En 1910, Ernest Rutherford, un físico neozelandés, quiso poner a prueba el modelo atómico postulado
por Sir Joseph Thomson, el cual consistió en querer hacer pasar un rayo de partículas alfa (partículas
cargadas positivamente) a través de una lámina de oro extremadamente delgada.
Los resultados obtenidos, llevaron a Rutherford a plantear su propio modelo atómico. Las principales
conclusiones que se obtuvieron fueron:
El átomo posee un centro denso, que abarca la totalidad de la masa. Además, este
centro, llamado núcleo, está cargado positivamente, razón por la cual, las partículas
alfa al acercarse a él sufrían desviaciones (cargas iguales se repelen).
Los electrones describen órbitas circulares estables alrededor del núcleo del átomo sin radiar
energía.
Los electrones solo se pueden encontrar en ciertas órbitas (no todas las órbitas están
permitidas). La distancia de la órbita al núcleo se determina según el número cuántico n (n=1,
n=2, n=3...):
Los electrones solo emiten o absorben energía en los saltos entre órbitas. En dichos saltos se
emite o absorbe un fotón cuya energía es la diferencia de energía entre ambos niveles
determinada por la fórmula:
Ea - Eb = h · v = h · (RM · [1/nb2 - 1/na2]
El Modelo Atómico de Bohr explica las insuficiencias del Modelo Atómico de Rutherford sobre
la estabilidad de las órbitas del electrón y la existencia de espectros de emisión característicos.
Además el modelo de Bohr también incorporaba ideas tomadas del efecto fotoeléctrico, explicado por
Albert Einstein en 1905.
El modelo atómico de Bohr fue sustituido por el modelo atómico de Sommerfeld ya que para adaptarlo
a los resultados experimentales era necesario incluir otros tres números cuánticos:
l: número cuántico azimutal
m: número cuántico magnético
s: número cuántico de spín