Resumen: Abstract:
El presente capítulo hace parte integral This chapter is an integral part of the
del análisis realizado por el grupo analysis by the research group
investigativo PUERTAS ABIERTAS de la “OPENDOOR” from Network Teachin, in
Red Docente, en instituciones Educativas Educational Institutions of the City District
Distritales de la Localidad 18 en Bogotá. 18 in Bogotá.
Cabe la pena resaltar que los aspectos de tipo genético o biológico no pueden ser
descartados como factores que abonan estas conductas agresivas (Freud, 1950) tal
como lo explica la teoría del instinto agresivo, sin embargo son los factores modificables
los que nos interesan.
Cuando nuestros niños provienen de un ambiente agresivo, educados para “no dejarse
de nadie”, aprendiendo a subsistir solos, a ser criticados de manera no constructiva ante
sus conductas y decisiones, maltratados física y sicológicamente, se mantienen
expuestos a un modelo de agresividad constante y sus patrones de conducta tienen una
mayor tendencia a la respuesta agresiva ante el conflicto (fase modeladora).
Esta fase de prejuicio y culpa disparan una alarma emocional, que no puede ser
contenida por el niño pues escapa a sus posibilidades de control. La necesidad de no
sentir este sentimiento genera un impulso de respuesta inmediata: la agresión, que es lo
único que ha conocido como solución al conflicto durante su formación.
“Si tienes un alto sentimiento de culpa el sistema de respuesta es tan inmediato y las
sensaciones son tan increíblemente desagradables que el autocontrol no importa
demasiado.” (Kochanska, 2009)
El proceso continua con una etapa en la cual el niño descubre que su comportamiento
agresivo le trae ciertos beneficios, por ejemplo nadie se mete con él, obtiene un seudo-
respeto por el temor que infringe a los demás, o peor aún por la mirada inerme del adulto
ante su conducta (fase del afianzamiento)
A partir de esta fase comienza el círculo vicioso de la conducta agresiva, que general y
lamentablemente termina mal.
Ciertamente es claro que hay muchos factores modificables donde atacar el problema de
la agresividad en el proceso de su origen en el niño y que todos tienen importancia, sin
embargo buscando un proceso de autogestión del conflicto nos concentraremos en los
factores que dependen exclusivamente del desarrollo de la conciencia en el niño: el
prejuicio y la culpa.
“Cuando una persona entra en un proceso de diálogo genuino, no hay juicio ni culpa
asociada con el resultado….En un dialogo no hay ganador ni perdedor, sino dos personas
que ven los demás bajo una nueva luz y ellos mismos también” (Merrill, 2002)
El dialogo nos ofrece entonces la posibilidad de desarmar el proceso desde el interior del
niño si logramos que éste se haga consciente de la potencialidad de este instrumento.
Los diálogos pueden darse de manera genuina, dialogo yo-tu, o de manifiesto en los que
las personas hablan (no dialogan) el uno al otro sin comprensión (Buber, 1958) emitiendo
cada uno su propio monólogo y permaneciendo impermeable a los demás (Laing, 1969) o
en el peor de los casos tratando de convencer a otro para que vea las cosas a su manera
(Merrill, 2002) o lo que en pedagogía se llama dialogo entre el opresor y el oprimido
(Freire 1972).
Para no caer en uno de estos distractores aparentes del dialogo, debemos tener en
cuenta ciertas características que debe acompañar un dialogo genuino como se afirma en
el documento de las Naciones Unidas acerca del “Dialogo para la prevención de conflictos
y construcción de paz” (undp, 2009):
El diálogo no es una estrategia de talla única. No es una panacea para resolver todas
las crisis del mundo en donde haya una profunda parálisis política o una larga historia de
violencia. Más bien, el diálogo representa sólo una herramienta en la caja de herramientas
de los hacedores de políticas—un proceso que es flexible y adaptable a diferentes
contextos y países, y que resulta particularmente útil cuando las partes de un conflicto aún
no se encuentran listas para negociaciones formales.
El diálogo requiere, en primer lugar, que las condiciones básicas estén presentes.
Cuando la violencia, el odio y la desconfianza son más fuertes que la voluntad de forjar un
consenso, o existe un significativo desequilibrio de poder o una falta de voluntad política
entre los participantes, entonces puede ser que la situación no esté lo suficientemente
madura como para un diálogo. Por otra parte, los participantes deben sentirse libres de
expresar sus pensamientos sin miedo a represalia o rechazo.
Sin embargo como se dijo anteriormente para que le dialogo tenga un efecto constructivo
en el niño debe ser genuino y operar en el reconocimiento que el haga internamente de
la situación conflictiva.
La vergüenza, es decir, sentir que eres una mala persona por haberte portado mal, se
sabe que es mala para la salud, mientras que, desde el punto de vista del
comportamiento, la culpa puede ser productiva (Tangney, 2002).
El ideal planteado es llevar mediante un proceso al niño hasta la última condición de cada
momento, pues es en las últimas etapas de la búsqueda de la culpa, donde el niño logra
trascender el objeto material de la culpa y busca la culpa en un conflicto interno,
abriéndole paso a la conciencia del conflicto.
Una vez dadas las condiciones para el empleo del dialogo, y reconocidos las
características necesarias del mismo, el educador puede aplicar el proceso metodológico
adecuado a las condiciones de desarrollo de su moral, su conocimiento y su conflicto (ver
cuadro anexo) para que se generen en su conciencia herramientas dialógicas de
autogestión del conflicto en el.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
Bandura, A. (1973). Agresión: Analisis del Aprendizaje Social. Englewood Cliffs, NJ:
Prentice –Hall.
Freud, S. (1950)
Kochanska,G. (2009). J Pers Soc Psychol. August; 97(2): 322–333.
Laing,(1969)
UNDP. (2009). Programa de las naciones Unidas para el desarrollo, Importancia del
dialogo para la Prevención de Conflictos y construcción de Paz: 2,3.