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Estructura del hueso

El hueso es tejido duro que constituye la mayor parte del esqueleto y consta de
elementos orgánicos (células y matriz) e inorgánicos (minerales). Sus
componentes son:
 Cartílago. Tejido firme, pero flexible, que cubre los extremos de los huesos en
una articulación.
 Disco epifisiario. Se sitúa en los huesos largos e indica el sitio de unión entre
epífisis (extremo del hueso) y diáfisis (porción cilíndrica), y está presente sólo
en los huesos en crecimiento.
 Periostio. Membrana externa que contiene nervios y vasos sanguíneos que
nutren al hueso.
 Hueso compacto. Parte superficial lisa y muy dura del esqueleto.
 Hueso esponjoso. Se encuentra dentro del hueso compacto y aunque no es
tan duro como éste, tiene cierta resistencia.
 Endostio. Tejido que cubre la pared interna de la cavidad medular del hueso.
 Cavidad medular. Espacio que contiene la médula ósea en la diáfisis de un
hueso largo.
 Médula ósea. Sustancia espesa cuya función consiste en producir células
sanguíneas.
 Abertura. Permite la entrada de vasos nutrientes.
 Vasos nutrientes. Conducen sustancias al interior del hueso para
proporcionar nutrientes y permite la salida de las células que se forman en él.

La formación del hueso

El hueso está formado por tejido activo que se forma y destruye


continuamente, es decir, parcelas de hueso viejo son destruidas y reemplazadas
por hueso nuevo. Para favorecer la formación de hueso nuevo (metabolismo
óseo), es necesaria una ingesta adecuada de nutrientes y minerales como
el calcio y la vitamina D, aunque no sólo influye este aspecto, ya que el
metabolismo óseo está regulado por intrincadas interacciones entre el potencial
genético del individuo, el ambiente y, por supuesto, los factores nutricionales.

Se puede hablar de tres procesos formativos:

– Modelado. En esta etapa el hueso adquiere y mantiene su forma. Está


asociado al crecimiento en la infancia y adolescencia.

– Reparación. Respuesta ante la factura.

– Remodelado. Ciclo continuo de formación y destrucción que se produce


a lo largo de la vida.

Todos los tejidos del cuerpo tienen capacidad de regenerarse ante una
lesión, sustituyendo los tejidos perjudicados por tejidos nuevos que
deben tener la misma forma y características del tejido
sano. El hueso es un tejido que a pesar de su dureza tiene
una capacidad de regeneración importante y un tiempo determinado
para su reparación. Al proceso de reparación del hueso después de
una fractura le llamamos también consolidación ósea. En este texto
se van a describir los diferentes procesos de reparación del hueso
cuando se produce una fractura y qué sucede cuando éste proceso se
retarda.

Consolidación ósea o reparación del tejido óseo: fases


La consolidación ósea se da en 3 fases que siguen una de la otra.
Éstas son: inflamatoria y proliferativa, formación del cayo de
fractura y remodelación.

Fase inflamatoria y proliferativa


Cuando un hueso sufre un impacto, absorbe junto con los tejidos
blandos circundantes la energía liberada. Si la cantidad de energía no
excede la capacidad de absorción de fuerzas del hueso no sucede
nada, pero si ésta energía es excesiva no será absorbida y se
producirá la fractura; lo que implica una hemorragia local y necrosis
de las células tanto óseas como de los tejidos blandos, que rodean la
zona de fractura. En éste momento ocurren los siguientes procesos:

 Migración de células al foco de fractura por factores químicos


liberados en el momento del impacto.
 Multiplicación de las células en respuesta a factores químicos
liberados por el impacto.
 Acumulación de líquido en el espacio intercelular y aumento de
la permeabilidad capilar, que produce un edema entorno al foco
de fractura y todos los signos de la inflamación (rubor, dolor,
aumento de volumen, calor, impotencia funcional y deformidad).
Esta inflamación tiene como objeto limpiar el foco de tejidos
necróticos para facilitar la consolidación. Entre el 4º y el 21º día
van apareciendo brotes vasculares que van invadiendo el foco
de fractura, por lo que aumenta notablemente el aporte vascular
de la zona. Alcanzadas las 3 semanas este proceso se ralentiza.

Si durante esta primera fase se manipula el foco de fractura se nota


que los fragmentos rotan entre sí y se producen
sonidos (crepitación) debido al roce de los bordes óseos.

Formación del cayo de fractura


Entre la segunda y la tercera semana comienza a formarse el cayo
blando de fractura. Durante esta fase proliferan las células en el
periostio (capa más externa del hueso), en los tejidos blandos y en
todo el tejido vascularizado circundante; y comienzan a diferenciarse
en osteoblastos (células que formarán el nuevo tejido óseo),
osteoclastos (células que reabsorben y remodelan el hueso) y
condroblastos (células que crean tejidos cartílaginosos).
Las células del periostio proliferan rápidamente, buscando la
unión de los fragmentos de la fractura. Por ello, se forma un
manguito perióstico que envuelve el cayo blando. En este momento
puede manipularse la fractura sin notar crepitación, ya que los
fragmentos de hueso no se mueven.
Cuando finaliza esta fase comienza la mineralización del cayo,
producida al depositarse cristales de hidroxiapatita y al irse formando
un tejido osteoide que va a ser mineralizado. En este momento se
forma un tejido óseo muy primitivo, fibrilar y en forma de láminas que
tiene suficiente consistencia para que el foco de fractura sea estable,
pero no tiene capacidad de soporte de cargas. A medida que progresa
la mineralización, el tejido óseo va ganando rigidez. En cuanto a su
establecimiento se manifiesta por la desaparición de las
manifestaciones inflamatorias en el foco. Por ello, es el momento de
considerar la posibilidad de soporte de cargas.

Fase de remodelación
El proceso de consolidación finaliza con un remodelamiento
adaptativo, que puede durar meses o incluso años.
En este proceso de consolidación intervienen diversos factores: el
celular, de vascularización, los bioquímicos del organismo (hormonas,
vitaminas), factores bioquímicos locales (factores de crecimiento) y
factores biofísicos (mecánicos).
Si la zona lesionada no está vascularizada nunca se producirá
regeneración, ya que la elevada actividad metabólica que implica la
reparación tisular no puede llevarse a cabo sin el oxígeno contenido
en la sangre. Por ello, en ocasiones es necesario realizar injertos de
hueso vascularizado.
Además, existen hormonas (como la paratohormona, hormona del
crecimiento, estrógenos…), que tienen una influencia definitiva en la
formación del cayo de fractura; igual que ciertas vitaminas como la C
y la D.

Infografía: claves sobre la consolidación de fracturas


Este es un esquema de los procesos de reparación de un hueso, mucho
más gráfico y fácil de entender:

Alteraciones de la consolidación
La tendencia espontánea tras la aparición de una fractura es a la
reparación. El proceso de consolidación de la fractura comienza
inmediatamente, aunque en ocasiones se retrasa, produciéndose una
complicación conocida como el retraso o retardo en la
consolidación; o se detiene, produciéndose la falta de consolidación.
Una fractura se considera curada cuando clínicamente el paciente ya
no tiene movilidad de los fragmentos, cuando ya no hay posibilidad de
que tenga dolor al manipular el foco de fractura y cua ndo al realizar
una radiografía se encuentra que alrededor del foco de fractura hay
suficiente hueso nuevo.
Cuando se detiene a destiempo la consolidación no solo se detienen
todos los procesos celulares, sino que se cierra la medula de los
extremos de la fractura en los que comienza a formarse un tejido
fibroso denso, que puede conectar los dos extremos no consolidados,
formando una cavidad recubierta por una membrana que contiene
líquido sinovial. Esto es lo que se conoce como pseudoartrosis, por
tener la forma de una falsa articulación. Se puede observar el
movimiento de los extremos del foco de fractura.
Minerales beneficiosos para los huesos

Para los huesos existen determinados minerales que se convierten en unos


nutrientes esenciales para la salud de los huesos, dientes y articulaciones.
Descubre cuáles son los mejores.

A la hora de disfrutar de unos huesos


fuertes es fundamental seguir una dieta sana
y equilibrada, dado que de esta forma nos
aseguraremos que nuestro organismo recibe la
cantidad de nutrientes esenciales que cada día
necesita para funcionar de manera correcta.

En el caso tanto de las articulaciones como de


los huesos es fundamental un consumo
adecuado de vitaminas y minerales, dado que muchos de estos nutrientes –
considerados como esenciales precisamente porque participan en importantes
funciones- participan en la construcción de huesos y cartílagos, además de
que otros ayudan en la reducción de la inflamación de las articulaciones.

En el caso de los minerales, por ejemplo, destacan sobretodo nutrientes como


el calcio o el fósforo, aunque también existen otros minerales que, aunque
menos conocidos por estas funciones básicas, también son destacados.

Calcio

Es un mineral que forma parte de la estructura ósea, aportándonos unos huesos


y dientes fuertes. Además de estas funciones principales, también transmite los
impulsos nerviosos en el interior de las células y se requiere para una correcta
coagulación.

Eso sí, el calcio necesita vitamina D para su correcta absorción.

Fósforo
Es un mineral que se convierte en un componente estructural tanto del hueso
como de los dientes, a la vez que forma parte de las membranas celulares como
los fosfolípidos (esenciales para nuestro cerebro).

Magnesio

Es un mineral esencial para el crecimiento, formando parte de la estructura ósea.


Además, ayuda en la producción de sustancias antiinflamatorias y en la fijación
del calcio.

Flúor

Es un mineral que, al igual que los minerales indicados en las líneas anteriores,
forma parte de los huesos, además de dientes y ligamentos. De hecho, es útil
porque ayuda a fortalecer huesos y ligamentos, y a fijar el calcio a dientes y
huesos.

Zinc

Es un mineral con beneficios antioxidantes que participa en la síntesis de


colágeno.

Boro

Es un mineral fundamental al intervenir en la salud de los huesos. Además de


ser importante para mantener la densidad de los huesos.

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