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112 EL CtRCUlO ENTRE NARRACIÓN YITMPORAUD

AD

3. TIEMPO y NARRACIÓN
en este c mp? Pero sitúa al espectador ideal,
� y aún más al lector
Ideal: su inteligencia, sus emociones "purg
adas", su goce, unidos La triple "mimesis"
a la obra y a la cultura que ésta crea. Por
eso la Poética de Aristó­
teles, pese a su casi exclusivo interés
por la mimesis-invención
ofrece el esbozo de la actividad mimética
en toda su envergadura .'

Ha llegado el momento de relacionar los dos estudios indepen·


dientes que preceden y poner a prueba mi hipótesis de análisis:
entre la actividad de narrar una historia y el carácter temporal de
la existencia humana existe una correlación que no es puramente
accidental, sino que presenta la forma de necesidad transcultural.
Con otras palabras: el tiempo se hace tiempo humano en la medi­
da en que se articula en un modo narralivo, y la narración alcan­
za su plena significación cuando se convierte en una condición de
la existencia temporal.
El abismo cultural que separa el análisis agustiniano del tiempo
en las Confesiones y el aristotélico de la trama en la Poética me obliga
a construir por mi cuenta y riesgo los eslabones intermedios que ar­
ticulan la correlación. En efecto, se ha dicho que las paradojas de la
bre la cu1tura. Para J. Rcdfie1d, esta incidencia es, sobre experiencia del tiempo según Agustín no deben nada a la actividad
todo, critica: el drama na.
�e de las ambigüedades de los valores y de las normas culturales. Con sus ojos fi­ de narrar una historia. El ejemplo privilegiado de la recitación de un
JOs en la no a, el poeta presenta a su auditorio una verso o de un poema sirve para avivar la paradoja más que para re­
carácter desVlanre (p. 84): "El poeta trágico pmeba
� historia problemática con un
de este modo los límites de la solverla. Por su parte, al análisis de la trama que hace Aristóteles le
mática" (p. 84). Antes que ocurre 10 mismo con su teoria del tiempo, la cual compete exclusiva­
cultura. En la tragedia, la cuJtura mis a se hace proble
_ esta �
ella, I a epopeya desem en6 funCión gracias a la "distancia épica": "La épica
. � mente a la fisica; más aún, en la Poética, la "lógica" de la construc­
des?nb :1 mundo herOICO a una audiencia que vh-c
� en otro mundo, en el mundo
ord�na�o (p. 36). El eta ejercita su magisterio comen ción de la trama descarta cualquier consideración sobre el tiempo,
aun cuando entrañe conceptos tales como comienzo, medio y fm, o
�� zando por desorientar a su
a�ditono, luego ofreclcndole una represrntación ordmad
a de los temas de desola.
se ocupe de la extensión o de la duración de la trama en el discurso.
clón y de desor�en de sus conatos heroicos. Pero no
, en la liaJ
da,
resuelve los dilemas de la vi.
� a. AsI,
La construcción de la mediación que voy a proponer lleva in­
tido, p�ro muestra la �encia de sentido de toda la ceremonia fúnebre de
empresa guerrera: "EJ arte

dramático parte de los ilemas y contradicciones de tencionadamente el mismo título que el conjunto de la obra:
Tiempo y narración. Sin embargo, en este estadio de la investiga­
la \"ida, pero no promete re­
solverlos; por el COntrano, el arte trágico alcanza su
perfección forma! más alra. en
el m�m nto en que nos revela estos dilemas como univers ción sólo puede tratarse de un esbozo que exige todavía desarro­
� ales, convincentes y neo
c ��ano (p. 219). "La poesía no ofrece (a los hombr
! es) gratificación, sino inteligi. llo, critica y revisión. En efecto, el presente estudio no tiene en

blh ad (p. 220) . Es el caso del sufrimiento no mereci
. do, agravado por la culpa cuenta la bifurcación fundamental entre narración histórica y na­
trágIca: "Por edlo del sufrimiento inmerecido de los caracteres de la
La hamartia, punto ciego de la
� tragedia se
n�s hace s ntlr el problema de la cultura" (p. 87). rración de ficción, que dará origen a los estudios más técnicos de

discordanCia, es también el punto ciego de la "enseñ
anza trámea la segunda y tercera partes de esta obra. De la investigación sepa­
sentl·do po demos arriesgamos a llamar a! arte "la negació o · " S61o en este
.

n de la cultura" (pp. 218- rada de estos dos campos nacerán las más comprometidas discu­
22.3) Volvere os en la cuarra. parte, con ayuda de
: � Hans Robert Jauss, sobre esta siones de toda mi empresa, tanto en el plano de la pretensión de
funCión que tiene la obra literaria de problematizar
la vivencia de la cultura. verdad como en el de la estructura interna del discurso. Así, lo

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114 EL CIRCULO ENTRE NARRACIÓN Y TEMPORAliDAD TIEMPO Y NARRACIÓN 115

que aquí se esboza no es más que una especie de modelo reduci­ po y narración. Lejos de sustituir un problema por otro, pasando
do de la tesis, que el resto de la obra deberá poner a prueba_ de la cuestión inicial de la mediación entre tiempo y narración a la
Tomo como hilo conductor de este análisis de la mediación en­ nueva del encadenamiento de los tres estadios de la mimesis, baso
tre tiempo y narración la articulación evocada antes, e ilustrada ya toda la estrategia de mi obra en la subordinación del segundo
parcialmente por la interpretación de la Poética de Aristóteles, en­ problema al primero. La mediación entre tiempo y narración la
tre los tres momentos de la mimesis que llamo mimesis 1, mimesis JI constituyo precisamente al construir la relación entre los tres mo­
y mimesis III. Doy por sabido que mimesis II constituye el eje del dos miméticos. Esta misma mediación es la que pasa por las tres
análisis; por su función de ruptura, abre el mundo de la composi­ fases de la mimesis. Con otras palabras: para resolver el problema
ción poética e instituye, como ya he sugerido, la literalidad de la de la relación entre tiempo y narración debo establecer el papel
obra literaria. Pero mi tesis es que el sentido mismo de la opera­ mediador de la construcción de la trama entre el estadio de la ex­
ción de configuración constitutiva de la construcción de la trama periencia práctica que la precede y el que la sucede. En este senti­
resulta de su posición intermedia entre las dos operaciones que do, el argumento del libro consiste en construir la mediación en­
yo llamo mimesis I y mimesis Ill, y que constituyen "el antes" y "el tre tiempo y narración demostrando el papel mediador de la
después" de mimesis II. Con esto me propongo mostrar que mime­ construcción de la trama en el proceso mimético. Aristóteles -lo
sis II consigue su inteligibilidad de su facultad de mediación, que hemos visto- ignoró los aspectos temporales de la construcción
consiste en conducir del antes al después del texto, transfigurar de la trama. Me propongo excluirlos del acto de configuración
el antes en después por su poder de configuración. Reservo para textual y mostrar el papel mediador de este tiempo de la cons­
la parte de esta obra consagrada a la narración de ficción la con­ trucción de la trama entre los aspectos temporales prefigurados
frontación entre esta tesis y la que considero característica de la en el campo práctico y la refiguración de nuestra experiencia tem­
semiótica del texto: que la ciencia del texto puede establecerse en poral por este tiempo construido. Seguimos, /Tues, el paso de un tiem­
la sola abstracción de mimesis 11 y puede tener en cuenta única­ po prefigurado a otro refigurado por la mediación de uno configurado.
mente las leyes internas de la obra literaria, sin considerar el an­ En el horizonte de la investigación se plantea la objeción de
tes y el después del texto. En cambio, incumbe a la hermenéutica círculo vicioso entre el acto de narrar y el ser temporal. ¿Condena
reconstruir el conjunto de las operaciones por las que una obra este círculo a toda la empresa a no ser más que una vasta tautolo­
se levanta sobre el fondo opaco del vivir, del obrar y del sufrir, gía? Parece que hemos eludido la objeción al escoger dos puntos
para ser dada por el autor a un lector que la recibe y así cambia de partida alejados entre sí lo más posible: el tiempo en Agustín y
su obrar. Para la semiótica, el único concepto operativo sigue la construcción de la trama en Aristóteles. Pero ¿no volvemos a
siendo el del texto literario. La hermenéutica, en cambio, se preo­ reforzar la objeción al buscar un término medio para estos dos
cupa de reconstruir toda la gama de operaciones por las que la extremos y al asignar un papel mediador a la construcción de la
experiencia práctica intercambia obras, autores y lectores. No se trama y al tiempo que ella estructura? No intento negar el carác­
Jjmita a colocar mimesis 11 entre I y 111. Quiero caracterizar mime­ ter circular de la tesis según la cual la temporalidad es llevada al
sis 11 por su función de mediación. Lo que está en juego, pues, es lenguaje en la medida en que éste configura y refigura la expe­
el proceso concreto por el que la configuración textual media en­ riencia temporal. Pero espero mostrar, hacia el final del capítulo,
tre la prefiguración del campo práctico y su refiguración por la que el circulo puede ser algo muy distinto de una tautologia muerta
recepción de la obra. Como corolario, se verá, al término del aná­
lisis, que el lector es el operador por excelencia que asume por su
hacer -acción de leer- la unidad del recorrido de mimesis I a mi·
mesis III por medio de mimesis 11. 1. MIMESIS 1
Esta contemplación de la dinámica de la construcción de la tra­
ma es, a mi juicio, la clave del problema de la relación entre tiem- Cualquiera que pueda ser la fuerza de la innovación de la compo-

L
116 E L CiRCULO ENTRE NARRACIÓN y TEMPORALIDAD TIEMPO y NARRAClÓN 117

sición poética en el campo de nuestra experiencia temporal, la ya, como su hecho; por consiguiente, se puede considerar a estos
composición de la trama se enraíza en la pre-comprensión del agentes responsables de algunas consecuencias de sus acciones.
mundo de la acción: de sus estructuras inteligibles, de sus recur­ En la red, la regresión infinita abierta por la pregunta "¿por
sos simbólicos y de su carácter temporal. Estos rasgos se descri­ qué?", no es incompatible con la regresión finita abierta por la
ben más que se deducen. En este sentido, nada exige que su lista pregunta "¿quién?" Identificar un agente y reconocerle motivos
sea cerrada. Sin embargo, su enumeración sigue una progresión son operaciones complementarias. Sabemos también que estos
fácil de establecer. En primer lugar, si es cierto que la trama es agentes actúan y sufren en circunstancias que ellos no han pro­
una imitación de acción, se requiere una competencia previa: la ducido y que, sin embargo, pertenecen al campo práctico, preci­
de identificar la acción en general por sus rasgos estructurales; la samente en cuanto circunscriben su intervención de agentes his·
semántica de la acción explica esta primera competencia. Ade­ tóricos dentro del transcurso de los acontecimientos físicos y
más, si imitar es elaborar la significación artietdada de ]a acción, ofrecen a su acción ocasiones favorables o desfavorables_ A su
se requiere una competencia suplementaria: la aptitud para iden­ vez, esta intervención supone que obrar es hacer coincidir lo que
tificar lo que yo llamo mediaciones simb6licas de la acción, en el un agente puede hacer -en cuanto "acción de base"- y lo que sa­
sentido clásico que Cassirer da a la palabra símbolo y que ha be, sin observación, que es capaz de hacer, con el estadio inicial
adoptado la antropología cultural, de la que tomaré algunos de un sistema físico cerrado.' Además, obrar es siempre obrar
ejemplos. Finalmente, estas articulaciones simbólicas de la acción "con" otros: la interacción puede tomar la forma de la coopera­
son portadoras de caracteres temporales de donde proceden más ción, de la competición o de la lucha. Las contingencias de la in­
directamente la propia capacidad de la acción para ser contada y teracción se juntan entonces con las de las circunstancias, por su
quizá la necesidad de hacerlo. Un primer préstamo de la fenome­ carácter de ayuda o de adversidad. Finalmente, el resultatUi de la
nología hermenéutica de Heidegger acompañará la descripción acción puede ser un cambio de suerte hacia la felicidad o hacia la
de este tercer rasgo. desgracia.
Consideraremos sucesivamente estos tres rasgos: estnlcturales, En pocas palabras: estos términos u otros parecidos sobrevie­
simbólicos, temporales. nen en respuesta a preguntas sobre el "qué", el "por qué", el
La inteligibilidad engendrada por la construcción de la trama "quién", el "cómo", el "con" o el "contra quién" de la acción. Pe­
encuentra el primer anclaje en nuestra competencia para utilizar ro el hecho decisivo es que emplear, de modo significante, uno u
de manera significativa la red conceptua� que distingue estructural­ otro de estos términos en una situación de pregunta y de respues­
mente el campo de la acción del movimiento físicol Hablo de red ta es ser capaz de unirlo a cualquier otro miembro del mismo
conceptual más que de concepto de acción para subrayar el he­ conjunto. En este sentido, todos los miembros del conjunto están
cho de que el propio término de acción, tomado en el sentido es­ en una relación de intersignificación_ Dominar la red conceptual
tricto de /o que alguien hace, obtiene su plena significación de los en su conjunto, y cada término como miembro del conjunto, es
demás términos de toda la red. Las acciones implican fines, cuya tener la competencia que se puede llamar comprensión práctica.
anticipación no se confunde con algún resultado previsto o predi­ ¿Cuál es, entonces, la relación de la comprensi6n narrativa con
cho, sino que compromete a aquel de quien depende la acción. la comprensión práctica tal como la acabamos de organizar? La
Las acciones, además, remiten a motivos, que explican por qué al­ respuesta a esta pregunta exige la relación que puede establecer-
guien hace o ha hecho algo, de un modo que distinguimos clara­
mente de aquel por el que un acontecimiento físico conduce a
2 Para el concepto de acción de base, véase A. Danto, "Basic actions", en A.m.
PhiL Quarlerly, (1965). Respecto del saber sin observación. véase E. Anscombe, In,.
otro acontecimiento físico. Las acciones tienen también agentes,
que hacen y pueden hacer cosas que se consideran como obra su· tention (Oxford, 1957). Finalmente. sobre el concepto de intervención en su rela­
ción con la noción de sistema fisico cerrado, véase H. von Wright, Explanation and
I Véase mi contribución a La $éman!ique de l'action (París, 1977), pp. 21.63. undmlanding(Londres, 1971).
1 18 El CiRCULO ENTRE NARRACIÓN Y TEMPORAUDAD TIEMPO Y NARRACIÓN 1 19

se entre teoría narrativa y teoría de la acción, en el sentido dado desde el final hacia el comienzo de la historia, no anula la diacra-'
a este ténnino en la fIlosofia analítica de lengua inglesa. A mi en­ nía fundamental de la narración.
tender, esta relación es doble. Es, a la vez, una relación de prem­ Sacaremos más larde las consecuencias de esto, cuando discu­
posici6n y de transformaci6n. tamos las tentativas estructuralistas de derivar la lógica de la na­
Por un lado, toda narración presupone, por parte del narrador rración de modelos fundamentalmente acrónicos, Digamos por
y de su auditorio, familiaridad con ténninos como agente, fin, ahora que comprender lo que es narración es dominar las reglas
medio, circunstancia, ayuda, hostilidad, cooperación, conflicto, que rigen su orden sintagmático. En consecuencia, la inteligencia
éxito, fracaso, etc. En este sentido, la frase narrativa mínima es narrativa no se limita a suponer la familiaridad con la red concep­
una frase de acción de la fonna "X hace A en tales o cuales cir­ tual constitutiva de la semántica de la acción; requiere, además,
cunstancias" y teniendo en cuenta que "Y hace B en circunstan­ familiarizarse con las reglas de composición que gobiernan el or­
cias idénticas o diferentes". Las narraciones tienen como tema, fi­ den diacrónico de la historia. La trama, entendida en el sentido
nalmente, obrar y sufrir. Lo hemos visto y dicho al hablar de amplio que hemos adoptado en el capítulo anterior -la disposi­
Aristóteles. Se verá más tarde hasta qué punto, desde Propp a ción de los hechos (y, por lo tanto, el encadenamiento de las fra­
Greimas, el análisis estructural de la narración en términos de fun· ses de acción) en la acción completa constitutiva de la historia na­
ciones y de actantes verifica esta relación de presuposición que rrada-, es el equivalente literario del orden sintagmático que la
establece el discurso narrativo teniendo como base la frase de ac­ narración introduce en el campo práctico.
ción. En este sentido, no existe análisis estructural de la narración Podemos resumir como sigue la doble relación entre inteligen­
que no recurra a la fenomenología implícita o explícita del "hacer".' cia narrativa e inteligencia práctica. Al pasar del orden paradig­
Por otro lado, la narración no se limita a hacer uso de nuestra mático de la acción al sintagmático de la narración, los términos
familiaridad con la red conceptual de la acción. Ella añade los ras­ de la semántica de la acción adquieren integración y actualidad.
gos discur:rivos que la distinguen de una simple secuencia de fra­ Actualidad: términos que sólo tenían una significación virtual en
ses de acción. Estos rasgos ya no pertenecen a la red conceptual el orden paradigmático -simple capacidad de uso- reciben una
de la semántica de la acción; son rasgos sintácticos, cuya función significación efectiva gracias al encadenamiento a modo de
es engendrar la composición de las modalidades de discursos dig­ secuencia que la intriga confiere a los agentes, a su hacer y a su
nos de llamarse narrativos, ya se trate de narración histórica, ya sufrir. Integración: términos tan heterogéneos como agentes, mo­
de narración de ficción. Se puede explicar la relación entre la red tivos y circunstancias se vuelven compatibles y operan conjunta­
conceptual de la acción y las reglas de composición narrativa re­ mente dentro de totalidades temporales efectivas. En este senti­
curriendo a la distinción, familiar en semiótica, entre orden para­ do, la doble relación entre reglas de construcción de la trama y
digmático y orden sintagmático. En cuanto provienen del orden ténninos de acción constituye a la vez una relación de presuposi­
paradigmático, todos los términos relativos a la acción son sincró­ ción y una relación de transformación. Comprender una historia
nicos, en el sentido de que las relaciones de intersignificación es comprender a la vez el lenguaje del "hacer" y la tradición cul­
que existen entre fines, medios, agentes, circunstancias y lo de­ tural de la que procede la tipología de las tramas.
más, son perfectamente reversibles. En cambio, el orden sintag­ El segundo "anclaje" que la composición narrativa encuentra
mático del discurso entraña el carácter irreductiblemente diacró­ en la comprensión práctica reside en los recursos simbólicos del
nico de cualquier historia narrada. Aunque esta diacronía no campo práctico. Este rasgo determinará qué aspectos del hacer, del
impide la lectura al revés de la narración, característica -<amo poder-hacer y del saber-poder-hacer derivan de la trasposición
veremos- del acto de narrar de nuevo, esta lectura, que asciende poética. Si, en efecto, la acción puede contarse, es que ya está ar­
ticulada en signos, reglas, normas: desde siempre está
mediatizada
5 Sobre la relación entre fenomenología y análisis lingüístico, vbse mi trabajo simbólicamente. Como se ha dicho anterionnente, me apoyo aquí
I.n. .fl.mantimu tú l'action, op. cit., pp. 1 ]3·)32. en los trabajos de antropólogos que apelan, desde diferentes pun-
121
120 EL CtRCULO ENTRE NARRACIÓN Y TEMPORAUDAD

acción", de "modelos de significaciones sinérgicas". Antes de ser


tos de vista, a la sociología comprensiva, entre otros, Clifford
Geertz, autor de The interpretation of cultures.'
En esta obra se ta­ texto, la mediación simbólica tiene una textura_ Comprender un
rito es situarlo en un ritual, éste en un culto y, progresivamente,
ma la palabra símbolo en una acepción, digamos, media, a mitad
de camino de su identificación con la simple notación (tengo pre­ en el conjunto de convenciones, creencias e instituciones que for­

sente ahora la oposición Ieibniziana entre el conocimiento intuiti­ man la red simbólica de la cultura.
vo por visión directa y el conocimiento simbólico por signos abre­ Un sistema simbólico proporciona así un contexto de descripción

VIados, sus�tUld ?s por una larga cadena de operaciones lógícas) y para acciones particulares. Con otras palabras: podemos interpre­
tar tal gesto como significando esto o aquello, "con arreglo... a" tal
de su IdentificacIón con las expresiones de doble sentido según el
mod �lo de la metáfora, incluso con significaciones ocultas, sólo convención simbólica; el mismo gesto de levantar el brazo puede
accesIbles a un saber esotérico. Entre una acepción demasiado entenderse, según el contexto, como saludo, llamada de un taxi o
acción de votar. Antes de someterse a la interpretación, los sím­
pobre y otra demasiado rica, he optado personalmente por un
uso cercano al de Cassirer en su PhilosoPhie des fOTmes symboliques, bolos son "interpretantes" internos de la acción'
en la medida en que, para éste, las formas simbólicas son proce­ De esta forma, el simbolismo confiere a la acción la primera le­
.
sos culturales que articulan toda la experiencia. Si hablo más con­ gibilidad. Al decir esto no podemos confundir la textura de la ac­
c ;etamente de mediación simbólica, es para distinguir, entre los ción con el texto que escribe el etnólogo, con el texto etno gráfico - ,

slmbolos de naturaleza cultural, aquellos que sÍlven de base a la escrito en categorías, con conceptos y sobre la base de principios

acción, hasta el punto de constituir su primera significación, an­ nomológicos que son la aportación propia de la ciencia misma y

t�s de d c;sprenderse del plano práctico de los conjuntos simbó­ que, por consiguiente, no pueden confundirse con las categorías
licos auLonomos que se refieren a la palabra o a la escritura. En bajo las cuales una cultura se comprende a sí misma. Si se puede
este sentido se podría hablar de un simbolismo implícito o inma­ hablar, sin embargo, de la acción como un cuasi-texto, es sólo en

nente, por oposición a otro explícito o autónomo.! cuanto que los símbolos, entendidos como interpretantes, pro­

Para el antropólogo y el sociólogo, el término símbolo subraya porcionan las reglas de significación según las cuales se puede in­

d ,; entrada el carácter público de la articulación significante. Se­ terpretar tal conducta.'


gun Chfford Geertz, "la cultura es pública porque la significación El término símbolo introduce además la idea de regla no sólo
10 es". Adopto con gusto esta primera caracterización, que mues­ en el sentido que acabamos de decir -reglas de descripción y de

tra perfectamente que el simbolismo no está en la mente, no es


una operación psicológica destinada a guiar la acción, sino una 6 Es en este punto donde el sentido de la palabra símbolo, que he privilegiado,
significación incorporada a la acción y descifrable gracias a ella roza con los dos sentidos que he descartado. Como intérprete de conducta, un
simbolismo es también un sistema de noJaci6n que compendia, a modo del simbo­
por los demás actores del juego social.
lismo matemático, numerosas acciones particulares y prescribe, como el simbolis­
Además, el término símbolo -o mejor, mediación simbólica­
mo musical, la serie de ejecuciones o acciones capaces de efectuarlo. Pero también
señala el carácter estructurado del conjunto simbólico. Clifford en cuanto intérprete regulador de lo que Clifford Ceeru llama una "descripción
Geertz habla en este sentido de un "sistema de símbolos en inter- densa", el símbolo introduce una relación de doble sentido en el gesto, en la con­
ducta, cuya interpretación regula. Se puede considerar la configuración empírica

: �
Clifford Geertz, TM inlerpTt tion ojCUlluTt.J (Nueva York, 1973).
del gesto como el sentido literal portador de otro figurado. En último término, es­
te sentido puede aparecer, en ciertas condiciones próximas a lo secreto, como
En el ensayo del que extraJgo la mayoría de las anotaciones dedicadas a la
sentido oculto que hay que descifrar. Para un profano, así se manifiesta cualquier
mediación sim�li :a de la acción, distinguía yo entre un simbolismo conslituytnU y
ritual social, sin que se necesite llevar la interpretación hacia el esoterismo y el
otro reprtSmlahvo ( La structure symbolique de J'action", en Symbolume, Estrasbur­
hermetismo.
go, 1977, pp. 29-50). Hoy este vocabulario me parece inadecuado. Para un estudio
7 Véase mi artículo 1'he model of the text. Meaningful action considered as a
complementario, remito también a mi ensayo "L'imaginarion dans le discours et
dans l'acrion", en Savo;r. faire. tSPher: la limiltS ck la raison (Bruselas ' 1976) ,
texl", en Social Research 38 (1971), pp. 529-562, reproducido en Ntw Literary His-
101] 5 (1973), pp. 91-)]7_
pp. 207-228.
122 EL CfRCULO ENTRE NARR.O\CIÓN y TEMPORAlIDAD TIEMPO y NARRACIÓN 123

interpretación para acciones singulares-, sino en el de norma. Al· posible la modalidad de lectura que suspenda totalmente cual­
gunos autores como PeLer Winch8 incluso privilegian este rasgo, quier evaluación de carácter ético. ¿Qué quedaría, en partIcular,
al caracterizar la acción significante como rule-governed.behaviour. de la compasión que Aristóteles nos ha enseñado a relacionar
Se puede clarificar esta función de regulación social comparando con la desgracia inmerecida si el placer estético llegase a disociar·
los códigos culturales con los genéticos. Como estos últimos, se de toda simpatía y de toda antipatía por la cualidad ética de los
aquéllos son "programas" de comportamiento; como ellos, dan caracteres? En cualquier caso, es necesario saber que esta even­
forma, orden y dirección a la vida. Pero, a diferencia de los códi­ tual neutralidad ética habría que conquistarla con gran esfuerzo
gos genéticos, los culturales se han edificado en las zonas derrum· en contra de un rasgo originariamente inherente a la acción: pre­
badas de la regulación genética, y sólo prolongan su eficacia a cisamente, el de no poder ser jamás éticamente neutra. Una ra­
costa de una reordenación completa del sistema de codificación. zón para pensar que esta neutralidad no es ni posible ni deseable
Las costumbres, los hábitos y todo lo que Hegel colocaba bajo el es que el orden efectivo de la acción no ofrece sólo al artista con­
nombre de sustancia ética, de la Sittlichkeit, previa a cualquier MI)­ venciones y convicciones que hay que deshacer, sino también am­
ralitat de orden reflexivo, toman así el relevo de los códigos gené· bigüedades y perplejidades que hay que resolver según el modo
ticos. hipotético. Muchos críticos contemporáneos, al reflexionar sobre
De este modo se pasa sin dificultad, con el concepto común de la relación entre el arte y la cultura, han subrayado el carácter
mediación simbólica, de la idea de significación inmanente a la conflictivo de las normas que la cultura ofrece a la actividad mi­
de regla, tomada en el sentido de regla de descripción; luego a la mética de los poetas' Hegel los ha precedido en este punto en la
de norma, que equivale a la idea de regla tomada en el sentido conocida meditación sobre la Antígona de Sófocles. Al mismo
prescriptivo del término. tiempo, ¿no suprimiría la neutralidad ética del artista una de las
Con arreglo a las nonnas inmanentes a una cultura, las accio­ funciones más antiguas del arte, la de constituir un laboratorio
nes pueden valorarse o apreciarse, es decir, juzgarse según una en el que el artista busca, al estilo de la ficción, una experimenta­
escala preferentemente moral. Adquieren así un valor relativo, ción con los valores? Sea lo que fuere de la respuesta a estas cues­
que hace decir que tal acción vale más que tal Ot17. Estos grados tiones, la poética recurre continuamente a la ética, aun cuando
de valor, atribuidos en primer lugar a las acciones, pueden exten­ aconseje la suspensión de cualquier juicio moral o su inversión
derse a los propios agentes. que son tenidos por buenos, malos, irónica. El propio proyecto de neutralidad presupone la cualidad
mejores o· peores. originariamente ética de la acción anterior a la ficción. Esta mis­
Uegamos de este modo, por el rodeo de la antropología cultu­ ma cualidad ética no es más que un corolario del carácter princi­
ral, a algunos de los presupuestos "éticos" de la Poética de Aristó­ pal de la acción: estar desde siempre mediatizada simbólicamente.
teles, que puedo relacionar así con el plano de mimesis 1. La Poética El tercer rasgo de la pre-comprensión de la acción que la acti­
no supone sólo "agentes", sino caracteres dotados de cualidades vidad mimética del plano JI presupone es el tema mismo de nues­
éticas que los hacen nobles o viles. Si la tragedia puede represen­ tra investigación. Concierne a los caracteres temporales, sobre los
tarlos "mejores" y la comedia "peores" que los hombres actuales, que el tiempo narrativo viene a incorporar sus configuracio� es.
es que la comprensión práctica que los autores comparten con su En efecto, la comprensión de la acción no se limita a una famlha­
auditorio implica necesáriamente una evaluación rle los caracte­ ridad con la red conceptual de la acción y con sus mediaciones
res y de su acción en términos de bien y de mal. No hay acción simbólicas; llega hasta reconocer en la acción estructuras tempo­
que no suscite, por poco que sea, aprobación o reprobación, se­ rales que exigen la narración. En este plano permanece implícita
gún una jerarquía de valores cuyos polos son la bondad y la mal­ la ecuación entre narrativa y tiempo. Sin embargo, no llevaré el
dad. Discutiremos, llegado el momento, la cuestión de saber si es
9 Hemos dado un ejemplo de esto al hablar de cómo relaciona James Redfield

8 Peter Winch, TM idea of a social scienct (Londres, 1958), pp. 40-65. el arte y la cultura en NaluTt and culturt in tIu Iliad, op. cit., véase supra, pp. 115s.
124 EL CfRCUlO ENTRE NA.RRACIÓN YTEMPÜRAUDAD TIf.,\tIPO y NARRACIÓN 125

análisis de estos caracteres temporales de la acción hasta el extre­ te efectivo del hacer testifica el presente potencial de la capaci­
mo en que se padrla hablar de una estructura narrativa, o al me. dad de hacer y se constituye en presente del presente.
nos de una estructura prenarrativa de la experiencia temporal, Pero la fenomenología de la acción puede avanzar más que es­
como lo sugiere nuestro modo familiar de hablar de historias que ta correlación término a término por el camino que abrió la me·
nos suceden o de historias en las que nos haI1amos inmersos, o ditación de Agustín sobre la distentio animi. Lo importante es el
simplemente de la historia de una vida. Reservo para el final del modo como la praxis cotidiana ordena uno con respecto al otro el
capítulo el examen de ]a noción de estructura prenarrativa de la presente del futuro, el presente del pasado y el presente del pre­
experiencia; ofrece, en efecto, una excelente ocasión para hacer sente. Pues esta articulación práctica constituye el inductor más
frente a la objeción de círculo vicioso que persigue a todo el aná­ elemental de la narración.
lisis. Por ahora me limito al examen de los rasgos temporales que En este momento, el relevo del análisis existencial de Heideg­
han permanecido implícitos en las mediaciones simbólicas de la ger puede desempeñar un papel decisivo, pero bajo ciertas condi­
acción, y que se pueden considerar como inductores de narración. ciones, que deben establecerse con claridad. No ignoro que una
No me detendré en la correlación, demasiado evidente, que lectura de El ser y el tiempo en sentido puramente antropológico
puede establecerse, de alguna fonna término por término, entre puede echar a perder el sentido de toda la obra en cuanto que se
tal miembro de la red conceptual de la acción y tal dimensión ignoraría su objetivo ontológico: el "Dasein" es el "lugar" en el
temporal considerada aisladamente. Es fácil observar que el pro­ que el ser que somos se constituye por su capacidad de plantear
yecto tiene que ver con el futuro, pero de un modo específico e! problema del ser y del sentido del ser. Aislar la antropología fi­
que lo distingue del futuro de la previsión o de la predicción. No losófica de El ser y el tiempo es, pues, olvidar esta importante signi­
es menos evidente el estrecho parentesco entre la motivación y la ficación de su categoría existencial central.
aptitud para movilizar en e! presente la experiencia heredada del En El ser y el tiempo, la cuestión del ser se abre precisamente
pasado. Finalmente, e! "puedo", el "hago", el "sufro" contribuyen por un análisis que debe tener en primer lugar cierta consistencia
claramente al sentido que damos espontáneamente al presente. en e! plano de la antropología filosófica, para ejercer la función
Más importante que esta débil correlación, entre algunas cate­ de apertura ontológica que se le asigna. Más aún, esta antropolo­
gorías de la acción y las dimensiones temporales, consideradas gía filosófica se organiza sobre la base de una temática: la del cui­
una por una� es el intercambio, que la acción efectiva pone de ma­ dado (Sorge), que, sin jamás agotarse en una praxeología, saca, sin
nifiesto entre las dimensiones temporales. La estruCtura discor­ embargo, en descripciones tomadas del orden práctico, la fuerza
dante-concordante del tiempo según Agustín desarrolla en el pla­ subversiva que le permite quebrar la primacía del conocimiento y
no del pensamiento reflexivo algunos rasgos paradójicos, cuyo develar la estructura del ser-en-el-mundo, más fundamental que
primer esbozo puede iniciarlo efectivamente la fenomenología de cualquier relación de sujeto a objeto. De este modo, e! recurso a
la acción. Al afirmar que no hay un tiempo futuro, un tiempo pa­ la práctica tiene, en El ser y el tiempo, un alcance indirectamente
sado y un tiempo presente, sino un triple presente -un presente ontológico. Se conocen a este respecto los análisis de! instrumen­
de las cosas futuras, un presente de las cosas pasadas y un presen­ to, de! "con-vistas-a-lo-cual", que proporcionan la primera trama
te de las cosas presentes-, Agustín nos ha encaminado hacia la de la relación de significancia (o capacidad de significación), an­
investigación de la estructura temporal más primitiva de la ac­ tes de cualquier proceso cognoscitivo explícito y de cualquier ex­
ción. Es fácil reescribir cada una de las tres estructuras tempora­ presión proposiCional desarrollada.
les de la acción en los términos del triple presente. ¿Presente del Es el mismo poder de ruptura que encuentro en los análisis
futuro? En adelante, es decir, a partir de ahora, me comprometo a que cierran el estudio de la temporalidad en la segunda sección
hacer esto mañana. ¿Presente del pasado? Tengo ahora la inten­ de El ser y el tiempo. Estos análisis se centran en nuestra relación
ción de. hacer esto porque acabo de pensar que ... ¿Presente del con el tiempo como aquello .."en" lo que actuamos cotidianamen­
presente? Ahora hago esto porque ahora puedo hacerlo: el presen- te. Me parece que esta estructura de la intra-temporalidad (Innerzei-

-
126 EL CfRCUlO ENTRE NARRACiÓN YTBiPORALIDAD TIL\lPO y NARRACiÓN 127

tigkeit) es precisamente la que mejor caracteriza la temporalidad seguidamente, viene sólo en tercer lugar.lI Esta estructura tempo­
de la acción en e! plano en que tiene lugar el presente análisis, ral se coloca en última posición, ya que es la más apta para ser ni­
que es también el que conviene a la fenomenología de lo volunta­ velada con la representación lineal del tiempo, como simple suce­
rio y de lo involuntario y a la semántica de la acción. sión de ahoras abstractos. Si me intereso por ella aquí es debido
Se puede objetar que es muy peligroso adentrarse en El ser y el precisamente a los rasgos por los que esta estIuctura se distingue
tiempo por su capítulo final. Pero se debe comprender por qué ra­ de la representación lineal del tiempo y resiste a la nivelación que
zones es el último en la economía de la obra. Son dos. En primer la reduciría a esa representación que Heidegger llama la concep­
lugar, la meditación sobre el tiempo, que ocupa la segunda sec­ ción "vulgar" del tiempo.
ción, se sitúa precisamente en una posición que se puede caracte­ La intratemporalidad es definida por una característica básica
rizar como de espera. En efecto, la primera sección se recapitula del cuidado: la condición de ser arrojado entre las cosas tiende a
bajo e! signo de una pregunta que se enuncia así: ¿qué es lo que hacer la descripción de nuestra temporalidad dependiente de la
hace del Dasein un todo? Se supone que la meditación sobre el descripción de las cosas de nuestro cuidado. Este rasgo reduce el
tiempo responde a esta problemática por razones sobre las que cuidado a las dimensiones de la preocupación (Besorgen) (op. cit.,
volveré en la cuarta parte. A su vez, la organización' jerárquica p. 121). Pero por inauténtica que sea esta relación, presenta aún
que Heidegger imprime a la meditación sobre el tiempo retrasa rasgos que la apartan del dominio externo de los objetos de nues­
e! estudio de la intratemporalidad, lo único que me interesa en la tro cuidado y la vincula secretamente al propio cuidado en su cons­
fase actual de mi propio análisis. Esta organización jerárquica si­ titución fundamental. Se observa que, para discernir estos carac­
gue un orden de derivación y de autenticidad decrecientes a la teres propiamente existenciales, Heidegger se dirige gustosamente
vez. Como se sabe, Heidegger reserva el término temporalidad a lo que decimos y hacemos con respecto al tiempo. Este procedi­
(Zeitligkeit) a la forma más originaria y más auténtica de la expe­ miento no está lejos del que encontramos en la f.tlosofía de! len­
riencia del tiempo: la dialéctica entre ser-par-venir, habiendo-sido guaje ordinario. No es extraño, pues el plano en el que nos apo­
y hacer-presente. En esta dialécLÍca, el tiempo se desustancializa yamos en este estadio inicial de nuestro recorrido es precisamente
completamente. Las palabras futuro, pasado y presente desapare­ aquel en el que el lenguaje ordinario es realmente lo que J-L.
cen, y el tiempo mismo figura como unidad rota de estos tres éx­ Austin y otros han dicho que es, a saber: el tesoro de las expresio­
tasis temporales. Esta dialéctica es la constitución temporal del nes más apropiadas para lo que es propiamente humano en la ex­
cuidado. Como se sabe también, el ser-para-la-muerte impone, periencia. Es, pues, el lenguaje, con su reserva de significaciones
contrariamente a Agustín, la primacía del futuro sobre el presen­ corrientes, el que impide a la descripción del cuidado en la moda­
te y el cierre de ese futuro por un límite interno a cualquier espe­ lidad de la preocupación convertirse en la víctima de la descrip­
ra y a cualquier proyecto. Heidegger reserva luego e! término de ción de las cosas de nuestro ruidado.
historicidad (Geschichtlichkeit) para e! plano inmediatamente conti­ De esta forma, la intratemporalidad, o el ser-"en"-el-tiempo, ma­
guo de derivación. Dos rasgos se subrayan: la extensión de! tiem­ nifiesta rasgos irreductibles a la representación del tiempo lineal.
po entre nacimiento y muerte y el desplazamiento del acento del El ser-"en"-el-tiempo es ya otra cosa que medir intervalos entre
futuro sobre el pasado. En este plano, Heidegger intenta relacio­ instantes-límites. Ser-"en"-el-tiempo es, ante todo, contar con el
nar el conjunto de las disciplinas históricas merced a un tercer tiempo y, en consecuencia, calcular. Pero debemos recurrir a la
rasgo -la repetición-, que indica la derivación de esta historici­ medida, precisamente, porque contamos con el tiempo y hace­
dad con respecto a la temporalidad profunda. 10 mos cálculos; no a la inversa. Debe, pues, ser posible dar una des-
Así, pues, la intratemporalidad, sobre la que quiero detenerme
11 Heidegger, Sein und Zeit (Tubinga, lOa. ed., 1963), pp. 78-83, 404437; trad.
10 Volveré extensamente sobre el papel de la "repetición" en la discusión de española por J. Caos, El ser y el tiemfxJ (México, 1951). Traduzco InneruitigJuit por
conjunto que consagraré a la fenomenología del tiempo en la cuarra parte. intratemporalidad o ser·"en"-el.tiempo.
TIEMPO y NARRACIÓN 129
128 EL CfRCULO ENTRE NARRACiÓN YTEMPORAUDAD

cripci6n existencial de este "contar con» antes de la medida que hacerpresente que se temporaliza en unión de una espera que re­
reclama. Son muy reveladoras expresiones tales como "tener tiene" ." y también: "Llamamos 'tiempo' al hacer-presente que se
tiempo para", "tomarse tiempo para", "'perder el tiempo . . . ", etc. interpreta a sí mismo, es decir, lo que es interpretado y consi­
Sucede lo mismo con la red gramatical de los tiempos del verbo y derado en el 'ahora''' 14 Se comprende cómo, en algunas circuns­
con la de los adverbios de tiempo, muy ramificada: entonces, des. tancias prácticas, esta interpretación puede derivar hacia la repre­
pués, más tarde, más temprano, hasta que, mientras que, mien­ sentación del tiempo lineal: decir-ahora se hace para nosotros
tras, siempre que, ahora que, etc. Todas estas expresiones, de ex­ sinónimo de leer la hora en el reloj. Pero mientras la hora y el re­
trema sutileza y fina diferenciación, orientan hacia el carácter loj se sigan percibiendo como derivaciones del día, que, a su vez,
datable y público del tiempo de la preocupación. Pero es siempre une el ruidado con la luz del mundo, decir-ahora retiene su signi­

la preocupación la que determina el sentido del tiempo, no las ficación existencial. Sólo cuando las máquinas que sirven para
cosas de nuestro cuidado. Sin embargo. el ser·"en"-el-tiempo se in­ medir el tiempo son despojadas de esta referencia primaria a las
terpreta tan fácilmente según la representación ordinaria del medidas naturales, decir-ahora retoma a la representación abs­
tiempo, porque sus primeras medidas se toman del medio natu­ tracta del tiempo.

ral, y en primer lugar del juego de la luz y de las estaciones. A es­ A simple vista, parece muy lejana la relación entre este análisis
te respecto, el día es la medida más natural ." Pero el día no es de la intratemporalidad y la narración; parece que el texto de
una medida abstracta, es una magnitud que corresponde a nues­ Heidegger -como comprobaremos en la cuarta parte- no le deja
tro cuidado y al mundo en el que hay "tiempo para" hacer algo, ninguna posibilidad, en cuanto que el vínculo entre la historio�

en el que "ahora" significa "ahora que . . . ". Es el tiempo de los tra­ graBa y el tiempo se hace, en El ser y el tiempo, en el plano de la
bajos y de los días. historicidad y no de la intratemporalidad. La ventaja del análisis
Es importante, pues, ver la diferencia de significado que distin­ de la intratemporalidad está en otra parte: reside en la ruptura
gue el "ahora", propio de este tiempo de la preocupación, del que opera este análisis con la representación lineal del tiempo,
"ahora" en el sentido del instante abstracto. El "ahora" existencial entendida como simple sucesión de ahoras. Con la primacía dada
se determina por el presente de la preocupación, que es un "ha­ al cuidado se franquea así el primer umbral de temporalidad. Re­
cer-presente", inseparable de "esperar" y de "retener" (op. cit., p. conocer este umbral es tender, por vez primera, un puente entre
416). El "ahora", así aislado, puede convertirse en la presa de su el orden de la narración y el cuidado. Sobre el pedestal de la intra­
representación como un momento abstracto sólo porque, en la temporalidad se edificarán conjuntamente las configuraciones na­
preocupación, el ruidado tiende a contraerse en el hacer-presente rrativas y las formas más elaboradas de temporalidad que les co­
y a anular su diferencia con respecto a la espera y a la retención. rresponden.
Para evitar que el significado del "ahora" pueda reducirse a Se percibe cuál es la riqueza del sentido de mimesis 1: imitar o
una abstracción es importante observar en qué ocasiones "deci­ representar la acción es, en primer lugar, comprender previa­
mos-ahora" en la acción y en el sufrimiento cotidianos: "Decir­ mente en qué consiste el obrar humano: su semántica, su reali­
ahora -escribe Heidegger- es la articulación en el discurso de un da� simbólica, su temporalidad. Sobre esta precomprensión, co­
.
mún al poeta y a su lector, se levanta la construcción de la trama

12 "El Dasein, por el hecho de que interpreta el tiempo a1 datarlo [... ], se histo­ y, con ella, la mimética textual y liLeraria.
ria1iza de dÚJ en dio" ("Sein Ceschehen ¡st aufGrund der... datierenden Zeitawlegung
cin Tagtágliches�, ap. cit., p. 413; trad. española, p. 445)_ Recordamos las reOexiones
13 "Das ]etzt-sagen aber ist die redende Artikulation eines Cegenwartigens, das
in der Einheit mit einem behahenden Cewartigen sich zeitigt", (op. cit., p. 416;
de Agustín sobre el "día": no consiente en reducirlo pura y simplemente a una re­
volución del sol. Heidegger no lo sigue por este camino: coloca la diferencia entre
la medida "más natural" del liempo (ibid.) y todas las medidas instrumentales y ar­ trad. española, p. 449).
tificiales. El tiempo "en" el que estamos es Weltuit (op. cit., p. 419; trad. española, 14 "Das sich auslcgende Gegenwartigen, das heissl das im JelZt' angesprochene
p. 452): "más objetivo" que cualquier sujeto posible. Así no está ni dentro ni fuera. Ausgelegte nennen wir 'Zeit''', (op. cil., p. 508; trad. española, p. 439s.).
130 EL CiRCULO ENTRE NARRACIÓN Y TEMPORAllDAD TIEMPO y NARRACIÓN 131

Es verdad que, bajo el régimen de la obra literaria, esta como aristotélico, que la Poética -ya lo hemos visto- define como "dis·
prensión previa del mundo de la acción retrocede al rango de posición de los hechos".
"repertorio", para hablar como Wolfgang Iser en Der Aht des Le· Me propongo seguidamente deslindar esta actividad configura­
sens, 15 o al de "mención", para emplear otra terminología más fa­ dora de las coacciones restrictivas que el paradigma de la tragedia
miliar a la H1osofia analítica. Pero, pese a la ruptura que crea, la impone al concepto de construcción de la trama en Aristóteles.
literatura sería para siempre incomprensible si no viniese a confi­ Quiero, además, completar el modelo por medio de un análisis
gurar lo que aparece ya en la acción humana. de sus estructuras temporales. Sabemos que la Poética no habla
para nada de este análisis. Espero demostrar luego (segunda y
tercera partes) que, con un mayor grado de abstracción y con la
adición de rasgos temporales apropiados, las amplificaciones y
n. MIMESIS n correcciones de la teoría de la historia y la del relato de ficción
no alterasán radicalmente el modelo aristotélico.
Con mimesis JI se abre el reino del como si. Hubiera podido decir Ese modelo de construcción de la trama, que se pondrá a
el reino de laficción, según el uso corriente en crítica literaria. Me prueba en el resto de esta obra, responde a una e><igencia funda·
privo, sin embargo, de las ventajas de esta expresión perfecta. mental, ya evocada en el capítulo anterior. Al situar mimesis IJ en·
mente apropiada al análisis de mimesis JI para evitar el equívoco tre una fase anterior y otra posterior de la mimesis, no trato sólo
que crearía el uso del mismo término en dos acepciones diferen· de localizasla y de enmarcarla. Quiero comprender mejor su fun·
tes: en la primera, como sinónimo de las configuraciones narrati­ ción de mediación entre el "antes" y el "después" de la configura·
vas; en la segunda, como antónimo de la pretensión de la narra­ ción. Mimesis JI ocupa una posición intermedia sóJo porque tiene
ción histórica de constituir una narración "verdadera". La crítica una función de mediación.
literaria' no conoce esta dificultad al no tener en cuenta la esci­ Esta función de mediación proviene del casácter dinámico de
sión que divide el discurso narrativo en dos grandes clases. Por la operación tk configuración, que nos ha hecho preferir el ténnino
eso puede ignorar la diferencia que afecta a la dimensión referen· de construcción de la trama al de trama simplemente, el de dis­
cial de la narración y limitarse a los caracteres estructurales comu­ posición al de sistema. Todos los conceptos relativos a este plano
nes a la narración de ficción y a la histórica. La palabra ficción designan, efectivamente, operaciones. Este dinamismo consiste
queda entonces disponible pasa designar la configuración del re· en que la trama desempeña ya, en su propio campo textual, una
lato cuyo paradigma es la construcción de la trama,. sin tener en función de integración y, en este sentido, de mediación, que le
cuenta las diferencias que conciernen sólo a la pretensión de ver· pennite operar, fuera de este mismo campo, una mediación de ma­
dad de las dos clases de narración. Cualquiera que sea la ampli. yor alcance entre la precomprensión y -valga la expresión- la pos­
tud de las revisiones a las que será necesario someter la distinción comprensión del orden de la acción y de sus rasgos temporales.
entre ficticio o "imaginario" y "real", siempre existirá una dife­ La trama es mediadora por tres razones al menos. En primer
rencia entre relato de ficción y relato histórico, cuya reformula· lugas, media entre acontecimientos o incidentes individuales y una
ción habrá de hacerse precisamente en la cuarta parte. Entre tan ­ historia tomada como un todo. A este respecto se puede decir
to, quiero reservar el término de ficción para la segunda de las equivalentemente que extrae una historia sensata tk una serie de
acepciones consideradas anteriormente y oponer "relato de fic· acontecimientos o de incidentes (los pragmato de Aristóteles); o
ción" a "relato histórico". Hablaré de composición o de configu' que transforma estos acontecimientos o incidentes en una histo­
ración según la primera de las acepciones, que no pone en juego ria. Las dos relaciones recíprocas expresadas por el tk y por el en
los problemas de referencia y de verdad. Es el sentido del mythos caracterizan la intriga como mediación entre acontecimientos e
historia narrada. En consecuencia, un acontecimiento debe ser al­
15 Wolfgang Jser, Dtr AAl tks Ltsens (Munich, 1976), 11 parte. cap . 111. go más que una ocurrencia singular. Recibe su definición de su
TIEMPO y NARRACIÓN 133
132 EL CÍRCULO ENTRE N.\RRACIÓN y TEMPORAllOAD

bargo, están directamente implicados en el dinamismo constituti­


vo de la configuración narrativa. De este modo, dan sentido pleno
contribución al desarrollo de la trama. Por otra parte, una histo­
ria debe ser más que una enumeración de acontecimientos en se­
al concepto de concordancia-discordancia del capítulo anterior.
rie; ella debe organizarlos en una totalidad inteligible, de modo
A este respecto puede decirse de la operación de la construcción
que se pueda conocer a cada momento el "tema" de la historia.
de la trama que, a la vez, refleja la paradoja agustiniana del tiem­
En resumen: la construcción de la trama es la operación que ex­
po y la resuelve no según el modo especulativo, sino según el
trae de la simple sucesión la configuración.
poé tico.
En segundo lugar, la construcción de la trama integra juntos
La refleja en cuanto que el acto de construcción de la trama
factores tan heterogéneos como agentes, fines, medios, interaccio­
combina en proporciones variables dos dimensiones temporales:
nes, circunstancias, resultados inesperados. elc. Aristóteles antici­
una cronológica, otra no cronológica. La primera constituye la di­
pa este ca �cter mediador de varias formas: en primer lugar, crea mensión episódica de la narración: caracteriza la historia como
un subconjunto de tres "partes" de la tragedia -trama, caracteres
hecha de acontecimientos. La segunda es la dimensión configu­
y pensamiento- bajo el título del "qué" (de la imitación). Nada
rante propiamente dicha: por ella, la trama transforma los acon­
impide, pues, extender el concepto de trama a toda la tríada. Esta
tecimientos en historia_ Este acto configurante17 consiste en "to­
primera extensión proporciona al concepto de trama el valor ini­
mar juntas" las acciones individuales o lo que hemos llamado los
cial que va a permitirle recibir nuevos enriquecimientos_
El concepto de trama admite, realmente, una extensión más
incidentes de la historia; de esta variedad de acontecimientos
consigue la unidad de la totalidad temporal. No se puede indicar
amplia: al incluir en la trama compleja los incidentes que produ­
con más fuerza el parentesco entre este "tomarjuntas", propio
cen compasión o temor, la peripecia, la agnición y los efectos vio­
la trama a la configuración, que noso­
del acto configuran te, y la operación del juicio según Kant. Re­
lentos, Aristóteles equiPara
cordemos que, para Kant, el sentido trascendental del juicio no
tros hemos caracterizado como concordancia-discordancia. Es este
consiste tanto en unir un sujeto y un predicado como en colocar
una diversidad intuitiva bajo la regla de un concepto_ La afinidad
rasgo el que, en último término, constituye la función mediadora
de la trama. Lo hemos anticipado en la sección anterior, cuando
es mayor aún con el juicio que Kant opone al juicio determinan­
decíamos que la narración pone de manifiesto, en el orden sin­
te, en cuanto que sobre el trabajo del pensamiento que actúa en
tagmático, todos los componentes capaces de figurar en el cua­
el juicio estético del gusto y en el teleológico aplicado a totalida­
des orgánicas. El acto de la trama tiene una función similar, en
dro paradigmático establecido por la semántica de la acción. Este
paso de lo paradigmático a lo sintagmático constituye la transi­
cuanto extrae la configuración de la sucesión . 1 8
ción misma de mimesis 1 a mimesis Ir. Es el fruto de la actividad de
Pero la poiesis hace más que reflejar la paradoja de la tempora­
lidad. Al mediatizar los dos polos del acontecimiento y de la his­
configuración.
La trama es mediadora por un tercer motivo: el de sus caracte­
toria, la construcción de la trama aporta a la paradoja una solu­
res temporakJ propios. Por generalización, ellos nos autorizan a
llamar a la trama la síntesis de w heterogéneo.16
ción: el propio acto poético. Este acto, del que acabamos de decir
que extrae una figura de una sucesión, se revela al oyente o al lec­
tor en la capacidad que tiene la historia de ser continuada ."
Aristóteles no tuvo en cuenta estos caracteres temporales. Sin em-

16 ': c�sta de esta generalización, un historiador como Paul Veyne podrá defi­ 17 Tomo de Lollis O. Minl:. la expresión conjiguralional act -acto configurame-,
.
OIr l_a mtnga como la combinación, en proporción variable, de fines, causas y ca­
que aplica a la comprensión histórica y que yo extiendo a todo el campo de la in·
sua hdades, y hacer de eUa el hilo director de su historiografia en Comment on ¡mi
teligencia narrativa (Louis O. Mini.;. "The amonorny of historical undecstanding",
fr.
['histoire (véas� in a. segunda p ne, cap_ 2). De otra manera, complementaria pe­
� 24-47. Véase infra, segunda parte, cap. 2).
en HislOry and theory 5, 1965, pp.
ro no contraructona, H. von Wnght ve en el razonamiento histórico una combina­
18 Veremos más adelante otras implicaciones del carácter reflexivo del juicio
� � � �
ción e silo sm s prác icos y de encadenamientos de causalidad regidos por
en historia. Véase segunda parte cap. 3. .

co cclones Sistémicas (vcase igualmente infta, segunda parte, cap. 2). Por consi­
19 Tomo el concepto de foll() abilil'J de W.B. Gallie, Pbilosophy and the hutorical
guiente, la trama compone series heterogéneas de múltiples maneras.
134 EL CIRCULO ENTRE NARRACIÓN Y TEMPORALIDAD TIEMPO y NARRACIÓN 135

Continuar una historia es avanzar en medio de contingencias y En segundo lugar, la configuración d<; la trama impone a la su­
de peripecias bajo la égida de la espera, que halla su cumplimien­ cesión indefinida .de los incidentes "el sentido del punto final"
to en la conclusión_ Algunas de las premisas anteriores no impli­ (traduciendo el título de la obra de Kermode, The sense of an en­
can lógicamente esta conclusión_ Ésta da a la historia un "punto ding). Hemos hablado antes del "punto final" como aquel desde
final", que, a su vez, proporciona la perspectiva desde la que pue­ el que puede verse la historia como una totalidad. Podemos aña­
de percibirse la historia como formando un todo_ Comprender la dir ahora que esta [unción estructural del cierre puede discernir­
historia es comprender cómo y por qué los sucesivos episodios se, más que en el acto de narrar, en el de narrar-de-nuevo. En
han llevado a esta conclusión, la cual, lejos de ser previsible, debe cuanto se conoce perfectamente una historia -y tal es el caso de
ser, en último análisis, aceptable, como congruente con los episo­ la mayoría de los relatos tradicionales o populares, lo mismo que
dios reunidos. el de las crónicas nacionales que relatan los acontecimientos fun­
Esta capacidad de la historia para ser seguida constituye la so­ dacionales de una comunidad-, seguir la historia es no tanto in­
lución poética de la paradoja de distensión-intención. El que la cluir las sorpresas o los descubrimientos en el reconocimiento del
historia se dije continuar convierte a la paradoja en dialéctica viva. sentido atribuido a la historia, tomada como un todo, como apre­
Por un lado, la dimensión episódica de la narración lleva al hender los propios episodios bien conocidos como conduciendo
tiempo narrativo de diversas formas del lado de la representación a este fin. Una nueva cualidad del tiempo emerge de esta com­
lineal. En primer lugar, el "entonces-y-entonces", por el que res­ prensión.
pondemos a la pregunta "¿y luego?", sugiere que las fases de la Finalmente, la reconsideración de la historia narrada, regida
acción están en una relación de exterioridad. Además, los episo­ como totalidad por su manera de acabar, constituye una alternati­
dios constituyen una serie abierta de acontecimientos que permi­ va a la representación del tiempo como transcurriendo del pasa­
te añadir al "entonces-y-entonces" un "y así sucesivamente". Final­ do hacia el futuro, según la metáfora bien conocida de la "flecha
mente, los episodios se siguen sucesivamente de acuerdo con el del tiempo'. Es como si la recolección invirtiese el llamado orden
orden irreversible del tiempo común a los acontecimientos físicos "natural" del tiempo. Al leer el final en el comienzo y el comien­
y humanos. zo en el final, aprendemos también a leer el tiempo mismo al re­
La dimensión configurante, en cambio, presenta rasgos tempo­ vés, como la recapitulación de las condiciones iniciales de un cur­
rales contrarios a los de la dimensión episódica. Y esto también . so de acción en sus consecuencias finales.
de varias maneras. En una palabra: el acto de narrar, reflejado en el de continuar
En primer lugar, la disposición configurante transforma la su­ una historia, hace productivas las paradojas que inquietaron a
cesión de los acontecimientos en una totalidad significante, que Agustín hasta el punto de llevarlo al silencio.
es el correlato del acto de reunir los acontecimientos y hace que Me quedan por añadir al análisis del acto configurante dos ras­
la historia se deje seguir. Merced a este acto reflexivo, toda la tra­ gos complementarios que aseguran la continuidad del proceso
ma puede traducirse en un "pensamiento", que no es otro que su que une mimesis III a mimesis lI. Más claramente que los prece­
"punta" o su "tema". Pero nos equivocaríamos totalmente si con­ dentes, estos rasgos exigen, corno se verá después, el soporte de
siderásemos este pensamiento corno atemporal. El tiempo de la la lectura para su reactivación. Se trata de la esquematización y de
"fábula-y-del-tema', para emplear la expresión de Northrop Frey, la tradicionalidad característica del acto configurante; ambas tie­
es el tiempo narrativo que media entre el aspecto episódico y el nen una relación específica con el tiempo.
configuran te. Recordemos que se ha relacionado constantemente el "tomar­
juntos", característico del acto configurante, con el juicio según
undentanding (Nueva York. 1964). Reservo para la segunda parte la discusión de Kant. Dentro de una perspectiva también kantiana, no se debe
la tesis central de la obra de Gallie de que la historiogr.ifla (History) es una especie dudar en relacionar la producción del acto configurante con el
del género de "historia narrada" (Story). trabajo de la imaginación creadora. Por ésta, hay que entender
136 EL CIRCULO ENTRE NARRACIÓN Y TEMPORAUDAD TIEMPO y NARRACIÓN 137

una facultad no psicologizante, sino trascendental. La imagina­ Esta sedimentaci6n se produce en múltiples planos, que exigen
ción creadora no sólo no existe sin regla, sino que constituye la de nosotros gran discernimiento en el uso del término paradig­
matriz generadora de las reglas. En la primera Critica, las catego­ mático. Así, hoy nos parece que Aristóteles hizo dos cosas a la
rías del entendimiento son esquematizadas, ante todo, por la ima­ vez, si no tres. Por un lado, establece el concepto de trama en sus
ginación creadora. El esquematismo posee este poder porque la rasgos más formales: los que hemos identificado con la concordan­
imaginación creadora tiene fundamentalmente una función sinté­ cia discordante. Por otro, describe el género de la tragedia griega
tica. Une el entendimiento y la intuición engendrando síntesis a (y, accesoriamente, el de la epopeya, pero ajustado a los criterios
la vez intelectuales e intuitivas. La construcción de la trama en­ del modelo trágico); este género cumple a la vez con las condicio­
gendra igualmente la inteligibilidad mixta entre lo que hemos lla­ nes formales que hacen de él un mythos, y con las condiciones res­
mado la punta, el tema, el ·pensamiento" de la historia narrada, y trictivas que lo convierten en mythos trágico: cambio de la fortuna
la presentación intuitiva de las circunstancias, de los caracteres, en infortunio, incidentes lastimosos y horribles, desgracia inmere­
de los episodios y de los cambios de fortuna que crean el desenla­ cida, falta trágica de un carácter marcado, sin embargo, por la
ce. Así, se puede hablar del esquematismo de la función narrativa. grandeza y exento de vicio o maldad,. etc. Este género ha domina­
Como cualquier esquematismo, éste se presta a una tipología co­ do en gran medida el desarrollo posterior de la literatura dramá­
mo la que, por ejemplo, elabora Northrop Frey en su Anatomie de tica en Occidente, aunque no hay que olvidar que nuestra cultura
la critU¡ue.20 es heredera de varias tradiciones narrativas: hebrea y cristiana, .y
Este esquematismo se constituye a su vez en una historia que también celta, gennánica, islandesa, eslava.2l
tiene todos los caracteres de una tradici6n. Entendemos por ésta Pero no es todo: crean como paradigma no sólo la forma de la
no la trasmisión inerte de un depósito ya muerto, sino la trasmi­ concordancia discordante o el modelo que la tradición posterior
sión viva de una innovación capaz de reactivarse constantemente ha identificado como un género literario estable, sino también las
por el retomo a los momentos más creadores del hacer poético. obras singulares: La llíatÚl, Edipo rey, la Poética de Aristóteles. En
Así entendida, la tradicionalidad enriquece con un rasgo nuevo la efecto, en la medida en que, en la disposición de los hechos, el
relación de la intriga con el tiempo. vínculo causal (uno por causa de otro) prevalece sobre la simple
En efecto, la constitución de una tradición descansa en el jue­ sucesión (uno después de otro), emerge un universal que es, se­
go de la innovación y de la sedimentación. A la sedimentación gún lo hemos interpretado, la propia disposición erigida en tipo.
-comencemos por ella- deben referirse los paradigmas que De este modo, la tradición narrativa ha sido marcada no sólo por
constituyen la tipología de la construcción de la trama. Estos pa­ la sedimentación de la forma de concordancia discordante y por
radigmas proceden de la historia sedimentada cuya génesis se ha la del género trágico (y de los demás modelos del mismo nivel), si­
borrado. no también por la de los tipos nacidos lo más cerca de las obras
singulares. Si englobamos forma, género y tipo bajo el título de pa­
ro Pero esta tipología no anula el can\cler eminentemente temporal del esque­ radigma, diremos que los paradigmas nacen del trabajo de la ima­
matismo. No hemos olvidado el modo con que Kant relaciona su constitución con
ginación creadora en estos diversos planos.
lo que él Dama determinaciones de tiempo /J priori: -Los esquemas no son, pues.
otra cosa que determinaciones de tiempo a priori, hechas según reglas, y estas de­
Ahora bien: estos paradigmas, nacidos a su vez de una innova-
terminaciones, según el orden de las categoría3, c0!1ciemen a la sme del tiempo, al
contenido tUl tiempo, al O'rden del tiempo, en fin, al conjunto tUI tinnpo. respecto de to­ 2l Scholes y Kellog, en Tht natuTt ofnarrativt (Oxford, 1968), han hecho bien
dos los objetos posible3- (Critica de la Tm:6n PUTa, A 145. B 184). Kant no reconoce en hacer preceder su análisis de las (alegorías narrativas de otro de la historia del
que las detenninaciones del tiempo concurren en la constitución objetiva del arte de narrar en Occidente. Lo que Hamo esquematización de la construcción de
mundo fisico. E1 esquematismo de la función narrativa implica aeterminaciones la intriga s610 exUte en este desarrollo histórico. Por eso también Eric Auerbach,
de un género nuevo: precisamente, las que acabamos de designar por el nombre en su magnífica obra Mimesis, Opta por apoyar su análisis y su apreciación de la re­
de dialécrica de los caracteres episódicos, y que configuran la construcción de la presentación de Ja realidad en la cultura occidental en muestras de textos nume­
trama. rosos, aunque estrictamente limitados.
138 EL CfRCUlO ENTRE NARRACIÓN Y TBfPORAllDAD TIEMPO y NARRACIÓN 139

ción anterior, proporcionan reglas para la experimentación pos­ dical es el rechazo del principio formal de la concordancia-discor·
terior en el campo narraúvo. Estas reglas cambian por la presión dancia. Examinaremos después la amplitud del espacio de varia·
de nuevas invenciones, pero lo hacen lentamente, e incluso resis­ ción permiúdo por el paradigma formal. Indagaremos si este re·
ten al cambio en virtud del propio proceso de sedimentación. chazo, erigido en cisma¡ no significa la muerte de la propia fonna
El estatuto del Olro polo de la tradición, la innovación, es corre· narrativa. En todo caso, la posibilidad de la desviación se inscribe
laúvo del de la sedimentación. Siempre hay lugar para la innova· en la relación entre paradigmas sedimentados y obras efecúvas.
ción en la medida en que lo que, en último término, se produce, Ella es sólo, bajo la forma extrema del cisma, lo contrario de la
en la poiesis del poema, es siempre una obra singular, esta obra. aplicación servil. La deformación regulada constituye el eje me­
Por eso los paradigmas consútuyen sólo la gramáúca que regula dio alrededor del cual se reparten las modalidades de cambio de
la composición de obras nuevas -nuevas, antes de hacerse típi­ los paradigmas por aplicación. Esta variedad en la aplicación es la
cas. Así como la gramática de la lengua regula la producción de que proporciona una historia a la imaginación creadora y la que,
frases bien formadas, cuyo número y contenido son imprevisi­ al hacer contrapunto con la sedimentación, hace posible la tradi­
bles, la obra de arte -poema, drama, novela- es una producción ción narraúva. Éste es el úlúmo enriquecimiento con el que la re­
original, una existencia nueva en el reino del lenguaje.22 Pero lo lación de la narración, con el tiempo, se acrecienta en el plano de
inverso no es menos verdadero: la innovación sigue siendo una mimesis n.
conducta regida por reglas; el trabajo de la imaginación no nace
de la nada. Se relaciona, de uno u otro modo, con los paradigmas
de la tradición. Pero puede mantener una relación variable con
estos paradigmas. El abanico de soluciones es amplio; se desplie· m. MIMESIS 1Il
ga entre los dos polos de la aplicación servil y de la desviación
calculada, pasando por todos los grados de la "deformación regu· Quisiera mostrar seguidamente cómo mimesis n, llevada a su inte·
lada". El cuento, el mito y, en general, el relato tradicional se ligibilidad primera, exige como complemento una tercera fase re·
manúenen muy cerca del primer polo. Pero conforme uno se ale­ presentativa, que merece llamarse también mimesis.
ja del relato tradicional, la desviación, la separación, se convier· Pennítaseme recordar, una vez más, que el interés mostrado
ten en regla. Así, una gran parte de la novela contemporánea aquí por el desarrollo de la mimesis no úene su objeúvo en sí mis·
puede definirse como anúnovela, en cuanto que el rechazo preva· mo. La explicación de la mimesis sigue estando hasta el fin subor­
lece sobre el gusto de variar simplemente la aplicación. dinada a la investigación de la mediación entre úempo y narra·
Además, la desviación puede actuar en todos los planos: con ción. Sólo al término del recorrido de la mimesis adquiere un
relación a los tipos, a los géneros y al propio principio formal de contenido concreto la tesis enunciada al inicio de este capítulo: la
la concordancia-discordancia. Parece que el primer úpo de des· narración úene su pleno senúdo cuando es restitutida al tiempo
viación es consútuúvo de cualquier obra singular: cada obra está del obrar y del padecer en la mimesis IJI.
en desviación con relación a cada obra. Menos frecuente es el Este estadio corresponde a lo que H. G. Gadamer, en su her·
cambio de género: equivale a la creación de un nuevo género, la menéuúca ftlosófica, llama "aplicación". El propio Aristóteles su·
novela, por ejemplo, con respecto al drama o al relato maravillo­ giere este úlúmo sentido de la mimesis paxeos en diversos pasajes
so; o la misma historiogr.afia respecto de la crónica. Pero más ra- de su Poética, aunque se preocupa menos del auditorio en su Poé­
tica que en su Retórica, en la que la temía de la persuasión se
amolda enteramente a la capacidad recepúva de los oyentes. Pero
cuando afirma que la poesía "enseña" lo universal, que la trage·
22 Aristóteles observa que COTWU71tOS sólo universales: Jo singular es inefable.
Pero hacemos cosas singulares. Véase G.-G. Cranger, E.s.sai d'U7U philosophie du styu dia, "al representar la compasión y el temor [... j, realiza la purga­
(París, 1968), pp. 5-16. ción de esta clase de emociones" o cuando evoca el placer que
J
140 El CIRCULO ENTRE NARRACIÓN y TEMPORAUDAD TIEMPO y NARRACIÓN 141

experimentamos al ver los incidentes horribles o lastimosos con­ 1. El círculo de la "mimesis "
currir en el cambio de fortuna que la tragedia ... Aristóteles está
significando que el recorrido de la mimesis tiene su cumplimiento, Antes de adentrarme en el problema central de mimesis III quiero
sin duda, en el oyente o en el lector. afrontar la sospecha de circularidad viciosa, que no deja de susci­
Generalizando más allá de Aristóteles, diré que mimesis m tar el paso de la primera a la tercera a través de la segunda. Ya se
marca la intersección del mundo del texto y del mundo del oyen· considere la estructura semántica de la acción, sus recursos de
te o del lector: intersección, pues, del mundo configurado por el simbolización o su carácter temporal, el punto de llegada parece
poema y del mundo en el que la acción efectiva se despliega y conducir al punto de partida, o, peor aún, el de llegada pare­
despliega su temporalidad específica. ce anticipado en el de partida. Si esto es cierto, el círculo herme­
Procederé en cuatro etapas: néutico de la narratividad y de la temporalidad se resolvería en el
1. Si es cierto que la mediación entre tiempo y narración se círculo vicioso de la mimesis.
constituye al encadenar los tres estadios de la mimesis, se plantea No se puede negar que el análisis sea circular. Pero puede re­
una cuestión previa: saber si este encadenamiento señala real· futarSe que el círculo sea vicioso. A este respecto, preferiría ha­
mente una progresión. Se responderá aquí a la objeción de circu­ blar más bien de una espiral sin fin que hace pasar la meditación
laridad suscitada desde el principio de este capítulo. varias veces por el mismo punto, pero a una altura diferente. La
2. Si es cierto que el acto de lectura es el vector de la aptitud acusación de círculo vicioso procede de la seducción por una u
de la trama para modelar la experiencia, es necesario mostrar có-. otra de las dos versiones de la circularidad. La primera subraya la
mo se articula este acto en el dinamismo propio del acto configu­ violencia de la interpretación; la segunda, su redundancia.
rante, cómo lo prolonga y lo lleva a su término. 1] Por un lado, podemos caer en la tentación de decir que la
3. Al abordar de frente la tesis de la refiguración de la expe­ narración pone la consonancia allí donde sólo hay disonancia. De
riencia temporal por la construcción de la trama, se mostrará có­ este modo, la narración da forma a lo que es informe. Pero este
mo la entrada de la obra, por la lectura, en el campo de la comun i­ dar forma mediante la narración puede someterse a la sospecha
cación, señala al mismo tiempo su entrada en el campo de la de engaño. En el mejor de los casos, facilita el "como si" propio
referencia. Volviendo sobre el problema donde lo habíamos deja­ de toda ficción, que, como sabemos, no es más que artificio lite·
do en La metáfora viva, quisiera esbozar las principales dificulta­ rano. Es así como consuela frente a la muerte. Pero tan pronto
des que se relacionan con la noción de referencia en el orden na­ como dejamos de engañarnos a nosotros mismos con el recurso
rrativo. al consuelo ofrecido por los paradigmas, nos damos cuenta de la
4. Finalmente, en la medida en que el mundo refigurado por violencia y de la mentira; estamos a punto de sucumbir a la fasci­
la narración es un mundo tempora� se plantea la cuestión de sa­ nación por lo informe absoluto y por la defensa de esta radical
ber qué ayuda puede esperar de la fenomenología del tiempo la her­ honestidad intelectual que Nietzsche llamaba Redlichkeit. Sólo gra­
menéutica del tiempo narrado. La respuesta a esta pregunta pon­ cias a una cierta nostalgia del orden resistimos a esta fascinación
drá de manifiesto una circularidad mucho más radical que la que y nos adherimos desesperadamente a la idea de que el orden es
engendra la relación de mimesis nI con mimesis 1 por medio de mi­ nuestro mundo, a pesar de todo. Por eso la consonancia narrativa
mesis II. El estudio de la teoría agustiniana del tiempo por la que impuesta a la disonancia temporal sigue siendo obra de 10 que
hemos comenzado esta obra nos ha dado ya la ocasión de antici­ . conviene llamar violencia de la interpretación. La solución narra­
parlo. Concierne a la relación entre una fenomenología que no tiva de la paradoja no es más que el brote de esta violencia.
deja de engendrar aporías y lo que hemos llamado anteriormente No niego que semejante dramatización de la dialéctica entre
la "solución" poética de estas aporías. El problema de la relación narratividad y temporalidad revele de modo apropiado el carác­
entre tiempo y narración culmina en esta dialéctica entre la apo­ ter de concordancia discordante con que se designa la relación
rética y la poética de la temporalidad. entre tiempo y narración. Pero mientras pongamos de modo uni-
142 EL CfRCULO ENTRE NARRACiÓN Y TE..\fPORAUDAD TIEMPO YNARRAC¡ÚN 143

lateral la consonancia s6lo del lado de la narración y la disonan· pio de la imaginación creadora, no deja de engendrar otros pa·
cia sólo de! de la temporalidad, como sugiere el argumento, pero radigmas distintos de los de la tragedia griega o del apocalipsis.
demos el carácter propiamente dialéctico de la relación. Veremos en la tercera parte que este renacimiento de los paradig'
Primeramente, la experiencia de la temporalidad no se reduce mas no anula la dialéctica fundamental de la concordancia discor·
a la simple discordancia. Como hemos visto en san Agustín, dis· dante. Hasta el rechazo de todo paradigma, ilustrado por la anti·
tentio e intentio se enfrentan mutuamente dentro de la expenen. novela actual, nace de la historia paradójica de la "concordancia".
cia más auténtica. Es necesario preservar la paradoja del tiempo Gracias a las frustraciones originadas por su desprec,io irónico de
de la nivelación operada por su reducción a la simple discordan· todo paradigma, y merced al placer más o menos perverso que el
cia. Más bien habría que preguntarse si la defensa de la experien· lector experimenta en ser excitado y provocado, estas obras satis·
cia temporal radicalmente informe no es eUa misma producto de facen a la vez a la tradición que ellas inculpan y a las experiencias
la fascinación por lo informe que caracteriza a la modernidad. En desordenadas que finalmente imitan de tanto no imitar los para·
una palabra: cuando pensadores o críticos parecen ceder a la sim· digmas recibidos.
pIe nostalgia del orden o, peor aún, al terror del caos, lo que los La sospecha de violencia interpretativa no es menos legítima
emociona, en último ténnino, es el reconocimiento auténtico de en este caso extremo. Ya no es la "concordancia" la que se impo­
las paradojas del tiempo, por encima de la pérdilÚJ de significa. ne por la fuerza a la "discordancia" de nuestra experiencia del
ción propia de una cultura particular, la nuestra. tiempo. Ahora es la discordancia engendrada en el discurso por
En segundo lugar, debe moderarse también el carácter de Con· la distancia irónica con respecto a cualquier paradigma la que vie·
sonancia de la narración, que estamos tentados de oponer de foro ne a minar desde el interior el deseo de "concordancia" que sirve
ma no dialéctica a la disonancia de nuestra experiencia temporal. de base a nuestra experiencia temporal y a destruir la intentio, sin
La construcción de la trama no es nunca el simple triunfo del "oro la cual no habría distentio animi. Se puede, pues, presumir con
den". Hasta el paradigma de la tragedia griega deja espacio al pa· fundamento que la pretendida discordancia de nuestra experien·
pel perturbador de la peripateia, de las contingencias y de los re· cia temporal no es más que un artificio literario.
veses de fortuna que suscitan espanto y compasión. Las propias De este modo, la reflexión sobre los límites de la concordancia
tramas coordinan distensión e intención. Lo mismo habría que no pierde nunca sus derechos. Se aplica a todos los "casos de fi·
decir del otro paradigma que, según Frank Kermode, ha reinado gura" de concordancia discordante y de discordancia concordan·
sobre el "sentido del punto final" en nuestra tradición occidental; te, tanto en e! plano de la narración como en el del tiempo. En
estoy pensando en el modelo apocalíptico que subraya magnífica· lodos los casos, el círculo es inevitable sin ser vicioso.
mente la correspondencia entre el comienzo -el Génesis- y el fin 2] La objeción de círculo vicioso puede revestir otra forma.
-er ApocaliPsis-; el propio Kermode no deja de subrayar las innu· Tras haber hecho frente a la violencia de la interpretación, es ne­
merables tensiones originadas por este modelo en lo que afecta a cesario hacerlo ahora a la posibilidad inversa: a la redunlÚJncia de
los acontecimientos que suceden "entre los tiempos" y, sobre to­ la interpretación. Esto ocurriría si la propia mimesis 1 fuese desde
do, en los "últimos tiempos". El modelo apocalíptico engrandece siempre un efecto de sentido de mimesis lIt Entonces la segunda
la inversión en la medida en que e! fin es la catástrofe que anula no haría más que restituir a la tercera lo que habría tomado de la
el tiempo y prefigura los "terrores de los últimos días". Pero el primera, ya que ésta sería obra de la tercera.
modelo apocalíptico, pese a su persistencia atestiguada por su re· La objeción de redundancia parece sugerida por el análisis
surgir actual en fonna de utopías o, mejor, de ucronías, sólo es mismo de mimesis I. Si no existe experiencia que no esté ya me­
un paradigma entre muchos, que no agota en absoluto la dinámi· diatizada por sistemas simbólicos y, entre ellos, por narraciones,
ca narrativa. parece inútil decir, como hemos hecho, que la acción demanda
El proceso mismo de la formación de tradiciones, que hemos narración. ¿Cómo podríamos hablar, en efecto, de una vida hu·
relacionado anteriormente con el poder de esquematización pro- mana como de una historia incipiente, dado que no tenemos ac-
144 EL CIRCULO ENTRE NARRACIÓN Y TEMPORAllDAD TIEMPO y NARRACIÓN 145

ceso a los dramas temporales de la existencia fuera de las histo­ identidad personal. La búsqueda de esta' identidad personal ase­
rias narradas a este respecto por otros o por nosotros mismos? gura la continuidad entre la historia potencial o incoativa y la his·
A esta objeción opondré una serie de situaciones que, a mi jui­ toria expresa cuya responsabilidad asumimos.
cio, nos fuerzan a otorgar a la experiencia temporal como tal una Hay otra situación a la que parece convenir la noción de histo­
narratividad incoativa que no' procede de la proyección -como se ria no narrada. Wilhelm Schapp, en su obra In Geschichten verso
dice- de la literatura sobre la vida, sino que constituye una autén­ /Tickl (1 967)" -EnrelÚldD en hislorias-, describe el caso en el que
tica demanda de narración. Para caracterizar estas situaciones un juez intenta comprender un curso de acción. un carácter, de·
no vacilaré en hablar de una estructura pre-narrativa de la expe­ senmarañando el enredo de tramas en el que está preso el sospe­
riencia. choso. Se hace hincapié en el "estar-enredado" (verslricktsein)
El análisis de los rasgos temporales de la acción en el plano de (p. 85), verbo cuya voz pasiva subraya que la historia "ocurre" a
mimesis 1 ha conducido al umbral de este concepto. Si no lo he alguien antes de que nadie la cuente. El estar enredado aparece
franqueado ahora es porque pienso que la objeción de círculo vi­ más bien como la "prehistoria" de la historia narrada, cuyo co­
cioso por redundancia depararía una ocasión más propicia para mienzo lo sigue escogiendo el narrador. Esta "prehistoria" de la
señalar la importancia estratégica de las situaciones de las que ha­ historia es lo que une a ésta con un todo más amplio y le propor­
blaremos en el círculo de la mimesis. ciona un "segundo plano". Este segundo plano se hace con la
Sin abandonar la experiencia cotidiana, ¿no somos propensos "imbricación viva" de todas las historias vividas, unas dentro de
a ver en tal encadenamiento de episodios de nuestra vida histo­ otras. Así, pues, es necesario-que las historias narradas "emerjan"
rias "no narradas (todavía)", historias que piden ser contadas, his­ (aujtauchen) de este segundo plano. Con esta "emergencia", el su­
torias que ofrecen puntos de anclaje a la narración? No ignoro lo jeto implicado emerge también. Se puede decir entonces: "La his­
incongruente que es la expresión "historia no narrada (todavía)". toria responde del hombre" (die Geschichte slehl jür den Mann)
La historia, ¿no es, por defmición, algo narrado? Ciertamente, si (p. 100). La consecuencia principal de este análisis existencial del
hablamos de historias efectivas. Pero, ¿es inaceptable la noción de hombre como "ser enredado en historias" es ésta: narrar es un
historia potencial? proceso secundario, el del "ser-conocido de la historia" (das Be­
Me gustaría detenerme en dos situaciones menos cotidianas en kanntwerden der Geschichte) (p. 101). Narrar, seguir, comprender
las que la expresión de historia no narrada (todavía) se impone historias no es más que la "continuación" de estas historias no di­
con una fuerza sorprendente. El paciente que visita al psicoanalis­ chas.
ta le presenta migajas de historias vividas, sueños, "escenas primi­ El crítico literario formado en la tradición aristotélica, para la
tivas", episodios conflictuales; con razón se puede decir de las se­ cual la historia es un artificio creado por el escritor, apenas se
siones de análisis que tienen como finalidad y como resultado el sentirá satisfecho con esta noción de una historia narrada que es­
que el analizador saque de estas migajas de historia una narra· taría en "continuidad" con la implicación pasiva de los sujetos
ción que sería a la vez más insoportable y más inteligible. Roy dentro de historias que se pierden en un horizonte brumoso. Sin
Schafe"" nos ha enseñado incluso a considerar el conjunto de las embargo, la prioridad dada a la historia todavía no narrada pue­
teorías metapsicológicas de Freud como un sistema de reglas pa· de servir de instancia crítica frente a cualquier énfasis sobre el ca­
ra volver-a·narrar las historias de vida y elevarlas a la categoría de rácter artificial del arte de narrar. Contamos historias porque, al
historias de casos. Esta interpretación narrativa de la teoría psi. fin y al c�bo, las vidas humanas necesitan y merecen contarse. Es·
coanalítica implica que la historia de una vida procede desde his· ta observación adquiere toda su fuerza cuando evocamos la nece­
torias no contadas e inhibidas hacia historias efectivas que el suje­ sidad de salvar la historia de los vencidos y de los perdedores. To­
to podría hacer suyas y considerarlas como constitutivas de su da la historia del sufrimiento clama venganza y pide narración.

2! Roy Chafer, A. new languageJorpsychoanalysis (Yale, 1976). 24 Wilhelm Schapp, In Geschichlnl verstrickt (Wiesbaden, 1976).
146 EL CÍRCULO ENTRE NARRACIÓN Y TEMPORAllDAD
TIEMPO y NARRACIÓN 147

Pero la crítica sentirá menos aversión a aceptar la noción de


gado el momento de centrar nuestra reflexión en la transición
historia como aquello en lo que estamos enredados si repara en
entre mimesis II y mimesis I1I, operada por el acto de lectura.
una sugerencia que proviene de su propio campo de competen­ Si este acto puede considerarse, según se ha dicho anterior­
cia. En The genesis ofseereey," Frank Kermode introduce la idea de mente, como el vector de la aptitud de la trama para modelizar la
que algunas narraciones pueden intentar no aclarar, sino oscure­ experiencia, es porque recobra y concluye el acto confi�rante,
cer y disimular. Tal sería el caso, entre otros, de las parábolas de del que se ha subrayado también el parentesco con el JUICIO que
Jesús, que, según la interpretación del evangelista Marcos, son di­ "comprende" -<¡ue "toma juntos"- lo diverso de la acción en la
chas para que "los de fuera" no las comprendan, y que, según F. unidad de la trama.
Kermode, expulsan, con la misma severidad, a "los de dentro" de Nada lo demuestra mejor que los dos rasgos con los que acaba­
su situación de privilegio. Pero existen otras muchas narraciones mOS de caracterizar la trama en el estadio de mimesis II: la esque­
que poseen ese poder enigmático de "echar a los intérpretes de matización y la tradicionalidad. Estos rasgos contribuyen particu­
sus lugares secretos". Es cierto que éstos son lugares dentro del larmente a superar el prejuicio que opone un "dentro" y un
texto. Señalan, con todo, en vado su inexhaustibilidad. Pero ¿se "fuera" del texto. En efecto, esta oposición está estrechamente li­
puede afirmar que el "potencial hermenéutico" (ibid., p. 40) de gada a una concepción estática y cerrada de la estructura del tex­
las narraciones de este tipo encuentra, si no una consonancia, al to solo. La noción de la actividad estructurante, visible en la ope­
menos una resonancia en las historias no dichas de nuestras vi· ración de la construcción de la trama, trasciende esta oposición.
das? ¿No hay una complicidad oculta entre el Seereey engendrado Esquematización y tradicionalidad son, de entrada, categonas de
por la propia narración �, al menos, por narraciones próximas a la interacción entre la operatividad de la escritura y la de la lectura.
las de Marcos o de Kafka- y las historias no dichas aún de nues· Por un lado, los paradigmas recibidos estructuran las expectati·
tras vidas, que constituyen la prehistoria, el segundo plano, la im· vas del lector y le ayudan a reconocer la regla formal, el género o
bricación viva, de las que emerge la historia narrada? Con otras el tipo ejemplificados por la historia narrada. Proporcionan lí­
palabras: ¿no existe una afinidad oculta entre el secreto del que neas directrices para el encuentro entre el texto y su lector. En
emerge la historia y aquel al que la historia vuelve? una palabra: regulan la capacidad que posee la historia para de­
Cualquiera que pueda ser la fuerza coactiva de esta sugerencia, jarse seguir. Por otro lado, el acto de leer acompaña la configura­
podemos encontrar en ella un refuerzo para nuestro argumento
ción de la narración y actualiza su capacidad para ser seguida. Se­
principal, según el cual la circularidad manifiesta de todo análisis
guir una historia es actualizarla en lectura.
de la narración -que interpreta siempre, una por otra, la forma
La construcción de la trama sólo puede describirse como un
temporal inherente a la experiencia y la estructura narrativa- no
acto del juicio y de la imaginación creadora en cuanto que es­
es una tautología muerta. Más bien hay que ver en ella un "círcu­
te acto es obra conjunta del texto y de su lector, igual que Aristó­
lo sano" en el que los argumentos expuestos sobre las dos ver­
teles decía que la sensación es obra común de lo sentido y del
tientes del problema se prestan mutua ayuda.
que siente.
El acto de leer también acompaña al juego de la innovación y
de la meditación de los paradigmas que esquematizan la cons­
2. Configuración, refigllracián y lectura trucción de la trama. En dicho acto, el destinatario juega con las
coerciones narrativas. efectúa las desviaciones, toma parte en el
El círculo hermenéutico de la narración y del tiempo renace así combate de la novela y de la antinovela, y en ello experimenta lo
sin cesar del círculo que forman los estadios de la mimesis. Ha Ue- que Roland Barthes llamaba el placer del texto.
Finalmente, es el lector el que remata la obra en la medida en
%5 Frank Kermode, Tite gm�is OfUCTtf:J On the intnpretation o!fllJTTatiut O"lar­ que, según Roman Ingarden en La ,tmeture de 1'0ellvre liulraire y
Wolfgang Iser en Der Akt des
-

vard. 1976). Lesens, la obra escrita es un esbozo


148 EL CIRCULO ENTRE NARRACIÓN Y TEMPORAllDAD TIEMPO y NARRACiÓN 149

par la lectu ; l lext , en efecto, entraña vacíos, finalmente, a las obras narrativas entre las obras literarias. Como
� � � �
� lagunas, zonas
de ln�etennmacIOn e mcluso, como el mises de se ve, el orden que enlaza estas tres presuposiciones es el de una
Joyce, desafia la
capacIdad del lector para configurar él mismo especificaci6n creciente.
la obra que el au.
tor parece querer desfigurar con malicioso Con respecto al primer punto, me limito a repetir la tesis, am­
regocijo. En este caso
extremo, es el lector, casi abandonado por pliamente razonada en La metáfora viVi; tocante a la relación en·
la obra, el que lleva so­
bre sus hombros el peso de la construcción tre sentido y referencia en todo discurso. Según esta tesis, si, si·
de la trama.
El acto de lectura se convierte así en el agent guiendo a Benveniste más que a De Saussure, se toma la frase
e que une mimesis
In a mimesis n. Es el último vector de la refigu como unidad de discurso, la intención del discurso deja de con·
ración del mundo
de la acción bajo la influencia de la trama. fundirse con el significado correlativo de cada significante dentro
Uno de los problemas
,
CntIC S que nos ocupará en la cuarta parte será de la inmanencia de un sistema de signos. En la frase, el lenguaje
� coordinar a partir
de ahl las relacIOnes de una teoría de la lectur se orienta más allá de sí mismo: dice algo sobre algo. Este objetivo
a, al modo de Wolf.
gang Iser, y una de la recepción, como la de del referente del discurso es rigurosamente sincrónico con su ca·
Robert Jauss. Limité.
monos por ahora a decir que ambas tienen rácter de acontecimiento y con su funcionamiento dialogal. Es la
en común el ver en el
efe to producido por el texto sobre el recep otra vertiente de la instancia de discurso. El acontecimiento com­
� tor, individual o co­
lecu o, un componente intrínseco de la pleto no sólo consiste en que alguien tome la palabra y se dirija a
� signif icación actual o
efecuva del texto. Para las dos, el texto es un interlocutor; también en que desee llevar al lenguaje y com­
un conjunto de instruo­

Clones que el lector indi dual o el público ejecutan
de fonna pasi. partir con otro una nueva experiencia, que, a su vez, tiene al mun­
va o creadora. El texto solo se hace obra en do por horizonte. Referencia y horizonte son correlativos, como
la interacción de tex.
to y receptor. Sobre este fondo comú lo son la forma y el fondo. Toda·experiencia posee un contorno
n se destacan las dos
y la de la estética de
aproximaciones diferentes: la del acto de lectura que la circunscribe y la distingue, y se levanta a la vez sobre un
la recepción. horizonte de potencialidades que constituyen su horizonte inter·
no y externo: interno, en cuanto que siempre es posible detallar y
precisar la cosa considerada en el interior de un contorno esta­
3. NaTTatividad y referencia ble; externo, en cuanto que la cosa buscada mantiene relaciones
potenciales con cualquier otra cosa bajo el horizonte de un mun­
Completar la teoría de la escritura por la de la lectura constituye do total, el cual no figura nunca como objeto de discurso. En este
sólo el pnmer paso en el camino de mimesis nI. La estética de la doble sentido de la palabra horizonte, situación y horizonte si·
recepción no puede comprometer el problema de la comunicación guen siendo nociones correlativas. Este presupuesto general im­
in hac r lo m!smo con el de la referencia. Lo que se comunica, en plica que el lenguaje no constituye un mundo por sí mismo. Ni si·
� . �
uluma instanCIa, es, más allá del sentido de la obra, el mundo que quiera es un mundo. Por estar en el mundo y por soportar
proyecta y que consutuye su honzonte. En este sentido, el oyente situaciones, intentamos orientarnos sobre el modo de la com­
.
o el lector lo r lben segun su pr pia capacidad de acogida, que prensión y tenemos algo que decir, una experiencia que llevar al
�: ?
se defme �mblen por una sltuaclon a la vez limitada y abierta so­ lenguaje, una experiencia que compartir.
bre el honzonte del mundo. El ténnino horizonte y el correlativo Ésta es la presuposición ontológica de la referencia, reflejada
�e mundo aparecen así dos veces en la definición sugerida ante. en el interior del propio lenguaje como un postulado desprovisto
nonnente de mimesis 1II: intersección entre el mundo del texto y de justificación inmanente. El lenguaje es por sí mismo del orden
el del oyente o del lector. Esta definición, próxima a la noción de de lo "nüsmo"; el mundo es su "otro". La atestación de esta alteri­
"fusión de horizontes" de H. G. Gadamer, descansa en tres presu. dad proviene de la re flexibilidad del lenguaje sobre sí mismo,
puestos que sirven de base, respectivamente, a los actos de discur. que, así, se sabe en el ser para referirse al ser.
so en general, a las obras literarias entre los actos de discurso y, Esta presuposición no proviene ni de la lingúística ni de la se·

=.
150 EL CfRCULO ENrR..E NARRACiÓN Y TEMPORAUDAD 151
TIEMPO y NARRACiÓN

nO se anul por ello. Simplemente, s e aplaz�. Las


mióúca; al contrario, estas ciencias rechazan por· postulado de
método la idea re un objetivo intencional orientado hacia la ex­
� "ilusiones refe-
nciales" no son cualquier efecto de sentido del texto: reqUIeren
re
es de veridicción. y estas
tralingüísúca. Lo que acabo de llamar atestación ontológica debe
�a teoría detallada de las modalidad .
parecerles, una vez puesto su postulado de método, como un sal·
mod alidades, a su vez, se recortan sobre el fondo de �n honzonte
to injusúficable e inadmisible. En realidad, esta atestación· ontoló­
cIerto que se
de mundo que constituye el mundo del texto. Es
gica sería un salto irracional si la exteriorización que exige no fue­ Ja del
puede incluir la misma noción de horizonte en la mmanenc
ra la contraparúda de una moción previa y más originaria, que una ex­
texto y considera r el concepto del mundo del texto como
proviene de la experiencia de estar en el mundo y en el tiempo y de nue­
crecencia de la ilusión referencia l. Pero la lectura plantea
que procede desde esta condición ontológica hacia su expresión texto y el del
vO el problema de la fusión de dos horizontes, el del
en el lenguaje. del texto con el
. lector, y, de ese modo, la intersecc ión del mundo
Hay que coordinar esta primera presuposición con las reflexio­
del lector. . .
nes que preceden sobre la recepción del texto: apútud para co­
Se puede intentar negar el problema mIsmo y conSIderar co­
municar y capacidad de referencia deben plantearse simultánea­ . la
mo no pertinente la cuestión del impacto de la hteratura sobre
mente. Toda referencia es correferencia. referencia dialógica o parte, se ratIfica
experiencia coticliana. Pero entonces, por una
dialogal. No hay, pues, que escoger entre la estética de la recep­
paradójicamente el posiúvismo que generalmente se está comba­
úendo, a saber: el prejuicio de que sólo es real el dato que puede
ción y la ontología de la obra de arte. Lo .que el lector · redbe no

observarse empíricamente y describirse científicamente, Y por


sólo es el senúdo de la obra, sino también, por medio de éste, su
referencia: la experiencia que ésta trae al lenguaje y, en último l
otra, se encierra la literatura en un mundo en sí y se. rompe �
término, el mundo y su temporalidad que despliega ante ella.
punta subversiva que lanza contra. el orden moral y socJa . Se 01V1-
La consideración de las "obras de arte", entre todos los actos

da que la ficción es precisamente lo que hace del l"ngua�e ese su­
de discurso, exige una segunda presuposición, que no anula la pri­
premo peligro del que Walter Benjamin, tras Holderhn, habla
mera, sino que la complica. Segün la tesis que he defendido en
con temor y admiración.
La metáfora viva y que me limito a recordar ahora, también las . .
Este fenómeno de interacción abre todo un abamco de casos.
obras literarias· aportan al lenguaje una experiencia, y así ven la
desde la confirmación ideológica del orden establecido, como en
luz como cualquier discurso. Esta segunda presuposición choca
el arte oficial o la crónica del poder, hasta la crítica social e mclu­
de frente con la teoría dominante en la poéúca contemporánea
so la burla de todo "real". Incluso la extrema enajenación en rela­
que rechaza cualquier consideración de la referencia a lo que ella
ción con lo real es también un caso de intersección. Esta fusión
considera como extralingüístico, en nombre de la estricta inma­
conflictual de los horizontes se relaciona con la dinámica del tex­
nencia del lenguaje literario a sí mismo. Cuando los textos litera­
to, en parúcular con la dialéctica de la sedimentación y de la
rios contienen alegaciones que conciernen a lo verdadero y a lo
innovación. El conflicto de lo posible, que no es menor que el de
falso, a lo falaz y a lo secreto, las cuales conducen ineluctablemen­
lo real, se amplifica por el juego interno, en las obras m�smas, en­
te a la dialéctica del ser y del parecer," esta poética se esfuerza .
tre los paradigmas recibidos y la producción de deSVIaCIOnes por
por considerar como un simple efecto de sentido lo que ella deci­
la desviación de las obras singulares. De este modo, la hteratura
de, por decreto metodológico, llamar ilusión referencial. Pero el
narrativa entre todas las obras poéticas, modela la efecúvidad
problema de la relación de la literatura con el mundo del lector
práxica �nto por sus desviaciones como por sus paradi�as.
Por lo tanto, si no se rechaza el problema de la fUSIón de los
26
El concepto de vaidicci6n en Creimas nos proporcionará un ejemplo occeJen­ horizontes del texto y del lector, o de la intersección entre d
te del retomo de esta dialéctica, en el interior mismo de una teorla que excluye sin mundo del texto y el del lector, es preciso encontrar en el funcIO­
namiento mismo ael lenguaje poético el medio de franquear el
- . concesión aJaJquier recurso a un referente externo. Vé� A.:J. Greimas y J. Courtés,
"Véridiction", en SImiotiqm, dictiOnTUliu rauonnl tk la thiorit du langagt. p. 417.
abismo abierto entre los dos mundos por el propio método de in-
152 EL CIRCULO ENTRE NARRACIÓN Y TEMPORAllD.'ill m:MPO y NARRACIÓN 153

manencia de la poética antirreferencial. He intentado mostrar en platónico del eikan en el orden de la pintura o de la escritura (Fe­
La metáfora viva que la capacidad de referencia del lenguaje no se dra, 274e-277e), las obras literarias sólo pintan la realidad agran­
agota en el discurso descriptivo y que las obras poéticas se refie­ dándola con todas las significaciones que ellas mismas deben a sus
ren al mundo según un régimen referencial propio, el de la refe­ virtudes de abreviación, de saturación y de culminación, asomo
rencia metafórica." Esta tesis abarca todos los usos no descripti­ brosamente ilustradas por la construcción de la trama.
vos del lenguaje; así, todos los textos poéticos, sean líricos o En Écriture et iconographie, Fran�ois Dagognet, respondiendo al
narrativos. Supone que también los textos poéticos hablan del argumento de Platón dirigido contra la escritura y contra cual­
mundo, aunque no lo hagan de modo descriptivo. La referencia quier eikon, caracteriza como amPliación icónica la estrategia del
metafórica -recuerdo una vez más- consiste en que la supresión pintor que reconstruye la realidad teniendo como base un alfabe­
de la referencia descriptiva 4ue, en una primera aproximación, to óptico a la vez limitado y denso. Este concepto merece exten­
reenvía el lenguaje a sí mismo- se revela, en una segunda aproxi­ derse a todas las modalidades de iconicidad, es decir, a lo que no­
mación, como la condición negativa para que sea liberado un po­ sotros llamamos aquí ficción. En un sentido próximo, Eugen Fink
der más radical de referencia a aspectos de nuestro ser-en-el-mun­ compara el Bild, al que distingue de las simples presentificaciones
do que no se pueden decir de manera directa. Estos aspectos son de realidades enteramente percibidas, con una "ventana" cuya es·
apuntados, de modo indirecto, pero positivamente afirmativo, trecha abertura da a la inmensidad de un paisaje. Por su parte, H.
gracias a la nueva pertinencia que el enunciado metafórico esta­ G. Gadamer reconoce en el Bild el poder de otorgar un acrecen­
blece en el plano del sentido, sobre las ruinas del sentido literal tamiento de ser a nuestra visión del mundo empobrecido por el
abolido por su propia impertinencia. Esta articulación de la re­ uso cotidiano.29
ferencia metafórica sobre el sentido metafórico sólo reviste un El postulado subyacente en este reconocimiento de la función
alcance ontológico pleno si se llega hasta metaforizar el propio de refiguración de la obra poética en general es el de una herme­
verbo ser y a percibir en el ..ser-como..... el correlato de "ver-co­ néutica que mira no tanto a restituir la intención del autor detrás
mo .. .", en el que se resume el trabajo de la metáfora. Este "ser­ del texto como a explicitar el movimiento por el que el texto des­
como ... " lleva la segunda presuposición al plano ontológico de la pliega un mundo, en cierto modo, delante de sí mismo. Me he ex­
primera. Y, al mismo tiempo, la enriquece. El concepto de hori­ plicado ampliamente en otro lugar" sobre este cambio de pers­
zonte y de mundo no concierne sólo a las referencias descripti­ pectiva de la hermenéutica posheideggeriana con respecto a la
vas, sino también a las no descriptivas, las de la dicción poética. hermenéutica romántica. He defendido continuamente estos últi­
Volviendo a una afirmación anterior,28 diré que, para mí, el mos años que lo que se interpreta en un texto es la propuesta de
mundo es el conjunto de las referencias abiertas por todo tipo de un mundo en el que yo pudiera vivir y proyectar mis poderes más
textos descriptivos o poéticos que he leído, interpretado y que propios. En La metáfora viva he sostenido que la poesía, por su
me han gustado. Comprender estos textos es interpolar entre los mythos, re-describe el mundo. De igual modo, diré en esta obra que
predicados de nuestra situación todas las significaciones que, de el hacer narrativo resignifu:a el mundo en su dimensión temporal,
un simple entorno (Umwelt), hacen un mundo ( Welt). En efecto, a en la medida en que narrar, recitar, es rehacer la acción según la
las obras de ficción debemos en gran parte la ampliación de nues­ invitación del poema.31
tro horizonte de existencia. Lejos de producir sólo imágenes de­
bilitadas de la realidad; "sombras", como quiere el tratamiento !9 Eugen Fink, De la phéncrméruJlogit (1966), § 34; H. C. Cadamer, WahrheiJ und
Mtthodt I/2 (Tubinga, 1960; trad. española, SaJamanca, 1984).
30 "La tache de J'herméneutique", en �gisis: Problbnts dt. mlthode d eurcius de
'l1 La met4JOTo viva (Madrid, [d. Cristiandad, ]980), séptimo estudio, pp. 293- ltcturt (Neuchatel, ]975), pp. 179-200.
343. "Metáfora y referencias", 31 La afirmación de Nelson Coodman, en Thl languagts oJart, de que las obras
28
Sobre todo esto, véase, además del séptimo estudio de La metáfOTa viva, el literarias hacen y rehacen continuamente el mundo, vale particulannente para las
resumen de mis tesis en Tntnpretation IMrrry (Texa.!, 1976), pp. 36 37, 40-44, SO, 88.
- obras narrativas, en cuanto que la POtsu
i de la construcción de la trama es un ha·
155
154 EL CiRCULO L'lTRE NARRAClÓN YTEMPORAilDAD TIEMPO y NARRACIÓN

inten'cionalidad histórica se
Aquí entra en juego una tercera presuposición: si la capacidad re­ en la emPina en la medida en que la
han tenido lugar efectiuamente.
ferencial de las obras narrativas debe poder subsumirse bajo la de centra en acontecimientos que
de Agustín,
las obras poéticas en generaL En efecto, el problema planteado Aunque el pasado ya no exista y, según la expresión
del pasado -por medio
por la narratividad es a la vez más sencillo y más complicado que s6lo pueda ser alcanzado en el presente
os para el his­
el planteado por la poesía lírica_ Más sencillo, porque aquí el de las huellas del pasado, convertidas en document
el pasado ha tenido lugar.
mundo es aprehendido desde la perspectiva de la praxis humana toriador-, sigue siendo un hecho que
más que desde la del pathos cósmico_ La narración re-significa 10 El acontecimiento pasado, por ausente que esté de la percepción
lidad histórica,
que ya se ha pre-significado en el plano del obrar humano_ Recor­ presente, no por eso deja de regir la intenciona
igualará
demos que la precomprensión del mundo de la acción, en el régi­ confiriéndole una nota realista que ninguna literatura
.
men de mimesis I, se caracteriza por el dominio de la red de ¡nter. nunca, aunque sea de pretensión "realista"
significaciones constitutiva de la semántica de la acción, por la La referencia por huellas a lo real pasado exige un análisis es­
par­
familiaridad con las mediaciones simbólicas y con los recursos prena­ pecífico al que se le dedicará un capítulo entero de la cuarta
referencia por
rratiuos del obrar humano_ El ser-en-el-mundo es, según la narrati­ te. Habrá que precisar, por una parte, lo que esta
vidad, un ser en el mundo marcado ya por la práctica del lengua­ huellas toma de la referencia metafórica común a todas las obras
je correspondiente a esta precomprensión. La ampliación icónica poéticas, ya que el pasado sólo puede reconstruirse por la imagi­
de la que aquí se trata consiste en la amPliación de la �gibilidad
a
nación; por otra, lo que ella le añade, puesto que es polarizad
de sa­
previa que la acción debe a los intérpretes que trabajan ya en ella_ por lo real pasado. Inversamente, se planteará el problema
ber si la narración de ficción no toma a su vez de la referencia
La acción humana puede ser sobresignificada porque ya es pre­
significada por todas las modalidades de su articulación simbóli­ por huellas una parte de su dinamismo referencial. ¿No se cuenta
ca_ En este sentido, el problema de la referencia es más sencillo todo relato como si hubiese tenido lugar, según atestigua el uso
en el caso del modo narrativo que en el del modo lírico de la poe­ común de los tiempos verbales del pasado para narrar lo irreal?
sía. Por eso elaboré en La metáfora viva, por extrapolación, par­ En este sentido, la ficción recibiría tanto de la historia como ésta
tiendo del mythos trágico, la teoría de la referencia poética que de aquélla. Precisamente, este préstamo -recíproco me auloriza a
relaciona mythos y redescripción, ya que, en efecto, la metaforiza­ plantear el problema de la referencia cruuuJQ. entre la historiogra­
ció n del obrar y del padecer es la más fácil de descifrar_ fía y la narración de ficción. El problema sólo podría eludirse en
Pero el problema planteado por la narratividad, respecto del una concepción positivista de la historia que ignorase la parte de
objetivo referencial y a la pretensión de verdad, es en otro senti­ la ficción en la referencia por huellas y en una concepción anti­
.do más complicado que el planteado por la poesía lírica_ La exis­ rreferencial de la literatura que ignorase el alcance de la referen­
tencia de dos grandes clases de discursos narrativos -la narración cia metafórica en toda poesía. El problema, de la referencia cruza­
de ficción y la historiografía- plantea una serie de problemas es­ da constituye una de las principales tareas de la cuarta parte de
pecíficos que estudiaremos en la cuarta parte de esta obra_ Me li­ esta obra.
mito aquí a enumerar algunos_ El más evidente, y quizá también Pero ¿dónde se cruzan la referencia por huellas y la metafórica
el más difícil de tratar, pr?cede de la asimetría innegable entre sino en la temporalidad de la acción humana? La historiografía y la
los modos referenciales del relato histórico y del de ficción. Sólo ficción literaria, ¿no refiguran en común el tiempo humano al cru­
la historiografía puede reivindicar una referencia que se inscribe zar sobre él sus modos referenciales?

4. El tiempo narrado
cer que, además, descansa en el hacer. En ninguna parte es más apropiada la fór­
mula del primer capítulo de la obra de Goodman, Rlality TfflUUÚ, así como su má.
xima: pensar las obras en (énninos de mundos y los mundos en lérminos de
obras_ Me quedan por esbozar los rasgos tempora� del mundo refigura-

\
"
156 EL CIRCULO ENTRE NARRACiÓN Y TEMPORAIlDAD 157
TIEMPO y NARRACIÓN

do por el acto de configuración para precisar un poco más el sin más justificación en el
dar cuerpo a una observación lanzada
marco en el que situaré, en la última parte de esta obra, el proble. del libro de las esiones: no hay -<lecía·
" y anadlamoso
rso del estudio Xl Conf
ma de la referencia cruzada entre historiografia y narración.
eu.
rnos- fenomenología pura del tiempo en Agustín.
- "

ad de la
Me gustaría partir otra vez de la noción de ampliación icónica uizá no la habrá nunca después de éL Esta imposibilid
habrá
introducida anterionnente. Podríamos así considerar nuevamen_
te cada uno de los rasgos con los que hemos caracterizado la pre­
{enámenología pura del tiempo es,
fenomeno
precisame
logía
nte,
pura
la
una
que
aprehe n.
que demostrar. Entiendo por .
comprensión de la acción: la red de intersignificación entre cate. del tiempo que no sólo pueda ars·
sión intuitiva de la estructura
gorías prácticas, la simbólica inmanente a esta precomprensión y, larse de los procedimientos de argumenta
ci6n con los que la feno­
sobre todo, su temporalidad propiamente práctica. Se podría de. menología intenta resolver las aporías recibidas de la tradición
cir que cada uno de estos rasgos se intensifica, se amplia icónica. sus descubrim ientos con
anterior, sino que no tenga que pagar
elevado. Mi tesis es ésta:
mente. nuevas aporías a un precio cada vez más
Hablaré poco de los dos primeros rasgos: la trama, tal como logía del tiempo no pue·
la los auténticos hallazgos de la fenomeno
hemos definido ya -síntesis de lo heterogéneo-, ordena muy aporético que caracte­
es. den sustraerse definitivamente al régimen
riza tan fuertemente a la teoría agustiniana del tiempo.
pecialmente la intersignificación entre proyecto, circunstancias Será,
y
azar. La obra narrativa es una invitación a ver nuestra praxis como .. aporías creadas por el
. , pues, necesa�o reanudar el examen de l�s
está ordenada por tal o cual trama artiéulada en nuestra literatu. A este respecto,
propio Agustín y demostrar su carácter ejemplar.
ra. Respecto de la simbolización interna a la acción, se puede la feno­
de. el análisis y la discusión de las Lecciones de Husserl sobre
cir con exactitud que ella es re·simbolizada O des·simbolizada --o án la contra·
menología tk la conciencia íntima tkl tiempo constituir
re·simbolizada por des·simbolización- gracias al esquematismo
prueba principal de la tesis del carácter definitivamente �porético
unas veces convertido en tradición y otras subvertido por la histo­
de la fenomenologia pura del tiempo. De manera algo Inespera·
da, al menos para mí, la discusión nos conducirá a la tesis, kantiana
ricidad de los paradigmas. En último término, es el tiempo de la
acción el que realmente es refigurado por su representación.
por excelencia, de que el tiempo no puede obse,:"arse directamen·
Pero se impone un largo rodeo en estos momentos. Una teoría a­
te, de que es propiamente invisible. En este sentJdo, las mnume�
del tiempo refigurado -o del tiempo narrado- no puede sacarse
bies aporías de la fenomenología pura del tiempo serían el precIO
adelante sin la mediación del tercer miembro del diálogo ya enta.
que habría que pagar por cualquier intento de mostrar el t eml!O !
blado entre la epistemología de la historiografia y la crítica litera. mismo, ambición que define como pura a la fenomenologra del
ria aplicada a la narratividad dentro de la discusión de la referen. tiempo. Constituirá una etapa importante de la cuarta parte el
cia cruzada. demostrar el carácter esencialmente aporético de la fenomenolo·
Este tercer miembro es lafenomenología tkl tiempo, de la que só­ gia pura del tiempo. .
lo hemos considerado la fase inaugural en el estudio del tiempo Esta demostración es necesaria si se debe tener como Univer­
en san Agustín. Lo que sigue de esta obra, de la segunda a la salmente válida la tesis de que la poética de la narratividad res·
cuarta parte, no será más que una larga y difícil conversaci6n trian. ponde y corresponde a la aporética de la temporalidad. El acerca·
gular entre la historiografía, la crítica literaria y la mosofía feno­ miento entre la Poética de Aristóteles y las Confesiones de Agustín
menológica. La dialéctica del tiempo y de la narración no puede sólo ha ofrecido verificación parcial y en cierto modo circunstan·
ser más que el envite último de esta confrontación, sin preceden. cial de esta tesis. Si se pudiese argumentar de forma al menos
te a mi entender, entre tres miembros que de ordinario se igno­ plausible el carácter aporético de cualquier fenomenología pura
ran mutuamente. del tiempo, el círculo hermenéutico de la narratividad y de la
Para dar toda su fuerza a la palabra del tercer miembro será temporalidad se ampliaría más allá del círculo de la mimesis, al
importante desarrollar la fenomenología del tiempo desde Agus. que ha tenido que limitarse la discusión en la primera parte de
tín a Husserl y Heidegger, no para escribir su historia, sino para esta obra, hasta tanto la historiografía y la crítica literaria no ha·
.
11E>!PO y NARC
159
158 EL CIRCULO ENTRE NARRACIÓN Y TEMPORAunAll RA IÓN

noción de
incidencia epistemológica de esta
yan dicho su palabra sobre el tiempo histórico y sobre los jueg ñalado la principal
riogr afía, en su lucha con­
de la ficción con el tiempo. Sólo al ténnino de lo que acabo �s ·erarquía temporal:
parece que la histo
la narra tolog ía, en su
J¡ra la historia episó
y
llamar conversación triangular, en la que la fenomenología de� dica (événementielle) ,
dejan opCió n a �na so­
onologizar la narración, sólo ,
uempo habrá unrdo su voz a las de las dos disciplinas anteriore afán de descr acrO nIcas.
siste mlC
el círculo hennenéutico podrá emparejarse con el de la pOétic� la alternativa
: la cronología o las relaciones �
ario: la prop ia temp ora-
tiene otro contr
de la narrauV1dad (que culmina a su vez en el problema de la re­ Ahora bien, la cronología
or grado de tensió n.
lidad, llevada a su may
El ser y
ferencia cruzada evocada anterionnente) y de la aporética de 1a .
temporalidad. Es en el análi sis heid eggeriano de la temporalidad -en
tín es explo tada de
ha abierta por Agus
A la tesis del carácter universalmente aporético de la fenome. el tiempo- donde la brec o, desd e la me­
nología pura del tiempo se podría objetar abora que la hennenéuti_ ue sea, como se dirá lueg
modo más decisivo, aunq
desde
e el ser-p ara-la-muerte y no, como en Agustín,
ca de Heidegger marca una ruptura decisiva con la fenomenolo­ ditación sobr
zgo map recla­
gía subjetivista de Agustín y de Husserl. Al fundar su fenomenología presente. Considero un halla
, la estrUctura del triple r­
los recu
sobre la ontologta del Dasem y del ser-en-el-tiempo, ¿no está Hei­ riano el haber establecid o, con
ble del análisis heidegge la
rienc ia de
degger en su derecho de afinnar que la temporalidad, tal como la hennenéutica, que la expe
sos de la fenomenología
alidad
pued e desp legarse en varios planos de radic
temporalidad
ya de
describe, es "más subjetiva" que cualquier sujeto y "más objetiva"
tica del "Dasein" el reco rrerl os,
que cualquier objeto en cuanto que su ontología se sustrae a la y que pertenece a la analí
seguido en El �er y el tzemp o -des de
dicotomía del sujeto y del objeto? No lo niego. El análisis que de­ arriba abajo, según el orden
iano y públ ico
hacia el tiempo cotid
dIcaré a HeIdegger hará plena justicia a la origínalidad que puede el tiempo auténtico y mortal
alegar una fenomenología fundada en la ontología y que se pre­ en que todo suced e "den tro del" �
tiempo--, y¡>. e abajo arriba, co­
Phiinomenol0l5'e ' La dlrecclOn que
,
senta al mIsmo tJempo como una hermenéutica. rno en los GrundProbl=le der
zación importa menos que la pro­
P":,, decirlo ya: la originalidad propiamentefenomenológica del señala el recorrido de temporali
orai."
análISlS heldeggenano del tiempo -originalidad que se debe ente­ piajerarquización de la experiencia temp .
e o regre sivo, me parece de la máxi­
ramente a su anclaje en una ontología del cuidado-- consiste en la En este camino ascendent
plano medio, entre la intratem­
jerarquüacwn de los planos de temporalidad O más bien de tem­ ma importancia una parada en el
radic al, que señala el ser-para-la­
poralización. Después de todo, podemos encontrar en Agustín poralidad y la temporalidad .
en su momento, HeIdegger
un presentimiento de este tema. En efecto, al interpretar la ex­
os
muerte. Por rawnes que explicarem
tensión del tiempo en términos de distensión y al describir el le asigna el nombre de Gesch ichtlichkei
t -historialidad. En este pIa­
análisis -el de Agustín y el de
uempo humano como elevado desde el interior por la atracción no es donde más se acercan los dos
almente -al menos, en apa­
de su polo de eternidad, Agustín ha dado solvencia de antemano Heidegger- antes de diverger radic
el primero y hacia la resolu­
a la idea de una pluralidad de planos temporales. Los lapsos no riencia- hacia la esperanza paulina
el segundo. Expondremos en
encajan sImplemente unos en otros según cantidades numéricas, ción cuasi estoica frente a la muerte
para volver a este análisis de
los días en los años, los años en los siglos. En general, los proble­ la cuarta parte una razón intrínseca
efecto, el análisis de la re­
mas relativos a la extensión del tiempo no agotan la cuestión del la Geschichtlichkeit. A él se remonta, en
remos una respuesta de
tiempo humano. En la medida en que la extensión refleja una petición -Wiederholung-, en el que busca
dialéctica de intención y de distensión, la extensión del tiempo
32 Martin Heidegger, Dit Grundprobleme
dtT Phiinommowgit (Frankfun, 1975).
no tiene sólo un aspecto cuantitativo como respuesta a las pre­

" Al homologar má.s urde el tiempo práxico de mim�is I con la


p. 19.
guntas ¿desde cuándo?, ¿durante cuánto tiempo?, ¿dentro de ú1ti�� d� las
cuánto tiempo? Tiene también un aspecto cualitativo de tensión t '!egíin El Sn" y ti títmPO -la InneTUltJgluit, la
formas derivada.s de la tempor.J.t1�r
graduada. "intratemporaJidad", o el "ser en t:I liempo"-
hemos elegido en realidad el orden
bkmt.
Desde el estudio consagrado al tiempo en san Agustín, he se- los
inverso de El sn- J ti tiempo, es decir, el de GrundPro
TIEMpO y NARC
161
160 EL CfRCULO ENTRE NARRACIÓN Y TEMPORALInA!) RA IÓN

i�n;
la clave de l a jerarquización d e l a narrac
carácter ontológico a los problemas epistemológicos planteados ue proporcione
ica y de la de ficcló n
po� la referenCIa cruzada entre la intencionalidad histórica y el ¿tras serán las ciencias de la narración histór
obJetivo de verdad de la ficción literaria. Por eso señalamos ahora
una expre­
permitan resolver poéticamente -según
las que nos
anteriormente- las aporías de más clificil acce­
mismo su punto de inserción. sión ya empleada
o de la fenomenología de! tiempo.
No se trata, pues, de negar la originalidad propiamente feno. SO especulativ
r las ciencias históricas del
menológica que la descripción heideggeriana de la temporalidad Así, la clificultad misma de deriva
r jun­
in" y la dificultad aún más seria de pensa
debe a su anclaje en la ontología del cuidado. Sin embargo, sin análisis del "Dase
la fenomenología y el tiempo público de
llegar al trastrocamiento -Kehre-, del que proceden las obras tos el tiempo mortal de
posteriores a El ser y el tiempo, hay que confesar que la ontología ]as ciencias de la narración
nos servirán de acicate para pensar me­
narración. Pero la reflexión pre­
del "Dasein" sigue siendo empleada en una fenomenología que jor la relación del tiempo y de la
primera parte de esta obra, nos ha con­
plant�a problemas análogos a los que suscita la fenomenología de liminar, que constituye la
. conce pción en la que e! círculo hermenéutico
Agustín y de Husserl. También aquí la brecha abierta en el plano ducido ya, de una
estadios de la mimesis, a otra que inte­
fenomenológIco crea dificultades de un tipo nuevo que aumen_ se identifica con el de los
tan todavía más el carácter aporético de la fenomenología pura. gra esta dialéctica en el círculo más amplio de la poética de la na­
tica del tiemp o.
Este agravamlento está en proporción con la ambición de esta fe­ rración y de la aporé
Un último problema que se presen ta es el del límite superior del
no�eno�ogía, que es no sólo n? deber nada a la epistemología de
de la tempo ralidad. Para A!\"stín y ta­
las CIenCIas fiSICas y humanas, SInO servirles defundamento. proceso de jerarquización
La paradoja consiste en que la aporía descansa precisamente la interio rizació n de las relaCIOnes pura­
da la tradición cristiana,
o remite a una eternidad en la que to­
mente extensivas del tiemp
o. La aproximación a
en las relaciones entre la fenomenología de! tiempo y las ciencias
al mism o tiemp
humanas: la historiografía principalmente y también la narratola­ das las cosas están presentes
te, pues, en la estabilidad de un
la eternidad por el tiempo consis
en ti, según mi
gía contemporánea. Sí, la paradoja es que Heidegger ha hecho
y consol idaré
alma en reposo: "Me mantendré
40). La moso­
más dificil la conversación triangular entre historiografia, crítica
modo de ser, pero en tu verdad" (Con fesiones XI, 30,
de El ser y el
literaria y fenomenología. En efecto, se puede dudar que haya
s en la época
conseguido derivar el concepto de historia, familiar a los historia­ fia del tiempo de Heidegger, al meno
tiempo, donde desarrolla con gran rigor el tema de los planos de
dores especialistas, así como la temática general de las ciencias
no hacia la eterni dad divi­
humanas recibidas de Dilthey, de la historialidad del "Dasein" temporalización, orienta la meditación
ra-la-m uerte. ¿Son es­
que, para la feno�enología hermenéutica, constituye el plan � na, sino hacia la finitud sellada por e! ser-pa
la duraci ón más ex­
meclio en la JerarqUla de los grados de temporalidad. Con mayor tas dos maneras irreductibles de reconducir
sólo aparen te?
tensiva hacia la más tensa? ¿O es la alternativa
"dar
razón, si la temporalidad más raclical lleva la huella de la muerte
la idea de
¿Hay que pensar que sólo un mortal puede tener
La eternidad
¿cómo se podrá pasar de una temporalidad tan fundamentalmen:
la vida una dignid ad que las eterni za"?
te privatizada por el ser-para-la-muerte al tiempo común exigido a las cosas de
las cosas, ¿puede
por la interacción entre múltiples personajes en toda narración y, que las obras de arte oponen a la fugacidad de
uirse en una histori a? ¿y la histori a, a su vez, sigue
con mayor razón, al tiempo público exigido por la historiografia? s610 constit
a de la muerte,
E� este sentido, el paso por la fenomenología de Heidegger siendo histórica sólo si, transcurriendo por encim
os y sigue siendo
se guarda del olvido de la muerte y de los muert
los muertos? La
eXlgtrá un esfuerzo suplementario, que a veces nos alejará de Hei.
un recuerdo de la muert e y una memo ria de
degger, para mantener la dialéctica de la narración y del tiempo.
que podría plante ar este libro es saber hasta
Será una de los principales retos de nuestra cuarta parte mostrar cuestión más grave
ica sobre la narrat ividad y el tiempo
cómo, pese al abismo que parece abrirse entre los dos polos, la qué punto la reflexión mosóf
la eternid ad y la muert e.
narración y e! tiempo se jerarquizan simultánea y mutuamente. puede ayudar a pensarjuntas
Unas veces será la fenomenología hermenéutica del tiempo la

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