Una ciudad, o una región metropolitana constituyen siempre como
hemos dicho, un ente estructurado; esta estructura, empero, puede co-
rresponder sea a un sistema funcional (o ecológico) de la ciudad, sea
a un sistema simbólico, sea, por fin, a un sistema de acción, Efectiva-
mente, como todo conjunto social, la ciudad es en primer lugar un
cuerpo organizado que debe administrar su propio dinamismo interno,
asegurar su particular forma de expansión y reintegrarla a través del
control social de la colectividad. Los urbanistas ban explicado, a me-
nudo, la ciudad como un coniunto de funciones (trabajo, habitación,
ocio, circulación) " pero es necesario sustituir esta aproximación de-
masiado descriptiva por la noción de sistema funcional o sistema eco-
lógico : establecimiento de la relación existente entre los elementos
" Cf. La Carta de Atenas.
'9 Según la definición teórica de O. D. Duncan, «Human Ecology and Po-
pulation Studies», en P. Hauser y O,D. Duncan (comp.): The Study o} Popu-
lation, Chicago, 1959.
i74 EL CENTRO

que aseguran la persistencia de una colectividad territorial en tanto


que unidad autónoma de producción y consumo.
A este nivel, la idea de centro corresponde a: elemento de la
estructura urbana que asegura el necesario intercambio entre los di-
versos elementos funcionales que componen la ciudad. La cuestión
urbanística en lo que respecta al contenido de los centros, introduce,
al menos implícitamente, la idea de función , como dice R. Ledrut en
su magnífico análisis del centro urbano 1°. El centro no existe en sí
mismo, sino en tanto que papel representado por un espacio en el
conjunto de la estructura urbana. Para establecer las funciones urbanas,
es decir, el papel desempeñado por cada una de las partes de la ciudad,
la sociología deberá definir las significadones del espacio según su
forma de utilización, tipo de apropiación, características de la expansión
urbana. Por otra parte, el objeto de análisis propiamente dicho no es
el espacio, sino el elemento urbano, y todo sector de espacio está
constituido por un cierto número de estos elementos que por su com-
binación van a definir el papel del sector en el conjunto de la estruc-
tura.
Desde este punto de vista, el centro es un lugar multifuncional
cuyas funciones son, en comparación con las de otros lugares, mucho
más amplias . Hay pues muchos centros a diferentes niveles, pero todos
tienen algo esencial en común: comunicación funcional entrelos dife-
rentes escalones del espacio urbano: esta comunicación debería estu-
diarse en función de los intercambios que realizan los hombres en el
espacio urbano.
No es difícil percatarse de que esta definición de centro urbano
puede ser considerada como síntesis teórica de toda orientación pro-
piamente ecológica, que sitúa el centro por su relación con el conjunto
del organismo metropolitano, sin poder, por lo demás, evitar, la de-
terminación de este último, desde un punto de vista espacial, por su
relación con aquel mismo centro ". Y esto, no porque el centro defina
la estructura urbana, sino porque se considera que la influencia de
este centro es suficientemente profunda como para indicar y establecer
fronteras. Un texto clásico de Johnson define el centro como el área
en la que se establecen toda una serie de personas e instituciones alta-
mente especializadas, que eiercen un papel de dirección, coordinación
e influencia sobre las actividades de mercado del coniunto de 1a región
metropolitana. Su área de localización corresponde al centro ecológico,
pero no forzosamente al centro geográfico de la región. Llamamos co-
munidad metropolitana a un esquema espacial y simbíótico, cuyas partes

1° Raymond Ledrut: «Fonctions urbaínes et centres», Informe introducto-


rio, Sociologia egarbanime, 1968, multicopista.
7 Donald J. Bogue: The Structure of Metropolitan Commanit-y, Universi-
ty of Michigan, 1949.
URBANO 175

son tributarias entre sí, cuando una ciudad llega a una fase de su des-
arrollo en la cual la dirección de estas empresas, las tareas administra-
t1vas el control financiero alcanzan un nivel tal, que se hace necesario
consi erarias funciones económicas dominantes n.
Lo que en todo esto resulta discutible, es la asimilación implícita
o explícita siempre en tales proposiciones entre función de centro y
contigüídad espacial de las actividades enunciadas. Las investigaciones
de la ecología urbana se han orientado posteriormente hacia la com-
prensión del centro ecológico como un conjunto de actividades espa-
cialmente diversificadas . Sin embargo, cualquiera que sea la forma
espacial en que venga a traducirse una forma histórica determinada,
siempre podremos extraer de su analisis una primera noción funda-
mental: la del centro en tanto que lugar de intercambio entre los proce-
sos de producción y de consumo en la ciudad; o más simplemente,
entre Ia actividad económica y la organización social urbana. EI proce-
so urbano de intercambio comprende a la vez un sistema de flujo, es
decir, de circulación, y un sistema de placas giratorias de la comuni-
cación, es decir, los centros.
El centro urbano de intercambio se define, pues. como la orga-
nización espacial de los puntos clave en que se desarrollan las diferen-
tes fases dei proceso del intercambio entre los procesos de producción
y de consumo (entendido éste como equivalente a organización social)
en una aglomeración urbana.
Una ciudad no es únicamente un conjunto funcional capaz de di-
rigir y administrar su propia expansión: es también una estructura sim-
bólica 2 , un conjunto de signos que facilita y permiteel establecimiento
de contactos entre sociedad y espacio, y la apertura de ámbitos de re-
lación entre naturaleza y cultura. El plano de una ciudad expresa como
suele decirse, y de forma más o menos clara- el inconsciente urba-
no . Pero lo que sobre todo debe preocuparnos ante un plano de or-
ganización del espacio. es la manera en que quedanen él indicadas los
ritmos y las actividades; sólo a través de esas indicaciones podremos
llegar a identificar las relaciones mutuas entre los actores, v las de éstos
con respecto a su propio marco vital; identificar, dicho de otra mane-
ra, la comunicación establecida entre las representaciones, y no sólo
entre las funciones. Donde hav ciudad, hay no sólo funcionamiento
urbano. sino también - y al mismo tiempo - lengaaie urbano. Así, en
entre las funciones. Donde hay ciudad hay, no sólo funcionamiento
entre actividades que dan vida a la ciudad, el sistema scmiológica nos

n Johnson, op. cit., pág. 248.


1 Sobre esto, Horwood y Boyce: Studies of the Central Barinas: Di:-
m'ct and Urban Freeway Development, Leattle, University of Washington Press,
1959
1 Cf. K. Lynch: The Image al City, M.I.T., 1964.
i763 EL CENTRO

hace comprender ia comunicación establecida entre los actores a través


de su situación semántica , localizada para cada uno en diferentes
puntos de esa diversidad que es el marco espacial.
Desde este punto de vista, el centro o centros de la ciudad serian
¡os puntos claves del campo semántico de la aglomeración urbana, re-
presentando, en consecuencia, la espacialización de los signos que for-
man el eje del sistema simbólico. Pero estos signos no pueden ser
definidos en tanto que tales, sino por su relación, una vez más, con
la estructura social _v espacial que sitúa los valores religiosos en el
centro del código de interacción, ligand'o la interacción así definida a
un lugar central a partir del cual la comunidad se integra con respecto
a los valores y se jerarquiza en función de las normas u.
Caracterizar una ciudad por sus monumentos resulta insuficiente
-aunque necesario - cuando se trata de discernir o explicitar su es-
tructura simbólica, Para realizar esta operación en profundidad, se hace
preciso, por una parte, llegar analíticamente a otros signos urbanos
sin quedarse en ios monumentos v rpor otra, determinar el sentido
preciso de cada monumento, no en lo histórico, sino en su transcripr
cióriilal código de interacción que organiza de hecho las relaciones
soc a es.
El centro simbólico puede, pues, ser definido como la organiza-
ción espacial de los puntos de intersección entre los ejes del campo
semántico de la ciudad, es decir, como lugar (o los lugares) que con-
densa (o condensan) una intensa carga valorizante en función de la
cual se organiza de manera significante el espacio urbano.
A un tercer nivel de análisis, una ciudad es también una estruc-
tura de acción de la sociedad de la que ella misma forma parte. La
ciudad se halla integrada, en tanto que elemento de lo real, en la
dialéctica entre las fuerzas productivas y relaciones de producción que
fundamenta la misma existencia de la sociedad, _v que produce las
instituciones. Penetramos, pues, de lleno en la problemática del des-
arroilo urbano.
Cualesquiera que sean los problemas que pueda plantear el funciona-
miento de una aglomeración, el coníunto urbano se transforma v, en
conSecuencia, se transforma también la estructura urbana y cambiael
papel que los diferentes procesos que la constituyen desempeñan en
el interior de esta estructura. Esto quiere decir que el proceso de pro-
ducción, el proceso de consumo, el proceso de intercambio, y el pro-
ceso de gestión, en la medida en que definen la estructura de un con-
iunt'o urbano. no son datos fijos, sino que se transforman y transforman
a su vez la ciudad. .
Se trata pues de definir el centro en tanto que elemento transforma-
dor de las relaciones sociales en lo que concierne al espacio urbano, en
1 Según los trabajos de Panofsky.
mmm ¡77

tanto que productor de una nueva estructura urbana y no solamente


como simple placa giratoria o mero elemento funcional. En el fondo,
la idea de centro como medio social específico 2 como creador de re-
laciones sociales peculiares a través de una multifuncionalidad de in-
teracciones posibles, se ajusta relativamente a las implicaciones
que contiene esta perspectiva.
El ambiente urbano, cimiento de todas las especulaciones e inter-
acciones ideológicas acerca de la cultura urbana, encuentra su más aca-
bada expresión en la idea de centro como puro contenido social, a con-
dición de no hacer de esto una norma propia exclusivamente a este
medio específico, y de no considerar el centro como medio de integra-
ción, sino como medio de creación cultural.
Se trata de enfocar el problema del centro urbano desde un punto
de vista parecido al de Hoselitz o Remy 23, que analizan la ciudad
considerada en tanto que agente de innovación, es decir, en tanto que
creación de un medio imprescindible al desarrollo de la iniciativa y a
la autoconservación de la investigación, sobre la base de sus propias
relaciones internas. Desde el punto de vista del desarrollo urbano, el
centro asume un papel a la vez de innovación cultural29 y de transmi-
sión de valores e informaciones suscitando la transformación de los
procesos que mantienen y conforman la actividad urbana.
El centro innovador se define pues como organización espacial de
las potencialidades de creación y transformación sociales de una deten
minada estructura urbana, lo que quiere decir el lugar, o conjunto de
lugares, que producen, por Ia interacción espacial de los elementos ur-
banos presentes, un contenido social específico, cualitativamente dis-
tinto de la simple adición de los elementos sociales que lo componen.
La noción de centro urbano aparece así un tanto aclarada teórica-
mente y diferenciada con respecto a cualquier otra configuración espa-
cial particular. Deberemos ahora esforzamos en mostrar la utilidad de
una tal categorización insertándola, aunque sólo de forma indicativa,
en un proceso de producción de conocimientos .

3. Centro urbano y desarrollo urbano: la transformación de los cen-


tros en lar nueva! formas de urbanización.
La relación que los tres tipos 3° de centros mantienen entre si,
viene expresada por sus respectivas relaciones con el espacio. Y el con-

Cf. Johnson: op. cit., pág. 257, y Ledrut: op. da, pág. 158.
8352

Sociological Aspect: of Economic Growth, The Free Press, 1960.


La ville, pbénoméne économíque, Ed. Vie Ouvriere, Bruselas, 1966.
Por innovación cultural entendemos un cambio en las formas de produc-
ción de valores, esto es, en las orientaciones de la acción.
° Por comodidad utilizamos la palabra «tipo» sin darle el sentido sintético
del tipo weberlano. De hecho, habría que hablar de las tres nociones de centro,
puesto que se trata de una delimitación ante todo analítica.
WS EL CENTRO

junto de estas reinciones recibe un sentido a partir de su inclusión en una


formación social especifica. Así, en una aproximación ideal típica , las
relaciones entre los tres órdenes de centro urbano vendrían expresadas
en la ciudad medieval, la ciudad industrial y la megaiópolis, mostrando
el paso progresivo de la fusión a la separación espacial entre los tres. Lo
que resulta más significativo no es la constatación de una tal disociación,
sino la relación entre cada estructura social particular y las relaciones
espaciales de cada uno de los tres tipos de centros.
Más concretamente: la plaza de la ciudad medieval estructura, en
torno a los símbolos que han prevalecido en los núcleos urbanos de
1a Edad Media (los valores religiosos), el elemento intercambio que ha
lle ado a transformarse en nueva función urbana (aparición del mer-
ca o). A través de la interacción de estos dos elementos se desarrolla
un medio social especifico que, en principio, era únicamente interac-
ción en torno a la participación simbólica, para llegar a ser, con el
crecimiento de las ciudades burguesas, esa cultura de transición, a 1a
vez ciudadana y religiosa que caracteriza la consolidación de los cen-
tros urbanos de la baja Edad Media. La fusión de los tres centros
sobre un mismo espacio no es pues arbitraria; es el resultado de un
proceso social característico de la ciudad medieval: la superposición
sobre un burgo en principio simbólicamente determinado por la pre-
sencia de la iglesia, de una nueva función económica, el intercambio y,
por consiguiente, de una nueva clase social, la burguesía comerciante.
De donde se deduce la primitiva unidad espacial y social del centro en
torno a un sistema de valores unificados y ierarquizados; a continua-
ción, se desarrolla una nueva estructura social, fusión espacial de los
diferentes contenidos sociales; consecuencia de la interpenetración entre
lo antiguo y lo nuevo puesto que, efectivamente, la aparición de las
ciudades occidentales representa la forma social y espacial de la gestación
de un orden nuevo 3 .
En la ciudad indurtrial, se produce una disociación espacial entre
centro simbólico, de un lado y centro de intercambio complementado
por centro-medio social, de otro. Lo cual no es más que la expresión
espacial del desajuste existente entre superestructura e infraestructura
en lo que concierne al espacio, 'al mismo tiempo reflejo de la desacrali-
zación de las relaciones sociales que, si bien se liberan, en el paso a la
sociedad capitalista, de la participación simbólica unificada. pasan en
la nueva situación a verse estrictamente conformadas por la estratifi-
cación económica que emana de los nuevos centros de decisión y cam-
bio. Las ciudades industriales, cuando se injertan en un tejido urbano
pre-existente poseen, pues, dos centros: por una parte la ciudad his-
tórica y monumental, frecuentemente vinculada a las i-mplantaciones
N F

3' A, Pizzorno: Déveioppement écanomiqae et urbanisation, Actas del


V Congreso Mundial de Sociología, 1962.
URBANO 179

administrativas; y por otra el centro de negocios, que a su vez origina


lugares de diversión y ocio, expresión acabada de la nueva forma de
vida, en torno a los primeros grandes almacenes y de los nuevos centros
dedinsgeracción que adoptan su esquema espacial a las leyes del mer-
ca 0 .

En la megalópolís, o región urbana, la separación espacial entre


los tres tipos de centro corresponde a la creciente autonomía, en la
civilización industrial, del mundo del funcionamiento, del mundo de
la comunicación y del mundo del desarrollo. De hecho, la simbólica ur-
bana se expresa y transmite de manera más acabada y completa a partir
de una condensación de valores relativamente poco elevada, reflejada
en una multiplicidad de formas y trazados, por medio de esa sobre-
carga simbólica especialmente super-condensada que son los monu-
mentos; paralelamente, la desconcentración urbana de los centros de
intercambio se produce de acuerdo con el flujo expansivo del área me-
tropolitana; hay que señalar, en fin, la concentración espacial a nivel
de centro medio-social, concentración muchas veces acompañada de un
fenómeno inducido de disyunción entre medio social innovador en
cuanto a la producción, y medio social innovador en lo referente al
consumo (cf. ¡tz/ra), Esta caracterización demasiado rápida merece y
exige explicación más pausada y detallada, desde el momento en que
no puede olvidarse que toda nuestra investigación se basa, en lo que
se refiere a los centros urbanos de una gran metrópoli, en el análisis
sociológico de las transformaciones recientes habidas en el ámbito del
juego de relaciones entre los centros, el espacio y la evolución social.
Quisiéramos, en efecto, que nuestro análisis concreto se centrase
en la consideración de los cambios que se han producido en la estruc-
tura urbana de las grandes metrópolis mundiales, subrayando de paso
el carácter sintomático del papel de centro para el estudio de los pro-
cesos de urbanización en los países subdesarrollados . Un análisis
tal, que debería basarse en la perspectiva de la dialéctica entre desarro-
llo y dependencia , excede del cuadro ya demasiado ambicioso, del
presente trabajo.
Esquematizando mucho, podríamos esbozar un resumen de los
rasgos característicos de la transformación de los centros urbanos en
las grandes metrópolis 3 de la forma siguiente:
a) Difusión de la simbólica en el espacio urbano. El centro sim-
bólico desaparece en tanto que tal, es decir, en tanto que lugar que
sirve de punto de referencia para la identificación del lenguaje urbano.

" A este respecto el caso de Londres es particularmente sorprendente.


F. H. Cardoso y Enzo Faletto. Dependencia y derarrollo en América La-
tina, México, Siglo XXI, 1969.
J Para una comprobación rápida de lo enunciado a grandes rasgos remito
al excelente resumen de Peter Hall: Les villes mondialer, París, Hachette, 1966.
ai ¿279 EL CENTRO

Liertamente quedan los monumentos pero éstos no condensan ya


expresiones vividas y deben por ello ser reinterpretados en tanto que
elementos del nuevo sistema de signos espaciales. Por otra parte, la asi-
milación impresionista entre el rascacielos y la catedral como expresión
de cambio del sistema de valores, puede servir de estímulo a la hora
de trazar la via de una investigación semiológica, pero no como trans
posición simple y directa de una forma central a otra.
El sistema de signos tiende a especificarse en un conjunto de
relaciones recíprocas entre el trazado de la ciudad y los flujos de cir-
culación. La simbólica metropolitana debe ser más bien buscada en
las formas amplias y difusas de las autopistas urbanas y los espacios
verdes que concentrada en unos determinados lugares 35. La única ex-
cepción es la de las operaciones voluntarias que tienden a marcar el
espacio claramente siguiendo bien los signos del poder (realizaciones de
prestigio) bien una concretización plástica de los valores tecnocráticos
(conjuntos modernistas que se pretenden interesantes en sí mismos
más que en su relación con la estructura urbana).
b) Desconcentración y descentralización de la función comercial.
Asistimos a una paulatina pérdida del papel propiamente comercial del
centro a medida que la ciudad se extiende, que aumenta la movilidad
de la población y que se desarrollan las formas de compra que no
exigen el contacto directo 3°. La fracción de la población que acude
diariamente al centro de negocios es insuficiente para el mantenimiento
de la concentración de la función comercial, y el hecho de que esta
forma de implantación sigue siendo característica de los centros ecoló-
gicos de las áreas metropolitanas se explica, de un lado, por la inercia
y de otro porque a menudo se mantiene financieramente gracias al vo-
lumen de negocio de los centros comerciales periféricos. La función
comercial del centro se reduce así a algunos grandes almacenes -gene-
ralmente destinados a un público popular- y, al extremo opuesto de
la escala de estratificación, a la localización de tiendas especializadas
en la Venta de productos que atraen una clientela sin localización
precisa. Desde este punto de vista, el criterio propuesto por R. Ledrut
para definir el centro, nos parece que concuerda con el nuevo tipo
de operaciones de intercambio que se mantiene en este género de

Jane Jacobs: The Death and Life of Great American Cities, N. Y., Ran-
dom House, 1961.
Cf. E. Horwood y R. Boyce: 0p. 617.; Edgar M. Hoover y R. Vernon:
Anatomy of a Metropolis, 1959, pág. 122; George Sternlier: The Future of Retai-
ling in the Downtown Core, Journal of the American Institute of Pannerr, 29,
mayo 1963, pags. 102-112; R. Vernon: The Changing Economic Function of the
Central City, N. Y., Committee for Economic Development, 1959; Jean Labasse:
L organisatíon dekfespace, París, Hermann, 1966; A. Ardigo: La difusión urbana,
Roma, A,U.E., 19 7, cap. 4; así como, en Francia, las investigaciones de M. M.
Boutilie (I.A.U.R.P.).
URBANO 1

centros. Sin embargo, adoptando este criterio, nos arriesgamos a con-


tinuar considerando la función de intercambio como la base de la cons-
titución de centros, cuando precisamente esta función tiende a des-
centralizarse, cuando el antiguo centro urbano se define cada vez más
por su función de gestión e información y cuando los nuevos centros
se czïracte zan más que nada por la creación cx novo de medios
socm es.
La descentralización de la función comercial conduce a la creación
de centros de intercambio periféricos, que surten determinadas áreas
urbanas o que aprovechan comercialnnente su" situación estratégica en
la red de ujos cotidianos de Ia metrópoli. Según que estos centros
comerciales periféricos sean puramente funcionales o que se hallen
insertos en el tejido de las relaciones urbanas, pueden impulsar el
desarrollo urbano en dos aspectos distintos. Los shopping-centers que
aparecen a lo largo de las autopistas, con facilidades de aparcamiento,
constituyen uno de los factores esenciales de la difusión urbana.
a
Por el contrario, la Implantación comercial en un punto de rup-
tura de carga de los flujos urbanos cotidianos (p. ej., untos de co-
rrespondencia entre trenes de cercanías y red metropolli'tana) contri-
buye a suscitar un núcleo de cambio y a estructurar las comunicaciones.
Tanto en un caso como en otro la desconcentración geográfica
de la función comercial no hace más que expresar, a nÍVel de la im-
plantación, la desaparición dei pequeño comercio, reemplazado por ca-
denas de grandes almacenes con división técnica, social y espacial de
la gestión y de la venta, estandarización de los productos y reparto
proporcional de los espacios de in uencia en lo que se refiere a la
distribución.
c) Creación de mini-centros en Z0: caniantos de habitación.
La pérdida de la relación directa con el centro y la desaparición de
los barrios con su dotación local, en la región urbana, provoca una
simultánea organización de centros comerciales ligados a las zonas de
nueva urbanización.
En cuanto al estudio del papel que desempeñan estos mini-cen-
tros , estamos aún enlos conúenzos, en particular en lo que se refiere
a saber si, por encima de su función de equipamiento colectivo, no re-
presentan, quizá, la condensación de un nuevo medio sociai, fenómeno
que, entonces, vendría estrechamente relacionado con todo movimiento
de difusión urbana. De hecho lo fundamental es considerar-los como
tenómenos que afectan solamente a las relaciones sociales peculiares
en las grandes aglomeraciones; toda consideración global sobre el papel
que desempeñan resultaría, en efecto, impresionista y es por ello nece-
sario considerar antes que nada, y con detalle, la estructura social del
medio esencialmente residencial en que se inscriben.
ÉRZ EL CENTRO

Se podría deducir de aigunas encuestas americanas 37 que cuanto


mayor es ia homogeneidad social del conjunto de habitación, más po-
sibilidades tiene el mini-centro de favorecer e incrementar la interac-
ción, Lo que en todo caso resulta evidente es la importancia que la
definición exacta y comprensible de estos centros alcanza a la hora de
proceder al análisis de las relaciones planteadas entre los puntos clava
de la difusión urbana y el conjunto de la aglomeración.
d) Especialización creciente del antiguo centro urbana en acti-
vidades de gestión y administración. Considerando que el papel simbó-
lico y la función comercial del viejo centro urbano tienden paulatina-
mente a desparramarse espacialmente y que la función residencial de-
saparece prácticamente de este sector, el nombre de centro de nego-
cios parece el más adecuado para designarlo, a condición de compren-
der negocios en un sentido lo suficientemente amplio como para in«
cluir en él la gestión pública, política y administrativa. El centro se
convierte en ámbito dedecisión, a 1a vez por deseo explícito de subrayar
la importancia de esta función a través de ese gesto eternammte pres-
tigioso que consiste en la apropiación de un cierto espacio y sobre
todo, por la presencia de una red informal de relaciones basada no
sólo en el contacto directo, sino también en una cierta comunidad de
horizontes en las respectivas existencias cotidianas.
Esta especialización del centro en funciones más omenos rela-
cionadas con la gestión no se debe a ningún azar, sino que es conse-
cuencia, prímero, de la liberación espacial de las demás actividades
con respecto a su ubicación en la urbe, segundo de la creciente conexión
entre técnicas de decisión y planteamientode un medio propicio a la
información y a la innovación y tercero de la constitución progresiva
de toda una cadena de interrelaciones no reproductible más que a partir
de un cierto umbral de complejidad administrativa. El Centro de
decisión no es la expresión espacial de la burocratización, sino más
bien la consecuencia lógica, al nivel de desarrollo urbano, del proceso
de tecnocratización de las sociedades altamente industrializadas. Es decir,
que lo que cuenta no es la distancia entre ministerios y administrados,
sino la proximidad de los núcleos interdependientes, y todos igualmente
tributarios de la función innovadora ejercida por el medio de informa-
ción y de producción de conocimientos, constituido en el centro de la
ciudad a partir de un largo proceso de fricción social.
Dada esta evolución, es normal que el centro antiguo, además
de la actividad de decisión, siga albergando todo lo que concierne a la
producción y emisión de información, de cualquier orden que ésta sea
- -y en particular los mass-medía, la edición, etc. actividades depen-
dientes en alto grado de los medios relacionados con la producción,
7 William H. Whyte: Tbe Organization Man, N. Y., 1956; William Dobri-
ner (comp): The Suburban Community, 1958.
manana 183

cambio e intercambio de ideas y por ende, con el contenido social del


centro en tanto que expresión del ambiente urbano.
e) Disociación entre centro urbano y actividades de acia. En
contra de lo que muchos piensan no puede hablarse, en nuestra opinión,
de especialización del centro de las aglomeraciones en cuanto a la loca-
lización en ellos de actividades de ocio 3 sin riesgo de caer en un tópico
muy generalizado. Para llegar a establecer cuáles son las nuevas
relaciones que se plantean entre espacio y ocio 3 habría que analizar
cuáles son las relaciones entre ocio y evolución social. Pero por lo
que respecta al centro, es preciso partir de una dicotomía Naturaleza/
TécnÍCa o Campo/Ciudad, en el ocio, lo que uede corresponder fá-
cilmente a la oposición Día/Noche. En la medi en que el tiem del
ocio natural va en animento, el centro va perdiendo posib' 'dades
en cuanto a su fuerza de atracción por lo que respecta al ocio 4°, al
tiempo que el ocio cultura clásica viene a ser símbolo de prestigio
para ciertas categorías sociales más que función urbana propia del
centro 1.
La localización de las salas y recintos de espectáculo tiende lógi-
camente a seguir la dirección de la dispersión residencial en el conjunto
de la aglomeración; los drive-in americanos son aún poco conocidos en
Francia, en cambio, en París se está asistiendo ya a una descentraliza-
ción insólita de algunas de sus mejores compañias teatrales. Lo que
sucede es que se mani esta una tendencia a la concentración de los
espectáculos a diversos niveles geográficos y sociales de acuerdo con
las nuevas realidades vigentes y ésto tanto en el ámbito de los medios
de transporte de la aglomeración como en el de la estrati cación resi-
dencial. Sin que todo ello nos haga olvidar la persistencia de cierta es-
pecialización de la zona centro en lo referente a los espectáculos de
tipo único y, notoriamente, en lo relativo a la llamada vida nocturna .
En lo que respecta al ocio, la estructura urbana opone en la prác-
tica la ciudad a la periferia o, si se prefiere, el ambiente urbano a la
residencia urbana. Lo que caracteriZa al centro es menos tal o cual
tipo determinado de espectáculo, de museo o de paisaje que la posibi-
lidad de lo imprevisto, la opción consumista o la variedad de la vida
social. El centro urbano se transforma entonces en zona residencial de
lo funcional contrapartida obligada (y por eso también funcional)

" Cf. Quinn: ap. cit., cap. 14.


En este sentido, ara Francia, ver el conjunto de investigaciones que
efectúan sobre este tema . Dumazedier y M. Imbert (algunos resultados publi-
cados; Espace et laisir, París, C.R.U., 1967), lo mismo que los estudios llevados
a cabo por M. Maurel en el I.A.U.R.P.
° B. Lamy, en C. Cornuau, y otros. L'attraction de Paris sur sa banh'eue,
Paris, Les Editons Ouvrieres, 1965.
R. Lamy: «La fréquentation du centresville par les diverses categories
sociales», Sociologia du travail, 2/1967.
l8 ? EL CENTRO

(¿e la especialización espacial de las actividades y de la residencia.


Puesto que toda actividad tiene su marco, es preciso determinar también
uno para la libre elección y lo optativo cuya única similitud con el
resto de los espacios funcionales será una cierta disponibilidad, un
cierto predominio de lo expresivo sobre lo instrumental. El centro no
es pues la zona del ocio , sino el marco espacial de acción de un ocio
posible, a estructurar por los actores siguiendo los determinantes so-
ciales generales.
Puesto que se está produciendo una transformación de los centros
urbanos de las grandes metrópolis, venciendo la tentación de una des-
cripción que siempre resultaría demasiado general, es necesario elucidar
cuál es el papel a desempeñar por cada uno d e los distintos tipos de
centro en la estructuración de las aglomeraciones. Es cialmente quisié-
ramos considerar su relación con los objetivos de a plani cación ur-
bana, apoyándonos en el hecho concreto del nacimiento de nuevos
centros en la aglomeración parisina.

4. Centro urbano y planificación urbana. Las nuevos centros en la


región de París; hipótesis de investigación.
La contradicción entre la difusión urbana y la reorganización de las
grandes aglomeraciones se resume perfectamente en la dinámica de la
desaparición de los centros urbanos y de su recreación bajo formas nue-
vas. La planificación urbana, en tanto que operación de la que se hace
cargo la clase dirigente con vistas a una regularización del proceso de
urbanización, debe expresar un interés preferente por la creación, deter-
minada socialmente o decidida políticamente, de nuevos centros en el
área metropolitana. En efecto, la acción estructu-rante de un plan de
urbanismo se pone esencialmente de manifiesto a través d'el control de
los ujos urbanos (o lo que es lo mismo, de la ordenación de la red de
transportes) y pormedio de la creación de contenidos sociales nuevos
fijados especialmente e insertos en el conjunto urbano, siguiendo un
desarrollo prospectivo determinado.
Lo que desde el punto de vista del desarrollo urbano podríamos
designar como centros , se definen justamente como unidades espa-
ciales que combinando diversos elementos de la estructura urbana,
producen, debido a la contigüidad espacial de estos elementos, un
nuevo contenido social, diferente de la simple adición del contenido
social de cada uno de los elementos que se entremezclan con ellos.
La aparición de ese algo más , a partir de la combinación suscita-
da por el centro, nos parece señalar la diferencia existente entre un
centro y un lugar de paso. Pero este valor urbano añadido puede
colocarse a los tres niveles de análisis que habíamos distinguido: el
simbólico, el desintercambio y el de creación de un medio social.
La planificación urbana puede pretender, en efecto, ya sea dejar
constancia espacial de los nuevos valores dominantes, ya sea suscitar una
URBANO 185

determinada intensidad en la intercomunicación, o bien infundir al todo


un contenido social innovador. Esta creación de un medio social gira,
sin embargo, en torno a dos polos del todo diferentes: producción y
consumo. Hacemos con esto referencia, por un lado, al desarrollo de
centros emisores. Por emisión se entiende sobre todo la emi-sión de
decisiones, de informaciones y de conocimientos nuevos elaborados por
el centro y a partir de la existencia delcentro; Nos referimos por otro
lado, al centro "cultural", en el más amplio sentido de la palabra, o
centro creador de un nuevo tipo de relaciones sociales, sublimador del
ambiente de la gran metrópoli.
Esta estrecha relación entre los objetivos transformadores de la
planificación urbana y la utilización de los nuevos centros en tanto que
polos de desarroilo planificado, nos permite considerar la creación de
los nuevos centros de la región parisina como problema ou-ya elucida-
ción exige un esfuerzo de nuestra inVestigación.
En el estudio de los nuevos centros parisinos, debemos distinguir
en principio, entre dos etapas: 1) la creación de los centros y, 2) el
efecto de cada tipo de centro sobre la estructura urbana. O, más con-
cretamente, dos preguntas: ¿cómo y por qué se crean ciertos centros
y no otros?, y ¿cuál es la repercusión real de estos centros en la vida
de la aglomeración?
El primer problema nos sitúa en la perspectiva de la creación ur-
bana, pública o privada. El centro creado expresa una cierta política
urbana, planteada a un determinado nivel. Por política urbana enten-
demos la influencia real ejercida por las decisiones urbanísticas sobre
la estructura de la metrópoli. Hay tres tipos fundamentales de política
urbana, según se trate de preparar una respuesta a los problemas sus-
citados por el desarrollo urbano (política de equipamiento), de rees-
tructurar la aglomeración para hacerla más funcional (política de orde-
nación) o de crear las condiciones favorables al planteamiento de situa-
ciones de cambio cualitativo, orientadas hacia una transformación del
espacio' en coincidencia con el progreso técnico y. la dialéctica social
(política de desarrollo). Estos tres tipos de política pueden plantearse
sea al nivel de un zona urbana particular, sea a nivel del conjunto" urba-
no, es decir, de la aglomeración estructurada.
Cada una de estas tres políticas determina un tcilpo específico de
centro urbano que, en el caso de París, podría respon er a la hipotes1s
formalizada que ofrecemos a continuación:
286 EL CENTRO

Hipótesis de wm tipología de los Centros nuevos en la región de París,


según la política urbana y su nivel de realización espacial

Política Urbana
Niue} ____._.
pam! Equipamiento Ordenación Desarrollo

Centro funcional (cmCentro-íntegrador Centro de innovación


Z053 mercial o de ocio): (mini-centros socia l (ciudades
urbana los conjuntos resr nuevas).
denciales).

Centro simbólico . Centro de intercamuCentro-emisor (pro


Con- mo (cultural, presto bio (creación de ducoión de conoci-
mgmo gio). comunicaciones a mientos y emisión
partir de los ujos de información).
de la aglomeración)

Los atrib ¡tos así representados constituyen un esquema de hipó-


tesis de (stes variables, una de las cuales (los tipos de centros) es una
variable dependiente. Es conveniente pues definir la tercera variable,
que es, de hecho, una variable teórica y al mismo tiempo- aplicada
a ciertas concretas observaciones sobre la creación de centros en la
región parisina:
Un centro funcional es un lugar donde se i-mplantan ciertos servi-
cios que cubren la demanda de un área limitada, pero ue no llega a
desempeñar un papel propiamente estructurante; ejemp os, un super-
mercado, una carretera o un campo de deportes en una zona periférica.
Puede suceder que un centro puramente funcional en origen desarrolle
un medio de interacción. Esto no cambia en nada el tipo de centro, si
bien es cierto que se plantea el problema teórico del paso de un tipo
a otro.
Por centro simbólico, entendemos la concentración de funciones
culturales (en el sentido clásico del término) y de prestigio que tiende
a formar un núcleo capaz de irradíar su influencia al conjunto de la
aglomeración y de convertirse, de hecho, en el polo ue define el con-
tenido cultural y « a la vez la distancia social en o que respecta a
las formas de consumo. Si los planes que conciernen a la renovación
del barrio parisino de Les Halles siguen el curso previsto, podrian re-
presentar un ejemplo de este tipo, porque los atributos simbólicos,
superan aqui ampliamente en importancia a la implantación de oficinas
que predomina ya en toda la zona central de París.
El centra integrador -imagen favorita de los urbanistas- no es
nada más que el centro que vemos desarrollarse en el interior de los
grandes conjuntos, en torno a la función comercial pero sobrepasándola,
suscitando un medio de interacción y recreando de hecho puntos de
concentración sóïial en medio del mundo atomizado de la difusión
URBANO 187

urbana. El centro comercial del Gran conjunto Massy-Antony arrastra


hacia el interior de la Zona a las fuerzas centrífugas, favorecidas en
principio- por la cotidiana disgregación geográfica. El futuro de las
nuevas comunidades urbanas se halla, pues, en juego, a través y por
medio- de este movimiento dialéctica.
El centro de intercambia tiende a estructurar los ujos de la
aglomeración, situándose en un punto estratégico (lo que hemos llamado
ruptura de carga ) y facilitando una ordenación funcional de las co«
municaciones por medio de la integración de los diversos elementos y
niveles de intercambio: nudos de comunicaciones, centros comerciales,
puntos espontáneos de cita y reunión, oficinas que centralizan los di-
versos aspectos de la función informativa, etc. Podríamos considerar
Maine-Montparnasse (París) como ejemplo característico de este tipo.
El centro de innovación social se define simplemente por la crea-
ción de un medio social nuevo. El hecho de que la innovación social sea
precisamente una de las posibilidades del planeamiento en las que por
diversos motivos- menos, y con menor éxito, han insistido los plani-
ficadores (públicos o privados) explica la escasez de iniciativas en este
sentido. Estas abundan, por el contrario, en Io que respecta a la recu-
peración, generalmente a cargo de la iniciativa privada, de una cierta
marginalidad social potencialmente innovadora. La comercialización de
las tendencias desviadas como atractivo del Barrio Latino representa
una forma constantemente renovada de innovación social. Sin embargo
los proyectos de nuevas ciudades reposan en parte sobre la idea de que
funcionen como polos sociales específicos y no como super-grandes con,
juntos. Ahora bien otra cosa que habria que saber sería si las palabras
no hacen más que ocultar las cosas.
Por último, el centro-emisor (en expresión no del todo adecuada)
se define como la concentración espacial voluntaria de las actividades
de gestión, investigación, información, decisión, implicadas por el me-
dio de innovación productiva al que nos hemos referido antes. Esta
yuxtaposición de oficinas, estudios y sedes sociales, rompiendo comple-
tamente el tejido urbano que las rodea asi como su propia conexión con
los nudos de comunicación regional, como sucede en la Defense, nada
tiene de funcional. Lo que si se pone de manifiesto en la Defense es el
deseo de crear un nuevo centro de prestigio, precisamente ubicado en
la prolongación del cortafuegos de Haussmann. Pero más importante
aún que el prestigio, es en este caso la concentración de centros de
decisión, reforzada por las implantaciones universitarias y politicas en
preparación.
Una vez definidos los diversos tipos de centro que pueden distin-
guirse en una aglomeración (en nuestro caso, la aglomeración parisina),
y analizado su proceso de creación a partir de las orientaciones y niveles
de la política urbana que los suscita, habría aún que evaluar sus pro-
babilidades de éxito , es decir, determinar cuales son los factores que
135 EL CENTRO

determinan su impacto real en la estructura urbana, y, estudiar a con-


tinuación, en un cierto número de casos precisos, la presencia o ausencia
de estos factores y las transformaciones que el centro en cuestión pro-
voca en las relaciones socio-espaciales.
De hecho, para determinar las posibilidades de acción de un cen-
tro, habría que tener en cuenta el papel que desempeña en tanto que
elemento en el desarrollo de la estructura urbana según una dimensión
triple: variaciones demográficas, expansión económica regional y trans
formación de los sistemas de relaciones sociales. Para no complicar
nuestra exposición nos limitaremos a considerar únicamente los facto-
res que - en nuestra opinión fundamentan más claramente la acción
de cada tipo de centro.
El centro-funcional alcanzará una cota más alta de utilidad cuanto
mayor sea el número y la calidad de los servicios ofrecidos; es decir,
cuantas más posibilidades ten-ga de superar ventajosamente toda posible
competencia por parte de los otros centros. El aspecto fundamental es
el que expresa, en tanto que pura funcionalidad, un cierto modelo de
relaciones sociales: caracterizado por una creciente falta de relación
directa entre proximidad geográfica y contacto social. Desempeñará,
pues, un papel determinante la composición social de la zona urbana:
cuanto más se asciende en la escala social más se tiende a lo puramente
funcional. A la vez. la movilidad geográfica es mayor en los estratos
sociales mas altos. La tensión entre efectos disyuntivos en el seno de
una misma posición social, refuerza la hipótesis de Ia creciente tenden-
cia hacia los centros funcionales localizados fuera de los conjuntos
residenciales, en las proximidades, por ejemplo, de un eje de transpor-
tes estratégicamente situado en relación a la zona urbana que se pre-
tende servir.
El centro simbólico jerarquizn el consumo cultural de acuerdo con
la situación correspondiente en la escala de estratificación social. El
éxito será pues tanto mayor cuanto más ostensible sea esta estratifi-
cación y cuanto más corresponda a este sistema el funcionanúento de
la aglomeración. En. la configuración propugnada para el futuro Les
Halles, por ejemplo, se corre el riesgo cierto de imponer una implanta-
ción excesivamente determinista, si se tiene en cuenta que la frecuen-
tación del centro por parte de los habitantes de la periferia obedece a
razones más funcionales que simbólicas y que los medios sociales no-
bles disponen ya de centros de consumo cultural sólidamente estruc-
turados (Campos Eliseos, Barrio Latino).
La función integradora de los mini-centros característicos de los
conjuntos residenciales sólo es posible en la medida en ue reposa
sobre una comunicación basada a su vez en la explicitación e los valo-
res comunes a las nuevas zonas de residencia, sumamente cohesivas en
el interior y diferenciadas con respecto al exterior de acuerdo con una
escala estatuária. Generetamente, las residencias privadas, cuyo carác-
URBANO ¡89

ter esencial es la homogeneidad social en función de la renta, tienen


más posibilidades de inducir un desarrollo intenso de sus correspon-
dientes centros que los grandes coniuntos cuyas peculiaridades en cuanto
a estructura de edades y tamaño de la familia, no pueden considerarse
decisivas con respecto a la composición social del conjunto de la aglo-
meración.
Los centros de intercambio se definen como yuxtaposición de un
medio de interacción a unos nudos de comunicación de alcance intra-
regional. Su acción estructurante será, pues, efectiva cuando se hallen
implantados en auténticos puntos de ruptura de carga , suscitando
así un género de actividades que propicia la interacción, y a condición
en todo caso- de que ambos elementos se- hallen de verdad relacio-
nados entre sí. Por ejemplo, en Maine-Montparnasse se corre un riesgo
cierto de hacer predominar las relaciones funcionales sobre la interac'
ción social, puesto que no ha podido (o querido) evitarse cierta ruptura
o discontinuidad entre el nuevo complejo con funciones de centro y el
teiido urbano sobre el que e ste ha sido implantado; consecuencia: las
oficinas y las residencias de alto standing predominan sobre el medio
social, mientras que, como se ha comprobado, el centro - desde el
punto de vista de los migrantes cotidianos - no tiene más significado
que el de punto de correspondencia entre el tren y el metro.
Los centros de innovación social dan cuenta de la presencia ine-
quívoca de ciertas fronteras reales y efectivas: se plantea en ellos una
diversificación interior de las actividades y, a la vez, una delimitación
con respecto al mundo exterior, una cierta especialización. Ello supone
una composición social tolerante en materia de costumbres y relativa-
mente innovadora en cuanto a los valores... Lo cual es exactamente la
situación opuesta a la prevista para las ciudades nuevas por un putita»
nismo administrativo muy boyuscout,
El centro-emisor, por último, depende mucho menos del teiido
urbano que de su propia definición interna, o sea, de su definición so-
cial, planteada, pues, a partir 'de la actividad y no a partir de ninguna
consideración espacial, en términos especialmente, de autonomía con
respecto a los fluios de la aglomeración. Su éxito depende pues, por una-
patte, de su propio dinamismo interno. y por otra, de la existencia en
la aglomeración de puntos de transmisión con capacidad para recibir
informaciones y ejecutar órdenes. Es decir que su éxito depende en gran
manera de la estructuración mas o menos tecnocrática de la metrópoli.
En este sentido podrían plantearse diversas cuestiones sobre el barrio
la Defense. Por ejemplo: ¿Qué genero de decisiones suscita la yuxta-
posición de sedes sociales? ¿Se halla el conjunto del barrio en relación,
y en qué relación, con las nuevas implantaciones universitarias previs-
tas? Se trata o no de constituir un medio especializado en la toma de
decisiones? ¿Cuál es su relación y cuál su grado de autonomía con
respecto a los centros de negocios ya constituidOSP... cuestiones todas
196 EL CENTRO

elias abiertas y pertinentes que, junto con la infinidad de preguntas


posibles, exigen una consideración y un planteamiento reales que es
imposible sustituir -como se pretende - por una mera acumulación
de efectismos estilisticos.
El esquema general de una investigación sobre los nuevos centros
urbanos de la región parisina, se compone, pues, de los elementos
siguientes:
1) Analisis previo de los determinantes sociales de la política
urbana, que queda fuera de nuestra actua-l reflexión. Por indicar una
línea de investigación 4 , digamos que habría que partir de un complejo
de relaciones entre los actores urbanos, distinguiéndolos según tres di-
cotomías: Autoridad/Organizaciones (o Público/Privado), Interés lo-
cal/Interés global, Producción/Consumo. Estas tres dicotomías, combi-
nadas entre sí, forman ocho clases de actores urbanos cuyas interacciones,
según los proyectos determinados por su respectiva posición en la es-
tructura de la acción social, determinan la orientación de la política
urbana en cada caso preciso. La política urbana desempeñaría, pues, en
este esquema, el papel de variable dependiente. _
2) Estudio de las relaciones entre las orientaciones de la política
urbana y su nivel de aplicación y los tipos de centro urbano a los que
viene a parar, según las hipótesis emitidas.
3) Consideración de los actores que determinan la influencia de
cada tipo de centro sobre la estructura urbana a partir de algunas de las
ideas enunciadas.
4) Verificación concreta de la presencia o ausencia de los facto-
res delimitados en una serie de operaciones urbanísticas concretas, y
examen de la in uencia eíercida por los centros en las diferentes alter-
nativas.
Podríamos expresar gráficamente este esquema de la forma si-
guiente:

Estructura de la acción social

Sistema de relaciones entre los actores urbanos

Tipos de centros - -> Política urbana


Presencia o ausencia de ciertos a
factores en cada caso específico. ______,
Estructura urbana

Ver al respecto nuestro trabaío (difusión restringida); Castells: Pauyoir,


participation et politique urbaine, París, Laboratoire de Soctologie Industrielle,
enero 1968 (multicopiado).
URBANO 191

Aunque no es éste el lugar más indicado para exponer las técnicas


de investigación a aplicar, sí podemos señalar que el instrumento más
adecuado para ello sería la construcción de un modelo de simulación,
a través de baterías de indicadores que definan cada una de las varia-
bles. Para esta definición habría que partir del análisis de las decisiones
políticas, de la determinación de las actividades y grupos sociales locali-
zadns sobre un espacio, y del análisis del predominio espacial en lo
concerniente a la constatación de la influencia eíercída 43. Procedimiento,
pues, de experimentación a la vez cualitativo (formalización lógica de
una cadena de proposiciones teóricas) y cuantitativo (verificación por
medio de las estructuras correlacionadas de indicadores estadísticos).
Llegamos así a un proyecto de investigación que, como todo pro-
yecto, posee la fuerza de su ambición y - a la vez la debilidad de
su frivolidad. Si, pese a todo, hemos conseguido abrir una perspectiva
y concretizado una posibilidad de comprensión del desarrollo urbano,
tales progresos se deberán sin duda a nuestra re exión inicial. Creemos
salir así de la taxonomía para caer de lleno en la teoría. O, más exac-
tamente, mostrar, como entre el formalismo del discurso y la consta-
tación empírica de una situación espacial, la sociología urbana puede
seguir una línea propia de investigación por medio de un procedimiento
de experimentación que da sentido al desbroce teórico de lo real. La
planificación urbana necesita algo más que una simple labor de infor-
mación social. El análisis de los centros nuevos, por encima del mero
recuento de movimientos y por debajo de las especulaciones ideológicas
de los urbanistas, puede traducirse en una aportación real del sociólogo
al control social del desarrollo urbano.

Hay una exposición bastante completa de las técnicas posibles en el libro


editado por Jack Gibbs: Urban Research Met/70:15,.N. Y., Van Nostrand, 1961.
5. La planificación urbana
5.1. Hacía una teoría sociológica de la
plani cación urbana

Los problemas urbanos , es decir, los procesos sociales de consu-


mo colectivo, cuentan -en muchos aspectos- entre los problemas esen-
ciales planteados a las sociedades industriales avanzadas. Como, en defi-
nitiva, lo que está en juego es la cuestión de si el /sistema social es o
no capaz de absorber el ritmo del cambio, deben ser tratados por las
instituciones político-administrativas y gestionados en términos de pre-
visión. La problemática de lo urbano coincide cada vez más con la de
la planificación urbana.
En el complejo técnicosocial de las actividades de producción e
intercambio, el espacio se convierte en elemento más bien determina-
do que determinante. Se halla, pues, sometido a los mecanismos gene-
rales de regulación social. Elemento de inercia en el seno de un con-
junto en mutación, debe ser apropiado por las organizaciones y por
las actividades y, por lo tanto, desaparecc en una red de interdependen-
cias cuyo centro regulador es el sistema de planificación.
La planificación urbana viene, pues, a constituir el objeto real de
la sociología urbana 1.
Por otra parte, la creciente práctica de intervenciones previsionales
sobre lo urbano, provoca una solicitación constante dirigida hacia la
sociología, que debe responder a un catálogo cada vez más extenso de
cuestiones. Ahora bien, la primera cuestión a la que la sociología debe
responder cuestión raramente p1anteada- es a la de la significación
social de la planificación urbana. En efecto, para que la aportación de la
sociología no se vea reducida a pura manipulación política, es preciso
analizar el proceso social así llamado, mostrar cúál es su sentido, en
lugar de aceptarlo como algo dado y de tomar por oro contante y so-
nante el oropel de la representación ideológica que los planificadores se
hacen de sí mismos. ¿Aceptaría la planificación urbana, cuyos represen-

' Para un desarrollo de estas tesis, ver mi artículo «Theorie et idéologie en


sociologie urbaine», Sociologie et Societér, núm. 2, 1969.
[[95]
1,96 HACIA UNA TEORIA SOCIOLOGICA

tantes reclaman tan insistentemente una sociología científica, este tratav


miento sicoanalíticó ?
Nos proponemos plantar aquí algunos jalones en esta dirección.
Para ello, comenzaremos por establecer los contornos de nuestro objeto,
la planificación urbana, en tanto que tema teórico y en tanto que realidad
histórica. En efecto, mientras la mayor parte de los urbanistas se hallan,
al respecto, estancados en el estadio de las evidencias físicas, vemos
surgir un poderoso movimiento analítico, cuya fuente principal es la
ciencia política americana y que aborda actualmente la cuestión desde
un punto de vista tan brillante como peligroso. Nuestro propósito puede
resumirse diciendo que iniciaremos brevemente, el análisis crítico de
esta tentativa para, a continuación, recomenzar a partir de nuevas bases
teóricas y esbozar ciertos análisis sociológicos concretos.

I. HISTORIA E IDEOLOGIA DE LA PLANIFICACION URBANA

Bajo la etiqueta planificación urbana ( city planning en la


literatura anglosajona especializada) vemos enmarcarse toda una serie
de intervenciones, cuyo único rasgo común consiste, al parecer, en que
tienen lugar en una ciudad... Se añade a esto el carácter deliberado, y
Concertado de la acción 2.
Ahora bien, cuando se define la planificación como esfuerzo para
actuar de manera consciente y deliberada 3, o como conjunto de planos,
programas y declaraciones políticas que tienen por objeto el servir de
guía a la acción pública o privada , o, finalmente, como aplicación de
la previsión con vistas a la realización de ciertos objetivos preestableci-
dos relativos al crecimiento y al desarrollo de zonas urbanas 5, vemos
cómo resulta privilegiado, en diversas formas, el mecanismo de la acti-
vidad con respecto a su contenido, circunscribiendo ya la respuesta teó-
rica en la manera misma de plantear el problema 6.

1 Cf. sobre este tema el más reciente «reading»: Bernard J. Frieden y Ro«
bel-t Morris (comp): Urban Planning and Social Policy, Basic Books, Nueva York,
1968, pág. 459, así como el excelente libro de Herbert J. Gans: People and Class,
Basic Books, Nueva York, 1968, pág. 395.
Alan Altshuler: Tbe City Planning Prosa , Cornell University Press,
1965, pág. 409.
J. Bollens y H. Schmandt: «The Planning Challenge», en Melropolís,
1965, págs. 247-307.
5 F. Stuart Chapin: «Foundations of Urban Planning», en Werner Z. Hirsch
(comp), Urban Life and Form, Holt, Rinehart and Winston, Nueva York, 1963,
págs. 217-245,
Puede decirse que está inscrita en esta perspectiva la mayor parte de la
literatura especializada. Concretamente, los textos reunidos en los «readings» clá«
sicos: Theodores Caplow (comp.): City Planning, Minneapolis, Burgess Publishing
Co, 1950; Coleman Woodbury (comp.): Urban Redevelopment: Problems ami
Practices, University of Chicago Press, 1953, G. Breeze y' D. E. Whiteman
(comp.)í An Approach to Urban Planning, Princeton University Press, 1953; Harvey
DE LA PLANEFICACION URBANA 197

Si, por el contrario, partimos más bien de la evolución social para,


después, reformular teóricamente la cuestión, el término planificación
urbana nos sitúa frente a dos diferentes problemáticas:
1) Los remedios dirigidos a hacer {ren-te a las insuficiencias
del proceso de industrialización a nivel de consumo y, en particular,
de consumo de bienes colectivos.
2) La gestión técnico-económica de unidades espaciales cada vez
más extensas y complejas.
Esta distinción no es equiValente a la clásica entre planificación
social y planificación física 7, ya que el objetivo de los primeros
urbanistas consistía en transformar el modo de vida por medio de la
mejora del marco espacial y que, por otra parte, en el proceso de ges-
tión técnica de las grandes aglomeraciones los problemas planteados son
de tal magnitud, que, a n de cuentas, sólo pueden abordarse en tanto
que auténticos problemas políticos 5.
Es cierto que durante mucho tiempo la planificación urbana se ha
centrado y sigue, en gran medida, estando centrada- en torno a
los problemas del equipamiento colectivo. No puede considerarse casual
el hecho de que los movimientos urbanísticos más vigorosos hayan visto
la luz en Inglaterra, ni que sea en este país donde hayamos visto surgir

S. Perloff (comp.): Planning and the Urban Comunity, University of Pittsburg


Press, 1961; así como en la publicación anual de la American Society of Planning
Officials, Planning, Chicago. La definición que resume mejor esta «comunidad
científica» es la siguiente: La planificación es el proceso por el cual se adpton
decisiones racionales acerca de objetivos futuros y líneas de conducta futuras apo-
yándose en la enseñanza explícita de las repercusiones, y las implicaciones en el
orden de los valores, que tienen las distintas lineas de conducta posibles, proceso
que requiere a su vez una evaluación explicita de los distintos conjuntos posibles
objetivo-acción equivalentes en un mismoterreno, así como una elección explícita
entre ellos». (Melvin W. Webber: «The prospects for policies planning», en el
libro de L. J. Dubl: Tbe Urban Condition, pág. 320). En Francia no existen
trabajos exclusivamente dedicados a este problema. El número especial de la
Revue francaise de Science Politíqne sobre los problemas políticos de la Ordena-
ción del territorio (vol. VI, número 2, abril-junio de 1956) y el Coloquio sobre
la planificación como proceso de decisión, Grenoble, 1963, constituyen más bien
una yuxtaposición de casos y opiniones que el planteamiento de unas bases
teóricas. En el mejor de los casos, estos trabajos se relacionan con la perspec-
tiva liberal que consideraremos a continuación. Lo mismo puede decirse de los
trabajos de Raymond Ledrut, en el sentido de que se trata más que nada de
análisis soeiológícos aplicador a la ordenación urbana (cf., R. Ledrut: L'espace
social de la ville, Anthropos, París, 1968). Ciertos elementos para un estudio
sociológico histórico del proceso de planificación urbana, aunque insuficientemente
desarrollados, en el trabajo de Georges Granai y Francoise' Fauton: «Aix-en-Pro-
vence, sociologie et plans d urbanisme», en Rev. Urbanisme, núm. 93, 1966.
Actualmente se investiga sobre este tema en el Centre de Sociologie des Orga-
nisations y en el Laboratoire de Sociologie Industrielle, ambos en París.
7 Harvey 8.- Perloff: «Commom goals and the linking of physical and
social planning», Planning 1965, págs. 170-184.
' Cf. Herbert J. Gans:.op. cit., cap. 5.
198 HACIA UNA TEORIA SOCIOLOGICA

las primeras grandes realizaciones en la materia, a partir del Plan Aber


crombíe. Es en efecto en Inglaterra donde la industrialización sin con-
trol social había, abiertamente, subordinado la ciudad a la industria,
creando una considerable disparidad entre el poder adquisitivo indivi-
dual y la organización social del consumo colectivo (vivienda, dotacio-
nes socio-culturales, parques, escuelas, etc.) 9. Pero no hay que olvidar
que este problema se ha planteado en todas partes, ni que en todas
partes- ha provocado las mismas reacciones peligrosas para el orden
establecido, reacciones especialmente violentas en los períodos de crisis:
Planes de urbanismo de la Administración Roosevelt en los Estados
Unidos m, nuevas ciudades del Gobierno social-demócrata en Suecia 1 ,
experiencia-s europeas de reconstrucción tras la Segunda Guerra Mun-
dial u.
Durante estos últimos años, la renovación urbana, que ocupa un
primerísimo plano en Europa y, sobre todo, en USA, reanuda este es-
fuerzo dirigido a gestionar técnicamente, a nivel del marco urbano, 1a
disparidad creciente entre los grupos sociales con respecto al consumo.
Por otra parte, a medida que va haciéndose más extensa y com-
pleja la red de interdependencias, auténtica trama maestra de las gran-
des aglomeraciones, va apareciendo cada vez más clara la necesidad de
poner en funcionamiento determinados mecanismos de gestión capaces
de asegurar el funcionamiento de aquéllas, cubriendo así el siempre
presente riesgo de colapso que sufre el conjunto. Los planes de urba-
nismo que proponen el advenimiento de la ciudad ideal, se han con-
vertido en esquemas que aplican las órdenes emitidas por extrapo-
lación de las tendencias espontáneas del sistema a una unidad espa-
cial considerada coherente. Los planificadores pasan de dirigentes a
mediadores, encargados de intervenir en el momento y lugar en que,
eventualmente, aparezca un callejón sin salida, surja un colapso o se
desarrollen peligrosamente ciertas incompatibilidades. Esta segunda rea!
lidad de la planificación urbana, estrechamente ligada a la primera 3,
viene expresada por la creación de oficinas urbanísticas en todas las
ciudades importantes, por los planes de ordenación territorial, por los
modelos de ordenación territorial por los modelos de urbanización.
En países como Estados Unidos, donde la planificación económica gu-
bernamental carece de expresión institucional, los planes de urbanismo
desempeñan muy a menudo el indicado papel de reguladores del cre-
William Ashworth: The Genesir al Modern British Town Planning,
Routledge and Kegan Paul, Londres, 1954.
° Cf. Henry S. Churchill: Tbe City is tbc People, Harcourt, Brace and
World, Nueva York, 1945.
Cf. Cahiers de l'IAURP, vol. 7, 1967.
a Cf. Lee Grebler: Urban Renewal ¡ European Countries, Univ. of Ca-
lifornia, 1963.
" Cf. Edwards C. Bansfield y James Q. Wilson: City Politics, Harvard Uni-
versity Press, Cambridge, Mass. 1963, cap. 14.
DE LA rmmroaeron URBANA 199

cimiento, al hacer jugar a nivel de ordenación espacial- los criterios


de rentabilidad del conjunto. En Francia, por el contrario, el contenido
de los esquemas de ordenación se encuentra estrictamente condicionado
por los Planes nacionales, hasta el punto de que los primeros pueden
ser considerados como mera especificación de los segundos. A través
de lo urbano , nos vemos, pues, introducidosen el estudio de la planifi-
cación propiamente dicha, general.
Estas constataciones históricas aclaran bastante el panorama. En
efecto, la planificación urbana como dice Ledrut no es una ciencia
normativa de las buenas formas urbanas (esto es el Urbanismo), sino
un medio de control social del orden urbano 1 . Pero este medio de
control no es un medio de control cualquiera. Se trata de intervencio-
ner dependientes de instituciones administrativas y políticas, es decir,
de instituciones ¡"vestidas de autoridad. Sin esta restricción, todo acto
social podría ser considerado como planificación, puesto que todo acto
ejerce una influencia, mayor o menor, sobre la regulación del conjunto.
¿Se trata, pues, de una acción concertada, incluso privada, sobre el
medio urbano? Nuestra respuesta es: No. Históricamente, la creación
directa de un medio urbano por parte de la iniciativa privada es del
todo exccpcional si no es como resultado segundo de otro género de
actividad. En este sentido, todas las ciudades modernas han sido crea-
das por la industria privada, puesto que dependen enteramente de ésta,
incluso en su trazado. Más aún, desde un unto de vista teórico, el
criterio que busca su fundamento en el gr o de voluntarísmo de una
acción, no hace más que consagrar la distinción entre acciones libres
y acciones obligadas , cuyo trasfondo ideológico trataremos a conti-
nuación de poner en claro.
Si el objeto de nuestro estudio es el conjunto de procesos sociales
así designados, esto implica que rompe-mos con la visión ingenua de
un urbanismo que no sería más que 1a respuesta pública a ciertas ne-
cesidades individuales y colectivas. No queremos decir que estos pro-
blemas no existen, sino que las necesidades no constituyen un hecho
natural y que no son tratadas socialmente más que en la medida en
que son socialmente expresada-s por medio de un juego político ¡5. Este
paso de la evidencia de las necesidades a una sociología del proceso
político circunscrito en la gestión del consumo colectivo, es el punto de
partida de toda investigación sobre la planificación urbana.

Raymond Ledrut: Sociologie Urbeine, Paris, PUF, 1968, pág. 43.


" En este sentido, ver la excelente argumentación desarrollada por Robert C.
Wood en su artículo «The Contribution of Political Science to Urban Form»,
en el libro de W. Z. Hirsch: Urban Life and Form, Holt, Rinebart and Wins-
ton, Nueva York, 1963, págs. 99-129:
¡og HACIA UNA monta SOCIOLOGICA

Este paso ha sido transpuesto por ia nueva corriente liberal de


la ciencia política americana que, a partir de los trabajos de Dahl 1° y
Banfield 7, se ha consagrado al estudio del poder local o, más preci-
samente, de los procesos en el seno de las colectividades urbanas. Reac-
cionando contra la reducción del proceso político a una aplicación me-
cánica del sistema de estratificación 8, han demostrado que el sistema
de decisión no es unitario y que nada hay que impida el planteamiento
de un extenso complejo juego, teniendo en cuenta los problemas plan-
teados y so re todo- la interacción concreta entre los diferentes
actores en presencia (promotores, empresarios, sindicatos, prensa, aso-
ciaciones de residentes, etc...), es decir, teniendo en cuenta la capa-
cidad de cada uno en tanto que posible ganador de la partida.
Partiendo de la base de un total pluralismo político, la planifica-
ción urbana pone en juego una amplia gama de intereses en torno a
los cuales se afirman las alianzas y se descncadenan los con ictos 9. La
tarea de los planificadores consistirá en entresacar y delimitar los fun-
damentos reales del debate y en .un intento de orientarlo hacia un
compromiso en torno a ciertos fines comunes a todos, como, por ejem-
plo, el crecimiento; su poder de negociación es el que corresponde a
expertos que detentan ciertos conocimientos sobre lo posible. La racio-
nalidad así engendrada no se centra, pues, en torno a cualquier cohe-
rencia entre medios y fines, sino que aparece como denominador común
mínimo entre los intereses del sistema considerado como conjunto y
la situación concreta de poder que resulta de la actividad peculiar de
los actores 2°.
El análisis de la planificación urbana viene así a ser análisis del
proceso puesto en marcha a iniciativa de la Administración frente a
un problema como, por ejemplo, el planteado por la penuria de las
viviendas 2 . Este género de análisis viene a menudo acompañado del
de los propios planificadores, considerados en tanto que profesionales,
centrado sobre el papel por ellos desempeñado en el conjunto del pro-

Robert A. Dahl: Who GoverIHP, Ncw Haven, Yale Univ. Press, 1961;
Ia mejor sintesis, en esta misma perspectiva, es la contenida en el pequeño pero
brillante libro de Nelson W. Polsby: .Commtmity Power and Political Theory,
New Haven, Yale Univ. Press, 1963.
7 Bandfield y Wilson: op. cit., E. C. Bandfield: Political In uence, Nueva
York, Free Press of Glencoe, 1961.
" Nos referimos aquí especialmente a C. W. Mills y a Floyd Hunter.
En efecto, toda tentativa de identificación entre el poder social total y ciertos
grupos definidos empíricamente, está condenada al fracaso.
" Cf. M. Meyerson y E. Banfield: Politics, Planning and the Public Interest,
Glencoe, Ill., Free Press, 1955.
1° Cf. Robert C. Wood: articulo citado, y tambiénRobert R. Alford: «The
Comparative Study of Urban Politics», en Leo F. Schnore (compilador): Social
Science and ¿be city, Frederick Praeger, Nueva York, 1968, págs. 263-302.
1' Cf. Charles Abrams: The City is tbc Frontier, Harper and Row, K, Nue-
va York, 1965.
DE LA ensnrrrcacmn URBANA 201

ceso o en una de sus secuencias- y, en particular, sobre su acción


mediatriz 22.
El esquema propuesto por Michel Crozier para el estudio de 1a
planificación francesa, en el que vemos tratados ambos temas, se ins-
cribe con absoluta naturalidad en la perspectiva que tratamos de expli-
citar 2 . Mientras que, por una parte, se opone encarnizadamente con
entera iustificación- al debate puramente ideológico sobre los. fines
de la planificación, negándose a limitar su análisis al de lo manifiesto ,
no por ello deja, por otra, de reducir el análisis de la planificación al
de los medios, es decir, al de los mecanismos. Su trabajo se centra
en el estudio de los procesos decisorios. Este punto de vista no deja
de ser atractivo, sobre todo si observamos hasta qué punto coincide
con el de cierto inteligente realismo, con la óptica, en definitiva, de un
determinado y seductor relativismo histórico: Se trata de analizar datos
concretos, de tomar en consideración con ictos políticos o decisiones
administrativas vigentes y problemáticas, para proceder después al des-
guace y disección del ent-reverado sistema de intereses en juego. Pero
a partir de esta última operación, Crozier se orienta hacia la sistemati-
zación de los descubrimientos realizados, a partir de la descomposición
de los procesos en mecanismos y la de éstos en estrategias. La Sociología
deviene así sociometría más o menos ampliada.
No podemos detenernos aquí en la crítica del análisis estratégico 2 .
Parece, empero, inevitable plantear la cuestión de su validez con res-
pecto a nuestro ob'eto de esmdio, la planificación urbana, desde el
momento, sobre t o, en que, habida cuenta de las investigaciones en
1a materia coronadas r el éxito, no cabe duda de que la mayoría de
ellas se han cimentacii)o precisamente en el citado análisis estratégico.
Es cierto que en materia de planificación urbana debe rehusarse toda
asimilación entre fines explícitos y contenido social. Una vez estable-
cida esta diferencia, debemos, sin embargo, preguntarnos si es suficiente
como para pasar al estudio del proceso entre los actores, conside'rándolo
como positivamente independiente del contenido de su propio debate.
¿En qué grado es autónomo el conjunto de interacciones en juego con
respecto a las acciones mismas?
¿Quiénes son estos actores ? ¿Podemos definidos por si mis-
mos, sin hacer referencia al contenido social por ellos expresado? El

a Por ejemplo, Robert T. Daland y John A. Parker, «Roles of-the Planner


in Urban Development», en el libro de Chapin y_ Weiss: Urban Growth Dynamics,
Ed. John Wiley; Nueva York, 1962, págs. 188-223; hay una teorización de esta
perspectiva en Davidoff y Reiner: «A choice theory of planning», Journal of the
American Imtitute of Planners, mayo 1962, págs. 103-115. _ _
2 Michel Crozier: «Pour una analyse 'sociologique de la planificatton fran-
caise», Revue francaise de Sociologia, VI, 1965, págs. 147-163. .
1 En todo caso, ha sido emprendida por Alain Touraine; cf. «Le ratio-
nalisme libc'ral de Michel Crozíer», Socialogie du Tra/Mil, 2, 1964.
25:52 HACIA UNA TEORIA SOGEOLOGECÁ

punto débii del análisis estratégico parece implícito en su recurso en un


postulado filosófico, sin el cuai quedaría reducido a pura descripción
empírica. Este postulado reza que finalmente, es preciso insistir con
énfasis en la libertad del hombre que sigue siendo, cualquiera que sea
su situación, un agente autónomo capaz de negociar su propia coope-
ración 25. Solamente, en efecto, a partir del momento en que se afirma
esta indi 'dualidad irreductible (de los individuos o de los grupos),
puede concebirse la acción social como un sistema de estrategias gene-
radas y emitidas a partir de una multiplicidad de centros autónomos.
Todo el edificio teórico se halla, en tal caso, cimentado sobre esta
a rmación primera, que, en definitiva, reune toda-s las características dc
la creencia. Es preciso mostrar cómo, a partir de los diferentes conte-
nidos sociales , es decir, de la articulación entre los distintos elementos
de la estructura social (noción teórica), pueden explicarse coherente-
mente las acciones sociales concretamente apreciadas, a reserva de que,
como resultado parcial de nuestro análisis, debemos reconocer la vir-
tualidad -también parcial- de una cierta autonomía del conjunto de
papeles desempeñados por los actores o, más bien, de una acción deter-
minada en se do grado. La pertinencia o no pertinencia de las no-
ciones utiliza as dependen de la riqueza y profundidad del proceso de-
mostrativo que éstas nociones autoricen a desarrollar.
Si se consideran los actores como objetos empíricos, el análisis
estratégico se convierte en mera descripción de situaciones particula-
res; si los actores son realidades primarias, esencias por lo tanto, el
análisis estratégico deberá edificarse a partir de una metafísica de la
libertad; si son alguna otra cosa , combinaciones, por tanto, de situa-
ciones sociales particulares, es imposible pensar en definirlos de mane-
ra independiente con respecto al contenido de las posiciones sociales
que ocupan, e imposible, por consiguiente, pensar en analizar los pro-
cesos en que los actores se hallan implicados a partir de la idea de que
esos procesos consisten en un puro intercambio, puesto que las moda-
lidades de este intercambio dependerán, en definitiva, de los puntos
de anclaje de los actores en la estructura social y su mensaje más bien
de la información transmitida que del código utilizado.
Si bien semejante punto de vista tiene el mérito indudable de con-
tribuir a la ¡consideración sociológica de la planificación, apartando el
estudio de ésta del penoso debate sobre los valores, lo cierto es que
su adopción incondicional nos hace correr el riesgo de caer en otra
filosofía de la historia al tomar como base los actores- y de quedar
postergados, por ello, con respecto al funcionalismo que al menos
parte de la noción de papel y considera a los actores según su puesto
en un sistema social culturalmente definido 3 .
Michel Crozier, art. ein, pág. 150.
ctitiqqesendal que puede hacerse al funcionalismo no se refiere a su
planteamiento ni a sus vías, sino a su contenido teórico. No se trata de criticar
nn LA rnmmoaczon mans 203

A modo de ilustración del problema, consideremos, por ejemplo,


la famosa contradicción entre el carácter metropolitano (al menos...)
de los problemas a resolver y la dispersión de las unidades administra-
tivas de gestión, en los Estados Unidos 27. Las dificultades encontradas
para la constitución de órganos metropolitanas de gobierno, han sido
explicadas en USA por la ausencia de coordinación y contacto entre las
diferentes autoridades. De esta explicación se deducen la insistencia
con que los planificadores se refieren a este tema, así como sus tenta-
tivas con vistas a la organización de negociaciones de conjunto, consi-
derando esta visión general como indispensable a la gestión técnica de
los conjuntos urbanos 3°. Semejante desajuste no es, sin embargo, más
que la expresión del carácter colectivo de los diferentes aparatos pro-
ductivos ( reunidos en el seno de grandes organizaciones interdepen-
dientes), carácter que no tiene paralelo en lo que respect-a a la apropia-
ción social del producto. En efecto, si las actividades productivas son
obligatoriamente interdependientes a escala espacial muy vasta, y si
el equipamiento colectivo es mucho más rentable planificado a esa
extensa escala, está claro que la difusión en el espacio de los centros
residenciales corresponde a un proceso de diferenciación y de segrega-
ción social que hace referencia a las características de los residentes,
es decir, al lugar que éstos ocupan en la estructura social 29. Como las
autoridades administrativas locales emanan de estas unidades residen-
ciales, lo lógico precisamente es que no haya coordinación alguna, puesto
que ésta equivaldría a una redistribución de rentas entre los slums
del núcleo central y los suburbia residenciales de la clase media, como
ha demostrado Norton E. Long30 La solución está, pues, en crear ins-
tituciones metropolitanas encargadas de resolver ciertos problemas par-
ticulares ante todo, el del transporte- y en tratar los problemas
sociales del centro ciudad a título de asistencia social, dejándolos
asi en manos del Gobierno Federal. Nos encontramos, pues, con un
juego entre actores pre-establecido. No se trata de una pluralidad de
intereses, sino de una exigencia estructural del sistema que, al margen,
admite ciertos mecanismos de ajuste 3 .

el planteamiento sistemático en nombre de la irreductibilidad del hombre, sino


de rechazar, en tanto que perspectiva única, el análisis de un sistema social cuyas
normas vienen establecidas por valores culturalmente definidos, según un pro-
ceso inexplicable en el marco del pro io sistema.
3 Ci. Robert C. Wood: 1400 overnments: the Political Economy of the
New York Metropolitan Region, Nueva York, Ancher Books, Doubieday, 1964.
a Es un tema constantemente evocado en los diferentes capítuIOs del libro
editadz por Bandfield: Urban Government, The Free Press of Glencoe, 1961,
593 P gS.
CL, los clásicos trabajos de Duncan y Duncan.
° Norton E. Long: «Political Science and the City», en Schnore (compila-
dor), op. oía, págs. 243-262.
3 Una de mis alumnas de la Universidad de Montréal, Mile. La Roche, ha
realizado un estudio en el que se vuelve a trazar la formación del gobierno metropo-
20 ; HACIA UNA TEORIA SOCIOLOGICA

Ledmt ba mostrado cómo, en Francia, el problema se plantea a


ia inversa: ias operaciones de urbanismo dependen aquí de la' iniciativa
estatal, mucho más operante que la de las colectividades locales. ¿Miedo
de los franceses al enfrentamiento directo? ¡En absoluto! De hecho, la
planificación urbana se halla orientada en Francia, y especialmente
en la región parisina, mucho más hacia la ordenación del crecimiento
que hacia el equipamiento del consumidor.
Los actores conforman y mantienen las estructuras sociales, y sus
comportamientos son - al mismo tiempo su viva expresión; existe,
por consiguiente, una serie de homologías entre el sistema de actores
y las relaciones estructurales, lo cual nos indica la posibilidad de en-
contrar cierta coherencia en un proceso de acción. Pero como las leyes
de esta coherencia no pueden ser discernidas a partir de un análisis
estrategico, las posibilidades de éste quedan reducidas a una mera acu-
mulación de constataciones tan inteligentes como pintorescas.
La determinación tiene sus grados, de forma que, según las situa-
ciones, el juego de los actores es tanto más autónomo cuanto más ins-
titucibnalizadas y reglamentadas estén esas situaciones, y cuanto más
lejos ¡se encuentran de la determinación de la acción por su contenido.
El hecho de que Crozier haya fundamentado su teoría de la libertad
de los actores en sus investigaciones acerca de las organizaciones buro-
cráticas, no puede achacarse a puro y simple azar; al contrario, debe-
mos decir que resulta muy significativo que se trate de organizaciones
sobre las que el mercado no ejerce influencia directa, en las que ade-
más los medios pesan más que los fines 32. Comprendemos también
entonces por qué según las ideas de Lipset- el liberalismo en el
ejercicio del mando parece atributo exclusivo del
dirigente, mientras
que en tal óptica- la clase obrera resulta autoritaria , puesto que,
efectivamente, bien tolerante puede ser aquél cuyo predominio institu-
cionalizado para nada necesita de gestos que refresquen la memoria
al resto de los mortales sobre su posición dominante.
Aunque, por consiguiente, temas como el de la sociedad progra-
mada y del papel que desempeñala innovación resultan resbaladizos, a
causa de la ideología tecnocrática- en ellos implícita, es únicamente en
su seno donde encontramos buen número de las más preciosas indica-
ciones y pistas sobre las transformaciones esenciales características de
la sociedad industrial avanzada. En efecto, la creciente compleíidad

litano de Toronto (uno de los dos únicos que existen en América del Norte),
situando esos diferentes estratos histórlcos de formacrón en paralelo con el fracaso
de los esfuerzos que, en el mismo sentido, se han llevado a cabo en Montréal.
Las relaciones con los gobiernos de las respectivas provincias, parecen haber
desempeñado un papel primordial.
3 Michel Crozier: Le Phénoméne bureaucratique, Seuil, París, 1963.
DE LA PLANIFICACION URBANA 205

técnica y social exige una gestión cada vez más atenta a las indicaciones
de la previsión y cada vez mas ccntralizada además, sea en centros de
poder encargados de regular el sistema en su conjunto, sea en subcen-
tros múltiples suficientemente extensos y estrictamente conectados
entre si. Estas formas nuevas de gestión de nuestras sociedades, esta
capacidad de distanciamiento de los centros reguladores con respecto a
las diferentes partes del sistema constituyen importantes objetos de
análisis que debemos acordar, sin por ello caer en la ciencia-¡ficción de
una sociedad cibernética constituida en torno al eje luminoso de la ra-
cionalidad universal. La racionalidad no es más que la comprensión
intelectiva de una situación dada. Todo su sentido lo toma de la es-
tructura de producción y de dominación del sistema considerado, es
así como llega a ser susce tible de tratamiento cientí co.
Nuestro análisis de a planificación urbana es el análisis de las
transformaciones que tienen lugar en el sistema de gestión del consumo
colectivo y en el de la organización espacial de las actividades. Más
concretamente, se trata de identificar el contenido social de la racio-
nalidad urbanística, sin por ello reducir el urbanismo a una serie de
anécdotas de corrupción y escándalo. En este aspecto, nuestro análisis
es _como, por lo demás, lo es todo análisis sociológico serio desde
lOs tiempos de Durkheim- determinista, por postulado metodológico:
Analiza los límites que encuadran la transformación de las estructuras
sociales llevada a Cabo por la saciedad misma, así como los procesos
de realización de estas transformaciones.

II. ELEMENTOS PARA UN ESQUEMA DE


ANALISIS SOCIOLOGICO
Una práctica teórica no existe como tal más que en la medida en
que produce conocimientos sobre lo concreto-vivido, posibilitando, a la
vez, su propia aplicación futura a determinadas realidades particulares 33.
Puesto que nos negamos a tomar como punto de partida cualquier
género de análisis de los actores en tanto que sujetos autónomos, de-
beremos sucesivamente establecer los elementos y combinaciones que
definen la estructura social, especificarla con respecto a nuestra proble-
mática concreta, deducir de esta especificación los actores que se cons-
tituven en torno a ella y mostrar las relaciones necesariamente traba-
das'en el momento de la acción, objeto central de nuestro estudio.

a) El marco teórica de referencia.


Partiremos, de manera muy general, del cuerpo conceptual elabo-
rado por Louis Althusser y los investigadores de la Escuela Normal
3 Ci. «Apéndice» de la Contribución a la Critica de Ia Economía Política,
de Marx, en: Alberto Corazón, editor, Madrid 1970.
206 HACIA una TEORIA socxoroorca

Superior a partir de la lectura de El Capital 3 . El riesgo que consenti-


mos es considerable. Estos textos, en efecto, aunque son antes que nada
filosóficos, comportan ciertos análisis sociológicos (o sea, pertene-
cientes al materialismo histórico), y se circunscriben esencialmente y
exclusivamente, como lo quiere Marx, a los aspectos económicos de un
modo de producir particular, el capitalismo. Lo que conforman es, por
consiguiente, más bien una problemática que una teoría. Esbozar los
contornos de un campo teórico posible sin llegar a delimitado entera ni
precisamente. Comprendemos entonces las dificultades a superar cuando
tratamos, no tan sólo de explorar otros niveles, y en particular el sis-
tema político, sino de dar cuenta, además, de un proceso social particu-
lar, investigación en la que nos comprometemos a conceptualizar tanto
el paso al sistema de actores (supports) como la determinación precisa
de la coyuntura social estudiada.
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que Ia lectura del entra-
mado social que tales categorías sugieren nos pone en camino hacia la
auténtica y real comprensión de la producción de formas sociales, lo
cual iustifica tanto la longitud del trayecto a recorrer como la impor-
tancia del trabajo de innovación teórica a realizar. Ya veremos, al abor-
dar los sucesivos pasajes de nuestro desarrollo, cómo ciertas nociones
forjadas a partir de perspectivas teóricas diferentes a la nuestra, como
las de sistema ubano y sistema de actores , devienen más y más
claras y clarí cadoras cuando su contenido quede coherentemente deli-
mitado con respecto a la problemática enunciada.
Recordemos muy rápidamente los rasgos del marco de análisis al
que venimos refiriéndonos 35. El concepto central es el modo d'e pro-
ducción. No nos referimos aquí al modo de producción económico, sino
a una forma específica de articulación entre los elementos (instancias)
fundamentales de una estructura social, a saber: sistema económico,

Cf. Louis Althusser: La revolución teórica de Marx. Siglo XXI, México


1967. Althusser y Balibar, Para feer el Capítnt. Siglo XXI, México 1969. Alain
Badiou: «Le (Re)commencement du matérialisme dialectique», en Crítique, mayo
1967, págs. 438-467.
3 En realidad, habria que dar por conocidos estos análisis, fundamentales
para toda práctica sociológica, sea cual sea la perspectiva adoptada. La dificultad
que encierran estos textos, claros pero excesivamente abstractos para el sociólogo
medio, y sobre todo su doble etiqueta de «filosóficos» y «marxistas», me han
hecho pensar en la necesidad de «repasarlos» siquiera sucintamente , ya que
sin ciertas convenciones de lenguaje, los pasajes siguientes de nuestro artículo
resultarían, quizá, incomprensibles. Al resumir, nos exponemos a caer en sim-
plificaciones que pueden parecer excesivas. Hay que hacer notar que cambiamos
algunos términos (por eíemplo, inslancia por sistema). La sucinta exposición que
sigue es, pues, puramente instrumental, y no se propone otra cosa que facilitar
la comprensión de este concreto artículo; esto nos ha llevado a plantear la pers-
pectiva en que nos situamos de manera un tanto general, y sin entrar en multitud
de detalles impoïïantes. Tal corno están actualmente las cosas, una «vulgarización»
coherente y sistemática exigiría, en efecto, ser considerada como un fin en sí,
sobrepasando los objetivos del presente trabajo.
DE LA WCAOION URBANA 207

sistema político-jurídico, sistema ideológico ,sin que esta lista de


sistemas sea en modo alguno limitativa. En todo modo de produc-
ción hay un sistema dominante, variable, cuyo lugar de emplazamiento
en la estructura caracteriza al modo de producción en cuestión. En todo
modo de producción hay, por otra parte, un sistema determinante en
última instancia, que por el contrario es invariable, éste es siempre
el sistema económico. El tipo de sistema económico (la estructuración
particular de sus elementos) explica cuál es el sistema dominante en
cada modo de producción y, por consiguiente, cuál es la estructura-
ción particular de los diversos sistemas (matriz del modo de produc-
ción). Una sociedad históricamente dada (una formación social) es
un entrelazado particular de diversos modos de producción, uno de
entre los cuáles aparece como predominante con respecto a los demás.
Cada sistema se compone de diversos elementos relacionados entre
si. La articulación de estos elementos estructurales en determinados
tipos de relaciones da cuenta del estado del sistema y lo define, puesto
que el propio sistema se halla en situación de dependencia con respecto
a la matriz general del modo de producción. En el caso - esenciaL-
del sistema económico, los elementos en cuestión son tres: la fuerza del
trabajo los medios de producción (objetos y medios de trabaio) y el
Quo-trabajador . El proceso de trabajo consiste en la intervención de la
fuerza de trabajo sobre los medios de producción para realizar el .pro-
ducto (que se descompone en (re) producción de la fuerza de trabajo
y (re) producción de los medios de producción). En este proceso se
manifiestan dos tipos de relaciones entre los elementos: 1) Una rela-
ción de propiedad (que no debe ser confudida con la propiedad furi-
dz'ca, que pertenece al sistema político-iurídico). 2) Una relación de
apropiación real , que concierne al control del proceso técnico de
trabajo. Cuando no están claramente definidos los elementos de los
sistemas político e ideológico, siempre podremos deducirlos del papel
desempeñado por cada uno de estos sistemas en el conjunto de la es-
tructura: papel de regulación-dominación para el sistema político y
papel de reconocimiento-comunicación-¡legitimación para el sistema
ideológico.
Las características del modo de producción capitalista (MPC), único
modo de producción que ha sido estudiado científicamente, al menos en
sus aspectos económicos, son las siguientes: 1) La relación de propie-
dad y la relación de apropiación son homólogas: El no-trabaíor es
propietario de la fuerza de trabajo y de los medios de producción, y
al mismo tiempo-- controlador del proceso técnico de producción.
2) El sistema económico, además de determinante, es aquí dominante.
Una distinción clave es la existente entre estructura y prácticas.
Las prácticas se definen como las relaciones entre los diferentes ele-
mentos y las distintas estructuras 3 . Los agentes, cuya expresión
" En esta ocasión, nos situamos en la perspectiva de Poulantzas.
238 HACIA UNA TEORIA SOCIOLOGICÁ

más clara son las clases sociales, no son más que soportes de estas re-
laciones estructurales. Las relaciones entre las clases sociales en el seno
de una sociedad concreta son el efecto sobre las relaciones sociales-
del complejo de modos de producción que en ella se articulan Las re-
laciones de poder, particularmente importantes para nuestro análisis,
son en fin- relaciones entre las distintas clases sociales, o sea, rela-
ciones entre relaciones, en estrecha dependencia con respecto a la arti-
culación especifica de una sociedad.
La planificación urbana puede definirse, en general, como la in-
tervención del sistema político sobre el sistema económico, a nivel
de zm conjunto rocío-espacial específico, intervención encaminada a
regafar el proceso de reproduceíó'n de ¿a fuerza de trabafo (consuma)
así como el de reproducción de los medios de producción (produc-
ción) superando las contradiccmnes planteadas en el interés genera 35""
de la formación social cuya subsistencia trata de asegurar.
Esta intervención sólo puede tener lugar dentro de los límites
estructurales de la sociedad concreta, es decir, respetando siempre la
articulación esencial del modo de producción dominante, aunque pro-
cediendo - -al mismo tiempo- a los retoques necesarios en las articu-
laciones no esenciales. para garantizar y preservar la buena marcha .
Puede decirse, pues, que la planificación es autónoma con respecto a
los grupos sociales especificos y, al mismo tiempo, que su. intervención
se halla supeditada necesariamente a la matriz social que la genera y
circunscribe.
Esta intervención supone una configuración particular de las re-
laciones sociales, con guración determinada por las virtualidad'es en
juego, es decir, por la plaza que ocupa la contradicción en causa en
la coyuntura de una sociedad concreta. El sistema de actores se or-
ganiza en función de la distribución de los individuos y de los
grupos con respecto a dichas relaciones sociales.
Por otra parte, si bien la planificación urbana supone en todo caso
intervención de lo político sobre lo económico, en lo que respecta a un
espacio, pudiera ser que el efecto buscado correspondiera a otro sistema,
por ejemplo, al sistema político.
Aunque, para terminar, ¡la relación primordial a delimitar y ex-
traer es la constituida entre lo político y lo económico, no debe olvi
darse: 1) Ni las repercusiones específicas provenientes de los otros
sistemas ni las hacia ellas dirigidas y 2) Que toda investigación versa
sobre una combinación concreta de diversos modos de producción y
sobre relaciones entre las relaciones que se derivan de cada uno de ellos.
b) Las nociones de sistema urbano dye "sistema de actores ur-
banos 37.

3 bis Interés general de la formación equivale a decir interés, a largo plazo,


de la clase social dominante en esa formación.
37 La noción de sistema urbano aparece formulada, provisionalmente, en la
DE LA manmcacrorr URBANA 209

Una vez precisado el punto de partida, podemos ya dedicamos a


la especificación de esta perspectiva con respecto al dominio particular
que estudiamos; puesto que no nos parece suficiente decir lo que es
la planificación urbana en este nuevo lenguaje, sino que creemos que
se hace necesario constituir los conceptos precisos para el establecimien-
to de una relación entre las diferentes situaciones estructurales posibles
y las distintas prácticas sociales puestas en pie para hacer frente a los
problemas urbanos.
La estructura social, cuerpo conceptual, no es exterior a la
estructura de una unidad socioespacial dada. La estructura social viene
expresada concretamente tanto en un conjunto urbano como en una
empresa o en un sistema político. Afirmamos que --a partir de la
noción de sistema urbano - es posible analizar un conjunto urbano en
tanto que productor de formas sociales, es decir, en tanto que expre-
sión, no de instituciones, sino de estructuras subyaccntes.
Llamamos sistema urbano a la articulación especialmente especí-
fica entre los elementos fundamentales del sistema económico. El sis-
tema utbano se define así como estructura de las relaciones entabladas
entre proceso de producción y proceso de consumo en un complejo es-
pacial dado, y a través de un proceso de intercambio y de un proceso
de gestión de dichas relaciones.
Por consiguiente, los elementos del sistema urbano serán:

P (Producción):
Conjunto de actividades productoras de
bienes, servicios e informaciones. Ejemplo:
la industria, las oficinas 33

C (Consumo ):
Conjunto de actividades relativas a ia apro-
piación social, individual y colectiva del
producto. Ejemplo: la vivienda, los equi-
pamientos colectivos.
introducción a la encuesta efectuada por Alain Touraine, Jean Loicine y Marina
Melendres, sobre: La creation de: villas nouvelles (multicopiado), París, Labo-
ratoire de Sociologie Industriélle, abril 1968. En todo caso, aunque coincidimos
en lo que respecta a 1a perspectiva general adoptada (definir las actuaciones urba-
nísticas a partir de un sistema de relaciones entre elementos), la formulación
presentada en este articulo difiere considerablemente en cuanto a contenido teó-
rico, es decir, en cuanto a la definición de sus elementos y de las relaciones entre
éstas.
3' Ningún elemento del sistema urbano, construcción teórica, puede coincidir
exactamente con elementOs concretos. Sin embargo, y para acrecentar en lo po-
sible las posibilidades de ser comprendidos, designamos los aspectos de lo real
en los que más fácilmente pueden identificamos dichos elementos, o que contienen
una más fuerte carga de ellos.
ZÏ" HACIA UNA TEORIA SOCIOLOGECA

É (Interrambio ):
Intercambios producidos entre P y C, en el in-
terior de P y enel interior de C. Ejemplo: la
circulación, el comercio.
G (Gestión):
Proceso de regulación de las relaciones en-
tre P, C e I. Ejemplo: gestión municipal,
planes de urbanismo.

Estos elementos consisten, en sí mismos, en procesos sociales, es


decir, en intervenciones de agentes sociales sobre los elementos natura-
les, expresión del estado de las relaciones sociales en la co ntura en
cuestión. La planificación urbana es una intervención d elemento
G sobre cualquiera de los otros elementos (incluido el propio elemento
G) o sobre sus respectivas relaciones.
Esta intervención:
- depende del tipo de regulación que la
situación requiera (en términos simples,
del problema a resolver).
expresa el estado de las relaciones entre
los distintos elementos en el seno del
sistema urbano. (Estas relaciones, como
luego veremos, no son arbitrarias, sino
que especifican las relaciones sociales ge-
nerales, de las que forman parte.
determina una configuración particular de
los actores sociales en juego.

En efecto, es preciso dar cuenta de las prácticas y, por tanto,


del proceso emprendido entre actores sociales concretos. Pero estos
actores sociales no existen por sí mismos, sino que son efecto del es-
tado de las relaciones sociales a nivel del sistema urbano. El sistema
de actores urbanos resulta de la distribución de los agentes sociales
(individuos o grupos) entre los diferentes elementos y sub-elementos
del sistema urbano.
Más concretamente, los actores van a definirse según su inser-
ción en una serie de dicotomías fundamentales circunscritas en el
sistema urbano:
oposición entre producción y consumo:
P/C.
1.-;-
oposición, en el interior de G (proceso de
política en el sistema urbano) entre do-
minación y subordinación, que correspon-
DE Lis PLANIFICACION URBANA 2

den, respectivamente, a gestión invertida


de autoridad (A) o ejercida por organiza-
ciones (O): A/O.
diferenciación de niveles entre la especifi-
cidad del sistema urbano (nivel local) y
el conjunto de la estructura (nivel gla-
bzïl): G/L.

Cada una de las combinaciones entre los elementos estructurales


así definidos, debe dar lugar a un tipo diferente de actor urbano. Este
actor, definido teóricamente por una combinación de centros de in-
terés , no es más que el soporte de esos intereses y su práctica
dependerá de las relaciones mantenidas por los elementos de base en
el seno del sistema urbano particular.
A título de ejemplo, pueden, incluso, encontrarse expresiones
concretas de estas combinaciones, que definirían a los actores reales
susceptibles de encontrarse comprometidos en una operación urbanís-
tica:

Combinación teórica Ejemplo d e actor concreto 39


estructural

0 (1) G P Grandes empresas internacionales.


0 - G C Sindicatos de asalariados.
O - L P Cámara-s de Comercio e Industria.
O L C Asociaciones de vecinos.
A G P Organismos de planificación urbana. El
carácter P o C depende de qué orga-
A G C mismos o servicios se trata.
A L C Comités de acción concertada o de expan-
sión regional.
A L C Instituciones municipales.

(i) O = organización. G = global. P = centrado sobre la producción.


C = centrado sobre el consumo. L = local. A = autoridad.

9 Esto no son más que ilustraciones o ejemplos. La determinación concreta


del actor que corresponde a cada combinacrón, depende como es lógico de la
situación histórica.
21;; HACIA UNA TEORIA SOCIOLOGICA

Para cada decisión precisa a estudiar, se hace necesario identi car


al actor concreto expresado en una combinación particular.
Debemos admitir que los actores son, definidos, más o menos así
en nuestros estudios sobre procesos de decisión. Pero lo esencial, para
nosotros, es considerados en tanto que resultado de una articulación
particular entre elementos estructurales. Desde ahora, por consiguiente,
sus práct':as ya no emanan de no importa qué fuego de influencias, sino
que vienen a ser efecto necesario de las relaciones que los distintos ele-
mentos estructurales mantienen entre si. Lo cual quiere decir que estos
actores actúan siguiendo los intereses circunscritos en la definición
de la que son objeto, y que la articulación entre estos intereses pone de
manifiesto las leyes coyunturales de la formación social en cuestión.
El problema consiste entonces en determinar estas leyes y en proponer-
nos como objetivo la manera en que el conjunto de la estructura deter-
mina tanto al sistema urbano como al sistema de actores.
c) Determinación estructural de la: políticas urbanas.
Toda política urbana, es decir, todo conjunto de decisiones diri-
gido hacía una regulación específica de los distinto: procesos plantea-
dos en el seno de una unidad urbana, viene a ser nn efecto del sistema
urbano sobre si ¡misma por medio de una acción llevada a cabo por su
síslema de actores. El análisis sociológico de la planificación urbana
consistirá, pues en establecer concretamente de qué efecto se trata, su-
perando el análisis a nivel de las intenciones de los actores y de las
formas espaciales.
El efecto del que hablamos es la expresión de un estado determi-
nado de la estructura social, es decir, de una coyuntura. Su determina-
ción no es abstracta, sino específica en un momento dado de una for-
mación social. Resulta, pues, imposible establecer sistemáticamente todo
un complejo conjunto de leyes generales. Pero podemos, en cambio,
determinar ciertas leyes, limitándonos a las operantes en el fuero in-
terno de un modo de producción.
Sea un modo de producción particular, el modo de producción ca-
pitalista (MPC) °. Sabemos que, en su mecanismo interno, se produce
un desajuste entre el control particularista de la fuerza de trabajo y
de los medios de producción de un lado y el carácter colectivo de
la (re)producción de esos dos elementos de otro- . En lo que con-

El empleo del concepto de capitalismo no es ideológico, sino derivado del


análisis científico efectuado por Marx en El Capital. Lo que nunca debe ha-
cerse, es oponetlo ideológicamente a1 concepto de socialismo. Y esto porque, en
nuestra opinión, el concepto de socialismo es de momento, una noción ideológica.
La eficacia teórica del concepto de capitalismo no debe ser juzgada por contraste
con realidades históricas, sino considerando en primer plano su aportación en un
proceso de demostración. Recordemos que dicho concepto designa una articulación
teórica particular de lo político, de lo ideológico y delo económico.
DE LA PLANIFICACION URBANA 213

cretamente se refiere a nuestra cuestión, existe evidente contradicción


en lo referente a la reproducción de medios de producción- entre
cl beneficio más elevado que obtiene una empresa por el hecho de
implantarse en el medio industrial ya constituido de una gran aglomera-
ción y la disfuncionalidad suscitada .por la generalización de tal com-
portamiento; existe igualmente contradicción entre esta misma estra-
tegia del beneficio y el subdesarrollo de ciertas regiones, contradicción
que comporta la no utilización (o :la infra-utilización) de las fuentes
de riqueza existentes.
En lo que respecta a la reproducción de la fuerza de trabajo, existe
contradicción entre la necesidad de concentrar esta fuerza en metró-
polis industriales (a la vez como mano de obra y como mercado) y la
incapacidad que manifiestan los capitales a la hora de garantizar ciertos
niveles « ni siquiera minimos- de vivienda y equipamiento, incapa-
cidad justi cada por la escasa rentabilidad de estas inversiones, escasa
rentabilidad a su vez provocada por la estratificación de las rentas ren
sultante del sistema.
Si aceptamos la concepción del sistema político en tanto que re-
gulador del conjunto del sistema (formación social concreta), en fun-
ción ¿le las leyes estructurales que lo fundamentan 4', la planificación
urbana será la intervención sobre un determinado contexto real con
objeto de contrapesar y equilibrar los desajustes que en tal contexto
real se producen. En efecto, usando la terminología preparada para el
sistema urbano: (desajuste (re)producción P) -> (G - - > P),
(desajuste (re)producción C) -> (G - -> C) 2.
Estos elementos, sin embargo, no existen como tales elementos
aislados, sino que, precisamente, existen en tanto que se relacionan
entre sí. La intervención sobre uno de ellos no puede, por consiguiente,
ser dirigida hacia el elemento considerado en sí y por si mismo, sino
hacia la relación que lo define. Sabemos que, a nivel del sistema eco-
nómico de un modo de producción, existen dos relaciones; propiedad
(control) y apropiación real (dirección técnica).
Por otra parte, las posibilidades de intervención de G se hallan
circunscritas a los límites del MPC, puesto que en caso contrario no se
trataría de una regulación del sistema, sino de todo lo contrario, o sea,
de un demrreglo.
¿Cuáles son esos límites? 1) El MPC no soporta, en general, la
menor alteración en la relación de propiedad. 2) Se excluye la inter-
vención directa de G sobre P. Esto exige algunas precisiones: -a)

H Ci. N. Poulantzas: Pouuoir politique et classes sociales dans. l'Etat capi-


taliste, Maspéro, París, 1968. (Ver traducción espanola de Siglo XXI, México,
1969: Poder político y clase; raciales en el Eslado capitalista), págs. 35-56, 201-203,
322-334.
El símbolo ( >) significa! intervención, es decir, producción de efectos
especificos en cl elemento C a partir de una modificación adecuada del elemento G.
234 HACIA ÜNA TEORIA SOCIOIQGECA

Pueden no quedar excluidas ciertas intervenciones de G sobre deter-


minados aspectos parciales del proceso técnico de trabajo a nivel de P,
en interés del conjunto (por ejemplo, la zonificación). - b) Puede
haber intervención indirecta de G sobre P (por ejemplo incitaciones
scales o financieras), bajo forma de prima a lo que podríamos llamar
el patriotismo del sistema . c) Puede haber intervención directa de
G sobre C. Intervención que, sin embargo:
es siempre posterior a la expresión social del desajuste,
se efectúa como apéndice complementario de la intervención
directa de P sobre C.
expresa, en su forma, el efecto de la ideologia sobre lo eco-
nómico.
- sobre todo, depende directamente del estado de la lítica, es
decir, de la presión social ejercida por la fuerza el trabajo.
d) Cuando el desajuste en cuestión se funda en la situación en
que se encuentra P, la intervención de G sobre P tiende a realizarse
a través de intervenciones sobre los otros elementos del sistema, y en
particular, sobre I.
Tendríamos así que llegar a mostrar la relación entre coyuntura,
combinaciones entre elementos y política urbana. Podemos, por ejem-
plo, clasificar las políticas urbanas en tres grandes grupos:
Política de equipamiento: Será la que gira en torno a la sub-
vención de las necesidades de consumo colectivo insatisfechas, como
los lugares para el ocio o el sector público de la vivienda.
Política de ordenación l aménagement): Centrada en la organi-
zación funcional de las condiciones generales de la actividad, como por
ejemplo, un plan de transportes.
Política de desarrollo: Es la que persigue una reestructuración
de las relaciones entre los diferentes elementos del sistema urbano.
Por debajo del nivel de las políticas urbanas, hay que tener tam-
bién en cuenta la no-politica, o el mero mantenimiento del funciona-
miento (lo que podría llamarse una política municipal ).
Si tenemos en cuenta que la política de una sociedad se define
como el conjunto de procesos que relacionan la producción con el con-
trol social de esta producción, estamos en condiciones de percibir la
inmediata proximidad existente entre política de equipamiento y acen-
tuación de la importancia del control social, entre política de acondicio-
namiento y producción considerada como factor predominante, entre
por fin política de desarrollo y reconocimiento creativo de la ten-
sión entre los dos polos.
Debemos, pues, a partir de la codificación del problema urbano ,
tratado en los términos del sistema, mostrar las relaciones existentes
entre los distintos elementos y las etapas e itinerarios por los que se
llega a una uwotra de estas políticas. Puede decirse, en términos gene-
rales que:
es: LA PLANIFICACION URBANA 215

o- (desajuste G) -----> (G ---> G);


- (desajuste C) - e-> (G -> C);
(desajuste I) - -> (G - e->I);
(desajuste P) - --> (G - -> I, C o I y C).

Cuando no hay correspondencia entre el elemento causante del


desajuste y el elemento tratado (excepto en el caso de P), no puede
verdaderamente hablarse de intervención sobre lo económico, sino de
intervención sobre lo político o lo ideológico. En tal caso:
Una operación de planificación urbana puede plantearse como
efecto de lo político sobre sí mismo. La apariencia económica de la in-
tervención desempeña, en estas condiciones, un papel ideológico, al
ocultar el verdadero sentido de la intervención con el fin de legitimarla.
La operación de planificación urbana puede, a menudo, defi-
nirse como intervención de lo político sobre lo ideológico.
Encontramos un ejemplo de esto en el uso -harto frecuente-
del plan de urbanismo en tanto que modelo de sociedad no conflictiva,
como solución de problemas sociales en virtud de determinadas trans-
formaciones urbanísticas. En casos como estos, la apariencia económica
de la intervención desempeña, en tanto que apariencia, un papel propia-
mente político, ya que permite y legitima las representaciones implícitas
en la obligatoriedad impuesta del planteamiento, eliminando al mis-
mo tiempo, y pormedio de promesas de asistencia social- las oposicio-
nes suscitadas a partir de la no-adecuación entre modelo y experiencia.
Podemos ya entrever "en grado de posibilidad una interacción
entre los sistemas económico, político e ideológico, dentro de una co-
yuntura concreta, puesto que aunque nos situemos en principio, en el
marco de una acción sobre lo económico, lo cierto es que las formas
sociales pueden cubrir contenidos de diferentes contornos según de qué
coyuntura se trate.
Más concretamente, siempre que en el seno de la estructura social,
aparecen un desajuste o un conjunto de desajustes, el sistema urbano
sufre necesariamente un desarreglo, en uno o en varios de sus elemen-
tos. La intervención reguladora llamada planificación, que tiene lugar
dentro de los límites ya señalados, supone la producción de un efecto
nuevo sobre el sistema urbano, a través de un proceso apoyado por los
actores, proceso que se halla en correspondencia con el tipo de inter-
vención, y que va a desarrollarse de una forma cualitativamcnte distinta
según cuáles sean las relaciones mantenidas en esta coyuntura precisa
por los propios elementos estructurales que lo definen. Cada uno de
estos procesos diferenciales, estructuralmente determinado, consigue un
resultado, es decir, una política urbana.
Este efecto, es decir, esta lítica, podemos caracterizada -en
principio - para diversas eventua idades:
Zifs HACIA UNA TEORIA SOGIOLOGICA

u-w intervención funcional o gestión de los negocios corrientes.


. intervención sobre C: Política de Equipamiento
m intervención sobre E: Política de Acondicionamiento
-intervención sobre G: Reforma administrativa
- intervención sobre las relaciones entre los distintos elementos:
Política de Desarrollo
- intervención sobre lo político: Mantenimiento d el Orden (Inte-
gración-Represión )
- - intervención sobre lo ideológico: Utopía urbanística.
Por otra parte, dentro de cada tipo de intervención podemos
distinguir diversos niveles. La política de Equipamiento, por ejemplo,
puede consistir en una política de construcción de viviendas (interven-
ción sobre C ), de realización de equipamientos simples, como guarde-
rías infantiles o escuelas (interacción sobre CZ), o de equipamientos
complejos como parques, unidades socio-culturales, etc. (intervención
sobre C3). Cada tipo de política puede además (a distintos niveles)
ser planteada en un grado de intensidad más o menos elevado.
Puede ya apreciarse fácilmente la cantidad de combinaciones posi-
bles entre, respectivamente, cada problema urbano , cadacombinación
estructuralmentesuscitada por el sistema urbano y cada política urbana.
Es así como vamos viendo dibujarse claramente 1a relación entre
estructura social y política urbana. No se trata de explicar un acto
particular en el contexto de la sociedad global , Ni el sistema urbano,
ni el sistema de actores urbanos son otra cosa que una expresión de la
estructura social que se manifiesta con ocasión de un conjunto de prác-
ticas sobre un ámbito particular en una coyuntura determinada. Aunque
a través de las relaciones sistema urbano-sistema de actores-política
urbana podíamos considerar culminado nuestro esfuerzo por llegar a la
compresión total del problema; hay que decir que esas relaciones sólo
adquieren su plena significación teórica en la reconstrucción teórica del
conjunto de la estructura que las contiene. Estamos ante la expresión
de una causalidad estructural, es decir, en las antípodas de toda causa-
lidad lineal entre variables. En efecto, no todas las combinaciones son
posibles, y ciertas relaciones conducen necesariamente a un mismo tipo
de relaciones. Las relaciones entre sistema urbano y sistema de actores
expresan específicamente las relaciones entre los diversos sistemas y
prácticas de la sociedad concreta estudiada. El estado de la estructura
social (la coyuntura) es la causa estructural e caz en su ¡zo-presen-
cia de las relaciones entre los dos sistemas, llegando a dotar de un
contenido preciso a la operación urbanística.
Aunque Ihemos presentado elementos teóricos suficientes como pa-
ra Fundamenth una nueva perspectiva analítica, no por ello hemos es-
tablecido de forma rigurosa el campo teórico en el que a partir de
DE- LA PLANIFICACION URBANA 217

todas las combinaciones posiblesvenbre los diferentes modos de produc-


ción -podrían especificarse las reglas de pasaje hacia todo el abanico
posible de coyunturas sociales, ermitiéndonos en el interior de cada
una- una previsión de las r aciones entre sistema urbano y política
urbana. Digamos, en términos clásicos, que no bay hipótesis, sino lími-
tes y reglas operacionales.

III. ESTUDIO DE CASOS

Nos proponemos ahora ilustrar el desarrollo propuesto, por medio


del análisis elemental y primario de algunas experiencias urbanísticas
particularmente significativas. Añadamos enseguida que una investiga-
ción como ésta necesitaría un volumen de documentación mucho mayor
que el que vamos a utilizar 4 y, sobre todo, que nuestro trabajo ganaría
en eficacia si pudiera basarse en la observación directa de un proceso
de intervención planificadora. Creemos, empero, que si bien a partir
del nivel actual de la investigación, es imposibe pretender la elaboración
de una demostración rigurosa, lo que si podemos, considerándolo esen-
cial, es mostrar el entramado concreto que encadena los conceptos ela-
borados, y medir, en función de ello, hasta qué punto es posible la
lectura de una situación histórica.
Los tres casos que vamos a estudiar corresponden a formaciones
sociales en las que predomina el modo dle producción capitalista. Esta
afirmación es demasiado general, puesto ue consideramos importante
el establecer límites y coyunturas con objeto de explicar diferencias
esenciales en el interior de otros modos de producción, así como la deli-
mitación de los elementos que componen las nuevas formas en gestación.
Tales distinciones pueden ser establecidas a través de investigaciones
concretas, en las que se trataría de definir la presencia y alcance de estas
nuevas articulaciones. Es cierto, en todo caso, que hablar de capita-
lism o no es decirlo todo, y que es importante insistir en los límites es-
tructurales que esto impone, Si utilizamos el término capitalismo en
tanto que concepto científico (forma especifica de articulación de una
estructura social) y no como categoría ideológica (por oposición a so-
cialismo ), exeluimos toda una serie de efectos posibles, en los límites
más arriba señalados. Por razones evidentes daremos por conocidos l'os
datos corrientes "de facto . Toda referencia a ellos vendrá determinada
por 1a necesidad de dar forma a nuestro análisis.
3 De hecho, toda investigación explicativa supone un conocimiento con-
creto del conjunto de la situación histórica estudiada. No para «situar en el con.
texto», sino para posibilitar la definición de las variables teóricamente pertinentes
al proceso que se trata de analizar. En esto, es preciso oponerse radicalmente al
formalismo de las taxonomias universales. Un campo teórico no puede ser más
que la indicación estructurada de una problemática cuyo contenido concreto varia
para cada coyuntura.
213 HACIA UNA TEORIA SOCIGLOGICÁ

a} Et caso de lar ciudades nuevas británicas


Fundamentando el movimiento urbanístico que culmina en el Plan
Abercrombie y en la New Town; Act de 1964, vemos dos problemas
esenciales: 1) la super-concentración industrial de la región londinense,
que provoca una auténtica congestión demográfica y toda una serie de
dificultades en el funcionamiento de la aglomeración; 2) El déficit ere-
ciente de viviendas y, en general, de equipamientos colectivos, cuyas con-
secuencias afectan especialmente a la población obrera. Esta situación
viene a hacerse todavía más acuciante a causa de las destrucciones cau-
sadas por los bombardeos nazis.
Todo esto quiere decir que el mayor beneficio obtenido por cada
empresa por el hecho de su implantación en el medio industrial londi-
nense, lo que suponesu implantación en un mercado de dimensiones
muy considerables y con abundantes posibilidades tanto de fuerza como
de medios de trabajo, se traduce en: 1) entorpecimiento mutuo de las
actividades sobre un mismoespacio, en detrimento de todo lo que no
se relaciona directamente con el proceso productivo; entorpecimiento
que se agrava aún más por el hecho de que la industria se injerta en
una forma espacial ( la ciudad) adscrita todavía a un modo de produc-
ción anterior 5; 2) atracción hacia Londres de la fuerza de trabajo sin
empleo procedente de regiones no industrializadas, lo que provoca una
crisis aguda de vivienda. Los nuevos beneficios obtenidos en el plano
de la producción de la fuerza. de trabajo, conducen al sistema político
a considerar justificada su intervención para poner remedio a la notoria
insuficiencia del sector privado en lo que concierne a la construcción
de viviendas a precios que resulten asequibles para la clase obrera.
Este clásico proceso había ya suscitado, desde principios del si-
glo XIX, ciertas reacciones sociales, simbolizadas en la utopía campe-
sina, reflejo de la ideología dominante, aristocrática y paseísta. De aquí

Para los datos básicos, ver: William Ashworth: The Generis of Modem
Brithish Town Planning, Routledge and Kegan Paul, Londres 1954. Donald L. Fo«
ley: Controlling Londan's Growth, Univ. of California Press, 1963; Lloid Rod-
win: The British New Town: Policy, Harvard Un. Press, 1956; Harold Orlans:
Stevenage, A Saciological Study of a New Town, Londres, Routledge and Kegan
Paul, 1952; Patrick Abercrombie: Town and Country Planning, Londres, Ox-
ford Univ. Press, 1959; F. J. Osborn y Arnold Whittick: The New Totem:
The Answer to Megalopolis, Nueva York, Mc Graw Hill, 1963; John Madge:
«The New Towns Program in Britain», Journal of the American Institute of Plan-
ners, núm. 28, noviembre 1962; y, sobre todo, el excelente informe sintético de
la misión de estudios del IAURP, Pierre Merlin y Pierre Guertin: «Villes
Nouvelles en Grande-Bretagne» ly «Urbanismo en région de Londres et mánage-
mcnt du territoire», Cahiers de 'IAURP, vol. 8, junio 1967.
" Puede decirse por ejemplo, que los problemas de circulación que surgen
en las grandes ciudades expresan el desajuste existente entre el desarrollo tecno-
lógico de los medios de transporte y ciertas formas espaciales anacrónicas en rela-
ción con la escala «región metropolitana» (la calle). CL, el Informe Bouchanan.
DE LA PLANIFICACION URBANA

se deduce el carácter ambiguo del movimiento pro garden cities ( a


peace/ 21! path to real reform ) 4 , a la vez expresión de una reivindica-
ción esencial y sublimación individualista de esta reivindicación, en
conformidad, pues, con el desparramamiento que el sistema necesita en
el plano del consumo 47.
¿Cómo solucionar este problema ?, ¿qué tratamiento darle, y
cómo aplicarlo? Esto dependía de su expresión específica a nivel de
sistema urbano. Predominio desmesurado de P que, en razón de la pasi-
vidad (valor cero) de G, provocaba disfunciones en I, y sobre todo,
en C (siendo la causa de los problemas de C un doble efecto de P: en
tanto que elemento urbano, éste destruía el marco vital y dificultaba la
implantación de equipamientos; en tanto que productor, a su Vez, de
C, es decir, de los beneficios sobre la vivienda y de la estratificación
salarial de la fuerza de trabajo, P provocaba la crisis de vivienda).
Finalmente, el desarreglo general del sistema urbano repercutia sobre el
funcionamiento mismo de P.
Para reor anizar el sistema en profundidad, es decir, para estable-
cer una verdadera política de desarrollo general, incluyendo una redis-
tribución de las actividades y la población, se hacía necesaria una inter-
vención de G sobre P, y ésto no solamente en lo que concierne al pro-
ceso técnico, sino también en lo que respecta a la relación de propie-
dad. En lo inmediato, por otra parte, la intervención elemental de G
sobre Cl (vivienda) se hacía indispensable para asegurar la reproduc-
ción de la fuerza de trabajo.
La primera de estas intervenciones tropezaba con los obstáculos
y limitaciones estructurales que hemos descrito más arriba. La segunda
se ha ido desarrollando durante toda la primera mitad de nuestro siglo,
basándose en la construcción de viviendas por los poderes públicos .
Podemos preguntarnos: ¿Por qué ha habido que esperar entonces
hasta 1945? ¿Por qué se ha decidido precisamente en este año susti-
tuir las soluciones pragmáticas por un complejo de medidas más o
menos audaces? Respondemos que si bien es verdad que la guerra ba-
bía contribuido a convertir lo urgente en perentorio, el elemento deter-
minante, de hecho, parece haber sido la escalada popular que apoyán-
dose en los sindicatos, impuso en el Gobierno al partido laborista.
Parece pues evidente que una política urbana (conjunto coherente de
intervenciones de G) no surge sólo como efecto automático ante un
desarreglo del sistema, sino que exige además la intervención directa

Título de la edición 1908 del famoso manifiesto de Howard: Tomorrow.


7 Los contornos de la ideología «hotelíto» y sus relaciones con la privati-
zación del consumo han comenzado a ser establecidos por los trabajos del Inátituto
de Sociología Urbana dirigido por Henri Lefebvre.
" Sobre la importancia enorme de esta construcción pública, ver las cifras
que aporta Ashworth, op. cil.
220 HACIA UNA TEORIA socronoorcs

por medio de la acción-m de una fuerza social- sobre el sistema po-


lírico 9.
Esto no quiere decir que la política urbana así suscitada sea la
expresión de dicha fuerza social. Su contenido depende del proceso
político trabado entre los diferentes actores, proceso, a su vez, caracte-
rizado en función del tipo de intervención sobre el sistema urbano. Es
la ideología urbanística la que, en cambio, vendrá dada en función de la
correspondiente fuerza social reivindicativa, puesto que el plan de urba-
nismo es presentado como respuesta positÍVa a esta reivindicación.
En nuestro caso, la acción de los sindicatos (O-G-C), expresión
de las relaciones sociales en la coyuntura, permite la instauración de un
Gobierno laborista (A-G-P y A-G-C), instituido para que proceda a
una regulación del sistema e incluso con poderes suficientes de las
fuerzas sociales como para ir aún más lejos. ¿En lo concerniente al
sistema urbano, y particularmente a Londres, la intervención decisiva
sobre P no podía ser planteada ni realizada directamente. Dependía de
una serie de intervencionesprevias sobre el conjunto del sistema pro-
ductivo, intervenciones que fueron tímidamente esbozadas por el Go-
bierno (leyes de nacionalización). En efecto, se hacía necesario que la
industria fuese estatal para que el Gobierno pudiese distribuida espa-
cialmente. Antes, empero, de que los efectos de esta-s nacionalizadones
llegasen a verse transcritos y expresados sobre el plano espacial -y esto
es válido incluso para los sectores más directamente afectados - la vic-
toria de los conservadores en 1951 vino a mostrar con diáfana claridad
cuáles eran los límites infranqueables. Los elementos de la planifica-
ción concernientes a la relación de propiedad fueron anulados, y los
relativos al proceso técnico de trabajo re-orientados. En lo referente
al espacio, sólo- subsi-stió con carácter obligatorio la solicitud de permiso
para toda implantación industrial, aunque la eficacia de esta formalidad
resultaba en adelante escasa por el hecho de su muy liberal aplicación
y también porque entre las nuevas implantaciones productivas predo-
minaban ampliamente las oficinas.
A nivel de "consumo (C), en cambio, las posibilidades de acción
eran mayores, puesto que en este terreno se trataba de modificar, am-
pliándola, la aportación ya vigente del Estado. Este es el por qué de
la política de nuavas ciudades, como forma de asistencia, y de la
afirmación de un deseo de cortar e impedir el crecimiento de Londres,
acompañada de su correspondiente expresión simbólica: el green-belt .
Junto a esta afirmación, dos medidas complementarias destinadas a re-
forzar la misma política: La construcción de grandes conjuntos urbanos

" La acción de esta fuerza social no es arbitraria, y expresa también el


estado de lassrelaciones sociales. Pero su determinación precisa sobrepasa el' estu-
dio del sistema urbano, para constituir más bien un análisis histórico de las clases
sociales.
DE LA PLANIFICACION URBANA 221

de habitación (housing estates) y el impulso a la implantación de ciu-


dades periféricas (expanidling towns).
Así pues, en el plano de los actores, la escalada de O-G-C
(sindicatos) condujo a una intervencióni de A-G-P (Ministerio de
Industria) y de A-G-C (Ministerio de la Vivienda) sobre el sistema
urbano. La acción de O-G-P (grandes empresas) frenó primero, para
acabar eli'minándola, la acción de A-GP. No resta vigente, en definitiva,
más que la iniciativa de A-G-C (Ministerio de Vivienda), en una inter-
vención G-C (ausente toda política en lo que respecta a I). Resulta,
pues, del todo normal que el Plan Abercrombie se base en la hipótesis
del no crecimiento económico ni demográfico de la aglomeración lon-
dinense. Se ha insistido enormemente en este error de previsión. Ahora
bien, este efecto de lo ideológico sobre lo teórico resultaba absolutamente
necesario para otorgar cierta coherencia a un plan que se pretendía plan
de desarrollo cuando carecía de medios (ni se los proporcionaba ni se
los podía proporcionar) para it más allá de una política de equipa-
miento.
. Teniendo todo esto en cuenta, se nos plantea el problema de de-
terminar el proceso a través del cuál esta política de equipamiento se
ha plasmado en la forma original de las nuevas ciudades, problema arduo
si tenemos en cuenta algunas enérgicas medidas tomadas al principio
de la operación (en particular, la nacionalización de la plusvalía, rápi-
damente abandonada). sin olvidar la importancia de los medios admi-
nistrativos utilizados. Estamos ante un efecto de lo ideológico, motivado
por la reivindicación popular que a su vez motivó los pasos iniciales
de la operación. Las nuevas ciudades de la primera generación (1946-
50) responden a una reorganización amplia de la politica pública de
subVención al equipamiento urbano; politica, empero, que presenta aquí
caracteres formales coherentes. modelos de comunidad urbano-indus-
trial-en-la-Naturaleza, de acuerdo con la ideología del Establishment y
prolongación de las ideas paseistas de la Town and Country Planning
Association 5°, fundadas en el principio mejora en las relaciones so-
ciales a partir del acondicionamiento del marco vital 5 ; de lo cual
se deduce, por una parte, la tentativa de dotar a estas unidades de
cierta autonomia, atrayendohacia ellas a la nueva industria, y por
otra su implantación "en puntos relativa y voluntariamente aislados con
respecto a la red genera-l de comunicaciones. De lo cual resulta también
la peculiar composición social de estas comunidades, ciudades de aris-
tocracia obrera, cuadros medios e industriales de punta. Y- de ello,
por fin, su organización espacial: unidades de vecindad y casa unifa-

5 Foley, op. cil.


5 Cf. Donald Foley: «British Town Planning: One Ideology or TheseP»,
British journal of Sociology; voi. 11, 1960, págs. 211-231.
222 HACIA UNA TEORIA SOCIOLOGICA

miliar; proliferación de iglesias y de animadores sociales, ausencia de


"dancíngs y de cines .
El saldo de esta tentativa aislacionista ha sido, como se sabe,
un agrante fracaso, cosa lógica puesto que nadie había que la justifi-
case. Casi un 20% de la población activa trabaja fuera de la ciudad y,
sobre todo los fines de semana, esta nueva especie de campesinos
caen sobre Londres, convertidos en funosos consumidores de centro-
ciudad, del bueno , del verdadero , del Soho .
Podemos, pues, hablar de éxito en lo que respecta a la política de
equipamiento, política expresada en una forma particular que responde
a la función ideológica que necesariamente se desprende del proceso
social que la había suscitado. En lo que respecta a los problemas de
base, éstos siguieron vigentes ya que G no intervino para nada sobre
el resto de los elementos del sistema urbano ni sobre sus interrelaciones,
y asi, mientras las nuevas ciudades no asímilan más que un 19% del
crecimiento de la aglomeración londinense, los planificadores asisten
impasibles -e impotentes- al espectáculo de la recuperación del
amante green beet por parte de la industria privada de la construcción
que entre 1945 y 1960 produce un 50% de las nuevas viviendas.
El proceso descrito explica también el éxito técnico de las nuevas
ciudades, es decir, la eficacia que preside Ia realización de esta politica
de equipamiento y 1a fidelidad con que lo realizado transcribe sus
principios ideológicos. La intersección directa de las A-L-C (develop-
ment corporations) contó con poderes muy amplios, si bien estricta-
mente coordinados por delegación en un único actor (A-G-C, Ministe-
rio de la Vivienda), que puso especial cuidado en realizar su trabajo
en el vacío , evitando todafricción con municipalidades ya constitui-
das y considerando los problemas a través de una óptica urbanística
que como ha mostrado Foley - procura ante todo estar a la vez de
acuerdo con los valores del Establishment y con los sentimientos de
las clases populares.
Este análisis demasiado rápido- permite comprender por qué,
en aquella coyuntura, se prefirió el Plan Abercrombie al plan mucho
más temocrátíco y prospectivo de la Moderna Architectural Research
Society; por qué un plan de desarrollo urbano (como lo son todos los
duramente: urbanísticos) se ha traducido en una política de equipa-
miento; por qué, en fin, esta política ha adoptado la forma ideológica
precisa de un modelo de civilización comunitaria.
A partir de un análisis como el nuestro, hubiera podido preverse
la necesidad de un nuevo tipo de intervención, partiendo de la base
pesimista de la persistencia en el desequilibrio del sistema urbano
londinense. Dado que esta intervención no podia surtir efectos decisi-
vos sobre P, debería haberse dirigido hacia I y hacia las relaciones entre
los restantesïlementos y P. Es decir, que las nuevas ciudades deberían
ser concebidas más bien como puntos de intercambio o puntos-clave
DE LA PLANIFICACION URBANA 223

de un entramado regional funcionalmente estructurado, que como


centros de vida social , abandonando la ilusión de que se trata de
aglomeraciones que se definen por su propia existencia, para definirlas
por su inserción en la región 52. Este paso de una política de equipa-
miento a una política de acondicionamiento u ordenación-del territorio
parece informar y presidir la redacción de los nuevos planes regionales;
entre los más característicos dentro de esta nueva orientación citare-
mos las proposiciones del South East Study (1961) 53. .En la. misma
dirección, la reforma de la Administración Local de 1964, en la que
se otorga especial importancia al papel de los técnicos. Sé trata, en
definitiva, de un desplazamiento ideológico hacia los valores de la ra-
cionalidad, nueva forma de legitimidad social, hacia la que dirigen sus
pasos u de un tiempo a esta parte- los responsables del urbanismo
inglés. En Cumbernauld, Escocia, una de las nuevas ciudades más
modernas, se construyen bloques colectivos de habitación, destruyendo
le jerarquía de las unidades vecinales. Claro que un 50% de la po«
blación activa va a trabajar al exterior_.. 54. La leyenda del urbanismo
inglés se diluye en la cotidianeidad municipal de las zonas periféricas
residenciales de la sociedad industrial.

b) El caso de la renovación urbana en Estados Unidos.


La enorme cantidad de operaciones de renovación urbana plantea»
das en los Estados Unidos durante los últimos 20 años, plantea uno
de los más amplios y singulares problemas urbanísticos de todos los
tiempos. Planteada ya, en tanto que empresa propiamente urbanística,
en la época del New Deal, recibe el espaldarazo con la Housing Act de
1949 55, convirtiéndose en terreno de intervención privilegiado del Go-
bierno Federal, lo cual significa una verdadera conmoción en dos as-
pectos fundamentales de la tradición americana: la autonomía local,
y la iniciativa privada.

5 Cf. John R. James, «Regional Planning in Brítain»,_ en el libro ya citado


de S. Bass Warner, págs. 193-208.
Cf. Merlin y Guertin: op. cit., págs. 16 y siguientes.
Pierre Guertin: «La ville nouvelle de Cumbernauld», Urbanísme, nú-
mero 106, 1968.
5 Para los datos básicos, selecciono los títulos siguientes, entre 10s más
sintéticos de los consultados: Martin Anderson: The Federal Bulldozer. A Cri-
tical analysis of Urban Renewal, 1949-1962; Mit Press. Cambridge, 1964; Scott
Greer: Urban Renewal and American Cities. The Bobbs-Merrill Col, Indianápo-
lis, 1965; Peter Marrls: «A Repport on Urban Renewal ín the United States»,
en el libro editado por Leonard I. Dhul: op. ein, págs. 113-133; Charles
Abrams: The City is the Frontier. Harper Colophon Books, Nueva York, 1965;
Chester Rapkín y W. Grigsley: Residential Renewal in the Urban Core, Univ.
of Pennsylvania Press, 1960; Robert M. Fisher: Twenty Years 0/ Public Housing,
Harper Brothers, Nueva York, 1959, etc.
224 HACIA UNA TEORIA SOCIOLOGICA

La Urban Renewal Agency ha gastado en este programa más de


tres mil millones de dólares. El papel desempeñado por este organismo
es objeto de constantes alusiones en toda suerte de discursos electo-
rales, y puede decirse que sobre la base en parte- de este tema,
construyó Johnson aquella famosa mistificación que fue la Great So-
ciety . ¿Cuáles son sus verdaderos contornos?
El objetivo explícito era la eliminación de los "slums 56. Ahora
bien, el término Siam designa la coincidencia de tres elementos: vi-
viendas insalubres, zonas urbanas deterioradas y población pertene-
ciente a los estratos sociales inferiores, inferioridad que se mani-
fiesta en el niv'el de renta, en el de prestigio social y, sobre todo
en las características étnicas ( non-white ).
Por consiguiente, la política de renovación urbana comprende, en
su conjunto: 1) Una operación de equipamiento, construcción de nue«
vas viviendas o rehabilitación de las viejas (housing policy). 2) Una
operación de acondicionamiento u ordenación que se propone renovar
el centro ciudad y hacerle desempeñar un papel de intercambio y ani-
mación con respecto al resto de la aglomeración (bligbt removal and
CBD renewal). 3) Una tentativa de integración de las distintas sub-
culturas urbanas, a través del re-alojamiento de los habitantes en dife-
rentes sectores de la ciudad, en un intento de ruptura de las barreras
segregacionistas.
De hecho, estos tres aspectos aparecen estrechamente ligados du-
rante el desarrollo de las operaciones: una vez demolidos los edificios
deteriorados o ruinosos, surgen en su lugar oficinas, comercios y vi-
viendas de lujo para uso de los privilegiados consumidores del centro-
ciudad. Así es como se va revalorizando el corazón de la metrópoli.
A continuación, teóricamente, los antiguos residentes reciben en otras
zonas alojamiento mejor, tras lo cual y en poco tiempo pasan a inte-
grarse al conjunto de la vida urbana.
El deterioro del centro-ciudad resulta del predominio de la ley
del mercado en lo referente a ocupación del suelo. El valor en renta
de los viejos inmuebles se halla, en efecto, fijado e inmovilizado sin
proporción alguna con el altísimo precio de un terreno susce tible de
ser utilizado para edificar sobre él rentables implantaciones a ministra-
tivas y comerciales. Los residentes de la clase media pueden encontrar
mayor confort, a precio inferior, en las periferias residenciales. El desa-
rrollo del transporte individual viene a facilitar este movimiento cen-
trífugo, base de la difusión urbana. En el núcleo central, los propieta-
rios dejan de gastar dinero en la conservación y reparación de sus in-
muebles de_vivienda, puesto que los especuladores juegan sobre el
alza en el precio de los terrenos, y, por consiguiente, sobre la demoli-

° En español puede. traducirse r «chamizo» o «infraviviqnda», pero pre-


ferimos conservar el término inglés sum, por sus ecos de espectflcidad cultural.
DE LA PIANIFICACION URBANA 225

ción. Mientras tanto, estos edificios son fuente de nuevos beneficios


ya que, divididos en apartamentos o habitaciones, son alquilados a las
personas que menos. posibilidades de opción poseen sobre el mercado
inmobiliario. Este movimiento, una vez desencadenado, tiende progre-
sivamente a consolidarse, hasta el extremo de que la única forma de
detenerlo llega a ser la acción de los poderes públicas. La población
concentrada es, como decíamos, la de menos posibilidades: categorías
baías de renta e inmigrantes recientes, y particularmente, entre éstos,
los que son objeto de segregación racial, portorri ueños y negros. Esta
coincidencia entre situación social y marco resi encial se materializa
en un divorcio paulatino del slum con respecto al exterior, divorcio
que en ciertos casos-límite llega a engendrar verdaderas subculturas.
En estas condiciones, ¿qué impacto provoca la renovación urbana?
Esta opera sobre el escenario físico y no sobre los mecanismos sociales,
que son los verdaderos engranajes causales en los que se produce el
Slam. Es decir, que la renovación urbana se limita, sea a mantenerlos,
en condiciones materiales algo mejores, sea a desplazar geográficamente
el problema. De hecho, las operaciones parecían orientarse, al principio,
hacia una política de equipamiento. Pero esto suponía la sustitución,
sobre el mismo suelo, de los viejos edificios de vivienda por otros me-
jores, a precios que resultasen asequibles para estas categorías desfavo-
recidas. Ahora bien, se observó que este cambio en la calidad de las
viviendas no afectaba para nada a la comunidad residente que seguía
siendo la misma y que por consi iente, el centro de la aglomeración
continuaba. ocupado por los mal 'tos de la sociedad, lo cual limitaba
enormemente las posibilidades de la zona en tanto que punto de inter-
cambio. Resultado: una negativa cada vez más clara a la reproducción,
en más confortable, de la situación social anterior. Por consiguiente,
las operaciones comienzan a dirigirse en el sentido de construcción de
viviendas más caras así como de equipamientos comerciales y para el
ocio, dirigidas unas y otros, hacia un tipo de clientela completamente
distinto. Esta evolución viene perfectamente expresada en las modifi-
caciones introducidas a la Housing Act en 1954, y sobre todo en 1961,
que insisten con énfasis en los aspectos no residenciales de la reno,
vación.
Para las poblaciones renovadas , realojamiento fuera de la zona
renovada. Se les coloca ante la siguiente alternativa: 1) Viviendas pú-
blicas, construida-s según =la intención del programa; fraccionamiento,
pues, del ghetto en multitud de ghettos más pequeños diseminados en la
aglomeración, sin llegar en ningun caso a destruir las barreras. 2)
Seguir la mecánica del mercado, o sea, integrarse en slums todavía no
afectados, o fundar otros nuevos. De forma harto significativa, la
mayor parte de los desplazamientos optan por la segunda solución: es
evidente que prefieren la sub-cultura constituida al ghetto aislado .
A-si hasta un 50% de entre ellos, en el conjunto de Estados Unidos,
226 HACIA UNA TEORIA SOCIOLOGICA

se rc-aloja'ban en viviendas deterioradas. Pagaban, por término medio,


alquileres más altos: la proporción de renta gastada en vivienda pasaba
de un 17% a un 25%. En el transcurso del amplio programa realizado
en Filadel a entre 1955 y 1957, sólo un 15% de las familias aceptaron
trasladarse a viviendas públicas, cuando más de un 80% del total cum-
plían las condiciones necesarias para hacerlo.
Hablando en términos de sistema urbano, aunque el problema
parece plantearse a nivel sobre todo de C, la acción efectiva sobre C
resulta, pues, casi inexistente. En los casos en que se ha actuado sobre
I, esta acción ha resultado relativamente poco efectiva, puesto que iba di-
rigida más bien hacia la recuperación del centro, en tanto que zona
de prestigio, que a acentuar sus posibilidades como zona de cambio.
¿Cuál es el sentido, pues, de esta inmensa maquinación?
Sus proporciones, hablando en los términos del sistema americano,
son más bien modestas. Si bien en 12 años (1949-1961) se han gas-
tado en la operación dos mil quinientos millones de dólares, las inver-
siones en construcción del sector privado, para el mismo periodo, son
del orden de diez mil millones al año; la proporción es, pues, de 120
a 1 a favor dei mercado privado. Es muy importante tener en cuenta
que la intervención federal se ha centrado al máximo en un objetivo
particular: la disolución de los ghettos negros en las grandes ciuda-
des. En efecto, mmque los negros no ocupan más que un 25% del total
de las viviendas deterioradas eemaa'as en las ciudades americanas, un
70% a e los alojamientos considerados "a renovar estaban ocupados por
negros. Las viviendas públicas están casi enteramente ocupadas por
non-white . La proporción de no-blancos entre las familias realojadas
oscila desde un 62% para Nueva York, hasta casi un 100% para Bal-
timore, Washington y Chicago. En conjunto, el 80% de las familias realo"
jadas eran familias de no-blancos .
Por consiguiente, partiendo del hecho de que estos desplazamien-
tos no modifican para nada los mecanismos básicos de la segregación,
y desde el momento en que lo único que consiguen es que los :lums
se reconstituyan una y otra vez, podemos afirmar que la renovación
urbana USA no es, en lo esencial, una intervención de lo político sobre
lo económico, sino de la político sobre lo político, enfocada hacia el
mantenimiento del orden y hacia la integración a e las minorías segre-
gad ar. Aunque esta integración parece intentarse a través de una me-
iora del marco vital, en vista por lo demás de que la mayoría rechaza
las viviendas públicas, en definitiva resulta mucho menos importante
ue el mantenimiento dei orden, es decir, que la tentativa de disolución
de la base ecológica de la comunidad negra.
No pretendemos concluir con una afirmación estúpida de la exis-
tencia de no importa qué complot de los urbanistas americanos contra
los negros. Pero el único efecto real de la renovación, deíando aparte
algunas mejoras de orden menor en los centros, es cl citado, y sólo .en
DE LA PLANIFICACION URBANA 127
A.

este sentido siguen teniendo las realizaciones alguna urgencia. Este


resultado es la consecuencia necesaria de la inadecuación estructural
determinada entre los mecanismos de producción de este efecto social
y la intervención de los planificadores urbanos.
Al tratarse, por tanto, de una operación política, lo esencial en
lo que respecta a los actores es la correspondencia y la integración entre
los que participan en esta intervención. Así, una condición primordial
del éxito de un proyecto particular, es decir, de la obtención de los
resultados implícitamente atendidos (tensión-management), será el
acuerdo entre las autoridades locales, A-L-C, que tienen la iniciativa
en la operación, y la oficina federal, A-G-C, que aprueba y financia.
Pero el elemento decisivo es la integración de las asociaciones locales,
O-L-C, capaces de desempeñar el papel de correa de transmisión
al servir de vehículo entre las ideas-claVe del proyecro y los residentes,
sin por ello verse obligados a desarrollar ningún género de actividad
reivindicativa capaz de poner en peligro los objetivos. Peter H. Rossi 57
ha mostrado la importancia decisiva de semejante organización de la
participación integradora, al oponer el éxito de la renovación en Hyde
Park-Kenwood (barrio de la Universidad de Chicago), donde una aso-
ciación parecida llegó a constituirse, al fracaso del proyecto de Mor-
ningside Heights (barrio de la Universidad de Columbia, en Nueva
York), donde las asociaciones, y en especial las constituidas por negros,
se opusieron radicalmente a colaborar.
Este análisis nos permite emitir cierto tipo de predicción sobre
el fracaso o la desviación de que adolecerán las operaciones de reno
vación que no consideren el problema planteado por ésta como un
problema político, y que, por tanto, olviden procurarse los medios
precisos en el plano de los actores. Un buen ejemplo de esto lo cons-
tituye el estudio de Meyerson y Banfield 5 sobre la renovación urbana
de Chicago, en 1949. El proyecto de construcción de viviendas baratas
- -25.000 en el mismo barrio renovado, 15.000 en otras zonas de la
aglomeración- propuesto por la Chicago Housing Autorit-y, con el
apoyo del Gobierno Federal, fue implacablemen-te combatido por los
hombres de negocios que querían renovar el centro, por los propieta-
rios de inmuebles, por los sindicatos (puesto que la mayor parte de
sus miembros no se sentían afectados, dado su nivel de renta...) y,
sobre todo, por ios habitantes de las zonas donde iban a construirse
las nuevas viviendas públicas previstas en el programa. En favor del
proyecto sólo estaban algunos de los residentes del slum y los residentes
liberales de los barrios circundantes.

. 5 Peter H. Rossi y Robert A. Dentler: The Politics of Urban Renewal


The Chicago Findings. The Free Press of Glencoe, 1961.
5 Martin Meyerson y Edward C. Banfield: Politics, Planning and the
Public Interest. Tbe Case of Public Housing in Chicago, The Free Press of Glen-
coe, 1955.
228 HACIA UNA TEORIA SOCIOLOGICA

Planteado como simple Operación de equipamiento en favor dc


una minoría, los resultados a la hora de la realización fuerón: una
considerable reducción en lo que concierne a las viviendas construidas
sobre el terreno a renovar (de 25.000 a 10.500, que fueron las efec-
tivamente edificadas) y una casi total desaparición de las virtualidades
integradoras del proyecto inicial (solo 2.000 viviendas construidas de
las 15.000 programadas para el resto de la aglomeración). Podemos
establecer la hipótesis de que si su única función hubiese sido la de
equipamiento, la renovación urbana USA hubiese alcanzado propor-
ciones mucho más modestas. Intervención, por lo tanto, política, debe
ser estudiada en tanto que tal, por medio del análisis de la dialéctica
integración-represión en el conflicto social y racial en torno al que gira
toda la problemática americana.

c) El caso del Eiquema director de ia región parisina 59


La planificación de la región parisina se encuentra más bien, por
el momento, a nivel de programa que al de política urbana. Pero se
puede buscar una aproximación sociológica a las intenciones del es-
quema director, con objeto de prever sus consecuencias, así como en
lo posible- captar y delimitar algunos signos de respuesta en los pri-
meros trabajos emprendidos.
En la base del problema urbano de París, encontarmos un doble
proceso de concentración, demográfica e industrial. Esta doble concen-
tración reviste caracteres de particular intensidad, como consecuencia
de la-centralización estatal francesa, del. papel decisivo que en Francia
desempeña el Estado, incluso en el plano de la economía. Podríamos
decir que la concentración de París es un efecto espacial de la super-
determinación del sistema productivo francés. Esta super-determina-
ción genera y agrava considerablemente tanto las dificultades de fun-
cionamiento como los desfallecimientos en el proceso de consumo co-
lectivo. El libro blanco , publicado en 1963, presentaba al respecto
un cuadro ante el que no cabe llamarse a engaño.

5 Para las informaciones básicas, cf.: Premier ministra, Délégation généralc


au District de la Region de Paris: Schema directeur d aménagemem et d urbam sme
de la Région de Paris (con los informes del CARP, del CCES y del Consejo de
Administración del Distrito), La Documentation francaíse, París 1966, 4 volúme-
nes; District de la Region de Paris: Paris en question, PUF, París 1965; Jacque-
line Beaujeu-Garnier y Jean Bastie: Atlas de Paris et de la Région Parisienne,
Berger-Levrault, París, 1967; Jean Bastie: París en l'an 2000, Sedímo, París
1964; C. Delptat: «L occupa'tion du sol dans l aglomération parisienne»,
Cahiers de l'IAURP, vol. 3, diciembre 1965; Premier ministre, Délégation géne-
tale au District de la Region de Paris: Avant-Praia de Programme duodécennat
pour [a Régíon de Paris, Hotel de Ville, París, 1963; «Le Bassin parisien», Ur-
banisme, núm. 96-97, 1966; Bernard Hirsch; «Pontoise-Cergy, Ville nouvelle»,
Urbanirme, núm. 105, 1968; diversos informes internos de l IAURP; y... la
colección del diario Le Monde.
DE LA PLANIFICACION URBANA

Ei Esquema director trataba de dar respuesta, o más bien, de


señalar ciertas directrices susceptibles de orientar una respuesta pública,
frente a estos tres problemas esenciales : concentración urbana, mono-
centrismo y carencia de equipamientos. La nota característica del Esque-
ma con respecto a otros planes de urbanismo, e incluso en oposición
al P.A.D.O.G. 6°, es que no trata de detener el crecimiento de la aglo-
meración, sino de organizarlo. Concebido en el marco del distrito de
París, las medidas que propone se limitan a las consideradas pertinentes
con vistas a su propia estructuración, aunque se aventuren también
ciertas hipótesis sobre la evolución de las Provincias. La consecuencia
de ésto es que no puede ser considerado operativo, sino a partir del
segundo proceso de concentración, dentro de la región, exclu endo así
voluntariamente toda la ardua problemática del predominio de la capital.
Puesto que el problema básico es el de asegurar e-l funcionamien-
to de una región excesivamente dominada por su núcleo central, la
mayor y más importante parte del plan gira en torno a una política
de ordenación y acondicionamiento territorial, en cuyo marco queda
simplemente circunscrito el equipamiento. Esta politica predominante
incidirá, por tanto, más bien sobre el intercambio y las comunicaciones
que sobre una modificación de P o de C. El intercambio y la reestruc-
turación interna de- la región exigen dos cosas: ejes que inter-enlacen
el coniunto y puntos-clave de la urbanización que desempeñen un papel
de placas giratorias. Las proporciones esenciales del documento son las
concernientes al plan de transportes y a la construcción de ocho nuevas
ciudades de gran tamaño.
¿Qué perspectivas ofrece todo esto? Para responder, es preciso
determinar el lugar que ocupa y las relaciones que mantiene el Esquema
director con respecto a la estructura social. Si bien estamos aparente-
mente ante una intervención de la politica sobre lo económico, el con-
tenido de esta interVCnción (política de ordenación y acondicionamiento
territorial de sólo la región parisina) expresa una decisión previa que,
por el contrario, proviene de la coyuntura del sistema político. En
efecto, se ha puesto en seguida en evidencia hasta qué punto resulta
arbitraria la pretensión de resolver los problemas de la concentración
parisina sin situarlos previamente con respecto a los de todo el país 6 ,
con! mayor razón si se tiene cn cuenta que las diferenmas políticas
de alcance nacional vigentes en este terreno (Comisaría del Plan, Or-
denación del Territorio, Ministerio del Equipement ) se hallaban lejos
de plantear acciones realmente concertadas al respecto. El mismo mi-
nistro del Equipement ha creido procedente calificar el Esquema dc

l ° Plan d aménagement et d'organiration générale dei la région' paririenne,


aprobado por decreto del 6 de agosto de 1960, plan provrsronai que fue reempla-
zado por el Esquema director en junio de 1965. _ l
° Opinión de la Sociedad franceSa de Urbamstas, publicada en Urbamsme,
núm. 93, 1966.
258 HACIA UNA TEORIA SOCIOLOGICA

aVentura inteiectuai . Esta necesidad de dotar a la región arisina de


estructuras poderosas proviene de la afirmación de su pre ominio; se
trata de ia vertiente tecnocrática del nacionalismo francés. Los verda-
deros tecnócra'tas, por el contrario, más orientados hacia el crecimiento
en sí mismo que hacia la exaltación del Poder, planteaban la necesidad,
ya sea de una política de ordenación y acondicionamientosobre la totali-
dad del territorio, o de una política de equipamiento, sin ruptura econó-
mico-espacial - en ninguno de ambos casos- con respecto a las pre-
visiones de alcance europeo.
Estas características explican también qué actores entraban en
juego, así como el proceso de sus interrelaciones. Una decisión autori-
taria y altamente personalizada, exigía un aparato ejecutivo centralizado
al máximo y sin posible competencia. La Delegación General para el
Distrito depende directamente del Primer Ministro y está en manos de
un hombre de toda confianza del Jefe del Estado, Mr. Paul Delouvrier,
que se ha empleado con inteligencia y liberalismo en la ejecución de
una tarea cuyos fallos estaban ya a priori inscritos en su propia exis-
tencia, puesto que la decisión importante, el Gran París , estaba ya
tomada. Se trata, pues, de un actor A-C, situado por encima de los
particularismos de P y de C. La primera consecuencia de la operación
ha sido una auténtica declaración general de guerra contra el Esquema,
pese a las llamadas sinceras a la participación emitidas por los respon-
sables. Los únicos elementos no beligerantes han sido las empresas
(O-G-P y O-L-P), ya que el Esquema favorecía la creación de un
poderoso medio técnico capaz de convertir Paris en polo de desarrollo.
Pero las autoridades locales (A-L-C) han reaccionado vivamente ante
una organización que arrastraba al conjunto del país en el sentido de
la centralización; los sindicatos (O-G-C) se han negado a plegarse al
privilegio acordado a la productividad; las asociaciones locales (O-L-C)
han reclamado soluciones para los problemas de equipamiento ya plan-
teados en lo inmediato, y de forma perentoria, y lo que es más grave,
dentro del mismo Gobierno, ni la Delegación para la Ordenación y
acondicionamiento del Territorio (A-G-P) ni el Ministerio del Equipe-
ment (A-G-C) han salido fiadores de esta política, por las razones
más arriba evocadas, contando en esto con el apoyo de los notables
provinciales.
En la batalla así planteada, el interés de los actores cuyos elemen-
tos eran manifiestamente contrarios a los intereses del Esquema, se cen-
traba no en suprimirlo, sino en recuperarlo parte sí, parte no, anulando
en todo caso lo que constituía su especificidad particular, a saber, la
articulación de una poderosa región parisina definida en cuanto tal.
Efectivamente, en la discusión planteada entre el Distrito y los orga-
nismos no se argumentaba sobre qué elementos del sistema urbano iban
a soportar las consecuencias de la intervención, sino sobre la definición
concreta del rittema urbano mismo, que mientras para unos era la región
DE LA PLANIFICACION URBANA 231

parisina, para otros era todo el país, toda Francia. Así, por ejemplo,
la red de transportes resultaba útil desde todo punto de vista, a con-
dición de que se la integrase en un plan de la Cuenca de París. Las rea-
lizaciones muy puntualizadas, como el equipamiento para el ocio, no
eran consideradas de importancia, dada la escasez de los medios finan-
cieros disponibles. Las nuevas ciudades, sobre todo si alguna vez lle-
gaban a adquirir las dimensiones programadas, parecían realmente poner
en peligro la fisonomía urbana francesa, al hacerla cambiar en el sen-
tido propugnado por el Esquema. Y fue sobre ellas sobre las que se
concentró el fuego cruzado de los elementos contrarios.
La resolución del debate podía ser deducida de 1a con guración
del sistema de actores, producto a su Vez de la definición, ya llevada
a cabo, del sistema urbano. Ahora bien, hemos visto que A-G constituía
el único apoyo eficaz con que podía contar el Esquema, con la cola-
boración nada difícil de O-P (G y C), mientras que A-G-P, A-G-C,
O-G-C, O-L-C y A-L-C se oponían. Todo el porvenir que el Esquema
pudiese tener, reposaba pues sobre la concentración, llevada al extremo,
de la decisión en el interior del sistema político.
La evolución reciente confirma este análisis. Las realizaciones ma-
teriales del Esquema son escasas, salvo algunas iniciativas en los trans-
portes y el principio de los trabajos de estudio para la construcción
de tres nuevas ciudades. Solamente 2.617 Has. de las 70.000 consi-
deradas como zonas de ordenación diferida (Z.A.D.), han sido desde
1965- adquiridas por la Administración. De las 9.500 Has. de bosque
que el Distrito se había propuesto adquirir en 1964, solamente ha
adquirido 524, y los nubarrones que otan sobre el programa de con«
servación de espacios verdes, son cada vez más negros.
En marzo de 1969, el Ministro encargado del Plan y de la Orde-
nación del Territorio presentaba un Libro Blanco sobre la organización
de la Cuenca parisina, incompatible en su mayor parte con las determi-
naciones del Esquema. Poco tiempo después, tres de las ocho nuevas
ciudades previstas para la región desaparecían oficialmente del progra-
ma, mientras que a los proyectos restantes se les achacaba, de fuente
ministerial, falta de integración con respecto a las urbanizaciones es-
pontáneas.
Otra expresión clara de esta evolución ha sido la sustitución de
Mr. Delouvrier por un Prefecto de corte más tradicional, Mr. Doublet.
Acto seguido, comienzan los retoques al plan inicial y se anuncia una
revisión general del Esquema para nales de 1969.
Esto no es consecuencia lógica de ningún viraje político. Recorde-
mos que la sustitución (1951) de laboristas por conservadores en Ingla-
terra, no ha supuesto abandono de la política de nuevas ciudades, smo
ru HACIA UNA TEORIA SOCIÜLGGÁCÁ
W
ha

freno a otro género de iniciativas que pretendían ir más lejos. El abis-


mo abierto con motivo delas discusiones en torno al Esquema director
se debe a que su contenido expresa una coyuntura particular de lo
político, que se mani-fiesta a través de esta concreta intervención sobre
lo económico, y a que esta conyuntura ha cambiado mucho, en profundi-
dad, desde 1965 a causas de factores que nada tienen que ver con el creci-
miento urbano. Esta nueva situación nos da la clave para descifrar el
contenido de la relación entre fuerzas que ha permitido a ciertos actores
hacer prevalecer sus intereses sobre los de otros, lo cua-l conduce a una
modificación importante de toda la política urbana.

CONCLUSION

En la sociedad industrial avanzada, los problemas urbanos son ante


todo políticos, es decir, que se hallan directamente relacionados con el
proceso de gestión-dominación del conjunto social. El análisis de la
planificación urbana es, pues, herencia privilegiada de una sociología
urbana durante largo tiempo dedicada en círculo vicioso a problemas
de integración, y al mismo tiempo- exigencia ineluctable que el
urbanismo dirige a la investigación.
Es natural que una investigación centrada sobre la acción política
considere, en primer plano, las fases concretas del conflicto planteado
entre los actores reales, sus tácticas y sus compromisos, en una palabra,
el proceso de decisión. Pero aunque este análisis no pueda evitar la
exigente llamada hacia un estudio concreto de situaciones Concretas,
no por eso extrae toda su significación al fenómeno, a no ser que,
pretendiendolo, introduzca en el' esquema la visión de la historia ca-
racterística de la filosofía liberal; El sentido de una operación de urba-
nismo no puede ser captado más que a través de su emplazamiento pre-
ciso en la estructura social que la suscita, y de la consideración de las
transformaciones estructurales particulares que representa. Partiendo de
una comprensión teórica del conjunto de una sociedad, debemos espe-
ci car este cuadro, por medio de las nociones de sistema urbano y de
sistema de actores urbanos, cuyo contenido histórico depende de la
configuración concreta de la coyuntura estudiada. El establecimiento de
la relación existente entre sistema urbano, sistema de actores y política
urbana, definida esta última como efecto de la estructura sobre sí mis-
ma, nos define la signi cación social del fenómeno, al tiempo que nos
aclara el proceso que culmina en la toma de decisiones, permitiéndonos
su codi cación teórica y poniéndonos en condiciones de establecer las
correspondientes precisiones.
DE LA PLANIFICACIÓN URBANA 233

Una verdadera innovación solamente puede ser captada a partir


de la previa de nición de la estructura social. El estudio de la innova-
ción per se constituye siempre un riesgo, ya sea de caer en los otopeles
voluntaristas de unas cuantas banalidiades administrativas, o de seguir
al arquitecto por los caminos ilusorios de la obra de arte. Hay innova-
ción donde hay producción de un nuevo efectcÏ' en la estructura urbana;
este efecto resulta de una coyuntura específica del sistema y del proceso
que en ella se constituye. P01: encima de sus posibilidades como ins-
trumento explicativo de un ámbito teórico. y práctico particular, la so-
ciolo a de la plani cación urbana puede ponemos en camino hacia un
estu o científico, es decir, estructural, de la innovación social.
5.2. La renovación urbana en Estados Unidos

La renovación urbana aparece en las estanterías de las librerías


americanas- junto con la rebelión estudiantil, el poder negro y la guerra
del Vietnam. Los discursos presidenciales republicanos o demócra-
tas consagran desde hace tiempo al tema párrafos estratégicamente
escogidos e importantes. Los periódicos le dedican secciones y rúbri-
cas permanentes. Los grupos políticos organizan reuniones y distribuyen
octavillas en relación con el tema. Los militantes negros emprenden
marchas y manifestaciones contra ciertos proyectos.
Desde hace tiempo, se reconoce como moneda corriente el hecho
de que los problemas urbanos, expresión directa del proceso social de
consumo colectivo, se sitúan en el meollo mismo de los conflictos poli
ticos planteados en el seno de las sociedades industriales. El hecho mis-
mo, pues, de que unaoperación particular como la renovación urbana
acapare la atención y centre los debates de los medios políticos e ideo-
lógicos de una sociedad que, como la norteamericana, debe enfrentarse
cotidianamente con problemas y cuestiones de importancia capital para
toda la humanidad, constituye de por sí un fenómeno singular que exige
adecuado análisis.
Es cosa harto repetida que Johnson consideraba la renovación urba-
na como uno de los pilares básicos en sus mistificaciones sobre la
Great Society . Sabemos también que tanto los militantes negros como
los radicales blancos hablan de urban renewal como equivalente a
Negro removal . Otros puntos de vista más o menos críticos a propó-
sito de esta contradicción esencial, han venido, sin embargo, a primer
plano, pese a su menor trascendencia, desde los lamentos paseístas de
los aficionados alos viejos barrios hasta la ofensiva harto rigurosa
del neoliberalismo americano frente a unos hechos considerados como
flagrante y decisivo atentado al derecho de propiedad y al libre juego
del mercado. '
Lo que en esta polémica es enormemente significativo, es que la
importancia del programa en cuestión es cuantitativa y financieramente
muy inferior a la de otros planes y actuaciones del Gobierno Federal,
como por ejemplo el plan de subvenciones a la agricultura. Es innega-
[235]
236 LA RENOVACION URBANA

ble que los flamantes rascacielos construidos sobre los escombms de


antiguos slums , los centros comerciales y los parques que dan un
nuevo aspecto a las partes más visibles de numerosas ciudades ameri-
canas, constituyen realizaciones realmente espectaculares. Pero hay que
decir que estas realizaciones son mucho más raras y aisladas de Io que
se piensa, y que su in uencia es selectiva, tanto en lo que concierne
a las categorías sociales como en lo que respecta a las funciones urba-
nas. Superando la mera constatación del zumbido ronco de los bulldo-
zers", pero sin caer en la mitología tecnoerática en torno a la inelucta-
bilidad de las nuevas formas urbanas, nuestro estudio de los datos y
análisis de aparición más reciente debe ponernos en condiciones de
captar con mayor claridad la significación social del fenómeno. Resulta
evidentemente dificil hablar de los Estados Unidos en general, cuando
nos enfrentamos precisamente con un país que se distingue por la di-
versidad de las situaciones en él posibles a nivel local. La información
estadistica obtenida nos permitirá, sin embargo, establecer ciertos ca-
racteres generales, comunes al conjunto, que configuran ciertos límites
estructurales en el interior de los cuales es posible el desarrollo de formas
urbanísticas que llega-n a introducir variaciones importantes, aunque no
esenciales desde el punto de vista sociológico.

1. Lo que es la renovación urbana americana2


Aunque los primeros esfuerzos del Gobierno Federal USA en ma-
teria de vivienda y urbanismo se relacionan con las consecuencias de la
Gran Crisis de los años 1930, el programa de renovación urbana arran-

' El término «slum» es íntraductible, puesto que si bien el término «cha-


miro» (o similares) se aproxir'na, en su significación, al sentido literal, lo hace
prescindiendo del preciso signo evocador y socio-cultural de la palabra americana.
Por otra parte, «chabola», «barrio de chabolas» o «bidonville», son palabras que
no corresponden al sentido de «slum», aplicado a viejas estructuras urbanas en
vías de deteriomciónuSe trata, como el lector habrá adivinado, de un conjunto
de casas, generalmente insalubtes, agrupadas en una zona urbana deteriorada y
habitadas por una población perteneciente a los estratos sociales inferiores.
3 La documentación sobre la renovación urbana USA 'es a la vez enorme e
insuficiente. En efecto, los estudios sobre casos particulares, en una'perspectíva
más técnica que sociológica, son innumerables, pero es difícil, 'a partir de ellos.
establecer comparaciones sobre definiciones diferentes, y, por consiguiente, resulta
'casi imposible deducir y extraer las tendencias profundas a partir de una acumu-
lación de datos particulares. El primero que ha intentado una síntesis, de ma-
nera, por cierto, muy brillante, ha sido Martin Anderson, entonces estudiante
en la Universidad de Harvard. Su tesis doctoral: Tbe Federal Bulldozer, A Critical
Analysis of Urban Renewal 1949-1962, The M.I.T. Press, Cambridge, Mass, 1964.
272 págs, es una presentación polémica de los datos oficiales sobre la renova-
ción. A pesar de su conservador sesgo ideológico (puesto que trata de demostrar
que el mejor iñ'strumento para solucionar los problemas urbanos es la empresa
privada), es la meíor fuente de datos y referencias para el período por él erm-
dlado, es decir, bartal1962. Ahora bien, son muchos los proyectos aprobados y
EN ESTADOS UNIDOS
237

ca, en realidad, de la Housing Act de 1949, que apoyada por conser-


vadores y demócratas a partir de la iniciativa del senador TAFT, se
propone como objetivo proporcionar un hogar decente y un medio
vital como mínimo habitable a la familia americana . Se merclan, pues.
dos problemas, el de la vivienda y el del deterioro de ciertas areas
urbanas. Esta relación estrecha entre ambos problemas, es una cons-
tante de la política urbana federal, a partir del primer texto de la
Housing Act de 1937 que establecía el principio de la eliminación
equivalente : por cada nueva vivienda construida, la ley autoriza la
demolición de otra. deteriorada.
realizados con fecha posterior. Para estos últimos años, el documento básico es
un informe publicado hace muy poco tiempo y queestablece una síntesis de los
problemas urbanos americanos. Se trata de las conclusiones de la Comisión nacio-
nal para los problemas urbanos, constituida a solicitud del Congreso, una de cuyas
misiones consiste en aportar las bases de información y analisis precisas para la
meíor elaboración de la politica urbana USA. (Cf. Report of the National Com-
mission on Urban Problems to the Congress and to the President of the United
States, Building the American City, 91st. Congress, lst. Session, House Document,
núm. 91-34, diciembre 1968, 504 págs).
La mejor exposición de análisis concernientes a la renovación, se encuentra
en una obra interdisciplinaria, publicada bajo la dirección de James. Q. Wilson:
Urban Renewal. Record and the Controvers , The M.I.T. Press, Cambridge, Mass.
1966 (edición libro de bolsillo, 1967, 638 p gs). Otra obra colectiva, con bastantes
puntos de convergencia respecto a esta última, e's J. Bellnsih y M. Hausknecht
(compiladores): Urban Reuewal: People, Politics and Planning, Anchor Books
Garden City, Nueva York, 1967, 542 págs.
Hay otras dos obras que se citan como sintesis analíticas de los problemas
de la renovación. La de Scott Greer: Urban Renewal and American Cities,
The Bobbs-Merrill Co., Indianápolis, 1965, 201 págs es una exposición clara e
inteligente de los rasgos esenciales del programa, dedicando especial atención a
los procesos sociales que condicionan su contenido urbanístico. Le debemos al-
gunas ideas clave de nuestro artículo. Lo contrario sucede con el libro de Charles
Abrams: The City is the Frontier, Nueva York, Harper and Row, 1965, ensayo
demasiado general, que se pretende equilibrado y que aporta pocos datos real-
mente nuevos. l _
En ,lo concerniente a la defensa de la renovacton urbana, vertiente Ad mi-
nistración federal, cf. William L. Slayton: «The Operations and Achievement
of the Urban Renewal Program», en Iames Q Wilson (compilador), op. cit., págs.
189-229, y también Robert C. Weaver: The Urban Complex, Doubleday and
Co., Nueva York, 1964, edición libro de bolsillo, 1966, en particular, págs. 40-142.
Para una critica relativamente «progresista» del programa, cf. Herbert J.
Gans: «The failure of Urban Renewal», Commentary, abril_1965, págs. 29.37,
así como la colección de ensayos del mismo autor: People and Plans, Basic Books,
Nueva York, 1968. 395 págs, y en particular el Capítulo 15.
Un buen esfuerzo de tipopetiodistico, pleno de datos y referencias, es el
libro de Jeanne R. Lowe: Cities in a race with time; progress and poverty in
America s'renewing cities, Nueva York, Randon House, 1967, 601 págs.
Para acudir directamente a las fuentes federales, cf. Journal of Housing, pu-
blicado por los funcionarios federales encargados de la renovación y la vivienda;
asi como Housing and Planning References, publicado por el US Department of
Housing and Urban Development, Washington, D. C.
Finalmente, hay otras obras en las que se citan, al respecto, múltiples infor-
maciones y referencias: William L. C. Whenton: Housing, Renewal and De-
238 LA RENOVACION URBANA

Por encima de la generosidad con que la ley de 1949 autoriza la


construcción de viviendas públicas de alquiler moderado , su esencial
novedad reside en un coníunto de disposiciones que va a permitir a las
autoridades locales demolir los slums y reconstruir los centros urba-
nos. El funcionamiento concreto de un proyecto de renovación, es el
siguiente: las autoridades locales plantean un programa y lo someten
a la consideración de la correspondiente autoridad federal que, en caso
de aprobación, financiará el proyecto en 2/3 del total, a través de
diversas fórmulas . Las autoridades locales, pertrechadas con el dere-
cho de dominio eminente (o de interés público preferente) y finan-
cieramente cubiertas, proceden a la compra del terreno y los inmuebles
afectados. Se procede al derribo de los edificios existentes, para pasar
al acondicionamiento del suelo así liberado. Una vez urbanizado y equi-
pado, el terreno es vendido a promotores privados, que construyen
nuevas estructuras y las explotan normalmente, de acuerdo con la situa-
ción del mercado. El precio de venta del terreno se fija, como media
y aproximadamente. en el 30 % del coste total de su acondicionamien-
to 5. De esta pérdida es de la que responde en 2/ 3- el Gobierno
Federal, El resultado consiste, pues, en un cambio sustancial en la
ocupación del suelo en la zona urbana así renovada. Ya veremos en
qué sentido se produce este cambio.
Las disposiciones básicas cl'e la Ley de 1949 han sufrido ulteriores
modi caciones, proporcionadas a las dificultades que han ido surgiendo.
Una enmienda, en 1954, ha impuesto como exigencia la presentación
por la autoridad local de un Programa operativo que garantice, en lo
posible, la realización y hasta el éxito del proyecto; se subraya con
énfasis la importancia de la colaboración con el sector privado. Una
nueva enmienda, en 1961, desplaza la atención de los objetivos con-
cernientes a la vivienda hacia los que respectan a la renovación del
centro-ciudad; para ello, autoriza a los responsables del correspondiente
programa a consagrar hasta un 30 70 de éste a fines no residenciales.

neloprnent Bibliography, Berkeley, Department of City and Regional Planning,


California University, 1968, 44 págs; M. S. Stewart: Can we rave our Cities?
The story of urban renewal, Nueva York, Public Affairs Committee, 1965, 28 págs;
K. A. Doxiadis: Urban Renewal and the future of american city, Chicago, Pu-
blic Administration Service, 1966, 174 págs; National Planning Association: The
Srope and financing of urban renewal and development, Washington. 1963, 59
págs; H. A. Schretter: Downtown, Revítalization, Institutte of Community
and Area Development, Univ. of Georgia. 1967,,118 págs; Albert Rose: «The
Crisis Urban Renewal», Habitat, vol. XI, 3, 1968. págs. 2-8; Chester Rankin
y William C. Cribsby: Residential Renewal in the Urban Core, Filadelfia, Univ.
of Pennsylvania Press, 1960.
El Congreso autorizó la construcción de 135.000 unidades durante seis
años. además de las 170.000 ya existentes.
Cf. Anderson: op. cit., págs. 13-38, da una excelente descripción de los
mecanismos financieros.
5 Cf. Anderson: op. cit., pág. 34.
EN ESTADOS UNIDOS 239

Finalmente, la Housing Act de 1968 trata de atenuar los problemas


políticos suscitados, propugnando para ello la construcción de vivien-
das de alquiler moderado.
A primera vista, las cifras con que juega el programa, para e]
conjunto de los Estados Unidos, no dejan de ser impresionantes. Más
de siete mil millones de dólares comprometidos -aunque no gastados-
por parte de los poderes públicos entre 1949 y 1968 6. 1.946 proyectos
aprobados para 912 municipios. Dicho lo cual, solamente el 11,6 % de
los proyectos (338) han sido completados, mientras que el 30 70 (571)
se hallan en fase de redacción y 1.031 en fase de ejecución 7: En el
mismo sentido, aunque el programa ha permitido la adquisición de
37.000 acres de terreno, sólo a 17.400 acres se les ha atribuido, hasta
la fecha, un uso determinado.
Hay que tener en cuenta sobre todo la relatividad de las cosas, y
tratar de situar las dimensiones de este urbanismo en relación con el
conjunto del aparato productivo norteamericano. Vemos así que si bien
el gasto público en lo que respecta a urbanismo suma, entre 1949 y
1961, la cifra de 2.481.103.000 dólares. la inversión privada en cons-
trucción, para el mismo período, se cifra en diez mil millones de dólares
al año, lo cual representa una proporción de 120 a 1 a favor del mer-
cado privado 8. Entre 1950 y 1960,las operaciones de renovación ur-
bana no representan más que un 0,20 % del total de la actividad nor-
teamericana en materia de construcción 9.
La concentración de tales medios sobre ciertos sectores particula-
res de las grandes ciudades, pueden, sin embargo, producir efectos
considerables. ¿Cuáles son pues estos efectos? A propósito de ellos la
imaginación nos lleva a evocar, casi automáticamente, las realizaciones
audaces, los rascacielos impresionantes, la limpieza y la higiene recu-
peradas... Pero antes de seguir enumerando imágenes más o menos se-
ductoras, bueno será saber con exactitud de qué demoliciones y de
qué reconstrucciones se trata.
De los 1.555 proyectos analizados en junio de 1966, 67 % se re-
ferían a zonas urbanas esencialmente residenciales en cuanto a su uso;
el 82 % de las viviendas implicadas en tales proyectos merecian el cali-
ficativo de residencias deterioradas . Solamente un 43 9/0 de estas
zonas se dedicarían a uso residencial una vez aprobado el proyecto.
En términos concretos de superficie, 10.700 acres pasaban de uso resi-
dencial a uso no residencial, de los que 7.000 eran destinados a usos
relacionados con actividades públicas (aunque las autoridades públicas
no se encargasen directamente de su gestión), y 3.700 a usos privados.

National Commission on Urban Problems, op. al, p. 165.


son-Io.

National Commission on Urban Problems, op. cít., pág. 161.


Cf. Scott Greer: op. cit., pág. 126.
Cf. M. Anderson: op.-cit., p. 10.
240 LA RENOVACION URBANA

Anderson ofrece las cifras siguientes, para una fecha anterior: 31


de marzo de 1961 lo:

Cuadro I

USO DE LAS NUEVAS VIVIENDAS EN AREAS RENOVADAS. 1961


(Porcentajes sobre el valor total de las nueva: construcciones)

Vivienda privada ' 56 %


Usos diferentes a vivienda 38 %
Vivienda pública (alquiler moderado) 6%

Cuadro II
PROYECCIONES RELATIVAS AL USO DE LAS NUEVAS CONSTRUCCIONES
EN LAS AREAS RENOVADAS (previsiones 1961)
(animamos Construcciones
en marcha ¡unitarios

Vivienda privada 56 96 33 96
Obras públicas 24 % 19 %
Construcción comercial 10 % 15 %
Construcción industrial 4% 15 %
Vivienda pública (alquiler moderado) 6% 1%

Por otra parte, la distribución de las zonas afectadas no se debe


a azar: De los 435 proyectos aprobados entre 1966 y 1968,
el 65 % se referían el centro-ciudad o a espacios adyacentes; mientras
que un 9 % hacían referencia a centros de negocios periféricos.
400.000 viviendas han sido demolidas en el curso de estas opera-
ciones. ¿Qué ha sido de sus ocupantes, pertenecientes en aplastante
porcenta'e a las más bajas categorías en lo que a nivel económico se
refiere? . Son muy pocos los desplazados que han podido alojarse
en las áreas renovadas , nos dice el informe oficial 2. Sin plantearnos,
por el momento, el problema del realojamiento, podemos cifrar como
sigue las transformaciones que se han producido en los primitivos em-
plazamientos residenciales.
Mientras que la mayoría de las 400.000 viviendas demolidas eran
viviendas de alquiler moderado (o debían serlo si tenemos en menta
lo deplorable de su estado), un 62,3 % de las 195.999 proyectadas
1° Cf. Anderson: op. ein, págs. 96-104.
" 57 % de las familias delas áreas deterioradas son consideradas «pobres»,
y el otro 43 % son clasificados como, «casi pobres» o de clase inferior. Cf. National
Commission on"'Urban Problems, ap. cit., pá . 82.
National Commission on Urban Prob ems (N.C.V.P.), op. cit., pág. 162.
EN ESTADOS UNIDOS 241

para los mismos emplazamientos son para residentes con un nivel de


renta medio o alto. Sólo pueden considerarse baratas 41.850 de las
nuevas viviendas, delas cuales sólo 10.766 han sido construidas con
fondos públicos. Todo lo cual quiere decir que sólo un poco más del
10 070 de las 400.000 viviendas de alquiler moderado demolidas han
sido construidas sobre su quteríor emplazamiento .
Esta transformación de zonas urbanas ha sido realizadá a par-
tir de suelos liberados por medio de fondos públicos, contando como
gasto esencial con las sumas pagadas a los propietarios de inmuebles
deterioradas (Cf., ver cuadro III).

Cuadra III

RESUMEN DEL COSTO DE LA RENOVACION URBANA.


POR PARTIDAS (Harta 1967)

Partidas 25,13%
Estudio y planificación 1,8 96
Terreno, precio preparación (60,5 % del total para pagar viejos
inmuebles) 63,7 96
Realoíamienbo (sin incluir. las indemnizaciones de traslado) 0,5%
Demolición 3,3 96
Acondicionamiento del suelo 10,6 96
Instalación de servicios 9,1 96
Crédito para gastos en vivienda pública, educación e higiene 2,1%
Intereses 3,9 %
Administración del proyecto 4,0 %
Conservación y rehabilitación 0,3 96
Diversos 0,7 %

Fuente: N.C.U.P., Final Report, pág. 162.

" La Housing Actde 1968 ha tratado de abordar este problems obligando


a destinar la mitad de las habitaciones construidas en las áreas renovadas a habi-
taciones de alquiler baio o moderado. Los efectos de esta ley tardarán en mani-
festarse porque concierne a los proyectos que se presenten en el porvenir y no
en los que han sido aprobados ya. El punto débil de esta disposición es qu e no
fa el número de viviendas a construir, si no que hace depender éste del volumen
total de la construcción residencia]. Cuando se sabe la creciente proporción'de
instalaciones no residenciales en las zonas renovadas, puede temerse que esta
medida más bien venga a disminuir el papel de las viviendas en los proyectos
de renovación.
LA RENOVACION URBAN/i
M
rc >
21

Asi pues, un primer inventario de las realizaciones de la renovam


ción urbana USA nos muestra que se trata de eliminar los slums
situados en el centrociudad y de reemplazarlos por viviendas de lujo,
equipamientos socio-culturales, galerías o conjuntos comerciales y cen-
tros de negocio. Para llegar a esto, los fondos públicos se encargan de
comprar terrenos e inmuebles así como de las correspondientes opera-
ciones de derribo, para revender a continuación el suelo limpio al pro-
motor privado que, por su parte, cuenta además con notables facilidades
para obtener sustanciosos créditos a la construcción. (Anderson ha
calculado que el promotor no debe desembolsar inmediatamente más
que un 3 70 de los fondos necesarios). En fin, como dicen los urbanis-
tas, las zonas tratadas se revalorizan, se plantea un serio obstáculo al
proceso de deterioración inmobiliaria, el centro-ciudad es redimido y
salvado, el temido infarto del corazón de la metrópoli no se producirá...
Pero la utopía urbanística debe confrontarse con las estructuras
sociales que la circunscriben.

2. El problema de la vivienda
En una sexta parte de los 53.000.000 de hogares americanos se
registraban en 1960- problemas en lo concerniente a las condicio-
nes de habitabilidad, mientras que en el mismo año- para una cuar-
ta parte de la población total el medio vital no era tan conveniente
como había prometido la Housing Act de 1949 1 .
La mejora del patrimonio inmobiliario entre 1950 y 1960 fue,
empero, considerable:

Cuadro IV

CAMBIOS EN LA CALIDAD DE LA VIVIENDA USA. 1950-1960

Númuo do vlvlondn (En mlllonn) Proporc. do vlvlendns no ocupados


Calidad de la vivienda wso mo Dlíerendn ¡950 mo
Normal 27,7 44,2 16,5 3,9 % 6,7 %
Deteriorada 11,3 6,4 4,9 9,6 % 19,0 %
Muy deteriorada 3,9 2,4 - 1,5 13,3 % 20,0 70

Fuente: 14th Annual Report-1960. Housing and Home Finance Agency, USA
Washington, D. C., pág. 11.

G. William C. Grisby: Housing Market: and Public Policy, Philadel-


phia, University of Pennsylvania, Press, 1963, págs. 251 y siguientes.
EN ESTADOS UNIDOS
243

De todas formas cosa fundamental- esta mejora no puede en


ningún caso ser atribuida a la acción de la iniciativa públicaa sino más
bien a las transformaciones experimentadas durante el período por la
América urbana, a través del llamado proceso de filtraje de la vivien-
da 5. Digamos, resumiendo, que la elevación del nivel de vida, espe-
cialmente sensible para los estratos medios e inferiores, ha permitido
a éstos, por una parte, elegir sus zonas de habitación en las periferias
residenciales y grandes conjuntos, con el consiguiente aumento de con-
fort, y por otra, acceder en proporciones crecientes a la propiedad de
la propia Vivienda. Los inmuebles abandonados del núcleo urbano han
sido, por su parte, ocupados por inmigrantes rurales, estratos inferiores
y minorías étnicas. Pese a que este cambio residencial se ha traducido
para todos ellos en un empeoramiento más o menos sensible en lo que
respeCta a las condiciones de implantación, lo cierto es que, desde el
punto de vista de las condiciones materiales, dicho cambio representa
una mejoría aunque sea relativa.
Cuadro V

CALIDAD DE LAS VIVIENDAS OCUPADAS POR «NO-BLANCOS»,


POR REGIONES
% do las vlvlcndus deterioradas
sobre el
conlunto do las ocupadas por no-blancos"
Regió" wso mo
Nordeste 41 % 23 %
Norte-Centro , 56 % 27 %
Oeste . 41 % 21 %
Sur 87 % 62 %
U.S.A. (datos globales) 72 % 44 %
Fuente: H.H.F.A., Our Nou-white Population and Its Housing, Washington,
mayo 1963, pág. 2.

Lo cual es todavía más evidente si tenemos en cuenta que la emi-


gración del Sur, donde se encuentran las más elevadas proporciones de
vivienda deteriorada se ha desarrollado a un ritmo impresionante:
Cuadro VI
MOVIMIENTO MIGRATORIO NETO DE «NO-BLANCOS», 1950-1960,
POR REGION (y Por individuos)
NORDESTE 541.000
NOROESTE 558.000
OESTE 332.000
SUR 1.457.000
Fuente: H.H.F.A.: Our Nou-white Population, pág. 14.

5 Cf. Grisby: op. cit.


Caadra VII
l'

DISTÉIBUCION DE LA VIVIENDA EN USA. SEGUN LOS LOS CRITERIOS DE CALIDAD Y HACINAMIENTO,


LOCALIZACION RURAL O URBANA, INTERIOR 0 EXTERIOR A LAS AREAS METROPOLITANAS -- 1960
(En mile; de viviendas)

Hacinamienta EEUU. En las metrópolis Exm-mmópaiís Urbana Ruraï '


Yeti] CIM W brinda

Total de viviendas ocupadas 53.024 34.000 18.506 15.494 19.024 38.320 14.704
Una persona por habitación o menos 46.911 30.479 16.523 13.956 16.432 34.429 12.48}
Una persona por habitación o más 6.113 3.521 1.983 1.538 2.592 3.891 2.223
Porcentaje sobre el conjunto 100 96 64 % 35 96 29 96 36 % 72 96 28 %
Porcentaje sobre el total de viviendas

LA RENOVACION URBANá
que sufren hacinamiento 100 96 58 95 32 % 25 % 42 % 64 % 36 0/5

Fuente: National Commission on Urban Problems, Research Report no. 10, «Urban Housing Needs through the 1980 5» por
Frank S. Kristof, pág. 28, Washington D. (3., 1968.
EN ESTADOS UNXDOS 245

Por consiguiente, 1a explicación del relativo progreso que ha te-


nido lugar en lo referente a la vivienda, progreso válido incluso para los
estratos inferiores, habrá que buscarla más bien en la evolución posi-
tiva del nivel de vida y en el proceso migratorio que en las operaciones
de renovación urbana.
La renovación urbana, en efecto, no e: zm programa de vivienda.
Primero, porque, en proporción, la vivienda deteriorada abunda más en
las zonas rurales, e incluso en las periferias que en el centro-ciudad (ver
Cua dro VII).
Segundo, porque el programa se propone explícitamente servir co-
mo instrumento de preparación del suelo al promotor privado, escasa-
mente predispuesto, por su parte, a la construcción de viviendas de
alquiler moderado.
Todavía más: la renovación urbana .ba venida a agravar - -lodavía
más la ya delicada situación definida por la penuría de vivienda ba-
rata. Para demostrar esta afirmación, de alcance considerable, recurri.
mos a dos series distintas de hechos: Primero, la ausencia de compen-
sación - ya establecida numéricamente más arriba- entre las viviendas
de alquiler demolidas y las construidas en el mismo emplazamiento.
Podría pensarse, a pesar de todo, que el programa de renovación se
proponía únicamente como un medio de reanimar la ciudad y que no
representaba más que una parte voluntariamente limitada de un plan
de conjunto, completado en lo concerniente a la función residencial,
por el programa público de construcción y subvención a la vivienda.
En tal perspectiva ias familias desplazadas, por ejemplo, serían realoja-
das fuera de la zona de actuación y en mejores condiciones de confort.
Pero lo cierto es que el programa público de vivienda no ha alcanzado
ni siquiera los límites mínimos en él mismo señalados. En 1949, el
Congreso autorizó la construcción de 810.000 viviendas en seis años. En
1967 sólo se habían construido 480.000. La razón esencia-l de este
auténtico fracaso, hay que achacarla a 1a oposición que la opinión pú-
blica del tipo clase media manifiesta a propósito de este género de
viviendas que, ocupadas en un 50 % por negros y por una proporción
todavía superior de familias e individuos pertenecientes a los estratos
sociales más bajos, se convierten en auténtico punto de mira y catali-
zadores de todos los prejuicios. La acumulación de familias no integra-
das y por ello desviadas con respecto a la cultura dominante, contri-
buyó decisivamente al descrédito del único programa público de ayuda
a los mai alojados y frenó considerablemente su ritmo de realización 1°.
Así, de la comparación ciudad por ciudad entre viviendas de alquiler
bajo demolidas y viviendas públicas construidas, resulta un saldo que
° Robert M. Fisher: Twenty Year: of Public Housing. Nueva York, Harper
Brothers, 1959, asi como J. Lowe: ap. cit., y Alvin L. Schorr: «How the Poor
are Housed in the U.S.», en Sylvia F. Fava (comp.): Urbanism in World Perr-
pective, Thomas Y. Growell, Nueva York, 1968, págs. 585-496.
245 LA RENOVACION URBANA

no solamente no es positivo, sino que es francamente negativo (Cua


dm V111). Si en lugar de considerar, como en el cuadro, las unidades
construidas en 1949, comparamos las demolidas y las construidas du-
rante el período (1947-1967) de vigencia del programa de renovación
urbana, el saldo negativo, para las 74 ciudades censadas, es de 162.492
viviendas.

Cuadro VIII
COMPARACION ENTRE VIVIENDAS PUBLICAS CONSTRUIDAS Y
VIVIENDAS DEMOLIDAS POR LA RENOVACION URBANA. DATOS
SOBRE 51 CIUDADES DATOS SOBRE 74 CIUDADES
_ VIVIENDAS PUBLICAS CONSTRUIDE VIVIENDAS DEMOLIDAS
,. (n ueinón Conslruldas Total IoIaI demoli. Demoli. por Total
Lmdadcs 1949 ISIS-1967 I96 I equivalentes reno. urha. Dnmolidas
Nueva York, N.Y. 14,171 50,462 64,633 22,717 33,697 56,414
Chicago, Ill. 8,483 24,477 32,960 5,338 26,058 31.396
Los Angeles 3,468 5,819 9,287 1,689 4,641 6,330
Filadelfia 3,248 12,471 15,719 6,280 15,856 22,136
Detroit, Mich. 4,879 3,301 8,180 847 11,216 12,063
Baltimore, Md. 5,021 5,314 10,335 8,810 8,661 17,741
Houston, Tex. 2,251 348 2,599 2,210 2,210
Cleveland, Ohio 5,179 2,279 7,458 3,977 5,095 9,072
Washington, D.C. 3,147 6,909 10,056 1,941 7,127 9,068
St-Louis, Mo. 1,315 5,930 7,245 2,022 9,156 11,178
Milwaukee, Wis. 651 2,415 3,066 423 3,703 4,126
San Francisco 1,741 4,142 5,883 3,234 5,554 8,788
Boston, Mass. 5,102 5,871 10,973 8,480 8,906 17,386
Dallas, Tex. 1,750 4,622 6,372 946 946
Nueva Orleans 5,381 6,889 12,270 4,071 342 4,413
Pittsburg 4,463 4,771 9,234 3,330 7,191 10,521
San Antonio 2,554 3,009 5,563 1.858 1.622 3.480
San Diego - -
Seattle, Wash. 1,068 2,452 3,520 511 190 701
Buffalo, N.Y. 2,571 1,799 4,370 1,800 2,715 4,515
Cincinnati, Ohio 3,818 2,404 6,222 3,084 9,012 12,096
Memphis, Tenn. 3,305 1,740 5,045 1,928 3,233 5,161
Denver, Colo. 770 2,826 3,596 3,030 852 3,882
Atlanta, Ga. 5,188 3,794 8,982 5,466 6,264 11,730
Minneapolis 464 2,825 3,289 305 7,364 -
Indianápolis 748 - 748 -
Kansas City 2,383 2,383 1,171 3,173 4,344
Columbus, Ohio 1,352 1,529 2,881 1,193 3,309 4,502
Phoenix, Aríz. x 604 1,000 1,604 733 - 733
Newark, NJ. i 2,711 8,180 10,891 3,517 5,486 9,003
Louisville 3,005 1,957 4,962 4,182 10,638
EN ESTADOS UNIDOS 247

Portland, Oreg. 400 1,059 1,459 51 6,456 1,705


Oakland, Calif. 922 1,094 2,016 920 1,654 2,594
Fort Worth 502 572 1,074 2,082 1,674 2,082
Long Bench -- -
Birmingham 2,768 2,755 5,523 3,156 --- 5,258
Oklahoma Cit 354 464 818 368 368
Rochester, NI . - 256 256 2,423 767 767
Toledo, Ohio 1,440 513 1,953 356 943 3,366
St-Paui, Mínn. 2,354 2,354 1,280 2,107 2,463
Norfolk, Va. 730 2,990 3,720 1,347 4,763 6,043
Omaha, Nebr. 1,078 1,370 2,448 - 1,347
Honolulú 361 2,149 2,510 1,736 1,842 1,842
Miami, Flo. 1,318 3,140 4,458 442 959 2,695
Akron, Ohio 550 219 769 772 1,201 1,643
El Paso, Tex. 660 ' 990 1,650 3,095 - 722
Jersey, City _ 1,600 2,204 3,804 2,037 1,199 4,294
Tampa, Flo. 1,682 2,010 3,692 1,622 1,470 3,507
Dayton, Ohio 1,191 1,143 2,334 3,359 4,981
Tulsa, Okla. -- 72 72 837 822 822
Camden, NJ. 1,102 932 2,034 713 1,550
Total para 51 ciudades. 115.998 207,272 323,270 12ï289 222,832 350,121

Pero, se nos dirá, ¿había entonces que dejar que la gente siguiese
viviendo en condiciones miserables? Dejemos a un lado el famoso y
demasiado a menudo evocado e idealizado problema de la destrucción
de la vida comunitaria 7, y preguntémonos, simplemente: ¿a dónde
van? Y es a propósito de esto que unaserie de datos tienda a evidenciar
el fracaso de la renovación urbana desde el punta de vista de su impacto
sobre el problema de la vivienda. Hablamos de tendencia porque una
aureola de misterio parece envolver los datos estadísticos sobre el rea-
lojamiento de las personas desplazadas por los proyectos de renovación
urbana U.S.A.
Estas personas desplazadas sumaron, en 1963, 609.000. Las pro-
yecciones para 1972 cifran los desplazamientos en 3.800.000. A manera
de ayuda, el program ha previsto subsidios especiales, que pueden
alcanzar la cifra de hasta 200 dólares por familia. En realidad, los sub-
sidios otorgados hasta 1967 han sido los siguientes:

Cuadro IX
SUBSIDIOS DE REALOJAMIENTO (hasta 1967)

Il. ¡la ¡nos Subsidios pegado:


Familias 158.543 S 95,32 (media por familia)
Individuos 64.114 3 65,58 (media por individuo)
Fuente: National Commission..., pág. 163.

" Cf. Jane Jacobs: The Death and Life o] Great American Cities, N. Y.
Random House, 1961, y G. Suttles: The Social Order of the Slam, The Uni-
versity of Chicago Press, 1969.
248 LA RENOVACION URBANA

Es decir, por un lado muy inferiores a las posibilidades legales, y


excluyendo por otro de los bene cios a una buena parte de los des-
plazados, pese a ser la única compensación financiera prevista para los
arrendatarios obligados a mudarse.
LOS datos acerca de la suerte de las personas desplazadas son por
lo menos- contradictorios. Un estudio realizado por la Universidad
de South California en 1961, sobre 47.252 familias y 41 ciudades, puso
de manifiesto que un 25,9 70 de los desplazados se mudaron a viviendas
recomendadas, en una u otra forma, por las autoridades locales. Sola-
mente el 30 % de ent-re ellos se realojaron en Viviendas insalubres. Pero
entre el 74,1 % que buscaron por sí mismos nuevo alojamiento, el 90 70
fueron a parar a viviendas deterioradas 13.
Tras revisar los datos existentes en diversas ciudades americanas,
Chester Hartman llega a la conclusión de que un número proporcional-
mente elevado de las familias desplazadas se realojan en viviendas de»
terioradas, pese a pagar a1 uileres más elevados que antes del traslado:
tal es el caso para el 43 ¿i de los desplazados en Chicago (1957-58),
el 72 % on Filadel a, el 18 % en Nueva York (Mannhatantown) y
el 22 70 en Boston-West End 9.
El conocimiento de estos datos es lo que ha hecho que los dados
a publicidad a partir de una encuesta oficial (1964) sobre la suerte de
los realojados hayan sido acogidos con enorme escepticismo.
En efecto, según esta encuesta, basada en una muestra representa-
tiva, el94 % de las fanú lias habían: logrado realojarse convenientemen-
te 2°. Este resultado es sorprendente, puesto que si realmente había
tantas Viviendas disponibles y tantas familias modestas podían acceder
a ellas, ¿por qué estas últimas seguían habitando en casas deterioradas?
Se adivina la hipótesis implícita tras estas cifras: se trata primordial-
mente, de la resistencia al cambio , más bien que un problema real...
La citada encuesta ha merecido, en todo caso, las más severas crí
ticas, sobre todo en lo que concierne al número de familias incluidas

" Reynolds: «What Do We Know About Our Experience With Reloca-


tion», Journal of Inlergroup Relations, 342, 1961.
9 Chester Hartman: «The Housing of Relocated Families», Joarnal of
the American Institute of Planners, Vol. 30, núm. 4, nov. 1964, págs. 226-286.
Para una buena exposición, basada en datos demasiado viejos, del realojamiento
en USA, cf. Jack Meltzer: «Relocation of Families Displaced in Urban Rede-
velopment: Experience in Chicago», en el libro editado por Coleman Woodbury:
Urban Redevelopment: Problems ¿md Practices, Chicago, Univ. of Chicago Press,
1953.
° US Housing and Home Finance Agency:' The Housing of Relocate: Fa-
milies: Srtmmary of a Camus Bureau Survey, en Wilson (comp.), ap. ett, págs.
336-352.
EN ESTADOS UNIDOS 249

en la muestra y no encontradas (1/6 de la muestra), al hecho de no


haber tenido en cuenta a los individuos aislados, centrando la encuesta
exclusivamente en torno a las familias, y, sobre todo, a la utilización
de una definición generosa de lo que es una vivienda conveniente 2 .
De todas formas, hay una cosa en la que las cifras se corresponden,
y es en el considerable aumento de alquiler a pagar por las familias
realojadas, que pasa del 25 al 28 % del presupuesto familiar, para la
mediana de la distribución,
Como la construcción de nuevas viviendas públicas no sigue el
ritmo, mucho más rápido, de las demoliciones (cf, cuadro X), las
personas desplazadas no tienen más remedio que contentarse con la
oferta residencial vigente en el mercado. Ahora bien, mientras que una
vivienda nueva cuesta, en alquiler, 150 dólares al mes, un 50 % de las
familias de los slums no pueden pagar más que entre 35 y 50, el
otro 50 70 entre 65 y 110 22.
¿Qué posibilidades tiene con respecto a la oferta residencial vi-
gente en el mercado ese 13,3 % de pobres que forman parte de la
población americana? (cf. cuadro XI). Tengamos también en cuenta
que ciertas familias no pueden ni siquiera ser aceptadas en las vivien-
das públicas 2 .
Cuadro X

ESTIMACION DEL NUMERO DE VIVIENDAS DEMOLIDAS, EN LOS


ESTADOS UNIDOS, EN VIRTUD DE PROGRAMAS GUBERNAMENTALES
(Harta 1967)
s." de viviendas
Programa que suponedemoiicíón Parlodo domolldas (mllu)
Renovación urbana 1949-67 404
Autopistas 1958-67 330
Construcción viviendas públicas 1937-67 177
«Demoliciones equivalentes» 1937-67 143
Disposiciones locales 1937-67 v (P)
TOTAL 1.054
Fuente: National Commisgon (op. cit., pág. 82).

Cf. Chester Harman: «A Comment on HHFA Study of Relocation»,


Journal of the American Institute of Planners; nov. 1965. Pero, sobre todo, las
audiencias ante la National Commission on Urban Problems: «Ribicoff Hearings»,
parte I, págs. 100-144 (1968), así como los comentarios del informe final de la
misma Comisión, ap. cit., pág. 93.
n NCUP, op. cit., pág. 10.
" Cf. a propósito de esto Ia com aración entre las exigencias minimas de
renta para beneficiarse de la vivienda pú lica y los niveles de pobreza, establecida
por el NCUP, op. cit., Cuadro XIV. Otras prohibiciones son de orden «social»,
y así, hasta fecha muy reciente, en las viviendas públicas neoyorquinns eran
rechazadas las mujeres con hijos ilegítimos.
11A RENOVACION URBANA

Sucede, pues, que las personas desplazadas por la renovación ur-


bana son justamente las que se encuentran en peores condiciones dentro
del mercado, tanto por su nivel de renta como por su grado de instruc»
món y por su adscripción étnica.

Cuadra XI

LA POBREZA (*) U.S.A. (1959-1967)


N. dobindlviduosl y d
Aa "rastrear: aan.
1959 38.940.000 22,1 %
1963 35.290.000 18,9 96
1966 29.657.000 15,3 96
1966 (nueva definición) 28.781.000 14,9 %
1967 (nueva definición) 25.929.000 13,3 %

Fneme: U.S. Department of Commerce, Bureau of Census, «Family Income Ad-


vencer, Poverty Reduced in 1967», Series p. 60, núm. 55, tabla 2.
(*) La definición de p'obreza es utilizada comúnmente por la Seguridad
Social, basada en diversos indicadores. En 1966, a una familia rio-rural, com-
puesta por cuatro personas, se la clasrfrcaba como pobre cuando su nivel de renta
era inferior a 3.335,00 dólares por año.

Puede, pues, decirse que la renovación urbana -que, como hemos


visto, centra prácticamente su actuación sobre las formas de expresión
ecológica de la pobreza pero sin modificar el sistema de estratificación-
desplaza los problemas al espacio pero sin tratar en el fondo de resol-
verlos, lo cual se traduce en una sensible agudización del problema de
la vivienda, frente al que, en última instancia, los programas públicos
especializados se manifiestan insuficientes o inadecuados 2 .
Dicho en los términos de la propia Comisión para los problemas
urbanos, constatamos, a manera de conclusión, que la principal razón
explicativa del fracaso de este programa (la renovación urbana) en sus
primeros 18 años, se concreta en el hecho de que muchos funciona-
rios locales y federales, n-i siquiera una buena parte de sus partidarios,
han tornado el programa en serio. En lugar de ser el gran asalto contra
el habitat miserable y la deterioración que cabía esperar, en tanto que

El programa público de vivienda parece haber adquirido, en estos últimos


años, nuevos impulsos. Entre septiembre de 1967 y octubre de 1968, fueron cons-
truidas 74.859 viviendas nuevas. En cuanto a las previsiones, eran las siguientes:
75.000 para 1969, 130.000 para 1970 y 190.000 para 1971 (Journal of Housing,
oct. 1968, pág. 454). Dicho lo cual, y suponiendo que las revisiones se cumplan,
recordemos que el informe de la Comisión Nacional para os problemas urbanos,
ciiraba las necesidades en vivienda a partir de un mínimo de 2.000.000 al año,
contando 500.000 destinadas a familias con bajo nivel de renta (op. ein, pág. 180).
EN Esranos UNIDOS 25!

parte integrante de la campaña en pro de una vivienda y un medio


adecuados para cada familia americana, la renovación fue considerada,
y lo sigue siendo, como una posibilidad financiada por el Gobierno, de
disponer de suelo barato por parte de una extensa familia de empresas
basadas sea en el propio beneficio, sea en el prestigio (National Com-
mission, op. aiii, pág, 153).
Ante el fracaso del programa en lo que a vivienda se refiere,
pasemos a considerar su impacto y sus posibilidades en relación con
a vida urbana en general.
Deberemos, pues, examinar la naturaleza y el alcance de las trans-
formaciones en la estructura urbana que pueden deducirse del progra-
ma, y ver si esas transformaciones justifican, por su importancia o inte-
rés la constatada agravación del problema de la vivienda y la movili-
zación de fondos públicos para ayudar a la Empresa privada a salvar
la ciudad .

3. El nuevo mundo urbano


Para evaluar los esfuerzos tendentes a revigorizar el centro de
las regiones metropolitanas, hay que situarlos en la dinámica de las
estructuras urbanas, comenzando para ello por recordar siquiera bre-
vemente- los caracteres singulares del modelo americano del desa-
rrollo 25.
El rasgo que domina la evolución urbana americana, desde 1945,
es el proceso de suburbanízacz'ón de las grandes metrópolis. Entre los
factores que explican este desplazamiento masivo de las poblaciones
desde el núcleo urbano hacia las zonas periféricas y suburbanas, pueden
citarse los progresos tecnológicos en todo lo que se refiere a medios de
transporte sobre todo, individuales , la elevación del nivel de vida
y el baby-boom .
Aunque existe cierta propensión a considerar este fenómeno como
tipico de la clase media, lo cierto es que la proporción de la población
urbana en él implicada excede con mucho los limites de una tendencia
parcial o fragmentaria; tengamos en cuenta que en 1960, el 48 % de la
población de las regiones metropolitanas habitaba lejos de los respec-
tivos núcleos centrales...

2 Ver el excelente análisis de Raymond Vernon: The Mylbe and tbe


Reality of Our Urban Problems, Harvard Univ. Press, Cambridge, Mass. 1962
(edición 1966, 90 ágs.). Para los datos esenciales en lo concerniente a la evolu-
ción ecológica, cf. o F. Schnore: The Urban Scene. The Free Press of Glen-
coe, 1965. Y para las proyecciones futuras, cf. Patricia L. Hodge y Philip M.
iauser: Tbe Challenge of America s Metropolitan Population, 1960 a 1985. Pra-
eger, Nueva York, 1969, 90 págs. (multicopiado).
252 LA RENOVACION URBANA

Estas nuevas zonas urbanas son, en múltiples aspectos, mucho más


adecuadas a los nuevos modos de vida que los envejecidos conglomera-
dos de inmuebles desordenadamente edificados a principios de siglo. Es
como si cada gran ciudad se hubiese desdoblado en una nueva urbani-
zación a la que transferir su propiapoblación 26.
Las actividades han seguido, grosso modo , el mismo camino.
La nueva industria, cada vez más independiente con respecto al espacio,
en Io que concierne a su funcionamiento, se aleja sin problema alguno
e incluso con ventaia de los saturados centros. Una elevada proporción
del comercio y de las actividades que giran en torno al ocio (entrete-
nimiento, reposo...) han seguido los pasos de sus respectivas clientelas.
En cuanto a las oficinas y centros de negocio, aunque su grado de con-
centración en el corazón de la ciudad (en los llamados Central Business
Districts ) es todavía muy elevado, existe una tendencia cada vez más
acentuada hacia la creación de nuevos centros, jerarquizados y funcio-
nalmente esquematízados, en las zonas suburbanas de reciente ocupa-
ción residencial.
En conjunto el proceso se acelera:

Cuadro XII

DISTRIBUCION GEOGRAFICA DE LA POBLACION RESIDENTE EN


ESTADOS UNIDOS, 1960 - PROYECCION A 1985
(En millones de penetrar)

Regiones metropolitanas 1960 1985.

Ciudades centrales 58,2 65,6

Zonas suburbanas 54,7 112,6

Fuera de las regiones metrop. 66,4 74,0

Fuente: Hedge y Hauser, op. cie, pág. 52.

Esta difusión urbana 27 que puede tomarse por la expresión espa-


cial de lo que ideológicamente se llama la sociedad de masas 23, no
se produce de todas formas en el vacío social, ni puede hacerse

¡6 Cf. How Hoyt: «Rent Distortions of the Classic Models of Urban Struc-
ture», Lands Economics, XL, mayo 1964, 199-212. .
7 Cf. J. Gottmann y R. A. Harper (compiladores): Metropolis on the Mo-
ve, John Wiley,sNueva York, 1967, 203 págs.
2 Cf. Scott Greer. The Emerging City, The Free Press of Glencoe, 1962,
232 págs.
EN ESTADOS UNIDOS 253

a partir de ella ningún género de tabla rasa de las formas urbanas exis-
tentes. Y esto porque aunque la ciudad se despueble -««en lo que res-
pecta a sus habitantes tradicionales tal fenómeno nada tiene de defi-
nitivo, ya que los verdaderos problemas surgen cuando aquéllos son
sustituidos por otros, muy diferentes desde el punto de vista sociológico.
En efecto, los inmuebles abandonados por la clase media son recu-
perados por personas pertenecientes a los estratos sociales menos dota-
dos de poder en todos los aspectos, y particularmente en lo relativo
a sus posibilidades en el mercado: es decir, por las personas y familias
con más bajo nivel de renta y porlos grupos étnicos que sufren discri-
minación, y, en particular, por los negros. Las casas abandonadas son,
pues, readaptadas por los propietarios, readaptación que generalmente
consiste en aumentar el número de apartamentos - haciendo, natural-
mente, disminuir la superficie de cada uno de ellos con el fin de obte-
ner mayores rentas aún multiplicando el número de ocupantes. Por otra
parte, el propietario deja de invertir su dinero en reparación y manteni-
miento del edificio, ya que como veremos inmediatamente la mecá-
nica del sistema le lleva más bien a extraer beneficios de la aceleración
del proceso de obsolescencia de aquél 2°. La razón es doble: 1) Por una
parte, el precio del inmueble se haIla en relación cada vez más desfa-
vorable con respecto al precio del solar sobre el que se eleva, que
aumenta su valor a causa de la creciente escasez de suelo localizado en
el centro (mientras que en las zonas suburbanas sucede a la inversa).
2) Por otra, y teniendo en cuenta que las posibilidades de opción de
los nuevos ocupantes son limitadas, el propietario está seguro de en-
contrar en toda circunstancia arrendatarios en número suficiente entre
los recién llegados en busca de empleos urbanos.
La estrategia del propietario es, por consiguiente, bastante simple:
esperar que la construcción de nuevos inmuebles o una operación de
renovación urbana le conduzaan a una situación en que pueda realizar
la venta de su terreno en condiciones ventajosas y, entre tanto, obtener
una renta suficiente gracias a las particulares condiciones, socialmente
definidas, del mercado ¡mobiliario en que opera.
Este tipo de gestión y el tipo de ocupación que de aquello se
deduce, aceleran el proceso de obsolescencia física de los inmuebles.
Además, el fenómeno no se produce aisladamente, sino que tiende a
patentizarse en amplias unidades ecológicas: una vez que los estratos
inferiores y los grupos étnicos dominados comienzan a ocupar un ba-
rrio, las familias que poseen medios suficientes para mudarse a las zonas
suburbanas, comienzan indefectiblemente el éxodo. En Chicago, por
eiemplo, se lleva a cabo, cada año, una encuesta para censar las zonas
de habitación en las que más de un 25% de los residentes son negros.
En 1950 había 1 080; entre 1950 y 1960, 1 345 adicionales; y entre

a Cf. Scott Greer: Urban Renewal and American Cities, op. cit.
zas LA RENOVACION URBANA

1960 66, 1 10 más. El índice de transición entre ocupación blanca y


ocupación negra se ha visto incrementado, pasando de 2 6 conglome-
rados residenciales por semana a 3 5 por semana. En este aspecto,
resulta particularmente signi cativo el papel que desempeñan las es-
cuelas. Dado que las bases organizativas y financieras de éstas son esen-
cialmente locales, resulta que, por ejemplo, quedarse en una comuni-
dad en la que debe convivir-se con una cierta proporción de negros,
equivale a aceptar la integración racial escolar, cosa a la que la mayo-
ría de los blancos se niegan. Por otra parte, no se trata de una simple
cuestión de prejuicios: toda deterioración en el nivel socio-económico
de una colectividad se traduce en una disminución de los medios ma-
teriales puestos a disposición de la escuela, reforzada generalmente por
las prácticas discriminatorias de los organismos administrativos de nivel
superior, con las consiguientes repercusiones en la calidad de la educa-
ción dispensada. Procesos análogos se plantean en lo que concierne a
los demás servicios colectivos 3° y las confrontaciones son cada vez más
evidentes y graves a nivel de relaciones inter-personales.
Cuando la clase media abandona un barrio y éste pasa a estar
habitado por gente de los estratos sociales y étnicos inferiores, se
produce casi simultáneamente la retirada de la zona del sector terciario
preexis-tente y su sustitución por el tipo de establecimientos comerciales
y de ocio correspondientes a la nueva población 3 .
¿Qué consecuencias tiene todo este proceso en lo que se refiere
a la estructura de la metrópoli?
Debemos distinguir, cosa que no siempre se hace, entre la ciudad
central y el centro-ciudad, es decir, entre el viejo núcleo urbano - apro-
ximadamente correspondiente en cuanto a sus límites al primitivo
Municipio (City of.) y el corazónde la ciudad, que prácticamente
coincide con el centro de negociar o C. B. D. (Central Business
District).
En lo que respecta al centro ciudad propiamente dicho, las ten-
dencias difieren según que lo consideremos desde el punto de vista del
ocio, del comercio, de las actividades administrativas, o de I-a resi-
dencia 32
Aunque ciertos establecimientos para el ocio, muy especializados,
y sobre todo los teatros y los night-clubs, permanecen en sus tradicio-
nales emplazamientos, 10s centros diurnos que ocupan la periferia

- Ver la descripción de este proceso, para el caso de Chicago, en Pierre de


Vise: Cbicaga's Widening Calor Gap, Inter University Social Research Commit-
tee, Diciembre 1867, 128 págs. (multicop.). El caso más sorprendente es el de
la huida en masa de los médicos y servicios sanitarios. _ _ .
" Todo aumento en los precios termina generalmente también por mclurr
en estos «los riesgos de la localización comercial». Cf. Pierre de Vise, op. dt.
n Cf. Rayiñond Vernon: Tbe Changing Economic Function of the Central
City, Committee for Economic Development, Nueva York, enero 1959, 92 págs.
EN ESTADOS UNIDOS 255

de la región urbana han tomado claramente la delantera, y los espec"


táculos de masas se han despegado del centro para irse a establecer a
lo largo de los ejes de transportes. Lo mismo puede decirse del comer-
cio: los shopping-centers periféricos han remplazado con mucho a los
Grandes Almacenes clásicos que tienen localizada su clientela siempre
numerosa, pese a todo, en la ciudad central. También aquí hay que
constatar una excepción, en lo concerniente a ciertos ti s de comercio,
como los especializados en articulos raros o las tien as de lujo para
las que la centralidad urbana desempeña un papel esencial, por tradi-
ción, ilndependientes por ello de las zonas en que reside su selecta
c iente a.
La función residencial del centro se pierde o se deteriora en una
inmensa mayoría de casos, siguiendo la evolución del conjunto del nú-
cleo urbano. Sin embargo se produce generalmente un fenómeno, es-
trechamente relacionado con la renovación urbana, que viene a com-
pensar esta tendencia e incluso, en algunas ciudades, a superarla (como
sucede, por ejemplo, en el caso de Chicago). Se trata de la construcción
de grandes edificios de apartamentos de lujo, ocupados por matrimo-
nios sin hijos, relacionados, en cuanto a su trabajo, con las funciones
de gestión localizadas en el centro, o consumidores privilegiados de
las expresiones culturales tradicionales todavia dependientes del centro
urbano.
De hecho, empero, lo cierto es que si el centro conserva todavía
cierta vida y cierto sentido en la megalópolis USA, es gracias a la
fantástica concentración de las actividades administrativas y al crecí-
miento constante de estas actividades en el sistema económico. Re-
cordemos que si en 1950 habia en Estados Unidos un millón más
de obreros que de empleados, en 1966 los empleados eran ya cinco mi-
llones y medio más que los obreros, y que en 1975 habrá doce millo-
nes más de empleados por sólo 4.400,000 más de nuevos obreros 33.
Ahora bien, estos empleos terciarios se localizan mayoritariamente en
las ciudades centrales, y, particularmente, en los centros de negocio.
Esta tendencia, en conjunto, se mantiene: en 1967, el 63 % de los per-
misos de construcción industrial otorgados en los Estados Unidos,
lo fueron para emplazamientos exteriores a la ciudad central, pero el
73% de los permisos para construcción de edificios de o cinas, se situa-
ban todavía en el interior de aquélla. Recordemos que esta concentración
espacial de las instituciones de gestión y decisión corresponde a una de-
terminada estructura social. Es la expresión de una red de informacio-
nes y contactos inter-organizaciones, esencial a la sociedad industrial.

Hay un análisis general del fenómeno en nuestro articulo «Le Centre


Urbain», Cabíers Inlernationaux de Sacíologie, vol. XLVI, págs. 83-106. Para una
defensa de la función urbanística del centro en las ciudades americanas, cf. Victor
Grucn: The Heart of Our Cities, Simon and Schuster, Nueva York, 1964, 368 págs.
255 LA RENOVACION URBANA

Viene socialmente determinada por la constitución de super-organiza-


ciones y por la centralización del poder decisorio, y al mismo tiempo,
es posible gracias al pregreso técnico en la construcción y los trans-
portes.
En todo caso, mientras que para cierto tipo de empresas del sector
cuaternario (y en particular, las relacionadas con la edición y la pu-
blicidad) la implantación en este tipo de medio resulta de una aboluta
necesidad, los nuevos medios de telecomunicación y la creciente agili-
dad de los medios de gestión empresarial hacen que las posibilidades
de descentralización de los grandes aparatos organizativos empresariales
sean también cada vez mayores. Esta tendencia, aunque todavía minori-
taria, para el conjunto de Estados Unidos, se manifiesta ya con cierta
nitidez en algunas de las ciudades más antiguas:

Cuadro XIII

CAMBIOS EN LA ESTRUCTURA ECOLOGÏCA


DEL EMPLEO, U.S.A., 1951-1965

muda "lado adas NUMERO DE HUEVOS EMPLEOS


Metrópolis ciudad teatral Zonas suban Región Morro.
Baltimore 1.450 86.086 87.536
Nueva York 127.753 387.873 515 626
Filadelfia 49.461 215.296 165.835
St. Louis 61.800 141.911 80.111
San Francisco 9.346 185.742 195.089

Fuente: U.S. Census Bureau, «Country Business Patterns».

La masa de la inversión inmobiliaria realizada resulta, sin em-


bargo, imponente por lo que parece dudoso que pueda tenderse a corto
plazo, hacia una descentralización suburbana. La orientación va más
bien hacia una creciente especialización funcional entre el núcleo de
negocios central y el periférico, cuyas respectivas funciones y estratifi-
caciones dependerán, en amplia medida, del estatuto social de las ciu-
dades centrales y también, por consiguiente, del impacto de la reno-
vación urbana. Pero resulta esencial significar que la funcionalidad del
centro con respecto a la aglomeración es cada vez más restringida. A
las cinco de la tarde, una vez cerradas las oficinas, el C. B. D. se
convierte en un no man s land incesantemente patrullado por la
policia, pese a las luces de neón y a la lánguida actividad de algunos
cines y restaurantes. Aquello es el centro, pero sólo en lo que respecta
a la gestión de las grandes organizaciones. La centralidad urbana, es
decir, el intercambio y la comunicación entre los diversos sistemas de
relación de acción actuantes a nivel de región metropolitana, se ha
EN ESTADOS UNIDOS 257

materializado en nuevas formas espaciales a través de los flujos de


actividades y las redes socialmente correspondientes a una estructura
tecno-social distinta. El centro de la ciudad no ha podido convertirse
en centro de la me alópolis. ¿Es ésto suficiente para justificar de forma
imperiosa la necesidad de una renovación?
De hecho, donde ha tenido lugar una transformación decisiva
ha sido en el conjunto del antiguo núcleo urbano.
En líneas generales, la ciudad central -si exceptuamos algunas
manzanas relativamente importantes- - se convierte progresivamente en
zona residencial de las personas pertenecientes a los estratos inferiores
de la sociedad y de las minorías étnicas. Aquí y allá, algunos barrios
tradicionales de nivel relativamente alto, resisten a la penetración (uti-
lizando a menudo medios extremados) constituyendo y reformando
subculturas más omenos sólidas. Así los polacos en Chicago, los ita-
lianos en Boston, etc. (Cf. Cuadros XIV, XV, XVI).
La tendencia general es clara: Los pobres , los negros y los
parados se concentran en las ciudades centrales. Se trata, además, de
un movimiento que tiende a acelerarse (cf. cuadros XVII y XVIII).
Entre 1960 y 1985, las ciudades centrales van a perder un 5% de su
población blanca, mientras que los negros o no blanc-os van a aumen-
tar en ellas en un 94%.
Hay que tener en cuenta que hablamos de proporciones y de
índices, sin olvidar, por consiguiente, que en cifras absolutas esta
concentración de negros y de pobres constituye en todo caso una
minoría, incluso en las zonas urbanas, puesto que sólo un 12% de la
población americana pertenece a la raza negra y que sólo un 10 %
del total de blancos son considerados pobres . Pero la fuerza
del proceso descrito es tal, que incluso en cifras absolutas, los negros
constituyen ya mayoría en ciudades tan importantes como Washington
D. C. (la capital), Newark y Gary (Indiana), y que las previsiones
indican que ciudades como Nueva Orleans, Richmond, Chicago, Fila-
delfia, St. Louis, Detroit, Cleveland. Baltimore, Oakland, estarán en
la misma situación hacia 1985.
Lo esencial es el medio social que semejantes concentraciones
suscitan, las sub culturas que se desarrollan, las relaciones de hostili-
dad que se establecen entre esta comunidad las instituciones públi-
cas - y, en particular con el aparato encarga o del mantenimiento del
orden . Hay que hacer notar, al respecto, que las áreas en las que la
pobreza es extrema, no coinciden con las áreas urbanas: en marzo de
1967, la renta media anual de las familias negras residentes en regiones
metropolitanas era de 5.300 dólares, muy superior a la de las familias
negras no metropolitanas, cifrada en 2.900. Lo mismo puede decirse
de los blancos: 8.500 y 6.500 respectivamente . Lo que, para nuestra

" Bureau of Labor Statistics, Amercia s Industrial and Occupational Mari-


power Requeriments: 1964-75.
25:3 LA RENOVACION URBANA

Cuadro X Í V

DISTRIBUCION DE LA POBLACION TOTAL COMPARADA A LA DE


LA POBLACION POBRE, POR TIPO DE LOCALIZACION.
ESTADOS UNIDOS, 1966

533.5 55* ÉEÏ Se;


EE: 252 55.5.? 55%
Localización É; n ae a u g 8 g a
Región metropolitana 64.7 51.0 64.3 50.0 67.9 53.2
Ciudad Central 30.2 31.5 27.0 26.5 53.4 43.6
Petiferia 34.6 19.5 37.3 23.5 14.5 9.6
Fuera de región metropolitana 35.3 49.0 35.7 50.0 32.1 46.8

Fuente: Bureau of the Census. «Countíng the Poor». marzo 1967.

Cuadra XV

NIVEL DE RENTA Y LOCALIZACION RESIDENCIAL DE LAS REGIONES


METROPOLITANAS, ESTADOS UNIDOS 1959 (en porcentaje sobre el conjunto
de la población que reside en similares condiciones geográficas).
Rosldcntla Residencia
Familias con renta de ¡ou anual porlfuln
Menos de 3.000 dólares año 17,6 % 12,5 %
Más de 10.000 dólares año 16,5 96 21,2 %

Fuente: U.S. Bureau of Census, Final Report, PC (3).

Ctradm XVI

PORCENTAJE DE PARADOS, SEGUN RAZA Y LOCALIZACION


RESIDENCIAL EN LAS VEINTE MAYORES REGIONES METRO-
POLITANAS. ESTADOS UNIDOS, 1967

Porcentaje sobre el con/¡amo de la población activa


USA lona until faltaria

Total 3,8 % 4,7 es 3,3 %


Blancos 3,4 % 3,7 % 3,1 %
No-Blancos 7,4 % 7,6 % 7,0 %

Fuente: Paul iÏÍ). Flaím: «Jobless Trends in 20 largest Metropolitan Areas»,


Monthly Labor Review, mayo 1968, vol. 91, núm. 5, tablas 2 y 3.
EN ESTADOS UNIDOS
259

Cuadro XVI!

PORCENTAJE DE «NO-BLANCOS» EN LA POBLACION AMERICANA,


LOCALIZACION EN ZONA CENTRAL O EN PERIFERIA, POR
REGIONES, 1960, Y PROYECCION 1985

_ Región y residencia % ¡ao-blancos % no-hlamos


mo nas
ESTADOS UNIDOS
Zona Central 17,8 30,7
Periferia 5,2 6,1
NORDESTE
Zona Central 13,8 26,4
Petifería 3,1 3,7
NORTE-CENTRO
Zona Central 17,1 32,0
Periferia 2,8 2,2
SUR
Zona Central 26,0 38,8
Petiferia 11,7 13,2
OESTE
Zona Central 13,0 23,3
Periferia 4,9 5,3

Fuente: Hedge-Hauser, op. cit., pág. 31

Cuadro XVIII

DISTRIBUCION ECOLÓGICA POR RAZAS, REGIONES METROPOLITA»


NAS. ESTADOS UNIDOS 1960 Y PROYECCION 1985
Millones de permitas

1960 1985
Zona: Zonas
controlas retiradas (onlmlos Paritaria:
o- ancos 10,3 2,8 20,1 ,8
Blancos 47,9 51,8 45,4 105,7

Fuente: Hodge-Hauser, ap. sit.

investigación, es socialmente significativo, no es el hecho de la pobreza


o de la discriminación consideradas en sí mlsmas, sino la funczón de
ciertas situaciones sociales y la localización particular de éxtas en la
estructura urbana.
260 LA RENOVACION URBANA

lis evidente que el proceso que estudiamos no tendría el mismo


aicance si no expresase con tai vigor la creciente tensión racial que se
manifiesta en los Estados Unidos. Puesto que los negros hablan de
ghetto, y no solamente de insuficiencia económica, como lo demuestran.
además, ios hechos: en 1965, el 52 % de los negros no pobres habita-
ban en zonas urbanas clasificadas como pobres, mientras que sólo un
10% de los blancos no pobres se hallaban en la misma situación 35.
Lo que de todo ello es importante, pues, desde el punto de vista
de la ciudad central, es que ésta se convierte en la expresión ecológica
de los underdogs en la sociedad opulenta. Expresa así los limites
del melting pot , cuyos materiales de desecho son rechazados por la
ley del mercado y recuperados por la estrategia del beneficio, de forma
que se hacen rentables también la discriminación racial y el deterioro del
medio vital.
De igual manera que la elevación constante de los niveles de
productividad y de consumo en USA 6 viene acompañada de miseria
y discriminación, fenómenos paralelos tanto más democráticos cuanto
más profundo es el abismo que se abre entre ellos, vemos cómo la
construcción de las nuevas megalópolis suburbanas parece irremedia-
blemente ligada a la constitución de extensas zonas deterioradas en el
viejo núcleo urbano, zonas que se han convertido en receptáculo espa-
cial de los estratos sociales inferiores y de las minorías étnicas, en cuyo
seno nacen nuevas subculturas, mucho más autónomas que las cons-
tituidas a principios de siglo, porque en su horizonte no cabe la pro-
mesa de una progresiva integración en las amplísimas perspectivas de
progreso del coniunto.
Esta situación se expresa de forma particularmente clara en todo
lo que Concierne a tensión racial: Resulta del todo verosímil y posible
que si los negros siguen concentrándose en los centros de las ciudades,
aumente irremediablemente la tensión y la violencia. Si esta última
conduce a medidas represivas extremas, es posible que se produzca
una radicalización de las tensiones entre blancos y negros y un despla-
zamiento masivo de las empresas y, por consiguiente, del empleo-
hacia las zonas suburbanas y periféricas. Las consecuencias suicidas que
esta posibilidad contiene y sugiere, no son precisamente optimistas,
y amenazan a nuestro país (National Comission, op, cit, pag. 5).
Otros hablarán de desvío , de criminalidad, de gang .
He aquí el verdadero paisaje del que forma parte la renovación
urbana .

3 Bureau of the Census: Negro Population, Series R20, núm. 175, 23 octu-
bre 1968.
. " Amo I. Winard: «Characteristics of families residing in poverty areas
within large metropolitans areas», Bureau of the Census, 15 junio 1967, Tabla 2.
EN ESTADOS 'omoos 261

4. "La renovación urbana o "defensa de la civilización


Cuando se nos presente la renovación urbana como un medio de
revigorizar la ciudad, debemos de inmediato solicitar una mayor pre-
cisión en los términos, sabido que absolutamente nadie piensa seria-
mente en hacer recuperar las zonas centrales ni en frenar el proceso
de difusión urbana.
Considerando que la centralidad urbana se ha descompuesto y
desconcentrado en nuevas formas, adaptadas a la región metropolitana,
y que en lo referente a la población, los cambios en la forma de ocu-
pación de las zonas centrales entran en correspondencia con la evo-
lución social profunda de la sociedad USA, llegaremos a la conclusión
de que la renovación urbana, considerada en sí misma y aisladamente,
no puede ir contra corriente, sino limitarse a efectuar los acondiciona-
mientos necesarios para que el proceso total no provoque conmociones
de orden mayor.
De bea/90, la renovación urbana no es más que un mecanismo de
aluste que tiene por objeto facilitar socialmente el paso de la gran
ciudad industrial a la megalópolis.
Mecanismo de ajuste; pero, ¿qué es lo que debe ser ajustado?
Se trata, en lo esencial, de dos grupos de problemas: 1) Las tensiones
producidas por la acentuación del proceso de segregación y por la con-
siguiente consolidación de extensas zonas de slums ; 2) Salvar los
restos de la civilización urbana , preservando lo que en la zona
central sigue siendo útil para el conjunto de la megalópolis 37. Es decir,
se trata, esencialmente, de ajustes entre la zona central y el conjunto,
en el doble plano de la funcionalidad y de la emisión de cultura.
En lo que concierne al primero de estos dos aspectos, queda fuera
de duda que las operaciones de renovación urbana. se orientan priori-
tariamente hacia los barrios negros. Según Scott Greer. en efecto,
mienlras que los negros ocupan alrededor del 25% de las viviendas
deterioradas, casi un 70% de las afectadas por las programas de re-
novación urbana están ocupadas por negros . Anderson expone las
cifras siguientes, relativas a las personas desplazadas del centro urbano
por las operaciones de renovación:

7 Sean cuales sean sus tundamentos, particularmente en lo que concierne a


las relaciones internactonales.
" En este sentido, es particularmente claro Abrams, op. cil.
262 LA RENOVACION URBANA

Cuadro XIX

PROPORCION DE NEGROS Y PORTORRIQUEÑOS CON RESPECTO


AL TOTAL DE LAS PERSONAS DESPLAZADAS POR LA
RENOVACION URBANA

Año Pomnull

1957 76 70
1959 71 %
1960 68 %
1961 66 %

Fuente: Anderson, op. cia, pág. 65.

Asimismo, la proporción de familias no-blancas con respecto a


las realoiaa'as como consecuencia de operaciones de renovación, oscila
entre un 62 % para Nueva York y casi un 100 % para Baltimore,
Washington y Chicago. Para el conjunto del país, alrededor del 80 70 de
las familias realojadas son no-blancas 3°.
Todo esto nos permite comprender mejor la siguiente afirmación
de uno de los mejores analistas del problema negro USA: El golpe
de gracia se roduce con los comienzos de la renovación urbana. En
todas las ciu ades, este programa ha sido utilizado para eliminar las
viviendas en malas condiciones y para utilizar ei suelo en usos más
rentables, desplazando negros pobres para ceder la plaza a blancos
ricos. EI crítico slogan del Negro removal se halla plenamente
justificado (Thomas F. Pettigrew, Racial Issues in Urban America ,
en el libro editado por B. J. Frieden y W. Nas-h Jin: Shapíag aa Urban
Future, The M. I. T. Press, Cambridge, 1969, pag. 59).
Pero desplazar los barrios negros, no resuelve el problema de la
tensión racial. Aunque los datos sobre las características ecológicas
de las zonas hacia las que se dirigen las personas desplazadas son muy
escasos, es prácticamente seguro que se orientan hacia áreas urbanas
similares a las abandonadas, ya que los mecanismos básicos del proceso
de segregación y, en particular, la organización del mercado inmobi-
liario y las prácticas de discriminación racial, para nada son afectados.
Pese a la política federal, que proclamaba la necesidad de aplicar las
disposiciones legales contra la discriminación en Io referente a vivienda,
el estudio efectuado en 1966 por el National Committee Against Discri-
mination in Housing, ratifica la pervivencia y persistencia de esas prác-

5 5-

S. Greer, op. cit.


EN ESTADOS . UNIDOS

ticas 4°. Así, por ejemplo, los desplazamientos relativamente escasos


de negros en Chicago hacia la periferia, se han dirigido hacia ghettos
suburbanos en un 83% de los casos, entre 1950 y. 1960 1. Incluso la
Casa Blanca ha reconocido que la renovación urbana había contribuido
a acentuar 1a segregación más que a atenuarla 42.
' Ante la reciente radicalización de la lucha racial, los diferentes
niveles de la Administración han tratado de frenar este proceso, favo-
reciendo la construcción de viviendas públicas, mayoritariammte ocu-
padas por negros, en barrios residenciales blancos. Tal es el sentido de
una reciente disposición (Chicago, 1969, obligatoria para todos los
proyectos de viviendas públicas. Es una política deliberada, que pre-
tende contrarrestar la polarización ecológica, tratando poco a poco-
de disgregar la base espacial del ghetto. Falta por ver el futuro de 1a
citada disposición, que aparece dudoso, si tenemos en cuenta el poco
entusiasmo que han despertado algunos pro ectos en curso y las resis-
tencias que ante ellos se han manifestado 3. Por otra parte, el aisla-
miento de estos pequeños ghettos en medio de la mar blanca, será
sin duda poco apreciado por la comunidad negra, cuyos miembros más
politizados inclinan sus reivindicaciones más bien del lado de la auto-
nomia que del de la integración.
Puede, por último, dudarse de la eficacia de esta política de inte-
gración ecológica con respecto a sus objetivos de tensión-management .
El excelente estudio de Liberson y Silverman sobre 76 revueltas racia-
les, entre 1913 y 1963, muestra la independencia de éstas con res to
a las características demográ cas y a los problemas de vivien' de
las ciudades consideradas, a1 mismo tiempo que el papel determinante
desempeñado por la estructura del empleo y porlas pecularidades de
funcionamiento de las instituciones locales, y entre éstas particular-
mente, la de la policía 4 .
Una vez vez más, la segregación ecológica no hace sino expresar y
acentuar la segregación social. No puede buscarse en la política urbana
un substitutivo de la política. Lo cual quiere decir que pese a ciertas
tendencias recientes hacia ciertas formas de integración residencial, la
renovación urbana ha funcionado más bien como elemento defensivo,

° Cf. Peter Harris: «A Report on Urban Renewal in the United States»,


en Leonard J. Duhl (comp.): Tbe Urban Condition, Basic Books, Nueva York,
1963, pags. 113-133; y también, para el caso de Chicago, B. Duncan y Ph. Hauser:
Housing a Metropolis, The Free Press, Glencoe, 1960, págs. 85-86; recordemos
que en 1960, sólo un 103% de la población americana estaba compuesta por
negros.
CE. LoWe, op. cit., pág. 244.
u K. Taueber y A. Taueber: Negra: ¡n Cities, Aldine Publishing Co.,
Chicago, 1965.
3 White House Conference: «To fulfill these Rights», págs. 57-69 1966.
Cf., la experiencia analizada por M. Meyerson y E. C. Banfield. Politics,
Planning and tbe Public Interest, The Free Press, Glencoe, 1955, 351 págs.
264 LA RENOVACION ¡means

en lo que concierne a la eliminación de ghettos. Si urban renewal


ha venido a convertirse en negro removal , ha sido más bien para
establecer barreras y reforzar marcas fronterizas que para disgre-
gar los ghettos.
Marcas fronterizas, si, pero, ¿con respecto a qué? Barreras, ¿con-
na en medio del revuelto mar de las zonas centrales en proceso de
Es aquí donde interviene la noción de islotes de civilización urba-
na en medio del revuelto mar de las ciudades centrales en proceso de
obsolescencia.
Para que el centro de negocios siga desempeñando un papel, para
que los comercios implantados en el. C B D los pocos que quedan- -
mantengan una esperanza de supervivencia, es preciso que el medio
circundante sea preservado de la deterioración física y racial. La reno-
vación, que tantas alabanzas ha merecido, del Golden Triangle en Pitts-
burg, está basada en la concentración del poder financiero de Penssyl-
vania en este sector. La necesidad de mantener este medio de decisión
y gestión en el que trabajan millones de personas, se traduce en la espe-
cial atención con que trata de preservarse este ambiente. Ahora bien,
lo que en realidad sucede es que, como se sabe, las operaciones esen-
ciales de la renovación urbana se han concentrado en los centro-ciudad,
pese a que éstos no representan mas que una escasísima proporción
del suelo urbano con problemas y a que desempeñan un papel real-
mente poco importante en tanto que zonas residenciales 45.
La explicación de esta defensa a ultranZa del centro-ciudad contra
la degradación social circundante (cuyo indicador más visible es el au-
mento del número de underdogs y en particular de negros) no puede
plantearse en términos meramente funcionales. Lo que está en juego
es todo el apego elitista hacia los valores de la cultura urbana y la
defensa por parte de los grupos de intelectuales liberales de los ámbitos
tradicionales de la expresión cultural: teatros, museos, centros de re-
unión, instituciones religiosas, comercio selecto, espectáculos de calidad,
etc. Entendámonos: No queremos decir con esto que todas las citadas
expresiones culturales sean patrimonio exclusivo de la élite, sino sim-
plemente que en el viejo centro se expresa ecológicamente una cierta
concepción de la cultura, en tanto que ciertas nuevas expresiones de
masa o se localizan en otros sectores (por ejemplo los drive-in ) o
carecen de localización particular (como los massnmedia, las bibliotecas
ambulantes). Este super-consumo de valores culturales por parte de
una élite enraizada en el centro-ciudad, se explica menos como acumu-
lación de información que en términos de estatuto, como símbolo de

" Stanley Liberson y Arnald R. Silverman: «The precipitants and under-


lying conditions _o = race riots», A.S.R., Vol. 30, núm. 6, dic. 1965, págs.
887-898. A similïfes conclusiones llega el Report of the National Advisory Com-
mission on Civil Disorder March.
un ESTADOS omnes 265

pertenencia. El hecho de que los museos se localicen en el centro-ciudad


no plantea ningún problema a los que apenas si tienen ocasión de
visitarlos, léase la inmensa mayoría. Tampoco significa gran cosa para
el conjunto de los excluidos culturales que habitan las ciudades centra-
les. Pero para la élite tradicional, la conservación y defensa de estos
lugares significa un elemento clave para su auto-definición. Sin tener
en cuenta este análisis, ¿cómo explicar los inmuebles de lujo que,
arrogantes, se clavan allá donde antes estaba el slum ? Estos rascacielos
reconstituyen, sin duda y a un nivel muy superior , la noción de
comunidad: miembros de la clase gestionaria , ubicados bien cerca
de su lugar de trabajo, super-consumidores de los valores culturales
urbanos que previamente se han apropiado, estos nuevos urbanistas
encuentran el medio perdido en el centro de las mareas de la socie-
dad de masas , y a partir de ese solemne momento, se concentran exclu-
sivamente en la tarea de elevar las barreras protectoras más seguras
que pueden frente a las negras y agitadas aguas que les rodean.
Así es como esta sociedad, tras destruir la ciudad primitiva, crea
una ciudad nueva destinada a la élite, lejos de los anónimos suburbios,
cerrándola cuidadosamente a los nuevos ocupantes de lo que fue la
ciudad industrial .
La mejor ilustración de cómo se ha desarrollado este proceso, la
encontramos en los proyectos de renovación urbana dirigidos por Uni-
versidades 4°. En efecto, algunos de los más antiguos e importantes
centros universitarios americanos han llegado a ver serianmnte ame-
nazado su medio físico, a causa de la deteriorización paulatina según
el proceso descrito de la zona urbana en que se hallan ubicados. Su
existencia misma estaba en juego, ya que mientras por una parte resul-
taba difícil mantener la noción de campus, en semejantes condiciones,
por otra, los liberales universitarios descubrían con cierta aprensión
las dificultades del liberalismo cotidiano, cuando éste afectaba - y, en
cierto modo, ponía en tela de juicio - a su estatuto y a su universo
de relaciones. Así las cosas, y ante la sensible baja en las inscripciones
de alumnos y el no menos sensible aumento de las dimisiones de pro-
fesores, algunas Universidades se han visto en la necesidad de elegir
entre el desplazamiento y la renovación. Las más influyentes han op-
tado por la segunda solución, apoyadas por los residentes de la zona,
relacionados en su mayoría con la comunidad universitaria, y por las
autoridades locales, ue han utilizado este género de empresas como
medio para evitar o renar la huida de los estratos superiores hacia la
periferia. El ejemplo más im resionante puesto que coronado por el
éxito- es ia renovación d barrio Hyde Park-Kenwood, en el que
desde 1886 se halla emplazada la Universidad de Chicago, convertida

Cf. Bernard Frieden: The Future of Old Neibborboods, Cambridge,


Mit Press, 1964.
266 LA RENOVACION URBANA

con el tiempo en un auténtico islote en medio del ghetto negro 47. La


renovación de este barrio, emprendida en 1949, se ha desarrollado y
sigue haciéndolo- con el propósito definido de eliminar los slum
circunscritos por un perímetro previamente establecido y deconstituir,
a medida que avanzan las operaciones de limpieza, una comunidad libe-
ral, incluyendo en ella una minoría de negros de la clase media. Se ha
constituido para ello una activa y poderosa comisión de urbanismo,
respaldada por una organización voluntaria muy influyente, The Hyde
Park-Kenswood Community Conference", formada principalmente por
profesionales y universitarios blancos y negros. El proyecto, pasando
por la eliminación de los estratos inferiores de residentes -negros, en
su mayoría- ha conseguido estabilizar la comunidad, mejorar en cali-
dad las viviendas y servicios, desarrollar las instalaciones universitarias
y, en la perspectiva de la clase media, dar vida a uno de los pocos
barrios racialmente integrados que existen en los Estados Unidos.
En otros casos, las Universidades correspondientes han prodigado
en mucha menor escala sus atenciones con respecto al medio social
circundante, tratando por encima de todo de asegurar su propio desa-
rrollo. Tal ha sido el caso de Columbia University (Nueva York), y el
resultado, una auténtica declaración de guerra por parte del barrio,
cuyas últimas repercusiones han constituido de un tiempo a esta parte
uno de los puntos de la oposición manifestada por los estudiantes de
izquierdas frente a la administración.
La Universidad de Pennsylvania, que en 1951 estaba a punto de
abandonar su viejo enclave en Filadelfia, terminó por constituir una
institución, la West Philadelphia Corporation, que agrupaba diversos
establecimientos de carácter científico, y emprendió la renovación y
conservación de su medio circundante.
Para favorecer esta política de las Universidades, se aprobó en
1959 una enmienda a la Housing Act (enmienda conocida como Sec-
ción 112), que otorgaba amplias facilidades de crédito a los programas
de renovación en los que estuvieran implicados organismos universita-
rios. A resultas de lo cual, en 1965 se habían aprobado, 75 proyectos
de renovación en los que se hacía uso de esta cláusula implicando a 198
instituciones universitarias y conun presupuesto total de 70 millones de
dólares.
No se trata únicamente de resistencia al desplazamiento por parte
de las Universidades urbanas , sino que además, éstas aparecen como
excelente instrumento de penetración en las zonas deterioradas y de
reanimación de las zonas centrales. El nuevo campus de 1a Univer-

7 Cf. una muy completa exposición de la cuestión en el artículo de K. C.


Parsons: The Role of Universities in City Renewal», en el libro editado por
W. Eldredge: Tamin Megalapolis, parte segunda, How to Manage an Urbanízed
World, Anchor Books, Nueva York, 1967, edición de bolsillo, págs. 979-1002.
EN Esraoos UNIDOS 267

sidad de Illinois, en Chicago, rodeada de diversos ghettos étnicos y situa-


da relativamente cerca del Loop, exhibe ya sus edificios ultramodernos
en pleno corazón de la ciudad, mostrando todos los indicios de irse a
convertir en un verdadero foco de reconquista urbana. También este
proceso presenta caracteres bastante ambiguos, ya que se trata de una
actuación orientada hacía la integración social confrontada cotidiana-
mente en su desarrollo, con los problemas, más o menos graves, de las
minorías étnicas y sociales.
En cualquier caso, la defensa del medio urbano en que se hallan
emplazadas las instituciones universitarias, explica en gran medida, el
contenido de los proyectos de renovación, al tiempo que los justi ca.
No se trata, pues, de salvar la ciudad, sino de salvar una parte de
la herencia dejada por anteriores formas urbanas, herencia constituida,
de una parte, por ciertas funciones que siguen siendo operativas para
la megalópolis y de otra por determinadas actividades estrechamente re-
lacionadas con la producción de valores sociales, con su visibilidad so-
cial y con su apropiación simbólica por parte de ciertos grupos sociales.

5. La política a'e renovación urbana


Las puntualizaciones precedentes acerca del papel efectivamente
desempeñado por la renovación urbana, nos llevan a una mejor y más
clara comprensión de su organización institucional y de su inserción
en el proceso político 3.
Desde el punto de vista institucional, es conocida la fragmenta-
ción admínístrativa de las colectividades locales americanas 9. En 1967,
las 228 áreas metropolitanas U.S.A. eran administradas por 20.745
gobiernos locales, es decir, una media de 91 por área, La mayor parte
de estas unidades son de escasa dimensión: 2/3 cuentan con menos de
5.000 habitantes. Aunque a primera vista puede parecer irracional que
no se establezca cierta coordinación institucional a nivel metropolitano,
lo cierto es que este hecho se halla en una relación de extrema cohe-
rencia con el sistema, puesto que la gestión conjunta equivaldria, de
hecho, a una redistribución de rentas, en forma de impuestos a pagar
por las zonas suburbanas de clase media, utilizadas para financiar y
proporcionar bienes de consumo colectivo a las ciudades centrales, ricas
en necesidades y pobres en fondos. El ideal jeffersoniano de la autono-

" Un análisis en profundidad de esta experiencia ha sido recogido r P. K.


Rossi y R. A. Dentler, en el libro: The Politics of Urban Renewal. he Chi-
cago Findings; The Free Press, Glencoe, 1961, 308 págs.
" Ci. Jewel Bellush y Murrat Hansknecht (compiladores): Urban Rene-
wal: people, politics, and planning, Garden City, Nueva York, Anchor Books,
1967, 542 págs; para el analisis de un caso particular, ver Harold Kaplan:
Urban Rem-wal Politics: Slam Clearance in Newark, Nueva York, Columbia Univ.
Press, 1963.
268 LA RENOVACION URBANA

mia local, no hace pues más que reforzar, en el plano del consumo
público, el sistema de estratificación basado en la capacidad privada de
consumo 5°. El resultado de todo ésto, es la creciente incapacidad de
las ciudades centrales metropolitanas para asumir los gastos que implica
su funcionamiento. Entre 1945 y 1965, los gastos de las municipalida-
des americanas crecieron en un 571 %, mientras que el producto na-
cional bruto aumentaba solamente en un 259 %. Los municipios de
las ciudades centrales ocupan un capítulo importante en lo que se re-
fiere a gastos, de los que un 40 % van a educación. Los impuestos
locales proporcionan la mitad de las cantidades necesarias. El resto
debe buscarse en fuentes diversas. Ahora bien, es precisamente a estas
ciudades centrales crónicamente deficitarias, a las que se les plantea el
problema de embarcarse en costosísimas operaciones de renovación.
Esto explica dos hechos: por una parte, el que el Gobierno Federal
venga financieramente en ayuda de los municipios de las ciudades cen-
trales, y por otra, el de que éstas centren todo su interés en hacer apro-
bar proyectos que mejoren el centro-ciudad y que representen, cara al
futuro, una fuente de renta: lo más segura posible. Resulta, pues, lógico
que en las nuevas implantaciones sobre suelo renovado, se otorgue
prioridad indiscutible a los edificios de negocio, al comercio y a las
casas de vivienda lujosas. No olvidemos que son las autoridades locales
las que llevan la iniciativa en todo lo concerniente a los proyectos. Para
discernir el contenido urbanístico de las operaciones propuestas, es
necesario tener en cuenta que éstas se desarrollan en función de esta
estrategia particular 5 . De ahí, la creciente importancia de la oposición
negra en lo que respecta a elecciones municipales: para la mayoría
blanca, perder el control de la ciudad equivale a abandonar el instru-
mento esencial a la hora de plantear una resistencia a la transformación
ecológica de un espacio cotidiano.
Lo mismo puede decirse con respecto a la participación en la
renovación urbana, es decir, que el obietivo de los proyectos determina
el sentido de esta participación, sean cuales sean su intensidad o am-
plitud 5 . Puesto que se trata de preservar un determinado modo de
vida o ciertas funciones e instituciones consideradas como necesarias al
conjunto de Ia aglomeración, más bien que a los residentes en la zona,
la organización de esta participación se basa en los grupos de clase
media, que posiblemente permanecerán en el barrio después de la reno-
vación, y en las instituciones a preservar. Se busca, pues, un apoyo dc

5° Cf. Robert C. Wood. 1.400 Gouemments: the Political Economic: of the


New York Metropolitan Region, Cambridge, Harvard Univ. Press, 1961.
5' A prppósito de esto, Ver el excelente anñiisis de Norton E. Long: «Local
Government and Renewal Policies», en Wilson (comp.), op. cit., págs. 422-434.
5 Cf. John Í. Weicher: Municipal Services and Urban Renewal, Tesis
Doctoral Ph. D. University of Chicago, marzo 1968, 160 págs.
EN ESTADOS UNIDOS 269

clase, étnicamente homogéneo, además, en la mayoría de los casos, para


vencer la eventual resistencia de los otros ciudadanos .
Rossi y Dentler han formulado muy claramente el problema al
analizar la renovación de Hyde Park-KenWood, el barrio de la Univer-
sidad de Chicago: Parece probable que la renovación urbana resulte
un éxito en las grandes ciudades considerando como éxito su acepta-
ción tanto en el interior como en el exterior de la zona renovada- sobre
todo en los barrios que poseen una poderosa organización comunitaria
autónoma, o en los que unainstitución exterior propugna su propia im-
plantación o en todo caso- la de un tipo de asociación similar a la ya
existente. En los casos en que esta organización no existe, la renovación
física tendrá quizá efecto, pero es probable que el barrio pierda su tono
vital característico al ser abandonado por la población residente antes
de la operación 53.
Pero, ¿de qué tipo de organización se trata? De una asociación
suficientemente poderosa y bien implantada a nivel local como para re-
presentar e in uir en los residentes, pero al mismo tiempo- suficien-
temente predispuesta al acuerdo con los urbanistas como para evitar o
controlar todo el movimiento de oposición a la operación en curso;
es decir, de una organización que actúe más bien como correa de trans-
misión. He aqui las condiciones precisas para realizar el plan contando
con el consentimiento popular pero evitando toda posibilidad de cam-
biarlo en lo esencial . La Hyde Park-Kenwood Community Conferen-
ce era la organización precisa, y su existencia contribuyó decisivamen-
te al éxito de la operación. Pero está claro que este tipo de participación
no puede existir más que partiendo de un acuerdo previo sobre los
obietivos esenciales entre los participantes y el proyecto de renovación.
Ahora bien, cuando se conoce el cambio que generalmente, se produce
en la ocupación del suelo podemos dudar del futuro de tal modalidad
y prever, más bien el conflicto que la participación.
Encontramos una prueba de esta afirmación en las grandísimas
dificultades encontradas por el mismo organismo que efectuó la reno-
vación de Hyde Park-Kenwood cuando trató de extender los trabaíos
hacia el vecino sector de Woodlawn 5 . La población de esta zona, ne-
gros 'de modesto nivel de renta en su inmensa mayoría reaccionó cons-
tituvendo una federación de los clubs y organizaciones locales, que or-
ganizó un vigoroso movimiento de oposición contra los proyectos ur-
banísticos de la Universidad de Chicago. La cosa se resolvió en una

5 Wilson: «Planning and Politics: Citizen Participation in Urban Renewal»,


loyrmil of ¿be American Institut.a of Plannerr, vol. 29. núm. 4, nov. 1963, págs.
242-249; también W. C. Loring, F. L. Sweetser v Ch. F. Ernst: Community Orga-
m'zalíon for Citizen Participation in Urban Renewal, Cambridge, Cambridge
Press, 1957.
" Rossi y Deutler, op. ct, pág. 292.
273 LA RENOVACION URBANA

difícil y enconada negociación (1965), al término de la cual el pro-


grama ha debido aceptar ciertas modificaciones esenciales, a favor de los
residentes. Tanto el proyecto como su secuela de enfrentamientos, si-
guen hoy planteados y efervescentes 55.
Lo mismo puede decirse en el caso de Newark (New Jersey),
donde la comunidad negra se ha opuesto, entre 1967 y 1968, a 1a
implantación de una Escuela de Medicina en el centro-ciudad, proyecto
que prevda el desplazamiento de los residentes instalados en él. Tras
un con icto bastante duro, que contribuyó a provocar la revuelta de
1967, la superficie afectada por el proyecto fue reducida en casi 2/3,
y se otorgaron facilidades de realoiamiento no previstas en el progra-
ma inicial 5 .
La política de renovación urbana se halla, pues, en estrecha rela-
ción con la política racial U.S.A. y con la pretendida guerra contra la
pobreza . ¿Cómo desplazar los slums de las minorías para salvaguar-
dar ciertas funciones urbanas sin agravar las tensiones pero sin causar
periuicios a la empresa privada, verdadera clave del programa de reno-
vación? ¿Cómo controlar las instituciones municipales, practicando una
política contraria a los intereses de una proporción cada vez más ele-
vada de ciudades centrales? ¿En qué base social puede fundamentarse
esta acción? ¿Dónde está la línea de equilibrio entre la integración
ecológica, redentora del futuro, y el respeto al mercado - y por consi-
guiente, al sistema de estrati cación y segregación?
Mientras la nueva América de los suburbios residenciales corta la
hierba de su jardín los domingos por la tarde, la vieja América urbana
trata de resolver sus contradicciones a golpe de bulldozm .

Conclusión

El mito de la renovación urbana es uno de los pilares de la ideo-


logía tecnocrática de la reforma social por medio de soluciones concre-
tas . Este programa se halla en relación cada vez más estrecha con el
conjunto de las medidas planteadas -y que siguen planteándose para
prevenir los con ictos raciales.

5 Cf. K. C. Parsons, op. cit.


5 Para una información más extensa sobre este asunto, ver: William Swen-
son: Continuing Colloqainm on University of Chicago Demonstratíon Projects in
Woodlaum Aspects of a Major University': Commitment to an Inner Czly Ghetto.
The Center for Uïtban Studies, University of Chicago, 15 nov. 1968, 20 ) págs.
(multioop.).
EN ESTADOS unmos 271

Hemos visto cuál es su alcance y cuáles son, de het-Lo, sus resul-


tados concretos. Lo cual no implica, por sí sismo, ningún juicio de va-
lor. Se trata de un proceso social, resumido en el esquema adjunto, que
posee su lógica propia, dependiente de las leyes estructurales de la for-
mación social en la que se inserta. Donde sí hay toma de posición ideo-
lógica, es en los interminables discursos que suscita y en la presentación
de este urbanismo como instrumento de organización del consumo co-
lectivo por parte de los poderes públicos. Nos contentaremos, pues, con
oponer los resultados de nuestro análisis a las proclamaciones de los
propagandistas inclinados a considerar el progreso técnico como única
solución posible a los problemas sociales.
Los problemas urbanos U.S.A. no pueden reducirse a los proble-
mas planteados por el funcionamiento de la megalópolis, Son, ante todo,
la expresión misma de la importancia creciente del consumo colectivo
y de las tensiones suscitadas por las nuevas formas que adopta la lucha
de clases; son extraordinariamente importantes a causa del papel esen-
cial que desempeñana la bora de redefinir las contradicciones propias
a la sociedad industrial avanzada.
El futuro de la renovación urbana dependerá, pues, más de la evo-
lución de las tensiones internas y, en particular, de las tensiones ra-
ciales- que de las orientaciones concretas de los equipos que aparen-
temente la dirigen. A corto plazo, los proyectos en vías de realización
son todavía muy numerosos. La nueva administración Nixon parece, a
la vez profundamente implicada por los problemas urbanos y crítica en
lo referente a la renovación 57. El propio Nixon preside un Council
for Urban Affairs así como una comisión parala vivienda y la reno-
vación, pero por otra parte, y al mismo tiempo, vemos que el Secretario
del nuevo Consejo, Moynihan, es uno de los críticos más encamizados
del programa de acción comunitaria, forma adoptada por Ia renovación
urbana bajo la Administración demócrata. Uno de los nuevos consejeros
técnicos del programa es el joven profesor de Columbia Martin Ander-
son, conocido por sus brillantes análisis, en los que exige la aprobación
del programa de renovación para sustituirlo por el libre juego del
mercado ...
La prioridad otorgada a la lucha contra la in ación va probable-
mente a provocar una reducción sustancial en la parte del gasto público
dedicado a vivienda. Por otra parte, la creciente influencia de la opinión
racista del sur sobre los responsables del Partido Republicano conducirá
también muy probablemente, y en lo inmediato, a una disminución de
los esfuerzos en pro de la integración racial 53.

57 «Black Power resolves Newark renewal dispute», Journal of Housing,


abril 1968, págs. 200-201. í
5' Cf. Mary K. Kenno, «The Nixon Administration», Journal of Hourmg,
diciembre 1968, pág. 558.
Sin embargo, el verdadero problema, por encima de estas cuestio-
nes coyunturales, reside en la imposibilidad de tratar únicamente a nivel
espacial una cuestión cuyos resortes profundos se sitúan en la propia
estructura social americana. Aún en el caso de que algunos islotes (le
vivienda o actividad logren emerger a la superficie de la nueva sociedad
que se constituye sobre las estructuras obsoletas de la vieja ciudad, su
suerte depende de los conflictos que puedan surgir entre estos dos
mundos ecológicamente expresados por la periferia y la ciudad.
El Black Power es ya una realidad dramática, en el corazón mismo
de las metrópolis americanas. ¿Hasta cuándo podrán los urbanistas tra-
zar sus líneas sobre este espacio deteriorado ?
La sociedad de la abundancia había casi hecho olyidar los re-
cuerdos físicos de la escasez, en su tránsito hacia el confort, recién pa-
gado. Pero antes de que el bulldozer tuviera tiempo de embellecer
el paisaje, los underdogs han plantado en él sus reales, La renovación
urbana U.S.A. se define así como el esfuerzo de los urbanitas del
progreso por resistir a los nuevos bárbaros del viejo mundo de miseria.
Y las ciudades se purifican por el fuego.

A?"

[272]
Evolución
recnológïca
Dispersión residencial Dísparsíón de las actividades
Elevación del nivel
Eslru uia sasial de vida
Información Gestión Organización Eíecucïón
Mejmnelasmndi-
clones del habita!

-Exlm1m sul f. » Melinda Centro-Ciudad


> Eslru lícocíón social -Exlmclos pedqu
"¡9mm - &mm mismas
campo. ciudad totalización Periférico
Eslrutilicocïón étnica Blancos
--No Manaus...
localización Ciudad Central

Deterioro de áreas urbanas "slums" Deterioración del com


ïunto de ln Ciudad
Manlmimimln IM orden y Miami: l Tensión racial y social
Públicas Gobierno Fedml ralorzuda
Municipios de las
RENOVACION URBANA Ciudades Centrales

Vwiendn público Sector privado


O cínas
-Samercía Empresas Privadas
Cenlm de negocia
- Consewacíón lnmuebles residenciales IuJ n
Damo|¡dón Oc¡o
üEquípcrníenÍO -Uníversídades

Relormacíón de "slürns" Pmmíún de las ¡melones culturales y sociales del Centro-Ciu


dad
Segregacíón ¿adsl y étnica
6. inconciusión

Las propias características de este libro hacen absurdo cualquier


intento de sistematización artificial de las investigaciones realizadas.
Catálogo de experiencias y balance de una etapa, sus páginas no se cie-
rran, sino que se abren hacia un horizonte de nuevas tareas, en tres
planos: teórico propiamente dicho, metodológico, ligado, en fin, a la
práctica social.
Una vez realizada la delimitación del campo teórico y su demar-
cación con respecto a la ideología dominante, expresada en el tema de la
cultura urbana, la única vía de progreso, para salir de un cierto círculo
vicioso de la crítica aún necesariamente ideológica de la ideología, es
la delabordar sistemáticamente, y con respecto a análisis concretos de
situaciones concretas, los temas esbozados. Más concretamente:
1) El tema de la organización social del espacio, visto en sus dos
perspectivas, indisolubles en la realidad, diacrónica (el proceso de ur-
banización) y sincrónica (estructura urbana). Se trata, por consiguiente,
de ligar estrechamente el análisis de la organización ecológica a las ca-
racterísticas de cada modo de producción, de cada período en el interior
de un modo de producción y de cada combinación particular en el seno de
una formación social. Para ello, es necesario establecer planes de inves-
tigación comparativos, pero no por países, sino por tipos de formacio-
nes sociaies. Así, el estudio comparado de países capitalistas dominantes,
países capitalistas dependientes, formaciones pre-capitalistas (feudales o
tribales), formaciones de transición post-capitalistas, a diversos grados
de superación de los vestigios capitalistas, según un sistema común de
categorías teóricas, expresadas diferentemente en su forma empírica,
parece un tema clave para el avance de este problema. Por otro lado, el
análisis propiamente estructural exige, en el interior de una misma
aglomeración o red urbana, para fijar el máximo posible de variables,
el estudio particular de cada elemento de la estructura urbana y la
reconstitución progresiva de sus interrelaciones. A partir de los resul-
tados parciales así logrados, será necesario ir integrando el análisis es-
[2751
276 IN CONCLUSION

trucutrai del espacio y el estudio del cambio espacial, que no son sino
dos perspectivas analíticas relativas al mismo proceso.
2) El tema de los medios sociales urbanos, redefinición teórica
de la manoseada problemática ideológica de la cultura urbana, puede
ser tratado mediante el estudio experimental de las condiciones ecológi-
cas que tienden a reforzar o a debilitar la especificidad de los sistemas
de comportamiento en los diferentes grupos sociales (fracciones de
clase, definidas por una especificidad ideológica). El análisis de la día-
léctica concentración-dispersión/centralidad-marginalidad, a través del
estudio de los centros, de los barrios, de los barrios periféricos y de la
residencia semi-urbana, ofrece un terreno de rÍCa tradición, escasos resul-
tados y amplias perspectivas.
3) El tema de la política urbana debe combinar, a la vez, el es-
tudio de las intervenciones del sistema político sobre los problemas
urbanos, con el análisis de la lucha de clases concerniente a dichos pro-
blemas; es decir, que planificación urbana y movimientos sociales urba»
nos son dos temas inseparables en cada situación concreta, aunque en
un caso se parta de las estructuras y en el otro de las prácticas. Obser-
var a través de qué enfrentamientos, de qué intereses y de qué situa-
ciones de poder se llega a la organización, siempre provisional, inestable,
en transformación, de una esfera de los problemas urbanos, permite
ligar, estrechamente, la problemática teórica urbana ai estudio de la
estructura social general, a través de los análisis de los procesos de
cambio cualitativos que no pueden ser sino políticos.
Para abordar concretamente el trabajo teórico en estos tres terre-
nos, una condición die base debe ser resuelta progresivamente: la de
partir de los conceptos fundamentales del materialismo histórico para
desarrollarlos, especificados en cada período de cada formación y con
respecto a una esfera determinada, y, por consiguiente, producir nuevos
conceptos que permitan, al mismo tiempo, resolver los problemas con-
cretosl planteados y proporcionar instrumentos de análisis más pode»
rosos .
A partir de una determinación clara de la cuestión teórica plan-
teada, los problemas metodológicos indispensables para su esclarecimien-
to pueden y deben ser planteados al mismo nivel de prioridad. En
efecto, la metodología a priori parte de una concepción idealista de
la ciencia, identificada a una racionalidad universal y a-histórica. La
metodología no es sino la práctica de investigación consistente en esta-
blecer soluciones técnicas adecuadas a los problemas de experimentación
planteados por una determinada cuestión teórica. En esta óptica, dos

' Un primer esfuerzo por nuestra parte ha sido intentado en el trabajo «Pro-
position théorique pour une recherche experimentaie sur les mouvements sociaux
utbains», Comunicación al Congreso Mundial de Sociología, Varna (Bulgaria),
septiembre 1970.
mooncwsron 277

sor; los problemas metodológicor esenciales a resolver en sociología


ur ana:
1) El tratamiento adecuado de las variables contextuales , en
particular ecológicas . En efecto, muchas de las confusiones existen-
tes en la investigación urbana parten de la atribución al contexto de
efectos sociales no probados, en la medida en que no se da el trata-
miento técnico adecuado al cruce de variables definidas sobre el con-
texto, pero atribuidas teóricamente a unidades individuales, con varia-
bles defínidas sobre individuos. Aunque el análisis ecológico ha reali-
zado progresos sustanciales 2, falta una sistematización de estas técnicas
que hiciera posible el equivalente, a nivel de variables ecológicas, del
análisis multivariado, capaz de estudiar las interacciones.
2) Aún más importante es la incapacidad actual de la sociología
urbana para evitar la disyunción obligada entre estudios basados en
características individuales, lo cual permite 1a distribución estadistica
y la cuantificación, y estudios descriptivo-narrativos, a la manera de
la historia social tradicional. Particularmente importante es este pro-
blema en el análsis de la política urbana, puesto que clases sociales,
operaciones de urbanismo y conflictos políticos son procesos únicos, sin
distribución posible y de difícil cuantificación. En efecto, cuanto más
se aleja la investigación del tradicional estudio de actitudes o de corre»
laciones entre datos globales, definidos según categorías no sociológicas,
más difícil es la obtención de instrumentos de demostración experimen-
tal. Parece, pues, necesario innovar en esta vía. Tal vez el horizonte
más prometedor sea el del estudio de procesos, combinando la identifi-
cación histórica o estadística de variables, la combinación estructural
de las mismas a través de una formalización matemática, y 1a demos-
tración del análisis teórico, a través de un proceso de secuencias reales
o reconstruidas por la observación, según un modelo de simulación, en
el que las reglas de combinación lógica correspondan al desarrollo teó-
rico establecido y a la secuencia de hechos observados. La novedad y
el riesgo de formalismo de dicha perspectiva no deben provocar el de-
sinterés por una posible vía de progreso metodológico a partir de las
perspectivas teóricas trazadas.
En fin, la investigación urbana tendrá, sin lugar a dudas, tareas
a desempeñar en relación con la práctica social, tareas que en modo
alguno pueden coincidir con el ritmo de desarrollo teórico propiamente
dicho, pero que sin embargo pueden aportar nuevos problemas y nuevas
soluciones no previstas en el trabajo teórico. Por un lado, ayudando a
esclarecer situaciones y dilemas planteados per la práctica, mediante la
aportación de algunos elementos teóricos ya producidos; por otra parte,
contribuyendo a la documentación y estudio histórico concreto de un

l Cf. Desmond S. Cartwright, «Ecological Variables», in Edgar F. Borgatta:


.S'acialogical Methodology 1969, Jossey-Bass Pub., San Francisco 1969.
27.»; inconcnusron

probiema, en aplicación de decisiones o estrategias generadas de forma


más amplia, a partir de grupos sociales o de organizaciones socio-polí-
ticas. En ambos casos, la problemática concreta a resolver, que condi-
cione los instrumentos teóricos y las herramientas metodológicas a em-
plear, no puede ser definida por el propio trabajador intelectual, sino
que viene definida por necesidades sociales más amplias, por las
aspiraciones orgánicamente expresadas de las masas, Por ejemplo,
saber si los barrios son simplemente un campo de acción o una base
social, fundamento de estructuras organizativas, o si los complejos de
chabolas generan un medio de vida propio, diferentes de los de otros
sectores dela clase obrera, o cuáles son los medios de transporte que
en una situación concreta responden más claramente a la utilidad social
y no al provecho privado, son cuestiones a las que puede ayudar a res-
ponder el investigador urbano, una Vez impregnado de la perspectiva
social general en el interior de la cual debe analizar todo problema, para
evitar caer en apreciaciones estrechas y particularistas de las cuestiones
sociales planteadas.
Diferenciación de niveles y ritmos del trabajo teórico, adecuación
de las herramientas de experimentación, progreso dialéctica en la rede-
finición del campo actual, de dominante ideológica, en estrecho contacto
con los grupos sociales en los que se inserta, son las fronteras abiertas
al investigador urbano, a la vez trabajador científico e ideólogo, autor,
manipulado, de múltiples manipulaciones y revelador de las contradic-
cioges de la sociedad en el proceso de reproducción de la fuerza de
tra aio.
impreso en talleres grá cos del d.f., s.a. de c.v
puente moralillo núm. 49
col. puente colorado. cp. 01730
méxico. d.f.
26 de noviembre de 2006

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