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Universidad Nacional de Colombia

Departamento de Filosofía
Seminario Filosofía Analítica
Por: Santiago Florez y Sarah Fonseca
Operationalism and ordinary language

En el presente texto se abordará la respuesta que Chihara y Fodor (s.f.) dan al “problema de
otras mentes”, y que se articula a partir de su crítica al argumento wittgensteiniano que
pretende resolver dicha cuestión. Por lo cual, procederemos a exponer, en primer lugar, el
conductismo lógico que se le atribuye al filósofo austriaco, y, posteriormente, la respuesta de
Chihara y Fodor (s.f.).
En el intento por dar cuenta del problema de otras mentes, una postura escéptica podría
afirmar que no hay justificación para declarar sobre los estados mentales de otro con base en
su comportamiento, en la medida en que no es claro si hay o no una relación lógica o
conceptual entre proposiciones sobre estados mentales y proposiciones sobre la conducta. Si
se sostuviera que hay casos en los que se “ve” que otro tiene p. e. dolor i.e. que se puede
conocer (directamente) el estado mental del otro, sin necesidad de una inferencia, el escéptico
podría replicar que justamente lo que se pide es una prueba de que quien dice tal cosa está
justificado (cf. Fodor y Chihara 36). Frente a este panorama, Wittgenstein defiende que sí
hay una relación conceptual entre declaraciones sobre la mente y sobre el comportamiento ‒
exactamente en este sentido es que suscribe el conductismo lógico, según Fodor y Chihara‒
(cf. 37).

Sobre el argumento wittgensteiniano


Es en razón a su método filosófico, cuya tesis principal es que los “problemas filosóficos”
surgen de malinterpretaciones del lenguaje cotidiano, que Wittgenstein encamina su
tratamiento al “problema de otras mentes” al análisis de las nociones psicológicas (que
refieren a estados mentales). Según esta postura, el dominio lingüístico está determinado por
ser fundamentalmente una actividad; es decir, el hablante está enmarcado en incontables tipos
de actividades de uso-lingüístico: juegos del lenguaje. De ahí que el análisis semántico
implicaría exhibir el rol o uso de este tipo de nociones en los juegos del lenguaje en que
tienen lugar ‒por lo que Fodor y Chihara le llaman operacionalista‒ (cf. 38 y ss.). En este
sentido se dice que: “the relevant operations for determining the applicability of a predicate
are conceptually connected with the predicate” (Fodor 39).

Especificar la conexión lógica que vincula lo que se dice sobre la mente y la conducta
requiere precisar la distinción entre criterio y síntoma. Para ilustrar lo anterior baste con
seguir el ejemplo propuesto por Fodor y Chihara (cf. 40): que el balón entre a la cesta desde
arriba satisface el criterio para “marcar un punto” al jugar baloncesto; mientras que, los
números en el marcador o la euforia de la hinchada son más bien síntomas de que un punto
ha sido marcado.

Similar a esto, dado cualquier juego del lenguaje, las reglas que lo rigen determinan los
criterios propios de cada significado, por lo que todo aquel que esté entrenado en cualquier
juego de lenguaje, al aprender la dinámica del mismo, se adecúa ya a los criterios que le
permiten utilizar ciertos predicados con sentido. No obstante, es necesario que se den ciertas
circunstancias para que el criterio tenga validez ‒ retomando el ejemplo, el balón tiene que
estar en juego, debe ser una jugada legítima, no puede ser lanzada por un espectador y demás‒
. Aunque las reglas no pueden cubrir todas las posibles contingencias, las significaciones
dentro del juego de lenguaje siguen siendo determinadas en las situaciones “normales”,
incluso ante la probabilidad de que ocurran casos dudosos, situaciones no previstas.

Por su parte, el síntoma es un fenómeno que se aprende como coincidente con el fenómeno
que es criterio, por lo que el síntoma se descubre a través de la experiencia, no está
determinado por las reglas del juego del lenguaje. Así, a diferencia del síntoma, dar el criterio
de una expresión implica dar una explicación gramatical y, por tal, una explicación sobre su
significado ‒siempre atado al juego del lenguaje‒; aunque, más allá de sus diferencias, el
criterio y el síntoma son ambos “evidencia” (cf. Fodor 41-42).

Wittgenstein también parecería sostener que un cambio en el criterio de una expresión


implica un cambio en el concepto mismo de esta, al igual que el cambio de paradigma de
medida implica un cambio en la medición ‒i.e. no es lo mismo medir en metros que en
pulgadas‒. De esta manera, introducir un criterio nuevo supondría estar en un nuevo juego
del lenguaje, en el que se den significaciones diferentes. Nótese, sin embargo, que siguen
distintinguiendose reglas y criterios, siendo que el uso de una palabra no está dado
exclusivamente por la satisfacción del criterio, pues este no se basta a sí mismo, y sólo él no
determina en qué situaciones se cumple, sino que son las reglas las que dictan la normalidad
y demás factores necesarios para la significación dentro del juego.

En síntesis, Wittgenstein sostiene ‒según Fodor y Chihara‒ que:


X is a criterion of Y in situations of type S if the very meaning or definition of ‘Y’ […] justify
the claim that one can recognize, see, detect, or determine the applicability of ‘Y’ on the
basis of X in normal situations of type S. […] In a normal situation, the problem of gathering
evidence which justifies concluding Y from X simply does not arise. (44)

No obstante, frente a la pregunta de por qué un hecho (criterio o síntoma) muestra algo más
(de lo que es criterio o síntoma), se apela o bien a una convención o bien a una correlación
observada.1 Pero la correlación no parece poder sostenerse por sí misma, sino en relación con
otras correlaciones. Decir que el nivel de alcohol en la sangre proporciona un índice de
intoxicación sólo tiene sentido si existen técnicas independientes para identificar cada parte
de la correlación (cf. Fodor y Chihara 46). Así mismo, justificarse al afirmar Y en razón de
X, depende de poder establecer respectivas condiciones de identificación independientes;
pero Wittgenstein sostiene que no se determina el significado en virtud de correlaciones
empíricas adicionales, sino finalmente por un criterio ‒que aparenta ser reducible a una
convención‒. Dado que no se puede seguir indefinidamente la cadena de justificaciones por
correlación, se podría pensar que el conductismo lógico de Wittgenstein llevaría a un tipo de
“escepticismo” (cf. Fodor y Chihara 48): pues no es claro en qué se apoya la determinación
del significado. Por lo demás, para Fodor y Chihara no es claro en qué sentido se habla de
una justificación que no es inferencial, como sería propio de los síntomas ‒y sin caer en
convenciones‒.2

1
Al principio del parágrafo IV, Fodor y Chihara citan in extenso un fragmento del Blue Book de Wittgenstein,
en donde se intenta resaltar que el criterio parece erigirse sobre una correlación observada, de modo que, si se
cuestiona incisivamente por la justificación de la correlación, se llega a una convención (cf. Fodor 45;
Wittgenstein BB 24).
2
Pueden darse casos en que no se necesite tal; no todo predicado requiere un criterio de aplicabilidad. Por
ejemplo, no tendría mucho sentido sostener que se da sentido a que “algo es rojo” apelando a su rojez como
Pero la posición escéptica radical no es una opción para Wittgenstein, quien sostiene que el
escepticismo es lógicamente incoherente. La incoherencia consistiría en desconocer las
reglas de uso. La representación escéptica de una barrera que no permite acercarse a la
experiencia de los demás más allá que a su conducta sería, según Wittgenstein,
incomprensible, siempre que en consecuencia se carecería de un significado claro, puesto
que no se tendría un criterio para atribuir estados mentales (cf. Fodor y Chihara 49). En
palabras de Fodor y Chihara: “The sceptic’s view [para Wittgenstein] is logically
incompatible with the operation of the ordinary language rules for the application of these
terms, and these rules determine their meanings” (ibid.). Por tal, para Fodor y Chihara,
Wittgenstein parecería oponerse al escepticismo sólo por su noción de criterio, que a la vez
parece estar en el aire.

Respuesta de Fodor y Chihara

El caso de la palabra “sueño” expuesto por Fodor y Chihara pone de manifiesto algunos
problemas implicados en la postura de Wittgenstein. Si se parte de que el reporte del sueño
es criterio de que alguien haya soñado ‒es decir, si se entiende tal relación lógica‒, “the
question whether the dreamer’s memory deceives him when he reports the dream after
waking cannot arise” (Wittgenstein PI 222, cit. en Fodor y Chihara 51). No obstante, parece
contra-intuitivo que p. e. sea absurdo decir que alguien no se acuerda de un sueño ‒dado que
sin un reporte carecería de significado la noción de “sueño”‒. Así también, desde la
perspectiva de Wittgenstein, no tendría sentido la pregunta científica por la duración de un
sueño, pues, al introducir un nuevo criterio para dar cuenta de este (como la actividad
cerebral), los científicos no estarían hablando estrictamente del “sueño” ‒sino de otra noción
de sueño perteneciente a otro juego del lenguaje‒. Igualmente, la simple expectativa
científica de dar cuenta del sueño (según la actividad cerebral medida por un EEG) parecería
irracional, siempre que no se habría experimentado la correlación previamente como se
describe la dinámica sintomática ‒resultando entonces irracional algo que prueba ser
verdadero‒ (cf. Fodor y Chihara 51-54).

criterio. Sin embargo, atribuir un estado mental a un tercero es un caso muy distinto, pues no se afirma que
alguien tiene p. e. dolor con base en el dolor mismo (cf. Fodor y Chihara 47).
Ahora bien, la argumentación de Wittgenstein se fundamenta en la premisa según la cual para
estar justificado al sostener ‘Y’ se debe apelar a un X tal que es un criterio o una correlación
sintomática. Pero esta premisa no es evidente, según Fodor y Chihara es falsa. Los
descubrimientos científicos parecen mostrar un contraejemplo. Afirmar la alta velocidad de
las partículas en razón de la experiencia proporcionada por un instrumento científico
contraría la propuesta wittgenstainiana. No parece ser el caso que la justificación de tal
descubrimiento consista en el aprendizaje de un criterio, pues se podría entender la
proposición con independencia del ejercicio científico. Tampoco parece ser un síntoma, ya
que en principio no es claro a qué criterio se correlacionaría: “What criterion for determining
the path of an electron could Wilson have used to establish such correlations?” (Fodor y
Chihara 55). Por ende, es dudoso que la justificación se reduzca a criterios y síntomas. En
cambio, podría pensarse que pretensiones científicas como la de relacionar la actividad
cerebral con la experiencia onírica ‒lo cual, según la postura de Wittgenstein, sería
inicialmente tomado como irracional‒ asumen que tratan un evento (psicológico) común y
se justifican según otros factores más afines a la adecuación teórica. Como dicen Fodor y
Chihara:
The successful prediction of the correlation on the basis of the postulation of a common
etiology is taken both as evidence for the existence of the cause and as indicating the validity
of each of the correlates as an index of its presence. (56)

Aunque se podría argumentar que Wittgenstein se refería al caso concreto de los términos
del lenguaje común, Fodor y Chihara proponen una alternativa que evitaría presupuestos
problemáticos. En este sentido, prescindiendo del criterio como relación lógica entre
conducta y mente, se podría pensar que la significación se deriva de la formación de un
complejo de conexiones conceptuales relacionadas a su vez con estados mentales. La
conducta sería entonces análoga al instrumento científico que permite descubrir un evento
subyacente, mientras el sistema conceptual correspondería con la teoría científica ‒en la que
cobran sentido las expresiones formuladas‒ (cf. Fodor y Chihara 58).3 De esta manera, el

3
De acuerdo con esta alternativa, sería posible “reconstruir y describir” el sistema conceptual subrepticio. Esto
claramente acorde a la pretensión de Fodor de redimir la psicología como ciencia.
dolor de otro p. e. tiene una clara correlación con su comportamiento, pero también con
procesos internos ‒estados mentales como intenciones, deseos, creencias y demás‒.

En tanto al aprendizaje de predicados mentales, este podría desarrollarse de distintas


maneras, siempre que se puede dar cuenta p. e. del sueño en relación a su duración temporal,
al comportamiento involuntario, a la experiencia propia, al reporte del sueño, etc., pues se
trata de un mismo fenómeno ‒ya no atado al aprendizaje de un criterio de aplicación‒. Por
consiguiente, sería lógicamente posible que aun quien nunca hubiera soñado pudiera entender
el significado de “soñar” con base en las descripciones teóricas del fenómeno en relación a
la explicación de la conducta y demás.

En breve, Fodor y Chihara proponen que:


[I]n learning the language, we develop a number of intricately interrelated “mental
concepts” which we use in dealing with, coming to terms with, understanding, explaining,
interpreting, etc., the behavior of other human beings (as well as our own). In the course of
acquiring these mental concepts we develop a variety of beliefs involving them. […] Since
only a portion of these beliefs are confirmed in the normal course, these beliefs ant the
conceptual systems which they articulate are both subject to correction and alteration […].
(57)

No obstante, postular un complicado sistema conceptual podría llevar a pensar que el


aprendizaje de tales usos del lenguaje dependería de una instrucción igualmente complicada,
lo cual es contrario a los hechos. Pero, para Fodor y Chihara, que este ejercicio implique un
intrincado sistema de reglas lingüísticas no lleva necesariamente a que se necesite una
enseñanza explícita ‒como la de quien intenta aprender cálculo o física cuántica‒; en cambio,
que el infante adquiera naturalmente estas capacidades, en respuesta a un estímulo
relativamente pequeño, mostraría un desarrollo “natural” de un sistema de conceptos
mentales (cf. 60).

Finalmente, sobresale de fondo la cuestión de qué rol tienen la construcción y la inferencia


teórica más allá de la ciencia. Según la alternativa que señalan Fodor y Chihara, se podría
pensar que la aplicación de términos psicológicos (en el lenguaje común) con base en la
observación del comportamiento obedece a una inferencia teórica sobre eventos mentales
subyacentes. En este sentido, la única diferencia entre el uso científico y el uso común de
predicados psicológicos es la explicitación del proceso inferencial (cf. Fodor y Chihara 61-
62).

Observaciones adicionales

Habiendo expuesto las dos posturas presentes en el texto, nos gustaría tocar algunos puntos
adicionales. Con todo, hay que empezar resaltando que no es clara la posición de
Wittgenstein, pues mientras por una parte, niega la relevancia semántica de estados mentales
internos, es decir, que los predicados psicológicos refieran o dependan de la concepción de
procesos ocultos, por otro lado, no pretende igualar proposiciones conductuales con
proposiciones psicológicas. De esta manera, Wittgenstein parece querer ubicarse en un punto
medio entre un mentalismo ‒como el que sugieren Fodor y Chihara‒ y un conductismo
metodológico. Cabe, entonces, cuestionar si la reconstrucción de Fodor y Chihara hace
justicia con la postura wittgensteiniana. El conductismo lógico, entendido como la gama de
posturas que aceptan una relación lógica entre proposiciones conductuales y proposiciones
psicológicas, parece captar, en principio, tal punto medio: permite evadir el problema de la
inferencia de estados mentales a partir de la conducta (que podría tener consecuencias
escépticas), a la vez que no identifica conducta y estados mentales. Sin embargo, se podría
argumentar, en defensa de Wittgenstein, que esta forma de plantearlo mantiene de fondo una
dinámica inferencial, siendo que sigue pensándose en los criterios y síntomas como evidencia
para justificación, así pues, es quizá en este sentido inferencial que se habla de evidencia en
el artículo (cf. Fodor y Chihara 42). En cambio, ideas como la de que se ve el dolor en la otra
persona sugeriría que no se trata de una inferencia instantánea, sino algo más cercano a la
experiencia de p. e. ver un color. En este sentido, la noción de criterio que exponen Fodor y
Chihara no sería acorde, pues, según él, no se justifica la proposición “algo es rojo” según el
criterio de rojez. La petición de justificación de principio sería inaceptable, según esta
defensa; a menos que se trate de una justificación del mismo tipo que la de “algo es rojo”.
“How do I know that this color is red?‒It would be an answer to say: ‘I have learnt English’”
(PI §381; cit. en Fodor y Chihara 47). Pero, para sostener esta interpretación, habría que por
lo menos responder, de un lado, a la diferencia que plantean Fodor y Chihara entre predicados
de sense datum y predicados psicológicos, y, del otro lado, a la crítica de estos a la noción de
criterio ‒lo que implicaría explicar qué sería un criterio tal que permite ver el dolor en la otra
persona, sin que consista en una inferencia y sin ser una convención‒.
En segundo lugar, hay que tener en cuenta que la crítica de Fodor y Chihara se enfoca
fundamentalmente en la tesis operacionalista (central para entender el método
wittgensteiniano). El concepto de criterio se desprende de la idea, según la cual dar cuenta
del significado de una expresión consiste en mostrar su rol o función dentro de un juego del
lenguaje, es decir, dar cuenta de las operaciones que determinan su aplicabilidad ‒de lo cual
se sigue el criterio‒. El conductismo lógico, por su parte, se articula con el operacionalismo
tratando concretamente el caso de la relación entre proposiciones conductuales y
proposiciones psicológicas. La conexión conceptual que sostendría el conductismo lógico es
la del significado de predicados psicológicos con su uso (naturalmente relacionado con la
conducta que caracteriza el juego del lenguaje en que se da sentido a tales predicados), la
misma de la que habla el operacionalismo. Ahora, si bien es claro que el operacionalismo
abarcaría el conductismo lógico, se debe considerar la posibilidad de que estas tesis sean
independientes. En principio, parece imposible concebir un conductismo lógico que no
dependa de una postura operacionalista. En el mejor de los casos, podría concebirse un
operacionalismo restringido específicamente a la relación conducta-mente, de forma que se
iguale con el conductismo lógico; pero esta opción parece arbitraria.4 Del otro lado, si bien
parece lógicamente posible concebir un operacionalismo que no implique conductismo
lógico, tal alternativa deberá mostrar cómo el significado ‒que se fija según las operaciones
que determinan la aplicabilidad de la expresión‒ de los predicados psicológicos se desvincula
completamente de la conducta, o bien cómo se puede sostener un operacionalismo que no
abarque el caso concreto de los predicados psicológicos ‒lo cual parece inverosímil, siempre
que una motivación principal para optar por dicha tesis es justamente este caso‒.

En tercer lugar, y, teniendo en cuenta que la distinción entre criterio y síntoma es


evidentemente central para la postura de Wittgenstein, es posible sintetizar, a grandes rasgos,
la crítica de Fodor y Chihara analizando la relación de esta distinción con un tercer factor:
las circunstancias. A lo largo de su crítica, Fodor se refiere usualmente al papel que cumple
la “normalidad” de la situación en la determinación semántica. En el caso del baloncesto, es
claro que el criterio ‒de que el balón pase por el aro‒ por sí mismo no puede dar cuenta del

4
En este mismo sentido, la excepción de un criterio que dote de significado a los predicados sobre sense datum
mostraría una falta de homogeneidad con respecto a la teoría del significado de Wittgenstein. Quedaría abierta
la pregunta a propósito de cómo se complementa el operacionalismo.
significado de una expresión como “se marcó un punto”, puesto que se deben cumplir ciertas
condiciones adicionales que las reglas no pueden especificar completamente, incluso de
entrada delimitar las propias reglas de juego resulta algo ambiguo. De manera que la
dependencia a las llamadas situaciones normales, hace que la justificación por criterio pierda
fuerza, en la medida en que intentar una definición de dichas situaciones es un procedimiento
ambiguo, i.e. si no se puede establecer qué es una situación normal, tampoco se sabrá de
aquello que se escape a las reglas, y, sin especificar tales casos resulta muy extraño el poder
aplicar acertadamente el criterio. Por lo que, el hecho de que el argumento wittgensteiniano
sea oscuro parece ocurrir desde el planteamiento mismo de aquello que le da sostén: los
criterios, de manera que, desde el comienzo, la interpretación de Fodor y Chihara que
posibilita la crítica está apoyada en terreno movedizo.

Finalmente, la propuesta de Fodor y Chihara parece posicionarse (dado el panorama en que


se situaba a Wittgenstein) del lado de una explicación inferencial de los predicados
psicológicos ‒completamente opuesto al conductismo radical‒. La respuesta que se daría en
este caso al escéptico ‒que partiendo de que no hay conexión lógica o conceptual entre
proposiciones conductuales y mentales concluye que la atribución de estados mentales a los
demás carecería de justificación‒ rechazaría en principio la premisa inicial (al igual que
Wittgenstein), proponiendo el ya mencionado sistema conceptual como teoría pre-científica
que posibilita el entendimiento de los predicados psicológicos. De esta manera, que se dote
de significado al predicado psicológico como hipótesis explicativa de la conducta ‒a la vez
en relación con otros estados y procesos mentales‒ permite conectar conducta y mente de
acuerdo a un proceso inferencial (igual al de las ciencias) que es posible corregir y adecuar.
El significado está enmarcado en un sistema conceptual más amplio (análogo a una teoría
científica), pero no está dado por un criterio de aplicabilidad determinado por las “reglas” de
este sistema ‒considerado un “juego del lenguaje” particular‒; Fodor y Chihara, por
consiguiente, se distancian del operacionalismo en la medida en que conciben la
determinación semántica como un objeto de estudio científico, no como algo atado al uso
convencional. No obstante, Fodor no parecen creer que se trate de un artificio con intención
explicativa; al igual que en las ciencias, donde los constructos teóricos pretenden explicar
fenómenos reales no evidentes sin más, el uso común de predicados psicológicos ‒y así
mismo la psicología fundamentada como ciencia‒ refiere a procesos internos. “Here
[hablando del ‘síndrome de dolor’], as elsewhere, an ‘outer’ syndrome stands in need of an
inner process” (Fodor 58). En este sentido, Fodor y Chihara se distancian del conductismo
lógico al afirmar, más allá de la conexión conceptual entre las proposiciones sobre la
conducta y la mente, una relación real entre los procesos mentales internos y la conducta, una
relación causal.

Bibliografía:

Fodor, J. , and Chihara, C. “Operationalism and Ordinary Language”. Representations.


Philosophical Essays on the Foundations of Congnitive Science. Brighton: The Harvester
Press, 1981. 35-62.

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