Anda di halaman 1dari 273

1

ÌNDICE
Sinopsis Capítulo 8
Parte I Capítulo 9
Animales de carga Capítulo 10
Capítulo 1 Capítulo 11
Capítulo 2 Parte III
Capítulo 3 El remedio
Capítulo 4 Capítulo 1
Capítulo 5 Capítulo 2
Capítulo 6 Capítulo 3
Capítulo 7 Capítulo 4
Capítulo 8 Capítulo 5
Capítulo 9 Capítulo 6
Capítulo 10 Capítulo 7
Parte II Capítulo 8
2 Siempre puedes obtener lo que Capítulo 9
quieres Capítulo 10
Capítulo 1 Capítulo 11
Capítulo 2 Capítulo 12
Capítulo 3 Capítulo 13
Capítulo 4 Capítulo 14
Capítulo 5 Capítulo 15
Capítulo 6 Epilogo
Capítulo 7 Biografía del Autor
Sinopsis
En un mundo antes de El Programa…

Quinlan McKee es una finalizadora. Desde los siete años, Quinn ha tenido
la responsabilidad de proveer un cierre a las familias en duelo con una
habilidad especial: puede “convertirse” en cualquiera.
Recomendada por terapeutas de duelo, Quinn es contratada por las
familias para tomar el papel a corto plazo de un ser amado que ha fallecido
entre las edades de quince y veinte años. No es una copia exacta, por supuesto,
pero usa sus ropas y cambia su cabello, los estudia a través de fotografías y
videos, y pronto, Quinn puede actuar como ellos, oler como ellos, y ser ellos
para todos los propósitos. Pero para hacer su trabajo satisfactoriamente, no
puede encariñarse.
Ahora, con diecisiete años, Quinn puede recrearse a sí misma con
facilidad, a veces confundiendo su propio pasado con el de las personas que ha
retratado. Cuando le asignan su trabajo más largo, haciendo el papel de
3 Catalina Barnes, Quinn comienza a tener un vínculo con el novio de la chica
fallecida. Pero ese es solo el comienzo de las complicaciones, especialmente
cuando Quinn descubre la verdad sobre la muerte de Catalina. Y la epidemia
podría comenzar.

The Program #0.5


Parte 1
Animales de carga
4
Capítulo 1
Traducido por Adaly y Dianna K
Corregido por flochi

E
s hora de decir adiós. Me siento en el sillón más cercano a la puerta
y cruzo las manos educadamente en mi regazo. En la habitación
hace demasiado calor. Hay demasiado silencio. Mi madre entra
desde la cocina, su ojo izquierdo está hinchado y amoratado, hay pequeños
rasguños tallados en sus mejillas. Cojea hasta el sofá de cuadros, rechazando la
ayuda cuando le ofrezco, y se deja caer suavemente en el sillón estampado junto
a mi padre. Le lanzo a éste una incómoda mirada, pero él no levanta su cabeza;
las lágrimas caen sobre su pantalón gris y aparto la vista.
Empiezo a morder el interior de mi labio inferior, esperando en silencio
mientras ellos consideran sus palabras. Esta despedida al estilo intervención no
es el formato que imaginaba, pero el momento les pertenece a ellos, así que no
interfiero. Echo un vistazo anhelante al lugar donde mi desgastada mochila
espera al lado de la puerta. Más le vale a Aaron no llegar tarde a recogerme esta
vez.
5 ―¿Estás segura que no puedes quedarte otra noche? ―pregunta mi padre,
agarrando la mano de su esposa lo suficientemente fuerte como para poner sus
nudillos blancos. Ambos me miran suplicantes, pero no les doy falsas
esperanzas. No voy a ser tan cruel.
―Lo siento, pero no ―digo amablemente―. Aquí es donde decimos
adiós.
Mi madre libera su mano de las de mi padre, y la enrolla en un puño en su
boca. Ahoga un sollozo, y veo cómo la herida en su mejilla arruga su piel.
Toco mis propias lágrimas, tratando de parecer compasiva. Nunca verás a
tus padres de nuevo, pienso. ¿No es eso triste? Pero todo lo que logro es un poco de
visión borrosa. Parece un poco insensible, incluso para mí, que no pueda llorar
su pérdida. Pero solo he conocido a estas personas por dos días. Además, los
clips de mis extensiones de cabello están volviendo loco a mi cuero cabelludo.
Extiendo una uña entre mis mechones rojos y rasco.
Mi madre respira profundamente y luego comienza su despedida
ensayada.
―Emily ―dice con voz temblorosa―. Cuando falleciste, mi vida también
terminó. ―Una lágrima cae lentamente por su mejilla antes de desaparecer―.
No podía ver más allá de mi dolor ―continúa―. Los consejeros me dijeron que
tenía que hacerlo, pero solo podía reproducir esos últimos minutos en el auto.
Esta horrible espiral de dolor< ―Se atraganta, y mi padre frota su espalda con
dulzura. No interrumpo―. Y entonces tú te fuiste ―susurra mi madre
mirándome―. Te amaba m{s que a nada, pero fuiste alejada de mí. Lo intenté<
lo intenté mucho, pero no pude salvarte. Lo siento, Emily.
Soy una versión de Emily apenas pasable: ojos diferentes, barbilla más
pequeña. Pero mi madre está en duelo, y a través de sus lágrimas estoy segura
que cree que me veo igual a su hija muerta. Y tal vez esa semejanza duele
incluso más cuando estamos tan cerca.
―También te quiero, mamá ―digo automáticamente, muevo mi mirada
hacia mi padre―. Y gracias papá, por todo lo que has hecho por mí. Fui muy
feliz. Sin importar nada, siempre estaré con ustedes ―pongo mi mano sobre mi
pecho―, en sus corazones.
Las palabras están secas en mi boca, pero me apego al guion cuando no
puedo personalizar de alguna otra forma mi discurso. Básicamente, esto es lo
que quieren oír, o mejor dicho, lo que necesitaban oír para tener un cierre. Ellos
querían que supiera que fui amada.
Mi teléfono vibra en mi bolsillo, pero no lo reviso para no arruinar el
momento. Ya pasó el límite de tiempo y se ha puesto oscuro afuera, pero no me
6 iré hasta asegurarme que mis padres superaran esto. Espero un momento, y mi
madre sorbe y limpia su rostro con las manos.
―Emily, te extraño ―dice, y su voz se quiebra al decir mi nombre―. Te
extraño cada día. ―Las primeras lágrimas hacen picar mis ojos, la honestidad
en sus emociones penetra la pared que con cuidado he construido. Le sonrío,
esperando que disminuya su dolor.
―Sé que me amabas ―le digo, saliéndome del guion―. Pero, mam{<
esto no fue tu culpa. Fue un accidente, un terrible y trágico accidente. Por favor,
no te culpes más. Te perdono.
Mi madre tapa su boca con ambas manos, exudando alivio mientras sus
hombros tiemblan con sollozos. Esto es todo, su cierre. Necesitaba aliviar su
culpa. Mi padre se levanta y se mueve hacia la puerta. Me levanto para seguirlo,
pero me detengo y miro a mi madre.
―Estoy a salvo ahora ―continúo―. Ya nada puede hacerme daño otra
vez. ―Me giro para abandonar la habitación, mi voz apenas audible por encima
de su llanto―. Adiós, mamá.
Mi tarea está completa.
Sigo a mi padre hacia la puerta principal, y cuando llegamos a la entrada,
busco en el destrozado bolsillo de en medio de mi mochila y saco una sudadera.
Me quito la camiseta de los Rolling Stones y se la entrego a mi pap{< o mejor
dicho a Alan Pinnacle.
Durante los dos últimos días, he estado usando la ropa favorita de su hija,
comiendo su comida favorita, durmiendo en su cama. Soy la Ricitos de Oro que
los osos tomaron para remplazar a la persona que perdieron, incluso si solo fue
para decir adiós.
Alan mira la camiseta negra de Emily y la empuja en mi dirección.
―Quédatela ―dice, mirando la tela como si fuera valiosa. Abro mis ojos
ampliamente y doy un paso atrás.
―Pero no es mía ―le digo en voz baja―. Pertenecía a tu hija. ―Algunas
veces los padres se confunden, y parte de mi trabajo es mantenerlos conectados
a la realidad. Martha se sienta en el sofá, mirando por la ventana con una
expresión calmada, pero me preocupa que Alan esté teniendo una crisis
emocional.
―Tienes razón ―dice tristemente―. Pero Emily no volverá a casa.
―Sostiene la camiseta―. Si esto se sigue usando, de cierto modo, su espíritu
seguirá allá fuera. Ella seguirá siendo parte del mundo.
―Realmente no debería ―digo, aunque si soy honesta, esa camiseta fue
mi parte favorita de esta tarea. Pero no se supone que debamos mantener
7
objetos de los muertos. Existe la posibilidad de demandas contra todo el
departamento de duelos, reclamando falta de profesionalismo.
―Por favor ―murmura―. Creo que a ella realmente le hubieras
agradado.
Es solo una camiseta, pienso. Nadie jamás ha sido despedido por una camiseta.
De mala gana tomo la tela de su mano, y el rostro de Alan se retuerce con dolor.
Impulsivamente, me inclino y beso su mejilla.
―Emily fue una chica con suerte ―susurro cerca de su oreja. Y entonces,
sin esperar a ver su reacción, me giro y me alejo de la casa de Emily Pinnacle.

b
El aire de la noche está pesado con humedad mientras doy un paso en las
tablillas de madera del porche delantero; el frío viento con lluvia sopla contra
mi cara. Los faros de un auto estacionado más abajo en la carretera parpadean,
y mis músculos se relajan. Me alegro de no tener que estar esperando para que
me lleven; normalmente Aaron apesta con eso de llegar a tiempo. Meto la mano
en mi cabello y comienzo a remover las extensiones, desabrochándolas y
metiéndolas en la bolsa que está sobre mi hombro, en donde puse la camiseta
de los Rolling Stones.
El auto se detiene, y pongo la mochila sobre mi cabeza para protegerme de
la lluvia. Lanzo una mirada más hacia la casa, contenta de que ninguno de los
padres esté viendo por la ventana. Odio romper su ilusión, es como ver a un
maestro en el supermercado o a un personaje de parque temático sin su enorme
cabeza.
Abro la puerta del coche y me dejo caer en el asiento del pasajero de un
Cadillac negro y brillante. Huele a cuero y a ambientador de coco. Me vuelvo
hacia ambos lados, levantando mis cejas en el momento en el que noto la
apariencia de Aaron. Finjo revisar mi inexistente reloj.
―¿Y quién se supone que eres? ―pregunto.
Aaron sonríe.
―Soy yo de nuevo ―dice―. Fue un largo viaje en coche. No tuve tiempo
de cambiarme de ropa.
Este era uno de esos raros momentos en donde Aaron y yo estábamos en
una asignación al mismo tiempo, un conflicto mayormente evitado.
Probablemente fue algo bueno que esta noche estuviera retrasada. Exploro la
vestimenta de mi amigo, conteniendo la risa que espera en mis entrañas. Está
8
usando una chaqueta de pana marrón con una camisa a rayas de botones
debajo. Aunque Aaron apenas tiene diecinueve, está vestido como un profesor
de ochenta años. Sintiendo mi inminente reacción, pisa el acelerador y nos lanza
a la calle.
―Estudiante de derecho de veintitrés años ―explica, subiendo el
volumen del estéreo―. Pero su verdadero amor eran las matemáticas. ―Me
lanza una mirada mordaz como si esto resumiera su tarea por completo―. Los
consejeros están forzando mi edad, ¿verdad? ―pregunta―. Debe ser esta linda
barba. ―Acaricia su vello facial y arrugo la nariz.
―Asqueroso ―digo―. Tienes suerte que Oregón celebra su vello facial;
de lo contrario estarías sin trabajo. ―La oscura y suave piel de Aaron
desaparece cada Noviembre Sin Afeitar, pero eso terminó cinco meses atrás.
Soy la compañera de un Pie grande―. ¿Cuándo te vas a deshacer de esa cosa?
―le pregunto.
―Umm, nunca ―dice, como si fuera obvia la respuesta―. Chica, me veo
bien.
Me río y bajo el espejo del lado del pasajero. La luz se enciende, fuerte
contra mi maquillaje pesado. Peino con mis dedos mis mechones aún rojos de
mi cabello largo hasta los hombros. El cabello de Emily era ridículamente largo,
así que tuve que usar extensiones que picaban.
―Es una pena ―dice Aaron, señalando hacia mi reflejo―. Me gustaba tu
cabello largo.
―Y a mí me gusta esa chaqueta especial. ¿Estás seguro de que te la puedes
quedar?
―Buen punto ―reconoce. Nos mantenemos en silencio por un momento
hasta que Aaron aclara su garganta―. Entonces, ¿cómo fue? ―pregunta con su
voz de terapeuta, a pesar de que sabe que odio hablar sobre mis asignaciones―.
Fuiste muy imprecisa en el teléfono ―añade―. Estaba preocupado.
―Fue lo mismo ―respondo―. Igual que siempre.
―¿Fue la madre?
―Sí ―le digo, y miro por la ventana del pasajero―. Culpa del
sobreviviente. Hubo un accidente de coche, la madre iba conduciendo. Después
de llegar al hospital, la madre salió corriendo de habitación en habitación
buscando a su hija. Pero ella murió al llegar. ―Trago saliva, enterrando las
emociones que amenazan con sacudir mi voz―. Lo único que la madre quería
era disculparse por perder el control del coche ―continúo―. Suplicarle a su hija
su perdón. Decirle lo mucho que la amaba. Pero nunca tuvo la oportunidad. Ni
9
siquiera llegó a decir adiós. Martha tuvo dificultades para aceptar eso.
―¿Martha? ―repite Aaron, y lo siento mirarme―. ¿Ustedes dos se
tutean?
―No ―le digo―. Pero ya no le estoy diciendo mamá, y parece demasiado
frío decirle Sra. Pinnacle. ―Cuando me giro hacia Aaron luce dudoso―. ¿Qué?
―pregunto―. La mujer lavaba mi ropa interior. No es como si fuéramos
desconocidas.
―Ves, esa es la cuestión ―dice levantando su dedo―. Ustedes son
desconocidas. Estabas interpretando el papel de su hija fallecida
temporalmente, pero eso no significa que son amigas. Quinn, no mezcles las
líneas.
―Sé cómo hacer mi trabajo ―respondo con desdén. Mi corazón late más
rápido.
Aunque todos los finalizadores asumen la personalidad de la persona
muerta, soy la única que lo interioriza, piensa como ellos. Me hace más
auténtica, y honestamente, es por eso que soy la mejor.
―No seas criticón ―le digo a Aaron―. Tú tienes tu proceso; yo tengo el
mío. Soy completamente indiferente, cuando termina.
Aaron se ríe.
―¿Eres indiferente? ―pregunta―. Entonces, ¿por qué conservas
recuerdos?
―No lo hago ―respondo, el calor arrastrándose sobre mis mejillas.
―Apuesto a que tienes más que extensiones de cabello en esa bolsa.
Bajo la mirada para ver el borde de la camiseta que se asoma.
―No es justo ―digo―. El padre me lo dio. No cuenta.
―¿Y los pendientes de Susan Bell? ¿El cinturón llamativo pero chocante
de Audrey Cualseasunombre? Admítelo. Tienes una vida cleptómana. Guardas
piezas de ellos como un loco asesino en serie.
Me río.
―No es nada de eso.
Aaron tararea su desacuerdo y da un giro a la autopista. Serán al menos
cuarenta y cinco minutos hasta que estemos de vuelta en Corvallis. Odio las
asignaciones lejos, pero nuestro pueblo es bastante pequeño, y no tenemos casi
tantas muertes como Eugene o Portland. Pero estar lejos puede fastidiar tu
cabeza. Nada es familiar, ni los lugares o las personas. Una persona podría
olvidar quién es en realidad en una situación como esa. Es de alto riesgo, y el
10 regreso es siempre más difícil después de estar apartado por completo. Pero es
nuestro trabajo.
Aaron Rios y yo somos finalizadores, un remedio para las familias
desconsoladas. Ayudamos a los clientes que están experimentando síntomas de
duelo complicado a través de un método extremo de terapia de rol. Cuando una
familia o persona experimenta pérdida, del tipo de pérdida que simplemente no
pueden superar, del tipo que consume su cordura, sus consejeros de duelo
hacen una recomendación. Por una suma no revelada de dinero, a los clientes se
les da un finalizador para representar el papel de una persona muerta y
proporcionarles el cierre muy necesario que desean.
En este punto puedo convertirme en cualquier persona, siempre y cuando
ellos sean una mujer blanca de entre quince y veinte. No soy una copia exacta,
por supuesto, pero me pongo sus ropas y cambio mi cabello y color de ojos. Los
estudio a través de fotos y videos, y pronto puedo actuar como ellos, oler como
ellos, ser ellos para todos los efectos. Y cuando una familia está confusa por el
dolor, tienden a aceptarme fácilmente.
Me quedo con ellos durante unos días, pero nunca más de una semana. En
ese tiempo, mis seres queridos llegan a decir todo lo que necesitaban, pero
nunca tuvieron la oportunidad de hacer, llegar a oír lo que le han dicho los
consejeros que necesitaban oír. Puedo ser la hija perfecta. Puedo darles el cierre
para que puedan sanar.
Estoy salvando vidas, incluso si a veces es difícil recordar cuál es la mía.
―Así que, ¿qué me he perdido? ―le pregunto a Aaron. Cuando me llamó
antes para armar mi extracción, trató de hablar, para reconectarme con el
mundo exterior. Pero yo estaba con la familia cuando mi teléfono sonó, así que
le di a Aaron alguna excusa de mierda para desocupar la línea. Ahora estoy
desesperada por un recuerdo de mi vida real. Descanso mi sien en el
reposacabezas y lo miro.
―No mucho. ―Se encoge de hombros―. Deacon me ha estado enviando
mensajes de texto sin parar. Dice que no estás contestando tu teléfono.
―Bueno, no se supone que se ponga en contacto conmigo, ¿cierto?
―señalo. Nuestras normas establecen que sólo nos juntemos con nuestros
consejeros o nuestros asesores mientras estemos en la asignación, eso nos
impide salir del personaje. Pero el hecho es, que podría haber respondido los
mensajes de Deacon. Simplemente no quería.
Mis ojos comienzan a picar y compruebo todo el asiento delantero y
encuentro una bolsa abierta llena de mezcla de frutos secos en la abertura
debajo del estéreo, los cacahuetes salados al parecer se han derramado en el
11 portavasos. Mi padre va a matar a Aaron por traerlos aquí. Y por ensuciar su
Cadillac. Utilizamos siempre el mismo coche para las extracciones. Sirve como
un recordatorio de nuestra vida real, algo familiar para llevarnos a casa.
Subo mi mochila a mi regazo y empiezo a rebuscar hasta encontrar el
estuche de mis lentes de contacto de color. Aunque no soy mortalmente alérgica
a los frutos secos, me irritan los ojos y hacen que mi garganta arda. Aaron es
por lo general bastante bueno no comiéndolos a mi alrededor. Supongo que lo
olvidó esta vez, lo que es comprensible. Las asignaciones tienden a dejarnos
confundidos. Al menos por un tiempo.
―Creo que Deacon está preocupado de que huyas sin decirle ―continúa
Aaron―. Lo vuelve loco.
―Deacon nunca se preocupa por nada ―corrijo, poniendo mi dedo índice
en mi pupila hasta que siento el lente de contacto adhiriéndose―. Y no sé por
qué te está preguntando. Si planeara huir, no lo sabrías tampoco. ―Quito la
tapa y vuelvo a colocarlo dentro de la caja antes de trabajar en el otro ojo.
―Sí, bueno, él se preocupa por ti ―murmura Aaron, apagando los
limpiaparabrisas ahora que la lluvia ha cedido―. Y sin importar si lo admites o
no ―añade―, te preocupas por su culo todo el tiempo también.
―Somos amigos ―le recuerdo, reviviendo la conversación que hemos
tenido una docena de veces―. Sólo muy buenos amigos.
―Lo que sea, Quinn ―dice―. Eres dura y él es rudo. Entiendo. Ambos
son demasiado duros para el amor.
―Cállate. ―Me río―. Estás enojado porque nos llevamos mejor que tú y
tu novia.
―Maldita sea, cierto ―dice Aaron con una sonrisa desafiante―. No es
genial. Ustedes dos<
―Altoooo ―gimo, interrumpiéndolo―. Cambia de tema. Deacon y yo
terminamos. Fin de la historia. ―Meto mi estuche de lentes de contacto de
nuevo en mi bolsa y la dejo caer a mis pies. El tráfico se ha desvanecido de la
autopista, dejando el camino oscuro vacío a nuestro alrededor.
―No estoy diciendo que deban odiarse ―continúa Aaron―. Pero no
deberías querer follar cada vez que lo veas tampoco.
―Tienes serios problemas, lo sabes, ¿verdad?
―Mm hmm ―dice, asintiendo con desdén―. Sí, yo soy el que tiene
problemas. ―Silba un sonido bajo de simpatía, mirándome de reojo―. Ambos
lo empeoraron ―añade.
12 ―No ―digo―. Ambos mejoramos. Recuérdale eso a Deacon la próxima
vez que esté comprobándome. ―Aaron se burla y jura que se va a quedar fuera
de ello. No lo hará, por supuesto. Piensa que todavía estamos suspirando por el
otro. Y< tal vez no esté del todo equivocado. Pero Deacon y yo tenemos una
comprensión muy platónica.
Deacon Hatcher es mi exnovio convertido en mejor amigo, pero lo más
importante, él solía ser un finalizador. Él lo entiende. Me entiende. Deacon fue
mi pareja antes de Aaron, casi tres años al lado del otro, hasta que dejó de
trabajar para mi padre hace ocho meses. Me dejó el mismo día. La ruptura
puede haberme destrozado un poco. O mucho. Deacon y yo habíamos
compartido todo, teníamos una política de total honestidad, que no es
precisamente fácil para las personas en nuestra línea de trabajo.
Ni siquiera había sabido que él había terminado su contrato con el
departamento de duelos cuando me dijo que terminábamos, dijo que había
avanzado. Supuse que quería decir con otra chica, así que no hablamos durante
más de un mes. Había estado cegada, traicionada. Lo único que me quedaba era
el cierre, y era muy buena en eso. Absorbí más de las vidas de mis asignaciones,
el amor de sus familias. Reconstruí mi autoestima con su ayuda, sus recuerdos.
Entonces mi padre asignó a Aaron como mi nueva pareja.
Al día siguiente, Deacon se presentó en mi puerta, diciendo lo mucho que
lo sentía. Diciendo cuán desesperadamente me extrañaba. Le creí. Siempre le
creo. Pero cada vez que nos acercamos, el momento en que me enamoro de él
otra vez, Deacon me aparta, se aleja y me deja con el corazón roto por la
ausencia de su afecto. Ya sea que se trate de su entrenamiento o su disposición
natural, Deacon es encantador. El tipo de encantador que te hace sentir como si
fueras la única persona en el mundo que importa. Hasta que no lo haces ya.
Estoy cansada del tira y afloja que sigue agrietando y sanando en la misma
cicatriz. Le dije a Deacon que había terminado de dejarme ser vulnerable a él,
que me estaba arruinando. La idea pareció devastarlo. Así que Deacon y yo
acordamos no volver a estar juntos, pero reconocimos que no podíamos estar
lejos el uno del otro tampoco. Mejores amigos es el compromiso. Nos permite ir
hasta el mismo borde de nuestro deseo sin realmente sobrepasarlo. Y eso
funciona para nosotros. Estamos totalmente jodidos así.
Desde la consola central, el teléfono de Aaron vibra en el portavasos.
Rápidamente lo agarra antes que yo, y lo apoya contra el volante mientras lee el
texto. Después de un momento, apaga la pantalla con un clic y deja caer su
teléfono en el portavasos.
―Myra dice hola ―dice, echándome un vistazo―. Ella está súper
13 emocionada de que estés de vuelta.
―Estoy segura ―digo, lanzándole una sonrisa divertida. La novia de
Aaron tiene apenas un metro cincuenta y dos de altura, con grandes ojos como
ciervo y un temperamento al rojo vivo. Solía odiarme, lo que, en circunstancias
normales, podría ser comprensible. Paso mucho tiempo con su novio. Lo
superamos ahora, y toda la situación se convirtió en una broma entre Aaron y
yo. Y aunque Myra todavía puede odiarme un poco, es una de mis amigos más
cercanos. Pero todo va a cambiar pronto. Este es el último mes de Aaron como
finalizador, su contrato termina en cuatro semanas. Después de eso, él y Myra
van a salir corriendo y vivir un poco de vida demente en una de las Dakotas.
―¿Alguna oportunidad de que pueda convencerte de dejarme en casa
primero? ―le pregunto a Aaron con una enfermiza voz dulce―. He estado
soñando con mi cama durante todo el fin de semana. Emily tenía un futón.
Aaron silba con simpatía.
―Suena duro, Quinn. Pero ya he llamado a Marie para hacerle saber que
vamos de camino. ―Sonríe―. Y sabes lo mucho que ama los interrogatorios
nocturnos.
Falso. Marie odia absolutamente cuando llegamos por la noche.
Exhalo, temiendo nuestra siguiente parada. Sólo quiero ir a casa, decirle a
mi papá buenas noches, y luego tirarme en mi cama. Por desgracia, nada de eso
puede suceder hasta que registremos nuestro cierre y confesemos nuestros
pecados. Nuestra consejera, Marie, nos tiene que entrevistar antes de que se nos
permita regresar a nuestras vidas normales. Hay procedimientos establecidos
para asegurar que no llevamos ninguna pena a casa con nosotros, llevar a casa
tristeza. Es el viejo dicho: la miseria ama la compañía. Sí, bueno, la pena puede
ser contagiosa.

14
Capítulo 2
Traducido por Pilar y HeythereDelilah1007
Corregido por flochi

L
a puerta hacia el departamento en el quinto piso sin ascensor
siempre está atascada, y Aaron tiene que chocar su hombro contra
ella para abrirla. Entra dando tumbos, girando para lanzarme una
sonrisa.
Tan fuerte, digo moviendo los labios, haciéndolo reír. Lo sigo dentro, y
luego cierro y trabo la puerta. Me detengo para mirar alrededor. No he estado
en la casa de Marie en por lo menos un mes, pero está tan atestada como la
recuerdo. Exactamente igual. De pared a pared muebles antiguos, sillas floridas
y mesas de patas estrechas. Capas de incienso penden del aire; tapices rojos
están clavados con tachuelas sobre la ventana, lazando sobre el cuarto la suave
luz de las l{mparas. El lugar es muy chic desgastado< como su dueña.
―Llegan tarde ―llama una voz rasposa desde la cocina. Veo el hombro
desnudo de Marie, y sus largas y finas trenzas mientras abre y cierra los
gabinetes de la cocina buscando algo.
15 ―Quinlan estaba siendo buena de nuevo dándoles tiempo extra ―grita
Aaron. Se deja caer sobre el usado sofá de terciopelo y se saca sus zapatos. Le
frunzo el ceño por delatarme tan rápidamente, y me quito mis zapatos
deportivos antes de que Marie pueda gritarme por faltarle el respeto a su
departamento―. Es demasiado amable ―añade Aaron―. Dile a Quinn que es
demasiado amable. ―Gira su cabeza hacia la cocina, y Marie sale de detrás de
la puerta de un gabinete.
―Deja de ser tan buena ―me regaña Marie, y luego regresa a lo que
estaba haciendo.
―¿Ves? ―Aaron levanta un dedo como advertencia antes de sacar sus
brazos de las mangas de su traje. Cuidadosamente dobla la tela sobre el
respaldo del sofá.
Pongo los ojos en blanco.
―Estaba haciendo mi trabajo ―aclaro, sentándome en la silla pintada
cerca de la puerta―. Revísalo con los Pinnacles, estoy segura de que obtendré
una reseña brillante.
―No te preocupes ―dice Marie, saliendo de la cocina, llevando una
bandeja―. Siempre lo revisamos. ―Me sonríe y luego deja la bandeja sobre la
mesita de café. Hay una pequeña tetera; el olor a menta sale flotando de las
tazas. Mi estómago se retuerce. Ese no es un té normal, no aquí. Es un cóctel
medicinal que me obligará a decirle la verdad cuando lo beba. Por suerte, no
tengo nada que esconder.
Marie le tiende una taza a Aaron.
―Supongo que voy primero ―murmura él, y bebe su bebida
rápidamente. Inhala para enfriar su boca―. Asqueroso ―dice, temblando, y
deja la taza sobre la mesa.
―Traeré los papeles ―anuncia Marie. Camina hacia su oficina en la casa,
sus tobilleras tintineando sobre sus pies descalzos, sus largas trenzas chocando
mientras giran alrededor de su espalda. Marie Devoroux está en sus treinta y
tantos con piel morena, penetrantes ojos negros, y una belleza sin esfuerzo que
le permite a los extraños confiar en ella. Ha sido mi tutora desde el comienzo.
Aún puedo recordar cuando era una niña pequeña sentada sobre su regazo,
contándole sobre Barbara Richards: una niña de nueve años que partió su
cráneo andando en bicicleta. Bebí el té de menta y le conté a Marie lo triste que
me había hecho sentir cuando la madre de Barbie lloró. Me costaba ajustarme al
duelo en el comienzo.
Marie es un poco menos paciente ahora, especialmente conmigo. Ella y mi
padre han estado en desacuerdo sobre un caso sobre el cual ninguno de los dos
16 hablará. No sé cuándo comenzó, pero está claro que Marie está a punto de dejar
el departamento. No sé qué harán los consejeros si ella lo hace.
Marie regresa un momento después con carpetas y una grabadora de voz.
Se sienta junto a Aaron en el sofá, tirando su cabello sobre su hombro antes de
repasar el archivo con el nombre DEXTER REED impreso en la pestaña.
Tomo mi cálida taza de té, revolviendo el líquido. No estoy segura de
poder odiar el sabor a menta más de lo que ya lo hago. Once años de beber esta
cosa logran eso en una persona. Tomo un trago tentativo y luego me dan
arcadas. Marie me lanza una mirada desaprobadora como si estuviera ofendida,
y levanto la taza con alegría antes de beberlo todo, con arcadas otra vez.
Aaron comienza a contar su corto tiempo como el distinguido estudiante
de leyes Dexter Reed. Se necesitaron menos de veinticuatro horas para cerrar
toda la vida de una persona. Lo que es bueno, supongo. De otra forma, Aaron
hubiera llegado tarde a recogerme. De nuevo. No escucho la historia, aunque no
hay problema si lo hago. Oír sus experiencias no me hará sentir triste, no como
lo hace la recreación. Por eso estamos aquí con Marie. Los finalizadores no
podemos ir a casa hasta que procesamos el dolor. Tomamos esas cargas de los
clientes, los ayudamos a sanar. Pero podemos vernos afectados, tomándolo
como nuestro propio dolor y sufrimiento. Nuestro extremo método de terapia
tiene sus riesgos. Los consejeros no quieren que eso suceda, así que hablamos
con los tutores. Dios, a veces hablamos tanto que quiero cortarme la lengua.
Sonrío, recostándome en la silla. El té ya debe estar funcionando. Hasta
mis pensamientos son honestos.
La voz de Aaron se vuelve monótona, y contemplo la noche, el sabor a
menta es denso en mi boca. Las cosas podrían ser peores, supongo. Podría ser
Emily Pinnacle.
Solo ciertas clases de personas pueden convertirse en finalizadores.
Actualmente hay quince de nosotros en Oregón. Diferentes edades, razas y
sexos. Los suficientes para cubrir la demografía más o menos. Todos fuimos
seleccionados por los consejeros de duelo porque tenemos ciertos rasgos:
adaptabilidad, habilidades mímicas, y una saludable dosis de desapego. No nos
sentimos igual que las otras personas, casi como si estuviéramos adormecidos.
O por lo menos la mayoría de nosotros. Mientras que el resto del mundo se
empeña en compartir sus sentimientos, nosotros los estudiamos. Aprendemos a
copiar patrones de comportamiento, expresiones faciales. Aprendemos a
convertirnos en otras personas.
Durante el último par de años ha habido una presión social para
reestructurar nuestras instituciones de salud mental. Como resultado, la gente
17 se ha vuelto más consciente de sus emociones. Oregón fue el primer estado en
hacer la reestructuración. Pusieron consejeros en cada escuela, pero muchos
creyeron que los distritos aún no hacían lo suficiente para mantener seguros a
sus niños. Había violencia entre los niños a un ritmo alarmante y no había
mucho que se pudiera hacer para detenerla. Algunos distritos cerraron para
siempre a favor de la educación en casa, con terapeutas online asignados para
ayudar a los estudiantes con las hormonas y las tareas. La gente tiene a sus
consejeros en marcado rápido. Hablan de todo.
Las últimas noticias declaran que la sociedad se está igualando ahora,
encontrando un balance perfecto con el desarrollo de mejores mecanismos de
afrontamiento. Aunque aún no es una práctica extendida, el departamento de
duelos está creciendo lentamente, la idea de los finalizadores se vuelve más y
más atractiva para aquellos que sufren alguna perdida. No cuestiono la ética de
lo que hacemos porque, al final, estoy ayudando a padres a aceptar sus nuevas
vidas. Y, ¿no merecemos todos una oportunidad para seguir adelante?
―Quinlan ―llama Marie, su barbilla alzada mientras estudia mi
expresión―. Tu turno. ―El cuarto se mueve lentamente, y no estoy segura de
cuánto tiempo ha pasado. Observo a Aaron justo cuando se limpia las mejillas y
sorbe con fuerza.
―Ya regreso ―dice Aaron en voz baja, y sale del cuarto. Se recostará en el
cuarto de invitados hasta que yo termine, para que el té salga de su sistema.
Marie una vez nos dijo que los tutores no siempre usan el té, un coctel con
amital sódico, porque confiaban que los finalizadores dirían la verdad sobre sus
asignaciones. Pero a través de prueba y error, los consejeros descubrieron que
podían hacer progresos más rápidos con reingresos si no mintiéramos todo el
tiempo. Hicieron un cambio de política, alterando todo el sistema de asesoría
para prevenir errores, como que traigamos a nuestra casa la tristeza que
debíamos alivianar.
Odio ese té. No me gusta que me fuercen a hacer algo, incluso a decir la
verdad. Pero no es como si tuviera otra opción. Mi contrato no termina hasta en
seis meses más.
―Siéntate ―dice Marie, sacando el archivo con el nombre de Emily
Pinnacle en la pestaña. Me muevo hacia el sofá y la enfrento―. ¿Cómo te
sientes? ―pregunta Marie para conversar.
―Exhausta ―respondo. Pongo mi brazo sobre el respaldo del sofá y me
pongo cómoda. No se sabe cuánto tiempo llevará. Marie abre el archivo y
escribe algo. Reinicia la grabadora y la deja sobre la mesa.
―Quinlan McKee ―anuncia para la grabadora, y luego me sonríe
18 amablemente―. Quinn ―dice con su voz terapéutica―. Cuéntame sobre Emily
Pinnacle.
Frunzo mi frente, contemplando.
―Era tranquila, amable. Leí su diario tres veces, vi álbumes de fotos, y
estudié sus perfiles en redes sociales. No tenía novio, pero sí un enorme
flechazo por Jared Bathman. Nunca se lo dijo ―digo―. Debería haberlo hecho,
¿cierto? ―pregunto. Marie murmura algo evasivo, y continuo―. Le preocupaba
que a él no le gustara ―digo―. Pero el día que murió, él finalmente habló con
ella en el juego de básquet. Estaba tan emocionada. Volviendo a casa le envió
un mensaje a su amiga y le contó toda la conversación. Pero nunca llegó a casa.
―Bajo la mirada hacia mi regazo, las lágrimas se acumulan en mis ojos―. No
fue justo. No fue justo que Emily tuviera que morir a los dieciséis.
―Tienes razón ―dice Marie―. Dice aquí que su madre estuvo muy
angustiada después de la muerte de Emily. El padre nos contrató porque era
inestable, errática. Los consejeros estaban muy preocupados sobre su bienestar.
¿Qué has podido observar?
―Dolor ―murmuro―. Vi mucho dolor.
―¿Y cómo se sintió?
―Fue como un hoyo oscuro y profundo en mi pecho. Me sentí como si no
hubiera esperanza. ―Miro para arriba para encontrarme con los ojos de
Marie―. Empecé a pensar que nunca iba a volver a ver a mis padres< sus
padres ―me corrijo―. Estaba asustada. No quería estar sola. No quería
morirme. ―Lágrimas caen por mis mejillas como si la pena y la pérdida me
sumergieran―. Ahora voy a estar sola para siempre. ―Intenté mantener estos
sentimientos al margen cuando fui Emily, pero ahora no puedo mentir. No me
puedo esconder de mí misma.
Marie se inclina hacia mí y toma mi mano, apretándola para darme
ánimos.
―Tú vas a ver a tu padre esta noche, Quinn. Tú no moriste< Emily
Pinnacle sí.
―Pude haber sido yo ―digo, sacudiendo mi cabeza―. Todos ellos
pudieron haber sido yo.
―No ―dice ella―. Eres Quinlan Mckee. Vives en el 2055 de Seneca Place
en Corvallis, Oregón. Tienes diecisiete años y manejas un viejo Honda
destartalado que tu padre no quiere reemplazar. ―Se acerca a mí y toca mi
mejilla para devolverme a la realidad―. Y estás viva, Quinn ―susurra―. Estás
aquí y estás viva.
19 Dejo que sus palabras hagan efecto, pensando en mi carro maltrecho< la
lucecita para revisar del motor que no se apaga nunca. Después de un
momento, estoy anclada de vuelta a mi lugar. De vuelta a mi vida. Me limpio
las lágrimas y agarro un pañuelo de papel para sonarme. Cuando acabo, Marie
se reacomoda en el sofá.
―¿Quieres hablarme de la camiseta? ―pregunta.
Mi estómago da un vuelco y lanzo una mirada de traición al cuarto de
atrás.
―¿Aaron te lo dijo? ―pregunto, enojada porque me haya llamado la
atención dos veces desde que llegamos acá.
―Tuvo que.
Es cierto. Incluso aunque mi amigo haya querido guardar el secreto, no
podría aquí.
―¿Por qué estabas preguntando acerca de mí en primer lugar? ―exijo―.
No me gusta que me espíes, Marie.
―Creí que habíamos hablado acerca de esto ―dice, ignorando mi
comentario―. Tomar cosas. Retener posesiones de los que están muertos. Eso
no es saludable, y va contra las reglas.
―El papá de Emily me dio la camiseta. No la robé. ―Mis emociones están
empezando a burbujear, pero no la tristeza que sentí antes. Esto es diferente. Es
rabia, desafío.
―No dije eso ―clarifica Marie―. Pero, ¿por qué te quedarías con la
camiseta de Emily? ¿Es por algún tipo de apego emocional?
Mis pensamientos se vuelven un remolino mientras lucho contra el efecto
inminente del té. Admitir tener un apego emocional con la familia podría
mandarme directo a terapia. Esto es por lo que odio hablar de mis sentimientos.
―Es solo que me gusta mucho la camisa ―digo, aliviada con las palabras.
Aliviada< de que acabo de decir una pequeña mentira. No reacciono, incluso
aunque mi corazón se acelera. No fue una gran mentira< pero fue evasiva. La
verdad es que todo lo que me quedo tiene su significado, incluso si es solo
pequeño. Esa camiseta me recordaba a mi papá, al papá de Emily, y cómo me la
trajo por mi cumpleaños hace dos años porque él amaba a los Rolling Stones.
Tenemos fotos de nosotros sonriendo, los brazos sobre los hombros del otro.
Puede que no sean mis recuerdos, pero me gustan. Y quiero mantenerlos.
Marie me estudia, y por un momento pienso que puede ver que he
evadido su pregunta. No estoy segura de cómo lo logré, sin embargo. Cuando
no está mirando, miro fijamente a la tetera, preguntándome si la dosis es más
20 leve. O tal vez solo lo que estaba en mi taza. Marie escribe una nota en mi
expediente y lo cierra.
―Eres libre de volver a casa ―me dice, y me da una sonrisa con los labios
cerrados―. Pero no te quedes con nada más, Quinn. Puede hacer que los
consejeros piensen que eres demasiado emocional para manejar tus
asignaciones.
―Soy una perra de corazón frío, Marie ―le digo―. Lo prometo.
Se ríe, y me da una palmada en la rodilla antes de levantarse.
―Oh ―añade―. Y no seas demasiado dura con Aaron. Él no quería
decirme sobre la camiseta. Fue por una nueva gama de interrogatorios que tu
padre agregó. Aaron tuvo que decirme la verdad.
―Entonces, ¿por qué no me preguntaste a mí sobre él? ―le digo,
confundida.
―Porque las preguntas solo son sobre ti. ―Su expresión es ilegible,
inaccesible, y entonces Marie se da la vuelta, sus trenzas sacudiéndose, y sale de
su oficina.

b
Aaron y yo nos quedamos en silencio mientras nos metemos en el Cadillac
y nos dirigimos a mi casa, donde está estacionado el auto de Aaron. Las
palabras de Marie están trabadas en mi mente, y me pregunto por qué mi padre
le añadiría preguntas acerca de mí. Por qué está comprobando lo que hago.
También estoy preocupada. Aunque no mentí, no fui completamente honesta.
Marie< ¿hizo algo diferente esta vez? ¿Soy yo diferente esta vez?
―Lo siento ―dice Aaron en voz baja desde el asiento del conductor. No
voltea a mirarme, pero está en carne viva, una pequeña concha sorprendida por
su interrogatorio―. No quise decirle.
―¿Qué preguntó?
Traga con fuerza, apretando su agarre sobre el volante.
―Hablamos sobre los acontecimientos, como es normal, pero al final me
preguntó si había notado algo extraño cuando te recogí. No sabía a lo que se
refería al principio, pero preguntó si pensaba si estabas empezando a apegarte
demasiado a los clientes. Yo< le conté lo de la camiseta. ―Voltea a mirarme,
sus ojos oscuros se ven miserables―. No quise hacerlo, Quinn.
―Está bien ―le digo, más que todo para aliviar algo de su estrés―. Ella ni
siquiera estaba enojada.
21
Los ojos de Aaron se estrechan ligeramente antes de volver su atención a
la carretera.
―Eso es bueno, supongo. ―Hace una pausa―. ¿Preguntó acerca de mí?
―No ―le digo. Su boca se tuerce en una sonrisa, pero rápidamente la
endereza. Aaron no quiere que nada arruine su contrato. Es sólo unas cuantas
semanas tendrá el total de su paga, lo suficiente para empezar desde cero en
otra parte. No ha sido un finalizador ni de cerca tanto tiempo como yo, pero por
otra parte, mi padre es el cabecilla del departamento, así que tengo el doble de
presión para continuar. Tengo celos de que Aaron vaya a irse tan pronto, a vivir
su propia vida. A veces me pregunto si alguna vez tendré eso, o si mi padre
encontrará una manera de continuar extendiendo mi contrato.
El contrato típico dura tres años, aunque muchos finalizadores a menudo
firman para tener un segundo término. Sin embargo raramente va más allá de
eso. No es recomendable, porque el estrés te acerca más al riesgo de una gran
cantidad de problemas, como perderse a uno mismo por completo. Estoy en mi
cuarto contrato. Incluso ahora, no podría decir cuál de mis recuerdos preferidos
de la infancia realmente me sucedió a mí. Las líneas se desvanecen.
Ocasionalmente, miro a viejos álbumes de fotos, pero hay algunas fotos que no
van de acuerdo con mis recuerdos, y viceversa.
Uno de mis recuerdos más confusos es uno de mi madre. Su brillante
cabello oscuro y su amplia sonrisa, incluso mientras estaba acostada en una
cama de hospital, obviamente enferma. Me arrastré por la sábana blanca para
estar junto a ella, y ella me leyó una historia, me dijo que me ama, y luego besó
mi cabello.
Pero mi madre tenía cabello rubio y ojos azules. Era delicada y bonita, y
luego ya no estuvo. Murió en un accidente de auto, y nunca la vi en el hospital,
nunca la vi después de ese día. No puedo encontrar ninguna foto de la otra
mujer de mis recuerdos, y cuando le pregunto a mi padre, él insiste que debo
estarlo recordando de una asignación, aunque no puede decirme exactamente
cuál.
Esa es una parte de mi problema. Las vidas de mis asignaciones se
mezclan entre sí después de un tiempo, y se mezclan con la mía. Esa
incertidumbre me atormenta en ocasiones, especialmente cuando me meto
profundamente en mi papel actuando y esperando por una conexión. Aunque,
de nuevo, todas me atormentan, todas las chicas que he representado, así que
intento no pensar mucho en la realidad.
Mi contrato más reciente terminó cuando tenía quince, pero de alguna
manera mi padre los convenció, (y a mí), de firmar otro. Él siempre es lógico, y
22 es difícil contradecirlo. Es incluso más difícil decepcionarlo. Al final, me pagan
por cuadruplicado, más un bonus. Dice que yo podría pagar por completo mi
universidad, o comprar una casa. Me dice que voy a estar cómoda de por vida.
Aunque ese tipo de cosas suenan geniales para él, pienso que preferiría ir a la
graduación, o a alguna otra cosa frívola como esa.
Corvallis todavía tiene dos preparatorias abiertas, pero ya no voy a ellas.
Ser finalizadora me mantuvo demasiado tiempo lejos. La preparatoria por
internet no parece tener la misma cantidad de drama. El escándalo más grande
que he visto fue cuando los servidores cayeron y los profesores tuvieron que
volver a ponernos nuestras contraseñas. Deacon fue a mi antigua escuela, hasta
que decidió dejarla. Nunca entendí por qué quería renunciar; yo mataría por
volver a ir a una preparatoria normal.
Aaron toma el desvío hacia mi casa, y yo gimo. Estoy enojada porque mi
padre me tenga vigilada, y no quiero aparecerme tan enojada.
―¿Quieres pasarte por donde Deacon? ―le pregunto. Aaron sacude su
cabeza.
―Myra está esperándome. Puedo dejarte ahí, si quieres.
―¿Qué pasará con tu auto? ―le pregunto.
―Estacionaré el Cadillac y me montaré en mi auto antes de que tu papá
pueda siquiera mirar por la ventana ―dice―. Déjale saber que las llaves van a
estar en el visor.
Estoy de acuerdo, y me acomodo de vuelta en el asiento cuando Aaron
pasa el giro hacia mi casa. Mi padre probablemente está en la mesa de la cocina
tomándose un café para no quedarse dormido mientras regreso a casa, pero no
me molesta hacerlo esperar un poco más. Eso es lo que se consigue por
espiarme. Ahora que el estrés de volver a casa se me pasa, me doy cuenta de lo
increíblemente cansada que estoy. Tan drenada.
Como si mi alma se estuviera haciendo más delgada.

23
Capítulo 3
Traducido por AsheDarcy
Corregido por flochi

D
eacon posee una pequeña casa estilo artesanal cerca de la
universidad. Salió de su contrato hace ocho meses, pero aún le
pagaron por sus primeros tres años. No consiguió nada por el año
extra que puso porque rompió el segundo contrato. Terminó poniendo el dinero
inicial en una casa, algo que fue mucho más responsable de lo que cualquiera
de nosotros esperaba. También abandonó la escuela secundaria y obtuvo su
GED en su lugar. Los padres de Deacon murieron cuando él era un bebé, y mi
padre lo encontró en cuidado de menores. Un enojado muchacho de catorce
años de edad, quien pensó sería un perfecto finalizador. Deacon era bueno,
también, casi tan bueno como yo. Su carisma atrae a la gente, incluso si es sólo
una fachada.
Aaron me deja, aún más tranquilo que de costumbre. Sé que se siente
culpable por delatarme por la camiseta, pero estoy demasiado cansada para
convencerlo que no estoy molesta por eso. Salgo, diciendo que lo llamaré
24 mañana, y luego veo como se aleja.
Un dolor de cabeza se ha iniciado, me froto los ojos con las palmas de mis
manos y luego subo el porche de la casa de Deacon. Golpeo, mi mochila me
pesa. La deslizo sobre un hombro. Aunque sólo he estado fuera un fin de
semana, me siento como que no he visto en meses a Deacon.
Es un raro efecto secundario de volver: Es como si yo fuera un actor en mi
propia vida. Como si no fuera la verdadera. Lleva cerca de veinticuatro horas
volver a ser yo otra vez.
La puerta se abre parcialmente, Deacon descansa su cadera en el marco y
me mira de arriba a abajo, como si no tuviera idea de quién soy. Lleva un
chándal gris con CORVALLIS UNION HIGH SCHOOL impreso en la pierna, su
cabello todo torcido. Esta sin camisa, si por el efecto o para la comodidad no
estoy segura.
―Me preguntaba si ibas a venir ―dice finalmente, abriendo la puerta más
amplia para invitarme. Toco su antebrazo en agradecimiento cuando paso y
dejo caer mi mochila en la parte inferior de la escalera.
―No quiero ir a casa aún ―digo, volviéndome hacia él―. Mi padre es un
idiota.
―Estoy muy sorprendido ―responde con facilidad.
Por primera vez desde que dejé a Marie, estoy abrumada por una mezcla
de rabia y tristeza. La soledad golpea, la pérdida. Echo de menos la forma en
que el señor y la señora Pinnacle me adoraban y me llamaban su niña. Echo de
menos lo tanto que querían conservarme. O tal vez echo de menos ser parte de
una familia normal.
A pesar de todo lo que Deacon y yo hemos pasado, todavía tenemos una
política total de honestidad, la mayor parte no se habla. Sin decir palabra,
mantiene abiertos sus brazos, y me acerco a él, descanso mi mejilla en su pecho.
Sus dedos se deslizan sobre mi brazo, acariciando mi piel y mostrándome afecto
para ayudar a aliviar mi dolor. Después de un largo momento, el consuelo se
asienta, y me aparto.
―Gracias ―le digo, dando un paso atrás. Deacon se encoge de hombros
como si no fuera gran cosa, y me aparta el cabello de la cara―. ¿Te importa si
me tiro un rato? ―le pregunto.
Él sonríe con ironía.
―¿La cama o el sofá?
Me río, y en respuesta entro en la sala de estar y tiro de la manta de la
parte trasera del sofá para extenderlo sobre los cojines. Deacon entra y cae en la
silla junto a mí, viendo mientras me acuesto y acomodo.
25
― ¿Tienes hambre? ―pregunta―. Puedo hacer algo.
―No ―le digo, metiendo mi mano debajo de mi mejilla. Este sentimiento
de abandono, no creo que le pase a otros finalizadores, no le sucedió a Deacon.
Pero para mí se está haciendo más difícil cada vez. Es por eso que a veces vengo
aquí antes de ir a casa, incluso cuando no lo planeo. Temo que mi padre me vea
así. Tengo miedo de lo que va a hacer si lo hace.
Deacon se mueve para sentarse en el suelo junto al sofá, y pone su cabeza
en el cojín junto a la mía.
―Todavía tienes el cabello rojo ―susurra―. Me gusta.
―Lo lavo al minuto en que llegue a casa ―le digo, mirando de nuevo a
sus cálidos ojos marrones. Él sonríe.
―Tienes razón. Lo odio ―está de acuerdo―. Te ves mejor como una
rubia. ―Sonrío, acurrucándome y acercándome―. Aaron me envió un mensaje
antes ―dice―. Me dijo que te hiciste con una camiseta de la familia.
Maldita sea, Aaron.
―No fue así.
―No me importaría si lo fuera ―dice Deacon―. Me estaba preguntando
acerca de la camiseta. ¿Banda?
Me río.
―Sí. Rolling Stones. Una con la gran lengua.
―Lindo.
Estamos en silencio un rato y mis ojos comienzan a estar pesados, a pesar
de que mi mente no se detiene. Deacon llega a deslizar un mechón de cabello
detrás de mi oreja.
―Aunque efectivo ―dice en voz baja―, tu método de cierre no es bueno
para ti, Quinn. No deberías tomártelo todo así.
―Lo sé ―le digo―. Pero, ¿qué puedo decir? A veces mi corazón todavía
late.
Él sonríe.
―Entonces, es algo bueno que arranqué el mío. Era un dolor en el culo.
Tanto como tú. Vuelvo enseguida. ―Se pone de pie y sale de la habitación. Le
oigo moverse en la cocina, y luego regresa con un vaso de agua. Sostiene la
bebida y una pequeña píldora blanca que dice va a ayudarme a dormir.
Me siento y tomo a ambos con aprecio.
―Deberías pensar en cambiar tus métodos ―continúa cuando me echo
hacia atrás―. Si no es por ti, entonces para mi tranquilidad mental. ―Me cubre
26 con la manta y besa mi frente―. Grita si me necesitas, ¿de acuerdo? A menos
que quieras que me quede.
―No, tú duerme un poco ―le digo. Hacemos una pausa por un momento
mientras decide si lo digo o no en serio. Sonrío suavemente―. Eres un buen
amigo ―murmuro.
Esto lo hace reír porque es nuestra nueva frase cada vez que cualquiera de
nosotros tiene la inclinación a discutir la posibilidad de conectar. Nos mantiene
conectados a tierra.
―Es una lástima, ¿no? ―pregunta, enderezándose―. Apuesto a que es el
infierno mirar esta cara todo el tiempo. ―Modela su mandíbula, entrecerrando
los ojos.
―Apenas puedo contenerme casi todos los días ―le digo―. Pero, por
suerte, hablas. Y el hechizo se rompe.
―Idiota ―dice con una risa. Nos decimos buenas noches, y luego Deacon
se va arriba. Escucho las tablas del suelo crujir encima de mí mientras camina a
través de su habitación, y silencio cuando se mete en la cama.
Algunos días realmente deseo que hubiera funcionado entre nosotros,
como ahora, cuando estoy sola. Podría mentirme a mí misma, deslizarme en su
cama esta noche y fingir que somos diferentes. Pero Deacon mañana sería frío,
actuaría como si fuera un error. Preferiría no abrir esa vieja herida. Estamos
mejor de esta manera, tal como le dije a Aaron.
Cierro los ojos y en la tranquilidad pienso en mi futuro: seis meses más de
fingir antes de que pueda vivir mi vida a tiempo completo. Pero incluso
entonces, me pregunto si alguien alguna vez querrá amarme, al verdadero yo.
O si sólo me querrán como alguien más.

b
―Quinlan ―dice Deacon desde algún lugar cercano―. Quinn, tu padre
está aquí.
Mis ojos se abren, y me toma un minuto para reconocer mi entorno. La
habitación está oscura, pero las luces de un coche en el camino de entrada se
filtran desde detrás de las persianas. Me siento y me estiro. Cuando no llegué a
casa, estoy segura de que mi papá sabía exactamente dónde encontrarme.
Deacon ciertamente no le habría dicho. Mi papá como que lo odia, y el
sentimiento es totalmente mutuo.
De acuerdo, “odio” es una palabra demasiado fuerte para su relación.
27
Cuando Deacon era más joven, mi padre lo sostuvo como el ejemplo para todos
nosotros. Pero hacia el final, Deacon se volvió desafiante, y terminó pasando
casi todo el retorno en terapia. Mi padre pensó que se estaba convirtiendo en
una responsabilidad, y luego boom, Deacon tuvo una reunión y estaba fuera de
su contrato antes de tiempo, un hecho que no aprendí hasta después de que
rompimos. Mi padre me pidió que dejara de salir con él, pero ni a Deacon, ni a
mí nos gustó la idea.
―¿Vino a la puerta? ―pregunto, de pie y doblando la manta para ponerla
sobre el respaldo del sofá.
―No ―responde Deacon―. Pero llamó a mi teléfono un par de veces y
luego apareció. Toco la bocina, que estoy seguro que a mis vecinos les encantó.
―Siempre fuiste su favorito.
Deacon resopla una risa y luego se va a agarrar mi mochila de la parte
inferior de las escaleras. Me deslizo en mis zapatos, preparándome para una
explicación. Aunque he venido a la casa de Deacon antes, esta noche fue más
tarde de lo habitual. Probablemente son las dos de la mañana. Hay una ligera
punzada de culpa cuando pienso en mi padre preocupado. Puede que estaba
enojada porque me comprobara, pero no quise hacerle daño. Es mi papá. Lo
amo a pesar de sus instintos paternales.
Camino hacia el frente, con la cabeza todavía brumosa de la pastilla para
dormir, y Deacon desliza mi mochila sobre mis hombros, abrazándome una vez
desde atrás.
―Llámame mañana ―dice antes de abrir la puerta―. Dile a papá que dije
hola.
―Buenas noches ―le digo, y le doy las gracias antes de salir por la puerta.
Cuando llego al porche delantero, levanto mi mano para desviar la luz del
coche. Mi padre cambia al resplandor naranja de las luces de estacionamiento y
me acerco hacia él. Sólo puedo distinguir su silueta detrás del volante. Podría
estar imaginando, pero su postura se ve enojada.
Tengo que recordarme a mí misma que soy la parte perjudicada aquí, él
me estaba espiando. Pero para cuando llego al coche, mi resolución se ha
desvanecido y me disculpo al minuto en que subo al asiento del copiloto.
―Me quedé dormida ―le digo―. No tenía la intención de quedarme
hasta tan tarde.
―No creo que quiera los detalles, Quinn ―dice secamente, y enciende sus
luces―. Por no hablar de que tu pareja dejó un montón de mezcla de cereales
en mi coche.
28 Resoplo una risa, pero rápidamente me tapo la boca cuando mi padre me
fulmina con la mirada. Él pone su brazo alrededor de mi apoya cabeza y da la
vuelta para retirarse de la calzada. Gira el volante con fuerza antes de girar y se
lanza hacia delante, los neumáticos del coche chillando. Sí, yo diría que está un
poco molesto. Y no tiene nada que ver con la falta de consideración de Aaron.
No habla de nuevo de inmediato, pero lo miro, esperando el discurso. Su
suéter azul pálido está arrugado como si se lo puso como una ocurrencia tardía
mientras asaltaba la puerta. Me pregunto si todavía lleva un pijama debajo. Su
delgado cabello es el mismo, y sus gafas de alambre capturan el resplandor de
las farolas cuando pasamos debajo de ellas. Su expresión apretada y silencio
forzado delatan su estado de ánimo.
―Pedí disculpas ―digo después de un momento angustioso de
tranquilidad―. ¿Hay algo que te gustaría decirme, padre?
Me echa un vistazo, pareciendo molesto de que incluso bromee. Levanto
la ceja, haciéndole saber que estoy siendo totalmente seria, bueno excepto por la
parte de padre.
―Sí ―dice, dándome la espalda―. Deja de salir con Deacon.
―No hay trato ―le digo, golpeando mi mano en el tablero como si fuera
una concursante del programa de juegos. Él no se ríe, pero la comisura de su
boca tiembla antes de que intencionalmente se enderece. Hago una pausa, la
traición comienza a espesar en mis venas.
―Me debes una disculpa ―digo en voz más baja, y me recuesto en el
asiento, volviendo a mirar por la ventana―. Por espiarme.
No lo niega de inmediato, y se desarrolla un dolor en mi pecho, bajando
en espiral hasta abrir un agujero en mi estómago. Aprieto los dientes y espero
una explicación.
―Te estoy protegiendo ―admite―. Has dejado de hablar conmigo sobre
las asignaciones; necesitaba otra salvaguarda.
―Podrías preguntar ―digo―. Podrías sólo preguntar, papá.
Exhala, y me da un vistazo.
―Tienes razón. Lo siento. Avisaré a Marie que puede detener las
preguntas. Sólo estaba< preocupado.
―Bueno, estoy en casa ahora. Así que puedes poner tu capa en el cajón.
―Él se ríe, y el estado de ánimo del coche se calienta―. Y no tienes que ser tan
malo con Deacon ―le digo―. No es una terrible influencia. Una mala, seguro.
Pero no es terrible.
Él mira un momento el tablero iluminado.
29 ―Son las dos cuarenta y siete de la mañana, Quinn. Por favor, no me des
indigestión antes de acostarme.
―Bruto. ―Nos reímos, nuestra lucha terminó. En el momento en que
llegamos a casa, después de un viaje obligatorio a través de la ventanilla de
comida para llevar, estamos bromeando sobre el vello facial de Aaron y cómo
mi padre le debe enviar una carta oficial a cesar y desistir de su crecimiento
antes de la próxima asignación.
La luz del porche delantero brilla, el cielo encima de nosotros es de un
azul medianoche por el cielo nublado. Tengo un momento de asimilación
mientras hago una pausa en mi recibidor, todo el diseño perfectamente
planeado para el reingreso a mi vida. Hay fotos de mí creciendo, un bebé rubio
con trenzas y una sonrisa desdentada. Mi madre, que no puedo recordar, sopla
las velas de cumpleaños a mi lado. Hay un abrigo colgado en el estante encima
del banco de zapatos. Es de color azul oscuro con ribete de franela, colgado allí
durante todo el año, aunque yo no lo he usado en años. Siempre está ahí para
aterrizarme. Espejos en ambos lados de la habitación, así puedo comprobar mi
reflejo. Camino hacia la cocina a través de un túnel de Quinlan McKee.
Pateo mis zapatos y luego paso por encima de ellos, escuchando el tsk de
mi padre mientras se inclina para recogerlos detrás de mí. Ahora que estoy en
casa, no puedo esperar para volver a nuestras viejas rutinas aburridas, del tipo
que me recuerdan que soy real. Tres noches seguidas de entrega de pizza
delivery. Películas malas para televisión en una noche de sábado. Las
discusiones de a dónde ir en las vacaciones de familia que nunca tenemos
tiempo de tomar. Esas son las cosas que echo de menos cuando me voy, lo
mundano. La única vez que ambos olvidamos que soy una finalizadora. Lanzo
mi bolso blanco arrugado sobre la mesa de la cocina y me siento, con un hambre
voraz. Sólo doy un bocado a mi burrito cuando noto la taza de café, a la mitad,
frente a mí en el asiento de mi padre. El archivo cerrado con una pluma al lado
de ella. Mi estómago se hunde.
Me doy la vuelta al momento en que mi padre entra en la habitación. Su
expresión es solemne y desliza sus manos en los bolsillos. Estoy completamente
atónita. Esa es la razón por la que me quería en casa tan rápidamente.
―No ―le digo, incrédula―. No puedo ir. Es demasiado pronto.
Él asiente, pero no hay ningún cambio en su resolución.
―Lo siento, pero te necesito ―responde―. Te vas pasado mañana.

30
Capítulo 4
Traducido por HeythereDelilah1007 y Pilar
Corregido por flochi

H
ace como quince años, el reconocido médico Arthur Pritchard
desarrolló una teoría alrededor de juegos de rol con respecto a la
superación de consejería en los traumas al meter a los terapeutas
en las vidas de las personas. Llegó a la conclusión de que el duelo a veces
llevaba a la depresión, y pensó que si lograba erradicar una, eso disminuiría la
otra. Al trabajar bajo las órdenes del Dr. Pritchard, mi padre usó las teorías
iniciales y las expandió a través de la investigación. Los finalizadores fueron
establecidos, y vendidos como un remedio para las personas con el corazón
roto, la cura para el dolor. Por supuesto, el estado de duelo no es curable, pero
puede tratarse. Controlarse. Eventualmente, mi padre y Marie, quien era su
asistente, tomaron el control de todo el departamento de duelos, y empezaron a
venderle sus servicios a todos aquellos que pudieran costearse la paz mental.
Mi papá instauró salvaguardas para proteger a los finalizadores, para
protegerme. Y una de las reglas más estrictas de todas es que los finalizadores
nunca tienen asignaciones consecutivas.
31
Al principio, cuando acababan de crear el departamento, a los
finalizadores se les pagaban por asignaciones en vez de por contrato. Como
resultado, muchos tomaban múltiples roles para hacer dinero extra. Pero
entonces Alexander Kell pasó. Saltó de la terraza del quinto piso del hospital
donde su mamá trabajaba. Acababa de terminar tres trabajos consecutivos a
largo plazo, y su consejero lo había metido a terapia indefinidamente para
controlar su comportamiento errático. Justo antes de saltar, Alexander le dijo a
su madre que preferiría estar muerto antes de empezarlo todo de nuevo.
Al mes siguiente, Felicia Ross desapareció de su dormitorio durante una
asignación en la universidad. Ella estaba haciendo el papel de una chica de
primer año, los padres querían que fuera a su primer día de escuela dado que
su hija real nunca tuvo la oportunidad. Felicia sólo había estado en casa por una
semana después de su última asignación, cuando mi padre le ofreció esa otra.
Desapareció cuatro días después, y nadie ha sabido nada de ella desde
entonces.
A medida que más y más finalizadores escapaban, el efecto era devastador
tanto para mi padre como para los otros en el departamento de duelo. Se
crearon contratos con pautas estrictas para evitar que los finalizadores se sobre
esforzaran. Estas reglas se establecieron para nuestro bienestar, y no puedo
imaginar por qué mi padre querría que yo las rompiera ahora.
Dejo mi burrito en su envoltorio, mi apetito desvanecido por completo. Él
no me lo pediría si no fuera importante, pero sigo sobrecogida por la petición.
Al mismo tiempo, mi parte finalizadora tiene curiosidad. He estado en
demasiadas asignaciones como para seguir la cuenta, pero raramente me han
mandado a otra en un mismo mes, mucho menos en una misma semana. ¿Por
qué ahora? ¿Por qué ella?
Mi padre se sienta frente a mí en la mesa y desliza el archivo en mi
dirección. Toma un sorbo de su café frío sin parpadear. Abro el archivo frente a
mí y observo el nombre en la ficha.
CATALINA BARNES
Abro la tapa y levanto la foto para estudiar a mi nueva asignación. Sus
ojos me golpean inmediatamente: de un café oscuro profundo con pestañas
falsas y delineado de gato. Brillaban, pero eran también pensativos e
interesantes. Tendré que usar lentes de contacto otra vez para ocultar mis ojos
azules.
―Murió hace algo así como una semana ―dice mi padre, estirándose para
quitar una página del archivo y ponerla frente a mí.
Es un certificado de defunción. Lo escaneo y encuentro la inmediata causa
de muerte presentada como “indeterminada”. Nunca antes había visto el
32 certificado de defunción; generalmente no están en el archivo. Desde ya puedo
decir que Catalina es diferente< hay m{s notas de terapia de doctores que han
estudiado su caso. Miro hacia mi padre, pero él está buscando otra fotografía en
el archivo.
―Estos son los padres de Catalina ―continúa, dando golpecitos sobre la
foto de una típica familia suburbana―. No lo están llevando bien ―dice―. Los
he estado tratando yo mismo, pero este es uno de los casos más difíciles que
haya tenido alguna vez. Han llegado a ponerse enfermos ellos mismos, y
necesitan un cierre. ―Se quita sus gafas para apretar sus dedos alrededor del
puente de su nariz. Se ve exhausto. Bajo la mirada hacia la fotografía.
La madre parece estar en sus treintas, cabello corto y rasgos suaves. Se ve
dulce, como el tipo de madre que te prepara el almuerzo junto con notas que
digan TE AMO. El padre es grande y robusto, del tipo osito de peluche con un
bigote espeso y cabello café que empieza a volverse gris. Ambos son adorables,
e inmediatamente lamento que hayan perdido a su hija. Estoy segura de que la
amaban mucho.
―¿Cómo murió? ―pregunto en voz baja, volviendo a la foto de Catalina.
Mi padre parece sorprendido por la pregunta. Aunque generalmente se cómo
mueren las asignaciones (accidente de auto, por ejemplo), es mórbido e
irrespetuoso preguntar por los detalles. Y hace que interpretarlos sea mucho
más difícil. Para ser ella, tengo que imaginármela con vida. Con vida y
respirando, con pensamientos, deseos y metas. De otra manera, solo soy otra
consejera.
―Seguimos esperando por los resultados de la autopsia ―dice mi padre.
Saca otra fotografía, y siento el peso de su mirada―. Esto es sobre algo más que
la familia de Catalina, sin embargo ―dice, rompiendo la esquina de la foto
mientras la pone frente a mí. Inmediatamente me giro hacia él, confundida y
alarmada―. Este es el novio de Catalina ―dice―. Él es parte del cierre.
―¿Qué? ―pregunto, mirando de vuelta a la fotografía.
Este tipo de cierre son típicamente para miembros de la familia y ya. Este
tipo< Lo estudio, notando la manera en la que se sienta junto a Catalina en una
banca, cómo mira hacia su perfil, su expresión un retrato de admiración pura.
Catalina sonríe para la cámara, pero su novio parece estar extrañamente
consumido por ella. Hay una pequeña punzada de anhelo, y pongo la foto a un
lado y afronto a mi papá.
―No puedo hacer esto ―le digo―. Padres y hermanos ya son lo
suficientemente difíciles. Demonios, ni siquiera interactúo con sus amigos. Y
este chico la amaba. Mira como la está mirando ―le digo, señalando la cara del
novio―. ¿Qué si intenta besarme o algo? ¿Cómo se supone que maneje eso?
33 ―De la misma manera en la que neutralizas cualquier situación ―dice mi
padre seriamente―. Lo rediriges, reafirmas la relación terminando con el
requerimiento, y si eso falla, contactas a Marie para una intervención futura.
―Un novio ―repito, con incredulidad, mirándolo fijamente―. ¿Cómo se
llama?
―Isaac Perez.
Hay todo tipo de emociones compitiendo en mi corazón, la principal es
miedo. Como finalizadora, ocasionalmente he tenido que lidiar con padres
demasiado apegados. Está bien, a menudo he tenido que lidiar con padres
demasiado apegados. Pero esta vez sería diferente. Esta es una pareja, un novio,
un chico que probablemente se ha dado besos con Catalina cientos de veces,
compartido sus secretos con ella. Los padres generalmente saben la diferencia
entre sus hijas, su carne y sangre, y yo. Agrégale hormonas a la mezcla, y no
tengo la confianza total de lo que saldrá de este cierre.
―Pap{, no creo<
―Él se está negando a recibir terapia ―dice mi padre en voz baja. Un
escalofrío rápido me pasa por los brazos, y deja un hueco en mi pecho. Como
alguien que odia hablar, puedo entender la aversión< pero rehusarse a recibir
terapia es de locos.
―¿Se niega? ―pregunto, sólo para asegurarme de que estoy segura de lo
que está en juego. Mi padre asiente.
Si Isaac se niega a recibir terapia, pero sigue empeorando, lo admitirán en
el ala psiquiátrica del hospital. Es lo que hacen con las personas que están en
riesgo, los que se niegan a recibir ayuda, basados en los nuevos códigos
establecidos para la estabilidad por la salud mental. Este chico estará
comprometido, y nadie sabe cuánto tiempo tomará antes de que lo dejen salir
de nuevo. Pienso en su expresión de admiración y odio la idea de él siendo
encerrado.
―Isaac sólo es parte de la asignación ―dice mi padre, cruzando sus
manos en la mesa frente a él―. Los padres son nuestra prioridad por ahora.
Tienen otra hija, pero ha completado la terapia y lo ha hecho exitosamente. No
quiere ser parte del proceso de sanación, así que estará viviendo con unos
parientes durante tu estadía.
―¿Y eso cuanto tiempo será? ―pregunto. Mi última asignación duró dos
días, y ahora que estoy en casa, estoy lista para volver a mi vida real. Mi padre
se queda callado por un momento, y levanto mis ojos en su dirección―. ¿Papá?
¿Durante cuánto tiempo?
―La asignación dura dos semanas.
34 Jadeo, caigo de sopetón en la confusión y el pánico.
―¡Eso es demasiado! ―digo―. No puedes< ¿Qué? Pap{, no tenemos
permitido<
―Estamos haciendo una excepción. Quinn, no puedo ni decirte lo
importante que es esta asignación. Si hubiera alguna otra persona< ―Se
detiene, rojo llenando sus mejillas. Su respuesta me hace detenerme. Él tampoco
piensa que esto sea una buena idea.
―Sabes que es peligroso ―digo―. ¿Por qué Catalina Barnes es tan
importante? Ella no es la primera adolescente muerta en Oregón, papá. ―Ouch.
Las palabras son insensibles, y hago una mueca de dolor ante mi propio
enajenamiento. Aunque intento no apegarme a mis asignaciones, conozco más
que nadie la gravedad de su situación. Ellos no van a regresar. Sus vidas
terminaron, y eso es algo trágico.
Los hombros de mi papá se ponen rígidos, y empuja los papeles de vuelta
a la carpeta y cierra el archivo.
―Tienes razón ―cede―. Pero esta petición viene desde más allá de mi
departamento, desde mi jefe. Si no crees que puedas ayudar a la familia Barnes,
contactaremos a otros consejeros de nuevo. Veremos si otro finalizador puede
ser traído a tiempo. Pero no es probable. Esta está marcada para la intervención
inmediata.
Las palabras hacen eco en la habitación. Es extraño que el jefe de mi padre
le pida favores. Solo Deacon ha conocido alguna vez a Arthur Pritchard, y
renunció poco después.
―Esto es peligroso ―repito en voz baja―. Así que, ¿por qué yo? ―Tengo
miedo de perderme a mí misma, pero también tengo miedo de fallarle a la
familia. Fallarle a mi padre.
―Eres la mejor.
―Pero soy tu hija.
Mi padre baja la mirada, su expresión se endurece mientras lucha con el
mismo pensamiento. Cuando me vuelve a mirar, lo único que puedo ver es
cuánto le importo. Que soy su orgullo y alegría, y su logro más grande. Su
confianza en mí nunca flaquea.
Durante los últimos once años, he completado cada tarea que me ha dado
sin falta, excepto por el ocasional objeto tomado. No me equivoco. Mi padre
está verdaderamente dedicado a sus pacientes, dedicado a su bienestar, y
cuenta conmigo para ayudarlos. Es un buen hombre, y me avergüenzo de mi
egoísmo, culpable ahora que mi padre ha dejado en claro lo que está en juego.
35
Trago con fuerza, asintiendo para mostrar que lo entiendo.
―¿Por qué dos semanas? ―pregunto―. ¿Por qué tanto tiempo?
―Todo está en el archivo. ―Le da un golpecito a la carpeta cerrada―.
Quinn ―dice, inclinándose sobre la mesa―, sé que estoy forzando esto en ti,
pero te prometo que eres lo suficientemente fuerte. No lo hubiera pedido de
otra forma.
―¿Por esto le estaba preguntando Marie a Aaron sobre mi estado mental?
―pregunto, dándome cuenta ahora el propósito de la nueva línea de
cuestionamiento―. ¿Te dijo que era adecuada para el trabajo?
Él asiente.
―Lo hizo. Quería asegurarme antes de enviarte. Mira, no tengo duda de
que puedes hacer esto, pero es un gran compromiso. Uno que espero que nunca
tengas que repetir. ―Mi padre se levanta y acomoda su silla―. Se ha hecho
tarde ―dice―. ¿Por qué no te tomas la noche para pensarlo y hablaremos más
de ello en la mañana? ―Se inclina para besar la parte superior de mi cabeza,
pero miro fijamente al frente, abrumada por mi responsabilidad. Murmuro un
“buenas noches” justo después de que se va, y luego bajo la mirada hacia el
archivo esperando en la mesa de la cocina. Miro la vida que estoy a punto de
terminar.
b
Después de tirar en la basura mi burrito sin terminar, tomo mi mochila y
subo las escaleras. Me ducho rápidamente para lavar el tinte rojo de mi cabello,
y luego me dirijo hacia mi cuarto. Cuando entro, me desplazo temporalmente
por su familiaridad. Mi cama grande ―sin hacer, nunca hecha― con marco de
madera negra. Mis paredes rosa pálido con un motivo de puntos blancos y
plateados que Deacon diseñó. Le dije que lucía como una flor, me dijo que era
un grillo. De cualquier forma, era bastante genial. Dejo el archivo sobre mi
tocador y cruzo hacia el armario, mi mochila pesada sobre mi hombro. Mi
mandíbula suena cuando bostezo.
El armario está lleno de todo lo que puedo necesitar para una asignación.
Pelucas por todo el estante superior, diferentes colores y largos. Un organizador
con cajones para extensiones y lentes de contacto. Según la foto del archivo,
parecía que Catalina tenía cabello rubio y corto en una tonalidad más clara que
el mío. Escaneo las pelucas, pensando que tendré que ajustar el largo cuando
encuentre el color correcto. Tomo mi bolso y saco las extensiones de cabello,
36 peinándolas con mis dedos para suavizarlas. Después de que las desenredo,
abro el cajón y las deposito junto a las otras, y dejo caer mi bolso.
Bostezo una vez más, mis ojos se sienten demasiado pesados como para
mantenerlos abiertos por mucho más tiempo. Tendré que leer el archivo de
Catalina para ver qué clase de ropas usaba, qué clase de maquillaje usaba. A
veces las fotos son viejas, así que cada tarea requiere un cuidadoso estudio. Pero
no hay mucho tiempo para eso. Apago la luz del vestidor y paso mis dedos por
la pared, tocando el diseño con relieve mientras camino. Tomo el primer pijama
que encuentro de mi cajón.
―Catalina Barnes ―murmuro en voz alta. Me pregunto cómo sonaba su
voz, si será fácil de copiar. Si tenía caprichos o intereses que no puedo dominar.
Apago la luz del techo y me recuesto en la cama, observando las estrellas que
brillan en la oscuridad aún pegadas a mi techo de un tiempo que no puedo
recordar. Cada pestañeo dura más, y justo antes de cerrar mis ojos por
completo, susurro―: ¿Que te ha sucedido?

b
Nunca he necesitado una alarma. Me despierto temprano cada mañana sin
importar a qué hora me he ido a la cama, como si mi cuerpo automáticamente
dispensara una cubeta de cafeína en mi sistema circulatorio. Mi reloj interno
está puesto permanentemente a las siete de la mañana, sin importar cuánto
pude dormir la noche anterior. Aun así, por la tarde probablemente termine
tomando una siesta.
Mi cabeza se siente espesa y nubada, y me levanto de la cama para
moverme, dejar que mi cerebro se ponga al día con mi cuerpo. La casa está en
silencio; mi padre probablemente esté aniquilado por haberse quedado hasta
tarde conmigo. Veo mi reflejo en el espejo del tocador y me detengo por un
largo momento. Por un segundo, no me reconozco sin el cabello rojo. No me
reconozco como Quinn.
La carpeta llama mi atención y la conversación con mi padre vuelve
flotando. Tendré otra asignación de nuevo, esta vez por dos semanas completas.
Esto es grande. Es una locura. Saco la pequeña silla y me siento, descansando
mi codo sobre el tocador. Abro el archivo y encuentro la fotografía de Catalina.
Tiene rasgos pequeños, ojos marrones y cabello rubio, aunque no puedo
decir si es natural o teñido. No tiene pecas, lo que significa que tendré que
cubrir las mías. Usa más maquillaje de lo que normalmente usaría, pero eso, de
37 hecho, ayuda cuando estoy tratando de lucir como el sujeto. Su cuerpo es
similar al mío, pero no con tantas curvas. Es normal de todas las maneras. Y de
nuevo me pregunto: ¿por qué ella?
Observo la fotografía de sus padres y luego releo sus notas de terapia. Es
de Lake Oswego, una pequeña ciudad pintoresca cerca de Portland. He tenido
una asignación allí una vez ―Castle Dillon, doce años, ahogamiento― pero no
recuerdo mucho de esos dos o tres días. Borra eso. Recuerdo a su hermano.
Tenía cuatro y se aferró a mi pierna cuando llegué allí, creyendo que de verdad
era su hermana. Toda la escena fue un horrible desastre, y se decidió que él no
necesitaría estar involucrado en el proceso de cierre. Básicamente tuvo que
perder a su hermana dos veces.
Froto mi rostro con fuerza, tratando de borrar la repulsiva inseguridad
que viene con estos recuerdos. Si me encariñara con las familias, mi trabajo se
volvería imposible. Los respeto, sus sentimientos, sus vidas< no me vuelvo
parte de estas. No los amo. No se me permite.
Para distraerme, vuelvo a leer el archivo. El certificado de muerte es
impreciso, y me pregunto por qué esta en el archivo en primer lugar.
Usualmente si la causa de muerte es de alguna importancia, mi padre me
cuenta lo que sucedió. Examino cuidadosamente, pasando la fotografía de
Isaac, y encuentro una carta, una fotocopia de un diario. Normalmente me
darían todo el libro. Me pregunto dónde están el resto de las páginas.
La caligrafía es redondeada y dulce, y la comparo mentalmente con la mía:
pequeña e imprenta. El ansia comienza: un deseo de imitar. Eso es lo que la
mayoría de la gente no entendería: me gusta copiar a las personas. Lo encuentro
fascinante, observarlos, estudiarlos, y replicarlos. Soy buena en eso. Junto a mí
en mi vestidor hay una copa de Disney llena de bolígrafos (un recuerdo que
puedo haber tomado de Antonia Messner unos años atrás), y tomo uno.
Tomo un pedazo de papel roto de mi cubo de basura. Hay un número
aleatorio garabateado en él, pero no recuerdo de qué es. Probablemente un
número de teléfono que obtuvo Deacon pero tiró aquí. Su ligero recordatorio de
que soy la chica más importante en su vida aunque salga con otras. Doy vuelta
la página y luego examino la letra de Catalina de nuevo.
Esta vez nos vamos antes de que amenacen con cerrar las puertas.
Bajo el bolígrafo y tiro de la página frente a mí, mi interés se despierta. La
mayoría de las asignaciones tienen diarios, es una clase que todos debemos
tomar en la secundaria, una extensión de terapia. Érase una vez en que la
educación sólo se trataba de datos, ciencia y matemáticas. Pero la sociedad
reevaluó sus metas. Ahora, las escuelas aquí nos dan lo básico, pero también
nos ayudan a identificar nuestras debilidades, señalan defectos en nuestra salud
mental para que podamos trabajar en controlarlas. Escribir un diario, de hecho,
38 era parte de una de mis clases favoritas, incluso aunque entregarle a la maestra
nuestros diarios personales parecía un poco un punto perdido. No son
realmente nuestros pensamientos privados si tenemos que dejar que otra
persona los lea. Por otra parte, soy un poco más protectora de mis emociones
porque sé lo que le sucede a la información cuando fallecemos. Termina en un
archivo.
Esta vez nos vamos antes de que amenacen con cerrar las puertas. Isaac me
empujó por el parque y ambos reíamos. Angie lo odia ahora, pero también como que me
odia a mí. ¿Para qué son las hermanas menores, verdad? Isaac y yo terminamos en las
gradas de béisbol, besándonos hasta que alguien sonó su bocina en el estacionamiento.
Isaac no quería irse, pero es difícil discutir con el rostro de su madre. Especialmente
cuando se arruga así. Nos despedimos, como lo hacemos todas las noches. Esperé un
minuto más para verlo irse, esperando que mirase hacia atrás. No lo hizo.
Mis ojos se agrandan y releo la entrada del diario, mirando la fecha. Fue
escrita unas pocas semanas antes de que muriera. ¿Mi papá ha visto eso? ¿Los
terapeutas? ¿La pareja estaba teniendo problemas? Como si fuera un maratón
de una serie de televisión favorita, me obsesiono. Paso toda la mañana leyendo
el archivo, estudiando las entradas del diario que estaban incluidas y las
entrevistas a sus padres. Resulta que sólo faltan dos semanas para su
cumpleaños número dieciocho y había una fiesta planeada. Una gran fiesta que
la mamá parece no poder olvidar: Ya he ordenado el pastel. Es de chocolate y fresas,
su favorito. ¿Qué se supone que deba hacer con su pastel? Aún será su cumpleaños. Los
terapeutas creen que proveerá el necesitado cierre si me quedo hasta la fiesta,
dejando que los padres se despidan en sus propios términos. Es un poco
mórbido, pero supongo que lo entiendo. Saldré por la puerta justo después de
comer una gran porción de pastel de chocolate y fresas.
No hay nada más fuera de lo normal en el archivo de Catalina, así que
practico su sonrisa hasta que me sale bien. Encuentro los links a sus diferentes
cuentas en redes sociales, las contraseñas dadas por los terapeutas. Antes de
que pueda abrir mi computadora, sin embargo, mi estómago gruñe, y bajo para
tomar un tazón de cereales.
Mi padre no está en la cocina, y estoy a punto de llamarlo cuando me doy
cuenta de que es jueves. Probablemente esté en el hospital. Mis días están
mezclados, y sólo soy mitad consiente de lo que estoy haciendo mientras saco
una caja de Frosted Flakes y la leche.
―Soy Quinlan McKee ―murmuro, repitiendo las palabras de Marie de la
noche anterior―. Vivo en Seneca Place del 2055 en Corvallis, Oregón. Tengo
diecisiete años y conduzco un antiguo Honda destartalado que mi padre no
reemplazará. ―Me siento en la mesa y observo el tazón―. Soy Quinlan McKee
―susurro.
39
Capítulo 5
Traducido por Dianna K y Adaly
Corregido por flochi

M
i padre trabaja hasta las nueve los jueves, así que alrededor de
las seis, después de una merecida siesta, me pongo la camiseta
negra de Rolling Stones y jeans para dirigirme al apartamento
de Aaron. Me siento totalmente miserable ante la idea de que esta será mi
última vez pasando el rato por un tiempo. Es dificultoso para un no finalizador
entender lo difícil que nuestras vidas pueden ser. Mañana abandono mi vida
por la de alguien más. La primera vez que voy a hablar con un amigo será
cuando Aaron llame para comprobarme, y luego de nuevo cuando arregle mi
extracción. Aaron se supone que es mi primer contacto porque tratamos de no
cambiar las variables de la vida real. Este tipo de cosas siempre tienen que
permanecer igual. Pronto Quinlan McKee no existirá. Esa es mi vida, la mitad
del tiempo no existo.
Agarro mis llaves de la mesa de la entrada y salgo para encender mi
coche. Cuando la luz del nivel de depósito se enciende, suspiro, y luego salgo
40 de reversa de la entrada. El día después de que uno de nosotros regresa, Aaron,
Deacon, y yo usualmente nos reunimos para hablar de cualquier cosa excepto
nuestras asignaciones. Comemos, bebemos y actuamos estúpido para sentirnos
normales. Esta noche estoy demasiado sensata, pero estoy dispuesta a soportar
las propuestas. Hago lo posible por poner mi cara feliz cuando me estaciono
frente al complejo de apartamentos de Aaron. Lanzo las llaves del coche en mi
bolso y me dirijo hasta el segundo piso.
En el rellano, echo un vistazo alrededor. El cielo sigue brillante, ni siquiera
oscuro. En este momento se siente como si estuviera en un reloj de arena
llenándose de arena, esperando a ser volteado. Llamo a la puerta antes de
abrirla y entrar.
―Ahí está ―anuncia Deacon al minuto en que aparezco en la entrada.
Está en el sofá de la sala, y levanta una copa de plástico azul de gran tamaño en
señal de salud. Toma un sorbo, sus ojos fijos en mí como si pudiera decir ya que
algo anda mal. La chica junto a él lanza una mirada curiosa en mi dirección y
luego se ríe y toca su muslo para llamar su atención. Deacon se estremece, pero
se vuelve hacia ella y sonríe, encantador como siempre. Un poco más lejos por
la pared encuentro a Aaron, su teléfono en la mano, mientras Myra se sienta a
su lado, parloteando sobre algo cerca de su oído. Aaron golpea un botón y la
música comienza a sonar. Se da cuenta de mi camisa, resopla, y le ofrezco un
saludo sarcástico. Increíble, supongo que soy la quinta rueda. Aaron podría
haberme dicho que Deacon tenía una chica esta noche.
Sin hablar en voz alta, doy la vuelta y paseo por el pasillo hacia la cocina.
Hay una caja de pizza, vacía, excepto por dos cortezas parcialmente devoradas.
Varios refrescos de dos litros están abiertos, junto con una botella de Jack
Daniels. No quiero correr el riesgo de una resaca, así que no me molesto con el
alcohol. Sirvo algo de Sprite en un vaso y saco mi teléfono, reviso si hay algún
mensaje. No tengo ninguno, por supuesto. Las únicas personas que me
llamarían están sentadas en la otra habitación.
En esta época el año pasado, Deacon, Aaron y yo estábamos en casa de
Deacon, pasando el rato en el porche trasero. Hacía un calor insoportable, y
Aaron sacó una pequeña parrilla de campamento que había comprado en la
tienda. Sólo podía cocinar una hamburguesa y un par de perros calientes a la
vez, pero no nos importó. Había bebidas frías en la nevera, el humeante olor del
fuego señalando el próximo verano. Deacon y yo estábamos saliendo entonces,
y él estaba sentado en el escalón debajo de mis pies, el costado de su cabeza
apoyada en mi muslo mientras escuchábamos a Aaron hablar de una nueva
banda que había ido a ver. Esa noche pareció durar para siempre, nosotros tres
pasando el rato y normales, o lo más cercano a la normalidad que podíamos ser.
Qué no daría por tener eso de vuelta por siquiera un segundo.
41
Tomo otro sorbo de refresco y luego apoyo mi cadera contra el mostrador
de granito. Normalmente estaría allí con ellos, pero en este momento me siento
un poco abandonada. No he estado en casa veinticuatro horas y ya he
conseguido otra asignación. Ni siquiera soy totalmente yo otra vez.
―Oye, cara triste ―dice Deacon desde la puerta, sobresaltándome. Tengo
la intención de rodar los ojos o hacer algo igualmente desinteresado, pero
cuando me vuelvo hacia él, lee mi miseria demasiado rápido. Deacon drena lo
que queda en su vaso y la deja en el mostrador antes de avanzar hacia mí.
Lágrimas pican mis ojos, y me aparto para que no lo vea. No quiero ir.
Deacon envuelve sus brazos alrededor de mí desde atrás y apoya su
barbilla en la cima de mi cabeza. Me balancea al ritmo de la horrible canción
que Aaron está reproduciendo en la otra habitación, calmándome por la
distracción. El cuerpo de Deacon es c{lido, fuerte< una atadura a mi vida real.
―¿De qué trata todo esto? ―pregunta en tono preocupado―. Estás en
casa ahora.
―Ojalá ―murmuro, poniendo mis manos en sus antebrazos para
mantenerlo cerca―. Tengo otra asignación.
Deacon se queda quieto; ambos sabemos las implicaciones de tomar casos
consecutivamente. Aprieta sus brazos alrededor de mí.
―No ―dice simplemente―. Tu padre no puede enviarte de nuevo. Es
demasiado peligroso. Dile que necesitas terapia en su lugar.
―Imposible ―respondo. Deacon sabe que nunca me ofrecería para
terapia. Los finalizadores codician su privacidad, yo especialmente. También
sabe que ya he tomado una decisión sobre esta asignación o no lo habría dicho
en primer lugar. Pero no tiene sentido insistir en el mañana, esta es mi única
noche en casa―. Además ―le digo en un tono más ligero―, sólo las personas
realmente jodidas van a terapia. Mira cómo terminaste.
Deacon suelta risitas y comienza a balancearme de nuevo.
―Aw, vamos ―dice, inclinándose para rozar sus labios sobre mi sien―.
¿Tienes miedo de lo que los terapeutas encontrarán en el bunker de acero de tu
cerebro? ¿Guardas secretos, Quinlan?
La ligereza alivia la pesadez que he estado llevando desde anoche.
―Algunos ―le digo―. Pero sólo los realmente sórdidos.
―¿En verdad? ―pregunta en voz baja. Cierro los ojos cuando sus dedos
se deslizan sobre mi cadera―. Entonces, tal vez, deberíamos hablar de ellos
―murmura―. Soy un excelente oyente.
La música de la otra habitación se corta abruptamente, y Aaron anuncia:
42 ―Creo que Deacon está en el baño, Shelly.
Abro los ojos. La voz de Aaron es un chorrito de agua fría en mi deseo,
despejándome a la realidad. Deacon se ríe del intento obvio de Aaron de
advertirnos que la cita de Deacon lo está buscando. No es que necesitáramos su
protección; no estábamos haciendo nada malo. No realmente.
Me desenredo de los brazos de Deacon, y él tararea su protesta,
sosteniéndome un segundo más de lo necesario. Cuando por fin nos separamos,
estira la mano más allá de mí para agarrar una botella en el mostrador. Nuestra
proximidad es todavía demasiado cerca. Demasiado conectados. Me muevo
más lejos en la losa de granito y cambio de tema.
―Así que, Shelly parece agradable ―le digo―. ¿La has estado viendo por
mucho tiempo?
Deacon levanta la botella para ofrecerme una bebida, pero sacudo mi
cabeza en un no.
―Apenas la conocí esta noche. ―Me estudia por un momento, tratando
de adivinar mis sentimientos sobre el tema―. Es horriblemente mano larga,
¿verdad? ―pregunta―. Me siento tan objetivado.
Resoplo una risa pero secretamente concuerdo en que ella parecía estar
encima de él. En el pasillo el eco de los tacones de su cita es ominoso, y Deacon
levanta la ceja como si estuviera preguntando si deberíamos huir de ello en su
lugar. No lo voy a dejar libre así de fácil.
―Está aquí, Shelly ―grito, mirándolo directamente. Se lo ha buscado. Si a
Deacon no le gusta su cita, es su problema. No voy a ser la excusa para que
consiga salir de ello.
―Fría ―murmura, y le da sorbos a su bebida.
Tomo mi Sprite y me vuelvo para salir. La chica aparece en la puerta, con
los ojos enormes como platillos iluminándose en el minuto que encuentra a
Deacon de pie junto al mostrador. Lo tomo como mi señal para salir de la
escena. Pobre cosa. Esta chica probablemente no tiene idea de que está follando
con un finalizador. Dudo que estuviera aquí si lo supiera.
Me sonríe cuando paso, insegura pero educada por costumbre. Ella es un
poco más agresiva que sus citas habituales, pero son todas bastante dulces. A
Deacon juro por Dios que le gustan las chicas lindas, es una de sus mejores
cualidades. Por supuesto, una vez que aprenden lo que hace (o hacía) para
ganarse la vida, se vuelven locas. El trabajo no es glamoroso, y la mayoría de la
gente piensa que somos aterradores, que tenemos de alguna manera la culpa de
la muerte de las personas que representamos. Hacemos que ellos enfrenten su
propia mortalidad, y a la mayoría de las personas no les gusta estar cerca de
43 alguien que es muy bueno para hacerse pasar por el recientemente fallecido.
Cuando vuelvo a entrar en la sala, Aaron sonríe como si asumiera que le
debo por advertirnos que la chica de Deacon lo buscaba. Sólo para que se
detenga, murmuro un “gracias” y tomo un asiento en el sof{ m{s cercano a él y
Myra.
Myra está sentada en el piso de madera, sus hombros entre las rodillas de
Aaron mientras él tuerce diminutas trenzas en su cabello. Ella sostiene el peine,
y con cada fila nueva Aaron cepilla los dientes a lo largo de su cuero cabelludo
para alisar sus rizos. Ella parpadea sus ojos fuertemente delineados en mi
dirección.
―¿Cómo estás? ―pregunta con poca amabilidad.
Bajo la cabeza, no queriendo traicionar ninguna emoción.
―Bien.
―No luces bien ―dice. La sala se llena con un pesado silencio, y tengo
que recordarme que no debo sentir esta gran decepción. No puedo ser tan
egoísta.
―Eso es porque Quinn tiene otra asignación ―anuncia Deacon, entrando
en la habitación. Shelly se queda atrás haciendo una pausa torpemente cuando
Deacon se sienta a mi lado―. Los terapeutas la enviarán mañana ―le dice a
Aaron y Myra.
―¿Qué? ―pregunta Shelly desde la puerta, mirando alrededor de la
habitación a todos nosotros. El color se drena de sus mejillas, cruza sus brazos
delgados sobre su pecho―. ¿Son finalizadores? ―Pero escupe la palabra como si
fuera sucia. Myra gime porque sabe lo que viene después, y Aaron y yo
intercambiamos miradas expectantes.
―Yo no soy un finalizador ―dice Deacon con seriedad, señalándose―.
Pero ella lo es. ―Él eleva el pulgar en mi dirección. Rápidamente se lo aparto.
Deacon continúa con su útil explicación―. Él es un completo finalizador ―le
dice a Shelly, señalando hacia Aaron. Le frunce el ceño a Myra―. Pero ella no.
Los hombros de Shelly se relajan ligeramente, aliviada por la irónica
presentación de Deacon. Pero entonces Deacon hace una mueca como si
olvidara mencionar algo.
―En realidad ―dice en tono de disculpa―, yo solía ser un finalizador
también. Uno muy bueno. Ahora sólo soy el tipo que sale con ellos. No tengo
otras habilidades de la vida real.
Aaron se sacude terriblemente, cubriendo su boca y apoyando la cabeza
en el brazo de su silla mientras su cuerpo tiembla con la risa. Shelly está con los
44 ojos abiertos ampliamente, tratando de determinar si Deacon habla en serio o
no. Cuando su mirada cae sobre mí, mi sonrisa se desvanece. De pronto su
juicio me golpea directo en el pecho, un peso pesado en mi conciencia ya
delgada.
―Tomas ventaja del sufrimiento de la gente ―dice, mirándome hacia
abajo como si fuera suciedad―. Tomas su dinero y les mientes, reescribes sus
vidas. Eres repugnante.
―Oye, oye ―le dice Deacon a Shelly, tendiéndole la mano. Mira entre ella
y yo, pero no le agradezco. Miro a Shelly, todo el humor en la habitación
succionado por su ignorancia.
―Yo no exploto a la gente ―digo de manera imparcialmente―. Ellos
vienen a mí por consuelo, por paz. Los ayudo con su pena.
Ella se burla.
―Piensa lo que quieras ―dice―. Pero por aquí sabemos la verdad. Son
parias, un montón de<
―Bien ―dice Myra en voz alta, su temperamento estallando―. Basta ya
de ti, Pequeña Señorita Rayo de Sol. ―Myra saca de un tirón el peine de la
mano de Aaron y se pelea para ponerse de pie. Aaron salta rápidamente y
envuelve su brazo alrededor de su cintura para contenerla. Myra clava el peine
en la dirección de Shelly―. Te sugiero que tomes tus zapatos ruidosos y los
camines fuera de mi puerta antes de que deje que Quinlan te muela a golpes.
Me vuelvo rápidamente hacia Myra, segura de que ella sabe que yo nunca
he estado en una pelea en mi vida. Sus trenzas están sin terminar, alzándose en
los extremos y dándole un aspecto desquiciado. Su engaño funciona, sin
embargo; Shelly da un paso atrás.
―Váyanse al infierno ―nos dice con una voz temblorosa. Sale pisoteando
por la puerta y la cierra de un portazo detrás de ella. Las fotos en la pared se
sacuden por la fuerza, y Myra lentamente baja hacia el suelo, sosteniendo el
peine hacia Aaron para que pueda terminar su cabello.
Estamos en silencio. Deacon mirando al frente, luciendo apenado de dejar
que la situación se saliera de las manos. Está arrepentido cuando se vuelve
hacia mí, pero no es su culpa. Estamos acostumbrados a que la gente nos odie.
―Bueno, ella era una perra ―le digo.
Toma un segundo, pero luego Deacon ríe.
―Sí, creo que me perdí las señales de advertencia aquí ―dice, frotándose
la mandíbula.
―Apuesto que ella conocía a alguien de las asignaciones ―comenta
45 Aaron, sentado en la silla―. Amigo de la escuela, primo o algo así. ―Asiente,
estando de acuerdo con él mismo―. Esto fue un poco de odio visceral.
Él tiene razón, probablemente perdió a alguien en el pasado y eso influyó
en su percepción. Las personas que no están directamente involucrados en la
terapia tienen una diferente opinión de nosotros, pero es porque no lo
entienden. Sin embargo, sus palabras dejan un ardor en mi piel, pero pronto
están ahogadas por otras preocupaciones.
Myra termina sus trenzas y entonces saca la banda de goma de su muñeca.
―Ten ―le dice a Aaron, pasándosela―. Terminaremos después. ―Aaron
ata el extremo, y Myra se sienta en la silla de gran tamaño junto a él. Me mira, y
cuando la miro a los ojos, su expresión se suaviza―. ¿De verdad tienes otra
misión? ―pregunta―. Pensé que eso no estaba permitido. ―Se gira hacia
Aaron con preocupación, tal vez miedo de que él sea enviado lejos. La cara de
Aaron se ha puesto pálida, con la mandíbula apretada cuando la realidad lo
golpea.
―En realidad, no está permitido ―le dice en voz baja a Myra. Sus ojos
oscuros se encuentran con los míos―. ¿Quién es esta chica?
Me encojo de hombros.
―Es sólo una chica ―le digo―. No hay nada en su archivo que la haga
especial, es un poco exhaustivo, pero no especial. ―Pienso en eso por un
segundo―. Su certificado de defunción estaba ahí, pero decía “indeterminado”.
Deacon se mueve al borde del sofá, sus manos entrelazadas entre las
rodillas mientras se inclina hacia delante.
―¿Su certificado de defunción estaba en su archivo? ¿Qué dijo tu padre
sobre eso?
―Nada. Dijo que estaban esperando por los resultados de la autopsia. Los
padres de la chica son sus pacientes y tiene miedo de que no pueda ayudarlos.
Dijo que era una emergencia. Me están enviando por dos semanas. ―Myra
jadea y oigo a Aaron maldecir en voz baja.
―Ellos deberían de estar en terapia ―responde Deacon―. Esto rompe
cada protocolo. No puedo creer que tu padre esté considerando seriamente
esto. No debería de ponerte en riesgo por ayudarlos.
―La asignación viene de Arthur Pritchard ―digo, y sus ojos se abren―.
Además, ya acepté. Y es lo correcto por hacer.
Deacon frunce el ceño y se sienta de nuevo en el sofá, tomando su bebida
de la mesita de al lado para tomar un largo sorbo. Él sólo me está cuidando,
pero mi trabajo es proporcionar un cierre. Mi papá tiene razón, salvo a las
46
personas.
Un pesado silencio llena la habitación, nadie está seguro de qué decir a
continuación, especialmente cuando Deacon está claramente enojado. Pero aún
no les he dicho todo.
―Voy a tener novio ―digo en voz baja, y tomo un sorbo de mi Sprite.
Todos se giran hacia mí.
―¿Qué? ―pregunta Aaron, intercambiando una mirada con Deacon.
―Catalina tiene un novio llamado Isaac ―les digo―. Mi papá quiere que
él sea parte del cierre.
―Dile que se joda ―responde Deacon―. Eso no está permitido.
Le doy una mirada mordaz para recordarle que está hablando de mi papá.
Deacon cierra sus ojos y puedo verlo tratar de ordenar sus pensamientos antes
de hablar de nuevo.
―Lo siento ―dice con una voz controlada―. Quinn, dile a tu padre
cortésmente que no, no eres una consejera de relaciones. Si este tipo necesita un
cierre, es porque sigue enamorado de su novia muerta. ¿Y si transfiere eso a ti?
¿Y si se enamora de ti en su lugar? Es por eso que esta mierda no está
permitida. Y no vas a ser tú misma, serás ella. ―Dice ella como si le molestara,
como si ella ya lo hubiera traicionado―. ¿Qué pasaría si tú<? ―Se detiene y
sacude su cabeza con molestia.
―Deacon, no va a enrollarse con él ―dice Myra―. Conoce las reglas. ―Le
agradezco por el voto de confianza y ella asiente hacia a mí. Ves, no siempre es
horrible―. Ahora ―continúa Myra―, ya ha sido una larga noche. ¿Vamos a
seguir obsesionados con la vida amorosa imaginaria de Quinn, o vamos a
divertirnos? Gasté diez dólares en la maldita Redbox rentando películas
horribles con explosiones. ¿Sí? ―Mira hacia nosotros, y Aaron ríe, el sonido
profundo y fuerte en la pequeña y triste habitación.
―Sí ―dice, inclinándose para besarla. Deacon no está de acuerdo, pero su
mano sacude mi cabello cuando rodea con su brazo el respaldo del sofá y se
acomoda en él. No mencionamos a Isaac de nuevo. No mencionamos a Shelly o
las asignaciones. Pasamos las siguientes horas viendo entretenimiento sin
sentido y pretendiendo que nuestras vidas son normales. Siempre estamos
pretendiendo.

b
47 Deacon bosteza ruidosamente detrás de mí mientras los créditos pasan en
la pantalla. Aaron está trenzando el cabello de Myra de nuevo, pero ambos
lucen como si estuvieran a punto de quedarse dormidos. Supongo que es
momento de dar por terminada la noche. De mala gana (porque no quiero
apresurar el mañana), me levanto y me estiro. Cuando me giro, Deacon me está
sonriendo.
―¿Qué? ―le pregunto.
―¿Puedo tener un aventón a casa? ―pregunta con dulzura―. Mi aventón
me abandonó con furia ciega, deseando mi muerte. ―Myra mira con curiosidad
mi respuesta.
―Sí, está bien. Toma tus cosas ―le digo, agitando la mano. Se para,
sonriendo alocadamente, y va a chocar puños con Aaron y toma su mochila del
rincón. Myra levanta las cejas y sacudo mi cabeza―. ¿Qué? ―le pregunto―. Él
no tiene quien lo lleve.
―Por favor, chica ―dice mientras ríe―. Él estaba planeando irse contigo
todo este tiempo.
Miro detrás de mí y veo como Deacon se pone su tenis, parado sobre un
pie con sorprendente destreza.
―De cualquier forma ―le digo a Myra―, aún le hubiera llevado a casa.
―Lo sé. ―Se acerca y me jala en un abrazo con aroma a lilas. Nos
quedamos así por un largo segundo, ambas sabiendo que este es un adiós real,
al menos por ahora. Esa es la cosa sobre Myra, puede que no sea una
finalizadora, pero entiende lo que el trabajo requiere y cómo nos afecta―. Nos
veremos en unas cuantas semanas, ¿de acuerdo? ―dice en voz baja. Se retira y
tengo que juntar mis labios para evitar lloriquear como una idiota. Asiento, y
después levanto mi mano para despedirme de Aaron. Él apenas me puede ver
pero de todas formas trata de sonreír. Digo buenas noches y después Deacon y
yo nos vamos.

b
Me detengo en la entrada de la casa de Deacon y él baja la taza para llevar
vacía que obtuvimos del auto-servicio. Tapa el bolígrafo que tomó de mi
consola y gira la taza en el soporte para que pueda ver su dibujo. Dibuja todo.
―Mira ―dice―. Somos nosotros. ―Echo un vistazo a las nuevas figuras
del estilo de la nueva escuela y sus respectivas< posiciones antes de levantar la
mirada hacia Deacon.
48 ―¿Ah, sí? ―le pregunto―. ¿Y qué es exactamente lo que estamos
haciendo?
Deacon suelta una risita y lanza el bolígrafo en la consola antes de
desabrochar su cinturón de seguridad.
―No seas asquerosa, obviamente estamos jugando cricket. ―Inclino mi
cabeza y me doy cuenta de que con un montón de licencia creativa, eso podría
ser verdad―. Así que< ―dice con una pequeña sonrisa malévola―. ¿Quieres
entrar un rato? ―Pinchazos suben por mis brazos, hay un aleteo en mi
estómago por su atención. Esto sería mucho más fácil si no lo encontrara
totalmente adorable.
―Uh, no. No lo creo ―respondo con una sonrisa, y miro hacia otro lado.
―Vamos ―dice alegremente―. Antes de que tengas novio.
―Pareces celoso.
―Lo estoy ―dice inmediatamente―. Definitivamente lo estoy.
―Oh, para ―le dije―. Ya sabes, él realmente no va a ser mi novio.
―Sí, lo sé ―dice y mira hacia su casa a través del parabrisas. Cuando se
gira hacia mí, su sonrisa se suaviza―. Nos quedaremos en la planta baja
―ofrece tranquilamente―. Con la ropa puesta.
Hay una punzada en mi pecho, una soledad latente.
―¿Y entonces qué? ―pregunto. Estoy haciendo una observación, pero
parte de mí quiere una respuesta y sé que no me la puede dar.
―Y entonces seré realmente agradable ―dice, todo el humor se ha ido de
su cara, y ha sido remplazado con vulnerabilidad, una mirada que me dice que
él haría todo para estar conmigo. Estar cerca de mí. Pero antes he caído por esa
mirada, y siempre terminé arrepentida.
La verdad es, que ya no sé qué es lo que quiere Deacon< no solo es físico.
Sin embargo, sea lo que sea, lo debe de asustar, y soy la que termina haciéndose
daño. Así que hago el esfuerzo coordinado para resistir a su tentación, aun si a
veces nada me gustaría más que rodearme con su afecto.
―No puedo ―le digo en voz baja, colocando mi mano en su mejilla,
incapaz de evitar tocarlo. Deacon gira su cara para besar la palma de mi mano,
sus labios cálidos y suaves. Sus ojos fijos en los míos mientras mi determinación
titubea.
―Pero de verdad te quiero a ti ―murmura contra mi piel.
Me derrito por dentro, pero no dejo que esto influya en mí. Deacon sabe
exactamente qué decir y cómo decirlo. Pero todo esto es porque tengo otra
asignación, nuestros sentimientos intensificados porque me voy. Sé que es
49
mejor pensar que no es real.
―Eres realmente un buen amigo ―le digo, terminando nuestra noche
finalmente.
A pesar del rechazo, Deacon besa mi mano otra vez y luego se inclina
rápidamente para besar mi mejilla. Toma su mochila del piso, y no puedo
decidir si quiero que discuta o salga de aquí antes de cambiar de opinión. Lo
voy a extrañar mucho. Y nunca lo extraño tanto que justo antes de irme. Tal vez
ahora estoy un poco nostálgica.
―Espera ―le digo. La respiración de Deacon se detiene, pero antes de que
mi comentario sea malinterpretado, saco la llave extra del auto del llavero en el
encendido―. Lo puedes usar mientras no estoy ―le digo.
Sonríe y extiende su mano, luciendo decepcionado de que no tuviera una
oferta diferente. Antes, cuando éramos novios, le solía dejar a Deacon mi
Honda mientras estaba en una asignación así podía usarlo. Mi padre no estuvo
entusiasmado con el arreglo, diciendo que Deacon podía permitirse su propio
auto. Pero entonces Deacon le preguntó qué tan grande sería su huella de
carbono y mi padre se rió y le dijo que se fuera a casa.
Estaré fuera durante dos semanas esta vez, la asignación más larga de
todos los tiempos. Tal vez simplemente no quiero que Deacon me olvide.
Coloco las llaves en su mano y Deacon cierra sus dedos alrededor de los míos,
sosteniéndolos por un largo rato, antes de darme las gracias y decir que cuidará
del coche. Asiento, sabiendo que lo hará.
―Cuídate, Quinlan ―dice, abriendo la puerta del pasajero y saliendo. Se
agacha para verme una última vez―. Y asegúrate de regresar ―añade. Si
Deacon tiene una inseguridad evidente, soy yo. Toda su arrogancia se
desvanece cuando estoy a punto de irme a una asignación, porque siempre se
preocupa de que no vuelva a Corvallis. No sería la primera finalizadora en
abandonar el barco sin dejar rastro. Deacon tiene miedo de que me canse de
esta vida y escoja otra.
Le sonrió, sin admitir que estaré en su puerta en dos semanas en busca de
consuelo. Sin admitir que verlo con Shelly esta noche me molestó. Sin admitir la
forma en la que aún me siento con respecto a él. O tal vez, solo estoy muy
emocional en este momento y estoy en busca de cualquier conexión.
Deacon cierra la puerta del coche y se dirige a la parte delantera de su
casa. Justo cuando agarra el picaporte de la puerta, se voltea para verme, serio y
solemne. Y después se desliza dentro y desaparece de mi nueva vida.

50
Capítulo 6
Traducido por flochi
Corregido por Nanis

A
las 6:59 estoy acostada de espaldas en mi cama, mirando las
estrellas en el techo, las cuales se han desvanecido a una
tonalidad verde amarillenta en la suave luz de la mañana. Mi
habitación es sofocante porque el calentador está a plena potencia y ni papá ni
yo hemos sido capaces de descubrir cómo resetear el temporizador. Mi cabello
está húmedo por el sudor, pero no hago ningún movimiento inicial para
levantarme. Me estoy ahogando en mis últimos momentos, mentalmente
despidiéndome de mi cuarto. Soy una niñita intentando dar las gracias en una
comida navideña, nombrando aleatoriamente los objetos. Gracias por la lámpara,
pienso. Las estrellas de mi techo. Este pijama que causa picazón y las sábanas suaves y
esponjosas.
Sofoco una risa y ruedo fuera de la cama, deteniéndome para mirar
alrededor. De verdad odio abandonar mi habitación, mi vida. Y tal vez esa sea
la razón por la que mis pensamientos giran en dirección a Deacon, y me
51 pregunto si está acostado en su cama pensando en mí.
―Quinlan ―llama mi padre desde la planta baja―. ¿Estás despierta?
―Sí ―respondo automáticamente, y me dirijo a la puerta. El archivo sigue
apoyado en mi tocador, y querré repasarlo varias veces antes de irme. Después
de eso, es cuestión de llegar a la casa y mirar a través de las cosas de Catalina.
Oler su perfume y probarme su ropa. No haré eso en frente de la familia, claro.
No puedo romper la ilusión. Apareceré con el cabello recogido, y la capucha
puesta. No diré mucho al principio. No quiero que piensen en mi voz. En
cambio, Marie me llevará hasta el cuarto. Después de eso, esperará abajo y
tendrá la consulta inicial con la familia. Cuando estén listos, lo cual puede llevar
de treinta minutos a varias horas, entraré y me reuniré con ellos. A esa altura<
seré Catalina Barnes. Seguiré estudiando a la familia desde allí, pero no
romperé el personaje si puedo evitarlo.
No sé cómo enfrentarme a su novio, sin embargo. Está fuera de mi reino
de conocimientos, nunca he sido capaz de lidiar con mi propio novio, aunque
no estoy segura de si la relación que tuve con Deacon alguna vez fue
exactamente típica. Lo que Catalina tenía con Isaac sería más normal. Frunzo el
ceño, mi preocupación escalando una vez más, no sé lo que es normal. Tras otro
segundo de dudas, aparto los pensamientos para calmarme. Tendré que perder
estos sentimientos de incertidumbre si espero tener éxito. Un finalizador
confidente es un finalizador efectivo.
Me río de mí misma, saliendo al pasillo. Estoy empezando a sonar como
uno de los sermones de Marie. De vez en cuando, somos llevados a las oficinas
para repasar las reglas, ser otra vez certificados. Repasamos la aproximación
“centrada en la persona” a lo que hacemos y cómo nuestros roles liberan sus
mentes para sanar. Cómo engañar a tu cerebro para superar su dolor. Las
personas creen que un corazón herido es lo que duele; tal vez eso suena más
romántico. Pero es el cerebro, y puede ser engañado.
“El finalizador debe mostrar empatía y comprensión hacia los clientes,
siempre manteniendo un rol profesional, en especial durante la asignación”, me
decía Marie frente al panel observándonos. “El objetivo es usar los propios
recuerdos del cliente para ayudarlos a cerrar su ciclo de dolor y aceptar su
nueva vida. El finalizador los ayuda a encontrar su lugar en un nuevo mundo
sin un ser querido, manteniendo el delicado balance entre la negación y la
aceptación. Esto se logra a través de orientación sin prejuicios y con cuidado”.
Siempre odio estos recordatorios, como si alguna vez me sentara y juzgara
a las personas que se supone que ayude. O incluso actuar de manera poco
profesional. He sido una finalizadora la mayor parte de mi vida, estoy más
52 calificada que los expertos en el panel. Creo que debería estar exenta de esas
horribles reuniones de recertificación.
Lo entiendo; entiendo la necesidad de nuestro estilo de terapia de juego de
roles. Muy a menudo, los padres nos llaman cuando no consiguen la
oportunidad de despedirse, de decir te amo o lo siento. Esto puede llevar a
trauma emocional y dolor. Las madres y padres que he conocido nunca
consideraron un futuro sin sus hijos, no querían uno. Parte de mi trabajo es
mostrarles que es posible estar bien. Tal vez no estupendo, no en este momento.
Pero pueden llegar a estarlo.
Entro a la cocina y encuentro a mi padre esperando. Hay tostadas en la
mesa, y el fuerte olor a café cuelga en el aire. Digo buenos días y me dejo caer
en la silla de madera mientras me sirve una taza. Me froto los ojos, y papá
agarra la crema de la nevera y pone el café y la crema frente a mí.
―¿Mucho sueño? ―pregunta.
―Dormí bien ―le digo―. Solo< mi cabeza est{ un poco confusa. Sabes
cómo es regresar.
Asienta y se sienta frente a mí, observando mientras vierto la crema en mi
café hasta que casi está blanco. Odio la amargura pero adoro la cafeína. El
periódico ―una reliquia cuando es mucho más sencillo googlear las noticias,
bromeo siempre― está entre nosotros, y veo el titular hablando sobre un alza
en los señalados efectos secundarios de un medicamente últimamente popular
y la investigación inminente. Agarro un trozo seco de tostada y le doy un
mordisco.
―¿Deberíamos repasar las reglas? ―pregunta mi padre, ajustando sus
gafas y pareciendo demasiado cansado para alguien que no acaba de volver de
una asignación.
―Preferiría que no ―digo con esperanza. Llevo la taza a mis labios y
soplo el café antes de dar un sorbo tentativo. Cuando miro por encima de mi
taza a papá, veo que está esperando una respuesta diferente―. Mantener el
contacto a los ojos y expresiones faciales abiertas y cariñosas ―digo, agarrando
otro trozo de tostada y hablando mientras mastico―. Ser atenta y relajada
cuando se tiene que hablar con los clientes. No encorvarse o fruncir el ceño o
parecer aburrida. ―Sonrío―. Incluso cuando lo estoy.
―Bien ―dice mi padre, alcanzando su propia tostada―. ¿Algo más?
Extiendo la mano y empiezo a contar puntos con mis dedos, rápidamente.
―Mantener mi voz compasiva, no interrumpir, no apresurarse, y sobre
todo, dejar que el cliente dirija su recuperación. ¿Pasé la entrevista? ―pregunto
sarcásticamente.
―Solo quiero que mantengas las cosas en perspectiva, Quinn ―dice
53
disculpándose―. Entre más claro entres, más fácil será la extracción después.
Tiene razón, por supuesto. Pongo el pedazo de tostada en el plato, le doy
otro sorbo a mi café, y luego exhalo.
―Monitorearé al Sr. y la Sra. Barnes por las reacciones físicas a su dolor
―continúo―. Cambio de apetito, problemas de sueño, problemas de memoria,
o cambios erráticos de humor. Basada en lo que aprendí, apuntaré a los
recuerdos dolorosos y ayudaré a la familia a sobrescribirlos con los positivos.
En este caso, me quedaré hasta la fiesta de cumpleaños, cumplo dieciocho, y
dejo a mi familia celebrar mi vida. Eso los ayudará con los asuntos inconclusos
en que se han centrado. ―Me detengo, entrecerrando los ojos mientras
pienso―. Pero papá, no tengo idea de qué hacer con el novio. ¿Qué quiere él?
―No lo dice ―dice mi padre, apoyándose hacia delante sobre sus
codos―. Pero las señales están presentes y los terapeutas lo señalan. La familia
Barnes está pagando por su cierre.
Frunzo el ceño. No había pensado quién estaba pagando por su
tratamiento.
―Es agradable de su parte ―digo.
―Eran muy cercanos ―responde mi padre―. Al parecer es como un hijo
para ellos.
Mi mente da vueltas a través de los procedimientos y diagnósticos.
―Ellos piensan que si lo conservan estarán conectados a ella ―ofrezco.
Mi padre levanta un hombro como diciendo que no está seguro pero es lo
que cree también. Los clientes a veces se fijan en un objeto que les recuerda a
sus seres queridos. He visto miembros de familias que luchan por un llavero,
una manta favorita o una camiseta manchada. Isaac podría haberse convertido
en ese objeto para ellos.
―Supongo que lo veré ―digo, dándole un último sorbo a mi café antes de
ponerme de pie―. Estaré en mi cuarto por si me necesitas. ―La mención de
Isaac está atrayéndome de regreso al archivo con la esperanza de encontrar más
información sobre la relación de él y Catalina. Los secretos podrían estar ocultos
a simple vista.
Mi padre mira el reloj en la estufa y me recuerda que nos vamos poco
después del almuerzo. Lo saludo y salgo de la cocina, dirigiéndome
directamente a mi habitación. Paso las siguientes horas revisando y volviendo a
revisar el archivo. Casi memoricé todas las entradas del diario, pero me dan
poca percepción de la relación de Isaac y Catalina. No sé qué esperar, y odio la
incertidumbre.
Justo antes de las once miro alrededor de mi cuarto y cierro el archivo.
54 Hora de prepararme. Voy al baño y giro la perilla de la ducha. A medida que
me desvisto, intento drenar todo, ser una pizarra emocional en blanco para
poder convertirme en Catalina más tarde. El entumecimiento se instala en mí, y
ajusto el agua a hirviendo y entro a la ducha de azulejos.

b
Estoy usando vaqueros y una camiseta provista por la familia de Catalina,
el estilo incómodamente apretado en mis caderas y pecho, o al menos más
apretado de lo que usaría normalmente. Tengo que ajustarme al gusto de mi
asignación, por lo que sonrío y lo soporto, levantando mi mochila sobre el
hombro. Saco una sudadera con capucha del perchero y lo doblo en mi brazo.
Dentro de la mochila meto mi teléfono, una peluca y maquillaje, y un segundo
conjunto pre-aprobado de Catalina. Revisaré a través de su armario cuando
llegue a la casa.
Dudo en la puerta de mi habitación y vuelvo apresurada a agarrar la
camiseta de los Rolling Stones que conseguía del padre de Emily Pinnacle y los
aretes que le pertenecieron a Susan Bell. No tomo nada importante de mi vida.
Soy un mosaico de los recuerdos de otras personas, pero de alguna manera se
sienten más reales que los míos. Tal vez sea porque estos artículos son
tangibles: puedo tocarlos y sé que son reales. No guardo objetos de mi casa.
Lanzo una mirada más a mi cuarto, deteniéndome en mi reflejo en el
espejo. Aunque he practicado la sonrisa plantada de Catalina, perfeccionándola,
necesitaré estudiarla un poco más para realmente conseguir manejar su
comportamiento. Descubrir lo que la motiva. Una vez que tenga acceso a su
computadora, revisaré el resto de su información. Normalmente esto habría
estado ya hecho, pero la asignación se está moviendo más rápido de lo normal.
Parte de esto tendrá que hacerse en el trabajo práctico. Con un profundo
suspiro, me doy la vuelta, apago las luces, y me dirijo abajo.
Papá está esperando en el porche, y cuando camino por la entrada más
allá de mi auto, noto una nota metida debajo del limpiaparabrisas y sonrío.
―Puedo adivinar ―dice mi padre con una voz desinteresada. Lo hago
callar y corro para agarrar la nota. La desdoblo y encuentro un rápido bosquejo
de mí, al estilo de dibujos animados con cabello amarillo delineado y pecas, un
dibujo de mí con la palabra “Quinlan” debajo. No dice lo que significa, pero ya
sé que es de Deacon. Es para recordar quién soy. Solía hacer esto todo el tiempo
como una manera para que yo recordara mi verdadero ser. Además, sabe que
pienso que eso es increíblemente dulce. Paso el dedo por la esquina del boceto
55 hasta que mi padre llega y mira por encima de hombro. Rápidamente doblo la
nota y la meto en mi mochila.
―No seas entrometido ―le digo en broma.
―¿Deacon? ―pregunta.
―Por supuesto. ¿Quién más se tomaría tanto trabajo para molestarte?
―Buen punto ―dice, y ajusta sus gafas en una manera paternal. Agarra
mi bolso y abre el maletero de su Cadillac para lanzarlo dentro. Lo miro, la
soledad arrastrándose sobre mí. Voy a extrañarlo. Voy a extrañar sus comidas
simples y su risa ruidosa. Voy a extrañar ser su hija. Mi padre cierra la cajuela y
me atrapa mirando. Sin una palabra, rodea el auto y me da un gran abrazo.
Huele a detergente de ropa y crema de afeitar, un olor que solo puede ser
descrito como papá. Lo estrecho por un minuto más, conteniendo las lágrimas
de niñita asustada que amenazan con caer. Cuando me recupero, me obligo a
sonreír. Despeina mi cabello en un movimiento que le digo que odio, pero que
secretamente disfruto. Y entonces nos metemos en el auto y nos dirigimos al
apartamento de Marie.

b
―Llegas diez minutos tarde ―dice Marie cuando nos recibe en el auto.
Sus trenzas están atadas en un moño en la cima de su cabeza; tiene un
bolso grande sobre su hombro. Papá está en el asiento del conductor, pero
esperé que saliera a saludarla. Marie le lanza una mirada incómoda a mi padre
y entonces se vuelve a mí. En el segundo que nuestros ojos se encuentran, su
expresión se suaviza.
―Lo siento, cariño ―dice, alargando la mano para ponerla en mi
antebrazo―. Le dije que era demasiado pronto, incluso si eres lo bastante sana.
Un nudo se forma en mi garganta, y antes de que pueda pensarlo, salto
hacia delante para abrazar a Marie. Baja el bolso y me aprieta, lo más cercano a
una madre que puedo recordar. Después de un largo segundo se retira y me
mira con seriedad.
―Ahora no es momento para esto ―dice, sonriendo dolorosamente―.
Tienes que dejarlo ir. Dejar a Quinlan en mi puerta para poder estar en camino.
―Pensé que la dejé en mi casa ―digo, obligándome a ser más fuerte. Más
dura. Recojo el bolso de Marie y abro la puerta trasera para ponerlo dentro del
auto. Marie asiente un gracias y sube al asiento del pasajero. Doy la vuelta y me
siento detrás de papá.
Hay una frialdad inicial cuando Marie y papá se saludan, y mi padre
56
camina hacia la autopista. Pero Marie tiene razón: ahora no es el momento para
preocuparme por mi vida, o cómo la relación de ellos me afecta. Tengo que
mantener el enfoque en la asignación. Abro la cremallera de la bolsa negra y
saco los papeles que tengo que firmar antes de llegar a la residencia Barnes.
Firmo alejando mi vida y Marie agrega la suya en la línea del testigo. Busco a
través del bolso, y en el fondo hay una sombrerera redonda azul. Le lanzo una
mirada mordaz, y Marie se encoge de hombre y me giro para mirar el
parabrisas.
―Nunca escoges el color correcto ―dice conversadora―. A veces pienso
que eres ciega a los colores.
Me pongo a reír y quito la tapa para ver una peluca rubia, el largo y el
tono son casi exactos, la calidad es mejor que nada que posea. Los finalizadores
por lo general llevan sus propios suministros, pero Marie me ayuda de vez en
cuando. Sabe de este negocio mejor que ninguno de nosotros. Pienso que eso
podría incluir a mi padre.
Hay algunos artículos más: joyas, más fotos, cosas que no están en el
archivo. Cierro el collar alrededor de mi cuello y ato mi cabello. Llevo mi
propio bolso a mi regazo y saco el maquillaje. Unto una capa de base sobre mis
mejillas y nariz, cubriendo mis pecas. Papá me mira en el espejo retrovisor, su
rostro un retrato de preocupación, y Marie tararea para sí con una postura
rígida en tanto mira en todas direcciones menos hacia mi padre.
Agarro mi sudadera con cremallera y la deslizo en mis brazos. Tomo la
peluca y giro la cabeza para ponérmela, tirándola hacia abajo en los costados.
Oh sí. Esta es mucho mejor de la que tenía. Mis pelucas tiendes a sentirse como
si estuvieran apretándome el cerebro. Esta casi se siente cómoda, como usar un
gorro en un día de invierno. Me la quito y vuelvo a colocarla en su caja, y
compruebo el tono de los lentes de contacto marrones. Tengo todo en orden, y
cuando acabo, me quito la sudadera y me apoyo contra el asiento. Pasará un
rato hasta que lleguemos. Cuando lo hagamos, Marie se presentará y yo evitaré
el contacto visual con la familia. Y luego me permitirán entrar a la habitación de
su hija, donde me convertiré en Catalina Barnes.

b
Debo haberme quedado dormida, porque mi cuerpo se sobresalta al
despertarse cuando el auto para junto a la acera y se detiene. El espacio a mi
alrededor es dolorosamente silencioso, y mis ojos arden por el sueño. La mayor
57 parte de nuestros clientes son acaudalados. O sea, ¿quién más puede permitirse
un hijo temporal de reemplazo? Pero esta casa en particular es espectacular.
Hay una amplia entrada con un aro de baloncesto a un lado; un jardín cuidado
con rosales ligeramente descuidados. Marcos enormes de ventanas por todo el
frente de la casa; el Monte Hood está recortado en el fondo. Pinos altos y
brillante césped verde, lo encuentro encantador y magnífico a la vez, en especial
si lo comparo a mi descuidado jardín delantero en Corvallis.
Marie se da la vuelta, estudiándome antes de hablar en su voz segura, la
que reserva para momentos como este.
―¿Segura de que estás lista? ―pregunta, como si pudiera negarme e irme.
Nunca antes lo he hecho, pero siempre actúa como si la posibilidad todavía
estuviera ahí.
Asiento, y me encuentro con la mirada de mi padre en el espejo retrovisor.
―Nos vemos en dos semanas ―le digo con un nudo en la garganta. Sus
ojos se llenan de lágrimas y un sentido aplastante de pérdida al perderlo,
perder mi vida entera por dos semanas, me aplasta. Papá sonríe tristemente.
―Cuídate ―murmura. No nos despedimos, mi regreso seguro una
promesa no dicha. Es irónico, todo un departamento dedicado al cierre y aun
así somos terribles en eso en nuestras vidas reales. Marie le echa un vistazo y
luego abre la puerta del pasajero mientras reúno mis bolsos y salgo. Mi padre
espera en el auto, porque aunque se ha reunido antes con la familia, verlo ahora
solo desenterraría la realidad de la situación. Le han hablado a él sobre su
verdadera hija, por lo que es trabajo de Marie intervenir y convertirse en su
nueva consejera, para convertirme en la Catalina real.
Marie me toca el codo, y juntas avanzamos por la pasarela hacia las
grandes puertas dobles de la casa. Mi corazón late con fuerza; nudos se aprietan
en mi estómago. Siempre he odiado esta parte, algo así como un intérprete
antes de salir al escenario, solo que esta es una vida y no una obra, una forma
sumamente exagerada de método de actuación.
Me detengo por un momento, un repentino ataque de miedo cerrándose a
mi alrededor. Me preocupa no ser lo suficientemente buena por dos semanas de
esto, que no seré convincente. Marie se detiene y luego regresa hasta pararse a
mi lado. No habla, solo deja que mi mente procese lo que tengo que hacer.
Exhalo una bocanada de aire limpiadora, cerrando los ojos, y una vez más,
me quedo vacía para hacer espacio. Y cuando he drenado todo el miedo, la
preocupación y la tristeza, abro los ojos y me quedo mirando hacia el frente.
Una máquina, una vasija, un reemplazo. Y Marie y yo caminamos juntas hacia
la puerta principal.

58
Capítulo 7
Traducido por Pilar y HeythereDelilah1007
Corregido por Nanis

N
adie responde al tocar el timbre. Marie y yo nos quedamos allí,
tan quietas como estatuas en el porche delantero, con su bolso
negro junto a mí, mi bolsa sobre mi hombro. Esperamos todo un
minuto, y luego Marie estira sus dedos, con una manicure de rojo sangre, y
presione el timbre otra vez. Parece sonar más fuerte, más impaciente incluso,
aunque es lo mismo. La percepción colorea todo, pienso. ¿Qué es real para
nosotros, de todas formas? Solo nuestra percepción.
La puerta se abre de repente, y me alejo sobre mis talones. Antes de poder
detener mi curiosidad, miro al hombre parado en la entrada. Todo su rostro
pierde expresión cuando me ve, y me doy cuenta de que mis ojos aún son
azules, aún no me he puesto los lentes de contacto de color. Marie se acerca
rápidamente para desviar su atención.
―Sr. Barnes ―dice con su cálido tono de terapeuta―. Soy Marie
Devoroux. Es un placer conocerlo. ―Me muevo pare esconderme un poco
59 detrás de ella, manteniendo mi mirada alejada.
―Srta. Devoroux ―dice el hombre como bienvenida. Su voz suena grave
con dolor y desesperación, pero no simpatizo. En su lugar, ajusto la tira de mi
bolso sobre mi hombro y vuelvo a mirar donde está estacionado el Cadillac de
mi padre. Él no sonríe ni saluda. Me observa como si fuera una empleada,
prácticamente una extraña. No siempre fue así. Cuando era pequeña, había
ocasiones en la que Marie prácticamente tenía que arrancarme de los brazos de
mi padre, asegurándole a él que todo estaría bien. Me pregunto si por eso a
veces me aleja. Quizás me ha dejado ir tantas veces que la idea de que yo no
existiese ha perdido su efecto.
Lo que daría para que me persiga y me ruegue que no me vaya. Pero, de
nuevo, ninguno de nosotros tendría trabajo si lo hiciera.
Marie pasa su brazo sobre mis hombros, asustándome y haciendo que
preste atención, y siento la pesada mirada del Sr. Barnes.
―¿Podemos pasar? ―pregunta Marie. Después de una larga pausa, el Sr.
Barnes se hace a un lado, abriendo ampliamente la puerta para que podamos
entrar.
―Es al final del pasillo, segunda puerta a la izquierda ―dice. Aunque
siento la necesidad de mirarlo mientras paso, no lo hago. Es demasiado pronto.
Aún no soy ella.

b
El cuarto de Catalina esta exactamente igual a como estaba el día que
murió. Esta es una de las instrucciones que los consejeros de duelo les dan a los
padres cuando se apuntan para un cierre. Imagino que es difícil resistirse a
limpiarlo, hacer la cama, o abrazar una almohada. Ignorar la ropa en el suelo y
las fotos en el escritorio, un deseo de hacerlo perfecto. De convertirlo en un
santuario. Pero la mayoría de las veces los padres hacen exactamente lo que
Marie y mi padre les dicen porque por unos días tendrán a sus hijos de vuelta.
Por lo menos, una versión de ellos.
Dejo caer mi bolso sobre la cama y observo el cuarto. La decoración no es
exactamente mi estilo, pero me tomo un momento para absorber la escena. Las
paredes son de un color azul brillante con fotos enmarcadas, no posters
aleatorios como la mayoría de los cuartos. Estas fotos están en blanco y negro, y
después de un momento me doy cuenta de que no son profesionales. ¿Las tomo
ella misma? Eso es algo para anotar más tarde, un pequeño detalle de su
personalidad. Como esperaba, encuentro una resistente cámara y un trípode en
60 su armario, guardada y ligeramente sucia. Supongo que ya no está interesada.
Probablemente por eso no estaba en su archivo.
Continúo revisando el cuarto, abriendo y cerrando cajones del vestidor,
tratando de entender su personalidad. Me detengo en su escritorio y encuentro
una cartera a cuadros con un broche roto. La abro y veo la licencia de conducir,
tarjeta de crédito, e identificación estudiantil de Catalina. Sin fotos. La dejo en
su lugar y paso mis dedos sobre su computadora cerrada. Tiene calcomanías
―gráficos aleatorios y frases irónicas― cubriendo el exterior. Hay un diario
encuadernado de cuero rojo sobre su escritorio, lo abro y reconozco que fue de
donde fueron fotocopiadas las páginas. Echo un vistazo, encontrando más de lo
mismo hasta que llego cerca del final.
Hay páginas faltantes, arrancadas. Interesante. Dejo a un lado el diario,
retiro la silla, y me siento antes de abrir la computadora. Escribo la contraseña
que ya he memorizado. El fondo de pantalla me sorprende al principio:
Catalina e Isaac, la misma foto que estaba en su archivo. Esta sonriendo e Isaac
la está observando con adoración. Siento un tirón en mi corazón, y rápidamente
abro el navegador para llenar la página con otra cosa. Entro en sus páginas de
redes sociales y comienzo a clasificarlas. Hay otras fotos del novio de Catalina,
pero ninguna dice tanto como el fondo de pantalla. Encuentro imágenes de
Angie, la hermana de Catalina, ambas están usando gafas de sol y riendo en la
playa. Mientras más miro sus álbumes, más confundida me encuentro sobre la
chica en la que estoy a punto de convertirme. Según todas sus cuentas, amaba a
su familia. Puso sus fotos en su perfil. Es tan lindo al estilo “la chica de al lado”
que parece casi falso. Frunzo el ceño y voy a los videos, viendo pequeños cortos
de Catalina hablando, riendo, y practico imitarla hasta que me sale bien. Una
vez que termino, vuelvo a la red social y encuentro algunas de sus interacciones
con Isaac.
Buen día, hermosa, escribió él dos semanas atrás. A ella le gustaba el
comentario pero no había respondido. Inmediatamente después de una muerte,
los terapeutas de duelo cierran los comentarios en la página de la asignación,
borran cualquier cosa nueva, por lo menos hasta que me voy. Catalina está
congelada en el tiempo.
Por un momento me pregunto qué se siente estar en una relación en
donde eres tú todo el tiempo. Tener un pasado, presente y futuro que puedas
compartir con alguien. Que te amen completamente. Envidio la libertad que
Catalina e Isaac tenían, lo fácil que eran sus vidas. Envidio la forma en la que la
adora. La persona que ella pudo ser todo el tiempo.
―Mierda ―murmuro, rápidamente recordándome que Catalina está
muerta y soy una idiota por codiciar su relación. Me tomo un segundo para
recomponer mis pensamientos y luego tomo su diario de nuevo. Comienzo a
61 pasar las hojas, incluso aunque ya he leído las que estaban en el archivo. Me
encuentro absorbida de nuevo, leyendo sobre un tiempo en el que Catalina y
Angie tuvieron una fiesta mientras sus padres estaban fuera de la ciudad. Un
leve ding suena en la computadora, y vuelvo mi atención a ella. Hay un icono
parpadeante, y cuando hago click en él, una pequeña caja aparece.
¿Estás allí?
Es de Isaac, o por lo menos de alguien con su mismo nombre y foto de
perfil. Mi estómago se aprieta, y no sé qué hacer. Mi corazón comienza a latir
rápidamente, y mis dedos flotan sobre las teclas. Pienso en responder con un
simple sí, pero no soy Catalina, él debería saberlo. Se me ocurre que quizás no
esté tratando de contactarme para nada. Quizás hace esto, enviarle mensajes,
incluso aunque esté muerta, esperando algún día obtener una respuesta. Lo he
visto antes, padres que llaman sólo para oír la voz del buzón de voz. Dejando
mensajes como si sus hijos algún día les responderán la llamada. Pero no lo
hacen. Nunca lo harán.
Comienzo a escribir s y luego, de repente, la pequeña caja cambia y una
línea azul me dice que Isaac ya no está en línea. Me sorprende el ataque de
perdida que siento, y espero, esperando que se conecte nuevamente. Pero los
minutos pasan y tengo trabajo que hacer, así que cierro la caja de mensajes y
regreso al álbum de fotografías de Catalina.
Las horas pasan rápidamente, y cuando me siento preparada, al menos lo
suficientemente preparada para comenzar con la asignación, camino hacia el
espejo colgando de la puerta del armario y aplico los últimos toques de
maquillaje, acentuando ciertos rasgos mientras minimizo otros. La peluca rubia
luce bien y parece casi real, pero no me encanta totalmente. Recojo un lado
como he visto que Catalina lo hacía en algunas fotos, y luego giro mi cabeza
para examinar el efecto. Encuentro los lentes de contacto y con habilidad, ya
que he hecho esto millones de veces, me pongo un lente de contacto marrón y
luego el otro. Cuando ya estoy lista, espero, quieta bajo la mirada del reflejo
para nada familiar.
Se oye un suave golpe en la puerta, y me giro cuando Marie entra sola.
Presiona sus labios y levanta sus manos, sus brazaletes tintinean.
―¿Estás lista? ―pregunta.
Cierro mis ojos por un momento, y cuando la vuelvo a ver, sonrió.
―Seguro ―digo con una nueva voz, una que he aprendido de sus
videos―. ¿Mis padres te dieron alguna sugerencia con respecto a mi ropa?
Marie se tensa visiblemente, pero luego asiente hacia el armario.
―Lo hicieron. Para la cena quieren que uses tu vestido de graduación.
―La observo, sin palabras―. Sé que es bizarro ―dice―. Pero te divertiste un
62
montón esa noche, y no pudieron sacarte fotos antes de que tú e Isaac se fueran.
―Sacude su mano―. Algo sobre que la cámara no tenía batería. De todas
formas, les encantaría verte con él ahora. Lo acomodaremos.
―Em, está bien ―respondo. Esto no está completamente fuera de
discusión, me han pedido antes que use atuendos preferidos. El suéter que
Nana me tejió por mi cumpleaños, pijamas enterizos en una falsa mañana de
Navidad. Este definitivamente será el primer vestido de graduación, sin
embargo. Nunca antes me había siquiera probado uno.
Rápidamente voy atrás en mi memoria hasta que encuentro una imagen
de Isaac y yo bajo un arco lleno de globos. Camino hacia el closet, pero necesito
escarbar un poco antes de encontrar el vestido verde esmeralda. La tela cae
fluidamente y es satinada, y al minuto en que me lo pongo, estoy agradecida de
que no esté pegado al cuerpo. Este es al menos una talla demasiado pequeño
para mí.
Le lanzo una mirada llena de pánico a Marie, y cruza la habitación y se
para detrás de mí mientras ambas nos miramos al espejo. Ajusta los tirantes de
los hombros y luego saca unas pequeñas tijeras para hilo y un clip de su bolso
para cortar un poco la costura. Me siento ridícula, avergonzada porque tendré
que sentarme así durante la cena, pero quiero que mis padres sean felices, así
que dejo que Marie altere el vestido un poco antes de que me diga que estoy
lista.
Marie se gira hacia mí, sus manos frías descansando sobre mis hombros,
sus ojos llenos de la misma preocupación que tienen cada vez que me deja.
―Todavía puedes decirle que no a esto ―dice―. O si se vuelve
demasiado, llamar a Aaron o a mí. Mi puerta siempre está abierta para ti. ―Su
intensidad va más allá de sus típicas charlas de despedida, y mi preocupación
se despierta. Pero antes de que siquiera pueda acercarme al razonamiento
detrás de ello, Marie me ha tomado del brazo y me está llevando al comedor.
Estoy descalza en un vestido de graduación verde esmeralda.

b
Mis pies pasan sobre el brillante piso de madera, y estoy impresionada por
la belleza de mi casa. La decoración al estilo casa de campo-chic parece salida
de una revista, es hermosa y costosa, pero también casera y acogedora. Damos
la vuelta por la esquina, y me detengo en la entrada del comedor. Es obvio que
mis padres se han tomado la molestia de darme la bienvenida a casa. En el
63 instante que estoy a la vista, mi madre se levanta de un salto, retorciendo sus
manos nerviosamente frente a ella. Está demasiado elegante. Su cabello está
acomodado en rizos, tieso con spray, un fuerte colorete en sus labios delgados y
demasiado rubor en sus mejillas. Su vestido negro sin mangas está puesto en su
lugar con un cinturón, y su joyería es demasiado voluminosa y fuera de lugar
para nuestro comedor. Su boca se contrae en una sonrisa ansiosa, y le lanza una
mirada ansiosa a Marie, esperando por las presentaciones. Mi padre no se gira
hacia mí; su mejilla descansa sobre sus manos dobladas, sus codos sobre la
mesa. Puedo ver que está en duelo, irradia de su piel, y me hago una nota
mental para revisar su estado emocional después de la cena.
―Buenas noches, Sra. Barnes ―dice cálidamente Marie. La consejera se
gira con gracia hacia mí y hace gestos hacia la mesa―. Por favor, siéntate
Catalina ―dice sin dudar ni un segundo. Desde la esquina de mi ojo puedo ver
a mi madre sobrecogerse al escuchar mi nombre. Sintiéndome vulnerable y al
límite, camino hacia la mesa para sentarme frente a un plato lleno de ensalada
esperándome.
Marie me sigue y se sienta junto a mí, café sin leche ya dispuesto frente a
ella. Marie no cambia sus hábitos, incluso si ya estar cansada del sabor del café
a este punto. Es importante tener algunos puntos fuertes de estabilidad. Asiento
hacia mi madre y tomo mi lugar en la mesa.
Temblando visiblemente, mi madre se mueve para sentarse junto a su
esposo, quien se ve como si prefiriese estar en cualquier lugar menos aquí.
―Preparé tu preferido ―dice mi madre, limpiando una lagrima que se ha
deslizado por su mejilla. Deja un rastro color carne a través de su maquillaje―.
Espagueti con extra de albóndigas ―dice, su expresión llena de esperanza. Para
ser honesta, nunca he sido una gran fanática de la pasta, pero sonrío con ansias
de todas maneras.
―Genial ―digo―. Gracias mamá.
Su cara se afloja y mi padre se encoge e inmediatamente me mira. Nos
quedamos todos en silencio mientras ellos absorben lo que pasa. Mi voz es tan
familiar para ellos; sé que duele. Pero es parte del proceso. De repente soy
consciente de mi peluca, preguntándome si es el tono correcto, después de todo.
Marie sorbe calmadamente de su café, dejando que el silencio se asiente.
Después de lo que parece una eternidad mi madre traga con fuerza.
―Iré a traer la comida ―dice, y rápidamente deja la habitación. No
reacciono, atrapada en los ojos de mi padre mientras me estudia. Tiene la
constitución de un entrenador de fútbol, fuerte y grande. Miro fijamente hacia
sus ojos verdes hasta que las lágrimas caen por su cara. No hace ningún
movimiento para limpiarlas.
64
Puedo ver su anhelo intenso, su profunda tristeza, su inhabilidad para
confiar, todos síntomas clásicos de un duelo complicado. Si lo monitoreo un
poco más, estoy segura de que descubriré que ha perdido el interés en su vida
cotidiana, tal vez incluso hasta de la vida en general. No puede encontrar un
significado sin mí. Está perdido en sus emociones. Me ama, tiempo presente.
No será fácil para él confiar lo suficiente como para sanar.
La taza de Marie hace ruido contra su platillo, y suspira quedamente
cuando mi madre regresa sosteniendo un largo bowl para servir lleno de
brillantes hilos rojos de espagueti, una montaña de albóndigas en la cima. La
incomodidad inicial empieza a desvanecerse mientras empezamos a comer. Por
todo lo que concierne a la comida italiana, esta está bastante bien. Algo acerca
de la textura del espagueti siempre me ha molestado, sin embargo, y la masa
actúa para pegarme los dientes.
―Lamento que Angie no esté aquí ―dice mi madre, dando golpecitos con
su servilleta a los costados de su boca―. Se está quedando en casa de la tía
Margot durante algunas semanas para estar más cerca de la escuela. Sabes lo
ocupada que se pone.
Lo que sé es que mi hermana no quiere ser parte de la finalización. Hay un
lugar listo y vacío a mi otro lado, y me pregunto si mis padres esperaban que
ella se apareciera para cenar de todas maneras.
―Y estaba pensando ―añade mi madre―, que mañana podríamos salir.
Podríamos almorzar afuera y luego podríamos pasar por la peluquería.
―Podría hacerme una pedicura ―ofrezco en una cadencia alta y positiva.
Ella sonríe, temblorosa e insegura, pero finalmente alentada.
―Maravilloso ―dice, complacida―. Llamaré y lo dispondré todo.
Marie hace un movimiento con la muñeca y mira la hora en su delicado
reloj de oro. Intercambiamos una mirada y puedo ver su impaciencia creciendo.
Ella no está comiendo; nunca come. Solo bebe café. Está aquí para monitorear,
para asegurarse de que estoy en un ambiente seguro, y para determinar si mis
padres están listos para esta terapia. Desde que no me ha removido, estoy
suponiendo que aprueba esta asignación.
Doy otro mordisco a mi comida, masticando mientras siento las miradas
fijas de mis padres. Ocasionalmente levanto la cabeza y les sonrío amablemente,
y mi madre me sonríe de vuelta, aliviada de ver que sigo aquí. Mi padre no ha
tocado su comida, pero al menos ya no está llorando.
Suena un golpe en la puerta y todos nos damos la vuelta. Marie baja con
fuerza su taza, sobresaltada por la interrupción inesperada. Personalmente,
estoy agradecida por la distracción. Dejo mi tenedor en mi plato con espaguetis
todavía enredados alrededor de sus dientes. Nadie se mueve, y me pregunto si
65 soy yo la que generalmente atiende a la puerta. Empiezo a levantarme cuando
mi padre se levanta de un salto y me hace un gesto para que me quede quieta.
―Yo voy ―dice, dándome una mirada fija de nuevo mientras se ajusta a
mi presencia.
Mi madre sonríe nerviosamente, mirando a Marie.
―Tal vez Angie decidió unírsenos después de todo. ―Puedo ver la
irritación en la postura de Marie, pero sería imperceptible para un cliente. Es
solo que la conozco demasiado bien.
―Queremos hacer lo mejor que podamos para mantener el control del
grupo, Sra. Barnes ―dice Marie―. Es propicio para la terapia.
Miro a mi madre para medir su reacción, todavía aprendiendo.
―Entiendo ―dice ella―. Pero Angie es su hermana. Eran las mejores
amigas.
Ella está bloqueando el hecho real de mi muerte, y al estudiar nuestras
vidas no pude encontrar ninguna mención de que yo fuese la mejor amiga de
mi hermana. Nos amábamos, claro. Pero mi madre está agregándole cosas a la
relación para construirme. Construir la familia. Es otro signo de su complicado
duelo y su negación.
Voces se filtran frente al vestíbulo, ambas masculinas, y mi madre sonríe
gentilmente y luego baja sus ojos a su plato.
―Supongo que no es Angela ―dice, sonando decepcionada, y empieza a
enrollar sus espaguetis en su tenedor.
La voz de mi nuevo padre es profunda y marcada con un tipo brusco de
duelo.
―Ella está ahí ―dice mi padre. Mi corazón se acelera, y agarro la
servilleta para limpiar mi boca. Él está introduciendo una nueva variable,
desviándose de la cena de introducción esperada. Le lanzo una mirada llena de
pánico a Marie y ella levanta su mano para decirme que me esté quieta. Este no
es el momento para salir del personaje, especialmente estando tan temprano en
la asignación. Mi estómago casi golpea el suelo cuando los dos hombres se
detienen en la entrada del comedor, ambos mirándome fijamente, fríos y
alejados de mi existencia.

66
Capítulo 8
Traducido por HeythereDelilah1007 y Pilar
Corregido por Nanis

―I
saac ―suelto antes de ser capaz de pensar. Sus labios se
abren y da un paso atrás, poniendo inconscientemente su
mano sobre su corazón. Marie se gira hacia mí
inmediatamente, pero estoy demasiado atrapada en la presencia de este chico,
esta persona que me ama tanto. Sus ojos lentamente pasan por sobre mi vestido
de graduación, mi collar, mi cabello y mi rostro.
Su respiración es irregular, haciéndolo temblar por completo. Me levanto
lentamente, permitiéndole asimilar mi apariencia, completamente vulnerable a
su reacción. Uso el momento para evaluar su estado emocional. Noto los
círculos oscuros bajo sus ojos, las partes hundidas de su rostro. Su mentón
ensombrecido, y su piel bronceada tiene parches rojos como de quien ha estado
llorando. No puedo recordar la última vez que me haya tocado alguien que
estuviese tan consumido. Tan roto. Isaac es alto y delgado, y sé por mi diario
que es jardinero entre la segunda y la tercera base en el equipo de béisbol de la
67 escuela. Sé que tiene una marca de nacimiento en su cadera derecha y una
cicatriz en su rodilla. Lo que no sé es en qué está pensando ahora mismo.
―Isaac ―dice mi madre con cierto tono de reproche―. No seas grosero.
Catalina ha bajado a cenar. ¿Te gustaría acompañarnos?
Su cabeza sale disparada en dirección a ella, y puedo ver inmediatamente
por su desagrado que él no está abierto a esta terapia. Un nudo se forma en mi
garganta, y Marie me alcanza para tomar mi mano, recordándome mi trabajo.
―¿Están tomándome el puto pelo? ―dice exaltado Isaac. Mi padre hace
un ruido con la parte de atrás de su garganta y se para frente a Isaac, haciéndolo
retroceder un paso. Mi padre puede no haberme recibido con los brazos
abiertos, pero ama a su esposa y no va a permitir que le falten al respeto. No ha
olvidado eso. Isaac le da una mirada de traición―. ¿Qué estás haciendo, Barret?
―exige Isaac―. ¿Cómo puedes hacer esto? ¿Cómo pudiste traer a esa cosa
aquí?
Me balanceo hacia atrás, mis rodillas golpeando mi asiento y dejándome
caer sobre él. Me siento como si me hubieran golpeado, y en un intento por
arreglar la situación, Marie se levanta ―fuerte pero atenta― y me escuda de su
vista.
―Sr. Perez ―dice ella―. Soy Marie Dev<
―Mire, señora ―dice Isaac, sacudiendo salvajemente su mano―. No me
importa una mierda quién sea usted. Eso no es Catalina. ―Estira su cuello y me
mira fijamente―. Tú no eres ella ―logra sacar apenas entre respiraciones―. No
eres mi Catalina. Eres una impostora.
―Sr. Perez, por favor ―insiste Marie. Isaac aleja su mirada llorosa de mí,
sollozando abiertamente antes de poner sus manos sobre su cara, sacudiendo su
cabeza. Mi padre y mi madre empiezan a llorar también, y la velada entera se
convierte en un caos por su explosión emocional. No sé qué hacer.
―No, no, no ―murmura Isaac hasta que mi padre lo envuelve en un
abrazo, cada uno sosteniendo al otro. Isaac entierra su cara en el hombro de mi
padre, completamente destrozado. Pero es solo durante un momento, antes de
empujar para alejarse, mirando acusadoramente por la habitación―. No voy a
estar de acuerdo con esto ―dice él―. No seré parte de esto.
―Entiendo que dudes ―dice Marie. Se da la vuelta para mirarme
tenazmente, como si intentara hacerme volver súbitamente al protocolo. Estoy
muy alterada; me toma un momento antes de entender―. Pero esta terapia es
muy efectiva ―dice, dándose la vuelta hacia Isaac―. Queremos ayudarte a
superar tu perdida, Isaac. Todos nuestros doctores han determinado que estás
sufriendo en gran medida. Estamos preocupados por ti.
68 ―Puedes conseguir una clausura ―digo en una voz suave y familiar,
haciendo que toda la habitación quede en silencio―. Puedes decirme todo lo
que nunca tuviste la oportunidad de decirme. Puedo escucharte y reaccionar.
Puedo hacerte dejar de anhelar y estar herido y sufriendo. Todo es parte del
proceso. ―No soy inmune al peso de mis palabras; sé que desde afuera pueden
sonar crueles o dementes. Pero esta terapia ha sido tratada y probada, funciona.
Y justo ahora, mi corazón duele por este chico frente a mí. Entiendo por qué ha
sido marcado por el departamento de duelo. Es un riesgo para él mismo. Si no
puedo ayudarlo< no estoy segura de lo que ser{ de él.
Mis palabras hacen efecto sobre las facciones de Isaac, una pizca de amor,
de odio, de incredulidad. Quiere halarme entre sus brazos y nunca dejarme ir.
Quiere mandarme lejos y decirme que nunca regrese. Está en un conflicto tan
grande que no estoy segura que haya mucho que yo pueda hacer para traerle
paz. Quiero llegar hasta él y limpiar sus lágrimas, pegar de vuelta los pedazos
rotos. Eso es lo que hubiera hecho antes. Pero justo ahora no soy el remedio
para su corazón roto. Soy la causa.
Cuando él no responde, intento con una estrategia distinta.
―Podemos hablar por internet en vez de esto ―ofrezco―. Así es más fácil
algunas veces.
Él parpadea, sus movimientos suaves y exhaustos. Si mi padre no lo
estuviera sosteniendo, temo que se hubiera caído. Isaac me examina
nuevamente, tomándose un largo tiempo en mi vestido de graduación. Su
expresión se vacía, como si todas sus emociones hubiesen sido drenadas.
―No ―dice él simplemente―. No quiero tener nada que ver contigo.
Mis padres reaccionan como si él realmente acabara de terminar conmigo.
Como si no estuviera muerta y este fuera mi futuro esposo diciéndome que se
acabó. La verdad, sí que duele. Isaac es una gran parte de mi historia, mi
personalidad. Hemos compartido tanto< No estoy segura de que él pueda
manejar también esta pérdida.
―Por favor ―suplica mi madre―. La fiesta es en dos semanas, Isaac. ¿No
puedes simplemente hacer que sea perfecto durante dos semanas?
Isaac se ríe suavemente, tristemente.
―Lo siento, Eva ―le dice―. Pero no puedo hacer eso. ―Pasa más allá de
mi padre, dándole palmaditas a la parte superior de su brazo mientras lo hace.
Sin siquiera una mirada de curiosidad hacia mí, Isaac deja la habitación y la
terapia tras de sí. Nos deja en su estela emocional.

69
b
El resto de la cena es solemne y sucede sin incidentes. Mi vestido de
graduación, tal vez un poco nostálgico al principio, se siente llamativo y tonto
ahora que Isaac a destrozado la ilusión. Me mantengo en el personaje, sin
embargo, y Marie dirige la conversación con una serie amigable de preguntas
que deben ofrecer cierta comodidad mientras mis padres recuerdan nuestras
vidas. Mi padre no participa mucho, aunque se sienta durante la cena completa.
Me ofrezco a limpiar los platos, y mi madre se ríe entre dientes y me dice que
no me preocupe por ello esta noche.
―Las tareas pueden empezar de nuevo mañana ―dice de buen humor,
volviendo a la negación. Mi madre toma mi plato, pero se detiene junto a mí.
Está rodeada por la esencia suave del detergente y un perfume floral, ambos
sutiles y reconfortantes. Cuando miro hacia arriba, ella cepilla su mano sobre mi
cabello con adoración. Sus ojos son del mismo color que mis lentes de contacto.
Luego lleva mis platos sucios a la cocina.
―Creo que terminamos por hoy ―le dice mi padre a Marie. Ella asiente, y
ambos se levantan. Por un momento me pregunto si esto significa que quiere
que me vaya, y realmente me asusta fallar―. Gracias por traerla ―le dice a
Marie, y presiona sus labios con una sonrisa sin mostrar los dientes. Me inunda
el alivio.
―Por supuesto ―murmura ella―. Ahora, Catalina ―dice, girándose
hacia mí―, ¿te importaría acompañarme hasta la puerta?
Me levanto y la sigo fuera del cuarto, marchitándome bajo el estudio de mi
padre. No confía en mí, pero algo sobre la cena lo hace por lo menos aceptar
darle una oportunidad a la terapia. Por eso estoy agradecida, porque es obvio
cuánto lo necesita la familia.
Cuando llegamos al recibidor, ya estoy extrañando a Marie, el tintineo de
sus brazaletes, el aroma de su loción. Sin embargo, no me aprovecho de esos
sentimientos; es mejor mantenerlos alejados cuando estoy en una asignación.
Suspiro un aliento purificador, y Marie y yo nos tomamos un segundo para
observarnos. Ella inclina su cabeza como si le diera a mi apariencia su
aprobación final.
―Aaron estará comunicándose ―dice―. Dile todo para que yo pueda
estar al tanto de tu situación y monitorear cualquier cambio. Y como dije antes,
puedes contactarme directamente si lo necesitas. ¿Tienes tu teléfono?
Pienso en mi celular metido en el bolsillo de mi bolso, y asiento, con miedo
de intentar hablar y que mi voz se quiebre y delate mis emociones. Estoy a
70 punto de ser abandonada en esta nueva vida. Esta parte siempre es un poco
inquietante.
―Bien ―dice―. Solo úsalo para contactarte y para la extracción. Nada de
llamadas sociales. ―Sonríe―. En este punto quiero que te concentres en tus
padres, y veremos cómo lidiar con Isaac después de que lo consulte con otros
terapeutas. Puedes hablar con él en línea, pero no lo veas en persona. Es
impredecible ahora, así que ten cuidado.
―Lo tendré ―digo apenas audible.
Marie hace una pausa.
―Y mantente alejada de Deacon ―añade―. Te distrae.
―Estoy segura de que le encantará oír eso.
Marie ríe y luego me abraza. Cierro mis ojos, bebiéndola, y cuando me
suelta, no me permito mirarla de nuevo. En completo silencio sale por la puerta,
y yo la cierro, bloqueándola detrás de ella.

b
Después de la cena, mi familia y yo vamos al salón, donde miramos mi
programa favorito, uno que nunca he visto antes, y comemos palomitas. Me
pidieron que me cambiara mi vestido de graduación, así que estar sentada en el
sofá con pantalón de algodón y una camiseta es, en verdad, relajante, quizás
hasta un poco divertido, mientras los tres nos reímos con algunos pequeños
chistes en la televisión. Aunque es una inmersión total, mi padre aún se resiste
y le resulta imposible decir mi nombre. Tendremos que trabajar en eso.
Después de darles las buenas noches, me dirijo a mi cuarto, cansada de
tanto sonreír y lista para pensar en mis siguientes pasos para la terapia. Mi
cuarto está comenzando a sentirse un poco más mío, pero me detengo cuando
veo mi computadora sobre el escritorio.
Me inquieto, pero luego me acerco y me siento. Abro la pantalla, y entro
en mi correo, buscando algún mensaje. Mi corazón se hunde cuando no veo
ninguna nueva nota de Isaac, y suprimo mi culpa y me permito pensar de
forma egoísta por un momento. Ya sea que realmente lo conozco o no, esa foto
de Isaac mir{ndome, esa adoración< quiero eso. Quiero saber qué se siente ser
el mundo de alguien. Y la mirada devastadora en su rostro esta noche, también
quiero saber más de eso. Quiero saber cómo arreglarla.
Me siento curiosa y ansiosa e inexplicablemente atraída a Isaac. Y no solo
71 por quien me he convertido. Creo que lo puedo ayudar, incluso salvarlo. Él
puede ser mi propio caso de estudio. Los finalizadores nunca han lidiado con
una relación como esta, no que yo sepa. Seré la que descubra si la terapia de
roles puede funcionar. No, probaré que puede funcionar. No quiero ver a Isaac
encerrado. Quiero regresarle su sonrisa, mostrarle que puede vivir toda una
vida, incluso después de su perdida. Y quizás, a cambio puede mostrarme cómo
se siente ser normal, tener una vida normal y promedio.
Resuelta, considero contactarlo. Pero es tarde, y creo que sería cruzar la
línea, especialmente ya que fue tan franco sobre no estar involucrado en la
terapia. Aquellos que buscan ayuda se acercan a nosotros. No los perseguimos.
Tendré que darle tiempo para que entre en razón. Creo que lo hará.
Espero un minuto más, pero sin ninguna palabra de él cierro la pantalla.
Me quito mi peluca y la cepillo, y luego me quito los lentes de contacto. Cuando
termino de quitarme todo, apago la luz y subo a la cama.
El ventilador de techo gira sobre mí, la cadena colgante chocando contra el
cristal. El desolado sonido de la voz de mi padre, los modales atentos de mi
madre, toda la noche se reproduce en mi mente. Y después estaba Isaac. Mi
existencia lo perturbaba, tanto que se fue; no podía soportar verme. ¿Cómo han
podido traer esa cosa aquí?
La aplastante soledad se expande por mi cuerpo. Me acurruco sobre mi
costado, con las manos bajo mi mejilla. Odio esta sensación. Los finalizadores
raramente hablan sobre sus emociones; supongo que reprimimos la mayoría de
ellas. Y definitivamente no discutimos la forma en la que la gente reacciona a
nosotros. Imagina la confusión para los clientes. Sus reacciones pueden cambiar
de amor a agonía y odio en segundos. Somos todo lo que quieren y todo lo que
odian recordar. Somos una paradoja.
Y también está la reacción. La gente nos tiene miedo, lo vi en los ojos de
Isaac hoy. Siente que soy intocable y que no puede relacionarse conmigo. Soy
una abominación para ellos. Una cosa.
Justo ahora, mi alma se siente tan frágil como el papel. Daría lo que sea
para hablar con mi papá, o con Deacon, o Aaron. Diablos, incluso con Myra.
Pero estoy sola en esto. Cierro mis ojos y busco un recuerdo que me dé
comodidad, que me haga sentir amada.
Pienso en Anna Granger, mi mejor amiga en la preparatoria. Hacíamos
todo juntas: compartíamos clases y secretos. Incluso tuvimos nuestros periodos
al mismo tiempo. Sonrío, pensando en la ridícula imagen de nosotras en el baile
semi-formal de noveno, nuestras citas con trajes enormes y Anna y yo con
terribles cortes de flequillo. Nos fuimos antes de que terminara la noche e
72 hicimos que nuestros padres nos llevaran a IHOP para comer panqueques.
Anna y yo éramos lo suficientemente cercanas como para ser hermanas, y la
extraño. Extraño pensar en ella.
Porque nunca conocí a Anna Granger. Ella pertenecía a la vida de alguien
más.
Capítulo 9
Traducido por NachaBaeza97
Corregido por Nanis

P
estañeo y me despierto. Las cortinas están abiertas, dejando entrar
grandes parches de luz a través de mi cama. Giro el reloj en mi
mesita de noche y no estoy sorprendida de descubrir que son
apenas las 7 a.m. Abro y cierro mi mandíbula un par de veces, mis músculos
adoloridos de sonreír la noche anterior. Puedo oír el lavaplatos de la cocina
corriendo, el bajo murmullo de la televisión. Al parecer mis padres también se
levantan temprano.
No estoy lista para verlos todavía esta mañana, así que me levanto,
gimiendo con mis músculos adormecidos. La peluca esta en mi escritorio al
lado de mi computadora, la tomo y paso mis dedos a través de ella otra vez.
Marie hizo un gran trabajo, pero aún no se siente correcto.
Dejo la peluca de vuelta en la mesa y me siento frente a la computadora. El
fondo de pantalla me sorprende, la adorable foto con Isaac, tan diferente a la
forma que me trato anoche. Abro mi email y escaneo los mensajes. Son
73 mayormente spam o gente que aún no sabe que he muerto. Ellos no son parte
de este cierre así que no respondo. Lo averiguaran tarde o temprano, supongo.
Mi computadora suena, y mi cuerpo se tensa mientras busco el icono
parpadeante. Ansiedad se retuerce en mi interior al segundo en que abro la
pequeña ventana y veo la imagen de Isaac. Está contactándome. Hay un corto
mensaje:
NO PUDE DORMIR ANOCHE.
Un momento después escribe:
SE SIENTE COMO QUE NUNCA VOLVERÉ A DORMIR DE NUEVO.
Mi cerebro anota dificultades para dormir, pero mi corazón se hincha porque
está pidiendo ayuda. Estudio su imagen del tamaño de una uña del dedo
pulgar, el ideal vibrante del chico que conocí anoche. Trago nerviosamente y
escribo de vuelta:
NO SIEMPRE SE SENTIRÁ ASÍ, le digo, mordiéndome la uña
inmediatamente después de mandarlo. Él escribe. Luego para. Luego empieza a
escribir de nuevo.
LA EXTRAÑO.
Bajo mi brazo, llenándome de tristeza mientras lo imagino sentado frente a
su computadora, raído de la falta de sueño y abrumado por su pérdida.
LO SÉ, le respondo, LO SIENTO.
El cursor parpadea, ninguno de los dos escribiendo. Mi entrenamiento es
tratar de eclipsar mi simpatía.
PUEDO AYUDAR, escribo. SI ME DEJAS.
¿CÓMO?
HABLANDO. SOLO HABLAREMOS ISAAC. PUEDO AYUDARTE A ENCONTRAR
UNA FORMA DE LIDIAR CON ESTO. AYUDARTE A SUPERARLO. Estoy
empezando a sonar clínica, e inmediatamente me arrepiento de escribir
“superar” el amor de su vida. Debería solo haber escuchado. En este momento
necesita a alguien que lo escuche, cualquier terapista podría haberme dicho eso.
SÍ, NO GRACIAS, responde, y puedo saborear su amargura. Espero a que
se desconecte, pero no lo hace. Ambos estamos sentados frente a la
computadora, esperando.
O QUIZAS TÚ PUEDES ESCRIBIR Y YO NO CONTESTARÉ CON ALGUNA
HORRIBLE RESPUESTA CLÍNICA. Intento un nuevo acercamiento, esperando
ganarme su confianza con un poco de humor.
NI SIQUIERA ERES UNA PERSONA REAL, responde, ERES SOLO UN
REEMPLAZO. ¿CÓMO PUEDO HABLAR CONTIGO?
Me siento enferma. Él no está enteramente equivocado, pero de todos
74 modos me siento insultada. Cada segundo que pasa demuestra sus
sentimientos, ensordecedoramente ruidosos en mi cabeza. Así es como una
parte del público nos ve, fríos y vacíos. Somos una amenaza.
TENGO SENTIMIENTOS, ¿SABES?, escribo de vuelta, sin considerar qué
pensaría Marie de estar involucrándome. Pero las palabras de Isaac trajeron
lágrimas a mis ojos y un dolor en mi pecho. Trata de vivir toda tu vida como
alguien más, pienso. ¿Cómo mierda te sentirías? Tener que ver familias perder todo,
perderlo con ellos una y otra y otra vez. No tengo más dolor Isaac, pero aún siento
tristeza como una persona real. Siento tristeza todo el tiempo.
Lágrimas calientes bajan por mis mejillas, y cierro la pantalla de un golpe.
Soy real. Solo perdí a mis padres hace unos días. Perdí a mis otros padres hace
dos meses. Pierdo a todo el mundo. Todo.
Maldigo y paso mis manos fuertemente por mis mejillas, mi mente dando
vueltas. Cuando miro hacia abajo, hay una mancha de base en mis dedos. La
miro por un momento dándome cuenta de que no me he quitado el maquillaje
de anoche. ¿Anoche? Confundida, miro alrededor de la habitación, un mix de
memorias complicadas fluyendo en mi cabeza. Soy Catarina Barnes. Pero
también está Emily Pinnacle y Rosemund Harris. Está mi mamá con cabello
oscuro en cama en un hospital.
Un dolor de cabeza empieza detrás de mis ojos, y presiono los talones de
mis manos en ellos. Me levanto del escritorio, accidentalmente botando la silla.
Estoy buscando a Quinlan Mckee, pero no puedo estar segura de mis memorias.
Estoy a la deriva en mi mente, tratando de comprobar cuáles pensamientos son
míos. Era muy pronto. Necesito una atadura.
Una imagen aparece en mi mente, y me apresuro al closet a encontrar la
mochila con la que vine. Me pongo de rodillas junto a ella, buscando hasta que
le doy vuelta y esparzo todo su contenido en el suelo. Ahí lo encuentro: el
doblado y medio arrugado pedazo de papel. Me apoyo en la pared y lo abro
lentamente, sonriendo con alivio mientras examino una foto mía que Deacon
dibujó. Quinlan. Con un dedo tembloroso trazo las líneas de las facciones
caricaturescas, aliviada de que me puedo encontrar a mí misma a través de sus
ojos cuando no puedo encontrarme en los míos. Eso es por lo que Deacon era
un gran compañero, él anticipaba lo que necesitaba. Me conocía mejor que
cualquiera. Observo mi nombre, y lentamente mi vida vuelve.

b
75 La primera vez que conocí a Deacon Hatcher, estaba sentado en mi mesa
de comedor, comiendo panqueques y hablando con mi padre. Pensé que me
había equivocado de familia, y me quedé parada en el marco de la puerta,
usando pijama y el cabello enredado, mirándolos. Deacon miró primero,
deteniéndose a medio masticar, y luego pinchó otro bocado de panqueques sin
decir una palabra.
―¿Papá? ―dije, haciendo que se diera vuelta.
―Oh ―respondió.
Saltó de su silla y se unió a mí en la puerta para observar al extraño
adolescente que había traído a casa.
―Qué bueno que estés despierta ―dijo mi padre―. Quiero que conozcas
a alguien.
―Claramente ―respondí. Deacon por su parte siguió comiendo como si
no hubiéramos estado hablando de él. Tengo que admitir, que me gustaba lo
displicente que era sobre todo lo que estaba pasando. Me volví a mi padre―.
Pero primero, quizás podría< ―Apunté a mi ropa, probando que aún estaba
en pijama.
―Está bien ―dijo mi padre sacudiendo la cabeza―. Deacon, esta es mi
hija ―le dijo al extraño primero. Deacon sostuvo su tenedor en saludo y sonrió,
reconociendo en forma sutil que sí, esto era raro. Y sí, definitivamente aún
estaba en pijama.
Estaba un poco encantada.
―Bueno, es ciertamente un placer conocerte Deacon ―respondí con
cortesía sarcástica, y después me giré a mi padre―. ¿Puedo irme ahora?
Mi padre hizo un ruido de desaprobación con la boca, tomó mis hombros
y me giró al extraño.
―Quinn, este es Deacon Hatcher. Es nuestro finalizador más nuevo, pero
más importante, es tu compañero.
Mi estómago cayó.
―¿Qué? ―demandé―. ¿Qué paso con Marie?
―Marie continuará como tu consejera, pero un nuevo salvaguarda ha
sido puesto ―explicó mi padre―. Deacon revisará contigo a lo largo de tu
asignación, averiguará información que necesitas. Extraerte y asimilarte cuando
la asignación esté completa. Tú harás lo mismo por él.
Miré al extraño sentado en la mesa, imaginando todos los secretos de mi
vida que ahora él sabría. Esto era una completa violación a mi confianza.
Deacon se encogió de hombros, reconociendo que esto era bastante loco. Me
76 giré a mi padre.
―Ni siquiera conozco a este tipo ―dije―. ¿Qué pasa si apesta?
Diácono resopló detrás de mí.
Mi padre le disparo una mirada afilada, y luego puso su mirada en mí.
―Te aseguro ―dijo en un tono un poco protector―, Deacon está bien
entrenado. No confiaría tu seguridad a cualquiera. Ha estado en varias
asignaciones. Evaluaciones muy buenas.
Su comentario no alivió ninguna de mis preocupaciones.
―No ―dije definitivamente, y después a Deacon, en caso de que no
hubiera entendido el mensaje―. Absolutamente no. No necesito un compañero.
―Y con eso caminé de vuelta a mi cuarto, azotando la puerta.
Deacon fue el que me recogió de mi asignación una semana después. Se
convirtió en mi aliado más confiable. Y ahora, pensando en él, me ha traído de
vuelta a mí misma.
Me quedé en el closet un rato, inclinada contra la pared sosteniendo el
dibujo. Mi pulso todavía corriendo, pero encontré mi atadura al mundo real.
Cerré los ojos y pensé que Deacon estaba en lo cierto acerca de una cosa que yo
ya sabía: era muy temprano para otra asignación.
b
Me duché y me cambié a la camiseta más suave que pude encontrar, y dejé
mi cuarto.
Anhelo comodidad después de la explosión de emociones de esta mañana,
debatiendo si debería llamar a Aaron. Últimamente decido que no quiero que
mi cerebro sea examinado por un consejero. Puedo manejar esto. Y en un
sentido, estoy contenta de haberme desmoronado. Me siento limpia. Las
primeras noches son siempre duras, como extrañar tu casa durante un
campamento, solo que yo extraño mi vida.
Entro a la cocina y encuentro a mi madre en el horno, agitando un bol de
huevos revueltos. Sus ojos se abren cuando me ve, y me marchito, consciente de
mí misma bajo su atención. Su cara se relaja y señala la mesa de la cocina.
―Estás levantada más temprano de lo normal ―dice ella―. Eso es bueno,
estaba haciendo desayuno para tu padre, pero no tiene hambre. Espero que tú
sí. ―Me mira de vuelta y asiento―. Estoy entusiasmada de pasar la tarde juntas
―dice―. Podemos comprar ropa nueva.
77
Sonrío educadamente, pensando que ropa nueva sería una idea genial.
Aparte de los conjuntos que traje y algunas camisetas, la mayoría de la ropa de
Catalina era incómoda, más apretada de lo que acostumbro, sobre todo en mis
curvas.
―Suena genial ―le digo, sentándome―. ¿Dónde está papá? ―le pregunto
cuando pone un vaso de jugo de naranja frente a mí. Su boca se tensa.
―Se fue de vuelta a la cama. Estaba muy cansado ―dice, aunque detecto
mentira en su voz.
Supongo que me está evitando, pero eso no es inusual. Bebo mi jugo.
―Como sea ―dice, caminando de vuelta para agarrar una cacerola y una
espátula―. Estoy esperando lo de hoy. Será bueno que seamos solo las dos. Ha
pasado un largo tiempo sin que quisieras que pasáramos un día juntas. ―Mi
madre pone una pila de comida en mi plato y considero su declaración,
preguntándome sobre la diferencia entre las fotos en mi computadora
mostrando a mi familia junta y la verdad de que no he pasado tiempo con ella.
Pensaba que éramos felices y perfectos. Pero nada es perfecto.
―Bueno, estoy aquí ahora ―le digo afectivamente, y meto un bocado de
huevos en mi boca―. Podemos tener cualquier día que quieras. ―Ella sonríe
ante mi declaración y se dirige al lavaplatos a lavar la cacerola.
Mientras como, pienso en las fotos que vi online, lo que significan, lo que
representan. No puedo evitar pensar que me estoy perdiendo de algo, como si
me estuviera escondiendo un secreto a mí misma. Frunzo mi ceño, pero
entonces mi madre está ahí, hablando sobre su amiga Maryanne, quien acababa
de divorciarse, y que quizás podríamos pasar por su casa y llevarle las compras.
No creo que mi madre entienda el concepto de finalización, no soy una hija de
reemplazo para crear nuevas memorias, solo una sustituta para ayudarla a
seguir adelante y superarlo.
Asiento y no la corrijo, incluso aunque sé que debería. Esto es confortable,
así que la dejo adorarme. Disfruto la atención y la alabanza. Por un segundo
deseando que todo esto fuera real y también lo puedo ver en sus ojos, pero una
vocecita molesta me saca de mi ensoñación.
No te encariñes, me advierte Marie, es la peor cosa que un finalizador puede
hacer.
Termino mi desayuno, y ayudo a mi madre a limpiar. El minuto en el que
estoy de vuelta en mi habitación, abro la ventana y dejo entrar el aire fresco.
Permanezco de pie en la brisa y cierro mis ojos. El clima esta mañana es vivo.
Mi piel se enfría y camino hacia el closet y agarro mi capucha con cierre.
Voy a la computadora y empiezo a cliquear a través de varias redes
78 sociales, tratando de encontrar algo nuevo. En lugar de eso, estoy escaneando la
página de Isaac, notando a las chicas que comentan su pérdida. Ofreciendo sus
condolencias. Personalmente, no tengo ninguna cuenta, ningún muro donde la
gente pueda escribir. Lo veo como espionaje público, lanzar tu identidad afuera
para que el mundo pueda tomar lo que quiera. Para que la gente te copie.
Ninguno de los finalizadores los usamos, porque sabemos cómo se puede usar
la información. Descanso mi codo en el escritorio, deseando que tuviera al
menos algunas fotos de mí misma, algo de Deacon quizás. Sonrío, pensando
que cualquier foto que él posteara online sería indecente.
Un recordatorio se abre en mi calendario, y lo cliqueo. PRÁCTICA DE
BÉISBOL, 10 A.M., está destacado. Lo observo por un momento, y sacudo mi
cabeza para despejarla. Estaba deslizándome de vuelta a mi antigua vida
cuando debería estar concentrándome en mi asignación. Marie estaba en lo
cierto, Deacon es distractor.
Agarro mi bolso y meto dentro artículos esenciales, y luego salgo al
pasillo. ¿Por qué esta la práctica de Isaac en mi calendario? ¿Y por qué estoy
considerando ir? Estaba claro que él no quería tener nada que ver con esta
terapia. Pero de nuevo, se presentó anoche, se contactó conmigo a través de ese
mensaje. Por su puesto, fue un idiota, pero se abrió un poco. Marie dijo que no
me involucrara en persona pero, ¿qué pasa si sólo lo observo? Eso no cuenta
totalmente como romper las reglas. Especialmente si puedo ayudarlo.
Entro a la sala familiar, buscando a mi madre, y la encuentro sentada sola
en el sofá, un álbum abierto en su regazo. Salta al darse cuenta de que estoy ahí,
y siento un tirón de simpatía ante la tristeza en su mirada.
―Hola ―dice alegremente, limpiándose las lágrimas rápidamente de sus
mejillas. Observa mi capucha y mi bolso―. ¿Vas a alguna parte? ―Suena
preocupada, pero no porque tenga miedo de que la gente me vea, sino porque
tiene miedo de que no volveré.
―Yo< ―Ahora estoy indecisa sobre dejarla. Hago un movimiento hacia
afuera―. ¿Hay práctica de béisbol? ―lo pongo como una pregunta ya que no
estoy segura si voy a ir a ver a Isaac. Quizás solo lo vigilaré.
―Oh ―dice mi madre con una pequeña risa―. Es verdad, es sábado.
¿Como pude olvidarlo?
Me encojo de hombros porque no estoy segura a qué se refiere con sábado.
Quiero que lo clarifique, pero tengo miedo de preguntar. Tengo que tener
cuidado en cómo fraseo las cosas, o podría sacarla de la ilusión de lo que soy.
Juego con el cierre de mi capucha, nerviosa como si estuviera pidiendo permiso
para salir.
Estamos calladas por un momento antes de que mi madre cierre el libro,
un álbum familiar, y lo ponga a su lado en el sofá. Parece que se da cuenta de
79 mi duda, y apunta a la mesa del sofá, donde las llaves del auto se encuentran en
una pequeña cesta.
―Puedes usar el Jetta ―dice―. Es tuyo. Los sábados normalmente ves las
prácticas de Isaac. Aunque a veces sales con Virginia.
Mis labios se abren en sorpresa. Virginia, no sabía sobre ella. No está en
los archivos. No está en ninguna parte en mis redes sociales. Pinchazos suben
por mis brazos porque, una vez más, he estado guardando secretos.
―Creo que es una idea grandiosa Catalina ―dice, parándose y
enderezando su falda beige―. Tu padre necesita un poco de tiempo solo, y
estoy segura de que Isaac te querría ahí con él hoy. Nunca te pierdes una
práctica. O< al menos nunca lo hacías. ―Mi madre cruza la habitación y se
para frente a mí, estudiando cada facción, como si tratara de memorizar a la
nueva yo. Quiero abrazarla, pero me resisto.
Sonríe gentilmente y usa su dedo para alisar mi ceño fruncido,
sorprendiéndome con la amabilidad de su gesto.
―No luzcas tan preocupada ―dijo ella―. Se le pasará―. Palmea mi
hombro antes de girarse hacia las habitaciones, dejándome preguntarme si
estaba hablando de Isaac o de mi padre.
Capítulo 10
Traducido por flochi
Corregido por Nanis

U
na brisa cálida sopla mis cabellos, haciéndome cosquillas en la
nuca. No estoy acostumbrada a usar el cabello tan corto. Cierro de
golpe la puerta del auto y subo la cremallera de mi sudadera,
deseando haberme puesto algo un poco más atractivo antes de salir de casa.
Luego de hablar con mamá, casi no vine. Pero sus palabras se reprodujeron en
mi cabeza, diciéndome que normalmente no me perdería una práctica, que
Isaac apreciaría verme. En retrospectiva, estoy segura de que es lo opuesto de
cómo Marie quisiera que manejara esto. Pero si voy a ayudarlo, tengo que tener
más información.
Mi teléfono está configurado para vibrar en mi bolsillo trasero, en caso de
que Aaron llame. Le envié un mensaje más temprano, pidiéndole que
comprobara a una chica llamada Virginia. Cuando regrese a casa, leeré otra vez
su diario, buscando pistas. Por el momento, comienzo a un lado del campo,
peinando con mis dedos mi peluca para que se vea natural. El equipo de béisbol
80 practica a mi izquierda, y entrecierro los ojos contra el sol hacia las gradas de
metal de mi derecha, aliviada de encontrarla en su mayor parte vacías.
Hay un murmullo bajo entre las chicas sentadas en la fila inferior, pero
mantengo mis ojos bajos y subo hasta la cima. Mis nervios empiezan a
apoderarse de mí, y considero salir corriendo antes de que alguien me note,
pero no quiero pasar junto a esas chicas otra vez. Me siento, sintiendo la calidez
del metal calentado por el sol a través de mis vaqueros. La chica pelirroja de la
primera fila mira por encima de su hombro en mi dirección, pero finjo no
notarlo. Miro más allá de ella, buscando en el campo a Isaac.
Todos los chicos tienen el mismo aspecto con uniforme, pero mi mirada
finamente encuentra la posición de parador en corto. Los bíceps de Isaac estiran
las mangas de su camiseta; el pantalón a rayas ajustado acentúa su complexión
esbelta. Como sintiendo mi mirada, Isaac gira la cabeza en dirección de las
gradas. Ajusta el ala de su gorra, y cuando veo un destello en sus ojos oscuros,
levanto la mano en un saludo tímido. Se queda inmóvil, su reacción
completamente ilegible, y estoy segura de que he cometido un error al venir
aquí. No está listo. Pero entonces, igual de incómodo, Isaac levanta la mano en
respuesta.
Hay un chasquido de una bola contra un bate, y su atención se aparta y
regresa al juego. Sonrío y bajo la mirada a mi regazo, decidiendo que puedo
quedarme un poco más de tiempo. No es como si estuviera interactuando con él
cara a cara, no realmente. Lo estoy estudiando. Es tan diferente de cuando lo
estudié en mis videos. Todo esto forma parte del proceso.
―Estás enferma, sabes ―dice una voz. Me sobresalto y veo que una de las
chicas de la primera fila se dio la vuelta y me está mirando. Mis entrañas dan
un vuelco cuando me doy cuenta quién es ella. Angie< mi hermana―. Sí
―continúa con un malicioso asentimiento―. Sé quién eres. Y creo que lo que
haces es repugnante. Tanto tú como mis padres están dementes. Nunca le haría
eso a alguien que amo. Nunca los reemplazaría.
―Espero que nunca tengas que hacerlo ―respondo en una voz monótona.
Si es por mis palabras o mi tono, la expresión de Angie cambia a una de
incertidumbre, un poco de miedo. Su amiga le tira de la manga de la camiseta.
―Ang ―dice en voz baja. Mi hermana no le hace caso, sosteniéndome con
su mirada fulminante en cambio. La otra chica se retuerce incómoda, la idea de
estar tan cerca de una finalizadora claramente la inquieta―. Por favor ―le
murmura a Angie, sus ojos fijos en el suelo.
Mi hermana la mira y asiente, reacia a ceder a la petición de su amiga.
Pero antes de que puedan marcharse, Angie se vuelve hacia mí.
―Te odio ―dice―. Odio todo lo que representas. Deberías ser la que
81 estuviera muerta ―su voz se quiebra―, no mi hermana. ―Mis ojos se llenan de
lágrimas mientras veo a Angie desmoronarse, llora con tanta fuerza que su
amiga la rodea con un brazo y la aleja. Sé que el veneno de Angela estaba mal
dirigido hacia mí y que sus palabras se debieron al dolor y el enojo. No creo que
me quiera realmente muerta. Sin embargo, lamento su dolor. Puede que no sea
mi verdadera hermana, pero me preocupo por ella sin embargo.
Veo a Angie y su amiga irse, deseando no ser la razón por la que se
fueron. Fue claro lo incómoda que hice sentir a la otra chica, pero lo entiendo.
En una situación diferente, pude acabar siendo ella. El pensamiento de mí debe
haberla aterrorizado. Y Angie, viéndome sin advertencia alguna, ver a su
hermana muerta< es casi cruel. Agobiada por la culpa, me desplomo en las
gradas, apoyándome contra la valla trasera para mirar la práctica por un poco
más de tiempo. A solas.

b
El sol se ha desplazado lejos de mis ojos a medida que la práctica avanza.
Considero irme antes de que Isaac pueda confrontarme, pero al final me quedo
para ver cómo reaccionará. Tomo notas mentales de su comportamiento. Isaac
lanza unas cuantas miradas en mi dirección cuando el equipo se reúne en el
montículo, y me alegro que los otros no me hayan notado. No como Angie. Mi
estómago se retuerce cuando pienso en el dolor de su expresión. Lo traicionada
que debe sentirse por nuestros padres. Sin embargo, lo aparto de mi mente, ella
no forma parte de mi asignación. Me vuelvo a enfocar en Isaac. Tengo que
conseguir que confíe en mí si espero darle una clausura. Pero no puedo
obligarlo, actuar como una loca desquiciada y espantarlo. Ser una finalizadora
es sobre la sutileza, sobre dejar que el cliente dirija el curso de su tratamiento.
A medida que los jugadores se dirigen a la caseta, Isaac se gira hacia mí,
sus ojos ensombrecidos por su gorra. Pareciendo realmente indeciso, avanza en
mi dirección, y me pongo de pie, insegura de qué hacer ahora que está en
camino. Con lentitud, bajo las escaleras y me encuentro con él cuando llega a la
valla. Desearía poder ver sus ojos.
―¿A dónde fue Angie? ―pregunta, mirando detrás de mí. Su voz es un
áspero susurro, diferente de anoche. Es juvenil y lindo. Suena como a un
jugador de béisbol.
―No estoy segura ―le digo―. Se fue hace como veinte minutos. ―La
familiaridad de mi voz debe asustarlo, e Isaac alza su mirada, alarma y dolor en
sus ojos. Contempla mi apariencia, mi cabello y ropas. Debo parecerme lo
82 bastante a ella, porque su determinación a recelar me debilita un poco.
―¿Y qué estás haciendo aquí? ―pregunta tranquilamente, pero no
descortés.
―Nunca me pierdo una práctica ―digo, e intento sonreír―. Pensé que
podríamos<
―No hagas eso ―dice, sacudiendo la cabeza―. No hables como ella.
Trago saliva.
―Tengo que hacerlo, Isaac. Es la razón por la que estoy aquí. No te
estabas conectando con los otros terapeutas. No los dejabas entrar. Creen que
esta es una mejor manera. Quiero ayudarte.
Se ajusta la gorra bruscamente, y se gira.
―Detente ―dice, su rostro poniéndose rojo―. No te quiero aquí. No
quiero el recordatorio. Solo< mierda. Solamente vete. ―Empuja con fuerza
contra la valla, haciendo que el metal repiquetee, y entonces atraviesa el campo,
dirigiéndose a la caseta.
―¡Isaac, espera! ―grito, pero encorva los hombros, bloqueándome. Lo he
vuelto a lastimar. No debería haber venido, o por lo menos, debí haberme ido
antes. Doy un paso hacia atrás, absorbiendo mi arrepentimiento.
Observo mientras Isaac desaparece en la caseta, yendo a los vestuarios. Me
estremezco en la fresca brisa, prometiendo hacerlo mejor, encontrar una manera
de adentrarme en la relación para conseguir que confíe en mí. Conseguir que mi
padre, e incluso tan vez mi hermana, me acepten.
Estoy fallando, pienso, al imaginar regresar antes de esta asignación.
Regresar a mi vida para lidiar con la decepción de mi verdadero padre. Él
pensó que podía hacer esto, pero estoy fallando. Tengo que hacerlo mejor, ser
más inteligente. No he estado lo bastante comprometida con este rol, me he
mantenido a distancia, siempre intentando mantener un pie en la realidad. Si
quiero ayudar a estas personas, de verdad ayudarlos, tengo que sumergirme
completamente. Tengo que ser Catalina. Tengo que esforzarme.

b
Estoy un poco perdida cuando camino de regreso a casa un poco más
tarde, el rechazo de Isaac junto al odio de Angie es suficiente para agotarme,
comerse mi autoestima. Más que nada, odio fallar. La sensación serpentea
desde mis entrañas hacia mi corazón, dejándome vacía.
83 Me sorprende encontrar a mi madre esperándome en la entrada, con la
cartera en la mano. Está encantada de verme, y en yuxtaposición con lo poco
deseada que me sentí minutos antes, llena mi alma vacía.
Antes de que pueda comprobar a papá, mi madre me toma por el codo y
estamos en el auto, dirigiéndonos al centro comercial, de todos los lugares.
Aunque no es lo ideal, estoy feliz de no estar sola en este momento. Ella y yo
saldremos en público juntas como madre e hija, posiblemente viendo personas
que sabrán que soy una finalizadora. Esto está permitido, pero tendré que
prepararme contra la reacción del público. Recordarme que las otras personas
no me odian. Simplemente extrañan a quien solía ser yo.

b
Tengo dos bolsas pesadas, una de Gap y otra de H&M. aunque he
investigado lo suficiente como para saber las ropas indicadas que comprarme,
dejé que mi madre las escogiera, sobre todo porque fue divertido para ella. Nos
detenemos en el patio de comidas y consigo una rebanada de pizza con
vegetales mientras que mi madre mordisquea una ensalada César. El centro
comercial está lleno alrededor de nosotras, pero hasta ahora nadie me ha
lanzado una mirada rara o notado de manera significativa. Soy anónima; somos
las típicas madre e hija, compartiendo un día juntas. No puedo decir que haya
tenido eso antes.
―Hay algo que tengo que decirte ―dice mi madre en voz baja desde el
otro lado de la mesa. Levanto la cabeza, preocupada si me he excedido. No le he
estado prestando atención a mis palabras, disfrutando de mí misma. Bajo la
pizza y la miro. Ella me devuelve la mirada, silenciosa al principio, y puedo ver
un millón de pensamientos pasar por sus rasgos―. Estoy enojada contigo
―dice simplemente―. Enojada que hayas muerto.
Suelto una bocanada de aire, golpeada con un sentimiento que no estaba
esperando. Agobiada por la pesadez del dolor. Extiendo mi mano a través de la
mesa para tomar la de ella.
―Lo siento ―le respondo con sinceridad.
Mi madre frunce los labios, todavía pensando.
―Pero no se trata solamente de eso ―agrega miserablemente, apretando
mis dedos―. Me habías dejado meses antes. Incluso Isaac lo vio. Te alejaste de
todos nosotros. ¿Por qué?
―No lo sé.
84 ―Te amábamos tanto, Catalina. Habríamos hecho lo que fuera por
ayudarte. ¿Por qué no acudiste a nosotros? ―Su voz está subiendo de volumen,
y una pareja en la mesa junto a la nuestra nos miran.
―No lo sé ―repito en una voz baja. Mi madre parece inconsciente de la
atención que está recibiendo, y sacude la cabeza como si no le estuviera dando
las respuestas correctas. Pero ahora tengo una pregunta propia―. Mama,
¿cómo morí? ―le pregunto, inclinándome en la mesa―. ¿Qué me sucedió?
―Escucho a la pareja de al lado jadear, y entonces desaparecen de mi visión
perimetral. Mi madre cierra los ojos, soltando mi mano. Cuando me vuelve a
mirar, su dolor se ha perdido en alguna parte detrás de su negación.
―Los doctores dicen que no debo fijarme en eso ―dice―. No importa
ahora, ¿cierto? Regresaste para arreglar las cosas. Deberíamos dejar de
mortificarnos y disfrutar nuestro tiempo juntas. ―Sorbe con fuerza y mira
alrededor, como notando que hay otras personas. Estoy abrumada con la
decepción, casi desesperada por saber la verdad sobe mí. Mi madre señala mi
comida―. ¿Quieres otra rebanada? ―pregunta amablemente.
Sacudo la cabeza negándome. Ya no tengo hambre.

b
―He llamado antes y nos reservé citas de manicura ―dice mi madre,
caminando hacia el salón―. Sé que no puedes< ―Se detiene, encogiéndose
nerviosamente―. Sé que no puedes arreglarte el cabello ahora, pero adoras este
salón. Ty es la única persona que dejas que se acerque con tijeras.
Asiento cortésmente y camino con ella al puesto de recepción, mirando el
enorme salón. Me asombra que uno, un salón como éste esté en el centro
comercial, y dos, que no pueda recordar la última vez que he visto a un
profesional. Por lo general, Myra es la que me corta el cabello.
El aroma a peróxido cuelga en el aire, mezclado con vainilla y champú. La
chica del escritorio tiene perfectos rizos rojizos y un elegante delantal de
estilista negro. Saluda a mi madre, pero cuando sus ojos caen en mí, su
expresión duda. Rápidamente, aparta la mirada.
―Le haré saber al técnico de uñas que están aquí ―le dice a mi madre, y
huye rápidamente a la trastienda. Mi madre se sienta y me llama para que me
una a ella, pero mi estómago está hecho nudos. Obviamente saben por qué
estoy aquí. Ahora me doy cuenta qué idea terrible fue esta.
―Mamá ―digo, inclinándome cerca de ella―. No creo<
―Eva ―dice un sujeto, aproximándose desde el salón principal. Es alto y
85
robusto con rastas cortas que ha sujetado en una media cola. Él y mi madre se
abrazan por un momento, y Ty le susurra sus condolencias por su pérdida.
Cuando se aparta, ni siquiera reconoce que estoy parada aquí, como si fuera
invisible. Toca los extremos del cabello de mi madre, dándoles la vuelta―. Ni
siquiera sabía que vendrías hoy. ¿Qué vamos a hacer? ―pregunta.
―Lamento no haber pasado ―dice, sonriendo―. Sin embargo, solo las
uñas. ―Menea sus dedos para probar que su pintura de uñas está astillada. Ty
la hace callar.
―Eva, necesitas un retoque de raíces y un corte ―dice con su ceja derecha
alzada―. Ningún estilista que se precie te dejaría andar por ahí de esta manera.
Ahora, agarra una silla.
Ella se ríe, tocándose tímidamente el cuero cabelludo.
―Ty ―dice cuando empiezan a atravesar la sala―, tal vez podrías<
¿hacerle algo a mi hija? ―Me señala, y con lentitud el estilista se da la vuelta.
Tengo que darle crédito a Ty, porque en vez de decirle a mi madre que
salga, llamarla loca o egoísta, me recorre con sus ojos como si de verdad
estuviese considerando la situación de mi cabello.
―Sí ―está de acuerdo, volviéndose hacia mi madre―. Un recorte estaría
bien. Igual que antes. ―Le guiña el ojo y ella sonríe ampliamente, obviamente
aliviada que le seguirá la corriente. Yo, por otra parte, estoy ligeramente
perturbada. No estoy acostumbrada a salir en público con mis clientes, no de
esta manera. Este es un nivel completamente distinto de actuar.
Ty tiene a mi madre sentada en su estación y me pone cerca de la
trastienda, alejada de los demás clientes. Me siento allí y espero, escuchando
mientras charla con mi madre, y ayuda a otros. En un momento viene,
deteniéndose detrás de mí y mirando fijamente mi reflejo.
―Es extraño ―dice―. Incluso sin esta peluca, te pareces mucho a ella.
Nunca antes he visto a una de ustedes en persona.
Una de ustedes.
―Puedo cortar los extremos ―ofrece en voz baja―. Catalina lo usaba un
poco más corto en sus últimas semanas. Tenía la estructura ósea para ello. ―Se
detiene por un minuto, y luego me gira la cabeza, examinando mi rostro―. Para
ser honesto ―dice, arrugando los labios―, tú también. Si quieres cortarlo de
verdad, creo que sería muy favorecedor. Y el color iría bien con tu tono de piel.
Entonces no tendrías que usar esta espantosa peluca. ―Sonríe y tira
suavemente de las hebras inferiores―. Piénsalo.
Le sonrío en respuesta, aliviada de que no dijera algo cruel. Que de verdad
le importa lo suficiente como para hacer una sugerencia. Le agradezco, y
86 entonces Ty se va y dirige a mi madre a la trastienda para tener su cabello
lavado. Antes de que ella se vaya, mi madre me sonríe como si estuviera
pasando el mejor momento de su vida, orgullosa de presumir a su hija. Ty se va
a la silla de otra clienta y bajo los ojos a mi regazo, considerando sus
sugerencias. He cortado y teñido mi cabello igual que mis asignaciones antes;
no sería algo completamente inaudito. No lo he cortado últimamente porque la
mayoría de las chicas muertas han tenido el cabello largo.
Estudio mi reflejo una vez más, intentando recordar cómo me veía sin la
peluca. La única imagen que viene a mi mente es la imagen que Deacon dibujó;
mi cabello salvaje en comparación a esta media melena. Miro detrás de mi
reflejo; el salón está vivo y vivaz. Las personas son todas genuinas, y estoy
oculta en el fondo como un horrible secreto. Paso mis dedos a través de los
mechones de la peluca, recordando un video que vi de Isaac y yo, un video
rápido donde besaba la cima de mi cabeza y acariciaba mi cabello con sus
dedos, susurrando lo adorable que yo era. No podía hacerlo ahora. Él vería que
no soy real, y eso resquebrajaría todo nuevamente.
No estoy haciendo progresos, no como esperaba. Mi madre está en
negación, mi padre me evita. Mi hermana me odia y mi novio está asustado de
dejarme acercar mucho. Esta podría ser la posibilidad de cambiar las cosas. De
salvarlos. De conocerlos. De ser parte de sus vidas y darles un cierre.
Y estaría mintiendo si no admito cuánto quiero que me acepten. Para
saber, incluso por un minuto, lo que sería tener una familia. Algo más que solo
mi padre y unos cuantos compañeros de trabajo. Quiero saber lo que es ser
normal.
―Ty ―lo llamo, comprobando primero para asegurarme que mi madre
sigue sin aparecer. Ty se gira para mirar por encima de su hombro a mi reflejo.
Giro en la silla para enfrentarme a él, y entonces sujeto el extremo de la peluca y
la quito, haciendo que varias personas alrededor de él susurren. Pero mi
peluquero no habla. En cambio, su boca se crispa en una sonrisa.
Ty abandona la otra estación y se acerca, deteniéndose en frente de mí y
sacando las tijeras del bolsillo delantero de su delantal. Alarga la mano para
quitarme la peluca de las manos, mirándola con fijeza antes de tirarla a la
basura.
―Gracias a Dios ―dice, y me gira en la silla, moviéndola de un lado a otro
para examinar el color y textura de mi cabello. Cuando sus ojos encuentran los
míos en el espejo, levanta su ceja nuevamente, interrogante.
Mi corazón late fuerte en mis oídos, apenas me escucho responder:
―Hazme real.

87
PARTE II
SIEMPRE PUEDES
88
OBTENER LO QUE QUIERES
Capítulo 1
Traducido por AnnaTheBrave y Jane’
Corregido por Nanis

A
lrededor de mi décimo tercer cumpleaños, mi real décimo tercer
cumpleaños, estaba en un caso donde una chica había sido
atropellada en su camino de entrada por su propia madre. La
chica había estado reparando la cadena de su bicicleta cuando la madre
retrocedió, matándola en el instante. En retrospectiva, pienso que el cliente
necesitaba más que una niña de trece años para llevarla a la conclusión de su
dolor. La culpa y el auto desprecio iban mucho más allá del dolor.
El primer día que me mostré allí, mi madre cayó al piso a mis pies,
sollozando. Marie tuvo que empujarla lejos, calmándola con el poder de un
fuerte sedante. El padre se había ido años antes por un nuevo matrimonio, y
Donna Royale me había hecho su vida entera. Mi muerte fue un error sin
importancia. Fue un accidente.
Marie se quedó conmigo dos días enteros, preocupada de que la madre se
rompiese de nuevo. La mantuvo medicada.
89 Al final, lo que mi madre necesitaba oír es que la perdonaba por matarme.
De que la vería otra vez algún día. Ella nos dejó irnos, aparentando más que
paz. Nunca pensé que la vería levantarse, averiguar si el remedio había sido
tomado. Básicamente Donna Royale desapareció de mi vida, y nunca pensé en
ella de nuevo. No estoy segura de por qué está en mi cabeza ahora, por qué me
he estado preocupando por ella todos estos años. Tal vez porque mi nueva
madre me recordaba a ella de alguna manera. No podía ubicar la carga de culpa
que colgaba de ella.
―Amo tu cabello ―dice mi madre por tercera vez, sacándome de mis
pensamientos. Ella mira por encima del asiento del conductor mientras
tomamos una curva en la carretera circular.
Sus ojos marrones son amables, pero perdidos. Amando, anhelando, con
desesperación. La miro, sin abrir la boca, y luego giro el rostro hacia la casa
mientras estacionamos junto al coche de mi padre.
―¿No te encanta? ―pregunta mi madre, apagando el motor. Asentí, y
bajé el espejo para comprobarlo una última vez antes de entrar. Estoy
sorprendida por mi apariencia, pero de buena manera. Paso mis dedos a través
del cabello rubio, la sombra de la tintura es más ligera para hacer una
coincidencia exacta. Empujo las hebras de un lado al otro, disfrutando desde
todos los ángulos. Voy a quedarme con esto, pensé. Realmente me sienta.
―Sí ―le digo a mi madre, y ella muerde su labio, radiante de adoración.
La hice feliz, y en cambio mi corazón duele con la idea de que todo esto se
desplome sobre ella más tarde hoy. Un paso adelante, dos pasos atrás. Así es
usualmente cómo va el primer día. Su culpa se profundizará porque sentirá
una conexión conmigo, y se preguntará si está traicionando la memoria de su
hija. Va a consumirla desde afuera, alejándola del sueño, pero en la mañana me
verá y su ansiedad se desvanecerá.
Esa es una de las cosas más difíciles de este trabajo. Ver el corazón roto
nunca es fácil, pero verlos aceptarme es mucho peor. Ver que extrañan a su hija
tanto que aman a una extraña en su lugar para sentirse cerca de ella un minuto.
No les importaba si es real. Estaban demasiado rotos para que les importe.
―¿A dónde te fuiste? ―pregunta mi madre suavemente, acercándose para
tocar mi brazo. Pestañeo rápidamente y me enfoco en ella, viendo a que se
refiere.
―Lo siento―digo―. Estaba< estaba pensando en Isaac ―miento.
Mi madre asiente con conocimiento.
―Supongo que él no estaba feliz de verte hoy, ¿verdad? ―pregunta.
¿Entendería ella como el rechazo de Isaac me hacía sentir? ¿Era
inapropiado pedirle consejos?
90
―Está bien ―dice mi madre, leyendo mi vacilación―. Puedes decirme.
―A nuestro alrededor la temperatura en el auto había aumentado ahora que el
motor se había apagado. Perlas de sudor se formaron en la línea del cabello y
bajo el tirante de mi brasier. Al mismo tiempo, el calor era reconfortante.
Sofocando mis dudas―. Solíamos hablar mucho de él ―agrega―.
Especialmente al principio.
―Él está sufriendo ―digo, bajando la guardia―. Lo veo y estoy frustrada
porque no me deja ayudarlo. ¿Cómo puedo llegar a él?
Mi madre mueve la cabeza de lado a lado como diciendo que no es una
respuesta fácil.
―Isaac no es de los que se abren. Nunca lo ha hecho. Es un chico
reservado, algo así como tu padre. Es por eso que se siente especial cuando
gente como él te da su amor. Como si fueras la única persona que importara.
Pienso de nuevo en la foto de Isaac y yo, preguntándome si así era como
se sentía que él me amara. Como si yo fuera la única cosa que importara,
habitando un lugar que era solo nuestro. Sabía que Deacon se preocupaba por
mí, pero nuestra relación es demasiado complicada. Muy dolorosa. Con Isaac
sería diferente.
Me llevo la mano a través de la sien, alejando el sudor.
―Estoy confundida ―admito. Mi madre ríe suavemente.
―Estabas así al principio, también. No estás segura de cómo te sientes
sobre Isaac. Entonces de repente lo amas locamente. No puedes estar sin él.
Pero entonces< ―Su expresión vacila ligeramente.
―¿Entonces qué? ―preguntó, mi corazón acelerándose―. ¿Las cosas
cambiaron?
La calma se asienta en su rostro, con expresión resignada. Entonces, ya no
me siento como su hija. Me siento como una extraña.
―Sí ―dice tristemente―. Sí, todo cambió. ―Se gira hacia la casa―. De
buena manera, al menos. ―Sin voltearse a mirarme, toma su bolso y baja del
auto. Estoy aturdida, clavada en mi lugar hasta que la veo cerca de la puerta
delantera. Salgo rápidamente y tomo las bolsas del asiento trasero. Mi madre no
me espera para entrar.
Me regaño a mí misma por presionar mucho, por presionar por razones
egoístas. Prometí ser mejor, ese no era el camino. Pienso que necesito hablar con
Marie, averiguar qué exactamente había pasado en la vida de Catalina. Esas
cosas no estaban incluidas en lo que vi en internet o en su diario. No coincidían
con la información proporcionada, pero ¿tenía toda la información? ¿O es que
alguien la escondía a propósito? Si así era, ¿por qué lo escondían de mí? Estaba
91 aquí para ayudar, no para juzgar.
Me detengo en el porche frontal, las bolsas de las compras cuelgan a
ambos lados de mí, pesadas en mis manos. Miro a mi madre dentro de la casa,
mientras ella tira las llaves en un tazón en la mesa de la entrada. El mundo falso
me rodea. Esta asignación requiere más búsqueda de información; no tengo
idea de quién era antes de morir. Mi trabajo no incluye resolver misterios que el
muerto dejó atrás, pero si mis padres y el departamento de duelos querían que
arreglara esto, que curara esto, necesitaba la información.
Entro en la casa y cierro la puerta detrás de mí.

b
Mi madre decide descansar un minuto antes de empezar la cena. Le
ofrezco ayudarla con la comida, y ella accede, aunque puedo ver que su mente
está en otra parte. Mientras ella desaparece por el pasillo, voy a la cocina a
buscar una bebida. Tomo mi teléfono y reviso por cualquier mensaje de Aaron
sobre Virginia. Quiero preguntarle a mi madre sobre ella, pero nunca parecía
ser el momento adecuado. Fisgoneando en mi pasado solo alejaría a mi madre
del juego de rol. Tendría que intentar con el método de búsqueda pasado de
moda primero. Además, la información de los padres no siempre es fiable.
Escucho un ruido sordo afuera, y giro rápidamente hacia las puertas de
cristal corredizas. Estoy sorprendida cuando encuentro a mi padre en el jardín,
con un bate de metal en su mano. Lanza otra bola y la golpea en el aire y la
lanza más allá de nuestra valla trasera dentro del bosque. A sus pies había al
menos una docena más de pelotas, y me pregunté cuanto tiempo había estado
en esto. Observo por un momento, tomando un sorbo de mi soda mientras me
debato qué hacer. Deslizo mi teléfono en mi bolsillo.
Mi padre no quiere hablar, ha estado evadiéndome. Por mi diario, sé que
éramos cercanos. Era la pequeña niña de papi mientras mi hermana era la
protegida de mamá, hasta hace poco al menos. Mi compasión aumenta mientras
veo a este enorme hombre rodar sus hombros, obviamente cansado. Abrumado
con el dolor que no tenía donde ubicar. No hay manera de arreglar las
torceduras de su corazón. Tengo una sensación de nostalgia, recordando el
tiempo que pasé con mi propio padre. Estábamos jugando al mini-golf cuando
recibió una llamada de uno de sus pacientes que había muerto. Al principio él
no reaccionó; terminamos el juego y me dejó ganar. Pero en casa esa noche,
luego de que me fuera a casa, lo escuché llorar en la sala. Me colé en la planta
baja y lo encontré con los archivos extendidos por toda la mesa de café, con una
92 botella de ron cerca de donde estaba sentado. No lo interrumpí. Era su dolor
para procesar.
Pero después de que se quedara dormido, limpié los papeles y lo cubrí con
una manta del sofá. No hablamos de ello al día siguiente, pero me di cuenta que
estaba contento de que yo estuviera allí. Algunas personas no quieren ser
confrontados con su dolor. Sólo quieren saber que no están solos.
Tomo un último trago de mi refresco y lo dejo, viendo a mi padre a través
del cristal. Aparto mi cabello hacia un lado, auto-consciente de cómo podría
reaccionar a mi cambio. Saqué fuerzas para acercarme a él, analizando varios
puntos de partida posibles en la conversación.
¿Puedo jugar?
¿Quieres un poco de compañía?
Vi a Isaac hoy. Ah, y por cierto, mi hermana me odia. Está muy enojada contigo,
también.
Antes de tener un plan de acción, estoy abriendo la pesada puerta de
cristal y saliendo a la luz del sol. Mi padre mira hacia atrás, al principio
desinteresado, pero luego se tensa cuando analiza mi apariencia. Recorre con su
mirada lentamente mi cabello. Mi ropa. Se balancea, pero luego resopla fuerte y
agarra una pelota desde el suelo y le pega tan duro, el golpe del bate contra ella
me hace saltar. Nada que pueda decir le importará, decido. Camino delante de la
casa a donde unos pocos bates se encuentran en una pila en el suelo al lado de
la caseta. Agarro uno y pruebo su peso, y luego elijo el más grande. Sin decir
una palabra, me acerco donde mi padre, mirando hacia los árboles fuera de
nuestro patio como si estuviera midiendo la distancia. Lo siento girar hacia mí,
ver cómo me inclino a recoger una pelota.
Dejo escapar un suspiro y luego tiro la pelota en el aire, balanceando el
bate con todas mis fuerzas. Extraño. Mis brazos siguen balanceándose,
haciéndome girar los pies. Ouch. Eso no puede ser bueno para mi hombro. Hay
un resoplido, y miro a ver a mi padre que se cubre la boca con la mano.
Contengo mi propia sonrisa avergonzada.
―Eso se vio realmente estúpido, ¿eh? ―pregunto.
―Fue muy posiblemente el peor balanceo que he visto ―dice, tratando de
mantenerse recto―. Casi te tiraste al piso.
Me río y me agacho para recoger la pelota. Entrecierro mis ojos, mirando
los árboles, los labios apretados mientras me concentro. Y luego lo intento de
nuevo y apenas golpeo una parte de la pelota, haciendo que caiga detrás de mí.
―Eso fue en realidad el progreso negativo ―digo, mirando de reojo a mi
papá―. Lo bueno es que no estamos llevando la cuenta.
93
―Es bueno para ti ―dice. Coge una pelota y la lanza más allá de la cerca
con lo que parece poco esfuerzo.
―Creído ―murmuro, y vuelvo a intentarlo. No me asesora o me muestra
cómo sostener bien el bate. Es clara la diferencia entre yo y su hija, aún
manteniendo su distancia. Pero el hecho de que me deje estar aquí en absoluto
es un paso adelante.
Me lleva cinco intentos golpear la pelota de alguna manera mensurable.
―Lo hiciste ―dice mi padre, secándose la frente con un pañuelo de su
bolsillo trasero.
El sudor mancha sus axilas y marca una V en su pecho. Damos algunos
balanceos más, mis brazos y espalda están adoloridos, y miro con ansias el
patio.
―Vamos a tomar un descanso ―dice mi padre, extendiendo la mano para
tomar mi bate. No se encuentra con mis ojos, pero aprecio el gesto y le doy el
bate de metal antes de seguirlo a la mesa. Me siento primero, y él toma un
asiento frente a mí, mirando por encima de mi cabeza al bosque. Tengo sed,
pero no quiero interrumpir nuestro momento entrando.
Los pájaros cantan y un ligero viento pasa. El sol se pierde detrás de
algunas nubes dispersas. Mi padre exhala pesadamente y encuentra mi mirada
desde el otro lado de la mesa.
―¿Cuánto tiempo has estado haciendo esto? ―pregunta. Su pregunta me
asusta, me saca de mi juego de rol.
―Desde que tenía seis años ―le digo, aún utilizando la voz de su hija. Sus
cejas se juntan, ya sea con simpatía o incredulidad, no estoy segura―. He sido
bien entrenada ―le aseguro―. Soy la mejor. ―Sonríe suavemente ante esto,
pero la tristeza agobia su expresión.
―¿Alguna vez has perdido a alguien? ―pregunta.
―Pierdo a alguien cada vez que tengo una asignación ―le digo.
Él niega con la cabeza.
―Quiero decir en el mundo real. ¿Alguna vez has perdido a alguien
cercano a ti?
Pinchazos diminutos de dolor que no puedo detener recorrieron mi piel.
―Sí ―le digo, mi rostro cada vez más caliente―. Mi madre.
Él traga saliva, viéndose arrepentido por sacar el tema. Se inclina hacia
delante, con los codos sobre la mesa.
94
―¿Cómo lo superaste? ―pregunta―. ¿Cómo aprendiste a hacer eso?
―No sé ―le digo, mis hombros se encorvan―. No recuerdo nada de ella.
―Levanto la mirada y lo miro a los ojos―. La he olvidado por completo.
Los labios de mi padre se separan, sorprendidos, y me mira por un largo
momento.
―Bueno, eso es casi peor, ¿no? ―pregunta en voz baja.
―Sí. Sí, supongo que lo es.
Mira a los árboles, pero sus ojos se han puesto vidriosos. Siente lástima
por mí, y de nuevo soy yo la vulnerable. Bajo la cabeza, mirando a mis manos
en mi regazo.
―Todavía la extraño, sin embargo ―le digo―. Es sólo< una arrolladora
sensación de pérdida. Una que no está conectada a un recuerdo real. Un dolor
que nunca se va. ―Cuando mi padre no responde, levantó la vista para
encontrarlo mirándome con tristeza. Me encojo de hombros, tratando de
aligerar este momento pesado que he traído a nuestro alrededor.
―Lo siento ―me dice con sinceridad―. No te mereces eso. Eres< no eres
más que una niña.
―¿Quién se merece el dolor, entonces? ―pregunto―. No tú o tu esposa.
No Isaac o Angie. Nadie merece lo que le ha pasado a tu familia. Si puedo hacer
que desaparezca< ―Me detengo―. Vale la pena.
Mi padre se queda quieto, un millón de pensamientos diferentes aparecen
en sus rasgos.
―¿De verdad crees que puedes ayudar? ―pregunta en tono esperanzador
pero prudente.
Este hombre corpulento con bigote espeso se aferra a la idea de mí, su hija.
No quiere dejarme ir, aunque todo a su alrededor le dice que debería. En este
momento, haría cualquier cosa por traerle paz. Le daría a la verdadera yo para
eso.
―Sí ―digo simplemente―. Puedo ayudar.
Las lágrimas llenan sus ojos hasta que rebosan y corren por sus mejillas.
Toma una respiración inestable, y luego este hombre formidable cubre su rostro
y solloza en la mesa de su patio trasero. Mi nariz quema con el calor de
lágrimas de simpatía. Los hombros de mi padre se sacuden con su llanto; un
sonido roto como un animal herido escapa de detrás de sus manos. Un hombre
roto.
Me pongo de pie, tratando de alejar mis propios sentimientos para poder
95
centrarme en qué decir. En su lugar me encuentro rodeando la mesa y
deteniéndome al lado de mi padre. Pongo mi mano sobre su hombro, y de
pronto se vuelve y envuelve sus brazos alrededor de mí, su rostro en mi cadera
mientras me sostiene fuerte y llora.
―Está bien, papá ―le digo en voz baja, poniendo mi mano protectora en
la parte posterior de su cabeza―. Ahora estoy aquí.
―Te extraño ―susurra―. Te extraño tanto, Catalina. Nunca me dejes.
Nunca.
Lágrimas calientes ruedan por mi cara mientras observo los árboles,
peinando el cabello delgado de mi padre. Absorbiendo su dolor como el mío.
―Estoy aquí ahora ―le digo de nuevo, hasta que su dolor me llena.
Capítulo 2
Traducido por flochi
Corregido por Nanis

L
a casa se encuentra en silencio cuando regreso dentro, mi padre
decidiendo golpear unas pocas pelotas más de béisbol antes de la
cena. Le doy espacio. Tuvimos un momento, un pequeño avance.
Empujarlo ahora podría hacerlo volver a desconfiar de mí una vez más. Agarro
un refresco y voy a mi cuarto, mirando los espacios poco familiares antes de
desplomarme en mi escritorio. Ruedo mi hombro una vez para estirarlo,
preguntándome cuánto dolerá más tarde.
Reviso mi teléfono nuevamente, sorprendida de todavía no haber
escuchado de Aaron. Por lo general, él es realmente rápido en terminar las
búsquedas, pero quizás está teniendo problemas para encontrar cualquier cosa
de “Virginia”. Ahora que lo pienso, es posible que ella sea un completo
producto que inventé para pasar más tiempo con Isaac. Gruño.
―No tiene sentido ―me regaño, dándole un sorbo a mi Coca-Cola. Mis
padres adoran a Isaac, no creo que a ellos les importaría que pasáramos más
96 tiempo juntos.
Con un profundo suspiro, aparto el teléfono en el escritorio y abro mi
computadora. Hago clic en el buscador y escribo “Virginia” para ver si hay
algún documento con su nombre. Todo lo que aparece son unos ensayos de la
clase de historia. No la Virginia indicada. A continuación, reviso los correos y
vuelvo a escribir su nombre. Ninguna mención. Ni de ella o mía o de alguno de
mis amigos. Es como si no existiera.
―Probablemente por eso Aaron no me ha respondido ―murmuró para
mí.
Lo siguiente que intento es en diferentes redes sociales, y cuando no tengo
hallazgos otra vez, comienzo a mirar las fotos. Me detengo en una foto de Isaac
y yo, feliz y radiante. Era del año pasado, en el lago. La familia de Isaac tiene
una casa cerca del Lago del Cráter, y nos dirigiríamos allí un par de veces
durante el verano para dar paseos en bote, nadar, sentarnos alrededor de una
fogata y hablar toda la noche. La mamá de Isaac consiguió la casa en su acuerdo
de divorcio, y deja a Isaac ir a donde quiera. De hecho, ella no consideró que él
me llevaría cada vez. Podría haber cambiado de idea sobre dejarlo ir.
Hay un mensaje parpadeando en la parte inferior de mi pantalla,
indicando un nuevo correo. Le hago clic y abro mi cuenta, inicialmente
sorprendida de ver que es parte de un correo en cadena. Alguien debió haberse
olvidado de borrar mi cuenta de su libreta de direcciones.
WAREHOUSE ~ ¡ESTA NOCHE A LAS ONCE!
Frunzo la frente, intentando recordar si he leído algo sobre Warehouse,
pero nada se me viene a la mente. Busco una mención anterior en mis mensajes,
y encuentro un correo inicial de parte de Conner Fairhaven del mes pasado.
¿DÓNDE ESTUVISTE HOY? TU HOMBRE ME DIJO QUE AMBOS SE
SUMABAN. ¡WAREHOUSE EL DIECIOCHO DE MAYO! BOUNCER DICE QUE SOMOS
ORO.
Conner no mencionó el nombre de Isaac, razón por la que no saltó en mis
búsquedas anteriores. Vuelvo a hacerle clic al correo original del grupo y
encuentro a Isaac y Angie entre los destinatarios.
La página cambia cuando un nuevo correo ingresa, y mi corazón da un
vuelco cuando veo que es de Angie. Les dice que estará allí esta noche.
Inmediatamente una serie de lamentos siguen, condolencias por mi muerte. La
tensión aprieta mis hombros, y odio que todos sean condescendientes con ella.
Me pregunto cuán a menudo Angie ha tenido que escuchar sobre mi muerte,
como si fuera lo único sobre lo que las personas pueden hablar con ella.
Hay un ding, el sonido de mi mensajería instantánea, y rápidamente abro
97 la pantalla. Me sorprende ver el nombre de mi hermana y la imagen. Sus labios
están fruncidos, su cabello rojo arreglado en coletas bajas. Una foto tomada en
tiempos más felices, estoy segura. Me asusta lo que tenga que decir, y
rápidamente intento pasar al modo terapia antes de leer el mensaje.
PUEDO VERTE CONECTADA, escribe. Hay un círculo amarillo debajo de mi
nombre, señalando que estoy aquí. Debería haberlo cambiado a invisible.
Me recuesto en la silla y retuerzo mis manos, mi corazón retumbando.
Angie no es un cliente, pero sé que nuestra madre la extraña. Tal vez si mi
hermana pudiera involucrarse de alguna manera, pasar más tiempo con
nuestros padres, hacerle ver que la vida sigue, incluso sin mí, podría ayudar.
Es una idea horrible, no debería acercarme, pero ella ya es parte de esto.
ESTOY AQUÍ PARA AYUDAR, escribo, decidiendo seguir mis instintos. TU APOYO
PODRÍA AYUDAR A ASISTIR AL PROCESO DE RECUPERACIÓN DE TUS
PADRES.
MUÉRETE.
Se desconecta, y soy dejada con un dolor como si me acabara de dar una
bofetada. Miro alrededor de mi cuarto, pero entonces mi temperamento estalla.
Angie no lo dijo en serio, pero llega un punto cuando tienes que dejar de darles
excusas a las personas. El hecho es, que Angie no solamente está arremetiendo
contra mí; está siendo cruel con nuestros padres. Sé que mi madre ha estado
intentando llamarla, pero ella no responde. Angie no es parte de esta
asignación, y creo que es un error. Puede que haya aceptado la pérdida, pero,
¿con qué fin? Se ha cerrado y está enojada. Si no recibe algo de ayuda, esto
podría llevar a un comportamiento peligroso y autodestructivo. Tengo que
hacerla entender eso.
Miro a la pantalla de la computadora, percatándome del correo original.
Una idea completamente loca y desquiciada se me ocurre. Tengo que verla, y
tanto ella como Isaac estarán en ese lugar esta noche. Tal vez pueda estar allí
también. Mantendría la distancia, pero podría observarlos con sus amigos,
usarlo para averiguar cómo meterme en sus cabezas. No se me pasa que mi
hermana tiene razón: los finalizadoras manipulan a las personas. Ir al
Warehouse estaría completamente mal.
Razón por la cual no puedo decirle a Aaron. Incluso si no me reporta,
¿quién me dice que no se le escapará cuando Marie nos interrogue? No puedo
confiar en él con respecto a esto, incluso si es mi pareja. Me muerdo el labio,
leyendo otra vez el correo, el nerviosismo elevándose. ¿Realmente puedo espiar
a mi hermana, involucrarla en esta asignación, sin el permiso de Marie?
Paso mis dedos por mi corto cabello, y saco mi teléfono. TE NECESITO
ESTA NOCHE, escribo. Mi teléfono suena inmediatamente.
98 ―Bueno, esto se intensificó rápidamente ―dice Deacon, sonando
divertido. Me echo a reír, consolada por su voz. Normalmente no hablaría con
él durante una asignación, porque eso me saca de mi papel, pero es la persona
perfecta para pedirle ayuda. Dado que no somos pareja, Deacon no será
sometido a una entrevista luego de esta asignación. No hay razón para que
Marie descubra que nosotros interactuamos. Y si alguien sabe cómo manipular
una situación, ciertamente es mi exnovio.
―Hay un lugar de encuentro llamado el Warehouse ―le digo―. ¿Lo
conoces?
―Sí ―responde―. Es un bar en Portland. ¿Por qué?
Levanto mis rodillas y las abrazo contra mi pecho.
―No me juzgues ―comienzo, haciéndolo reír―. Pero esta asignación se
ha complicado. Necesito tu ayuda para averiguar algunas cosas. ―Deacon es
bueno en indagar, ver los pequeños detalles que otros pasan por alto. Hemos
colaborado antes, especialmente cuando trabajamos juntos. Siempre fue capaz
de ayudar.
―Por supuesto ―dice―. Pero tengo que señalar que me estás pidiendo
que maneje hasta el Lago Oswego para llevarte a un antro sospechoso en la
ciudad. ¿Qué está sucediendo?
―Ey, ¡pensé que no ibas a juzgarme!
―No estuve de acuerdo con nada de eso ―dice rápidamente―. Pero
llamémoslo curiosidad si te hace sentir mejor. ¿Qué quieres ir a hacer allí?
Suspiro, sabiendo que no hay manera de esquivar su pregunta otra vez.
―Voy a observar a una chica que no es cliente. Razón por la que esto está
fuera de registro.
La línea se queda en silencio por un instante, y no proporciono más
detalles. Si Deacon quiere saber el resto, tendrá que venir aquí. Cuando el
silencio dura demasiado, gruño.
―Deacon, ¿vienes o no? Puedo llamar a Aaron.
―No, no puedes ―dice―. Aaron está fuera de la ciudad. Además, ya me
tiene buscando algo para él, así que está un poco ocupado. Y Jesús, Quinn.
¿Cuándo alguna vez te he negado algo?
―Espera. ―Bajo mis pies al suelo―. ¿A qué te refieres con que Aaron está
fuera de la ciudad? ¿Desde cuándo?
Deacon suspira.
―No lo sé. Desde que te fuiste, supongo. Me dijo ayer por la mañana que
estaría fuera por un tiempo. No quiso hablar al respecto.
99
―¿En serio? ―Me reclino en la silla, un poco sorprendida. Aaron no me
dijo que se iba a ir a alguna parte. ¿Por qué no lo mencionaría? ¿Y si lo
necesito?―. ¿Marie lo sabe? ―le pregunto a Deacon.
―No estoy seguro.
Esto es una locura. Aaron nunca me ha abandona en una asignación, ni
siquiera cuando ha estado sumergido en su propio papel que interpretar.
Pienso un minuto, repasando la conversación con mi padre. Esta asignación fue
una emergencia, un caso de último minuto que Arthur Pritchard sancionó. ¿Y si
le pidieron lo mismo a Aaron?
―¿Crees que tenga algo que ver con Arthur Pritchard? ―le pregunto a
Deacon.
―Nah ―responde―. Aaron probablemente se está tomando un descanso
con Myra. No te preocupes, Quinn. Te apoyo. ¿Qué necesitas de mí, además de
que te lleve? ―agrega.
No estoy cómoda con la idea de Aaron estando desaparecido, pero me doy
cuenta de la hora en mi computadora y me obligo a centrarme en la asignación
de nuevo.
―¿Vendrás conmigo esta noche? ―pregunto.
―Suena súper para nada divertido, pero sí.
―Gracias ―digo, sonriendo―. Te escribiré mi dirección en un mensaje de
texto. ¿Nos encontramos a las once? Tendré que escaparme.
―Vaya, estás llena de malas ideas ―dice. Cuando chasqueo la lengua, se
disculpa―. Sí, estaré allí.
―De hecho< ―agrego―. ¿Puedes buscar a alguien por mí? Se lo pedí a
Aaron, pero obviamente no ha respondido.
―¿A quién?
―Una chica llamada Virginia. Mi madre dice que solía pasar el tiempo
con ella, pero no puedo descubrir nada. No estoy completamente segura de si
ella es real.
―¿Sin apellido? ―pregunta, su interés despertado por un verdadero
misterio.
―No. Solo dije a veces que me iba a encontrar con ella los sábados.
Déjame saber si encuentras algo.
―Absolutamente. Muy bien, voy a ponerme bonito ―dice Deacon―. Nos
vemos afuera de tu ventana a las once.
Sonrío.
100
―Como en los viejos tiempos.
―¿Verdad? ―dice―. Siempre fuimos buenos compañeros.
―Fuimos una terrible pareja ―le digo. No es cierto, pero me gusta
torturarlo a menudo con mi negación.
―Mentirosa ―responde inmediatamente―. Éramos buenos compañeros
en todos los sentidos. ―Una sensación de calidez se precipita sobre mí,
arraigándose por lo que mi cara se pone roja. Deacon no está hablando
solamente sobre ser finalizadores. Y ni siquiera es sobre nuestra relación. Es el
simple hecho de que Deacon y yo estamos completa y desamparadamente
entrelazados en la vida del otro. A pesar de que a veces me aparta, me acerca
dos veces más fuerte.
―Nos vemos después ―digo, sin estar dispuesta a prolongar el coqueteo.
Toma la indirecta y nos despedimos. Le escribo mi dirección y las contraseñas
de mis cuentas para que pueda buscar sobre Virginia. Después, pongo el
teléfono bocabajo en mi escritorio. Mi corazón sigue latiendo con rapidez, y
vuelvo mi mirada hacia la ventana. Miro los árboles mecerse en la brisa
mientras me pierdo en un recuerdo.
b
Fue una semana después de haber conocido por primera vez a Deacon en
la mesa de mi cocina que él detuvo el brillante Cadillac negro de mi padre,
acomodándolo con cuidado en la acera a pocos pasos en frente de mí. Había
conseguido su permiso el día que me fui a mi asignación, pero ya mi padre le
estaba entregando las llaves. Planeé reiterarle las leyes de manejo cuando
regresara a casa. Aquí estaba Deacon, perfectamente puntual, lo que me
molestó porque todavía no había perdido la mentalidad de Annabeth Trayner.
Podría haber aprovechado un momento extra o dos.
Lancé mi bolso en el asiento trasero y me subí al asiento del pasajero antes
de quitarme la peluca. Aunque Deacon me había llamado temprano ese día
para disponer la extracción de mi asignación, había esperado que Marie sería
quien me recogiera. Me sentí traicionada.
Agarré el cinturón, y cuando se cerró haciendo clic, le eché un vistazo a
Deacon estudiándome, bebiendo de mí como si nunca me hubiera visto.
Cuando sus ojos quedaron a mi nivel, hubo un aleteo en mi pecho, un
sentimiento de ser completamente conocida, vista, memorizada. De estar
101 completamente expuesta.
―Te traje una barra de caramelo ―dijo simplemente. Me le quedé
mirando, ligeramente confundida cuando su boca se torció en una sonrisa.
Asintió a la consola central a una barra Snicker, encorvada y ligeramente
derretida.
―No como cacahuates ―le dije.
―Anotado. ―Cambió el auto a marcha, y salió de la calle. A pesar de su
calma exterior, pude notar por la manera en que constantemente comprobaba
los espejos que estaba conduciendo nervioso. Me gustó ese vistazo rápido de su
personalidad, su temperamento. Seguí mirándolo, esperando a que me
preguntara sobre mi asignación, pero no lo hizo. No dijo nada. Mi padre
pensaba que Deacon sería un excelente compañero, pero hasta ahora no había
hecho nada para evaluar mi estado mental. Eso era negligente.
―¿No vas a hacerme preguntas? ―solté finalmente.
―¿Como qué?, ya te ofrecí una barra. ―Me miró y sonrió―. Pero no te
gustan los cacahuates.
―Cierto ―dije―. Pero estoy hablando sobre la asignación. La familia.
Deacon se encogió de hombros, reduciendo la velocidad hasta detenernos
en un semáforo rojo.
―¿Quieres hablar al respecto? ―preguntó―. Porque me pareció que
todavía estabas procesando. Me pareció poco productivo obligarte a discutirlo
antes de llevarte a un lugar donde te obligarán a discutirlo, ¿no te parece?
―¿Qué tal si necesito ayuda? ―pregunté.
―Entonces te ayudaría.
Lo dijo como si fuera la única respuesta. Eso me ofreció un grado de
consuelo, su confianza y determinación. Era una cualidad que admiraba, en
especial en mi línea de trabajo. Y entonces me recosté en el asiento,
observándolo con curiosidad mientras el semáforo cambiaba y manejábamos al
apartamento de Marie.
La siguiente vez que me recogió de una asignación, llegó cinco minutos
tarde, y en la consola había una bolsa de Skittles.
Ahora puedo ver que Deacon me había descifrado desde el comienzo. Es
brillante de esa manera. Puede leer a cualquiera. Mi teléfono zumba,
sobresaltándome y compruebo el mensaje. Deacon envía un gracias por las
contraseñas, y bajo el teléfono, recordándome que mi verdadero compañero se
encuentra fuera de la ciudad. Aaron me abandonó. No solo esto es inusual; es
peligroso. O sea, podría contactar a Marie, pero nadie quiere llamar a su
consejera a menos que sea una emergencia. ¿Cómo pudo abandonarme así?
102
Me levanto de la computadora y me acerco a las bolsas de ropa que llevé a
casa desde el centro comercial. Mi vida real se está haciendo cada vez más
confusa como esta asignación, y espero distraerme al probarme las ropas.
Finalmente, decido que no me gusta ninguna. Agarro el traje que a mi madre le
gustó más y me lo pongo antes de salir para ayudarla con la comida.
Mis nervios están al límite con el pensamiento de fugarme, de romper la
confianza de mis padres. Pero, básicamente, hablar con Angie puede ayudarme
a descubrir cómo traer el cierre a nuestra familia. Y si soy atrapada, tendré una
historia creíble. Convencer a mis padres sería fácil. A Marie no tanto. Pero sería
capaz de explicarme.
Solo esperaba no tener que hacerlo.
Capítulo 3
Traducido por Shilo y AnnaTheBrave
Corregido por Nanis

L
a cena con mis padres es en realidad buena. Mi padre inclusive me
sonríe una vez cuando menciono lo mucho que me duele el brazo,
pero que estoy segura que mi carta de reclutamiento a la MLB va a
llegar en el transcurso de la semana. Tenemos pollo asado y puré de papas. Mi
madre habla de su amiga Maryanne de nuevo, y mi papá nos cuenta de un
nuevo proyecto que estará empezando el lunes en el trabajo. Por una hora
entera, me olvido que estoy en una asignación. Por una hora entera, tengo una
familia; una madre y un padre que comparten una comida conmigo. Mi papá
real y yo nunca hacemos eso. Nunca tenemos tiempo.
Mis padres dicen buenas noches alrededor de las diez, pero para este
momento mi ansiedad se ha reafirmado a sí misma. Cuando finalmente llego a
mi cuarto, meto una almohada debajo de mis cobijas. Estoy bastante segura que
eso nunca funcionó para engañar a un padre, nunca jamás, pero no estoy segura
de qué otra cosa hacer. Trabar la puerta sería una señal de muerte.
103 Me puse unos jeans suaves e hice un par de sentadillas para aflojarlos. Mi
camiseta de esta mañana está sobre el respaldo de mi silla de escritorio, y la
deslizo sobre mi cabeza y me rocío un poco de perfume. Todavía hay un poco
de tiempo antes de que se supone que Deacon llegue, entonces reviso mis
correos y estoy decepcionada de encontrar que de hecho fui quitada del correo
cadena. Hay un vago sentimiento de ser excluida, pero rápidamente me
recuerdo que nunca fui invitada en primer lugar. Cierro la computadora y saco
mi teléfono. Lo reviso hasta que encuentro el último mensaje de Aaron.
LLÁMAME, escribo. No le pregunto a Aaron dónde demonios está, o por qué
no me dijo, solo en caso de que alguien más esté monitoreando su línea. No
querría meterlo en problemas. Cuando no responde, guardo mi teléfono y
apago la luz del techo. Abro mi ventana y me siento en el alféizar, vigilando la
calle por Deacon.
Estoy asustada acerca de esta noche. Asustada por estar cometiendo un
error. Pero ya ha habido demasiadas anomalías con este caso. Necesito
investigar de verdad. Respuestas. Es como si todos continuaran diciéndome
mentiras, empezando con por qué Arthur Pritchard me mandó a esta
asignación en primer lugar.
Los minutos pasan lentamente, y escucho cualquier sonido que provenga
del pasillo. Mis dos padres ya se han ido a la cama, y no escucho nada más que
el zumbido del refrigerador en la cocina. Finalmente un auto llega y se
estaciona en la sombra entre postes de luz antes de apagar sus luces.
Rápidamente agarro el suéter con capucha de mi escritorio y miro a la puerta,
escuchando. Cuando no escucho nada, abro completamente mi ventana y la
escalo. La cierro, pero no completamente, y luego corro por el césped hasta el
auto.
Me meto al asiento del pasajero de mi Honda, y luego Deacon se aleja de
la cuneta rápidamente en caso de que alguno de mis padres mirara por
casualidad por la ventana. No enciende las luces hasta que rodeamos la esquina
y estamos fuera de la vista. En el minuto en que lo hace, ambos exhalamos y nos
miramos.
Ha pasado mucho tiempo desde que vi a Deacon mientras estoy en una
asignación, no desde que éramos compañeros. Sus ojos me inspeccionan,
deteniéndose en mi cabello antes de volverse de nuevo hacia el parabrisas.
―Te cortaste el cabello ―dice.
Jalo los mechones en la parte de atrás, avergonzada del cambio, que debe
parecer extremo. Se siento extremo ahora que estoy lejos de mi asignación.
―Sí< solo era m{s f{cil.
Intercambia una mirada entre el camino y yo.
104
―Se ve bien ―dice simplemente. Espero a que continúe, pero no lo hace.
El momento se desvanece, y luego solo estamos nosotros en el auto, todo
nuestro equipaje guardado―. Ahora, ¿a quién vamos a observar exactamente
esta noche? ―pregunta, doblando hacia la autopista. Fuera, el cielo oscuro tenía
un toque de gris por la cubierta de nubes; las primeras gotas ominosas de lluvia
golpearon el parabrisas.
―Mi hermana ―le digo―. Su nombre es Angie.
Deacon se vuelve hacia mí.
―¿Qué? No mencionaste que habría una hermana.
―Eso es porque no es parte de esta asignación. ―Lo miro seriamente―.
Pero tuvo que haber sido. No estoy segura de por qué los consejeros no la
señalaron, o al menos le pidieron permanecer en la casa para apoyar a sus
padres. ¿Cómo se supone que voy a posicionar sus vidas sin todas las piezas?
―pregunto―. En el minuto en el que Angie llegue a casa, si llega a casa, la
dinámica familiar cambiará. Eso podría tirar por la borda todo el proceso de
recuperación.
―Un argumento razonable ―dice Deacon lentamente, pensándolo―. ¿Y
le has hablado a esta chica?
―Más o menos ―digo―. Me odia, desea que yo esté muerta en lugar de
su hermana.
―Entonces has hecho progresos.
Me río, y cuando bajo la mirada, noto una bolsa de Skittles en el
portavasos del centro. Deacon me sonríe cuando me vuelvo hacia él.
―Como los viejos tiempos ―dice.
No estoy esperando que su comentario me golpeé como lo hace: una
mezcla de nostalgia y anhelo alrededor del pensamiento de Deacon. De nuevo,
tal vez solo estoy deseando una conexión.
―¿Ya has averiguado algo de Virginia? ―pregunto, tratando de volver a
concentrarme en la asignación.
―No, pero acabo de empezar a buscar ―dice Deacon―. Si existe, la
encontraré.
Pasamos el resto del camino repasando cómo va mi asignación. Le digo
acerca del corte de cabello con mi madre y jugar béisbol con mi papá. Inclusive
recreo la confrontación con mi hermana. Ninguno de los dos menciona a Isaac.
En Mississippi Avenue, veo un pequeño edificio de ladrillos con la palabra
WAREHOUSE grabada en hierro sobre su puerta. La gente está de pie afuera,
105 fumando y pasando el rato bajo un toldo. La lluvia se ha suavizado a una
llovizna mientras Deacon conduce al estacionamiento trasero y encuentra un
sitio cerca de la cerca de cadena. Tenía razón, este lugar es un poco sórdido.
Cuando Deacon me mira, sonrío. También se ve un poco divertido.
―De acuerdo, problemas ―dice con una risa―, necesitamos un plan.
Habrá al menos unas cuantas personas en el bar que te reconocerán ―dice―.
¿Cómo quieres interpretar eso?
Miro vacilante al edificio, la adrenalina corriendo a través de mi sistema.
He hecho unas cuantas cosas locas antes, en su mayoría con Deacon, pero nunca
en una asignación. No cuando se supone que sea profesional. Me sumo en la
duda.
―¿Es esto inmoral? ―pregunto. La luz del poste de luz cae por el rostro
de Deacon, ensombreciendo su expresión.
―Algunas veces el fin justifica los medios ―dice solemnemente―, y esas
veces, tenemos que ser los que decidimos lo que vale la pena perder. ―Su voz
es más seria de lo que esperaba, y no puedo evitar pensar que hay más detrás
de ella―. ¿Vale la pena que tu hermana pierda su privacidad?
Me reclino, meditando la pregunta. Básicamente, esto no es solo acerca de
Angie. Tiene implicaciones más grandes para la familia entera.
―Eso creo ―digo, mirando a Deacon.
Aprieta sus labios en una sonrisa triste.
―Entonces entramos.
Deacon piensa que esta no es una buena idea, pero como yo, la entiende.
La parte más alarmante de esta noche es que si veo algo preocupante, algo que
no pueda ignorar, tendré que reportarlo. Tendré que señalar a Angie a los
terapeutas. No estoy segura si quisiera que alguien me vigilara tan cerca en la
vida real.
Tanto Deacon como yo salimos del auto, y la noche es fría en mi rostro.
Subo un poco más la cremallera de mi suéter, temblando. Mis nervios están
crispados, y Deacon rodea el auto para que caminemos juntos a través del
estacionamiento hacia el edificio.
Deacon tiene una identificación falsa, pero estoy confiando que el portero
de la discoteca sea permisivo, como lo decía el correo. Espero que no sepa que
estoy muerta. Caminamos a través de la llovizna, y jalo la capucha sobre mi
cabello. Deacon toma mi mano, entrelazando sus dedos con los míos, y cuando
lo miro inquisitivamente, se encoge de hombros como diciendo, ¿qué? Los
amigos pueden tomarse las manos. Resoplo riéndome, y me doy la vuelta para
concentrarme en la asignación.
106
Caminamos entre la multitud, y tengo cuidado al revisar sus rostros
buscando a mi hermana sin ser obvia. Nadie nos presta atención, y estoy
agradecida de ello. Pero esa era una habilidad que habíamos aprendido con los
años, cómo mezclarnos. Cómo mantenernos sin llamar la atención sobre
nuestras características. Era útil cuando intentabas asumir la identidad de otras
personas.
Deacon se detiene frente a mí, soltando mi mano, y yo bajo mi capucha
ahora que estamos bajo la marquesina. El humo se acumula sobre el grupo
detrás de nosotros, y trago saliva y miro rápidamente a Deacon con su
identificación, observando al gorila en el bar. El chico la revisa velozmente. El
gorila lo deja entrar y se gira hacia mí. Deacon me espera dentro de la puerta,
pero estoy asustada. No sería el fin del mundo si me alejo, pero sería el fin de la
aventura de esta noche.
Saco la identificación de mi billetera, en la que se lee Catalina Barnes y me
identificaba como una menor de edad. El gorila observó la foto, y luego a mí.
Me guiña un ojo.
―Dile a Isaac que me debe ―dice, y asiente hacia mí. Me tenso ante la
mención del nombre de mi novio, sin embargo sonrío ni un poco perturbada.
―Lo haré ―digo, tocando el brazo del gorila, y me deslizo a su lado para
reunirme con Deacon. Cuando lo miro, su rostro está un poco más frío y sus
ojos escanean la multitud. Siento una punzada de culpa pero luego me recuerdo
que no he hecho nada malo. Cualquier toque de celos que él podría llegar a
sentir es totalmente su problema.
―Deberíamos tomar un lugar en la esquina. La luz no llega hasta allí.
―Señala un espacio vacío cerca del bar que está casi perdido en la oscuridad.
Asiento, y caminamos en esa dirección, mis ojos enfocados en cada cara,
pasando de una sonriente o de expresión ceñuda a otra. El bar está lleno; en la
habitación de atrás una banda está armando su equipo en el escenario, y las
personas han empezado ya a congregarse tomando sus posiciones en la
multitud frente a ellos.
Zigzaguear entre la gente resulta difícil, y pierdo a Deacon en un punto
ya que no soy lo suficientemente alta para ver sobre los hombros de los chicos
frente a mí. Para el momento en el que llego a la esquina, Deacon se ha quitado
ya su suéter, y está descansando casualmente contra la pared.
―Estaba a punto de enviar un equipo de búsqueda ―dice, ahora que
estamos solos en una habitación repleta. Abro la cremallera de mi chaqueta, el
aire es cálido por todos los cuerpos juntos. Deacon mira detrás de mí―. Esto va
107 a ser un poco más complicado de lo que pensaste, ¿no?
Tomo el lugar junto a él en la pared y reviso la multitud.
―Definitivamente no había esperado que estuviera tan lleno.
―Es una buena banda la de esta noche ―dice Deacon, sacando su teléfono
y revisando por mensajes―. Este lugar nunca cobra, por lo que ellos lo llenan.
Eh, ¿quieres una bebida?
―No ―digo agitando la cabeza―. Necesito estar enfocada. ―Continuo
revisando la multitud, preocupada de que mi hermana no viniese aquí.
―Sabes ―dice Deacon, sin mirarme―, si tu hermana no está aquí,
podríamos solo pasar el rato. Bailar incluso. ―Lo miro por un minuto,
intentando adivinar sus intenciones, pero es imposible de leer. A pesar de que
una noche fuera, una noche fuera normal, suena increíble justo ahora, no es mi
realidad. No pertenezco aquí con Deacon, estoy rompiendo el personaje.
―No esta noche ―digo, y me giro. Hay un aguijón, un dolor familiar que
siento cuando sé que hiero sus sentimientos. Pero es como el dolor de la aguja
cuando te vacunas. Duele por un momento, pero previene problemas muchos
más grandes luego. Deacon no dice nada más. Desliza su teléfono de nuevo en
su bolsillo y me pide que describa a mi hermana de nuevo.
La banda termina de instalarse, y cuando empiezan a tocar, Deacon se
mete a la multitud para acercarse al escenario, y así poder echar un vistazo
alrededor. Espero, desvaneciéndome con el fondo así puedo observar sin ser
notada. Cerca de la mitad de la primera canción, encuentro a Angie.
Ella luce inestable. Su comportamiento atrae las miradas, y un par de
personas susurran cuando ella pasa.
Noto que está sola. En su postura y expresión, puedo ver que está sola en
todo sentido de la palabra. Incluso la amplia sonrisa que dedica a un chico que
pasa es una máscara. Sus ojos están más oscuros, su piel es pálida en los lugares
que el maquillaje no cubre. No luce bien.
Muerdo la uña de mi pulgar y miro alrededor buscando a Deacon,
esperando que él vuelva antes que ella desaparezca en la multitud de nuevo. En
cambio mi mirada recae sobre Isaac, sentado en un taburete en el bar. La gente
está amontonándose a su alrededor, sosteniendo dinero para el bartender,
tomando bebidas antes de que una nueva aglomeración de personas se filtre
allí. Pero Isaac esta en cámara lenta, estancado en la locura a su alrededor. Él
toma un sorbo de un vaso de agua helada, mirando la nada. Sin pensar, doy un
paso a la luz así puedo observarlo más de cerca. Lo veo ignorar al mundo
entero mientras se ahoga en culpa.
108 ―¿Qué demonios estás haciendo aquí? ―llama una voz bruscamente con
crueldad. Sobresaltada, giro y encuentro a mi hermana a unos pasos de mí. Sus
ojos están ardiendo, hay llamaradas rojas en sus mejillas. Su cuerpo tiembla con
ira, e intento retroceder pero es demasiado tarde para desvanecerse ahora.
―Angela, yo<
―¡¿Cómo te atreves a venir aquí?! ―dice, su tono es desquiciado―.
¡¿Cómo te atreves?! ―Su boca esta tensa en una fea mueca. Un par de personas
a su alrededor se voltean a mirar, pero yo no los reconocí; ni siquiera me di
vuelta para ver si Isaac lo había notado. Tenía que calmar esta situación. La
multitud en esta sala se ha calmada, el eco de la música de la banda es un hueco
a mi alrededor.
―Lo siento―digo, mi voz ni siquiera parecida a la de su hermana ahora.
Estoy intentando calmarla, y para hacer eso, necesito ser menos agresiva―. Solo
quiero hablar contigo.
Ella ríe, una risa triste de incredulidad.
―Estas actuando como mi hermana muerta ―dice, ganando aún más
miradas―. ¿Qué te hace pensar que tengo algo que ver contigo? Eres un
monstruo.
El calor se arrastra por mis mejillas, pero trato de exudar calma.
―Sé que estás molesta ―digo, levantando las manos en señal de
rendición―. Pero tengo que hablar contigo sobre tus padres. Realmente
quiero<
―¡Me importa una mierda lo que quieras! ―grita, y ahora se siente como
que todo el bar nos está mirando. ¿Dónde demonios está Deacon?
―Tal vez si salimos ―comienzo, pero antes de terminar, hay una mancha
de movimiento. Angie toma la bebida del chico más cercano a ella y lo arroja
sobre mí, salpicando mi rostro y mi ropa en frío y rojo líquido. Grito y doy un
paso atrás, completamente aturdida y sorprendida. Golpeo mis ojos con mis
manos, el alcohol quema mi piel.
―No quiero tu ayuda ―gruñe mi hermana―. No quiero verte de nuevo.
―Se da vuelta y se aleja, el chico grita detrás de ella que le debe una bebida.
Hay risas, unas cuantas maldiciones sobre cómo no deberían dejar entrar
menores de edad al bar porque siempre les arruinan la noche. Pero
principalmente la mirada juiciosa de las personas que ahora sabían lo que yo
hago. Ellos saben que soy una finalizadora; reunieron las piezas de por qué
estoy aquí. Y me odian por ello.
Un mareo se apodera de mí, y trato de volver a la esquina, temblando y
pegajosa. De repente, Deacon sale de la multitud. Pasa a un par de chicos en el
109 bar y coge la pila de servilletas sin perder el paso. Cuando me alcanza, toma mi
brazo, sin decir una palabra, y nos vuelve hacia la puerta.
Puedo sentir la mirada del gorila cuando pasamos a su lado. Ni siquiera
estoy debajo de la marquesina cuando comienzo a llorar. Humillada,
degradada. Tomo la mano de Deacon y lo dejo guiarme al auto.
Capítulo 4
Traducido por AsheDarcy
Corregido por Nanis

D
eacon no reconoce mis lágrimas. La lluvia las ha recogido, pero no
me pongo mi capucha. Dejo que se arrastre sobre mí, lave la copa
que mi hermana tiró en mi cara, lave mi vergüenza. Cuando
llegamos al coche, Deacon me entrega las servilletas húmedas y desbloquea el
lado del pasajero, ayudándome. Cierra la puerta, y hace una pausa para mirar
hacia atrás al edificio, como si estuviera pensando en ir de nuevo a luchar por
mí. Pero no hay nadie para luchar. Rodea el coche, lanzándome una mirada
preocupada a través del parabrisas, antes de subir y cerrar su puerta.
Nos sentamos en silencio con el sonido de las salpicaduras de lluvia en el
cristal. Deacon no arranca el coche, a pesar de que hace frío. No hace nada. Que
es exactamente lo que necesito que haga en este momento.
Antes, cuando éramos compañeros, era lenta para dejar entrar a Deacon, al
menos en un nivel personal. Me hubiera gustado, pero no lo dejé.
Definitivamente no quería que me gustara, tampoco. Parecía que haría las cosas
110 más complicadas. Entonces, una noche, nos encontramos estacionado fuera de
la casa de su asignación. Hacía esto a veces: convencer a los clientes a salir,
volver a conectar. Creo que era más para poder conseguir un descanso de ellos.
Obtener un descanso del trabajo.
Esa noche, me pidió que le trajera comida. Se quejó de que la familia era
vegetariana y que si no conseguía una hamburguesa pronto, podría morir de
inanición. Yo no tenía nada mejor que hacer, así que acepté. Tomé comida para
llevar y lo encontré fuera de la casa, me sorprendió cuando se quedó en lugar
de llevar la bolsa hacia el interior. Dijo que quería compañía.
Estuvimos allí durante unos diez minutos, y lo vi rasgar a través de dos
hamburguesas con queso y un puñado de papas fritas. Supuse que no había
estado bromeando cuando dijo que se moría de hambre. En un momento, se
volvió hacia mí, sus ojos marrones curiosos, parpadeando con picardía.
―¿Tienes novio? ―preguntó, a medio masticar.
Le di una mordaz no es de tu incumbencia mirada.
―Oh, vamos ―dijo con una sonrisa―. ¿Hay alguien no especial en tu
vida?
―Cállate. ―Me reí, mirando por la ventana. El aire de la calefacción me
puso totalmente caliente, así que lo direccione lejos de mí. No disminuyo el
calor en mi cara, sin embargo. Deacon y yo estuvimos en silencio por un tiempo
dolorosamente largo, hasta que finalmente suspiré y me volví hacia él―. No
―le dije. ―Sin novio.
―Sí. Puedo creer eso.
―¡Oye! ―llamé―. ¿Qué se supone que significa eso?
―No es porque eres horrible, ni nada ―dijo, como si hubiera torcido
totalmente sus palabras.
―Oh, gracias. ―Entrecerré los ojos hacia él.
―Escucha, es genial ―dijo―. No estoy saliendo con nadie serio tampoco.
Sólo estoy diciendo, la gente como nosotros, pueden tener problemas de
compromiso, ¿no te parece?
Sonreí.
―Creo que tal vez tienes problemas de culo.
―Lindo ―respondió con una carcajada―. Lo llamaste totalmente.
―Agarró la soda del portavasos, sonriendo mientras sorbía del popote. No
pude evitarlo, lo encontré completamente encantador. Y aunque no lo dije,
estaba feliz de saber que no tenía una novia.
Nadie me ha preguntado desde él. Nadie se preocupaba por la respuesta.
111 Miro hacia mi regazo, temblando incontrolablemente en el coche. Mis dientes
castañean mientras mi cabello mojado se aferra al lado de mi cara.
―Todo el mundo me odia ―murmuro.
―Yo no te odio.
Estoy tan fría, tanto por dentro como por fuera. Estoy sola y asustada que
nunca volveré a estar bien. Quiero una vida, quiero mi vida. Dejo que las
servilletas caigan al suelo. Estoy harta de vivir en los márgenes de la sociedad.
Y tal vez no quiero admitir que la idea de venir esta noche, no era totalmente
sobre Angie. Me gustó la idea de ser invitada, incluso si no lo estaba realmente.
―Quinn ―dice Deacon en voz baja, tomando mi mano. Me aprieta, su
piel es caliente en comparación con la mía―. Diles que no puedes terminar esta
asignación ―dice―. Diles que era demasiado pronto.
―Mi padre<
―No me importa tu padre ―interrumpe―. Me importa una mierda
Arthur Pritchard. Cada vez que te vas de asignación, vienes un poco diferente.
Debes terminar tu contrato. ¿A quién le importa el dinero? Te voy a dar el mío.
Yo solo< no quiero que te pierdas a ti misma.
―No es por el dinero ―le digo, mirándolo―. Nunca ha sido por eso.
―Hago una pausa, pensando sobre mi decisión de tomar esta asignación, a
pesar de que estaba tan cansada―. Estoy haciendo esto por mi padre ―le
digo―. Él cuenta conmigo, Deacon. Se supone que tengo que ser buena en esto.
¿Sabes lo que le haría si fallara? Este es el trabajo de su vida. Él cree en mí. ―Mi
voz se quiebra―. Yo< no puedo defraudarlo.
―Él te está decepcionando. ―La mirada de Deacon me sostiene,
ferozmente protectora. Por un momento me pregunto cómo sería renunciar a
todo, ser libre como Deacon. Pero luego me doy cuenta de que mi padre nunca
me lo perdonaría, al igual que él nunca ha perdonado a Deacon por fallarle. No
puedo hacer eso. No puedo renunciar a todo por lo que he trabajado. Mi padre
es la única familia que me queda, es la única persona que no me ha dejado.
Deacon parece que está a la espera de una respuesta, pero luego sus ojos
siguen algo más allá de mi hombro, y ajusta su posición para obtener una
mirada más cercana.
―¿No es tu hermana? ―pregunta.
Me vuelvo de inmediato, enjugándome las lágrimas mientras mi
entrenamiento me inunda y me lava. Estoy consternada al ver a Angie
tropezando hacia fuera de la puerta trasera del bar, hablando en voz alta en su
112 teléfono. Aunque ella era problemas esta noche de todos modos, la
confrontación conmigo la ha enviado a un camino destructivo. Puedo ver por
sus gestos, su mirada salvaje, que no le importa lo que suceda con ella esta
noche. No se preocupa por nada.
―Está borracha ―le digo. Mi preocupación pincha, y giro hacia Deacon―.
¿Qué debo hacer?
Se inclina hacia adelante, poniendo los brazos sobre el volante mientras
observa la escena que se desarrollaba fuera del parabrisas.
―No lo sé ―dice, mirando con cuidado―. Es una decisión difícil. Si le
confrontas de nuevo, quién sabe cómo va a reaccionar. Ella ya lanzo< ―Se
detiene y me mira en tono de disculpa por traer el incidente de la bebida.
Él tiene un punto, pero no me importa lo que pasó dentro del bar. Es mi
hermana, y yo la debería haber buscado. Ahora la situación se ha salido de
control.
Angie sale del estacionamiento, hacia la calle. Patea los arbustos a lo largo
de la acera y se ríe. Hace una pausa y aleja el teléfono de su oído, mirando hacia
abajo. Me pregunto si con quien estaba hablando colgó. Abre su palma y deja
que su teléfono caiga en el pavimento, y luego se balancea. Cae en una posición
sentada en medio de la acera.
Deacon maldice, reconociendo que tenemos que intervenir de alguna
manera. Me pregunto dónde están los amigos de Angie. ¿Cómo podían dejarla
sola cuando ella es obviamente un desastre?
Mi hermana se extiende en la acera, con la cabeza en el borde de la hierba
delante de una vieja casa destartalada. Se queda mirando hacia el cielo, dejando
que la lluvia corra sobre su rostro. Dios, ¿se va a quedar afuera cómo está?
Deacon y yo esperamos un minuto más, pero nadie viene por ella. Si
Angie se ha aislado o siempre ha estado sola, no estoy segura. Todo lo que sé es
que me siento muy mal por ella. Con un corazón dolorido, me dirijo a Deacon.
Él levanta un hombro en un encogimiento de hombros, y asiente por la
ventana.
―Puedo ir ―ofrece. Lo considero. Deacon es un extraño, y puede tratar de
ayudarla a volver a entrar. Por otra parte, mi hermana no se ve exactamente
como que pueda caminar. Podría causar otra escena, y los policías podrían ser
llamados. Deacon no puede estar involucrado si eso sucede. No se supone que
incluso me vea cuando estoy en una asignación.
―No ―le digo―. Ella es mi responsabilidad. Voy a llevarla de vuelta al
bar. ―No menciono que Isaac está dentro y que una parte de mí no quiere que
Deacon lo vea.
113
Deacon lo sopesa y luego está de acuerdo, reconociendo que es una mala
situación por todos lados. Pero también sabe que ayudarla es lo correcto por
hacer. Sonrío, una vez más recordando lo bien que Deacon me conoce. La
profundidad de nuestra conexión. Me inclino y lo abrazo, nuestros cuerpos
apretados, mi mejilla contra su cuello. Su piel está ardiendo en el aire frío, y el
anhelo barre sobre mí. Me invade. Me tiro hacia atrás lentamente, mis ojos
cerrados, como si este momento pudiera durar si queremos que lo haga. Si lo
dejamos.
Sonríe ligeramente, reconociendo que él siente lo mismo. Sus dedos rozan
mi muslo mientras me alejo. Las luces de un coche que pasa iluminan el espacio
que nos rodea, destacando la pasión en sus ojos. Yo podría perderme aquí para
siempre.
―Voy a estar de vuelta ―murmuro, abriendo rápidamente la puerta y
escalando en la lluvia. El aire frío de la noche golpea mi rostro húmedo,
reflexionando sobre la locura de entregarme. Otro minuto y podríamos haber
terminado en el asiento trasero. Pero Deacon y yo sólo somos amigos, eso es
todo. Es demasiado peligroso ser otra cosa.
Envuelvo mis brazos alrededor de mí, en dirección a la acera. Mi hermana
se ríe donde está extendida sobre el pavimento, y empiezo a correr en su
dirección. Levanto mi capucha, con la esperanza de que con un poco de cubierta
no voy a provocar una reacción tan violenta en ella. Me detengo cuando me
acerco, y hago una pausa lo suficientemente lejos, para no asustarla.
―Angie ―le digo en voz baja. Vuelve la cabeza en la hierba húmeda, un
poco de suciedad mancha su mejilla. Dirige sus ojos sobre mí y luego se burla.
―Vete, impostora ―llama. Sus brazos están desnudos, su pálida piel
brillaba en la farola. Me siento en la acera junto a ella, doblando las piernas
debajo de mí, y estableciéndome. No voy a dejarla así.
―¿Puedo al menos ayudarte a entrar con tus amigos? ―pregunto, usando
mi voz natural. Angie no quiere conocerme como Catalina. Puedo evitarle ese
dolor ya que no es técnicamente parte de la asignación. Al menos hasta que
sepa más acerca de lo que ella necesita.
―No tengo amigos ―me dice, mirando al cielo―. No quiero a ninguno.
En la práctica de béisbol estaba con otra chica, así que supongo que tiene
al menos un amigo, pero ella no quiere pensar en eso. Quiere sentir lástima de
sí misma, odio a sí misma por lo que tendrá razón para aislarse. Está triste. Esta
tan profundamente triste que no puedo creer que haya llegado tan lejos sin que
nadie lo note.
―¿Tu madre sabe cómo te sientes? ―pregunto, manteniendo mi voz firme
pero tranquila. Angie se estremece ante la mención de su madre.
114
―Por supuesto que no ―dice con amargura―. Lo único que nadie ve es a
Catalina. “Catalina se ha deprimido” ―imita la voz de su madre―. “Catalina
lucha con Isaac”. “¿Qué hay de malo en Catalina?”.
Mientras escucho, mi ritmo cardíaco se acelera, por fin estoy a punto de
obtener algunas respuestas de esta asignación. No había nada en el archivo de
un cambio en el estado mental de Catalina.
―Y entonces, ¿qué pasó? ―pregunto.
Angie se vuelve hacia mí, su rímel negro sangrando por sus mejillas.
―Entonces murió ―dice con frialdad―. Murió justo en frente de mí.
Tomo una respiración fuerte, la respuesta es completamente inesperada.
Esto debería haber estado en el archivo. Esto sin duda debería haber estado en
el archivo.
―¿Cómo murió? ―le pregunto, levantándome sobre mis rodillas.
Por un momento creo que me va a decir todo. Miro el dolor cruzar su
expresión, tira y distorsiona sus rasgos. Pero en lugar de respuesta, Angie se
aleja, mirando hacia arriba al cielo, enganchando respiraciones irregulares como
si estuviera a punto de romperse.
―Ella acaba de morir ―dice.
Empiezo a acercarme cuando escucho un grito desde el bar. Miro por
encima del hombro; mi cuerpo explotando en pánico cuando veo a Isaac correr
hacia nosotros, sus zapatos chapoteando en los charcos en el pavimento
mojado.
―Angela ―grita.
―Oh, mierda ―murmuro, y rápidamente me pongo de pie. No puedo
hablar con Isaac en este momento. Estoy completamente fuera de lugar, y mi
maquillaje probablemente ha huido. Me dirijo de nuevo al coche, donde Deacon
se ve igualmente de afectado. Pero al igual que Marie lo haría, él levanta su
mano y me dice que tranquila.
Isaac pasa justo por delante de mí a donde Angie se desplomó en el suelo,
y le ayuda a sentarse. Por un momento los veo, preguntándome si podría volver
rápidamente al coche, cortar mis pérdidas, y empezar de nuevo mañana. Pero
antes de que pueda tomar la decisión, Isaac me mira y se queda inmóvil. Él no
sabía que yo era la persona esperando aquí con Angie.
―Tú ―jadea.
La lluvia ha empapado a través de mi ropa, enfriando mi cuerpo. Es casi
imposible para mí regresar; he estado fuera de carácter por mucho tiempo
ahora. Pero antes de que le responda, mentalmente reviso el archivo.
115 Analizando todas las fotos y videos. Recordándome toda una vida. Cuando
hablo con Isaac, mi voz ha cambiado.
―Ella necesita ayuda ―le digo―. Yo estaba saliendo y la vi sentarse en la
acera. Nadie salió tras ella< ―Me calmo, atrapando la forma incrédula en que
Isaac me está mirando. Entierro mis manos en los bolsillos de mi suéter,
sintiéndose expuesta.
―He oído que te arrojó su bebida ―dice después de un largo silencio.
―Técnicamente no era su bebida ―respondo, lanzando una mirada a mi
hermana. Ella no está prestando atención. Su cabeza cuelga mientras se sienta
con las rodillas hacia arriba, su pose significa que podría vomitar en cualquier
momento. Cuando miro hacia atrás a Isaac, hay un atisbo de sonrisa en sus
labios.
―No había oído hablar de esa parte. Parece que le debo a alguien un
cóctel ―dice.
―Bueno, no a ella. ―Apunto a Angie y ella murmura algo ininteligible.
Isaac se vuelve a hablar con ella, en silencio cepillando el cabello de su rostro.
Aprovecho el momento para observarlo. Su cabello castaño está enmarañado
bajo la lluvia, y cada cierto tiempo desliza sus dedos a través de él para evitar
que el agua corra por su rostro. Su camiseta color salmón está empapada, casi
roja ahora, ya que se aferra a su cuerpo. Él me mira, me mira fijamente, y yo
sonrío educadamente tratando de jugar.
―Deberíamos llevarla a su casa ―dice él, de pie―. Vamos a ponerla de
pie.
Estoy sorprendido por la facilidad con la que me está hablando, y acepto
sin pensar a la oportunidad de participar. Llego al otro lado de mi hermana, con
cuidado de no decir mucho ahora que estoy de vuelta en la asignación. No
quiero que se asuste de nuevo, señalando a Isaac lo falso que es todo esto. El
momento en que pongo mi mano en el brazo, se aleja, echando por tierra
cualquier esperanza que tenía de ella yendo en silencio.
―No me toques ―dice.
―Cálmate ―la tranquiliza Isaac―. Tenemos que salir de aquí antes de
que los policías te recojan. ―Pone su brazo alrededor de su cintura y apoya su
cuerpo inestable contra su cadera―. ¿Dónde está tu coche? ―me pregunta. Me
congelo, con muchas ganas de mirar, pero con miedo de llamar la atención
sobre Deacon.
―Tomé un taxi ―miento.
Isaac jura para sí mismo, y luego mira a su alrededor.
116 ―Bueno ―dice―. Vas a dar un paseo, Angela. ―Se inclina y pone su
brazo detrás de sus rodillas y luego la levanta fácilmente, apoyando la cabeza
contra su pecho―. Estoy estacionado en la cuadra ―dice, empezando a
descender por la acera.
Los miro, teniendo en cuenta los trozos de comportamiento que he visto
en toda la noche. Pero entonces Isaac se detiene y me mira.
―Vamos ―dice con una sacudida de cabeza―. Te voy a dar un paseo
también.
Mi boca se abre por la sorpresa, pero al principio no sale nada. Entonces,
solo digo:
―¿Lo harás?
―No te voy a dejar en la lluvia ―dice. Incertidumbre sale a través de sus
ojos, pero luego empieza a caminar de nuevo, esperando que lo siga. Me dirijo
de nuevo a donde Deacon está esperando en mi coche.
Me mira, pero ahora el coche está en marcha, caliente para mí. Podría
caminar hasta él, alejarme de todo: eso es exactamente lo que su expresión está
pidiendo que haga. Yo no sé si es el miedo al fracaso, el deseo de hacer lo
correcto, o el terror ante la idea de volver a enamorarme de Deacon, pero hago
señas por la calle hacia Isaac y mi hermana.
Deacon espera un latido y luego su boca se rinde en un simple Bien. Mi
conciencia duele por un momento, pero me vuelvo y troto después de mi
hermana y mi novio, insegura de a dónde me conducirá esta noche.

117
Capítulo 5
Traducido por flochi
Corregido por Nanis

I
saac se detiene frente a un Ford F-150 blanco con la cabina extendida
para un asiento trasero. Intenta balancear a Angie mientras busca sus
llaves, y en cierto punto cuando me mira, hay un incómodo momento
donde pienso que va a pedirme que las busque por él. No lo hace. Finalmente
las alcanza y destraba las cerraduras, asintiendo hacia mí para que abra las
puertas.
Meter el cuerpo de muñeca de trapo de mi hermana prueba ser difícil, y
finalmente tengo que subirme primero para ayudarlo a arrastrarla sobre el
asiento. Cuando está apoyada, me mira fijamente por un momento como si
quisiera llamarme Catalina. Pero entonces, sin hablar, se mueve para acostarse,
y me subo al asiento del pasajero.
Isaac se mete detrás del volante y se vuelve hacia mí, el interior de la
cabina está brillante por la luz del techo. Sus ojos viajan sobre mí, tomando nota
de mi persona. Cada segundo que pasa, parece lastimarlo más, y junto antes de
118 decirle que no debería mirar demasiado cerca, se humedece los labios para
hablar.
―No eres ella ―dice en voz baja―. Ni de cerca.
Su comentario no admite respuesta, por lo que me siento allí bajo su
escrutinio mientras él inclina la cabeza, memorizando mi cara.
―Tienes pecas ―dice―. Una boca diferente. Cuando te miro, sé que no
eres ella. ―Se da la vuelta, la tristeza ensombreciendo su humor, y arranca el
motor―. Sin importar cuánto quiera que lo seas.
La música estalla a través de la radio, dejada de la última vez que él
estuvo en la camioneta. Pego un brinco, sorprendida por el momento
melancólico, e Isaac alarga la mano rápidamente para apagar la radio. Entra en
la calle y vuelvo a mirar a donde Deacon está estacionado, pero el auto se
pierde desde este ángulo. Odio haberlo abandonado, ¿pero qué opción tenía?
¿Decirle a Isaac que estaba con mi exnovio? ¿Un finalizador? Eso podría no ser
muy efectivo para conseguir que confíe en mí. Sin embargo< Deacon va a estar
enojado. Tendré que disculparme más tarde con él.
Los limpiaparabrisas rayan los cristales y envían riachuelos de lluvia a los
costados. Ojalá la lluvia amainara, mostrara alguna señal del verano. Marie
siempre dice que en el minuto en que la luz del sol golpea Oregón, nos
olvidamos de todos los meses de lluvia, como si renaciéramos. Como si
fuéramos flores floreciendo. En este momento, estoy chorreando agua y tengo
frío y estar tan lejos de sentirme como una rosa no es gracioso.
―Angie se está quedando en la casa de nuestra tía ―digo en voz baja,
temerosa de mirar a Isaac. Me debato si dejar caer la actuación, pero en última
instancia, no confrontar a Catalina es lo que le está trayendo miseria. Esa es la
parte que tiene que ser arreglada. Soy el demonio que tiene que enfrentar.
―Ella me lo dijo ―dice―. Quería irse antes de que aparecieras.
Me preocupa que él esté a punto de tirarme una diatriba sobre lo terrible
que soy por ser una finalizadora. Ruego que no lo haga. No creo que mi
corazón pueda soportar más esta noche. Sólo quiero un minuto de todos
estando bien. De mí no siendo la fuente de su dolor. De no ser odiada.
―Cuando te vi por primera vez afuera ―dice―, estuve abrumado.
Pensé< pensé que eras ella. Por un momento fugaz, te veías igual como solía
ser ella. Y cuando me di cuenta de que todo era una mentira< ―Me echa un
vistazo, hay lágrimas en sus ojos―. Dolió mucho.
Me muerdo el labio, conteniendo mi afinidad. No quiero compadecerlo,
pero no estoy segura de cómo alguien puede ver esto y no tener efecto en ellos
también. Sé paciente, me dice la voz de Marie. Déjalo que lleve su recuperación.
119
―Lo siento ―dice Isaac, volviéndose hacia la carretera―. Me he
comportado como un idiota contigo, y no quise serlo. En serio. Es sólo que<
verte me rompe el corazón. ―Toma una inhalación temblorosa y luego exhala
para evitar llorar. Cuando me mira, veo que eso no ayudó―. ¿Puedes
arreglarlo? ―pregunta, su voz ahogada.
―Quisiera ―digo―. Pero no soy la cura para un corazón roto. Eres el
único que puede reparar eso.
Sorbe, asintiendo como si comprendiera. Parece más marchito que antes, y
nos dirigimos en silencio el resto del camino hacia Lago Oswego. El único
sonido dentro de la camioneta es el de mi hermana roncando.

b
Isaac me dice que espere en la camioneta mientras agarra a Angie del
asiento trasero. Dice que será más sencillo para mi tía aceptarlo a él dejándolo,
en vez de la réplica de su sobrina muerta. Incluso me pide que me agache
cuando entramos en el camino de entrada, lo cual hiere mi orgullo. Pero me
quito el cinturón y hago lo que me pide.
Escucho voces en la puerta del pequeño rancho, y espero por lo que parece
una eternidad, agachada en el asiento delantero. Miro alrededor del espacio
estrecho, buscando algo en que enfocarme para pasar el tiempo. Debido al
aburrimiento, abro la guantera. Toda la caja cae, pesada por la pila de papeles
dentro. Maldigo, y rápidamente intento recogerlos, empujarlos dentro antes de
que Isaac regrese y se disguste conmigo por espiar. Coloco la guantera en la
ranura, pero antes de cerrarla, noto lo que está escondido entre los registros
normales y comprobantes de seguro. Hay un montón de hojas de cuaderno
arrugados. Tomo una y la desdoblo para ver una espiral oscura dibujada en el
centro con tinta negra. Frunzo el ceño, y saco otra y otra, encontrando más
exactamente iguales.
Aunque no tengo idea de lo que significan estos papeles, aprieto los
dientes; el hecho de que haya tantos de ellos, todos iguales, me asusta. ¿Son de
Isaac? ¿Por qué los está dibujando?
Oigo el sonido de una puerta cerrándose, y rápidamente meto el resto de
papeles y ajusto la guantera. No se cierra al principio, pero luego de tres
intentos entra. Apenas inhalo antes de que la puerta se abra e Isaac entra en la
cabina.
―Bueno, eso fue un espectáculo de mierda ―murmura, y le echa un
120 vistazo al asiento del pasajero. Me encuentra en el suelo y reprime una
carcajada―. No quise decir tan bajo ―dice y enciende el motor y luego pone el
brazo sobre el asiento para retroceder de la entrada.
Una vez que estamos en la carretera, me incorporo, un poco avergonzada
y me pongo el cinturón.
―Tía Margot no está contenta ―dice Isaac―. Sospecho que Angie no
estará dejando la casa pronto. Lo cual, entre nosotros ―me mira―, es
probablemente algo bueno.
Siento una punzada de afecto por Isaac; el hecho de que está preocupado
por ella es algo adorable. Ambos son un competo desastre, pero me gusta que a
él le importe. Como que me gusta.
―¿Ha sido así mucho desde<? ―Dejo las palabras en el aire, decidiendo
no terminar ese pensamiento.
Isaac traga con fuerza, pero continúa como si no supiera cómo termina esa
frase.
―Sí ―dice―. Un par de sus amigos vinieron a mí preocupados, pero no
es como si me escuchara. Todo lo que puedo hacer es tratarla como lo haría
generalmente. Las personas se hartan de escuchar lo siento, ¿sabes? Estoy harto
de eso ―dice.
Me temo que si le hago preguntas, mi aproximamiento clínico lo
desalentará. Además, ahora mismo está conforme conmigo aquí, y ese es el
primer paso hacia la confianza. Luego podemos empezar a trabajar a través de
sus asuntos no resueltos.
Mi casa aparece más pronto de lo que quiero, e Isaac se detiene en la
entrada y apaga las luces. Fue lindo, manejar en cómodo silencio por unos
cuantos kilómetros< como si fuéramos dos personas normales llegando a casa
de una salida. Decido disfrutar de su compañía, su tranquilo coraje.
Definitivamente, él es alguien que no olvidaré luego de que esta asignación
acabe.
Subo la cremallera de mi sudadera, sonriendo para despedirme, y
entonces agarro el picaporte de la puerta.
Isaac se remueve en el asiento.
―Espera ―dice suavemente. Sorprendida, vuelvo a mirar,
preguntándome si olvidé algo, pero en cambio, lo encuentro con su postura
encorvada, mirando fijamente el volante―. ¿De verdad crees que esto ayudará?
―pregunta―. ¿La terapia?
―Sí. ―Si fuera él, dudaría de los métodos también. Pero he visto la
interpretación de roles funcionar. He visto familiar ser capaces de seguir
121 adelante.
―Pero< ―Sus cejas se fruncen―. No puedes darme un cierre en unos
pocos días. No puedes quitar el dolor.
―Tienes razón ―concedo, girándome en el asiento para estar de cara a él.
Noto lo cerca que estamos, más cerca de lo que normalmente le hablo a mis
clientes―. El dolor no desaparece ―continúo―. No tengo ese tipo de poder.
Esta terapia ayuda a las personas a ver una imagen más completa. Dejar ir las
expectativas pocos realistas de un ser amado fallecido. Una vez que me han
dicho lo que necesitan, aceptan la muerte. Sigue doliendo, estoy segura de que
duele como el infierno. Pero es el dolor de seguir adelante. Luego de que acabo,
los clientes se dan cuenta de que no pueden “arreglar” esto. No pueden traer a
nadie de vuelta. No pueden construir recuerdos nuevos. Sólo pueden seguir
viviendo y disfrutar de los recuerdos que tienen.
Escucha, dejándome continuar.
―Los restablezco en un nuevo camino ―digo, intentando no sonar como
una terapeuta. Intentando sonar como la chica que ama―. Un camino con
menos culpa o anhelo. No puedes imaginar el grado de consuelo que viene por
decir adiós. Nuestros cerebros aceptan eso, aceptan que ha terminado. Que está
bien que haya acabado. No curo a las personas ―digo con tristeza―. Solo tomo
algo del dolor.
Isaac pone las manos sobre el volante, aferrándose a él. Finalmente, se
vuelve hacia mí, su apuesto rostro debilitado por el dolor.
―Estoy pasándola mal por esto ―murmura.
Mi corazón duele.
―Lo sé ―digo―. Esa es la razón por la que estoy aquí.
Se muerde el labio, tirándolo entre sus dientes. Niega con la cabeza como
si un pensamiento se le ocurriera.
―¿Por qué haces esto? ―pregunta―. ¿Por qué pasas por esto?
Estoy sorprendida por la pregunta. Me debato si responder; discutir mi
verdadera vida ciertamente lo sacaría de la terapia. Pero también no quiero
esquivar sus preguntas. Tal vez si confía en mí para decir la verdad, confiará en
mí con su terapia más tarde.
―Porque puedo ayudar a las personas ―respondo.
Sonríe un poco, pareciendo apreciar que estoy dispuesta a hablar fuera del
personaje.
―No. ―Entrecierra los ojos como si pudiera resolverme―. Nadie es así de
desinteresado. ¿Por qué realmente haces esto?
122 ―Soy buena en ello. Finalizo las vidas de las personas porque puedo.
―Hago una pausa―. Y porque mi padre me lo pide. ―No pretendí ser tan
honesta, pero aquí en la oscuridad y la calidez de la cabina de la camioneta de
Isaac, dejo a mis defensas caer―. Las personas< las personas son terribles
conmigo debido a lo que hago. Ser una finalizadora, es quien soy< pero no
arruino la vida de las personas. Estoy intentando mejorarlas. En cambio, las
personas me odian, me temen. Estoy dedicada a esto, pero no siempre lo amo.
Como te dije esa primera noche, también me duele.
―¿No quieres tu propia vida? ―pregunta―. Créeme cuando te digo que
Catalina estaba lejos de ser perfecta.
―Esta vida parece bien para mí ―digo, bajando mis ojos a mi regazo―.
Su familia. Tú, ni siquiera sabría qué hacer con tanto amor.
―¿Nadie te ama? ―pregunta. Alzo la mirada hacia él, sus ojos oscuros
brillando en la luz baja. Curioso y amable.
―No ―digo―. No de esa manera. ―Mis propias palabras me destruyen,
la verdad en ellas sonando a través de mis oídos. Mi padre me ama, pero no
como un padre normal. No de la manera en que el padre de Catalina la amaba,
infinita e incondicionalmente. Con mi padre hay expectativas. Luego está
Deacon, pero su amor frío y caliente me desgarra a veces. Somos muy<
complicados.
La visión de la mujer de cabello oscuro en la cama del hospital llena mi
mente. Ella me amó, pienso. Quien haya sido, me amó. Eso podría significar que
la única vez que he sido verdaderamente amada fue cuando estuve
interpretando a alguien más.
Siento lágrimas llegando, y el ardor me hace consciente de dónde estoy,
con quién estoy.
―Debería irme ―digo rápidamente, y abro la puerta―. Gracias por el
aventón, y gracias por ayudar a Angie.
―Por supuesto ―dice Isaac, enderezándose en el asiento como si
estuviera decepcionado de que me estoy yendo. No me llama para que espere
otra vez. Tal vez su curiosidad ha sido satisfecha, o tal vez está avergonzado de
pensar que soy una “cosa”. Salgo y me apresuro hacia mi casa, avergonzada por
lo que le dije. Por haberme expuesto así. Sabía que no debía romper el
personaje. Estaba siendo egoísta.
Me detengo bajo la ventana de mi habitación y vuelvo la vista hacia atrás;
Isaac espera en la acera. Levanta la mano en un saludo, y regreso el gesto,
insegura de lo que esto significa en su recuperación. Pero, más alarmante, lo
que significa para mi asignación.

123
Capítulo 6
Traducido por AnnaTheBrave y Shilo
Corregido por flochi

P
ronto noto que salir por la ventana de mi habitación fue más fácil
que volver a entrar. El alféizar llega hasta mi barbilla, por lo que
empujar el panel el resto del camino resulta difícil, incluso de
puntillas. Pero gruño y lo fuerzo, y consigo estirarlo lo bastante para
desplazarme por él.
Pongo una zapatilla en el revestimiento y agarro el alfeizar con las manos
antes de tirar de mí misma. No soy lo suficientemente fuerte, y la punta de mi
zapatilla resbala, intentando encontrar apoyo contra la casa. Dios, si termino
teniendo que tocar el timbre mataré a Deacon por dejarme hacer esto en primer
lugar. Finalmente puedo pasar el codo al otro lado, y tiro del resto de mí hacia
arriba. Ajusto el cristal y me deslizo dentro, casi cayendo sobre el suelo de
madera.
Me pongo de pie en mi oscura habitación, sin aliento y con los brazos
adoloridos. Bien, no haré eso de nuevo. Miro la puerta y veo que aún está cerrada;
124 mi almohada todavía está escondida debajo de la sábana como un engaño en las
comedias. Mi sudadera está mojada, y se siente genial despegarla de mi piel, la
dejo sobre la silla de mi escritorio para que se seque. Ahora, en la silenciosa
habitación, el final de la noche se sitúa sobre mí. Sobre todo, los momentos que
compartí con Isaac. Utilizando la tenue luz del exterior de la ventana, encuentro
y me pongo mi pijama, pensando en Isaac. Me pregunto si su idea de mí está
alterada después de esta noche.
Aún estoy tensa por la noche fuera, y sé que debería ducharme antes de
dormir, pero me da miedo que el sonido despierte a mis padres. Así que tomo
unas toallitas para remover el maquillaje y las froto en mi cara. Mi cabello se
secará crespo, por la bebida que mi hermana me tiró, pero con suerte la lluvia
limpió la mayoría de éste. Reviso mi teléfono, pero está muerto, así que lo
enchufo y tomo mi computadora portátil del escritorio antes de trepar a mi
cama y meterme debajo de los cobertores.
En un momento, estoy calentita. En un suave colchón con almohadas
mullidas, rodeada de una habitación muy bien decorada que huele a ropa fresca
recién lavada. Estoy cómoda, y considero la diferencia entre esta casa y la mía.
Esta habitación se siente permanente, y no sólo porque no está permitido
cambiarla, como la mía. Una persona vivió aquí, vive aquí. Esto es un hogar.
Abro mi computadora y le doy clic en los diferentes sitios, revisando qué
me he perdido. Quiero enviar un mensaje de disculpa a Deacon, pero él no está
mucho en su e-mail. Y la situación es muy complicada para explicarla vía texto.
Tendré que llamarlo en la mañana.
Un mensaje aparece en la parte inferior de mi pantalla, seguido de un
suave ding. Le doy clic, enviando el mensaje al centro de mi pantalla. Dejo salir
el aire que estaba conteniendo cuando veo que es Isaac.
LAMENTO LA FORMA EN LA QUE TE TRATÉ, escribe. Sus palabras reparan
el pequeño agujero en mi alma de esta noche, y sonrío con alivio.
GRACIAS, respondo. ESO SIGNIFICA MUCHO. Debería haber dicho más,
pero tengo miedo de arruinar el momento. La pantalla me dice que él está
escribiendo y entonces otro mensaje aparece.
HE ESTADO REALMENTE SOLO, escribe. NADIE ENTIENDE. ELLOS
PIENSAN QUE YA DEBERÍA HABERLO SUPERADO, O QUIEREN HABLAR
INTERMINABLEMENTE SOBRE ELLO. NO QUIERO NINGUNA DE ESAS COSAS.
PERO ESTA NOCHE, ME HICISTE VER QUÉ TAN SOLO ESTOY.
TE LO PROMETO, MEJORARÁ. EL TIEMPO LO HARÁ MEJORAR.
TÚ LO HICISTE MEJORAR UN POCO.
Se me atasca la respiración, y echo una mirada alrededor de la habitación
125 preocupada de que alguien esté observando. No hay nadie, por supuesto< la
única señal de vida viene del brillo de mi pantalla. Pero me siento culpable, sin
embargo. Mis dedos están posicionados sobre las teclas, pero no tengo idea de
cómo responder. No quiero darle la idea equivocada. No soy su novia de
reemplazo. No obstante, tengo que responder.
ME ALEGRO, escribo. Es bueno que no sea cosa de todos los días o él
pensaría que soy completamente aburrida. Me alegro. ¿En serio? Exhalo,
figurándome que hemos terminado por esta noche. Pero envía otro mensaje, y
éste hace elevarse mi corazón.
¿QUIERES QUE SALGAMOS A ALMORZAR MAÑANA?, pregunta. PUEDO
RECOGERTE AL MEDIODÍA.
Descanso contra mis almohadas, pensando en cómo proceder. Esto es
terapia, me recuerdo. No hay nada de qué sentirse mal, me regaño. Estoy feliz de
que me haya preguntado, y quiero ir. Para ser completamente honesta, solo
quiero estar a su alrededor. Me gustó cómo se sintió esta noche. Incluso me
gustó ser honesta.
ESTÁ BIEN, respondo, el calor sube inmediatamente a mis mejillas. TE
VEO ENTONCES. Apago la pantalla y cierro mi computadora, mi cuerpo
palpitando con electricidad. Dejo la computadora en la mesa de noche y me
deslizo bajo los cobertores en la oscuridad. Me acurruco de lado, mis manos
plegadas bajo mi mejilla. Normalmente no me dejo fantasear en una asignación;
mantengo mi imaginación controlada. Pero esta noche dejo a mi mente vagar.
Imagino un tiempo diferente, una persona diferente. Isaac está allí. Él
murmura cuánto me ama, inclinándose para besarme suavemente. Mis dedos
recorren su piel, y extiendo mi pierna sobre su muslo para presionarlo más
cerca.
Sufro por él. Sufro porque me ame como la amaba a ella.
No tengo más pensamientos de finalizadores y asignaciones. Me quedo
dormida soñando que soy Catalina Barnes, perdidamente enamorada de Isaac
Perez.

b
―¿Catalina? ―llama una voz en algún lugar lejano. Mis párpados pesan,
y me toma un momento mantenerlos abiertos. La voz de mi madre me llama
desde el pasillo.
―Estoy despierta ―balbuceo, esperando que sea lo suficientemente fuerte
126 para que me oiga.
―El desayuno, cariño ―dice alegremente, seguida por el sonido de sus
pasos resonando en el pasillo.
Confundida, dirijo la vista hacia mi reloj, sorprendida de ver que eran
pasadas las nueve. Giro sobre mí misma, aún tentada por las cómodas sábanas.
Me quedo allí un minuto, y entonces recuerdo lo que estaba pensando antes de
dormirme. Efectivamente, a la luz del día estoy avergonzada. Tiene que haber
alguna regla sobre codiciar al novio de mi asignación. Demonios, codiciar su
vida. Me siento y alejo las sábanas.
Un escalofrío mañanero recorre mis brazos, y los froto con mis manos.
Ahora no es el momento para psicoanalizarme, así que me visto. Tomo una
sudadera del armario y la paso por mi cabeza. No me había quitado las lentillas
la noche anterior, y mis ojos pican, pero no tengo tiempo de limpiarlos ahora.
En su lugar, tomo un tubo pequeño de gotas para los ojos y echo el líquido en
cada uno.
―Oh, Dios ―digo, pestañeando por las lágrimas artificiales cuando una
nueva preocupación llega. Estuve de acuerdo en ir a almorzar hoy con Isaac. No
consideré las implicaciones, pensar qué les diría a mis padres. Tal vez aún había
tiempo para cancelar. Me giro y me apoyo contra mi escritorio. Mi mente gira
muy rápido, no puedo dar sentido a nada. Pongo mi mano sobre mi frente y
tallo mis ojos cerrados.
Esto es progreso, pienso. Él quiere hablar. Quiere que nos reunamos. Ese es tu
trabajo.
Por otra parte: Él está proyectando. Te está usando como un suplente de su
novia. No podrá mejorar si no la deja ir.
Y finalmente: Esto es totalmente aceptable si no estás interesada en él.
Mi madre me llama de nuevo, y me enderezo, preparándome para
enfrentar el día. Voy a ir con Isaac hoy, pero seré completamente profesional.
Lo dejaré llevar la terapia, pero lo guiaré de cerca. Puedo hacer eso.
Voy a dejar la habitación pero hago una pausa para agarrar mi teléfono.
No tengo mensajes ni llamadas perdidas. Aprieto el nombre de Aaron y escribo
QUÉ.DEMONIOS y presiono enviar. Seguiré enviándole mensajes, y si no
responde pronto, llamaré a Marie. Esto es peligroso. Tal vez si Aaron hubiese
estado allí anoche, las cosas no se habrían salido de control.
Deslizo el teléfono en mi bolsillo. Deacon estará esperando que lo llamara
hoy, y realmente, le debo una disculpa por dejarlo atrás en Warehouse. Espero
que no me pregunte qué hice después. No puedo mentirle. Incluso si quisiera, él
vería a través de ello. Y eso, definitivamente, es algo que no quiero que vea.
127
Abro la puerta de mi habitación, y el olor a tocino me golpea
inmediatamente, y entonces me dirijo a la cocina donde mi madre me espera
con el desayuno.

b
―Bueno, buenos días ―dice mi madre cuando entro a la soleada cocina.
Mi padre está sentado en la mesa, y levanta la mirada de su café. Aunque
no sonríe, puedo ver su alivio por mi presencia continua. Asiento hacia él, y me
siento justo cuando mi madre coloca frente a mí un vaso con jugo.
―Estoy haciendo el desayuno ―agrega, y regresa a la estufa, donde
continúa batiendo una tanda humeante de huevos líquidos. Hay una pila de
tocino en el centro de la mesa, y la alcanzo para agarrar un pedazo. Ahora que
me estoy moviendo, tengo un ligero dolor de cabeza, un palpitar sordo detrás
de mis ojos. Con suerte un poco de comida aliviará eso.
―¿Estás bien? ―pregunta mi padre. Me vuelvo hacia él a tiempo para
verle intercambiar una mirada preocupada con mi madre.
―Sí ―digo―. Sólo un dolor de cabeza.
Mi madre va hacia su bolso y saca una botella blanca.
―Aquí ―dice, tratando de sonar calmada, pero su voz está apurada―.
Toma dos de éstas. ―Extiendo mi mano y saca dos pastillas en mi mano. Le
agradezco y las meto en mi boca, tragándolas con jugo.
Cuando los huevos están listos, mi madre viene con el sartén caliente y
una espátula, sirviéndolos en el plato de mi padre y el mío. Solo se sirve una
pequeña porción en el suyo. Falta de apetito, noto, guardándolo para después.
Mi madre se nos une, pero apenas toca su comida. Yo me estoy muriendo
de hambre y me como rápidamente los huevos y tres pedazos de tocino. Mi
madre me mira con afecto, y hace que comer sea un poco incómodo, por lo que
lo hago más lento.
―Tu hermana llamó hoy ―dice. El pánico se asienta. ¿Angie le dijo que
me vio anoche? ¿Sabe mi madre que me escapé?
―¿Cómo está? ―pregunto, no dando indicaciones de mi ansiedad.
Mi madre coloca su codo sobre la mesa y se inclina hacia adelante.
―Est{< bien, de hecho. ―Sonríe―. Estaba llamando para ver cómo
estábamos tu papá y yo. ―Se vuelve hacia su esposo, y él asiente hacia ella,
128 pareciendo animado por su humor mejorado. Mi madre envuelve las manos
alrededor de su taza de café―. Ha estado preocupada por nosotros. Pensó que
tal vez podía venir a casa para la fiesta.
―Oh ―digo sorprendida, pero emocionada. Aunque mi hermana no
pueda soportarme, algo que dije anoche tuvo que haber resonado. Eso me dará
una oportunidad de incluir a Angie en la reunión final. Honestamente no
hubiera podido esperar por mejores noticias esta mañana―. Bueno, eso es
genial ―le digo a ambos.
Regreso a mi comida, y mi madre termina haciendo otra tanda de huevos
y sirviéndolos en mi plato. Les digo de mi cita en el almuerzo con Isaac, y mi
madre parece emocionada con la idea. Empieza a hablar de su amiga,
obteniendo las opiniones de mi padre, aunque él no se ve muy dedicado.
Después de un tiempo, mi cabeza empieza a nadar. Mis oídos parecen
tapados con algodón, pero es cómodo. Me aísla del mundo. Miro
ensoñadoramente de mi padre a mi madre, escuchándolos hablar. Tomo un
pedazo de tocino de manera pausada, saboreándolo. Mi madre me sonríe.
Pero mi felicidad empieza a disminuir. Bajo la vista hacia mi plato,
sabiendo que algo no está bien. No me siento bien.
―Luego Maryanne me dijo que el carnicero del supermercado<
―¿Qué había en esas pastillas? ―interrumpo, mi voz sonando lejana. La
boca de mi madre se abre, luego se cierra mientras considera sus palabras. Su
duda enciende una alarma.
―Son del Dr. McKee ―dice mi padre cuando mi madre no provee una
respuesta rápida. Aún bajo el agua, me doy vuelta, segura de que no escuché
eso bien.
―¿Qué?
―El Dr. McKee dijo que en asignaciones de< largo plazo ―tartamudea
con la palabra―, tu tipo de gente tiende a estresarse. Da dolores de cabeza. Nos
aconsejó que te diéramos una dosis para ayudar. Yo< ―Mira a su esposa,
preocupado, y luego de vuelta a mí―. Pensé que sabías.
Froto mis ojos, tratando de aclarar mi visión. Combatir el sueño
inminente.
―Sí ―digo, estando de acuerdo―. Sólo se me olvidó. Gracias< por
recordarme. ―Mi cuerpo se ha deslizado hacia el pánico mientras mi mente
trata de mantenerse sumergida. Me pongo de pie de la mesa y les sonrío a mis
padres, aunque no estoy segura de que mis músculos estén trabajando
correctamente―. ¿Está bien si regreso a la cama un rato? ―pregunto―. Me
encantaría dormir para aliviar este dolor de cabeza y estar fresca para el día.
129
Mi madre asiente, parece pensar que es una buena idea.
―Claro, cariño ―dice―. Tienes un poco de tiempo antes de que Isaac
venga. ¿Puedo darte algo más? ―Se ve preocupada.
―No ―le digo―. Estoy bien. Los veo en un rato. ―Esta felicidad forzada
me está dejando un terrible sabor en la boca, pero doy un paso extra para
colocar mi plato en el fregadero y dirigirme de vuelta a mi habitación. Mis
manos están temblando.
En el minuto en el que cierro mi puerta, revuelvo mi bolsillo para sacar mi
teléfono de mi bolsillo. Me estoy desorientando y estoy enfadada.
―Quinlan ―dice mi padre inmediatamente cuando contesta―. ¿Estás
bien? Sabes que llamarme está en contra del protocolo.
―¿Le aconsejaste al Sr. y a la Sra. Barnes que me drogaran? ―exijo.
Suspira, y puedo imaginarlo en su silla de cuero, molesto de que esté haciendo
preguntas porque piensa que él sabe qué es lo mejor para mí.
―¿Estás bajo su influencia ahora? ―pregunta paternalmente.
―¿Me estás jodiendo?
―Quinlan ―advierte.
―No digas nada ―señalo, sacudiendo mi cabeza―. Pensaban que sabía
que el doctor me había prescrito algo para ayudar con mi ansiedad. Adivina qué,
papá. Seguro se te olvidó mencionarlo.
―Entiendo que estés enojada ―dice con su voz de terapeuta―. Y
podemos hablar acerca de ello. Pero primero déjame explicarte que ésta es una
medida de seguridad debido a la duración de la asignación. Veo ahora que tuve
que haberte dado las pastillas directamente, pero anticipé que no te las
tomarías, aunque estuvieras en problemas. Por favor, Quinn. Sabes que te estoy
cuidando.
Gruño, recorriendo mi cabello con la mano. El mundo tiene bordes suaves,
deshilachándose y volviéndose borrosos.
―Tuviste que haberme dicho ―digo, y me siento en mi cama. La cobija
está tibia y tentadora―. Esta asignación es un desastre, papá. ―Me acuesto
contra la almohada, el teléfono descansando en mi mejilla. Normalmente no le
diría a mi padre que estoy teniendo problemas, pero las pastillas me han hecho
un poco más maleable.
―Lo sé ―dice compasivamente.
Me río.
―¿Cómo podrías saberlo? No estás aquí. Nadie está aquí excepto yo.
130
―Dejo que mis ojos se cierren, y encuentro que es difícil volver a abrirlos―.
Todo lo que haces siempre es mandarme lejos, papá ―murmuro―. A veces ya
no estoy segura de que me quieras.
―¿Qué? ―espeta―. Claro que lo hago. Nunca te cuestiones eso. Lo hago
y haría cualquier cosa por ti.
Sonrío, consolada por la validación que nunca pediría en circunstancias
normales.
―Es sólo que no siempre sabes lo que es mejor para ti ―continúa en voz
más baja―. Quiero protegerte. Hacerte la mejor finalizadora posible.
Mi estómago se revuelve mientras sus palabras de aliento regresan al
trabajo de nuevo. Siempre recordándome de cualquier responsabilidad. Me doy
vuelta hacia mi costado, el teléfono presionado contra mi oreja.
―Sabes, papá ―digo, mi voz apagándose―. A veces eres un completo
idiota.
Se ríe, probablemente dándose cuenta que estoy drogada, y también
dándose cuenta que tengo un poco de razón.
―Estoy orgulloso de ti, Quinlan ―dice suavemente. Y la línea se corta.
Capítulo 7
Traducido por Pilar, Leogranda y HeythereDelilah1007
Corregido por flochi

S
iento una vibración cerca de mi rostro. Trato de alejarla, pero la
realidad choca contra mí y me siento, observando mi cuarto. Me
siento un poco mareada, pero las drogas han desaparecido lo
suficiente como para que me concentre. Creo que le dije a mi padre que era un
idiota.
Bajo la mirada y veo mi celular sonando, y cuando lo giro, encuentro el
número de Aaron en el identificador de llamadas. Ya era tiempo.
―Te asesinaré ―digo en el momento que atiendo. Aaron se ríe como
respuesta, y ya estoy sonriendo y odiándolo al mismo tiempo.
―Demonios, chica ―dice, sonando divertido―. Sabías que te llamaría.
―¿Cómo has podido irte sin decírmelo? ―pregunto, y luego miro a mi
alrededor cuando me doy cuenta lo alto que estoy hablando―. En serio, Aaron.
―Bajo mi voz―. ¿Y si Marie lo descubre?
131 ―¿Quién crees que me envió? ―pregunta.
―¿Qué?
―Sí. Estoy con una asignación. Algo loco< justo como lo que te sucedió a
ti. Tu padre me llamó, dijo que era una emergencia de Arthur Pritchard. Mira,
también estoy en Lago Oswego.
―Hablando de mi padre ―digo, bajándome de la cama―. Acabo de
descubrir que mi padre me drogó.
―Vaya, ¿qué? ―pregunta Aaron, incrédulo.
―Sí. Le dio a la familia unas pastillas y les dijo que me las dieran si
actuaba estresada. ¿No es loquísimo?
―Uh, sí ―dice―. ¿Te dieron una?
―Me dieron dos. Realmente jodido.
―¿Estás estresada?
―Por supuesto que estoy estresada. Toda esta asignación es un desastre.
Tuve unos pequeños avances, pero nada como normalmente tengo. Todos
actúan raro. Por eso te necesito. ―Me detengo, dándome cuenta de que he
estado hablando a los gritos, ignorando el hecho de que Aaron esta tan jodido
como yo―. Mierda ―digo disculpándome―. ¿También te enviaron a ti? Es
decir, ¿qué sucede en el departamento de duelos? ¿Dos finalizadores con
asignaciones consecutivas? Nunca he oído eso.
―Yo tampoco ―dice él―. Y chica, deberías haber visto a Myra. Ha estado
histérica, diciendo que me perderé a mí mismo. Que me iré de la ciudad sin ella.
―¿No pudiste decirle que no a mi padre? ―le pregunto. Aaron tiene la
ventaja de no estar relacionado con su jefe.
―No era realmente una opción.
Me giro y descanso mi espalda contra la pared, mi mente gira con
distintos escenarios.
―¿Cuál es tu situación? ―pregunto.
―Es una asignación más corta ―dice―. Pero me hizo pensar que debe
estar sucediendo algo más. ¿Un cambio en el sistema? ¿Un cambio en el
ambiente? No lo sé, pero hice que Deacon lo investigara.
―Sí, dijo que estaba investigando algo para ti. También está investigando
para mí. ―Sonrío―. Realmente debería estar en la nómina de sueldos ―añado.
―¿Verdad? ―Aaron ríe―. Bueno, no te preocupes. Te cubro. Esa Virginia,
¿cierto?
Mi estómago cae, y me alejo de la pared.
132
―¿Descubriste algo?
―Diablos, sí. Había algunos mensajes borrados, pero estaban codificados.
Por suerte, soy genial en esta mierda de súper espía, así que planeo tenerlo para
el final del día.
―Eres asombroso.
―Lo sé. ―Ríe―. Y no te preocupes, estoy en esto. La encontraré.
―Sólo me alegro de que sea real ―digo, sintiéndome aliviada―. Por lo
menos mi madre no estaba mintiendo sobre eso.
―¿Qué quieres decir? ―pregunta―. ¿Qué más está pasando allí?
―Es sólo< extrañas inconsistencias. Es como que todo el mundo guarda
secretos. Especialmente la chica que yo solía ser.
―Revisa tu diario.
―Lo hice, pero es Pollyanna total. Amaba a mi familia. Amaba mi vida.
No puedo encontrar una cosa mal de mí, y sin embargo parece que todo el
mundo estaba caminando sobre cáscaras de huevo o manejándome con guantes
de seda. No puedo explicarlo.
―Piensa en ello ―dice Aaron―. Si estuvieras en alguna mala situación,
no lo habrías mostrado para los consejeros, ¿verdad? Probablemente lo
esconderías.
―Tienes un punto ―digo―. Y ahora que lo pienso, había algunas páginas
perdidas, pero no las busqué. He estado< distraída.
Él ríe.
―¿No buscaste en la habitación todavía? Pensé que eras más inteligente.
―Hice un barrido b{sico, pero no< no puse patas arriba el lugar. No
pensé que tendría que hacerlo. ―Me pregunto brevemente si mis padres
todavía están en la cocina, comprándome tiempo para inspeccionar esta
habitación correctamente―. Aaron ―le digo―. Mencionaste que tu asignación
era como la mía. ¿Qué quieres decir con eso?
―Situación de emergencia ―dice, como si estuviera pensando―.
Certificado de defunción en el archivo. A largo plazo<
―Espera. ¿Leíste el certificado de defunción? ―pregunto.
―Claro. Pero fue “indeterminado”.
―Así era el mío. ¿Qué demonios crees que significa eso?
―Para ser honesto, normalmente diría que fue una coincidencia, pero tu
133 papá estaba actuando bastante sombrío. Incluso me preguntó si pensaba que
Deacon consideraría regresar al departamento.
―Bien, mierda ―le digo―. Entonces, algo está definitivamente mal. ―El
fregadero en la cocina se enciende, y me doy cuenta que me quedo sin tiempo
privado―. Mira, Aaron, me tengo que ir. Avísame cuando aparezca algo sobre
Virginia. De lo contrario, voy a reportarme contigo mañana.
―Cuídate ―dice, y colgamos.
Pongo mi teléfono sobre el escritorio y exhalo, mirando alrededor de la
habitación. Aaron tiene razón, y si estuviera guardando secretos, no los dejaría
en un diario donde alguien pudiera leerlos. Había páginas faltantes. La
pregunta es: ¿las guardé?
Me paseo a lo largo de la habitación, mirando desde todos los ángulos.
Tratando de verla con una luz diferente. Nada sobresale, abro los cajones de la
cómoda y corro mis manos a lo largo de la base. Nada. Miro debajo en caso de
que tenga algún escondite, pero nada está pegado allí.
Mi armario es pequeño, así que no me hace falta mucho tiempo para
comprobar a fondo. Todavía nada. La mesita de noche, el escritorio< incluso
reviso detrás de las fotos enmarcadas en la pared.
Esto es frustrante, pero Aaron totalmente lo demandó. Debí haber hecho
esto el primer día. Echo un vistazo a la hora y veo que es casi mediodía. Isaac
estará aquí en cualquier segundo.
―Maldita sea ―digo, pasando la mano por mi cabello. Mis dedos se
atascan en los enredos y gimo. Voy a tener que poner mi misión a un lado y
tomar una ducha rápida. Quiero sentirme humana de nuevo, o por lo menos
tener el cabello limpio cuando vea a Isaac. Antes de perder más tiempo, agarro
un conjunto nuevo de ropa y me dirijo al cuarto de baño.
Quince minutos más tarde me estoy pasando un peine por mi cabello
corto, agradecida por la rapidez con que se seca ahora. Camino de vuelta a mi
habitación y contemplo la escena. ¿Dónde habré escondido las páginas del
diario? Deambulo alrededor hasta que hago una pausa en el borde de mi cama.
Me agacho para comprobar debajo, pero sólo hay unas pocas motas de polvo y
un escalón aeróbico de pl{stico. Me enderezo, derrotada. Hmm< Inclino mi
cabeza, examinando el marco de la cama.
―De ninguna manera ―digo, dirigiéndome hacia el otro lado. Me pongo
de rodillas y deslizo mi mano entre el somier y el colchón. Algo me rasguña, y
me estremezco, tirando de mi mano. Hay una pequeña raspadura cerca de mi
nudillo.
134 Hay algo oculto en mi colchón. ¿Me estás tomando el pelo? ¿El lugar más
cliché para esconder en el mundo, y ahí es donde puse cosas que no quería que nadie
encontrara? No puedo decidir si es genialidad o pura estupidez. Sacudo el ardor
en mi mano y empujo hacia arriba el colchón, lo equilibrio en mi hombro
mientras me asomo por debajo. Hay un pequeño cuadrado de papeles
doblados. Los encontré.
Agarro las páginas del diario y suelto el colchón sobre la cama. Suelto un
suspiro agotado y me siento. Aliso los papeles y encuentro que hay alrededor
de una docena o algo así. Pero los últimos son sólo espirales negros oscuros
rayados en una página. Son las mismas páginas que encontré en la guantera de
Isaac. Deben haber sido mías. Los reviso por más de un largo minuto más, y me
llenan de una sensación de temor. Entonces encuentro la primera página,
notando que la fecha es a principios de este año. Analizo las primeras líneas.
Isaac está en un campamento de béisbol y lo extraño. Odio que no lo dejen llamar.
Le dije que escribiría, pero decidí que lo que realmente quería era leer nuestra historia.
Me pareció que lo mejor era empezar por el principio. Quién sabe… tal vez incluso le
muestre cuando regrese.
Suena el timbre de la puerta y miro hacia el reloj, mi corazón palpita
rápidamente. Escucho la voz de mi padre, naturalmente lo suficientemente
fuerte como para atravesar todas las paredes de la casa. Isaac debe estar aquí.
Me levanto, momentáneamente fuera de lugar dentro de la habitación. Debería
ponerme algo de brillo labial. Algo de perfume, tal vez. Estoy< nerviosa. Estoy
nerviosa de que no vaya a gustarle hoy. No como anoche.
Mi madre me llama, y escucho sus pasos moviéndose en mi dirección. Las
páginas todavía están en mi mano, y rápidamente las pongo bajo mi colchón.
Apenas logro meterlas cuando mi madre abre la puerta. Me levanto y finjo estar
ajustando mis cobijas.
―Hola mamá ―digo casualmente. Ella me sonríe.
―Isaac está aquí para recogerte ―dice. La esperanza en su cara es un poco
devastadora. En algún lugar, ella debe saber que todo es una actuación, que yo
en realidad no soy su hija. Pero ha enterrado esa parte de sí misma. Todo lo que
sabe es que su hija tiene una cita, un acontecimiento perfectamente normal para
un domingo por la tarde. Y es en los momentos normales en los que estamos
vivos. Justo ahora, esto me hace estar viva para ella. Renueva mi propósito aquí,
devolviéndome a la realidad.
―Mamá ―empiezo con una voz firme―. Cuando regrese estaba
esperando poder hablar contigo y con papá. Me gustaría repasar algunos de
nuestros recuerdos juntos. ¿Eso estaría bien?
Su boca se mueve en una mueca, pero asiente.
135
―Por supuesto cariño. Podemos hablarlo en la cena.
Le agradezco, y ella se da la vuelta y sale de la habitación, un poco más
tensa, un poco más triste. No quería el recordatorio de que esto era terapia, pero
eso era necesario. Y esta noche, pasaremos a través de algunos de los buenos
recuerdos, llegando suavemente a aquellos que los están molestando. Necesitan
trabajar con su dolor. Soy una curita, no una solución permanente.
Dejada sola por el momento, miro anhelantemente hacia mi cama,
deseando poder leer más de las páginas del diario. Pero mi trabajo no es el de
espiar a mi antigua vida. Tengo un cliente con el que trabajar, y él está
esperándome en la otra habitación.
Antes de salir, me detengo ante mi tocador y me pongo un poco de
perfume en la muñeca, y un poco de brillo labial de cereza en los labios. Aliso
mi cabello y me doy cuenta de que mis pecas son visibles. Rápidamente pongo
un poco de base sobre mi nariz y mis mejillas, escondiéndolas. Escondiéndome.
Sonrío ante el resultado, pensando que me veo muy bonita hoy, y
esperando que Isaac lo note. Con eso me doy la vuelta y dejo la habitación,
cerrando la puerta detrás de mí.
b
Cuando entro a la sala me encuentro con que mi papá e Isaac están
sentados en el sofá, hablando en voz baja. Sus expresiones son solemnes, como
si verse mutuamente les recordara la horrible verdad. Isaac no está usando su
gorra de béisbol, y me tomo un momento para mirarlo por sobre la luz del sol
que se filtra por las ventanas. La línea de su mentón, su ligeramente salida
mandíbula inferior. La manera en la que lame su labio inferior antes de hablar.
Hay una ráfaga de atracción, y rápidamente me retiro de ella y finjo que acabo
de entrar a la habitación, haciendo gestos amplios para que ellos me noten.
Isaac mira hacia a mí, y sus ojos se expanden. Está sobrecogido por mi
presencia, y se remueve visiblemente sobre su asiento. Mi padre pone su mano
sobre el hombro de Isaac, y se levanta.
―Diviértanse ―me dice, sonando paternal. Le sonrío y le digo que lo
haré, y lo miro dejar la habitación.
Cuando miro de vuelta a Isaac, está de pie. Frota su pecho sobre su
corazón, como si le ardiera. Él no ha pensado bien en esto, me doy cuenta. Se ha
olvidado de lo mucho que le duele verme.
136 ―Hola ―le digo cuando el silencio se extiende demasiado. Quiero decirle
que no tenemos que hacer esto, que podemos intentar algo distinto. Pero no
quiero renunciar a esto. Quiero que interactúe conmigo. Que me enfrente.
Isaac mira abajo fijamente a sus pies, ordenando sus pensamientos.
―Tú ―empieza en una voz rasposa―, te ves bien. ―Levanta su cabeza, y
ambos nos quedamos atrapados mirándonos fijamente. Un imán entre nosotros.
―Gracias ―le digo y sonrío, intentando aligerar el ambiente―. Tú
también.
Se ríe y cepilla su cabello. Pienso que el truco con Isaac es no dejarlo nunca
ponerse demasiado autocrítico. Cuando baja su guardia, también me deja entrar
a mí. Así que hoy voy a mantener el ambiente ligero y divertido. Plantaré
semillas en su conciencia que él podrá analizar luego. Por ahora, sólo quiero
que sea feliz.
―¿Estás listo? ―le pregunto.
Sus ojos oscuros viajan por mi rostro, y le falta un poco la respiración
cuando dice:
―Sí.
Capítulo 8
Traducido por Selene1987
Corregido por flochi

I
saac pregunta dónde quiero comer y recuerdo fotografías de nosotros
en un lugar llamado Pizza Buono. Sonríe cuando lo menciono, y
enciende la radio mientras conducimos hacia allí. Puedo saber por sus
movimientos que está nervioso, pero es una sensación de emoción, no de terror.
El sol sigue asomándose entre las nubes, y sugiero que nos sentemos fuera
para aprovechar el clima mientras dure. Elegimos una mesa a la que le dan los
rayos del sol, toda la escena parece prometedora. Nos sentamos y una camarera
se acerca para apuntarnos las bebidas. Puedo sentir a Isaac observándome
mientras pido una Coca-Cola, pero cuando me giro, está mirando su menú.
Coloco mis codos sobre la mesa, acercándome a él.
―Gracias por hacerme salir hoy ―le digo―. Me alegra que lo sugirieras.
―Yo también.
La camarera regresa con nuestras bebidas, y pedimos más tiempo para
137 mirar el menú. Ahora que estoy aquí, no tengo mucha hambre. La chica se
marcha, y justo entonces el sol se esconde tras las nubes. Isaac mira hacia el
cielo, frunciendo el ceño.
―Espero que no llueva ―dice―. He mirado el pronóstico y decía soleado,
al menos hasta más tarde.
―¿Comprobaste la predicción? ―pregunto.
Se humedece el labio inferior.
―Bueno, sí ―responde―. Sería un desastre quedar atrapado bajo la lluvia
en algún lugar, sobre todo después de anoche. Quería que fuera perfecto.
Mi cuerpo se calienta ante su consideración.
―Qué dulce ―digo calmadamente. Casi le pregunto si siempre es así de
dulce conmigo, pero me detengo antes de hacerlo. Me alejo del coqueteo hacia
temas más seguros―. Recuérdamelo ―digo―. ¿Cuáles son tus planes tras la
graduación?
Isaac da un sorbo a su refresco, y entonces se echa hacia adelante. Ahora
me doy cuenta de lo cerca que estamos sentados el uno del otro.
―Una beca a UCLA ―dice, intentando parecer humilde pero puedo ver lo
orgulloso que está―. Ahora mismo me estoy debatiendo entre una carrera en
negocios o fotografía.
―¿Fotografía? ―digo, honestamente sorprendida―. Y vaya, son dos
planes de vida muy diferentes.
Se ríe.
―Sí, bueno, una es idea de mi madre, y otra< ―Hace una pausa un
momento―. Y la otra es idea tuya, en realidad.
―Oh ―digo, mirando hacia abajo. Coloco mi dedo en mi vaso frío,
rastreando una línea en la condensación―. Esas fotografías de mi pared son
tuyas, ¿verdad? ―pregunto dulcemente. Me encuentro con la mirada de Isaac,
y él asiente.
―Te gustaba buscar cosas para que yo las fotografiara ―dice―. Eran
lugares y objetos que elegiste. Las hice para ti.
Me quiere muchísimo. Cada parte de él busca por mí, quiere abrazarme.
Es abrumador.
El sol sale de nuevo, y cierro los ojos y levanto mi cara hacia él, dejando
que caliente mis mejillas. Tomó fotografías para mí, pienso. Debería haber sabido
que lo hacía. Debería haber encontrado las páginas del diario antes. Cuando
regrese a casa, lo leeré todo. Quiero saber más sobre él. Es importante. Para su
recuperación.
138
b
Cuando regresa la camarera, Isaac pide “mi favorito”. Por suerte, cuando
llega la pizza de retales, está cubierta de queso y verduras, y es algo que en
realidad me gusta. Aparece una brisa, haciendo cosquillas a mis mejillas con los
pequeños mechones de cabello.
―Sé que solamente te he pedido ir a almorzar ―dice Isaac entre bocados
de comida―, ¿pero quieres ir a algún sitio después de esto? Al río, ¿o incluso al
cine? ―Hace una pausa, arrugando la nariz―. Sé que odias las películas, pero
te gustan las palomitas. ―Sonríe, adorable dentro de su nerviosismo.
Estoy a punto de decirle que me encantaría, cuando alguien entra en mi
visión periférica y camina a nuestro lado para sentarse en la mesa justo detrás
de Isaac. Cuando el chico levanta la cabeza, carraspeo audiblemente. Aaron
guiña detrás de un par de gafas oscuras, con la cara suave y sin barba. ¿Cómo me
ha encontrado?
Isaac se gira para mirar a Aaron, pero con normalidad mi amigo está
examinando su menú como si no tuviera ni idea de que existimos. Isaac me
mira, y yo sonrío amablemente.
Recojo mi bebida, pero mi mano se desliza y el vaso cae y golpea la mesa.
Una ola de refresco y pequeños trozos de hielo se expanden por la tela blanca.
Tanto Isaac y yo nos levantamos dando un salto, intentando esquivar el río de
líquido, pero ya ha goteado sobre mi regazo.
―Lo siento muchísimo ―digo, quitándome el líquido de mis vaqueros.
Isaac toma una servilleta y rodea la mesa. Utiliza la tela como una presa en
el borde de la mesa.
―Ten. ―Toma mi servilleta y me la entrega―. Iré por la camarera.
Toca mi brazo como si estuviera asegurándome que no es problema, pero
los dos nos congelamos ante su toque. No se aleja inmediatamente, y mi
estómago se agita mientras sus dedos bajan por mi brazo, tocando mi mano
antes de soltarse. Se disculpa en voz baja, ya sea por tocarme o por soltarse, no
estoy segura. Sin otra mirada, entra para avisar a la camarera.
En el momento en el que la puerta se cierra tras él, me giro abruptamente
hacia Aaron.
―¿Qué demonios? ―digo.
Aaron se ríe.
―Tengo que admitirlo, eres jodidamente buena, Quinlan. Casi me he
139 creído que ha sido un accidente.
―Já, já ―digo, acercándome para detenerme al lado de su mesa―. ¿Cómo
me has encontrado aquí?
―Rastreándote con el teléfono ―dice, como si fuera completamente
normal. Mi mano inmediatamente va hasta mi bolsillo, pero Aaron espanta mi
preocupación―. No te pongas paranoica ―dice―. Todos lo tenemos. Es algo
normal. Lo que quiero saber ―dice, echándose hacia atrás y cruzando su tobillo
sobre la rodilla―, es qué estás haciendo en una cita.
―Estoy en una asignación ―le corrijo―. Y no puede verte aquí ―Miro
hacia la puerta―, así que más vale que valga la pena.
Aaron sonríe abiertamente.
―Oh, lo es. ¿Recuerdas a Virginia?
Mi cuerpo se tensa.
―¿Sí?
―He descubierto quién es, y no vas a creerlo.
Miro preocupada hacia la puerta, esperando a Isaac en cualquier
momento.
―Escúpelo ―le digo a Aaron, colocando mi mano en la cintura para
mostrarle mi impaciencia.
―Su nombre es Virginia Pritchard ―dice Aaron―. Y Arthur Pritchard es
su padre. El mismo Arthur Pritchard que creó el remedio. Ahora, ¿cómo mierda
explicas esa coincidencia?
Me balanceo en mis tacones.
―¿Su hija? ―repito―. Eso significa< que est{ involucrado en este caso de
alguna manera. ¿Por qué lo mantendría en secreto? ¿Por qué<? ―Escucho la
puerta del restaurante abriéndose detrás de mí, y Aaron mira hacia esa
dirección. Sin perder un segundo, agarro una servilleta de su mesa―. Gracias
―le digo, como si fuera un desconocido, y entonces me giro para encontrar a
Isaac caminando hacia mí con la camarera. Levanto la servilleta para demostrar
por qué estaba hablando con el chico de la mesa―. Hoy soy un desastre
andante ―le digo a Isaac―. Lo siento.
Isaac se ríe.
―No pasa nada.
Nos echamos a un lado mientras la camarera nos lleva a una nueva mesa,
más allá de la mirada inquisidora de Aaron, y otro camarero sale para limpiar
mi desastre. Me disculpo profusamente, pero la camarera me dice que no me
140
preocupe. No miro a Aaron, y compartimento lo que me ha contado sobre
Virginia. No puedo pensar ahora en eso. Lo guardo para más tarde.
Isaac saca mi silla, y me siento, observándole mientras se mueve para
ocupar el siguiente sitio a mi lado en lugar de ponerse enfrente.
―Creo que me gusta más esta mesa de todas maneras ―dice.
Su rodilla está cerca de la mía, su energía irradia a mi piel. Ambos
miramos nuestros platos, sin poder hacer nada intentando evitar la
incomodidad. Después de un minuto o dos, le siento mirarme.
―¿Está bien? ―Empieza con una voz queda―. ¿Está bien si finjo que eres
ella? ¿Me convierte en un ser humano terrible?
―No ―le digo, mirándole directamente―. En absoluto. Es parte del
proceso.
―Sólo es que< ―Sus ojos me recorren―. Sienta bien, ¿sabes? Llenar este
vacío. ―Respira por la nariz, y menea la cabeza como si estuviera enfadado por
pensar así. Aunque ha progresado mucho; no quiero que dude de sí mismo.
Me echo hacia adelante y coloco mi mano sobre la suya, el movimiento
hace que respire hondo.
―Isaac ―susurro, echándome hacia adelante para atraer su atención―.
Deja que te ayude.
Mira hacia nuestras manos, y está perdido en su cabeza, intentando
decidir si lo que estamos haciendo está mal. Inmoral. Lentamente gira su mano,
nuestras palmas están presionadas. Desliza sus dedos entre los míos, enviando
un escalofrío sobre mi espalda. Es íntimo. Demasiado íntimo, y tengo que
alejarme.
Le lanzo una mirada de preocupación a Aaron, pero está fingiendo no
haberlo visto. Sé que lo ha visto. La culpa me corroe, la idea de que no
solamente me estoy metiendo mucho, de que he engañado a Deacon de alguna
manera. No técnicamente, no estamos saliendo. Aunque esas líneas a veces
estén borrosas.
Isaac se disculpa por intentar cogerme la mano, pero rápidamente elimino
la disculpa.
―No ha sido eso ―miento―. Simplemente acabo de recordar que les dije
a mis padres que iría a casa justo después de almorzar. ―Isaac se enfada ante
“mis padres”. Eso combinado con mi rechazo le recuerda que no soy su novia
de verdad. Pero se toma un momento, intentando alejar sus pensamientos
irracionales.
141 ―Quizás en otro momento, entonces ―sugiere, y toma un sorbo de su
refresco, preparándose para marcharse. Odio verle tan alicaído. No quiero que
piense en la verdad. Quiere que yo interprete ese papel. Me lo ha pedido.
―Quizás mañana ―sugiero rápidamente.
Se gira hacia mí, su rodilla frota mi muslo.
―¿Y esta noche? ―pregunta―. Un amigo mío, un viejo amigo que no
sabe< ―Se detiene, sin querer mencionar mi muerte―. De cualquier manera,
va a dar una fiesta esta noche. Podría< podrías<
―¿Escabullirme? ―pregunto con una sonrisa coqueta.
―Solías llamar a tu ventana tu salida de emergencia ―dice―. Escondías
una escalera de plástico en los arbustos cuando salías para poder volver a
entrar.
Así es cómo lo hacía, pienso, recordando el escalón de aerobic que había
visto bajo mi cama. Isaac se mueve en su asiento, y de repente me doy cuenta de
lo cerca que estamos. Me quedo sin respiración.
―Iré ―digo, mi corazón empieza a acelerarse―. ¿A qué hora? ―Quiero
poner mi mano en su pierna, acercarme más, y frotar mi mejilla contra la suya.
Oler su colonia, sentir su toque. Nadie me ha tocado así desde Deacon. Y nadie
tampoco antes.
―Digamos que a medianoche ―ofrece Isaac, y puedo ver el deseo en su
expresión.
La atracción puede ser algo peligroso, pienso. Hace que la gente actúe de manera
que normalmente no haría. Nubla su juicio.
Antes de que este momento se alargue más, salto desde mi asiento,
aclarando mi garganta y buscando dinero en mi bolsillo.
―No pasa nada ―dice él, levantándose―. Yo me encargo, Catalina.
―Esta vez no se ha encogido con mi nombre. De hecho, no parece ni haberse
dado cuenta de que lo ha dicho. Deja un par de billetes en la mesa, pareciendo
contento con nuestro plan, y coloca su mano en mi espalda para llevarnos a su
camioneta.
Camino con él, muy consciente de que Aaron está observándonos, pero
eso desaparece cuando salimos a la calle. En lugar de eso miro a Isaac,
pensando de nuevo en nuestra atracción. Y lo bien que se siente.

142
Capítulo 9
Traducido por Shilo y AsheDarcy
Corregido por flochi

M
i madre está sorprendida de verme cuando Isaac me deja en
casa diez minutos después. Lo saluda con la mano desde donde
está en el patio frontal, haciendo jardinería. Cuando se aleja en
el auto, estoy un poco como en un subidón; todavía hormigueando por la
manera en que sus dedos se sintieron junto a los míos.
―Estás de vuelta temprano ―dice mi madre―. ¿Está todo bien?
―Isaac lo está haciendo genial ―le aseguro―. Realmente genial.
Sonríe ampliamente, viéndose aliviada.
―Estoy tan feliz de escuchar eso ―responde, atragantándose ligeramente.
Mira alrededor al jardín, y luego se vuelve a mí impacientemente―. Sólo estoy
limpiando los lechos de rosas. ¿Te gustaría ayudarme?
―Uh< ―Lo que necesito es entrar y leer las páginas del diario, tratar de
descubrir cómo Virginia calza en esta historia. Descubrir más acerca de Isaac
143 para que pueda completar esta terapia. Pero mi madre me mira fijamente con
sus amplios ojos marrones, necesitando que esté con ella. Sonrío―. Claro.
Abre el cubo plástico cerca de la casa y me entrega un par de guantes y
unas tijeras de podar. Nos dirigimos a un lado, donde hay al menos una docena
de rosales rojos. Son impresionantes.
Mi madre me entrega un tapete para arrodillarme, y tomo un lugar cerca
de donde está trabajando. Observo cómo poda, cortando las ramas que han
crecido demasiado. La imito, y en un punto ella me mira para decirme que mis
rosas están perfectas. Toda mi conducta se ilumina bajo el elogio. Continuamos
por la hilera.
Veinte minutos después, limpio mi frente con mi mano enguantada. Mi
espalda duele por estar inclinada alrededor de las rosas, y recuerdo ahora por
qué mi casa en Corvallis está descuidada e indómita. La jardinería es dura.
―Éstas de verdad son hermosas ―le digo. Las mira por sí misma como si
las estuviera viendo por primera vez, y asiente.
―Sabes, una vez planté amarillas ―dice―. Rosas amarillo-limón.
Murieron después de la primera helada del año y no crecieron de nuevo. Pensé
que el color sería alegre, pero tuvo el efecto opuesto.
―Raro. ―Hago una mueca de dolor, pinchándome el dedo con una
espina―. Ow. ―Me quito el guante y me sacudo la punzada de dolor―. Me
llegó a través de la tela.
―Esas pequeñas cabronas son horribles ―me dice, mirándome de reojo
para asegurarse de que no estaba sangrando hasta morir. Se arrodilla junto a mí
y alcanza su delantal de jardinería. Saca una curita, y observo mientras agarra
mi dedo y examina el pequeño pinchazo. Chasquea la lengua, y quita el
envoltorio de la curita. Amorosamente, envuelve mi dedo con el adhesivo, con
un cuidado especial en no lastimarme. Cuando termina, me mira y sonríe―.
Ahí ―murmura, y alcanza un mechón de mi cabello para colocarlo detrás de mi
oreja.
Mi cuerpo entero duele por la pérdida. Siento las lágrimas acumularse en
mis ojos: Esta sensación de estar siendo cuidada, es completamente envolvente.
Su calidez y confort. Por un momento estoy segura de que es todo lo que
siempre he querido.
Debe de leer mi expresión, porque presiona sus labios en una sonrisa y
luego va a limpiar mi rosal.
―Sabes ―dice suavemente, considerando sus palabras antes de
continuar―, si quisieras quedarte, vivir aquí mientras vas a la universidad,
144 ahorrar algo de dinero< puedes hacerlo. Puedes quedarte tanto tiempo como
quieras.
Mi estómago se hunde, pero no porque odie la idea. En realidad me
encanta el pensamiento de quedarme más tiempo. Me encanta la idea de ser
parte de esta familia. Mi entrenamiento me dice que debería redirigirla, dejarle
claro que esta es una situación temporal. De ninguna manera el departamento
dejaría que eso sucediera, sin importar lo mucho que quisiera quedarme. La
miro y sonrío, un momento pasando entre nosotras sin palabras. Sin un no.
Es suficiente para que ella regrese a atender el jardín, tarareando una
melodía que suena como una canción de cuna, una que estoy segura que
disfruté cuando era bebé. Excavamos en la tierra frente a una gran casa blanca,
dejando que el sol caliente nuestros rostros, felices con la idea de estar juntas
solo un poco más.

b
He olvidado la mayoría de mis preocupaciones cuando regresamos a la
casa, ligeramente adolorida, pero de esa manera gratificante por el trabajo duro.
Mi papá está en la cocina, añadiendo pedazos de pan a la tostadora. Tomates en
rodajas y lechuga están en la mesa junto al tocino que sobró de la mañana.
―Pensé que deberíamos comer unos emparedados ―dice, sonriendo bajo
su espeso bigote.
―Barrett ―regaña mi madre, aunque es de manera más juguetona que
regañona―. Arruinarás la cena.
―Tendremos hambre de nuevo en unas pocas horas ―dice. Cuando ella
suspira, él se acerca y besa su mejilla como una disculpa. Mi madre se ríe,
alejándolo. Siento mis mejillas encenderse; su coqueteo es un poco vergonzoso,
pero también completamente adorable al mismo tiempo. Puedo decir
honestamente que no creo que ninguno de mis otros padres se gustaran tanto.
Mi teléfono vibra en mi bolsillo, sobresaltándome. Mientras mis padres
trabajan juntos para hacernos emparedados, miro hacia abajo y veo que es un
mensaje de Deacon.
POR TODO LO QUE SABES, PUDE HABERME MUERTO CONGELADO EN EL
ESTACIONAMIENTO DE ESE BAR ANOCHE. ESTO ES PARA ASEGURARTE QUE
NO LO HICE.
Hago una mueca. Olvidé llamarlo hoy y disculparme. Antes de que pueda
enviar un patético LO SIENTO, otro mensaje llega.
145 AARON QUERÍA QUE TE DIJERA QUE NO SABRÍA MÁS DE LA SITUACIÓN
DE VIRGINIA POR UNOS DÍAS, ASÍ QUE SÉ PACIENTE. TAMBIÉN ME DIJO
QUE TE VIO HOY. ESPERO QUE HAYA SIDO UN BUEN ALMUERZO.
Miro a mis padres, y cuando veo que todavía están ocupados,
rápidamente escribo: ESTOY EN UNA ASIGNACIÓN. ESO ES TODO.
Espera un tiempo dolorosamente largo para responder. ERES QUINLAN
MCKEE, escribe simplemente. Hay una punzada en mi rostro, una bofetada fría
de realidad. Deslizo el teléfono de vuelta en mi bolsillo y empiezo a
mordisquearme el labio.
Sé quién soy, Deacon, pienso, perturbada por su mensaje. Todavía sé eso.
Mis padres están hablando, riendo, viéndome ocasionalmente para sonreír
un ¿No es esto divertido? Asiento alentadoramente, un poco agitada por el
mensaje de Deacon, pero feliz de saber que Aaron debería tener más
información para mí más tarde en la semana.
El teléfono de la casa suena, sobresaltándome. Tengo este pensamiento
irracional de que es Deacon, y cuando mi madre aprieta el botón y dice hola, mi
corazón está en mi garganta. Sonríe, y toca el brazo de mi padre para llamar su
atención.
―Hola, Angie ―dice, con lágrimas acumulándose en sus ojos. Mis dos
padres se ciernen sobre el teléfono, dándome la espalda mientras preguntan
cómo está, le dicen que están bien y que la extrañan. Estoy dejada fuera del
círculo familiar entonces, una extraña en su casa. Sin una palabra me alejo, de
vuelta a mi habitación, mi corazón sintiéndose pesado y un poco excluido.
Cuando llego a mi cuarto, me acuesto sobre mi estómago en medio de mi
cama. Pienso acerca de lo que dijo mi madre, acerca de cómo me podría quedar
aquí mientras voy a la universidad. Aunque sé que eso fue sólo su pena
hablando, imagino por un momento que podría ser verdad. Lo que sería tener
una familia como esta. Cenar juntos y reír e inclusive cuidar el jardín. Sentirse
segura.
En este momento, si alguien me preguntara qué quería< creo que sería
esto. Quiero ser parte de esta familia, esta vida. Cierro los ojos, sintiéndome
culpable por traicionar a mi verdadero padre. Lo amo; nunca lo abandonaría.
Adem{s, la gente como yo no est{ destinada a tener una vida normal. Pero< si
hubiera comenzado de esta manera, no habría terminado siendo finalizadora.
Me preocupo un poco más por la familia, feliz de que mi hermana pueda
venir. Pudo ser causado por mi presencia, o tal vez ella siempre habría venido;
de cualquier manera, es bueno para la recuperación. Me levanto y voy a mi
146 escritorio, abro mi ordenador portátil para escribir un e-mail. Consigo la
dirección de mi hermana y escribo un mensaje corto.
GRACIAS POR CONTACTAR A TUS PADRES. LOS HAS HECHO MUY FELIZ.
Lo dejo corto y dulce, no queriendo darle mucho con que discutir si el
mensaje lo encuentra cuando se siente particularmente asesina. Hago clic
alrededor de Internet por otro minuto cuando el ping de correo electrónico
suena. Mi corazón se detiene.
VETE AL INFIERNO.
Me quedo mirando las palabras hasta que mis ojos se ponen borrosos, y
luego cierro el portátil sin salir del programa. Estoy cansada, estoy cansada de
ser temida, odiada. En este momento, lo único que quiero es un poco de
consuelo, pero no puedo encontrarlo con los extraños en la cocina.
Con los hombros caídos, me dirijo de nuevo a la cama y me acuesto. Me
refugio en mis recuerdos, encontrando uno en el que pueda envolverme. Esta
vez vuelvo de nuevo a uno de Deacon y yo, sentados en el porche de atrás de su
casa poco después de que la comprara. Habíamos terminado, pero estábamos
en las escaleras, yo apoyándome contra él mientras veíamos caer la lluvia sobre
los árboles. Una brisa fría soplaba mi cabello en mi cara, y Deacon alargó la
mano para apartarlo, apoyando su sien en la cima de mi cabeza.
―Cristo, nunca deja de llover ―dijo. Habíamos planeado ir de excursión;
el pronóstico juró que el cielo estaría despejado. Por supuesto, todos sabemos
que nunca hay que confiar en el pronóstico meteorológico de Oregón. Ahora
nos quedamos atrapados en el porche con botas de montaña, una mochila llena
de botellas de agua y mezcla de frutos secos.
Suspiré.
―Me voy el miércoles ―dije en voz baja―. Asignación cerca de Grants
Pass. Ahogamiento, creo. De todos modos, son la madre y el padrastro, papá
dice que son un desastre.
Deacon se quedó callado por un momento largo, y luego se volvió para
envolver sus brazos a mi alrededor como una chaqueta. Nos quedamos,
absorbiéndonos entre sí.
―Un año más, Quinlan ―dijo―. Un año más en la vida de otra persona, y
luego ya está. ―Él me miró―. Y luego habrás acabado.
―Ese es el plan ―le dije―. Pero los dos sabemos lo persuasivo que mi
padre puede ser.
―Divertido ―dijo Deacon―. Le dije vete a la mierda con bastante
facilidad.
147 Golpeé su pierna y se rió, admitiendo que realmente no maldijo a mi
padre, simplemente lo imaginó con todo detalle. Caímos en un cómodo silencio,
sólo roto por el trueno por encima de nosotros que hizo que las ventanas
crujieran. Salté en los brazos de Deacon, y él me sostuvo más cerca, sus dedos se
arrastraron sobre mi piel de una manera que me llevó a una nueva
comprensión. Una súbita conciencia de su cuerpo contra el mío.
―Tenemos que ir dentro ―dijo Deacon con voz tranquila, la lluvia que
caía más fuerte nos rodeaba. Tarareé un acuerdo, pero no me moví. No quería
romper el hechizo. Deacon rozó sus labios sobre mi mejilla. Mi mandíbula―. Te
extraño ―murmuró mientras su boca tocaba mi cuello―. Es jodidamente
matador lo mucho que te extraño.
Yo estaba perdida entonces, perdida en mi deseo por él. Al final acabé
pasando la noche, y nos sentíamos románticos y tristes al mismo tiempo.
Nuestra pasión era imprudente e infundada por el pánico, pero se sentía bien.
Se sentía como amor. Como si todo estuviera bien otra vez.
Cuando me desperté a la mañana siguiente, Deacon se había ido. Sin texto.
Sin nota. Salí de su casa y no lo volví a ver hasta que mi asignación había
terminado. Fue como si nuestra noche juntos nunca hubiera sucedido. Él no lo
mencionó, no actuó de manera diferente. Pero yo quería que las cosas fueran
diferentes. Quería compromiso. Juré que no le daría otra oportunidad de
hacerme daño después de eso.
En todo nuestro tiempo juntos, Deacon nunca dijo la única cosa que
necesitaba escuchar. Nunca, nunca dijo que me amaba. Y sin embargo, si
estuviera aquí ahora, Deacon se envolvería a mi alrededor, diciéndome que
incluso si todo el mundo me odiaba, él todavía estaría de mi lado. Habría
amenazado con patear los culos de todos. Habría prometido hacer lo que sea
por mí. Pero supongo que sus promesas sólo llegan hasta cierto punto.
Me doy la vuelta en la cama y saco mi teléfono. Me desplazo para ver si
tengo cualquier otro mensaje, pero no hay nada. Decepción se entierra en mi
conciencia, y deseo haber hablado con Deacon antes. Disculparme por
abandonarlo en el bar. Me gustaría poder estar en su porche trasero ahora
mismo, dejar que susurrara en mi cabello sobre lo horrible que es la lluvia.
Me permito otro momento de refugio, y luego tomo la decisión de guardar
todos los pensamientos de mi vida para concentrarme en mi asignación. El
aburrimiento pronto le sigue, pero no es del todo inusual. Cuando estoy
trabajando, no puedo salir con amigos o hacer mis actividades normales, estoy
en cuarentena en una vida con tan poco de mí misma como sea posible. Estoy
harta de Internet, de noticias deprimentes. Estoy harta de sentirme mal por
148 todo.
Me acuerdo de las páginas del diario. Por supuesto.
Las páginas arrugadas están justo donde las dejé entre el colchón y el
somier, y soy todo nervios y anticipación cuando las pongo en mi regazo. Me
dirijo hacia la puerta, tratando de medir la posición de los miembros de mi
familia, y oigo a mi madre sin dejar de hablar por teléfono con mi hermana. Eso
debería mantenerla distraída por un tiempo. No me gustaría que me encuentre
leyéndolos, especialmente si ella no sabía que existían. Una mejor persona
hubiera entregado las páginas, o al menos alertado a Marie. Por suerte, yo soy
media en el departamento de buena persona.
Empiezo, pasando las páginas y encontrando que todas son sobre Isaac,
como una carta de amor, un recuento de nuestra relación. Estoy fascinada,
completamente invertida en aprender todo. He leído acerca de cómo nos
conocimos, nuestro primer beso, y luego me detengo y vuelvo al inicio para que
pueda absorber más.
Kyle primero dijo que quería que yo saliera con Isaac al final del día. Me reí,
porque, qué asco, era un completo atleta. Pero sobre todo porque él acababa de dejar a
Alexis Culverson. Esa era una alarma de imbécil grave. Alexis era impresionante.
Sofoco una risa, y vuelvo la página, comenzando a morderme la uña del
pulgar.
Kyle era una idiota total. Si no la quisiera, la habría matado y luego la mataría de
nuevo. Después de la escuela nos fuimos a Off Campus, como lo hacíamos todos los días.
Cuando estaba a medio bocado de mi hamburguesa con queso, Kyle llamó a Isaac y
Nando para venir a sentarse con nosotras. Le di una mirada de muerte, que ella ignoró
por completo, y se deslizó para que Nando se sentara a mi lado. Él y Kyle rieron de
alguna estúpida prueba, y fue dolorosamente obvio para mí e Isaac que se suponía que
debíamos hablar también.
Miró hacia arriba. Miré hacia abajo. Y por suerte todo el incómodo intercambio
sólo duró el tiempo suficiente para que Kyle obtuviera una invitación a la fiesta de
Nando el próximo fin de semana. Los chicos se levantaron y saludé sin entusiasmo,
pensando que era el final de la misma. Pero entonces, justo al lado de mi asiento, Isaac
me miró de reojo. Sonrió, algo dulce. Algo tímido. Y luego se fue.
No se lo admití a Kyle, que ella se vaya a la mierda, pero una vez que lo miré, me
di cuenta de que Isaac Pérez era increíblemente atractivo. Aunque probablemente era
una mierda de persona.
Pongo las páginas a través de mi pecho y miro por la ventana, sonriendo
para mis adentros. Lo divertido que debió haber sido, ser despreocupada. Ir a la
escuela y salir con amigos. Conocer a chicos y hacer planes. Nunca he tenido
eso. Nunca lo haré.
149 Lo que no daría por ser Catalina Barnes.
Capítulo 10
Traducido por Jane'
Corregido por flochi

S
igo leyendo, escuchando todo acerca de cómo conecté con Isaac,
insegura al principio, o tal vez él lo estaba. De cualquier manera,
estoy en la parte donde debatía si debería tener sexo con él o esperar
más tiempo, cuando mi teléfono vibra. Echo un vistazo hacia él con
impaciencia, pues no quiero dejar de leer, pero veo que es Aaron. Miro entre el
teléfono y las páginas, y luego dejo la escritura a un lado y tomo el teléfono.
―Hola ―le digo―. Deacon dijo que necesitaba unos pocos días para
averiguar información sobre Virginia.
Aaron ríe.
―Sí. No llamo por ella. Sólo necesitaba alguien con quien hablar. Las
cosas por aquí est{n< raras.
Me incorporo, preocupada por el tono de su voz.
―¿Estás bien? ―pregunto.
150 ―Sí ―dice―. Estoy bien. Es sólo< este caso. Este chico estaba mal.
―¿Cómo es eso?
―Revisaba sus perfiles y todo era color de rosa, ¿sabes? Irrealmente
felices. Pero luego me encontré con estos cuadernos en su armario. Tres de ellos
garabateados con palabras a través de las páginas, y luego un montón de
grandes espirales negras. Sentí como si estuviera en una película de terror o
algo así.
Mi corazón se detiene.
―Sé exactamente de lo que estás hablando ―le digo―. Yo< he
encontrado algo similar en las cosas de Catalina.
―¿Los ha visto? ―dice―. Eso es extraño. Y son inquietantes, ¿no?
―pregunta, como si necesitara afirmación para estar asustado.
―Mucho ―concuerdo―. ¿Qué< qué te parece que quieren decir?
―No tengo idea ―dice Aaron―. Pero para ser honesto, esas espirales me
confundieron. Por un momento fue como si me estuviera desvaneciendo. No te
preocupes ―dice con firmeza―. Estoy bien ahora. Sólo tenía que escuchar una
voz familiar, pero Deacon me ignoraba.
―Sí ―digo―. No está muy feliz conmigo.
―Lo superará ―dice Aaron―. Pero maldición, chica. Estaba todo
destrozado esta mañana, diciéndome que te fuiste con tu novio<
―En primer lugar ―le digo―, es una asignación, no mi novio real. En
segundo lugar, si tuviera un novio, aún no tendría derecho a quejarse.
―Pero él<
―Sabes que Deacon sale con otras chicas, ¿no? ―pregunto, tal vez sueno
un poco celosa.
―Sé que Deacon pretende salir con otras chicas ―corrige―. Él no se ha
enredado con ninguna de ellas. Y créeme, me diría.
Frunzo el ceño.
―¿Qué, entonces? ―pregunto―. ¿Juegan Scrabble toda la noche?
―Dudoso ―dice con una risa―. Pero le gusta su atención; a él le gusta tu
atención a la atención de ellas. Luego las aleja, mucho antes de que sus lenguas
toquen la suya.
―Asqueroso.
―Pero preciso ―dice―. Así que, racionaliza todo lo que quieras, pero tu
no tan exnovio se está guardando para ti, incluso si no te lo dice. Pero creo que
ya sabes. Y creo que por eso te sientes tan culpable por jugar a las casitas con
151 Isaac Pérez.
―Oh, cállate ―le digo―. ¿Qué se supone que significa eso?
―Te vi con él. Hemos estado en esto por mucho tiempo. Sólo estoy
preocupado de lo que te llevarás con esta asignación, cleptómana. Espero que
no sea su virginidad.
―Dudo que todavía esté intacta, pero te aseguro que no lo voy a
averiguar. ―Guardamos silencio por un momento, comprendiendo la realidad
de nuestra situación―. Lo pienso a veces, sin embargo ―digo en voz baja―.
Como sería vivir así< tener una familia. Vida normal.
―¿No es ese el mayor peligro? ―pregunta Aaron―. El hecho de que
lleguemos a ver lo que es normal. Sólo para darnos cuenta de que no es normal
en absoluto. Estas personas nos contrataron para llenar su dolor. Nunca olvides
la verdad, Quinn. Ellos no te aman. Aman lo que solías ser.
―Recuerdo ―le digo, mirando hacia las páginas que yacen en la cama.
Desde más allá de la puerta oigo a mi madre decir mi nombre―. Debería irme
―le digo a Aaron, sentándome―. Llámame cuando descubras más acerca de
Virginia.
―Lo haré ―dice―. Y, Quinn< mantente a salvo.
Le doy las gracias cuando mi madre abre la puerta. Aparto rápidamente el
teléfono de mi oído, y deslizo las páginas bajo mi almohada. Sonrío
educadamente y veo los ojos de mi madre parpadear con curiosidad.
―Isaac ―miento, haciendo un gesto hacia el teléfono―. ¿Cómo está
Angie? ―Intento distraerla, aliviada al ver que funciona.
―Está bien. ―Mi madre sonríe―. De hecho, iba a venir para ver si
querías un emparedado. ¿Tal vez me ayudarías a cortar algunas verduras para
la cena? Tu hermana va a unirse a nosotros.
Mi estómago se retuerce bruscamente.
―Oh< eso es genial. ―Aunque no estoy segura si estoy lista para el
abuso emocional que Angie querrá lanzar en mi dirección―. Sí ―sigo con
entusiasmo falso―. Me encantaría ayudar.
Me levantó de la cama, revisando una vez más para asegurarme de que las
páginas están ocultas de forma segura, y sigo a mi madre fuera de la habitación
para ayudar con la cena. Ya he perdido el apetito.

b
152
Mi hermana se sienta frente a mí en la mesa, sus delgados brazos cruzados
sobre su pecho. Me mira, perturbada por mi presencia. Nadie ha dicho una
palabra desde que nos sentamos. Mi madre pone un plato de chuletas de cerdo
en el centro de la mesa, el dulce aroma de las manzanas flota desde la salsa de
manzanas que le ayudé a hacer. Mi padre dice que se ve muy bien, y apuñala
una con su tenedor para soltarla en su plato. Angie no hace un movimiento por
la comida. Yo tampoco.
Finalmente mi hermana gime y mira a mi padre.
―¿En serio van a dejar que se quede? ―exige. Mi compostura se rompe,
pero veo la cara de mi madre torcerse con agonía y la recupero. La última cosa
que mi madre quiere es un recordatorio de lo infeliz que realmente es nuestra
familia.
Mi padre no reacciona tan abruptamente, sin embargo. Dobla la mano
frente a él, mirando amablemente a mi hermana.
―Angie ―empieza, pero está furiosa.
―Siempre les gustó más ―dice con amargura, arrojando la servilleta
sobre la mesa―. Incluso cuando es una impostora.
―¡Angela! ―espeta él, su vozarrón succionando el aire de la habitación.
Mi hermana se marchita bajo su autoridad, e incluso mi pulso se ha disparado.
Un momento pasa, y mi padre abre sus manos, pareciendo conocer el efecto de
su tono―. Esto es parte del proceso ―dice con una voz más tranquila―. No has
estado aquí. ―Se encuentra con sus ojos, y observo su interacción, tensa, pero
en última instancia, preocupada por los demás―. Estamos sufriendo ―dice,
quebrándose con las palabras―. Y tener a< tu hermana aquí est{ ayudando.
Angie se estremece como si la hubiera abofeteado. Se inclina en la mesa,
con los ojos desorbitados.
―Esa no es mi hermana ―dice ella―. Es una consejera, o una actriz, o
Dios sabe qué. Tú la compraste ―dice, lanzándome una mirada de odio―. Y si
tú y mamá no se dan cuenta de cuán retorcido es, entonces realmente necesitas
estar en terapia.
―Angela ―regaña mi madre―. Cómo te atreves< ―Pero no puede
terminar la frase. Se disuelve en lágrimas y se cubre el rostro con las manos. Me
acerco de inmediato a ella y mi hermana salta tan rápido, creo que me podría
atacar.
―¡Aléjate de ella! ―grita, rodeando la mesa para estar al lado de mi
madre. Pone su brazo alrededor de ella y mi madre vuelve su rostro al costado
153 de Angie, sollozando. Mi padre está en silencio, mirando su comida.
Pero me duele demasiado. Siento que mi propio cuerpo se debilita con el
rechazo y el odio. Hay un destello de reconocimiento en los ojos de Angie
cuando me mira, como si tal vez ella casi lo lamentara. Tan entumecida como
estoy dejo mi lugar en la mesa.
―Disculpen ―murmuro, y dejo a la familia en su miseria. Me han llenado
con ella, y necesito un minuto para procesar. Salgo de la sala y atravieso la
cocina y las puertas del patio.

b
Michelle Blake tenía catorce años cuando se cayó por el hueco del pozo. La
propiedad de su familia era una superficie extensa a las afueras de Salem, y
terminaron demandando a los antiguos propietarios por no revelar el peligro
cuando compraron la casa. El cuerpo de la chica había quedado a sólo sesenta
centímetros por debajo de la apertura, lo suficientemente cerca como para que
sus padres pudieran alcanzarla y acariciar su cabello, mientras esperaban al
departamento de bomberos y una ambulancia. Michelle había muerto al
instante, por lo que no sufrió. Eso fue todo compartido por sus padres.
Normalmente ese tipo de detalles habrían quedado fuera, pero la hermana
mayor de Michelle sintió que era su deber informarme de todo. Era la que había
convencido a sus padres para ponerse en contacto con el departamento en
primer lugar, preocupada por su bienestar.
Ella tenía razón para estar preocupada. Su padre intentó suicidarse la
noche antes de que yo llegara. Marie casi canceló la totalidad de la asignación,
pero mi padre aseguró que salvaríamos a la familia. Andrew Blake todavía se
encontraba en el hospital cuando llegué, así que pasé el primer día con mi
madre y mi hermana. Las dos eran muy serviciales y amables, y rápidamente
diagnostiqué que mi padre era el que tenía síntomas de duelo complicado. Le di
las instrucciones de la familia sobre lo que debían tener en cuenta, cómo
redirigir. Técnicamente, no era mi trabajo asesorarlos, pero me ayudó a pasar el
tiempo.
Cuando Andrew regresó, todos en la casa estaban trabajando para su
bienestar. Su recuperación fue rápida, e incluso su esposa dijo que encontró la
paz cuando yo estaba cerca. Al final los redirigí a su hija Hailey, ayudándoles a
reconstruir su estructura familiar a su alrededor sin dejar de honrar a Michelle.
Me agradó Hailey. Fue una hermana para mí. En algún lugar de mi
habitación en mi casa en Corvallis, hay una foto de Michelle y Hailey, sentadas
154 en un columpio. La tomé de uno de los álbumes de fotos apilados bajo el centro
de entretenimiento de la casa Blake. No lo he mirado por un tiempo, pero lo
hice la primera vez que volví. Me recordaba el tiempo que pasé con mi hermana
y mi madre, y la forma en que trabajamos juntas. Hubo una camaradería
construida en el amor y confianza. Necesitaba un poco de eso en mi vida.
Y así, mis pensamientos se dirigen a Hailey ahora mientras me siento en
los escalones del porche, abrazando mis rodillas contra mi pecho. Nunca he
tenido un hermano real. No estoy segura de que hubiera funcionado de todos
modos. ¿Mi padre nos hubiera convertido a ambos en finalizadores? ¿Habría sido cruel
sólo hacerlo con uno, mientras que el otro vivía una vida plena? Siento una ola de
nostalgia, pero no por mi casa real. Ese lugar es tan familiar que se siente
fabricado. No vivida, sobre todo en comparación con ésta.
Esta es una casa< y ya la echo de menos. Vuelvo a pensar en la jardinería
con mi madre y la práctica de bateo con mi padre. Estoy empezando a sentirme
mejor cuando las puertas correderas de cristal se abren.
Me doy vuelta y veo a mi padre, su gran masa bloquea la luz de la cocina.
Su rostro es una silueta, y tengo un miedo repentino que está aquí para pedirme
que me vaya. Por favor, no.
―Oye, chica ―dice. Me balanceo, aliviada por su acercamiento, la calidez
de su voz. A medida que se sienta, considero mi reacción cuando salió por
primera vez. Cuánto realmente no quería irme. Es desconcertante por decir lo
menos, mi apego―. ¿Estás bien? ―pregunta.
Se sienta en el escalón del porche junto a mí, y me dirijo a él, sintiéndome
de repente como una niña. Asiento.
―Sí. Solo< ―No estoy segura de cómo ser honesta. Nunca he tenido esta
interacción negativa en una asignación, tal vez es que la escala en ésta es más
grande, pero el constante bombardeo de insultos está pesando sobre mí―.
Simplemente hiere mis sentimientos ―le digo, haciendo una mueca, una vez
que lo hago―. Lo siento.
―No lo sientas ―dice, volviéndose hacia el bosque más allá de la casa―.
Eres un ser humano. No me puedo imaginar la presión que vives. ―Me mira de
reojo―. No puedo imaginar un padre que te permita llevar tanto sobre tus
hombros, pero no estoy aquí para juzgarte o ellos. ―Asiente, bajando la cabeza.
Ya no estoy en el personaje, pero creo que soy yo con quien quiere hablar.
―Sé por qué estás aquí ―continúa―. Y para ser franco, estoy agradecido.
Me gusta tenerte cerca. Creo que la parte más difícil de perder a mi niña fue el
silencio que dejó en la casa, la tranquilidad. ―Su voz tensa, y lucha con las
lágrimas―. Has hecho ruido, llenado el espacio vacío. Has insuflado vida en el
agujero vacío que quedó atrás, y por eso, te doy las gracias.
155
Mis propias lágrimas coinciden con las suyas, y pongo mi mano sobre su
hombro para consolarlo.
―Tienes una hermosa familia ―digo. Mi padre se muerde el labio, su
bigote espeso apoderándose de su boca. Luego sonríe dolorosamente hacia mí.
―Gracias. ―Se queda callado por un minuto, y luego sorbe―. Mira, sé
que esto es probablemente irregular, pero quiero saber< nos preocupamos por
ti. Me preocupo por ti. Te estás convirtiendo en esta temida cuenta regresiva
para nosotros hasta el momento en que nos dejes. Te has convertido en parte de
nosotros.
Mi cuerpo se debilita, superada por el sentimiento. Soy parte de ellos,
pienso. Soy parte de una familia.
―Eva y yo hablamos de esto antes ―dice―, y nos gustaría que te
quedaras más tiempo. Vamos a pagar lo que quieras, tomar las medidas
necesarias. Nosotros sólo< ―Sus ojos claros están llenos de dolor―. No
queremos que nos dejes.
Lo miro, apagando todo el entrenamiento que quiere redirigir. La verdad
es que Marie no me preparó para esto. No hay una respuesta aquí, sólo amor.
Estas personas me amarán, protegerán. Podrían darme una vida normal, e
incluso el departamento de duelos debe entender eso, incluso mi padre y
Arthur Pritchard.
Salto hacia adelante y envuelvo mis brazos alrededor del hombre a mi
lado, su cuerpo demasiado voluminoso para rodearlo. Él se ríe ante mi
respuesta, y acaricia mi espalda suavemente.
―Gracias ―le digo―. Gracias.
Me alejo, y él presiona sus labios. Yo no he dicho que sí, pero puedo decir
por la sonrisa en mi cara que su oferta y la de su esposa significa el mundo para
mí.
―Piensa en ello ―dice. Mi padre hace un gesto a las puertas del patio―.
Ahora, debemos regresar. Le he dicho a Angela que se comporte, pero no debes
dejar que te afecte. Va a aceptarte con el tiempo. Lo prometo. Ha pasado por
mucho.
Asiento, de acuerdo en que ha soportado demasiado. Me dejo sentir
compasión por ella, soltando mi ira y dolor. Ella ha tenido la oportunidad de
darle rienda suelta, por lo que tal vez podamos terminar la comida en paz. Al
menos eso espero. Mi apetito ha vuelto finalmente.

156
b
Angie no me habla en la cena, pero se queda durante toda la comida, e
incluso habla con sus padres acerca de la escuela. Ella ha estado corriendo en la
pista por las noches y les dijo que le ayuda a despejar la cabeza. Me mira una
vez cuando lo dice, probablemente pensando en mi muerte. Pero al menos no
me dice que muera o me llama monstruo. Eso es progreso.
―Pastel de crema de plátano ―dice mi madre, colocándolo en el centro de
la mesa. Me doy cuenta del polvo de almendras en la parte superior, y mi
ansiedad empieza a construirse. Soy alérgica a los frutos secos y no los como.
Marie debería haberles advertido acerca de esto antes de que yo llegara.
Mi madre reparte el postre para cada uno de nosotros. Mi hermana toma
un bocado de inmediato y le dice a mi madre que es impresionante. Por un
breve momento, todo el mundo está feliz, y yo encajo con ellos. No quiero
arruinar eso.
Revuelvo el pastel, sin querer comer nada de eso y arriesgarme a tener una
mala reacción cuando se supone que debo salir con Isaac esta noche. Todos ellos
se están tomando un doloroso largo tiempo, sin embargo, y mi evasión se hace
evidente.
―Catalina ―dice mi madre―. No has probado el pastel. ―Mi padre me
mira, medianamente curioso, y esta vez Angie no se inmuta ante el uso de mi
nombre.
―Lo siento ―le digo, sonriendo cortésmente―. Estoy< muy llena.
―Tonterías. ―Ella menea el tenedor―. Es tu favorito. Come. ―Se ríe y
toma otro gran bocado. Miro hacia la tarta, debatiendo dejar que mi cara se
hinche sólo para mantener la ilusión. Pero en última instancia, no puedo
hacerlo.
―Soy alérgica ―murmuro, sin mirarla.
―¿Qué? ―pregunta mi madre, inclinándose para oírme mejor.
Levanto la cabeza.
―Soy alérgica a las almendras.
Ella me mira fijamente durante un largo rato, y un destello de
reconocimiento de inmediato es seguido por el dolor en toda su expresión.
―Sí ―dice ella, y suelta el tenedor―. Lo olvidé. Lo siento.
Todo el mundo está tranquilo después de eso, y mi madre no termina su
tarta. Mi hermana sólo mordisquea la suya. En un momento miro a mi padre y
él asiente alentador, haciéndome saber que está bien. Que no hice nada malo.
157 Agradezco su apoyo, su determinación ante tanta tragedia.
Así que más tarde, después de que Angela se ha ido y mis padres ven un
poco de televisión conmigo, me tomo un cuidado especial en darle las buenas
noches a mi padre, dándole un beso en la mejilla antes de ir a mi habitación.
Capítulo 11
Traducido por Ateh
Corregido por flochi

I
saac me envía un mensaje instantáneo a la computadora alrededor de
las once y media, me dice que va a llegar dentro de quince minutos. El
nerviosismo se arrastra sobre mí, y voy al espejo para comprobar mi
apariencia. Paso los dedos por el cabello, diciéndome una vez más lo mucho
que me encanta el corte. Mis pecas están ocultas, maquillaje impecable para
capturar mis rasgos a la perfección. Delineado de ojos de gato y un brillo de
color rosa suave en los labios. Los presiono y tengo un pensamiento salvaje de
que tal vez van a ser besados esta noche. Rápidamente me alejo del espejo,
avergonzada de dónde fue mi mente, y camino a la cama para sacar el escalón
aeróbico de plástico de debajo.
Abro la ventana y veo exactamente dónde lo habría escondido en los
arbustos. Doy un paso dentro del lugar, me alegro de que mi regreso no vaya a
ser tan difícil como lo fue ayer por la noche. Una comprobación más de mi ropa:
una camiseta sin mangas de color turquesa, no totalmente apropiada para el
158 clima, pero increíblemente halagadora contra mi piel. Sonrío, pensando que a
Isaac le va a gustar esto. Es diferente de lo que he usado normalmente con él,
pero en el buen sentido. De una manera idealizada.
Veo el brillo de los faros chasquear rápidamente al apagarse, y sé que
Isaac está aquí. Anticipación se construye dentro de mí, y estoy en la ventana
antes de que me dé cuenta de que dejé mi teléfono en la mesita. Echo un vistazo
hacia atrás, sabiendo que debo tomarlo en caso de que haya una emergencia, ya
sea conmigo o con Aaron. Pero entonces, con un giro descuidado, lo dejo atrás.
Lo dejo todo atrás.
El césped está húmedo, y mientras corro a través de él, mis zapatos
resbalan, casi enviándome de cabeza en el barro. No pierdo el equilibrio, y
cuando llego a la camioneta de Isaac, está tratando de ocultar su sonrisa.
―Eso no habría sido divertido ―digo, aunque estoy casi riéndome. Se
vuelve, y bajo las luces interiores él consigue su primer vistazo de mí. Su
sonrisa se desvanece; sus ojos se abren a medida que me observa. Nos sentamos
ociosos en la acera en frente de mi casa, y me pregunto brevemente lo que
pasaría si mis padres miraban por la ventana. ¿Estarían enojados porque me
escapé? ¿Estaría bien porque fue con Isaac?
Isaac se humedece los labios de esa manera lenta que hace antes de que
hable.
―Eres hermosa ―dice, sonando un poco perdido. Sonrío ante el
cumplido, pero reduce sus ojos como si estuviera avergonzado―. Lo siento
―dice―. Me temo que estoy siendo egoísta.
―¿Qué? ―pregunto―. ¿Por qué?
―Porque quiero esto tanto. ―Me mira de nuevo, su expresión se ve
empañada por su confusión―. Y no me importa si es real. Yo< quiero creer.
¿Eso me hace horrible?
Niego con la cabeza.
―No ―le digo, ocultando mi decepción―. Eres maravilloso.
Esta vez, yo soy la persona que no quería el recordatorio de nuestra
situación. Quería ser la encargada de hacerlo olvidar, de tomar su soledad. De
hacerlo feliz. Pero tal vez esta no era la forma.
―Isaac ―digo, llamando su atención de nuevo―, estoy aquí por tu
recuperación. Sólo dime lo que necesitas. Si esto es demasiado, entonces
podemos<
―Te necesito ―dice inmediatamente―. La necesito. No quiero pensar o
hablar de ello. Sólo quiero que sea verdad. ―Sus palabras son desesperadas, y
me pregunto si ha estado siendo muy duro consigo desde que me vio esta
159 tarde. Sintiéndose culpable. Aprieto mis labios en una sonrisa.
―Entonces, esta noche soy ella ―le digo, mi voz llena de compasión, pero
sin lástima. Fervientemente resulta a ayudarlo a través de esto. Isaac exhala,
dejando a un lado el dolor y los pensamientos racionales. Nos sentamos en la
cabina de la camioneta un poco más, y miro por la ventana a las estrellas.
―No llovió ―digo, sintiéndolo voltearse hacia mí―. No ha llovido en
todo el día, tal y como prometieron.
Lo miro, y él asiente, poniendo la camioneta en marcha. Se inclina hacia
delante para ver el cielo a través del parabrisas, y cuando se vuelve hacia mí,
creo que está más guapo de lo que jamás lo he visto.
―Parece que va a ser un día perfecto después de todo ―dice en esa ronca,
voz tranquila.
Para el momento en que estamos en el camino, las luces encendidas,
ambos estamos sonriendo, dejando a un lado la verdad en pro del ahora.

b
Los coches están en fila en la calle frente a la casa, pero no hay personas
reunidas afuera o sentadas en el césped. En su lugar, un resplandor azul se
emite desde las persianas, siluetas de personas detrás de él. Doy un tirón
tímidamente de los mechones de mi cabello como si pudiera envolverlo a mi
alrededor como una manta de seguridad. Me gustan las fiestas, nunca he ido a
una como otra persona, sin embargo.
―Está bien ―dice Isaac, mirándome de reojo mientras salimos de la
camioneta―. Ellos no te conocen aquí. Y no vamos a permanecer mucho
tiempo. Yo< ―Hace una pausa, sonriendo de esa tímida manera que es toda
coqueta, incluso si no se da cuenta―. Me alegro de que dijeras que sí.
Estoy tan encantada.
―Yo también ―digo, caminando a su lado. Cortamos camino por el suave
césped y subimos los escalones de la entrada. Isaac toca el timbre antes de
enterrar sus manos con nerviosismo en los bolsillos.
Miro de él a la puerta, mi corazón latiendo rápidamente. Aunque me
aseguró que nadie en esta fiesta sabría que soy una finalizadora, me preocupa
que lo vayan a descubrir. Mi muerte no salió en las noticias, la historia fue
sepultada porque la familia estaba buscando un cierre. Pero todavía hay una
oportunidad de que lo escucharan. No quiero ser atacada verbalmente.
160 La puerta se abre y jadeo, después de haberme perdido en mis
pensamientos. El chico de la puerta es un poco mayor, con una barba espesa y
un suéter a cuadros. Me sonríe, pero luego llega a hacer una chocada de
manos/abrazo de costado con Isaac.
―Me alegro que vinieras, hombre ―dice―. Pocos meses más y podrás
salir de aquí para siempre. Un último hurra, ¿verdad?
Isaac sonríe, orgulloso de que entró en UCLA, incluso si no ha sido su
prioridad desde mi muerte. El chico de la puerta se vuelve hacia mí y se inclina
para besar mi mejilla.
―Tú debes ser Catalina ―dice con gusto. Me doy cuenta que Isaac se
encogió a mi lado―. Jason ―dice el tipo, dándose un golpe en el pecho―. Tu
novio y yo vamos camino de regreso al campamento de verano y la mierda.
Pero he estado en Alaska los últimos años en un barco de pesca. ―Mira a
Isaac―. Pero me escribió un e-mail acerca de ti. Un maldito bobo completo.
Él e Isaac se ríen, y sonrío, tanto entristecida y alentada porque Isaac tomó
el tiempo para enviar un correo electrónico a su viejo amigo sobre nuestra
relación. He visto a Isaac con otras personas, y a pesar de que le gustan, no les
permite acercarse tanto. Me siento honrada de que me trajo aquí. Cuando Isaac
mira de reojo en mi dirección, sonrío. Esto lo hace detenerse, creo que la
similitud lo abruma, y se estira para tomar mi mano. Lo dejo pero mi estómago
se aprieta, no esperaba contacto físico. No dejo que se muestre.
―Muy bien, entremos ―dice Jason―. La gente está empezando a bailar,
pero Romy trajo sus videos de Belice. Los chicos y yo estamos viéndolo salvar el
mundo y la mierda. ―Se vuelve y entra por la puerta, dejándonos a Isaac y a mí
en la entrada. Su mano está caliente en la mía, y poco a poco se aleja, el dedo se
desliza contra el mío, causando un aleteo en mi pecho.
―Después de ti ―dice en voz baja, señalando hacia adelante. Asiento, mi
mano todavía hormigueando, y camino dentro de la casa.
La entrada está oscura, pero hay más gente de lo que podía leer desde
fuera. Hay paneles de madera en la pared de la sala, iluminada por señales de
neón de diferentes marcas de cerveza, y un televisor de pantalla grande con una
escena del océano azul y un chico narrando, a pesar de que apenas se puede
entender lo que está diciendo por encima de la música. Una chica caminando
choca mi hombro por accidente, y tropiezo lateralmente sobre Isaac. Sujeta mi
codo, y nos detenemos, envueltos en el otro. Levanto mis ojos lentamente hacia
él, y creo que ambos nos sonrojamos, lentamente desenredándonos.
―Vamos ―dice él, volviendo a iniciar su paso a la cocina,
desenganchando el brazo del mío―. Vamos a tomar algo.
161 Hay un barril en medio del piso de la cocina, sentado en el azulejo sin
hielo a su alrededor. Me imagino que la cerveza está probablemente cálida y
plana, e Isaac y yo arrugamos la nariz al decir que vamos a pasar. Nos reímos,
contentos de que el otro no está a punto de bajar sus estándares para el alcohol.
Nos movemos hacia el mostrador, donde hay unas cuantas latas de Coca-Cola
sin abrir, ligeramente más frías que la temperatura ambiente. Isaac empieza a
hablar con un amigo, y tomo un momento para mirar alrededor de la
habitación. Estoy examinando a los otros antes de darme cuenta de lo que estoy
haciendo. Estudiando sus gestos, expresiones. Es un hábito terrible, y obligo a
mis ojos a apartarse y tomar un sorbo de mi Coca-Cola.
―Entonces, ¿dónde está tu chica? ―Escucho preguntar a Romy.
Instintivamente, miro alrededor y encuentro los ojos de Isaac. Vacila, y duele, a
pesar de que no debería.
―Uh< ―dice arrugando la frente, y me doy cuenta de que no quiere
decirlo. Sonrío educadamente, como diciéndole que no se preocupe. Pretende
que no estoy aquí. No quiere presentarme a la gente a menos que tenga que
hacerlo. Una cosa es Jason, ¿pero una fiesta entera? Eventualmente, Isaac tendrá
que decirles que morí. Sabrán que trajo una finalizadora aquí después de los
hechos. ¿Lo perdonarán por traer algo así alrededor? Alguien, corrijo. Hay un
fuerte dolor detrás de mis ojos, toco mi frente y hago una mueca de dolor.
Dejo mi vaso y me deslizo fuera de la cocina, zigzagueando a través de las
personas en busca de refugio. Encuentro un lugar en la escalera donde puedo
sentarme. La madera es dura e incómoda, y me inclino hacia adelante, con las
manos colgando entre las rodillas. Después de un minuto, el dolor se desvanece
y soy dejada en su lugar con la soledad.
Supéralo, me digo. Esto no es personal. Isaac es un cliente. Realmente no
importa lo que pienso, sin embargo, cuando me siento tan desairada. Trato de
no hacerlo, pero no puedo dejar de psicoanalizarme. ¿Podría haber hecho algo
diferente para hacer que quiera presentarme, para saltar a la oportunidad? Suspiro,
cambiando la situación en mi cabeza. Nunca he tomado este tipo de rechazo tan
personalmente antes, ¿por qué? ¿Qué es diferente?
Te gusta, pienso, y luego aparto rápidamente el pensamiento. Cierro los
ojos, reasentándome en mi papel. Estoy en una asignación. Soy Catalina Barnes,
y estoy aquí con Isaac para ayudarle a que me diga adiós. Nada más. Está bien
que esté herido, es parte del proceso. Sólo tengo que llevarlo al otro lado de su
pena.
Una sombra rodea la barandilla de la escalera, e Isaac se detiene frente a
mí. Está sosteniendo dos latas y alcanza una en mi dirección. Lo miro
dubitativa, y el primer indicio de una sonrisa cruza sus labios.
162 ―Soda de disculpa ―dice. Sus ojos oscuros brillan de nuevo, y estoy
indefensa para resistirme al encanto de su mirada. Tomo una de las latas y le
doy las gracias. Isaac toma sorbos de su bebida y se mueve a la escalera en la
que estoy sentada.
―¿Te molesta?
Niego con la cabeza diciendo que no y me muevo más para que pueda
unirse a mí. Su hombro roza el mío, y me acuerdo de cómo nos tocamos en el
almuerzo, descuidadamente. Libremente. Lo observo mientras mira fijamente la
fiesta con una expresión indescifrable.
―No tenemos que quedarnos ―le digo.
―Es muy parecido a fingir, ¿no? ―pregunta, no volviéndose hacia mí―.
Nosotros dos. Tú finges ser ella. Yo finjo que eres ella.
Quiero ser yo, pienso.
―Sí ―digo en su lugar―. Eso es exactamente lo que pasa.
Se vuelve, mirándome como lo hizo la primera vez que me vio esta noche,
como herido por mi belleza.
―¿Y qué debería decir ella ahora? ―pregunta―. ¿Qué tan bien la
estudiaste? ¿Qué tanto eres como ella?
―Diría que me estás desanimando ―digo, sabiendo exactamente cómo
iba a decirlo. Lindo y suave, algo para sacarlo de su mal humor, al igual que lo
haría después de haber perdido un partido. Por supuesto, sé que esto es mucho
peor, pero esa es la experiencia más cercana que tengo con qué compararlo.
Isaac sonríe, con una expresión un poco lejana, pensando en algo. A
nuestro alrededor, la música cambia, y la siguiente canción empieza, más bajo,
más viraje. Se filtra en nuestros huesos, y me doy cuenta de cuán cerca Isaac y
yo estamos sentados ahora. Se humedece el labio inferior.
―¿Sabes lo que me diría? ―pregunta.
Estoy atrapada en sus ojos oscuros.
―¿Qué? ―pregunto.
―Vamos a bailar. ―Extiende su mano, y estoy congelada, queriendo
desesperadamente tomarla, pero dudando de que debería. ¿Realmente
queremos más atención en nosotros?
Isaac inclina la cabeza, sonriendo suavemente.
―Vamos ―dice con esa voz ronca.
Como en un sueño, alcanzo su mano y deslizo mis dedos contra los de él,
energizada por su toque. Me pone de pie y luego nos lleva a la multitud. El olor
163 a sudor y perfume está a nuestro alrededor, dulzón y salvaje al mismo tiempo.
Isaac nos encuentra un lugar vacío cerca de la ventana.
Es el lugar perfecto, en parte oculto en las sombras. La casa es vieja y las
ventanas no ofrecen el tipo de protección contra el viento que deberían. El panel
permite que entre una suave brisa fresca. Hormiguea por mi brazo y hace
cosquillas a la parte trasera de mi cuello. La canción en el equipo de música es
lenta y sexy, el ritmo poco más que un balanceo.
Miro a mi alrededor a los otros, en su mayoría parejas. No bailan
lentamente, están cada uno en su propia órbita, las chicas sosteniendo el cabello
de sus hombros, ojos cerrados. Chicos susurrando, tocando cinturas expuestas
de las chicas justo por encima de sus vaqueros. El bajo es pesado; la voz es
áspera. El ritmo es intoxicante, y me muevo al ritmo de la música. Cierro los
ojos, dejando que el sonido profundice y tome el control. Ha sido un largo
tiempo desde que me había entregado así, bailando de cualquier manera.
A pesar de la brisa fresca, el sudor escurre por mi espalda, pero se siente
bien. La humedad en mi piel es purificadora. Hay un toque en mi cadera, y mis
ojos revolotean abiertos. Isaac está más cerca ahora, moviéndose con la música,
pero mirando hacia abajo a mi cuerpo, sus dedos clavándose en mi piel
mientras me acerca para hacer coincidir nuestros movimientos.
La canción hace eco en mis oídos, y luego la otra mano de Isaac está en el
borde de mi camisa, sus dedos de vez en cuando hacen contacto con mi piel
debajo, prendiéndome en fuego. Mis ojos se cierran de nuevo, atraídos por el
calor, el tacto, los sonidos. Dejo descansar mis brazos sobre sus hombros, y él
baja su cabeza para que su boca esté cerca de mi oído. Siento su aliento, y un
dolor comienza en el estómago. Estoy absolutamente seducida por el momento,
perdida en una neblina de deseo y necesidad. Ensarto mis dedos por el cabello
corto de Isaac, y él hace un suave sonido de aprobación, su cuerpo presionando
contra el mío.
Pero entonces la canción termina. La siguiente tiene un tempo más rápido,
y las personas que nos rodean llaman a Jason para que se voltee. Isaac y yo
damos un paso lejos del otro, sus manos cayendo lejos de mí. Levanto mis ojos a
los suyos, sintiéndome sin aliento. Su piel está enrojecida, los ojos ligeramente
estrechos mientras se humedece los labios y mira a toda mi persona. Quiero
darle un beso.
Se abre la puerta de entrada, y una brisa fría sopla en la habitación. Isaac
mira hacia la puerta y su expresión se tensa. Se vuelve rápidamente y toma mi
mano.
―Tenemos que irnos ―dice.
164 Confundida, echo un vistazo a la puerta y encuentro una chica de pie allí.
Inmediatamente soy golpeada con una racha de celos, pero la reconozco. Mi
corazón casi se detiene. Isaac se inclina para susurrar.
―Esa es Kyle ―dice―. Créeme cuando te digo que no quieres encontrarte
con ella. Especialmente, no conmigo. ―Miro hacia él y presiona sus labios como
si fuera a recordarme que no soy realmente Catalina. Recordarme que otros me
odian por esa misma razón. En lugar de apreciar su advertencia, estoy
entristecida. Mi estado de ánimo toma un giro oscuro, y retiro mi mano de la
suya. Esa cosa.
―Sí, vámonos ―digo, incapaz de controlar mi comportamiento. Soy lo
contrario a profesional en este momento, pero estoy irritada. Molesta de que
tuve que romper la ilusión, me gustó. Estaba completamente perdida en ella, y
se sintió bien. No he estado bien en mucho tiempo.
Isaac es herido por mi repentino cambio, y lo veo realmente considerar el
decirme que nos quedemos. Pero tiene razón, la última cosa que necesito ahora
es un altercado delante de todos sus amigos. Eso no es beneficioso para su
recuperación, y desde luego mi autoestima. Doy un paso hacia delante, pongo
mi mano sobre su brazo, y trato de sonreír una disculpa. Exhala, aliviado, y
luego echa un vistazo más cauteloso hacia la puerta.
En ese momento Kyle alcanza a verlo y su rostro se ilumina. Ella levanta
su brazo en el inicio de un saludo, pero Isaac se vuelve rápidamente y me
agarra para tirar de mí a través de la multitud en la dirección opuesta
rápidamente. Me sorprende, pero me muevo con él. A la entrada de la cocina,
me vuelvo y encuentro a Kyle con una mirada muerta hacia a mí, su boca
abierta con horror aturdido.
Oscilo alrededor, e Isaac y yo salimos corriendo a la puerta de atrás sin
decir una palabra a nadie, huyendo en nuestro deseo de estar juntos.

b
Nos sentamos en su camioneta estacionada, a una cuadra abajo de la
fiesta. El calor de la ventilación sopla sobre mí, pero el frío del aire de la noche
se aferra a mi piel. Quiero arrepentirme de lo que acaba de suceder en el
interior, arrepentirme de bailar tan de cerca. En cambio, lamento que tuviera
que terminar. Esta noche no quiero ser más una finalizadora. Quiero ser real.
Miro a Isaac y lo encuentro mirando por la ventana, con los brazos
colgando a los costados con indiferencia. Ver a Kyle le afectó, hizo que la
165 realidad se estableciera con fuerza. Recuerda que se supone que debo estar
muerta, que se supone que me echa de menos. Pero, ¿cómo puede echarme de
menos cuando estoy todavía aquí?
―¿Estás bien? ―pregunto, mi cabeza despejándose ligeramente por la
preocupación. Mi entrenamiento intenta inundar de nuevo, pero sigue siendo
nebuloso y difícil de comprender en este momento.
Isaac traga saliva.
―No sabía que Kyle estaría allí esta noche ―dice―. No ha estado mucho
alrededor desde que tú< ―No termina la frase―. Ella nos presentó ―continúa,
sonando un poco nostálgico―. La conozco desde que era un niño, nuestros
padres son amigos. Después de que ustedes empezaron a pasar el rato, dejaba
caer pistas sutiles. Y en el minuto en que estuve soltero, hizo todo lo que pudo
para emparejarnos.
Retuerzo mi pierna debajo de mí y me vuelvo a él por completo, con ganas
de escuchar más de su historia. Escuchar más sobre nosotros. Me mira, con los
ojos abriéndose mientras me estudia.
―Estás tan perfecta esta noche ―dice, en voz baja y triste―. No quiero
que termine.
Hay un aleteo en mi pecho, y el momento se intensifica, la energía entre
nosotros halando más cerca.
―Ni yo ―murmuro.
Mueve su cuerpo, apoyando su hombro en su asiento como si estuviera
ocupando toda su atención.
―¿Te acuerdas ―comienza tímidamente―, de la primera vez que te besé?
―Mi estómago da un vuelco, y en realidad puedo sentir que mis manos
comienzan a temblar. Las palabras de Isaac están llenas de dolor, sin embargo,
dolor y determinación. Como si supiera que no debe tocar el tema, pero no
puede evitarlo.
―Sí ―respondo. No es una mentira, en serio. Estaba en el diario. Era
detallado; conozco cada pensamiento que pasó por mi mente, cada sonrisa,
cada mariposa―. Se suponía que estuvieras en la práctica ―le digo, recordando
cada palabra―. Pero apareciste en Off Campus, justo cuando yo estaba
peleando con Kyle. Te sentaste al otro lado del cuarto.
La frente de Isaac se arruga mientras trata de contener las emociones. El
recuerdo está revestido en dolor, pero lo quiere. Quiere sentirlo.
―Tú y yo habíamos ido al cine la noche anterior ―digo―. Idea de Kyle.
Pero odio las películas. Para empeorar las cosas, a duras penas me hablaste.
166
Estaba convencida de que no te gustaba, y le dije a Kyle que era una idiota por
avergonzarme de esa manera.
Sonrío suavemente, sintiendo el recuerdo como si fuera mío.
―Resultó que sólo eras tímido ―digo―. Tímido y dulce. Más tarde dijiste
que no me podías sacar de tu cabeza, pero que no llamaste porque no podías
soportar hablar por teléfono. En su lugar decidiste encontrarme.
―¿Y qué pensaste de eso? ―pregunta, capaz de hacer las preguntas que
pensaba nunca conseguiría las respuestas―. ¿Qué pensaste de mí?
―Que nunca te dejaría escapar ―le digo―. En ese momento, al verte
sentado incómodo mientras esperabas que Kyle se fuera, sonriendo locamente
hacia mí, supe que me iba a enamorar perdidamente de ti, Isaac. No estaba
segura qué te sucedía, pero te quise desde ese momento.
Isaac me mira fijamente, los ojos llenos de lágrimas.
―Pero me dejaste ir ―dice en apenas un susurro. Nunca he visto nada
más solitario que la que forma en que Isaac se ve en este momento. No puedo
soportarlo.
―Nunca voy a hacerlo de nuevo ―digo sin pensar. Lo digo para hacer
que su dolor desaparezca. Lo digo porque casi lo digo en serio.
Así que cuando Isaac se abalanza sobre mí, torpe y desesperado mientras
se inclina sobre la consola central, pone su mano en mi mejilla y me hala en un
beso, no lo detengo. Su boca se presiona contra la mía, haciendo una pausa
durante un largo momento antes de que separe los labios y me bese de nuevo.
Otra vez. El calor fluye sobre mi piel, y mis dedos aprietan el borde de su
chaqueta. Mi cuerpo es eléctrico. Mis labios se mueven con los suyos, cierro los
ojos con un revoloteo.
Lo beso apasionadamente, con imprudencia temeraria. Y dejo que Isaac
Pérez se enamore de mí de nuevo.

167
Parte III
EL REMEDIO
168
Capítulo 1
Traducido por LizC
Corregido por flochi

F
ue sólo un beso, me digo, tratando de no dejar que la culpa me
coma viva. Isaac y yo lo detuvimos casi inmediatamente después
de haber empezado, impidiéndonos cometer un gran error. Pero
le dejo sostener mi mano en el camino a casa. Nos besamos una vez más antes
de meterme de nuevo en mi casa.
Hice todo eso. Sabía exactamente lo que estaba haciendo.
Mirando hacia el techo desde mi cama, puedo saborear a Isaac en mis
labios. Me dejo caer en la ilusión, imaginando un mundo donde Isaac todavía
me ama. Imaginando que esta es mi vida real.
Tengo curiosidad entonces acerca de quién solía ser, esta chica que parecía
tenerlo todo. Deslizo mi mano debajo de la almohada y encuentro las páginas
del diario. Enciendo la luz y doblo las piernas para descansar los papeles contra
mis muslos, trazando la letra con el dedo índice. Tengo una gran familia, un
novio perfecto. Pero ayer mi madre me dijo que había estado retraída antes de
169 mi muerte, y que incluso Isaac lo había notado. Algo había cambiado.
Paso a través de las páginas a donde me quedé en el diario. Antes estaba
ansiosa por saber sobre mi vida amorosa, leerlo como una tórrida novela de
romance. Pero ahora, mientras hojeo las palabras, una emoción diferente se
hace cargo.
Estábamos en la casa del lago, en una de las habitaciones tipo loft porque
pensamos que era de mal gusto usar la gran cama en la habitación de sus padres. Darle
rienda suelta en una litera… hay algo gracioso en eso que creo que ambos disfrutamos.
A pesar del reducido espacio en el colchón, fue exactamente lo que yo pensaba. Nos
reímos y luego no lo hicimos. Entonces nos pusimos realmente serios. No se sentía bien,
no como todo el mundo siempre dice que lo hará. Pero esa era la cosa… en cierto modo
dolió, pero Isaac estaba allí, en sintonía con cada movimiento, observando y cuidadoso.
Justo como siempre. Creo que eso es lo que a todos le gusta de ello: la cercanía. Es la
única vez que puedes compartirte a ti mismo de manera tan completa, tan
completamente vulnerable. En ese momento, Isaac era mío. Y ahí…
Arrugo las páginas en mi mano, mi corazón acelerado y mi estómago
enfermo. Mi cara está caliente y me dan ganas de llorar. Aprieto mi puño en
una bola, aplastando las palabras. No debería haber leído eso. No quería saber,
no realmente. La chica a la que he estado interpretando amaba a Isaac Pérez, y
tiene razón: él es de ella. Sigue siéndolo.
Lanzo las páginas a través del cuarto, abandonando las palabras para
siempre. Aprieto mis ojos cerrados, odiando lo que siento. No tengo derecho,
ningún derecho a sentirme así. Traicionada. Hastiada. Me doy la vuelta,
mirando hacia el techo de nuevo, mi mente empieza a girar. Esta no soy yo,
pienso. No puedo estar celosa de una chica muerta.
Pero el dolor sigue ganando espacio en mi pecho, y me estiro para agarrar
mi teléfono< desesperada. Me quedo mirando la pantalla en blanco y
finalmente la enciendo. ¿A quién puedo llamar? No a Isaac, no en este teléfono.
Un nombre viene a mi mente, la persona que siempre está ahí para mí. Pero
pensar en Deacon me lleva a una memoria diferente. Aquella que trato de no
pensar.
Deacon es el único chico con el que he estado, el único chico al que he
besado hasta esta noche. Siempre decimos que los finalizadores no aman, que
no podemos. Pero pensé que amaba a Deacon. Sostenemos las identidades del
otro en nuestras manos. Le di todo de mí misma, y por un tiempo, pensé que él
hizo lo mismo. Éramos una maraña de pasión e intensidad; éramos un fuego
ardiente. Pero él lo terminó. Sin explicación, destrozando mi corazón.
―No lo entiendo ―dije, de pie en la puerta del apartamento que Marie
había estado alquilando para él. Le había preguntado si podía entrar y Deacon
170 me dijo que no era una buena idea. Había estado evitando mis llamadas
durante tres días―. Deacon ―le supliqué, mi piel en carne viva por el frío clima
húmedo afuera―. ¿Qué pasa?
Siempre había considerado a Deacon ser el perfecto ensamblaje de piezas,
cada una de sus facciones mi cosa favorita. Pero ahora lucía defectuoso; parecía
diferente. No me miraba, así que finalmente abrí la puerta y puse mis manos en
sus mejillas, obligándolo a mirarme a los ojos.
Los cerró, sin dejarme verlo. Ocultándose. Pero lo conocía muy bien, podía
sentir su dolor. Y su dolor era mi dolor.
Me puse de puntillas y presioné mis labios a los suyos, mis dedos
deslizándose en su cabello, mi cuerpo contra el suyo. Deacon se quedó
completamente quieto, dejándome mover mi boca sobre la suya sin ninguna
respuesta. Hubo un pequeño roce de un toque en mi cadera, pero justo cuando
mi corazón empezó a latir de nuevo, volvió la cara, rompiendo el beso. Puso sus
dedos sobre sus labios como si dolieran.
Retrocedí un paso, totalmente rechazada. Cuando Deacon finalmente me
miró de nuevo, el mal había desaparecido de sus ojos. En cambio, su expresión
lucía amortiguada. Fría e indiferente. Nunca, jamás le había visto mirar nada de
la forma en que me miró. Como si fuera una desconocida, invisible. Como si no
significara absolutamente nada para él.
―Quinlan ―dijo―, he seguido adelante. Quiero que hagas lo mismo.
Un dolor agudo rompió en mi pecho, y mis labios comenzaron a temblar.
Sollocé duro, pero las lágrimas surgieron rebosantes y surcaron por mis mejillas
de todos modos. Di otro paso hacia atrás, poniendo mi mano sobre mi corazón.
Sintiéndolo romperse en mil pedazos.
―Deberías irte ―dijo Deacon simplemente―. Esto no es bueno para ti. Se
acabó. Nunca debería haber comenzado.
Traté de leer la mentira en su expresión, rogué por ella, pero no estaba allí.
Sin indicios de verdades ocultas, la piel enrojecida, los ojos astutos, nada. Él me
miraba fijamente, reduciéndome a cenizas. No hace ni una semana que
habíamos estado en su cama y había estado dibujando un tatuaje en lápiz negro
a través de mi espalda desnuda, besando mi cuello en cada pausa. Si me veía en
el espejo, el diseño desvanecido todavía estaría allí. Y no había querido
preguntar; ni siquiera sé por qué salió.
―¿No me amas? ―murmuré, las cálidas lágrimas corriendo por mis
labios. Deacon no se inmutó ni mostró ninguna emoción en absoluto. Sostuvo
mi mirada.
―No.
Me quedé inmóvil, mi cara y extremidades tornándose entumecidas. Mi
171
corazón roto y traicionado dejó de latir. Nunca antes habíamos dicho esas
palabras, pero lo amaba< por lo menos, pensé que lo hacía. Pero no se puede
estar enamorado de alguien que no se siente de la misma manera. Eso no es
amor verdadero.
El mundo se volvió borroso a mi alrededor, y antes de que pudiera
romperme por completo, me di la vuelta y eché a andar por el pasillo, mis botas
resonando con fuerza en el suelo. Oí cerrar la puerta de Deacon, y mis piernas
se debilitaron. No intentó venir en pos de mí. Aplasté mi palma contra la pared
de yeso agrietado, estabilizándome a mí misma. Tratando de contener los
sollozos que me destrozarían. De alguna manera logré bajar las escaleras y salir
por la puerta principal.
No había manera de que pudiera conducir mi auto en ese estado. Saqué
mi teléfono, mi brazo envuelto sobre mi estómago, sosteniéndome a medida
que me encorvaba. Marqué, y cuando mi padre respondió, me rompí con el
sonido de su voz.
―Papá ―dije con voz ahogada―, ¿puedes venir a buscarme?
Lo hizo. El verme tan destrozada es la razón del por qué mi padre no me
quiere alrededor de Deacon nunca más. Tiene miedo de que vaya a seguir
haciéndome daño. Tiene razón. Es por eso que Deacon y yo no podemos estar
juntos. Porque incluso si él me quisiera, Deacon nunca se dejaría amarme. Y yo
merezco algo mejor que eso.

b
Pongo mi teléfono en la mesilla, la traición de Deacon pegándose a mi piel.
A este punto, mi celo por la entrada del diario se ha desvanecido a una
irritación sorda. Pero no quiero estos sentimientos nunca más. Me levanto de la
cama y agarro las páginas del suelo en mi camino hacia el armario. Las apilo en
un estante alto de modo que no voy a tener la tentación de leerlas de nuevo. Tu
vida ha terminado, Catalina, pienso, dándome la vuelta. Es mi turno ahora.
Mi mochila está en el piso, así que me arrodillo junto a ella y hurgo hasta
encontrar la imagen de mí que Deacon dibujó. No la despliego. Arrugo el papel
en una bola apretada. Me levanto, acerco y arrojo a la papelera debajo de mi
escritorio. Hay un instante de arrepentimiento, pero lo bloqueo de inmediato.
Voy a la mesa de al lado y agarro mi teléfono. Presiono en mis configuraciones
y borro todas mis aplicaciones, sin saber cuál es la utilizada para rastrearme.
Simplemente me deshago de todas ellas.
172 Nadie me va a seguir nunca más. Dejo caer el teléfono sobre la mesa y
subo a la cama debajo de las sábanas. Apago la luz y cierro los ojos, esperando
un minuto a que mis viejas emociones se desvanezcan, y luego dejo que la
noche se instale sobre mí. Toco mis labios, imaginando a los de Isaac sobre los
míos. Imaginándolo en mi oído, diciéndome que me ama. Yo le ruego que lo
diga de nuevo. Y otra vez. Lo susurra contra mi piel hasta que me quedo
dormida.

b
Me quedo dormida, saltándome por completo el desayuno. Sin embargo,
me despierto sintiéndome renovada, emocionada por el día. Mi piel está viva, y
noto el resplandor que parece tener cuando me miro en el espejo. Cubro mis
pecas y me pongo un traje nuevo que mi madre eligió y me dirijo a la cocina
para encontrar a mis padres.
Ambos están allí, contentos con mi presencia, y preguntan si me gustaría
hacer algo divertido hoy; como si estuviera en unas vacaciones prolongadas,
mientras que todos los demás están en la escuela. Mi padre incluso se tomó
tiempo libre. Me acerco a la puerta del patio y miro al cielo, sin una nube a la
vista. Sonrío y les digo que va a ser un día perfecto.
Decidimos empacar algunos perros calientes y hamburguesas y nos
dirigimos al río para cocinar para el almuerzo. Mi padre pregunta si debería
enganchar el barco, pero le digo que no tiene por qué hacerlo. Sólo pasaremos el
rato cerca del agua y disfrutaremos de los rayos del sol.
Empaco una bolsa con mi traje de baño y una muda de ropa. Agarro
protector solar y un libro que nunca he visto antes fuera de la repisa. Me tomo
un momento rápido para abrir mi computadora y enviar un mensaje a Isaac de
donde estaré. Le digo que tengo un nuevo teléfono, y le doy el número antiguo.
Ahora que no es rastreable, puedo llevarlo conmigo. Me acerco para agarrarlo e
inmediatamente aparece un mensaje. Sonrío.
HOLA, HERMOSA, dice.
Me dejo caer en el borde de mi cama, mis mejillas ardiendo de la
adulación.
¿QUIERES VER UNA PELÍCULA ESTA NOCHE?, pregunto. En realidad, yo
no odio las películas. En cierto modo, las amo.
DEFINITIVAMENTE, escribe. TENGO PRÁCTICA HASTA LAS SIETE. TE
RECOGERÉ DESPUÉS.
173
Le digo que tenga un gran día, y luego deslizo el teléfono en mi mochila y
salgo a la calle para encontrar a mis padres en el auto. Ninguno de nosotros
menciona nada para romper la ilusión. Ni una sola palabra.
―Te encanta el río ―me dice mi madre desde el asiento delantero,
sonriendo mientras conducimos hacia el parque.
―No puedo esperar ―le digo, mirando los árboles pasar fuera de la
ventana. El cielo es de un azul precioso. Es un nuevo día. Una nueva vida.
Sonrío y me recuesto contra mi asiento.
La tarde pasa volando, serena y tranquila. Mi padre se pone a asar
llevando una camisa de botones con diseños llamativos, y un sombrero de ala
ancha. Parece que está de vacaciones en Florida. Mi madre se sienta en una
mesa de picnic, leyendo un libro y bebiendo un refresco de lata con un popote.
Estoy acostada en una toalla en la hierba con la barbilla apoyada en mis manos
dobladas, mirando la acometida del agua. Todavía está haciendo un poco de
frío para nadar, pero en este punto el viento no nos toca.
Isaac me escribe durante todo el día, me dice cuánto desearía que pudiera
ser su compañero de laboratorio en clase de física en lugar de Byron, que es
“tonto como la mierda”. Dice que ha estado esquivando a Kyle la mayor parte
del día, y que piensa que va a fingir estar enfermo un día de esta semana para
así poder pasar el rato conmigo en su lugar. Le digo que me gusta este plan.
―¿Con quién has estado hablando? ―pregunta mi madre con curiosidad
mientras nos sentamos en la mesa de picnic, comiendo hamburguesas. Siento
que me sonrojo, y limpio un poco de salsa de tomate que mancha la esquina de
mi boca.
―Isaac ―le digo, y tomo otro bocado. Me preocupo rápidamente por su
reacción.
―Está mejor contigo ―dice ella, pero no soñadora. Levanto la vista y la
encuentro mirándome fijamente, con una expresión clara―. Pensamos que lo
habíamos perdido; nadie podía llegar a él ―continúa―. Pero tu hermana me
dijo que est{ mejorando. Que ha estado mejor desde que llegaste. Si te quedas<
―Inclina la cabeza―. Creo que él sería muy feliz.
Mi madre está diciendo lo que yo ya siento. Hay un lugar para mí aquí,
con Isaac y con ellos. Tal vez después de que Isaac se gradúe, también puedo ir
a California. Tomar clases. Puedo rellenar todos los espacios vacíos y hacer algo
de esta vida que fue interrumpida demasiado pronto.
Dejo mi comida y agarro una nueva servilleta para limpiarme las manos.
―Creo que yo también sería feliz ―les digo a mis padres. Mi corazón se
174
hincha ante la idea de ser parte de su familia. No me permito pensar acerca de
lo imposible que sería< cómo el departamento nunca me dejaría. En mi cabeza,
podría ser real.
Mi padre se estira para poner su gran mano sobre la mía.
―Entonces quédate ―dice.

b
Isaac y yo no vemos gran parte de la película. El cine estaba casi
completamente vacío, y nos sentamos en las sombras de la fila muy atrás.
Ahora su boca está en mi cuello, su lengua de vez en cuando tocando mi piel y
me está volviendo loca. No pienso en nada. Mi mente está en blanco y solo
siento, cubierta por el calor y la emoción.
Nos besamos de nuevo, su boca endulzada por los caramelos. En el
momento en que nos detenemos, todavía respirando entre sí, la película está
por terminar. Nos separamos y miramos alrededor, contentos de que nadie nos
ha notado, o por lo menos que han fingido no hacerlo. Estoy avergonzada por
nuestra completa falta de control. Mis labios se sienten crudos e hinchados, e
Isaac me est{ mirando, loco de pasión. Pero entonces, de repente< me
preocupa. Como si esto es demasiado y muy rápido.
―Debemos irnos ―le digo bruscamente. El rostro de Isaac se vuelve
confuso, y me apoyo hacia delante y rozo sus labios―. Lo siento ―digo―. Pero
eres demasiado tentador.
Él ríe.
―¿Yo? ―Me mira y luego se mueve para besarme de nuevo. Extiendo mi
mano para detenerlo. A pesar del hecho de que estoy locamente atraída por él,
estoy muy consciente de nosotros ahora.
―Vamos ―le digo, tomando su mano para tirar de él en pie. Nos vamos
antes de la escena final de la película, pero a ninguno de los dos le importa. El
brazo de Isaac se envuelve sobre mis hombros mientras caminamos por el
centro comercial al aire libre, y me habla de la práctica y la escuela< cosas
normales de las que no sé mucho. Pero escucho, asiento cuando debería.
Cuando una brisa fresca sopla alrededor, me acurruco un poco más cerca y él
me sostiene firme, besando la cima de mi cabeza.
Esto es lo que se siente al ser normal, me digo. Miro a las personas que nos
pasan en nuestro camino a su camioneta, observo sus expresiones y trato de
imitarlos. Trato de absorber su normalidad.
175

b
Cuando llego a casa, veo que me he perdido tres llamadas de Aaron y dos
de Deacon. También han enviado mensajes de texto, pero no los leo. Estoy
cansada. Me subo a la cama y cierro los ojos. Pero no me retraigo a algún
recuerdo esta noche. O la noche siguiente. Esta vez, mi mundo es suficiente
para consolarme.
Y así, dejo que la semana se extienda como un hermoso sueño del que
nunca quiero despertar.
Capítulo 2
Traducido por Jenn Cassie Grey
Corregido por flochi

H
ay un insistente zumbido. Mis parpados están pesados, como si
pudiera dormir por unas cuantas horas más. Finalmente me
siento, apartando mi cabello de mi cara, y me giro para ver mi
teléfono prendido a un lado de la mesa. Es Aaron. Aprieto el botón de ignorar
de nuevo y giro mi reloj así puedo leer los números. Son casi las diez a.m.
Me visto y encuentro a mi mamá limpiando la sala de estar. Mi padre ya
se ha ido al trabajo, y mi madre está realmente concentrada en tener los detalles
listos para mi fiesta la siguiente semana.
Pasamos la tarde del miércoles yendo por las invitaciones, y escuché sus
historias sobre mis fiestas pasadas. Ayer regresamos al centro comercial para
recoger el vestido perfecto, uno que tenía que ser agrandado un poco. Hoy ella
quiere hacer algunos mandados para obtener las decoraciones, pero estoy
desgastada por toda la planificación. Me pregunta si quiero ir con ella, pero
cuando frunzo la nariz, se ríe. Me dice que me tome el día libre.
176 Se va poco después de eso, y me preparo huevos revueltos y limpio el
sartén. Me baño y me visto, y para el momento en que veo mi teléfono de
nuevo, Isaac me ha mandado un mensaje diciendo que dejó la escuela temprano
y quiere salir. Sonrío, y pienso en mi casa vacía. No lo he visto desde que vimos
la película, aunque nuestros mensajes se han vuelto afectuosos. Me dice sobre
cómo piensa en mí todo el tiempo. Cuánto quiere besarme de nuevo. Siento
mariposas sólo de pensar en ello.
En un ataque de rebeldía, le digo que venga a mi casa ahora que no están
mis padres. Cuando acepta, soy una maraña de nervios. Nunca he hecho nada
como esto en mi vida real, tener un novio saltándose la escuela y venir a verme
cuando mis padres no estaban en casa. Nunca tuve que hacerlo. Deacon no
tenía padres, así que siempre teníamos un lugar a donde ir. Aprieto mi
mandíbula, molesta con mis pensamientos. No quiero pensar en Deacon justo
ahora.
Tomo el teléfono de la casa y llamo a mi madre, pensando en la idea de
estar a escondidas con mi novio. Sonrío ligeramente; Isaac es mi novio. Mi
madre responde el teléfono, y me tenso como si pudiera verme.
―Hola ―digo casualmente.
―Hola, cariño ―responde, sonando un poco agotada. Tengo una pequeña
punzada de culpa, pero rápidamente la suprimo. Necesito saber cuánto tiempo
estará fuera.
―¿Vas a ir a la tienda de comestibles más tarde? ―pregunto―. Estaba
pensando en hornear algunos panquecitos juntas después de la cena esta noche.
―Oh ―dice, como si fuera una buena idea―. Me encantaría. Estaré
ocupada en la tienda de vestidos por un rato. Tal vez no regrese antes que tu
padre llegue a las tres. ¿Está bien?
Sonrío.
―No te preocupes, mamá. Te veo más tarde.
Cuelgo el teléfono y giro para ver mi habitación. Mi cuerpo está
temblando por los nervios y las posibilidades. Sacudo mis sábanas, pero mi
dedo se atora con un hilo suelto, y la punta se rasga.
―Ow ―digo viendo mi dedo. Se cortó un poco, dejando una marca en la
piel. Miro abajo hacia mi sábana, y la vista de mi cama me hace darme cuenta
de otra cosa.
Tal vez esto es una mala idea, pienso, nerviosamente mordiendo el borde de
mi uña y escupiéndola. Qué hay si yo… si nosotros<
177 El timbre suena. Frunzo el ceño, mirando la puerta de mi habitación. Isaac
debió haber mandado un mensaje cuando ya venía. Trato de apartar el
nerviosismo que empieza, el vértigo que me recorre por verlo. Jason llamó a
Isaac un bobo total, pero así es como me siento. Completa y estúpidamente
boba por él.
Dejo mi habitación, cepillando mi cabello hacia atrás y frotando mis labios,
deseando haber tenido tiempo para ponerles labial. La emoción llena mi
estómago mientras camino por la sala de estar. Cuando llego a la puerta
principal, la abro, sonriendo ampliamente.
Mi mundo se rompe, cayendo a mi alrededor en trozos irregulares,
afilados que reflejan de nuevo diferentes imágenes. Diferentes vidas.
―Quinlan ―dice Marie, pronunciando mi nombre cuidadosamente
mientras sus ojos oscuros analizan mi apariencia―. Me gustaría entrar y hablar
contigo.
Mi boca se abre, pero no salen palabras. Estoy sorprendida, llena de
miedo. Miro detrás de mí a mi casa, y cuando me giro a Marie, ella presiona sus
labios en una sonrisa cortés.
―Sé que tus padres no están en casa ―dice―. Así que, ¿podrías, por
favor, invitarme a pasar?
Trago duro, mirando sobre su hombro hacia la calle, preocupada que la
camioneta de Isaac aparezca en cualquier momento. Pero sin otra opción,
asiento y abro la puerta ampliamente, haciéndole un gesto a Marie para que
entre.

b
Marie está usando un traje con pantalón de un profundo morado; sus
trenzas están desechas al final dejando las puntas curvarse. Es una visión,
profesional y aun así cercana, un completo paquete diseñado para la
manipulación de la confianza. La recuerdo diciéndome una vez que cada
detalle es usado para provocar una sensación destinada a otros, previsto incluso
el tono de lápiz labial que usa. A pesar de su intento, su apariencia me da poca
comodidad justo ahora. Estoy asustada como el infierno.
Marie se sienta en el sofá y me hace un gesto para sentarme frente a ella.
Cuando lo hago, se echa hacia atrás y cruza sus piernas.
―¿Te gustaría explicarme por qué estoy recibiendo una llamada de pánico
de Aaron diciendo que estás perdiendo el contacto? ―pregunta.
178
Mi estómago se revuelve ansiosamente.
―¿Te llamó?
―Esa no es una explicación ―dice.
Tengo que reorganizarme rápidamente, demostrando confianza.
―Mira ―digo, abriendo mi expresión para mostrar honestidad―. Lo
estoy evitando, pero no tiene nada que ver con esta asignación ―explico―. Me
está molestando por Deacon, todo el día. Lamento que te haya arrastrado en
esto. ―Me siento mal por decir la verdad a medias, haciendo ver a Aaron no
profesional. Pero no tiene derecho a contactar a nuestra tutora.
―Digamos que creo eso ―dice Marie, mirándome cuidadosamente―.
Ahora estoy preguntándote personalmente: ¿necesitas una extracción?
―No.
―Quinlan ―persiste―. ¿Estás comprometida?
―No, Marie ―digo―. De hecho, las cosas están yendo muy bien.
Exactamente como lo planeado. Este caso estará cerrado para el siguiente
viernes.
Eso puede que sea verdad, pero no garantiza que me iré. Y si el
departamento trata de forzarme también, regresaré cuando tenga dieciocho. No
hay nada que diga que no puedo. No importa qué, mi carrera como finalizadora
estará terminada. No me importa el dinero, nada de él. Tengo todo lo que
necesito justo aquí.
―Y para ser honesta ―añado―, Isaac está de camino justo ahora. Está
haciendo grandes progresos en su recuperación. Pregunta a mis padres.
―Eso es tranquilizador ―dice Marie. Aunque noto un poco de alivio en
su voz, la preocupación no deja sus ojos. Se inclina hacia mí―. Confío en ti
―dice―. Siempre lo he hecho. Y cualquier cosa que pase, Quinn, necesitas
aclarar esto. Puedo ver que estás un poco confundida. La pregunta es, ¿es
suficiente como para sacarte?
―No ―digo enfáticamente―. Marie, concuerdo que este es un caso difícil,
pero la familia finalmente me ha dejado entrar. Isaac confía en mí también.
Incluso he hecho un progreso con la hermana. Déjame terminar esto. Por favor.
Marie me mira de arriba a abajo midiendo mis palabras. Se pone de pie,
cepillando los muslos de su traje para estirar la tela.
―Bien ―acepta―. Pero necesitas terminar con el novio. Dale un cierre
temprano y sácalo de este proceso. ¿Entiendes?
Es un golpe en mi pecho, y me toma todo lo que tengo para mantener mi
expresión firme.
179
―Esa no es una opción ―le digo, poniéndome de pie―. Su salud está
ligada a la familia. Les gusta tenerlo cerca; les gusta verlo mejorarse. Sería
devastador para ellos si se retirara.
Marie entrecierra sus ojos delineados, y sonríe.
―Tonterías ―dice. Mi boca se abre en sorpresa―. ¿Crees que no te
conozco? ―pregunta―. ¿Qué no te he conocido desde que eres una niña? ―Se
para más cerca de mí, más alta que yo en sus botas de tacón―. Te has apegado,
Quinlan ―dice―. Y por eso debería sacarte inmediatamente. Pero la cosa es,
este caso, es más grande que tú. Tiene implicaciones más grandes. Y honesta y
verdaderamente creo que eres lo suficientemente buena finalizadora para
terminar esta asignación. Termínalo contigo intacta. Muéstrame que estoy en lo
correcto.
Mi cara arde con vergüenza, pero aprecio lo que Marie dijo. Por supuesto,
no está equivocada sobre mí estando apegada. Espero que no esté equivocada
sobre mí siendo lo suficientemente fuerte para superarlo.
―Puedo terminar esto ―le digo, endureciendo mi expresión para
mostrarle mi resolución―. Sólo dame hasta el siguiente viernes.
Marie asiente y entonces se acerca y me jala en un abrazo. Huele a vainilla,
y el aroma es familiar, reconfortándome inmediatamente. Cierro mis ojos por
un momento, respirándola.
Nos separamos, y Marie toma mi mano mientras camino con ella a la
puerta. Es la cosa más cercana que he tenido a una madre en la vida real. Le he
mentido, y aun así seguimos confiando en la otra.
Abro la puerta, ella sale y se gira hacia mí.
―No más salidas con Isaac ―dice, señalándome con su dedo―. Una
llamada, Quinn, una llamada de algún amigo molesto suyo y tu padre te
mandará directo a terapia. No tiene ni idea de lo que está pasado aquí, y no
tengo inclinaciones para decirle sobre ello.
―Gracias, Marie.
Asiente, y hay un deje de duda en su movimiento. Pero antes de que se
gire y se vaya, un nuevo sentimiento comienza a burbujear dentro de mí. Rabia.
Azoto la puerta cerrándola y me dirijo a mi habitación, tomando mi
teléfono le marco a Aaron. Estoy furiosa. Esta es la segunda vez que me
traiciona, y no voy a darle otra oportunidad para ello.
―Quinlan, gracias a Dios ―dice contestando inmediatamente. Bufo
180 incluso más molesta de que esté tratando de sonar preocupado.
―¿Me reportaste, imbécil?
―Cálmate ―dice Aaron―. No tomabas mis llamadas. Ni siquiera las de
Deacon. Estaba preocupado, y estaba asustado de acercarme a la casa. Sin
mencionar que la aplicación de rastreo ha sido desconectada de tu teléfono.
¿Coincidencia?
―No ―digo―. No te quería espiándome.
―No es espiar. Estoy cuidando de ti. ¿Qué está pasando ahí?
―Estoy haciendo mi trabajo ―le digo, mi boca apretada en amargura―. Y
si interfieres de nuevo, te reportaré a ti por tratar de descarriar mi asignación.
Mi padre te mandará a terapia.
Aaron se queda callado por un largo momento, e incluso a través de mi
rabia me doy cuenta que mi treta fue demasiado severa. Demasiado cruel. Casi
me disculpo, pero Aaron habla antes de que pueda.
―Bien ―dice―. Haz lo que quieras. Y cuando estén raspando tu cerebro
del piso del hospital, recuerda que estaba tratando de ayudarte.
Cuelga, y lanzo mi teléfono a la cama. Náuseas rasgan mi estómago, estoy
herida que le haya dicho a Marie que me estaba perdiendo. Avergonzada de
que tenga algo de razón. Y estoy avergonzada por cómo le hablé. Aaron es mi
amigo, sé eso. Lo que no sé es por qué quiero que esta cosa con Isaac continúe,
este riesgo que estoy tomando. Es como< si no pudiera detenerme. Lo quiero
demasiado.
Pero las advertencias de Marie se quedan conmigo. Me pongo algo de
labial y un poco más de maquillaje, tratando de disfrazar la palidez, mi
resplandor apagándose. Cuando Isaac llega quince minutos más tarde, me
encuentro con él en el porche y cierro la puerta detrás de mí. No puedo tenerlo
cerca ahora, interactuar de la manera que planeé. Aún sonríe brillantemente
cuando me ve, y le pregunto si podemos ir a almorzar mejor porque estoy
hambrienta. Hay un pequeño atisbo de decepción en su expresión, pero intenta
ocultarlo. Por supuesto, él no es un finalizador, por lo tanto, puedo leerlo con
facilidad. Le doy un rápido beso, arreglándolo. Consolándolo de alguna forma.
Toma mi mano y caminamos a su camioneta, pero antes de que entremos,
escaneo las calles rápidamente, buscando un auto, uno que esté fuera de lugar.
Uno que esté mirándome. Pero si hay alguno, están bien escondidos, porque no
hay nada fuera de lo ordinario en esta calle. Nada excepto yo.

181
Capítulo 3
Traducido por LunaRowe
Corregido por flochi

J
ason nos invitó a Isaac y a mí a las cajas de bateo en el parque el
domingo por la mañana, y aunque se supone que no debo “andar por
ahí con Isaac”, pensé que sonaba divertido. Y tengo el derecho de tener
un poco de diversión de vez en cuando.
Isaac y yo llegamos a las cajas de bateo y encontramos a Jason esperando
por nosotros cerca de la pequeña tienda que alberga descuentos, un gran taco
de goma de mascar atrapado dentro de su boca como mastique. Está usando un
jersey que está apretado alrededor de su abdomen en una manera entrañable.
Me gusta Jason. Puedo completamente entender por qué Isaac es su amigo.
―Ahí está mi pareja favorita ―llama cuando nos ve acercándonos. Gira
su bate alrededor de una mano enguantada intentando presumir, entonces cae
con un fuerte sonido metálico y todos empezamos a reír. Asiente hacia mí―. Tu
novio nos va a dejar en ridículo a todos, sólo una pequeña advertencia.
―Lo supuse ―digo, mirando hacia Isaac.
182
―No, no lo entiendes ―dice Jason, sonriendo―. La mayoría de los chicos
lindos bajarían el tono para que sus amigos no se vean estúpidos. No este
imbécil. Él totalmente se va a lucir.
―Cállate, hombre ―dice Isaac, riéndose―. Tú solamente eres
extraordinariamente malo.
―Eso es cierto ―dice Jason, agarrando una taza de monedas que dejó
cerca de la puerta―. Así que, ¿dejamos empezar los juegos de la humillación?
No puedo dejar de sonreír, inmersa en las constantes falsas discusiones.
Me siento sobre una mesa de picnic, y Jason es el primero en las cajas. Él pone
una moneda, y exagera su postura. Suelto una risita, y voltea hacia mí y me
guiña. La pelota sale, lo suficientemente rápido para hacerme brincar, y Jason la
golpea, lanzándola hacia la red por encima de las cajas.
Isaac deja salir un bajo chiflido y se sienta junto a mí para ver.
―¿Queeé? ―le grita a Jason―. Alguien ha estado practicando.
―¿Crees que te vería aquí si no lo hubiera hecho? ―pregunta Jason con
una sonrisa traga-mierda. La siguiente pelota viene antes de que esté listo, e
Isaac baja su cabeza y se ríe. Jason se reacomoda y saca las siguientes ocho bolas
al cielo.
Estoy sorprendida de lo rápido que las bolas son lanzadas de la máquina,
y también un poco nerviosa. La extensión de mi entrenamiento de bateo ocurrió
la noche pasada en mi patio con mi padre, así que no me estoy sintiendo súper
confiada. Veo a Jason terminar sus bolas, y entonces se gira sobre sus talones y
apunta su bate en mi dirección.
―Sigues tú, Catawampus ―anuncia. Isaac y yo explotamos en risas, pero
hay un suave toque en mi corazón porque utilizó mi apodo en primer lugar.
Una sensación de pertenencia. Salto hacia abajo, giro hacia Isaac y me muerdo
la uña como si estuviera nerviosa.
―Lo tienes, nena ―dice, aplaudiendo ruidosamente para animarme.
Soy toda sonrisas cuando llego a la caja y tomo el bate de metal del suelo.
Lo peso en mis manos, y después arrugo mi nariz y miro a Isaac.
―Tengo que advertírtelo ―le digo―. Soy pésima y nos voy a avergonzar
a ambos.
Me da un alentador pulgar arriba. Tomo una moneda de la taza y la
deslizo en la máquina. El sonido del motor empieza, y trago saliva, bordeando
el diamante de bateo. La primera bola sale, y grito y brinco fuera del plato.
Santa mierda, eso fue rápido.
Le lanzo una mirada de pánico a Isaac, pero él y Jason me dicen que sea
183
valiente, alentándome, supongo. De cualquier manera, regreso a mi posición y
el pesado bate se mueve inestablemente en mi agarre. La bola viene y cierro mis
ojos para batear, girándome. La rocé, supongo. Ellos aplauden salvajemente, de
nuevo alentándome, pero al menos sé que puedo golpearla. Para la bola
número quince soy capaz de golpear la bola hacia la parte trasera de la caja, y el
músculo en mi hombro está en llamas. Termino, exhalando dramáticamente y
dejando que mis brazos caigan a los lados.
Isaac brinca de la mesa y viene a la caja, poniendo sus manos en mi
cintura, diciéndome qué gran trabajo hice. Se inclina para besar mis labios y
después me pone su gorra en la cabeza al revés.
―Él tiene razón ―me dice Isaac, señalando a Jason―. Los voy a
avergonzar a ambos.
Lo empujo, riéndome, y después voy a unirme a Jason en la mesa de
picnic. Jason mira a los lados por mí.
―Ese chico es una súper estrella ―dice admirándolo―. Vida encantada,
la que tiene. ―Me giro hacia Isaac, tristeza recordándome que la vida de Isaac
no es tan grandiosa como Jason cree. Pero rápidamente entierro ese
pensamiento, no queriendo arruinar el día.
―Vamos, Isaac ―grito para ahogar mi culpa―. Impresióname.
Mira sobre su hombro hacia mí, lame su labio inferior, y dice:
―Lo haré.
Me inclino hacia adelante, mis codos sobre mis rodillas, y pongo mi mano
doblada sobre mis mejillas porque duelen de tanto sonreír. Isaac se voltea para
esperar por su bola y todo en lo que puedo pensar es en lo increíblemente sexy
que es.
Golpea a la bola con increíble fuerza. Siguiente bola, lo mismo. Me
enderezo, viendo con un poco de admiración mientras maneja cada bola como
si fuera la cosa más fácil del mundo. A mi lado, Jason golpea su rodilla contra la
mía.
―¿No lo has visto jugar antes? ―pregunta, dándose cuenta de mi
reacción.
Probablemente debería haber sabido qué tan bueno es, así que sonrió y le
digo:
―Sí, pero aún me sorprende cada vez.
Jason inclina su cabeza, estudiando mi cara por un momento. Se ve
pensativo, y se gira hacia Isaac.
―Estoy agradecido de que él te quiera ―dice en voz baja―. Eres buena
184 para él.
Mi aliento esta apretado en mi pecho, y estoy tan agradecida por este día.
Estoy tan feliz de haber ignorado el consejo de Marie, porque ahora esto es mío.
Este recuerdo. Tal vez esta vida. Él te quiere. Me giro para mirar a Isaac de
nuevo, intentando memorizar cada uno de sus movimientos.
―Sin mencionar ―continúa Jason―, que soy mucho mejor que tú en
béisbol. Así que eres buena para mí, también. ―Nos reímos a carcajadas.
Isaac termina, claramente orgulloso de su patear de traseros, y viene de
regreso a la mesa. Se acerca para quitar su gorra de mi cabeza y la pone de
vuelta en la suya.
―Bueno, me muero de hambre ―dice, mirando entre Jason y yo.
―Nos conseguiré unos hot dogs ―dice Jason, bajándose de la mesa.
―Te acompaño ―añade Isaac. Pone su mano en la mesa y se inclina para
besar mi mejilla―. ¿Quieres uno? ―pregunta. Asiento, disfrutando la cercanía.
Pone su otra mano al otro lado de mí, encerrándome. Se inclina y besa mis
labios. Y entonces de nuevo―. Ahora regreso ―susurra, y entonces trota para
alcanzar a Jason, quien ya está en camino hacia la pequeña tienda al otro lado
de las cajas.
Los observo, sintiéndome contenta en una manera que no había estado en
mucho tiempo. Me reclino sobre mis brazos, piernas estiradas frente a mí. Mi
celular vibra en mi bolsillo y mi postura se pone rígida. No quiero hablar contigo,
Aaron, pienso, ignorando la llamada. Solo déjanos en paz.
―¿Quinn? ―Hay un dolor afilado en mi pecho, me giro y encuentro a
Deacon justo dentro de la cerca, no muy lejos de donde nos hemos estado
sentando. Baja el teléfono de su oído, devastación pintando sus rasgos. Mira
hacia Isaac y Jason, quienes gracias a Dios se encuentran lejos de alcance como
para escuchar, y después hacia mí. Sé que ha visto todo.
―Deacon ―digo, bajándome de la mesa de picnic. Él no puede estar aquí;
no puede dejar que Isaac lo vea. ¿Cómo lo explicaría? Tendría que romper mi
personaje frente a Jason. Eso arruinaría todo―. No puedo hablar ahora ―digo,
lanzando una mirada a tiempo para ver a Isaac y Jason desaparecer dentro de la
tienda.
Cruzo el pavimento hacia donde Deacon está y pongo mis manos en su
pecho, empujándolo unos pasos fuera de la vista. Él no pelea; sólo me mira sin
creerlo. Sus dedos se cierran alrededor de mis muñecas, sosteniéndome contra
él.
―¿Qué estás haciendo? ―pregunta rogando―. ¿Qué has hecho?
185 Su dolor me atropella y me quiero disculpar< pero hacer eso sería admitir
que hice algo mal. Y francamente, esto no es para nada de su incumbencia.
―Estoy en una asignación ―dijo, sacando mis brazos de su agarre―.
Estoy trabajando, Deacon. No puedes estar aquí.
―Estás viviendo. No trabajando.
―Lo estoy ayudando ―digo.
―Te estás ayudando.
Mi punto suave se endurece y cruzo mis brazos sobre mi pecho.
―No seas un imbécil.
―¿Yo? ―dice―. Tú has evitado a Aaron por tres días, Marie se ha
preocupado. Infiernos, todos estamos preocupados, Quinn. Ella me mandó a
revisarte para que así estuviera fuera del reporte< eso debería de decirte algo.
La mención de Marie me irrita, y me bufo.
―¿Qué debería de decirme? ―le pregunto―. ¿Qué ellos quieren más
control sobre cómo proveo el cierre? ¿Que ellos piensan que me pueden
manipular mejor que Aaron? Estoy haciendo mi trabajo, Deacon. Diles eso.
La cara de Deacon se contorsiona, se aprieta como si le doliera.
―Te vi ―dice miserablemente―. Te vi besarlo.
Calor se precipita a mis mejillas, pero hago mi mejor esfuerzo para
mantener la fachada.
―Ya te dije que lo estoy ayudando ―susurro bruscamente―. Sólo quedan
algunos días. Creo que el departamento puede vivir sin mí hasta entonces.
―Tomo un respiro, intentando calmar mi apariencia, y empiezo a caminar
hacia la mesa.
―¿Y qué hay sobre mí? ―grita Deacon―. ¿Qué si yo no puedo vivir sin
ti?
Es un golpe a mis entrañas. Me volteo ferozmente.
―No te atrevas. ―Deacon no tiene permitido usar esto en mi contra,
manipularme con sus sentimientos de celos y dolor. Él ya ha roto mi corazón
dos veces. No le daré la oportunidad de hacerlo de nuevo.
Deacon me mira fijamente, sorprendido por la ferocidad de mi respuesta
pero también devastado por mi rechazo. Mira hacia la tienda y entonces da un
paso hacia mí.
―Me estás matando ―murmura.
―Ve a casa, Deacon ―digo, y le doy la espalda. Me siento enferma, pero
186 mantengo mi postura fuerte mientras me alejo y regreso a la mesa. Mis manos
están temblando, pero mi cara no muestra emoción. Me fuerzo a entumecerme.
No lo dejaré entrar. No puedo.
Está callado detrás de mí, y cuando la puerta de malla de la tienda de
descuentos se abre e Isaac y Jason salen con charolas de comida, riendo sobre
algo, finalmente miro sobre mi hombro. Deacon se ha ido.
Hay una pérdida de tranquilidad, y me giro. Me pregunto por un
momento si va a reportar lo que vio: a mí besando al novio de una asignación.
Un cliente, incluso. Pero sé que no lo hará. Deacon nunca me traicionaría con el
departamento, aun si es por mi propio bien.
Capítulo 4
Traducido por scarlet_danvers
Corregido por flochi

I
saac tiene un juego el martes por la noche, y aunque yo nunca he
estado en un partido de béisbol de secundaria, decido asistir. Estoy
nerviosa de que alguien me vaya a gritar por estar ahí, pero he estado
viviendo con tan poco esfuerzo en los últimos días que la amenaza parece estar
muy lejos ahora. Tendré cuidado. Me pondré mi capucha, mantendré mis ojos
bajos. Me sentaré en el fondo.
Esa gente no me puede detener de vivir. Isaac me quiere allí, y quiero estar
con él. Es muy sencillo ahora, más fácil que cualquier asignación que he tenido.
Incluso en la cena de esta noche, mis padres eran todo sonrisas. No hubo dolor.
Lo he quitado todo.
Mi capucha está puesta mientras me siento en la fila superior de las
gradas. Aun así, algunas personas se giran en ocasiones para mirarme, y me
muevo incómodamente bajo sus miradas. Pongo toda mi atención en la
puntuación, aplaudiendo cuando Isaac viene a batear, pero no silbando o
187 gritando como yo quiero. No puedo llamar ese tipo de atención en mí. No
quiero avergonzar a Isaac.
―Es bastante raro ―dice una voz. Me giro a mi izquierda mientras un
hombre se desliza sobre las gradas vacías para sentarse a mi lado―. Lo que
haces ―aclara―. Es extraño, si me preguntas.
Aprieto la mandíbula y me giro para enfrentar el campo. Este es
exactamente el tipo de confrontación que tenía la esperanza de evitar.
―No te pregunté ―digo con calma. Despliego mis manos sobre mis
rodillas, deseando que el hombre se fuera.
Hay un vitoreo de la multitud a mi derecha mientras el receptor toca a
alguien en home. He perdido interés en el juego, sin embargo, y levanto la vista
al marcador para comprobar la entrada. Primera parte de la séptima; casi se
termina.
―Mi nombre es Nando ―dice el chico cuando el ruido se apaga―.
Fernando, pero todo el mundo me llama Nando. ―Hace una pausa―. Solías
saber eso.
Todavía no me vuelvo, temo que encontraré odio en su expresión. Leí
sobre Nando en las páginas del diario. Él era un buen amigo de Isaac y de Kyle.
Y de mí, supongo.
―De todos modos ―continúa, sonando autoconsciente―. Yo sólo<
quería tener una mirada más cercana, ¿sabes? A ver si en realidad podrías pasar
por ella.
Me debato por un momento y luego me vuelvo hacia él, preguntándome si
su interés proviene de la curiosidad o de la amargura. Pero su expresión es
abierta y amable. La tensión en mis hombros se libera ligeramente mientras
examino sus ojos marrones oscuros, sus mejillas redondas. De lo que puedo
decir, él no es una amenaza.
Me quito la capucha, y el aire frío agita mi cabello. Domo los mechones
salvajes, metiéndolos detrás de mi oreja, y sonrío, la perfecta sonrisa practicada
que sé casi tan bien como la mía. Nando respira hondo; sus ojos se abren.
Observo mientras estudia mi maquillaje, destinado para acentuar mis
características de la manera correcta. Inspecciona mi cabello corto, mi ropa. Soy
Catalina Barnes.
Nando arruga la cara. Mi apariencia es inquietante si sabes quién se
supone que debo ser, y me arrepiento de mostrársela. Me pongo rápidamente la
capucha, avergonzada de que pensé que podría ser tan casual con un extraño.
―Wow ―dice Nando, tragando saliva―. Diablos, te ves igual a ella. ―No
es un cumplido, pero no es una bofetada, tampoco.
188 Hay otra ovación, y esta vez, cuando miro hacia arriba, los jugadores del
banquillo están inundando el campo. El equipo de Isaac perdió. A mi alrededor,
las gradas están empezando a vaciarse, y me giro para encontrar a Nando
mirándome. Sonríe con tristeza.
―¿Qué va a hacer cuando te vayas? ―pregunta. No tiene que
mencionarlo por su nombre, y la idea de dejar a Isaac tira de mi corazón. Miro
el campo y lo encuentro hablando con algunos de los otros jugadores, riendo a
pesar de la derrota del equipo.
―No sé ―digo en voz baja―. Pero la esperanza es que será capaz de
seguir adelante. Que él finalmente será feliz.
―Él es feliz ahora ―dice Nando―. No estaba seguro de que lo lograría.
Así que, gracias. ―Me giro hacia él, pero está mirando al frente. Todas las
gradas nos pertenecen ahora―. Pero después de que te hayas ido< ―Nando
me mira―. ¿No va a lamentar tu partida?
―No ―digo de forma automática. Pero dudo de mis propias palabras. En
un juego de rol normal, las familias llegan a decir adiós a sus seres queridos.
Salen adelante sin jamás verme como persona. Esta asignación ha sido
diferente. Yo soy parte de esta vida ahora. Ni siquiera puedo empezar a pensar
en decir adiós a Isaac. O a mi familia. Sólo quiero dejar de pensar.
―Su terapia va bien ―le digo a Nando, poniéndome de pie y deslizando
mis manos en los bolsillos de mi sudadera con capucha. Nando se pone de pie a
mi lado.
―Me alegro ―dice, pareciendo aliviado―. Y sin ofender ―Sonríe
disculpándose―, pero no puedo esperar a que te hayas ido. Como que has
estado haciendo que todos por aquí estén un poco locos. Sólo quiero que las
cosas vuelvan a la normalidad.
Asiento como si entendiera, pero sus palabras perforan mi armadura.
Normal. No es así como me ven, soy claramente anormal a la mayoría de ellos.
Pero no a Isaac. No más. Miro el campo mientras Isaac desaparece en el
banquillo hacia el vestuario.
―Me tengo que ir ―le digo a Nando, moviéndome más allá de él hacia las
escaleras de las gradas. Tomo dos escalones a la vez, tratando de desaparecer de
la vista lo más rápido posible. Cuando llego a la parte inferior, Nando me llama
desde el escalón más alto.
―Catalina ―dice. Me sorprende y me vuelvo para mirarlo. Él levanta la
mano en un saludo―. Fue un placer conocerte ―dice. Sus ojos brillan con el
inicio de las lágrimas, y puedo ver su dolor. Perdió una amiga; soy un
recordatorio de esa pérdida. Soy sal en su herida.
189 ―A ti también ―le digo. Me aparto y camino rápidamente hacia el
estacionamiento.

b
Isaac tiene su bolsa de lona encima del hombro cuando se acerca a su
camioneta. Estoy apoyada en la puerta del pasajero, y él sonríe, mirándome de
arriba abajo.
―Yo te di esa camiseta ―dice, señalando a la misma.
―¿Lo hiciste? ―pregunto, mirando hacia abajo a ésta. Isaac deja caer su
bolsa a sus pies y escanea mi cara.
―Sí ―dice con un ligero filo―. ¿No te acuerdas?
―Uh< ―No puedo recordar leer o ver algo sobre esta camisa. La verdad
es que la escogí porque fue la más cómoda que he podido encontrar en el
cajón―. Nop. Se me olvidó ―digo con dulzura, acercándome a él y
envolviendo mis brazos sobre sus hombros. Su cabello todavía está húmedo de
las duchas, y el olor a jabón es fuerte a su alrededor. Isaac no sonríe, sin
embargo. Confusión nubla su rostro.
―Fuimos a ese programa ―explica, hablando más rápido―. Querías esa
camisa, Catalina. Exactamente esa. La señalaste en otra chica y compré la
maldita camisa directamente de su cuerpo para que tú pudieras tenerla. No
puedo creer que pudiste olvidarte de eso.
Bajo mis brazos y doy un paso atrás; temor se enrosca en mi estómago. No
sé cómo conseguí esta camisa porque no me sucedió a mí. Él lo sabe.
―Isaac ―le digo, manteniendo mi tono firme―. No me acuerdo.
―¡Sí, lo haces! ―grita, haciéndome saltar. Un par de personas que
abandonan el juego echan un vistazo al sonido de su voz elevada.
―¡Hey! ―le grito a Isaac, sorprendida por su frustración. El calor se
apresura a mi cara y lágrimas pican en mis ojos. Entiendo las circunstancias
inusuales de nuestra relación, de verdad. Pero no voy a estar aquí en el
estacionamiento de la escuela mientras él me grita delante de extraños. No voy
a dejar que rompa esta ilusión―. Me voy a casa ―le digo, y rodeo el capó de la
camioneta. Mi mamá me dejó antes y ahora voy a tener que llamar de regreso
por un aventón. Tengo que salir de aquí. Mi mente está corriendo, saltando
entre mi entrenamiento y la vida que he estado viviendo. Las líneas se han
borrado. Necesito un momento para pensar, pero me duele el corazón por los
celos y nubla mi juicio. Estoy harta de competir con una chica muerta.
190 Isaac corre, deteniéndose unos pasos por delante de mí y extendiendo sus
manos para detenerme. Cuando me detengo, estudia mi rostro por un largo
momento antes de levantar su mano para tocar mi mejilla. El tacto, el cariño,
alivia el dolor en mi pecho.
―Lo siento ―dice con desesperación. Sus ojos se han suavizado, pintando
sus rasgos con miseria ante la idea de que lo abandone―. No me he sentido
bien hoy ―dice, sus dedos deslizándose a mi nuca mientras mira fijamente
hacia mí con adoración. Exhalo mientras su pulgar acaricia mi piel―. Lo siento
mucho ―susurra, dando un paso más cerca.
―No me puedes hablar así ―le digo―. No puedes herir mis sentimientos
cuando quieras.
―No quiero hacerlo ―dice inmediatamente. Envuelve sus brazos
alrededor de mí, y escucho el latido rápido de su corazón―. No quiero volver a
hacerte daño ―murmura Isaac cerca de mi oído―. Eres el amor de mi vida.
Un escalofrío recorre mi cuerpo, y sonrío. La idea de él amándome,
diciendo que me ama, es suficiente para mantenerme aquí, en este presente, con
él. El resto de mí se desvanece, todos mis sentidos, toda mi preocupación,
dejándome completamente vulnerable.
Nos quedamos envueltos el uno al otro, e Isaac me dice otra vez lo mucho
que me ama. No lo digo de regreso, suficientemente satisfecha de escucharlo. Y
después de un tiempo, Isaac y yo vamos a su camioneta para continuar nuestra
noche, pegando los pedazos de nosotros de nuevo juntos, ignorando las
fracturas finas que no podemos cubrir completamente.

191
Capítulo 5
Traducido por Selene1987
Corregido por flochi

I
saac sugiere que vayamos a Off Campus para comer algo. Es una
pequeña cafetería donde los estudiantes piden patatas fritas o fuman
cigarrillos en el patio frontal. Durante el viaje le escucho hablar del
partido, bola a bola, hasta el final que terminó con su racha de tres juegos
consecutivos ganados. Cuando deja de hablar, entrelaza sus dedos con los míos
y lleva mi mano a su boca, donde la besa dulcemente. Nuestra pelea de antes
está lejos de su cabeza. Pero no del todo de la mía.
Un dolor de cabeza ha empezado tras mis ojos, un ruido sordo que me
aleja de estar completamente enganchada a nuestra conversación. Durante la
cena, asiento y sonrío en los momentos adecuados, pero la frustración de Isaac
resuena en mí, haciendo que la noche sea un poco surreal. Lo alejo antes de
marcharnos, y sonrío mientras pone su brazo a mi alrededor en el
estacionamiento y besa la cima de mi cabeza.
De camino a casa, Isaac recibe una llamada de Jason. Puedo oír la voz de
192 Jason, escandalosa y ruidosa, mientras le pregunta a Isaac que vaya a jugar a las
cartas. Isaac duda, mirándome como si prefiriera pasar la noche solo los dos.
Yo, sin embargo, asiento enfáticamente. Salir con Jason ha sido genial,
momentos que me han hecho sentir completamente normal. Y ahora mismo me
muero por un momento de normalidad.
Isaac sonríe ante mi emoción y accede, diciéndole a Jason que está de
camino. Cuando cuelga el teléfono, me echo hacia adelante y le doy a Isaac un
beso en los labios, distrayéndole mientras conduce. Él se ríe, intentando
mantener los ojos en la carretera mientras le beso de nuevo, con mi mano en su
muslo. Le he echado de menos, aunque haya estado justo ahí.

b
Hay unos cuantos coches enfrente de la casa de Jason, e Isaac estaciona en
medio de la calle en la acera. Lo que queda de luz se ha desvanecido bajo un
cielo de nubes grises. Estamos recordando lo de la jaula de bateo cuando Isaac y
yo subimos las escaleras del porche.
Isaac llama a la puerta principal antes de abrirla parcialmente y avisar
nuestra llegada. Asoma la cabeza y saluda, abriéndome el resto de la puerta.
Estoy sonriendo, aliviada por una versión menos llena de la casa de Jason. Hay
una mesa redonda preparada en la sala de estar, con tres chicos sentados
alrededor. Reconozco al menos a dos de ellos de la fiesta de la semana pasada.
―Hola ―le digo a Jason, levantando mi mano como saludo. Solamente
hay una silla vacía en la mesa, y miro las caras de los otros chicos. Solamente
me hace falta un segundo para darme cuenta de que algo está mal. Isaac ya está
de camino hacia ellos para dar las manos, completamente ajeno.
Mi sonrisa desaparece rápidamente. Una cadena de váter se escucha en
otra sala; mis latidos retumban en los oídos. La adrenalina empieza a subir por
mis venas.
Jason no ha respondido a mi saludo. Su mandíbula está baja, sus ojos
entrecerrados por el disgusto. El osito de peluche con el que pasé un tiempo ha
desaparecido. Miro a los demás, encontrando la misma reacción hacia mí.
La expresión de Isaac flaquea cuando nadie le saluda inmediatamente. Y
en ese momento, creo que los dos nos damos cuenta de la verdad. Lo saben. El
pánico aparece en los ojos de Isaac, y se gira hacia mí justo cuando unas pisadas
hacen eco en el pasillo, acercándose rápidamente.
193 Kyle entra en la habitación y se queda impresionada que esté enfrente de
ella. Al principio su cara se ilumina un instante de alegría al ver a su mejor
amiga de nuevo. Pero se convierte en dolor, y luego en enfado. Odio.
Me giro hacia Isaac, y mira hacia arriba y ve a Kyle. Parpadea rápidamente
y echa un paso atrás de la mesa de los chicos, metiendo las manos con
nerviosismo en sus bolsillos.
―Hola, Kyle ―dice con una voz queda y áspera.
Kyle pasa a mi lado, golpeando su hombro contra el mío. La fuerza me
empuja hacia un lado.
―Jesús, Isaac ―dice con un tono preocupado. Hace una pausa enfrente de
él, mirándole como si intentara determinar si está herido―. ¿Estás bien?
Él traga fuertemente.
―Sí, claro.
Kyle lanza una mirada de odio en mi dirección y entonces coloca su mano
en el brazo de Isaac.
―Siento que lo tuviéramos que hacer así ―dice―. Pero estás ignorando
mis llamadas. Mira, sé que lo estás pasando mal, créeme que lo sé. ―Isaac se
aleja de su toque, enfadado con su tono. Ella se reafirma, agarrando sus
manos―. Ésa no es ella ―dice Kyle, con la voz entrecortada―. Sabes que no es
Catalina.
No lo dice como si estuviera enfadada. Lo dice como si echara de menos a
su mejor amiga. Como si estuviera preocupada por Isaac. Detrás de ellos, Jason
se frota la cara como si estuviera vencido. Entonces golpea con su puño en la
mesa, haciendo que los vasos repiqueteen.
―No puedo creerte, hombre ―le dice a Isaac―. ¿Por qué no me lo
contaste? ¡Murió! ¿Cómo pudiste no decirme que tu novia había muerto? ―Me
mira, con rencor―. ¿Cómo pudiste traer una de esas cosas a mi casa?
Un sonido enfermo se escapa de mi garganta, un poco de dolor me roba el
aliento. Presiono mis labios fuertemente para evitar llorar, pero mis ojos se
humedecen irremediablemente. Una de esas cosas. Jason era mi amigo. Pensaba
que era mi amigo.
Isaac se aleja de la mesa, mirándoles a todos. Pero nada puede distraerme
de la manera en la que me odian. Esto no puede estar pasando.
―Das asco ―me dice Jason, las lágrimas bajan por sus mejillas―. Lo que
has hecho< ―Levanta sus manos como si no pudiera soportar la gravedad de
mi engaño―. Él estaba afligido y te aprovechaste de eso. ¿Qué eres tú? ¿Qué
mierda eres tú que le harías esto a otro ser humano?
194
¿Qué soy yo? ¿Qué soy yo?, repite la voz en mi cabeza. El dolor de cabeza
que empezó antes empieza a palpitar, la presión se construye tras mis ojos.
―¡Vete! ―me dice Kyle, apuntando hacia la puerta.
No me muevo, no me voy a ir sin Isaac. Le lanzo una mirada, pero antes
de que nuestros ojos puedan encontrarse, hay un movimiento de frenesí. Kyle
está cruzando la sala y a pocos centímetros de mi cara.
―¡Sal de nuestras vidas! ―grita, un poco de saliva golpea mis mejillas. Su
expresión es salvaje, enfadada. Todo su dolor está amarrado en una bola de
odio, dirigida hacia mí. Es más fácil si puede culpar a alguien por la pérdida de
su amiga. Me quiere aniquilada porque quizás si me voy, dejarán de recordarle
la muerte de su mejor amiga.
En el momento en el que estoy perdida en mi cabeza, no me doy cuenta de
que echa hacia atrás el brazo. Me doy cuenta del movimiento de Kyle al mismo
tiempo en el que su puño conecta con mi mandíbula, enviando una vibración a
través de mi cara y hacia mi cabeza, partiendo mi realidad construida
cuidadosamente.
Caigo hacia atrás, sin equilibrio, con los oídos pitándome. Caigo en el
suelo de madera, haciendo que casi toda la fuerza recaiga sobre mi hombro. Me
duele la muñeca, y la llevo hacia el pecho con mi otra mano mientras levanto
mis ojos hacia Kyle. Se cubre la boca, sus nudillos aún están blancos por el
puñetazo. Parece horrorizada por sus acciones.
Me ha pegado, pienso, sorprendida. Me odia tanto que me ha pegado.
Soy una pila de escombros en el suelo, y cuando miro a Isaac, al verme,
patética y destrozada, hace que su cara se enrojezca de enfado. Intenta
apresurarse hacia mí, pero Jason salta de la mesa y agarra con sus largos brazos
el cuerpo de Isaac, echándole hacia atrás.
―Deja que se vaya ―le dice en el oído―. Tienes que dejar que se vaya,
hombre.
La habitación es un caos. Observo, devastada por la escena. Isaac gritando,
diciendo que me necesita. Jason rogándole que se calme. La culpa de Kyle mira
hacia mi dirección antes de volverse hacia Isaac, rogándole que termine esto.
Esta noche era una intervención. Los amigos de Isaac hicieron una intervención
para eliminar el veneno de su vida. Eliminarme a mí.
Jason baja la voz, su fuerte agarre se convierte en un abrazo. Isaac cierra
los ojos, escuchando lo que sea que Jason está diciendo. Su cuerpo empieza a
temblar, sin fuerzas.
―Para ―dice Isaac, rompiéndose―. Para. ―Jason hace que se dé la vuelta
y le levanta. Isaac llora sobre su hombro―. Haz que pare ―murmura.
195
Mis lágrimas son calientes mientras caen por mi cara, sobre mi mandíbula
dolorida. Kyle se deja caer sobre un asiento en la mesa, enterrando la cara en
sus manos. Los llantos de Isaac son más fuertes, llenos de dolor.
Ya no soy su novia. Soy una paria.
Estoy temblando, fría de dentro a afuera. Mi alma por fin se ha desgastado
demasiado. Me levanto del suelo, llorando silenciosamente por el dolor de mi
hombro y mi muñeca. Por el dolor de cabeza que me ha dejado ligeramente
desorientada. Camino en silencio hacia la puerta y salgo. La cierro tras de mí,
mirando a la carretera, al cielo, al césped herboso.
Aturdida, bajo las escaleras y me dirijo hacia lo que creo que
probablemente sea la dirección a mi casa. Tendré que pedir que me lleven,
supongo. Hago un gesto de dolor, la presión en mi cabeza casi es demasiado
para soportar. No puedo recordar a quién llamar, así que sigo caminando.

b
―¿Qué quieres ser cuando seas mayor? ―me preguntó una madre una
vez. No puedo recordar quién.
Fue una pregunta terrible de hacerle a alguien de diez años. No estaba
segura de si quería la respuesta de verdad o la respuesta que una hija debería
dar. Me senté allí pensando durante tanto tiempo que mi cabeza empezó a
doler.
¿Qué quería ser? Una finalizadora< no, jam{s. Solamente lo hice porque
mi padre me pidió que lo hiciera, me dijo lo buena que era ayudando a la gente.
No quería ser médico como él o Marie. No estaba segura de qué más había.
Miré hacia la madre, estudiando sus rasgos hermosos, sus mejillas suaves
y sus labios rosas.
―Quiero ser tú ―dije. Me refería a su trabajo, aunque no sabía cuál era.
Pero algo en mis palabras hizo que su cara se nublara. Se puso rígida,
alejándose de mí. Intentó forzar una sonrisa, pero vi miedo en su lugar. No
entendí en ese momento qué había hecho mal. Con el tiempo terminé esa
misión y seguí hacia adelante.
Ahora sé de qué tenía miedo. La gente no quiere ser reemplazada. No
quieren que una desconocida venga y arrebate sus vidas. Porque eso significaría
que no importaban en realidad. ¿Qué sentido tenía el existir si yo podía llegar y
196 resolverlo todo en cuestión de días? Soy una pesadilla andante.
Las luces de un coche detrás de mí iluminan la calle, y abrazo mis brazos a
mi alrededor. Intento desaparecer para que no me vean. La lluvia ha empezado
a caer, y mientras un vehículo se detiene a mi lado, me doy cuenta de que es
una camioneta. Me giro rápidamente justo cuando Isaac estaciona en la acera.
Me quedo helada por miedo, por la pena. No quiero hacerle daño, pero
más que nada, no quiero que me diga que esto ha significado nada.
Isaac sale de la camioneta y rodea el capó, su cara está iluminada por las
farolas. Incluso desde aquí puedo ver que sus ojos están rojos e hinchados. Su
cara está demacrada. La culpa me abruma.
―Lo siento ―le digo, las lágrimas salen de mis ojos. Isaac sigue
acercándose, y yo me echo hacia atrás cuando me alcanza y me abraza. Yo
respiro, esperando, pero me está abrazando. Sus dedos se deslizan a mi cabello
mojado, sosteniendo mi cabeza; sus labios rozan mis oídos.
Mi miedo empieza a desaparecer, y cierro los ojos. Los cierro al latido que
sigue detrás de ellos. Isaac me balancea, meciéndome suavemente, y ninguno
de los dos dice una palabra mientras la lluvia cae sobre nosotros. Después de
unos cuantos minutos se echa atrás, me limpia el rímel bajo los ojos con los
pulgares. Mira la mandíbula donde aún me duele. Se echa hacia adelante y besa
mis labios.
Veo en sus ojos que las palabras de sus amigos no han cambiado lo que
siente. Aunque debería aliviarme, no es así. Me deja más confusa. Isaac acuna
mi cara con sus manos, mirándome mientras la lluvia cae alrededor.
―No pueden verte ―dice―. Pero yo sí. Estás justo aquí, Catalina. Nunca
te fuiste.
Abro la boca para hablar, pero las palabras no salen. Mis pensamientos
regresan a la expresión de Jason de esta noche, el asco. Pienso en mi hermana,
mis padres. Pienso en el primer día que conocí a Isaac, llevando un vestido de
graduación.
―Esta no es mi vida ―farfullo, el frío hace que mi voz tiemble.
Isaac se pone tieso y me da un abrazo.
―Sí lo es ―susurra―. Las cosas se han jodido esta noche, pero las
arreglaremos. Todo estará bien mañana. Lo prometo. Ahora vayamos a casa,
¿de acuerdo? ―Se echa hacia atrás para mirarme, comprobándome como si me
retara de nuevo a decirle que no es verdad.
Pero ya no sé lo que está bien. Soy débil y tengo frío, derrumbada. Asiento
197 y dejo que Isaac me ayude a entrar en su camioneta, el mundo da vueltas a mi
alrededor. Cuando Isaac entra en la camioneta, me lanza una mirada
preocupada. Debo parecer horrible. Casi miro el espejo, pero no puedo soportar
la idea de verme la cara.
Mi cuerpo sigue temblando, e Isaac enciende la calefacción. Calienta mi
piel, pero no puedo deshacerme del frío. Dejo caer mi cabeza sobre la ventana,
mis pensamientos son un revoltijo. Mi identidad se está alejando, y en lugar de
atraerla, cierro los ojos y dejo que se vaya. Duele muchísimo seguir fingiendo.
Mi cabeza duele.
―Casi estás en casa ―dice Isaac, pareciendo preocupado.
―¿Qué casa? ―murmuro. No creo que me escuche por encima del ruido
de la calefacción, pero pronto estaciona en una casa familiar en una calle
arbolada. Me quedo mirándola un minuto, confundida, y siento la mano de
Isaac tocar la mía.
Me giro hacia él, estudiando sus gestos. Me siento perdida. Isaac respira
profundamente, mirando el volante, preocupado profundamente.
―No me importa lo que piensen, ¿sabes? ―dice, su voz está adquiriendo
un temblor―. Quieren alejarte, pero no lo entienden. No me dejarás de nuevo,
Catalina. Me quieres.
Las lágrimas bajan por la cara de Isaac y le observo, sin poder hacer nada
que le haga sentir mejor. Su dolor me llega, demasiado para absorber. Coloco
mi mano en su mejilla llena de lágrimas. Isaac levanta sus ojos para mirarme,
sus emociones desnudas.
―No llores ―susurro.
Se queda mirándome un gran rato, y luego se echa hacia adelante para
besarme. Coloco mi mano en su pecho, echándole hacia atrás lo suficiente para
romper el contacto. Imágenes pasan por mi cabeza: lugares diferentes, gente.
Recuerdos de verdad y recuerdos inventados. Ya no sé cuáles me pertenecen.
―Te quiero ―susurra Isaac, su respiración es caliente en mis labios. Pero
las palabras están apagadas. Mal de una manera que no puedo identificar. Le
echo hacia atrás y me dejo caer sobre la puerta, mirándole con una ansiedad
creciente. Olvidando y recordando su cara. Olvidando la mía propia.
―No soy Catalina ―digo con una voz diferente, una familiar. Isaac
respira profundamente como si le hubiera abofeteado―. No estás enamorado
de mí ―sigo, empezando a llorar―. Y yo no estoy enamorada de ti. No soy real,
Isaac.
Se queda mirándome, lágrimas frescas se reúnen en sus ojos.
―Cállate ―murmura―. Eres Catalina Barnes. Sólo estás confusa.
198
Meneo la cabeza, horrorizada al no saber si está diciendo la verdad o no.
Simplemente sé que no me siento como Catalina.
Isaac se frota fuertemente la cara, y cuando me mira de nuevo, no está
enfadado. Está desesperado.
―¿Por qué lo estás haciendo? ―pregunta, sus dientes desnudos muestran
su dolor―. ¿Por qué estás mintiendo?
―No soy ella.
―¡Sí lo eres! ―grita, haciendo que me eche hacia atrás―. Tú eres el< el
amor de mi< ―Sus ojos se debilitan y el resto de las palabras se pierden en sus
sollozos. Isaac se rompe completamente, su cuerpo se echa hacia adelante
mientras me ruega que regrese, aunque estoy sentada a su lado. Me doy cuenta
de que ya no me está hablando a mí. Está hablándole a Catalina.
Y yo ya no existo.
Capítulo 6
Traducido por HeythereDelilah1007
Corregido por Nanis

F
ue hace casi dos años y acababa de cumplir dieciséis. Solo quedaba
un día de mi asignación actual, y el padre estaba conmigo en la
cocina, friendo tocino. De vez en cuando se daba la vuelta para
poner su dedo sobre una lista de artículos impresos, recitándomelos.
Me había dicho y a Marie cuando llegamos ahí que en preparación a
nuestra llegada había hecho una lista de consejos que nunca le había dado a su
hija antes de morir. Yo no sabía los detalles de su muerte ―creo que su nombre
era Miranda― pero sí sé que había sido asesinada. El asesino había sido
atrapado, pero el padre había sido incapaz de seguir adelante debido a las
circunstancias. Marie se quedó conmigo para este caso, lo que era bastante
extraño, pero su ayuda fue bienvenida en este caso.
Ella todavía estaba dormida en la habitación de huéspedes mientras mi
padre me leía los pasajes desde el quince hasta el veinticinco. Pero fue en el
último en que hizo una pausa, ahogándose. Miré al otro lado de la habitación a
199 la parte trasera de su camiseta de franela, curiosa sobre lo que iba a decirme.
Se calmó a sí mismo y movió el tocino dentro de la sartén, el olor agrio de
cerdo achicharrado estaba empezando a llenar la habitación.
―Asegúrate de que el chico con el que te cases te quiera por quien eres
―dijo, su voz rompiéndose―. Porque te mereces la mejor clase de amor.
Había sentido esas palabras entonces, las sentí por un padre en duelo que
nunca iría a la boda de su hija. Nunca conocería a su esposo o a sus hijos. Nunca
la vería amar a nadie.
Pero ahora las sentía de una manera diferente. ¿Qué es lo que merezco?
Isaac continua sufriendo en el asiento del conductor, y mi compasión
crece. Me le acerco y toco su hombro, pero se mueve hacia atrás, contra la
puerta, y no me mira.
―Sal ―dice en una voz gruesa. Es una daga que atraviesa mi corazón―.
Sal de mi camioneta.
Lo miro por un momento, rechazada. Avergonzada. Asiento incluso
aunque él no pueda verlo, y busco como en trance la manija de la puerta. Me
salgo e Isaac no me detiene.
Mi cuerpo se estremece por el aire frío y titubeo, otro tipo de dolor agudo
detrás de mis ojos. Hago una mueca de dolor y pongo mi mano sobre mi frente.
Es como si hubiese un tornillo apretándose en mis sienes y aplastando mi
cráneo. Abro y cierro mis ojos fuertemente varas veces. El mundo se inclina
levemente, desorientándome mucho más.
Miro hacia la casa, desesperada por estar dentro y fuera de la vista. Lejos
de este mundo. Troto hasta la puerta principal, esperando entrar en calor. Solo
necesito pensar así mi confusión se aclarará.
La puerta principal de la casa no está cerrada con llave, y entro a toda
velocidad como si estuviera huyendo de alguien. Me tropiezo con mis propios
pies y tengo que estabilizarme rápidamente apoyándome en la pared.
―¿Catalina? ―mi madre llama, saltando desde el sofá. Está usando una
pijama rosada con flores, y la miro fijamente―. Cariño, ¿qué está mal?
Esto está mal, pienso en un ataque de miedo. Esta no es mi madre. Doy un
giro por la entrada, sin reconocer algunas de las decoraciones.
―¿Dónde están los espejos? ―pregunto―. ¿Y el abrigo de franela? Yo
no<
La mujer se me acerca y pone sus manos en mis antebrazos. Doy un salto,
golpeándome contra la pared. Una foto se cae y se rompe en el piso cerca de mis
200
pies. Doy un gritito, retrocediendo lejos del vidrio roto. En el piso hay una foto
de mi familia. No es mi familia, me corrijo, recorriendo la habitación con la
mirada, buscando por algo familiar, lo que sea.
Los bordes de mi mundo empiezan a volverse borrosos, y paso la palma
de mi mano sobre mi cara. ¿Cuál es esta casa?, pienso. Me detengo y miro
fijamente a la mujer frente a mí.
―¿Dónde están mis cosas? ―le pregunto―. Debería haber cosas aquí para
recordarme; sin ellas< floto lejos.
El miedo se arremolina en mi pecho y me empujo lejos de ella hacia la
cocina. Tengo recuerdos de estar friendo tocino y hablando de chicos y
matrimonios. Me doy la vuelta hacia la mujer en la pijama rosa mientras esta
entra en la habitación; su rostro se ha vuelto de un color blanco puro. Me está
mirando fijamente, con los ojos muy abiertos.
―Esta no soy yo ―le digo, dejándome caer en una silla junto a la mesa―.
Esta no es mi casa. Esta no es mi vida. Dejé la mía ir y ahora no puedo
encontrarla. Ya no hay nada familiar que me traiga de regreso. No sé quién soy.
La mujer se apresura y pasa de largo a mi lado, agarrando el bolso negro
del mostrador. La observo, mi respiración trabajosa mientras intento poner en
orden mi mente.
―¿Me conoce? ―le pregunto impotente. Cuando se da la vuelta, está
sosteniendo una botella de píldoras. Se mueve rápidamente y agarra un vaso y
lo llena en el grifo del lavaplatos. Le pregunto de nuevo, pero ella se niega a
contestarme. Está asustada, pero no entiendo por qué simplemente no me dice
mi nombre.
―¿Emily? ―pregunto esperanzada. La mujer sacude el tarro y saca dos
píldoras sobre la palma de su mano y me las pasa. Las pellizco con mis dedos,
mirándolas fijamente―. ¿Susan? ―La mujer me pasa el vaso con agua y cepilla
mi cabello.
―Shh< ―dice con amabilidad―. Toma estas. Te sentirás mejor.
Quiero sentirme mejor. Pero primero quiero recordar. Piensa, demonios.
¿Quién eres? Rostros diferentes pasan a toda velocidad en mi cabeza. Soy todos.
Dejo el agua sobre la mesa y luego pongo las píldoras sobre mi palma
abierta, examinándolas.
―¿Qué son éstas? ―le pregunto. En la casa hace demasiado frío y estoy
temblando.
La mujer levanta el vaso e intenta ponerlo en mi mano nuevamente.
―Solo algo para ayudarte a relajarte ―dice ella―. El Dr. McKee las
201 prescribió para ti. ¿Quieres que lo llame?
¿McKee? Mis ojos se pegan a los suyos y salto de mi silla, casi haciéndola
soltar el vaso. Sobresaltada, ella retrocede hasta que queda contra el mostrador.
Estoy atrapada en un extraño sentimiento de déjà vu.
―Quinlan Mckee ―le digo en voz alta a la habitación, como si estuviera
peleando conmigo misma. El nombre funciona como una conmoción para mi
sistema, una cachetada fría a la cara. Soy una finalizadora, pero he estado lejos
durante demasiado tiempo. Algo ha salido mal.
Lágrimas arden en mis ojos y mi dolor de cabeza no desaparece. Mi
mandíbula duele. Mi cabeza empieza a ponerse borrosa de nuevo y miro a la
píldora en mi mano.
―No ―digo. Volteo mi palma y dejo caer las píldoras sobre el piso de
baldosas―. No quiero ninguna píldora ―le digo―. Tengo que salir de aquí.
Mis extremidades están pesadas, pero me apresuro desde la habitación
hasta el pasillo. Al otro extremo una puerta se abre, y un hombre alto con un
bigote grande saca su cabeza, viéndose adormilado. Alza su mano como para
decirme hola, pero inmediatamente hago un intento con la primera puerta a mi
derecha, encontrando solo un baño. La mujer aparece en el otro extremo del
pasillo y estoy atrapada.
―Cariño ―dice ella―. Por favor cálmate. Voy a llamar a alguien para que
te ayude.
Intento con la siguiente puerta, y cuando la abro, es un dormitorio. Me
apresuro dentro y luego cierro la puerta de golpe y pongo el cerrojo,
descansando mi frente contra ella hasta que hay un golpe suave al otro extremo.
Doy un paso atrás, mis dientes empiezan a tiritar.
―Necesito pensar ―le digo a las personas al otro lado. Intento recuperar
mis recuerdos, pero ninguno permanece el tiempo necesario. Es casi imposible
decir cuáles son reales y cuáles parte de la asignación.
Paso mi mano sobre mi cabello húmedo, mirando a mi alrededor. Soy
Quinlan, pienso, pero luego la idea se aleja de mí. Otro rostro se aparece en mi
mente, niñas sonriendo. Periódicos online y videos. Esto no está bien; debería
haber algo< una atadura.
Había una foto, recuerdo desesperadamente. Corro hasta la basura, cayendo
sobre mis rodillas junto al escritorio. Pero cuando le doy la vuelta, el contendor
está vacío.
―No ―digo―. ¿Dónde está? ¡Había una foto!
Llevo mis rodillas hasta mi pecho, abrazándolas. Bajo mi cabeza
palpitando, intentando descifrar mi identidad. Intento recordar la fotografía,
202
pero la imagen se ve borrosa. ¿Pero dónde la tomé en primer lugar? ¿Dónde
está mi casa?
―Deacon ―murmuro, levantando mi cabeza. Tengo que encontrar a
Deacon.
Uso el escritorio para levantarme. Estoy inestable, pero también estoy
ganando fuerza. Miro disimuladamente un juego de llaves en la parte superior
del escritorio, y voy a cogerlas en una carrera para llegar al closet. Hay una
mochila en el suelo y agarro un par de prendas de vestir y las meto. Pongo las
correas sobre mis hombros y escucho por un momento. El pasillo está en
silencio, y me imagino a la mujer al teléfono, pidiendo ayuda. No quiero estar
aquí cuando llegue la ayuda.
Abro la ventana y me deslizo fuera, cayendo en el suelo. Gotas de lluvia
golpean mi cara y miro hacia arriba. Está lloviendo de nuevo. ¿O siempre había
estado lloviendo?
La llave para el Jetta está marcada, y rápidamente me meto, lanzando mi
mochila al asiento del pasajero. Tengo la vaga idea de que Deacon vive en
Corvallis, pero no tengo una manera de ponerme en contacto con él. No
recuerdo su número, y de todas maneras no sé dónde hay un teléfono. Piso el
acelerador, retrocedo por la entrada y me lanzo a toda velocidad hasta la
autopista, esperando que los músculos de la memoria me lleven a donde
necesito ir. El dolor en mi cabeza es casi insoportable, probablemente es
peligroso que esté conduciendo. Pero necesito ayuda. Necesito algo familiar.

b
El camino es tortuoso, y sin importar lo que haga no logro calentarme. He
evitado ver mi reflejo en el espejo, aterrada con lo que pueda encontrar. A quién
pueda encontrar. Mis instintos me dicen que soy Quinlan McKee, pero también
está Catalina Barnes. No, pienso. Ella es la asignación. Al menos creo que ella es
la asignación.
Incluso aunque una imagen de Deacon me llega a la mente, no puedo
localizarlo, no logro descubrir cómo es que lo conozco. MI cuerpo funciona en
piloto automático y encuentro la salida hasta Corvallis. El paisaje empieza a
verse ligeramente familiar, pero no puedo identificar ningún recuerdo en
específico. Creo que estoy rota.
Mi pánico sigue creciendo mientras imágenes al azar atraviesan mi cabeza,
abriéndola de un tajo con demasiada información. Demasiada gente. Encuentro
la calle cercana a la universidad, segura de que voy en la dirección correcta.
203 Puedo ver la casa pequeña con el porche grande y ahora siento el dolor en mi
pecho. Empieza en mi corazón.
Apago el auto, temblando incontrolablemente mientras espero en la
entrada. He perdido mi identidad y no estoy segura de cómo recuperarla. ¿Qué
si quedo atrapada así, un collage de la vida de otras personas? ¿Quién soy con
los recuerdos de otros?
Abro la puerta y el sonido de lluvia golpeando el auto ahoga mi
respiración irregular. La lluvia me empapa a través de la camisa, y envuelvo
mis brazos a mi alrededor. No ayuda.
¿Qué si realmente soy Catalina Barnes y solo me escapé de mi casa? ¿Qué
si Quinlan es la asignación con la que estoy confundida? O yo podría ser otra
persona totalmente. Miro al porche oscurecido de Deacon y me pregunto si
debería regresar hasta Lake Oswego, y exigirle a la mujer de la pijama rosada
que me lo explique todo.
Estoy tan sola. Estoy tan sola que es como si hubiera un hoyo en mi pecho
y estuviera drenando mi vida. No quiero seguir estando vacía.
Camino hacia la casa, mis pies empapados en mis zapatos. Las suelas
chirrían mientras subo los escalones, y una vez me encuentro cubierta por el
techo del porche, toco el timbre, sosteniéndome a mí misma con la palma de mi
mano apoyada contra el marco de la puerta.
La luz se enciende sobre mí, y paso la mano ausentemente sobre la lluvia
que está cayendo desde mi cabello hasta mi frente. Cuando la puerta se abre,
Deacon se recorta contra la luz del pasillo. No puedo ver su rostro. ¿Qué si no lo
conozco? ¿Qué si estoy completamente loca? Cubro mi boca y empiezo a llorar
porque estoy tan malditamente asustada.
Deacon sale de la casa y me agarra, halándome hacia él. Está usado una
delgada camiseta de algodón blanco, y su piel está caliente en comparación con
la mía. No puedo hablar porque mis dientes están castañeando con demasiada
fuerza. Cierro mis ojos, presionando mi mejilla empapada contra su pecho,
poniendo mi mano sobre su corazón.
―¿Qué sucedió? ―pregunta. Pasa sus manos sobre mis brazos para
calentarme―. Dios, Quinn. ¿Estás bien?
Quinn. Lentamente, me retiro y lo miro fijamente. No duda en tocarme,
cepillando lejos el agua que cae sobre mi frente, sosteniendo mi cara mientras la
recorre con la mirada.
―¿Qué es esto? ―pregunta, pasando su dedo delicadamente sobre mi
mandíbula. Su postura se endurece y lanza una mirada llena de rabia hacia la
oscuridad más allá del porche―. ¿Quién te hizo esto? ―exige.
―No lo recuerdo ―le digo. Lo miro fijamente, reconociendo sus ojos, su
204 boca. Me gustan todas sus facciones, y como van juntas―. Tengo frío ―digo
con una voz débil. El sonido de esto parece debilitarlo, y envuelve su brazo
alrededor de mis hombros y le lleva dentro de la casa.
―Te tengo ―dice gentilmente―. Estoy aquí. ―Se da la vuelta y escanea el
porche, y después de no ver nada en la lluvia, cierra la puerta y pone el seguro.
Capítulo 7
Traducido por Jenn Cassie Grey y LunaRowe
Corregido por Nanis

E
stoy temblando< mis ropas húmedas se pegan a mi cuerpo, mis
labios temblando.
―Te estás congelando ―murmura Deacon, y me lleva a la
sala de estar. Me sienta en el sofá y toma una manta del cojín detrás de mí,
envolviéndola sobre mis hombros―. ¿Cuánto tiempo has estado en la lluvia?
―pregunta, arrodillándose frente a mí para desatar mis zapatos. Cuando quita
un tenis, el agua sale de la suela. Gime, molesto de que fuera tan descuidada, y
quita mis calcetas. Al minuto que mi piel toca el aire, mis dedos se sienten un
poco mejor.
―No recuerdo ―le digo por segunda vez―. Tal vez un rato. Estaba
caminado bajo ella, creo.
―Dios, Quinn ―estalla, claramente molesto―. ¿Quién te está cuidando?
Ellos no puede solo< ―Se detiene y mira hacia arriba, disculpándose por su
tono. Hace un gesto hacia mi cara―. Deberíamos poner algo de hielo en eso
205 antes de que se hinche ―dice más gentilmente.
Me estiro para tocar mi mandíbula, pero el dolor ha comenzado a ceder.
―No importa si lo hace ―le digo―. No puedo soportar mirarme a mí
misma. Deacon< no sé quién soy.
Su expresión cae, sus ojos ampliándose ante mi declaración.
―¿Qué quieres decir? ―pregunta, sonando aterrorizado.
―No puedo recordar quién soy ―digo―. Ya no estoy segura de lo que es
real.
Deacon maldice, sacudiendo su cabeza.
―Les dije que era demasiado pronto. ―Se estira para tomar mis manos,
Nivelando nuestras miradas―. Eres real ―dice severamente. Mi mente está
girando, insegura, aprieto mis dedos entre los suyos, probando el sentimiento.
Es extraño, como si esta fuera la vida falsa.
Miro hacia nuestras manos, insegura de nuestra relación. Nuestro pasado.
―Él me ama, sabes ―digo bajito. Deacon salta―. Isaac me dijo que me
ama.
Deacon está callado por un largo momento, y miro para encontrar su cara
atormentada.
―¿Y tú lo amas? ―pregunta.
―Creo que tal vez lo hago.
Deacon se aleja y cae en una posición sentada en el suelo. Abraza sus
rodillas, descansa sus codos sobre ellas, y pone sus manos sobre su frente para
bloquear sus ojos.
―Bueno, joder ―murmura.
Siento su reacción en mi pecho, un dolor brillante que se esparce por todo
mi corazón. Está devastado ante el pensamiento de mí amando a alguien más.
―Piensa que soy Catalina ―le digo. Estoy asustada por la siguiente
pregunta―. ¿Lo soy?
La garganta de Deacon suena cuando traga, y cuando baja su brazo,
puedo ver la piel alrededor de sus ojos enrojecida, sus emociones
desbordándose.
―No ―dice. Se arrastra de nuevo deteniéndose frente a mí, pero no me
toca de nuevo―. No eres Catalina.
No sé qué pensar. Paso mis dedos a través de mi cabello húmedo, notando
que es corto. Mi mente salta adelante y hacia atrás entre mis recuerdos, una
imagen de mí e Isaac, él mirando con adoración a un lado de mi cara.
206 ―No ―digo incierta―. Soy Catalina Barnes. ―Mi voz se rompe, estoy
abrumada con el peso del sentimiento de pérdida. Demasiado pesado para
cargarlo. Demasiado oscuro. Demasiado doloroso.
―No eres ella ―dice Deacon, acercándose. Aún estoy temblando, pero el
calor de su cuerpo es fuego a mi lado, irradiando calidez.
Mis recuerdos continúan girando, pero entonces recuerdo pensando que
Deacon siempre está ahí para mí. Pero ya no. Ahora es Isaac. Pero Isaac no
puede ayudarme. No puedo decirle cómo me siento porque no quiero hacerlo
sentir triste.
―Quinn ―dice Deacon en una voz que es totalmente desconsolada―.
Regresa. Quédate aquí conmigo. ―Toma mi mano de nuevo y la trae contra su
boca como si estuviera rezando conmigo―. Por favor ―murmura contra mi
piel.
Parpadeo lentamente, viéndolo mientras comienza a desmoronarse, muy
preocupado de que nunca voy a volver en realidad. Preocupado que me ha
perdido para siempre. El dolor en mi cabeza destella un blanco brillante, y
aprieto mis ojos cerr{ndolos. En ese momento pienso en Deacon< un recuerdo
que he perdido en alguna parte por el camino.
b
―Tengo el lugar perfecto, ―dice Deacon, descansando sobre sus codos
mientras estamos recostados en el pasto alto detrás de mi patio trasero. Tiene
una pluma roja, y está dibujando un tatuaje en mis costillas, haciéndome
cosquillas con cada trazo.
―No digas tu habitación ―le digo y río.
Me lanza una sonrisa, pero entonces se inclina más cerca para ver su arte.
―No ―dice―. Este es tu lugar perfecto. No, estoy pensando que iremos a
Europa. Nuevas identidades, espionaje, toda esa mierda.
Sonrío, girando mi cabeza para mirarlo mientras estoy recostada sobre mi
espalda.
―Esa es la idea más estúpida que has tenido nunca. Además ―digo―,
ambos tenemos un tiempo con nuestros contratos, así que tal vez podamos
escoger un lugar cerca de la ciudad.
Para de dibujar, alzando su vista hacia mí. Sus ojos sosteniendo los míos,
se inclina y besa mi piel, justo donde estaba dibujando. Mis ojos aletean para
cerrase y paso mis dedos a través de su cabello. Me besa de nuevo.
207 ―Tu papá nuca va a dejarte fuera de tu contrato ―dice, besando
lentamente mi cuerpo en su camino hacia arriba―. Entonces Europa, bigotes
falsos, todo eso está en nuestro futuro. ―Cuando su boca va a mi cuello y
desliza su cuerpo sobre el mío, decido que iré a donde sea que quiera. Se
mantiene quieto, solo a un aliento de besar mis labios.
Lo miro, completa y totalmente enamorada.
―Huyamos juntos ―susurro. Con eso él sonríe, amplia y hermosamente.
Y entonces se inclina y me besa.

b
Respiro profundamente, el mundo a mi alrededor lentamente enfocándose
de nuevo, regresando a la vida mientras las piezas encajan a mi alrededor.
Deacon sigue quieto mirándome, perdido en su dolor, murmurando que estará
todo bien, que está seguro de eso.
―Soy Quinlan McKee ―digo débilmente. Deacon suelta un llanto
aliviado―. Conduzco un viejo Honda ―continuo―, con la luz de revisar el
motor encendida.
Deacon ríe, limpiando las lágrimas que se han deslizado por sus mejillas.
―Sí ―dice―. Sí, tu carro es un pedazo de mierda.
―Y estoy aquí contigo ―le digo, el entumecimiento desapareciendo de mi
piel, mi sangre circulando de nuevo como si hubiera estado congelada en mis
venas. Miro a mi alrededor, mirando la sala de estar de Deacon. Hay papeles y
revistas esparcidas alrededor como si estuviera en medio de una investigación.
Hay brasas en la chimenea aunque casi es verano. Dibujos garabateados en la
parte trasera de las páginas, algunos que se ven como yo. Todo es diferente
pero aun así lo mismo. Pero estoy viva. Estoy en casa.
Cuando me giro hacia Deacon, sonríe.
―Hola ―dice bajito, como si solo hubiera llegado y no vine a su casa
como un tornado emocional.
―Hola. ―Inhalo y exhalo, profundo y relajantemente. Esto era lo que
necesitaba, a quien necesitaba ver para recordar. Le di toda mi confianza una
vez, y por eso, él mantiene mi identidad. Siempre puede recordarme quién soy
realmente.
―Dime lo que necesitas ―dice Deacon―. ¿Quieres otra manta? ¿Tienes
hambre? Porque puedo prepárate algo para comer.
208 Él es bueno para mí. A pesar del dolor en nuestro pasado, sé que se
preocupa profundamente. Y lo amé locamente, creo que aún lo hago. Esos
hermosos ojos cafés, su expresión seria. Las pecas sobre el puente de su nariz.
La suya es la cara que veo cuando pienso en casa.
Me estiro para pasar mis dedos por su cabello, poniéndolo a un lado y
fuera de su cara, mirándolo. Dejando mi mano pasar por su mejilla, hacia su
hombro, bajando por su brazo.
Este toque es diferente y lo siente; su pecho subiendo y cayendo un poco
más rápido. Se levanta en sus rodillas acercándose, esperando esto tanto como
yo. Todo sobre él me calienta, me llama. Me inclino y lo beso.
Mis labios rozan los suyos, suavemente al principio. Él sabe a canela y mi
corazón late alocadamente. Lo beso más fuerte. Hay un ligero toque cuando
lame mi labio inferior, y yo gimo, teniendo ganas de él. Él intensifica nuestro
beso mandando chispas por todo mi cuerpo. Soy salvaje y descuidada, agarro
su camisa para jalarlo más cerca. Deacon se detiene, respirando rápido contra
mí como si tuviera miedo de estar perdiendo el control.
―No te detengas ―murmuro, queriendo perderme con él. Perdida y libre.
Sin titubeo nuestras bocas chocan juntas nuevamente. Deacon tira de mi
blusa mojada gruñendo su aprobación cuando yo tiro de la suya. Me empuja de
nuevo en el sillón y jala el resto de mi ropa, besando en su recorrido mi cuerpo.
Su toque quema mi piel y lo amo. Lo amo a él.
Cierro mis ojos, recordando cada uno de nuestros momentos, cada uno de
nuestros sentimientos. Y no es hasta más tarde, cuando estamos prensados
juntos en este pequeño, acojinado espacio, que él se sostiene arriba de mí, sin
aliento y tembloroso.
―¿Qué estamos haciendo Quinn? ―me pregunta.
―Siendo más que amigos ―le respondo.
Él no se ríe. No dice nada más. En su lugar, mira hacia abajo a mí,
completamente y totalmente indefensa. Él es mío, pienso.
Me estiro hacia él, lo dejo que me consuma. Bloqueamos el mundo entero
y nos quedamos solo con nosotros. No hay más pretender o proteger, me rindo.
Los dos lo hacemos. Y ésta vez los dos intentamos darnos el uno al otro lo que
ambos siempre hemos querido más: amor, del tipo que no necesitamos decir.

b
209 Dormí en la cama de Deacon anoche, no en la de Catalina donde sus
padres han estado probablemente esperando. Tal vez ya llamaron a Marie,
llamaron a mi padre. En vez de preocuparme por ello, me acurruco contra
Deacon, mi muslo sobre el de él mientras acaricia mi cabello. Él estaba aquí
cuando me desperté tarde esta mañana, pasada mi alarma interna. Estuvo
conmigo toda la noche. Él es diferente ahora, lo puedo sentir. Ya no está
asustado de acercarse demasiado a mí.
Con mi uña, trazo una figura de un corazón en su piel justo arriba de
donde su corazón estaría. Dibujo una pequeña flecha apuñalándolo y lo
escucho reír.
―Esa eres tú ―me dice―. La flecha en mi corazón.
―¿Entonces soy una herida?
―Definitivamente. Una profunda también. Un montón de tejido cicatrizal.
Golpeo su pecho y me da la vuelta, sujetándome debajo de él. Me besa en
la nariz y luego me sostiene la mirada. Se ve pensativo por un momento y luego
usa su pulgar para tallar mi mejilla como si estuviera quitando maquillaje.
Sonríe y hace lo mismo del otro lado.
―Ya estás ―susurra. Se inclina hacia abajo para besar mis labios y luego
me sonríe nuevamente―. Extrañé esta cara―dice―. Extrañé besarla.
Me río y lo empujo pero como imanes nos acurrucamos cerca otra vez. El
cuarto es tibio y afuera, un poco de luz se filtra a través de las cortinas
transparentes. Brillando justo en nosotros. Mi dolor de cabeza se ha ido; mi
corazón está contento. Le conté a Deacon todo sobre mi tiempo con Catalina
Barnes, las partes donde me equivoqué por completo.
―De todas maneras no puedo creer que esa niña te haya golpeado―dice
Deacon, ni siquiera mínimamente entretenido―. Qué perra.
Yo exhalo, aliviada de que no había pasado de una ligera marca roja.
―Ella estaba dolida ―digo, aunque no tendría que inventar una excusa
para su violencia. Pero en verdad, lo entiendo. Isaac y yo vivíamos en un
mundo de fantasía, necesitábamos ser detenidos.
―Creo que he hecho las cosas peor para esa familia entera ―le digo a
Deacon. Se mueve debajo de mí y sé que no quiere hablar de ello realmente.
Mencionar que yo pensaba que tal vez amaba a Isaac era un poco como una
daga, estoy segura, especialmente después de lo herido que Deacon se había
visto en las jaulas de bateo. Por supuesto, ahora entiendo que no amaba
realmente a Isaac. Quiero decir, sí, me atraía, pero más que nada, me gustaba la
manera en que él se sentía sobre Catalina. Me gustaba poder tener una vida
normal donde podíamos estar juntos y hacer cosas normales de pareja. Me
210 gustaba lo fácil que era con él. Al menos por un tiempo.
―¿Que debería hacer? ―le pregunto a Deacon.
Él está callado, pensándolo.
―Nos vamos ―dice―. Nos conseguiré boletos a dondequiera que quieras
ir. No le decimos a Marie o Aaron. Definitivamente no le decimos a tu padre.
―Aprieta sus brazos a mi alrededor―. Sólo nos vamos.
Me siento y lo volteo a ver, mis cejas fruncidas.
―¿Y dejar esa familia sufrir? ―pregunto incrédula―. Los he hecho peor
Deacon. ¿Cómo puedo vivir con eso?
―No es tu culpa ―dice acomodando la cobija mientras se mueve para
descansar contra la cabecera―. Esto es todo sobre tu padre.
―Detente ―le digo, exhausta con él por siempre echarle la culpa a mi
padre. Sí, mi padre no me debería haber enviado, pero yo fui la que fracasé.
Deacon suspira y voltea a ver el techo, intentando componerse.
―Bueno ―concede―. ¿Quieres ayuda encontrando a otro finalizador que
vaya y lo acabe?
Bajo mi mirada, una pequeña punzada de celos golpeándome ante la idea
de otra persona ocupando mi lugar, incluso si es mi lugar como un remplazo.
Empiezo a morderme mi uña, intentando imaginar cómo ajustar la terapia de la
familia y redirigirlos a tiempo para la fiesta del viernes. Sacudo mi cabeza,
viendo a Deacon y sabiendo que no le va a gustar mi repuesta.
―Tengo que ser yo ―le digo.
Él aprieta su mandíbula.
―Casi te perdiste a ti misma ―dice en una voz controlada―. Nos puedes
volver ahí. No.
―Tengo que ―le digo―. Se lo debo a los padres de ella. Y a Isaac.
―No ―difiere―. En realidad no le debes nada a nadie, Quinn. Puedes
retirarte. Nos podemos retirar.
―Tengo que arreglar esto. Después de eso, hablaré con mi padre. Veré
qué se puede hacer sobre el contrato. Pero no le daré la espalda a la familia
Barnes. No es correcto.
Deacon me mira fijamente como si no pudiera creer lo que estoy diciendo.
―¿Qué más debo hacer? ―pregunta―. Te daré lo que sea, Quinn. ¿Pero,
qué más puedo posiblemente hacer para que te quedes?
―Esto no es sobre nosotros.
211 ―¡Para mí sí lo es! ―dice, levantando la voz―. Cometí un error hace ocho
meses, lo sé. Me mataba ver lo que te había hecho, cómo te herí. Me prometí a
mí mismo que no lo haría otra vez. Lo prometo cada vez. Y luego tú viniste aquí
ayer en la noche. Estaba indefenso. Estaba completamente abierto a ti. ¿Y qué,
Quinn? ¿Me dejas entrar solo para que me puedas dejar? ¿Arrancar mi corazón
y castigarme?
―¡No te estoy castigando, Deacon!
―¡Así es como se siente! Si te preocupas por mí en absoluto, renunciarás a
tu contrato. Ahorita mismo.
―¡No puedes pedirme eso!
Su boca se endurece mientras intenta resistir sus lágrimas, su cara franca
con emoción. Toma mis brazos y me jala de rodillas frente a él. Nos miramos el
uno al otro y lo veo intentar no desbaratarse. Su respiración es rápida y
superficial mientras se inclina para descansar su frente contra la mía. Cierra sus
ojos.
―Por favor ―susurra―. Por favor Quinlan.
Y me rompe el corazón cuando yo susurro en respuesta:
―Lo siento.
b
Después de una ducha y un cambio de ropa, estoy abajo en la entrada, los
tirantes de mi mochila sobre mis hombros. Deacon está sentado en la escalera
de madera, mirando fijamente a sus pies. Me espero un momento y luego llamo
su nombre. Su cara es miserable cuando me mira entre las tiras del barandal.
―Me salvaste anoche ―le digo―. Gracias. ―Mi corazón me ruega que me
quede con él, pero no seré tan egoísta. No podría vivir conmigo misma si dejara
a esa familia sufrir. El hecho de que Deacon pudiera hacerlo me hace cuestionar
si debemos estar juntos en verdad. Tal vez finalizadores no deberían amarse el
uno al otro. ¿Cómo podemos hacerlo cuando el mundo piensa que no tenemos
corazón? Estarían en lo correcto.
Deacon me sostiene la mirada por solo un segundo y luego la desvía.
―Cuídate Quinlan ―dice fríamente como si yo fuera una completa
extraña. El sonido es una bofetada en la cara, tan reminiscente del día que
rompió conmigo que manda un escalofrío por mi espalda.
Aprieto mis labios, reteniendo la diatriba de palabras descorazonadas que
le quiero gritar. Él sabe cómo me afecta, cómo me lastima. Espero a que me
212 vuelva a mirar y se disculpe pero no lo hace. Anoche pensé que habíamos
cambiado. Pero es claro que no lo hemos hecho.
Cierro mis ojos y le doy la espalda a Deacon. Paso mis dedos bajo mis ojos
antes de que cualquier lágrima pueda caer, me endurezco contra el mundo
exterior y abro la puerta. Dejaré este equipaje aquí, guardado hasta que acabe
mi asignación.
Sin otra palabra más, camino fuera de la puerta de Deacon y la cierro de
un golpe.
Capítulo 8
Traducido por Ateh
Corregido por Nanis

M
edio espero que haya un control de carretera cuando regreso a
Lake Oswego, pero la ciudad es tan pintoresca como lo fue ese
primer día. He llamado varias veces al teléfono de Isaac, pero
no me ha respondido. Una vez que suavice las cosas con mis padres, lo
encontraré. Me aseguraré de que esté bien.
Mi corazón ha comenzado a latir más rápido cuando me preocupo por la
reacción del Sr. y la Sra. Barnes ante mi arrebato anoche, mi desaparición.
Puede que ni siquiera me dejen entrar de nuevo en su casa. Tengo que estar
preparada para eso.
Subo por el camino de entrada, preocupada cuando sus coches
estacionados en el frente, junto con un Lexus blanco que no reconozco. No es de
Marie o mi padre, pero quién sabe a quién podrían haber estado enviando en su
lugar. Estaciono y luego tomo un minuto para reunir mi valor.
Me acerco a la casa, debatiendo si debía llamar o simplemente entrar. Mi
213 cara se encuentra libre de maquillaje, pero al final, voy a tratar de actuar como
Catalina. Entro en su personaje y expresiones faciales en el momento en que
entro por la puerta.
―Ah ―dice un hombre con un traje gris sin perder el ritmo―. Y ahí está.
―Sonríe cálidamente desde el sofá; mis padres están sentados en sillas frente a
él. Miro entre él y mi familia, tratando de no dejar que mi confusión se muestre.
El hombre se vuelve de nuevo a ellos―. Te dije que llegaría pronto.
Se pone de pie, rozando sus manos sobre su pantalón para alisarlo. Tiene
el cabello entrecano y una barba bien recortada. Por mi experiencia, se
comporta como un médico, y me pregunto si ha sido enviado por mi padre.
―Catalina ―dice, señalándome―, le dije a tu familia que necesitabas un
breve descanso, y que nos equivocamos al no proporcionarte uno. ¿Supongo
que has sido capaz de arreglar las cosas y has regresado para prepararte para tu
fiesta?
―Sí ―digo con cuidado, y luego miro detrás de él a mis padres―. Lo
siento si los asusté ―digo―. Tuve< tuve una noche difícil y debería haberlo
manejado mejor. O al menos pedir ayuda. ―Estoy incómoda con mi mentira en
la presencia de este hombre. No lo puedo leer, no me gusta porque puedo leer a
la mayoría de la gente. No tengo idea de lo que está pensando por debajo de
este exterior pulido.
Mi madre agarra el brazo de su marido, balanceándose con alivio.
―Estamos contentos de que estés bien ―dice―. Estaba muy preocupada.
Aprieto mis labios en una disculpa, asustada de que cuando mire a mi
padre, vaya a estar enojado. Pero en cambio está feliz de que esté de vuelta. La
transición es más fácil de lo que imaginaba que sería, y me pregunto si este
hombre los preparó para ello. Tomo mi mochila de mis hombros, a punto de ir a
mi habitación para arreglar mi maquillaje, cuando el hombre mayor extiende su
brazo a mí, como si quisiera que lo tomara.
―¿Me acompañarías a la salida, Catalina? ―pregunta amablemente. Miro
entre él y mis padres, esperando a que le digan algo por ser espeluznante. Mi
madre da un paso hacia él.
―Gracias, Dr. Pritchard ―dice ella. Mi estómago se hunde, y parpadeo
una mirada hacia el hombre. Se da la vuelta para decirle a mi madre que no es
ningún problema en absoluto, pero mi corazón se acelera. Es Arthur Pritchard.
Es el que creó El Remedio, y esta tarea fue a su petición. Mierda. Debe saber lo
mal que metí la pata.
Aunque no quiero, suelto el bolso y tomo el brazo de Arthur Pritchard,
214
sonriéndole amablemente. Les digo a mis padres que ya vuelvo, deseando que
me detuvieran. Me temo que el médico vaya a morderme, o peor, tirarme en la
parte posterior de su coche y llevarme directo a terapia.
No dejo que nada de mi miedo se muestre mientras caminamos hacia el
porche delantero, y cierro la puerta detrás de nosotros. Arthur se detiene en la
parte superior de la escalera, mirando a su alrededor como si estuviera
revisando el escenario. Desliza su mano fría sobre la mía, sosteniéndome en mi
lugar. Considero preguntarle sobre su hija, qué papel había jugado Virginia
Pritchard en todo esto. Pero algo en su comportamiento me dice que sería
peligroso hacerlo. Que toda esta conversación se volvería más peligrosa. Trago
saliva y miro de reojo.
―Entonces, ¿qué pasa ahora? ―pregunto, a la espera de lo inevitable.
―Bueno ―-razona―, depende. ¿Eres lo suficientemente competente para
terminar esta tarea?
Hay un aguijón en sus palabras.
―Lo soy ―digo, deseando que su mano fría no estuviera sobre la mía, así
podría alejarme de él. Parecemos como viejos amigos si mis padres fueran a
mirar por la ventana, pero hay una tensión entre nosotros que es palpable.
―¿Puedo preguntar dónde ha estado durante las últimos quince horas,
señorita McKee? ―Se queda mirando al jardín de flores en el patio,
admirándolo.
―Sin ánimo de ofender ―digo, dirigiéndome a él―, pero no es asunto
suyo.
Se ríe como si acabara de hacer una broma intelectual. Su agarre en mi
mano se aprieta.
―Sí, supongo que no lo es. Es sólo que no me gusta cuando mis
finalizadores pierden el contacto. ―Se vuelve hacia mí, con los labios
fruncidos―. Me preocupo por ellos.
Entrecierro mis ojos.
―No soy su finalizadora.
―Todos ustedes son míos. ―Acaricia mi mano y luego la deja ir, y
comienza a bajar las escaleras sin mí. Desliza sus manos en los bolsillos de su
abrigo y se vuelve para mirar por encima del hombro―. Por cierto
―pregunta―, ¿has hablado con Deacon Hatcher últimamente?
―No ―digo, como si estuviera sorprendida de que preguntara. Me
estudia por un momento, y luego asiente, pensativo. En el interior, mi estómago
215 está en nudos, y me pregunto si puede leer mi mentira―. Bien, entonces ―dice
Arthur gratamente―, buena suerte en su misión, Qu< ―Se detiene y chasquea
los dedos―. Catalina ―termina. Y entonces se voltea en sus mocasines y
camina hacia el Lexus blanco estacionado en la calzada.
Me quedo allí, aturdida, mientras lo veo irse en el coche. En primer lugar,
Arthur Pritchard acaba de salir de mi asignación y básicamente me dijo que
controle mi mierda. Pero más alarmante, ¿por qué hablar de Deacon? ¿Cómo
siquiera recordaba su nombre? Sólo se reunieron una vez para una evaluación,
y Deacon me dijo que era un pesado tipo viejo. Dejó de lado la parte en que el
buen doctor es intimidante y espeluznante. Gracias, Deacon.
¿Arthur Pritchard sabe dónde estaba? ¿Ha estado observándome?
Paranoia hiela mi piel, y envuelvo mis brazos alrededor de mí y miro a la calle.
La idea de ser espiada es sofocante, y tengo que esforzarme para quitármela de
encima. Estoy en una asignación. Tengo que mantener mi cabeza clara.
No voy a pensar en Deacon, o incluso Arthur Pritchard. Volví a Lake
Oswego por una razón. Necesito hacer esto bien. Me dirijo hacia la casa,
reuniendo mi valor, y luego entro y encuentro a mis padres esperándome en el
sofá.
Soy un manojo de nervios mientras voy a sentarme frente a ellos en el
asiento que Arthur Pritchard acaba de abandonar. Me siento como si estuviera
en una entrevista de trabajo, una muy jodida, y entrelazo mis manos
prolijamente en mi regazo. Todavía estoy usando mis lentes de contacto desde
ayer, y mis ojos tienen comezón. Mis pecas son visibles, pero en este momento
no estoy seguro de que importe. Miro a mi madre, la culpa royendo mis
entrañas. La casa normalmente ordenada tiene artículos fuera de lugar, la rutina
normal de tareas ignoradas.
―Realmente lo siento por lo que pasó anoche ―digo, sonando como su
hija―. Nunca< no quería asustarlos. Me disculpo sinceramente.
―No es necesario ―dice amablemente, apartando mi sentimiento. Se
vuelve hacia su marido, y él asiente como si supiera lo que está a punto de
decir. Mi madre me mira de nuevo―. No tienes que fingir más ―me dice―.
Está bien. Estamos bien.
No respondo al principio, sobre todo para asegurarme de que lo entiendo.
Parte de mi trabajo es dejar que los pacientes lleven su propia recuperación.
Ahora tengo que averiguar si está diciendo lo que pienso que está diciendo. Si
esta asignación acaba de terminar.
―Yo soy la que debería disculparse. El Dr. Pritchard nos pidió que no
habláramos de ello ―baja la voz, como si él todavía estuviera escuchando―,
pero me siento terrible por no advertirte. Deberías haber estado preparada.
216 Entrecierro mis ojos mientras me concentro en sus palabras. Se refiere a mí
como finalizadora, no como su hija. Nunca he tenido un cliente que termine la
tarea primero. No es contra las reglas< es sólo inesperado. También duele un
poco de una manera totalmente egoísta.
―¿Qué quieres decir? ―pregunto, la voz de Catalina desvaneciéndose―.
¿Preparada para qué?
Dobla las manos delante de sus labios, recuperando la compostura.
―Catalina estaba enferma< antes de morir ―dice―. Los consejeros no
quieren que hablemos de eso, incluso hicieron que firmáramos un acuerdo de
confidencialidad para no hablar de ello, pero deberían haberte dicho. Ayer por
la noche, me recordaste mucho a ella. Fue terrible, y no sabía qué hacer. Llamé a
todos en el departamento. Esta mañana, el Dr. Pritchard se presentó y dijo que
no tenía nada que ver con este caso, que las crisis nerviosas eran una ocurrencia
común para< gente como tú.
En el interior, me erizan las palabras "gente como tú" pero no dejo que se
muestre. Ayer pensé que podría tener una vida con esta familia, ser parte de
ella. Ahora me doy cuenta de que nunca podría haber funcionado, no importa
lo mucho que lo quisiera. Con un poco de tristeza, me dejo ir por completo de la
ilusión. Estos ya no son mis padres. Esta ya no es mi vida. Estas personas
quieren hablar conmigo. Marie no puede culparme por eso.
―¿Qué quieres decir cuando dices que Catalina estaba enferma?
―pregunto con cuidado, al principio incómoda de salirme del personaje frente
a ellos. Pero lo que me molesta más es la mentira de Arthur Pritchard. Esto no
es una ocurrencia común. Especialmente no para mí.
La señora Barnes se estremece, y puedo ver que esto es difícil para ella. Su
marido no interviene o la interrumpe. La deja hablar, y lo admiro. El respeto
que le da a sus sentimientos. Tengo un momento de nostalgia para que él sea mi
verdadero padre, pero luego la señora Barnes empieza a hablar de nuevo, y
miro hacia otro lado.
―Hace unos tres meses ―dice en voz baja―, Catalina e Isaac tuvieron
una discusión. Nada trascendental, pero cuando llegó a casa, se sentó en la
mesa de la cocina y sólo< lloró. Era totalmente diferente a ella. Mi Catalina
siempre estaba bromeando, feliz. Esto fue justo en el momento en que conoció a
la chica, Virginia, y supongo que a Isaac no le gustaba. Más tarde me dijo que él
sólo la había visto una vez, pero que pensaba que Virginia era una mala
influencia para Catalina. Dijo que era mórbida.
―¿Alguna vez conociste a Virginia? ―pregunto.
―No ―dice la señora Barnes, sacudiendo la cabeza―. Y Catalina sólo la
mencionó dos veces, tres, tal vez. ¿Por qué?
217 ―Sólo por curiosidad ―digo―. Nunca encontré su nombre en ninguna de
las cosas de Catalina.
―No me sorprende ―dice la señora Barnes―. Catalina había dejado de
salir con sus amigos de siempre. Y por lo que los médicos me dijeron, su diario
y fotos habían sido manipuladas. ―Se ríe con tristeza―. Catalina lo hizo ella
misma, pero lo llamaron manipulación, como si fuera evidencia. Dime, ¿cómo
se puede manipular su propia vida? ¿No es lo que nosotros mostramos a los
demás? ―Frunce los labios―. Esa afirmación siempre me ha molestado.
Sabía que las imágenes en el perfil de Catalina parecían demasiado
perfectas. Tal vez sabía que esto pasaría de algún modo. Tal vez se estaba
preparando para ello.
―De todos modos ―continúa la señora Barnes―, creo que Virginia era
simplemente alguien con quien hablar. Isaac dijo que nunca la sacó a colación
de nuevo después del día en que pelearon. La reacción de Catalina le dio
miedo. Pero sin importar qué hiciéramos, Catalina continuaba en espiral.
―Detiene su historia―. Sabes ―dice―, le pregunté a los terapeutas sobre
Virginia, y el Dr. Pritchard contactó conmigo personalmente para decirme que
ya había hablado con ella y que había perdido el contacto con Catalina semanas
antes de morir. La verdad es ―suspira una respiración inestable―, no sabemos
qué pasó con Catalina.
Arthur Pritchard no les dijo que Virginia es su hija. ¿Qué descubrió? ¿Qué
más retiene?
―Lo siento por preguntar esto ―digo con cuidado―, pero< ¿cómo
murió Catalina?
El señor Barnes se levanta de la silla, y nerviosamente miro hacia él. No
dice nada, sólo sale de la habitación y va a la cocina. Vuelvo la mirada a su
esposa.
―Lo siento ―digo, sintiéndome horrible por molestarlo.
―Está bien ―dice en voz baja―. Él no quiere oír los detalles.
Estoy a punto de decirle que lo olvide, odiando que los estoy haciendo
desenterrar recuerdos dolorosos, pero ella me mira, su cara tan terriblemente
triste que me rompe el corazón.
―Fueron mis pastillas ―dice ella―. Las había estado tomando para la
ansiedad. Ella< ―La señora Barnes seca las lágrimas que caen sobre sus
mejillas―. Ella tragó un suministro de noventa días. Su papá y yo fuimos a
cenar. Recibimos una llamada de Angie a eso de las ocho, justo antes del postre.
Dijo que Catalina estaba encerrada en el baño y no contestaba. Le dijimos que
llamara al 911. Angela< Angela usó un bate de béisbol para romper la manija
de la puerta y entrar. Y, um< ―Sorbe fuerte por la nariz―. Encontró a Catalina
218
en el suelo, cubierta en vómito. Uh< había un poco de sangre. Angie trató de
resucitarla, pero dijo que su hermana no se despertaba. Los paramédicos
llegaron antes que nosotros, y tuvieron que sedar a Angie porque estaba
histérica.
El aire de la habitación es tan pesado que apenas puedo respirar. La
historia es terrible, mucho peor de lo que imaginaba. Ojalá no tuviera que
revivirlo ahora. O nunca. La señora Barnes mira hacia abajo a su pantalón,
limpiando las manchas de lágrimas. La veo, y me entumezco por su dolor.

b
Consigo un vaso de agua de la cocina para la señora Barnes, mi mano
temblando mientras lleno el vaso. Catalina Barnes se suicidó y nadie me dijo. El
departamento de duelos debía saber, y eso me aterroriza. Porque si eso es
cierto, significaba que mi padre me dejó tomar la vida de esta chica,
sometiéndome ―en un estado emocional ya precario― a lo que fuera que
desencadenó la conducta de Catalina. Podía haberme matado. Tiene que haber
sabido que podía haberme matado.
Llevo el vaso de nuevo a la señora Barnes, y ella lo toma y me da las
gracias. Puedo ver que quiere estar sola, y decido no presionarla más sobre la
vida de Catalina. No tengo que enfocar la terapia en torno a estos recuerdos, en
torno a la muerte. No van a ayudar a sanar. Le doy un minuto para llorar ahora
que su negación ha sido barrida.
Vagando a la cocina, me doy cuenta que la luz está encendida en el patio
trasero. El señor Barnes probablemente se encuentra por ahí, golpeando pelotas
de béisbol en el bosque. Vuelvo a pensar en ese primer día que me dejó entrar
en su vida, lo bonito que fue el momento. Cuánto me hubiera gustado que
pudiera haber sido real.
Abro las puertas del patio y camino afuera, encontrándolo sentado a la
mesa. Levanta la mirada cuando me ve, y me detengo como si fuera a
preguntarle si está bien que me una a él. Agita la mano hacia adelante, viendo
que me acerco con una expresión pensativa. El viento sopla a través de mi
cabello, y meto las hebras detrás de mis orejas.
―Me disculpo por salir tan abruptamente ―dice cuando me siento frente
a él―. Prefiero no pensar en ella de esa manera.
―No tiene que pedir disculpas ―digo―. Es totalmente comprensible.
Sólo quiero decir< ―Me detengo, insegura de si es egoísta de mi parte
219 continuar. Pero en última instancia, espero que mis palabras puedan aliviar al
menos una parte de él―. Usted fue un gran padre ―dejo escapar
rápidamente―. El mejor que he tenido. ―Lo miro, sonriendo con tristeza―.
Catalina tuvo la suerte de tenerlo. Yo sólo< quería que supiera eso.
Su expresión se debilita por un momento, y estira su cuello de lado a lado
como si su dolor fuera un tirón muscular. Me mira de nuevo, su rostro
iluminado.
―Sé que esta situación es poco ortodoxa ―comienza―, pero me alegra
que hayas venido a nosotros. Tú. No estoy seguro de cómo te separas de lo que
haces, pero quería que supieras que tú importas. Incluso si no eres mi
verdadera hija, nos importas a nosotros porque nos preocupamos por ti.
Queremos cosas buenas para ti.
Mi aliento se detiene, y tengo que poner mi mano sobre mi pecho para
someter el dolor que se inició allí. Estoy sin palabras.
―Tal vez pensabas que estabas interpretando a mi hija a la perfección
―dice, sonriendo suavemente―. Pero la verdadera tú siempre estuvo ahí.
Siempre pude ver la diferencia.
Tengo un rápido destello de vergüenza porque sí pensé que la estaba
interpretando a la perfección. Pero supongo que realmente no importa ya.
―Cuando saliste esa noche ―dice, mirando hacia los árboles―, todavía
estaba enojado. Pero cuando te vi, realmente viéndote como tú, me di cuenta de
que eras sólo una niña. Y no pude entender por mi vida, por qué tus padres te
permiten hacer este trabajo. Si fueras mía, nunca lo haría. Después de eso, quise
protegerte. Quise ser tu padre.
―Me gustó ser su hija ―digo, las lágrimas inundan mis ojos―. Realmente
lo hice.
El señor. Barnes sorbe por la nariz, y baja la cabeza. Lleva su puño a los
labios, frenando su grito.
―Sí ―dice con voz ahogada―. Me gustó mucho también.
Los dos nos sentamos y lloramos un poco, un pequeño momento triste que
es tanto un adiós para mí como lo es para él. No quiero irme, me doy cuenta.
Quería esto tanto. Creo que puede ser todo lo que siempre he querido. Alguien
que me ame. Alguien que cuide de mí. Y esta vez, lo encontré. Y fue casi real.

220
Capítulo 9
Traducido por AnnaTheBrave y HeythereDelilah1007
Corregido por Nanis

L
a puerta del patio se abre, Y rápidamente limpio mi cara y me giro,
encontrando a la señora Barnes mirándonos. Ella se acerca, su
rostro manchado de lágrimas. Se sienta en el brazo de la silla de su
marido, poniendo su mano en su hombro ofreciéndole apoyo.
Son una foto, sentados de esa manera, sosteniéndose mutuamente. Luego
me di cuenta de que estarían bien. Ninguno dejaría al otro caer.
―Tienen una familia maravillosa ―les digo sinceramente―. Desearía
poder cambiar las cosas para ustedes, alejar lo que ocurrió. Realmente lo hago.
―Lo sé, cariño ―dice la señora Barnes―. Y quizás tú necesitabas a
alguien también. Espero< esperamos ―sonríe a su marido―, que cuando todo
esto termine, vengas a visitarnos de vez en cuando. ¿Considerarías eso?
Asiento.
―Sí ―digo―. Eso me gustaría.
221 ―Bien ―dice ella, desalojando la emoción de su voz―. Ahora, estaba
pensando que deberías ir a ver a Isaac hoy. Su madre me llamó anoche, estaba
muy preocupada. Sus amigos la contactaron, preocupados por su< relación.
Esperaba que pudieras< ―Se encoge de hombros lentamente, esperando que
yo le proporcione una respuesta.
―Planeé hablar con él ―le aseguro―. Las cosas se nos salieron de las
manos, pero voy a arreglarlo.
―Me alegro ―dice―. Es un buen chico, pero está lleno de culpa. Lo que
pasó con Catalina no fue su culpa. Necesita saberlo.
―Tampoco fue tu culpa ―digo rápidamente. La decisión de Catalina de
terminar con su vida no tenía nada que ver con ellos. No son los culpables. La
señora Barnes asiente en silencio, y veo una pizca de aceptación, lo suficiente
para romper el complicado duelo. La culpa de no haber detenido la muerte de
Catalina nunca se iría, pero todos tenemos culpa. Solo no puede ser todo lo que
tenemos.
Me pongo de pie, observando el jardín una vez más, sabiendo que mi
tiempo en esta casa está por terminar. De hecho, podría irme ahora si ellos
quisieran que lo hiciese. Me giro hacia la señora Barnes.
―Sobre la fiesta< ―comienzo, pero ella levanta su mano.
―Es una celebración ―interrumpe―. Una celebración de la vida de
Catalina. Hemos invitado a sus amigos y a la familia. Era hora.
Hay un momento de tristeza cuando me doy cuenta de que no será una
fiesta de celebración, pero sé que mi asistencia hará a las personas sentirse
incomodas. Soy una finalizadora, después de todo. Asiento, y me dirijo a la
casa, sin saber lo que eso significa para esta tarea. ¿Es oficialmente el fin?
―Hey ―llama el señor Barnes. Me giro para mirarlo―. Puedes quedarte
todo el tiempo que quieras ―dice. Se lo agradezco, considerando pasar al
menos una noche más aquí.
―Oh ―agrega su esposa, levantando su dedo―. ¿Podemos< puedes no
mencionar esto a tus supervisores? ―pregunta, luciendo un poco
preocupada―. Firmamos ese acuerdo y<
―Mis labios están sellados. ―Finjo bloquear mis labios y ella ríe. Mi
mirada cae sobre el señor Barnes. Él se pone de pie, y espero mientras se acerca
hacia mí. Ya estoy llorando cuando me atrapa en un gran abrazo de oso.
―Solo en caso de que no te veamos de nuevo ―murmura―, cuídate.
Estaremos aquí si necesitas cualquier cosa. ¿Entendido? ―Asiento contra su
gran hombro, agarrando su camisa―. No estás sola.
Me alejo con una risa avergonzada, humillada de alguna manera de que
222
estas personas fueran de más ayuda que yo. Sus ojos son comprensivos cuando
me mira.
―¿Cuál es tu nombre? ―pregunta, como si se lo hubiese estado
preguntando por un tiempo.
Por un momento, estoy estupefacta. Jamás me lo habían preguntado antes.
Ellos no habían querido saber quién era yo realmente.
―Quinlan ―digo, rompiendo otra de las reglas de Marie. Se siente bien
decírselo en voz alta. Él sonríe.
―Es un lindo nombre ―dice.
Puedo decir por la desaparición del sol que está haciéndose tarde, y
necesito encontrar a Isaac y hablar con él. Le digo adiós de nuevo a la familia
Barnes, diciéndoles que quizás los vea más tarde esta noche. Ellos dicen que eso
esperan.
Agarro mi maleta en el camino y pido prestado el Jetta para hacer otro
viaje. Tengo que hablar con Isaac.

b
Cuando llego afuera, saco una sudadera de mi mochila y me la pongo,
sabiendo que el día solo va a seguir poniéndose frío mientras el sol cae. Estoy
en medio de cerrar la cremallera mientras le doy la vuelta a mi carro cerca de un
montón grande de arbustos.
Hay un movimiento confuso y alguien me agarra por detrás, una mano
sobre mi boca, la otra alrededor de la cintura. El miedo me atraviesa, e intento
gritar pidiendo ayuda. Lanzo mi pie hacia atrás en una patada tan fuerte como
puedo, golpeando una pierna y mandando a mi atacante al suelo. Me doy la
vuelta, con el pecho endureciéndose y mi estómago revolviéndose.
―¿Aaron? ―digo, incrédula. Lanzo una mirada a la casa de los Barnes
antes de arrodillarme junto a él para revisar su tobillo. Mi zapatilla le raspó una
buena porción de piel y una línea de sangre roja cae por su pierna. Sus ojos
están llenos de dolor, pero antes de que pueda regañarme, me levanto,
poniendo mi mano sobre mi cadera―. ¿Estás loco? ―le susurro ferozmente―.
¿No pensaste que pondría pelea?
―Estaba intentando mantenerte callada para que pudiéramos hablar en
privado.
―¿Y no se te ocurrió decir mi nombre?
223
―Tenía miedo de que corrieras.
―¿Qué? ―pregunto confundida―. Aaron< no estaba pensando bien el
otro día, pero estoy mejor ahora. Debí haberte llamado. Lo siento.
Él asiente como si me entendiera, frotando la piel justo por encima de
donde tiene la herida en la pierna.
―Estaba cuidando de ti ―dice él, pero sin amargura―. Debiste saberlo.
Sonrío, bajándome al piso junto a él.
―¿Así que estás aquí para decirme te lo dije?
―Ni cerca. Necesitaba hablar contigo ―dice él―. Este chico, mi
asignación, ¿Mitchel? Él conocía a Catalina. Eran amigos.
Frunzo mi ceja.
―¿Estás seguro? No he visto nada que hable de él.
Aunque es ahora obvio que había mucho sobre Catalina que yo no sabía.
―Sí ―dice Aaron―. Después de que Catalina muriera, Mitchel, él< se
suicidó. Tomó algo llamado QuikDeath, un coctel venenoso, supongo.
Doblo mis pies debajo de mí, esta revelación es un golpe en el estómago.
Dos suicidios sucediendo tan cerca el uno del otro< este pueblo debe estar
tambaleándose. Y sin embargo nadie lo ha mencionado. El hecho de que
Mitchel y Catalina fueran amigos es especialmente problemático.
―Catalina también se suicidó ―le digo a Aaron en voz baja, sintiendo que
la estoy traicionando al revelar su secreto―. ¿Coincidencia?
―Bueno, si lo es ―dice Aaron―, no se termina ahí. Adivina quién era la
novia de Mitchel.
Estoy perpleja al principio, pero luego mi aliento se queda atrapado.
―¿Virginia Pritchard? ―pregunto incrédula. Aaron asiente, y me doy la
vuelta hacia la casa, preguntándome si debería ir adentro, pedirles ayuda. Pero
no puedo contarles sobre la conexión de Arthur Pritchard con la muerte de su
hija. Están apenas mejorando, y esto podría comprometer su recuperación
entera.
―Tenemos que llamar a Marie ―le digo. Ella es la única persona en la que
puedo pensar que podría saber cómo ayudar.
―¿Y qué le decimos? ―pregunta Aaron―. Marie lo sabe todo. ¿De verdad
crees que ella no sabía sobre esto antes de mandarnos? Prácticamente es la jefa
de todo el departamento.
Hay un foso en mi estómago, una pista de traición ante el pensamiento de
224 Marie poniéndonos a propósito en algo que podría dañarnos. No estoy segura
de si estoy lista todavía para creer eso.
―¿Entonces qué quieres que haga? ―le pregunto, insegura del próximo
paso―. Ya casi termino con mi asignación. Estoy lista para ir a casa.
―Tienes que encontrar a Virginia ―dice Aaron―. Mi contrato está a
punto de terminar, Quinn. Antes de lo que crees. Hay algo grande pasando
aquí.
Las palabras son siniestras, y se meten entre mi piel.
―¿Qué quieres decir?
―Mitchel dejó todo tipo de páginas, notas garabateadas, mierdas
horripilantes. Incluso empezó a dibujar espirales, a tallarlas en los marcos de su
cama. Era< una psicosis o algo. No lo sé. De todas maneras, escribía sobre
morir. Sobre él, Catalina y Virginia, todos muriendo.
―¿Entonces crees que fue un pacto suicida? ―le pregunto.
―Todo lo que sé ―dice Aaron, su cara oscureciéndose―, es que todo se
puso muy oscuro muy rápido. ―Pone su mano en el piso y se pone de pie,
cojeando un poco por su herida―. Mira ―añade―. Marie ya me contactó para
la extracción. Me va a recoger dentro de unas horas. No voy a decirle nada
sobre Virginia o los suicidios; no debería ser parte de la interrogación. Pero las
otras cosas< depende de nosotros.
―¿Qué necesitas que averigüe? ―pregunto.
―Creo que hay otros ―dice él―. Suicidas enlistados como
“indeterminados”. Deacon ha estado investigando para mí, pero pensamos que
el departamento de duelos ha estado cubriéndolos. Han estado utilizándonos a
nosotros y otros finalizadores para hacerlo. Pero más que nada, tienes que
encontrar a Virginia Pritchard. La última vez que miré, ella estaba en Roseborg.
Quinn, tienes que encontrarla antes de que se suicide. Descubre lo que sabe
sobre todo esto.
―¿Y si no lo hago? ―pregunto, no teniendo ni idea de cómo perseguir a la
hija de Arthur Pritchard.
Aaron se encoge de hombros.
―Entonces supongo que veremos si esto era más grande que un pacto
suicida.
Aprieto mi mandíbula, más preocupada de lo que estoy dispuesta a
admitir. Entiendo por qué Aaron necesita que encuentre a Virginia. Ella sabrá lo
que les pasó a Catalina y a Mitchel; ella me va a dar un historial. La vida de
Catalina ha sido limpiada de sus intenciones. Tengo que creer que parte de eso
225
viene de la hija de Arthur Pritchard. ¿Quién más habría sabido lo que el
departamento estaría buscando cuando duplican la vida de alguien?
Aaron saca su teléfono y mira la hora.
―Hablaremos más sobre esto después de tu interrogación ―dice él, y se
estabiliza sobre su pierna mala. Me alegra que el sangrado se haya detenido, la
ropa rasgada tiene color rojo oscuro. Aaron desliza su teléfono dentro de su
bolsillo y me hala en un abrazo―. Ten cuidado ―dice él cerca de mi oído―.
Estaré de vuelta para extraerte. ¿Está bien?
Él me mira, y aunque no lo diga, hay una pizca de preocupación ahí.
Preocupación porque yo no regrese en lo absoluto. De que me manden a
terapia, y luego quién sabe cuándo lo volveré a ver.
―Sí ―le digo, forzando una sonrisa―. Más te vale. ―Un impulso
paranoico me recorre y miro hacia la calle, revisando para ver si nos están
observando. No hay ningún Lexus blanco a la vista, pero el sentimiento no se
desvanece por completo.
Aaron se despide, chocando mi puño, y luego cojea por la entrada y
desaparece cerca de la esquina.
Estoy intranquila, dándole vueltas a toda la información en mi cabeza.
Juntándolo con todo lo que he aprendido hoy. Me monto en el Jetta y saco mi
teléfono. Deacon no me ha contactado desde que lo dejé esta mañana, pero
intento no dejar que eso me afecte. Esto no es sobre nosotros, le dije. Eso es
especialmente cierto ahora.
Le envío un mensaje de texto a Marie para hacerle saber que ha habido un
cambio en la agenda y que estoy a punto de terminar mi asignación, y que todo
va a estar hecho para el viernes. No le digo sobre haber visto a Aaron, o siquiera
a Arthur Pritchard. No menciono el suicidio en lo absoluto. Hay una
posibilidad de que ella ya sepa todo lo que está pasando aquí, y de que ella y
todo el departamento de duelos nos hayan tomado por tontos. Pero parte de mí
quiere seguir creyendo que ella todavía está de mi parte. Sin importar qué.
Marie me contesta diciéndome que le notificará a Aaron sobre mi
extracción inminente. Ninguna mención sobre que él está dejando su propia
asignación. Ella no rompe el procedimiento, tampoco me pregunta cómo estoy,
y esa es una señal de alarma inmediata. Ella debería haber sabido sobre mi
crisis de ayer, le habrían hecho saber en específico si Arthur Pritchard estuvo
implicado. Y sin embargo ella no me advirtió que él estaría aquí. No me rastreó
con Deacon.
Mi consejera está ocultando algo. Parece que todos lo hacemos.

226
Capítulo 10
Traducido por martinafab
Corregido por Nanis

M
e pregunto cuántas muertes "indeterminadas" se han producido
en los últimos quince años. Qué tan profundo va el
encubrimiento. Cuán involucrado está mi padre. Catalina
Barnes se suicidó. Estaba perdida de una manera que era sólo suya, aislada y
apartada de todo y de todos. No llegó a salir en busca de ayuda, ella no lo
quería.
Catalina Barnes se suicidó y nadie fue capaz de predecirlo. Su familia no
fue capaz de detenerla. Grupos suicidas han existido durante años, una muerte
influyendo en los demás, sin otro estímulo conocido. Un efecto dominó. Es por
eso que no dan detalles de los suicidios en las noticias, temerosos de la reacción
pública. ¿Pero ahora eso es para lo que el departamento de duelos está
utilizando los finalizadores? ¿Para controlar la percepción de la muerte?
Indeterminada. Cuánto montón de mierda. Sabían cómo había muerto
Catalina Barnes y no me lo dijeron. En su lugar, me utilizaron para ayudar a
227 ocultarlo. Tengo que encontrar a Virginia Pritchard y averiguar lo que sabe
acerca de los suicidios. Si Virginia Pritchard está siquiera viva. Un escalofrío me
recorre la espalda ante el pensamiento morboso, y me vuelvo a concentrar
rápidamente en mi situación actual.
Antes de que pueda ir a Isaac y terminar esta tarea, tengo que hablar con
Angie. Ella estaba allí la noche que Catalina murió. Tal vez su hermana le dijo
algo. O tal vez Angie sabe más sobre Virginia, tal vez me puede contar acerca
de la conexión.
Conduzco hacia la escuela. Sé que Angie a veces pasa el rato fuera del
campus después de las clases. Me dirijo en esa dirección, con la esperanza de
ver su coche y saber que ella está ahí. Conseguir que ella hable en realidad
conmigo podría ser una cuestión totalmente diferente.
Me detengo cuando paso el estacionamiento, aliviada cuando encuentro la
camioneta roja que reconozco de las imágenes de su decimosexto cumpleaños
estacionada allí. Angie está dentro. Estaciono al lado de su camioneta y apago el
motor. Observo el café a través de la ventana, esperando a que se vaya. Atrapo
mi reflejo en el espejo retrovisor, y estoy sorprendida por mis ojos. Son
marrones, pero se supone que no lo son.
Sostengo el dedo índice hasta que siento la lentilla pegarse a él, y me la
saco y la coloco en el portavasos y parpadeo rápidamente para ayudar parar el
ardor. Hago lo mismo con el otro ojo y luego compruebo mi reflejo de nuevo.
Ojos azules. Siento que ha pasado mucho tiempo desde que los he visto.
Me consuelo un poco por mi propia rostro. Pienso en Deacon, lo mucho
que le hubiera gustado verme ahora. Cómo de vez en cuando lo atrapo
mirándome como si yo fuera su cosa favorita en el mundo. Ayer por la noche,
admitió que ha estado manteniendo su distancia, lo dijo porque tenía miedo de
hacerme daño de nuevo. Pero luego me acercó; estaba abierto a amarme. Lo
sentí. Esta vez me alejé. Tal vez uno de nosotros siempre lo hará.
Una oleada de tristeza rueda sobre mí. Lo echo de menos, y me gustaría
que las cosas fueran diferentes. Ojalá nosotros fuéramos diferentes. Pero no creo
que ninguno pueda cambiar.
Por el rabillo de mi visión veo movimiento, y cuando levanto la mirada,
reconozco a Angie, su cabello largo volando a través de su cara por lo que tiene
que sacárselo de su brillo de labios. Está caminando con una amiga, una que
reconozco de ese primer día en las gradas. Mi corazón comienza a correr, y
considero irme sin pronunciar una palabra. Ella me ve y es demasiado tarde.
La postura de Angie se endurece y se vuelve a decir algo en voz baja a su
amiga. La otra chica se vuelve hacia mí rápidamente, horror en su rostro. Le
dice adiós a Angie y se dirige en la otra dirección. Salgo del coche y me muevo
228 hacia el frente, deslizando las manos en mis bolsillos para parecer casual.
Menos combativa.
Angie pasa por delante, ignorándome agresivamente, pero luego se
detiene y se gira. Ella clava su dedo en mi dirección.
―¿Qué? ―pregunta, su rostro arrugado con disgusto―. ¿Estás aquí para
decirme otra vez lo mala hija que soy? Porque realmente no quiero escucharlo.
―Angie ―digo en mi propia voz. Ella comienza, sorprendida de que no
sueno como su hermana. Me mira fijamente los ojos, notando el color. Pero sólo
consigue hacer que tenga más miedo. Después de todo, soy una finalizadora―.
Me voy hoy ―le digo―. Pero quería hablar contigo antes de hacerlo.
Un destello de dolor cruza su rostro, pero se obliga a sí misma a estar
enojada de nuevo.
―Has estado corriendo por ahí con el novio de mi hermana ―dice con
amargura―. Robando su identidad. ¿Y crees que quiero hablar contigo?
Deliras.
―Angie ―digo, moviéndome hacia ella. Ella lanza sus manos al aire,
dando unos pasos hacia atrás como si sintiera asco por mi existencia. Se vuelve
para alejarse, pero no puedo dejarla ir sin saber la verdad de Catalina―. Angela
―la llamo, sonando exactamente igual a su hermana. Angie se detiene,
congelada. Lentamente se vuelve a mirarme, dolor registrándose en su
expresión.
―No hagas eso ―dice, con voz débil―. No... ―Pero en vez de discutir
conmigo, Angie se disuelve en lágrimas, tapándose la cara.
Me apresuro a rodear el coche hasta donde está de pie y le doy torpemente
palmaditas en la espalda, diciéndole que va a estar bien. Su reacción no es del
todo inusual. La he visto antes. A pesar de que Angie no me quería aquí al
principio, representé a su hermana. Una vez que yo me haya ido, Catalina se
habrá ido para siempre.
Para mi sorpresa, Angie se da vuelta y me abraza, aferrándose a mí
mientras llora contra mi camisa. Le acaricio el cabello con la mano, mi corazón
dolorido por su pérdida. Nunca he tenido un hermano o hermana, al menos no
uno propio. No puedo imaginar lo que sería perderlos. Cuánto dolería que tu
sangre, tu amigo, se lo llevaran. Cierro los ojos y la mantengo cerca, tratando de
absorber su dolor.
―La echo de menos ―murmura Angie―. No sé cómo vamos a estar bien
sin ella.
―Lo estar{n ―digo. La tomo por los hombros para enderezarla, y ella se
limpia la cara, luchando contra su torrente de emociones. Está fallando en ello,
229 sin embargo―. Tu mam{ y pap{ ―continúo―, son algunas de las mejores
personas que he conocido. ―Ella aprieta sus ojos, cerrándolos, ahogándose con
otro llanto, sólo que esta vez es porque ella sabe lo afortunada que es―. Para
ser honesta ―le digo―, son los mejores padres que he tenido.
Ella me mira, confundida al principio, pero luego se da cuenta de que
estoy tratando de aligerar el momento, incluso si mi comentario es del todo
cierto. Se ríe tímidamente y da un paso hacia atrás, tratando de recuperar la
compostura. Se alisa el cabello y se aclara la garganta.
―Me gustas más así ―dice―. Fue muy difícil hablar contigo como
Catalina; fue< ―Niega y decide no terminar el pensamiento. Hay un
estruendo de truenos, y ambas levantamos la mirada a las ominosas nubes
grises. Angie señala su camioneta―. ¿Quieres hablar ahí dentro? ―pregunta
tentativamente―. Parece que va a llover.
Sonrío, agradecida de que me esté dejando hablar con ella en absoluto. En
cierto modo, creo que quería conectar antes, pero tenía miedo. Ahora que me
voy, es su última oportunidad. Nos subimos a su camioneta, y enciende el
motor para poner la calefacción en funcionamiento. Por un momento, las dos
miramos a través del parabrisas en la carretera, viendo los coches pasar.
―Oí lo de la intervención de anoche ―dice en voz baja, mirándome por
encima―. Kyle me dijo que te golpeó. Se sentía muy mal por ello.
Hay una aguda punzada de humillación y dolor, pero me encojo de
hombros como si no hubiera importado, incluso si la crueldad de todo ello
todavía pica.
―Estaban preocupados por Isaac ―digo―. Lo entiendo.
―Tú también estás preocupada por él ―dice, como si estuviera
descifrando―. ¿Es por eso que te vas antes de tiempo?
―No ―digo―. Me voy porque tus padres ya no me necesitan. Han
aceptado que Catalina se ha ido. Te necesitan. Tienen que poner sus vidas de
vuelta en marcha.
Angie baja la cabeza, pensando en ello. Después de un segundo se vuelve
hacia mí, sus ojos ligeramente entornados.
―Pero te gustaba, ¿no? ―pregunta, volviendo el tema de nuevo a Isaac.
―Me gustaba la forma en que él amaba a tu hermana.
Cierra los ojos, vencida por la declaración, pero cuando los abre de nuevo,
me lanza una sonrisa acuosa.
―Eran repugnantes juntos ―dice―. Qué asco.
Ambas nos reímos, y sólo puedo imaginar lo feliz que Isaac y Catalina
habían sido una vez. Antes de que Virginia entrara en la vida de Catalina.
230
―¿Qué pasó? ―pregunto―. ¿Qué cambió?
Angie descansa los brazos sobre el volante y se inclina hacia adelante,
mirando fuera una vez más.
―Realmente no lo sé ―dice―. Eran inseparables, pero luego Catalina
quería estar cerca de él cada vez menos. Una vez Isaac vino a pedirme consejo,
y cuando le dije a Catalina, se puso furiosa. Me llamó traidora. Dijo que no
podía confiar en nadie.
―¿Crees que ella dejó de amarlo? ―le pregunto, incapaz de entender por
qué estaba tratando de eliminar a Isaac de su vida.
―No ―dice Angie fácilmente―. De hecho ―su expresión se nubla―, el
día que murió, vino a mi habitación y me dio un conjunto de páginas. Me pidió
que las ocultara por ellos. Cuando le pregunté por qué, me dijo que no podía
soportar destruirlas. No quería perder los recuerdos. Terminé metiéndolos en
su colchón. Lugar estúpido, lo sé, pero qué otra cosa iba a hacer con ellas. He
leído las entradas y eran básicamente sobre lo mucho que amaba a Isaac
―Angie se detiene―. Y luego< esas malditos espirales. Las había dibujado en
todas partes esas últimas semanas. Las había dibujado ausentemente. Una vez
le pregunté lo que querían decir, y me dijo que representaban su alma perdida
en una profunda nada oscura.
―¿Sabías que iba a suicidarse? ―pregunto con suavidad. Angie arruga su
cara como si estuviera a punto de llorar, pero lucha y mantiene la compostura.
―No ―dice, su voz gruesa―. Pero debería haberlo hecho. Ella era mi
hermana. Y debería haberlo hecho.
Baja la cabeza, y extiendo la mano para ponerla en su brazo. Le digo que
no fue su culpa, le digo todas las cosas que necesita oír. Le doy el cierre, a pesar
de que no fui contratada para hacerlo. Cuando terminamos de hablar, Angie
pasa la manga de su chaqueta sobre sus labios para enjugar las lágrimas que se
han asentado allí. Sorbe por la nariz con fuerza, y me mira.
―No eres horrible, sabes ―me dice, sus ojos marrones bonitos bordeados
por piel de color rojo violáceo, crudos de llorar.
―Gracias.
―Lo siento por haber sido una perra total contigo ―añade―. Es sólo que
lo que haces es más o menos<
―¿Espeluznante? ―sugiero.
―Sí. Pero también eres consejero, ¿verdad? ―pregunta.
Muevo la mano de lado a lado.
―Algo así. Quiero decir, he sido entrenada, pero sobre todo soy una
231 imitadora, una representación de la pérdida. Piensa en mí como un recipiente
vacío para tus emociones.
Angie amplía sus ojos.
―Suena como el peor trabajo.
―A veces lo es. ―Me detengo―. Pero no es del todo malo. Como ahora,
aquí contigo. Conocer a tu familia y a Isaac. ―Ahora mis propias emociones
amenazan con desbordarse―. Fue la mejor asignación que he tenido ―le digo,
tratando de simplificarlo en exceso. Antes de que pueda avergonzarme, le
acaricio la pierna y le digo que me tengo que ir. Ella se ve afectada por un
momento, pero luego asiente. Una vez más me sorprende al estirarse para
darme un abrazo.
―Gracias ―dice―. Gracias por ayudar a mis padres.
―Ha sido un placer ―le digo, mirando por la ventana por encima de su
hombro. Deseando que pudiera quedarme un poco más. Me muevo para salir
de la camioneta, pero luego me paro y miro hacia atrás a ella―. Angie, ¿alguna
vez conociste a la amiga de tu hermana, Virginia? ―le pregunto.
―No ―dice con una sacudida de cabeza―. Catalina la mencionó un par
de veces, pero nunca vino a casa o nada. ¿Por qué?
―Sólo estoy tratando de atar todos los cabos sueltos ―le digo. La verdad
sobre Virginia sigue siendo un misterio, uno en el que Angie no necesita estar
involucrada. Ella tiene una oportunidad de reconstruirse con su familia ahora.
No voy a dejarla con cualquier duda.
Mi resolución para encontrar a Virginia se ve reforzada por mi deseo de
arreglar las cosas. Aprender su parte. Le digo adiós a Angie, levantando la
mano en un saludo, y luego cierro la puerta justo cuando las primeras gotas de
lluvia empiezan a caer.

232
Capítulo 11
Traducido por âmenoire
Corregido por flochi

I
saac debe haber sabido que algo estaba mal, pienso mientras conduzco
hacia su casa, los limpiaparabrisas de mi auto pasan rápidamente
contra el cristal. Él debe haber estado preocupado si fue con Angie,
enojando aún más a Catalina. Durante esta asignación pensé que aprendía algo
sobre la relación de Isaac y Catalina, pero realmente, veía su versión idealizada
de ella. Tal vez incluso mi versión idealizada de ella.
La casa de Isaac está en el otro lado de la ciudad. Nunca he estado dentro,
pero nos hemos detenido ahí algunas veces para que él pudiera agarrar su
equipo de béisbol. Cuando me orillo, su camioneta es el único vehículo en la
entrada. Estoy contenta que su madre no esté aquí, porque a pesar de que la he
evitado exitosamente durante mi tiempo, la mujer me aterra. Levanto mi
capucha y troto hacia la puerta. Me congelo ahí, temerosa de tocar.
¿Cómo le digo adiós? ¿Cómo puedo darle su cierre cuando ni siquiera
estoy segura de que me hablará de nuevo? Cierro mis ojos, tratando de
233 imaginar una forma de dejarlo en paz, pero todo lo que puedo ver es la manera
en que me ha sonreído cuando estuvimos juntos. Cómo lo ha hecho feliz. Cuán
pesado fue su dolor anoche cuando me dijo que saliera de su camioneta.
Esto es, me digo a mí misma. La verdadera prueba de tus habilidades. Miro el
timbre, el miedo hace que mis manos tiemblen, y luego presiono el botón.
Maldigo inmediatamente y me doy la vuelta, observando la calle. El viento es
frío, pero no es nada comparado con la fría realidad de mi situación
La puerta se abre, y enderezo mi expresión antes de darme la vuelta. Los
labios de Isaac se separan cuando me ve, sorprendido. Es un lío, sin embargo.
Pálido y demacrado. Me pregunto qué ha estado haciendo desde que lo dejé
anoche.
―¿Puedo pasar? ―pregunto. El sonido de mi voz, mi voz normal, hace
que sus ojos se amplíen con un destello de confusión. Pero entonces asiente y se
hace a un lado así puedo pasar junto a él. Levanto la mirada cuando paso, y lo
encuentro mirándome atentamente. Tratando de descifrarme.
Cierra la puerta, y se para incómodamente como si no supiera cómo
saludarme. Todo debe lucir nuevo para él, la forma en que me paro y mis
expresiones, el azul de mis ojos y mis pecas. Ya no trato de ser Catalina.
―Yo< um< ―Miro alrededor de la casa, el nerviosismo creciendo en mi
estómago―. Quería hablar contigo. Sobre Catalina.
Se balancea ligeramente y luego señala hacia el sofá.
―Está bien ―dice, sonando distante. Camina delante de mí y toma
asiento, parpadeando rápidamente como si sus ojos ya estuvieran llenándose
con lágrimas. Me siento junto a él, preguntándome si se abrirá a todo mientras
soy Quinn.
―Lo siento ―digo, la culpa carcomiendo cualquier pensamiento clínico
que trate de ofrecer―. Lo jodí. ―Isaac me observa, y es un libro abierto. Puedo
leer todas las emociones mientras pasan a través de su cara. Siempre ha sido tan
fácil con él―. Me involucré, Isaac ―explico―. Dejé que fuera demasiado lejos,
y luego anoche< fue mi culpa. Siento que tus amigos tuvieran que intervenir.
Lo siento, yo no<
―Detente ―dice, sacudiendo su cabeza―. Deja de disculparte. ―Espero
un instante para ver hacia dónde se dirige esta conversación. Limpio bajo mis
ojos, sintiendo lágrimas a punto de desbordarse―. También estuve ahí ―dice
Isaac. Baja su cabeza para mirar su regazo―. Y no lo siento.
Mi corazón da un vuelco, y hay un poco de sentido de validación. Mi
estándar es tomar la culpa porque debería haberlo sabido mejor, soy la
234 profesional. Pero parte de mí quiere creer que la relación era mutua, al menos
parcialmente.
―Estar contigo ―dice Isaac tranquilamente―, quitó el dolor. No estaba
listo para recordarlo, no así. Y ahora está de regreso. ―Levanta la mirada hacia
mí con los ojos más tristes que he visto alguna vez―. Pero no vas a arreglarlo
esta vez, ¿o sí? ―pregunta.
Presiono mis labios juntos para evitar llorar, y lentamente niego.
―El consejero llamó y me dijo que te ibas ―continúa―. Pero, ¿qué si no
estoy listo para que te vayas? ¿Te quedarías?
Sus emociones se derraman sobre las mías, y todo lo que sentí por él
durante la última semana se desborda. Sin pensarlo, me estiro para alcanzar su
mano, necesitando consolarlo. Necesitando detener su dolor. Cierra sus ojos
cuando lo hago, tal vez doliéndole más debido a mi toque.
―Mereces algo mejor que esto ―le digo―. Mereces algo real.
―Tal vez ―dice, encontrando mis ojos―. Pero fue mucho más fácil fingir.
Especialmente contigo. ―Todavía hay una palpitación de atracción ahí, pero
ahora que pienso claramente, sé que sólo es eso, atracción. Isaac ni siquiera me
conoce.
Quito mi mano de la suya, doblo mis dedos juntos en mi regazo. Mi
entrenamiento me dice que Isaac está evitando el recuerdo de Catalina,
llenando su espacio con lo que puede. Tiene miedo. Pero si quiere un verdadero
cierre, tiene que ser honesto. Y tiene que dejarla ir.
―Necesitas hablar sobre ella, Isaac ―digo―. La verdadera ella. Nadie va
a reemplazarla, nadie puede hacerlo. Pero sé que algo fue mal con su relación.
¿Qué secretos le ocultabas? ¿Qué le sucedió a Catalina?
Hace un gesto de dolor como si fuera a negarse a contestar. Pero luego,
lentamente, lo observo darle vuelta en su cabeza. Trabajar a través de las cosas
que quiere compartir, pero no lo hace porque lo siente como una traición.
―Puedes decirme ―le aseguro―. Estoy aquí para que puedas decirme.
Estoy aquí por ti. ―Mis palabras parecen consolarlo ligeramente, y se reclina,
mirando directamente hacia el frente como si mirara dentro de sus recuerdos.
―Catalina y yo estábamos enamorados ―dice, como si yo lo hubiera
discutido―. Locamente enamorados. Queríamos ir a la universidad, conseguir
un lugar. Mierda. Incluso hablamos sobre el nombre de nuestros hijos. Quería
eso, incluso si otra gente pensaba que era estúpido. Decían que tenía demasiado
que experimentar. Pero, ¿por qué? Si la amaba, ¿por qué debería terminarlo
para pasar el rato con gente que no me importaba? Yo< nunca lo entendí.
235 »Luego un día ―dice―, Catalina me contó sobre una pareja que conoció,
los encontró en algún foro. Escribían mierda oscura, poemas sobre muerte y
cosas, y me dijo sobre leerlo. Ver qué tan bueno era. No soy un gran lector
―explica―. Las cosas empezaron a cambiar. Después de algunas semanas, le
pregunté a Angie si había notado los cambios de humor de Catalina en casa.
Cuando Catalina lo averiguó, me acusó de espiarla. Dijo que la había estado
observando, que, ¿qué era yo, algún tipo de cuidador? No sabía sobre qué
demonios estaba hablando. Le dije que necesitaba dejar a esos amigos nuevos.
»Que estaban revolviendo su cabeza ―dice, sonando desafiante―. No
rompimos, pero me miraba fijamente algunas veces, como si hubiera dejado de
confiar en mí. ―Isaac aprieta sus ojos con fuerza. Se calla por un momento
antes de continuar―. Había encontrado esas páginas ―dice―. Yaciendo
alrededor en su habitación y en mi auto. Espirales negros. Los escondí. ―Me
mira―. Ese es el asunto< no le mencioné a nadie su humor sombrío, a pesar de
que estaba empeorando. Pero no quería que se molestara conmigo. ―Su voz se
rompe, y llora las últimas palabras―. Sabía que estaba sufriendo; lo vi. Pensé
que podía mejorarlo, así que no le dije a nadie. Guardé su secreto. Guardé su
jodido secreto y luego se suicidó. Es mi culpa, mi culpa por no conseguir ayuda.
Dime ―suplica, mirándome con lágrimas cayendo de sus ojos―, dime cómo
podría perdonarme alguna vez por eso.
Cubro mi boca, absolutamente desbordada por su culpa. Brinco hacia
adelante y envuelvo mis brazos alrededor de él, sosteniéndolo tan
apretadamente que no sé cómo puede respirar. Isaac no se aleja, y mantengo mi
posición, especialmente cuando lo siento estremecerse. Escucho la primera pista
de un llanto.
―Est{ bien< ―susurro cerca de su oído, corriendo mis dedos
gentilmente sobre su nuca para consolarlo―. No es tu culpa ―digo―. No es tu
culpa. ―Solloza en mi hombro, roto y perdido. Absorbo su culpa, diciéndole
que no sabía lo que ella estaba haciendo. Y que ella nunca, jamás le endosaría
esta pena.
―La extraño ―dice miserablemente―. No creo que alguna vez todo esté
bien de nuevo.
―Lo estará ―le prometo―. Mucha gente te ama. Y te necesita, Isaac. Te
necesitan. Por favor, confía en que Catalina te amaba, pero algo le sucedió. Se
enfermó y no le contó a nadie. Nadie sabía, Isaac.
―Yo sí.
―No la extensión de ello ―le digo, presionando mi mejilla en la suya―.
No sabías cuán malo era realmente. No tienes que tomar la culpa. Tienes que
dejarla ir. No es tuya.
236
―Ella es la única ―dice, sorbiendo sus lágrimas, su cuerpo empezando a
calmarse―. La única a la que alguna vez amaré. ¿Sabía eso?
Quiero decirle que lo hizo, decirle todo lo que quiere escuchar sólo así
sonreirá de nuevo. Isaac Perez es una de las personas más dulces que alguna
vez he conocido, y amaba a su novia. Realmente lo hacía. Pero no puedo
mentirle. Ya no le mentiré más.
―No importa lo mucho que le dijeras ―digo―. No sé si ella lo creía. No
sé si podía hacerlo al final. Pero todavía estás aquí, y tengo que confiar que si
ella pudiera verte, si no estuviera más con dolor y pudiera verte, sólo querría
cosas buenas. También te amaba, Isaac. ―Me separo para mirarlo, corriendo mi
mano sobre sus mejillas para limpiar sus lágrimas―. Lo sé con certeza.
Atrapa mi mano, la mantiene sobre su cara. Por un minuto me preocupa
que me bese, que no me haya estado escuchando. Pero entonces en sus ojos veo
que lo ha hecho. Veo que está listo para dejar ir a Catalina Barnes. Duele un
poco. Porque sé que también significa que me está diciendo adiós.

b
―Es momento de decir adiós ―digo, de pie en el centro de la habitación.
Isaac me pidió ir a través de los procedimientos en la forma típica, dijo que
tenía curiosidad sobre cómo funcionaba. Un peso parece haberse levantado de
sus hombros, y veo una pista del chico que conocí aquellas veces cuando
estábamos con Jason.
Isaac se para frente a mí, y es todo muy formal. Muy incómodo. Asiente, y
por un minuto es casi como si estuviéramos a punto de decir nuestros votos
matrimoniales. Sonríe.
―¿Ayudaría si nos sentamos? ―pregunta.
Exhalo.
―Sí, por favor. ―Camino de regreso al sillón, aliviada de no tener que
estar de pie frente a él. Isaac se sienta, fascinado por mí, la finalizadora, ahora
que el embate de su culpa lo ha dejado.
―Aquí es donde dices todas las cosas que quisieras que sepa ella ―le
digo. Isaac baja la mirada tristemente, pero en su cara veo un poco de nostalgia,
e imagino que está pensando en los buenos tiempos que tuvieron juntos.
Pensando más en el amor que se tuvieron y menos en el dolor que sintió
después de su muerte.
―Es extraño ―empieza―, porque todavía la amo tanto. ¿Qué puedo
237
hacer con ese tipo de sentimiento, a dónde puede irse?
―A ti mismo ―digo. Presiona sus labios juntos, y se gira hacia mí―.
Ámate a ti mismo y a tus recuerdos. No tiene que ir a algún lugar.
―Siempre la amaré ―dice simplemente―. La amaré toda mi vida.
En ese instante, desearía que ella pudiera estar aquí para verlo. Para ver
cuánto la ama, habría hecho cualquier cosa que ella le pidiera. Pienso sobre qué
le diría ella a él. Cierro mis ojos y cuando lo miro de nuevo, mi expresión ha
cambiado. Mi voz es diferente.
―Escribí sobre ti en mi diario ―digo. La respiración de Isaac se detiene, y
me observa―. Lo mucho que te amaba. Todos nuestros momentos privados.
Est{n en el armario en mi habitación. Bien arriba. Deberías tenerlos. Yo< creo
que los dejé para ti.
―Catalina, lo siento ―empieza Isaac―. Sólo necesito que sepas cuán
malditamente lo siento.
―Te perdono ―susurro―. Te perdono por amarme demasiado. ―Se
balancea y lágrimas bajan por sus mejillas. Mi corazón se rompe, sintiendo la
pérdida de Catalina e Isaac, su historia interrumpida en el despertar de una
tragedia. Me inclino y beso suavemente sus labios, sólo una vez, y luego
envuelvo mis brazos alrededor de su cuello para abrazarlo. Cierro mis ojos―.
Adiós, Isaac.
Su voz es apenas una exhalación.
―Adiós, Catalina.
Permanecemos abrazados por un largo rato, sin hablar porque sabemos
que esta asignación está terminada, y que cuando me separe, Catalina también
se habrá ido. Isaac me sostiene, y luego finalmente deja salir una larga
respiración y se echa hacia atrás.
Sus ojos están hinchados, pero hay una chispa detrás de ellos. Espero que
me diga que todo está bien. Traga, y mira en dirección al pasillo.
―Yo< ―Se detiene para aclarar su garganta―. Te tenía algo para la
fiesta, pero dado que no estarás ahí, me preguntaba si podía dártelo ahora.
Mi estómago se hunde, y me preocupa que todavía esté confundido.
―Lo siento ―digo con mi propia voz―. Ya no< ya no soy Catalina<
Sonríe.
―Lo sé ―dice―. Pero lo tenía para ti.
Mariposas hacen cosquillas en mi estómago, y siento un sonrojo subir por
238 mis mejillas.
―¿Para mí? ―pregunto.
―Lo compré hace algunos días ―dice―. Me hizo pensar en ti. ―Cuando
ve qué tan alagada estoy, sonríe y se pone de pie de un salto―. Espera aquí
―dice. Observo mientras sale disparado por el pasillo y desaparece.
Pongo mi mano sobre mi corazón, pensando que tal vez esta asignación
fue la mejor cosa que me ha pasado alguna vez. Que me mostró el amor y la
compasión. Es por esto que debería luchar. Este nivel de normalidad.
Cuando Isaac regresa, está cargando una caja rectangular de joyería. Se
sienta sobre la mesa del café, frente a mí, y la extiende. Parece nervioso
mientras espera por mi reacción.
―No debiste ―digo, pero él me señala que lo abra. Abro la caja y
encuentro un delgado brazalete plateado, delicado y hermoso. Modesto y
romántico―. Es encantador ―digo, pasando mi dedo sobre él. Nunca antes me
habían dado joyería, me doy cuenta. Los finalizadores normalmente no tienen
pertenencias.
―¿Te gusta? ―pregunta impaciente. Levanto mis ojos a los suyos y
sonrío.
―Me encanta ―le digo―. Realmente me encanta. ―Mi voz está
amenazada por lágrimas, y rápidamente tengo que apartar la mirada. Lo
extraño. Ya extraño a Isaac―. ¿Me ayudarías a ponérmelo? ―pregunto en una
voz ahogada.
Toma la caja de mi mano y abre el broche del brazalete antes de colocarlo
sobre mi muñeca. Sus dedos son gentiles sobre mi piel, tal vez quedándose un
poco más de lo necesario, pero no me importa. No me importa para nada.
Cuando está abrochado, estiro mi brazo para admirar el brazalete. Muerdo
mi labio, haciendo contacto visual con Isaac. Y puedo ver que estará bien. No,
realmente nunca superará a Catalina. Pero estaba cargando la culpa de su
suicidio con él. No era suya para soportar.
Unos minutos después, Isaac me acompaña a la puerta. Nos detenemos
por un largo rato, y pienso que ambos consideramos inclinarnos por un último
beso. Pero eso sería no ético. No le daré falsas esperanzas de nuevo. Así que
sonrío, le digo adiós y le deseo la mejor vida posible.

b
239
Estaciono el Jetta en la residencia Barnes veinte minutos después. Sentada
en el asiento delantero, agarro un viejo recibo y una pluma de la consola y llena
de lágrimas garabateo una nota de despedida. Cuando termino, salgo del auto.
La lluvia se ha detenido completamente, y deslizo la llave en el espacio de
correo, junto con la nota. Angie estará pronto en casa, y juntos en familia
pueden seguir curándose. Una familia de la que me gustaría formar parte. Me
detengo, echando un vistazo a la casa. Tal vez lo hice, por un rato, tal vez
pertenecí a ellos. La idea de eso es una agonía y consuelo al mismo tiempo, y lo
sostengo en mi corazón y me voy.
Capítulo 12
Traducido por scarlet_danvers
Corregido por flochi

M
e siento en el patio exterior de la cafetería, mi capucha está
puesta para que la gente de la ciudad no me reconozca de
inmediato. Usé mi propio dinero anoche para quedarme en un
motel, renuente a inmiscuirme más en la familia Barnes, pero no estoy lista para
volver a casa, tampoco. Cuando llamé a Aaron para la extracción, sonaba mejor
de lo que estaba desde hace tiempo. Supongo que realmente era la asignación lo
que lo estaba molestando.
Todavía tengo diez minutos antes de que Aaron se supone que deba
llegar, por lo que me tomo el tiempo para observar. Una madre se sienta con
una niña en un cochecito a su lado. La mamá está hablando en su teléfono,
mientras que la niña se queda mirando hacia ella, esperando alguna señal de
que está prestando atención. Mis ojos se desplazan a una pareja mayor, el
hombre en silla de ruedas, y un mesero se detiene a tomar su orden, impaciente
mientras hacen preguntas. Hacia el borde exterior, cerca de la barandilla, está
240 un chico joven, su ordenador portátil abierto, su expresión lejana mientras mira
hacia la calle, con los dedos suspendidos en las teclas. Soñador.
Una chica de mi edad entra, evalúa el lugar, y luego va a sentarse en la
esquina. Ella está impaciente, mirando a su alrededor por el mesero. Sus ojos
caen sobre mí y rápidamente miro hacia otro lado. Cuando me doy cuenta de
que el mesero deja a la pareja de ancianos y va en dirección a ella, miro de
nuevo. La chica tiene el cabello largo y castaño y oscuros ojos hundidos. Ella
señala con el dedo a la carta, haciendo una pregunta. Sin pensarlo, imito el
movimiento, inclinando la cabeza y apretando mi mandíbula. El mesero asiente
después de tomar su orden y cierra rápidamente el menú, abanicando el cabello
de la chica.
―¿Inspeccionando a alguien?
Salto, y me vuelvo para encontrar a Aaron de pie en mi mesa.
Rápidamente me levanto y lo abrazo, sonriendo de oreja a oreja. Lleva
demasiada colonia, pero no me importa. Él me sostiene fuerte como diciendo
que hemos pasado por algo de mierda aquí en lago Oswego. Antes de que
pueda empezar a llorar con alivio al verlo, me alejo. Oculto esas emociones
porque soy una finalizadora y no debería ser tan fácil de leer.
Nos sentamos a la mesa, y Aaron alcanza mi agua, bebe hasta que drena el
vaso. Me río, extrañando sus encantos egoístas. Aun así, me doy cuenta de que
es diferente, a pesar de que no puedo ubicar lo que ha cambiado en él.
Aaron deja el vaso con un tintineo y se limpia la boca con el dorso de la
mano. Se inclina hacia mí, con los codos sobre la mesa.
―Entonces, ¿qué pasa con esa chica? ―pregunta, asintiendo con la cabeza
a la otra mesa.
―Nada ―le digo―. Sólo matando el tiempo.
―La estabas imitando ―dice, chasqueando la lengua―. Eso es raro.
Aprieto mis labios en una sonrisa.
―Sí ―le digo―. Lo sé.
―En tanto lo sepas ―dice en voz alta. Me estudia, haciendo un inventario
de mi estado mental, y cuando está seguro de que soy yo otra vez, me da una
sonrisa sabelotodo y silba bajo―. Ese pobre hijo de puta ―dice.
Ruedo los ojos y me siento de nuevo en el asiento, cruzando mis brazos
sobre mi pecho. Por supuesto, nuestra conversación giraría inmediatamente a
Deacon.
―¿Él te lo dijo? ―pregunto.
241
Aaron levanta sus manos en un movimiento de ¿Qué esperabas?
―Deacon es mi chico. Y maldita sea, chica. Lo dejaste asombrado.
―No seas asqueroso.
―No lo soy. Era cuestión de tiempo. Pensé que la tensión sexual duraría
para siempre.
―Cállate. ―Pero río de nuevo y tomo mi vaso de vuelta como castigo, a
pesar de que está vacío. Aaron parece eufórico, como si tuviera algo que ver con
Deacon y yo reavivando nuestra relación. Obviamente, Deacon no le dijo toda
la historia, sin embargo. No fui a él cegada por la pasión y la lujuria. Había
perdido mi mente, a mí misma. Él me trajo de vuelta. Y luego lo dejé sentado en
su escalera.
―¿Cómo está? ―pregunto, bajando mis ojos a la mesa―. Yo< no he
hablado con él desde ayer por la mañana.
―¿Quieres decir antes de que volvieras con tu novio falso? ―dice
conversacional. Le disparo una mirada asesina, pero él continúa―. Uh< No
diría que lo tomó muy bien ―añade Aaron―. Pero conoces a Deacon. Odia el
sistema, pero eventualmente lo entenderá. Tenías que terminar el trabajo.
Pongo mis manos en mi regazo, jugando con mis dedos para lucir casual.
―¿Lo has visto?
―Sí. Se acercó esta mañana, preguntando por ti. Myra lo desafió de
inmediato, y Deacon se rompió y nos dijo acerca de su noche juntos. Quiero
decir, él fue vago en los detalles, pero conociéndolos a los dos era bastante
obvio lo que pasó. Myra no estaba contenta, sobre todo porque Deacon parecía
miserable. Pero después de hablar un rato nos dimos cuenta de que estaba
probablemente sólo preocupado. ―Me sonríe pensativamente―. Él no quería
que te fueras.
―Sí ―digo con un toque de pesar―. Dejó esa parte clara.
―Deberías darle otra oportunidad.
―¿Cuántas? ―pregunto―. Él ya ha roto mi corazón dos veces. ¿Cuántos
intentos consigue?
―Tú eres la que lo dejó esta vez ―señala―. Y lo entiendo. Lo hago. Pero
Deacon ha cambiado, Quinn. Él siempre te amó, todo el mundo podía ver eso.
Creo que esta tarea le hizo darse cuenta también.
No contesto, reflexionando sobre las palabras en mi cabeza. Mi corazón.
―Es casi divertido ―digo después de un momento―. Me gano la vida
poniendo en orden la vida de otras personas cuando no tengo control sobre la
242 mía propia.
Aaron sonríe.
―Es por eso que eres una buena finalizadora ―dice―. Tienes demasiado
buen corazón. Les das a tus clientes todo. ―Sólo que esta vez lo dice como un
cumplido y no como una crítica que le había señalado a Marie.
―Soy bastante impresionante, ¿eh? ―digo, sonriendo―. Como, la
mejor< ¿de todos los tiempos?
―Relájate allá, ególatra. ―Se ríe, y luego empuja hacia atrás su silla para
levantarse de la mesa―. Es tarde ―dice―. Debemos volver a casa. ¿Estás lista?
Me tomo un momento, mirando alrededor del patio del restaurante, en
torno a los árboles. El aire es fresco, pero cómodo. El viento sopla y mece los
árboles. Voy a extrañar lago Oswego. Voy a extrañar un montón de cosas. Digo
mi adiós definitivo antes de asentir a Aaron, y seguirlo hasta el Cadillac.

b
En la tranquilidad del coche, mi pensamiento se dirige de nuevo a mi
asignación. Reviso mi teléfono y veo que no hay mensajes o llamadas perdidas.
Nada de Isaac o la familia Barnes. Por un momento, la nostalgia se hace cargo, y
me pregunto si realmente podría haber entrado en los zapatos de Catalina y
vivido su vida para siempre. Huir a la universidad con Isaac.
Lágrimas pican en mis ojos, y una gotea sobre mi mejilla. Soy sacudida de
nuevo a la realidad y rápidamente me vuelvo hacia la ventana para limpiarla
discretamente antes de que Aaron se dé cuenta.
Debería saberlo, por supuesto. No habría funcionado. Pero la acumulación
de dolor puede ser abrumadora tan pronto después de una asignación. Eso es lo
que Marie va a ayudar a aliviar.
Aaron comprueba su teléfono, y su postura se vuelve rígida. Hace clic en
la pantalla y se queda mirando a la carretera, viéndose preocupado.
―¿Podemos tomar un desvío? ―sugiere, su voz se profundizó.
―¿Ahora? ―pregunto.
―Marie no ha devuelto mis llamadas ―dice, arrojando su teléfono en la
consola central―. Voy a seguir intentando, pero no sé dónde está. Arregló la
extracción, por lo que ella sabe que estamos en camino. ―Su expresión se nubla
otra vez, y entonces me mira, dándose cuenta de cuánto de sí mismo está
revelando―. No es nada ―dice con una sonrisa rápida―. Vamos a dar una
vuelta con Deacon hasta que consiga contactar con ella.
243
―Aaron ―le digo, sacudiendo la cabeza―. ¿Esto es acerca de eso? ¿Yo
volviendo con Deacon? Porque<
―No ―dice tan serio que sé que está diciendo la verdad―. Pero es un
lugar seguro ―añade, alejándose de mí para hacer frente a la carretera. Las
palabras cuelgan en el aire entre nosotros, frías e inquietantes. La afirmación es
que los otros lugares a los que iríamos, como casa< pueden no ser seguros ya.

b
Entramos en la calzada de Deacon una media hora más tarde, y Aaron
apaga el motor. Toma el teléfono, comprobando de nuevo, y asiente hacia la
casa.
―Adelante ―dice―. Quiero llamar a Myra y hacerle saber que
volveremos pronto.
Enrollo mi labio, haciéndole saber que está actuando de manera loca.
―¿En serio? ―pregunto.
Exhala con impaciencia, frunciendo los labios como si yo fuera la única
siendo difícil.
―Estoy bastante seguro de que tú y Deacon tienen drama que resolver
―dice―. Todo lo que quiero es un par de minutos para que mi novia sepa que
estamos llegando tarde y que estoy bien. ―Hace una pausa, tal vez dándose
cuenta de su tono grosero―. Ve a besarlo y reconcíliate con él ―dice con la
insinuación de una sonrisa.
Aunque me encanta el optimismo, no lo comparto. En su lugar hay una
onda de enfermedad, arrepentimiento, y salgo del coche y voy hacia el porche
de Deacon. No hemos hablado; él no ha intentado llamar. De repente estoy
devastada al pensarlo. Tal vez piensa que cometió un error. Que soy su mayor
error.
Mi corazón golpea contra mis costillas, y me detengo en los escalones, sin
poder avanzar, hasta que noto la sombra que se mueve en la ventana y sé que
Deacon me ha visto. No puedo estar delante de su casa como una acosadora.
Tengo que hablar con él.
Subo las escaleras con una mezcla de temor y anhelo. Lanzo una mirada
de pánico de vuelta a Aaron, pero tiene el teléfono en la oreja, hablando. Él no
se dio cuenta. Para el momento en que llego al escalón más alto, la puerta se
244 abre y Deacon está allí, esperando.
Aunque no estoy segura de que Deacon jamás pueda verse mal, esto es sin
duda lo más desaliñado que lo he visto. Lleva pantalón corto y una descolorida
camiseta que ganó en la Feria Estatal de Oregón hace dos años. Su expresión es
completamente ilegible mientras me mira acercarme, sus ojos me estudian de
esa manera cuidadosa.
Me detengo en la puerta, le devuelvo la mirada, y cuando no puedo
pensar en algo que decir, levanto un hombro en un encogimiento. Deacon lanza
su mirada hacia el cielo como si fuera doloroso verme; su mandíbula se tensa
mientras trata de mantener el control de su apariencia. Una desventaja de estar
tanto cerca de finalizadores, supongo. Siempre somos conscientes de ser leídos.
―Vi lo feliz que eras allí ―dice―, ese día en las jaulas de bateo. Así que
cuando te fuiste de mi puerta, no creí que volverías alguna vez. ―Esta vez
cuando me mira, es una flecha a través de nuestros corazones. Un dolor
penetrante agudo, una herida mortal. Lo arruiné, incluso si era moralmente
correcto, nos arruiné―. Te pedí que no te fueras ―dice―. Rogué, maldición.
―No se trata sólo de nosotros, sin embargo ―le digo, aunque no estoy
segura de que él pueda entender―. No podía abandonarlos, Deacon. Ni
siquiera por ti.
―A él ―corrige―. No lo podías abandonar a él.
―No. ―Niego con la cabeza y doy un paso más cerca―. A ellos. ―La
postura de Deacon se debilita, su decisión de estar enojado conmigo ya
desvaneciéndose. Soy su única inseguridad, la única persona que podría hacerle
daño. Tal vez esa es la verdadera razón por la que ha mantenido su distancia.
Deacon no se mueve, vulnerabilidad llenando sus facciones.
―¿Y se terminó? ―pregunta.
Asiento. Pero no me gusta la idea de la vida de Catalina estando
terminada. No me gusta la forma en que terminó, a quién dejó atrás. Hay tanto
que todavía duele, y no sé dónde encajo yo en el mundo. Pero miro a mi
alrededor, y estoy segura de que no está aquí. Ya no.
Deacon baja los ojos, incapaz de aguantar mi mirada por más tiempo. Él
aprieta su labio inferior con sus dedos, como si estuviera pensando.
―Y si yo< ¿y si te dijera que lo sentí? ―pregunta, lanzando una mirada
hacia mí―. Si digo que soy un imbécil total por no creerte antes, ¿importaría
eso?
Sé que lo siente. Él siempre lo siente cuando me deja fuera. Pero en el
fondo sé que lo hará de nuevo. Va a romper mi corazón cada vez.
Mi cuerpo está desgastado por las últimas semanas, y mis sentimientos
245 están demasiado revueltos para ordenarlo en este momento. Hay una ola de
agotamiento, el comienzo de otro dolor de cabeza, y cierro mis ojos y froto mis
sienes. Por primera vez en probablemente para siempre, estoy deseando un
interrogatorio.
Deacon pregunta si estoy bien, y hay un ligero toque en mi brazo mientras
él me alcanza. Justo cuando todo vuelve al foco, Aaron me llama desde el
coche.
―Quinn, tenemos que irnos ―grita, sosteniendo su teléfono para indicar
que ha hablado con Marie. Mueve su mirada a Deacon―. Lo siento, hombre.
―Obviamente, él puede decir por nuestras posturas que esta reunión no es lo
que esperaba que sería.
Cuando me vuelvo, Deacon está mirándome con una expresión solemne, y
me pregunto si ha llegado a la misma triste conclusión que tengo. Que esto es
terrible, la idea de no estar juntos se siente< terrible. Pero est{ bien.
Deacon levanta la barbilla; la luz refleja la capa de lágrimas en sus ojos.
―Te veo por ahí ―dice en voz baja. No se mueve, como si estuviera
esperando a que yo lo detenga de volver adentro. Podría. Veo que Aaron está
en lo correcto, Deacon ha cambiado. Con una palabra podría tenerlo. Incluso si
él es malo para mí. Pero sobre todo porque soy mala para él.
―Sí ―digo, en lugar de los otros millones de pensamientos corriendo por
mi cabeza. Me doy vuelta y camino aturdida por la escalera hacia el coche;
Aaron está mirándome con la boca abierta. Su incredulidad no se desvanece
cuando entro, pero no me presiona para obtener más información. No pregunta
por qué.
En su lugar, regresa al camino y nos conduce hacia el apartamento de
Marie.

246
Capítulo 13
Traducido por Selene
Corregido por Nanis

A
aron estaciona el Cadillac de mi padre en la acera frente al edificio
de Marie en vez del espacio de los apartamentos. No apaga el
motor. Cuando lo miro, sus nudillos están blancos alrededor del
volante. Mi ritmo cardíaco se empieza a acelerar y Aaron suelta un aliento
inestable antes de volverse hacia mí.
―¿Qué está pasando? ―le pregunto. Su expresión me devasta, me llena
de desosiego, incluso antes de que hable.
―Es hora de decir adiós ―dice, sonriendo ante la ironía―. Tengo que
irme, Quinn. No me volverás a ver.
Mi corazón se contrae, y suspiro.
―No.
―Tu auto esta atrás, las llaves están en la visera como siempre ―continúa
calmado, como si yo sólo fuera una asignación―. Marie lo trajo acá temprano.
247 Voy a dejar el coche de tu padre y luego Myra y yo nos vamos de la ciudad.
―Pero tu contrato<
―Cancelado. Mi contrato ha sido cancelado y me han pagado mis
servicios. Si no me voy hoy no tendré nada, ¿entiendes? He firmado un acuerdo
de confidencialidad y no puedo decir nada más.
―¿Con quién? Aaron, no puedes no decirme qué está sucediendo. Somos
compañeros.
―No más. Y seamos honestos ―dice con una sonrisa triste―, nunca
necesitaste un compañero.
Extiendo mi mano para agarrar la manga de su chaqueta, decidida a
retenerlo hasta que me explique qué está pasando.
―¿Mi padre hizo esto? ―le pregunto, incrédula―. ¿Marie?
Aaron suavemente quita mis dedos de su manga, y luego presiona mi
mano.
―No importa ―me dice―. Mi última asignación fue dejarte aquí. Ni
siquiera se suponía que tenía que decir adiós. ―Inclina la cabeza, mirándome
con la admiración de un amigo. De mi mejor amigo―. Pero no iba a dejarte sin
decir adiós. Diablos, no quiero dejarte en absoluto. Pero el departamento del
duelo dolor ha terminado con mi empleo. Mi paquete de indemnización
depende de que deje la ciudad en las próximas veinticuatro horas.
Tengo la intención de averiguar cuál es el rol de mi padre en esto, pero no
voy a dejar que esos pensamientos me roben mis últimos momentos con Aaron.
Me inclino y lo abrazo, con mi cabeza apoyada en su hombro. Su familiar olor a
colonia llena mis fosas nasales.
―¿Lo sabe Deacon? ―le pregunto.
―No ―dice Aaron, apoyando su barbilla en la parte superior de mi
cabeza―. Ésta pasando por algo, y no me refiero a ti. Además no quiero
aumentar su estrés. Por no hablar de él, se enojara mucho.
―Te mataría ―estuve de acuerdo, sollozando mientras levantaba mi
cabeza para enfrentarme a Aaron por última vez―. ¿Y cuando me pregunte
por ti?
Aaron limpia una lágrima de mi mejilla.
―Dile la verdad. Me escapé sin despedirme porque me dolía demasiado
hacerlo de otra manera. Él va a entender.
―Esto le va a romper el corazón.
Aaron asiente.
248 ―Lo sé. Por eso no puedes abandonarlo. Él te necesita. Y te guste o no, tú
también lo necesitas señorita Badass1.
―Él es Badass; yo soy hard-core2, ¿recuerdas?
Aaron se ríe y luego cierra los ojos, sonriendo y sacudiendo la cabeza
como si no pudiera creer que esto esté pasando. Cuando me mira de nuevo, está
llorando, pero sus lágrimas no son sólo de pena. Sabe que aunque esto me
duela mucho, estaré feliz por él.
―No puedo creerlo ―le susurro―. Estás libre del sistema.
Nos sostenemos las miradas otro momento, y luego Aaron le da un
vistazo a los apartamentos cerca de mi ventana.
―Será mejor que te vayas ―me dice―. Marie dijo que estaría esperando.
Y ya sabes lo mucho que odia esperar. ―Decidida a no extender este momento
me acerco al asiento del pasajero y agarro mi mochila―. Quinlan ―dice Aaron
vacilante―. Si vas después a Virginia Pritchard, prométeme que tendrás
cuidado.

1
Badass: hay muchas traducciones para esto: patea traseros.
2 Hardcore: dura, intensa, rebelde depende del contexto
Hago una pausa, observándolo mientras trato de determinar si hay algo
más en su advertencia, pero no veo nada más.
―Siempre lo tengo ―le digo. Aaron sonríe para sí mismo y luego asiente
despidiéndose.
Me alejo del auto y comienzo a caminar hacia las puertas de los
apartamentos me detengo para voltearme. Aaron no baja la ventana, pero
levanta su mano para despedirse. Me quedo ahí viendo como cambia de
marcha, y se aleja.
Jadeo poniendo mi mano sobre mi corazón. En los últimos dos días he
perdido tanto que comienzo a preguntarme qué queda. Qué queda de mí.

b
Camino lento por las escaleras, estoy drenada de cualquier emoción. Estoy
armándome de valor para abrir con mi hombro la puerta de Marie mientras
tropiezo con la subida al quinto piso. La puerta de Marie está entreabierta.
Trago saliva y doy un paso tentativo hacia adelante, mirando alrededor hacia
los otros apartamentos. Todas las puertas están cerradas; el único sonido es un
249
murmullo de una televisión detrás de una de ellas. El silencio se irradia desde el
apartamento de Marie.
Aaron dijo que me estaba esperando. Mi ritmo cardíaco pulsa en mis
oídos.
―¿Marie? ―le llamo en voz baja, acercándome a la puerta. Ojala Aaron
hubiera subido conmigo.
La llamo de nuevo, pero la habitación más allá de la puerta está en
silencio. Bueno, no estoy a punto de ser asesinada aquí. Saco mi teléfono, pero
en el momento en que está fuera< me doy cuenta de que Aaron es la persona a
la que habría llamado para esto. Una ola de tristeza se precipita sobre mí.
Considero llamar a Deacon o mi padre, para que esperen en línea mientras
reviso el apartamento. No creo que tenga que llamar a la policía o cualquier
cosa, es sólo una puerta abierta del apartamento de una persona que me está
esperando.
Me debato en qué hacer, pero al final decido enviarle un mensaje de texto
a Deacon, por si acaso desaparezco: ESTOY CON MARIE. Deslizo el teléfono en
mi bolsillo y me acerco a la puerta. Empujo la pesada puerta, se abre un poco
más, alcanzo a mirar dentro. La luz del techo cerca del fregadero está
encendida, le da a la habitación un suave resplandor. Doy un paso dentro de la
habitación y deslizo mi mano a lo largo de la pared hasta que toco el interruptor
y enciendo la luz.
El apartamento ha cambiado. El mobiliario ha sido sacado; sus adornos
más preciados no están. Conserva sus muebles más grandes ―sofás, la mesa de
café y de la cocina―, pero la habitación ya no es ecléctica y viva. Ha sido
despojada de toda su personalidad. Marie se ha ido, lo sé inmediatamente. No
es una completa sorpresa. Ella y mi padre han estado en desacuerdo desde
hacer un tiempo, así que sabía que un día se iría. Esta sólo era una forma de
mierda para hacerlo.
Aturdida, me acerco al sofá y me siento frente a la puerta. Dejé que las
emociones pasaran a través de mí. La soledad. Saque mi teléfono e ignore el
mensaje de Deacon para marcar el número de mi padre. Una parte de mí se
preocupaba de que se hubiera ido también. De que hubiera sido completamente
abandonada por todos los que amo. Echo un vistazo alrededor de la habitación
ahora vacía de cualquier cosa que le perteneciera a Marie. La llamo esperando
oír el tintineo de sus pulseras. Mis ojos caen sobre la mesa de la cocina, y salto
sobre mis pies. Hay un archivo.
Cuelgo el teléfono y me muevo rápidamente hacia la cocina. Si Marie se
fue no habría dejado esto atrás. Ella tiene que volver. Una esperanza salvaje se
250 apodera de mí, y me siento a la mesa, tal vez tiene una asignación diferente.
Tomo la carpeta que tiene un nombre sobre la portada.
El mundo se detiene y los vellos de mis brazos de erizan.
QUINLAN MCKEE
Este es mi archivo. ¿Por qué tengo un archivo? Mis manos ya tiemblan
mientras abro la carpeta, esta mi partida de nacimiento, y compruebo el nombre
para asegurarme de que coincide. Sí, es mía. ¿Marie ha estado guardando notas
sobre mí? Quiero decir, nunca se nos revela mucha información para que no se
hagan copias. El miedo< pensé que era casi irracional. Pero mi consejera tiene
una carpeta de asignación con mi nombre en ella.
En la portada interior alguien ha impreso CASO 20859. Me muevo entre
los papeles, sorprendida de que mucha de la información es obsoleta. Ahí está
mi madre y mi padre, sonriendo en una copia de la misma foto que cuelga en la
entrada de mi casa. Aparece una foto de mí, con mi cabello rubio trenzado. Hay
dibujos de cuando estaba en el jardín de infantes, con una etiqueta SUPERSTAR
de mi maestro. No entiendo por qué tiene un archivo sobre mí, sin actualizar.
Encuentro más fotos felices con mis padres, aunque no estoy segura de
haberlas visto antes. Tengo nudos estomacales, como si algo se estuviera
apagado dentro de mí. ¿Por qué no he visto estas fotos antes?
Hay una foto mía junto a una cama elástica. Los labios de mi padre están
haciendo una mueca exagerada, y estoy a su lado con un yeso en el brazo. Un
molde de yeso< en mi brazo. Miro hacia mi izquierda a mi muñeca, antebrazo
y el codo. No recuerdo romperme nada, pero no hay ningún signo de trauma.
¿Cuándo se tomó esta?
Pasó mi mano por mi cabello, empujándolo hacia atrás fuera de mi cara.
Paso a través de las páginas con mayor rapidez, con hambre de más
información. No hay entradas de mis diarios, a pesar de que me obligaron a
escribirlas. ¿Por qué no están aquí? Mis dedos tiemblan, ni siquiera puedo leer
los trozos del papel que sostengo. Los lanzo hacia abajo sobre la mesa, mi
cuerpo está en pánico.
Cuando veo la página, empiezo a hiperventilar. La habitación que me
rodea comienza a girar, mis ojos se empañan de lágrimas, y las limpio con mi
palma para eliminarlas. Empiezo a llorar, asustada porque no entiendo lo que
esto significa. No sé qué pasa.
Estoy sosteniendo mi certificado de defunción.

251
Capítulo 14
Traducido por Selene y martinafab
Corregido por Nanis

S
e me cae el certificado de defunción sobre la carpeta, todo mi cuerpo
tiembla. No puedo comprender lo que esto significa, la idea es tan
horrible que mi mente no lo procesa. Pegado en la parte de atrás de
la carpeta hay un DVD con mi nombre impreso en el centro. Me pregunto qué
otros terribles secretos Marie ha estado escondiéndome. ¿Cómo me pudo hacer
esto? Ella alejo a Aaron. Se fue. Y me dejó esto. Necesito a mi padre ahora.
Necesito a mi papá. Llamo a su teléfono, alternando con mi llanto y dejo de
llorar mientras espero que responda. Cuando llega a su buzón de voz, cuelgo.
Sólo necesito oír su voz. Oír que todo está bien.
Después de intentar por segunda vez, dejo mi teléfono. Tomo el
certificado de defunción y lo doblo para meterlo en mi bolsillo. Agarro el DVD
y voy hacia la oficina de Marie, esperando que su equipo todavía esté aquí. Doy
un paso dentro de la pequeña habitación y encuentro el mueble abierto. Me
pregunto por un momento si Marie abandonó esto a toda prisa porque estaba
252 en peligro, me pregunto si yo estoy en peligro. Pero mi consejera no me hubiera
dejado venir si así fuera. No me habría dejado una carpeta. Me dio su secreto, es
solo que no lo entiendo. Estoy harta de todo esto, no puedo aceptar el
significado de esto.
En uno de sus gabinetes, veo varias carpetas, cada una con un nombre
diferente. Lo cierro y me voy hacia la mesa, acerco el teclado. Muevo el ratón y
el monitor vuelve a la vida. Me quedo un momento pensando en la contraseña
y, a continuación, hago clic en algunas teclas pero nada funciona.
Necesito saber que hay en este DVD. Me detengo pensando en el archivo
que está sobre la mesa. Escribo 20.859 y presiono enter. La pantalla se borra,
mostrando un fondo blanco brillante. Mi corazón late salvajemente, y me
inclino para poner el DVD. Introduzco la cinta. Estoy aterrorizada.
Un video aparece en la pantalla, una imagen está congelada con una
habitación austera, no muy diferente a las habitaciones que he visto en las
antiguas fotos. En un principio, los consejeros las utilizan para presentarles a
sus clientes las instalaciones y documentar las reuniones. Basados en la
interacción, debaten si deberían seguir con el caso. En la actualidad los
consejeros nos envían a la familia y recogen su dinero, no se trata sólo de
dinero. Supongo que esto lo hace más fácil.
Presiono play y me inclino para ver como el video comienza. El cliente
está fuera de la toma, solamente se ven un par de zapatos de hombre. Se abre la
puerta de metal, y reconozco a Marie inmediatamente, aunque más joven. Viene
con un niño pequeño. La cámara hace un acercamiento a su cara, e inspiro
profundamente cuando me doy cuenta que no es un niño, soy yo. Yo soy la niña
que Marie acompaña.
―Vamos, cariño ―dice Marie amablemente, guiando a la niña hacia la
silla.
La niña se sienta, balanceando los pies porque es demasiado pequeña para
alcanzar a tocar el piso. Mira a su alrededor con curiosidad, sin miedo o
ansiedad, y Marie sonríe al cliente, cuyo calzado se acerca más.
―Esta es nuestra próxima candidata ―dice Marie, tomando asiento junto
a la niña. Pone su brazo alrededor del respaldo de la silla para ofrecer una
sensación de confort y seguridad. La niña se apoya en ella, con los ojos muy
abiertos.
―Es extraño ―dice el hombre, su voz llena de dolor―. Se parece a ella.
Me tapo la boca, aturdida. Esa es la voz de mi padre. ¿Qué está
sucediendo? No recuerdo nada de esto.
―Es muy dulce ―dice Marie, cepillando el cabello de la niña
253
amorosamente―. Es simplemente perfecta, Tom. Va a ser la hija perfecta. Ya
hemos llenado su asignación.
Mi padre está en silencio durante un largo rato, y me imagino por la forma
en que la niña lo está mirando que él la está estudiando, buscando diferencias.
Luego se escucha un suspiro y el suave sonido de mi padre llorando.
El rostro de Marie se llena dolor.
―Tom ―dice con simpatía, poniéndose de pie.
Pero entonces la niña se baja de la silla y lo alcanza, el rostro de mi padre
sigue fuera de cámara.
―No llores ―le dice bajito―. No llores, papi.
Me alejo de la computadora caigo sobre el piso de madera de Marie
asqueada de todo esto.

b
Saco el DVD y lo echo a mi mochila, envolviéndolo con cuidado en mi
vieja camiseta de Rolling Stones para que no se rompa. Limpio mi desorden,
mientras trato de dejar de llorar. Soy una finalizadora. Soy una finalizadora de
mi propia vida. Me sale un hipo entre mis lamentos, sigo de pie en medio del
apartamento de Marie, incapaz de moverme. Mi teléfono vibra en mi bolsillo, y
lucho para reponerme, mi mente explora todas las posibilidades.
―¿Hola? ―murmuro sin comprobar el identificador de llamadas.
―Quinn? ―Deacon exhala. Sostengo el teléfono en mi oreja, deseando
que Deacon estuviera conmigo ahora. Viendo conmigo el video―. ¿Estás bien?
―me pregunta―. Te he llamado como cinco veces.
―No ―le digo, mi es voz áspera de tanto llorar―. Algo ha ocurrido. Algo
horrible.
Caigo al suelo, con una mano cubriendo mi cara mientras me pongo a
llorar de nuevo. No me puedo imaginar cómo eso debe haber sonado para
Deacon, pero me las arreglo para decirle algunas palabras.
―Soy una finalizadora ―le digo―. Soy una maldita finalizadora.
―Sé qué eres ―dice con dulzura, sin entender el verdadero significado de
mis palabras―. Lamento haberte pedido que lo dejes. Te apoyo en lo que
quieras. Pero ahora mismo estoy preocupado. ¿Sigues con Marie? Déjame
hablar con ella un minuto.
254 ―Aaron y Marie se han ido ―le digo, tratando de controlar un sollozo―.
Se han ido, Deacon. Todo ha sido una mentira. Cada maldita cosa.
―¿Qué quiere decir con se han ido? ―me exige. Le oigo moverse, su voz
adquiere un tono frenético―. Está bien, Quinn, escucha ―dice―. Voy a
buscarte. No te muevas.
―No ―le digo, sacudiendo mi cabeza, me pongo de pie―. No me puedes
proteger de esto. ―Alejo el teléfono y trato de recuperar la compostura. El
dolor y la conmoción comienzan a desaparecer, pero ahora estoy inundada de
pensamientos. De ira. Tengo que encontrar a mi padre.
Cuando acerco el teléfono, Deacon está hablando rápidamente y oigo su
puerta cerrándose y el sonido del viento cuando sale.
―No vengas aquí ―le digo con mi voz más calmada―. Tengo que hacer
algo primero.
Tengo que ir a casa. Mi hogar. No puedo volver. Ni siquiera soy Quinlan
McKee. Toda mi vida es una mentira, y sería una irresponsable si arrastrara a
Deacon conmigo.
―Te amo, Deacon ―le digo―. Siempre te he amado. ―Cuelgo. Dejo caer
el teléfono de mi mano para aplastarlo contra el suelo, no quiero ser rastreada.
Incluso si eliminé la aplicación, no puedo confiarme. Las dos personas que
amaba, que eran las más importantes para mí, me han mentido. Llego a la
puerta, luchando contra mis emociones me obligo a aclararme. Tengo que lidiar
con mi padre y averiguar qué me pasó. Cómo he llegado hasta aquí. Necesito
saber la verdad.

b
Los neumáticos de mi coche chillan cuando tomo un brusco giro en el
camino de mi entrada. Mi adrenalina está bombeando y estoy frenética. Ahora
me siento un poco más racional, necesito una explicación más que gritos en este
punto.
Golpeo mi auto en el estacionamiento, salto desde mi asiento. Salgo
corriendo hasta el porche, llego a la puerta pero está bloqueada. Mis manos
tiemblan mientras trato de usar mi llave. Tarda unos pocos minutos, pero
finalmente logro abrir la puerta, la empujo con tanta fuerza que golpea la pared,
el golpe provoca que varios cristales se rompan cayendo al suelo.
―¡Papá! ―grito, mirando frenéticamente alrededor de la entrada.
Empiezo a caminar por el pasillo, todo me recuerda la mentira que soy―.
¡Papá! ―grito de nuevo, e incluso decir esa palabra quema mi garganta.
255 Maldigo, y tiro las llaves sobre la mesa de la cocina y subo por las escaleras.
Me dirijo directamente a su habitación, enciendo la luz. Pero él no está
aquí. La cama está perfectamente hecha como siempre, todas sus cosas están en
su armario y escritorio. Estoy tan molesta, apenas puedo pensar.
Inmediatamente reviso los cajones de su cómoda, dejando caer los cajones al
suelo. Me agacho y busco en sus cosas, arrojando su ropa a un lado buscando
algo que podría haber escondido. Compruebo bajo los cajones, en su armario y
escritorio. Miro en todas partes, pero no encuentro nada.
Nada. No hay documentos en lo absoluto. Sigo pensando. La vida de mi
padre gira en torno a mantener todo clasificado. A pesar de eso, no hay ningún
papel fuera de lugar. No hay ni una pieza de información que haya dejado para
mí.
―Él es muy cuidadoso ―me quejo girando para salir de su habitación.
Nunca dejaría evidencia, menos algo que pudiera encontrar. No hay nada aquí.
Me quedo ahí por un momento, con mi resolución desvaneciéndose. Doy
un paso hacia su cama y paso mi mano sobre su almohada, con los ojos llenos
de lágrimas. Todo huele a hogar. Con amor y seguridad. Él es mi papá.
Sollozo y alejo mi mano como si me hubiera quemado. Es un mentiroso.
Es un extraño que me mantuvo en su casa.
―No ―digo en voz alta, sacudiendo la cabeza―. No, no pertenezco a este
lugar. ―Sin mirar atrás, me voy.
Casi llego abajo y bajo lentamente, sabiendo que voy a tener que
enfrentarme a él. No tengo otra opción. Agarro una silla de la cocina y la
arrastro a la sala, dejando que raspe el suelo de madera brillante. Me siento
delante del sofá, sin querer la comodidad del sofá, la falsa comodidad, me
recuerdo a mí misma.
Estoy segura de que Deacon ha contactado a mi padre, así que
probablemente ha dejado el trabajo y está en camino. Iré arriba para empacar
mi maleta, tendré que llevar todo lo que necesite. Porque una vez que esto
termine, nunca volveré.

b
Tenía once años cuando mi padre me dijo que tendría que firmar otro
contrato. Había completado mis primeros tres años, y más que nada quería ser
una chica normal. Se suponía que sexto grado que era mi tiempo para hacer eso.
Él me lo había prometido, cada vez que quería abandonar la escuela.
256
―Los McKee no renunciamos a las cosas, Quinlan ―dijo con severidad―.
Hemos tomado un juramento para ayudar a estas personas, dimos nuestra
palabra. ¿De verdad quieres que sufran por tu egoísmo? No puedo creer que te
haya criado de esa manera.
Me daba vergüenza, bajando los ojos a mi cena fría. Tenía razón, pensé en
ese entonces. Soy egoísta.
―Si tu madre estuviera aquí ―dijo, tomando un sorbo de su té helado―,
estaría muy decepcionada de ti.
Mi corazón se rompió, y me tape la cara llorando. Echaba de menos a mi
madre, a pesar de que no la recordaba. Mi padre me dijo que era normal, que
había sido muy pequeña cuando murió. Pero todos los otros niños, tenían una
madre que trenzaban su cabello y hacían sus almuerzos. Quería una mamá
también, me prometí que si alguna vez tenía una, sería muy buena con ella.
Nunca le causaría problemas. Así que la idea de haberla decepcionado me
derrumbo.
―Está bien ―murmuró mi padre, arrodillándose junto a mi silla. Sacó las
manos de mi cara, y sus ojos estaban tan tristes. Yo sollozaba mientras él tocaba
gentilmente mi mejilla―. Te pareces a ella a veces ―dijo soñadoramente―. Es
como si ella nunca se hubiera ido.
En ese momento lo abracé, diciéndole cuánto lo sentía. Que iba a firmar el
contrato si él pensaba que debería. Que no lo decepcionaría otra vez.
Ahora paso mis dedos bajo mis ojos, sentada en mi sala de estar. Está
oscuro afuera, pero no enciendo la luz. Mi ira se ha calmado y el recuerdo sólo
ayuda a cimentar el hecho de que mi vida es una mentira. Me doy cuenta,
después de todo el tiempo que he pasado con padres en duelo: Él no estaba
diciendo que me veía igual que mi madre, ese sábado por la noche. Me estaba
diciendo que me veía igual que Quinlan McKee. Su hija.
Mi espalda duele y trato de distraerme estirándome un par de veces. Me
siento en la silla y cruzo mis botas negras sobre la mesa de café. Ha pasado más
de media hora desde que me fui del apartamento de Marie. Sé que mi padre
estará aquí en cualquier momento.
Después de empacar, me tomé el tiempo para despojarme de mis
emociones, para intentar perderme a mí misma, así podría llegar a estar lo
suficientemente entumecida para manejar esto. Lo suficientemente valiente. Lo
suficientemente fuerte como para que él no sea capaz de manipularme. Eso es
de lo que Deacon no se da cuenta. Mirando hacia atrás ahora, mi padre siempre
ha sido capaz de doblarme a su voluntad. Hacerme capaz de creer que yo
quiero ser una finalizadora, que quiero ayudar a estas personas. Pero en
257 realidad, él me estudió. Me conoce lo suficientemente bien como para presionar
los botones correctos para obtener la reacción que quería.
Es probablemente por eso que odiaba a Deacon tanto cuando rompimos.
Vio que Deacon también tenía el poder para afectarme. Mi padre había perdido
un poco de su poder sobre mí. Podría haber sido por eso que dejó a Deacon
salir de su contrato antes de tiempo, con la esperanza de mantenernos
separados.
Mi padre no contaba con el hecho de que tengo poder sobre mí misma. He
estado haciendo esto el tiempo suficiente para entender mis emociones ahora,
para ser plenamente consciente de mí misma. No volverá a entrar en mi cabeza
de nuevo. No se lo permitiré.
Los faros iluminan las ventanas, y me levanto cuando un coche se detiene
en mi camino. Mi corazón late con frenesí, pero tomo una respiración,
recordándome a mí misma que tengo que mantener la calma. No puedo
mostrarle ninguna debilidad.
Se abre la puerta de entrada, y mi padre entra apresurado, deteniéndose
cuando sus zapatos crujen por los fragmentos de vidrio roto.
―¡Quinlan! ―grita, asolado por la preocupación.
No me muevo. Estoy en medio de la oscuridad, mirándolo directamente.
Pone su maletín cerca de la puerta y se quita el abrigo con un encogimiento de
hombros, examinando el desastre de pedazos en el suelo. Mira hacia la escalera.
―¿Quinn? ―grita.
―Estoy aquí, papá ―le digo con calma.
Gira, sobresaltado, y se agarra el pecho.
―Dios mío ―dice―. Me has asustado. ―Entra en la habitación,
entrecerrando los ojos por la luz baja. Se detiene junto a la lámpara y la
enciende con un clic―. Deacon me llamó y dijo< ―Se detiene bruscamente
cuando me ve en la luz.
Estudio cada tic de sus expresiones faciales. Destellos de preocupación,
miedo, realización. Trata de cubrirlo rápidamente con preocupación paterna,
pero ya he visto detrás de la cortina. Inclino mi cabeza para hacerle saber que
no estoy aquí por su estupidez. Cuando todavía no se mueve, meto la mano en
el bolsillo y saco una copia doblada de mi certificado de defunción. La lanzo
sobre la mesa de café entre nosotros, y mi padre la recoge y la abre.
Su garganta hace un sonido de clic cuando traga, y luego se deja caer en el
sofá, devastado mientras mira fijamente al papel en sus manos.
258 ―¿Quién soy yo? ―le pregunto―. Porque, obviamente, esa no soy yo.
―Eres Quinlan McKee ―dice, pero no hay fuerza detrás de las palabras.
Baja el papel a su regazo y se quita las gafas, se frota los ojos con la palma de la
mano. Se desliza las gafas de nuevo y me mira―. Tú eres mi hija<
―¡No te atrevas! ―grito, pateando la mesa y sorprendiéndolo―. Leí el
archivo. Vi el video. Recuerdo pedazos. ―Aprieto los dientes, la ira y el dolor
burbujeando―. Tú no eres mi padre, ¿verdad?
Me sostiene la mirada, negándose a contestar. En su terquedad veo un
poco de mí misma. Mi personalidad que he adaptado porque ha sido mi padre
durante los últimos once años. Me debilito levemente, la enormidad de su
mentira rompiendo mi voluntad para averiguar la verdad. Todavía le quiero.
―Por favor ―le digo, mi voz un poco más débil―. Por favor, dímelo.
Mi padre baja la mirada al papel y se despeja la emoción de la garganta.
Por primera vez, veo cuán torturado está realmente. No sé cómo no lo he visto
antes, o tal vez él es brillante ocultándolo. Pero ese certificado de defunción es
su té de verdad.
―No ―dice en voz baja―. No, no soy tu padre.
Empiezo a temblar, no mis manos o pies. Mi interior tiembla, mi corazón
roto en mil pedazos. Pasa un destello rápido de nuestras vidas, las veces que
nos las pasamos sentados juntos riendo, momentos en los que me sostuvo
mientras yo lloraba. No sé cuándo perdí la verdad, como yo me convertí en mi
asignación. Pero su amor es todo lo que he conocido. Y ha sido todo una
mentira. Toda mi vida es una maldita mentira.
Siento que podría vomitar de nuevo, pero lucho contra las náuseas. No
puedo irme ahora y darle la oportunidad de reagruparse. Es demasiado bueno.
Él encontrará una manera de cubrirlo, hacerme creer sus falsas verdades.
―¿Qué pasó con tu verdadera hija? ―pregunto, las palabras dolorosas
para decirlas―. El certificado sólo muestra la causa de la muerte como un
accidente.
Mi padre se queda sentado en silencio durante un largo rato, y luego
inclina la cabeza contra el colchón, mirando hacia el techo.
―Quinlan murió cuando tenía seis años ―dice.
Me estremezco debido a que el nombre no está unido a mí. Me siento
traicionada por el sonido de él. Pero no interrumpo. Necesito saber qué pasó.
Cómo he llegado aquí. Y lo que esto significa.
―Quinn y su madre estaban de camino a la escuela ―continúa―, cuando
un camión con remolque que había estado limpiando bancos de nieve se
balanceó demasiado lejos. Mi esposa murió en el impacto, pero Quinn aguantó.
259
Ella sobrevivió el tiempo suficiente para darme esperanza de que se
recuperaría. El tiempo suficiente para aceptar la muerte de mi esposa y poner
todos mis sueños en su pequeño cuerpo roto.
»Un mes ―dice―. Mi niña luchó durante todo un mes. Nunca se
despertó, pero yo estuve allí cada minuto. Le cantaba y cepillaba el cabello y
cortaba las uñas. Le doblaba las piernas para que no se pusieran demasiado
débiles. Quería que fuera capaz de jugar de nuevo cuando se despertara. No
importaba que los médicos me dijeran que su médula espinal había sido dañada
con gravedad. No les creí. También me dijeron que no iba a sobrevivir la noche,
y allí estaba ella, cuatro semanas más tarde.
Mi padre me mira, y estoy completamente abatida.
―La amaba más que cualquier otra cosa en este mundo ―dice―, yo
incluido. Hubiera dado cualquier cosa, cualquier cosa posible, para mantenerla
conmigo. Ella era mi bebé. Ella era mi todo.
»Era tarde en una noche de domingo, cuando murió. Silenciosa, como si se
hubiera ido a la deriva con el viento. Oí el monitor, y la agarré y le rogué que se
quedara. Chillé y grité y le dije que no dejara a su papá. Pero ella no podía
detenerlo. Yo no pude detenerlo.
»Cuando por fin salí de la habitación, Marie estaba sentada en el pasillo en
una silla que habían traído para ella. Ella había sido mi mejor amiga desde
hacía años, más de los que incluso conocía a mi esposa. Le dije que Quinn se
había ido, y en lugar de llorar como yo sabía que quería, se levantó y me agarró
por los hombros, mirándome a los ojos fijamente.
»"Pasarás por esto, Tom ―me dijo con severidad―. Esto no te va a
romper". Pero su feroz expresión no podía durar. Sus labios comenzaron a
temblar, y luego éramos un montón de dolor en el ala de niños del hospital.
Solo soy humana. Incluso a través de mi rabia, su dolor es palpable. Tengo
que contener mi simpatía, negándome a ser débil frente a él.
―¿Dónde entro en esta historia? ―le pregunto.
―Marie ―dice―. Fue a Arthur Pritchard y le preguntó qué se podía
hacer. No sé los detalles ―me dice―. No quise saberlos, no quería que me
sacaran de la ilusión. Marie apareció contigo setenta y dos horas más tarde, la
tercera niña con la que lo intentó. Nunca me dijo tu verdadero nombre.
―¿Ella me robó de mi familia?
Se encoge de hombros.
―No lo sé ―dice―. No sé dónde te encontró. Y no sé lo que Arthur
260 Pritchard tuvo que ver con ello, por qué encajabas tan bien. ―Aprieta los labios
en una sonrisa acuosa―. A pesar de que no vas a creer esto ―dice―, te amo,
Quinn. Yo te crié. Eres mi hija.
―No me llames así ―le digo con fiereza―. Mi nombre no es Quinn.
―No lo puedes ver ahora, pero hay cosas más importantes sucediendo,
cosas de las que he estado tratando de protegerte. Lo mismo con Marie.
―Duda, pero continúa―. He firmado un acuerdo de confidencialidad, uno
bastante serio, así que no puedo darte más información. Pero necesito que sepas
que el departamento no tiene planes de dejar que te vayas. Ellos nunca lo
hicieron. Tienen tu custodia hasta que cumplas dieciocho, pero incluso después
de eso, planean transformarte.
―¿Qué? ―pregunto―. ¿Cómo es eso<?
―Estás bajo la tutela del estado ―dice―. Todos ustedes lo están.
No tengo una familia, pienso. No pertenezco a nadie. Tal vez de alguna
manera lo sabía. Podría ser por eso que me sentía tan perdida, tan sola.
―¿Y en qué demonios planea el departamento transformarme? ―exijo.
Mi padre sacude la cabeza.
―Eso no lo sé. Pero he tratado de protegerte, establecer reglas cuando
pensé que iban a mantenerte a salvo. El departamento te seguirá presionando a
que seas una finalizadora. Encontrará maneras para que estés de acuerdo. Marie
estaba enojada conmigo por dejarte firmar el último contrato, y cuando se
enteró de que esperabas firmar el siguiente, me rogó que los detuviera. Pero yo
no tengo ese poder.
―¿Quién lo tiene?
―Arthur Pritchard, tal vez. Pero él es sólo un hombre. Al final, estamos a
merced de un consejo de administración. Una corporación.
―Entonces, ¿qué sugieres? ―pregunto, a pesar de que él es la última
persona de la que debería tomar consejo. Supongo que es un viejo hábito.
―Deberías correr ―dice―. Toma todo lo que tengo. No es mucho, pero
no puedo darte dinero del contrato, no sin activar las banderas rojas. Siento
haberte fallado.
Puedo dejar todo atrás, abandonar el departamento, a mi padre< si
todavía lo puedo llamar así. Soy un peligro para todo el mundo a mi alrededor,
una moneda de cambio que el departamento podría utilizar contra ellos. Voy a
tener que dejar todo atrás. Incluso a Deacon. Especialmente a Deacon.
Asustada, paranoica, me pongo de pie, agarrando mi bolso y tirando de él
por encima de mi hombro. Mi padre se saca rápidamente la cartera y me la da.
261 ―No hay mucho ―dice―. Sin embargo, las tarjetas de crédito te darán
una ventaja. Saca un adelanto en efectivo, el número de pin es nuestra
dirección. No voy a denunciarlas como robada, pero cuando no te presentes a la
reunión de Marie, entonces<
―Marie se ha ido ―le digo―. Aaron también.
Se balancea hacia atrás, absorbiendo esta información.
―Oh. Eso es bueno, supongo.
Su confidente más confiable lo dejó sin una palabra. Si hay alguien que
sabe lo que se siente al estar solo, está sentado justo en frente de mí. Tomo su
cartera y la guardo en mi bolso. Antes de que llegará aquí, soñaba con decirle
que se pudriera en el infierno. Decirle que no necesito nada de él, que ha hecho
suficiente. Pero no puedo borrar el tiempo que he pasado aquí, el amor que
tuve por él. Incluso si lo odio ahora mismo.
Y la verdad es que estoy aterrada de estar por mi cuenta. Sé cómo asimilar,
cómo mezclarme. Pero no voy a vivir una vida tranquila en el país. Voy a
encontrar a Virginia Pritchard. Y después de hablar con ella, si puedo hablar
con ella, voy a ir directamente a su padre en busca de respuestas. Pero no
puedo hacer nada de esto sin dinero.
Me reajusto el bolso y miro alrededor de la sala de estar, la que ha sido
exactamente la misma toda mi vida, para siempre recordármelo. Recordarme
que soy real. Pero incluso eso era una falsificación. Es la sensación más
devastadora en el mundo. Saber que no existo. Morí cuando tenía seis años.
Mi corazón se siente pesado mientras camino a la puerta principal, mis
botas machacando el vidrio en el piso. Justo cuando alcanzo la manija de la
puerta, oigo la voz de mi padre.
―Siempre fuiste mi hija ―dice―. Sé que estás dolida en este momento;
tienes todo el derecho de estarlo. Pero te amo. Te lo juro.
Me estremezco por el dolor, pero obligo a mi cara permanecer seria y me
vuelvo para mirarlo, para ver cómo se muerde con fuerza en el labio para
contener el llanto. El hombre que he conocido solo como mi padre. ¿Cuántas
veces ha querido decirme la verdad? ¿Contarme acerca de su verdadera hija?
Y me doy cuenta de que si quería, podría darle un cierre a mi padre.
Nunca ha tenido que aceptar la pérdida de Quinlan McKee hasta ahora. Puedo
hacerlo más fácil, decirle que va a estar bien. Decirle que le perdono. Una buena
persona podría perdonarlo.
Yo no soy tan buena.
―Tú no eres mi padre ―le digo en cambio, gélida. Dolida. Él se disuelve,
262
pero antes de que tenga que escuchar sus sollozos, salgo por la puerta principal
hacia la noche fría. Saco las llaves de mi coche, sabiendo que lo dejaré en la
estación de autobuses. No quiero ser rastreada. Encontraré a Virginia. Lo último
que Aaron escuchó es que ella estaba en Roseburg. Así que supongo que ahí es
donde voy a empezar.
Me estremezco en el frío y luego aprieto el abrigo a mi alrededor. Miro
hacia atrás a mi casa y me preocupo brevemente de cómo mi padre va a
arreglárselas sin mí. Pero luego me recuerdo lo que ha hecho y endurezco mi
corazón contra él. Prometo que no lo dejaré entrar otra vez. Me niego a darle
más poder sobre mí.
Me dirijo hacia mi coche, mi expresión estoica. Ahora sé por qué siempre
me sentí tan sola. Es porque siempre lo he estado.
Capítulo 15
Traducido por scarlet_danvers
Corregido por Nanis

H
e tomado quinientos de cada una de las tarjetas de crédito de mi
padre. Compré un billete de autobús a Roseburg, y en un
teléfono público llamé a Deacon, dejando un mensaje cuando no
respondió. No le dije dónde estaba, pero le dije la verdad. No soy Quinlan
McKee; soy su finalizadora.
Dolía recitarlo, incluso en una versión condensada. Pero en cierto modo,
me alegro de que Deacon no respondiera. No podría haberlo dicho si lo hacía.
Incapaz de decir las horribles palabras. Incapaz de decirle adiós.
El autobús llega ―una imagen de Oregón Zoo pintada en su lado― y me
estremezco mientras los frenos chillan y silban en frente de la estación. La gente
a mi alrededor en los bancos se levantan y claman por un lugar en la fila, pero
me quedo atrás, temerosa del siguiente paso.
―¿Así que vas a dejar todo atr{s? ―Una voz pregunta. Sonrío, girándome
lentamente. Deacon se encuentra lejos de la multitud, su cara roja con manchas
263 como si sus emociones hubieran conseguido lo mejor de él. Mi estómago hace
un pequeño salto mortal, y trato de ocultar cuán emocionada estoy de verlo.
Trato, pero nunca he sido capaz de mantener secretos para él.
―Ese era el plan ―le digo. Él eleva su bolso de viaje, y le echo una ojeada
antes de mirarlo inquisitivamente. Se encoge de hombros.
―Lo asumí ―dice―. La estación de autobuses fue una conjetura
afortunada.
―¿Y qué significa eso para ti? ¿Cu{l es tu plan, Deacon? ―pregunto,
moviéndome sobre el banco para que pueda sentarse a mi lado. Al principio me
estudia con su mirada cuidadosa, evaluándome como un consejero. Da un
vistazo a la pulsera que Isaac me dio, la delicada plata apretada contra mi piel,
y luego Deacon encuentra mis ojos con una expresión que es completamente
abierta.
―Estar contigo ―dice en voz baja.
No importa lo que Deacon y yo hemos pasado, siempre parece volver a
esto. El hecho de que no podemos estar lejos el uno del otro. Considero todo el
equipaje con el que Deacon tendrá que lidiar. Que el departamento vendrá tras
él ahora. Usarlo como ventaja contra mí.
―No soy buena para ti ―le digo.
Deacon no vacila.
―No me importa.
―No eres bueno para mí ―le digo en su lugar.
―Lo sé ―responde―. Pero podría serlo.
Cierro mis ojos, las palabras hiriéndome con sus posibilidades. Pero no
creo que él realmente entienda mi situación.
―Ya no tenemos sentido, Deacon ―digo, mir{ndolo de nuevo―. No soy
quien pensaba que era. Ni siquiera soy Quinlan McKee.
―Escuché tu mensaje ―dice―. Pero eso no me importa. Porque donde
quiera que estemos, quien sea que somos, siempre tenemos sentido. Creo que
somos los únicos que tenemos completo sentido, maldición. Somos el uno para
el otro. ―Lo dice como si fuera un hecho, una parte inmutable de este mundo.
E incluso si no estaba de acuerdo, no cambiaría cómo se sentía.
De lo que Deacon no se da cuenta, o tal vez lo haga, es que esas palabras
son las que yo he querido escuchar. Desde que era una niña, he querido
pertenecer a alguien. Siempre podía cuidar de mí misma; ese no era el
problema. Pero tener una verdadera familia, gente invirtiendo en tu resultado,
bueno, eso es algo completamente diferente. Quería ser amada. Acepté las
264 mentiras de mi padre porque lo quería tanto. No sé lo que me pasó antes de que
fuera dejada en la casa McKee. Pero lo averiguaré. Tengo qué.
―Ni siquiera existo realmente ―murmuro, dolor familiar trepando por
mi garganta. Miro a Deacon―. Ni siquiera sé mi nombre real.
Deacon baja la bolsa y se sienta en el banquillo, su hombro contra el mío
mientras mira fijamente hacia el autobús.
―Tú existes ―dice en voz baja―. Quinlan, tú ocupas todo mi mundo. Te
aseguro que tú existes.
Me duele el corazón, un dolor profundo que ha sido causado por la
pérdida y las mentiras. Y aunque soy valiente, no estoy segura de que sea lo
suficientemente valiente como para alejarme de esto. Amo demasiado a Deacon.
―Los dos somos finalizadores insensibles ―susurro―. ¿Cómo evitaremos
lastimarnos de nuevo?
―Trataremos muy duro.
Se vuelve hacia mí, todas sus hermosas partes combinando a mi forma
favorita. Él es mi amigo y mucho más. Creo que no hay manera de que pueda
perderme de nuevo, siempre y cuando Deacon esté conmigo. Él es mi piedra de
toque. Mi atadura.
―Te amo ―le digo, sin importarme si alguna vez lo dice de vuelta.
Los labios de Deacon tiran en una sonrisa lenta.
―¿Puedo besar tu cara ahora? ―pregunta.
Me río, y mi corazón está lleno, mi soledad disminuyendo.
―Sí ―digo―. Definitivamente tienes qué. ―Él suspira, aliviado, y se
inclina para presionar su boca en la mía. Me besa dulcemente. Amorosamente.
El conductor se baja del autobús y hace la última llamada por pasajeros.
Deacon y yo nos separamos ligeramente, pero mis dedos agarran su camisa
para mantenerlo cerca.
―¿Seguro que quieres venir conmigo? ―le pregunto a Deacon, señalando
al bus. Tengo miedo de su respuesta. Le estoy pidiendo que deje todo atrás
también, su vida entera. Su futuro. Pero sin pensarlo un momento, Deacon me
besa de nuevo, esta vez con más fuerza, apasionadamente.
Cuando nos ponemos de pie, un momento después, toma mi mano
mientras caminamos para subir al autobús. Él me da una mirada que dice: Esto
no es como se toman de la mano los amigos, y me río. Caminamos por el pasillo, y el
aire es sofocante y matizado con el olor a sudor, pero encontramos dos asientos
juntos en la mitad del autobús. Empujo en dirección a la ventana y dejo caer mi
bolso en el suelo. Deacon hace lo mismo y luego desabrocha su bolso para sacar
un paquete de Twizzlers (para mí) y auriculares (para él). Las ventanas
265
traquetean cuando el autobús se aleja de la estación.
Vamos a tener que encontrar un nuevo hogar, pero ya ni siquiera sé lo que
eso significa. Durante los últimos once años he sido un experimento, un
remedio casero creado por mi padre y Arthur Pritchard. Quiero saber quién era
yo, dónde me encontró. Pero primero tendré que encontrar a Virginia Pritchard
y descubrir su papel en todo esto. Y entonces voy tras su padre.
Como si sintiera mis pensamientos arremolinados, Deacon toma mi mano,
entrelazando sus dedos con los míos de nuevo. El calor me inunda, y le doy a su
mano un apretón tranquilizador. Luego abro el paquete de Twizzlers y le paso
uno.
Lo toma, sonriendo suavemente. Se apoya en el asiento y desliza los
auriculares en sus oídos, sube el volumen de la música. Roseburg está a dos
horas de distancia aproximadamente, y Deacon y yo nos sentamos en un
silencio cómodo, cansados y confusos, desgastados por nuestras emociones.
Puedo oír el sonido de la música de Deacon mientras él mira por las
ventanas a través del pasillo. Hay un zumbido quedo, y echo un vistazo a su
bolsa abierta a nuestros pies. Su teléfono, casualmente tirado en la parte
superior de su ropa, se ilumina con un mensaje. Estoy a punto de decirle, pero
atrapo las palabras en su pantalla. Palabras que pican su camino sobre mi piel
hasta que detienen mi corazón muerto en mi pecho.
Muevo mis ojos a Deacon, pero él no lo ha notado. Está tan tranquilo y
hermoso como siempre. Está perfecto, como siempre.
Para el momento en que echo un vistazo de nuevo al teléfono, el mensaje
se ha desvanecido a una pantalla en negro. Pero sé lo que leí. Una pregunta de
un número que no reconozco. Un pensamiento que me perseguirá porque ahora
realmente no sé en quien confiar.
¿YA LA ENCONTRASTE?
Trago saliva y me giro para enfrentar la ventana del autobús manchada a
mi lado. Mi corazón vuelve a la vida de un golpe, martilleando contra mis
costillas mientras la enormidad de mi situación se acerca. No he escapado del
departamento de duelos, me escapé de mi vida como el remedio para un
mundo enfermo. Estoy aquí con Deacon, pero ahora tengo que preguntarme:
¿Quién más me está buscando?

266
Epílogo
Ocho meses atrás
Traducido por âmenoire
Corregido por Nanis

A
rthur Pritchard se detiene al final de la mesa, desabrochó el botón
de su chaqueta antes de sentarse en la dura silla de metal frente a
Deacon.
―Señor Hatcher ―dice a manera de saludo. Deacon lo mira
detenidamente con la expresión en blanco, sin estar impresionado por su
aparición―. Estoy aquí para hablarle sobre Quinlan Mckee ―continúa Arthur
suavemente.
Su tono perturba a Deacon, y el finalizador se encoge de hombros como si
no tuviera idea de a quién se está refiriendo el doctor.
―Entiendo que son cercanos ―dice Arthur.
―Depende. ¿Qué quieres?
267 El doctor apoya sus codos sobre la mesa, un movimiento que se suponía
que significaba un vínculo formándose entre dos hombres.
―Tomaré eso como un sí ―dice Arthur con cordialidad―. Llegaré al
punto ―dice―. Hay algo especial sobre ella.
―Sí, lo noté ―dice Deacon.
Arthur Pritchard ríe suavemente.
―Más allá de lo obvio, señor Hatcher. Verá, Quinlan es un caso especial
para nosotros. Hemos tomado cuidado extra con ella, la entrenamos diferente.
Necesito ojos sobre ella para asegurar que está progresando. Para averiguar si
han habido algunos< retrocesos en su comportamiento.
La expresión resueltamente vacía de Deacon empieza a flaquear, manchas
de brillo rojo sobre sus mejillas.
―¿De qué estás hablando? ―pregunta―. ¿Entrenada diferente? ¿Cómo?
Arthur levanta su mano como si rogara paciencias.
―Es muy complicado.
―Bueno, soy muy listo.
Arthur asiente.
―Sí, lo eres. Tus resultados están hasta el cielo en inteligencia. Lástima
que dejaste la preparatoria.
―No realmente ―dice Deacon―. Después de que termine con este
contrato estaré establecido. Al menos por un rato.
―¿Te gustaría establecerte de por vida?
La expresión de Deacon se oscurece.
―¿Por qué estoy aquí, Pritchard? ¿Qué quieres de mí, y qué tiene que ver
con Quinn?
―Quiero que la monitorees, notes su comportamiento, y me reportes de
vuelta. Quinlan McKee ha estado bajo una modificación de comportamiento no
probada: manipulación de memoria.
Deacon se levanta tan rápido que su silla retumba en el suelo detrás de él.
Arthur se levanta lentamente, sus ojos cuidadosamente enfocados en Deacon en
caso que decida atacarlo.
―¿Qué han hecho? ―exige Deacon.
―La hemos arreglado ―dice Arthur―. La he arreglado. Todo lo que
necesito ahora es a alguien que esté al pendiente de ella. Estoy seguro que has
notado que sus apegos están aumentando, tanto contigo como con sus
268 asignaciones. Pero su condición es precaria, y la sobre estimulación o un evento
traumático pueden ocasionar un quiebre con la realidad. Un colapso, por así
decirlo. Verías que esto no suceda. No tengo tiempo de probar otro sujeto.
Quinlan es mi caso de estudio. Necesito saber todo sobre ella.
―¿Caso de estudio para qué?
Arthur endereza su espalda y ajusta los botones sobre su chaqueta.
―Las cosas están cambiando, señor Hatcher ―dice, sonando
repentinamente clínico―. Hay un cambio ocurriendo en nuestra sociedad, uno
potencial. Una epidemia. No puedo controlarlo. No puede detenerlo. Al menos
no todavía. Necesito saber si esta es una forma viable de tratamiento.
Deacon se burla, incrédulo que este hombre venga a él en primer lugar.
Arthur cierra sus ojos, suspirando pesadamente antes de fijar si mirada en
Deacon de nuevo.
―Quiero lo mejor para ella ―dice Arthur―. Y sé que tú también. Todo lo
que estoy pidiendo es que la vigiles y me dejes saber si hay algún cambio. Esta
es información privilegiada, así que necesitaría que firmaras un acuerdo de
confidencialidad. A cambio, te pagaré la cantidad total de tu contrato de
finalizador al contado. ―Arthur saca una pequeña libreta de su chaqueta, una
pluma de su bolsillo delantero. Escribe un número sobre el papel y lo arranca.
Estira su mano hacia Deacon.
Al principio Deacon no reconoce el movimiento, pero luego, mayormente
por curiosidad, toma el papel. La cantidad de dólares hace que su respiración se
atasque, su estómago se tuerza en ansiosos nudos, como si ya fuera culpable de
algo.
―Esto< ―Empieza Deacon, no encontrando las palabras que se acerquen
a sus sentimientos.
Arthur asiente.
―Entiendo, si hubiera otra manera de obtener la verdad, lo tomaría. Pero
a como están las cosas, Quinlan no está siendo honesta con su consejero; su
consejero no está siendo honesto con nosotros. Eres la única persona que puede
hacer este trabajo.
Los ojos de Deacon se levantan. El dinero es más de lo que podía haber
imaginado, nunca tendría que trabajar como finalizador de nuevo. Podría
comprar una casa, regresar a la escuela, tal vez incluso a la universidad. Podría
tener un futuro, algo que nunca había soñado que realmente fuera posible.
¿Pero a qué costo?
―No ―susurra. Deacon arruga el pedazo de papel en su mano y lo
269
avienta violentamente hacia un lado. Empuja sus sueños a un lado, por ella.
Siempre por ella―. No puedo hacerlo ―dice Deacon mientras l{grimas se
derraman en sus mejillas. Sacude su cabeza, indefenso―. La amo. ―Exhala.
Arthur está callado por un largo rato, sus cejas juntas en simpatía. Pero
luego su expresión se ilumina, y camina hacia adelante para colocar sus manos
sobre los hombros de Deacon, nivelando su mirada. Arthur Pritchard sonríe
tristemente.
―Sé que lo haces, hijo ―le dice―. Y eso es exactamente el por qué eres la
persona perfecta para ser su cuidador.

FIN.
Próximo Libro
The Epidemic
(The Program #0.6)
En un mundo antes de El Programa…

Quinlan McKee ha pasado su vida actuando como otra gente. Era una
finalizadora: una persona contratada para hacer el papel de los recientemente
fallecidos para darles a sus familias un cierre. A través de este proceso, Quinn
aprendió a leer a las personas y las situaciones, incluso perdiendo un poco de sí
misma para lograrlo. Pero no podría haber imaginado cómo su último caso
destrozaría todo su mundo.
En la única persona que Quinn confía es en Deacon, su mejor amigo y el
amor de su vida. Excepto que Deacon ha estado ocultando secretos, así que
Quinn deberá partir sola para encontrar a Arthur Pritchard, el doctor que ha
270 estado intentando controlar su vida. El viaje lleva a Quinn hacia la hija de
Arthur, Virginia, quien le dice a Quinn la verdad sobre los motivos de
Pritchard. La antigua finalizadora comenzara a ver que ella es el primer paso
para combatir una epidemia.
Pero Quinlan no quiere ser una cura. Y con todas las mentiras que la
rodean, se da cuenta que no tienen en quien confiar más que en sí misma,
incluso si ya no sabe quién es.
Sobre Zusanne Young

Suzanne Young vive actualmente en Portland, Oregón, donde usa el clima


lluvioso como una excusa para quedarse en casa y escribir obsesivamente.
Después de conseguir su diploma en escritura creativa, Suzanne pasó varios
años enseñando lenguaje de las artes en la escuela media. Ahora puede ser
271 encontrada en casa persiguiendo a sus dos niños y perros de pobre
comportamiento y escribiendo novelas para adolescentes. Puedes visitarla
online en www.suzanne-young.blogspot.com
Créditos
Moderadoras: HeythereDelilah1007 y Pilar

Traductoras

Adaly Shilo
Dianna K Leogranda
Pilar Selene1987
HeythereDelilah1007 Ateh
AsheDarcy LizC
adaly Jenn Cassie Grey
flochi LunaRowe
NachaBaeza97 scarlet_danvers
272 AnnaTheBrave martinafab
Jane' âmenoire
Selene

Correctoras: Nanis y Flochi

Recopilación y Revisión: Nanis

Diseño: Cecilia
¡Visítanos!

273

Anda mungkin juga menyukai