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LA NACION | IDEAS | LIBROS

5 libros para conocer a César Aira

Una mínima introducción a la profusa obra del autor pringlense

11 de mayo de 2016 • 18:16

P ocos autores han tenido tanto impacto en la literatura argentina reciente como
César Aira (Coronel Pringles, 1949). En su prolífica obra de más de setenta novelas
breves, desarrolló un método de escritura que le permitió recuperar la originalidad y la
frescura lúdica de la narración, a la vez que sortear los lugares comunes y las reglas de la
"buena literatura". En un avance continúo de la prosa, sin detenerse a corregir, crea sus
historias a partir de cambios bruscos de dirección en los que abandona las reglas de
verosimilitud elaboradas en un primer momento para intentar avanzar a través de un
hecho absurdo o una idea especulativa que ponen a prueba la posibilidad de continuar el
relato. Así, sus novelas abrevan tanto en complejas ideas teóricas como en los chistes
más simples de la cultura popular, en los recursos de los dibujos animados o las
historietas como modos de transformar a cada paso su propia narración, que nunca se
detiene.

Ema, la cautiva
Luego de Moreira, una primera novela muy deudora del barroquismo verbal de su
amigo y mentor, Osvaldo Lamborghini, con Ema, la cautiva comienza a definirse el
estilo que Aira desarrollaría desde los años ochenta. La novela corresponde a una
primera serie de obras más complejas, de tramas muy elaboradas y con diversas
digresiones, entre las que se cuentan La luz argentina, La liebre y Canto Castrato.
Construida sobre el lugar común de "la cautiva" robada por los indios de la literatura
decimonónica argentina, la novela se enreda en las peripecias de Ema, una criolla que es
llevada en un convoy a Coronel Pringles, casi en el rol de moneda de cambio sexual. En
una primera parte de la novela ese será su destino, pasando de una mano a otra entre
blancos locales, extranjeros e indios, hasta que su experiencia en la vida nómade le
permita crear su propia empresa y cambiar su vida, invirtiendo el lugar común de la
tradición. El caos narrativo de las peripecias se ordena, en este caso, gracias a la
elaboración de una teoría de la moneda y la circulación económica en la pampa
indígena.

Embalse
En Embalse, Aira ensaya uno de los procedimientos centrales de su narrativa en los
años 90, la destrucción del efecto de realidad. En una primera etapa, que insume más de
la mitad del relato, la novela narra las vacaciones del protagonista y su familia en el
embalse cordobés de Río Tercero. El ritmo de la lectura es cansino, pausado, repetitivo,
como si intentase imitar el sopor de la siesta serrana. Cuando esa morosidad parece ya
no tener fin, irrumpe la distorsión de un personaje inesperado, el escritor César Aira, un
magnate bastante repulsivo que invita a la familia a pasear en su yate. Ese extraño paseo
anuncia la nueva dirección que tomará la novela, en la que el personaje descubrirá unas
extrañas gallinas sumamente inteligentes y hábiles que parecen ser parte de un
experimento secreto.

Cumpleaños
Escrito como una suerte de diario reflexivo, al cumplir los cincuenta años, este breve
texto pertenece a una serie de ensayos publicados en paralelo de su obra narrativa, en
los que Aira establece su arte poética. La melancolía del paso del tiempo, la pérdida de la
energía y la precisión, llevan al autor a revisar su condición de intelectual, su falta de
paciencia para la literatura realista, el modo en que el arte traduce y traiciona al mundo
que observa, el fracaso de la "buena escritura". Una serie de temas con los que justifica
su propio método de creación y le da un marco de lectura a su obra. A partir de este
ensayo y otros dedicados a autores como Copi o Alejandra Pizarnik, Aira fundamenta se
elección por una literatura "procedimental", que continua el gesto de las vanguardias de
principios del siglo XX.

Parménides
En Parménides, la reflexión sobre el oficio del escritor es la misma materia de la trama.
Un griego rico del siglo V a. c., el propio Parménides, le pide a un tal Perinola que
escriba un libro para ser firmado y publicado por él, con vaguísimas indicaciones como
"que hable de la naturaleza". En las vacilaciones de Perinola como ghostwrihgter
avanza la novela, entre el afán de escribir cualquier cosa con la impunidad de no tener
que firmarla, la necesidad de que sea al menos legible para no decepcionar al cliente y el
temor de que en el empeño salga algo bueno y hasta verdadero, sin ninguna voluntad de
por medio. Acaso escribir sea lo mismo que no hacerlo, es una de las conclusiones a las
que llega -chiste filosófico mediante- la pluma que se esconde tras el padre griego del
racionalismo.

El mármol
El mayor impulso de la obra del pringlense es, sin duda, la huida hacia adelante,
proveedora del efecto absurdo que llena de comicidad sus narraciones, y que Aira juega
a declarar involuntario y hasta indeseado en otro de sus libros, Cómo me reí. El mármol
es un caso extremo de esas novelas en la que las peripecias se encadenan sin pausa, a
partir del mínimo detalle. En este caso, el cliente de un minimercado chino compra una
serie de baratijas para completar el precio de un vuelto que no pueden darle: unas pilas,
un ojo de goma con luz, una tabla de proteínas, una hebilla dorada, una cucharita lupa,
un anillo de plástico y una cámara fotográfica del tamaño de un dado. Piezas precisas, se
enterará luego, que componen la elección que lo hace acreedor al premio de un
concurso, a partir del cual comenzarán sus aventuras en las que cada pieza cumplirá su
objetivo. Del mismo modo que este relato, la obra de Aira avanza y se expande a partir
de la improvisación y el azar, formando un continuo que permite entrar por cualquier
lado y encontrar, entre cada pieza y las demás, infinidad de resonancias.

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