RESUMEN
HERRAMIENTAS DE LA
PSICOLOGÍA SOCIAL
2017
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Índice
Módulo 1
Díaz, E. (2017) El mito de que el poder no tiene nada que ver con el
saber……..pág.3
Módulo 2
Módulo 3
Almandóz, B., Barceló, R., Castellini, E., Chacón, T., Etcheverry, G., Fernández, T.,
Rizzo, V. y Silvera, M. (2016). Informe final de investigación………pág.19
Módulo 4
Rodríguez, A., Giménez, L., Netto, C., Bagñato, M., y Marotta, C. (2001) De ofertas
y demandas: una propuesta de intervención en Psicología
Comunitaria…………pág.57
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Módulo 1
RAGGIO Intervención y campo de intervención
Díaz, E. (2017) El mito de que el poder no tiene nada que ver con el saber
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salud, entre otros) choca con obstáculos para instrumentarse de manera solidaria,
con respeto mutuo entre disciplinas y sin subordinarse unas a otras, es decir, con
horizontalidad entre los poderes epistemológicos y los poderes de gestión.
Ante esta problemática, la hipótesis que guía mi trabajo es que la creencia de que el
poder se ejerce de modo piramidal o vertical obstaculiza desarrollos sólidos de
diagramas (o agenciamientos) interdisciplinarios, porque la interdisciplina, además
de acuerdos teóricos y técnicos, requiere acuerdos estratégicos consensuados
desde poderes horizontales, reticulares, con autoridad pero sin autoritarismos.
Entre los múltiples interrogantes que suscitan los temas interdisciplinarios he elegido
dos preguntas como guía de esta comunicación:
I. ¿Cómo se forman dominios de saber interdisciplinarios a partir de prácticas
sociales (poder)?
II. Una historia del conocimiento (genealogía), ¿puede despejar el campo de
comprensión de los obstáculos con los que se encuentran los agenciamientos
interdisciplinarios? Considero que la respuesta a la primera pregunta se comienza a
iluminar si pensamos que las prácticas sociales generan dominios de saber. Y esos
nuevos dominios de saber constituyen a su vez nuevos objetos, nuevos conceptos,
nuevas técnicas y nuevos valores. Este proceso cognoscitivos y político (o de poder),
a su vez, conforma nuevos sujetos. La segunda respuesta, por su parte, se
fundamente en que la verdad tiene historia (no es atemporal ni formal), y que nuestro
saber actual surgió de prácticas de control y vigilancia, fundamentalmente desde la
biopolítica moderna reforzada con la biopolítica contemporánea.
La metodología de la presente reflexión se basa en el análisis de los discursos en
relación con las prácticas sociales. No se analiza el discurso como hecho lingüístico
sino desde su irrupción entre diferentes relación de poder. En el caso de las prácticas
interdisciplinarias, como en todo emprendimiento institucional, los discursos y los
silencios se dirimen mediante la polémica y la estrategia. Es decir, son del orden de
lo político.
Apelo a dos metáforas o paradigmas de poder diferentes entre sí. Por un lado el
poder entendido de manera piramidal y jerárquica. Este modelo de poder supone
que quienes están en la cúspide de la pirámide aplican un poder vertical sobre “los
de abajo”, que carecerían de poder recibiendo las coacciones que les imprimen “los
de arriba”. La otra metáfora es la del poder reticular y horizontal. Aquí el poder se
concibe como una red o malla que recorre todo el entramado social y atraviesa a
todos los sujetos de un dispositivo. No se niega que haya ciertos núcleos con mucha
intensidad de poder y otros que casi carecen de poder. Esta red se piensa con
diferentes tramas, en algunos lugares de la red el tejido es muy apretado -he aquí la
concentración del poder- y en otros el entramado es ralo, su entretejido deja buracos
o zona carenciadas de poder.
Sabido es que el poder no se posee, el poder se ejerce. Y no de manera unilateral
sino como poder y contra-poder, como potencia y resistencia. Además el poder es
productor. Si pensamos en la red institucional que sostiene los agenciamientos (o
diagramas) interdisciplinarios, podemos deconstruir el poder piramidal, posibilitando
un intercambio ágil entre diferentes saberes.
El imaginario social que alienta a la mayoría de las instituciones es el del poder
piramidal. Pues independientemente de que el poder siempre se da en dispositivos
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y que estos son reticulares, existen imaginarios institucionales que se rigen como si
el poder realmente fuera piramidal. Algunos de los organismos productores o
ejecutores de saberes en la red institucional que sostienen los agenciamientos
interdisciplinarios son el hospital, la escuela, la empresa, la universidad y las
agencias de investigación. Deconstruir el poder piramidal posibilita un intercambio
ágil entre diferentes saberes. Pero quienes ejercen densamente el poder suelen
formar dispositivos cerrados sobre sí mismos en su afán de hegemonizar.
Esto no favorece el intercambio dificultando por lo tanto el accionar de lo
interdisciplinario.
Ahora bien, cabe preguntarse, ¿Por qué los dispositivos piramidales obstaculizaban
la realización efectiva de diagramas interdisciplinarios? Porque al ser un poder con
pretensiones jerárquicas, y aparentemente “dueño” de la verdad, choca con la
circulación real de los poderes que atraviesa a gobernantes y gobernados, a
autoridades y subordinados, a docentes y alumnos, a todos los miembros de un
proyecto de investigación. Las prerrogativas que otorga un poder jerárquico
propician -entre otras cosas- falta de espacio crítico. La crítica es tan necesaria hacía
el interior de cada disciplinas como en la interrelación de unas con otras. No menos
necesaria es la libertad, que es un elemento indispensable para intercambios
innovadores. Incluso se puede pensar el accionar de la interdisciplina como un
rizoma, en tanto categoría de pensamiento, tal como lo proponen Deleuze y Guattari,
cuya condición de posibilidad sea justamente la horizontalidad de un poder que avale
un saber entre heterogéneos.
Pero aquí se presenta una paradoja, ya que el saber interdisciplinario consiente de
serlo, surge de las universidades. Sin embargo, la institución Universidad, desde su
creación en el siglo IX, ha propiciado el aislamiento de los saberes: Facultad de
Medicina, Facultad de Teología, Facultad de Humanidades y más y más
compartimentos estancos. Estos dispositivos de poder-saber- en su estructura
profunda todavía no se han desarticulado. Recién en la década de 1960 se
originaron fuertes corrientes de opinión rescatando los beneficios de la
interdisciplina. El dispositivo de poder universitario necesita flexibilizarse y presentar
fronteras porosas para que los saberes puedan intercambiarse de manera fecunda.
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Módulo 2
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disputas de poder por la hegemonía.* Ambos empujan a aquellos que han atisbado
"algo" a suponer, o ilusionar, que los problemas percibidos puedan comprenderse y
quizá resolverse "afuera" de la institución. De lo manifestado por los integrantes del
colectivo como motivos de la consulta, se destacan el alejamiento del jefe del
servicio, con la consiguiente desorientación y orfandad en las que dicen haber
quedado por tal circunstancia; las serias dificultades para organizar las prácticas en
el servicio; la imposibilidad para materializar lo realizado en una producción escrita;
la lucha desatada en el colectivo por la ocupación de lo que entendían eran los
lugares de decisión. Cuestiones que se formulaban en un primer enunciado
producido grupalmente en las reuniones de asesoría: "¿Qué nos pasa como
grupo?".
El requerimiento de intervención fue presentado como una decisión autónoma de los
integrantes del colectivo respecto de su jefe, el cual había presentado la renuncia al
cargo sin haberla efectivizado aún. (Es de destacar la relevancia que tuvo para el
colectivo consultante abrir este primer espacio donde los integrantes se proponían
indagar sus asuntos internos e institucionales.)
Para iniciar el análisis de esta demanda deberíamos atender todos aquellos
aspectos que convergen en el trabajo institucional: la historia de la institución, su
origen, desarrollo, actualidad, su lugar en el programa oficial de salud mental
diseñado para la región, las políticas que sostienen ese programa, las relaciones
con otras instituciones del sector, historia de la sala de referencia, su lugar en el
hospital, conformación de los servicios que presta relaciones con otras salas, la
formación profesional de cada uno de los integrantes, sus intereses personales, el
sentido que otorgan a su trabajo, la relación que mantienen con las diversas
instancias institucionales. 10
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Cuando se pretende llevar a cabo tal iniciativa, los que la impulsan quedan librados
a su propia suerte; de allí que les sea muy difícil precisar su ubicación, las
condiciones contractuales y el estatuto profesional; cuestiones que, al ganar en
ambigüedad y opacidad, atraen otros problemas. No pensamos que las posibilidades
de funcionamiento mencionadas son patrimonio exclusivo de las instituciones
manicomiales oficiales; por el contrario, pertenecen a una cultura extendida y
acendrada en el imaginario institucional, profesional y social, que refrenda y
enriquece el circuito instituido.
Si bien en este trabajo se presenta una intervención institucional, por tanto singular,
irrepetible, quiere señalarse en este apartado algunas cuestiones que insisten,
recurren en diferentes requerimientos de asesorías institucionales recibidos, se
realicen estos a la Cátedra de Teoría y Técnica de Grupos, o a algunos de los
miembros de su staff en forma personal. Puede observarse una recurrencia en las
formas de algunos requerimientos; son consultas realizadas con motivo de
"conflictos interpersonales en el grupo que obstaculizan la tarea". Más allá de que el
destino del requerimiento esté orientado porque nosotros somos visualizados como
"expertos en grupos", deben aquí abrirse algunas interrogaciones que desmonten la
naturalización del requerimiento.
¿Por qué las peleas de los integrantes de un lugar de trabajo adquieren la
significación de un "conflicto de grupo" de carácter imaginario? ¿Por qué los
obstáculos en la tarea se adjudican a los "conflictos interpersonales"? ¿Por qué las
peleas reiteradas entre estas personas son pensadas como "conflictos
interpersonales"? La significación grupo alude aquí a un espacio de relaciones
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general los consultantes suelen colocar como causas de sus "problemas de grupo"
sentimientos indeseados entre ellos, particularmente envidia y rivalidad. "Todo lo
que pasa aquí es por envidia", "Papá nos abandonó", "No nos animamos a crecer".
En años de consulta de este tipo, no hemos escuchado decir "Nos peleamos porque
no tenemos cada cual su consultorio", o "porque nos pagan una miseria" o "porque
venimos gratis". Con independencia de porqué pelean, lo que quiere subrayarse es
la recurrencia de explicaciones "psi" de lo que les sucede en su trabajo y la rareza o
ausencia de referencias a causas laborales de sus problemas de trabajo. Narrativas
familiaristas, argumentos edípicos, porlos que transcurre la recurrencia de
explicaciones psicologistas del psicoanálisis, de sus dificultades en los lugares de
trabajo. Se producen así dos deslizamientos de sentido: familiarizar (narrativa
sentimental) las dificultades laborales y al mismo tiempo inscribir la familia sólo como
lugar de los sentimientos. Se exilian de estas producciones de significación varias
cuestiones al mismo tiempo; se crea el terreno argumental para poder ver, por
ejemplo, las transferencias como edípicas, las transgresiones sólo como
desplazamientos de la ley de prohibición del incesto, etc. Extrapolación
psicoanalítica que va más allá de una extensión indebida de la cultura "psi".
El familiarismo transferencial suele convertirse en uno de los principales
instrumentos tecnológicos de los "grupos isla", en tanto toma forma allí una noción
de fantasma "privatizado", vaciado de sus posibles afectaciones institucionales.
Quiere destacarse que al denegarse tales afectaciones se deniegan lo público. En
un mismo movimiento se excluyen los juegos de poder de ese colectivo (dentro de
él o en relación a otros poderes institucionales), la problemática del dinero, los
conflictos surgidos en función de los niveles de apropiación de los bienes simbólicos
y materiales que tal colectivo produce, los aspectos transformadores de sus
instancias instituyentes, etc.
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hostil, incierto, inseguro. Otra suele ser la imaginería que anima el requerimiento
cuando éste proviene de instancias directivas. También "progesistas", consultan
muchas veces porque perciben que hay cuestiones que "se les escapan de las
manos"; en estos casos la expectativa parece ponerse en que el/la "especialista"
instrumente un dispositivo que disuelva conflictos. Otras veces el staff directivo
necesita saber: "Por qué no haces alguna cosa de psícodrama; no dicen nada,
hacélos hablar". Esto vuelve imprescindible en instituciones jerárquicas ofrecer
dispositivos grupales que creen condiciones de circulación de palabra, pero por
estamentos y resguardados por la reserva profesional
En suma, no confundirla institución y sus formas institucionales con un gran grupo o
con un conjunto de grupos. Que la palabra circule; sí, pero para ello la intervención
institucional debe dar resguardo a esa palabra; entonces más que palabra libre,
palabra resguardada. Dispositivos para que la palabra advenga; pero ¿qué es
palabra de un colectivo? Dispositivos que creen condiciones para abrir a lo
impensado institucional; impensado institucional que, en la resignificación de las
prácticas, los posicionamientos, los discursos, etc., haga posible el registro de las
singularidades y recurrencias de ese grupo en esa institución. Lo impensado
institucional suele arrastrar la remora de una noción de lo inconsciente como algo
oculto en las profundidades.
Sin embargo, muchas veces se observa que una dimensión de lo impensado suele
serlo más obvio, oculto no ya en alguna profundidad, sino tan próximo, tan inmediato
que no puede verse. Lo impensado es lo obvio; algunos obvios que recurren como
impensados suelen ser, por ejemplo, que para que un colectivo institucional pueda
constituirse como equipo tienen que establecer un día y un horario fijo de reunión a
la que todos concurran; que deben estipularse tareas y responsables de las mismas;
que las actividades, más allá de que se instituyan por consenso, deben ser
acompañadas de una instancia de control de gestión. Hay una relación necesaria y
no contingente entre aquello que se demarca como visible institucional y aquello que
se sitúa como invisible; si un colectivo laboral construye una imagen del mismo como
grupo privado sentimentalizado, necesariamente y no por contingencia quedará en
invisibilidad su inscripción como equipo y/o servicio público institucional. Lo
impensado público se organiza desde lo pensado como privado; lo impensado
laboral se organiza desde lo pensado sentimental.
Todo esto es así. Sin embargo seguimos en las instituciones. Se abren sin cesar
espacios alternativos. Se cierran y se vuelven a abrir. En realidad el "se"
impersonaliza aquello que —en rigor— inventan y producen muchos profesionales
que apuestan al desafío de sostener dispositivos instituyentes. ¿Por qué sostenerlos
si habrán de ser vencidos por la fuerza de lo instituido? Así planteada, la cuestión
no tiene respuesta. Muchas veces en el estrecho camino de los intersticios
institucionales parecería que se pierde el sentido de nuestras prácticas. ¿Será ésta
una insistencia, un desatino, una utopía? Sí, pero a condición de semantizar el
término utopía no como algo lejano que esperamos que algún día advenga, sino en
aquella acepción que remite a la actualización de deseos como sostén de tales
prácticas alternativas. Prácticas instituyentes, en tanto conjunto de deseos no
anudados al poder. En tal sentido, utopías que construyen lo real.
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Existen algunas orientadas a la posición vertical, pero existen otras que dan lugar a
formas horizontales de relación y comunicación.
El coeficiente o producto de la ecuación verticalidad/horizontalidad nos aproxima al
nivel de transversalidad de cada institución, registro que nos induce a considerar
ciertos grados de optimización, alejando los excesos instituidos y también los
excesos instituyentes. Mejorar la transversalidad es uno de los objetivos prácticos
del analista institucional.
El coeficiente de transversalidad es ese grado de optimización que una institución
puede alcanzar ante el complejo anudamiento y condensación de relaciones de
variado carácter. Con el concepto de transversalidad ponemos en juego el
atravesamiento social que tiene toda institución. La transversalidad es un fenómeno
para reconocer en las instituciones y no para diluirlas. Se trata de una realidad
inmanente a las mismas aunque los fenómenos las trasciendan.
Debemos entender que toda perspectiva de cambio o transformación pasa
necesariamente por la autoconciencia de la institución. La autoconciencia supone la
forma de conciencia de las instancias institucionales del juego de fuerzas sociales
que la atraviesan. Autonconciencia de lo que es, de lo que cree ser y de lo que desea
ser; la revelación del plano imaginario articulado en la misma realidad institucional.
El analista institucional no puede estar demasiado lejos del espacio anudado que
analiza, por ello es que se denomina a su trabajo “intervención” institucional;
tampoco puede estar excesivamente próximo, sino se toma a sí mismo como objeto
de análisis y estudio. Nos metemos con los objetos y los objetos de meten con
nosotros, aquí no hay neutralidad posible.
La implicación institucional es el conjunto de relaciones, conscientes o no, del acto
y el sistema institucional. Se trata de todo aquello que articula al actor con la
institución. Se observan los siguientes tipos de implicación:
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Módulo 3
Almandóz, B., Barceló, R., Castellini, E., Chacón, T., Etcheverry, G.,
Fernández, T., Rizzo, V. y Silvera, M. (2016). Informe final de investigación
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humano.
La caracterización de los procesos de transformación subjetiva que se dan en un
grupo terapéutico -modalidad corredor terapéutico- implicó la elaboración de un
análisis exhaustivo a partir de las entrevistas realizadas, usando para el mismo una
serie de categorías (detalladas en el capítulo anterior). Para el planteo de los
resultados de esta investigación se entiende pertinente colocar como ejes las
interrogantes que se esperaban resolver en el proyecto.
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ve cuando los actores relatan la necesidad de anular las diferencias a los efectos de
no “entrar en conflictos”, agradar y concertar. Tal dimensión relativa a la anulación
de las diferencias fue visibilizada en varios momentos del análisis, lo que daría
cuenta de que la heterogeneidad como condición del trabajo grupal no siempre es
bien soportada.
Otro componente asociado al abordaje del sufrimiento es el que tiene relación con
la cooperación como herramienta para la comprensión, aprendizaje y afrontamiento
de las dificultades, siendo dicha cooperación un vector relacionado a la posibilidad
de la consecución de la tarea. En este sentido, el proceso de análisis del material
mostró que la cooperación se sostiene dando lugar a lo paradójico y lo contradictorio
que implica todo trabajo de pensamiento, como herramienta para la incorporación
de nuevos posicionamientos ante el padecimiento. Se destacó también en este
sentido la posibilidad de dar lugar a la palabra del otro y demorarse en su decir, la
que genera afectaciones y actúa como resonancia habilitante de otros modos de
pensar lo propio. El encontrarse entre otros posibilita la emergencia de tensiones
que muestran el estar envuelto en lo propio y enredado en lo del otro, lo que implica
reconocimiento, demora y respuesta, construyéndose así un “nosotros”.
Los actores relatan que el grupo aparece como un lugar de tránsitos diversos, en
tanto la inhibición y la desconfianza se articulan con momentos de duda, y momentos
de “irse soltando”. La investigación muestra que los participantes reconocen un
cambio de lugar en el grupo así como nuevas formas de habitar el espacio. En la
posibilidad de transformar los modos de habitar aparece el otro como una
oportunidad de evocar las propias experiencias, produciendo variaciones en la
elaboración de procesos propios. Se trata de una movilidad relacional que implica
un aprendizaje, particularmente asociado al desarrollo de la escucha, que desmitifica
la palabra como portadora de transparencia, y posibilita el descubrimiento de
diversos sentidos, donde lo grupal aparece como producto.
El otro en la situación grupal aparece como cooperador y también como interceptor;
también se hace presente con su ausencia, generando la percepción de un lugar no
aprovechado, dando cuenta de lo valorado del espacio. Las características propias
del dispositivo "de corredor" en lo relativo a la permanencia y continuidad de los
integrantes, genera expresiones que parecen reflejar cierta incertidumbre en
relación con lo que provocarían los nuevos ingresos, que podrían identificarse como
fantasías persecutorias, al tiempo que se produce una ficción de que un grupo
“cerrado” produce mayor cuidado. Se reconoce como un factor preponderante el rol
que asume en el grupo cada integrante, donde aparece destacada la antigüedad en
referencia a la realización de aportes importantes para el trabajo grupal. Existe al
mismo tiempo la percepción de que hay quienes necesitan más del grupo y otros
menos, dependiendo también de ello la apreciación que se tenga de su ausencia.
El encuadre grupal aparece como un elemento que genera un soporte en la
perspectiva del abordaje del sufrimiento. Dentro del encuadre, los actores destacan
las reglas de funcionamiento -explícitas e implícitas- como de importante incidencia
en el cuidado del espacio, y de las personas que lo integran. Se mencionan además
de las explícitas (secreto, restitución y abstinencia) reglas de carácter implícito: son
las que ubican el lugar de la coordinación como aquel que puede dar o no permiso
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para el trabajo terapéutico; esto tiene relación con el relato acerca de que dicho
trabajo en ocasiones sale del espacio concreto, semanal, de una hora y media de
duración. A pesar de no existir sanción explícita, de todos modos la regla se instala
en relación con una prohibición. Otra regla implícita está vinculada con la relación
que los integrantes producen en torno a la circulación de la palabra y al tiempo de
uso de la misma.
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y dado que los efectos de un discurso son imposibles de predecir, los actores valoran
la irrupción de enunciados que funcionan como acontecimientos y producen
encuentros, los que a la vez muchas veces favorecen el despliegue de diversas
potencias. En esta dirección, los participantes plantean la posibilidad de romper con
la circularidad de los repertorios interpretativos incorporando modos de acción con
versiones y posicionamientos diversos que le habiliten a vivir con cierto grado de
libertad.
Se destaca como relevante, dentro del dispositivo, el lugar que para los actores
posee la coordinación. Se podría afirmar que conviven al menos dos concepciones
acerca de dicho lugar: es capaz de habilitar la reconfiguración del espacio vital al
mismo tiempo que genera oposiciones y tensiones. Desde la coordinación se
potencian según los entrevistados: la propuesta de salida hacia otros “posibles”
(Guattari, 2013), el sostén de espacios de elaboración, la disposición para la
construcción de recorridos propios, la realización de síntesis que no cierran, el
acompañamiento al despliegue de lo singular, habilitación y promoción de la
circulación de la palabra, la contribución a la reflexión, el “descongelamiento” de
sentidos cristalizados (movimientos de desnaturalización). En igual dirección, la
investigación hace visible la creencia ilusoria en el poder del coordinador en su doble
sentido: como habilitador (sostiene los intercambios, como sabe lo que pasa también
aporta a dar sentidos a lo que pasa) y también como obturador (limitando los
espacios de libertad en tanto ejercicio de poder).
Identificando la transformación posible con procesos de resingularización, los
actores proponen que el trabajo del grupo trasciende las fronteras del mismo, yendo
más allá del espacio-tiempo semanal. Se relata en las entrevistas la relevancia de
los procesos, los que están sostenidos en una temporalidad que generalmente se
distancia del tiempo cronológico. En términos de proceso la referencia no es al
principio y al final del mismo sino al entre, al transcurso por el mismo en tanto
mutabilidad inmanente (Teles, 2010), en tanto potencia que habilita la
transformación a partir de las diferencias, produciendo singularidades, nuevos
modos de hacer, sentir, pensar que acarrean a su vez nuevos modos de
posicionarse en la vida. En la dirección de la resingularización, se destaca la
producción de desviaciones en la perspectiva de una clínica del clinamen (Bocco,
2008; Rodríguez, 2004; Saidón, 2012; Guattari, 2013) : Trabajo con el otro, trabajo
en cooperación, trabajo colectivo, habilitante de la posibilidad de crecimiento/
Posibilidad de ver las cosas desde otro ángulo/ Transformarse en el desarrollo de la
sesión de trabajo/ Posibilidad de irse pensando en otras ideas/ Ponerse en el lugar
del otro, procesos identificatorios/ Resignificación de las experiencias al relatarlas al
grupo/ La palabra como signo de trabajo, asumida como herramienta para generar
movimiento./ Cambios en la manera de comunicarse con el otro./ Aceptación de
cosas que no se sabían de sí mismo./ Aprendizaje acerca de cómo sobrellevar las
situaciones que provocan sufrimiento./ Habilitación para desnaturalizar sentimientos
y conductas que forman parte de lo cotidiano./ Corrimiento del lugar del mero
padecimiento y de la pasividad, reconociéndose dicha posibilidad de movimiento
como una responsabilidad propia./ Aumento y movilización de la potencia de acción
y de la capacidad de obrar.
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que podrán o no producirse enfermedades. Resulta clara que esta visión implica un
posicionamiento prejuicioso (de seguro impensado) sobre el envejecimiento.
b. Considera, como ya hemos planteado, que la DTA constituye una enfermedad
individual producida en sujetos que, a lo sumo, interactúan con otros. Esto es así
también en los enfoques que buscan integrar una perspectiva epidemiológica, ya
que aún en ellos se elude a la pregunta sobre los procesos subjetivos (individuales
y colectivos) que están involucrados en la producción de un cierto tipo de
funcionamiento psíquico y social que imbrican los procesos ligados a la enfermedad
antes, durante y después de la constatación de la configuración de la misma.
c. Este paradigma se da por satisfecho cuando considera a la DTA como una
enfermedad definida por su dimensión biológica que tiene su fundamento explicativo
en las bases químicas de los procesos biológicos, aún cuando los resultados
obtenidos en la resolución de los problemas que la DTA implica son
considerablemente reducidos. Este es tal vez, considerando la dimensión ética de la
actividad científica, su principal error. Los aportes de las disciplinas que más
seriamente sustentan esta perspectiva tradicional son innegables, tanto cuanto
injustificables son sus pretensiones totalizadoras y la notoria prescindencia de las
contribuciones de las disciplinas que estudian los procesos fuera de los cuales los
seres humanos y sus circunstancias, incluidas las enfermedades, no tienen lugar
como tales, esto es: los procesos psicológicos y sociales.
La producción científica actual sobre las DTA continúa avanzando y produciendo
conocimientos relevantes. Sin embargo, el tributo que debe pagar por la existencia
de este paradigma hegemónico se expresa al menos en tres efectos no deseados
del abordaje de las DTA que determina:
a. La asistencia que se brinda a los pacientes con DTA y sus familias suele ser
prejuiciosa, básicamente por dos razones. Porque como recién veíamos, ofrece a
los pacientes, en su mayoría adultos mayores, y sus familias, un abordaje basado
en una visión prejuiciosa del envejecimiento, en tanto lo entiende en clave de declive,
de donde se sigue que la psicoterapia con adultos mayores se vea como algo
superfluo o con pocas perspectivas (Berriel, 2000). Y porque, al inscribirse en
dispositivos institucionales de atención que sitúan al paciente y en general al sujeto
de consulta (familia, pareja, grupo) en un lugar pasivo, se refuerza aquella visión
prejuiciosa del envejecimiento.
b. La terapéutica ofrecida es, por fuerza, también reduccionista, ya que exilia a la
dimensión subjetiva del paradigma comprensivo de la enfermedad a un rol accesorio
o, en el mejor de los casos, a un plano meramente sintomático, convirtiendo a los
agentes y servicios de salud en verdaderas presas de sus propias limitaciones de
pronóstico e intervención.
c. La labor técnico – profesional que no excede los límites de este paradigma resulta
en muchos casos patogénica, ya que muchas de sus intervenciones
tendrán el efecto de cristalizar algunos mecanismos psicosociales que el paradigma
ignora que intervienen en el proceso de la enfermedad, convirtiendo muchos de sus
pronósticos, emanados de las experiencias que va recogiendo entre sus límites de
comprensión, en verdaderas profecías auto cumplidas emanadas, al menos
parcialmente, de sus propias indicaciones.
Una forma de posicionarnos ante esta realidad de la aproximación científico –
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enfermedad.
Curiosamente, la mirada técnico – profesional hegemónica habitual, junto con la
lógica preocupación por suprimir la mayor cantidad de trastornos posibles, disocia
estas manifestaciones de la enfermedad considerada globalmente cuando las toma
como meramente secundarias al núcleo (biológico) de la enfermedad.
A nivel de la personalidad pre mórbida, la indagación clínica permite identificar
elementos que parecen inscribirse en lo que algunos autores denominan como
“identidad unívoca” (Zarebski, 2005) y que ha sido señalado como un factor de riesgo
contrario a un envejecimiento saludable desde el punto de vista psíquico. Junto con
este elemento se destaca una visión negativa del envejecimiento que comparten el
paciente y su entorno antes de la emergencia de la enfermedad.
Las observaciones clínicas permiten destacar la existencia, en la historia de los
pacientes, de instancias de pérdidas no elaboradas o duelos patológicos. En los
casos estudiados, las historias familiares presentan también conflictos claramente
no elaborados, con poco procesamiento psíquico individual y colectivo, dando lugar
a limitaciones en las posibilidades de subjetivación de lo conflictivo, expresado ello
en el poco espacio de tramitación psíquica ante instancias traumáticas o
circunstancias de pérdidas relevantes para los sujetos.
Ya en 1970 Bleger planteaba la existencia de “formaciones no integradas al
psiquismo individual, que son depositadas en todo vínculo y puestas en juego en
todo grupo” (André-Fustier y Aubertel, en Eiguer y col., 1988: 124). Estos elementos
son subjetividad, pero muchas veces son procesos inconscientes, clivados, a los
efectos de permitir el funcionamiento, y no interferir en el despliegue, de otras
formaciones psíquicas.
Una de las funciones de la intervención familiar y de grupo es recoger y permitir la
inscripción, en la cadena asociativa grupal, de las huellas de lo que ha quedado en
suspenso en la elaboración, en la transmisión psíquica familiar. “Estas huellas,
probables efectos de contra investiduras originarias frente a un exceso traumático,
mantienen a cada sujeto de la familia en la imposibilidad de hacer propio algo que
está grupalmente sostenido… y que, no obstante, lo afecta” (ídem: 123). En tal
sentido lo grupal es psíquico.
Consideramos que los alentadores resultados que habilita el tipo de abordaje
psicoterapéutico que postulamos radica en que, además de contemplar las
dimensiones que la perspectiva tradicional y hegemónica “admite” con relevancia
central, considera con la misma relevancia algunos de sus puntos ciegos, a saber:
Lo psicoafectivo, lo grupal, la dimensión familiar, la red vincular, la red social, los
procesos creativos y la multiplicación de recursos de registro y expresión (cuerpo,
plástica, literaria, entre otros). Sin embargo, este dispositivo no está exento de
algunos inconvenientes que es necesario considerar:
El cuidador principal, la familia y el sistema de asistencia sanitaria suele presentar
serias resistencias al descentramiento del abordaje de la enfermedad del paciente
designado. Ello debe contrarrestarse con un equipo donde existan recursos para
pensar las variables institucionales intervinientes y para desarrollar la capacidad de
visualizar las ganancias de la participación en el dispositivo por parte de las personas
que sostienen la consulta.
A veces los pedidos de asistencia no llegan a formularse sólidamente hasta que la
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enfermedad ha avanzado tanto que los efectos favorables que pueda tener el
dispositivo se ven comprometidos.
Los procesos son largos y ello lleva a que sea difícil sostenerlos con el mismo
nivel de compromiso. En general el abandono del tratamiento, cuando tiene lugar,
no se produce a partir del paciente con DTA, el que suele mostrar gran adhesión al
dispositivo, sino de parte del cuidador principal. Esto puede pensarse a partir de la
dependencia psíquica mutua (Berriel, Leopold, Pérez, 1998) que se desarrolla a
menudo y que configura un vínculo que necesita que el enfermo permanezca
exactamente en la misma posición dependiente con la que llega a la consulta.
Tómese en cuenta que más allá de los déficits
directamente ligados a la enfermedad, suele haber una sobre-disfuncionalidad como
consecuencia de este vínculo de dependencia psíquica mutua.
Aún con estos inconvenientes, el dispositivo funciona en la mayoría de las consultas
en las etapas iniciales y medias de la enfermedad, siempre que se atienda a la
instrumentación de los profesionales como equipo de trabajo y que la estrategia
clínica de cada intervención se maneje con la flexibilidad que requiera. Sin duda es
mucho lo que queda por recorrer en el desarrollo de recursos psicoterapéuticos en
el campo de las DTA y otros trastornos cognitivos graves. Pero el camino ha
comenzado.
I. Abordaje pluridimensional
“Utilizamos la noción técnica de abordaje pluridimensional, elaborada por Pichon
Rivière, en base a los principios de pluralidad fenoménica, como la aparición de los
síntomas en las tres áreas de expresión (mente, cuerpo y mundo exterior), y al
principio de policausalidad, o expresión etiológica que sigue al principio
configuracional de las estructuras patológicas en sus diversas dimensiones. Esto
parte, originariamente, de las series complementarias de Freud, quien relacionó
varios tipos de causas recíprocas en la aparición del trastorno mental individual.”
“Según Pichon Rivière, el abordaje terapéutico pluridimensional tiene como objetivo
cubrir, lo más extensamente posible, las múltiples dimensiones etiopatogénicas de
los conflictos psicopatológicos y la diversidad de las áreas de expresión de los
mismos. Pichon Rivière sostiene que por su acontecer y su sintomatología, el sujeto
da cuenta de que sus conflictos no son solamente de él, sino que son de su grupo
familiar”.
Nosotros pensamos que los conflictos de un sujeto están en relación con variables
más globales que comprenden, por lo menos, a su grupo familiar” y las instituciones
por las que atraviesa en su tránsito vital (3). O sea, que planteamos que su grupo
familiar y las instituciones delimitarán operativamente una globalidad más amplia por
la que cursa la vida de un sujeto y lo determina en la construcción de su subjetividad.
Abordaje Terapéutico
“Por lo que antecede es que nosotros realizamos nuestra intervención terapéutica
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“El enfoque pluridimensional permite reconstruir parte del contexto en el cual cobra
otro sentido la organización de la clásicamente llamada ‘enfermedad mental’.
Para nosotros, parte del trabajo estaría dado en delimitar, lo más exactamente
posible, cuál es ese otro contexto al cual nos vemos enfrentados, lo sepamos o no,
lo podamos abordar técnicamente o no, cuando estamos con un ‘paciente’.
“Es decir, que aquí se movilizan, ya no meramente aspectos teóricos y técnicos
vinculados a la psicopatología individual, grupal, familiar, etc., sino problemas
institucionales, epistemológicos, frente a los cuales esperamos tener la oportunidad
de polemizar, cuestionarnos y discutir.”
“Como se ve, nuestra direccionalidad apunta hacia una elaboración del contexto
latente, esto es nuevo, (que late y que se puede tornar “visible y palpable”) y no sólo
hacia lo explícito, ni a lo fenomenológico-descriptivo como meta final del trabajo
psicológico.”
“Por eso instrumentamos las estrategias terapéuticas de un caso clínico hacia un
lugar que está más allá de los sujetos, más que en el inconsciente “individual”: en la
latencia de las configuraciones psicopatológicas.
Reservamos la palabra Inconsciente para una categorización de lo individual, y
latencia para referirnos a elementos no conscientes (preconscientes o
inconscientes) sean grupales, institucionales, etc., conceptualizaciones que
desarrollamos en otro trabajo.
La necesidad de producir transformaciones “terapéuticas” en el contexto latente nos
lleva a movilizarnos con una instrumentación técnica abarcativa de la amplia gama
de unidades operativas en juego, como momentos de intervención en “profundidad”,
y simultáneamente, en la extensión del espacio más global en superficie y amplitud.
Espacio en realidad virtual, expresado en un polo, el del emergente, y con otro polo:
el de su relación con la dinámica latente. Por eso, la orientación de la intervención
en el proceso terapéutico sigue la línea de los emergentes considerados en su
causalidad recíproca.
Queremos decir que seguimos pensando al emergente como el momento del
discurso grupal que surge como parte de la problemática latente expresada a través
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psicoterapia de pareja. Otras veces, lo indicado fue comenzar con una psicoterapia
familiar para pasar luego a psicoterapia individual de uno de los integrantes,
particularmente de niños y adolescentes, y derivar a psicoterapia de pareja a los
padres.
Otras, en el curso de una psicoterapia individual efectuamos un psicodiagnóstico de
pareja con otro técnico, para luego realizar una psicoterapia combinada de un
paciente analizándose en forma individual y efectuando, simultáneamente, una
psicoterapia de pareja con otro terapeuta (el de psicodiagnóstico).”
“Otras veces, comenzamos con una psicoterapia individual combinada con
psicoterapia familiar y psicofármacos, particularmente con pacientes psicóticos
(Asistencia Combinada II).
Podríamos así, seguir desarrollando distintos enfoques técnicos con los cuales
abordamos distintos casos clínicos que, en este momento, preferimos no transcribir
por razones de tiempo y porque han sido y serán objeto de otros trabajos.
Lo que sí diremos es que los pasos estratégicos mencionados obedecen a una
teorización determinada y a recursos técnicos subordinados a ella, que fuimos
desarrollando en distintas comunicaciones científicas desde 1971 a la fecha. No
constituyen pasos arbitrarios, “caprichos técnicos” sino una comprensión desde una
perspectiva pluridimensional que requiere la utilización articulada de diferentes
técnicas psicoterapéuticas.
No alcanza con tener una sólida formación psicoanalítica para lograrlo, ni tampoco
una sólida formación como psicoterapeuta grupal, ni aún como psicoterapeuta
familiar. Es menester una integración particular de varias disciplinas sustentadas por
una base epistemológico-metodológica coherente con la concepción
pluridimensional, que permita un uso pertinente de los recursos técnicos.
Las limitaciones de otros enfoques en esta perspectiva lleva a que algunos autores
se planteen dilemáticamente, como alternativas excluyentes, psicoanálisis (o
psicoterapia psicoanalítica) individual o terapia familiar.
Si un paciente (niño, adolescente, o psicótico) no puede analizarse por interferencias
de los padres, o de la familia, o de la institución involucrada, algunos colegas indican
una psicoterapia familiar d’emblé (de entrada) precipitadamente, no respetando las
variadas maniobras de pasaje que articulan las distintas instancias en juego.”
“También observamos como otros profesionales indican la psicoterapia familiar
como el recurso omnipotente que permitirá solucionar los conflictos familiares y
psicopatológicos individuales.”
La Concepción Operativa de la Intervención Familiar no era, ni es, la solución de
alternativa para las lagunas que el psicoanálisis individual no aborda, ni a la inversa.
Sino que el centro del accionar terapéutico pasa por tratar de abordar el
funcionamiento latente según un ordenamiento que privilegiamos desde el ECRO,
quien, según el caso clínico, nos dará la sucesión estratégica de los pasos a seguir.
“Las indicaciones precisas fueron hechas, entonces, después de evaluar en el caso
clínico las posibilidades de los pacientes: culturales, intelectuales, económicas; la
disponibilidad de los técnicos, el esquema referencial, los horarios y las variables
institucionales (cuando era efectuada en la práctica hospitalaria, sanatorial, mutual
o de otra índole).”
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“Para nosotros, los elementos que de alguna manera abarcan los límites del conjunto
y la articulación de los factores involucrados en él, estarían dados por;
1. El grupo familiar.
2. La familia extensa ( o sea aquellas personas significativas que intervienen en la
familia y no sólo por los individuos que la componen).
3. La especificidad de los mecanismos de la latencia grupal familiar, distintos de
aquellos mecanismos inconscientes individuales abordables y descifrables en la
dinámica latente.
4. Los pasajes de un subgrupo a otro y la transformación de los mismos.
5. Los conflictos condensados, desplazados y actuados en el síntoma que se
manifiestan en los emergentes.
6. Las seudotransformaciones y posiciones defensivas adoptadas y actuadas por el
grupo a través de seudorrotaciones de conflictos, ansiedades y roles, posturas
“como si” producto de la racionalización y el formalismo que aluden a un
seudocambio.
7. La organización de las contradicciones en las cuales el conflicto dominante no
toma, por momentos, correspondencia entre su apariencia y las instancias
involucradas en el mismo.”
EN SUMA Nos planteamos el abordaje pluridimensional de las configuraciones
psicopatológicas y la necesidad de una estrategia terapéutica que comprenda las
distintas dimensiones de la misma, con técnicas, métodos y una ideología asistencial
común a los profesionales intervinientes.” No es el “vale todo”, ni la contraactuación
del terapeuta cuando no entiende qué sucede en su trabajo, ni sabe cómo hacer.
“Los obstáculos teóricos y técnicos para explicar ciertos fracasos terapéuticos por
parte de las concepciones psicopatológicas individualistas, nos llevó a plantear una
nueva dimensión, una problemática nueva, para cuya aproximación necesitamos un
planteo instrumental y estratégico distinto, en el cual los recursos técnicos, agotados
en la exploración vertical, aborden esta nueva dimensión de forma tal que no sea
una reproducción analógica de la ideología ni de la técnica individual y que explique
los mecanismos en juego”.
Sin embargo, por ahora en los comienzos de esa delimitación, sólo podemos dar
cuenta de algunas de sus características, desde el campo de la llamada ‘patología’,
a través de los emergentes que plantean y conformarían las aristas y contornos de
esa dinámica latente, conjuntamente con los determinantes institucionales y
sociohistóricos que atraviesan el campo de análisis.
Como corolario de ello, nos hemos planteado diferentes pasos en los tratamientos
de abordaje pluridimensional .
En ese enfoque, nuestro punto de vista parte de una globalidad situacional, grupal,
de un ser social, cuya articulación con el grupo conforma parte de las vicisitudes de
la técnica operacional.
Consecuentes con ello, sostenemos la necesidad de homogeneizar el proceso
terapéutico, que sus técnicas involucren el esclarecimiento de las formas de vida,
hábitos y costumbres de la vida cotidiana, que articulen los abordajes individuales,
grupales, institucionales y comunitarios por medio de un esquema referencial,
conceptual y operativo común entre los profesionales que abordan el campo.” Por
ahora, el que mejor contempla estas variables, es la Concepción Operativa de la
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tiene al sufrimiento psíquico por base y a su vez una elaboración teórica que da
cuenta o intenta dar de un posible devenir, o de una posible respuesta ante la
pregunta de aquel que sufre.
Las clínicas sedentarias son aquellas que refuerzan los circuitos del poder del
imaginario, que refrendan y que potencializan una repetición, la estereotipia, y
permiten por su acción tecnológica categorizar a los sujetos sufrientes, dominarlos
en una suerte de violencia simbólica y que promueven encierros reales, concretos o
simplemente encierros discursivos, tautológicos, que en última instancia no ayudan
en nada a los propios pacientes o a aquellos que sufren y que reclaman con su dolor
algún tipo de alivio, algún tipo de ayuda. Las clínicas sedentarias en realidad basan
su potenciación en esta suerte de naturalización de la estereotipia y la repetición,
con lo cual el análisis es un imposible.
El psicoanálisis como práctica terapéutica ha devenido sedentario y tiende a
repetirse al infinito, no hay escucha, no hay trabajo interpretativo, lo único que hay
es una suerte de hermenéutica que refrenda a si misma en una especie de tautología
al infinito.
El tiempo libre se ha transformado en una verdadera industria que sobre estimulando
a las subjetividades planetarias lo único que hace es exacerbar el propio consumo,
con lo cual uno se consume en tiempo libre y se consume en tiempo productivo.
Cuando el paciente habla y nos relata sus síntomas, en última instancia está dando
cuenta de un problema, como dice Deleuze, plantear el problema no es simplemente
descubrir, es inventar.
Hemos abandonado esa epistemología causal en donde hay un factor que origina
los problemas, sino que al revés, son muchos problemas que originan otros
problemas, estamos en un terreno de policausalidades y de complejidades en donde
la fuerza de la palabra interpretativa es una gestión de articular diferentes planos
lógicos productivos que no guardan una coherencia entre si, sino que la
característica esencial es la incoherencia.
No nos alcanza con la noción edipica, ni con la problemática de la relación temprana,
ni tampoco con la de la castración, sino que encontramos también el hecho que para
llenar la falta de un objeto protector o la falta de uno estructurante, simbolizante y
marcativo con cierta significancia, es que el sujeto cae en una adicción del otro, del
partenaire.
En este sentido consideramos que los proceso de socialización secundaria son tanto
o más importantes o son del mismo orden que esta socialización primaria, en el
entendido socialización primaria aquel derrotero que el psicoanálisis tanto ha
indgado.
En suma: hay que re-tecnologizar y modelizar al psicoanálisis.
Los trabajos de Pichon- riviere en cuanto al esquema de abordaje múltiple, esto es
individual, pareja, grupo y familia se puede armar un pool de trabajo en donde la
subjetividad está allí para poder desplegarse en los ámbitos y los puntos de fuga
provoquen sus pautas de conexiones, en donde el analizador habilite un espacio de
reflexión y de simbolización que permita la posibilidad del encuentro de una función
analítica. La función analítica se encuentra en función del vector de fuerza que marca
una demanda, que plantea un problema y que hay allí un agente, u otro, que está
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En los últimos años a partir de diversos trabajos de autores que hemos mencionado
y otras formas de modelos de abordaje: el tema de las redes sociales o de las
terapias en red Elkaim, Dabas, etc. lo que se puede visualizar es la potenciación
creadora que tiene el hecho de no quedarse agarrado como psicoterapeuta a una
técnica específica sino al manejo de múltiples técnicas.
Esto lleva a la noción de caja de herramientas instalada por Foucault en la década
de los 70, a partir del análisis genealógico en la conferencia que da sobre Nietzche.
Este enfoque permite distinguir lo que son modalidades sedentarias a nómades. Lo
nómade proveniente de Guattari y Deleuze, es una forma de ser, de devenir ser en
un plano de fuga y tránsito, de senderos que permanentemente determinan rutas,
ya que lo nómade se apropia de un sistema de tránsito, no de un espacio
territorializado sino de un efecto de desterritorialización en donde lo que se
especializa en realidad es una ruta, un sendero. De esos senderos es lo que son las
clínicas actuales.
En este sentido, la clínica debe ser móvil, no nómade, porque nómade implica la
articulación de un tránsito ya prefigurado. Pensar la clínica nómade es pensar a
nuestro entender también desde un punto de vista prefigurativo y preformado. Es
por eso que pretendemos hablar mejor de lo que es una clínica móvil, transhumante
y en tránsito. Por clínica móvil entendemos una clínica no desarrollada, no
taxonómicamente desarrollada ni genéticamente desarrollada, sino que por el
contrario una clínica en vías de desarrollo y de posible inscripción en la medida que
se adosa a problemáticas subjetivas y va pudiendo desarrollar micro espacios en las
estructuras mentales que permitan el desarrollo de una reflexión o el desarrollo
posible de una potenciación del devenir. En este sentido se trabaja con un esquema
multiterapéutico y con la articulación de diferentes referentes teóricos y de
articulaciones tecnológicas diferentes, puede ser el psicodrama, sociodrama,
esquizoanálisis, psicoanálisis, psicología social, teoría de los grupos, las
concepciones de Pichon, las dinámicas de grupo de Lewin, etc. la clínica móvil
implica entonces la construcción de un modelo de estructura cartográfica. No hay un
centro monocausal. El mapa cartográfico no tiene centro, es una red, y esto
permitiría entonces que el punto de la demanda contempla un nodo de la red, y ese
nodo tiene una serie de hilos de estructuras causales que deben de ser analizadas
y deben de ser desarrolladas por un trabajo, es muy semejante a la epistemología
dialógica y o intertextual inaugurada por M. Bajtin.
El nodo se caracteriza por lo siguiente: contiene una res-extensa, que se demarca a
partir de una serie de pautas de conexión de los siguientes elementos construyendo
un territorio de existencia: a- una población, b- instituciones y organizaciones, c- un
universo simbólico consistente –discursos políticos y folklóricos y c- discursos y
prácticas vinculares.
Esto implica que cualquier artefacto técnico, sea una terapia grupal, familiar, puede
de pronto devenir en otra cosa, una familiar puede devenir en pareja, una de pareja
en conjunto de parejas, una de conjunto de parejas en estructuras de técnica
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nuevos, que en teoría podrían ser muy buenos, pero que nadie del lugar pidió (y
crear grupos nuevos es algo que los(las) psicólogos sociales y otros profesionales
del área social tenemos por costumbre). Para trabajar de manera más útil -y
enraizada, diría Keleman-, Spink propone pasar un buen tiempo conociendo lo que
hay: el lugar, sus organizaciones, sus iniciativas formales o informales, sus formas
de funcionamiento, sus maneras de hablar, las personas que viven o trabajan allí,
sus historias y acciones, sus deseos y necesidades. Esto último puede ayudar a
redescribir la “constitución del equipo” que va a trabajar, porque que a veces sí es
pertinente que sea negociado e instituido, pero a veces ya está constituido (o se
formaliza para “incluir” al agente externo o “contentarlo”) y otras veces es una
iniciativa mucho más informal y difusa que la “constitución del equipo” propuesta en
la psicología comunitaria.
Si traducimos a Spink en clave psicosocial comunitaria, la familiarización, que según
Montero (1994) sería la primera fase de la investigación-acción participante, puede
ser más lenta y profunda, siguiendo algo así como lo que propone el movimiento
“slow food” versus el “fast food”: disponer de tiempo para conocernos más,
acercarnos más y así trabajar mejor y construir relaciones afectivas, porque si
nuestras maneras de relacionarnos construyen la estructura social y viceversa
(Arango, 2003), para cambiar nuestras sociedades debemos cambiar también las
formas de relacionarnos, y para eso nos tenemos que conocer más. Inclusive
cuando tenemos poco tiempo para realizar el proyecto, debido a limitaciones
institucionales o de otra índole, se puede trabajar menos tiempo siguiendo los
mismos principios. Igualmente, aunque una iniciativa tenga años, en tiempos de
crisis es necesaria una familiarización más intensa, para estrechar los lazos entre
las personas e implicarse más con el proyecto.
No pretendo que todos los psicólogos comunitarios tengan que bailar, ni mucho
menos, pero sí me interesa destacar la dimensión corporal que ha comenzado a ser
rescatada en la psicología social apenas a partir de mediados de los años 90. Me
interesa que, cuando sea el caso, se pueda considerar la danza como una
posibilidad de trabajo y no como una actividad menor, banal o meramente recreativa.
Es vital defender la danza y la conversación como dos momentos del mismo proceso
y concretar la “traducción” de lo que la danza nos trae para que vayamos aclarando
lo que nuestros movimientos y gestos nos expresan y lo que la danza nos puede
proporcionar.
La detección de necesidades, como bien dice Martínez (2009), puede redefinirse si
la entendemos como una red de conversaciones para entender los deseos de la
gente con quien trabajamos y de nosotros mismos, basándose en las
potencialidades de la gente en vez de en sus carencias. La sensibilización, al
hacerse un concepto más cotidiano, implica que nos afectemos ante pequeñas
cosas, pequeñísimas cosas, y eso puede cambiar nuestras visiones y acciones:
hacer la tarea con las niñas bajo un árbol, almorzar con alguien del lugar que nos
invitó a su casa, conversar mientras salimos del barrio en autobús, barrer, limpiar,
fregar o cocinar conjuntamente, bailar juntas, respirar juntas, intercambiar
confidencias, convivir más. Es la sensibilización de todos los involucrados(as) y se
da de formas distintas para cada quien, formas que necesitamos expresar y
escuchar, y hacemos eso conversando a medida que actuamos juntas
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cotidianamente.
En ese sentido, la priorización y las realizaciones pueden ocurrir de formas
determinantes en momentos clave del proceso, pero también pueden darse día tras
día, cuando priorizamos parar de bailar y conversar sobre la frustración por la gente
que no viene, o sobre las dificultades con los hijos o la pareja, o sobre las alegrías
de la fiesta comunitaria organizada la semana anterior, o sobre la vecina que está
presa y dejó a su bebé sin leche materna.
¿Cómo podemos usar la IAP incorporándole propuestas metodológicas más
“sueltas” cuando sea necesario? Dentro del marco metodológico del campo-tema
(Spink, 2003), y con base en la formación teórico-metodológica de la IAP, propuse
un método de trabajo llamado provisoriamente “trueque constructivo” (León Cedeño,
2006, 2007), que se refiere a apoyar la autoorganización de colectivos trabajando
conjuntamente con ellos y ayudándolos en lo que nos sea posible y a ellos les
interese. El trueque constructivo se construye en tres principios: ayudar sin estorbar,
trabajar por intercambio y ayudar a fortalecer la red afectiva de los colectivos hasta
donde éstos juzguen pertinente. Tales principios se han mostrado útiles en este
curso de danza y en el trabajo conjunto con diversos colectivos de diferentes lugares
geográficos.
Epistemológicamente, el trueque constructivo es harawayano: responde a que
conocemos en el encuentro entre posiciones, trabajando conjuntamente. Ahora bien,
en la práctica esto puede implicar formas tan variadas que tal vez sea inútil e
incoherente querer esbozar una receta. Y tal vez no no haga falta, porque la
propuesta no lineal de fases de la IAP es muy útil (nos sirven como guía de acción
a muchos profesionales) y puede ser “cotidianizada”: con la idea de una
familiarizacion más larga, esa propuesta se resitúa parcial o enteramente,
dependiendo de cada caso. Pero el trueque constructivo y sus tres principios pueden
permear todo el proceso, más allá de si se siguen o no las fases de la IAP y más allá
de las actividades realizadas y de las particularidades de cada experiencia, porque
es una forma de trabajo flexible que responde a una epistemología comprometida,
traducida en acciones concretas y situadas.
Quiero una Psicología Social desde la entrega, desde las conexiones parciales,
desde la acción conjunta; una psicología libertaria que busque la transformación
social que es también personal, que se enraiza en el cuerpo y en lo cotidiano, en las
formas como conversamos, escuchamos y sustentamos físicamente las
consecuencias de nuestras palabras. Y los principios psicosociales comunitarios nos
ayudan, más aún revisitados una y otra vez; pero los tres principios metodológicos
del trueque constructivo atraviesan toda esta discusión; los sigo y pueden parecen
obvios pero aquí son fundamentales: ayudar sin estorbar, trabajar por intercambio y
ayudar a fortalecer la red afectiva de los colectivos hasta donde ellos juzguen
pertinente. Si escuchamos a la gente con quien trabajamos, ellos nos indicarán cómo
podemos trabajar de forma ética y útil para crear cada vez más espacios de vida
intensa y resistencia.
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ver afectados sus intereses como grupo. Se asume que existen diferentes grupos
sociales y que estos tienen intereses diferentes y a veces contrapuestos.
Para estas dos posturas las condiciones sociales son externas al conocimiento que
podamos tener de ellas. En el primer caso, estas condiciones pueden ser definidas
a parir del conocimiento objetivo y en el segundo caso, estas condiciones pueden
ser erigidas como problema por la conciencia de un grupo social influyente. En
ambos casos la definición está hecha desde un grupo social que valora una
condición dada como problema, bien sea científicos (conocimiento objetivo) o grupo
social (conocimiento relativo a intereses).
Ambos parten del supuesto de que las condiciones sociales están en la realidad y
que es posible determinarlas, conocerlas y tener conciencia de ellas como problema,
la diferencia fundamental solo se expresa en que grupo social la propone como
relevante en un momento dado y en la influencia que pueda tener este grupo social
en movilizar recursos para su solución.
Ambos modelos se basan en ciertas premisas:
2. Que estas condiciones pueden ser convertidas en problema visible por parte de
grupos de presión o instituciones (movimiento sociales, políticos, científicos)
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estas posturas.
Las perspectivas participativas no se plantean una transformación radical del
sistema, sino intervenciones con grupos y comunidades para lograr su
concientización y su participación en los asuntos que eles aquejan. Aunque el
problema se ubica en la totalidad de la sociedad, la solución está situada en ámbitos
concretos de dialogo entre quienes intervienen y quienes son intervenidos.
La representación de la realidad Vivian Burr hace un recuento de las premisas
fundamentales que sostiene el sociocontruccionismo: 1. Una actitud crítica hacia el
conocimiento dado por sentado. 2. La especificidad histórica y cultura del
conocimiento. 3. Que el conocimiento es sostenido por los procesos sociales. 4. Que
las descripciones o construcciones del mundo sostienen algunos patrones de acción
social y excluyen otros.
El construccionismo social rechaza que el conocimiento sea una percepción directa
e la realidad. No hay maneras en las que la realidad pueda ser percibida
objetivamente.
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En todos los casos, las estrategias será distinta pero siempre supone transitar por la
construcción de un vínculo para posibilitar el desarrollo de un trabajo.
Conceptos claves para posibilitar el análisis hay cuatro términos, deben ser
abordado: necesidades, pedido, demanda y encargo
Necesidades
El proceso de identificación de necesidades por parte de los propios actores
comunitarios resulta un momento clave para la explicitación de los problemas a
abordar.
Montero, las necesidades pueden clasificarse en normativas o inferidas y sentidas.
En el primer caso, las necesidades surgen de la comparación que un agente externo
realiza entre la realidad y un canon preestablecido. Las necesidades sentidas son
las propias personas que las manifiestan explícita o implícitamente.
Desde la perspectiva de la psicología comunitaria la cuestión no pasa por la “verdad”
de las necesidades así definidas, sino por su condición de existencia para los que
en definitiva serán sujetos de la intervención.
Max Neff, las necesidades serian universales, de número limitado y clasificables, los
satisfactores serian objeto de múltiples satisfacciones históricas y culturales. Las
necesidades según criterios existenciales (ser, tener, hacer y estar) y axiológicos
(subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación,
identidad, libertad)
Pedido. La autopercepción de las necesidades supone que las personas nos
podamos reconocer como carentes.
MaxNeff la necesidad es potencialidad en tanto se constituye en un motor que nos
pone en movimiento para buscar su satisfacción y para pedir ayuda cuando la misma
se hace necesaria. La explicitación del deseo de satisfacer las necesidades y de
resolver los problemas con la ayuda de otro, se constituye en la formulación de un
pedido. El pedido es entonces la explicitación de la necesidad de ayuda, dirigida a
quien o quienes se cree podrán responder a la misma.
Demanda. Proceso de construcción de la demanda.
A partir de la explicitación del pedido, será necesario entonces abrir el juego de la
construcción de la demanda.
La demanda no puede ser entendida sin considerar su relación con la oferta, es
desde esta última que la primera puede desplegarse.
Cuando existe un pedido explicito, el mismo se genera desde la idea de que alguien
puede darle respuesta.
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