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NOMBRE: HILLARY JANETH OLIVARES

HERNANDEZ.
GRADO: 3.- SECCION: “A”
MAESTRA: KARLA IRLANDA
RODRIGUEZ.
ESCUELA: RICARDO FLORES MAGON.
FECHA DE ENTREGA: 8 DE DICIEMBRE
DE 2014.
indice

PROLOGO……………………………………………………….. 1

DEDICATORIA…………………………………………………… 2

LA RANITA QUE NO SABIA CANTAR………………………... 3

JUAN Y LOS FRIJOLES MAGICOS…………………………… 5

LOS MUSICOS DE BREMEN………………………………….. 10

EL SASTRECILLO VALIENTE…………………………………. 13

EL GANSO DE ORO…………………………………………….. 14

HANSEL Y GRETEL…………………………………………….. 17

EL ENANO SALTARIN………………………………………….. 19

PETER PAN………………………………………………………. 21
PROLOGO
Muchas de las veces catalogamos la lectura como algo aburrido y en
ocasiones llega a ser tan poco llamativa para nosotros que no nos interesamos
en lo más mínimo por tomar un buen libro en nuestras manos y dejar volar
nuestra imaginación con cada palabra que leemos.

Es lamentablemente ver como estos pensamientos acerca de la lectura han


sido transmitidos a las nuevas generaciones y como los niños cada vez se
interesan menos en este tema. Es por ello que he decidido realizar una
antología en la cual he recopilado diferentes cuentos infantiles, los cuales
espero cambien el parecer de muchos niños y aun de nosotros cerca de la
lectura y que nos ayuden a ver en ella una oportunidad de sumergirnos en
mundos mágicos y sorprendentes donde todo es posible.

Espero y este conjunto de cuentos sea de agrado tanto para pequeños como
para grandes, y que juntos puedan pasar un rato agradable tomándole amor a
la lectura.

1
DEDICATORIA
Esta antología está dedicada para todo aquella persona que tenga el gusto de
leerla y tome su tiempo para hacerlo y para mi maestra de español Karla Irlanda
Rodríguez, quien me instruyo mostrándome los pasos a seguir para realizar
adecuadamente este proyecto.

2
LA RANITA QUE NO SABIA
CANTAR
Erase una vez en un bosque muy lejano vivían tres ranitas
pequeñitas. Eran hermanos, dos hermanas y nuestro
protagonista el pequeño Croky. A él le gustaba mucho cantar,
pero al contrario que sus hermanas que cantaban muy bien,
Croky cuando cantaba parecía un globo deshinchándose.

Su voz era fina y chillona. Por este motivo Croky se sentía muy desdichado. Era bastante infeliz,
cuando oía cantar a sus dos hermanitas siempre pensaba que por qué él no lo podía hacer tan bien
como ellas. Croky se esforzaba por intentarlo. Se adentraba en el bosque, donde nadie lo veía, y se
ponía a cantar y cantar. Pero su voz siempre sonaba igual, por mucho que lo intentara.

Un día mientras se esforzaba en lograrlo no vio, que cerca de él, detrás de unos arbustos se
encontraba una anciana tortuga. Cuando terminó, como tantas veces, había sido desastroso. Esta
vez no pudo resistir la desesperación y comenzó a llorar desconsoladamente.

De pronto oyó un ruidito que hizo que se detuviera en seco, de detrás del ramaje vio salir a la
anciana tortuga que se encaminó pausadamente hacia él. Al acercarse le
preguntó:

– ¿Qué te pasa pequeño?

Croky se puso muy colorado y respondió:

– Nada que estaba cantando, me ha dado un calambre y… no he podido resistir el dolor.

– ¡Anda ven aquí, y hablemos un rato! Cuéntame la verdad, ¿qué tienes? Quizás yo pueda ayudarte.

Croky obedeció, sentándose a su lado.

– No creo que puedas ayudarme. Nadie puede, por desgracia me encanta cantar es lo que más me
gusta en la vida. Pero no puedo, lo hago fatal, en cambio mis hermanitas cantan de maravilla.

La tortuga al oír esto se quedó pensativa. Después dijo:

– ¿Tú crees que tus hermanas cantan muy bien y que nunca lo podrás hacer como ellas?

– Sí, por supuesto -respondió Croky.

– Ya veo -dijo la tortuga- vamos a intentar algo.

3
Seguidamente se levantó, y con sus lentos andares hizo que Croky la acompañara. Lo llevó a una
zona del bosque donde había una profunda gruta. Los dos se introdujeron en ella y la tortuga le dijo:

– Yo me internaré en la cueva. Tú te quedarás aquí y con mi bastón te haré señales, cada vez que
oigas un golpe, tendrás que ponerte a cantar. Ten en cuenta que cada vez yo iré adentrándome más
y más en la gruta, lo que significa, que para oírte, tendrás que cantar tan fuerte como jamás hayas
cantado y procurar vocalizar muy bien para que yo pueda entenderte. ¿Lo has comprendido?

– Sí, sí -dijo Croky- pero lo veo bastante difícil. No sé si podré hacerlo, si mi voz será lo
suficientemente potente.

– Bueno es hora de comprobarlo. Yo tengo fe en ti y creo que una ranita con tanta fuerza de
voluntad, tanto entusiasmo por algo y la ilusión que tú tienes por cantar, lo logrará.

Dicho esto comenzó a andar. Introduciéndose en la cueva. Al poco rato Croky oyó un ruido y supo
que era el golpe del bastón. Se puso inmediatamente a cantar, así continuó y continuó. Cada vez el
golpe se oía más lejano, Croky sólo podía pensar en que la tortuga que había sido tan buena con él
pudiera oírle. Por lo tanto se esforzó como nunca lo había hecho antes.

Cantó alto muy alto, haciendo que su voz sonara limpia y clara. Y entonces sucedió, al principio no
se dio cuenta de que aquella hermosa voz, potente y clarísima salía de su garganta. Pero al sentir
que era él el que cantaba así, no se lo podía creer. Y cantó, y cantó tan alto y tan fuerte, que atrajo a
todos los animalitos del bosque que lo escuchaban admirados. Pues nunca en sus vidas habían oído
algo tan hermoso.

Después de un buen rato cantando, la tortuga y nuestro amigo Croky salieron de la cueva. Lo que allí
vieron los dejó admirados, sobre todo a Croky. Todo el bosque entero, estaba allí reunido, conejos,
ciervos, aves, ardillas, tortugas… e incluso sus hermanitas aplaudían sin parar gritando: ¡¡bravo,
bravo!!

Croky se puso rojo como un tomate, mas su corazón quería estallar de felicidad, sus ojos se
inundaron con lágrimas de emoción. Era el día más feliz de su corta vida.

Cuando se recuperó un poco, se dirigió a la tortuga:

- ¡Gracias, muchas gracias!, sin ti nunca lo hubiera conseguido. ¿Cómo lo has hecho?

- No lo he hecho yo Croky -le respondió la tortuga- sino tú. Tú siempre has tenido esa hermosa voz
dentro de ti, pero el temor y la falta de confianza la tenían atrapada muy adentro. Al no pensar nada
más que en cantar ese temor se desvaneció, dejándola brotar. ¡Y ya basta de hablar y cántanos de
nuevo!, que todos estamos impacientes por volver a oír tu melodiosa voz.

Croky se encaminó hacia el claro, todos guardaron silencio y comenzó a cantar desde lo más
profundo de su corazón.

FIN
4
JUAN Y LOS FRIJOLES
MAGICOS
Erase una vez una pobre viuda sola con su hijo único, Juan.
Eran tan pobres que solo tenían leche y pan para comer. Un día
se vieron en la necesidad de vender la única vaca que tenían.

Lleva la vaca al pueblo - dijo la madre a su hijo-, y trata de obtener un buen precio.

-De acuerdo, madre- respondió Juan.

El joven se dirigió hacia el pueblo para vender la vaca. Por el camino Juan encontró a un hombre con
un traje remendado, una capa y un sombrero de punta adornado con una larga pluma verde.

-¡Que hermosa vaca! -le dijo el extranjero.

-Esta para la venta- respondió Juan. Te la compro respondió el extranjero.

El hombre saltó de la rama en el que estaba sentado, abrió un séquito que tenia colgado al cuello y
saco cinco secos de diferentes colores. Juan nunca había visto ese tipo de frijoles.

-¿Frijoles?- pregunto Juan vacilante.

-Son todavía mejores que el dinero- respondió el extranjero-. Estos no son frijoles comunes; son
mágicos.

Como Juan no desconfiaba de la gente, le creyó al extranjero y acepto los frijoles a cambio de la
vaca.

-¿En que estabas pensando Juan? -gritó la madre cuando su hijo le mostró los frijoles mágicos.
¡Ahora no tenemos ni vaca ni dinero! ¡Qué tonto eres!

De un gesto furioso, la pobre mujer lanzó los frijoles por la ventana y envío a Juan a la cama sin
darle tan siquiera un trozo de pan.

Avergonzado, Juan no lograba conciliar el sueño. "Tengo que encontrar una forma de recuperar la
vaca", se dijo.

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A la mañana siguiente, Juan corrió al jardín para buscar los frijoles mágicos. Cual no seria su
sorpresa que al descubrir que durante la noche, los frijoles habían germinado y crecido tan alto que
se perdían en las nubes.

Me será muy fácil subir, pensó Juan, y decidió ir a ver donde conducía el tallo de los frijoles mágicos.
Comenzó a subir hasta que al mirar hacia abajo, vio su casa tan pequeña como una casa de
muñecas.

Sin embargo por más que subía. No alcanzaba a ver el final de la planta de frijol. Pero como estaba
decidido a llegar, continúo trepando sin atreverse a mirar abajo por temor a marearse.

Juan llegó por fin a lo más alto de la planta y miro a través de una enorme nube y vio un país
maravilloso.

-¿Dónde estoy?- se preguntó.

En eses momento un hada azul apareció delante de sus ojos.

-¿Ves ese castillo? -le preguntó-. Antes perteneció a un valiente caballero. Pero una noche, mientras
dormía, un ogro lo mato y se apodero del castillo. Por fortuna, la esposa del caballero y su hijo, que
estaban ausentes en ese momento del drama pudieron salvarse.

-Esa señora es tu madre Juan, y tú eres el heredero del castillo.

-¿Mi padre era un caballero? -preguntó Juan con los ojos muy abiertos.

-Sí, hijo mío - respondió el hada azul. Y ahora, es tiempo de que recuperes lo que te pertenece para
que se lo des a tu madre.

Diciendo esto el hada desapareció entre una nube.

Qué extraño lugar -se decía Juan mientras se dirigía hacia el castillo.

Cuando llego a la entrada tuvo mucho miedo. Las enormes puertas estaban abiertas y una tenue luz
llegaba del interior.

Juan sintió un olor de carne asada. "No debo tener miedo", se dijo Juan, y entro en punta de pies.
Camino hasta un gran salón donde había una enorme mesa y un enorme sillón. Se disponía a dar
otro paso cuando oyó otro ruido como un trueno y en ese momento el piso se puso a temblar como
un barco mecido por la tempestad. Juan sintió tanto miedo, que corrió a esconderse.

Era el ogro que llegaba. Era tan grande que su cabeza casi tocaba el techo. Tenía un aspecto cruel y
malvado y cuando abrió la boca, Juan vio que tenia dientes afilados como cuchillas.

-Grrr..., huelo a carne humana -gruñó el gigante

6
-¡Imposible!- respondió su esposa desde la cocina -. El olor que te llega es el de tu comida. Siéntate
y te la serviré -le dijo mientras colocaba sobre la mesa veinticinco pollos asados.

El ogro comía con voracidad y bebía enormes cantidades de vino. Juan lo observaba por el ojo de la
cerradura temblando de miedo.

Saciado su apetito, el ogro, el ogro le pidió a su esposa que le llevara la gallina de los huevos de oro.
La mujer regresó con una gallina parda que coloco sobre la mesa.

-¡Pon!- le ordeno y la gallina puso inmediatamente un huevo de oro. El ogro soltó una risotada de
satisfacción que hizo temblar todo el castillo.

--Pon- grito nuevamente. Y la gallina puso otro huevo de oro.

Al cabo de un rato, el ogro bajo la gallina al suelo y se quedo profundamente dormido. Juan, sin
perder un segundo, cruzó de puntillas la habitación, se apodero de la gallina y salió huyendo.

Después corrió hacia la mata de frijol y bajo por ella lo más rápido que pudo.

-¡Mamá! ¡Mama!-. Mira esta gallina. ¡Es una gallina mágica!

-Al fin podré preparar una deliciosa cena -exclamó la madre de Juan.

- ¡Oh no, mama! No la puedes cocinar. ¡Pone huevos de oro! Dijo Juan mientras la colocaba sobre la
mesa.

La gallina puso inmediatamente un huevo de oro, Juan le contó a su madre la historia del ogro y del
hada azul. Al oír esto, la mujer inclino la cabeza.

-Es cierto hijo mío. Tu padre era un valiente caballero.

-Entonces, voy a regresar a allá arriba -decidió Juan.

Y antes que su madre tuviera tiempo de detenerlo, Juan comenzó a trepar nuevamente por la mata
de frijol.

Juan se encontró de nuevo en el castillo y corrió a esconderse.

-Grrr... ¡Huelo a carne humana! Gritó el ogro- me encantan los niños asados -dijo a su esposa.

-Pues bien tú no harás asar uno en esta casa -respondió la mujer-. No he visto a un niño aquí desde
hace siglos. Debe ser el olor del cordero asado. Siéntate y te lo traeré inmediatamente.

Juan vio como el ogro devoraba seis corderos. Cuando hubo terminado, pidió cuatro litros de vino
que bebió en un santiamén.

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Una vez satisfecho su apetito, empezó a contar las monedas de oro que tenía en un saco. Este
trabajo le tomo mucho tiempo porque no sabía contar muy bien. Juan vio otros sacos con monedas
que estaban amontonados en el suelo.

El ogro, muy cansado, instaló un arpa de oro frente a él.

- Toca una canción de cuna- le ordenó.

El arpa empezó a tocar la más hermosa melodía que Juan había escuchado en su vida.

Cuando el ogro empezó a roncar, Juan salió con mucho cuidado de su escondite, agarró un saco
con monedas de oro, el arpa y empezó a correr hacia la mata de frijol.

Pero una sorpresa lo esperaba: el arpa comenzó a gritar:

-¡Auxilio amo sálveme!

-No grites por favor. No te haré ningún daño- le suplico Juan.

Pero era demasiado tarde. El ogro se despertó, se levanto de su asiento y de un salto llego a la
puerta. Al descubrir al ladronzuelo, grito tan fuerte que varios relámpagos rasgaron el cielo.

Juan era muy ligero, pero el ogro con sus zancadas estaba cada vez más cerca y casi lo atrapa, pero
por fortuna tropezó contra una piedra y cayó al suelo cuan largo era.

Juan se precipito hacia la mata de frijol y comenzó a bajar apresuradamente por ella. Cuando llego a
su jardín, alzo la vista y se dio cuenta que el ogro se disponía a bajar tras él.

-¡Rápido madre! -gritó Juan- ¡Tráeme el hacha!

Su madre corrió hacia él, con el hacha en la mano. En el preciso momento en que el ogro asió el
tallo el corte certero de Juan lo hacía desplomar con el pesado ogro aferrado a él.

--¡Apártate madre!- grito Juan.

En cosa de segundos, el ogro cayó estrepitosamente al fondo de un barranco perdiendo la vida


instantáneamente. Quedo en el aire una gran polvareda y el eco del último rugido del malvado. El
larguísimo tallo parecía una enorme serpiente verde reposado en el suelo.

Juan y su madre no se habían recuperado del susto, cuando apareció delante de ellos el hada azul.

-Eres tan valiente como tu padre- le dijo- y mereces que se te devuelva tu castillo y sus riquezas.

En ese momento el castillo se materializo en el mismo lugar donde antes se encontraba su choza.

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El arpa empezó a tocar complacida al reconocer el rostro de la madre de Juan. Los ojos de esta
última se iluminaron de felicidad y hasta sus arrugas desaparecieron. Por primera vez en muchos
años pudo sonreír.

Gracias a las monedas y a los huevos de oro, Juan y su madre vivieron en abundancia. Para
completar su felicidad, la hermosa arpa de oro lleno sus corazones de gozo.

FIN

9
Los músicos de Bremen
Había una vez un burro que trabajaba en una granja.

Cuando el burro se hizo viejo, su amo decidió llevarlo al


matadero. Pero el burro descubrió sus planes y escapó de la
granja.

¡Qué injusticia! He gastado toda mi vida y mis fuerzas al


servicio del amo... ¡y mira cómo me lo agradece! -murmuraba
el burro.

Entonces, pensó ir a la ciudad de Bremen para hacerse músico de la banda municipal.

Por el camino encontró a un perro de caza y le preguntó:

-Amigo, ¿por qué corres con la lengua fuera?

-Porque soy viejo y mi amo quiere matarme...

El burro escuchó todas las desgracias del perro y dijo:

-Compañero, vente conmigo a Bremen y nos haremos músicos de la banda municipal. Yo tocaré
la guitarra y tú el tambor.

Al cabo de un rato, el burro y el perro se encontraron con un gato.

-Compañero, ¿por qué estás triste? -le preguntaron.

-Como ya soy viejo, mi ama quería ahogarme. Por eso he escapado y ahora no sé cómo voy a
ganarme la vida...

-No te preocupes -le dijeron-; tu historia es igual que la nuestra. Ven con nosotros, nos haremos
músicos.

Un poco más adelante, el burro, el perro y el gato oyeron a un gallo que cantaba, parecía que se
iba a romper la garganta.

El gallo les dijo:

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-¡Qué injusticia! Toda la vida he trabajado de despertador y mañana piensan echarme a la sopa...
Ahora, canto hasta desgañitarme mientras puedo.

Entonces, el burro le dijo:

-¿No tienes cerebro debajo de esa cresta? Vente con nosotros a Bremen. Vamos a ser músicos de
la banda municipal.

Pero la ciudad de Bremen estaba lejos y la noche se les echó encima a medio camino. Los
cuatro músicos decidieron pasar la noche junto a un árbol grueso.

El burro y el perro se quedaron bajo el árbol, el gato trepó a una rama y el gallo se encaramó a la
rama más alta.

Desde aquella altura, el gallo gritó:

-¡Se ve una luz a lo lejos...!

-Vamos allá, compañeros -dijo el burro-; seguro que es mejor posada que ésta.

Cuando llegaron a la casa, el burro se asomó a una ventana y dijo:

-Hay un grupo de bandidos sentados a la mesa. Tienen preparada una cena fastuosa.

El burro apoyó las patas delanteras en la ventana; el perro se puso encima del burro; el gato se
encaramó sobre el perro y el gallo, sobre la cabeza del gato.

A una señal, todos comenzaron su música: el burro rebuznaba, el perro ladraba, el gato maullaba
y el gallo cantaba. Y, a una señal, todos se echaron sobre la ventana. El cristal se rompió en mil
pedazos y los bandidos gritaron asustados:

-¡Fantasmas! ¡La casa está embrujada!

Y todos huyeron aterrorizados al bosque.

Entonces, los cuatro músicos de Bremen se sentaron a la mesa y dieron buena cuenta de todos
los alimentos. Cuando terminaron de cenar, apagaron la luz y se acostaron.

Cuando los bandidos se tranquilizaron, el capitán mandó a uno que fuera a la casa para espiar.

El bandido entró sin hacer ruido; al fondo de la habitación brillaban los ojos del gato. El bandido
pensó que era fuego y acercó una cerilla para encender una vela.

Entonces, el gato se lanzó sobre él y le arañó la cara; en su huida tropezó con el perro y éste le
mordió en una pierna; finalmente, el burro le atizó una coz tremenda.

Cuando escapaba aterrorizado oyó cantar al gallo:

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-¡Quiquiriqui!

El ladrón volvió junto a sus compañeros y les dijo:

-En la casa hay una bruja horrible. Nada más entrar me arañó la cara. Luego, me agarró la pierna
con unas tenazas y un monstruo negro y peludo me golpeó con una porra. Cuando escapaba, un
fantasma gritó: «¡Traédmelo aquí!»

A partir de aquel día, los bandidos no se atrevieron a volver a la casa y los cuatro músicos de
Bremen se quedaron en ella para siempre.

FIN

12
EL SASTRECILLO VALIENTE
Había una vez un joven sastrecillo que vivía del trabajo que le
daba la gente del pueblo. Una mañana, al disponerse a
desayunar la mermelada que él mismo hacia, encontró en ella a
un grupo de moscas que estaban dándose un buen festín. Muy
enfadado, el sastrecillo cogió un trapo y de un solo golpe mató a
siete.

Para recordar su valentía se hizo un cinturón en el que leía:

"yo maté a siete", y se echó a la calle para que todo el mundo conociera su hazaña.

El primero que lo leyó fue un gigante que, impresionado por su valentía, le invito a dormir en la
guarida de los gigantes. Pero allí uno de ellos intentó matarlo por envidia

Nuestro héroe huyó y consiguió llegar hasta un castillo, donde el rey, informado de su valor, le
mando llamar.

Le pidió que matara a dos ogros que vivían en sus bosques, y a cambio le concedería la mano de su
hija.

-si he podido con siete, podré con dos, majestad -aseguró el sastrecillo.

Y sin pensarlo más, se puso en camino.

El valiente sastrecillo se subió a un árbol cercano a la guarida de los ogros y se dedicó a tirarles
piedras. Los ogros, que dormían en ese momento, se echaron la culpa mutuamente y acabaron a
palos.

Pero el rey le pidió un par de servicios más: debería atrapar al unicornio que vivía en el bosque. para
ello, el sastrecillo engaño al animal haciéndole embestir contra un árbol. así, su cuerno quedó
clavado en la madera y nuestro amigo consiguió atraparlo.

La última Azaña consistía en atrapar a un fiero jabalí.

El valiente sastrecillo consiguió que el jabalí entrara en una capilla y allí pudo capturarlo.

Ante la probada valentía del sastrecillo, el rey ya no tuvo más remedio que cumplir su promesa.

La boda se celebró de inmediato y el sastrecillo fue el rey más valiente de la historia.

FIN
13
EL GANSO DE ORO
Había un hombre que tenía tres hijos, el más joven fue llamado
Dummling, y era despreciado, burlado, y dejado de lado en cada
ocasión.

Resultó un día que el mayor quiso entrar en el bosque para talar


madera, y antes de que él se fuera, su madre le dio un hermoso
pastel dulce y una botella de vino a fin de que no tuviera que
sufrir de hambre o de sed. Cuando él entró en el bosque
encontró a un pequeño anciano canoso que le deseó que tuviera
un buen día, y quien además le dijo,
-"Regálame un pedazo del pastel de tu bolsillo, y dame un sorbo de tu vino; tengo mucha hambre y
sed."-

Pero el prudente joven contestó,

-"Si te doy mi pastel y vino, no tendré ninguno para mí; hazte a un lado,"-

y dejó al hombrecito parado y continuó su camino.

Pero cuando él comenzó a talar para bajar un árbol, no pasó mucho rato antes de que él diera un
golpe falso, y el hacha lo hirió en el brazo, de modo que tuvo que regresar a casa y tener que
vendarse. Y esto fue hecho por el pequeño hombre canoso.

Después de eso, el segundo hijo también entró en el bosque, y su madre le dio, como al mayor, un
pastel y una botella de vino. El pequeño y viejo hombre canoso lo encontró igualmente, y le pidió un
pedazo de pastel y una bebida de vino. Pero el segundo hijo, también, dijo con mucha razón,

-"Lo que le doy no será para mí; ¡estese lejos!"- y él dejó parado al hombre y continuó. Su castigo,
sin embargo, no se retrasó; y en cuanto él había dado unos pocos golpes en el árbol, se golpeó en la
pierna, de modo que tuvo que regresar a casa.

Entonces Dummling dijo,

"Padre, déjeme ir a mí a cortar la madera."-

El padre contestó,

-"Sus hermanos se han hecho daño con ello, olvídelo, usted no entiende nada sobre eso."-

Pero Dummling pidió con tanta insistencia que por fin él dijo,

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-"Vaya entonces. Se hará más sabio haciéndose daño."-

Su madre le dio un pastel hecho sólo con agua y harina y horneado en las cenizas, y con una botella
de cerveza ácida. Cuando él llegó al bosque, el pequeño viejo hombre canoso lo encontró
igualmente, y después de su saludo le dijo,

-"Deme un pedazo de su pastel y una bebida de su botella; tengo tanta hambre y tengo mucha sed."-

Dummling contestó,

-"Tengo un pastel de sólo harina horneado en ceniza y cerveza ácida; si esto le complace, nos
sentaremos y comeremos."-

Entonces se sentaron, y cuando Dummling sacó su pastel de harina, ahora era un pastel dulce muy
delicioso, y la cerveza ácida se había transformado en el más fino vino. Y comieron y bebieron, y
después el pequeño hombre dijo,

-"Ya que usted tiene un corazón bueno, y acepta compartir lo que tiene, le daré la buena suerte. Allí
tiene un viejo árbol, córtelo, y usted encontrará algo en las raíces."-

Entonces el pequeño hombre se despidió de él.

Dummling fue y redujo el árbol, y cuando cayó había un ganso sentado en las raíces con plumas de
oro puro. Lo levantó, y lo llevó con él, y fue a una posada donde pensó que se quedaría la noche.
Ahora bien, el anfitrión tenía tres hijas, que vieron al ganso y estaban curiosas por saber que tan
maravillosa ave podría ser, y les habría gustado también tener una de sus plumas de oro.

La mayor pensó,

-"Encontraré pronto una oportunidad de sacar una pluma,"-

y tan pronto como Dummling había salido, agarró al ganso por el ala, pero su dedo y mano se
quedaron fuertemente pegadas en ella. La segunda llegó casi de inmediato, pensando sólo en como
ella podría conseguir una pluma, pero no había más que tocado apenas a su hermana cuando quedó
fuertemente pegada. Por fin la tercera también vino con intención parecida, y las hermanas gritaron,

-"Quédate lejos; ¡por tu bien, mantente lejos!"-

Pero ella no entendió por qué debía de alejarse.

-"Las otras ya están allí,"- pensó ella, -"yo puedo estar también allí también,"-

y corrió hacia ellas; pero tan pronto como había tocado a su hermana, ella también quedó pegada. Y
no les quedó más que pasar la noche junto al ganso. A la mañana siguiente Dummling tomó al ganso
bajo su brazo y salió, sin preocuparse sobre las tres muchachas que colgaban de él. Ellas fueron
obligadas a seguir tras él continuamente, ya fuera a la izquierda, ya fuera a la derecha, o a como él
decidiera ir.

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En medio de los campos el cura los encontró, y cuándo él vio la procesión dijo, "Qué vergüenza,
ustedes muchachas inútiles, ¿por qué van por los campos detrás de este hombre joven? ¿es eso
correcto?"-

Al mismo tiempo él agarró a la más joven de la mano a fin de separarla, pero tan pronto como él la
tocó, igualmente se pegó rápido, y fue obligado a correr detrás en la fila. Al poco rato llegó el
sacristán y vio a su maestro, el cura, que corría detrás de tres muchachas. Él quedó sorprendido de
aquello y dijo,

-"Hola, su reverencia, ¿hacia dónde van tan rápidamente? ¡no olvide que tenemos un bautizo hoy!"-

y persiguiéndolo lo tomó por la manga, pero también quedó pegado inmediatamente. Mientras los
cinco trotaban así uno detrás del otro, dos peones vinieron con sus azadas desde los campos; el
cura los llamó y les pidió que los despegaran a él y al sacristán. Pero ellos apenas habían tocado al
sacristán cuando también quedaron rápidamente pegados, y ahora eran siete corriendo detrás de
Dummling y el ganso.

Pronto llegaron a una ciudad, donde el rey que gobernaba tenía una hija que era tan seria que nadie
podìa hacerla reír. Para ese entonces él había firmado un decreto diciendo que quienquiera que
fuera capaz de hacerla reír debería casarse con ella. Cuando Dummling oyó acerca de eso, fue con
su ganso y todo su tren de seguidores ante la hija del Rey, y tan pronto como ella vio a las siete
personas correr sin cesar, uno detrás del otro, de aquí para allá, ella comenzó a reír completamente
en voz alta, y como si nunca acabaría de hacerlo.

Con eso Dummling pidió tenerla como su esposa, y la boda fue celebrada. Después de la muerte del
Rey, Dummling heredó el reino y vivió en adelante siempre felizmente con su esposa.

FIN

16
HANSEL Y GRETEL
Hansel y Gretel vivían con su padre, un pobre leñador, y su cruel
madrastra, muy cerca de un espeso bosque. Vivían con
muchísima escasez, y como ya no les alcanzaba para poder
comer los cuatro, deberían plantearse el problema y tratar de
darle una buena solución.

Una noche, creyendo que los niños estaban dormidos, la cruel


madrastra dijo al leñador:

-No hay bastante comida para todos: mañana llevaremos a los niños a la parte más espesa del
bosque y los dejaremos allí. Ellos no podrán encontrar el camino a casa y así nos desprenderemos
de esa carga.

Al principio, el padre se opuso rotundamente a tener en cuenta la cruel idea de la malvada mujer.

-¿Cómo vamos a abandonar a mis hijos a la suerte de Dios, quizás sean atacados por los animales
del bosque? -gritó enojado.

-De cualquier manera, así moriremos todos de hambre -dijo la madrastra y no descansó hasta
convencer al débil hombre de llevar adelante el malévolo plan que se había trazado.

Mientras tanto los niños, que en realidad no estaban dormidos, escucharon toda la conversación.
Gretel lloraba amargamente, pero Hansel la consolaba.

-No llores, querida hermanita -decía él-, yo tengo una idea para encontrar el camino de regreso a
casa.

A la mañana siguiente, cuando salieron para el bosque, la madrastra les dio a cada uno de los niños
un pedazo de pan.

-No deben comer este pan antes del almuerzo -les dijo-. Eso es todo lo que tendrán para el día.

El dominado y débil padre y la madrastra los acompañaron a adentrarse en el bosque. Cuando


penetraron en la espesura, los niños se quedaron atrás, y Hansel, haciendo migas de su pan, las fue
dejando caer con disimulo para tener señales que les permitieran luego regresar a casa.

Los padres los llevaron muy adentro del bosque y les dijeron:

-Quédense aquí hasta que vengamos a buscarlos.

Hansel y Gretel hicieron lo que sus padres habían ordenado, pues creyeron que cambiarían de
opinión y volverían por ellos. Pero cuando se acercaba la noche y los niños vieron que sus padres no
aparecían, trataron de encontrar el camino de regreso. Desgraciadamente, los pájaros se habían
comido las migas que marcaban el camino. Toda la noche anduvieron por el bosque con mucho

17
temor observando las miradas, observando el brillo de los ojos de las fieras, y a cada paso se
perdían más en aquella espesura.

Al amanecer, casi muertos de miedo y de hambre, los niños vieron un pájaro blanco que volaba
frente a ellos y que para animarlos a seguir adelante les aleteaba en señal amistosa. Siguiendo el
vuelo de aquel pájaro encontraron una casita construida toda de panes, dulces, bombones y otras
confituras muy sabrosas.

Los niños, con un apetito terrible, corrieron hasta la rara casita, pero antes de que pudieran dar un
mordisco a los riquísimos dulces, una bruja los detuvo.

La casa estaba hecha para atraer a los niños y cuando éstos se encontraban en su poder, la bruja
los mataba y los cocinaba para comérselos.

Como Hansel estaba muy delgadito, la bruja lo encerró en una jaula y allí lo alimentaba con ricos y
sustanciosos manjares para engordarlo. Mientras tanto, Gretel tenía que hacer los trabajos más
pesados y sólo tenía cáscaras de cangrejos para comer.

Un día, la bruja decidió que Hansel estaba ya listo para ser comido y ordenó a Gretel que preparara
una enorme cacerola de agua para cocinarlo.

-Primero -dijo la bruja-, vamos a ver el horno que yo prendí para hacer pan. Entra tú primero, Gretel,
y fíjate si está bien caliente como para hornear.

En realidad la bruja pensaba cerrar la puerta del horno una vez que Gretel estuviera dentro para
cocinarla a ella también. Pero Gretel hizo como que no entendía lo que la bruja decía.

-Yo no sé. ¿Cómo entro? -preguntó Gretel.

-Tonta -dijo la bruja-, mira cómo se hace -y la bruja metió la cabeza dentro del horno.

Rápidamente Gretel la empujó dentro del horno y cerró la puerta.

Gretel puso en libertad a Hansel. Antes de irse, los dos niños se llenaron los bolsillos de perlas y
piedras preciosas del tesoro de la bruja.

Los niños huyeron del bosque hasta llegar a orillas de un inmenso lago que parecía imposible de
atravesar. Por fin, un hermoso cisne blanco compadeciéndose de ellos y les ofreció pasarlos a la otra
orilla. Con gran alegría los niños encontraron a su padre allí. Éste había sufrido mucho durante la
ausencia de los niños y los había buscado por todas partes, e incluso les contó acerca de la muerte
de la cruel madrastra.

Dejando caer los tesoros a los pies de su padre, los niños se arrojaron en sus brazos. Así juntos
olvidaron todos los malos momentos que habían pasado y supieron que lo más importante en la vida
es estar junto a los seres a quienes se ama, y siguieron viviendo felices y ricos para siempre.

FIN
18
EL ENANO SALTARÍN
Cuentan que en un tiempo muy lejano el rey decidió pasear por
sus dominios, que incluían una pequeña aldea en la que vivía un
molinero junto con su bella hija. Al interesarse el rey por ella, el
molinero mintió para darse importancia: "Además de bonita, es
capaz de convertir la paja en oro hilándola con una rueca." El
rey, francamente contento con dicha cualidad de la muchacha,
no lo dudó un instante y la llevó con él a palacio.

Una vez en el castillo, el rey ordenó que condujesen a la hija del molinero a una habitación repleta de
paja, donde había también una rueca: "Tienes hasta el alba para demostrarme que tu padre decía la
verdad y convertir esta paja en oro. De lo contrario, serás desterrada."

La pobre niña lloró desconsolada, pero he aquí que apareció un estrafalario enano que le ofreció
hilar la paja en oro a cambio de su collar. La hija del molinero le entregó la joya y... zis-zas, zis-zas,
el enano hilaba la paja que se iba convirtiendo en oro en las canillas, hasta que no quedó ni una
brizna de paja y la habitación refulgía por el oro.

Cuando el rey vio la proeza, guiado por la avaricia, espetó: "Veremos si puedes hacer lo mismo en
esta habitación." Y le señaló una estancia más grande y más repleta de paja que la del día anterior.

La muchacha estaba desesperada, pues creía imposible cumplir la tarea pero, como el día anterior,
apareció el enano saltarín: "¿Qué me das si hilo la paja para convertirla en oro?" preguntó al hacerse
visible. "Sólo tengo esta sortija." Dijo la doncella tendiéndole el anillo. "Empecemos pues," respondió
el enano. Y zis-zas, zis-zas, toda la paja se convirtió en oro hilado. Pero la codicia del rey no tenía
fin, y cuando comprobó que se habían cumplido sus órdenes, anunció: "Repetirás la hazaña una vez
más, si lo consigues, te haré mi esposa." Pues pensaba que, a pesar de ser hija de un molinero,
nunca encontraría mujer con dote mejor. Una noche más lloró la muchacha, y de nuevo apareció el
grotesco enano: "¿Qué me darás a cambio de solucionar tu problema?" Preguntó, saltando, a la
chica. "No tengo más joyas que ofrecerte," y pensando que esta vez estaba perdida, gimió
desconsolada. "Bien, en ese caso, me darás tu primer hijo," demandó el enanillo. Aceptó la
muchacha: "Quién sabe cómo irán las cosas en el futuro." - "Dijo para sus adentros." Y como ya
había ocurrido antes, la paja se iba convirtiendo en oro a medida que el extraño ser la hilaba.
Cuando el rey entró en la habitación, sus ojos brillaron más aún que el oro que estaba
contemplando, y convocó a sus súbditos para la celebración de los esponsales.

Vivieron ambos felices y al cabo de una año, tuvieron un precioso retoño. La ahora reina había
olvidado el incidente con la rueca, la paja, el oro y el enano, y por eso se asustó enormemente
cuando una noche apareció el duende saltarín reclamando su recompensa.

"Por favor, enano, por favor, ahora poseo riqueza, te daré todo lo que quieras." ¿Cómo puedes
comparar el valor de una vida con algo material? Quiero a tu hijo," exigió el desaliñado enano. Pero
tanto rogó y suplicó la mujer, que conmovió al enano: "Tienes tres días para averiguar cuál es mi
19
nombre, si lo aciertas, dejaré que te quedes con el niño. Por más que pensó y se devanó los sesos la
molinerita para buscar el nombre del enano, nunca acertaba la respuesta correcta.

Al tercer día, envió a sus exploradores a buscar nombres diferentes por todos los confines del
mundo. De vuelta, uno de ellos contó la anécdota de un duende al que había visto saltar a la puerta
de una pequeña cabaña cantando:

"Hoy tomo vino,


y mañana cerveza,
después al niño sin falta traerán.
Nunca, se rompan o no la cabeza,
el nombre Rumpelstiltskin adivinarán!"

Cuando volvió el enano la tercera noche, y preguntó su propio nombre a la reina, ésta le contestó:
"¡Te llamas Rumpelstiltskin!"

"¡No puede ser!" gritó él, "¡no lo puedes saber! ¡Te lo ha dicho el diablo!" Y tanto y tan grande fue su
enfado, que dio una patada en el suelo que le dejó la pierna enterrada hasta la mitad, y cuando
intentó sacarla, el enano se partió por la mitad.

FIN

20
Peter pan
Wendy, Michael y John eran tres hermanos que vivían en las
afueras de Londres. Wendy, la mayor, había contagiado a sus
hermanitos su admiración por Peter Pan. Todas las noches les
contaba a sus hermanos las aventuras de Peter.

Una noche, cuando ya casi dormían, vieron una lucecita


moverse por la habitación.

Era Campanilla, el hada que acompaña siempre a Peter Pan, y


el mismísimo Peter. Éste les propuso viajar con él y con
Campanilla al País de Nunca Jamás, donde vivían los Niños
Perdidos...

- Campanilla os ayudará. Basta con que os eche un poco de polvo mágico para que podáis volar.

Cuando ya se encontraban cerca del País de Nunca Jamás, Peter les señaló:

- Es el barco del Capitán Garfio. Tened mucho cuidado con él. Hace tiempo un cocodrilo le devoró la
mano y se tragó hasta el reloj. ¡Qué nervioso se pone ahora Garfio cuando oye un tic-tac!

Campanilla se sintió celosa de las atenciones que su amigo tenía para con Wendy, así que,
adelantándose, les dijo a los Niños Perdidos que debían disparar una flecha a un gran pájaro que se
acercaba con Peter Pan. La pobre Wendy cayó al suelo, pero, por fortuna, la flecha no había
penetrado en su cuerpo y enseguida se recuperó del golpe.

Wendy cuidaba de todos aquellos niños sin madre y, también, claro está de sus hermanitos y del
propio Peter Pan. Procuraban no tropezarse con los terribles piratas, pero éstos, que ya habían
tenido noticias de su llegada al País de Nunca Jamás, organizaron una emboscada y se llevaron
prisioneros a Wendy, a Michael y a John.

Para que Peter no pudiera rescatarles, el Capitán Garfio decidió envenenarle, contando para ello con

la ayuda de Campanilla, quien deseaba vengarse del cariño que Peter sentía hacia Wendy.
Garfio aprovechó el momento en que Peter se había dormido para verter en su vaso unas gotas de
un poderosísimo veneno.

Cuando Peter Pan se despertó y se disponía a beber el agua, Campanilla, arrepentida de lo que
había hecho, se lanzó contra el vaso, aunque no pudo evitar que la salpicaran unas cuantas gotas
del veneno, una cantidad suficiente para matar a un ser tan diminuto como ella. Una sola cosa podía
salvarla: que todos los niños creyeran en las hadas y en el poder de la fantasía. Y así es como,
gracias a los niños, Campanilla se salvó.

21
Mientras tanto, nuestros amiguitos seguían en poder de los piratas. Ya estaban a punto de ser
lanzados por la borda con los brazos atados a la espalda. Parecía que nada podía salvarles, cuando
de repente, oyeron una voz:

- ¡Eh, Capitán Garfio, eres un cobarde! ¡A ver si te atreves conmigo!

Era Peter Pan que, alertado por Campanilla, había llegado justo a tiempo de evitarles a sus amigos
una muerte cierta. Comenzaron a luchar. De pronto, un tic-tac muy conocido por Garfio hizo que éste
se estremeciera de horror. El cocodrilo estaba allí y, del susto, el Capitán Garfio dio un traspié y cayó
al mar. Es muy posible que todavía hoy, si viajáis por el mar, podáis ver al Capitán Garfio nadando
desesperadamente, perseguido por el infatigable cocodrilo.

El resto de los piratas no tardó en seguir el camino de su capitán y todos acabaron dándose un
saludable baño de agua salada entre las risas de Peter Pan y de los demás niños.

Ya era hora de volver al hogar. Peter intentó convencer a sus amigos para que se quedaran con él
en el País de Nunca Jamás, pero los tres niños echaban de menos a sus padres y deseaban volver,
así que Peter les llevó de nuevo a su casa.

- ¡Quédate con nosotros! -pidieron los niños.

- ¡Volved conmigo a mi país! -les rogó Peter Pan-. No os hagáis mayores nunca. Aunque crezcáis,
no perdáis nunca vuestra fantasía ni vuestra imaginación. De ese modo seguiremos siempre juntos.

- ¡Prometido! -gritaron los tres niños mientras agitaban sus manos diciendo adiós.

FIN

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