e-aquinas
Año 2 Enero 2004 ISSN 1695-6362
Aula Magna:
FRANCISCO CANALS, La pereza activa 2-12
Documento:
MAURICIO ECHEVERRÍA, La acedia y el bien del hombre en 13-34
Santo Tomás
Publicación:
HORACIO BOJORGE, En mi sed me dieron vinagre. La 35-38
civilización de la acedia
Noticia:
Publicados en E-AQUINAS los vídeos y ponencias del Congreso
Tomista Internacional 39
Foro:
¿Vivimos en una civilización acídica? 40
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nunca en cambio, la recóndita alegría. Es un acierto más del Padre Bojorge, y una
prueba de su delicadeza sacerdotal e intelectual, resumir en dos ayes proféticos
la reacción que debe suscitarnos la acedia así descripta. ‘¡Maldito el hombre que
confía en el hombre!’, se podría decir con Jeremías. ‘No verá el bien cuando
venga’. Pero ‘¡ay de los que llaman al mal bien y al bien mal!’, agrega Isaías.
Serán abominables a los ojos del Señor. Los acédicos, en síntesis, ya no perciben
y perciben mal. Apercepción y dispercepción son sus rasgos; ceguera, en el
lenguaje evangélico y más rotundo.
Pero hay mayores sutilezas, y el autor nos las va enseñando, página tras
página. Acedia tiene el que persigue a la Fe y a quienes están dispuestos a
defenderla con sus vidas; esto es, a los mártires. Acedia es la tentación que
asalta al testigo para que resigne su coraje y su martirio; y acedia es, al fin, la
viciosa actitud que inspira el demonio para mover a los primeros y a los
segundos, tanto para provocar la persecución como la apostasía. Y aquí, ya no
son propiamente los sagrados textos los que nos ilustran, cuanto las propias
Actas de los Mártires y la Historia de la Iglesia primitiva. El Padre Bojorge se
mueve con soltura también en este terreno, poniendo su erudición al servicio
del apostolado. Los relatos del martirio de San Policarpo y de Santa Perpetua,
por ejemplo, son francamente aleccionadores y conmueven una vez más, por
mucho que hayamos oído hablar de ellos. El martirio – digámoslo así – es la
gran victoria contra la acedia. Por él, quien lo padece, ha llegado al más inefable
y glorioso de los placeres espirituales: dar la sangre por amor a la Sangre, como
predicaría Santa Catalina.
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HORACIO BOJORGE, En mi sed me dieron vinagre. La civilización de la acedia
Una lluvia de acedia parece haber caído sobre la sociedad y sobre sus
habitantes. Únicamente el sol que es Cristo, y el fuego de Su Amor quemante y
sanante, podrán resistir el orden alterado y reivindicar la genuina luz.
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