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Celis Santiago Diana Sofía

Yacimientos minerales
04/04/18
La Revolución Industrial y la Minería
Fue a contar del siglo XIX en que los efectos del espectacular desarrollo minero se
extendieron hacia todas las áreas de la actividad y junto con el ordenamiento
institucional y el coto al bandolerismo impulsado por Diego Portales, hicieron
resucitar las confianzas empresariales en un agro destruido por los conflictos
internos y externos, estimulando nuevas grandes inversiones que, surgidas desde
la minería, permitieron obras como el canal Las Mercedes que llevaba agua desde
el Mapocho hasta la Hacienda de Mallarauco.
Tras la Independencia de España y al compás de la Revolución Industrial y las
nuevas libertades de comercio, se dio paso a un resurgimiento de la minería en el
siglo XIX como producción clave, esta vez con descubrimientos que abrieron las
puertas a los ciclos de la plata (Chañarcillo) y del carbón (Lota) y luego de la Guerra
del Pacífico, al ciclo del salitre, proceso con el que Chile ingresó a un siglo XX,
marcado por la explotación del cobre a gran escala.

En el país siempre hubo explotaciones de pequeña y mediana importancia de casi


todos sus recursos mineros (cobre, oro, plata, salitre y carbón) por parte de los
aborígenes y posteriormente de los conquistadores, pero es a contar de mediados
del siglo XIX que gracias a personajes como José Rojas (carbón de Coronel); Matías
Cousiño (carbón en Lota); José Tomás Urmeneta (plata en Tamaya– Ovalle); el
“Cangalla” Méndez (plata en Caracoles–Antofagasta); José Santos Ossa (salitre en
Desierto de Atacama) y de una nueva y más libertaria institucionalidad, que la
minería empezó a prevalecer en las exportaciones chilenas.
Desarrollo minero
Fue a contar del siglo XIX en que los efectos del espectacular desarrollo minero se
extendieron hacia todas las áreas de la actividad y junto con el ordenamiento
institucional y el coto al bandolerismo impulsado por Diego Portales, hicieron
resucitar las confianzas empresariales en un agro destruido por los conflictos
internos y externos, estimulando nuevas grandes inversiones que, surgidas desde
la minería, permitieron obras como el canal Las Mercedes que llevaba agua desde
el Mapocho hasta la Hacienda de Mallarauco.
Asimismo, y siguiendo una tradición cultural agraria hispana –en que la fama y el
reconocimiento se recoge desde la propiedad de la tierra– los empresarios
enriquecidos en la minería llegaron a los campos, introduciendo nuevas técnicas y
cultivos, como el arroz, la alfalfa y las cepas importadas para la viticultura, fenómeno
que hoy vemos reflejados en las marcas de vinos más conocidas en el país
(Cousiño, Urmeneta).
Celis Santiago Diana Sofía
Yacimientos minerales
04/04/18
También en materia de transporte e infraestructura, la minería estimuló un fuerte
impulso. El comercio marítimo, acicateado por las decisiones de Rengifo–Portales
de construir los muelles de Valparaíso, de reservar el cabotaje para los barcos
chilenos y regular las importaciones con aranceles progresivos, según se tratara de
bienes indispensables o superfluos, permitió que la marina mercante chilena, que
en 1848 contaba con 105 barcos, llegara a tener 327 en 1865.

Y en materia institucional, para 1874 el primer Código de Minería nacional mantuvo


el principio de propiedad eminente heredado de la época colonial, pero tomó partido
–como era previsible– en favor de la agricultura y redujo las minas de libre
adquisición. Asimismo, conservó el sistema de amparo por el trabajo, sin perjuicio
de hacerlo algo más flexible y modificó el procedimiento de constitución de la
pertenencia minera, introduciendo entre la manifestación y la mensura una
actuación intermedia, llamada “ratificación”, que luego de inscrita conformaba un
título provisional sobre la mina y autorizaba su explotación.

El Código de Minería de 1888 también mantuvo el principio de la libertad de minas


y, junto con ello, extendió la enumeración de éstas de libre denunciabilidad,
sustituyendo el régimen de amparo por el trabajo, por otro que se basaba en el pago
de una patente o canon. El Código, empero, no innovó respecto del procedimiento
de constitución de la pertenencia, que ya había dado y seguiría dando lugar a toda
clase de pleitos y a la consiguiente inestabilidad de los títulos mineros.

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