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Studia Philologica Valentina

Vol. 9, n.s. 6 (2006) 147-176 ISSN: 1135-9560

La utopía posible de la Comedia Nueva*


Carmen Morenilla
Universitat de València

I.- En la Comedia Antigua los personajes buscan su Utopía en


un lugar inexistente, como corresponde al término, para traerlo al
mundo existente o para quedarse ellos en él.1 Buscan por lo gene-
ral encontrar aquel lugar donde vivieron los hombres de la edad
de oro de la que nos habla Hesíodo, lugar en el que los alimentos
y objetos necesarios para la vida cotidiana se producen solos, los
objetos se mueven autómatas para servir a la persona, su país de
Jauja, un lugar ajeno a las angustias por la escasez de medios eco-
nómicos o por el esfuerzo que hay que poner en obtenerlos; buscan
esos lugares a través de cuevas o túneles, bajo tierra o al otro lado

*
Este trabajo se inscribe en el proyecto de investigación HUM 2006-
13080 del Ministerio de Ciencia y Tecnología.
1
Para la utopía en la Comedia Antigua, aparte de los comentarios a
las obras y fragmentos de los comediógrafos, con carácter general cf. H.
Langerberck, «Die Vorstellung vom Schlaraffenland in der alten attischen
Komödie», Zeitschrift für Volkskunde 59 (1963), pp. 192-204; L. Bertelli,
«L’utopia sulla scena: Aristofane e la parodia della città», Civiltà classica e
cristiana 4 (1983), pp. 215-261; B. Zimmermann, «Nephelokokkygia. Ri-
flessioni sull’utopia comica», en W. Rösler-B.Zimmermann, Carnevale e
utopia nell Grecia antica, Bari, 1991, pp. 53-101; M. Farioli, Mundus alter.
Utopie e distopie nella commedia greca antica, Milán, 2001; M. Winiarczyk,
«Zur Problematik der antiken Utopie», Eos 89 (2002), pp. 91-116; D. Del
Corno, «La contestazione dell’ utopia: Aristofane e la nuova politica», Atti
del convegno nazionale di studi intellettuali e potere nel mondo antico, R.
Uglione (ed.), Turín, 2003, pp. 33-40. En este mismo volumen puede verse
A. Melero, «Ferécrates, Persas (fg. 137)»; M. Pellegrino, «Persia e ‘utopia
carnevalesca’ nella commedia greca» y P. Thiercy, «Utopie et contre utopie
chez Aristophane».
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de la tierra; o quieren construirlo en las nubes.2 Aparte del implí-


cito componente crítico a la sociedad actual siempre que se busca
otra diferente, con frecuencia la visión que ofrecen del país de Jau-
ja está influida por la teorización contemporánea sobre la forma
del Estado, lo que es elemento fundamental de las grandes Utopías
posteriores. Este tipo de representaciones utópicas es acorde con
la fantasía que caracteriza a la Comedia Antigua, una fantasía que
rompe con las ataduras de la lógica y no busca la verosimilitud,
sino que tiene su propia lógica interna, ajena a los fenómenos na-
turales y al devenir habitual de los sucesos. Pero la Comedia Nueva
no permite ya esa ruptura de la verosimilitud; en este momento de
la comedia griega ya no es posible construir una Nefelópolis.
El genero cómico ha experimentado un desarrollo que le ha lle-
vado a abandonar progresivamente los elementos fantásticos y a
ser cada vez más realista, en el sentido aristotélico del término:
trata de acciones que pueden suceder en la vida real, aunque sean
infrecuentes y sobre todo sea improbable la acumulación de su-
cesos posibles, pero insólitos. A pesar de la escasez de los restos
conservados, que hace difícil el estudio de la evolución de los mo-
tivos tradicionales, puede verse con claridad este proceso en la
progresiva desaparición de la comedia de temática mitológica. En
Menandro nos encontramos ya con una comedia realista,3 en la
que las únicas intervenciones divinas están en los prólogos, inte-
gradas en una estructura literaria tradicional, y aún éstas a veces
son prólogos pronunciados por entidades abstractas relacionadas
con factores determinantes del comportamiento humano, como la
ignorancia o el azar.
A este desarrollo interno del género cabe añadir el cambio de
mentalidad que se ha producido desde la época clásica. La ruptura

2
Sólo a modo de ejemplo cf. Cratino Plou`toi frr. 171-179 K-A; Cratete
j mfiktuvone~ fr. 1 K-A; Ferécrates, Metallh`~
qhriva frr. 16-19 K-A; Teleclides, A
fr. 113.
3
Para el significado del término «realista» aplicado a las comedias de
Menandro, cf. R.L. Hunter, The New Comedy of Greece and Rome, Cam-
bridge University Press, 1985, p. 12 y los recientes trabajos de D. Del
Corno, «Menandro e il teatro de la realtà», en Menandro fra tradizione ...,
pp. 17-29 y V. Gigante Lanzara, «El teatro di Menandro: il realismo ‘soft’ e
la città dei buoni», A&R 43 (1998), 127-132, que insisten en la reducción
de temas y de espectro social.

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del marco de la ciudad-estado en beneficio de unidades mayores,


en las que el hombre no puede ejercer la capacidad de decidir en
la vida pública, provoca la ruptura de la unidad de la época clá-
sica entre la vida pública y la privada,4 y obliga a que las reflexio-
nes de filósofos y pensadores en general se vuelquen hacia la vida
privada, en todo caso hacia las relaciones del individuo con otros
en el plano personal. En momentos anteriores ya se había escu-
chado voces que, discrepando de los valores vigentes coetáneos,
mostraban su independencia reivindicando gustos o actuaciones
no compartidos. Es el caso de Arquíloco, cuando proclama como
una provocación que ha arrojado el escudo mientras huía (fr. 5
West); o de Safo, que rechaza aquellas cosas que para sus contem-
poráneos son bellas (fr. 16 Voigt). Se trata de un cuestionamiento
individual de los valores de la época, que si bien tendrán a la larga
trascendencia, pues los valores cambiarán, son manifestación de
una personalidad destacada y a la vez integrada en una comuni-
dad, no de la comunidad como tal. En cambio en la Atenas de la
época helenística se produce la fractura de la vida en comunidad
como se había conocido hasta entonces.
El proceso político que lleva a la democracia, incluyendo la par-
ticipación y victoria en las Guerras Médicas, provoca un entusias-
mo político en la sociedad, que desea compartir riesgos, pero tam-
bién responsabilidades. En ese contexto se realiza la vida pública
de todos los ciudadanos, desde los que procedían de las familias
más notables, que nunca dejaron de tener relevancia, hasta los
más modestos. Ese marco se rompe de manera definitiva cuando
la ciudad deja de ser responsable de su política interna y externa,
causa última del abandono del debate entorno a temas políticos
por parte de los ciudadanos normales; pero en realidad la pérdida
de la autonomía política efectiva es sólo el punto final de un proce-
so iniciado antes y que para muchos tiene un punto de referencia
fundamental en la irrupción de los sofistas en el sistema formativo
de los ciudadanos atenienses con un sistema educativo que busca
preparar al ciudadano para la vida comunitaria, pero a la vez va

4
Esa ruptura viene precedida por la creación de marcos superiores
como los que lideraron Atenas y Esparta, que preparan el terreno para la
aceptación con sólo relativa oposición de la posterior dominación mace-
donia.

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socavando las bases de la vida comunitaria como se conocía hasta


ese momento.5
Los sofistas enseñan las artes precisas para la convivencia, pero
previo pago de honorarios; es decir, su sistema educativo no es un
sistema público, sino privado, mientras que hasta el momento la
enseñanza privada quedaba relegada a enseñanzas muy específi-
cas y artesanales, que eran normalmente enseñadas en el seno de
grupos familiares, como la medicina, la pintura o la alfarería. Se
produce así una serie de contradicciones con el sistema formativo
anterior: enseñan a ciudadanos a ejercer como tales los que no lo
son; la enseñanza se convierte en una transacción comercial en la
que la mercancía son técnicas de comportamiento en sociedad que
anteriormente se adquirían mediante el proceso de socialización
de los jóvenes; y esa transacción comercial se realiza en privado,
afectando sólo a quienes han aceptado las condiciones, alejada de
ámbitos abiertos y participativos. Con el tiempo este sistema de
enseñanza tendrá consecuencias de diverso tipo, a parte de las
cuales nos referimos más tarde.
La comedia se hace muy pronto eco del cambio de la sociedad
y abandona la temática política directa para dedicarse a los temas
que son objeto de preocupación de la persona en este momento,
temas de tipo doméstico y de relación social. Menandro vive en una
época de profundos cambios,6 de inestabilidad política que provoca
o agudiza cambios sociales y económicos que eran consecuencia
de sucesos anteriores, con un considerable aumento de la diferen-
cia entre las clases y del contraste entre el campo y la ciudad; se
deteriora el entramado comunitario, lo que comporta la falta de
mecanismos contra los abusos y el consiguiente aumento de la

5
Para esta paradoja cf. S. Mas Torres, Ethos y pólis. Una historia de la
filosofía práctica en la Grecia Clásica, Madrid, 2003, pp. 100 ss.
6
Como simples datos indicativos de los momentos en que vivió Menan-
dro (342/41 a 293/92 ó 291/90) recordemos que en 338, en la batalla de
Queronea, los griegos pierden su independencia frente a Filipo de Mace-
donia y a partir de la muerte de Alejandro en 323 se suceden las luchas
por el control del poder, contexto en el que Atenas intenta reconquistar su
independencia, pero es derrotada y Demetrio Falereo nombrado epimele-
tés (317-307), hasta que Antígono proclama la libertad de la ciudad y el
Falereo tiene que huir, quedando sus amigos y seguidores en situación
delicada, entre ellos Menandro.

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inseguridad. Todos estos factores están presentes en las comedias


de Menandro, en las que la temática muestra el predominio de
la dimensión particular del individuo frente a la comunitaria del
ciudadano y la estructura cerrada de la trama, en la que se recom-
pone un orden roto con un final feliz en el seno de la estructura
que se quiere reforzar, en la familia. Con acierto señala A. Barigazzi
que Menandro es un excelente testigo del siglo IV, que ilumina el
pasado y arroja luz sobre el futuro.7
En este contexto escribe Menandro la que ha sido considerada
simple comedia burguesa, amable y elegante, sin apenas reflejos
de las graves tensiones sociales; pero en la actualidad, gracias a
los hallazgos papirológicos, que nos permiten acceder a un por-
centaje mayor de su producción, se está en situación de poder
afirmar que sus comedias muestran estrechas relaciones con los
problemas contemporáneos, solo que distintas a las de las obras
de Aristófanes: mientras la Comedia Política trata de personas o
asuntos concretos que preocupan en ese momento a los ciuda-
danos de Atenas o da forma de comedia a una utopía política, la
comedia de Menandro, como la tragedia, trata de los problemas
contemporáneos del ser humano y de las probables vías de solu-
ción, que, para un hombre de la formación de Menandro, están
en la solidaridad y la comunicación humana por encima de las
barreras sociales y económicas.8 La comedia de Menandro, por lo
tanto, es un espacio para la consideración crítica de la sociedad
en una situación de fuertes tensiones en un formato amable y en
consecuencia atractivo y efectivo.
Por ello D. Del Corno señala que frente a la utopía de Aristó-
fanes, la de Menandro se basa en la solidaridad, y previamente
indica:

7
Cf. A. Barigazzi, «Características culturales del siglo IV», Historia y
civilización de los griegos, La crisis de la polis. Historia, literatura, filosofía,
dtor. R. Bianchi Bandinelli (trad. del original italiano de 1979), Barcelona,
1981, pp. 11-47, aquí 34 s.
8
Sobre la formación de Menandro es mucho lo que se ha escrito, vin-
culándolo con una u otra escuela filosófica; cf., por ejemplo, P. Steinmetz,
«Menander und Theophrast. Folgerungen aus dem Dyskolos», RhM 103
(1960), pp. 185-191; A. Barigazzi, La formazione spirituale di Menandro,
Turín, 1965; K. Gaiser, «Menander und der Peripatos», A&A 12 (1966), pp.
8-40; G. Ricciardelli Apicella, «Epicuro e Menandro» RCCM 10 (1968), pp.
3-26.

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Para Menandro, igual que para Aristófanes, el mundo de la comedia


es una utopía, pero en el tratamiento de Aristófanes la utopía emana de
una interrupción de la realidad (...). En cambio, en Menandro, la utopía se
superpone a la realidad y asume sus formas. (...) Con el fin de que la evasión
en la utopía ofrecida no pierda nada de su eficacia, los espectadores deben
tener la impresión de vivir en el teatro sus propias vidas.9
Esta opinión de Del Corno, que en gran parte compartimos, no
tiene en cuenta que los espectadores son conscientes de la distan-
cia que separa el teatro de la vida y que Menandro se enmarca en
una línea de pensamiento utópico desarrollada por intelectuales
como Jenofonte, Eurípides y Aristóteles.10
II.- Sabemos que en la dramaturgia de Menandro influyeron
hondamente Eurípides y Aristóteles:11 a la evolución propia de la
comedia, se añade en él su interés por el comportamiento humano
en la línea en que mostraron Eurípides y Aristóteles, en los que
cuajan y se manifiestan líneas de pensamiento anteriores y con-
flictos intelectuales coetáneos. Consta el interés de Eurípides por
el papel de los sentimientos, como los derivados de las relaciones
familiares, los límites del afecto debido y las fuerzas que los llevan
a esos límites; fuerzas que pueden basarse en el razonamiento lógi-
co o en pasiones que zarandean espíritus proclives a dejarse llevar;
también le vemos reflexionar sobre la importancia de la formación
sobre la naturaleza heredada,12 sobre la necesidad de indulgencia

9
D. del Corno, «Vida ciudadana y comedia burguesa», Historia y civi-
lización de los griegos, La crisis de la polis. Historia, literatura, filosofía,
dtor. R. Bianchi Bandinelli (trad. del original italiano de 1979), Barcelona,
1981, pp. 261-289, aquí pp. 288 y 286 respectivamente.
10
A la hora de valorar esta influencia no debemos olvidar que en Me-
nandro no hay preocupación política en sentido estricto; los cambios his-
tóricos a los que antes nos referíamos han provocado que el interés se
dirija, en todo caso, a los problemas sociales generales en aquellas per-
sonas más conscientes de la importancia de factores como la justicia, la
solidaridad y la indulgencia en la convivencia cotidiana.
11
Nos hemos ocupado de ello en «De la Política a la Ética: la configura-
ción de los personajes de Menandro», Estudios sobre Terencio, A. Pociña-B.
Rabaza-F.Silva (edd.), Granada-Coimbra, 2006, pp. 45-77.
12
A título de ejemplo véanse las palabras de admiración de Orestes en
Electra ante la actitud del marido forzoso de su hermana, vv. 367 ss. (para
cuya interpretación remitimos a V. Di Benedetto, Euripide: teatro e società,
Turín, 1992, 2ª ed. págs. 207 s.). Tras estas expresiones se encuentra el

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incluso en momentos de máximo sufrimiento13 o la importancia de


la filiva.14 La misma preocupación por el comportamiento humano
impregna el pensamiento de Aristóteles, que reflexiona en extenso
sobre valores, virtudes y defectos humanos; a la filiva, por referir-
nos a un afecto que considera importante, dedica Aristóteles los
libros VIII y IX de su Etica a Nicómaco, donde la define, clasifica,
precisa con respecto a otras disposiciones del alma, aconseja sobre
sus formas más beneficiosas, etc.15 Pero además Aristóteles con
su descripción de los comportamientos y actitudes de los hombres
portadores de las virtudes y vicios que estudia, inicia la vía de la
ética fenomenológica y descriptiva, que extrae conclusiones a par-
tir del comportamiento de personas claramente identificables por

debate sobre la importancia de la herencia, del genos, y la influencia de


la tevcnh; frente al optimismo de sofistas y Sócrates sobre la influencia de
la educación y en particular de la intelectual, varias voces recuerdan el
poder del carácter innato, de las pasiones más íntimas. En este contexto
intelectual hay que entender también las constantes reflexiones sobre los
afectos familiares; en general cf. J. de Romilly, «Nature et éducation dans
le théâtre d’Euripide», Tragédies grecques au fil des ans, París, 1995, pp.
171-184.
13
Así en la escena final de Hipólito; se trata de un sentimiento que,
aunque no sea la tragedia un lugar idóneo para su manifestación, lo ve-
mos ya en Ayante, en el sentimiento que embarga al nuevo tipo de héroe,
Odiseo, ante la contemplación de la fragilidad humana; cf. J. de Romilly,
«Indulgence et pardon dans la tragédie grecque», Tragédies grecques ...,
pp. 61-77.
14
Ya en Alcestis, la primera obra que conservamos de Eurípides, es la
amistad la que provoca la solución feliz de la obra, allí donde no ha podido
conseguirlo ni el poder del dios Apolo ni el afecto paterno-filial.
15
Cf. el interesante estudio de O. Guariglia, La Ética en Aristóteles o la
Moral de la Virtud, Buenos Aires, 1997; sobre la importancia de la filiva
en general en el pensamiento griego, a lo que se ha dedicado una ingente
bibliografía, cf. M. López Salvá, «Relaciones de amistad y justicia en el
pensamiento político-filosófico griego (s. VI-IV a.C.)», R.M. Aguilar-M. Ló-
pez Salvó-I. Rez. Alfageme (edd.), Homenaje a Luis Gil, Madrid, 1994, pp.
561-577, que pone de relieve la dimensión social de este sentimiento y su
relación con diversas virtudes tanto públicas como privadas; en lo que
hace de modo específico a Aristóteles, cf. también E.A. Ramos, «El amor
en la filosofía griega», Consideraciones en torno al amor en la literatura de
la Grecia antigua, de M Brioso Sánchez-A.Villarrubia Medina (edd.), Uni-
versidad de Sevilla, 2000, pp. 123-144, en particular 137 ss.

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su sociedad, y que lleva a Caracteres de Teófrasto, sobre cuya rela-


ción con las comedias de Menandro se ha escrito mucho.16
Pero la relación de Menandro con Eurípides y Aristóteles va más
allá de estas influencias ya señaladas: tanto el tragediógrafo como
el filósofo son intelectuales hondamente influidos y preocupados
por la situación política, ante la que reaccionan de modo diverso, y
de las reflexiones de ambos bebió Menandro.
II.1.- La crisis de la ciudad de finales de la época clásica se en-
marca en un contexto de cambio social promovido por las funestas
consecuencias de la guerra o que la guerra agudizó, como la eleva-
da mortandad de ciudadanos, la degradación de la vida comunita-
ria, el empobrecimiento de amplias capas sociales, etc. Para atajar
estos males los pensadores de la época buscan sus causas exter-
nas e internas, y entre las internas identifican como fundamenta-
les los cambios que se han producido en la cultura y en el sistema
formativo; cambios culturales que conllevaron cambios de valores
y costumbres, cuya degradación ha llevado a la degradación de
la vida política. Una de las vías de solución más transitada es la
reforma o nueva formulación de una Constitución para la ciudad,
la reforma o transformación total de las instituciones que consti-
tuyen la polis y que, en ese contexto de crisis total, se consideran
infectadas o causa de la infección.17
La referencia al oikos es obligada en este tipo de reflexiones en
la medida en que el oikos es la primera institución, la primigenia
y la que, en opinión de Aristóteles, ha de proveer de los elemen-

16
Para la especial pervivencia de las teorías poéticas de Aristóteles,
cf. M.A. Garrido Gallardo, «Una vasta paráfrasis de Aristóteles», Teoría de
los géneros literarios, compilación y bibliografía de M.A. Garrido Gallardo,
Madrid, 1988, pp. 9-27; puede encontrarse un buen resumen y compen-
dio bibliográfico sobre la relación de Caracteres de Teofrasto y la comedia
en la introducción y bibliografía de esta obra de E. Ruiz para la Biblioteca
Clásica Gredos, Madrid, 1988.
17
No nos referimos a los escritos de tendencia oligárquica, que siempre
existieron, incluido el momento de máximo desarrollo democrático de la
polis, y que ya fueron estudiados por G. Prestel (Die antidemokratische
Strömung in Athen des 5. Jahrhunderts bis zum Tod des Perikles, 1939,
reimpreso en la colección Breslauer historische Forschungen, Scientia
Verlag Aalen, 1974) y que comparten con los posteriores una frecuente
referencia a Esparta como polis modélica.

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tos indispensables para la supervivencia. Por ello de uno u otro


modo, sea para reformarla, sea para anularla, los pensadores de la
época tratan sobre la familia en sus propuestas políticas, que con
frecuencia toman la forma de utopía.18 Aristófanes en Asambleís-
tas nos da pistas sobre algunas de estas utopías, de las que sólo
conservamos directamente la de Platón y la de Jenofonte, algunas
más gracias a las críticas de Aristóteles. Aristófanes parodia las
propuestas de vida comunitaria absoluta, mostrando el nuevo or-
denamiento de la ciudad en la que se ha disuelto la familia y se ha
resuelto la satisfacción de las necesidades de alimento y sexo por
decreto, lo que lleva a través de la burla a reafirmar la necesidad
de las instituciones que la nueva propuesta política ha disuelto; de
modo similar el propio Platón reconsidera en Leyes la propuesta
de República,19 que él mismo reconoce totalmente inviable, como
también su discípulo Aristóteles, que la critica en extenso en su
Política.
Platón en República se plantea el problema de la convivencia de
los intereses privados y los públicos, que él considera incompati-
bles, por lo que propone una situación en la que no haya intereses
privados; el oikos es la institución en la que el factor esencial son
los intereses personales, privados, pero que, a pesar de ello, no
pueden ser satisfechos totalmente en su propio marco; puesto que

18
M.I. Finley reflexiona en general sobre las formas de utopía en «Vie-
ja y nueva utopía», Uso y abuso de la historia (trad. española del original
inglés de 1975), Barcelona 1984, pp. 273-294; para las utopías políticas
griegas, cf. P. Cartledge, «Utopía y crítica de la política», El saber griego.
Diccionario crítico, J. Brunschwig, G. Lloyd y P. Pellegrin (edd.) (trad. del
original francés de 1996, adaptación de M.-P. Bouyssou y M.V. García
Quintela) Madrid 2000, pp. 150-161, con bibliografía específica.
19
Para este aspecto del pensamiento de Platón cf. con carácter general
H. Görgemanns, Platon, Heibelberg, 1994 y J.-Fr. Pradeau, Platon et la
cité, PUF, 1997. No es nuestra intención profundizar aquí sobre el pensa-
miento de Platón y Aristóteles, sino señalar aquellos aspectos relevantes
en la formación del pensamiento de Menandro en el tema que nos ocupa;
para Platón remitimos al bien documentado W.K.C. Guthrie, que le de-
dica los volúmenes IV y V, así como el VI a Aristóteles, de su Historia de
la filosofía griega (Madrid, 1990, trad. del original inglés de 1962); para
Aristóteles sigue siendo útil con carácter general el tomo III de Pensadores
Griegos de Th. Gomperz (Barcelona, 2000, trad. de la 3ª ed. de 1910/12),
que, sin embargo, apenas trata el tema que aquí estudiamos.

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no es una institución autárquica, sino que precisa de otras, lo que


provoca el contacto y eventual enfrentamiento entre los intereses
propios y los ajenos, los exclusivos de cada oikos y los comunes
a todos. Por todo ello, junto con una propuesta de polis en cuya
formulación es fundamental la distribución del trabajo, propone
la disolución del oikos. Uno de los temas recurrentes en el estudio
de las politeias de Platón es el grado de conciencia de Platón sobre
la posibilidad de realización de la politeia de República, es decir,
en qué medida se trata de una utopía consciente: para algunos
investigadores Platón tenía claro su inviabilidad cuando redactaba
esta propuesta política, y ven precisamente en la comunidad de
mujeres e hijos una prueba de que se trata en realidad de una
provocación a sus contemporáneos para obligarles a reflexionar
sobre los problemas que provoca la familia con las características
coetáneas; para otros se trata de una propuesta de trabajo real,
formulada a partir del desencanto ante la situación de la Atenas
que ha perdido la guerra y sufre las consecuencias que hemos co-
mentado antes. Sea como fuese cuando redactaba el autor su pri-
mera politeia, la considera proyección del Estado ideal, el modelo
de Estado más allá de cualquier polis concreta, aunque sean cons-
tantes las referencias críticas a Atenas, un Estado que presupone
la existencia de hombres buenos, que son por ello buenos ciuda-
danos. Pero Platón llega al convencimiento de que este modelo de
Estado sólo puede realizarse cuando la corrupción no ha afectado
en exceso a la sociedad; la situación contemporánea no lo permite,
como afirma él que pudo comprobar en Sicilia y da pruebas en su
Carta VII; la imposible existencia contemporánea de un filósofo-rey
que gobierne esa sociedad de hombres buenos le obliga a elaborar
una segunda propuesta, Leyes, en la que la ley se convierte en el
sucedáneo posible ante la inutilidad e ineficacia de las realidades
absolutas propuestas en República, y en la que acepta la existencia
de la familia;20 y en Político ya no propone una constitución ideal,
sino que busca la mejor entre las posibles.

20
Como puede comprobarse, Platón progresivamente se va acercando
a las propuestas políticas de su absoluto contrincante, Isócrates. En lo
que hace a la aceptación de la familia, en Leyes da un paso al aceptar
como lícitas las relaciones sexuales tendentes a la reproducción en la idea
de que las pasiones deben ser dominadas y sólo deben ser admitidas en
la medida en que sean socialmente útiles. No entramos aquí en el debate
sobre la autoría de Leyes, para lo que remitimos a Guthrie.

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En ese proceso de adecuación de las propuestas a la realidad


Platón vuelve sus ojos a Esparta, en particular a la Esparta de
Licurgo y Agesilao, que es vista por él como modelo a seguir.21 En
ello Platón se encuentra en la misma línea que otros intelectuales
de la época, que convierten Esparta en una utopía política. La Es-
parta que estos pensadores valoran positivamente y convierten en
el modelo a seguir por Atenas no es la Esparta contemporánea, que
en el siglo IV también está sumida en una profunda crisis. Las evi-
dentes diferencias entre las referencias literarias a ella y los datos
que proceden de la documentación arqueológica demuestran que
a los pensadores atenienses no les importaba la Esparta real, sino
la construcción de un producto intelectual, que en parte recor-
daba la situación de la Esparta de Licurgo y en la que se destaca
como factor predominante la homogeneidad entre los espartiatas,
sin percatarse que la espartana es una sociedad altamente jerar-
quizada en la que los espartiatas son un sector muy minoritario y
en constante disminución.
Jenofonte es un intelectual clave en este proceso de ideologiza-
ción utópica de Esparta, que lleva a la valoración de la Esparta de
Licurgo y el rechazo de la actual, como muestra que en Helénicas
critique la actitud de Lisandro, por cuanto, influido por el modo de
actuar ateniense, rompe con las tradiciones propias; tampoco en
Estado de los Lacedemonios describe la situación real, sino su ideal
político. Todo lo que se valora positivamente de la polis enemiga,
la homogeneización, las medidas higienistas, el carácter espiritual
de la pederastia, etc., todo está al servicio de la crítica a Atenas,

21
Por ejemplo en Leyes 695c y 836b; Plutarco, exagerando sin duda
las relaciones, llega a decir que Platón se limitó en su propuesta política
a copiar la de Licurgo, Vida de Licurgo 31, 2; cf. Mas, Ethos y Polis, pp.
227 ss.; Cl. Mossé en «Les femmes dans les utopies platoniciennes et le
modèle spartiate» (A. López, C. Martínez y A. Pociña, La mujer en el mundo
mediterráneo antiguo, Universidad de Granada, 1990, pp. 73-81) destaca
las diferencias de lo que sabemos de las espartiatas y la propuesta de
Platón en Leyes. En general, para la utópica visión de Esparta, acorde con
la creencia griega en la progresiva degeneración de la humanidad desde
la Edad de Oro, cf. M. H. Hansen, La démocratie athénienne à l’époque de
Démosthène, París (trad. del original inglés de 1991), 1993, pp. 339 ss.;
para las reflexiones en general de esta época cf. D. Musti, «Antecedentes y
resultados: la reflexión teórica en el siglo IV», Demokratía. Orígenes de una
idea, Madrid (trad. original italiano 1995), 2000, pp. 274 ss.
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158 CARMEN MORENILLA TALENS

a su sistema formativo y a su constitución política. Mientras Isó-


crates intenta corregir la democracia ateniense proponiendo un
panhelenismo bajo el gobierno de un monarca,22 y Platón propone
su Estado utópico, Jenofonte hace de Esparta su utopía, lo que
podría contrastar con su reconocido carácter práctico y aventure-
ro. La explicación hay que encontrarla en las características de su
literatura, una literatura didáctica, en la que explica sus conoci-
mientos sobre ámbitos variados y propone modelos de actuación
concretos. Estos es lo que busca con Económico e Ingresos, dos
escritos que forman parte de sus propuestas para solucionar la
situación ateniense, en este caso en el ámbito económico: en Ingre-
sos propone medidas diversas para procurar los mínimos medios
para la subsistencia a los ciudadanos sin que tengan que recurrir
al trabajo productivo personal; en Económico muestra la vía para
convertir en productiva la vida en el campo. Esta obra nos interesa
especialmente porque muestra un cambio de percepción del oikos
que tiene claras implicaciones en el tratamiento del matrimonio
que vemos en Menandro.23
En un momento en el que la vida campesina es valorada nega-
tivamente por pensadores y ciudadanía en general, que la consi-
deran «rústica», con el significado negativo que hoy damos a este
término, Jenofonte ofrece una visión diferente: sin llegar a mostrar
un cuadro idílico de la vida en el campo, lo que se producirá más
tarde entre los autores más alejados del campo, describe una vida
activa y feliz en la que la base es la concordia y el afecto entre los
miembros de la familia. Por Tucídides (I, 6) sabemos que el declive
de la vida pública comporta una mayor dedicación a la vida priva-
da: él nos habla del mayor cuidado de la casa, que se adorna con
pinturas y mosaicos. Pareja a ello empieza a cambiar la concepción
del matrimonio, que antes era considerado sólo bajo la perspecti-

22
Debe distinguirse entre este panhelenismo propuesto por Isócrates,
posterior a la guerra, que busca la supervivencia de las poleis bajo el buen
gobierno de un monarca, que él identifica en Filipo, y el panhelenismo del
periodo de guerra, que es en realidad una talasocracia, propuesta para
ganar más «súbditos» para el bando ateniense.
23
Somos conscientes de las diversas formas de unión existentes en
Grecia y en Atenas en particular. Con «matrimonio» hacemos referencia
a ejgguvh, la unión con la finalidad de constituir un nuevo oikos y procrear
hijos en él, ciudadanos en caso de que los padres también lo sean.

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La utopía posible de la Comedia Nueva 159

va de su función socio-política, como la institución que procura


nuevos ciudadanos para la polis; con la progresiva pérdida de rele-
vancia de los intereses públicos aumentan los privados y se valora
más la vida conyugal, lo que comporta la valoración positiva de los
lazos afectivos entre los esposos. El Iscómaco de Jenofonte ofrece
la descripción de un matrimonio ideal en los límites que permite
la época, un matrimonio en el que el esposo procura la educación
de la esposa, que es la responsable de un sector importante de la
economía doméstica y en el que todo es común y hay una bús-
queda de fidelidad y afecto. Este aprecio por factores emocionales
coincide con la iconografía de la cerámica de la época, en la que
la representación de los esposos ya no sigue el hieratismo de los
modelos anteriores, sino que son representados en actitudes amo-
rosas.24 Con todo cabe señalar que estos elementos, el escrito de
Jenofonte, las pinturas de las casas y de la cerámica, no son la
evidencia de un cambio real en el comportamiento de las personas,
sino de un cambio en la valoración de la familia por parte de al-
gunos intelectuales, pensadores y artistas, que sólo con el tiempo
irá impregnando a toda la sociedad; aunque Jenofonte no muestre
una situación idílica, no por ello es menos utópica la propuesta de
familia que ofrece: del mismo modo que Helénicas o Estado de los
lacedemonios idealiza la situación de la Esparta real, también en
Económico está idealizando la situación de la familia, las relaciones
entre los cónyuges y entre el padre y los hijos.25
Menos utópica, más imbricada con la realidad social es la pro-
puesta política de Aristóteles, que también, como Jenofonte, con-
fiere una gran importancia a la familia, aunque en una dirección
distinta. Aristóteles ha asistido al fracaso tanto de Atenas como

24
Para la progresiva valoración positiva del amor heterosexual dentro
del matrimonio, cf. M. Brioso, «El amor, de la Comedia Nueva a la novela»,
Consideraciones en torno al amor ..., pp. 145-229; para su tratamiento y en
general el tratamiento del amor en la novela, en la que culmina esta pro-
gresión, cf. F. Létoublon, Les lieux communs du roman. Stéréotypes grecs
d’aventure et d’amour, Leiden, 1993.
25
Para la situación de exclusión de las mujeres (y los jóvenes) y su
valoración social, cf., entre la ya considerable bibliografía, M-M. Mactoux,
«Communité civique et rapports sociaux», Le monde grecque aux temps
classiques, P. Briant y P. Lévêque (edd.), PUF, 1995, pp. 227 ss., con abun-
dante referencia bibliográfica.

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160 CARMEN MORENILLA TALENS

de Esparta y, tras el estudio de 158 constituciones, con el positi-


vismo que le caracteriza, presenta su propuesta de Estado, cuya
finalidad última es la de procurar la felicidad de los ciudadanos
permitiéndoles desarrollar plenamente su naturaleza racional, a
lo que tiende su ética y su estudio crítico de los comportamientos
humanos. Aristóteles muestra las claves de la convivencia que per-
miten lograr la excelencia y la felicidad, mucho más fácil de lograr
en la vida comunitaria mediante el ejercicio del logos, de la capa-
cidad de razonar. Pero, conocedor de la situación real de Atenas
y de otras ciudades, no se limita a hacer una propuesta utópica,
sino que analiza la mejor forma de Estado teniendo en cuenta las
características y la educación del hombre contemporáneo, lo que le
lleva a formular un modelo de democracia restringida, articulada
en torno a los conceptos de seguridad y estabilidad.26
En este contexto también Aristóteles reflexiona sobre la familia;
pero no ve en ella la sede de los intereses privados que hay que
eliminar, sino que, muy al contrario, critica en extenso la disolu-
ción propuesta por Platón en República en la idea de que el oikos
es una unidad natural que ha de asumir la satisfacción de las
necesidades primarias y a la vez ser lugar del buen gobierno por
parte del cabeza de familia, lo que asegura a su vez la existencia de
ciudadanos capaces de un buen gobierno de la polis. Pero además,
al reflexionar sobre las causas que provocan tensiones y conflictos
en el seno de las ciudades, en ocasiones convertidos en conflictos
entre ciudades, incluye problemas relacionados con el incorrecto
tratamiento de asuntos matrimoniales, como rupturas de compro-
misos, conflictos ocasionados por la gestión de las epicleras, etc.
lo que convierte en imprescindibles una legislación y unas normas
de comportamiento correctas en la familia, entre las que juega un
papel importante el respeto y el afecto, y que nos recuerda de cerca
algunas tramas de las comedias de Menandro.

26
Después de afirmar en Política 1288b37s. que hay que pensar en
la forma política posible en todas las ciudades, en 1295a 25ss. analiza
la mejor forma teniendo en cuenta las circunstancias del momento; de
un Estado ideal, en el que se alcance la felicidad, la visión pesimista del
comportamiento humano y la inseguridad jurídica real de un Estado tan
judicializado como el ateniense le lleva a proponer como el deseable un
Estado estable y seguro, lo que abre las puertas a las reflexiones políticas
helenísticas.

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La utopía posible de la Comedia Nueva 161

II.2.- También en las tragedias de Eurípides encontramos eco de


las profundas convulsiones que provocaron los diversos desastres
y cambios socio-políticos en un espíritu crítico e inquieto como es
el de este dramaturgo, en cuyas obras se ve con claridad la cons-
tante preocupación por los temas que son objeto de debate en los
círculos intelectuales: las dudas sobre el poder de persuasión de la
palabra cuando intervienen cuestiones ajenas al tema de debate, el
fundamento del funcionamiento democrático, el efecto destructivo
que puede tener la razón, la contraposición entre la fuerza de los
sentimientos y de las inclinaciones naturales y la coacción de las
convenciones ... estos y otros muchos más son temas constantes
en sus tragedias, que vemos de modo explícito en las reflexiones de
sus largos parlamentos, pero también en la constelación de perso-
najes y la evolución de las tramas.27
La progresiva desconfianza en su sociedad, en su pueblo y el
sistema político con el que se regía, es un proceso evidente en su
producción. Si en Hipólito rechaza claramente la apragmosyne del
joven protagonista, de la que hace gala en vv. 1010-1020, y en
Ión, en el momento en que da muestras de debilidad la coalición
liderada por Atenas, el joven, a pesar de no querer asumir poder
y responsabilidades, termina aceptando, pero en Orestes, repre-
sentada el año que Eurípides abandona Atenas, el protagonista
no confía en las instituciones democráticas y busca el apoyo del
amigo: lo que para Hipólito era una alternativa, que su padre, el
rey, considera peligrosa, un entretenimiento de los jóvenes aristó-
cratas, eludir los asuntos públicos para dedicarse al cultivo de las
relaciones personales, para Orestes, sin fe en la acción política, es
la expectativa de salvación. Pero al mismo tiempo que Eurípides se
va cuestionando el papel del ciudadano en la vida pública, ofrece
un tratamiento nuevo de un tema tradicional, del amor: Eurípides
ofrece «finales felices» de relaciones amorosas.
La tradición literaria en época clásica de los relatos en los que el
elemento fundamental es el motivo del amor, comporta el final des-
graciado. El amor es visto como una fuerza inexorable, un factor de
inestabilidad y causa de la desgracia de los amantes y con frecuen-

27
La dificultad que representa el intento de definir de manera precisa
la obra de Eurípides, como también la de Sofocles, aunque en éste de
modo diferente, es en parte reflejo de la compleja vida socio-política que
ambos tuvieron como marco de referencia de sus obras.

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162 CARMEN MORENILLA TALENS

cia de quienes les rodean; un factor del comportamiento humano


que es objeto de interés por quienes reflexionan sobre él, sobre el
comportamiento humano, como es el caso de Gorgias, que se ocu-
pa en extenso de buscar sus causas en Encomio a Helena. Cuando
Eurípides compone sus tragedias existe una larga tradición, desde
la primera lírica, pasando por la épica y la citarodia, que contrapo-
ne explícita o implícitamente relación conyugal y amor. El amor se
da en relaciones tempestuosas, cuya inadecuación a las normas
sociales o la falta de correspondencia de uno de los miembros pro-
voca el desastre, como es el caso de algunos poemas de corte amo-
roso y destino desgraciado de Estesícoro. Incluso en Homero, en
un género en el que prima el decoro ante este tipo de temas, vemos
que cuando la relación conyugal se impregna de pasión amorosa,
hay doblez y consecuencias no deseadas, como es el caso de la
Dio;~ ajpavth del canto XIV. Junto a este tratamiento negativo de las
consecuencias de la pasión amorosa heterosexual, forma también
parte de la tradición las quejas de los poetas por los desplantes de
sus amados o la alegría por la correspondencia de muchachas o
heteras, en poemas de Solón, Teognis, Íbico, Píndaro,...28
En Eurípides, en el que no hay referencia a la relación homoeró-
tica, vemos, en la línea de la tradición, un rechazo al amor-pasión,
a la relación o pulsión fuera del matrimonio, como es el caso de
Fedra-Hipólito, Estenebea-Belerofonte, Clitemnestra-Egisto, Ca-
sandra-Agamenón, incluso Medea-Jasón.29 Pero también vemos

28
Cf. B. Gentili, «Las vías de Eros en la poesía de los tiasos femeninos
y de los simposios», Poesía y público en la Grecia antigua, Barcelona (ori-
ginal italiano de 1984), 1996, pp. 187-237, se ocupa de la literatura ho-
moerótica masculina o femenina y la heterótica extraconyugal. En general
para literatura homoerótica, de la abundante bibliografía cabe destacar
los ya clásicos trabajos de R. Flacelière, L’amour en Grèce, Paris, 1960;
G. Giangrande, «Sympotic Literature and Epigram», L’épigramme grecque,
Vandoeuvres-Genève, 1968, pp. 91-177; F. Buffière, Éros adolescent. La
pédérastie dans la Grèce antique, París, 1980; H. Patzer, Die griechische
Knabenliebe, Wiesbaden, 1982; C. Calame (ed.), L’amore in Grecia, Roma-
Bari, 1984; E. Calderón, «Los tópicos eróticos en la elegía helenística»,
Emerita 65 (1997), pp. 1-15 y A. Villarrubia, «El amor en la poesía lírica
griega de la época arcaica», Consideraciones en torno al amor ..., pp. 11-
78; en este mismo volumen puede verse J. Pérez Asensio, «El tratamiento
cómico del paidiko;~ e[rw~ en la comedia griega».
29
En la medida en que la relación entre ambos no ha seguido las pau-
tas convencionales, no ha habido un compromiso entre el que ha de ser el
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La utopía posible de la Comedia Nueva 163

en sus obras una valoración positiva de la relación conyugal, que


se quiere armoniosa en los límites de la época, e incluso vemos en
ocasiones una contraposición explícita entre aventuras pasionales
y el matrimonio, como es el caso de Ifigenia en Aulide, vv. 543-
589, en los que Ifigenia repudia el comportamiento de Helena y
Paris y en 1036-1079 canta las bodas de Tetis y Peleo. En algunas
tragedias en particular reflexiona Eurípides por boca de sus prota-
gonistas sobre el tipo de relación deseable dentro del matrimonio,
a la vez que advierte del riesgo que conllevan otros sentimientos o
comportamientos: si en Helena hay una alabanza del amor y la fi-
delidad conyugales y muestra que la esposa considerada prototipo
de la mujer infiel lo ha sido sólo en apariencia y en realidad ha lle-
vado una vida de privaciones, en una trama que recuerda de cerca
las peripecias de las novelas de amor y aventuras griegas, en An-
drómaca la mujer que no es la esposa despliega ante la que lo es,
un manual de comportamiento de la perfecta casada; también en
tragedias cuya finalidad está lejos de la alabanza del matrimonio
muestra sus bondades, como es el caso de Alcestis, en la que sólo
la esposa acepta ocupar el lugar de Admeto, y es esa fidelidad y el
afecto de Heracles por ambos los que logran la reconciliación de los
esposos en vida; o de Ión, que desarrolla una compleja y novelesca
trama para conseguir que el hijo tenido extraconyugal sea acogi-
do en el oikos y la pareja de esposos se mantenga unida, satisfa-
ciéndose los deseos de ambos. Y ésa será la línea que continúe la
novela, la narración de las desgracias de la pareja de enamorados,
comprometidos o ya casados, en el proceso de reencuentro, en el
que tendrán que arrostrar todo tipo de dificultades hasta llegar a la
felicidad, al reencuentro que permita la tranquila vida conyugal.30
III.- El oikos, y por ello la relación matrimonial, de ser en época
clásica exclusivamente la institución que provee de ciudadanos a
la polis en un momento en el que la vida pública activa ya no se
ve como horizonte de realización personal, se presenta en deter-
minados círculos culturales como la institución que puede aco-

esposo y el padre de la novia, sino que han sido ellos los que, sin media-
ción ni autorización, han decidido su unión. Es éste un comportamiento
ajeno a las normas que ha de comportar un final funesto.
30
La poesía helenística e imperial, género muy tradicional en sus moti-
vos, mantendrá la narración de amores tempestuosos de sino desgraciado,
junto a la referencia a relaciones homoeróticas.
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164 CARMEN MORENILLA TALENS

ger, proteger y ayudar a realizarse a la persona en los ámbitos en


los que ahora puede volcarse, y la comedia de Menandro se hace
rápido eco de ello. Los personajes de Menandro se enfrentan a si-
tuaciones insólitas, complejas tramas con raptos, separaciones y
reencuentros, violaciones y nacimiento de niños ilegítimos, en un
argumento que se desarrolla según la lógica interna de los acon-
tecimientos y las reacciones esperables según el comportamiento
de las personas, y en el que el motor es el amor entre jóvenes,
como señala Ovidio,31 y las dificultades con las que se enfrentan
para su disfrute. Es éste un tema que, por una parte, se ajusta
perfectamente a los intereses del dramaturgo de la época: aparte
de los protagonistas permite presentar una amplia constelación
de personajes de ambos sexos (padres y madres, ayudantes y con-
trincantes, criados, etc.), que enriquecen la obra con diversas re-
laciones sociales y personales, el escenario de la acción remite a la
vida cotidiana del espectador, a las ocupaciones y preocupaciones
domésticas, permitiendo el reconocimiento de los asuntos plantea-
dos y posibilita la subsanación del desequilibrio en la estructura
social que el amor en apariencia ha provocado.
III.1.- Este cambio, perceptible en Eurípides y generalizado en
Menandro, está relacionado con el especial tratamiento del amor y
con los cambios ideológicos que lo sustentan. Junto a los factores
de cambio social a los que nos hemos referido, que llevan a ver
en la familia el puerto de las esperanzas vitales, es significativo el
hecho de que en Menandro desaparecen las alusiones al homoero-
tismo. En general se detecta en la literatura una tendencia a su
desaparición y a que, cuando surgen, más allá de la estereotipa-
da literatura epigramática y del erótico, en tanto que subgénero
de la oratoria,32 estén inmersas en un debate sobre la bondad de

31
Ovidio, Trist. II, 369: fabula iucundi nulla est sine amore Menandri.
Quizá habría que decir con mayor propiedad que es el amor de un joven
hacia una muchacha, que, como mucho, se deja querer o precisa la repa-
ración de un agravio.
32
Sobre el ejrwtiko;~ lovgo~, un subgénero de temática altamente tradi-
cional, del que se conservan buenos ejemplos, incluyendo un catálogo de
tópicos en la Retórica a Alejandro, y su transformación en encomio sin
alusiones sexuales, cf. J. Ritoré, «El amor en la oratoria griega», Conside-
raciones en torno al amor ..., pp. 101-122.

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La utopía posible de la Comedia Nueva 165

este tipo de relación afectiva. La relación pederástica tradicional,


sin menoscabo de su origen tribal,33 está sustentada por un sis-
tema de formación comunitario, en el que el joven es educado en
aquello que precisa para vivir en una comunidad concreta por los
mismos ciudadanos varones que la forman, y en cuyo proceso de
socialización reviste una importancia capital el simposio griego,
una institución con componentes agonístico, filosófico, artístico,
etc. A medida que la formación del joven se profesionaliza y pasa
a ser competencia de especialistas, de los sofistas, que la entien-
den como una transacción económica, la relación homoerótica se
problematiza, dado que se ha ido convirtiendo en una relación ex-
clusivamente física. Por la misma razón por la que la prostitución
masculina había sido disfrazada bajo la forma de un intercambio
de favores entre amigos de edad y situación económica diferente,34
se cuestiona una relación en la que ya no se valora desde el punto
de vista socio-político lo que el adulto pueda enseñar, en lo que ha
ido siendo desplazado por profesionales.
Esta nueva situación provoca un debate intelectual sobre la
justificación y, en su caso, bondades de la relación homoérotica,
debate innecesario cuando la relación no estaba problematizada
y que comporta en parte la defensa de un tipo de formación ya
obsoleto. La defensa que realiza de la relación homoerótica Platón,
al margen de cuestiones personales, está motivada por su rechazo

33
En general para las relaciones homoeróticas, su valoración e impor-
tancia social, cf. E. Cantarella, Según natura. La bisexualidad en el mundo
antiguo, Madrid (trad. del original italiano de 1988), 1991.
34
Cf. nuestro «El trasfondo de la alcahueta de la comedia griega», Ho-
menaje a José Belloch Zimmermann, Universitat de València, 1988, pp.
289-298; C. Sales, Los bajos fondos de la Antigüedad, Buenos Aires (origi-
nal francés de 1982, 1983; V. Vanoyeke, La prostitución en Grecia y Roma,
Madrid (original francés de 1990), 1991. En las causas contra los que se
han servido de la prostitución masculina no se rechaza la relación homo-
sexual en sí misma, sino la relación mercenaria, que evidencia la ruptura
con el sistema anterior; como también es una ruptura con el sistema la
existencia de relaciones sexuales que convierten en pasivo a un adulto, del
que se sospecha que también en la vida cívica tiene un papel pasivo, vicio
que fustiga con frecuencia Aristófanes con invectivas directas y obscenas;
sobre la dura crítica de Aristófanes y los peligros que entrañan las prácti-
cas sexuales de sus contemporáneos para la pervivencia de la ciudad, son
esclarecedoras las reflexiones de E. Cantarella, op. cit., pp. 69 ss.

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al nuevo sistema formativo y la defensa del anterior, basado en la


estrecha relación personal entre maestro y discípulo.35 Frente a la
defensa de la relación homoérotica y el desprecio de la naturaleza
y el papel de la mujer, más allá de la de mera reproductora de ciu-
dadanos, que de modo particular expone Platón en su Banquete,
Jenofonte en el suyo rechaza de un modo explícito la pederastia,
por ejemplo en Banquete, 8, 19 y 21-22, y dedica una parte funda-
mental de Económico a la exaltación del matrimonio. En esta obra
podemos ver cómo Jenofonte desplaza las funciones educativas del
adulto hacia la relación heterosexual, que es planteada como una
relación entre un adulto experto y una joven que debe ser adoctri-
nada en aquellos ámbitos que serán de su competencia, partiendo
de la base de que la mujer tiene capacidades muy similares a los
hombres.
En este contexto no carece de interés el cambio que experimen-
ta el tratamiento literario del más relevante entre los héroes de
la épica homérica,36 cuya relación con Patroclo es tratada en la
épica con la discreción propia del género, más explícita en otros
durante la época clásica, pero que a partir de la época helenística
aparece relacionado a personajes femeninos, enamorado o seduc-
tor de ellas, como de Polixena en Dictis de Creta y de Pentesilea en
Quinto de Esmirna. Acorde con este cambio en el ámbito de la li-
teratura es también la disminución de los nombres masculinos en
las inscripciones eróticas de los vasos áticos y la mayor presencia
femenina en la iconografía con el final de la época clásica.37 Todo
ello, pues, son indicios de una tendencia a la valoración positiva
de la relación amorosa que puede mantenerse dentro del matrimo-
nio, dentro de una institución social que por diversos motivos, que
antes hemos comentado, es de interés reforzar, valoración positiva
que en la tragedia de Eurípides empieza a mostrarse, se expresa

35
En Platón se da un paso más en el rechazo de la relación sólo física
homoerótica, habitualmente censurada cuando se realiza entre adultos,
como nos deja constancia Aristófanes, o mediando pago, es decir, cuando
se convierte en prostitución; Platón, en la línea de su rechazo de las pa-
siones y de las relaciones sexuales en general salvo en la medida en que
sirvan al bien común, distingue entre los amores vulgares y los celestes,
estos últimos son los homoeróticos en los que no hay relación carnal.
36
Cf. Flacelière, op. cit., p. 125.
37
Cf. D.M. Robinson-E.J. Fluck, A Study of the Greek Love-Names, Bal-
timore, 1937, pp. 35 ss.

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con mayor claridad en la comedia de Menandro y tendrá un desa-


rrollo prodigioso en la novela de amor y aventuras.38
III.2.- Menandro, como hombre de profunda formación filosófica,
muy atento a las enseñanzas de Aristóteles por una parte y de
Eurípides por otra, refleja desde la primera obra que conservamos
ese ambiente intelectual en el que el matrimonio es visto como
horizonte de felicidad. Como en Eurípides, tampoco en Menandro
hay referencia a las relaciones homoeróticas, y en ello parece que
se aleja de la práctica de otros autores de la Nea: a pesar de la
escasez de restos y del progresivo decoro en lenguaje y temática
que se observa desde las últimas obras de Aristófanes, algunos
fragmentos de comediógrafos llevan a pensar en la presencia de la
relación homoerótica, como es el caso de los títulos del Ganumhvdh~
de Eubulo y Antífanes, autores encuadrados en la Mese, los
j restautokleivdh~ de Timocles y Paiderastaiv de Dífilo que hacen
O
pensar en tramas pederásticas, o Klhrouvmenoi también de Dífilo, del
que no conservamos fragmentos del original pero cuya relación con
Casina de Plauto lleva a plantear la posible presencia de elementos
homosexuales.39

38
Para la relación entre ese nuevo concepto de amor heterosexual y la
novela, cf. J.J. Winkler, The Contraints of Desire: the Anthroology of Sex
and Genre in Ancient Greece, New York-London, 1990 y «The Invention of
Romance», Tatum 1994, pp. 23-38.
39
Del Ganimedes de Antífanes, comediógrafo que se encuadra habitual-
mente en la Mese aunque una buena parte de su producción es coetánea a
la de Menandro, quedan unos escasos fragmentos, de los que apenas nada
puede decirse con respecto al tema que tratamos y lo mismo del único
fragmento de la comedia del mismo título de Eubulo, también autor de la
Mese, sobre cuyo argumento, con todo, se hipotiza un tratamiento distinto
al de Antífanes (a pesar de ello Meineke hipotiza un contenido erótico en
el fragmento conservado, fr. 16 K-A). En ambos casos se trata de comedia
mitológica, tan del gusto de la Mese y cuya frecuencia disminuye progresi-
vamente, que trata un tema homoerótico muy plasmado en la iconografía
de la época (cf. «Ganymede: Myth and Sexual Fantasy», pp. 58-64 del capí-
tulo «Eros in Love: Pederasty and Pornography in Greece» de H.A. Shapiro,
pp. 53-72, A. Richlin (ed.), Pornography and Representation in Greece and
Rome, Oxford University Press, 1992). También es comedia mitológica el
Orestautoklides de Timocles, comediógrafo que suele considerarse el últi-
mo de la Mese, casi contemporáneo de Menandro, pero cuya aguda crítica
política recuerda tiempos anteriores.

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El hecho de que no haya restos de homoerotismo en las


comedias de Menandro debe analizarse en el contexto de su pro-
ducción dramática y de los modelos formales e intelectuales que el
comediógrafo eligió.40 Con frecuencia el motor de su comedia es el
deseo del adulescens de conseguir lícitamente los favores de una
muchacha de la que ha quedado totalmente enamorado; cuando
Menandro muestra la situación que debía ser la habitual, en la
que el matrimonio ha sido concertado sin que exista conocimiento
previo de los contrayentes, este matrimonio o bien es secundario
y viene a reforzar la importancia que se le da a la institución o
la evolución posterior del argumento mostrará la importancia de
las relaciones afectivas que surgen entre los jóvenes esposos. No
carece de sentido que Menandro rebaje la edad de matrimonio del
varón, haciéndolo un adulescens, recién salido de la efebía; pro-
bablemente la razón estribe en el deseo de mostrarlo enamorado
y de que sea el amor el motor de la trama, un afecto y actitud que
quedarían ridículos en un varón de mayor edad.
Como prueba de su interés por este tema, en la primera obra
que conservamos Menandro nos muestra tres tipos de relación
matrimonial. En Arisco Pan, el dios prologuista que nos pone al
corriente de la situación y de sus planes para el futuro, nos habla
de un matrimonio roto,41 el del senex que da título a la comedia y
su mujer, una viuda con hijo que se ha visto obligada a irse a vivir
con el hijo del anterior matrimonio lejos del marido, que se ha que-
dado con la hija habida en el matrimonio y con una vieja criada.
Como señala Kupiszewski, no se ha producido un divorcio, posible

40
Cabe insistir en este aspecto: no se trata de un cambio de prácticas
en la sociedad, al menos de un cambio brusco, puesto que aunque pocos,
algunos fragmentos nos han quedado en los que hay referencias, a pesar
del decoro que progresivamente se va exigiendo al género. Ya Hunter in-
sitía en que es una cuestión de elección de tema (op. cit., p. 12), a la vez
que afirma que la comedia menandrea busca el triunfo de la familia como
restauración de una situación perturbada.
41
H. Kupiszewski muestra el interés que esta obra despertó desde
el punto de vista del derecho de familia en «Menanders Dyskolos und
seine Bedeutung für die Kenntnis des griechischen und römischen
Familenrechts», Menanders Dyskolos als Zeugnis seiner Epoche, F. Zucker
(ed.), Berlín, 1965, pp. 115-137. En general para el tratamiento del tema
del amor sigue siendo de utilidad P. Flury, Liebe und Liebessprache bei
Menander, Plautus und Terenz, Heidelberg, 1968.

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aunque raro a iniciativa de la mujer; Menandro no utiliza términos


técnicos para referirse a esta separación porque se trata de eso, de
una separación de hecho que es presentada en la obra como mues-
tra del carácter sumamente difícil de Cnemón. Pero Cnemón no es
presentado como una mala persona, sólo como un arisco y a la vez
misántropo, que se considera abocado a ello por la maldad de los
demás; y como en el fondo no es un personaje negativo, aunque
sea vapuleado y burlado al final de la obra, sabrá incorporarse al
final feliz, y a la sociedad.
Ese final feliz es doble: el adulescens enamorado, Sóstrato, con
la colaboración del hermanastro de la joven, Gorgias, consigue la
mano de ésta; pero además consigue también que su padre case
a Gorgias con una hermana suya. Dos bodas, la una buscada, la
otra considerada una recompensa por la ayuda; dos bodas que nos
muestran dos situaciones distintas: en la primera, que constituye
el motor de la trama, el joven elige una muchacha de la que se ha
enamorado, toma la iniciativa sin consultar a su padre, ni natural-
mente a la joven, y consigue la aceptación del futuro suegro y, sin
problematizarlo, también de su padre; en la segunda, en principio
secundaria en la acción dramática,42 los jóvenes no se conocen y
el padre de la muchacha se resiste en un primer momento por la
escasa relevancia social y económica de la relación que entabla
mediante este matrimonio, pero cede ante los argumentos de su
hijo y la nobleza del futuro yerno. Dos uniones, pues, queridas
aunque motivadas por factores distintos, en una el amor, en la otra
la amistad, dos uniones que se espera que traigan la felicidad a
las parejas.43 Ese horizonte de felicidad también se halla implícito

42
No carece de importancia, sin embargo, en el conjunto de la inten-
ción del autor, que aprovecha esta nueva circunstancia para reflexionar
sobre la importancia de la solidaridad y la amistad; cf. nuestro «El eJtai`ro~
en Menandro», La Comedia Griega y su influencia en la Literatura Espa-
ñola, J.A. López Férez (ed.), Madrid, 1998, pp. 227-269. Doble boda hay
también en Escudo, aunque el estado fragmentario de esta parte de la
comedia aconseja no tratarla aquí.
43
El amor, que es visto como una enfermedad que ataca a Sóstrato y de
la que no puede sustraerse aunque se lo aconseje Gorgias, no ha atacado
a éste porque como él mismo indica (vv. 342-344) la dura vida de un cam-
pesino de recursos modestos no le permite pensar en otra cosa que procu-
rarse el sustento, con lo que se vuelve a la tópica división campo: lugar de

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en la referencia al matrimonio roto de Cnemón, que podía haber


sido sustituido por el autor por el fallecimiento de la esposa: esta
unión frustrada además de caracterizar al personaje, muestra que
el matrimonio no es sólo una institución que debe proveer de ciu-
dadanos a la polis, una válvula de escape para las pulsiones eró-
ticas de los jóvenes y de subsistencia económica para los adultos;
el matrimonio es además un lugar de convivencia, en el que debe
crearse lazos de afecto y confianza mútuos, de lo que no fue capaz
Cnemón.
También se rompe, aunque momentáneamente, la relación en-
tre Glícera y Polemón de Rapada, ruptura que sabemos que es pro-
vocada por la divinidad prologuista, cuya intención es no la vuelta
a la situación anterior, de vida comunitaria, sino el matrimonio.
Para ello provoca la participación en la trama del senex Pateco, que
reconocerá en Glícera a su hija expuesta y, sabedor del amor que
siente por ella Polemón, se la entregará en matrimonio. La joven,
tan activa antes, cuyo rechazo a Polemón por la reacción brutal
que éste tuvo, es la causa del abandono de la casa y consiguiente
ruptura de la convivencia, pasa a un segundo plano cuando es re-
conocida por su padre, que es quien toma la iniciativa a partir de
ese momento y quien obviando el anterior rechazo, manifestado en
reiteradas ocasiones por la hija, celebra el reconocimiento casán-
dola con Polemón, al que dota espléndidamente para que se aleje
de su trabajo anterior y pueda cambiar de carácter. Matrimonio,
pues, como forma ideal de convivencia, pero de una convivencia
afectuosa, alejada del tempestuoso carácter del soldado mercena-
rio, que ha de cambiar de modo de ser.
En Arbitraje la situación de partida es en cierto modo similar
a la de Rapada: aquí los jóvenes ya están casados, pero hay una
historia previa, de la que cada uno de ellos sólo conoce una parte,
lo que impide que el matrimonio sea realmente una unión afec-
tuosa. La joven casada rechaza al esposo porque fue violada en el
marco habitual de estos sucesos, en las postrimerías de una cele-
bración religiosa, y de esa violencia quedó embarazada, situación
que quiere esconder al marido. Éste, un joven que en principio no
quería casarse, cómodo en su situación de amante de una hetera,

duro trabajo/ciudad: lugar de vida ociosa; pero el espectador sabe que la


causa del enamoramiento de Sóstrato es el dios Pan, no su ociosidad.

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y que es, sin saberlo, el responsable del embarazo, mudó de opi-


nión al ver la nobleza de la joven esposa y se siente acongojado por
su rechazo, primero, y por el nacimiento de un hijo que considera
bastardo, después. La evolución del argumento llevará al recono-
cimiento mútuo de los jóvenes y del hijo nacido de aquella violenta
relación, y con ello a que se pueda realmente iniciar una etapa
de convivencia feliz, claro contraste con la situación anterior, con
lo que el autor vuelve a mostrar que lo que le interesa es el ma-
trimonio como lugar de encuentro. A la par que muestra el deseo
del joven por una situación que antes despreciaba, por la vida en
matrimonio, Menandro contrapone la relación que se puede es-
tablecer con una hetera, por muy noble que ésta sea, y la que se
puede tener con la esposa.
También en Samia hay ciertas concomitancias con Arbitraje:
aquí los jóvenes también han tenido relaciones previas, de las que
ha nacido un niño, en este caso con reconocimiento de la pater-
nidad, y el deseo del joven es lograr el matrimonio, que los padres
respectivos por su cuenta han decidido entretanto. Pero la inter-
pretación apresurada por parte de los senes de noticias oídas al
vuelo crean las peripecias de la comedia, peripecias en las que
vemos la opinión sobre la actitud de las heteras: Démeas, el padre
de Mosquión, que cree que su hijo ha mantenido relaciones con la
samia, ve en ello la trama del Hipólito de Eurípides. Para Démeas, a
pesar de su afecto por esta mujer samia, a la que ha introducido en
su casa, la responsabilidad de lo ocurrido recae en ella, en la mujer
experta que ha seducido al joven.44 Se acusa, pues, a Mosquión de
una actitud que era la habitual en las comedias de la época, caer
en las redes de las heteras o alcahuetas, pero que es totalmente
falsa en ésta: Menandro, a la vez que rompe de nuevo con el este-
reotipo de la hetera, aprovecha la situación para mostrar el riesgo
de las decisiones apresuradas sin la suficiente información y sin la
búsqueda de comunicación entre los afectados, a la vez que ofrece
un modelo de personaje excesivamente timorato, Mosquión, con
un fallo en su carácter y educación que le lleva al sufrimiento.

44
Si Menandro hace que Démeas no esté casado formalmente, se debe,
sin duda, a que las acusaciones que va a verter sobre la samia son exce-
sivamente duras para que pudiera verterlas sobre una honrada esposa;
el pasado de esta mujer justifica la sospecha, que para bien de todos se
demostrará falsa.

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Esta visión idílica del matrimonio, a cuya busca se lanza el joven,


enamorado de una muchacha, que es objeto pasivo de sus desvelos,
sólo parcialmente coincide con la realidad. Dejando aparte el man-
tenimiento en la vida real de prácticas homosexuales, a las que no
se alude en las comedias de Menandro, las prácticas sociales, el
mantenimiento de la tradición en lo que hace a la elección de los
cónyuges, nos hace ver que estas relaciones afectivas entre jóvenes
de distinto sexo debieron ser tan frecuentes como las complejas
peripecias que sufren para conseguir su unión. Del mismo modo
que la anagnórisis de niños abandonados era posible, también era
posible que el joven consiguiera de su padre que antepusiera su
afecto hacia una muchacha a las relaciones sociales y económicas
que motivaban habitualmente los matrimonios; pero sin duda ni
uno ni otro suceso se debían producir con la frecuencia que quiere
la comedia. Muestra de la complejidad del cambio de mentalidad y
del lento avance de las ideas que llevan a la valoración positiva del
matrimonio más allá de sus fines reproductores, es el diálogo Sobre
el amor de Plutarco: el autor, en una época ya tan tardía, afirma
la supremacía del amor heterosexual dentro del matrimonio, pero
no rechaza las relaciones homoéroticas, incluso las valora positi-
vamente como incentivo para el desarrollo de valores públicos, en
particular el guerrero, e insiste en la importancia de la posibilidad
de elegir a la persona con la que se va a convivir con independencia
del sexo de la misma.
La originalidad del planteamiento de Menandro dentro de su
género, la comedia, puede apreciarse mejor si lo comparamos con
las Cartas de Alcifrón.45 Las cartas de este autor, del que nada se
sabe, salvo su adscripción a la Segunda Sofística, van dirigidas a
un público culto, educado en la retórica, causa de las constantes
referencias no siempre explícitas a la literatura anterior, que es va-
lorada muy positivamente. La temática y su tratamiento recoge los
estereotipos de la comedia, pero aunque nombra a Menandro no
son las comedias de este autor el modelo; la temática consiste en
la contraposición del mar y el campo en el libro primero dedicado a

45
Cf. E. Avezzù y O. Longo, Lettere di parassiti e di cortigiane. Alcifrone,
Venecia, 1985, edición con trad. italiana; para la trad. española, E. Ruiz
para la colección Gredos, Madrid, 1988, con introducción y notas intere-
santes; y J.R. Vieillefond, «L’invention chez Alciphron», REG 92 (1979), pp.
120-140.

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los pescadores y el segundo al campo, ámbitos ambos marginales


de la vida ciudadana, el tercero a los parásitos y el cuarto a las
heteras, que, por el contrario, son elemento imprescindible de la
vida en la ciudad. La lectura del libro III muestra la imagen este-
reotipada del parásito en la comedia media y nueva, de la que se
alejan Menandro y Apolodoro; y lo mismo cabe decir de las cartas
de heteras; o de la imagen del filósofo que un padre critica y de la
que previene a su hijo en II, 11 o en II, 38 donde amargamente se
queja el padre, desde el campo, de que su hijo en una estancia en
la ciudad ha sido atrapado por los cínicos y describe su comporta-
miento de modo que recuerda mucho al Sócrates y sus discípulos
de Aristófanes, precedentes de la figura del filósofo de la Mese y
Nea, convertido en un personaje lastimero y ridículo. En esta carta
y otras muchas se ve una exageración del tópico de la vida dura
pero honesta del campo contrapuesta a la fácil, disoluta y llena
de peligros de la ciudad, tópico que Menandro demuestra que es
falso, por ejemplo en Arisco. Y no podía faltar en este contexto de
referencias a personajes tópicos el joven mercenario, Trasónides,
al que en II, 13 el padre reprocha el tipo de vida que lleva y le pide
que piense en el futuro y que en II, 34, de nombre Megalóteles, es
en realidad un miles al modo de Plauto, alejándose también del
Polemón de Menandro.46
Cuando Alcifrón habla de amor, siempre heterosexual, o se re-
fiere a la relación con heteras o muestra una situación de riesgo,
como es el caso de I, 11 y 12, en las que probablemente la in-
tención sea mostrar los peligros que acechan a las jóvenes en las
fiestas de la ciudad, a la vez que mostrar la gran erudición del
autor, sobre todo en la primera, llena de alusiones eruditas: en la
primera, Glaucipe, hija de un hombre de mar, a la que el padre
quiere casar con el hijo de un compañero, amenaza a su madre con
darse la misma muerte que Safo si no consigue unirse a un joven
noble de Atenas, cuya belleza describe con detalle y del que se ha
quedado perdidamente enamorada cuando lo vio en una fiesta;
en la segunda la madre, con la sensatez acorde a la situación, de
modo escueto le pide que sane o será su padre quien la tire al mar.

46
Si bien es cierto que en ocasiones utiliza Menandro el tópico, por
ejemplo en Labrador, pero el estado fragmentario del texto no nos deja
aventurar cuál sería su función en la trama; cf. nuestro «Tipos y persona-
jes en Menandro», FlorIlib 14 (2003), pp. 235-263.

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Una situación de este tipo no sería posible en las comedias de Me-


nandro, en primer lugar porque las jóvenes casaderas no adoptan
un papel activo, pero en segundo lugar también porque el amor
entre los jóvenes es el motor que lleva al matrimonio, mientras que
aquí el matrimonio es visto como una insoportable carga. Tampo-
co sería posible que en las comedias de Menandro se escucharan
las quejas de los maridos de I, 4 y II, 8, el primero pescador, el
segundo campesino, ambos muy molestos con sus esposas que,
atraídas por los brillos de la ciudad, descuidan sus obligaciones,
situación que en la comedia menandrea sería imposible, pero que
tiene un noble precedente en Estrepsíades de Aristófanes, que se
duele amargamente de haberse casado con un mujer de la ciudad.
Ni siquiera la de I, 8, en la que una esposa acusa de libertino y mu-
jeriego al esposo, situación que más bien recuerda escenas de las
comedias de Plauto. Las quejas de estos cónyuges no deben hacer
pensar, sin embargo, que Alcifrón rechace el matrimonio, puesto
que es su salvaguarda lo que las motiva, incluso en I, 3 leemos las
confidencias de un marino asustado, que consulta con su mujer la
posibilidad de dejar la dura vida del mar.
Menandro no fue un autor apreciado por el público coetáneo que
asistió a sus representaciones, como tampoco Eurípides y Terencio,
y sin duda la causa radica en el mismo hecho: todos ellos se hacen
eco de debates intelectuales y comparten dudas y conclusiones
que no son compartidas por el amplio público, aunque sí valoradas
positivamente por intelectuales que procuraron la conservación de
sus obras.47 Es cierto que el realismo de los temas y personajes
provoca en el público la sensación de estar viendo un suceso que
podría haber ocurrido a sus vecinos; es cierto, como señala Del
Corno que «il matrimonio rappresentava la soluzione, quasi la
neutralizzazione della crisi prodotta nel giovane dall’insorgere degli
stimoli erotici, visti come un pericoloso elemento di rottura negli

47
H.-G. Nesselrath (Die attische mittlere Komödie. Ihre Stellung in der
antiken Literaturkritik und Literaturgeschichte, Berlín, 1990, aquí pp. 332
s.) llama la atención sobre el hecho de que Alexis y sobre todo Antífanes
comparten una gran parte de su etapa productiva con la de Menandro;
incluso Dífilo y Filemón, coetáneos suyos, fueron ubicados por la crítica
antigua en la Mese, y la causa radica en el diferente tratamiento de los
temas por parte de estos autores, atribuido a un supuesto primitivismo.

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schemi chiusi della società. Ma in una prospettiva più generale,


esso appare la forma esemplare del ripieglarsi degli interessi e delle
passioni dalla sfera pubblica a quella domestica».48 Siendo esto
cierto, también es cierto que del mismo modo que los atenienses
rechazaron las angustias y dudas de Eurípides sobre valores que
ellos aceptaban como seguros, y siglos más tarde Terencio, apoyado
por el círculo intelectual helenizado de los Escipiones, presentaba
una comedia llena de reflexiones sobre la educación y las relaciones
personales que era rechazada por sus contemporáneos,49 también
Menandro muestra una ruptura con los valores convencionales.
Lejos de mostrarnos un mundo cerrado en el que el ciudadano
medio puede identificarse, hace una propuesta utópica de solución
de los problemas de la sociedad, una solución basada en determi-
nadas relaciones interpersonales: la amistad entre las personas
del mismo sexo y el matrimonio como abrigo de las dificultades y
puerto de felicidad. El que su público contemporáneo no creyera en
esa propuesta utópica debió ser la causa de que le abandonara.

MORENILLA TALENS, Carmen, «La utopía posible de la Comedia


Nueva», SPhV 9 (2006), pp. 147-176.

RESUMEN

Frente a las utopías de la Comedia Antigua, cuya fantasía rompe


con las ataduras de la lógica y que no buscan la verosimilitud, la
comedia de Menandro muestra representaciones utópicas de la

48
D. Del Corno, introducción a la ed., trad. y notas de N. Russello de
Menandro. Dyscolos, Il misantropo, Milán, 2001, aquí p. 18.
49
No es ajeno al rechazo del público el hecho de que Terencio prefiriera
las comedias de Menandro y su discípulo Apolodoro, frente al menor uso
que de ellas hizo Plauto; cf. A. Pociña, «Menandro en la Comedia Latina»,
La Comedia Griega ..., J. A. López Férez (ed.), pp. 345-367. No es baladí
que ya en 1879 llamara la atención E. Bertin sobre el hecho de que los
adolescentes enamorados de Terencio eran significativamente más educa-
dos y serios que los plautinos (De Plautinis et Terentianis adolescentibus
amatoribus, Diss. París, 1879).

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sociedad realistas, en las que se potencia la comunicación y se ve


en la familia el horizonte de felicidad de los jóvenes. Sigue con ello
la línea de reflexión que desarrollaron Eurípides y Aristóteles sobre
la importancia del oikos y de las correctas relaciones personales.

PALABRAS CLAVE: Comedia Nueva, utopía, verosimilitud, oikos,


relaciones personales.

ABSTRACT

In contrast with the utopias of the Old Comedy, whose


fantasy departs from the ties of the logic and don’t aim to achieve
verisimilitude, Menander’s comedy shows utopian representations
of realistic societies that encourage communication, and in which
the family is the horizon of the happiness of the young generations.
In the same line of thought, Euripides and Aristotle developed their
ideas on the importance of the oikos and on developing correct
personal relations.

KEYWORDS: New Comedy, utopia, verisimilitude, oikos, personal


relations.

Studia Philologica Valentina


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