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Efectos del cambio climático reciente sobre la biodiversidad

Extracto de:
Kappelle, M., M. Van Vuuren and P. Baas. (1999). Effects of climate change on biodiversity: a
review and identification of key research issues. Biodiversity and Conservation. 8:1383-
1397.
En esta sección son descritos un número de observaciones relacionadas al efecto del cambio
climático en la biodiversidad, i.e. 1. Cambio de las zonas vegetales principales o biomas, 2. Cabios
en los rangos de especies individuales y en la composición de las comunidades de especies, 3.
Interacciones entre los efectos del cambio climático y la fragmentación de hábitat y 4. Cambios en
las funciones de los ecosistemas.
1. Cambio de las zonas vegetales principales o biomas
Son esperados cambios en la cobertura vegetal global y en los bordes de los biomas del mundo en
respuesta al cambio climático global (McNeely et al. 1990; Peters and Lovejoy 1992; Heywood
andWatson 1995). Con el calentamiento de la tierra, se espera que las especies se desplacen hacia
las latitudes más altas (polos) y altitudes (picos). Por ejemplo, la línea de árboles en Finlandia
aumentará cerca de 200 m más alta dentro de áreas donde solían estar durante el período termal
Atlántico hace unos 4,500 a 7,500 años (Kellomäki 1996). Bajo condiciones de calentamiento
global futuro proyectado, ciertas áreas del trópico andino, rico en especies y en plantas endémicas,
puede que sean totalmente reemplazados por bosque nubosos montanos, actualmente encontrados
en altitudes más bajas (Halpin 1994). Sin embargo, los modelos que simulan el desplazamiento de
los tipos de vegetación o biomas han sido criticados por ser muy simplistas (Leemans 1996;
Cramer 1997; Halpin 1997).
En primer lugar, los patrones simulados del cambio de los biomas como un todo no son realistas
porque ellos no toman en cuenta las respuestas individuales de las especies ante el cambio en
factores climáticos (Leemans 1996). En modelos más recientes, e.g., BIOME (Prentice et al. 1992)
los tipos de plantas muestran una respuesta individualista ante el clima, y nuevas comunidades de
tipos de plantas pueden desarrollarse en respuesta al cambio del clima.
En segundo lugar, los resultados de los modelos son presentados como mapas de vegetación
potenciales en un futuro equilibrio climático, sin una indicación del tiempo requerido para alcanzar
ese nuevo estado (Halpin 1997).
En tercer lugar, las predicciones de movimientos de las especies hacia los polos y hacia mayores
altitudinales bajo un clima más cálido son a menudo basadas solamente en respuesta solamente a
la temperatura. Cuando las variables relacionadas con humedad son tomadas en cuenta, los
resultados son mucho más complejos. Por ejemplo, Halpin (1997) demostró que los cambios en
las zonas ecoclimáticas de montañas son generalmente no-simétricos en respuesta, y ampliamente
diferentes entre latitudes.
2. Cambios en los rangos de especies individuales y en la composición de las comunidades de
especies
Los cambios en el clima pueden afectar la fisiología e interacciones interespecíficas entre especies
individuales, y como consecuencia, puede que ocurran cambios en la distribución geográfica. Por

1
ejemplo, el cambio de rango observado para varias especies de mariposas en Gran Bretaña está
supeditado a pequeños aumentos de la temperatura (menos de un grado) durante éste siglo (Ford
1982). Similarmente, la expansión hacia el norte del árbol de abedul dentro de la tundra sueca es
atribuido al calentamiento durante la primera mitad de éste siglo (Kullman 1983). Sin embargo, si
las especies afectadas no son capaces de ajustar su distribución geográfica, sus chances de
sobrevivencia serán fuertemente reducidos.
En Noruega, en las últimas cuantas décadas, 64 especies de plantas vasculares se han extinguido,
mientras que cerca de 84 especies han aparecido por primera vez (Van der Meijden 1993). Para
mucho de estos 84 “neotipos”, los límites más norteños de sus rangos de distribuciones ahora son
en el delta holandés. Se presume que tanto el cambio climático como la influencia del ser humano
en los ecosistemas han causado éste cambio en distribución de especies. Un estudio de Nabuurs et
al. (1997) reporta los posibles efectos del cambio climático en ecosistemas boscosos. Escenarios
climáticos reciente predicen drásticos cambios en la composición de especies a largo plazo.
Recientes cambios en fenología y distribución de un gran número de microlepidópteras
(micromariposas) en Noruega están también relacionados con el cambio climático (Ellis et al.
1997a, 1997b). Durante el período de 1975 a 1994, el momento de mayor cantidad de individuos
volando cambió en promedio a unos 11.6 días más temprano, presuntamente debido a un
incremento en la temperatura de primavera. Más del 50% de las especies examinadas han mostrado
un cambio significativo en sus distribuciones en el mismo período. Especies que son especialmente
sensitivas al cambio del clima pueden ser usadas como especies indicadoras (bioindicadores) para
evaluar la sensibilidad climática de ecosistemas enteros.
De Groot et al. (1995) describe resultados preliminares en términos de la selección de
bioindicadores, basados en seis criterios: sensibilidad climática, restricciones del hábitat, posición
dentro del rango de distribución, capacidad de dispersión, posición funcional en el ecosistema y
conveniencia para el monitoreo. Un número de especies de plantas herbáceas, mariposas y aves
son identificadas para Noruega y Europa del oeste como convenientes bioindicadores de cambio
climático. Los cambios en la distribución geográfica de especies individuales y en la composición
de las comunidades de especies pueden ser identificadas por estudios de monitoreo a largo plazo,
usando, por ejemplo, Sistema de Información Geográfica (SIG) (Heil and Van Deursen 1996).
Transiciones ecoclimáticas naturales o ecotonos pueden ser especialmente convenientes para
monitorear los efectos del cambio de clima, porque es probable que ellos sean especialmente
sensibles a cambios de clima. Ejemplo de esto son las líneas limítrofes de árboles tropicales como
los encontrados en las fronteras entre el bosque lluvioso y las sabanas (De Wilde and Van der
Maessen 1997), y en la interface entre el bosque nuboso y el páramo (Cleef 1981; Kappelle et al.
1995), y las líneas de árboles de clima temperado como las encontradas en el norte de Finlandia
(Kellomäki 1996).
Ejemplos de estudios de monitoreo en los ambientes marinos son los trabajos en arrecife de coral
realizados por Bak and Nieuwland (1995), y el de comunidades sublitorales en el mar del norte
realizado por De Kluijver (1997). Bak and Nieuwland (1995) monitorearon cuadrantes permanente
por más de dos décadas y demostraron un decrecimiento significativo de las colonias de corales,
particularmente en arrecifes más perturbados y menos profundos. Además, la mayor parte del
proceso de degradación está directamente relacionado con influencia humana. Un incremento en
la temperatura del agua del océano conduciría a una drástica degradación del arrecife a largo plazo.

2
De Kluijver (1997) caracterizo la estructura, composición y sinecología de una serie de
comunidades sublitorales. Se esperan que estas comunidades cambien como una consecuencia del
cambio climático, como resultado específicamente del incremento del nivel oceánico,
calentamiento del agua del océano, cambio en fluctuaciones estacionales e incremento en la
concentración de carbono.
3. Interacciones entre los efectos del cambio climático y la fragmentación de hábitat
A lo largo de las décadas pasadas, la destrucción y fragmentación de hábitat ha conducido a una
reducción de la biodiversidad a nivel local, regional y global (Harris 1984; Myers 1989). La
fragmentación del hábitat, en conjunto con el cambio del clima, sientan las bases para una más
larga ola de extinciones que las que fueron previamente imaginada, como resultado solamente de
la intrusión humana (Myers 1989; Peters and Lovejoy 1992). La fragmentación del hábitat resulta
en el aislamiento de poblaciones de especies y puede conducir a nivel local a una reducción de la
variación genética. La fragmentación puede irrumpir en la migración y dispersión de especies
hacia un hábitat más adecuado en respuesta a un cambio de clima (MacArthur andWilson 1967;
Peters and Lovejoy 1992; Bierregaard et al. 1997).
Adicionalmente a sus efectos en la migración de poblaciones, la fragmentación del paisaje en
pequeñas unidades puede tener un gran impacto en el clima a lo largo de los bordes y dentro de
los fragmentos remanentes. En muchas áreas boscosas, la fragmentación ha producido paisajes en
el cual los bordes de bosque son una figura dominante y las influencias del borde se extienden
dentro de las partes restantes del bosque (Chen et al. 1993). Saunders et al. (1993), demostró que
los bosques lluviosos remanentes rodeados por tierras agrícola son expuesto a marcados regímenes
de radiación solar, viento, agua y nutrientes en comparación con regiones con bosque continuo.
Kapos (1989) and Turton and Freiburger (1997) también midió cambios en el clima a lo largo del
gradientes de interior, borde y exterior de un bosque tropical lluvioso. La biodiversidad puede que
cambie significativamente a lo largo de esos gradientes a como es demostrado para plantas
vasculares a lo largo de transectos en faja perpendiculares al borde de fragmentos de bosque
nuboso (Williams-Linera 1990; Oosterhoorn and Kappelle 1999).
En hábitat fragmentados, la sobrevivencia de poblaciones o especies que necesitan ajustar su
distribución geográfica en un clima cambiante depende de su potencial de migración, pero también
del tamaño, calidad y distribución de los fragmentos (distancia entre fragmentos, conectividad vía
corredor), y las características de la matriz que rodea los fragmentos (tipos de barreras físicas).
El establecimiento de corredores entre fragmentos es una estrategia de manejo a menudo sugerida
en respuesta a las condiciones cambiantes del clima, aunque hay mucho por descubrir acerca de
su efectividad potencial. Hay falta de conocimiento en términos de la configuración espacial
requerida de los corredores, e.g., su ancho óptimo, proporción borde – área y orientación en
diferentes ambientes (Halpin 1997).
4. Cambios en las funciones de los ecosistemas
El funcionamiento biogeoquímico de un ecosistema depende de actividades interrelacionadas de
los organismos, i.e. la manera y las tasas en las cuales ellos lleven a cabo los procesos
ecosistemicos (e.g., respiración, fijación de dioxico de carbono, nitrificación, descomposición de
la hojarasca). El cambio en el clima puede influir en el funcionamiento de un ecosistema si la
fisiología de las especies es afectada, e.g., al cambiar la temperatura o la disponibilidad de

3
humedad. Los cambios en los factores climáticos pueden también exceder la tolerancia fisiológica
de las especies y/o perturbar sus relaciones funcionales con otras, causando la extinción o
migración a otros sitios, y probablemente reduciendo la biodiversidad del ecosistema.
Las pérdidas actuales de la biodiversidad provocadas por cambios ambientales inducidos por
humanos han renovado el interés investigativo en términos de la significancia de la biodiversidad
para el funcionamiento y resiliencia del ecosistema con respecto al estrés y a la perturbación
(Naeem et al. 1994; De Ruiter et al. 1995; Folke et al. 1996; Mooney et al. 1996; Brussaard et al.
1997; Chapin et al. 1997; Díaz and Cabido 1997; Hooper and Vitousek 1997; Tilman et al. 1996,
1997;Wardle et al. 1997). En sus comentarios sobre hallazgos recientes con experimentos de
campo (Hooper and Vitousek 1997; Tilman et al. 1997; Wardle et al. 1997), Grime (1997)
concluye que actualmente no hay evidencias convincentes de que los procesos ecosistémicos son
crucialmente dependientes de una alta biodiversidad. Por el contrario, las características
funcionales de las especies de plantas dominantes serían importante en el control de los procesos
ecosistémicos. Sin embargo, permanece obvio que la perdida de especies o grupos funcionales de
un ecosistema puede, hasta cierto punto, impedir su funcionamiento y su capacidad de proveer de
servicios a la sociedad (Mooney et al. 1996; Chapin et al. 1997; Grime 1997). Algunas especies o
grupos funcionales llevan a cabo funciones únicas y no pueden ser sustituidas por otras. Pero
también la perdida de especies con efectos ecosistémicos similares puede reducir la resiliencia del
ecosistema y estrechar las opciones para ajustarse a un cambio climático.
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Posibles respuestas de las especies al cambio climático
Extracto de:
DeGroot, R.S, P. Ketner & A.H. Ovaa. (1995). Selection and use of bio-indicators to assess the
possible effects of climate change in Europe. Journal of Biogeography. 22, 935-943.
Puede que las especies respondan al cambio del clima de muchas formas. El cuadro 1 provee un
vistazo general de los principales tipos de respuestas, las que determinan la sensibilidad de las
especies al cambio climático. Entender las relaciones entre los varios factores de respuestas y el
clima es importante para poder seleccionar bioindicadores, y así, detectar y monitorear el efecto
paisajístico – ecológico del cambio climático.
Cuadro 1. Algunas características de respuesta de las especies ante el cambio climático.
Fisiología Fenología Interacciones Abundancia/
inter-específicas distribución
Fotosíntesis Aparición de brotes Simbiosis Dinámica poblacional
Respiración Deforestación Polinización (Incremento, decrecimiento,
Estrés Inicio de la floración Enfermedades / extinción)
Dormancia Patrones de crecimiento pestes Rangos limítrofes
Establecimiento / maduración Depredación /
de las semillas herbivorismo
Patrones de reproducción
Éxito reproductivo
Patrones de migración

Fisiología
Muchos procesos fisiológicos en plantas y animales son sensitivos al cambio en la concentración
de gases de efecto invernadero (notablemente el CO2) y al clima (e.g. temperatura y humedad). El
efecto puede que sea sinérgico o contrario. Por ejemplo, las plantas pueden que muestren
senescencia estacional lenta (envejecimiento) a elevados niveles de CO2 al final de la estación; por
otra parte, la senescencia puede ser acelerada por las altas temperaturas.
Fotosíntesis y respiración
La fotosíntesis llevada a cabo por las plantas verdes y la respiración por las plantas y los animales
es influenciada por los niveles de CO2 y la temperatura. Las plantas han sido estudiadas
extensivamente, por lo cual fueron encontradas ser considerablemente diferentes en la respuesta
entre las especies C3 y C4 (Goudriaan & Ajtay, 1979, Korner, 1993); muy poco es conocido sobre
los efectos directos del incremento del CO2 en los animales.
Dormancia
Muchas plantas y animales tienen fases de actividad reducida (dormancia) durante cierto período
de sus ciclos de vida, relacionados usualmente con las condiciones climáticas (frío y sequía).
Eventos climáticos extremos asociados con el cambio climático pudieran irrumpir los procesos
fisiológicos durante la dormancia y por lo tanto, reducir el ajuste entre la interrupción de la

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dormancia y el inicio de la estación esperada. En las plantas, por ejemplo, la interrupción de la
dormancia de las semillas es a menudo dependiente de la temperatura. Especialmente entre
diferentes ecotipos, han sido encontradas considerables variaciones en los requerimientos de
temperatura (e.g. Hawkes, 1966; Cooper, 1965). Por ejemplo, las semillas del ecotipo de Silene
dioica (anual) en Europa del Sur tienen un periodo de reposo en verano, mientras que las semillas
del ecotipo de la misma especie en Europa del Norte tienen un período de reposo en invierno
(Ratchke & Lacey, 1985). De esa forma, diferentes respuestas pueden ser esperadas incluso dentro
de poblaciones de la misma especie. Varias especies de animales tienen dormancia durante el
invierno. Muchos insectos requieren un período de dormancia para el desarrollo de ciertos estadíos
en sus ciclos de vida. Varios mamíferos, reptiles y anfibios tienen un descanso en invierno para
reducir la pérdida de energía y sobrevivir a los períodos de baja disponibilidad de comida. Una
temporada cálida puede interrumpir éste período de dormancia y activar el animal. Esto le costará
energía, y al mismo tiempo la disponibilidad de comida continuaría restringida. Su ajuste entre la
interrupción de la dormancia y el inicio de la estación esperada, y por lo tanto su chance de
sobrevivencia, serán influenciados (ver también Zoon, 1993).
Fenología
El ciclo de vida de la mayoría de los organismos está relativamente ajustado en tiempo y está a
menudo fuertemente determinado por factores climatológicos como la temperature y la
precipitación (disponibilidad de agua). Cuando estas condiciones ambientales cambian, muchas
fases en el ciclo de vida de la mayoría de las plantas y animales son afectadas, por ejemplo el
tiempo de desfoliación, crecimiento de brotes y florecimiento, el tiempo de establecimiento de las
semillas y el tiempo de maduración, la longitud del período de crecimiento (o cría), crecimiento y
tiempo de migración.
Los cambios en la fenología, en sí, puede influenciar el poder competitivo de la especie en
cuestión. Cada especie responderá individualmente y dentro de su área de distribución. Los
cambios en la fenología no serán los mismos para cada sitio, porque los cambios en el clima
diferirán para cada región y porque muchas especies se comportan fenológicamente diferentes en
los bordes en comparación con el centro de su distribución. Si el cambio climático está tomando
lugar, entonces los cambios en fenología deberían ya ser detectables, a como estudios tempranos
han demostrado (e.g. Erkamo, 1953) eventos fenológicos como la foliación, cierne, formación y
maduración de frutos, responden al cambio climático dentro de un relativo corto período de tiempo
(en unos pocos años o, a lo más, unas pocas décadas). Algunos ejemplos de respuestas fenológicas
al cambio climático fueron presentados anteriormente.
Inicio del crecimiento y la floración
Condiciones más cálidas en verano pueden conducir a un temprano inicio del crecimiento y la
floración. Para especies con amplia distribución estos cambios no serán los mismos sobre todo el
rango, dado a que el cambio en temperatura no será el mismo en toda el área. En plantas acuáticas
en particular, el crecimiento puede ser afectado, e.g. Elodea canadensis, Potamogeton pectinatus
y Ceratophyllum demersum (Brock & van Vierssen, 1992).

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Reproducción
Emergencia temprana y una estación de crecimiento más larga pueden mejorar la producción de
semillas así como la viabilidad de las semillas de muchas especies de plantas. Esto, por ende, puede
conducir a un incremento en la abundancia y/o en la expansión de los rangos de esas especies.
Especialmente especies con varios ciclos de vida por año (e.g. especies de malezas, áfidos) serán
favorecidos por el esperado incremento en la temperatura y elongamiento de la estación de
crecimiento/reproducción. El número de generaciones puede incrementarse y por ende conducir a
un incremento en el número de semillas y descendientes. Muchas especies de plantas malezas son
invasivas (por ejemplo Stellaria media, Poa annua, Senecio vulgaris and Capsella bursa-pastoris),
y por lo tanto el problemas de las malezas puede incrementarse o tornarse peor (Ketner, 1990a).
Por otro lado, ciertas especies de vida corta pueden tener mayores dificultades en el
establecimiento de las semillas bajo circunstancias extremas: ellas pueden decrecer en abundancia
e incluso tornarse de forma esparcida, o ser poco competidoras. Para las perennes la situación es
más compleja, porque ellas pueden sobrevivir a periodos desfavorables de forma vegetativa. El
desove y la puesta de huevos de las ranas son ejemplos de procesos en el ciclo de vida animal que
pueden ser afectados por el cambio climático y, por supuesto, las plagas de insectos pueden
incrementarse, dentro del rango de ocurrencia actualmente presente o en nuevas áreas invadidas.
Patrones de migración
Muchos animales, especialmente las aves, tienen diferentes áreas de reproducción y para pasar el
invierno. Tanto el tiempo de migración como las rutas están fuertemente influidas por las
condiciones climáticas. Las aves migratorias son particularmente sensitivas al cambio climático
porque ellas cubren varias zonas climáticas, largas distancias y varios hábitats en sus ciclos anuales
(Meekes, 1992). Ha sido ya observado que en los pasados 20 años que cerca del 65% de las
especies de aves migratorias en Europa Central parten más tarde a las tierras donde se refugian en
invierno; algunas especies incluso se quedan 10 días más en sus áreas de anidación.
Interacciones interespecíficas
Los cambios en el balance entre el clima y el ciclo de vida de plantas y animales tiene
implicaciones para las interacciones de la cadena alimenticia y otras relaciones interespecíficas
como simbiosis, enfermedades, pestes y poder de competencia. Los cambios en eventos
fenológicos, por ejemplo, pueden conducir a cambios en la interacción planta - animal, como en
la polinización, y pueden influenciar la disponibilidad de comida a los herbívoros y cambiar las
interacciones entre plantas y parásitos. En el caso de que los parásitos de cultivos se puedan
esparcir a áreas aún no infestadas, estos cambios en las interacciones interespecíficas pueden tener
considerables consecuencias para la producción de alimentos.
Distribución y abundancia
Las respuestas fisiológicas y fenológicas ante el cambio climático, en combinación con cambios
en las interrelaciones entre especies, influenciarán la abundancia (relativa) y distribución de la
mayoría de las especies. Hay muchos ejemplos de correlación entre la ocurrencia de una especie y
uno o más parámetros climáticos, como la cobertura de la nieve o la temperatura (ver, por ejemplo,

10
Salisbury, 1926; Grace, 1987; Woodward, 1987, 1988; Koning, 1991; Wilmanns, s.f.). Los límites
de la distribución entonces toman similares cursos como cierta isoterma. Bajo una condición de
cambio climático una nueva isoterma puede ser delineada, la cual indica el área potencial de
distribución de una especie. Aunque el clima promedio es de gran importancia para la distribución
de diferentes especies, los eventos extremos forman la fuerza predominente influyendo la
sobrevivencia no solamente de una especie individual, sino también de la población completa.
Debería siempre de tenerse en mente, sin embargo, que esto dependerá de una serie de factores
como la capacidad de dispersión, la tasa de migración y la presencia de barreras, hasta si una
especie ultimadamente estará presente en su total área potencial. Debe de ser siempre reconocido
que los cambios en el clima y en la concentración de gases de efecto invernadero no solamente
tienen efecto directo en las especies, sino también indirectamente vía cambios inducidos por el
clima en otras condiciones ambientales como déficit en el agua del suelo, química del suelo,
erosión, incremento del nivel de los océanos y corrientes marinas. Los efectos bióticos, junto con
la respuesta directa de las especies de plantas y animales, determinan el impacto final del cambio
climático en la estructura y funcionamiento de los ecosistemas y paisajes naturales o seminaturales.
Capacidad de dispersión y migración
Muy poco es conocido sobre las tasas de migraciones de las especies de plantas. Para los árboles,
los estudios paleoecológicos y los autecológicos muestran que las tasas de dispersión varían
fuertemente entre 20 y 200 km/siglo (e.g. Huntley & Birks, 1983). Un calentamiento de 3oC en
100 años se corresponde con un cambio latitudinal en las zonas bioclimáticas de alrededor de 600
km. Esto significaría que el esperado calentamiento podría ser un factor 10 veces más rápido que
la capacidad de la mayoría de las plantas para migrar e invadir simultáneamente sus rangos de
distribución. Incluso, especies migratorias rápidas como Alnus sp. puede tener dificultades en
seguir el calentamiento proyectado sobre todo su rango de distribución potencial.
Especies con bajas tasas de migración pueden volverse amenazadas por las condiciones climáticas
desfavorables en sus rangos de distribución actuales, si ellas no son capaces de tolerar nuevas
condiciones. Muchos animales son buenos dispersores pero sus movimientos pueden ser detenidos
por barreras (tales como montañas, lagos o infraestructuras humanas). Incluso más importante es
el hecho de que ellos tendrán que esperar hasta que estén disponibles las condiciones favorables
de hábitat, las cuales dependen, en gran medida, de la cobertura vegetal que les provee de comida
y refugio. Puede que tome considerable tiempo para una especie el ajustarse a la nueva situación.
El tiempo, puede por lo tanto ser una dimensión importante para la sobrevivencia, ya que las
especies que migren al norte debido al cambio climático pueden, al mismo tiempo, ser amenazadas
en los límites del sur donde la temperatura se pueda volver muy alta y/o las sequillas muy severas
o frecuentes. El hecho de que tales especies sobrevivan bajo condiciones climáticas cambiantes
dependerá de la tasa de mortalidad en los límites del sur y la tasa de migración en los límites del
norte.
Referencias en el extracto
Brock, Th.C.M. & Viersen, W. van (1992) Climatic change and hydrophytic-dominated
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13
Algunos criterios para la selección de especies indicadoras
Extracto de:
DeGroot, R.S, P. Ketner & A.H. Ovaa. (1995). Selection and use of bio-indicators to assess the
possible effects of climate change in Europe. Journal of Biogeography. 22, 935-943.
La complejidad de los efectos potenciales del cambio climático en las especies, así también sobre
los procesos ecológicos del paisaje (Boer & de Groot, 1990), junto con la simultánea ocurrencia
de muchos otras influencias en el paisaje (e.g. uso del suelo, eutrofización, lluvias ácidas), hace
esto esencial, pero a la vez algo difícil, para seleccionar apropiadas especies indicadoras. Para
seleccionar especies indicadoras potenciales, ellas tienen que cumplir un número de criterios
basados en las características de respuestas principales y restricciones prácticas. Como un punto
de partida, algunos criterios han sido sugeridos y descritos abajo pero investigaciones futuras
probablemente refinarán éstos criterios y pueden que añadan más. Los criterios son: Sensibilidad
climática, restricciones del hábitat, posición dentro del rango de distribución, capacidad de
dispersión, posición funcional en el ecosistema y conveniencia para el monitoreo.
1. Sensibilidad climática
En primer lugar, se debe de tener cuidado que la especie seleccionada sea predominantemente
sensible al clima (e.g. temperatura, precipitación, eventos extremos) y menos a otros cambios en
condiciones ambientales, como acidificación, eutrofización, desecación y cambio del uso del
suelo. Los cambios en fenología, abundancia o distribución de las especies indicadoras deben de
estar exclusivamente, o principalmente, relacionados con cambios en el clima.
2. Restricciones del hábitat
El hábitat (potencial) de la especie indicadora debe ser regularmente distribuido en el área de
estudio. Especies con extraordinarias restricciones de hábitat (e.g. plantas con requerimientos
ecológicos muy especiales, o animales con hospederos o plantas para alimentarse especiales)
pueden que no sean capaces de responder rápidamente al cambio climático.
3. Posición dentro del rango de distribución
Especies en los bordes de su distribución presentan diferentes comportamientos en comparación
con el centro de su distribución, el cual no es usualmente un sitio optimo (ver Haeck & Hengeveld,
1979). El límite natural de distribución de una especie en particular es alcanzado cuando, como un
resultado del cambio de factores ambientales físicos, su poder de competencia esta tan reducido
que puede ser desplazada por otra especie. Especialmente en los bordes de un rango de
distribución, usualmente extremos, los factores ambientales (congelamiento, calor, sequilla,
inundación, etc.) son de importancia directa. Por lo tanto, puede ser asumido que el cambio
relacionado con el clima puede ser detectado más temprano en los bordes de los rangos de
distribución de las especies.

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4. Capacidad de dispersión
Si los cambios en la distribución deben de ser monitoreados para evaluar los efectos del cambio
climático, solamente las especies que son capaces de dispersarse fácilmente (relativamente) se
deben de tomar en cuenta, incluso en paisajes fragmentados a como se encuentran en el Oeste de
Europa actualmente.
5. Posición funcional en el ecosistema
Preferiblemente, el indicador debería de ser representante para todo un grupo funcional de especies
que están interactuando en una red alimenticia o comunidad de vida: así llamadas especies claves
como polinizadores importantes, dispersores de frutos, plantas alimenticias o depredadores (de
Groot, 1994). Ya que el tamaño es un factor notable en las interacciones alimenticias, éste podría
ser otro criterio útil para seleccionar un animal bioindicador dentro de un grupo taxonómico,
también porque los animales grandes son más fácil de monitorear.
6. Conveniencia para el monitoreo
Finalmente, la identificación y monitoreo de la especie debería, preferiblemente, no ser muy difícil.
Debería de ser fácil (relativamente) el reconocer, observar o muestrear la especie indicadora
seleccionada. Dependiendo del objetivo por el cual la especie indicadora es usada (i.e. la
característica de respuesta a ser monitoreada, la cual puede ser fisiológica, fenológica, interacción
interespecífica, abundancia/distribución o una combinación de ésas características) debería de ser
usados criterios de selección. Estos criterios podrían servir como un tipo de “filtro” para reducir la
lista de especies disponibles, en una región dada, a unas cuantas especies indicadoras adecuadas.
Referencias en el extracto
Boer, M.M. & De Groot, R.S. (eds) (1990) Landscape-ecolgical impact of climatic change.
Proceedings of a European Confer- ence, 429 pp., IOS Press, Amsterdam, Washington,
Tokyo.
Groot, R.S. de (1994) Biodiversity as indicator for measuring sustainability: a case study on the
use of indicator species. Towards environmental performance indicators based on the
notion of environmental space, pp. 113-131. Advisory Council for Nature and
Environment. Publ. NR. 96, Ryiwyk.
Haeck, J. & Hengeveld, R. (1979) Biogeografie en oecologie: over verschillen in mate van
voorkomen binnen het soortsareaal. Vakbl. Biol. 59, 26-31.

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