Anda di halaman 1dari 6

Adolescentes y pandillas

Durante la primera mitad de la década de 1990, el número de pandillas en Estados Unidos


aumentó más de seis veces, de 4,881 en 1992 a un estimado de 31,000 en 1996. Desde 1995,
Office of Juvenile Justice y Delinquency Prevention’s National Youth Gang Center han
llevado a cabo una encuesta anual entre alrededor de tres mil departamentos de policía y
departamentos del gobernador, con preguntas sobre la actividad local de las pandillas. En la
primera encuesta, el 58 por ciento de las oficinas de aplicación de la ley informó sobre la
existencia de pandillas juveniles en sus comunidades. Desde entonces, las cifras han bajado
levemente, a 53 por ciento en 1996, y a 51 por ciento en 1997.

Los resultados contradicen la antigua percepción de que las pandillas son primordialmente un
fenómeno citadino. Es cierto que la prevalencia es mayor en las ciudades grandes, ya que 74
por ciento de esas jurisdicciones reconoce la presencia de pandillas. Pero los condados
suburbanos no se quedan atrás, con un 57 por ciento, que es un porcentaje considerablemente
más alto que el que tienen las ciudades pequeñas (34 por ciento). En lo que respecta a los
condados rurales, considerados criaderos de actividad de padillas, solo un 25 por ciento tiene
pandilleros invadiendo sus calles. Además, el número de pandillas se ha ido incrementando
en nuestras ciudades pequeñas, suburbios y áreas rurales, mientras que en nuestros centros
urbanos se ha desarrollado un patrón opuesto.

Otra tendencia sorprendente ha sido la entrada de miembros del género femenino. Se cree que
las mujeres constituyen de un cuarto a un tercio de todas las pandillas urbanas, cuando antes
los hombres solían superar a las mujeres a una razón de veinte a uno. Casi tres de cuatro
pandilleros tienen entre quince y veinticuatro años; uno en seis tiene catorce años o menos.

Los padres tienen una buena razón para estar preocupados si su adolescente se une a una
pandilla. Los miembros más antiguos a menudo están involucrados en actividades criminales
y de narcotráfico. La participación en pandillas aumenta la probabilidad de que un niño o
niña se involucre en drogas, tiroteos, vandalismo y robo. Por un lado, las pandillas atraen a
niños que quieren pertenecer y son muy susceptibles a la presión de sus compañeros. Pero
también la combinación de seguridad y anonimato que conlleva pertenecer a cualquier grupo
ejerce un extraño poder sobre las personas, llevándolas a hacer cosas que nunca considerarían
hacer de manera individual.

“Las buenas costumbres cambian cuando alguien forma parte de una pandilla”, observa el Dr.
Kenneth Sladkin. El Dr. Sladkin es un psiquiatra de niños y adolescentes en el área de Fort
Lauderdale, que ha trabajado con pandilleros desde hace varios años. “Cuando alguien ha
pertenecido a una pandilla por mucho tiempo”, continua, “es fácil perder la moral y adoptar
los estándares del grupo”.
No todos los pandilleros se vuelven criminales. De hecho, muchos nunca llegan a serlo. En
Estados Unidos hay aproximadamente ochocientos mil pandilleros, de los cuales hay una
parte que sin duda podría describirse como “aspirantes” a pandilleros, a quienes el Dr.
Sladkin describe como “la periferia de las pandillas, no la parte fundamental de las mismas”.

Estar en una pandilla forma parte de las fantasías de rebelión y deseo de dramatismo de
algunos adolescentes. A estos también los atrae la camaradería y los “colores” y señales que
distinguen a un grupo de otro.

“Para estos chicos, las pandillas son casi como clubes sociales”, dice el Dr. Sladkin. “Se
reúnen en la escuela y hablan de quién está en esta o en aquella pandilla. No son los chicos
que están fuera todas las noches y que se involucran en actividades criminales y luchas
territoriales”.

Protección para los adolescentes de las pandillas


La Asociación Nacional de Padres y Maestros recomienda que los padres se pongan en
contacto con el departamento de policía local para tener una idea de la actividad de pandillas
que existe en su comunidad y escuelas. Los adolescentes más vulnerables al encanto de las
pandillas incluyen a aquellos que no forman parte de la jerarquía social. La baja autoestima y
un historial académico decadente también atraen a los jóvenes a formar parte de las pandillas.
Las siguientes son señales de alarma que indican que un adolescente pueda estar
fraternizando con una pandilla:

 Cambio de amigos
 Uso repetitivo de la misma combinación de colores
 Hacer señales con las manos
 Misterio sobre su paradero y actividades
 Acceso a dinero de fuentes desconocidas
 Pérdida de interés en la escuela
 Síntomas de abuso de substancias
 Tatuajes, hechos en casa o por profesionales

La mejor manera de evitar que un joven adopte un estilo de vida de pandilla es seguir los
mismos principios que enfatiza este libro: Pase tiempo con él, muéstrele afecto y manténgase
en contacto con él y su mundo, incluso cuando parezca no quererlo incluir. Es triste
reconocer que para algunos jóvenes las pandillas funcionan como familias sustitutas. Para
empezar, hacer que un adolescente se sienta amado y aceptado tal y como es elimina mucho
del encanto que posee una pandilla.

LA PANDILLA

Nos hallamos en un nivel superior al simple grupo de


amigos. La pandilla ya es una institución social más
seria, con unas reglas, objetivos bien delimitados,
miembros jerarquizados... A ella acude el adolescente
en busca de seguridad. En especial se trata de
jóvenes muy inseguros, con un alto nivel de ansiedad.
Y la pandilla disuelve la ansiedad o, por lo menos, la
hace más tolerable.

El chico encuentra en la pandilla una compensación a


sus sentimientos de inferioridad. En ella se le
proporcionará estima, afecto, y todo el calor que le
haya faltado hasta entonces. En el fondo la llegada a
la pandilla es resultado de las mismas motivaciones
que las del adolescente normal, pero mucho más
intensas y más imperiosas porque están alimentadas
por frustraciones de toda clase que se originaron en
el pasado.

El adolescente que no tiene unos padres en quien


identificarse, ni un núcleo familiar estable en que
albergarse, buscará, obviamente, una nueva "familia"
que satisfaga sus necesidades. Y la banda, gang o
pandilla, reúnen estas condiciones: hay unos
compinches (equivalen a los hermanos) y un jefe (que
representa al padre-madre). El chico normal, al
identificarse con el grupo y encontrar también en
éste un apoyo para su Yo, guarda no obstante cierta
distancia, una cierta reserva, aunque sea debido al
hecho de que otras influencias, además del grupo, se
ejercen sobre él. Algún autor subraya con justa
razón que los jóvenes adolescentes son individuos
aislados reunidos. Así, para el adolescente no
problemático, la época de estar en grupo sólo
representa un momento de su evolución hacia la
madurez y la autonomía. Por el contrario, para el
chico problemático, la pandilla es el punto de llegada
y no irá más lejos.

Las bandas patológicas, como por ejemplo las de


delincuentes, son ciertamente un producto de
nuestra cultura, reflejo de las corrientes sociales de
nuestros días: inseguridad, ansiedad, conformismo,
agresividad, etc., son las mismas tendencias y los
mismos mecanismos. El futuro miembro de la banda
ha de estar psicológicamente dispuesto a renunciar a
la libertad y a su autonomía y a someterse en cuerpo
y alma a la voluntad del grupo. Éste se hace de alguna
manera el depositario de su Yo y, a cambio, ofrece al
adolescente la seguridad y el poder: la potencia y la
fuerza de la banda frente a la debilidad del individuo
en solitario. De todas formas, la búsqueda de este
conformismo puede llevar al adolescente a
actividades aberrantes, como cuando intenta
identificarse imitando conductas caricaturescas de
algún líder de la banda.
En un grupo de adolescentes, las diversas tendencias
serán representadas por los miembros más enfermos
del grupo. Entre estas posiciones patológicas, la
manía persecutoria de la banda es probablemente una
de las más frecuentes: la pandilla se siente
amenazada (por otras bandas, por la sociedad) y
debe, por consiguiente, replegarse fuertemente
sobre sí misma, a fin de poder defenderse y también
atacar. Se observa aquí el desplazamiento sobre el
grupo de la problemática psíquica personal
(paranoide) que, por ejemplo, pueda tener el jefe de
la banda.

La fuerza de la banda o la pandilla reside en su


extrema unidad: la banda funciona "como un solo
hombre". Esta unidad está rematada por una
organización y una estructura mucho más fuertes que
ninguna otra asociación espontánea de jóvenes y que
mantienen a cada uno en la más estricta obediencia y
en el conformismo más rígido. La banda tiene su
estructura institucional, sus ritos (intercambio de
sangre, tatuajes destinados a reforzar el
sentimiento de pertenencia a la "secta", novatadas,
pruebas para demostrar la capacidad de arriesgarse,
etc.), jerga secreta, cuartel general, etc. En
realidad, si hacemos abstracción de la naturaleza de
sus actividades y de la personalidad de sus miembros,
la banda no es tan diferente de una patrulla de boys
scouts (aunque ¡ojalá! tuviese los mismos altruistas
objetivos que ésta).
Proyectop.org

Anda mungkin juga menyukai