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¿UNA EPISTEMOLOGÍA Y METODOLOGÍA EMANCIPATORIA?

Jorge Lora Cam (ICSyH-BUAP, Puebla, México)


ABSTRACT
Hasta el momento hemos producido mas de tres libros acerca del método y la
epistemología en ciencias sociales. Y ahora, desde nuestro último libro, i seguimos
trabajando lo que denominamos metodología de la praxis Para esta metodología el
verdadero punto de partida no está en el objeto o en la subjetividad por si mismos, es
resultado del conflicto entre ambos, es la praxis entendida inicialmente como actividad
dirigida a transformar al objeto y también al sujeto en el que se moldea lo ideal en un
infinito transformarse. La praxis objetual e ideal conforman la praxis reproductora de la
integridad del mundo humano, atributos de una síntesis que se gesta en lucha. La praxis
anda entre lo objetual y lo ideal y estos se entienden a través del contrario que los niega.
Sujeto y objeto se integran a la corriente de la praxis, a lo real siempre cambiante. Es el
fundamento del historicismo fundamental de Marx, anclado ontológicamente en la idea de
la historicidad del ser y de sus categorías, que se compadecía mal con la codificación en
un sistema cerrado de categorías del marxismo escolástico, que se trataba de aplicar sin
discriminación a las diferentes regiones del ser. La idea misma de una aplicación de
principios invariantes contradecía la historicidad consustancial de su pensamiento e iba a
contracorriente del ideal emancipatorio.
Procedente del griego "praxis", viene a significar acción, realización, y que se suele
traducir por "actividad práctica". En cuanto actividad práctica, se opone a la actividad
teórica, y en la medida en que esta fue valorada como superior por la tradición filosófica,
lo "práctico" adquirió un carácter de inferioridad con respecto a lo teórico. Esta
inferioridad se vio apoyada por la justificación de la dependencia de lo práctico respecto a
lo teórico, en el sentido de que es la teoría la que dirige y ordena la actividad práctica del
ser humano.
Y en esto radica el meollo del asunto, pues este punto de vista fue invertido por Marx,
quien considera justo lo contrario: que la actividad teórica viene determinada por las
condiciones prácticas, materiales y sociales, en las que se desarrolla la vida social del ser
humano, y depende de estas En este sentido, la teoría viene determinada por la praxis, es
decir, el modo en que está organizada la producción material de la existencia humana
(praxis) determina el modo en que la realidad es interpretada (teoría, ideología).

El marxismo es ante todo crítico, pero también autocrítico. Muchos seguidores de Marx se
encargaron de distorsionar su pensamiento hasta hacerlo irreconocible. Unos lo redujeron a
teoría, otros a ciencia o a metodología y la gran mayoría a un apéndice de las filosofías
burguesas. La exposición marxiana del proceso de conocimiento es simple, de acuerdo con
Sacristán ii , delimita dos vías para conocer, una de orden analítico y otra de naturaleza
sintético-constructiva. La primera vía partiría de lo real y concreto –en este caso, una
sociedad histórica– para aislar sus determinaciones más simples en categorías (las clases,
las modalidades de la producción material, el intercambio, la agricultura, la industria, la

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renta de la tierra, etc.), de modo que éstas puedan ser posteriormente organizadas y
compongan un cuadro general de la estructura social. El segundo aspecto del proceso de
conocimiento consistiría en el trabajo interno de relación conceptual, de síntesis de
determinaciones simples que permiten el acceso a una figura de la sociedad histórica como
totalidad: un todo complejo, estructurado y contradictorio. Estos dos momentos de un
mismo proceso, exigen un paso implícito previo: la existencia de una formación teórica
anterior que permita una visión crítica y realizar preguntas e inducciones de los fenómenos
estudiados; es decir, una batería conceptual previa y unos supuestos que doten de sentido al
análisis. Un “esquema” heurístico previo para abordar la historia, la sociedad y la
economía.
La investigación emancipatoria consistiría ante todo en restituir al objeto, a la sociedad su
efectiva historicidad y, por ende, en capturar la verdad de la dinámica histórica de la forma
social regida por el capital; en elucidar sus tendencias, sus futuros posibles, abriendo a los
sujetos nuevas posibilidades de práctica. Porque la relación de la humanidad con la
historicidad del mundo social producida por su práctica es ella misma histórica. No tiene
por qué ser una relación ahistórica, tal como está implícito en corrientes teóricas como el
postmodernismo, el postestruturalismo y el neopragmatismo, en las cuales la historia es
concebida, a lo sumo, como absoluta contingencia, ante cuyas ocurrencias a la humanidad
solo le resta asistir y ajustarse. La crítica ontológica, por lo tanto, no solamente refigura la
sociedad con su intrínseca historicidad, sino que también restituye a los sujetos, a los seres
humanos, la historicidad de su relación con su propia historia, en la cual no están en
absoluto destinados a ser eternamente meros espectadores. Esa verdad de la crítica
ontológica de Marx es condición de la práctica transformadora: salir de la pre-historia, de la
práctica reactiva, y participar activamente de la historia, de la construcción de un futuro
digno de lo humano.iii
Cuando se habla de teoría marxista, se cae en el error de hacer pasar por metodología
científica y teoría en sentido fuerte lo que es un estilo intelectual: la dialéctica. Un estilo
que, además, no está orientado de forma pura al conocimiento, sino que posee como
preocupación básica la emancipación de la humanidad, esto es, una transformación de
carácter político y social. Algo que aparecerá claramente en el fondo de dicho texto, en su
estilo principal, la praxeología. Es decir: la fundamentación y formulación racional de un
proyecto de transformación de la sociedad o la fundamentación científica de una práctica.
Este es el género que guía la producción de madurez de Marx y al que hay que vincular la
reconstrucción totalizadora. Sin embargo, esta vocación política no condiciona de manera
negativa los datos obtenidos por la ciencia en sentido normal, ya que, no hay una relación
contradictoria entre ambas dimensiones, sino que hay sólo una supraordinación: “La
relación entre el “género literario” praxeológico y el de la teoría pura -en sentido fuerte o
formal- no es de antagonismo, sino de supraordinación: para la clarificación y la
fundamentación de una práctica racional la teoría es el instrumento más valioso, aparte de
su valor no instrumental, de conocimiento. Marx lo ha sabido muy bien y eso hace de él,

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precisamente, una enorme teórico y una figura única entre los grandes revolucionarios de la
historia. Lo que muchos autores de la tradición marxista han denominado “teoría” -entre
ellos Althusser– no sería sino, para Sacristán, un estilo intelectual de motivación
praxeológica. La aspiración a producir una visión de conjunto de la sociedad, sus
antagonismos, sus diferentes esferas sociales y planos posibles de intervención. Por lo tanto
la dialéctica –como estilo– sería profundamente política, un saber de intervención, un
conocimiento formador de estrategias de transformación social más que una metodología o
una “teoría de teorías”. De aquí se sigue que la totalización dialéctica sea importante en la
construcción de concepciones del mundo, de un sentido común capaz de romper a través de
la praxis y la cultura las ataduras del capitalismo en pos de una nueva sociedad.
Yendo más allá de las determinaciones de la dialéctica en el terreno de la teoría, de sus
procedimientos de construcción, esta noción apuntará hacia la intervención política a través
de una mediación esencial: la concepción del mundo vinculada al proyecto político
comunista. Las “síntesis-dialécticas” operadas por la unificación teórica de datos
económicos, jurídicos, políticos y sociales elaborados por Marx, su forma antagonista de
construir una “individualidad histórica”, miran hacia la transformación de la sociedad, algo
que sólo puede adquirir unidad y coherencia políticas en el seno de una cultura. Es decir,
formando parte de un sentido común que oriente la praxis colectiva de una clase o una
alianza de ellas. Plenamente consciente de la importancia de adquirir hegemonía social a
partir de una concepción del mundo explícita y racional, capaz de terminar con la
“obnubilación de la consciencia, con la presencia en la conducta humana de factores no
reconocidos o idealizados”. Convertir una multitud de fuerzas de trabajo individuales en
una fuerza de trabajo social, una fuerza que se dé a sí misma un mundo a través de la
colectivización de los medios de producción, requiere, ante todo, tres cosas: 1) la
consciencia clara de su lugar dentro de la trama social actual en la que vive, de su entorno y
los antagonismos a los que se ve sometida en tanto que clase social; 2) un esbozo de los
marcos de acción, de las estrategias a seguir para conseguir sus objetivos revolucionarios;
3) el requisito previo a poseer una mirada capaz de crítica ideológica, capaz de crear un
mapa social para sus estrategias prácticas: conocimiento. Un conocimiento que no podrá ser
parcial, sino que habrá de presentarse como cartográfico y global, pues su cometido es
forjar el substrato de una concepción del mundo que guíe el sentido político y moral de la
colectividad. De ahí la necesidad de que sea dialéctico, concreto.iv
No se trata sólo de que la síntesis dialéctica no sea metodológicamente homologable a otras
disciplinas positivas, sino que su objeto es la transformación de la realidad social a través
de la modificación substancial de una concepción del mundo colectiva. La consciencia y la
transformación de la concepción del mundo no es nada sin la lucha de clases, sin la acción
social y política, cuyo objetivo es la re-organización de la estructura productiva capitalista.
No obstante, el conocimiento permite una gradual crítica de las ideologías existentes y un
mayor entendimiento de las posibilidades de la clase, así como la construcción de un
entramado normativo y estratégico que dote de contenidos adecuados la actividad

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antagonista del proletariado. Por todo ello, la totalización dialéctica aspira a no ser una
teoría, un sistema global por encima de las ciencias, sino una fundamentación práctica del
momento… […] la práctica que ha de servir al criterio dialéctico es una práctica no
tecnológica sino revolucionaria… […] el criterio de ponerla a prueba… práctico social, en
grande o en pequeño, no quiere decir sólo en una gran revolución sino también en pequeñas
revoluciones del tejido social. La síntesis-dialéctica funda, al arraigarse a la concepción del
mundo, las herramientas estratégicas para la acción. Quizá esta arista de la dialéctica sea la
más productiva para enfrentar, tentativamente, nuestro presente. Cabría pensar, en la
actualidad, las vías para producir una comprensión dialéctica de nuestro horizonte
globalizado. Especialmente ahora, un momento en que la banalidad de la cultura
posmoderna y la fragmentación de los relatos sociales han llegado a la exasperación dentro
de un marco de crisis económica mundial. Asistimos hoy a un momento histórico en que
las mutaciones productivas del capitalismo post-fordista y mundializado han promovido
una concepción del mundo que llama libertad a la posibilidad de elegir entre una gran
diversidad de “subjetividades”, “juegos lingüísticos” y prácticas privadas, aparentemente
inconmensurables, mediadas por una cultura de masas que oscila entre el vacío y la
repetición. Todo ello auspiciado por la hegemonía de la ideología neoliberal, caracterizada
por su continuo ataque a lo que queda de las instituciones democráticas y a lo público,
valedora de un individualismo atomizador, consumista e irresponsable. De este modo,
creando nexos entre los diversos universos de discurso y experiencia que tienen lugar en
nuestras sociedades, explorando las lógicas que los atraviesan, podremos crear una
pedagogía política que sirva de fundamento a una cultura crítica, a una concepción del
mundo renovada e históricamente orgánica en un nuevo tipo de formación social.
Hoy día los relatos sociales dominantes no poseen la misma polarización ideológica, las
sedes de los agentes capaces de producir cambios sociales y sus características subjetivas
han mutado, pluralizándose y rebasando los cauces clásicos a través de los cuales el
proletariado industrial accedía a la lucha y su organización militante. Una modificación del
panorama social que ha seguido la trayectoria de las transformaciones del capitalismo y las
luchas que han tenido lugar desde la segunda mitad del siglo XX. Por lo tanto, reivindicar
hoy esta dimensión práctica de la dialéctica ha de pasar por la creación de un nuevo marco
de comprensión para las contradicciones actuales, tomando en cuenta las modificaciones
estructurales en el modo de producción capitalista y los nuevos problemas con los que nos
encontramos hoy día: desde la expansión del mundo laboral hasta la abusiva flexibilización
de la esfera laboral y la desregulación financiera, a la privatización de lo público o el
violento despojo y los crímenes subsecuentes. Como también, por supuesto, debe atender a
la mencionada diseminación de los antagonismos, que han adquirido nuevas identidades y
líneas de crítica. Una totalización dialéctica actual requeriría, en definitiva, la producción
de una investigación empírica de largo alcance sobre historia, economía, sociología,
política, conflictos sociales, etc. Sólo al elaborar una síntesis global de dichos ámbitos
estaríamos en condiciones de producir un mapa cognitivo, un conocimiento y un espacio de

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representación subjetiva para lo social que pudiese ir más allá de las imágenes y discursos
dominantes, deformadores e inhibidores de una praxis colectiva verdaderamente
constituyente. La dialéctica nos exige, antes de producir una síntesis de los procesos y
contradicciones sociales, un trabajo con lo empírico, con los resultados de los saberes
constituidos, para sólo después restituir a ese conocimiento su carácter concreto. Este es el
único modo de no crear ni totalizaciones de carácter especulativo, ni reiterar consignas
discursivas que terminen en una perspectiva escolástica, alejada de los campos de conflicto
real.
Si queremos atrevernos a reinventar el futuro, debemos comenzar por revolucionar la
escuela y la formación de investigadores. Escuela, universidad y la calle, transformándose
en espacios cooperativos, donde convivan la formación intelectual, científica y artística; la
formación de conciencia crítica; la formación de protagonistas sociales éticamente
comprometidos con los desafíos de construir otros mundos posibles, fundados en la
compartición de los bienes de la Tierra y los frutos del trabajo humano.v
«En dialéctica, unidad es interpretada en primer lugar, como conexión, como interconexión
e interacción de diferentes fenómenos, dentro de un cierto sistema o aglomeración; y no
como semejanza abstracta de estos fenómenos (…) lo concreto, la calidad de lo concreto,
son primero que todo sinónimos de los vínculos reales entre los fenómenos, de
concatenación e interacción de todos los aspectos y momentos dado al hombre en una
noción. Lo concreto es por lo tanto, interpretado como una totalidad internamente dividida
de varias formas de existencia del objeto; una combinación única, la cual es característica
únicamente del objeto dado. La unidad de este modo concebida es realizable no a través de
la similitud de fenómenos el uno con el otro; sino lo contrario, a través de su diferencia y
oposición (…) lo concreto es tratado primeramente como una característica objetiva de una
cosa, considerada completamente independiente de cualquier evolución que pudiera tener
lugar en el sujeto que conoce. El objeto es concreto por y en sí mismo, independientemente
de su ser, concebido por el pensamiento o percibido por los órganos de los sentidos. La
cualidad concreta no es creada en el proceso de reflexión del objeto por el sujeto, tanto en
la fase sensual de la reflexión o en la lógico-racional (…) Marx usa este término-lo
concreto- para caracterizar fenómenos reales y relaciones que existen fuera de la
conciencia, sin tener en cuenta si estas se reflejan o no en la conciencia».
En lo relacionado con las «ciencias sociales» la epistemología marxista plantea la
existencia de una «objetividad de la explotación» nada relativista ni abstracta, y sí muy
concreta, que vertebra internamente toda la sociedad burguesa, aunque con intensidades
más o menos directas dependiendo del nivel social específico, de modo que la explotación
asalariada, la opresión política y la dominación ideológica actúan objetivamente, al margen
de la subjetividad, condicionándola y determinando las grandes tendencias evolutivas,
aunque esa subjetividad tenga una innegable autonomía relativa dentro de esas tendencias
estructurales. La objetividad de la explotación es una realidad concreta al margen de la

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alienación subjetiva de las personas que padecen esa explotación objetiva. Por eso mismo,
lo concreto objetivo, la explotación, es simultáneamente opresión política y dominación
ideológico-cultural.
Para la teoría crítica, el sujeto no solo es un producto pasivo de la historia y las
condicionantes sociales, sino que al momento de tomar conciencia de sus determinantes
históricas, el sujeto, como actor social, como miembro de una clase social, como sujeto
colectivo, se puede convertir en productor de la historia. El sujeto se niega como un
individuo con autonomía de pensamiento y acción frente al mundo social que lo constituye,
y al negarse dialécticamente, al reconocerse como sujetado a determinadas circunstancias
históricas, renace como un actor social, como miembro de un grupo con intereses
particulares capaz de emprender una acción emancipadora. El sujeto se niega como
individuo libre e independiente y renace como un proyecto colectivo emancipador. La
historia deja de ser un producto de los individuos y se convierte en un producto de la lucha
de clases.
El conocimiento dialéctico y su método, la síntesis-totalizadora, constituían – como había
señalado Sacristán– herramientas conceptuales dirigidas hacia la praxis, hacia “la
transformación programada de la realidad”. Dialéctica quería significar, pues,
reconstrucción de la situación social concreta a partir los datos obtenidos por la
investigación científica; estructuración y elaboración de esos datos en un marco global que
pudiera hacer inteligibles los antagonismos para la clase trabajadora. No se trataba, por
tanto, de teoría o ciencia sin más, sino de un conocimiento de lo concreto cuyo fin era
construir estrategias para la intervención. Pero apostar por la comprensión dialéctica de la
realidad social precisa, además, de un proceso de fijación de objetivos y valoraciones que
rebasa la teoría y el ámbito de la “razón demostrativa”: el proceso de decisión ético-
política, una toma de posición de clase. De este modo, dos críticas al marxismo
contemporáneo son: una al subjetivismo de los nuevos lukacsianos –que creían que el paso
decisivo para la revolución se daba en la “conciencia proletaria”– y otra al “teoricismo” de
Althusser, que confiaba a la ciencia las decisiones ético-políticas del proletariado y sus
estrategias de acción.
Cuando se olvida que el pensamiento es parte de la realidad se abre el espacio a las
idealizaciones. Gramsci lo analiza desde su concepción de los intelectuales y la gran
importancia de estos en la lucha de clases. Sostiene que el grupo social que posee o
pretende el dominio hegemónico de la sociedad deberá constituir a sus propios
intelectuales. De ellos los de la clase históricamente progresista, real o imaginariamente, en
un momento histórico, ejercen tal poder de atracción que terminan, subordinándose
espontáneamente a los intelectuales de los otros grupos sociales y, por tanto, por crear un
sistema de solidaridades entre todos los intelectuales. Con la imposición del neoliberalismo
una vez mas pudimos observar como se dio este proceso en América Latina. Esto ocurre en
los períodos históricos en los cuales el grupo social dado como progresista, hace avanzar de

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hecho a toda la sociedad, satisfaciendo no sólo sus exigencias existenciales, sino ampliando
continuamente sus propios cuadros por la continua toma de posesión de nuevas esferas de
actividad económico-productiva. Apenas el grupo social dominante agota su función, el
bloque ideológico tiende a fracturarse y, entonces, aparecen bajo nuevas formas indirectas,
hasta llegar a las medidas de auténtica policía y los golpes de Estado.
Esta idea gramsciana se basa en la crítica de algunos marxistas que manejan la idea de que
existen, por un lado, la realidad ciega y, por el otro, la inteligencia y el pensamiento
organizado, olvidando que el pensamiento es y será siempre parte indisoluble de la
realidad. Donde el hombre existe, éste forma parte de la realidad primaria siempre será la
fuerza motriz y dinámica de la realidad material. El pensamiento en abstracto, existente por
sí mismo, es una necedad; la empiria que opera ciegamente es un sinsentido. Sin embargo
esta realidad existe con exterioridad y eso no es reafirmado a veces por Grmasci.
Este hecho es tan importante para la definición de la misma hegemonía social y política del
grupo en cuestión, que Gramsci no duda en hacer depender de que haya una gran formación
intelectual ligada al grupo dominante el modo como se ejerce el poder. Si los intelectuales
imponen abiertamente su presencia, tendremos una dominación que será, ante todo,
intelectual; la ausencia de intelectuales en la política va acompañada, por lo general, de un
ejercicio autoritario y despótico del poder. El intelectual deberá entender la teoría como una
instrumento que se puede usar o no, que es reconstruible, y que él no es un mesías, un
gurú, un oráculo, sino lo que Foucault llamó un “intelectual específico”. No el portavoz de
valores universales, pero si de específicos en situaciones concretas. No quien traza líneas a
seguir, sino quien aporta herramientas que pueden usarse libremente. No el que todo lo
sabe, sino la prolongación de la potencia de una lucha. La tarea del intelectual es apoyar a
la conversión de la experiencia en una comunidad de pensadores populares, de filósofos
que dirijan sus propias luchas y ese es el necesario cambio epistemológico.
En contraposición a una ciencia atravesada y sometida a las relaciones de poder y
dominación, a una falsa universalización de sus conclusiones, a la fetichización del
conocimiento donde los seres humanos son considerados objetos y donde la ética no tiene
cabida, debemos rebasar estos parámetros, esos conceptos y teorías, esas formas alienantes
y coloniales del saber; reconocer la diversidad y las complejas circunstancias contextuales,
colocar en el centro a la sociedad vista en su historicidad y reclamar una praxis para la
descolonización y emancipación de la humanidad.
Trataremos de examinar como la praxis es la actividad, orientada a la transformación de un
objeto (naturaleza o sociedad), como fin, trazado por la subjetividad consciente y actuante
de los hombres y, por consiguiente, actividad —en unidad indisoluble— objetiva y
subjetiva a la vez. La teoría viene posibilitada por la praxis, es decir, el modo en que está
organizada la producción material de la existencia humana (praxis) acondiciona el modo
en que la realidad es interpretada (teoría, ideología). Es la mediación entre la teoría y la
practica, que no se agota en sus aspectos pragmáticos sino que posee al mismo tiempo un

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carácter cognitivo en la vida y en práctica de la investigación -siempre inacabada- durante
el mismo proceso de cambio de la realidad mediante la praxis. La praxis es el producto del
trabajo teórico y práctico de las generaciones pasadas sobre una naturaleza o sociedad que
no puede separarse de la actuación humana, aunque permanezca exterior a dicha actuación.
La naturaleza es un producto social e histórico de la humanidad aunque esta misma
humanidad no es más que una parte, la parte consciente, de la naturaleza. Manteniendo la
confusión práctica teoría, ontología y gnoseología, conserva el principio fundamental. La
teoría es entendida como un cuerpo complejo de interacciones entre estructuras dominantes
en un contexto sociohistórico, métodos adecuados a la realidad tratada e interpretación de
esos métodos en su contexto. La práctica, la concebimos como ejercicio o actividad y la
“praxis” como transformación práctica, efectiva, real y criterio de veracidad. Las
mediaciones entre teoría y practica nos explican su interacción cuando se separan en el
análisis y se juntan en la síntesis, muestran las cualidades de las cosas en interacción,
choque y unidad en la totalidad, muestra como los conceptos se definen, delimitan, separan
e interinfluyen, se desechan o superan al ritmo del movimiento de la realidad. La
mediación solo puede ser plena si se realiza en un proceso creador y emancipador.
Algunos obstáculos al desarrollo de la praxis radican en reafirmarse en lo seguro ante la
incertidumbre, en la apropiación colonial, patriarcal y eurocéntrica del trabajo intelectual y
en la alienación y el fetichismo de la mercancía que solo pueden ser superados a través de
la praxis emancipatoria. Esta práctica nace de superar el miedo y la sumisión, del contacto
con las organizaciones y movimientos de resistencia al dominio y la subordinación, en la
critica a la realidad capitalista y en la investigación rigurosa y minuciosa de la realidad, en
la elaboración teórica desde la lucha de clases con contenido político respecto al poder y la
dominación. De ahí que la formación deberá ser colectiva, basada en el ejemplo y la
autocritica, contrastar ideologías y teorías, asentada en la realidad de clase.
Nuestra visión considera al sujeto colectivo y social que analiza como un conjunto de
individuos humanos, materiales y vivos, sensitivos y racionales, organizados socialmente.
Se basa en un ser humano material y activo en el que coinciden el ser consciente con el ser
objetivo (natural-social), extra consciente. Un sujeto capaz de conocer y transformar a
través del trabajo el mundo del que forma parte, y con el que se relaciona, no de forma
contemplativa como los antiguos, ni de manera pragmático-tecnológica como lo hace el
pensamiento burgués, sino de una manera práctico-materialista, que transforma y conserva
a la vez la naturaleza, presupuesto exterior y producto de la acción social humana.
Respecto a la sujeción de la táctica concreta al objetivo final, lo científico es saber que un
ideal es un objetivo, no el presunto resultado falsamente deducido de una cadena pseudo-
científica de previsiones estratégicas. Lo científico es asegurarse de la posibilidad de un
ideal, no el empeño irracional de demostrar su existencia futura. Y lo revolucionario es
moverse en todo momento teniendo siempre consciencia de la meta y de su radical alteridad
respecto a esta sociedad, en vez de mecerse en una ilusión de transición gradual que
conduce a la aceptación de esta sociedad.

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El conocimiento ha sido considerado generalmente como una actitud contemplativa y frente
a esto el marxismo ha destacado la importancia de la praxis como transformación de la
realidad más allá de la actitud puramente teórica. En sus XI siempre citada Tesis sobre
Feuerbach, Marx reprocha a este filósofo antihegeliano el que “capte la cosa (Gegenstand)
bajo la forma de objeto o de la contemplación, y no como actividad sensorial humana,
como práctica”. Marx en cambio resalta la importancia de la actividad crítico-práctica.
Marx reprocha a Feuerbach el haber retrocedido a un materialismo precrítico que no tiene
en cuenta la importancia de la actividad humana en el conocimiento, que tanto Kant como
Fichte habían resaltado. La verdad objetiva del conocimiento para Marx, “no es un
problema teórico, sino práctico”; lo que hace de la práctica el criterio de la realidad o
irrealidad del pensamiento, es la posibilidad de transformación práctica de la realidad. Esta
insistencia en la transformación del mundo más que en su interpretación se resume en la
noción de praxis transformadora que está en el centro de las teorías gnoseológicas
marxistas en sus niveles: el trabajo, la investigación y la actividad revolucionaria
transformadora de la sociedad. El trabajo nos permite convertir la naturaleza inorgánica en
un mundo objetivo, humano, es decir, produce la humanización de la naturaleza,
preservándola, especialmente a través de la ciencia y la industria. El materialismo marxista,
práctico-teórico, entraña una noción de construcción /constitución del mundo que rompe
con la pasividad y el mecanicismo. La problemática del conocimiento como relación entre
sujeto y objeto se reformula en la noción marxista de praxis como una relación dialéctica
entre historia y naturaleza. El sujeto del conocimiento-transformación de la naturaleza no
debe ser el individuo aislado considerado intemporalmente, sino las clases sociales o sus
agrupaciones en su concreción histórica, que se enfrentan a un mundo no completamente
natural, sino ya parcialmente transformado por el trabajo de las generaciones anteriores.
Este acento puesto en la actividad humana no elimina el realismo crítico de Marx, para el
que la prioridad de la naturaleza externa es indiscutible. La naturaleza concebida como ya
transformada en parte, proporciona el marco inintencional en el que se desarrolla nuestra
actividad intencional.
Marx inaugura un nuevo tipo de filosofía que en el nivel gnoseológico se puede
caracterizar, utilizando la noción de Zeleny, de ontopraxeología, o fundamentación
ontológica, materialista, de la praxis. Para Marx el pensamiento es un momento del ser, que
objetiva la realidad a través de diferentes formas de objetualidad: la producida por el
hombre, la natural no mediada por el hombre y la centrada en la subjetividad humana como
momento de toda práctica. Se trata, pues, de concebir todo un sistema complejo, mediante
el cual la metodología se aboca a descubrir conexiones internas; los conceptos permiten
develar esa reproducción del movimiento real, la reproducción intelectual del objeto en su
naturaleza genético-estructural. No es que haya una fusión simplista de lo lógico con lo
histórico, sino, más bien, una utilización de ambos en su conexión interna, como la
“expresión ideal” del proceso histórico

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El llamado método configuracionista de Enrique de la Garza es el método de la praxis.
Intentemos reflexionar al respecto. Sostiene este autor que la configuración de relaciones
sociales se da en diversos campos, incluyendo conceptos asociados a teorías. Esto significa
que las distintas configuraciones: históricas, de problemas sociales y también las teóricas
surgen de la praxis. De acuerdo con Marx su punto de partida en El Capital es una relación
social, la mas extendida en la sociedad capitalista: la mercancía. En este contexto, es
innegable el privilegio de Marx del tiempo presente entendido como praxis, que articula
objetividad-subjetividad, interacción objetivada con sentido que escapa a sus creadores,
conformando un nivel diferente de realidad que acota la acción viable de los sujetos con sus
concepciones e interacciones entre ellos, implicando potencialidades y virajes que se dan en
la praxis. En este sentido, la ley de tendencia se entiende como acondicionamientos
objetivados que escapan a la voluntad de los sujetos presionando sobre su capacidad para
tomar decisiones, mediados por procesos de construcción de significados.
Otro concepto central es el de realidad social concebida desde el fundamental hacer real y
la articulación entre objetividad y subjetividad en la que se reconocen los procesos de
objetivación que se originan en los sujetos y sus interacciones pero adquieren vida propia.
En la creación de la realidad intervienen los significados que acuñan los sujetos y que guían
su acción. Así pues, la objetivación puede escapar al control de sus creadores, pueden ser
producto del trabajo o de creación de significados, como los códigos de sentido contenidos
en la cultura. Se trata de niveles de realidad en rearticulación con eficiencias diversas en
relación con los sujetos, conformando la realidad pertinente al objeto, que incluye
dimensiones de sentido o códigos acumulados para construir significaciones concretas para
la practica concreta de los sujetos que investigan y que son investigados.
El método de la praxis no es un cartabón, son los principios epistemológicos y
metodológicos en función de la materia investigada, las teorías y técnicas acumuladas y la
transformación del objeto. Abrirse a una realidad en movimiento, que no supone jerarquías
conceptuales o explicaciones ex ante. En esta concepción, la acción viable depende del
sujeto y sus interacciones en medio de objetivaciones que acotan-limitan-presionan en la
coyuntura e historia y que pueden ser abstractas o concretas. La realidad no se reduce al
sujeto o al objeto, es praxis, y la función del conocimiento es definir los espacios de acción.
La realidad es un ámbito de sentidos y construcción de significados, un objeto en
transformación con un futuro no predeterminado. Y esto es así, por que la aprehensión mas
importante es la de los sujetos y su capacidad de crear significados en la visión dialéctica
entre estructura, subjetividad e interacción. En el que la estructura se entiende como
configuración de sistemas o teorías, con diversos niveles de claridad y relaciones duras o
blandas entre sus elementos. Las objetivaciones pueden ser relaciones sociales, artefactos,
monumentos, instituciones, costumbres, rituales, mitos, reglas y códigos para dar
significado, condensándose en la cultura y pueden tener contenidos de poder o de
economía.
Al investigar se trataría de captar el dinamismo como articulación de objetividad y
subjetividad, de estructuras-subjetividad-interacción. Reconstruir la totalidad es reconstruir

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las configuraciones pertinentes con sus componentes objetivos y subjetivos, donde los
datos también sirven para reconstruir conceptos y descubrir nuevas relaciones. El marxismo
es un método de construcción de teoría desde el movimiento de lo real, en la dialéctica
sujeto-objeto, en la praxis, traducida en la relación estructura -subjetividad- interacción.
Son configuraciones en campos diversos abiertos a la reconfiguración por la praxis
expresada en hechos históricos, en problemas sociales o en la construcción de teoría. Esta
última se basa en su uso critico, en la relación estructura- subjetividad-interacción, en la
reconstrucción de configuraciones pertinentes al objeto, en la explicación teórica, histórica
o empírica y en la construcción del espacio de posibilidades en el presente para una praxis
emancipatoria.

i
Jorge Lora Cam y José Luis Sánchez, Hacia una metodología de la praxis, ICSyH, BUAP, 2013. Puebla,
México.
ii
Manuel Sacristán, Lecturas de filosofía moderna y contemporánea, Edición de Albert Domingo Curto,
Ed. Trotta, 2007
iii
Mario Duayer, http://www.herramienta.com.ar/revista-herramienta-n-55/filosofia-de-la-ciencia-y-
critica-ontologica-verdad-y-emancipacion
iv
A TRAVÉS DE MARX SACRISTÁN YLOS LÍMITES DELMARXISMO OCCIDENTAL, Mario Espinoza
Pino, http://www.youkali.net/youkali15-b5-EspinozaPino.pdf

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