*********************************************
Consideraciones liminares.
i. El escrito debe ser ubicado en el siguiente ‘espacio de observación’: el
vínculo del hombre y el contexto --biológicamente planteado: la relación
organismo y ambiente; estéticamente: la relación perceptor/obra (cosa). El título
reza: “De las obras que hacen…”. En efecto, de manera detallada y demorada
nos ocupamos no de lo que sean las obras, sino más bien, de su accionar sensible
–de su comportamiento, actividad… El subtítulo describe: “El camino de la
materia, hacia la conciencia”. Podría también haberse expresado: El camino de lo
exterior, hacia el interior –el modo en que ‘lo ajeno’, se hace ‘propiedad’, o si no:
el modo en que lo otro, ingresa a lo propio.
ii. El abordaje es filosófico y de observación fenoménica… Es decir, el
acceso es metodológicamente fenomenológico, pero sólo si se entiende por
‘fenomenología’: un proceso cognitivo toda vez emergente de una previa pero
contingente participación vital al interior del evento corpóreo que toda realidad es –
cosa, universo... (No hay fenomenología, en cambio, si se la concibe como un
saber descriptivo de relaciones establecidas, regulares e incluso entre pares. El
Desarrollo.
1. El hombre y el útil.
2
1. El planteo heideggeriano podría ser presentado de este modo… El ser-
útil del instrumento consiste en la utilidad, pero aun esa utilidad, descansa en
una más primaria ‘esencia’: la seguridad. Tal tesis se encuentra en “El origen de
la obra de arte”, y dentro de este opúsculo, en su hermenéutico abordaje de los
‘zapatos de la campesina’ de Van Gogh. Insiste Heidegger en que no es el útil el
que ofrece la clave de acceso y entendimiento de la obra de arte, sino que más
bien ocurre lo inverso: es la obra la que nos aclara y detalla el modo de ser
propio del útil –la obra de arte devela el ser de los entes –entre ellos, el útil, o
los útiles. Venía de describir –Heidegger--, entusiasta, los rasgos del útil (los
zapatos de la campesina) y dice:
Pero tal vez sólo por el cuadro veamos todo eso en el zapato. La
campesina, en cambio, lleva simplemente los zapatos. (…) Cada
vez que la campesina se quita los zapatos muy entrada la noche
y con un cansancio duro pero sano, y cuando los busca de
nuevo en la hora todavía a oscuras del alba, o los deja a un lado
los días de fiesta, entonces sabe todo ello sin observarlo ni
reflexionar. Sin duda el ser-instrumento del instrumento
consiste en su utilidad. Pero ella a su vez descansa en la
plenitud de un ser esencial del instrumento. Es lo que
denominamos seguridad. Gracias a ella la campesina se amolda
mediante ese instrumento al tácito llamamiento de la tierra;
gracias a la seguridad del instrumento se siente segura ella de
su mundo. Para ella y para quienes con ella viven a su manera,
el mundo y la tierra sólo así existen: en instrumento. Decimos
‘sólo’ y nos equivocamos al decirlo, pues es la seguridad del
instrumento lo que da al mundo sencillo su amparo y asegura a
la tierra la libertad de su constante embate.2
2Heidegger, Martin. Sendas Perdidas, Losada, Buenos Aires, 1960, trad. José Rovira
Armengol, p. 26.-
3
Acordamos con la idea de que la obra de arte ‘entrega’ y ‘en fenómenos’
el modo de ser de las cosas –incluidos los útiles--, y que lo hace con un alto
grado de efectividad…, pero en modo alguno: que las cosas ‘siempre’ y ‘todas’
requieran para anunciarse de la mediación artística… Todas las cosas, cada una,
las vivientes, las obradas, y aun lo inerte, como las piedras…, actúan, y
sensiblemente. Aun las manos quietas, gestúan…
Acaso dominados por la física moderna, que plantea la prioridad y casi
exclusividad de los movimientos ‘rotatorio’ y ‘traslatorio’, no detectamos los
muchos quehaceres que las cosas ejercen --y en los que consisten… (Pues “Una
cosa es cosa, porque nos diga lo que nos diga, nos lo dice siempre a través de la
organización de sus aspectos sensibles” –plantea Merleau-Ponty en su
Fenomenología de la percepción3--; y atendamos a Konrad Lorenz, quien cita a von
Uexküll: “Todas las cosas (…) son cosas de acción”4.) En efecto, debiéramos
‘atender’ a la diversidad de las cosas del mundo, y sostenerlas… Hay cosas que
vibran --y estimulan los ojos--; otras que se salen de sí, que explotan –y
trasladan a su entorno-; hay otras que modulan sobre sí con la unidad dinámica
del estilo –y empujan, corren suavemente--; otras que en su abrirse absorben,
ingieren… En definitiva: todas las cosas sensibles hacen, y hacen hacer según sí
mismas… A la interpretación filosófica de Heidegger pareciera faltarle
fenomenología biológica. A nuestro pensar: no yerra en lo que dice, sólo que no
se atiene a todo lo que hay. De todos modos, no es por aquí por donde hoy
queremos cursar… Volvemos a la tesis: la esencia –piénsesela constitutiva y
dominante— del útil, es la SEGURIDAD. Coincidimos.
4
rurales--, es habitando artefactos. Nos reunimos en aulas templadas, con
pavimentos de madera, o cemento, ventilación y luminaria… Las clases le
ganan al atardecer y obtienen hacia adentro su propio tempo y su propio modo;
así, conservadas y seguras, se extienden o demoran sólo desde sí. Pero también
habitamos vestimentas –abrigos y señales…, señales de nuestro ‘lugar’ en el
mundo--, y zapatos…; y nos encastramos en pantallas, e incluimos en celulares
–como usuarios usados. Hace largo tiempo que los hombres que somos --y aun
aquellos de los que venimos-- no transitamos ‘directamente’ la physis, y que la
intemperie no nos toca. (Sólo la lluvia pareciera atreverse en la ciudad a
persistir en su abordaje de contacto; la lluvia, esa irreverente que elude a lo
impermeable toda vez, y toda vez, humedece.)
Tal relación de capsularidad --hombre/artefacto--, dispone al hombre
como ‘operador’ y al artefacto como ‘prestador’. El vínculo no es de un uno y
un otro en libertad: es de una actuación reglada con otra actuación pautada. No
se trata de dos entidades que se llevan la una a la otra más allá de sí, sino por el
contrario, de un operador que obtiene su ‘beneficio’ en tanto procede
‘reglamentariamente’ en el aparato. Aparentemente el que opera, beneficiario,
es quien domina...
5
Ley –afección sensible, pero sin que el usuario comprometa ni
cese en su SER SÍ MISMO.
6
omisión... Insistimos, la maquinaria --mecánica o informática--
moderna nos manda a ser como estamos.)5
6Acaso nos ‘cueste’ advertir que lo que nos aparece estático, como una arquitectura, en
realidad es cosa plena de actividad. Pero es que aun las cosas fijas comportan movilidad:
cosa que vale tanto –por ejemplo-- para los ojos, como para los cristales. (Los ojos
parecen fijos en la ‘focalización’, pero sin embargo para hacerla reclaman frenética
movilidad –micronistagmo. Respecto los cristales…, atendamos a Richard Feynman:
“Ahora bien, aunque el hielo tiene una forma cristalina ‘rígida’: (…) el hielo tiene calor.
(…) ¿Qué es el calor en el caso del hielo? Los átomos no están en reposo. Están
8
modifica nuestra dinámica; la dinámica –en nosotros--, modifica nuestra
estructura.)
agitándose y vibrando. Así pues, incluso si hay un orden definido en el cristal –una
estructura definida--, todos los átomos están vibrando ‘en su sitio’.” Feynman, R. Seis
piezas fáciles, Crítica, Barcelona, 2007, p. 41.-
9
y esa inducción acaba por ‘modificarnos’. (En esta potestad radica, a nuestro
entender, la preeminencia ‘educativa’ de ciertas obras de arte –cine, p. ej.--, por
sobre las propuestas educativas de carácter científico-conceptual. Hay obras
que, de algún modo, logran enseñarse a sí mismas, corporalmente, a los cuerpos.)
Entramos a ver un film. Desde una perspectiva visual, el vínculo es
apenas con la pantalla, pero en una observación del contacto… El cuerpo se
asienta en la butaca, y se olvida de sí mismo; se apagan las luces, y desaparecen
ahora también los cuerpos ajenos; la pantalla es amplia, las imágenes se saltan
de su sitio y los sonidos abordan…: el film entonces deviene escénico –y nos
incorpora. (Hay algo de onírico en la propuesta/montaje cinematográfica –sin
duda-; por lo pronto, como en los sueños, el cognoscente protagoniza.7) Ahora,
in corpore, habitamos la película. “Fuimos a ver un film…”, pero en realidad
sería más adecuado decir que “participamos de un evento cinematográfico”. Lo
hemos visto, aunque, primariamente, nos estuvo tocando.
El habitat (ya no hablamos de sillas sino de un film) no fue cosa que
hemos visto --pasamos a pertenecerle, y corporalmente… El film es corpóreo.
No sólido, pero su fenoménica –imágenes, sonidos, vibraciones-- no necesita ser
pétrea. El film no requiere ser sólida arquitectura para inducir sensiblemente:
toca, lleva, desplaza, obtura, eleva, tan contundentemente como cualquier
edifico escolar, o biblioteca, o catedral. Las imágenes, por caso, no son escaleras
y ventanales, pero todo hombre espectador, al interno del film, camina y
asciende, y se asoma por ellas. La pertenencia no es neutral –en modo alguno
somos contenido de un continente. Es decir, el habitat es activo, se entrega
sensiblemente al espectador, y además: en el espectador y antes que el
espectador (Experiencia de inspiración).
En el espectador. El film no es exterior. Pues no es cosa individual,
replegada sobre sí, sino un acontecer fenoménico que se da –unos fenómenos que
contactan--, y por lo tanto es EN el receptor –NO ANTE el espectador. (La
11
estructural; que es el arte también nuestro origen y que a él nos
parecemos. Algo más…
12
que es nuestra decisión…!: cuando en realidad la escena nos ha anticipado, se
abrió camino por sí misma hacia nosotros, y allí se instaló –dominante. Somos
participantes de la escena, pero cuidado, no sus hacedores. Ella es la que nos
impone qué hacer, a partir de lo cuál obtenemos qué saber.8
Coda.
El díptico ‘materia/forma’, con el que se ha interpretado
tradicionalmente en Occidente todo modo de ser cosa y sin distinción --pues se
ha aplicado a las cosas naturales, el hombre, las obras de arte…--, procede
según Heidegger de una observación que Aristóteles hace del útil. Según
Heidegger, el modo ‘útil’, o si quiere el modo de ser del útil fue ‘medida patrón’
--en Occidente--, de toda otra y cualquier realidad sensible –la habitual forma
lingüística de referirnos por ejemplo a una piedra como ‘mera cosa’, propone
Heidegger, indica una clara devaluación para todo aquello que ‘todavía no es
útil’ y por ello es ‘apenas’, es decir ‘mera’ cosa. Cosa plenamente, parece ser en
Occidente, según Heidegger, sólo la cosa-útil –todas las demás, se remiten a
ella. Pero no es esto lo que nos interesa aquí, en este final; nos ocupa más bien la
primeridad y preeminencia de la percepción ‘estética’ por sobre toda consideración
‘metafísica’. Aristóteles, según Heidegger, extrae su interpretación de la
‘intimidad’ de todo ente, de la ‘complexión’ del útil; en otros términos, la
composición hyle-morphica de toda ousía, es extraída del ‘material formateado’
en que todo útil consiste.
8
Y por si fuera poco su dominio, su inductividad sensible, además de movernos a su
modo nos pauta el tiempo… --al punto de que tras la escena del cine, en la salida, nos
asombramos de la increíble distancia abierta entre el tiempo reloj y el tiempo vivido.
¡Jamás imaginamos que hubieron de pasar tres horas…!
13
Tal primeridad de lo físico-estético respecto lo metafísico-gnoseológico,
continúa perpetrándose: las obras –artísticas, utilitarias— en tanto las
habitamos, continúan EDUCÁNDONOS EN ellas mismas –tómese el ‘en’: por
medio de ellas, y acerca de ellas. (Las obras, en ellas, se enseñan a sí mismas; pero
en tal enseñanza a su vez, despejan y habilitan el saber intelectual de las teorías
que las habitan. Todas las leyes de la Óptica habitan el microscopio…)
Por cierto que a los hombres de hoy, las leyes y teorías de la física
cuántica nos presentan serias dificultades de entendimiento… Sin embargo, no
sería extraño que en unos centenares de años aun los alumnos primarios –de las
Escuelas Primarias, si es que aún las hay-- las estudien en sus manuales
escolares… --¡y las comprendan! ¿Proponemos que los hombres niños del
futuro nacerán ‘más inteligentes’…? ¿No es acaso esto lo que los propios y
actuales niños y jóvenes nos acreditan a diario con sus ‘increíbles’ actuaciones
informáticas…? Demos un rodeo…
Es indudable que nosotros comprendemos más y mejor las exigencias
reglamentarias del pensar conceptual que proponía Sócrates en su tiempo –‘más
y mejor’ que aquellos ciudadanos atenienses del –V. Pero en modo alguno nos
convence la idea de que tal cosa así es por ser nosotros ‘nacidos más
inteligentes’ que los griegos de aquel entonces.9 A nuestro entender sólo y
apenas se trata de que los hombres de aquí y de hoy: sí somos ‘íntima y
estructuralmente’ conceptuales y socráticos –a diferencia de los coetáneos de
aquel ilustre ateniense. El planteo socrático es ‘vanguardia’ en su tiempo, y
naturalmente colisiona con los modos de ser, estar y hacer de los griegos de
entonces. Pero en nosotros, en cambio, lo socrático es propia realidad
constitutiva –no realidad externa y por aprender, sino cosa que ejercemos.
9 La cuestión de qué sea ser-inteligente por cierto que es amplia y variada, y supera con
creces las intenciones de este escrito… Pero sépase que no refiere aquí y en este texto,
más que a la posibilidad concreta de entender ‘suficientemente’ alguna realidad –
‘suficientemente’, queremos decir: cuando lo sabido es pasible de ser aplicado y/o
enseñado.
14
Ahora bien, en modo alguno pensamos que tal proceso ‘educativo-
constituyente’10 nos haya venido por la vía de propuestas teóricas al interior de la
educación formal institucionalizada. No pensamos que nuestro ser-socrático
provenga de las Escuelas... Es por la mediación de la obra que lo exterior, se
hace interior; que la propuesta, se hace intimidad. Lo comprendió muy bien
Faraday, quien desde las velas en combustión, desplegó para sus alumnos una
existencial, precisa y convincente enseñanza de las fuerzas y leyes de la
naturaleza.11
- LORENZ, Konrad. La otra cara del espejo, Plaza y Janés, Barcelona, 1980.-
16