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El éxodo jujeño y la batalla de Tucumán

Published abril 30, 2007 éxodo jujeño , Belgrano , Historia Argentina 68 Comments

Agosto de 1812. La independencia americana está en serias dificultades debido a


numerosos reveses militares ante los ejércitos españoles. El triunvirato le ordena
al General Belgrano, que estaba en el norte, retirarse hasta Córdoba para
escapar de las fuerzas realistas al mando de Pío Tristán. La decisión se debía en
parte a que la fuerza española era muy superior a la patriota, y en parte a
cuestiones políticas ya que las provincias del norte eran díscolas con el gobierno
central.
Se emplea en la Argentina por primera vez la táctica militar de Tierra Arrasada.
¿En que consiste? En no dejarle al enemigo ni las migas. Retirarse llevándose todo
lo posible y quemando o inutilizando lo que uno no se pueda llevar. No dejar nada
que pueda sevirle para reaporvisionarse o guarecerse.
Ante la imposibilidad de la defensa de la plaza, el creador de la bandera comienza
a organizar la retirada de las poblaciones. Lo que se llamó “el éxodo jujeño“. Lanzó
una proclama a los pueblos del norte:
Desde que puse el pie en vuestro suelo para hacerme cargo de vuestra defensa, os
he hablado con verdad… Llegó pues la época en que manifestéis vuestro heroísmo
y de que vengáis a reuniros al ejército de mi mando, si como aseguráis queréis ser
libres . . .

Había que retroceder al sur llevandose alimento, armas, ganado, y quemando todo
a su paso. Lo más natural es imaginarnos una fuerte resistencia por parte de los
pobladores, a nadie en su sano juicio le hace gracia dejar sus pertenencias para
seguir a un aventurero. Aquí está lo más sorprendente: las crónicas de la época
coinciden en que no hizo falta gran coacción para acatar la medida. Aquella gente
estuvo dispuesta a los mayores sacrificios si ello ayudaba a la causa de libertad.
Siguieron a Belgrano con lo puesto, al sólo precio de una vaga esperanza.
Unos días después la retaguardia patriota, que cubre la retirada, se enfrenta con
una parte del ejército de Tristán en el río Las Piedras y lo vence. El 13 de
Septiembre Belgrano llega a Tucumán. Se encuentra con que la población, lejos de
dejarse llevar por los ánimos derrotistas de esos días difíciles de la revolución, esta
dispuesta a pelear. Pudo sumar algunos soldados, pero los realistas siguen siendo
el doble, en hombres y equipo. Sin embargo Belgrano toma una de esas decisiones
que cambian el curso de la historia para siempre: se caga olímpicamente en el
triunvirato y dice acá me planto. Belgrano, el mismo al que algunos delirantes
llamaron afeminado, indeciso, o incapaz; hace lo que en su fuero íntimo sabe que
es mejor para la patria.
Dobaldas sus fuerzas por los realistas, se juega su patriada. Ya está acostumbrado
a estar en inferioridad de condiciones y no por eso se achica. En Paraguay le había
hecho la vida imposible al gobernador Velazco, contando apenas con el 10% de la
fuerza de su enemigo. Se la juega, y a la madrugada del 24 de Septiembre, luego
de dos días de pelea, sabe que la batalla destá decidida a su favor. Sabe que si
hubiera regalado tan basta extención al enemigo (todo el noroeste argentino)
podría haber significado muchos años más de lucha en la revolución americana. Y
al haber desconocido sus órdenes, sabe también que la obediencia debida es un
concepto relativo, sujeto a fines muy superiores que la simple cadena de mando.
Lástima que sus indignos sucesores no hayan entendido un pomo de qué se trata
ser un soldado.

Este es uno de los tantos episodios que hicieron de Belgrano uno de los más
grandes en estos pagos. Y, para no perder la costumbre, uno de los más
maltratados tanto en la vida como en su muerte. Ya voy a escribir sobre las
muchas injusticas que tuvo que sufrir.

BATALLA DE SALTA
Díaz Vélez los persiguió hasta Jujuy y después de un mes regresó a la ciudad. En Salta lo secundó
Juan Antonio Álvarez de Arenales, al frente de los patriotas que allí se insurreccionaron.
La Virgen de las Mercedes fue nombrada por Belgrano generala del ejército, y tanto en Tucumán
como en Buenos Aires, se celebraron festejos. Si bien hay que reconocer que los realistas tuvieron
algunas fallas durante las operaciones, es indudable que los patriotas lograron un merecido triunfo“
porque su jefe supo compensar la falta de hombres y armas con una admirable preparación y
disciplina.
Como consecuencia de la batalla de Tucumán Tristán quedó en Salta
donde se fortificó.
Los patriotas en ese momento dominaban: en el norte el enemigo
estaba detenido; en el este sitiaban Montevideo; en Buenos Aires
había sido descubierta antes de estallar la conjuración de Alzaga.
El éxito de Belgrano contribuyó a desprestigiar al Triunvirato, porque
merced a su desobediencia el Norte quedaba asegurado.
Correspondió al Segundo Triunvirato premiar a los vencedores, a
quienes otorgó dinero y condecoraciones; hizo grabar sus nombres
en una placa de bronce y en los libros de los cabildos de Tucumán y de Buenos Aires; otorgó a
Belgrano el titulo de capitán general.
El Segundo Triunvirato se mostró más decidido que el gobierno anterior a prestar ayuda al ejército
del Norte, enviándole hombres y armas, aunque continuo considerando de mayor interés las
operaciones en la Banda Oriental.
Belgrano por su parte, entró en negociaciones con Goyeneche a fin de lograr que “dejase en paz a los
pueblos a fin de nombrar diputados para un Congreso General que resolviese la cuestión pacíficamente”. Todo quedó en
la nada, porque el general realista sólo consentía en pactar, si se adoptaba la constitución española
de 1812.
En esa época se separaron de Belgrano: Juan Ramón Balcarce, con el que tenía ciertas divergencias
y que venía a Buenos Aires como diputado por Tucumán para la Asamblea de 1813;Holmberg, a
quien licenció a raíz de una insubordinación (lo veremos actuar en la Banda Oriental) José Moldes,
cuya excesiva disciplina motivaba las protestas de la tropa.
Compensó en parte estas ausencias con la colaboración de Álvarez de Anales, que fue consejero en
materia militar y política, y de Chiclana, a quien hizo nombrar gobernador intendente de Salta.

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Ya reorganizadas las fuerzas y dispuesto a atacar Salta, Belgrano partió hacia el norte en enero de
1813. Las instrucciones de Buenos Aires, le ordenaban avanzar hasta el Desaguadero, límite
septentrional del Virreinato. En los primeros días de febrero cruzó el río Pasaje, al tiempo que se
enteraba de la victoria de Rondeau en el Cerrito.
El 13 de febrero de 1813 hizo prestar a sus tropas obediencia a la Asamblea General Constituyente
y por tercera vez juraron la bandera. Desde entonces el río se llamó Pasaje o Juramento. En esos
momentos se les incorporé Martín Rodríguez, que venia desde Buenos Aires.
A pesar de que era la estación de las lluvias y de la crecida de los ríos, avanzaron velozmente sobre
Salta, con gran sorpresa de Tristán que no los esperaba en esa época.
El 20 de febrero, después de una noche de fuerte lluvia, se libró la batalla de Salta en las puertas
de la ciudad, en la zona del cerro San Bernardo. Belgrano amaneció enfermo y preparó todo para
dirigir las operaciones desde una carreta, pero un poco aliviado, pudo montar a caballo.
Los patriotas atacaron y Tristán se redujo a la defensa, Belgrano colocó a sus hombres en forma tal, que cortaba todo intento de
retirada hacia Jujuy. Logró un triunfo completo sobre el enemigo, que en vano traté luego de defenderse dentro de la ciudad. Era
la primera vez que nuestra bandera presidía una batalla.

Belgrano, en vez de exigirles una capitulación a discreción, les permitió regresar al norte, bajo
juramento de no volver a tomar las armas contra los patriotas, y ei compromiso de entregar todas
las armas y los prisioneros, en una ceremonia que se realizó al día siguiente.
Como hombre, como hermano de los americanos que luchaban junto a Tristán, nuestro general
demostró su grandeza de alma, pero como po11-lico fracasé, porque hubiera podido lograr muchas
ventajas de este triunfo.
Pero creyó en ese juramento y esperé que los americanos que defendían el pabellón monárquico,
quedarían convencidos de la bondad de los revolucionarios y que no sólo se pondrían de su lado,
sino que servirían como propagandistas en su tierra. Para evitar que los soldados confraternizasen
Tristán salió inmediatamente de Salta.
También se firmó un armisticio por 40 días, posiblemente para tratar de llegar a un arreglo
amistoso y evitar el derramamiento de sangre de americanos. La capitulación fue desaprobada
tanto por Lima, que contaba con elementos para intentar un nuevo ataque, como por Buenos Aires,
que censuraba la actuación de Belgrano.
Como consecuencia de la batalla de Salta, se afianzó la dominación patriota en el Norte; Charcas y
Potosí y luego Cochabamba, se levantaron contra los españoles, que tenían sus fuerzas reducidas y
repartidas. Todos estos contratiempos provocaron posteriormente la dimisión de Goyeneche.
La Asamblea del Año XIII otorgó a Belgrano un sable con adornos que llevaba inscripto: “La Asamblea
Constituyente al benemérito general Belgrano”, y además cuarenta mil pesos en propiedades del
Estado. El prócer destinó esta suma a construir cuatro escuelas en Tanja, Salta, Tucumán y
Santiago del Estero, y él mismo redactó el reglamento, que daba mucha importancia a la formación
religiosa del alumnado.
Cuando los vencidos llegaron a Oruro, Goyeneche les informó que quedaban liberados de su
juramento y que en consecuencia podían volver a luchar contra los Provincias Unidas del Río de la
Plata. Solamente trescientos aceptaron esto ,los restantes siguieron hacia el norte y contribuyeron
de distintas maneras a la causa de la Revolución.
Si Belgrano en vez de quedar en Salta, según dijo al gobierno por falta de elementos para continuar
luchando, hubiese atacado a los realistas, los habría hallado débiles y desorganizados, pero merced
a la actitud patriota, pudieron rehacerse con los refuerzos enviados desde Lima y lograr dos triunfos
decisivos en el Alto Perú.

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