Anda di halaman 1dari 30

Concerniente a la Palabra

Por Emanuel Swedenborg

(DE VERBO)

1
SOBRE LA SAGRADA ESCRITURA O PALABRA (VERBO) DEL SEÑOR,

POR LA EXPERIENCIA.
El sentido literal de la Palabra (el Verbo), en el cual [está] el Sentido Espiritual, representado.

Fueron dadas a ver grandes bolsas, que parecían como sacos, en los cuales estaba oculta la plata en
gran cantidad; los cuales, dado que habían sido abiertos, se percibió como si cada cual pudiera
servirse de ellos, o más bien, saquear, pero cerca de ellos se sentaban dos ángeles que eran
custodios. El lugar donde habían sido depositados los sacos, parecía como un pesebre en un establo.
En la cámara próxima se vieron vírgenes modestas, junto a una esposa casta; y cerca de esa cámara
estaban dos infantes, y fue dicho, que con ellos no había de jugarse infantilmente, sino sabiamente.
Después apareció una prostituta, luego un caballo que yacía muerto.

Fue percibido entonces, que así era representado el sentido literal de la Palabra (el Verbo), en el que
hay un Sentido Espiritual. Aquellas grandes bolsas llenas de plata significaban cogniciones de la
verdad, en gran cantidad allí. Que [los sacos] fueran abiertos, y sin embargo estuvieran protegidos
por ángeles, significaba que cualquiera podía adquirir cogniciones de la verdad allí, pero que
cuidara para no falsificar el sentido interno, en el que hay meras verdades; el pesebre en el establo,
donde yacían las bolsas, significaba instrucción espiritual para el intelecto; esto significa un
“pesebre”, y también aquél en donde yacía el Señor [recién] nacido, pues un “caballo” significa el
intelecto, de ahí que el “pesebre” [sea] su nutrición.

Las vírgenes modestas, que fueron vistas en la cámara próxima, significaban las verdades de la
Iglesia, y la esposa casta [significaba] la conjunción de lo verdadero y lo bueno, qué está por todas
partes en la Palabra (el Verbo); los niños significaban la inocencia de la sabiduría en ella; eran
ángeles del Tercer Cielo, todos los cuales aparecen como niños; la prostituta con el caballo muerto
significaba la falsificación de la Palabra (el Verbo) por la mayoría hoy, por la cual se ha perdido
todo entendimiento de la verdad; la “prostituta” significa falsificación, y el caballo muerto
[significa] nulo entendimiento de la verdad.

n. 2
QUE LA PALABRA (EL VERBO) ESTÁ VIVA INTERIORMENTE.

Cuando la Palabra (el Verbo) es leída por un hombre que la considera santa, entonces su sentido
natural se vuelve espiritual en el segundo Cielo, y se vuelve Celestial en el tercero; así es despojado
sucesivamente de lo natural; esto ocurre porque lo natural, lo espiritual y lo Celestial se
corresponden entre sí, y la Palabra (el Verbo) está escrita por meras correspondencias; el sentido
natural de la Palabra (el Verbo) es tal, cual es en el sentido de la letra, cuya totalidad se convierte en
espiritual, y después en Celestial, en los Cielos; y cuando se vuelve espiritual, entonces allí vive de
la luz de la verdad allí, y cuando se vuelve Celestial, vive de la llama del bien allí. Pues las ideas
espirituales en los ángeles del segundo Cielo se derivan de la luz allí, que en su esencia es la Divina
Verdad; pero las ideas Celestiales en los ángeles del tercer Cielo, se derivan de la llama del bien, la
cual en su esencia es el Divino Bien; pues en el segundo Cielo la luz es alba, desde la cual piensan
los ángeles allí, y en el tercer Cielo la luz es flámea, desde la cual piensan los ángeles allí; los
pensamientos de los ángeles difieren completamente de los pensamientos de los hombres; piensan
por medio de luces, sean albas o flámeas, las cuales son tales, que no pueden ser descritas
naturalmente.

Desde estas cosas se patentiza, que la Palabra (el Verbo) vive en el interior, y así que no está muerta,
sino viva en el hombre, que piensa santamente sobre la Palabra (el Verbo), mientras la lee. Además,
todo en la Palabra (el Verbo) es vivificado por el Señor, pues se vuelve vida con el Señor, como dice
el Señor en Juan: “Las palabras que Yo os hablo, espíritu son, y vida son” (Juan 6:63); la vida que a
través de la Palabra (el Verbo) fluye desde el Señor, es la luz de la verdad en el intelecto, y el amor
del bien en la voluntad; este amor y aquella luz, conjuntamente hacen en el hombre la vida del
Cielo, la cual es llamada “vida eterna”; lo enseña también el Señor: “Dios era el Verbo (la Palabra);
en Él la vida era, y la vida era la luz de los hombres” (Juan 1:4).

3
III. SOBRE LA DIFERENCIA EN GENERAL ENTRE LO NATURAL, LO ESPIRITUAL, Y LO
CELESTIAL.

[1] Hay tres Cielos: el último, el intermedio y el supremo; en el último Cielo son naturales, pero lo
natural suyo se deriva de lo espiritual que es del Cielo intermedio, o de lo Celestial que es del tercer
Cielo. En el segundo Cielo son espirituales, y en el tercer Cielo son Celestiales; se dan también
[seres] intermedios que son llamados “espirituales – Celestiales”; muchos de éstos son predicadores
en el Cielo supremo.

[2] La diferencia entre lo natural, lo espiritual, y lo Celestial es tal, que no se da ninguna proporción
entre ellos, por lo que lo natural no puede en modo alguno, mediante alguna aproximación acceder a
lo espiritual, ni lo espiritual a lo Celestial; de ahí es que los Cielos sean distintos. Esto se [me] ha
dado a conocer por mucha experiencia; a menudo he sido enviado entre los ángeles espirituales, y
entonces he hablado espiritualmente con ellos, y lo que hablé, lo retuve entonces en la memoria;
cuando regresé al estado natural, en el cual está todo hombre del mundo, entonces quise extraerlo de
la memoria anterior, y describirlo, pero no pude; era imposible; no habían palabras dables, y ni
siquiera ideas del pensamiento, por medio de las cuales pudiera expresarlo; eran las ideas del
pensamiento y las palabras espirituales, tan remotas de las ideas naturales del pensamiento y las
palabras naturales, que no se aproximaban en lo más mínimo. Lo que es maravilloso: cuando [yo]
estaba en ese Cielo y hablé con los ángeles, entonces no supe otra cosa, más que el que [yo] hablaba
similarmente a como hablo con los hombres [de la tierra]; pero después averigüé que los
pensamientos y los diálogos eran tan disímiles, como para que no pudieran ser aproximados, por
consiguiente que no hay ninguna proporción [mutua].

[3] Similar es la diferencia entre lo espiritual y lo Celestial; que había una diferencia similar, me fue
dicho, y que [es] tal como para que no se dé proporción ni aproximación [mutua]; pero como no
pude confirmar esto por la propia experiencia (a menos que [yo] fuera un ángel del Cielo
intermedio), por ende se ha dado a algunos ángeles del Cielo intermedio estar a una con los ángeles
del tercer Cielo, y entonces pensar allí, y hablar con ellos, y también retener en la memoria, las
cosas que habían pensado y que habían hablado, y posteriormente regresar a su Cielo, y me dijeron
que desde ahí ninguna idea ni ninguna palabra de su estado previo podían expresar, y que esto era
imposible, y finalmente dijeron que no hay proporción ni aproximación [mutua].

[4] Así pues, se me ha dado algunas veces estar presente entre los ángeles del Cielo intermedio y del
supremo, y escucharles hablando entre sí, y [yo] estaba entonces en un estado interior -natural,
remoto de las cosas mundanas y corpóreas, a saber, en la primera vigilia después del sueño, y
escuché cosas inefables e inexpresables, como se lee sucedió con Pablo (2 Corintios 12:4); y de vez
en cuando fui enviado a la percepción y comprensión de los asuntos, sobre los cuales hablaron;
estaban aquellas cosas que hablaron llenas de arcanos acerca del Señor, sobre la Redención, sobre la
Regeneración, sobre la Providencia, y sobre otras cosas similares. Y posteriormente me fue dado el
entender, que aquellas cosas [yo] no podía proferirlas y describirlas con alguna palabra espiritual o
Celestial, pero que no obstante podían ser descritas con las palabras del lenguaje natural, hasta su
captación por lo racional, y se dijo, que no se dan ningunos arcanos Divinos, que no puedan ser
percibidos también naturalmente, aunque [de modo] más general y más imperfecto; y que aquéllos,
que por su intelecto racional, perciben naturalmente aquellas cosas desde la afección de la verdad,
posteriormente pueden también percibir y hablar estas mismas cosas, espiritualmente cuando se
vuelven espíritus, y de modo Celestial cuando se vuelven ángeles; pero no otros. Pues una verdad
Divina naturalmente percibida y amada, es como un vaso cristalino o de porcelana, que después se
llena de vino, y con tal vino cual fue la verdad, y casi con tal sabor cual fue la afección de la verdad.

[5] Que se da tal diferencia, la cual puede ser llamada “ilimitada”, entre lo natural, lo espiritual y lo
Celestial, puede constatarse a partir de la diferencia entre los pensamientos de los hombres y de los
ángeles, y de la diferencia de su habla, y también de las operaciones, además de la diferencia de sus
escrituras. De [todos] estos elementos, así como de [otras] tantas confirmaciones, se evidenciará
cuál es la cualidad de lo uno y de lo otro, y cómo las perfecciones de todas las cosas ascienden y
trascienden desde el mundo al Cielo, y de Cielo a Cielo.

[6] En lo que a los pensamientos atañe; todos los pensamientos del hombre, con cada una de sus
ideas, derivan algo del espacio, del tiempo, de la persona, y de lo material, los cuales aparecen en la
luz natural, o del mundo, pues nada puede ser pensado sin luz, [así] como nada puede ser visto sin
luz, y la luz natural o luz del mundo está muerta, porque [viene] de su sol, que es puro fuego; no
obstante, en esa luz fluye por doquier y constantemente la Luz del Cielo, y la vivifica, y da
percepción y comprensión del asunto. La luz del mundo por sí sola no puede dar cosa alguna
perceptiva e intelectual, o mostrar alguna luz natural o racional, sino que la luz del mundo, a partir
de la Luz del Cielo, da y muestra, porque la Luz del Cielo viene desde su Sol, el cual es el Señor, y
por consiguiente la Vida Misma. El influjo de la Luz del Cielo en la luz del mundo es como el
influjo de la causa en el efecto, cuya cualidad se dirá en otra parte.

Desde estas cosas se patentiza, cuál es la cualidad del pensamiento natural o cuáles son
cualitativamente las ideas de los pensamientos de los hombres, que a saber, se cohesionan
indivisiblemente con el espacio, el tiempo, lo personal, y lo material; por ende, esos pensamientos o
ideas de los pensamientos están muy limitados y circunscritos, y así son crasos, y han de ser
llamados “materiales”. Sin embargo, los pensamientos de los ángeles del Cielo intermedio son
todos sin espacio, sin tiempo, sin lo personal, y sin lo material, por lo cual son ilimitados e
incircunscriptos. Los objetos de sus pensamientos son, como los pensamientos mismos, espirituales,
por lo cual piensan sobre ellos espiritualmente y no naturalmente.

Sin embargo, en lo que concierne a los ángeles del Cielo supremo, [éstos] no tienen pensamientos,
sino percepciones de las cosas, las cuales oyen y las cuales ven; en lugar de pensamientos, [éstos]
tienen afecciones, las cuales son variadas entre ellos, así como entre los [ángeles] espirituales son
asimismo variados los pensamientos.

[7] En lo que atañe a los diálogos, los diálogos de los hombres son como las ideas de sus
pensamientos, pues las ideas de los pensamientos se convierten en palabras cuando pasan al habla;
por lo cual, el habla de los hombres, en cada palabra participa del espacio, del tiempo, de lo
personal y de lo material. Sin embargo, los diálogos de los ángeles del Cielo intermedio, también
son similares a las ideas del pensamiento de ellos, pues las palabras del diálogo las expresan. No
obstante, los diálogos de los ángeles del Cielo supremo son todos a partir de la variación de las
afecciones; pero cuando hablan con los ángeles espirituales, hablan similarmente a éstos; pero no
así de similarmente cuando [hablan] entre sí.
Dado que tal es el habla de los ángeles, y tal el habla de los hombres, por ello sus diálogos difieren
de tal modo, que no tienen nada en común; difieren de tal modo, que el hombre no puede entender
una sola palabra de un ángel, ni un ángel una sola palabra de un hombre. He escuchado los diálogos
de los ángeles y retenido palabras, y posteriormente investigué si acaso alguna palabra coincide con
alguna palabra de los diálogos o lenguajes de los hombres, y no había ni una.

El habla espiritual es una para todos, y está implantada en cada hombre, y a ésta él viene cuando
principia a volverse un espíritu. En lo que atañe a las escrituras, éstas son similares al habla de ellos;
la escritura de los ángeles espirituales, en cuanto a las letras es similar a las escrituras de los
hombres en el mundo, pero cada letra significa una cosa, de modo que dirías, si las vieras en un
estado natural, que son meras letras; pero las escrituras en el Cielo supremo no son similares en
cuanto a las letras; tienen letras labradas por medio de varias curvaturas, no disímiles a las letras de
la lengua hebrea, pero redondeadas por todas partes, y no [hay alguna] línea recta en ellas. Cada
letra involucra una cosa, cuya percepción tienen desde la afección y no desde el pensamiento. De
ahí es, que el natural nada comprenda de la escritura espiritual, ni el espiritual de la natural, ni el
espiritual comprenda cosa alguna de la escritura Celestial, ni el Celestial de la escritura espiritual, a
no ser que esté con el espiritual.

[8] Las operaciones de éstos (que son muchas, pues cada uno está en alguna obra), son similares [a
como supra]; el cómo operan los espirituales, no puede ser descrito ante el natural; ni el cómo
operan los Celestiales puede ser descrito ante el espiritual; pues difieren tanto como sus
pensamientos, diálogos y escrituras.

[9] De estas cosas, puede constatarse cuál es la diferencia entre lo natural, lo espiritual y lo
Celestial, que es tal, que para nada concuerdan, a no ser mediante correspondencias; lo cual también
es la causa, de que los hombres no sepan que están en asociación con los espíritus, y los espíritus
que están en asociación con los hombres, cuando sin embargo hay asociación perpetua, pues el
hombre no puede vivir un minuto, a no ser que esté en medio de los espíritus en cuanto a los
pensamientos y afecciones, ni puede[n] el espíritu y el ángel vivir un momento, a no ser que esté[n]
en medio de los hombres; la causa es, porque hay conjunción perpetua desde las primeras cosas a
las últimas, y así desde el Señor al hombre; y la conjunción desde la creación se hizo mediante
correspondencias, y fluye a través de los ángeles y espíritus. Todo lo Celestial fluye en lo espiritual,
y lo espiritual en lo natural, y en lo último de esto, que es lo corpóreo y material, termina, y allí
subsiste. Sin tal plano último, en el que los intermedios fluyen, no se da subsistencia, a no ser cual
sería la de una casa construida en el aire; por consiguiente, la base y fundamento de los Cielos, es el
género humano.

[10] Que hay tal diferencia entre lo natural, lo espiritual y lo Celestial, no lo sabe ángel alguno; la
causa es, porque el ángel no muta el estado, o transita del estado espiritual al natural, y así puede
explorar las diferencias. He hablado con ellos sobre esta materia, y dijeron que ignoran las
diferencias; creyeron pensar, hablar, escribir y obrar similarmente a como en el mundo. Pero se les
mostró, mediante esto, que cambiaban los estados, y pensaban por turnos ahora en uno, ahora en
otro, y a continuación, similarmente, que hablaban por turnos en uno y otro, como también que
leían sus escrituras en un estado espiritual y en un estado natural, e igualmente el cómo ellos
obraban de modo similar, y entonces averiguaron que existe tal diferencia, que no puede ser
descrita.

Sobre esta materia fue dado el instruir a los mismos ángeles, porque me fue dado estar por turnos en
uno y otro mundo, y desde uno explorar el otro; y confesaron después todos que es así.

[11] Sin embargo, la similitud del estado natural, espiritual, y Celestial, está en tales cosas como las
que son objetos de la vista, el gusto, olfato, y oído, [y] también el sentido del tacto, de varios
géneros; pues ante la vista aparecen todos como hombres en el mundo; sus vestidos aparecen [como
en el mundo], además las casas, y también los jardines o paraísos, como también los campos,
similarmente la tierra acuosa, como también los alimentos y bebidas de varios géneros, además de
los animales de la tierra, los seres volátiles del Cielo, y los peces en las aguas, de varios géneros y
de varias especies. Su habla es escuchada como en el mundo, también el canto y las modulaciones
de la música; el sabor es similar, y también el olor; en una palabra, todas las cosas que aparecen y
son percibidas mediante algún sentido. Pero aún estas cosas son de origen espiritual, y en
consecuencia [ellos] piensan espiritualmente sobre éstas, y con nombres espirituales las revisten.

Pero inclusive todas estas cosas, tal como aparecen y son percibidas en el Cielo intermedio y
supremo, en cuanto a la excelencia de las formas y de las armonías, y en cuanto a las perfecciones
que son supereminentes y trascienden, no pueden ser descritas, sino imperfectamente, sólo como las
cosas más perfectas en el mundo, las cuales sin embargo son imperfectas con respecto a aquellas
cosas que están en el Cielo.

4
IV. SOBRE LA PALABRA (EL VERBO), QUE ES SANTA EN CUANTO A LAS SÍLABAS Y
PUNTOS.

Cierta vez se me envió desde el Cielo un pedazo de papel escrito con letras hebreas, pero escrito
como entre los antiquísimos, entre quienes las letras, las cuales hoy en día están en cierta medida
compuestas de líneas rectas, en ese momento eran curvadas y tenían pequeños remates que
apuntaban hacia arriba.

Un ángel que estaba conmigo, dijo que él sabía los significados íntegros a partir de las letras
mismas, y que cada letra tenía su propio significado particular, y que ellos sabían éste por las curvas
de las líneas en cada letra, además del asunto, que ellos conocían separadamente, a partir del
conjunto de la letra misma. Él me explicó entonces qué significaba la yod (Y), qué la álef (‘), y qué
la he (H); qué significaban esas letras separadamente, y qué en combinación.

Que la he, que está en YHWH, y que se añade a los nombres de Abram y Sara, significaba lo
infinito y eterno. Y que así está escrita la Palabra (el Verbo) en muchos pasajes, desde los cuales,
cuando es leído el texto hebreo por un judío o un cristiano, se sabe en el tercer Cielo lo que las
letras mismas significan. Pues los ángeles del tercer Cielo tienen la Palabra (el Verbo) escrita en
tales letras, y ellos la leen letra por letra. Dijeron que en el sentido que es deducido de las letras, la
Palabra (el Verbo) trata exclusivamente sobre el Señor. La causa [es], que las curvaturas en las letras
derivan su origen del influjo del Cielo, en el cual están los ángeles del tercer Cielo, más que todos
los restantes. Por lo cual, estos ángeles tienen un conocimiento innato de esta escritura, que está
implantada en ellos, porque ellos están en el orden del Cielo, y viven en total acuerdo con él.

Ellos también explicaron delante de mí, el sentido del Salmo 32, versículo 2 en la Palabra (el
Verbo), a partir de las letras o sílabas solamente, diciendo que su significado era, en suma, que el
Señor es misericordioso, incluso con aquellos que hacen el mal. Añadieron que los puntos vocales
sirven para indicar la parte de la pronunciación, que allí corresponde a la afección, y que ellos no
pueden proferir las vocales i y e, sino que por la i ellos pronuncian y (ü) o eu, y por la e ellos
pronuncian eu; y que ellos usan las vocales a, o y u, porque estas vocales dan un sonido plenamente
abierto, mientras que i y e tienen un sonido más cerrado. Asimismo, que ellos no pronuncian
algunas consonantes con sonido áspero, sino con un sonido suave, y que las letras ásperas como
dálet y qof, no significan nada entre ellos, a menos que sean pronunciadas con un sonido suave. Y
que por esta causa, la mayoría de las letras ásperas también tienen un punto adentro, lo que significa
que [ellas son pronunciadas entonces con un sonido áspero, pero que sin el punto] ellas son
pronunciadas con un sonido suave.

Añadieron que la aspereza en las letras, está en uso en el Cielo espiritual, por la causa de que allí
ellos están en las verdades, y por medio de las verdades en el intelecto; pero en el Cielo celestial,
todos están en el bien del amor, y de ahí en la sabiduría; y la verdad admite la aspereza, pero no el
bien.

Desde estas cosas puede constatarse, qué significa lo que dice el Señor, de que ni una jota (yodh),
tilde, o ápice pasarán de la Ley (Mateo 5:18; Lucas 16:17); y también desde estas cosas se
patentiza, que fue hecho por la Divina Providencia del Señor, el que todas las letras de la Palabra (el
Verbo) en el texto hebreo, fueran enumeradas por los Masoretas.

n. 5
SOBRE EL SENTIDO ESPIRITUAL DE LA PALABRA (EL VERBO), Y SOBRE SU SENTIDO
NATURAL.

He hablado a veces con espíritus, quienes no deseaban saber nada sobre el sentido espiritual de la
Palabra (el Verbo), y decían que su sentido natural es el único sentido de la Palabra (el Verbo), y que
éste es santo, porque proviene de Dios. Y decían, que si se aceptara un sentido espiritual, la Palabra
(el Verbo) en la letra se volvería como nada. Muchos de ellos siguieron insistiendo en este punto,
pero ellos recibieron una contestación desde el Cielo, de que sin un significado espiritual en ella, la
Palabra (el Verbo) no sería Divina. Y porque el sentido espiritual es el alma de ésta, de ahí es ella
Divina, y de hecho, viva, porque sin este sentido, la letra estaría como muerta. La santidad misma
de la Palabra (el Verbo) consiste en éste.

Así, ella puede ser comparada con el Hombre Divino, Que es el Señor, en Quien no está sólo lo
Divino natural, sino también lo Divino espiritual, y lo Divino celestial. Es debido a esto que el
Señor es llamado “el Verbo (la Palabra)”. Y [los ángeles] dijeron, que la santidad misma de la
Palabra (el Verbo) reside en el sentido de la letra, y que el sentido literal es más santo que los otros
sentidos, porque éste es el complejo y recipiente de los otros, y es como el cuerpo que vive a partir
del alma. Así, la Palabra (el Verbo) en el sentido de la letra, o el natural, está en su propia plenitud,
y también en su propia potencia; y por medio de ella, el hombre está en conjunción con los Cielos,
los que sin el sentido de la letra, estarían separados del hombre.

¿Quién no sabe y reconoce, que la Palabra (el Verbo) en su seno es espiritual? Pero dónde esto se
hallaba recónditamente escondido, ha estado oculto hasta ahora.

[2] Pero porque los espíritus que estaban a favor sólo del sentido de la letra, se negaron a ser
convencidos por estas razones, por ello [los ángeles] presentaron innumerables pasajes, tomados del
sentido natural, los cuales nunca podrían ser comprendidos sin el sentido espiritual. Como en los
Profetas, en donde se aglomeran meras listas de nombres, y en donde se mencionan muchos géneros
de animales, como los leones, osos, bueyes, terneros, perros, zorros, lechuzas, iyyim, dragones, y
asimismo las montañas y bosques, y muchas otras cosas, las cuales serían sin sentido aparte de un
sentido espiritual. Como por ejemplo, ¿cuál podría ser el significado del dragón, que es descrito
como rojo, teniendo siete cabezas y siete diademas sobre sus cabezas, tirando abajo con su cola a
una tercera parte de las estrellas del Cielo, y queriendo devorar al bebé al que la mujer estaba a
punto de dar a luz; o que a la mujer se le hayan dado las dos alas de la gran águila, para que volara
al desierto, donde el dragón arroja de su boca agua que corre en pos de ella, como un río?
Asimismo, que sin el sentido espiritual no se sabría cuál era el significado de las dos bestias del
dragón: la una que asciende saliendo del mar, semejante a un leopardo, con pies como de oso y boca
como de un león, y la otra bestia que asciende de la tierra, sobre las cuales se habla en el
Apocalipsis (capítulos 12 y 13). Asimismo, ¿qué se entiende allí, en el Capítulo 6 del Apocalipsis,
por los caballos saliendo cuando el Cordero abrió los sellos del libro: primero un caballo blanco,
después uno rojo, entonces uno negro, y finalmente uno pálido; además de todas las otras cosas en
ese libro? Asimismo, ¿qué se significa en Zacarías por los cuatro cuernos y los cuatro artífices
(Capítulo 2); por el candelabro y los dos olivos junto a éste (Capítulo 4); por los cuatro carros que
salen de entre dos montañas, en los cuales estaban caballos rojos, negros, blancos, y moteados
(Capítulo 6)? O, asimismo, ¿qué se significa por el carnero y el macho cabrío, y por sus cuernos,
con los que ellos lucharon, según lo descrito en Daniel (capítulo 8); y por las cuatro bestias que
ascienden del mar, sobre las cuales se trata allí (capítulo 7), además de muchas cosas similares, en
gran abundancia?

Para convencerlos aún más, [los ángeles] adujeron lo que el Señor dijo a Sus discípulos, en Mateo
(Capítulo 24), sobre la consumación del siglo y sobre Su advenimiento, todo lo cual, sin el sentido
espiritual, nadie lo entendería.

[3] Que el sentido espiritual está en todas las cosas y en cada cosa singular de la Palabra (el Verbo),
también fue confirmado por algunos de los dichos del Señor, los cuales no podrían ser
comprendidos, a menos que fueran entendidos espiritualmente. Como que no es lícito llamar a nadie
“padre” en la tierra, ni “doctor” (profesor, guía), ni “maestro” (amo, señor), porque uno es el Padre,
Doctor y Maestro (Mat. 23:7-10); también, que no juzgaran, para que no fueran juzgados (Mat. 7:1,
2); y que el marido y esposa ya no son dos, sino una sola carne (Mateo 19:5, 6), cuando sin
embargo, en el sentido natural, ellos no son una sola carne. Tampoco se prohíbe juzgar a un
compañero o vecino en cuanto a su vida natural, porque esto es en el buen interés de la sociedad,
sino que hay una prohibición de juzgarlo acerca de su vida espiritual, pues ésta no la conoce
ninguno, sino el Señor solo. Asimismo, el Señor no prohibió llamar al padre “padre”, ni a un
“doctor” “doctor”, ni a un “maestro” “maestro” en el sentido natural, sino que lo hizo en el sentido
espiritual. En este sentido hay un solo Padre, Doctor y Maestro. Y así en los otros casos.

[4] Desde estas cosas ellos fueron convencidos, de que hay un sentido espiritual dentro del sentido
natural de la Palabra (el Verbo), y que sin embargo, la santidad misma de la Palabra (el Verbo)
reside en el sentido de la letra, porque todos los sentidos interiores de la Palabra (el Verbo) están allí
en su plenitud. En adición fue confirmado, que en el sentido de la letra también están claramente
presentes todas las cosas que enseñan el camino a la salvación, y así a la vida y a la fe; además, que
todas las enseñanzas doctrinales de la Iglesia han de ser extraídas del sentido de la letra de la
Palabra (el Verbo), y ser confirmadas mediante éste, y no meramente por el puro sentido espiritual.
Pues mediante este sentido solo, no se da la conjunción con el Cielo y por medio del Cielo con el
Señor, sino mediante el sentido de la letra; pues el influjo Divino del Señor por medio de la Palabra
(el Verbo), es desde las cosas primeras a través de las cosas últimas.

6
VI. SOBRE LA PALABRA (EL VERBO), Y SOBRE LA TEOLOGÍA NATURAL: QUE ÉSTA NO
ES NADA A NO SER AQUELLA, Y A MENOS QUE SEA DESDE AQUELLA. SOBRE LA
EXCELENCIA DEL ESTILO EN LA PALABRA (EL VERBO).

Fue oída por mí una grave disputa entre espíritus, quienes en el mundo habían sido eruditos,
algunos de ellos a partir de la Palabra (el Verbo), y algunos de ellos sólo a partir de la luz natural.
Estos últimos insistían, en que la Teología natural es suficiente, y que ésta puede enseñar, o más
bien, iluminar al hombre, sin la Palabra (el Verbo), para ver claramente que hay un Dios, que hay un
Cielo y un infierno y que las almas tienen inmortalidad y así la vida eterna. Pero los otros, sin
embargo, decían que sólo la Palabra (el Verbo) enseña e ilumina, con respecto a tales cosas.

Los espíritus que estaban en pro de la teología natural sola, grandemente infestaban a aquellos,
quienes estaban en pro de la Palabra (el Verbo), y esto durante varios días, pensando en sus
corazones, y finalmente diciendo, que la Palabra (el Verbo) no es nada, y que está escrita en un
estilo tan simple y al mismo tiempo tan oscuro, en muchísimos lugares, que nadie puede ser
enseñado por ella, y todavía menos ser iluminado; y que los escritos de los eruditos eran mucho más
excelentes, como los escritos de Cicerón, de Séneca, y los de algunos doctos de hoy en día. Pero se
les dio la respuesta, de que el estilo de la Palabra (el Verbo) es más excelente que el estilo de todos
los eruditos en todo el orbe de las tierras, porque no se da allí ni una sola frase, o ni siquiera una
sola palabra, ni incluso una letra, la cual en sí no contenga algo sobre el Señor, y de ahí algo sobre
el Cielo y sobre la Iglesia. Porque la Palabra (el Verbo) es de Dios, y de ahí, en su seno es espiritual,
y lo Divino yace latente allí interiormente, como mismo el alma está oculta en el cuerpo; y cuando
el hombre la lee devotamente, esto Divino se despliega en un orden delante de los ángeles, quienes
son afectados por la santidad espiritual en ella, así desplegada, y la cual se comunica al hombre. Y
que de ahí se patentiza, que su mismo estilo, comoquiera que aparezca como simple, es
infinitamente más excelente que cualquier estilo de los más doctos en el mundo; de los cuales,
aunque el estilo pueda ser pulido, elegante y sublime, sin embargo éste no efectúa la comunicación
con el Cielo, y así, comparado con el estilo de la Palabra (el Verbo), éste es absolutamente vil.

[2] Pero los espíritus que estaban en pro de la teología natural, oyeron ciertamente estas cosas, pero
sin embargo las rechazaron, porque en el mundo ellos habían despreciado absolutamente a la
Palabra (el Verbo), y aquellos que desprecian a la Palabra (el Verbo) en el mundo, y confirman su
desprecio a partir de pasajes de ésta, continúan despreciándola perpetuamente después de la muerte.
Porque cada principio adoptado y confirmado en el mundo, acerca de Dios y de la Palabra (el
Verbo), permanece arraigado después de la muerte, y no puede ser erradicado. Y porque estos
espíritus no estaban en comunicación con el Cielo, sino con el infierno, ellos empezaron a juntarse
allí con ciertos satanes, hasta por fin ellos y los satanes hablaron simultáneamente, y, rechinando los
dientes, respiraron la matanza del alma de aquellos, que estaban en pro de la Palabra (el Verbo). Sin
embargo, no prevalecieron en lo más mínimo, pues el Señor estaba en el lado de aquellos, quienes
estaban en pro de la Palabra (el Verbo), y los satanes en el lado de aquellos, quienes estaban contra
ella. Por lo cual, éstos fueron aceptados en el Cielo, pero aquéllos lanzados al infierno.

[3] Después los ángeles hablaron sobre la teología natural, diciendo que sin la Palabra (el Verbo)
aquella no revela nada, sino que meramente confirma las cosas que son conocidas en la doctrina de
la Iglesia, a partir de la Palabra (el Verbo); y que las confirmaciones de la naturaleza, por medio de
la luz racional, corroboran las verdades espirituales, por causa de que todos tenemos alguna idea
natural sobre las cosas espirituales, por medio de la cual éstas son retenidas en la memoria, y son
extraídas de ahí hacia el pensamiento, y en éste se las considera y ventila racionalmente. Por lo cual,
si se aducen confirmaciones a partir de la naturaleza, la verdad se corrobora.

Pero sin embargo ha de tenerse cuidado, para no asir la falsedad en lugar de la verdad, porque lo
falso puede ser confirmado por los ingeniosos, igualmente que lo verdadero; y de ahí lo herético
puede ser corroborado, hasta la destrucción de la propia verdad.

[4] Añadieron, que nadie desde la teología natural puede entrar en la teología espiritual, pero que
cualquiera desde la teología espiritual puede entrar en la teología natural, porque esto es lo del
orden Divino, pero aquello está contra el orden Divino. Pues lo natural es craso e impuro, mientras
que lo espiritual es sutil y puro. No es posible entrar desde algo craso e impuro en algo sutil y puro,
sino a la inversa. Los ángeles pueden mirar hacia abajo de ellos, y pueden ver todas las cosas que
están allí, pero nadie desde abajo puede ver las cosas que están en los Cielos. Más bien, un ángel
puede ver a un espíritu, que es más craso que él, pero el espíritu no puede ver al ángel, que es más
puro que él. Así pues, cuando tales espíritus ascienden al Cielo, en donde están los ángeles (lo cual
ocurre frecuentemente), ellos no ven a nadie, ni siquiera a las casas de aquellos, por lo cual se
marchan diciendo, que allí hay un vacío y un desierto.
[5] Es similar con la Palabra (el Verbo). Aquellos quienes no creen en la Palabra (el Verbo) a partir
de la Palabra (el Verbo), no pueden creer en algo Divino a partir de la naturaleza; pues el Señor
enseña: “Tienen a Moisés y a los profetas; que los oigan. Si ellos no oyen a Moisés y a los profetas,
tampoco se persuadirán, si uno resucitara de entre los muertos” (Lucas 16:29, 31). Similarmente si
alguno deseara creer a partir de la naturaleza sola, rechazando la Palabra (el Verbo). Que algunos de
los antiguos, quienes eran paganos, como Aristóteles y Cicerón y otros, hayan escrito sobre la
existencia de Dios, y sobre la inmortalidad del alma, no fue porque supieron primero esto desde su
propia luz natural, sino desde la religión de los antiguos, entre los cuales hubo una revelación
Divina, la cual se propagó gradualmente a los Gentiles.

7
VII. SOBRE EL SENTIDO ESPIRITUAL DE LA PALABRA (EL VERBO).
SOBRE LAS CORRESPONDENCIAS.

Cada una y todas las cosas que están en la naturaleza, corresponden a cosas espirituales;
similarmente cada una y todas las cosas que están en el cuerpo humano, según puede verse en dos
artículos en la obra Sobre el Cielo y el Infierno. Pero actualmente, no se conoce qué es la
correspondencia, pero en los tiempos antiquísimos, la ciencia de las correspondencias era la ciencia
de las ciencias, y así tan universal, como para que los antiquísimos escribieran todos sus
manuscritos y libros mediante correspondencias. Las fábulas de los tiempos antiquísimos, y los
jeroglíficos de los egipcios, no eran otra cosa. El libro de Job, que es un libro de la Iglesia Antigua,
está pleno de correspondencias.

[2] Todas las Iglesias antiguas eran Iglesias representativas de las cosas Celestiales; todos sus ritos y
también sus estatutos, según los cuales fue instituido su culto, consistían en meras
correspondencias. Similarmente, la Iglesia entre los hijos de Jacob; las ofrendas quemadas y los
sacrificios, con todos sus detalles, eran correspondencias; similarmente el tabernáculo, con cada
cosa singular en éste, como también sus fiestas, tales como la Fiesta de los Panes Ázimos, la Fiesta
de los Tabernáculos, y la Fiesta de las Primicias, y también todos sus estatutos y juicios. Y porque
son correspondencias tales cosas, cuales existen en los planos últimos de la naturaleza, y porque
todas las cosas de la naturaleza corresponden, y las cosas que corresponden, también significan, por
ello, el sentido de la letra de la Palabra (el Verbo) consiste en meras correspondencias.

El Señor también, puesto que Él habló desde Su Divinidad, y lo que Él habló era la Palabra (el
Verbo), por ello Él también habló mediante correspondencias. Lo que viene desde la Divinidad, y en
sí mismo es Divino, en el plano último recae en tales cosas, cuales corresponden a las cosas
Divinas, Celestiales y espirituales; así, a aquellas, las cuales en su seno ocultan y significan a las
cosas Celestiales y espirituales.

Qué son las correspondencias, puede verse por añadidura en los Arcanos Celestiales, donde se han
explicado las correspondencias en Génesis y Éxodo, y además véanse las que han sido colectadas
desde ahí en La Nueva Jerusalén y su Doctrina Celestial, y en la obra El Cielo y el Infierno. El
sentido espiritual o interno de la Palabra (el Verbo), no es más que el sentido literal desplegado por
medio de correspondencias, pues éste enseña aquello espiritual, que es percibido por los ángeles en
el Cielo, mientras el hombre en el mundo, al leer la Palabra (el Verbo), está pensando de una
manera natural.

[3] He oído y he percibido desde el Cielo, que los hombres de la Iglesia Más Antigua (quienes son
los significados en un sentido espiritual por “Adán” y “Eva” en los primeros capítulos del Génesis),
estaban así tan asociados con los ángeles del Cielo, que ellos podían hablar con éstos por medio de
correspondencias. Por consiguiente, el estado de la sabiduría de aquellos era tal, que cualquier cosa
que ellos veían en la tierra, la percibían a la vez espiritualmente, y así, conjuntamente con los
ángeles.

Me fue dicho que Enoc (sobre quien se rememora en Génesis, Capítulo 5:21-24), junto con sus
asociados, hizo una recolección de correspondencias, de los labios de los ángeles, y transmitió la
ciencia de aquellas a su posteridad. Desde lo cual ocurrió, que la ciencia de las correspondencias no
sólo fue conocida, sino también cultivada, en muchos reinos de Asia, y principalmente en Egipto,
Asiria y Babilonia, Siria, Mesopotamia, Arabia, y también en Canaán. Desde allí se extendió a
Grecia, pero allí se convirtió en mitos.

Esto puede constatarse considerando meramente al Olimpo, al Helicón y al Pindo, cerca de Atenas,
y también al caballo alado llamado “Pegaso”, quien con sus cascos rompió una fuente, alrededor de
la cual fijaron su sede las nueve Musas. Pues una “montaña”, como el Helicón, a partir de la
correspondencia significa el Cielo supremo; la “colina” bajo la montaña del Pindo, al Cielo por
debajo de aquél; el “caballo alado” o Pegaso, significa al intelecto iluminado por lo espiritual; la
“fuente” a la inteligencia y la erudición; y las “nueve vírgenes” significan las cogniciones de la
verdad y las ciencias. Similares fueron las restantes cosas (que son llamadas “fabulosas”), las cuales
fueron escritas por los escritores antiquísimos en Grecia, y que han sido recogidas y descritas por
Ovidio en su Metamorfosis.

[4] Pero cuando, con el transcurso del tiempo, las cosas representativas de la Iglesia se convirtieron
en idolátricas, entonces por la Divina Providencia del Señor, aquella ciencia fue progresivamente
obliterada, y en la nación Israelita y Judaica fue absolutamente perdida y extinguida. Ciertamente,
el culto de esta nación era meramente representativo, pero sin embargo, ellos ignoraban qué
significaba cualquier cosa representativa. Porque ellos eran absolutamente naturales, y de ahí que
no pudieran ni desearan saber algo sobre el hombre espiritual y sobre su fe y amor, ni por
consiguiente nada sobre las correspondencias.

[5] Que las idolatrías de las naciones en los tiempos antiguos, derivaran su origen de la ciencia de
las correspondencias entre ellos, era porque todas las cosas que aparecen en la tierra tienen una
correspondencia, como [por ejemplo] no sólo los árboles, sino también el ganado y las aves de todo
género, así como los peces, y las cosas restantes.

Los ancianos que estaban en la ciencia de las correspondencias, se hicieron para sí imágenes, las
cuales correspondían a cosas espirituales, y se deleitaban en aquellas cosas, porque éstas
significaban a las tales cosas, cuales eran del Cielo y de ahí de la Iglesia. No sólo pusieron a
aquellas en sus templos, sino también en sus casas, no por causa de su adoración, sino para la
recordación de la cosa Celestial, la cual se significaba. De ahí que en Egipto se pusieran becerros,
bueyes, serpientes, muchachos, ancianos, vírgenes, y muchas otras cosas. Porque un “becerro”
significaba la inocencia del hombre natural; los “bueyes” las afecciones del hombre natural; las
“serpientes” la prudencia del hombre sensual; los “muchachos” la inocencia; los “ancianos” la
sabiduría, las “vírgenes” las afecciones de lo verdadero, y así por añadidura.

Después de que la ciencia de las correspondencias fue allí obliterada, su posteridad, la cual ignoraba
qué significaban aquellas cosas, a las imágenes y simulacros puestos por los antiguos (porque
aquellos las pusieron en y cerca de los templos) empezó a rendirles culto como a cosas santas, y
finalmente como a deidades.

Los jeroglíficos de los egipcios son de ese mismo origen. Similarmente fue con otras naciones,
como entre los filisteos con el Dagón de Asdod, que en la región superior era como un hombre, y en
la región inferior era como un pez, y cuya imagen fue así inventada, porque el “hombre” significa la
inteligencia racional, y el “pez” la ciencia natural. De ahí también era el culto de los antiguos en los
jardines y bosquecillos, según las especies de árboles, como asimismo su culto sagrado en las
montañas; pues los “jardines” y “bosquecillos” significaban la inteligencia espiritual, y cada árbol
algo de ella, como la “aceituna” lo bueno del amor de ella, la “vid” lo verdadero de la doctrina de la
fe de ella, el “cedro” lo racional de ella, y así por añadidura. Y una “montaña” significaba el Cielo,
y por consiguiente el culto de los antiquísimos era sobre las montañas.

Que la ciencia de las correspondencias permanecía entre muchas naciones orientales hasta el
Advenimiento del Señor, puede constatarse a partir de los sabios del Oriente, quienes vinieron al
Señor cuando Él nació. Por lo cual, una estrella fue ante ellos, y éstos trajeron con ellos oro,
incienso, y mirra. Y a los pastores también se les dijo, para que ellos pudieran saber que era el Señor
Mismo, que ésta sería una señal para ellos: que Lo verían en un pesebre, envuelto en pañales,
porque no había ningún lugar en la posada. Pues la “estrella” que iba delante significaba la
cognición venida desde el Cielo, ya que las “estrellas” en la Palabra (el Verbo) significan las
cogniciones. El “oro” significaba el bien Celestial, el “incienso” el bien espiritual, y la “mirra” el
bien natural, desde los cuales tres bienes, es todo culto. El “pesebre” en el que el Señor-infante fue
encontrado por los pastores, significaba la nutrición espiritual, porque los “caballos” que se
alimentan de un pesebre, significan las cosas intelectuales. La “posada”, en donde no había ningún
lugar, significaba la Iglesia judaica, en la cual en aquel tiempo no había ninguna nutrición espiritual,
porque todo lo de la Palabra (el Verbo), y de ahí todo lo del culto, entre ellos entonces se había
adulterado y se había pervertido. De ahí que se diga que esto sería para una señal, de que era el
Señor (Lucas 2:12).

Pero sin embargo, no había ninguna ciencia de las correspondencias en la nación israelita y judaica,
aunque todas las cosas de su culto, y todos los estatutos y juicios dados a ellos, y todas las cosas de
la Palabra (el Verbo), eran puras correspondencias. La causa era, porque aquella nación era idólatra
en el corazón, y tal, que no deseaba ni siquiera saber, que algo de su culto significara algo Celestial
y espiritual. Porque ellos deseaban que todas esas cosas fuera santas por sí mismas, y entre ellos,
que así fueran en las cosas externas. Por lo cual, si se les hubieran descubierto las cosas espirituales
y Celestiales, no sólo las habrían rechazado, sino que también las habrían profanado. Por
consiguiente, el Cielo fue así de tan clausurado para ellos, que escasamente sabían que ellos vivirían
después de la muerte.

Que así sea, se patentiza manifiestamente a partir de esto: que ellos no reconocen al Señor, aunque
la Sagrada Escritura entera profetizó acerca de Él, y Lo predijo. Ellos lo rechazaron por esta sola
causa: porque Él les enseñó acerca del reino Celestial, y no acerca de un reino terrenal, porque ellos
desearon un Mesías que los exaltara por sobre todas las naciones en el mundo entero, y no un
Mesías que cuidara de su salvación eterna. Además de estas cosas, ellos dicen que la Palabra (el
Verbo) contiene en sí misma muchos arcanos, que son llamados “místicos”, pero ellos no desean
saber que éstos tratan sobre el Señor y sobre Su Reino; sino que desean saber, cuando se dice que
tratan sobre oro y alquimia.

[6] De que esta ciencia no se haya descubierto después de estos tiempos fue la causa, porque los
cristianos en la Iglesia primitiva eran tan sumamente simples, que no pudiera haber sido descubierta
para ellos, pues si se les hubiera descubierto, habría sido inútil para ellos, y no la habrían
aprehendido. Después de aquellos tiempos se cernieron las tinieblas por el orbe cristiano entero, a
causa del Papado, el cual finalmente se convirtió en Babilonia. Y aquellos quienes son de Babel, y
se han confirmado en sus falsedades, son en su mayoría naturales y sensuales, y éstos ni pueden ni
desean aprehender lo que es espiritual, y así lo que es una correspondencia de las cosas naturales
con las espirituales. Pues así entonces ellos también tendrían que convencerse, de que por “Pedro”
no se entiende a Pedro mismo, y asimismo de que la Palabra (el Verbo) es Divina hasta sus cosas
más íntimas, y que respectivamente a ella, un decreto papal no es de ninguna validez.

Sin embargo, después de la Reforma, porque empezaron a distinguir entre la fe y la caridad, y a


rendir culto a un Dios en tres personas, y así a tres dioses, a quienes meramente nombraban como
uno, las verdades Celestiales quedaron escondidas de ellos, para evitar que, si hubiesen sido
reveladas, las falsificaran y las aplicaran a la sola fe, y nada de ellas a la caridad y el amor. Por
consiguiente, si el sentido espiritual de la Palabra (el Verbo) hubiera sido revelado entonces, ellos se
habrían cerrado el Cielo para sí mismos, mediante la falsificación de aquellas verdades.

[7] Pues para cualquiera es lícito entender simplemente el sentido literal de la Palabra (el Verbo),
con sólo que no confirme las apariencias de verdad que hay allí, hasta la destrucción de la verdad
genuina; pues interpretar la Palabra (el Verbo) en cuanto a su sentido espiritual, a partir de las
falsedades de la doctrina, cierra el Cielo, y no lo abre; pero interpretar el sentido espiritual a partir
de las verdades de la doctrina, abre el Cielo, porque ése es el sentido en el que están los ángeles, y
por medio de este sentido, el hombre piensa junto con los ángeles, y así está conjunto con aquellos
en su mente intelectual.

Pero si el hombre está en las falsedades de la doctrina, y desea explorar el sentido espiritual desde
alguna ciencia de las correspondencias, a aquél falsifica. Es distinto si el hombre ya está en las
verdades genuinas, pues ese sentido concuerda con las verdades, y aparece a partir de éstas, porque
ese sentido está en la Luz del Cielo.

Es diferente si una persona ha entrado primero en las verdades genuinas, pues el sentido espiritual
concuerda con las verdades, y aparece a partir de las verdades, porque aquel sentido está en la Luz
del Cielo. Pero no concuerda en lo más mínimo con las falsedades, y si algo de él fuera aparecer a
alguno que está en las falsedades, en lugar de la Luz del Cielo se cernería una densa obscuridad.
Pues los ángeles se apartan de él, cerrando así el Cielo para éste.

El sentido espiritual de la Palabra (el Verbo) se entiende por la túnica del Señor, que era de una sola
pieza sin costura, y a los soldados no se les permitió dividirla. Sin embargo, el sentido natural de la
Palabra (el Verbo) se significa por las vestimentas que los soldados dividieron entre sí. Las
“vestimentas” en la Palabra (el Verbo) significan verdades, y las “vestimentas del Señor”, las
verdades Divinas. Por lo cual, también las vestimentas del Señor, cuando Él se transfiguró ante
Pedro, Santiago y Juan, aparecían brillando con un blanco candoroso, como la luz.

[8] Que hoy en día el sentido espiritual de la Palabra (el Verbo) haya sido revelado por el Señor, es
porque ahora se ha revelado la doctrina de la verdad genuina, la cual doctrina se contiene en parte
en la Doctrina de la Nueva Jerusalén, y ahora en los opúsculos que están siendo dados al público; y
porque esa doctrina, y ninguna otra, concuerda con el sentido espiritual de la Palabra (el Verbo), por
ello ese sentido, a una con la ciencia de las correspondencias, es descubierto ahora por primera vez.

Ese sentido también se significa por la aparición del Señor en las nubes del Cielo, con gloria y
poder en Mateo 24 (30, 31), capítulo que trata sobre la consumación del siglo, por la que se
entiende el último tiempo de la Iglesia. Por la “nube del Cielo”, allí y en otras partes en la Palabra
(el Verbo), se significa a la Palabra (el Verbo) en la letra, que allí, respecto al sentido espiritual, es
como una nube. Pero por la gloria allí, como también en otras partes en la Palabra (el Verbo), se
significa la Palabra (el Verbo) en el sentido espiritual, que también es la Verdad Divina en la luz; y
por el “poder” se significa la potencia de la Palabra (el Verbo). La revelación de la Palabra (el
Verbo) acerca del sentido espiritual, también se prometió en el Apocalipsis, donde ese sentido se
significa por el “Caballo Blanco” (Capítulo 19:11 a 14), y por el gran banquete de Dios, al que Él
invitó y congregó a todos (v. 17 y sig.).

Que por muchos ese sentido no se reconocería durante mucho tiempo (lo cual es hecho únicamente
por aquellos quienes están en las falsedades de la doctrina, sobre todo con respecto al Señor, y no
admiten las verdades), se entiende allí por la “bestia” y por los “reyes de la tierra”, que hacen la
guerra contra Aquél que se sienta sobre el Caballo blanco (19:19). Por la “bestia” se entiende a los
Católicos romanos, como en 17:3 allí, y por “los reyes de la tierra” se entiende a los Reformados,
quienes están en las falsedades de la doctrina. Las cosas místicas que algunos buscan en la Palabra
(el Verbo), no son otra cosa que los sentidos espirituales y Celestiales de ésta.

8
VIII. SOBRE EL MATRIMONIO DEL SEÑOR CON LA IGLESIA, QUE ES EL MATRIMONIO
DEL BIEN Y LA VERDAD, EN LA PALABRA (EL VERBO).

Se sabe bien que en la Palabra (el Verbo) el Señor es llamado “Novio” y “Marido”, y la Iglesia
“novia” y “esposa”. La causa de que se llame así al Señor y a la Iglesia, es por causa de la
conjunción de lo bueno y lo verdadero entre todos los que están en el Cielo, y entre quienes están en
la Iglesia, en quienes está la Iglesia. Pues el Señor fluye en un ángel y en un hombre de la Iglesia,
con el bien del amor y de la caridad. El ángel y el hombre de la Iglesia, en quien está el bien del
amor y de la caridad, recibe al Señor en las verdades de la doctrina y de la fe, las cuales él tiene en
sí mismo a partir de la Palabra (el Verbo). De ahí ocurre una conjunción, que es llamada “el
matrimonio Celestial”. Este matrimonio existe en cada detalle particular de la Palabra (el Verbo), y
porque está en cada detalle particular, la propia Palabra puede ser llamada “matrimonio Celestial”.

Que hay tal matrimonio en cada detalle particular de la Palabra (el Verbo), se ha mostrado en
muchos lugares en los Arcanos Celestiales, y también en La Nueva Jerusalén y su Doctrina
Celestial, donde se trata sobre la Palabra (el Verbo). Que hay tal matrimonio allí, sólo puede ser
visto por aquellos, quienes estudian su sentido interior o espiritual, pues hay por doquier, y bastante
claramente en los libros proféticos, dos expresiones, una de las cuales se refiere a lo bueno (y así al
Señor), y la otra a lo verdadero (y así a la Iglesia). Esto lo ve claramente quien conoce las
correspondencias, pues hay sentidos y palabras que corresponden al bien, y hay sentidos y palabras
que corresponden a las verdades. De ahí hay ahora una conjunción del Señor con el Cielo y con la
Iglesia, por medio de la Palabra (el Verbo).

[2] Porque hay tal matrimonio en la Palabra (el Verbo), por consiguiente la Palabra (el Verbo) tiene
dentro de ella un sentido espiritual y un sentido Celestial. El sentido espiritual es para aquellos,
quienes están en el reino espiritual del Señor, los cuales constituyen todos los Cielos inferiores; y el
sentido Celestial es para aquellos, quienes están en el reino Celestial del Señor, los cuales
constituyen todos los Cielos superiores.

Los ángeles del reino espiritual están en las verdades de la Palabra (el Verbo), pero los ángeles del
reino Celestial están en los bienes de la Palabra (el Verbo). Por lo cual, cuando un hombre lee
santamente la Palabra (el Verbo), los ángeles espirituales perciben las verdades que hay allí, según
las correspondencias, y los ángeles Celestiales perciben los bienes que hay allí; pero lo que es un
arcano, es que los ángeles Celestiales no perciben inmediatamente a partir del hombre los bienes
que hay allí, sino mediatamente, a través de los ángeles espirituales. La causa es, porque hoy en día
escasamente alguno en el orbe cristiano está en lo bueno del amor Celestial, sino tan solo algunos
en las verdades; por lo cual, el bien del amor no puede transitar inmediatamente desde el hombre a
los ángeles Celestiales, a partir de los cuales es el tercer Cielo, sino que transita mediatamente a
través de los ángeles espirituales, a partir de los cuales es el segundo Cielo.

El matrimonio del Señor con la Iglesia existe así también en los Cielos por medio de la Palabra (el
Verbo), pues la Palabra (el Verbo) en el sentido espiritual trata sobre la Iglesia, pero en el sentido
Celestial trata sobre el Señor. Por lo cual, los ángeles espirituales aplican todas las cosas a la Iglesia,
pero los ángeles Celestiales aplican todas las cosas al Señor. De ahí que el Cielo sea comparado por
el Señor con un matrimonio, y también sea llamado un “matrimonio”, y de ahí que la Palabra (el
Verbo) efectúe aquel matrimonio. Pero éste es un arcano que sólo puede percibirse obscuramente
por parte del hombre, pero es percibido claramente por un ángel del Cielo.

[3] Que los ángeles Celestiales puedan aplicar al Señor todas las cosas que los ángeles espirituales
aplican a la Iglesia, es porque el Señor es el todo de la Iglesia.

9
IX. QUE QUIENES TIENEN POR FIN LA MAGNIFICENCIA Y LOS HONORES EN EL
MUNDO Y TAMBIÉN EN EL CIELO, Y ASIMISMO QUIENES TIENEN POR FIN LA
OPULENCIA Y EL LUCRO EN EL MUNDO, Y QUIENES TIENEN POR FIN LA FAMA DE LA
ERUDICIÓN, NO VEN NI ENCUENTRAN NADA DE VERDAD GENUINA EN LA PALABRA
(EL VERBO).

Se me ha dado el hablar con muchos en el mundo espiritual, quienes habían creído que ellos
relucirían como estrellas en el Cielo, porque, según dijeron, ellos tuvieron a la Palabra (el Verbo)
por santa, a menudo la releían, coligieron muchas cosas de ésta, y mediante ella confirmaron los
dogmas de su fe, y de ahí fueron reputados como doctos en el mundo, y ellos mismos, junto con
otros, creyeron que serían los futuros [Arcángeles] Migueles y Rafaeles.

Pero muchos de ellos fueron explorados, acerca del amor a partir del cual estudiaron la Palabra (el
Verbo), y fue encontrado que algunos la habían estudiado a partir del amor de sí [mismos], para que
ellos aparecieran como grandes en el mundo, y se les rindiera culto como a los primados de la
Iglesia; algunos para obtener la fama de erudición, y así ser promovidos a los honores; algunos para
lucrar con riquezas, y algunos para predicar doctamente. Y finalmente fueron examinados, para ver
si habían aprendido algo de verdad genuina a partir de la Palabra (el Verbo), y fue encontrado que
no supieron nada, sino sólo lo que es obvio para cada cual a partir del sentido de la letra, y nada de
verdad genuina, la cual podría servir más interiormente en pro de doctrina. La causa de esto era,
porque ellos mismos y el mundo habían sido sus fines, pero no, sin embargo, el Señor y Cielo; y
cuando tales son los fines, entonces el hombre con su mente se adhiere a lo suyo propio (proprium)
y al mundo, y continuamente piensa desde lo suyo propio (proprium), que está en una oscuridad
densa acerca de todas las cosas que son del Cielo. Pues lo propio (proprium) del hombre es
meramente lo malo, y de ahí falso; por lo cual, el hombre que se contempla a sí [mismo], o al honor,
o a la fama, o al lucro, al ir leyendo la Palabra (el Verbo), no puede ser retirado por el Señor fuera
de lo suyo propio (proprium), y así ser elevado a la Luz del Cielo, y por consiguiente, tampoco
puede recibir ningún influjo del Señor a través del Cielo.

[2] Muchos de los tales fueron vistos, y cada uno de ellos anheló el Cielo e hizo todos los esfuerzos
posibles para alcanzarlo, y también todos ellos fueron admitidos allí. Pero cuando vinieron allá,
fueron examinados acerca de si conocieron algo de la verdad, la cual está entre los ángeles; y ellos
no supieron nada, a no ser las palabras desnudas del sentido de la letra, y no tenían absolutamente
ningún entendimiento interior de aquellas. Por lo cual, ellos aparecían ante los ojos de los ángeles,
como despojados de sus vestidos y como desnudos, y así fueron enviados a las regiones inferiores.
Algunos de ellos fueron privados de su vista intelectual en la Luz del Cielo, y después, de la vista
de sus ojos. Y después fueron asidos por la angustia del corazón, y así fueron llevados hacia las
regiones inferiores. Pero sin embargo, allí permanecía en ellos la presunción de que habían
merecido [el Cielo]. Ésta es la suerte de aquellos, quienes estudian la Palabra (el Verbo) y por fin
tienen al honor, la fama, y el lucro.

Es absolutamente diferente con aquellos, quienes estudian la Palabra (el Verbo) a partir de la
afección de la verdad, o quienes, leyendo la Palabra (el Verbo), se deleitan en la verdad, porque es
la verdad. Éstos tienen por fin el amor a Dios y el amor al prójimo, y como fin para ellos mismos
tienen a la vida. Todos éstos, porque aman la verdad, reciben el influjo del Señor, y ven y
encuentran las verdades genuinas en la Palabra (el Verbo); porque ellos son iluminados en cuanto al
intelecto, y en la iluminación perciben las verdades, como por sí [mismos], aunque no sea por sí
[mismos]; y después de la muerte, son elevados al Cielo, donde la verdad está en su [propia] luz, y
allí se vuelven espirituales, y ángeles.

10
X. QUE EL SENTIDO ÚLTIMO DE LA PALABRA (EL VERBO), QUE ES EL SOLO SENTIDO
DE LA LETRA, CORRESPONDE A LA BARBA, Y A LOS CABELLOS DE LA CABEZA, EN
UN HOMBRE- ÁNGEL.

Que los cabellos de la cabeza y la barba corresponden a la Palabra (el Verbo) en las cosas últimas,
puede parecer sorprendente cuando esto primero es dicho y oído; pero esta correspondencia deriva
su causa desde esto: que todas las cosas de la Palabra (el Verbo) corresponden a todas las cosas del
Cielo, y el Cielo a todas las cosas del hombre. Pues el Cielo en su complejo, es ante el Señor como
un [solo] Hombre, sobre la cual correspondencia vea en la obra Sobre el Cielo y el Infierno (n. 87-
102, 307).

[2] Que todas las cosas de la Palabra (el Verbo) corresponden a todas las cosas del Cielo, me ha sido
dado el percibirlo desde esto: que capítulos singulares en la Palabra (el Verbo) profética
corresponden a sociedades singulares del Cielo; pues cuando yo releí a través de los libros
proféticos de la Palabra (el Verbo), desde Isaías a Malaquías, me fue dado el ver cómo se excitaban
las sociedades del Cielo, en su [propio] orden, y percibían el sentido espiritual que correspondía a
ellas. De ahí (desde éstas y otras comprobaciones), quedó patentizado para mí, que hay una
correspondencia del Cielo entero con la Palabra (el Verbo), en una serie. Ahora, porque hay tal
correspondencia de la Palabra (el Verbo) con el Cielo, y el Cielo en todo y en parte corresponde al
hombre, de ahí es, que lo último de la Palabra (el Verbo) corresponda a las cosas últimas del
hombre. Lo último de la Palabra (el Verbo) es el sentido de la letra, y las cosas últimas del hombre
son los cabellos de la cabeza y la barba.

[3] De ahí es, que los hombres que han amado la Palabra (el Verbo), incluso hasta las cosas últimas
de ésta, después de la muerte, cuando ellos se convierten en espíritus, aparecen con una cabellera
decorosa, y similarmente los ángeles. Lo mismo cuando ellos se convierten en ángeles, que se dejan
crecer la barba. Pero viceversa ocurre con todos aquellos, quienes han despreciado el sentido de la
letra de la Palabra (el Verbo), y que después de la muerte, cuando ellos se convierten en espíritus,
aparecen como calvos. Ésta también es una señal de que ellos están sin las verdades, y por ende,
para evitar avergonzar a otros, ellos se cubren la cabeza con una tiara.

[4] Porque los cabellos y la barba significan las cosas últimas del Cielo, y de ahí también las cosas
últimas de la Verdad Divina o de la Palabra (el Verbo), por ello el Anciano de Días es descrito como
teniendo los cabellos de Su cabeza como lana limpia (Dan. 7:9). Similarmente se describe al Hijo
del Hombre, o al Señor, en cuanto a la Palabra (el Verbo) (Apoc. 1:14). Y por ello la fuerza de
Sansón estaba en su cabellera, y cuando esta última le fue cortada, aquélla quedó débil e invalidada.
Y el Nazareato también dependía del cabello, pues por un Nazareo se representaba al Señor en
cuanto a Sus cosas últimas, y así también al Cielo en las cosas últimas. Ésta fue la causa de que los
cuarenta y dos niños hayan sido despedazados por los osos, porque ellos llamaron a Eliseo “Calvo”
(2 Reyes 2:23, 24).

[5] Eliseo, como Elías y los otros profetas, representaba al Señor en cuanto a la Palabra (el Verbo),
y la Palabra (el Verbo) sin su sentido último, que es el sentido de la letra, no es la Palabra (el
Verbo); pues el sentido de la letra de la Palabra (el Verbo) es como un vaso repleto de vino noble,
por lo cual cuando el vaso se rompe, todo el vino se dispersa. El sentido de la letra también es como
los huesos y las pieles en el hombre, quitados los cuales el hombre entero se despedazaría. De ahí
es, que la consistencia, o más bien la potencia de la Palabra (el Verbo) entera, se erija sobre su
sentido último, que es el sentido de la letra; pues este sentido sustenta y contiene allí [en él] a toda
la Verdad Divina.

[6] Ya que la calvicie significa la nulidad de la verdad, porque no existe lo último de ésta, por ello
los de la Iglesia judaica, cuando ellos dejaron a Jehovah y rechazaron la Palabra (el Verbo), fueron
llamados “calvos", como en Jeremías: “Toda cabeza está calva, y toda barba está rasurada” (Jer.
48:37). En Isaías: “Calvicies en las cabezas, y la barba rasurada” (Isa. 15:2). En Ezequiel: “Que
afeitara la cabeza y la barba con una navaja” (Ezeq. 5:1). “Sobre todas las caras la vergüenza, y la
calvicie sobre todas las cabezas” (7:18). En él mismo: “Toda cabeza es hecha calva” (29:18); y
también en otras partes, como en Amós 8:10 y Miqueas 1:16.

[7] Pero el sentido de la Palabra (el Verbo) que es llamado “el sentido de la letra”, corresponde en
las cosas últimas al cabello de la cabeza; en las cosas restantes corresponde a las varias partes en el
hombre, como a su cabeza, pecho, lomos, y pies; pero donde hay estas correspondencias en ese
sentido, la Palabra (el Verbo) está como vestida, y de ahí que corresponda también a las vestimentas
de dichas partes, pues los vestidos en general significan las verdades, y también realmente
corresponden a ellas. Pero sin embargo, muchas cosas en el sentido de la letra de la Palabra (el
Verbo) están desnudas, como sin vestidos, y éstas corresponden a la cara del hombre, y también a
sus manos, las cuales [dos] partes están desnudas. Estas partes de la Palabra (el Verbo) sirven para
la doctrina de la Iglesia, porque en sí [mismas] son verdades naturales-espirituales. De donde puede
constatarse, que no hay ningún obstáculo para prevenir que también allí [en la letra de la Palabra (el
Verbo)], el hombre pueda encontrar y ver las verdades desnudas.

11
XI. QUE LA SABIDURÍA DE LOS ÁNGELES DE LOS TRES CIELOS VIENE DEL SEÑOR
POR MEDIO DE LA PALABRA (EL VERBO), A LA QUE EL SENTIDO DE SU LETRA LE
SIRVE COMO UN FULCRO O APOYO, Y COMO BASE.

He oído desde el Cielo, que entre los antiquísimos en esta Tierra hubo una revelación inmediata, y
que por ende ellos no tenían ninguna Palabra escrita; pero después de sus tiempos, cuando la
revelación inmediata no podía ni darse ni recibirse sin peligro para las almas, para que no se
interceptara y pereciera la comunicación y conjunción de los hombres con los Cielos, le plació al
Señor el revelar la Verdad Divina por medio de la Palabra (el Verbo), que estaba escrita por meras
correspondencias, y que de ahí es tal en el sentido último, que comprende dentro de sí [misma] la
sabiduría de los ángeles de los tres Cielos. Esta sabiduría no aparece en nuestra Palabra, pero sin
embargo está dentro de ésta, y cómo es que aquella está dentro de ésta, se dirá brevemente.

Hay tres Cielos, uno debajo del otro, y debajo de ellos está el mundo. En el Cielo supremo, está la
sabiduría angélica en el grado supremo, la cual es llamada “sabiduría Celestial”; en el Cielo
intermedio, está la sabiduría angélica en el grado intermedio, la cual es llamada “sabiduría
espiritual”; pero en el Cielo inferior o último, está la sabiduría angélica en el grado último, la cual
es llamada “espiritual” y “Celestial-natural”. En el mundo, porque éste está debajo de los Cielos,
está la sabiduría en el grado ínfimo, la cual es llamada “natural”.

Todos estos grados de sabiduría están dentro de la Palabra (el Verbo) que está en el mundo, pero en
un orden simultáneo, pues el orden sucesivo en su descenso se vuelve simultáneo. De ahí que lo
simultáneo se vuelva el complejo de todas las fases sucesivas. Lo supremo en el orden sucesivo se
vuelve lo íntimo en el orden simultáneo, lo intermedio se vuelve lo intermedio allí, y lo último se
vuelve lo último allí. Tal [orden] simultáneo es la Palabra (el Verbo) en el mundo. En lo más íntimo
de ésta, está el Señor como un Sol, desde el que se propagan la Verdad Divina y el Bien Divino,
como la luz y la llama, irradiando y transmitiéndose a través de las fases intermedias hasta las cosas
últimas. A continuación en este orden simultáneo, está lo Divino-Celestial, tal cual existe en el
supremo o tercer Cielo, y a partir de lo cual los ángeles allí tienen sabiduría. Después le sucede lo
Divino-Espiritual, tal cual existe en el Cielo intermedio o segundo, y a partir de lo cual los ángeles
allí tienen sabiduría. En pos de esto sobreviene lo Divino-Espiritual-Natural y lo [Divino-]Celestial-
Natural, tal cual existe en el Cielo exterior-último o primero, y a partir de lo cual los ángeles allí
tienen sabiduría. La última frontera periférica de este orden simultáneo, la hace lo Divino-Natural,
tal cual existe en el mundo, y a partir de lo cual los hombres tienen sabiduría. Esto último circunda
cual un anillo, coaliga, y así contiene a las cosas más interiores, para que éstas no se difluyan; así,
también sirve como un fulcro o apoyo para éstas.

Tal es nuestra Palabra (Verbo) en el sentido de la letra, en general y también en cada parte. Cuando,
por ende, ésta es leída santamente por el hombre, entonces sus interiores son desligados y se
despliegan, y cada Cielo bebe de ahí lo que es propio suyo: los ángeles espirituales lo Divino-
Espiritual, y los ángeles Celestiales lo Divino-Celestial, a partir de lo cual tienen ellos su sabiduría.

Que tal es nuestra Palabra (Verbo), no sólo ha sido dicho y oído desde el Cielo, sino que también se
ha mostrado y se ha confirmado a través de la mucha experiencia. Lo Divino enviado hacia abajo
por el Señor, hacia el mundo, no pudo dejar de transitar a través de los Cielos, en su [propio] orden,
y entrar a la existencia en el mundo, siendo formado así, de tal modo, que en un orden similar
regrese a través de los Cielos al Señor, de Quien procedió.

12
XII. SOBRE LA ILUMINACIÓN POR MEDIO DE LA PALABRA (EL VERBO).

Todo hombre que está en la afección espiritual de la verdad (es decir, quien ama la verdad, porque
es la verdad), es iluminado por el Señor cuando él lee la Palabra (el Verbo); pero no, sin embargo, el
hombre que la lee desde la sola afección natural de la verdad, la cual llamada “anhelo de saber”.
Éste no ve otra cosa, que lo que concuerda con su [propio] amor, o con los principios que ha
captado por él mismo, o que ha bebido de otros, ya sea por el oír o por la lectura. Así pues, en pocas
palabras se dirá, de dónde tiene el hombre, y cuál tipo de hombre, la iluminación por medio de la
Palabra (el Verbo).

Tiene iluminación aquel hombre, que huye de los males porque son pecados, y porque están en
contra del Señor, y en contra de Sus leyes Divinas. Es en este hombre, y no en otro, en quien se abre
la mente espiritual, y cuánto más ésta se abre, tanto más entra la Luz del Cielo, y desde la Luz del
Cielo es toda iluminación en la Palabra (el Verbo). Pues el hombre entonces tiene una voluntad para
lo bueno. Y esta voluntad, cuando es determinada para ese uso [respecto a la Palabra (el Verbo)], se
vuelve primero, en el intelecto, una afección de la verdad; y después, una percepción de la verdad;
pronto y por medio de la luz racional, el pensamiento de la verdad; y así la decisión y la conclusión;
la cual, tan pronto como transita de ahí a la memoria, también transita a la vida, y así permanece.
Ésta es la vía de toda iluminación en la Palabra (el Verbo), y también la vía de la reforma y
regeneración del hombre.

Pero es necesario, que estén primero dentro de la memoria las cogniciones tanto espirituales como
naturales, pues éstas son como los graneros, en los cuales el Señor opera por medio de la Luz del
Cielo, que mientras más llenos están y más exentos de falsedades confirmadas, tanto más es dada
una percepción más iluminada, y una conclusión más cierta. Pues la operación Divina no entra en
un hombre vacío y huero, como por ejemplo, en quien no sabe que el Señor es puro Amor y pura
Misericordia, el Bien Mismo, y la Verdad Misma, y que el Amor Mismo y el Bien Mismo en su
[propia] esencia sea[n] de tal índole, que no pueda[n] hacerle el mal a ninguno, ni enfadarse o
vengarse. ¿Y quién no sabe que la Palabra (el Verbo) en el sentido de la letra, está escrita en muchos
lugares a partir de las apariencias?
Este tal no puede ser iluminado en la Palabra (el Verbo), donde se dice sobre Jehovah que Él se
encoleriza y aíra, y que Él posee fuego y furor (como, por ejemplo, en Moisés donde se dice que Su
ira quema hasta el infierno más inferior); que no hay ningún mal en una ciudad que Jehovah no
haya hecho, en Amos 3:6; que Él se regocija en hacer el mal, así como Él se regocija haciendo el
bien, en Deuteronomio 28:63; que Él induce a las tentaciones, como en la Oración del Señor; y
similarmente en otros lugares.

13
XIII. CUÁNTO LA REVELACIÓN MEDIATA QUE SE EFECTÚA A TRAVÉS DE LA
PALABRA (EL VERBO), SUPERA A LA REVELACIÓN INMEDIATA QUE SE EFECTÚA A
TRAVÉS DE LOS ESPÍRITUS.

Se cree que el hombre podría ser más iluminado y volverse más sabio, si él tuviera revelación
inmediata a través del diálogo con los espíritus y con los ángeles, pero es al contrario.

La iluminación por medio de la Palabra (el Verbo) se efectúa por una vía interior, mientras que la
iluminación por la revelación inmediata se efectúa por una vía exterior. La vía interior es por medio
de la voluntad, al intelecto; la vía exterior es por medio del oído, al intelecto. El hombre es
iluminado a través de la Palabra (el Verbo) por el Señor, cuanto más su voluntad esté en lo bueno,
pero el hombre puede ser instruido y casi iluminado a través del oído, aunque la voluntad esté en lo
malo; y lo que entra en el intelecto en un hombre cuya voluntad está en el mal, no está adentro de
él, sino afuera de él. Sólo está en la memoria y no en la vida, y lo que está fuera del hombre y no en
su vida, esto se dispersa paulatinamente, si no antes de la muerte, sí, sin embargo, después de ésta;
pues la voluntad que está en el mal, a aquello o lo expulsa, o lo sofoca, o lo falsifica y lo profana.
Pues la voluntad hace a la vida del hombre, y continuamente acciona en el intelecto, y contempla
como extraño a lo que es de la memoria en el intelecto.

Viceversa, el intelecto no actúa en la voluntad, sino que tan solo enseña cómo debe actuar la
voluntad. Por lo cual, si un hombre supiera desde el Cielo todas las cosas que pueden conocer los
ángeles, o si supiera todas las cosas que están en la Palabra (el Verbo), y asimismo las que están en
todas las doctrinas de la Iglesia, y además todas las que los Padres han escrito y los Concilios
decretaron, y sin embargo su voluntad está en el mal, después de la muerte él sería contemplado
como uno que no sabe nada, porque no desea [hacer] aquello que sabe. Y porque lo malo odia a lo
verdadero, el hombre mismo entonces expulsa esas cosas, y en su lugar adopta falsedades que
concuerdan con el mal de su voluntad.

[2] Además de esto, a ningún espíritu o ángel se le da venia para instruir a ninguno en esta Tierra en
las Verdades Divinas, sino que el Señor Mismo enseña a cada uno por medio de la Palabra (el
Verbo), y tanto más le enseña, cuanto más el hombre recibe lo bueno del Señor en la voluntad, y
esto el hombre tanto más lo recibe, cuanto más él huye de los males como pecados. También cada
hombre está en una sociedad de espíritus en cuanto a sus afecciones, y de ahí los pensamientos, en
la cual él es como uno con ellos; por lo cual, los espíritus que hablan con el hombre, hablan a partir
de las afecciones de éste, y según ellas.

El hombre no puede hablar con otros espíritus, a no ser que primero sean removidas las sociedades
en las que él está, lo que no ocurre, a no ser por la reforma de su voluntad. Porque cada hombre está
en sociedad con espíritus que están en la misma religión con él, por lo cual, los espíritus que hablan
con él confirman todas las cosas que él ha hecho parte de su [propia] religión. Así, los espíritus
entusiásticos confirman en el hombre todas las cosas que pertenecen a su entusiasmo; los espíritus
Cuáqueros todas las cosas del Cuaquerismo; los espíritus Moravos todas las cosas de la Hermandad
de Moravia, y así por añadidura. De ahí [son] las confirmaciones de lo falso, las cuales nunca
pueden ser extirpadas.
Desde estas cosas se patentiza, que la revelación mediata, la cual se efectúa por medio de la Palabra
(el Verbo), es más excelente que la revelación inmediata, la cual ocurre por medio de los espíritus.
En lo que a mí atañe, no me ha sido lícito tomar cosa alguna de la boca de ningún espíritu, ni de la
boca de ningún ángel, sino sólo desde la boca del Señor.

14
XIV. SOBRE LA PALABRA EN LOS CIELOS.

La Palabra está en todos los Cielos, y es leída allí como en el mundo; y se predica desde ésta, pues
ella es la Divina Verdad, a partir de la cual los ángeles tienen inteligencia y sabiduría; pues sin la
Palabra (el Verbo) nadie conoce cosa alguna sobre el Señor, el amor y la fe, ni sobre la redención, o
sobre ninguno de los restantes arcanos de la sabiduría Celestial. Más bien, sin la Palabra (el Verbo)
no habría ningún Cielo, como mismo sin la Palabra (el Verbo) no habría ninguna Iglesia en el
mundo, y así no habría ninguna conjunción con el Señor. Que no se dé ninguna Teología natural sin
la revelación, y en el orbe cristiano sin la Palabra (el Verbo), se ha mostrado anteriormente. Si no se
da en el mundo, tampoco puede dársele a ninguno después de la muerte, pues tal cual es un hombre
en cuanto a su religiosidad en el mundo, tal es él en cuanto a su religiosidad después de la muerte,
cuando se vuelve un espíritu; y el Cielo entero no consiste de algunos ángeles creados antes del
mundo, sino de aquellos quienes han sido hombres, y fueron entonces ángeles más interiormente.
Éstos, por medio de la Palabra (el Verbo), entran en el Cielo en la sabiduría espiritual, que es la
sabiduría interior, porque la Palabra (el Verbo) allí es espiritual.

[2] La Palabra (el Verbo) en el reino espiritual del Señor, no es como la Palabra (el Verbo) en el
mundo; en el mundo la Palabra (el Verbo) es natural, pero en ese reino es espiritual. La diferencia es
como la que hay entre su sentido natural y su sentido espiritual; y la cualidad de este sentido
espiritual, se ha mostrado en muchos lugares en los Arcanos Celestiales, en donde se han explicado
todas las cosas en Génesis y Éxodo, según ese sentido. Tal es la diferencia, que ninguna palabra es
similar; en lugar de los nombres, la Palabra (el Verbo) en el reino espiritual tiene conceptos, y en
lugar de los números, tiene asuntos relativos a la Iglesia. Pero, lo que es admirable, cuando un ángel
lee la Palabra (el Verbo) [en el Cielo], no conoce otra cosa, sino que ella es como la Palabra (el
Verbo) que él leyó en el mundo. La causa es, porque él ya no tiene ninguna idea natural, sino que en
lugar de éstas posee ideas espirituales, y lo natural y lo espiritual están tan conjuntos por medio de
las correspondencias, que ellos hacen como si fuera uno [solo]. Por lo cual, cuando alguien pasa de
lo natural a lo espiritual, le parece a él como si [lo espiritual] fuera idéntico. Más bien, un ángel no
sabe que él es más sabio que lo que fue en el mundo, aunque tenga una sabiduría tan supereminente
respecto a la sabiduría previa, como para que sea comparativamente inefable. Ni él puede saber la
distinción, porque en su estado espiritual él no conoce nada sobre su estado natural, en el cual él
estuvo en el mundo. Ni puede tampoco cotejar y diferenciar [ambos estados], porque no vuelve a su
estado anterior, y así no puede hacer una comparación. Pero sin embargo, el ángel está
perfeccionándose continuamente en la sabiduría, en el Cielo más que en el mundo, porque él está en
una afección más pura por la verdad espiritual.

[3] Pero la Palabra (el Verbo) en el reino Celestial del Señor, es mucho más excelente y plena de
sabiduría que la Palabra (el Verbo) que está en Su reino espiritual; y ellas difieren en un grado
similar al de la diferencia entre la Palabra (el Verbo) natural que está en el mundo, y la Palabra (el
Verbo) espiritual sobre la cual hemos tratado; pues en esa Palabra (Verbo) hay un sentido íntimo,
que es llamado “Celestial”, en el cual todas las cosas de la Palabra (el Verbo) tratan exclusivamente
sobre el Señor. En esta Palabra, en lugar de “Jehovah” se lee “el Señor”; y también en lugar de
“David”, “Moisés”, “Elías”, y los otros Profetas, o en lugar de “Abraham”, “Isaac”, y “Jacob”, es
nombrado el Señor. Y el atributo particular de Su Divinidad, significado por cada uno de ellos, se
distingue mediante señales peculiares. En lugar de los nombres de las tribus de Israel, las cuales son
doce, y también en lugar de los nombres de los apóstoles, cuando la Palabra (el Verbo) se lee en el
reino Celestial, ella se refiere a algún aspecto del Señor en cuanto a la Iglesia. Y así por añadidura,
respecto a todas las demás cosas. Desde esto ha sido patentizado para mí, que la Sagrada Escritura
entera, en su sentido íntimo trate exclusivamente sobre el Señor. Media una diferencia tal entre esas
dos Palabras (Verbos), la espiritual y la Celestial, como la que hay entre los pensamientos que son
del intelecto, y las afecciones que son de la voluntad; pues los ángeles del reino Celestial están en el
amor al Señor, y de ahí en la afección de lo bueno, y los ángeles del reino espiritual están en la fe en
el Señor, y de ahí en la percepción de la verdad.

[4] La Palabra (el Verbo) espiritual y la Palabra (el Verbo) Celestial, también difieren en cuanto a la
escritura. La escritura de la Palabra (el Verbo) espiritual, es de letras que son similares a las letras de
la tipografía en nuestro mundo, pero cada letra posee un significado. Por lo cual, si vieras esa
escritura, no entenderías una [sola] palabra, pues la letra está al lado de la letra, en una serie
continua, con rayas y puntos arriba y abajo, pues se escribe según el habla espiritual, que no tiene
nada en común con el habla natural. Mientras más sabios son los ángeles, más interiores son los
arcanos que ellos ven a partir de su Palabra (Verbo) así escrita; arcanos que son más interiores que
los que ven los ángeles más simples. Las cosas más recónditas allí, aparecen claramente ante los
ojos de los sabios, pero no ante los ojos de los simples; similarmente, aunque en mayor grado, a lo
que ocurre con nuestra Palabra (Verbo).

Sin embargo, la Escritura de la Palabra (el Verbo) Celestial está compuesta de letras ignotas para el
mundo. Éstas son, ciertamente, letras alfabéticas, pero cada una de ellas consiste en líneas curvas
con pequeñas proyecciones corniformes encima y abajo; y hay tildes o puntos en las letras, y
también debajo y encima de ellas. Fue dicho, que los antiquísimos en esta Tierra tenían tal escritura,
la cual concuerda en algunos aspectos con la escritura hebrea, aunque poco.

Por medio de tal escritura son expresadas las afecciones del amor, por lo cual ésta involucra más
arcanos de los que ellos mismos pueden enunciar, y ellos expresan estos arcanos indecibles que
perciben a partir de su Palabra, mediante representaciones. La sabiduría, la cual yace recóndita en
esta Palabra, transciende mil veces y más a la sabiduría que está en la Palabra (el Verbo) espiritual.

[5] Para que se entienda la diferencia entre las tres Palabras (Verbos) (natural, espiritual y Celestial),
sean en pro de ejemplo los primeros capítulos del Génesis, donde se trata sobre Adán, su esposa, y
el Jardín del Edén.

En la Palabra (el Verbo) natural, que es la Palabra (el Verbo) que existe en el mundo, estos capítulos
describen la creación del mundo, la primera creación del hombre, y sus goces y deleites terrenales.
Por los nombres de las personas nombradas después de éste y hasta el Diluvio, se significa la
posteridad de éste, y por los números sus edades.

Pero en la Palabra (el Verbo) espiritual, que está entre los ángeles del reino espiritual, no se
entienden estas cosas, sino que en el primer capítulo se describe la reformación y regeneración de
los hombres de la Iglesia Más Antigua, la cual también es llamada “la nueva creación”. En el
segundo capítulo, mediante el “paraíso” se describe la inteligencia de los hombres de esa Iglesia;
por “Adán” y su “esposa”, a la Iglesia misma, y por la posteridad de éstos, hasta el Diluvio, se
describen los cambios de estado de esa Iglesia, hasta el tiempo cuando ella acabó y fue destruida
finalmente por el Diluvio.

Pero en la Palabra (el Verbo) Celestial, o en la Palabra (el Verbo) que está entre los ángeles en el
reino Celestial del Señor, en el primer capítulo se describe la glorificación de la Humanidad del
Señor. En lugar del “paraíso”, se describe Su Divina Sabiduría; mediante el propio “Adán”, se
entiende al Señor en cuanto a Su Divinidad Misma, y simultáneamente a lo Humano-Divino; y por
su “esposa”, a la Iglesia, que es llamada “Eva” por la vida, porque ella tiene la vida del Señor. Y
sobre ella dice Adán, que ella es sus [propios] huesos y su [propia] carne, y que ambos son “una
[sola] carne”, porque la Iglesia viene del Señor, y existe a partir de Él y junto con Él, como uno
[solo] con Él. Por los nombres, los cuales son la posteridad de Adán, se describen allí los estados
sucesivos de la recepción del Señor allí, y de la conjunción con Él, por parte de los hombres de esa
Iglesia, hasta cuando allí ya no hubo más ninguna recepción, y por ende ninguna conjunción.

[6] Así pues, cuando estos primeros capítulos de nuestra Palabra (Verbo) son leídos por hombres
probos, y sobre todo cuando son leídos por muchachos y muchachas pequeños, y ellos son
afectados con el gozo por el estado reinante en el momento de la creación de todas las cosas, y
entonces por el Paraíso, estos sentidos se despliegan, y los ángeles espirituales los entienden según
su [propia] Palabra (Verbo), y los ángeles Celestiales según la suya, sin saber que el hombre o el
niño están leyéndola; pues estos sentidos se despliegan en su [propio] orden, porque ellos
corresponden, y las correspondencias son así desde la creación.

Desde estas cosas se patentiza, cuál es la cualidad de la Palabra (el Verbo) en su [propio] seno; a
saber, que en ella hay tres sentidos: el último o exterior, que es el natural, para el hombre, y que por
la mayor parte trata sobre cosas mundanas, y donde [también] se trata sobre cosas Divinas, las
cuales, sin embargo, se describen por tales cosas cuales hay en el mundo; un sentido intermedio que
es espiritual, en el cual se describen tales cosas cuales se relacionan con la Iglesia; y un sentido
íntimo, que es Celestial, en el cual se contienen tales cosas cuales se relacionan con el Señor. Pues
la naturaleza entera es un teatro representativo del reino del Señor, y el reino del Señor (que es el
Cielo y la Iglesia), es un teatro representativo del Señor Mismo. Pues según el Señor glorificó a Su
Humanidad, así también Él regenera al hombre, y según Él regenera al hombre, así también Él lo ha
creado.

[7] Desde estas cosas puede constatarse, cuál es la cualidad de la Palabra (el Verbo) en su [propio]
seno. La Palabra (el Verbo) natural, tal cual está en el mundo, en el Orbe Cristiano, contiene dentro
de sí misma a la Palabra (el Verbo) espiritual y a la Palabra (el Verbo) Celestial; pues el sentido
espiritual de nuestra Palabra (Verbo), es la Palabra (el Verbo) que está en aquellos Cielos que
constituyen el reino espiritual del Señor; y el sentido Celestial de nuestra Palabra (Verbo), que es su
sentido íntimo, es la Palabra (el Verbo) en aquellos Cielos que constituyen el reino Celestial del
Señor. Por lo cual en nuestra Palabra (Verbo) natural se contiene a la Palabra (el Verbo) espiritual y
a la Palabra (el Verbo) Celestial; pero en la Palabra (el Verbo) espiritual y en la Palabra (el Verbo)
Celestial, no se contiene a la Palabra (el Verbo) natural. Por esta causa, la Palabra (el Verbo) de
nuestro mundo es la más plena de la Divina Sabiduría, y por ende es más santa que las Palabras
(Verbos) de los Cielos.

15
XV. SOBRE LA PALABRA ARCAICA PERDIDA.

Que había una Palabra (Verbo) entre los antiguos, escrita, como nuestra Palabra, por meras
correspondencias, pero que ésta se ha perdido, me ha sido relatado por los ángeles del tercer Cielo.
Y dijeron además, que esta Palabra todavía se conserva entre ellos, y está en uso entre los antiguos
en ese Cielo, entre quienes existió esa Palabra (Verbo) cuando estuvieron en el mundo. Esos
antiguos entre quienes esa Palabra (Verbo) todavía está en uso en los Cielos, fueron, en parte, de la
tierra de Canaán y sus confines, y también de ciertos reinos en Asia, así como de Siria,
Mesopotamia, Arabia, Caldea, Asiria, y Egipto, de Sidón y Tiro. La sabiduría de aquel tiempo la
tuvieron aquellos a partir de dicha ciencia, porque mediante ésta ellos tenían comunicación con los
Cielos, y percepción interior, y también muchos tenían conversación con los espíritus.

Pero porque esa Palabra (Verbo) estaba llena de tales correspondencias, las cuales remotamente
significaban las cosas Celestiales, y de ahí con el transcurso del tiempo empezó a ser falsificada por
muchos, por ende, por obra de la Divina Providencia del Señor aquella se evanesció gradualmente,
y otra Palabra (Verbo) fue dada, la cual estaba escrita por correspondencias no tan remotas, y esto
por medio de los Profetas entre los hijos de Israel. En esta Palabra, sin embargo, los nombres de los
lugares que existen en la tierra de Canaán, y en las partes circundantes de Asia, retuvieron
significaciones similares. Por esta causa, se introdujo a la posteridad de Abraham, por medio de la
línea genealógica de Jacob, en la tierra de Canaán, y allí fue escrita la Palabra (el Verbo), en la cual
esos lugares debían ser nombrados.

[2] Que hubo tal Palabra (Verbo) entre los antiguos también se patentiza en Moisés, por quien es
nombrada, y algo de ella es tomado (Núm. 21:14-27). Las partes históricas de aquella Palabra
(Verbo) eran llamadas “Las Guerras de Jehovah” y las partes Proféticas “Los Enunciados”. De las
partes históricas de esa Palabra (Verbo) Moisés tomó lo siguiente: “Por lo cual se dice en el “Libro
de las Guerras de Jehovah”: Vaheb en Suphah, y los arroyos de Arnón, y el cauce de las aguas de los
arroyos, que descienden hacia donde habita Ar, y se detienen en el término de Moab” (Núm. 21:14,
15). Por “Las Guerras de Jehovah” se entienden y describen allí las pugnas del Señor contra los
infiernos, y las victorias sobre éstos, cuando Él viniera al mundo.

Las pugnas mismas también se significan y describen en muchos lugares en las partes históricas de
nuestra Palabra (Verbo), como en las guerras de Josué contra las naciones de la tierra de Canaán, en
las guerras de los Jueces y Reyes, y en las guerras de David y los Reyes restantes.

[3] De las partes proféticas de esta Palabra (Verbo), son estas palabras citadas por Moisés: “Por lo
cual los Enunciados proféticos dicen, Venid a Heshbón; se edificará y se fortalecerá la ciudad de
Sehón. Pues fuego salió de Heshbón, y flama de la ciudad de Sihón, que consumió a Ar de Moab, a
los poseedores de las alturas de Arnón. ¡Ay de ti, Moab! Pereciste, pueblo de Quemosh. Ha puesto a
sus hijos en evasión, y a sus hijas en cautividad al rey Sihón, de los amorreos. Cuando los matamos
con los dardos, pereció Heshbón hasta Dibón, y devastamos hasta Nofah, que es hasta Medeba”
(Núm. 21:27-30). Que estos pasajes proféticos son llamados “Enunciados”, y no “Proverbios” o
“Compositores de Proverbios”, como los traductores lo traducen, puede constatarse a partir del
significado de la palabra Moshalim en la lengua hebrea, que no son sólo proverbios, sino también
enunciados proféticos, como puede constatarse a partir de Números 23:7, 18; 24:3, 15, donde se
dice que Balaán profirió su Enunciado, que era una profecía acerca del Señor. Su Enunciado allí es
llamado mashal, en singular. Las palabras citadas por Moisés en estos versos también son profecías,
no proverbios.

[4] Que esa Palabra (Verbo) era similarmente Divina, o Divinamente inspirada, se patentiza en
Jeremías, donde están casi las mismas palabras, como sigue: “Fuego salió de Heshbón, y flama de
en medio de Sihón, la cual consumió la esquina de Moab, y la cima de los hijos del estrépito. ¡Ay de
ti, Moab! Pereció el pueblo de Quemosh; pues han sido raptados tus hijos, a la cautividad, y tus
hijas al cautiverio.” (Jer. 48:45, 46).

Además de estas referencias, es citado también un Libro profético de esa misma Palabra Arcaica,
llamado “El Libro de Jasher”, o “El Libro del Justo”, por David (2 Sam. 1:18), y por Josué (Jos.
10:13); desde lo cual se patentiza, que la historia allí sobre el sol y la luna, era una profecía de ese
Libro. Se me ha dicho además, que los primeros siete capítulos del Génesis, existen tan
evidentemente en esa misma Palabra (Verbo), como para que no les falte ni el vocablo más sencillo.

[5] De esa Palabra Arcaica, las religiosidades de muchas naciones se han derivado y han sido
trasladadas a otras partes, como desde la tierra de Canaán y desde varias partes de Asia a Grecia, y
de allí a Italia, y a través de Etiopía y Egipto a ciertos reinos de África. Pero en Grecia, de las
correspondencias hicieron fábulas, y de los atributos Divinos hicieron tantísimos dioses, y al
máximo de éstos ellos le llamaban “Jove”, por Jehovah.

16
XVI. SOBRE LOS GENTILES, Y LOS PUEBLOS FUERA DE LA IGLESIA, QUE NO TIENEN
LA PALABRA (EL VERBO), Y POR ENDE NO SABEN COSA ALGUNA SOBRE EL SEÑOR Y
SOBRE LA REDENCIÓN.

Los que tienen la Palabra (el Verbo) son pocos, comparados con aquellos, quienes no la tienen. La
Palabra (el Verbo) tan solo existe en Europa, entre los cristianos que son llamados “Reformados”.
Entre los Católicos romanos está de hecho la Palabra (el Verbo), pero no se lee, y hay reinos
consagrados a esa religión, como Francia, España, Portugal, Italia, más de la mitad de Alemania,
más de la mitad de Hungría, y asimismo Polonia. La Palabra (el Verbo) también es poco leída en
Rusia, aunque sin embargo se cree que es santa. La comunicación [con el Cielo] por medio de la
Palabra (el Verbo), sólo se da en Inglaterra, Holanda, y en ciertos ducados en Alemania, y en Suecia
y Dinamarca, en donde la Palabra (el Verbo) es enseñada y predicada. Pero en Asia, África y las
Indias, la Palabra (el Verbo) es ignorada entre los Gentiles, quienes son más numerosos que los
cristianos Reformados.

Pero para que la Palabra (el Verbo) no se perdiera, se ha provisto por el Señor que la nación
judaica, en la cual está la Palabra (el Verbo) del Viejo Testamento en su lengua original, aún
sobreviva, y habite dispersa a lo largo de mucho del mundo. Aunque esta nación niega que el Señor
es el Mesías o Cristo, predicho por los profetas, y aunque es mala de corazón, sin embargo la
lectura de la Palabra (el Verbo) por parte de ellos, tiene comunicación con ciertos Cielos; pues las
correspondencias comunican, cualquiera que sea la cualidad de la persona que la lee, con tan solo
que ésta reconozca a la Palabra (el Verbo) como Divina. Esto es así hoy, como anteriormente; pues
cuando aquellos adoran a Moisés, Abraham, Isaac, y Jacob, David, Elías, y a muchos otros
nombrados en la Palabra (el Verbo), como a númenes, entonces, en lugar de éstos, los Cielos
perciben al Señor, inconscientes de aquella persona en el mundo, de quien procede ese santo culto.
Tal es la conjunción del Cielo con el hombre, por medio de la Palabra (el Verbo).

17
Pero el asunto es, que no puede darse ninguna conjunción con el Cielo, a no ser que en alguna parte
en la Tierra haya una Iglesia en la cual está la Palabra (el Verbo), y donde por medio de ésta el
Señor es conocido, porque el Señor es el Dios del Cielo y de la tierra, y sin el Señor no hay ninguna
salvación. Es suficiente que haya una Iglesia en la cual está la Palabra (el Verbo), en alguna parte en
la Tierra, aun cuando consista de relativamente pocas personas. Por medio suyo, sin embargo, el
Señor está presente ubicuamente en todo el orbe de las tierras, y por medio suyo el Cielo es
conjunto con el género humano. Pues la conjunción ocurre por medio de la Palabra (el Verbo), y sin
la Palabra (el Verbo) en alguna parte en todo el orbe de las tierras, no habría ninguna conjunción
con nadie.
La causa de la presencia del Señor y de la conjunción del Cielo con los habitantes de la Tierra
ubicuamente por medio de la Palabra (el Verbo), es que el Cielo entero ante el Señor es como un
[solo] Hombre, y similarmente la Iglesia, y también es realmente un Hombre, porque el Señor es el
Cielo y también la Iglesia. En ese Hombre, la Iglesia en donde se lee la Palabra (el Verbo), y por
ello el Señor es conocido, es como el corazón y los pulmones. Y como mismo desde esas dos
fuentes de vida en el cuerpo humano, todos los miembros y vísceras restantes subsisten y viven, así
también subsisten y viven todos aquellos en todo el orbe de las tierras, entre los cuales hay una
religiosidad en la cual Dios es adorado, y quienes constituyen los miembros y vísceras de ese
Hombre Máximo, que es el Cielo y la Iglesia.

Pues por medio de la Palabra (el Verbo) en la Iglesia (aunque sea entre comparativamente unos
pocos), les es dada por el Señor la vida a los restantes, a través del Cielo, como mismo los
miembros y las vísceras del cuerpo entero viven por el corazón y los pulmones. Hay también una
comunicación similar.

Ésta también es la causa de por qué los cristianos, entre quienes la Palabra (el Verbo) es leída,
constituyan el Pecho de ese Hombre; porque ellos están en el mismo medio de todos. En torno a
ellos se hallan los Católicos romanos; alrededor de éstos se hallan los mahometanos, que reconocen
al Señor como el Máximo Profeta y como el Hijo de Dios; y detrás de ellos, sin embargo, están los
africanos, y la circunferencia última o externa, la constituyen los Gentiles y pueblos de Asia y de las
Indias. Todos aquellos, quienes están en ese Hombre, contemplan hacia la región media. Además,
en esa región del medio, donde, como se ha dicho, están los cristianos que tienen la Palabra (el
Verbo), está la máxima Luz, porque la Luz en los Cielos es la Divina Verdad que procede del Señor
como el Sol. De allí, como de su centro, la Luz irradia propagándose a todas las áreas periféricas, y
las ilumina. De ahí viene la iluminación de los Gentiles y pueblos que están fuera de la Iglesia:
también por medio de la Palabra (el Verbo). Pues toda la luz de la verdad en el hombre, viene del
Señor por medio del Cielo.

[2] Como es en el Cielo entero, así también es en cada sociedad del Cielo, pues cada sociedad del
Cielo es un Cielo en su forma menor, y también ante la vista del Señor es como un [solo] hombre,
sobre el cual asunto véase en la obra Sobre el Cielo y el Infierno (n. 41-87). En cada sociedad,
también, aquellos, quienes están en el centro, similarmente se refieren al corazón y a los pulmones,
y con ellos está la máxima luz. La luz misma y la percepción de la verdad, irradia desde ese centro
propagándose en todas las direcciones, hacia aquéllos en las áreas periféricas, y hace a la vida
espiritual de éstos.

También se [me] ha mostrado, que cuando aquellos, quienes estaban en el medio (los cuales
constituían la provincia del corazón y los pulmones, y entre quienes por ende se hallaba la máxima
luz), eran alejados, aquellos quienes estaban en derredor se hallaban en la sombra, y entonces en
una percepción tan débil de la verdad, que escasamente estaban en alguna. Pero tan pronto como
regresaban, la luz se veía como antes, y había percepción de la verdad como antes.

[3] Desde estas cosas puede constatarse, que la Palabra (el Verbo) que está en la Iglesia de los
Reformados, ilumina a todas las naciones y pueblos por medio de la comunicación espiritual, la
cual es de tal índole; asimismo, que es provisto por el Señor que en esta Tierra siempre haya una
Iglesia donde es leída la Palabra (el Verbo). Por ello, cuando la Palabra (el Verbo) casi fue
rechazada por los Católicos Romanos, por la Divina Providencia del Señor se efectuó la Reforma, y
en ella la Palabra (el Verbo) fue recibida de nuevo, y también fue provisto el que fuera considerada
santa por una nación noble entre los seguidores de los Pontífices.

[4] Porque sin la Palabra (el Verbo) no hay ningún conocimiento del Señor, y así ninguna salvación,
por ello cuando la Palabra (el Verbo) fue absolutamente adulterada y falsificada en la nación
judaica, y de ahí hecha casi como nula, le plació al Señor venir al mundo, y no sólo para cumplir la
Palabra (el Verbo), sino también para renovarla y restaurarla, y así darle de nuevo la luz a los
habitantes de esta Tierra, según las palabras del Señor en Juan: “En el principio era el Verbo (la
Palabra), y el Verbo (la Palabra) estaba con Dios, y Dios era el Verbo (la Palabra). En Él estaba la
vida, y la vida era la Luz de los hombres. Y la Luz aparece en las tinieblas. Él era la verdadera Luz,
que ilumina a cada hombre, viniendo al mundo (Juan 1:1, 4-5, 9).

En el mismo autor:

“Jesús dijo: Yo soy la Luz del mundo; quien Me sigue, no deambulará en las tinieblas, sino que
tendrá la luz de la vida.” (Juan 8:12).
Y en Mateo:

“El pueblo asentado en las tinieblas vio una magna luminosidad; para aquellos asentados en la
región y la sombra de la muerte, tuvo su orto la luz” (Mat. 4:16).

[5] Porque fue predicho, que en el fin de esta Iglesia también se cernerían las tinieblas, debido a la
falta de conocimiento y reconocimiento del Señor, de que Él es el Dios del Cielo y la tierra, y por la
separación de la fe de la caridad, y que por esto el genuino entendimiento de la Palabra (el Verbo)
perecería, por ello le ha placido al Señor revelar ahora el sentido espiritual de la Palabra (el Verbo),
y manifestar que la Palabra (el Verbo) en ese sentido trata sobre el Señor y sobre la Iglesia, o más
bien, sólo sobre ellos, y para mostrar muchas otras cosas, por medio de las cuales la Luz de la
verdad, casi extinta, pudiera restaurarse.

Que la Luz de la verdad al final de esta Iglesia se extinguiría, se entiende por las palabras del Señor
en Mateo: “Inmediatamente después de la aflicción de estos días, el sol se oscurecerá, y la luna no
dará su luminosidad, y las estrellas caerán del cielo, y serán conmovidos los poderes de los Cielos.
Y entonces verán al Hijo del hombre, viniendo en las nubes del cielo, con gloria y poder” (Mat.
24:29, 30).

Por el “Sol” se significa aquí el Señor en cuanto al Divino Amor, y por la “Luna” al Señor en cuanto
a la fe; por las “estrellas” al Señor en cuanto a las cogniciones de lo bueno y lo verdadero, y por las
“nubes” al sentido de la letra de la Palabra (el Verbo), y por la “gloria” su sentido espiritual, y por el
“Hijo del hombre” al Señor en cuanto a la Palabra (el Verbo).

18
XVIII. SOBRE LA CONJUNCIÓN DEL CIELO CON EL HOMBRE DE LA IGLESIA, POR
MEDIO DEL SENTIDO DE LA LETRA DE LA PALABRA (EL VERBO).

A partir de la mucha experiencia me ha sido dado el saber, que la Palabra (el Verbo) abre el Cielo
para el hombre; esto es, que cuando el hombre lee la Palabra (el Verbo) o habla a partir de ésta, se
efectúa la comunicación con el Cielo. Yo he releído la Palabra (el Verbo) profética desde Isaías
hasta Malaquías, y me fue dado el percibir, que cada capítulo, o más bien cada verso, era percibido
en alguna sociedad Celestial. Y porque se comunica el sentido espiritual y no el sentido de la letra,
por consiguiente los ángeles de la sociedad no supieron que estas cosas vinieran de ningún hombre.
Las tales cosas aparecían para aquellos como estando interiormente en la Palabra (el Verbo), y como
si ellos las pensaran por sí mismos.

[2] Estaban junto a mí espíritus africanos, de Abisinia. Un cierto día en el que sus oídos fueron
abiertos para que oyeran un canto en un templo en el mundo, de los Salmos de David, fueron
afectados por ello con tal deleite, que cantaban a una con los cantores. Pero pronto sus oídos fueron
cerrados, para que no oyeran nada desde allí; y entonces ellos fueron afectados con aún mayor
deleite, porque era espiritual; y al mismo tiempo, fueron llenos con inteligencia, porque el Salmo en
el sentido espiritual trataba sobre el Señor, y sobre la redención por Él. El incremento del deleite de
la alegría de sus corazones ocurrió como resultado de su comunicación con una cierta sociedad
Celestial del orbe cristiano, y por esa comunicación ellos entraron en un estado similar. De ahí se
patentizó, que la comunicación del Cielo entero se da por medio de la Palabra (el Verbo).

[3] Omito mil otras experiencias, por las cuales me he confirmado de que el sentido de la letra de
nuestra Palabra produce ese efecto, o más bien, que el sentido espiritual sin su compañero, el
sentido natural, no se comunica con el Cielo. La causa de esto es, que el Señor fluye desde las cosas
primeras por medio de las cosas últimas, y así, desde Sí al sentido natural de la Palabra (el Verbo), y
de ahí extrae, o desenvuelve su sentido espiritual y Celestial, y así ilumina, enseña y conduce a los
ángeles. Por lo cual el Señor es llamado en la Palabra (el Verbo) “el Primero y el Último.”

[4] Desde estas cosas se patentiza, que la doctrina de la Iglesia, a no ser que sea colegida y
confirmada a partir del sentido de la letra de la Palabra (el Verbo), no es válida, porque no
comunica; pero [sí es válida] la doctrina tomada del sentido de la letra, y a una con aquél.

19
XIX. QUE LAS VERDADES QUE SON LLAMADAS “VERDADES DE FE”, Y LOS BIENES
QUE SON LLAMADOS “BIENES DEL AMOR”, SON INEFABLEMENTE INCREMENTADOS
EN LOS SENTIDOS INTERNOS, Y ASÍ EN LOS CIELOS. CUÁL ES LA CUALIDAD DEL
SENTIDO NATURAL SIN LOS SENTIDOS ESPIRITUALES Y CELESTIALES, Y
VICEVERSA.

La causa [de que las verdades y bienes tengan su auge en los sentidos internos] es, que las cosas
naturales son los efectos que vienen de las cosas espirituales, y las cosas espirituales son los efectos
que vienen de las cosas Celestiales. Y el efecto consiste en tantísimas cosas que no aparecen ante
los ojos (las cuales son causas), que puede decirse que el efecto consiste en un número infinito de
éstas. El efecto es craso, y la causa entra en cada efecto, y lo compone como lo común o lo general
[propio] suyo, en lo que hay detalles y cosas singulares que no entran en la esfera de la vista del ojo.

[2] Es comparativamente como un árbol, el cual aparece ante los ojos como exuberante en ramas,
hojas y frutos. Todos éstos son los efectos, pero si fueras a examinar una rama por dentro en cuanto
a los filamentos, o una hoja en cuanto a las fibras, o un fruto en cuanto a todas las cosas y cada cosa
singular de éste, las cuales son invisibles, y una semilla en cuanto a sus partes invisibles, desde las
cuales tiene su consistencia el árbol con todos sus elementos, entonces verías que hay cosas
innumerables y también inefables, las cuales quedan latentes y ocultas ante la visión de los ojos.

Cierta vez ante los ángeles se abrió una flor, en cuanto a sus interiores, los cuales son llamados
“espirituales”; y cuando éstos los vieron, dijeron que había allí adentro como un paraíso entero,
consistente de cosas inefables.

[3] También es comparativamente, como el cuerpo humano con todos sus miembros y órganos, los
cuales aparecen ante el ojo, respecto a sus interiores, en donde hay tantas formas orgánicas,
conectadas y haciendo uno por los más puros arcanos científicos, al grado que podrías decir que en
él se recogen los arcanos de todas las ciencias, como la Física, la Química, la Mecánica, la
Geometría, la Acústica y la Óptica. Arcanos científicos que nunca pueden investigarse
absolutamente, porque no pueden ser captados. Tal es lo interno con respecto a lo externo, o lo
espiritual con respecto a lo natural, y lo Celestial con respecto a lo espiritual. Lo natural
considerado en sí mismo no es nada más que una forma externa, la cual es llamada “el efecto de las
cosas espirituales”; y lo espiritual es la forma externa, la cual es llamada “el efecto de las cosas
Celestiales”; por lo cual, todo lo espiritual viene de lo Celestial, y todo lo natural viene de lo
espiritual.

Desde estas cosas se patentiza, cómo ha de ser entendido, lo de que la verdad es la forma del bien, y
que lo bueno tiene su [propia] cualidad en las verdades, porque él tiene forma a partir de éstas, y sin
la forma nada hay de la cualidad; y que la verdad existe desde el bien como desde su [propia] causa
viviente; y que si remueves el bien de las verdades, es como si extrajeras el grano de una almendra,
siendo la verdad como su corteza; o como si extrajeras la pulpa de la fruta, y dejaras sólo la cáscara.

Por lo cual, la verdad sin el bien se convierte en algo tal, que es fantástico, lo cual aparece
externamente como la verdad, pero está vacío por dentro. Así es lo natural sin lo espiritual, y
también lo espiritual sin lo Celestial.

[4] Porque hay cosas inefables en lo espiritual, las cuales no aparecen en las cosas naturales, e
innumerables en lo Celestial, [las cuales no aparecen en lo espiritual], por ello se patentiza cuál es la
cualidad de los sentidos “natural”, “espiritual” y “Celestial” de la Palabra (el Verbo): a saber, que
éstos son inefables el uno respecto al otro. De ahí que se sucedan el uno al otro, como lo hacen el
conocimiento, la inteligencia y la sabiduría; por lo cual también los hombres en la Tierra, porque
ellos están en la luz natural, son llamados por los ángeles “conocedores”, mientras que los ángeles
del reino espiritual del Señor, son llamados “inteligentes”, y los ángeles del reino Celestial del
Señor, son llamados “sabios”.

[5] La Palabra (el Verbo) en el sentido de la letra puede compararse a un árbol, con el tronco
rodeado por una corteza o tejido conductor de vasos liberianos, sanamente íntegro, y dotada de
floreciente fuerza vegetativa, y el sentido espiritual puede compararse a la nutrición de dicho árbol a
partir de varios jugos y esencias, en parte ascendentes desde la tierra, y en parte embebidas desde el
aire y el éter, por medio del calor y la luz del sol. Si sólo existiera el sentido de la letra, y no al
mismo tiempo el sentido espiritual y el sentido Celestial, la Palabra (el Verbo) sería como un árbol
sin savia, o como una corteza sola, la cual no recubre madera; pero junto con estos sentidos, es
[como] un árbol en su estado perfecto. De hecho, en un árbol también toda la savia pasa desde la
raíz a través del tronco rodeado con su corteza y el tejido conductor de vasos liberianos, y cuando
estos elementos son removidos, el árbol se seca. Así ocurriría con el sentido espiritual de la Palabra
(el Verbo), sin su sentido natural.

20
QUE TODA LA SANTIDAD DE LA PALABRA (EL VERBO) ESTÁ EN EL SENTIDO DE LA
LETRA, Y QUE NO HAY SANTIDAD EN SU SENTIDO ESPIRITUAL SIN EL SENTIDO DE
LA LETRA.

Que el sentido espiritual sin el sentido de la letra sería como una casa sin fundación, y así como una
casa en el aire.

Que sería como el cuerpo humano sin sus pieles, del cual todas las cosas se disiparían.

Que como mismo todos los interiores del cuerpo tienen una conexión con el peritoneo, la pleura, y
las pieles, así también el sentido espiritual de la Palabra (el Verbo) se conecta con el sentido de la
letra.

Que el sentido espiritual sin el sentido de la letra sería como un contenido sin nada que lo contenga,
y así como el vino sin un vaso conteniéndolo.

Es similar con lo espiritual sin lo natural, o con el Cielo de los ángeles y su sabiduría, sin el género
humano y la Iglesia en éste, con su inteligencia tomada del sentido de la letra. El sentido de la letra
de la Palabra (el Verbo) en el hombre hace esa conexión, y esa conjunción.

Ésta también fue la causa, de por qué el Señor vino al mundo, pues todo el sentido de la letra de la
Palabra (el Verbo) había sido falsificado a tal grado por los judíos, que ya no había más un plano
último de la Divina Verdad en el hombre. Por lo cual, el Señor vino el mundo, y se revistió con lo
Humano, para que Él también pudiera volverse la Palabra (el Verbo) en el sentido literal, o la
Divina Verdad en las cosas últimas; por lo cual se dice que “el Verbo (la Palabra) se hizo carne”
(Juan 1:14).
[2] Es similar con la potencia de la Divina Verdad. Toda potencia en el mundo espiritual es de la
Divina Verdad que procede del Señor. Cuál es allí la cualidad de este poder de la Divina Verdad,
puede ser ilustrado por muchas cosas a partir de la experiencia; sobre la cual experiencia muchas
cosas serán aducidas. Y toda la potencia de la Divina Verdad descansa en el sentido de la letra de la
Palabra (el Verbo). En el sentido espiritual sin el sentido de la letra no hay potencia, sino sólo en el
sentido de la letra en el que está el sentido espiritual. Por lo cual, cuando los espíritus profieren algo
del sentido de la letra, se efectúa la comunicación con el Cielo; pero no si ellos profieren algo del
sentido espiritual sin el sentido de la letra.

[3] Que por ello todas las respuestas desde el Cielo han sido hechas y son hechas por medio de tales
cosas, cuales están en el sentido literal. Por lo cual el Urim y Thummim en el efod de Aarón,
representaban el sentido de la letra. Era su vestidura más externa, por lo cual en el Apocalipsis se
enumeran los fundamentos de la Nueva Jerusalén como compuestos de doce piedras preciosas, así
como de perlas, las cuales también significaban el sentido de la letra. Similarmente los querubines
sobre el Propiciatorio, significaba el sentido de la letra; por lo cual, bajo los querubines se le daba
respuesta a Moisés y Aarón.

[4] El orden en el cual están dispuestas las cosas interiores de la Divina Verdad, a partir del cual los
ángeles tienen sabiduría, es a saber el orden simultáneo, por lo cual el sentido de la letra es el que lo
contiene.

[5] Que por ello todas las cosas de la doctrina de la Iglesia han de ser confirmadas por el sentido de
la letra de la Palabra (el Verbo), y que aquello de la doctrina que no es confirmado a partir del
sentido de la letra de la Palabra (el Verbo), no tiene potencia. Lo doctrinal confirmado por el sentido
de la letra en cuanto a la verdad genuina, esto tiene potencia. La apariencia de la Divina Verdad
también tiene potencia, aunque menor, según puede concordar con la verdad genuina; pero el
sentido de la letra de la Palabra (el Verbo) falsificado, no tiene ninguna potencia. Cierra el Cielo y
no lo abre.

21
Con respecto al sentido espiritual de la Palabra (el Verbo), nadie puede verlo, a no ser a partir de la
doctrina de la verdad genuina; desde esta doctrina puede verse el sentido espiritual, cuando hay algo
de la ciencia de las correspondencias. Pero aquél quien está en la doctrina de lo falso, no puede ver
nada del sentido espiritual. Éste extrae y aplica las correspondencias, a las falsedades de su [propia]
doctrina; por lo cual puede falsificar todavía más la Palabra (el Verbo). Es por esto que el verdadero
sentido espiritual de la Palabra (el Verbo), viene exclusivamente del Señor.
Ésta es la razón, de por qué no es lícito para nadie en el mundo natural, ni en el mundo espiritual,
investigar el sentido espiritual de la Palabra (el Verbo) a partir del sentido de su letra, a menos que
él esté absolutamente en la doctrina de la Divina Verdad y en la iluminación por el Señor. Por lo
cual, a partir de la doctrina de la Divina Verdad, confirmada por el sentido de la letra de la Palabra
(el Verbo), puede verse el sentido espiritual, pero nunca puede verse primero la doctrina a partir de
dicho sentido espiritual.

Piensa falsamente quién se dice a sí mismo: “Yo sé muchas correspondencias, Ahora puedo saber la
doctrina de la Divina Verdad. El sentido espiritual me la enseñará.” Esto no puede ocurrir. Más
bien, como se ha dicho, que se diga a sí mismo: “Conozco la doctrina de la Divina Verdad; ahora yo
puedo ver el sentido espiritual, con tan solo que sepa las correspondencias.” Pero aun así, sin
embargo, él debe estar en la iluminación por el Señor, porque el sentido espiritual es la Divina
Verdad misma, en su [propia] luz, y se significa por la “gloria”, y el sentido literal por la “nube”, en
los pasajes de la Palabra (el Verbo) sobre estos asuntos.
[2] Que hay un sentido espiritual en la Palabra (el Verbo), será confirmado por diez pasajes en la
Palabra (el Verbo) Profética, igualmente en los Evangelistas, y también en el Apocalipsis, los cuales
pasajes serán aducidos, y será demostrado que ellos no tendrían ningún significado sin el sentido
espiritual.

22
Es importante que el hombre entienda muchísimos pasajes de la Palabra (el Verbo) según la letra.
Por ejemplo, lo que el Señor dice en los Profetas en muchos pasajes, acerca de las ciudades y acerca
de los estados sucesivos de la Iglesia, como acerca de Tiro, en el Apocalipsis, y acerca del Paraíso;
por la razón de que los ángeles están entonces presentes en el sentido espiritual junto con el hombre.

23
[1] Varias cosas acerca del matrimonio de lo bueno y lo verdadero en la Palabra (el Verbo), Será
demostrado a partir de los pasajes allí.

[2] Que hay capítulos y expresiones que pertenecen propiamente al bien, y otros a la verdad.

[3] Asimismo a lo bueno y lo verdadero Celestial (como donde se trata sobre Judá); y a lo bueno y
lo verdadero espiritual (como donde se trata sobre Israel).

[4] Que cada capítulo se refiere a una sociedad, y muchos, a todas.

[5] Que en algunos pasajes, su significado puede deducirse exclusivamente de las letras solas.

[6] Que los números y nombres de las personas y lugares significan cosas; ello, a partir de ejemplos.

24
Tienen la Palabra (el Verbo) en el reino espiritual, en su región superior, escrita de tal modo, que
puede ser entendida cada vez más inteligentemente por aquél que es inteligente, pero más
simplemente por aquél que es simple. Es una Palabra (Verbo) en la cual se presentan por escrito una
inteligencia más exterior y una inteligencia más interior. Esto se efectúa mediante las variadas
puntuaciones sobre las letras, pues las puntuaciones significan las afecciones, y las series de
puntuaciones expresan continuamente, ante el más inteligente, las cosas interiores de la inteligencia.
De esta Palabra (Verbo) algo fue visto por mí.

Algo fue visto también de la Palabra (el Verbo) del reino Celestial, en el que sin embargo fueron
notados aún más arcanos; pero ello por medio de las varias curvaturas y espirales encima y dentro
de las letras, las cuales son propias del reino Celestial. Estos arcanos son muy transcendentes, y no
pueden ser comprendidos por un ángel del reino espiritual, ni incluso ser siquiera pensados [por
éste]; por lo cual, a éstos se les ha dicho que no pueden aproximarse a la sabiduría de los ángeles
del reino Celestial, como mismo tampoco quienes están en la esfera natural, pueden aproximarse a
la inteligencia de los ángeles del reino espiritual. Ésta es absolutamente transcendental, y esto
frecuentemente lo he comprobado.

A partir de la experiencia, ha quedado como cosa evidente para mí, que la inteligencia de los
ángeles del reino espiritual, es inefable e incomprensible para aquellos, quienes están en el reino
natural; y que la sabiduría de los ángeles del reino Celestial, es incomprensible e inefable para
aquellos, quienes están en el reino espiritual. Pero en lo que atañe a la Divina Sabiduría del Señor,
ésta transciende toda otra sabiduría de tal modo, que ninguna proporción pueda darse; pues toda la
inteligencia y sabiduría de los ángeles, es finita, pero la Divina Sabiduría del Señor es Infinita; y no
se da ninguna proporción entre lo finito y lo Infinito. La inteligencia y sabiduría de los ángeles, es
finita, porque los ángeles son receptores, y todos los receptores son creados, y así son finitos.
25
[Texto faltante]

26
[1]Se ha explorado acerca de cómo los ángeles espirituales pronuncian las palabras de su habla, y
fue encontrado que las enuncian o pronuncian conforme a ideas, y [por medio de palabras]
provenientes de las ideas de las cosas, a las cuales aquellas significan. Como cuando enuncian o
pronuncian un “caballo” y un “carro”, que entonces ellos los expresan por medio de una palabra que
significa [espiritualmente] tales cosas; como un “caballo”, [por medio de una palabra] proveniente
de las ideas del intelecto, y un “carro”, [por medio de una palabra] proveniente de las ideas de la
doctrina tomada de la Palabra (el Verbo); y similarmente las otras expresiones. Así, que ellos hablan
a partir de la correspondencia de las cosas que ellos ven, similarmente a los hombres. En pocas
palabras: ellos imponen nombres a las cosas, a partir de la correspondencia.

[2] Así pues, ahora se les ha descubierto, que ellos tienen correspondencias en las palabras de su
habla. Ellos no supieron esto previamente, sino que lo descubrieron por esto: porque cuando estaban
conmigo en un estado natural, examinaron en dicho estado sus [propias] ideas sobre esas cosas, en
el estado espiritual. En pocas palabras, las expresiones de su habla o idioma, son todas formadas de
acuerdo con las correspondencias.

[3] Yo inquirí cómo ellos escriben “los caballos enjaezados a un carro”. Dijeron que escriben sólo
una l, y que esa letra lo expresa. Entonces yo inquirí cómo ellos escriben “'la comprensión de la
doctrina”, y ellos dijeron que similarmente por una l, pero que ellos están entonces en un
pensamiento superior. También a partir de esto se patentizó, que hay correspondencias dentro de las
palabras de su idioma; pero pocos de ellos habían prestado alguna atención a esto, así como pocos
en este mundo le prestan atención a la luz espiritual, cuando se habla sobre la luz del intelecto, o
sobre la iluminación e ilustración; o al fuego o calor espiritual, cuando se habla sobre el fuego
Celestial, al cual se alude como el fuego que enciende los corazones, no sabiéndose que el fuego y
de ahí su calor, corresponden al amor que es del corazón (esto es, de la voluntad), y que la luz
[corresponde] a la verdad que es del intelecto.

http://www.swedenborg.es/libros-de-swedenborg/

Anda mungkin juga menyukai