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EL RANGO CIENTÍFICO DE LAS CIENCIAS SOCIALES ¿Qué es lo científico?

¿Qué son las ciencias sociales? Es, sin duda, al menos


Está inmerso en una paradoja
una de las formas de
Vinculado a las Paradoja Socrática La virtud es ciencia o conocimiento y el vicio, es ignorancia. la validación
actividades y el carga sintética es que Sócrates trata de someter la vida humana y sus valores al universalmente
comportamiento de dominio de la razón, ya que la naturaleza misma del hombre es su alma y las reconocidas y
los seres humanos. virtudes , las cuales lo perfeccionan y actualizan hacia su naturaleza plena como respetadas.
hombre, y estás a su vez son ciencia y conocimiento ya que perfeccionan el alma y
No somos conceptualmente la razón. ¿Son científicas las
rígidos porque somos ciencias sociales?
platónicos, sino que llegamos a
ser platónicos porque somos No siempre nos es dado elegir nuestros conceptos, y en cambio éstos sí tienen a menudo autoridad sobre
conceptualmente rígidos. nosotros. El hombre puede hacer lo que quiere, pero no puede desear lo que quiere, y no siempre puede
Cuando los conceptos nos elegir libremente sus conceptos. A veces éstos tienen sobre nosotros una autoridad irresistible. ¿Y por qué
apremian nos volvemos somos en algunos casos tan rígidos conceptualmente?
platónicos malgré-nous. (a
pesar de nosotros)

La "sociologización" de la ciencia en segundo grado Popper y Kuhn La institución del "sabio" generaba la preocupación por
distinguir entre saber verdadero y espurio, entre acceso
Los criterios para identificar al verdadero parecían ser más de genuino y fraudulento a recetas y fórmulas de excelencia y
carácter demostrativo y espectacular que de naturaleza estilos de vida virtuosa. al parecer esto dio el primer estímulo
puramente epistemológica. poderoso para él desarrollo de la teoría del conocimiento
Tipos de ciencia E . Durkheim Se ha pasado La religión y la La división del trabajo La solidaridad es fruto
de sociedades cultura generan genera de la interdependencia
Filosófica y la homogéneas a conciencias especialización, lo
Teoría complejas colectivas individual prima sobre
sociológica
funcionalista de lo colectivo
Spencer

Se evidencia en sociedades que presentan una marcada división del trabajo, como las sociedades modernas capitalistas, donde
Solidaridad orgánica los individuos se especializan en distintas tareas y conocimientos, generando una red de interdependencias donde todas las
personas necesitan de los servicios o conocimientos de las otras, generando vínculos de cooperación entre los individuos para
aportar conocimientos y soluciones.

Se produce en sociedades con poca o ninguna división en el trabajo, en las cuales las funciones suelen ser las mismas para todas las
personas, independientemente de su estado o condición social. En este sentido, los vínculos de cooperación y colaboración se
Solidaridad mecánica establecen entre los individuos para la realización de tareas o el cumplimiento de objetivos que no exigen capacidades especiales.
Como tal, es el tipo de solidaridad más primitiva (contextos rurales y familiares). Se basa en un sentimiento de unión, producto del
sentido de igualdad entre los individuos, y una comunidad de creencias y sentimientos.

Los hechos sociales se estudian como “cosas” pueden ser observados y contrastados por medio del método científico.

Desechar todas las ideas preconcebidas. Cosa es todo objeto de conocimiento que no se compenetra con la inteligencia de manera
Reglas básicas natural, todo aquello de lo que no podemos hacernos una idea adecuada por un simple
Define previamente el hecho procedimiento de análisis mental, todo lo que el espíritu no puede llegar a comprender
social y lo segmenta. más que con la condición de que salga de sí mismo, por, vía de observaciones y
experimentaciones, pasando progresivamente de los rasgos más exteriores y más
Sólo se debe tener en cuenta aquellos accesibles de manera inmediata, a los menos visibles y más profundos.
caracteres que tienen un grado de
objetividad propio del hecho social.
En el estado actual de la ciencia, ni siquiera sabemos verdaderamente lo que son las principales instituciones sociales, como el Estado o la familia, el
derecho a la propiedad o el contrato, el esfuerzo y la responsabilidad; ignoramos casi por completo las causas de las que dependen, las funciones que
desempeñan, las leyes de su evolución; sobre ciertos puntos

Tres métodos sociológicos: 1.- LA OBSERVACION: debe


Clasificación de hacerse guiada por la teoría y una vez hecha conectarla con
las ciencias una ley. 2.- LA EXPERIMENTACION: era más adecuada para
Auguste
otras ciencias que para la sociología por obvias razones. 3.- LA
Comte Descriptivas Teología
COMPARACION: se divide en tres subtipos: a) comparación de
SOCIOLOGIA De la
Metafísica sociedades humanas con sociedades animales. b)
Ley
Teóricas BIOLOGIA comparación de sociedades de distintos lugares. c)
Positiva
comparación de diferentes estadios de sociedades a través del
QUIMICA Prácticas tiempo. Esta tercera es de máxima importancia, es el método
FISICA histórico que Comte utilizo casi exclusivamente.

ASTRONOMIA

MATEMATICAS
Estadio metafísico: Es un estadio transitorio. En este estadio las fuerzas abstractas
sustituyen a los seres sobrenaturales. Su estadio máximo es cuando una entidad (como
Estadio Teológico: Primer estadio y punto de partida, la la naturaleza) es considerada como la causa de todo.
mente humana busca el origen y la esencia de las cosas,
conocimiento absoluto, fuerzas o seres sobrenaturales Estadio positivo: Estadio final y más importante. Abandono de las ideas no científicas, por
creaban y regulaban al mundo. El punto máximo de este la búsqueda de leyes naturales invariables que gobiernan todos los fenómenos, se hace
estadio es el monoteísmo. necesario practicar la investigación empírica y aplicar la teoría.
Popper

La filosofía general de Popper llama la atención sobre el hecho de que la ciencia tuviera que ser inventada en la historia humana, donde la vemos como el gran acto
liberador que nos redime de la sociedad cerrada, aunque originariamente no hubiera necesitado invención, en la historia general de las especies, pues la ameba la
poseía como privilegio innato. E n la naturaleza, los organismos eliminaban las hipótesis erróneas eliminándose entre sí. Los hombres salvajes, precientíficos, también
se eliminaban alegremente unos a otros, pero no eliminaban las hipótesis; por alguna razón, dejaban sobrevivir las ideas, o mejor dicho, las preservaban sin
discriminación, en vez de eliminarlas.

Implacables entre ellos, manifestaban una tierna solicitud por las ideas. Los científicos modernos eliminan las hipótesis, pero no se eliminan entre sí, por lo menos
cuando observan su comportamiento óptimo. La curiosa consecuencia de esta filosofía de la historia es que existe una especie de edad de las tinieblas o caída, que
tuvo lugar entre la aparición de la humanidad sobre la tierra y los albores de la ciencia y de la sociedad abierta. El privilegio innato de la ameba se perdió durante el
periodo primitivo de la historia humana, tribal y supercolectivista, y se recobró, heroica y milagrosamente, en Jonia. Es interesante la coincidencia de que esta teoría
de la edad de las tinieblas sea compartida, aunque de forma distinta, por el cristianismo, por el marxismo y por Popper.

El segundo filósofo de la ciencia más influyente en nuestros días, Thomas Kuhn, al parecer también sociologiza la materia en segundo grado. En su opinión, la
sociedad resulta esencial para la existencia y el progreso de la ciencia, pero no precisamente cualquier sociedad, sino aquélla dotada de un paradigma.
Aparentemente, hay sociedades que no poseen esta cualidad: por ejemplo, la comunidad de los especialistas en ciencias sociales

Hasta donde podemos discernir, la diferencia decisiva entre sociedades capaces y sociedades incapaces de hacer ciencia, según este modo de ver, será, lisa y
llanamente, la ausencia o presencia de un paradigma. Kuhn no parece tener opinión con respecto a la diferencia entre paradigmas científicos y no científicos, y a mi
entender, es ésta una debilidad decisiva en su posición. Los paradigmas parecen no sólo ser inconmensurables, sino también constituir una clase curiosamente
indiferenciada. El profeta de su inconmensurabilidad parece tener escaso sentido de su profunda diferencia de naturaleza, de que algunos de ellos son más
inconmensurables que otros. Pero en tanto que la importancia de los paradigmas, y el hecho de que sean socialmente transmitidos, perpetuados e impuestos, le lleva
abierta y confesadamente a dirigirse a la sociología, se ve expuesto al sarcasmo de Popper: ¿qué sociología va a utilizar el filósofo de la ciencia? ¿En qué paradigma
sociológico podrá confiar cuando se valga de la sociología para abordar el problema general de la naturaleza de la ciencia, con objeto de esclarecer la posición de
todas las ciencias, incluida la sociología misma? Al referir toda actividad científica a los paradigmas, y supeditar la filosofía de la ciencia a la sociología (que
presumiblemente no está más exenta de la dependencia de los paradigmas que cualquier otra ciencia o investigación), diríase que en su actitud hay un elemento de
círculo vicioso.

Lo que nos interesa aquí es que tanto Popper como Kuhn sociologizan la filosofía de la ciencia en segundo grado, es decir, hacen depender la ciencia no sólo de la
mera existencia de la sociedad, sino de la presencia de un tipo particular de sociedad.

La forma en que lo hacen, sin embargo, es muy distinta y, en realidad, diametralmente opuesta. Para Popper, la única sociedad capaz de hacer ciencia será aquella
cuyo control social es tan laxo que permite la crítica incluso de sus sabios más respetados (o mejor todavía, quizás, aquélla dotada de garantías institucionales que
posibilitan o incluso estimulan semejante crítica); para Kuhn, la ciencia sólo es posible si existe un control social conceptual suficientemente estricto para imponer un
paradigma a sus miembros en casi todos (aunque no absolutamente todos) los momentos, no obstante el hecho de que los paradigmas no son lógicamente o, por
decirlo así, objetivamente coactivos. Es la presión social la que los impone, haciendo posible de este modo la ciencia. A menos que las cuestiones profundas se
prejuzguen arbitrariamente, la ciencia no puede progresar: aparece. Pero al igual que Thomas Hobbes insistía en que cualquier soberano es preferible a la anarquía,
así también Thomas Kuhn destaca que cualquier paradigma es preferible a la terrible libertad de los especialistas en ciencias sociales contemporáneos, que siempre
debaten y ponen en tela de juicio principios fundamentales y, por esa misma razón, merced a su gran "apertura", inhiben el nacimiento de ciencia genuina en su
propio seno.

No es preciso optar aquí entre el filoanarquismo de Popper y el autoritarismo de Kuhn, que recomienda lealtad, a los paradigmas en casi todos los momentos,
aunque evidentemente reservándose el derecho de rebelión ocasional (durante unas igualmente mal definidas, y creo que en principio indefinibles condiciones de
"revolución científica"). Lo que sí es pertinente para nuestro propósito es señalar un error común a ambos. Para definir la ciencia, es preciso sociologizar la filosofía
de la ciencia en tercer grado, y no meramente en segundo grado. N o basta con reconocer la función de la sociedad y distinguir entre sociedades capaces y
sociedades incapaces de hacer ciencia; es necesario también efectuar esta distinción con arreglo a características de la sociedad que no correspondan solamente a
sus actividades cognoscitivas, y considerar esas sociedades cuando participan en otras actividades. Tendremos que examinar las repercusiones de las primeras sobre
las segundas.

Esto, en mi terminología, es sociologizar la materia en tercer grado, y es algo que debe hacerse. ¿De qué manera? Características de las sociedades capaces de hacer
ciencia Para comprender por qué la noción de lo científico es tan influyente, por qué esta señal de aprobación es tan significativa, habremos de examinar qué es lo
que la "ciencia" hace a la sociedad, y olvidar por un momento la usual y fascinante cuestión de cómo logra hacerlo. Las teorías filosóficas de la ciencia, como las
incorporadas en las diversas tentativas filosóficas de demarcar el hecho científico, se esfuerzan básicamente por responder a la pregunta relativa a cómo actúa la
ciencia, de qué manera se logra el gran milagro del progreso y el consenso científico. Pero para determinar qué es lo que confiere a la ciencia tal poder taumatúrgico,
tal hechizo, no debemos mirar tanto cómo opera, sino qué es ese efecto mágico. ¿Por qué la ciencia entraña tanta diferencia para la sociedad, que asigna un prestigio
especial a toda actividad susceptible de ser incluida dentro de su círculo mágico y sustraída de todo aquello no calificable como "científico"? Este contraste, como
acabo de formularlo, simplifica un poco una realidad más compleja: los filósofos de la ciencia, naturalmente, también se interesan por las características de la
producción de la ciencia, por la clase de teoría que ésta produce. De todos modos, tienden a considerar dicha producción como un dato. Su problema es determinar
cómo se consigue. Es el sociólogo quien se interesa primordialmente por los efectos y las consecuencias de las diversas clases de conocimiento que proporciona la
ciencia. Para simplificar la exposición, fingiré que esta división del trabajo es más neta de lo que es en realidad.

Así planteada la cuestión, la mejor manera de responder a ella es ofrecer un breve bosquejo de la historia de la humanidad, esquemático pero pertinente, que divida
dicha historia en tres grandes fases. Las filosofías trinitarias de la historia son bastante corrientes.

Está, por ejemplo, la teoría de Auguste Comte con sus tres etapas históricas: la religiosa, la metafísica y la positiva, o la doctrina de la dominación sucesiva de la
magia, la religión y la ciencia, postulada por Sir James Frazer, o la versión, menos intelectualista, de Karl Polanyi, que establece la sucesión de tres formas de
sociedad: comunitaria, redistributiva y de mercado. El nuevo patrón de la historia universal que está ya cristalizando en nuestros días y que constituye, creo yo, la
concepción de la historia de nuestra era no oficial, no formulada y a veces inconfesada, pero tácitamente reconocida, es un tanto diferente. Comparte con los
esquemas de Comte y Frazer algo de su intelectualismo y de su alta valoración de la ciencia, aunque se muestra más preocupada —que Frazer, por lo menos— por los
efectos de la ciencia sobre el ordenamiento de la sociedad.

Las etapas cruciales de la historia de la humanidad son las siguientes: primera, la de la caza y recolección de frutos silvestres; a continuación, la de la producción de.
Alimentos (agricultura y pastoreo), por último, la basada en la producción directamente vinculada al auge del saber científico. Las teorías que presentan las fases
históricas en términos de organización social no sirven: es la base productiva cognoscitiva la que parece depararnos la gran línea divisoria; y a un lado y a otro de esta
gran línea hallamos una diversidad de formas sociales.
En el presente contexto, el mundo de los cazadores y recolectores no nos interesa mayormente. Pero la diferencia entre el mundo agrario y el científico-industrial nos
importa considerablemente. La noción de una sociedad agraria plenamente desarrollada incluye no solamente el hecho de contar con la producción de alimentos,
sino también otras dos características importantes: la-alfabetización y la centralización política. Las sociedades agrarias desarrolladas se distinguen por una división
del trabajo bastante compleja pero relativamente estable. Pero es un error tratar la división del trabajo como un producto homogéneo: sus consecuencias para la
sociedad varían según, precisamente, qué es lo que se convierte en una especialidad. La alfabetización y la centralización política, la aparición de una clase ilustrada y
de un régimen de gobierno tienen consecuencias m u y distintivas, que no pueden asimilarse sin más a las especializaciones económicas menores que intervienen en
el proceso de producción tomado aisladamente.

Los regímenes de las sociedades agrarias ilustradas no son todos iguales. En realidad, difieren muchísimo entre sí. Es de sobra conocida la diversidad de los regímenes
políticos agrarios. Las clases de funcionarios y burócratas de los regímenes agrarios también varían enormemente en su organización, reclutamiento y modos de ser.
En un sitio pueden formar parte de una organización única, centralizada y celosamente monopolista; en otro, pueden constituir un gremio holgado y liberal abierto a
todos los hombres instruidos y devotos. E n un lugar diferente, pueden formar una casta estricta, mas no centralizada, o constituir una burocracia seleccionada
mediante oposiciones, con un monopolio administrativo pero no religioso.

Ahora bien, no obstante esta variedad, pueden observarse algunos rasgos comunes o genéricos importantes. En tales sociedades, el saber registrado y archivado se
utiliza para los documentos administrativos, especialmente los que atañen a la imposición fiscal; para la comunicación entre toda una jerarquía política y religiosa;
como parte del ritual y para la codificación de la doctrina religiosa, la cual proyecta una especie de sombra en forma dé magia de la palabra, pleitesía rendida por la
magia manipuladora a la religión fundada en las Escrituras. La conservación de la verdad escrita, y posiblemente su cumplimiento en la práctica, son preocupaciones
centrales, antes que su expansión en forma de adquisición de más verdad. (Todavía no es un ideal plausible la ampliación del saber.) Pese a su complejidad interna, a
veces muy considerable, tanto el sistema de jerarquización social como los sistemas cognoscitivos dentro de sociedades como éstas tienden a ser bastante estables, y
lo mismo suele ocurrir con su sistema productivo.

El peso normativo y conservador confiado a la palabra escrita, a cargo de las clases ilustradas, tiende a producir un dualismo o pluralismo cultural en semejante
sociedad, una diferenciación entre la tradición grande (culta) y la tradición o tradiciones pequeñas. Algunos elementos de la gran tradición escrita pueden contener
ideas generales de una penetración y potencialidad considerables, observaciones agudas y exactas de la realidad o sistemas deductivos de gran rigor; no obstante,
genéricamente hablando, puede decirse que un cuerpo de esta clase no posee ninguna comprensión sólida, ningún conocimiento profundo y acumulativo de la
naturaleza. Su principal función y significación estriba en la legitimación social, la edificación de las personas, la conservación de documentos y su comunicación,
antes que en una verdadera exploración cognoscitiva de la naturaleza.
Con respecto a la manipulación y al conocimiento de las cosas, el contenido cognoscitivo del cuerpo en cuestión suele ser inferior a los saberes prácticos del artesano,
el trabajador manual o el profesional en ejercicio. La ansiedad de saber expresada con tanto vigor en el discurso inicial del Fausto de Goethe es, evidentemente, una
manifestación suscitada por esta situación.

Con menos angustia y acaso más indignación, y con auténtico cela misionero en nombre de una presunta alternativa, hallamos un sentimiento análogo, por ejemplo,
en lo que podríamos llamar populismo panhumano o carte blanche de Michel Oakeshott.s La obra de Oakeshott estuvo muy en boga en la Inglaterra de posguerra, y
probablemente continúe siendo el principal filósofo político conservador del Reino Unido. Su obra viene muy a propósito para el fin que nos ocupa porque, como
base, ostenta una premisa que es mitad epistemológica, mitad sociológica, y que puede resumirse así: el saber auténtico es "práctico", lo cual quiere decir que se
conserva y transmite merced a la práctica de un arte, y sólo puede perpetuarse a través de una tradición viva; su contenido no puede ser nunca captado
adecuadamente en documentos escritos y, desde luego, no puede ser transmitido de un hombre a otro solamente por la escritura. A la ilusión de que esto es posible,
que confiere una autoridad independiente a los asertos abstractos y escritos, él la llama "racionalismo", en un sentido muy peyorativo, y sostiene abiertamente que
éste es el azote y la ruina de la vida moderna.

La doctrina de Oakeshott oscila un tanto entre, por una parte, un panpopulismo global que da por buenas todas las tradiciones y condena todos sus escolasticismos,
los cuales surgen y prosperan cuando aquéllas adoptan la escritura y la imprenta tomándolas demasiado en serio, y, por otra parte, el apoyo resuelto a una tradición
concreta y bienaventurada que, gracias presumiblemente a una constitución no escrita, a un derecho consuetudinario y a la pragmática sabiduría de los políticos
conservadores, ha resistido al "racionalismo" algo mejor que otras, aunque, hacia 1945, no lo hizo todo lo bien que debiera y despertó las iras del doctrinario. Si es
éste el logro de una tradición peculiar, ¿podrá ser también una receta válida para todas las demás, sin contradecir implícitamente su propio principio esencial, a
saber, la ausencia de cualquier clase de principios abstractos y universales válidos? La posición de Oakeshott es pertinente para nuestro argumento porque, ofrezca o
no un buen diagnóstico de la difícil situación política del hombre moderno, nos brinda, sin proponérselo, una exposición esquemática muy exacta de la función del
saber abstracto en el régimen político de las sociedades agrarias ilustradas. Es una descripción bastante aceptable de la relación existente entre el saber codificado y
las competencias prácticas de estas sociedades, pero sólo de ellas. Las escrituras, los códigos legislativos, las epopeyas, los manuales, etc., confiados a la custodia de
sus escribas, celosamente preservados y m u y estables a lo largo del tiempo, no son superiores a la sabiduría práctica inarticulada del miembro vitalicio del clan o del
gremio. Aquellos formalizan, falsean, parodian, se hacen eco de esta sabiduría; y aunque, contra lo prescrito por la diatriba anti "racionalista", el respeto reverencial
por la versión codificada del saber puede en ocasiones ser beneficioso —ya que, por ejemplo, este respeto por la norma codificada la hace menos dúctil a la
manipulación oportunista—, es cierto que la autoridad absoluta reclamada para lo escrito bajo custodia del escriba no está justificada. La teoría escrita es parasitaria
de la praxis vivida. Sea, pues, así; o, por lo menos, así fue, en otro tiempo, en las sociedades agrarias ilustradas. No en nuestros días. Es visiblemente falso respecto a
la ciencia moderna y la sociedad en ella basada. Como fenómeno social, la ciencia natural moderna posee una serie de rasgos característicos: Sin ser enteramente
consensual, lo es en un grado asombroso.

Es intercultural. Aunque prospera más en ciertos países que en otros, parece capaz de subsistir en una amplia variedad de climas culturales y políticos y de ser, en
gran medida, independiente de ellos. Es acumulativa. Su ritmo de crecimiento es pasmoso. Éste es también un rasgo único entre los sistemas cognoscitivos en
general.

Aunque evidentemente puede enseñarse a hombres procedentes de cualquier sustrato cultural, requiere una ardua y prolongada capacitación para adquirir modos y
técnicas de pensamiento que no ofrecen continuidad alguna con los de la vida cotidiana y que con frecuencia van totalmente en contra de la intuición. La tecnología
en constante crecimiento que esta ciencia engendra es inmensurablemente superior a las técnicas y los saberes prácticos de los artesanos de la sociedad agraria, y
cualitativamente distinta de ellos.

Son estos rasgos, u otros estrechamente relacionados con ellos, los que han engendrado la persistente y obsesionante pregunta acerca de qué es la ciencia. No se
trata ya, en rigor, de qué es la verdad, la sabiduría o el conocimiento verdadero. Los hombres obsesionados por la pregunta respecto a la naturaleza de la ciencia no
niegan necesariamente que el saber y la verdad existen también fuera de la ciencia; no todos dicen, como lo enunciaba irónicamente el autor de un libro en contra de
la ciencia en cierta ocasión: Extra scientiam nulla saliis. Mas por lo general están imbuidos por el sentido del carácter distintivo de esta especie de saber y desean
localizar su fuente. No es que quieran matar la gallina de los huevos de oro, lo único que anhelan es descubrirla, con objeto de utilizarla al máximo y tal vez guiarla
hacia nuevos campos. (Algunos sí desean equiparar saber con saber científico, no porque desprecien los modos cognoscitivos precientíficos y abjuren de ellos, sino
porque los consideran básicamente análogos a la ciencia, sólo que más primitivos y más endebles, y entienden que merecen la misma etiqueta. Personalmente
considero errónea esta suerte de "tesis de la continuidad".) Esta definición, digámoslo así, externa, sociológica, de la ciencia, elaborada desde el punto de vista de sus
efectos sobre la topografía y los procesos productivos cognoscitivos de la sociedad (dejando aparte la cuestión de su mecánica interna, el secreto de su éxito), puede,
naturalmente, ser impugnada. Puede negarse que la ciencia constituya la victoria del saber trans-social, explícito, formalizado y abstracto sobre las intuiciones, o
competencias, o sensibilidades, comunicadas por otras vías que el discurso en privado. Puede afirmarse que la gallina de los huevos de oro no es, al fin de cuentas,
radicalmente distinta de las viejas técnicas y saberes prácticos. Puede alegarse que la percepción y comprensión de un problema científico, la capacidad de proponer
y verificar una solución requieren cierto instinto especial, sagacidad o "sapiencia personal" que está más allá del alcance de las palabras o la escritura y que no puede
formalizarse.

El Fingerspitzengefühl (tino, habilidad) goza de perfecta vigencia, y, lo que es más importante, sigue siendo indispensable. Michael Polanyi no fue sino un adepto más,
aunque posiblemente el más célebre, de esta manera de entender las cosas.7 Es difícil decir cómo podría evaluarse esta interpretación. A veces se funda en
argumentos como el de la regresión infinita de la formalización, que nunca logra estar a la par de sí misma;8 se afirme lo que se afirme, será sólo un caso de "saber
qué", y presupondrá un nuevo y práctico "saber cómo" aplicarlo, y si eso a su vez se articula y se hace explícito, entrará en juego el argumento inicial, y así
indefinidamente. O bien suele sustentarse mediante la plausible y difundida opinión de que aunque exista una lógica de la verificación, no hay ninguna lógica del
descubrimiento: sólo la inspiración, fluctuante e incontrolable, que acude o no acude según su antojo, pero que parece mejor dispuesta a manifestarse en presencia
de tradiciones de investigación bien asentadas, aunque elusivas e indefinibles.

Pero aun cuando se admita todo esto, lo que importa desde el punto de vista social es que la proporción, el equilibrio que existe entre el saber práctico o el
instinto inefable, por una parte, y el conocimiento formal explícito, por la otra, se transforme, hasta ser irreconocible, en una sociedad industrial que se sirve de la
ciencia. Aun cuando un elemento de intuición o tradición, situado más allá de las palabras, sea decisivo para el gran descubrimiento excepcional y sobresaliente, o
necesario en pequeñas dosis regulares para mantener una tradición de investigación vigorosa, la enorme masa de investigación corriente y de actividad tecnológica
funciona de modo muy diferente: se parece más bien a los viejos escolasticismos explícitos de las sociedades agrarias ilustradas, salvo en un solo aspecto crucial: toda
esta actividad funciona. El escolasticismo, pese a toda su ineficacia, parece haber sido una magnífica preparación para un vigor auténticamente productivo. Las
sociedades talmúdicas se dan con alacridad a la ciencia.

Las consecuencias generales para la sociedad que se sirve de la ciencia son también bastante obvias. Toda sociedad dotada de una tecnología pujante y en constante
crecimiento vive de la innovación, y su estructura laboral profesional se halla en evolución perpetua.

Esto determina una movilidad profesional bastante notable, y, con ello, un grado de igualitarismo que, aunque insuficiente para satisfacer del todo a los igualitarios,
es empero bastante mayor que el de la mayoría de las sociedades agrarias. Es igualitario porque es móvil, no móvil porque sea igualitario. La movilidad, la frecuente
transmisión abstracta de ideas y la necesidad de alfabetización universal, es decir, una comunicación razonablemente desvinculada de los contextos, también
conducen a una función enteramente nueva de la cultura en la sociedad: la cultura aparece ligada a la escuela más que al hogar y tiene que ser razonablemente
homogénea en todo el ámbito cubierto por un sistema educativo.

Al fin, las grandes tradiciones realmente dominan y en gran medida reemplazan a las pequeñas tradiciones. Así, el Estado, que otrora se presentara como el defensor
de la fe, hoy deviene en efecto el protector de una cultura. En otras palabras, el Estado nacional moderno (basado en el principio: un Estado, una cultura) se
convierte en la norma, y surgen nacionalismos irredentistas allí donde esta norma no se satisface. El potencial de crecimiento sin precedentes conduce a una política
de, la abundancia: el intento de aplacar con la prosperidad material el descontento y de atenuar los conflictos sociales con regalías y ventajas económicas en todo y
para todo, se convierte, como es sabido, en una trampa terrible, cuando, tras haberse transformado esas ventajas en una expectativa inculcada, como de algo debido
por derecho, el cuerno de la abundancia temporalmente se seca o simplemente reduce su caudal, como es natural de cuando en cuando. Éstos parecen ser los rasgos
genéricos de la sociedad que se sirve de la ciencia. Dichos rasgos la diferencian profundamente de la mayor parte o de todas las sociedades agrarias, que son
malthusianas en vez de orientadas al crecimiento, y se caracterizan por la estabilidad cognoscitiva y productiva más que por su expansión (las innovaciones, cuando
se producen, suponen cambios de grado más que de clase, y en cualquier caso llegan como apariciones furtivas, aisladas). Las teorías de las fases o épocas históricas
de la organización social (capitalismo/socialismo es la más popular) parecen haber fallado, por cuanto la sociedad que hace uso de la ciencia (es decir, la industrial)
resulta ser compatible con diversas formas de organización, dentro de los límites de sus rasgos genéricos compartidos; pero esos rasgos, a su vez, la distinguen de
todas sus predecesoras. La cuestión sobre la naturaleza de la ciencia es, en realidad, la del modo peculiar de cognición, que a su vez define una etapa completa de la
historia del género humano.

Algunas teorías filosóficas de la ciencia

Las teorías filosóficas de la ciencia, tal como aquí se las entiende, no definen la ciencia a la manera sociológica presentada en las páginas anteriores, en términos de
su efecto sobre la sociedad, a la que tienden a ignorar, sino que tratan de descubrir el secreto que la faculta para hacerlo. Es imposible enumerar aquí todas las
teorías que rivalizan en este campo, y aun cuando hiciéramos una lista de todas, no tendríamos medio alguno para elegir entre ellas. No existe consenso en este
ámbito. La ciencia puede ser consensual; la teoría de la ciencia no lo es.

Pero vale la pena, para el fin que perseguimos, reseñar algunos de los principales contendientes: 1. El ultraempirismo, apegado a los hechos observables, acumula las
observaciones; únicamente va más allá de ellas cuando los datos acumulados apuntan firmemente en alguna dirección; y, más que nada ¡no irrumpe en lo
trascendente! Esta cauta versión del empirismo, asociada con Bacon o Hume y que sobrevive hoy "día en el conductismo moderno, se ha visto muy desacreditada
últimamente.

Sus detractores no siempre saben apreciar el valor que ha tenido este veto de la transgresión cognoscitiva. Los sistemas de creencias de las sociedades agrarias solían
estar construidos de tal suerte que se perpetuaban a sí mismos mediante una circularidad, y el veto de la transgresión era la mejor forma de eliminarlos.

2. El diagnóstico kantiano, que combina el veto de la transgresión con cierta osadía recomendada dentro de límites apropiados y en un marco conceptual
presuntamente impuesto por la estructura de la mente humana.

3. La autopropulsión colectiva mediante la resolución de las contradicciones internas, respetando una praxis privilegiada (de la que la praxis de la clase privilegiada es
un ejemplo) y la dirección de un desarrollo social prescrito. Esta es la mejor aproximación que puedo encontrar para formular una de las teorías del conocimiento
comúnmente asociadas con el marxismo.
4. Máxima audacia de las hipótesis dentro de los límites de la verificabilidad: la teoría de Popper.

5. La obediencia a una concepción de fondo (eliminando así el caos característico de los temas no científicos y garantizando el quehacer comparativo y de este modo
la acumulación de conocimientos), excepto en raras ocasiones "revolucionarias", que no pueden ser genéricamente caracterizadas ni presumiblemente vaticinadas, y
que después conducen a la progresiva substitución de una concepción de fondo por otra. Dentro de los límites de esta teoría, que declara que estas sucesivas
concepciones de fondo son inconmensurables, es imposible, empero, demostrar racionalmente que la concepción pos-revolucionaria es superior a la substituida.
Aunque la idea de progreso científico es un supuesto, y en realidad fija los términos del problema, no puede afirmarse coherentemente, pues esto exigiría comparar
sucesivos "paradigmas", que se nos dice son inconmensurables, por referencia a algún metaparadigma, que, ex hypothesi, no poseemos ni podemos poseer. Esta es la
discutidísima teoría propugnada por Thomas Kuhn.9

6. La mejora sucesiva de conjuntos de proposiciones con miras a refinar tanto las predicciones y la manipulación externas como la coherencia y la elegancia internas
por medio de métodos que, según se afirma, ofrecen perfecta continuidad con los que han regido la evolución biológica. Esto es el pragmatismo, eficientemente
representado en nuestro tiempo por W . van O . Quine,10 quien enuncia la tesis de la continuidad más coherentemente que Popper (en cuya obra choca con la
discontinuidad entre pensamiento abierto y pensamiento cerrado). Si hubiera de producirse una ruptura fundamental en la historia del conocimiento, según esta
versión lógicopragmatista, surgiría en el punto en que empezaron a utilizarse entidades abstractas y, en cierta manera, adquieran realidad, permitiendo así el
espectacular desarrollo de las matemáticas.

No es éste lugar adecuado para debatir los méritos de las citadas teorías. Hay otras, sin duda. Pero habremos de referirnos a los temas que en ellas se debaten:
observación exacta, verificación, matematización, valores conceptuales comunes, rechazo de la trascendencia o circularidad.

Mi tesis consiste en que por "ciencia" se entiende un tipo de cognición que ha transformado radicalmente, cualitativamente, la relación del hombre con las cosas: la
naturaleza ha dejado de ser una referencia para pasar a ser objeto de auténtico conocimiento y manipulación.

La ciencia es un sistema cognoscitivo peculiar con cierto misterioso mecanismo interno que asegura su crecimiento sostenido "El efecto Pirandello" consiste en
reducir la distinción entre los actores y los espectadores de una obra. Una escena de la obra de Pirandello Seis personajes en busca de autor, interpretada por la
compañía Pitoeff en 1936, en París. Rogcr-vioiiet. y perpetuo, el cual ha sido profundamente beneficio para los sistemas productivos humanos y corrosivo para
nuestros sistemas de legitimación social. En realidad no sabemos cómo se alcanza este crecimiento sostenido y consensual, pero sí sabemos que se alcanza, y
"ciencia" es. el nombre que designa el m o d o en que se logra, sea cual sea. Por eso la cuestión concerniente a si es o no apropiado incluir los estudios sociales en el
ámbito de la ciencia no es, en m o d o alguno, meramente terminológica: se trata de determinar si no está sucediendo lo m i s m o con nuestra c o m prensión y
manipulación de la sociedad.

Pero esta forma de exponer el problema encierra "una simplificación importante. Da a entender que la carga valorativa contenida en la denominación "ciencia",
debido a su promesa implícita de conocimiento y control, es entera, total e inequívocamente positiva.

Pero no es así, ni muchísimo menos. Aunque existe una importante industria académica de producción de libros que explican a los especialistas en ciencias sociales lo
que realmente es la ciencia y cómo deben convertirse en auténticos científicos, existe también otra, con una producción no menos floreciente, que pretende que el
estudio de la sociedad y del hombre no puede ser científico, o bien, si ha de conservarse el término "científico" con carga positiva, que sí se trata de ciencia pero en
un sentido radicalmente distinto del que rige en la ciencia natural. La idea de que los métodos de las ciencias naturales y sociales son básicamente idénticos es, hoy
por hoy, casi una definición de "positivismo", y el positivismo es un término que en los últimos años se ha usado peyorativamente con demasiada frecuencia. Esto es
significativo: originalmente, el tema central del positivismo era la interdicción de la trascendencia. Los antipositivistas modernos tratan de escapar de las debilidades
inherentes al hombre y de los hechos (principalmente la contingencia y la corregibilidad), rio ya para descubrir una región trascendente de verdades puras e
imperecederas, como era uso establecido en los tiempos agrarios, sino para acceder a la región de lo social y lo humano; y, a tal fin, deben insistir en que lo humano
o cultural es radicalmente distinto de la naturaleza. Uno también tiene a veces la impresión de que "positivista" es cualquier persona dispuesta a someter una teoría
predilecta a la indignidad de la verificación por los meros hechos.

Los argumentos que pretenden demostrar que el estudio del hombre y de la sociedad no puede ser científico (y su variante de que sólo puede ser científico en un
sentido radicalmente distinto del aplicable al estudio de la naturaleza) pueden también catalogarse.

Los autores que sostienen esta tesis suelen combinar, por supuesto, en distinta proporción estos distintos elementos. De todos modos, es conveniente enumerarlos
por separado. 1. El argumento basado en la ideografía: los fenómenos humanos, sociales o históricos, o bien son intrínsecamente individuales, o bien nuestro interés
recae en sus aspectos individuales e idiosincrásicos; o, naturalmente, ambas cosas.

2. El argumento basado en el holismo. La sociedad es una unidad; el. "principio de las relaciones internas", que hace hincapié en que todo es lo que es en virtud de
sus relaciones con todo lo demás dentro del mismo sistema, se aplica a ella. Si el lema principal de la antigua metafísica era la realidad de los objetos abstractos,
entonces esta idea, en diversas terminologías, es el lema central de la sociometafísica moderna. La investigación empírica, sin embargo, sólo puede ocuparse,
exhypothesi, de hechos aislados y no puede captar ninguna totalidad. De ahí que deforme y tergiverse, esencialmente, la realidad social.
Esta doctrina puede combinarse con la idea de que es función efectiva, consciente o latente de la investigación empírica de hechos objetivos ocultar la realidad social
y falsear nuestra percepción de la misma, al servicio del orden establecido, cuyos representantes tienen motivos fundados para temer la percepción clarividente de la
realidad social por parte de los miembros de la sociedad menos favorecidos. Naturalmente, esta tesis puede también combinarse con una dispensa especial para su
promotor mismo y los que piensan como él, que poseen medios de acceso privilegiados al conocimiento de la naturaleza real de la sociedad, visiones de fondo que
les permiten ir más allá de los meros átomos que son los hechos empíricos, bien custodiados por los perros guardianes ideológicos del orden establecido.

3. El argumento basado en la complejidad de los fenómenos sociales puede utilizarse para reforzar los dos argumentos precedentes. 4. El argumento basado en el
significado. Las acciones e instituciones humanas no se definen por ciertos rasgos materiales comunes, sino en términos de lo que significan para los participantes.
Este hecho (si es tal) puede esgrimirse, total o parcialmente, para deducir de él que los fenómenos humanos o sociales están exentos ya de la causalidad, ya de la
investigación empírica externa y comparativa, o ya, naturalmente, de ambas cosas.

Este argumento puede exponerse así: el nexo que existe entre los fenómenos o clases de acontecimientos naturales es independiente de cualquier sociedad, común
a todas ellas, e impermeable a los significados imperantes en una u otra. Pero las acciones se definen por lo que significan para los participantes, y los significados
que las identifican se extraen del fondo semántico común de una cultura dada, que no se identifica necesariamente, y quizás nunca, con el de otra cultura. De ahí que
no pueda existir ninguna generalización causal válida en la que uno de los eslabones sea una clase de acciones determinada, es decir, acontecimientos reunidos
solamente en virtud de los significados, por así decir colectivamente privados, que resultan estar en uso en una cultura dada, pues no guardan relación alguna con
ninguna especie o categoría natural. La naturaleza no sabría reconocerlos ni identificarlos y, en consecuencia, no puede aplicarles ninguna relación de causalidad.

En cuanto a los nexos que es costumbre observar entre dos o más de tales categorías portadoras de un significado social, son establecidos en virtud de la semántica
de la cultura en cuestión y sólo pueden aprehenderse penetrando a fondo ese sistema, y no mediante una investigación externa. La investigación intersocial y las
generalizaciones comparativas son absurdas e imposibles por cuanto los sistemas de significados de las diversas culturas no son comparables ni coincidentes o bien
sólo lo son de forma contingente y parcial.12

Si se contempla esta tesis desde una perspectiva histórica, puede decirse que el idealismo goza de perfecta vigencia actualmente y se ampara en el nombre de la
hermenéutica. Las ideas que en otro tiempo se articularan con la ayuda de términos como Geist o espíritu, hoy ven la luz en términos de "significado" o de "cultura".

5. La construcción social de la realidad. 13 Este argumento se superpone claramente con el precedente; tal vez sea idéntico a él, diferenciándose sólo en el modo de
presentación y en su estirpe filosófica. La formulación anterior está enraizada sobre todo en la obra de L . Wittgenstein, mientras que esta otra proviene de las ideas
de E . Husserl y A . Schutz.
6. La llamada construcción individual dela realidad. Esta designación, aunque no utilizada realmente, que yo sepa, por el movimiento en cuestión, podría emplearse
para caracterizar la tesis de una escuela últimamente en boga, conocida como etnometodología y asociada con el nombre de Garfinkel. 14 La doctrina central de este
movimiento resulta ser que nuestra aptitud para describir (hacer "explicables") los hechos es exclusivamente individual, y que, en consecuencia, el único
conocimiento científico que podemos alcanzar es la descripción (?) o la puesta de relieve (?) o la ejemplificación de los actos mismos de creación-explicabilidad
individual. El movimiento no se distingue ni por la claridad de expresión ni por su disposición al análisis racional (renuencia ésta que puede a su vez racionalizarse
mediante su visión central, que excluiría la verificación de la generalización interpersonal, puesto que no existe, pero que también sitúa convenientemente al
movimiento fuera del alcance de la crítica). Este movimiento es a la "construcción social de la realidad" lo que Fichte a Hegel; el ego desarrolla su propio mundo, en
vez de desarrollarse el mundo gracias a una especie de esfuerzo colectivo. Pero el orden temporal parece invertirse esta vez diametralmente, ya que Fichte precedió
a Hegel. Esta tesis combina idealismo con ideografismo.

7. El efecto Pirandello. La alusión hace referencia al artificio tan magistralmente creado por Luigi Pirandello para suprimir la neta distinción entre personajes, actores,
productores, autores y espectadores de una obra de teatro. Sus obras, en las que los personajes discuten el ulterior desarrollo de la trama argumental entre ellos y,
aparentemente, con el autor y con el público, se proponen sin duda provocar el desconcierto en los espectadores echando abajo la confortable separación entre el
escenario y la sala, forzando así la participación del espectador. La obra, parece decir este autor, no es un espectáculo sino una situación. Otro tanto ocurre en la
observación de la realidad social, y esto es lo que la distingue de la naturaleza.

Uno de los cargos que se han imputado a la investigación social empirista o cientificista (aunque todavía no se ha formulado con estas palabras) es que pretende que
una sociedad puede ser un espectáculo, y no una situación, para el investigador. Esto es falso, insisten los críticos, constituye un engaño de los demás y, si se es
sincero, constituye un autoengaño por añadidura. En nuestra elección de ideas, o problemas, o interpretaciones, contraemos un compromiso, y la elección no es ni
puede ser imparcial, ni estar guiada exclusivamente por criterios lógicos, ni, quizá, en absoluto. De esta manera, la ineludible participación del investigador en su
materia de estudio torna espuria toda pretensión de "objetividad científica".

Cuando se invoca realmente, este argumento aparece generalmente fundido con varios otros de la lista precedente.

8. También puede reclamarse uri status cognoscitivo especial para la investigación de la sociedad y del hombre, no tanto en virtud de consideraciones generales,
como las enumeradas hasta ahora, sino de supuestas características sustantivas especiales del objeto o el modo de investigación específico. Por ejemplo, en el vivo
debate sostenido respecto al carácter científico del psicoanálisis, se reivindica a veces (en defensa de la legitimidad de esta técnica) que los métodos tan excéntricos
en ella empleados (según las normas corrientes en otras investigaciones) se justifican por la peculiarísima naturaleza del objeto investigado, es decir, el inconsciente.
Su astucia y disimulación ante la investigación, a la que trata de eludir y de burlar, justifican la aplicación de medidas cognoscitivas de emergencia, que serían
consideradas ilícitas conforme a las reglas de prueba y demostración vigentes en los tribunales normales de la ciencia. Frente a un enemigo tan despiadado, se
conceden poderes especiales al magistrado investigador y se le dispensa de las habituales restricciones que pesan sobre los métodos de investigación. El inconsciente
no puede ser aprehendido de ningún otro modo, y la dificultad y urgencia de la tarea justifican métodos extremos. (Que éstos realmente sirvan para engañar a la
presa o meramente protejan la reputación del cazador, garantizando que nunca pueda culpársele de error fundamental, ya es otra cuestión.)

No hay aquí espacio para intentar ningún tipo de evaluación cabal de todos estos argumentos negativos. Baste con decir que ninguno de ellos me parece
remotamente convincente. Tomemos, por ejemplo, el que quizá parezca más sólido de todos, aquel que propugna que las categorías de acciones o acontecimientos
de una cultura dada se definen con arreglo a los significados vigentes en esa cultura, que son, por decirlo así, privativos de ella, y no coextensivos a las "categorías
naturales". Por cierto, pero ello no excluye en m o d o alguno la existencia de un determinismo incluso físico respecto a. los hechos acontecidos dentro de la cultura
en cuestión. Simplemente, excluye la identificación de los hechos determinados (si son tales) por referencia a los significados vigentes en la cultura. Las fuerzas
determinantes seleccionarán de alguna manera los hechos que sacan a luz con arreglo a unas u otras características que sólo accidental y contingentemente se
superpondrán a los significados que acompañan a los acontecimientos y que parecen guiarlos. Por ejemplo, cuando vemos una película, sabemos perfectamente que
lo que va a ocurrir está ya determinado, y está determinado por la serie de secuencias recogidas en los carretes y que está trasmitiéndose desde la cabina de
proyección. Las relaciones significativas que nos interesan y que parecen guiar y dar sentido a la serie de hechos observados en la ficción que se desarrolla en la
pantalla son en realidad epifenoménicas e impotentes. Nosotros no sabemos verdaderamente si nuestra vida es así, y la mayoría esperamos que en realidad no lo
sea; pero el argumento basado en la significación de la vida social no demuestra lamentablemente en modo alguno que no pueda serlo.

Si, por una parte, los argumentos que pretenden demostrar que la vida humana y social no puede ser objeto de explicación científica no son válidos, por otro lado,
cualquier análisis de las vivas y vigorosas discusiones que tienen lugar en el campo de la filosofía de la ciencia revela indiscutiblemente una cosa: que el problema de
la naturaleza de la ciencia, del descubrimiento de ese secreto que ha hecho posible el ritmo de crecimiento cognoscitivo del siglo xv a nuestros días, absolutamente
singular y sin precedentes en la historia humana, continúa sin resolverse. Hemos reunido, sin embargo, algunas tentativas de explicación muy notables, convincentes
y elegantemente expuestas. Pero seleccionar algunos candidatos brillantes es una cosa, y contar con un ganador claramente identificado, reconocido y aclamado es
otra muy distinta. Y no lo tenemos. La situación, lisa y llanamente, es que la ciencia es consensual, y la filosofía de la ciencia no lo es.

Las dos tesis que hemos afirmado —la invalidez de las supuestas demostraciones de la imposibilidad de la ciencia en las esferas sociales y la ausencia de una
explicación unánimemente aceptada de por qué y cómo funciona la ciencia en los campos en que sin duda alguna funciona— van a ser decisivas para responder a la
pregunta a que hemos dedicado este ensayo: ¿Son las ciencias sociales realmente científicas?

Conclusión
La pregunta se contesta por sí sola, una vez que la hemos desmembrado en sus distintas subpreguntas o variantes de interpretación, normalmente amalgamadas.
Podemos ante todo examinar las actividades de las ciencias sociales en busca de la presencia o ausencia de los distintos rasgos que aparecen, destacados, en diversas
teorías de la ciencia. 'Dichos rasgos son: a) presencia de hipótesis bien articuladas y puesta a prueba sistemática de las mismas; b) medición cuantitativa precisa, y
operacionalización de los conceptos; c) observación meticulosa con arreglo a métodos públicamente comprobables; d) estructuras conceptuales complejas y
rigurosas; é) paradigmas compartidos, al menos por grandes comunidades académicas, que resisten a la prueba del tiempo.

No cabe la menor duda de que todos estos rasgos, frecuentemente combinados, pueden hallarse en diversas ramas de las ciencias sociales. Individualmente o dentro
de una comunidad, es dudoso que los especialistas en ciencias sociales sean inferiores, en iniciativa e inventiva intelectual, rigor formal, o precisión de observación, a
los practicantes de disciplinas cuyo rango científico normalmente no se pone en duda; y para retomar la observación entre irónica y compasiva de Hilary Putnan,
distinguido filósofo de la ciencia, ¡los pobrecillos se esfuerzan tanto más en su tarea! C o m o queda dicho, no conocemos el secreto de la ciencia; no sabemos
exactamente cuál de las muchas señales que brillan ante nosotros es en realidad el fuego sagrado.

Sí sabemos que muchas de estas señales son deslumbrantes, y dado lo breve de la lista que los filósofos de la ciencia ponen a nuestra disposición, nos inclinamos a
pensar que una de ellas (o quizá varias conjuntamente) lo es.

Pero ¿cuál? Más concretamente, sabemos que muchas de las características indiscutibles de la ciencia están presentes con frecuencia en la investigación social. Los
aspectos de la vida social que son intrínsecamente cuantitativos u observables con precisión (por ejemplo, en ámbitos como la demografía o la geografía social) se
investigan efectivamente con precisión y mediante técnicas complejas y refinadas; sabemos, por otra parte, que en diversas esferas de estas ciencias se elaboran
modelos abstractos, también de gran perfección y sutileza, que sirven como paradigmas comunes a vastas comunidades de estudiosos (por ejemplo, los
economistas); y, además, en ámbitos donde el aparato conceptual no dista demasiado de las ideas de mero sentido común, sabemos no obstante que un profesional
de la especialidad bien preparado posee informaciones y conocimientos nuevos y de primera mano para el desarrollo de la materia en cuestión. E n todos estos
sentidos, los estudios sociales son efectivamente científicos. Extensos sectores de los mismos satisfacen plenamente una u otra de las muchas teorías existentes, y
convincentes, del fuego sagrado.

Y nuestra vida colectiva sería mucho más pobre sin ellos. Esto en cuanto al carácter científico de las ciencias sociales', tal como lo especifica la filosofía de la ciencia.
Pero obtendremos un cuadro distinto si lo miramos desde el punto de vista, no de los métodos empleados, sino de la repercusión sobre nuestro universo
cognoscitivo: si preguntamos si existe una actividad cognoscitiva consensual y generalizada, radicalmente discontinua respecto de las percepciones y técnicas del
pensamiento ordinario, y que permite inequívocamente acumular conocimientos a un ritmo sorprendente e inconfundible. La respuesta es obvia. En este sentido
decisivo, en términos de sus efectos sobre nuestro orden social, los estudios sociales no son científicos, por mucho que pretendan serlo, y no sin razón, con arreglo al
criterio o criterios precedentes. Pretenden haber robado el fuego sagrado. ¿No les hará nadie el obsequio de desear robárselo a ellos? Podemos intentar analizar este
fracaso descomponiéndolo en sus partes esenciales. Las técnicas descriptivas, cuantitativamente exactas, no se acompañan de la correspondiente teoría convincente
ni de una predicción igualmente exacta. Los modelos abstractos muy elaborados no se arraigan firmemente en el material empírico. Las grandes visiones de fondo no
son consensúales. Existen y reinan paradigmas, pero sólo en comunidades reducidas, y cuando se reemplazan unos a otros, la situación es muy distinta de lo que
comúnmente sucede en las ciencias naturales. En éstas, generalmente estamos seguros de que hay progreso, pero tenemos grandes dificultades para explicar cómo
es posible que sepamos que es así, dado que no existe ninguna medida común para comparar visiones sucesivas.

Las ciencias sociales nos ahorran esta molestia. N o tenemos por qué inquietarnos acerca de cómo es posible que logremos saber que progresamos, ya que no
estamos muy seguros de que hayamos progresado en realidad. Naturalmente, los defensores de un nuevo paradigma podrán estar seguros de haber progresado
(generalmente lo están); pero raras veces muestran la misma certeza en relación con la serie completa de etapas que constituye la historia de su disciplina. Todo lo
contrario, su propio avance es, muy a menudo, un salto atrás, el retorno a un modelo anterior. Si estoy acertado respecto a la insuficiencia lógica de las supuestas
pruebas de inadecuación del mundo social a los principios y métodos de la ciencia, no tenemos por qué concluir desesperanzadamente (o esperar confiados, como
también puede ser el caso) que esto no vaya a cambiar. Si, a decir verdad, el fuego sagrado de la ciencia no ha sido descubierto hasta la fecha, no sabemos cómo
remediar esta situación. La cuestión sigue en pie. Pero sospecho que sabremos que las ciencias sociales se han hecho científicas cuando sus especialistas dejen de
pretender que han robado por fin el fuego sagrado, pero haya otros que intenten robárselo a ellos; cuando la filosofía de las ciencias sociales se convierta en
búsqueda de explicación retroactiva de un milagro científico cognoscitivo, en vez de perseguir una promesa o una receta para realizarlo. Traducido del inglés

RESUMEN

En este artículo de reflexión se abordará en su introducción y en dos de sus partes, algunos aspectos del debate relacionado con la caracterización de lo que se
entiende por ciencia , se mostraran los desplazamientos que ha tenido la ciencia, indicando que se ha trasladado de los productos de la ciencia en particular como los
conocimientos, con énfasis en las teorías científicas; a la actividad científica misma, es decir, a la ciencia en el proceso de ser construida como tal, estos
desplazamientos han afectado a las ciencias sociales planteándoles como reto el desarrollar un conocimiento sistemático que pueda ser validado en la realidad.
Palabras Clave: Ciencia, Ciencias Sociales, Conocimiento, Reconocimiento, estatus.

Introducción

Es difícil ofrecer una caracterización precisa de lo que se entiende por ciencia. Se le puede definir como sistema de conocimientos que modifica nuestra visión del
mundo real y enriquece nuestra manera de vivir y nuestra cultura; se le puede definir como proce- so de investigación que permite obtener nuevos conocimientos,
los que a su vez ofrecen posibilidades nuevas de manipulación de los fenómenos; es posible atender a sus impactos prácticos y productivos, caracterizándola como
fuerza productiva que propicia la transformación del mundo y es fuente de riqueza; la ciencia también se nos presenta como una profesión debidamente
institucionalizada portadora de su propia cultura y con funciones sociales bien identificadas.

A la ciencia, se le puede definir como una serie de conocimientos que “autoenrrollándose” y “desplegándose”, construyen una ma- raña de conocimientos cada vez
más compleja que se alimenta de sí misma, y en gran medida, se aleja cada vez más de la propia sociedad que la sostiene pero que, por ello, esa misma sociedad cada
vez la entiende menos. En fin, se puede definir, también, como una serie de proposiciones que predicen el comportamiento de ciertos fenómenos.

La razón por la cual es posible apreciar tantas aristas diferentes de la ciencia es porque constituye un fenómeno complejo cuyas expresiones históricas han variado
considerablemente. Por eso, las definiciones, y a veces incluso sus repercusiones, resultan escurridizas e inalcanzables. Bernal (1954), como epistemólo- go,
consideraba que: “En realidad, la naturaleza de la ciencia ha cambiado tanto en el transcurso de la historia humana, que no podría establecerse una definición
concreta”. (p. 23) En el trans- currir de su categórico análisis Bernal, concluyó que mucho más beneficiosa que una definición conceptual breve, era enumerar el
conjunto de las cualidades que caracterizan el fenómeno en cues- tióny expuso que la ciencia debe ser entendida como: institución, método, tradición acumulativa
de conocimientos, factorprincipal en el mantenimiento y desarrollo de la producción y una de las influencias más poderosas en la conformación de las opiniones
respecto al universo y el hombre. Se trata de un enfoque amplio que permite una aproximación valiosa y diversa al fenómeno “ciencia”. Desplegada, sobre todo, a lo
que él consideraba como su aspecto principal: “... estudiar su historia y contexto social.

Esta meta, anunciada por Bernal, J.D. (1954) en el siglo pasado, ha ocupado un lugar de privilegio en los estudios de la ciencia, y esto ha ocurrido de la mano de dos
circunstancias fundamentales. Por un lado, que en la segunda mitad de ese siglo la ciencia, por su propio auge, se convirtió en una fuerza social extraordinaria y sus
estudios lo han reconocido así: las repercusiones económicas, éticas y políticas del trabajo científico, han impuesto un temario renovado de la ciencia.
Por otro lado, junto a esto y en parte por ello, aquellas tradiciones teóricas que prestaban escasa atención a la dimensión social de la ciencia o la ignoraban, han sido
desplazadas. Este es el caso del Positivismo y el Empirismo Lógico desarrollado por el circulo de Viena, pues, Rudolf Carnap divide las ciencias en formales, naturales y
sociales, apoyado en la idea de concebir una ciencia orientada bajo el modelo metodológico de la física, planteamiento que se expresa en el documento: “La
concepción científica del mundo” producido por Carnap y otros pensadores del Círculo de Viena, Neurath, O. (1995). Reichenbach expresa en su obra Moderna
filosofía de la ciencia, su apoyó a los miembros del “Círculo de Viena” en la afirmación del neopositivismo, al insistir en los métodos y los resultados de la ciencia
moderna, hace difícil al filósofo tradicional captar el sentido de estas investigaciones. (Reichenbach, 1965).

El Racionalismo Crítico de Popper, amplia estos planteamientos en ese sentido al indicar que:

Creo, sin embargo, que al menos existe un problema filosófico por el que se interesan todos los hombres que reflexionan: es el de la cosmología, el problema de
entender el mundo... incluidos nosotros y nuestro conocimiento como parte de él. Creo que toda ciencia es cosmología, y, en mi caso, el único interés de la filosofía,
no menos que el de la ciencia, reside en los aportes que ha hecho a aquella; en todo caso, tanto la filosofía como la ciencia perderían todo su atractivo para mí si
abandonasen tal empresa. Popper (1991)

Sin embargo, frente a estos debates generados por el circulo de Viena en ciertos círculos del ámbito de la investigación, aparece una tercera vía en el presente, la de
los grupos de investigación ubicados en un estatus de prestigio resultado de la fama, quienes son los que disfrutan de los privilegios en el acceso a recursos
provenientes delosfondos financieros destinados ala investigación y que son partícipes de una especie de ciencia cerrada. Ubicados de manera especial en las
Universidades elite y en los Hospitales de alta tecnología, favorecidos por las administraciones públicas, pero, carentes de la visión social de la ciencia, muy propensos
al prestigio personal de ciertos investigadores pertenecientes a los citados grupos o sistemas cerrados.

Salvo excepciones, estos grupos están constituidos por perso- nal que en general ocupa puestos de carácter vitalicio y por ello mismo, se dedican más a la
consecución de un prestigio personal en el ámbito internacional, que a la preocupación primordial de intentar resolver desde sus campos del conocimiento
problemas específicos de la sociedad. Son los que, además, disfrutan de las facilidades y aportes económicos con los que contribuyen las multinacionales, en sus
distintos niveles y ramas de la ciencia.
En sentido contrario la perspectiva social que se viene abriendo paso en el presente representa una opción radicalmente distinta a la tradición positivista en el campo
de la Filosofía de la Ciencia. La tradición lógico positivista centra su atención en el sistema de conocimientos formado; se interesa por la verdad y la busca en la
coherencia lógica del lenguaje científico. Este lenguaje se considera sólo si se refiere a hechos comprobables. De esta op- ción, empirista, fenomenológica y
descriptivista, se deriva un campo de análisis filosófico reducido: estudio del procedimiento de comprobación de los fenómenos, formalización de las teorías
científicas mediante la lógica matemática, y extracción y delimita- cióndel lenguaje científico de otras expresiones lingüísticas, como literatura y gramática
específicas. Según M. Otero (1979), esta postura realiza: “... una operación ideológica de ocultamiento que presenta a la ciencia como autónoma, universal, y
extrahistórica”.

No obstante, puede decirse que hasta mediados del pasado si- glo, la tradición positivista manifestada a través de tendencias y autores con posturas diversas, fue un
aspecto dominante en toda la filosofía occidental de la ciencia.

Como consecuencia, durante las primeras décadas del pasado siglo este tipo de filosofía parecía atrapada en una visión estáti- ca de la ciencia, concentrada en el
estudio del lenguaje y de las teorías establecidas, dominada por una visión simplificada de la relación entre las teorías científicas y la naturaleza a las que estas se
remiten y enclaustrada en un enfoque enciclopédico que daba cuenta del nivel de progreso obtenido por el saber científico. La elaboración de una concepción del
método científico entendido como un camino especifico y único conducente a la verdad, ab- sorbió buena parte del trabajo epistemológico de los pensadores.

Sin embargo, a partir de 1960, la temática relacionada con el análisis de la ciencia se ha enriquecido de manera considerable. Se presenta un conjunto de reacciones
académicas y sociales, resultados de estudios acerca de la ciencia (González García, et al, 1996,) que favorecieron el establecimiento de nuevas pers- pectivas. Lo que
interesa subrayar en este apartado, es que desde entonces los enfoques sociales de la ciencia han tenido una mayor relevancia, esto es resultado de los diversos
desplazamientos que ha tenido la ciencia, desde la década de los años 60 del siglo pasado hasta la actualidad.
1. Los desplazamientos de la ciencia

Por ello, la caracterización de la ciencia ha pasado por varios des- plazamientos. En primera instancia. La atención se ha trasladado de losproductos de la ciencia (en
particular los conocimientos, con énfasis en las teorías científicas) a la actividad científica misma, es decir, a la ciencia en el proceso de ser construida. Pues como lo
expresa Agazzi: En la civilización tecnológica que vivimos la tecnología es una red que abarca los más diversos sectores de la actividad humana “un modo de vivir, de
comunicarse, de pensar, un conjunto de condiciones porlas cuales el hombre es dominado ampliamente, mucho más que tenerlos a su disposición” (Agazzi, 1996,
p.141).

La reflexión de Agazzi apunta al problema de las fuerzas genera- doras del desarrollo de la ciencia, la interacción de la ciencia con otras actividades sociales, políticas,
económicas yacadémicas entre otras, los factores subjetivos que intervienen en los procesos de producción del conocimiento, en donde, los canales de difusión y
aplicación de conocimientos, aparecen con carácter principal.

Visión que admite la relatividad y falibilidad del conoci- miento científtco Un segundo desplazamiento de las diferentes percepciones de los resultados de la actividad
científica, guarda relación con las perspectivas de los variados niveles culturales, de las vivencias, necesidades y exigencias actuales de la propia sociedad. La idea del
conocimiento científico propuesto como teorías objetivas, formalizadas con cierta rigurosidad, sometidas a prueba y por ello admitidas como verdaderas, ha sido
sucedida por una visión que admite la relatividad y falibilidad del conoci- miento como en cierta medida lo expresa Popper en sus escritos, su carácter transitorio;
admite unos linderos menos radicales entre ciencia y otras formas de conocimiento, además, entiende el conocimiento científico como un constructo de la historia, la
sociedad y la cultura, influido por tanto por sus tradiciones, valores y prioridades.

Se reconoce que la ciencia no consiste sólo en el trabajo de investigación que perfecciona sistemáticamente el universo de las teorías disponibles. El apartado
anterior se amplía con lo que Levy-Leblond expresa al manifestar que hay que partir, pues, de la idea de que la producción científica ocupa un lugar bien determinado
en la sociedad que condiciona sus objetivos, los agentes y el modo de funcionamiento. Práctica social entre otras, irremediablemente signada por la sociedad en la
que se inserta, contiene todos los rasgos y refleja todas las contradicciones, tanto en su organización interna como en sus aplicaciones - Se trata pues de verdaderas
relaciones de consti- tución entre la ciencia y la sociedad (Levy-Leblond, 1980, p.25).

La ciencia tiene diversas formas de expresarse en la educación, en la industria, en los servicios, en las labores de consultoría, en las publicaciones científicas y de
divulgación, en la recopilación y organización de información y en el direccionamiento que le dan las personas que poseen una formación científica y además,

tienen un papel importante en la sociedad, en especial cuando se encuentran asumiendo el rol de funcionarios públicos. En estos ámbitos, la ciencia actual tiene una
presencia relevante, debido a la creación de instituciones de carácter científico estatal en el mundo moderno como Colciencias en el caso colombiano. El análisis de
esos contextos, no reductibles al espacio físico de un laboratorio, muestra matices que ayudan a establecer los nexos entre ciencia y sociedad.

Una tercera perspectiva consiste en profundizar en el estudio de la ciencia desde el ángulo de los procesos de profesionalización e institucionalización que hacen
posible la actividad científtca. La ciencia, por la complejidad que ha adquirido, no es la obra de un solo investigador aislado del mundo real. La ciencia en le presente
es una actividad profesional insti- tucionalizada que supone educación prolongada, construcción de unos valores morales, creencias, desarrollo de maneras de
pensar, búsqueda y análisis de información. La ciencia es todo un modelo complejo que así debe ser estudiado.

Las derivaciones descritas apenas perciben algunas de las muchas transformaciones que en las últimas décadas ha experimentado la comprensión de la ciencia.
Parece fundamental que sea captada cada vez más como una actividad social.

2. Algunas de las problemáticas de las ciencias sociales


Losplanteamientos expresados en losapartados anteriores tienen consecuencias teóricas y metodológicas importantes. A conti- nuación trataremos de aclarar un
poco más esas consecuencias apelando en parte a los argumentos anteriores e incorporando otras consideraciones, sin embargo aclaramos que abordaremos
algunos pocosaspectosde esta compleja problemática. Wallerstein plantea en su obra abrir las ciencias sociales que: “La ciencia social es una empresa del mundo
moderno; sus raíces se encuentran en el intento, plenamente desarrollado desde el siglo XVI y que es parte inseparable de la construcción de nuestro mundo mo-
derno”. (Wallerstein, 1996, p.4)

Como se indica en el apartado anterior y en la parte inicial de este escrito, las ciencias sociales tienen como reto desarrollar un conocimiento sistemático que
puedaser validado en laexperiencia, de manera similar a como acontece con las ciencias naturales, a nuestro juicio esto es un error, que intentaremos hacer evidente
en los siguientes apartados.

Además, es importante considerar que en la división oclasificación de las ciencias nunca ha sido clara la separación entre los campos del saber pertenecientes a las
ciencias sociales y a las ciencias humanas; en unos casos se trata de dos formas para referirse a las mismas disciplinas, mientras en otros existen diferencias entre las
disciplinas. La división de saberes efectuada desde finales del siglo XVIII y principios del XIX, es mucho menos confusa respecto de las ciencias naturales y las
humanidades aunque todavía “Descartes o Newton, Leibniz o Malebranche, son deno-

minados sin distinción sabios o filósofos”, (Badinter, 2007, pág.

17) a pesar de que hicieron también grandes contribuciones a las ciencias naturales.

Para acercarnos a una conceptualización de Ciencias Sociales debemos aclarar en primera instancia lo que es un concepto. Deluze y Guatari (1999) afirman que todo
concepto remite a un problema, a unos problemas ; en este orden de ideas las Ciencias sociales comprende un conjunto de disciplinas que se ocupan de diferentes
aspectos relacionados con los grupos humanos y la sociedad, en general, estudian las manifestaciones materiales e inmateriales de la humanidad. Existen otras
denominaciones que se ubican en el espectro de las ciencias sociales, como son las ciencias humanas y las humanidades, estos saberes implican diferentes
consideraciones de carácter epistemológico.

Las ciencias sociales tienen problemas metodológicos específicos, estas situaciones no soncomunes en las ciencias naturales; debido a que dentro de las ciencias
naturales hay poco debate sobre qué caracteriza a una ciencia, pues seconsideran oficialmente una cien- cia es decir, se legitiman a si mismas en esto estriba su
problema.

Las ciencias sociales a través del tiempo han debatido, sobre qué es una ciencia y si el conjunto de sus disciplinas constituyen una ciencia social; dado que algunas
disciplinas y estudios sociales, involucran procesos de razonamientos que no son consideradas ciencias sociales en sentido estricto, como puede ser el caso de los
aportes de los grupos indígenas y comunidades negras al estudio denuestras realidades, saberes algunas veces olvidadosy que desde nuestra perspectiva también es
una manera de hacer ciencia .

Para ser concretos, una ciencia se define a grandes rasgos por el tipo de metodología que utiliza; la tradición ha legado dos grandes caminos para acceder al
conocimiento: la vía inductiva y la deduc- tiva. El procedimiento inductivo es el método empleado por las Ciencias Sociales, el deductivo se le atribuye a las
Matemáticas.

En este contexto cabe preguntarse si: ¿Es posible formular leyes de forma semejante ha como lo hacen las ciencias naturales en el campo de las ciencias sociales?.
Para autores como Fay & Moon existen dos posturas polarizadas frente al tema: los naturalistas, que consideran a las ciencias sociales como muy similares a las
ciencias naturales, y por lo tanto, correspondientes metodoló- gicamente con éstas.
En la postura naturalista, de los investigadores científicos se espera que se guíen por el método científico, que se reduce a la siguiente sucesión de pasos:
conocimiento previo, problema, candidato a la solución (hipótesis, diseño experimental o téc- nica), prueba, evaluación del candidato, revisión final de uno u otro
candidato a la solución, examinando el procedimiento, el conocimiento previo e incluso el problema. (Bunge, M. 1999).

Bunge considera, que la verificación de las proposiciones, con- siste en someterlas a prueba para comprobar su coherencia y su

verdad, la que a menudo resulta ser sólo aproximada, además, afirma que esa prueba puede ser conceptual, empírica o ambas cosas, que ningún elemento, excepto
las convenciones y las fórmulas matemáticas, están exentos de las pruebas empíricas y tampoco hay ciencia alguna sin éstas. Estos planteamientos son ampliados en
el siguiente texto:

Según lo estimo, la descripción sumaria antes mencionada es válida para todas las ciencias, independientemente de las dife- rencias de objetos, técnicas especiales o
grados de progreso. Se ajusta a las ciencias sociales, como la sociología, lo mismo que a las biosociales, como la psicología, y a las naturales, como la biología. (Bunge,
M. 1999, 18).

Ensentido contrario se ubica la postura de los humanistas, la cual, asegura que ambas ciencias no tienen ningún punto en común, por lo tanto las ciencias sociales no
tienen correspondencia ni coherencia con el métodocientífico clásico. Fay& Moonpretenden dar con un punto medio que haga pertinente la explicación del porqué
existen las ciencias sociales como ciencias, y cómo ellas se diferencian de las ciencias naturales en cuanto a sus resultados, metodología y leyes que plantean, de
carácter interpretativo en lo social y explicativas en lo natural. (Véase Fay & Moon, 1995). Para Fay y Moon las ciencias naturales y las ciencias sociales coinciden en
un aspecto y es que ambas son ciencias.

Desde otra postura Nagel considera que:


En resumen, las ciencias sociales no poseen en la actualidad sistemas explicativos devastoalcance consideradossatisfactoria por la mayoría delosestudiosos
profesionalmente competentes y secaracterizanporlosseriosdesacuerdos tantosobre cuestiones metodológicas como sobre cuestiones de contenido. En conse-
cuencia, se ha puesto en duda repetidamente la conveniencia de considerar a cualquier ramaactual de la investigación social como una “verdadera ciencia”,
habitualmente sobre la base de que, si bien tales investigaciones hanbrindado grancantidadde información frecuentemente confiable acercadetemassociales,
estascontribuciones son principalmente estudiosdescriptivos de hechos sociales especiales correspondientes a grupos humanos de determinada ubicación histórica,
pero no suministran leyes estrictamente universales acerca de fenómenos sociales. (Nagel, 1991 p. 451). [“”]

Como indica Nagel en la mayoría de los casos para los sistemas sociales no es fácil la realización de experimentos en condiciones controladas de laboratorio; en otras
situaciones los efectos que pueden ser predecidos son de carácter cualitativo, lo cual hace difícil el poder establecer los linderos cuantitativos para dichas
predicciones.

Conclusiones

En las ciencias Sociales cohabitan posturas que pueden ser hasta opuestas entre sí con relación a algún aspecto de la realidad, esta

dicotomía no es clara para las ciencias naturales, pues estas dis- ciplinas tienden a jerarquizar o dar preeminencia a un fenómeno sobre otro, a manera de ejemplo
posturas a favor y en contra del aborto en el caso de las ciencias naturales intentarían responderse desde la idea de cuál es el argumento más fuerte.
Algunos científicos sociales con base en estas posturas han considerado de manera errada que las disciplinas humanistas de la ciencia social deberían tratar de imitar,
al menos en este aspecto, a las ciencias exactas.

Autores como William James expresaban a finales del siglo XIX planteamientos similares. Sin embargo, estas distinciones teóricas son estudiadas con más
profundidad en escritos como: “Teoría de las Ciencias Humanas” y también aparecen en otros enfoques epistemológicos como el “Diccionario Crítico de las Ciencias
Sociales”. Los aspectos antes referenciados nos indican que las ciencias sociales han buscado a través del tiempo, han luchado con las ciencias naturales por el
reconocimiento de un estatus de ciencia para sus disciplinas, evento que se da al independizarse de la filosofía, aspecto que se abordará en los siguientes apartados.

Si se aplican estos postulados de Bunge a las ciencias sociales, los pensadores de lo social deberán guiarse por el método científico, sin embargo en este tema no hay
consenso, el problema para las ciencias sociales radica en cuál es el método ideal para que estas disciplinas sean tratadas como lo que son ciencias, consideramos
que allí está el debate.

Las premisas de Bunge sirven para apoyar la idea de una la legi- timación en las ciencias sociales de los paradigmas científicos, sobre la base de que los fenómenos
sociales, pueden ser objeto de mediciones y la posibilidad de un acuerdo universal sobre las medidas mismas.

Sin embargo, por todas las perspectivas, enfoques y posturas que han sido desarrolladas acerca de las ciencias sociales, se constituye en solo una arista. La reflexión
de Wallerstein en su obra abrir las Ciencias Sociales, considera, por ello, que la situación es más compleja, dado que se trata de entender los desafíos y situaciones
que las ciencias sociales enfrentan en su estudio de la realidad.

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