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LUGAMI Artes Gráficas. Betanzos
Pág.
Fe y relicarios en la Edad Media
Por Ángela Franco Mata ............................................................................ 7
Discurso de recepción con motivo del ingreso de Isaac Díaz Pardo como Aca-
démico Honorario de la Real Academia Gallega de Bellas Artes de Nuestra
Señora del Rosario
Por María de las Mercedes Goicoa Fernández ........................................ 401
NECROLÓGICAS:
rística del Mosa, que indica que el artista, además de conocer la obra de Rainiero
de Huy, había estudiado en Roma y reunido todas esas influencias en un estilo
libre y cursivo12.
La reliquia del Madero Santo adopta la estructura de la cruz perfilada de
perlas en el cuadrón, y la imagen habitual de la Veneración a la cruz por
Constantino y Elena, cuya leyenda del hallazgo de la cruz se desarrolla en díptico:
Visión de Constantino, Victoria sobre Magencio, Bautismo de Constantino, Inte-
rrogatorio de los judíos por Santa Elena, Descubrimiento de las tres cruces;
Prueba y primer milagro de la Vera Cruz. En pie se emplazan los santos sobera-
nos fundadores del imperio cristiano; los arcángeles Gabriel y Miguel están en
busto. En el interior de las alas, San Jorge, Procopio, Teodoro y Demetrio en pie;
en el exterior, los bustos de los cuatro evangelistas. Otros trípticos mosanos son
el de Stavelot, actualmente en Bruselas, y el de las Torres de Alton, en el Victoria
and Albert Museum, de Londres. Un tríptico de la Vera Cruz, de hacia 1160,
custodia la iglesia de la Santa Cruz, de Lieja. Los dos personajes protagonistas
de la invención de la Cruz, Constantino y Santa Elena han sido plasmados en el
cuadro estauroteca del monasterio de Fonte Avellana, de Pesaro, obra veneciana
de fines del siglo XII y comienzos del XIII, a la maniera bizantina13 (fig. 2).
Fig. 1: Altar Stavelot, después de 1154. Pierpont Morgan Library, Nueva York.
taller del monasterio silense ocupan un lugar privilegiado sobre todo por su be-
lleza y colorido, donde una característica a destacar es la ausencia del color
amarillo. De fines del siglo XII es la arqueta conservada en el Museo de la aba-
día, de extraordinaria calidad y belleza.
Otras obras notables son asignables al segundo periodo de la esmaltería
silense. Una de ellas es la arqueta del monasterio de Silos, datable en la última
década del siglo XII. Mme. Gauthier estima que se trata de una obra salida del
taller de Queyroix con destino a Castilla o Silos en concreto, taller del que tam-
bién hace salir la arqueta del Museo de Burgos, procedente de la citada abadía.
El esquema iconográfico deriva de Limoges. Su finura, sin embargo, su precisa
ejecución y sentido de la individualidad en los rostros aplicados en relieve, dela-
tan una mano extraordinariamente dotada, que nada tiene que ver con la larga
serie de obras industrializadas limosinas, generalmente de tamaño bastante más
reducido. Se representa la Crucifixión cósmica y Cristo majestad rodeado de
cuatro personajes provistos de cruces, alusión sin duda a la liturgia celeste,
identificables a su vez con santos fundadores, abades u obispos venerados en
Castilla. Llama la atención la referencia al Arca Santa en la sustitución del
Tetramorfos por ángeles sosteniendo la mandorla, figurándose así la Ascensión,
que deriva del texto de los Hechos de los Apóstoles (1, 2): “Hic Iesus, qui
assumptus est a vobis in caelum, sic veniet quamadmodum vidistis eum autem
in caelum”, tema que vinculado a la Segunda Parusía aparece frecuentemente
en la escultura monumental33. En el Arca Santa están representados los tres
ciclos del año litúrgico, que se corresponden con: Adviento-Navidad, Cuares-
ma-Pasión y Pascua-Glorificación.
De tamaño nada despreciable, la obra silense presenta las figuras en re-
serva, con los cuerpos en relieve, las cabezas aplicadas en altorrelieve, y algu-
nas convenciones, como los pies, que la relacionan con el frontal del Museo de
Burgos. La arqueta del Museo de Burgos está decorada con Cristo en majestad
rodeado del Tetramorfos y la misma técnica de acoplamiento de los personajes.
Su destacado sentido plástico la vinculan, en mi opinión, con la del Metropolitan
Museum, de Nueva York, para la que habría que proponer un origen silense34.
En 1872 se adquirió con destino al Museo Arqueológico Nacional una ar-
queta de finales del siglo XII, cuyas características remiten al arte silense. Se
trata de un ejemplar de estructura prismática y cubierta plana. Es de madera,
pintada de verde y en origen estuvo forrada, como se advierte por los restos de
la cara posterior. Está decorada en el frente anterior y laterales y en la tapa con
pequeños clavos de cabeza circular de cobre dorado, claveteados a lo largo de
los bordes, componiendo círculos en grupos simétricos de cinco. Se generan
así diez en el frente anterior y tapa y cinco en cada frente menor. En los espacios
intermedios se aprecian cuatro clavos inscritos en losange de cabeza estrella-
da. Los clavos inscritos en los círculos están esmaltados a base de rosetas y
tación sobre la visión de lo inefable39. El icono del Rey de la Gloria [os basileus
tes doxes], conservado desde 1777 en el tesoro del Patriarcado griego de Jeru-
salén, es una obra del siglo XII, salida de talleres de Constantinopla, con añadi-
dos bizantinos del siglo XIII, y en el XIV y XVIII en Georgia. La parte más antigua
es la figura Cristo sufriente en el centro. En torno, varios personajes asociados a
la pasión: la Virgen y San Juan, las Santas Mujeres y el centurión, José de
Arimatea con Nicodemo y el portaesponja. Se completa el programa con episo-
dios del triunfo de Cristo: Resurrección, Etimasia, y Heleos (sol) y Celeane (luna)40.
De taller bizantino asentado en Sicilia procede la cruz estauroteca, del tercer
cuarto del siglo XII, en el tesoro de la catedral de Cosenza, a cuya consagración
por Federico II se ha asociado tradicionalmente41.
La leyenda de los Reyes Magos está vinculada a Colonia. Su viaje conoció
hacia 1200 una narración en imágenes inspirada en los Apócrifos, que abría la
imaginación de los creyentes a los horizontes marítimos, desde que los cruza-
dos se habían hecho a la mar para la recuperación de los Santos Lugares. Su
difusión se pone de manifiesto en el Libro de los Reyes Magos de Juan de
Hildesheim. Escrito en la segunda mitad del siglo XIV, constituye “el punto de
confluencia de un enorme patrimonio de conocimientos documentales y legen-
darios que se había ido formando a lo largo de los siglos anteriores. Juan lo
recoge y lo refunde, dando vida a una narración fresca y fluida, rica en apuntes
fantásticos y gran poder narrativo. No le preocupa el análisis crítico; solamente
eleva los hechos de la crónica desde una perspectiva simplemente mundana a
signos de la presencia de Dios dentro del tiempo. Las acciones de los hombres
y los objetos materiales se convierten en instrumentos de orden providencial
que predispone la función y el destino de la trama de una historia sagrada y
eterna”42.
La peregrinación de los magos es el arquetipo al que se refiere el peregri-
no medieval. Como ellos, efectúa su viaje hacia lo sagrado y hacia la luz; de este
a oeste, y de oeste a este para el regreso. Sus reliquias reiteraron el primer
trayecto cuando, según la leyenda, fueron instaladas en Milán. Pero la victoria
militar del emperador Staufen, Federico I Barbarroja, sobre el Comune de Milán,
las arrebató de su reposo con destino a Colonia. En 1164, el emperador ofreció
las reliquias al canciller Rainaud de Dassel, arzobispo de Colonia43. A los huesos
de los Reyes Magos fueron añadidas las reliquias de los santos milaneses, Narbor
y Félix. La arqueta de los Reyes Magos, de la catedral de Colonia –que se ha
venido datando hacia 1175-1180, aunque en 1200 no había sido finalizada44–, es
un Chef d’oeuvre que inicia en 1181 la segunda etapa de Nicolás de Verdun.
Aunque no está documentada como obra suya, el estilo es indiscutible, y a él se
adscribe la concepción del conjunto y realización de los flancos, de 1181 a
1191. A su mano se debe la mayor parte de las estatuas de profetas y apósto-
les45. Ignoramos por qué abandonó en 1220 su participación directa en su
conclusión46. De este tipo de arqueta denominado relicario-basílica, se con-
Balduino II. Una estauroteca fue mandada confeccionar, hacia 1220, por el ca-
ballero alemán Enrique von Ulmen, que se conserva en la iglesia de San Matías,
de Tréveris48.
Muchas de las más antiguas cruces patriarcales –de doble travesaño– aná-
logas a la de Eymoutiers (fig. 7) se hallan diseminadas por templos y museos de
Europa y Estados Unidos. Perfil, estructura y ejecución son similares. Una se
custodia en el tesoro de la colegiata de Saint-Etienne. En la región de Limoges
se conservan varias, como el ejemplar de Gorre, procedente del tesoro de
Gradmont. Es obra de hacia 1215-1225. De hacia 1230 son la de la iglesia de
Notre-Dame de St. Omer y la de San Juan Bautista de Aquisgrán. Su abundan-
cia queda reflejada en los inventarios y catálogos de catedrales, iglesias, mo-
nasterios, museos y colecciones diseminadas por todo el mundo. En nuestro
país existen varias, una de las cuales se exhibe en la catedral de Astorga49.
La cruz relicario engastada en el Gólgota para el emperador Enrique de
Flandes, protegida en 1618 por un ostensorio, fue realizada en Constantinopla
hacia 1206 por el orfebre mosano Gerardus, según certifica la inscripción “La
mano de Gerardo ha creado esta in-
signia de dignidad que fue mandada
por el rey franco, a las manos puras,
del nombre de Henri, convertido en el
segundo duque de los griegos para
que bendecido por este leño mismo,
permanezca siempre en seguridad en
la guerra, como una muralla”50 (fig. 8).
La esmaltería limosina también se hizo
eco de la reliquia de la vera Cruz, como
se aprecia en un cofre encargado para
Toulouse, en cuyo tesoro de St. Sernin
se conserva51.
Se han reseñado reliquias y reli-
carios asociados fundamentalmente a
Cristo. Pero su doctrina fue predica-
da por millares de santos disemina-
dos por los distintos lugares de la tie-
rra. Entre todos, los mártires gozaron
de especial privilegio de veneración,
siendo acreedores de leyendas hagio-
gráficas de mayor o menor populari-
dad52. Uno de ellos es San Edmundo,
Fig. 8: Gerardus: Cruz-relicario de la Vera Cruz,
que vivió en el siglo IX, y cuya vida
Venecia, tesoro de San Marco. fue escrita hacia finales del siglo X
Las Vírgenes con el Niño han sido clasificadas por M. M. Gauthier en tres tipos:
1.- Vírgenes-icono, que desempeñan el papel de esculturas en el culto, coloca-
das sobre el altar –Vírgen de la Vega, de Salamanca–. 2.- Vírgenes eucarísticas
con repositorio, grupo en el que insertan las que poseen en el trono una puerta
de acceso a una pequeña cámara donde se conservaba la Sagrada Forma. 3.-
Vírgenes-relicario, que como su nombre indica, contenían reliquias. Las conclu-
siones relativas al segundo grupo han sido contestadas, en mi opinión, sin una
argumentación convincente77. Tal vez la explicación de la citada finalidad nos
venga proporcionada por la propia documentación medieval. El investigador
finlandés Yrjoe Hirn en su obra The sacred shrine, considera a la Virgen como el
alto receptáculo que cobijó a Nuestro Señor encarnado y recoge el texto de
Guillermo Durando al respecto: “el lugar en el cual están las hostias consagradas
se traslada al cuerpo de la Virgen gloriosa”. Prosigue así: “Esta línea de pensa-
miento no ha dejado muchas trazas en el arte plástico, pero es probable que los
fieles se acordasen de la Virgen ante la simple forma exterior del tabernáculo. La
torre que había prestado su forma al copón era... uno de los atributos permanentes
de la Virgen y la persona de María había sido asociada en innumerables himnos a
la figura de una torre. En muchos casos se habían hecho asimismo deliberados
intentos, mediante la pintura, para dar relieve a la conexión entre el Sacramento y la
Virgen. Tanto en tabernáculos fijos como exentos ha sido representada a menudo
la Anunciación y se han inciso las palabras del ángel anunciador. Hay asimismo
algunos sagrarios de pequeña dimensión en forma de estatuillas de la Madre de
Dios. Cuando comenzó a introducirse la costumbre de reservar las hostias en los
mismos altares se pudo más fácilmente pasar del Dios eucarístico al más alto en
forma humana y al ser humano en que éste tomó su cuerpo. Las pinturas sobre la
mesa del altar en realidad representaban no sólo escenas de la vida de los san-
tos, las reliquias de los cuales se custodiaban en ellos y escenas de la gran
pasión, sino también representaban al grande y sagrado tabernáculo: María, la
Virgen Madre”78. Aunque estas consideraciones son enfocadas por el P. Llompart
hacia imágenes góticas, puede retrotraerse el concepto a imágenes románicas,
como se colige de la estructura de las puertas de los receptáculos, que pervive
en los siglos bajomedievales. La Virgen, actualmente de medio cuerpo del Mu-
seo del Prado, sin duda originariamente cubierta por placas de metal
presumiblemente de plata, puede ser un buen exponente79. La Virgen de Sant
Cugat, en el Museo Municipal de Tarrasa, no se aleja mucho del tipo de puerta
también en la espalda80. J. Yarza considera la existencia de variadas reliquias, y
ninguna referente a la Virgen. Sin embargo, este extremo no tiene por qué cum-
plirse, si se considera también la posibilidad de receptáculo eucarístico.
Reliquias de la Virgen se han documentado en otro tipo de receptáculos,
como el frasquito de cristal del monasterio de Arlanza, con un cabello y unas
gotas de leche. Sendas reliquias, una “de ligno Domini” y otra “de lacte de Sancte
Marie” se han hallado identificadas en dos cartelas envolviendo dos paquetitos
BIBLIOGRAFÍA
NOTAS
1
Marie-Madeleine Gauthier, Les routes de la foi. Reliques et reliquaires de Jerusalem à
Compostelle, Fribourg, Office du Livre, 1983, p. 12.
2
Seidler, Martin, “Schrein des hl. Aetherius”, Ornamenta Ecclesiae. Kunst und künstler der
Romanik, dirigida por Anton Legner, Josej-Haubrich-Kunsthalle, Colonia, 1985, 2, p. 350, n. E
114.
3
Lefèvre, Jean-Baptiste, “Le cadre religieux”, Autour de Hugo d’Oignies, catálogo exposición,
dir. Robert Didier y Jacques Toussaint, Namur, 2003, pp. 21-36.
4
Gauthier, Les routes de la foi..., cit. pp. 129-130.
5
Leclerq-Marx, Jacqueline, “Les inscriptions dans l’oeuvre de frère Hugo”, Autour de Hugo
d’Oignies, cit. pp. 133-152.
6
Didier, Robert y Toussaint, Jacques, “Inventaire des oeuvres conservées du Trésor de l’ancient
prieuré d’Oignies”, Autour de Hugo d’Oignies, cit. pp. 191-305.
7
Pietrusinski, Jerzy, “Hugo d’Oignies et les ostensoires des clarisses de Cracovie”, Autour de
Hugo d’Oignies, cit. pp. 181-189.
8
Franco Mata, “El tesoro románico”, Boletín del Museo Arqueológico Nacional, t. XVII, n. 1 y 2,
Madrid, 1999, pp. 201-225.
9
Didier, y Toussaint, “Inventaire des oeuvres conservées du Trésor de l’ancient prieuré
d’Oignies”, Autour de Hugo d’Oignies, cit. pp. 333-336.
10
Didier, y Toussaint, “Inventaire des oeuvres conservées du Trésor de l’ancient prieuré
d’Oignies”, Autour de Hugo d’Oignies, cit. pp. 350-353.
11
Frolow, Anatole, La reliquie de la Vraie Croix. Recherches sur le développement d’un culte,
París, Institut Français d’Études Byzantins, 1961; Les reliquaires de la Vraie Croix, París, Institut
Français d’Études Byzantins, 1965.
12
Gauthier, Les routes de la foi..., cit. pp. 48, 50; Beckwith, John, El arte de la Alta Edad Media.
Carolingio. Otónico. Románico (1964), Barcelona, Destino, 1995, pp. 179-180; The Stavelot Triptych.
Mosan Art and the Legend of the True Cross, Nueva York, Pierpont Mogan Library, 1980.
13
Gauthier, Les routes de la foi..., cit. pp. 54-56.
14
Gauthier, Les routes de la foi..., cit. p. 115.
15
Martorell, Francisco, “Pere Moragues i la custodia dels Corporals de Daroca”, Estudis
Universitaris Catalans, Barcelona, 1909, vol. III, p. 227, n. 1; Lacarra Ducay, Mª Carmen, “El Papa
Luna, la escultura y la pintura”, VI Centenario del Papa Luna 1394-1994. Jornadas de Estudio.
Calatayud/Illueca, Centro de Estudios Bilbilitanos/Institución “Fernando el Católico”, Zaragoza,
1994, p. 182, nota 18.
16
Gy, Pierre Marie, O. P., L’office du Corpus Christi et S. Thomas d’Aquin, état d’une recherche,
Revue des Sciences Puhilosophiques et Théologiques, 64, 1980, pp. 491-507.
17
Guéranger, dom Próspero, El Año Litúrgico. El tiempo después de Pentecostés, Burgos,
Aldecoa, vol. IV, 1955, pp. 59-94, sobre todo pp. 78-81.
18
El himno continúa en estos términos: “O quam suavis est, Domine, spiritus tus! Qui ut
ducedinem tuam in filios demonstrares, pane suavísimo de caelo praestito, esurientes reples bonis
fastidiosos divites dimiteus inanes”.
19
Franco Mata, “Carpintería mudéjar: Puertas de sagrario andaluzas”, Goya, 309, Madrid, 2005,
pp. 354-367; Id. “Pange Lingua, Gloriosi Lauream” y “Vexilla Regis Prodeunt”, traducidos a ima-
gen”, XXVI Ruta Cicloturística del Románico Internacional, Poio, 3 febrero-22 de junio 2008, pp.
295-298.
20
Gauthier, Les routes de la foi..., cit. pp. 116-118.
21
Gauthier, Les routes de la foi..., cit. pp. 116-120.
22
Gauthier, Les routes de la foi..., cit. pp. 17-18. Ha sido exhibido en la exposición La France
romane au temps des premiers Capétiens (987-1152), París, Museo del Louvre, 2005, Gaborit-
Chopin, Danielle, “Reliquaire “de Pépin” ou “de la Circoncision”, pp. 268-269, n. 205. Vid. tam-
bién Gaborit-Chopin, “Reliquaire “de Pépin” ou “de la Circoncision”, Le trésor de Conques, catá-
logo exposición, Museo del Louvre, 2 noviembre 2001 a 11 de marzo de 2002, comisaria D.
Gaborit-Chopin y E. Taburet-Delahaye, París, Éditions Patrimoine, 2001, pp. 32-36, n. 3.
23
Martyrium. Recherches sur le culte des reliques et l’art chrétien antique, París, 1946, I; Id.
“Saint-Front de Périgueux et le chevetmartyrium”, Miscellanea Guillaume de Jephanion, Orientalia,
Christiana Periodica, XIII, 1947, p. 501 y sitgs; Deshoulières, F., “Les cryptes en France et l’influence
du culte des reliques sur l’architecture religieuse”, Mélanges à la mémoire de Fr. Martroye, París,
1940, p. 213 y sigts.
24
Gauthier, Les routes de la foi..., cit. p. 34.
25
May, Florence Lewis, Silk textiles of Spain, Nueva York, Hispanic Society, 1957, p. 47; Sánchez
Trujillano, Mª Teresa, “Catálogo de los tejidos medievales del M.A.N.”, Boletín del Museo Arqueo-
lógico Nacional, IV, n. 1, Madrid, 1986, pp. 91-116, sobre todo, p. 105, n. 3.
26
May, Silk textiles of Spain, Nueva York, p. 47; Sánchez Trujillano, “Catálogo de los tejidos
medievales del M.A.N.”, cit. p. 105, n. 3.
27
Galán y Galindo, Ángel, “Los marfiles musulmanes del Museo Arqueológico Nacional”, Bole-
tín del Museo Arqueológico Nacional, n. 21-22-23, Madrid, 2003-2004-2005, pp. 47-88, sobre
todo, pp. 65-67; Franco Mata, “Liturgia hispánica y marfiles. Talleres de León y San Millán de la
Cogolla en el siglo XI”, Codex Aquilarensis, 22, Aguilar de Campoo, noviembre, 2006, pp. 92-144;
Id. “El ara de San Millán” (en prensa).
28
Gauthier, Les Routes de la Foi. Reliques et reliquaires de Jerusalem à Compostelle, cit. p. 23;
Mann, Janice, “Box”, The Art of Medieval Spain a.d. 500-1200, Nueva York, Metropolitan Museum
of Art, 1993, p. 97, n. 43.
29
George, Philippe, “Un reliquaire, ‘souvenir’ de pélerinage des liégois à Compostelle en 1056?”,
Revue belge d’archéologie et d’histoire de l’art, LVII, 1988, pp. 5-12.
30
Ha figurado en varias exposiciones. George, Philippe, “Caja-relicario (¿?)”, Santiago Camino
de Europa, comisario Dr. D. Serafín Moralejo, Santiago de Compostela, 1993, pp. 267-268; Jenkins,
M., “Box”, The Art of Medieval Spain..., cit. p. 97, n. 43.
31
Franco Mata, Orfebrería y esmaltes del taller de Silos, Actas del Congreso internacional sobre
la Abadía de Santo Domingo de Silos. Milenario del Nacimiento de Santo Domingo de Silos (1000-
2001), Sección de Historia del Arte, Burgos, 8-11 de octubre 2001, Burgos/Silos, Universidad de
Burgos, Abadía de Silos, 2003, 149-210.
32
N. inv. 57371. La bibliografía de esta obra, que figuró en la exposición Al-Andalus. Las artes
islámicas de España (1992), es abundante, vid. catálogo, Granada, 1992, p. 204, n. 7; Franco
Mata, Orfebrería y esmaltes del taller de Silos, cit. pp. 149-210; Id. “Arte 1200: iconografía y fun-
ción de los “Ormamenta ecclesiae” hispánicos”, Autour de Hugo d’Oignies, cit., pp. 223-244.
33
Moralejo, Serafín, “Les arts somptuaires hispaniques aux environs de 1100”, Cahiers de Saint-
Michel de Cuxa, 13, 1982, pp. 285-310, sobre todo pp. 286-287.
34
Una arqueta limosina de grandes dimensiones se conserva en el Museo de san Isidoro, de
León y figuró en la exposición Maravillas de la España Medieval. Tesoro sagrado y monarquía,
Colegiata de San Isidoro, 18 diciembre 2000 - 28 febrero 2001, catálogo, ficha a cargo de Mª
Luisa Martín Ansón, pp. 404-405.
35
Arias Sánchez, Isabel, “Silos y Limoges”, Boletín del Museo Arqueológico Nacional, t. XIII,
n. 1 y 2, Madrid, 1995, pp. 75-84; Franco Mata, Orfebrería y esmaltes del taller de Silos, cit. pp.
175-176.
36
Hildburgh, William L., Medieval spanish enamels and their relation to the origin and the
development of Koper champlevé enamels of the twelfh and thirteenth centuries, Oxford, University
Press/Londres, Humphrey Milford, 1936, pp. 65-66.
37
Gauthier, Les routes de la foi..., cit. pp. 42-44.
38
Gauthier, Les routes de la foi..., cit. pp. 60-61.
39
Franco Mata, “Iconostasio e iconos”, Boletín del Museo Arqueológico Nacional, 21-22-23,
Madrid, 2003-2004-2005, pp. 91-130.
40
Gauthier, Les routes de la foi..., cit. pp. 60-pp. 62-63.
41
Lipinsky, Angelo, “La stauroteca di Cosenza e l’oreficeria siciliana nel secolo XII”, Calabria
Nobilissima, IX, 1955, pp. 76-103; Gauthier, Les routes de la foi..., cit. pp. 102-104.
42
Hildesheim, Juan de, Libro de los Hechos y de la Triple Traslación de los Tres Beatísimos
Reyes, los cuales fueron la Primicia de los Gentiles y Modelo de Salvación de todos los Cristianos,
traducción de la versión italiana de Alfonso M. de Nola, publicada en Florencia, en 1966, Madrid,
Encuentro/Comunidad de Madrid, 2001, pp. 5-7.
43
Franco Mata, “Texto e iconografía y aspectos religiosos y culturales en una tipología de
arquetas-relicario románicas de talleres renanos” (en prensa).
44
L[auer], [Rolf], “Dreikönigschrein”, Ornamenta Ecclesiae, cit. 2, pp. 216-224.
45
Gauthier, Les routes de la foi..., cit. pp. 62-66
46
Este artista firmó, sin embargo, el arca llamada de Notre-Dame de Tournai, donde se estable-
ce en 1205, cfr. Lemeunier, Albert, “L’orfèvrerie mosane”, Bossche, Benoit van den (dir.), L’art
mosan: Liege et son pays à l’époque romane du X-XIII siècle, Alleur (Lieja), Editions du Perron,
2007, pp. 125-126.
47
Gauthier, Les routes de la foi..., cit. pp. 68-69. Bruderer, Barbara, “Les neuf choeurs angéliques.
Origine et évolution du tjème dans l’art du Moyen Âge!, Cahiers de civilisation médiévale, VI,
Poitiers, 1998, pp. 247-248.
48
Gauthier, Les routes de la foi..., cit. pp. 72-74.
49
Fernández González, Etelvina, Artes suntuarias en la catedral de Astorga: culto y reliquias
hasta los inicios del gótico, Astorga, Centro de Estudios Astorganos “Marcelo Macías”, Cuader-
nos 21, 2004, pp. 46-58, n. 4.
50
Gauthier, Les routes de la foi..., cit. pp. 76-77.
51
Gauthier, Les routes de la foi..., cit. pp. 86-87.
52
Actas de los Mártires, texto bilingüe, introducción, notas y versión española por Daniel Ruiz
Bueno (1951), Madrid, BAC, 3ª ed., 2003.
53
Gauthier, “Les cases de Thomas Becket en émail de Limoges”, Thomas Becket, Actes du
Colloque international de Sédières (1973), París, 1975, pp. 247-253; id., Les routes de la foi..., cit.
pp. 86-88. Un magnífico ejemplar se conserva en el Victoria and Albert Museum, de Londres, vid.
The Medieval Treasury. The Art od the Middle Ages in the Victoria and Albert Museum, ed. Paul
Williamson, Londres, The Board of Trustees Victoria & Albert (1986), 3ª ed. 1998, pp. 178-179.
54
Gauthier, “La Légende de Sainte Valérie et les émaux champlevés de Limoges, Bulletin de la
S.A.H.L., LXXX/1, 1956, pp. 35-80.
55
Reproducido en The Cloisters. Studies in Honor of the Fiftieth Anniversary, Nueva York, The
Metropolitan Museum of Art, 1992, p. 151, fig. 3.
56
Le petite Guide de la chambre des trésors de la cathédrale d’Aix-la-Chapelle, dir. Georg
Minkenberg, Aquisgrán, 1995, p. 13.
57
Le petite Guide..., cit. p. 13. También alude a este tipo sin denominarlo Iñiguez Herrero, José
Antonio, El altar cristiano. De Carlomagno al siglo XIII, Pamplona, Ed. Eunsa, 1991, p. 144.
58
Lasko, Peter, Ars Sacra 800-1200 (1972), Yale University Press/Londres Pelican History of Art,
1994, fig. 294, versión española por María Condor con el título Arte Sacro [sic], 800-1200, Ma-
drid, Cátedra, 1999, fig. 292. Justifico la colocación del [sic], dado que no se debe de traducir el
título latino debiendo permanecer el original Ars Sacra. Sin embargo, en adelante indicaré Arte
Sacro cuando cito la en español.
59
Lasko, Ars Sacra..., fig. 318; Arte Sacro..., cit. fig. 316.
60
Lasko, Ars Sacra..., p.190, fig. 263; Arte Sacro..., cit. p. 313, fig. 261.
61
Baumgarten Jörg-Holger, “Armereliquar”, Ornamenta Ecclesiae, 2, p. 265, n. E 53.
62
Torres, Cláudio y Ferreira Boiça, Joaquim, A Cabeça Relicario de Casével, Mértola, Campo
Arqueológico de Mértola, 1995.
63
Siena, Florence and Padua. Art, Society and Religion 1280-1400, ed. Diana Norman, New
Haven/Londres, Yale University Press/The Open University, 1995, vol. II, pp. 108-109, fig. 127.
Ver Il gotico a Siena. Miniature pitture oreficeria oggetti d’arte, Siena Palazzo Pubblico, 24 luglio -
30 ottobre 1982, catálogo exposición, Florencia, Centro Di, 1982; L’art gothique siennois.
Enluminature peinture orfèvrerie sculpture, Avignon, Musée du Petit Palais, 26 juin - 2 octobre
1983, catálogo exposición Florencia, Centro Di, 1983.
64
Didier, “Oeuvres attrribuées au frère Hugo et à son atelier”, Autour d’Hugo d’Oignies, cit. pp.
305-317, sobre todo pp. 309-310.
65
Didier, y Toussaint, “Inventaire des oeuvres conservés du Trésor de l’ancien prieuré d’Oignies”,
Autour de Hugo d’Oignies, cit. pp. 370-373.
66
Lasko, Ars Sacra..., figs. 292-293; Arte Sacro..., cit. p. 345, fig. 290.
67
Baumgarten, “Armreliquar”, Ornamenta Ecclesiae, 2, p. 242, E 35. Sus restos fueron traslada-
dos en procesión y “colocadas las santas reliquias en sus cofres sobre el altar, en medio del
monasterio, comenzó la misa de aquella santa legión de mártires”, cfr. Íñiguez, El altar cristia-
no..., cit. p. 256.
68
Baumgarten, “Armreliquar”, Ornamenta Ecclesiae, 2, p. 261, E 52.
69
Gauthier, Les routes de la foi..., cit. pp. 102-104.
70
Figuró en la exposición Santiago Camino de Europa, cit. Plötz, Robert, “Relicario del brazo de
Carlomagno”, p. 406, n. 106.
71
Franco Mata, Ángela, “Las artes decorativas en el territorio burgalés durante el período góti-
co”, El arte gótico en el territorio burgalés, dir. Científic. Emilio Jesús Rodríguez Pajares, coord. E.
J. Rodríguez Pajares y Mª Isabel Bringas López, Burgos, Universidad Popular para la Educación
y Cultura de Burgos, 2006, pp. 329-351.
72
Plötz, “Dedo-relicario de Santiago”, Santiago Camino de Europa, cit. pp. 369-370, n. 85.
73
Lasko, Ars Sacra..., p. 96, fig. 132; Arte Sacro..., cit. fig. 132; Beckwith, El arte de la Alta Edad
Media..., cit. fig. 121.
74
Didier, y Toussaint, “Inventaire des oeuvres conservées du Trésor de l’ancient prieuré
d’Oignies”, Autour de Hugo d’Oignies, cit. pp. 245-246.
75
Durliat, Marcel, Introducción al arte medieval en Occidente, versión española del original
francés, Madrid, Cátedra, 1979, p. 56. Gaborit-Chopin, “Majesté de Sainte Foi”, Le trésor de
Conques, cit. pp. 18-24, n. 1.
76
Franco Mata, “Escultura medieval en el Museo del Prado”, Boletín del Museo e Instituto “Ca-
món Aznar”, LXIX, Zaragoza, 1997, pp. 23-52, sobre todo p. 25.
77
Yarza, Joaquín, “Las imágenes hispanas de la Virgen y Limoges”, De Limoges a Silos, catá-
logo de la exposición, Madrid-Bruselas-Silos, Madrid, 2001, pp. 196-203, sobre todo p. 200.
78
Cfr. Llompart, Gabriel, “Las Vírgenes-sagrario de Mallorca”, Entre la Historia del Arte y el
Folklore. Folklore de Mallorca. Folklore de Europa**, Palma de Mallorca, 1984, pp. 337-367, so-
bre todo p. 338.
79
Orbe, Mercedes de, “Virgen de Irache”, Orfebrería de Navarra. I. Edad Media, Madrid, Caja
de Ahorros de Navarra, Pamplona, 1986, pp. 12-15; Fernández-Ladreda, Clara, Imaginería mariana
medieval en Navarra, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1986; Franco Mata, “Escultura medieval
en el Museo del Prado”, cit. p. 25.
80
Yarza, “Las imágenes hispanas de la Virgen y Limoges”, De Limoges a Silos, cit. p. 201.
81
Pérez Gil, Javier, “Imago Maiestatis Marie: Vírgenes románicas de metal y repujadas en las
diócesis de Astorga y León”, XX Ruta Cicloturística del Románico Internacional, 3 febrero-16 de
junio, 2002, Poio, pp. 110-111. Vid. también Fernández González, “Imagen de Nuestra Señora de
la Majestad”, Artes suntuarias..., cit. pp. 37-43.
82
Franco Mata, “Falsificaciones de reliquias, copias antiguas y falsificaciones modernas de
arte medieval”, Boletín de la Asociación Española de Archiveros, Bibliotecarios, Museólogos y
Documentalistas, XLV, 1995, pp. 119-130; Sotomayor, Manuel, Cultura y picaresca en la Granada
de la Ilustración. D. Juan de Flores y Oddouz, Granada, Universidad, 1988.
83
Forsyth, Ilene H., The Throne of Wisdom Wood Sculpture of the Madonna in romanesque
France, Princeton, 1972.
84
Mackenzie, Anne D., The Virgin Mary as the Throne of Salomon in Medieval Art, Nueva York,
University Press, 1965.
85
N. inv. 60612. Franco Mata, “Antigüedades cristianas de los siglos VIII al XV”, Guía General
del Museo Arqueológico Nacional, Madrid, Ministerio de Cultura, 1992, vol. II, p. 90; Id. “Panora-
ma general del románico español a través de los fondos del Museo Arqueológico Nacional”, Arte
Románico en Madrid. Enciclopedia del Románico, Aguilar de Campoo, Centro de Estudios del
Románico, 2008, pp. 123-281, sobre todo pp. 192-193; Gaborit, Jean-René y Faunières, Dominique,
Une Vierge en majesté, París, Museo del Louvre, 2009.
86
Franco Mata, “El tesoro románico”, cit. p. 225.
87
Gauthier, Les routes de la foi..., cit. pp. 126-128.
88
Seidler, “Schrein des hl. Albinus”, Ornamenta Ecclesiae..., cit. 2, pp. 302-303, E 80.
89
Lasko, Ars Sacra..., cit., fig. 313; Arte Sacro..., cit. p. 365, fig. 311.
90
Lasko, Ars Sacra..., cit. fig. 323, 324; Arte Sacro..., cit. p. 377, fig. 321, p. 378, fig. 322.
91
Lasko, Ars Sacra..., fig. 322; Arte Sacro..., cit., p. 374, fig. 320; Ornamenta Ecclesiae, 2, p.
350.
92
Seidler, “Schrein des hl. Heribert”, Ornamenta Ecclesiae..., 2, p. 314-323. Para este tema vid.
Pensée, Image & Communication en Europe Médiévale. À propos des stalles de Saint-Claude,
Besançon, Asprodic, 1993; Franco Mata, “El “Doble Credo” en el arte medieval hispánico”, Bole-
tín del Museo Arqueológico Nacional, t. XIII, n. 1 y 2, Madrid, 1995, pp. 119-136; Id., “El Credo
Apostólico de la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo”, El Punto de Artes, Madrid, 10 al 19 de
julio 2001, p. 19.
93
Jungmann, José A., El sacrificio de la Misa. Tratado histórico-litúrgico, versión castellana del
original alemán, 2ª ed., Madrid, BAC, 1953, p. 141.
94
Jungmann, El sacrificio de la Misa..., cit. pp. 178, 584-599.
95
Franco Mata, “Tesoros de Oviedo y León: problemas estilísticos, liturgia e iconografía”, XLIes
Journées romanes: les trésors des églises à l’époque romane, 6 - 13 de jouillet 2009, Associació
cultual de Cuixa/Association culturelle de Cuxa. Monasterio de St. Michel de Cuxa (en prensa).
96
Gauthier, Les routes de la foi..., cit. pp. 130-132; Heredia Moreno, Mª Carmen y Orbe Sivate,
Mercedes de, Orfebrería de Navarra. Edad Media, Pamplona, 1986.
97
Hildburgh lo adscribe al taller de Silos, en mi opinión con escaso fundamento cfr. Hildburgh,
op. p. 127. Mme. Gauthier lo adscribe justamente a Limoges, opinión compartida por E. Taburet-
Delahaye, “Reliquaire de saint François d’Assise”, catálogo exposición L’oeuvre de Limoges, cit.
pp. 306-309; Franco Mata, “Orfebrería y esmaltes del taller de Silos”, cit. pp. 149-210. Vid. tam-
bién Douxchamps-Lefèvre, Cécile, “Le monde du frère Hugo”, Autour d’Hugo d’Oignies, cit., pp.
11-19.
98
Frugoni, Chiara, Francesco e l’invenzione delle stimmate. Una storia per parole e immagini
fino a Bonaventura e Giotto, Turín, Einaudi, 1993.
99
Gauthier, Les routes de la foi..., cit. pp. 138-140.
100
Leclerq-Marx, Jacqueline, “Les inscriptions dans l’oeuvre de frère Hugo”, Autour d’Hugo
d’Oignies, cit., pp. 133-152.
101
Vandecan, Suzanne, “L’histoire du Trésor d’Oignies”, Autour de Hugo d’Oignies, catálogo
exposición, cit. pp. 47-57; Didier/Toussaint, “Inventaire des oeuvres conservées du Trésor de
l’ancien prieuré d’Oignies”, pp. 191-389, sobre todo pp. 204-210.
102
Gaborit-Chopin, Danielle, “Estatuette reliquaire: Saint-Jacques”, Les Fastes du Gothique, ca-
tálogo exposición, París, Louvre, 1981, pp. 225-226, n. 179; Cuadrado, Marta, “Statuette reliquaire
de Saint-Jacques”, Santiago de Compostela. 1000 Ans de Pélerinage Européen, Centrum loor
Kunst en Cultur, Abbaye Saint Pierre, Gante, Europalia 1985, Gante, 1985, pp. 410-411, n. 449;
Gaborit-Chopin, “Estatuilla-relicario de Santiago peregrino, dondada por Geofrroy Coquatrix, París,
antes de 1321/1324”, Santiago Camino de Europa. Culto y cultura en la peregrinación a Compostela,
cit., 1993, pp. 347-348, n. 66; Jacomet, Humbert, “Estatuilla de Santiago peregrino”, Luces de
Peregrinación, Madrid, Museo Arqueológico Nacional, diciembre 2003- marzo 2004; Santiago de
Compostela, abril-junio 2004, catálogo exposición, Santiago de Compostela, Xunta de Galicia/
FENOSA/Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, 2004, pp. 59-61; Barral Iglesias, Alejandro,
“Santiago peregrino del arzobispo don Álvaro de Isorna”, Luces de Peregrinación, cit. pp. 62-65.
* Al final del texto, páginas 65 a 67, reproducimos la serie de láminas señaladas como “b”. Esto
permitirá al lector tener una visión temática, comparativa y sin interrupción.
que queda muestra disminuida en el lado sur, y la realidad del acceso actual a la
norte por la una escalera de la capilla de la Comunión. En los brazos se alojaban
4 capillas semicirculares, de las que sólo nos queda la antigua de San Nicolás,
hoy horadada para dar paso a la capilla de la Corticela. Las otras desaparecie-
ron como fruto de transformaciones posteriores, como es el caso de la capilla
de San Martín, que dejó paso a la de Nuestra Señora del Pilar, o para ejecutar el
pasadizo que da a la plaza de la Quintana, como ocurre con la antigua capilla de
San Juan Bautista, o también la de la Santa Cruz que desapareció para formar
parte de la creación de la moderna de la Concepción. Todo se puede comprobar
perfectamente en los planos de la figura 1.
De todo ello hablaremos pausadamente, por formar parte de la enuncia-
ción del artículo, al tratar con mutilaciones y transformaciones; que son términos
y realidades distintas, pues si bien las mutilaciones significan la pérdida del tra-
zado original, habrá que contemplar después lo que ocupó su lugar como trans-
formación.
MUTILACIONES Y TRANSFORMACIONES
Los extraordinarios planos (fig. 1), que John Kenneth Conant7 realizó de la
catedral en el año 1924, publicados en el año 1926, muestran claramente el
estado del monumento en su proceso de mutilación y transformación, no sólo
del crucero, sino de toda la catedral. En él se observa claramente como las
capillas del crucero han desaparecido totalmente o en parte, pero con muy difí-
cil visualización actual y recomposición en el plano, pero donde han quedado
las huellas de su presencia. Empezaremos la descripción por el brazo sur, don-
de parece que la desaparición fue completa, y donde a pesar de todo, quedan
las cicatrices de la representación de esas dos capillas desaparecidas.
Fig. 1. Catedral de Santiago en diseño original y mutilaciones, según J.K. Conant, 1924.
Foto 1a. Antigua capilla de San Juan Bautista. Ar- Foto 2a. Lienzo de la puerta canónica. Archivo Fco.
chivo Fco. Javier Ocaña Eiroa. Javier Ocaña Eiroa.
una estructura cajeada en cuyo interior aparece un medallón con la imagen com-
postelana de una estrella y la urna apostólica del descubrimiento. Motivo que
habrá de repetirse en una ventana exterior del Pórtico Real. Bajo las volutas que
rodean el cajeado general penden simétricas sartas de frutas.
Todo ello ofrece una decoración que más tarde ha de verse en el Pórtico
Real, o en la decoración de la contigua Torre del Reloj, finalizada 15 años antes,
por el mismo autor. La similitud de los ornamentos hace que la traza sea la mis-
ma, y se le pueda atribuir una cronología entre 1696 y 1700, considerando que
esta última fecha está fijada por inscripción en el frontispicio de la puerta del
Pórtico Real, y que por tanto se corresponde con la obra general del citado
arquitecto gallego.
Lo importante es que tal transformación no acabó definitivamente con los
restos de la parte superior del arco románico, que todavía está presente, con la
clásica disposición de medio punto en el arco enrasado de entrada, e igualmen-
te en el de su dobladura, que habría de sostener las columnas y los capiteles
correspondientes, como ocurre en la única capilla no mutilada totalmente del
crucero, la de San Nicolás, donde se puede contemplar lo que en la de San
Juan Bautista falta.
En el paño contiguo, entre las dos capillas de ese brazo sur, era donde
estaba la antigua puerta románica (fotos 2a - 2b) denominada por el Códice
Calixtino9 como “de canónica”, lugar por el cual accedían los canónigos a la
catedral desde su casa en la plaza de la Quintana. En la actualidad aparece
tapiada, pero preservando íntegramente el dovelaje de su arco de medio punto
en perfecto trazado y estado de conservación. Sobre la clave de dicho arco
aparece una cruz de consagración del templo, y en la parte baja la recientemen-
te instalada lauda del obispo Teodomiro en situación de ficticio sarcófago, que
apareció en las excavaciones10 sobre tierra y osario a una corta distancia, con
leyenda epigráfica de su identidad episcopal. A su lado hay dos medallones con
signos del apostólico acontecimiento, y una cruz de tipo asturiano, como la que
está grabada en la lauda. Hasta hace muy poco tiempo esta joya de la arqueolo-
gía jacobea se podía admirar en el ámbito de entrada a la capilla de las Reli-
quias, en el lado sur de la nave.
La consecuencia de la mutilación de la puerta románica fue debido a la
construcción de la capilla del Pilar11 (fig. 1), de entrada por la girola, que obligó
a habilitar un gran espacio arquitectónico, tanto en planta como en alzado, por
las dimensiones de dicha capilla, que en principio estaría destinada a sacristía
mayor del templo, según resolución del Cabildo de 1665, pero que el arzobispo
Monroy, después de erigida, consigue cambiar para convertirla en la capilla ac-
tual, y lugar de su propio enterramiento. No tenemos presencia de la forma exte-
rior de la puerta, solamente el arco enrasado de la forma interior, pero podría-
mos suponer que guardaría relación con la única puerta menor medieval
conservada en la catedral. Me estoy refiriendo a la denominada como “de la Vía
Sacra”, que está en la parte norte de la girola, entra las capillas de San Juan y
Santa Fé. En ella se puede observar la configuración de un arco de medio punto
formado por un grueso bocel
al que se superpone una cham-
brana de billetes. Nada nos
queda de los capiteles, ni de
las columnas y sus basas. Pero
sí la formación de un dintel pen-
tagonal, que habría de ser muy
copiado posteriormente en el
románico gallego.
En el dibujo de Vega y
Verdugo12 (fig. 2) de 1657, pero
mejor en los planos de Conant
(fig. 1), se puede observar
cómo estaba modificado el ex-
terior al colocar escultura en la
parte superior de la puerta, que Fig. 2. Dibujo de Vega y Verdugo, 1657.
Alzado Este.
Alzado Oeste.
Fig. 3. La Catedral Románica. Alzados Este y Oeste, según J.K. Conant. Resalte en color de las zonas
conservadas actualmente.
por sus trazas, podría ser la representación de una Maiestas Domini con
Tetramorfos, y dos figuras laterales, que lograran haber variado la estructura
que hemos comentado para la puerta de la Vía Sacra. Incluso se ha especula-
do con que la Maiestas Domini del museo de la catedral pudiera pertenecer a
esta puerta.
También muestra el dibujo la forma exterior de la ventana, que sería de
gran formato y tipo completo, con arco de medio punto con abertura central,
boceles, medias cañas y chambrana de billetes, columnas con capiteles y ba-
sas, como la existente entre las capillas de San Nicolás y de la Santa Cruz, de
reciente hallazgo. Nuestra puerta estaría situada entre las capillas de San Juan
Bautista y la contigua de San Martín.
En su correspondencia interior, y sobre dicha puerta tapiada, existe una
ventana abocinada que se correspondería con la primitiva ventana románica.
Constan modificaciones en el dovelaje del trazado de su arco, que fundamental-
mente es el que debió existir en la época de su formación, aunque por las hue-
llas de sillares y dovelas parece haber sido retocado, como consecuencia de su
adaptación a los nuevos menesteres de iluminación de la capilla del Pilar.
La capilla de San Martín (fotos 3a - 3b) desapareció totalmente como fruto
de la creación de la capilla de Nuestra Señora del Pilar (fig. 1), que ocupó un
gran espacio entre la girola y el crucero. En la girola suprimió también la capilla
poligonal románica de San Andrés que hacía pareja con la de la Santa Fé en el
otro lado del deambulatorio, que todavía permanece en pie sin demasiadas
mutilaciones, después de haber sido liberada de las edificaciones que la rodea-
ban en 1933 por orden de la Dirección General de de Bellas Artes13 de suprimir
esas sacristías, ya sin valor funcional, porque la actual sacristía había sustituido
a todas las de la catedral.
La capilla del Pilar14 se convierte de este modo en la gran mutiladora de
estos espacios románicos. En su haber ocupador hace desaparecer las dos
capillas señaladas, la puerta canónica, y rasga el paramento de la girola en su
segundo tramo. El volumen de mutilación y transformación alcanza también al
cubo gótico15 del arzobispo Rodrigo del Padrón (1307?-1316), continuado y aca-
bado por su sucesor Berenguel de Landoria16 (1317-1330), después Torre del
Reloj17 en planta, y un señalamiento tan alto, como notorio, en el exterior.
Esta gran capilla18 fue comenzada por orden del Cabildo catedralicio en el
año 1696 encomendando su ejecución a Antonio Domingo de Andrade, que
dirigió las obras hasta su retiro por enfermedad en 1711, y dejar paso a Fernan-
do de Casas y Novoa. Su construcción duró hasta 1723.
El paño interior que debería ocupar el hueco de la capilla de San Martín
está totalmente tapiado, a excepción de una ventana ficticiamente románica,
que ocupa la parte superior del antiguo ábside, pero que, muy disimulada, guar-
Foto 3a. Antigua capilla románica de San Martín. Foto 4a. Lienzo pegado a la girola. Archivo Fco.
Archivo Fco. Javier Ocaña Eiroa. Javier Ocaña Eiroa.
las columnas, que mantienen las hiladas en perfecta conjunción con los inicia-
les del paño de la ventana, que podemos considerar como los originales, dato
que ya habíamos observado en la ventana precedente.
En la parte baja del paño, se ha instalado en la primera mitad del siglo XVII
un mausoleo renacentista con la tumba del arzobispo don Juan Beltrán de
Guevara19. Consta de arco solio con sarcófago de yacente y escudo de sus ar-
mas, con columnas estriadas pareadas de capiteles dóricos, friso liso y corona-
ción de pináculos. La traza se corresponde con la obra de Bartolomé Fernández
Lechuga, que por esas épocas trabajó en la catedral.
Para acabar con las mutilaciones y transformaciones de este brazo del cru-
cero, hay que prestar atención al cubo gótico (fig. 1) comenzado por el obispo
Rodrigo del Padrón y finalizado por otro obispo, Berenguel de Landoria20. Con-
cebido como plataforma defensiva macizaba uno de los contrafuertes de la fa-
chada de Platerías, y el estribo finalizador sur-este del crucero y la ventana colin-
dante. Esa estructura fue más tarde sobreelevada, y tratada al modo barroco por
el arquitecto Antonio Domingo de Andrade21, para convertirla en la esbelta Torre
del Reloj, que enseñorea con su esbeltez las plazas de Quintana y de Platerías.
Si tuviéramos que hacer un resumen que tratase de nominalizar las
mutilaciones y transformaciones de este brazo del crucero, el mayor adeudo
constructivo habría de caer en la fuerte personalidad del arquitecto citado, que a
petición de distintas órdenes del Cabildo, modifica todos esos espacios con la
creación del Pórtico Real de Quintana, el pasadizo desde la catedral a dicha
plaza, la capilla del Pilar y la parte superior del cubo gótico. Ello supondría la
total pérdida de identidad románica de ese brazo del crucero en su parte infe-
rior, al hacer desaparecer las dos capillas originales y la puerta canónica.
minación de figuras alegóricas en la rosca del nuevo arco, que culminan ocu-
pando la clave del viejo arco. El arco renacentista está ocupado por un clípeo
con figura barbada con trenzas, y dovelaje vegetal acabado en dos clípeos con
figuras femeninas. El frente está ocupado por pilastras decoradas con candelieri
apoyadas en basamentos con cabezas de ángeles sobre cartelas.
Todavía es visible en ambos lados parte de los segmentos laterales de la
línea de tacos que servía para dividir horizontalmente la zona de la ventana y la
del lienzo bajo, así como las impostas bajas del arco de la ventana primitiva, y
las propias impostas del arco. Del mismo modo se puede apreciar la diferencia
de sillares, con la presencia de los antiguos en los lados, que guardan las hila-
das con los tambores de las columnas contiguas.
Ahora ese vano permite la entrada a la capilla mutiladora, la de La Concep-
ción (fotos 6a - 6b). Dicha construcción fue amparada por el arzobispo Alonso
de Fonseca (1507-1523) por petición de la cofradía de clérigos del coro. Juan de
Álava la trazó, y Jácome García la ejecutó. Cornielles de Holanda realiza el pri-
mer retablo en 1526, que pinta más tarde Juan Bautista Celma, que añade algo
más. Francisco de Antas hace un nuevo retablo que sustituye al anterior, que
después se cambia por el actual del siglo XVIII. Simón Rodríguez traza en 1721
Foto 5a. Antigua capilla de la Santa Cruz. Archivo Foto 6a. Lienzo pegado a la girola. Archivo Fco.
Fco. Javier Ocaña Eiroa. Javier Ocaña Eiroa.
cero, pero que se van a diferenciar mucho de los de las ventanas exteriores
superiores, que son mucho más rústicos. Resulta muy importante el hallazgo de
estos elementos, por cuanto es la única ventana exterior del crucero este exis-
tente, y de este modo podemos saber cómo eran las que consecutivamente han
ido desapareciendo en el crucero bajo exterior, así como de las forma semicircu-
lares de los ábsides desaparecidos.
También está presente una de las ventanas exteriores de la vecina capilla
de San Nicolás, con falta de la decoración, como ocurría en la ventana comenta-
da de la capilla de Santa Cruz. Es decoración simple como Conant recoge en
sus dibujos, y que debió conocer en estos restos, pues en su plano señala la
escalera de acceso a la tribuna que los acoge. Todavía conserva esta parte exte-
rior del ábside de San Nicolás un hermoso canecillo con cabeza de bóvido que
ha estado oculto secularmente.
La falta de decoración en las ventanas podría calificarse de excepcional, y
diferente, a lo que sucede con las capillas de la girola, donde sí se realiza, pero
de las que carecen también las contiguas poligonales de la existente de Santa
Fe. Yo creo que Conant tuvo acceso a esta tribuna de la actual capilla del Espí-
ritu Santo, y vio estas estructuras, por-
que en sus alzados de este lado de la
catedral sitúa ventanas sin decoración.
El paño entre las dos capillas de
este brazo norte del crucero es el ac-
tual paso a la capilla de la Soledad,
antes del Espíritu Santo (fotos 8a - 8b).
El paño románico es rasgado para la
instalación de una puerta con pilastras
sobre altos apoyos. Puerta de vano tre-
bolar con festones y estrías centrales
más castilletes laterales, decoración
que nos recuerda la de los panteones
interiores. Encima una de las cruces de
consagración del templo acompañada
por dos figuras de cánidos o lúpidos.
La coronación es una simulación arqui-
tectónica de una ventana cajeada, y un
frontón triangular con bolas en el vérti-
ce y en los laterales.
Esta capilla es de realización góti-
ca del siglo XVI. Jácome García realiza
Foto 8a. Entrada a la capilla de la Soledad. Archivo
diferentes reformas en el año 1526, y
Fco. Javier Ocaña Eiroa. en los posteriores de 1541 y 1567. Las
Foto 10a. Lienzo exterior sur y ventana. Archivo Fco. Javier Ocaña Eiroa. Derecha, detalle.
que la ventana exterior descubierta entre las capillas de San Nicolás y la Santa
Cruz, pero difiere mucho en la decoración de los capiteles, siendo mucho más
desarrollados los de la ventana baja, en la línea de los del interior, y a mucha
distancia de la rusticidad de los de esta ventana.
Con respecto al lienzo, que por motivos defensivos se eleva, presenta
mutilada por desaparición la línea de canecillos existentes, de lo cual hay cons-
tancia de alguna presencia, porque quedaron los tajos de sus formaciones fron-
tales, al igual que sucedió en la parte externa de la girola, pero en este muro
persisten sobre la segunda hilada de sillares, encima de la clave del arco de la
ventana. La diferencia de los tamaños y formación de los sillares de las dos
partes del lienzo es perfectamente comprobable, mayores y mejor distribuidos
los nuevos, menores y dispuestos de forma desigual los del muro románico.
Foto 13. Lienzo exterior norte, esquina a Azabachería. Archivo Fco. Javier Ocaña Eiroa.
Foto 14. Hueco que alberga el Santiago Matamo- Foto 15a. Paño de confluencia con la nave mayor.
ros. Archivo Fco. Javier Ocaña Eiroa. Archivo Fco. Javier Ocaña Eiroa.
Foto 16. Puerta del Claustro. Archivo Fco. Javier Foto 17a. Puerta de la Sacristía. Archivo Fco. Ja-
Ocaña Eiroa. vier Ocaña Eiroa.
por consideración de respeto artístico, sino por cuestión de economía, que de-
bería aportar más trabajo y materiales si se suprimía ese arco, aparte de no
incidir en la mecánica de resistencia del paño con su supresión.
La puerta de la sacristía (fotos 17a - 17b) es la pareja de la anteriormente
descrita. Por ello no hacemos narración de trazas y autoría, dado que muestra
los mismos caracteres como para parecer de igual intención y realización que la
puerta del Claustro, por lo que no es necesario volver a repetir las descripciones
de sus elementos, que sólo cambian en las figuras que cobijan los arcos, la de
un Santiago peregrino y la de una figura mitrada. El resto es prácticamente igual
a la anterior, incluso en la coronación, donde se sustituye la figura del Padre
Eterno por la de un busto de Santiago peregrino tocado con sombrero de ala
ancha vuelto con venera frontal.
De nuevo interesa hacer notar que el arco de la ventana que mutila, casi su
totalidad, es visible bajo las formas platerescas de su decoración superior. Exac-
tamente en la misma dimensión de amputación y respeto de dovelas que se
había hecho en la puerta de la Sacristía, y que al igual que en ella, permanece
para demostrar la existencia de esa ventana y su mutilación y transformación en
todo el aparato plateresco por el que fue sustituida. La relación de la formación
y decoración de las dos puertas es tan
igual que resulta un conjunto monóto-
no, sin más innovación que la de esa
presencia de estilo avanzado, pero re-
pitiendo el mismo concepto, dato sin
igual en todas las transformaciones a
las que hemos hecho mención a lo lar-
go de este artículo. Incluso la preser-
vación de los elementos de las dovelas
de los arcos de las ventanas es el mis-
mo, con lo que se puede hablar más
de plantilla estereotipada, que de crea-
ción artística, que sólo vale para una
de las dos. Uno de los dos modelos
está lastrado y es copia exacta, sin
mejoras y sin empeorar el modelo pri-
mitivo.
El lienzo contiguo a la puerta del
claustro muestra una particular mutila-
ción y transformación (fotos 18a - 18b).
Se trata de la desaparición del arco de
Foto 18a. Tímpano de Clavijo. Archivo Fco. Javier
la ventana original y superposición de
Ocaña Eiroa. un arco con figuras de ángeles bajo
Foto 20a. Capillas interiores del crucero en el brazo norte del crucero.
Santa catalina donde estaban los reyes de gloriosa memoria; e pedía a sus
mercedes le diesen su consentimiento para ello, y para que los Reys se quita-
sen de dicha capilla e su pusiesen en otro lugar más decente”. La petición sólo
tardó un año en ser atendida, por lo que se procedió al cambio del panteón
real y la instalación de las modificaciones solicitadas con la instalación del
retablo actual. Pensamos que la ubicación de las tumbas reales en el lugar no
hubiera sido motivo de mutilación de algún paramento, en cuanto los enterra-
mientos reales se realizaban en sarcófagos pegados a la pared con un arco
solio de encajamiento en el muro, y alguna estructura decorativa superior. No
hay ningún inconveniente para ver la integridad de la ventana románica origi-
nal en el brazo oeste del crucero, y vislumbrar tras el retablo, con alguna difi-
cultad, parte del arco de la otra ventana románica, la que daba a la fachada
exterior de Azabachería. El mismo López Ferreiro señala que hubo de retirarse
su sacristía por las molestias que ocasionaba su construcción a la catedral, lo
que suponía su instalación en el entorno cercano, del que carecemos de da-
tos. El retablo existente es del maestro entallador Miguel Ramón de 1548, y la
reja de Antonio Pérez en 1763. El cerramiento de la capilla más cercana a la
entrada está ocupado por un enterramiento de sarcófago y arco solio conopial
con la efigie yacente del obispo de Orense Don Alonso López de Valladolid
que falleció en el año 1468 y que fue familiar del arzobispo Don Lope de Men-
doza. Podemos, pues, considerar como modificaciones, la ocupación del es-
pacio por la capilla actual con un retablo muy tardío de finales del siglo XVIII o
principios del XIX, encerrada por ese reja de 1763 y el sepulcro del obispo Don
Alonso de Valladolid.
La capilla de San Antonio ocupa el área contraria en esta fachada interior.
Es precisamente en el año 1695, cuando se le construye una sacristía tras el
altar, que se denomina a la capilla como de San Antonio, habiendo tenido ante-
riormente otras advocaciones. Su retablo se debe al entallador Manuel de Leis
en el año de 1729. Las cuestiones de las modificaciones adquieren el mismo
rumbo que las de la capilla de Santa Catalina, es decir, ocupación del espacio
esquinal del crucero por una capilla posterior, a la que se añade un retablo y una
reja, que deja dicho lugar modificado con respecto a su traza de libre circulación
románica. El espacio más cercano a la puerta vuelve a estar ocupado por una
pared que acoge un sepulcro, en este caso el del Prior Juan Vidal, muerto en
1582, cuya realización se atribuye a Juan Bautista Celma. Es pareja coordinada
con la del obispo de enfrente, que le sirvió de referencia al Cabildo para acomo-
darlo en el lugar actual, como refiere López Ferreiro28. Con respecto a las posi-
bles mutilaciones de elementos románicos no parecen haber existido, o al me-
nos ser evidentes. Conservamos como visible el trazado de la ventana del muro
este, en condiciones de macización de su vano, pero existente como trazado de
arco y jambas.
Foto 21. Puertas de acceso a las torrecillas esquinales del crucero de su fachada sur.
gran brillantez lumínica. Ciertamente es el único tramo que conserva estas ca-
racterísticas de originalidad transparente, porque los otros se ven grandemente
disminuida la entrada de luz debido a los paños superiores de las capillas infe-
riores que alzan sus muros hasta loa aleros del tejado. Me estoy refiriendo a la
Capilla del Pilar, a la de la Comunión, o a la de Sacristía. De las ventanas que
deberían corresponder a esas partes ocupadas, sólo tres no han sido tapiadas.
Se corresponden dos con el brazo sur-oeste, y una con el brazo sur-este. El
resto permanecen en su sitio con toda la estructura románica conservada, pero
tapiadas. Por eso no podemos hablar de mutilaciones, como antes indicaba,
sino de modificaciones.
La otra situación que requiere nuestra atención de la tribuna, es la de las
condiciones en las que se encuentran las entradas a las torrecillas de esquina
en ambas partes de las fachadas superiores (foto 21). Las cuatro pequeñas to-
rres esquinales que acababan en estructuras cónicas tenían acceso desde el
interior de la tribuna. Se hacía por una pequeña puerta situada en el ángulo
recto que formaban los muros del crucero. Las del brazo norte han sido total-
mente tapiadas. Quedan las del brazo sur. Una de ellas algo modificada por
ampliación, y la otra en perfecto estado de conservación, como se puede com-
probar en las fotografías.
tecto, y dar lugar a la teoría de que ambos paramentos están diseñados por dos
arquitectos diferentes. Por otro lado, la fórmula de los contrafuertes unidos en
arcos de medio punto en la parte superior es más estética, porque no los deja
descarnados en el muro, como en otras muchas iglesias, sino que los ata
orgánicamente al edificio, produciendo una mejor solución mecánica y artística
a la vez.
En los ángulos de las fachadas estaban alojadas torretas (figs. 1 y 3) de
varias secciones en alzados. El tramo superior se correspondía con partes cir-
culares que se insertaban en los estribos de esquina de la torreta, para acabar
en forma cónica en el remate. Hemos visto en el capítulo anterior los accesos
(foto 21) a esas torretas, de los que se conservan perfectamente los del brazo
sur. Un segmento de esa formación circular, y del estribo de esquina, se encuen-
tran perfectamente conservados al lado de la última ventana de las dos no muti-
ladas en ese brazo (foto 22). Todavía se pueden observar los límites de inserción
de la parte curva en el estribo por medio de las impostas correspondientes. En
la zona baja, la que separaba la inserción de los contrafuertes finales o estribos,
se puede observar el remate de la forma curva en una moldura de billetes, y bajo
ella las formas capitelares oportunas. En la parte superior, la que finaliza el arco,
se puede observar una ménsula con la representación de un busto de un ángel
portante de una estrella de ocho puntas.
Cabría esperar poder contemplar las primitivas hiladas del alero del tejado y
los canecillos, como sucedía en la otra parte del crucero, aunque allí sólo se pu-
diesen ver los tajos dejados al mutilar la parte exterior de los canecillos. En este
lado la mutilación del paramento en su parte superior ha sido tan absoluta, que no
se pueden observar ni las hiladas primitivas, ni ningún tajo de canecillo, por lo
que podemos considerarlo perfectamente como mutilación y no transformación.
Las tres ventanas inferiores fueron hechas desaparecer. Una de ellas por la
instalación de la actual sacristía, que tuvo que suprimir esa parte del paramento.
La contigua fue cegada al construirse dicha capilla, y la última cegada por las
obras del Tesoro. El hueco del antiguo vano medieval fue conservado (figura 1),
por ser la actual puerta de entrada al claustro.
Foto 20b.
BIBLIOGRAFÍA REDUCIDA
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— Noticias de las excavaciones arqueológicas en la Catedral de Santiago, en
Compostellanum, I, Santiago, 1956.
— Noticias de las excavaciones en la Catedral de Santiago, en Compostellanum,
II, Santiago, 1957.
NOTAS
1
Claudio Sánchez Albornoz. España: un enigma histórico, pág. 277, (2 vols). Barcelona.
2
Para acercarse a este problema puede consultar la siguiente bibliografía. Azcárate Rístori
José María: La portada de Platerías y el programa iconográfico de la Catedral de Santiago, en
Archivo Español de Arqueología, XXXVI, Madrid, 1963. Castiñeiras González, M. A. “Un adro para
un bispo: modelos e intención na fachada de Platerías”, Semata. Cultura, Poder y Mecenazgo
1999. “La catedral románica: tipología arquitectónica y narración visual”, en Santiago, la Catedral
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programa iconográfico de las portadas del transepto de la catedral de Santiago, en “La meta del
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1993 y 2004. La construcción de la catedral románica de Santiago, en “La meta del Camino de
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1995. Ediciones en español, francés y alemán. Santiago de Compostela, la ciudad construida.
Arquitectura medieval. Libro: Santiago de Compostela: Ciudad y Peregrino. Actas del V Congreso
Internacional de Estudios Jacobeos. Pp. 227-270. Xunta de Galicia, 2000. Santiago de Compos-
tela en la Edad Media. Libro. Madrid, 2002. La Catedral de Santiago, en “Las catedrales, de
Galicia”. Edilesa. León, 2005.
3
La discutida representación de las etapas constructivas de la catedral siempre ha traído de
cabeza a los historiadores del arte, pero ninguno de ellos discute la etapa del crucero como
propia del arzobispo Gelmírez, aunque las dudas puedan recaer sobre la autoría profesional
desu arquitecto Bernardo el Joven, debido a la acumulación de cargos como dice la “HISTORIA
COMPOSTELANA, Lib. II cap. 87 ”…confirió (el arzobispo Gelmírez) la cancillería a don Bernar-
do, su familiar y tesorero de Santiago... Poco es el argumento para certificar su obra cuando el
arzobispo le niega el permiso para un viaje a Tierra Santa con el argumento de “...viendo que su
iglesia sufriría mucho detrimento por su ausencia, ya que no dudaba de que las obras de la iglesia
necesitaban mucho de su magisterio...” HISTORIA COMPOSTELANA, Lib. III cap. 8, tradc. Ma-
nuel Suárez y José Campelo, Santiago, 1950. No concreta si el magisterio era de tipo profesional
activo, o de organización de proyecto anterior.
4
Las medidas han sido tomadas en el libro “Galicia”, en la colección “La España Románica”,
Madrid, 1979. Chamoso Lamas Manuel, González Victoriano y Regal Bernardo:
5
Para los estudios de la fachada norte hay que recomendar como obra primeriza. Moralejo
Álvarez Serafín: La primitiva fachada norte de la catedral de Santiago, en Compostellanum XIV,
Santiago, 1969.
6
Los planos de Conant dan cumplida fe de la visión que relato. Se pueden consultar en su
obra: The Early Architectural History of the Cathedral of Santiago de Compostela. Cambridge.
Harvard University Press, 1926. Edición en gallego, Arquitectura Románica da catedral de Santia-
go de Compostela, Colegio Oficial de Arquitectos de Galicia, Santiago, 1983.
7
Coincido con el profesor Serafín Moralejo cuando dice: “...nadie, desde Conant, ha vuelto a
tratar la arquitectura de la catedral románica compostelana en similares términos de comprensión
y sistematización...”, pág. 221. Notas para una revisión de la obra de Conant K. John, en Conant,
K. John: Arquitectura románica da Catedral de Santiago, Colegio Oficial de Arquitectos, Santiago,
1983.
8
Bonet Correa, A.: La arquitectura en Galicia durante el siglo XVIII, págs. 295-298, 359-415,
Madrid, 1966
9
Liber Sancti Iacobi - Codex Calixtinus, transcripción de Klaus Herbers y Manuel Santos Noia,
pág. 252, Santiago, 1998. Liber Sancti Iacobi - Codex Calixtinus, pág. 556, tradc. A. Moralejo, C.
Torres, J. Feo, ed. X. Carro Otero, Pontevedra, 1992.
10
Chamoso Lamas Manuel: Excavaciones en la Catedral de Santiago, en Archivo Español de
Arte y Arqueología, tom. XXVII, Madrid, 1954. Noticias de las excavaciones arqueológicas en la
Catedral de Santiago, en Compostellanum, I, Santiago, 1956. Noticias de las excavaciones en la
Catedral de Santiago, en Compostellanum, II, Santiago, 1957. Excavaciones en la Catedral de
Santiago, en Archivo Español de Arte y Arqueología, tom. XXIII, Madrid, 1958. Noticias sobre
recientes descubrimientos arqueológicos y artísticos efectuados en Santiago de Compostela, en
Príncipe de Viana, nº 122 -123, Pamplona, 1971. Guerra Campos, J.: Excavaciones en la Catedral
de Santiago, en La Ciencia Tomista, nº 273-274, Madrid, 1960. El sepulcro de Santiago, en La
Catedral de Santiago de Compostela, Barcelona,1977. Exploraciones arqueológicas en torno al
sepulcro del Apóstol Santiago, Santiago de Compostela, 1982.
11
García Iglesias José Manuel: La Catedral de Santiago de Compostela, págs. 330-333, La
Coruña, 1993. Yzquierdo Perrín, Ramón y Alejandro Barral Iglesias. A Guide to Santiago Cathe-
dral, págs. 57-59, León, 2000, Yzquierdo Perrín, Ramón en Las Catedrales de Galicia. León, León
2005. Como obra de Antonio Domingo de Andrade y Fernando de Casas y Novoa, vale la biblio-
grafía citada en las notas dedicadas a estos autores y al arte Barroco en general.
12
Para comprender la labor de Vega y Verdugo en la catedral de Santiago se puede consultar
Bonet Correa, A.: La arquitectura en Galicia durante el siglo XVIII, págs. 269-291 Madrid, 1966.
Carro García J.: El canónigo D. José Vega y Verdugo, propulsor del Barroco en Compostela.
Cuadernos de Estudios Gallegos, fasc. 49, Santiago, 1961. Del románico al barroco: Vega y
Verdugo y la capilla mayor de la Catedral de Santiago. Cuadernos de Estudios Gallegos, XVII,
Santiago, 1962. Vega y Verdugo, y el revestimiento barroco de la catedral de Santiago, en Cuader-
nos de Estudios Gallegos. XVII, Santiago 1963. El palacio y la torre de D. Berenguel en la cabece-
ra de la catedral de Santiago, en Cuadernos de Estudios Gallegos, XI, Santiago, 1948. García
Iglesias José Manuel: Galicia. Tempos de Barroco, Santiago, 1990. A Catedral de Santiago e o
Barroco, Santiago, 1990. Ortega Romero, María del Socorro, “El Barroco”, en Historia del Arte
Gallego, págs. 281-513, Madrid, 1982. TAÍN GUZMÁN, M. “Domingo de Andrade, Maestro de
Obras de la Catedral de Santiago (1639-1712)”. Sada- A Coruña, 2 volms., 1998. Vázquez Castro,
J. “La Berengula y la Torre del Reloj de la Catedral de Santiago”, Semata, Cultura, Poder y Mece-
nazgo, págs. 111-148. 1999. Vigo Trasanco, Alfredo, “La fachada del Obradoiro de la Catedral de
Santiago (1738-1750) Arquitectura, triunfo y apoteosis”. Santiago, 1996. Yzquierdo Perrín, Ra-
món, en Las Catedrales de Galicia. León, León 2005.
13
“...apareció una puerta románica tapiada por una pared y de la cual no había vestigio alguno,
demostrándose en contra de la opinión más corriente y autorizada se trataba de la puerta llamada
de Vía Sacra...”. Carro Otero, J.: En rectificación de un error común: la Puerta Santa no es una de
las románicas (s. XI-XII), en Cuadernos de Estudios Gallegos, tomo XX, nº 61, Santiago de Com-
postela, 1965.
14
Es válida la bibliografía citada en la nota anterior.
15
Ídem que la anterior.
16
Ídem que la anterior.
17
Julio Vázquez Castro: “La Berenguela y la Torre del Reloj de la catedral de Santiago”. Semata
nº 10, págs. 111-148.
18
Ídem que la anterior.
19
Vale bibliografía notas 11 y 15.
20
Bonet Correa, A.: La arquitectura en Galicia durante el siglo XVIII, págs. 530 y 531 Madrid,
1966. García Iglesias José Manuel: La Catedral de Santiago de Compostela, pág. 346, La Coruña,
1993.
21
Ídem nota 17. Vázquez Castro Julio: “La Berenguela y la Torre del Reloj de la catedral de
Santiago”. Semata nº 10, pág. 6.
22
Ídem nota 17.
23
He tenido conocimiento de ello, por gentileza de mi amigo el profesor Ramón Yzquierdo
Perrín.
24
Puente Míguez, José A.: Notas acerca de la primitiva cubierta románica de la Catedral de
Santiago, págs. 100-101 en Memoria Artis, Studia in memoriam Mª Dolores Vila Jato, Santiago
2003.
25
Yzquierdo Perrín, Ramón. El mecenazgo del obispo compostelano Don Lope de Mendoza en
Santiago y Padrón, pág. 140. Abrente nº 38-39, La Coruña. A la abundante bibliografía de las
notas de dicho artículo remito al lector, para no redundar en su nominación, y no caer en olvido
de ningún autor.
26
Yzquierdo Perrín, Ramón. Iconografías Hispanas del Apóstol Santiago, págs. 213- 214. XXVII
Ruta Cicloturística del Románico Internacional. Pontevedra, 2009.
27
Yzquierdo Perrín, Ramón. Aproximación al estudio del claustro medieval de la catedral de
Santiago. Revista: Boletín de Estudios del Seminario Fontán Sarmiento. Nº 10, págs. 15-42. San-
tiago, 1989.
28
López Ferreiro, A. Historia de la Sta. A. M. Iglesia de Santiago, 11 volms. Santiago 1898-1909.
vol. VIII, pág 371
29
Vale la nota anterior.
30
Ocaña Eiroa, Fco. Javier. La controvertida personalidad del maestro Esteban en las catedra-
les románicas de Santiago y Pamplona. Institución Príncipe de Viana, nº 228. Pamplona, 2003.
No fue hasta finales del siglo X cuando la historia del monasterio sufrió su
primer revés importante y es que el abierto enfrentamiento entre dos de los monjes
había provocado graves desperfectos en el inmueble. Esto, unido a la más que
posible aunque parcial destrucción del edificio por parte de las tropas de Almanzor
provocó que Bermudo II ordenase la restauración completa del mismo mediante
un diploma emitido en el año 9973.
Las agitadas circunstancias en las que el monasterio vivió los años finales
del siglo X contrastan con el período de prosperidad experimentado a lo largo
del siglo XI y buena parte del XII, durante los que las donaciones, compras y
permutas por parte del monasterio fueron muy numerosas. Buena prueba de
ello es que a mediados del siglo XII el abad Froila tomó la decisión de realizar
una profunda reforma de las dependencias monacales que llegaría incluso, se-
gún algunos autores, a ser una obra de nueva planta.
Tras la muerte del abad Froila en el año 1162, toma el relevo Fernando, sin
duda uno de los personajes con mayor trascendencia en la historia del monas-
terio, continuando con el espíritu renovador que había iniciado su predecesor.
Fernando decide construir una nueva iglesia para el monasterio pues el peque-
ño templo se hizo insuficiente para acoger a la gran comunidad de monjes ya
existente y que prometía seguir en aumento. Las obras del templo que ha llega-
do –aunque parcialmente– hasta nuestros días comenzaron en el año 1171, fe-
cha que conocemos por una inscripción situada en el exterior del muro de la
cripta y otra ubicada en el interior del templo. La fecha de finalización del mismo
se desconoce aunque sí se sabe que a la muerte del abad Fernando en 1192
todavía estaban en marcha por una donación realizada “ad opus” de manos de
una familia de la nobleza local4.
Pese a la complicada situación que vivieron todas las casas monacales
gallegas y españolas durante los siglos XIII y XIV, la importante reserva de capi-
tal de la que disponía la abadía dezana, hizo posible que a mediados del siglo
XIV se acometiese una de las reformas más importantes y con más trascenden-
cia en el aspecto exterior del templo: la reforma de la fachada principal.
En ella se construyó la torre del lado norte, para lo que fue necesario el
desplazamiento y la reducción del tamaño del rosetón. Las huellas de estas
obras son hoy perfectamente visibles, pues en el despiece de la sillería se apre-
cia claramente el lugar que ocupaba el rosetón original que tenía un diámetro
aproximadamente doble que el actual. Según Hipólito de Sá Bravo, la parte su-
perior de esta torre conserva trazas de haber sido utilizada en algún momento
como campanario5, pero no hemos encontrado más testimonios que respalden
esta tesis. Armando Vázquez defiende que fue durante estas obras cuando se
construyó la tribuna existente en el intradós de la fachada, mientras que Ramón
Yzquierdo piensa que es parte de la fábrica original con lo que constituiría una
gran innovación dentro de la arquitectura románica gallega6.
Imagen de la fachada principal del templo monástico a principios del siglo XX, cuando todavía se conservaban
los relieves del tímpano de la portada. Fuente: M. P. Autor desconocido.
Vista general del templo tomada desde el sur en los años de posguerra. Al fondo, tras la cabecera, puede
observarse la chimenea de la casa monacal, actualmente desaparecida. Fuente: M. P. Autor desconocido.
Imagen de las bóvedas de las naves laterales Imagen de la cimbra de ladrillo construida en la cabecera
en proceso de reconstrucción durante las obras durante la primera fase de las obras de rehabilitación
dirigidas por Enrique Barreiro. 1981. Autor: dirigidas por Enrique Barreiro. 1992. Fuente: Márgen S.L.
Ramón Yzquierdo Perrín. Autor: Tino Viz.
Imagen de la cimbra de ladrillo desde el interior de la cabecera. 1992. Fuente: Márgen S.L. Autor: Tino Viz.
Grabado de Piranesi del arco de Tito reflejando el estado del mismo antes de la restauración realizada por
Valadier.
Imagen de uno de los capiteles introducidos Fotografía del arco de Tito en 1860 donde puede ob-
en la nave principal, reinterpretados y simpli- servarse la intervención de Valadier, completando el
ficados por Enrique Barreiro. 1992. Fuente: fragmento preexistente pero simplificando considera-
Márgen S.L. Autor: Tino Viz. blemente las molduras y los relieves.
Vista general del interior del edificio tomada desde la cubierta de la cabecera antes de que Baltar, Bartolomé
y Almuiña comenzasen las obras de cubrición de la nave principal y el transepto. 1993. Fuente: Márgen S.L.
Autor: Tino Viz.
Imagen de la bóveda de la cabecera totalmente descarnada durante los trabajos de consolidación e imper-
meabilización llevados a cabo por Baltar, Bartolomé y Almuiña a principios de los años 90. Fuente: Márgen
S.L. Autor: Tino Viz.
Imagen del cimbrado necesario para el apeo de las bóvedas durante los trabajos de consolidación de la
cabecera realizados por Baltar, Bartolomé y Almuiña. 1993. Fuente: Márgen S.L. Autor: Tino Viz.
Aspecto exterior del monumento tras la intervención en la cubierta de la cabecera por parte de Baltar,
Bartolomé y Almuiña. 1993. Fuente: Márgen S.L. Autor: Tino Viz.
Vista aérea del conjunto en la que podemos observar el estado en el que estaban las dependencias
monacales cuando ya se habían consolidado parcialmente por parte de los alumnos de la escuela taller,
antes de la redacción del proyecto de Baltar, Bartolomé y Almuiña. Fuente: Dirección Xeral de Patrimonio.
Imagen del remate del hastial norte del transepto a mediados de los 60. Permanecería en este estado hasta
las primeras obras de consolidación realizadas por la escuela taller en 1990. Fuente: M.P. Autor desconocido.
Exterior del centro cultural de Lavapiés, del arquitecto José Ignacio Linazasoro. Se trata de una intervención
sobre las ruinas de una iglesia barroca, en la que para el desarrollo completo del programa se hace necesaria
la ampliación del edificio, de manera similar a lo que ocurrió en el ala norte de las dependencias priorales de
Carboeiro. Fuente: Presi, S. Jose Ignacio Linazasoro. Progettare e costruire. Onlus. Latina. 2007.
Vista general del patio antes de la reconstrucción del ala norte por parte de Baltar, Bartolomé y Almuiña, y
antes de la intervención del arquitecto Iago Seara en los paramentos de la zona este. En esta imagen
podemos ver los refuerzos provisionales que los alumnos de la escuela taller habían ejecutado en lo que
quedaba de los muros de las antiguas dependencias priorales. 1995. Fuente: Márgen S.L. Autor: Tino Viz.
Vista del ala norte del patio desde el mirador de la torre noroeste. En la imagen podemos ver también la
reconstrucción parcial, llevada a cabo por Iago Seara, de los fragmentos de muro adosados al linde este de
las dependencias. 2008. Autora: Alicia Abal.
Imagen actual del hastial norte del transepto donde podemos observar el remate “cuidadamente descuida-
do” proyectado por el arquitecto Iago Seara y que le ayudaría también para resolver el encuentro con el
faldón de cubierta. 2008. Autora: Alicia Abal.
3. CONCLUSIONES
En este estudio se ha tratado de dejar constancia de la imposibilidad y la
irrealidad que supone el concebir el edificio que hoy vemos como un conjunto
unitario, ya que tanto en su largo proceso de construcción y como en su poste-
rior rehabilitación, son muchos los condicionantes, los técnicos y las concepcio-
nes teóricas del proceso de restauración, las que han intervenido en la confor-
mación de lo que actualmente existe.
Del mismo modo, ha quedado patente el desconcierto en el que nos move-
mos los arquitectos hoy en día en cuanto a teorías de la restauración se refiere.
Sea por la ausencia de una corriente ideológica dominante, sea por la gran va-
riedad de casos a los que debemos
enfrentarnos, lo cierto es que los crite-
rios de intervención cambian radical-
mente entre actuaciones del mismo au-
tor, e incluso dentro de la misma fase
de restauración, partes del edificio se
reconstruyen de forma analógica mien-
tras que otras juegan con la idea de
aparataje externo o andamio, al ampa-
ro de las teorías de Ruskin. Esto debe-
ría llevarnos a la reflexión acerca de la
bondad o maldad de llevar a la prácti-
ca los preceptos teóricos de unos u
otros planteamientos, pues ambos
pueden ser rebatidos con argumentos
sólidos desde la posición contraria.
En palabras de Chueca Goitia “a
un edificio antiguo, antes de proceder
a su restauración, había que auscultarlo
como a un enfermo. Sólo después po-
Imagen actual correspondiente al mirador de ma- día aplicarse un tratamiento adecuado
dera de la torre noroeste proyectado por Iago Seara.
2008. Autora: Alicia Abal. e individualizado al ‘paciente’ ”.
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VIOLLET-LE-DUC, E.E.: Dictionnaire raisonné d’Architecture. Instituto Juan de
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NOTAS
1
Yepes, Fr. A. De. Crónica General de la Orden de San Benito. T. V. Valladolid, 1615. Fol. 36 V.
2
Ibid.
3
Lucas Álvarez, M. La colección diplomática del monasterio de San Lorenzo de Carboeiro.
“Compostellanum”. V III, nº 2, pág. 65-66.
4
Lucas Álvarez, M. La colección diplomática del monasterio de San Lorenzo de Carboeiro.
“Compostellanum”. V III, nº 4, pág. 244.
5
De Sá Bravo, H. “Las rutas del románico en la provincia de Pontevedra”, 1978. Pág. 579.
6
Yzquierdo Perrín, R. El Monasterio de Carboeiro artículo de Monacato galego: sexquimilenario
de San Bieito: actas do primeiro coloquio, Ourense 1981. Ourense: Museo Arqueolóxico Provin-
cial. Pág. 135.
7
Carro García, J. Las Inscripciones de San Lorenzo de Carboeiro artículo en Archivo Español
de Arqueología. Vol. 14. 1941. Pág 395-396.
8
Bango Torviso, I.G. Arquitectura románica de Pontevedra. Fundación Barrié de la Maza. La
Coruña. 1979. Pág. 111.
9
Seijas Montero, M. Las Tierras de Trasdeza en el siglo XVIII, dominio del priorato de Carboeiro.
Tesis doctoral inédita. Facultad de Geografía e historia. Universidad de Santiago. 1992.
10
Filgueira Valverde, J. y González. “San Lorenzo de Carboeiro”. Archivo español de arte. Vol.
14, Madrid, 1940-41. Pág. 62.
11
Vázquez, A. Carboeiro. El arte que renace de sus cenizas. Ayuntamiento de Silleda. Madrid.
2001. Pág. 117.
12
Ibid. Pag 124-125.
13
Esteban Chapapría, J. y García Cuetos, M.P. Alejandro Ferrant y la conservación monumental
en España (1929-1939): Castilla y León y la primera zona monumental. Vol II. Junta de Castilla y
León. Consejería de Cultura y Turismo. Valladolid. 2007. Pág. 436.
14
Expediente 1981.003. Archivo de la Dirección Xeral de Patrimonio.
15
Baltar, Almuiña y Bartolomé. Estudio piloto y propuesta de restauración del Monasterio de
Carboeiro y su entorno. 1991. Pág. 5.
16
Ibid. Pág. 5.
17
Ibid. Pág. 6.
18
Lapeña y Torres. Documentos de Arquitectura. Colegio de Arquitectos de Andalucia. 1987.
Pág. 16.
19
Ibid. Pág. 17.
20
Soraluce Blond, J.R. Historia de la arquitectura restaurada. Universidad de la Coruña. 2007.
Pág. 151.
21
De Sá Bravo, H. “Las rutas del románico en la provincia de Pontevedra”, 1978. Pág. 583.
22
Baltar, Almuiña y Bartolomé. 2ª fase del proyecto de restauración y rehabilitación integral del
monasterio de Carboeiro y su entorno. 1993. Pág. 6.
23
Ibid.
24
Jose Ignacio Linazasoro: Progettare e Costruire. Recuperado en mayo de 2007 desde http:/
/www.linazasoro-arquitecto.com/medina
25
Baltar, Almuiña y Bartolomé. Proyecto de intervención en el monasterio de Carboeiro. 1996.
Pág. 4.
26
Ruskin, J. Las siete lámparas de la arquitectura. Stylos, D.L., Barcelona. 1987, pág. 233.
27
Presi, S. Jose Ignacio Linazasoro. Progettare e costruire. Onlus. Latina. 2007, pág. 179.
28
Ruskin, J. Las siete lámparas de la arquitectura. Stylos, D.L., Barcelona. 1987, pág. 235.
cabeza, un ave que mira hacia nuestra izquierda, picoteando el fruto de un ár-
bol. En el bloque liso que, formando parte de la piedra en la que se esculpió el
capitel, hace las veces de sillar encontramos una enrevesada inscripción: “Joha(n)
Mjr fe / zo laurar / esta pedra”, claramente el nombre del donante de la pieza2.
Considero más que probable que se haya querido representar una imagen
sintética de la vida de Santa Catalina de Alejandría. La célebre Leyenda Dorada
proporciona la clave para la lectura que propongo:
Huérfana del rey Costo, Catalina se enfrentó al césar Maximiano cuando
éste pretendía que los cristianos habitantes del Imperio renegasen de su fe y
retornaran a la idolatría. Maximiano convocó una asamblea de sabios con el fin
de que dejaran sin argumentos a la osada y bellísima joven. Lejos de conseguir
dejar en evidencia a Catalina, los cincuenta sabios se convirtieron al cristianis-
mo, por lo que el emperador los condenó a morir en la hoguera.
El césar, zalamero ahora, buscó engatusar a la muchacha con promesas.
Ante su nueva negativa, fue torturada y encerrada en una celda, sin comida. Sin
embargo, durante su cruel cautiverio “Cristo la alimentó con un manjar celestial
que una blanquísima paloma llevaba cotidianamente desde el cielo hasta la pri-
sión”. Tras doce días de cárcel el emperador comprobó, atónito, que el aspecto
de Catalina era más lozano que cuando entrara en la mazmorra.
Una vez más intentó, con promesas y amenazas, que Catalina renegara de
su fe, a lo que ella respondía que estaba dispuesta para el martirio. Ideó enton-
ces Maximiano un atroz instrumento consistente en cuatro ruedas dentadas y
erizadas de clavos. La idea consistía en despedazar el cuerpo de la chica. Pero,
nuevamente la intervención divina salvó la vida de Catalina: un ángel destrozó
las ruedas, cuyos pedazos volaron, precipitándose contra los que asistían al
feroz tormento. Según la Leyenda, cuatro mil de ellos murieron, “todos los cua-
les eran paganos”.
Finalmente, Santa Catalina fue decapitada. Mientras esperaba el momento
de su martirio invocó al Señor con estas palabras: “¡Oh esperanza y salvación
de los creyentes! ¡Oh esplendor y gloria de las vírgenes! ¡Te suplico que escu-
ches benignamente y favorablemente despaches las peticiones y deseos de
cuantos, puestos en cualquier tribulación o a la hora de su muerte, recordando
mi martirio invoquen mi nombre!” Del cielo llegó la respuesta: “¡Yo te prometo
que ampararé con mis divinos auxilios a todos los que recuerden lo mucho que
has sufrido por mí y honren tu memoria!”3.
Las ruedas de la herramienta de tortura ideada por el emperador son una
constante en la iconografía de Santa Catalina de Alejandría4. En Galicia tenemos
un ejemplo de gran interés, por mostrar el artefacto completo, en el tímpano
norte de la iglesia coruñesa de Santa María do Campo, de la segunda mitad del
siglo XIII (fig. 3). Allí contemplamos al indigno césar, aconsejado por el diablo,
Fig. 3: Santa María do Campo (A Coruña). Tímpano de la puerta norte. Foto de José Enrique Guardia de
la Mora.
de pie ante la santa orante entre las cuatro amenazadoras ruedas. A espaldas
de Catalina, un ángel desciende para destrozar el sádico instrumento de marti-
rio5. En otras esculturas la rueda se reduce a una, como en el fragmento de bal-
daquino de Banga (Ourense), de cronología ajena a la pieza de nuestro interés6.
En el caso de Ribadavia, la imagen es forzosamente sintética, dado el es-
caso espacio y la no mucha habilidad del cantero. Se ha optado por otorgar una
preponderancia a la cabeza de la mártir. Dos ruedas aluden a su atributo icono-
gráfico, siendo el ave que picotea un fruto referencia al episodio de la prisión,
donde “Cristo la alimentó con un manjar celestial que una blanquísima paloma
llevaba cotidianamente desde el cielo”.
No parece probable que un capitel, cuyo patrocinio deja clara la inscrip-
ción adyacente, tuviera un simple carácter ornamental. Como indica Louis Réau,
en buena medida el culto a Santa Catalina se debió a su carácter de protectora
de los moribundos. La razón de ello es, precisamente, la invocación que la már-
tir hace ante su inminente ejecución: “¡Te suplico que escuches benignamente y
favorablemente despaches las peticiones y deseos de cuantos, puestos en cual-
quier tribulación o a la hora de su muerte, recordando mi martirio invoquen mi
nombre!”. Súplica que es res-
pondida: “¡Yo te prometo que
ampararé con mis divinos auxi-
lios a todos los que recuerden
lo mucho que has sufrido por
mí y honren tu memoria!”.
Aunque de época más tar-
día que la pieza aquí analizada,
no está de más subrayar la exis-
tencia de una inscripción, en el
interior de la iglesia, que alude
a la desaparecida tumba de un
tal Petrus Peres Mondoriz. Tam-
bién, la presencia de arcosolios
Fig. 4: Santiago de Ribadavia. Capitel interior. habla de la archiconocida cos-
tumbre de procurar el enterra-
miento “ad sanctos”. Abunda en esta preocupación por el más allá el capitel del
interior que presenta una escena de elevatio animae flanqueada por dos grotes-
cos demonios que hacen muecas de frustración (fig. 4). Puede conjeturarse que
el Juan Mirfe de la inscripción también gozó del privilegio de una sepultura en el
templo de Santiago, teniendo el capitel estudiado un mensaje de esperanza en
la salvación.
NOTAS
* Mi agradecimiento al profesor doctor D. David Chao Castro (USC), quien me facilitó la con-
sulta de su Tesis de Licenciatura La villa de Ribadavia: El medio y su arte en la Edad Media.
1
Véase nota anterior.
2
Sigo a D. Chao. M. Murguía y V. Risco leen “Mja”. Respectivamente, Galicia, Barcelona,
1888, p. 853; Orense, vol. X de F. Carreras Candi (dir.), Geografía general del Reino de Galicia,
Barcelona, 1936, p. 644.
3
La leyenda dorada, (trad. Fray José Manuel Macías), Madrid, 1984, pp. 765-774. Los entreco-
millados remiten a frases textuales de la edición consultada.
4
L. Réau, Iconographie de l’art chretien, París, 1955-59 (s. v. Catherine d’Alexandrie); Kirs-
chbaum, E., Lexikon der christlichen Ikonographie, Roma, 1968-1976 (s. v. Katharina von Alexan-
drien). J. Ferrando Roig, Iconografía de los santos, Barcelona, 1991 (s. v. Catalina). C. Guyon,
“Sainte Catherine en images: contribution à l’étude de l’iconographie de sainte Catherine
d’Alexandrie au Moyen Age: Des saints et leurs images”, Annales de l’Est, 52 (2002), pp. 33-75.
5
S. Moralejo, “Escultura gótica en Galicia”, en Franco Mata, A. (dir.), Patrimonio artístico de
Galicia y otros estudios: Homenaje al Profesor Serafín Moralejo Álvarez, Santiago de Compostela,
2004, pp, 71-82; Soraluce Blond, J. R. (coord.), La Real Colegiata de Santa María del Campo de
La Coruña, A Coruña, 1989. Barral Rivadulla, Dolores, La Coruña en los siglos XIII al XV, A Coruña,
1998.
6
J. Delgado Gómez, “La pasión épica de Santa Catalina de Alejandría en dos relieves del
Medioevo”, Porta da Aira, 2 (1989), pp. 9-26.
I. INTRODUCCIÓN
La liturgia medieval en catedrales, monasterios y conventos tenía uno de
sus pilares en la oración en común de los miembros que componían su cabildo,
comunidad monástica o conventual. Las Reglas canónicas que regían su vida
así lo prescribían. Como, al igual que las catedrales y demás iglesias, también
estaban abiertas a los fieles en seguida se sintió la necesidad de disponer de un
espacio reservado para las respectivas comunidades y, por consiguiente, veda-
do al resto de los fieles. Esta necesidad no era nueva en la Iglesia, pues ya en
las basílicas de Roma se acotaba una zona próxima al presbiterio, en la nave
central, para que desde allí siguieran los oficios religiosos los clérigos y sirvien-
tes del templo, organización que se mantuvo en las iglesias medievales de occi-
dente1 donde pronto se rodeó de un muro de cierta altura. La arquitectura de la
Edad Media se limitó, pues, a adaptar mejor este espacio reservado a los miem-
bros del capítulo correspondiente.
Cuando las iglesias se convertían en centros de peregrinación como, por
ejemplo, ocurría con la catedral de Santiago, la masiva afluencia de peregrinos
que abarrotaban sus naves acentuaba la urgencia de disponer de ese espacio
reservado para la oración de los canónigos. Por eso ya en la basílica construida
por el rey Alfonso III menciona la Historia Compostelana la existencia de un coro;
su derribo, durante el episcopado de Diego Gelmírez, permitió que cuando la
nueva catedral románica se encontraba en su última etapa constructiva el maes-
tro Mateo y su taller esculpieran y colocaran en los primeros tramos de la nave
central el sin par coro pétreo que acogió al cabildo hasta su derribo en los pri-
meros años del siglo XVII2. Soluciones similares se adoptaron en las restantes
catedrales3 y monasterios.
Sin embargo, situar el coro en los primeros tramos de la nave de la iglesia
conventual no resultaba adecuado para las comunidades femeninas de clausu-
ra, en especial en las pertenecientes a las Órdenes mendicantes, que conocie-
ron una importante difusión en los últimos siglos medievales, en particular las
clarisas. Según Toussaint4: “la clausura del convento… exigía que dicho templo
fuese construido en tal forma que, gozando de libre acceso por parte del pueblo,
pudiese servir a las monjas sin que éstas fuesen molestadas en su recogimien-
to”, por lo que suelen ser iglesias de nave única, con acceso lateral desde el
exterior. A la comunidad se reserva el espacio posterior de la nave, conectado
con la clausura y, generalmente, articulado en dos alturas: coros bajo y alto.
Cuando la iglesia tenía varias naves, como en santa Clara de Palencia, se hace
lo mismo en la nave central. Los coros se separan del espacio de los fieles me-
diante un amplio arco central, cerrado por una reja que, al mismo tiempo, permi-
te la visión de la capilla mayor. A un lado se abre la cratícula, ventanita por la que
las monjas reciben la comunión sin que el sacerdote entre en la clausura; al
otro, suele haber un hueco similar o una estrecha puerta que sirve para el ingre-
so de novicias o el paso del viático o, si es necesario, también el acceso de las
monjas a la iglesia para, por ejemplo, su cuidado. El coro alto es usado por la
comunidad para sus rezos propios y también cierra su arco con una reja. Entre
ambos coros hay casi siempre una fácil y rápida comunicación que permite acu-
dir con rapidez y recogimiento al comulgatorio. Por último, en el recinto del coro
se disponen frecuentemente pequeños altares, relicarios, imágenes y pinturas
devotas, así como, en ciertas ocasiones, los sepulcros de los fundadores del
convento o de sus más destacados benefactores. Con Maza5 puede afirmarse
que “los coros eran el centro y el corazón de los conventos de monjas”, de aquí
el esmero que se puso en su mobiliario y en su conservación.
Por lo que respecta a los comienzos de las seguidoras de santa Clara el
cardenal Hugolino, futuro papa Gregorio IX (1227-1241), encarriló el movimiento
mendicante femenino al encuadrarlas dentro del Derecho Canónico y dotarlas
de un estatuto que parte de la Regla de san Benito adaptada a una nueva forma
de vida que cristalizó en la Orden de san Damián. Sus adeptas se instalarían en
las poblaciones, bajo la potestad de las iglesias locales e instituciones civiles,
quienes les garantizarían lo necesario para su vida. Los privilegios eclesiásticos,
reales y de otra índole, junto con las donaciones que los acompañaban o confir-
maban, constituían el patrimonio esencial para su supervivencia. La colabora-
ción con los franciscanos se limitaba a la asistencia religiosa y puntuales ayudas
externas. Veinte años después, bajo el pontificado de Urbano IV (1261-1264), la
situación eclesiástica y civil varía y se produce un importante desarrollo de las
comunidades, al que no son ajenos las herencias que reciben. La nueva situa-
ción social y económica hace que se consolide, también, otra denominación
para la institución y sus seguidoras que ha llegado a nuestros días: Orden de
santa Clara y Dueñas de santa Clara, para sus integrantes, seguidoras de la
Regla6 del mismo nombre de 1253.
sar las sillas y sillerías de coro que conservan diferentes conventos españoles o
que de ellos han salido a partir de finales del siglo XIX. Buena prueba es la
magnífica y desconocida sillería gótico-mudéjar del monasterio de Santa Clara
de Toro, (fig. 2). Sólo su descubridor, don José Navarro Talegón27 la ha tratado
brevemente, aunque ya se percató de la singularidad del conjunto al valorar sus
proporciones y considerarla: “estimable por su rareza”, opinión que matizó y
precisó años más tarde28: “sugerente mueble artesanal, gótico morisco, de ex-
cepcional interés y quizás del siglo XIV”. De sus noticias se deduce que hasta
1960, año en el que se retiró la reja medieval del coro, este recinto estaba cu-
bierto por una: “armadura de par y nudillo” que no sobrevivió al afán reformista
que por entonces se había instalado en el antiguo convento: “recientemente la
han suplantado por un sucedáneo metálico, en el que sólo integraron algunos
canes medievales”, decorados con modillones, que sostienen algunas vigas. La
altura a la que se encuentran y su sencillez los hacen difíciles de ver y valorar.
Quizás para llevar a cabo la sustitución de la techumbre del coro movieron
de su emplazamiento la sillería que, evidentemente, ya no estaba en su ubica-
ción original, pues: “Al remover la sillería… quedó a la luz la mayor parte del
sorprendente conjunto” de pinturas murales que una vez pasadas a lienzo y
debidamente restauradas se exhiben en la iglesia de San Sebastián de los Ca-
balleros de Toro. El descubrimiento de tan valiosas pinturas se produjo de ma-
nera casual en 1955, cuando al proceder a la limpieza del coro se desprendió
una parte de la cal que las cubría. Las monjas, sorprendidas por el hallazgo, levan-
taron en algunas zonas la cal y salieron a la luz nuevos fragmentos pictóricos29.
Fig. 2. Sillería del coro de santa Clara de Toro, (Zamora). (Archivo Yzquierdo. Tratamiento informático F. J.
Ocaña).
Fig. 3. Vista desde arriba de la sillería coral de santa Clara de Toro, (Zamora). (Archivo Yzquierdo. Trata-
miento informático F. J. Ocaña).
Fig. 4. Detalle de tres sillas del coro de santa Clara Fig. 5. Solución de una esquina del coro de santa
de Toro, (Zamora). (Archivo Yzquierdo). Clara de Toro, (Zamora). (Archivo Yzquierdo).
dos en un rebaje o hembra practicado en los travesaños sobre los que descan-
sa el asiento una vez bajado, (fig. 6). Como es habitual en las carpinterías mudé-
jares se ha limitado el uso de clavos para ensamblar unas partes con otras.
Remata el espaldar del asiento con un respaldo formado por una tabla con un
corte cóncavo que se prolonga y forma los brazales. Cada asiento tiene una an-
chura de 61 centímetros y una profundidad de 44. El respaldo es liso, al igual que
el cierre de los sitiales, formado por tablas dispuestas desde el respaldo hasta
detrás de las almenillas de la crestería. La altura del conjunto rebasa los dos
metros, en torno a 215 centímetros.
La sillería de Santa Clara de Toro es el más sencillo mueble coral mudéjar
que se ha conservado, sobriedad a la que contribuye la remodelación de su
parte alta y la posible pérdida de la pintura que pudo tener y de la que, a la vista,
no queda rastro. No obstante es la única sillería que mantiene su función y ubi-
cación primitivas y, también, la que conserva un mayor número de estalos. Su
cronología puede fijarse en los primeros años del siglo XIV, coincidiendo con el
retorno de las clarisas a su convento y la realización de las pinturas murales que,
hasta los años sesenta del siglo XX, adornaban los muros de este recinto. El arte-
sonado mudéjar que completaba el conjunto del coro medieval, único que llegó
casi completo a nuestros días, desgraciadamente también se desmontó por
entonces. Esta hipótesis cronológica tiene, además, un especial valor, ya que la
convierte en la sillería más antigua de una serie que pudo tener en ella su origen
Fig. 7. Nueva sillería de coro de santa Clara de Toro, (Zamora). (Archivo Yzquierdo).
de sus respaldos, ya que cuando son altos pueden resolverse sin dosel o con él.
En el área castellano-leonesa los ejemplares que carecen de dosel tienen una
estructura más sencilla y, curiosamente, son menos numerosos antes del siglo XV.
El más antiguo ejemplo de sillería coral del siglo XIII que se conoce son
tres sillas del monasterio de santa María de Gradefes41, León, que pertenecen
al Museo Arqueológico Nacional en el que ingresaron hacia 1874 por compra a
un particular, (fig. 12). Se trata de tres sillas, sin respaldo alto, a las que faltan los
asientos. Separa cada uno de éstos un basamento de cierta altura, con decora-
ción de ataurique tallada en madera de nogal, sobre el que se levanta una colum-
nilla lisa que culmina en un capitel con decoración vegetal, encima del cual encaja
el remate del brazal y del espaldar de cada asiento, ligeramente convexo. En los
Fig. 12. Sillas del monasterio de santa María de Gradefes, (León), en el M.A.N. Madrid. (Archivo F. J. Ocaña).
Fig. 13. Sillas de Gradefes, (León). Dibujos de M. González-Simancas, publicados por Torres Balbás, L.
(Tratamiento informático F. J. Ocaña).
1316. Las sillerías sin tallas destacables, con dosel como remate de cada uno de
sus asientos y cuya decoración se confía a la pintura se repiten en varios mo-
nasterios de clarisas de las provincias de Palencia y Valladolid a partir de co-
mienzos de la segunda mitad del siglo XIV.
Sin duda la más conocida de estas sillerías de coro es la que perteneció al
Real monasterio de santa Clara de Astudillo, Palencia, fundado por doña Ma-
ría de Padilla lo que le aseguró desde su inicio el apoyo del rey don Pedro I,
predisposición que también tuvieron sus sucesores. Los canónigos de Palencia
autorizaron, el veintitrés de noviembre de 1353, a doña María de Padilla que
fundara un nuevo monasterio de clarisas en una heredad que poseía en Astudillo;
al año siguiente el papa Inocencio VI expidió, el cinco de abril de 1354, la bula
que permitía realizar tal fundación, en la que podrían residir hasta cincuenta
monjas, siempre que tuvieran lo necesario para desarrollar su vida, es decir,
además del monasterio y sus bienes, tenían que disponer de iglesia y cementerio
propios. Ya en 1355 el rey Pedro I efectúa unas primeras donaciones que tuvie-
ron continuidad en años sucesivos. Por su parte el papa Nicolás V en 1448 con-
cede indulgencias a quienes visitaran la iglesia del monasterio en determinadas
fechas bajo ciertas condiciones, o bien
en cualquier momento si ayudaban a
su conservación y reparación46.
El monasterio de santa Clara de
Astudillo47, declarado Monumento Na-
cional48 por decreto del tres de junio
de 1931, gaceta del día siguiente, es
el más conocido de los aquí tratados,
quizá por el interés que suscitó su si-
llería de coro desde el momento que
cuatro de sus estalos entraron a formar
parte de las colecciones del Museo Ar-
queológico Nacional49, (fig. 15), antes
nadie se había interesado por su ajuar,
salvo avisados anticuarios y chamari-
leros que sí pusieron sus ojos en este
monasterio que, tal vez, era ya propi-
cio a enajenar ciertas piezas de su pa-
trimonio50.
El treinta “de marzo de 1931 in-
gresaron en el Museo Arqueológico Na-
cional cuatro sillas pertenecientes al
Fig. 15. Sillas del coro del monasterio de santa Cla-
ra de Astudillo, (Palencia), en el M.A.N., Madrid. (Ar- coro que hubo en el convento de Santa
chivo F. J. Ocaña). Clara, de Astudillo”, así comienza su
Fig. 16. Remate de las sillas del coro de Astudillo en el M.A.N., Madrid. (Archivo F. J. Ocaña).
breve estudio Camps Cazorla51, quien añade, en nota, que tal ingreso se produjo:
“por donación de D. Apolinar Sánchez, de Madrid”, aunque la entrada efectiva en
el Museo se demoró, “a causa de los incidentes de tramitación de la donación”,
hasta mediados de 1932. Estas cuatro sillas era cuanto se conocía del desapa-
recido conjunto coral hasta el clarificador estudio de la doctora Ángela Franco52
en el que desvela el paradero de la mayor parte de la sillería: en la misión de San
Diego53, California, Estados Unidos, y lo que resulta todavía más impactante:
una antigua fotografía, guardada en la clausura del convento palentino, donde
se ve la obra en su emplazamiento original, incluso una sencilla sillería baja, hoy
perdida, que da una esclarecedora idea de cómo se organizaban los coros de
los conventos de clarisas anteriores al siglo XV. Alrededor de la fotografía figura
una leyenda que fecha la venta: “Primitiva sillería del coro de este Real Convento
de Santa Clara de Astudillo. Enagenada el 14 de marzo de 1931”.
Probablemente la más antigua referencia a la sillería es la de Simón y Nie-
to54, quien a mediados de 1896 escribió: “penetrando en el coro, donde se ve
reproducido el mismo gusto mudéjar en la ornamentación, donde se contempla
una sillería sencilla, ruda, primitiva, pero altamente interesante, que ofrece por
do quier los escudos pintados de D. Pedro, en combinación con los de Doña
María, y donde se señala el lugar que ocupó algunos años el sepulcro de aquella
desventurada dama”. A pesar de lo áspero de su descripción destaca el interés
de la obra, pero nadie atendió a su valoración.
Incluso cuando en 1930 se publicó el primer volumen del Catálogo Monu-
mental de la Provincia de Palencia 55 se ignora el coro, ausencia que se subsana
en el volumen segundo56, donde no sólo se reconoce el olvido, sino también se
Desde los capiteles de las columnas, que se levantan sobre los brazales y
presentan en sus fustes un llamativo éntasis, destaca una cuidada decoración
pictórica en la que predominan estilizados elementos vegetales o atauriques,
composiciones geométricas y escudos con un león rampante en el centro y, en
los cuatro ángulos, otras tantas “badilas” o “padillas”, emblema parlante de la
casa de la fundadora”60. Pinturas que, al igual que el resto de las piezas de la
sillería y su decoración, describieron con minuciosidad Camps Cazorla y Torres
Balbás61, entre otros. Especialmente significativos resultan los escudos, ya que
al corresponder a la fundadora del convento, doña María de Padilla, permiten
datar con precisión la sillería: a comienzos de la segunda mitad del siglo XIV:
entre 1354, fecha de la bula fundacional de Inocencio VI, y 1361, año de la muer-
te de doña María de Padilla62. Esta cronología hace a la sillería de Astudillo unos
cincuenta años posterior a la de Santa Clara de Toro que, sería, pues, la más
antigua de las que hoy se conocen y que la convierte en posible modelo, aun-
que la de Astudillo tiene mayor riqueza ornamental al conservar intacta la parte
superior, precisamente la más alterada en la de Toro.
Es posible que en el antiguo coro del monasterio de clarisas de Astudillo o
en alguna de sus dependencias más importantes: sala capitular o de profundis
hubiera, también, un Cristo crucificado que, como la sillería, fue vendido y lleva-
do a los Estados Unidos de América, donde se exhibe en el Metropolitan Museum
of Art, de New York. Se trata de una magnífica pieza, anterior no sólo a la sillería
del coro, sino incluso a la propia fundación del convento, ya que data de la
segunda mitad del siglo XII63.
Las sillerías de coro del tipo de las de santa Clara de Toro y de Astudillo
no se limitaron a estos dos monasterios que entre 1316 y 1361 las vieron colo-
cadas, sino que el modelo debía de ajustarse tan bien a las necesidades de
las monjas que, en fechas posteriores fueron emuladas por otros conventos
que se fundaron en los inicios del siglo XV. Tal es el caso del monasterio de
santa Clara de Villafrechós64, población perteneciente a la provincia de Valla-
dolid, cercana a Medina de Rioseco y Villalpando, casi podría decirse que a
mitad de camino entre Astudillo y Toro, aunque más cerca de ésta que de la
primera.
Doña Urraca de Guzmán, hija de don Alfonso Pérez de Guzmán y de doña
María Mencía Figueroa, señores de Villafrechós, fundó este monasterio al enviu-
dar de don Gonzalo Gómez de Cisneros y con autorización canónica otorgada
por breve del papa Benedicto XIII, más conocido como papa Luna65, “Eximiae
devotionis”, fechado en Villafranca el dieciocho de septiembre de 1406. Pocos
días después, el cuatro de octubre, está datada la escritura fundacional en la
que la citada doña Urraca manifiesta que el naciente monasterio se instala: “en
los mis palacios que son dentro del lugar de Villafrechós”, para lo que le dio
licencia el obispo de León, fray Alfonso, a cuya diócesis pertenecía entonces el
Fig. 17. Coro de santa Clara de Villafrechós, (Valladolid). (Archivo Yzquierdo. Tratamiento informático F. J.
Ocaña).
Fig. 18. Detalle de la sillería del coro de santa Clara de Villafrechós, (Valladolid). (Archivo Yzquierdo. Trata-
miento informático F. J. Ocaña).
hombre en el bosque” que evoca al salvaje86 que aquí se rodea de una abundan-
te decoración vegetal y que es propio del momento en que se trabajaron estos
sitiales, posiblemente, en los primeros años del siglo XVI.
VI. CONCLUSIONES
Así pues, la estructura del asiento coral con dosel apoyado en columnas
delanteras que se alzan sobre los brazales que delimitan el asiento, cuyo origen
parece estar en la organización de la sillería pétrea que el maestro Mateo y su
taller labraron para la catedral de Santiago en torno a 1200, tuvo su proyección,
a partir de los inicios del siglo XIV en la sillería del coro de santa Clara de Toro,
única que, a pesar de las vicisitudes por las que pasó el monasterio y el propio
coro, se conserva en su conjunto aunque con algunas reformas en su remate.
Ésta debió de ser el modelo, ya a mediados del mismo siglo XIV, de la sillería
más conocida de todas las de este grupo gótico-mudéjar, la que hasta inicios de
los años treinta del siglo XX estuvo en santa Clara de Astudillo y de la que hoy
quedan en España los cuatro estalos donados al Museo Arqueológico Nacional.
Al filo del 1400 en otro convento de clarisas, el de Villafrechós, se reitera el mo-
delo de sillería con doselete que cobija a la monja una vez sentada.
Lamentablemente esta sillería vallisoletana, al igual que la de Toro, vio alte-
rado su remate en el siglo XVIII, aunque mantiene intacta su estructura y organi-
zación. A finales del siglo XV este tipo de sillería se emplea, por última vez, en los
monasterios de monjas de santa Clara, en el coro que mandan tallar y ensam-
blar en su convento de Palencia. El final, ya en los inicios del siglo XVI, se localíza
en los estalos de santa María de Dueñas. La inmensa mayoría de las sillerías
corales que a partir de entonces se hicieron prefirieron otros modelos en los que
el doselete sobre columnillas ha desaparecido, aunque apoyándose en los ta-
bleros del fondo pueda volar hasta generar una cubierta más diáfana de los
asientos y con una mejor visión de las ricas iconografías que se suelen desarro-
llar en aquéllos, como ponen de relieve las espléndidas sillerías renacentistas y
barrocas. Quizá la única excepción a tales disposiciones sea la magnífica e
inigualable sillería de la catedral de Toledo87 que por eso y otras muchas razo-
nes no debo de tratar ahora.
NOTAS
1
Bouyer, L.- A.- Architecture et liturgie. Paris, 1991. Pp. 39 y ss.
2
Historia Compostelana. Libro I. Capítulo LXXVIII. Edición latina de Flórez, E.- “España Sagra-
da”. T. XX. Madrid, 1765. Pp. 231-232; ediciones españolas: Suárez, Fr. M. y Campelo, Fr. J.-
Santiago, 1950. P. 139; Falque Rey, E.- Madrid, 1994. P. 189. Otero Túñez, R. e Yzquierdo Perrín,
R.- El coro del Maestro Mateo. A Coruña, 1990.
3
Navascués Palacio, P.- Teoría del coro en las catedrales españolas. Madrid, 1998. Erlande-
Brandenburg, A.- Sanctuaire et choeur des religieux après la réforme de Chrodegang. “Los coros
de catedrales y monasterios: arte y liturgia”. Yzquierdo Perrín, R. (edit). A Coruña, 2001. Pp. 45-54.
4
Citado por: Maza, F. de la.- Arquitectura de los coros de monjas en México. México, 1983. P.
9 y ss.
5
Maza, F. de la.- Arquitectura de los coros de monjas... cit. P. 13.
6
Blasucci, A.- Chiara da Assisi; Zocca, E.- Chiara da Assisi. Iconografia. Ambos en “Bibliotheca
Sanctorum”. V. III. Roma, 1963. Pp. 1202-1208 y 1208-1217, respectivamente. García Oro, J.-
Orígenes de las clarisas en España. “Las clarisas en España y Portugal”. Congreso Internacional.
Salamanca, 1993. Actas II/1. Madrid, 1994. Pp. 174-182. Castro, M.- Monasterios hispánicos de
clarisas desde el siglo XIII al XVI. “Archivo Iberoamericano”. Año XLIX, nº. 193-194. Enero-junio,
1989. Pp. 79 y ss. Sánchez Fuertes, C. y Prada Camín, Mª. F.- Reseña histórica de los monaste-
rios de clarisas de España y Portugal. T. I. Ávila, 1996. Pp. 11-12.
7
Agradezco al padre Cepeda, bibliotecario del convento de San Francisco de Santiago, el
acceso a algunas de las revistas franciscanas citadas en esta y otras notas. López, Fr. A.- Los
monasterios de clarisas en España en el siglo XIII. “El Eco Franciscano”. Año 29. Santiago, 1912.
Pp. 185-186 y ss. Cavero Domínguez, G.- Monarquía y nobleza: Su contribución a las fundaciones
de clarisas en Castilla y León (Siglos XIII-XV). “Las clarisas en España...” V. cit. Pp. 258 y ss.
Véanse otras referencias en: Castro, Fr. M.- Los conventos de clarisas de la provincia franciscana
de Santiago. “El Eco Franciscano”. Año 70. Santiago, 1953. P. 247.
8
Castro, Fr. J. de.- Primera parte de el Árbol Chronológico de la Santa Provincia de Santiago.
Salamanca, 1722. Pp. 314-317 y 320. (Edición facsímile dirigida por Gómez Parente, O.- Cróni-
cas franciscanas de España. V. I. Madrid, 1976). Domínguez, Fr. J. A.- Chrónica seráfica, y prose-
cución de el arbol chronológico de esta esclarecida, santa y apostólica provincia de Santiago.
Santiago, 1750. Pp. 158-165. (Edición facsímile cit. Madrid, 1982). Castro, Fr. M.- Monasterios
hispánicos de clarisas... cit. Pp. 84-85. García Oro, J.- Francisco de Asís en la España medieval.
Santiago, 1988. Pp. 166-168.
9
Castro, Fr. J. de.- Primera parte de el Árbol Cronológico... cit. Pp. 319-320.
10
Llaguno y Amirola, E.- Noticias de los arquitectos y arquitectura de España desde su restau-
ración. T. I. Madrid, 1829. P. 87. López, Fr. A.- A propósito de un centenario. Monasterio de Santa
Clara de Toro. “Estudios Franciscanos”. Nº 8. 1912. Pp. 57-60. Vázquez Janeiro, J.- ¿De quién fue
hija la Princesa Berenguela que fundó el monasterio de Santa Clara de Toro y en él reposa?.
“Antonianum”. Año LII. Roma, enero-marzo, 1997. Pp. 359-394. Castro, Fr. M.- Los conventos de
clarisas de la provincia franciscana de Santiago cit. P. 248. Ídem.- Monasterios hispánicos de
clarisas desde el siglo XIII... cit. P. 89. Ídem.- La provincia franciscana de Santiago. Santiago,
1984. Pp. 198-199. Navarro Talegón, J.- Catálogo monumental de Toro y su alfoz. Zamora, 1980.
Pp. 222-228. Ídem.- La fundación del Real Monasterio de Santa Clara de Toro. “Las clarisas en
España y Portugal”. T. cit. Pp. 301-316. García Oro, J.- Francisco de Asís... cit. P. 168. Cavero
Domínguez, G.- Monarquía y nobleza: su contribución a las fundaciones de clarisas... cit. Pp. 261
y ss. Sánchez Fuertes, C. y Prada Camín, Mª. F.- Reseña histórica de los monasterios de clarisas...
cit. 497-499.
11
Publicada por Vázquez Janeiro, J.- ¿De quién fue hija la Princesa Berenguela... cit. P. 370. En
esta misma página copia el epígrafe del sepulcro de la infanta. En la tapa lee: “Aquí yace Da.
Berenguela hija de D. Alfonso diez rey de Castilla retocose año de 1771”; en el frente y a los lados
de un escudo de Castilla: “Cubierta de sudario –está aquí yacente/ una infanta señora– de
Guadalaxara/ del rey don Alonso –y su esposa santa/ hija que fue– doña Violante/ Sabio monarca
–en guerra pujante/ esta señora– fundó Sta. Clara. Año 1275”. Por su parte Navarro Talegón publi-
có otra lectura de estos epígrafes por considerar errónea la de Vázquez Janeiro, aunque no se
28
En su ponencia en el Congreso Internacional “Las Clarisas en España y Portugal”, celebrado
en Salamanca entre los días 20 al 25 de septiembre de 1993 titulada: “La fundación del monaste-
rio de Santa Clara de Toro”, reiteradamente citada en estas notas.
29
Navarro Talegón, J.- Catálogo monumental... cit. Pp. 169-175. Fernández Somoza, G.- Pintu-
ras murales… cit. Pp. 15 y ss. Sin embargo el primero que publicó un artículo dedicado a estas
valiosas pinturas murales fue Camón Aznar, J.- Los murales góticos de Santa Clara de Toro cit.
Pp. 214-219. Camón, frente al hallazgo casual de los murales, como publicaron los demás auto-
res citados, atribuye su descubrimiento a las obras que entonces realizaba: “El ilustre arquitecto
Pons Sorolla, al dirigir la tarea de la restauración de este convento, nos ha ofrecido uno de los
conjuntos más hermosos de la pintura mural gótica castellana”. Es posible, sin embargo, que
todos tengan parte de razón y que el casual hallazgo inicial se completara cuando se movió la
sillería coral de su emplazamiento y fue posible trabajar en la totalidad de las paredes del recinto
30
A la bibliografía citada en la nota precedente añádase, entre otras publicaciones: Navarro
Talegón, J.- Fichas 36, 110. 111 y 112. Teresa Díez. “Las Edades del Hombre. El arte en la iglesia
de Castilla y León”.Valladolid, 1988. Pp. 85-86 y 197-205. Hernández Caballero, M.- Guía de Toro.
Ciudad de realengo. León, 2002. Pp. 48-50.
31
Navarro Talegón, J.- Catálogo monumental... cit. Pp. 227 y 595, fig. 395. Ídem.- La fundación
del monasterio de Santa Clara de Toro, cit. P. 312.
32
Navarro Talegón, J.- Catálogo monumental... cit. P. 227
33
Navarro Talegón, J.- Catálogo monumental... cit. P. 228.
34
Esta imagen, fechada en el siglo XV, se encuentra sobre la entrada al coro alto de la comuni-
dad que, en la “Edad Media, correspondía a la Sala ‘De Profundis’”. Fraga Sampedro, Mª D. -
Ficha 4.- Cristo Crucificado. “El Real Monasterio de Santa Clara de Santiago. Ocho siglos de
claridad”. Santiago, 1993. Pp. 194-195.
35
Navarro Talegón, J.- Catálogo monumental... cit. P. 228.
36
Sobre los rasgos más constantes y característicos de los crucifijos consúltese: Thoby, P.- Le
crucifix des origines au Concile de Trente. Nantes, 1959. Pp.- 155-157 y 182-185.
37
Otero Túñez, R. e Yzquierdo Perrín, R.- El coro del Maestro Mateo cit. Yzquierdo Perrín, R.-
Reconstrucción del coro pétreo del Maestro Mateo. A Coruña, 1999.
38
Arco y Garay, R. del.- Catálogo monumental de España. Huesca. Madrid, 1942. P. 244 y fig.
577. Feduchi, L.- El mueble español. Barcelona, 1969. Pp. 25, fig. 10, y 40. Alcolea, S.- Silla
gestatoria. “Signos. Arte y cultura en el Alto Aragón Medieval”. Jaca y Huesca, 1993. 280-281.
39
Arco y Garay, R. del.- Catálogo monumental… cit. P. 404. Escudero, Mª. A.- Silla prioral de la
infanta doña Blanca de Aragón y Anjou, priora de Sijena. “Signos. Arte y cultura…” cit. Pp. 390-
392. Berlabé, C.- Ficha 137.- Silla prioral de Blanca de Aragón y de Anjou. “Maravillas de la Espa-
ña Medieval. Tesoro sagrado y monarquía”. T. I y II León, 2000-2001. Pp. 361-364 y 136-137,
respectivamente. Pano y Ruata, M. de.- Real Monasterio de Santa María de Sijena. Edición coor-
dinada por Sesma Muñóz, J. A. Zaragoza, 2004. Pp. 120-123. Sobre esta priora véase, también:
Arribas Salaberri, J. P.- Doña Blanca de Aragón y de Anjou. XVI Priora del Real Monasterio de
Sijena. Lérida, 1973, en particular el capítulo IV: “S.A.R. XVI Priora de Sijena”, pp. 34-61.
40
Pano y Ruata, M. de.- Real Monasterio… cit. P. 122. Describe así esta silla: “Subía el respaldo
de aquel sitial considerablemente para recibir un precioso dosel, que por su parte anterior busca-
ba apoyo en dos airosas columnitas cuyas bases se fundían entre las molduras de los brazos.
Alzábase el dosel en forma de cúpula y remataba graciosamente en un pelícano”, describe a
continuación las pinturas que completan la decoración de esta silla, mutilada y maltrecha duran-
te la guerra civil de 1936. Entonces se encontraba en el Seminario Diocesano de Lérida que fue
asaltado y expoliado.
41
Torres Balbás, L.- Sillerías de coro mudéjares. “Al-Andalus”. T. XIX, Fasc. 1. Madrid-Granada,
1954. Pp. 205-209 y 211-212. Reeditado en: “Obra dispersa I. Al-Andalus. Crónica de la España
musulmana” V. 5”. Madrid, 1982. Pp. 310-316 y 318-319. Feduchi, L.- Ob. cit. Pp. 74-77, fig. 45.
Yáñez Neira, Fr. D.- El monasterio de Santa María la Real de Gradefes. “Tierras de León”. Nº. 74,
año XXIX. León, 1989. Pp. 31-47. González García, M. A.- El arte en el monasterio de Gradefes.
“Tierras de León”. Nº. 74 cit. P. 56. Franco Mata, A.- Antigüedades cristianas de los siglos VIII al
XV. “Museo Arqueológico Nacional. Guía general”. Segunda edición. Madrid, 1996. Pp. 230-231.
42
Vilaplana, Mª. A.- La colección diplomática de Santa Clara de Moguer. 1280-1483. Universi-
dad de Sevilla, 1975. Torres Balbás, L.- Sillerías de coro mudéjares… cit. Pp. 316-317 y 320-324.
González Gómez, J.M.- El mudéjar en el monasterio de Santa Clara de Moguer (Huelva). “Actas
del I Simposio Internacional de Mudejarismo”. Madrid-Teruel, 1981. Pp. 269-283. Ídem.- El mo-
nasterio de Santa Clara de Moguer. Huelva, 1978. Feduchi, L.- El mueble... cit. Pp. 76-78 y 83-85,
figs. 53 y 54.
43
González Gómez, J.M.- El monasterio... cit. Pp. 35-36. Este autor, basándose en un índice de
escrituras y documentos del propio monasterio, realizado en 1705, afirma que el permiso del
arzobispo de Sevilla al almirante Alonso Jofre de Tenorio está fechado el trece de octubre de
1337 y, por otras referencias, concluye que la fundación debió de producirse entre octubre de
1337 y abril de 1338. La desamortización impulsada por Mendizabal en 1835 privó al monasterio
de sus bienes, lo que le llevó a desaparecer en los principios del siglo XX.
44
Torres Balbás, L.- Sillerías de coro mudéjares... cit. Pp. 323-324. González Gómez, J.M.- El
monasterio... cit. Pp. 139-140.
45
Me refiero exclusivamente a sillerías de coro, por lo tanto no procede tratar, aunque sí recor-
dar, el singular banco presbiterial de San Climent de Taüll que se encuentra en el MNAC. Sobre
esta pieza véanse, entre otras publicaciones: Feduchi, L.- El mueble español cit. P. 40. Ídem.-
Historia del Mueble. Cuarta edición. Barcelona, 1986. P. 178, figs. 106 y 107. Ainaud de Lasarte,
J.- Museo de Arte de Cataluña. Arte románico. Guía. Barcelona, 1973. P. 109. Pieza número 15898.
46
Simón y Nieto, F.- El monasterio de Santa Clara de Astudillo. “Boletín de la Real Academia de
la Historia”, T. XXIX. Madrid, 1896. Pp. 137 y ss. Vaca Lorenzo, A.- Documentación medieval de la
villa de Astudillo (Palencia). “Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses”. Nº. 48.
Palencia, 1983. Pp. 24-100, en particular Pp. 59, 60 y 85. Docs. 61, 62, 68 y 95, que son los
mencionados en el texto.
47
Simón y Nieto, F.- El monasterio de Santa Clara de Astudillo cit. Pp. 118-178. Orejón Calvo, A.-
Historia del convento de Santa Clara de Astudillo. Palencia, 1917.. Esta obra fue reeditada, junto
con nuevas aportaciones en: Ídem.- Historia de Astudillo y del convento de Santa Clara. T. I.
Palencia, 1983. Revilla Vielva, R.- Catálogo monumental de la provincia de Palencia. V. I. Partidos
de Astudillo y Baltanás. Palencia, 1951. Pp. 7-8. Fernández Ruiz, C.- Ensayo histórico-biológico
sobre don Pedro I de Castilla y doña María de Padilla. El Real Monasterio y Palacio de Astudillo
recuerdo de un gran amor egregio. “Publicaciones de la Institución Tello Tellez de Meneses”. Nº.
24. Palencia, 1965. Pp. 27 y ss. Lavado Paradinas, P. J.- Carpintería y otros elementos típicamente
mudéjares en la provincia de Palencia, partidos judiciales de Astudillo, Baltanás y Palencia. “Pu-
blicaciones de la Institución…” cit. Nº. 38. Palencia, 1977. Pp. 60 y ss. Ídem.- Braymi. Un yesero
mudéjar en los monasterios de clarisas de Astudillo y Calabazanos. “Publicaciones de la Institu-
ción…” Nº. 39. Palencia, 1977. Pp. 23 y ss. Ídem.- Carpintería y otros elementos mudéjares en la
provincia de Palencia. “Actas I Simposio Internacional de Mudejarismo”. Madrid-Teruel, 1981. Pp.
427-431. Ídem.- Palacios o conventos: arquitectura en los monasterios de clarisas de Castilla y
León. “Las clarisas en España y Portugal”. Congreso Internacional. Actas I, V. II. Salamanca,
1993.Pp. 726-729. Valdivieso González, E.- Convento de Santa Clara. “Inventario artístico de
Palencia y su provincia”. T. I. Dirigido por: Martín González, J. J. Madrid, 1977. Pp. 81-82. Vaca
Lorenzo, A.- Documentación medieval de la villa de Astudillo... cit. Pp. 24 y ss. Castro, M.- Monas-
terios hispánicos de clarisas... cit. P. 97. Andrés Ordax, S. y otros.- Catálogo monumental de
Castilla y León. Bienes inmuebles declarados. V. I. Junta de Castilla y León, 1995. Pp. 437-438.
Sánchez Fuentes, C. y Prada Camín, Mª. F.- Reseña histórica de los monasterios de clarisas de
España... cit. Pp. 363-367. Andrés González, P.- Los monasterios de clarisas en la provincia de
Palencia. Palencia, 1997. Pp. 25 y ss. Parrado del Olmo, J. Mª.- El Renacimiento y la moderniza-
ción de las formas artísticas en los conventos de clarisas de Palencia: los conventos de Santa Clara
en Astudillo y Carrión de los Condes. “Las clarisas en España y Portugal” cit. V. cit. Pp. 764-767.
48
Centro Nacional de Información Artística, Arqueológica y Etnológica.- Monumentos Españo-
les. Catálogo de los Declarados Histórico-Artísticos 1844-1953. T. II. Madrid, 1984. Ficha 818.
Astudillo. P. 324.
49
Camps Cazorla, E.- Adquisiciones en 1931. Sillas del coro de Santa Clara de Astudillo. Ma-
drid, 1932. Torres Balbás, L.- Sillerías de coro... cit. Pp. 324-331. Feduchi, L.- El mueble español
cit. Pp. 76 y 80, fig. 48. Franco Mata, A.- Museo Arqueológico nacional. Catálogo de la escultura
gótica. Segunda edición. Madrid, 1993. P. 226, ficha 303. Ídem.- El actual paradero de la sillería
de coro del convento de Santa Clara de Astudillo. “Estudios de Arte. Homenaje al Profesor Martín
González”. Valladolid, 1995. Pp. 335-338.
50
Sin salir del monasterio de santa Clara de Astudillo es oportuno recordar la anécdota, relata-
da por Lampérez, testigo de ella, de que cuando en 1903 visitó con otros miembros de la Socie-
dad Española de Excursiones, diferentes poblaciones de la provincia de Palencia, las monjas de
Astudillo le manifestaron que les enseñarían un artístico cofre, si fueran a comprarlo. Lámperez y
Romea, V.- Excursión a varios pueblos de la provincia de Palencia. “Boletín de la Sociedad Espa-
ñola de Excursiones”, V. XI. Madrid, 1903. P. 147. Martínez Ruíz, Mª. J.- La enajenación del patri-
monio en Castilla y León. (1900-1936). V. 2. Junta de Castilla y León, 2008. P. 316.
51
Camps Cazorla, E.- Adquisiciones en 1931 cit. P. 3 y nota 1 de la misma página. Años des-
pués reitera estos datos y los completa: Franco Mata, A.- El actual paradero de la sillería… cit. P.
335 y notas 1 y 2 de la misma página.
52
Franco Mata, A.- El actual paradero de la sillería… cit. Pp. 335-338. Véase en especial en la p.
336 la fig. 2.
53
Si se admite el cómputo de sillas de Navarro García, R.- Catálogo Monumental de la Provincia
de Palencia. Partidos Carrión de los Condes y Frechilla. Palencia, 1932. T. II. P. 129, de cuarenta
y siete sillas, cuando vio la sillería en el monasterio de Santa Clara de Astudillo, y se le restan las
cuatro entregadas al Museo Arqueológico Nacional, a los norteamericanos debieron de
vendérseles cuarenta y tres sillas. De ellas, según Franco Mata, A.- El actual paradero… cit. P.
337, piezas de ocho sillas: “han sido reaprovechadas para una mesa de altar”, por lo que en la
iglesia de San Diego debe de haber treinta y cinco sillas del antiguo coro palentino.
54
Simón y Nieto, F.- El monasterio de Santa Clara de Astudillo, cit. Pp. 118 y ss. Las frases
reproducidas en el texto se encuentran en la p. 118.
55
Revilla Vielva, R.- Catálogo Monumental de la provincia de Palencia. Partidos de Astudillo y
Baltanás. T. I. Segunda edición. Palencia, 1951. Pp. 7-8.
56
Navarro García, R.- Catálogo Monumental de la Provincia de Palencia. Partidos de Carrión de
los Condes y Frechilla. T. II. Palencia, 1932. Pp. 126 y 129.
57
Lavado Paradinas, P- J.- Carpintería y otros elementos típicamente mudéjares en la provincia
de Palencia… cit. P. 71. Se expresa en términos similares al referirse a la sillería baja.
58
Se refiere a una fotografía publicada por Quintero Atauri, P.- Sillerías de coro. Madrid, 1908, P.
30. Tal fotografía, sin embargo, no figura en la segunda edición de la obra: Ídem.- Sillas de coro.
Cádiz, 1928. P. 40. Aquí se limita a decir que la sillería es: “de sencilla y ruda labor y con escudos
pintados en los tableros”. Por su parte es Torres Balbás quien manifiesta con claridad que la
entrega de las cuatro sillas al Museo Arqueológico Nacional fue una condición impuesta: “se
autorizó a un comerciante de antigüedades, lo que nunca debió hacerse, a adquirirla y desmon-
tarla, con la condición de ceder cuatro sillas al Museo Arqueológico Nacional... Ignoramos dónde
está el resto de la sillería, probablemente fuera de España”, apreciación en la que no se equivocó.
Véase: Torres Balbás, L.- Sillerías de coro… cit. P. 325.
59
Véanse los detallados dibujos publicados por Camps Cazorla, E.- Adquisiciones en 1931 cit.
P. 5, figs. 1 y 2, así como la correspondencia de las letras que identifican cada pieza en las pp. 4-
5. Estas figuras y alguna otra fueron publicadas, años después, por Torres Balbás, L.- Sillerías de
coro... cit. Pp. 325-329. Véase, igualmente: Lavado Paradinas, P. J.- Carpintería y otros elementos
típicamente mudéjares en la provincia de Palencia... cit. Pp. 60-104, en particular pp. 68-71.
60
Camps Cazorla, E.- Adquisiciones en 1931 cit. P. 7.
61
Camps Cazorla, E.- Adquisiciones en 1931 cit. Pp. 4-7. Torres Balbás, L.- Sillerías de coro…
cit. Pp 328-329.
62
Lavado Paradinas, P. J.- Braymi. Un yesero mudéjar... cit. P. 24.
63
Mann, J.- 102. Crucifix. “The art of medieval Spain, A.D.500-1200” New York, 1993. Pp. 222-223.
64
Agradezco a la Reverenda Madre Abadesa y Comunidad de este monasterio sus facilidades
para visitar la sillería coral aquí tratada. Sobre el monasterio consúltense, entre otras publicacio-
nes: Castro, J. de.- Primera parte de el árbol chronológico de la Sancta Provincia de Santiago cit.
P. 332. Dominguez, J. A.- Chrónica seráfica y prosecución del árbol chronológico... cit. Pp. 212-
226. García Chico, E.- Catálogo monumental de la provincia de Valladolid. Partido judicial de
Medina de Rioseco. T. II. Valladolid, 1959. Pp. 116-120. Martín González, J. J. (director).- Inventa-
rio artístico de Valladolid y su provincia. Valladolid, 1970. P. 328. Castro, M.- La provincia franciscana
de Santiago... cit. Pp. 192-193 y 209-211. Ídem.- Monasterios hispánicos de clarisas… cit. P. 101.
Federación de Hermanas Clarisas “Nuestra Señora de Aránzazu”.- El ayer y el hoy de nuestros
Monasterios. Síntesis histórica. Zamora, 1993. Pp. 203-211. Sánchez Fuertes, C. y Prada Camín,
Mª. F.- Reseña histórica de los monasterios de clarisas... cit. Pp. 488-490. Parrado del Olmo, J.
Mª.- Catálogo monumental de la provincia de Valladolid. Partido judicial de Medina de Rioseco. T.
XVI. Salamanca, 2002. Pp. 321-324. Árias Martínez, M. y Hernandez Redondo, J. I.- Patrimonio
mueble de los conventos de Medina de Rioseco,... y Villafrechós. “Clausuras. El patrimonio de
los conventos de la provincia de Valladolid”. T. III. Valladolid, 2004. Pp. 51-57.
65
Su pontificado, al margen del romano, se extendió desde su elección en 1394 hasta su
muerte en 1423.
66
Su pontificado abarcó desde 1378 hasta 1394, año en el que le sucedió Benedicto XIII, el
papa Luna.
67
En estos trabajos debió de tener un papel importante: “Francisco González Matheos, maes-
tro de arquitectura y vecino de la villa de Cuenca de Campos”, que en el contrato firmado el ocho
de julio de 1738 se comprometió a realizar las obras precisas en el convento. Citado por García
Chico, E.- Ob. cit. P. 119, doc. 3. De la obtención de los recursos necesarios para las obras el
testimonio más antiguo es el de Castro, J. de.- Primera parte de el árbol chronológico… cit. Pp.
332-333: “oy está reedificado, y aun mejorado con las limosnas de los fieles, que por todas partes
han salido a pedir los Religiosos” franciscanos.
68
Castro, M.- La provincia franciscana de Santiago… cit. P. 211. Otras noticias relativas a la vida
conventual en el siglo XIX en: Federación de Hermanas Clarisas Nuestra Señora de Aránzazu.- El
ayer y el hoy… cit. Pp. 208-209.
69
Martín González, J. J. (director).- Inventario artístico de Valladolid… cit. P. 328. Federación de
Hermanas Clarisas Nuestra Señora de Aránzazu.- El ayer y el hoy… cit. P. 209. Parrado del Olmo,
J. Mª.- Catálogo monumental… T. XVI cit. P. 323.
70
Árias Martínez, M. y Hernández Redondo, J. I.- Patrimonio mueble de los conventos de Medina
de Rioseco… y Villafrechós. “Clausuras…” III cit. Pp. 53-56.
71
Véanse en: Árias Martínez, M. y Hernández Redondo, J. I.- Patrimonio mueble de los conven-
tos de Medina de Rioseco… y Villafrechós. “Clausuras…” III cit. Pp. 216-217, figs. 44-48.
72
Para los retablos de la iglesia y su imaginería: Parrado del Olmo, J. Mª.- Catálogo monumen-
tal… T. XVI cit. Pp. 322-323. Federación de Hermanas Clarisas Nuestra Señora de Aránzazu.- El
ayer y el hoy… cit. P. 209. Árias Martínez, M. y Hernández Redondo, J. I.- Patrimonio mueble de
los conventos de Medina de Rioseco… y Villafrechós. “Clausuras…” III cit. Pp. 51-53 y 211-222.
73
Navarro García, R.- Catálogo monumental de la provincia de Palencia. Fascículo cuarto. Par-
tido judicial de Palencia. Palencia, 1946. Pp. 148-152. Urrea Fernández, J. y Valdivieso González,
E.- Monasterio de Santa Clara. “Inventario artístico de Palencia y su provincia”. T. I. Dirigido por:
Martín González, J. J. Madrid, 1977. Pp. 41-43. Andrés Ordax, S. (coord.).- La España gótica.
Castilla y León/ 1. Madrid, 1989. Pp. 239-242. Martínez, R.- La arquitectura gótica en la ciudad de
Palencia (1165-1516). Palencia, 1989. Pp. 104-117. Yarza Luaces, J.- Las clarisas en Palencia.
“Jornadas sobre el arte de las Órdenes religiosas en Palencia”. Palencia, 1990. Pp. 152-172.
74
Castro, M.- La provincia franciscana de Santiago… cit. Pp 233-234em.- El Real Monasterio de
Santa Clara de Palencia y los Enríquez, Almirantes de Castilla. Palencia, 1982. Pp. 17 y ss. Sánchez
Fuertes, C. y Prada Camín, Mª. F.- Reseña histórica de los monasterios de clarisas… T. I cit. Pp.
3980-382.
75
Castro, M.- El Real Monasterio de Santa Clara de Palencia… cit. Pp. 57-60. El hallazgo en el
mar de imágenes de Cristo crucificado que tienen en común un acentuado patetismo y realismo,
acrecentado por la creencia popular de que se trata de auténticos cadáveres o de sus momias,
tuvo en España cierta difusión, siempre vinculada con imágenes fechadas en el siglo XIV. Entre
otras cabe recordar el célebre Cristo de Burgos, el de la catedral de Ourense, o el de Santa María
de Fisterra, de los que algunos peregrinos a Santiago han dejado vivos relatos. En el caso del
Cristo yacente de las clarisas de Palencia tampoco ha de olvidarse, como escribió Vázquez de
Parga, - El Crucifijo gótico doloroso de Puente la Reina. “Principe de Viana”. Año IV, nº. XII.
Pamplona, 1943. P. 10, “el gran movimiento místico franciscano que conduce en el curso del siglo
XIII… a una exaltación del patetismo religioso que repercute ampliamente en el ideal estético de
los siglos XIV y XV… y... a una exacerbación del aspecto doloroso y trágico del drama de la
Redención”.Sobre los crucificados antes citados véanse, entre otras publicaciones: Loviano, Fr.
P. de.- Historia y milagros del Santísimo Christo de Burgos. Madrid, 1740. Pp. 50 y ss. Ferro
Couselo, J. y Lorenzo Fernández, J.- La capilla y santuario del Santísimo Cristo de la catedral de
Orense. “Boletín Auriense”, anexo 12. Ourense, 1988. Yzquierdo Perrín, R.- Los Caminos a
Compostela. El arte de la peregrinación. Madrid, 2003. Pp. 121-124; 249-252 y 335-337.
76
Algunos autores dicen que el primer emplazamiento de esta sillería fue “circundando el mau-
soleo de los almirantes. La reforma monástica auspiciada por los Reyes Católicos obligó a trasla-
darla en 1495 a la capilla entonces dedicada a San Sebastián y hoy a San Juan Bautista, finalmen-
te, se instaló en el coro”. Castro, M.- El Real Monasterio de Santa Clara de Palencia… cit. P. 186.
Andrés González, P.- Los monasterios de clarisas... cit. P. 167.
77
Castro, M.- El Real Monasterio de Santa Clara de Palencia… cit. P. 186. Quintero Atauri, P.-
Sillas de coro… Edición cit. Pp. 46 y 47. La silla más ancha, descubierta en las obras de 1977,
correspondería a la abadesa del monasterio. Al estar oculta hasta ese año se comprende que
Quintero dijera: “no tiene silla prioral”.
78
Castro, M.- El Real Monasterio de Santa Clara de Palencia… cit. Pp. 268-271. Sánchez Fuer-
tes, C. y Prada Camín, Mª. F.- Reseña histórica de los monasterios de clarisas… T. I cit. P. 383.
Franco Mata, Á.- Museo Arqueológico nacional. Catálogo de la escultura gótica. Edic. cit. Pp.
225-226 y 245, fig. 303; en las dos páginas siguientes pueden verse otras piezas procedentes,
seguramente, de la misma sillería. No fueron, sin embargo, estas sillas del coro las únicas piezas
regaladas a Rada y Delgado y Malibrán por el gobernador Angulo, ya que también les entregó
algunas valiosas pinturas. Véase: Castro, M.- El Real Monasterio de Santa Clara de Palencia… cit.
P. 187. Franco Mata, Á.- Antigüedades cristianas de los siglos VIII al XV cit. Pp. 242-244. Estas
obras, en particular las sillas y demás piezas procedentes del coro, fueron reclamadas en 1978
por la entonces abadesa de Santa Clara de Palencia sin lograr su devolución, por lo que la
comunidad tomó la decisión de hacer una réplica de aquéllas.
79
Castro, M.- El Real Monasterio de Santa Clara de Palencia… cit. P. 187.
80
Martí y Monsó, J.- Dueñas. Iglesia de Santa María. “Boletín de la Sociedad Castellana de
Excursiones”. Año I. Nº. 11. Valladolid, noviembre de 1903. Pp. 165-171. Navarro García, R.-
Catálogo monumental… de Palencia. T. IV cit. Pp. 41-44. Martín González, J. J.- La sillería de la
iglesia de Santa María, de Dueñas (Palencia). “Archivo Español de Arte”. T. XXIX, nº. 114. Madrid,
1956. PP. 117-123. Urrea Fernández, J. y Valdivieso González, E.- Dueñas. Iglesia de Santa María.
“Inventario artístico de Palencia…”. T. I cit. Pp. 149-153. Andrés Ordax, S. (coord.).- La España
gótica. T. cit. Pp. 260-263. Caballero, A.- Dueñas. Iglesia de Santa María. Palencia, 1992. Pp. 21-39.
81
Martín González, J. J.- Los patronos del gótico en Palencia, “Jornadas sobre el gótico en la
provincia de Palencia”. Palencia, 1988. P. 17.
82
Martí y Monsó, J.- Dueñas. Iglesia de Santa María cit. Pp. 169-170.
83
Martín González, J. J.- La sillería de la iglesia de Santa María, de Dueñas… cit. Pp. 117-118.
84
Parrado del Olmo, J. Mª.- Estilo de los ensamblajes góticos palentinos. “Jornadas sobre el
gótico…” cit. P. 72.
85
Martín González, J. J.- La sillería de la iglesia de Santa María, de Dueñas… cit. P. 117. Caba-
llero, A.- Dueñas… cit. P. 33,
86
Martín González, J. J.- La sillería de la iglesia de Santa María, de Dueñas… cit. Pp. 120-121.
87
Gudiol Ricart, J.- La catedral de Toledo. “Los monumentos cardinales de España”. Madrid,
s.a. Pp. 57-70. Río de la Hoz, I.- El coro de la catedral de Toledo. “Cuadernos de Arte Español”
Nº. 52. Madrid, 1992.
vo el propio Neira (que llegó a ser su secretario), pero todo parece apuntar a que
en estas reuniones se fraguó la exaltación de este atípico incensario.
En la Academia compostelana se concentró la práctica totalidad de los
jóvenes intelectuales de Santiago y buena parte de Galicia. Durante los años de
máximo esplendor (1831-1849), presidida por el catedrático de oratoria D. Pedro
Losada Rodríguez, se fermenta un movimiento ideológico, se dictan normas poé-
ticas, se discuten temas literarios, morales, políticos, filosóficos e históricos35.
Participando en estas reuniones, que se llevan a cabo en el segundo piso del
por entonces ex-convento de San Martín Pinario, se encontraban José Domínguez
Izquierdo, Domingo Díaz de Robles, los hermanos José María y Ramón Gil Rey,
Francisco Añón, Antolín Faraldo de Malvar, Vicente Manuel Cociña, los herma-
nos José y Ramón Rúa Figueroa, Antonio Romero Ortiz, el teólogo José M.
Carracido, el catedrático de latín Dr. Amigo, etc.36
En este ámbito cultural se encontraba José María Gil Rey37 (Santiago, 1815-
1853), uno de los gallegos más distinguidos durante el segundo tercio de este
siglo38. Escritor, periodista, botánico y, más tarde, licenciado en Medicina39, fun-
dador y director del Semanario Instructivo en 183840 y de la Revista de Galicia.
Aunque publicó alguna poesía, su labor fundamental se encamina al estudio de
temas botánicos, geológicos o químicos; pero lo que ahora nos interesa es que
también publicó algún trabajo histórico-literario sobre Compostela.
Entre estos últimos cabe destacar un temprano e interesante artículo sobre
la catedral compostelana que aunque aparece firmado con las iniciales “M.J.”
no me cabe ninguna duda que se le puede atribuir la autoría41. Salió a la luz en
1838 y en la publicación que él mismo dirigía, el Semanario Instructivo, cabe
conjeturar que, al no corresponderse la temática con su especialidad, prefirió
difundirlo de forma anónima. Es con todo un estudio interesante, uno de los
primeros trabajos modernos sobre la catedral, en el que se comentan las obras
artísticas y se hacen atribuciones y dataciones bastante exactas, conjugadas
eso sí con un gusto romántico y un lenguaje literario (la tétrica entrada, las lóbre-
gas bóvedas, etc.). Cuenta además a su favor con ilustrarse con una esplendida,
aunque desgraciadamente poco conocida y divulgada, litografía a doble página
de la fachada del Obradoiro realizada por Núñez Castaño sobre dibujo de su
propio hermano, el pintor Ramón Gil Rey.
Posiblemente animado por el éxito de este trabajo publicó una segunda
versión, con variaciones literarias, esta vez firmada con su nombre en el Sema-
nario Pintoresco Español al año siguiente42. Esta última publicación, dada su
repercusión a nivel nacional, sirvió de plataforma para la difusión del interés por
la antigua tradición del incensario compostelano. Se ilustra el trabajo con dos
grabados de la catedral de Santiago, uno de la fachada occidental y otro del
interior del claustro, pero ambos de una calidad mucho menor que el de la publi-
cación compostelana.
Junto a estos autores del círculo compostelano se pueden incluir dos noti-
cias más en estas fechas. El relato de dos anónimos amigos en 1842, que dejan
constancia de que entre el altar mayor y el coro se halla suspendido un enorme
incensario, que pendiente de la bóveda en el medio de la iglesia, y perfectamen-
te equilibrado, se pone en movimiento en las funciones solemnes, y con pausa-
das oscilaciones atraviesa la iglesia en casi toda su anchura49. Y la somera des-
cripción de Mellado en su viaje a Galicia en 1850: en las grandes solemnidades
[...] se cuelga de la media naranja un inmenso incensario, que recibe impulso
por una sencilla máquina, y que merced á la gran cantidad de incienso con que
se alimenta, perfuma en el momento toda la basílica50.
Lám. 3. Botafumeiro antiguo. Gra- Lám. 4. Botafumeiro nuevo. Graba- Lám. 5. Botafumeiro antiguo. Gra-
bado anónimo. 1852. do sobre dibujo de Paulino Savirón. bado sobre dibujo de Paulino
1875. Savirón. 1875.
Lám. 7. Procesión mitrada en el interior de la catedral de Santiago. Grabado sobre dibujo de Daniel Urrabieta
Vierge. 1880.
del círculo compostelano que trabajaba para las revistas ilustradas en la que
Neira colaboraba. Los aportes gráficos, como buena parte de las sugerencias
de Neira, tuvieron también un importante eco en la bibliografía posterior67. Ten-
dremos que esperar hasta 1875 para que se realice una segunda aproximación
iconográfica, si bien en ese momento no se recurrió al original sino que se inspi-
raron en los grabados publicados por Neira sin ofrecer ningún dato nuevo. Esta
segunda aportación se debe, ahora sí, al dibujo de Paulino Savirón litografiado
por A. Comelerán (lám. 4 y 5) y fueron publicados en un trabajo de Villa-amil y
Castro68.
Más interesantes serían las tres siguientes referencias gráficas ya que
presentan el botafumeiro no estático sino, por primera vez, en movimiento.
Tras el resurgimiento del culto jacobeo durante el pontificado de Payá y Rico
(1875-1886) y la consiguiente revitalización de las peregrinaciones al amparo
del redescubrimiento de los restos del apóstol (1878)69, se desarrolló un im-
portante despliegue por parte de las revistas ilustradas del momento para re-
coger los sucesos relativos a los renovados años Santos de 1875, 1880 y 1885;
el botafumeriro, que para entonces como hemos visto ya era muy conocido,
Lám. 9. Procesión mitrada en el interior de la catedral de Santiago. Grabado sobre dibujo de Manuel Alcázar.
1885.
Lám. 11. Botafumeiro. P. Ferrer. Hacia 1905. Lám. 12. Botafumeiro. Anónimo. Hacia 1908.
ción inspirados por el botafumeiro. A pesar de todo, salvando las poesías dedi-
cadas al incensario, el trabajo de Neira es, sin duda, el más bello de cuantos se
hayan escrito sobre él. Acorde a su espíritu romántico, para observar el gran
incensario nos sitúa en la catedral a las nueve de una oscura y nebulosa mañana
de invierno, y nos lo presenta en funcionamiento por partida doble. La primera
ocasión para que el lector imagine75:
las oscilaciones de un incensario de seis piés de altura, á ochenta piés de
elevacion, recorriendo el espacio de doscientos setenta pies, agitado por seis
ú ocho hombres [...], se anublarán sus ojos, sorprendido por la rugiente carre-
ra de ese colosal brasero, que ya se remonta impetuoso y arrogante, soltando
por los abiertos hierros de su plateada cúpula, las revueltas llamas que el vien-
to enciende y apaga á la vez, como el reflejo de un incendio en el agua, ya
desciende grave y reposado en medio de los oscuros torbellinos de humo que
señalan su curso como el copo de hollin de una fragua amortiguada, ora pare-
ce en su descenso una campana que se desploma, ora se asemeja en su
elevacion á una granada de viva y encendida espoleta.
La segunda comprende su funcionamiento dentro de la suntuosidad de la
procesión mitrada76:
La multitud se acerca á las rejas de la iglesia para observar al vota-fumeiro, que
traspira en revueltos torbellinos de humo, como un lidiador que se inquieta
para la lucha, exhalando de las concavidades de su pecho el ardoroso aliento
de la impaciencia. De pronto sube á la altura de un guardia de la catedral que
lo lanza trabajosamente al espacio como un ariete de quebradas fuerzas, y la
muchedumbre abre instantáneamente un surco [...], y cuando se remonta hácia
los rosetones [...], la nave principal es desalojada por la concurrencia, y desde
las columnas de las naves laterales sigue con la vista al gigante de greñuda
cabeza, que se entrega á los sacudimientos de sus férreos músculos, hacién-
dolos recrujir como la armadura de los fabulosos y titánicos paladines de los
libros de caballería. [...] y al detenerse la procesion mitrada al lado opuesto de
su salida [...], su oscilación es rápida, fugaz, instantánea. Barre de un soplo la
atmósfera. No se mueve, no oscila, esto es poco, vuela. [...] A guisa de corcel
desbocado se le contiene y refrena [...] al inquieto vota-fumeiro. [...] Desapare-
ce la procesion por segunda vez en las naves laterales, y el vota-fumeiro decae
en sus movimientos, desfallece en sus oscilaciones: cualquiera diria que des-
cansa de su infatigable carrera. Al comenzar el villancico de la Soledad, el
mismo guardia que lo había lanzado al espacio, detiene sus últimos pasos
sobre la reja, como un domador vuelve á su jaula una fiera postrada por la
lucha [...], es conducido entre dos guardias á la sala capitular, donde se mues-
tra á los forasteros, encerrado en una caja de madera.
Las metáforas de Neira, como he comentado, también encontraron sus
seguidores, por muy prosaicos que sean, véanse por ejemplo las citas de
Monlau77, Villa-amil78, Carro García79, Victoria Armesto80 o, sobre todo, Filgueira
Valverde81 entre otros82.
del poema matiza que lo toma de Neira de Mosquera, pero nosotros no hemos
podido localizarlo90. Unos años antes, Filgueira Valverde ya se había preocupa-
do por indagar este particular al comentar que el botafumeiro soe chamarse o
“rei dos incensarios”. O que non puiden atopar nin nas “Orientales” nin en ningu-
na poesía de Víctor Hugo é aquello que lle apoñen: “Tiene un santo Compostela
–y el rey de los Incensarios– que de nave a nave vuela”. E non perde ren con que
non sexa seu91.
Llegados a este punto, de nuevo nos vemos en la obligación de dudar de
la veracidad de Neira de Mosquera. ¿Es un dato veraz o fruto de su imagina-
ción? ¿Sería capaz Neira de inventarse esa cita como modo de engrandecer su
artículo y por extensión para dignificar el botafumeiro compostelano? La res-
puesta a esta última pregunta es negativa. Neira no se inventó la cita, para él era
un dato correcto y creía citar exactamente lo escrito por Hugo, pero curiosamen-
te el fragmento no le pertenecía, o al menos completamente.
Sabemos con certeza que Víctor Hugo (1802-1885) estuvo en España du-
rante su juventud. En 1811 vino a este país con su madre para reunirse con su
padre, un general destinado en España entre 1808 y 1812 que llegó a ser gober-
nador de varias provincias bajo el mandato de José Bonaparte. Entró en este
país en marzo de 1811, atravesando Irún, Ernani, Tolosa, Burgos, Valladolid y
Segovia, en donde se reunió con su padre. De allí se dirigió toda la familia a
Madrid, donde el joven Víctor se escolarizó y permaneció hasta abril de 1812,
cuando todos regresan precipitadamente a Francia92. Un viaje muy breve pero
qui marque la mémoire de Victor de souvenirs ineffaçables et féconds: de la
sensibilité personnelle, politique, à l’œuvre poétique et théâtrale, il ne cessera,
tout au long de sa vie, d’y puiser93. A pesar de esa profunda huella, como pode-
mos observar, Víctor Hugo jamás estuvo en Compostela ni en Galicia y aún cuan-
do ambientó, de modo casual, una de sus obras en esta tierra94 posiblemente no
oyera hablar jamás del botafumeiro compostelano.
Sin embargo, la composición a que aludía Neira de Mosquera existió. Se
trata de un fragmento de “Grenade”, redactada por Hugo entre el 3 y el 5 de abril
de 1828 y publicada por primera vez formando parte de la obra Les Orientales
en París en 1829. El fragmento que nos interesa es el siguiente95:
Le poisson qui rouvrit l’œil mort du vieux Tobie
Se joue au fond du golfe où dort Fontarabie;
Alicante aux clochers mêle les minarets;
Compostelle a son saint; Cordoue aux maisons vieilles
A sa mosquée où l’œil se perd dans les merveilles;
Madrid a le Manzanarès
Observaremos que de los tres versos propuestos por Neira sólo aparece
uno: Tiene un santo Compostela, el resto simplemente no existe96. ¿Cómo pues
es posible que Neira lo haya transformado tanto?
amigos. Tiempo hubo en que el pobre Salas, así le llamaban, sostuvo él solo
con su pluma, en medio de las mas heróicas privaciones, á toda una falange de
amigos hambrientos; pero no todos le fueron ingratos121. Un dia en que llegó á
estar tan miserable y desesperado que quiso de una vez acabar con la vida
ahorcándose, uno de ellos, á quien confió su loco proyecto y la repugnancia
que sentia á la idea de ejecutarlo con su propia mano, se ofreció generosa-
mente á ahorcarle... de balde. ¡Y lo hubiera hecho!... Las novelas de Salas y
Quiroga, en especial el Dios del siglo y los Habitantes de la luna, me parecen
excelentes pinturas de costumbres. A pesar de eso y de tantas circunstancias
como recomendaban á aquel desgraciado, no recuerdo haber asistido jamás á
un entierro alguno menos concurrido que el suyo [...]: fuera de algun parien-
te122, otros dos amigos y yo, nada más, dejamos en el cementerio de la Puerta
de Toledo sus despojos mortales, en una huesa sin lápida, que muchas veces
he buscado despues y no he podido encontrar. ¡Pobre Salas!...
Relegado prácticamente al olvido tras su fallecimiento, su nombre tan sólo
aparecerá, para su desgracia, en algunos conocidos trabajos de los críticos lite-
rarios de finales del siglo XIX. Entre ellos Blanco García que 1891 censuró su
obra injusta e irónicamente123 y Genover y de Balle, que hacia 1897 realizó una
crítica tan lamentable, falsa, grosera y de pésimo gusto que él mismo se dejaba
en evidencia124. El siglo XX, no obstante, comienza haciendo justicia con la figu-
ra de Salas. El temprano trabajo de Núñez Arenas, 1926, recupera el valor hu-
mano de Jacinto, su generosidad y su bondad125. Tras él, en 1943, Alarcos Llorach
recuperaría el valor como poeta de ese romántico olvidado y Brown, en 1953, su
labor como novelista126. Más recientemente se ha reivindicado a Salas como
autor de cuentos breves por López Sanz, Alonso Seoane y Rodríguez Gutiérrez127;
Benítez y Patiño128 lo recuperan como novelista y González del Valle129 lo dignifica
en el género de viajes, mientras que crece el interés por sus aportaciones a la
literatura centro y sudamericana130. Esta creciente revalorización ya ha situado a
Salas entre los astros menores de la poesía romántica131 y si en su tiempo care-
ció del carisma para liderar a la revolucionaria juventud romántica132, su carácter
entrañable y su talento quizá puedan situarlo algún día en el lugar que creemos
le corresponde.
Dos figuras románticas, con destinos y fortunas en muchos aspectos para-
lelas, dos gallegos, Jacinto de Salas y Quiroga y Antonio Neira de Mosquera son
los verdaderos “redescubridores” del botafumeiro. Ambos juegan con su fanta-
sía y presentan un nexo común que les une, la admiración por el escritor Víctor
Hugo.
BIBLIOGRAFÍA
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en ALARCOS (1976), p. 37-59 [1ª ed. en Castilla. Boletín del Seminario de
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de Jubera Hermanos, 1891 (2ª ed.: Madrid: Sáenz de Jubera Hermanos,
1899).
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contemporáneas, Madrid, 1848”, Bulletin of Hispanic Studies, XXX, 117, 1953,
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Mosquera”, Tapal, 7, 1953, p. 23.
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na: Alberto Martín, 1936 (ed. facsímil: La Coruña: Gallegas, 1980).
CARRO GARCÍA, X.: “O botafumeiro da Catedral compostelán”, Nós, 10, 109,
1933, p. 6-10.
NOTAS
1
Quiero agradecer al académico y secretario de Abrente, Dr. D. Ramón Yzquierdo Perrín, la
invitación a publicar este trabajo en la revista de la Academia y a la Dra. Dña. Cristina Patiño Eirín
sus desinteresadas sugerencias sobre la figura de Salas y Quiroga y el haberme facilitado una
copia de la revista Alfar. Por otra parte, este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de
investigación HAR2008-00822 financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología.
2
Sobre su vida y su obra pueden consultarse los siguientes trabajos: Ovilo (1859, II, 89-90),
Moreno Astray (1865: 375-376), Vicetto (1874), Vicenti (1880), Varela Jácome (1950 y 1951: 166-
170), Caamaño (1953), Cea-Naharro (1974), Buján (2000) y Fandiño (2008). Debe añadirse ade-
más, aunque no ha sido muy utilizada hasta el presente, la interesantísima biografía publicada
en el Manual del viajero (1847: 31). En ésta se le incluye entre los ilustres literatos gallegos y con
un despliegue inusualmente amplio si lo comparamos con el resto de autores recogidos en ese
capítulo. Este hecho no debe extrañar ya que más que una biografía es una verdadera autobio-
grafía, un tanto vanidosa, pues según Villa-amil (1875(a): 291) uno de los autores de esta obra lo
fué D. Antonio Neyra de Mosquera.
3
Cea-Naharro (1974: 151).
4
Sólo conozco un retrato de Neira de Mosquera, el dibujado por José Cuevas y grabado por
Arturo Carretero que fue publicado en La Ilustración Gallega y Asturiana (1880(a): 97). Éste ha
sido reproducido posteriormente en múltiples ocasiones.
5
Varela Jácome (1950: X).
6
En su experiencia madrileña hubo lugar para el éxito, colaborando como hemos dicho en
importantes publicaciones, pero también para experiencias más amargas debido a su carácter
introvertido y su peculiar sentido del humor. Ambos hechos quedan recogidos en las palabras de
Blanco García (1899: 346-347): Hubo un tiempo, muy breve, en que bullía por los círculos de la
corte el literato gallego D. Antonio Neira de Mosquera, de tan singular y descontentadizo humor
como indican las semblanzas político-literarias y los artículos de costumbres agrupados en su
libro Las ferias de Madrid. Su causticidad de Fígaro en miniatura y su falta de miramientos con las
personas se castigaron haciendo el vacío en torno del autor, cuya pluma valía, sin embargo, más
que la voluntad.
7
Varela Jácome (1950: XV).
8
Vicenti (1880: 113). Caamaño (1953: 23), tras ciertas búsquedas documentales, concluye
que dudamos que se puedan localizar sus restos mortales, por haber recibido sepultura en el
Campo Santo general [de la ciudad de A Coruña], según nos informa su partida de defunción.
9
M(artínez) Villergas (1854: 267) exponía, exageradamente, que Neira de Mosquera no era
más que un satélite español de Víctor Hugo y que se hizo e poco tiempo notable por una produccion
que empezaba con estas palabras: “Era de noche, y sin embargo llovia”, y terminaba expresando
el fantástico deseo de beber no sé qué licor aeriforme en copas de niebla.
10
La Marquesa de Camba. Novela original española del siglo XIV, Madrid: Vicente de Lalama,
1848.
11
Monografías de Santiago: Cuadros históricos. Episodios políticos. Tradiciones y leyendas.
Recuerdos monumentales. Regocijos públicos. Costumbres populares, Santiago de Compostela:
Viuda de Compañel e Hijos, 1850 (reed.: Neira, 1950 y 2000).
12
La escueta nota que en 1865 le dedicaba Street (1926: 157, n. 5) es de por sí demoledora: la
tal ‘Guía’, dicho sea de paso, es una de las peores que jamás tuve en mis manos.
13
Varela Jácome (1950: X), Cea-Naharro (1974: 152), Buján (2000: x) o Fandiño (2008: 17).
14
Ovilo y Otero (1859: II, 90).
15
Manual del viajero (1847: 31).
16
Rasilla (2000: 135-136).
17
Véase Fandiño (2008: 12-14 y 19-20).
18
Barreiro de V. V. (1889: 194).
19
Barreiro de V. V. (1889: 196). Sobre los errores y anacronismos de La Marquesa..., en amplio
listado, véase Barreiro de V. V. (1889: 201-204 y 209-214).
20
Barreiro de V. V. (1889: 201, 202 y 214).
21
López Ferreiro (1903: 175-176).
22
Villa-amil (1875(a): 88).
23
Vicetto (1874: 11).
24
Vicenti (1880: 104). Años después, todavía Caamaño (1953: 23) destacaba que Neira supo,
como pocos, prestigiar el nombre de Galicia.
25
Vicenti (1880: 113).
26
Murguía (1888: 481).
27
Filgueira Valverde (1932: 29).
28
Varela Jácome (1950: XXVIII, XXVI y V).
29
Cea-Naharro (1974: 151) y Fandiño (2008: 14).
30
Las Monografías son la obra que mejor refleja su sentimiento, mezclado de pasión, romanti-
cismo y erudición, por la ciudad compostelana, una obra surgida al tiempo de la investigación y
de la tradición legendaria, donde tienen cabida al tiempo los milagros, los aromas de las leyendas
y de los amoríos y los reflejos históricamente documentados de fiestas, biografías y aconteci-
mientos (Buján, 2000: xii); y fusiona con impecable sobriedade literaria os resultados das súas
investigación coas lendas históricas tan gratas ao esprito romántico (Fandiño, 2008: 22).
31
Cea-Naharro (1974: 152).
32
Neira (2008: 47-48).
33
“A nuestros lectores” (Neira, 2000: 229).
34
“Al que leyere” (Neira, 2000: 5).
35
Varela Jácome (1951: 166).
36
Vicenti (1880: 113).
37
Sobre él, a falta de un estudio más extenso, véanse Manual del viajero (1847: 32-33), Moreno
Astray (1865: 367-368) y Vilanova (1974).
38
Moreno Astray (1865: 367).
39
Fue además el primero que ensayó y defendió con entusiasmo en Galicia el sistema
homeopático (Moreno Astray, 1865: 368).
40
Fue la primera publicación ilustrada que surgió en el ámbito gallego y en opinión de Murguía
(1880: 92) fue un periódico, modesto en apariencia, pero en realidad de una importancia tal que
su editor y principales redactores merecen [...] un señalado puesto en la historia del periodismo
gallego. Por otra parte, no debemos pasar por alto que en este semanario y a las órdenes de Gil
trabajó Neira de Mosquera en sus primeros pasos profesionales (Varela Jácome, 1950: VIII y XIII).
41
M. J. (1838).
42
Gil (1839).
43
Villa-amil (1866: prólogo s.p.).
44
M.J. (1838: 3). Con ligeras variantes lo publica al año siguiente: Hay en ella [la media naran-
ja] cuatro arcos dobles de hierro dorado en cuyo entrecruzamiento juega en los dias más clásicos
un enorme incensario que recorre en sus oscilaciones todo el crucero. Nada sorprende mas que
el verlo pasar por encima de las cabezas de la muchedumbre, al mismo tiempo en que la magestad
de la procesion, la riqueza de los ornatos, el aroma del incienso, los cánticos solemnes, el son
ruidoso de los órganos y la armonia con que les responden las voces é instrumentos de la capilla,
tienen embargados los demas sentidos, y lleno el corazon de un profundo arrobamiento religioso
(Gil, 1839: 363).
45
Sobre él véanse Varela Jácome (1951: 171) y Moreno Astray (1865: 378).
46
Madoz (1849: 815-825). Aunque el propio Neira se atribuye colaborar en esta obra (Manual
del viajero, 1847: 31) es posible que fuese en otras entradas o que no se llevase a cabo finalmen-
te pues el autor sólo reconoce en la nota final la ayuda de Domínguez: No hallándose aun descri-
ta artísticamente esta ciudad, del modo minucioso que es indispensable, parasin visitarla conocer
las bellezas que encierra, nos habíamos propuesto dar al artículo de la antigua capital de Galicia
la importancia que de suyo exije; pero sentimos no haber reunido para ello todos los datos, que
hace tiempo solicitamos de personas, que creiamos tan interesadas como nosotros en las glorias
de su patria, y cuyas repetidas ofertas nos hicieron concebir alhagüeñas esperanzas, que no se
han realizado; afortunadamente, nuestro amigo el Sr. D. José Domínguez de Izquierdo, aunque sin
el tiempo necesario para reunir las noticias que deseábamos, nos ha facilitado las suficientes
para salir del compromiso que tenemos con nuestros suscritores (Madoz, 1849: 825).
47
Madoz (1849: 817).
48
Manual del viajero (1847: 54).
49
Viaje á Galicia (1842: 30-31).
50
Mellado (1987: 67).
51
Neira (1852). La obra, ciertamente, tuvo una gran fortuna ya que fue repetidamente reeditada,
véase Neira (1875, 1920, 1950: 277-284 y 2000: 255-261).
52
Otero Túñez (1977: 390).
53
Neira (1852: 338). Más adelante, al analizar el “espectáculo” global del botafumeiro y la
procesión, con el humo, los cirios, los cantores, las exclamaciones del público y el sonido de las
chirimías, asegura que el filósofo ó el poeta retrocede á la edad media, y asiste á la antigua
oracion coreada por el pueblo (Neira, 1852: 339-340). La difusión del efecto catártico, iniciado
por Gil y desarrollado por Neira, en la bibliografía posterior ha sido intermitente, aunque ha
tenido importantes secuelas, véase, a modo de ejemplo, lo que dice Pardiac (1863: 315) al ha-
blar del botafumeiro: ses gigantesques ondulations du sol à la voûte et les nuages embaumés
qu’il jette dans l’espace, frappent les sens enivrés du peuple et élèvent son âme vers Dieu.
54
Sólo el mismo autor lo había utilizado con anterioridad, aunque de un modo marginal, en
una de sus Monografías en 1850 (Neira, 1950: 71).
55
Neira (1852: 338, n. 1).
56
En menos de treinta años no sólo se había dado a conocer el botafumeiro sino que se había
asentado plenamente ese término. De este modo, Fita-Fernández-Guerra (1880: 89) nos hablan
del “renombradísimo Botafumeiro” y Fernández-Freire (1880: I, 36 y 52-53) del “famosísimo bota-
fumeiro” y “el gran incensario conocido en todo el mundo con el nombre de botafumeiro”.
57
Neira (1852: 338).
58
Neira (1852: 338-339).
59
Neira (1852: 339).
60
Ojea (1615: 121v.).
61
Zepedano (1870: 100).
62
Llegando incluso a la vulgarización tan banal por parte de un profesor universitario de la
rama de las ciencias de considerar al botafumeiro como “el ambipur de la Edad Media”, algo
inadmisible en una conferencia seria dentro de un congreso científico ni siquiera admitiendo que
se pronuncie buscando la hilaridad cómplice de los asistentes.
63
Neira (1852: 339, n. 1).
64
Por ejemplo en el ya citado Ojea (1615: 121v.), donde se citaba el incensario de plata.
65
Carro (1933: 10). Del antiguo botafumeiro dice Carro que paresce que se fixo outro de ferro,
ainda que non se pode probar, documentado en esas fechas tan sólo varios arreglos del incensa-
rio por un calderero. Refiriéndose al actual comenta que é probable que Neira de Mosquera
coñecese ao prateiro Xosé Losada e que recibise os datos, si bien tampouco fun de sorte no achá
dego de cando se fixo iste novo Botafumeiro e de sel-o seu autor Xosé Losada. Por mais que mirei
ben no Arquivo da Catedral, non poiden atopar ren [...] Non comprendemol-a falla de tal
documentazón no Arquivo da nosa Catedral Compostelán.
66
Pacho Reyero (2003: 449), y tras él algún otro autor, los atribuye sin fundamento a Paulino
Savirón al suponer que los grabados publicados por Neira son los mismos que los publicados
por Villa-amil (1875(b): 304). Lo cierto es que éstos se inspiraron en aquellos pero ni son los
mismos ni son de la misma mano.
67
Fueron publicados por Neira (1852: 339 y 340) y luego han sido reproducidos en varias
ocasiones, por ejemplo, en Neira (1950: 275 y 279); Filgueria Valverde (1979: 158 y 159); Pacho
Reyero (2003: 450 y 451) o Galicia no gravado (2007: 243).
68
Villa-amil (1875(b): 304).
69
Véase Pombo (2001).
70
La Ilustración Española y Americana (1875: 129).
71
El grabado se publicó de nuevo en La Ilustración Gallega y Asturiana (1880(b): 262) y recien-
temente en Galicia no gravado (2007: 266).
72
Publicado en Le Monde Illustré (1880) y recogido en Filgueira Valverde (1969: 40-41), quien
incluye también un boceto del autor para el botafumeiro (1969: lám. 7), y en Galicia no gravado
(2007: 269).
73
La Ilustración Española y Americana (1885: 85). Se recoge en Galicia no gravado (2007: 270),
aunque con data errónea.
74
Estas imágenes, y alguna más que no incluyo en este trabajo, fueron publicadas reciente-
mente en Tarxetas postais (1989: 185 y 187) y Cabo-Costa (1996: 22, 24 y 25).
75
Neira (1852: 338 y 339).
76
Neira (1852: 339-340).
77
El rítmico ascenso y descenso del botafumeiro se asemaja á un buque en alta mar, cuando
sepultándose entre dos olas, sé levanta erguido sobre la última, y se precipita á nuevos e incesan-
tes riesgos (Monlau, 1858: 199).
78
El espíritu más sereno se sobrecoge al ver descender rápidamente, desde lo alto de la nave
hasta casi el suelo, aquel mónstruo vomitando llamas y envuelto en la inmensa humareda que
despide la considerable cantidad de incienso que se deposita en su voluminosísima cazoleta
(Villa-amil, 1875(b): 329).
79
Para él el botafumeiro é grande, impoñente cando voa pol-os aires. No chan xa nos paresce
moito mais pequeno [...], alí, na Biblioteca da Catedral, atópase cheo de vergoña e á curiosidade
dos turistas. Cala como fera engaiolada (Carro, 1933: 10).
80
Define el botafumeiro como gigantesca mariposa de plata que va y viene por los veintidós
metros del crucero (Armesto, 1969: 276).
81
Este autor recoge la más pura herencia poética de Neira: dos servidores de la Basílica [...] que
trasladan a hombros el gran incensario suspendido de un palo. Así colgado, humeante, os hizo
evocar, sin duda, la víctima de un sacrificio ritual y lo recordasteis en su cotidiana prisión [...] ence-
rrado en la jaula romántica de “una alacena color caoba y azul” [...] La víctima no es el azazel del rito,
sino un ave, dispuesta a volar de lado a lado, hasta lo más alto –veintidós metros– del crucero. Los
portadores [...] al retirar la vara, tienen un ademán de canteros que llegan con su bloque labrado
al pie de la obra. Al final de su vuelo de súbito, un duro brazo juvenil alcanza sus cadenas, lo
tuerce y lo derriba. Es como una escena de tauromaquia... (Filgueira Valverde, 1948: 195 y 198).
82
De extravagante debemos calificar no la metáfora sino la comparación del botafumeiro con
el famoso artificio del relato “El pozo y el péndulo” de Edgar Allan Poe que propone Williams
(1907: I, 59): Visitors to the shrine of Santiago seldom fail to have their curiosity excited by the
monster “smoke-thrower” (bota-fumeiro) or incensory, lowered (much like the deadly sword in
Poe’s exciting tale) on each fiesta by a batch of vigorous Gallegos from an iron frame fixed into the
pendentives of the dome.
83
Neira (1852: 340).
84
Neira (1852: 338). El texto ya era conocido por Neira desde hacía algunos años y de hecho
ya lo había publicado, de un modo discreto, en una nota marginal de una de sus Monografías en
1850 (Neira, 1950: 75, n. 21).
85
D.E.A.L. (1858: 151, n. 1), Moreno Astray (1865: 95) y Villa-amil (1866: 84 y 1875(b): 329).
Fuera del ámbito gallego y en fechas próximas es difundida por Monlau (1858: 199), que resume
buena parte del artículo de Neira, y de forma más resumida en La Ilustración Española y America-
na (1875: 123 y 1885: 83).
86
Pardiac (1863: 315). Años más tarde también llegaría al público anglosajón a través de la
obra de Meakin (1909: 74), donde se recoge que el botafumeiro es the “King of censer”, as Victor
Hugo called it in his poem.
87
Entre los autores que con mayor o menor énfasis continúan difundiendo el nombre de Víctor
Hugo estarían Carré (1936: 989), Sánchez Rivera (1947: 147), Otero Túñez (1977: 390) o Yzquierdo
(2003: 182).
88
Castroviejo (1965: 25). Nótese que la cuestión no es baladí, el descubrimiento de otros gran-
des incensarios a través de los datos históricos o artísticos (Ourense, Tui o Zamora), desconoci-
dos en la época de Neira, no podían hacer tambalear la corona compostelana, de tal modo que
si ahora tenemos varios reyes, el botafumeiro debería ser el emperador.
89
Villa-amil (1875(b): 329), recogiendo los citados versos dice que un traductor y comentarista
de Víctor Hugo ha calificado, con mucha oportunidad por cierto, de “rey de los incensarios” al
botafumeiro, pero con el citado “traductor y comentarista” se refiere, como deja claro en sus
notas, a Neira de Mosquera y no duda de la atribución al francés.
90
Pombo (1995: 205, n. 80).
91
Filgueria Valverde (1979: 161), el artículo había sido publicado previamente en el Faro de
Vigo el 12 de febrero de 1977.
92
Biré (1895: 51-53), Savy (1997: 21-29) y Malandain (2002: 1066).
93
Savy (1997: 21). Más adelante, en 1843, volvería Hugo de nuevo a España recorriendo Irún,
Fuenterrabía, San Sebastián, Pasajes, Ernani, Tolosa, Pamplona y Roncesvalles (Savy, 1997:
147-155), pero este viaje carece de interés para nosotros ya que es posterior a la publicación de
Las Orientales (1829).
94
La composición Le Petit Roi de Galice, incluida en Légende des Siècles (1859), retoma la
tradición épica francesa para exponer la eterna lucha del bien y el mal, sus personajes y accio-
nes son ficticios y la acción se desarrolla en unas imaginarias Galicia y Compostela. Sobre laobra,
que fue recientemente traducida al gallego (Hugo, 1998 y 2005), véanse Pardo (1995) y Luna
(1998).
95
Tomo el texto de la edición de Les Orientales de Hugo (2002: 506) que recoge a su vez la
edición de Paris: Furne, 1840. Su editora nos advierte de que el texto de esta última edición fue
revisado y corregido por el propio Hugo, realizando en ocasiones variaciones notables (Malandain,
2002: 1067, n. 1). He consultado, no obstante, otras ediciones anteriores y todo parece indicar
que el fragmento que presento se mantuvo exactamente igual desde la primera edición de 1829.
Las ediciones consultadas son las siguientes: Hugo (1832(a) y 1832(b)) que recogen la primera
edición de Paris: Gosselin, enero de 1829; Hugo (1834) que transmite la segunda edición de
Paris: Gosselin, febrero de 1829; y Hugo (1829) que es la quinta edición del original de Paris:
Gosselin, enero de 1829.
96
Que Compostela tenía un santo, el apóstol Santiago, era algo bien conocido, no sólo en
Francia sino en todo occidente. Ese dato en concreto no procede de su viaje a España sino de
conocimientos generales. Por otra parte, en el resto del fragmento tampoco debemos buscar la
exactitud en las descripciones pues en muchos topónimos se busca tan solo su pintoresca so-
noridad, es decir, l’écho des sonorités étranges l’emporte parfois sur l’exactitude référentielle
(Malandain, 2002: 1070, n. 66; véase también Foulché-Delbosc, 1897: 89-90).
97
El Artista (1835-1836). Existe ed. facsímil: El Artista (1981).
98
Dando cabida a jóvenes autores románticos como José de Espronceda, el propio Jacinto de
Salas y Quiroga, Joaquín Francisco Pacheco, Nicomedes Pastor Díaz, José Zorrilla Moral, etc.
junto a traducciones e imitaciones de los célebres autores románticos extranjeros como Byron,
Dumas o Víctor Hugo (Ayala, 2002: 35).
99
El Artista, II, 1835: 245.
100
El Artista, II, 1835: 280-282. Tras el título de la composición aparece un subtítulo entre parén-
tesis: (Orientales de Víctor Hugo). Neira tomó este subtítulo, pero olvidó citar que el fragmento
que recogía pertenecía a la composición “Granada”. Años después, Salas publicaría dos com-
posiciones más de ese proyecto (un fragmento de “El fuego del cielo” y la “Destrucción de
Sodoma y Gomorra”) acompañadas de una nueva versión de “Granada” con algunas variantes.
Las tres se publicaron en la revista que el propio Salas dirigía, No me Olvides, sobre la cual
volveremos más adelante, en los números 11, 12 y 22, Madrid 16 de julio, 23 de julio y 1 de
octubre de 1837, p. 3-5, 3-6 y 5-7 respectivamente.
101
El Artista, II, 1835: 281.
102
La versión del mismo fragmento en el No me Olvides (22, 1837: 5) sólo varía el segundo
verso, el resto es prácticamente idéntico: Y el pez que abrió el ojo muerto / De Tobías, noche y
día / Juegue allá en Fuenterrabía...
103
Sin embargo no aparece recogido en el repertorio de traductores de Víctor Hugo elaborado
por Lafarga (2002).
104
El contenido de la nota en la versión del No me Olvides (22, 1837: 5) es prácticamente
idéntico.
105
Sobre su vida y obra véanse Ochoa (1840: 708), Manual del viajero (1847: 30), Núñez de
Arenas (1926), Alarcos (1943-1976), Varela Jácome (1951: 193-196), Salas (1974), Marrast (1997:
493-494), Benítez (1997: 652-653), Patiño (2002 y 2003) y González del Valle (2006: 18-24).
106
Murguía (1888: 328).
107
Patiño (2002: 321).
108
El único retrato conocido de Salas lo presenta como un joven aniñado de mirada ingenua,
triste, tímida, y atuendo byroniano (Alarcos, 1976: 42 y Núñez de Arenas, 1926: 28 –ambos afir-
man que se encuentra al frente de su libro Poesías, pero en los ejemplares que yo he consultado
no he podido localizado-). Lo reproduce Núñez de Arenas (1926: 27), Patiño (2003: 448) y González
del Valle (2006: 7).
109
Alarcos (1976: 39-40).
110
Esta publicación está considerada como la sucesora directa de El Artista. En ella colabora-
ron los principales románticos españoles: Espronceda, Pastor Díaz, Zorrilla, Miguel de los San-
tos Álvarez, Juan Bautista Alonso, José Joaquín de Mora, Pedro de Madrazo, Manuel Assas,
Hartzenbusch, Donoso Cortés, Gil y Carrasco o Campoamor (Patiño, 2002: 322), siendo un se-
manario de los más interesantes y curiosos para el estudio del romanticismo español, (Alarcos,
1976: 40).
111
Desde muy joven Salas sintió una gran admiración por Víctor Hugo, además de las traduc-
ciones realizadas y las que tenía en proyecto, le había dedicado una de sus composiciones, en
francés, del libro Poesías (Salas, 1834: 88-90) e incluso lo visitó virtualmente en algún relato
(“Una visita a Víctor Hugo” en El Artista, II, 1835: 294-296). Pero los vínculos que unía a Salas y a
Víctor Hugo no eran simplemente de admiración del primero por el segundo, fueron más allá.
Desconozco si se llegaron a conocerse personalmente pero sí es muy posible que se
intercambiasen correos, por ejemplo, Elizalde (1977: 68, n. 28) asegura que Victor Hugo confesó
al poeta gallego Jacinto de Salas y Quiroga, en 1833, que pensaba pasar dos años en España,
para huir de la agitada vida de París. Por otra parte, también parece que se intercambiaron algu-
nas de sus propias obras impresas, pues según Gérard Pouchain (Victor Hugo, 2005) el Livre de
l’anniversaire en el cual Juliette Drouet guardó la mayor parte de las cartas que su amante Víctor
Hugo le había enviado durante los cincuenta años de relación para celebrar el aniversario de su
primera noche (1833), había sido en un principio un original del libro Poesías de Jacinto de
Salas, publicado en 1834. Es de suponer que el propio Salas se lo hubiese enviado a Hugo y de
éste pasase a manos de Juliette. Lo curioso es que se produce una bella metáfora del olvido de
Salas ya que Drouet, año tras año, iba desgajando las páginas de sus poemas para incluir en su
lugar las cartas enviadas por su amante. Nunca sabremos lo que opinaría Salas de esto, pero no
cabe duda de que jamás imaginaría el romántico destino de su publicación.
112
Alarcos (1976: 47).
113
Patiño (2002: 325).
114
Alarcos (1976: 53) y Patiño (2002: 321). Para hacernos idea de los ambientes culturales que
frecuentaba podemos citar que fue uno de los fundadores del Liceo madrileño: Liceo: (plazuela
de las Córtes, núm. 7). Esta sociedad se estableció en Madrid en 1837, siendo fundador de ella el
señor Don José Hernández de la Vega, auxiliado por los escritores Don José de Zorrilla, D.
Nicomedes Pastor Diaz, Don Patricio de la Escosura, Don Eugenio Moreno López, Don Jacinto
Salas y Quiroga, Don Ramón de Navarrete y algunas otras personas. Los artistas fundadores
fueron Villamil, Esquivel, Gutierrez, Gomez, Avriol, y mas tarde Madrazo (Madoz, 1850: 830).
115
Alarcos (1976: 43).
116
Ochoa (1840: 708), añadiendo algunas de sus obras (p. 708-720).
117
Vedía (1845: 249), aunque se limita a copiar literalmente lo dicho por Ochoa (1840: 708).
118
Manual del viajero (1847: 30).
119
Murguía (1888: 328).
120
“VIII. Necrópolis (1863)” en Ochoa (1867: 265-282), el texto citado se encuentra en p. 276-277.
121
De toda la falange de amigos hambrientos sólo Zorrilla se acordó de él para dedicarle una
poesía póstuma y una pequeña mención de agradecimiento en sus Recuerdos del tiempo viejo.
Así, cuando Zorrilla (1880: I, 23-24) evoca su llegada a Madrid con diecinueve años, nos dice que
entónces... ¡ay de mí!, busqué y contraje otras amistades; unas de las que no quiero volver á
acordarme, otras de las que jamás me olvidaré; como la de Manuel de Assas [...] y la de Jacinto
Salas y Quiroga: poeta ya casi olvidado, que contó con mi pluma en donde quiera que llegó á
meter los puntos de la suya.
122
No estaría, por ejemplo, su hermano José de Salas y Quiroga, también diplomático y literato,
hombre de mérito, modesto y útil á su patria, que falleció en 1858, pues había emigrado por
causas políticas en 1848 y no regresó hasta 1851 (El Museo Universal, 1858: 135).
123
Alarcos (1976: 43). Éste autor ya advertía que se deduce que el P. Blanco no conoció la obra
de Salas más que de segunda mano, en realidad, lo único que había leído de Salas era lo que
había recogido Ochoa (1840: 708-720). Para Blanco García (1891: 187), Salas era un traductor
adocenado y poeta de gusto tan perverso que parece haber reunido los sueños de Las Soleda-
des, despojándolos de su ingeniosidad, para vaciarles en el troquel de un lenguaje semibárbaro
con pujos de filosófico y trascendental. En la segunda edición de su obra, Blanco García (1899:
180-181), aun no siendo favorable, suaviza el tono de sus críticas considerablemente.
124
Genover (1897: 235-236): ¡Vaya con la ganga, dar con lo macarrónico! ¿Qué haría aquí, por
ejemplo, el tremebundo Jacinto de Salas y Quiroga, desgraciado poeta, que casi llenó los cuatro
tomos del “No me olvides”, y nadie se acuerda de él? “Dramas y novelas, poemas y lírica por
montones, con un poco de Historia, y su miajita de “Viajes”. De sus obras, por junto, háse perdido
la memoria. Séales la tierra leve. Todo lo escribió, y todo está juzgado. Lástima que el hombre en
él –anticipándose á Gerardo de Nerval, á quien imitó por delantera, y al fallo de la Posteridad
sobre sus obras– se ahorcase, así feneciendo miserablemente. Y lástima para su alma. Si, en
todo, no dió indicios de poco cuerdo. Aún, con su fúnebre imágen en la mente, no podemos
contener la risa...”
125
Núñez de Arenas (1926).
126
Alarcos (1976) y Brown (1953).
127
López Sanz (2002: 51-53 y 467-482), Alonso Seoane (2004: 209-235) y Rodríguez Gutiérrez
(2008).
128
Benítez (1997: 652-653) y Patiño (2002 y 2003).
129
González del Valle (2006).
130
Su figura ha sido reclamada [...] por estudiosos de las culturas española, puertorriqueña y
cubana (González del Valle, 2006: 22; sobre ese interés véanse p. 22-24).
131
Marrast (1997: 493-494).
132
Si Salas hubiera estado dotado de un espíritu más señero, acaso hubiera sido una de las
figuras más importantes del Romanticismo español [...] pero no fue así y su obra literaria perma-
neció disuelta y modestamente situada en los segundos planos de la aparatosa escena romántica
(Alarcos, 1976: 37).
1. DESCRIPCIÓN
Papel, 113 folios. 32’5 x 19’5 cm. Encuadernación en piel. Ejemplar com-
pleto, en perfecto estado de conservación, aunque un poco ajado por el uso. No
tiene colofón. Termina en el Benedictus de la misa “Les fascheurs sotz”, de F. de
Layolle, en el folio 113r. Al final, en tipos de imprenta grandes, Finis. El verso de
ese folio estaba en blanco; de él se habla al final de esta descripción y en la nota
sobre su procedencia. Magníficas iniciales historiadas, con gran variedad de
dibujos y formas.
Tiene, en diversas páginas, anotaciones en español. Se las señala en la
descripción de los lugares respectivos. En la misma página de la portada está la
de su ubicación antigua en la biblioteca capitular de la catedral de Orense: “Est.
3º / Caj. 4º”.
Las composiciones, tanto las misas como los motetes, son todas a cuatro
voces: superius, altus, tenor, bassus; los cambios se describen en sus lugares
respectivos. La única excepción la constituye la misa “Trinitas in unitate”, de
Villiers (fol. 101), que es a 3 voces. El compás básico es, en todas (salvo en la de
Lupus), el de tempus imperfectum divisum; de nuevo, las excepciones o cam-
bios se exponen en sus lugares respectivos. Las proporciones ternarias vienen
siempre señaladas con un 3 después del respectivo signo de compás.
excipias, et meum istud studium boni consulas, non solum peto, verum etiam
oro contendoque.
Vale. Christus Servator magnificentiam tuam diutissime servet incolumen.
Iterum vale. Lugduni, Anno M. D. XL.
Fol. 00v. (Estaba en blanco; hay escrito, con caligrafía, musical y literaria,
del siglo XVI, una breve composición a tres voces).
Fol. 1 (Está escrito 2, por una equivocación; luego sigue el verdadero folio
2). Cuatro grabados xilográficos, de la Anunciación, Nacimiento, anuncio a los
pastores y adoración de los Magos. Título en la parte superior de la página: “Soli
Deo honor et gloria”; en la inferior: “Cantate domino canticum nouum: quia
mirabilia fecit”. Sic: domino.
Crucifixus y Et resurrexit, del Credo, son a dúo: el primero para TB, el se-
gundo para SA. También el Pleni sunt caeli et terra, del Sanctus, es a dúo (TB);
pero mientras en el del Credo, en las dos voces que no cantaban, anotaba,
simplemente, “tacet”, aquí lo expresa de manera gráfica: en el superius escribe:
“Pleni non sunt”; en el altus, “Pleni ioue a lesbahy” (sic). De manera similar, en el
Benedictus, que es a tres voces (SAB), el tenor escribe: “Benedictus est muet”,
y en el Agnus Dei II, que es a dúo (SA), el tenor escribe: “Secundus Agnus ne dit
mot”, y el bassus, “Secundus Agnus regarde en sa bource”.
El Agnus Dei III es a 5 voces (SATTB), todas compuestas.
En los seis pentagramas impresos, pero sin notas musicales, hay un inten-
to, a mano, de resolver los cánones, en dos de los pentagramas: uno para el
tenor y el altus y otro para el bassus. Ambos han sido luego tachados y a conti-
nuación hay la siguiente nota, manuscrita, con caligrafía de fines del siglo XVI:
“Quien puntó esto que no está de molde no supo lo que hizo y metióse en el
oficio ajeno; que no es lo mismo ser cantante que cantor, ni cantor que músico,
que cada cosa tiene su significación, y es importante, para que no se despeñe
ninguno en el camino que no sabe”.
N. B. Mientras en todas las demás misas, en la línea superior de la página,
hay solamente el título de la misa, el nombre de la voz y, en las páginas impares,
el número del folio (en la primera también el nombre del autor, salvo en la de
Mouton), en ésta tiene, en todas las páginas, solamente el título “Canon. Trinitas
in unitate”, y, en las impares, el número del folio, no el de la voz. El nombre del
autor sólo aparece, como en las demás misas, en el comienzo.
2. PROCEDENCIA Y USO
Don Emilio Duro Peña, canónigo archivero de la catedral de Orense desde
1951 hasta su muerte (1995), dejó inédito un libro sobre la música en esa cate-
dral, para el que había ido recogiendo datos a lo largo de muchos años y que
fue publicado póstumo, en 1996, previa revisión de materiales y preparación de
la edición por su sucesor en el cargo de archivero, don Miguel Ángel González
García. La publicación se hizo por la Obra Benéfico Social de la Caja de Ahorros
Provincial, “Caixa Ourense”, en lujosa edición, en papel couché y con numero-
sas y magníficas ilustraciones, casi todas a color. Una de las principales aporta-
ciones de don Miguel Ángel a esta importante publicación fue precisamente la
selección y preparación de estas ilustraciones.
Pues bien: en las páginas 110 y 124 se reproducen dos páginas de este
libro de misas que estamos estudiando: en la primera el folio 2r y en la segunda
la página de título; en ambas le añadió don Miguel Ángel el siguiente texto de
presentación: “Libro con 10 misas polifónicas. Impreso en Lyón 1540. Procede
de Celanova”.
Es ésta la primera alusión pública a este ejemplar y a esta procedencia.
Preguntado por mí el propio don Miguel Ángel acerca del origen del dato sobre
esta procedencia me respondió que estaba en un detalle de la página de título,
que, en un pequeño escudo que tiene en la parte inferior, se le han añadido a
mano los emblemas del famoso monasterio benedictino gallego: una cruz, un
espejo y un compás, degeneración, estas dos últimas figuras, de las originales,
que eran una alfa y una omega.
Por la importancia que ese detalle tiene para la historia y el significado de
este libro añadiré que, analizado cuidadosamente ese escudo y esos símbolos,
parece, con toda evidencia, aunque resulte extraño, que ese escudo tenía, en el
dibujo original, todo su interior en blanco, pues no hay señal alguna de que se
hubiese raspado el anterior contenido, para pintar en él esos símbolos, que es-
tán hechos a pluma. Al final de este estudio se presenta la página de título com-
pleta; he aquí ahora más en detalle el escudo en cuestión con la añadidura de
Celanova2:
Es verdad que en ninguno de los inventarios de libros del siglo XVI que se
conservan de esta catedral figura este volumen. El mismo don Emilio Duro co-
pia, en las págs. 93ss de su obra citada, los inventarios que él pudo localizar;
pero, aun prescindiendo de los dos primeros, de 1493 y 1539, que, naturalmen-
te, no podían incluir este libro –aparte de que sólo se refieren a libros litúrgicos
en canto llano, y a algunos con solo texto, sin música, es decir, los que estaban
a cargo del sochantre, no los de polifonía, de los que el responsable era el maestro
de capilla–, hay que decir que ni siquiera en los dos “recuentos” de 1568 (págs.
101ss) tendría este libro cabida, pues sólo mencionan libros estrictamente
litúrgicos –misales...–, si bien terminan con esta anotación:
“Hay menestriles con su sacabuche y su libro para tañer y los más aderezos,
y una caja de cuero y palo con cuatro flautas para música concordada”,
pero no menciona ningún libro de polifonía.
Curiosamente, en el inventario de los libros de música que se hizo en 1589
con el legado del canónigo-cardenal don Juan Febos Rodríguez y que don Emilio
reproduce en las páginas 106-107, solamente se habla de “dos cuerpos” de
misas de Morales, “primera y segunda parte, encuadernados en tabla y cuero, y
bien tratados”; “Cuatro libros pequeños de misas de Morales, encuadernados...,
y bien tratados”; y “Tres cuerpos de motetes de Palestrina, nuevos”; mientras
que se especifican 23 entradas de otras tantas colecciones de madrigales, en-
saladas, villanescas, etc., la mayor parte de las cuales son de autores extranje-
ros, tanto italianos como flamencos o franceses, aunque entre ellos están tam-
bién las ensaladas de Flecha.
Sin embargo, el mismo don Emilio, en el Apéndice a su extensa obra (págs.
252ss), tiene un resumen del inventario del actual archivo de música de la cate-
dral, que empieza con este párrafo introductorio:
“Así como el canto coral necesitaba sus libros de cantollano o cantorales –a
ellos nos hemos referido en su lugar–, la capilla de música utilizaba también
sus libros, sus papeles, sus partituras y particelas. En el siglo XVI, época de la
organización de la capilla, circulaban las composiciones reunidas en libros.
Conservamos un hermoso ejemplar impreso, el LIBER DECEM / MISSARUM...,
Lugduni MDXL. Y recogemos aquí algunas referencias documentales toma-
das de las actas”.
Y empieza con ésta, que copio literalmente:
“En 1593, ‘los libros de Morales de canto de órgano, nuevos y viejos, andan
perdidos y maltratados, y uno de ellos en Celanova’; se encargó al cardenal
Villarreal ‘los recoja y los guarde’; en octubre de 1594 se reclama del maestro
de capilla Carvajal ‘dé cuenta del libro de Morales que falta’, y a comienzos de
1596 el nuevo maestro de capilla Marcos Esteban pide le manden entregar los
libros de música para tener cuenta de ellos”.
Esos son los datos que se se encuentran en el libro de don Emilio Duro
referentes a nuestro tema. Y ante esa noticia, de que uno de los libros de polifonía
de Morales, que era de la catedral, estaba en Celanova, cabe preguntarse, por
una parte, si, no obstante que no fuese práctica habitual cantar polifonía en los
monasterios benedictinos, no habría en Celanova una capilla de música
polifónica, e incluso preguntarse si, en cualquier caso, no sería ése el momento
en que este volumen llegase a la catedral de Orense, quizá traído por ese canó-
nigo “cardenal” Villarreal, si es que –otra hipótesis no menos verosímil– este libro
no pertenecía ya de antes a la catedral y hubiese sido llevado, como el de Mora-
les, a Celanova. Porque el hecho es que la otra opción lógica, de que hubiese
llegado aquí tras la desamortización, no se la puede aplicar, ya que consta que
el volumen estaba en el archivo de la catedral desde mucho antes de esa fecha.
En efecto: en 1831 el canónigo Dr. Juan Manuel Bedoya confeccionó un
detallado “Catálogo o índice general de las obras impresas y manuscritas que
se hallan en la librería capitular de la santa iglesia catedral de Orense”, y en él, al
folio 36v, hay la siguiente entrada:
“Missarum decem liber a maximi nominis musicis contextus: excussus per
Jacobum Modernum a Pinguento: Lugduni 1540. Un tomo de 113 hojas”,
y le pone como su localización en la biblioteca el estante 3, cajón 4, que es
precisamente la signatura que tiene el libro, a mano, en la portada, y, por cierto,
de letra antigua3.
Después de don Emilio Duro fue don Manuel Rey Olleros quien se ha inte-
resado por este libro4. En ese artículo, después de aludir a los datos ofrecidos
en el libro de don Emilio Duro, incluye unas notas biográficas de los composito-
res y algunas observaciones sobre la polifonía. Un dato concreto que publica en
la página 177 confirma que este libro se usó en la práctica, ya que alude a una
corrección manuscrita en el superius del motete Stephanus autem (14v).
Estos son los datos que he podido reunir hasta este momento. Habrá que
esperar a que se encuentre alguno más que aclare algo de las diversas incógni-
tas que rodean este libro, que, hay que insistir en ello, da muestras evidentes de
haber sido usado, y precisamente en España, y precisamente para cantar por él.
No todas las misas muestran las mismas señales de uso, pues algunas tienen
las hojas intactas o casi, mientras otras sí están ajadas por el uso.
Una última nota, que puede ayudar a aclarar algunos de los enigmas que
subsisten respecto a este volumen orensano, aunque, a su vez, plantea un nue-
vo problema sobre los que ya se han comentado: no existe dato alguno que
pruebe que este volumen haya pertenecido, propiamente, a la capilla de música
de la catedral de Orense, sino que su ubicación en la catedral, ya desde no más
tarde que mediados del siglo XVII, estaba en la biblioteca capitular. Se deduce
esto, no tanto del hecho de que no figure en los inventarios de música que
existen, pues este dato no probaría nada, dado que, prácticamente, no se con-
serva ninguno anterior al siglo XIX, sino de la signatura, que está escrita a mano
en la página de título del volumen, que coincide, en su escritura, con la de otros
volúmenes antiguos de la misma biblioteca y que claramente no puede ser pos-
terior a mediados del siglo XVII. Y ya queda dicho que es también la que le
atribuye el canónigo Bedoya en su inventario.
Así, pues, ese hecho explicaría por qué no aparece este volumen en nin-
gún inventario de música5; pero también hace más difícil su pertenencia a la
capilla de música, ya que los libros de ambas instituciones catedralicias, la capi-
lla de música y la biblioteca capitular, eran del todo independientes. Y aún en el
caso de que lo hubiera traído de Celanova el canónigo Villarreal en 1594, si bien
hace, en cierto modo, lógico que pasase a la biblioteca capitular, no deja de
plantear muy serias dudas e interrogantes, entre ellas la de que para 1594 esta
polifonía resultaba poco menos que indescifrable para los cantores de una cate-
dral, española o no española.
Debe todavía añadirse que esa biblioteca, como las de casi todas las cate-
drales españolas, se había ido formando por donaciones de canónigos –en al-
gunos casos de obispos–, que a su muerte legaban sus propias bibliotecas a la
catedral. Por ello cabe pensar que este volumen haya podido entrar en la biblio-
teca capitular entre los libros que algún canónigo, a finales del siglo XVI, o, como
muy tarde, a comienzos del XVII, haya hecho donación de su propia biblioteca
al Cabildo, si es que, como ya queda sugerido, no pertenecía al legado del
canónigo Febo.
Esa misma suposición, sin embargo, plantea, no obstante su férrea lógica,
un nuevo interrogante, y hasta más de uno: si ello fue así, por qué, en el encargo
al canónigo Villareal, se habla sólo de un libro de Morales y no de éste; por qué
éste pasó a la biblioteca capitular y los de Morales no... ¿O es que para 1596
seguía cantándose la polifonía de Morales y la de este libro ya no se usaba...?6
Como se ve, todo esto, que se deduce del análisis de los hechos conoci-
dos, añade nuevas incógnitas a todo el problema. Y si embargo, y como conclu-
sión de todo, queda el hecho de que esa música se cantó, haya sido en el mo-
nasterio de Celanova o haya sido, como parece más verosímil, en la catedral de
San Martín de Orense.
3. EDITOR Y COMPOSITORES
El editor de esta colección de misas, Giacomo (Jacques) Moderno
(Moderne) (ca. 1500-ca. 1560), era originario de “Pinguento”, según él mismo
afirma en las páginas de título de algunas de sus publicaciones7. En base a ese
dato Pogue (pág. 28) lo supone originario de la ciudad de “Pinguente”, en la
datos parecen indicar que fuera belga, mientras que otros sugieren que fuera
francés. El primer dato cierto de su vida es que en 1507 era maestro de capilla
de la colegiata de San Romualdo, en Malinas; no se sabe desde cuándo lo era.
De todas formas, ese dato hace suponer que habría nacido en torno a 1480;
debió de cesar en ese cargo algo antes de agosto de 1509, cuando fue nombra-
do un nuevo maestro. Luego desaparece su nombre y sólo se lo vuelve a encon-
trar en 1542, año en que fue nombrado maestro de capilla de la parroquia de
San Gil en Brujas –ciudad que por entonces aún no había sido elevada a la
categoría de diócesis–, y que conservó ese cargo hasta su muerte, que parece
acaeció en 1547. También de él dice Ronsard que fue alumno de Josquin, y,
como en el caso de Monlu, varios detalles de algunas de sus obras parecen
confirmar esta noticia. Fue un prolífico compositor, aunque misas suyas sólo se
conservan, además de la que se publicó en este volumen, otra similar a ella y
una de requiem; en cambio, son muchos los motetes y canciones que han llega-
do hasta nosotros, así como dos magníficats completos y uno incompleto.
Al revés de lo que sucede con estos compositores hasta ahora menciona-
dos –y de los que seguirán– la biografía de Jean Mouton es perfectamente cono-
cida. No en vano se trata de uno de los más importantes compositores de la
generación de Josquin des Pres y también de uno de los más prolíficos de todo
el primer cuarto del siglo XVI.
Es verdad que se desconoce la fecha y lugar exactos de su nacimiento, e
incluso dónde y de quién recibió su formación musical, aunque se sabe que era
francés y que, a lo que parece, nació en Sammer, en el noroeste de Francia,
hacia 1455. En cambio, a partir de su primer puesto oficial, de maestro de canto
de la colegiata de Nesle, en 1477, existen datos precisos que permiten recons-
truir con bastante seguridad su biografía: en 1483 ascendió a maestro de capilla
de la misma iglesia, en 1500 fue nombrado maestro de canto de la catedral de
Grenoble y en 1502 pasó a la capilla real de Francia, donde permaneció hasta
su muerte, ocurrida en San Quintín el 30 de octubre de 1522.
Su actividad como compositor fue muy notable: aunque consta que se ha
perdido un buen número de sus obras, todavía se conservan de él 15 misas, unos
100 motetes, 9 magníficats y 25 canciones. El estilo de sus obras es, no obstan-
te la casi coincidencia cronológica con Josquin, menos complicado que el de
las de otros contemporáneos suyos, y concretamente que el del propio Josquin.
Desconozco, en el modo más absoluto, referencia alguna, tanto biográfica
como bibliográfica, de Guillermo Prebost. Todo hace pensar que se trate de un
compositor local, posiblemente de Lyón mismo, o de un lugar cercano a esa
ciudad, sin influjo ni proyección más allá de un ámbito restringido. De hecho, su
misa es de las más sencillas de la colección, aunque el cambio de compás en el
Cum Sancto Spiritu y en el Et vitam venturi saeculi es interesante, como se pone
de relieve en el comentario musical.
4. LA MÚSICA. A) GENERALIDADES
Una consideración general debe quedar reflejada desde el principio: El
repertorio de misas del volumen que aquí se estudia pertenece, en sus líneas
fundamentales, como ya queda dicho antes, al período de transición entre las
misas de la que bien podría ser llamada la generación de Josquin († 1521),
heredera de la gran escuela flamenca del siglo XV, y la de los maestros que
prepararon la gran eclosión de la polifonía sagrada en la segunda mitad del
siglo XVI, es decir, y para centrarla de nuevo en un gran compositor, la de Cristó-
bal de Morales († 1553), que daría paso a la “escuela romana” de Palestrina, y,
en España, en la pléyade de los Guerrero, Victoria, Navarro, Ceballos y tantos y
tantos otros. La forma que se podría llamar típica en el primero de esos dos
períodos es la basada en un cantus firmus, tanto de origen sagrado como de
origen profano, entendido y usado en su concepción más estricta, o sea, las
llamadas “misa-tenor”, en las que el cantus firmus constituía la base del “tenor”,
y la del egundo, la basada también en un cantus firmus, pero entendido siempre
y usado en un sentido lato, a veces muy lato, e incluso la que pudiera definirse
como “de composición libre”.
Entre esas dos concepciones de las misas se colocan, pues, las doce de
esta colección, que participan de una y otra, pues ambas maneras de concebir
la misa polifónica se encuentran en ella, y en cantidad aproximadamente igual;
como también se encuentra, como restos de técnicas anteriores, e incluso muy
anteriores, otra, también heredada de la tradición del siglo XV y que pronto des-
aparecería del todo, por lo que las misas de este volumen construidas sobre esa
técnica son casi las últimas de este estilo: las compuestas a base de cánones
enigmáticos, incluso llevando esta técnica a sus últimas consecuencias.
En efecto: a partir de los últimos años del período a que corresponden
estas misas, en torno a 1535-1540, esta técnica siguió estudiándose durante
mucho tiempo, pero ya como materia meramente escolar13, y sólo se compon-
dría alguna que otra “misa-tenor”, en casos excepcionales, casi como un empe-
ño personal, de lo que el ejemplo más evidente son algunas pocas –muy pocas,
apenas cuatro o cinco, entre las más de cien que compuso– de Palestrina, sobre
todo las dos misas “L’homme armé”14, o, en España, la de Felipe Rogier “Philippus
Así, pues, y volviendo, tras este inciso, al repertorio que estamos estudian-
do, hay que añadir, para concluir lo que se estaba tratando, que este repertorio
es también uno de los últimos en mantener la técnica de construir misas sobre
canciones profanas, tan practicada anteriormente, al menos de un modo soste-
nido y estable, pues si bien aún perduraría en la generación siguiente –la de
Cristóbal de Morales– pero lo haría ya notablemente disminuida, en todos los
sentidos, para desaparecer, casi del todo, en la segunda mitad del siglo.
Uno de los elementos que más acerca este repertorio al que luego queda-
ría como universal en la segunda mitad del siglo, y mucho más en el XVII, lo
constituyen las claves, que aparecen ya perfectamente sistematizadas, lejos de
las incertidumbres, y aun anomalías, del siglo XV o de los primeros treinta años
del XVI.
La combinación más frecuentemente usada, en efecto, es la que luego
quedaría como fija para las “claves naturales”: do en primera línea para el
superius, do en tercera para el altus, do en cuarta para el tenor y fa en cuarta
para el bassus. Pero ya en la primera misa apareecen, y ya casi en su perfec-
ción, las que luego serían llamadas “claves altas”, tan usadas desde finales del
mismo siglo XVI y sobre todo en el XVII. Presentan, sí, todavía la claves ciertas
irregularidades, particularmente entre el altus y el tenor, que en varias de estas
misas están los dos escritos en do en tercera línea, e incluso hay, al menos, dos
casos en que una voz, y precisamente el bassus, cambia de clave dentro de la
misma misa; pero se trata, simplemente, de restos de las indecisiones anterio-
res, que pronto quedarían eliminados con la uniformidad de ambos esquemas o
tipos de claves: las naturales y las altas.
Frente a esas oscilaciones y residuos de las épocas anteriores, un elemen-
to tan fundamental como es la escritura musical pertenece ya completamente al
siglo XVI muy avanzado, casi a la segunda mitad de él, del todo alejada de lo
que era la de la escuela flamenca del siglo XV y de los primeros treinta años del
XVI. Prácticamente, la única “ligadura” que contiene el libro es la “cum opposita
proprietate”, y, por lo general, con solas dos notas, habiendo desaparecido casi
del todo las complicaciones tan usadas en los períodos anteriores. Alguna
que otra ligadura aparece todavía, pero son sumamente raras, y, desde luego,
sin los artificios anteriores, de “ennegrecimientos”, totales o parciales, “perfec-
cionamientos” e “imperfeccionamientos”, “prolationes”, y tantas otras técnicas
similares.
En buena parte eso es debido al compás usado, que ya queda dicho en la
descripción del volumen que habitualmente es el de tempus imperfectum divisum.
Salvo la misa “Ferrariae dux Hercules”, de Lupus, que, como ya se dijo en su
lugar, tiene como compás básico el de tempus perfectum integrum, y ello por
obvias razones de imitación del modelo, de que se hablará enseguida, todas
tienen como compás básico ese binario ya dicho, con lo que no había la posibi-
Melodía gregoriana:
Melodía de la misa:
tiéndolo, mientras las otras tres voces cantan melodías independientes y todas
diversas entre sí. El conjunto, sin embargo, es espléndido, con cuatro –casi se
podrían decir seis– melodías diversas cantando simultáneamente, pues al
“cancrizar” la tercera voz la melodía del tenor se transforma en una del todo
diferente, e incluso la otra voz, que canta “diapasonizando”, se convierte casi en
otra melodía nueva, diversa.
Esta misa tiene todavía otro detalle digno de resaltarse: el passus et sepultus
est del Credo. Sin duda, el compositor quiso poner de relieve ese momento supre-
mo de la Redención de Jesucristo, y para ello prescinde, para poner música adecua-
da a ese texto, del contrapunto, poniendo a ese texto una música homorrítmica,
vertical, con todas las notas ennegrecidas, para expresar, incluso gráficamente,
el sentido del texto. Al final del artículo se presenta una reproducción fotográfica
de estas dos páginas, donde se puede ver ese pasaje con claridad.
Las misas de Mouton y de Gardane parecen compuestas sobre motetes
preexistentes según la técnica de la “parodia”, aunque esto no es más que una
suposición sin base concreta en que apoyarse, más que la impresión que cau-
san sus títulos.
La de Lupus merece una atención más detenida. Ya queda dicho en las
biografías que sigue sin aclararse la identidad de su autor, pues no es fácil atri-
buirla con seguridad a ninguno de los varios “Lupus” o “Lupu” que se conocen
de la primera mitad del siglo XVI19.
Es evidente que esta misa está inspirada en la casi homónima de Josquin.
La cual, como es bien sabido, tiene un “soggetto cavato” en base a la identifica-
ción de las notas musicales según las vocales del título “Hercules dux Ferrariae”,
por tanto re-ut-re-ut-re-fa-mi-re, y fue compuesta, a lo que parece, durante el
breve período en que Josquin fue maestro de capilla de la casa ducal de Ferrara,
y, ciertamente, en honor del duque Ercole I d’Este. Parecía, pues, lo más lógico
que también la presente misa hubiese sido compuesta cuando su autor, del que
Moderne sólo pone el nombre, o el apellido, en latín, “Lupus”, hubiese estado al
servicio de la corte de Ferrara y al frente de ésta estuviese un Hércules (en italia-
no Ercole). A partir de esa doble premisa hubo no pocas dudas entre los estu-
diosos; pero una larga serie de estudios de Lewis Lockwood, proseguidos du-
rante muchos años, sobre la música en la famosa corte italiana, ha demostrado
que tal hipótesis era insostenible. Hoy conocemos con toda precisión, gracias
precisamente a esos estudios de Lockwood, la correspondencia y otros docu-
mentos, administrativos y de todo tipo, de la corte, y en ellos no se encuentra
este nombre, “Lupus”, en cualquiera de sus formas posibles, para referirse a un
músico de esa corte en todos etos años. Y, por otra parte, para salir de dudas
basta tener en cuenta los nombres de los primeros duques y sus fechas: que la
misa fue compuesta después de la de Josquin es evidente; Josquin estuvo al
servicio de la corte de Ferrara un año aproximadamente, entre 1503 y 1504; en
Portada del ejemplar de Orense. Nótense las manchas de tinta en el escudo central y en la parte inferior,
que no fue posible eliminar; también la signatura de la biblioteca capitular.
Portada de otro libro de Moderne (ex Pogue, página 208). Nótese la flor de Lis en el escudo central y en
el inferior.
fue dedicada a Hércules I, ésta puede haber sido hecha para su nieto,
Hércules II. Ciertamente, éste no subió al trono sino en 1534, y la obra,
como ya se ha dicho, había aparecido publicada antes de esta fecha. Pero
se puede buscar una explicación para eso. El superius comienza con un
tema musical (musical head-motiv), que, como el cantus firmus de Josquin,
es un soggetto cavato dalle voci (sol-fa-re-fa-re-mi-re-fa-mi-re)21. Si hace-
mos una mutanza del hexacordo molle (usado para las notas 1, 2 y 4), al
natural (usado para todas las demás notas)22, resultará claro que las voca-
les en los nombres de la solmisación de las primeras cuatro notas (re, ut,
re, ut) son las mismas que en ‘Hercules dux’, y que las vocales en los nom-
bres de las últimas cuatro notas (re, fa, mi, re) corresponden con las de
‘Ferrariae’. Esto deja dos notas (re, mi) en el medio, y éstas pueden muy
bien representar ‘erit’, de tal manera, que el soggetto completo, tal como
se expresa en el título, podría significar ‘Hércules será el Duque de Ferrara’.
Lupus inserta una nota adicional en este título para constituir su cantus
firmus, con el resultado de que este cambio parece significar ‘Hércules
brillará; Renée vive’. La Renée en cuestión es la hija de Luis XII, con la que
Hércules23 se casó en 1528 y para la cual Cipriano de Rore parece que
compuso más tarde En vos adieux. Si, como parece probable, esta misa
fue compuesta con ocasión de ese matrimonio, es del todo clara la fecha
para la que el músico de Cambrai la compuso”.
Con todo respeto a tan gran estudioso como era Reese, creo que son de-
masiadas suposiciones las que sostienen ese razonamiento, y que algunas son
tan artificiosas que hacen dudar que se pueda aplicar esta explicación, no obs-
tante que también otros musicólogos hayan hecho otras similares; aparte de
que queda la dificultad, que invalida todos esos argumentos, de que el título de
la misa no es el que Reese y otros dicen, Hercules dux Ferrariae, que sí es el de
la misa de Josquin, sino Ferrariae dux Hercules, que en modo alguno se puede
considerar como una errata, pues no solamente se repite a lo largo de toda la
misa en los folios verso, sino también en el índice.
Queda el hecho básico de que la misa está compuesta sobre un cantus
firmus específico, y, sobre todo, que el uso de ese cantus firmus es, como queda
explicado en la descripción, sumamente inteligente y, en su género, perfecto,
modélico, demostrando en su autor un dominio absoluto del arte contrapuntístico.
Y, desde luego, se trata una de las últimas composiciones de este género, que
tantas y tan hermosas muestras había dejado en los decenios anteriores.
También la misa de Villiers “Trinitas in unitate” pertenece, en más de un
sentido, a un período anterior, en el que había varios precedentes de este tipo
de misas, que implicaba llevar el contrapuntismo a sus últimas consecuencias.
Y el hecho mismo, ya señalado, de que alguien, en España, en pleno siglo XVI,
haya intentado, aunque infructuosamente, resolver el enigma de sus cánones
Folios 28v-29r. Et incarnatus... de la misa “Veni, Sponsa Christi”, con el passus et sepultus est en notas
ennegrecidas, y detalle de ese pasaje.
prueba que para poco después, y seguramente que incluso en aquel mismo
tiempo, esta técnica había caído ya en desuso y no se la entendía suficiente-
mente ni era aplicable en la práctica, aunque seguiría, durante casi cien años,
como materia de estudio en los libros teóricos.
Finalmente, decir que, de las doce misas de esta colección, cuatro están
construidas sobre canciones francesas preexistentes, a las que se debiera aña-
dir la de la Batalla de Janequin. Representan, de nuevo, y quizá todavía más que
los otros tipos de misas que se acaban de citar, el mundo de unos decenios
atrás, cuando estas misas eran casi habituales. En la generación inmediatamen-
te siguiente esta práctica disminuiría rápidamente, y, en 1562, el concilio de Trento
le daría el golpe de gracia definitivo24.
NOTAS
1
Agradezco públicamente al Sr. canónigo archivero de la catedral de Orense, M. I. Sr. D.
Miguel Ángel González García, su amabilidad en permitirme estudiar el importante volumen y
hacer de él una copia fotográfica completa, que fue realizada por la ayudante del archivo Dª
Belén Pumar Diéguez, quen la llevó a cabo con gran eficacia y excelente técnica. A ella, pues, un
especial agradecimiento, lo mismo que al también ayudante del archivo D. José Manuel Urruburu,
que fue quien me habló de la exisencia de ese libro y me dio importantes informaciones acerca
de él.
2
En el ejemplar de Orense la página de título está muy manchada de tinta; la he limpiado en
cuanto me fue posible, que no lo fue del todo. En particular no fue posible limpiar la flor de lis que
figura en el escudo de la casa editorial de Moderne, ni tampoco algunos detalles de este escudo
de Celanova y los dibujos que están a su alrededor.
3
El profesor Javier Garbayo publicó, en 2008, un artículo sobre catálogos musicales de la
catedral de Orense (“Inventarios de obras e instrumentos musicales en el archivo capitular de la
catedral de Ourense. Siglos XVIII-XIX”, Porta da Aira, nº 12, 229-256), que incluye el del legado
del canónigo Febos de que se habla en el texto.
En la lista de ese legado no figura el “Liber Decem Missarum” de Moderne que aquí se
estudia. Pero no parece inverosímil que en el legado del canónigo Febos estuviera también este
volumen y que, de todos modos, –perteneciese a ese legado, o estuviese ya de antes en la
catedral–, volviera a la catedral en 1593 junto con el libro de Morales que faltaba. También el
Profesor Garbayo es de la misma opinión. Incluso hay un detalle en el documento que transmite
ese legado que pudiera ayudar a aclarar esta duda: el acta de recepción, al final del documento,
comienza con estas palabras: “E yo, el dicho Antonio de Vargas, racionero y sochantre susodi-
cho, confieso haber recibido dichos libros del dicho canónigo Novoa, secretario de dicho Cabil-
do...” Es decir: esos libros, que pasaron a estar bajo la custodia del sochantre, desaparecieron
con el tiempo; mientras que este otro, que siguió otro camino, sí se conserva, haya venido en
1593 con el de Morales o en otra ocasión.
De todas formas, es evidente que el canónigo Febo tenía estos libros de música para que se
cantaran, en su casa o donde fuera; y hasta el detalle que el inventario añade en los “tres cuer-
pos” de motetes de Palestrina, de que eran “nuevos”, indica que los demás no lo eran, y posible-
mente que dieran muestras de haber sido usados, como sucede con el presente libro de misas.
4
Manuel Rey Olleros: “La música polifónica en el monasterio de S. Salvador de Celanova”, en
Rudesindus, 2/2007, 173-178.
5
Tampoco, por tanto, lo incluye Javier Garbayo en el catálogo del archivo de música: Javier
Garbayo Montabes: Catálogo del archivo de música de la catedral de Ourense. Xunta de Galicia,
2004.
6
Estas suposiciones, y otras que se pudieran añadir respecto al uso de esta polifonía en una
catedral española, y en concreto en una gallega, en los últimos decenios del siglo XVI, son
menos inverosímiles o artificiales de lo que pudiera parecer. Sólo un par de testimonios, en
representación de otros muchos que se pudieran aducir, de las más varias catedrales: las cons-
tituciones de la catedral de Santiago de 1568 mandan, en su constitución 14, “Del maestro de
capilla y músicos”, en su número 8:
“A su cargo [del maestro de capilla] estará señalar lo que él y otros hubieren compuesto,
como Jusquin, Morales, Logroño, Guerrero y otros muchos músicos famosos, para que
los cantores estén diestros en todo género de música”.
Y en el otro extremo de España, en Granada, consta explícitamente que en 1535 seguía en
repertorio de la capilla nada menos que “el libro de las quince misas” de Josquin, y que en 1667
seguían usándose, además de varios libros de misas de Morales, uno de “misas contrapunto”, que
el inventario describe como “el libro de misas de fa, re, ut, fa, sol, la”, los motetes de Gombert, etc.
(He publicado detalles de todo eso en varios de mis estudios anteriores, en particular en el
primer tomo de mi monografía sobre la música en la catedral de Granada en el siglo XVI y en el
octavo de la de Santiago; en ellos pueden verse más detalles, lo mismo que en otros sobre las
catedrales de Plasencia, Burgos, etc.).
7
La principal monografía sobre Jacques Moderne es la de Samuel F. Pogue: Jacques Moderne,
Lyons Music Printer of the Sixteenth Century. Ginebra, 1969, y de ella me sirvo preferentemente
para las notas siguientes, aunque tuve presentes también otras publicaciones, tanto anteriores
como posteriores a la de Pogue.
8
Durante mucho tiempo se creía que hubiese ido a Florencia, pero las investigaciones de
Frank D’Accone y de Pogue en los archivos de esa ciudad han dado resultados negativos, por lo
que parece más verosímil que haya ido a Venecia, que, además, quedaba mucho más cerca de
su ciudad natal y por la que, en todo caso, hubiera tenido que pasar para ir a Florencia. Y en
Venecia, que, para 1520, era el gran centro tipográfico de música de toda Europa, habrá apren-
dido Moderne el oficio de impresor.
9
El primer dato seguro que se conoce de la estancia de Moderne en Lyón es de junio de
1523, en que figura, en los documentos del Ayuntamiento, como “grant Jacques libraire” (Pogue,
pág. 30).
10
Pogue elenca, entre primeras ediciones y reimpresiones o reediciones, 149 títulos de libros
publicados por Moderne.
11
Pero no suprime ninguna de las que contenía la primera edición; por tanto, esta colección
tiene, no diez misas, como la primera y como se anuncia en el título, sino doce. Las añadidas son
las dos últimas: Villiers “Trinitas in unitate” y Layolle “Les fascheux sotz”. De notar que la de
Villiers viene llamada en el índice “de Beata Virgine”, aunque, como ya queda dicho en la des-
cripción, en la misa misma no tiene más título que “Canon. Trinitas in unitate”, que se repite en
todas las páginas.
12
Aunque son varios los estudios en torno a L’Aiollo-Layolle, los principales, y que resumen
todos los anteriores, con notables, y prácticamente definitivas, aportaciones, son los de Frank
D’Accone, ya citado en la nota 8, que, además, ha publicado sus obras completas para la serie
americana Corpus Mensurabilis Musicae, en cuatro volúmenes. Los datos que ofrezco los tomo
todos de él.
13
En España tenemos el ejemplo supremo de esto en Juan Bermudo, que en sus tratados, en
particular en el más importante de ellos, la Declaración de instrumentos musicales (Osuna, 1555),
habla muchas veces de la “música antigua”, es decir, la del tiempo de Josquin o poco posterior,
y la de su tiempo, contraponiéndolas constantemente, y diciendo, una y otra vez, tras explicar
determinados temas del “contrapunto”, tal como se lo entendía a finales del siglo XV o en los
primeros treinta-treinta y cinco años del XVI, y lo que entonces se practicaba.
14
Las dos misas “homme armé” de Palestrina han constituido, desde siempre, una sorpresa y
casi un enigma. El mismo Cerone, en su famoso El Melopeo y Maestro, se creyó obligado a
dedicar a ellas –mejor, dicho, a una de ellas, la misa a 5 voces, prescindiendo de la otra, a 4– un
“libro” de su tratado, el 20º, tratando de explicar la resolución de algunos de sus pasajes más
complejos. Merece la pena reproducir unos párrafos de la introducción o justificación de su
proceder:
“Una de las principales misas, y de mayor consideración, que ha compuesto Prenestina
[está hablando de las misas a cinco voces] es aquella que tiene el título L’homme armé,
aunque sea la menos usada de cuantas compuesto tiene, y esto a causa que está ordena-
da con diversos tiempos y con variedad de proporciones, no tan fácilmente de todos los
profesores conocidos”;
y añade que, tras haber explicado esos artificios de modo teórico en los libros precedentes,
“quiero en éste sucintamente declarar la dicha misa, así porque no quede arrinconada
una obra tan prima [sic] y tan acabada como ella es, como porque con el ejemplo de la
resolución désta el estudioso discípulo pueda tener entero conocimiento de cómo se re-
suelvan las otras músicas compuestas bajo de diversos tiempos y de diferentes proporcio-
nes” (pág. 1.028).
Y no estará de más recordar que Cerone publicó su tratado en 1613.
Entre los numerosos especialistas que han estudiado estas dos misas de Palestrina y que
han intentado ofrecer explicaciones de por qué las compuso, creo deber citar el de Jerome
Roche (Palestrina. Londres: Oxford University Press, 1971 = “Oxford Studies of Composers”, nº
7), que dice textualmente así:
“Otro tipo importante de la misa de Palestrina es la misa ‘tenor’ o ‘cantus firmus’. Incluso
en su juventud este tipo de composición estaba ya anticuado (outmoded), lo que quizás
explique por qué cinco de estas obras quedaron inéditas durante su vida, aunque habían
sido compuestas antes. Las tres publicadas aparecieron en torno a 1570. La Misa L’homme
armé a 5 voces es la más antigua y está basada sobre la famosa canción. Quizá Palestrina,
al adoptar un método arcaico de composición con un tenor de similar antigüedad, quiso
rendir un homenaje a sus predecesores franco-flamencos. Lo mismo que la Misa ad fugam,
es, ciertamente, un producto de un período que todavía no había presenciado el espíritu
reformista del Concilio de Trento” (pág. 17; en las páginas 19-20 habla de otra misa, en
cierto modo parecida: la construida sobre el hexacordo guidoniano).
15
Paul Becquart: Musiciens Néerlandais à la Cour de Madrid. Philippe Rogier et son école
(1560-1647). Bruselas: Palais des Académies, 1967, pág. 50, y el mismo en el Diccionario de la
música española e hispanoamericana, vol. 9, 2002, 327s. Añadamos, para centrar cronológica-
mente esta misa de Rogier, que éste, de origen belga, entró como niño cantor de la capilla
flamenca de Felipe II en 1572, ascendiendo a ayudante del maestro de capilla en 1582 y a maes-
tro titular en 1588; falleció en Madrid, con solos 35 años de edad, el 26 de febrero de 1596; esa
misa forma parte de un volumen de seis misas que había preparado para la imprenta y cuya
edición ya había autorizado el rey; tras su muerte se paralizó la edición, aunque Rogier, en su
testamento, encargó a su alumno y sucesor Géry de Ghersem su publicación, que apareció en
1598, ya en tiempos de Felipe III, a quien está dedicado el volumen por el propio Ghersem.
Las obras de Rogier que han llegado hasta hoy han sido publicadas por Lavern Wagner en la
ya citada colección Corpus Mensurabilis Musicae, en tres volúmenes (1974-76); los motetes los
había publicado ya antes el propio Wagner en las también americanas A-R Editions, en 1966. La
misa la publica en el volumen I, págs. 1-27. En la introducción (pág. XII) explica el sentido de la
misa y por qué la compuso, así como el “soggetto cavato” sobre que está construida. El cual
viene usado, en el tenor, y sólo en él, a lo largo de toda la misa, según una concepción ingenio-
sa, en el mejor estilo de este tipo de misas
16
Pontac escribe siempre Espinola.
17
El descubridor de Diego Pontac (ca. 1602-1654) fue don José Subirá, quien en 1933 compró
a un señor particular de Murcia el manuscrito de obras propias que el mismo Pontac había
preparado en 1631 para su publicación, pero que no llegó a imprimirse; en la Revista Musical
Catalana de 1934 (págs. 417-423 y 449-456) dio Subirá cuenta de ese manuscrito y de su autor.
Por mi parte, en 1953 comencé mis estudios en el archivo de la catedral de Granada, y en 1955
en el de la de Santiago, encontrando en ambas catedrales numerosos, y algunos muy interesan-
tes, datos sobre Pontac, poniéndome inmediatamente en contacto con don José Subirá, quien,
con gran generosidad, me permitió hacer un microfilm completo del manuscrito; en 1961 co-
mencé a publicar, en la revista Tesoro Sacro Musical, una serie de artículos sobre Pontac, que,
desgraciadamente, tuve que interrumpir al año siguiente; en 1983, en el volumen 3º de la Historia
de la música española, de Alianza Editorial, dedicado al siglo XVII, explico, en diversos capítulos,
el significado de Pontac en la evolución de la música española del siglo XVII y publico varios
ejemplos de composiciones suyas, entre ellas (pág. 99) el cantus firmus de la misa “Cardinalis
Spinola”; poco después don Antonio Martín Moreno, Profesor de Historia de la Música en la
Universidad de Granada, me pidió ayuda y orientación para la tesis doctoral de una alumna
suya, Dª Pilar Ramos López, y yo le propuse hacerla sobre Pontac, cediéndole a ella las fotogra-
fías completas del manuscrito, así como las numerosas notas que yo había reunido sobre él y
que Pilar Ramos publicó, en dos volúmenes, en 1994, con el título de “La música en la catedral
de Granada en la primera mitad del siglo XVII. Diego de Pontac”.
18
David Crawford: “Reflexions of some Masses from the press of Moderne”, Musical Quarterly,
vol. 58, 1972, 82-91.
19
El problema de la identificación de los diversos “Lupus” de esta época llevó a Bonnie Blackburn
a dedicarle su tesis doctoral, a la que puso el bien significativo título de “El Problema Lupus”
–The Lupus Problem–, Universidad de Chicago, 1970. Esa tesis sigue inédita; pero Blackburn ha
publicado diversos estudios con los principales datos de la misma; entre ellos creo deber men-
cionar el artículo que publicó en 1973, por referirse directamente al tema que aquí estudiamos:
INTRODUCCIÓN
Evolución de las fortificaciones
Cuando se establecieron las comunidades humanas en asentamientos fi-
jos, apareció el concepto de muralla, que tanto podía considerarse un elemento
de defensa contra ataques exteriores como un signo de fuerza e identidad. Sola-
mente las ciudades minoicas, protegidas por el mar, carecieron de tales murallas.
La idea urbanística etrusca de las ciudades de planta cuadrada o rectan-
gular, con calles octogonales cruzándose en el centro, se repitió en el urbanis-
mo romano tanto en la ciudad (Urbs) como en el campamento militar (Castrum)
o en el castillo (Castellum). Todas estas fortificaciones, cuyo ejemplo paradig-
mático fue la ciudad mausoleo de Diocleciano en Spalato (Split), se montaron
a base de lienzos de muros almenados y torres de mayor altura. La aparición
de la artillería obligó a construir nuevas fortalezas o reforzar las antiguas con
terraplenes, taludes, baluartes y revellines que primero se conocieron en Italia
y luego tuvieron en el francés Sebastien Preste de Vauban el más destacado
representante.
En las ciudades amuralladas medievales, siguiendo la antigua técnica ro-
mana, se aplicaron los nuevos sistemas de fortificación, pero obligados los in-
genieros militares a mantener el perímetro de la fortificación existente, se limita-
ron a la construcción de fosos, glacis, terraplenes y parapetos cruzando los
fuegos mediante la artillería situada en los baluartes. El perfeccionamiento de la
artillería hizo cada vez menos eficaces las fortificaciones convencionales. El con-
cepto de ciudad sitiada, ciudad tomada, fue ganando terreno y las murallas lle-
garon a considerarse onerosos anacronismos, sin ninguna utilidad práctica.
A partir de la revolución francesa de 1789 y del aumento de las ideas
antimilitares, anticlericales y masónicas, todavía fue menor el aprecio que se
sintió por las murallas y fuertes. Especialmente en el caso de las ciudades amu-
ralladas que se sentían prisioneras de las fortificaciones al estar consideradas
plazas fuertes y, por tanto, sometidas al régimen militar.
Mediado el siglo XIX apareció el urbanismo científico con los estudios so-
bre salubridad e higiene de poblaciones, trazados amplios y rectilíneos de vías
urbanas, la creación de parques y jardines públicos y el concepto de ensanche
como desarrollo normal de las ciudades. Ensanche suponía la extensión de la
ciudad en su entorno para permitir la descongestión de lo que empezó a llamar-
se casco antiguo o centro histórico.
Al propio tiempo que se empezó a hablar de ensanche surgió la idea de la
necesidad del derribo de las murallas. Parece como si la condición sine qua non
para hacer una ensanche fuera el previo derribo de las fortificaciones. Está muy
claro que se podía hacer el ensanche más allá de los muros, pero esta idea,
sumamente lógica, solo se puso en práctica en un reducido número de casos y
en ciudades pequeñas.
Si se estudian los ensanches de las grandes ciudades europeas del
siglo XIX se comprueba que el derribo de las murallas fue considerado algo
obvio, por lo que la demolición se llevó a cabo de modo rápido sin que haya
crónica pormenorizada de la operación y mucho menos intento de dejar testi-
monios gráficos de lo que fuera el cinto mural. En cambio los estudios sobre
proyectos de ensanches son muy abundantes y prolijos, antes y después de
su realización.
Así el barón Georges-Eugéne Haussmann (1809-1891), prefecto del Sena
bajo Napoleón III de 1853 a 1869, trazó la nueva ciudad de París a partir del
centro, con grandes avenidas rectilíneas y radiales completadas por los bulevares
que siguieron la línea de las murallas todavía en pie cuando la Exposición de
1889.
En Viena, en 1857, el emperador decidió la demolición de las murallas, y
en su lugar y en los de los fosos y glacis, se construyó el Ring o anillo que
envuelve la ciudad antigua con un rosario de edificios monumentales y conecta
con el ensanche.
En Florencia se abatieron los muros en 1864 como previa condición al
ensanche, aunque se respetaron las puertas monumentales.
En La Habana la muralla de tierra cayó en 1873, aunque se conservaron
los imponentes fuertes del frente marítimo.
Otras ciudades conservaron las murallas, bien por que no crecieron dema-
siado en número de habitantes o bien se ensancharon más allá de sus muros. El
caso más llamativo es el de Ávila que logró demoler los edificios pegados a sus
muros medievales y recuperar su adusto aspecto de fortaleza.
En Cracovia se conserva parte de la barbacana y un cinturón verde donde
las murallas y en Carcasona fue reconstruida totalmente por Eugéne Emanuel
Viollet-le-Duc, que rehizo igualmente parte de las murallas de Aviñón. Otro ejem-
El caso de Barcelona
La ciudad de Barcelona, de fundación romana (Pia Faventia Augusta Pater-
na Barcino), tuvo una muralla casi simbólica en época de Augusto, pues su
mejor defensa eran las legiones romanas extendidas por el naciente imperio. La
primera invasión de francos y alemanes en 270 provocó la destrucción de la
ciudad y la inmediata construcción de una recia muralla con muros de piedra y
76 torres, que se construyó a fines del siglo III e inicios del IV.
Esta muralla conservó su carácter militar hasta el siglo XII en que la pobla-
ción desbordó el reducido recinto de cien mil metros cuadrados y obligó al rey
Jaime I, en el siglo XIII, a construir una muralla que abarcara una zona mucho
más amplia. A partir de entonces la muralla romana desapareció bajo numero-
sos edificios a ella pegados por dentro y por fuera, hasta el punto que su única
parte visible mediado el siglo XX eran las torres de la plaza Nueva (Turris
Archidiaconalis), y poca cosa más. Fue el profesor Adolfo Florensa Ferrer (1889-
1968) quien dirigió la recuperación de todo el recinto escondido.
Pero la muralla de Jaime I resultó insuficiente al cabo de un siglo y Pedro
IV, el Ceremonioso, amplió el recinto incluyendo el arrabal más allá de las Ram-
blas. Este nuevo recinto fue luego rodeado por las fortificaciones propias de los
siglos XVI al XVIII, conformando el perímetro de la ciudad, hasta su desaparición
en 1859.
La muralla medieval sirvió de apoyo a la moderna hecha a base de parape-
tos, fosos, baluartes y revellines. Todo un conjunto con taludes y terraplenes, en-
tre los que asomaban las torres de la muralla medieval, que conservó sus puertas.
Los muros tenían doce metros de altura y formaban en planta la típica línea
quebrada que, a partir de 1715, fue reforzada con la Ciudadela pentagonal, no-
table obra de la poliorcética del siglo XVIII, que se completaba con el castillo de
Montjuïc.
Alrededor de la muralla estaban los fosos y los glacis o explanadas, seguía
la zona de protección non aedificandi formada por un conjunto de campos de
labor o yermos.
Siendo Capitán General de Cataluña don Santiago Miguel de Guzmán, II
Marqués de La Mina, entre 1742 y 1764, decidió arreglar en entorno de las mu-
rallas completando los fosos y glacis con un paseo de circunvalación arbolado y
la restauración de los pavimentos del entorno de las puertas que se encontraba
muy descuidados de tal modo que, con las lluvias de otoño, se formaban exten-
sos charcos y barrizales de modo que se hacía intransitable para las personas y
a veces hasta para los mejores tiros de caballerías. Pidió ayuda económica al
Gobierno pero poca cosa logró. Entonces pidió la ayuda a los gremios e incluso
puso a trabajar a los gitanos presos. También estableció un impuesto sobre las
armas de fuego y con todo ello logró arreglar la zona inmediata a las puertas y
construir un bello paseo de circunvalación con dos hileras de tilos y plazas cir-
culares en los enlaces con las carreteras que llegaban a Barcelona. Así lo que
fueron barrizales y quebradas peligrosas se convirtieron en agradable lugar de
paseo bajo los árboles.
En el plano de Barcelona que publicó Alejandro de Laborde, en su Viaje
pintoresco de 1802, son perfectamente visibles estos caminos arbolados que
rodeaban la ciudad, desde la puerta de Mar a la de Santa Madrona.
Muy pocos testimonios gráficos quedan de este agradable cinturón verde,
arbolado, pero los pocos que hoy permiten apreciar cuan hermoso debía ser su
aspecto y explican por si solos la razón por la cual los obreros y menestrales de
Barcelona, los días festivos, iban a comer o merendar bajo los tilos y encima del
1853. Por fin, una Real Orden de 9 de agosto de 1854, contestando a una nueva
petición de 15 de febrero de 1854, concedió el ansiado permiso y, sin perder
tiempo, se iniciaron los trabajos que eran muy necesarios para dar ocupación a
los obreros parados como consecuencia de la grave epidemia de cólera. Supe-
rada esta fase la demolición se paró y no fue hasta una nueva Real Orden de 9
de diciembre de 1858 que se autorizó la continuación del derribo. Fue pues a lo
largo del año 1859 que se destruyeron sin gloria, las murallas de la ciudad,
aunque algunos fragmentos se mantuvieron hasta 1860 y la muralla de Mar no
cayó hasta 1878. Quedó la Ciudadela pero una orden de la Junta Suprema Re-
volucionaria, de 5 de noviembre de 1868, dispuso su desaparición. Luego los
terrenos con los fosos y glacis fueron cedidos a la ciudad a cambio de que se
dedicaran a parque público.
Los derribos se hicieron con intervención de los Cuerpos de Ingenieros
Militares. El terreno sobrante se puso a la venta y con su producto y con la de la
venta de los materiales se pagó la demolición y también se especuló de lo lindo,
que en río revuelto siempre hay ganancia de pescadores.
Este fue el triste fin de las murallas medievales y modernas de Barcelona.
Por fortuna el primer recinto romano se salvó y ahora constituye una de las atrac-
ciones turísticas de la ciudad.
De la muralla medieval y moderna solo se salvó el trozo que quedaba com-
prendido en la zona de las Reales Atarazanas, importante edificio medieval con-
vertido entonces en Maestranza de Artillería y donde los militares no dejaron
meter baza al Ayuntamiento. En este lugar, al final de la avenida del Paralelo, se
puede ver un fragmento de terraplén y parapeto y dos torres con sus lienzos de
muralla medieval. En una de las torres queda la puerta llamada de Santa Madrona,
única de las diez que tenia la ciudad que ha podido sobrevivir a la furia
demoledora de 1859. Ahora las Reales Atarazanas son el espléndido Museo
Marítimo de Barcelona y la parte superior del terraplén es un bonito jardín públi-
co. Al contemplar la restauración que del mismo hizo el profesor Florensa se
comprende lo que hubiera podido ser el cinturón verde de Barcelona de haber-
se conservado como el de Lucca.
Muchos años después se pudo comprobar que algunas casas de las Ron-
das de San Pedro, de San Antonio o de la Universidad y calle de Pelayo tienen
sótanos con bóvedas a prueba de bomba que pertenecieron a las murallas de la
ciudad. Buen negocio hicieron los propietarios que adquirieron aquellos terre-
nos, pues se encontraron los cimientos y los sótanos hechos y además con
solidez superlativa. En la plaza de la Universidad hay una charcutería con una
cava de vinos que es una de estas bóvedas de ladrillo a sardinel de bella factura,
en la calle Sepúlveda hubo una discoteca instalada en dos grandes plantas de
sótanos abovedados correspondientes a la muralla. Parte de los sótanos del
edificio de la Universidad en la Granvía son los del baluarte de Tallers y cuando
Muchos años más tarde el escultor catalán Eusebio Arnau Mascort cinceló
una medalla conmemorativa del derribo.
De todas maneras es significativo que se constituyera la Sociedad de Fo-
mento del Ensanche de la formaban parte Manuel Angelón Broquetas, presi-
dente del Ateneo Barcelonés, Antonio Rovira y Trias, arquitecto municipal y el
propio Ildefonso Cerdà Sunyer, autor del proyecto de Ensanche. Esta sociedad
se encargó de construir las primeras casas en el Ensanche, en forma de hotelitos
o chalets a ambos lados de unos pasajes (Permanyer, Méndez Núñez, Concep-
ción) construidos en la zona verde prevista por Cerdà en el centro de las manza-
nas del Ensanche. Precisamente los encargados de vigilar el cumplimiento de la
nueva ordenanza fueron los encargados de menospreciarla.
Queda ahora solamente comparar Bergamo o Lucca con Barcelona para
comprender lo que pudo haber sido y no fue. O, en el peor de los casos, compa-
rar el elegante y amplio Ring de Viena con las raquíticas Rondas de Barcelona
para entender que la solución adoptada no fue la mejor posible, ni mucho
menos.
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carentes de edificios propios, que pudieron ocupar las naves conventuales con
una holgura desconocida hasta entonces por los munícipes. Muchos Concellos
gallegos aun ocupan aquellas instalaciones conventuales, como Meira, Ortigueira,
Celanova etc. También A Coruña se vio beneficiada de la expulsión de los Jesui-
tas de San Jorge y la exclaustración posterior de los Agustinos, que habían ocu-
pado en el siglo XVIII el colegio de la Compañía, junto a la citada iglesia. El 13 de
diciembre de 1838 el Ayuntamiento se instaló en el hoy desaparecido convento
de San Agustín, dependencias en las que permaneció como usufructuario hasta
1917, en que se acordó el traslado al terminado Palacio Municipal actual.
En la “Historia y Descripción de la ciudad de La Coruña” de Antonio Rey y
Escariz puede leerse sobre la instalación del Ayuntamiento en el convento de
San Agustín: “Su aspecto es bastante malo no obedeciendo a orden alguno ar-
quitectónico más que a la conveniencia que al principio fue destinado. En su
planta baja se encuentra el archivo municipal, el del notariado, almacén, depósi-
to de bombas etc. En el primer cuerpo está el salón de sesiones bastante mez-
quino, secretaría y demás dependencias del municipio, y en uno de los lados se
halla también el juzgado municipal. En el segundo, el juzgado de 1ª instancia,
Registro de la propiedad y la Academia de Medicina y Cirugía de Galicia y Asturias”.
Plaza de Maria Pita en construcción en las primeras décadas del siglo XX.
Excavación del aparcamiento en la plaza María Pita, con los restos del las murallas, antes de su demolición.
comentarios e informe, por el arquitecto era “Galecia Z-4”, cuyo autor resultó ser
Antonio Parera, con taller en Barcelona. Mariño describió así la figura que repre-
sentaba a A Coruña: “Representa a La Coruña una arrogante figura, que con su
valiente actitud, pretende como dominar sobre las demás (Lugo, Ourense y
Pontevedra) y parece dominar su indumentaria dos notas culminantes, la fuerza
en la capitalidad militar y la razón en la administración de justicia”. Eso era lo que
la corporación quería oír y ese espíritu “prepotente” era el que debía regir el
diseño de la magna obra.
años desempeñó los siguientes cargos: síndico del ayuntamiento, juez munici-
pal, fiscal municipal y concejal electo. En 1873 abandonó definitivamente la ciu-
dad de Mondoñedo. Desde el punto de vista histórico, arqueológico y artístico
esta etapa mindoniense fue una de las más importantes de su vida, porque dis-
puso de un tiempo que supo aprovechar con eficacia para dar a conocer, estu-
diar y dibujar con precisión muchos objetos arqueológicos y artísticos, recupe-
rar monedas y documentos históricos de los monasterios y conventos suprimidos
de Galicia y hacer excavaciones arqueológicas en la provincia de Lugo. Hasta
los treinta y un años no obtuvo el título de Bachiller en Artes por el Instituto de
Enseñanza Media de Lugo (9-VI-1869).
El interés de Villaamil y Castro por leer la documentación del pasado le
llevó a examinarse en la Escuela Diplomática, creada por Real decreto de 7 de
octubre de 1856 para la formación de jefes y oficiales de los archivos en la lectu-
ra de documentos antiguos, según recomendación de la Real Academia de la
Historia, que echaba “a menudo, la falta de personas versadas en la lectura de
antiguos instrumentos que la auxiliasen en sus tareas”. En los primeros momen-
tos, la Escuela tuvo su sede en la Real Academia de la Historia, pero pronto se
trasladó a los Reales Estudios de San Isidro. Inspirada en las de Francia y Lis-
boa, la Escuela gozó de un alto prestigio y muchos de sus profesores y directo-
res fueron miembros numerarios de la Real Academia de la Historia. Cuando
Villaamil y Castro solicitó su ingreso en ella, ya funcionaba como Escuela espe-
cial del Cuerpo Facultativo de Archiveros-Bibliotecarios por Real Decreto (9-X-
1866 y 2-VI-1867). Seguramente, por entonces tenía una sólida formación en las
materias impartidas en las clases, lo cual facilitó su aprendizaje. De esta mane-
ra, el 2 de julio de 1869 logró superar los ejercicios exigidos para obtener el título
de archivero, bibliotecario y anticuario2.
Después de 1870, en una fecha imprecisa, se doctoró en Derecho Civil y
Canónico por la Universidad Central. El 26 de enero de 1871 se le concedió una
plaza de aspirante sin sueldo en la Biblioteca de la Universidad de Santiago. El
13 de marzo de 1871, la Dirección General de Instrucción Pública le confirió
investigar los “documentos históricos” dispersos por el reino de Galicia para
redactar una memoria que facilitase su incorporación al Archivo General. La
memoria de Villaamil y Castro está firmada en Ribadeo el 21 de octubre de 1873,
el año en que abandonó la ciudad de Mondoñedo3.
El 9 de febrero de 1874 fue nombrado “oficial de tercer grado de la sección
de Bibliotecas” para desempeñar la jefatura de la Biblioteca Universitaria de
Salamanca. En pocos días revisó su rica colección de códices y anotó su catálo-
go impreso. Luego desempeñó la plaza de bibliotecario en la Facultad de Far-
macia de la Universidad Central, con inteligente y celosa dedicación. Más tarde
accedió a la plaza de la Facultad de Derecho, establecida en el edificio de Novi-
ciado. En 1876 recomendó la publicación del catálogo de los manuscritos de
Fig. 2a. Oficio de José Villaamil y Castro dirigido al director de la Real Academia de la Historia dando las
gracias por su nombramiento como académico correspondiente. Real Academia de la Historia. Anverso.
Fig. 2b. Oficio de José Villaamil y Castro dirigido al director de la Real Academia de la Historia dando las
gracias por su nombramiento como académico correspondiente. Real Academia de la Historia. Reverso.
el estudio que acompaña a la edición facsímil del libro de José Villaamil y Cas-
tro: Ensayo de un catálogo sistemático y crítico de algunos libros y folletos que
tratan de Galicia7.
Ambas piezas son las que dibujó y describió Villaamil y Castro para enviar
a la Real Academia de la Historia. Según este autor se conservaban en el sepul-
cro del mencionado prelado, del cual habrían sido extraídos “en lejanos tiem-
pos” y por eso el P. Flórez los conoció en la sacristía de la iglesia de Ribadeo16.
En el informe, Villaamil y Castro hace una descripción pormenorizada y una
valoración artística del báculo y calzado. El báculo es de cobre, esmaltado y
ornado con turquesas, con forma de cañón circular, cuya esfera achatada rema-
ta en forma de voluta con una cabeza de sierpe. En su interior alberga al arcán-
gel san Gabriel luchando con el dragón. La cola de éste se prolonga casi hasta
el arranque de la empuñadura. En el nudo se figuran “ocho dragones en forma
de salamandras” con colas entrelazadas. Lo considera de estilo románico próxi-
mo al tránsito del ojival y, citando como fuente a M. de Caumont, lo vincula al
modelo de báculos historiados con “la representación del ángel hiriendo al dra-
gón, emblema de los misteriosos combates de los pastores espirituales con el
maligno espíritu”. Su estado de conservación es bueno y así se aprecia en el
dibujo17 (fig. 6).
Fig. 6. Dibujo del báculo del obispo Pelayo II de Fig. 7. Dibujo del calzado del obispo Pelayo II de
Cebeira (1199-1218). Real Academia de la Historia. Cebeira (1199-1218). Restauración tamaño natural.
Real Academia de la Historia.
Fig. 10. Báculo y calzado episcopales del siglo XII, que pertenecieron al
obispo de Mondoñedo, El Museo Español de Antigüedades, II, 1873.
2) Los dibujos del sepulcro del conde Santo del monasterio de Vilano-
va de Lourenzá (capilla de Valdeflores) y de la cruz procesional de la iglesia
parroquial de San Adrián de Lourenzá
varios autores, el estilo de la pieza apunta a que ésta haya sido labrada en un
taller de Aquitania (suroeste de Francia) en el siglo VI. Allí pudo adquirirlo Osorio
Gutiérrez al regresar del viaje o bien, lo que opinan otros autores, el sepulcro
pudo venir a Galicia cuatro siglos antes, hacia mediados del VI. Lo cierto es que
Osorio se hizo con ese sarcófago por razones estéticas y de prestigio. De acuer-
do con Moralejo, otros aristócratas de la península –Fernán González y Fernan-
do Ansúrez–, en el contexto de la Reconquista, adoptaron la misma actitud de
elegir sepulcros anteriores a la invasión musulmana. Osorio Gutiérrez, conde de
Tierra de Campos, formaría parte de este grupo de aristócratas55.
Como ya señaló Castiñeiras, el sepulcro tuvo varios emplazamientos. Se-
guramente el primero fue el claustro del monasterio y allí se documenta en el
siglo XV. El segundo, que es el que vio Yepes a principios del siglo XVII, en una
“hermosa capilla asentada” entre la iglesia monasterial de San Salvador y la
parroquial de Santa María. A esta capilla se trasladaría el sarcófago en 1546 y se
hizo la apertura de sus restos para guardarlos en un arca de madera, que se
depositó en el interior del sepulcro. En esta capilla se reunieron los restos de
sus familiares que estaban “desperdigados en distintas lápidas del claustro”56.
La iglesia monasterial fue reformada en la segunda mitad del siglo XVII. Por
entonces se hizo el tercer y último traslado del sarcófago al extremo occidental
de la capilla de Santa María de Valdeflores. A éste corresponde la descripción
de José Villaamil y Castro:
“Está asentado sobre dos columnas modernas elevado como a metro y medio
del pavimento y bajo un arco semicircular, cubierto interior y exteriormente de
profusas labores de madera dorada, según el gusto de Borromini, que no
permiten ver sino el frente del sepulcro”57.
Otra de las capillas de la iglesia, la de Nuestra Señora de Valvanera, acoge
en la actualidad el Museo de Arte Sacro.
El sepulcro del Conde Santo está labrado en tres de sus caras, permane-
ciendo liso el fondo y la parte posterior. Los cuatro ángulos de la urna están
flanqueados por cuatro columnas con capiteles de tradición corintia degenera-
dos y sencillas basas (figs. 20-21). En el frente se figuran treinta y dos estrígilos
verticales en forma de yugo, agrupados en dos partes a partir del eje central:
unos divergen hacia la derecha y otros hacia la izquierda. En el centro conver-
gen en un punto, en donde se labra un crismón rodeado de tres laureas estilizadas
enmarcadas en dos molduras de media caña en forma de sogueado, que son
símbolo de victoria y recuerdan los triunfos militares de la época de Constantino
y Teodosio. En la cabecera y en los pies de la urna se tallaron sendos grupos de
seis estrígilos que convergen en el centro y en ese punto se enmarca un meda-
llón con sextifolia y dos flores superpuestas respectivamente. La cubierta está
bordeada por una moldura de sogueado en las aristas y sus cuatro vertientes se
decoran con escamas perfectamente organizadas que imitan las losas de la
Fig. 18a. Informe del sepulcro del Conde Santo. Fol. 1r. Real Academia de la Historia. Anverso.
Fig. 18b. Informe del sepulcro del Conde Santo, con firma. Fol. 2r. Real Academia de la Historia. Reverso.
Fig. 19. Informe de la cruz procesional de la iglesia parroquial San Adrián de Lourenzá (fol. 1r). Real
Academia de la Historia.
Fig. 21. Dibujo del sepulcro del Conde Santo. Real Academia de la Historia.
Fig. 24. Dibujo de las pinturas murales de la catedral de Mondoñedo. Real Academia de la Historia.
Fig. 27. Pinturas murales de la catedral de Mondoñedo. Litografía J. Donon. El Arte en España, Madrid, 1863.
arcos formeros: los que separan la nave mayor de las laterales. El lienzo mural
descubierto correspondía al lado norte, según la orientación litúrgica del tem-
plo. Las pinturas se organizaban en tres cuadros de casi un metro de altura, que
representaban escenas de la Degollación de los Inocentes, y cada uno de ellos
se delimitaba con unas fajas decorativas. La extensión total –unos cinco me-
tros– estaba interrumpida por el postigo del coro, y por el costado oriental alcan-
zaba dos metros y treinta y cinco centímetros, que era la parte oculta tras el altar
del Carmen, y algo más de un metro, en la parte opuesta, que correspondía al
hueco de la escalera del corillo (fig. 29). Del cuadro superior solo permanecían
los 35 centímetros inferiores de la escena, con fragmentos de las piernas de las
figuras que allí se representaban; lo perdido se derribó a mediados del siglo XVI,
al recomponerse el coro. Los episodios seguían esta organización: en el prime-
ro de la izquierda, desde el punto de vista del espectador, se identifica a Herodes
sentado ordenando la Matanza y a sus pies una mujer pidiéndole misericordia.
En el de la derecha –zona de la escalerilla– se representaba la Huida a Egipto de
la Sagrada Familia. Quedaban restos de la ropa de la Virgen, de las patas del
asno y del báculo de san José. Este grupo superior estaba colocado bajo un
cuerpo de arquitectura. Los cuadros medio e inferior representan escenas de la
Matanza, con inscripciones en alguno de los listeles. Villaamil y Castro los des-
cribe con detalle, salvo el que reproduce en el estudio, a cuya lámina remite77
(figs. 24 y 27). A metro y medio del pavimento se conservaban pequeños cua-
dros con inscripciones en los que se reconocía a la Virgen con el Niño en brazos
y a santa Ana o Santa Isabel. Villaamil y Castro concluía su análisis con unas
consideraciones generales sobre las figuras: quince soldados y veinte mujeres
en diferentes actitudes, cuya altura se aproxima al metro. Los soldados visten
yelmo, cota de malla con sobre-veste acuchillada, jubón y calzas de colores.
Las mujeres lucen tocas o turbantes en la cabeza y largas faldas, jubones y
corpiños. Las indumentarias y las armas recuerdan a las usadas en el siglo XIV,
aunque algunos detalles parecían del siguiente, “ya bien entrado”.
En 1865 Villaamil y Castro publicó una monografía sobre la catedral de
Mondoñedo. Habían transcurrido tres años desde el primer hallazgo y ahora
podía rectificar algunas descripciones de los registros pictóricos de la Degolla-
ción de los Inocentes y las transcripciones de los epígrafes que había dado a luz
en su primer estudio78. Al final incluye, en litografía de J. Donon, la planta gene-
ral de la catedral y la del coro, con leyendas sobre el emplazamiento de las
pinturas murales y de los dos altares que las ocultaban: el de Nuestra Señora
del Carmen y el de san Jerónimo. Ambas plantas son muy valiosas para poder
seguir sus explicaciones (fig. 29). En esta nueva edición añadió detalles sobre
los dos primeros hallazgos e incluyó el tercero, que se produjo en el cerramiento
del coro del lado de la Epístola. En efecto, el primer reconocimiento de las pintu-
ras lo había hecho “con premura y absoluta falta de medios”. Así, “para sacar
los calcos fue necesario construir un andamio especial por la estrechez del sitio”
y, en algunas zonas, apenas se podía mover y usar una de las manos para eje-
cutar el trabajo. Además, al ser una zona oscura, fue preciso usar luz artificial79.
Junto a las referidas plantas de la catedral y del coro, incluyó otra lámina, en
litografía de E. Gimeno y del establecimiento de J. Donon, de los dos registros
pictóricos encontrados detrás del altar de Nuestra Señora del Carmen, que ocu-
paban, de machón a machón, toda la superficie del muro. Seguramente, Villaamil
y Castro la dibujó después de dar a luz su primer estudio. En el registro inferior
figura el epígrafe: “Estes son los santos inocentes que el rey Erodes mando
degolar” (fig. 28) 80.
El tercer hallazgo de las pinturas tuvo lugar en la parte del cerramiento del
lado opuesto, el de la Epístola, que estaba oculto por el retablo de san Jeróni-
mo. Allí localizó cuatro grandes paneles organizados en dos registros, con esce-
nas de la vida pública de san Pedro y su martirio81. En los superiores se figura a
san Pedro sedente, vestido con capa y alba y cubierto con tiara de tres coronas,
recibiendo las llaves de Jesucristo; a la derecha, el santo hace resucitar a una
mujer que sale de su sepulcro. Al mismo conjunto pictórico Villaamil y Castro
dedicó un espacio más extenso en un tercer estudio, que publicó, siete años
narran en una relación que escribió su pariente Simón Lope de Frías y publicó el
P. Flórez, dan algunas pistas para situar su cronología. En efecto, a este prelado
se debe la “compostura del coro” y en el relato se lee: “El coro, aunque estaba
nuevo, era muy alto y oscuro. Bajóle y abrió una gran ventana sobre su silla”.
Por consiguiente, el coro era de construcción reciente y así lo confirmaba la
sillería “ojival decadente con rasgos platerescos”. Ambos datos abundaban en
que su cronología no fuese más allá de los últimos años del siglo XV o de los
primeros del siguiente88. Al bajarse el coro y rebajarse sus muros unos setenta u
ochenta centímetros para poder construir la tribuna, las pinturas sufrieron da-
ños. Poco después, cuando se aplicaron las escalerillas para acceder a la tribu-
na y a los órganos, parte de las pinturas murales quedaron ocultas. En 1705 y
1728 se colocaron los nuevos altares en los lienzos murales del coro. Desde
entonces, las pinturas quedaron definitivamente recubiertas y los hierros de su-
jeción de los retablos las dañaron parcialmente89 (fig. 29).
Villaamil y Castro consultó la documentación y bibliografía publicada so-
bre la catedral de Mondoñedo. Como ningún autor había hecho mención de las
pinturas, supuso que “no les fueron conocidas”90. Ello seguramente se debía a
la ocultación a que fueron sometidas durante unos siglos, aunque sorprende el
hecho de que no se haya conservado ninguna referencia documental o impresa
de los dos siglos que precedieron a la colocación a los retablos.
Antes de efectuarse las obras de remodelación de la catedral (1964-1966),
las pinturas murales se localizaban en la pared externa del muro que comunica-
ba con el coro y éste se situaba en el centro de la nave. Al producirse el traslado
del coro, las pinturas se desprendieron de la pared y se montaron en su nuevo
emplazamiento: en el muro que se levantó debajo de los órganos de la catedral
en la nave central. Los paneles de la Degollación de los Inocentes, que antes
estaban en el lado del Evangelio, se montaron en el de la Epístola y los de la vida
de san Pedro, que ocupaban este último lado, se llevaron al del Evangelio91
(figs. 33-35).
Fig. 33. Pinturas murales de la catedral de Mon- Fig. 34. Pinturas murales de la catedral de Mondo-
doñedo. Degollación de los inocentes. Primer ñedo. Degollación de los inocentes. Segundo ha-
hallazgo. Fotografía C. Manso. Actual emplaza- llazgo. Fotografía C. Manso. Actual emplazamiento
miento en la nave central bajo el órgano. en la nave central bajo el órgano.
Fig. 37. Pintura mural. Degollación de los Inocentes. Crónica de la provincia de Lugo. Madrid, 1866, p. 57.
Fig. 38. Pintura mural. Degollación de los Inocentes. Crónica de la provincia de Lugo. Madrid, 1866, p. 49.
Fig. 40. Pintura mural. Degollación de los Inocentes. Fototipia. Iglesias gallegas de la Edad Media,
Madrid, 1904, p. 247.
pinturas. En segundo lugar, el texto sobre las pinturas murales que incorpora en
su apéndice documental es una reproducción parcial del trabajo de Villaamil y
Castro sobre las pinturas murales de la catedral de Mondoñedo, publicado en el
primer tomo del Museo Español de Antigüedades (1872), al que nos hemos veni-
do refiriendo en este estudio120 (fig. 30). Es una reproducción incompleta del
texto original de Villaamil y Castro porque Crespo Prieto ha suprimido del origi-
nal los dos últimos capítulos: el tercero, dedicado al ciclo de la vida de san
Pedro, y el cuarto, en el que trata del hallazgo de las pinturas, de su análisis
histórico-artístico, de su cronología, de la ausencia de noticias sobre su empla-
zamiento, de las ediciones que hizo de su trabajo, del emplazamiento de los
coros en las catedrales medievales y de algunos datos sobre las obras del coro
y de la sillería en el siglo XVI121.
García Iglesias, en un capítulo de su libro, dedicado a la pintura en la épo-
ca del Renacimiento, atribuye las pinturas murales de la catedral al que denomi-
na Maestro de Mondoñedo porque le vincula con otras pinturas de la diócesis,
que pertenecen a la tradición hispanoflamenca, y las sitúa en las primeras déca-
das del siglo XVI. No menciona el descubrimiento de Villaamil y Castro122.
En 1999, la revista Estudios Mindonienses publicó varios trabajos sobre
historia y arte de la diócesis mindoniense desde el prerrománico hasta la época
contemporánea. Los dos que analizan las pinturas murales, el de Díez Tie y el de
Vila Jato, tampoco mencionan los estudios y dibujos de Villaamil y Castro123.
CONCLUSIÓN
Con sus dibujos e investigaciones, Villaamil y Castro contribuyó a la difu-
sión y conocimiento del arte medieval gallego durante el último tercio del siglo
XIX en las Reales Academias de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando, y
en las exposiciones histórico-europea (Madrid, 1892-1893) y Universal de París
(1867) y de arte decorativo hispano-portugués (Londres, 1881 y Lisboa, 1882).
En este estudio dedicado a los dibujos de Villaamil y Castro que custodia la Real
Academia de la Historia hemos analizado las aportaciones de este gran historia-
dor del último tercio del siglo XIX y primer decenio del XX124. Sus dibujos y estu-
dios son fundamentales para la investigación del arte medieval gallego. Sus
buenos conocimientos de paleografía le permitieron leer y transcribir muchos
documentos medievales custodiados en los archivos gallegos, que han sido la
base fundamental de sus estudios histórico-artísticos125. Para muchas genera-
ciones de historiadores del arte medieval gallego, Villaamil y Castro ha sido y
seguirá siendo un clásico de referencia obligada.
CATÁLOGO
1. Calzado episcopal. Que existe en la Secretaría de Cámara del
Ylustrísimo Señor Obispo de Mondoñedo (fig. 7)
José Villaamil y Castro, Mondoñedo, agosto de 1859.
Dos dibujos a la aguada, color.
545 x 405 mm. y 240 x 300 mm.
Real Academia de la Historia, Cartografía y Bellas Artes. Sign. BA-VI e 112-
113.
Enviado a la Real Academia de la Historia por su autor José Villa-amil y
Castro el 22 de agosto de 1859, acompañado de un informe y de otros dos
dibujos: el del mismo calzado en tamaño reducido y el del báculo episcopal.
2. Báculo (fig. 6)
Dibujo a la aguada, color.
530 x 390 mm.
Real Academia de la Historia, Cartografía y Artes Gráficas. Sign. BA-VI e
111.
Enviado a la Real Academia de la Historia por su autor José Villaamil y
Castro el 22 de agosto de 1859, acompañado de un informe y de otros dos
dibujos del calzado episcopal.
APÉNDICE DOCUMENTAL*
cañón, que sirve de encaje al mango o asta. Este cañón es igualmente esmaltado y
con follajes como la voluta.
Este báculo presenta todos los caracteres del siglo XII o a todo más principios
del XIII. Podemos aplicarle, pues, a la época románica próxima a la transición al
ojival, en que las artes estaban próximas a recibir un nuevo y vigoroso impulso,
merced al desarrollo intelectual que entonces se obraba y al que tanto contribuían
las ultramarinas cruzadas.
Pertenece a la clase de báculos historiados y la representación del ángel hi-
riendo al dragón, emblema de los misteriosos combates de los pastores espiritua-
les, con el maligno espíritu, es, según M. de Caumont, harto común en el siglo XII.
El ángel es completamente una figura románica, sus rudos y pesados contor-
nos, su disforme cabeza, su reposado rostro, su actitud tranquila a la par que seve-
ra, sus rígidos y menudos pliegues, todo corresponde perfectamente al estilo de la
época; sus caprichosos animales, sus dorados follajes y sus filetes, algunos de
ellos con diminutos dientes de sierra o zigzagueados ligerísimamente, son igual-
mente románicos.
Su conservación es bastante satisfactoria y tan solo, en algunas partes ha
desaparecido el oro, que cubría la parte no esmaltada.
El calzado es de correal de cabra, magníficamente ornamentado con una fuer-
te suela de pino de Holanda, forrada de becerro, de 4 centímetros de grueso.
Sobre el brillante dorado de la pala, rayado horizontal y diagonalmente con un
hierro caliente atraviesan en toda su longitud dos fajas de plata fileteadas de rojo en
las que serpentea un zigzag verde. Una ancha faja de plata termina la pala, otra
rodea la parte superior, y de ésta descienden perpendicularmente hasta la suela
otras tres; todas ellas fileteadas de rojo. Los costados de la suela están adornados
con un ancho follaje verde, cuyos contornos están perfilados de rojo. La suela pro-
piamente dicha, es decir, la parte de becerro que la forra inferiormente, tiene la
punta vuelta hacia arriba a manera de patín. El correal es todo de una pieza y así
solo tiene una costura en su costado interior.
Este calzado presenta claramente todos los caracteres del siglo XII. Sus folla-
jes y zigzags son románicos puros.
La conservación deja mucho que desear. Los deterioros causados, ya por su
natural uso, ya por la acción del tiempo, ya por el abandono en que en algún tiempo
se han visto, no han dejado en algunas partes, respecto a su ornamentación, sino
reliquias muy apreciables y, aunque algo escasas, sobrado bastantes para poderse
formar una verdadera idea de su primitivo estado.
El oro con su rayado se conserva perfectamente y, el verde aún mejor en los
follajes de la suela, que en los zigzags de la pala, deja ver casi completamente
todos sus contornos. De la plata y el rojo solo han quedado algunos restos. En las
fajas de la primera, el rayado marcado sobre ella con el hierro está señalado con
NOTAS
1
M. MURGUÍA, “Necrología. D. José Villaamil y Castro”, Boletín de la Real Academia Gallega, IV,
n.º 38, 1910, pp. 41-42.
2
Sobre la Escuela Diplomática y su vinculación con la Real Academia de la Historia véanse,
entre otros, IGNACIO PEIRÓ MARTÍN Y GONZALO PASAMAR ALZURIA, La Escuela Superior de Diplomática,
Madrid, ANABAD, 1996; IGNACIO CABANO VÁZQUEZ, “Cadernos dun cazador de bibliosaurios. José
Villaamil y Castro e a Bibliografía en Galicia no Século XIX”, en J. VILLAAMIL Y CASTRO, Bibliografía
de Galicia, Santiago de Compostela, Xunta de Galicia, 1997, pp. 29-30. Para la enseñanza de la
Arqueología véanse JORGE MAIER ALLENDE, “La enseñanza de la Arqueología y sus maestros en la
Escuela Superior de Diplomática”, Revista General de Información y Documentación, 18 (2008),
pp. 173-189; Id., Noticias de Antigüedades de las actas de sesiones de la Real Academia de la
Historia (1834-1874), Madrid, Real Academia de la Historia, 2008, pp. 52-54.
3
IGNACIO CABANO VÁZQUEZ, “Cadernos dun cazador de bibliosaurios”, cit., pp. 30-31.
4
Memoria sobre la creación de un Museo Arqueológico en la ciudad de Santiago, que en
cumplimiento de la real orden de 30 de junio de 1886 presenta José Villa-Amil y Castro al Excmo.
Sr. Ministro de Fomento, Madrid, Imprenta del Colegio Nacional de Sordomudos y de Ciegos, 1887.
5
La Real Academia de la Historia dio cuenta de su fallecimiento en la junta celebrada el 7 de
octubre de 1910, al comienzo del curso académico. RAH, Archivo Secretaría, expediente de
José Villaamil y Castro.
6
Parte de esta semblanza biográfica ha sido resumida de la entrada “Villaamil y Castro, José”,
que escribí para la Gran Enciclopedia Galega Silverio Cañada, D. L. Lugo, 2003, t. XLIV, pp. 78-79
y el Diccionario Biográfico Español (en prensa). Es muy interesante su curriculum: Circunstan-
cias que reúne, títulos de que está adornado, méritos contraídos y servicios prestados por D. José
Villa-amil y Castro, Madrid, Imprenta y estereotipia de Aribau y C.ª (sucesores de Rivadeneyra),
1881, pp. 1-4. Se conservan dos ejemplares en su expediente personal de académico corres-
pondiente en RAH, Archivo Secretaría, “Villa-amil y Castro, Sr. D. José”. Editado también en
Galicia Diplomática, II, 1884, pp. 226-227, 239-240. A propósito de su primer apellido “Villaamil”
o “Villa-amil”, hemos averiguado que a partir de 1871 (en un artículo publicado en el Museo
Español de Antigüedades), empieza a usar el guión para separar las dos vocales de su apellido:
“Villa-amil”. En este trabajo usamos la primera modalidad (fig. 2).
7
IGNACIO CABANO VÁZQUEZ, “Cadernos dun cazador de bibliosaurios”, cit., pp. 13-148.
8
B. TEIJEIRO SANFIZ, Breve reseña histórico-descriptiva de la catedral de Lugo, las iglesias de
Santo Domingo y San Francisco, pertenecientes a los conventos del mismo nombre, y del monas-
terio de San Julián de Samos, Lugo, 1887, p. 35.
9
Galicia Diplomática, t. IV, 1889, p. 219, nota 1; ID., Iglesias gallegas en la Edad Media. Colec-
ción de artículos, publicados por JOSÉ VILLA-AMIL Y CASTRO, Madrid, Imprenta de San Francisco de
Sales, 1904, p. XVIII y nota 1.
10
CARMEN MANSO PORTO, “Dos documentos inéditos sobre la capilla mayor de Santo Domingo de
Lugo”, Archivo Dominicano, IV, 1994, pp. 215-229; 219 y 229 para esta cita.
11
Actas de la Real Academia de la Historia. Del 12 de enero de 1855 al 1 de julio de 1860, Tomo
XXIII; Biblioteca, CALU/9/7960/4 (4-5).
12
Biblioteca, CALU/9/7960/4(1-7). Véase la ficha de los documentos en ALFREDO GONZÁLEZ, Co-
misión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia. Galicia. Catálogo e índices, Madrid,
Real Academia de la Historia, 2000, pp. 138-139. La ficha de los dibujos en JORGE MAIER ALLENDE,
Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia. Documentación general. Catálogo
e índices, Madrid, Real Academia de la Historia, 2000, pp. 129-130. Los dibujos del báculo y
calzado se guardan en el Departamento de Cartografía y Artes Gráficas, Sign. BA-VI e 111- 112 y
113. Se pueden consultar en www.cervantesvirtual.com> portal temático > Antigua. Historia y
arqueología de las civilizaciones.
13
Informe de José Villaamil y Castro en Biblioteca, CALU/9/7960/4(1). Lo transcribimos en el
apéndice documental n.º 1.
14
ENRIQUE FLÓREZ, España Sagrada, Madrid, En la Oficina de Antonio Marín, 1764, t. XVIII, pp.
143-149 (p. 148 para esta cita).
15
Ibid., p. 148.
16
Apéndice documental n.º 1; JOSÉ VILLAAMIL Y CASTRO, La catedral de Mondoñedo, su historia y
descripción, sus pinturas murales, accesorios, moviliario, bronces y orfebrería, vestiduras y ropas
sagradas, Madrid, Imprenta de Manuel Galiano, 1865, pp. 58, 63-64 (publicado también en El
Arte en España, t. III, 1865, pp. 419-425); ID., “Báculo y calzado del obispo de Mondoñedo, don
Pelayo (+1218)”, en Pasatiempos eruditos. Colección de artículos en su mayoría sobre el mobi-
liario litúrgico de las Iglesias gallegas en la Edad Media, publicados por José Villa-amil y Castro en
el espacio de treinta y tres años (desde 1872 a 1905), Madrid, Nueva Imprenta de San Francisco
de Sales, 1907, p. 149.
17
Véase la descripción en el apéndice documental n.º 1.
18
Real Academia de la Historia. Actas de la misma desde enero de 1855 a julio de 1860, tomo
XXIII. Véase el informe de la comisión en apéndice documental n.º 2.
19
Ibid., tomo XXIII y apéndice documental n.º 2. Véase el extracto de la referencia en JORGE
MAIER ALLENDE, Noticias de Antigüedades de las actas, cit., p. 235.
20
Las Memorias de la Real Academia de la Historia se publicaron entre 1796-1903 en catorce
tomos. El tomo VIII se editó en 1852 y el XI en 1879. Como ya señaló ANTONIO RUMEU DE ARMAS, La
Real Academia de la Historia, Madrid, Real Academia de la Historia, 2001, pp. 170-172, contienen
“pequeñas monografías” y vieron la luz “de manera esporádica” entre los mencionados años.
21
Madrid, Imprenta y Fundición de Manuel Tello, tomo IX, 1879.
22
Ibid., p. IV.
23
JOSÉ VILLAAMIL Y CASTRO, La catedral de Mondoñedo, cit., pp. 57-60, 63-64.
24
Ibid., p. 59.
25
De Limoges a Silos. Catálogo de exposición, Madrid, Bruselas, Santo Domingo. Sociedad
Estatal para la Acción Cultural Exterior, 15 de noviembre de 2001-28 de abril de 2002, pp. 130-
132; Galicia no tempo, Monasterio de San Martín Pinario, Santiago de Compostela, 1991, n.º
110, pp. 218-219.
26
El Museo Español de Antigüedades, t. II, 1873, pp. 391-400. La cromolitografía se encuentra
delante de la primera página del estudio.
27
Lo indica el autor en una nota al pie, pero no dice de qué códice se trata.
28
Ibid., p. 391.
29
Los documentos se conservan en el Archivo del Museo Arqueológico Nacional. Año de 1873.
Expediente n.º 27. En el extracto dice lo siguiente: “Depósito en virtud de la orden ministerial de
instrucción pública de 20 de diciembre de 1873, por el gobernador de Lugo, del báculo del siglo
XII y las sandalias de la misma época, pertenecientes al obispo don Pelayo de Cebeyra, y de
cuatro relieves de alabastro del siglo XV que, procedentes de la incautación de Mondoñedo, se
encuentran en el Gobierno Civil de Lugo”. Debo el conocimiento de este expediente a la DRA.
ÁNGELA FRANCO MATA, Conservadora Jefe de Antigüedades Medievales del Museo, a quien agra-
dezco la información. Sobre esta documentación y a propósito de los relieves de alabastro de la
catedral de Mondoñedo, que se pretendieron incautar junto con el báculo y calzado del obispo
que aquí analizamos, véase, de esta misma autora, “Escultura gótica inglesa de Mondoñedo en
el marco europeo”, en Miscelánea en honor de Mons. Eugenio Romero Pose con motivo de su
consagración episcopal, Compostellanum, XLIII, 1998, pp. 927-952 (pp. 938-940 para esta cita
en donde explica el contenido de este expediente y el paradero de las piezas).
30
Diario de sesiones, pp. 346-354, citado por JOSÉ VILLAAMIL Y CASTRO, “Báculo y calzado”, cit.,
Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, 1895, p. 168.
31
Ibid.; Museo Arqueológico Nacional. Archivo Año de 1873. Expediente n.º 27, cit.
32
Museo Arqueológico Nacional. Archivo Año de 1873. Expediente n.º 27, cit.
33
Catálogo general. Exposición Histórico-Europea. 1892 a 1893, Madrid, Establecimiento Tipo-
gráfico de Fortanet, 1893 sala VI, n.º 158-159, [s.n.]; JOSÉ VILLAAMIL Y CASTRO, Exposición Histórico-
Europea. Catálogo de los objetos de Galicia, Madrid, Est. Tipográfico “Sucesores de Rivadeneyra”,
1892, p. 20. He consultado el ejemplar de la Real Academia de la Historia, biblioteca, caja 591 nº
13087, con dedicatoria manuscrita del autor. Este ejemplar debe ser el que su autor regaló a la
Academia. El legado se menciona en el Boletín de la Real Academia de la Historia, 1893, p. 7.
34
Catálogo general. Exposición Histórico-Europea. 1892 a 1893, cit., s. n. El mismo texto figura
en el Catálogo abreviado y provisional de los objetos enviados por su Santidad, Cabildos, Cate-
drales y varias iglesias de España: comprende las salas V, VI, VII, VIII, IX y X, Madrid, 1892, p. 23.
35
El catálogo de JOSÉ VILLAAMIL Y CASTRO lleva la misma fecha que el general, pero debió de salir
a luz unos meses antes que el general. Incorpora un Apéndice V al n.º 53 del catálogo (calzado),
titulado “El calzado en la Edad Media”, pp. 85-102, con patrones del calzado mindoniense y el
del obispo compostelano Bernardo y un amplio repertorio de fuentes documentales.
36
Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, n.º 33, 1 de noviembre de 1895, pp. 165-
168 (p. 165 para esta cita).
37
“Báculo y calzado del obispo de Mondoñedo, don Pelayo (+1218)”, en Pasatiempos erudi-
tos. Colección de artículos, cit. más arriba en nota 14. De esta edición he tomado las citas textua-
les.
38
Pasatiempos eruditos, cit., pp. 148-149; Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, cit.,
pp. 165-166.
39
Pasatiempos eruditos, cit., p. 147; Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, cit., p. 165.
40
Noticias sobre la venta y compra del báculo en ÁNGELA FRANCO MATA, “Escultura gótica inglesa
de Mondoñedo en el marco europeo”, cit., pp. 939-940.
41
De Limoges a Silos, cit., n.º 20, pp. 130-132.
42
Galicia no tempo, n.º 110, pp. 218-219.
43
Véanse excelentes reproducciones en Galicia románica y gótica, Ourense, Xunta de Galicia,
1992, p. 47; RAMÓN YZQUIERDO PERRÍN, Arte medieval (I), A Coruña, Hércules de Ediciones, D. L.
1993, pp. 497-498 (con descripción).
44
La España del siglo XIII leída en imágenes, Madrid, Real Academia de la Historia, 1986, p. 100.
45
Ibid., p. 100.
46
Pasatiempos eruditos, cit., p. 152.
47
Véase apéndice documental n.º 2.
48
Biblioteca, CALU (9/7960/5(1). La ficha en ALFREDO GONZÁLEZ, Comisión de Antigüedades de la
Real Academia de la Historia. Galicia, cit., p. 139.
49
Real Academia de la Historia. Actas de la misma desde septiembre de 1860 a diciembre de
1865, tomo XXIV, Actas 18 de enero de 1861; JORGE MAIER ALLENDE, Noticias de Antigüedades de
las actas, cit., p. 247.
50
Biblioteca, CALU (9/7960/5(2).
51
El dibujo de la cruz procesional se guarda en el Departamento de Cartografía y Artes Gráfi-
cas, BA VI e 115. Véase la ficha en JORGE MAIER ALLENDE, Comisión de Antigüedades de la Real
Academia de la Historia. Documentación general. Catálogo e índices, cit., p. 130. El dibujo del
sepulcro se conserva en la Biblioteca, 9-8664, Archivo del Gabinete de Antigüedades, 1860 (8) y
está publicado en MARTÍN ALMAGRO-GORBEA Y JESÚS ÁLVAREZ SANCHIS, Archivo del Gabinete de Anti-
güedades. Catálogo e índices, Madrid, Real Academia de la Historia, 1998, p. 55, fig. 19. Ambos
dibujos se pueden consultar en www.cervantesvirtual.com> portal temático > Antigua. Historia y
arqueología de las civilizaciones. Los documentos, encuadernados en holandesa, se guardan en
la Biblioteca, 9-6937 (Ordenanzas de 1545) y 9-6938 (Actas del Ayuntamiento de 1719).
52
Los informes sobre la cruz y el sepulcro no se mencionan en los legajos de la Comisión de
Antigüedades, publicados en los catálogos citados en la nota precedente ni en ALFREDO GONZÁLEZ,
Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia. Galicia, cit., p. 139. Como no se
encontraban con los dibujos, busqué en los libros manuscritos de las actas y ordenanzas. Allí los
localicé, en dos cuadernillos sueltos colocados en la segunda hoja del libro de Ordenanzas (9-
6937). Los transcribo en apéndice documental n.º 3-4.
53
El topónimo de “San Adriano de Lorenzana”, como escribió Villaamil y Castro en el rótulo del
dibujo de la cruz procesional y en el informe enviado a la Academia, hoy se denomina “San
Adrián de Lourenzá”. El de “Villanueva de Lorenzana” ha cambiado a “Vilanova de Lourenzá”.
Según la tradición, la denominación de “Lorenzana” parece derivar de los nombres de los hijos
del Conde Santo, Lorenzo y Ana.
54
Para el monasterio de Lourenzá y el sepulcro del conde Santo véanse P. DE PALOL, Arqueolo-
gía cristiana de la Edad romana, Madrid, 1967; H. SCHLUNCK, “Los monumentos paleocristianos en
Gallaecia, especialmente en la provincia de Lugo”, en Actas del Coloquio Internacional sobre el
Bimilenario de Lugo, Lugo, 1977, pp. 193-236; MANUEL CHAMOSO LAMAS, “El Conde Santo Osorio
Gutiérrez”, Cuadernos de Estudios Gallegos, t. XXIII, 1968, pp. 136-146; id., “El sarcófago del
Conde Santo don Osorio Gutiérrez, fundador del monasterio de Villanueva de Lorenzana”, Mile-
nario del Monasterio de Villanueva de Lorenzana, Madrid, 1969; Inventario artístico de Lugo y su
provincia, Madrid, 1980, t. III, pp. 444-450; SERAFÍN MORALEJO, “La reutilización de los sarcófagos
antiguos en la España medieval”, Colloquio sul reimpiego dei sarcofagi romani nel Medioevo,
Marburgo, 1984, pp. 187-203, pp. 188-189 para esta cita (reeditado en Patrimonio artístico de
Galicia y otros estudios. Homenaje al Prof. Dr. Serafín Moralejo Álvarez, Dirección y coordinación
ÁNGELA FRANCO MATA, Xunta de Galicia, 2004, t. I, pp. 279-288; FRANCISCO MAYÁN FERNÁNDEZ, “El
monasterio de Lorenzana”, Estudios Mindonienses, 5, 1989, pp. 271-334; M. SOTOMAYOR MURO, “A
presencia do cristianismo: os sartegos de Temes e Lourenzá no seu contexto cultural”, Galicia no
Tempo. Conferencias-Otros estudios, Santiago, 1991, pp. 61-73 (68-63 para esta cita); R. CRESPO
PRIETO, “El sepulcro del Conde Santo de Villanueva de Lorenzana”, Estudios Mindonienses, 18,
2002, pp. 1255-1267; F. A. V., “Sartego do Conde Santo”, Galicia no tempo, cit., ficha n.º 34, pp.
129-130. Véase un estado de la cuestión sobre el sepulcro en MANUEL ANTONIO CASTIÑEIRAS, “La
actividad artística en la antigua provincia de Mondoñedo: del Prerrománico al Románico”, Estu-
dios Mindonienses, 15, 1999, pp. 287-342 (292-298 para esta cita).
55
SERAFÍN MORALEJO, “La reutilización de los sarcófagos antiguos”, cit., pp. 188-189.
56
MANUEL ANTONIO CASTIÑEIRAS, “La actividad artística en la antigua provincia de Mondoñedo”,
cit.,pp. 297-298.
57
Véase apéndice documental n.º 3.
58
MANUEL CHAMOSO LAMAS, “El Conde Santo Osorio Gutiérrez”, cit., pp. 136-146.
59
MANUEL ANTONIO CASTIÑEIRAS, “La actividad artística”, cit., p. 294.
60
Véase apéndice documental n.º 5.
61
Véase apéndice documental n.º 4.
62
Véase apéndice documental n.º 4-5.
63
Véase apéndice documental n.º 4.
64
Véase apéndice documental n.º 4-5.
65
En Inventario artístico de Lugo, cit., t. III, p. 455, en la descripción de la pieza parece que hay
una confusión en la identificación de las figuras de los medallones y en la de la placa del reverso.
En el anverso el Crucifijo y los medallones la “Virgen, san Juan, pelícano y ángel. En el reverso
san Adriano y los cuatro evangelistas”.
66
Véase apéndice documental n.º 5.
67
Inventario artístico de Lugo, cit., p. 455.
68
Las custodias de la catedral de León (1501-1522), Toledo (1515-1525) y Córdoba (1518).
Véase “Familia Arfe”, Enciclopedia Microsoft® Encarta® Online 2009http://es.encarta.msn.com
69
Para la cruz procesional de San Fiz de Solovio véanse RAMÓN YZQUIERDO PERRÍN, “A Ouriveria”,
en Arte medieval (II), Galicia. Arte, t. XI, A Coruña, Hércules de Ediciones, 1993, pp. 460-461
(fotografías del anverso y reverso); Galicia no tempo, cit., ficha 192, p. 343 (fotografía del anver-
so, que reproducimos en nuestro texto en fig. 23).
70
Véase apéndice documental n.º 4.
71
Real Academia de la Historia. Actas de la misma desde septiembre de 1860 a diciembre de
1865, tomo XXIV, Actas 18 de enero de 1861.
72
Se desconoce el paradero del oficio que se cita en las actas. Ni el oficio ni el dibujo se
mencionan en JORGE MAIER ALLENDE, Noticias de Antigüedades de las actas, cit., ni en ALFREDO
GONZÁLEZ, Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia. Galicia, cit. El dibujo se
guarda en el Departamento de Cartografía y Artes Gráficas, Sign. BA V e 114. Se pueden consul-
tar en www.cervantesvirtual.com> portal temático > Antigua. Historia y arqueología de las civili-
zaciones. Se cita en JORGE MAIER ALLENDE, Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la
Historia. Documentación general. Catálogo e índices, cit., p. 130.
73
El ejemplar que regaló a la Academia es separata del tomo III de la revista El Arte en España.
Se hizo una tirada de 20 ejemplares con portadilla de cartón en color marfil con el siguiente título
y pie de imprenta: Pinturas murales de la catedral de Mondoñedo, Madrid, Imp. De Manuel Galiano,
1863, 7 pp., 1 litogr. (Ejemplar en Departamento de Cartografía y Artes Gráficas).
74
Pinturas murales de la catedral de Mondoñedo, cit., pp. 1-3.
75
Ibid., pp. 3-4. Aunque no precisa cuándo se produjo el hallazgo, seguramente fue en el
mismo mes de julio de 1862, porque esta fecha es la que figura en el primer dibujo que hizo de
las pinturas.
76
Ibid., pp. 4-7.
77
Ibid., p. 5.
78
JOSÉ VILLAAMIL Y CASTRO, La catedral de Mondoñedo, cit., pp. 32-38 para el coro y las pinturas
murales.
79
Ibid., p. 33, nota 2.
80
Ibid. Es la segunda lámina inserta al final del texto.
81
Ibid., pp. 33-35.
82
JOSÉ VILLA-AMIL Y CASTRO, “Pinturas murales de la catedral de Mondoñedo”, Museo Español de
Antigüedades, I, 1872, pp. 220-233 (cap. III, pp. 225-230 para las escenas de la vida de san
Pedro).
83
La cita textual procede de la portada de este primer tomo.
84
Según cuenta en su currículum (Circunstancias que reúne, cit., 1881), en el Museo Español
de Antigüedades publicó diecisiete monografías con un total de 297 páginas en gran folio.
85
Precede al estudio. Su tamaño es de 35 x 17 cm. en hoja de 44’5 x 32 cm.
86
La catedral de Mondoñedo, cit., p. 27-29.
87
JOSÉ VILLAAMIL Y CASTRO supone que se colocó a principios del siglo XVI (ibid., p. 28). Según
DOLORES VILA JATO, “La actividad artística en la provincia de Mondoñedo durante el Renacimiento”,
Estudios Mindonienses, 15, 1999, pp. 459-468 (pp. 464-465 para esta cita), la sillería se talló
durante el episcopado de Diego Pérez de Villamuriel (véase su descripción y notas sobre su
desmontaje reciente, con referencias bibliográficas). La sillería también la describe JOSÉ VILLAAMIL
Y CASTRO, ibid., pp. 25-27.
88
Las pinturas murales de la catedral de Mondoñedo, cit., p. 6; ID., La catedral de Mondoñedo,
cit., p. 28-29.
89
La catedral de Mondoñedo, cit., pp. 28-29. En su primer estudio, Las pinturas murales de la
catedral de Mondoñedo, cit., p. 7, recomendaba retirar de allí el altar del Carmen porque oculta-
ba “la parte más interesante” del ciclo pictórico.
90
Las pinturas murales de la catedral de Mondoñedo, cit., p. 6.
91
Para su emplazamiento y restauración véanse E. CAL PARDO, Obras de la Santa Iglesia Cate-
dral Basílica. Años de 1664-1966, citado en ROSALÍA CRESPO PRIETO, “Las pinturas murales de la
catedral de Mondoñedo”, Estudios Mindonienses, 5, 1989, pp. 487-531 (pp. 487-488 para esta
cita); Inventario artístico de Lugo y su provincia, Madrid, 1980, t. IV, p. 176; E. CAL PARDO, La
Catedral de Mondoñedo. Historia, Lugo, 2002, p. 54 para la mención al traslado de las pinturas
por el ingeniero Llopart, al suprimirse el coro de la catedral.
92
Real Academia de la Historia. Actas de la misma desde enero de 1866 a diciembre de 1872,
tomo XXV, 26 de enero de 1866.
93
Véase apéndice documental n.º 6.
94
Apéndice documental n.º 1-2. En su currículum (Circunstancias que reúne...1881, cit.) lo
reseña en el apartado dedicado a sus servicios literarios.
95
Circunstancias que reúne... 1881, cit., p. 2; Real Academia de la Historia. Actas de la misma
desde enero de 1866 a diciembre de 1872, tomo XXV, 30 de junio de 1865.
96
Así, el ejemplar del libro Descripción histórico-artístico-arqueológica de la catedral de Santia-
go (Lugo, Soto Freire, 1866), que envió a la Academia acompañado de un oficio, fue presentado
en junta académica de 14 de septiembre de 1866, a los pocos meses de haber sido nombrado
correspondiente por Mondoñedo. La Academia acordó que el académico bibliotecario informa-
se sobre su contenido. Éste lo hizo favorablemente, junto con las obras de otros autores, en la
sesión de 28 del mismo mes. Véase Real Academia de la Historia. Actas de la misma desde enero
de 1866 a diciembre de 1872, tomo XXV. No he localizado el ejemplar en la Biblioteca de la
Academia.
97
JOSE VILLAAMIL Y CASTRO, Crónica de la Provincia de Lugo en Crónica General de España ó sea
Historia ilustrada y descriptiva de sus provincias, sus poblaciones mas importantes de la Penínsu-
la y de Ultramar, dirigida por el académico de la Historia Cayetano Rosell, Madrid, Director Edito-
rial, Aquiles Ronchi, 1866 (Imp. de la Iberia), 80 p., 33 cm. He consultado el ejemplar de la
Biblioteca de la Real Academia de la Historia, 15-3-4/12 (V), que se conserva en entregas; éste es
el n.º 57. Seguramente por éste y otros trabajos históricos, la Diputación Provincial de Lugo le
nombró cronista de esa provincia el 23 de noviembre de 1875.
98
Ibid., pp. 58-59. Las imágenes del segundo hallazgo de las pinturas se reproducen en pp. 49
y 57.
99
Circunstancias que reúne, cit., 1881, p. 3.
100
He tomado los datos de LUIS RUBIO GIL, Rosales en las exposiciones de 1862, 1864, 1865,
1867, 1868 y 1871, Madrid, 2004, pp. 31-40. En la p. 35 se incluye una imagen de la sala de
pintura del pabellón español, con sus paredes cubiertas de pinturas enmarcadas. En una de
ellas se aprecia la de Rosales: D.ª Isabel la Católica dictando su Testamento.
101
Circunstancias que reúne, cit., 1881, p. 3.
102
JOSÉ VILLAAMIL Y CASTRO, “Pinturas murales de la catedral de Mondoñedo”, cit.
103
Catalogue Of The Special Loan Exhibition Of Spanish And Portuguese Ornamental Art, South
Kensington Museum, 1881. He localizado la referencia bibliográfica en un catálogo por internet,
pero no me ha sido posible consultar su contenido.
104
Lo explica VILLAAMIL Y CASTRO en un artículo publicado en La Voz de Galicia (La Coruña, 13-III-
1899), cuyo texto reprodujo en Iglesias gallegas de la Edad Media, cit., pp. 244-250. Cito por esta
obra. De la estancia de Villaamil y Castro en Sevilla hay noticia en IGNACIO CABANO VÁZQUEZ, “Cadernos
dun cazador de bibliosaurios”, cit., pp. 34-35, en donde se transcribe una carta que envió a
López Ferreiro en enero de 1884.
105
Actas de Sesiones de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Año 1833. En http:/
/www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/08147392288281451910046/ima0059.htm. Mi agra-
decimiento a doña Irene Pintado Casas, directora del Archivo-Biblioteca de la Real Academia de
Bellas Artes de San Fernando por atender a mi consulta.
106
Actas de Sesiones de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Año 1833. En http:/
/www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/08147392288281451910046/ima0064.htm
107
Mi agradecimiento a doña Ascensión Ciruelos, responsable del Gabinete de Dibujos del
Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, quien me informó de que los
calcos de las pinturas murales de la catedral de Mondoñedo no se conservan en la Academia.
108
La Voz de Galicia (La Coruña, 13-III-1899). Reproducido también en Iglesias gallegas de la
Edad Media, cit., pp. 244-250.
109
Ibid., pp. 244-245.
110
Ibid., pp. 246-247. Las fototipias van intercaladas en el texto en posición vertical. Con el paso
de los años, la calidad de las imágenes se ha ido perdiendo. Sobre ellas dice lo siguiente: “Como
reconozco que ahora es ya hasta quizá imposible sacar otra copia fotográfica de los calcos
(como lo es del original), doy aquí fototipia de la que tengo” (p. 245, nota 1).
111
E. CAL PARDO, La catedral de Mondoñedo, cit., p. 52 (en p. 17 hace breve descripción de las
pinturas).
112
E. CAL PARDO, Catedral de la Asunción de Mondoñedo, en Las Catedrales de Galicia, coordi-
nado por RAMÓN YZQUIERDO PERRÍN, León, 2005, p. 212, con muchas ilustraciones de las pinturas en
pp. 210-212.
113
IGNACIO CABANO VÁZQUEZ, “Cadernos dun cazador de bibliosaurios”, cit., p. 27: “O mérito do
descubrimento das antigas pinturas murais da catedral de Mondoñedo (‘reproduciéndolas a
costa de no pequeñas penalidades y no pocas fatigas, por medio de calcos coloreados’) foi
recoñecido pola Comisión xeral española para a Exposición Universal de París de 1867, na que
no puideron ser instalados pola falta absoluta de espacio”. Esta cita parece tomada del currícu-
lum de Villaamil y Castro (cit.)
114
“Villaamil y Castro inició en Zoñán el estudio de los castros”, La Voz de Galicia, 16-11-2006.
Reportaje sobre las I Xornadas Mindonienses de Arqueoloxía http://www.lavozdegalicia.es/
ed._amarina/noticia.jsp?CAT=120&TEXTO=5286881 (He consultado la copia que se guarda en
su expediente personal en la Real Academia de la Historia).
115
R OSALÍA C RESPO P OZO , “Las pinturas murales de la catedral de Mondoñedo”, Estudios
Mindonienses, 5, 1989, pp. 487-531.
116
Ibid., pp. 487-488.
117
En las tres ediciones de su trabajo sobre las pinturas: 1863, p. 6; 1865, pp. 27-28 y 1872, p.
233.
118
Ibid., 1872, p. 233.
119
ROSALÍA CRESPO POZO, “Las pinturas murales”, cit., pp. 517-518. El apéndice documental 2, en
pp. 520-529.
120
Véase más arriba la primera cita en nota 26.
121
JOSÉ VILLA-AMIL Y CASTRO, “Pinturas murales de la catedral de Mondoñedo”, cit. Los capítulos
suprimidos corresponden a las pp. 225-233.
122
JOSÉ MANUEL GARCÍA IGLESIAS, “La Pintura”, en Galicia en la época del Renacimiento, Galicia.
Arte, A Coruña, Hércules de Ediciones, D. L. 1993, t. XIII, p. 427 (421-423 para las fotografías de
las pinturas).
123
MARTA DÍEZ TIE, “La catedral medieval de Mondoñedo: arquitectura, escultura y pintura monu-
mental”, Estudios Mindonienses, 15, 1999, pp. 343-373 (369-373 para las pinturas murales); DO-
LORES VILA JATO, “La actividad artística en la provincia de Mondoñedo durante el Renacimiento”,
ibid., pp. 459-468 (466 para las pinturas murales).
124
En numerosos trabajos de investigación, otros autores han valorado sus aportaciones como
arqueólogo, bibliotecario y archivero.
125
En este sentido quiero mencionar, entre otras, algunas iniciativas editoriales para dar a luz,
en facsímil o reproducción, algunas de sus obras, contribuyendo así a su difusión: Ensayo de un
catálogo sistemático y crítico de algunos libros, folletos y papeles, así impresos como manuscri-
tos, que tratan de Galicia (Madrid, Imprenta de T. Fortanet, 1875), Barcelona, El Albir, 1975. El
mismo libro bajo el título JOSÉ VILLAAMIL Y CASTRO, Bibliografía de Galicia, Xunta de Galicia, 1997,
con estudio y catalogación de sus obras (227 registros) de IGNACIO CABANO VÁZQUEZ, dentro de la
colección Bibliofilia de Galicia, n.º 12 (citado en nota 2). La Universidad de Santiago y el Consor-
cio reimprimieron Reseña histórica de los establecimientos de beneficencia que hubo en Galicia
durante la edad media, y de la erección del Gran Hospital Real de Santiago fundado por los Reyes
Católicos, 1ª Reimpresión, Santiago de Compostela, Universidad, Consorcio de Santiago, D.L. A
la Revista Estudios Mindonienses se debe la reproducción, en sus páginas, de La catedral de
Mondoñedo, su historia y descripción, sus pinturas murales, accesorios, mobiliario, bronces y
orfebrería, vestiduras y ropas sagradas, Madrid, Imprenta de Manuel Galiano, 1865, con presen-
tación de RAMÓN YZQUIERDO PERRÍN, quien hizo la propuesta de edición a su fundador y director
Segundo Pérez López. Dicho trabajo ha sido publicado en el número correspondiente al año
2009.
126
Nota de Villaamil y Castro: En una de las composturas que ha sufrido esta bellísima cruz, han
trastornado la colocación de estos medallones.
1
Ronsel (Lugo, 1924). Revista mensual dirigida por Evaristo Correa Calde-
rón, y de la que aparecieron seis números (entre mayo y noviembre). Colaboran
en ella, entre otros, Manuel Abril, Antoniorrobles, Jesús Bal, Cansinos, Díaz
Fernández, José Francés, Ramón Gómez de la Serna, Juan González del Valle,
Jarnés, López Picó, Malespine, Manuel Antonio, Marichalar, Alfons Maseras, Pérez
de la Ossa, Pimentel, el colombiano Baldomero Sanín Cano, Guillermo de Torre
y Vighi; y en su parte gráfica, además de Álvaro Cebreiro, director artístico, Al-
berto, Ánxel Johan, Barradas, Norah Borges, Castelao, el arquitecto Lacasa, el
francés Fréderic Macè y Benjamín Palencia. En la editorial adjunta aparecieron
libros de Jesús Bal (Hacia el ballet gallego), José Antonio Correa (30 poemas en
prosa para los 30 días del mes de abril), Gonzalo López Abente (D’outono con
ilustraciones de Cebreiro) y el propio Correa Calderón (El arte racial de Suárez
Couto). Guillermo de Torre la considera hermana de ALFAR, y por ese motivo se
ha catalogado habitualmente entre las revistas ultraístas; sin embargo lo cierto
es que no son muchas las colaboraciones de este signo que figuran en sus
páginas.
Existe reedición facsimilar (Barcelona, Sotelo Blanco, 1982) que incluye un
número conmemorativo del cincuentenario, que Correa Calderón había editado
en 1974, y en el que se publican varios textos importantes, destacando su pro-
pio prólogo, y el importante texto de Antonio Bonet Correa sobre la presencia de
las artes plásticas en la revista. Víctor García de la Concha es autor de un artícu-
lo pionero “Ronsel, revista de literatura y arte (1924)” (en Papeles de son
Armadáns, nº 203, Madrid-Palma de Mallorca, 1973)1.
2
RONSEL aparece pues en Lugo en 1924, un año después de que ALFAR lo
hiciese en A Coruña. Aparece como una revista “de vanguardia” a pesar de lo
cual ya en el primero de sus números se definía como “revista ecléctica”. Correa
allí estaba Álvaro Gil, y al terminar el acto, se acercó a mi y me dijo más o menos
estas palabras “de la publicación de la Tesis me encargo yo”. Cualquier persona
comprenderá el alcance de estas palabras en semejante momento. Con él había
visitado su casa de Lugo –también la de Madrid– para ver un precioso retrato de
su hija pintado por Julia; volvería para examinar un relieve de Faílde y me queda-
ría fascinada ante un Ribera.
Y, por último, conocí a Evaristo Correa Calderón en otra etapa de mi vida,
allá por los años ochenta, de la mano de Antonio Bonet Correa, sobrino del
fundador de RONSEL, y al que hoy sigo considerando mi maestro. Con Antonio
Bonet viajé hasta Trives donde Correa tenía una hermosísima casa propiedad de
su mujer, marquesa de Trives. Estaba ya deteriorado físicamente, pero su sabi-
duría, caballerosidad y cordialidad permanecían intactas. Hablamos, me acom-
pañó hasta el río y al marchar me dedicó un libro que conservo. Hoy, mientras
vuelvo sobre RONSEL y Evaristo Correa Calderón, pienso que, al menos en par-
te, la sabiduría y el atractivo personal de Antonio Bonet le vienen, permítaseme
la expresión, “de casta”.
3. PLÁSTICA DE RONSEL
En la cubierta de RONSEL aparece un subtítulo “revista de arte” que no
responde con exactitud a su contenido. De hecho García de la Concha modifica
en su trabajo con motivo del cincuentenario este subtítulo, y lo transforma en
“revista de literatura y arte”3. Quizá “revista de creación” se adapte mejor, con
especial atención al arte nuevo, podríamos añadir, y aún más, situarla entre el
novecentismo y la vanguardia, espacio temporal delimitado por dos fechas: 1918
y 1930. Este espacio temporal pasa históricamente por dos momentos4, uno
primero, entre 1920 y 1925 en el que tendría cabida RONSEL, y que comienza
con la aparición de una revista en lengua castellana, importantísima desde el
punto de vista gráfico: Reflector (Madrid, 1920). Esta publicación, aunque de
signo ultraísta y simpatizante de la vanguardia, y de la que sólo aparecerá un
número en el mes de diciembre, refleja el conocimiento claro de los parámetros
que van a condicionar ese “arte nuevo”, y que se resumen en la cohabitación
entre novecentismo y vanguardia y la polémica o debate entre pervivencia de
los ismos y “retorno al orden”. Ultra o Indice, Horizonte, y algo más tarde Alfar o
RONSEL protagonizarán la eterna pugna entre vanguardia y pasado en momen-
tos en que el “retorno al orden” llegaba desde París imparable. Lo que si está
fuera de dudas es que la revista de Ciria y Escalante, es decir, Reflector, con su
logotipo diseñado por Barradas y su tratamiento de portada y páginas interio-
res, revolucionó para siempre el diseño de revista española.
Sobre RONSEL, escribe Bonet (1975): “su aspecto era distinto al tipo fre-
cuente de revista literaria española, y con Alfar y la Revista de Occidente fue en
3.1.
Para la cubierta del nº 1, Álvaro
Cebreiro, director artístico, dibuja una
barca de vela latina grabada luego en
linóleo –modalidad muy en boga- a dos
tintas con predominio del azul. Una
“humilde barca de vela latina dorada
por el sol, barca de pobre pescador,
caja de sueños y ataúd”, como puede
leerse en su Alegoría inicial, texto car-
gado de lirismo y entusiasmo. La bar-
ca –una dorna– se convertirá en el lo-
gotipo no sólo de la revista sino
también actuará a modo de exlibris de
la editorial adjunta del mismo nombre.
Cebreiro, modernista en sus comien-
zos, cercano al ultraísmo luego, logra
una portada equilibrada entre imagen
y caracteres tipográficos, perfectamen-
te distribuida y articulada, pero en la
RESOL / CRISOL. Algunos de los elementos dibujados para esta cabecera se-
rán aislados y reutilizados en números siguientes por Angel-Johan para la orna-
mentación de páginas interiores transformados en pequeños colofones y viñetas.
La portada de Cebreiro se ve modificada en el nº 2 por Ángel Johan, que
viene ejerciendo el puesto de gerente de la revista desde su aparición. El graba-
do, linóleo, utiliza una tinta más, el color rojo, pero varía sustancialmente la ima-
gen primitiva. Geometriza en franjas paralelas el fondo marino sobre el que di-
buja tres gaviotas –trasunto de la golondrina mediterránea– en pleno vuelo, a la
vez que agranda las velas de la dorna de tal forma que ocupan prácticamente el
espacio8. Incorpora la figura humana –una cabeza de marinero– en el ángulo
derecho, y un elemento triangular, trazado en diagonal y cortado por el marco
fileteado en color rojo, en el izquierdo. Por lo demás únicamente varía la tinta de
los caracteres tipográficos, ahora en rojo, antes en azul. La portada pierde en
modernidad con la incorporación de la figura humana, y aunque Angel-Johán la
dibuja sin facciones para no caer en la anécdota, no puede evitar el regreso a
cierta estética regionalista9.
También de Ángel Johán es la ornamentación de las páginas interiores:
unas veces se trata de elementos aíslados extraídos de la cabecera dibujada por
Barradas, otras, dibujos originales alusivos al texto que ilustran. De J. Casares
Mosquera es el colofón al artículo de A. Villar Ponte A parroquia.
Poesía extranjera y poesía galle-
ga: Johan Viqueira, Manuel Antonio
junto a unas Greguerías de Ramón
Gómez de la Serna y una Cabeza de
muchacha, ornamental y decorativa,
grabada por Juan José, y “tirada” en
papel fino amarillo, lo que le confiere
una luz inusitada, y que forma pendant
de acuerdo con la consideración mo-
derna del juego visual de la doble pá-
gina con los versos de Emile Malespi-
ne, por cierto, asiduo colaborador de
Alfar. Un cuento de Antonio Robles
ilustrado por él mismo, y titulado “El
chaleco del sabio” nos ofrece algunos
ejemplos de dibujo humorístico de
este personaje que firmaba como An-
toniorrobles y que está muy influen-
ciado, como el resto de los humoris-
tas del 27, por Ramón Gómez de la
Serna.
con artículos teóricos o de crítica, sino curiosamente con estos dos poemas
experimentales y vanguardistas. Por lo que se refiere a Angel Johan, seudónimo
de Angel Juan González López (Lugo,1901 - Madrid, 1965) fue de todos los
artistas plásticos, el más joven, lo que le permitió enlazar con la última vanguar-
dia de la posguerra. Su trabajo en RONSEL fue importante: dibujó las portadas a
partir del el nº 2, a él se debe la ornamentación de muchas de las páginas inte-
riores; publicó un dibujo lineal a toda página titulado Rapacinha galega, pero,
sin duda este linóleo, Nouturnio, que cierra prácticamente el número, constituye
su aportación más sobresaliente. Angel Johan, pintor y poeta, destacó como
grabador en la difícil técnica de la xilografía, faceta en la que acusa por estos
años veinte la influencia del expresionismo. No sólo colaboró en RONSEL, tam-
bién en otras publicaciones periódicas como Guión, por citar tan sólo una, y de
hecho, en un momento dado, la editorial RONSEL anunció la salida de un álbum
suyo de grabados que no llegaría a publicarse nunca. En 1929 se trasladó a Las
Palmas de Gran Canaria, pero la nostalgia lo devuelve a Galicia en 1948 donde
funda y dirige la colección de poesía Xistral. Moriría en Madrid en 1965 acompa-
ñado hasta el último momento por Alvaro Gil, su compañero de RONSEL.
En el nº 1 se anunciaban colaboraciones de otros artistas como Bartolozzi,
Lloréns y hasta Gutiérrez Solana que nunca llegarían a enviar porque el periplo
fue demasiado breve, sólo duraría seis meses, pero su estela –su ronsel– si fue
importante para el apasionante discurso de la controversia estética reinante.
4.
Siempre que se trata de RONSEL, se evoca a ALFAR, la revista coruñesa de
Julio J. Casal –cónsul de Uruguay en la ciudad herculina- publicación que abar-
có sin duda toda una etapa del “arte nuevo” a partir de 192213, pero la perspec-
tiva de ambas no coincide exactamente. Especialmente sensible a cualquier
novedad la publicación coruñesa, RONSEL aparece como “más equilibrada y
guiada por un principio de mayor contención”14. Quizá RONSEL pueda ser con-
siderada una revista “de transición”, transición hacia la Generación del 27, o una
revista “de vanguardia”, consideraciones, las dos, imprecisas y no demasiado
rigurosas. RONSEL, se definió a sí misma, ya desde el primer número, como una
revista “ecléctica” y esto es lo que realmente fue. Sus promotores, Correa Cal-
derón y Cebreiro procedían del modernismo, más tarde se habían implicado
con el ultraísmo: Correa Calderón, antes de fundar RONSEL, había frecuentado
la tertulia de Gómez de la Serna en el café y botillería de Pombo, es decir, esta-
ban al tanto de lo que ocurría en el panorama estético nacional. Pero el ultraísmo,
fundado en 1918, empieza a declinar en 1923 –en realidad Guillermo de Torre lo
daba por liquidado ya a finales de 1922– y tanto Correa como Cebreiro eran
concedores de la crisis por la que atravesaba y la potencia renovadora del
novecentismo15. Soplaban, pues, nuevos vientos estéticos, y la situación del “arte
nuevo” era ya más que comprometida en 1924. Correa intentó que su revista no
fuese simplemente portavoz de aquel “retorno al orden” que llegaba imparable,
sino experimentar con la posibilidad de brindar sus páginas a las distintas op-
ciones, de ahí su eclecticismo histórico. Si la impresión, diseño y aspecto de
RONSEL son de ascendencia ultraísta, las colaboraciones irán desde Gómez de
la Serna a Castelao, desde Palencia a Norah Borges, Barradas o Alberto, desde
un caligrama de Manuel Antonio a referencias a Baroja y Unamuno, por citar
algunos ejemplos significativos que avalan la opción ecléctica de la revista
lucense.
NOTAS
1
Juan Manuel Bonet, Diccionario de las vanguardias en España, 1907-1936, Alianza Editorial,
Madrid, 1995.
2
Gómez de la Serna, en 1915, definía las revistas como una combinación de literatura y es-
tampas, lo cual explicaba la aceptación por parte del público porque las estampas contribuían
positivamente a la comprensión del texto.
3
García dela Concha, “Revista de literatura y Arte”, número conmemorativo del cincuentenario
de su publicación 1924-1974, Lugo, 1975.
4
Sigo a Eugenio Carmona, en mi opinión, la persona que mejor ha tratado el tema. Véase Arte
moderno y revistas españolas, 1898-1936, Ministerio de Educación, Madrid, 1997.
5
Ronsel, rastro efímero y fugaz que el navío va dejando en el agua.
6
Mejor hubiera sido y más acorde con Ronsel, si en vez de éstos hubiese hablado de Matisse
y de Rouault, los dos alumnos más importantes que pasaron por el magisterio y taller de Moreau
(Bonet, 1975).
7
Las revistas Vida (Coruña, 1920) Luz y Gráfica (Coruña, 1922) han sido estudiadas por mi en:
La revista VIDA, una aventura antes de ALFAR, Discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas
Artes, A Coruña, 1997. “Luís Huici e a revista LUZ”, un dos precedentes de ALFAR, en Museo de
Pontevedra, 1999. “GRAFICA”, revista quincenal ilustrada (A Coruña, 1922), otra aventura antes
de ALFAR, Estudios de historia, Arte y Geografía, Universidad de Vigo, 2005.
8
Recuérdese que el mar, la vela latina y la golondrina se consideran elementos distintivos del
mediterraneísmo en el noucentisme catalán.
9
La imagen de Cebreiro se mantiene como logotipo.
10
G. Apollinaire, autor de Les peinares cubistas. Méditations esthétiques, 1913.
11
Ramón Fernández Mato, Álvaro Gil o la belleza de dar (nº extraordinario,1975).
12
Unamuno en “Puesta de sol”, Revista nueva, 1899, expresó ese deseo de comunión con la
naturaleza.
13
Eugenio Carmona, “Tipografías desdobladas. El arte nuevo y las revistas de creación entre
el novecentismo y la vanguardia. 1918, 1930”, en Arte moderno y revistas españolas... (1997).
También José Carlos Mainer, “Contra el Marasmo: Las Revistas Culturales en España (1900-
1936)”, en Arte moderno... (1997).
14
García de la Concha , Víctor, (número conmemorativo... 1975).
15
Juan Manuel Bonet, El ultraísmo y las artes plásticas, IVAM, Generalitat Valenciana, 1996.
Pocos artistas son tan deudores de una identidad tan epidérmica y mani-
fiesta como el hoy todavía desconocido Abelardo Miguel (Abelardo Miguel López
Leira, Pontedeume, 1918-1991), que desarrollará dentro de su generación una
de las trayectorias menos conocidas pero más autónomas, personales y repre-
sentativas de la pintura gallega de los últimos siglos.
En el desarrollo de la Historia del Arte han existido grandes personalidades
olvidadas y marginadas en las que subyace el matiz trágico de que su reconoci-
miento sea post-mortem. Abelardo Miguel, todavía espera que llegue este reco-
nocimiento.
Artista existencialmente gallego y universal dedicó su vida a la plasmación
pictórica de Galicia y sus gentes... Ante todo creador y poseedor de un incues-
tionable idiolecto estético, con trazos inherentes de un estilo único e irrepetible,
articulará una perfecta simbiosis entre una idea absolutamente personal de crea-
ción artística con unos arraigados esquemas vitales marcados por su identidad
gallega, lo que le convierte uno de los artistas más interesantes y originales del
panorama artístico gallego del siglo XX.
El retiro voluntario de Abelardo a su villa natal cuando su figura estaba
alcanzando altas cotas de calidad y repercusión internacional, y debía trasladar-
se a mercados más dinámicos, hizo que su obra fuese poco conocida más allá
del ámbito regional, y por tanto en las fuentes bibliográficas sobre pintura galle-
ga, existen escasas referencias del artista.
Como consecuencia del auge de los estudios de ámbito autonómico, han
proliferado en los últimos años estudios monográficos sobre individualidades
pictóricas, nuevos análisis sobre periodos artísticos y nuevas visiones de la His-
toria del Arte gallego, y gravita sobre todos ellos el profundo debate sobre la
existencia de un arte identitario. Pero sin embardo la figura de Abelardo Miguel,
no ha sido estudiada con la profundidad que merece y lo más sorprendente es
que en este gran debate sobre la identidad, todas las claves que se dan sobre
los totems artísticos de la identidad gallega, son superadas con creces por
Abelardo Miguel, con el valor añadido que ostenta estos valores identitarios de
una forma más intensa, más original, y sobre todo de una manera existencial e
intuitiva, con lo que su autenticidad es aún mayor.
Por todo ello el eumés Abelardo Miguel deberá adquirir todo su significado
entre artistas como Sotomayor, Llorens, Castelao y Seoane cuyos valores los
consolidaron como los creadores de la plástica gallega.
Sus dotes como pintor, su prolífica trayectoria y sus grandes valores
identitarios deberían haberlo convertido en primera figura del arte gallego, sin
embargo la gran querencia que sentía por su tierra, génesis y motor de su facul-
tad creadora, sumado una gran independencia personal que le hizo rechazar
cualquier tipo de figuración social le hicieron permanecer al margen de los cir-
cuitos artísticos que encumbran a las figuras de renombre. Su camino discreto y
solitario no le hace ocupar el puesto que en justicia hoy le correspondería en la
cultura gallega entre los artistas hoy consagrados, las colecciones de referencia
y en las exposiciones institucionales.
Tras su muerte su ingente obra se ha mantenido en una especie de letargo,
como la de otros grandes pintores académicos por esa especie de dictadura del
gusto impuesta por el espíritu teleológico de las vanguardias, relegado injusta-
mente en aras del estudio de otros artistas, de inferior valía técnica y estilística,
pero que apostaron por lenguajes menos convencionales.
APUNTES BIOGRÁFICOS
La vida del pintor será la gramática, el diccionario que permitirá leer inequí-
vocamente su obra, todos sus cuadros nos hacen rebotar del lienzo al orbe
dinámico de su existencia. La extraordinaria personalidad que se manifestará en
su pintura, puede explicarse entre otras razones, porque en muy pocas ocasio-
nes se da una identidad tan grande entre el artista-hombre-ser que se manifies-
ta, y la obra, manifestación realizada.
Nace en el seno de una familia numerosa y humilde en 1918 en la medieval
calle de la Pescadería en Pontedeume, villa marinera1. Y aprendió a pintar antes
que a leer en un ambiente completamente ajeno a los círculos artísticos. Padre y
madre descendían de antiguas familias marineras de la villa. Su padre, era mari-
nero de profesión y su madre Efigenia Leira, peixeira2, de fuerte personalidad y
profético nombre griego, (ifi geneius, mujer valiente identificada a menudo con
Artemisa), compartía el cuidado de los
hijos con tareas de recolección y ven-
ta ambulante de pescado y marisco ca-
yendo sobre sus hombros como era
habitual, las tareas del hogar y la edu-
cación de los hijos. Será la mujer más
importante en la vida de Abelardo, a la
que inconscientemente homenajeará
toda su vida a través de la representa-
ción de sus emblemáticas peixeiras,
permaneciendo siempre en el imagi-
nario del artista fundiéndose el ser que
le dio la vida con el símbolo de su tie-
rra, Galicia, a Terra Nai, coincidiendo
existencialmente con la idea que ges-
taron los hombres del Rexurdimento.
Rilke decía que “La infancia es
la patria del hombre”3, y en la infancia
de Abelardo se gestan sus esquemas Casa natal y estudio del pintor.
visuales, que contienen toda una imagen cósmica que tendrá la virtud de reflejar
cuadro por cuadro toda una imagen del mundo de Abelardo, que en la suma y
sucesión de sus distintas facciones, nos remitirá siempre a la acotación del lu-
gar, a la memoria esencial, mejor que cualquier descripción geográfica de la
Galicia de su tiempo
Excepcionalmente dotado para el Arte dibujó desde su más tierna infancia.
Su afición artística... Abelardo nace con ella, sus cualidades son innatas y el
estilo le sale desde dentro, es el claro resultado de un mundo propio marcado
por su identidad gallega. Su espléndida formación académica, viajes al extran-
jero y contacto con las vanguardias, irán perfilando un estilo con el que incues-
tionablemente nace, pero no alterarán en modo alguno sus esquemas vitales y
existenciales. De hecho, cuando muere, está pintando un lienzo conceptual-
mente muy similar a los que pintaba siendo un niño. El estigma identitario im-
pregnará sus obras hasta las puertas de la muerte. Y como nació pintando no es
posible buscarle antecedentes, ni influencias ni maestros.
La valía del niño llama la atención de Jesito4, profesor de Dibujo en la ciu-
dad herculina que pasaba largas temporadas en la villa eumesa y convence la
familia de las posibilidades del niño, y Abelardo abandona Pontedeume para
perfecionar su técnica en 1928 en la Escuela de Artes de A Coruña. Su primera
exposición fue en su villa natal a los doce años, en una tienda de tejidos, donde
entre mercancías varias expone media docena de lienzos de barcas y retratos
de marineros5. Esta temprana exposición pasó a formar parte de la intrahistoria
de la villa y se convirtió en legendaria, llegando en los relatos populares a reba-
jarse la edad del pintor a los 6 años.
Sin recursos económicos, su formación la consiguió sin mecenas ni padri-
nos gracias a un talento que le hizo obtener becas de las Diputaciones en las
mejores escuelas de Arte, desde la coruñesa de Artes y Oficios cuando apenas
era un niño (1928), a la Real Academia de San Fernando de Madrid (1936),
Escuela española de Roma (1954) y sucesivas ampliaciones de estudios en Fran-
cia, Italia y Holanda (1954-1958).
La concesión de estas becas, en especial la beca de San Fernando dice
mucho del talento del humilde niño pintor6, ya que no tenía padrinos ni influen-
cias y la Diputación de la Coruña no era muy generosa con estas concesiones7.
El estallido bélico aplaza su incorporación a la Academia, que realizará
años más tarde, compatibilizando sus estudios con la labor de copista en el
Prado. El dominio de la técnica al óleo, el sentido de monumentalidad y de la
construcción plástica, la lucidez con la que resuelve los problemas de perspec-
tiva, luz y espacio atestiguan una inteligente asimilación de las prácticas acadé-
micas de San Fernando. Abelardo insistirá en varias ocasiones en que “El artista
nace, no se hace”, “A San Fernando hay que ir hecho”8, de lo que se deduce la
creencia del pintor en lo innato del arte pictórico, pero reconocerá también la
Mariscando, 1964.
es París la ciudad que deja más huella en su pintura, sobre todo los impresionistas
y especialmente Cezanne: “Me interesan los impresionistas y de una manera
especial Cezanne”13. Todos los críticos que conocían la obra de Abelardo antes
de estos viajes constatan que se ha convertido en un impresionista: “Pimpante
neoexpresionismo tamizado por una luz mediterranea”14. En una de las ciudades
donde expuso con una década de diferencia se dijo “Ha evolucionado a un
impresionismo pictórico”15. Incluso él mismo años más tarde dirá “Si tengo que
definir mi estilo diré que es un realismo impresionista”16.
De su estancia en el extranjero también puede destacarse su fascinación
por la pintura mural y la mitología, como se constatará en los murales que ejecu-
tará en Santa María de Castro.
Recogerá la fogosidad del colorido y estudiará en los lienzos de los cana-
les venecianos, los efectos lumínicos del cielo sobre las aguas, que recreará en
sus representaciones de las rías gallegas. Asímismo estudiará exhaustivamente
los retratos holandeses de profesiones y corporaciones que tanto tenían que ver
con los retratos de marineros que llevaba pintando desde niño y los magníficos
bodegones flamencos.
Las décadas de los 50 y 60 serán las más importantes de su carrera. Con-
solida su repertorio iconográfico siempre con el hilo conductor del gran amor a
su tierra y sus gentes. Y dado el origen de su estirpe, su temática será predomi-
nantemente marinera... interpretando Galicia desde el paisaje, hombres y ofi-
cios, desde sus característicos bodegones, a las marinas, destacando sus inol-
vidables retratos de grupo y sobre todo sus magníficas conjunciones de paisajes
y hombres que enfatizan el binomio Terra Pobo que tanto preconizaron en el
Rexurdimento...
Aunque lanzado a una vorágine de exposiciones y eventos por todas las
capitales gallegas con un asombroso éxito de público, rehuía las salidas de
LOS GÉNEROS
Extraordinariamente prolífico, pocas son las obras que no alcanzan un ni-
vel óptimo de creación. Con motivo de realizar su primera exposición colectiva
en Madrid. Camón Aznar, en ABC, señalará una de las características que le
acompañarán en toda su trayectoria “La variedad temática que abarcan los óleos
de Abelardo Miguel constituye igualmente una muestra de la amplitud y dominio
artístico del pintor”33.
Feirón, 1971.
BIBLIOGRAFÍA ESPECÍFICA
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2008.
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— “Manuel Abelenda, Exposición centenario (catálogo)”, A Coruña, 1989.
NOTAS
1
Tal y como consta en su partida de nacimiento, nació en Pontedeume, el 18 de Febrero de 1918,
hijo de Secundino López y de Efigenia Leira.
2
Estas mujeres recibían el nombre de “peixeiras”, y él denominará siempre con este nombre toda
s las representaciones pictóricas de mujeres dedicadas a este trabajo pesquero.
3
Bermúdez Cañete, “Rilke, vida y obra”, Hiperión, Madrid, 2007.
4
Jesito, pintor y profesor de dibujo en Eusebio da Garda de A Coruña, sus obras están en museos
de Galicia. De estilo ochocentista destacó como cartelista. Participó en la Exposición de Bellas Artes
de 1929. Ganó el 1º Premio de Carteles de A Coruña en 1932.
5
Este episodio es comentado por el crítico Manuel Luis Fidalgo en varios artículos: “Arte en Ferrol:
Abelardo Miguel”, El Correo Gallego, 18 de diciembre de 1962 y “Abelardo Miguel aprendió a pintar
en la Coruña”, El Correo Gallego, 7 de Octubre de 1965.
6
De hecho esta beca fue negada a artistas como Imeldo Corral, Bello Piñeiro, Segura Torrella y el
mismo Laxeiro, que ante esta negativa tuvo que recurrir la una ayuda del Ayuntamiento de Lalín.
7
López Marina: Segura Torrella. Concello de Ferrol 2000.
8
Dica, “Pintar constituye para mí un canto a la tierra y al mar”, El Correo Gallego 5 de Abril de 1976.
9
Álvarez Alonso, “Abelardo Miguel, pintor realista expone en el Liceo”, La Región, Abril de 1956.
10
Álvarez Alonso, “Abelardo Miguel, pintor realista expone en el Liceo”, La Región, Abril de 1956.
11
Casado P., “Gentes y cosas del mar galaico: Abelardo Miguel trae a Salamanca un mensaje poé-
tico de los dulces mares célticos”, El Adelanto de Salamanca, 3 de Junio de 1967.
12
Alba, “Ferrol al Día: Abelardo Miguel”, El Ideal Gallego, 4 de Enero de 1961
13
Ferreiro Celso, “Díganos la verdad: Abelardo Miguel”, La Voz de Galicia, Octubre de 1965.
14
Alcántara, “Exposición de Abelardo Miguel en Asociación de Artistas”, El Ideal Gallego, 5 de Julio
de 1978.
15
Notas de Arte: “Exposición de Abelardo Miguel”, La Voz de Galicia, 21 de Junio de 1962.
16
Casado P., “Gentes y cosas del mar galaico: Abelardo Miguel trae a Salamanca un mensaje poé
tico de los dulces mares célticos”, El Adelanto de Salamanca, 3 de Junio de 1967.
17
Hoy en la colección del Círculo de las Artes de Lugo.
18
Todavía hoy puede verse este gran lienzo en el establecimiento del mismo nombre de la ciudad
departamental.
19
De las publicaciones pueden citarse: “Abelardo Miguel, un pintor esquencido”, en la Revista Na-
zón, “Abelardo Miguel, a plástica como expresión da identidade”, en la Revista Galega de Historia
Murguía, revista da Asociación de Historiadores Galegos, donde el pintor da nombre al ejemplar y el
lienzo “O patrón” protagoniza la portada, “Abelardo Miguel, pintor de mariñeiros”, en la Revista Raiga-
me Revista etnográfica da Deputación de Ourense y “Abelardo Miguel pintor dos Homes e Mulleres
do Mar” en la Revista Ardentía, revista de la Federación Marítima de pesca.
20
“Pontedeume presenta ó pintor Abelardo Miguel ós Premios Nacionais de Cultura Galega”. La
Voz de Galicia 29 de Abril de 2008.
21
Carballo Calero, Colección de Arte Caixa Galicia, Catálogo Estación Marítima. Fundación Caixa
Galicia, A Coruña, 1996.
22
Castro Antón, A arte galega na colección Caixa Nova. Faro de Vigo, 2003.
23
Por ejemplo... algunos personajes de Carlos Maside, en especial ciertos diseños arquetípicos de
figuras que realizaba para la fábrica de Cerámica de Cesures o los de Luis Seoane en las Cerámicas
del Castro, las peixeiras de Colmeiro...
24
López Vázquez, J. M.: El Arte Contemporáneo, en Enciclopedia temática de Galicia, Tomo Arte,
Barcelona, 1988.
25
Alcántara J. A.: “Exposición de Abelardo Miguel en Asociación de Artistas”, El Ideal Gallego, 5 de
Octubre de 1978.
26
“Pódese afirmar que los artistas galegos teñen a cor como instinto”. Martínez Murguía, M. (1886):
Los Precursores, Latorre y Martínez (eds.), Imprenta La Voz de Galicia (2º facsímil y 5ª ed.), La Coruña.
27
Albarrán Glicerio, “Abelardo Miguel expone sus óleos en Lugo”, El Progreso de Lugo, 6 de Junio
de 1954.
28
Marangoni consideraba que para reconocer el estilo de un artista “había que tener el ojo educa-
do”, es decir, ser un entendido. El estilo de Abelardo es reconocible hasta por los más profanos en la
materia.
29
Barcón C.: “Presento lo mejor que puedo ofrecer: mis mariñeiros”, El Correo Gallego, 4 de Marzo
de 1977.
30
Alba, “Ferrol al Día: Abelardo Miguel”, El Ideal Gallego, 4 de Enero de 1961.
31
Carracedo, “Artes y letras Abelardo Miguel: Variaciones de un verde de un solo tema”, El Correo
Gallego, 15 de Octubre de 1978.
32
Alcántara J. A.: “Exposición de Abelardo Miguel en Asociación de Artistas”, El Ideal Gallego, 5 de
Octubre de 1978.
33
“El Bodegón en la Historia del Arte”, conferencia de Otero Túñez en la clausura de la exposición
de Abelardo Miguel en Santiago de Compostela. El Ideal Gallego, Octubre de 1958.
34
Fidalgo, M.: “Arte en el Ferrol: Abelardo Miguel”, El Correo Gallego, 18 de Diciembre de 1962.
35
Fidalgo, M. L.: “Óleos de Abelardo Miguel expuestos en el Palacio Municipal de El Ferrol”, El
Correo Gallego, 3 de Enero de 1961.
Fig. 1. Fig. 2.
Mateo Segade Bugueiro y don Francisco Aguiar y Seijas, que fueron arzobispos
de México. Consta que el primero envió a Melide, su localidad natal, un cuadro
de la Virgen de Guadalupe. Esta es la primera noticia sobre el origen del culto
guadalupano en Galicia.
La devoción guadalupana fue especialmente difundida por los jesuitas. Por
ello no extraña encontrar una escultura de la Virgen de Guadalupe en la Iglesia
del Colegio de Jesuitas de Santiago de Compostela. Otra escultura de la Virgen
mexicana se conserva en la Iglesia parroquial de San Lorenzo de Fornelos de
Montes (Pontevedra). Fue traída por el comerciante Domingo Rubio. En la Capi-
lla de Nuestra Señora del Camino de Muros (A Coruña) se localiza lo que parece
ser un exvoto de la Virgen mexicana.
Uno de los lugares más vinculados con el virreinato fue la Catedral de San-
tiago de Compostela, según cuenta el historiador Antonio Bonet Correa1. Estas
relaciones se dieron en tres ámbitos: la importación de piezas de orfebrería, la
de imaginería religiosa, y la compra de materiales. En ella se conservan dos
pinturas guadalupanas. Una, un cobre firmado por el artista novohispano Juan
Patricio Morlete Ruiz, se ubica en la Sala Capitular (fig. 1)2. Es una obra de pe-
queñas dimensiones y gran calidad artística, pintada en 1770. Posee un rico
marco barroco de plata. Incluye las cuatro escenas de las apariciones con cartelas
rococó, y dos angelitos a cada lado de la Virgen. A sus pies figura una inscrip-
ción en la que se lee: “NON FECIT TALITER OMNI NATIONI” (No hizo lo mismo
con todas las naciones). Muestra la influencia de los grabados de los hermanos
Klauber. La composición es equilibrada, de estética rococó. De su autor sabe-
mos que fue discípulo de Miguel Cabrera. Aunque se pensaba que esta pintura
la había donado fray Antonio de Monroy en 1690, fue un regalo del canónigo
don Juan Manuel de Losada y Quiroga hecho en 17703.
El dominico mexicano fray Antonio de Monroy fue arzobispo de Santiago y
mecenas artístico de su catedral4. Cuando en 1677 fue designado General de la
Orden Dominica solicitó que le fuera enviada a Roma una pintura de la Virgen de
Guadalupe que más tarde llevó con él a Santiago y conservó hasta su muerte5.
Este cuadro se situó en un retablo costeado por él y construido por Domingo de
Andrade en 1691.
Además, Monroy donó otro cuadro de la Virgen de Guadalupe a la Cate-
dral (fig. 2). Estuvo situado en el retablo de la Capilla de Sancti Spiritus y actual-
mente se encuentra en la Capilla de las Reliquias. Es “fiel copia del Original”, sin
ningún elemento decorativo entorno a la Virgen. Data de finales del siglo XVII y
está realizado sobre madera.
El historiador Juan Manuel Monterroso sugiere que fray Antonio de Monroy
probablemente sea también el responsable de la pintura de la Virgen de Guada-
lupe que se localiza en la Iglesia pa-
rroquial de Santiago de Betanzos6. Se
ubica en la sacristía, aunque el histo-
riador Antonio Bonet menciona que
antiguamente se situaba a la entrada
de la reja del coro, mirando al altar ma-
yor. Quizás proceda del convento de
Santo Domingo, en el que fray Anto-
nio de Monroy ejerció labores de me-
cenazgo artístico entre 1700 y 17147.
Otro lienzo guadalupano se en-
cuentra en el Convento de Merceda-
rias de Santiago. Fue donado en 1690
por fray Andrés de Monroy, hermano
de fray Antonio de Monroy, y coloca-
do en el coro “con su cortina de tafe-
tán encarnado”. El dosel de tela bor-
dado que lo enmarca subraya su
sentido devocional, pues pretende
sugerir que el fiel se encuentra ante la
imagen estampada en el ayate del in-
dio. Su donación consta en el libro de
la sacristía junto a otras pinturas. Fig. 3.
Marzo de 1717 por don Andrés Vázquez Varela, natural de Betanzos12. Es “fiel
copia del Original” y data de principios del siglo XVIII. Se halla en el claustro,
aunque originariamente fue el remate del retablo mayor de la iglesia.
En la Colegiata de Vigo hubo otra, que se encuentra actualmente en el
Museo Diocesano de Tui. En la Catedral de Tui existieron tres pinturas guadalu-
panas, de las cuales se conserva una.
En la Iglesia de San Miguel dos Agros de Santiago se localiza otra del
tercer cuarto del siglo XVIII. La presencia de dos angelitos sosteniendo un rosa-
rio en la parte inferior del lienzo constituye un elemento innovador.
La calidad de puerto de Indias de La Coruña propició la llegada de bastan-
tes copias del lienzo guadalupano. La investigadora Eva Sampayo Seoane reco-
ge la información de varios inventarios post mortem coruñeses, localizando tre-
ce de estas pinturas en domicilios particulares. De ellos, solo uno data del siglo
XVII. Eran fundamentalmente objetos de devoción, cuyos poseedores no perte-
necían exclusivamente al ámbito de la nobleza.
Las obras de mejor calidad sí solían ir a parar a las familias más acaudala-
das. Un ejemplo lo constituye don Antonio Vicente Suazo Mondragón, Marqués
de Almeiras, que poseía cinco pinturas probablemente heredadas de su padre,
don Pedro Suazo, hombre de negocios Coruñés13. Fueron frecuentes los altares
dedicados a la Virgen de Guadalupe en oratorios privados, como el que existió
en el Pazo de Tor, en Monforte de Lemos. En él se conserva un cuadro de la
Guadalupana rodeado por muebles de procedencia mexicana. En el Pazo de A
Golpelleira, en Vilagarcía de Arousa (Pontevedra), reconstruido por don Diego
López Ballesteros y Mondragón con dinero traído de Nueva España, hay una
capilla dedicada a la Virgen de Guadalupe que alberga su retrato, presidiendo el
altar mayor14.
La pintura de la Virgen de Guadalupe fue traída de México por este perso-
naje hacia 1771, año que aparece citado en la leyenda situada bajo la Virgen. El
retablo en el que se encuentra fue consagrado en 1776, como figura en una
tabla que recoge las indulgencias concedidas por el Papa: “N.S.P. Pío VI, en 12
d(e) Julio d(e) 1776 conzedio Indulgencia/plenissima, i Remision d(e) todos, los
pecados, a todos los Fieles d(e)/anbos sexos, i a cada vno d(e) por si, que con-
fesados, i comulgados/visitaren, cada año la Capilla d(e) la Virgen Marª. d(e)
Guadalupe, Mexi/cana d(e) la Golpelleira, en el dia de su Milagrosa Aparicion,/a
12 d(e) Diciembre...”15.
La pintura presenta el modelo más extendido: la Virgen rodeada de cuatro
escenas que narran sus apariciones al indio Juan Diego. Se sitúan en los ángu-
los y están rodeadas de guirnaldas de flores. A los pies de la Virgen se lee una
inscripción: “El Yllmo. Sor. D. Dn. Alonso Un-/ñez de Aro y Peralta. Arzpo./de
Mexco, concede 800 días d/Indulgencia, a todos los que /rezaren una salve ante
esta Sta. Imagen pidiendo por la exaltación de Nª Sta. Fe”. Esto nos induce a
pensar que fue realizado en fecha posterior a 1771, durante el mandato de don
Alonso Núñez de Haro. Otra leyenda indica que “Está tocada su/ Sagrado Origi-
nal”, es decir, que fue copiada directamente del lienzo primitivo.
El material sobre el que está realizado este le confiere una mayor calidad
técnica y artística. Su estado de conservación es bueno en términos generales,
pero la firma de Páez no está visible. Aún así, sus características nos permiten
atribuirlo a este autor con bastante fiabilidad.
Estas imágenes guadalupanas tienen un sentido testimonial importante,
pero no llegaron a provocar que se instaurara el culto a la Virgen mexicana. En
cambio su homónima extremeña gozó de gran devoción en Galicia desde la
Edad Media. La corriente migratoria que se dirigió a México a principios del siglo
XX consiguió reactivar el culto guadalupano.
Aunque la iconografía guadalupana es la más representativa del virreinato,
en las iglesias, conventos y domicilios particulares gallegos se localizan pintu-
ras novohispanas de temáticas de origen europeo que también dan fe de estos
vínculos ultramarinos. En el citado Pazo de la Golpelleira se conserva una serie
sobre la Vida de la Virgen compuesta de dieciséis óleos sobre cobre firmados
por José de Páez: “Jph de Paez fecit”.
Este artista novohispano, seguidor del reputado Miguel Cabrera, gozó de
un inmenso prestigio y dejó una amplia producción pictórica. Las suyas son
composiciones llenas de personajes, de brillante colorido y formas idealizadas.
Actualmente el retablo alberga el lienzo guadalupano, rodeado de los dieciséis
de la Vida de la Virgen.
La serie de pinturas conservadas en el Museo de América de Madrid es
contemporánea a esta, y presenta el mismo estilo barroco tardío. También en el
Museo de Bellas Artes de Antequera (Málaga) se conserva un ciclo mariano de
procedencia novohispana, pintado por Juan Correa y Manuel Arellano.
Comienza con una representación de la Inmaculada Concepción, una de-
voción muy extendida en el virreinato aunque no demasiado representada debi-
do a que su culto estaba implícito en el de la Virgen de Guadalupe. Se asemeja
mucho a su pintura situada en el Museo de América de Madrid. La Virgen está
representada como Tota Pulchra y rodeada de alguno de sus símbolos. Sobre
su cabeza aparecen Dios Padre y el Espíritu Santo. Refleja la influencia de Murillo.
El Nacimiento de la Virgen es una escena íntima que sigue los preceptos
iconográficos de Francisco Pacheco.
La Presentación de la Virgen en el templo representa un pasaje tomado de
los Evangelios Apócrifos que muestra al sumo sacerdote recibiendo a María en
lo alto de una escalera.
Fig. 4.
Fig. 5.
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Guadalupanas y otras imágenes preferentes”. AA.VV. Discursos en el Arte.
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gaciones Estéticas, Universidad Nacional Autónoma de México, 1991. Págs.
257-293.
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Liceo Franciscano, nº 19-21. 1954. Págs. 341-343.
ESTRADA, Genaro: El arte mexicano en España. México, Ed. Porrúa, 1937.
GONZÁLEZ LOPO, Domingo L.: “Devociones marianas de origen americano en
Galicia”. AA.VV. De ida y vuelta. América y España: los caminos de la cul-
tura. Simposio Internacional de la Asociación Española de Americanistas.
NOTAS
1
Cfr. Bonet Correa, Antonio. “La presencia de América en Santiago”. Santiago y América.
Págs. 298-303.
2
Cfr. Taín Guzmán, Miguel. “La cajonería barroca de la Catedral de Santiago de Compostela:
muebles ebúrneos al servicio del Apóstol”. AA.VV. Actas del III Congreso Internacional del Ba-
rroco Iberoamericano: Territorio, Arte, Espacio y Sociedad. Sevilla, 8 al 12 de Octubre de 2001.
Pág. 747.
3
Cfr. Ibídem. 631.
4
Nacido en Querétaro en 1634, fue doctor, teólogo y catedrático. Carlos II lo nombró Grande
de España. Llevó a cabo una importante labor religiosa y artística. Murió en Santiago de
Compostela en 1715.
5
González Lopo, Domingo L. “Devociones marianas de origen americano en Galicia”. De ida
y vuelta. América y España: los caminos de la cultura. Págs. 138-139.
6
Cfr. Monterroso Montero, Juan Manuel. La pintura barroca en Galicia (Tesis doctoral). Pág. 297.
7
Cfr. Bonet Correa, Antonio. “La presencia de América en Santiago”. Santiago y América.
Págs. 298-303.
8
Archivo Histórico y Universitario de Santiago, P.N. nº 7155, fol. 13.
9
Estévez Vega, J. “Vestigios de arte inmaculista en la Provincia de Santiago”. Liceo Francisca-
no, nº 19-21. 1954. Págs. 341-343.
10
Monterroso Montero, Juan Manuel. Pintura, sociedad y mentalidad en Galicia durante los
siglos XVII y XVIII (en prensa).
11
Barral Iglesias, A. Santa María la Real de Conxo. Pág. 224.
12
Monterroso Montero, Juan Manuel. “La pintura barroca procedente de otras escuelas”. La
pintura barroca en Galicia (1620-1750) (Tesis doctoral). Capítulo V. Págs. 404-457.
13
Obradoiro de Historia Moderna, nº. 6. 1997. Págs. 276-279.
14
Tilve Jar, María Ángeles. “Pintura colonial en Vilagarcía de Arousa. José de Páez y el retablo
de la capilla del pazo de la Golpelleira”. El museo de Pontevedra, nº. 53. 1999. Págs. 211-246.
15
Tilve Jar, María Ángeles. “Pintura colonial en Vilagarcía de Arousa. José de Páez y el retablode
la capilla del pazo de la Golpelleira”. El museo de Pontevedra, nº. 53. 1999. Págs. 211-246.
INTRODUCCIÓN
Quisiera comenzar esta introducción con dos citas, la primera de María
Lind, directora del Kunstverein de Munich y de Iaspis en Estocolmo y la segunda
de Claire Bishop, una influyente crítica de arte británica, colaboradora en revis-
tas como October o Artforum. Las dos desde prestigiosas posiciones hacen hin-
capié en la actualidad de la colaboración en el arte, las dos desde distintos
puntos de vista.
Lind subraya, “...grupos de artista, círculos, asociaciones, redes, conste-
laciones, asociaciones, alianzas, coaliciones, el contexto y el trabajo en equi-
po, son todos conceptos que están sonando en el aire del mundo del arte”1,
Bishop por su parte señala, “en los últimos años, estamos asistiendo en el
mundo del arte a un resurgimiento del interés por parte de los artistas hacia
actitudes de compromiso social, en relación con la colectividad, la colabora-
ción y el compromiso directo con grupos sociales específicos (...) el espacio
de intersubjetividad creado a través de estos proyectos se convierte en el cen-
tro y medio de la investigación artística”2, estas actitudes que nunca han dejado
de estar presentes en el arte, pero que quizá estaban funcionando marginal-
mente, curiosamente han comenzado a ocupar un espacio de visibilidad signifi-
cativo a partir de los años 90, con la caída del Muro de Berlín y los regímenes
socialistas de la Europa del Este, que en sus orígenes habían vinculado la radi-
calización política con la estética. El fin del modelo bipolar y el surgimiento en
esta época de un modelo que se desliza entre lo multipolar y lo hegemónico
parece haber desviado la atención por un lado, hacia los discursos contrahege-
mónicos y por otro hacia la búsqueda de nuevos comportamientos dentro del
sistema, que permitan establecer narrativas locales frente a los discursos totali-
zadores y globalizadores.
TEMÁTICA Y ANTECEDENTES
Tres son los temas centrales que abordamos en este artículo: arte, utopía y
duelo. El arte trabajando en el campo de lo real, en este caso en colaboración
con otros. La utopía en relación a la posibilidad del arte de establecer distintos
modos de relación social desde prácticas estéticas. El trabajo de duelo como
necesidad frente a la pérdida y temática común en torno a la que se desarrollan
los distintos proyectos de estudio. En lo que sigue intentaré aclarar estos con-
ceptos y sus antecedentes más cercanos.
Si el arte se había conformado históricamente bajo la apariencia de un
objeto –un cuadro, una escultura, una instalación...– muchos artistas desde los
comienzos del siglo XX van a rechazar estos soportes y los marcos establecidos
para su recepción, estableciendo una relación directa, sin intermediario, entre
obra y realidad y trabajando en colaboración con otros. Algunos ejemplos: el 14
de abril de 1921 a las tres de la tarde, algunos dadaístas se dan cita en la Iglesia
de Saint Julien Le Pauvre, en París, su objetivo parece ser convertir la calle en un
teatro, convertir el espacio real en un escenario, tal como describe A. Breton la
tea utilizar nociones como interacción, audiencia, intenciones del artista o efec-
tividad.
En la interacción establece una continuidad de posiciones del artista, como
experimentador, informador, analista y activista, añadiendo últimamente la de
ciudadano13, en las que el artista utiliza una determinada estrategia estética, nin-
guna de ellas es fija y el artista puede operar en un punto de ellas o entre varias,
desde la subjetividad y la empatía característicos del artista experimentador a la
construcción de consenso del artista activista y que a su vez van del ámbito
privado a lo público.
En cuanto a la audiencia, Lacy propone ver la audiencia como círculos
concéntricos con membranas permeables, que permiten movimientos de un lado
hacia otro. Con esto podríamos deconstruir la noción de interactividad del artis-
ta en un modelo centrado en la audiencia. Es decir la interacción opera en am-
bos sentidos, no unidireccionalmente y se establece según los grados de com-
promiso de los participantes.
La intención del artista será otra cuestión a tener en cuenta en la evalua-
ción de un proyecto y al mismo tiempo, la potencial discrepancia entre intención
y resultados. La intención contiene las premisas de las que parte el artista den-
tro del trabajo y los valores que ensambla son la construcción de sentido del
artista. Ello, por tanto, implica un sistema de creencias y el crítico deberá enfren-
tarse a ellas personal y filosóficamente.
La efectividad es el último punto al que se refiere la autora, señalando que
a la hora de evaluarla, si bien los conceptos de cambio basados en modelos
sociológicos y políticos, extrapolados a los informes de la experiencia personal
son necesarios, también son insuficientes. Para Lacy el arte tiene más poder
cuando funciona como un símbolo y las relaciones de efectos de impacto
demostrables de una metáfora deben llevarse a cabo tanto dentro del campo de
lo social, como de la tradición estética. Por otra parte la efectividad de una ac-
ción también será establecida por su valor como experiencia, valor como mode-
lo y como duración, es decir la capacidad de generar procesos que le den con-
tinuidad a la acción.
Estas son las bases sobre las que elaboraremos el estudio, si bien, adap-
tándonos a las distintas particularidades y posibilidades que se presenten en
cada caso.
Suzanne Lacy ha llamado “arte público de nuevo género”, término acuñado por
la artista y teórica. Con él, pretendía diferenciar en forma e intención, esta toma
de conciencia desde un punto de vista estético de lo público, de las esculturas e
instalaciones situadas en parques, calles o avenidas y enmarcar una serie de
prácticas artísticas que abordaban problemáticas sociales y políticas, normal-
mente fuera de los espacios institucionalizados (museos o galerías) y que al
mismo tiempo implicaban una participación más o menos activa de la comuni-
dad a la que iban dirigidas14.
En un contexto histórico como el de los ochenta, en el que comienza el
desmantelamiento del “estado del bienestar” y del sector público, el interés por
definir el espacio público ha aumentado considerablemente entre críticos de
arte, arquitectos o urbanistas. Estos debates se encontraban profundamente
ligados a “la naturaleza de la sociedad y al tipo de comunidad política que anhe-
lamos”15 y pretendían establecer modelos a desarrollar en lo que se ha venido a
denominar como “esfera pública”. Ésta designa en términos generales, un es-
cenario en las sociedades modernas, en el cual la participación política se reali-
za por medio del diálogo. Es el espacio en el cual los ciudadanos piensan y
examinan sus asuntos comunes y por lo tanto es un escenario institucionalizado
de interacción discursiva16. En este sentido ha girado también el concepto de
arte público, entendiendo el espacio público no como un lugar físico sino como
un espacio social donde las problemáticas ciudadanas se discuten y se
consensúan o no, desde las prácticas estéticas.
Frente a esta idea de esfera pública y arte público, que practica o busca
el consenso entre partes enfrentadas o entre distintos modos de concebir un
problema, se sitúa aquella otra que piensa la esfera pública como lugar no de
consenso sino de conflicto, tal como lo plantea Chantal Mouffe, para quien el
espacio público es un lugar de disenso, ya que el acuerdo racional no se al-
canza en la práctica a través del diálogo como plantearía Habermas, sino que
existe, según la autora, una lucha por la hegemonía política desde un modelo
contrahegemónico, y siguiendo la teoría del enemigo político de Carl Schmitt,
la imposición de un modelo supone la destrucción del otro17. Llevando esto al
campo del arte público, lo que propone es un modelo de prácticas artísticas
activistas contrahegemónicas, es decir aquellas que ponen en cuestión el
modelo dominante de espacio público, e intentan construir desde su interven-
ción estética nuevas subjetividades18. Este es quizás el modelo más citado en
el mundo del arte.
Otra postura sobre la construcción del espacio público es la que desarrolla
Hannna Arendt, en la que defiende la tesis de la construcción del consenso no a
través del acuerdo racional entre distintas subjetividades, como en Habermas,
sino que este debería ser alcanzado a través de la persuasión19, tomando como
origen de su propuesta la polis clásica griega.
Cada una de las teorías políticas en torno a la noción del espacio público o
de la esfera pública, que he mencionado, ha propiciado distintas formas de en-
frentarse a este nuevo arte público, teniendo en cuenta que las prácticas estéti-
cas no son el resultado de la teoría política, ni al contrario.
Desde un artista que trabaja en colaboración con otros y/o con grupos o
redes sociales, dentro del sistema político y que busca la producción de cambios
en los modos de relación a través del consenso, al mismo tiempo que intenta
“dotar” a la comunidad, dentro de una estética “dialógica” o “conectiva”. O un
artista o colectivo que presenta en sus actuaciones estrategias para cuestionar el
propio espacio público, centrándose en el conflicto, desarrollando propuestas crí-
ticas desde el compromiso social y político, pero no aspirando a producir mas
cambios significativos que la crítica misma del sistema, al desvincularse en mu-
chos casos de las redes sociales en las que se ubican los afectados por la críti-
ca, logrando eso si cierta efectividad mediática, desde “estéticas de la acción”.
Otros se ha especializado en señalar y articular niveles de intervención
política que tienen que ver con la redefinición de lo cultural, redefinición que
convierte a lo cotidiano, lo convivencial, los lenguajes y las pequeñas socieda-
des en las que nos movemos y hacemos, en nichos políticamente relevantes,
urgiéndonos a trabajar en el cuestionamiento y la rearticulación de esos mismos
ámbitos, desde una estética “relacional”.
Aunque son las prácticas colaborativas las que más inciden en la integración
de la audiencia, como parte constituyente de la obra y como sujeto activo en la
construcción del proceso, todas las modalidades que hemos expuesto, tienen
en común ese carácter de integrar a la audiencia, a los participantes, en la obra,
de uno u otro modo, desde la persuasión hasta el pago monetario y de trabajar
con el material de la vida real. Al mismo tiempo estos tipos que acabamos de
enumerar, no dejan de ser ideales, ya que realmente no existen unas fronteras
tan claras entre las distintas prácticas artísticas que hemos presentado20.
La necesidad de integrar al público o de mantener otra relación con la
audiencia, no está solamente motivado por cuestiones de índole social o políti-
ca, sino también por las propias relaciones que la escultura urbana estaba esta-
bleciendo con el espectador.
El caso más paradigmático es el de “Titeld Arc”, de Richard Serra, una
escultura de 73 toneladas de peso y 36 metros de largo, que fue instalada en el
centro de la Federal Place, en Manhatan, en 1981 y desmantelada en 1989. El
caso es bien conocido, sólo quisiera introducir una frase de una de las trabaja-
dores del área: “Ha abatido nuestras almas cada día. Se ha convertido en un
armazón de acero oxidado y claramente, al menos para nosotros, no tiene nin-
gún atractivo. Podrá tener valor artístico pero no aquí. Y quisiera decir, en nom-
bre de todos nosotros: hágannos un favor y retírenla”21.
embargo en este caso pretendía ser, no una fiesta en honor al soberano –del
cielo o de la tierra– sino en honor a la soberanía del pueblo, aunque probable-
mente enmascarase un homenaje a Robespierre.
Si ésta experiencia fue una acción dirigida, el Carnaval será una experien-
cia estética espontánea, popular. Y me parece importante resaltar estas mani-
festaciones estéticas del pueblo, al hilo de unas declaraciones atribuidas a Charles
de Gaulle durante la revolución del 68, “cambios si, carnavalada no”, pues mu-
chas de las manifestaciones actuales toman como precedente todo el movi-
miento de protesta de estos años, tanto en América como en Europa, al menos.
Siguiendo el camino de la colaboración, otro hito que quisiéramos seña-
lar es la “Sinfonía de las Sirenas” de Arseni Avraamov. Éste organizó varios
macroconciertos, de los cuales el más sobresaliente fue organizado en el puerto
de Baku (Azerbayán) el 7 de noviembre de 1922, donde Avraamov contó con
agrupaciones corales de miles de personas a los que coordinó con el silbido
de sirenas a vapor y las alarmas de los barcos de toda la flota del Caspio,
baterías de artillería, divisiones completas de regimientos de infantería, hidroa-
viones, silbatos a vapor de veinticinco locomotoras y todas las sirenas de las
fábricas y complejos industriales de Baku. Además, ideó una serie de máqui-
nas portátiles, que llamó “Maquina de silbidos a vapor” que consistía en el
montaje de un conjunto de sirenas que eran afinadas musicalmente para po-
der interpretar el himno de La Internacional. Avraamov logró coordinar esta
sinfonía desde una torre erigida para ello, donde la batuta era suplantada por
banderas de señalización que dirigían paralelamente a los barcos de la flota
petrolífera, los trenes de la estación, los astilleros, los autotransportes y las ma-
sas corales obreras24.
Avraamov no quería que hubiese espectadores, sino que todos participa-
sen en el proceso de la obra a través de sus exclamaciones y cánticos, unidos
todos ellos en una misma voluntad revolucionaria.
Otro precedente, son las “Estaciones Dadá”, que como señalábamos en la
introducción se inauguraron en 1921, con una visita a la iglesia de Saint Julien-
le-pauvre. En el no sólo participaron artistas sino también una audiencia de cien
o doscientos espectadores que deseaban tener nuevas experiencias. A. Breton
leía un manifiesto en el atrio de la iglesia, pero como en el caso de la “Fiesta del
Ser Supremo”, una lluvia torrencial arruinó la jornada. Otras visitas estaban anun-
ciadas, con la intención de recorrer la ciudad caminando y visitando los lugares
más banales de la ciudad25.
También será Breton junto con Aragon, Maurice y Vitrac, el que continuará
la senda de la deambulación, en 1924. En este caso regida por el azar, y como
decíamos, este viaje se convertiría en una forma de experimentación de la escri-
tura automática en el campo de lo real, que después será recogida y reelaborada
por los situacionista a partir de los años 50, con Guy Debord a la cabeza y con la
teoría de la deriva situacionista.
Estas acciones, las excursiones dadaístas y surrealistas y la deriva
situacionista, tenían en común la intención de subvertir las subjetividades domi-
nantes sobre la experiencia del espacio, rural o urbano, llevando a cabo nuevas
modos de relación con el entorno.
A finales de los años 50 y 60, aparecerán distintos, individuos, colectivos y
movimientos “artísticos” que intentarán borrar las fronteras entre arte y vida,
grupos como Fluxus, experiencias como el happenning, artistas como Maciunas,
Beuys o Kaprow, son sólo algunos de los precedentes de lo que se ha venido en
llamar arte contextual, relacional, colaborativo...
a su actividad, como los que proponen las distintas teorías estéticas que hemos
ido señalando29.
El primer proyecto de estudio será el desarrollado en el barrio de Antioquía,
en Medellín, un barrio asolado por la violencia, por la artista norteamericana
Suzanne Lacy y la antropóloga colombiana Pilar Riaño-Alcalá, dentro de “La
piel de la memoria” y titulado “El bus de la memoria” entre los años 1998-
1999. Trabajaron en colaboración con un equipo multidisciplinar de historiado-
res, arquitectos, artistas, trabajadores sociales, educadores y con jóvenes del ba-
rrio, líderes comunitarios y distintas organizaciones, cívicas y gubernamentales.
La propuesta fue realizar un museo transitorio como contenedor de obje-
tos de duelo donados por los habitantes del barrio, al exhibirlos funcionarían
como promotores del duelo al hacer público el dolor. Al mismo tiempo se reali-
zarían talleres en los que se intercambiarían ideas, se dotaría de herramientas
de trabajo a los participantes con la idea de que no fuese una actividad pasiva,
sino que los participantes a los que iba destinado el proyecto fuesen al mismo
tiempo sus productores.
El segundo proyecto se titula “Carteles viales”, elaborado por el Grupo de
Arte Callejero en colaboración con H.I.J.O.S, primero en Buenos Aires y des-
pués en distintos lugares de Argentina entre 1998-2001, éste se centra en la
denuncia de los crímenes de estado de la dictadura Argentina y de la puesta en
evidencia de los criminales y los lugares donde estos hechos ocurrieron. Esto
se llevó a cabo a través del “escrache”, definida por la academia Argentina de
las Letras como “denuncia popular en contra de personas acusadas de violacio-
nes a los derechos humanos o de corrupción, que se realiza mediante actos
tales como sentadas, cánticos o pintadas, frente a su domicilio particular o en
lugares público”. Durante las manifestaciones los miembros del GAC colocaban
señales viales: preventivas (amarillas), informativas (azules) y reglamentarias (ro-
jas y blancas), que informaban sobre antiguos centros clandestinos de deten-
ción y domicilios de las personas implicadas en los genocidios.
En tercer lugar relizaré un análisis del “work in progress”, “Index of the
disappeared”, relizado por Marian Ghani y Chitra Ganesh, entre el año 2004 en
adelante. En este proyecto las artistas recogen testimonios de inmigrantes, per-
didos en lo que Ghani llama la abstracción de la legalidad, y a partir de éstos
elaborar términos y lenguajes en los que el tema de la inmigración pueda ser
reenmarcado. Para ello realiza una base de datos “cálida” con información no
cuantificable, esto lo hace a través de la realización de una página web interactiva
en la que los visitantes pueden responder a las distintas preguntas que plantea,
el trabajo se completa con un vídeo y un archivo físico de los datos. (...)
Todos los trabajos que exponemos plantean la necesidad de un cambio
social y político, desde una actitud que pretende de algún modo reparar la
Detalle de la instalación en el Bus-museo mostrando los objetos recogidos por los vecinos del barrio
Antioquía.
CARTELES VIALES
GAC E H.I.J.O.S. 1998-2001
Entre los años 1976 y 1983 Argentina estuvo gobernada bajo una dictadu-
ra militar, en la que se sucedieron tres presidentes, y cuya gestión financiera
desarticuló todas las estructuras productivas del país. Al mismo tiempo se llevó
a cabo un proceso de represión en el que miles de personas, fueron torturadas,
secuestradas y asesinadas. Muchas de ellas desaparecieron, dejando rastros
profundos en la memoria de toda la nación. Todavía hoy podemos ver a la agru-
pación de las “Madres de la Plaza de Mayo” manifestándose, para poder al me-
nos enterrar en el recuerdo a hijos, amigos o familiares, denunciando el olvido y
la necesidad de la memoria como herramienta del duelo, como la única manera
de restaurar la ausencia y la pérdida.
La ley de Punto final y Obediencia debida, promulgadas durante el gobier-
no de Raúl Alfonsín, –en la que se extingue toda acción penal contra personas
que hubiera cometido delitos vinculados a la instauración de formas violentas
de acción política hasta el 10 de diciembre de 1983– y el indulto decretado por
Carlos Menem, supuso otra herida entre todo un sector de la población, que
había vivido en carne propia los brutales efectos de la dictadura.
Numerosos colectivos de derecho humanos, asociaciones civiles y otros
organismos se han manifestado desde entonces contra la impunidad de milita-
res, fuerzas policiales, penitenciarias y civiles.
Entre estos colectivos están también grupos de artistas, que trabajan den-
tro del ámbito del activismo político y buscan desde la acción estética el fin de la
impunidad.
Uno de estos colectivos en Argentina, es el GAC, Grupo de arte callejero,
que junto al colectivo de derechos humanos H.I.J.O.S., Hijos por la identidad y
la justicia contra el olvido, realizó el proyecto “Carteles Viales”, señalando los
lugares en que se ubicaban los ex-centros clandestinos de detención, que supe-
raron los trescientos sesenta.
Así describen sintéticamente los miembros del GAC este proyecto:
“Este trabajo comenzó en febrero de 1998, cuando decidimos señalizar los
ex centros clandestinos de detención (CCD). Los CCD, que superan los 360,
existieron en toda la extensión de nuestro territorio y constituyeron el material
indispensable de la política de desaparición de personas. Allí vivieron su des-
aparición todos los hombres y mujeres ilegítimamente privados de la libertad
durante la última dictadura militar. Se tomó el código institucional de señali-
zación vial para denunciar aquello que las mismas instituciones quieren man-
tener oculto.
Nos conectamos con la agrupación H.I.J.O.S. (Hijos por la Identidad y la Justi-
cia contra el Olvido y el Silencio), que ya venían trabajando en los ‘escraches’
(la palabra ‘escrache’ pertenece a la jerga y significa ‘poner en evidencia’).
Como objetivo tiene la condena social a los militares genocidas y sus cómpli-
ces de la última dictadura militar (...)
A raíz de la inclusión de la señalización vial en los escraches, nuestro proyecto
se concreta y amplía, ya que a través de la propuesta de H.I.J.O.S., los carteles
también pasaron a denunciar domicilios de genoicidas y torturadores, con el
pedido expreso de ‘Juicio y Castigo’. Al principio se utilizaron tres tipos de
señales: preventivas (amarillas), informativas (azules), y reglamentarias (blan-
cas y rojas); luego se fueron agregando otras vinculadas al diseño creado para
el Parque de la Memoria”.45
En la tradición del arte activista pero más ligado a formas colaborativas de
protesta y estéticas cotidianas, se encuadra “Carteles viales” que se desarrolla
simultáneamente a “Juicio y castigo”, ambos en colaboración con H.I.J.O.S. Ínti-
mamente relacionado con estos trabajos, está también la obra de arte público
en el “Parque de la memoria” titulado “Carteles de la memoria”.
El trabajo con grupos sociales de base, había sido ya una herramienta
utilizada por artistas activistas en los años ochenta46, así como las señalizacio-
nes, como es el caso de Lorraine Leeson y Peter Dunn, en el que sus fotomontajes
en el East London mostraban cuestiones ligadas a la escena política local47. La
utilización de carteles como método de acción político-estética “se propaga desde
Europa (desde la revolución rusa de octubre de 1917) hasta los Estados Unidos,
pero también colaborar con las quiebras del nucleo cultural y sistémico que se
encuentran por debajo de los acontecimientos actuales. Nuestra creencia co-
mún es que una toma de conciencia más profunda puede ser activada, por un
compromiso tanto con la forma, como con el contenido y un profundo compro-
miso con el medio y los materiales a través de los cuales las ideas del arte
político son comunicadas. En el proyecto Desaparecidos, recogemos de la
vidas comunes del desaparecido los datos incuantificables, que de otro modo
pasarían desapercibidos.
(...) Nuestra investigación artística por lo tanto, existe en continua tensión entre
la colaboración con el movimiento activista hacia la construcción de una histo-
ria colectiva, y un esfuerzo por reconceptualizar los términos a través de los
cuales la historia se cuenta. Buscamos las grandes posibilidades de lo visual
como un lugar donde llegar a ‘las audiencias’ cara a cara, con los detalles
específicos de vidas que se ven influidas por las desapariciones tras el 11S,
pero también colaborar con las quiebras del núcleo cultural y sistémico que se
encuentran por debajo de los acontecimientos actuales. Nuestra creencia co-
mún es que una toma de conciencia más profunda puede ser activada, por un
compromiso tanto con la forma, como con el contenido y un profundo compro-
miso con el medio y los materiales a través de los cuales las ideas del arte
político son comunicadas. En el proyecto Desaparecidos, recogemos de la
vidas comunes del desaparecido los datos incuantificables, que de otro modo
pasarían desapercibidos. Creamos un espacio para que esta información pue-
da ser leída y examinada sin haber sido reducida, para encuadrarlo en un en-
trecruzamiento de narrativas no lineales donde el significado es producidos
tanto en la convergencia como en la disyunción entre texto e imagen.
A través de esta traducción activa de ‘datos brutos’ y opciones formales que
perturban modos de ver convencionales, el proyecto desaparecidos tiene como
objetivo elaborar un lenguaje visual que realmente resista las convenciones
descriptivas y narrativas 1:1 acumulado en las relaciones jurídicas y el trata-
miento mediático de la detención y casos de deportación. Nuestra convicción
es que sólo a través de ese lenguaje visual de resistencia pueden matizarse las
representaciones y ser articulados análisis claros”56.
CONCLUSIONES
Diversas preguntas han ido surgiendo a lo largo del trabajo de investiga-
ción, que hemos dejado en suspenso. En principio nos preguntábamos ¿Puede
el arte, “todavía”, no solamente plantear modelos estéticos utópicos, sino tam-
bién desarrollar proyectos artísticos que sean capaces de facilitar la comunica-
ción social y el diálogo o que produzcan un cambio social? y ¿Tiene la estética
la capacidad “práctica” que le otorgan algunas teorías?
En la pregunta inicial, partíamos quizás de una idea previa, en la que el
bombardeo de paisajes distópicos, de imágenes de un mundo cambiante hacia
mundos de alienación cuando no de horror y destrucción, de Metrópolis a Blade
Runer, de 1984 a Un mundo feliz, nos hacían pensar el futuro en términos
distópicos. Esto es de algún modo una postura de resistencia al cambio, ya que
toda transformación, según esta idea, nos llevaría a un lugar peor al que vivi-
mos. Sin embargo hemos vivido entre estas imágenes y tal vez las hemos asu-
mido, estéticamente unas veces y discursivamente otra. Esa es también en el
fondo la idea de Fukuyama, y su fin de la historia –por una parte en las socieda-
des occidentales no tienen lugar contradicciones sociales que propugnen una
transformación del sistema político y por otro todos los demás modelos políticos
han fracasado. Por lo tanto vivimos en el mejor mundo posible–.
“¿Cómo hablar de utopía, sin decir utopía?”, éste es el título de una expo-
sición celebrada en San Francisco este año, su título es bastante revelador, sitúa
a la misma palabra en los márgenes, sólo sin nombrarla podremos hablar de
ella. Su propio peso, su propia historia la hace inoperante. Por eso decidimos al
titular el estudio, elegir un complemento de lugar, los microcampos. Los micro-
campos de la utopía, pequeños espacios de sociabilidad donde todavía podría-
mos posibilitar espacios de consenso, pequeños mundos, comunidades electi-
vas en la que desarrollar nuevos modelos para estar-con o entre, nuevos modos
de relación entre sujetos y con las cosas.
Por otro lado al hablar de los paisajes del duelo, buscábamos una alterna-
tiva a los paisajes del horror y la catástrofe, paisajes que parecían estar exten-
diéndose en el discurso actual del arte.
Frente al paisaje del horror, otros espacios, como los que presentamos, tal
vez no tan atrayentes estéticamente –pues no ejercen la fascinación de la mani-
festación del poder como la que ofrece “El triunfo de la voluntad”, ni la de la
morbosidad del cuerpo despedazado, ese lugar entre la atracción y la repulsa
hacia la visión del cadáver, que los recientes genocidios nos han mostrado
compulsivamente en los medios, revisitando la iconografía del Holocausto– pero
con componente éticos, políticos y sociales que los hacen “útiles”, esa palabra
casi herética en el mundo del arte, que intentan en este caso llevar a cabo el
trabajo de duelo, que no muestran la sangre, ni el cadáver, sino el espacio de la
ausencia, el vacío dejado por el otro y al mismo tiempo su presencia constante,
prosopopeya y aporía diría Derrida en sus Memorias para Paul de Man.
Los trabajos que hemos analizado, planteaban la necesidad y la posibili-
dad de cambios, personales, sociales o políticos, desde la interacción con otros
sujetos a través de distintas experiencias estéticas, unas desde la investigación
antropológica, otras desde la acción política, otras desde el análisis del lengua-
je. Todas, llevando a cabo acciones sociales, en contextos específicos en los
que la construcción de la memoria, del espacio, de la imagen prototípica, de la
ley en definitiva, era subvertido, para en sus quiebras, poner en evidencia las
relaciones de poder encubiertas que gestionan, los modelos sociales y políticos
que sancionan, desde lo que podríamos llamar una “razón cínica”. Esta ideolo-
gía, llamémosle ideología, “se apodera de nosotros cuando no sentimos oposi-
ción alguna entre ella y la realidad, cuando consigue determinar el modo de
nuestra experiencia cotidiana de la realidad”60, buscar en las brechas, en las
fracturas de sentido será la única posibilidad que quede, convirtiendo la fractura
misma, las pequeñas posibilidades que el sistema deja para configurar nuevas
visiones de lo cotidiano, estos nuevos modos de relación a los que hemos aludi-
do en numerosas ocasiones. Esto es lo que consiguen, en nuestra opinión, es-
tos trabajos, ya que son capaces de construir nuevos imaginarios, más demo-
cráticos, más justos, entre todos, a través de la colaboración es posible construir
espacios que no serían posibles de otro modo. Una diferencia en el método y
también en el resultado. Al mismo tiempo, como hemos señalado más atrás,
sería ingenuo pensar que la práctica estética por si sola puede producir cam-
bios estructurales en el tejido social, pero cualquier pequeño cambio ha de ser
bienvenido. De todos modos, pienso que es necesario, que sean cada vez más
las propias comunidades las que opten por llevar a cabo sus propias iniciativas,
ya que por una parte son las que mejor conocen las realidades locales y por otra
la experiencia estética promovida desde fuera no deja de ser una experiencia en-
latada, artificial. Será de este modo como tal vez se logren los mejores resultados.
¿Por qué asignarle a la experiencia estética el valor o la capacidad de trans-
formación y no a otro tipo de experiencia? Si utilizamos la terminología de Jonh
Dewey, la experiencia es la acción llevada a término, y esta experiencia en Dewey
es estética, “con un modelo y una estructura, no es solamente un hacer y pade-
cer, sino que consiste en éstos y sus relaciones”61 y su valor no radica tanto en el
objeto o situación como en sus consecuencias y efectos a largo plazo sobre el
que la experimenta.
Las prácticas artísticas colaborativas inciden, como hemos visto, en estos
aspectos al establecer nuevos modos de relación en las experiencias cotidia-
nas, intentando producir memoria más allá de la acción, de modo que la expe-
riencia sea trasladada a otros enriqueciéndose y reaccionando.
Desde sus inicios marginales y casi ajenos al mundo institucional del arte,
a su actual situación, en la que proliferan este tipo de prácticas, pero en muchos
casos encorsetadas, ya dentro de la “institución arte”, creemos que si bien cier-
tas actuaciones como las que hemos estudiado abren la fractura y la resignifican,
otras funcionan como argamasa, tapando grietas, volviendo a colocarle la más-
cara ideológica a una realidad que necesitamos ocultar para que sea, paradóji-
camente, visible, a través de la fantasía o de lo que sea aquello que la estructura.
FUENTES
Imágenes:
Página personal de Suzane Lacy: www.suzannelacy.com, e imágenes cedidas
por Pilar Riaño.
Textos:
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Archivos sonoros:
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en: http://www.sarai.net/publications/
GHANI, M. (2005): “Divining the Question: An Unscientific Methodology for the
Collection of Warm Data” en Viralnet, 2, http://www.integr8dmedia.net/
viralnet/2006/2006_ghani.html
— (2008): “New world borders”, ensayo y “redacción corregida” para el pro-
yecto “Index of the disappeared” como contribución al periódico Common
Possibility, producido para la exposición Possibility, How to Talk About Utopia
Without Saying Utopia (un proyecto de Anthony Marcellini y Matthew David
Rana) y distribuido en San Francisco en abril del 2008.
BIBLIOGRAFÍA GENERAL
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NOTAS
*
Extracto del trabajo de investigación en el curso de doctorado: Sociedad, Poder y Cultura en
la Historia. Bienio 2006-8. Directora: Mª Victoria Carballo-Calero Ramos. Línea de investigación:
Tradición e modernidade na arte contemporánea. Universidad de Vigo.
1
Lind, M. (2007): “The collaborative turn” en VVAA ed.: Taking the matter into common hands.
On contemporary art and collaboratives practices, London, Black dog publishing, pp. 15-31.
2
Bishop, C. (2007): “The social turn. Collaboration and its discontents” en Artforum, feb. 2006
(version digital) http://artforum.com/inprint/id=10274, desde un distinto punto de vista.
3
Lacy, Suzanne (1996): “Cultural pilgrimages and metaphorics journeys” en Lacy, S. ed.:
Mapping the terrain. New genre public art, Seattle, Bay Press, pp. 19-47.
4
“Nos hemos imaginado guiando a nuestro público a los lugares en los que podríamos mante-
ner mejor su atención que en un teatro, porque el mero hecho de ir allí entraña una cierta predis-
posición por su parte. Las visitas, de la que Saint-Julien-le-Pauvre, fue la primera de una serie, no
tiene absolutamente ningún otro pretexto” en Breton, A.: (2003): “Artificials hells. Inauguration of
the ‘1921 Dada Season’” en October 105, summer 2003, pp. 137-144.
5
López Rodríguez, S. (2005): Orientación y desorientación en la ciudad. La teoría de la deriva.
Indagación en las metodologías de la ciudad desde un enfoque estetico-artístico, Granada, Edi-
torial Universidad de Granada, p. 61, disponible en http://adrastea.ugr.es/record=b1579337*spi
6
Ardenne, P. (2006): Un arte contextual. Creación artística en medio urbano, en situación, de
intervención, de participación, Cendeac, Murcia, p. 65.
7
Idem. p. 125.
8
“La cultura estética, como cultura de la limitación, es para Schiller una estética prepolítica. La
determinación estética es la indeterminación existencial, ética, religiosa y política. Simplemente,
educa al individuo para que pueda ser, para que pueda ser libre, le devuelve la libertad. Y en ese
sentido lo estético es para Schiller una ‘segunda Naturaleza’. La cultura es el camino para llegar
a la naturaleza, para poder realizar la humanidad, no ‘en’ sino, ‘del’ individuo. Pero matizando,
no se trata de la cultura tradicional del héroe, en cualquiera de sus manifestaciones aisladas,
sino del individuo en sociedad, del ciudadano. Esta educación estética tiene su plasmación en lo
que para Schiller es la obra de arte total por excelencia: La libertad política” en Molinuevo del
Bujo, J.L. (2005): “La ciudadanía estética” en Fedro, Revista de estética y teoría de las artes.
Número 3, pp. 41-51.
9
Proudhon, P.J. (1875): Du principe de l’art et de sa destination sociale, Libreire internationale
A. Lacroix et Cª, editeurs, París, sobre todo las conclusiones, pp. 369-376.
10
Benjamin, W. ([1936]2003): La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica,
Mexico, Ítaca, en el último párrafo Benjamin anota: “La humanidad, que antaño, en Homero, era
un objeto de espectáculo para los dioses olímpicos, se ha convertido ahora en espectáculo de sí
misma. Su auto-alienación ha alcanzado un grado que le permite vivir su propia destrucción
como un goce estético de primer orden. Este es el esteticismo de la política que el fascismo
propugna. El comunismo le contesta con la politización del arte”.
11
Freud, S. ([1915]): “Duelo y melancolía” en Obras completas de Sigmund Freud, vol. 7, Ma-
drid, Bilioteca Nueva, pp. 2.091-2.100.
12
Lacy, S. (1996): “Debated territory: toward a critical language for public art” en Lacy, S. ed.:
Mapping the terrain. New genre public art, Seattle, pp. 171-185.
13
Lacy, S. (2005): “Hacer arte público como memoria colectiva, como metáfora y como ac-
ción” en Riaño-Alcalá, P. ed.: “Encuentros artísticos con el dolor, las memorias y las violencias”
en Iconos. Revista de Ciencias Sociales, 21, p. 92 Disponible en: <http://redalyc.uaemex.mx/
redalyc/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=50902109>
14
Lacy, S. (1996): “Cultural Pilgrimages and metaphotic journeys” en Lacy, S. ed.: Mapping the
terrain. New genre public art, Seattle, pp. 19-47.
15
Deutsche, R. (2001): “Agorafobia” en Blanco, Carrillo, Claramonte y Expósito, M. eds.: Mo-
dos de hacer. Arte crítico, esfera pública y acción directa, Ediciones Universidad de Salamanca,
Salamanca, p. 289.
16
Sobre la noción de esfera pública la obra fundamental y que da comienzo a todas sus inter-
pretaciones es la de Jürgen Habermas (1981[1962]): Historia y crítica de la opinión pública. La
34
Marcel Duchamp citado por SARGEANT, W., “One-man show in suitcase”, en Life magazine.
28 de abril de 1952.
35
Hoyos Agudelo, M. (2001): La piel de la memoria. Barrio Antioquía: pasado, presente y futuro,
Corporación Región, Medellín, p. 22, disponible en: www.region.org.co/elem_prov/pdf/LIBRO-
La-piel-de-la-memoria.pdf
36
Ibid., p. 61-6.
37
Lacy, S. en Riaño-Alcalá, ed. (2003), p. 38.
38
Lacy, S., Riaño-Alcalá, P. (2006): “Medellin, Colombia: Reinhabiting Memory”, Art Journal,
vol. 65, 4, pp. 96-112.
39
Lacy, S. en Riaño-Alcalá ed. (2003), p. 39.
40
“Con respecto a la participación de los habitantes ésta se dio en mayor medida en el campo
de la observación (52%), pero en este caso no podemos olvidar que 500 vecinos prestaron obje-
tos preciados para ellos de los que 474 se exhibieron, además cerca de 1.500 personas escribie-
ron cartas y mensajes con deseos de bienestar para el futuro del barrio”. Hoyos Agudelo, M.
(2001), p. 92.
41
Ibid., p. 91.
42
Lacy, S. en Riaño-Alcalá, ed. (2003), p. 38.
43
Riaño-Alcalá, P. (2005), p. 103.
44
Hoyos Agudelo, M. (2001), p. 90-1.
45
Texto del GAC disponible en: http://gacgrupo.ar.tripod.com/escraches.html
46
En la sucinta tipología de los orígenes del arte activista que realiza Lucy Lippard, al tercero lo
define como “artistas sociales que trabajaban fundamentalmente fuera del mundo del arte con
grupos de base”, Lippard, L. (2001): “Caballos de Troya: arte activista y poder” en Wallis, B. ed.:
Arte después de la modernidad. Nuevos Planteamientos en torno a la representación, Akal, Ma-
drid, p. 350-1.
47
Ibid., p. 346.
48
Ardenne, P. (2007), p. 71.
49
El proyecto se puede consultar en http://www.malagana.com/lima/index.html
50
La Academia Argentina de Letras en su Diccionario del Habla de los Argentinos, define el
escrache como una “denuncia popular en contra de personas acusadas de violaciones a los
derechos humanos o de corrupción, que se realiza mediante actos tales como sentadas, cánticos
o pintadas, frente a su domicilio particular o en lugares públicos”.
51
VV.AA. (2003): “Encuentro Multiplicidad” en Ramona, nº 33, pp. 28-31.
52
Lippard, L. (2001): “Caballos de Troya: arte activista y poder” en Wallis, B.: Arte después de
la modernidad. Nuevos planteamientos en torno a la representación, Akal, Madrid, p. 345.
53
Información de la base de datos de desaparecidos y asesinados en Argentina mantenida en
la página web del “Parque de la memoria”. Este parque se extiende a las orillas del Río de la Plata
y cuenta con obras de diferentes artistas en memoria de los desaparecidos, entre estos se en-
cuentra el GAC, disponible en: http://www.parquedelamemoria.org.ar/base/index.htm
54
Riaño-Alcalá, P. (2003), p. 18.
55
Deutsche, R. (2001): “Agorafobia”, en Blanco, Carrillo, Claramonte y Expósito: Modos de
hacer. Arte crítico, esfera pública y acción directa, Ediciones Universidad de Salamanca,
Salamanca, pp. 289-356.
56
Ghani, M. y Ganesh, Ch. (2005): “Towards a visual language of resistance: notes on the
disappeared” en Sarai Reader 05.Bare Acts, Delhi, pp. 154-161, disponible en: http://www.sarai.net/
publications/readers/05bareacts/08_chitra_ghani.pdf
57
Zizek, S. (2008): “Arte e ideología en Hollywood. Una defensa del platonismo” en VV.AA.:
Arte, ideología y capitalismo, Ediciones del Círculo de Bellas Artes, Madrid, p. 11.
58
Brea, J.L.(2002): La era postmedia. Acción comunicativa, prácticas (post)artísticas y disposi-
tivos neomediales, eBook pdf, sin lugar de edición, p. 102, disponible en: http://www.laerapost
media.net/
59
A esta figura J. Martín Prada le llama “prosumidor” en su artículo “La creatividad de la multi-
tud conectada y el sentido del arte en el contexto de la web 2.0” en Estudios visuales nº 5, pp. 66-
79. En él dibuja un panorama de colaboración y de creatividad, tal vez demasiado optimista y
parece olvidarse que los creadores de las plataformas de “webs sociales” –Youtube, Flikr,
Myspace– son grandes empresas multinacionales y que las inserciones publicitarias que contie-
nen no se las pagan a ese “prosumidor”.
60
Zizek, S. (2003): “Cómo se inventó Marx el síntoma” en Zizek, S. comp.: Ideología: un mapa
de la cuestión, FCE, Buenos Aires, p. 366.
61
Dewey, J. ([1934]2008), pp. 41-65.
Nos une este día para recibir como académico honorario a una personali-
dad especialmente significativa para Galicia, D. Isaac Díaz Pardo. Este nombra-
miento supone el cumplimiento de una deuda que la Academia tiene con una
generación que se forma en los años de la República y que supo mantener un
compromiso de lealtad con los principios culturales, sociales y políticos que
forjaron su personalidad hasta el presente. El nombramiento del nuevo acadé-
mico, ineludiblemente, nos trae a la memoria a aquellos compañeros de viaje
con los que se sintió unido tanto desde el punto de vista generacional e ideoló-
gico como, en muchos casos, personal. Nombres como los de los artistas Luis
Seoane, Carlos Maside, Laxeiro, Colmeiro, los hermanos Eugenio y Mario
Fernández Granell, entre otros, forman parte de la memoria colectiva de la van-
guardia plástica gallega con la que Isaac Díaz Pardo se relacionó y entró a for-
mar parte activa tanto desde Galicia como desde el otro lado del océano, en la
República Argentina.
La conocida modestia del nuevo académico me lleva a orientar mis pala-
bras hacia un tema que D. Isaac obvia habitualmente, dado que a él no le gusta
hablar de si mismo, es por ello que voy a permitirme hacer una breve semblanza
de su dilatada e intensa actividad vital en pro de las artes y la cultura, empresa
que trataré de resumir por evidentes razones de tiempo, con el consiguiente
riesgo de omitir alguna faceta que hubiera sido necesaria ser mencionada.
De Isaac Díaz Pardo no sólo se puede hablar de una actividad específica
ya que nos encontramos ante una personalidad polifacética en el amplio senti-
do de la palabra. Intelectual, pintor, ceramista, empresario, escritor, editor,
diseñador, ilustrador, cartelista, escenógrafo, gestor y promotor cultural, defen-
sor a ultranza de la cultura gallega, de la libertad y de la pluralidad, son algunos
de los calificativos que definen sus inquietudes a lo largo de toda su vida.
Isaac Díaz Pardo nace en Santiago de Compostela en 1920 fruto del matri-
monio de Camilo Díaz Baliño y Antonia Pardo Méndez. Su padre, de profesión
escenógrafo, pintor y cartelista, influirá notablemente en las cualidades artísti-
cas de Isaac quien desde muy pronto lo ayuda en su trabajo. En esos años de
infancia y adolescencia el taller paterno se convirtió en punto de encuentro de
gran parte de la intelectualidad galleguista en tiempos de la II República. Eran
frecuentes las visitas de artistas, intelectuales y políticos, entre los que se pue-
den citar a Castelao, Antonio Fraguas, Anxel Casal, Vicente Risco, Ramón Otero
Pedrayo, Ramón Cabanillas, Valentín Paz Andrade, Asorey, Eugenio Souto
“Compostela”, Arturo Cuadrado, Luis Seoane o Francisco Fernández del Riego,
entre otros.
El estallido de la Guerra Civil trunca una tranquila vida familiar ya que el
14 de agosto de 1936 su padre fue asesinado en Palas de Rei e Isaac tuvo que
esconderse en casa de unos tíos en A Coruña durante medio año para evitar
posibles represalias. En 1938 muere su madre y comienza a sentirse atraído
por la pintura de retrato que le llevará, en 1940, a optar por una beca de la
Diputación de A Coruña que le permite iniciar los estudios de Bellas Artes en
la Escuela de San Fernando de Madrid. Termina sus estudios en 1942 y viaja
a Italia gracias a la beca Conde de Cartagena. A su regreso cubre una plaza
de profesor auxiliar de dibujo en la Escuela de Bellas Artes de San Jordi de
Barcelona.
En 1945 contrae matrimonio con Carmen Arias Montero que también había
cursado estudios de Bellas Artes en la Escuela de San Fernando. Ejerce como
pintor desde 1943 hasta 1948 realizando exposiciones por diferentes puntos de
España entre los que se pueden citar la Sala Gaspar de Barcelona, la Galería
Vilches y el Círculo de Bellas Artes de Madrid, la Galería “Da Vinci” de Londres o
la Asociación de Artistas de A Coruña.
Su pintura de estos años responde a los cánones clasicistas de la pintura
italiana manierista y barroca, aunque teñidas del drama que los tiempos y el
carácter gallego matizaba. El fundamento de su pintura estriba en un poderoso
dibujo con el que construía formas rotundas, contundentes, de un potente mo-
delado escultórico y con una factura muy próxima a los cánones académicos
del depurado tratamiento de la luz y de la exquisita gradación tonal. Esta mane-
ra de hacer era aplicada a una temática muy variada en la que abundan las
grandes composiciones, el retrato, las maternidades y el desnudo, un repertorio
que le reportará numerosos encargos de la burguesía acomodada de la primera
posguerra.
En 1949 funda la fábrica de cerámicas de O Castro con la ayuda de los
socios José Rey Romero y Federico Nogueira. Este proyecto será el inicio de
una dilatada profesión como empresario y artista en el proceso de la cerámica
Acto de toma de posesión como Académico de Honor de don Isaac Díaz Pardo. Salón de actos de la
R.A.G.BB.AA., 16 de junio de 2009. (Foto F. Torrecilla).
popular, tenía que soportar esos lienzos en los que pintaba el retrato de hom-
bres pudientes de las ciudades”. Un pensamiento en la línea de los intelectua-
les exiliados en Buenos Aires, especialmente Luis Seoane, Lorenzo Varela,
Arturo Cuadrado, etc. Finalmente, después de sopesar la aventura que iba a
afrontar, en 1955 acepta la propuesta de instalarse en Argentina y montar la
fábrica de cerámica en Magdalena. Una fábrica que dirige hasta 1968 y que le
obligará a realizar un intenso periplo de veinte viajes entre Galicia y Argentina.
Esa estancia intermitente entre los dos continentes le aporta el encuentro con
los exiliados gallegos, especialmente con Luis Seoane, Rafael Dieste, Arturo
Cuadrado, Lorenzo Varela, Núñez Búa, Arturo Baltar y otros, así como conocer
una realidad social y cultural más avanzada que la de España de los años
cincuenta. Con estos gallegos exiliados colaborará en numerosas actividades
culturales y se convertirá en un puente de unión entre el exilio gallego en Ar-
gentina y los intelectuales galleguistas residentes en Galicia durante los años
de la dictadura.
Isaac Díaz Pardo, apartado ya de los circuitos comerciales, seguirá pin-
tando durante los trece años que vive entre Magdalena y O Castro, adoptando
una libertad estilística y una búsqueda de nuevos lenguajes que se percibe en
muchos de sus lienzos. La temática social surge en los primeros óleos realiza-
dos en Argentina, en cierta forma muy en la línea de las ideas de los intelectua-
les gallegos exiliados. Pero al margen de la temática social se percibe en Isaac
Díaz Pardo un deseo por adquirir un lenguaje plástico acorde con los nuevos
tiempos, de ahí los múltiples estudios de un mismo desnudo que representa
con diferentes facturas que abarcan desde una figuración expresionista hasta
otros en los que el constructivismo geométrico tiene una fuerte presencia. Tam-
bién este tipo de investigación se percibe en una iconografía clásica como la
de Adan y Eva, inspirada en la representación de Alberto Durero. Desde 1960
hasta 1966 Isaac Díaz Pardo hace variaciones sobre el tema de resultados tan
diferentes que abarcan desde una figuración de gran robustez hasta una sín-
tesis geométrica muy próxima a la abstracción en la que el tema se diluye y
sólo queda el recuerdo de dos figuras que mantienen una misma expresión
corporal.
Probablemente detrás de toda esta evolución plástica se percibe la estre-
cha relación de amistad que establece con Luis Seoane, perfecto contrapunto
ideológico para el carácter emprendedor y empresarial de Isaac. Esta intensa
amistad dará como fruto ideas como la de un Laboratorio de Formas vinculado
a la fábrica de Magdalena en Argentina a finales de la década de los cincuenta
que finalmente se frustra por los cambios políticos que surgieron en el país.
Sin embargo se convierte en el precedente del Laboratorio de Formas de Galicia
que será fundado en 1963 en A Coruña. Con motivo de difundir las ideas en
investigaciones obtenidas en el Laboratorio de Formas, ese mismo año de
1963 Isaac Díaz Pardo crea Ediciós do Castro y publica los primeros volúme-
nes de una editorial que tendrá una dilatada actuación centrada en la recupe-
ración de la memoria histórica de Galicia, en el estudio de la realidad actual,
en el esparcimiento científico de nuestras bases económicas y de nuestras
formas culturales.
Tras finalizar la actividad de la fábrica de cerámica de Magdalena en 1968,
Isaac Díaz Pardo y Luis Seoane ya tienen muy avanzado el proyecto de la
creación de un complejo industrial y cultural que comprendería la Fábrica de
Sargadelos y el Museo Carlos Maside que serán inaugurados en 1970.
En 1972, Isaac Díaz Pardo a través de la actuación del Laboratorio de
Formas consigue que se declare Conjunto Histórico Artístico el antiguo recinto
de Sargadelos y se inicie la actividad del Seminario de Sargadelos consistente
en la celebración de encuentros y experiencias estivales de carácter interna-
cional en la fábrica. El Seminario traerá a la localidad lucense a numerosos
artistas, intelectuales, escritores, ceramistas, diseñadores, arquitectos, inves-
tigadores, etc. En este mismo año se crea la galería Sargadelos de Barcelona,
establecimiento piloto de un nutrido número de galerías que se abrirán en el
futuro en diferentes localidades españolas y gallegas con la intención de co-
mercializar la cerámica producida en la fábrica, además de difundir la cultura
gallega a través de exposiciones, conferencias y actos culturales de muy di-
versa índole.
Isaac Díaz Pardo, con el asesoramiento de Lorenzo Varela tras volver del
exilio en 1976, gesta las bases para crear el Instituto Galego da Información,
que pasó a convertirse en la factoría cultural de Sargadelos a través de la cual
se orientarían los proyectos de Ediciós do Castro, la coordinación de actos
culturales de las Galerías Sargadelos, el diseño de las exposiciones de arte, el
diseño de la presentación de los objetos producidos por la fábrica, la elabora-
ción de los folletos que acompañan las piezas de cerámica o la edición del
periódico “Galicia”, aunque este último nunca llegaría a materializarse.
Toda esta actividad se materializa a partir de la segunda mitad de los
años setenta en un sello de identidad de una Galicia moderna a través de las
formas de la cerámica de Sargadelos y de las actividades culturales promovi-
das por el Laboratorio de Formas. Sargadelos será un nombre reconocido en
el mundo y claramente vinculado a Galicia.
Si hay un aspecto que tiene un notable interés en la personalidad de
nuestro nuevo académico honorario es su compromiso con Galicia y con la
generación que surgió en los años de la república. Un compromiso que queda
patente, además de por su actitud vital, por la labor editorial que ha potencia-
do a lo largo de su vida. Durante sus años en Argentina publicó, en 1966, en
colaboración con Luis Seoane un libro de hondo calado reivindicativo de las
ACADÉMICO NUMERARIO
INGRESO DE DON ACISCLO MANZANO
El día 26 de enero, celebró sesión pública extraordinaria la Real Academia
Gallega de Bellas Artes “Nuestra Señora del Rosario”, en el Monasterio de Santa
María la Real de Oseira, para llevar a cabo el acto de ingreso del Académico
Electo de la Sección de Escultura D. Acisclo Manzano Freire. El discurso de
contestación-laudatio fue pronunciado por el Académico D. Felipe-Senén López
Gómez.
La Presidenta de la Academia, clausuró el acto con unas palabras de felici-
tación al nuevo Académico, de recuerdo al pintor D. Xaime Quessada reciente-
mente fallecido y de agradecimiento a cuantos hicieron posible la realización de
este acto en un lugar tan emblemático para la cultura gallega como es el Monas-
terio de Oseira.
Acto de recepción como Académico Numerario de don Acisclo Manzano Freire. Imposición de la Medalla
por doña María de las Mercedes Goicoa Fernández. Monasterio de Santa María la Real de Oseira (Ourense),
26 de enero de 2008. (Foto Archivo prensa).
ACADÉMICO CORRESPONDIENTE
El día 23 de octubre, visitó la Academia el miembro Correspondiente D.
Rafael Manzano Martos quien recibió de manos de la Presidenta el diploma acre-
ditativo de su condición, así como la insignia de la Academia. Asistieron al acto
los Académicos Sres. Castromil Ventureira, Zumalave Caneda, Soraluce Blond y
el Secretario, Sr. Hueso Montón.
FALLECIMIENTO NUMERARIO
El día 27 de diciembre falleció en A Coruña, D. Arturo Brea Pasín, Numera-
rio de la Sección de Escultura. El 31 de mayo de 1963 se verificó el ingreso y
toma de posesión del insigne artista que cubrió la vacante de su maestro D.
Francisco Asorey González. Brea Pasín fue alumno oficial de la Escuela de Artes
y Oficios de Santiago de Compostela. Trabajó como tallista en madera de boj, y
pensionado por la Diputación Provincial de A Coruña se trasladó a Madrid para
ampliar sus estudios, especializándose en policromía en madera y formas de la
DONACIONES DE LA ACADEMIA
Se informó de que el pasado 18 de julio se procedió a la firma oficial del
documento de donación al Monasterio de Oseira de una serie de libros. El
acto se celebró en la biblioteca histórica del Monasterio con la asistencia de la
REVISTA “ABRENTE”
En el mes de octubre se presentó al pleno la Revista ABRENTE, número
38-39, correspondiente a los años 2006-2007. El Secretario de la Revista infor-
mó que con este volumen se actualizaba la publicación, así como su distribu-
ción y venta.
ACTOS MUSICALES
El día 18 de febrero, en el salón de actos de la Academia, tuvo lugar un
concierto a cargo del guitarrista de origen escocés David Russell, con la inter-
pretación de obras de J. Brocá, J. Arcas, F. Couperin, I. Albéniz, J. B. Loeillet, B.
Verdery y P. Rosheger.
El día 12 de mayo se celebró en el salón de actos de la Academia, con gran
éxito, el concierto de solistas de la Orquesta Sinfónica de Galicia, a cargo de los
profesores Benjamín Smith (violín) y Francisco Regozo Miguéns (viola), con la
interpretación de obras de Bohuslav Martinú, Frits Kreisler, Paul Hindemith,
Friedrich Haendel y Johan Halvorsen.
El día 9 de diciembre se celebró en el Teatro Colón de A Coruña, un con-
cierto a cargo del pianista y Académico Correspondiente Jorge Federico Osorio,
con la interpretación de obras de Brahms, Chopin, Prokofiev y Debussy. Activi-
dad realizada mediante un eficaz proyecto de colaboración con la Fundación
Caixa Galicia.
El pianista Jorge Federico Osorio. Teatro Colón de A Coruña, 9 de diciembre de 2008. (Foto Archivo Funda-
ción Caixa Galicia).
Acto de entrega de los premios “VII Salón de Outono de Pintura”. Aula de Cultura de Caixa Galicia. A Coruña, 27
de noviembre de 2008. De izquierda a derecha.- Don Manuel Quintana Martelo, doña María de las Mercedes
Goicoa Fernández, don Ramón Castromil Ventureira, don Ángel Luis Hueso Montón, doña Rosario Sarmiento
(Subdirectora de la Obra Social de Caixa Galicia) y don Fernando Prieto (Fundación Caixa Galicia). (Foto Archivo
Diputación Provincial da Coruña).
DENUNCIAS-PREOCUPACIONES
Con motivo de la sesión celebrada en el Monasterio de Oseira se acordó
solicitar a la Xunta de Galicia y a los Ayuntamientos de la provincia de Ourense,
que lleven a cabo una revisión de sus patrimonios culturales, en todas sus facetas,
a fin de conseguir una mejor conservación del mismo y su puesta a disposición
de los ciudadanos.
En el mes de marzo se informó del oficio remitido por el Director Xeral de
Patrimonio da Consellería de Cultura e Deporte de la Xunta de Galicia en rela-
ción a la solicitud de que la casa en la que habitó la familia de Pablo Ruiz Picasso
(número 14 de la calle de Payo Gómez de A Coruña) fuera declarada como Bien
de Interés Cultural, comunicando que no ha lugar, dado que ya se encuentra
suficientemente protegida al estar incluida en el Plan General de Ordenación
Urbana de A Coruña y por ello en el Inventario General del Patrimonio Cultural
de Galicia, dándose además la circunstancia de que no se trata de un edifico
destacado o notorio. Se consideró que la argumentación esgrimida por la Direc-
ción Xeral de Patrimonio en relación a la casa de Picasso no recoge todas las
FELICITACIONES-AGRADECIMIENTOS
La Academia agradeció al Monasterio de Oseira y su comunidad la grata
acogida que dispensaron a la Institución con motivo de las Sesiones ordinaria y
extraordinaria pública celebradas el día 26 de enero.
En el mes de febrero se felicitó al Académico D. Manuel García de Buciños
por la reciente concesión del Premio “Francisco de Moure” que reconoce su
contribución al arte gallego y orensano en concreto.
popular de Galicia en los últimos años. Se acordó por unanimidad trasmitir esta
felicitación, así como organizar una recepción en la sede de la Academia para
hacerles entrega de un recuerdo de esta fecha tan señera para la música actual
en Galicia.
El pleno transmitió felicitaciones a D. Antonio Bonet Correa por su reciente
elección como Director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y
a D. Ramón González de Amézua por el homenaje tributado por el Instituto de
España. El Plenario acordó trasmitir las felicitaciones institucionales a ambos.
Se felicitó al Cabildo de la Catedral de Ourense, y en concreto a su canóni-
go D. Miguel Ángel González García, por la restauración y puesta en valor que
se llevó a cabo en el recinto catedralicio de dicha ciudad.
ADHESIONES
La Numeraria D.ª María del Villar Mateo de Arenaza informó sobre el al-
muerzo- homenaje tributado al Académico D. Arturo Brea Pasín, organizado por
la Asociación Galega de Arte e Cultura (AGAEC), celebrado el día 21 de junio en
el Casino-Sporting Club de A Coruña. El acto contó con una nutrida asistencia
del mundo de la cultura y con representación Académica. El pleno acordó tras-
mitir al Sr. Brea Pasín su más efusiva felicitación por este evento, testimonio que
reconoce su dilatada vida profesional en el mundo de la escultura.
JUNTA DE GOBIERNO
Presidenta:
Excma. Sra. Doña María de las Mercedes Goicoa Fernández
Vicepresidente:
Ilmo. Sr. Don Ramón Castromil Ventureira
Secretario General:
Ilmo. Sr. Don Ángel Luis Hueso Montón
Tesorero:
Ilmo. Sr. Don Ramón Yzquierdo Perrín
Archivero-Bibliotecario:
Excmo. Sr. Don José López Calo
Conservador:
Ilmo. Sr. Don Maximinio Zumalave Caneda
ACADÉMICOS DE HONOR
Pintura y Grabado
Ilma. Sra. Doña María del Villar Mateo de Arenaza
Ilmo. Sr. Don Rafael Úbeda Piñeiro
Ilmo. Sr. Don Felipe Criado Martín
Ilmo. Sr. Don Manuel Quintana Martelo
Ilmo. Sr. Don Manuel Rodríguez Moldes
Escultura
Ilmo. Sr. Don Arturo Brea Pasín
Ilmo. Sr. Don Castor Lata Montoiro
Ilmo. Sr. Don Ramón Otero Túñez
Ilmo. Sr. Don Manuel García de Buciños Vázquez
Ilmo. Sr. Don Acisclo Manzano Freire
Arquitectura
Ilmo. Sr. Don José Ramón Soraluce Blond
Ilmo. Sr. Don Ramón Yzquierdo Perrín
Ilmo. Sr. Don Celestino García Braña
Vacante (por fallecimiento de Don Rafael Baltar Tojo)
Vacante (por fallecimiento de Don Antonio Tenreiro Brochón)
Música
Ilmo. Sr. Don Rogelio Groba y Groba
Excmo. Sr. Don José López Calo
Excma. Sra. Doña María de las Mercedes Goicoa Fernández
Ilmo. Sr. Don Ramón Castromil Ventureira
Ilmo. Sr. Don Maximino Zumalave Caneda
Arqueología Y Museología
Ilmo. Sr. Don Felipe-Senén López Gómez
Ilmo. Sr. Don José Carlos Valle Pérez
Ilmo. Sr. Don Antonio Rodríguez Colmenero
Vacante (de nueva creación).
Vacante (de nueva creación).
Artes de la Imagen
Ilmo. Sr. Don Ángel Luís Hueso Montón
Ilmo. Sr. Don Xurxo Lobato Sánchez
Vacante (de nueva creación)
Vacante (de nueva creación)
Vacante (de nueva creación)
ACADÉMICOS CORRESPONDIENTES
ACADÉMICOS CORRESPONDIENTES
CON RESIDENCIA FUERA DE GALICIA
Primera fila (sentados de izquierda a derecha).- Don Ramón Yzquierdo Perrín (Tesorero), don Ramón Castromil
Ventureira (Vicepresidente), doña María de las Mercedes Goicoa Fernández (Presidenta), don Ángel Luis
Hueso Montón (Secretario General), don José López Calo (Archivero-Bibliotecario) y don Maximino Zumalave
Caneda (Conservador).
Segunda fila (de izquierda a derecha).- Don Alfonso Abelenda Escudero (Correspondiente), don Xurxo
Lobato Sánchez (Sec. Artes de la Imagen), don Manuel Rodríguez Moldes (Sec. Pintura-Grabado), doña
María del Villar Mateo de Arenaza (Sec. Pintura-Grabado), don Celestino García Braña (Sec. Arquitectura),
doña María del Socorro Ortega Romero (Sec. Expertos en la Artes), don Antonio Rodríguez Colmenero
(Sec. Arqueología-Museología), doña María Victoria Carballo-Calero Ramos (Sec. Expertos en las Artes),
don Acisclo Manzano Freire (Sec. Escultura), don Ángel Padín Panizo (Correspondiente) y don Francisco
Pablos Holgado (Sec. Expertos en las Artes).
Tercera fila (de izquierda a derecha).- Don Felipe-Senén López Gómez (Sec. Arqueología-Museología), don
José Ramón Soraluce Blond (Sec. Arquitectura), don Manuel Quintana Martelo (Sec. Pintura-Grabado), don
Felipe Criado Martín (Sec. Pintura-Grabado), don José Carlos Valle Pérez (Sec. Arqueología-Museología) y
don Manuel García de Buciños Vázquez (Sec. Escultura).
ACADÉMICOS NUMERARIOS
En la sesión del mes de febrero la Presidenta informó de la presentación
de la candidatura a favor de D. Miguelanxo Prado Plana, para la vacante de
Académico Numerario de la Sección de Artes de la Imagen, propuesta firmada
por los Académicos Numerarios Sres. D. Xurxo Lobato Sánchez, D. Ángel Luis
Hueso Montón, D. Felipe-Senén López Gómez, D. José Ramón Soraluce Blond,
D. Manuel Rodríguez Moldes y la Sra. Dª María del Socorro Ortega Romero.
En la sesión del marzo se procedió a la votación de la candidatura, siendo
aprobada por mayoría absoluta. Por lo cual, la Presidenta proclamó como nuevo
Académico Numerario de la Sección de Artes de la Imagen a D. Miguelanxo
Prado Plana.
En sesión ordinaria de octubre la Presidenta dio cuenta de las dos candi-
daturas presentadas para optar a una plaza vacante de Académico Numerario
de la Sección de Expertos en las Artes; una a favor de D. Ángel Padín Panizo,
propuesto por los Numerarios Dª María del Villar Mateo de Arenaza, D. Francis-
co Pablos Holgado y D. Rogelio Groba y Groba, y otra a favor de D. Miguel
Fernández Cid, propuesto por los Numerarios Dª María Victoria Carballo-Calero
Ramos, Dª María del Socorro Ortega Romero y D. Francisco Pablos Holgado.
En la sesión del mes de noviembre fueron puestas a votación ambas can-
didaturas, en la que participaron la totalidad de los Académicos Numerarios,
resultando elegido por mayoría absoluta D. Miguel Fernández Cid. Tras la cual,
la Presidenta proclamó a don Miguel Fernández Cid, Académico Numerario electo
de la Sección de Expertos en las Artes.
Prado Plana. El acto estuvo presidido por la titular Dª María de las Mercedes
Goicoa Fernández, actuando como Secretario D. Ángel Luis Hueso Montón,
contando con la asistencia de académicos, autoridades, personalidades y
numeroso público. Abierta la Sesión la Presidenta de la Academia cedió la
palabra al Secretario general Sr. Hueso Montón, quien dio lectura a los trámi-
tes, propuesta y elección del nuevo Académico. Seguidamente, acompañado
por los Académicos Sres. García Braña y Manzano Freire, se dio entrada en el
salón de actos al Académico electo, siendo recibido con grandes aplausos por
el público asistente.
Acto de toma de posesión como Académico Numerario de don Miguelanxo Prado Plana. Museo de Belas
Artes da Coruña, día 28 de noviembre de 2009. (Foto F. Torrecilla).
ACADÉMICO CORRESPONDIENTE
En sesión celebrada en el mes de febrero la Presidenta informó sobre la
candidatura presentada por la totalidad de los Académicos Numerarios a favor
de D. José Torres Casal, para ocupar
la plaza de Académico Correspondien-
te que había sido convocada.
En la sesión ordinaria de 27 de
marzo se procedió a la votación nomi-
nal de la candidatura propuesta, que-
dando proclamado por unanimidad el
Académico Correspondiente el Sr. To-
rres Casal.
En sesión de 25 de abril tuvo lu-
gar la entrega del diploma acreditativo
e insignia al nuevo Académico, el cual
fue muy aplaudido por todos los pre-
sentes.
ACADÉMICO DE HONOR
A principios de este año se retomó la idea planteada en otras ocasiones de
proponer a D. Isaac Díaz Pardo como Académico de Honor, quedando emplaza-
dos para exponer oficialmente la propuesta en las siguientes asambleas.
En la sesión celebrada en el mes de abril la Presidenta solicitó que el Se-
cretario diese lectura a la normativa que rige las elecciones para el nombramien-
to de Académicos de Honor. Por propuesta (o iniciativa) de los Numerarios Dª
María Victoria Carballo-Calero Ramos y Dª María del Socorro Ortega Romero
(de la Sección de Expertos en las Artes) y de D. Ramón Castromil Ventureira, y
con el respaldo de los Numerarios Dª María de las Mercedes Goicoa Fernández,
D. Ángel Luis Hueso Montón, D. Felipe-Senén López Gómez, D. José López
Calo, Dª María del Villar Mateo de Arenaza, D. José Ramón Soraluce Blond, D.
Acisclo Manzano Freire, D. Francisco Pablos Holgado y D. Manuel Quintana
Martelo, se propuso para la concesión del título de Académico Honorario a D.
Isaac Díaz Pardo por sus numerosos méritos que lo hacen merecedor de esta
distinción. (A su condición de destacado representante del arte gallego como
ilustre pintor y ceramista, se une su profunda vinculación a lo largo de más de
medio siglo en la nueva etapa de la restauración de la Cerámica de Sargadelos,
a la que Díaz Pardo, además de una empresa, concibió como centro de investi-
gación, tecnología, diseño y difusión del arte y de la cultura de Galicia; creador e
impulsor de las Cerámicas do Castro, del Laboratorio de Formas de Galicia, de
las Edicións do Castro, del Museo de Arte Contemporánea Carlos Maside, del
Seminario de Estudios Cerámicos de Sargadelos, del Laboratorio Xeolóxico de
Laxe, y del Instituto Galego de Información, entre otros.)
Sometida a votación la propuesta, fue aprobada por mayoría absoluta de
los Académicos presentes. Tras ello, la Presidenta declaró elegido como Acadé-
mico Honorario a D. Isaac Díaz Pardo.
Acto de toma de posesión como Académico de Honor de don Isaac Díaz Pardo. Salón de actos de la
R.A.G.BB.AA. , 16 de junio de 2009. (Foto F. Torrecilla).
FALLECIMIENTO DE ACADÉMICOS
La Presidenta comunicó los fallecimientos de los Académicos Numerarios
de la Sección de Escultura, D. Arturo Brea Pasín (27 de diciembre de 2008) y de
D. Cástor Lata Montoiro (26 de enero de 2009). Se acordó transmitir el pésame
oficial de la Academia a ambas familias por la pérdida de estos dos importantes
representantes del arte gallego contemporáneo.
En el mes de abril se acordó transmitir el pesar corporativo por el falleci-
miento de D. Enrique Franco Manera, Académico Correspondiente de nuestra
Institución.
En la sesión de octubre la Presidenta informó de la muerte de D. José
Manuel Pita Andrade, Académico de Honor, acaecida en Madrid el día 7 de sep-
tiembre. La Junta de Gobierno en su día envió sendos telegramas de condolen-
cia a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y familia del finado. El
pleno acordó hacer constar en acta su dolor por la irreparable pérdida de tan
ilustre Académico y destacada figura de la Historia del Arte Español, de tan gra-
ta memoria para nuestra Institución, sentimiento que fue comunicado oficial-
mente a la familia del Sr. Pita Andrade.
En la misma sesión dio a conocer oficialmente la dolorosa noticia del falle-
cimiento de la Académica de Honor, Excma. Sra. Dª. Carmela Arias y Díaz de
Rábago, Condesa de Fenosa, ocurrida el día 27 de octubre. La Junta de Gobier-
no transmitió su pésame a su sobrino D. José María Arias Mosquera, Vicepresi-
dente de la Fundación Pedro Barrié de la Maza, insertando esquelas en los pe-
riódicos coruñeses, así como la asistencia de la Presidenta a los funerales. El
pleno acordó hacer constar en acta su mayor pesar y su más sincero y expresi-
vo sentimiento de pésame por tan sensible pérdida y participárselo así a tan
distinguida familia.
También comunicó el fallecimiento de la ilustre pintora Dª María Victoria de
la Fuente Alonso, Académica Correspondiente de nuestra Institución, acaecido
en Madrid el día 28 de septiembre, a favor de la cual se tuvo un emocionado
recuerdo. Se acordó hacer constar en acta el sentimiento de pésame y partici-
párselo a Dª Cristina Torre Cervigón, Presidenta de la Fundación Torre-Pujales,
Museo de Arte Contemporáneo Costa da Morte-Corme (A Coruña).
NUEVA PUBLICACIÓN:
ANEXOS “ABRENTE”
En octubre el Académico y Secre-
tario de “Abrente” Sr. Yzquierdo Perrín,
presentó la publicación “Real Acade-
mia Gallega de Bellas Artes: 1850-
2000”, estudio de la autoría del Acadé-
mico Correspondiente D. Ángel Padín
Panizo, que inicia una nueva serie de
monografías bajo el epígrafe de “Anexo
Abrente”.
Edición que será puesta a la ven-
ta y distribuida entre las 119 institucio-
nes con las que la Academia tiene
acuerdo de intercambio.
Acto de inauguración Exposición “El Patrimonio Cultural en el siglo XX. Manuel Chamoso Lamas”. De iz-
quierda a derecha.- Don Felipe-Senén López Gómez (Académico), doña María Xosé Bravo San José
(Concejala de Cultura del Ayuntamiento de A Coruña), doña María de las Mercedes Goicoa Fernández
(Presidenta), don Ángel Luis Hueso Montón (Secretario), doña Silvia Longueira Castro (Concejala delegada
de Servicios Sociales del Ayuntamiento de A Coruña) y don Xosé Henrique Tello León (Primer Teniente-
Alcalde del Ayuntamiento de A Coruña). Sala de Exposiciones del Palacio Municipal de A Coruña, 5 de
noviembre de 2009. (Foto F. Torrecilla).
Conferencia “Arquitectura” a cargo de don José Ramón Soraluce Blond. Salón de actos de la Academia,
5 de noviembre de 2009. (Foto F. Torrecilla).
Mesa redonda “Museos”. De izquierda a derecha.- Don Bieito Pérez Outeiriño, don Ángel Sicart Giménez
y don Felipe-Senén López Gómez. Salón de actos de la Academia, 12 de noviembre de 2009. (Foto F.
Torrecilla).
Mesa redonda “Arqueología”. De izquierda a derecha.- Don Felipe Arias Vilas, don Antonio Rodríguez Col-
menero y don Fernando Acuña Castroviejo. Salón de actos de la Academia, 19 de noviembre de 2009.
(Foto F. Torrecilla).
Miembros del Grupo “Milladoiro” con la Presidenta, doña María de las Mercedes Goicoa Fernández, don
Ángel Luis Hueso Montón (Secretario) y don José López Calo (Archivero-Bibliotecario). Salón de actos de
la Academia, 25 de abril de 2009. (Foto F. Torrecilla).
CONCIERTOS EN LA ACADEMIA
El día 20 de abril tuvo lugar en el salón de actos de la Academia un con-
cierto a cargo de los componentes de la Orquesta Sinfónica de Galicia, Claudia
Walker (flauta), Celine Landelle (Arpa), Francisco Regozo (Viola) y Scott Hardy
(Violonchelo), quienes interpretaron un programa compuesto por obras de
Marcel Tournier, Manuel Balboa, André Jovilet, Toru Takemitsu y Claude
Debussy.
Claudia Walter, Celina Landelle y Scott Hardy. Salón de actos de la Academia, 20 de abril de 2009. (Foto L.
Patiño).
Claudia Walter, Celina Landelle y Francisco Regozo. Salón de actos de la Academia, 20 de abril de 2009.
(Foto L. Patiño).
Intervención de don Celestino García Braña, Decano-Presidente del COAG. Salón de actos
de la Academia, 27 de mayo de 2009. (Foto F. Torrecilla).
Acto de entrega de la Medalla de Oro “Marcial del Adalid” a la Coral “De Ruada” de Ourense. Salón de
Plenos de la Diputación de Ourense, 27 de junio de 2009. (Foto D. Álvarez).
Doña Ana Docampo Arocas y don Antonio Santiago Rey Cornide, de la Coral Polifónica “Casino
do Carballiño”. (Foto F. Torecilla).
Doña Gloria de los Ángeles Pardines Rojo y don José Pérez Theodosio, de la “Coral Polifónica
de Bergantiños”. (Foto F. Torrecilla).
PRESENCIA DE LA ACADEMIA
La Presidenta asistió el día de 19 de noviembre al acto de entrega del Pre-
mio “Fernández Latorre” en su 51º Edición, concedido a don Francisco Vázquez
Vázquez, ex Alcalde de A Coruña y Embajador de España ante la Santa Sede.
El 2 de diciembre el Presidente de la Xunta de Galicia, D. Alberto Núñez
Feijóo, recibió en el Palacio de Raxoi a la Presidenta de la Academia Dª María de
las Mercedes Goicoa Fernández, acompañada por los miembros de la Junta de
Gobierno D. Ángel Luis Hueso Montón y D. Ramón Yzquierdo Perrín, quienes le
hicieron entrega de un amplio dossier sobre la historia, patrimonio y actividades
de la Institución.
En el transcurso de la entrevista se expusieron temas de especial relevan-
cia para la Academia, sus proyectos de cara al futuro, así como la necesidad de
apoyo y financiación para llevar a cabo sus múltiples actividades y cumplir con
su función de órgano consultivo de la Administración.
El 12 de diciembre la Presidenta de la Academia, participó con su interven-
ción en el acto de homenaje tributado por el Ayuntamiento de Porto do Son, al
Rvdo. Padre D. José López Calo, celebrado en la iglesia parroquial de Santa
María de Nebra.
DENUNCIAS Y PREOCUPACIONES
El plenario, en su sesión del mes de enero, acordó dirigirse al Deán de la
Catedral de Santiago de Compostela para manifestarle la necesidad de reponer
los mástiles que coronaban las “Torres de la Vela y del Tesouro” de dicha Cate-
dral, y que fueron retirados hace tiempo, ya que formaron parte de la estructura
ornamental propia del barroco. En esta misma línea el Sr. Castromil Ventureira
indicó que sería bueno dirigirse a la Dirección Xeral de Patrimonio y al Director
Gerente de Paradores de Turismo S.A., sobre la conveniencia de retirar los más-
tiles de banderas que se encuentran ante la fachada del Hostal de los Reyes
Católicos en Santiago de Compostela.
En la misma sesión, se expuso la inquietud que surgió en Santiago de
Compostela sobre la futura situación de la actual Estación de Ferrocarril cuando
se construya la nueva Estación del AVE; tras diversas intervenciones, se acordó
que miembros de la Sección de Arquitectura redactasen un informe sobre esta
situación.
En la sesión de febrero se expuso el lamentable estado de abandono de
una construcción efímera con destino a sala de exposiciones levantada tras el
Pazo de Raxoi en Santiago de Compostela. La Académica Sra. Ortega Romero
informó que según las noticias aparecidas en la prensa, el Ayuntamiento de la
citada ciudad, contaba con eliminar estas instalaciones en breve plazo.
El Académico Sr. López Gómez, sugirió que debería instarse al Ayunta-
miento y a la Diputación provincial de Ourense para la recuperación de los espa-
cios y ambientes en que desarrollaron sus actividades el grupo de intelectuales
FELICITACIONES
En la sesión plenaria del mes de enero se acordó felicitar a los propietarios
del “Museo del Azabache” de Santiago de Compostela, en concreto a Dª Teresa
Rodríguez Mayer, por la meritoria labor de recuperación de esta artesanía tan
vinculada a Santiago y a Galicia. Igualmente se propone dirigirse a las Consellerías
de Industria e Innovación y a la de Cultura e Deporte de la Xunta de Galicia, así
como al Ministerio de Industria, Turismo y Comercio, para instarles a conservar y
potenciar esta industria y arte tan representativo de Galicia.
En marzo se cursó felicitación a la Directora del Museo de Belas Artes da
Coruña por la Exposición “A Coruña a cidade na Arte”, que viene a poner de
manifiesto la importante labor de difusión cultural llevada a cabo por dicho
Museo.
En abril se trasmitió felicitación al Académico Correspondiente D. Carlos
Barcón Collazo por la concesión del Diploma de Mérito por parte de la Acade-
mia Internazionale Partenopea Federico II de Nápoles.
portante calidad artística, las directivas de estas sociedades han sabido mante-
ner y conservar su legado patrimonial, respetando y reparando instalaciones y
locales, con un presumible coste económico, que siguen siendo fiel reflejo de
una cultura arquitectónica en vías de completa desaparición.
El Círculo de las Artes de Lugo se fundó en 1855, habiendo celebrado en el
2005 el ciento cincuenta aniversario. Su actual sede fue construida en 1898
con proyecto del arquitecto Luis Bellido, siendo uno de los mejores edificios
eclécticos de la ciudad, conservando, con ampliaciones y reformas, los salo-
nes originales, la biblioteca con más de 10.000 ejemplares, la escalera princi-
pal y el teatro.
El Casino Ferrolano se fundó en 1850 y tras unas primeras ubicaciones de su
sede, finalmente se inauguró el edificio actual en 1925. La obra del Casino fue
realizada por el arquitecto Rodolfo Ucha Piñeiro, siendo el más importante edi-
ficio ecléctico de la ciudad, en el que se conserva todo el programa decorativo
perteneciente al Art Nouveau y al clasicismo ecléctico.
El Liceo de Ourense fue creado por un grupo de orensanos como Círculo de
Recreo en 1850, con sede social en el palacio renacentista de los Oca - Valla-
dares, cuyo mantenimiento y conservación sigue siendo preocupación perma-
nente de la sociedad, donde se desarrolla una intensa vida cultural y artística.
Don César Antonio Molina, Ministro de Cultura, y doña María de las Mercedes Goicoa Fernández, Presiden-
ta de la Real Academia Gallega de Bellas Artes. (Foto F. Torrecilla).
De izquierda a derecha.- Don Ángel Luis Hueso Montón (Secretario), don César Antonio Molina (Ministro de
Cultura), doña María de las Mercedes Goicoa Fernández (Presidenta), don Javier Losada Aspiazu (Alcalde de A
Coruña) y don Ramón Yzquierdo Perrín (Tesorero). (Foto F. Torrecilla).
El Secretario Sr. Hueso Montón, muestra al Ministro de Cultura y al Alcalde de A Coruña, acompañados por la
Presidenta y el Tesorero de la Academia, la colección de grabados de los siglos XVIII al XX procedente en su
mayoría de la Calcografía Nacional ,que se guardan en los fondos de la Institución. (Foto F. Torrecilla).
JUNTA DE GOBIERNO
Presidenta:
Excma. Sra. Doña María de las Mercedes Goicoa Fernández
Vicepresidente:
Ilmo. Sr. Don Ramón Castromil Ventureira
Secretario General:
Ilmo. Sr. Don Ángel Luis Hueso Montón
Tesorero:
Ilmo. Sr. Don Ramón Yzquierdo Perrín
Archivero-Bibliotecario:
Excmo. Sr. Don José López Calo
Conservador:
Ilmo. Sr. Don Maximinio Zumalave Caneda
ACADÉMICOS DE HONOR
Pintura y Grabado
Ilma. Sra. Doña María del Villar Mateo de Arenaza
Ilmo. Sr. Don Rafael Úbeda Piñeiro
Ilmo. Sr. Don Felipe Criado Martín
Ilmo. Sr. Don Manuel Quintana Martelo
Ilmo. Sr. Don Manuel Rodríguez Moldes
Escultura
Ilmo. Sr. Don Ramón Otero Túñez
Ilmo. Sr. Don Manuel García de Buciños Vázquez
Ilmo. Sr. Don Acisclo Manzano Freire
Vacante (por fallecimiento de Don Arturo Brea Pasín)
Vacante (por fallecimiento de Don Castor Lata Montoiro)
Arquitectura
Ilmo. Sr. Don José Ramón Soraluce Blond
Ilmo. Sr. Don Ramón Yzquierdo Perrín
Ilmo. Sr. Don Celestino García Braña
Vacante (por fallecimiento de Don Rafael Baltar Tojo)
Vacante (por fallecimiento de Don Antonio Tenreiro Brochón)
Música
Ilmo. Sr. Don Rogelio Groba y Groba
Excmo. Sr. Don José López Calo
Excma. Sra. Doña María de las Mercedes Goicoa Fernández
Ilmo. Sr. Don Ramón Castromil Ventureira
Ilmo. Sr. Don Maximino Zumalave Caneda
Arqueología Y Museología
Ilmo. Sr. Don Felipe-Senén López Gómez
Ilmo. Sr. Don José Carlos Valle Pérez
Ilmo. Sr. Don Antonio Rodríguez Colmenero
Vacante (de nueva creación).
Vacante (de nueva creación).
Artes de la Imagen
Ilmo. Sr. Don Ángel Luís Hueso Montón
Ilmo. Sr. Don Xurxo Lobato Sánchez
Ilmo. Sr. Don Miguelanxo Prado Plana
Vacante (de nueva creación)
Vacante (de nueva creación)
ACADÉMICOS CORRESPONDIENTES
ACADÉMICOS CORRESPONDIENTES
CON RESIDENCIA FUERA DE GALICIA
mos como la presión de nuestras manos y de los palillos sobre el barro era algo
análogo a lo que un lápiz obra sobre la superficie de un papel.
Nunca le gustó hablar en público. Recuerdo que cuando en el año 1970
fue nombrado académico de número de la Real Academia Nuestra Señora del
Rosario, estaba preocupado por el hecho de tener que leer el discurso de entra-
da ante todos los académicos. En este discurso, Cástor Lata desarrolló el tema
Evolución de la Enseñanza en las Artes Menores, y en este acto hizo entrega a la
Academia de un bronce que representa un obrero trabajando con un martinete
percutor. El motivo lo modeló a partir de unos apuntes que había tomado en
Dinamarca. Esta figura también aparece representada en uno de los relieves de
piedra en la oficina principal de Caixa Galicia en Santiago. Aunque, como decía-
mos antes, huía de hablar en público, en la distancia corta era un buen conver-
sador, tanto mejor si mediaban mesa y mantel.
De su obra en piedra podemos destacar, además de las ya mencionadas,
la Virgen de la parroquia de Meirás, la Virgen de la capilla del Seminario Mayor
de Santiago, el busto de mármol del Arzobispo Rajoy en el Ayuntamiento y los
dos relieves de Caixa Galicia. De su obra en madera, casi toda religiosa, comen-
zar por los pasos procesionales realizados con la técnica tradicional de policromía
y dorado, destacar el Cristo de la Unción de la Cofradía de los Antiguos Alumnos
de Lassalle, de Santiago, el Sagrado Corazón de la capilla del Seminario Menor,
el San Antonio de Padua de la parroquia del Castiñeiriño, el San José de la igle-
sia nueva de Porráns, y el San Francisco Javier de la iglesia de San Agustín, el
Cristo de la iglesia del Pilar, el San Fernando de la parroquia de San Fernando y,
en esta misma iglesia, El Salvador, talla de gran formato y la última que salió de
sus manos. Todas ellas, excepto la primera como se indica, policromadas sobre
la madera al natural sin empaste, por lo que se puede apreciar el magnífico
acabado del corte de gubia.
De su obra en bronce, destacar el Busto del Cardenal Quiroga en los jardi-
nes del Seminario Menor, en el que queda plasmado un magnífico retrato, el
sagrario de la Capilla del Seminario Menor y los personajes del Antiguo Testa-
mento de la parroquia de Sanxenxo.
Algunas de estas piezas las he visto realizar, las he vivido paso a paso,
pues tuve la fortuna de trabajar en su taller durante unos años. Allí aprendí a
enfrentarme con los materiales y a saber tomar decisiones sobre la ejecución de
una escultura. A Cástor Lata daba gusto verle trabajar. Tanto si estaba abocetando
o terminando una maqueta a escala, no tenía pereza en hacer y deshacer hasta
quedar satisfecho del resultado y cuando se trataba de material definitivo era
muy largo trabajando y de una seguridad asombrosa. Pero esto último no sola-
mente cuando realizada las grandes piezas; viéndole realizar pequeñas escultu-
ras de marfil o de azabache que casi podían perderse entre sus poderosas ma-
esta nota necrológica. Le tenía un gran cariño, desde que estuvimos juntas en el
estudio de Julio Moisés pintor magnífico y a cuyo estudio concurríamos muchí-
simos alumnos. María Victoria ya destacaba por su facilidad en dibujar, su bri-
llante colorido y la luz que imprimía en todos los temas. Recuerdo que un día me
dijo D. Julio “María Victoria llegará muy alto” y así fue.
Como ella dice en su biografía, después de asistir durante algunos años al
estudio de Moisés, éste le aconsejó, ya que le parecía conveniente, que asistie-
se a la Escuela de San Fernando en donde el propio Moisés impartía clases de
dibujo. La vocación por la pintura fue en aumento y trabajó sin descanso toda su
vida. Alternaba el trabajo con las tertulias de Café Gijón, allí ella conocería a los
pintores y escritores de la época. Viajó muchísimo, recorrió medio mundo, co-
nociendo y disfrutando de la buena pintura y museos.
Su currículum es fantástico, hizo de todo. Estando en el estudio de María
de Molina le encargaron un mural, para la Facultad de Ciencias de la universi-
dad de Santiago en 1959. El mural es de 120 metros cuadrados y tenía gran
dificultad ya que en parte era una superficie abovedada, pero salió “airosa” a
pesar de su juventud. Personas entendidas han dicho que es de los murales
más impresionantes de Galicia.
Sigue pintando haciendo exposiciones, recibiendo premios y se decide a
arreglar el estudio de su casa de la Calle de la Princesa. Era el que utilizaba su
padre el arquitecto Genaro de la Fuente pero carecía de luz para estudio de
pintura. Diseñaron unas lucernas en el techo que le proporcionaron luz natural.
Siempre dijo que no podía pintar con luz artificial. (a mi me pasa lo mismo).
Aquí en este estudio pinta la famosa serie, Rincón de mi Taller, la Noche en
el Taller, la Mañana en el Taller, Mesa del Taller… Con esa luz y siempre la venta-
na con esos amarillos con transparencias…La escritora Encarnación Pisonero
en un trabajo, muy importante que hace sobre la pintura de María Victoria, dice
que es cosa mental. Por eso no es casual que los personajes que elige María
Victoria para sus retratos sean, filósofos, pensadores y ancianos. Bertrand Russell,
Aranguren, Galdós. Como también, comenta Pisonero el color merecería todo
un capítulo, dado el rico cromatismo de su obra. Difícil mostrar predilecciones.
Los amarillos ambarinos, los oxidados y verdosos, los cromos y gualdas, el
amarento, albaricoque, el azafrán, el ultramar, el azul verde, etc.
EXPOSICIONES
Entre individuales y colectivas son de destacar: “Primera Exposición Indivi-
dual”, Sala Ateneo (Madrid, 1962); “Veinte Años de Pintura Española” (Madrid,
Sevilla, Barcelona, 1963); “La mujer en la Pintura”, Palacio de Fuensalida (Toledo
1968); “Artistas Gallegos en Madrid”, Sala Urbis (Madrid, 1968); “Panorama de
BOLSAS Y PREMIOS
1962.- Primer Premio de Crítica Ateneo de Madrid.
1963.- Primer Premio Abril de Pintura, Madrid.
1964.- Bolsa de Viaje de la Fundación March (viaje a Holanda, Bélgica, Fran-
cia e Italia). Galardonada en el Salón Femenino de París y la Bienal de Venecia.
1965.- Medalla de Oro Certamen Nacional Puertollano, Ciudad Real.
1966.- Tercera Medalla Exposición Nacional de Bellas Artes.
1968.- Segunda Medalla Exposición Nacional de Bellas Artes.
1997.- Medalla Castelao.
MUSEOS Y COLECCIONES
Su obra está representada en el Museo de Bellas Artes de San Fernando
(Madrid), Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid), Museo de
Villafamés (Castellón), Museo de Ayllón (Segovia), Museo de Puertollano (Ciu-
dad Real), Museo del Alto Aragón (Huesca), Museo Carlos Maside (Sada, A
Coruña), Museo de Pontevedra, Museo Municipal Quiñónez de León (Vigo,
Pontevedra), Colección de Arte Caixa Galicia, Colección Caixanova, Colección
Xunta de Galicia, etc.
En 1996 presenta el cuadro “De la Mañana en el Taller” en la exposición
que hizo la Academia de Bellas Artes en el Primer Salón de Otoño de Pintura. Se
le concedió el segundo Premio y con ese motivo, tenemos ese cuadro en la
Academia y lo podemos contemplar, y tener siempre presente a María Victoria.
En sesión de 30 de junio de 2007, María Victoria de la Fuente Alonso, fue
nombrada Académica correspondiente de la Real Academia Gallega de Bellas
Artes de Nuestra Señora del Rosario.
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color distinto del negro.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Ejemplos:
OBRAS GENERALES
ARMAS MARCELO, J.J.: Vargas Llosa: el vicio de escribir. Nuevas Ediciones,
Madrid, 2008. ISBN: 978-84-8346-725-1
MONOGRAFÍAS y CONGRESOS
BOBBIO, N.: Autobiografía. Papuzzi, A. (ed. lit.); Peces-Barba, G. (prol.); Benitez,
E. (trad.). Madrid: Taurus, 1988. 299 p. ISBN: 84-306-0267-4.
España. Ley orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código penal. Boletín Oficial
del Estado, 24 de noviembre de 1995, núm. 281, p. 33987.
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Catálogo [en línea]: de la biblioteca.
<http://museoreinasofia.mcu.es/biblio/default.htm> [Consulta: 21 de abril de 1999]