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CONTRACORRIENTE

En comparación con otras jóvenes de su edad, Noná no se sentía bonita. Era bajita,
regordeta y con carita redonda, abundante cabello grueso y negro como el carbón cortado
en forma circular con flequillo.

En cambio, su presencia inundaba ternura y sapiencia.

Su cuerpo al descubierto, protegida solo su parte más íntima, con senos erguidos,
abundantes y una piel tostada por el resplandeciente sol, producían una sonrisa picarona en
los más jóvenes.

¡Si, realmente era atractiva!

Sus manos grandes por el trabajo con la tierra parecían embellecer todo lo que tocaba y así,
en sus ratos libres, hacía canastas, paneras, etc. con fibras del carandillo – palmera pequeña
que crece en la región – que luego canjeaba por otros productos.

Su mirada profunda y dulce daban serenidad a quiénes a ella se dirigían.

En las comunidades Pilagá, en el Chaco Formoseño, Noná era muy apreciada por sus
numerosas cualidades.

Con los años y al ir creciendo se convirtió en sabia compañera de su abuelo (Tata), de quien
ella misma se nutría de experiencia y consejos.

Él le transmitió todo su saber, le contaba historias de su familia y su pueblo. Le enseño a


labrar la tierra, a sembrar y a cosechar, a pescar y a cazar. Muchas actividades que
normalmente aprendían los jóvenes, pero estos habían sido enviadas a trabajar a los
ingenios azucareros de Salta y Tucumán, otros a las plantaciones de algodón y muchos
obligados a formar parte de las tropas en las guerras fronterizas.

Con los años, el Tata comenzó a tener varias “nanas” que ninguno de los manosantas que
había en el reservado podían curar; ella que ya había sentido hablar del sanador Tonkiet,
convenció a su Tata en ir a visitarlo, pero tenían que salir del reservado e ir hasta Bomba.

Emprendieron el camino, a poco de llegar comenzaron a ver mucha gente en tranquila


espera, gente como ellos enfermos con ansias de ser curadas.

Lamentablemente los gendarmes no lo entendieron así y comenzaron a dispararles y a


perseguirlos eliminando a la gran mayoría. El Tata murió de un disparo en la espalda cuando
trataba de escapar, ella logró huir y llegar a su comunidad para informar a los suyos de lo
vivido.

La mayoría atemorizada se escondió en el monte o huyeron a Pozo del Tigre o Campo del
Cielo.

¡Por el miedo y el temor a la represarías, callaron más de cincuenta años!

Hoy, yo me atrevo a difundir más esta masacre Pilagá de Rincón. Bomba que me parece
increíble haya ocurrido en mi país, exactamente en la zona del Gran Chaco, Formosa en
octubre de 1947.
Soy argentina y donde vivo ahora, Europa, aprendo día a día a tener memoria; nos
recuerdan continuamente los genocidios cometidos en las diversas guerras, mientras
nosotros deliberadamente y debajo de la alfombra, escondemos nuestras verdades.

Memoria para recordar los injustos asesinatos en nombre de un “Futuro mejor “¿Mejor para
quiénes?

Teóricamente para nosotros mismos – la mayoría, el pueblo –, pero la realidad demuestra


que ese “Futuro mejor” fue sólo organizado para que “unos pocos” se enriquecieran y como
lamentablemente la historia no cambia, esos “pocos” continúan enriqueciéndose aún más
hoy todavía.

Memoria que quisiera que nosotros los latinos no perdiéramos tan fácilmente; porque quiero
tener memoria y siento dolor por los hechos que muchos colonos cometieron en “El Nuevo
Continente”, dedico esta historia a todos aquellos que a pesar del despojo y olvido continúan
luchando por una existencia digna.

Fin
Vendiendo el alma al diablo es uno de los atrapantes cuentos del diablo escrito por Alberto Suárez
Villamizar sugerido para adolescentes, jóvenes y adultos.

¡Talán,talán!

Las campanas del viejo reloj de la iglesia del pueblo marcaron las 11:30 p.m.

Es hora de salir y emprender el camino. A pesar de haberse preparado, no deja de sentirse


nervioso. Se sirve un vaso de ron el cual consume de un solo golpe para llenarse de valor.
Sigilosamente abre la puerta y sale a la calle, la cual se encuentra solitaria y oscura a esta
hora. Se dirige al “callejón de las Marías” el cual debe cruzar para tomar el camino hacía el
cerro el “azufral”, llamado así por los olores que algunas noches se sienten venir de allí. Se
detiene un momento para verificar que no sea seguido ni observado por nadie, pero solo
logra sentir el eco de su propia jadeante respiración

Cuenta con el tiempo suficiente para llegar a la cumbre del cerro, la cual debía alcanzar
hacia la medianoche de acuerdo a las instrucciones recibidas, ya que es la hora apropiada
para obtener su cometido: invocar al diablo para negociar con él y obtener su ayuda para
solucionar su problema……

Todo empezó aquel día..

-Hola Ricardo , ¿ Cómo estás? Tanto tiempo sin verte.

-Bien, Juan, he estado retirado de la ciudad. Me desempeño como alcalde de un pequeño


municipio. ¿ y tú qué haces, sigues trabajando en la construcción?

-Sí señor, sigo tratando de mantenerme con algunos pequeños trabajos. ¿Por qué Ricardo,
tienes algo que ofrecerme? ¿Me podrías ayudar en algo?

-Ahora mismo estamos interesados en construir el puente sobre el rio Frio, a la entrada del
pueblo, tú tienes experiencia en esa clase de trabajos y podrías hacer esa obra.

Decídete, te vas al pueblo y te encargas de eso.

-Gracias Ricardo, alistaré mis cosas y me iré al pueblo para adelantar esa obra, por su
magnitud es una gran oportunidad para logar unas buenas ganancias y mejorar así mi
situación. Pronto estaré por allá.

Desde ese momento Juan se dedicó a terminar algunos trabajos que tenía en la ciudad para
poder desocuparse e ir a adelantar la construcción de aquel puente. Veía ahí la gran
oportunidad para mejorar su situación económica. Una vez terminados los trabajos reunió
todo su dinero y se dirigió al pueblo a iniciar la obra ofrecida..

A pesar de su empeño y dedicación las cosas no le resultaban favorables, el estado del


tiempo le dificultaba la consecución de los materiales, y las constantes lluvias impedían el
fácil acceso al lugar de la obra. El tiempo estaba pasando y no veía progresar la construcción
de tan anhelado puente. La situación era preocupante: algunas veces la corriente del rio le
arrebataba los materiales que había aprontado y otras veces los derrumbes no le permitían
acceder a la obra y debía regresar al pueblo. Estaba arriesgando su capital de trabajo, todo
cuanto había logrado ahorrar con mucho esfuerzo.

Una tarde que se encontraba en la cantina del pueblo, debido a la lluvia que desde
tempranas horas caía sobre la región, escuchó los comentarios de unas personas del pueblo
que se encontraban en una mesa cercana:
-Sí, de esa manera fue como Don Vicente obtuvo tantas tierras y ganado, él le vendió su
alma al diablo, y éste lo llenó de riqueza., igual hizo Manuel el que fuera dueño de los buses
de la flota.

-¿Pero cómo lo hicieron? Preguntó uno de los contertulios.

-Sencillo – respondió uno de los más conocedores del tema- suben al cerro el “azufral” a la
medianoche y llaman al diablo y ofertan su alma a cambio de dinero o lo que le quieran
pedir, en ese sentido dicen que el diablo es muy complaciente. Claro que hay que tener valor
para enfrentársele

-Yo jamás haría eso- dijo uno de los presentes.

-Yo tampoco- respondió otro- No quiero condenarme al infierno ni por todo el oro del mundo.

– Pero algunos lo hacen y gozan su vida, agregó otro más.

Juan, que en silencio escuchaba los comentarios, no lo pensó dos veces, buscaría le pediría
ayuda al diablo

-¡Diablo!,… ¡diablo!…..¡diablo! – gritó Juan cuando el reloj de la iglesia marcó las 12 de la


noche.

–¿Qué quieres amigo? Fue la respuesta que obtuvo de una figura negra que se confundía
con la oscuridad de la noche y expelía un fuerte olor a azufre.

Llenándose de valor y con voz temblorosa Juan respondió:

-Quiero que me ayudes a construir el puente sobre el rio Frio. Me estoy arruinando por el
atraso de la obra, y de no cumplir con el plazo de la entrega va a ser peor mi situación.

– No te preocupes-repuso el diablo- dame tu alma y te ayudaré.

-Trato hecho- dijo Juan- respirando algo más tranquilo.

Desde el día siguiente el diablo estuvo trabajando durante las noches, alistando materiales
y construyendo la obra. Se empezaron a ver los resultados y el rendimiento fue bastante
bueno. Ahora si sería posible entregar el puente en el tiempo convenido.

Ya faltaba muy poco para terminar la construcción cuando Juan sintió remordimiento de lo
que había hecho al vender su alma al diablo. Cuando fue a buscar al padre

Francisco, el sacerdote del pueblo, quien era especialista en exorcismos, para contarle lo
ocurrido. El padre Francisco practicó una ceremonia y liberó a Juan de su pacto con el diablo.

El diablo al darse cuenta de la traición de Juan, en la noche se dirigió al puente e intentó


derribarlo, pero ya era demasiado tarde el concreto se había endurecido lo suficiente como
para poder resistir la furia del diablo, solo uno de sus muros sufrió una leve torcedura, la
cual no ocasiona problema para su uso, y solo sirve de recuerdo para algunas personas que
en voz baja comentan lo sucedido.

En aquel pueblo dicen que desde ese entonces el diablo jamás volvió aparecer en las noches
sin luna en el cerro el “azufral”, tampoco sus habitantes han vuelto a sentir aquellos olores
que dieron nombre a ese lugar.
Charco Azul es uno de los cuentos espirituales para reflexionar de Danny Vega Méndez sugerido
para adolescentes, jóvenes y adultos.

Agua cristalina, sol radiante y brisa encantadora son los elementos que se combinan dentro
del paraje de un lugar secreto, escondido y especial: Charco Azul. Un lugar en donde
el océano besa la costa y en su ir y venir de las olas canta la canción de la vida.

Quiso la naturaleza que el cielo se reflejase como en ningún otro lugar, brindando esplendor
a esta bahía a tal punto que pareciese que algo brillante, hermoso yacía en sus
profundidades.

La cruel serpiente llenó la mente del hombre con ideas de ambición.

“Sabes, allí dentro de sus aguas existe un tesoro invaluable que está esperando por ti”, le
dijo al hombre.

Pasaron diversas lunas y el hombre de ese lugar se llenó de ambición y quiso buscar en las
entrañas del mar su tesoro.

El hombre no escuchó consejos, no escuchó exhortaciones. La iguana verde le dijo: “No hay
más tesoro que el mismo charco”. El quetzal le afirmó :”Su brillo es el sol reflejándose en
sus amables aguas”. Y el mono comentó: “Escucha sus olas y siente su calma, ellos ya son
tesoros invaluables”. “La culebra solo quiere destruirte”, todos le dijeron.

El hombre no prestó atención y quiso hundirse en el azul de sus aguas. Buscó


incansablemente durante largos días. Sustrayendo grandes cantidades de tierra marina. Fue
tanta la cantidad que tirando a un lado, con ella formó una nueva península, a la cual llamó
Burica. Pero nunca encontró aquel preciado bien.

Ya cansado se sentó sobre la arena y observó al sol desfallecer en sus últimos rayos de luz
mezclándose y siendo uno con el Charco, siendo uno con lo maravilloso. Ese tarde su
Charco Azul fue dorado como el oro y calmado como su corazón. Entendió que ambicionaba
lo que ya tenía.

Fin
Agujas es uno de los cuentos fantásticos sobre las madres de la escritora María Luisa De Francesco.
Cuento sugerido para adolescentes, jóvenes y adultos.

Mamá siempre repetía que ella con una aguja tenía lo que quería. No sólo obtenía un
vestido, una camisa, una bata desde un trozo de tela. Mi madre podía conseguir objetos
maravillosos que no salen de una aguja común y corriente.

Una vez cosió un billete de cien pesos y tuvimos una época distendida en dinero. Otra vez
cosió granos y tuvimos la despensa llena. Cosía pelos de parejas descarriladas y les volvía
el amor como en racimos. Cosía ropitas de niños pálidos y les volvía el color y la fuerza.
Cosía pelos de animalitos enfermos y los sanaba. Mi padre estaba sujeto a ella por un amor
de mil hilos.

Mi casa estaba sujeta a aquella vida por millones de agujas de tamaños inverosímiles.

Desde pequeñitas para los llantos de bebé hasta las gigantes que ataban desde un amor o
un sueño imposible hasta un hogar, como el nuestro.

Mi madre cosía todo el tiempo y contaba cada puntada. Lo más increíble era que recordaba
cuantas daba para cada cosa. A veces cobraba dinero pero otras, comida o ropas, cosas
necesarias pero no imprescindibles, decía al pasar los costos. Cuando su fama de costurera
universal de todo lo aferrable se extendió por varias zonas, le exigimos con papá que subiera
los costos. Y ella cosió para nosotros un billete grande y nuevo.

Y comenzaron a llegar a sus manos laboriosas la gente que tiene dinero y aun así, necesita
más cosas. Y le pagaban aunque mamá siempre se reía de sus pretensiones. Pero nunca
les aferró a sus hilos ambiciones desmedidas o propósitos desopilantes. Mi madre cosía con
éxito sólo las posibles necesidades dignas y humanas. Ganó prestigio, todos la necesitaban.
Sus manos mágicas cosían un mundo de deseos buenos.

Su vida no fue la misma. Dejó de dormir para poder cumplir y luego de comer. Las agujas y
los hilos la fueron atrapando de tal manera que ella misma quedó cosida. Un día dejamos
de verla y llorando a gritos la buscamos. Mi padre la encontró cosida a su cama y me dijo
que mañana o pasado volvería.

Y volvió. Y fue mi mamá y por suerte nunca más recordó su afán por coser los deseos de
otros.

Fin
Nos veremos en Navidad es uno de los cuentos espirituales de navidad de la escritora Liana Castello.
Cuento sugerido para adolescentes, jóvenes y adultos.

Laura y yo fuimos amigas durante mucho tiempo, tanto que casi no podría decir cuánto.
Durante muchísimos años nos vimos muy seguido, todo lo que podíamos y podíamos
mucho. Con el tiempo y las ocupaciones de cada una, nuestros encuentros se fueron
espaciando, sin que fuese menor el cariño que una sentía por la otra.

Hacía ya varios años que nos habíamos hecho una promesa, por complicadas que
estuviésemos nos veríamos para Navidad. Y siempre lo habíamos cumplido. Hacíamos
compras juntas, tomábamos cafés interminables y por sobre todas las cosas, Laura me
contagiaba su mágico espíritu navideño. Mi amiga amaba la Navidad, hacía de ella un culto.
Probaba recetas nuevas, cocinaba dulces y panes para regalar, envolvía cada cosa con muy
buen gusto y un amor infinito. Decoraba su hogar, su mesa, su vida entera. El mayor tiempo
lo pasábamos viendo vidrieras con decoraciones navideñas, Laura podía pasar horas
mirando -como hipnotizada- árboles de Navidad, velas, santas, estrellas, renos y yo con ella.

Era una época especial, sin dudas para todos, pero para nosotras más aún, porque nos
veíamos mucho más que durante todo el año y era hermoso hacer preparativos juntas.

Un día de junio, Laura me cuenta que debe viajar por trabajo al exterior “¿Cuánto tiempo”?
pregunté desconcertada, la idea no me gustaba demasiado. “No te preocupes”, respondió
“Nos veremos en Navidad” Sus palabras me tranquilizaron, si bien la extrañaría en cualquier
mes del año, pensar en preparar una Navidad sin ella me resultaba casi imposible.

Un día de diciembre, un día muchos días antes de Navidad y un día que jamás olvidaré,
supe que Laura había muerto en un accidente y que no volvería ni para Navidad, ni nunca.

Me sentí desolada, infinitamente triste, desconcertada ¿cómo podía ser que Laura ya no
estuviese? ¿Cómo era posible que ya no la viese más? ¿Cómo se puede morir un amigo?
Preguntas tontas, inútiles de formularse, preguntas que jamás tendrían una respuesta.

Con el tiempo, la tristeza dio paso al enojo. Por tonto que pareciera, yo estaba enojada, muy
enojada con mi amiga. No había cumplido su palabra, no volvería, no compartiríamos jamás
otra Navidad y por ende la Navidad, nunca volvería a ser igual para mí.

Las que siguieron, fueron navidades opacas, sin brillo, no sólo faltaba Laura, también faltaba
su entusiasmo contagioso para vivir esa época del año.

Y un día de diciembre, otro un día que jamás olvidaré y casi sin darme cuenta, Laura volvió.
Por primera vez luego de su muerte, me detuve a ver una vidriera de Navidad y de pronto,
como un susurro dentro de mi corazón, volví a escuchar sus palabras “Nos veremos en
Navidad”. El reflejo de la vidriera me mostraba sonriente al ver –nuevamente y casi con los
ojos de otros años- árboles, estrellas, Santas y moños.

Volví a sentir esa sensación hermosa que Laura transmitía con tanto entusiasmo, frente a
esas mágicas vidrieras. Volví a escuchar su voz, a sentir su perfume y en cierto modo su
compañía. Laura estaba ahí también, en cada cosa que había amado y que me había
enseñado a amar a mí.

Me di cuenta que si bien Laura había muerto, jamás se había ido, que no me había
abandonado y que jamás lo haría. Que seguía siendo mi amiga y que si bien ya no la volvería
a ver, eso no significaba que no la sintiese conmigo, porque cuando alguien que amamos
de verdad parte, hay un hilo invisible que nos sigue conectando, hay una presencia que no
se ve, pero que existe y que es real. Nadie nos deja, solo ocupa otro lugar y eso solo pude
entenderlo con el tiempo porque para dejar partir a alguien, entre tantas otras cosas, se
necesita tiempo.

Entré al negocio y compré algunos adornos para mi pobre árbol de Navidad que se estaría
preguntando el porqué de mi abandono.

Salí casi casi feliz del negocio, mi entusiasmo había vuelvo, ése que mi amiga me había
contagiado tantos años atrás, ése que habíamos compartido tantas veces.

Y luego de mucho tiempo, me alegré de que fuese Navidad porque en cada vidriera mi amiga
me estaría esperando, en cada árbol decorado estaría sonriendo, en cada estrella estaría
brillando.

Era Navidad, y de algo volvía a estar segura, Laura y yo nos volveríamos a ver.
Anita quiere gritar es uno de los cuentos sobre abuso sexual infantil de la escritora Liana Castello.
Cuento sugerido para adolescentes, jóvenes y adultos.

Anita vive con su madre y su padrastro. No recuerda a su padre, ni sabe qué fue de él.

Vive con ese hombre cuya mirada, aún desde muy pequeña, jamás le gustó. Siempre se
sintió observada, pero no con la mirada del cuidado, sino con los ojos de un hombre que
mira a una niña como seguramente no debe mirarla. Hubo un tiempo en el cual Anita no
entendía esa mirada y la actitud que ese hombre mostraba frente a ella cuando se quedaban
a solas. Ahora, aunque aún sigue siendo pequeña, puede entenderlo desde el más brutal
sufrimiento.

Hace unos pocos años, descubrió que la espiaba mientras su madre la bañaba, vio cómo
miraba su cuerpito y sintió que ése era un camino sin retorno. Ese hombre tenía una actitud
diferente cuando quedaba a solas con Anita que cuando estaba la mamá. La acariciaba, la
sentaba en sus piernas, pero no de un modo paternal, ella siempre supo eso, siempre se
sintió incómoda a su lado y con un miedo infinito.

Recuerda haberle pedido a su madre que no la dejara a solas con él y que su madre no le
diera importancia y que pensara que ella no lo quería porque no era su padre. El miedo se
convirtió una realidad un día que Anita jamás podrá olvidar.

Para ese hombre enfermo ella no pareciera ser una niña, la mira como una mujer y la toca
como a una mujer. Anita no entiende el por qué, tiene pánico y quiere gritar pero no lo hace.

Las pesadillas que Anita tiene cuando duerme en nada se comparan a las que vive cuando
ese hombre abusa de ella. Ha intentado escapar de él más de una vez, ha llorado, ha
implorado que no la toque, hasta le ha dicho que le contaría a su madre, pero nada hace
que su padrastro se detenga.

Ese hombre enfermo la intimida, la amenaza, le dice que su madre no le creerá y que nadie
lo hará, que quedará en ridículo ante todos y humillada para siempre.

Su madre parece no darse cuenta de nada y Anita se pregunta si eso es posible, porque ella
llora, no quiere quedarse a solas con su padrastro, se orina en la cama, camina con dificultad
porque su cuerpo se queja también del abuso. Si bien ella no le ha dicho nada ¿no es
suficiente con verla? ¿No se da cuenta su madre de cómo ese hombre la mira? ¿Puede
estar tan ciega? ¿A quién le creería su mamá a ella o a su esposo?

Anita comienza a dudar, se siente sucia, indigna, culpable. Tal vez ella ha hecho algo que
merezca semejante castigo, no lo sabe, pero necesita saberlo.

Anita quiere gritar, que todo el mundo se entere de lo que le sucede, que alguien la salve de
ese hombre, pero no se anima porque el miedo la paraliza.

Necesita confiar en alguien, pero si no puede confiar en su propia madre ¿en quién sino?
¿Habrá en este mundo alguien bueno que la rescate y rescate su niñez, que la despierte de
esa pesadilla eterna? Mientras se lo pregunta, Anita ahoga su grito una y otra vez.

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