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Agenda social.

La comunicación entre los individuos y el estado es primordial para una convivencia idónea, a
través de ella podemos demandar soluciones a problemas políticos, económicos, culturales y
sociales. Pero es necesario cuestionarnos sobre la seriedad de este canal de comunicación.

Como premisa determinante debemos poner en claro que la sociedad posee cierta
responsabilidad política y que es para esta a quien se debe el estado y todos sus actores.
Entonces vale la pena analizar que tanto las propuestas suben de la sociedad al pleno y no a
la inversa, esto derivado a los intereses que ciertos grupos poseen y que por ende actúan solo
en beneficio de unos cuantos y nos “venden” la idea de una toma de decisiones en pro de la
sociedad.

Desde un punto de vista crítico y neutro considero que el gran problema en nuestro país es que
los individuos, consideran que no son agentes importantes y determinantes durante todo el
proceso de toma de decisiones. Grandes decisiones que afectan el rumbo de la nación y con
ello dejan el terreno abierto para que la construcción de la agenda pública quede en manos de
un porcentaje cada vez más reducido de individuos. Los mismos actores que manejan los
grandes capitales en México y por otra parte, de los grandes medios de comunicación, quienes
guiados por las leyes del libre mercado informan sobre “lo que vende” y no necesariamente
sobre lo que los ciudadanos necesitan saber, actuando muchas veces como una cortina de
humo ante decisiones que nos afectan a todos y que se toman detrás de un escritorio y a puertas
cerradas entre unos pocos, desviando la atención de la ciudadanía.

En este contexto, la labor de nosotros como estudiantes de derecho, debe ser crear conciencia
en la población sobre el poder que poseen como miembros de la sociedad. Creando con esto
ciudadanos críticos y exigentes de su gobierno, al mismo tiempo que sobre la mesa se
establezca y determine que son las comunidades que conforman al pueblo mexicano deben ser
la primera fuente de la agenda social, no dejando pasivamente que unos pocos se tomen su
espacio y su derecho a expresarse libremente. Solo si creamos este empoderamiento en los
ciudadanos que deberán ser sabedores de sus derechos, participes de la políticas públicas que

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respondan adecuadamente a las necesidades de la mayoría y no a los intereses mezquinos de
unos pocos. Es entonces que podríamos hablar de una participación ciudadana óptima, pero
en esta definición nos encontramos con otras problemáticas.

Considero pertinente este apartado para definir el término de participación ciudadana. Este
alude a la incidencia de los ciudadanos en las fases por las que transitan los asuntos de interés
público: consulta, deliberaciones, planteamiento de propuestas y, en general, las actividades en
las que se da una vinculación recíproca entre el Estado y los ciudadanos para beneficio de la
sociedad, teniendo como base la pretensión de solucionar problemas de interés social. La
participación ciudadana no se centra únicamente en procesos electorales, sino se difunde hacia
el control y moderación del poder conferido a los representantes electorales a través de
mecanismos específicos que contribuyen a fortalecer la organización democrática de la
sociedad.

La participación ciudadana de la actualidad se encuentra inmersa en un proceso de desgaste y


erosión, lo que permite identificar un cierto grado de crisis de la misma. Paoli Bolio enumera
algunas causas de erosión del sistema representativo que, a su vez, han propiciado el
descrédito de los partidos y de los políticos: a) La desigualdad de las sociedades, que se traduce
en un acceso diferente de los sectores sociales a bienes, cultura, riqueza y poder; b) La
complejidad de la organización estatal, que dificulta al ciudadano conocer su funcionamiento y
los procedimientos de toma de decisiones por tanto, desconfianza en la ciudadanía hacia las
instituciones estatales; c) El desarrollo en los ciudadanos de una capacidad de organización
que le permite defender sus derechos y ampliarlos; d) La participación y posición asumida por
los medios de comunicación, a través de acciones mediáticas, en el planteamiento de las
necesidades sociales, asumiendo una postura de intermediarios entre los ciudadanos y el
Estado.

En complemento a lo anterior, esta decadencia vista en la actualidad deriva de dos aspectos


inherentes a su propia naturaleza: la primera, la participación ciudadana en los procesos
decisionales es escasa o nula, sin que existan espacios en que los ciudadanos puedan ejercer

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sus derechos, lo que propicia un alejamiento entre quienes ejercen el poder como sustento para
la toma de decisiones y quienes se consideran como beneficiarios del ejercicio de ese poder; y
la segunda es que la existencia de una cultura participativa limitada por el propio modelo, lo que
la hace deficiente o insuficiente para que el ciudadano esté en aptitud de influir en los procesos
de decisiones y formación de las mismas.

En opinión de Julieta Camacho, la aplicación de los mecanismos de participación ciudadana


mejora la relación entre gobernantes y gobernados; fortalece el sistema democrático
representativo y participativo; garantiza derechos políticos y humanos; legitima decisiones
gubernamentales, y consolida la gobernanza, es decir, lograr que gobierno y sociedad actúen
en conjunto.

En la práctica, dichos mecanismos funcionan como canales alternativos y/o complementarios


de las tradicionales instituciones electorales y partidarias en situación crítica, haciendo posible
procesar las demandas ciudadanas en forma más efectiva como referente para la toma de
decisiones políticas. Al mismo tiempo, con su ejercicio efectivo, se revierte la distancia,
desconfianza y apatía hacia las instituciones formales de gobierno y las personas que las
encabezan.

Entonces podemos concluir que en la agenda social deben participar todos los actores de la
sociedad para definir y tomar decisiones en conjunto respecto a los planes y programas de la
misma, de esta manera se logra que las políticas se adecuen a las necesidades específicas de
los sectores a quienes están dirigidas y no sea una decisión solo de quienes tienen el poder,
quienes en muchas ocasiones no conocen la problemática de raíz y tristemente menos la
realidad de las personas beneficiadas o afectadas. Es entonces que los resultados presuntivos
en la teoría, no son buenos vistos en la práctica, sencillamente porque no se adecuan a las
necesidades primigenias. Es nuestro deber no solo como profesionistas sino también como
ciudadanos, incentivar y fomentar la participación porque mediante la participación lograremos
un verdadero desarrollo.

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