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El Leviatán, de Thomas Hobbes

Publicado el 13 marzo, 2011| 44 comentarios


P.S.B.

El Leviatán de Thomas Hobbes[1] trata sobre la naturaleza humana y cómo se debe


organizar la sociedad.

Explica la aparición de las normas y de las distintas formas políticas. Para Hobbes
el origen del Estado es el pacto que realizan todos los hombres quedando
subordinados entre sí a un gobernante que es el que debe procurar el bien para
todos. La idea central de la obra es la organización política que propone: un Estado
que limite o prohíba al hombre atentar contra la vida de los otros, es decir, que
supere el estado de la naturaleza garantizando la paz.

El Leviatán parte del estudio del origen de la sociedad cuyo comienzo está en la
transferencia de los derechos individuales a un poder absoluto. Un poder que
elimina el peligro de una guerra de todos contra todos que se deriva de la condición
libre del hombre en el estado de la naturaleza. Hobbes piensa que en el estado
natural cada uno tiene derecho a todo lo que hay pero debido a la escasez se
originan conflictos. Esta necesidad humana para la supervivencia, “el hombre actúa
para preservar su vida”, el miedo a la muerte y la esperanza de la paz (XIII), llevan
al hombre a pactar con los demás el establecimiento de una autoridad que sea
capaz de implantar una paz interna. Una autoridad soberana que debe poseer un
poder absoluto.

II

En la 1ª Parte “del hombre”, el autor dice que el hombre es únicamente cuerpo. Para
el autor, el sujeto de cualquier actividad debe ser siempre un cuerpo, porque es el
cuerpo quien piensa. Reduce las formas de conocimiento a la sensación que es
cuando se encuentran dos cuerpos en movimiento: el cuerpo percibido y el cuerpo
humano.

El hombre se comporta según sus experiencias, evitando lo que le es indeseable.


La palabra (o lenguaje) es el instrumento que le permite transmitir la verdad y recibir
la verdad de los demás. Por tanto la palabra es la base de la razón, “cálculo de las
consecuencias”, que permite al hombre decidir lo que le conviene según su
experiencia (lo bueno) y lo que no le conviene (lo malo). Por tanto, el principio de
conocimiento viene de fuera del sujeto, que imagina la realidad.

Esta parte recoge la antropología del autor, que se fundamenta por su teoría del
conocimiento concibiendo toda la realidad como materia. La materia llega al sujeto
por la sensación.

En el capítulo X, el autor explica el concepto de poder, que es la tendencia que


manifiestan los hombres de sacar el mayor provecho de los medios que tienen para
conseguir bienestar, “un bien futuro que se le presenta como bueno”. Se manifiesta
este deseo de poder cuando se comparan y desconfían entre sí por el anhelo de
reconocimiento y preservación de la vida, que se relaciona con el honor, tema
estudiado en el capítulo XIII.

El problema surge cuando se producen conflictos (por competición, seguridad y


gloria) entre lo que conviene a uno respecto de lo que conviene a otros. Para
solucionar este problema, Hobbes propone diferentes leyes que exponen que el
hombre debe procurar la paz hasta dónde tenga esperanza de lograrla utilizando su
propio poder para la preservación de su vida y hacer lo que crea necesario y
adecuado para ese fin, “en su relación con los otros hombres como la que él
permitiría a los otros en su trato con él”.

III

Esta idea conecta con el pacto social que el autor desarrolla en la 2º Parte
denominada “Commonwealth” (no en el sentido de contrato sino como pacto o
acuerdo originario o constituyente). Se entiende pacto como foedus o alianza, que
procede de un impulso racional que es la ley natural.
El autor estudia 19 leyes, de las cuales se puede destacar la primera “buscar la paz
y seguirla” y la segunda que hace referencia a renunciar al derecho natural y a la
libertad a favor de la paz. La tercera introduce el concepto de justicia al obligar a
respetar los pactos establecidos. Sin embargo, para Hobbes estas leyes no sirven
para asegurar la paz. Es necesario “reducir todas las voluntades a una sola”.

Por medio de este pacto, los hombres, racional y voluntariamente, delegan su


libertad en favor de un soberano para poner fin a los conflictos de intereses y para
garantizar la seguridad y la paz, quedando en libertad los ámbitos en los que la ley
no interviene. En definitiva, hay una ley natural que impulsa a los hombres al pacto
social. La voluntad del Estado es la voluntad de los individuos que dan su
consentimiento en el pacto.

Hobbes consideraba que este poder o autoridad civil debe ser absoluto con el fin de
limitar las pasiones del hombre y castigando a aquellos que pongan en peligro este
orden (XVIII). La Commonwealth se instaura en el momento en que se cede el
derecho natural individual a favor de un soberano o asamblea (monarquía,
aristocracia o democracia) con la condición de que se preserve la paz (en el interior)
y la seguridad (en el sentido de defensa del exterior). Es decir, la consecuencia es
que el derecho natural es asumido por la voluntad soberana que se afirma mediante
la coacción.

De esta manera, el poder político queda como un artificio que contradice la


naturaleza aunque es imprescindible para que los hombres vivan en orden y en paz.
Todo lo que vaya contra este poder es ilícito pues la libertad está determinada por
los términos del acuerdo, en virtud del cual nació el Estado. En el mismo sentido,
en el capítulo XXXI se matiza que todo aquello que no lo ponga en peligro es
permisible.

El autor toma preferencia por la Monarquía (Hobbes apoyó a Carlos I, aunque al


eliminar el origen divino del poder no gustó a Carlos II y pareció a algunos que
apoyaba la causa de Cromwell). En ella el monarca tiene unos derechos
fundamentales de los que cabe destacar el hecho de que los súbditos no puedan
ser liberados del pacto debido a sus acciones, que no puede ser acusado de
injusticia y que posee la competencia de examinar opiniones o doctrinas antes de
ser publicadas para prevenir discordias (censura). La monarquía es mejor que los
otros regímenes porque no hay conflicto de intereses ya que el interés público y
privado son el mismo mientras que en los otros cabe la corrupción, la ambición y
la traición.
IV

En cuanto a la sucesión de la soberanía, el autor defiende la idea de que es el


soberano presente quién designa quién tiene el derecho a sucederle. El heredero
puede ser cualquiera siempre que sea designado como tal. Si no hay designación
se sigue la tradición del hijo varón primogénito.

En conclusión, Hobbes en los capítulos del XIII al XVII, argumenta a favor de la


creación de un Estado absoluto que se constituye mediante un pacto que autoriza
al soberano a hacer una política ilimitada (“libertad ilimitada”, capítulo XIV) que
garantice la paz y la seguridad de los súbditos. Para cumplir estos objetivos puede
hacer lo que sea necesario. Será legítimo mientras logre estos objetivos.

La lectura del Leviatán de Hobbes es interesante porque describe el sistema político


absoluto cuyas consecuencias se ven refljadas en los mecanismos políticos de los
sistemas actuales. La obra fue escrita en el contexto de las tensiones del siglo XVII
en Inglaterra y en el ámbito de una guerra civil. Hobbes diseña un sistema político
para superar el conflicto de los monárquicos con los parlamentarios y el problema
religioso, estableciendo que la soberanía está en el rey y que su poder no proviene
directamente de Dios.

Para el autor los hombres son como máquinas, no hay alma, sólo cuerpo. Observa
como un peligro la condición libre del hombre en el estado de la naturaleza, “la vida
es solitaria, pobre, sucia, bruta y corta”. Sólo se evita la guerra si el hombre se
somete como súbdito a una autoridad por pacto que haga posible la paz y la
seguridad.

VI
La idea principal de la primera parte gira en torno al concepto de naturaleza (ámbito
de individuos en conflicto) y se puede discutir desde el problema del control y
descontrol.

En primer lugar puede afirmarse que la teoría de Hobbes trata de contrarrestar el


estado de guerra de todos contra todos. Es decir, evitar el caos porque “el hombre
es un lobo para el hombre”. Niega el plano de relación. La razón humana basada
en la experiencia quiere evitar el mal y favorecer un pacto que evite el conflicto. Esto
puede relacionarse con la comunicación según Aristóteles en el Libro I de la Política.
El hombre por medio de la palabra comunica su pensamiento y lo hace común. Sin
embargo, para Hobbes, si bien acepta que por el modo de comportarse el hombre
se comunica, no entiende que la comunicación ponga de relieve una vida en
amistad. La comunidad no es natural sino algo artificial. No hay hombre como animal
político (hombre social, ciudadano) sino individuo como súbdito.

Esto se conecta con el nominalismo, para los que la realidad se agota en la mera
asociación intelectiva de ideas que lleva a cabo el hombre de forma individual. A
cada una le atribuye una serie de imágenes. Así, en Hobbes, hasta el propio
individuo es una realidad imaginada, porque es el individuo quién hace la realidad
con su imaginación libre. De lo que se extrae que el acto de conocer se identifica
con el de imaginar. Por tanto la realidad es imaginación.

VII

Profundizando en el Leviatán, Hobbes adopta el método de composición genética


para excluir a Dios. Como Dios no se compone de partes ni es engendrado, tampoco
se puede conocer puesto que no cabe análisis que permita descubrir las partes que
le componen, siendo sus partes las causas. La asociación y síntesis permite
recomponer el todo, mostrando cómo de esas causas se genera el todo. Es el
hombre quién genera los objetos, luego se conoce por vía de imaginación. Así, se
llegaría a la conclusión de la primera parte de que Dios no existe porque no se
puede imaginar (conocer), dado que lo que no tiene impresión no es real, salvo que
Dios fuese corpóreo.

Sin embargo, respecto al Estado sí se puede emplear el método de composición


genética. El Estado es algo engendrado por el mismo hombre, un artificio que se
puede descomponer en elementos. Aquí se refleja la pretensión de Hobbes de
recomponer y ordenar la sociedad inglesa de su época, descompuesta por el caos
de una guerra.

El llamativo título de la obra indica las partes a considerar y recomponer en el


Estado: la materia son los individuos, la forma es el pacto social y el poder es el del
soberano. Si se realiza la composición de la materia, forma y poder aparece el
Estado Absoluto.

Por otra parte, el poder civil organizado de forma común debe ser según el autor un
poder superior, único e ilimitado. Sólo puede romperse si el soberano no cumple la
parte de su contrato social ni preserva la vida, la paz y la seguridad. Propone un
régimen que muestra preferencia por la seguridad antes que por la libertad, que
genera descontrol, deseando antes el orden que el desorden. Para lograr el orden
es preferible la no separación de los poderes del Estado y ejercer la restricción de
la libertad de comunicación.

VIII

Estas ideas a mi juicio presentan una serie de cuestiones e implicaciones que


pueden discutirse.

Es difícil que se dé una sumisión voluntaria, casi incondicional, sólo con el pretexto
de la seguridad y la paz. Esta aspiración podría proceder de una visión
antropológica muy limitada de la realidad (excesivamente corpórea) de lo que es el
ser humano, sin aspiraciones de realizarse y ser feliz. Una felicidad, que si bien hay
que reconocer que no puede ser plena en el estado natural, podría verse restringida
si a su vez se restringe la comunicación (derecho fundamental del soberano nº 6),
pues sin libertad de palabra tampoco habría pensamiento propio y común, y como
consecuencia sería imposible la felicidad en la vida social.

Hobbes pretende un poder civil que es también divino, pero que ni obliga ni es ley
para aquellos que no lo reconocen como acto del poder del soberano. Parece como
si quisiera construir el Reino de Dios en la Tierra pero a través de la separación de
la política de todo lo que no lo sea. Todo tiene que estar subordinado a una verdad
parcial del soberano, a una razón individual que ilumina y domina al resto con una
cierta legitimidad que no existe en el estado natural. Por otra parte, Hobbes se
contradice al afirmar que es una verdad demostrable que la razón humana quiere
un Estado absoluto nacido del pacto. Al reservarse el soberano el derecho de
suprimir y juzgar lo racional, también puede previamente eliminar las ideas de la
razón que no le convengan y que le impidan culminar el orden público.

IX

Esto está en relación con el pensamiento de Hobbes sobre la naturaleza humana,


de su tendencia a sobrevivir y no a convivir. Se aducir que el hombre es egoísta,
pero habría que reconocer paralelamante que también es capaz de compartir, y por
tanto de participar y de ser parte. Por eso resulta determinante el énfasis en el
sometimiento a un pacto civil que suprime ambas pasiones humanas, cediendo el
súbdito casi todo lo que es y lo que tiene, incluido la función de participar como
ciudadano. Función que se transfiere al soberano que es quién decide. Estaríamos
ante un Estado absoluto basado en el miedo del soberano hacia los súbditos y de
los súbditos hacia el soberano. Un miedo que conlleva más control y una vigilancia
permanente.

Sin embargo, Hobbes al situar al Estado más allá de cualquier otro temor, dice que
no incurre en la arbitrariedad, pues el propio logro de los objetivos del pacto conduce
a un orden sin miedo, es decir un poder que no produce miedo. En mi opinión, no
es acertado pensar que la razón humana dicte únicamente que para que la
naturaleza cumpla el principio de supervivencia deba ser por medio de un Estado.
Y menos sacrificando otros valores humanos también esenciales. Es posible discutir
ese afán de querer vivir sin miedo, pensar que todo está determinado, de creer que
el hombre es una materia prima o instrumento (materialismo) y el mundo una
máquina tal como afirma Hobbes, “el universo es corpóreo, todo lo que es real es
material y lo que es material no es real”. A lo largo de la historia y en el presente se
pueden observar el riesgo y el peligro grave que supone pretender subordinar,
limitar o eliminar la libertad y la voluntad humana. Un determinismo y materialismo
opuesto a la naturaleza humana.

La mayoría de las ideas de Hobbes me recuerdan a la novela 1984, de George


Orwell. En aquel Estado que la novela describe, todo lo humano ha sido sacrificado
por medio de un control centralizado que garantiza una paz interior. La intervención
estatal asegura la supervivencia. Todo está vigilado por el soberano que puede
introducirse e intervenir en la intimidad y conciencia de sus súbditos. También el
Leviatán se puede conectar con la novela Un mundo feliz, de Aldous Huxley. En
esta obra los individuos, llevados por el conformismo, la comodidad y el sentimiento
de protección, han entregado su esencia y su identidad al Estado. Han renunciado
a luchar por su humanidad a cambio de la seguridad en la sumisión y de una
felicidad artificial. Un mundo en el que lo que está mal es la propia existencia
humana.

Estas dos obras nos advierten que la Revolución que algunos pretenden es que los
cuerpos de los seres humanos pasen progresivamente a ser propiedad común de
todos, y las mentes purificadas de toda idea natural y de la tradición, a través de
programas educativos de manipulación masiva.

Hobbes, sobre todo en la primera parte del Leviatán, no se centra sólo en las
características de las reglas políticas y económicas y de la orientación de la
sociedad en el pacto del que nace el Estado, sino que lo fundamental gira en torno
a un cambio total del ser humano.

XI

En su lectura se advierte que Hobbes tiene miedo a la libertad y no cree en la


amistad. Un Estado según las características descritas en el Leviatán sería eficaz
pero antihumano, pues sobre una población sumisa no es necesario ejercer
coacción si amaran su servidumbre. El soberano de Hobbes podría ser muy
peligroso ya que su tarea es precisamente inducir a los propios súbditos a amar su
sometimiento.

Así, el problema del Estado únicamente radica en el logro de la satisfacción del


súbdito, en lograr que ame su servidumbre sobre la base de la seguridad
económica, contrarrestando un posible descontento social con altas dosis de ocio,
consumo, culto al cuerpo y éxito aparente, que desgastara la energía de aquellos
dispuestos al cambio político. Es decir, consistiría en hacer olvidar que el hombre
puede aspirar a una vida mejor y más plena (Felicidad) y silenciando los medios con
los cuales puede alcanzarla (virtudes).
XII

En definitiva, en Hobbes se manifiesta las ideas atópicas y puritanas cuyo propósito


guarda relación precisamente con el título de la obra. La idea bíblica del Leviatán,
asociado al Mal, que nos conduce a la vida dentro de un Estado que es un monstruo
político, que infunde terror y reprime. Un poder absoluto que previene de una
libertad absoluta.

El Leviatán es un símbolo de la humanidad en oposición a Dios, una humanidad


deshumanizada y antinatural porque considera al hombre sólo como medio y no
como fin, que explica al hombre como rival, animal o súbdito en vez de como
ciudadano, amigo y hermano.

P.S.B.

[1] Lectura: Parte I y II del Leviatán o la materia, forma y poder de un Estado


eclesiástico y civil, de Thomas Hobbes. 1º edición 2009, Alianza Editorial.

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