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Universidad Nacional Mayor de San Marcos

From the SelectedWorks of Marco Andrei Torres Maldonado

2013

Análisis de la enfermedad grave de transmisión


sexual como causal de divorcio
Marco Andrei Torres Maldonado, Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Mario Castillo Freyre

Available at: https://works.bepress.com/marcoandreitorresmaldonado/3/


Análisis de la enfermedad grave de transmisión
sexual como causal de divorcio(*)

Mario CASTILLO FREYRE(**)


Marco Andrei TORRES MALDONADO(***)

INTRODUCCIÓN
Hace siglos Carlo Magno dijo que el hombre es un ser conyugal.
Este fundamento radica en el hecho de que el hombre, como ser social,
no solo tiende a unirse en comunidades parentales, sino también con otro
individuo del sexo opuesto con el objetivo de desarrollarse. En ambos
casos, el Derecho reconoce estas uniones, vinculando la primera con la
familia y la segunda con la institución del matrimonio. Esta es la razón
por la cual la relación antagónica matrimonio-divorcio fue promovida
y promocionada por el Derecho natural.

(*) El respondió: “¿No habéis leído que el Creador, desde el comienzo, los hizo varón y hem-
bra, y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y
los dos se harán una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues
bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre”. Mateo 19:4-6.
(**) Magíster y doctor en Derecho, abogado en ejercicio, socio del estudio que lleva su nombre.
Profesor principal de Obligaciones y Contratos en la Pontificia Universidad Católica del Perú
y en la Universidad Femenina del Sagrado Corazón. Catedrático de las mismas materias
en la Universidad de Lima. Miembro de número de la Academia Peruana de Derecho.
(***) Miembro del Taller de Derecho Civil “José León Barandiarán” de la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos (UNMSM). Asistente de cátedra de Derecho Civil, en los cursos
de Derecho de las Personas, Acto Jurídico y Derecho de las Obligaciones en la UNMSM,
Universidad San Ignacio de Loyola y Universidad Inca Garcilaso de la Vega. Asistente legal
del Estudio Mario Castillo Freyre.

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Mario Castillo Freyre / Marco Andrei Torres Maldonado

Ashley Montagn, en tal sentido, indica que “el matrimonio puede


definirse mínimamente como la unión social conformada entre el va-
rón y la hembra que entran en la presunción de permanencia”(1). Pero
la indisolubilidad del matrimonio no ha de ser entendida como una re-
gla general o absoluta, pues la unión conyugal puede debilitarse y de-
jar de cumplir sus fines, de allí que el Derecho haya creado el divorcio,
como medio para poner fin al matrimonio, conjuntamente con la muer-
te o acto divino.
Uno de estos supuestos de divorcio que regula nuestro Código Ci-
vil vigente es la denominada enfermedad grave de transmisión sexual.
Al respecto, nos centraremos en un estudio preliminar acerca de la sim-
biosis entre persona, familia y matrimonio, luego, el surgimiento del di-
vorcio y el desarrollo de sus causales. Una de estas se fundamenta en
las enfermedades graves de transmisión sexual. Sobre esta última, ana-
lizaremos su fundamento legal, concordándolo con la doctrina y juris-
prudencia nacional y extranjera. Esto conlleva al análisis de la trascen-
dencia de la eugenesia en el matrimonio y el fin que tuvo el legislador
en la protección del cónyuge sano y los –potenciales– descendientes.
Hoy tendemos a una relativización del vínculo matrimonial; cada
vez los matrimonios duran menos, los amores son más fugaces. Defini-
tivamente, como afirmaba Woody Allen, “algunos matrimonios acaban
bien; otros, en cambio, duran para toda la vida”.

I. PERSONA, FAMILIA Y MATRIMONIO: ¿LA BÚSQUEDA


DE LA PERMANENCIA?
El hombre, por antonomasia, es un ser social. Su instinto lo lleva
a relacionarse, a compartir, siendo propenso a la integración con el te-
los de satisfacer necesidades tanto de orden material como inmaterial.
La socialización es un proceso mediante el cual el hombre adopta pa-
trones socioculturales de su medio ambiente y los integra a su persona-
lidad para adaptarse a la sociedad.

(1) MONTAGN, Ashley. Humanización del hombre. Ed. Tiempo Nuevo, Caracas, 1962, p. 143.

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La enfermedad grave de transmisión sexual como causal de divorcio

En opinión de Fernández Sessarego, “La filosofía de la existen-


cia nos muestra que solo se puede aprehender al ser humano en una di-
mensión coexistencial, en comunicación con los demás, en comunidad.
La vida sin los otros es un imposible existencial, una pura abstracción
sin correlato en la realidad. El ser humano está abierto hacia los ‘otros’,
y se realiza con ellos. Existir es estar en el mundo, con los otros y las
cosas, por lo que la exteriorización del mundo no es un simple factum
sino la estructura ontológica formal del ser humano”(2). El actuar huma-
no está destinado a generar reacciones en terceros de tal manera que es-
tos le ayuden a conseguir las metas que le serían imposibles de viabili-
zar en solitario.
Esta tendencia surge con la familia, un conjunto de personas vin-
culadas sanguínea y afectivamente, que constituye la base de todo gru-
po humano, ya que, por ejemplo, la primera necesidad de una persona
es tener una madre (sea biológica o adoptiva) que le alimente y prote-
ja. Las familias congregadas forman la sociedad y la organización de la
misma determina el Estado. De la correspondiente progresión –perso-
na, familia, sociedad, Estado– se dan las interrelaciones y vínculos en-
tre los individuos. Estos lazos son de diversa índole, siendo a la vez in-
herentes y necesarios.
Bien señala Santos Cifuentes(3) que desde que el hombre se relacio-
na con otros valora la vida y los creados en ella “todo lo que vale para
ti, ha de valer para mí, porque yo sé bien lo que me vale pero también
lo tuyo ya que nos necesitamos mutuamente”. Es por ello que la convi-
vencia social debe ser normada, regulada, juridizada, a efectos de ga-
rantizar el pleno desarrollo del individuo. Este vivir, entendamos vivir
social, genera que el hombre se configure como persona con la finali-
dad de ser reconocido técnicamente por el Derecho. En ese sentido, la

(2) FERNÁNDEZ SESSAREGO, Carlos. Derecho y persona: Introducción a la Teoría del


Derecho. 4ª edición, Grijley, Lima, 2001, p. 81.
(3) CIFUENTES, Santos. Derechos personalísimos. 2ª edición, Astrea, Buenos Aires, 1995,
p. 1. “En la realidad se da siempre ‘el hombre con el hombre’. La categoría ‘entre’ es
tan primaria como el yo o como el tú y, por eso, nos aproximamos ‘a la respuesta de la
pregunta’ ¿qué es el hombre? Si acertamos a comprenderlo como una dialógica, en cuyo
‘estar dos en recíproca presencia’ se realiza y se reconoce cada vez el encuentro del ‘uno’
con el ‘otro’”. BUBER, Martín. ¿Qué es el hombre? Fondo de Cultura Económica, México,
1949, p. 150.

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sociabilidad es un presupuesto esencial de la persona, por lo que no es


posible concebir un hombre abstraído.
Ahora bien, la familia es el grupo de personas emparentadas entre
sí que viven juntas, lo que implica que más que un componente jurídico
es una institución que ha sido reconocida por el Derecho como un re-
querimiento social del hombre, en la que satisface sus necesidades me-
diante la convivencia.
A los fines de conceptualizar la institución familia, Zannoni la ha
comprendido en tanto “conjunto de personas entre las cuales existen vín-
culos jurídicos, interdependientes y recíprocos, emergentes de la unión
intersexual, la procreación y el parentesco”(4). La familia es un grupo so-
cial primario de individuos unidos por lazos consanguíneos, de afinidad
o de matrimonio, que interactúan y conviven permanentemente mante-
niendo en forma común y unitaria relaciones personales directas. Po-
seen formas de organización y acciones tanto económicas como afecti-
vas con el compromiso de satisfacer necesidades mutuas y de crianza,
y comparten factores biológicos, psicológicos, sociales y culturales que
puedan afectar su salud individual y colectiva.
La familia, como una organización social, ha perdurado a lo largo
de toda la historia de la humanidad; sin embargo, ha ido sufriendo cam-
bios en su composición y estructura como consecuencia del desarrollo
social. La familia no es la misma de antes, ni se mantendrá como está en
el futuro. Existen teorías que tratan de justificar el ocaso de la familia y
el surgimiento de nuevas organizaciones sociales, pero llegar a tanto no
es dable. Lo que sí resulta indiscutible es la necesidad de reconocer las
variantes que en esta materia han surgido. El divorcio mediante causa-
les representa un ejemplo de lo mencionado, el mismo que tiene como
presupuesto al matrimonio.
La reflexión sobre el matrimonio en Occidente ha de partir del ma-
trimonio canónico que ayuda a perfilar su núcleo. El Derecho Canónico
ha determinado las instituciones más importantes del Derecho de Familia

(4) ZANNONI, Eduardo. Derecho Civil: Derecho de Familia. 2ª edición, Reus, Madrid, 1972,
p. 7.

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La enfermedad grave de transmisión sexual como causal de divorcio

puro y, especialmente, el matrimonio(5). El matrimonio es tan antiguo


como el propio hombre. Conceptualizado sociológicamente, el matri-
monio es la institucionalización de las relaciones cuyo sustento está en
la unión intersexual reconocida por ley. Para el Derecho, tratando de no
alejarnos de las concepciones del Código Civil peruano es un acto jurí-
dico especial(6) que celebran dos personas de sexos complementarios con
la finalidad básica de hacer vida en común, procrear y educar a sus hijos.
El matrimonio ha sido la institución por excelencia que ha reforza-
do aquella idea tradicional de familia, erguida sobre los pilares del pa-
rentesco, la convivencia y la sexualidad (heterosexual). Asimismo, exis-
te unanimidad en que, es mediante el matrimonio, que se garantiza la
estabilidad y permanencia de la familia. No obstante, esas ansias en una
búsqueda de permanencia del matrimonio –lastimosamente– muchas ve-
ces se ve interrumpida por diversos factores, que han sido agrupados en
una categoría mayor como lo es el divorcio.

II. EL DIVORCIO COMO DISOLUCIÓN DEL VÍNCULO MA-


TRIMONIAL: LA GÉNESIS DE UNA REALIDAD
El divorcio es una creación del Derecho. Surge por el cuestionamien-
to enraizado de que solo la muerte disuelve el vínculo matrimonial(7), lo

(5) CASTÁN TOBEÑAS, José. Derecho Civil español, común y foral: Derecho de Familia.
Tomo V, Reus, Madrid, 1976, p. 40.
(6) Diversos han sido los criterios expuestos para explicar la naturaleza jurídica del matrimonio,
que no es el caso discutir detalladamente; solo decimos que se le estudia como institución,
como acto jurídico especial, como acto jurídico mixto, como contrato ordinario, como
contrato de adhesión y como negocio jurídico. Sin perjuicio de que el derecho Canónico
regule el matrimonio como contrato y, desde luego, como sacramento, nos interesa ob-
servarlo como un acto jurídico especial. Trabucchi lo estudia como un negocio jurídico,
es decir, como acto de autonomía privada con la intención de producir ciertos efectos
jurídicos (derechos y obligaciones) que los contrayentes pretenden. TRABUCCHI, Alberto.
Instituciones de Derecho Civil. Vol. I, Derecho Privado, Madrid, 1967, p. 274.
(7) Una cita de la literatura mundial nos dice al respecto: “Si todos los que bien se quieren se
hubiesen de casar –dijo don Quijote–, quitaríase la elección y jurisdicción a los padres de
casar sus hijos con quien y cuando deben, y si a la voluntad de las hijas quedase escoger los
maridos, tal habría que escogiese al criado de su padre, y tal al que vio pasar por la calle,
a su parecer, bizarro y entonado, aunque fuese un desbaratado espadachín: que el amor
y la afición con facilidad ciegan los ojos del entendimiento, tan necesarios para escoger
estado, y el del matrimonio está muy a peligro de errarse, y es menester gran tiento y
particular favor del cielo para acertarle. Quiere hacer uno un viaje largo, y si es prudente,
antes de ponerse en busca alguna compañía segura y apacible con quien acompañarse:

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que resulta antagónico dado que el matrimonio, al surgir de la voluntad,


debería terminar de las misma forma, es decir, de manera deliberada.
El divorcio es la ruptura total y definitiva del vínculo matrimonial,
fundada en cualquiera de las causales previstas taxativamente por el or-
denamiento jurídico. Para que surta efectos debe ser declarado expresa-
mente por el órgano jurisdiccional competente, previo proceso inicia-
do por uno de los cónyuges. Según esto, puede decirse que el divorcio
es la disolución legal y judicial del matrimonio, con carácter definiti-
vo. En esa línea de ideas, Colin y Capitant señalan que: “El divorcio es
la disolución del matrimonio, viviendo los dos esposos, a consecuencia
de una decisión judicial dictada a demanda de uno de ellos o de uno y
otro, por las causas establecidas por la ley”(8). Esto es lo que se denomi-
na divorcio vincular, y consiste en la disolución total, definitiva y per-
petua del nexo conyugal.
Un sector de la doctrina tomó en consideración las bases del De-
recho Canónico en el que el matrimonio podía ser declarado inválido,
como consecuencia de vicios, al momento de su celebración. Por la mis-
ma razón, frente a casos especiales era de necesidad permitir la termi-
nación de la unión conyugal por diferencias conyugales, que impidan
la continuidad del matrimonio. Por su naturaleza institucional, rígida e
indisoluble, el matrimonio amerita que la ley contemple casos de ter-
minación excepcionales, decretados previa probanza por el juez, quien

pues ¿por qué no hará lo mesmo [sic] el que ha de caminar toda la vida, hasta el paradero
de la muerte, y más si la compañía le ha de acompañar en la cama, en la mesa y en todas
partes, como es la de la mujer con su marido? La de la propia mujer no es mercadería
que una vez comprada se vuelve o se trueca o cambia, porque es accidente inseparable,
que dura lo que dura la vida: es un lazo que, si una vez le echáis al cuello, se vuelve en
el nudo gordiano, que, si no le corta la guadaña de la muerte, no hay desatarle”. Cfr. El
ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Parte 2da. Capítulo XIX, cit. en parte por
CASTAÑEDA, Jorge Eugenio. El Derecho en el Quijote. Universidad Nacional Mayor
de San Marcos, Lima, 1975, p. 16.
(8) COLIN, Ambroise y CAPITANT, Henri. Curso elemental de Derecho Civil. Tomo I,
2ª edición, Reus, Madrid, 1941, p. 416. De igual manera, los Mazeaud han definido al
divorcio como la ruptura del vínculo conyugal, pronunciada por los tribunales en vida
de los esposos, a demanda de uno de ellos o de ambos. MAZEAUD, Henri, Léon y Jean.
Lecciones de Derecho Civil. Parte 1, tomo IV, Europa-América, Buenos Aires, 1959,
p. 369. El divorcio disuelve el vínculo del matrimonio y deja a los cónyuges en aptitud
de contraer otro. Podrá solicitarse por uno o ambos cónyuges cuando cualquiera de ellos
lo reclame ante la autoridad judicial manifestando su voluntad de no querer continuar
con el matrimonio.

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La enfermedad grave de transmisión sexual como causal de divorcio

como funcionario del Estado asume una función decisiva en la conti-


nuidad matrimonial(9).
En tal sentido, Díez-Picazo y Gullón(10) nos dicen que el divorcio es
una decisión del Estado dictada en sus tribunales, previa acción y pro-
ceso contradictorio, dado que no puede existir un derecho individual y
libérrimo de la persona a la recuperación de su libertad, pues ello sería
semejante a los repudios: tampoco es posible un divorcio por decisión
unilateral, es necesario apoyarse en una causa legítima tipificada. En
base a ello, se ha señalado a nivel jurisprudencial que “El divorcio con-
siste en la disolución definitiva del vínculo matrimonial declarada judi-
cialmente al haberse incurrido en alguna de las causales previstas por la
ley, poniéndose fin a los deberes conyugales y a la sociedad de ganan-
ciales, si es que los cónyuges optaron por dicho régimen patrimonial”(11).
Consideramos que el divorcio o disolución del vínculo matrimo-
nial es un tema arduo para investigar. Se presenta como un hecho gene-
rador de consecuencias sociales determinantes. Esto es demostrado por
las estadísticas. Según Fernández Baca(12), el 40% de los divorcios en
Estados Unidos ocurre antes del quinto año de matrimonio, y la separa-
ción de cuerpos precede generalmente al divorcio por el lapso de uno o
dos años. Así las tasas de divorcios son más altas durante los primeros
años y los divorcios tardíos son muchos menos frecuentes, pues el capi-
tal acumulado se hace más valioso si el matrimonio permanece intacto.

(9) VARSI ROSPIGLIOSI, Enrique. Tratado de Derecho de Familia: Matrimonio y uniones


estables. Con la colaboración de Marianna Chaves y Claudia Canales. Tomo II, Gaceta
Jurídica, Lima, 2011, p. 319.
(10) DÍEZ-PICAZO, Luis y GULLÓN, Antonio. Sistema de Derecho Civil. Vol. IV, 5ª edición,
revisada y puesta al día, Tecnos, Madrid, 1990, p. 115.
(11) Casación Nº 2239-2001-Lima, Sala Civil Permanente de la Corte Suprema de Justicia
de la República, El Peruano, 31 de enero de 2003. De la misma manera, se ha indicado
“Que, por la institución del divorcio uno o ambos cónyuges de acuerdo a ley pueden acu-
dir al órgano jurisdiccional a fin de que se declare la disolución del vínculo matrimonial
civil existente entre ellos, conforme es de entenderse del artículo 384 del Código Civil,
concordado con los artículos 349, 333 y 354 de ese mismo texto normativo”. Casación
Nº 1358-05-Lima, Sala Civil Transitoria de la Corte Suprema de Justicia de la República,
El Peruano, 30 de octubre de 2006.
(12) FERNÁNDEZ BACA, Jorge. “Sexo, divorcio y machismo”. En: Apuntes 30. Primer
semestre, Lima, 1992, p. 19.

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En nuestro medio, ochenta mil matrimonios se realizan en promedio


cada año, según las estadísticas del INEI, y en Lima está más del 30%.
Ahora bien, 50% es la cifra del aumento de divorcios en nuestro país en
los últimos diez años. Las bodas solo aumentaron en 1.25%. A diferen-
cia de las cifras extranjeras, 42.5 años es la edad promedio de las pare-
jas que se divorcian. No obstante, en décadas anteriores esta cifra era de
47.5 años, lo cual pone en evidencia una merma en la edad para recurrir
a esta forma de disolución del vínculo matrimonial.
Nadie pone en duda que cuando dos personas que están casadas de-
sean continuar la relación, lo sigan haciendo, y eso es positivo para los
hijos. La disyuntiva se genera cuando tal objetivo, la idea de seguir com-
partiendo la vida en común por parte de los adultos, se perdió. ¿Qué es
más beneficioso para los hijos en este contexto de desavenencia, ruptu-
ra y desamor? Es aquí cuando la figura del divorcio vincular cobra vir-
tualidad, y se convierte en una respuesta adecuada y precisa por parte
del ordenamiento jurídico(13).
Eso es así a punto tal que se ha afirmado la existencia de un “dere-
cho al divorcio”. Al comentarse la reforma francesa introducida por la
ley del 26 de mayo de 2004, se afirma que, de este modo “el legislador
reconoce un auténtico derecho al divorcio que viene a incrementar la lar-
ga lista de derechos subjetivos recientes”. Agregándose que: “La consa-
gración del derecho al divorcio confiere un nuevo impulso a la volun-
tad de descasar ya sea recíproca o aislada, la voluntad adquiere un papel
mayor dentro de los supuestos de divorcio”(14).
En síntesis, a la luz de la doctrina internacional de los derechos
humanos, y tal como acontece en la casi totalidad de países, el divor-
cio merece ser considerado una institución tradicional dentro del Dere-
cho de Familia, al respetar, entre tantos otros derechos, el derecho a la

(13) HERRERA, Marisa. “Una mirada crítica y actual sobre el divorcio vincular en el Mercosur
y países asociados a la luz de los Derechos Humanos”. En: Revista de Derecho Privado,
edición especial, 2012, p. 207.
(14) PETERKA, Natalie. “El divorcio francés tras la ley del 26 de mayo de 2004. Un divorcio
bajo la influencia de la voluntad”. En: LASARTE, Carlos. Familia, matrimonio y divorcio
en los albores del siglo XXI. Jornadas Internacionales sobre las Reformas de Derecho de
Familia, Ponencias y Comunicaciones. Madrid, 27-29 de junio de 2005. IDADFEUNED
- El Derecho Editores, 2006, p. 19.

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La enfermedad grave de transmisión sexual como causal de divorcio

libertad, a la autonomía, a la intimidad, a formar una nueva familia y al


desarrollo de la personalidad. Surge aquí un interrogante ¿Y dónde que-
da la trascendencia del “interés superior del niño”? Consideramos que
también es perfectamente compatible. Brena Sesma señala, al respecto,
que: “El divorcio no puede ser considerado bueno o malo en sí, pues no
es más que la manifestación legal de la real ruptura del matrimonio”(15).
Se ha llegado a demostrar que la permisibilidad o aceptación del
divorcio facilita a los contrayentes una decisión pensada y libre, hecho
este que se limita en aquellos países en los que no se admite la diso-
lución matrimonial. En estos últimos, los contrayentes piensan (o me-
jor dicho reflexionan más) en la formalización del vínculo conyugal in-
disoluble. De esta manera, los índices de parejas casadas son menores
que en los primeros países que admiten el divorcio. Por duro que parez-
ca, es la realidad(16).

III. UNA APROXIMACIÓN SOBRE LAS CAUSALES DE


DIVORCIO
Las causales son conductas antijurídicas que atentan contra la paz
conyugal. Es todo acto u omisión imputable al cónyuge que daña la con-
fianza y respeto matrimonial, permitiendo al cónyuge inocente utilizarla
como sustento para requerir la disolución del vínculo matrimonial. Las
causales o causas por las cuales un juzgado puede otorgar un divorcio,
se denominan comúnmente las “causales” para el divorcio, que, grosso
modo, no son más que presupuestos de hecho, cuya verificación el or-
denamiento jurídico vinculará con un determinado efecto jurídico, esto
es, el cese del matrimonio.
“Para determinar el concepto de causa de separación personal o
divorcio vincular es necesario delimitar las nociones de hecho y causa.
En ese sentido, es necesario tener en cuenta que la causa de separación

(15) BRENA SESMA, Ingrid. Derechos del hombre y de la mujer divorciados. Instituto de
Investigaciones Jurídicas, México, 2000, p. 3. De manera muy similar se ha manifestado
que: “El divorcio no es la experiencia más perjudicial para el niño. Un matrimonio infeliz
que no se divorcia puede ser mucho más dañino”. KRANTZLER, Mel. Divorcio creador.
Extemporáneos, México, 1975, p. 35.
(16) VARSI ROSPIGLIOSI, Enrique. Divorcio, filiación y patria potestad. Grijley, Lima, 2004,
p. 19.

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personal o de divorcio vincular, jurídicamente relevante, no es sino el


marbete o etiqueta destinada a colocarse sobre cierto tipo de acciones
perturbadoras del orden conyugal”(17). Consideramos que toda causal de
divorcio involucra un hecho antijurídico, en tanto importa la violación
de deberes emergentes del matrimonio, dando lugar a una sanción civil
que se expresa mediante un divorcio.
Las causas del divorcio son, claro está, posteriores a la celebración
del matrimonio y siempre han estado específicamente determinadas; por
ello se le denomina divorcio causal o necesario. El sistema jurídico solo
considera que son causas de divorcio las que por su gravedad impiden
la convivencia normal de ambos cónyuges.
Es necesario mencionar que estos presupuestos normativos se rigen
por los principios de taxatividad, gravedad, invocabilidad, no exclusión
entre sí, acreditación probatoria y referencia a hechos posteriores al ma-
trimonio y el de no absorción de una causal por otra(18). Asimismo, son
de orden expreso, taxativo, pues solamente pueden invocarse las causa-
les expresamente establecidas por el sistema jurídico.

IV. LA ENFERMEDAD GRAVE DE TRANSMISIÓN SEXUAL


COMO PRESUPUESTO DE HECHO PARA LA DISOLU-
CIÓN DEL MATRIMONIO
1. Matrimonio y eugenesia
La eugenesia se propone el mejoramiento del hombre y la mujer
merced al conocimiento de los mecanismos de la herencia descubierta
por Gregor Johann Mendel. Para Sir Francis Galton, fundador de esta
disciplina, el objeto de la misma consiste en el estudio de los factores

(17) PLÁCIDO V. Alex E. Divorcio: Reforma del régimen de decaimiento y disolución del
matrimonio. Gaceta Jurídica, Lima, 2001, p. 42. Según el citado autor: “Las causas de se-
paración personal o de divorcio vincular son supuestos de hecho que, en definitiva, implican
una grave violación de los deberes del matrimonio”. PLÁCIDO V. Alex E. Ob. cit., p. 43.
(18) “Las causales de divorcio son autónomas al estar reguladas taxativamente en la Ley Civil;
por tanto los mismos hechos no pueden sustentar dos o más causales, que al respecto, si
bien, la imposibilidad de hacer vida en común es comprendida como una casual inculpatoria
genérica, esta incorpora supuestos distintos a los incursos en las otras causales específicas
de divorcio”. Casación Nº 212-2006-Lima, Sala Civil Transitoria de la Corte Suprema de
Justicia de la República.El Peruano, 31 de julio de 2006.

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La enfermedad grave de transmisión sexual como causal de divorcio

sociales que pueden mejorar o debilitar los caracteres hereditarios de las


generaciones futuras. Díaz de Guijarro define la eugenesia jurídica di-
ciendo que es “la rama del derecho que protege la salud como bien jurí-
dico y procura el mejoramiento físico racial e individual”(19).
Como la enfermedad es un fenómeno social –desde que incide en las
condiciones generales de vida– es evidente el interés de la sociedad en
suprimir los flagelos que gravitan su vitalidad. De este principio deriva
la potestad del Estado para regular la celebración y el momento mismo
del matrimonio, puesto que la sociedad tiene derecho a protegerse a sí
misma contra la destrucción, a la par que le incumbe el derecho de am-
parar a sus miembros contra un destino peor que la muerte, por lo cual
está facultada para impedir matrimonios de personas con enfermedades
repugnantes y hereditarias, susceptibles de ser transmitidas al otro cón-
yuge, o a la descendencia; y, por otro lado, de impedir que estos conti-
núen cuando uno de sus miembros es afectado por estas.
Es por ello, que durante los últimos años se ha tendido a la refor-
ma del matrimonio, desde el punto de vista sanitario, a fin de consta-
tar el estado de salud de los contrayentes e impedir la unión de los por-
tadores de una afección susceptible de ser transmitida al otro cónyuge
o a la descendencia(20). Trataríase, pues, de realizar una verdadera pro-
filaxis conyugal. Sin embargo, en varias ocasiones al momento de la
formalización del vínculo matrimonial estas no se encuentran presen-
tes, sino que por circunstancias externas –con posterioridad– aparecen
en uno de los cónyuges.
Si bien el matrimonio es uno de los primeros derechos naturales
del ser humano, asimismo, es derecho natural del hijo el “derecho a te-
ner padres sanos”(21), que se fundamenta en el derecho a vivir una vida
sana. En una dimensión más amplia, se reconoce el derecho del cón-
yuge a conservar su salud en el matrimonio, libre de todo contagio de

(19) DÍAZ DE GUIJARRO, Enrique. El impedimento matrimonial de enfermedad: Matrimonio


y eugenesia. Guillermo Kraft, Buenos Aires, 1944, pp. 11 y 12.
(20) “La selección eugénica conyugal implica tener el sentido de responsabilidad personal y
culto de la descendencia humana. Tanto el hombre como la mujer deben tener su espíritu
preparado y prevenido (…) la persona elegida deberá estar en perfecto goce de su salud
física, psíquica y mental”. BERNALDO DE QUIRÓS, Carlos. Eugenesia jurídica y social.
Tomo I, Ideas, Buenos Aires, 1942, pp. 225 y 226.
(21) DÍAZ DE GUIJARRO, Enrique. Ob. cit., p. 39.

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Mario Castillo Freyre / Marco Andrei Torres Maldonado

enfermedades preexistentes en su pareja, ello se expresa a nivel macro,


a su vez, como el derecho natural de la sociedad de no sufrir males que
solo son efecto de la inconsciencia, de la desidia o de la ignorancia de
sus componentes.
Una positivización de lo expresado lo encontramos en el artículo
347 del Código Civil vigente, que prescribe que “En caso de enfermedad
mental o contagiosa de uno de los cónyuges, el otro puede pedir que se
suspenda la obligación de hacer vida común, quedando subsistentes las
demás obligaciones conyugales”;disposición que busca tutelar la salud
e integridad del otro cónyuge, frente al escenario adverso de que uno de
ellos haya contraído una enfermedad mental o contagiosa. Las normas
que procuran la solución del fenómeno social que es la enfermedad es-
tán destinadas a producir un beneficio de orden personal(22). Ello se da
en razón de que la eugenesia significa –en realidad– la armonía de dos
factores: el social y el individual.
2. La enfermedad grave de transmisión sexual: Reflexiones sobre
su definición
Las enfermedades de transmisión sexual, antes denominadas
“venéreas”(23), son aquellas enfermedades infecciosas que se transmiten
de persona a persona por contacto íntimo, durante las relaciones sexuales.
Las enfermedades de transmisión sexual forman parte de un grupo
mayor de infecciones conocido como infecciones del tracto reproductivo

(22) Lastimosamente, “El matrimonio, tal como se cumple actualmente, obedece a razones de
conveniencia social antes que a la obtención de una descendencia sana y vigorosa. Los
futuros cónyuges, durante el noviazgo, procuran disimular mutuamente sus taras físicas y
psíquicas. Las precauciones referentes al estado de salud de los contrayentes y especial-
mente de las enfermedades transmisibles a la descendencia, no son tomadas en cuenta. Las
desastrosas consecuencias de tal imprevisión no tardan en presentarse, causando a menudo
la ruina material y moral del hogar. Es evidente que ello se debe, en primer término, a la
falta de nociones de eugénica y que sería deseable que cada uno de los futuros cónyuges
fuera informado acerca de las condiciones hereditarias, físicas y morales, en que se halla
el otro”. FERNÁNDEZ VERANO, Alfredo. “Eugenesia: La reforma sanitaria del matri-
monio”. En: Revista Médica hondureña. 1931, p. 23.
(23) Dentro del grupo de enfermedades que aquejan a la humanidad y en especial del grupo
que denominamos transmisibles, hay unas conocidas, desde hace bastantes siglos, que
afectan los órganos genitales y se les denomina Venéreas, palabra que deriva del latín
Venereusporque está en íntima relación con el amor. La palabra venérea proviene de Venus
que era la Diosa de la voluptuosidad y de la sexualidad.

20
La enfermedad grave de transmisión sexual como causal de divorcio

(ITR). Las ITR abarcan todas las infecciones del tracto reproductivo, in-
cluso las infecciones no causadas por contacto sexual. Estas últimas pue-
den ser consecuencia de procedimientos médicos no asépticos (infeccio-
nes nosocomiales) o de la proliferación de organismos que normalmente
habitan en el tracto reproductivo (infecciones endógenas), como la va-
ginosis bacteriana (VB) y la candidiasis.
Las enfermedades de transmisión sexual han experimentado en las
últimas dos décadas un aumento descontrolado(24). Esto se atribuye a una
mayor permisividad sexual, a una variación de las prácticas sexuales por
efectos culturales, y al descuido higiénico personal, sobre todo después
de la aparición de las píldoras anticonceptivas que previenen el emba-
razo pero no protegen de contagios. Pueden mencionarse entre ellas la
sífilis, la gonorrea y el sida que se ha convertido en uno de los proble-
mas más graves de salud en todo el mundo.
El paradigma de estas enfermedades de transmisión sexual –eviden-
temente– es el sida. “El síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida
o Aids) es una enfermedad infecciosa o transmisible, humana, no he-
reditaria, cuyo agente causal es el virus de la inmunodeficiencia huma-
na (V.I.H. o H.I.V), que ataca progresiva y sistemáticamente el sistema
inmunológico”(25). Se discute, en doctrina, si una intervención del Dere-
cho Penal en el ámbito de las conductas de sida es admisible a la luz de
los principios político-criminales que regulan toda intervención punitiva.
Esta discusión, ha dado lugar a dos grandes grupos de opinión. Así,
un grupo doctrinal sobre la materia, y al que se le ha denominado “lí-
nea blanda”, sostiene que la posición a tomar frente a las conductas de

(24) “La Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció, en el año 1975, la denominación
de enfermedades de transmisión sexual (ETS) para las enfermedades que se adquieren
por contacto sexual directo, independientemente de que existan casos pocos frecuentes en
donde se pueden adquirir a través de otras vías (tales como una herida, instrumentos qui-
rúrgicos, sangre, etc.), y que se diferencian de otras enfermedades infecciosas y parasitarias
por la presencia del elemento sexual. Entre ellas se consideran, inicialmente, a la sífilis,
la blenorragia o gonorrea, el chancro blando, el linfogranuloma venéreo y la granulona
inguinal; en la actualidad, también se consideran la tricomoniasis, la moniliasis, el herpes
genital, la uretritis no gonocócica, el condiloma acuminado, la escabiasis o sarna genital,
la tiña inguinal, la pediculosis pubis, y recientemente, se ha incluido al sida”. PLÁCIDO
V. Alex E. Ob. cit., p. 66.
(25) PUCCINELLI, Óscar Raúl. Derechos Humanos y Sida. Tomo I, Depalma, Buenos Aires,
1995, p. 14.

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Mario Castillo Freyre / Marco Andrei Torres Maldonado

transmisión de dicha enfermedad debe estar exclusivamente relaciona-


da con la planificación y ejecución de programas de información, ase-
soramiento y ayuda médica a los infectados con el virus, excluyendo, de
esa manera, toda clase de medidas político-criminales de naturaleza pe-
nal(26). Por otro lado, un segundo sector, al que se le ha otorgado la deno-
minación de “línea dura”, afirma que frente a las conductas de transmi-
sión del VIH debe admitirse, como alternativa subsidiaria a una política
sanitaria, la intervención punitiva, puesto que se estarían vulnerando los
bienes jurídicos de primer orden, como la vida o la salud individual(27).
Todo ello, responde a una política de eugenesia que debería promover
el Estado con el fin de tutelar la sanidad de la colectividad.
Las enfermedades de transmisión sexual más frecuentes son la go-
norrea o gonococia, sífilis, herpes genital, clamidia, trichomonas, cán-
didas, condilomas, ladillas, papiloma humano, chancro blando, chancro
duro y VIH/sida.
A ciencia cierta se cree que la extensión de las enfermedades de
transmisión sexual está relacionada con la falta de información en gru-
pos vulnerables con situación de riesgo y determinados también por el
miedo a ser atendidos y el temor a ser condenados en la atención en los
diferentes centros de salud. Así, se tiene que realizar el rescate de valores
para un cambio de actitud en grupos de riesgo y la población en general,
lo que determina que se tengan que incrementar los esfuerzos interins-
titucionales e intersectoriales para realizar un trabajo arduo en los cole-
gios, universidades y centros donde se aglutina gran cantidad de personas.
La abstinencia, la fidelidad mutua y el uso de métodos anticoncep-
tivos de barrera son los pilares fundamentales para evitar la disemina-
ción de estas enfermedades.

(26) SILVA SÁNCHEZ, Jesús-María. “Política criminal y SIDA”. En: Revista Peruana de
Ciencias Penales. Nº 3. Lima, 1994, p. 349.
(27) En tal sentido, Jiménez de Asúa ha sostenido que “puede figurar sin esfuerzo entre los
delitos contra la vida y la integridad corporal inmediatamente después de las lesiones o
como forma de ellas”. JIMÉNEZ DE ASÚA, Luis. Seminario de Derecho Penal. Tomo I,
Reus, Madrid, 1916, p. 347. “Es suficiente para calificar de delito a un acto cuando este
ha sido perjudicial e injusto. En el contagio venéreo se cumplen estos requisitos porque
sus efectos determinan lesiones graves en el organismo”. ROJAS, Nerio y BONNET,
Federico. El contagio venéreo ante la medicina forense. El Ateneo, Buenos Aires, 1938,
p. 16.

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La enfermedad grave de transmisión sexual como causal de divorcio

3. Antecedentes y regulación en el Código Civil vigente


Siguiendo el principio de eugenesia, el Código Civil peruano con-
sagra dispositivos de orden familiar que protegen el derecho a la integri-
dad y salud, tanto de los hijos como del cónyuge, de allí que todo tipo
de patología que sea contagiosa (al cónyuge) o transmisible (a la prole)
implicará un impedimento matrimonial o una causal de divorcio.
En tal sentido, el artículo 349 del referido cuerpo legal, establece
que puede demandarse el divorcio por las causales señaladas en el artícu-
lo 333. Así, prescribe que: “Son causas de separación de cuerpos: 8. La
enfermedad grave de transmisión sexual contraída después de la celebra-
ción del matrimonio”. Sin embargo, originalmente trataba a la enferme-
dad venérea grave contraída después del matrimonio. La Ley Nº 27495
lo sustituye por el término enfermedades de transmisión sexual (ETS).
La citada causal se encuentra “sustentada en la enfermedad grave
de transmisión sexual contraída después de la celebración del matrimo-
nio. Las enfermedades, según el tipo, implicarán un estado biológico
con consecuencias jurídicas que el Derecho regula de manera particular
con el fin de proteger a la familia. Esta causal busca proteger al cónyu-
ge sano”(28). Es necesario precisar que conforme con la causal, la enfer-
medad de transmisión sexual debe haber sido contraída después de ce-
lebrado el matrimonio, pues de lo contrario configuraría el impedimento
de sanidad nupcial y provocaría la anulabilidad del matrimonio(29).
En el Derecho Comparado, existen soluciones más amplias. Tal se-
ría la considerada por el Código Civil ecuatoriano, al referir en su ar-
tículo 109, inciso 8 que son causas de divorcio “el adolecer uno de los

(28) VARSI ROSPIGLIOSI, Enrique. Ob. cit., p. 346.


(29) “La enfermedad venérea sufrida por uno de los cónyuges implica una grave amenaza para
la familia, en cuanto a la salud del consorte sano y en relación a los problemas congénitos
que usualmente produce en la prole. Es por ello que la ley a través de esta causal pretende
proteger la salud física e incluso mental del grupo, más que sancionar la infidelidad del
cónyuge con persona que le hubiera transmitido el mal, ya que para ese fin existe otra
causal que es el adulterio, ratio legis que se evidencia cuando la legislación no distingue
entre enfermedad venérea contraída mediante trato sexual (que es lo usual) o por medio
extrasexual (que excepcionalmente también puede darse)”. CABELLO, Carmen Julia.
Divorcio y jurisprudencia en el Perú. Lima. Fondo Editorial de la Pontificia Universidad
Católica del Perú, 1999, p. 281.

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Mario Castillo Freyre / Marco Andrei Torres Maldonado

cónyuges de enfermedad grave considerada por tres médicos, designa-


dos por el juez, como incurable y contagiosa o transmisible a la prole”.
El Código de Familia boliviano, en su artículo 152, inciso 3, rotula el
tema como “enfermedad infecto-contagiosa que perturbe gravemente la
vida conyugal o ponga en peligro la seguridad o la salud del otro cónyu-
ge o de los hijos. Muy similar a ello, el Código Civil de Guatemala, en
su artículo 155, la llama enfermedad grave, incurable y contagiosa per-
judicial al otro cónyuge o a la descendencia.
En esta causal, el legislador lo que desea es proteger al cónyuge
sano y, sin embargo, tal como está redactado, es decir, que tiene que ser
por “transmisión sexual”, en algunos supuestos podría vincularse con
el adulterio, que tiene una regulación propia, por lo que aparentemen-
te se estaría duplicando las causales. Consideramos que esto no es del
todo cierto, pues el contagio de una enfermedad de transmisión sexual,
se puede posibilitar por circunstancias distintas a esta.
Además, si lo que se pretende es proteger al cónyuge sano no era ne-
cesaria la causal, en razón de que el artículo 347 del Código Civil pres-
cribe: “En caso de enfermedad mental o contagiosa de uno de los cón-
yuges, el otro puede pedir que se suspenda la obligación de hacer vida
común, quedando subsistentes las demás obligaciones conyugales”. Con-
sideramos que se posibilita la probanza del demandante, pues es mucho
más fácil acreditar la existencia de la enfermedad que probar el adulte-
rio propiamente dicho. Además, esta redacción permite que enfermeda-
des muy serias como el sida, puedan ser consideradas como causal de
separación legal o de divorcio.
Estarda Cruz señala que: “Lo que protege la ley, es no solo la sa-
lud del cónyuge, sino la de la prole. En el caso del mal venéreo contraí-
do por contagio sexual, la ley sanciona también el hecho inmoral del
cónyuge de cohabitar extramatrimonialmente y con persona de dudosa
moral”(30). La enfermedad de transmisión sexual debe tener la calidad
de grave, de modo que constituya un peligro serio para el otro cónyuge
y para la descendencia.

(30) ESTARDA CRUZ, Arnaldo. El divorcio en la legislación peruana: Doctrina, legislación


y jurisprudencia. Lib. y Ed. Bolivariana, Trujillo, 1974, p. 127.

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La enfermedad grave de transmisión sexual como causal de divorcio

Esto significa que el artículo 333(31) –exegéticamente– se restringiría


solo al supuesto de las enfermedades graves que hayan sido contraídas
mediante “transmisión sexual”; sin embargo, parece olvidarse que mu-
chas de estas no solo se contraen por transmisión sexual, ya que existe
un buen porcentaje de enfermos han contraído dichas enfermedades por
causas muy distintas (transmisión extrasexual), tales como haber sido
operado quirúrgicamente con material infectado o habérseles transferi-
do sangre contaminada. En estos supuestos, el haber contraído dichas
enfermedades no implicará la necesaria existencia de una actitud des-
leal por parte del cónyuge enfermo.
4. Aspectos procesales derivados
Conforme a lo prescrito en nuestro ordenamiento jurídico, para in-
terponer la demanda de divorcio, en forma directa y sin recurrir en primer
lugar a la separación de cuerpos, el cónyuge inocente puede invocarlas
mismas causales establecidas para la separación de cuerpos, tipificadas en
los diversos incisos del artículo 333, salvo la consignada en el inciso 13.
En materia procesal el artículo 480 del código adjetivo estipula que
“las pretensiones de separación de cuerpos y de divorcio por las causa-
les señaladas en los incisos 1) al 12) del artículo 333 del Código Civil
se sujetan al trámite del proceso de conocimiento”; mientras que por su
parte, el proceso de separación convencional (y divorcio ulterior), a que
se contrae el inciso 13) del artículo 333 del código sustantivo, se tra-
mita en la vía del proceso sumarísimo (artículo 573 del Código Proce-
sal Civil), en consideración a la naturaleza de la litis y al consentimien-
to de ambas partes.

(31) Cuando el Centro de Investigación Jurídica de la Facultad de Derecho de la Universidad


de Lima, dirigido por el maestro Carlos Fernández Sessarego, preparó el proyecto de
Reforma al Código Civil de 1984 se estructuró un sistema en el que, considerando las
causales tradicionales, se planteaba una causal genérica que decía lo siguiente: “Artículo
333: Todo incumplimiento grave o reiterado de los deberes conyugales o de los derechos
respecto de los hijos comunes o de cualquiera de los cónyuges que conviven en el domicilio
conyugal, así como todo hecho que imposibilite la vida en común, constituye causal para
demandar la separación de cuerpos o el divorcio”. Esta propuesta fue tomada y analizada
de tres sistemas legales: el esquema seguido en el Código Civil francés, italiano y japonés.
La proyectada disposición –o cláusula general– nos pareció siempre demasiado amplia en
la medida de que cualquier hecho podría constituir como una “legítima” causal.

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Mario Castillo Freyre / Marco Andrei Torres Maldonado

Ahora bien, el hecho de acreditar una causal de divorcio nos lleva


a situarnos en materia procesal en el campo de la prueba. Así, debe des-
tacarse que nuestra Corte Suprema de Justicia(32) ha establecido un de-
rrotero en materia probatoria, como los derechos específicos que com-
prende el derecho a la prueba en esta materia.
“De esta manera, todo ciudadano nacional o extranjero que sea parte
en un proceso judicial debe tener el derecho a ofrecer pruebas en las
etapas correspondientes, salvo las excepciones que el propio texto legal
establezca; asimismo, el justiciable tiene derecho a que se admitan las
pruebas pertinentes ofrecidas en su oportunidad; luego, a que se actúen
los medios probatorios de las partes que fueron admitidos oportunamente;
también tienen el derecho a impugnar, conforme a las disposiciones pro-
cesales, las pruebas de la parte contraria y controlar la actuación regular
de estas; y, finalmente, se busca que el juez practique el derecho a una
valoración conjunta y razonada de las pruebas actuadas, esto es, confor-
me a las reglas de la sana crítica”(33).
Debemos tener presente que si las causas no son lo suficientemen-
te graves para quebrantar el vínculo matrimonial, el juez declarará in-
fundada la demanda o, en su defecto, ordenará únicamente la separa-
ción de cuerpos.
En el presupuesto de la enfermedad grave de transmisión sexual,
para que se genere un legítimo interés a efectos de solicitar tutela juris-
diccional por uno de los cónyuges se tiene que presentar los siguientes
elementos:

(32) “Que el derecho de prueba es un elemento del debido proceso y comprende cinco derechos
específicos: a) El derecho de ofrecer las pruebas en las etapas correspondientes, salvo las
excepciones legales; b) el derecho a que se admitan las pruebas pertinentes ofrecidas en
la oportunidad de ley; c) el derecho a que se actúen los medios probatorios admitidos por
las partes; d) el derecho a impugnar (oponerse o tachar) las pruebas de la parte contraria y
controlar su actuación; y, e) el derecho a una valoración conjunta y razonada de las pruebas
actuadas. Se advierte, por tanto, que el derecho de prueba no solo comprende derechos
sobre la propia prueba, sino además contra la prueba de la otra parte, y aun la actuada de
oficio; asimismo, comprende el derecho a obtener del órgano jurisdiccional una motivación
adecuada y suficiente de su decisión, sobre la base de una valoración conjunta y razonada
de la prueba actuada”. Casación Nº 128-2008-Apurímac, 29 de setiembre de 2008.
(33) BUSTAMANTE OYAGUE, Emilia. “La problemática probatoria de las causales de di-
vorcio”. En: La prueba en el proceso civil. Gaceta Jurídica, Lima, 2010, p. 96.

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La enfermedad grave de transmisión sexual como causal de divorcio

a) La enfermedad tiene, necesariamente, que ser grave y de trans-


misión sexual, es decir, tiene que poner en peligro la integri-
dad del otro cónyuge y la salud de los descendientes.
b) Debe haberse contraído luego de celebrado el matrimonio(34).
Para ambos supuestos, resulta necesario un informe pericial o certi-
ficado médico. Consideramos que no es suficiente acreditar que el cón-
yuge demandante padece de un mal venéreo contraído durante el matri-
monio, sino que además y fundamentalmente, es necesario verificar que
el cónyuge sea, en efecto, el emplazado. Por cuanto, como sabemos, es
el demandante y no el demandado quien tiene la carga de la prueba (Ac-
tore non probantereusabsolviturconsagrado en el artículo 200 del Có-
digo Procesal Civil(35)).
Asimismo, la acción que se fundamenta en esta causal está expe-
dita mientras subsistan los hechos que la motivan. Su fundamento legal
se encuentra en el artículo 339 del Código Civil, que señala: “La acción
basada en el artículo 333, incisos 1, 3, 9 y 10, caduca a los seis meses
de conocida la causa por el ofendido y, en todo caso, a los cinco años
de producida. La que se funda en los incisos 2 y 4 caduca a los seis me-
ses de producida la causa. En los demás casos, la acción está expedita
mientras subsistan los hechos que la motivan”(36).
Es así que para las otras causales específicas del artículo 333, como
son las del abandono injustificado, la conducta deshonrosa, la toxicoma-
nía, la enfermedad venérea, la imposibilidad de hacer vida en común,
debidamente probada en proceso judicial, la separación de hecho y la

(34) Décadas atrás se estableció un lineamiento distinto en la jurisprudencia. Al respecto, existe


una ejecutoria en la que se admite el divorcio, en caso de que el cónyuge haya adquirido
el mal antes de celebrado el matrimonio. Ello atendía a una serie de circunstancias que
rodean el problema, fundándose en el peligro que significa para el cónyuge como para la
prole que subsista el vínculo. Ejecutoria Suprema del 26 de junio de 1951. La misma que
puede ser ubicada en: Revista de Jurisprudencia Peruana. Nº 91, agosto de 1951, p. 879.
(35) El mismo que señala que: “Si no se prueban los hechos que sustentan la pretensión, la
demanda será declarada infundada”.
(36) “Lo que el Código Civil regula a través de esta norma, es la caducidad y no la prescrip-
ción para extinguir el derecho y la acción en los juicios de divorcio por causal”. Exp.
N° 2397-86, Corte Superior de Justicia de Lima. Jurisprudencia Civil. Gaceta Jurídica,
Lima, p. 119.

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Mario Castillo Freyre / Marco Andrei Torres Maldonado

convencional, la ley no señala periodo de caducidad, por lo que debe en-


tenderse que la acción existe en tanto dichos hechos persistan.
En la realidad existe un hecho que no nos es –ni debería– ser ajeno,
que suele presentarse a través de los denominados certificados médicos
“de favor”. Esto hace necesario que la ley y las autoridades no escatimen
en sus exigencias al requerir un examen de tanta importancia como este,
cuyas repercusiones son decisivas en la constitución de un futuro hogar.

A MANERA DE CONCLUSIÓN
Persona, familia y sociedad es la triada de un Estado. Protegiendo
a la persona, como sujeto de derecho, a la familia, como célula básica,
y a la sociedad, como agrupación natural, basada en la cooperación, el
ordenamiento jurídico tiende –naturalmente– a la búsqueda de justicia
social y equidad.
Los cambios en las estructuras sociales y en el comportamiento de
los individuos implica que el Derecho reformule sus normas para satis-
facer los intereses individuales y colectivos. El remozamiento del orde-
namiento jurídico de acuerdo a las nuevas tendencias sociales es necesa-
rio. Todo en la familia está variando: el régimen patrimonial, la filiación,
las instituciones de amparo, el matrimonio y sus formas de debilitamien-
to y disolución.
El establecimiento de una familia, mediante el matrimonio, y el de-
caimiento o extinción de la misma, por medio del divorcio, siempre fue,
es y será un tema controvertido y de interés. Lo delicado y hasta aventu-
rado es buscar mecanismos de interrelación entre ambas figuras jurídicas.
Una investigación como la presente solo puede llegar a aportar aproxi-
maciones de solución; nunca concluirá con el tema. El presente artículo
solo ha buscado presentar una visión más que moderna, real y objetiva,
de lo que significa la enfermedad grave de transmisión sexual como cau-
sal de divorcio y la trascendencia de la misma en el ámbito pragmático.
Queda estudiarla y confrontar su efectividad en nuestra realidad.

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