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Diferencias entre contaminación superficial y subterránea

Las aguas superficiales se hallan fácilmente al alcance de la contaminación. El terreno protege

a las subterráneas frente a los elementos contaminadores. Sirve de filtro que no deja pasar

sustancias extrañas. Pero si éstas alcanzan el acuífero, el problema es muy importante. Si la

contaminación es biológica, las aguas subterráneas a diferencia de las superficiales, no

cuentan con las condiciones para la autodepuración (renovación de oxígeno procedente de la

atmósfera y acción esterilizante del sol). La contaminación de aguas superficiales es fácilmente

detectable. A veces a simple vista, por el color y el olor de las aguas. Pueden tomarse medidas

pronto para evitar que continúe la contaminación. En cambio, las aguas subterráneas pueden

estar contaminándose y no darnos cuenta, hasta que la contaminación esté muy extendida en

el acuífero y aparezca con las aguas que afloran a la superficie. Los elementos contaminantes,

al infiltrarse en el terreno, pueden dispersarse a lo ancho de una gran superficie, lo que

provoca que un foco de contaminación pueda acabar alcanzando al acuífero o a los acuíferos

que puedan existir en una amplia zona. Y viceversa: puede ser muy difícil el rastreo hasta su

origen de un elemento contaminador.

En definitiva, son más fácilmente contaminables las aguas superficiales. Pero también suele ser

más sencillo devolverles la pureza. A veces basta simplemente suprimir el foco. Las aguas

subterráneas, son más difíciles de contaminar. Pero la solución, si esto ocurre, nunca es

sencilla; en algunas ocasiones, imposible.

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