Lea también: Las ventajas del latín para los hombres de derecho.
Lea también: ¿Por qué se miente sobre Kelsen en las aulas y los libros?
Juan, defensor de raza, curtido en mil peleas, «barrister» como ninguno, saltó del
estrado y le dijo al juez: ¡maldito, cómo te atreves a ofender y burlarte de una
mujer, siendo como eres un corrupto miserable!, y, pasando de la palabra a la
obra, se acercó al infame para propinarle un puñetazo, que no llegó a puerto porque
los otros vocales intervinieron.
Del malcriado nadie se acuerda, fue uno de los tantos designados por una conocida y
letal rosca partidaria que lo premió con un cargo inmerecido; del trejo defensor, los
que tenemos algunos años en el foro, mantenemos su imagen viva, un señor: Juan
Marcone Morello, él me enseñó a no permitir el abuso, a respetar a los jueces pero
también repeler su arbitrariedad. Los jóvenes letrados deberían leer sus libros,
sus Defensas penales, crónicas más que amenas que cualquier biblioteca seria tiene
en sus anaqueles.