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Viviendo para agradar a Dios

Texto: Colosenses 1.9-12

Por eso, desde el día en que lo supimos no hemos dejado de orar por ustedes. Pedimos que
Dios les haga conocer plenamente su voluntad con toda sabiduría y comprensión espiritual,
para que vivan de manera digna del Señor, agradándole en todo. Esto implica dar fruto en
toda buena obra, crecer en el conocimiento de Dios y ser fortalecidos en todo sentido con su
glorioso poder. Así perseverarán con paciencia en toda situación, dando gracias con alegría
al Padre. Él los* ha facultado para participar de la herencia de los santos en el reino de la
luz.

Introducción:

El apóstol Pablo comienza la carta a los colosenses reconociendo y dando gracias a Dios por
las buenas obras y fe de los hermanos de Colosa. El apóstol de alguna manera les exalta
reconociendo que ellos están dando fruto. Ahora bien, el apóstol Pablo les dice que desde
que han escuchado de su trabajo, tarea, fe y dedicación no han dejado de orar para que Dios
les permita conocer su voluntad y así poder vivir para agradar a Dios.

Primero deberíamos preguntarnos ¿cuál es la voluntad de Dios? La voluntad de Dios es que


podamos tener una relación con El. Creo que desde El Genesis esto está implícito en su
palabra, ahora bien, el hombre por causa de su pecado se apartó de Dios y de su voluntad.
Ahora la pregunta sería… ¿cambio la voluntad de Dios? ¡No cambio en nada, él quiere que
tú y yo vivamos para agradarle!!!!

¿Que es Agradar? Es un verbo activo transitivo que tiene como significado de tener una
afinidad, gusto, satisfacer, contentar, entusiasmar, complacer, cautivar y complacer a alguna
persona y tener un buen ambiente y el buen trato con las personas.

La voluntad del Padre es que vivamos para agradarle; es decir que Dios quiere que vivamos
para contentar su corazón, alegrar su corazón. Esa es nuestra responsabilidad como creación
de Dios, fuimos creados para agradar el corazón del padre; vivir para adorarle.

Cuando agradamos a Dios:

1. Damos frutos en toda buena obra.

a) La marca de una persona que vive para alegrar el corazón de Dios son los frutos que da.
(Gálatas 5.22-23)

En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad,
fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas.
Estoy convencido que a medida que tomamos el compromiso de vivir en la voluntad de Dios,
es decir, vivir para agradar a Dios nuestras vidas comienzan a reflejar el fruto del Espíritu.

¿Cuál es ese fruto?

 Amor
 Alegría
 Paz
 Paciencia
 Amabilidad
 Bondad
 Fidelidad
 Humildad
 Dominio propio

Ahora bien, esto se hace evidente a medida que comenzamos a vivir para agradara Dios. Lo
he mencionado en otras ocasiones y lo volveré a hacer; para agradar a Dios debemos de
aprender a presentar nuestros cuerpos como un sacrificio delante de Dios.

Romanos 12.1-2 dice: Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la miericordia de Dios,
les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio
vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados
mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios,
buena, agradable y perfecta.

Esto quiere decir que a medida que permanecemos en la voluntad de Dios, es decir a medida
que permanecemos en el altar como un sacrificio el Espíritu comienza a producir en nosotros
el fruto del Espíritu. Ejemplo de la persona que oraba por un bautismo de amor

b) Dios nos ha llamado a dar frutos. (Juan 15.8)

Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y muestran así que son mis
discípulos.

En el evangelio de Juan Jesús hace mención a la necesidad que tenemos como creyentes de
llevar frutos; para lograr eso debemos permanecer en El, conectados a la vid, ¿si las ramas
no permanecen prendidas de la planta como podrán dar vida?

2. Crecemos en el conocimiento de Dios.

a) a medida que rendimos nuestra vida para agradar al padre nuestro conocimiento de Él se
hace mayor.

El rendirse a Dios demanda:

 Estar en su presencia
 Buscar de El
 Morir a nuestros deseos naturales con el fin de conocer más de Dios.

El apóstol Pablo entendió esto bien y por esto dijo:

Sin embargo, todo aquello que para mí era ganancia, ahora lo considero pérdida por causa
de Cristo. Es más, todo lo considero pérdida por razón del incomparable valor de conocer
a Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo he perdido todo, y lo tengo por estiércol, a fin de ganar a
Cristo y encontrarme unido a él. No quiero mi propia justicia que procede de la ley, sino la
que se obtiene mediante la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios, basada en la fe. Lo
he perdido todo a fin de conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su
resurrección, participar en sus sufrimientos y llegar a ser semejante a él en su muerte.
(Filipenses 3.7-10)

A medida que rindes tu vida delante de Dios y vivís para agradarle a El sacrificas todo con
el fin de conocerle más… Es nuestro deber el anhelar conocer más a Dios.. Dios no se
esconde de nosotros, solo debemos de estar dispuesto a dejar todo con el fin de estar otra vez
para, así como ADAN en el Huerto conocer y disfrutar de la compañía de nuestro Dios.

3. Somos fortalecidos en medios de las pruebas. (Job 42.5)

De oídas había oído hablar de ti, pero ahora te veo con mis propios ojos.

a) Cuando agradamos a Dios sin importar los momentos difíciles dependemos de Él. El libro
de Job es un claro ejemplo de esto; el mismo Job le dice a su mujer, recibiremos las cosas
buenas de Dios, pero no las malas… (Job 2.10)

Esta respuesta en medio de momentos tan difíciles que estaba viviendo se dan solo cuando
alguien aprende a confiar en el Señor, descansar en El y vivir para alegrar el corazón del
Padre; aun en medio de las mayores pruebas el corazón se mantiene dispuesto a alegrar el
corazón de Dios.

b) Cuando vivimos para agradar a Dios entendemos que los momentos difíciles sirven para
perfeccionarnos.

LA HISTORIA DE LA TAZA Y EL ALFARERO

Una pareja solía viajar a Inglaterra y comprar en una hermosa tienda de antigüedades. Este
viaje celebraba su 25 aniversario de bodas. A ambos les gustaban las antigüedades y los
objetos de arcilla, en especial las tazas de té. Notando una taza excepcional, preguntaron:
¿Pudiéramos ver esa? Nunca hemos visto una tan hermosa.

Mientras que la señora se las pasaba, de repente la taza de té habló: Ustedes no entienden,
dijo. “No siempre fui una taza de té. Hubo un tiempo en que solo era un pedazo de arcilla
roja. Mi maestro me tomó y me amasó, me golpeó y me dio palmaditas, una y otra vez, hasta
que grité: ¡No hagas eso. No me gusta! Déjame en paz”. Pero él tan solo se sonrió y
suavemente me dijo: “¡Todavía no!”

“Entonces, ¡WHAM! Fui colocada en una rueda giratoria y de repente comencé a dar vueltas
y vueltas y vueltas. ¡Detente! ¡Me estoy mareando! ¡Me voy a enfermar!” Pero el maestro
tan solo asintió y dijo quedamente: ‘Todavía no’. Mi siguió dando vueltas y me hizo agujeros
y me dobló y volvió a doblarme a su gusto y entonces… ¡me puso en el horno! Nunca había
sentido tanto calor. Grité y golpeé la puerta con fuerza. ¡Ayúdenme! ¡Sáquenme de aquí!
Podía verlo a través de la apertura y podía leer sus labios mientras meneaba su cabeza.
“Todavía no”.

“Cuando pensaba que no podría soportar otro minuto, se abrió la puerta. Cuidadosamente me
sacó y me puso en la mesa y comencé a enfriarme. ¡Oh, eso se sentía tan bien! Esto está
mucho mejor de lo que pensé. Pero, tras de enfriarme, me tomó y me pasó la brocha
pintándome por todos lados. Los vapores eran horribles. Pensé que me iba a ahogar. “¡Oh,
por favor, détente, détente!” grité. Él sólo movió su cabeza y dijo: “Todavía no”.

“Entonces, de repente, me puso nuevamente en el horno. Sólo que no fue como la primera
vez. Esta vez estuvo el doble de caliente y simplemente supe que me iba a sofocar. Rogué,
grité, lloré. Estaba convencida de que nunca lo lograría. Estaba lista a rendirme. Justo
entonces se abrió la puerta y me sacó de nuevo y me puso en la mesa en donde me enfrié y
esperé… y esperé, preguntándome qué era lo próximos que me iba a hacer. Una hora más
tarde, me pasó un espejo. Me dijo: “Mírate”. Y lo hice.

Dije: “Esa no soy yo; no puedo ser yo. Es hermosa. ¡Soy hermosa!” Suavemente habló:
“Quiero que recuerdes. Sé que dolió ser golpeada y rodada, pero si te hubiera dejado sola, te
hubieras secado. Sé que te mareaste al dar vueltas en la rueda, pero si lo hubiera detenido, te
habrías derrumbado. Sé que te dolió cuando estabas caliente e incómoda en el horno, pero si
no te hubiese puesto allí, te hubieras rajado.

Sé que los vapores eran malos cuando terminé de pintarte y te puse allí, pero si no lo hubiese
hecho, nunca te hubieses endurecido. No hubieras tenido color alguno en tu vida. Si no te
hubiera puesto por segunda vez en el horno, no hubieras sobrevivido mucho porque tu dureza
no habría durado. ¡Ahora eres un producto terminado! Ahora eres lo que tenía en mente
cuando comencé contigo”.

Moraleja: Dios sabe lo que está haciendo (a cada uno de nosotros). Él es el alfarero y
nosotros somos Su arcilla. Él nos moldea y nos hace, nos expone a suficientes presiones del
tipo adecuado para que podamos convertirnos en la pieza de arte perfecta que cumpla Su
voluntad buena, agradable y perfecta.

“Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para
arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida
padecieseis por nuestra parte. Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para
salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte.” 2
Corintios 7:9-10.

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