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“Nuestra América” – Análisis del discurso martiano.

María Flor Costa Marrapodi, USAL – Filosofía 2013

Semiología II

INTRODUCCIÓN

La idea del siguiente trabajo es llevar a cabo el análisis del texto “Nuestra América” a partir de los
conceptos trabajados en el taller en el transcurso del año.

A lo largo del desarrollo, se intentarán elaborar temas tales como la importancia de la elección del
género discursivo, los elementos pasionales presentes en todo texto, la imposible transparencia
del discurso, el punto de vista como toma de posición y de palabra, el silencio mismo como
postura y acontecimiento histórico, la negación como disfraz de lo reprimido y la articulación de la
temporalidad con sus respectivos efectos de sentido.

NUESTRA AMÉRICA, ANÁLISIS

En “Nuestra América”, el sujeto de la enunciación expresa y argumenta en pos de la construcción


de una cultura y una identidad americana, pronunciándose a favor de su autonomía a lo largo de
todo el continente.

A lo largo del texto aparece reflejada una toma de posición, es por eso que no pretende ser una
exposición histórica de la situación latinoamericana; sino más bien, mediante una postura crítica,
la intención apunta a una actitud activa, revolucionaria, con el fin de subvertir el estado de cosas
en las repúblicas del continente.

La actitud crítica del texto no responde a la vida económica de los americanos, a la pobreza que
rige en el continente, sino más bien a cuestiones políticas, a la identidad de las repúblicas, a la
autodeterminación de los pueblos. Denuncia las posturas sumisas, la falta de autonomía, exhorta
al continente a tomar cartas sobre el asunto y modificar el orden establecido.
Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la
cabeza, sino con las armas de almohada (…): las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas
valen más que trincheras de piedra. (Nuestra América, p. 1, §1)

En el texto “Nuestra América”, el enunciador se pronuncia a favor de gobiernos locales, países


autónomos con gobierno propio que asuma y recupere todos los elementos, personajes e historia
del país.

Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Los políticos nacionales han
de reemplazar a los políticos exóticos. (Ibíd., p. 3, §6)

En su trabajo “Estética de la creación verbal”, Bajtín plantea que la voluntad discursiva del
hablante se proyecta principalmente en la elección de un género discursivo determinado. La
intención discursiva se aplica y adapta al género escogido y se desarrolla dentro de una forma
genérica determinada (Estética de la creación verbal, p. 267).

La variedad de los géneros discursivos es muy grande. (…) La variedad de estos géneros se determina por la
situación discursiva, por la posición social y las relaciones personales entre los participantes de la
comunicación. (Ibíd., p. 268-269)

Bajtín resalta la influencia que un determinado contexto y situación social ejerce sobre los
personajes de cualquier comunicación. Esto explica la preeminencia de ciertos géneros a lo largo
del acontecer histórico.

En cada época, (…) siempre existen enunciados que gozan de prestigio (…). En cada época, en todas las áreas
de la práctica existen determinadas tradiciones expresas y conservadas en formas verbalizadas. (Ibíd., p.
278-279)

En su artículo “Los manifiestos vanguardistas latinoamericanos”, haciendo referencia a las


vanguardias literarias latinoamericanas, C.V. Carrillo expone:

A partir del surgimiento de las vanguardias literarias, los artistas y escritores deciden elaborar textos
programáticos que reflejen la visión del mundo de su colectivo y para ello recurren al manifiesto. Cercano al
ensayo, podría considerarse un género literario que permite articular propuestas estético ideológicas y
sentar posición frente a una realidad que se rechaza. De esta manera el manifiesto se convierte en un
proyecto conceptual que reflexiona sobre aspectos de índole filosófica, política, cultural y estética. (Los
manifiestos vanguardistas latinoamericanos, p. 1)
De esta forma, por sus planteamientos críticos y provocativos, el texto “Nuestra América” podría
ser considerado un manifiesto.

El carácter controversial de los manifiestos expresa una tajante oposición frente a las estructuras
de dominio y a las determinaciones morales, religiosas y políticas asumidas sin ser previamente
sometidas a una crítica. De esta forma, consigue desplazar la atención hacia zonas marginales que
se convierten en el nuevo foco de atención (Ibíd., p. 2).

(…) ¿En qué patria puede tener un hombre más orgullo que en nuestras repúblicas dolorosas de América,
levantadas entre las masas mudas de indios, al ruido de pelea del libro con el cirial, sobre los brazos
sangrientos de un centenar de apóstoles? (Nuestra América, p. 2, §4)

Carrillo plantea que los manifiestos tienen el objetivo de llamar la atención y guiar hacia la acción
transgresora como la única vía de confrontación y subversión de las estructuras dominantes (p. 5).

Las deudas del honor no las cobra el honrado en dinero, a tanto por la bofetada. Ya no podemos ser el
pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o zumbando, según la acaricie el
capricho (…) ¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! (Nuestra
América, p. 1, §2)

A través de estos textos lo miembros de estos movimientos intentaban desatar la polémica en el ámbito
cultural, violentar al lector, escandalizarlo, desplazarlo hacia los espacios de la diferencia y la exclusión. La
plataforma ideológica sobre la que se construye el manifiesto es un elemento fundamental para entender la
virulencia de los mismos. Sólo a través de una actitud comprometida y contundente se vislumbraba la
posibilidad de socavar los cimientos de las estructuras de dominio. (Los manifiestos vanguardistas
latinoamericanos, p. 5)

Como es de esperar en este género, por su finalidad provocadora, el enunciador deja traslucir
todo tipo de elementos pasionales, a lo largo del texto aparece todo tipo de marcas retóricas que
dan cuenta de ellos.

Se hace mucho uso de los signos de exclamación, con el fin de elevar el tono y resaltar sobre todo
las cuestiones que el autor considera deben ser sometidas a crítica y dignas de destacar.
¡Estos nacidos en América, que se avergüenzan, porque llevan delantal indio, de la madre que los crió, y
reniegan, ¡bribones!, de la madre enferma, y la dejan sola en el lecho de las enfermedades! (Nuestra
América, p. 1, §3)

Ciertas elecciones léxicas responden a un determinado punto de vista y toma de posición que, en
su intento por reivindicar los elementos autóctonos de las repúblicas latinoamericana, descalifica
todo aquello que no pertenezca naturalmente a los pueblos.

A adivinar salen los jóvenes al mundo, con antiparras yanquis o francesas, y aspiran a dirigir un pueblo que
no conocen (Ibíd., p. 2, §6)

La identificación con la causa americana y autóctona es evidente ya desde el título del artículo: al
referirse a “nuestra” América, se hace imposible disimular cualquier pretensión de “objetividad”
en los temas a trabajar. Y eso se ve reflejado a lo largo de toda la obra:

(…) y nuestra América se está salvando de sus grandes yerros (Ibíd., p. 4 §8)

Esta identificación del enunciador con la causa, inevitablemente conduce a la proliferación de


expresiones de deseo, plagadas de elementos pasionales que pretenden atraer y generar cierta
influencia en el enunciatario, mediante la manifestación ferviente de aspiraciones se busca
despertar al lector e invitarlo a formar parte del movimiento que pretende cuestionar y
transformar la realidad americana.

Los pueblos han de vivir criticándose, porque la crítica es la salud; pero con un solo pecho y una sola mente.
(…) ¡Con el fuego del corazón deshelar la América coagulada! (Ibíd., p. 5, §10)

Los pueblos han de tener una picota para quien les azuza a odios inútiles; y otra para quien no les dice a
tiempo la verdad (Ibíd., p. 5, §11)

Si bien aparecen claramente manifestados algunos elementos pasionales en el texto, también hay
pasajes en la narración que pretenden ser descriptivos objetivos.

Pero a partir del trabajo de Hamon, es posible afirmar que no existe la objetividad en la
descripción, sino que ella misma ya da cuenta de una posición, por el simple hecho de que es
imposible describir todos los puntos de vista.

Hamon presenta la descripción como un modo de argumentar. En su texto “Introducción al


análisis de los descriptivo”, este autor lleva a cabo un recorrido a través de las distintas
concepciones y valoraciones de las que fue protagonista la función descriptiva en los discursos.
Por mucho tiempo se planteó la descripción como una pausa narrativa dentro del relato.

Estos criterios y parámetros de lo descriptivo que se encuentran en la obra de los “científicos”, recuperan de
manera casi idéntica los criterios de la descripción promulgados en los tratados de retórica (enumeración de
las partes, semejanzas, diferencias, paralelos, etc.) (Introducción al análisis de lo descriptivo, p. 34-35)

NARACIÓN  (DESCRIPCIÓN)  NARRACIÓN

“Adornos destinados a mantener la atención” (…), las descripciones no deben, en el discurso normativo de la
retórica clásica, constituir jamás el fin del discurso, sino que deben permanecer como “medio subalterno”
(…). Ya sea que esta subordinación esté al servicio de instancias exteriores al discurso (…), o de instancias
interiores al mismo (…). La descripción debe, como por otra parte deben hacerlo también los otros
componentes del discurso, quedar subordinada a las más altas instancias jerárquicas de éste, por un lado a
la Narración y por otro al mayor tema que existe, el hombre. La descripción (…) es un discurso al servicio de
la individualidad, de la personalidad. (Ibíd., p. 28-29)

Pero la novedad que introduce Hamon, es la posibilidad de pensar la descripción como una forma
de argumentar: al encontrarse dentro del relato, también es una posición del sujeto. En la
descripción el tiempo no se detiene, sino que se espacializa; en ella hay acción: no es grado cero
en el tiempo. La forma de describir da cuenta de un punto de vista, por lo tanto, es importante
pensar tanto a la narración como la descripción como argumentaciones.

En la descripción operan criterios clasificatorios: una descripción es una imagen del mundo, no
existe la objetividad. Si la descripción tradicional era considerada objetiva y adjetiva,

(…) siempre, atacada o defendida, la descripción sigue siendo definida referencialmente por aquello que
describe, en especial como descripción de objetos “físicos” por oposición a “acciones” o “sentimientos” de los
personajes “vivientes”. (Ibíd., p. 40)

Ahora se la plantea como una estrategia retórica sustantiva, es decir, no se limita a describir los
accidentes de una cosa sino que supone que la cosa no es otra cosa que lo que se describe.

Toda descripción implica elementos pasionales; la selección de términos, la forma y todo lo que
implica la clasificación de lo que se describe, dicen mucho de las pasiones del que describe. Lo
pasional es mucho más potente en las descripciones que en una narración. Una descripción está
plagada de subjetivemas.

En el texto de Martí, se articulan tanto fragmentos de narración como de descripción, y si se lo lee


con los criterios que propone Hamon, es posible identificar la finalidad argumentativa que
cumplen. Aquí cuatro ejemplos de los varios pasajes narrativo-descriptivos del texto:

Cree el soberbio que la tierra fue hecha para servirle de pedestal, porque tiene la pluma fácil o la palabra de
colores, y acusa de incapaz e irremediable a su república nativa, porque no le dan sus selvas nuevas modo
continuo de ir por el mundo de gamonal famoso, guiando jacas de Persia y derramando champaña (Nuestra
América, p. 2 §4).

La incapacidad no está en el país naciente, que pide formas que se le acomoden y grandeza útil, sino en los
que quieren regir pueblos originales, de composición singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos
de práctica libre en los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquía en Francia. (Ibíd., p. 2, §4)

El hombre natural es bueno, y acata y premia la inteligencia superior, mientras ésta no se vale de su sumisión
para dañarle, o le ofende prescindiendo de él, que es cosa que no perdona el hombre natural, dispuesto a
recobrar por la fuerza el respeto de quien le hiere la susceptibilidad o le perjudica el interés. (Ibíd., p. 2 §5)

La masa inculta es perezosa, y tímida en las cosas de la inteligencia, y quiere que la gobiernen bien; pero si el
gobierno le lastima, se lo sacude y gobierna ella. (…) A adivinar salen los jóvenes al mundo, con antiparras
yanquis o francesa, y aspiran a dirigir un pueblo que no conocen. (Ibíd., p. 2, §6)

Si toda descripción manifiesta una postura, entonces hay que preguntarse en concreto cuál es. El
discurso de Martí se posiciona contra aquellos que presentan a América como “el nuevo
continente, como “las tierras descubiertas”.

Se evidencia un posicionamiento contrario al punto de vista eurocéntrico, conquistador. Martí


habla de “nuestra” América: lleva a cabo una inversión absoluta respecto de una forma de
concebir no sólo las repúblicas latinoamericanas, sino el mundo. Se plantea un discurso que hace
referencia al encuentro de dos situaciones dadas; América ya no aparece como algo que empieza a
partir de un punto cero que arranca en el descubrimiento de los europeos. Hay una irrupción clara
de otro punto de vista.

Por eso el libro importado ha sido vencido en América por el hombre natural. Los hombres naturales han
vencido a los letrados artificiales. El mestizo autóctono ha vencido al criollo exótico. No hay batalla entre la
civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza. (…) Las repúblicas han purgado en las
tiranías su incapacidad para conocer los elementos verdaderos del país, derivar de ellos la forma de gobierno
y gobernar con ellos. (Ibíd., p. 2, §5)

El descubrimiento daría cuenta de una América que antes no existía, que comienza a ser en el
momento en que los europeos la encuentran: aquí es la mirada europea la que reconoce y define
la existencia.

Como consecuencia de este viraje en el punto de vista, comienzan a tomar la palabra personajes
que en otros discursos habían quedado relegados, al margen.

Hablar es asumir la palabra en este espacio dividido de lenguas y hablantes. Es siempre, pues, una
obediencia y/o una disputa. (…) La lengua funciona en el acontecimiento, por el acontecimiento, y no por ser
asumida por un individuo. (Guimarâes, Argumentación y acontecimiento, p. 217)

La colonia continuó viviendo en la república; y nuestra América se está salvando de sus grandes yerros –de la
soberbia de las ciudades capitales, del triunfo ciego de los campesinos desdeñados, de la importación
excesiva de las ideas y fórmulas ajenas, del desdén inicuo e impolítico de la raza aborigen- por la virtud
superior, abonada con sangre necesaria, de la república que lucha contra la colonia. (Nuestra América, p. 4
§8)

Martí trabaja con la aparición de la voz de América: mira desde América, habla desde América. Le
otorga voz a lo que históricamente se mantuvo silenciado.

El indio, mudo, nos daba vueltas alrededor, y se iba al monte, a la cumbre del monte, a bautizar a sus hijos.
El negro, oteado, cantaba en la noche la música de su corazón, solo y desconocido, entre las olas y las fieras.
El campesino, el creador, se revolvía, ciego de indignación, contra la ciudad desdeñosa, contra su criatura.
(…) Nos quedó el oidor, y el general, y el letrado, y el prebendado. (…) Éramos charreteras y togas, en países
que venían al mundo con la alpargata en los pies y la vincha en la cabeza (Ibíd., p. 4, §10)

“La escena enunciativa pone en juego también lugares de decir (…). Y aunque se presenten siempre
como independientes de la historia o fuera de la historia, son lugares propios de una historia.”
(Argumentación y acontecimiento, p. 221)
Esta toma de la palabra de lo reprimido, aparece en escena con mucha más fuerza: por eso en el
discurso de Martí es tan fácil distinguir el elemento pasional, ya que justamente, cuando algo es
censurado, al momento de brotar, lo hace como el contenido de una olla a presión. Lo que hasta
ahora estuvo silenciado, aparecía usualmente negado, pero no totalmente censurado. Según
Freud, la negación es la forma disfrazada en la que lo reprimido consigue su paso al nivel de la
consciencia:

Una representación o un pensamiento reprimidos pueden, pues, abrirse paso hasta la conciencia, bajo la
condición de ser negados. La negación es una forma de percatación de lo reprimido; en realidad, supone ya
un alzamiento de la represión, aunque no, desde luego, una aceptación de lo reprimido (…). Con ayuda de la
negación se anula una de las consecuencias del proceso represivo: la de que su contenido de
representaciones no logre acceso a la conciencia. (La negación, 1042)

¿Cómo han de salir de las Universidades los gobernantes, si no hay Universidad en América donde se enseñe
lo rudimentario del arte del gobierno, que es el análisis de los elementos peculiares de los pueblos de
América? (…) La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los
incas a acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. (Nuestra América,
p. 2; 3, §6)

Orlandi se dedica a trabajar el silencio como factor esencial para la significación. Intenta liberar al
silencio del papel pasivo y negativo que nuestra cultura le ha asignado, y propone un vínculo entre
el no-decir y la historia e ideología.

Pensada por medio de la noción de silencio, como veremos, la propia noción de censura se extiende para
comprender cualquier proceso de silenciamiento que limite al sujeto en el recorrido de los sentidos. (Orlandi,
Las formas del silencio, p.1)

La manera en la que trabaja el silencio Orlandi, presenta una imagen del mismo como respiración,
como posibilidad de significación, como “reducto de lo posible, de lo múltiple, el silencio abre
espacio para lo que no es uno, para lo que permite el movimiento del sujeto” (ibíd. P. 2). El silencio
como fundador se ubica en las palabras mismas, es el silencio que las atraviesa, que indica que el
sentido no es fijo, sino móvil.

Trabaja con el discurso y el silencio como acontecimientos históricos, otorgándole a la ideología el


papel de productora de sentidos. El lugar que ocupa ésta última es entre la materialidad de la
lengua y la materialidad de la historia, cuyo encuentro genera la materialidad específica de la
ideología, es decir, el discurso (Ibíd. P, 4). Orlandi plantea que las formaciones discursivas están
determinadas por relaciones de fuerza y sentidos, es decir, que el sentido no está cristalizado en
algún lugar, sino que se genera y modifica en las relaciones.

Así las formaciones discursivas son diferentes regiones que recortan el interdiscurso y que reflejan las
diferencias ideológicas, el modo como las pasiones de los sujetos, sus lugares sociales así representados,
constituyen sentidos diferentes. Lo decible (el interdiscurso) se divide en las diferentes regiones
desigualmente accesibles a los diferentes locutores. (Ibíd. P. 5)

De esta manera, Orlandi señala que de las relaciones reguladas históricamente entre las
formaciones discursivas es de donde se constituyen los diversos efectos de sentido. “Una misma
cosa puede tener diferentes sentidos para los sujetos. “Y es así que se manifiesta la relación
contradictoria de la materialidad de la lengua y de la historia” (Ibíd. P. 5).

De esta forma, al hablar desde América, desde otro punto de vista, se ve la movilidad del sentido.
Así, lo que permanecía en silencio, al tomar la palabra genera un discurso que tiene un efecto de
sentido muy distinto al que pudo haber tenido cualquier otro. La voz de América, hecha a un lado,
silenciada, aparece en el espacio discursivo mediante una explosión de denuncias y arengas para
subvertir el orden impuesto.

¿En qué patria puede tener un hombre más orgullo que en nuestras repúblicas dolorosas de América,
levantadas entre las masas mudas de indios, al ruido de pelea del libro con el cirial, sobre los brazos
sangrientos de un centenar de apóstoles? (Ibíd., p. 2; §4)

Con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos
de mando de los opresores. (Ibíd., p. 3-4; §8)

Ni el libro europeo, ni el libro yanqui, daban la clave del enigma hispanoamericano. (…) Los jóvenes de
América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa y la levantan con la levadura de su sudor.
Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta
generación. (Ibíd., p. 4; §10)

(…) el deber urgente de nuestra América es enseñarse como es, una en alma e intento, vencedora veloz de un
pasado sofocante, manchada sólo con sangre de abono que arranca a las manos la pelea con las ruinas, y la
de las venas que nos dejaron picadas nuestros dueños. (Ibíd., p. 5; §11)
En el discurso de “Nuestra América”, el enunciador se presenta como un ideólogo, conocedor de
la realidad sociopolítica y hasta de la naturaleza de los países latinoamericanos.

El hombre natural es bueno, y acata y premia la inteligencia superior, mientras ésta no se vale de su sumisión
para dañarle, o le ofende prescindiendo de él, que es cosa que no perdona el hombre natural, dispuesto a
recobrar por la fuerza el respeto de quien le hiere la susceptibilidad o le perjudica el interés. (Nuestra
América, p. 2, §5)

En pueblos compuestos de elementos cultos e incultos, los incultos gobernarán, por su hábito de agredir y
resolver las dudas con la mano, allí donde los cultos no aprendan el arte del gobierno (Ibíd., p. 2, §6)

Las citas anteriores reflejan un enunciador que conoce la naturaleza de los nativos de América, y
que, consciente de ella, es capaz de advertir las consecuencias de las que será víctima aquél que
pretenda pasarles por arriba o traicionar su confianza.

(…) resolver el problema después de conocer sus elementos, es más fácil que resolver el problema sin
conocerlos (Ibíd., p. 3, §6)

(…) entró a padecer América, y padece, de la fatiga de acomodación entre los elementos discordantes y
hostiles que heredó de un colonizador despótico y avieso, y las ideas y formas importadas que han venido
retardando, por su falta de realidad local, el gobierno lógico. (Ibíd., p. 3, §7)

El pasado fragmento muestra el conocimiento histórico del que es dueño el enunciador, que
pretende clarificarle las causas que llevaron a la situación actual americana.

El texto “Nuestra América” está plagado de juicios, lo cual refiere convicciones y valores. Cita
lecturas e historias, su discurso es una disertación, más persuasiva que demostrativa.

Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra (Ibíd., p. 1; § 1)

¡Estos nacidos en América, que se avergüenzan, porque llevan delantal indio, de la madre que los crió, y
reniegan, ¡bribones!, de la madre enferma, y la dejan sola en el lecho de las enfermedades! (Ibíd., p. 1; § 3)
El hombre natural es bueno, y acata y premia la inteligencia superior, mientras ésta no se vale de su sumisión
(…) (Ibíd., p. 2; § 5)

La masa inculta es perezosa, y tímida en las cosa de la inteligencia, y quiere que la gobiernen bien; pero si el
gobierno le lastima, se lo sacude y gobierna ella. (Ibíd., p. 2; §6)

Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Los políticos nacionales han
de reemplazar a los políticos exóticos (Ibíd., p. 3; §6)

Los pueblos han de vivir criticándose, porque la crítica es la salud; pero con un solo pecho y una sola mente.
(Ibíd., p. 5; §10)

El discurso está dirigido a un lector americano, que debe despertarse y tomar conciencia de la
amenaza bajo la que se encuentra: está en peligro de no llegar a ser gobierno de su propio país,
hostigado por fuerzas externas, amenazado por “quien no lo conoce”.

Pero otro peligro corre, acaso, nuestra América, que no le viene de sí, (…) y es la hora próxima en que se le
acerque demandando relaciones íntimas, un pueblo emprendedor y pujante que la desconoce y la desdeña.
(…) el deber urgente de nuestra américa es enseñarse como es, una en alma e intento, vencedora veloz de un
pasado sofocante, manchada sólo con sangre de abono que arranca a las manos la pelea con las ruinas, y la
de las venas que nos dejaron picadas nuestros dueños. (Ibíd., p. 5; § 11)

El enunciador se presenta claramente identificado con el objetivo de la autonomía americana. El


propio título expresa una toma de posición y el lugar desde el cual habla: Nuestra América. Este
americanismo se manifestará reiteradamente al señalar, precisamente, los peligros de lo que son
víctimas los pueblos americanos.

En el texto se manifiestan referencias al pasado y al presente con el fin de describir una situación
dada;

¡Estos hijos de carpintero, que se avergüenzan de que su padre sea carpintero! (Ibíd., p. 1; §3)

¿Cómo han de salir de las Universidades los gobernantes, si no hay Universidad en América donde se enseñe
lo rudimentario del arte del gobierno, que es el análisis de los elementos peculiares de los pueblos de
América? A adivinar salen los jóvenes al mundo, con antiparras yanquis o francesas, y aspiran a dirigir un
pueblo que no conocen. (Ibíd., p. 2; § 6)

El indio, mudo, nos daba vueltas alrededor, y se iba al monte, a la cumbre del monte, a bautizar a sus hijos.
El negro, oteado, cantaba en la noche la música de su corazón, solo y desconocido, entre las olas y las fieras.
El campesino, el creador, se revolvía, ciego de indignación contra la ciudad desdeñosa, contra su criatura.
Éramos charreteras y togas, en países que venían al mundo con la alpargata en los pies y la vincha en la
cabeza (Ibíd., p. 4; § 10)

Por otro lado, el presente y sobre todo, el futuro, aparecen como una posibilidad, como lugar y
momento de crítica, crisis, y condición que deja un espacio a la potencia, al quiebre y subversión
de ciertas estructuras establecidas en el pasado y mantenidas en el presente.

La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los incas a acá, ha
de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia (Ibíd., p. 3; § 6)

(…) le está naciendo a América, en estos tiempos reales, el hombre real. (Ibíd., p. 4; § 9)

(…) se empieza, como sin saberlo, a probar el amor. Se ponen en pie los pueblos, y se saludan. “¿Cómo
somos?” se preguntan; y unos a otros se van diciendo cómo son. (P. 4; § 10)

Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa y la levantan con la
levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear es la palabra
de pase de esta generación. (Ibíd. p. 4; § 10)

Se presenta la posibilidad de erigir un pueblo que se gobierne a sí mismo, que se conozca y se dé a


conocer, que apele a su propia historia, que venza la ignorancia, pero también prevalece el sueño
de pueblos relacionados con armonía.

Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en nuestras Repúblicas el
mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras Repúblicas. (…) que no hay patria en que pueda tener el
hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas. (Ibíd., p. 3; § 6)

¡Con el fuego del corazón deshelar la América coagulada! ¡Echar, bullendo y rebotando por las venas, la
sangre natural del país! En pie, con los ojos alegres de los trabajadores, se saludan, de un pueblo a otro, los
hombres nuevos americanos. (…) Leen para aplicar, pero no para copiar. (…) Las academias discuten temas
viables. (…) Los gobernadores, en las repúblicas de indios, aprenden indio. (Ibíd., p. 5; §10)

Se ha de tener fe en lo mejor del hombre y desconfiar de lo peor de él. Hay que dar ocasión a lo mejor para
que se revele y prevalezca sobre lo peor. Sino, lo peor prevalece. Los pueblos han de tener una picota para
quien les azuza a odios inútiles; y otra para quien no les dice a tiempo la verdad. (Ibíd., p. 5; § 11)

CONCLUSIÓN

Este breve análisis intentó encontrar los elementos que en todo discurso dan cuenta de la
materialidad del mismo; de la manifestación de los factores que alejan al discurso de la
transparencia, y que más bien reflejan la opacidad del mismo.

En este tipo de análisis, con el fin de ser lo más riguroso posible, no se atiende a factores externos
al discurso, en el mismo se encuentran múltiples huellas ideológicas que generan un determinado
efecto de sentido. El objetivo fue encontrar la mayor cantidad de marcas posible, para poder dar
cuenta de las implicancias de lo que se plantea en el texto.

BIBLIOGRAFÍA

• Bajtín, M. M.; Estética de la creación verbal, Ed. Siglo Veintiuno.


• Carrillo, Carmen V.; Los manifiestos vanguardistas latinoamericanos; archivo en PDF: web
http://www.saber.ula.ve/bitstream/123456789/18837/1/articulo2.pdf
• Freud, S.; La negación, en Obras Completas, Vol. II; Madrid: Ed. Biblioteca nueva, 1948
• Guimarâes, Argumentación y acontecimiento, cuadernillo de la cátedra
• Hamon, Introducción al análisis de lo descriptivo, cuadernillo de la cátedra.
• Martí, J.; Nuestra América
• Orlandi, E.; Las formas del silencio; Brasil, Univ. De Campinas. Unicamp. 1992

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