“FRAGMENTADO”
Fragmentado (2016) es la última película del director, guionista y productor M. Night
Shyamalan, y es un thriller psicológico en el que su protagonista es un sujeto llamado
Kevin (James McAvoy) que sufre de trastorno de identidad disociativo (antes conocido
como trastorno de personalidad múltiple), que lo hace convivir con 23 personalidades
diferentes.
En este contexto, el joven secuestra a tres adolescentes para ‘alimentar’ a una de esas
personalidades, la más peligrosa y dominante conocida como “La Bestia”. Si bien en
Kevin coexisten 23 personalidades, en la cinta vemos sólo algunas, las que resultan ser
las más hostiles y que han logrado tomar el control de su mente y cuerpo, ocultando a
aquellas personalidades adaptadas mejor socialmente.
Son nueve personajes distintos los que podemos ver en la película, pero los que más
interactúan con las jóvenes secuestradas son Dennis, un hombre con trastorno obsesivo
compulsivo que goza de ver bailar a mujeres desnudas; Patricia, una mujer
‘peligrosamente’ educada y serena; y Hedwig, un niño de nueve años que cecea. Estas
tres identidades diferentes son conocidas por las otras como “La Horda.
En esta misma línea, cada una de las personalidades tiene diversos estilos de vida e
incluso la película ofrece una mirada a una posible alteración de la microbiología del
individuo, conforme a sus diversas identidades.
El TID puede presentarse en dos formas; posesión: las diferentes identidades de la persona
aparecen como si se tratara de un agente externo que ha tomado el control de la persona.
En este caso las personas hablan y actúan de manera independiente y diferente a como lo
hacen normalmente. De este modo, las diferentes identidades son obvias para las demás
personas. Por lo general, la o las identidades alternativas no son deseadas, y provocan
angustia y un deterioro importante en la vida del sujeto, y no posesión: tienden a ser
menos evidentes, y la persona nota una alteración repentina en su sentido de sí misma,
sintiéndose a veces como si fuera observadora de su propio discurso, emociones y
acciones, en vez del protagonista.
En la película podemos ver que las identidades de Kevin esperan en una habitación oscura
hasta que Barry, un hombre amable y educado, y que vendría a ser la personalidad
dominante, les da “la luz” para así controlar el cuerpo que comparten con los otros tantos
En este sentido, la cinta da a entender que el niño es una especie de regresión a la infancia
y que aparece en momentos en que Kevin no puede enfrentar las consecuencias de sus
acciones de manera madura. Un aspecto recurrente en la película, pues a ratos Hedwig
parece estar muy por sobre el resto de las personalidades, tanto de las ‘sanas’ como de las
‘peligrosas’.
Otras personalidades que vimos escuetamente son la de Orwell, un hombre fanático de la
historia; Jade, la única identidad que tiene diabetes. Cabe señalar que estas personalidades
con el resto de las pacíficas, han logrado mantener a “La Horda” controlada, eso hasta
que a medida que avanza la trama podemos ver cómo se van liberando.
Si bien la cinta comparte varios lugares comunes con respecto a lo que dice la ciencia
sobre el TID, sí existe un punto de amplia discusión, y es que la película plantea la
posibilidad de alterar la neurobiología en función de la personalidad que domine en
determinado momento; de hecho, lo podemos ver con Jade, la única identidad que tiene
diabetes o con Dennis y su trastorno obsesivo compulsivo. Barry y las otras
personalidades ‘sanas’, visitan periódicamente a la Dra. Fletcher, una psiquiatra que
asegura que las personas con personalidad múltiple pueden alterar la química de su cuerpo
a través de la autosugestión, debido a las creencias que mantiene cada una de las
identidades sobre su propia naturaleza. Para la psiquiatra, las personas con TID pueden
desarrollar el “potencial humano” en un grado mucho mayor que quienes no tienen el
trastorno.
Se podría decir que este punto es el que más raya en la ficción, puesto que no se conocen
casos comprobables, más allá de los testimonios de los pacientes. En ese contexto, el
psicólogo explica que “hoy en día el medio ambiente mas una psicoterapia adecuada,
puede modificar una expresión de los genes, inhibir o estimular, pero jamás de un
momento a otro, por lo que eso es una utopía y raya en la ficción”.
Hace años existe una técnica no muy popularizada llamada EMDR, cuyas siglas quieren
decir “desensibilización y reprocesamiento por el movimiento ocular”, y que consta de
una estimulación bilateral que se trabaja a través del movimiento de los ojos, sonidos o
toques en forma alternada, para así ir procesando experiencias o traumas dolorosos del
pasado, junto con una terapia cognitiva, tiene un resultado positivo en un 90% de los
casos, lo que da “una esperanza bastante grande a la población que sufre de trastornos
de este tipo”.