C A R A S Y CARETAS

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COMPÁS DE
ESPERA
Irigoyen. — Con lo resuelto, nuestras relaciones quedan inal-
terables.
 De la vida extraña y misteriosa
listamos en el siglo de la i3l\abiiilaeiün de las an-
tiguas creencias; asi como el descubrimiento del radit»
y otros nuevos eleniontos justifican la fe de los an-
tiguos alquimistas en la transmutación tie los meta-
les, así los antiguos oráculos ven boy confirmada su
ciencia por las modernas investigaciones psíquicas,:
por ello continuamos la publicación de la serie de
aquellos fenómenos premonitorios, a que dimos co-
mienzo en nuestro número anterior. •
(j'aso I I I . El doctor Kail Du Prel, en ocasión de la
trágica muerte del rey Luis de Ba\iera y del doctor
Von Gudden, en el fondo del lago de un jiarfjuc. narra
los siguientes i)articu!ai'es:
Unos días antes de su partida hacia Hoclieuscliwau-
gau, el doctor ({udden se levantó una mafiaua de muy
mal luinKir. y en e¡ desayuno, como durante toda la
uochc, fué f¡(>r.seguido ])or una pesadilla, en la cual
luchaba'con un hombre en el foudé del agua.
ÍJII viuda del doctor Giulden contó más tarde el
sueño a la iliputación de la «Sociedad Antropológica
de Mónacoí, con motivo de la condolencia a ella pre-
sentada por la misma sociedad. Un jirofosor de la di-
7)utación, coumnicó el hecho a la sociedad. El señor
Du Prel lo comenta así:
«Eesulta bastante evidente que el doctor tiuddcn
tuvo en sueño una visión clara del suceso, de modo
((ue la imi)resión sobre los sentidos, fué lo suficiente
fuerte para recordarlo al despertarse. Desgraciadamen-
te, la personalidad del rey palideció en el recuerdo
hasta el punto de trocarse en un hombre cualcpñcra:
y si después de tal debilitamiento, hubiese llegado al
punto de boi'rar totalmente el recuerdo de la visión
que tuvo, en tal caso, la irajn'esión que quedo en la
mente del doctor Gutíden se hubiera manifestado, al
despertafSe, en forma de una vaga sensación de terror
por un acontecimiento impreciso, que estaba por su-
cederle. Es esta, pues, la característica del mayor nú-
mero de l(is presentimientos*.
Caso IV. La actriz Mlle. Dudloy, de la «Comedie
Franeaise», narró los siguientes pormenores resjjocto
a la tristisima nuierto de la joven artista, señorita
Irene Muza, que murió quemada en el invierno de 1009:
Algunos meses antes, durante una sesión, en la que
ella misma se hallaba suinida en profundo sueño hip-
nótico, se le preguntó si distinguía lo que le reservaba
el futuro. Ella escribió las siguientes palabras: «Mi ca-
rrera será breve; no me atrevo a decir cuál será mi
ñn: ¡será terrible!» Los o.\perimentadores, iinjjresiona-
dos, tacharon esas palabras antes que la médium se
despertase; de manera que, 7)or lo menos, consciente-
mente, ella imnca supo el teri'ible fin (pie se había pre-
diclio a .sí misma.
Pasados algunos meses, mi<'ntras la peinadora le
rocialia los cabellos con una loción antiséjitica, com-
puesta de esencias minerales, dejó escapar algunas
gotas del líqiiido, que cayeron sobro una estufa en-
cendida, provocando una llamarada instantánea., que
El número de "Caras y Caretas"
que aparecerá el
XX de Septiembre
lo dedicaremos a Italia, como un
homenaje a la gloriosa fecha.
se ciñó a los cabellos A- polleras de la joven actri/..
quien, en un segundo, estuvi> envuelta en las Uamaíi,
jirodueiéndole tales quemaduras que murió jiotas lioras
después en el hosjjital.
Caso V. El barón Josei)li Kronlielni, de Podoba
(Rusia), suministra los siguientes datos soljre la nmerto
de un alto funcionario del Ministerio de Marina, ruso;
muerte acaecida en junio fie 1895, a raíz de un clueque
entre dos vapores en el mar Negro.
A priiu'ipios del año 1895, la señora Lukawski fué
despertada una noche por gemidos de su esposo, que
en el sueño gritaba: «¡Socon'o! ¡Sálvenme!'/ y se deísa-
tía en la cama como ima persona que está a punto de
ahogarse. Estaba soñando una catástrofe en el mar, y
cuando estuvo completamente despierto contó a su
esposa cjue, en el .sueño, él sV encontraba a bordo de
un gran vapor, el cual improvisamente se imndía, a,
consecuencia de una colisión con otro vapor; y él se
había visto lanzado al mar y arrollado por el oleaje.
Terminada la narración agregó: «Ahora estoy conven-
cido de que mi fin será en el mar». Y tan firme era su
convicción, que comenzó a poner en orden sus asuntos,
como lo hubiera hecho un hombre que tuviese la segu-
ridad de tener contados los días. Pasaron dos mese.s
sin que nada sucediese, y el recuerdo del stieño ya so
borraba de la mente del señor Lukawski, cuando de
pronto viene la orden del Ministeiio de prep'ararsc a
partir, con todos sus subalternos, jiara un jjuerto del
mar Negro.
En el momento de despedirse de su esposa, eji la
estación de Petrogi-ad, el señor Lukawski, le dijo:
«¿Te acuerdas de mi sueño? — ¡Dios mío! ;.Por qué lo
prcginitas'i — Porque esto\- seguro que no volveré más,
que no volveremos a vernos más». La señora Lukawski
se esforzaba en tranquilizarlo, pero él, con acentri de
profunda tristeza, le respondía: «Puedes decir lo (\ne
quieras, pero mis convicciones no se mudarán; siento
que mi fin está ])róximo y q ue nada podría impedido...
Sí, sí, yo veo el puerto, el vapor, el momento de la
colisión, el pánico a bordo, mi f i n . . . todo revive a
mi mirada». Y después de una breve pausa^«Cuando
.sobrevenga el telegrama de mi muerte, y tú te vistas
de luto, no debes usar largo velo sobre la cara, que yo
tanto detesto». Incapaz de responder, la señora de
Lukawski se echó a llorar. En tanto, sonó la señal de
partida; el señor Lukawski .abi'azó tiernamente a su
esjiosa y se despidieron.
Después de dos semanas de excitación extrema, la
señora Lukawski supo ])or los diarios que había ocu-
rrido una catástrofe entre los vapores «Wladiinir» .^•
«Lineus» en el mar Negro. En el colmo do la desespe-
ración, telegrafió por informaciones al almirante Ze-
lenoi, eti Odessa, y después de algunos días de esj>era
interminable, recibió en respuesta: «Ninguna novedad,
hasta lioy, de su esposo; i)oro es cierto que se encon-
traba a bordo del «Wladimir». Fna semana después,
le llegó el anuncio oficial de la muerte de su esposo.
 Bodas de plata comerciales

Brillante aspecto «ne presentaba el gran salón de fiestas del «Patellón de las Rosas», durante la velada que la casa H. Sternherg jr y Cia.
• oireció, conmemorando sus todas de plata comerciales.

Por qué las actrices nunca

envejecen
('•Tlitatrical World".)
3Jo ILCÍO i I ruu( efíiieulo a la jírofcsión teatral, nada
liay máa enigmático ])ara el público quo la jíerpctua
juventud de sus mujeres. Con cuánta frecuencia oímos
decir: «¡Como, si la vi iiaco cuarenta años en el pat;e! de
.Julieta y uo representa un año más de edad aliora!»
Naturalmente, hay Cjue tener en cuenta la manera de
caracterizarse; pero cuando se nos ve de cerca fuera
del escenario, necesita la gente oti'a explicación.
¡Qué extraño es quo la generalidad de las niujeros
no han a])ründido el secreto do conservar la cara jo-
ven! ¡Y qué cosa tan sencilla es, comprar una poca de
cera pura inerctdi^ada en la botica, aplicársela al cutis
como cold creain y quitársela con agua por la mañana!
Esto procodiniientü absorbe, gradual o imperceptible-
mente, la cutícula vieja, y deja el cutis nudvo y fresco,
libre cío pequeñas arrugas, palidez y excesiva rojura.
Esto uso do cera mercoÜzada es también la razón del
por ((ué las'actrices no tienen la cara desfigurada con
jnancbas, barrdlos, etc. ;.Por (pié nuestras hermanas
del otro lado do las candilejas, no aprenden esta lec-
ción y so aprovechan de ella?
Gomo hay tantas falsificaciones inservibles de la
verdadera cera pura mercolizada, provenimos que la
genuina es solamente preparada por la casa Dearborn,
DIGESTONICa
(lo Londres, cuyo nombre está imjircso sobro cada en-
Del doctor V. F. Vicente, de Madrid.
vase. Enfermedades del estómago e intestinos
Gastralgia, Hiperclorhídría, Dispepsias,
C A S A DE S U E R T E Diarreas y Estreñimiento
19 de septiembre, de S 20.000; billete, $ 5.—; quinto .? 1.—
21 > » » > 80.000; * a 15.75; s a 3.15 Por cucharadas, en agua o infusión, al
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Afii'ulaso a r a d a i)cdido S 1 "X.. Giros y órdenes a terminar las comidas.
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venta de lotería al por mayor.
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 Del Azul
CONSEJO
DE AMIGO

La banda del regimiento S." de ingenieros, y público, esperando la

llegada del interventor.

Contra resfríos, toses, brontiuitis y catarros, to-

me Vd. Alquítrán-Guyot,

El uso del Alquitrán - Guyot, tomado eu to-

das las comidas, en dosis de una cudiaradita '
de café ])oi- vaso de agua, basta, en efecto,
para hacer desaparecer en poco tiempo el res-
frío más persistente y la bronquitis más inve-
terada. Se consigne también, en miicbos casos,
detener y curar ima tisis bien declarada, imes
el alquitrán impide la descomposición de los
ttibérciilos del pulmón, destruyendo los malos
microbios, causantes de cs^ta descomposición.
Cuando se os quiera vender tal o cual pro-
ducto en vez del verdadero Alquitrán - Guyot, El piiblico congregado ante el palacio municipal, para escuchar el
desconfiad, es por i n t e r é s . Para conseguir la discurso del doctor Cantilo.
ciu-a de vuestra bronquitis, catarros, resfríos Í
crónicos por el descuido y a foríiori del asma
y la tisis, es absolutamente necesario que pidan
bien en las boticas el v e r d a d e r o Alquitrán-
Guyot.
A bn de evitar cualquier error, fíjense en la
etiqueta; la del v e r d a d e r o A l q u i t r á n - Guyot
lleva el nombre de Guyot impreso en grandes
caracteres y su firma en tres colores: violeta,
verde y rojo, al bies, como también la di-
rección : Maisou I'Vere, 19, n i e Jacob, París.
P. S. •— Las personas que nó puedan acos-
tumbrarse al gusto del agua de alquitrán, po-
drán reemplazar su uso por el de las Cápsulas
Guyot, al alquitrán de Noruega de pino marí-
timo puro, tomando dos o tres cápsulas en cada
comida. Obtendrán así los mismos efectos sa-
ludables y una cura igualmente segura. Banquete al interventor, al que concurrieron las autoridades y
prestigiosos vecinos de los partidos circunvecinos.

IMPORTACIÓN DIRECTA
— DE —
PRODUCTOS Q U Í M I C O S
VANILINAS
De las más renombradas fábricas Francesas.
Suizas. Holandesas. Inglesas, etc.
ANILINAS - EMATINAS • CAMPECHE
Y PRODUCTOS Q U Í M I C O S EN GENERAL

BONDUEL Hermanos
821 - V I C T O R I A - 821
U. T.. I9B8. LIBERTAD C, T.. 22 CENTRAL
E! interventor y comitiva, recorriendo el local de la «Sociedad Ru-
BUENOS AIRES ral), en donde tai servida la comida popular.
 No existe en el mundo nada tan des-
agradable como las neuralgias, jaquecas y
otros dolores que inoportunamente se pre-
sentan en el momento preciso de ir al
teatro o a algún banquete, convirtiendo en
horas de martirio las que debieran ser de
goce y alegría.

Las personas inteligentes saben, evitar

estas fatalidades, tomando dos tabletas
"Bayer", de Aspirina, en un vaso de agua,
y de este modo ahuyentan el mal que les
hubiera impedido asistir a la fiesta.
La Aspirina es también de efectos m a -
ravillosos para contrarrestar las consecuen-
cias de la intemperancia en los banquetes,
y por eso, al regresar de la fiesta,
muchas señoras tienen la precaución
de dar dos Tabletas " B a y e r " , de
Aspirina, a su esposo.
En la República Argentina cada envase
lleva una estampilla sanitaria provista de
la firma social de los únicos introducto-
res: Fed." Bayer y Cía. - Buenos Aires

AfO ise. deje tnaañar con suMi-

^ ' ÍKk>s. Ko acc%ífe sino las le-
ijilimas labktas que llevan impresa
la C'rur. "Bayer" a un ludo y
'•Aíjnriii 0,5" al otro.
 CONSULTORIO
= = = = = DE • = = = = =
CARAS Y CARETAS
N." 1179. —(jCómo se comparan las j e -
rarquías de oíiciales y clases del ejército y
(le la armada?
SOLDADO — C a p i t a l .
Ejército Armada
Teniente General Almirante
General do División... Vicealmirante
General do B r i g a d a . . . ('oiitraalmirante
Coronel Capitán de navio
Teniente Coronel Capitán de l'raírata
JMayoi- 'i'onientc do navio
Capitán Teniente de íragata^
Teniente l.o Alteiez d e navio
Teniente 2.o .Mférez de fragata
Subteniente.. G u a n ü a marina
^í.« 1180. — ¿Podría darme algunos datos
tiográ^icos de Jcsé Artigas, el caudillo orien-
tal? ¿Tiene algún m o n u m e n t o en su país?
JVAN M A N Í I S I — Villa del P a r q u e .
K l c a u d i l l o oriental José Gervasio Arti-
g a s , q u e t u é el primero e n proclamar en el
, E i o d e la T l a t a el sistema federal, nació eii
en 1758 y m u r i ó a los 02 años d e edad, el
23 d e s e v t i e m b r e d e 1850, en el P a r a g u a y ,
d o n d e se h a b í a refugiado en 1820, después
d e sus d e r r o t a s en el litoral argentino. Derro-
t ó a los españoles en Las Piedras (1811), t o -
m a n d o prisionero al jefe don José Posadas,
F u é gobernaUor militar en 1813, y el 11 d e
í e b r e r o d e 1814 se puso su cabeza a precio,
ofreciéndose seis mil pesos a quien lo pre-
sentase vivo o muerto, por liabersc rebelado
c o n t r a la autoridad del liirector d e las P r o -
v i n c i a s Unidas del líio d e la Plata, siendo
r e h a b i l i t a d o el 17 de agosto de! mismo año.
Se a p o d e r ó de ^Montevideo el 27 d e febrero
d e 1815; fué d e r r o t a d o por los brasileños en
C o r u m b á (181'^), en i?t Catalán (1817) y a u -
torizó el corso contra los portugaleses q u e so
h a b í a n a p o d e r a d o do ^lontevideo (1817);
d e r r o t a d o p o r el guerrillero Tientos Manuel
(1818) y por llamírez, en el Saueecito (1819)
o b t u v o u n glorioso triunfo contra el m a r i s -
cai A b r e n (1819) y sobre Ilamírez (1820),
siendo o t r a vez d e r r o t a d o por éste (1820) y
retirándose poco después al P a r a g u a y .
Kl m o n u m e n t o h a sido levantado en l a s
b a n ' a n c a s del T r u g u a y , e n el jnrraje cono-
cido }:or fl]\Ieseta d e Artigas». E s d o ladrillo
y piedra y fué inaugurado en 1893.
X." 1181. — ¿Cómo se compone el Poder
Judicial Federal? ¿Cuáles son los tribunales nomina u n a escuela, m á s d i v i n a t o r i a q u e se pueden convertir en oro en los mercados
federales?
JITA:T COIMBRA — J u n í n .
E l p o d e r judicial es el tercero d e los })0-
dercs públicos en q u e está dividido el go-
bierno do la Kcpñblica. Los jueces federales
d e b e n ser abogados; s o n n o m b r a d o s p o r el
P r e s i d e n t e d e la l i e p ú b l i c a con acuerdo del
S e n a d o y son inamovibles.
Los tribunales federales son: 1) la oorfco
s u p r e m a d e justicia; 2) las c á m a r a s d e ape-
ación, y :í) los juzgados d e primera instan-
cia. .Además r u u e i o n a n l o s juzgados d e p a z
y alcaldías (jtu'cos logos) p a r a los asuntos
d e menor ciiantia. L a administración d e
justicia ordinaria en las provincias (^stá a
cargo d e los tribunales provinciales quo son
organizados sobre la misma base. Pero los
tribunales federales conocen en los asuntos
q u e p o r la Constitución caen bajo su juris-
dieciüu (véase la Constitución, artículos
lfrO-103), y ospeeialmente en las causiw en-
t r e los vecinos d e diferentes provincias y
e n t r e ciudadanos y extranjeros,
N.o 1182. — ¿Qué requisitos son necesa-
rios para hacer u n testamento ológraío? ¿Es
necesaria la intervención de u n escribano?
iSTERESAPO — Cai)ital.
L l t e s t a m e n t o olóírrafo, p a r a ser v.-'dido,
en c u a n t o a sus formas, debe ser e-crito
c o m t i e t a m c n t c , 'do la primera a la última
pnlabra", do p u ñ o y letra del testador. Poco
i n i f o r t a los conceptos d e que se valga p a r a
Todas las preguntas que se nos hagan respecto a Artes, Ciencias, His-
toria, Geografia, Curiosidades, etc., serán contestadas en esta sección. —
Las preguntas deben ser íormuladas en forma breve y clara; las publica-
remos con la firma y domicilio del remitente. — C o n t a m o s en la buena
voluntad de nuestros lectores para que cuando sepan algo de lo q u e se
pregunta, envíen la respuesta, que publicaremos con la íirma del remitente.
cxjiresar su voluntad y que la redacción sea Is." 1184. — ¿Cómo está formada la b a n -
m'ts o menos correcta. E s o no interesa; lo dera de Inglaterra?
único esencial es que sea claro, escrito total-
m e n t e por el testador y que esté fechado y CURIOSO — Capital.
firmado p o r éste. Si fuera omitida cual- L a b a n d e r a d e I n g l a t e r r a está f o r m a d a
quiera d e estas formalidades, el t e s t a m e n t o ]ior tres emees en u n c a m p o azul. Cada una
sería nulo. d e estas cruces tiene u n significado históri-
Es indispensable pues: c o : 1. L a original cruz d e San Jorge, santo
1.° Que sea de p u ñ o y letra del interesado p a t r ó n d e Inglaterra. — 2. L a cruz blanca
2.° (^ue tenga fecha y h a y a sido p u e s t a d e San Andrés, que representa a Escocia, y
por el mismo. q u e fué agregada en 1706, cuando la ascen-
y." Que la firma sea t a m b i é n suya. HÍón d e J a i m e V I a los ti-onos unidos d e
Llabiendo en u n t e s t a m e n t o do este gé- I n g l a t e r r a y Escocia. — 3. L a cruz roja d e
nero cualquiera escritura d e manos extra- San Patricio, representando a I r l a n d a , y
ñas, t a m b i é n será declarado nulo. E s indi- que fué a ñ a d i d a en el a ñ o 1801.
ferente escribirlo e n cualquier idioma, ( ' a d a Todo el m u n d o está familiarizado con la
persona puede hacerlo en el idioma d e su b a n d e r a británica d e los buques mercantes,
respectiva nacionalidad, si eso le es más fá- conocida p o r la roja insignia.
cil o m á s cómodo, en la seguridad d e q u e
valdrá lo mismo que si estuviera r e d a c t a - A d e m á s d e la enseña roja, está la azul, d e
similares designios, que enarbolan los b u -
do en castellano.
ques d e la «British Naval, Bescrve'), y la
]']| lugar en q u e el t e s t a m e n t o h a sido h e - b l a n c a , únicamente usada p o r los buques
cho no es indispensable que figure en el mis- d e su majestad británica, en comisión. E s t a
m o y su falta n o os causa d e nulidad, pero ú l t i m a b a n d e r a tiene u n a cruz roja d e S a n
no obstante aconsejamos ponerlo, p o r q u e e n J o r g e en u n c a m p o blanco, además d e la
u n m o m e n t o d a d o podría contribuir a disi- J a c k en uno d e los ángulos superiores.
p a r cualquier d u d a que pudiera ofrecerse a ]íl e s t a n d a r t e real lojo y oro es r a r a m e n t e
los llamados a juzgar d e la validez del desplegado, a u n en Inglaterra, a no ser quo
instrumento. se t r a t e d e u n a visita d e los reyes a la casa
Cuando después d e escrito y firmado el que lo o s t e n t e .
"testamento, quiera agregársele algo, puede L a b a n d e r a del Canadá es la enseña roja
hacerse desi)ués de la firma y volver a fechar británica, con el agregado del escudo d e ar-
y firmar después del agregado. Si el testador m a s d e l a s provincias canadienses e n cam-
lo desea, a u n q u e no es obligatorio, puede pó rojo.
hacerlo firmar t a m b i é n por algunos testigos,
en cuyo caso es costumbre que í-stos firmen
el sobre que encierra el documento, hacien-
do constar que d e n t r o de dicho sobro está el X.o 1185. — ¿Existe la cabra e n estado
t e s t a m e n t o del interesado, d o n F u l a n o de salvaje? ¿Es u n animal m u y útil? ¿Cuántas
Tal. Pero, repetimos, q u e d e ningún modo clases hay?
es preciso este requisito, p a r a q u e el testa-
m e n t o sea perfectamente válido. CURIOSO — Capital.
L a cabra es u n animal precioso. Su carno
Jío h a y necesidad d e llenar ninguna otra
es de t a n t o poder n u t r i t i v o que, en las fami-
formalidad que las enunciadas; d e modo q u e
lias donde se usa a diario, la descendencia
como se ve, es e x t r a o r d i n a r i a m e n t e sencillo
viene en frutos dobles y triples a n u a l m e n -
dejar p o r nrodio d e u n i n s t r u m e n t o d e esta
naturaleza, establecida la propia voluntad te; su leche, como dice Huffeland, forma el
e s t ó m a g o d e los niños, y d a a los cueipoa .
sobre ios bienes que h a n de heredar aquellos
llamados a sucedemos por la ley o por nues- adultos vigor d e atletas; su piel se usa p a r a
t r o deseo, según los caso>í. fabricar el cordobán, el pergamino, el tafi-
lete, la cabritilla y otros cueros a l t a m e n t e
apreciados; su pelo, hilado, utilízase p a r a di-
versos tejidos, y sin hilar, lo emplean loa
N.o 1183. ~ ¿Qué es el cumberlandismo?
¿Es alguna doctrina ñlosóüca? tintoreros p a r a hacer el rojo d e borra, y los
ADICIONADO — Capital. tejedores p a r a fabricar sombreros; su sebo
WáÁ c o m ú n m e n t e 'icumberlandismoo d e - tiene aplicaciones i m p o r t a n t e s en la indus- .
tria, y aun sus huesos, sus cueros y sus uñas
filosófica, f u n d a d a p o r u n cierto Cumber-
land, y q u e se difundió sobre t o d o p o r I n - extranjeros.
glaterra, su p a t r i a ; p e n e t r a m e d i a n t e ciertas La cabra existe en estado silvestre, o re-
señales dinámicas, apreciadas p o r c o n t a c t o ducida a d a domesticidad. La primera vivo
en las manos d e u n individuo, los pensa- en las estepas del norte del Asia, eu los alre-
mientos sobre que se h a encomendado con- dedores del H i m a í a y a , en la. I n d i a Inglesa,
centrar la atención. H e aquí la síntesis psi- el Sudán, Egipto, los Alpes y otnis regiones;
cológica del sistema' «Hay entre los movi- la segimda so e n c u e n t r a en t o d a E u r o p a ,
mierilos do la-s manos do c a d a persona, per- en t o d a América, y en gran extensión en las
ceptibles por el t a c t o del observatlor o mer- otras tres partes del m u n d o .
ced a a p a r a t o s apropiados, relaciones ínti-
Además d e la cabra doméstica, h a y o t r a s
m a s c o n los pensamientos e n q u e se con- clases q u e llaman g r a n d e m e n t e la a t e n c i ó n .
centra la atención, d a d o q u e éstos se aiíli-
La cabra d e Angora, que es la m á s notablo
q u e n a objetos o actos ascqiúbles y díulo d e le» cápridos, es d e gran t a m a ñ o , d e color
q u e el sujeto no tenga fuerza inhibitoria su-
blanco, d e vellón suave, largo y fino. Con
ficiente y no concentre al mismo tiempo su éste se fabrican guantes, medias, camelotes
atención en ella; salvo en estos dos últimos
y muchos otros productos. La d e C a c h e m i r a
casos u n a experiencia educada p o d r á cier- es pequeña, y la caracterizan ios cuernos
tamentOj en.los órganos periféricos, adivinar
aplanados, torcidos e n espiral y divergen-
los d e los centros nerviosos y por ellos darse tes. Su pelo, sedoso y suave, y d e diversos
c u e n t a d e los pensamientos q u e los tienen
colores, d e las afamadas telas d e Cachemira,
en actual actividad'^ E s t a supuesta suerte conocidas en el m u n d o entero. L a d e Tebai-
de magnetismo, como algunos lo califican,
d a constituye'el t r á a s i t o entre las especies
p o r q u e induce en el organismo exterior las cabría y ovina. E s pequeña, d e orejas col-
corrientes d e la energía anímica, n o es, se- gantes y d e fosas nasales estrechas y largas.
gún confesión d e sus propios seguidores, do Comúnmente está desprovista d e cuernos.
eficacia ilimitada; no todas las agitaciones
mentales eran íisequibles a la experiencia E n la República Argentina, e n las pro-
del observíulor, a ú n oí m á s hábil; y el t e m - vincias del Norte, J u j u y , Salta, C a t a m a r c a ,
p e r a m e n t o del individuo, s u idiosincrasia La Kioja, Córdoba, es el animal p o r e x c e -
particular, el sexo, la edad y a u n e s t a d o s lencia, y es, se puede decir, la salvación d e
pasajeros deS sujeto, le predisponían en u n o s u s . h a b i t a n t e s . Donde n o puede vivir sino
u otro sentido como objeto d e la experien- la vicuña, la c a b í a so desarrolla a d m i r a b l e -
cia del cumberlantista. mente; es u n animal sobrio y resistente a
todas las opideniias.
 miVÍ r ^ O l V I P A R A r ^ í O l M ^°^ ^°^ surtidos de coníecciones y
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Del Estómago
Con una Tableta para dispepsia,
"Stuart", su estómago estará
siempre en buenas
condiciones.
No penniía Ud. que toda clase de cnfeniK^la-
des del estómago, como gastritis, dispepsia, mala
nutrición, etc., hagan de su vida una tortura
continua. La persona que quiere tener éxito h o ,
dclic tener el estómago y el cerebro en perfec-
tas condiciones. Las Tabletas para dispepsia.
".Stuart", son una necesidad para el hombre que
quiere que su cuerpo esté sictni)re a las órdenes
de .su voluntad.
"Yo como cuando quiero, cuanto quiero y lo
que quiero, pues después de cada comida yo
tomo una Tableta para dispepsia, *'Stuart''.
Las Tabletas para dispepsia, "Stuart", entregan
al estómago aquellos elementos — pepsina y otros
ingredientes — que él segrega para la digestión
de los alimentos. U n a o dos de estas pastillas di-
gerirán cualquiera comida sin la ayuda del es-
tómago. Al mismo tiempo envigorecen y robus-
tecen el estómago cansado, de manera que pronto
se encontrará nuevamcine en condiciones nor-
males.
Personas prudentes, tienen siempre una cajita
de Tabletas para dispepsia, "Stuart", a su al-
cance, lillas aseguran una buena digestión, no
iiTiporta qué cosa o cuánto hayan comido. El
hecho que su .• estómago está generalmente ei\
buenas condiciones no es evidencia cjuc ü d . no
las necesita. La policía tiene un revólver, no por-
que lo necesita continuamente, pero para tenerlo
pronto en caso de necesidad. Cuando Ud. desea
alivio de una indigestión, lo desea inniediata-
racnte. Esté armado contra enfermedades del
estómago. Compre una cajita de Tabletas para
dispepsia. "Stuart".
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l'rccio de venta: $ 2.50, más 0 . 3 0 centavos
para franqueo para ei interior.
Depositarios Generales:
MENDEL & Cía. - Importadores
Belgrano, 5 6 1 . - Buenos Aires
En Montevideo: Maceíionio Fertari, Juan Carios Gómez, 1513
Los fantásticos y formidables
"tanks"
El a,ntotuóvil, ciuplea<-U> no como media de trany-
j)orte, sino como mácpiína de combate, ajiarece yii
desde el principio de la guerra, y lia ido ovoluciouando
)ioeo a poco liasta convertirse en los famosos tunl.-s,
ideados por los ingleses y cnii)loaclos por primera ve/,
en septiembre último, en .su ofensiva del Nomino.
La palabra inglesa Innl;, con qne se dt^signan estos
carruajes, significa di'jmsilo o ci-ííenia, porque, eu reali-
dad, el aspecto que 2)resentan so parece al de Ifis vago-
nes que so destinan al tran..S])orto de líquidos. Prescin-
diendo do algunas descripciones somiíantástieas que
acerca do los fant-i se han pidilicado, y ateniéndonos a
lo que realmente se sabe acerca de ellos (pues la cen-
.sura inglesa no ha permitido dar a conocer todas sus
características, y hasta haco poco no ha tolerado que
se publicasen fotografías de esta invención), pueden
definirse conuj grandes carruajes automóviles protegi-
dos por nn blindaje do nuiciuj espesor, armados de
callones y ametralladoras, y dotados de ruedas del «is-
tenuí cale.rr/Hlar que les permiten avanzar por suelos
fangosos, pedregosos o llenos de baches, intransitables
|iara^ ¡os carruajes ordinarios.
Algunas informaciones pretenden que los Uniks |)uo-
den atravesar jior encima do las trinchera.s, derribar
paredes y pasar sobre sus escomijros, y los atribuyen
otras ha'/.nñas que necesitan confirmación. Aun c'on-
siderando esto último como exageraciones, los lanl-n
son poderosas máquinas de coml)ato, de cuyos resul-
tados se nmestran muy satisfechos sus inventores.
Las earaotei-ístieas exactas de los tanks no son bien
conocidas, pero a juzgar por el aspecto que muestran
las adjuntas fotografías y relacionando su tamaño eon
el de objetos cercanos, deben tenor ima longitud de
unos f> metros y unos 2.ri0 ó 8 de altura. Su velocidad
debe .sor escasa, ocho o diez kilómetros jjcn- Jtora, cuan-
do ínás, a causa de su gran jieso y fie la mucha adhe-
rencia de las ruedas.
Su armamento consistí! en poqueños cañones de ma-
i'ina, de tiro rápido, y ametralla<loras Viokers, sin qu(^
liiieda precisarse el número de piezas ni la cantidad de
municiones, así como tampoco cuántos hombres Ikna
cada una do estas máquinas de guerra, a las que no
|)uede negarse el calificativo de •impre.<iion(inlf>¡, y que
(piizá merezcan también el de ¡ormidriblt».
y.\iiMACi\s
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los lectores. En esta pá^na se insertarán las postales Que, a juicio de la redacción, sean admisibles, abonándose por cada ana de
las qne se publiquen CINCO PESOS. No se devuelven originales, ni se sostiene correspondencia referente a las mismas.

Dos amigas dialogan. — Mamá dice si puedo prestarlo

— No me hables de ios hombres. sus planchas.
TJOS odio a todos. — ;,Va a planchar hoy?
— Pero jpor qué? — No; es para tirárselas a los ga-
— ¡Ah! ¡Si pudiera reunir a todos tos esta noche. B. E.
los hombres en un país y a las mu-
jeres en otro, poniendo ontre arabos •— íQué le ]iasa al chauffeur?
lugares mucha agua, se modificarían — Tiene rota la cabeza... La fuer-
nuestras costumbres, habría más vir- za de la costumbre... So metió de-
tud ! bajo de un burro para ver por qué
— ¡Ca! Lo que pasaría es que sería no marchaba...
incalculable el número do ahogados P. L. -M.
de ambas partes.
SAMUEL.

— Esle diario dice ijiie una mujer lín África.

_estiivo cuarenta días en el agim. El cacique de una tribu salvaje
•— ¡Bah, mi padre ha estado cua- manifestó a un misionero que desea-
renta arios! Era capitán de un barco... ba bautizarse.
— No puedo hacerlo, teniendo
* TUNCO. como tienes doce mujeres — contes-
tóle el frailo.
Una profecía: Triste y pensativo se marchó el
Una madre riñe injnatamente a salvaje. A los pocos días so presentó
un hijo suyo, do diez anos. de nuevo, diciendo:
, El chico, lleno de indignación, se — Padre, ya puede bautizarme.
vuelvo hacia su hermanita (ocho — Que, ¿has dado libertad a tus
años) y la dice: doce mujeres? — /Que bu£no es/ Durante la mayor
— Cuando seas grande y te ca.-o.-i, — No; poro es igual: me las be tormenta de mi inda demostró su con-
¡valiente suegra va a tenor tu ma- comido. jianza en mi...
rido! — ¿Te dio algún sano consejo?
— No; me •jrresíó su j araguas.
AN'OYO. DiAVOIINI. LEMOS.

Para preservarse de los frecuentes

trastornos físicos que la primavera trae apare-
jada por su influencia en la renovación de la sangre,
las personas débiles, Cloróticas y pálidas, deben acudir
de inmediato a un vigorizador potente y eficaz, que for-
talezca los músculos y el organismo, y tal vigorizador,
que la ciencia médica de todo el mundo recomienda es:

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Del Dr. HOMMEL, de Zurich (Suiza).
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inapetentes y para las jóvenes anémicas son también notables
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donde la moda, el arte y la variedad en gustos, colores y
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telar en Francia e Inglaterra.

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ha monopolizado, por así decirlo, esa profusión de no-
vedades, atento a su lema de ofrecer siempre la mejor
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247 — La hora del ^rancho^ 24S — Día de lluvia. 249 — No luí yo, mamá.
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Mi ciasfi. Juanita. Hora íoliz.

A. FEiixÁNni:iz. SlMOT^ETTI. .TosÉ ZALLA.

DESCONFIANZA EN SI IVIISMO
TIENE UNA CAUSA FÍSICA: DEBILIDAD NERVIOSA
Fortalézcase el sistema nervioso: El cuerpo so nutrirá mejor, se vigorizará, la desconfianza y
otros síntomas desalentadores desaparecerán, y se estará en mejores condiciones para la lucha por
la vida, ¿tumo se consigue ésto? El señor AGUSTÍN A. CARC'AGNO, de Colón, F. C, C. A., lo
dice en la carta siguiente.
COLON (B. A.), diciembre 24 d e 1910.
Señor ductor pSaiideii — Buenos Aires.
Muj' señor mío: H a c e a p r o x i m a d a m e n t e seis meses que estoy u s a n d o
su F A J A E L É C T R I C A . H o y la mejoría que siento es m u c h a , p o r q u e du-
r a n t e muchos años venía sufriendo u n a debilidad p r o n u n c i a d a ; en ocasiones
so m e obscurecía la vista y estaba mu.y pálido. Ahora rae e n c u e n t r o MAS
F U E R T E , no siento esa cíebilidad. H É A U M E N T A D O D E P E S O , tengo
mejores colores, y era p r e c i s a m e n t e en estos meses c u a n d o m e s e n t í a peor.
E s t o y convencido de que con la a.yuda d e Dios y el poder de su F A J A E L E C -
' I R I C A , m e restableceré r a d i c a l m e n t e , cosa q u e no creía hace pocas s e m a n a s .
Compré su F A lA E L É C T R I C A p o r q u e e s t a b a cansado de g a s t a r i n ú t i l m e n t e
en m e d i c a m e n t o s . Le saluda a t e n t a m e n t e , S. S. S.
F i r m a d o : AGUSTÍN CARCAUNO.

El hombre fuerte triunfa donde el débil fracasa

AI hombre sano, fuerte y activo le es fi'icil atraer hacia sí a sus semejantes, y sacar
buen partido de los negocios que emprenda; no así ei hombre tímido, vacilante y descon-
liado. Los que se sientan débiles deben pedir sin demora mis libritos. •

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la elaboración de estos cigarros, que han de contener tabaco habano.
Importadores: GONZALO SAENZ y Cía.
 g p PARA LOS NÍÑOS -^

AVENTÜKA5 DE
VÍRÜT/^YC+ÍÍWRRQN
 n
kS
•-ÍÍ. '• - ' Í ; -

* I
J

Don DOMINGO CANTER

— Al hacer mis cigarrillos, y sin tener en cuenta e!

costo, he pensado única y continuamente en la calidad.
Y no siempre me han dado beneficios; pero sí cons-
tantemente han sido los mejores cigarrillos que se han
fabricado y se fabrican. Por esto en la historia de los
cigarrillos ideales, Sublimes y La Sin Bombo, no se
registra ninguna queja de fumadores descontentos.
Doiiiinqo Vzanfer.

Esto es la causa del gran éxito de las famosas marcas

de Don Domingo Canter. Son elaborados con una sola
idea: C A L I D A D . Y este tipo de alta calidad, tan
apreciado por los fumadores expertos en todo el país,
será invariablemente mantenido en las famosas mar-
cas de cigarrillos

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LECTURAS INFANTILES
El jarrón del abuelo
En ¡a saütii gris tórtola, Rodolfo carla después del consabitlo: Ya. la cama. Antes de acostarse aquella
|)iido uoiiteinplar, desde sus > más Libres de ia vigilancia materna, los noche, tomados de la mano, de rodi-
tiernos anos, un precioso jarrón de niños corrían por todas las liabita- llas ante el retrato del abuelo, le pi-
•Sévres, hacia el cual se dirigían con ciones, sin detenerse a pensar en el dieron perdón e inspiración. En sus
frecuencia las miradas do su madre, daño que podían causar. En su afán semblantes se reflejaba, la aflicción
como si so tratase de una reliciuia de esconderse en un sitio que su c^ue io.s dominaba.
sagrada. P^s que aquel jarrón había hermano le fuera difícil encontrarla, No sabemos lo que ol noble abuelo
]itrtenecido a su ilustre abuelo, gene- Lulú, hallando abierta la puerta de la inspirase a los niños. Pero sí tenemos
ral de la independencia. Adc(uirido sala, penetró en ella, ocultándose en conocimiento que al día siguiente el
|)».'r él en uno de sus viltinios viajes un rincón próximo a la columna que jarrón se hallalia en el sitio de cos-
a Francia, en la ciudad <|ue .se ha he- sostenía el jarrón del abuelo. Poro tumbre, engalanado con albos lirios,
cho c:élebro por su fábrica de finas Rodolfo había observado la manio- muguetes y margaritas. La quebra-
jxncelanas, gozaba con tal motivo bra y llegó gozoso hasta donde se dura quedaba oculta por una blanca
de toda la preferencia de .su madre. escondía Luh'i. Ya iba a posar su cinta do raso. Rodolfo fué a buscar la
Cuando algún acontecimiento de fa- mano sobre el hombro de su herma- espada del abuelo y Lulú llevó a su
íuilia obligaba a cpie las flores dieran nita, cuando tropezó con un almoha- mamá frente al jarrón.
su nota alegre, el abuelo dii-igía per- dón que se liallaba en el suelo, con — Mamá, — dijo Rodolfo, conmo-
sonalmente la elección y el arreglo tal mala suerte que fué a dar contra vido, sosteniendo la posada espada
<ic las cjue debían engalanar su que- la colunma ya citada, cayendo el ja- del abuelo con la cuie saludaba al ja-
rido jarrón, que descansaba sobre rrón sobre el piano y quebrándose rrón quebrado. — Ayer rompí, sin
>ina columna de mármol y óni\ con por la mitad. Inútil es describir la ftuerorlo, ese jarrón que tú amas
incrustaciones de bronce. desesperación (pie se apoderó de tanto. La rotura os apenas visible,
A su muerte, aquel jarrón pasó a aquellos niños. Comprendían el gran pero a mí y a Lulú nos aflige sobre-
pertenecer a su madre. La señora se disgusto que tendría su mamá al co- manera. El al)uelo nos ha perdonado
cncariiió a su vez con e.se objeto, que nocer el daño producido. ¿Cómo ha- y nos ha sugerido en sueños esa repa-
muy pronto se le conoció en la casa cer para ocultárselo, de qué medio ración ijue te ofrecemos. Mira, esas
por «el jarrón del abuelo». Y cuando valerse para evitar a su C{uerida mamá son las mismas flores que el jarrón
sus dos hijos, Lidú y Rodolfo, pedían aquella enorm-í mortificación? Enju- lucía el día de tu casamiento. ¿Quie-
la adquisición do juguetes, sabían- gando el llanto, Lulú díjole a Rodolfo: res aceptarlas, mamá, y perdonarnos
q>ie al pronunciar la frase: «C[ue sea — Jlira; entre los dos escondere- el daño hecho?
tan bonito como el jarrón" del abue- mos el jarrón, para que mam.á no vea — Sí, hijitos míos, — i'espondió la
lo>), su Tuamá les compraría el objeto la rajadura, y después iremos a arro- madre, presa de una emoción intensa.
más lindo que hallase en el negocio. dillarnos ante el retrato del abuelo — lisas flores me hablan do vuestra
Pero llegó un día desgraciado para y le pediremos consejo. ternura y esa cinta me ocultará para
los dos niños. Lulú y Rodolfo juga- — ^fuy bien pensado — contestó- siempre el daño que el jarrón ha su-
ban a las escondidas. Su mamá se le Rodolfo, qne veía la salvación en la frido; pQ(;o pondiá en evidencia a
hallaba cortando flores, en el jardín. indicación cíe su hermanita. todas horas el amor, el respeto y la
Lulú, presurosa, se escondía detrás Kntre los don tomaron cuidadosa- veracidad de mis buenos hijos.
de todos los nuiebles que pudieran mente ol jarrón y lo llevaron al cuar-
ocultai'la al hermanito que iría a bus- to de Rodolfo, ocultándolo debajo de A D E U . \ D I C.^HLO.

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ras, nos honren con su visita, seguros de que nuestra colección de
Novedades, lia de merecer su franco y para nosotros definitivo elogio.
«Drap satin de Lyon», articulo de seda, y de gran «EpeíugUne», tejido matizado en todos los coioics,
brillo, en colores de última moda, en blanco y en muy novedoso, especial pava vestidos; e! C cn
ncfíro, para vestidos de soiré, fiesta y * f%fí metro al precio excepcional de -S *'=*'*'
baile; anclio 90 etms., el metrOya S '*•*"'
'•Tuill üoulard imprime*, de pura soda, inmenso y •Jerseyj, tejido de punto, muy cliic para sacos y
variado surtido en colores y dibujos, especial para vestidos, en colores variadísimos y muy C A A
trajes, blusas v batones; ancho 100 etms., M C A modernos; el metro,
el metro, a 8 6.50, 5.50 y S t.OU «Gabardinas», estilos novedosos para vestidos y tra-
•Jerseline satín», articulo de tejido souple y muy bri- jes sastre, en los colores más modernos: "Sf C A
llante, do pura seda, para vestidos de fantasía, el metro, a S ' -"''
reunión y baile; variedad de colores, en blanco y «Serge Fonlard», grandioso surtido en colores mo-
en nesro; ancho 100 etms., el metro, a Q C A dernos, articulo muy esouple», y de gran "jr c A
S 9,50 y S O.HV moda, itara vestidos; el metro, a . . . . S • « J V
«Skantung imprimé Jacquard», de pura seda fanta-
sía, estilos y dibujos novedosos, para trajes, blu- «Tricotina», aitícnlo de última novedad, en colores
sas y batones; ancho 100 etms., el metro p Q A de moda, tejido muy práctico para vcsti - Q O A
a.$ 12.50 y S OmW dos y trajcí tailleur; el metro, a . . . . S O . O U
En el AKEXO: Avenida de Mayo, Feíú y Bivadavia.

PEnMTEMPS 191?
EM EL ñMm-XQ

APERTURA de ia "SAISON"
Gath <5' Cllaves invita al público
en generatj y especialmente a su
clientela distinguida, a visitar sus
salones de venta, en donde se ex-
ponen; con motivo de la inaugura-
ción de la temporada primaveral,
portentosos conjuntos de auténticas
Novedades, seleccionadas por sus expertos compradores, en los centros
donde la Moda se crea.

ANEXO: Avenida de Mayo, Perú y Rivadavia - CASA CENTRAL: Florida y Cangallo

 .PP
"Ni
Es Este E! licor ESto=
macal lara despuis de las comidas;
r e p i t e " ; esta ES la prueba.
fi 6 asa s
CARASvCARETAS
REVISTA SEMANAL ILUSTRADA JOSÉ S. ALVAREZ, Fundador
B U E N O S A I R E S , 15 D E S E P T I E M B R E D E 1917

La diplomacia en La Rural

Von I^iLi-burg:—Crudas a nuestra habilidad, querido compañero, hemos conseguido

llevarnos los primeros premios.
Barón Lowen. —S'T, pero dejando huella.
 Uecia T a l l e y r a n d q u e los triunfos de los diplomáticos suelen
ser de todos, monos de los diplomáticos mismos que so d a n
c o m o triunfadores. P u e d e q u e el gran cínico que fué el ex
obispo do A u t u n , no dijera con ello sino u n a de esas boutades
q u e le eran t a n familiares; sin e m b a r g o , d a d a su larga expe-
riencia en negocios diplomáticos, es m u y p r o b a b l e que h a y a
algún fondo de v e r d a d en esas p a l a b r a s suyas. P o r lo menos,
si se considera con sangre fría el residtado que h a n tenido
las reclamaciones de n u e s t r o gobierno al
a l e m á n , p o r liundiniientos de buques argen-
tinos, no p u e d e dejar de verse q u e en él h a y
a l g u n a dosis de confirmación de lo dicho
p o r Talleyrand. Ello, por supuesto, no q u i t i
mérito, ni en u n ápice, a la acción diplomó
tica de nuestro gobierno, ni a la l a b o r d
n u e s t r o Jlinistro de Agricultura, doctor
Honorio P u e y r r e d ó n , qiuen, en el desem- Doctor Honorio Pueyrredón, que desempeña inte-
rinalmente la cartera de Relaciones Exteriores.
peño interino do la C a r t e r a do Relaciones
E x t e r i o r e s , está d e m o s t r a n d o lo q u e y a se de Metternich, suele no sor do larga
d e m o s t r ó hace t a n t o t i e m p o en el caso de duración; pero es menester aprove-
Cavour: que el inteligente cultivo de la charla m i e n t r a s dura.' Algún principi'j
tierra, puede hermanarse perfectamente análogo se e n c u e n t r a t a . n b i é n en El
con el inteligente cultivo de las relaciones Príncipe, de M a q u i a v e b .
exteriores. Bismarck fué t a m b i é n u n ex- Y la satisfacción de la cancillería es
celente y progresista agricultor. t a m b i é n la satisfacción del pue-
L a situación p a r a n u e s t r a canci- blo; p o r q u e , como a p u n t ó Cá-
llería era de u n a sencillez casi infan- n o v a s del Castillo, sin la satis-
til; o Alemania d a b a o no d a b a ex- facción do los p " o t l o s la do las
plicaciones y t o d o lo d e m á s que se le cancillerías q u e d a c i i ioada s;i-
" • pedía. Si las bre arena. Otros g r a n d e s diplo-
d a b a , no haVjía m á t i c o s piensan lo contrario:
m á s q u e ha- q u e n u n c a deben e s t a r de acucr
blar; si no las
d a b a , q u e d a b a n abier-
t o s dos caminos: o se
le volvían a pedir, o se Doctor Luis B. Mo-
r o m p í a n las re- lina, ministro ple-
l a c i o n e s con nipotenciaria de
ella. Si esto úl- nuestro país en'Ale-
t i m o ocurría, mania.
no h a b í a m á s
q u e hablar; si se le volvían a pe-
dir explicaciones, p o d í a n pasar
dos cosas: o q u e las diera o q u e
insistiera en no d a r l a s . Si las
d a b a . . . pero n o t a m o s que nos
a v e n t u r a m o s d e m a s i a d o en el te-
rreno d e las hipótesis, y t e m e r o -
sos do u n fracaso, volvemos a la
realidad d e las cosas.
Y la realidad de las cosas es
q u e el gobierno a l e m á n h a acce-
dido a las reclamaciones de nues-
t r a cancillería, en forma que a
ésta le ha llenado de satisfacción,
y con m o t i v o . La satisfacción de
las cancillerías, decía el príncipe

Nuestra representación en Alemania, dirigién-

dose oücialmente al Reichstag.
do las cancillerías y los respectivos pue-
blos; pero el d o c t o r P u e y r r e d ó n no lo
cree así, y al b u s c a r la satisfacción d e la .
cancillería h a buscado t a m l ién, como
siemiire lo hizo P i t t . la satisfacción del
p u e b l o . E s uno de los g r a n d e s princi-
pios d e la deraocra' ia m o d e r n a , y a se-
ñ a l a d o en alguno do sus discursos p o r
Llnyd George: q u e el pueblo debe t e n e r
influencia positiva en el manejo de la
d i p l o m a c i a , prin-
El cónsul general argenüno "Pi^! <1"''.<>'^ -^'«-
Doctor Eduardo Laboagle, pri- cn Alemania, señor Alber- m a m a m i s m a se
mer secretaria de la legación. to M. Candioti, y su hija. reconoce ya.
 DESDE PARÍS

Antonio de la Gándara
moral y artísticamente, un perpetuo destierro...
Así ha muerto, envuelto en el blasonado ropón de
su ¡gran talento y de su gran orgullo, como un hidalgo
malavenido con los usos y las gentes de su tierra. ..
De la Gándara se va a los cincuenta y cuatro años,
en plena fuerza laboriosa y en plena luminosidad dol
genio.
Su o b r a . . . ¿quién la ignora? Se especializó en el
retrato de aristocracias... Sus mujeres, todas sus mu-
jeres, son princesas de mito, hermanas espirituales de
otras mujeres de carne y hueso, que lo son del gran
mundo parisiense, argentino o romano...
De la Gándara era el pintor de la distinción. Por ello,
sus retratos están todos aureolados de ese misticismo
de la elegancia trocada en r i t o . . .
Todo el espíritu de su obra estaba en su propio espí-
ritu, y se cifraba eh una quintaesenciada altivez esté-
tica, un poco fría, un poco ajena a las realidades do la
vida, como visión subjetiva de un fanático do la espi-
ritualidad, que huyendo de las banalidades de la exis-
tencia se encerró con su eterno modelo de ensueño en
una torre de marfil. . .
ANTONIO 6. IIE LIN'ARBS.
París, 1917.

El célebre pintor español Antonio de la Gándara, muerto en París,

recientemente. De la Gándara, con Zuloaga ? Anglada, formaba
el gran triunvirato de la pintura española contemporánea.
Ha muerto, envuelto en el blasonado ropón de su
gran talento y de su gran orgullo, como un hidalgo
castellano, que era, mal avenido con los usos y con las
gentes de Castilla...
Do la Gándara vivió y trabajó en París; expuso sus
maravilloeos retratos en Londres y en Roma; y adqui-
rió fama mundial.
De la Gándara no quiso nunca llevar sus cuadros a
Madrid; se negó a concurrir a todas nuestras exposi-
ciones; se negó a organizar una exposición privada de
su obra en España; y no volvió nunca al solar de sus
mayores.i. A los rai'os amigos españoles que acudían
a visitar au estudio, decíalos: —¿Cómo jiodcis vivir
tranquilos allí, entre tantos sapos y sabandijast...
Los sario-1 y las sabandijas a que aludía de la Gándara,
son esa legión de impotentes y fracasados del arte y
de la literatura que vejetan en Jladrid, y que viven
de la adulación y de la maldicencia, cuando no do la
calumnia: aon los de las tertulias de café: son los que
peregrinan por ministerios y antesalas mendigando
pensiones, premios e inverosímiles plazas: son los que
pintan, y escriben y discuten, sur saber nada de pin-
tura, ni dfí literatura, ni de crítica; y eso porque se
han constituido en una especie de chulapería literaria
y artística, — partida de todas las armas desleales, —-
que infunde pavor a las direcciones do los periódicos,
a las gerencias de las casas editoriales, a los jurados de
las exposiciones, y hasta a las subsecretarías de los
ministerios...
¡Los aaíios y las sabandijas^, . . ;.Quien, cu IMadrid,
no ha sentido tristezai, al tener que tratarse con esos
eternos aspirantes que no sienten más que odios y que
tanto pululan por la Villa y Corte? Hay quien acaba ])or
habituarse a ello.. . Haj' quien no lo consigue, y pre-
tiere marcharse... Somos muchos los que nos hemos
marchado... Antonio de la Gándara era uno de ellos...
Pero nosotros, al alejarnos, hemos olvidado, y casi he-
mos perdonado a Madrid su despego por los artistas de
talento. De la Gándara no olvidó ni perdonó, y al en-
trarse por Francia lo hizo imponiéndose material. Retrato, por Antonio de la Gándara.
 Inauguración de la 31.'' Exposición de Ganadería

La señorita María Rosa Caballero y el señor José

Freixas, cuya unión consagró, en el templo de
San Miguel, el E. F. Gustavo Fianeheschi, siendo Público aue asistió al íestival que el «Centro de Estudiantes Industriales» celebró
padrinos la señora E. P. de Caballero y el señor ' en el «Prince George's Hall». Lo selecto del programa y su ejecución dio a la fiesta
Antonio Freixas, un particular atractivo.
 Diplomacia negativa
E«tt,s últimos días, hemos gozado la dulce satisfacción del descubrimionto de
u n a^iii^to di|;lomático, satisfacción ciue ha sido dulce en el mismo s e n t i d o que lo
es el (Jcsciibriítiiento de la p a t e r n i d a d de u n a n ó n i m o en que se nos insulta. L a s
cosas claras.
H e m o s debido esa dulce satisfacción a ¡a cancillería n o r t e a m e r i c a n a . E s espe-
cialista esa caucilicría en el descubrimiento de .secretos diplomáticos. A principios
de este año. desculuió la famosa n o t a en C[ue el gobierno a l e m á n p r o p o n í a al
mejicano u n a alianza c o n t r a los E s t a d o s Unidos. Se dijo: ¡mentira! y los q u e creen
en la i n m a c u l a d a v i r t u d germánica miraron con lástima a los c[ue creyeron en la
nota. Al fin, el propio gobierno a l e m á n decdaró que la n o t a era a u t é n t i c a . Ahí)ra,
la misma cancillería ha descubierto que el ministro sueco en Buenos Aires, — y
a q u í de la verdad de los refranes, — servía de intermediario p a r a las comunica-
ciones entre el ministro de Alemania, conde L u x b u r g , y su goliierno. El caso no
es, p o r cierto, extraordinario; siempre los diplomáticos se h a n p r e s t a d o recipro-
c a m e n t e esos pequeños servicios, y m u y especialmente c u a n d o los respectivos
gobiernos no se m i r a n con enojo, como es el caso e n t r e el de lístockolmo y el d e
Berlín. S ó l o q u e
esos pequeños ser-
vicios a m i s t o s o s
Buelen tener conse- El ministro de Ale-
c u e n c i a s graves. taania, conde Ka-Í
E l ex consejero fe- von Luxbuig.
deral suizo, Hoff-
m a n n , podría d a r mumcaroe con su
algunas informa- gobierno cada
ciones relativas a cual i-e comunica
los peligros de lle- lonuí puede. E n
v a r demasiado le- d o n d e el c o n d e
j o s la complacen- Luxl)urg ha esta-
cia con u n o de los do poco diplomá-
b e l i g e r a n t e s . Es tico — y ello, na-
d e esperar que el t u r a l n i e n t e . lo me-
ministro sueco re- cimos .suponiendo
sulte t a n bien in- que la cancilloria
formado al respec- norteamericana
to como Hoft- no se ha lanzado
mann. así no m á s a d a r
E n »-uanto al semejante i n f o r -
ministro alemán, mación — ha sido
seria improceden- en aquello de indi-
t e hacerle cargos car, como u n a de
porque empleaba las m a n e r a s posi-
a l sueco p a r a eo- bles de solucionar
l a s reelamacioneí
ce nuestro gobier-

El ministro de Siiecia, barón Ge-'

rtiard Lowen, que las publicacio-
nes de Norts América acusan de
haber servido los intereses de
Alemania, en el envió de corres-
pondencia diplomática.
no, el h u n d i m i e n t o de los bar-
cos argentinos, sin dejar hue-
lla, es decir, ha< iendo morir a
todos s>is t r i p u l a n t e s . E s u n
caso parecido al de a q u e l bár-
baro que asesinó a u n nene,
y p a r a no dejar huella, se lo
comió; pero g u a r d ó los hue-
sos, que no se p u d o comer, en
el baúl. L a huella, hay q u e
dejarla o no dejarla. B o r r a r l a
del pie derecho y dejar la del
izíjuierdo, n o conduce a n a d a .
Al escril5ir estas líneas, a u n no
sabemos si el conde L u x b u r g
h a declarado que es cojo.
E n c u a n t o al puesto en que,
en la escala zoológica, el con-
de L u x b u r g pone al doctor
Frente de la legación alemana, en la calle P u e y r r e d ó n , Mini.stro interino
Vicente López, 1771. de Relaciones, no es ni siquiera
u n a inconveniencia, es senci-
llamente u n a n u e v a demostración de lo superiores que los alemanes
fie creen al resto de los h o m b r e s . E l doctor l ' u e y r r e d ó n discute con el
c o n d e L u x b u r g , pues el conde le dice a su gobierno, y p r o b a b l e m e n t e
a sus contertrüios del club a l e m á n , q u e el d o c t o r P u e y r r e d ó n es u n
asno, y u n asno notorio, p o r si alguien lo d u d a r a . A nuestro juicio, el
d o c t o r P u e y r r e d ó n debiera sentirse m á s bien satisfecho, p o r q u e el
enojo del conde d e m u e s t r a cjue supo t r a t a r l e como se merecía.
Si el ministro a l e m á n hubiera c o m u n i c a d o a su gobierno que el doctor
P u e y r r e d ó n e r a u n genio d i p l o m á t i c o , la c o s a nos h a b r í a parecido El señor G de Veycy Somoskeay, aue estuvo en Bue-
nos Aires y iué sospechado de ser activo agente se-
(tniicho m á s grave. creto de los imoerios centrales entre nosotros.
 ^••AflA'WAAflAíVW^^ÍV^

wvViffjvñAnrtnrfvv^ir*#*wftñ/vvvv^'WArv^Wi^

ENVEJECIDA--^
POR
EVGENl D'OR/'
Publicamos hoy el primer articulo del distinguido escritor y jilósofo
español, Eugenio D'Ors, conocido por el seudónimo de Xenius. Los
amantes de las letras apreciarán en lo que vale tan valiosa colaboración.
Para "CARAS Y CARETAS". Acpií estii el conflicto, aquí la tragedia. Nadie jmdo
trabajar en favor de la vida sin pelear. Nítdie alcanzó-
LA OÜERRA ENVEJECIDA a trabajar por la inteligencia, sin dicidir. Como, on la
Todavía quiero escribir, ya que so me brinda página econonn'a de las generaciones, la segura ociosidad del
libre en país libre, mías palabras nuevas sobro esta hijo ha ido comprada a precio del jadeo y el sudor
guerra envejecida. Sobre la marchita guerra cjue ha del padre o del abuelo,, así la perpetuación costó siem-
llegado a agostarse tanto, en el fondo turbio de las pre desgarramiontos y la cultura, guerras.
conciencias y en la devastación de los campos do bata- LA IDEA DE TIGRE Y r,A TDEA DE HOMBRE
lla cruentos, que ya — ¡raro primer movimiento del
espíritu! — nof^ parece ella más antigua qua nosotros Ese tigre ataca furioso a su hembra, en la profnsión
mismos. nupcial de la j u n g l a . . . En el fondo de las pupilas in-
Lo ETEENO cendiadas hay una imagen que el cerebro de la bestia
no ve, pero que ve y apetece la obscuridad de la carne-
Digo sobre la guerra, y mejor diría en ocasión. Que a toda. Hay la imagen del tigre ideal, clel tigre perfecto,
mi, lo que en la guerra me a()asiona es precisamente sin tacha ni reparo. Doscientos siglos lleva 1» natura-
lo que la resiste. Y, ;,qué es lo que resiste a la guerra? leza en intención y obra de realizar tal imagen. Para
Contesto con una sola palabra: Lo que resiste a la las imperfectas copias de tan puro modelo, especie o
guerra es ia maternidad. idea, han servido de instrumento, en infinitos furiosos
Madre llamamos, casi por definición, a lo que no ensayos, dos mil generaciones de tigres.
pnede estar on pugna. Las Ideas-madres, las Madres- Estos soldados se ametrallan sin merced, beso el
madres, las de carne y hueso: he aquí lo eterno, io sol de Dios del verano, en una llanura desolada del Ar-
impasiblemente pacífico. gona.. . Ellos no lo saben. Ellos se figuran batirse por
No hay poder humano, no liay ministro venal, no la conq\iista o por la defensa, pnr el honor o por el
hay príncipe aventurero, no hay César loco, que pueda botín. Pero yo os digo que no se trata más quo de un
escindir la imperturbable unidad ni dar término a la nuevo ensayo terrible para realizar acabadamente la
constancia tranquila de la república universal de las idea de hombre.
ideas y la república universal de los Regazos.
L A CIUDAD Y EL BUSTO. E L EMPERADOR Y LA MEDALLA
A QUF I'RECIO
Mueren los tigres, mueren los guerreros, mueren las-
Pero las Madres son hijas de los Guerreros. Y las Naciones. Y ellos no han sido sino canales para la san-
deas son hijas de las Naciones. gre de Eva y bocinas para la, palabra de jDios.
 « Todo pasa, el arte robusto
posee, solo, la eternidad.
El bu-sto
sobrevive a £a ciudad.'íi
i Y la medalla austera
que encuentra un labrador
bajo tierra
revela un emimdm,^)
Sí. Pero ea que, es el secreto de las cosas, en los
•designios de la continuada creación natural, la ciudad
sólo existió para que el busto fuera producido; y el em-
perador, para que so eternizase su efigie en la medalla.
JULIANO, LULIO, DANTE
Y las Naciones, ;.para qué existen? Las Naciones
existen para las Ideas.
Teófilo Gauticr era un artista. No quiso referirse,
en el poema cuyos son los versos citados, sino a la
perennidad del arte. Pero ios ángeles acuñan aun más
duraderamente que los orífices. Y puede discutirse si
los filósofos acuñan más o menos duraderamente que
los ángeles.
Hubo un emperador. Su nombre fué Juliano. Unos
le apellidaron el Filósofo; otros, el Apóstala. Tuvo este
pensamiento: <'Las Naciones son astros; las Naciones
ion dioseso. Quiere decirse, la Idea de cada Nación,
la idea que subsiste, inmortal, cuando la Nación que la
engendró ya está muerta y hecha polvo. El emperador
•Juliano fundó la Grecia, la Grecia ideal en que aun
-yi vimos.
Hubo un predicador. Se llamaba Raimón Luil. Le
llamaron Raimundo Barbaflorida. Este fué quien pen-
só; « Una Nación nueva es un nuevo ensayo, A un nuevo
ensayo corresponde un nuevo instrumento. Vamos, pues,
a probar de engendrar una idea en lengua vernácula, en
lengua dd pueblo y no en el heredado lalinti. Grecia iia-
bía practicado esto mismo. Pero no se lo había pro-
puesto como problema; no lo había practicado cons-
cientemente, electivamente, como Raimundo. Rai-
mundo fundó la nación de Cataluña, mí patria.
Hubo un poeta. Fué su nombre Danto AUghieri,
Vivió cuando Raimundo, le siguió de poco después, —
independientemente sin duda, — en la misma inven-
ción. Escribió, en la lengua do la vieja cultura, un libro
defendiendo la cultura nueva en lengua nueva. Asi
fundó la nación de Italia.
TECNICISMO
Besigno convencionalmente con el nombre de «.4rca-
iiati al pueblo hipotético que no se conociera, ni aun
confusamente, misión ni finalidad de cultura, al pue-
blo entregado por ontoro a la tarea de la propia felicidad.
Afirmo que .Juliano, Lulio y Dante, sin contar con
los posteriores, han colocado decididamente la Arcadia
y el arcadismo fuera de los límites de la moralidad, y
que han inventado y definido la A'acióacomo entidad
contraria a la Arcadia,.
Doy después el nombre de ^-Ciudad de Dios», a la for-
taleza de las imperturbables maternidades, hijas de las
mas crueles divisiones y luchas, pero ya situadas inao-
cesiljlemente a ellas. Ál lugar en que el emperador se
reconcilia con el Galileo, Lulio con Averroes y el Danto
con el Papa.
TEMA
Pues bien, lo que a mí me apasiona, en ocasión do es-
ta ya marchita guerra, lo que ha de constituir, lectores,
el tema propio de nuestro libre conversar en esta libre
tribuna, es el liundimienlo detivitivo de la Arcadia ti el
crecifaiento de la Ciud^id de Dios a travos de la pugna
entre las Naciones.
Barcelona, julio de 1017.
Dib. de Sirí.f>
 Enlaces En lia sociedad "Sarmiento"

El señor Clemente Onelli, con las autoridades de la sociedad "Sarniiento% después de la

coníerencia que pronunció sobre protección de los animales, a la que asistieron los
alumnos de la escuela núm. 1, del consejo escolar S."

"Club Estudiantil Porteño"

Señorita Eusebia Fernández, con el señoi

José R. Ramos.

Señorita Rosana O. Bocolc, con el señor Al- Comida de aso^i^ilo^, restejando el 15 amversai'io de la fundación del club Fué en-
fredo F. Ballina. tregada nna medalla de oro al señor F. Bazurto, por ser cap. del «Team') de la 1.'^ división

Fiesta infantil

iDterebantfc giujio de peaueños coneurrenleb a U tiesta míantil que ofreció la señora Amalia Oromí de Nougués, en honor de sus nietos
María Dolores. Emilio y Miguel de Oromi Escalada y Miguel Alfredo Nougués.
 FIGURAS DE ACTUALIDAD
DOCTOR LUIS R. M O L I N A , POR ALONSO

P o r su hábil tramitación
diplomática, ha triunfado,
y hoy en toda la Nación
se aplaude su actuación
y su feliz resultado.

Fué entre las montañas áridas y graves de Chileiit;)
donde conocí a la iugaz lieroína de esta sencilla IJÍS-
tnria. Vivía con sus padrea en una quinta, al pió misino
de un (erro |)or cujeas piedras trepaban las viñas, con
ra.imos opulentos, pálidos como el ámbar, cu la cari-
cia ardiente de un sol otoña!.
Iba yo a pasar breves días en aquella mansión ocul-
ta, llena de sosiego y de olvido, para aliviar los ner-
vios lloridos |ior las agitaciones, ruidos, sobresaltos,
ingratitudes de la metrópoli. La naturaleza de la re-
gión, sobria y majestuosa, me despojaba, con sa))idu-
ría de madre, de todas esas neuralgias que hormiguean
impacientes on oí espíritu de los lialñtantes de ciudades
populosas. Y una bondad mística, sana, fuerte, co-
menzó a dominarme por completo.
Así en ese estado esencial de mi alma, fue como nos
conocimos <on Fanny.
Ella era ¡rlande.sa, y, por lo tanto. liermo.sa. A]ie-
n is f omeu/aba, ya, a salir do la ninc/, y sól't un
le an ) resplandor do pubertad, asomaba en sus ojos,
anillaba si rostro. Inocente como las florocillas
qi:e .se ocultan entre los ri.scos de las |iiedias, in(|iiicta
como un pájaro, le llamó, sin duda, la atención, mi
aspecto de convaleciente, la atrajo mi corazón, puri-
fícalo por ol aliento de la montaña, adivinándolo ella
c n cs" s'.qiremo instinto de ins niños que lo comjiren-
d n t d ' al primer g'ilfio de vi.sfa.
¿rs'cd ba venido desde muy lejos, — señor, me
d'|o una mañana, sorprendicndomo el contraste de sus
oj)s azules, sus cabellos rubios y el blanco rosa do sus
mejillas, con la tonada, de un a'-ento tan proniiiciado.
que parecía hija de La líioja. de larga ascendemia.
¿Te quisieras ir a Buenos Aires, a pasear? — le res-
pondí.
— Sí; jiero con la coudix'ión de volver pronto^
— ¿Te gusta mucho la quinta?
— ¡Es claro! y con .sus ojds limpios como aquel cielo,
recorrió las liuerlas, los campos, iior donde cabalgaba
a su antojo, los cerros llenos de maravillas.
Luego, después de una reflexión [irofiiiida. la mira-
da fija, el gesto imperios >:
— Quédese, usted a q u í . . .
LUNA
VAL DES
— No [luedo; debo volverme pronto para cumplir
obligaciones.
— ¿Y si se enfermara?
— Entonces no tendría otro remedio que demorar-
me más tiempo. ..
— Hágase el enfermo, pues. ..
Desde entonces nos hablábamos todos los días. .\le
ob.seiiuialia, la chica, con ramos de violetas que ella
elegía, llegaba otras vo.es a sorprenderme con jiiedras
raras y descimocidas, me conducía de la mano hasta el
mejor racimo... ;0h. dulces momentos que pasaron
para no volver.'
Llegó el día de mi partida. Los padres, ella y algu-
nos amigos fueron hasta la estación a despedirme.
Sentía yo una secreta, [)eno.sa emoción, y Fanny pare-
cí.a formular con sus ojos infantiles, llenos ahora do
irreparable melancolía, la terrible pregunta de loa
niños;
- ¿Por que Dios es tan malo?...
l'T tren (Uó .su segunda llamada. Fueron rápidos los
abrazos y apretones; do mano. Después, después de
todos, me despedí de Fanny. Me atrajo con la ternura
de sus brazos y «nuestras tfocas. sonaron en un beso;
el |irimer beso, el último!...
¿(¿ué hálito de divina pureza había en él, que sentí
la comunión sagrada penetrar en mí. como un perfume
de violetas, como un rayo de sol, sabor de los racimos
dorados, al sol do otoño?...
Pasaron algunos/-años. La viíla ha clavadu eii
mi corazón sus garras despiadadas, hay una herida
ini-urablo que sangra, sangra siempre. Pero do voz eu
cuando, brisa de dulzura que llega, el recuerdo dd
aquella es-ena me sosiega y me c a l m a . . .
•'No puedo pensaf en aquellos cielos azules, en esas
moníáSas desnudas y.graves, sin ver.el rostro de Fan-
ny, la niña que sentía ya, el anuncio de la jmbertad,
mirándome marchar, lleno el semblante de iurpiietud,
ante el .secreto entrevisto, casi revelado en el fugaz
rumor de aquel lioso...
Y al referirme esta sencilla historia, corrió por la
m(\,illa pálida do mi amigo Rodas, una lágrima ver-
dadera.
 La Plata

La. T ^ c T ü i a j i
de ueiLoiax/' d e
-ucajcion
Anexa a la Uuiversidaíi Nacional de La Plata,
— y a semejanza de los inatitutos europeos y
norteamericanos, — funciona la F a c u l t a d de
Ciencias de la Educación, c r e a d a p o r decreto
del P. E. de fecha diciembre de 1913. •"'^''nmmíjmmmk
Elevando el p r o j e c t o lie ley p a r a su creación,

Frente del edificio.

t o d a la República de u n c u e r p o docente instruido en la.
ciencia y en el a r t e de enseñar.»
Cúpole con buena hora p a r a cjue se cumpliese esta aspi-
ración, que esta F a c u l t a d de Ciencias de la Educación, fuera
p u e s t a en m a n o s del profesor Víctor Mercante; y aLtuella
sección incorporada a la F a c u l t a d do Ciencias J u r í d i c a s y
•Sociales, es hoy un
i n s t i t u t o modelo,
con vida propia e
independiente, cu-
ya labor ha p a -
sado los límites de
n u e s t r a s frímteras
y c u y a produc-
ción sirvo de nor-
ma en el e x t r a n -
jero.
F u e r z a es de-
cirlo a m p l i a m e n -
te: la o b r a se del)c
a la dodicación y
al e m p e ñ o de su
El decano de la Facultad, proiesor Víctor Mercante, y a c t u a l -Decano, se-
el secretario, doctor Zapata. c u n d a d o por u n
cuerpo d e profeso-
res cuyos méritos
son indiscutibles,
y a fjue lo forman
Leopoldo Herrera,
Alejandro K o r n ,
Un nnoon de la sala de lectura. R o . d o l f o S e n o t ,
Nicolás R o v e d a ,
A. Carbó, R. Lenene, R. Rojas, Leopoldo
IjUgones, F. Legarra, Alfredo I ) . Calcagno y
A. i l a r a s s o P^oca, quienes con su dedicación
h a n conseguido «cjue del aula surja el espíritu
d e u n a j u v e n t u d anhelosa, r a z o n a d o r a , ins-
p i r a d a en grandes ideales y capaz de gran-
des acciones.» Q_ p

Curso de 'Sistema nervlosO'>, a cargo del doctor Nicolás

N. Roveda.
decía el P. E . q u e «creía u n a necesidad del mo-
m e n t o iniciar u n a n u e v a corriente universitaria
que, sin tocar el cauce de las a n t i g u a s , y sin
c o m p r o m e t e r en lo m á s m í n i m o el porvenir de
las dos universidades históricas de la nación,
consultase j u n t o con el p o r v e n i r del país, las
n u e v a s tendencias de la enseñanza superior, las
tuievas necesidades de la c u l t u r a a r g e n t i n a , y
los ejemplos de los mejores i n s t i t u t o s similares».
Cuando el doctor Joacjuín V. González, en
su o b r a «La Universidad de L a Plata», se referia
a esta iraeva institución, decía q u e los estudios
a realizarse en ella, p r o p e n d í a n a la formación
lie y)rofesores «dada, la evidente necesidad en Gabinete de psicopedagogia, a cargo del doctor Alfredo D. Calcagno.
di ítaíniít®§
CUENTO DE ACTUALI-
D A D , MONOLOGADO
Salonciío de fumar muy
elegante. Cuadros de
sport, 'panoplias de
armas. Sobre una,
mesa de escritorio
proyecta alguna luz
UTia pequeiui lá')npa-
ra eléctrica, ün reloj
de sobremesa da las
dos.
CABLOS (Entrando.)
— ¡Qué t r a n q u i l i d a d !
Así la necesita mi es-
píritu. ¡Kadie en la ca-
sa! Los viejos cuidado-
res d u e r m e n y m i cria-
d o R a m ó n , q u e no tie-
ne o t r o oficio que fu-
marse mis cigarros y
esperarme, se h a b r á
ido a correr él t a m -
bién la verbena. ¡Verdad es que esperarme a mí es
lo mismo que esperar al c o m e t a Biela que vuelve a
casa c a d a sois años, y a m e n a z a n d o con el derribo!
¡Bab! Que se divierta el criado, y a que el p a t r ó n
rabia. E s a gente puede divertirse; sin deberos ni pre-
ocupaciones, ni posición social, ni d e l i c a d e z a . . . ¡pero
u n o ! . . . ¡tiene q u e ser digno! ¡Cuánto pesa el frac!.
Lo que pesa aquí d e n t r o es el sobretodo (se lo saca arro-
jándolo sobre una silla.) ¡Si p u d i e r a sacarme asimismo
estas negras ideas! A n t e t o d o h a g a m o s la luz e n la
h a b i t a c i ó n y en la conciencia. {Da luz a la lámpara
central y .le .lienta en una butaca.)
¡Yo soy e! jefe de mi familia, i n d u d a b l e m e n t e ! H a c e
diez años que m u r i ó mi padre. ¡Diez años! Yo pensaba
p o r entonces empezar u n a carrera, y esa desgracia
vino a d o c t o r a r m e de jefe de familia, y de familia rica.
¿ P a r a q u é más? Mi p<ibro m a d r e me lo decía llorando:
«¡Carlos, nos q u e d a s t ú , jmra a m p a r a r n o s en el m u n d o
a mí y a t u s hermanas!» ¡Y no se h a b r á n quejado, cier-
t a m e n t e , del a m p a r o ! Me parece que he sabido "man-
t e n e r el chic de la familia, a u n a t r u e q u e d e comerme
íntegra mi hijuela p a t e r n a . ¡Dos millones en diez años!
¡Y a u n h a y quien creo que u n millón es dinero! ¡Claroii
¡para el que no lo gasta! P o r t o d a s p a r t e s se lee a h o r a
u n cartelito sugestivo, del ministerio de Agricultura:
« H a y q u e s e m b r a r los campos». ¡«Quién cosecha se enri-
quece»! ¡Bromas de P u e y r r e d ó n ! Yo sembré los míos
de hipotecas y no coseché m á s que disgustos. N o me
q u e d a ni u n céntimo; pero m i m a d r e y mis h e r m a n a s ,
q u e conservan íntegro lo suyo, c o m p r e n d e n y aprecian
m i sacrificio y sigo a m p a r á n d o l a s , a c e p t a n d o su fami-
liar concurso, sin resentirme p o r q u e no me h a v a n con-
fiado su administración. A c t u a l m e n t e me tienen bas-
t a n t e olvidado. H a c e c u a t r o años viajamos p o r E u r o p a
y ellas decidieron establecerse en París, h a s t a que esta-
lló la guerra, y a h o r a están en Madrid, d o n d e h a n ra-
dicado su fortuna. Luego d i r á n q u e no son financistas
las mujeres. ¡Cómo olieron la suba de las pesetas! ¡Yo
en cambio, volví por a m o r a mis mavores, sólo p o r a m o r
al abolengo, a domiciliarme en el liogar p a t e r n o ; la
vieja casa que se m a n t i e n e intacta, cómoda, señorial...
¡económica! ¡Mamá p a g a todos los gastos!
E s lo único que conserva en el país mi familia- lo
d e m á s t o d o fué hecho m o n e d a y e x p o r t a d o . ¡Todo en
pesetas! Solo yo a s u m o el a m o r a la m o n e d a nacional
¡No so p o r q u e se ha do preferir la española'
Verdad es que h a sido poco p a t r i o t i s m o eso de lle-
varse el capital t a n lejos y n o debí consentirlo. E l p a í s
precisa elementos p a r a su p r o g r e s o . . . , el t r a b a j o '
la i n d u s t r i a . . . y yo t a m b i é n , ¡qué d i a n t r e ! Yo t a m -
bién necesito p a r a m a n t e n e r el decoro d e mi posición
social. N o lo medité bien; fui demasiado blando con
los caprichos femeninos. E s a extracción de capitales
perjudica al crédito del país y al crédito del c i u d a d a n o .
A mí, u n o de los m á s insignes, me cuesta t r a b a j o , pero
m u c h o t r a b a j o , q u e m e h a g a n el crédito ilimitado de
otros tiempos, desde que saben todos que nuestro a n t i -
guo p a t r i m o n i o ha sido liquidado, ¡y sobre t o d o el mío!
¿Qué saca la nación con que esas señoras t e n g a n u n
millón de pesetas en el B a n c o de E s p a ñ a y diez millo-
nes m á s en propiedades de r e n t a en la n u e v a «Gran
Vía»? Yo en «la g r a n vía» t u v o t a m b i é n u n a n o v i a co-
rista, pero no en propiedad, p o r q u e se escapó con el
traspunte.
¡Hoy n a d a ! ¡soledad, r u i n a , desolación! ¡Mejor es-
t á n en la trinchera! N o se p u e d e vivir sin familia, ni
sin dinero. ¡Viva la revolución social! T i e n e n r a z ó n
las clases obreras. N o h a y p a t r i a , ni familia, sino inde-
cente egoísmo burgués. ¡Miren mi gente! Con q u e c a u -
t e l a h a n hecho separación de bienes, con p r e t e x t o d e
que yo h a b í a primero exigido la ^ n t r e g a de los míos,
y se han llevado los suyos en u n a d u d a ofensiva p a r a
mí, lejos de t o d a posible a d m i n i s t r a c i ó n de mi p a r t o ,
c u y a corrección, por lo d e m á s , j a m á s h a n e n s a y a d o ,
¡Sí. corrección!, ¡porque yo p u e d o h a b e r m e j u g a d o
lo mío, pero lo de mi m a d r e y mis h e r m a n a s ! . . . É s o ,
p u e d e que t a m b i é n me lo hubiese j u g a d o . ¡Calienta
t a n t o u n a r a c h a adversa! P e r o d e t o d o s m o d o s , n o está
bien que la familia se anticipe a sospechar de u n o . ¡Des-
pués de hecho, h a b r í a sido u n a i m p e r t i n e n c i a que m e
lo reprocharan, pero a n t e s ! . . . ¡sin t e n e r siquiera la
satisfacción de h a b e r m e divertido, resulta intole-
rable!
¡Y on qué m o m e n t o s ! P a r e c e q u e t o d o se j u n t a r a
p a r a poner a p r u e b a mi paciencia.
¡El d í a h a sido b r a v o ! ¡Amaneció, a las dos do la t a r -
de, a p e n a s a c a b a b a de l e v a n t a r m e , con la notificación
de u n protesto, p o r q u e ayer mo olvidé de u n venci-
miento! ¡Quién se a c u e r d a a h o r a de eso! E n t i e m p o d e
guerra las que h a n de vencer son las a r m a s , no las le-
t r a s , y menos de comercio, b l o q u e a d o p o r t o d a s p a r t e s .
¿Por q u é h a n de b l o q u e a r m e a mí, v e n c e r m e las l e t r a s ,
si no soy comerciante? P e r o no mo di p o r vencido:
recibí al escribano en el b a ñ o , pedí la p l u m a y firmé
h i d a l g a m e n t e el protesto con mi m a n o c h o r r e a n d o . N o
se p o d r á l l a m a r a engaño. ¡Es u n p a p e l mojado! y raí
traje de ocasión, le dijo t o d o lo q u e p o d r í a e m b a r -
garme.
Sin e m b a r g o , siempre he podido a Dios q u e m e dejara
vivir h a s t a que p a g u e a todos mis acreedores. Cues-
tión de delicadeza, y de a s e g u r a r m e la i n m o r t a l i d a d .
¡Pero hoy, se a c a b ó ! N o quería morir con d e u d a s ; p e r o
t a m p o c o p u e d o vivir sin p l a t a a b u n d a n t e .
Dios h a hecho mal el m u n d o , o los h o m b r e s lo h e m o s
ochado a perder, p o r q u e si nos dio t a n b a r a t o el a i r e
p a r a respirar, debió hacer i g u a l m e n t e fácil la respira-
ción económica. Es h a s t a u n c o n t r a s e n t i d o que resulte
t a n cara.
¡En fin! después de firmar t a n fresco el a c t a del p r o -
testo, me arreglé, y como día de c a r r e r a s m e dirigí al
h i p ó d r o m o en m i a u t o . . . P o r q u e a u n tengo a u t o , p o r
uno de esos ine.'cplicables milagros, que t a n t o s otros
hacen p o r a h í . r o d a r todos los días. É l misterio del hijo
es m u c h a s veces m á s indescifrable q u e el de la San-
 tísima Trinidad. ¡Padre, hijo y E s p í r i t u S a n t o , se ex-
plica que se lleven a d m i r a b l e m e n t e en el séptimo ciclo;
pero lo curioso es cómo se concilian v a n i d a d , escasez
y derroclie, en esta picara tierra!
Almorcé en ol hipódromo y u n a botella de viejo
C h a m b e r t i n m e dio b u e n a s ideas. P o r u n m o m e n t o
creí q u e volvía la buena. ¡Qué idea! Arriesgando t o d o
m i capital acertó dos carreras y m e e n c o n t r é con t r e s
mil pesos. Corría en la última la yegua de J u a n i t o
García, y como m e e n c o n t r a b a en su p a t o t a , d o n d e
c o n t a b a a voces su conquista de la linda" v i u d i t a de
R a m í r e z , creí en su ciega suerte, y le metí quinientos
boletos a su yegua Catita y . . . e n t r ó p e n ú l t i m a . ¡Mil
pesos perdidos! E r a p a r a 'indignarse, y sin p o d e r m e
contener dije a J u a n i t o que s\i C a t i t a era i m a burra!
¡Cómo se puso! ¡Es u n mozo m u y
digno y delicado y no podía per-
m i t i r q u e se ofendiese a su yegua!
P o r q u e , es elegante m a l b a r a t a r
u n a reputación, p r o p a l a n d o la li-
gereza d e cascos d e u n a d a m a ; pe-
ro es pecado discutir la de u n ca-
ballo do c a r r e r a . D i s p u t a m o s
a g r i a m e n t e sobre esto; pero me-
d i a r o n los amigos y al fin salí ga-
n a n d o los dos mil pesos restantes,
q u e e r a n o t r a s t a n t a s razones p a r a
hacerlo a u n o a m a b l e y toleran-
te. P e r o el incidente m e enguiñó,
p o r q u e a u n c u a n d o comí en el
C l u b , repitiendo la c a b u l i t a del
C h a m b e r t i n , c u a n d o vine a p o -
n e r m e el frac y a no volví conten-
t o a la callo. Me pareció que algo
q u e r í a retenerme en casa; que me
reñía c a r i ñ o s a m e n t e mi m a d r e , que
algún recuerdo de su a m o r evoca-
ba en mí, s e n t i m e n t a l i s m o s ro-
- m á n t i c o s : flores do la niñez, q u e
d e s h o j a n t a n p r o n t o las realidades
d e la vida, y salí venciendo la su-
p e r s t i c i ó n , sin m i r a r a t r á s , te-
m i e n d o ceder a u n a puerilidad;
porc[uo el a m o r de la m a d r e t i r a
s i e m p r e . . . ¡Tira m u c h o a u n q u e
u n o no lo crea! y m e fui al t e a t r o ;
p e r o de mal h u m o r a pesar de los
dos mil pesitos que desdo mi bol-
sillo p a l p i t a b a n con la fuerza de
alas do aves de presa, codiciando
l a h o r a de lanzarse sobre el t a p e -
t e verde.
E n Colón, apenas saludé, desde
lejos, a algunas lindas caritas . c u y a s sonrisas descu-
brían dientes blanquísimos, como si se a g u z a r a n a n t e
mis cualidades de solterón apetitoso.
N o vi t a m p o c o la ópera. Sólo u n m o m e n t o m e pre-
ocupó la bailarina negra, t a n ágil, t a n esbelta, dan-
z a n d o a n t e mí como u n a obsesión trágica, b l a n d i e n d o
el alfanje que u n í a los símbolos del a m o r y la m u e r t e ,
e n t r e cadencias t e n t a d o r a s q u e h a c í a n p a r a el goce
poco precio la vida.
¡Y la hora llegó! Ya estaría la p a r t i d a del Club en
todo su apogeo, y allí m e dirigí, con la dulce fiebre que
p r o d u c e la cruel v o l u p t u o s i d a d d e esa pasión del azar,
envilecedora corrompida, y, sin e m b a r g o , siempre vir-
ginal y codiciada.
¡En v a n o fué luchar! ¡Con esas p e q u e ñ a s a l t e r n a t i -
v a s en que la m a l a suerte encona su saña, c u a n d o se
complace en t o r t u r a r a sus adoradores, perdí t o d o el
dinero, la ilusión v la esperanza! ¡Era la d a n z a cruel
de «la negra», que "me envolvía en sus giros d e fascina-
ción, de absurclo, de desesperación, de l o c u r a ! . . . Vér-
tigo temerario que haría poner sobre el t a p e t e , h a s t a
la p r o p i a sangre.
;,Por q u é esos e n s a ñ a m i e n t o s d e la f a t a l i d a d q u e no
p u e d e n romperse?
N a d a como ol juego m a l d i t o , esclaviza y e m b r u t e c e .
L a v o l u n t a d se quiebra, la razón so e x t r a v í a , el azar
sin ley y sin lógica es el que gana j u g a n d o con el co-
r a z ó n y"el cerebro c o m o el h u m o de la hoguera con la
chispa' que l e v a n t a y consume. ¡Y m i e n t r a s t a n t o la
fría máscara de la cortesía ha do o c u l t a r la r a b i a , el
dolor, la impotencia! ¡Se sale sonriendo, y bla.sfemando
en el alma; so j u r a no volver y al o t r o día la sugestión
a r r a s t r a al siervo envilecido, al t o r m e n t o , no bien
suena el m i n u t o f a t a l en el reloj del vicio! ¡Poro a h o r a
es de verdad; no volveré j a m á s ! . . . ¡porque la digni-
d a d es lo único cj^ue me q u e d a p o r p e r d e r !
¡.Maldito club!, ¡odiosa esclavitud! H a llegado p a r a
mí el m o m e n t o ineludible de la reflexión y del juicio.
Debo e n c a u z a r m i v i d a y el dilema es fatal. ¡Me sui-
cido o me caso!
I n d u d a b l e m e n t e el m a t r i m o n i o es m á s a g r a d a b l e
s o h i c i ó n . . . p o r el m o m e n t o . Mi m a d r e so a b l a n d a r á ,
f o m e n t a r á mi reacción salvadora, a b r i é n d o m e su caja;
mis h e r m a n a s m e d e v o l v e r á n su confianza a d m i n i s -
t r a t i v a , y yo quizás llegue a querer a mi mujer c o m o
si m e hubiera casado a los 20 años, si ella s a b e j n t e -
resarme. P e r o . . . ;.y si n o s a b e ? . . . Siempre es m e n o s
peligrosa u n a mujer que u n tiro, a u n q u e t a m b i é n pue-
de resultar u n a bala perdida, ¡l^obres mujeres! Son
nuestro e n c a n t o , n u e s t r a áncora d e
salvación y no se lo e s t i m a m o s . . .
Y o sí, a mí me g u s t a n m u c h o m á s
que los h o m b r e s ; pero, p o r lo mis-
mo, e n c a d e n a r m e a u n a «ila m e -
p a r e c e u n a i n g r a t i t u d con las o t r a s ,
y a n t i d e m o c r á t i c o , p o r q u e es des-
conocer los derechos de la ma-
yoría!
¡Si yo sirviese p a r a algo! ¡Si fue-
se u n o de esos seres vulgares naci-
dos p a r a el t r a b a j o y la r u t i n a ;
p a r a desear y no lograr, p a r a care-
cer y resignarse! Pero la vida fué
conmigo demasiado pródiga e in-
discreta. ¡Nada me ocultó, n a d a m e
negó! ¡Tongo q u e m a n t e n e r h a s t a
el fin mi posición y mis gustos!
¡Cómo pesa el frac! ¡El sueño es
b u e n c o n s e j e r o ! Que decida m i
suerte. ¡Me acuesto y h a s t a m a ñ a -
na! ¡Es decir h a s t a luego, p o r q u e
]")or de p r o n t o empiezo u n n u e v o
día! (Arrancahí hoja del almana'/ue
de pared.) ¡Vaya! O t r a ironía del
destino; el de mi cumpleaños, y en
él he de decidir mi n u e v a inscrip-
ción e n el registro civil, p o r b o d a
o fallecimiento. ¡Tiene g r a c i a ! . . .
(Junto al catoidario encuentra una
carta cerrada.)
¡Una c a r t a de E s p a ñ a ! . . . ¡^Le-
t r a de mi m a d r e ! H e aquí el mis-
terioso aliento m a t e r n a l que esta
t a r d e presentía. {Rasga im'pacien-
le el sobre y lee): «Que no olvida
mi s a n t o , y me escribe p a r a q u e
llegue a tiempo». ¡Y t a n a tiem-
p o ! . . . <ique quiere q u e t a m p o c o la olvide e n eso
d í a ! . . . » ¡ Madre mía, la quiero t a n t o co mo la ator-
m e n t o ! . . . ¡Y como regalo, u n a letra de 2 0 . 0 0 0
pesetas! (Separa la letra de hi carta.) Al c a m b i o d e hoy,
lO.OOt) pesitos. Es m u y j u s t o ese p r e m i o de la m o n e d a
española. ¡Con razón vale más! ¡Un país t a n previsor,
t a n laborioso! ¡Viva Alfonso X I I I ! , ¡un v e r d a d e r o rey
do los duros!
¡Esto sí q u e borra las m a l a s impresiones, conforta el
á n i m o y alienta la enmienda! ¡Me a c o s t a r é p a r a dor-
mir o m e d i t a r t r a n q u i l o ! . . . P e r o a h o r a , ;,para qué?
¡Toda i n t r a n q u i l i d a d se h a disipado, el m u n d o es ruio!
¡La suerte me sonríe! El b a c a r r a t debo a h o r a e s t a r en
todo su apogeo. L a caja del club a c e p t a r á el endoso.
¡Esto es providencial! ¡Hay q u e seijuir ol p a l p i t o ! ¡No!
¡No rae a c u e s t o ! . . . ¡Con esto me l e v a n t o ! («Se pone el
abrigo y sómbrenlo y sale muy resuelto y alegre.]
NOTA, — Aquí concluye el monólogo del joven distinguido que
nos cuenta su vida y nos permite analizar su carácter. Como no
se le ve, ni se le oye, el lector debe haber suplido los matices de
sentimiento y expresión que a cada frase corresponden. Si con
ellas se penetra, liabrá sentido ráfagas de frivolidad, de ironía,
de ternura; el desaliento trágico que atormenta al jugador in-
fortimado, y el cómico contraste de su loca esperanza, con loa
buenos propósitos de una voluntad frágil, laminada entre los
engranajes del vicio que le alucina. La moral del cuento estriba
en evidenciar las tristezas de una vida estéril, y hacer resonante
el secreto soliloquio, que, desgraciadamente, repiten muchas con-
ciencias honradas, protestando contra la esclavitud vergonzosa
y la explotación inicua, en que las mantienen y degradan loa
repugnantes "fazendeirost del tapete verde.
J . LÓPEZ DE GOM.\RA.
Buenos Aires, julio, 1917.
Dib. lie Fortunii.
La maternidad a
través del mundo
IMI todas las latitudes, bajo todos los cliüías y en
todas las razas, la misión de la madre es la misma. Kii
todas [lai'tes, ¡mes, la mateniidad es respetable; y con

^iif-^.

^^M^ri^ii ^ ^ ^ ^ K

Madona «piel roja«.

^^^fc' ' ^ ^ft=
mucha más razón, allí en
donde las madres sufren.
^^^^^fí/m La guerra ha hecho y con-
ff/j^'^ tinúa haciendo llorar a
millones de madres; pero
entre ollas, merece el sitio
más cercano a Dios, por la
intcnsiciad y la injusticia
do sus sufrimientos, la
madre belga. Víctima pre-
dilecta del infortunio, tan-
to más duro cuanto más

1M
noble la causa que lo ha
motivado. Bélgica es toda
ella una r,,nter cíoloro.sa... Mas, apar-
temos la mente de tantos horrores,
(onfiando en cjue la justicia divina sue-
le tardar, pero siempre llega, y admire-
mos a todas las madres en su tarea de
criar a sus hijos, tarea que si ofrece
momentos de infinito júbilo, propor-
En las Filipinas, la madre va a todas partes ciona también largos días de amargu-
con su biio; no coniía en las nodñzas. ras y sufrimientos.
La ternura maternal no se manifiesta
siempre de la misma manera; la^ costumbres varían y dan a las relaciones
= = = = = entre las madres _y los hijos, caracteres diverso.s; pero siempre y en todas par-
tes domina en aquéllas la preocupación por el porv^enir de su prole. Podrían
En la isla de Ceylán. espíritus superficiales suponer que el cuidado de los hijos es un producto de
nuestra refinada civilización,
que entro los pueblos que 11a-
mauíos iní'nriores, las madres
son menos tiernas y abnega-
das que las nuestras; gravísi-
mo error, porque la madre Ix--
diiína y la esquimal, la azteca
y la tagala, todas, son igual-
mente cariñosas, y eii algunas
do ellas, precisamente porque
su vida es menos artificial,
ese cariño liega a las lindes
tle la adoración. Debemos,
pues, respetar a la madre alií
en donde la encontremos y
como la encontremos, porque
en su seno se cumple el mis-
terio propiamente divino de
la misión de la humanidad.

Maire
somalí
y su bija.
 Un "canillita"
Todas las gamas de
nuestros sentimientos vi-
bran cuando r e p a r a m o s
en este pequeñín de cara
sucia, descalco, casi sin
ropa y un fajo de perió-
dicos bajo el brazo, que
vemos en n u e s t r o paso
habitual por las calles de
la gran ciudad. Las des-
dichas más g r a n d e s son
con él. Viste mal, como
mal, duerme al r e l e n t e ,
gana poco; sufre los re-
cios fríos, el calor, las Uu -
vias, desconoce el gusto
del pan sagrado de la edu-
cación. En fin, ¿qué es lo
que malamente no ha caí-
do sobre la personilla de
esto «canillita» infeliz? Co-
mo lina sorda indignación
contra no sabemos q u é
poderes legales sentimos
a! juzgar de la suerte de
esta criatura, que es una
de mil.
Pero, después de varios
días en que, por conmise-
ración, hemos seguido ob-
servando la vida del pe-
queñuelo, nuestros senti-
mientos. . . varían. ;,Por que ocultarloV Con solo un de-
talle que le pescamos, con sólo haberle visto «jugar
a los cobres» con dos o tres pobretes como él, y gri-
tar y perder los cuartos y darse de puñadas con el
compañero y maldecir, no con pesar, sino con una ra-
bia bien exteriorizada en gestos y blasfemias; con sólo
esto no sabemos por qué ya nuestra piedad es menos
piadosa. Es que pensamos si acaso este pequeñuelo
desgraciado no tiene en su modo de vida la suerte
que le corresponde.
Otro "canillita"
Este otro «canillita» que hoy vemos por primera vez,
ni es sucio, ni feo, ni harapiento, ni travieso. No corro
por las calles, ni se sube a los tranvías, ni aturde al
transeúnte con su pregón. Quieto cotidianamente jun-
to a la puerta de una gran casa, de un gran comercio,
ofrece sus diarios con una vocecita apagada, desga-
nada, y no parece sentir ninguna inquietud, por si no
despacha, por si le queda «charque». Tendrá ocho o
nueve años.
Ayer, por simpatía, le compramos un periódico; al
día siguiente, otro; al otro día, ya nos lo ofreció él.
Pero a los cuatro días, no se conforma ya con que no
le aceptemos la mercancía. Entonces nos tutea e in-
siste en vendernos el diario. «¡Cómprame, che!» Y
esto, también sin saber por qué, nos produce un poco
de decepción. Mayor decepción todavía sentimos al
siguiente día, cuando ya, porque no le compramos
periódico, nos persigue insultándonos, tirándonos del
abrigo, pegándonos suavecitas manotadas. ¿Qué niño
es éste? ¿Es el niño fuera del lugar que le correspon-
día, según nos le imaginamos? ¿Acaso también él lle-
va su merecida estrella?
Varios mendigos
Ahora ya no son trabajadores; son
simples haraganes, mendigos. Una chi-
ca como de diez años. Nos pide limos-
na cuando pasamos a su lado. Sucia y
todo como está nos sigue diez o veinte
pasos hasta que, o le damos una mone-
dita u otro transeúnte le parece mejor
candidato. Otro es un hombre mucho
más sucio y andrajoso todavía y con un
bien fuerte mal olor. Otra una mujer
con un argamandel, que ya no pueda
llamársele vestido, y la cara cubierta por
notable costra de roña. Otra todavía
una mujer del mismo pergenio y con
tres chiquillos, — dice que son hijos su-
yos, :— en las rodillas. Todos estos men
digos solicitan nuestra ca-
ridad con un gesto y una
voz que quieren aparen-
t a r demasiado sinceri-
dad, para que los sinta-
mos sinceros de veras.
Pero estos mendigos ya
ni de primer vista no9
conmovieron. Es decir,
¡cómo no nos va a con-
mover la pobreza? Tam-
bién la i g n o r a n c i a nos
conmueve y no toca tan
reciamente a n u e s t r a s
emociones; pero no nos
conmueven con esa con-
moción h o n d a , inefable
por lo mismo que llega a
nuestra entraña, con que
nos conmueve y más que
nos conmueve nos estre-
mece. .. ¿quién? El que-
sabemos — ¡infeliz él! —
que es digno de mejor
suerte, que no es pobr&
pobre, que no es pobre
de solemnidad.
El pobre digno
Ved este pobre que ex-
cita vivamente toda nues-
tra piedad. No va bien trajeado, porque no tiene dineros;
pero el mal traje que lleva lo lleva modosito y limpia
y limpia la cara y las manos también. Es mujer o niño.
Hombre sano no tendría razón de ser. No tiene dinero
y tiene, si es mujer, dos o tres niños que alimentar.
Los niños van a la escuela. Y ella, no pide limosna.
En el mercado, en la feria, en cualquier lugar público
de comercio la vemos un día y otro, con su cestito de
verdura o pan, — mercadería "por valor de tres pesos,
en total, — bien recogida, bien callada y bien decente.
Ella no dice: «cómpreme, señora, que se me mueren do
hambre mis hijos», ni muestra un muñón repugnante,
ni unas llagas asquerosas en el rostro. Ella vende su
mercadería cuando se ofrece y la vende a más bajo
precio que el vecino de la derecha, que tiene puesto
de hortalizas y de frutas y de semillas y hasta de ro-
pería. Si se estrena, cuando se estrena, no como la ve-
cina de la izquierda toma el primer centavo y a vista
del cliente lo besa con grandes aspavientos — ¡beso
embustero! — diciendo: «que Dios me dé suerte». Ella
toma la primer moneda del día, y por seguir la costum-
bre la besa también deseando que le traiga buena es-
trella, pero la besa allá desde el fondo de su alma, sin
que nadie la vea y ruega a Dios en silencio — ¡él sabe
con cuánta inquietud! — que le dé suerte; porque has-
ta estas cosas pequeñas y absurdas ella las hace con
dignidad. A lo mejor se va yendo la hora de venta y
ella tiene aun intacta su mercancía, pero no tampoco
como su vecina, que sufre el mismo achaque, reniega
con malas palabras de su suerte, ni se encara con loa
compradores, con las señoronas seguidas de su criada;
ella sufre también, pues que en aquello va el sustento
del día, pero sufre para sí y todavía tiene un dulce
y constante gesto como de resignación.
¿Veis? Este pobre limpio y dig-
no y resignado que los jueces de
paz no quieren calificar de po-
bre de solemnidad, para negarle
miserables favores del E s t a d o ,
— matrícula escolar gratis para
sus criaturas, por e j e m p l o ; —
este pobre es el único que de
verdad puede conmovernos. Para
los demás, los hospitales y los
asilos y las sociedades de benefi-
cencia y la limosna que se da en
la calle como quien tira desperdi-
cios; para el pobre digno y limpio
y bien hablado, nuestra piedad
y nuestra ayuda y, la gracia de
Dios, que hoy le falta.
JOSÉ GABRIEL.
Dib, de Petrone.
 >^^>^/7t^¿:2:.í^3?!^

Acaba de fallecer, en esta capital, doña María Tortorólo de

Podestá, cuyo nombre está tan vinculado a nuestro teatro,
5' una de las últimas figuras sobrevivientes representativas de
aquella primitiva y entusiasta falange inmigratoria italiana,
en cuyas venas corría sangre de descubridores, que hace casi
un siglo, atraída por el misterio, propicio a las esperanzas y
a los ensueños, que aun envolvía a estas tierras, y ávida de
aventuras y de empresas, llegaba a nuestras playas tras larga

Doña lOaría Torterolo de Fodesti.

cieron las dificultades. Ya eran,

entre grandes y pequeños, nueve
hijos que reclamaban alimentos,
cuidados y vestuarios... Kl tra-
bajo para el padre escaseaba; y
los muchachos entusiasmados por
el espectáculo do un circo próximo,
habían aprendido... a hacer pi-
ruetas y saltos mortales.

El año 71, los mucha-

chos P o d e s t á , h á b i l e s
g i m n a s t a s , reunían a
otros aficionados y organi-
zaban una función pública
Partida de bautismo de la señora de Podestá, a beneficio de un lamoso
otorgada el 29 de diciembre de 1829. payaso cubano. El resul-
y penosa travesía, a bordo de un vele- tado superó las esperan-
ro, que con ser audaz y todo para desa- zas de los Podestá, quie-
fiar el riesgo, nunca lo era tanto como nes desde ese instante vie-
los mismos componentes del escaso ron un camino abierto
pasaje inmigratorio.
De uno de esos barcos, anclados en
medio del río y fronte al Fuerte, un
día del año 1837, desembarcaba acom-
pañada por sus pa-
dres una niña de
corta edad, María
Teresa Tortorólo,
que a l g u n o s años
más tarde, cuando
apenas tenía quince,
unía su suerte a la
de un compatriota
Graciana Podestá
Scotti. '^'-¿ r^\
suyo, Pedro Podes- ante ellos y decidie-
tá, animoso, entu- ron emprenderlo.
siasta, emprendedor Durante dos años,
y andariego, él tam- la «troupe» formada
oién como los pa- por los hermanos, trabajó sin in-
dres de la novia y terrupción, y siempre con éxito, en
como ella misma. Montevideo, realizando un progra-
El joven matri- ma mixto de ejercicios acrobáticos
monio intentó va- y representaciones de pantomimas
rias empresas, hasta Medalla oae hizo acuñar Antonio
Podestá, en ocasión del jubileo y piezas «a seggetto»,que formaban
que la aparición del de su señora madre. el repertorio de la compañía que
primer hijo lo indu actuaba en el teatro 18 de Julio,
jo a instalarse estable en un lugar, que fué pre- y cuyos ingresos, a pesar de que se
cisamente un pequeño local sito frente al cuar- recolectaban con bandeja, eran tan
tel de Cuitiño, donde estableció un almacén satisfactorios, que indujeron a los
que acaso habría prosperado quién sabe hasta artistas a intentar la misma em-
qué grado, si los dueños, espantados por las presa en Buenos Aires.
versiones que hiciera circular Rozas respecto a Don Pedro Podestá se oponía al
degüellos de «gringos» por las huestes de Ur- viaje; pero los muchachos estabün
quiza, próximas a invadir la capital, no hubiese demasiado entusiasmados para de-
abandonado estas playas buscando seguro asilo sistir del proyecto, y animados poi
en Montevideo, donde llegó con dos hijos, Luis, la madre, que ofreció acompañar-
el mayor, y Jerónimo, nacido dos meses antes los durante todas sus peregrinacio-
de la partida. nes, se lanzaron a la nueva aven-
Allá en Montevideo la familia engrandeció tura, llegando a esta capital, donde
rápidamente, y con el aumento de la prole acre- debutaron en el circo Florida,' sor- Jerónimo Podestá, en 1882.
 ga más de seis meses, sin más medios de
transporte c(ue las carretas tiradas por ca-
ballos, en las cuales la farándula criolla
ambuia entre gauchos e indios de las tol-
derías de Catrilleu.
— Fué en esa jira — dice Pepe Podes-
tá — donde aprendimos a conocer paisa-
nos verdaderos, C[ue todavía los había, y
fué en esa misma jira donde aprendimos
a saber todo lo que nuestra «vieja» era y
sigiiificaba para nosotros. Ella era todo
en casa: modista, planchadora, tintorera,
médica y cajera. Si para tal o cual obra
hacía falta un pantalón, una blusa, un
traje de fantasía, ella lo improvisaba 2n
un instante. Y de una de estas improvisa-
ciones nació mi ropa de payaso y mi
apodo de «Pepino el 88». Tenía que salir,
por vez primera, a cantar versos; necesi-
taba traje nuevo, y como el asunto apre-
miaba, mi madre, con-
una sábana y algunos
metros de trencilla ne-
gra me confeccionó
uno en menos de dos
horas. Casualmente el
Antonio Podestá, esculpiendo el ribete negro formó el
busto de su señora madie. número 88 y entonces
la vieja, riendo, me
prendiéndoles allí, después dijo: «Pepino 88»; y
de cinco funciones, la revo- ese fué mi bautis.no
lución del 80, que les redujo de elown.
a la última miseria.
]'.)csde este instante, pue- En el año 84 la ía-
de decirse, C[ue P , rándula Podestá for-
se revela en to- Podesíá. ™^ parte del circo do
da su fuerza el ' los hermanos Cario,
c a r á c t e r em- que actuaba en el Politeama.
prendedor y Don Alfredo C a t t a n e i v
decidido de la hombre de empresas teatra-
Antonio Podestá. madre. Ella es les, le sugiere la ¡dea a Eduar-
quien se opone do Gutiérrez de liacer una
al regreso a Montevideo, derrotados moral y pantomima con su novela
materialmente; ella es quien sostiene elevado, «Juan Moreira». «;.Y quién
durante largos meses de penurias, el espíritu hace de JVIorcira, dicen que
de los hijos; ella es quien los anima a aceptar dijo Gutiérrez, si en esta com-
el contrato que les ofrece el popular Rafeto )jañía todos son «gringos»?
jiara trabajar en un circo que funcionaba en «Yo tengo el hombre», contes-
Dolores, y ella es quien los acompaña en e?a tó Cattaneo; y formalizado el
peregrinación i)or los pue- contrato, José Podestá repre-
blos del Sud, que so prolon- sentó por vez primera el fa-

Pablo Podestá. í ^
moso drama que ob-
tuvo el é.xito de to-
dos conocido y que
r e c o r r i ó triunfal-
mentc la República.
Dos años más tar-
de,la troupe Podes-
tá estaba en Arreci-
fes alojada en \in
liotel de un francés,
M. Bouffuy, a quien
le preguntaron la opinión respecto
a la pantomima que representaban.
«.^Y' por qué no la hacen habla-
da?, dijo el hotelero; así, por
ejemplo, cuando llega Mo-
reira, el sargento bien puede
deíir: «Señor, ahí está Mo-
reira que quiere hablarlo».
_^^,. — Mi madre — refiere
Pepe Podestá — atendió
antes que ninguno la
indicación y me sugi-
rió que leyese deteni-
damente la obra
de Gutiérrez para
inspirarme. x\sí lo
h i c i m o s , y poco
después el Moreira
'hablado se repre-
sentabaporvezpri-
mera en Chivilcoy.
 c^ p o e QBTUÍ30 5. mom-^ --•«- |
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•1 j£^

.' ^v^'

Lo hulie de unas manos bondadosas,

lista en la cabecera de mi cama.
P a r a mi. tiene un singular encanto
la imagen de esta trágica italiana.

Muchas veces la he visto

en el mundo ficticio de las tablas
¡llena de sentimiento, volcar todo
el fuego de su espíritu en sus máscaras.
Sus ritmos y sus modos
son como abismos de pulida gracia
y presiento qtie hay, como en su cuerpo,
un mundo de primores en su alma.
COPAZORD Está todo el amor y la dulzura
en la faz de esta t r á g i c a . . .

Siento ima intensa devoción por ella

y me paso las horas contemplándola...

Y en el bondo silencio de mis noches

a la luz esfumada de la lámpara,
a veces me parece que su imagen,
por obra de prodigio, se animara.
Y la veo acercarse
A la luz de la luna la tierra se adormece
y todo de un efluvio de beatitud se llena, con su extático andar de hierofántida,
i Oh, dulzura de ser y de sentir, si fuese entre una suave ondulación de velos,
más suave mi destino, mi vida más s e r e n a ! . . . divinatnente blanca.
Y extendiendo los brazos
Y en medio del silencio que en forma tal acrece como para enlazarme en ellos, me babla
que el mismo pensamiento dijérase que suena, con palaljras de íntimas cadencias,
mi espíritu es un mar de angustia y me parece con palabras que exaltan.
más grande mi tristeza, más profunda mi pena. Me crispo de emoción ante esa Ijoca
cuya carne dijérase formada
Y hay una idea fatal que me ohsesiona: pienso con el aroma y el calor de todas
que ftiera hondo placer fundirse en el inmenso las bocas adoradas.
ámbito de la noche, camino del olvido
¡Y siento que me envuelven, que penetran
y de una decisiva, final claudicación... hasta lo más recóndito de mi alma
¡ Mas he aquí que lanza su imperioso latido las pupilas azules, febricientes,
llamándome a la vida mi enorme corazón! II las pupilas profundas de la trágica!
 Sarrasqueta en canevá

5 !B''_9Bl. B>~ • • ' • • ' ••''-'•'^•"•''B ' • • . ' • • • ••- ••""''!!'' • • • •

'^{"•""••••••"••"•••••••••••••'•'••••••'••••••••••••••••••••••••••«••••••••••>'
' s^ a esRM.msi st íis a sü íái sa^.u) £s^ i!

í:Tn.RE:D0NDüL!=bi3rd¿Sl
lirql'TTfy-TlTyTTrrfrn" S n M I I M I I M I I I I I M 111 I T |

Sarrasqueta, que es muy experto en labores, dedica un curso de bordados a las señoritas.
Sección 1.» — Bordado con estambres, sobre cañe vas.

Dib, de Rfdondo.
 Notas montevideanas

L
jin ül Uruguay, y espciialuieutu en .>i(iuic-
video, centro avanzado do cultura y da eü-
cientes progresos institucionales, las obras de
beneficencia social distínguense por un mar-
cado carácter feminista, y en forma tal que no
constituye, precisamente, esa acción tendiente
a la emancipación absoluta de
la mujer, como ocurre en cier-
tos países europeos donde un
gesto de rebeldía ha
bon'ado del ideal fe-
minista, la gracia y la
nobleza de sus altive-
ces, lío. En el Uru-
guay, la individuali-
dad', bien cultivada do
!a mujer, se afií-ma y
se define más cada día,
en el concepto de su
mejoramiento moral y
do su prosperidad au-
tónoma, dentro de la

de con gran éxito a la realización de estos pro-

La señora de Barreiro, de-
tallando a sus alumnas
una lección práctica.
órbita social que el ho-
gar le señala. Tiende
la mujer uruguaya, a
crearse por su propio
esfuerzo, una indepen-
dencia efectiva, nacida
de la propia conciencia
de su significación mo-
ral e intelectual. Anhe-
la, ante todo, ser útil.
Quiere ser capaz de bastarse
a sí misma. Y ha fomentádo-
se así, ua ambiente propio, en
el cual desarrolla audazmen-
Sección sombreros. — Una lección
te sus energías. Trabaja. Es-
gresos. No es raro, en el Uruguay, eomo en otros
países americanos, encontrar médicas y aboga-
das habilísimas, que ejercen activamente
sus profesiones. Y si alguien tuvo, alguna
vez, una sonrisa excéptica o irónica, hacia
estos avances morales de la mujer uru-
guaya, motejada de ser «muy bachillerad,
no se olvide que su acción no es egoísta;
sépase que cumple con altura una misión-
.sfoeial educadora, y fomenta el saber y
difunde máximas de moral práctica, ba-
sadas en la moderna escuela del self-
gouverneme.n!. Y para eso, asiste a las
cárceles; da conferencias; excita el celo
público para aumentar las contribucio-
nes voluntarias a favor de las mujeres sin
amparo; las recoge y las educa. Y jjen-
sando en el mañana, es previsora y funda
escuelas de donde salen, aptas para las
ludias de la vida, niñas y señoras que apren-
den oficios diversos, idiomas, artes y se ins-
truyen escuchando preciosas conferencias so-
bre temas relacionados con la misión de la.
mujer en al hogar y en la sociedad.
bien aprovechada.
 Tal así, la Escuela de Empleadas y Obreras,
institución e x c l u s i v a m e n t e c r e a d a p a r a la mu-
jer, y fruto t a m b i é n de la inspiración femenina.
Débese la fundación y el m a n t e n i m i e n t o de
esta escuela de beneficencia, a la iniciativa de
u n a distinguida escritora u r u g u a y a , la señora
María Áreas de A n a y a , m á s conocida, entre el
periodismo m i l i t a n t e de Montevideo, bajo su
seudónimo <<Margarita de la Sierra». Con tesón
y con eficaces entusiasmos, acometió esta em-
presa de c u l t u r a p o p u l a r hace algunos meses,
y la llevó a feliz t é r m i n o con el concurso de
distinguidas d a m a s y u n núcleo de elementos
r e p r e s e n t a t i v o s de la intelectualidad raonte-
videana, bajo los auspicios del Ministerio de
I n d u s t r i a s e Instrucción. H o y , la Escuela do
E m p l e a d a s y Obreras, c u e n t a con u n t o t a l de
m á s ílü c u a t r o c i e n t a s a l u m n a s , que reciben

Aspecto parcial de la clase de corte y confección, una de las

más concurridas.
g r a t u i t a m e n t e loa beneficios de la instrucción.
L a s clases funcionan en los salones de la «Cáma-
ra de la Unión Industrial», y asisten a ellas niñas
empleadas en oficinas o talleros, o dedicadas du-
^M*"^ r a n t e el día a las labores propias del hogar, p u e s
las clases son n o c t u r n a s , no siendo raros los casos
en q u e , señoritas pertenecientes a clases sociales
m á s elevadas, se matriculan en los cursos de idio-
mas, contabilidad, castellano u otros.
L a directora, señora de A n a y a , con el c o n c u r s o
do la distinguida escritora, señora Angela P é r e z ,
la profesora, señora de Barreiro, la p e r i o d i s t a e
inspirada, poetisa, señorita Luisa Luisi, la escri-
t o r a y m a e s t r a n o r m a l , señorita Delcia A r b o l e y a
y Arboleya, y otras d a m a s , gestionan, a h o r a , la
fundación de la «Escuela p a r a v e n d e d o r e s d e dia-
rios», que será a n e x a d a a la de E m p l e a d a s y Obre-
DiñcDltosa salida de las alumnas a ia galena, cuando terminan simultá- ras.
neamente las clases. HUMBEKTO FÉLIX CASTRO.

Del tiempo de la montonera

Mi p a d r e , por t e m o r a los atropellos que a diario mo que a n d a b a p o r las inmediaciones. E l oficial t o m ó
se c o m e t í a n p o r los m o n t o n e r o s c o n t r a la gente de- aquello como u n a burla, y u n o do los c a p a t a c e s , Cri-
c e n t e , se r e t i r ó con su familia a u n a ostanzuela que sóstomo H e r r e r a , que se h a b í a d e s m o n t a d o , t r a t a b a
t e n í a a dos leguas de la c i u d a d de la Eioja, en las de d a r explicaciones. E l otro, u n negro ronco, de
faldas del Velazco. apellido Vega, p e r m a n e c í a
U n a noche e s t á b a m o s en montado.
la ocupación t r a n q u i l a d e E l b r i b ó n del m o n t o n e r o
rezar el rosario, c u a n d o nos en vez de calmarse y oír
a v a n z ó u n a ])artida de mon- razones, se enfurecía m á s y
toneros que iba en busca de m á s h a s t a d a r orden de
hacienda. lancear aquellos h o m b r e s .
A c a m p a r o n d e b a j o de E l negro Vega disparó a
u n o s árboles que e s t a b a n caballo; pero el o t r o . Herre-
como a media c u a d r a de ra, no t u v o t i e m p o de t o -
n u e s t r o , r a n c h o , y al si- m a r el suyo y e m p r e n d i ó la
guiente día m i p a d r e hizo c a r r e r a a pie.
i n v i t a r al oficial a t o m a r Sobre él cargaron los sol-
un mate. dados; m a s viendo q u e no
A c e p t ó , y r e s u l t a n d o ser lo alcanzarían se volvieron.
del d e p a r t a m e n t o de los Sólo u n o , m á s t e n a z o m á s
Sauces y conocer a parien- p e r v e r s o , insistió en la per-
tes próximos que allí tenía- secución. C u a n d o creía se-
mos, se estableció a l g u n a guro el golpe, lo i n t e n t a b a ;
cordialidad. p e r o no conseguía sino per-
Mi p a d r e le regaló u n a der distancia.
c a r o n a de su m o n t u r a en Al fin eUfugitivo, habi-
p r u e b a de a m i s t a d , y él t u a d o al piso, y m á s ágil,
correspondió al obsequio se p u s o en salvo y ganó el
con el cuero d e u n a v a c a cerro, cuyos senderos y ve-
lechera d e mi tío Granillo, ricuetos conocía como la
q u e a c a b a b a de c a r n e a r , p a l m a de sus m a n o s . A l i a s e
p a r a que lo m a n d a r a c u r t i r e s t u v o escondido h a s t a q u e
y se hiciera o t r a carona. Crisóstomo Herrera, centenario riojano. se alejó d e n u e s t r o s p a g o s
E l b á r b a r o , si no t e n í a ideas la p a r t i d a d e montoneros.
d.e moralidad, quería al menos d e m o s t r a r que era ca- Crisóstomo H e r r e r a , c u y a efigie p r e s e n t a m o s , vive
balleresco. L l a m ó luego a los c a p a t a c e s y les ordenó t o d a v í a ; es c e n t e n a r i o y goza de la p l e n i t u d do sus
q u e reunieran la h a c i e n d a . facultades mentales.
Salieron al c a m p o y no sé al cabo de c u á n t o t i e m p o
volvieron, sin m á s q u e u n novillo estropeado y enfer- SALVADOR D E LA C O L I N A .
 La vieja estatua del viejo Perestólido
Esto ocurrió en los tiempos de Maricastaña y en el
País de los Hombres.
El viejo Perestólido trabajaba en su taller. Traba-
jaba en su estatua, la famosa estatua del viejo Peres-
tólido, la vieja estatua que quería labrar ol viejo Pe-
restólido. Un asno miraba desde la puerta. Miraba y
miraba, sin comprender. Hacía como todos los habi-
tantes del País de los Hombres. Solían detenerse ante
la puerta del taller del viejo PerestóUdo, y le mira-
ban trabajar. Miraban y miraban, sin comprender.
;,Quó hacía el viejo Perestólido? Trabajaba en su es-
tatua, y nada más. Siempre hacía esto el viejo Peres-
tólido: trabajar en su estatua. Siempre, y nada más.
Aquella vez ocurrió una cosa nueva en el taller del
viejo. Como si en el aire se hubiesen combinado sus
elementos, que en tal caso fluctuarían transparentes,
incoloros, invisibles, por el aire, se formó allí
de pronto, y quedó en el aire suspendida, la
musa de la Escultura (muy señora mía),
cuyo nombre no recuerdo. El asno abrió la
boca, sin comprender. El viejo Pefestólido
no se inmutó ante el prodigio. El viejo
Perestólido era un hombre adornado de
todas las, virtudes,' y era un indomable es-
toico. El mismo lo decía, y de él tomo la
frase: «Soy un indomable estoico». Lo decía
turgente y rígido de orgullo, de le-
gítimo orgullo: «Soy un indomable
estoico». El viejo Perestólido no se
inmutó ni podía inmutarse, indo-
mable, valeroso, irreductible viejo
que era.
— Te conozco, mujer,— le dijo.—
Eres la musa de la Escultura,
sólo que no sé tu nombre. — Y
añadió, resplandeciente, magní-
fico de orgullo, mirando a la
inusa con una brillante mirada
de mteligencia, estas palabras
sencillas y grandes, que pudo
decirse Dios a sí mismo, mirándose en
espejo
loa cielos: «¡Estás en tu casa!»
— ¿Qué haces aquí, viejo? — le preguntó tristemen-
te la musa, contemplando el taller.
— Trabajo en mi estatua,—dijo simplemente el vie-
jo, clara la palabra y alta la mirada. — Y con la izquier-
da tendida, presentó simplemente a la musa su vieja
estatua, la famosa estatua del viejo Perestólido, la
vieja estatua que quería labrar el viejo Perestólido.
— ¿Cuál es tu oficio, viejo? — preguntó más tris-
temente todavía la musa.
— ¡Soy zapatero!—dijo el viejo.—Pero esta vez no
lo dijo simplemente: lo dijo más turgente y rígido de
orgullo, de legítimo orgullo, que cuando decía: «Soy
un indomable estoico». Y cuando lo hubo dicho, se
quedó ante la musa en la actitud soberbia de quien con
la espada en la mano ha dicho; «¡Adsuní!»
El asno, que ya había cerrado la boca, permaneció
con ella cerrada, y oyó sin inmutarse al viejo Peres-
tólido, cuando dijo: «¡Soy zapatero!» La musa también
le oyó sin inmutarse. Todos, entre los animales, entre
los hombres y entre los dioses, todos sabían que el
viejo Perestólido era zapatero. Y por eso le miraban
y le miraban trabajar en su estatua, y por eso miraban
y miraban, sin comprender. El viejo Perestólido les
dejaba mirar, sin comprender.
•^ ¿Cuántos años, — le preguntó la musa, todavía
más tristemente que antes, — cuántos años hace que
trabajas en tu estatua?
— ¡Cincuenta años! — dijo fieramente el viejo.
— Viejo zapatero, — le observó con medida seve-
ridad la musa. — hace cincuenta años que trabajas
inútilmente en tu estatua.
- Paciencia, tral)ajo y tiempo, —• replicó el viejo,
íirme, y sibilino, cuadrado ante la musa, e hizo un saludo.
— Él tiempo pasa. Cincuenta años pasaron ya,
— Paciencia, traliajo y tiempo, — repitió el viejo.
— El tiempo pasa, — dijo ella fríamente.
El viejo frunció el entrecejo e inclinó,un instante la
frente, recogiendo y coordinando sus ideas, y luego
habló:
— Señora, —• dijp con la arrogancia y el imperio
de un capitán sin miedo y sin tacha. — Señora, yo
soy el viejo Perestólido, yo soy el viejo zapatero, yo
soy el indomable estoioico que hacen cuenta ^ños
trabaja en su estatua, la famosa estatua del viejo Pe-
restólido, la vieja estatua que quiere labrar el viejo
Perestólido. Yo soy por mi origen, por mi fortuna y
por mi oficio, el más humilde ciudadano del País de
los Hombres. Pero yo, el humilde zapatero, el más
humilde ciudadano del País de los Hombres, he que-
rido labrar la famosa estatua del viejo Perestólido,
esta vieja estatua que quiero labrar el viejo Perestólido.
¿Quién era yo, el humilde zapatero, el más humilde
ciudadano del País de las Hombros, para querer labrar
esta vieja estatua? Pero soy la encarnación de la ener-
gía indómita y de la constancia imperturbable. Y heme
acpií, señora. Estos son el mallete y el cincel, que he
aprendido a manejar yo solo. Y ved aquí esta obra,
lo que hay hecho de ella. Es el fruto de la constancia,
la energía y el trabajo del humilde zapatero, del más
humilde ciudadano del País de
los Hombres. Os lo repito, se-
ñora: «jPaciencia, trabajo y tiem-
po!»
— ¡Viejo zapatero! — exclamó
indignada la musa. — ¡Viejo za-
patero! Paciencia y trabajo,
constancia y energía, fueran en
ti virtudes, si las aplicases a fa-
bricar zapatos. ¡Fueras entonces
el más grande zapatero del País
de los Hombres, y uno de sus
menos humildes ciudadanos! Con
paciencia y trabajo, constancia
y energía, ni los zapateros, ni
los principes, ni los escultores,
labran estatuas donde yo falto.
¡Viejo zapatero, yo no soy tu mu-
sa: tu musa es la musa de la Za-
patería! ¡Viejo zapatero, tu pa-
ciencia y tu trabajo, tu constan-
cia y tu energía, se los lleva el
tiempo, y se los lleva en vano!
¡Viejo zapatero que trabajaste
en vano medio siglo, tú no labrarás tu estatua, por-
que la estatua en que trabajases la famosa estatua del
viejo Perestólido, la vieja estatua que quiere labrar el
viejo Perestólido! ,
Él asno oía, escuchaba, comprendía, pensaba y llo-
raba. ¡Oh musa, teiTÍble musa, musa de la Escultura,
que eras ahora como la despiadada diosa de la Verdad!
¡Hubieras tenido piedad clel viejo Perestólido! ¿Era
ahora, al borde de su tumba, cuando.le arrancabas la
venda de los ojos, después de haberle dejado vivir me-
dio siglo en el engaño? Era tarde, ¡oh musa!, para que
lo supiese el viejo. ¡Era tarde, oh, musa! ¡Tarde! ¡Tarde!
¿Y ahora, ¡oh musa!, qué le quedaba al pobre viejo,
quebrada a sus pies la ilusión de toda su vida, rota
en pedazos la inconclusa y fea estatua, y transcuiTido
el plazo? ¿Qué le dejabas para sus pocos días? ¡Oh,
musa, que sólo habías descendido al taller del viejo,
para amargar las últimas horas del anciano! ¿Qué ha-
bías hecho, oh, musa! Si la paciencia y el trabajo, la
constancia y la energía, sólo son virtuc^es en su punto
y hora, también así la. verdad. Grande és tu verdad,
oh, musa, pero demasiado grande, porque es tan gran-
de como despiadada. Y por la mente del asno óruzó
una irónica idea: ¡La verdad in articulo mortis!
Pero el asno, contra todo cuanto pueda pareceros,
no era más sabio que la musa. Era el mismo asno de
siempre, y nada más natural que esto en un asno. El
viejo Perestólido oyó sin inmutarse el bárbaro dis-
curso de la musa. Luego se encaró con ella, cual un
juez pudiera hacerlo, y le dijo con medida severidad:
— Señora, sabedlo bien, os lo repito: Yo soy por mi
origen, por mi fortuna y por mi oficio, el más' humilde
ciudadano del País de los Hombres. Pero soy la encar-
nación de la energía indómita y de la constancia im-
perturbable. Señora, ¡llevaos, al iros, esto C(ue os he
dicho! Y llevaos estotro: «¡Paciencia, trabajo y
tiempo!»
El viejo Perestólido volvió simplemente a su tra-
bajo, sin cuidarse de si el asno miraba o no miraba, ni
de si la musa se iba o no se iba. Nunca musa alguna
fué con más regia dignidad despachada en taller algu-
no, después de haber perdido más inútilmente el tiempo.
Porque el viejo Perestólido estaba simple y peres-
tólidamente ufano de sí mismo, o por otra razón
más importante.
JHb. de Petrone. ENBJQXJE M . RTJAS.
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I P \ p " A Q Creo qvio la alegría es u n I S U E R O ANTICANCEROSO t
Íí-J '-^^~^>J misterio t a n hondo como
la tristeza, y creo q u e h a y u n , matiz de
gozo espiritual que es a la alegría lo que la
melancolía es a la p e n a .
Tristeza y alegría tienen motivo y causa;
sin c a u s a y sin motivo nacen las a l m a s in-
clinadas al gozo o melancólicas: todo os
vibración y t o d o aca>)a en lágrimas. Y las
cosas bellas y las p a l a b r a s q u e h a n salido
del corazón y las entonaciones cariñosas, y
los silencios q u e están llenos d e alma, y
los versos q u e hacen llorar, y el cielo q u e
está azul y el sol q u e es oro, y la niebla
que cae como ceniza, t o d o cae sobre los
corazones, y en los melancólicos, causa
I u n a depresión como u n valle en cjuo está
i' anocheciendo, y en los predestinados al
? gozo u n a e.xaltación como u n a m o n t a ñ a
:; sobre la que estuviese el mediodía; pero
\ eí valle vibra y la m o n t a ñ a vibra, y en u n a
; y en o t r a nacen flores. Y son flores her- \\\\\\%\m\m\\\\\\m\\\\m\\\\^^^^ \ \ \\\\\\\\\\s\\m\v\\\\\\\\\\\\\\\\\^^^^
;;•; i r a n a s , p o r q u e sobre ellas está el mismo El doctor Satcr, e n s u laboratorio, hacienáo experimentos dei suero 5^
I Toc.v,-, p o r q u e el gozo e x a l t a d o hace llorar anticanceroso en u n coue]o.
I c o m o l a e x a l t a d a melancolía, p o r q u e el
I a l m a «no puede c o n sus pensamientos*. Después de varios años de pacientes y municiosas inves-
?í No compadezcamos a los tristes: no des- tigaciones microscópicas, — dicen los diarios j'anquis, —
que el doctor Clifford Sater, de Cincinnati, en Ohio — Esta-
I donéis, tristes, a nosotros los que veis ale- dos Unidos — anuncia cpe ha conseguido aislar el germen
Sí gres. Pero lloremos juntos por los que productor del cáncer, y obtener un suero que está dando
;.S no saben ni sonreír ni suspirar. buenos resultados en el ti-atamiento de esta enfermedad,
I G. MARTÍNEZ SIERRA. en sus primeros períodos.

I
'' I

y su Inagotable generosidad, han contribuido mucho

Paz en guerra
A medida que transcurre el tiempo, se hacen más
y más cordiales las relaciones entre los soldados bri-
tánicos y las poblaciones de los departamentos fran-
ceses en que operan. \"a se han realizado numerosos
matrimonios entre «Tommios» y campesinas fran-
cesas; y más numerosos son aún los compromisos
contraídos para después de la guerra.
El eterno buen humor de los soldados de Jorge V,
,s\\\v;v\\\\\\\\\\\\\\\\w^^^^'™^'^*'^''W>\^^^^^^
a tales resultados.
La fotografía que publicamos, es una buena mues-
tra de lo que decimos. Tres jóvenes francesas que
trabajan en el campo, son ayudadas en sus faenas
por dos soldados canadien.ses, con permiso tempo-
ral, y tan contentos están las unas y los otros, que
nadie diría que a pocos kilómetros de distancia, se
lucha encarnizadamente. Seguramente, alguna boda
saldrá de este paréntesis a los horroi'es de la guerra.
\\^\\^\^\\\^^•^\^\\\\\^^\\^^\w^\^\\\^\^v^^^\\x\\^\\\\\^\\^\^^^^^
 DON MELITÓN
Para CARAS Y CARETAS
Solamente una hija soltera que-
dábale a don Mslitón. Rosa. La
cual era menor que sus hermanas
Cantalicia y Dolores, casadas des-
de hacía un año.
Los yernos de don Melitón eran
dos criollitos valentones, inútiles
para todo trabajo, pero muy du-
chos en lances de canceras y de ta-
ba, y partidarios fervientes del culto
de la ginebra. El pobre viejo se
daba a todos los diablos al pensar
en sus yernos y condolíase austera-
mente de sus hijas, quienes, bueno
es decirlo, contrajeron matrimonio
en contra de la voluntad paterna.
— 15i no fuera por Rosita... —
solía murmurar en sus soliloquios
el pobre paisano, — si no fuera por
«ella» que, por ser el retrato de la
difunta, es mi consentida... ¡me
iba <'pa» siempre del pagol. . .
¡Canejo!...
. y entre la barba moruna y sedo-
sa, con algunos liUos de plata, que
circundaba sus rostro tostado, es-
condíanse dos lagrimones... Reha-
cíasepronto donSlelitóny,
dándose ánimo, encajába-
se hasta la-s cejas su
chambergo negro y salía
a recorrer el campo, bien
montado en su tordillo
•í'Pre tendiente».

Desde la edad de cinco

años, don Melitón estuvo
al servicio del d o c t o r
U b e r r í a. Y, medrando
siempre merced a sus es-
fuerzos inagotables y a
sus iniciativas fecundas— asiento e irguiendo el busto
testimonio elocuente de arrogante — ¡en la perra,
ciue la ra.7-a de esta tierra vida! ¡Yo no mancharé ja-
no muere ni se debilita más la honra do mi raza!
cuando está bien regida, ¡Antes muerto! — Y ya más
— llegó a ocupar el de- resignado, agregó: — ¡Qué
licadísimo cargo de mayordomo general, con am- hemos de hacerle!. E,osa va tiene 23 años. . .
plias atribuciones. Más tarde, el doctor Uberría, hom-
bre comprensivo, justiciero y generoso, emancipó
a don Melitón vendiéndole por casi nada una legua A los dos meses del casamiento de Rosa, a horas
de campo, con haciendas y grandes mejoras. Entonces avanzadas de la noclie, apareció bajo el alero prin-
fué cuando el antiguo capataz se casó con su novia de cipal de la estancia la nerviosa figura de Demetrio,
siempre. Dentro de las visicitudes y alternativas inhe- llamando:
rentes a toda clase de negocios en esta vida, don Meli- — ¡Tata!... ¡Tata!...
tón iba redondeando una fortunita cuando, de golpe y Y nadie respondía.
sin sospecharlo, murió su compañera, dejándole a Can- Acudieron algunos peones.
talicia, Dolores y Rosa. Como hijo adoptivo — ya que — El patrón ensilló — so apresuró a decir el capataz.
Dios no quiso darle un varón siquiera — tenía a Deme- — ¿Ensilló, a estas horas?
trio, ahijado suyo, el cual era un gauchito de pura cepa, — Sí, señor.., y va en el «Pretendiente»...
trabajador hasta el heroísmo, noble, valiente y senti- — ¿En el «Pretendientes?... —volvió a interrogar
mental hasta las lágrimas. Era Demetrio la viva estam- Demetrio, enigmático.
pa moral de su padrino. — Sí, señor... — contestaron todos a una — y tomó
para el lado de «Las Casuarinas»...
Un día llegó muy tarde don Melitón de regreso de — ¡Ensíllenme un caballo!... — ordenó Demetrio.—
su ida al pueblo. ¡Ensillen, todos! ¡Hay ciue buscar a ese hombre! ¡ Pronto!
— Buenas noches, h i j a . . . Cinco minutos después, bajo un cielo lleno de luna,
— ¡Qué tarde viene, tatita! esparciéronse los peones en todos rumbos.
— S í . . . —afirmó el viejo, desmontando de su ca- Cuando Demetrio y el capataz galopaban cerca del
balgadura— encontré en el camino a . . . alambrado donde concluía el campo del establecimien-
— . . . ¿Gabriel?... — interrumpió Rosa, abriendo to, divisaron, junto a la portada del camino real, un
mucho sus ojos negros. caballo ensillado, sin jinete.
— ¡El «mesmo»! — sentenció don Melitón, hosca- Picaron espuelas.
mente. — ¡Tata!... — exclamó Demetrio do pronto, aban-
Rosa, lívida, se alejó con disimulo... donando su cabalgadura.
— ¡Está herido! — añadió el capataz.
;— ¡Qué hemos de hacerle!... — lamentábase el pa- Hasta el puño, hundíase un cuchillo en mitad del
drino ante su ahijado, los dos en el escritorio. — ¡Es pecho de don Melitón.
ley de Dios!... Rosa también se v a . . . se c a s a . . . — ¡So ha «matao»! — gritó Demetrio desesperado,
¡Y con quién!... ¡Con quién!... demente casi.
— No llore, t a t a . . . El «Pretendiente», inmóvil, tascaba la rodaja del
— ¡Suerte negra!... ¡Aventureros! ¡Ladinos!... freno...
— ;,Pero usted le dio ucencia, padrino?... SANTIAGO C. OLIVAN.
— ¡Yo!.— clamó el noble viejo levantándose de sn Dih. de Sirio.
 OCIA.CIO¥ DB JiAMAS
COKRBlíTIlsrAr—^—^
Jm LA. BIBLIOTECA

Señora Eloísa
Torrent de Vidal, presidenta de la Asociación.
Bajo los auspicios del c e n t r o «Gene-
ral San Ma.rtín», se h a organizado n n a
asociación d e distinguidas d a m a s co-
r r s n t i n a s , encargada d e a d m i n i s t r a r la
biblioteca pública d e ese centro. N u n -
ca m á s bello u n destino, v e r d a d e r a -
m e n t e , q u e c u a n d o se halla confiado
a m a n o s d e la mujer.
L a s finalidades de la asociación da-
m a s correntinas de la «Biblioteca Gene-
ral S a n Martín», se c o n c r e t a n en p o c a s
p a l a b r a s , q u e encierran m u c h o mar-
gen a la acción: p r o p e n d e r al engran-
decimiento de la biblioteca p ú b l i c a del

Damas de la comisión directiva: Señoras !

María Delpiano de Mora y Araujo, Ma- » " ^ " •
ría Delicia Cáceres de Figueredo, Higi-
nia Bolla de Cabral, Agripina Cáceres de Muniagnrra,
Clementina Balestra de Cantini, y señoritas Lnisa
Mendiondo y Juanita Guido.
lidades de dicha provincia, p o r i n i c i a t i v a del
mismo, diversas asociaciones de eficiencia
colectiva, secundadas p o r la acción prestigiosa
de la mujer correntina. E l a l m a del Centro es
el distinguido médico doctor B e n j a m í n S.
Gonzídez, q u e revela en e s t a o b r a — m o d e s t a
a ú n , d a d o lo breve de sus comienzos—a u n
organizador de
e m p u j e e iniciati-
va. A u n sin p r o -
clamarlo, p e r o sí
t r a b a j a n d o con
e m p e ñ o tesonero,
la acción del Cen-
La tarea cotidiana. — Recibiendo y fichando tro Correntino pro-
- — • • • libros.
pende a transfor-
centro y velar p o r la conservación de los libros do la m a r las condicio-
misma; estimular la concurrencia de lectores al local, nes inórales d e
y p a r a l e l a m e n t e , difundir el libro en m a n o s de la m u - aquella p r o v i n c i a .
jer, como el mejor medio de f o m e n t a r la eficacia cul-
GEEQORIO A .
t u r a l q u e su ecf)nomía e n t r a ñ a ; organizar conferencias
p ú b l i c a s con fines instructivos; s e c u n d a r a la Q. ]). del MOBEIBA.
Centro Correntino, en c u a n t o se t r a t e do la c o n m e m o - Señora Higinia Bolla de
ración de los héroes y fastos de la historia p a t r i a , cuyos Cabral, secretaria.
estímulos tienden a vigorizar el carácter
nacional, y finalmente, s e c u n d a r la acción
del centro con objeto de instituir en t o d o s
y cada u n o de los d e p a r t a m e n t o s de la
provincia de Corrientes, asociaciones coo-
p e r a d o r a s de educación, de beneficencia y
d e bibliotecas públicas.
L a «Biblioteca San Martín», que c u e n t a
a c t u a l m e n t e on sus anaqueles con cerca
de 8.000 volúmenes, en diario acrecenta-
m i e n t o p o r donación popular, es de carác-
t e r público: u n a casa de todos, como o b r a
de democracia y de v e r d a d e r a c u l t u r a .
El Centro Correntino, factor directo de
l a biblioteca, ejerce u n a función d o c e n t e
t r a s c e n d e n t a l , a la p a r que novísima, den-
t r o de la economía de la c u l t u r a pública
de Corrientes, que tiende a p r o m o v e r l a en
su m á s a l t a a m p l i t u d , sin género alguno
de apoyo oficial, v a u n c o n t r a la a p a t í a o
indiferencia del gobierno. Así se h a n fun- Una sección de la biblioteca y mesa de lectura. — Departiendo,
d a d o y se e s t á n f u n d a n d o en t o d a s la.s loca- después de la tarea.
 Crimen y castigo
Para CARAS Y CARETAS
En un hermoso día del año 1838, llegó a Templo de
Cerdeña, procedente de la vecina Córcega, un joven
"acerdote vestido a la manera francesa, con pantalón
y hebülas de plata, casaca y sombrero de copa., Alto y
'inerte, esbelto y vivaz, buen mozo en demasía, repre-
sentaba algo más de treinta años. Si no hubiese exis-
tido constancia de que estaba bien desposado con la
ii;lesia católica, él tal vez habría hecho alguna víctima
entre el bello seso, con sólo haberlo querido. Pero él
no quería. Otra cosa dominaba su cerebro que la idea
de la muier. Su enamorada di\-inamente bella, era la
música. En el amor de aquella tirana el joven sacer-
dote, — que los tempieses ya llamaban don .Toe, —
empleaba todo su tiempo y también
su dinero de lo cual no parecía pre- -
ocuparse.
Además de la música predilecta,
don Joc tenía otro amor santo. Cono-
<;ía muy bien varios idiomas europeos,
V era capaz de enseñarlos a los ado-
icscentes que deseaban aprender
algunos de ellos, entre los que figura-
ban el francés y el italiano. Con todas
las buenas cualidades que poseía,
ironto se conquistó las simpatías de
Í a población y con sus maneras cor-
tesos e insinuantes, cada familia lo
acogía con amabilidad y era objeto
de toda clase de distinciones y obse-
quiosidades. Mientras tanto don Joc
continuaba enseñando a los jóvenes
y a las jovencitas en las gramáticas
neo-latinas. Pero su verdadera des-
posada, la tirana de quien estaba
enamorado, era siempre y solamente
el arte de los sonidos. Don Joc era
también capaz de dar lecciones de ins-
trumentos de cuerda y de viento, ci-
tándose entre éstos la flauta, el clarín
y trompa. No sólo tocaba estos y
otros instrumentos musicales, pero
era también un solfeador portentoso.
Así es que él logró formarse a su al-
rededor un círculo de jovenoitos; de
sus labios estaban pendientes no
menos de treinta. Todos estos apa-
sionados de la música, en muy bre-
ve tiempo, formaron una orquestita
tan bien instrumentada, que jamás
Templo había visto un milagro igual.
Cuando en la plaza pública o en la
iglesia mayor, o en un teatrito cons-
truido hacía poco tiempo, esos mú- j ',
sicos entusiastas y aquel director in-
signe demostraban sus habilidades, — - ~^- la orden a Joc de repetir el trozo.
todos los habitantes de Templo abandonaban sus ca-
sas para asistir a esos conciertos.
El obispo de aquel tiempo, caro a la musa sagrada
y pagana, era monseñor Capece, el cual exteriorizaba
en mil formas al misterioso sacerdote corso, su com-
placencia. Y Santa Cecilia en el cielo, no hay duda de
<jue se alegraba al par que el obispo.
Don Joc aparecía extraño por su proceder a los ojos
de todos, por las lecciones que daba, por dirigir las
ejecuciones instrumentales y el c a n t o . . . por amor de
Dios, es decir, gratín; porque no había gastos ni retri-
bución adecuada y el pacto que el reverendo hacía
con las familias de los jóvenes músicos ora el de «reci-
bir un pan fresco el día en que en la casa hacían la
acostumbrada hornada.»
Estos pancitos que reunía dos veces por semana
(como era uso corriente en las familias sardas de aquel
tiempo), don Joc los distribuía todos a los pobres. Y
esto también aumentaba la buena reputación del joven
y misterioso sacerdote.
Era evidente que don Joc no tenía necesidad de
cada ni de nadie; que sxi vida modestísima con res-
pecto a sí mismo, era para los otros rica en beneficen-
cia. Y también se tenía la evidencia de que recibía
desde lejos sumas de dinero no cuantiosas, pero sufi-
cientes para permitirse una decorosa independencia.
En aquel tiempo, mucho antea que el misterioso Joc
arribase a Cerdeña procedente de Córcega, vivía en
Templo un tal Pancracio Ordioni; de origen corso él
también, que se quedó ciego en la edad madura. Zan-
gaiTeaba el violín, y haciéndose acompañar por una o
dos guitarras sardas había adquirido una cierta nom-
bradla de músico discreto. Si bien su fama nunca
correspondió al mérito, Ordioni se había hecho el hom-
bre necesario en las alegres comitivas o en el teatro,
cada vez que se daban bailes.
Guando apareció en Templo el misterioso Joc, todo
el prestigio de Ordioni desapareció. Y comenzó la en-
vidia a morder a aquel cie^o, del cual, no podía decirse
que había sido totalmente herido
" - por la ceguera, porque él en su obs-
curidad, hallaba sin equivocarse to-
dos los caminos, atendía a todos sus
quehaceres, casi hasta el punto de
poder decir que los ojos son un lujo
inútil para quien sabe aguzar los
demás sentidos.
Tal vez Ordioni se sintió comple-
tamente ciego sólo entonces, cuando
, la mala suerte púsole a su lado a
"t Joc el regente, que sabía interrogar
a las Musas, y a quien las Musas
respondían con gran variedad de
sonidos.
La época a que yo me refiero era
de gobierno absoluto. En Tempio
reinaba en nombre del rey de Cerde-
ña un noble Salazar, y tenía éste el
título do Comandante Militar; título
respetado y temido en aquellas al-
boradas grises de un renacimiento
que se anunciaba sólo en lontananza.
Este Salazar, fuerte en su cargo,
nq era un hombre amabilísimo; lejos
de eso; trataba a sus subditos tem-
pieses con la jactancia de rito en
ciertas alturas poseedoras de una
gran altanería reveladora de su po-
brísima mentaUdad.
Una noche, en 1840, el cura Joc
divertía a! pueblo témplese en el
teatro, dirigiendo un concierto musi-
cal en el que tomaban parte sus que- "
ridos discípulos.
El Comandante Militar se hallaba
entre los espectadores, en su res-
pectivo palco; gustóle uno de los
trozos ejecutados y encargó a su
ordenanza (un tal Salías) que llevase
Aquellas palabras orden del comandante sonaron tan
mal, desentonaron de tal modo a aquellos oídos tan
sólo atentos a los bellos y armoniosos sonidos, que Joc,
no acostumbrado quizás a recibir órdenes de cualquie-
ra, respondió a Salías en estos términos: «Decid a vues-
tro comandante que Joc no recibe órdenes de ninguno».
El comandante no demostró que habíase sentido
lastimado en su altivez en aquella hora difícil; apenas
conoció como había acogido su deseo el sacerdote, se
asomó fuera del palco, y con palabra conminatoria y
el rostro encendido, a Joc, que se encontraba en el es-
cenario, repitió la orden de que bisara el bellísimo trozo.
El sacerdote no se conmovió: sólo con voz fuerte y
Uena de fiereza, dijo: «Cuando sepáis quién soy yo,
sacudiréis vuestra altanería, y no me daréis más "ór-
dene.3.'>
Y dicho esto abandonó el teatro. Aquella noche se
señaló por ese escándalo. A los ojos de cada témplese
el muy noble Salazar perdió todo su decoro.
Aquel comandante jactancioso no era ciertamente
un héroe. Bien había él impartido una orden superior
secreta presintiendo el alto origen de Joc; y porque
no podía abiertamente vengarse de la injuria sufrida,
¿qué hizo? Recurrió a la insidia. Y en la noche del 5
de junio de 1840, el cura Joc fué asesinado en su propia
habitación. Sobre el mísero cuerpo de aquel grande
artista-sacerdote, se contaron treinta puñaladas. El
número de las heridas hacían pensar que la víctima
señalada para el sacrificio se había defendido larga-
mente, y que el asesino no había sido uno solo.
Los alumnos, que tanto amaban a su maestro, en
la mañana que siguió a la noche fatal, encontraron el
cadáver de! generoso hombre sobie el descanso de la
escalera: aparecían en las paredes miichas huellas de
una mano ensangrentada. Y todos ios peldaños esta-
ban bañados en sangre.
El asesinato del amado sacerdote, del corso don Joc,
había colmado de terror el ánimo apacible por natu-
raleza de los tempieses y aílif.'ido grandemente a los
buenos. Y en ol día de los solemnes funerales realiza-
dos en honor de quel misterioso muerto ilustre (el
capítulo los hizo a sus e.xpensas), se vieron a muchos
tempieses llorar por el generoso sacerdote corso lle-
gado a tierra sarda para hallar una muerte horrible.
En un tiempo de gobierno absoluto, casi despótico,
en el cual un orgulloso coniandanle de plaza podía al-
zarse sobre otros mortales hasta, e) punto de burlarse
del ecuo y del honesto, era viva y altísima todavía en
Italia toda una fuerza modesta, — molesta a los mal-
hechores,— a la cual jamás ningún comandante ha-
bía logrado mandar.
Esta fuerza modesta
y molesta, y verdade-
ramente fuerte, era el
magistrado. El cual
hacía siempre justicia
o la buscaba al me-
nos de continuo.
Al asesinato igno-
minioso sucedió un
breve tiempo de silen-
cio de sepulcro. Para,
cada témplese, fan-
taseando en la indaga-
ción de las causas que
habían preparado la
agresión, ya unos y
oti'üs tenían su opi-
nión al respecto, que
murnuiraban queda-
mente.
Pero el tribunal per-
manecía todavía mu-
do. Después de haber efectuado la autopsia del cadá-
ver, consignar sumariamente el hecho horrendo, parecía
que cada cosa había sido puesta en su lugar y el silen-
cio reinaba en absoluto en torno al espantoso crimen.
Sin embargo, en un día del mismo mes de junio, el
juez envió una carta cortés al comandante Salazar,
invitándolo, rogándolo más bien, de presentarse ante
él, que deseaba interrogarlo. Y bastó esta simple e
indeterminada invitación, proveniente de aquella fuer-
za modesta y molesta para turbar la mente del tioble
hombre Salazar. El, sin siquiera ser interrogado (tal
como acontece en el deliio y caMigo de Dostowiescki,
en otras obras románticas derivadas de una novelita
de Edgardo Poo) comenzó a decir frases incoherentes,
jrotestó de su inocencia, invocó la buena amistad que
Í o unía con el abogado fiscal. Y fué vil, tanto en querer
su propia salvación, cuanto había sido un canalla sin
igual, para hacer mal a los demás, para culpar a otros.
Desde aquel momento el fiscal (era entonces un señor
Cartasciao) tuvo casi la prueba de que el mandante
era el virrey Salazar.
El fiscal era astuto; no se declaró en contra de
aquél, que, mañana a una señal suya, podía ser su
víctima; al contrario, ni siquiera lo acusó; sólo lo en-
volvió en una red de preguntas para obtener algún
indicio y arribar hasta los materiales ejecutores del
crimen. Pero el orgulloso comandante, habiendo pe-
netrado en aquella red, aprisionado en ella, estaba ya
perdido. Hasta el fin del momento en que había com-
parecido ante el fiscal Cartasoiac, aquel comandante
ya no pedía nada, se sometía, estaba castigada): aun
cuando tornase a su trono de déspota, el prepotente
era un débU, un hombre cuya razón comenzaba a va-
cilar. I'^ié encerrado en el manicomio de Cagliari, y
murió loco.
Las indagaciones del fiscal no habían dado muclias
luces. Pero antes que el comandante, impulsado por
su locura, se hubiese traicionado a sí mismo y a los
consejeros, la voz pública señalaba como autor del
crimen al ciego Ordioni (el pésimo violinista roído por
la envidia), al oficial del comandante llamado Fran-
ceschi y al ordenanza Salías. Indicaba como iastis.i-
dor al orgulloso Salazar.
Los delirios del comandante atacado de la locui a
que lo castigaba án piedad, Uevaion otra luz al magi?-
trado. El cual, como primera medida, arrestó ai vio-
linista ciego, después revisó la casa, encontrando en
un pozo de la misma los vestidos ensangrentados y
tres puñales que habían servido para la tragedia.
El ciego malliechor sienqjre había vivido con una
hermana menor, la cual acosada por las preguntas del
agente fiscal, y en presencia de los vestidos lacerado,?,
ensangrentados y de los puñales encontrados en e!
pozo, para no incurrir en la acusación de complicúdad.
confesó que en aquella noche fatal su hermano habla
regresado a una hora muy avanzada, y habiéndola
despertado la baldía ol^Ugado a que lo ayudase a lavar-
se completamente, a cambiar la ropa manchada y des-
trozada, y a tirar en la cisterna la prueba del crimen
malvado.
También el juez Cartasciao, para tener una mejor
convicción de la verdad, había tenido que buscar en la
casa del muerto y en sus ropas. Como resultado de estas
investigaciones, se iii-
zo una nueva luí, y
esta fué que el sacer-
dote Joc era hijo na-
tural de Luciano Bo-
naparte, hermano del
gran Napoleón, y do
una princesa Barberi-
m, de Roma. Otros
indicios, otras pruebas
no fué posible hallar
con respecto a los
otros cómplices del de-
lito; sólo quedó la sos-
pecha de la interven-
ción de Salías y de
Franceschi, y de esta
manera esos cómpli-
ces, que toda la pobla-
ción acusaba en voz
baja, se salvaron.
El ciego Ordiom, an-
"' tes que terminase el
año de 1840, fué ahorcado en la plaza púbUca de
Tempio. Lo acompañarojí al suplicio las maldiciones
de toda una población lacrimante.
Y recuerdan algunos de h'S que conocieron aquel
hecho y viven aún, que mientras Ordioni era acompa-
ñado a la horca, una voz salida de la muchedumbre
lo gritó: «¡Corajel» y que él respondió: «¡Por vusstra
alma, no me hagáis hablar!»
Por larguísimo tiempo, los tempieses experimenta-
ron un agudo dolor por la muerte del cura Joc. Y hoy
todavía los nietos de aquella generación, después de
setenta años, hablan desello como si se tratase de una
desgracia popular.
A esta memorable ejecución se liga un hecho ex-
traño y pavoroso.
En el Carnaval del año precedente al delito u cnfitiqo^
el ciego Ordioni había tomado parte, como acostum-
braba hacerlo siempre, en una mascarada alegre. La
alegría, como quería el gusto de aquella época poco
graciosa, consistía en un ahorcamiento simnlaao.
Por todas las calles de Tempio en el último día del
Carnaval de 1839, pasó un carro en el cual se hallaban
el sacerdote confortador, el verdugo y sus ayudantes.
Seguían la hermandad y un destacamento de soldados:
todos los personajes de la escénica acción. De vez en
cuando el carro se detenía en medio de la muchedum-
bre jubilosa y bromista; el cura murmuraba palabras
del más despreciable latín, los ayudantes del verduüo
preparaban al ahorcado y un largiiísimo buñuelo (como
so cocina y se come todavía en todo ol país sardoí era
anudado alrededor del cuello desnudo de la víctima.
¿Y quién era el ahorcado? Aquel año, para estar un
poco alegres, y al año siguiente de verdad, el ahorcado
era, siempre el ciego Ordiom. En la escena earnava,lesGa,
de una alegría salvaje, casi se diría que el ciego había
leído la última págma de su vida mortal.
SALVADOS, FARIÑA.
Dib. de Dumoní. {Traducción de AdeMa Di Cario.)
 Emisión menor
PueyrredÓD. — La. cosecha es estupenda. Xo tcacinos m'is que
fviliir Que la iar»(;osta se coma el trií^o.
— No tf'iiíra cuidado el señor ministro, para eso estamos nos-
otio« los intermediarios.
Gómez. — Despulas de uu vjaje tan largo, debe estar cansado.
Saguier. — iMuchisimoí
Gómez. — Atiora debe usted descansar.
Saguier. — Bí; pero nadie me dice que me Biente.
Dib. de Polimani.
,(Mié raro que esta vaca no se lleve ei primer piemiol *
— be veras que es una injusticia, porque, a pesar de su estado.
eá la que nos alimenta a todos.
.
Gómez. — Feío, ¿ha visto usted lo de la crisis francesa? Kenun-
cian por cnalquier cosa.
Pueyrredón. — Tiene usted razón. Benuncian por cualquier pa-
vada. Debían copiar nuestro ejemplo; aquí estaraos más adelan-
tados que en Francia.
 Un condenado a muerte
L a C á m a r a Tercera en lo crimi-
n a l , de La P l a t a , lia fallado el juicio
segiiicio al s u b d i t o italiano Vicente
Mensazarraa, acusado de homicidio
e n la persona de J u a n Cavallo, hecho
o c u r r i d o en Marcos P a z , el I I d e
m a y o de 191C.
E n este proceso, q u e interesó la
a t e n c i ó n pública, el fiscal doctor Gre-
gorio F. Lecot, aconsejó q u e debía
a p l i c a r s e al procesado la p e n a de
m u e r t e , y el J u e z del Crimen d o c t o r
A l b e r t o Gowland, fundándose en q u e
el p r e v e n i d o h a b í a o b r a d o n o sola-
m e n t e con e n s a ñ a m i e n t o , sino t a m -
bién con impulso de perversidad bru-
t a l , falló d e a c u e r d o con el pedido
fiscal, condonando al procesado a la
pena capital.
A raíz de este fallo, u n a represen-
t a t i v a comisión de m i e m b r o s de la
colonia i t a l i a n a d e Marcos P a z , se
e m p e ñ ó con el d o c t o r H o r a c i o B .
Oylianarte, p a r a que se hiciera c a r g o
d e la defensa en s e g u n d a instancia,
a lo c^ue este abogado accedió, defi-
riendo al pedido.
E n u n meditado y laborioso tra- El procesado Vicente Mensazarma, hablando po, establece en su fallo: que está
bajo jurídico, el doctor O y h a n a r t e
con su defensor, doctor Oyhanarte, des- p r o d u j o a consecuencia de las heridas
a n a l i z ó t o d a s las constancias d e au- pués de serle notificada la sentencia.
t o s ; la p r u e b a testimonial y la indi-
üL-iaria; las diversas circunstancias anteriores y poste-
riores al hecho; el d i c t a m e n fiscal, los informes médi-
cos y la sentencia del inferior, p a r a llegar a la conclu-
sión de que t o d a s las p r u e b a s a o u n u i l a d a s eran inefi-
caces; q u e e] i'mico testimonio valedero era la declara-
c i ó n del procesado, que de a c u e r d o con los preceptos
legales i n v o c a d o s era indivisible; q u e éste obró en le-
g í t i m a defensa; que los informes médicos — contradic-
t o r i o s e n t r e sí — d e m o s t r a b a n q u e no se h a b í a esta-
blecido en forma e v i d e n t e el cuerpo del delito v que el
Juglar criollo
E n el fondo, el s u y o era t a m b i é n u n oficio como otro.
Provisionainiento d e p a n , q u e e n él se t r a d u c í a e n caña.
C o n c e r t a n d o en los anitnales, como u n signo t r a n s c u r -
sor de Noé, su e n t e n d i m i e n t o p r i m i t i v o , o su igno-
rancia . ..
Vivía en la pulpería. Chiquito, peluzgoso, a p e n a s
s o b r e p a s a b a el m o s t r a d o r . Y c u m p l í a su saber, con la
J u e z sentenciador, a p o y á n d o s e en u n
testimonio p a r a el cual la ley fulmi-
na u n a nulidad a b s o l u t a , — y que en
la economía de n u e s t r o derecho pro-
cesal no podía ser t o m a d o siquiera
como indicio, — llega al l a m e n t a b l e
error d e c o n d e n a r a m u e r t e a su de-
fendido, sin t e n e r en c u e n t a q u e obró
con p e r t u r b a c i ó n de la inteligencia o
de los sentidos,- provocado p o r la víc-
t i m a q u e lo agredió d e hecho y d e
p a l a b r a con injurias graves, p o r lo
que se le deben c o m p u t a r las e x i m e n -
tes q u e establecen los incisos 1.° y 8."
del artículo 81 del Código P e n a l y los
incisos 6.° y 7." dol a r t i c u l o 83 del
mismo Código, p o r lo q u e correspon-
día fuera absuelto de culpa y cargo y .
p a r a el caso hipotético de que ese pe-
dido no prosperara, debía aplicársele
al prevenido el m í n i m u m de la pena,
o sea la d e t r e s años d e penitenciaría.
La Excelentísima C á m a r a , con el
v o t o de los t i t u l a r e s doctores Gilber-
t o E . Míguez y J u a n Carlos Goñi, e
i n t e g r a d a con el J u e z de la C á m a r a
P r i m e r a doctor W a s h i n g t o n Ocara-
p r o b a d o que la m u e r t e de Ca vallo se
que le infiriera M e n s a z a r m a con a r m a
blanca; q u e éste no obró con pei-turbación do los
sentidos, ni fué agredido Uegítimaraente; q u e n o pro-
cedió' con alevosía ni con i n s t i n t o d e p e r v e r s i d a d
brutal; que fué provocado p o r la v í c t i m a con ofensas
e injurias graves; q u e no d e b e n c o m p u t á r s e l e las a t e -
n u a n t e s y a i n v o c a d a s de los artículos 81 y 83 del
Código Penal; p o r lo q u e modifica la sentencia del
inferior, i m p o n i e n d o al procesado la p e n a d e seis
años y seis meses de penitenciaría y accesorias le-
gales.
gracia y d e s e n v o l t u r a , que en otros fueran condicio-
nes d e prolijidad y pericia.
— Cuente el chascarrillo.
— Como no, y a e s t u v o .
Y e m p e z a b a , escalonando e n la expresión sus perso-
najes, con tonos y transiciones.
— «Vamos a l baile, dijo el fraile.
E s t á m u y lejos, dijo el cangrejo.
H a y dos leguas, dijo la yegua.
' ' Y o t a m b i é n iré, dijo el cientopié.
¿Cuál es el c a m i n o ? , dijo el zorrino.
P o r la loma, dijo la p a l o m a .
E s en u n r a n c h o , dijo el c a r a n c h o .
N o se v e luz, dijo el a v e s t r u z .
. . P o r la r e n d i j a , dijo la lagartija.
Son p u r a s viejas, dijo la comadreja.
Con cencerro, dijo el p e r r o .
¡Palabra!, dijo la cabra.
N o ; si h a y m u c h a c h a s , dijo la vizcacha.
'^ ¡Es con guitarra!, dijo la chicharra.
j Q u i é n golpea?, dijo la culebra.
¡Yo no sacudo!, dijo el p e l u d o .
A ver o t r o , dijo el p o t r o .
N o s colamos, dijo el g a m o .
Voy a bailar u n pericón, dijo el lechuzón.
Me g u s t a , dijo la n u t r i a .
¡A qué m e enojo!, dijo el piojo.
Métele, dijo la liebre.
¡Abran cancha!, dijo la c h a n c h a .
¡Pele el facón!, dijo el hurón.
¡Se a p a g ó el candil!, dijo el alguacil;
¡¡Qué bochinche!!!, dijo la chinche.»
Reían todos, pero él no reía. I n g u r g i t a b a sus c a ñ a s
g a n a d a s . Y e n t o n a d o a g u a r d a b a otros p a r r o q u i a n o s ,
p a r a reempezar su inacabable: «Vamos al baile dijo el
iraUe». Por algo el boliche degenerador era como u n a
aria h í b r i d a en la c a m p a ñ a . . .
ALBINO DAEOO LÓPEZ.
Dib. de Sanuy.
 La casa tiene jardín. Lo dice
LA CASA VIEJA el cartel cjue el fondero ha pues-
Publicamos hoy el artículo to en el patio: « Por aquí se va .
a los salones reservados y a la
postumo de un joven escri- glorieta».
tor que prometía óptimos
frutos para las letras ar- El jardín está triste. Los po-
cos árboles que han quedado,
gentinas. La muerte le ha s a c u d i d o s por la brisa, lloran
sorprendido en la primavera por todos.
de la vida, cuando se espe- AI primer patio le han yjues-
raba de él obra meritoria, to techo. Debe haber g a n a d o
y que hiciera honor a su con ello en acústica, porque la
abolengo de escritor. canción del viajero de «Pagliae-
ci», destrozada con inconscien-

L os violines y el piano ataca-

ban con frenesí diacordan-
te el prólogo de «Pagliaeci».
En las mesab ubicadas en el pa-
cia por los músicos, r e t u m b a
con un eco prolongado.
Es que la casa protesta. Le
han quitado la vista del cielo.
tio de entrada, la sala y el co- Hecha un music-hall, pese a ella,
medor, los parroquianos bebían su alma — las casas tienen al-
sus mejunjes alternando una ma, sí — consolábase en la al-
conversación sin interés con mo- tura. Quizá desde las estrellas
mentos de silencio en que la mú- el padre que murió hablaríale
sica adquiría mayor resonancia. con amor. Ni eso le han dejado..
¡Pobre casa! Guarda en su se- Si Dios le dio alma y voz, ¿por
no la fastuosidad del conjunto qué no le d i o también manos^
y. el detalle revelador de su al- justicieras?
curnia profanada. He sentido un beso. ¡Ay del'
Tiene mucho trente. El frente beso místico del hijo a la ma-
de épocas lejanas, de cuando era Ultimo retrato del señor Horacio Ramos Mejia. dre!
menos el continente que el con- ,, j T
tenido y la vida de un hombre i'aha un mundo. Las ;Por qué Dios no le dio manos justicieras?
manzanas de tierra se regalaban a los esclavos. Pobre casa vieja! ¡Cómo quiero a mi casa!
Bajo la capa verde de la pintura moderna se des-
cubre la antigua puerta colonial, anctia y pesada, HoEACio RAMOS M E J Í A .
que tantos rezongos provocara aegn^amente al viejo Dib. de Dumont.
servidor de la casa, cancerbero cari-
ñoso y gruñón, al deber abrirla —
lentamente, perdidos ya los vigores
juveniles — para dar paso a la ca-
rroza señorial de los patrones.
Obediente a la acción enérgica del
mulato cochero, se detenía aquélla en
• el primer patio, ese patio que recorren
ahora camareras lacrosas, y la negrita
esclava, hermana de leche de la amita,
corría para abrir la portezuela y ofre-
cer su manita retinta para apoyo.
— ¡Cómo te va, Petrona?
— Bien, mi amita. ¿Se ha divertido?
¡El comedor! Es la pieza de más
alma, la que atesora mayores recuer-
dos. Ostenta su techo todavía las
pinturas del artista de entonces, he-
chas con a m o r . . .
En el comedor, la familia dispersa
durante el día se reúne para comer,
para alejar las preocupaciones de la
vida en curso. Las almas retozan,
se juntan, riñen con el simulado llanto
del padre que quiere ver los «pucheros»
del hijo menor, todavía de pollerita,
para luego abrazarlo riendo...
¡Oh, recuerdos de la casa! En !a
cabecera estaría papá., la madre al
costado, y en todo el resto de la
mesa, los hijos, muchos hijos... Los
contratiempos sin importancia, algu-
nos graves, los exámenes, todo pasa
por allí más dulcemente, el cariño de
tantos son hombros que se juntan.
En los días do tristeza profunda,
en los días de dolor inmenso, el co-
medor los llama también y a él acu-
den. El padre ha muerto. Todos mi-
ran su lugar vacío a hurtadillas de
los demás.
Las paredes que c a r i ñ o s a m e n t e
han recogido los bellos días que pa-
saron, vuelcan entonces sus recuerdos
a manos llenas, con el d e s p r e n d i -
miento de almas que también sufren,
y por un instante las cabezas dolien-
tes se embriagan o l v i d á n d o s e del
presente. ¡Son felices! ¡Es que vuel-
ven al pasado!
 A la huella, huella.
L-ÉG A C 1 o M
De s u e c ! / ^

— i Qué pisadas más extrañas 1 ¿ De quien podrán ser ?

— N o deja la menor duda: de un diplomático.

De actualidad Aniversario de Sarmiento

Señor Juan Canter,

antiguo y meritorio Dorrego, comisiona-
industrial, que ba do en General Fice,
sido nombrado Ge- que se ha hecho car-
rente de la Compañía go interinamente de Homenaje ante la tumba de Sarmiento, organizado por el Comité Fatriático Popular,
Argentina de Taba- la Gobernación de la en ocasión del 29 aniversario de la muerte del eminente educador argentino.
cos. Fampa

Homenaje postumo Necrología

Señor Manuel Ansel-

mo Ocampo. Fué mi-
litar, preadento del
Banco de la Provin-
cia, diputada nacio-
nal y estanciero. Cul-
to, probo, de enterizo
carácter, sus iniciati-
vas y laboriosidad
imprimieron a su vi-
da el carácter que a
su estirpe correspon-
día. Con su muerte,
la sociedad porteña
pierde uno de sus
más genuinos repre-
sentantes de abolen-
Mansoleo elegido a la memoria del joven poeta ea- Señor Antonio Señor Luis Ro- Ingeniero Juan go, distinción y hon-
pañol José Civil Sloieno, en el Cementerio Oeste. Pérez Cubells. berto Wilde. Martin Burgas. radez.
 La huelga en la Compañía Transatlántica de Electricidad

UNA SOLUCIÓN, — Salinas — Los huelguistas piden aumento de suel-

do, jubilaciones, reposicióu de operarios. Estoy pensando qué hará usted
si piden su renuncia.
Gómez. — Llamar un automóvil. Marineros de la Prbíeetura del Puerto, guardando el puente
Dib. de Redondo. que comunica con los terrenos de la usina.

Gendarme de la provincia, custodiajido la leña almacenada en los Fuerzas de linea y de bomberos, en servicio de vigilancia en la
depósitos del Dock Sod. usina del Dock Sud.

Grupos de obreros, en expectativa de acontecimientos, ante la sub-usina de la calle San Juan y Azoprj'do.
 Son las cuatro de la tarde; me encuentro en el foco
de esa vida febril, que inunda la calzada do Cosraó-
polis como una marea henchida por todas nuestras
preocupaciones, tan grandes, tan nimias a veces, y
h a s t a . . . tan necias...
Que bien se está en este refugio, pensé; las vibracio-
nes del mundo exterior me llegan apagadas, casi sin
e c o . . . me parece verme transportada a uno de esos
silenciosos patios de algún viejo hotel de provincia, a
la hora de esa siesta que proporciona delicioso descanso
a las que no sabemos Imcerwi; pero que aprovechamos,
para nuestra vida interior, esa tregua bienhechora...
Interrumpe mi ilusión la entrada de un mayor de
infantería, acompañado de su esposa y dos chiciuillos
indisciplinados que es un gusto, y que se instalan fe-
lizmente bastante lejos de mí. Porque ya es tiempo de
confesarlo, amigas mías, no he descubierto para mi
uso exclusivo este viejo patio de provincia con tan
poética enredadera... Estoy esperando a Mary, y a
dos ahijadas «de adopción» más, que vendrán con ella,
y nos hemos dado cita en el Té Colonial; como no co-
nocía esta nueva, o mejor dicho, moderna invención,
he venido buen rato antes de la hora fijada para poder
dar un buen vistazo antes de esas «cinco de ia tarde»
que nos impone la moda.. . Mi entrada ha tenido todos
los honores de una visita de soberana; se ha inundado
de luz eléctrica la vieja y aristocrática casa, desierta
y muda a hora tan inusitada, y mientras elegía un
rinconcillo para mi merienda, recordando todas las
golosinas características de la época que habrían de
ofrecerme esas criaditas tan correctas, tan inglesas,
busqué el único mueble amplio, realmente hospitalario
de la casa, sofá de ac^uellos que invitaban a hacer una
visita muy larga... ])ero ha sido colocado tan en evi-
dencia, como ipudo testigo de esa época que se ha
querido evocar en esta casa, que si me dejo estar en él,
absorbida, ausente, entre mis recuerdos de ayer y las
observaciones de hoy, no faltará algún excelente clien-
te del día que, como el adusto militar que me observa
desde su mesita, rae crea alguna de las escasas prendas
coloniales allí presentes, haciendo juego con el canapé
de crin y las macizas consolas de caoba.. . Porque eso
es lo más original del caso; mi viejo patio de provincia
está alfombrado de rojo, lleno de mesitas estilo in-
glés, y profanado por dos artefactos de luz «made in
Germany», mortificadisimos por tener que iluminar
despiadadamente su propia fealdad...
Me voy al salón, buscando algo de ambiente y re-
servar la instalación necesaria para mis golosas invi-
t a d a s . . . abundan, delicadas tentaciones, pues están
cargadas las consolas, de ailumettes, Feuilletés aux
anchéis, sandwichs con crema, Fels, Jesuítas (qué
irreverencia!), tostadas muffins y todo el repertorio
de los tés a la m o d a . . .
En mi inocencia, creí que sólo se serviría el chocolate
tradicional, pastelillos, naranjada, agua con panales,
y h a s t a . . . mate, con bombilla de paja, como ustedes
quieran, tomando todas las medidas <le la higiene más
exagerada, pero «mate», siquiera para poderlo ofrecer
a los extranjeros que quieran hallar algún detalle «cou-
leur lócale» en nuestro aristocrático Té Colonial...
No faltará algún original que proteste por las silencio-
sas y correctas criaditas inglesas, y pregunte por qué
no hay siquiera dos o tres negritas auténticas que
sirvan el chocolate trajeadas con los vistosos colorín-
ches de antaño, o acurrucadas como adorno en derredor
de algún noble y panzudo brasero de bronce...
Ya sabemos que en este mundo está siempre muy
lejos la realidad de las ilusiones, que se nos antoja for-
jarnos, y sin embargo no escarmentamos... .Me con-
tentaré, pues, con las flores, deliciosas, y dispuestas
con muy buen gusto, el té, que no abandono jjor todos
•los pocilios de chocolate colonial o no, que quieran
ofrecerme,' y llegaré hasta comerme algunos Jesuítas,
mientras llegan las chiquillas, retardadas como corres-
ponde. . . Helas aquí; ¡por fin! La instalación de cada
una de mis invitadas es ardua; sentarse cómodamente
después de avanzar y retroceder la silla unas diez
veces; esponjar o estrechar la falda, después de cruzar
la pierna: en seguida procurarse otra silla, para el
manchón, la bolsa y el necessaire, que acaba de pres-
tar discretamente sus servicios; bajar el velillo, abrir
el abrigo, echar una rápida mirada de inspección en su
derredor, y, por último, recibir la taza de té, que acabo
de servirle con todas las reglas del arte.
— Gracias, madrina... ¿Qué dice de nuevo?
— Ustedes han de ser las que me cuenten hoy inte-
resantes novedades; vamos a ver, ¿qué impresión tie-
nen de su último baile?
— ¿En lo de Castro? Fué algo soberbio, impecable;
un espectáculo de una armonía única...
Advierto a ustedes que hablan todas a la vez, lo que
hace algo difícil transcribir el diálogo con toda correc-
ción . . .
— También desde que se entraba la impresión era
única!
— La casa es suntuosa, ¿verdad?
— Sí, magnifica: pero aparte de esa suntuosidad del'
cuadro, lo que más llamaba la atención, era la belleza
de las tres hermanas que hacían ios honores cíe la
casa...
— Tres bellezas tradicionales, que están hoy en su
apogeo, y esa noche se vería realzada seguramente esa
belleza con elegantísimas toilettes...
— Por supuesto... También eran preciosos los tra-
jes de las «debutantes», pero de tela oscura, pues pa-
rece que el color que fué siempre protocolar para
las que se presentaban, ha quedado ahora para las
señoras de cierta edad. . . ¡Y qué bonita estaba Elvi-
rita Castro, y qué deliciosa Sofía Madero Pérez! Me
parece (jue ellas, con Clara Ocampo y María Julia de
Bary, fueron las más rodeadas.
— Todas las chicas estuvieron atendidísimas, por-
que los dueños de casa habían invitado con una pro-
})orción de diez jó\^enes para cada niña. .. por eso los
nmchachos de casa protestaban, diciendo que se habían
visto obligados a planchar... No les habrá venido
mal por ima v e z . . . son tan perversos! Había que oírles
detallar el traje de una amiga nuestra que es algo
extravagante, es cierto; pero que, según ellos, se había
equivocado esa noche, creyendo que se trataba de
una fiesta «en travestí...» v^e fijan hasta en la que se
peina con postizos...
Y en eso tienen sobrada razón sus críticas, puesto
c(ue no corresponde a jovemútas tal recurso de toi-
lette . . .
— Y después, ¡qué criticar! Dicen que Fulanita se
presenta, después de haber estado en veinte fiestas.
¡Son odiosos! ,
— ¿Sabe, madrina, qué es lo que le habría gustado
más de la fiesta? El adorno de la mesa; ¡qué gusto más
exquisito! En el centro, una alta copa de plata repu-
jada, y a los lados, unas piezas de plata, soberbias;
eran dos vasijas antiguas, que dicen mandó un cono-
cidísimo coleccionista, y que puestas con todo arte
volcaban sobre la mesa una profusión de orquídeas
que eran algo maravilloso.. .
— ¿Y es cierto que hubo reconciliación, entre algu-
nos do los jóvenes invitados?
— Pero, madrina, ¿quién se acuerda de eso? Puede
que hubiera alginia expectativa entre ei corro de ami-
gos. . . ¡pero nada más!
Y así es; nada m á s . . . La vida moderna no se presta
para tan románticos incidentes... ¿Será otro, y tal vez
mejor, el concepto de la existencia actual? Pasiones,
reyertas, lágrimas. .. pasa todo tan rápidamente...
Los acordes de un nuevo vals tienen el mágico don de
esfumarlo todo; son tan fugaces, ciertos sentirnientos,
cjue ni huellas dejan, y estamos en seguida listas para
emprender la nueva serie del «film» que vivimos...
 AL P A S A R
A los primeros, porque tienen que recibirle con dis-
cursos, y a los segundos, porque tienen que despedirle
con maldiciones.
Varios legisla-
dores lian nota-
do que a pesar
de sus proyectos
para abaratar el
azúcar, éste con-
tinúa vendién-
dose a 56 centa-
vos, o más, elkilo.
En vista del
poco éxito de sus
gestiones para
abaratar el azú-
car, van a pre-
sentar un pro-
yecto rebajando
el küo en 500
gramos.
El doctor Gómez ha vuelto del terruño, tranquilo y Se han con-
sonriente. Se dice que la causa de su alegría es que li- vencido de que
gará la senaturía que dejará vacante el doctor Olae- es el único modo
chea y Alcorta. de que se venda
Conseguido eso, el doctor Gómez se pondrá a salvo ese a r t í c u l o
de interpelaciones. edulcorante a 41
Es la única fórmula que se lia encontrado para lle- centavos.
var la tranquilidad a su espíritu.

Este mes ce-.

rrará sus puer-
tas el Congre-
so, y a juzgar
por ciíeeres, el
presupuesto
no será sancio-
nado durante
las sesiones or-
dinarias.
Como se tra-
ta de un presu-
puesto con 40
millones de
economía, ¡ca-
so extraordi-
nario!, se im-
pone que se
El doctor Crotto se va a encontrar, como candidato trate en sesio-
para la futura gobernación de Buenos Aires, con el nes extraordi-
doctor Beazley. narias.
Se trata de un candidato de consideración, porque
aunque sean muchos los votos que tonga el doctor
Crotto, no logrará dejar pelado a Beazley.

Los ciegos del Instituto Nacional se han declarado

El interventor de Buenos Aires, doctor Cantilo, anda
recorriendo la provincia, dando que hablar a radicales
y a conservadores.
en huelga, y, ciego y todo, han visto que se les tra-
taba mal y han roto algunos vidrios.
El ministro Salinas, que por derecho propio es quien
tiene el patronato de la institución, ha intervenido,
y con cuatro latines los ha tranquilizado.
El refrán de que: «en tierra de ciegos, etc., etc.», se
ha impuesto una vez más.
Díb. de Redondo.
 De Rosario
p_Ti
^flfcfc JUk ;
^Á^M
* ':i,li=V
^W •^:;: ^ n

Aspecto qne presentaba el salón áe ajedrez dorante el desarrollo de 36 partidas, jugadas entre los socios del «Club Ctimnasia y Esgrima)
y el distingmdo campeón de ajedrez Rolando Illa ( x ) .

•flHHHT .i:uj msmM

• ••,{ "j^^v • '-'''"'• l.4;'J ' • • " - ' í ^ * ' ^•'•4 ,

é^MJ^BHBáfc
^ 1 1 jw^r*w-
El diputado nacional doctor Luis Agote ( x ^ en compañía de lai
Cuerpo médico y las autoridades locales y provinciales, entrando al
hospital «Intaidente Carrasco-), con motivo de la inauguración autoridades locales y el gobernador, señor Lehmann, al retirar-
del pabellón para tuberculosos, titulado «Hermana Sanguinetti». se de la visita efectuada al Palacio de Policía.

UN ABUSO QUE ES UNA ESTAFA

Pedimos al público que exija de todo fotógrafo o repórter que se presente a nombre de CARAS Y CARETAS
o P L V S V L T R A , el carnet que lo acredite como tal, pues hay individuos que valiéndose del nombre de estas
revistas se presentan a casamientos y fiestas, sin representación, y sacan fotografías que después venden,
cometiendo una estafa. T o d o lo que CARAS Y CARETAS o P L V S V L T R A publican como texto, es completamente
gratis. Pedimos al público tome nota de esta advertencia y dé aviso a la policía, cuando cualquiera, a nombre
de estas revistas, solicite dinero por publicación de retratos o notas.

De Montevideo

El acto de la entrega de " " il'i\iiii ofrecido por el comercio, la Bannuete con el cual los empleados del Banco de Seguros del
industria y la banca, al Presidente de la República, doctor Estado iesteíaton el primer millón de pesos ingresados, por con-
Feliciano Viera. cepto de primas.
 Sociedades

Gtan función y
baUe social, rea-
lizado por la «So-
ciedad Sportiva
Israelita», con
monvo de la
inauguración de
BU nuevo local.
en moreno.

En el salón «Ma-
ñano Moreno'),
durante la gran
Junción y baile
inaugural que,
en conmemora-
ción de la funda-
ción de la socie-
dad, celebró el
«Club Hispano-
Sudamericanot.

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en honor de los comisarios saliente y entrante. comisionados municipal y escolar.

CORONEL SUARBZ. ^— Nueva banda de música, compuesta por VEINTICINCO DE MAYO. — Frente principal de uno de los nue-
notables profesores de esta localidad. vos pabellones de la «Estación Experimental de la Nación», en
Durañona.

Ei super-hombre, preconizado por

"Nietzsche", puede conseguirse
sin la violencia.
Kl famoso filósofo y sociólogo «Nietzsche», que t a n t o
lia a s o m b r a d o al m u n d o con sus teorías n u e v a s y
a v a n z a d a s , sostiene, en m í a de sus obras más impor-
. t a n t e s , que el m u n d o debe evolucionar t a m b i é n ros-
l'.ecto de la especie h u m a n a , eliminando de ella los
individuos dcljiles y enfermizos, aunc[uo sea menester
suprimirlos v i o l e n t a m e n t e , de suerte que queden los
fuertes, sanos y r o b u s t o s — con los ciue so forjuar^'n
las sociedades f u t u r a s — a baso del «super-hombre».
E s posible que las iras do «Kietzschei), contra los del-
g a d o s , que son los exponentes de la debilidad en las
razas, fueran i n s p i r a d a s porcjue en su época no se co-
nocía o t r a solución al p r o b l e m a q u e la m u y radical
tic e x t i r p a r l o s con la violencia, p u e s ciuc la alimenta-
ción n u t r i t i v a y en grandes dosis no d a b a resultados
satisfactorios, desde que los flacos no a u m e n t a b a n de
poso a p e s a r do ingerirla a b u n d a n t e m e n t e , por la falta
de asimilación. P a r a felicidad do ellos, la química, con
sus a d e l a n t o s , h a p e r m i t i d o a los sabios comliinar las
seis s u b s t a n c i a s necesarias, p a r a q u e el organismo di-
gestivo y asimilador llene sus funciones normales, per-
mitiendo p o r medio de su.£mpleo adquirir la fortaleza
necesaria y hacor del h o m b r o delgado y débil, p r o -
penso a la adc[uisición de todas las enfermedades, u n
Bujcto sano y robusto.
E s t e prodigioso descubrimiento químico, se encuen- 2. Espléndida bDlsa "última crea-
t r a h á b i l m e n t e concentrado en u n p r o d u c t o conocido cién", de falla o molré de seda,
armazón de c/ plata, decora-
con el n o m b r o do «SARGOL», cuyo específico, elabo- da c/ 4 div, y espejo, $ 1 4 . —
r a d o en forma de pastillas, es do fácil ingestión.
Tómese cualquier clase de a l i m e n t o , e ingiérase des-
p u é s u n a pastilla de « S A R 6 0 L » , y téngase la seguridad
q u e las-cualidadcs n u t r i t i v a s de ese a l i m e n t o se asimi-
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HUDSON SUPER-SEIS tiene la aprobación del mundo.
L A belleza del Hudson Super-Sei-s, lo? records que ha obtenido, el ymesto que ocupa y la lepiitacióii de la
compañía que lo conptiiiyc, lian ^íaiiado para este coche la ratificación y aprohación de todo el mundo.
Puesto que el Hudson posee todo lo que el hombre aprecia mis •— resistencia. En todos los ensayos míis severos,
el Super-Seis, con su motor patentado, ha triunfado. Kntrí los 33.000 poseedores de Super-Scis se hallan las ía-
miiias mus prominentes del mundo. En donde se usan coches autoni6viles finos, los Hudson predominan. En
iodos los países donde se usan coches automóviles, u-sted hallará un agente de Jíudson.
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 Inventos, recetas y procedimientos útiles
N.° 1. — CALZADO PAKA CABALLOS. — Estos nuevos
zapatos para las caballerías tienen sobre los conocidos
la ventaja de sujetarse sencillamente con una correa, *
haciendo innecesario, por lo tanto, el uso de herramien- -^r?^^^^=^
tas, Los tirantes delanteros toman la inclinación nece-
saria para ajustar al casco. ^
>,_ 33
El material de estos zapatos es hierro maleable, para
que no se rompan los talones.
B sS"
/! '"
Los talones laterales impiden que el animal resbale
de lado, por lo cual pryide trotar perfectamente sobre a
pavimentos helados.
El uso de estos zapatos puede recomendarse por la
facilidad cjue ofrecen para quitarlos y ponerlos, de ma- E L SALVADO COMÚN es
nera que el caballo no tiene necesidad de usarlos más muy eficaz para limpiar
que en los lugares donde lo sean necesarios, en el cursolas manos. Se humedece
del camino. una pequeña cantidad
Son excelentes para el hielo, pero también prestan con agua caliente en la
muy buenos servicios en los caminos malos. palma de una mano, y se
friccionan bien ambas.
N.° 2. — PARA ATRAER AL PUBLICO. — El grabado Luego se lavan con agua
reproduce un buen sistema para llamar la atención del templada hasta qiie que-
público sobre un escaparate. den perfectamente lim-
Cierto número de postales, estampas o tarjetones pias.
penden de tres cordones que pasan por unas poleas si- La harina de avena y el
tuadas en el techo, en la disposición que enseña clara- zumo de limón son tam-
mente el grabado, y terminan en un solo cordón que bién muy buenos para
va atado a la puerta vidriera del establecimiento, de limpiar y blanquear las
suerte que al abrirse ésta suben y bajan los tarjeto- manos.
nes, los cuales deben ser de colores fuertes para cjue Las manchas de tinta
llamen más la atención. se quitan rápidamente
con un poco de tomate.
N.o 3. — L A PLANCHA YUNQUE. — Una plancha vieja
de hierro fundido puede convertirse en un útil yuncpie LAS PAPAS VIEJAS SE
para trabajos menudos. ESPONJAN y se refrescan
La plancha so clava en el borde del banco con un par mucho e c h á n d o l a s en
de clavos de cabeza ganchuda. agua unas cuantas horas
En el grabado se ve la disposición del yunque. A es antes de mondarlas.. El
el cuerpo de la plancha, C el asa, D el borde del banco agua hay que cambiarla
y BB los clavos. un par de veces.

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Canje de Mercaderías, nume-
rados, que se encuentran en las
latas d e "GALLETITAS BAGLEY",
y le enviaremos por vuelta de
correo, un librito titulado:
"Ocurrencias de Garlitos",
lleno de poses y versos chisto-
sos del graciosísimo "Garlitos".

ESCRIBA CON C L A R I D A D
SU NOMBRE Y DIRECCIÓN

M. S. BAGLEY & Cía. Ltda.

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MONTES DE OCA, 199
BUENOS AIRES
Me siento mal ¡santo cielo!
¿ Qué es lo que pasa por mí,
Que estoy sin salir de aqui
Como clavado en el suelo?
 De Villa Ballester

£1 delegado de la «Sociedad Forestal Argentina», leyendo su discurso ' Autoridades y concurrentes a la plantirsión de árboles, ñesta que se
en la tribuna oficial. celebró con gran ésito.

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 A un extremado rigor D e tal modo, quien la viera
llevando el casto pudor, de la limpia banadera
se oculta la bella dama, al frío suelo saltar, ,.
del blanco lienzo a favor, salir a Venus creyera
que le tiende la mucama, de las espumas del mar.

Pero en su pie lindo y breve, Y es que cutis de blancura

que a avanzar aun no se atreve, tan suave y esa tersura
y en el cuerpo que se inclina se obtiene con el J a b ó n
suavemente, se adivina d e R e u t e r , cuya finura
su terso cutis de nieve. es su mejor condición.

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 DIENTES MAS BLANCOS QUE YO Provincia de Buenos Aires

AVELLANEDA. — El señor Alíredo López, delegado y presidente

de la fiesta del árbol, plantando el primero.

EL. — Cómo! Tú tienes los dientes más blancos

ue yo?
ELLA. — Ah! mita, mi viejo Bou d'Zan; es gra-
cias al D e n t o l , un producto sorprendente y bien
francés.

El Dentol (agua, pasta o polvo) es un dentí-

frico a la vez sumamente antiséptico y dotado
del más agradable de los perfumes. AVELLANEDA — La directora, maestras y delegados, reunidos
en la «Sociedad Popular de Educación», el dia de la fiesta del
Creado a base de los trabajos de Pasteur, des- árbol.
truye "todos los malos microbios de la boca; iin-
pide también y cura las caries en los dientes, así
como las inflamaciones de las encías y garganta.
En pocos días da a los dientes una blancura
deslumbrante y destruye el tártaro.
Deja en la boca una sensación de frescura de-
liciosa y persistente.
Aplicado puro, con algodón, calma iustantá-
ncainente los dolores de muelas más violentos.
„E1 Dentol se encuentra en todas las casas de
importancia, en donde-se venda perfumería y en
las boticas.
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car !a piel, impedir o hacer desapare-
cer Ja aspereza de ia misma; quitar
manciías, granos, arrugas y toda cia-
se de imperfecciones del cutis, al que
dota de una brillantez imposible de
obtener por ningún otro medio de
EL ANTIFAZ DE VENUS los conocidos. Es liviano, flexible
colocado sobre la cara y sustituye muy ventajosamente
los cosméticos y demás preparados
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vd^a$ & meniKJo .&
 Godofredo Leibnitz
Lcibnitz nació on Leipzig (Sajonia) el 21 do julio
(le l(J4ü, y murió en Haimover ol 14 de noviembre
do 1716. Cuatro o cinco aspectos ofreció su vasto inge-
nio y on todos olios demostró cualidades excepcionales
(ie profundidad y extensión. Como lingüista, además
do las lenguas vivas, poseía perfoetamento el latín y el
griego, y fué de los que con más acierto trabajaron para
destruir la opinión, vulgar on su época, de sor el hebreo
la lengua primitiva; como diplomático desempeñó difí-
ciles misiones como consejero do sus protectores el
elector de Maguncia y después ol duque do
Brunswick; fué tenido por uno de los más
eruditos juristas c historiadores do su tiem-
po. Pero su gloria principal y por la cual ha
adquirido imperecedera fama, ha consistido
en su obra filosófica y matemática.
El descubrimiento capital de Leibnitz, on
matemáticas, fué e! del cálculo diferencial o
integral. ICl sólo bastaría para inmortalizar
a nn nombre, pues marca un límite profundo
entre sus antecesores Descartes, Pascal, Fer-
mat y Roberval, y sus sucesores los Eor-
nouUi y Euler.
Mediante la notación diferencial, Leib-
nitz, hizo otros dos descubrimientos capitales. El pri-
mero es, f(no no sólo dos cantidades infinitamente pe-
queñas podrán tener cocientes determinados, sino que
este cociente podía ser coro. Así, pues, el numerador
de tal cociente no sólo es infinitamente pequeño en
absoluto con relación a una cantidad finita, sino tam-
bién con i'clación al infinitamente pequeño denomi-
nador de dicho cociente. He aquí el origen del estudio
de infinitamente pequeños de diversos órdenes, que
algo modificado por el rigor del moderno análisis, ha
llegado hasta nuestros días.
Él segundo descubrimiento es que ol método do los
indivisibles, propuesto por el jesuíta italiano Cavaliori
en 1635, podía ser presentado más rigurosa y sistemáti-
camente por niedio de un cálculo inverso <lcl diferen-
cial. Inventó el signo / y resolvió varios problemas e
EAVI DE
COIPGNC
GíkírvsofN
" £ / perfume de
moda de las cortes
de Europa"
liizo varios descubrimientos, entre los cuales es curioso
el del isocronismo del péndulo cicloidal. También re-
solvió el problema proj)uesto por Bernouilli de buscar
la curva braquivtocrona, o sea aquella c¿ue une dos
puntos y es recorrida en menos tiempo por tin punto
pesado, y halló ser una cicloide. Entre 1692 y 1694
resolvió el problema de Galileo acerca do la ecuación
do la catenaria o curva de equilibrio de un hilo pesado,
homogéneo, perfectamente flexible o inextensible, curva
ideal a la que se acerca la que forma una cadena, de
donde se origina el nombre. También so
ocupó en las curvas involutas y envolven-
tes y en las curvas elásticas, además do la
integración de algunas ecuaciones diferen-
ciales por el método de las series. Desde 1700
otras ocupaciones filosóficas, teológicas y
políticas habían absorbido casi toda su
actividad; pero entonces se suscitó la con-
troversia con Newton, cuya principio fué
una acusación de Dhuillier, en 1690, de que
Leibnitz había tomado del cálculo de las
fluxiones de Newton, todas sus investiga-
ciones, cambiando sólo la notación.
Poro cpieda todavía por ver si Leibnitz
tomó de Newton su descubrimiento. La notación es
enteramente original de Leibnitz, según opinión uná-
nime; y como ella se basa en consideraciones sobre can-
tidades infinitamente pequeñas de distintos órdenes,
parece que algo más que la notación os lo que Leibnitz
encontró por sí mismo. Por otro lado, un genio como el
de Leibnitz, no es ])robab!o que quisiese adornarse con
plumas ajenas, teniéndolas muy buenas propias. Así,
c{ue la opinión de todos los matemáticos, excepto los
ingleses, os do que los descubrimientos do Newton y
Leibnitz fueron independientes.
Otros trabajos matemáticos do Leibnitz, como la
Geometría sublimo y la Aritm.ética binaria, son do nin-
guna importancia. Sus obras completas han sido edita-
das por Gcrhardt, y son muchos sus libros, opúsculos,
artículos y discursos jiublicados.
Si Es Usted Muy Grueso
Aspire Más Aire Puro.
Sea moderado en su alimentación y Reduzca
su peso. Tome Aceite de korein.
La falta do aire puro es sabido cpie debilita la fuerza
do la sangre que conduce el oxígeno, el hígado se pono
inactivo, la gordura se acumula y por eso obstruye la
acción do muchos de los órganos vitales. La acción del
corazón se debilita, el trabajo resulta fatigoso y la
belleza do las formas se destruye.
La gordura que se adquiere encerrado en la casa,
no es saludable y si la naturaleza no lo ayuda a des-
hacerse de ella, puede convertirse en un caso serio de
obesidad.
Cuando usted note que se está poniendo muy grueso,
in.».^diatamente ponga atención a ello. No espero que
su cuerpo sea la burla de los demás y su salud arruinada
por la carga ((ue lleva de deforme e insalubre materia
grasosa. Esté todo el tiempo que le sea posible al aire
libre, respire profundamente y compre en cualquier
farmacia o droguería una caja de cápsulas de aceito
de korein. Tómese una después de cada comida y una
a la hora de acostarse por las noches.
Pésese con frecuencia y continúe el tratamiento has-
ta cjue haya logrado bajar hasta su peso normal.
Aceite do korein es absolutamente inofensivo, os
agradable al paladar, aynda la digestión y aun en casos
de pocos días de tratamiento se ha obtenido una nota-
ble reducción en su peso.
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1255, Buenos Aires.
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Profesor titular de la Universidad de Buenos
Aires, no sólo se ha preocupado de la exac-
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los niños del señor Pedro Nóñez. El acto íué una
demostración del duelo que causó en la población,
el doble íallecimlento.

EL POR QUE
!as enfermedades de las vías iiriuarias oii ambos
AGUA de los sexos, se curan en breves días con loe «Cacfcets
antiblenorrágioos Collazo.»
PORQUE de su estudio farmacológico resulta
CARMELITAS «que cu la práctica producen efectos sorprendentes,
curando, ilc una a tres semanas, el 00 por ciento
de estas enfermedades, ya sean recientes, 3'a daten
do varios años; permitiendo administrar los bal-
sámicos así coml)inados a personas cuya posología
era refractaria a cada uno de ellos por separado,
y facilitando la curación do todas, por simplificar
el tratamiento, reducir las molestias, suprimir los
temores de ser descubiertos, y evitar los peligros
^«2 de que se produzcan recidivas.»
POEQUE se trata cile un nuevo remediu. re-
uniendo las propiedades curativas bien conocidas
BOYER de substancias medicamentosas ya recomendadas
y usadas aleladamente en toi'apéulica, las que ele-
gidas, preparadas y combinadas, )>a.io el plan cien-
tífico en que lo están en esta fórnud.a, multiplican
Contra laa su acción antiblcnori'ágica y antigonorréica, ele-
van al máximo su absorción, facilitan la disociación
Digestiones Penosas, impregnando las cavidades y tejidos do una atmós-
fera tóxica ))ai'a los gonococos, diplococos, trico-
Calamares de Estómago mona?, etc., y se eliminan i'.ipidamcnic, aumen-
tando la secreción urinaria, volviéndola aséjitica
y produciendo verdaderos lavajes antisépticos y
Jaquecas, cicatrizantes deadentro hacia fuera, al mismo tiem-
po que estimulan la defensa cebdar de la mucosa
tómese después de la comida
QDa cucharada en una taza de t^ uretral.»
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EL foiyo y lA BELLEZA vm R^nso
E n estas tardes del
caduco Invierno, satu-
radas de una dulzura
que embriaga el espí-
ritu más reacio a la
admiración de la na-
t u r a l e z a , si frecuen-
táis los artísticos pa-
seos que adornan esta
C a p i t a l , no p o d r é i s
menos que detener la
m i r a d a con delecta-
ción sobre dos mara-
villas de la creación:
el paisaje invernal, con
tibieza ya de primave-
ra, y la mujer que se
mueve dentro de ese bello marco. paso el perfume de la flor, que vale de-
Los más diversos tipos femeninos se cir la suave fragancia del Polvo Graseoso
cruzan al acaso, pero todos ellos impre- Leichner, que cubre delicadamente sus
sionan vivamente, dejando rastro hondo hermosos semblantes,
en la memoria del espectador; sensación Entrad en un salón esplendente de lu-
de belleza, y de belleza juvenil, quedará ees, donde giran en torbellino al compás
grabada en el recuerdo, ya sea por la de músicos divinos, divinas figuras de my-
imagen de la niña que pasó ligera y par- jeres, y notaréis con asombro que la agi-
lera, ya por la de la moza esbelta y tación de la danza no ha dejado huellas
rozagante, o bien por la dama mesurada, en la tersura impecable de los rostros fe-
Todas estas figuras de elegancia, bien menmos. Si mquuís la causa de tal mara-
lleven en sus ojos la alegría del vivir villa, la encontraréis, a no dudarlo, en
o la tristeza del desengaño, dejarán al que !a concurrencia de distinción emplea
____________ el Polvo Graseoso Leichner.
U n rostro de mujer sin el
1 oJi ¥• 'f \
Polvo Graseoso Leichner,
se resentirá irrefragablemen-
te de la frescura que este
polvo maravilloso le da, por-
que la característica de tal
producto sin posible compa-
ración, es la de aterciope-
larlo como si poseyera la
mágica cualidad de un eli-
xir de juventud perenne.
 De Tucumán

VILLA SIMOCA. - - Los minisiioa Toledo s La Rosa, jefe de policía y concurrentes a la inanguración de la «Biblioteca Pública», acto aoe
revistió gran importancia, celebrándose con gran entusiasmo por el pneblo.

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terra, otras naciones y América, por
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«Reptiles». Tomo I X de la Historia
Natural de Zimmermann y Pérez.
Rep.: N. Tommasí.
«La condesa de Aulnoy», por M.
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La cuestión del descanso dominical o semanal data de muy antiguo, y
puede afirmarse que no es privativa del hombre, y ello lo prueba el hor-
nero, al decir do los paisanos. El simpático pajarito, que tanto abundan
Entro Ríos, ha sabido resolver la cuestión; trabajador incansable toda ]a
semana, los domingos se ven a las parejitas tranquilamente reposando
en la portada do sus nidos.
Las Sagradas Escrituras establecen el descanso semanal, pero fijando
el sábado como día consagrado. Los romanos distinguían los días de su
calendario en fastos y nejasto". Entre los días fastos se contaban aquellos
en que era permitido trabajar. En los tiempos a que nos referimos no
había casi fiestas en la primera mitad del mes; pero, on cambio, durante
la segunda quincena se sucedían rápidamente las ocasiones de entregarse
al descanso.
Para los cristianos, el día de fiesta es el domingo. Esto tiene su explicación.
Los primeros cristianos descansaban el sábado, pero celebraban en domin-
go la resurrección de Jesucristo, y el sábado .se fué eonvirtiendo paulatina-
mente en día de ayuno, hasta que el Emperador Constantino declaró ofi-
cialmente «día nefasto» al domingo, y por dicha disposición quedó prohi-
bido el funcionamiento de los tribunales y el trabajo en general.
En los tiempos medioevales se hiló muy delgado en lo reíercnte al des-
canso dominical. Prueba de ello es que siendo una época en que, no obs-
tante la leyenda, la gente se lavaba mucho, no se caldeaba el agua de los
baños, los panaderos no cocían j^an y las tiendas permanecían cerradas.
Solamente ciertas corporaciones lograron obtener el privilegio de la e.v-
cepción; los ¡jlatoros podían abrir una sola tienda siguiendo turno, y otro
tanto podían hacer los pañeros, los vendedores do sombreros do fieltro y
los corseteros o vendedores de justillos. Los comerciantes en géneros de
punto salieron más favorecidos: obtuvieron licencia para despachar me-
dias altas, mas sólo en tres tiendas; pero en cambio no quedaron excep-
tuados de la prohibición los vendedores de calzones cortos. Los fabrican-
tes de corazas y cotas do malla podían trabajar a sus anchas, porc[ue su
oficio interesaba a la nobleza, es decir, que las industrias de lujo gozaban
de un régimen más suave que las de primera necesidad. Desde el siglo xii
empezó a manifestarse cierta libertad de costumbres, e iban aumentando
los abusos, a pesar de leyes y costumbres y con perjuicio de los pobres
jornaleros que perdían su salario con numerosos días de huelga forzada,
motivados por fiestas semi-religiosas.
A la mayoría de las naciones C[ue observan actualmente el descanso
semanal no les va mal. Por lo que se refiere a Inglaterra, el caso es típico:
el inglés huelga casi toda la tarde del sábado y el domingo entero.
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llones f^uinientos mil francos en el
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anuncio, que dificilmente liabrá otros
que les haga com]3etencia.

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de marzo último, fueron importadas
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libras de té. De ellas, 302.351.836
provienen de las posesiones inglesas,
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El eniermo. — Ayer consulté con el iar- nocido es uno que se ve en Dellii, en
macéntico de la esquina y me aconsejó... la India. Tiene sesenta pies de altura — El zar, el rey de Grecia, el emperador
E! doctor interrumpiéndolo. — Algún dis- y un peso de diez y siete toneladas. de la China, esos si que son aiortunado3,
patate, ¿no es cierto? — ¿Áíortunados? ¿Por qué?
— Si, señor; que le llamara a usted. — ¿Por qué? ¿Te parece poco haberles
Un caballo, sin tomar ningún ali- mandado a paseo para siempre?
mento, pero bebiendo a discreción,
En un año, diez periódicos de Lon- puede vivir 25 días; 17 sin comer ni En Jonkopin (Suecia) hay una má-
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anuncios, la fabulosa cantidad de dos cuanto finiera, ])ero sin beber nada. llón de cajas de fósforos por día.

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superfluidades de la vida, corrompe en una nación dol
luiBmo modo a todas las clases de la sociedad. El pue-
blo, que parece obtener con 61 alguna ventaja, no re-
flexiona que a menudo la pompa de los ricos no es más
!que el fruto de su trabajo, arrancado por los impuestos,
i que lia pasado a las arcas del tirano para prodigarlo a
los opresores secundarios. Además, el pueblo se corrom-
pe necesariamente con ol mal ejemplo de los ricos y
por las viles ocupaciones con que atiende trabajosa-
mente a su trist« existencia. Por esto, el fausto de los
grandes, que debería encender la cólera y venganza
del pueblo, no hace más que cautivarle on una admi-
ración estúpida. Que las demás clases están corrom-
pidas por el lujo que las devora, no necesita demostra-
ción; y cuando todas las clases sociales han llegado
a esto grado de corrupción, es imposible que la nación
se haga o permanezca libro ai no desaparece antes oí
lujo, que es el más seguro y funesto corruptor. El prin-
cipal cuidado del tirano es propagar, animar, acari-
ciar al lujo, de quien recibe más fuerza que de un ejér-
cito, aunque finja lo contrario. Lo dielio hasta ahora
basta para probar que nada hay en nuestras tiranía.^
que nos haga más soportables que el uso continuo dol
lujo; y ya cuando esta peste ha aiTaigado, no puede
renacer o existir verdadera libertad.
Exaniinemos s i e l lujo puede reinar en un país en
que la libertad exista, y veremos en seguida cuál debe
ceder su puesto. Si hojeamos la historia, veremos quo
la libertad se aleja siempre de los gobiernos quo han
permitido establecer el lujo, y no la veremos renacer
con fuerza entre los pueblos por él corrompidos. Pero
como la historia de todo lo quo ha sido no es la prueba
infalible de lo que .puede sor, creo que los gobiernos
libres no pueden oponer a la desigualdad de las rique-
?,aa entre los ciudadanos, aun no corrompidos comple-
tamente en el poco tiempo que se pueu <,ostener en
ese estado, remedios más eficaces que la opinión. Es,
pues, necesario facilitar a las riquezas, tan injusta-
loente repartidas, un medio que las haga circular; hay
que jjcrsuadir a los ricos a que las empleen on edificar
monumentos públicos; no conceder honores más que
a esta ostentación, y añadir una idea de desprecio al
abuso que los ricos hagan en su vida privada, permi-
tiéndoles, ¿10 obstante, lo que la docencia y su estado
exigen. Los gobiernos libres deben persuadir, al mismo
tiempo, a los no favorecidos por la fortuna (no nu'
refiero a los harapientos), do que no hay delito ni in-
famia on sor pobre. Les persuadirán con faoilidíi.íl,
concediéndoles medios de llegar a los cargos públicos
y a los honores. Excluiré a los necesitados, no para
insultar su miseria, sino porque los considero demasia-
do accesibles a la corrupción, y porque estando mal
educados se hallan, por causas contrarias, tan lejos
como los ricos de pensar sólidamente y obrar justa-
monte.
Estas prudentes medidas concluirán por ser inú-
tiles con el tiempo. El hombre no varía. Donde existen
grandes riquezas desigualmente repartidas, tarde o
temprano nace el lujo de los particulares, y desdo en-
tonces la servidumbre general. Esta difícilmente puedo
proscribirse en un pueblo dividido o ^ dos clases: la
de los muy ricos, umy reducida, y la de los muy pobres,
que lo compone casi por completo; pero cuando, ha
empezado a introducirse, y los jnuy ricos han visto
cuan favorable es a su lujo, emplean todos sus esfuer-
zos en impedir que la destruyan. Sería, pues, necesario,
para levantar la libertad sobre las ruinas de nuestraa
tiranías, destruir con el tirano a cuantos poseen rique-
zas excesivas, porque ellos, con su lujo insolente, co-
rromperían la nueva sociedad.
 IRIS DE LA TARDE
Finamente, cada eima de ola, al congregar su ospii-
nia, exalta, corno uua plumilla de colores, rm breve arco
iris. El mar entero está ya lleno de arco iris, que le
sueñan como una músicaidoal a 3u dilatado nimor de
hierro. Sou estas gráciles luces de colores como un pen-
samiento de cada ola, concertados por la unanimidad
de su armonía.
Algo que no es agua sale del mar, con tales írLs, algo
que nos conduce a esa estrella naciente de la tardo.
Nuestros ojos quieren adivinar qué misterio es éste,
que así persuacie al alma, pero no lo consiguen y se
cierran una vez y otra, en im naufragio constante de
belleza. Surge por vez primera en mí, y en su puesto,
el mito do la sirena como uua realidad perfecta. No
sabe el cuerpo qué es ello; sólo sabe que el atractivo de
la ola engalanada es cosa infantil ciue va para mujer
y que se concierta maravillosamente con la delgadez,
la ternura y la finura de la hora delicada.
Por dentro, al reflejarse estos iris multiformes en el
alma, triste por nada y por siempre, el corazón recoge
9U color como un canto perfumado; y se hace allí, en
el fondo de su pasión inmensa, una imagen de lo ex-
terno, en la ciue la ola tiene una coiTcspondencia en-
trañable, y la espuma y el iris una adoración imitativa
de caricias y suspiros.
•f' . J (TAN RAMÓN' JIJUSSJÍZ.
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AlíKODOTAS DE LOS MÉBIOLS
COSME EL ANCIANO
La generosidad de Cosme de Mediéis era tumultuosa,
pero racional. Era un tirano. Desterrado en Veuecia,
agradecido a las deferencias que con él tuvo la Seño ría
veneciana, mandó construir', junto al convento de los
benedictinos de San Jorge, un edificio inmenso, donde
reunió los máa raros pergaminos. Después regaló a
Venccia la biblioteca y el palacio.
Tornó a Florencia, do vuelta del destieno, y pei-si-
guió a sus enemigos con un furor digno de Sila. Era
ya gonfaloniero. Había en Florencia un hombre rico,
ijeneroso y bueno, que se llamaba Baldaccio. Era po-
(nilar por sus %'irtucfe8 el ciudadano. Cosme de Médicis
lo envió una cita de mujer. Lo esperó en la sombra de
un jardín y lo mató de una puñalada, como un rayo.
Cosme era un déspota, un asesino bibliómano, de
una casta muy rara.
Pagaba emisarios que recorrían constantemente las
liudades de Oriente y Alemania en busca de manus-
rritos, que compraba por sumas fabulosas. Nicolás V
y Alfonso de Ñapóles le disputaban la posesión de los
libros descubiortoG. Y una vez ocurrió el siguiente in-
teresante caso. Se trataba de un ejemplar de Tito
Ijivio, descubierto al mismo tiempo por los emisarios
de Cosme y Alfonso de Ñápeles.
La discusión que se encendió fué trenjcnda. Cosme,
más inteligente, logró que el ejemplar quedara en de-
pósito en Florencia.
— Si quieres este Tito Livio — le dijo Cosme a Al-
kmso — has de hacer lo que yo te pida.
- Ya está hecho —• contestó el de Ñapóles.
— Pues firma aquí — ordenó el de Mediéis.
Alfoirso hizo lo que le mandaban. Y así, de este modo
lan sencillo, se firmó la jjaz de Italia.
Cosme ordenó que so sacara una copia del ejemplar
litado, y cuando le llegó la hora hizo que se la pusic;
lau de cabezal en el sepulcro.
Antes de morir, Cosme el Anciano pudo gozar del
descubrimiento de la imprenta. Tres de éstas so esta-
blecieron inmediatamente en Italia: una en Milán, otra
O). Venecia y la tercci-a cu Subiaco, cerca de Roma.
i'jíUDENUlO l o i . l i S l A S H l í t t M l D A .
CRUELDADES DE LA HISTORIA
VlSIOSES BE KCSIA. ^
En la plaza roja, bajo los murallones del Kreml, —•
donde Napoleón pasó revista de gala a sus tropas, —•
había antiguamente cementerios apodados de amigre,
por ser alU donde se ejecutaba a los condenados. Aún
se conserva el rollo, piedra circular en la que ponían
la cabeza los sentenciados bajo el hacha del verdugo,
que tajaba, tajaba, torpe, hasta que la cabeza se des-
prendía rodando, y el cuerpo desplomábase en tierra.
En 1570, el zar terrible presenció en un solo día 1»
ejecución de 200 hombres y mujeres, y la zarina Zofia
Alexiewna vio desde una reja de su mansión kremliana
la decapitación de 2.000 acusados de revuelta en aque-
llos obscuros tiempos medioevales. Hay un cuadro da
Kepine que la representa, amedrentadora. En la habi-
tación, cargada de iconos y reliquias, arde una vola
cabe libro santo: a nn lado, por la reja, entre azulada
claridad del día, cuyas nieves se perciben entre loa hie-
rros, y de pie, de frente, con los contrastes de la lúa
diurna y de la vela, en el pesado sayal de blanquecino
damasco, está la zarina con los brazos en cruz opri-
miendo los pechos, ceñuda, desafiadores loa ojos, quo
miran caer las cabezas en la plaza roja. Corre a lo largo
del ropón, desde la garganta hasta el borde guateado,
una tira purpúrea, y los cabellos crespos, cortos, leo-
ninos, retienen un fulgor metálico quo sube de la vela
encendida. Bl gran pintor Kepine, evocador de loa
anales de Rusia, ha revivido en ese lienzo el alma de
una mujer fea, inflexible, temible; y tras ella, en se-
gundo término, cual símbolo o figura real, el monje
adolescente, clavados los ojos en la zarina con fasci-
nación y miedo.
La galería Tretiakow tiene en sus colecciones insig-
nificantes lienzos, cual esos de valor psicológico. Allí ,-
está también el horripilante de Iwan. El zar mata a su
hijo, que en la agonía so yergue; corre la sangre por su
rostro, empapa sua vestiduras y el pérsico tapiz donde
cayó el hacha. Se nublan los ojos del joven, tiemblan
sus manos antea de quedar yertas, y el padre, el parri-
cida, lo sostiene, desorbitados los ojos, sin atreverse a
levantarlo y manchar sus manos en el chorro de sn pro-
' pia sangre manando do la frente de su hijo: con la ac-
titud y la expresión suprema del criminal aterrado de,
su crimen, pero sin arrepentimiento.
En esa galería está perpetuado el suplicio de la
Tarakanowa. Bastarda real, se la encierra para quo
muera ahogada. Por la reja del subterráneo entra el
torrente de agua que inunda el calabozo, y anega en su
onda el l e c h o . . . La Tarakanowa empínase a la cabe-
cera, pegándose al muro; clavados los dedos, las uñas
al muro con un sobrehumano esfuerzo de alzarse
Su rostro mortuorio se contrae; el pánico de sus mira-
das claman socorro, su cárdena boca grita, retuércese
su talle en el martirio de alejarse del agua, y el agu»
le persigue, asciende, mojando ya los recamados de
311 traje de corte, próxima a la hermosura de su seno y
la de su cabeza g r á c i l . . .
SOFÍA OASANOVA.
EL ESPAÑOL. ROMÁNTICO
Hay un tópico sobre el temperamento español, ad-
mitido por inconcuso entre españoles y extranjeros;
el español ea el arquetipo del hombre romántico. Pot
lo que respecta a la pasión amorosa, el español es jus-
tamente el antípoda del arquetipo romántico. Las pri-
meras raíces del amor romántico vienen, lüstóricamon-
te, do Platón. En la Provenza del medioevo, el amor
romántico da color y personalidad a toda una cultura.
El «Código del Amor», compuesto por numerosa corte
de damas y galanes, del cual nos da cuenta Andró el
«Capellán», estipula en su artículo 1, que nada impido
que una mujer sea amada por dos hombres a sabiendas
de ambos. Modernamente Werthor es el arquetipo del
amor romántico. El buen enamorado romántico cuan-
do no es correspondido no mata a la amada, se mata él.
Sin embargo, pasa como realidad el romanticismo
amoroso de los españoles. Pero el arte es una realidad
máa verdadera que la realidad tópica.
, . B A M Ó N P f l B E Z DE AYAt.A.

VlCTOR^pOMINGO ^IL\y^
En este país, donde los salteos nutren copiosamente
la crónica policial de los diarios, lian de ser muy pocos
los que recuerden el que se efectuó veinticinco años
atrás, en una de las comunas rurales de la provincia de
Chillan. !Fué un hecho vulgar que si llegó a llamar la
atención, se debió solamente a la excesiva saña de los
bandidos, pues no contentos éstos con violar el domi-
cilio y robar y golpear a sus moradores, asesinaron sin
objeto y acabaron por prender fuego a la casa. Faltando
a su tradición, la policía anduvo feliz en la persecución
de los malhechores, los que en su mayoría cayeron en
poder de la justicia y están pagando con presidio per-
petuo su salvaje crimen. Quizás parezca extraño que no
haya funcionado para ellos el patíbulo; pero debe ad-
vertirse que, de la confesión de todos los reos aprehen-
didos, apareció que el principal culpable, el instigador
y acaso el único autor del salteo, délos asesinatos y del
incendio era un mocetón de malos antecedentes, ya bien
conocido en los anales policiales de la provincia, a quien
apodaban el Costino y que, más audaz o más astuto que
sus cómplices, logró burlar la persecución y desaparecer.
Se envió la filiación y el retrato del Ooshno a todas las
policías de la RepúbBca; pero pasó el tiempo sin que so
tuviese de él la menor noticia, y el crimen y los crimina-
les acabaron por ser olvidados definitivamente.
Son las siete de la mañana. Es la hora de mayor y
más intensa actividad en la oficina, la hora, en que el ca-
lor tórrido que hace reverberar los oaUohales no obliga
todavía a los pampinos a interrumpir la faena. El cam-
pamento, donde no se quedan más que las mujeres y los
párvulos todavía ineptos para el trabajo, esta casi soli-
tario, porque todo el mundo se ha ido de compras a la
pulpería y a la recova. El sereno pasea por las calles
desiertas, armado de su huasca de hierro y seguido de
BU quiltro avisador. A la puerta de la casa S o Virginio,
el viejo particular, se ha asomado una muchacha nada
mal parecida; pero, apenas divisa la persona de la auto-
ridad, vuelve al interior. El sereno se detiene entonces
y saluda con voz solemne, deseoso de entablar conver-
Bación.
— Siempre arisca la palomita — dice — jpor qué se
arranca?
— Ya le he dicho, Arturo — le respondieron de aden-
tro — qne no quiero que venga cuando estoy sola.,,
que no quiero dar que hablar a la gente.
— jY qué tiene que ver? ¡Tanto cuidado con la gen-
te, ahoral
— Ahora y siempre, A r t u r o . . . jPor qué no viene
cuando están aquí mi papá y mis hermanos?
COSTINO-
— ¡Poca ley que no me tienen!
— Por algo s e r á . . .
—• Yo nada les he h e c h o . . . Y en cambio, yo podría
decir muchas cosas y me las g u a r d o . . . por lo que yo sé.
— Siempre con las mismas, Arturo. jQué es lo que
usted sabe? Ya me tiene hasta aquí, con sus amenazas...
jLo estamos debiendo algo?
— Dígame que entre, y se lo d i r é . . . Aquí afuera ha-
ce mucho calor.
— ¡Miren el joven delicado! No se vaya a derretir...
— Será como usted quiera... Pero yo le vuelvo a re-
petir que a usted no le conviene despreciarme.
— Sabido es que usted como sereno nos puede hacer
mucho mal. Pero eso no seria de hombre. A la mujer
hay que buscarle por la buena
— Por la buena la busco, Juana Rosa.
El diálogo se interrumpo de pronto. El sereno ha di-
visado al administrador que acaba de separarse del con-
tador. Viene de las máquinas y anda de excursión por
el campamento. Sin despedirse de la muchacha, el sere-
no va al encuentro de su jefe, a quien, como es natural,
adula servilmente. Se descubre delante de él, lo saluda
con frase y gesto perrunos y se queda como aguardando
órdenes,
— jÑo hay novedad, Arturo?
— Ninguna, señor. Estaba ahí en la puerta de í5o
Virginio. Me habían dicho que tenía gente alojada, y
quería averiguarlo.
El Administrador seguía andando y el sereno se puso
a su lado. Como aquel guardaba silencio, creyó opor-
tuno ir extendiéndose en detalles.
— Es mala gente ésta, señor; ya se lo he dicho, y hay
que desconfiar de ella. La cabra tira al m o n t e . . .
— ;,Parece que le tienes ojeriza?...
— Ninguna, señor. Es que desde que supe que el tal
íío Virginio no era de los trigos muy limpios, me be
puesto a observar y, francamente, sería mejor que se les
diese la b o t a . . .
— Es gente trabajadora, Arturo.
— Sera, pues, señor. Yo no lo dudo. Pero hay que an-
dar con cuidado con esa gente. El que ha sido moro
viejo...
— lY tú crees, Arturo, que todos los quo_ comen e!
pan de esta oficina son de trigo más limpio que S o
Virginio? ¡Trabajo tendríamos para rato si nos pu-
siéramos a averiguar los antecedentes de todo el
personal!
— Es que éste ha sido salteador, señor, y de los finos.
Es hombre que debe muchas muertes. Yo soy de sus
mismas tierras, y no ignoro nada. S o Virginio anda
arrancado, y si la justicia llega a ponerle la mano enci-
ma, no se libra de que le peguen cuatro tiros.
— Eso habrá sido mucho tiempo atrás. Aquí el hom-
bre se porta bien, tiene familia, todos son trabajadores
y hay que dejarlo tranquilo...
^ H a s t a que haga la grande, — comentó el sereno,
íilosófieamente, golpeándose las polainas con la huasca.
— Voy a recorrer la Pampa — dijo el Administrador,
ansioso ya de coitar una conversación que le molestaba.
— ¿ t e traigo la yegua? — comentó el sereno, con
exagerada obsequiosidad.
— Ligerito.
En aquella abierta caucha de polea que se llama la
Pampa Salitrera se reconoce fácilmente el carácter do
las diversas razas que alh acuden a competir cara a cara
con el peligro y oou la fatalidad. Entre el chino tímido y
astuto, el peruano meloso y tacaño, el indio boliviano
padvo y estúpido, el japonés discreto y ágil, destácase
el roto chileno con todo su carácter, orgulloso, despilfa-
rrador y fatalista.
Es un fenómeno sencillo que puede constatar diaria-
mente el patrón o el empleado superior, al reconocer la
Pampa; el boUviano apenas siente el raido del caballo
que monta su jefe, interrumpe el trabajo, abandona las
herramientas para descubrirse y pronunciar, con pro-
funda Bunüsión un «Buenos días le dé Dios, señor»; el
peruano, sin descubrirse, saluda también con cortesía
humilde y se prepara a ser interrogado; el chileno vuelve
la cabeza para observar al que llega y continúa goljDean-
do como si nada hubiese visto. Si lo saludan, responde,
con voz entera y reposada, sin dejar por nada del mun-
do el combo ni el barreno
Asi ocurrió aquella mañana con íío Virginio. Reco-
noció en las pisadas a la Campaña, la yegua favorita
del Administrador que se acercaba al sitio de su trabajo
y ni siquiera se dignó volver la vista, cuando observó
que sobre él se proyectaba la sombra del jinete y su ca-
balgadura. Siguió resonando, con ritmo isócrono, el
golpe del coinbo sobre el barreno.
— Buenos días. Ño Virginio.
— Buenos días, patrón.
— íQuiere que hablemos un tatito?
— Con mucho gusto.
Soltó el pampino la herramienta y con el dorso de la
mano se enjugó la frente, inundada de un sudor oopio-
Bo. A lo lejos sonó un tiro que había quedado casi hsto
la víspera. Se levantó una pequeña polvareda, y luego,
bajo el sol aplastante, todo volvió a quedar en silencio.
— Un cachorro — dijo el viejo, refiriéndose a la ca-
üdad del t i r o . . .
— ¿Qué tal la Pampa que le han dado, íío Virginio?
—• Así, regular suave, patrón. Un poco d u r a . . . pero dar las gracias atinó. Sólo cuando oyó que el Admi-
güeña.
— ;Se porta bien oí Corrector?
— Yo no hablo mal de naide, patrón. Cuando uno
se porta b i e n . . .
— jY el sereno?
Una eliispa maligna fulminó en las pupilas ya algo
apagadas del rudo peón de la Pampa. Después, fijos los
ojos en los do su jefe, lo interrogó, recurriendo, para
dulcificar su actitud, a un tratamiento desconocido en
el norte.
— ¿Por qué mo lo pregunta su raercé?
— Yo quiero tener gente buena en mi oficina, S'o
Virginio. Usted mo comprende demasiado. jTendría
usted inconveniento para responderme con toda fran-
queza a lo que lo voy a preguntar?
— Pregunte, patrón.
•— jEs cierto que usted en el sur ha sido un hombre
malo? ¿que usted anda arrancado de la justicia? Q u e . . .
Quiso el Administrador seguir su interrogatorio; pero
so contuvo ante la emoción inmensa que vio pintada
en la actitud del roto. Temblábale la barba, hasta
castañetearle los dientes.-ün suspiro venido de muy
hondo le hinchó el velludo pecho, que la abertura de la
camisa descubría a medias. Sus dos manos se hundie-
ron en la ardiente y áspera costra de caliche. Después,
quitándose con rabia el raído sombrero y golpeándose
con él los muslos exclamó como en un sollozo:
— ¡Que no se puea ser güeno en esta vía, por la
maire! Sí, patrón, juí hombre m a l o . . . cuando niño.
Las malas juntas, la fataliá Las ganas de diver-
tirse y pasarla bien sin tener p l a t a , . . ¿Arrancao e la
justicia? Tamién es cierto. Pero se lo juro por la
Virgen... Despuésjen la vía le hey hecho mal a naide...
nunca, nunca patrón. ¡Juí saltiaor? Tal vez. jDebo
muertes? Las tendré que pagar, porque esa es la ley.
Pero patroncito, por la Virgen... ¡Por qué no me de-
jan ser güeno? Pregúntenle a los patrones que hey
tenío, a ver donde hey dejao mala f a m a . . . Pregún-
tenle a mi mujer si lo hey dao mala vía A mis
lujos, si no les hey enseñao a trabajar y a ser hombres
do l e y . . . Pregúntele a mi hijita, esa pobreoita Juana
Rosa, que mo miro en sus ojos, si no hey pagao lo
que no tengo pa que aj)rienda el bordao y la costura...
Y el roto bravo, el antiguo bandido envejecido, como
si el evocar la imagen de su hija querida, le produjese
una emoción superior a sus fuerzas, rompió a llorar
como un niño. Por su rostro atezado dp pampino,
enharinado de polvillo o «chuca», las lágrimas corrían
a torrentes, mientras él seguía tartamudeando recri-
minaciones.
— ¡Qué daño le hey echo a naide, patrón? ¡Yo quero
que me iganl ¡O queren que me bote a saltiar de nue-
vo y acabe en el banquillo, pa vergüenza de mi mujer
y de mis pobres hijos? Diga, patrón: ¡Usted quero
que me vaya?
— No, Ño Virginio. .. Aquí no se echa a nadie,
mientras se porta bien. Pero, ¡usted le habría hecho
algo a Arturo?
— ¡Al sereno? ¡Me condene vivo! Si es a él, patrón,
que le lia dao la perrera conmigo... Cosas de los po-
bres, patrón. Arturo le anda haciendo la mea a la
Juana Rosa, y la chiquilla no lo ]iuee ver ni en pintura.
Al corazón no se le manda ¡ní> os cierto, patrón?
— Tiene razón. Ño Virginio, l's él el que tiene quo
salir de a q u í . . . Déme su mano, viejo. Ante semejante
resolución, el viejo pampino, apenas repuesto de su
reciento emoción, no halló qué decir. Estrechó maqui-
nalmente la mano que se le tendía y ni siquiera a
nistrador le decía «¡hasta luego!» y volvía bridas para
alejarse Pampa adentro, acertó a incorporarse y gri-
tarle con el sombrero en alto:
— ¡El Señor y la Virgen Santísima se lo han do
pagar, mi patroncito! Toos los patrones debieran ser
a s í . . . Yo era el famoso Costino bandío, el Gostino
saltiaor; pero ese se m u r i ó . . . se m u r i ó . . . Al Señor
y la Virgen se lo d e b o . . . Se murió el Costim.., No
hay más que Virginio agora, el viejo Virginio, el roto
pampino, trabajaor y honrao, y agradeció como un
perro...
Después llorando todavía, tornó a la faena, con el
corazón ligero, con la risa en los labios como si hubiese
rejuvenecido veinte años en unos cuantos minutos, y,
al empuñar el combo, le pareció que pesaba menos
que una pluma.
 ANCE^
DE-
noNoi
El lionorable señor Frichard, distinguido profesor
de FiloBofía y Letras, después de almorzar opíparamen-
te en el restaurant «Bécasae fíne», iba tanteando, al
uiarcharae, para abrirse paso entre au mesa y la veci-
na, pues el establecimiento estaba muy concurrido y
había en él número de mesas mayor posible.
Desgraciadamente,y a pesar de" todas las precaucio-
nes, su abdomen de edad madura, cuyo volumen no
había dejado de aumentar a consecuencia de la comi-
da, ocasionó un pequeño vaivén en la mesa más pró-
xima, volcando una copa de Chateau Margaux.
Las excusas a media voz del bueno del profesor fue-
lon sofocadas por los apostrofes de dos petrimetres a
<|uienes las frecuentes libaciones habían puesto muy
susceptible».
— Podiáis ii' con más cuidado, gritó uno.
— ¡Con «na panza como esa, se va a comer a otra
parte! — vociferó el otro.
El señor Frichard, por su temperamento y por su
profesión, era hombro conciliador y pacífico; pero, fue
se por hallarse acostumbrado, en su categoría de pro-
fesor, al respeto de gente joven, fuese por la sobreexci-
tación de su buen almnerío, montó en cólera esta vez
y exclamó:
; —• ¡Mequetrefes!'
A la verdad, el epíteto cuadraba a los dos barbilin-
dos; ¡lero, a su vez, parte avergonzados al ser así apos-
trofados en un sitio público, parte por los humillos del
Ohateaus, no del vertido en loa manteles, sino del ver-
4ido en su estómago, ello es que se levantaron ceremo
níosamente y del mismo modo sacaron sendas carte-
ras, y de ellas sendas tarjetas, que entregaron nervio-
samente al profesor.
— El desafiado reflexionó un instante. jQué hacer?
Su gravedad, la representación de su cargo, su supe-
rioridad intelectual le aconsejaban despreciar la hom-
brada de lo» mocitos; pero la honrilla de no pasar por
cobarde a los ojos de los concurrentes, testigos mudos
del lance, pudo más y, deteniéndose un momento, sacó
su pedaoito de cartulina, la dejó sobro la mesa ('ilus-
trada» por el Nano derramado, «caló el ctiapeo»... y
partió.
Al leer los mequetrefes la tarjeta del profesor, se
miraron uno a otro y se frotaron las manos de gusto.
¡Un personaje! ¡Un duelo con una personalidad co-
nocida! Eso les daría importancia y celebridad en las
columnas de los periódicos...
Buscaron y encontraron entre los redactores no re-
tribuidos de los i)eriódicos locales cuatro testigos be-
névolos, a quienes explicaron la situación con todo el
aparato que su argumento requería, los cuales fueron
a entrevistarse con los que movilizó el señor Frichard:
un jefe del negociado del ministerio de Instrucción
Pública y el autor de una obra filosófica titulada: «Es-
tudio de las casuaUdades en la intervención instintiva
y objetiva del Yo.»
Al acercarse en el punto de cita lo.s .seis testigos se
saludaron con la frialdad de rúbrica. Uno de los cua-
tro de loa ofendidos habló así:
— Nuestros a^jadrinados han sido tratados de «me-
qiietrefes» por el de ustedes y exigen una retractación
escrita o una reparación por las armas, según las leyes
del honor.
El testigo filósofo, habituado a dar conferencias
científicas, pronunció el siguiente discurso:
— Señores: aunque represento en estos momentos
a mi distinguido colega señor Frichard, no me os posi-
ble, por mi larga práctica profesional y por razonca
basadas en la lógica y en la imparcialidad, dejar de
reconocer sus defectos." Es el primero el no haber tenido
oportunamente en cuenta el anuncio que se lee en la
cuarta plana de muchos diarios: «¡Guardaos de engor-
dar!» El desarrollo abdominal, aumentado por él sc-
dentaristno pedagógico, ha sido la causa inicial del (^nn
ílictu. Si mi ilustre represeutado hubiera sido más del-
jíado, habría podido franquear libremente el estrecho
intertubular...
«Segundo, si se hubiese acordado de !a máxima gricgiu
«La embriaguez es un» pequeña locura», habría tra-
gado sin chistar las expansiones de dos jovencitos irres-
ponsables, menores de edad. jCómo pudo descender de
las alturas intelectuales que ocupa a los fondos de una
disputa tabernaria? No hallo otra explicación que lii
de su ministerio jirofesional, que le ha habituado du-
rante veinticinco años a dar lecciones y no a recibii-
laa. Y ahora, señores, que habéis visto en mí lo que
puede la imparcialidad estoica, concluiré con la misma
tranquilidad psíquica anunciando que el señor Pri-
chard se niega a toda retractación y está pronto a dar
la reparación por las armas que se le pide, habiéndonos
facultado para aceptar laa condiciones más duras.
Sólo se reserva el derecho de elegir el adversario con
quien se batirá primeramente.»
— Nada más natural — exclamaron a coro los cua-
tro periodistas, mientras procuraban digerir el discur-
NACIERON. SUFRIERON. MURIERON
Cuando el joven príncipe que había sido discípulo del
ilustre doctor Zib, sucedió a su padre en el trono de
-Persia, mandó llamar a todos los sabios de sus dominios,
y una vez que los vio reunidos les habló de esta suerte:
— El doctor Zib, mi maestro, me dijo más de una vez
que los soberanos que estuviesen enterados do cuanto
había ocurrido en los tiempos pasados, cometerían de
!-;eguro menos errores. Por esta razón, quiero estudiar
los anales de los diferentes pueblos, y en consecuencia,
ordeno y mando que os pongáis a escribir una historia
universal, procurando que resulte lo más completa po-
sible. Retiráronse los sabios después de prometer al mo-
narca que cumplirían fielmente su encargo, y sin per-
der tiempo pusieron manos a la obra. Al cabo de treinfai
años presentáronse ante el rey, seguidos de una cara-
vana de doce camellos. Cada uno de estos camellos lle-
vaba a los lomos quinientos volúmenes.
El decano de los liistoriadores hincóse de rodillas en
las gradas del trono y habló en estos términos:
— Señor, los académicos de vuestro reino tienen el
lionor de poner a vuestras reales plantas la Historia
Univeraal qiue han escrito obedeciendo las órdenes de
Vtiestra Majestad. Consta de seis mil tomos y encierran
olios cuanto nos ha sido posible reunir respecto a laa
líoatumbres de los pueblos y a las vicisitudes de los im-
liorios. En ellos hemos insertado las antiguas crónicas
ipie pudieron perpetuarse a travéiS de las edades, ha-
biéndolas completado e ilustrado con copiosas anota-
ciones geográficas, cronológicas y diplomáticas. Los
pi-ologómonos únicamente de esta obra componen la
carga de un camello y los paralipómenos apenas si pue-
do llevarlos otro camello.
El rey contestó a este breve discurso diciendo:
— Señores: En mucho tengo y agradezco el penoso
trabajo que os habéis impuesto. Pero las tareas guber-
namentales me tienen muy ocupado. Por otra parte,
mientras vosotros trabajabais f'n esta obra, yo enveje-
cía. Aun suponiendo que yo llegue a morir cargado de
años, no puedo razonablemente esperar que me queden
los necesarios para estudiar una historia tan volumino-
sa y extensa cual la que me ofrecéis, y quedará deposi-
tada en los archivos de la Corona. Pero, como no de-
sisto de mi propósito, tened la bondad de .escribirme
so que au les había propinado: — pero, ¿cómo deao¡\(i;\
hacer su elección el señor Frichard?
— Muy sencillamente. Recordando su destreza en
el manejo de las armas de fuego, y no deseando su-
primir ningún talento, hoy oculto, pero que pudiera
llegar con el tiemjio a sor una gloria de la patria, ele-
girá primerameutc al más zote de sus adversarios.
Fueron inútUes las iffotestas, por haber sido acep-
tado previamente el derecho de opción.
Al siguiente día anunciaba la prensa el curioso duelo
que iba a efectuarse, añadiendo:
«Reservamos los nombres do los dos jóvenes duelis-
tas hasta que, consumado el lance, se sepa quién pri-
meramente se batió.»
Inútil es decir que este lance de honor no pasó máa
adelante.
Y lo más chusco del caso es que, con tan plausible
motivo, y por el de «Más eres tú», los dos mequetrefe»
aeabaron por pincharse, estoque en mano, demostran-
do, con ese gesto, que tan estúpido era el uno como el
otro. M. Z.
un compendio histórico más en armonía con la novedad
de la vida humana-.
Los académicos do la Pereia so retiraron y empren-
dieron aa imeva tarea, para lo cual necesitaron vointa
años más. Hast-a que se presentaron otra vez ante el so-
berano, seguidos de tres camellos, conduciendo mil
quinientos tomos, quinientos por camello.
— Señor — murmuró el decano, con acento debili-
tado por ¡a edad y el trabajo,—-aquí tenéis nuestra
nueva obra; creemos no haber omitido nada de lo
esencial.
—• Así será — repuso el monarca, — pero no la leeré;
soy viejo y largas tareas no convienen a mi edad; abre-
viad más aún; abreviad y daos prisa.
Tanto cedieron los historiadores, que al cabo de diez
años volvían al Palacio seguidos de un solo camello
portador de quinientos volúmenes.
—• Lisonjeóme con la seguridad de haber compen-
diado la historia universal todo lo posible — dijo el
decano.
—- Pero no lo suficiente — dijo el rey. —• Estoy to-
cando el término do mi vida, y si queréis que sepa an-
tes de morir la historia de los hombres, la tendréis que
abreviar más.
Esta vez no necesitó la Academia más que cinco afioa
para cumplir su cometido; y el decano, que apenas podía
andar, se presentó sosteniéndose con un brazo en una
uwleta y llevando del cabestro a un borriquito sobre
cuyos lomos veíase un grueso volumen, uno sólo.
— Daos prisa •— dijo el centinela — el rey se muero.
En efecto, el monarca yacía sobre su lecho de muerte;
al penetrar en la estancia el decano, llevando el enorme
volumen, volvió hacia él sus apagados ojos y le dijo
con voz expirante:
— Es ya demasiado tarde, y veo que es preciso morir
sin haber sabido la historia de los hombres.
— Señor — pronunció el sabio, que estaba casi mo-
ribundo como el monarca, — tal historia os la reuniré
en tres palabras: Nacieron, sufrieron y murieron.
Así fué como el rey de Persia aprendió la historia
universal en el momento de pasar de esta vida a la
otra.
ANATOLB FBANO».

NUEVA ESPERANZA
Por la mano de Dios me fuiste dada
como rico tesoro, en feliz día;
mi juventud llenaste de alegría,
dulce prenda de amor nunca olvidada.
Hoy que gozas, al cielo trasladada,
del premio que tu vida merecía,
jte esquivaras acaso, esposa mía,
de quien fuiste en la tierra tan amada
No; que tu excelso espíritu desciende
del alto empíreo con callado vuelo,
y piadoso me asiste y me defiende.
Siente mi corazón blando consuelo,
cuando pensando en tí, fácil entiende,
que es mi destierro aquí, mi patria el cielo.
J O S É JOAQUÍN PESADO.
GOTAS DE AJENJO
Hay una gruta, misteriosa y negra,
donde resbala bajo mustias frondas,
un raudal silencioso que ni alegra
ni fecunda: ¡qué amargas son sus ondas
Con qué impudor bajo esa gruta helada .
mil flores abren su aterido broche...
I nunca al beso de luz de la alborada!
¡Siempre al ósculo negro de la noche!
Esa gruta es mi alma; y esa fuente
muda y letal, mi corrosivo llanto;
y esas flores, los versos que en mi mentó
brotan al choque de fatal quebranto.
¡Cierto que hay ámbar y color y almíbar
en muchas de esas flores... mas te advierto.
que éstas esconden repugnante acíbar,
olor de cirio, y palidez de muerto!
J u u o FLOHEZ.
•i t i .
' '^^üí..í...í, i
RONDEL
Impalpable mariposa
es mi numen de cantor.
i (De Oougalves Días.)
que de la luna al fulgor
nació en un cáliz de rosa.
Con vaguedad misteriosa, -
con dulce esquivo temor,
jvuela, vuela a mi redor,
impalpable mariposa!
No busques en mi al cantor
de inspiración ardorosa;
mis versos son el rumor
que deja a mi rededor
te. impalpable mariposa.
AuFOHSO VILLEGAS AKANG O.
Ce/I A J ^ / =
EL ULTIMO AMIGO
A la luz de una vela loe el anciano'
su querido Quijote, aquel testigo
de sus años alegres y ol amigo
de su vejez más firme y más cercano.
Vuelvo las hojas con temblosa mano
que saca de los pliegues de su abrigo,
y al entrar juguetón i>or el postigo
retoza el aire en su cabello cano.
En la sumida boca, sin un diente,
una infantil sonrisa se remeda.
Inclina el viejo la rugosa fronte.. .
Se le cierran los párpados... se queda
dormido... y por sus piernas, lentamente,
la carcajada de los siglos rueda.
CLIMACO SOTO BOBDA.
A MEDIANOCHE
¡Suenan las doce! Alegre movimiento
responde a las sonoras vibraciones,
y músicas y gritos y canciones
iieva en sus ondas presuroso el viento.
¡Un año terminó! Surge el momento
que arrastra los ignotos eslabones
de otro año, que preñado de ilusiones,
contempla en su delirio el pensamiento.
Y mientras tanto, el tiempo inexorable
las horas de su reino desprendidas
arroja en el abismo inescrutable,
donde van las edades confundidas;
y en su carrera sigue infatigable
sembrando cunas y segando vidas.
V. RivA PALACIOS
LOS BESOS SONETO
Procura cuando caminas.
Coger la flor de las cosas.
Que es sabio arrancar las rosas
jQué son los besos? Dos vidas; Sin clavarse las espinas.
¡ah! son dos almas unidas
que el mismo fuego consume; De estas artes peregrinas
vínculo estrecho de amores, Son maestras primorosas
porque los labios son flores Hormigas y mariposas,
y los besos su perfume! A'jcjas y golondrinas.
Ellos son un ¡ay! del pecho, Alivia con tus cantares,
dulce anhelo satisfecho, Kl rigor de los pesares
que tiraniza e! querer: Y hallarás consolaciones.
sabor de goces divinos,
que en los labios femeninos Que es don humano y divino
el buen Dios quiso verter! El de alegrar el camino
Con risas y con canciones.
CLEMBHTB BABAHOHA VEGA. RiCAEDO LEÓN.