pueden aparecer acompaiiadas de diferencias en la consciencia 0
estado emocional del hablante, de diferencias en tema, relacio-
nes funcionales, contexto de comunicacién o prop6sito interper-
sonal— donde la sociolingtistica (y otros estudios interdisci
narios del uso de Ia lengua) imtenta describir una regularidad
adicional. La lingiistica se ha dado cuenta desde hace mucho
tiempo de que la «variacién libre» puede tener una estructura
propia. Sin embargo, esa estructura (cuando y si se obtienc) se
ha considerado usualmente parte de la estructura del aconteci-
tmiento discursivo mas que parte de fa estructura del cédigo
lingdistico en si mismo. Aunque la lingiistica descriptiva ha
resaltado la lengua hablada, el acto de habla en si mismo fue
considerado durante mucho tiempo como ajeno al dominio de la
lingdistica, ya que el acto de habla, exactamente igual que el
contenido del mensaje, fue considerado parte de la ecomunica-
cin» (considerada durante mucho tiempo por los lingtiistas
como un fenémeno exterior y superficial) mas que parte y
parcela dé la langue en sf misma (el corazén del asunto).
“Muchos lingilistas famosos nos han prevenido de que no con-
fundamos ambas cosas. Ast, si resultd que ciertas regularidades
fonolégicas, morfoldgicas, sinticticas 0 Iéxicas no siempre fue-
Ton tan regulares como esperdibamos (permaneciendo constantes
el lugar y el tiempo) esto se atribuyd a la pureza sistemética y
abstracta de la langue (lengua, estructura subyacente) por la que
los linglistas deberian realmente estar interesados. La parole
esta sujeta a muchos factores que producen Ia variacién (entre
aquellos no mencionados previamente: Ja fatiga, la ira, las
limitaciones de memoria, las interrupciones etc.). Estos son
todos los factores de «grado» de «més 0 menos» o de «a veces».
Se pens6 que el objetivo de la lingiistica era pasar rapidamente
or estas fuentes psicoldgicas y socioldgicas de lo «estatico» y
ocuparse de asuntos lo suficientemente delimitados para. ser
vistos como fenémenos de «todo-o-nadan: el cédigo basico que,
en un lugar y tiempo dados, puede considerarse como cl ‘nico €
idéntico para todos los que lo emplean. Asf, no s6lo se advirti6 a
los lingbistas para que distinguieran claramente entre parole y
langue (de Saussure 1916), sino que se les lamé la atencién
para que guardaran distancias respecto a los datos y teorfas
psicologicas y sociolégicas que fueron vistas como mas implica-
das inherentemente en los procesos altamente variables, y
en los procesos presumiblemente irregulares de la comunicacién
€ interaccién verbales (y, por tanto, més relacionados con los
desordenados datos de Ia «paroles) que con el cédigo puro que
subyace a estos procesos (Bloomfield 1933). Solo en afios mas
recientes, cuando 1a rigida distincién tradicional entre langue y
parole ha sido reexaminada y cuando se ha buscado la interac-
nsA partir de ellas, de las vanguardias, el arte to-
ca un limite que, en otros aspectos conoce Ia so-
ciedad de este siglo: si todo es posible, aquello
que fue propio del arte, precisamente la lucha por
imponer soluciones nuevas y definir problemas di-
ferentes a los del pasado y a los de otros contem-
poraneos, pierde su columna vertebral: por una
parte, la sociologia de la cultura ensefia que los
movimientos estéticos deben ser leidos como com-
bates por la legitimidad y la consagracion; por
otra parte, una intervencién vanguardista (que la
sociologia del arte considera perfectamente carac-
teristica) disuelve toda posibilidad de considerar
otros valores que sean independientes a los que
instituye la mirada del artista (legitimada, a su
vez, por otras miradas: la de otros artistas, la del
galerista que acepta sus obras, la del editor que
las publica).
En esta pinza, el debate estético ha perdido su
fundamento probablemente para siempre. No hay
dios ni fuera ni dentro del espacio artistico que nos
entregue el libro donde estén escritos los valores del
arte. El proceso de desacralizacion ha conchido.
Uno de sus méritos es la institucién del relativismo
estético. También ésta es una de sus consecuencias
mAs perturbadoras. El relativismo es como la demo-
cracia: una vez, que son escuchadas sus promesas,
todo cae ante el impetu nivelador e igualitario de su
impulso. Pero a diferencia de lo que uma perspectiva
optimista propone para la esfera politica, los proble-
mas del valor y del gusto en el arte parecen adecuar-
se penosamente a una idea de “acuerdo constitucio-
nal” sobre lo que debe hacerse. Mas que en ninguna
otra esfera, en el arte es tan dificil instituir lo posible
como lo prohibido. Esta dificultad frustra a la censu-
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eB .rusos y Jos anarquistas sostenian la innecesa-
riedad de la intervencién de un factor externo
a la propia clase y rechazaban a los educado-
Tes que no provinieran sociaimente del prole-
tariado. Los intelectuales burgueses solamente,
podrian transmitir ideas burguesas y el prole-
tariado desarrollaria su concepcién revolucio-
naria, preexistente como esencia y transforma-
da ahora en espiritu de clase. Como puede
verse, en el planteo marxista hay un lugar pa-
ra la creacion hist6rica. Para sus oponentes,
en cambio, s6lo existe un esencialismo deter-
minante.
Si la relacién educador/educando esta hist6-
ricamente constituida, ha podido conformarse
de muchas formas distintas. Existen multiples
combinaciones posibles de las determinaciones
econémicas, politicas, sociales y culturales que
actiian en la conformacién de lo pedagégico.
Ellas estan limitadas por las posibilidades que
Jos tempos y los espacios sociales ¢ ideol6gicos
imponen. Al mismo tiempo, formas de articula-
cin arbitrarias para la logica que rige nuestra
imaginacién y nuestra racionalidad rompen la
mecanica del determinismo y abren posibilida-
des alternativas.
En todo proceso educative hay produccién
de arbitrarios culturales y habitus, es decir de
dispositivos que estabilizan la funcién repro-
ductiva de la educacién. Pero el trabajo peda-
gOgico no puede reducirse a su efecto repro-
ductor porque jamas conseguira encerrarse en
si mismo y evitar que el azar de la vida social
irrumpa desordenandolo, tornandolo antiguo 0
cuestionado. Alguien siempre pone en eviden-
m