arquitectura
Y
urbanismo
traducción de
ENRIQUE CRILLÓ
PROBLEMAS
DE INVESTIGACION
EN SOCIOLOGIA URBANA
por
MANUEL CASTELLS
2m
siglo-xx-i edlt-ores; s.a. de c.v.
CERN) DEL AGUA 24a. HOMERO DE TEHHEHDS. 04310; MÉXICO. D. F.
6. INCONCLUSION 275
1. Introducción: Práctica teórica, práctica política
y problemas urbanos
Escribir un libro no es un acto evidente. O, mejor dicho, su evi-
dencia se inscribe en una estructura social determinada y se carga,
por consiguiente, de los objetivos que un modo de organización de la
sociedad atribuye, implícitamcnte, a sus ámbitos culturales y cientí-
ficos. - -
Sin embargo, si la determinación de un producto social es com-
pleta, nunca se ejerce en' una sola dirección, puesto que toda sociedad
de clases es contradictoria, que las relaciones de poder en su interior
Varían y que, por tanto, la estructura social se transforma. Los pro-
ductos culturales y las prácticas teóricas se diversifican precisamente en
la medida, y sólo en la medida, en que expresan una pluralidad con-
tradictoria de intereses de clase y de fracciones de clase. No obstante,
esa pluralidad no escapa a la dominación sistemática, más o menos
intensa, de la clase estructuralmente privilegiada.
Un análisis teórico que pretenda situarse, a través de todas las
mediaciones inevitables del trabajo teórico,- en un horizonte social
contradictorio con respecto a la clase en el poder, debe explicitar los
caminos por los cuales busca esa inserción. Y si bien el único criterio
significativo, en última instancia, para conocer su posición de clase
son los efectos que produce, mediatamente, en la práctica social, nos
ha parecido necesario, como esfuerzo de clarificación de ese papel am-
biguo del sociólogo , el precisar algunas de las relaciones entre el
producto teórico publicado y la estructura social en que se difunde.
' ' No se trata, en absoluto, de un gesto de justificación moral (¡pobre
justificación y pobre mot-ali), sino de expresar, al mist tiempo que
algunos resultados de un trabajo teórico, las enseñanzas y errores 'quc
se deducen con respecto al mismo desde un punto de vista más general
(político, en último término) Con el fin de no olvidar la, inserción
social de investigaciones relativamente especializadas y dedesvir r
el mito tecnocrático de la ciencia dese'ncarnada. Es por tanto,
tegrante del trabajo científico el analizar dichas relaciones y'iïiieliiás
consecuencias. ¿Epistemología? ¿Política? Considerando la epistemolo-
gía como la práctica política cn el interior de una práctica teórica; y- síi
[3]
4 ¿WXGA TEORICA, PRACTICA POLITICA
Sólo ahora podemos precisar los objetivos que trata de alcanzar este
libro.
En efecto, en función de las observaciones anteriores, queda claro
que no se trata ni de presentar resultados científicos de una ciencia in-
existente, ni de servir de instrumento esclarecedor de una acción política,
en la medida en que no han sido directamente suscitados a partir de una
inserción en las masas y en respuesta a sus problemas cotidianos.
Los textos reunidos" son, simplemente, tentativas, a veces contra-
dictorias, de desbloquear teóricamente algunos instrumentos de análisis
social con respecto a un terreno concreto, lo urbano , que parece
presentarse, en perspectiva, como un nudo de nuevas contradicciones
políticamente relevantes. Ese es su horizonte social y, por tanto, político.
Dado su carácter de mediaciones, si no contribuyen (aunque sea de
forma muy limitada) a esa tarea teórica, si no aclaran situaciones y pro-
cesos de manera que desvelen problemas que permitan plantearse concre-
tamente los objetivos de una teoría social militante, fundada en "el mate-
rialismo histórica, quedarán reducidos a meros ejercicios académicos.
Puesto que no se trata de fundar una teoría general de lo urbano ,
ni de explorar un aspecto concreto, sino de transmitir líneas de expe-
riencia en el trabajo indispensable de redefinición teórica y en los prime-
ros intentos de experimentación, la fórmula más exible ha sido la de
presentar textos e investigaciones centrados sobre temas y a niveles di-
versos, aunque fundados en el mismo propósito de conjunto. Incluso,
para preservar ese carácter puntual de experiencias discontinuas, la
mayor parte del libro se basa en la traducción exacta (y por tanto exte-
rior al autor) de textos publicados en diversos horizontes ( ¡oh colmo
de la alienación intelectual para un trabajador intelectual que es espa-
ñol! ). Salvo la presente introducción y las observaciones nales, el resto
de 'los textos reunidos han sido publicados o difundidos en diversos
lugares, entre 1967 y 1970. El orden de exposición trata de cubrir a1-
gunas de las principales delimitaciones teóricas de la investigación
urbana.
¿Hay una sociología urbana? (publicado en Sociologia du Tra-
vail, París, n.° 1, año 1968, pp. 72-90) y Teoria e ideología'en socio-
logía urbana ( publicado en Sociología et Sociétés, Montreal, n.° 2, año
1969. pp. 171-191') constituven, con tres años de intervalo, el plantea-
miento del problema mismo de la especificidad teórica de nuestro obieto
y una primera tentativalde respuesta provisional, tendente a abordar en
una persoectiva másclara la investigación concreta. De los análisis epis-
temológico-teóricos aquí contenidos, derivan los dos problemas de la
y, mama manos 13
5' Don Martindale: «Prefatory Remarks: the Theory of the City», in 'Nlax
Weber: The City. The Free Press, Nueva York, 1958. Ver pág. 62 de la edreión
«paperlak», 1966.
" «The Sociology of Urban Life: 1946-1956», in Paul K. Hatt y Albert
I. Reiss: Cities and Society, The Free Press of Glencoe, 1957, 852 págs. Cf.
pág. 21 de la edición de 1964.
" Cf. Seen Greer: «The City in crisis», primer capítulo de su libro Tbe
Emergi g City, The Free Press of Glencoe, 1962, 232 págs.
URBANA? 21
" Esta observación expresa más bien una intuición que una convicción, dada
nuestra confesada incompetencia para el análisis semántico.
URBANA? 33
bre una materia demasiado poco explorada hasta ahora para poder con-
sideramos próximos a la consecución de respuestas reales.
En primer lugar, no es posible continuar hablando de comporta-
mientos urbanos o de actitudes ciudadanas . Esto es un truco, o, en
el mejor de los casos una vaguedad. Semejante terminología presupone
una cultura urbana específica en tanto que urbana y que, por consiguien-
te, se opone necesariamente a una cultura rural. Ahora bien, se trata,
como ya hemos dicho, de una denominación equivoca aplicada a la
cultura de la civilización indias-trial. El estudio de Sjoberg sobre ciu-
dades pre-industriales muestra claramente la existencia de ciudades
- incluso de ciudades muy importantes que no presentan tales ca-
racterísticas. De igual modo, Max Weber concluye afirmando la sin-
gularidad de la institución urbana occidental, a pesar de las aglomera-
ciones urbanas existentes en otras partes del mundo. Peter Mann mues-
tra cómo las diferencias cuantificables entre la ciudad y el campo son
mucho menos importantes cuando se las compara sincrónicamente y
no, como se hace generalmente, en términos de evolución rural-urba-
na 5 . Y, por otra parte, se reconoce generalmente que los rasgos
característicos de la cultura urbana aparecen en las aglomeraciones ru-
rales; pero el hecho se atribuye a la invasión de la cultura rural por
parte de la cultura urbana... Sería absurdo negar las diferencias entre
la ciudad y el campo. Lo que nosotros sostenemos es que los rasgos
fundamentales de esta cultura urbana son consecuencia directa del pro-
ceso de industrialización y, para algunos de esos rasgos, de la industria-
lización capitalista. Es verdad, sin embargo, que la concentración de una
población numerosa, la diversidad de medios sociales y la multi-fundo
nalidad sin solución de continuidad espacial favorecen el modelo de
relaciones sociales diferente del permitido por la comunidad pueblerina
o provincial. Pero esto forma parte del paso a la civilización industrial.
Ha llegado a ser demasiado habitual el analizar las transformaciones
sociales a partir de factores. Esto es lo industrial, esto es la ciudad,
etc... En realidad, es preciso reconstruir el sistema complejo de ele-
mentos sociales, comprendiendo tanto los valores como la base ma-
terial , que se transforma y, al mismo tiempo, transforma. Tomemos
un ejemplo: La disposición del hábitat en las grandes ciudades favorece
la segmentalizacíón de los roles . Pero la urbanización rápida es con-
secuencia de la industrialización. Y la industrialización capitalista se
fundamenta en la consideración del trabajo como mercancía, lo que
supone y provoca una ruptura de las adscripciones sociales y una indi-
vidualización de la fuerZa de trabajo.
Las clases sociales se constituyen en actores durante el proceso de
industrialización. Pero ellas se organizan a partir de la existencia de
5 Cf. Herbert I. Gans: The Urban Village , The Free Press of Glencoe,
1962. estudio de un barrio de obreros italianos en Boston.
URBANA?
[44]
2.2 Teoría e Ideología en Sociología Urbana
' Cf. Don Martindaie: «Prefatory Remaks: 'The Theory of the City»,
introducción a Max Weber: The Cily, New York, Free Press, 1966, págs. 9-62.
1 Robert E. Park: The City: Suggestions for the Investigation of Human
Behavior in the Urban Environment; Ernest W. Burgess: «The Growth of the
City»; R. D. Mc Kenzie: «The Ecological Approach to the Study of Human
Comunity», en Park, Burgess y Mc Kenzie: The City, Chicago, Universxty of
Chicago Press, 1967.
3 Sobre este tema, ver la discusión que lleva a cabo Schnore de la teoría
de las zonas concénrricas: Leo F. Schnore: «On the Spatial Structure of Cities
in the Two Americas», en Hauser y Schnore (compiladores): The Study of Ur-
banization, Nueva York, John Wiley, 1965, págs. 347399.
En particular, Lewis Munford: The City in History, Nueva York, Har-
court, Brace and World Inc, 1961; Gideon Sioher: The Pre-Industrial City,
Past and Parker , Nueva York, Free Press, 1960; Walter Firey: Land Ure m
Central Boston, Boston, Harvard University Press, 1947; William H. Form:
EN SOCIOLOGÍA URBANÁ
«The Place of Social Structure in the Determination of Land Use», Social Forces,
núm. 32, mayo 1954; Henri Lefebvre: Le Droit á la ville, París, Editions An-
thropos, 1968.
5 Amos H. Hawley: Human Ecology; Nueva York, The Ronald Press
Co., 1950.
° Otis Dudley Duncan: «Human Ecology and Population Studies», en Ph.
M. Hauser y O. D. Duncan (compiladores): Contributions to Urban Sociology,
Chicago, The University of Chicago Press, 1964, págs. 541-559.
" Cf. Marshall B. Clinard: «The Relation of Urbanization and Urbanism
to Criminal Behavior», en Burgess y Bogue (compiladores): Contributions to
Urban Sacialagy, Chicago, The University of Chicago Press, 1964, págs. 541-559.
48 TEORiA re rememora
1 Sclmore: Tbe Urban Scene, Nueva York, Free Press, 1965, pág. 374.
°H. Lefebvre, op. cía,- A. Pizzorno. «Développement économique et
urbanisation», en Actas del V Congreso Mundial de Sociología, 1962.
3 Cf. J. Bollens y H. Schmandt: Metropolis, 1965, y también L. F. Schnore:
«Urban Form: The Case of the Metropolitan Community», en el libro editado
por W. Z. Hirsch: Urban Life and Form, Nueva York, Holt, Rinehart and
Winston, 1963, págs. 169-201.
EN- soeronoem cama 57
3. El sistema ecológico
Un conjunto urbano es un sistema estructurado a partir de ele-
mentos cuyas variaciones e interacciones determinan su propia cons-
titución. Desde este punto de vista, la tentativa de explicación de las
colectividades territoriales a partir del sistema ecológico, constituye el
más serio de los esfuerzos hasta ahora realizados ara fundamentar
-hasta cierto punto - una autonomía teórica, en a óptica y en la
lógica del funcionalismo 3 .
Consideremos el problema más de cerca. Abordémoslo, por ejem-
plo, según la formulación - -de las más elaboradas - de Duncan 34;
para este autor, lOs fenómenos urbanos surgen de las recíprocas rela-
ciones entre cuatro elementos básicos; Población, medio físico, orga-
nización social y tecnología. Por otra parte, las diferentes colectivida-
des están relacionadas entre sí por una serie de nexos jerárquicos, de
manera que el conjunto está constituido por una red compleja cuyos
elementos fundamentales están relacionados entre si, tanto en el inte-
rior como en el ámbito externo de las colectividades singulares 35.
El esquema puede complicarse, sea añadiendo nuevos elementos,
como por ejemplo el elemento sim-sociológico , o la cultura 3 , sea
considerando como establecido el predominio de un elemento determi-
nado, como la tecnología, que vendría así a desempeñar el papel de
motor del sistema 37.
En cualquier caso, empero, parece claro que no estamos ante un
objeto teórico particular, sino ante una teoría general de la estructura
social. Este esquema no explica tan sólo la ciudad o la relación espa-
cial, sino que abarca al conjunto del cuerpo social, sobre todo en lo
que concierne a sus elementos estructurales y a su tendencia al cambio.
Por lo demás, es así como concian la ecología humana tanto
Mc Kenzie38 como - sobre todo Hawley , La noción central - Ia
noción de comunidad prima sobre la de comunidad territorial, espe-
cificándose (más que fundamentándose), en el espacio. La organización
del espacio constituye, para Hawley, un caso particular con respecto a
los procesos generales que constituyen y fundamentan la estructura de
una comunidad, a partir de ciertas relaciones de simbiosis y de co-
mensalismo . El hecho de que la ecología humana haya sido aplicada
sobre todo al estudio del espacio, se explica por los nexos de unión,
históricamente probados, entre la temática y la teoría de sus iniciadores
(nexos que, por lo demás, nada tienen de arbitrarios) 4°. Pero este hecho
coyuntural, no debe inducirnos a error sobre el carácter de la ecología
humana, verdadera'tentativa de teoria general de la sociedad, en estre-
cha relación con la corriente organicista del funcionalismo.
No puede, pues, hablarse, con respecto al sistema ecológico, de
especificidad de su objeto teórico, sino más bien de perspectiva particu-
lar que concierne al con-junto de la estructura social.
" Para un desarrollo más riguroso de este tema, del que no ofrecemos aquí
más que un esbozo, véase nuestro articulo,«Vers una théorie sociologique de la
pianification urbaine», Sacialogr e du travail, núm. 4, 1969.
¿5 TEORIA E IDEOLOGIA
" Ci. Schnore y Facin (compiladores): Urban Research and Policy Planning,
Beverly Hills (California), Sage Publications, 1967.
5° CE. L. Althusser: «Contraction ct surdétermination», en el libro
Pour Marx, Paris, Maspero, 1965, págs, 87-128; Althusser y Balibar: Lire le
Capital, París, Maspero, 1968 (Trad. cast. de estas obras: Revolución teórica de
Marx, y Para leer el capital, siglo XXI, México, 1967 y 1969). Poulantzas, op. cit.,
introducción.ss- _
5' Cf. Scott Greer: Urban Renewal and American Cities, Indianápolis,
The Bobbs-Merrill Co., 1965.
EN socxonoam URBANA 69
[75]
76 LA RELACION HISTÓRICA
1. El fenómeno urbana.
En la maraña de sutilezas definitorias con que nos han enrique-
cido los sociólogos, pueden distinguirse2 dos conjuntos bien distintos
de acepciones del término urbanización:
a) La concentración espacial de la población a partir de unos
determinados límites de dimensión y densidad .
b) 'La difusión del sistema de valores, actitudes y comporta-
mientos que se resume bajo la denominación de cultura urbana 4.
HI WWII m IV
Austria 32.9 29 216 98,5
Dinamarca 33,5 30 689 98,5
Argentina 37.2 27 346 86.4
Chile 28.5 23 183 80,1
Japón 25.6 25 100 97,5
Nueva Zelanda 32.8 20 856 98.5
Canadá 23.3 31 878 97.5
Francia 16.8 40 482 96.4
Polonia 16.1 47 300 92.5
Hungría 19.7 46 269 95.3
Italia 20.4 31 235 87.5
Irlanda 17.6 25 420 98.5
Noruega 19.8 30 587 98.5
Unión Sudafricana 24.0 23 264 27.6
Panamá 15.9 13 183 69.9
Colombia 17.8 16 132 ' 52.5
Egipto 19.3 11 100 19.9
Finlandia 14.2 32 348 98.5
Portugal 12.7 38 250 55.9
Grecia 12.7 21 128 74.1
Paraguay 15.2 21 84 65.8
Nicaragua 10.3 14 89 38.4
Brasil 13.2 18 112 49.4
México ' 15.1 18 121 46.8
Guatemala 10.2 20 77 29.4
Perú 10.0 11 100 47.5
Rodhesia del Sur 11.4 9 101 22.5
Corea . 14.8 10 35 37.5
Bulgaria 8.0 24 150 75.8
Thailandia 9.9 13 36 52.0
República Dominicana 8.5 20 75 42.9
Rodesia del Norte 0 13 100 22.5
India 6.6 15 47 19.3
El Salvador 8.7 8 92 39.4
Turquia 8.2 12 125 31.9
Filipinas 9.3 12 44 60.0
Indonesia 7.3 9 25 17.5
Congo 2.7 5 70 37.5
Kenya 2.2 11 100 22.5
Fuentei Escala establecida por Leonard Reissman en su obra The Urban Pro-
cess, The Free Press of Glancoe, 1964, págs. 205-206. Los datos en
19 s que se basa la escala fueron extraídOs de: U. N., Demograpbic
Yearbook, 1960; U. N. Statistics of National Income, Series H.; U. Ni
Statistical Papers, 1951; Unesco, World Illiteraey of Mid-Century, 1957.
ENTRE SOCIEDAD Y ESPACIO 81
4 "" Para los datos esenciales, véase la más reciente recopilación, Gerald
Breese (compilador): Tbe City in Newly Developing Com/rien Prentice Hall,
New Jersey 1969, 555 págs.
¿I gz LA RELACIÓN HISTÓRICA
Fuente: Preparado por United Nations Population Branch, basado en las esti-
macíones de U. N. Provisional Report on World Population Prospects,
as Assesed in 1963, documento U. N., ST/SOA/ ser. E/7 (1964).
rentes. Las de niciones más difundidas 2 , así como los criterios de de-
limitación estadística 22 no toman casi nunca en consideración este
cambio cualitativo y podría aplicarse, de hecho, a una gran ciudad
pre-metropolitana. Las razones distintivas de la nueva forma son: la
difusión de lo: actividades y funciones en el espacio y la interpenetra-
ción de dichas actividades según una dinámica independiente de la con-
tígú'id ad geográfica 3.
Si nuestro obieto fuera el de precisar el lenguaie urbanístico, habría
que partir de la distinción entre la metrópolis propiamente dicha (ori-
ginada por la expansión de la ciudad que constituye el núcleo metro-
politano), la conurbación (encuentro espacial de varias ciudades en
expansión) y la megalópolis o región urbana (conjunto de actividades
interpenetradas, difundidas en el espacio con independencia de sus nú-
cleos iniciales). Pero lo esencial es el tipo de forma espacial resultante,
la región urbana. En dicha área espacial tienen lugar todo tipo de acti-
vidades básicas, ya sean de producción (incluida la agricultura), de
consumo o de intercambio. Algunas de ella-s concentradas geográfica-
mente en uno o varios puntos (por ejemplo, las administraciones fi-
nancieras o la industria pesada). Otras funciones, difundidas en el con-
junto de la metrópoli con densidades variables (la habitación. los ser-
vicios de primera necesidad). La organización interna de la zona impli-
ca una interdependencia jerarquizada de las distintas actividades. Así,
la industria agrupa fases técnica-mente homogéneas ysepara unidades
pertenecientes a la misma entidad jurídica. EI comercio concentra la
venta de productos raros y organiza la distribución masiva del consumo
cotidiano. El sistema circulatorio dibuja los flujos determinados por la
implantación de las actividades, sirviendo de pulso de la aglomeración.
Para la determinación del proceso social subyacente a las tenden-
cias hacia la metropolitanizacíón , el dato más significativo es el de
la interpenetración no sólo de las distintas actividades en el interior de
una zona, sino también de las zonas entre sí. Duncan, en su clásico es-
tudio sobre el tema 2 , ha mostrado en qué medida las actividades fi-
x urbano
Pai-l Año % en nuria. % industria % servicio: (más ¡1020.000)
Austria ' _ 1890 43 3o 27 12.0
Irlanda 1851 47 34 19 8.7
Francia 1856 53 29 19 10.7
Noruega 1890 55 22 23 13.8
Suecia 1890 62 22 16 10.8
Suiza 1888 33 45 22 13.2
Portugal 1890 65 19 16 8
Hungría 1900 59 17 24 10.8
Media países 52,1 27.3 20.6 11,0
INDIA 1951 70.6 10.7 18.7 11.9
¿a sociedad rural más que como una capacidad de dinamismo por parte
de ¿a sociedad urbana. El problema es por qué, en partir de esa pene-
tración de una sociedad por otra, existe migración cuando de hecho
las oportunidades de empleo urbano son muy inferiores al movimien-
to migratorio y el horizonte económico barto aventurado.
En efecto, si el nivel de renta urbana, pese a su bajísima cuan-
tía, es más alto en general que el rural, la capacidad de consumo real
en las ciudades disminuye fuertemente, en la medida en que el con-
sumo directo de productos agrícolas se hace raro y toda una serie de
nuevos gastos imprescindibles se añaden al presupuesto (sobre todo,
transporte), sin contar el consumo innecesario inducido por la econo-
mía de mercado en desarrollo.
Parece claro, pues, que ma s que un balance económico racional
por parte del individuo, se trata de una descomposición de la estruc
tura social rural en la que estaba inmerso. Se ha insistido con fre-
cuencia en el papel de los nuevos valores culturales occidentales, y en
la atracción hacia los tipos de consumo urbanos difundidos por los
medios de comunicación de masa 55. Si dichos cambios en los sistemas
de actitudes explican la reorganización de la personalidad en una
nueva situación social, no pueden ser considerados como motores del
proceso a menos de aceptar el postulado ideológico liberal del indivi-
duo como agente histórico esencial. ¿Cuál es, entonces, esa nueva si-
tuación social? Se trata de la crisis general del sistema económico de
la formación social pre-existente. Es, en efecto, impensable que a
partir de una cierta fase de penetración, continúen funcionando, por
ejemplo, dos sistemas comerciales paralelos, o que la economía de
trueque pueda desarrollarse junto a la economía de mercado. A excep-
ción de regiones geográficamente aisladas, el conjunto del sistema pro-
ductivo se reorganiza en función de los intereses de la sociedad domi-
nante. Por consiguiente, es lógico que el sistema económico interno
sea inarticulado. Pero dicha incoherencia no es sino el resultado de
una trama económica perfectamente coherente si se examina el con-
junto de la estructura social (sociedad dominada y sociedad domi-
nante).
Si la presión demográ ca sobre la tierra cultivada empeora la
situación alimenticia en las zonas rurales, incitando a la emigración,
no es sólo porque la difusión de las técnicas sanitarias haya disminuido
la mortalidad, sino ante todo, porque el sistema de tenencia de la
tierra es tal que una explotación extensiva e improductiva basta al
latifundista 5°. Y dicho sistema de tenencia de la tierra responde a la
configuración particular de las clases sociales, determinada por la re-
lación de dependencia en la sociedad considerada.
ns. 1
55 Es la tendencia representada en particular por hverett C. Hagen.'
5 Cf. Solon Barraclough. Notas sobre la tenencia de la tierra en América
Latina, ICIRA, Chile, 1968.
ENTRE 500mm» y ESPACIO 103
6 Véanse los interesantes datos aportados sobre los Estados brasileños por
T. Lynn Smith, en «Why the Cities? Observations on Urbanization in Latin
America», en Ph, L. Astuto y R. A. Leal: Latin American Problems, St. John s
Univ. PICss, N. Y., 1964, págs. 17-33.
¡gg LA RELACION HISTORICA
lelulón entre
"¿523516.13 ?
lo población ú
Area metropolitana Mo
ramas:
(Pomnlolo) mmopolilan
Montevideo 1954 32.7 17.0
Asunción 1950 15.4 12.9
San José 1950 19.7 105
Buenos Aires 1947 29.7 8.9
Ciudad de Guatemala 1950 10.6 8.2
La Habana 1953 21-4 7.4
México , 1950 11.5 7.2
Puerto Príncipe 1950 6-0 6.4
Tegucigalpa 1950 7-3 4.2
La Paz , 195o 11.5 4.1
San Salvador . . 1950 11.9 4.0
Managua . 1950 13.3 3.9
Ciudad Durango 1950 11.2 3.7
San Juan 1950 23.7 3.7
Ciudad de Panamá 1950 23-9 3.1
Bogotá 1951 6.2 2.0
Guayaquil 1950 8.3 1.3
Río de Janeiro 1950 5.9 1.2
Para Ghíle y México, véase Morse, op. cit., pág. 17; el cuadro trazado
por Harley L. Browning es partículamente sugestivo («Recent Trends in Latin
American Urbanízatíon», The Annals, marzo 1958, págs. 111-126).
ENTRE SOCIEDAD Y ESPACIO 109
Industrie-
Paíse: Año (IMM "¡bank-ción ¡ímlón
Chile . 1920 .28 .30 H
1950 .40 .30
Cuba 1919 .23 .20
1943 .31 .18
México 1910 .11 .22
1950 .24 .17
Suecia 1910 .16 .27
1950 .30 .41
Estados Unidos 1910 .31 .31
1950 .42 .27
Unión Soviética 1928 .12 .08
P955 ,32 .31
W
«Itaililigrïh
induslriui ï'" "
Países uso-mo ¡amis Mi: Jim?
Brasil 1.78 1 2 5,2
Venezuela 1.70 2 1 6.3 '
Perú * 1.54 3 9 PP? 3.5
México 1.48 4 4 4.7
Nicaragua 1 .42 5 3 4.9
Costa .Rica 1.26 6 7 4.0
Chile 1.18 7 8 3.7
Ecuador 1.17 8 5 4.6
El Salvador 1.04 9 10 3.3
Paraguay 0.88 10 11 2.8
Panamá 0.78 il 6 4.1
Pero aún hay más. Como dice Richard Morse, "los sectores tercia-
rios latinoamericanas y estadounidenses tienen poco parecido. El pri-
mero está compuesto en gran parte por comercio pequeño y ambulante,
servicio doméstico, trabajos no especializados y transitorios y desempleo
disfrazado, Quizás el ejemplo más dramático es la división del trabajo,
frecuente entre los habitantes de favelas y barriadas que se dedican a
hurgar en los vertederos de basura, especíalizándose en la recolección de
algunos objetos y materiales (Morse, op. cit., p. 13).
Aunque el tema se presta a disgresiones moralizantes, el dato a
considerar es doble: 1) Por un lado, la no integración en actividades
productivas, y un nivel de vida correlativamente bajo de la masa de
migrantes, asi como de las generaciones de urbanización reciente. 2) Por
otro lado, la no cobertura social de las necesidades individuales,
(¡Menta del número de zonas urbanas ausentes de equipo colectivo y
constituidas ya sea por edificios deterioradas en el viejo casco urbano,
ya por chozas construidas por grupos de pobladores en la periferia de
las ciudades.
¿Marginales? 20 % de la población en Lima (1964), 16% en
Rio (1964), 30 % en Caracas (1958), 10 % en Buenos Aires, 25 %
en México (1952), etc. La mayoria de los estudios realizados sobre el
tema muestran que en ningún caso se trata de zonas de "desorganiza-
ENTRE SOCIEDAD Y ESPACIO 113
mInterior 25 39
Media .25 9.6
Costa-Exterior .50 86.5
1570 10.2
80 + 1.2
1650 11.4
100 0.3
1750 11.1
50 + 7.8
1800 18.9
25 + 4.2
1825 83,1
25 + 9.9
1850 33.0
50 + .0
1900 63.0
50 + 97.0
1950 160.0
U R BAN A R U R A l.
Alla Toral Ilúmn Portontlo Mmm hmnu|o
1957 642.000 92.000 14,3 % 550.000 85,7 %
1956 627.000 89.150 14,2 % 538.650 85,8 %
1955 614.650 82.850 13,5 % 531.800 86,5 %
1951 563.000 66.320 11,8 % 496.680 88,2 %
1949 541.670 57.650 10,6 % 484.020 89,4 %
Conclusión
'¡ S -
[128]
4. Estudio de elementos de la estructura urbana
Introducción
' Para una ex sición sistemática de los temas clásicos de ¡a ecología hu-
mana, véase el ex ente compendio de textos dirigido por George A. Theodor-
son: Studíer in Human Ecology, Row, Peterson and Co., Evanston, Ill., 1961,
625 págs.
1 Ernest Burgess, «The Growth of the City», in Robert Park, Ernest Bur-
gess, Roderíck Mc Kenzíe: The City, University of Chicago Press, 1925.
[135]
136 LAS TEORIAS nai,
En esta perspectiva, nos parecen del más aito interés los resultados
del estudio reaiizado por Schnore9 sobre la estructura de las ciudades
latinoamericanas, bajo el ángulo de la teoría de las zonas concentricas
y según los cuales, pueden distin irse dos grandes tipos de ciudades:
aquellas en que la oligarquía tra icional y las burocracias metropolita-
nas dominan ampliamente, mantienen las formas clásicas de un centro
privilegiado y una periferia de barrios pobres donde habitan los ext
cluídos ; por el contrario, allí donde una cierta industrialización capita-
lista prospera, la extensión de la aglomeración provoca el declive del
centro antiguo y la emigración hacia los nuevos barrios residenciales
periféricos sectorialmente bien separados de las aglomeraciones obreras
y de los campamentos improvisados por los migrantes.
El panorama trazado por Schnore, no sólo introduce la dimensión
histórica, sino que obliga a analizar la estructura urbana como resultado
de un proceso entre los elementos que la integran. Del mismo modo,
el célebre estudio de Sjoberg 1° sobre las ciudades pre-industriales no
se contenta con situar cada forma urbana en su contexto, sino que hace
depender cada modelo del proceso social del que forma parte. Pero no
basta con unir proceso social y estructura urbana; es necesario deter-
minar cuáies son los procesos específicos que, en tanto que procesos
urbanos, contribuyen a la formación de dicha estructura; sólo así puede
evitarse la pura yuxtaposición de sociedad y ciudad, en la que la segun-
da sería, de forma casi mágica, refleío de la primera. De hecho, las
teorías del sistema ecológico sobre la estructura urbana. son inseparables
del análisis de los procesos urbanos.
Leo F. Schnore: «On the Spatial Structure of Cities in the Two Americas»,
en Ph. Hauserly L. Schnore, Tbe Study of Urbanization, 1965, John Wiley,
Nueva York, pïgs. 347-399.
'° Gijeon Síoberg: Tbe Preindastrial Cities, The Free Press, 1960.
SISTEMA ECOLOGICO l 41
bis James A. Quinn, «The Nature of Human Ecology», Social Forces, di-
ciembre 1939, págs. 161-168.
" O. D. Duncan: «Human Ecology and Population Studies», en Ph. M.
Hauser y 0. DÏ Duncan (compiladores): The Study of Population, The Uni-
versity of Chicago Press, 1959, págs. 681-684.
SISTEMA ECOLOGICO 143
1.3)
Tipología empírica de las empresas en movilidad geográfica.
Cruzando las dos características, obtenemos nueve tipos de em-
presas industriales, en los que podemos clasificar nuestra población,
de forma:
Cuadra 1
CLASIFICACION TECNICA Y ECONOMICO-ESPACIAL DE LAS EMPRESAS
WWW'H"
_ ¡mundo production local "llbro _' Illm
A (Ejecución) 284 144 103 531
.30 .15 .11 .56
B (Organización) 78 118 53 249
.08 .13 .06 .27
C (Innovación) 71' 36 53 160
.07 .04 .06 .17
Toral 423 298 209 N = 940
45 .32 23
* Los porcentajes están calculados sobre el total general (940).
160 LA LOGICA DE LA IMPLANTACIÓN INDUSTRIAL:
Los criterios para conistruir las escalas han sido los siguientes:
3.1.) Indicador de oc.
Densidad urbana y ligazón al centro de la aglomeración según el
índice establecido por el INSEE (Instituto Francés de Estadística) y
que combina los indicadores siguientes:
Tasa de ruralidad, dimensión del municipio, densidad de población,
tasa de crecimiento de la población, migraciones intra-regionales coti-
dianas, proporción de viviendas en edificios colectivos, existencia de un
medio de transporte frecuente, continuidad del tejido urbano.
3.2.) Indicador de B.
Clasificación cualitativa de los municipios de la región de Paris,
según su potencialidad en la red de transportes, establecida por ios
servicios técnicos del Institut d Aménagemcnt et d Urbanisme de ia
región parisiense, a partir de: la densidad de tráfico de mercancías por
tren; la densidad de circulación por carretera; número e importancia
de las carreteras y vías de tren que pasan por el municipio.
3.3.) Indicador de! .
Se ha seguido el criterio clásico de estratificación social del espa-
cio en términos de su ocupación residencial, adaptándoio a un espacio
menos valorizado como es el espacio industrial. El indicador es pues,
la producción de cuadros medios (los cuadros superiores y clases altas
siguen siendo demasiado escasos) residentes en el municipio, sobre el
total de la población activa residente. Cuanto mas elevada sea la compo-
sición profesional de la población residente, en términos de status, mayor
valoración socia-I de ese espacio puede inferirse.
(Observación: una proporción infima de dichos cuadros medios
tiene empleos directamente industriales).
5. Resultado:
El método de veri cación de las hipótesis es extremadamente sen-
cillo: Se trata de calcular, para cada tipo de empresas, su frecuencia de
implantación en cada uno de los estratos de las tres escalas a, P, Y . Es
decir, localización, en los municipios de que forman parte, de esos es-
tratos (la frecuencia siendo obviamente calculada como el número de
EL CASO DE LA REGION DE ¿mms 163
Tipos de empresa
A-l A-2 A-3 B] 32 B-3 C-l C-2 C-3
Tipos de empresa
g. 1 .33 .45 .38 .38 .57 .55 .21 .31 .29
B.2 .36 .36 .36 .45 .26 .29 .42 .41 .34
B-3 .31 .19 .26 .17 .16 .16 .37 .28 .37
1.00 1.00 1.00 1:00 1.00 1.00 1.00 1.00 1.00
N 264 138 103 76 112 52 so 29 33
N = 872
Prueba X2 = 60,88 (para 27 casillas), pí l.
Orden teórico según hipótesis: {3+W -¡3
3.2, 33, A 2 B-l, A-3, 02 A-l, 03, C-1
Orden observado: B-Z, B-3 A-2 B-l, A-3, A-l C-2, C-3, 01
(primer estrato de la escala [3).
CE. entre otros Lewis Munford: La cilé a travers l bistaire. París, Seuil. 1964.
5 Cf. A. J. Reiss, JL: The Sociological Study of Communities, Rural So-
ciology, vol. 24 Junio 1959.
Ver Paul Clerc: Grandes ensamble: et baulieuer nouvelles, París, Presses
Universitaires de France, I.N.E.D., 1967.
7 Ver los informes de encuesta de Cahiers de l I.A.U.R.P., vol. 7.
Cf. Peter Marris: A Report on Urban Renewal in the United States, en
L. J. Diiul (comp.): The Urban Condition, N. Y., Basic Books, 1-963, págs. 113-114.
° P. H. Chombart de Lauwe ha puesto de manifiesto esta ideología. Cf. p.
ej.: De: bomme: et de: villes, París, Payot, 1965.
"' Cf. Donald L. Foley: British Town Planning: One Ideology or Threci ,
en Britin Journal of Saciology, vol. XI, sep. 1960, págs. 211-231.
¡70 m. CENTRO
" Cf. entre otros, Amos ll. llawley: Hll lll Ecology, 1950, cap, XIII;
James A. Quinn: Urban sociology, 1955, págs. 68 y siguientes; Earl S. John-
son: «The Function of the Central Business District in the Metropolitan Com-
munity» en Hatt y Reiss: Cíiíer and Society, Glencoe, The Free Press, 1957,
págs. 248-259; Gerald Breese: «The Daytirne Population of the Central Business
District», en Burgess y Bogue: Contributions lo Urban Saciology, Univursity
of Chicago Press, 1964, págs. 112-128.
" Cf. R. Ledrut: Sociologie ttrbaine, Paris, Presscs Universitaires de Fran-
ce, 1968, pág. 14Ü.
URBANO
" Cr. sobre esto Pierre George: Précir' de geographic urbainc, París, Pres-
ses Universitaires de France, 1964, págs. 107 y sigs.
Siguiendokmla linea clásica de investigación, sobre este asunto, el ttabnio
ya citado de BreeSe.
Como Gutkind, por citar al más brillante de los soñadores.
URBANO 3
son tributarias entre sí, cuando una ciudad llega a una fase de su des-
arrollo en la cual la dirección de estas empresas, las tareas administra-
t1vas el control financiero alcanzan un nivel tal, que se hace necesario
consi erarias funciones económicas dominantes n.
Lo que en todo esto resulta discutible, es la asimilación implícita
o explícita siempre en tales proposiciones entre función de centro y
contigüídad espacial de las actividades enunciadas. Las investigaciones
de la ecología urbana se han orientado posteriormente hacia la com-
prensión del centro ecológico como un conjunto de actividades espa-
cialmente diversificadas . Sin embargo, cualquiera que sea la forma
espacial en que venga a traducirse una forma histórica determinada,
siempre podremos extraer de su analisis una primera noción funda-
mental: la del centro en tanto que lugar de intercambio entre los proce-
sos de producción y de consumo en la ciudad; o más simplemente,
entre Ia actividad económica y la organización social urbana. EI proce-
so urbano de intercambio comprende a la vez un sistema de flujo, es
decir, de circulación, y un sistema de placas giratorias de la comuni-
cación, es decir, los centros.
El centro urbano de intercambio se define, pues. como la orga-
nización espacial de los puntos clave en que se desarrollan las diferen-
tes fases dei proceso del intercambio entre los procesos de producción
y de consumo (entendido éste como equivalente a organización social)
en una aglomeración urbana.
Una ciudad no es únicamente un conjunto funcional capaz de di-
rigir y administrar su propia expansión: es también una estructura sim-
bólica 2 , un conjunto de signos que facilita y permiteel establecimiento
de contactos entre sociedad y espacio, y la apertura de ámbitos de re-
lación entre naturaleza y cultura. El plano de una ciudad expresa como
suele decirse, y de forma más o menos clara- el inconsciente urba-
no . Pero lo que sobre todo debe preocuparnos ante un plano de or-
ganización del espacio. es la manera en que quedanen él indicadas los
ritmos y las actividades; sólo a través de esas indicaciones podremos
llegar a identificar las relaciones mutuas entre los actores, v las de éstos
con respecto a su propio marco vital; identificar, dicho de otra mane-
ra, la comunicación establecida entre las representaciones, y no sólo
entre las funciones. Donde hav ciudad, hay no sólo funcionamiento
urbano. sino también - y al mismo tiempo - lengaaie urbano. Así, en
entre las funciones. Donde hay ciudad hay, no sólo funcionamiento
entre actividades que dan vida a la ciudad, el sistema scmiológica nos
Cf. Johnson: op. cit., pág. 257, y Ledrut: op. da, pág. 158.
8352
Jane Jacobs: The Death and Life of Great American Cities, N. Y., Ran-
dom House, 1961.
Cf. E. Horwood y R. Boyce: 0p. 617.; Edgar M. Hoover y R. Vernon:
Anatomy of a Metropolis, 1959, pág. 122; George Sternlier: The Future of Retai-
ling in the Downtown Core, Journal of the American Institute of Pannerr, 29,
mayo 1963, pags. 102-112; R. Vernon: The Changing Economic Function of the
Central City, N. Y., Committee for Economic Development, 1959; Jean Labasse:
L organisatíon dekfespace, París, Hermann, 1966; A. Ardigo: La difusión urbana,
Roma, A,U.E., 19 7, cap. 4; así como, en Francia, las investigaciones de M. M.
Boutilie (I.A.U.R.P.).
URBANO 1
Política Urbana
Niue} ____._.
pam! Equipamiento Ordenación Desarrollo
1 Cf. sobre este tema el más reciente «reading»: Bernard J. Frieden y Ro«
bel-t Morris (comp): Urban Planning and Social Policy, Basic Books, Nueva York,
1968, pág. 459, así como el excelente libro de Herbert J. Gans: People and Class,
Basic Books, Nueva York, 1968, pág. 395.
Alan Altshuler: Tbe City Planning Prosa , Cornell University Press,
1965, pág. 409.
J. Bollens y H. Schmandt: «The Planning Challenge», en Melropolís,
1965, págs. 247-307.
5 F. Stuart Chapin: «Foundations of Urban Planning», en Werner Z. Hirsch
(comp), Urban Life and Form, Holt, Rinehart and Winston, Nueva York, 1963,
págs. 217-245,
Puede decirse que está inscrita en esta perspectiva la mayor parte de la
literatura especializada. Concretamente, los textos reunidos en los «readings» clá«
sicos: Theodores Caplow (comp.): City Planning, Minneapolis, Burgess Publishing
Co, 1950; Coleman Woodbury (comp.): Urban Redevelopment: Problems ami
Practices, University of Chicago Press, 1953, G. Breeze y' D. E. Whiteman
(comp.)í An Approach to Urban Planning, Princeton University Press, 1953; Harvey
DE LA PLANEFICACION URBANA 197
Robert A. Dahl: Who GoverIHP, Ncw Haven, Yale Univ. Press, 1961;
Ia mejor sintesis, en esta misma perspectiva, es la contenida en el pequeño pero
brillante libro de Nelson W. Polsby: .Commtmity Power and Political Theory,
New Haven, Yale Univ. Press, 1963.
7 Bandfield y Wilson: op. cit., E. C. Bandfield: Political In uence, Nueva
York, Free Press of Glencoe, 1961.
" Nos referimos aquí especialmente a C. W. Mills y a Floyd Hunter.
En efecto, toda tentativa de identificación entre el poder social total y ciertos
grupos definidos empíricamente, está condenada al fracaso.
" Cf. M. Meyerson y E. Banfield: Politics, Planning and the Public Interest,
Glencoe, Ill., Free Press, 1955.
1° Cf. Robert C. Wood: articulo citado, y tambiénRobert R. Alford: «The
Comparative Study of Urban Politics», en Leo F. Schnore (compilador): Social
Science and ¿be city, Frederick Praeger, Nueva York, 1968, págs. 263-302.
1' Cf. Charles Abrams: The City is tbc Frontier, Harper and Row, K, Nue-
va York, 1965.
DE LA ensnrrrcacmn URBANA 201
litano de Toronto (uno de los dos únicos que existen en América del Norte),
situando esos diferentes estratos histórlcos de formacrón en paralelo con el fracaso
de los esfuerzos que, en el mismo sentido, se han llevado a cabo en Montréal.
Las relaciones con los gobiernos de las respectivas provincias, parecen haber
desempeñado un papel primordial.
3 Michel Crozier: Le Phénoméne bureaucratique, Seuil, París, 1963.
DE LA PLANIFICACION URBANA 205
técnica y social exige una gestión cada vez más atenta a las indicaciones
de la previsión y cada vez mas ccntralizada además, sea en centros de
poder encargados de regular el sistema en su conjunto, sea en subcen-
tros múltiples suficientemente extensos y estrictamente conectados
entre si. Estas formas nuevas de gestión de nuestras sociedades, esta
capacidad de distanciamiento de los centros reguladores con respecto a
las diferentes partes del sistema constituyen importantes objetos de
análisis que debemos acordar, sin por ello caer en la ciencia-¡ficción de
una sociedad cibernética constituida en torno al eje luminoso de la ra-
cionalidad universal. La racionalidad no es más que la comprensión
intelectiva de una situación dada. Todo su sentido lo toma de la es-
tructura de producción y de dominación del sistema considerado, es
así como llega a ser susce tible de tratamiento cientí co.
Nuestro análisis de a planificación urbana es el análisis de las
transformaciones que tienen lugar en el sistema de gestión del consumo
colectivo y en el de la organización espacial de las actividades. Más
concretamente, se trata de identificar el contenido social de la racio-
nalidad urbanística, sin por ello reducir el urbanismo a una serie de
anécdotas de corrupción y escándalo. En este aspecto, nuestro análisis
es _como, por lo demás, lo es todo análisis sociológico serio desde
lOs tiempos de Durkheim- determinista, por postulado metodológico:
Analiza los límites que encuadran la transformación de las estructuras
sociales llevada a Cabo por la saciedad misma, así como los procesos
de realización de estas transformaciones.
más clara son las clases sociales, no son más que soportes de estas re-
laciones estructurales. Las relaciones entre las clases sociales en el seno
de una sociedad concreta son el efecto sobre las relaciones sociales-
del complejo de modos de producción que en ella se articulan Las re-
laciones de poder, particularmente importantes para nuestro análisis,
son en fin- relaciones entre las distintas clases sociales, o sea, rela-
ciones entre relaciones, en estrecha dependencia con respecto a la arti-
culación especifica de una sociedad.
La planificación urbana puede definirse, en general, como la in-
tervención del sistema político sobre el sistema económico, a nivel
de zm conjunto rocío-espacial específico, intervención encaminada a
regafar el proceso de reproduceíó'n de ¿a fuerza de trabafo (consuma)
así como el de reproducción de los medios de producción (produc-
ción) superando las contradiccmnes planteadas en el interés genera 35""
de la formación social cuya subsistencia trata de asegurar.
Esta intervención sólo puede tener lugar dentro de los límites
estructurales de la sociedad concreta, es decir, respetando siempre la
articulación esencial del modo de producción dominante, aunque pro-
cediendo - -al mismo tiempo- a los retoques necesarios en las articu-
laciones no esenciales. para garantizar y preservar la buena marcha .
Puede decirse, pues, que la planificación es autónoma con respecto a
los grupos sociales especificos y, al mismo tiempo, que su. intervención
se halla supeditada necesariamente a la matriz social que la genera y
circunscribe.
Esta intervención supone una configuración particular de las re-
laciones sociales, con guración determinada por las virtualidad'es en
juego, es decir, por la plaza que ocupa la contradicción en causa en
la coyuntura de una sociedad concreta. El sistema de actores se or-
ganiza en función de la distribución de los individuos y de los
grupos con respecto a dichas relaciones sociales.
Por otra parte, si bien la planificación urbana supone en todo caso
intervención de lo político sobre lo económico, en lo que respecta a un
espacio, pudiera ser que el efecto buscado correspondiera a otro sistema,
por ejemplo, al sistema político.
Aunque, para terminar, ¡la relación primordial a delimitar y ex-
traer es la constituida entre lo político y lo económico, no debe olvi
darse: 1) Ni las repercusiones específicas provenientes de los otros
sistemas ni las hacia ellas dirigidas y 2) Que toda investigación versa
sobre una combinación concreta de diversos modos de producción y
sobre relaciones entre las relaciones que se derivan de cada uno de ellos.
b) Las nociones de sistema urbano dye "sistema de actores ur-
banos 37.
P (Producción):
Conjunto de actividades productoras de
bienes, servicios e informaciones. Ejemplo:
la industria, las oficinas 33
C (Consumo ):
Conjunto de actividades relativas a ia apro-
piación social, individual y colectiva del
producto. Ejemplo: la vivienda, los equi-
pamientos colectivos.
introducción a la encuesta efectuada por Alain Touraine, Jean Loicine y Marina
Melendres, sobre: La creation de: villas nouvelles (multicopiado), París, Labo-
ratoire de Sociologie Industriélle, abril 1968. En todo caso, aunque coincidimos
en lo que respecta a 1a perspectiva general adoptada (definir las actuaciones urba-
nísticas a partir de un sistema de relaciones entre elementos), la formulación
presentada en este articulo difiere considerablemente en cuanto a contenido teó-
rico, es decir, en cuanto a la definición de sus elementos y de las relaciones entre
éstas.
3' Ningún elemento del sistema urbano, construcción teórica, puede coincidir
exactamente con elementOs concretos. Sin embargo, y para acrecentar en lo po-
sible las posibilidades de ser comprendidos, designamos los aspectos de lo real
en los que más fácilmente pueden identificamos dichos elementos, o que contienen
una más fuerte carga de ellos.
ZÏ" HACIA UNA TEORIA SOCIOLOGECA
É (Interrambio ):
Intercambios producidos entre P y C, en el in-
terior de P y enel interior de C. Ejemplo: la
circulación, el comercio.
G (Gestión):
Proceso de regulación de las relaciones en-
tre P, C e I. Ejemplo: gestión municipal,
planes de urbanismo.
Para los datos básicos, ver: William Ashworth: The Generis of Modem
Brithish Town Planning, Routledge and Kegan Paul, Londres 1954. Donald L. Fo«
ley: Controlling Londan's Growth, Univ. of California Press, 1963; Lloid Rod-
win: The British New Town: Policy, Harvard Un. Press, 1956; Harold Orlans:
Stevenage, A Saciological Study of a New Town, Londres, Routledge and Kegan
Paul, 1952; Patrick Abercrombie: Town and Country Planning, Londres, Ox-
ford Univ. Press, 1959; F. J. Osborn y Arnold Whittick: The New Totem:
The Answer to Megalopolis, Nueva York, Mc Graw Hill, 1963; John Madge:
«The New Towns Program in Britain», Journal of the American Institute of Plan-
ners, núm. 28, noviembre 1962; y, sobre todo, el excelente informe sintético de
la misión de estudios del IAURP, Pierre Merlin y Pierre Guertin: «Villes
Nouvelles en Grande-Bretagne» ly «Urbanismo en région de Londres et mánage-
mcnt du territoire», Cahiers de 'IAURP, vol. 8, junio 1967.
" Puede decirse por ejemplo, que los problemas de circulación que surgen
en las grandes ciudades expresan el desajuste existente entre el desarrollo tecno-
lógico de los medios de transporte y ciertas formas espaciales anacrónicas en rela-
ción con la escala «región metropolitana» (la calle). CL, el Informe Bouchanan.
DE LA PLANIFICACION URBANA
parisina, para otros era todo el país, toda Francia. Así, por ejemplo,
la red de transportes resultaba útil desde todo punto de vista, a con-
dición de que se la integrase en un plan de la Cuenca de París. Las rea-
lizaciones muy puntualizadas, como el equipamiento para el ocio, no
eran consideradas de importancia, dada la escasez de los medios finan-
cieros disponibles. Las nuevas ciudades, sobre todo si alguna vez lle-
gaban a adquirir las dimensiones programadas, parecían realmente poner
en peligro la fisonomía urbana francesa, al hacerla cambiar en el sen-
tido propugnado por el Esquema. Y fue sobre ellas sobre las que se
concentró el fuego cruzado de los elementos contrarios.
La resolución del debate podía ser deducida de 1a con guración
del sistema de actores, producto a su Vez de la definición, ya llevada
a cabo, del sistema urbano. Ahora bien, hemos visto que A-G constituía
el único apoyo eficaz con que podía contar el Esquema, con la cola-
boración nada difícil de O-P (G y C), mientras que A-G-P, A-G-C,
O-G-C, O-L-C y A-L-C se oponían. Todo el porvenir que el Esquema
pudiese tener, reposaba pues sobre la concentración, llevada al extremo,
de la decisión en el interior del sistema político.
La evolución reciente confirma este análisis. Las realizaciones ma-
teriales del Esquema son escasas, salvo algunas iniciativas en los trans-
portes y el principio de los trabajos de estudio para la construcción
de tres nuevas ciudades. Solamente 2.617 Has. de las 70.000 consi-
deradas como zonas de ordenación diferida (Z.A.D.), han sido desde
1965- adquiridas por la Administración. De las 9.500 Has. de bosque
que el Distrito se había propuesto adquirir en 1964, solamente ha
adquirido 524, y los nubarrones que otan sobre el programa de con«
servación de espacios verdes, son cada vez más negros.
En marzo de 1969, el Ministro encargado del Plan y de la Orde-
nación del Territorio presentaba un Libro Blanco sobre la organización
de la Cuenca parisina, incompatible en su mayor parte con las determi-
naciones del Esquema. Poco tiempo después, tres de las ocho nuevas
ciudades previstas para la región desaparecían oficialmente del progra-
ma, mientras que a los proyectos restantes se les achacaba, de fuente
ministerial, falta de integración con respecto a las urbanizaciones es-
pontáneas.
Otra expresión clara de esta evolución ha sido la sustitución de
Mr. Delouvrier por un Prefecto de corte más tradicional, Mr. Doublet.
Acto seguido, comienzan los retoques al plan inicial y se anuncia una
revisión general del Esquema para nales de 1969.
Esto no es consecuencia lógica de ningún viraje político. Recorde-
mos que la sustitución (1951) de laboristas por conservadores en Ingla-
terra, no ha supuesto abandono de la política de nuevas ciudades, smo
ru HACIA UNA TEORIA SOCIÜLGGÁCÁ
W
ha
CONCLUSION
Cuadro I
Cuadro II
PROYECCIONES RELATIVAS AL USO DE LAS NUEVAS CONSTRUCCIONES
EN LAS AREAS RENOVADAS (previsiones 1961)
(animamos Construcciones
en marcha ¡unitarios
Vivienda privada 56 96 33 96
Obras públicas 24 % 19 %
Construcción comercial 10 % 15 %
Construcción industrial 4% 15 %
Vivienda pública (alquiler moderado) 6% 1%
Cuadra III
Partidas 25,13%
Estudio y planificación 1,8 96
Terreno, precio preparación (60,5 % del total para pagar viejos
inmuebles) 63,7 96
Realoíamienbo (sin incluir. las indemnizaciones de traslado) 0,5%
Demolición 3,3 96
Acondicionamiento del suelo 10,6 96
Instalación de servicios 9,1 96
Crédito para gastos en vivienda pública, educación e higiene 2,1%
Intereses 3,9 %
Administración del proyecto 4,0 %
Conservación y rehabilitación 0,3 96
Diversos 0,7 %
2. El problema de la vivienda
En una sexta parte de los 53.000.000 de hogares americanos se
registraban en 1960- problemas en lo concerniente a las condicio-
nes de habitabilidad, mientras que en el mismo año- para una cuar-
ta parte de la población total el medio vital no era tan conveniente
como había prometido la Housing Act de 1949 1 .
La mejora del patrimonio inmobiliario entre 1950 y 1960 fue,
empero, considerable:
Cuadro IV
Fuente: 14th Annual Report-1960. Housing and Home Finance Agency, USA
Washington, D. C., pág. 11.
Total de viviendas ocupadas 53.024 34.000 18.506 15.494 19.024 38.320 14.704
Una persona por habitación o menos 46.911 30.479 16.523 13.956 16.432 34.429 12.48}
Una persona por habitación o más 6.113 3.521 1.983 1.538 2.592 3.891 2.223
Porcentaje sobre el conjunto 100 96 64 % 35 96 29 96 36 % 72 96 28 %
Porcentaje sobre el total de viviendas
LA RENOVACION URBANá
que sufren hacinamiento 100 96 58 95 32 % 25 % 42 % 64 % 36 0/5
Fuente: National Commission on Urban Problems, Research Report no. 10, «Urban Housing Needs through the 1980 5» por
Frank S. Kristof, pág. 28, Washington D. (3., 1968.
EN ESTADOS UNXDOS 245
Cuadro VIII
COMPARACION ENTRE VIVIENDAS PUBLICAS CONSTRUIDAS Y
VIVIENDAS DEMOLIDAS POR LA RENOVACION URBANA. DATOS
SOBRE 51 CIUDADES DATOS SOBRE 74 CIUDADES
_ VIVIENDAS PUBLICAS CONSTRUIDE VIVIENDAS DEMOLIDAS
,. (n ueinón Conslruldas Total IoIaI demoli. Demoli. por Total
Lmdadcs 1949 ISIS-1967 I96 I equivalentes reno. urha. Dnmolidas
Nueva York, N.Y. 14,171 50,462 64,633 22,717 33,697 56,414
Chicago, Ill. 8,483 24,477 32,960 5,338 26,058 31.396
Los Angeles 3,468 5,819 9,287 1,689 4,641 6,330
Filadelfia 3,248 12,471 15,719 6,280 15,856 22,136
Detroit, Mich. 4,879 3,301 8,180 847 11,216 12,063
Baltimore, Md. 5,021 5,314 10,335 8,810 8,661 17,741
Houston, Tex. 2,251 348 2,599 2,210 2,210
Cleveland, Ohio 5,179 2,279 7,458 3,977 5,095 9,072
Washington, D.C. 3,147 6,909 10,056 1,941 7,127 9,068
St-Louis, Mo. 1,315 5,930 7,245 2,022 9,156 11,178
Milwaukee, Wis. 651 2,415 3,066 423 3,703 4,126
San Francisco 1,741 4,142 5,883 3,234 5,554 8,788
Boston, Mass. 5,102 5,871 10,973 8,480 8,906 17,386
Dallas, Tex. 1,750 4,622 6,372 946 946
Nueva Orleans 5,381 6,889 12,270 4,071 342 4,413
Pittsburg 4,463 4,771 9,234 3,330 7,191 10,521
San Antonio 2,554 3,009 5,563 1.858 1.622 3.480
San Diego - -
Seattle, Wash. 1,068 2,452 3,520 511 190 701
Buffalo, N.Y. 2,571 1,799 4,370 1,800 2,715 4,515
Cincinnati, Ohio 3,818 2,404 6,222 3,084 9,012 12,096
Memphis, Tenn. 3,305 1,740 5,045 1,928 3,233 5,161
Denver, Colo. 770 2,826 3,596 3,030 852 3,882
Atlanta, Ga. 5,188 3,794 8,982 5,466 6,264 11,730
Minneapolis 464 2,825 3,289 305 7,364 -
Indianápolis 748 - 748 -
Kansas City 2,383 2,383 1,171 3,173 4,344
Columbus, Ohio 1,352 1,529 2,881 1,193 3,309 4,502
Phoenix, Aríz. x 604 1,000 1,604 733 - 733
Newark, NJ. i 2,711 8,180 10,891 3,517 5,486 9,003
Louisville 3,005 1,957 4,962 4,182 10,638
EN ESTADOS UNIDOS 247
Pero, se nos dirá, ¿había entonces que dejar que la gente siguiese
viviendo en condiciones miserables? Dejemos a un lado el famoso y
demasiado a menudo evocado e idealizado problema de la destrucción
de la vida comunitaria 7, y preguntémonos, simplemente: ¿a dónde
van? Y es a propósito de esto que unaserie de datos tienda a evidenciar
el fracaso de la renovación urbana desde el punta de vista de su impacto
sobre el problema de la vivienda. Hablamos de tendencia porque una
aureola de misterio parece envolver los datos estadísticos sobre el rea-
lojamiento de las personas desplazadas por los proyectos de renovación
urbana U.S.A.
Estas personas desplazadas sumaron, en 1963, 609.000. Las pro-
yecciones para 1972 cifran los desplazamientos en 3.800.000. A manera
de ayuda, el program ha previsto subsidios especiales, que pueden
alcanzar la cifra de hasta 200 dólares por familia. En realidad, los sub-
sidios otorgados hasta 1967 han sido los siguientes:
Cuadro IX
SUBSIDIOS DE REALOJAMIENTO (hasta 1967)
" Cf. Jane Jacobs: The Death and Life o] Great American Cities, N. Y.
Random House, 1961, y G. Suttles: The Social Order of the Slam, The Uni-
versity of Chicago Press, 1969.
248 LA RENOVACION URBANA
Cuadra XI
Cuadro XII
¡6 Cf. How Hoyt: «Rent Distortions of the Classic Models of Urban Struc-
ture», Lands Economics, XL, mayo 1964, 199-212. .
7 Cf. J. Gottmann y R. A. Harper (compiladores): Metropolis on the Mo-
ve, John Wiley,sNueva York, 1967, 203 págs.
2 Cf. Scott Greer. The Emerging City, The Free Press of Glencoe, 1962,
232 págs.
EN ESTADOS UNIDOS 253
a partir de ella ningún género de tabla rasa de las formas urbanas exis-
tentes. Y esto porque aunque la ciudad se despueble -««en lo que res-
pecta a sus habitantes tradicionales tal fenómeno nada tiene de defi-
nitivo, ya que los verdaderos problemas surgen cuando aquéllos son
sustituidos por otros, muy diferentes desde el punto de vista sociológico.
En efecto, los inmuebles abandonados por la clase media son recu-
perados por personas pertenecientes a los estratos sociales menos dota-
dos de poder en todos los aspectos, y particularmente en lo relativo
a sus posibilidades en el mercado: es decir, por las personas y familias
con más bajo nivel de renta y porlos grupos étnicos que sufren discri-
minación, y, en particular, por los negros. Las casas abandonadas son,
pues, readaptadas por los propietarios, readaptación que generalmente
consiste en aumentar el número de apartamentos - haciendo, natural-
mente, disminuir la superficie de cada uno de ellos con el fin de obte-
ner mayores rentas aún multiplicando el número de ocupantes. Por otra
parte, el propietario deja de invertir su dinero en reparación y manteni-
miento del edificio, ya que como veremos inmediatamente la mecá-
nica del sistema le lleva más bien a extraer beneficios de la aceleración
del proceso de obsolescencia de aquél 2°. La razón es doble: 1) Por una
parte, el precio del inmueble se haIla en relación cada vez más desfa-
vorable con respecto al precio del solar sobre el que se eleva, que
aumenta su valor a causa de la creciente escasez de suelo localizado en
el centro (mientras que en las zonas suburbanas sucede a la inversa).
2) Por otra, y teniendo en cuenta que las posibilidades de opción de
los nuevos ocupantes son limitadas, el propietario está seguro de en-
contrar en toda circunstancia arrendatarios en número suficiente entre
los recién llegados en busca de empleos urbanos.
La estrategia del propietario es, por consiguiente, bastante simple:
esperar que la construcción de nuevos inmuebles o una operación de
renovación urbana le conduzaan a una situación en que pueda realizar
la venta de su terreno en condiciones ventajosas y, entre tanto, obtener
una renta suficiente gracias a las particulares condiciones, socialmente
definidas, del mercado ¡mobiliario en que opera.
Este tipo de gestión y el tipo de ocupación que de aquello se
deduce, aceleran el proceso de obsolescencia física de los inmuebles.
Además, el fenómeno no se produce aisladamente, sino que tiende a
patentizarse en amplias unidades ecológicas: una vez que los estratos
inferiores y los grupos étnicos dominados comienzan a ocupar un ba-
rrio, las familias que poseen medios suficientes para mudarse a las zonas
suburbanas, comienzan indefectiblemente el éxodo. En Chicago, por
eiemplo, se lleva a cabo, cada año, una encuesta para censar las zonas
de habitación en las que más de un 25% de los residentes son negros.
En 1950 había 1 080; entre 1950 y 1960, 1 345 adicionales; y entre
a Cf. Scott Greer: Urban Renewal and American Cities, op. cit.
zas LA RENOVACION URBANA
Cuadro XIII
Cuadro X Í V
Cuadra XV
Ctradm XVI
Cuadro XVI!
Cuadro XVIII
1960 1985
Zona: Zonas
controlas retiradas (onlmlos Paritaria:
o- ancos 10,3 2,8 20,1 ,8
Blancos 47,9 51,8 45,4 105,7
3 Bureau of the Census: Negro Population, Series R20, núm. 175, 23 octu-
bre 1968.
. " Amo I. Winard: «Characteristics of families residing in poverty areas
within large metropolitans areas», Bureau of the Census, 15 junio 1967, Tabla 2.
EN ESTADOS 'omoos 261
Cuadro XIX
Año Pomnull
1957 76 70
1959 71 %
1960 68 %
1961 66 %
5 5-
mia local, no hace pues más que reforzar, en el plano del consumo
público, el sistema de estratificación basado en la capacidad privada de
consumo 5°. El resultado de todo ésto, es la creciente incapacidad de
las ciudades centrales metropolitanas para asumir los gastos que implica
su funcionamiento. Entre 1945 y 1965, los gastos de las municipalida-
des americanas crecieron en un 571 %, mientras que el producto na-
cional bruto aumentaba solamente en un 259 %. Los municipios de
las ciudades centrales ocupan un capítulo importante en lo que se re-
fiere a gastos, de los que un 40 % van a educación. Los impuestos
locales proporcionan la mitad de las cantidades necesarias. El resto
debe buscarse en fuentes diversas. Ahora bien, es precisamente a estas
ciudades centrales crónicamente deficitarias, a las que se les plantea el
problema de embarcarse en costosísimas operaciones de renovación.
Esto explica dos hechos: por una parte, el que el Gobierno Federal
venga financieramente en ayuda de los municipios de las ciudades cen-
trales, y por otra, el de que éstas centren todo su interés en hacer apro-
bar proyectos que mejoren el centro-ciudad y que representen, cara al
futuro, una fuente de renta: lo más segura posible. Resulta, pues, lógico
que en las nuevas implantaciones sobre suelo renovado, se otorgue
prioridad indiscutible a los edificios de negocio, al comercio y a las
casas de vivienda lujosas. No olvidemos que son las autoridades locales
las que llevan la iniciativa en todo lo concerniente a los proyectos. Para
discernir el contenido urbanístico de las operaciones propuestas, es
necesario tener en cuenta que éstas se desarrollan en función de esta
estrategia particular 5 . De ahí, la creciente importancia de la oposición
negra en lo que respecta a elecciones municipales: para la mayoría
blanca, perder el control de la ciudad equivale a abandonar el instru-
mento esencial a la hora de plantear una resistencia a la transformación
ecológica de un espacio cotidiano.
Lo mismo puede decirse con respecto a la participación en la
renovación urbana, es decir, que el obietivo de los proyectos determina
el sentido de esta participación, sean cuales sean su intensidad o am-
plitud 5 . Puesto que se trata de preservar un determinado modo de
vida o ciertas funciones e instituciones consideradas como necesarias al
conjunto de Ia aglomeración, más bien que a los residentes en la zona,
la organización de esta participación se basa en los grupos de clase
media, que posiblemente permanecerán en el barrio después de la reno-
vación, y en las instituciones a preservar. Se busca, pues, un apoyo dc
Conclusión
A?"
[272]
Evolución
recnológïca
Dispersión residencial Dísparsíón de las actividades
Elevación del nivel
Eslru uia sasial de vida
Información Gestión Organización Eíecucïón
Mejmnelasmndi-
clones del habita!
trucutrai del espacio y el estudio del cambio espacial, que no son sino
dos perspectivas analíticas relativas al mismo proceso.
2) El tema de los medios sociales urbanos, redefinición teórica
de la manoseada problemática ideológica de la cultura urbana, puede
ser tratado mediante el estudio experimental de las condiciones ecológi-
cas que tienden a reforzar o a debilitar la especificidad de los sistemas
de comportamiento en los diferentes grupos sociales (fracciones de
clase, definidas por una especificidad ideológica). El análisis de la día-
léctica concentración-dispersión/centralidad-marginalidad, a través del
estudio de los centros, de los barrios, de los barrios periféricos y de la
residencia semi-urbana, ofrece un terreno de rÍCa tradición, escasos resul-
tados y amplias perspectivas.
3) El tema de la política urbana debe combinar, a la vez, el es-
tudio de las intervenciones del sistema político sobre los problemas
urbanos, con el análisis de la lucha de clases concerniente a dichos pro-
blemas; es decir, que planificación urbana y movimientos sociales urba»
nos son dos temas inseparables en cada situación concreta, aunque en
un caso se parta de las estructuras y en el otro de las prácticas. Obser-
var a través de qué enfrentamientos, de qué intereses y de qué situa-
ciones de poder se llega a la organización, siempre provisional, inestable,
en transformación, de una esfera de los problemas urbanos, permite
ligar, estrechamente, la problemática teórica urbana ai estudio de la
estructura social general, a través de los análisis de los procesos de
cambio cualitativos que no pueden ser sino políticos.
Para abordar concretamente el trabajo teórico en estos tres terre-
nos, una condición die base debe ser resuelta progresivamente: la de
partir de los conceptos fundamentales del materialismo histórico para
desarrollarlos, especificados en cada período de cada formación y con
respecto a una esfera determinada, y, por consiguiente, producir nuevos
conceptos que permitan, al mismo tiempo, resolver los problemas con-
cretosl planteados y proporcionar instrumentos de análisis más pode»
rosos .
A partir de una determinación clara de la cuestión teórica plan-
teada, los problemas metodológicos indispensables para su esclarecimien-
to pueden y deben ser planteados al mismo nivel de prioridad. En
efecto, la metodología a priori parte de una concepción idealista de
la ciencia, identificada a una racionalidad universal y a-histórica. La
metodología no es sino la práctica de investigación consistente en esta-
blecer soluciones técnicas adecuadas a los problemas de experimentación
planteados por una determinada cuestión teórica. En esta óptica, dos
' Un primer esfuerzo por nuestra parte ha sido intentado en el trabajo «Pro-
position théorique pour une recherche experimentaie sur les mouvements sociaux
utbains», Comunicación al Congreso Mundial de Sociología, Varna (Bulgaria),
septiembre 1970.
mooncwsron 277