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Sofía Carrión Suza

25/10/2017

Apéndice del libro I de la ética. Resumen comentado

En el apéndice del libro I de la ética de Spinoza se abordan principalmente tres temas. En


primer lugar, se retoma lo visto en la primera parte - De Dios -, donde se proponen 8
definiciones. Tras esto, se pasa a ver los problemas que surgen alrededor de este concepto,
los cuales giran en torno a los prejuicios que se tienen sobre la manera de ver la naturaleza
y las cosas en general, desde un punto de vista antropocéntrico y utilitarista, a partir de
los cuales se forman la dicotomía que normalmente conocemos como bien y mal, aunque
desde la perspectiva de Spinoza estos conceptos morales se guían bajo otros principios,
alejados de los prejuicios y la idea de un ordenamiento prefijado para ser de utilidad al
Ser Humano. Con estas tres partes, Spinoza plantea nuevamente el tema central de la
definición de Dios, como ya se pudo ver, planteándose los problemas para la consecución
de este fin, puesto que en el camino se manifiestan una serie de prejuicios y supersticiones
que van a distorsionar este concepto. Por lo cual, el plan que propone el autor es, en primer
lugar, lograr un orden dentro de un sentido explicativo, ya que, al empezar desde la
definición de Dios, en contraposición a las ideas que se irán exponiendo a continuación,
se puede continuar de una manera orgánica a comprender el dilema de los prejuicios, así
como de los valores morales que se generan a partir de éstos. La manera en que argumenta
sus ideas, es a partir de pensamientos generalizados culturalmente, como el que todas las
cosas tienen un porqué, pero esta explicación, al no lograr una causa originaria, termina
cayendo dentro de la religión, dándole más un sentido que una causa de por sí1, lo que
hace que estas proposiciones puedan ser desmitificadas rápidamente, al verse que estas
son un reflejo del Ser Humano, más que de una entidad superior a nosotros, con lo cual
parecería que Dios bajo estos prejuicios y supersticiones, sería más una construcción
social a partir de las características humanas, en otras palabras, pone a los prejuicios bajo
un examen de la razón.
Como se mencionó en el párrafo anterior, el primer tema a tratarse es el de Dios y sus
propiedades, para lo cual menciona “[…] que existe necesariamente; que es único; que
es y obra en virtud de la sola necesidad de su naturaleza; que es causa libre de todas las

1
Entendiéndose sentido a una explicación que más busca tranquilizar a la persona, aunque pueda ser falsa
y la causa como la verdad de los hechos, aunque sea dura.
cosas, y de qué modo lo es; que todas las cosas son en Dios y dependen de Él […]” 2.
Ahora bien, pasaré a revisar cada una de las proposiciones expuestas de esta sección. Para
empezar, el “existe necesariamente”, tiene correspondencia con la primera definición
planteada al principio del libro de la ética, donde se puede rescatar que Dios es una
realidad por excelencia, por ella dice “Por causa de sí entiendo aquello cuya esencia
implica la existencia, o, lo que es lo mismo, aquello cuya naturaleza sólo puede
concebirse como existente”3, por lo que, desde este punto se ve la importancia de empezar
por las causas y a Dios como una causa que no es efecto de otra, ya que la esencia implica
la existencia, en otras palabras, es una causa que se autoproduce sin la necesidad de nadie
ni nada más que interfiera en su creación, ya que es infinito, y por eso se lo puede
considerar como una verdad eterna, también en esto, vale considerar a Dios como una
substancia ya que “[…] es en sí y se concibe por sí”4, no necesitando una causa previa,
ya que es un tipo de átomo cognitivo que puede pensarse sin necesidad de otro concepto.
La siguiente parte es la que dice “es único”, sin embargo, esto no defiende a una u otra
religión y el o los Dioses que se tenga presentes. La característica de unicidad, se guía, en
todo caso, en el hecho de que Dios es un todo, por tanto, no pueden haber dos en su
género, de tal manera que, pese a que Dios sea infinito, no lo es en su género, ya que no
puede ser limitada por otra cosa de su misma naturaleza, así que hablar de dos totalidades
es básicamente imposible, porque bajo la idea de Spinoza y de que todas las cosas son
Dios, al existir más de uno, las cosas serían todos ellos, con lo cual se perdería toda idea
de totalidad y serían parte integrante más bien de una unidad. Ahora bien, continuando
con las siguientes dos frases “que es y obra en virtud de la sola necesidad de su naturaleza;
que es causa libre de todas las cosas, y de qué modo lo es”, éstas tienen relación con la
definición de libertad que dice que, “Se llama libre a aquella cosa que existe en virtud
de la sola necesidad de su naturaleza y es determinada por sí sola a obrar; y necesaria,
o mejor compelida a la que es determinada por otra cosa a existir y operar de cierta y
determinada manera”5. Así observamos que, en el caso de Dios, su libertad está dada en
virtud de la necesidad de su naturaleza, no de nada más, como se podrá ver dentro del
plano de los prejuicios, por lo cual, no creó el mundo con una finalidad o un orden que
resultara útil para el ser humano, sino que todas las cosas son este Dios, por tanto las

2
Espinosa, Baruch (1980). Ética. Madrid: Ediciones Orbis (pág.: 62).
3
Ídem.
4
Ibídem (Pág.: 29).
5
Ibídem (Pág.: 30).
determina a existir y operar, de allí surge el determinismo de Spinoza en ver que todas las
cosas tienen una causa que determina de manera externa (no libre, la pasión) e interna
(libre, la razón), por lo que para este autor el conocer más nos hace más libres, porque se
tiene consciencia de la determinación y no se está alienado actuando bajo prejuicios o
falsas ideas, como por ejemplo, el hecho de que se crea que Dios predetermina las cosas
en virtud de la libertad, de su voluntad o capricho, mientras que lo hace en virtud de su
naturaleza, como ya se vio.
Por ello, a continuación, pasa a hablar sobre los prejuicios y una manera en que éstos
pueden ser removidos, mediante un examen de la razón. Así se ve que los prejuicios
dependen de uno solo “[…] el hecho de que todos los hombres supongan, comúnmente,
por razón de un fin, e incluso tienen por cierto que dios ha hecho todas las cosas con
vistas al hombre y ha creado al hombre para que le rinda culto”6, esto podría deberse en
parte a la idea que se tiene de la libertad del Ser Humano para actuar sobre la naturaleza,
ya que esta fue creada para él, para su uso y beneficio, sin tener en cuenta, como ya se
examinó, que Dios no creó la naturaleza con un fin predeterminado, sino de acuerdo a su
propia naturaleza por sí misma. Además, esta idea de que Dios crea algo en provecho del
Ser Humano se basa en una visión muy paternalista - humana, de ver a este Dios como
un padre proveedor de todo lo que necesita un hijo, por lo cual se baja a esta entidad
“sagrada” a un plano “profano”, esto teniendo en cuenta que desde una perspectiva
antropológica, de lo profano como humano y sagrado como divino, así: “Todo mundo es
la obra de los dioses, pues, o ha sido creado directamente por los dioses, o consagrado
y, por tanto, cosmizado por los que reactualizan de un modo ritual el acto de la creación.
En otros términos: el hombre religioso no puede vivir sino en un mundo sagrado, porque
sólo un mundo así participa del ser, existe realmente”7. En esta perspectiva, primero se
puede ver también la relevancia de los “Dioses” en la creación del mundo, así como la
dependencia que se tienen hacia ellos por la necesidad de la existencia del ser, el cual se
opone naturalmente a lo profano, que viene a ser el opuesto y no puede encontrarse en el
mismo lugar con lo sagrado, puesto que perdería sus cualidades y esto es justamente a lo
que me refiero al dice que el Dios deja de serlo el momento en que se lo asume bajo
prejuicios y supersticiones, ya que se pasa de este mundo sagrado a lo profano, ya que,
Dios al ser un ser con todas las cualidades ya vistas, no requiere de un culto en sí, porque
ya es un todo y no necesita de una actividad o ritual, como dice Eliade, que lo reafirme,

6
Ibídem (Pág.: 63).
7
Eliade, Mircea (1980). Lo Sagrado y lo profano. Guadarrama / Punto Omega (Pág.: 42).
ese es un acto meramente humano, de hecho, estos rituales suelen basarse en
supersticiones, ya que ciertas maneras de actuar se han visto como beneficiosas y, por
ello, se ha decidido culturalmente mantenerlas. Por otra parte, Eliade también menciona
que “Lo sagrado está saturado de ser. Potencia sagrada quiere decir a la vez realidad,
perennidad y eficacia. La oposición sacro-profano se traduce a menudo como una
oposición entre real e irreal o pseudo-real […] Es, pues, natural que el hombre religioso
desee profundamente ser, participar en la realidad, saturarse de poder”8, de manera que
se entiende la razón de antropomorfizar hasta al mismo Dios, ya que busca llegar a este
“ser”.
Bajo la lógica de Spinoza, para desmentir estos prejuicios, primero se va a ver la causa
de la acogida de este tipo de ideas, para pasar a desmontar luego su falsedad y de ahí
observar cómo han surgido los prejuicios alrededor de valores morales como el bien y el
mal, el mérito y el pecado, entre otros. Una de las primeras razones para considerar la
acogida de este tipo de ideas entre la mayoría de las personas, es que todos los hombres
nacen ignorantes, no podemos conocer las causas de todas las cosas, al igual que no
podemos conocer todas las leyes de la física, sin embargo, tenemos un apetito por buscar
las cosas que nos son útiles y de esto sí somos conscientes, por esto pensamos que somos
libres, pero más que ser imaginamos que lo somos, ya que conociendo nuestras
“limitaciones” o voliciones así como de las cosas que se desean, no se piensa en las causas
que disponen ambas cosas, ya que no pueden surgir de la nada. En esta suerte de búsqueda
en la que se halla el Ser Humano, prima el encontrar cosas que le sean útiles, es decir, con
vistas a un fin, por lo que no se interesa por una causa inicial, sino una final, ya que al
saber sobre ésta se genera un sentimiento de tranquilidad. Aunque esta búsqueda resulte
un tanto contradictoria frente al pensamiento de que todas las cosas creadas por Dios son
pensadas en los Seres Humanos, por lo cual se puede encontrar todo lo que se necesita en
la naturaleza, cuyo orden al tener también un fin predeterminado, es fácilmente imaginado
por las personas, lo cual en la realidad no es así, ya que, como ya se dijo, el ser humano
nace ignorante y continúa siéndolo en muchos aspectos, llegando a ni siquiera saber
cuáles son los límites de un cuerpo, ya que no existe nadie que domine todas las teorías
de la física y sepa con precisión todo lo que es capaz un cuerpo.
[...] no pudiendo nada ser concebido sin Dios, es indudable que todo lo que existe en
la naturaleza, considerado en su esencia y en su perfección, envuelve y expresa el
concepto de Dios; de donde resulta que a medida que conocemos mejor las cosas
naturales, adquirimos de Dios un conocimiento mejor y más perfecto; o, en otros

8
Ibídem (Pág.: 11).
términos (puesto que conocer el efecto por la causa no es otra cosa que conocer una
de las propiedades de esta causa), a medida que conocemos más las cosas naturales,
tenemos un conocimiento más perfecto de Dios, que es causa de todo lo que existe9
Sin embargo, es el conocimiento lo que lo aleja de la alienación, como ya se mencionaba
anteriormente, ya que es consciente de que está determinado, pero no puede llegar a la
totalidad, puesto que el ser humano no es un ser eterno en sí, ya que al enfrentarse a ciertos
encuentros negativos su vida se ve atacada y con ello termina, además de que si fuese el
ser humano un individuo eterno, esto se contradeciría con las propiedades de Dios, esto
se ve reflejado en la siguiente cita “Y de ahí que afirmasen como cosa cierta que los
juicios de los dioses superaban con mucho la capacidad humana, afirmación que habría
sido, sin duda, la única causa de que la verdad permaneciese eternamente oculta para el
género humano”10, pero aun así, la matemática permite que las personas se diesen cuenta
de los prejuicios en los cuales estaban creyendo y de esta manera reorientar su
pensamiento al conocimiento verdadero de las cosas, que como ya se vio está en conocer
las cosas naturales y con ello llegar a un conocimiento más perfecto de Dios, esto es lo
que se planteó al principio como “razonamiento lógico”.
De modo que, la naturaleza no puede ser tomada en orden prefijado en nuestro beneficio,
ya que son Dios en sí mismo y éste no tiene una finalidad, porque ya es perfecto “[…] el
efecto producido inmediatamente por Dios es el más perfecto […]” 11
, así mismo, si
tuviera un fin orientado hacia las necesidades humanas, esto significaría que Dios carece
de algo, lo cual resultaría contradictorio con su característica de perfección, porque
hubiera creado al mundo con ficciones como el de ser reconocido por algo externo a sí
mismo, al igual que las ideas religiosas de un Dios castigador o misericordioso ante los
actos humanos, de donde se desprende justamente la importancia de separar lo sagrado
de lo profano, puesto que actos como la brujería, en contradicción a la religión, otorga
poderes similares a los divinos a una persona, que puede utilizarlos de forma positiva o
negativa y no necesita de un Dios intermediario para ello12. Pero como todas estas ideas
no pueden ser probadas, solo demuestran ignorancia ya que “[…] las causas de la
naturaleza acontecen todas con una necesidad eterna y una suprema perfección” 13 y
como ya se dijo, son imaginarios creados por los seres humanos como maneras de hallar

9
Spinoza, Baruch (1996). Tratado teológico-político. Madrid: Tecnos (Pág.: 18).
10
Espinosa, Baruch (1980). Ética. Madrid: Ediciones Orbis (pág.: 64-65).
11
Ídem.
12
Durkheim, Emile (1982). Las formas elementales de la vida religiosa. Madrid: Akal. Esta idea podría ser
una exacerbación del antropomorfismo, al ser una persona capaz de cumplir el papel de un Dios.
13
Ídem.
un sentido en el mundo, que logre tranquilizarlos aunque caiga dentro de una falsa
concepción de las cosas. En este aspecto, vale la pena preguntarse el papel de la ciencia
en este aspecto, ya que aunque Spinoza ve en la matemática una manera de entender la
realidad, en la búsqueda del origen de la vida y el universo, se ha hecho un gran esfuerzo
por llegar a la causa primera, que estaría alejada de cierto modo de la creación de un ser
divino, no obstante, la ausencia de respuestas nos lleva una vez más a una causa que se
autoproduce, que si no es un algo o un alguien con las propiedades descritas por Spinoza
para Dios, no se sabe a ciencia cierta a qué se le podría atribuir el origen de todo. En
contraparte a este pensamiento científico, se tiene el pensamiento que Lévi-Strauss14
llamaría “salvaje” más cercano a la naturaleza y por ende a la reflexión mítica, de ahí la
creencia en el tótem y la organización en torno a éste como un antepasado en común, bien
sea una persona, un animal, planta o fenómeno, lo que lleva nuevamente a la idea de que
“[…] no cesarán de preguntar las causas, hasta que os refugiéis en la voluntad de Dios,
ese asilo de la ignorancia”15, que es donde terminarán todas las preguntas que giran en
torno al origen, ya que el ser humano no ha sido capaz todavía de llegar a este tipo de
respuestas y tampoco se sabe si lo logrará algún día.
Así, bajo el precepto de que “las cosas pasan por algo” y que esa causa viene de Dios,
que ha creado las cosas de la naturaleza en nuestro beneficio, nacen los valores de lo
bueno y lo malo, en relación a lo que resulta más útil que otras cosas, o en palabras del
propio Spinoza “Una vez que los hombres se han persuadido de que todo lo que ocurre
ocurre por causa de ellos, han debido juzgar como lo principal en toda cosa aquello que
les resultaba más útil, y estimar como las más excelentes de todas aquellas cosas que les
afectaban de mejor modo”16. De esta forma es como se intenta explicar la naturaleza de
las cosas como el bien, el mal, el orden, la confusión, frío, belleza, etc. Y al considerarse
libres otras como la alabanza, el vituperio, el pecado y el mérito. Por una parte “Han
llamado Bien a todo lo que se encamina a la salud y al culto de Dio, y Mal, a lo contrario
de esas cosas”17, no obstante este bien opera dentro de un orden imaginado por los seres
humanos, no dentro del de la naturaleza misma, es decir, se ven las cosas en función al
beneficio que le otorga a las personas y no en relación al objeto mismo, como una
substancia “que es en sí y se concibe por sí”18, al ser parte de la naturaleza y esta es Dios,

14
Lévi-Strauss, Claude (1997). Pensamiento salvaje. Bogotá: Fondo de Cultura Económica.
15
Espinosa, Baruch (1980). Ética. Madrid: Ediciones Orbis (pág.: 66).
16
Ídem.
17
Ídem.
18
Ibídem (pág.: 22).
por lo que comparte sus atributos. Y es que este orden imaginado, se da al preferirlo en
contraposición a la confusión del desconocimiento, que vendría a ser calificado como
“malo”, así “[…] dicen que Dios ha creado todo según un orden, atribuyendo de ese
modo, sin darse cuenta, imaginación a Dios, a no ser quizá que prefieran creer que Dios,
providente con la humana imaginación, ha dispuesto todas las cosas de manera tal que
ellos puedan imaginarlas muy fácilmente”19, cuando la verdad es que el ser humano es
un ente más de la naturaleza y no dispuesta ésta en razón del hombre y su entendimiento
y utilidad. El orden que se encuentra en las cosas, es el que le da la cultura a las
sociedades, por lo cual es una construcción humana, no viene desde Dios, sino que es la
manera en que esta naturaleza es entendida, asimilada y clasificada por las personas para
su interacción con la misma, de allí el nombrarlas como una u otra cosa, otorgarles un
sentido y función, inclusive a aquello que parece no tenerlo, ya que esto ayudará a
distinguir entre algo bueno o malo, beneficioso o perjudicial, esto en el sentido de que los
seres humanos “[…] creen que todas las cosas han sido hechas con vistas a ellos, y a la
naturaleza de una cosa la llaman buena o mala, sana o pútrida y corrompida, según son
afectados por ella”20, de tal suerte que las cosas de la naturaleza adquiere un valor moral
al relacionarse con los seres humanos, quienes reaccionan ante éstos de una manera
positiva o negativa, otorgándoles así una calificación, que, dentro del plano de “todo es
Dios” sería invalidado, puesto que serían perfectas, pero en la lógica humana tendrá
significado de acuerdo a la utilidad que se pueda obtener de ellas o de imaginar en que
pueden ser “buenas” o “malas”. Desde otra perspectiva, los juicios de valor dependerán
también de la opinión que se tenga, es decir, la manera en que una cosa misma cosa puede
afectar de diversos modos a cada individuo:
[…] hay tantas opiniones como cabezas; cada cual abunda en su opinión; no hay
menos desacuerdo entre cerebros que entre palabras. Ellas muestran suficientemente
que los hombres juzgan de las cosas según la disposición de su cerebro, y que más
bien las imaginan que las entienden. Pues si las entendiesen – y de ello es testigo la
Matemática -, al menos los cosas serían igualmente convincentes para todos, ya que
no igualmente atractivas21.
Por ello, al ser los valores morales resultado de una afectación, son totalmente subjetivos,
en lugar de seguir la lógica que propone Spinoza en torno a la perfección de la naturaleza
en relación directa con la de Dios, por lo que las cosas se definen bajo sí mismas y su
potencia, bajo sus propias leyes, las de la naturaleza, las cuales pueden ser comprendidas

19
Ibídem (pág.: 67).
20
Ídem.
21
Ibídem (Pág.: 68).
de una forma infinita, al tener esta propiedad per se, como se demuestra en la proposición
XVI “De la necesidad de la naturaleza divina deben seguirse infinitas cosas de infinitos
modos (esto es, todo lo que puede caer bajo un entendimiento infinito)”22.
En conclusión, la definición de Dios como algo único, infinito, causa de sí mismo y
determinante de todas las cosas, es algo que ha sido bastante malinterpretado o
resignificado de diversas maneras en las sociedades humanas, en un inicio otorgándole
toda la agencia a éste, siendo los seres humanos una suerte de marionetas, como se puede
ver en expresiones religiosas en las que todas las cosas, incluyendo los fenómenos
naturales se explican por la acción divina y no por agentes atmosféricos o físicos que hace
que se lleven a cabo, lo que se aborda en el texto como los prejuicios, o todas aquellas
ideas falsas de concebir a Dios en torno a una finalidad. Por otra parte la idea de la
libertad, ha conducido a pensar que no es Dios el que determina las acciones, sino que
más bien es éste el que ordena las cosas en provecho del hombre, por lo cual las personas
tienen la libertad de usar cuanto en encuentren en la naturaleza que les sea de utilidad y
otorgándoles criterios morales tanto a las cosas como a sus semejantes, de acuerdo a la
misma lógica de afectación, que se entiende como la reacción ante algo externo, siendo
lo beneficioso o bueno, aquello que colabora con la permanencia del ser, en
contraposición a aquello que lo ataca y lo pretende aniquilar, en otras palabras, matar,
aunque en esto también dependería ver el significado que tiene la muerte y si es esta la
que regula estos valores morales, en cuanto vulnera el carácter infinito del ser,
distanciándolo de Dios y por ende determinándolo a él.
Bibliografía
Eliade, Mircea (1980)
Lo Sagrado y lo profano. Guadarrama / Punto Omega
Espinosa, Baruch (1980)
Ética. Madrid: Ediciones Orbis
Durkheim, Emile (1982)
Las formas elementales de la vida religiosa. Madrid: Akal.
Lévi-Strauss, Claude (1997)
Pensamiento salvaje. Bogotá: Fondo de Cultura Económica.
Spinoza, Baruch (1996)
Tratado teológico-político. Madrid: Tecnos

22
Ibídem (pág.: 44)

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