Lecturas: Educación Física y Deportes, Revista Digital La metodología
observacional en el deporte: conceptos básicos
María Teresa Anguera Argilaga
Ángel Blanco Villaseñor José Luis Losada López Antonio Hernández Mendo (España) Facultad de Psicología - Universidad de Barcelona
Los autores de este trabajo pertenecen al proyecto de investigación
denominado Diseños Observacionales, que dirige la Dra. María Teresa Anguera Argilaga en el Departamento de Metodología de las Ciencias del Comportamiento de la Facultad de Psicología (Universidad de Barcelona) y que ha sido considerado Grup de Recerca Consolidat 1998 de la Universidad de Barcelona por la Comissió de Politica Científica de la Universitat de Barcelona el 2 de marzo de 1998 La dirección del grupo de observación es http://www.ub.es/ogrc/GCDISOBSER.html. Asimismo pertenecen al proyecto de investigación nacional (DGES) denominado Desarrollos metodológicos del proceso de evaluación en contextos naturales: una aplicación en actividad física, dirigido por la Dra. María Teresa Anguera Argilaga dentro del Programa Sectorial de Promoción del Conocimiento (Área de la Salud). http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 5 - N° 24 - Agosto de 2000
1. Metodología observacional y deporte: objeto y características
Al finalizar un partido de fútbol o un partido de baloncesto se suministran unos estadísticos al entrenador, a la prensa, etc. que pretenden ser un resumen del partido en forma objetiva y cuantificable. En este resumen, fruto de una observación, aparecen recogidas, por ejemplo, el número de faltas, el número de posesiones, el número de canastas o goles o incluso la duración de los contraataques y de las posesiones. Una de las primeras cuestiones que cabe formularse es cómo han sido recogidos los datos, si la herramienta a través de la cual hemos recogido esos datos es fiable, si otro observador que hubiese observado el mismo partido habría obtenido otros datos... Estas diatribas nos sitúan ante las cuestiones clave de la observación, una de las cuales será "Técnica de Observación" frente a "Metodología Observacional" . La metodología observacional constituye una de las opciones de estudio científico del comportamiento humano que reúne especiales características en su perfil básico. El objeto de estudio es el individuo inserto en cualquiera de sus ámbitos de actuación habitual, del cual conviene captar la riqueza de su comportamiento (es decir, plasmar la espontaneidad de su conducta, la cual puede estar referida a un partido de fútbol, de tenis o a cualquiera de los ámbitos donde se produce la actividad físico- deportiva) con insistencia por la perspectiva idiográfica, de forma que este individuo (puede ser también una unidad de observación, esto es, la línea de delanteros del fútbol, la línea de zagueros del voleibol, un equipo, etc.) desempeñe sus diversas actividades (o, lo que es lo mismo a nivel procedimental, ejecute conductas) en diversos contextos naturales, mediante un instrumento elaborado ad hoc, y siendo preferible que pueda llevar a cabo su seguimiento diacrónico a lo largo de un tiempo relativamente prolongado (sea un proceso educativo, terapéutico, de crecimiento personal, de entrenamiento deportivo, de competición, etc.). Se dispone de un margen de actuación entre máximos y mínimos del cual hay que aprovechar todas las posibilidades y rentabilizar los recursos disponibles a efectos de investigación. Habrá que barajar con el cumplimiento de los requisitos básicos que puede ofrecer cada uno de los planteamientos de investigación que se llevan a cabo sometiéndose a una saludable autodisciplina que en ningún caso implica un mecanismo deformador, sino que, por el contrario, va a facilitar el proceso de avance del conocimiento. No podemos olvidar que la máxima de la Metodología Observacional es la especial combinación de flexibilidad y rigor, como las dos caras de una misma moneda. Y deberá tenerse igualmente muy claro que los potenciales estudios que, en virtud de su objeto y/o planteamiento, no se ajusten a los mínimos requeridos, probablemente tendrán abiertas otras puertas, aunque no se contemplan en el panorama de la psicología científica. La Metodología Observacional, cuya expansión es innegable en las últimas décadas, y cuyo carácter científico se halla perfectamente avalado (Sackett, 1978; Suen & Ary, 1989; Anguera, 1990; Riba, 1991; Bakeman & Gottman, 1997), requiere el cumplimiento de unos requisitos básicos, que son la espontaneidad del comportamiento, que éste tenga lugar en contextos naturales (dentro del ámbito del deporte y de la actividad física serían aquellos contextos donde se produce habitualmente la actividad, el terreno de juego o la cancha), que se trate de un estudio prioritariamente idiográfico, la elaboración de instrumentos ad hoc, que se garantice una continuidad temporal, ... amén de un último requisito que ha dado lugar a interesantes polémicas, como es la perceptividad del comportamiento, que para algunos autores se requiere en grado máximo (observación directa, o de conductas manifiestas), mientras que para otros bastaría que fuese parcial (observación indirecta, o de conductas encubiertas). Por otra parte, y sin que se trate propiamente de requisitos, pero vinculados a ellos, se hallan las características del objeto de estudio y el tamaño de las unidades. Incluimos un breve comentario sistemático de cada uno de tales requisitos:
1.1. La espontaneidad del comportamiento, que implica la ausencia
de consignas o de la preparación de la situación. Si el flujo de conducta del individuo, acotado de acuerdo con nuestras expectativas de estudio (ejecución de determinada actividad -un partido de fútbol, de tenis, de voleibol, etc.-, reacción ante determinadas contingencias del entorno -acciones defensivas u ofensivas-, iniciativa en la producción de determinadas respuestas -estudio de las conductas estratégicas ante la pérdida de la posesión, etc.), es nuestro objeto de investigación, resulta obvio que la realización de dichas conductas obedezca a una producción de comportamiento del individuo no restringida por grados de libertad impuestos por el investigador.
1.2. Complementariamente al anterior requisito, la producción de
conducta ha de tener lugar en contextos naturales, garantizando la ausencia de alteraciones provocadas de forma intromisiva. La realidad del contexto natural implica que las conductas objeto de estudio forman parte del repertorio del individuo estudiado y se hallan incardinadas en el flujo de conducta, en una situación de entrenamiento, de competición, de enseñanza-aprendizaje, en el proceso discursivo, en la sucesión en la expresión de sentimientos, en la continuidad de una psicoterapia, ... Desde un punto de vista puramente metodológico es importante tener en cuenta cómo en los estudios realizados en contextos naturales (Tunnell, 1977) las diferentes dimensiones relevantes se ordenan y distribuyen en cada nivel de respuesta del individuo, y sin interferencia en la metodología seguida. Como consecuencia (Anguera, 1991a), se debería constatar que: a) la conducta es extremadamente sensible respecto de variables diversas (físicas, sociales, organizativas, etc., del entorno en que se inscribe; b) la conducta y el contexto implican múltiples interacciones de variables, cuya interrelación está sometida a un dinamismo constante; y c) la conducta, analizada en bloques amplios, tiende a presentar ciclos o tendencias repetitivos, por lo que no pueden ser considerados como independientes segmentos del flujo de conducta desgajados temporalmente, ya que el significado de una acción depende de las que le han precedido o de las que le sucederán.
1.3. Que se trate de un estudio prioritariamente idiográfico. La
Metodología Observacional no funciona adecuadamente si es un grupo o colectivo nuestro objeto de estudio, y la razón de ello no se halla, tal como se había objetado en los años setenta, en la incapacidad de acceder con precisión al propio flujo de conducta y lograr una transducción adecuada por motivos técnicos ya que actualmente se pueden aprovechar las indudables ventajas muy sofisticadas de los recursos tecnológicos de que disponemos. Por el contrario, el problema radica en la dificultad interpretativa que presentan las interacciones de orden elevado que se establecen entre los individuos interactuantes (Duck, 1994). No obstante, al término clásico acuñado por Allport (1942), centrado en el sujeto individualmente considerado, se le han añadido dos variantes que permiten una cierta flexibilización: Por una parte, se ha ensanchado su acepción originaria, y abarcaría también pequeñas agrupaciones de individuos (díadas, tríadas, ..., componentes de una familia, etc.) que mantienen entre sí un estrecho vínculo o criterio de agrupación; y, por otra, se ha reducido en el sentido de contemplar tan sólo un nivel de respuesta (por ej., conducta motriz, conducta reglamentaria, conducta verbal) en un individuo o en la situación anteriormente mencionada de pequeñas agrupaciones de ellos con criterio explícito de vinculación. 1.4. La elaboración de instrumentos ad hoc pasa por construir sistemas de categorías que respondan a un doble ajuste con el marco teórico y con la realidad (Anguera, 1991b). El término “categoría” es equívoco, aunque no arbitrario, y lo largo de su historia ha dado lugar a numerosas acepciones, habiendo sido utilizado erróneamente como equivalente a clasificación y taxonomía, y fue precisamente en la discusión de carácter metodológico que siguió a la ponencia “Problems of taxonomy and their application to nosology and nomenclature in the mental disorders”, después del discurso pronunciado por Carl G. Hempel (Zubin, 1961) en la Conference on Problems in Field Studies in the Mental Disorders (American Psychopathological Association, 15-19 febrero 1959) en donde el curso del debate llevó a asignarle un nuevo significado que permitiría proceder de las características observables a la construcción de sistemas conceptuales. Una categoría existe siempre que producciones distintas de conducta se le asignen si se justifica su equivalencia teórica, y se puede considerar el resultado de una serie de operaciones cognitivas que llevan al establecimiento de clases entre las cuales existen unas relaciones de complementariedad, establecidas de acuerdo con un criterio fijado al efecto, y en donde cada una de ellas cumple a su vez requisitos internos de equivalencia en atributos esenciales, aunque pueda mostrar una gama diferencial o heterogeneidad en su forma. Y el instrumento abarcador de todas las categorías -sistema de categorías- deberá ajustarse a las exigencias de exhaustividad y mutua exclusividad. Y caben además otras posibilidades que significan distinto nivel de codificación (Blanco y Anguera, 1991). 1.5. La necesaria continuidad temporal deriva de la mutabilidad del comportamiento humano, de forma que el continuo cambio producido puede ser adecuadamente estudiado al incorporar el criterio diacrónico en la recogida de información. Es obvio que un corte transversal en el flujo de conducta de un individuo proporcionaría datos puntuales, y consecuentemente insuficientes para el análisis de un proceso terapéutico, de un crecimiento personal durante un período determinado, o de cualquier cambio madurativo. A su vez, esta continuidad temporal ofrece la base en que actuará el nivel intersesional del muestreo observacional (Anguera, 1990); es decir, los criterios de establecimiento de las sucesivas sesiones de observación (o segmentos de comportamiento a modo de “ventanas” abiertas que se hallarán insertas en el flujo de conducta de un individuo a lo largo de un período prolongado de tiempo).
2. Criterios taxonómicos de la Metodología Observacional
Vamos a señalar los criterios taxonómicos que consideramos de carácter básico, según el grado de cientificidad, participación, perceptividad y niveles de respuesta. 2.1. Grado de cientificidad De acuerdo con este criterio, cabe distinguir la observación pasiva y la observación activa. La observación pasiva, también conocida como precientífica, se realiza durante un período suficientemente prolongado (en muchos casos resulta aconsejable que éste abarque un tercio del período total destinado al estudio), y se caracteriza por no tener definido el problema, tener un bajo control externo o grado de sistematización de los datos, y carecer de hipótesis. La observación activa o científica se inicia una vez finaliza la fase de observación pasiva, ya con el problema acotado, con un elevado control externo y con hipótesis exploratoria o confirmatoria según se trate de un estudio esencialmente inductivo o deductivo. 2.2. Según el grado de participación del observador En la observación siempre se da la existencia de una díada observador-observado, y la relación que los vincula es el nivel de participación. La característica más relevante de la observación directa es la preservación de la espontaneidad del sujeto observado, por lo que la participación del observador en algún sentido corre el riesgo de vulnerarla. La multiplicidad de matices que de aquí se derivan permite considerar la participación como una dimensión que puede hallarse saturada de forma variable, y que posee los límites lógicos de mínima y máxima carga participativa: En la observación no participante el observador actúa de forma claramente neutra, sin que, en su caso extremo, ni siquiera se precise conocer al sujeto observado (así, en el patio de una escuela se puede observar al "niño del chandal azul", o en una competición deportiva al integrante del equipo que en su camiseta figura el 9), mientras que sobre el observado no puede pender ninguna restricción, dada la imperatividad de espontaneidad en su conducta. En la observación participante propiamente dicha. Se da un tipo especial de interrelación entre observador y observado. Por lo que se refiere al observador, cabe distinguir entre la figura del investigador que inspira y planifica el estudio, y el mero observador que efectúa el registro de las sesiones de observación, aunque es cierto que en ocasiones una misma persona aúna los dos roles. En el primer caso, es decir, quién planifica las fases y actividades de que consta el estudio, debe partir de la base de que se trata de una metodología no interventiva, y por consiguiente no reactiva (Webb, Campbell, Schwartz, Sechrest & Grove, 1981), lo cual implica un grado de control interno mínimo o nulo. La observación participante propiamente dicha consiste en un proceso caracterizado, por parte del investigador, como una forma "consciente y sistemática de compartir, en todo lo que le permitan las circunstancias, las actividades de la vida, y, en ocasiones, los intereses y afectos de un grupo de personas. Su propósito es la obtención de datos acerca de la conducta a través de un contacto directo y en términos de situaciones específicas en las cuales sea mínima la distorsión producida en los resultados a causa del efecto del investigador como agente exterior" (Kluckholm, 1940, p. 331). Es relativamente frecuente que una observación que inicialmente es no participante, con el transcurso del tiempo y las convenciones sociales se vayan conociendo observador y observado y se transforme en observación participante. Aunque tradicionalmente se ha favorecido desde diversos ámbitos (Etnografía, Sociología, Pedagogía, Antropología, ...), resaltando como aspecto positivo el de una mejor comprensión del comportamiento estudiado y la mejor accesibilidad a los sujetos observados, encierra el grave peligro de la subjetividad, atribuyendo al(a los) sujeto(s) observado(s) sus propios sentimientos o prejuicios. La participación-observación resulta de una intensificación de la observación participante, cuando un miembro de un grupo adquiere la cualidad de observador de otro(s) perteneciente(s) a un grupo natural de sujetos, como díada entrenador-jugador, o con una relación interactiva continuada, como profesor-alumno, etc., y aunque implica un posible sesgo de expectativa, disminuye el de reactividad y aumenta la accesibilidad del sujeto, y por consiguiente la viabilidad del estudio, pues no hay que olvidar que en metodología observacional es frecuente el grave problema de falta de acceso al sujeto observado durante todo el tiempo necesario. Existen notables diferencias entre el papel del observador participante y del participante-observador (Babchuk, 1962), referidas, especialmente, a la tarea a realizar, donde el participante- observador tiene mayor libertad de movimientos, pudiéndose relacionar con todas las personas de su grupo en sus propios niveles. El significado de ciertos comportamientos escapa siempre, al menos en parte, a los que observan desde fuera, mientras que la observación en el propio grupo ofrece, además de la mayor posibilidad de acceso, garantía de logro de mayor volumen de información. Auto-observación. En el "continuum" indicado va reduciéndose la distancia entre observador y observado hasta llegar a la auto- observación, en que coinciden en una misma persona. La auto- observación implica el grado más elevado de participación en la observación, donde el observador es a la vez sujeto y objeto. Tradicionalmente se ha desatado una polémica sobre la auto- observación, en la cual actúa un doble proceso consistente, por un lado, en atender deliberadamente a la propia conducta, y, por otro, en registrarla mediante algún procedimiento previamente establecido. La auto-observación se ha revelado especialmente indicada en el estudio de conductas que pertenecen a la esfera de la privacidad (por ejemplo, control de conductas agresivas entre jugadores del mismo equipo, desavenencias con el entrenador, etc.), las que resultan poco detectables a observadores externos (como sentimientos de timidez, agresividad controlada), conductas encubiertas (tomar decisiones, reflexionar sobre determinados argumentos) y aquellas conductas que se supone que están precedidas por reacciones internas o estados emocionales (como comportarse asertivamente, fumar, etc.). Hay que distinguir entre autoobservación de conductas heteroobservables, en que se puede contrastar con el registro de un observador que sea una tercera persona (por ej., número de movimientos incorrectos en sesiones de entrenamiento en gimnasia rítmica, ya que admitiría, si se graba la sesión, tanto autoobservación como heteroobservación), de autoobservación introspectiva, que se refiere a vivencias experienciadas en primera persona (como terrores ante una competición muy importante), y que presenta importantes riesgos, especialmente el de inferencia desmesurada y el de distorsión. Como señala Lieberman (1979), la autoobservación e informe de un sujeto sobre sus sentimientos y pensamientos no deberían diferir de la observación externa de sus actividades motoras. El problema, en lo fundamental, está en que mientras el primer tipo de comportamiento no siempre puede ser verificado independientemente, sí puede serlo el segundo. De aquí que un reparo habitual hacia la autoobservación se debe a las garantías sobre la calidad del registro cuando se trata de eventos privados inobservables para otros sujetos. Ahí se podría oponer que el mundo privado es igualmente observable, aunque sólo para una única persona; y ahí habría que tener presente que el individuo aprende a dar cuenta de su mundo privado según le enseña la comunidad a hacerlo.
2.3. Grado de perceptividad
El objeto de estudio ofrece amplias posibilidades en muchos ámbitos psicológicos, educativos, sociales, de actividad física, etc. El motivo radica precisamente en el grado de perceptividad a que pueda someterse, y consecuentemente, la medida de observabilidad de que es capaz, y de ahí nuestro convencimiento de que una parte importante de los trabajos de investigación va a ser posible realizarlos bajo los auspicios de la metodología observacional, Por supuesto, otros objetos de estudio con un grado parcial o total de capacidad para ser percibidos e interpretados de forma contextualizada sí serán factibles, y es a éstos a los que nos dirigimos (Anguera, 1986b), distinguiendo entre observación directa e indirecta, ya que ambas resultan pertinentes: La observación directa implica una "transducción" de lo real, gozando de un suficiente nivel de observabilidad (Anguera, 1986a) y cumpliendo el objetivo de describir la situación y el contexto. El criterio que aquí probablemente tenga mayor trascendencia probablemente sea la total perceptibilidad de la conducta. Corresponde a un objeto de observación formado por conductas manifiestas, y, por tanto, susceptibles de ser percibidas a través de nuestros órganos sensoriales. Se trata de un proceso que se inició con la percepción de un evento y/o conducta y/o situación que dio lugar a un registro determinado, con la única excepción de material textual, o, del que no siéndolo inicialmente, después es analizado como texto o documento. Según Longabaugh (1980), es observable la conducta que, si ocurre en presencia de otro sujeto, tiene la capacidad de actuar como estimulo para dicho sujeto, el cual puede obtener de ella un registro de conducta. Para Mucchielli (1974, p. 6), "observación es la percepción de la realidad desde la perspectiva del observador". En primer lugar, para hacer viable la recogida de datos, tendrá que desencadenarse el correspondiente proceso representacional, que proporciona un retrato de la realidad -según Bernard (1976, p. 41), "el observador debe ser como el fotógrafo de los fenómenos"-, y para el cual se precisa del mecanismo representacional, que actúa selectivamente e implica tanto aspectos orgánicos (cada individuo, ya que sus representaciones son puras y totalmente propias, y no pueden ser experienciadas por otra persona) como inorgánicos (mecanismos autónomos de registro), y se manifiesta mediante signos de diverso orden (sensaciones, elementos convencionales, etc.) que, en cualquier caso, estarán insertos en un contexto de representación que fijará las dimensiones básicas espacio- temporales, etc. El problema y consiguiente pregunta que ello sugiere es: ¿Cómo podría obtenerse información sobre conductas en el terreno de juego, en la cancha, etc. de las que todavía no se posee ningún conocimiento? Mediante un mecanismo orgánico deberá desencadenarse adaptativamente la sucesión de cambios necesarios a lo largo de un proceso de desarrollo que permitirá la representación del correspondiente segmento de la realidad y enlazará con el planteamiento inductivo o deductivo de la investigación, que implica, respectivamente, la ausencia o presencia de un conocimiento previo, y permitirá adoptar la decisión acerca de cuándo pueden o deben formularse hipótesis en un estudio observacional. La observación indirecta (denominación no unánimemente aceptada) no constituye un bloque compacto, sino que incluye tanto el registro de conductas encubiertas que son susceptibles de elaboración de informes -por ejemplo, los análisis a partir de indicadores- como el análisis de contenido llevado a cabo a partir de textos documentales (autoinformes, diarios, conversaciones entrenador-atleta, etc.). En el análisis de la realidad social ocupan un papel relevante las conductas verbales del sujeto. Es innegable que, como ser social por naturaleza, la comunicación humana se realiza predominantemente mediante la conducta verbal, aunque sea igualmente cierto que en la mayoría de los casos se completa y/o modula en virtud de que actúan otros niveles de respuesta, especialmente el vocal y el no verbal. La conducta verbal ofrece la posibilidad de ser analizada desde una doble perspectiva. Por una parte, es perfectamente susceptible de observación directa, sola o complementada con otros niveles de respuesta; pero, por otra, se abre lentamente un nuevo horizonte de posibilidades si tenemos en cuenta que además de ser directamente perceptible puede serlo también indirectamente, dado que la interpretación de "lo hablado" puede tener diversos sentidos en función del contexto, del sujeto emisor, del sujeto receptor, de ambos, ... Es obvio, además, que la conducta verbal se puede grabar y transcribir, con lo que adopta la forma de material documental. La observación indirecta, muy cuestionada desde diversos ángulos, implica la existencia de conductas encubiertas que requerirán una inferencia y, por tanto, una carga interpretativa que puede redundar en detrimento y menoscabo de la objetividad requerida en toda metodología científica. De ahí los recelos que inspira y su carácter un tanto ambiguo a la hora de considerar su inclusión2 . Sin embargo, y como se indicó anteriormente, en los últimos años se ha avanzado considerablemente en este sentido, y el estudio de los procesos cognitivos superiores ha impulsado a empujar los límites que la circundan. En la actualidad, por ejemplo, se está trabajando en indicadores externos de la conducta intencional de los niños y en autoinformes. Además, es muy posible que la mejora de las técnicas que permiten su estudio riguroso contribuya a su progresiva consolidación. Forman parte de la observación indirecta (Anguera, 1988), entre otras posibilidades, las mencionadas a continuación, en todas las cuales la originaria conducta verbal se ha transformado en material documental, motivo por el que le serán aplicables las mismas técnicas en cuanto al tratamiento cualitativo de datos: Textos documentales obtenidos por la grabación de la conducta verbal de un sujeto, y que pueden ser sometidos a un análisis de contenido, proceso que corre en paralelo con el de la observación directa, pero con la diferencia fundamental -que constituye un indudable riesgo- de delimitación de las unidades lingüísticas (pausas, sintácticas, estructurales y temáticas) y su codificación. Los datos verbales obtenidos oralmente mediante técnicas diversas (generalmente entrevistas) implica en parte una vuelta al introspeccionismo desde el momento en que el sujeto puede estar explicando sus vivencias en un momento determinado. Esta información, que corresponde a los informes verbales o protocolos, o análisis de tareas, puede ser igualmente susceptible de análisis de contenido, cada vez más sofisticados, e incluso contando con el prometedor apoyo de la teoría de grafos. La principal dificultad sigue siendo de garantía de validez. Los autoinformes, procedentes del registro propio de la auto- observación, deben también incluirse en tanto en cuanto que se refieren a conductas -en su sentido más amplio- no perceptibles por heteroobservadores (aunque en algunos casos en la autoobservación se registre desde la observación directa -por ejemplo, conductas agresivas de un jugador con el equipo en un período de tiempo-, debiendo contemplarse como tal), y en donde se externaliza el lenguaje interno de diversas formas, algunas muy características, como los diarios (por ejemplo, de jugadores o el de entrenadores) o cartas que dejaron escritas algunos suicidas, y que igualmente deberán someterse al análisis de contenido. Finalmente, en la observación indirecta se considera igualmente incluido un conjunto de materiales de registro que desde su origen adoptan una forma diversa, sean documentos escritos (entre los que se encuentran libros, publicaciones diarias y periódicas, series estadísticas, diarios autobiográficos, documentos históricos, etc.) y materiales audiovisuales (como discos, películas, fotografías, videos, etc.), y en donde ambos pueden ser tanto de carácter privado como público. No obstante, seguiremos considerando como prototipo el material escrito textual. 2.4. Niveles de respuesta Se da el nombre de niveles de respuesta a los diversos sectores del comportamiento perceptible. Por supuesto, son criterios muy distintos los que se pueden aplicar para establecer una taxonomía, y así ha ocurrido en las últimas décadas. No obstante, y aún a sabiendas de sus limitaciones por defecto, sugerimos la clasificación de niveles de respuesta de Weick (1968), que corresponden al “contenido” de la conducta a observar: La conducta no verbal se refiere a las expresiones motoras que pueden originarse en distintas partes del organismo. Se trata quizá del área más activa de las recientes investigaciones en metodología observacional, mostrándose que los movimientos del cuerpo son índices válidos de distintos procesos psicológicos; además la conducta no verbal es extremadamente sutil para el registro, siempre que el observador esté entrenado y adiestrado (Anguera, Blanco, Losada y Sánchez-Algarra, 1999) y sea sensible a sus manifestaciones. Así, entrenadores no adiestrados en el análisis de la conducta no verbal no podrían predecir, a través de señales faciales grabadas, cuáles son los alumnos que comprenden un concepto, mientras que esta predicción mejoraría significativamente si se añadiera información verbal. La propuesta inicial, efectuada por Weick (1968), desglosaba la conducta no verbal en expresiones faciales, intercambios de mirada y movimientos corporales. No obstante, entendemos que se incurre en dos problemas metodológicos, lo cual nos ha llevado a introducir una modulación: Por una parte, entre expresiones faciales e intercambios de mirada no se cumple la mutua exclusividad, dado la que segunda constituiría un subconjunto de la primera, y los movimientos corporales no hacen posible que sea efectiva la condición de exhaustividad con el resto, dado que únicamente se contemplaría la conducta gestual, pero no la postural. Teniendo en cuenta que, desde un criterio topográfico del ser humano, siempre se produce alternancia entre conducta gestual (conducta dinámica entre dos conductas estáticas) y conducta postural (conducta estática entre dos conductas dinámicas), la modulación introducida consistiría en contemplar, como modalidades de la conducta no verbal, expresiones faciales, conducta gestual y conducta postural. Y, como apunte último, entendemos que esta última propuesta es sin perjuicio de que, en un futuro no lejano, se entienda dicotomizado en conducta gestual y postural, dado que las expresiones faciales se consideran como la expresión privilegiada de los estados emocionales del individuo, pero es igualmente cierto que pueden reducirse a las otras dos modalidades de conducta. La conducta espacial o proxémica presenta dos vertientes: Una de carácter estático, que se refiere a la elección de lugar en un espacio, así como el establecimiento de distancias interpersonales, y otra, mucho más fértil, que comprende el conjunto de los desplazamientos de un individuo, realización de trayectorias, ocupación del espacio, etc. Esta última vertiente sería la más productiva dentro del ámbito de la actividad física y el deporte. En la vertiente dinámica, el límite que la separa netamente de la conducta gestual (modalidad de la conducta no verbal) es cuando la proyección del centro de gravedad del individuo se halla fuera de su base de sustentación, lo cual le obliga a desplazarse, ya que, de lo contrario, se caería. La conducta vocal o extralingüística estudia todos los diversos aspectos de interés en la vocalización, sin que interese en absoluto el contenido del mensaje. A lo largo de los años, la incidencia de nuevas tecnologías ha revolucionado este tipo de conducta no verbal. Así, el actual sonógrafo permite efectuar una descomposición espectral de la voz, a la vez que calcula la energía producida en el instante de su emisión y detecta el formante, identificador de cualquier individuo. Las aplicaciones en ámbito deportivo son inmensas. La conducta verbal o lingüística, al contrario que la vocal o extralingüística, se refiere al contenido del mensaje. Por este motivo, nos debemos remitir al análisis del texto, y, en consecuencia, a lo indicado en la observación indirecta (ver apartado 2.3. Perceptividad).