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LA NACIÓN

La palabra nación tiene dos acepciones: la nación política, en


el ámbito jurídico-político, es un sujeto político en el que reside
la soberanía constituyente de un Estado; la nación cultural,
concepto socio-ideológico más subjetivo y ambiguo que el
anterior, se puede definir a grandes rasgos como una
comunidad humana con ciertas características culturales
comunes, a las que dota de un sentido ético-político. En
sentido lato, nación se emplea con variados significados: Estado, país, territorio o habitantes de
ellos, etnia, pueblo y otros. Este concepto ha sido definido de muy diferentes maneras por los
estudiosos en esta cuestión sin que se haya llegado a un consenso al respecto.

propio, asociada a un territorio nacional, que posee mitos comunes de antepasados, que
comparte una memoria histórica, uno o más elementos de una cultura compartida y un cierto
grado de solidaridad, al menos entre sus élites».2 Según Benedict Anderson, una nación es «una
comunidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana».3 Roberto Augusto
afirma que «una "nación" es lo que los nacionalistas creen que es una "nación"», porque ese
concepto «no significa nada fuera de la teoría que lo ha creado para sus propósitos».4 Ernest
Gellner da dos definiciones de este concepto, que califica de provisionales e insuficientes:

A. Dos personas son de la misma nación si comparten la misma cultura, entendiendo por cultura
un sistema de ideas y signos, de asociaciones y de pautas de conducta y comunicación.

B. Dos personas son de la misma nación siempre y cuando se reconocen como pertenecientes a
esa misma nación.

En otras palabras, las naciones hacen a la persona; las naciones son los constructos de las
convicciones, fidelidades y solidaridades de las personas. Una simple categoría de individuos
(por ejemplo, los ocupantes de un territorio determinado o los hablantes de un lenguaje dado)
llegan a ser una nación y cuando los miembros de la categoría se reconocen mutua y firmemente
ciertos deberes y derechos en virtud de su común calidad de miembros. Es ese reconocimiento
del prójimo como individuo de su clase lo que los convierte en nación, y no los demás atributos
comunes, cualesquiera que puedan ser, que distinguen a esa categoría de los no miembros de
ella.5
Para Eric Hobsbawm no son las naciones las que crean el nacionalismo, sino a la inversa, es el
nacionalismo quien inventa la nación.6

Nación política

La nación política es el titular de la soberanía cuyo ejercicio afecta a la implantación de las


normas fundamentales que regirán el funcionamiento del Estado. Es decir, aquellas que están
en la cúspide del ordenamiento jurídico y de las cuales emanan todas las demás.

Han sido objeto de debate desde la Revolución francesa hasta nuestros días las diferencias y
semejanzas entre los conceptos de nación política y pueblo, y por consiguiente entre soberanía
nacional y soberanía popular. Las discusiones han girado, entre otras cosas, en torno a la
titularidad de la soberanía, a su ejercicio, y a los efectos resultantes de ellos.

Una distinción clásica, con respecto a la mencionada Revolución, ejemplifica en la Constitución


de 1791 la soberanía nacional, ejercida por un parlamento elegido por sufragio censitario (visión
conservadora), y la soberanía popular en la Constitución de 1793, en la que el pueblo es
entendido como conjunto de individuos, lo que conduciría a la democracia directa o el sufragio
universal (visión revolucionaria). Sin embargo, estos significados ya se difuminaron en la misma
época revolucionaria, en la que varios autores emplearon los términos de otra forma. Según
Guillaume Bacot7 las diferencias fueron prácticamente terminológicas y desde 1789 a 1794
hubo en el fondo un mismo concepto revolucionario de soberanía.

sinónimos. Pero poco después modificó su significado, estableciendo una diferencia


fundamental para su idea de la soberanía y del Estado constitucional. Concibió entonces la
nación como propia del Derecho natural, anterior al Estado (Derecho positivo), y al pueblo como
determinado a posteriori. En síntesis, para Sièyes la nación es titular de la soberanía, ésta se
ejerce mediante el poder constituyente, y después, tras el "establecimiento público"
(Constitución), quedaría definido el pueblo como titular del poder constituido. Así pues, el
pueblo sería para el abate la nación jurídicamente organizada.

Nicolas de Condorcet sólo emplea el término pueblo, pero coincide con Sièyes al hacer énfasis
en la distinción entre poder constituyente y poder constituido como base para el buen
funcionamiento del Estado liberal y democrático.
Para estos dos autores, el papel del titular de la soberanía (llámese nación o pueblo) se agota
tras el ejercicio del poder constituyente. Tan sólo quedaría, en estado latente, como
"recordatorio" del fundamento del Estado, y podría manifestarse excepcionalmente para
rebelarse contra la opresión de una eventual tiranía.

De los mencionados argumentos de Sieyès y Condorcet se deriva una idea básica respecto al
Estado constitucional, que perdura hasta hoy, según la cual, como señalan, por ejemplo, Martin
Kriele e Ignacio de Otto, en dicho Estado no hay soberano. Esto se basa en que si consideramos
la soberanía como summa potestas o poder ilimitado (y por tanto con facultad para crear leyes
sin ningún freno a priori), ello es incompatible con la existencia de una norma fundamental que
establezca su supremacía. Otros autores8 sostienen que el proclamar la soberanía nacional tiene
por objetivo propugnar o establecer una estructura constitucional propia del Estado liberal de
Derecho: al atribuir la titularidad (que no el ejercicio) de la soberanía a un ente unitario y
abstracto, se proclaman como no originarios los órganos estatales, evitando que cualquiera de
ellos reclame para sí poderes que considere anteriores a la Constitución, lo que además favorece
la articulación policéntrica de dichos órganos (pues ninguno prevalecería sobre los demás).

El concepto de nación cultural es uno de los que mayores problemas ha planteado y plantea a
las ciencias sociales, pues no hay unanimidad a la hora de definirlo. Un punto básico de acuerdo
sería que los miembros de la nación cultural tienen conciencia de constituir un cuerpo ético-
político diferenciado debido a que comparten unas determinadas características culturales.
Estas pueden ser la lengua, religión, tradición o historia común, todo lo cual puede estar asumido
como una cultura distintiva, formada históricamente. Algunos teóricos[cita requerida] añaden
también el requisito del asentamiento en un territorio determinado.

El concepto de nación cultural suele estar acoplado a una doctrina histórica que parte de que
todos los humanos se dividen en grupos llamados naciones. En este sentido, se trata de una
doctrina ética y filosófica que sirve como punto de partida para la ideología del nacionalismo.
Los (co)nacionales(n1) (miembros de la nación) se distinguen por una identidad común y
generalmente por un mismo origen en el sentido de ancestros comunes y parentesco.

La identidad nacional se refiere especialmente a la distinción de características específicas de un


grupo. Para esto, muy diferentes criterios se utilizan, con muy diferentes aplicaciones. De esta
manera, pequeñas diferencias en la pronunciación o diferentes dialectos pueden ser suficientes
para categorizar a alguien como miembro de una nación diferente a la propia. Asimismo,
diferentes personas pueden contar con personalidades y creencia distintas o también vivir en
lugares geográficamente diferentes y hablar idiomas distintos y aun así verse como miembros
de una misma nación. También se encuentran casos en los que un grupo de personas se define
como una nación más que por las características que comparten por aquéllas de las que carecen
o que conjuntamente no desean, convirtiéndose el sentido de nación en una defensa en contra
de grupos externos, aunque éstos pudieran parecer más cercanos ideológica y étnicamente, así
como en cuestiones de origen (un ejemplo en esta dirección sería el de "Nación por Deseo"
(Willensnation), que se encuentra en Suiza y que parte de sentimientos de identidad y una
historia común).

Básicamente existen dos tipos de nacionalismos:

- El nacionalismo liberal o "voluntarista" tuvo como máximo de defensor al filósofo y


revolucionario italiano Giuseppe Mazzini (1805-1872), se desarrolló en Italia y Francia, muy
influido por las ideas de la Ilustración. Mazzini consideraba que una nación surge de la voluntad
de los individuos que la componen y el compromiso que estos adquieren de convivir y ser
regidos por unas instituciones comunes. Es pues, la persona quien de forma subjetiva e
individual decide formar parte de una determinada unidad política a través de un compromiso
o pacto. Según este tipo de nacionalismo, cualquier colectividad humana es susceptible de
convertirse en nación por deseo propio, bien separándose de un estado ya existente, bien
constituyendo una nueva realidad mediante la libre elección. La nacionalidad de un individuo
estaría por lo tanto sujeta a su exclusivo deseo.

- El nacionalismo conservador u "orgánico" tuvo como máximos defensores a Herder y Fichte


("Discursos a la nación alemana", 1808), y fue defendido por la mayoría de los protagonistas de
la unificación alemana. Según este punto de vista, la nación es un órgano vivo que presenta unos
rasgos externos hereditarios, expresados en una lengua, una cultura, un territorio y unas
tradiciones comunes, madurados a lo largo de un largo proceso histórico. La nación poseería
entonces una existencia objetiva que estaría por encima del deseo particular de los individuos
que la forman, es decir, quien pertenece a ella lo hace de por vida, independentemente del lugar
donde se encuentre. Por lo tanto, esta visión de nacionalismo sería como una especie de "carga
genética" a la que no es posible sustraerse mediante la voluntad.

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