propio, asociada a un territorio nacional, que posee mitos comunes de antepasados, que
comparte una memoria histórica, uno o más elementos de una cultura compartida y un cierto
grado de solidaridad, al menos entre sus élites».2 Según Benedict Anderson, una nación es «una
comunidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana».3 Roberto Augusto
afirma que «una "nación" es lo que los nacionalistas creen que es una "nación"», porque ese
concepto «no significa nada fuera de la teoría que lo ha creado para sus propósitos».4 Ernest
Gellner da dos definiciones de este concepto, que califica de provisionales e insuficientes:
A. Dos personas son de la misma nación si comparten la misma cultura, entendiendo por cultura
un sistema de ideas y signos, de asociaciones y de pautas de conducta y comunicación.
B. Dos personas son de la misma nación siempre y cuando se reconocen como pertenecientes a
esa misma nación.
En otras palabras, las naciones hacen a la persona; las naciones son los constructos de las
convicciones, fidelidades y solidaridades de las personas. Una simple categoría de individuos
(por ejemplo, los ocupantes de un territorio determinado o los hablantes de un lenguaje dado)
llegan a ser una nación y cuando los miembros de la categoría se reconocen mutua y firmemente
ciertos deberes y derechos en virtud de su común calidad de miembros. Es ese reconocimiento
del prójimo como individuo de su clase lo que los convierte en nación, y no los demás atributos
comunes, cualesquiera que puedan ser, que distinguen a esa categoría de los no miembros de
ella.5
Para Eric Hobsbawm no son las naciones las que crean el nacionalismo, sino a la inversa, es el
nacionalismo quien inventa la nación.6
Nación política
Han sido objeto de debate desde la Revolución francesa hasta nuestros días las diferencias y
semejanzas entre los conceptos de nación política y pueblo, y por consiguiente entre soberanía
nacional y soberanía popular. Las discusiones han girado, entre otras cosas, en torno a la
titularidad de la soberanía, a su ejercicio, y a los efectos resultantes de ellos.
Nicolas de Condorcet sólo emplea el término pueblo, pero coincide con Sièyes al hacer énfasis
en la distinción entre poder constituyente y poder constituido como base para el buen
funcionamiento del Estado liberal y democrático.
Para estos dos autores, el papel del titular de la soberanía (llámese nación o pueblo) se agota
tras el ejercicio del poder constituyente. Tan sólo quedaría, en estado latente, como
"recordatorio" del fundamento del Estado, y podría manifestarse excepcionalmente para
rebelarse contra la opresión de una eventual tiranía.
De los mencionados argumentos de Sieyès y Condorcet se deriva una idea básica respecto al
Estado constitucional, que perdura hasta hoy, según la cual, como señalan, por ejemplo, Martin
Kriele e Ignacio de Otto, en dicho Estado no hay soberano. Esto se basa en que si consideramos
la soberanía como summa potestas o poder ilimitado (y por tanto con facultad para crear leyes
sin ningún freno a priori), ello es incompatible con la existencia de una norma fundamental que
establezca su supremacía. Otros autores8 sostienen que el proclamar la soberanía nacional tiene
por objetivo propugnar o establecer una estructura constitucional propia del Estado liberal de
Derecho: al atribuir la titularidad (que no el ejercicio) de la soberanía a un ente unitario y
abstracto, se proclaman como no originarios los órganos estatales, evitando que cualquiera de
ellos reclame para sí poderes que considere anteriores a la Constitución, lo que además favorece
la articulación policéntrica de dichos órganos (pues ninguno prevalecería sobre los demás).
El concepto de nación cultural es uno de los que mayores problemas ha planteado y plantea a
las ciencias sociales, pues no hay unanimidad a la hora de definirlo. Un punto básico de acuerdo
sería que los miembros de la nación cultural tienen conciencia de constituir un cuerpo ético-
político diferenciado debido a que comparten unas determinadas características culturales.
Estas pueden ser la lengua, religión, tradición o historia común, todo lo cual puede estar asumido
como una cultura distintiva, formada históricamente. Algunos teóricos[cita requerida] añaden
también el requisito del asentamiento en un territorio determinado.
El concepto de nación cultural suele estar acoplado a una doctrina histórica que parte de que
todos los humanos se dividen en grupos llamados naciones. En este sentido, se trata de una
doctrina ética y filosófica que sirve como punto de partida para la ideología del nacionalismo.
Los (co)nacionales(n1) (miembros de la nación) se distinguen por una identidad común y
generalmente por un mismo origen en el sentido de ancestros comunes y parentesco.