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IDIOTEZ Y VARGAS LLOSA

Por Rael Salvador

Ensenada, B.C.

Con toda la fuerza de su inteligencia, que “disfraza de verdad los peores


sofismas”, de nuevo Vargas Llosa mete la pata en asuntos de política;
defenestrando a López Obrador, lo único que logra es que la idiotez gane
terreno en la literatura.

El escritor argentino Julio Cortázar solía decir que la idiotez le parecía


un tema muy desagradable, “especialmente si es el idiota quien lo expone”.

De tal forma, que si el autor de “La casa verde” cumple el agravante por
partida doble, es porque sus novelas han dejado de ser un referente ético para
convertirse en un calmante estético.

Y por el lado pardo de los pensadores de derecha –en su característica


fase fascista–, todavía no me saco de la cabeza la pretenciosidad del hijo de
Vargas Llosa –Álvaro–, Carlos Alberto Montaner y Plinio Apuleyo Mendoza,
al satanizar a la “Izquierda bullanguera” en su “Manual del perfecto idiota
Latinoamericano” (Plaza & Janés), con una elocuencia digna de
preparatorianos católicos.

Ni qué decir: los muchachos haciendo gala de su formación.

Con los méritos siempre en deuda, Vargas Llosa también intentó su


truco de denostación en contra del fundador de WikiLeaks por medio de la
afrenta áspera, rebajada a rancia posición politiquera: su defensa de la
sociedad abierta, de pensador liberal anglosajón –eso sí, siguiendo las tesis de
Karl Popper–, termina por alimentar de papilla ácida la hipocresía de las
sociedades del espectáculo, que tanto le da literariamente por demoler: “Yo
soy un escritor conflictivo, tomo posiciones incómodas, me equivoque o no
siempre digo lo que me parecen las cosas”.

Con evidente falta de rigor y blandiendo argumentos que sólo al


extremo correspondiente paladean sus correligionarios, intenta la polémica
inmediata y, a la vez, refrenda lo mediática de sus ideas.
Mala fortuna, su encomienda rebota en la esquina del escritorio. El
marco del “balcón” no corresponde a su cancha literaria.

La variopinta mezcla de conceptos: “diplomáticos”, de “Derecho


Internacional”, de “razones de Estado”, de “arresto sexual”, cobijado por su
muy particular interpretación de “Libertad de Expresión”, Vargas Llosa no
contiene y arremete de igual manera contra el desgarbado –desvargado, se
leería mejor– australiano, como de los regímenes de Cuba, Venezuela y
Ecuador, quien además insiste en sus desmemoria occidental: “Assange ha
perpetrado los peores atropellos contra la prensa en América Latina”.

Pero Varguitas parece olvidarse totalmente del peso de los delitos lesa
humanidad que su archipiélago de naciones democráticas, seguidas muy de
cerca por sus séquitos militares, armadas fuerzas que ejercen el yugo
sanguinario contra quienes no piensan y comulgan con su voraz modelo de
consumo.

“El mayor abuso –declara Julian Assange– es la guerra contada por los
periodistas. Periodistas que participan en la creación de guerras a través de su
falta de cuestionamiento, su falta de integridad y su cobarde peloteo a las
fuentes gubernamentales”.

El Premio Nobel de Literatura, en sus diatriba con el fundador de


WikiLeaks, Sartre, Camus, Paz o López Obrador, debería recordarnos que la
palabra no es el terreno fértil de los hechos.

O bien, como escritores –de derecha a izquierda–, podemos avalar


nuestro “contrato verbal” sólo en la administración justa de la realidad, jamás
del lado de ideologías chapuceras, cargando los dados como truhán literario.

raelart@hotmail.com

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