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LA GUERRA CON CHILE

1. INTRODUCCIÓN

La guerra con Chile abarcó de 1879 a


1883, las causas de esta guerra se
encuentran en la grave crisis
financiera por la que atravesaba Chile
por lo que quiso apoderarse de las
ricas Salitreras de Atacama (de
Bolivia) y de Tarapacá (del Perú).
Surgido de más antes el conflicto
entre Chile y Bolivia, el primero apeló
al pretexto del impuesto de los 10
centavos del quintal de salitre
exportado, que Bolivia había creado
para agravar a la Compañía Anónima
de Salitre y Ferrocarril de
Antofagasta, constituida por
capitalistas chilenos y que Chilenos
sostenía que era ilegal porque según
anterior tratado firmado entre ambos
países, la exportación de salitre debía
estar libre de todo gravamen. Y sin
mediar mayor explicación ocupó
territorio boliviano.

El desarrollo del conflicto presenta 3


fases: la Campaña Marítima, la
Campaña Terrestre del sur y La
Campaña de Lima, con la resistencia,
hasta el tratado de Ancón.

La campaña marítima debía definir el dominio del Pacífico, necesario para


conducir fuerzas al teatro de la guerra, ya que ni Chile ni el Perú, disponía de
caminos o ferrocarriles. El 8 de octubre del mismo año, en que el monitor
"Huáscar", después de admirables hazañas, fue cercada por la naves
enemigas y capturada cuando el abordaje consiguió cerrar sus válvulas que
habían sido abiertas por los defensores para que no cayera en manos del
enemigo.

El tratado que puso fin a la guerra fue el de Ancón, firmado el 20 de octubre de


1883, por el cual el Perú cedía a Chile definitivamente la provincia litoral de
Tarapacá y este último quedaría en posesión de Tacna y Arica, hasta por 10
años, al cabo de los cuales, se llevaría a cabo plebiscito o consulta popular,
para saber si esta provincias se incorporaba al Perú o continuaban en poder de
Chile. El país favorecido daría al otro, 10 millones de pesos.
2. LA GUERRA CON CHILE

El clima previo a la guerra: Seria ingenuo reducir la causa de la guerra a una


ineficaz negociación en los días anteriores al estallido del conflicto.
El Perú llegó carente de preparación al reto de 1879. La república no había
logrado (a pesar de los numerosos textos constitucionales que lo intentaron)
organizarse debidamente, ni había frenado el desbocado militarismo que
padeció. No había sabido administrar su pobreza inicial, ni la inmensa riqueza
que le llegaría desde la tercera década de vida independiente (guano y
salitre). No supo dar los pasos indispensables para integrar a la población
andina a la nación, ni llevo adelante una eficaz política inmigratoria.
Despilfarró una enorme riqueza, lo que originó una falsa sensación de
prosperidad que debilitó las energías nacionales para administrarla con
cautela y, por otra parte, despertó la ambición de nuestro vecino meridional..
No había sabido manejar el endeudamiento nacional con precaución,
invirtiendo en obras productivas. Esos ingresos fueron derrochados hasta la
irresponsabilidad, mientras se sobredimensionaba la capacidad de
endeudamiento del país hasta la exageración.

La imprevisión había sido la causa de muchos de aquellos males, pero ésta


merece ser explicada. Lo imprevisto puede ser tan súbito o repentino que
realmente nadie puede figurárselo. No es ése el caso de los sucesos
anteriores a la guerra del 79, que fueron previstos por algunos o por muchos.
Los previsibles imprevistos: Para el desastre económico en el que llegamos al
79 bastaría señalar, aunque hay testimonios anteriores, las expresiones de
Manuel Pardo en La Revista de Lima, el año 1860, diecinueve años antes del
conflicto, en que reclamaba la urgente inversión de los ingresos del guano
para evitar lo que él llamaba "el cataclismo que indudablemente tiene que
sobrevenir algún día y que está quizá muy lejos". Ello ocurría, según Pardo,
cuando se acabara el guano, lo que consideraba "como la extinción de la
renta del Perú, como la bancarrota fiscal de nuestro país". Para evitar el
"cataclismo" y la "bancarrota", él urgía a utilizar los ingresos del guano, como
no se había hecho con anterioridad, "en caminos que unieran nuestros
departamentos o en riego para nuestro suelo ferocísimo.
No se podría decir, entonces, que la quiebra económica del país, cuya
manifestación externa más visible fue la declaratoria de su moratoria del
primero de enero de 1876, no se había previsto con claridad. Bastaría
recordar que, al margen de escasos y a veces superfluos trechos ferroviarios
(como es el caso de la vía Lima – Chorrillos), nada de gran progreso se había
hecho al respecto. Se emprendió la construcción de la vía que sería Lima –
La Oroya, verdadera columna vertebral del país, cuando ya los recursos se
habían derrochado y hubo que recurrir a gravosos préstamos externos.

3. EL EXPANSIONISMO CHILENO

Los anuncios del expansionismo chileno hacia el Perú fueron motivo de


numerosos y reiterados artículos en diversos periódicos limeños con El
Comercio, La Patria, La Sociedad, La Nación y El Nacional, gran parte de
ellos a lo largo del segundo semestre de 1872. Sin embargo, quienes dirigían
el país no los tomaron en cuenta. Así, El Comercio, a partir del conocimiento
que se tenía de que Chile "negociaba" territorios meridionales del Perú,
publicó el 5 de noviembre de 1872 lo siguiente: "... y como dijimos antes que
la absorción del departamento de Moquegua sería no menos imposible y
temeraria que la aniquilación de la nacionalidad boliviana". En ese entonces,
el departamento de Moquegua abarcaba hasta el extremo del Perú:
comprendía el departamento de Tacna, creado como tal en 1875, y Tarapacá,
convertida en departamento por una ley del mismo año que nunca fue
promulgada.
Entonces, Chile ofrecía el sur del Perú a Bolivia, a condición de que Bolivia le
entregara su propio litoral. Esto queda evidenciado por lo que publicaba La
Patria el 13 de octubre de 1872. "Chile parece desconocer la conformación
geográfica de Bolivia, cuando le aconseja ambicionar el puerto de Arica,
cediéndole sus propios puertos en Atacama. Error crasísimo es creer que el
norte y el sur de Bolivia pueden importa y exportar por lo mismos puertos.
Arica surte a los departamentos septentrionales de La Paz, Oruro y
Cochabamba; y Cobija a los meridionales de Sucre, Potosí y Tarija".
Cotejando la proximidad de estos artículos y sus fechas puede entenderse
por qué se firmó la Alianza de febrero de 1873.
4. EL PRETEXTO PARA LA GUERRA:

Desde 1866, Chile había logrado encandilar al presidente boliviano Mariano


Melgarejo, quien desaprensivamente hizo concesiones perjudiciales a la
integridad territorial altiplánica. Caído el dictador Melgarejo, en 1871, Bolivia
intentó rectificar el acuerdo, pero lo único que logró fue consagra la situación
que suponía el tratado de 1866, que fijaba la línea del paralelo 24° S. como
límite entre ambos países y ponía fin a la repartición "por mitad de los
productos..." que se exportaban entre los grados 23 y 25 que acordaba este
tratado. En contraparte, por aquella "renuncia" que hacía Chile a tal
mancomunidad, el nuevo tratado de agosto de 1874 señalaba: "Los derechos
de exportación que se impongan sobre los minerales explotados en la zona
de terreno de que hablan los artículos precedentes no excederán la cuota de
la que actualmente se cobra; y las personas, industrias y capitales chilenos
no quedarán sujetos a más contribuciones de cualquier clase que sean, que a
las que al presente existen. La estipulación contenida en este artículo durará
por el término de veinticinco años".
El Perú había aceptado la solicitud boliviana de dicha alianza al tomar
conocimiento de las adquisiciones bélicas que iba realizando Chile y sus
evidentes avances territoriales hacia el norte, a fines de 1872. El tratado
había sido firmado el 6 de febrero de 1873 y era de carácter defensivo y no
compulsivo, pues cada parte se reservaba el derecho de calificar los actos
que podrían llevar a hacer efectiva la alianza. Una cláusula añadida le daba el
carácter de secreto.
Chile, que por muchos años se había preparado para apoderarse del litoral
boliviano y peruano, encontró en la negativa de Lavalle a declararse neutral el
pretexto que necesitaba. La mediación peruana fue rechazada y se conminó
a Lavalle a abandonar el territorio chileno, cuando ese país ya se disponía a
declarar la guerra al Perú.
5. LA CAMPAÑA MARÍTIMA:

El 5 de abril de 1879, el gobierno chileno anunció por bando la declaratoria de


guerra al Perú.
La guerra debía tener como primer escenario el mar. Por eso, ni el ejército
chileno intentó desplazarse hacia el norte (Tarapacá o Tacna) no el ejército
peruano lo intentó hacia el sur.
El ejército y la marina peruanos se hallaban casi en estado de postración,
como lo constataría José Antonio de Lavalle al regreso de su frustrada misión
en Chile.
Protocolo de subsidios Peruano-Boliviano: A mediados de febrero de 1879,
llegó a Lima don Serapio Reyes Ortiz, enviado del gobierno de Bolivia en
misión extraordinaria y confidencial. Reyes trajo el encargo de hacer presente
al Perú el compromiso contraído en el tratado de 1873. El Perú esperaría la
declaratoria formal de guerra de Chile para dar a conocer el tratado defensivo
y para declarar la guerra a ese país.
Era obvio que le costo de la guerra no podría ser asumido por Bolivia, que
atravesaba desde hacía algunos años una grave crisis económica en todos
sus sectores. Tal situación llevó a la firma de un acuerdo que, por el Perú,
suscribió el ministro Manuel Irigoyen. El acuerdo obligaba al aliado a
indemnizar al Perú por los gastos que la guerra ocasionara. El primer
protocolo, del 15 de abril, por lo costoso para Bolivia, fue modificado el 7 de
mayo y, posteriormente, el 17 de junio (entonces, Reyes Ortiz ya había sido
reemplazado por Zolio Flores). Allí se estipulaba que Bolivia abonaría la mitad
de los gastos de la guerra y que los elementos bélicos que el Perú poseía al 5
de abril no serían cargados al aliado en caso de perderse, pero sí los que
fueran adquiridos por el Perú a partir de esa fecha..
Se había corregido un acuerdo que nació de una base falsa: Bolivia, atacada
por Chile y defendida por el Perú, debería asumir el pago de la guerra en casi
su totalidad. Las correcciones a tal acuerdo inicial implicada por Chile a
Bolivia era, finalmente una declaratoria de guerra al Perú. Bolivia constituía
tan sólo un obstáculo en ese camino, bien usado como pretexto. El enemigo
era el Perú y la mayor riqueza ambicionada era la peruana. El tiempo así lo
confirmaría.
6. LA GUERRA EN EL MAR:

La superioridad militar chilena se hizo evidente desde el inicio de la guerra,


aunque la historiografía chilena haya pretendido negarla. El cuadro
comparativo de las fuerzas navales de uno y otro país exhibe la ventaja de
Chile. Sus naves eran más numerosas y más modernas; sus blindados, por
ejemplo, tenían diez años menos de antigüedad. Entre unos y otros, la guerra
de secesión norteamericana y la guerra de Crimea suscitaron avances en la
arquitectura naval. En pocos años, el Huáscar y la Independencia, que en su
momento fueron buques de primera, quedaron separados. Se podría graficar
lo que afirmamos comparando las cuatro pulgadas y media de blindaje de las
naves peruanas con las nave pulgadas del Cochrane y del Blanco Encalada.
Por lo demás, estos últimos poseían doble hélice, que les permitía mayor
capacidad de maniobra. Su artillería aventajaba a la nuestra en número y en
adelantos técnicos. La superioridad chilena se deducía, empero, a las
distancias tecnológicas. En el orden humano, debido a la calidad marinera de
la oficialidad, la ventaja concluyente era para el Perú. El trajín de la guerra así
lo demostró.
Aún conociendo la superioridad en el mar, los chilenos no dieron el
primer paso: las naves se mantuvieron inactivas las cinco primeras
semanas. El alto mando chileno no resolvía si limitarse a esperar la
iniciativa peruana o, como su poderío lo permitía, avanzar y bloquear el
Callao.
Iquique: 21 de mayo. La escuadra peruana abandonó la rada del Callao
rumbo al sur el 16 de mayo. El convoy debió desprenderse pronto de los
monitores Atahualpa y Manco Cápac, cuyo lentísimo andar hacía retardar la
marcha. Las naves que iban al sur eran el Oroya, que con andar rápido
llevaba al presidente de la república y su Estado Mayor, la Independencia, el
Huáscar, el Chalaco y el Lima. Se llevaban soldados, artillería, municiones y
pertrechos en general para las tropas que acantonarían al sur.
La superioridad de las naves peruanas hizo tomar una posición defensiva a
las chilenas. A poco de iniciado el combate, la Covadonga emprendió una
veloz huida hacia el sur, muy pegada a la costa. Fue entonces que el
comandante Grau ordenó a More perseguir la goleta.
Dejando a la Independencia en persecución de la Covadonga, el Huáscar se
hizo cargo de la Esmeralda, aunque sin acercarse demasiado, por creerla,
según informes recibidos, protegida por torpedos fijos o minas marítimas. El
comandante Grau maniobró para hacer salir a la nave de su ventajosa
posición, prescindiendo de la artillería, por el temor de causar daños en la
ciudad. Luego decidió hacer uso del espolón y ordenó embestir hasta en tres
oportunidades a la corbeta, defendida con honor por su comandante, Arturo
Prat. Al fin consiguió hundirla, luego de tres horas y cincuenta minutos de
combate.
Las acciones de Iquique, el 21 de mayo de 1879, mostraron, evidentemente,
la falta de preparación con que el Perú llegó al conflicto.
Angamos:
Chile, ya capturado el Rímac y renovado sus mandos, se concentró en la
toma del Huáscar. El nuevo ministro de guerra, Rafael Sotomayor, distribuyó
las naves de la escuadra chilena, que hasta entonces marchaban en convoy,
en dos divisiones: la primera la constituían el Cochrane, el O’Higgins y el Loa;
la segunda el Blanco Encalada, la Matías Cousiño y la Covadonga.
Las naves chilenas recibieron los mejores cuidados. Los transportes fueron
armados con la artillería recién llegada de Europa. El Cochrane recibió
reparaciones que le hicieran recuperar su andar original. El O´Higgins y el
Chacabuco, con caderas nuevas y fondos limpios, aumentaron su capacidad
bélica. Puestas las naves en las mejores condiciones, Galvarino Riveros,
nombrado comandante de la escuadra chilena, se dispuso a llevar adelante la
estrategia que debía acabar con la presencia del Huáscar en el Pacífico.
La treta dispuesta para obligar al Huáscar al combate se basó en el hecho
observado reiteradamente por los marinos chilenos, de que cuando el
Huáscar venía desde el sur, al encontrarse son naves enemigas, emprendía
marchas al oeste para luego
enrumbar nuevamente al norte, escapando gracias a su velocidad y ala
destreza marinera de su comandante Miguel Grau.
En la convicción de que eludir el combate ante fuerzas tan superiores era
imposible, el comandante Grau se dispuso a cumplir con su deber. Ordenó al
comandante de la Unión huir, lo que permitió la salvación de aquella nave. A
los veinte minutos de iniciada la acción, una granada lanzada desde el
Cochrane "chocó en la torre del comandante, le
perforó y estallando dentro hizo volar al contralmirante Señor Grau, que tenía
el mando del buque, y dejó moribundo al teniente primero don Diego Ferré,
que le servía de ayudante", según consta en el parte del combate firmado en
San Bernardo, el 16 de octubre, por Manuel Melitón Carbajal. Se continuó el
combate con singular coraje de parte de los defensores del monitor Huáscar,
cuyo blindaje, que llevaba tan valiosa carga, no tenía, sin embargo,
resistencia ante las poderosas baterías de las naves chilenas.
El combate fue tenaz y sostenido, y se sucedieron en el comando de las
naves peruanas los oficiales Aguirre y Rodrigues, hasta que, no quedando
nada por hacer, el último comandante del Huáscar, el teniente primero Pedro
Gárezon, ordenó abrir las válvulas para hundir el buque. La nave, ya
incapacitada para la defensa, sufrió el abordaje del enemigo.
7. LA CAMPAÑA TERRESTRE

Cuando Prado desembarcó en Arica encontró ya a las tropas bolivianas. Se


inició entonces u largo periodo de maniobras destinadas a la preparación de
las fuerzas de tierra.
En esas condiciones, con un ejército con la moral quebrantada, se libró la
batalla de San Francisco el 19 de noviembre de 1879. El coraje y la valentía
mostrados por muchos jefes y soldados no podrían compensar la ventaja
manifiesta de los atacantes: mejor artillería, municiones, fusiles, calzado,
alimentación y uniformes. La retirada del ejército mostró sus clamorosas
carencias de caballería y artillería. Ni siquiera contaban con una brújula para
orientarse en aquel desierto. Loa guías improvisados erraron el rumbo. La
prevista retirada a Arica hacia el norte se convirtió en una insólita marcha
hacia el sur, precisamente donde no se contaba con ningún apoyo y era
segura la presencia chilena.

TARAPACÁ:
El 22 de noviembre el "ejército del sur" llegó a Tarapacá. Su situación se vio
más comprometida cuando se conoció la noticia de que la guarnición de
Iquique había abandonado el puerto. Tarapacá conjuga el nombre de la
significativa victoria peruana en la compaña del sur y la derrota en la guerra
en su totalidad. Provincia ambicionada por el enemigo, el país debió
entregarla años más tarde como condición impuesta por el enemigo para
firmar la paz. El 27 de noviembre los peruanos acantonados en Tarapacá
tomaron conocimiento, gracias a un humilde arriero, de que tropas chilenas
se acercaban. Belisario Suárez, jefe de Estado Mayor, tomó la iniciativa:
atacó y derrotó, cuando todo hacía prever lo contrario, al muy bien
apertrechado, aunque inferior en número, ejército enemigo.

Sin embargo, a pesar de la victoria se tuvo que abandonar aquel teritoria,


pues se conocía la aproximación de las tropas enemigas desembarcadas en
Iquique y de otros refuerzos que se sumarían a las derrotadas tropas
chilenas. Por otro lado, la ausencia de caballería peruana hizo posible que los
vencidos se reconstruyan con facilidad.
Así, en retiro de los peruanos se emprendió en precarias condiciones y, al
ingresar a Arica, donde se ignoraba el heroísmo de esos hombres en
Tarapacá, el contralmirante Montero procedió a enjuiciar al general Buendía y
al coronel Suárez, que fueron hechos prisioneros.
CAMPAÑAS DE TACNA Y ARICA:

Ocupada Tarapacá, el Estado Mayor chileno dudó sobre si debía arribar a


Lima o tomar Tacna y Arica. Esta última opción ofrecida la ventaja de
interponerse entre el sur del Perú, Tacna fundamentalmente, y Arequipa,
donde se estima había abastecimiento en hombres y pertrechos para los
peruanos.
Los primeros desembarcos ocurrieron a fines de diciembre, con proyecciones
a Pacocha, Ilo y Moquegua, pero el grueso del ejército chileno desembarcó
en Ilo el 25 de febrero de 1880, al mando del general Baquedano. Miles de
hombres, en 18 naves entre militares y de transporte, sin encontrar
resistencia, acantonaron y organizaron su mejor sistema de abastecimiento
de agua, provisiones y elementos de movilidad, cuyas necesidad se sabía
imprescindible desde la experiencia de Tarapacá. La presencia de las tropas
chilenas dio origen a algunos encuentros, como el de Los Ángeles, donde
unos mil hombres al mando del coronel Gamarra fueron derrotados. Aquellos
reclutas en su mayoría puneños y cuzqueños, se dispersaron. Otra cara de la
moneda la ofrecía Gregorio Albarracín, que reuniendo gente de Tacna
organizó un escuadrón. Su presencia en la guerra desde Tarapacá había
demostrado su capacidad de liderazgo y lo había convertido en guerrillero por
excelencia.
Albarracín es el símbolo de muchos que desde el anonimato mantuvieron el
rechazo al invasor. La constante hostilización al enemigo fue más allá de la
batalla de Tacna. Sama y Locuma fueron los escenarios predilectos de sus
acciones. Conocido como el "centauro de las vilcas", cayó víctima de su
arrojo y su acción constante en octubre de 1880.

BATALLA DE ARICA:
7 de Junio El 3 de abril de 1880, el coronel Francisco Bolognesi asumió la
jefatura de la plaza de Arica. La importancia del puerto como contacto
marítimo como con el norte del país le daba una significación muy particular.
Consumada la derrota de Tacna, la suerte de la guarnición de Arica estaba
echada. Se podía abandonar el territorio marchando rumbo al este,
internándose en la sierra, para, describiendo un gran arco, alcanzar Arequipa
o eventualmente Lima. La presencia chilena al norte en Tacna y al sur de
Tarapacá cerraba esas rutas. Al oeste, poderosas naves en la bahía hacían
imposible cualquier intento. Había otra opción: quedarse en Arica, donde sin
duda morirían. El 28 de mayo, conociendo el revés de la antevíspera, el
coronel Bolognesi convocó a un consejo de guerra, que decidió la defensa de
la plaza. Glorioso día de la decisión, cuando aún había escapatoria hacia el
este, aquel puñado de excelsos guerreros prefirió libremente ofrendar la vida
por la patria.
El 2 de junio las avanzadas chilenas alcanzaron las inmediaciones de Arica.
Prefirieron no asaltar de inmediato el morro e iniciaron un bombardeo
continuo con su poderosa artillería. Los sitiadores ofrecieron por boca de un
parlamentario, Juan de la Cruz Salvo, una honrosa capitulación.
Luego de conferenciar con su Estado Mayor, el coronel Bolognesi hizo saber
al emisario "que estaba dispuesto a salvar el honor de su país quemando el
último cartucho".
El 7 de junio de 1880 las tropas invasoras emprendieron el asalto del morro
de Arica.

Entonces supieron de la exacta correlación entre la frase del jefe y la acción


que ejecutaban los defensores del morro. Acosados por diversos ángulos, no
dieron tregua al enemigo, superior tres veces en número. Desde la bahía, las
naves chilenas acrecentaban la desventaja de los defensores. La historia
reconoce en Arica una de las páginas más honrosas de la historia militar del
Perú.
LA CAMPAÑA DE LIMA:
Hacia enero de 1881, luego de la expedición de Patricio Lynch destinada a la
destrucción de nuestros principales recursos económicos en la costa, el
objetivo chileno fue la toma de capital. El jefe supremo Nicolás de Piérola
asumió la organización de la defensa militar de Lima y desoyó los consejos de
algunos militares. Decidió establecer dos líneas defensivas, una en San Juan y
otra en Miraflores, pero éstas no resultaron operativas por ser demasiado
extensas. A esto se sumó la deficiente provisión de armamento, la cual
precipitó los desastres del 13 y del 15 de enero. La derrota de San Juan
permitió el ingreso de las fuerzas chilenas a Chorrillos, balneario incendiario y
saqueado por la soldadesca invasora, y movió a las representaciones
extranjeras a mediar para la firma de un armisticio, que debió durar hasta la
medianoche del día 15. Alrededor de las 2 de la tarde, inesperadamente, se
escucharon disparos y se produjo la batalla de Miraflores.

LA CAMPAÑA DE LA BREÑA:
La ocupación de la capital desplazó el centro de la lucha al interior del país,
pues aunque el ejército regular estaba diezmado, los jefes, oficiales y soldados
sobrevivientes lo mismo que la población civil no estaban dispuestos a rendirse
definitivamente, ya que no aceptaban todas las condiciones de paz que querían
imponer los invasores.

Así, acabó siendo la sierra la región donde se decidiría la suerte del Perú. Lima
era el centro político y económico, pero las tierras altas son hasta la actualidad
la zona medular del país. Esto no lo entendió Chile hasta que tuvo que hacer
frente a la campaña de La Breña o de la resistencia.
La última etapa de la guerra tomó el nombre de "La Breña" por el territorio
donde se desarrollaron las principales acciones. Esta tierra accidentada y hostil
a los invasores, ubicada en la sierra central entre Ayacucho y Junín, ha pasado
a la historia como "La Breña" y los luchadores fueron conocidos como "los
breñeros". Los breñeros fueron la base para la constitución del ejército del
centro. Ellos permitieron la recomposición de las fuerzas nacionales, luego de
la campaña de Lima, y los que alentaron la esperanza de Cáceres después de
la derrota de Huamachuco.

LA RESISTENCIA EN EL NORTE:

La campaña de La Breña no fue la única manifestación de la decisión peruana


de continuar la lucha en defensa del territorio. También quienes se retiraron a la
sierra norte estuvieron dispuestos a detener al enemigo, aunque estos
esfuerzos no fueron tan prolongados como los de Cáceres. Hacia Cajamarca
se re tiró uno de los héroes de la campaña de Lima Miguel Iglesias, y junto con
él otros patriotas como José Mercedes Puga, hacendado de la localidad, quien
colaboró en la formación del batallón Gálvez y estimuló al general Iglesias en la
lucha que favoreció a los peruanos en San Pablo, el 13 de julio de 1882.
Poco después, sin embargo, ocurridas las represalias chilenas en Cajamarca
contra los bienes de los principales defensores, el propio Iglesias lanzó el
manifiesto de Montán con el objeto de firmar la paz con Chile. Esto le valió el
enfrentamiento con Puga.
8.- TRATADO DE ANCON Y EL PROTOCOLO COMPLEMENTARIO

a) El perú cedia a Chile perpetua e incondicionalmente los territorios de la


provincia litoral de Tarapacá.
b) Los territorios de las provincias de Tacna y Arica continuarian en poder de
Chile, sujetas a la legislación y autoridades chilenas por diez años.
c) Chile se arrogaba la facultad de realizar la venta de un millón de toneladas
de guano de las islas, de lobos, cuyo producto se distribuiría entre el
gobierno de Chile y los acreedores del Perú.

9.- LAS CONSECUENCIAS ECONÓMICAS DE LA GUERRA

Los efectos fueron negativos ya que la producción y la vida económica del país
quedaron tremendamente desarticulados.
- La pérdida de riqueza del guano y del salitre.
- La destrucción de las principales haciendas de la costa.
- La destrucción de numerosos puertos.
- Los cupos o contribuciones de guerra.
10.- LAS CONSECUENCIAS SOCIALES

- La embrionaria clase burguesa con aspiraciones económicas y políticas


que desconjuntada.
- No fue posible el proyecto de Unidad Nacional que pudo realizar Andres
A. Caceres a partir de la guerra de la resistencia que dirigió tenazmente.
- Los sectores y campesinos que se habían empobrecido más con la
guerra, fueron duramente tratados y terminaron pagando los elevados
costo de la guerra.

11.- CONSECUENCIAS POLÍTICAS Y GEOPOLÍTICAS

Política:
- Quedó totalmente descuartizado el Estado peruano y fue necesario la
presencia de un segundo militarismo.

Geopolítica
- El Perú definitivamente la Provincia litoral de Tarapacá y con ella las ricas
salitreras.
- El Perú terminó limitando por el Sur con Chile, con una nación con fuertes
tendencias expansionistas que todavía siguen latentes.
- Militarmente el Perú perdió su escuadra y con ella se acrecentó
enormemente la hegemonía y predominio marítimo de Chile en el
Pacífico.
12.- CONCLUSIONES

 El coste del conflicto en vidas humanas fue alto, sobre todo en lo que se
refiere a pérdidas de vidas civiles. Un recuento hace calcular que las bajas
estuvieron entre los 14 000 y 23 000 muertos, entre civiles y militares, a lo
largo de la guerra.
 La guerra concluyó oficialmente el 20 de octubre de 1883 con la firma del
Tratado de Ancón, mediante el cual el Departamento de Tarapacá pasó a
manos chilenas permanentemente y las provincias de Arica y Tacna
quedaron bajo administración chilena por un lapso de 10 años, al cabo del
cual un plebiscito decidiría si quedaban bajo soberanía de Chile, o si volvían
al Perú.

 Tras su victoria, Chile tomó posesión no sólo de una importante extensión


territorial, sino también de enormes depósitos salitreros, guaneros y de
cupríferos. Éstos fueron adquiridos mayoritariamente por capitales
británicos, por medio de la compra de bonos desvalorizados emitidos antes
del conflicto por Perú y adquiridos a bajos precios con préstamos de bancos
chilenos, que los hacían dueños de las salitreras.

13.- BIBLIOGRAFIA

 Autor: J. Augusto Benavides Estrada.


Edición: Escuela Nueva 5to.

 Autor: Aurelio Miro Quezada Sosa.


Edición: Libres S.A.
Impresión: Editorial en comercio S.A.

 Autor: Mariano Felipe Paz Saldan.


Edición: Carlos Milla Batres.

 http://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_del_Pac%C3%ADfico

 http://www.monografias.com/trabajos7/chileguerr/chileguerr2.shtml

 http://justonarvaez.galeon.com/

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